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“¡Ya basta!”, “¡Demasiado es demasiado!”. El mismo sentimiento de revuelta, de cólera, de estar hartos, atraviesa las filas de los proletarios de Gran Bretaña, de Estados Unidos, de Francia, de Escandinavia… Los ataques a nuestras condiciones de vida y de trabajo y la actitud brutal, arrogante y cínica tanto de los gobiernos como de la patronal no han hecho más que reforzar nuestro espíritu de lucha y nuestra determinación a seguir luchando. Este sentimiento prevalece también en Quebec, donde la huelga ha movilizado masivamente a los 565.000 trabajadores del sector público de la provincia (el 15% de la población activa) ante la subida de los precios y el deterioro general de las condiciones de trabajo. Una parte cada vez más importante de los proletarios de los países del corazón del capitalismo se encuentran, como en Estados Unidos, por ejemplo, sumidos en la miseria absoluta.
Las huelgas que se están llevando a cabo en el sector público desde hace más de un mes en Canadá son la plena confirmación del renacimiento internacional de las luchas de la clase obrera. Estas huelgas han adquirido una amplitud que no se veía desde hace más de cincuenta años, cuando, el 11 de abril de 1972, una huelga con ocupación de fábricas y minas paralizó el territorio de Quebec.
El movimiento en Canadá es una prolongación de la oleada de luchas en Estados Unidos, en particular en el sector del automóvil, donde el sindicato UAW firmó finalmente un acuerdo con Ford, Stellantis y GM, entre el 25 y el 30 de octubre, que fue presentado como una "victoria" y puso fin a más de un mes de conflicto social.
En un plano más amplio, las luchas presentes confirman la ruptura con treinta años de retroceso y desorientación que destacábamos en el informe de la lucha de clases de nuestro último congreso internacional[1], en el que subrayábamos que el renacimiento de la combatividad obrera en varios países que constituyen los centros económicos vitales del capitalismo era un acontecimiento histórico de primer orden.
Desde hace más de un mes, una poderosísima ola de rabia, determinación e indignación se manifiesta en las huelgas que han movilizado masivamente al sector público en Quebec, demostrando la fuerte combatividad de los proletarios y confirmando plenamente, tras las huelgas de la industria automovilística en Estados Unidos, la reactivación internacional de las luchas de la clase obrera, en particular en Norteamérica.
La indignación y la voluntad de lucha han germinado frente a la actitud provocadora y arrogante del gobierno federal en sus ataques tanto a los profesores como a los trabajadores de la sanidad, dirigidos a endurecer y precarizar aún más sus condiciones de trabajo, cada vez más intolerables. El número de profesores que han dimitido se ha duplicado en cuatro años (¡más de 4.000!), mientras que la escasez de profesores es flagrante en las escuelas públicas de Quebec, donde se han cerrado las clases durante un mes para un millón de alumnos. Frente a esta situación insostenible, la movilización masiva ha afectado a todos los niveles de la profesión docente (enseñanza primaria, secundaria y superior), así como al transporte escolar, las guarderías y el personal administrativo.
La misma explosión de descontento se expresa en los servicios sanitarios y sociales, contra la amenaza de una "vasta reforma del sistema sanitario". También aquí la burguesía se dispone a aumentar drásticamente el deterioro de las condiciones de vida y de trabajo. El gobierno federal promete ir aún más lejos con centros de gestión sanitaria aún más autónomos y competitivos, basándose en una mayor movilidad y flexibilidad del personal, en movimientos voluntarios según las necesidades de los servicios, lo que implica una escasez aún mayor de puestos y una mayor sobrecarga de tareas individuales ya agotadoras, horas extraordinarias no remuneradas. En palabras de un técnico de laboratorio: "Trabajamos como burros los fines de semana, los días festivos y por la noche. Y nos dicen que no es suficiente".
En este contexto, el gobierno ha mostrado su intransigencia y su desprecio con el mayor cinismo, proponiendo aumentos salariales negociables sólo a "cambio" y a costa de una "flexibilidad" aún mayor, apostando deliberadamente por que la huelga se prolongue hasta el agotamiento de los trabajadores. Tanto el primer ministro, François Legault, como la presidenta del Consejo, Sonia Le Bel, han hecho declaraciones de "firmeza".
Pero la cólera y la movilización de las masas ya han conseguido romper con la tendencia al repliegue individual y el clima de profunda desmoralización que reinaba anteriormente.
Al mismo tiempo, la situación y el enfrentamiento han estimulado una oleada de ayuda mutua y solidaridad. En el caso de los profesores, por ejemplo, se ha creado un grupo de autoayuda en las redes sociales o en los piquetes para proporcionar donaciones de alimentos y ropa en apoyo de los huelguistas no remunerados. El movimiento, incluso en el sector privado, sigue contando con la simpatía y el apoyo del 70% de la población. Asimismo, el número, la frecuencia y la magnitud de las movilizaciones han demostrado la gran determinación de los huelguistas y el espíritu de lucha del movimiento.
Los sindicatos ya habían tomado conscientemente la iniciativa de canalizar la cólera y encuadrar el movimiento orquestando la movilización de forma dispersa para dividirlo mejor. La Fédération autonome de l'enseignement (FAE) convocó a sus 66.000 afiliados a una huelga indefinida a partir del 13 de noviembre, mientras que las cuatro principales confederaciones sindicales que forman el "Frente Común" en el sector público, que representan a 420.000 asalariados, sólo convocaron huelgas esporádicas del 21 al 23 de noviembre y de nuevo del 8 al 14 de diciembre. Por su parte, la Federación Interprofesional de la Salud llamó a sus 80.000 afiliados a parar los días 6, 8, 9, 23 y 24 de noviembre, y luego del 11 al 14 de diciembre. Ambas partes habían prometido llevar a cabo una huelga más dura si las negociaciones con el Gobierno no llegaban a buen puerto, pero no han hecho más que ganar tiempo y aplazar esta eventualidad hasta después de las fiestas.
Sin embargo, el gobierno tenía un as en la manga que no dejó de explotar al máximo en su maniobra para intentar desactivar esta combatividad e instaurar un clima de división y competencia: se comprometió a negociar tanto por sector de actividad como por separado con una u otra central sindical y pudo apoyarse plenamente en el trabajo de debilitamiento, división y encuadramiento de las luchas de los diferentes sindicatos. El 20 de diciembre comenzó a resquebrajarse una parte del "Frente Común" en la enseñanza, al expresar la FSE-FSQ su deseo de concluir un acuerdo por separado con el gobierno y el Consejo del Tesoro. Al mismo tiempo, la facción más "radical" de los huelguistas, detrás de la FAE, en huelga indefinida, multiplicaba las espectaculares "acciones de comando" minoritarias, como el bloqueo de los accesos a los puertos de Montreal y Quebec, antes de llegar finalmente a un acuerdo propio que puso fin a la huelga de profesores el 28 de diciembre. Los sindicatos y el gobierno de Quebec consiguieron encontrar una salida a través de una serie de medidas concretas para mejorar los salarios y las pensiones caso por caso y limitar el número de profesores por clase. En cambio, parece que todavía no se ha llegado a ningún acuerdo en el sector de la enfermería, lo que parece indicar un intento de dividir el sector empujando a un sector especialmente combativo a seguir haciendo huelga de forma aislada. Esto no excluye la posibilidad de nuevas huelgas en otros sectores en un futuro próximo, dada la profundidad del descontento.
A pesar de sus limitaciones actuales y de la advertencia que ya contiene sobre los peligros mortales para el desarrollo de las luchas futuras de dejarse atrapar por las maniobras de la burguesía y las trampas de la gestión sindical, la huelga del sector público en Quebec es ante todo indicativa del potencial de este renacimiento internacional de la combatividad y la determinación obreras, en un contexto mundial de fermentación de las luchas y de maduración de la conciencia obrera en los países centrales del capitalismo. Sobre todo, reafirma la plena capacidad del proletariado para desarrollar sus luchas de clase bajo los golpes de la crisis mundial y los ataques sin cuartel de la burguesía y de todos sus gobiernos, ya sean de izquierda o de derecha, manifestaciones de un mundo capitalista moribundo y en decadencia. Estas luchas son una etapa importante para el proletariado en el camino de la recuperación de su identidad y de su conciencia de clase.
Frente a toda la propaganda y las mentiras vertidas desde 1989 sobre el supuesto hundimiento o muerte del comunismo, demuestran que el proletariado sigue siendo y constituye más que nunca la única clase con una perspectiva revolucionaria para el derrocamiento del capitalismo y un futuro para la humanidad, frente al inexorable hundimiento de la sociedad capitalista en un océano de miseria, caos, guerra generalizada y barbarie.
GD 4 enero 2024
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Ante el desencadenamiento de la barbarie en Gaza, los dos bandos y sus partidarios en todo el mundo se culpan mutuamente de los crímenes.
Para algunos, Israel libra una “guerra sucia” (¡como si hubiera alguna limpia!) que incluso la ONU y su muy discreto secretario general han tenido que denunciar, llegando a hablar de “grave riesgo de genocidio”. Una parte de la izquierda del capital ni siquiera duda en apoyar las despreciables atrocidades de Hamás, pintadas como un “acto de resistencia” contra el “colonialismo israelí”, pretendido único responsable del conflicto.
Por su parte, el gobierno israelí justifica la carnicería de Gaza afirmando estar vengando a las víctimas del 7 de octubre e impidiendo que los terroristas de Hamás vuelvan a atentar contra la “seguridad del Estado hebreo”. ¡Al diablo los miles de víctimas inocentes! ¡No importan los “escudos humanos” de niños de 6 años! No importan los hospitales, escuelas y hogares destruidos. ¡La seguridad de Israel vale una masacre!
Por todas partes se oyen las sirenas del nacionalismo defendiendo a un Estado que supuestamente es víctima del otro. Pero ¿qué clase de mente ilusa imagina que la burguesía de Gaza, esa banda de lunáticos delirantes sedientos de dinero y sangre, es mejor que la camarilla de iluminados y corruptos de Netanyahu?
“No defendemos a Hamás, defendemos el derecho del ‘pueblo palestino’ a la autodeterminación”, canta toda la camarilla izquierdista a la cabeza de las manifestaciones pro palestinas, esperando sin duda, con esta pirueta medio hábil, hacer olvidar que “el derecho del pueblo palestino a la autodeterminación” ¡no es más que una fórmula destinada a ocultar la defensa de lo que hay que llamar el Estado de Gaza! Los intereses de los proletarios de Palestina, Israel o cualquier otro país del mundo no coinciden en absoluto con los de su burguesía y su Estado. Para comprobarlo basta recordar cómo Hamás reprimió sangrientamente las manifestaciones contra la miseria en 2019. ¡La “patria palestina” nunca será otra cosa que un Estado burgués al servicio de los explotadores! Una Franja de Gaza “liberada” no significaría más que consolidar el odioso régimen de Hamás o de cualquier otra facción de la burguesía de Gaza.
“Pero la lucha de un país colonizado por su liberación socava el imperialismo de los Estados colonizadores”, contraatacan, sin reírse, algunos trotskistas y lo que queda de los estalinistas. ¡Qué burda mentira! El ataque de Hamás se inscribe en una lógica imperialista que va mucho más allá de sus propios intereses. Irán contribuyó a encender la mecha armando a Hamás. Trata de sembrar el caos entre sus rivales, especialmente Israel, multiplicando las provocaciones y los incidentes en la región: Hizbulá en Líbano, los rebeldes hutíes en Yemen, las milicias chiíes en Siria e Irak... “todas las partes de la región tienen la mano en el gatillo”, como dijo el ministro iraní de Asuntos Exteriores a finales de octubre. Por débil que sea frente al poder del Tsahal, Hamás, como todas las burguesías nacionales desde que el capitalismo entró en su periodo de decadencia, no puede escapar en modo alguno por arte de magia a las relaciones imperialistas que rigen todas las relaciones internacionales. Apoyar al Estado palestino significa ponerse del lado de los intereses imperialistas de Jamenei, Nasralá e incluso Putin, que se frota las manos.
Pero entonces entran en escena los inimitables pacifistas a completar la camisa de fuerza nacionalista en la que la burguesía intenta atrapar a la clase obrera: “¡No apoyamos a ningún bando! ¡Exigimos un alto el fuego inmediato! Los más ingenuos imaginan sin duda que la acelerada caída del capitalismo en la barbarie se debe a la falta de “buena voluntad” de los asesinos a la cabeza de los Estados, o incluso a una “democracia defectuosa”. Los más listos saben perfectamente qué sórdidos intereses defienden. El presidente Biden, por ejemplo: proveedor de municiones de racimo a Ucrania, horrorizado por el “bombardeo indiscriminado” de Gaza. Hay que decir que Israel cogió al Tío Sam por sorpresa, abriendo un frente nuevo y potencialmente explosivo del que Estados Unidos podría haber prescindido. La razón de Biden para alzar la voz ante Netanyahu no era “preservar la paz mundial”, sino centrar sus esfuerzos y fuerzas militares de forma más eficaz en su rival China en el Pacífico, y en el engorroso aliado ruso de Pekín en Ucrania.
Por tanto, no hay nada que esperar de la “paz” bajo el dominio del capitalismo, ni tampoco tras la victoria de uno u otro bando. ¡La burguesía no tiene solución para la guerra!
EG, 16-diciembre-2023
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Escandinavia está siendo testigo de una oleada de huelgas de una magnitud que no se veía desde finales de los años setenta. A finales de octubre, el fabricante de automóviles estadounidense Tesla (la empresa de coches eléctricos de Elon Musk) se negó a firmar con el sindicato sueco IF Metall convenios colectivos que garantizasen un salario mínimo. Se declaró una huelga en los diez talleres de reparación de la empresa. Le siguieron manifestaciones de solidaridad de trabajadores de correos, que bloquearon todo el correo con destino a los talleres de Tesla, de estibadores en cuatro puertos suecos, que se sumaron a la huelga el 6 de noviembre, y de electricistas, que se negaron a realizar trabajos de mantenimiento en las estaciones de recarga eléctrica. A principios de noviembre, ante el riesgo de huelga por aumentos salariales en el banco Karna, los sindicatos y la dirección llegaron rápidamente a un acuerdo.
El conflicto con Tesla también adquirió rápidamente una dimensión internacional, con nuevas acciones de solidaridad en los puertos cercanos a los talleres de reparación de la empresa en Dinamarca y Noruega, así como en las fábricas de Tesla en Alemania.
Ya había habido indicios de anuncio de este brote de combatividad obrera. En abril de 2023 estalló en Estocolmo una huelga salvaje de los trabajadores del transporte público que duró cuatro días. Esto es significativo, porque ha sido la primera huelga salvaje en décadas en Suecia. Los trabajadores se declararon en huelga contra el deterioro de las condiciones laborales y, aunque la huelga se limitó a una parte del transporte público, los maquinistas, hubo asambleas abiertas a otros trabajadores. Los trabajadores también recibieron apoyo mediante la recaudación de fondos y el apoyo en las redes sociales. A diferencia de la huelga actual en Tesla, esta huelga no fue cubierta por los medios de comunicación, salvo para denunciar el "desorden" creado.
Con la excepción de la huelga salvaje de transportes de abril, todas estas huelgas desde octubre han estado estrechamente controladas por los sindicatos. Pero eso no cambia el hecho de que este movimiento sólo puede entenderse como parte de un renacimiento mundial de la lucha de clases en reacción a la grave crisis económica del capitalismo y, sobre todo, a las presiones inflacionistas que están detrás de la "crisis del coste de la vida". Esta situación afecta ahora también a los trabajadores de los países escandinavos, famosos por su "calidad de vida" y sus "generosos" servicios sociales. Los sindicatos escandinavos han recibido muchas advertencias del auge de las luchas en otros países (Gran Bretaña, Francia, Estados Unidos y ahora Canadá), y sus movilizaciones y "acciones de solidaridad" forman parte de una política destinada a desbaratar una auténtica maduración de la conciencia de la clase obrera. Lo que preocupa tanto a la patronal como a los sindicatos es el retorno de un verdadero sentimiento de solidaridad dentro de los sectores de la clase y entre ellos, incluso más allá de las fronteras nacionales, y por tanto el comienzo de una restauración de la identidad de clase, la toma de conciencia de que los trabajadores de todos los sectores y de todos los países forman parte de la misma clase explotada por el capital y se enfrentan a ataques similares contra sus condiciones de existencia.
Igual de significativo es el hecho mismo de que estallen luchas hoy en Suecia, un país a punto de entrar en la OTAN, que contribuye sustancialmente al armamento de Ucrania, donde la propaganda sobre la guerra con Rusia es prácticamente incesante. En enero, dos altos funcionarios de Defensa advirtieron que los suecos debían prepararse para la posibilidad de una guerra: «El ministro de Defensa, Carl-Oskar Bohlin, dijo en una conferencia de Defensa que podría haber una guerra en Suecia. Su mensaje fue respaldado a continuación por el comandante en jefe militar, el general Micael Byden, quien dijo que todos los suecos debían prepararse mentalmente para esta eventualidad»1.
Sin embargo, a pesar de los intentos de la burguesía de azuzar la fiebre bélica, los trabajadores han dado prioridad a sus condiciones de vida. Esto no significa que los trabajadores reaccionen directamente ante la amenaza de guerra, pero la voluntad de luchar en su propio terreno contra el impacto de la crisis económica es la base de un futuro desarrollo de la conciencia del vínculo entre la crisis económica y la guerra; y por tanto, de la necesidad de enfrentarse al capitalismo, un sistema global de saqueo y destrucción.
El hecho es que estos avances en la conciencia de clase son muy frágiles y, como siempre, los sindicatos están ahí para obstaculizarlos y distorsionarlos. La principal consigna de los sindicatos ha sido la "defensa del modelo sueco" y de sus convenios colectivos entre sindicatos y patronal.
IF Metall lleva más de cinco años exigiendo convenios colectivos para los trabajadores de las fábricas de Tesla en Suecia. Tesla se ha negado categóricamente, por lo que IF Metall no ha tenido más remedio que convocar una huelga el 27 de octubre. Desde el principio, el conflicto estuvo muy coordinado por los sindicatos suecos. El 7 de noviembre, el Sindicato de Trabajadores del Transporte y el Sindicato de Trabajadores Portuarios se unieron a la disputa y bloquearon todos los puertos suecos donde se cargan y descargan los coches de Tesla. Durante el mes de noviembre, varios sindicatos oficiales anunciaron acciones de solidaridad, entre ellos el Sindicato de Electricistas, el Sindicato de Pintores y la Asociación de Empleados del Gobierno. Importantes clientes de Tesla, como Stockholm Taxi, anunciaron que dejarían de comprar sus coches a menos que Tesla firmara un convenio colectivo, ya que «el modelo sueco de convenios colectivos es un principio importante que debe defenderse».
Los medios de comunicación suecos publicaron a diario noticias sobre el bloqueo, junto con actualizaciones continuas sobre el conflicto. A medida que la huelga continuaba, el interés de los medios no se limitó a Suecia, con prestigiosas publicaciones internacionales burguesas como The Economist, Financial Times y The Guardian siguiéndolo de cerca, así como representantes de la UE defendiendo el "modelo sueco" de "Europa social" frente a la "política antisindical estadounidense". A lo largo de los eventos, el enfoque en Elon Musk como un multimillonario excepcionalmente despiadado se utilizó para distraer de la realidad de que todos los capitalistas deben intensificar sus ataques contra los salarios y las condiciones de trabajo de los trabajadores. Mejor aún, el hecho de que este ataque en particular lo llevara a cabo una empresa estadounidense se utilizó para avivar el sentimiento nacionalista.
La otra cara de la ideología de la "negociación colectiva" es la promoción de divisiones entre trabajadores sindicados y no sindicados. Durante la huelga de Tesla, los trabajadores no sindicados siguieron trabajando, lo que llevó a IF Metall a establecer piquetes fuera de los talleres, acusando a estos trabajadores no sindicados de ser "esquiroles".
Hoy continúa la huelga, sin perspectivas de salida, ya que Elon Musk y Tesla se niegan a negociar. Algunos sindicalistas han vuelto al trabajo, arriesgándose a ser expulsados de IF Metall, y también están siendo calificados de "amarillos" en la prensa de izquierdas. Desde principios de diciembre no ha habido noticias sobre la huelga. Presentada en un principio como una batalla entre David y Goliat, el interés de los medios de comunicación parece haberse desvanecido.
Hoy, los dirigentes de IF Metall no tienen ninguna intención de llamar a la solidaridad a otros trabajadores del mismo sector. Los trabajadores de Tesla están encerrados en una dinámica de derrota, como demuestran las actuales campañas contra los “esquiroles”.
Frente a los sacrificios que se les pedirán cada vez más en nombre de la economía nacional y de la defensa del país, los trabajadores deben defender sus propias reivindicaciones, reunirse y tomar decisiones en asambleas generales soberanas, fuera del control sindical, extender sus luchas a otras empresas y sectores, sindicalizados o no, y no dejarse atrapar por la ideología del llamado “modelo sueco”.
Eriksson y Amos, 10 de enero de 2024
La expresión "modelo escandinavo" se ha utilizado a menudo para describir el Estado del bienestar sueco. Pero originalmente significaba una regulación muy estricta de los conflictos en el mercado laboral.
En los años 30, las huelgas eran habituales en Suecia y el gobierno socialdemócrata, que llegó al poder en 1932, no estaba dispuesto a intervenir, recurriendo a la LO (la central sindical sueca, como el TUC en Gran Bretaña) para ponerles fin. En 1938, la LO firmó un acuerdo histórico con la federación patronal, SAF, que estipulaba que las negociaciones centrales debían tener lugar, sindicato por sindicato, sin que ninguno se aprovechara, respetando un límite salarial máximo. De este modo, el Estado se aseguraba una economía estable sin necesidad de intervenir para mantener bajos los salarios (muy conveniente para el aparato estatal socialdemócrata). El acuerdo estipulaba que no se permitiría ninguna acción sindical durante el periodo del acuerdo.
De hecho, fue una prohibición de las huelgas que estuvo efectivamente en vigor hasta que empezaron a aparecer las huelgas salvajes a finales de los sesenta y principios de los setenta. El modelo escandinavo significa realmente "paz en el mercado laboral" y prohibición de las huelgas, ¡qué es lo que apoyan los sindicatos y la burguesía en general!
Tener un convenio colectivo en un centro de trabajo significa que los trabajadores tienen garantizada una jornada laboral limitada, el pago de vacaciones y horas extraordinarias, así como seguros y prestaciones de desempleo (regulados en Suecia por los sindicatos). Por tanto, forman parte del sistema general de protección social.
La ausencia de convenio colectivo significa que, en el caso de Tesla, a excepción de las prestaciones y el seguro general, la empresa decide tu salario a través de su propio sistema de primas y tienes que firmar un acuerdo de confidencialidad antes de empezar a trabajar (un trabajador fue despedido porque su mujer publicó un mensaje en X/Twitter sobre las condiciones laborales de la empresa).
Por supuesto, estas condiciones son espantosas, pero es una profunda ilusión pensar que la legalidad de los sindicatos y los "convenios colectivos" pueden realmente proteger a los trabajadores de los embates de una clase capitalista contra el muro por una creciente crisis económica mundial y el peso de la economía de guerra.
Además, los sindicatos, como parte del aparato estatal, significan que ellos mismos forman parte de estas agresiones. IF Metall, el sindicato más fuerte e influyente de Suecia, ha sido durante mucho tiempo un engranaje del aparato estatal socialdemócrata. Stefan Löfvén, ex primer ministro sueco, demostró sus dotes de liderazgo como presidente de IF Metall cuando consiguió reducir las demandas salariales del convenio central justo después de la crisis financiera de 2008, declarando que los trabajadores debían ser "responsables" ante la crisis.
1«Alarma en Suecia tras la alerta de guerra de los responsables de Defensa» BBC news.
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El 15 de octubre de 1923, 46 miembros del partido bolchevique enviaron una carta secreta al Buró Político del Comité Central del partido denunciando, entre otras cosas, la asfixia burocrática de la vida interna del partido. La "Plataforma de los 46" marcó el nacimiento de la Oposición de Izquierda, con Trotsky como cabeza visible.
Los grupos trotskistas remontan sus raíces a la Oposición de Izquierda, que en 1938 dio origen a la Cuarta Internacional, de la que reivindican su pertenencia.
Sin embargo, en general no han considerado oportuno celebrar este aniversario y se han mantenido muy discretos sobre lo que son sus orígenes. Con todo, el vínculo que establecen (y que siempre han establecido) entre ellos y los revolucionarios de los años 20 se reduce a establecer como principios políticos inmutables lo que constituían los "errores" del movimiento obrero de la época, en lugar de las posiciones revolucionarias que la oleada revolucionaria del 17-23 había permitido identificar. Además, fueron estas mismas posiciones erróneas las que sirvieron de caldo de cultivo para las posiciones fundamentales del "trotskismo" que, desde la Segunda Guerra Mundial, ha servido de garantía de "izquierda" para las políticas del Estado burgués contra la clase obrera.
El sangriento fracaso del proletariado, primero en Alemania y luego en Hungría en 1919, fue el ocaso de la oleada revolucionaria que había surgido en Rusia en octubre de 1917. Siguió un reflujo de las luchas en todo el mundo y el creciente aislamiento de la revolución en Rusia. Esta situación pesó sobre la Internacional Comunista (IC) y el Partido Bolchevique, que comenzaron a adoptar medidas opuestas a los intereses de la clase obrera: sometimiento de los soviets al Partido, enrolamiento de los obreros en los sindicatos, firma del Tratado de Rapallo1, represión sangrienta de las luchas obreras (Kronstadt, Petrogrado 1921). La adopción de estas políticas no hizo sino acelerar el reflujo de la revolución de la que ellas mismas eran expresión, provocando reacciones de la izquierda tanto en la IC como en el partido bolchevique. En el III Congreso de la IC (1921), la izquierda germano-holandesa, agrupada en el KAPD, denunció la vuelta al parlamentarismo y al sindicalismo como un desafío a las posiciones adoptadas en el I Congreso de marzo de 1919. Fue también en este congreso cuando la "izquierda italiana" reaccionó enérgicamente contra la política sin principios de alianza con los "centristas" y la desnaturalización de los PC por la entrada masiva de fracciones procedentes de la socialdemocracia.
Pero fue en la propia Rusia donde apareció la primera oposición. Ya en 1918, la revista "Kommunist", agrupada en torno a Bujarin, Ossinsky y Radek, advirtió al partido contra el peligro de adoptar una política de capitalismo de Estado. Entre 1919 y 1921, varios grupos ("Centralismo democrático", "Oposición obrera") reaccionaron también contra el ascenso de la burocracia en el seno del partido y la creciente concentración del poder de decisión en manos de una minoría. Pero la reacción más consecuente a la deriva oportunista del partido bolchevique fue el "Grupo Obrero" de Miasnikov2, que denunció que el partido estaba sacrificando gradualmente los intereses de la revolución mundial a los intereses del Estado ruso. Todas estas tendencias resueltamente proletarias no esperaron a Trotsky y a la Oposición de Izquierda para luchar por la defensa de la revolución y de la Internacional Comunista.
En realidad, fue sólo después del colapso político de la IC en Alemania en 1923 y en Bulgaria en 1924 que la corriente conocida como la "Oposición de Izquierda" comenzó a tomar forma dentro del partido bolchevique, y más precisamente en sus esferas dirigentes. El sentido de su lucha puede resumirse en su propia consigna: "Fuego contra el kulak, el nepmen, el burócrata". En otras palabras, el objetivo era atacar tanto la política interclasista de "enriquecerse en el campo" preconizada por Bujarin como la burocracia rampante del partido y sus métodos. En el plano internacional, las críticas de la Oposición se centraron en la formación del Comité Anglo-ruso y en la política de la IC en la Revolución China. Pero, en realidad, todas estas cuestiones podían resumirse en una sola lucha, la de la defensa de la revolución proletaria contra la teoría del "socialismo en un solo país". En otras palabras, la lucha por defender los intereses del proletariado mundial contra la política nacionalista de la burocracia estalinista.
La Oposición de Izquierda en Rusia nació, pues, como una reacción proletaria a los efectos desastrosos de la contrarrevolución.
Pero su tardía aparición lastró sus concepciones y su lucha. Se mostró incapaz de comprender la verdadera naturaleza del "fenómeno estalinista" y "burocrático", atrapada como estaba en ilusiones sobre la naturaleza obrera del Estado ruso. Así, al tiempo que criticaba la política de Stalin, participaba en la política de sometimiento de la clase obrera mediante la militarización del trabajo bajo la égida de los sindicatos, e incluso defendía el capitalismo de Estado mediante la industrialización acelerada.
Incapaz de romper con las ambigüedades del partido bolchevique en cuanto a la defensa de la "patria soviética", fue por tanto incapaz de librar una lucha resuelta y coherente contra la degeneración de la revolución y se mantuvo siempre por debajo del nivel de oposición proletaria que había surgido desde 1918. A partir de 1928, cada vez más opositores fueron objeto de la represión estalinista. Fueron perseguidos y asesinados por los estalinistas. Trotsky fue expulsado de la URSS.
En otras secciones de la Internacional Comunista surgieron tendencias opuestas a la política cada vez más contrarrevolucionaria de ésta. A partir de 1929, se formó una agrupación en torno a Trotsky que tomó el nombre de "Oposición de Izquierda Internacional". Esta constituyó una extensión de la Oposición de Izquierda en Rusia, adoptando sus principales concepciones. Sin embargo, esta oposición era una agrupación sin principios de todos aquellos que decían querer hacer una crítica de izquierdas al estalinismo. Negándose a sí misma cualquier clarificación política real y dejando a Trotsky como su principal portavoz y teórico, se mostró incapaz de librar una lucha decidida y coherente para defender la continuidad del programa y los principios comunistas.
Peor aún, su concepción errónea del "Estado obrero degenerado" le llevó en última instancia a salir en defensa del capitalismo de Estado ruso. En 1929, por ejemplo, la Oposición defendió la intervención del ejército ruso en China tras la expulsión de funcionarios soviéticos por el gobierno de Chiang Kai Chek. En esta ocasión, Trotsky lanzó el infame eslogan: "Por la patria socialista siempre, por el estalinismo nunca". Al disociar los intereses estalinistas (y por tanto capitalistas) de los intereses nacionales de Rusia, esta consigna sólo podía precipitar a la clase obrera a defender la patria, allanando el camino para el apoyo al imperialismo soviético. Esta política oportunista se manifestaba también en la defensa de la política de Frente Único con la socialdemocracia y de las alianzas del Frente Popular a favor del antifascismo, en la defensa de las consignas democráticas y en la posición de "los derechos de los pueblos a la autodeterminación".
En definitiva, cada nueva táctica de Trotski y la Oposición se convirtió en un nuevo paso en la capitulación y el sometimiento a la contrarrevolución.
Esta deriva catastrófica se concretó también a nivel organizativo. A diferencia de la fracción de izquierdas del Partido Comunista de Italia, la Oposición fue incapaz de comprender y asimilar el papel que debían desempeñar las organizaciones que se mantenían fieles al programa y a los principios comunistas en un momento en que la revolución había sido derrotada y los partidos comunistas se habían pasado al campo de la contrarrevolución. Al concebirse a sí misma como una simple "oposición leal" a la IC con el objetivo de rectificarla desde dentro, la Oposición fue incapaz de aprender las lecciones del fracaso de la oleada revolucionaria y de llegar a la raíz de los errores de la Internacional Comunista.
Hasta 1933, cuando fue expulsada definitivamente de la Oposición, la fracción de izquierda del Partido Comunista de Italia dirigió la lucha en el seno de la Oposición Internacional, para que ésta pudiera ponerse a trabajar como fracción, asegurando la continuidad del programa y de los principios comunistas con vistas a la apertura de un nuevo período revolucionario y a la formación de un partido de revolucionarios: “En el pasado, hemos defendido la noción fundamental de "fracción" frente a la llamada postura de "oposición". Por fracción entendíamos el organismo que construye el marco para asegurar la continuidad de la lucha revolucionaria, y que está llamado a convertirse en el protagonista de la victoria proletaria. Contra nosotros, la noción de "oposición" triunfó en el seno de la Oposición de Izquierda Internacional. Ésta afirmaba que no era necesario proclamar la necesidad de formar cuadros: la clave de los acontecimientos estaba en manos del centrismo3 y no en manos de la fracción. Esta divergencia toma ahora un nuevo aspecto, pero sigue siendo el mismo contraste, aunque a primera vista parece que el problema consiste hoy en esto: a favor o en contra de los nuevos partidos. El camarada Trotsky descuida totalmente, por segunda vez, el trabajo de formación de cuadros, creyendo que puede pasar inmediatamente a la construcción de nuevos partidos y de la nueva internacional”4.
La incapacidad de Trotsky y de la oposición para trabajar como fracción de izquierda le llevó a concebir la formación del partido como una simple cuestión de táctica en la que la voluntad de unos pocos podía sustituir a las condiciones históricas. Este enfoque, que tenía más que ver con la magia que con el materialismo, obviamente oscurecía "las condiciones de la lucha de clases tal y como vienen dadas contingentemente por el desarrollo histórico y la relación de fuerzas de las clases existentes"5.
Sin una verdadera brújula política, la Oposición sólo podía dejarse llevar por los avatares de los acontecimientos históricos. De ahí el llamamiento a formar la IV Internacional (1938) en un momento en que la clase obrera estaba movilizada para defender los intereses de las distintas potencias imperialistas y el mundo estaba al borde de una segunda carnicería mundial.
Así, lejos de aportar una contribución creíble a la preparación de las condiciones del futuro partido, la trayectoria de la Oposición de Izquierda debilitó considerablemente el medio revolucionario y fue fuente de confusión y desorientación entre las masas trabajadoras en plena noche de la contrarrevolución. En cuanto al movimiento trotskista, corrió la suerte de toda empresa oportunista. Al asumir la defensa de la URSS y del campo antifascista durante la Segunda Guerra Mundial, traicionó el internacionalismo proletario y pasó con armas y bagajes al campo de la burguesía. Sus descendientes, las organizaciones trotskistas actuales, se han puesto desde entonces del lado del Estado burgués.
Por el contrario, al comprender su papel histórico, la facción italiana fue capaz de defender y preservar el programa y los principios organizativos comunistas. Fue capaz de preparar el futuro permitiendo primero a la Gauche Communiste de France (1944-1952) y luego a la CCI asumir esta herencia política y asumir la continuidad histórica de la organización de los revolucionarios con vistas a contribuir a la formación del futuro partido, indispensable para el triunfo de la revolución proletaria6.
Vincent 16-12-23
1 En este tratado firmado en 1922 se llevó una negociación secreta de estado a estado y se aceptó que el ejército alemán se entrenara en territorio ruso.
2 Ver la serie sobre la Izquierda Comunista en Rusia: La Izquierda Comunista en Rusia (I) - El Manifiesto del Grupo Obrero del Partido Comunista Ruso | Corriente Comunista Internacional (internationalism.org) [14] , La Izquierda comunista en Rusia (II) - El Manifiesto del Grupo Obrero del Partido Comunista Ruso | Corriente Comunista Internacional (internationalism.org) [15] , La Izquierda Comunista en Rusia (III) - El Manifiesto del Grupo Obrero del Partido Comunista Ruso | Corriente Comunista Internacional (internationalism.org) [16] y La Izquierda Comunista en Rusia (IV) - El Manifiesto del Grupo Obrero del Partido Comunista Ruso | Corriente Comunista Internacional (internationalism.org) [17]
3 BILAN llama “centristas” a los estalinistas.
4 BILAN nº 1 noviembre 1933
5 Los métodos de la Izquierda Comunista y los del trotskismo INTERNATIONALISME nº 23 junio 1947
6 Para ver la diferencia entre la Izquierda Comunista y la Oposición de Izquierdas de Trotski recomendamos consultar: Internationalisme no 26, septiembre de 1947 - ¿Qué diferencia hay entre los revolucionarios y el troskismo? | Corriente Comunista Internacional [18] y ¿Cuáles son las diferencias entre la Izquierda Comunista y la IVª Internacional? | Corriente Comunista Internacional (internationalism.org) [19]
En los últimos meses se han celebrado reuniones en Madrid sobre BILAN y otros grupos históricos de la Izquierda Comunista. Nos parece muy importante este interés y queremos contribuir con la presente reunión. Hay muchos partidos que dicen defender a la clase obrera de todos los colores y signos, pero que en realidad defienden la explotación capitalista y la guerra. El proletariado necesita su partido mundial y para formarlo, cuando sus luchas alcancen una fuerza masiva internacional, la base es la Izquierda Comunista de la cual nos reclamamos en la Corriente Comunista Internacional en continuidad crítica con BILAN y la Izquierda Comunista de Francia.
Desde principios de los años 20 del siglo pasado, la Izquierda Comunista libró un combate encarnizado contra la degeneración de la Internacional Comunista, desde entonces ha denunciado las guerras imperialistas contra todos los bandos en contienda, oponiendo a las matanzas y a la barbarie bélica la lucha por la revolución mundial y ha defendido con no menos intransigencia la lucha de la clase obrera, su autoorganización y su extensión masiva.
Las lecciones que la Izquierda Comunista ha ido sacando en estos 100 años son la base para el programa y la lucha del futuro partido mundial. En ese hilo histórico BILAN (1928-1939) jugó un papel fundamental.
La REUNION PUBLICA que proponemos trata de impulsar un debate para hacer un balance crítico del aporte de BILAN. Apreciar en qué BILAN es plenamente válido, en qué debe ser criticado, en qué debe ser llevado más lejos. Sus puntos fuertes, sus errores, su experiencia organizativa y teórica son un material imprescindible para la lucha de los revolucionarios actuales.
Lugar: CPK Bankarrota
Calle Encomienda de Palacio 46 MADRID – Moratalaz Metro Artilleros
Fecha: 27 enero 2024
Hora: 18 horas
Para los que no puedan asistir físicamente estableceremos una conexión Internet. Dirigirse a nuestra dirección [email protected] [21] y enviaremos un enlace una hora antes.
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La 28ª conferencia anual de las Naciones Unidas sobre el clima, celebrada en Dubái a finales de noviembre de 2023 terminó, tras dos semanas de reuniones, con un nuevo acuerdo que, supuestamente, insta a los países a eliminar (muy) gradualmente los combustibles fósiles, y a acelerar las "acciones en curso" para lograr la "neutralidad de carbono". Y todo ello de forma "justa, ordenada y equitativa"... ¡para 2050! ¡Después de mí, el diluvio! Ese es el cínico eslogan del capitalismo.
El presidente de la COP 28, Sultan Al Jaber, ministro de Industria y Tecnología Avanzada de Emiratos Árabes Unidos y, a la vez, CEO de la petrolera ADNOC, elogió el acuerdo aprobado por las delegaciones de casi 200 países. "Por primera vez, nuestro acuerdo hace referencia a los combustibles fósiles", afirmó. Según él, se trata de un "paquete histórico" de medidas que ofrece un "plan sólido" para siga vigente el objetivo de limitar el aumento de la temperatura global a 1,5 °C por encima de los niveles preindustriales.
¡Qué farsa más lúgubre! Mientras los líderes mundiales celebran el acuerdo como un paso importante para acabar con el uso de combustibles fósiles, los expertos se muestran, cuando menos, críticos: la resolución contiene lagunas que la industria petrolera aprovechará para eludirla recurriendo a tecnologías experimentales e inseguras. Sería ingenuo esperar otra cosa de los organizadores de la cumbre. Los dirigentes de esta región de Medio Oriente, conocida por ser Eldorado de todas las mafias y del blanqueo masivo de dinero procedente de la droga, las armas y todo lo que se pueda imaginar[1]son, como sus homólogos de todo el mundo, expertos en engañifas y en sacar partido de las "limitaciones legales". Se cumple lo que dice el refrán: “hecha la ley, hecha la trampa”. Se presentan a sí mismos como promotores de la transición energética, preocupados por el clima, pero viven de los combustibles fósiles y, obviamente, no dejan de promoverlos.
Los compromisos de reducción de emisiones que los diferentes Estados “asumieron” en la COP 21 de París (2015) con objeto de limitar el aumento de la temperatura global para 2030, se topa con la deprimente realidad del sistema capitalista. Hoy en día, ¡los combustibles fósiles (carbón, gas natural y petróleo) siguen representando el 82% del suministro total de energía! Y, en lugar de disminuir, las emisiones mundiales están aumentando: un 6% en 2021 y un 0,9% en 2022. [2]
Todo ello demuestra una vez más que estas cumbres internacionales no tienen el menor impacto sobre el calentamiento global y sus catastróficas consecuencias para la humanidad, y que en realidad no son más que tertulias destinadas a tranquilizar a la gente diciéndole que "se está haciendo algo" y que no hay más remedio que acostumbrarse. El año 2023 lo ilustra dramáticamente, con violentas tormentas e inundaciones generalizadas desde China hasta Europa y el norte de África, devastadores incendios forestales en Norteamérica, el sur de Europa y Hawái, y sequía en amplias zonas de Norteamérica, Europa y África.
"El calentamiento global no sólo es real, sino que se está acelerando a un ritmo vertiginoso y catastrófico. Julio de 2023 ha sido el mes más caluroso jamás registrado en el planeta. El mes de agosto ha sido el día más caluroso jamás registrado en este periodo. Los meteorólogos predicen que 2024 podría superar con creces estos lamentables registros".[3] Cunde el temor de que el planeta llegue a una serie de "puntos de inflexión" en los que el daño medioambiental se descontrole y conduzca a mayores niveles de destrucción.
El calentamiento global, combinado con manifestaciones más directas de destrucción medioambiental como la deforestación y la contaminación de la tierra y el mar por residuos químicos, plásticos y de otro tipo, amenaza ya con la extinción de multitud de especies animales y vegetales.
Esa misma burguesía que afirma, en estas conferencias, estar buscando "soluciones globales a problemas globales" está ella misma embarcada en una concurrencia económica despiadada que supone el primer gran obstáculo para cualquier cooperación internacional real contra el cambio climático. Y, en la actual fase de descomposición del capitalismo, esa competencia entre naciones está tomando cada vez más la forma de rivalidades y enfrentamientos militares caóticos, destructivos e hipercontaminantes. Así pues, la crisis ecológica no sólo se acerca a "puntos de inflexión" que exacerbarán y acelerarán sus consecuencias, sino que forma parte de una serie de fenómenos que, interactuando entre ellos, conducen a la humanidad cada vez más rápidamente hacia el abismo.
La salvación del planeta y de la humanidad no vendrá de una clase explotadora que, por su propia naturaleza, está atrapada en una lógica que descarta cualquier cuestionamiento de la acumulación capitalista, de su ansia de beneficios y de su dinámica apocalíptica. Pues el capitalismo es el responsable de estas perturbaciones; son sus leyes las que obligan a cada capitalista a producir cada vez más a menor costo. En el capitalismo, todo tiene que poder venderse. ¡Y no hay más! Un enfoque anárquico y a corto plazo que de hecho, ¡es suicida!
Louis, 29 de Diciembre de 2023
1] Como revelaron los Papeles de Panamá en 2018, los Papeles de Pandora en 2021 y más recientemente Dubái uncovered (Dubái al Descubierto).
2] Véase el informe Emisiones de CO2 en 2022 [26].
3] Lee nuestro artículo "La burguesía es incapaz de frenar el cambio climático [27]", World Revolution nº 398 (otoño 2023).
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Ciudades completamente devastadas, hospitales completamente destrozados, multitudes de civiles deambulando bajo las bombas, sin agua, alimentos ni electricidad, familias llorando por doquier a sus muertos, niños demacrados buscando a sus madres, otros despedazados sin piedad, inocentes ejecutados a sangre fría ante los ojos de sus familias... Este aterrador paisaje apocalíptico no es el de Varsovia o Hiroshima tras seis años de guerra mundial, ni el de Sarajevo tras cuatro años de asedio. Este es el paisaje del “capitalismo del siglo XXI”, el de las calles de Gaza, de Rafah y de Khan Yunis después de solo tres meses de conflicto.
¡Tres meses! ¡Bastaron unas pocas semanas para arrasar Gaza, para cobrar decenas de miles de vidas y arrojar a millones más a carreteras que no llevan a ninguna parte! ¡Y no por cualquiera! Por “la única democracia del Cercano Oriente y Oriente Medio”, por el Estado de Israel, aliado de las grandes “democracias” occidentales, que pretende ser el único depositario de la memoria del Holocausto.
Desde hace décadas, los revolucionarios gritan: “¡El capitalismo hunde poco a poco a la humanidad en la barbarie y el caos!” Nuevamente proclamamos... ¡Abajo las máscaras! ¡El capitalismo está mostrando su verdadero rostro y el futuro que tiene reservado para toda la humanidad!
Lo que está ocurriendo hoy en Oriente Próximo no es un episodio más de la larga serie de estallidos de violencia que han salpicado trágicamente el conflicto palestino-israelí durante décadas. El conflicto actual no tiene nada que ver con la vieja “lógica” del enfrentamiento entre la URSS y EEUU. Al igual que lo que pasa con la actual guerra de Ucrania, esta guerra en Medio Oriente es un paso más en la dinámica del capitalismo mundial hacia el caos, la proliferación de convulsiones incontrolables y la generalización de conflictos cada vez más numerosos.
El nivel de barbarie, a la escala que se produce en Gaza es quizás incluso peor que la extraordinaria violencia del conflicto ucraniano. Todas las guerras de la decadencia se han saldado con masacres masivas y destrucciones gigantescas. Pero incluso los mayores asesinos del siglo XX, los Hitler, los Stalin, los Churchill y los Eisenhower, no cometieron los peores horrores tras varios años de guerra, sin multiplicar las “justificaciones” para convertir ciudades enteras en montones de cenizas. Sin embargo, es sorprendente constatar hasta qué punto las calles de Gaza ya guardan un parecido asombroso con los paisajes en ruinas del final de la Segunda Guerra Mundial; los mismos paisajes de destrucción aparecieron tras sólo unas semanas de conflicto en Ucrania. Toda esta camarilla de bárbaros se ha dejado arrastrar por la “lógica” de tierra quemada que domina ahora los conflictos imperialistas.
¿Qué ventaja estratégica podría obtener Hamas enviando a mil asesinos a masacrar civiles, si no es encender la mecha y exponerse a su propia destrucción? ¿Qué esperan conseguir Irán o Israel, entonces, si no es sembrar el caos entre sus rivales, un caos que inevitablemente volverá para golpearles como un boomerang? Ninguno de los dos Estados tiene nada que ganar con este conflicto sin salida. La sociedad israelí podría verse profundamente desestabilizada por la guerra, amenazada durante décadas por una generación de palestinos empeñados en vengarse. En cuanto a Irán, si es el país que más se beneficia de la situación, ¡para él es una victoria pírrica! Ya que, si Estados Unidos no logran poner freno al desencadenamiento indiscriminado de la barbarie militar, Irán se expone a duras represalias contra sus posiciones en el Líbano y Siria e incluso a ataques destructivos en su territorio. Y todo ello con el riesgo de desestabilizar regiones cada vez más extensas del planeta, con penurias, hambrunas, millones de desplazados, aumento del riesgo de atentados, enfrentamientos entre comunidades...
Aunque EEUU intente evitar que la situación se salga de control, el riesgo de una conflagración generalizada en Oriente Medio no es desdeñable. Porque, lejos de la disciplina de bloque que prevaleció hasta el colapso de la URSS, todos los actores locales están dispuestos a apretar el gatillo por su cuenta.
Lo primero que llama la atención es que Israel ha actuado en solitario, despertando la ira y la crítica abierta de la administración Biden. En efecto, Netanyahu ha aprovechado el debilitamiento del liderazgo estadounidense para intentar aplastar a la burguesía palestina y destruir a los aliados de Irán, oponiéndose así a la “solución de dos Estados” promovida por Estados Unidos. La indisciplina de Israel, más preocupado por sus propios intereses inmediatos, es un duro golpe para los esfuerzos de Washington por evitar la desestabilización de la región.
Después de tres meses de atrocidades, cada vez está más claro que la guerra entre Israel y Hamas tendrá consecuencias dramáticas a escala mundial: en el plano económico, con el cierre virtual del estrecho de Bab-el-Mandeb, eje comercial mundial golpeado por las milicias hutíes, y en el plano humanitario, con varios millones de personas que se ven ahora obligadas a tomar las rutas del exilio.
Sobre todo, las recientes escaramuzas entre Israel y Hezbolá, al igual que los bombardeos estadounidenses en Yemen, ya han hecho temer lo peor, con el aumento del riesgo de que se abra un nuevo frente contra Irán y sus aliados. Tal extensión del conflicto representaría un paso más en la pérdida de control de Washington sobre la situación mundial: obligado a apoyar a su aliado israelí, supondría un enorme golpe a su política de contención de China y de apoyo a Ucrania, con todos los riesgos de conflagración que ello conlleva en estas regiones.
La guerra en Gaza como en Ucrania muestran que la burguesía no tiene solución para la guerra. La burguesía se ha vuelto totalmente impotente para controlar la espiral de caos y barbarie a la que el capitalismo está arrastrando a toda la humanidad.
El proletariado de Gaza ha sido aplastado. El proletariado de Israel, aturdido por el ataque de Hamas, se ha dejado embaucar por la propaganda nacionalista y guerrera. En los principales bastiones del proletariado, sobre todo en Europa, si la clase obrera no está dispuesta a sacrificarse directamente en las trincheras, sigue siendo incapaz de levantarse directamente contra la guerra imperialista en el terreno del internacionalismo proletario.
Entonces, ¿está todo perdido?... ¡No! La burguesía ha exigido enormes sacrificios para alimentar la máquina de guerra en Ucrania. Frente a la crisis y a pesar de la propaganda, el proletariado se levantó contra las consecuencias económicas de este conflicto, contra la inflación y la austeridad. Es cierto que a la clase obrera todavía le cuesta establecer el vínculo entre militarismo y crisis económica, pero sí que se ha negado a hacer sacrificios: en el Reino Unido con un año de movilizaciones, en Francia contra la reforma de las pensiones, en Estados Unidos contra la inflación y la precariedad laboral...
Mientras el conflicto ucraniano se prolonga, mientras que la guerra israelí-palestina hace estragos y la burguesía redobla sus esfuerzos para llenar la cabeza de los explotados con su despreciable propaganda nacionalista, ¡la clase obrera sigue luchando! Recientemente, Canadá ha sido testigo de un movimiento histórico de lucha proletaria. En los países escandinavos se están produciendo luchas sin precedentes, con expresiones de solidaridad. ¡La clase obrera no ha muerto!
A través de sus luchas, el proletariado se enfrenta también a lo que es la solidaridad de clase. Frente a la guerra, la solidaridad obrera no es con los palestinos ni con los israelíes. Es con los trabajadores de Palestina e Israel, como lo es con los trabajadores de todo el mundo. La solidaridad con las víctimas de las masacres no significa, ciertamente, mantener las mistificaciones nacionalistas que han llevado a los trabajadores a situarse detrás de un arma para defender una camarilla burguesa. La solidaridad obrera significa ante todo desarrollar la lucha contra el sistema capitalista responsable de todas las guerras.
La lucha revolucionaria no puede surgir con un chasquido de dedos. Hoy sólo puede surgir mediante el desarrollo de las luchas obreras contra los ataques económicos cada vez más duros de la burguesía. ¡Las luchas de hoy preparan el camino para la revolución de mañana!
EG, 8 de enero de 2024
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El gobierno israelí ha proclamado que el objetivo de su devastadora campaña de bombardeos e invasión terrestre contra Gaza es la destrucción de Hamás y que su objetivo no son los civiles, sino la infraestructura y los centros de mando de Hamás. Sin embargo, masacrar "colateralmente" a miles de civiles, hombres, mujeres y niños, es sin duda la forma más segura de reclutar cada vez más adeptos a la llamada "Resistencia Palestina", aunque esta tal vez tenga que reagruparse y cambiar de nombre, impulsada por una sed de venganza cada vez mayor, ya sea en Gaza, en Cisjordania o en el mismo Israel.
Un portavoz del gobierno israelí, Avi Dichter, ministro de agricultura y antiguo miembro del Shin Beth (servicio de inteligencia), posiblemente en un momento de descuido alumbró más claramente sobre los verdaderos objetivos de la fuerte embestida israelí: "Ahora estamos llevando a cabo la Nakba [éxodo palestino de 1948] de Gaza. Desde un punto de vista operativo, no es posible librar una guerra, como intentan hacer las fuerzas armadas israelíes en Gaza, con masas de civiles en medio de tanques y soldados"[i].
Durante la Nakba, en 1948, más de 700 000 refugiados palestinos huyeron del territorio de Israel, "motivados" a marcharse por las atrocidades perpetradas por las milicias sionistas (la más famosa fue la masacre de Deir Yassin cometida por la banda de Stern) y alentados por la proclama triunfalista de los países árabes, que prometían que los refugiados podrían regresar a sus hogares en cuanto su victoria militar fuera inminente. Los ejércitos árabes fueron derrotados y los refugiados nunca pudieron regresar a sus hogares. Cientos de miles de ellos permanecen desde entonces en las miserables condiciones de los campos de refugiados. En resumen, la Nakba fue la limpieza étnica de Israel y la "Nakba de Gaza" podría dar lugar a la expulsión de la inmensa mayoría de sus habitantes que huyen de la muerte, la destrucción y el bloqueo permanente.
Semejante "solución" sólo refleja la total falta de lucidez y de perspectiva a largo plazo del actual gobierno israelí, ya que sólo puede ser el preludio de una futura inestabilidad y de nuevas guerras. Las atroces políticas del gobierno de Netanyahu no hacen sino reflejar una realidad más profunda: el hecho de que la clase dominante de todos los países, guardiana de un orden capitalista moribundo, no tiene perspectivas que ofrecer a la humanidad y se ve arrastrada cada vez más a una espiral destructiva, irracional y suicida. El intento de la OTAN de desangrar a Rusia en la guerra de Ucrania y los esfuerzos desesperados de la burguesía rusa por anexionarse los confines orientales de ese país, son la prueba de que esta espiral no perdona a los países más poderosos del planeta.
Cientos de miles de manifestantes de todo el mundo han participado en protestas que denuncian la destrucción de Gaza y piden un alto el fuego. No cabe duda de que muchos de ellos estaban motivados por la legítima indignación ante el despiadado bombardeo, que se calcula que ha matado a unas 20 000 personas y ha dejado a muchas más heridas y sin hogar. A pesar de ello, lo cierto es que participan en manifestaciones a favor de la guerra, cuyo lema principal, "Del río al mar, Palestina será libre" sólo puede hacerse realidad mediante la destrucción militar de Israel, la masacre y expulsión en masa de los judíos israelíes, una Nakba a la inversa. ¿Y sobre estas ruinas, una Palestina islámica según el modelo de Irán?[ii] La masacre indiscriminada perpetrada por Hamás el 7 de octubre, prácticamente nunca condenada y a veces incluso celebrada en estas manifestaciones, mostró claramente los verdaderos métodos y objetivos de esta "Resistencia".
La imposibilidad de una "Palestina libre" es sólo el reflejo de una realidad más profunda que muestra una vez más la avanzada decadencia de este sistema: la imposibilidad de que cualquier lucha llamada de "liberación nacional" y de que cualquier movimiento nacionalista sea otra cosa que una pieza más en la sangrienta rivalidad de las potencias imperialistas, grandes y pequeñas. La humanidad sólo será libre cuando se destruya la prisión capitalista del Estado nacional y exista una auténtica comunidad mundial, sin explotación ni fronteras nacionales.
Por supuesto, hay quienes condenan tanto la destrucción de Gaza como las atrocidades de Hamás. Algunos apuestan por el diálogo entre israelíes y palestinos a pesar del muro de odio cada vez más espeso creado por esta guerra. Depositan sus esperanzas en una "solución política" en la que las potencias locales y mundiales se sienten a negociar un acuerdo de coexistencia pacífica entre Israel y un Estado palestino de nueva creación.
Pero apelar a la "buena voluntad" de los Estados imperialistas nunca ha detenido las guerras y ni un Israel más "liberal" ni un futuro Estado palestino podrían evitar la tendencia a la guerra y al imperialismo, tendencia de la que, como explicaba Rosa Luxemburgo en 1915, "ninguna nación puede mantenerse al margen". Como decimos en nuestra hoja internacional:
"La historia ha demostrado que la única fuerza que puede poner fin a la guerra capitalista es la clase explotada, el proletariado, enemigo directo de la clase burguesa. Así ocurrió cuando los obreros de Rusia derrocaron al Estado burgués en octubre de 1917 y los obreros y soldados de Alemania se sublevaron en noviembre de 1918: estos grandes movimientos de lucha del proletariado obligaron a los gobiernos a firmar el armisticio. Esto es lo que puso fin a la Primera Guerra Mundial: ¡la fuerza del proletariado revolucionario! La clase obrera debe conquistar la paz real y definitiva en todas partes derrocando al capitalismo a escala mundial"[iii].
Sean cuales sean sus buenas intenciones, todos los que difunden consignas pacifistas propagan ilusiones sobre la naturaleza intrínsecamente violenta del sistema capitalista. El camino hacia una comunidad humana global pasa por la lucha de clases en todos los países y esa lucha implica necesariamente desarrollar los medios para defendernos de los embates de la clase dominante, que luchará hasta la muerte por sus privilegios. Las ilusiones pacifistas desarman ideológica y materialmente a la clase obrera.
Frente a la cacofonía de desilusión y falsas consignas que genera toda guerra capitalista, el principio del internacionalismo proletario, la solidaridad de los explotados en cualquier lugar de la tierra, sigue siendo nuestra única defensa, la única base para comprender cómo responder.
Amos, diciembre de 2023
i Esta declaración, que probablemente sea una crítica a la política oficial, tiene al menos el mérito de "sacar la verdad del armario" en lo que se refiere a los objetivos bélicos del gobierno israelí.
ii De las manifestaciones surgió otra consigna: "Israel es un Estado terrorista". Y esto es indudablemente cierto. Pero encontremos un Estado en el mundo capitalista que no utilice el terror, tanto para aplastar la disidencia interna como para librar sus guerras. El principal apoyo de Hamás, Irán, es un excelente ejemplo: habiendo reprimido salvajemente las manifestaciones "Mujer, Vida, Libertad" en sus propias ciudades, ha ejecutado a 127 personas desde el comienzo de la guerra entre Israel y Palestina, muchas de las cuales habían participado en estas manifestaciones.
iii Véase nuestra hoja internacional: "Guerras y masacres en Israel, Gaza, Ucrania, Azerbaiyán... ¡El capitalismo siembra la muerte en todo el mundo! ¿Cómo impedirlo?", [35] disponible nuestro sitio web.
Desde principios de febrero se suceden en España las movilizaciones de pequeños y medianos agricultores y ganaderos, con sus “tractoradas” colapsando el centro de las ciudades o las autopistas. Acciones que son reproducciones de las que hemos visto en el resto de Europa, y con reivindicaciones muy similares: aligerar la indecible carga burocrática a la que obliga Bruselas a cambio de unas migajas de la Política Agraria Común, reducción de restricciones medioambientales, quejas por los bajos precios que les pagan los distribuidores, y la eliminación de la competencia “desleal” de productos foráneos. Lo que late en estas movilizaciones es la indignación por una evidente degradación de las condiciones de vida de este sector, pero también se pone de manifiesto su naturaleza reaccionaria: es una indignación particularmente ligada a las aspiraciones sin futuro de la pequeña empresa agrícola, atrapada en los engranajes de la lógica de la sociedad capitalista, en particular en un exaltado nacionalismo cuyo extremo más caricatural son las campañas de defensa de “tomate español” o de la “fresa española”, que llegan al extremo de propagar bulos sobre la supuesta “toxicidad” de los productos provenientes de Marruecos. Lo llamativo es que esa campaña parece un calco de la desatada en Francia contra las importaciones provenientes de España o las dudas sobre la autenticidad de la etiqueta” bio” de éstas. La cuestión no es la veracidad de tales acusaciones, sino comprobar como estas movilizaciones rezuman los valores de la explotación capitalista (competencia de unos contra otros, patriotismo,…), y no parten de la perspectiva de la clase obrera, que es la única que puede luchar por sus condiciones de vida en base a una verdadera unidad internacional de intereses, lo cual no es lo mismo que la coincidencia circunstancial de los excluidos del reparto del pastel nacional. Estas campañas nacionalistas son más repugnantes, si cabe, cuando se sabe que la “competitividad” del tomate o la fresa españolas está en muchos casos basada en una sobrexplotación bestial de los asalariados y temporeros, en muchos casos mano de obra inmigrante barata, que se dejan la vida bajo los plásticos de los invernaderos del sudeste español o hacinados en infraviviendas en los campos de fresas de Huelva.
Desde principios de año, los agricultores se han movilizado contra la caída de sus ingresos. El movimiento, que se inició en Alemania tras la supresión de las subvenciones al diésel agrícola, se ha extendido a Francia, Bélgica y los Países Bajos, y empieza a extenderse por toda Europa. Los agricultores se levantan contra los impuestos y las normas medioambientales.
Los pequeños productores, estrangulados por los precios de compra de la industria agroalimentaria y la política de concentración de explotaciones, llevan mucho tiempo sumidos en una pobreza a veces extrema. Pero con la aceleración de la crisis, el aumento de los costes de producción, las consecuencias del cambio climático y el conflicto en Ucrania, la situación se ha agravado aún más, hasta el punto de que incluso los propietarios de explotaciones medianas se hunden en la pobreza. Miles de agricultores llevan una vida diaria de privaciones y ansiedad que incluso está llevando a muchos de ellos al suicidio.
Aunque nadie puede permanecer insensible a la angustia de una parte del mundo agrícola, también es responsabilidad de las organizaciones revolucionarias decirlo claramente: ¡Sí, los pequeños agricultores están sufriendo enormemente la crisis! ¡Sí, su rabia es inmensa! Pero este movimiento no está en el mismo terreno de juego que la clase obrera y no puede ofrecer perspectivas para su lucha. Peor aún, ¡la burguesía se aprovecha de la cólera de los campesinos para lanzar un ataque ideológico en toda regla contra el proletariado!
Desde que los obreros de Gran Bretaña abrieron el camino en el verano de 2022, las movilizaciones obreras no han dejado de multiplicarse ante los golpes aplastantes de la crisis: primero en Francia, luego en Estados Unidos, Canadá, Suecia y Finlandia recientemente. En Alemania, los ferroviarios han iniciado una huelga masiva, a la que han seguido los pilotos de Lufthansa; en enero estalló la mayor huelga de la historia de Irlanda del Norte; en España e Italia continúan las movilizaciones en el sector del transporte, así como en el metro de Londres y en el sector metalúrgico de Turquía. La mayoría de estas luchas son de una envergadura que no se veía desde hace tres o cuatro décadas. En todas partes estallan huelgas y manifestaciones, con un desarrollo incipiente, pero sin precedentes de la solidaridad entre sectores, e incluso a través de las fronteras...
¿Cómo reacciona la burguesía ante estos acontecimientos históricos? ¡Con un inmenso silencio mediático! ¡Un verdadero apagón! En cambio, al principio bastaron algunas movilizaciones campesinas esporádicas para que la prensa internacional y todas las camarillas políticas, desde la extrema derecha hasta la extrema izquierda, se abalanzaran sobre el acontecimiento y subieran inmediatamente la temperatura para intentar ocultar todo lo demás.
Desde los pequeños agricultores hasta los propietarios de grandes explotaciones modernas, aunque estuvieran en competencia directa, todos se unieron en torno a los mismos ídolos sagrados, con la santa unción de los medios de comunicación: ¡la defensa de su propiedad privada y de la nación!
Ni los pequeños agricultores ni los pequeños empresarios tienen futuro en la insoluble crisis del capitalismo. Todo lo contrario. Sus intereses están íntimamente ligados a los del capitalismo, aunque éste, sobre todo a causa de la crisis, tienda a acabar con las explotaciones más frágiles y a sumir en la miseria a un número cada vez mayor de ellas. A los ojos de los campesinos pobres, la salvación reside en la defensa desesperada de sus explotaciones. Y ante la feroz competencia internacional y los bajísimos costes de producción en Asia, África y Sudamérica, su supervivencia depende únicamente de la defensa de la "agricultura nacional". Todas las reivindicaciones de los agricultores -contra las "tasas", contra los "impuestos", contra las "normas de Bruselas"- tienen algo en común: quieren preservar su propiedad, ya sea grande o pequeña, y proteger sus fronteras contra las importaciones extranjeras. En Rumania y Polonia, por ejemplo, los agricultores denuncian la "competencia desleal" de Ucrania, acusada de rebajar los precios del grano. En Europa Occidental, los acuerdos de libre comercio están en la mira, junto con los camiones y las mercancías procedentes del extranjero. ¡Y todo ello con la bandera nacional ondeando orgullosa y una vil retórica sobre el "trabajo de verdad", el "egoísmo de los consumidores" y los "urbanos"! Por eso los gobiernos y los políticos de todos los bandos, tan prestos a denunciar el menor incendio de papel y a hacer llover golpes de porra cuando la clase obrera está en lucha, se han apresurado a acudir en apoyo a la "ira legítima" de los campesinos.
La situación es, sin embargo, muy preocupante para la burguesía europea. La crisis del capitalismo no va a detenerse. La pequeña burguesía y los pequeños empresarios se hundirán cada vez más en la miseria. Las revueltas de los pequeños propietarios acorralados sólo pueden multiplicarse en el futuro y contribuir a aumentar el caos en el que se está sumiendo la sociedad capitalista. Esto ya es evidente en la destrucción indiscriminada y los intentos de "matar de hambre" a las ciudades.
Sobre todo, este movimiento está alimentando claramente el discurso de los partidos de extrema derecha en toda Europa. En los próximos años, varios países podrían volcarse hacia el populismo, y la burguesía sabe perfectamente que un triunfo de la extrema derecha en las próximas elecciones europeas reforzaría aún más la pérdida de control de la burguesía sobre la sociedad, y erosionaría su capacidad para mantener el orden y garantizar la cohesión de la nación.
En Francia, donde el movimiento parece más radical, el gobierno utiliza todos los medios a su alcance para contener la cólera de los agricultores, en un momento en que el clima social es especialmente tenso. Se pide a las fuerzas del orden que eviten los enfrentamientos, y el gobierno hace una serie de "anuncios", entre ellos los más despreciables (aumento del uso de mano de obra extranjera mal pagada, paralización de la más mínima política en favor del medio ambiente, etc.). En Alemania, para no echar más leña al fuego, Scholz tuvo que dar marcha atrás en parte sobre el precio del gasóleo agrícola, al igual que la Unión Europea sobre las normas medioambientales.
Después de la revuelta de 2013 de los pequeños empresarios de Bretaña con los llamados "boinas rojas",i luego el movimiento interclasista de los "chalecos amarillos"ii en toda Francia, ahora es toda Europa la que se ve afectada por una oleada de violencia de la pequeña burguesía sin otra perspectiva que provocar el caos. Así pues, el movimiento de los agricultores representa efectivamente un paso más en la desintegración del mundo capitalista. Pero, como tantas otras expresiones de la crisis de su sistema, la burguesía instrumentaliza el movimiento campesino contra la clase obrera.
En el momento en que la clase obrera se lanza masivamente a la lucha en todo el mundo, la burguesía intenta socavar la maduración de su conciencia, pudrir su reflexión sobre su identidad, su solidaridad y sus métodos de lucha, explotando la movilización de los campesinos. Y para ello, todavía puede contar con sus sindicatos y partidos de izquierda, dirigidos por los trotskistas y estalinistas.
La CGT francesa se apresuró a llamar a los trabajadores a unirse al movimiento, mientras que los trotskistas de Révolution Permanente con el valiente encabezado: "Los campesinos aterrorizan al gobierno, el movimiento obrero debe aprovechar la brecha". ¡Venga ya! Si la burguesía teme la dinámica de caos social que encierra este movimiento, ¿quién puede creer que una pequeña minoría de la población, apegada a la propiedad privada, pueda asustar al Estado y a su enorme aparato de represión?
Sólo el movimiento de los "boinas rojas" y de los "chalecos amarillos" han ilustrado la capacidad de la burguesía de explotar y estimular un "miedo" bien calculado para dar credibilidad a una gran mentira contra la clase obrera: ¡vuestras manifestaciones masivas y la perorata de vuestras asambleas generales no sirven para nada! Nos quieren hacer creer que la burguesía no teme más que los bloqueos y las pequeñas acciones. Nada más lejos de la realidad. Y menos mal, porque esos métodos son los típicamente utilizados por los sindicatos para dividir y descargar la cólera de los trabajadores en acciones perfectamente estériles. Los actos indiscriminados de destrucción no contribuyen en nada a socavar los cimientos del capitalismo ni a preparar el terreno para su derrocamiento. Son como picaduras de insecto en la piel de un elefante, que justifican cada vez más represión.
Pero la burguesía no se contenta con sabotear la reflexión del proletariado sobre los medios de su lucha, sino que también intenta suprimir el sentimiento que empieza a desarrollarse a través de sus movilizaciones, el de pertenecer a la misma clase, víctimas de los mismos ataques y obligados a luchar unidos y solidarios. Los partidos de izquierda se apresuran a sacar a relucir su vieja basura adulterada sobre la "convergencia" de las luchas de los "pequeños" contra los "ricos".
Comentando las manifestaciones en Alemania, los trotskistas italianos de La Voce delle Lotte escribieron que "se están produciendo simultáneamente acciones campesinas masivas y huelgas ferroviarias. Una alianza entre estos dos sectores estratégicos tendría una enorme fuerza de huelga". ¡Las mismas tonterías de siempre! El único objetivo de estos tradicionales llamamientos a la "convergencia" es ahogar la lucha de la clase obrera en la revuelta "popular".
A pesar de todo, la burguesía se enfrenta a una gran desconfianza de los trabajadores hacia un movimiento poco reprimido (a diferencia de las manifestaciones obreras) y que coquetea con la extrema derecha y con una retórica muy reaccionaria. Por ello, los sindicatos y la izquierda han tenido que recurrir a todo tipo de contorsiones para distanciarse del movimiento, al tiempo que intentaban empujar a los proletarios a "saltar a la palestra" mediante huelgas dispersas, corporación por corporación.
La movilización de los campesinos no puede de ninguna manera ser un trampolín para la lucha de la clase obrera. Al contrario, los proletarios que se dejan arrastrar por las consignas y los métodos de los campesinos, diluidos en capas sociales fundamentalmente opuestas a toda perspectiva revolucionaria, sólo pueden ser impotentes bajo la presión del nacionalismo y de todas las ideologías reaccionarias portadoras de este movimiento.
La responsabilidad de los revolucionarios hacia la clase obrera se expresa incansablemente poniendo de relieve los escollos que jalonan su lucha y que, por desgracia, la jalonarán durante mucho tiempo. A medida que se agrave la crisis, muchas capas sociales, que no son explotadoras, pero tampoco revolucionarias, se verán abocadas, como hoy los campesinos, a la revuelta, sin tener la capacidad de ofrecer a la sociedad una verdadera perspectiva política. En este terreno estéril, el proletariado sólo puede perder. Sólo la defensa de su autonomía como clase explotada y revolucionaria puede permitirle ampliar aún más su lucha y, a largo plazo, incorporar a otras capas de la sociedad a su propia lucha contra el capitalismo.
EG, 31 de enero de 2024
i "Los ‘bonnets rouges’: un ataque ideológico a la consciencia obrera", [37] Révolution internationale nº 444 (2014).
ii "Balance del movimiento de los "chalecos amarillos": Un movimiento interclasista, un obstáculo para la lucha de clases", [38] Suplemento de Révolution internationale n° 478 (2019).
La primera parte de este artículo1 describía el ascenso del poderío del imperialismo estadounidense que, en la fase decadente del capitalismo, llegó a ser el imperialismo dominante, líder del bloque occidental que acabó triunfando sobre el bloque rival soviético a finales de la década de 1980. En la introducción de esa primera parte ya señalamos que "el colapso del bloque del Este marcó el inicio de una fase terminal en la evolución del capitalismo: la descomposición social", que no sólo aceleraría el enlodamiento del sistema burgués en un mayor caos y barbarie, sino que también conduciría al declive del liderazgo estadounidense. La segunda parte de este artículo se centrará precisamente en poner de relieve este proceso, que comenzó en la década de 1990: "En 30 años de putrefacción de la sociedad burguesa, los USA se han convertido en un factor de agravación del caos. Su liderazgo mundial no se recuperará por mucho que así lo proclame el equipo de Biden en sus discursos. No es una cuestión de deseos. Son las características de esta fase final del capitalismo las que determinan las tendencias que éste se ve obligado a seguir y que conducen inexorablemente al abismo si el proletariado no es capaz de ponerle fin mediante la revolución comunista mundial"2.
La implosión del bloque del Este marcó la apertura de un periodo de descomposición para el capitalismo, un periodo en el que se ha producido una aceleración dramática del deterioro de diversos componentes del cuerpo social en un ‘cada uno a la suya’ y un caos creciente. sálvese quien pueda", y una inmersión en el caos. Si hay un ámbito en el que esta tendencia se vio inmediatamente confirmada fue el de las tensiones imperialistas: "El fin de la 'Guerra Fría' y la desaparición de los bloques sólo sirvieron para exacerbar el estallido de los antagonismos imperialistas característicos de la decadencia capitalista, y para agravar, de un modo cualitativamente nuevo, el caos sangriento en que se hunde el conjunto de la sociedad (...)"3.
De hecho, la desintegración total del bloque soviético condujo también a la implosión de la propia Unión Soviética y, como corolario, a la desintegración del bloque rival estadounidense. El texto de orientación "Militarismo y descomposición" [44]4 examina la repercusión que la entrada del capitalismo decadente en su periodo de descomposición supuso para el desarrollo del imperialismo y el militarismo. Comienza señalando que la desaparición de los bloques no pone en cuestión la existencia del imperialismo y del militarismo, sino que por el contrario estos se vuelven más bárbaros y caóticos: "En efecto, no es la formación de bloques imperialistas lo que está en el origen del militarismo y del imperialismo. Todo lo contrario: la constitución de bloques no es más que la consecuencia extrema (que, hasta cierto punto, puede agravar las causas mismas), una manifestación (no es necesariamente la única) del hundimiento del capitalismo decadente en el militarismo y la guerra. (...) el fin de los bloques sólo abre la puerta a una forma de imperialismo aún más bárbara, aberrante y caótica”5
Esta exacerbación de la barbarie bélica se va a expresar más concretamente a través de dos grandes tendencias, que han marcado el desarrollo del imperialismo y del militarismo durante las tres últimas décadas.
Un primer rasgo importante es la explosión de las apetencias imperialistas en todos los frentes, que tendrá como consecuencia la multiplicación de las tensiones y de las fuentes de conflicto: "La diferencia con el período que acaba de terminar es que estas desavenencias y antagonismos, antes contenidos y utilizados por los dos grandes bloques imperialistas, aflorarán ahora (...) como consecuencia de la desaparición de la disciplina impuesta por la existencia de los bloques. Es probable que estos conflictos sean más violentos y numerosos, particularmente, por supuesto, en aquellas zonas donde el proletariado es más débil 6. Tal multiplicación de los antagonismos es también un obstáculo importante para la reconstitución de nuevos bloques en el período actual.
La segunda tendencia resultante de esta exacerbación del ‘cada uno a la suya’ es la explosión de un caos sangriento y, como corolario, las tentativas de contenerlo, factores ambos de agravamiento de la barbarie guerrera: "El caos que reina ya en gran parte del mundo, y que amenaza ahora a los principales países desarrollados y a sus relaciones mutuas, (...) se sitúa ahora en la tendencia al caos generalizado propia de la fase de descomposición, y a la que el hundimiento del bloque del Este ha dado un impulso considerable. No queda otra salida al capitalismo, en su intento de mantener en su sitio las diversas partes de un cuerpo que tiende a disgregarse, que la imposición de un corsé de hierro constituido por la fuerza de las armas. En este sentido, los mismos medios que utiliza para intentar contener un caos cada vez más sangriento representan un factor de agravamiento considerable de la barbarie bélica del capitalismo"7.
En efecto, frente al predominio de esta tendencia histórica al ‘cada uno a la suya’, los Estados Unidos, única superpotencia restante, llevó a cabo una política destinada a contrarrestar esta tendencia y a mantener su declinante estatus, sacando partido sobre todo de su abrumadora superioridad militar para imponer su liderazgo en el mundo y en particular a sus ‘aliados’: "Confirmados como única superpotencia restante, los EE.UU. harían todo lo que estuviera en su mano para asegurarse que ninguna nueva superpotencia - en realidad ningún nuevo bloque imperialista - pudiera surgir para desafiar su ‘Nuevo Orden Mundial’” 8 . Así, la historia de los últimos 35 años se ha caracterizado no sólo por la explosión del ‘sálvese quien pueda’, sino también por los continuos intentos de EEUU de mantener su posición hegemónica en el mundo y contrarrestar el inevitable declive de su liderazgo. Sin embargo, estas incesantes iniciativas por parte de EE. UU. para mantener su liderazgo frente a las amenazas venidas de todas partes no han hecho más que acentuar el caos y el hundimiento en el militarismo y la barbarie, de los que Washington es, en última instancia, el principal instigador. Además, estas iniciativas han dado lugar a disensiones internas en el seno de la burguesía norteamericana sobre la política a seguir, que se han acentuado con el paso del tiempo.
Vista la desaparición de los bloques y la intensificación del caos, el presidente estadounidense George W. Bush padre permitió la invasión de Kuwait por fuerzas iraquíes, lo que posibilitó que Washington movilizará una amplia coalición militar internacional liderada por Estados Unidos para “castigar” a Sadam Husein.
La 1ª Guerra del Golfo (1991) pretendía, en realidad, dar un “ejemplo” a un mundo cada vez más sumido en el caos y el ‘cada uno a la suya’. Lo que quería el gendarme mundial estadounidense era imponer un mínimo de orden y disciplina, principalmente en los países más importantes del antiguo bloque occidental. La única superpotencia que seguía en pie buscaba imponer a la ‘comunidad internacional’ un ‘nuevo orden mundial’ bajo su égida, pues era la única que tenía los medios para hacerlo, pero también porque era quién más tiene que perder con el desorden mundial: “En 1992 Washington adoptó una orientación muy clara y consciente para guiar su política imperialista en el período posterior a la Guerra Fría, basada en ‘un compromiso fundamental de mantener un mundo unipolar en el que Estados Unidos no tenga ningún competidor similar. No permitirá que ninguna coalición de grandes potencias de la que Estados Unidos esté ausente, pueda alcanzar la hegemonía” (Prof. G.J. Ikenberry, en ‘Foreign Affairs’, Sept/Oct. 2002, p.49). Tal política trata de impedir el auge de ninguna potencia en Europa o Asia, que pueda desafiar la supremacía estadounidense, y servir de polo de reagrupamiento para la formación de un nuevo bloque imperialista. Esto se estableció ya en la declaración política de la Guía de Planificación de la Defensa de 1992, redactada por Rumsfeld en 1992, en el último año de la primera administración Bush, que diseñaba esta nueva gran estrategia”9.
En realidad, la política de Bush padre lejos de instaurar en el planeta un ‘nuevo orden mundial’ controlado por Washington, no significaba más que una tentativa desesperada de Estados Unidos para contener la expansión vertiginosa del ‘cada uno a la suya’ y conduciría, fundamentalmente, a una acentuación del caos y las guerras. Apenas seis meses después de la Guerra del Golfo, el estallido de la guerra en Yugoslavia confirmó ya que ese ‘nuevo orden mundial’ no estaría dominado por los estadounidenses, sino por un creciente ‘cada uno a la suya’.
La sangrienta guerra civil resultante de la desintegración de la antigua Yugoslavia (1995-2001) vio como afloraban y chocaban los apetitos imperialistas de varios de los “aliados” del antiguo bloque estadounidense: Francia e Inglaterra apoyaron a Serbia, Alemania a Croacia y Turquía a Bosnia: “El conflicto de la antigua Yugoslavia confirma, por último, otro de los grandes rasgos de la situación mundial: los límites de la eficacia de la operación “Tormenta del Desierto” de 1991, destinada a afirmar el liderazgo de Estados Unidos en el mundo. Como ya afirmó la CCI en su momento, el principal destinatario de esta operación a gran escala no era el régimen de Sadam Husein, ni siquiera otros países de la periferia que podrían haber estado tentados de imitar a Iraq. Para Estados Unidos, el objetivo principal era asentar y reafirmar su papel de ‘gendarme mundial’ frente a las convulsiones derivadas del desmoronamiento del bloque ruso y, en particular, obtener la obediencia de las demás potencias occidentales que, con el fin de la amenaza del Este, pretendían ir a su aire. Pocos meses después de la guerra del Golfo, el estallido de los conflictos en Yugoslavia demostró que esas mismas potencias, y Alemania en particular, estaban decididas a hacer prevalecer sus intereses imperialistas sobre los de Estados Unidos”10. Apretando más y más al mundo con el corsé de acero del militarismo y la barbarie guerrera, desplegando tropas primero con Croacia, y luego en Bosnia contra Serbia, fue como el Presidente Clinton contrarrestó los apetitos imperialistas de los países europeos imponiendo la ‘Pax Americana’ en la región bajo su autoridad (Acuerdos de Dayton, diciembre de 1995).
En vez de atenuar los desafíos al liderazgo estadounidense y los diversos apetitos imperialistas, la Operación Tormenta del Desierto exacerbó la polarización. Así, los muyahidines que habían combatido contra los rusos en Afganistán acabaron levantándose contra los “cruzados” estadounidenses (formación de Al Qaeda bajo el liderazgo de Osama Bin Laden) e, inspirados por el fracaso de la intervención estadounidense en Somalia (operación ‘Restaurar la Esperanza’ de 1993-1994), iniciaron una campaña de atentados yihadistas antiamericanos desde finales de 1998. Tras el fracaso del ejército israelí en su invasión del sur del Líbano, la derecha israelí llegó al poder en 1996 (primer gobierno de Netanyahu) contrariando los deseos del gobierno estadounidense que había apostado más bien por Shimon Peres. Desde ese momento esa derecha de línea dura ha hecho todo lo posible por sabotear el ‘proceso de paz’(Acuerdos de Oslo entre Israel y Palestina), que había sido uno de los mayores éxitos de la diplomacia de Washington en la región. Por último, la masacre de cientos de miles de tutsis y hutus en Ruanda en l994, en la guerra de clanes en que cada uno de ellos estuvo apoyado por el imperialismo occidental, representó una manifestación dramática del resultado de la intensificación del ‘cada uno a la suya’ imperialista.
Una de las expresiones más obvias de contestación al liderazgo estadounidense fue el estrepitoso fracaso, en febrero de 1998, de la Operación Trueno del Desierto, destinada a infligir un nuevo ‘castigo’ a Iraq y, más allá de Iraq, a las potencias que lo apoyaban bajo cuerda, en particular Francia y Rusia. La obstrucción por Sadam Husein de las visitas de los inspectores internacionales a los ‘emplazamientos presidenciales’ animó a la superpotencia a un nuevo intento de afirmar su autoridad por la fuerza de las armas. Pero esta vez, y a diferencia de los ataques con misiles contra Iraq de 1996, tuvo que desistir de su empresa ante la decidida oposición de casi todos los Estados árabes, la mayoría de las grandes potencias, contando con el único (y tímido) apoyo de Gran Bretaña. El contraste entre la ‘Tormenta del Desierto’ y la operación ‘Trueno del Desierto’ puso de manifiesto la crisis cada vez más profunda del liderazgo estadounidense. Por supuesto, Washington no necesita el permiso de nadie para atacar cuando y donde quiera (como hizo a finales de 1998 con la operación “Zorro del Desierto”). Pero al actuar así, los Estados Unidos alimentaban la tendencia al ‘cada uno a la suya’ que pretendían contrarrestar, tal y como lograron momentáneamente durante la Guerra del Golfo. Peor aún: por primera vez desde el final de la guerra de Vietnam, la burguesía estadounidense (los partidos republicano y demócrata) se mostró incapaz de presentarse unida frente al exterior, pese a encontrarse en una situación de guerra.
La erosión de la capacidad de la burguesía estadounidense para gestionar adecuadamente el juego político se hizo evidente al final de la “Guerra Fría”, y cuando el capitalismo entró en un periodo de descomposición a principios de los años 90, especialmente a través de la candidatura “independiente” de Ross Perot en el 1992 y 96. “Esta tendencia general de la burguesía a perder el control de sus propias políticas fue uno de los factores primordiales del colapso del bloque del Este; y este colapso sólo puede acentuar la tendencia:
por el consiguiente agravamiento de la crisis económica;
por la desintegración del bloque occidental que implica a su vez la desaparición de su rival;
porque la desaparición temporal de la perspectiva de guerra mundial exacerbará las rivalidades entre las diferentes facciones burguesas (entre facciones nacionales especialmente, pero también entre camarillas en el seno de los estados nacionales”11
Esta tendencia a la pérdida de control del juego político saltó a la palestra en 1998, en plena Operación Zorro del Desierto. El ‘impeachment’ contra Clinton, que se intensificó durante tal operación, mostró hasta qué punto los políticos estadounidenses, inmersos en conflictos internos, dieron crédito a la propaganda de los enemigos de Estados Unidos que afirmó que Clinton había decidido intervenir militarmente en Irak por motivos personales (tapar el escándalo del “Monicagate”).
En 1998, la Resolución del congreso de nuestra sección en Francia, analizó lúcidamente el fracaso de la Operación Trueno del Desierto: “Aunque EE.UU. no ha tenido recientemente la oportunidad de utilizar su poderío militar y de implicarse directamente en este 'caos sangriento', se trata únicamente de una situación temporal, especialmente porque no puede dejar pasar el fracaso diplomático sobre Irak sin una respuesta"12.
Con la llegada al poder de George W. Bush hijo y su equipo de "neoconservadores" – neocons - (el vicepresidente D. Cheney, el secretario de Defensa D. Rumsfeld, su adjunto Paul Wolfowitz y J. Bolton), Washington centró su atención en los llamados "Estados gamberros" tales como Corea del Norte, Irán e Irak, que amenazarían el orden mundial con sus políticas agresivas y su apoyo al terrorismo. Los atentados de Al Qaeda en suelo estadounidense el 11 de septiembre de 2001 llevaron al Presidente Bush hijo a proclamar una ‘cruzada contra el terrorismo’ y a lanzar un a " y a lanzar una "Guerra contra el Terror", que desembocó en la invasión de Afganistán y, sobre todo, de Irak en 2003. Pero, a pesar de las presiones norteamericanas y la utilización de ‘fake news’ en Naciones Unidas para intentar movilizar a la ‘comunidad internacional’ en pro de una operación militar contra el “Eje del Mal”, los USA no lograron finalmente alinear a los demás imperialistas contra Sadam y tuvo que invadir Irak prácticamente en solitario, con la Inglaterra de Tony Blair como único aliado significativo: "Si bien los atentados del 11 de septiembre permitieron a Estados Unidos arrastrar a países como Francia y Alemania a su intervención en Afganistán, en cambio no consiguió arrastrarlos a su aventura iraquí en 2003; de hecho, incluso provocó el surgimiento de una alianza circunstancial entre estos dos países y Rusia contra la intervención en Iraq. Más tarde, algunos de sus principales aliados en la "coalición" que intervino en Iraq, como España e Italia, abandonaron el barco que se hundía. La burguesía estadounidense no consiguió ninguno de sus objetivos oficiales en Iraq: ni la eliminación de las "armas de destrucción masiva" y el establecimiento de una "democracia" pacífica; ni la estabilidad y el retorno a la paz en toda la región bajo la égida de Estados Unidos o la atenuación del terrorismo; ni la adhesión de la población estadounidense a las intervenciones militares de su gobierno"13 .
A pesar de un despliegue colosal de soldados, armas y recursos financieros, estas intervenciones atolondradas de los ‘neocons’ condujeron a un punto muerto y a un fiasco final refrendado con las retiradas de Irak (2011) y Afganistán (2021). Y sobre todo destacaron que la pretensión de EE.UU. de jugar a ser el "sheriff mundial" no ha hecho sino intensificar el caos bélico y bárbaro: "El ataque a las Torres Gemelas y al Pentágono por parte de Al Qaeda el 11 de septiembre de 2001, y la respuesta militar unilateral de la administración Bush, abrieron aún más la caja de Pandora de la descomposición: con el ataque y la invasión de Irak en 2003, desafiando todas las convenciones y organismos internacionales y sin contar con la opinión de sus principales ‘aliados’, la primera potencia mundial pasó de ser el gendarme del orden mundial al principal agente del ‘cada uno a la suya’ y el caos. La ocupación de Irak y la posterior guerra civil en Siria (2011) agitarían poderosamente el ‘cada uno a la suya’ imperialista, no sólo en Oriente Medio sino en todo el mundo"14. Esta apertura de la caja de Pandora de la descomposición se manifestó en particular por la multiplicación de los atentados terroristas en las metrópolis occidentales (Madrid, 2004, Londres, 2005) y por un auge incontenible de las ambiciones imperialistas de las distintas potencias - China y Rusia, por supuesto, e Irán, cada vez más osado y agresivo -, pero también Turquía, Arabia Saudita, e incluso los Emiratos del Golfo y Qatar, dando lugar a conflictos sangrientos como las guerras civiles en Libia y Siria ya en 2011, y en Yemen a partir de 2014, la aparición de organizaciones terroristas especialmente crueles tales como Estado Islámico, lo que provocó una nueva oleada de atentados, y la "crisis de los refugiados" causada por el éxodo repentino e incontrolado de millones de personas personas indocumentadas y apátridas hacia Europa desde 2015.
El evidente estancamiento de la política estadounidense y la aberrante carrera belicista desenfrenada hacia la barbarie bélica expresan el claro debilitamiento del liderazgo mundial de Estados Unidos. Pero también se evidencian más que nunca las contradicciones y divisiones entre las distintas facciones de la burguesía estadounidense. Ya G. Bush hijo había ganado la presidencia a través de unas ‘elecciones robadas’, que ilustraban la naturaleza inestable del aparato democrático estadounidense: su oponente, Al Gore, obtuvo 500.000 votos más que él, pero la decisión respecto a la distribución final de los votos no se produjo hasta 36 días después, más concretamente en Florida, donde el hermano de Bush era gobernador: "Un popular correo electrónico parodiando las elecciones comenzó a circular por Internet. Se preguntaba qué dirían los medios de comunicación si en una nación africana se celebraran unas elecciones controvertidas en las que el candidato ganador fuera el hijo de un presidente anterior, que anteriormente había sido director de las fuerzas de seguridad del Estado (CIA), y en las que la victoria se determinó por un recuento disputado de las papeletas en una provincia gobernada por un hermano del candidato presidencial"15 Los vericuetos de las elecciones de 2000 fueron un claro indicio de la dificultad de la burguesía para gestionar su sistema político frente a tendencias centrífugas cada vez más evidentes.
Y más aún cuando facciones vinculadas al fundamentalismo cristiano han empezado a hacer sentir su presencia en la escena política estadounidense. Ya presentes en el Partido Republicano durante la era Reagan, se hicieron más fuertes y radicales en los estados rurales’ a consecuencia de un caos y desesperación crecientes. Así surgió el llamado "Tea Party" que jugaría un papel importante en torpedear los planes de la administración Obama, acusando a este presidente de "marxista" y "agente musulmán". El Tea Party no estaba formado sólo por fundamentalistas cristianos, sino también por supremacistas blancos, activistas antiinmigración, miembros de milicias, etc., todo un cóctel que se infiltró en el Partido Republicano y amenazó cada vez más la estabilidad del sistema político. Federadas por una feroz oposición al “establishment de Washington", estas facciones forman la corriente de fondo de la oleada populista sobre la que más tarde surfearía Donald Trump.
Estas tensiones centrífugas en el seno de la burguesía estadounidense se pusieron netamente de manifiesto ante la huida hacia adelante que supuso la catastrófica aventura iraquí adoptada por la administración Bush hijo, para tartar de asegurar el mantenimiento de la supremacía estadounidense: "El acceso [en 2001] de los 'neocons' a la cabeza del Estado norteamericano representa una verdadera catástrofe para la burguesía de ese país. La cuestión que se plantea es la siguiente: ¿cómo fue posible que la primera burguesía del mundo llamara a esta banda de aventureros irresponsables e incompetentes para que se hicieran cargo de la defensa de sus intereses? ¿Qué hay detrás de esta ceguera de la clase dominante del primer país capitalista? De hecho, la llegada del equipo de Cheney, Rumsfeld y compañía a las riendas del Estado no ha sido el simple resultado de un monumental error de ‘casting’ de la clase dominante. Ha empeorado considerablemente la situación de los EE.UU. en el plano imperialista, pero ya era la expresión del callejón sin salida al que se enfrentaban los EE.UU. dado el creciente debilitamiento de su liderazgo y, más en general, el desarrollo del ‘cada uno a la suya’ en las relaciones internacionales que caracteriza la fase de descomposición”16
La administración Obama intentó mitigar las catastróficas consecuencias del unilateralismo aventurero promovido por Bush hijo. Al tiempo que recordaba al mundo la absoluta superioridad tecnológica y militar de Estados Unidos mediante la ejecución de Bin Laden en 2011 a través de una espectacular operación de comandos en Pakistán, trató de reavivar el multilateralismo implicando a los "aliados" de Washington en la aplicación de la política estadounidense. Sin embargo, fue incapaz de contrarrestar realmente la explosión de las respectivas ambiciones imperialistas: China llevó a cabo su expansión económica e imperialista mediante el despliegue de las "Nuevas Rutas de la Seda" a partir de 2013; en cuanto a Alemania, aunque evitó cualquier confrontación directa con Estados Unidos, dada la abrumadora superioridad militar de Washington, reforzó notablemente sus pretensiones mediante una creciente colaboración económico-energética con Rusia. Francia y Gran Bretaña, por su parte, tomaron la iniciativa de intervenir en Libia para derrocar a Gadafi; Rusia e Irán reforzaron sus posiciones en Oriente Medio aprovechando la guerra civil en Siria. Por último, en Ucrania, dad la victoria de los partidos prooccidentales en la "Revolución Naranja", Putin ocupó militarmente Crimea y apoyó a las milicias prorrusas en el Donbass en 2014. Ante el ascenso de China como principal retador amenazante de la hegemonía estadounidense, se produjo un intenso debate en el seno de la administración Obama, el aparato estatal y la burguesía estadounidense en general sobre cómo reorientar su estrategia imperialista.
En resumen: "La política de imposición puesta en práctica durante los dos mandatos de Bush hijo, ha ocasionado no sólo al caos en Irak, que no está ni mucho menos superado, sino también al creciente aislamiento de la diplomacia estadounidense... Pero la política de ‘cooperación’ impulsada por los demócratas no garantiza realmente la lealtad de las potencias que Estados Unidos está tratando de asociar a sus empresas militares, sobre todo porque da a estas potencias un margen de maniobra más amplio para anteponer sus propios intereses"17.
Cuando ya ser ‘gendarme mundial’ suponía despilfarrar ingentes presupuestos, con enormes despliegues militares en todo el mundo (con soldados sobre el terreno) y las consiguientes pérdidas; y en un momento en que las masas trabajadoras no estaban dispuestas a dejarse engañar (véanse las enormes dificultades de Bush hijo para reclutar soldados para la guerra de Irak), Donald Trump resultó elegido presidente en 2016 tras una campaña centrada en el lema ‘America First‘ (Norteamérica primero), que representaba esencialmente un reconocimiento oficial del fracaso de la política imperialista estadounidense durante los últimos 25 años, y un reenfoque de esa política hacia los intereses inmediatos de Estados Unidos: "La formalización por parte de la administración Trump del principio de defender únicamente sus intereses como Estado nacional y la imposición de relaciones de poder beneficiosas para ellos como base principal de las relaciones con los demás Estados, confirma y extrae consecuencias del fracaso de la política de los últimos 25 años de lucha contra la tendencia al ‘cada uno a la suya’ como guardián mundial defensor del orden mundial heredado de 1945." 18
El "America First" puesto en práctica por el populista Trump fue de la mano de una "vandalización" de las relaciones entre las distintas potencias. Tradicionalmente, y para garantizar un cierto orden en las relaciones internacionales, los Estados basaban su diplomacia en un principio, resumido en la fórmula latina: "pacta sunt servanda" – o sea, los tratados, los acuerdos, deben respetarse -. Cuando firmas un acuerdo global -o multilateral-, se supone que debes respetarlo, al menos en apariencia. Estados Unidos, bajo Trump, estaba aboliendo esta convención: "Firmo un tratado, pero puedo abolirlo mañana". Esto ocurrió con Pacto Transpacífico (TPP, por sus siglas en inglés), el Acuerdo de París sobre cambio climático, el tratado nuclear con Irán y el acuerdo final sobre la reunión del G7 en Quebec. En su lugar, Trump abogó por negociaciones entre Estados, lo que favorecía el chantaje económico, político y militar para imponer los intereses estadounidenses (véase la amenaza de represalias contra las empresas europeas que inviertan en Irán). "El comportamiento vandálico de Trump, capaz de desdecirse de la noche a la mañana de los compromisos internacionales estadounidenses desafiando las reglas establecidas, representa un nuevo y poderoso factor de incertidumbre, que impulsa aún más el ‘todos contra todos’. Es un indicio más de la nueva etapa en que el capitalismo se hunde aún más en la barbarie y en un abismo de militarismo sin trabas" 19.
Las imprevisibles decisiones, las amenazas y trucos de póquer de Trump tuvieron los siguientes efectos:
* minaron la fiabilidad de EE. UU. como aliado: Las fanfarronadas, los faroles y los repentinos cambios de posición de Trump ridiculizaron a EEUU y además hicieron que cada vez menos países confiaran en él. En Europa, Trump puso en entredicho a la OTAN, se opuso abiertamente a la UE y, más concretamente, a la política de Alemania;
* acentuaron el declive de la única superpotencia: el atasco de la política estadounidense se marcó más con las acciones de la administración Trump. Durante el G20 de 2019, el aislamiento de Estados Unidos fue evidente en cuestiones climáticas y en la guerra comercial. Además, la implicación de Rusia en Siria para salvar a Assad hizo retroceder a EE. UU. y reforzó la agresividad militar y la capacidad de Moscú de crear problemas en todo el mundo. Y mientras, EE. UU. se mostraba incapaz de contener la emergencia de China que ha pasado de simple "outsider" a principios de los 90 a serio aspirante, presentándose como el campeón de la globalización a través de la expansión de las "Nuevas Rutas de la Seda".
* desestabilizó la situación mundial incrementando las tensiones imperialistas. Así se pudo apreciar en Oriente Medio, donde Estados Unidos se desentendió de una implicación demasiado directa sobre el terreno, lo que exacerbó la acción centrífuga de diversas potencias, grandes y pequeñas, de Irán a Arabia Saudí, de Israel a Turquía, de Rusia a Qatar, cuyos apetitos imperialistas divergentes chocan constantemente. La política de Washington se ha convertido más que nunca en un factor directo de agravación del caos a escala mundial. En consecuencia, "La situación actual se caracteriza por tensiones imperialistas por doquier y por un caos cada vez menos controlable; pero, sobre todo, por su carácter altamente irracional e imprevisible, vinculado al impacto de las presiones populistas, en particular al hecho de que la potencia más fuerte del mundo esté dirigida hoy por un presidente populista de reacciones temperamentales"20.
Sin embargo, bajo la administración Trump, la política estadounidense estableció una polarización cada vez más clara contra China, tratando de contener y trabar el auge ascenso del aspirante chino. Ya en 2011, la administración Obama había decidido dar más importancia estratégica a la confrontación con China que a la ‘guerra contra el terror’: "Este nuevo enfoque, denominado "pivote asiático", fue anunciado por el presidente estadounidense durante un discurso ante el Parlamento australiano el 17 de noviembre de 2011"21. Si bien la emergencia de Estado Islámico durante el mandatos de Obama cuestionó la reorientación estratégica de la política imperialista estadounidense hacia Extremo Oriente, ésta se afianzó claramente bajo Trump, a pesar de un último intento de resistencia de los partidarios de la ‘cruzada contra los Estados canallas’ como Irán (casos del secretario de Estado Pompeo y J. Bolton). La "Estrategia de Defensa Nacional" (NDS, por sus siglas en inglés), publicada en febrero de 2018, afirmaba que "la guerra global contra el terrorismo se suspende" mientras que la "competencia de grandes potencias" se convierte en una orientación cardinal”22. Y esto implicó un cambio importante en la política estadounidense:
La guerra comercial con China se intensificó con objeto de frenar su expansión económica e impedirle desarrollar sectores estratégicos que amenazaran directamente la hegemonía estadounidense.
EE. UU. relanzó la carrera armamentística (desentendiéndose de los acuerdos multilaterales de control de armamento INF y START) con el fin de mantener su ventaja tecnológica y agotar a sus rivales (siguiendo la probada estrategia que llevó al colapso de la URSS). Se crea un sexto componente del ejército estadounidense, destinado al "dominio del espacio", para contrarrestar las amenazas de los satélites chinos.
Sea como fuere, "La defensa de sus intereses como Estado nacional significa ahora abrazar la tendencia al ‘cada uno a la suya’ que domina las relaciones imperialistas: Estados Unidos pasa de ser el gendarme del orden mundial a ser el principal agente del ‘cada uno a la suya’, del caos y del cuestionamiento del orden mundial establecido desde 1945 bajo sus auspicios."23 .
La llegada de Trump al poder hizo patente la enorme dificultad de la burguesía de la primera potencia mundial para "gestionar" su circo electoral y contener las tendencias centrífugas que crecen en su seno: "La crisis de la burguesía estadounidense no surge como resultado de la elección de Trump. En 2007, el Informe ya señalaba la crisis de la burguesía estadounidense explicando: ‘Es ante todo esta situación objetiva - una situación que impide cualquier estrategia a largo plazo por parte de única potencia superviviente - la que llevó a elegir y reelegir a un régimen tan corrupto, con un presidente santurrón y estúpido al frente [Bush hijo]. (...), la Administración Bush no es más que un reflejo de la situación sin salida del imperialismo estadounidense’ ("El impacto de la descomposición en la vida de la burguesía", un informe al 17º Congreso de la CCI). Sin embargo, la victoria de un presidente populista (Trump) conocido por tomar decisiones impredecibles no sólo sacó a la luz la crisis de la burguesía estadounidense, sino que también puso de relieve la creciente inestabilidad del aparato político de la burguesía estadounidense y la exacerbación de las tensiones internas" 24. Así pues, el vandalismo populista de Trump no hizo más que exacerbar las tensiones ya existentes en el seno de la burguesía estadounidense.
Una serie de factores llevaron tales tensiones al extremo: (a) La constante necesidad de tratar de embridar la imprevisibilidad de las decisiones presidenciales, pero sobre todo (b) la opción por parte de Trump de acercarse a Moscú, el viejo enemigo que no vaciló en interferir en la campaña electoral estadounidense (el llamado "Rusiagate"), una perspectiva totalmente inaceptable para una mayoría de la burguesía estadounidense, y (c) su negativa a aceptar el veredicto electoral. Estso factores se combinan y ponen de relieve una situación política explosiva en el seno de la burguesía estadounidense, así como su creciente incapacidad para controlar el circo político.
(a) la lucha incesante para tratar de "embridar" al presidente marcó toda la presidencia y se desarrolló en varios niveles: la presión ejercida por el Partido Republicano (votaciones fallidas sobre la derogación del Obamacare), la oposición a los planes de Trump por parte de sus ministros (el Fiscal General negándose a dimitir o los ministros de Asuntos Exteriores y el de Defensa "matizando" las palabras de Trump), una lucha constante por el control del personal de la Casa Blanca por parte de los "generales" (los ex generales McMaster y luego Mattis). Sin embargo, esta política de "contención" no evitó "deslices", como cuando Trump llegó a un ‘pacto’ con los demócratas para sortear la oposición republicana a elevar el techo de la deuda;
(b) Trump y una facción de la burguesía estadounidense se plantearon un acercamiento o incluso una alianza con la Rusia de Putin contra China, una política que contaba con partidarios en el seno de la administración presidencial, como el primer secretario de Estado Tillerson, el secretario de Comercio Ross o incluso el yerno del presidente, Kushner. Sin embargo, esta orientación encontró la oposición de amplios sectores de la burguesía estadounidense y la resistencia de la mayoría de las estructuras del Estado (el ejército, los servicios secretos), a los que no convencía en absoluto una política de este tipo tanto por razones históricas (peso del periodo de la "Guerra Fría") como por la injerencia rusa en las elecciones presidenciales ("Rusiagate" de nuevo). Mientras Trump jamás descartó una mejora de la cooperación con Rusia (sugiriendo, por ejemplo, reintegrar a Rusia en el foro del G7 de países industrializados), el enfoque de las facciones dominantes de la burguesía estadounidense, y encarnado hoy por la administración Biden, ha sido siempre el de ver a Rusia como una fuerza hostil al mantenimiento del liderazgo de Estados Unidos.
(c) Durante las elecciones presidenciales de noviembre de 2020, la oposición entre las facciones burguesas adquirió un tono casi insurreccional con acusaciones mutuas de fraude electoral, negándose finalmente Trump a reconocer los resultados de las elecciones. El 6 de enero de 2021, convocados por Trump, sus partidarios marcharon hacia el Parlamento, asaltándolo y ocupando el Capitolio, el "símbolo del orden democrático", para tratar de anular los resultados anunciados y declarar ganador a Trump. Las divisiones internas de la burguesía estadounidense se han agudizado hasta el punto de que, por primera vez en la historia, el presidente que se presenta a la reelección acusa al sistema del "país más democrático del mundo" de fraude electoral, al mejor estilo de una "república bananera".
A pesar del vandalismo e imprevisibilidad del populista Trump, a pesar de la creciente división en la burguesía norteamericana sobre cómo defender su liderazgo, la administración Trump adoptó una orientación imperialista en continuidad y coherencia con los intereses imperialistas fundamentales del Estado norteamericano, que están ampliamente consensuados entre los sectores mayoritarios de la burguesía norteamericana: defender la posición de líder indiscutible como primera potencia mundial de Estados Unidos y para ello desarrollar una actitud ofensiva hacia la retadora China. Esta polarización contra China, calificada de "amenaza constante" 25, se está convirtiendo sin duda en el eje central de la política exterior de J. Biden. Esta opción estratégica de Estados Unidos implica concentrar fuerzas para una confrontación militar y tecnológica con China. Si ya como ‘gendarme del mundo’, Estados Unidos exacerbó la violencia bélica, el caos y el ‘cada uno a la suya’, la polarización actual hacia China no es menos destructiva. Todo lo contrario. Esta agresión se manifiesta
- en el plano político, a través de campañas democráticas en defensa de los derechos de los uigures, de las “libertades” en Hong Kong, la defensa de la democracia en Taiwán, o a través de acusaciones sistemáticas de espionaje y piratería informática contra China, con fuertes medidas de represalia;
- en el plano económico, a través de leyes y decretos como la Inflation Reduction Act y la Chips in USA Act, que someten las exportaciones de productos de empresas tecnológicas chinas (por ejemplo, Huawei) a Estados Unidos a fuertes restricciones en términos de aranceles proteccionistas y sanciones contra la competencia desleal, pero que sobre todo imponen un bloqueo a la transferencia de tecnología e investigación a Pekín;
- en el plano militar, mediante demostraciones de fuerza bastante explícitas y espectaculares destinadas a intimidar a China: la proliferación de maniobras militares de la flota estadounidense y sus aliados en el mar de China Meridional, la promesa de Biden de apoyar militarmente a Taiwán en caso de agresión china, el establecimiento de un cordón sanitario en torno a China mediante acuerdos de apoyo militar (el AUKUS, entre Estados Unidos, Australia y Gran Bretaña), alianzas claramente dirigidas contra China (como el Quad, en el que participan Japón, Australia e India), pero también mediante la reactivación de alianzas bilaterales o la firma de otras nuevas con Corea del Sur, Filipinas o Vietnam.
Por otra parte, la considerable fragmentación del aparato político estadounidense ha ido incluso a más a pesar de la victoria presidencial demócrata y la nominación de J. Biden. Las elecciones de mitad de mandato de 2022, la candidatura de Trump a un nuevo mandato y las tensiones entre demócratas y republicanos en el Congreso han confirmado que las fracturas entre los partidos son más profundas y exacerbadas que nunca, como siempre, al igual que las desavenencias dentro de cada uno de los dos bandos. El peso del populismo y de las ideologías más retrógradas, marcadas por el rechazo del pensamiento racional y coherente, lejos de verse frenados por las campañas destinadas a marginar a Trump, han ganado peso e influencia persistente en el juego político estadounidense y tienden constantemente a obstaculizar la puesta en marcha de la ofensiva contra China.
Estas dos tendencias, por un lado, la intensificación de una ofensiva polarizada para provocar al contendiente chino, y, por otro, la acentuación del caos y el ‘cada uno a la suya’ que esto provoca, pero también las tensiones internas entre facciones de la burguesía estadounidense, marcan los dos grandes acontecimientos de las relaciones imperialistas de los últimos años: la sangrienta guerra en Ucrania y la carnicería entre Israel y Hamás.
La guerra en Ucrania pudo quizás ser iniciada por Rusia, pero ha sido la consecuencia de la estrategia de Estados Unidos de cercarla y asfixiarla. Con el estallido de esta guerra criminal, EE. UU. ha dado un golpe maestro intensificando su política agresiva contra potenciales retadores. "En Washington, muchos llevaban mucho tiempo esperando esto: una oportunidad para que Estados Unidos se acreditara como gran potencia en un duelo con un competidor importante, en lugar de operaciones inciertas contra fanáticos religiosos mal armados" 26 . De hecho, esta guerra expresa objetivos de mayor alcance que un simple freno a las ambiciones de Rusia: "La actual rivalidad ruso-estadounidense no se explica por un temor a que Moscú pueda dominar Europa, sino más bien por el comportamiento hegemónico de Washington" 27 .
Por supuesto, el objetivo inmediato de la trampa fatal tendida a Rusia es infligirle un gran debilitamiento del poderío militar que le queda y una rebaja radical de sus ambiciones imperialistas: "Queremos debilitar a Rusia de tal manera que ya no pueda hacer cosas como invadir Ucrania" (declaraciones del Secretario de Defensa estadounidense Lloyd Austin durante su visita a Kiev el 25.04.22)28 . La guerra también pretende demostrar la absoluta superioridad de la tecnología militar estadounidense sobre el rústico armamento de Moscú.
En segundo lugar, la invasión rusa sirvió para apretar las tuercas en el seno de la OTAN, controlada por Washington, obligando a los reticentes países europeos, y especialmente Alemania, a reunirse bajo la bandera de la Alianza, pues ya habían tendido a desarrollar una política propia hacia Rusia ignorando a la OTAN, de quién hace unos meses el presidente francés Macron había afirmado que estaba en "muerte cerebral".
Pero, el objetivo primordial de los estadounidenses era, sin duda, enviar una advertencia inequívoca a su principal contrincante, China ("esto es lo que os espera si os arriesgáis a intentar invadir Taiwán"). Culminaba así una década de creciente presión sobre el principal retador que amenaza el liderazgo estadounidense. La guerra debilitó al único socio de interés de China, el que en podía proporcionarle una contribución militar, y además puso en aprietos el proyecto de expansión económica e imperialista de Pekín, la Nueva Ruta de la Seda, uno de cuyos ejes principales pasaba por Ucrania.
Para Estados Unidos, los cientos de miles de víctimas civiles y militares, la extensión de la barbarie bélica a Europa Central, los riesgos de colapso nuclear y de caos económico mundial no son más que insignificantes "efectos colaterales" de su ofensiva para garantizar la preservación de su liderazgo.
Tras el ataque por sorpresa y las bárbaras masacres perpetradas por Hamás, y las sangrientas represalias de Israel, aplastando a decenas de miles de civiles bajo proyectiles y bombas, la presencia casi permanente de dirigentes estadounidenses en Tel Aviv (el presidente Biden visitó personalmente la zona, y el secretario de Estado A. Blinken y el secretario de Defensa L. Austin pasaron allí casi una semana) pone de manifiesto la perplejidad y la ansiedad de la superpotencia estadounidense por encontrar una forma de manejar la situación. Ejerciendo una presión permanente sobre el gobierno israelí y manteniendo al mismo tiempo el contacto con los gobiernos árabes, tratan de limitar la sed de venganza bárbara de Israel en Gaza y Cisjordania y evitar una conflagración generalizada en la región.
Aun cuando desde la era Obama Estados Unidos iniciara "pivote asiático", no ha renunciado a influir en Oriente Próximo y Oriente Medio. Los Acuerdos de Abraham, por ejemplo, pretendían establecer un sistema de alianzas entre Israel y varios países árabes - en particular Arabia Saudí y los Emiratos Árabes Unidos -, para contener las aspiraciones imperialistas de Irán, delegando en el Estado israelí la responsabilidad de mantener el orden en la región. Pero no tenían en cuenta las implicaciones del carácter cada vez más inestable de las alianzas y la arraigada tendencia al sálvese quien pueda. Pues la burguesía israelí ya no duda en anteponer sus propios intereses imperialistas a su tradicional lealtad a Estados Unidos. Mientras Washington favorecía una "solución" de dos Estados, Netanyahu y las facciones derechistas de la burguesía israelí, alentadas por Trump, multiplicaron las anexiones en Cisjordania, marginando completamente a los palestinos. Estaba claro que estaban jugando con fuego en la región, pero contaban con el apoyo militar y diplomático estadounidense en caso de que las tensiones se intensificaran. En consecuencia, Estados Unidos se encuentra ahora acorralado por Israel, obligado a apoyar las políticas irresponsables de Netanyahu y a alejarse de la estrategia del "pivote asiático", diseñada precisamente para desvincular a Estados Unidos de los interminables conflictos que asolan Oriente Próximo para que pudiera centrarse en contener al aspirante chino. Hoy, sin embargo, se ven obligados a enviar importantes fuerzas navales al Mediterráneo Oriental, intervenir en el Mar Rojo y reforzar sus contingentes en Irak y Siria.
La voluntariosa reacción de la administración Biden demuestra la poca confianza que tiene en la camarilla de Netanyahu y lo preocupada que está por la perspectiva de una conflagración catastrófica en Oriente Próximo. El conflicto palestino-israelí es un nuevo foco de dolor para la política imperialista estadounidense, que podría resultar calamitoso si se extiende. Washington tendría entonces que asumir una considerable presencia militar y apoyo a Israel, lo que sería sumamente gravoso para la economía estadounidense y para su apoyo a Ucrania y, más aún, sobre su estrategia para frenar la expansión de China. Además, la retórica propalestina de Turquía, miembro "díscolo” de la OTAN, también aumentará el riesgo de que se agraven los enfrentamientos, al igual que las virulentas críticas de países árabes como Egipto y Arabia Saudí. Así pues, Washington intenta evitar que la situación se le vaya de las manos... una pretensión totalmente perfectamente ilusoria a largo plazo, dada la desastrosa dinámica en la que se está hundiendo Oriente Próximo.
Y, mientras tanto, Estados Unidos se adentra en un periodo de campaña electoral y la desestabilización del aparato político estadounidense acentúa la incertidumbre sobre la orientación de sus políticas, tanto en el interior como en el exterior. Los recurrentes bloqueos en el Congreso confirman que las fracturas entre demócratas y republicanos son más profundas y agudas que nunca, al igual que las desavenencias dentro de cada uno de los dos bandos, como demuestran la complicada elección del presidente republicano de la Cámara de Representantes y el debate entre los demócratas sobre el impacto que puede tener la avanzada edad de J. Biden en su posible reelección. Al mismo tiempo, las campañas dirigidas a marginar a Trump (por ejemplo, las diversas demandas interpuestas contra él), sólo han servido para dividir a la sociedad estadounidense de forma cada vez más profunda y permanente, y hacer que "El Donald" sea más popular que nunca entre una franja considerable del electorado estadounidense.
La nueva candidatura presidencial de Trump para las elecciones de 2024 sigue contando con el apoyo de más del 30% de los estadounidenses (es decir, casi 2/3 de los votantes republicanos), y es con mucho la favorita para la nominación republicana. Esto ya está aportando una buena dosis de incertidumbre a la política de Estados Unidos y ello pesa en las políticas de Washington. En Ucrania, el apoyo militar masivo a Zelensky se ve ahora cuestionado por la negativa de la mayoría republicana a aprobar fondos para ese país, y Putin cuenta con que una reelección de Trump cambiará la situación en ese escenario, en Israel, Netanyahu y las facciones de derechas cuentan con un apoyo incondicional de la derecha religiosa republicana que contrarreste la política de la administración Biden, mientras esperan también el regreso del "mesías" Trump.
En resumen, la naturaleza impredecible de la política estadounidense desaconseja a los demás países a tomar al pie de la letra las promesas estadounidenses, y es en sí misma (junto a su política de polarización) un factor de intensificación del caos para el futuro.
Al igual que el enfrentamiento en Ucrania, la guerra de Gaza confirma la tendencia dominante en la situación imperialista mundial: una creciente irracionalidad alimentada, por un lado, por la tendencia de cada potencia imperialista a actuar por su cuenta y, por otro, por la salvaje política de la potencia dominante, Estados Unidos, que trata de contrarrestar su inevitable declive impidiendo la aparición de cualquier posible aspirante a serlo.
Sea cual sea el resultado de estos conflictos, la actual política de confrontación por parte de la administración Biden anda lejos de propiciar una atenuación de las tensiones o de imponer disciplina entre los buitres imperialistas. De hecho, esta política
- acentúa las tensiones económicas y militares con el imperialismo chino
- exacerba las contradicciones entre los imperialismos, ya sea en Europa Central o en Oriente Próximo;
- intensifica las contradicciones en el seno de las distintas burguesías, en Estados Unidos, Rusia, Ucrania e Israel, por supuesto, pero también en Alemania y China.
Contrariamente a la retórica de sus dirigentes, la política ofensiva y brutal de Estados Unidos se sitúa, pues, a la vanguardia de la barbarie militar y las tendencias destructivas de la descomposición.
Durante más de 30 años, la lucha del imperialismo estadounidense contra su inevitable decadencia se ha ido convirtiendo en el principal factor del aumento de las tensiones y el caos. El éxito inicial de la ofensiva estadounidense se basó en una característica que ya destacamos en el texto de orientación de la CCI en los años 90 sobre "Militarismo y descomposición" 29, a saber, la supremacía económica y sobre todo militar de EE. UU., que supera la suma de las potencias potencialmente competidoras. En la actualidad, EE. UU. explota al máximo esta ventaja en su política de polarización. Pero esto jamás ha conducido a un mayor orden y disciplina en las relaciones imperialistas, sino que, por el contrario, ha multiplicado los enfrentamientos militares, exacerbado el ‘cada uno a la suya’ sembrado la barbarie y el caos en muchas regiones (Oriente Medio, Afganistán, Europa Central, etc.), intensificado el terrorismo, provocando enormes oleadas de refugiados y multiplicado los apetitos de ‘tiburones’ pequeños y grandes.
Desde hace más de 30 años también, las crecientes tensiones políticas en el seno de la burguesía estadounidense han sido explotadas para mistificar la lucha del proletariado estadounidense, intentando movilizarlo en la lucha contra las "élites dominantes", intentando dividirlo en trabajadores "nativos" e "inmigrantes ilegales", o intentando movilizarlo en defensa de la democracia contra la derecha racista y fascista. En este contexto, las luchas obreras de 2022 y 2023 en EE. UU. son una clara expresión del rechazo de la clase obrera norteamericana a dejarse arrastrar al terreno burgués, y de su determinación a defenderse unida como clase explotada contra cualquier ataque a sus condiciones de vida y de trabajo.
20.12.2023 / R.H. & Marsan
1 https://es.internationalism.org/content/4688/los-estados-unidos-superpotencia-en-la-decadencia-del-capitalismo-hoy-epicentro-de-la [45]
3 Resolución sobre la Situación Internacional del 9º Congreso Internacional de la CCI. En Revista Internacional nº 67 (en francés) https://fr.internationalism.org/rinte67/congres.htm [46].
4 Revista Internacional nº 64, 1991 https://es.internationalism.org/revista-internacional/201410/4045/revista-internacional-n-64-1er-semestre-de-1991 [47],
5 Texto de orientación Militarismo y Descomposición [44]. Revista Internacional nº 64, 1991
8 Resolución sobre la Situación Internacional del 15º Congreso Internacional de la CCI [48], en francés. Revista Internacional nº113, 2003
9 Notas sobre la historia de la política imperialista de Estados Unidos desde la 2ª Guerra Mundial, (segunda parte) [49], en Revista Internacional nº114
10 Resolución sobre la situación Internacional del 10º Congreso Internacional de la CCI [50] en 1993. En Reviste Internacional nº74, 1993.
11 Tesis sobre la Descomposición, fase terminal de la decadencia capitalista, [51] punto 10, en Revista Internacional nº 107
12 Resolución sobre la situación Internacional, punto 8 del 13º Congreso de Revolution Internationale [52], en Revista Internacional nº 94
13 Resolución sobre la Situación Internacional, punto 8, del 17º Congreso Internacional de la CCI [53], en Revista Internacional nº130, 2007
14 Informe sobre la pandemia y el desarrollo de la descomposición [54] del 24º Congreso Internacional de la CCI en Revista Internacional nº167, 2022
15 La elección de George W. Bush [55], en inglés, en Internationalism nº 116, invierno 2000-2001
16 Resolución sobre la Situación Internacional, punto 9, del 17º Congreso Internacional de la CCI [56], en Revista Internacional nº130, 2007.
17 Resolución sobre la Situación Internacional [57] , punto 7, del 18º Congreso Internacional de la CCI en Revista Internacional nº138, 2009
18 Resolución sobre la Situación Internacional, punto 13 del 23º Congreso [58] de la CCI en Revista Internacional nº163-64.
20 Análisis de le evolución reciente en las tensiones imperialistas [59], en Revista Internacional nº161, 2018.
21 Del artículo La retirada americana habrá durado 6 meses, … en Le Monde Diplomatique, marzo 2022
22 Declaración del Secretario de Defensa John Mattis el 4 de junio de 2018 ante el Comité de Defensa del Senado USA.
23 Resolución sobre la Situación Internacional, punto 10, del 23º Congreso I [58]nternacional de la CCI, Revista Internacional nº163-164, 2020.
24 Informe sobre el impacto de la descomposición en la vida política de la burguesía [60] en el 23 Congreso Internacional de la CCI, 2019, Revista Internacional nº163-64. La cita en negrita corresponde a un informe no publicado del 17º Congreso Internacional
25 Lloyd Austin, Memorándum a todos los empleados de todos los departamentos de Defensa.
26 Del artículo La retirada americana habrá durado 6 meses, … en Monde Diplomatique, marzo 2022.
27 ¿Por qué las grandes potencias se hacen la guerra? Monde Diplomatique, agosto 2023.
28 También la fracción Biden quería “escarmentar” a Rusia por su interferencia en los asuntos domésticos norteamericanos, tales como sus tentativas de manipular las últimas elecciones presidenciales.
29 Texto de orientación Militarismo y Descomposición [44]. Revista Internacional nº 64, 1991
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En el artículo anterior1 argumentamos cómo el desarrollo de las sequías y la escasez en los países centrales es un producto del estadio muy concreto de descomposición social al que ha llegado el capitalismo, que no se puede sino agravar. Y que no hay ninguna perspectiva de mitigación dentro de este sistema, solo mayor destrucción ecológica, lo cual rebota sobre la humanidad en forma de catástrofes cada vez peores.
Ante este panorama desolador, existen elementos de nuestra clase que están en búsqueda de una alternativa, que sí ven la evidencia de que el capitalismo no puede hacer otra cosa que destruir la naturaleza y que a su vez el efecto rebote sobre la sociedad es cada vez más catastrófico. Para devolver a estos elementos la esperanza en el capitalismo, la burguesía cuenta con una serie de grupos de extrema izquierda encargados de pintarnos una especie de alternativa estatal de tipo “socialista” que podría poner el freno al capitalismo. De vendernos la promesa de un Estado controlado por las “políticas obreras”, que pueda gestionar la explotación de la naturaleza de forma equilibrada y responsable, cortando de raíz todos esos supuestos excesos del capitalismo.
Ante la alarmante cuestión de la sequía, nos encontramos con la publicación trotskista Izquierda Diario, en Francia Revolution Permanente, cumpliendo esta labor de suplente de los grandes partidos de izquierda burgueses para que defendamos un ‘capitalismo verde’ disfrazado de “lucha por el socialismo”2.
Para conseguirlo, su primera maniobra es engañarnos sobre la esencia misma de la relación de este sistema con el medio natural. Para ello, denuncian vehementemente el sobre-turismo y los innecesarios campos de golf, señalan la ausencia de restricciones al consumo abusivo, las decisiones administrativas para favorecer a los lobbies, los excesos de las macrogranjas, el urbanismo y la industria desatada… todo aquello que ¡sería el interés de las principales multinacionales y los “gobiernos imperialistas”! Con toda esta lista de quejas sobre los “abusos del capitalismo y sus decisiones egoístas” ocultan la verdadera naturaleza del capitalismo decadente: una sociedad cuyos procedimientos mismos de producción se dirigen directamente al caos y la autodestrucción mutua ¡ya desde principios del siglo 20!, como declaró el primer congreso de la Internacional Comunista. Un sistema mundial no solo en crisis crónica de sobreproducción, sino cuya destrucción de la naturaleza está cada vez más ligada a la propia irracionalidad destructiva del sistema en su conjunto, donde la economía de guerra y la guerra misma es el factor central de una espiral de devastación.
Los izquierdistas hacen el papel de ir corriendo a denunciar los excesos cometidos por distintas facciones capitalistas aquí y allá. Cuando se trata de las catástrofes naturales, ¡es la gestión irresponsable de los que le hacen el juego al capitalismo! Cuando se trata de la escalada armamentista, es la política expansionista de la OTAN. ¡Nada que una buena gestión estatal “obrera” no pueda solucionar!
El truco que emplean estos falsos amigos de los trabajadores es hacernos pensar que el capitalismo es otra cosa de lo que realmente es: como decían hace unos años sobre las sequías en Uruguay, sería “el modelo extractivista del agrobusiness en manos de un puñado de empresas y especuladores que saquean el país”3. Es decir, que el capitalismo serían las empresas, los especuladores y los políticos que las apoyan.
Al dibujarnos al capitalismo como un simple sistema de “saqueo y expolio cada vez mayor” en donde “siempre habrá espacio para hacer buenos negocios”, el terreno está preparado para vendernos la supuesta alternativa: “¡Es necesaria una incursión despótica en los intereses y la propiedad de los grandes capitalistas!”, nos dicen. Que “no puede haber una verdadera transición hacia una matriz energética sustentable y diversificada sin expropiar al conjunto de la industria energética bajo la gestión democrática de las y los trabajadores, junto a comités de consumidores y usuarios populares”. Que es necesaria “la expropiación de la gran propiedad terrateniente y la reforma agraria, mientras se apoya la expulsión de las empresas imperialistas en los países semicoloniales y se promueve la abolición de la deuda externa en estos países.” Que hay que avanzar hacia “la perspectiva de lograr la nacionalización y reconversión tecnológica bajo control obrero de todas las empresas de transporte y automóviles. Y que no puede desarrollarse una nueva matriz productiva industrial sin la expropiación de los grandes grupos”4.
Es con ese procedimiento distorsionador con el que intentan devolvernos la esperanza en el Estado, que supuestamente podría ser controlado democráticamente por “los obreros y el pueblo en general” a través de nacionalizaciones que expropien las empresas privadas. Este sería el camino de lo que hipócritamente llaman “control obrero” hacia el supuesto socialismo que “podría producir respetuosamente con el medio ambiente”.
Pero ¿qué imagen dan estos grupos del camino a seguir para el derrocamiento de este sistema? No entraremos aquí mucho en ello, pero remitimos a nuestros lectores a los artículos que dedicamos específicamente a desenmascarar las mentiras de los izquierdistas sobre la lucha del proletariado5. Al contrario de lo que nos engañan con su lenguaje “obrero”, el camino al comunismo es totalmente opuesto a los remedios de Estado y la defensa del Estado y la democracia. El comunismo, única perspectiva para el porvenir, pasa por la generalización y extensión de las luchas en un terreno específico de clase obrera, y por una politización de las mismas. Será solo a través de la revolución proletaria extendida a nivel mundial y la apertura de un largo periodo de transición al comunismo cuando verdaderamente se podrán ir encontrando verdaderas medidas para mitigar toda la destrucción que el capitalismo ha hecho sobre el ambiente que necesitamos para sobrevivir6.
La situación actual es muy grave y, para no ser mareados y seducidos por los distintos farsantes de la izquierda burguesa, debemos comprender el desastre ecológico en el marco de la evolución real y concreta del capitalismo decadente.
Opero, marzo de 2024
1 Sequía en España: el capitalismo no puede mitigar, ni adaptarse, solo destruir. CCI, marzo 2024
2 Catalunya entra en alerta máxima por la sequía, Izquierda Diario, enero 2024 [63]
3 Crisis hídrica. Un problema estructural sin soluciones a la vista, Izquierda Diario, julio 2023 [64]
4 Cambio climático, guerra y revolución, Izquierda Diario, octubre 2022 [65]
5 Ver, por ejemplo, El trotskismo defiende el capitalismo y la guerra con argumentos “revolucionarios”, CCI online, noviembre 2022 [66]
6 Sobre la perspectiva de algunas de estas medidas consultar nuestro artículo Bordiga y la Gran Ciudad, Revista Internacional 165 [67]
El día 27 de enero celebramos una Reunión Pública en Madrid, presencial y con asistencia por internet, sobre la contribución de BILAN a la lucha por el partido mundial del proletariado. No se trata de un llamado a la discusión en el vacío, sino que hemos visto que existe un cierto interés sobre BILAN en un entorno político que se ha expresado anteriormente en dos ocasiones en Madrid.
Las organizaciones comunistas actuales no son nada sin su plena inscripción en la continuidad histórica crítica de las organizaciones comunistas. Nos reclamamos de dos eslabones de esa continuidad: Bilan e Internationalisme [1]. Como decimos en el anuncio de la reunión pública, “el proletariado necesita su partido mundial y para formarlo, cuando sus luchas alcancen una fuerza masiva internacional, la base es la Izquierda Comunista de la cual nos reclamamos (…) La REUNION PUBLICA que proponemos trata de impulsar un debate para hacer un balance crítico del aporte de BILAN. Apreciar en qué BILAN es plenamente válido, en qué debe ser criticado, en qué debe ser llevado más lejos. Sus puntos fuertes, sus errores, su experiencia organizativa y teórica son un material imprescindible para la lucha de los revolucionarios actuales” [2]. Invitamos a los lectores a continuar el debate a través de contribuciones escritas o asistiendo a las reuniones públicas y permanencias de la CCI.
Hubo un participante que declaró que el marxismo es algo dogmático, invariable. Para él, el marxismo no debería considerar la evolución de la situación histórica sino quedarse fijo y detenido en posiciones eternas afirmadas en los orígenes del marxismo. Él mismo se autocalificó a ese respecto como “esclerótico” e incluso “¡tetrapléjico!” y llegó a decir que solo los muertos son cambiantes. Los participantes in situ y los que intervinieron a través de Internet expusieron los siguientes argumentos en contra de este punto de vista:
Que en el marxismo hay posiciones de base que no cambian ni cambiarán: la lucha de clases como motor de la historia; la lucha de clase del proletariado como la única que puede llevar al comunismo; que todo modo de producción y por tanto el capitalismo tiene una época ascendente y otra decadente; la necesidad de destruir el capitalismo para construir el comunismo; que la constitución de un partido mundial es indispensable para el proletariado; el papel motor del marxismo en el desarrollo de la consciencia de clase, etc.
Sin embargo, a partir de ese suelo de granito el marxismo se desarrolla respondiendo a nuevos problemas que plantea la evolución del capitalismo y la lucha de clases y asimismo corrigiendo posibles errores, insuficiencias o limitaciones ligadas a cada época histórica. Esta aproximación es básica en la ciencia, pero es cualitativamente más vital en el proletariado que, como clase explotada y revolucionaria a la vez, debe desarrollar su lucha por el comunismo abriéndose camino a través de innumerables errores y debilidades, aprendiendo de sus luchas y derrotas y criticando sin piedad sus errores. Más aún, debe desarrollar su lucha sobre la base de un planteamiento plenamente consciente de que no posee otra cosa que su fuerza de trabajo y de que, a diferencia de las clases históricas del pasado, no puede desarrollar su proyecto sin destruir el capitalismo de arriba abajo, así como sin erradicar las raíces de todas las sociedades explotadoras.
Esto también se aplica a sus organizaciones revolucionarias que deben ser capaces de analizar críticamente las posiciones precedentes y sus propias posiciones. Así, Marx y Engels corrigieron en 1872 a la luz de la experiencia de la Comuna de Paris la idea de que había que arrebatar el Estado a la clase dominante tal como existía, para poner de relieve la nueva lección histórica que acababa de ser tan duramente conquistada por el proletariado: la absoluta necesidad de destruir el Estado burgués anterior. Lenin, en las Tesis de Abril, planteó la necesidad de cambiar el programa del partido incorporando la posición de la naturaleza mundial y socialista de la Revolución y la toma del poder por los Soviets.
Es una grave irresponsabilidad permanecer dogmáticamente pegado a posiciones que ya no son válidas. Los partidos socialdemócratas no quisieron comprender ni la decadencia del capitalismo, ni las consecuencias que de ello se derivaron: el fin de la posibilidad de arrancar mediante la lucha mejoras y reformas duraderas a este sistema de explotación, ni la naturaleza de la guerra imperialista, ni la huelga de masas, etc. Todo ello los llevó a la traición. La Oposición de Izquierdas de Trotski permanecía dogmáticamente atada a la defensa incondicional del programa de los 4 primeros congresos de la IC, y nunca estuvo vinculada a un enfoque crítico de la oleada revolucionaria de 1917-1924. Finalmente, tras la muerte de Trotsky, el trotskismo traicionó al internacionalismo proletario apoyando a uno de los campos imperialistas presentes en el momento de la Segunda Guerra Mundial, y se unió así al campo burgués.
Una organización proletaria que no es capaz de un balance crítico implacable de su trayectoria y la de las organizaciones precedentes del movimiento obrero está condenada a perecer o traicionar. Bilan nos da el método para realizar ese balance crítico en el artículo ¿Hacia una Internacional dos y tres y cuartos? (BILAN nº 1 noviembre 1933) en respuesta a la Oposición de Izquierdas de Trotski: “En cada período histórico de formación del proletariado como clase, se hace evidente el crecimiento de los objetivos del Partido. La Liga de los Comunistas marcharía con una fracción de la burguesía. La Primera Internacional esbozaría las primeras organizaciones de clase del proletariado. La Segunda Internacional fundaría los partidos políticos y los sindicatos de masas de los trabajadores. La III Internacional lograría la victoria del proletariado en Rusia.
En cada período veremos que la posibilidad de la constitución del partido se determina sobre la base de la experiencia anterior y de los nuevos problemas que han surgido para el proletariado. La Primera Internacional nunca habría podido fundarse en colaboración con la burguesía radical. La Segunda Internacional no habría podido fundarse sin la noción de la necesidad de reagrupar las fuerzas proletarias en organizaciones de clase. La III Internacional no habría podido fundarse en colaboración con las fuerzas que actuaban en el seno del proletariado para conducirlo no a la insurrección y a la toma del poder, sino a la reforma gradual del Estado capitalista. En cada época, el proletariado puede organizarse en clase, y el partido puede basarse en los dos elementos siguientes:
1. Conciencia de la posición más avanzada que debe ocupar el proletariado, la inteligencia de los nuevos caminos que hay que emprender.
2. La delimitación creciente de las fuerzas que pueden actuar en favor de la revolución proletaria.”
Esta labor no se hace partiendo de cero, tomando como referencia de forma aislada los nuevos acontecimientos, o viendo los eventuales errores sin confrontarlos con las posiciones precedentes. Se hace a partir de un examen crítico riguroso de las posiciones anteriores, viendo qué tienen de válido, qué de insuficiente o caduco y qué es erróneo necesitando la elaboración de una nueva posición. Hubo un participante que, atraído por la imagen especular de la teorización sobre la “invarianza del programa comunista”, proponía que había que adaptar el marxismo a las teorías modernas del comportamiento humano y la psicología, compaginándolo con los nuevos hallazgos científicos en esta línea. Sin embargo, el método marxista no realiza un “cambio de posiciones”, ni se adapta a las aparentemente nuevas ideas, sino que lleva a cabo un desarrollo y contraste riguroso de su propio marco de partida que lo enriquece y lo lleva mucho más lejos.
El participante que decía ser “invariante” calificó el aplastamiento de Krondstadt como una “victoria del proletariado” y justificó la represión de Krondstadt diciendo que el partido debe imponer su dictadura a la clase. Francamente esa posición nos parece una monstruosidad y así lo expusimos, de la siguiente manera, y con el apoyo y la participación activa de varios asistentes. La clase obrera no es una masa informe que tiene que ser llevada a patadas y bastonazos para hacerla avanzar y “liberarla”. Es evidente que detrás de esta defensa ciega de la represión de Krondstadt se esconde una visión totalmente falsa del Partido del proletariado y de su relación con la clase. El partido proletario no es, como los partidos burgueses, candidato al poder del Estado, un partido estatal. Su función no puede ser administrar el Estado, lo cual no puede sino inevitablemente alterar su relación con la clase -relación que consiste en orientarla políticamente-, convirtiéndola en una relación de fuerza. Al convertirse en un administrador del Estado, el partido cambiará imperceptiblemente su papel para convertirse en un partido de funcionarios; con todo lo que eso implica como tendencia a la burocratización. El caso Bolchevique es ejemplar al respecto.
Según una visión de grosero sentido común, que pervive en ciertas partes del medio proletario: “al ser el partido la parte más consciente de la clase, ésta debe confiar en él, de manera que sea el partido quien tome con toda naturalidad y automáticamente el poder y lo ejerza”. Sin embargo, “el Partido Comunista es una parte de la clase, un organismo que, en su movimiento, esta segrega y se da para el desarrollo de su lucha histórica hasta la victoria, es decir hasta la transformación radical de la organización y las relaciones sociales para fundar una sociedad que realice la unidad de la comunidad humana mundial” [3]. Si el Partido se identifica con el Estado no solo niega el papel histórico del conjunto del proletariado en favor de una visión burguesa de cómo dirigir la sociedad, sino que además niega su imprescindible papel específico dentro del conjunto del proletariado, de empujar con método, uñas y dientes la consciencia del proletariado no de forma conservadora, sino en la extensión de la revolución y en el proceso de transición al comunismo.
Además, Bilan, si bien en otras cuestiones actuó con mayor prudencia y circunspección, tenía una posición muy clara en su defensa de los principios proletarios, al oponerse firmemente al uso de la violencia para resolver los problemas y disputas que puedan surgir en el seno de nuestra propia clase: «Se puede dar una circunstancia en la que un sector del proletariado —y concedemos incluso que haya sido prisionero inconsciente de las maniobras del enemigo— pase a luchar contra el Estado proletario. ¿Cómo hacer frente a esta situación, partiendo de la cuestión de principio por la cual el socialismo no se puede imponer por la fuerza o la violencia al proletariado? Era mejor perder Krondstadt que conservarlo desde el punto de vista geográfico ya que, sustancialmente, esa victoria podía tener más que un resultado: alterar las bases mismas, la sustancia de la acción llevada por el proletariado» [4].
La revolución mundial tendrá muchos y complicados episodios, pero para defender su orientación y desarrollo, deberá defender firmemente los principios fundamentales en la acción del proletariado. Uno de ellos es inamovible e invariante: NUNCA PUEDE NI DEBE HABER RELACIONES DE VIOLENCIA AL INTERIOR DEL PROLETARIADO, con mayor razón aún, cuando se actúa en su nombre para ejercer y justificar la represión contra una parte de ella, con mayor razón aún, cuando esta represión se justifica como un intento de defender la revolución.
La represión de Krondstadt aceleró la vía hacia la degeneración y derrota de la revolución en Rusia y hacia la destrucción de la sustancia proletaria -cada vez más deteriorada- del Partido Bolchevique.
Hubo otras discusiones muy interesantes y polémicas, no solo a raíz de las posturas supuestamente “invariantes”. Nosotros insistimos en la diferencia sustancial entre el método organizativo y teórico–histórico de Bilan frente al de la Oposición de Izquierdas de Trotski [5].
BILAN se mantuvo fiel al principio de lucha contra la deformación de los principios por la ideología burguesa. Mientras la Oposición de Izquierdas se reclamaba de aquellos Congresos de la IC que teorizaban el oportunismo y habían hecho la cama al estalinismo, las FRACCIONES de Izquierda hicieron una crítica de todas aquellas teorizaciones oportunistas que se manifestaron y desarrollaron a partir del II Congreso. Y llevaron una paciente lucha polémica por intentar convencer el máximo de fuerzas militantes encerradas en el marco oportunista de las “tácticas” de la Oposición de Izquierdas.
BILAN fue capaz de hacer una crítica profunda y rigurosa, que permitió sacar lecciones sobre las posiciones erróneas de la IC que más tarde condujeron a ésta a la traición: como la táctica del Frente Único, la defensa de las luchas de liberación nacional, la lucha democrática, las milicias partisanas… permitiéndole preservar para el futuro la defensa de las posiciones revolucionarias de clase, en línea con las posiciones defendidas por la Izquierda Comunista.
Su análisis de la relación de fuerzas entre las clases fue algo vital para determinar la función de las organizaciones revolucionarias durante aquel periodo, al contrario de la “influencia permanente en las masas” que pretendía ganar a toda costa la Oposición.
También hay diferencias sustanciales entre la concepción de Bilan y del KAPD alemán, aunque estas sí se inscriben en el marco de las posiciones defendidas por la Izquierda Comunista. El KAPD, y esa era su gran debilidad, no se basó en un análisis histórico, incluso rechazó la continuidad del vínculo revolucionario de sus posiciones con la revolución de octubre, y menospreció totalmente la cuestión organizativa. En otras palabras, fue Bilan quien nos legó su visión del trabajo político y organizativo COMO UNA FRACCIÓN: “La fracción es el órgano que permite la continuidad de la intervención comunista en la clase, incluso en los períodos más sombríos en los que esa intervención no tiene un eco inmediato. Toda la historia de las fracciones de la Izquierda Comunista lo demuestra de sobras. Junto a la revista teórica Bilan, la fracción italiana publicaba un periódico en italiano, Prometeo, que tenía en Francia una difusión superior a la de los trotskistas franceses, tan peritos éstos en el activismo” [6]. Así mismo, la fracción tiene como papel esencial poner las bases para el futuro Partido mundial del proletariado y ser capaz de analizar los pasos concretos a dar y cuándo es necesario comenzar a luchar por su formación directa.
En ese marco del trabajo concebido como el de una Fracción, tal como lo defendió Bilan, la discusión de las reuniones públicas debe tener una orientación MILITANTE y no quedarse en una tertulia donde cada cual dice su propia “opinión” sin llegar a ningún resultado. Esto le pareció al participante auto-declarado como “esclerótico” una manifestación del supuesto sectarismo de la CCI, un modo de discusión y reclutamiento sobre una base sectaria y, con ese pretexto se opuso a que se sacaran conclusiones abandonando a cajas destempladas la reunión antes de escucharlas, llevando tras él al asociado con el que llegó desde el principio [7].
Una reunión proletaria debe ser capaz de sacar conclusiones que incluyan un recordatorio de los puntos de acuerdo y los puntos de desacuerdo en la discusión, delimitando así conscientemente a dónde se ha llegado o las cuestiones abordadas sobre las que se ha avanzado en el esclarecimiento, y estableciendo un puente hacia otras discusiones venideras. Teniendo esto en cuenta, instamos a los dos fugados a que se quedaran y expusieran cualquier desacuerdo que tuvieran con las conclusiones. Por desgracia, no pudimos convencerles de que lo hicieran, ya que, al parecer, ¡su gusto por el eclecticismo informal es también un principio inamovible!
Corriente Comunista Internacional, febrero de 2024
Hemos acogido con especial satisfacción la publicación en español de once números de Bilan. Ver nuestro artículo: La continuidad histórica, una lucha indispensable y permanente para las organizaciones revolucionarias, CCI online, octubre 2023. [69]
La contribución de Bilan a la lucha por el partido mundial del proletariado, CCI online, enero 2024. [69]
Consultar nuestros artículos: El partido desfigurado: la concepción bordiguista, Revista Internacional 23 [69]; y El Partido y sus lazos con la clase, Revista Internacional 35 [69]
Octobre nº 2, 1938, La cuestión del Estado.
Ver nuestro artículo ¿Cuáles son las diferencias entre la Izquierda Comunista y la IVª Internacional?, CCI online, junio 2007 [69]
Está claro que ambos también olvidaron el principio de la Izquierda Comunista de luchar hasta el final en el seno del medio proletario para ganar la máxima claridad y lecciones posibles. Nos extraña mucho que se reclamaran de la continuidad de BILAN, cuando habría sido mucho más coherente y productivo para el combate de nuestra clase que expresaran abiertamente sus evidentes desacuerdos con BILAN. En lugar de eso prefirieron evitar a toda costa una confrontación seria de argumentos.
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El 1 de febrero se ha activado el estado de riesgo más grave (EMERGENCIA) por sequía en el área de Barcelona. Según el presidente de la Generalitat “es la peor sequía desde que existen registros (…) la crisis climática nos está poniendo a prueba como en la pandemia”.
La ronda de acusaciones y señalamiento de culpables se desata. Los “socialistas” catalanes urgen prepararse para el peor de los escenarios y recriminan a la Generalitat el “haber hecho mal las cosas hasta ahora”. Los representantes más visibles de la burguesía española parecen muy indignados por la falta de ayudas a los agricultores, la ausencia de guía para los municipios, la ausencia de regulaciones turísticas, la falta de planificación y de decisiones e inversiones a tiempo. Según el presidente de la Cámara de Comercio de Barcelona "llevamos un retraso de una década en el desarrollo de una garantía de abastecimiento de agua".
La burguesía parece cada vez menos preocupada por el cambio climático en sí mismo. Su preocupación es cada vez más la de cómo adaptarse a lo inevitable. Según el gobierno, que parece vestirse de progre al confrontar las ideologías negacionistas, “no es ya una amenaza incierta, más o menos probable, sino de adaptarnos a los efectos de algo que ya está aquí, entre todos, en las ciudades y en nuestro campo”. El 2021 fue el tercer año seguido más seco de la península, y el 2022 el año más caluroso registrado hasta el momento. Según Greenpeace, a partir de datos del IPCC1, España experimentará un incremento en las condiciones de sequía con un impacto probablemente diez veces peor que en el pasado reciente. Hay una gran probabilidad de que las condiciones de aridez sobrepasen por mucho la magnitud de cambio comprobado en el último milenio.
Entonces, para asumir lo que es más bien una “adaptación a lo peor” (porque, por supuesto, la burguesía no puede arreglar su catástrofe ambiental sino solo agravarla más aún) el Gobierno español hace una “inversión histórica” de 5000 millones de euros para la modernización de los regadíos, y para infraestructuras de desalinización de aguas similares a la de Torrevieja (Alicante). Son inversiones que también son criticadas por los representantes “verdes” de esta sociedad. Según el WWF, en 2004 ya se invirtieron casi 4000 millones en la modernización de los regadíos, pero el agua supuestamente ahorrada se destinó a la intensificación agrícola, a extender las dobles cosechas, utilizar cultivos más productivos, nuevos regadíos…, pero ¡no a ahorrar agua! sino a usar más, y siempre con un aumento del consumo energético. Además, sin ninguna preocupación por el futuro, ya que “la intensificación del regadío hace a los cultivos menos resilientes a las sequías”. ¿Podría ser que, si en menos tiempo o con menos agua se produjera la misma cantidad de producto en los campos españoles, una buena gestión Estatal podría quedarse conforme y conseguir un verdadero ahorro? Esto es imposible para el capitalismo, ¡un sistema de la competencia a muerte y enfermo crónico de crisis de sobreproducción!
Por otro lado, en la web del Foro Económico mundial podíamos leer ya en 2015 que, aunque la desalinización es una opción más costosa que otras tecnologías de reciclado de agua, a medida que se extienda la escasez de agua quienes busquen agua recurrirán cada vez más a ella. Y que la mayoría de la gran cantidad de energía para la desalinización convencional proviene del carbón y el gas natural, ya que la desalinización solar no es competitiva en el mercado2.
Ante este panorama de contradicción total entre lo que habría que hacer para mitigar y lo que se hace en la práctica, según los grupos ecologistas tendríamos que presionar a administraciones y empresas para “enderezar la política hidráulica de este país” (¡como si fuera un problema nacional!), y terminar con “los regadíos sin control, los pozos ilegales, el envenenamiento industrial y urbano del agua”. Para presionar contra “estos excesos y mala gestión” nos llaman a reunirnos en las plataformas sociales como #NoenRaja (De donde no hay, no mana). Pero ¿es que acaso el capitalismo puede tomar una dirección más responsable con el medio ambiente? ¿Puede haber una renovación ecologista del sistema, país por país, que al menos mitigue los peores desastres? ¡Al contrario! El capitalismo solo destruirá cada vez más salvajemente. Ya vimos en la COP 28 que las medidas para mitigar el cambio climático están cada vez más vacías de ningún contenido real3. Se confirman muy tangiblemente los oscuros presagios de las instituciones más perspicaces de la burguesía, como el Foro Económico Mundial que, como ya hemos dicho recientemente, ha dado a entender la incapacidad de esta sociedad de poner unas mínimas orientaciones para enfrentar una necesidad de una urgencia inmediata4. Vivimos en un sistema cuyas políticas económicas, cuya investigación e inversiones se hacen sistemáticamente en detrimento del futuro de la humanidad y, por lo tanto, en detrimento del sistema mismo. ¡Es lógico que la burguesía misma se inquiete! Sin embargo, incluso las instituciones más responsables e “internacionales” de la burguesía, a las que también preocupa el gigantesco impacto económico y también social de las catástrofes naturales (las hambrunas y oleadas de refugiados, sin ir más lejos), se ven cada vez más impotentes.
Como ya decíamos en nuestra Revista Internacional en los años 90, aunque la cuestión ecológica ya planteaba problemas serios en la ascendencia del capitalismo, es “la época que desde 1914 ha sido definida por los marxistas como la de la decadencia de este modo de producción, cuando la destrucción despiadada del medio ambiente por parte del capital adquiere una escala y una calidad diferentes, al tiempo que pierde toda justificación histórica. Es la época en que todas las naciones capitalistas se ven obligadas a competir entre sí en un mercado mundial saturado; una época, por tanto, de economía de guerra permanente, con un crecimiento desproporcionado de la industria pesada; una época caracterizada por la duplicación irracional y despilfarradora de complejos industriales en cada unidad nacional, por el saqueo desesperado de los recursos naturales por parte de cada nación en su intento de sobrevivir en la despiadada carrera de ratas del mercado mundial. Las consecuencias de todo esto para el medio ambiente son cada vez más evidentes”5. En el paso del capitalismo decadente por el desarrollo de las megaciudades, la contaminación radioactiva o aquella debida a los clorofluorocarburos, la desaparición de las selvas ecuatoriales y la desestabilización de ecosistemas enteros…, se han acumulado cada vez más focos de destrucción ambiental a un ritmo cada vez mayor. Llegados los años 1990 la cuestión del efecto invernadero y el calentamiento global pasaron a ser el centro de las preocupaciones oficiales. El capitalismo decadente ha llegado a un punto donde su impacto destructivo es cada vez más global y sistémicamente amenazante, y los países centrales son cada vez más incapaces de mitigar el “efecto rebote” hacia la sociedad, o de alejarlo de su vista hacia la periferia.
Hoy, como advierten los expertos, el medio ambiente está empezando a alcanzar diversos “puntos de inflexión” que amenazan con una cadena de catástrofes naturales. Sin embargo, la cuestión ecológica es un factor dentro de una especie de “torbellino de descomposición” en el que el capitalismo se está metiendo de lleno6. Un torbellino donde la economía de guerra y la proliferación de las guerras caóticas de tierra quemada están en el centro de una espiral que se combina y refuerza con las catástrofes naturales, las epidemias, las hambrunas y éxodos masivos y la destrucción de toda perspectiva de futuro (lo cual tiene un importante impacto ideológico). Una situación donde la sobreproducción de agua y alimentos que se pudren sin poder venderse, se mezcla con la sequía, la escasez agrícola y el ganado sacrificado…, una escasez que a su vez infla el precio de los productos lo cual los convierte en menos asequibles.
¿Qué debemos hacer entonces? Contra todas las falsas ilusiones, ¡no es la lucha ecologista ni la mejor gestión estatal lo que mitigará las sequías y, ni siquiera, a término, se adaptará a ellas! Al contrario, el capitalismo está encaminado irreversiblemente en una espiral de destrucción cada vez más estrepitosamente fuera de toda lógica. Dichas ilusiones en realidad contribuyen a la desmoralización y a la destrucción de la perspectiva del comunismo que se basa en la toma de consciencia proletaria. Porque solo la revolución proletaria podrá empezar a mitigar la destrucción de la naturaleza a partir del desastre cada vez más ruinoso que nos lega la época de la burguesía.
En un siguiente artículo, denunciaremos la vil manera con la que la mano más izquierda de la burguesía, aprovechando la cuestión de la sequía, nos devuelve las esperanzas en un capitalismo verde disfrazado de “socialismo”7.
Opero, marzo de 2024
1 El Panel Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático. Ver el Informe: Carrera contra el reloj climático: Cambio climático y fenómenos meteorológicos extremos en España, Greenpeace, julio 2023 [71] (en inglés)
2 ¿Es la desalación la respuesta a la escasez de agua?, Foro Económico Mundial, abril 2015 [72] (artículo web en inglés) en colaboración con The Economist
3 COP 28 en Dubai: Un símbolo del cinismo de la burguesía, CCI online, febrero 2024 [73]
4 Según los dirigentes y expertos de la burguesía reunidos en este Foro “Los últimos acontecimientos han puesto de manifiesto una divergencia entre lo que es científicamente necesario y lo que es políticamente conveniente.”
5 El capitalismo está envenenando el planeta, Revista Internacional 63, 1990 [74] (en inglés)
6 Ver ¡La descomposición del capitalismo se acelera!, CCI online, septiembre 2023 [75]. Ver en mayor detalle nuestra Actualización de las Tesis de la Descomposición, Revista Internacional 170, 2023 [76]
7 Los izquierdistas sobre la sequía: Cómo devolver la esperanza en un ‘capitalismo verde’ disfrazado de socialismo. CCI, marzo 2024
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La burguesía siempre se ha esmerado en tergiversar la historia del movimiento obrero y en presentar a quienes se han distinguido en él como inofensivos o repulsivos. La burguesía lo sabe tan bien como nosotros, y por eso sigue utilizando todos los medios posibles para tergiversar u ocultar la transmisión de los combates de los grandes revolucionarios del pasado y sus aportaciones al movimiento obrero, con el fin de borrarlas de la memoria histórica del proletariado, cuando una de sus armas fundamentales en su continuo enfrentamiento con el capitalismo reside en su conciencia de clase, que se nutre inevitablemente de la teoría revolucionaria, de la teoría marxista, así como de las lecciones y experiencias de sus combates. Hoy, un siglo después de la muerte de Lenin, podemos esperar renovados ataques ideológicos contra el gran revolucionario que fue, contra todas sus contribuciones a los combates del proletariado: teóricos, organizativos, estratégicos...
Si Marx es presentado como un filósofo audaz y un poco subversivo, cuyas contribuciones supuestamente anticuadas permitieron sin embargo al capitalismo evitar sus peores fracasos, no se puede decir lo mismo de Lenin. Lenin participó y desempeñó un papel importante en la mayor experiencia revolucionaria del proletariado; participó en un acontecimiento que sacudió los cimientos del capitalismo. De esta experiencia fundamental y de una gran riqueza en términos de lecciones para las futuras luchas del proletariado, Lenin dejó grandes huellas en sus numerosos escritos. Pero mucho antes de la Revolución de Octubre, Lenin había contribuido de forma determinante a configurar la organización del proletariado, tanto sobre el plano político como estratégico. Puso en práctica un método de debate, la reflexión y la construcción teórica que son armas esenciales para los revolucionarios de hoy.
Todo esto, la burguesía también lo sabe. Lenin no era un “hombre de Estado” como los que la burguesía produce todo el tiempo, sino un militante revolucionario comprometido con su clase. Esto es lo que la burguesía trata de ocultar más, presentando a Lenin como un hombre autoritario, que tomaba decisiones solo, destituía a sus opositores, disfrutaba de la represión y el terror en beneficio exclusivo de sus intereses personales. De este modo, la clase dominante puede trazar una línea directa continua, una línea de igualdad entre Lenin y Stalin, que habría completado la obra del primero estableciendo en la URSS un sistema de terror que sería la culminación exacta de los designios personales de Lenin.
Para llegar a esta conclusión, además de un flujo constante de mentiras desvergonzadas, la burguesía se detiene en los errores de Lenin, aislándolos de todo lo demás, y sobre todo del proceso de debate y clarificación dentro del cual surgieron estos errores y pudieron ser naturalmente superados. También los aíslan del contexto internacional de la derrota del movimiento revolucionario mundial, que no permitió a la revolución rusa continuar su obra y la llevó a retroceder hacia una forma de un capitalismo de Estado singular y puesto bajo las garras de Stalin.
Los izquierdistas, encabezados por los trotskistas, no son los últimos en capitalizar sus mistificaciones ideológicas sobre los errores de Lenin, en particular cuando se equivocó y engañó gravemente sobre las luchas de liberación nacional y sobre el potencial del proletariado en los países de la periferia del capitalismo (teoría del eslabón débil). Los izquierdistas han utilizado y utilizan todavía hoy estos errores para desencadenar su propaganda belicista burguesa para empujar a los proletarios a convertirse en carne de cañón en los conflictos imperialistas a través de sus consignas nacionalistas y su apoyo a un campo imperialista contra otro, totalmente lo contrario de la perspectiva revolucionaria e internacionalista que defendió con determinación Lenin. Lo mismo ocurre con la falsa concepción de Lenin sobre los trusts y los grandes bancos, según la cual la concentración de capital facilitaría la transición al comunismo. Los izquierdistas se aprovecharon de ella para reivindicar la nacionalización de los bancos y las grandes industrias y promover así el capitalismo de Estado como trampolín hacia el comunismo, cuando no es para justificar su falso argumento de que la economía “soviética” y la brutalidad de la explotación en la URSS no eran del capitalismo.
Pero Lenin no puede reducirse en absoluto a los errores que cometió. Esto no significa ignorarlos. En primer lugar, porque proporcionan importantes lecciones para el movimiento obrero a través de un examen crítico. Pero también porque no cabe duda, frente al repulsivo retrato que la burguesía hace de él, no se puede presentar a Lenin como un líder perfecto y omnisciente.
Lenin fue, de hecho, un combatiente de la clase obrera cuya tenacidad, perspicacia organizativa, convicción y método inspiran respeto. Su influencia en el curso revolucionario de principios del siglo pasado es indiscutible. Pero todo esto tiene lugar en un contexto, un movimiento, un combate, un debate internacional, sin los cuales Lenin no habría podido hacer nada, no habría aportado nada al movimiento revolucionario de la clase obrera, del mismo modo que Marx no habría podido actuar y realizar su inmensa obra al servicio del proletariado ni aportar su compromiso y su energía militante a la construcción de una organización proletaria internacional sin un contexto histórico de emergencia política de la clase obrera.
Sólo en tales condiciones las individualidades revolucionarias pueden expresarse y dar lo mejor de sí mismas. Fue en estas condiciones históricas particulares que a lo largo de su corta vida, Lenin construyó y legó una contribución fundamental al conjunto del proletariado, en términos organizativos, políticos, teóricos y estratégicos.
Lejos de ser un intelectual académico, Lenin era ante todo un militante revolucionario. El ejemplo de la conferencia de Zimmerwald1 es sorprendente a este respecto. Aunque Lenin siempre había sido un defensor acérrimo del internacionalismo proletario, situándose a la vanguardia de la lucha contra el colapso de la II Internacional, que arrastraría al proletariado a la guerra en 1914, se encontraría al frente de la lucha por mantener viva la llama internacionalista mientras los cañones disparaban en Europa.
Pero a la conferencia de Zimmerwald no sólo asistieron internacionalistas convencidos, también hubo muchos defensores de las ilusiones pacifistas que debilitaron el proyecto de Lenin para combatir la locura nacionalista que mantenía al proletariado bajo un manto de plomo. No obstante, Lenin, como parte de la delegación bolchevique, comprendió que la única manera de dar al proletariado un faro de esperanza en ese momento era hacer grandes compromisos con las otras tendencias en la conferencia.
Pero seguiría luchando, incluso después de la Conferencia, para clarificar las cuestiones en juego, criticando resueltamente el pacifismo y las peligrosas ilusiones que transmitía. Esta constancia, esta determinación de defender sus posiciones reforzándolas al mismo tiempo mediante el estudio teórico y la confrontación de argumentos, está en el corazón de un método que debe inspirar hoy a todo militante revolucionario.
En términos organizativos, Lenin aportó una inmensa contribución militante a los debates que sacudieron el 2º Congreso del Partido Ruso en 19032. Ya había esbozado su posición en 1902 en ¿Qué hacer? un folleto publicado como contribución al debate dentro del partido en el que se opuso a las visiones economicistas que se estaban desarrollando, y en su lugar promovía una visión de un partido revolucionario, es decir, un arma para el proletariado en su asalto contra el capitalismo.
Pero fue durante este mismo segundo congreso cuando libró un combate determinante y decidido para que su visión del partido revolucionario fuera aceptada en el seno del POSDR: un partido de militantes, animados por un espíritu de combate, conscientes de su compromiso y de sus responsabilidades en la clase, frente a una concepción laxa de la organización revolucionaria vista como una suma, un agregado de “simpatizantes” y de contribuyentes ocasionales, como la defendían los mencheviques. Ese combate fue también un momento de clarificación de lo que es un militante en un partido revolucionario: no es un miembro de un grupo de amigos que da prioridad a la lealtad personal, sino un miembro de una organización cuyos intereses comunes, expresión de una clase unida y solidaria, priman sobre todo lo demás. Fue este combate el que permitió al movimiento obrero pasar del “espíritu de círculo” al “espíritu de partido”.
Estos principios permitieron al partido bolchevique jugar un rol de motor en el desarrollo de las luchas en Rusia hasta la insurrección de octubre, organizándose como partido de vanguardia, defendiendo los intereses de la clase obrera y combatiendo contra cualquier intrusión de ideologías extranjeras en su seno. Estos principios los seguimos defendiendo y reivindicando como el único medio de construir el partido del mañana.
En su libro Un paso adelante, dos pasos atrás, Lenin repasa la lucha del 2º Congreso y demuestra en cada página el método que utilizó para aclarar estas cuestiones: paciencia, tenacidad, argumentación, convicción. Y no, como quiere hacernos creer la burguesía: autoritarismo, amenazas, exclusión. La cantidad impresionante de escritos dejados por Lenin es ya suficiente para comprender hasta qué punto defendió y dio vida al principio de la argumentación paciente y decidida como único medio de hacer avanzar las ideas revolucionarias: convencer en lugar de imponer.
Catorce años después del congreso de 1903, en abril de 1917, Lenin regresó del exilio y aplicó el mismo método para conseguir que su partido aclarara las cuestiones del periodo. En pocas líneas, las famosas Tesis de Abril3 enlista los argumentos fuertes, claros y convincentes para evitar al partido bolchevique encerrarse en la defensa del gobierno provisional de naturaleza burguesa y comprometerse en el combate por una segunda fase revolucionaria.
No se trataba de un texto escrito por Lenin en nombre del partido, que lo habría aceptado tal cual, sino de una contribución a un debate que tenía lugar en el partido y a través del cual Lenin trataba de convencer a la mayoría. En este texto, Lenin define una estrategia basada en el carácter minoritario del partido en el seno de las masas, que requiere discusión y propaganda paciente: “explicar pacientemente, sistemáticamente, tenazmente”. Esto es lo que fue Lenin en realidad, a quien la burguesía sigue presentando como un “autócrata y sanguinario”.
Lenin nunca buscó imponer, sino siempre convencer. Para ello, tuvo que desarrollar argumentos sólidos y, para ello, tuvo que desarrollar su dominio de la teoría: no para su propia cultura personal, sino para transmitirla al conjunto del partido y de la clase obrera como arma para futuros combates. Era un enfoque que él mismo resumió: “no puede haber movimiento revolucionario sin teoría revolucionaria”, y del que una obra particularmente importante proporciona una comprensión concreta: El Estado y la Revolución4. Mientras que en las Tesis de abril Lenin advertía contra el Estado surgido de la insurrección de febrero y enfatizaba la necesidad de construir resueltamente una dinámica revolucionaria contra este Estado, en septiembre sintió que el tema se volvía cada vez más crucial y se comprometió en la redacción de este texto para desarrollar una argumentación basada en las adquisiciones del marxismo sobre la cuestión del Estado. Nunca terminó el trabajo, que fue interrumpido por la insurrección de octubre.
Nuevamente, se ilustra el método de Lenin. A la burguesía le gusta presentar a los hombres como líderes naturales cuya autoridad se basa únicamente en su “genio” y su “talento”. Lenin, en cambio, debía su capacidad de convencer a un profundo compromiso con la causa que defendía. En lugar de tratar de imponer su punto de vista aprovechando su autoridad dentro del partido o maquinando entre bastidores, se sumergió en el trabajo del movimiento obrero sobre la cuestión del Estado para profundizar en el tema y argumentar mejor a favor de romper con la idea socialdemócrata de limitarse a apoderarse del aparato estatal existente para poner de relieve la necesidad imperiosa de destruirlo.
Un revolucionario no puede “descubrir” la estrategia correcta sólo por su genio, sino por una comprensión profunda de lo que está en juego en la situación y de la relación de fuerzas entre las clases. Esto se ilustra de forma ejemplar en julio de 19175. En abril, el partido bolchevique lanzó la consigna “todo el poder a los soviets” para dirigir a la clase obrera contra el Estado burgués surgido de la revolución de febrero, pero en julio, en Petrogrado, el proletariado empezó a oponerse masivamente al régimen democrático. La burguesía hizo entonces lo que mejor sabe hacer: tendió una trampa al proletariado tratando de provocar una insurrección prematura que le hubiera permitido desencadenar una represión sin límites, en particular contra los bolcheviques.
Sin duda, el éxito de tal empresa habría comprometido decisivamente la dinámica revolucionaria en Rusia y la Revolución de Octubre no habría tenido lugar. En ese momento, el papel del partido bolchevique era fundamental para explicar a la clase obrera que no había llegado el momento de dirigir el asalto y que, en otros lugares distintos de Petrogrado, el proletariado no estaba preparado y sería diezmado.
Para lograr claridad sobre las consignas que había que esgrimir en cada momento, requerían ser capaces de conocer de forma profunda la relación de fuerzas entre las dos clases determinantes de la sociedad, pero también era necesario contar con la confianza del proletariado en un momento en que éste, en Petrogrado, expresaba abiertamente su intención de derrocar al gobierno. Esta confianza no se ganó por la fuerza, las amenazas o cualquier tipo de artificio “democrático”, sino por la capacidad de guiar a la clase de forma clara, profunda y bien argumentada. El rol de Lenin en estos acontecimientos fue sin duda crucial, pero fueron sus años de lucha incesante y paciente, desde la fundación del moderno partido del proletariado en 1903 hasta las jornadas de julio, pasando por Zimmerwald y las Tesis de abril de 1917, los que permitieron al partido bolchevique asumir el papel que le correspondería en cada período y ser así reconocido por el conjunto del proletariado como el verdadero faro de la revolución comunista.
La burguesía siempre podrá presentar a Lenin como un estratega ávido de poder, un hombre altanero que no toleraba ningún desafío o reconocimiento de sus errores. Siempre podrán reescribir la historia del proletariado ruso y su revolución bajo esta luz, pero la vida y la obra de Lenin son una negación constante de estas burdas maniobras ideológicas. Para todos los revolucionarios de hoy y de mañana, la profundidad de su compromiso, el rigor de su aplicación de la teoría y el método marxista, la confianza inquebrantable que extrajo de ello en la capacidad de su clase para conducir a la humanidad hacia el comunismo hace de Lenin, un siglo después de su muerte, un ejemplo infinitamente rico de lo que debe ser un militante comunista.
GD, enero-2024
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El GIGC ha reaccionado con una nueva calumnia1 frente al artículo que redactamos en defensa de nuestra Plataforma2. Creemos que no debemos dejarla sin respuesta, aunque ello suponga retrasar la publicación de otros artículos previstos y también dedicados a defender nuestra organización.
El GIGC presenta nuestros artículos que denuncian la falsedad de sus críticas, sus tergiversaciones y omisiones de nuestra Plataforma, como si nuestros textos fueran un medio de desviar la atención respecto a las cuestiones planteadas por militantes de la CCI e incluso por contactos en el medio político proletario sobre la supuesta deriva política de nuestra organización.
El GIGC comienza descalificando nuestro último congreso internacional, pero lo hace “vagamente”, evitando ser concreto y preciso, despreciando sus trabajos sin, por supuesto, aventurar una crítica política. Concluye que el congreso «se enredó en contradicciones teórico-políticas de carácter idealista», que sus trabajos «no aportaban nada particular para el campo proletario» y que sólo expresaban «la creciente marginación de nuestra organización». ¿Qué documento en concreto? Es un misterio sobre el que el GIGC guarda silencio, pero es fácil imaginar que fue el informe sobre la "descomposición de la sociedad", que incluye un apartado - "El método marxista, herramienta indispensable para comprender el mundo actual" -, contiene una respuesta argumentada a las críticas a nuestro "supuesto idealismo". Obviamente, el objetivo del GIGC nunca ha sido combatir políticamente nuestras supuestas "contradicciones teórico-políticas de orden idealista"3 puesto que no tiene ningún interés en una confrontación política. La llamada "crítica teórica" del GIGC consiste en una sucesión de frases retóricas, sin argumento ni prueba alguna, destinadas únicamente a denigrarnos. En este sucio trabajo, no innova, sólo sigue el método de "debate" característico de los izquierdistas o de un maestro del parasitismo político, Bakunin, que dirigió al Consejo General de la AIT estruendosas admoniciones y acusaciones para ocultar sus propias maquinaciones subterráneas.
El GIGC difunde insinuaciones sobre la vida interna de la CCI. Sin prueba alguna que lo respalde, el GIGC decreta que los 6 artículos en que hemos denunciado sus métodos buscan obligar a nuestros «militantes a acallar sus dudas sobre las posiciones políticas, los análisis y la dinámica de la organización». Además de muy despectiva para todos los militantes de la CCI, esta patraña es un intento más de expandir el veneno de la desconfianza en el seno del medio político proletario hacia la "organización estalinista" que seríamos. A este respecto, invitamos a nuestros lectores a hojear nuestra prensa para comprobar cómo la CCI siempre ha informado en sus columnas sobre sus discusiones y debates internos, incluso sobre cuestiones de organización. El ataque "teórico" se combina aquí con un ataque "organizativo". En su furia denigratoria -única razón de ser del GIGC- debe hacer que la CCI aparezca lo más repulsiva posible.
Tratan también de sembrar la duda entre nuestros contactos afirmando que la CCI utiliza los ataques al GIGC como pretexto para no responder "a las preguntas que contactos y jóvenes militantes próximos a la Izquierda Comunista le plantean sobre las posiciones de otros grupos, entre ellos la TCI y el GIGC en particular". Que conste que no se nos han planteado tantas preguntas sobre las posiciones del GIGC. De hecho, ni una sola. Pero si queremos decir que no rehuimos ninguna pregunta o crítica de los grupos del medio político proletario y de sus simpatizantes. Pero, en el caso de que nuestros interlocutores nos hubieran preguntado por el GIGC, no habríamos dejado de darles una descripción detallada de las violaciones de nuestros estatutos y de los actos de delación realizados por la FICCI (Fracción Interna de la CCI), que hoy encuentra su continuidad en el GIGC mediante cambios "programáticos" que en nada alteran la realidad y la esencia de este grupo. En nuestra opinión, el GIGC, siendo un grupo policial4, no pertenece al medio político proletario y menos aún a la Izquierda Comunista5.
Pretenden, por último, que la CCI introduciría la división y el sectarismo en el campo proletario. Nuestra práctica ilustra todo lo contrario: estamos a favor de una confrontación política fraternal, pero sin concesiones, de las diferencias que existen en el seno del medio político proletario y a favor de trabajar juntos siempre que sea posible, … Pero nada de esto puede ni debe menoscabar la necesaria defensa de ese mismo medio, en particular mediante la lucha contra los delatores, los aventureros y los agentes del Estado. Animamos a los lectores que tengan dudas sobre esta cuestión a remitirse a la historia misma del movimiento obrero, y específicamente a las batallas libradas por los revolucionarios para desenmascarar a los organismos parasitarios que han pululado en su seno, tales como la Alianza de Bakunin en el interior de la de la Asociación Internacional de Trabajadores, contra agentes del Estado tal que Vogt (a quien Marx dedicó un año de trabajo en un libro desenmascarándolo)6, o aventureros como Lassalle y Schweitzer en la socialdemocracia alemana7. Nos situamos pues en esta tradición cuando denunciamos a la FICCI y a su aborto, el GIGC8.
Si el GIGC quiere presentar la defensa intransigente del medio proletario como si fuese una política sectaria de división, es porque intenta blanquear su papel de chivato que no vaciló en prestar su apoyo al indefendible aventurero Gaizka9 A este respecto, remitimos a un artículo que hemos publicado recientemente dónde informamos de las discusiones con el TCI sobre la siguiente cuestión: "¿Debe denunciarse públicamente a un aventurero?”10.
- Según el GIGC, la CCI esquiva las críticas a su plataforma: «Cuando criticamos un punto concreto de la plataforma, la CCI también nos remite a otros artículos para constatar nuestras 'mentiras y calumnias' (...) No defiende el punto de la plataforma en cuestión, ni lo hace explícito, sino que remite a otro texto». Se trata de una mentira fácilmente comprobable: en nuestro artículo11 que ha criticado el GIGC12,sobre el tema del parlamento y el parlamentarismo, afirmábamos efectivamente haber publicado las Tesis sobre la democracia escritas por Lenin. ¿Acaso esto prueba que eludimos la crítica, cuando en ese mismo artículo, y contrariamente a lo que afirma el GIGC, recordamos como respaldo lo que dice realmente nuestra plataforma y que invalida la acusación de consejismo que se le hace13? Añadimos a esta elocuente cita de nuestra Plataforma, el siguiente comentario: «Así pues la idea de que este punto de nuestra plataforma no tiene en cuenta la función del Parlamento en el nuevo período, casa con el conocido planteamiento de 'calumnia, calumnia, siempre quedará algo de ella' (F. Bacon), por inconsistente que sea la calumnia». Y, sin embargo, en su siguiente artículo14, el GIGC repite exactamente la misma crítica sobre el mismo punto de nuestra plataforma con los mismos "argumentos". ¡Puro copiar y pegar! ¡Está claro que la calumnia no excluye la decrepitud!
- Una "prueba” adulterada del consejismo de la CCI. Según el GIGC nuestra Plataforma contiene «la tesis central del economismo y del consejismo» que «reduce el papel del partido al de mero consejero o asesor de la clase» que «Lenin combatió con razón en el ‘Que Hacer’, y que la propia CCI tuvo que combatir en su interior en los años 80». El GIGC exhibe, como un trofeo, la prueba condenatoria de nuestro consejismo que se escondería tras la siguiente cita: «La conciencia de la clase se forja a través de sus luchas, se abre camino difícil a través de sus éxitos y derrotas». Se puede demostrar cualquier cosa con una frase sacada de contexto. Y es que, en realidad, esta frase no se sostiene por sí sola, sino que debe situarse en el contexto de la sección correspondiente de la plataforma:
* El punto del que se ha sacado el pasaje incriminatorio se refiere al papel de los consejos obreros: «La forma de organización que la clase se da a sí misma en su lucha revolucionaria y para el ejercicio de su poder político es la de los Consejos Obreros. Pero si bien la clase en su conjunto es el sujeto de la revolución y es la que, por tanto, se reúne en estos organismos en el momento de la revolución, esto no significa que el proceso de su toma de conciencia sea simultáneo y homogéneo. La conciencia de la clase se forja a través de sus luchas, se abre camino difícil a través de sus éxitos y derrotas».
* El siguiente punto de la plataforma trata directamente de la importancia del partido para la victoria de la revolución: «La organización de los revolucionarios (cuya forma más avanzada es el partido) es un órgano necesario del que la clase se dota para el desarrollo de su conciencia de su porvenir histórico y para la orientación política de su lucha hacia ese futuro. Por esta razón, la existencia del partido y su actividad constituyen una condición indispensable para la victoria final del proletariado». (punto 16 c - La relación entre la clase y la organización de los revolucionarios).
Se trata, en resumen, de un torpe collage, de un montaje deshonesto y de una nueva estafa por parte del GIGC. ¿Miente la CCI? Lo cierto es que un examen concreto de la realidad muestra que quien es un falsificador es el GIGC.
- Otra acusación que nos lanza el GIGC es que mentimos cuando decimos que nunca nos hemos considerado un partido (o un partido en miniatura). El GIGC señala dos citas de la CCI que contienen la expresión "esqueleto del futuro partido" y que demostrarían, supuestamente, nuestras falsedades. En primer lugar, resulta curioso comparar esta acusación con la imputación de “consejismo” que nos hacían en el otro artículo del GIGC. ¡Ahora nos acusan exactamente de todo lo contrario, es decir, de considerarnos ya el partido! Es inútil buscar coherencia política alguna, ya que, como hemos subrayado desde el principio, el objetivo del GIGC no es otro que calumniarnos y poner en duda nuestra honestidad política.
En este caso, el GIGC identifica, a efectos de su nueva artimaña, nada menos que "el esqueleto de la organización" con "la organización en su conjunto". En política, como en anatomía, no cabe mayor absurdo. Considerarse el "esqueleto del futuro partido" no puede significar en modo alguno considerarse el "partido", ni siquiera el "partido en miniatura".
Pero es que, además, un examen en nuestra web de todos los pasajes de nuestros textos en los que aparece la formulación "el esqueleto del futuro partido" muestra que tal expresión se propuso durante un breve período, pero que después se puso claramente en tela de juicio:
«Hemos afirmado a menudo que una de las tareas de los revolucionarios era constituir un polo de reagrupamiento de la vanguardia proletaria. Hoy debemos comprender que tenemos que constituir el eje, el 'esqueleto' del futuro partido mundial del proletariado» (Informe sobre la cuestión de la organización de nuestra corriente internacional [81]; Revista Internacional nº1, 1975). Se trataba, pues, de una perspectiva que la CCI se había dado a sí misma en un momento de su existencia, pero que aún estaba lejos de realizarse.
«Está cada vez más claro que el partido del futuro no será el producto de una suma "democrática" de diferentes grupos del medio, sino que la CCI constituye ya el esqueleto del futuro partido. Pero para que el partido se encarne, la CCI debe demostrar estar a la altura de la tarea impuesta por el desarrollo de la lucha de clases y la emergencia de la nueva generación de elementos en búsqueda». (Resolución sobre la situación internacional del 16º Congreso de la CCI [82], 2005, Revista Internacional nº122).
«El congreso discutió y retomó una crítica contenida en el informe sobre los contactos relativa a la siguiente formulación contenida en la resolución sobre la situación internacional del 16º Congreso de la CCI: "la CCI constituye ya el esqueleto del futuro partido". Sin embargo, el artículo de balance de dicho Congreso ya corregía esta formulación: "No es posible definir hoy la forma que tendrá la participación organizativa de la CCI en la formación del futuro partido, ya que ello dependerá del estado general y de la configuración del nuevo medio, pero también de nuestra propia organización». (artículo de Balance del 19º Congreso Internacional de la CCI [83], 2011, Revista Internacional nº146)
En resumen, los textos citados establecen claramente que la CCI nunca se ha considerado un partido, sino que se ve a sí misma como un grupo político con una "función similar a la de una fracción", responsable de trabajar para la fundación del futuro partido, al tiempo que constituye un puente hacia él15. En conclusión, tenemos aquí una nueva confirmación de que el GIGC actúa como un farsante, pero los hilos con los que urde sus patrañas son cada vez más gordos.
- El GIGC al rescate del sindicalismo. Lo primero que denunciamos del GIGC es que se trata de un parásito político y un grupo de matones que intenta hacerse pasar por una organización de la Izquierda comunista cuando centra su acción destructiva y calumniosa precisamente contra la Izquierda comunista. Esto no nos impide señalar como algunas de sus posiciones apoyan solapadamente las de la extrema izquierda del capital, en particular en la cuestión sindical.
¿Qué hay, si no, detrás de la idea, defendida por el GIGC y criticada en nuestro anterior, de que el paso de los sindicatos al campo burgués fue "producto de la relación de fuerzas entre las clases” que se produjo en el seno de estos organismos?
Nuestro último artículo rechaza esta visión mostrando que equivale a defender que «¡existe la posibilidad de que la clase obrera mantenga los sindicatos como arma de su lucha librando un combate en su seno!». Pero ente nuestra denuncia de un método de análisis tan sumamente izquierdista, el GIGC evacua el problema16 otorgando a cada cual el derecho a pensar lo que le venga en gana: «Por nuestra parte no habrá indignación ni escándalo por mentiras o calumnias. La CCI y otros tienen todo el derecho a pensar así y estamos dispuestos a debatirlo». De hecho, su nueva teoría sobre la cuestión sindical va de la mano de su depreciación de la contribución de la revolución alemana, que, precisamente, puso de relieve el carácter burgués de los sindicatos en el periodo de decadencia capitalista. Esta posición del GIGC es una contribución más a la confusión política.
El GIGC coloca su artículo “El callejón sin salida político de la Corriente Comunista Internacional” en la sección de su página web titulada "Lucha contra el oportunismo", considerando así que tanto nuestra plataforma como nuestra organización son oportunistas. Sin embargo, cuando se llamaban FICCI, sus miembros afirmaban ser los mejores defensores de la plataforma de la CCI, que la "oportunista" CCI ya no era capaz de defender. ¡Pero ahora nuestra plataforma se ha vuelto oportunista a los ojos del GIGC! Otra incoherencia más del GIGC, que no debe ocultarnos que, a pesar de todas sus contradicciones, hay una coherencia en su política: poco le importa la plataforma que diga defender o que ataque abiertamente, lo principal es conseguir difamar y desacreditar a la CCI.
En la conclusión de su texto declara que «la confrontación de las diferentes posiciones y su clarificación merecen más que los insultos y otras estúpidas negaciones de la CCI». Pero todos los puntos que acabamos de plantear refutan las "contribuciones a la clarificación" de las que alardea en su último texto (como en todos los anteriores). Además, el problema fundamental del GIGC no reside en sus "contribuciones" políticas ni en sus críticas a la CCI, sino que radica fundamentalmente en el hecho de que constituye un parásito político dentro del medio político proletario. Sus supuestos argumentos son subterfugios o mentiras con las que emponzoñar este medio y calumniar a sus organizaciones. Pero a fuerza de triquiñuelas se le enredan los pies en la alfombra y entonces, para salir de su apuro, ¡apela a un debate!
CCI, 30 de diciembre de 2023
Para volver a la serie: El parasitismo político no es un mito: el GIGC es una de sus más peligrosas expresiones [84].
1 A través de su artículo El callejón sin salida político de la Corriente Comunista Internacional [85] (23 de septiembre)
2 Véase “La pseudo "crítica" del GIGC a la plataforma de la CCI - Un falso análisis para desacreditar a la CCI y a su filiación política (la Izquierda Comunista)” [86](23 de agosto).
3 La siguiente cita de este informe debería mover a reflexión y animar la lucha política en cualquier marxista consecuente: "Para quienes nos llaman 'idealistas', supone un verdadero escándalo afirmar que un factor de naturaleza ideológica, - la ausencia de un proyecto de sociedad-, puede tener un impacto importante en la vida de la sociedad. Demuestran así que el materialismo que reivindican no es sino el materialismo vulgar ya criticado por Marx en su época, especialmente en las Tesis sobre Feuerbach. Según ellos, las fuerzas productivas se desarrollan de manera autónoma. Y el desarrollo de las fuerzas productivas dicta por sí solo los cambios en las relaciones de producción y en las relaciones entre las clases.".
4 Véase la serie Cuestiones de organización I: La Primera Internacional y la lucha contra el sectarismo [87]; II: La lucha de la Primera Internacional contra la "alianza" de Bakunin [88] ; III: El Congreso de La Haya de 1872: la lucha contra el parasitismo político [89] ; IV: La lucha del marxismo contra el aventurerismo político [90].
5 A este respecto, es importante observar cómo el GIGC intenta invalidar nuestra caracterización como grupo policial invocando el hecho de que algunos de sus miembros nunca pertenecieron a la FICCI (véase la nota 5 del artículo del GIGC). Aunque algunas posiciones políticas hayan cambiado y se hayan incorporado nuevos miembros, la razón de ser de la FICCI no ha cambiado por ello, ya que sigue contando con el apoyo de los elementos excluidos de nuestra organización, en particular por haber publicado un documento interno de 114 páginas, reproduciendo numerosos extractos de las reuniones de nuestro órgano central internacional, con nombres de militantes, supuestamente para apoyar sus acusaciones contra la CCI. Este documento, que proporcionaba deliberadamente a la policía información sensible para ayudarles en su trabajo, demostraba de hecho su odio hacia nuestra organización.
¿Qué cambia con el GIGC?: «Nada más nacer este enano llamado "Grupo Internacional de la Izquierda Comunista" soltó su primer bramido de propaganda histérica contra la CCI, como atestigua el titular de su sitio web: "¡Una nueva (¿última?) crisis interna en la CCI!" acompañada, por supuesto, de un "Llamamiento al campo proletario y a los militantes de la CCI". Este llamado "Grupo Internacional de la Izquierda Comunista" da la voz de alarma y grita a los cuatro vientos que está en posesión de los boletines internos de la CCI. Mostrando su trofeo de guerra y armando semejante alboroto, el mensaje que estos chivatos patentes intentan transmitir es muy claro: ¡hay un "topo" en la CCI que trabaja mano a mano con la ex-FICCI! Se trata claramente de un trabajo policial sin otro objetivo que sembrar la sospecha generalizada, el malestar y la cizaña en el seno de nuestra organización. Son los mismos métodos utilizados por el GPU, la policía política de Stalin, para destruir desde dentro al movimiento trotskista en los años 30». (Comunicado a nuestros lectores: la CCI atacada por una nueva agencia estatal burguesa [91]).
6 Véase El caso Vogt: el combate de los revolucionarios contra la calumnia I [92] y El caso Vogt: el combate de los revolucionarios contra la calumnia II [93].
7 Véase Lassalle y Schweitzer: la lucha contra los aventureros políticos en el movimiento obrero [94]
8 Véase la nota 5.
9 Véase El aventurero Gaizka tiene los defensores que se merece: los matones del GIGC. [95] Febrero 2021
10 Ver Gaizka y la TCI. ¿debe denunciarse públicamente a un aventurero?, [96], en francés
11 Ver La pseudo "crítica" del GIGC a la plataforma de la CCI - Una farsa de análisis para desacreditar a la CCI y a su filiación política (la Izquierda Comunista). [97]
12 Ver Toma de posición sobre la plataforma de la Corriente Comunista Internacional [98], en “Revolución o Guerra” n° 18, mayo de 2021.
13 La plataforma de la CCI no se limita a invocar "la mera imposibilidad de reforma en la decadencia" para justificar que el parlamento ya no podía ser utilizado por el proletariado. En efecto, lo que dice es que: «La única función que [el parlamento] puede asumir, y que explica su pervivencia, es una función de mistificación. A partir de ese momento, se acaba toda posibilidad de que el proletariado lo utilice de alguna manera. En efecto ya no puede conseguir reformas que se han vuelto imposibles a través de un órgano que ha perdido toda función política efectiva. En un momento en que su tarea fundamental consiste en la destrucción de todas las instituciones del Estado burgués y, por tanto, del Parlamento; en que debe establecer su propia dictadura sobre las ruinas del sufragio universal y otros vestigios de la sociedad burguesa, su participación en las instituciones parlamentarias y electorales conduce, sean las que sean las intenciones de quienes la preconizan, a insuflar una apariencia de vida a estas instituciones moribundas» (punto 8 de la Plataforma de la CCI. La mistificación parlamentaria y electoral).
14 Ver El callejón sin salida político de la Corriente Comunista Internacional [85] (23 de septiembre) “Revolución o Guerra” n° 25, rúbrica "Lucha contra el oportunismo".
15 Informe sobre el papel de la CCI como "Fracción [99]", Revista Internacional 156.
16 En el mencionado artículo El callejón sin salida político de la Corriente Comunista Internacional [85] (23 de septiembre).
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Desde finales de 2023 soplan vientos de tensiones bélicas en América del Sur. Venezuela y Guyana asumen medidas en el plano diplomático y militar, debido a la disputa que mantienen durante años por el territorio del Esequiboi.
Aunque el conflicto por ahora se mantiene en “hibernación”, se desarrolla en un contexto mundial propicio a que pueda estallar y escalar a una confrontación mayor. En efecto, a partir de la segunda década del siglo XXI, vemos cómo se han iniciado nuevas guerras y conflictos armados en el mundo: la guerra de Ucrania, que ya entra en su tercer año; la guerra en Gaza entre Israel y Hamas iniciada hace casi 6 meses, que se prolonga y acentúa las confrontaciones armadas en varios países del Medio Oriente; la acentuación de conflictos en el norte de África y la región Subsahariana, etc.
En estos conflictos intervienen grandes potencias, como EE. UU., Rusia, también China, mediante su política de “pacificación” y la “diplomacia del crédito”. De igual manera intervienen países o potencias de segundo orden, como es el caso de países de Europa Occidental (Medio Oriente, África) o Irán con una presencia importante en varios países del Medio Oriente. Cada uno de los países que participa en los conflictos, obviamente incluyendo los países directamente en guerra, interviene en busca de su propio beneficio, principalmente, geopolítico. Esta situación es debido a que, después del derrumbe del bloque ruso en 1989, y el consecuente debilitamiento de EE. UU. como gendarme del mundo, se ha desarrollado un mundo “multipolar”, en el que países de segundo o tercer orden en el plano económico y militar, desarrollan sus propios intereses imperialistas.
En ese sentido, reafirmamos lo que decimos con respecto al conflicto en el Medio Oriente: “El conflicto actual no tiene nada que ver con la vieja “lógica” del enfrentamiento entre la URSS y EE. UU. Al igual que lo que pasa con la actual guerra de Ucrania, esta guerra en Medio Oriente es un paso más en la dinámica del capitalismo mundial hacia el caos, la proliferación de convulsiones incontrolables y la generalización de conflictos cada vez más numerosos…”ii. Por ello el actual escenario de guerras y conflictos armados entre naciones confirman el análisis que Rosa Luxemburgo expusiera en 1916: “La política imperialista no es propia de un país o de un grupo de países. Es el producto de la evolución mundial del capitalismo en un momento dado de su maduración. Es un fenómeno internacional por naturaleza, un todo inseparable que no puede entenderse más que en sus relaciones recíprocas y que ningún Estado puede evitar”iii.
Otra de las macabras características de las guerras de esta década, además de su irracionalidad, es su carácter de “tierra arrasada” con destrucción y muerte por doquier. Lo observamos en la guerra de Ucrania y en la guerra de Gaza. Por ello, afirmamos que estas confrontaciones bélicas, junto con la crisis económica, ecológica, crean un efecto “torbellino” que ocasiona “el riesgo de desestabilizar regiones cada vez más extensas del planeta, con penurias, hambrunas, millones de desplazados, aumento del riesgo de atentados, enfrentamientos entre comunidades...la guerra en Gaza como en Ucrania muestran que la burguesía no tiene solución para la guerra. La burguesía se ha vuelto totalmente impotente para controlar la espiral de caos y barbarie a la que el capitalismo está arrastrando a toda la humanidad”.iv
El conflicto entre Venezuela y Guyana contiene los elementos potenciales para el desarrollo de una confrontación mayor. El régimen de Nicolás Maduro, a través de la convocatoria de un Referéndum ha llamado a la unión patriótica por la reclamación del territorio del Esequibo, haciendo referencia a cómo ha sido usurpada históricamente Venezuela, primero por el Imperio Británico y luego por el imperialismo norteamericano. El Referéndum ha servido de base para crear una legislación sobre la zona en disputa: un nuevo mapa de Venezuela con el territorio anexionado, el nombramiento de una autoridad de Estado para la región y la movilización de la Fuerza Armada Nacional Bolivariana (FANB) hacia la frontera con Guyana. Por su parte el gobierno de Guyana no se queda de brazos cruzados: el presidente Irfaan Alí iza banderas en la zona, reparte ayudas económicas a la población abandonada por años; y, declara que no sucumbirán a las artimañas de Maduro y que defenderán su país por cualquier medio.
Ambos países, cada uno con los medios a su alcance, desarrollan su propia política imperialista. En el caso de Venezuela, Chávez desarrolló una política imperialista hacia la región, utilizando la venta de petróleo barato como artillería; inclusive, retando a los propios EE. UU. Así mismo, estableció alianzas en el plano económico, político y militar con potencias y países enemigos de EE. UU.: China, quien le ha brindado un importante apoyo en el plano económico, sustentado en el suministro de petróleo; Rusia, como suplidor de armamentos, con una presencia militar en el país; Irán, junto con los movimientos radicales del Medio Oriente como Hamas y Hezbolá; Cuba, quien tiene una presencia militar y de inteligencia en el país; con sectores de las guerrillas izquierdistas de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) y el Ejército de Liberación Nacional (ELN) de Colombia, quienes actúan abiertamente en territorio venezolano. Este espectro de fuerzas “anti imperialistas” las estableció el chavismo con el objetivo de desarrollar una “guerra asimétrica”, previendo una confrontación abierta con EE. UU. Hoy, el gobierno de Maduro se propone abiertamente la anexión del territorio del Esequibo en disputa.
Por su parte Guyana, quien juega a ser el país más débil, ha avanzado en la explotación de los recursos petroleros de la zona en litigio, estableciendo alianzas en el plano económico y militar con EE. UU. y países europeos que explotan dichos recursos; así mismo, con China en el plano económico, a través de consorcios de ese país que también explotan los recursos de la zona en disputa.
Una muestra de la posible escalada de las tensiones en la región, luego de conocida la decisión del gobierno venezolano de anexar la zona del Esequibo en reclamación se produce cuando el Secretario de Estado de EE.UU. Antony Blinken, aseguró el “apoyo incondicional” de Washington al gobierno de Guyana e inmediatamente tropas del Comando Sur iniciaron ejercicios con las fuerzas militares de Guyana, con la posibilidad de tener una presencia permanente en este país. Luego, a inicios de este año, arribó a las costas de Guyana el buque militar británico HMS Trent, con el fin de realizar también maniobras militares con las fuerzas armadas de su socio de la Commonwealth. Los gobiernos del Caribe agrupados en el CARICOMv le han dado su apoyo a Guyana, aun teniendo acuerdos con el gobierno venezolano para el suministro de petróleo.
Por otra parte, Lula intervino colocando a Brasil como “mediador” en el conflicto, declarando que "No queremos guerras ni conflictos, necesitamos construir paz”. Sin embargo, ordena el despliegue de un contingente militar en el estado brasileño de Roraima, en la frontera con Guyana y Venezuela. De esta manera, no solo intenta mantener su estatus de potencia imperialista regional, sino que se sirve de la alianza con el chavismo, la cual ha utilizado en su confrontación contra los EE. UU. desde que asumió su primer gobierno. Por su parte, Cuba y Colombia no se pronuncian sobre el conflicto, pues, el colocarse en contra de Maduro, podría tener repercusiones negativas para el régimen cubano debido a los acuerdos económicos y militares que existen entre los dos países; y en el caso de Colombia, se podrían afectar los acuerdos establecidos con el gobierno de izquierda de Gustavo Petro, es decir, puros cálculos geopolíticos de naturaleza imperialista.
El régimen de Maduro está sometido a una fuerte presión, a nivel interno, debido al avance de los sectores de oposición, a nivel internacional, principalmente debido a las sanciones impuestas por EE. UU. y la Unión Europea. Por este motivo, no es descartable que la cúpula chavista se lance a la aventura de una acción bélica contra Guyana; lo que abriría otro frente de guerra para EE. UU., esta vez en su propio “patio trasero”.
Ante este conflicto, el proletariado y el conjunto de la población en Venezuela y Guyana se topan con una situación inédita: la posibilidad de que sean arrastrados a una guerra, que no sólo tendría repercusiones en estos países, sino a nivel regional.
Como en toda situación de conflicto entre naciones, los gobiernos de turno convocan a los trabajadores y las masas explotadas a apoyar y movilizarse contra el gobierno contrario, acusándolo como el agresor. Los trabajadores de Guyana y Venezuela deben rechazar participar en estas campañas, que solo benefician a los gobiernos que los explotan y los someten a la miseria. Lo mismo deben hacer los trabajadores de la región, ya que de desencadenarse un conflicto serán llamados a apoyar a uno u otro bando.
El rechazo no solo debe ser contra los llamados de los dirigentes y partidos de los gobiernos respectivos, sino también contra los opositores a esos gobiernos. Todos ellos quieren llevar a las masas trabajadoras y explotadas como carne de cañón a un conflicto que no es de su incumbencia, sino del interés de la clase dominante de las naciones en pugna. En el caso de Venezuela, se deben rechazar los llamados de Maduro y dirigentes del PSUVvi a la "unidad nacional en defensa de la patria". También a los llamados de los partidos de oposición al chavismo, tanto en el país como en el exilio, a “la defensa de Venezuela y nuestro territorio”. En el caso de Guyana igualmente, los trabajadores y explotados de ese país deben oponerse a los llamados de defensa de la patria, que les hace el gobierno de Irfaan Alí y toda la clase dominante guyanesa.
Más importante aún es el rechazo a los llamados y consignas de otros partidos y grupos de la izquierda del capital, tales como el Partido Comunista de Venezuela (PCV), así como los grupos y organizaciones trotskistas. El PCV critica al gobierno de Maduro por llevar al país hacia “una derrota estratégica de las legítimas aspiraciones de Venezuela sobre el territorio Esequibo y un avance en el posicionamiento de los capitales transnacionales y los intereses de las potencias imperialistas en la región”vii. Los trotskistas, como la Liga de Trabajadores por el Socialismo, hacen lo propio pues “Ha sido este gobierno el que lleva adelante una política que facilita brutalmente el saqueo de nuestros recursos y que es una verdadera humillación y subordinación del país ante los capitales extranjeros”viii. Dicen defender posiciones internacionalistas, pero vemos como unos y otros se presentan como los mejores defensores de los intereses de cada capital nacional; tanto unos como otros desde la II Guerra Mundial movilizaron a los trabajadores como carne de cañón, defendieron el campo del imperialismo democrático y del estalinismo contra los imperialistas fascistas y, durante la Guerra Fría, han convocado a los trabajadores a apoyar y luchar a favor de los países bajo la órbita de la ex URSS. Chavistas, estalinistas y trotskistas son de la misma estirpe, todos son defensores del sistema capitalista.
La exacerbación de las tensiones entre Venezuela y Guyana representa un peligro real para el proletariado de estos países y de toda América Latina. De estallar un conflicto, habrá una mayor desestabilización en la región, con su secuela de penurias, hambrunas, millones de desplazados que se sumarán a los 8 millones de venezolanos que han emigrado debido a la crisis económica y la exacerbación de las tensiones entre Venezuela y EE. UU. desde la presidencia de Obama. En ese sentido, la región ya padece desde hace años los efectos de la crisis económica y de la descomposición del sistema capitalista en todos los órdenes: político, económico, social y ambiental.
Toda lucha que se ubique en el campo de defensa de un Estado solo puede significar la derrota política del proletariado como hoy ocurre en Ucrania y Rusia, como también en Gaza e Israel; es decir, proletarios entrampados en la defensa de la patria. Ante este panorama de vientos de guerra, el proletariado deberá hacer suya la consigna de las organizaciones revolucionarias de ayer y de hoy: “El proletariado no tiene patria”.
LB 29/3/24
i Esequibo es el nombre del río que recorre de norte a sur el territorio de Guyana, país ubicado al norte del subcontinente de Sur América, fronterizo con Venezuela hacia el Oeste y con Brasil hacia el sur. Venezuela reclama como suyo el territorio ubicado al oeste del río Esequibo, el cual abarca las tres cuartas partes del territorio de Guyana, al que llama Guayana Esequiba.
ii Después de Ucrania, el Oriente Medio... El capitalismo solo tiene un futuro: ¡la barbarie y el caos! [102]
iii “La crisis de la socialdemocracia”, conocido también como “Folleto de Junius” Rosa Luxemburgo.
iv Idem.
v La Comunidad del Caribe.
vi Partido Socialista Unido de Venezuela, fundado por el chavismo.
vii https://www.aporrea.org/actualidad/n388252.html#google_vignette [103]
viii https://www.laizquierdadiario.com.ve/Unidad-de-los-trabajadores-y-pueblos-de-Venezuela-y-Guyana-no-a-la-confrontacion-tras-intereses-que [104]
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La violencia organizada en Oriente Medio ha suscitado una profunda indignación en todo el mundo. Primero, el ataque terrorista de Hamás el 7 de octubre, que mató a 1.200 personas e hirió a 2.700 ciudadanos israelíes, y luego la actual masacre masiva de la población en la Franja de Gaza por parte de las Fuerzas de Defensa de Israel (FDI). Las organizaciones revolucionarias tienen el deber de denunciar esta barbarie imperialista como lo han hecho a lo largo de la historia del movimiento obrero, empezando por el “Manifiesto a los trabajadores de todas las naciones” de los miembros de París de la Internacional: “La guerra por una cuestión de preponderancia o una dinastía no puede ser, a los ojos de los trabajadores, más que un absurdo criminal”1.
De acuerdo con esta responsabilidad, grupos como la Tendencia Comunista Internacionalista, Voz Internacionalista o Perspectiva Comunista Internacionalista en Corea, cumplieron con este requisito mínimo ya que han defendido en sus artículos una clara posición internacionalista sobre la guerra en Medio Oriente.
- “La clase trabajadora debe negarse a ser reclutada en las guerras de la clase dominante y luchar contra los explotadores de ambos bandos. Sólo hay un camino para la clase trabajadora israelí y palestina (…) la lucha más allá de las naciones y las fronteras por intereses comunes de la clase trabajadora. Sólo una lucha de clases internacional para derrocar el sistema capitalista puede poner fin a la matanza y las guerras”2.
- “Sólo la lucha de clases de los trabajadores puede ofrecer una alternativa a la brutalidad del capitalismo, porque el proletariado no tiene un país que defender, y su lucha debe cruzar las fronteras nacionales y desarrollarse a una| escala internacional”3.
- “Todos los capitalistas son enemigos igualmente mortales de la clase trabajadora, quienes no deberían derramar una gota de sangre por quienes los explotan y mucho menos por sus objetivos nacional-imperialistas. (…) El argumento fundamental de la unidad de clase de todos los sectores de la clase trabajadora -contra la burguesía, sus estados, sus alineamientos imperialistas-independientemente del origen “nacional” de sus partes constituyentes, es aún más válido”4.
En el caso de los diferentes grupos bordiguistas, la situación tiene más matices. Como parte del medio revolucionario, su posición es fundamentalmente internacionalista en la medida en que denuncian la masacre imperialista y rechazan cualquier apoyo a cualquiera de los campos opuestos. Sin embargo, a pesar de las ruidosas proclamas de su compromiso internacionalista, su defensa concreta del internacionalismo no es inequívoca. Para algunos, al apoyar la lucha contra la "opresión nacional" de los proletarios y las masas palestinas, para otros, al defender la idea de que estas masacres generarán un desarrollo de las luchas obreras en la región y en todo el mundo, estos grupos revelan ambigüedades peligrosas sobre cómo promover y defender el internacionalismo proletario en el actual período del capitalismo en descomposición.
Detrás de su declaración de solidaridad con los proletarios palestinos, el PCI/Le Prolétaire-Programme Comunista esconde un llamamiento a la lucha contra la opresión nacional de los palestinos: “Palestina: un proletariado y un pueblo condenados a ser masacrados. Israel: un Estado nacido de la opresión del pueblo palestino y un proletariado judío prisionero de los beneficios inmediatos de esa opresión y cómplice de ella”5. Así, mientras los revolucionarios internacionalistas deberían denunciar la espiral de enfrentamientos imperialistas entre burguesías, en la que se ven arrastradas las diferentes fracciones del proletariado de Oriente Medio, y promover el rechazo por parte de los trabajadores de cualquier movimiento de "liberación nacional" porque "los proletarios no tienen Patria", el PCI/Le Prolétaire-Programme Comunista tiende a llamar, en primer lugar, a una lucha para poner fin a "la opresión de Israel sobre los palestinos en Gaza y Cisjordania", lo que, en segundo lugar, excluye cualquier solidaridad con la clase obrera en Israel que “es prisionera de los beneficios inmediatos de esa opresión y cómplice de ella”.
Otro grupo, el PCI/Il Partito Comunista-El Partido Comunista, parece defender posiciones internacionalistas convincentes cuando escribe: “Debemos decirles a los proletarios palestinos que no se dejen engañar por su burguesía (…) para que se inmolen como carne de cañón en guerras contrarias a sus intereses”. Pero en la siguiente frase añade: “Debemos decirles a los proletarios judíos israelíes que luchen contra su burguesía y contra la opresión nacional de sus hermanos de clase palestinos”6. Por lo tanto, no pide aquí la solidaridad internacional de todos los proletarios contra la guerra imperialista, sino que insta a los proletarios israelíes a apoyar la lucha de los trabajadores palestinos contra la opresión nacional.
Finalmente, el PCI/Il Programma Comunista-Cahiers Communities reconoce el agotamiento de los movimientos “revolucionarios nacionales” anticoloniales y plantea así la perspectiva de que “en esta terrible situación, el proletariado de Oriente Medio (…) podrá encontrar la fuerza para escapar de las ataduras del oportunismo que lo aprisiona. Esperamos que, como en las grandes batallas del pasado, pueda reunir a los mejores luchadores para su causa, que pueda hacer de la derrota inevitable de hoy el punto de partida de un futuro rico en victorias”7. En otras palabras, propagan la falsa perspectiva según la cual el proletariado de Oriente Medio, por sí solo, movilizado como está tras las mistificaciones religiosas y nacionalistas y aplastado por las masacres imperialistas, podrá aprender las lecciones de las derrotas y situarse en la base del resurgimiento de las luchas que se renuevan "con las grandes batallas del pasado" (uno no puede dejar de preguntarse qué batallas; ¿quizás los llamados "movimientos nacional-revolucionarios" de los años 60 y 70 en los que la clase obrera de Oriente Medio fue movilizada detrás de varias facciones nacionales?)
Incluso si estas organizaciones no apoyan abiertamente a un campo imperialista –ni a la burguesía palestina en Cisjordania ni a la de la Franja de Gaza–, dejan la puerta entreabierta para apoyar la lucha de las “masas” y el “pueblo” palestinos contra su “opresión nacional”, lo que sólo podría exacerbar el abismo entre la clase trabajadora en Israel y la de los países árabes. Estos deslizamientos hacia las llamadas perspectivas “nacionalistas-revolucionarias” constituyen una amenaza a la postura internacionalista de estas organizaciones.
El internacionalismo proletario es una frontera de clases que, frente a la guerra imperialista, separa a la clase trabajadora de la burguesía. Es un principio que debemos defender con uñas y dientes en cada momento de nuestras actividades: en las intervenciones, en las luchas obreras, en las reuniones públicas, en la correspondencia y en nuestra prensa. En este sentido respaldamos las palabras de Lenin de que “hay uno, y sólo un tipo de internacionalismo real, y es: trabajar de todo corazón por el desarrollo del movimiento revolucionario y la lucha revolucionaria en el propio país, y apoyar (mediante propaganda, simpatía y ayuda material) esta lucha, ésta y sólo esta línea, en todos los países sin excepción. Todo lo demás es engaño…”8. Los bolcheviques a menudo estuvieron solos en su crítica de las posiciones oportunistas sobre la cuestión de la guerra, pero esto fue una parte indispensable de su trabajo para construir el partido mundial. Tal lucha teórica fue y es esencial para profundizar todas las consecuencias de una posición internacionalista y para demarcar a los revolucionarios de los enemigos de la clase trabajadora, particularmente los socialchovinistas.
En el período de decadencia del capitalismo, un período en el que las relaciones de producción establecidas por el modo de producción capitalista se han transformado en un obstáculo cada vez más pesado para el desarrollo de las fuerzas productivas, la burguesía ya no tiene un papel progresista que desempeñar en el desarrollo de la sociedad. Hoy, la creación de una nueva nación, la constitución jurídica de un nuevo país, no permite ningún avance real en un desarrollo que aún los países más antiguos y poderosos son incapaces de asumir. En un mundo dominado por los enfrentamientos imperialistas, cualquier lucha por la "liberación nacional", lejos de constituir una dinámica progresista, constituye en realidad un momento de los enfrentamientos imperialistas, en el que los proletarios y campesinos enrolados, voluntariamente o por la fuerza, sólo participan como carne de cañón.
Los movimientos de “liberación nacional”, que marcaron especialmente los años 1960 y 1970, demostraron claramente que la sustitución de los colonizadores por una burguesía nacional no representó en modo alguno un progreso para el proletariado, sino que, por el contrario, lo condujo a innumerables conflictos entre intereses imperialistas en el que se masacró a trabajadores y campesinos. Pero el marco obsoleto de los grupos bordiguistas les impide comprender los verdaderos riesgos a los que se enfrenta el proletariado internacional, y sus sectores en Israel/Palestina, confrontado al infierno imperialista de Gaza.
El grupo Le Prolétaire-Programme Comunista continúa analizando la cuestión palestina en el marco de “el espíritu y el impulso independentista 'nacional-revolucionario' que caracterizó las luchas contra la opresión nacional en Argelia, el Congo y, más tarde, Angola y Mozambique, y que había caracterizado durante mucho tiempo la revuelta espontánea del proletariado palestino”9. El drama y el desafío del “movimiento de liberación” palestino es, para Le Prolétaire-Programme Comunista, que “el gigantesco potencial de clase representado por el proletariado palestino y las masas proletarias, si bien se manifestó a través de su lucha armada e indomable en Palestina, Líbano, Siria y Jordania, no expresó un programa político autónomo, basado en clases, capaz de guiar el movimiento nacional"10. Así, este grupo todavía pide un "movimiento de liberación" palestino, mientras que los revolucionarios, por el contrario, deben defender la posición de que hoy todos los estados, todas las burguesías son imperialistas y que los proletarios de ninguna manera deben apoyar los movimientos contra la opresión nacional.
Il Partito Comunista: El Partido Comunista comparte fundamentalmente el mismo marco, ya que formula la crítica de que esta guerra no es una verdadera “lucha de liberación nacional” de los palestinos, porque tal lucha “no habría expuesto al pueblo de Gaza con tal cinismo a la atroz venganza de Israel”11. Mientras que los revolucionarios deben llamar a rechazar todo apoyo a objetivos nacionalistas, este grupo insiste en ganar apoyo para la lucha contra la opresión nacional entre la clase trabajadora israelí y lamenta cínicamente que la masacre de Hamas la haya hecho imposible: “Además, la lucha contra la la odiosa opresión nacional impuesta a los palestinos podría haber ganado apoyo incluso entre los israelíes, principalmente entre la clase trabajadora, si no se hubiera colocado en el plano de la masacre de civiles, en cumplimiento del programa deliberado de matar judíos dondequiera que estén, llevado a cabo por el oscurantista Hamás"12.
Por su parte, Il Programma Comunista-Cahiers Communities reconoce el agotamiento de los movimientos anticoloniales desde mediados de los años 1970 y enfatiza que “las ‘cuestiones nacionales’ no resueltas [se han] convertido en cánceres contrarrevolucionarios”13. Sin embargo, la imposibilidad de movimientos revolucionarios nacionales hoy lleva a este grupo a argumentar que este contexto de destrucción imperialista total y caos bárbaro constituye un terreno fértil para el desarrollo de un movimiento proletario amplio: “Lo que más alarmará a los gobiernos, si el baño de sangre continúa, serán las declaraciones masivas de solidaridad de las capitales árabes (…) y de los numerosos bastiones capitalistas (donde el proletariado árabe y, en particular, el palestino, ha vivido durante décadas)”. Ciertamente, la burguesía local, en alianza con los diversos líderes religiosos y nacionalistas, explotará las divisiones religiosas y nacionalistas “para evitar el contagio de clases. Los gobiernos burgueses harán todo lo que puedan para romper el vínculo instintivo con los proletarios lejanos masacrados por fuerzas tan poderosas: este vínculo también tiene su papel material en la lucha, mientras la tormenta del "plomo fundido" golpea hogares y cuerpos. Y así, confiamos en que este vínculo instintivo con las masas proletarias inmigrantes en las ciudades imperialistas logrará encontrar el camino hacia una implacable lucha de clases”14. En resumen, como ya sugiere el título de su artículo15, su perspectiva es que la reacción proletaria surgirá de los baños de sangre de las confrontaciones imperialistas y de las mismas partes del proletariado mundial que están atrapadas en los “cánceres contrarrevolucionarios” de la liberación nacional y masacradas por los diferentes imperialismos en el Medio Oriente. Pero, a diferencia de lo que ocurrió durante la Primera Guerra Mundial, en el actual período de descomposición del capitalismo, es la extensión de la lucha del proletariado mundial contra los ataques provocados por la crisis económica y la expansión del militarismo lo que ofrecerá una perspectiva para los proletarios de Medio Oriente.
Desde la Primera Guerra Mundial, una lucha “nacional-revolucionaria” nunca ha constituido una perspectiva para la lucha revolucionaria del proletariado que pudiera constituir el punto de partida para una genuina reacción proletaria. El marco obsoleto de estos grupos bordiguistas les impide comprender lo que está en juego actualmente en Oriente Medio y les lleva a desarrollar posiciones ambiguas, abriendo las puertas a deslizamientos oportunistas.
La guerra en Gaza no es, como afirma Il Programma Comunista-Cahiers communistes, “la enésima ola de matanzas”, presumiblemente seguida de un nuevo período de estabilidad y paz. Por el contrario, esta guerra representa un nuevo paso significativo en la aceleración del caos en la región y más allá. “La magnitud de los asesinatos indica que la barbarie ha alcanzado un nuevo nivel. (…) ¡Ambos bandos se revuelcan en la más espantosa e irracional furia asesina!”16. Estamos ante la máxima expresión de barbarie, una lucha sangrienta hasta que no queden más que ruinas en una región que se ha vuelto completamente inhabitable. La guerra en Ucrania ya era una nueva etapa en el agravamiento de los enfrentamientos imperialistas. La guerra en Gaza va un paso más allá. Incluso aunque esto no conducirá al estallido de una guerra mundial, la acumulación y los efectos combinados de todas estas guerras pueden tener consecuencias similares o incluso peores para la vida en el planeta. Pero los grupos bordiguistas expresan una fuerte tendencia a subestimar lo que está en juego en la situación actual, lo que lleva a conclusiones y orientaciones erróneas. Su incapacidad para comprender los peligros reales que encierra la situación actual se muestra claramente en el hecho de que estas organizaciones trivializan la gravedad histórica y el impacto de la guerra en Gaza17. Por un lado, las posiciones de Le Prolétaire-Programme Comunista sostienen que las condiciones actuales todavía permiten al proletariado palestino luchar por sus propios intereses contra las burguesías israelí y palestina. Por otro lado, Il Partito Comunista-El Partido Comunista ha puesto su mirada en la guerra mundial, que es “una necesidad económica ineludible”, ya que el capitalismo “sólo puede sobrevivir destruyendo. Por eso necesita la guerra general”18.
Lo que en realidad hemos visto en los últimos tres años no es una preparación hacia una guerra mundial, sino una situación que se ha acelerado en todo el mundo a través de una acumulación de crisis: pandémica, ecológica, alimentaria, de refugiados y económica. Incluso si algunos de estos grupos han reconocido esta acumulación de crisis, ninguno entiende que estas crisis no son casos separados, sino parte del mismo proceso de descomposición del mundo capitalista, cada uno de los cuales refuerza los efectos del otro. En este proceso de putrefacción, la guerra se ha convertido en el factor central, el verdadero catalizador, que agrava todas las demás crisis. Agrava la crisis económica global, hunde a sectores enteros de la población mundial en la barbarie; conduce al desempleo y a la miseria social en los países capitalistas más fuertes, y aumenta los efectos destructivos del peligro ecológico. Por lo tanto, es un error considerar la actual guerra en Gaza como una enésima masacre en Oriente Medio a la que puede seguir un período de calma o de reconstrucción en cualquier forma19.
Frente a esta guerra, los distintos PCI muestran su total incapacidad para comprender lo que está en juego en los actuales enfrentamientos imperialistas. La ausencia de un marco adecuado, el de la decadencia y descomposición del capitalismo, lleva a todas las organizaciones bordiguistas a aferrarse a un concepto obsoleto, incapaz de explicar todas las dinámicas de la situación actual y abrir la puerta a graves deslizamientos oportunistas.
D&R 22 de febrero de 2024
1 Réveil del 12 de julio de 1870, citado en La guerra civil en Francia, K. Marx.
2 “¡Contra la carnicería en Medio Oriente, más allá del nacionalismo la guerra de clases contra la clase dominante!”; Perspectiva Comunista Internacionalista en Corea
3 “La guerra de propaganda, propaganda de guerra”, Voz Internacionalista
4 “La última carnicería en el Medio Oriente es parte de la marcha hacia la guerra generalizada”, Tendencia Comunista Internacionalista
5 “Los actos terroristas de hoy de Hamas, como los actos de ayer de Fatah u otros…”, Le Prolétaire
6 “Guerra en Gaza”, Il Partito Comunista
7 “Israel y Palestina: terrorismo de Estado y derrotismo proletario”, The Internationalist, 29.12.2023
8 Lenin, Las tareas del proletariado en nuestra revolución, Capítulo 10
9 “Toma de posición del PCI/ Le prolétaire del 4 enero 2024”, https://www.pcint.org/ [108]
10 Ídem.
11 “El proletariado de Gaza aplastado en una guerra entre imperialismos mundiales”, El Partido Comunista 56, febrero-marzo de 2024, https://www.international-communist-party.org/English/TheCPart/TCP_056.htm [109].
12 Ídem.
13 “Israel y Palestina: terrorismo de Estado y derrotismo proletario”, The Internationalist, 29.12.2023
14 “Israel y Palestina: terrorismo de Estado y derrotismo proletario”, The Internationalist, 29.12.2023
15 “Israel y Palestina: terrorismo de Estado y derrotismo proletario” (Ídem). Sobre la inaplicabilidad de la perspectiva del derrotismo revolucionario en la situación actual, léase “Militarismo y descomposición (mayo de 2022), Revista Internacional 168.
16 ¡Ni Israel ni Palestina! ¡Los trabajadores no tienen patria!, CCI
17 El ICP/Il Programma Comunista-Cahiers Communities ha vuelto a publicar un artículo sobre la guerra en Gaza en 2009, elección que fue justificada por este grupo con las palabras que “esencialmente nada ha cambiado, excepto el aumento exponencial de la potencia de fuego desatada en la Franja de Gaza” por el Estado de Israel.
18 “Un Primero de Mayo contra la Guerra. A los trabajadores de todos los países”, Il Partito Comunista
19 La subestimación se expresa también, por ejemplo, en las pocas actividades públicas de estos grupos al comienzo de esta guerra: el PCI/Le Prolétaire-Programme Comunista ha publicado sólo dos artículos, el PCI/Il Partito Comunista-El Partido Comunista dos artículos y una reunión pública, el PCI/Il Programma Comunista-Cahiers comunista dos artículos y una reunión pública.
Tras dos años de conflicto en Ucrania, con la rivalidad entre China y Estados Unidos como telón de fondo, y con el riesgo de que la guerra se extienda a Oriente Próximo, crece el temor a un nuevo conflicto mundial.
¿Están dadas las condiciones para un conflicto de este tipo? ¿Estamos asistiendo a la formación de nuevos bloques imperialistas? ¿Está dispuesto el proletariado a dejarse envolver masivamente en un conflicto mundial?
Para debatir estas cuestiones, la CCI organiza reuniones públicas allí donde está presente, tanto en Francia como en cualquier otra parte del mundo. Estas reuniones están abiertas a todos aquellos que deseen reunirse y debatir con la CCI. Invitamos cordialmente a todos nuestros lectores, contactos y simpatizantes a participar en el debate.
Escríbenos señalando tu deseo de participar, o cualquier comentario que quieras hacer , al mail de bajo y te enviaremos el link de conexión
La reunión es virtual y la haremos el sábado 20 de abril a las 19:00
Corriente Comunista Internacional
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El Estado hace llover recortes presupuestarios y ataques contra los trabajadores, a los desempleados, a las prestaciones sociales mínimas, a los pensionistas... los despidos masivos se multiplican. Tanto en el sector público como en el privado, los recursos faltan en todas partes. Los servicios públicos son totalmente inadecuados, la escasez de medicamentos, e incluso de alimentos, se ha convertido en algo habitual. Millones de familias, incluso aquellas que todavía tienen la “suerte” de tener trabajos estables, ya no pueden llegar a fin de mes. Los precios de los alimentos, la calefacción, la vivienda y la gasolina, así como las facturas del gas y la electricidad se están disparando. A la menor distribución de alimentos, las colas se alargan drásticamente. Los más pobres incluso se ven obligados a saltarse comidas ¿Qué imagen podría ser más aterradora y explícita que la de niños muertos de frío en las calles de las principales capitales europeas, en el corazón de las economías más poderosas del mundo? En cuatro años, los acontecimientos dramáticos se han sucedido a un ritmo frenético: covid, guerra en Ucrania, masacre en Gaza, desastres climáticos... Este torbellino de catástrofes no ha hecho más que profundizar la crisis y alimentar aún más el caos mundial1. El futuro que nos depara el capitalismo no podría ser más claro: el desarrollo de la crisis económica está acelerando enormemente las amenazas a la humanidad que podrían conducir a su destrucción misma. ¡Pero la crisis es también el crisol del combate de la clase obrera!
Frente a tales desafíos y al inexorable y aterrador hundimiento de la sociedad, la clase obrera no se ha resignado a aceptar la miseria. Desde hace casi dos años, a pesar de las guerras y de la propaganda machacona belicista, la clase trabajadora ha estado luchando en todas partes masivamente. En muchos países, las luchas a menudo se describen como “históricas” por el número de huelguistas y manifestantes, pero también por la determinación de los trabajadores de luchar por su dignidad y sus condiciones de vida. Es una verdadera ruptura después de décadas de resignación2
Ya en el verano de 2022, el proletariado británico se levantó contra la crisis, mes tras mes, los trabajadores se declararon en huelga y salieron a las calles, exigiendo mejores salarios y condiciones de trabajo más dignas. ¡Algo jamás visto en tres décadas! A principios de 2023, mientras las huelgas se multiplicaban en todo el mundo, el proletariado en Francia se movilizó masivamente contra la reforma de las pensiones. Millones de personas entusiastas salieron a las calles con un fuerte deseo de luchar juntos, todos los sectores y todas las generaciones unidas. Tras las vacaciones escolares, los trabajadores en los Estados Unidos participaron en una de las huelgas más masivas en la historia de este país, particularmente en el sector automotriz, seguida de un movimiento del sector público también descrito como histórico en Quebec (Canadá).
Recientemente, en un país presentado como un “modelo social”, los trabajadores de las fábricas de Tesla en Suecia se declararon en huelga, seguidos de manifestaciones de solidaridad de los trabajadores postales que bloquearon todo el correo destinado a los talleres de la empresa del bufón multimillonario, Elon Musk. A su vez, los estibadores bloquearon cuatro puertos y los electricistas se negaron a realizar trabajos de mantenimiento en las estaciones de carga de vehículos eléctricos.
En Irlanda del Norte, en enero, la mayor huelga de trabajadores de la historia de la región también reunió a cientos de miles de trabajadores, principalmente los del sector público, reclamando el pago de sus salarios.
Incluso hoy, mientras la guerra continúa arrasando en Ucrania y Gaza, las huelgas y las protestas de los trabajadores se multiplican en todo el mundo, especialmente en Europa.
En Alemania, la mayor economía de Europa, los ferroviarios lanzaron a finales de enero una huelga masiva “récord” de una semana. Esta es la última de una larga serie de huelgas contra el aumento de las horas de trabajo y por salarios más altos. En los próximos meses, la red ferroviaria podría verse afectada por huelgas indefinidas. En el país del “diálogo social”, las huelgas se multiplican desde hace meses en muchos sectores: huelgas en la industria siderúrgica, en la administración pública, en el transporte, en el sector de la salud, en la recogida de basura, etc. El 30 de enero tuvo lugar en Hannover una concentración nacional de 5 000 médicos. El 1 de febrero, 11 aeropuertos de todo el país se vieron afectados por una huelga del personal de seguridad, mientras que 90 000 conductores de autobuses, tranvías y metro dejaron de trabajar. 10 000 trabajadores del comercio minorista también se declararon en huelga a mediados de febrero. El personal de tierra de Lufthansa fue convocado a la huelga el 20 de febrero...
Este movimiento huelguístico, por su magnitud, su masividad y su duración, también es inédito en un país conocido por las enormes trabas administrativas erigidas frente a cada movimiento social y el corsé de hierro sindical que ha permitido durante mucho tiempo a la burguesía acumular planes de aausteridad y “reformas” sin que la clase obrera reaccionara realmente. A pesar de las dificultades para salir de la camisa de fuerza corporativista y movilizarse “todos juntos”, las luchas en Alemania son de inmensa importancia y significado simbólico. Se expresan en el corazón de un gran pulmón industrial, en el país que fue epicentro de la oleada revolucionaria de los años 20 y actor trágico de un largo período de contrarrevolución. El movimiento actual es claramente parte del renacimiento internacional de la lucha de clases.
Pero la combatividad proletaria no se limita a Alemania. En Finlandia, en un país poco acostumbrado a las movilizaciones, a principios de febrero se produjo una “huelga histórica” de 48 horas. Recientemente, los estibadores paralizaron la actividad portuaria en este país durante cuatro días, entre el 18 y el 21 de febrero, reuniendo a 300 000 huelguistas contra la reforma de la legislación laboral. En Turquía, decenas de miles de trabajadores metalúrgicos se han estado movilizando durante meses para exigir aumentos salariales a medida que los precios se disparan. En Bélgica, es el sector llamado “no mercantil” (sector público; salud, asistencia y cultura) el que se declara en huelga y se manifiesta en Bruselas el 31 de enero. En España, Reino Unido, Francia, Grecia... las huelgas van en aumento en muchos sectores. La burguesía mantiene un ensordecedor silencio mediático en torno a estas luchas, porque es muy consciente del creciente descontento de los trabajadores y del peligro que representan tales movilizaciones.
Pero la ruptura que estamos presenciando no solo está ligada a la masividad y simultaneidad de las movilizaciones.
El proletariado comienza de nuevo, de manera sucinta y balbuceante, a reconocerse como fuerza social, a recuperar su identidad. A pesar de todas las ilusiones y confusiones, se ha podido ver en todas partes, en las pancartas y en las discusiones, el hecho de que “¡somos trabajadores!”, “¡todos estamos en el mismo barco!”. ¡De ninguna manera se trata de palabras vacías! Porque detrás de estas palabras, la solidaridad es muy real: solidaridad entre generaciones, primero, como pudimos ver muy claramente en Francia cuando los pensionistas salieron masivamente a las calles para apoyar a “la juventud”; luego entre sectores, como en Estados Unidos con los conciertos de cláxones frente a fábricas en huelga o en Escandinavia en defensa de los trabajadores de Tesla.
Incluso han surgido expresiones embrionarias de solidaridad internacional. “Le Mobilier nacional” de Francia -Tiendas de muebles- se declaró en huelga en solidaridad con los trabajadores de la cultura en lucha en Gran Bretaña. Las refinerías de Bélgica han parado labores en apoyo a la movilización en Francia, mientras que en todo el mundo se multiplicaron pequeñas manifestaciones para denunciar la feroz represión del Estado francés. En Italia, mientras muchos sectores se movilizan desde hace varios meses, los conductores de autobuses, tranvías y el metro se declararon en huelga el 24 de enero: a raíz del movimiento contra la reforma de las pensiones en Francia, los trabajadores dijeron que querían realizar movilizaciones “como en Francia”, testimoniando así los vínculos que los trabajadores están empezando a reconocer a través de las fronteras y de la voluntad de aprender las lecciones de movimientos precedentes.
El proletariado también comienza a apropiarse de sus experiencias de lucha. En Gran Bretaña, el llamado “verano de la ira” hacía referencia explícitamente a las principales huelgas del “invierno del descontento” en 1978-1979. En las manifestaciones en Francia, referencias a Mayo del 68 y a la lucha contra el CPE en 2006 florecieron en las pancartas al mismo tiempo que un comienzo de reflexión sobre estos movimientos. Y todo esto mientras el Estado impone restricciones y sigue armando un escándalo para justificar la guerra.
Por supuesto, todavía estamos muy lejos de un retorno masivo y profundo de la conciencia de clase. Por supuesto, todas estas expresiones de solidaridad y reflexión están llenas de confusiones e ilusiones, fácilmente encuadrables por todas las estructuras burgueses que son los sindicatos y los partidos de izquierda. Pero ¿acaso aquellos revolucionarios que miran todo esto desde el balcón tapándose las narices3 miden la inflexión que se está produciendo en relación con décadas anteriores, décadas de silencio, resignación, rechazo a la idea misma de la clase obrera y olvido de su experiencia?
Si estas luchas demuestran de manera contundente que la clase trabajadora no está derrotada y que sigue siendo la única fuerza social capaz de enfrentar a la burguesía, su lucha está lejos aún de terminar. Todavía está plagada de inmensas debilidades e ilusiones, que los movimientos actuales ilustran cruelmente. Hasta ahora, los sindicatos han logrado controlar todas las luchas, mantenerlas dentro de un marco muy corporativista, como podemos ver hoy en Francia o Alemania, al tiempo que, cuando es necesario, favorecen una apariencia de unidad y radicalismo como el “Frente Común” de los sindicatos canadienses o el movimiento en Finlandia.
Durante el movimiento contra la reforma de las pensiones en Francia, muchos trabajadores, recelosos de las interminables jornadas de movilización sindical, empezaron a hacerse preguntas sobre cómo luchar, cómo unirse, cómo hacer retroceder al gobierno... pero en ninguna parte la clase ha sido capaz de disputar a los sindicatos la dirección de las luchas a través de asambleas generales soberanas, así como no ha sido capaz de romper la lógica corporativista impuesta por los sindicatos.
La burguesía, además, despliega todo su arsenal ideológico para distorsionar la conciencia que comienza a madurar en la mente de los trabajadores. Mientras guarda silencio sobre las huelgas masivas de la clase trabajadora, por supuesto ha causado un alboroto ensordecedor en torno al movimiento de agricultores. En Alemania, Países Bajos, Francia, Bélgica, Polonia, España... la burguesía pudo contar una vez más con sus partidos de izquierda para ensalzar los méritos de los métodos de lucha que son polos opuestos a los del proletariado y explicar que ‘el movimiento obrero debe aprovechar la brecha’4. Mientras el proletariado comienza tímidamente a recuperar su identidad de clase, la burguesía explota ideológicamente la lucha de los agricultores con una ofensiva mediática destinada a pudrir el actual proceso de reflexión y a enmascarar las numerosas huelgas obreras.
Tampoco escatima esfuerzos para atar a la clase proletaria al carro de la democracia burguesa. En Europa como en América, mientras la podredumbre de su sistema engendra aberraciones políticas como Trump en Estados Unidos, Milei en Argentina, la Agrupación Nacional en Francia, Alternative für Deutschland, Fratelli d'Italia y otros, la burguesía, al menos sus fracciones menos podridas por la descomposición de la sociedad, mientras busca limitar la influencia de los partidos de extrema derecha, se apresura a explotar sus éxitos contra la clase trabajadora. En Alemania, especialmente, donde más de un millón de personas salieron a las calles de diferentes ciudades, respondiendo a la convocatoria de partidos de izquierda y derecha, para protestar contra la extrema derecha. También se trata en este caso para la burguesía de mantener las ilusiones democráticas e impedir que el proletariado defienda su lucha histórica contra el Estado burgués.
Sin embargo, una cosa es cierta, es en el fragor de las luchas actuales y futuras que la clase obrera encontrará gradualmente las armas políticas para defenderse de las trampas tendidas por la burguesía y encontrará el camino, a largo plazo, hacia la revolución comunista.
EG, 20 febrero de 2024
1 “Revolución mundial o destrucción de la humanidad: la responsabilidad crucial de las organizaciones revolucionarias [113]”. Revista Internacional núm. 170 (2023).
2 “Tras la ruptura en la lucha de clases, la necesidad de politización de las luchas [114]”. Revista Internacional Nº 171 (2023).
3 “Las ambigüedades de la TCI sobre el significado histórico de la ola de huelgas en el Reino Unido [115]”, Revolution Internationale nº 497 (2023).
4 “La cólera de los agricultores: ¡Un grito de desesperación utilizado contra la conciencia de los trabajadores!” [116] CCI, marzo 2024.
Son ya diversos países en los que han tomado presencia los partidos populistas, e incluso, en algunos de ellos han ascendido al gobierno. Los partidos populistas han ganado protagonismo en por lo menos una decena de los parlamentos de países de Europa, sin embargo, el accionar más relevante lo definió el arribo de Trump en el gobierno de los Estados Unidos, por no hablar del Brexit adoptado en el Reino Unido, pero no es menos importante la extensión que ha tenido en América Latina, con el gobierno que Bolsonaro estableciera en Brasil, o el que actualmente se instaura en Argentina con Javier Milei a la cabeza.
El arribo de gobiernos como el presente en Argentina, tiene sus raíces en una ola populista internacional, producto puro de la crisis económica y la descomposición que pesa sobre una sociedad capitalista en declive. Después de prometer mejorar la situación, gobiernos tanto de izquierda como de derecha no han hecho otra cosa que atacar aún más a los proletarios, extendiendo la miseria y la pobreza. Los grupos burgueses que se presentan falsamente como críticos de las políticas tradicionales no hacen más que repetir y acentuar las mismas políticas anti obreras. En su toma de posesión, Milei afirmaba que iniciaba “una nueva era en Argentina, una era de paz y prosperidad, una era de crecimiento y desarrollo, una era de libertad y progreso…” Pero bastaron unas semanas para demostrar que tras esas promesas se escondía un deterioro mayor de las condiciones de vida: caída de los salarios, despidos y represión.
En un intento de mitigar la crisis económica, la burguesía no tiene otro camino que el de incrementar la explotación y ampliar la miseria de los trabajadores. Esta observación se ha corroborado de forma particularmente dramática en el caso del proletariado argentino. El plan de choque “anti inflacionario” que Milei aplica, en menos de 100 días ha desencadenado una verdadera hambruna y una desesperación entre los trabajadores. En los primeros dos meses de ese gobierno, el salario se ha degradado tanto, que no alcanza para adquirir las mercancías fundamentales para la subsistencia. Los precios de los alimentos se han incrementado en 66% y los medicamentos en 65%, lo que ha llevado a que su consumo decline, los primeros en 37% y los otros en 45%. Pero no es lo único que se vuelve inaccesible, el precio del transporte público ha subido el 56%, el combustible en 125%, la luz en 130%... y a todo esto se debe sumar los despidos masivos, que ya han alcanzado una cifra que oscila entre 50 y 60 mil y se espera que a lo largo del año lleguen a 200 mil despidos. La situación es tan desesperada que la población se ve obligada a vender sus muebles en las calles.
Los propios conceptos y datos oficiales para evaluar las condiciones de vida de la población refieren un incremento acelerado de la pobreza. Cifras de diciembre de 2023 mostraban que cerca de 10 mil personas viven en la calle y el 44.7% se encuentra por debajo de la “línea de pobreza”, pero para enero del 2024, esa tasa escaló hasta el 57.4%, lo que significa que son ya 27 millones de personas (de una población aproximada de 46 millones) las que sufren la miseria extrema. Y los ataques no cesan: los salarios de los profesores de básico han sido recortados, se prepara un “ajuste” a las jubilaciones y una mayor “flexibilidad laboral”, que significa despidos sin indemnización, eliminación al pago de horas extras y por supuesto la prohibición de huelgas.
El hambre y la pérdida de empleo han sido los principales motivos que han sacado a los trabajadores a manifestarse en las calles. Estas movilizaciones, aunque son incipientes, han expresado gran combatividad, por eso la burguesía se ha empeñado en desviar ese coraje.
Los trabajadores argentinos no sólo se enfrentan a los ataques directos del gobierno, sino también a las trampas que los sindicatos y los partidos de la oposición preparan para enmarcar el descontento Los partidos de izquierda del capital se han reorganizado, desviando el descontento a la defensa de la economía nacional, como lo hizo la CGT en el paro del 24 de enero, con la consigna de “la patria no se vende”, o como lo hacen los gobernadores “en rebeldía”, pretendiendo reducir el problema a “la defensa constitucional de los recursos para las provincias”, o como intentan los diputados peronistas, desviar el descontento en el llamado al juicio político a Milei. La “oposición” pone por delante el nacionalismo intentando que las demandas de empleo y de aumento de salarios, que han estado presentes en las manifestaciones, se pierda en la defensa de la economía y todo el espíritu de lucha quede atrapado en la falsa disyuntiva entre políticas con “más Estado” que propone el peronismo o las “neoliberales” y “libertarias” de Milei.
En esta maraña de falsas opciones a favor o contra del Estado burgués, destaca el accionar del peronismo, que, habiéndose desacreditado durante décadas dentro del gobierno, organizando él mismo la austeridad, se empeña ahora en borrar su desprestigio asumiendo de nuevo el papel de oposición al gobierno, dentro del reparto de tareas que cumplen todos los partidos con el juego de la llamada “alternancia democrática”. Ante el plan de choque, personajes como Sergio Massa (ex candidato presidencial) y gobernadores peronistas se aglutinan para “plantar cara” al gobierno y, sobre todo, han sido Cristina Fernández de Kirchner (ex vicepresidenta del gobierno anterior) quien con su carta “Argentina en su tercera crisis de deuda” en febrero y el gobernador bonaerense Axel Kicillof (otrora ministro de economía en el gobierno de Cristina) con su informe de apertura del congreso en marzo, han marcado la pauta para las fuerzas burguesas de oposición. Sus “encendidos” discursos de crítica a los planes de ajuste enfatizan solo diferencias de procedimiento en las medidas económicas adoptadas, es decir, usar la motosierra con moderación y discreción, pero solo para fortalecer la economía nacional.
Este ataque brutal a los trabajadores argentinos solo puede hacerse pasar con una estructura sindical y política fuerte y para ello cuenta no solo con los organismos peronistas como la CGT y la CTA que juegan un papel relevante al presentarse como la expresión organizada de los trabajadores, sino también con “opciones” más “radicales” o “críticas” como el aparato de izquierda agrupado en el Frente de Izquierda-Unidad (FIT-U), que “acusa de burócratas traidores” a la dirección de esas centrales alentando la esperanza de que se pueda "rescatar", por ejemplo, a la CGT “forzándola” a que asuma la conducción de las movilizaciones que según el izquierdismo debe jugar la mayor central sindical en el país. Por supuesto, en esta maquinaria hay que anotar a otras organizaciones “más de base” que, como la Unión de Trabajadores de la Economía Popular (UTEP) y la Unidad Piquetera, impulsaron la manifestación a finales de febrero para pedir más presupuesto para los comedores populares, ¡cómo si la solución a la explotación asalariada fuera la gestión de la miseria y la adaptación al hambre!
En el combate contra la brutal embestida llevada por la burguesía, ni sindicatos, ni peronistas, ni los partidos del FIT-U, ni las organizaciones “de base” e “independientes”, se encuentran en la trinchera proletaria, todos ellos son instrumentos que la burguesía utiliza para controlar la movilización y esterilizar el descontento.
En este contexto, hay dos peligros latentes para los trabajadores argentinos:
- las movilizaciones interclasistas, que son movilizaciones impulsadas por la pequeña burguesía donde las reivindicaciones proletarias se diluyen y se mezclan con demandas de otros estratos sociales que no tienen los mismos intereses, como pasó con los Chalecos amarillos en Francia (2018). En Argentina, se han vivido esas expresiones como en las revueltas populares de 2001, en las que se descarriló a los trabajadores fuera de su terreno de clase, de la defensa de sus condiciones de trabajo y de vida en general.
- las movilizaciones burguesas, en las que los objetivos son abiertamente burgueses, como las protestas por la democracia en Hong Kong (2019), o la ilusión de un desarrollo sostenible o la igualdad racial dentro del capitalismo, como las manifestaciones del “Black Lives Matter” (2013) o las recurrentes marchas de los Jóvenes por el Clima (YFC -Young For Climate), etc. Las disputas por los recursos para las provincias, por ejemplo, van en esa dirección.
Hay que evitar la trampa que polariza entre pro Milei o anti Milei y más concretamente entre populistas y anti populistas, pues es un terreno totalmente minado para desviar el descontento y la combatividad del verdadero problema de la defensa de los intereses proletarios en contra del capital.
Como lo denunciamos en el inicio de este gobierno, “…la burguesía sabe que la unidad del proletariado es la única fuerza que puede detener a la motosierra de Milei, por eso requiere, para hacer pasar sus golpes, del aparato de izquierda y la estructura sindical. Estas agrupaciones al ser engranes del Estado que sirven a los intereses de la burguesía, ya se preparan para impedir que la unidad y solidaridad obrera se concrete, por ejemplo, los sindicatos ya empezaron a presentar discursos “radicales” en contra de la austeridad, para ganarse las simpatías de los trabajadores y arrastrarlos a luchas falsas, controladas, callejones sin salida.”1
Las movilizaciones que se han producido, como hemos dicho, aunque incipientes y estar controladas por el aparato sindical y político, deben saludarse por la determinación a defender sus condiciones de vida y de trabajo ya que los ataques solo pueden detenerse con la lucha obrera. Estas nuevas movilizaciones siguen la estela de las que se vienen desarrollando en Europa desde 2022, sobre todo en el Reino Unido y Francia, pero también en el resto de Europa, continuando en Estados Unidos y en muchos otros países.
El siguiente paso necesariamente deberá plantearse que la lucha solo tiene futuro fuera de la convocatoria y el control sindical y de los partidos de oposición de la burguesía. Esto significa que los trabajadores deben tomar el control de sus combates desde el primer momento definiendo sus demandas y tomando sus propias decisiones : “Tanto en Estados Unidos, como en el Reino Unido, en Francia, en España, en Grecia, en Australia y en todos los demás países, para poner fin a esta división organizada, para estar verdaderamente unidos, para poder tendernos la mano, para animarnos unos a otros, para extender nuestro movimiento, debemos arrebatar el control de las luchas de las manos de los sindicatos. Estas son nuestras luchas, ¡las luchas de toda la clase obrera!”2
T/RR, 29-03-2024
1 La motosierra de Milei contra los trabajadores argentinos [118]
2 Huelgas y manifestaciones en Estados Unidos, en España, en Grecia, Francia… ¿cómo podemos desarrollar y unir nuestras luchas? [119]
A finales de la década de los ochenta, con la caída del bloque encabezado por la URSS, se rompió también el motivo que cohesionaba y ordenaba al bloque opositor, abriendo la fase de descomposición del capitalismo, fase que se caracteriza por la presencia dominante del caos, revelado en la ampliación de las tensiones imperialistas y en la dificultad de la burguesía para controlar la dirección de su política interna. En la década actual, esta tendencia se ha acelerado, ampliando y agudizando las tensiones imperialistas, como se expone con las guerras de Ucrania, Sudán o el Medio Oriente, donde, cada día que pasa, se profundiza y complejiza el conflicto. Pero cuando se ve la amenaza de guerra entre Venezuela y Guyana, o el conflicto entre Ecuador y México, notamos que también América Latina se vuelve un territorio donde crecen las rivalidades que pueden llevar a desestabilizar a la región.
De forma similar a lo que ha pasado en México, en Ecuador, la fractura de la clase en el poder se ha agudizado por la ampliación de la presencia del narcotráfico, ya que al fundirse desordenadamente con los grupos empresariales y los sectores que controlan los diversos niveles de gobierno, tensan sus relaciones, en tanto cada grupo defiende sus intereses, presentándose por ello un enfrentamiento de “todos contra todos” e imponiéndose la actuación del “cada uno para sí”. Este ambiente caótico le impide a la burguesía cohesionarse en torno al Estado, resultando en dificultades para asegurar el orden y control de su política interna. Las acusaciones de colaborar con mafias de la droga al expresidente Carlos Lasso, el asesinato del candidato a la presidencia, Fernando Villavicencio, por parte de sicarios de las mafias, así como los motines y fugas de las cárceles de operadores de los grupos del narcotráfico, son algunos hechos que muestran la presencia dominante de estos grupos y el grado de pudrimiento de las relaciones internas de la burguesía, que ya de por sí se encontraban afectadas por la polarización presente entre “correistas1” y “anti correistas”.
Las fracturas presentes al interior de la burguesía, provocan que se vuelva más violenta y destructiva su actuación. Esto no es solo en el caso de la burguesía ecuatoriana, por todo el mundo los métodos gangsteriles se vuelven de uso común por todas las facciones de la clase dominante y no solo por parte de las bandas mafiosas; el conjunto de la burguesía avanza rompiendo sus propias reglas y protocolos diseñados para regular sus relaciones. El avance de la descomposición vuelven inoperables sus acuerdos preventivos o regulatorios, como el protocolo de Minsk (firmado en 2014 para detener la guerra en el este de Ucrania), el acuerdo Abraham (firmado en 2020 con el fin de “normalizar” las relaciones de Israel y los Emiratos Árabes) y ahora, con el ataque de Israel al consulado de Irán en Damasco (a inicios de abril de 2024) y el asalto a la embajada de México en Ecuador, se pone en cuestión a la convención de Viena y con ello otros preceptos que son definidos por las leyes de la burguesía, como la garantía del derecho al asilo, la impunidad diplomática y la inviolabilidad de las embajadas… Es cierto que estos preceptos son mecanismos leguleyos construidos por la burguesía, pero justamente por eso, su negación y violación es significativa, en tanto muestra la dificultad, de la clase en el poder, para evitar el caos y la desestabilización de sus relaciones.
Este conflicto, lo aprovecharon los gobernantes de ambos países. Noboa, presidente de Ecuador, utilizó al asalto a la embajada de México para mostrarse como el hombre que no “negocia la justicia”, y con ese perfil, llamar a votar a favor en la consulta del 21 de abril, para ampliar sus facultades en el uso de la fuerza policial y militar (y con ello asegurar su reelección en los próximos comicios). Por su parte, López Obrador, el presidente de México, lo usó para mostrarse como defensor de la legalidad y la “solidaridad”, pero también para mostrarse como víctima de la irracionalidad de la derecha, aprovechando para exponer que la candidata presidencial de su partido, defiende esos mismos principios… Pero lo medular en ambas respuestas de los gobiernos, se encuentra en la campaña nacionalista.
En las campañas llevadas al interior de Ecuador como en México, se fomentó (y aún perdura fomentándose) el “espíritu nacionalista”, de manera que en este conflicto que expone una rivalidad entre Estados burgueses, ambos con intereses imperialistas belicosos, pretenden involucrar a los trabajadores, llevándolos a tomar partido por uno de los bandos. El aparato de izquierda de la burguesía se integra de forma entera en esta campaña de confusión, aun cuando pretenden ser críticos, por ejemplo, la posición de la Confederación de Nacionalidades Indígenas del Ecuador (CONAIE), al condenar la actuación de Noboa y tomar partido por el gobierno de México, no hace sino fortalecer la campaña patriotera de la burguesía, porque no se trata de rechazar a un Estado para abrazar a otro, se trata de tomar conciencia que los trabajadores no comparten ningún interés con la clase dominante, ni con alguna de sus facciones, ni con alguno de sus Estados, después de todo, como lo exponían Marx y Engels en el Manifiesto del Partido Comunista: “Los trabajadores no tienen patria.”
Tatlin, 8-mayo-2024
1 Se refieren a seguidores y detractores de Rafel Correa, presidente de Ecuador de 2007-17, promoviendo en su gobierno la “Revolución Ciudadana”. Al ser acusado de corrupción huye a Bélgica, donde se encuentra en condición de refugiado.
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En las últimas décadas ha quedado claro que la civilización burguesa está suponiendo una grave amenaza para las condiciones naturales que proporcionan la base para la existencia humana en el planeta. También se ha hecho cada vez más evidente que las principales facciones de la clase dominante se ven obligadas a reconocer la gravedad de la crisis ecológica, e incluso su conexión con las otras principales expresiones de una sociedad en declive, sobre todo la huida hacia el militarismo y la guerra[1]. Esta "comprensión" recientemente adquirida no queda en absoluto anulada por el hecho de que otras partes de esta misma clase dominante se replieguen en un negacionismo abiertamente irracional y suicida respecto al peligro que suponen el cambio climático y la contaminación del aire, el suelo y el agua. Pero ni el reconocimiento ni la negación pueden ocultar el hecho de que la burguesía se está mostrando incapaz de ralentizar y mucho menos detener el monstruo de la destrucción ecológica. Podemos señalar en particular el fracaso evidente y repetido de las espectaculares conferencias COP de los últimos años.
Esta exposición de la impotencia de la clase dominante ha generado la necesidad de una especie de compensación ideológica, sobre todo por parte del ala izquierda de la burguesía. De ahí el auge de una especie de "keynesianismo verde", la noción de un Nuevo Pacto Verde (New Green Deal), en el que el Estado, penalizando a los peores contaminadores e invirtiendo en tecnologías "sostenibles", no sólo sería capaz de evitar que el cambio climático se descontrole, sino también de crear empleos verdes y crecimiento verde; en resumen, un capitalismo saludable y verde.
Pero también hay voces más radicales que se apresuran a señalar los defectos de este tipo de capitalismo verde. Entre ellos destacan los defensores del "decrecimiento". Escritores como Jason Hickel[2] pueden demostrar fácilmente que el capitalismo está impulsado por la necesidad constante de expandirse, de acumular valor, y que debe tratar a la naturaleza como un "don gratuito" que hay que explotar al máximo mientras intenta subsumir hasta la última región del planeta a las leyes del mercado. Por ello, Hickel habla de la necesidad de una transición hacia una economía postcapitalista[3]. Otros, como John Bellamy Foster van más allá y se refieren más explícitamente al creciente interés de Karl Marx por las cuestiones ecológicas en las últimas etapas de su vida, a lo que llaman el "ecosocialismo" de Marx[4]. Pero más recientemente, los libros del escritor japonés Kohei Saito, profundamente versado en los últimos escritos de Marx como resultado de su compromiso con la nueva edición de las obras completas de Marx y Engels (el proyecto MEGA) han suscitado un enorme interés y considerables ventas, en particular, su obra más reciente, titulada Bajar el ritmo: Cómo el Comunismo del Decrecimiento Puede Salvar la Tierra (2024). Mientras que los libros anteriores de Saito[5] estaban escritos en un estilo más bien académico, éste es un esfuerzo mucho más divulgativo que presenta no sólo su argumento clave de que el propio Marx se convirtió en un "comunista del decrecimiento", sino que también esboza los pasos que podrían llevar a la adopción del comunismo del decrecimiento en la actualidad. Y, en efecto, a primera vista, parece estar hablando del comunismo tal y como lo entendía el movimiento comunista real e histórico: una sociedad de productores libremente asociados, en la que ya no existe el trabajo asalariado. El hecho de que pretenda ir más allá del término "ecosocialismo" (que implica que puede haber y de hecho ha habido formas de socialismo que no eran ecológicas, que no eran menos destructivas ecológicamente que el capitalismo) y hable ahora de comunismo, responde a la necesidad de dar respuesta a una búsqueda creciente de soluciones que van a las raíces mismas de la crisis actual de la civilización. Pero una investigación más cercana y crítica del argumento de Saito muestra que se trata de una respuesta que sólo puede conducir a más soluciones falsas.
Como hemos dicho, Saito no es el primero en señalar que el "Marx tardío" desarrolló un fuerte interés tanto por las cuestiones ecológicas como por las formas sociales comunales que precedieron a la aparición de la sociedad de clases y que siguieron dejando huellas incluso después del surgimiento del capital. Lo específico de Saito es la idea de que el estudio de estas cuestiones llevó a Marx a una "ruptura epistemológica"[6], con lo que él llama la "visión lineal y progresista" de la historia, marcada por el "productivismo" y el "eurocentrismo", y hacia una nueva visión del comunismo. En resumen, Marx abandonó el materialismo histórico en favor de un "comunismo de decrecimiento". Pero Marx nunca se adhirió a una "visión lineal y progresiva" de la historia. Por el contrario, su concepción era dialéctica: los diferentes modos de producción han pasado por periodos de ascenso, en los que sus relaciones sociales permitían un verdadero desarrollo de la producción y la cultura, pero también por periodos de estancamiento, decadencia e incluso regresión, que podían conducir o bien a su desaparición pura y simple, o bien a un periodo de revolución social que podía dar paso a un modo de producción superior. Por extensión, aunque en este proceso histórico se puede discernir un movimiento generalmente progresivo, todo progreso ha tenido hasta ahora un coste: de ahí, por ejemplo, la idea expresada por Marx y Engels de que la sustitución del comunismo primitivo por la sociedad de clases y el Estado era a la vez una caída y un avance, y que el comunismo del futuro sería una especie de "retorno a un nivel superior" a la forma social arcaica[7].
Por lo que respecta al capitalismo, el Marx del Manifiesto Comunista señalaba el enorme desarrollo de las capacidades productivas que había hecho posible el auge de la sociedad burguesa. Una vez más, estos avances se produjeron a costa de la explotación despiadada del proletariado, pero la lucha de este contra esta explotación sentó las bases de una revolución comunista que podría poner las nuevas fuerzas productivas al servicio de la humanidad. E incluso en esta fase temprana de la vida del capital, Marx estaba impaciente por ver tal revolución, identificando las crisis de sobreproducción como signos de que las relaciones sociales capitalistas ya se habían vuelto demasiado estrechas para las fuerzas de producción que habían desencadenado. La derrota de la oleada de revoluciones de 1848 le llevó a revisar este punto de vista y a reconocer que el capitalismo aún tenía una carrera considerable por delante antes de que fuera posible una revolución proletaria. Pero esto no significaba que todos los países y todas las regiones del mundo estuvieran condenados a pasar exactamente por el mismo proceso de desarrollo. Así, cuando la populista rusa Vera Zasulich le escribió en 1881 para preguntarle su opinión sobre la posibilidad de que el mir ruso o la comuna agrícola pudieran desempeñar un papel en la transición al comunismo, Marx planteó el problema en los siguientes términos: mientras que el capitalismo estaba todavía en sus primeras etapas en grandes partes del mundo, "el sistema capitalista ha pasado su mejor momento en Occidente, acercándose al momento en que no será más que un régimen social regresivo"[8]. Esto significaba que las condiciones objetivas para una revolución proletaria estaban madurando rápidamente en los centros del sistema, y que si se producía, "entonces la actual propiedad comunal rusa de la tierra puede servir como punto de partida para un desarrollo comunista"[9].
Esta hipótesis no implicaba el abandono del método del materialismo histórico. Por el contrario, era un intento de aplicar este método en un período contradictorio en el que el capitalismo mostraba simultáneamente signos de decadencia histórica al tiempo que seguía disponiendo de zonas de crecimiento muy amplias cuyo desarrollo podía frenar temporalmente sus crecientes contradicciones internas. Y, lejos de defender o apoyar este desarrollo, ya expresado en el impulso imperialista de las grandes potencias, Marx vio que cuanto antes estallara la revolución proletaria en los centros industrializados, menos dolor y miseria se infligirían en las periferias del sistema. Marx no vivió para ver todas las consecuencias de la conquista del planeta por el imperialismo, pero otros que retomaron su método, como Lenin y Luxemburgo, fueron capaces de reconocer, en los primeros años del siglo XX, que el capitalismo en su conjunto estaba entrando en su época de decadencia, planteando así la posibilidad -y la necesidad- de una revolución proletaria mundial.
La misma preocupación inspiró el creciente interés del Marx "tardío" por la cuestión ecológica. Estimulado por sus lecturas de científicos como Liebig y Fraas, que habían tomado conciencia del lado destructivo de la agricultura capitalista (Liebig la denominaba "agricultura de robo"), que en su afán de beneficios inmediatos estaba agotando la fertilidad del suelo y destruyendo sin miramientos los bosques (lo que Marx ya había observado que estaba teniendo un efecto nocivo sobre el clima). Si el desarrollo del capitalismo ya estaba socavando la base natural para la producción de las necesidades vitales, entonces tal vez su "misión progresista" estaba llegando a su fin - pero esto no invalidaba el método que había sido capaz de reconocer el papel positivo desempeñado por la burguesía en la superación de las barreras del feudalismo. Además -y Saito es muy consciente de ello, pues lo ha mostrado en sus obras anteriores-, la preocupación de Marx por el impacto del capitalismo en la relación entre la humanidad y la naturaleza no surgió de la nada: sus raíces pueden encontrarse en la noción de alienación del ser humano respecto a su "cuerpo inorgánico" en los Manuscritos económicos y filosóficos de 1844, una noción elaborada posteriormente en los Grundrisse y El Capital, especialmente en la idea de la "ruptura metabólica" de esta última obra. Del mismo modo, el reconocimiento de que la sociedad comunista tendría que superar la rígida separación entre la ciudad y el campo se puede encontrar tanto en los primeros escritos de Marx y Engels, como en el período de la investigación de Marx sobre la ciencia agrícola, cuando se consideraba una condición previa para restaurar la fertilidad natural del suelo. Elaboración, desarrollo, crítica de ideas anticuadas, pero no "ruptura epistemológica".
Podríamos decir mucho más sobre la visión actual Saito sobre el comunismo. En particular, se basa en gran medida en la noción de "los comunes", lo que implica que las formas comunales precapitalistas todavía tendrían una existencia sustancial en el capitalismo actual, e incluso podrían servir como una especie de núcleo para la transformación comunista. De hecho, en la época de Lenin ya era evidente que el capital imperialista estaba completando rápidamente el trabajo realizado en el período de la "acumulación primitiva": la destrucción de los lazos comunales y la separación del productor de su tierra. Un siglo o más después esto es aún más evidente. Los vastos barrios marginales que rodean las megaciudades en las periferias del sistema dan testimonio tanto de la devastación de las viejas formas comunales como de la incapacidad del capitalismo decadente para integrar a un gran número de desposeídos en la red "moderna" de producción.
Esta idea de que la nueva sociedad podría construirse en el cascarón de la vieja revela lo que quizá sea la distorsión más fundamental del marxismo en el libro de Saito. No cabe duda de que Saito critica el "Nuevo Pacto Verde", tanto por su dependencia de medidas "de arriba abajo" impuestas por el Estado, como porque no aborda el problema de la necesidad del capitalismo de un "crecimiento" sin fin, que es incompatible con el mantenimiento de un medio ambiente natural sano. Frente a esto, Saito insiste en que la nueva sociedad sólo puede surgir de un movimiento social "desde abajo". Para Marx, el comunismo era el verdadero movimiento de la clase obrera, que partía de la defensa de sus intereses de clase y conducía al derrocamiento del orden existente. Para Saito, en cambio, el movimiento social es un conglomerado de diferentes fuerzas de clase: junto a los intentos de crear pequeñas expresiones de "lo común" en los barrios de las ciudades actuales, como Detroit; se refiere a protestas interclasistas como la de los Chalecos Amarillos en Francia; a grupos de protesta que desde el principio se sitúan en un terreno burgués, como “Extinction Rebellion”; una pequeña salpicadura de huelgas de trabajadores; las "asambleas de ciudadanos" creadas bajo la égida de Macron en respuesta a las protestas de los Chalecos Amarillos, etc. En resumen, no la lucha de clases, no la lucha de los explotados para liberarse de los órganos capitalistas que los mantienen bajo control (como los sindicatos y los partidos de izquierda), no la emergencia de la conciencia comunista expresada en la formación de minorías revolucionarias.
Una de las pruebas más claras de que Saito no habla de la lucha de clases como palanca del comunismo es su actitud ante el movimiento de los Indignados que apareció en España en 2011. Se trataba de un movimiento basado en una forma proletaria de organización -las asambleas de masas-, aunque la mayoría de sus protagonistas se consideraban "ciudadanos" y no proletarios. Dentro de las asambleas, hubo una batalla entre organizaciones como "Democracia Real Ya", que querían que las asambleas revitalizaran el sistema "democrático" ya existente, y un ala proletaria que defendía la autonomía de las asambleas frente a todas las expresiones del Estado, incluidos sus tentáculos locales y municipales. Saito alaba el "Movimiento de las Plazas", pero al mismo tiempo se pronuncia a favor de canalizar las asambleas hacia la formación de un partido político municipal, Barcelona en Comu, y la elección de una alcaldesa radical, Ada Colau, cuya administración ha presentado una serie de medidas "democratizadoras" y declaraciones ecologistas. Además, la experiencia de Barcelona ha dado lugar al movimiento "Ciudades sin miedo", que pretende aplicar el mismo modelo en otras ciudades del mundo.
No se trata de la extensión internacional de la lucha obrera -condición previa para la revolución comunista- sino de una estructura para la recuperación burguesa del auténtico combate de clase. Y se basa en el rechazo de otro elemento fundamental del proyecto comunista, la lección que Marx, Engels, Pannekoek y Lenin extrajeron de la experiencia de la Comuna de París de 1871: que la tarea del proletariado, el primer paso de su revolución, es desmantelar la máquina estatal existente, no sólo sus ejércitos, su policía y su aparato de gobierno central, sino también sus consejos municipales y otras formas de control localizado. Para Saito, en cambio, "sería absurdo rechazar el Estado como medio para conseguir hacer las cosas, como la creación de infraestructuras o la transformación de la producción" (Slow Down, p 232). Lo que todo esto significa es un "Nuevo Pacto Verde" desde abajo, no el derrocamiento revolucionario de las condiciones existentes.
Este no es el lugar para entrar en los inmensos desafíos a los que se enfrentará la clase obrera una vez que haya tomado el poder en sus manos y haya iniciado la transición al comunismo. Evidentemente, la cuestión ecológica estará en el centro de sus preocupaciones, lo que exigirá una serie de medidas destinadas a suprimir el impulso de acumulación y sustituirlo por la producción para el uso, no sólo a escala local, sino en todo el planeta. También exigirá el desmantelamiento del gigantesco aparato de producción de basura y desperdicios que alimenta el desastre climático: la industria armamentística, la publicidad, las finanzas, etc. Como hemos demostrado en otro lugar[10] los marxistas anteriores, de Bebel a Bordiga, también han hablado de superar la loca carrera alimentada por el proceso de acumulación, de "ralentizar" el ritmo frenético de la vida bajo el capital. Pero no calificamos esto de "decrecimiento" por dos razones: en primer lugar, porque el comunismo es la base de un verdadero "desarrollo de las fuerzas productivas" con una calidad totalmente nueva, compatible con las necesidades reales de la humanidad y su metabolismo con la naturaleza. Y segundo, porque hablar de decrecimiento en el marco del sistema existente -y el "comunismo" de Saito no escapa a esto- puede ser fácilmente utilizado como justificación de la austeridad administrada por el Estado burgués, como razón para que la clase obrera cese sus luchas "egoístas" contra los recortes salariales o laborales y se acostumbre a reducir aún más su consumo.
Amos, abril 2024
1]Véase nuestra Actualización de las tesis sobre la descomposición (2023) [76], Revista Internacional 170
2]Menos es más: Cómo el decrecimiento salvará al mundo, 2020
3]Sin embargo, la crítica de Hickel al Nuevo Pacto Verde no va muy lejos: para él, el “New Deal” de los años 30 fomentaba el crecimiento "con el fin de mejorar los medios de vida de las personas y lograr resultados sociales progresistas... los primeros gobiernos progresistas trataban el crecimiento como un valor de uso" (p94). En realidad, el objetivo del “New Deal” era salvar el capitalismo y preparar la guerra....
4]Por ejemplo La Ecología de Marx: Materialismo y Naturaleza, 2000
5]El Ecosocialismo de Karl Marx: el Capital, la Naturaleza y la Crítica Inacabada de la Economía Política, 2017; Marx en el Antropoceno: Hacia la idea del comunismo del decrecimiento, 2022
6]Saito toma prestado este término de Althusser, un apologista muy sofisticado del estalinismo, que lo aplicó a lo que él veía como el paso del Marx juvenil e idealista de los manuscritos de 1844 al científico maduro de El Capital. Hemos argumentado en contra de esto aquí: El estudio de El Capital y los principios del comunismo [127], Revista Internacional nº 75. Si hubo tal ruptura, tuvo lugar cuando Marx rompió con la democracia radical y se identificó con el proletariado como portador del comunismo, hacia 1843-4
7]Por ejemplo, en la conclusión de Engels sobre el origen de la familia, la propiedad privada y el Estado
8]Véase El Marx de la madurez - Comunismo del pasado, comunismo del futuro [128], Revista Internacional 81
9]ibid
10] Véase Bordiga y la Gran Ciudad [67], Revista Internacional 166
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La violencia y la brutalidad se han intensificado dramáticamente en los últimos meses, y las terriblemente miserables condiciones de vida han provocado un éxodo masivo de decenas de miles de haitianos y la continuación acelerada de la emigración. Desde finales de febrero, se ha producido una serie de acontecimientos que provocan terror y vértigo: se han asaltado cárceles, provocando la fuga de varios miles de reclusos, hospitales y comisarías de policía han sido atacados por bandas criminales... La "crisis humanitaria" se agrava, la escasez de alimentos y el hambre se intensifican, el cólera ha hecho su reaparición, 3334 personas en 2023 han sido asesinadas y otras 1787 secuestradas, víctimas de las bandas que siembran el terror. Estas bandas controlan ahora el 80% de la capital y las carreteras circundantes, así como el puerto. Según la Organización Internacional para las Migraciones, 362,000 personas, la mitad de ellas niños, están actualmente desplazadas en Haití.
No son solo las bandas las que hacen reinar el terror, sino también las milicias armadas reclutadas por los sucesivos gobiernos como fuerza de apoyo para reprimir las revueltas populares contra la corrupción y la miseria, además de sus actividades mafiosas. Por ejemplo, una manifestación en 2018 contra la carestía de la vida y la corrupción desembocó en la salvaje represión de una "movilización popular" (que pedía acciones judiciales contra Jovenel Moïse, expresidente asesinado en 2021) en la Saline, un barrio pobre de Puerto Príncipe. En esta ocasión, 71 personas fueron asesinadas y mutiladas, las mujeres violadas y los cadáveres quemados. Uno de los autores de la masacre, Jimmy Cherizier, alias "Barbacoa", debe su apodo a esta ruin acción, una práctica ampliamente conocida por la "comunidad internacional" como medio de sembrar el terror y la "paz social", la de los cementerios, en beneficio de la burguesía y las bandas.
Un informe de la ONU citado por Le Mondei señala las complicidades políticas y criminales y su caldo de cultivo: una "situación de oligopolio sobre las importaciones" y "controlada por un grupo relativamente pequeño de familias poderosas, que anteponen sus intereses comerciales en competencia". Las bandas, señala el informe, están "instrumentalizadas por la élite política y económica, así como por altos funcionarios". "El desvío de recursos públicos evidencia una corrupción endémica", con un sabotaje deliberado del sistema judicial. La impunidad es total. Pero el informe, que a primera vista parece contundente, se cuida de no mencionar los abusos del ex presidente Moïse, ni la impopularidad del primer ministro dimitido Ariel Henry, cuyo balance era catastrófico y que gozaba del apoyo incondicional de la "comunidad internacional".
Esta situación no es nueva, ya que Haití, primer país en emanciparse de una potencia colonial (Francia) en 1804, ha sido durante décadas presa de enfrentamientos entre bandas rivales que hacen reinar el terror en todo el país. Tras la sucesión de juntas militares que siguieron a la ocupación estadounidense entre 1915 y 1934, las tristemente célebres milicias de los "Tontons Macoutes" (a sueldo del poder absoluto de la familia Duvalier entre 1957 y 1986) fueron sustituidas, al “restablecerse un régimen democrático", por sangrientas luchas entre bandas y clanes rivales por la conquista del poder. Las oleadas de masacres y terror desatadas por los criminales no han cesado desde 2004, sumiendo al país más pobre de todo el hemisferio norte en una miseria atroz (más de la mitad de la población vive por debajo del umbral de pobreza y sufre inseguridad alimentaria crónica).
Esta situación se ha visto agravada por los estragos de terribles y devastadoras "catástrofes naturales", entre ellas el terremoto de 2010, que mató a más de 300,000 personas. El país se ha convertido en una de las zonas más vulnerables a las perturbaciones climáticas especialmente mortíferas (sucesión de ciclones, huracanes y sequías), con la inmensa mayoría de la población hundida en condiciones de vida de total insalubridad, lo que favorece el regreso de epidemias, también mortales, como el cólera, bajo la mirada cómplice de potencias tutelares como Francia y Estados Unidos, que apoyan, pese a todo, a las facciones burguesas locales susceptibles de garantizar una apariencia de estabilidad política.
El muy controvertido primer ministro se vio obligado a dimitir, abandonado por Estados Unidos, bajo la presión de las bandas armadas, una de las cuales está dirigida por "Barbacoa", que prometió recrudecer la guerra civil si se negaba a dimitir. Un consejo presidencial de transición está a punto de ser nombrado desde Jamaica, bajo la dirección de Estados Unidos, para elegir un nuevo primer ministro, pero las bandas ya han declarado que no aceptarán ningún acuerdo que venga del extranjero. Esta vez, Estados Unidos no quiere desplegar sus propias fuerzas y confía en la prometida llegada de policías kenianos para mantener el orden.
Para un investigador haitiano, "Barbacoa, antiguo policía, es el Frankenstein que se ha liberado de su amo" y considera que las bandas "son más poderosas que las autoridades políticas y las fuerzas del orden" y finalmente han “decidido hacerse autónomas". De hecho, estos comportamientos abyectos son un producto puro de la putrefacción del capitalismo tal y como puede expresarse en la periferia del capitalismo. Durante los últimos cuarenta años, la vida política de Haití se ha visto sacudida por golpes de Estado, injerencias extranjeras, insurrecciones del ejército y farsas electorales, una inestabilidad política que ha "sumido [a Haití] en el caos". Esta situación caricatural muestra lo que puede ocurrir cuando la burguesía pierde el control de su aparato político.
Esta situación, en efecto, dista mucho de ser única. El mismo caos existe en otras partes del mundo: en América Central, América del Sur y en un número creciente de países africanos. Algunos países que aún no han llegado a esta situación ven ahora cómo la amenaza se hace más evidente. Es el caso, por ejemplo, de Ecuador, que antes se presentaba como un "remanso de paz" en América Latina. La burguesía y su aparato estatal se enfrentan a un proceso acelerado de fragmentación. Están totalmente implicados y comprometidos en el tráfico de drogas, que ahora ocupa un lugar predominante en la economía nacional. En 2023, el espectacular aumento de la violencia se tradujo en ¡un incremento del 800% de los homicidios! Ecuador se ha convertido en un centro neurálgico del narcotráfico. Los "grupos del crimen organizado" están vinculados a diversas mafias competidoras para asegurarse el control del tráfico: cárteles mexicanos, bandas peruanas o colombianas, bandas mafiosas albanesas, rusas, chinas incluso italianas. El Estado está plagado de corrupción y a su vez vinculado a los grupos agroindustriales más poderosos del país, también implicados en el narcotráfico. El último intento de controlar el narcotráfico provocó un estallido de violencia sin precedentes a principios de 2024, con enfrentamientos callejeros entre el ejército y grupos del crimen organizado, la toma como rehenes de periodistas de un canal de televisión público, la fuga de dos líderes de bandas, múltiples motines en cárceles gestionadas por bandas y una brutal represión que sólo sirvió para exacerbar las tensiones. Para la clase trabajadora, la militarización de la sociedad supuso un aumento del 15% del IVA. La oleada de protestas que siguió fue duramente reprimida por el nuevo gobierno de Daniel Noboa.
La gansterización es cada vez más endémica en países como Honduras, Guatemala, El Salvador o México, donde los sucesivos gobiernos llevan años sumidos en una corrupción generalizada. Las bandas hacen reinar el terror en estos países, obligando a las poblaciones a huir de forma masiva, como demuestra el incesante flujo de caravanas de emigrantes que intentan llegar a Estados Unidos por cualquier medio. La misma situación ha caracterizado durante años a países de África Oriental como Somalia, Sudán incluso Libia. Pero este fenómeno de bandas armadas y milicias paramilitares incontrolables, que luchan por el poder y el control de territorios, tiende a extenderse también a la parte occidental del continente, ya sea inspiradas por el fanatismo religioso (Boko Haram, Al Shaabab, AMQI, etc.) o movidas por estrictos intereses mafiosos.
La gangsterización de los Estados, la inestabilidad y el caos, los crecientes estallidos de mortíferos conflictos imperialistas y la proliferación de atentados terroristas amenazan con hundir a sectores cada vez más amplios de la humanidad en un océano sin fondo de barbarie, miseria, caos e irracionalidad.
T. Tor, 5 de abril de 2024
i Periódico francés.
En el espacio de unos pocos meses, la espantosa ofensiva israelí sobre la Franja de Gaza se ha cobrado decenas de miles de vidas en un furioso torrente de barbarie. Civiles inocentes, niños y ancianos mueren por miles, aplastados bajo las bombas o fríamente abatidos por la soldadesca israelí. Al horror de las balas hay que añadir las víctimas del hambre, de la sed, de las enfermedades y los traumatismos... La Franja de Gaza es una fosa común a cielo abierto, una inmensa ruina que simboliza todo lo que el capitalismo puede ofrecer ahora a la humanidad. ¡Lo que ocurre en Gaza es una monstruosidad!
¿Cómo no asquearse ante el cinismo de Netanyahu y su camarilla de fanáticos religiosos, por el frío nihilismo de los asesinos de las Fuerzas de Defensa de Israel? ¿Cómo no enfurecerse cuando la menor expresión de indignación es tachada inmediatamente de “antisemitismo” por editorialistas de baja estofa y propagandistas de Tel Aviv? Forzosamente, las imágenes del horror y los testimonios de los supervivientes hielan la sangre. Incluso entre la población israelí, traumatizada por los despreciables crímenes del 7 de octubre y sometida a la apisonadora de la propaganda belicista, la indignación es palpable. Las concentraciones de apoyo a los palestinos se multiplican en todo el mundo: en París, Londres y, sobre todo, en Estados Unidos, donde los campus universitarios son el teatro de movilizaciones particularmente multitudinarias.
La indignación no puede ser más sincera, pero los revolucionarios tienen la responsabilidad de decirlo alto y fuerte: estas manifestaciones no se sitúan, ni de lejos, en el terreno de la clase obrera. Al contrario, ¡representan una trampa mortal para el proletariado!
“Alto el fuego inmediato”, “Paz en Palestina”, “¡Acuerdo internacional!”, “¡Dos naciones en paz!” ... Los llamados a la “paz” se han multiplicado en las últimas semanas en las manifestaciones y en los foros de discusión. Una parte de las organizaciones de la izquierda del capital (los trotskistas, los estalinistas y todas las variantes de la izquierda “radical” como LFI en Francia) sólo tienen la palabra “paz” en la boca.
¡Es pura mistificación! Los trabajadores no deben hacerse ninguna ilusión sobre una pretendida paz, ni en Oriente Medio ni en cualquier otro lugar, ni en ninguna solución de la “comunidad internacional”, de la ONU, del Tribunal Internacional o cualquier otra guarida de bandidos capitalistas. A pesar de todos los acuerdos y todas las conferencias de paz, todas las promesas y todas las resoluciones de la ONU, el conflicto palestino-israelí dura ya más de 70 años y no está cercano a terminar. En los últimos años, como todas las guerras imperialistas, este conflicto no ha hecho más que amplificarse, ganar en violencia y en atrocidades. Con las recientes atrocidades de Hamás y las Fuerzas de Defensa de Israel, la barbarie ha adquirido un rostro aún más monstruoso y delirante, con una lógica de tierra quemada que llega al extremo y demuestra que el capitalismo no puede ofrecer más que muerte y destrucción.
Así pues, a la pregunta: “¿Puede haber paz en una sociedad capitalista?”, nuestra respuesta categórica es: ¡no! Los revolucionarios de principios del siglo XX ya habían dejado claro que, desde 1914, la guerra imperialista se ha convertido en el modo de vida del capitalismo decadente, el resultado ineludible de su crisis histórica. Y como la burguesía no tiene solución para la espiral infernal de la crisis, tenemos que decirlo muy claramente: ¡el caos y la destrucción sólo pueden extenderse y aumentar en Gaza como en Kiev y en cualquier otra parte del mundo! La guerra en Gaza amenaza con incendiar toda la región.
Pero más allá del impasse que representan los llamamientos a la paz bajo el yugo del capitalismo, el pacifismo sigue siendo una peligrosa mistificación para la clase obrera. Esta ideología no sólo nunca ha evitado la guerra, sino que, por el contrario, siempre la ha preparado. Ya en 1914, la socialdemocracia, al plantear el problema de la guerra desde el ángulo del pacifismo, había justificado su participación en el conflicto en nombre de la lucha contra los “promotores de la guerra” del otro bando y de la elección del “mal menor”. Gracias a que la sociedad se había impregnado de la idea de que el capitalismo podía existir sin guerra, la burguesía pudo asimilar el “militarismo alemán”, para unos, y el “imperialismo ruso”, para otros, al bando de los que querían socavar la “paz” y a los que “había que combatir”. Desde entonces, el pacifismo, desde la Segunda Guerra Mundial hasta la guerra de Irak, pasando por los innumerables conflictos de la Guerra Fría, no ha sido más que una sucesión de complicidades desvergonzadas con tal o cual imperialismo contra los “promotores de la guerra” con la finalidad de blanquear el sistema capitalista.
La guerra de Gaza no es una excepción a esta lógica. Valiéndose de la legítima repugnancia suscitada por las masacres de Gaza, la izquierda “pacifista” llama directamente a apoyar a un bando contra otro, el de la “nación palestina” víctima del “colonialismo israelí”, afirmando con la mano en el corazón: “Nosotros defendemos los derechos del ‘pueblo palestino’, no a Hamás”. Esto es olvidar rápidamente que “el derecho del pueblo palestino” no es más que una fórmula hipócrita destinada a disimular lo que se requiere llamar el Estado de Gaza, una forma furtiva de defender una nación contra otra. Una Franja de Gaza “liberada” no significaría otra cosa que consolidar el odioso régimen de Hamás o de cualquier otra facción de la burguesía palestina, de todos aquellos que nunca han dudado en sofocar con sangre la más mínima expresión de cólera, como en 2019 cuando Hamás, que vive como un verdadero depredador sobre las espaldas de la población gazatí, reprimió con una brutalidad inaudita a los manifestantes exasperados por la miseria. ¡Los intereses de los proletarios en Palestina, en Israel o cualquier otro país del mundo no se confunden en absoluto con los de su burguesía y el terror de su Estado!
Las organizaciones trotskistas, en particular en las universidades, ya ni siquiera se molestan en la verborrea hipócrita del pacifismo para alimentar la sucia propaganda belicista de la burguesía. Sin vergüenza alguna, llaman descaradamente a apoyar a la “resistencia de Hamás”. En nombre de las “luchas de liberación nacional contra el imperialismo” (presentadas fraudulentamente como una posición bolchevique sobre la cuestión nacional), intentan movilizar a los jóvenes en el podrido terreno del apoyo a la burguesía palestina, con alusiones apenas veladas de antisemitismo, como oímos en las universidades: “En la Universidad de Columbia en Nueva York, manifestantes han sido filmados coreando: ‘Quemar a Tel Aviv [...] Sí, Hamás, te queremos. También apoyamos a sus cohetes’. Otro exclamó: ‘No queremos dos Estados, queremos todo el territorio’. En la misma línea, algunos estudiantes ya no se contentan con corear ‘Del río al mar, Palestina será libre’, ahora sostienen carteles en árabe. El problema es que dice ‘Del río al mar, Palestina será árabe’, lo que significa que no habrá judíos desde el Jordán hasta el Mediterráneo”1.
Las organizaciones trotskistas tienen una larga tradición de apoyo al campo burgués en la guerra (Vietnam, Congo, Irak...), primero al servicio de los intereses del bloque del Este durante la guerra fría2, después a favor de cualquier expresión de anti norteamericana.
El conflicto israelí-palestino sigue siendo un leitmotiv de la indignación selectiva del trotskismo. Ayer, la “causa palestina” era un pretexto para apoyar los intereses de la URSS en la región contra Estados Unidos. Hoy, estas organizaciones explotan la guerra en Gaza para apoyar a Irán, del Hezbolá y los “rebeldes” Houthis contra el mismo “imperialismo estadounidense” y su aliado israelí. ¡El internacionalismo reivindicado por el trotskismo es el de la Internacional de los canallas!
Contrariamente a todas las mentiras de los partidos de izquierda del capital, las guerras son siempre enfrentamientos entre naciones rivales, entre burguesías rivales. ¡Siempre! ¡Nunca las guerras se libran en beneficio de los explotados! Al contrario, ellos son las primeras víctimas.
En todas partes, los trabajadores deben negarse a tomar partido por un bando burgués contra otro. La solidaridad de los trabajadores no es con Palestina ni con Israel, ni con Ucrania ni con Rusia, ¡ni con ninguna otra nación! Su solidaridad está reservada a sus hermanos de clase que viven en Israel y Palestina, en Ucrania y Rusia, ¡a los explotados del mundo entero! La historia ha demostrado que la única respuesta real a las guerras desatadas por el capitalismo es la revolución proletaria internacional. En 1918, gracias a un enorme estallido revolucionario en toda Europa, que había comenzado en Rusia un año antes, la burguesía se vio obligada a detener una de las mayores carnicerías de la historia.
Por supuesto, hoy todavía estamos muy lejos de esa perspectiva. Para la clase obrera es difícil imaginar una solidaridad concreta, por no hablar de una oposición directa a la guerra y sus horrores. Sin embargo, a través de la serie sin precedentes de luchas obreras que han tenido lugar en muchos países durante los dos últimos años, en Gran Bretaña, Francia, Estados Unidos y recientemente en Alemania, el proletariado está demostrando que no está dispuesto a aceptar sacrificios. Es perfectamente capaz de luchar masivamente, si no directamente, contra la guerra y el militarismo, si en contra los ataques brutales que exige la burguesía para alimentar su arsenal de muerte, contra las consecuencias de la guerra sobre nuestras condiciones de vida, contra la inflación y los recortes presupuestarios. Estas luchas son el crisol en el que la clase obrera puede reencontrarse plenamente con sus experiencias pasadas y sus métodos de lucha, redescubrir su identidad y desarrollar su solidaridad internacional. Entonces podrá politizar su lucha y trazar un rumbo ofreciendo la única perspectiva y salida posibles: el derrocamiento del capitalismo mediante la revolución comunista.
EG, 30-abril-2024
1 “La mayoría de los judíos y palestinos quieren la paz. Extremistas, narcisistas y otros 'aliados' sólo bloquean el camino [133]”, The Guadian (26 de abril de 2024).
2 Estiman que sus respectivas naciones (Francia, Reino Unido, Italia...) tenían todo el interés en unirse al bloque liderado por la llamada “patria del socialismo degenerado” ...
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El sangriento ataque al Ayuntamiento de Moscú el 22 de marzo, el frío cinismo de Putin en Ucrania, el extremismo criminal del gobierno de Netanyahu que masacra en masa y mata de hambre a civiles... todo esto confirma que el sistema capitalista está en bancarrota, que la sociedad burguesa está realmente absorbida por un torbellino de destrucción y caos generalizado. Y este proceso sólo puede acelerarse, como la aterradora desintegración del Medio Oriente, donde el riesgo de una confrontación catastrófica directa entre dos potencias regionales, Israel e Irán, es inmenso.
La CCI ha destacado repetidamente la dinámica histórica del caos que reina en la sociedad capitalista desde la desaparición de los bloques y el inevitable debilitamiento del liderazgo estadounidense en el planeta. A partir de ahora la disciplina entre “aliados” tiende a desaparecer, se desatarán los sórdidos intereses imperialistas, tanto de grandes como de pequeñas potencias. Incluso un aliado de Estados Unidos como Israel, que depende enteramente de la protección estadounidense, se permite hacer lo que le plazca, multiplicar las provocaciones, como el ataque a la representación iraní en Damasco, y desatar un caos en la región que Washington está intentando frenar lo mejor que puede. En cuanto a Irán, viene echando más leña al fuego desde el inicio de la guerra en Gaza (a través de Hamás, Hezbolá y los hutíes) y acaba de dar un nuevo paso en el enfrentamiento lanzando un ataque aéreo masivo directamente contra Israel. A pesar de los intentos desesperados de Estados Unidos por contener el fuego, la evolución de la situación en el Medio Oriente confirma la continua disminución de su poder en el mundo y corre el riesgo de arrastrar a la región hacia una conflagración general.
La burguesía no puede hacer nada ante la dinámica mortífera de su sistema. La crisis económica crónica, los desastres ecológicos y las guerras expresan la espantosa cara de la descomposición del capitalismo, la descomposición de la sociedad resultante de un modo de producción obsoleto, moldeado para la explotación de la fuerza de trabajo, la competencia de todos contra todos y la guerra, y que ya no tiene nada que ofrecer excepto terror, sufrimiento y muerte. Cada vez más regiones del mundo se están volviendo inhabitables para las poblaciones, como Haití, presa del caos, entregada a bandas criminales, o como muchos estados de África y América Latina, expuestos a una corrupción generalizada, a los señores de la guerra, a las mafias y a traficantes de drogas.
El epicentro de esta espiral infernal se sitúa en el corazón mismo del capitalismo, en primer lugar, a nivel de la primera potencia mundial, Estados Unidos. Después de haber amplificado el caos en las últimas décadas tratando de imponer su papel de policía mundial (en particular, en Irak y Afganistán), Estados Unidos busca por todos los medios contrarrestar su irreversible decadencia y no duda en pisotear sin contemplaciones a sus antiguos “aliados” convirtiéndolos en rivales.
La aplicación de esta política también exacerba las tensiones dentro de la propia burguesía estadounidense, como lo demuestran los enfrentamientos que ya están marcando la campaña electoral para las elecciones presidenciales del ya próximo noviembre. Estas tensiones alimentan la desestabilización del aparato político estadounidense, cada vez más fragmentado y polarizado, no sólo por las divisiones entre republicanos y demócratas, sino también, y, sobre todo, por las crecientes divisiones al seno de cada uno de los dos campos rivales. El populista Trump aparece por el momento, como el favorito a pesar de todos los intentos de sacarlo del juego electoral por parte de las fracciones más responsables de la burguesía estadounidense. De hecho, la oleada de populismo sigue profundamente arraigada en la vida política estadounidense, como también es claramente evidente en varios países europeos.
Esta situación hunde en la incertidumbre a la burguesía estadounidense, pero también a las cancillerías de todo el mundo, incapaces de determinar de antemano cuál será la posición de Washington sobre cuestiones candentes que afectan a la geopolítica mundial. Estos enfrentamientos entre facciones dentro de la burguesía estadounidense (desde las declaraciones incendiarias de Trump hasta los bloqueos políticos en el Congreso respecto del apoyo militar a Ucrania) constituyen un importante acelerador de la desestabilización imperialista.
El caos interno está debilitando la credibilidad y la propia autoridad de Estados Unidos, que también está cada vez más socavada por una situación internacional caótica. Esta inestabilidad envalentona aún más a los grandes rivales, así como a las potencias secundarias: refuerza tanto a Putin como a Zelensky en su lógica mortífera, estimula la intoxicación bélica de Netanyahu, Irán y los grupos terroristas afiliados.
Y si China evita responder inmediatamente a las provocaciones y presiones de Washington, está aumentando la presión sobre Taiwán y Filipinas y está considerando más abiertamente la posibilidad a largo plazo de poder fortalecer su estatus como rival del Tío Sam.
La creciente agresividad de los tiburones imperialistas, pequeños o grandes, que intentan explotar los enfrentamientos entre camarillas burguesas en Estados Unidos, no significa en modo alguno que se librarán de las tensiones internas: Putin está atrapado entre la carnicería en el Donbass y la “guerra contra el terrorismo” del Estado Islámico, cuyos comandos se infiltran desde las antiguas repúblicas “soviéticas” de Asia Central, una amenaza que el clan gobernante y sus servicios secretos no han logrado neutralizar a pesar de las advertencias de varios servicios secretos extranjeros. En China, Xi se enfrenta al estancamiento económico, la desestabilización de las “Rutas de la Seda” debido al caos ambiental y las tensiones internas dentro del aparato del Partido Comunista Chino. En cuanto a la precipitada carrera de Israel, es producto de feroces enfrentamientos entre las camarillas nacionalistas extremistas en el poder y otras facciones de la burguesía, así como de la lucha por la supervivencia política de un Netanyahu, perseguido por la justicia.
La actual inestabilidad de la política estadounidense preocupa también a las cancillerías europeas y tiende a acentuar las divisiones dentro de la propia Unión Europea en cuanto a la política a adoptar frente a las presiones de la OTAN y de Estados Unidos. Así, las disputas al seno de la “pareja franco-alemana”, ya obligada a un “matrimonio forzado”, se intensificaron drásticamente.
Ante el hundimiento de la sociedad en la barbarie, el proletariado no tiene nada que esperar de las futuras elecciones presidenciales en Estados Unidos, como tampoco de todas las demás que están por venir. Cualquiera que sea el resultado de las elecciones del próximo noviembre en Estados Unidos, de ninguna manera revertirán la tendencia hacia el caos, la guerra y la fragmentación del mundo y la clase trabajadora sufrirá más que nunca las consecuencias de la explotación capitalista.
El plazo electoral sólo les importa para difundir entre la clase obrera la ilusión de que puede, mediante una “elección correcta”, influir en el curso de las cosas, cuando realmente, el circo electoral sólo expresa el desgarramiento de las camarillas burguesas que chocan cada vez más brutalmente disputándose el poder. Contrariamente a las mentiras difundidas por los demócratas, y en particular por los grupos de izquierda, que proponen la elección del campo “progresista” o “de un mal menor” de Biden al “mal absoluto” de Trump, el proletariado tendrá que contrarrestar el discurso “democrático”, rechazando la trampa de las urnas y liderando su lucha de clases autónoma.
En cuanto a las facciones burguesas, sólo chocan por la estrategia más eficaz y menos costosa para perpetuar la supremacía estadounidense, que coinciden en querer mantener por todos los medios, cualesquiera que sean las consecuencias para la humanidad y el planeta. ¿Atacar militarmente a Irán o debilitarlo con un bloqueo económico? ¿Aumentar la presión sobre Rusia a riesgo de hacerla implosionar o “congelar” la guerra de posiciones? ¿Formular un verdadero chantaje de seguridad hacia los “aliados” europeos?… Cualesquiera que sean las respuestas, siempre serán parte de la lógica de la guerra y su financiación siempre requerirá nuevos “sacrificios” por parte de los trabajadores. En resumen, cualquiera que sea la facción que gane las elecciones, el resultado será una mayor desestabilización, nuevas masacres y una política de “tierra arrasada”.
Frente a esta barbarie indescriptible, frente a las promesas de un caos generalizado, el proletariado representa la única alternativa posible para salvar a la especie humana de una destrucción programada por la lógica asesina de un sistema capitalista completamente obsoleto. La clase trabajadora ha reanudado su lucha y su potencial revolucionario permanece intacto para, en última instancia, afirmar su perspectiva y proyecto comunista.
Es por esta lucha que debemos combatir como clase, rechazando desde ahora cualquier lógica planificada de guerra y “sacrificio”. ¡Los discursos burgueses que presentan a la guerra como una “necesidad”, en nombre de preservar la paz, son mentiras viles! ¡El verdadero culpable es el sistema capitalista!
EKA, 18 de abril de 2024
Con ocasión del amago de dimisión de Pedro Sánchez, los medios de comunicación han emitido reportajes con los numerosos “golpes de efecto” protagonizados por el presidente del gobierno español, desde su irrupción sorpresiva en la carrera de las primarias del PSOE en 2012, hasta el más inesperado adelanto de las elecciones generales en mayo del año pasado1. ¿Estamos, simplemente, ante un nuevo “giro de guion” de un reputado funambulista político como Sánchez?
En el seno de la clase dominante de cada nación, vemos la propagación viral de mayores divisiones y querellas internas, con una creciente irresponsabilidad de las distintas facciones del Estado burgués para gestionar los intereses de conjunto de la burguesía de cada país. Se impone cada vez más el “sálvese quien pueda”. Por ello, las crecientes dificultades para dominar el juego político en España no tienen nada de específicamente español. Los escándalos, la utilización de chantajes y maniobras barriobajeras, la corrupción, el uso sistemático en la vida política de bulos y difamaciones, etc., son también moneda corriente en la añeja burguesía británica y en la “nomenklatura” putinista en Rusia, y desde Trump a la llamada “clase política” española.
Tras el triunfo del PP en las elecciones municipales y autonómicas en marzo del año pasado parecía vislumbrarse la perspectiva de una salida del PSOE del Gobierno. Este movimiento de hacer hueco para la derecha lo analizamos hace unos meses2 como el plan más coherente a largo plazo para el aparato político de la burguesía para evitar el desgaste del PSOE ante un previsible aumento, aún con dificultades, de la combatividad obrera como el que se aprecia en otros países3. Sin embargo, una audaz maniobra de Sánchez, adelantando las elecciones generales, abortó dicha estrategia, acallando las divisiones internas en el seno del propio PSOE (cuando gran parte de los barones regionales reprochaban a Sánchez la pérdida de poder en los territorios autonómicos), forzando en la Derecha una “digestión” precipitada e incómoda del fenómeno VOX, y concentrando, por vía de urgencia, todo el voto a la izquierda del PSOE en SUMAR. Y, todo ello, sazonado con la estomagante salsa del antifascismo, presentando al “gobierno progresista” cómo único baluarte contra la “vuelta del franquismo”.
Esta “jugada” de la facción a la cabeza del PSOE, sin tomar en consideración ni siquiera al resto del partido “socialista”, condujo tras las elecciones de Julio pasado, a una simple huida hacia adelante que en definitiva engordaba los problemas de fondo de la burguesía española: las reivindicaciones nacionalistas se veían estimuladas (como se ha visto con las concesiones a los “independentistas” catalanes o el fortalecimiento de EH Bildu en las recientes elecciones en el País vasco); la división en el seno del PSOE se acrecienta, la cohesión de la derecha sigue menguando (su líder Feijoo unas veces quiere pactar con Puigdemont o ser tibio en las elecciones vascas, y otras se sube al inflamado discurso ultranacionalista español)4; y, por último, el conglomerado de Sumar, necesario para dar credibilidad a la patraña de un gobierno “al servicio de los trabajadores”, se empezó a fragmentar a las pocas semanas de constituirse el nuevo gobierno, y sigue deshilachándose hoy.
El nuevo amago de dimisión de Sánchez parece ser una nueva versión, cada vez más farsa y desde luego más arriesgada, de esa misma maniobra: una vez más el “todos con Sánchez” en las filas del PSOE; una vez más el discurso ante sus aliados y ante la población en general del “o yo o las atrocidades de la Derecha”5, del “o yo, o un mayor caos aún”. Es imposible predecir el efecto inmediato que pueda tener, pues hasta sus correligionarios del PSOE reconocen no haberlo calculado.
Lo que es seguro es que las convulsiones políticas en el seno de la burguesía española van a ir en aumento, y ello en un contexto en que la crisis económica mundial se está acentuando. En tal situación, el “gobierno más progresista de todos los tiempos” primero giró su discurso a la izquierda tratando de hacernos creer que tenía por misión atenuar el impacto inevitable de los “poderes internacionales del capitalismo” sobre los trabajadores. Hoy, y pese a sus serias dificultades, es aún capaz de darse un marco ideológico para hacernos tragar sus peores ataques. La victoria de la derecha en la mayoría de las autonomías favorece el discurso de “resistencia al avance de la derecha”. Esto permite dar un respiro a los sindicatos que pueden achacar los ataques a nuestras condiciones de vida a la política autonómica, como llevan haciendo mucho tiempo ya en Madrid. Es más, el mismo pegamento “antifranquista” que une al nuevo gobierno Frankenstein es utilizado contra la clase obrera, donde CCOO y UGT nos llaman a un primero de mayo de resistencia “por la decencia democrática” en un contexto de “dos años de avances”.
En un contexto político más favorable a mayores ataques todavía no es casualidad que empiecen a prodigarse los anuncios de probables recortes en pensiones, por ejemplo. Esas amenazas se ciernen sobre unos trabajadores que hemos sufrido en los últimos años también un retroceso salarial por la espiral inflacionista de alimentación y vivienda, un aumento de la precariedad del empleo y un desgaste de prestaciones sociales en sanidad, educación etc. La propaganda gubernamental, que machaca una y otra vez que su prioridad son los “desfavorecidos” tiene por misión meter a los trabajadores en el saco miserable de “los ciudadanos pobres y desfavorecidos de la nación”, que deben rezar por el falso apoyo del gobierno, como ocurrió con la presencia reciente de Yolanda Díaz en la lucha de Iveco, al estilo del presidente estadounidense hace unos meses. ¡Qué haríamos sin la enrevesada y maquiavélica “ayuda” de nuestros amados líderes!
Estos pasos de gigante hacia la destrucción y los ataques a nuestras vidas no se deben al avance de la derecha, ni al belicismo de algunos personajes, sino que son el producto del hundimiento caótico del capitalismo mundial. Por ello, el proletariado en España debe llevar más lejos el impulso de sus luchas en Vitoria o Vigo6, de la tímida tendencia a la extensión rápida y unida de algunas luchas, y contra la división sindicalista. Verse reflejado en las luchas de los trabajadores de Gran Bretaña o Francia y no dejarse atrapar en las querellas entre facciones de la burguesía, que justifican el esfuerzo militar y la renuncia al desarrollo de nuestra unidad como clase.
Valerio, 1 de mayo de 2024
1Hemos ido analizando en nuestra prensa esos acontecimientos. Ver: Los Gobiernos de Izquierda en defensa de la explotación capitalista (II) Los gobiernos PSOE de la democracia, CCI abril 2020 [136]; Gobierno PSOE: ¿Qué hay detrás de la moción de censura?, Acción Proletaria 232, 2018 [137]; El “giro a la izquierda” del PSOE: un arma para sabotear la lucha y la conciencia obrera, [138]CCI octubre 2022.
2Ver el artículo: “Elecciones de verano": la farsa electoral para quemar la consciencia proletaria” [139], CCI julio 2023
3Ver nuestro artículo “¡La clase obrera sigue luchando!” [140], CCI abril 2024
4Como explicamos en el mencionado artículo sobre las últimas elecciones, a la burguesía española le costó organizar una facción de derechas homologable por sus cofrades europeos y capaz de entenderse con otras derechas regionales. No lo logró hasta 1996 y prolongó un desgaste evidente para el PSOE de Felipe González.
5La frágil cohesión del nuevo gobierno Frankenstein 2023 se basa esencialmente en el miedo por parte de toda una serie de facciones variopintas de la burguesía española al “retorno” de una burguesía clásica española, brutal y arrogante.
6Ver nuestros artículos: “Luchas en Vitoria: el sindicalismo y la democracia contra la clase obrera”, [141] CCI julio 2023; “¿Cómo han vencido los sindicatos a los trabajadores en Vigo? ¿Cómo hemos de luchar?”, [142] Acción Proletaria 238, 2023
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Publicamos aquí un intercambio de opiniones con T, un contacto en Alemania, centrado en las movilizaciones en apoyo de "Libertad para Palestina".
Carta de T
Camaradas,
He aquí una contribución mía a la discusión:
Una crítica que tengo es que la CCI presenta como anti-internacionalistas otras posiciones políticas que no corresponden a la concepción de internacionalismo de la CCI. Lenin tenía una posición sobre la lucha anticolonial/antiimperialista diferente a la de Rosa Luxemburgo, pero ¿no era internacionalista? Una breve búsqueda sobre el tema revela que Lenin apoyaba claramente la lucha anticolonial desde el punto de vista político. Para ello es fundamental el "derecho de las naciones a la autodeterminación". Escribió: "Los socialistas no sólo deben exigir la liberación incondicional e inmediata de las colonias sin compensación -y esta exigencia en su expresión política significa ni más ni menos que el reconocimiento del derecho a la autodeterminación-, sino que deben prestar un apoyo decidido a los elementos más revolucionarios de los movimientos democrático-burgueses de liberación nacional en estos países y ayudar a su rebelión -y si es necesario, a su guerra revolucionaria- contra las potencias imperialistas que los oprimen”i.
También acusa a los socialistas que no defienden el derecho a la autodeterminación de ser lacayos de la burguesía imperialista. Con respecto a estos socialistas, escribe que tales socialistas "se comportan como chovinistas, como lacayos de las monarquías imperialistas manchadas de sangre y barro y de la burguesía imperialista”ii.
Y Lenin también aporta algo importante: "Frente a esta utopía filistea y oportunista, el programa de la socialdemocracia debe señalar que bajo el imperialismo la división de las naciones en opresoras y oprimidas es un hecho fundamental, importantísimo e inevitable"iii.
Incluso si el imperialismo es un sistema mundial, y también estoy convencido de que no puede haber luchas nacionales "progresistas", se plantea sin embargo la siguiente cuestión: ¿es IGUAL el nacionalismo del Estado israelí que el nacionalismo de los palestinos? ¿No hay diferencia entre la parte opresora y la parte oprimida desde la perspectiva de la CCI? Así que, para decirlo muy claramente, en pocas palabras: es cierto que puedo ver que la política nacionalista-religiosa de parte de la población palestina no ofrece una perspectiva emancipadora y socialista (sino que oprime). En este sentido, criticarla también es esencial. PERO: ¿a dónde conduce una política que no distingue entre opresor y oprimido? Este nivel de opresión falta en el análisis de la CCI. De hecho, la opresión existe a nivel de la nacionalidad - como dice Lenin, ¡este es un elemento esencial del imperialismo! Este aspecto no es abordado por la CCI, no es explicado, sino más bien ignorado.
Si no hay ninguna diferencia desde la perspectiva de la CCI, esto explicaría al menos por qué las acciones asesinas del Estado israelí no son el centro de la agitación. También explicaría por qué la crítica al Estado alemán y al Occidente imperialista, con Israel como aliado, es tan tímida.
No llego a una solución concluyente del problema. Tampoco estoy totalmente de acuerdo con la posición de Lenin, pero creo que aborda aspectos importantes.
La posición de la CCI parece ser una plantilla, ya que se utilizan exactamente los mismos argumentos tanto para la guerra en Ucrania como para la guerra en Palestina. Ambos casos tienen similitudes -que la CCI subraya (tesis de la decadencia, ejemplo de un estado de descomposición)- pero también difieren en aspectos importantes. Por ejemplo: Ucrania es un Estado fuertemente armado por la OTAN. Palestina no es un Estado. Es un territorio ocupado al que la potencia ocupante concedió una "autoridad autónoma". Hay muchas otras diferencias, éste es sólo un ejemplo.
Además:
Se plantea la cuestión de cómo se produjo en primer lugar el ataque de los grupos militantes y la sangrienta masacre del 7 de octubre. Algunas (¿o muchas?) personas en Israel se preguntan: ¿dónde estaba el Mossad y dónde estaba el ejército? ¿No fallaron terriblemente? ¿Cómo pudo ocurrir? La CCI se limita a adoptar los "hechos" oficiales y la explicación oficial de lo sucedido, que nos transmiten las partes interesadas.
Aquí puedo incluso referirme a un antiguo artículo de la CCI que dice: "Con demasiada frecuencia, cuando la CCI denuncia el maquiavelismo de la burguesía, nuestros críticos nos acusan de caer en una visión conspirativa de la historia. Sin embargo, su incomprensión a este respecto no es sólo un malentendido de nuestro análisis, sino que, lo que es aún peor, es presa de la superchería ideológica de los apologistas burgueses en los medios de comunicación y en el mundo académico, cuyo trabajo consiste en denigrar como teóricos irracionales de la conspiración a aquellos que tratan de determinar los patrones y procesos dentro de la vida política, económica y social burguesa. Sin embargo, ni siquiera es controvertido afirmar que las mentiras, el terror, la coerción, el doble juego, la corrupción, los complots y el asesinato político han sido el pan de cada día de las clases dominantes explotadoras a lo largo de la historia, ya sea en el mundo antiguo, en el feudalismo o en el capitalismo moderno”iv.
Desde luego, ¡ahora no veis ningún posible maquiavelismo con el 7 de octubre! Ya han aparecido documentos que plantean grandes interrogantes, ver: "Documentos revelan una conspiración israelí para promover el atentado del 7 de octubre"v.
En una publicación inglesa de la CCI, hay una importante reflexión que ilustra la importancia de la cuestión: "Pero hay algo aún peor: esta caja de Pandora nunca volverá a cerrarse. Como en Irak, Afganistán, Siria y Libia, no habrá vuelta atrás, no habrá 'retorno a la paz'"vi.
En mi opinión, esto es completamente cierto. El problema que quería plantear radica en hasta qué punto el disgusto ante la fea cara del imperialismo occidental conduce a una resistencia colectiva. Una resistencia que pueda levantarse contra la lógica imperialista de la guerra. Cualquiera que no tome como punto de partida la manifestación concreta del imperialismo occidental -como estamos viendo actualmente en el asesinato indiscriminado de más de 10.000 personas en la Franja de Gaza- está fallando en su planteamiento táctico.
Por ejemplo, ya ha habido acciones proletarias, como la negativa de los trabajadores portuarios a cargar armas y municiones que se utilizarán en la guerra de Gaza. Desgraciadamente, la prensa de la CCI no informa nada al respecto, aunque esto podría ser un pequeño paso concreto hacia el internacionalismo proletario.
La siguiente valoración no es correcta en su afirmación generalizada y recuerda a los anuncios de los círculos gubernamentales imperialistas alemanes:
"Sin embargo, ellos [los manifestantes] participan en realidad en manifestaciones de carácter pro-guerra, en las que la consigna principal ‘Palestine will be free, from the river to the sea’ (Palestina será libre, del río al mar) sólo puede lograrse mediante la destrucción militar de Israel y el asesinato en masa y la expulsión de los judíos israelíes - una Nakba al revés”vii.
¿En realidad, “[están] participando en manifestaciones que tienen un carácter pro-guerra”? Ciertamente hay muchos participantes que no son conscientes del problema de la escalada nacionalista-religiosa y también hay fuerzas abiertamente reaccionarias. Pero atribuir a las manifestaciones un carácter fundamentalmente pro belicista es un error. Y, como ya se ha dicho, muy compatible con las declaraciones oficiales del imperialismo alemán y europeo. Porque lo que no necesitan ahora es oposición a la matanza en Gaza. Por eso atacan masivamente a los críticos y prohíben las manifestaciones. ¿Y la CCI opina que se trata de "manifestaciones a favor de la guerra"?
La clase obrera multiconfesional de Europa y Estados Unidos está alzando su voz contra la guerra - ¡millones de veces! - ¿y la CCI opina que participan en "manifestaciones a favor de la guerra"?
Saludamos la contribución del camarada. Ha hecho un verdadero esfuerzo por explicar su posición ante la guerra en Oriente Medio, basándose principalmente en las posiciones desarrolladas por Lenin durante la Primera Guerra Mundial. Con su crítica participa en el esclarecimiento de la naturaleza de la guerra de Gaza, que ya ha planteado serios problemas a algunos grupos políticos en su defensa de la perspectiva de la clase obrera mundial. Para nosotros, esta es una razón más para responder cuidadosamente a esta contribución.
Pero queremos empezar con una cuestión metodológica. Como el camarada no hace ninguna apreciación sobre el marco analítico utilizado por la CCI para desarrollar su posición frente a esta guerra, no sabemos si su crítica se refiere sólo a puntos específicos del análisis o a todo el planteamiento político de la CCI. Por ejemplo, no está del todo claro si el camarada está de acuerdo al 100% con el internacionalismo defendido por la CCI, o sólo bajo ciertas condiciones.
En cualquier caso, parece que el camarada está de acuerdo con la CCI en que "esta caja de Pandora no se cerrará nunca más. Como en Irak, Afganistán, Siria y Libia, no habrá vuelta atrás, no habrá 'retorno a la paz'". Este es un punto importante porque de aquí se infiere que el camarada está de acuerdo con nosotros en el concepto de la irracionalidad de esta guerra, en la que no habrá vencedores, sino sólo destrucción y más caos. Pero esta posición no está exenta de consecuencias, porque tal posición hace inútil apoyar a cualquiera de los dos bandos en esta guerra. Sobre todo, cuando el camarada afirma también que, en la época del imperialismo, las luchas nacionales "progresistas" ya no son posiblesviii.
Por eso nos sorprende tanto más que el camarada saque a colación la teoría de las naciones opresoras y oprimidas, siguiendo las palabras de Lenin, de que "bajo el imperialismo la división de las naciones en opresoras y oprimidas es un hecho fundamental, importantísimo e inevitable”ix. Y en apoyo de esta posición, añade también que "Palestina no es un Estado".
No está exactamente claro lo que el camarada está diciendo aquí, pero parece decir que la nación palestina no es igual a la nación israelí, que los palestinos son en realidad una minoría nacional oprimida dentro del Estado israelí, una idea que podemos aceptar. Se trata de una situación similar a la de las naciones oprimidas en la Rusia zarista antes de 1917. Y fue Lenin quien, por tanto, defendió los "derechos de las naciones a la autodeterminación". Pero esta posición táctica destinada a favorecer las condiciones para la revolución mundial, resultó desastrosa cuando se puso en práctica después de la Revolución de Octubre. En 1918 Rosa Luxemburgo criticó con razón esta "táctica", por ejemplo, en su folleto La revolución rusa.
En este folleto Rosa Luxemburgo demostró, basándose en los hechos empíricos, que cuando a las naciones se les concedió la "autodeterminación" después de octubre de 1917, se convirtieron inmediatamente en formaciones reaccionarias, y no sólo se volvieron unas contra otras, sino también contra la revoluciónx.
Esto se debió a que el capitalismo había entrado en su periodo de decadencia, un mundo completamente dividido, en un estado de crisis histórica y decadencia irreversible. La creciente competencia entre las grandes potencias por hacerse con una parte del mercado mundial provocó tensiones militares que culminaron en la Primera Guerra Mundial. Tras la Primera Guerra Mundial, y ante el fracaso de los "remedios" económicos a la crisis del capitalismo, la única vía que le quedaba a la burguesía para salir del atolladero era lanzarse de cabeza al militarismo y a la guerra. Pero ni siquiera las naciones más pequeñas pudieron escapar a esta lógica. Si querían sobrevivir tenían que aceptar la huida hacia el militarismo y ajustarse a las exigencias globales de las grandes potencias imperialistas.
Toda burguesía nacional debe someterse a la lógica de la guerra permanente del capital, a su modo de vida y a la cadena de conflictos imperialistas que de ello se deriva. La liberación nacional se ha convertido en igual a la guerra imperialista y la ideología de la "liberación nacional" en la decadencia del capitalismo es reaccionaria.
La distinción de Lenin entre naciones opresoras y oprimidas no es errónea, pero no toca las raíces del modo de producción capitalista.
Opresión y oprimidos son rasgos superestructurales que no tienen relación directa con la base y la abolición de una forma particular de opresión no tiene ningún impacto fundamental en las condiciones materiales de la sociedad capitalista. La lucha de los oprimidos o incluso la eliminación de la opresión de los palestinos, los negros o las mujeres -si es que esto fuera posible bajo el capitalismo- no suprime este mismo sistema. Al contrario, como en el caso de los palestinos, podemos incluso esperar que su "liberación" del régimen opresor israelí, si alguna vez llegara a tener éxito, conduciría con toda seguridad a un régimen opresor como los demás Estados islámicos de la región y, por tanto, no al debilitamiento del capitalismo -por no hablar de su abolición.
La posición de Lenin de que "la división de las naciones en opresoras y oprimidas (...) constituye la esencia del imperialismo"xi deja la ventana abierta de par en par a la opinión de que todas las clases de las naciones oprimidas, no imperialistas, tienen un interés común en luchar contra la nación opresora. En otras palabras: la distinción entre "agresores y agredidos", entre "naciones opresoras y oprimidas" no sólo no es válida, sino que constituye el marco ideológico diseñado para arrastrar a la clase explotada a guerras en defensa de intereses que no son los suyos. Por eso es ampliamente utilizado por la extrema izquierda del capital para llamar a los trabajadores a apoyar la lucha de las poblaciones nacionales oprimidas en el marco de la guerra imperialista. Los distintos intereses de clase se ocultan y se sustituyen por los "intereses del pueblo" y los intereses generales de la nación oprimidaxii.
En su teoría Lenin no sólo partió de características superestructurales, también dividió los países del mundo en tres tipos principales y para cada uno de estos tres tipos desarrolló una política diferentexiii. Pero la clase obrera es una clase internacional y toda política que pretenda definir la mejor táctica para cada parte está en contradicción con el principio de que la revolución proletaria tiene que tener lugar a nivel mundial y no según las condiciones específicas de tal o cual parte del mundo. En este sentido, Rosa Luxemburgo tiene razón al afirmar que "toda política socialista que haga caso omiso de este medio histórico [imperialista] definitorio, y quiera guiarse únicamente por los puntos de vista aislados de un país en medio del torbellino mundial, está construida sobre arena desde el principio"xiv.
En contraste con el camarada, estamos convencidos de que Gaza no es sólo una entidad nacional, sino que el régimen de Gaza tiene también varias funciones de un Estado burgués: recauda impuestos y tiene un ejército, un aparato jurídico, centros de detención, personal de inteligencia y policía, etc. Es la administración de facto de Hamás la que ejerce estas funciones estatales y, desde 2005, bajo la dirección de un centro de mando muy centralizado, ha podido disparar miles de cohetes contra territorio israelí. Sólo hay una conclusión posible: la guerra de Gaza es una guerra entre dos Estados imperialistas.
Por lo tanto, no estamos de acuerdo con el camarada cuando saca la conclusión de que los revolucionarios deberían tomar como punto de partida para su posición táctica el "asco ante la fea cara del imperialismo occidental (...) como estamos viendo actualmente en el asesinato indiscriminado de más de 10.000 personas [y más] en la Franja de Gaza". La CCI, en línea con las posiciones defendidas por la tradición de la Izquierda Comunista, no se decanta por uno de los campos imperialistas, ni por razones tácticas ni por las masacres y atrocidades causadas por uno de los campos imperialistas. Pero el camarada parece tener otro punto de vista que, como expresión concreta de su enfoque teórico, se muestra claramente en la crítica de la posición de la CCI sobre las manifestaciones pro-palestinas.
En su crítica, el camarada llega a la conclusión de que estas manifestaciones, en contraste con la posición defendida en el artículo "La realidad tras las consignas burguesas", no eran manifestaciones pro-guerra. Según el camarada, eran manifestaciones pro Palestina, apoyadas por los trabajadores, y que por eso las críticas de los manifestantes a la política de la burguesía occidental fueron atacadas por los grandes medios de comunicación. Al no adoptar la postura táctica correcta, la CCI supuestamente se une al coro de la campaña antipalestina. Pero el artículo tiene razón cuando dice que el eslogan “Palestine will be free, from the river to the sea” sólo puede significar la limpieza étnica de la población judía en la región entre el Jordán y el Mar Mediterráneo, "una Nakba al revés". Y esto no tiene nada que ver con una posición antipalestina o proisraelí, sino con una posición que aborda y analiza la situación en Oriente Medio desde la perspectiva del proletariado, la única clase capaz de trascender las relaciones capitalistas y, por tanto, no determinada por los intereses antagónicos de los Estados imperialistas.
Para concluir, debemos decir que la guerra no es el resultado de ciertas políticas particulares, que son "más o menos nacionalistas", "más o menos agresivas", etc., sino el producto del sistema capitalista en su conjunto, resultado de su naturaleza y de las tendencias históricas de decadencia, de las que ninguna parte de la clase dominante puede escapar. En este sentido, no hay ninguna diferencia entre el nacionalismo de Israel y el nacionalismo de Palestina: ambas ideologías son una tapadera para la guerra y para la represión de la clase obrera por parte del Estado burgués.
Dennis, febrero de 2024
i V. I. Lenin, La revolución socialista y el derecho de las naciones a la autodeterminación Tesis
ii Op cit
iii Op cit
iv Pearl Harbor, las Torres Gemelas y el maquiavelismo de la burguesía (parte 1)
v Documentos exponen la conspiración israelí para facilitar el ataque del 7 de octubre
vi ¡Ni Israel ni Palestina! ¡Los trabajadores no tienen patria!
vii La realidad detrás de las consignas burguesas
viii Para evitar cualquier malentendido, para la CCI las luchas nacionales "progresistas" del siglo XIX condujeron a la constitución de una unidad superior de la burguesía dentro de determinadas zonas, a la centralización de la economía nacional y a la integración de más fuerza de trabajo.
ix V. I. Lenin, La revolución socialista y el derecho de las naciones a la autodeterminación, Tesis (1916), 3. "El significado del derecho a la autodeterminación y su relación con la federación".
x Rosa Luxemburgo, La revolución rusa, capítulo 3, La cuestión de las nacionalidades
xi V. I. Lenin, El proletariado revolucionario y el derecho de las naciones a la autodeterminación
xii Ejemplos de la posición de la extrema izquierda del capital: "Estamos firmemente con las masas palestinas oprimidas" (Tendencia Marxista Internacional); expresamos "solidaridad unánime con el pueblo palestino oprimido" (Partido Socialista por la Igualdad WSWS); mostremos nuestra "solidaridad con el pueblo palestino colonizado y oprimido" (CPGB).
xiii V. I. Lenin, La revolución socialista y el derecho de las naciones a la autodeterminación, Tesis (1916), 6. Tres tipos de países en relación con la autodeterminación de las naciones
xiv Rosa Luxemburgo, El folleto de Junius, capítulo 7
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Las guerras mundiales del siglo XX demostraron que el capitalismo se había convertido en un sistema social totalmente obsoleto. Les siguió una «Guerra Fría» entre dos bloques imperialistas, durante la cual los conflictos por poderes mataron a tanta gente como las guerras mundiales. El viejo sistema de bloques se derrumbó en la década de 1990, pero las guerras imperialistas no desaparecieron. Simplemente, se han vuelto más caóticas e impredecibles. De las muchas guerras que asolan hoy el planeta, las carnicerías de Ucrania y Oriente Medio son la prueba más clara (junto a una crisis ecológica que el sistema no puede resolver) de que el declive del capitalismo ha alcanzado su fase terminal, amenazando la supervivencia misma de la especie humana.
Para debatir estas cuestiones, la CCI está organizando reuniones públicas allí donde está presente en todo el mundo.
Esta reunión será una oportunidad para debatir el contexto histórico de la guerra en Oriente Medio y para argumentar que la única respuesta posible a la guerra es la defensa intransigente del internacionalismo contra todas las falsas respuestas ofrecidas por aquellos que defienden una forma u otra de nacionalismo, y contra todos los estados y gobiernos capitalistas, desde Israel a Irán y Hamás, desde Rusia a Ucrania, desde Estados Unidos a China. Todas sus guerras son guerras imperialistas genocidas, y el único poder sobre la tierra que puede poner fin a la pesadilla del capitalismo en decadencia es la clase obrera internacional.
Estas reuniones están abiertas a todos aquellos que deseen reunirse y debatir con la CCI. Invitamos cordialmente a todos nuestros lectores, contactos y simpatizantes a venir y debatir las cuestiones en juego y comparar puntos de vista, escribiendo a la siguiente dirección de correo electrónico, expresando la intención de participar:
Le indicaremos cómo conectarse.
CCI
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Desde el desencadenamiento bárbaro del conflicto en Ucrania y su putrefacción en una terrible guerra de posiciones, las masacres en Israel y Gaza, y las amenazas de conflagración en Oriente Medio a través de un conflicto directo entre Israel e Irán, las tensiones en torno a Taiwán, los apetitos incontrolables de las naciones están llevando a los políticos burgueses a pretender «descubrir» que el viejo mundo capitalista es un siniestro cesto de cangrejos. Al comienzo del conflicto en Ucrania, los discursos trataron inmediatamente de convencernos de que teníamos que romper con nuestra «candidez» y aceptar que teníamos que prepararnos para una «guerra de alta intensidad»: ¡hacer sacrificios para alimentar nuevos asesinatos en masa y planear más destrucciones! Por supuesto, en nombre de la «paz» y de la «defensa de la democracia» ...
En un contexto de aceleración de las tensiones imperialistas donde el sálvese quien pueda es la regla, las burguesías occidentales, en Europa y Estados Unidos, redoblan sus esfuerzos para propagar las peores campañas belicistas en los medios de comunicación. Con total displicencia, el presidente Macron, apoyado por los jefes de Estado de siete países europeos, ha tomado la iniciativa de afirmar que «no hay que descartar» la posibilidad de enviar tropas occidentales a Ucrania. En Gran Bretaña, el general Patrick Sanders abogó por «duplicar el tamaño del ejército británico» y pidió a los ciudadanos de a pie que se preparen para una «movilización cívica». A él se unió el jefe del comité militar de la OTAN, el almirante Rob Bauer, quien afirmó en un discurso: «La responsabilidad de la libertad no recae únicamente sobre los hombros de quienes visten el uniforme [...]. [...] Necesitamos un cambio de mentalidad en los sectores público y privado, de una época en la que todo era planificable, predecible, controlable, impulsado por la eficiencia... a una época en la que cualquier cosa puede ocurrir en cualquier momento». En resumen, desean estar en condiciones de poder movilizar a la población para el «esfuerzo bélico» y preparar tropas para el combate.
Estas declaraciones, que se multiplican y son controvertidas, se ven inmediatamente contradichas por las divisiones y tensiones entre las distintas facciones burguesas. Pero todas coinciden, sin embargo, en una cosa: que hay que apoyar a un bando en la guerra, en este caso a Ucrania. Todos los discursos son unánimes al afirmar que «Ucrania lucha por nosotros» y que «en caso de derrota, el ejército ruso estará a nuestras puertas». Con este telón de fondo, el septuagésimo quinto aniversario de la OTAN adquirió un significado especial, celebrado con gran pompa y platillo, al tiempo que se subrayaba que el estancamiento de Putin no le hacía menos peligroso. Y aunque el Secretario General, Jens Stoltenberg, dejó claro que «no hay planes de enviar tropas de la OTAN a Ucrania», se esforzó en señalar que «los aliados de la OTAN están proporcionando un apoyo sin precedentes a Ucrania».
Se trata de preparar la mente de la gente para que acepte el principio de la guerra y sus sacrificios. Esto es aún más importante porque, como Rosa Luxemburgo señaló en la época de la Primera Guerra Mundial, «la guerra es un asesinato metódico, organizado y gigantesco. Para provocar el asesinato sistemático en hombres normalmente constituidos, es necesario [...] producir una intoxicación apropiada. Éste ha sido siempre el método habitual de los beligerantes. La bestialidad del pensamiento y del sentimiento debe corresponder a la bestialidad de la práctica; debe prepararla y acompañarla»1.(1)
Naturalmente, desde esta perspectiva, el objetivo primordial de todo el belicismo actual es justificar el vertiginoso aumento de los presupuestos militares en todas partes. En este sentido, los impresionantes aumentos del gasto armamentístico en los países escandinavos (20% en Noruega, por ejemplo) y en los países bálticos son muy simbólicos de esta nueva carrera armamentística frenética. De hecho, todos los países europeos están haciendo grandes esfuerzos. Polonia, por ejemplo, aspira a alcanzar la cifra récord del 4% de su PIB (la tasa más alta dentro de la OTAN); Alemania, con el presupuesto de este año (68 000 millones de euros), alcanzará el 2.1% de su PIB por primera vez en más de treinta años y Francia tiene previsto gastar la enorme suma de 413 300 millones de euros en siete años.
Hoy en día, la implicación y los esfuerzos requeridos en términos de gasto armamentístico adquieren una nueva cualidad. Por tanto, desde el final de la Primera Guerra Mundial, la «paz» no ha sido en realidad más que una mistificación, con tantos cadáveres amontonados. Tras el hundimiento del bloque del Este, el nuevo «mundo multipolar» sólo ha generado caos, implicando cada vez más a los ejércitos de las grandes potencias imperialistas en costosos conflictos, con Estados Unidos a la cabeza. Pero las gigantescas sumas de dinero que ahora se planifican se gastan en un contexto de descomposición acelerada y de profundización dramática de la crisis económica que siguió al choque brutal provocado por la epidemia de Covid.
La situación actual está marcada por el estancamiento del crecimiento industrial e incluso por signos de recesión, mientras que las deudas siguen creciendo y la inflación continúa erosionando los salarios. Es en este contexto fuertemente degradado en el que la burguesía necesita atacar aún más a los trabajadores para reforzar sus medios militares. Para decirlo claramente, la burguesía no tiene otra opción, dada la espiral a la que está siendo arrastrada por la bancarrota de su sistema, el capitalismo, que planear fríamente ataques con vistas a preparar la guerra e imponer la austeridad para arrastrarnos aún más a su lógica de destrucción.
Semejante locura, y los nuevos ataques económicos que provoca, sólo pueden favorecer las condiciones para la continuación de la lucha de clases. En realidad, las campañas ideológicas sobre la guerra revelan paradójicamente que la burguesía camina sobre cáscaras de huevo en su intento de imponer la austeridad. Todas sus preocupaciones se ven confirmadas por la reanudación de las luchas obreras a escala internacional, en particular en Europa Occidental y Norteamérica. Esta resistencia, a pesar de sus grandes debilidades, atestigua que la clase obrera de estos países no está dispuesta a «morir por la patria».
WH, 10 de abril de 2024
1Rosa Luxemburg, La crisis de la socialdemocracia (1915).
La camarilla de Le Pen aún no había consumado su triunfo en las elecciones europeas cuando el presidente Macron anunció la disolución de la Asamblea Nacional y la convocatoria de elecciones legislativas a continuación. Los rumores de una disolución circulaban desde hacía varias semanas, pero la noticia no dejó de inquietar a las cancillerías europeas en un contexto de auge del populismo en Europa y en todo el mundo. Tras Orbán en Hungría y Meloni en Italia, con la extrema derecha en apogeo en Alemania y el payaso Farage a punto de torpedear al Partido Conservador en el Reino Unido, Macron, en una jugada más propia de una partida de póker que de un político previsor ha lanzado el “petardazo” poniendo en bandeja la llegada al poder de Rassemblement National (Agrupación nacional).
Ante la perspectiva de un gobierno populista, el RN se ha apresurado a dejar de lado su retórica "social" y sus posiciones más radicales sobre Europa para intentar tranquilizar al aparato del Estado, a la patronal y a los "socios europeos". Eso sí, ¡el gobierno de Bardella no vacilará en sus ataques contra nuestras condiciones de vida!
Sin embargo, eso no bastará para ahuyentar el burdo amateurismo de la dirección del RN, ni las tropelías racistas y notoriamente retrógradas de este partido fundado por la escoria de la extrema derecha, ni el riesgo de estallidos de violencia una vez conocido el resultado1, ni tampoco la inestabilidad política que se apoderará del país durante mucho tiempo. Tanto más cuanto que las facciones populistas de la burguesía no sólo han demostrado repetidamente su incapacidad para defender eficazmente el capital nacional (como Trump en Estados Unidos o los partidarios del Brexit en Gran Bretaña), sino que también son particularmente poco aptas para impulsar hábilmente "reformas" contra la clase obrera. Para la burguesía, el RN en el poder representará una aceleración considerable del caos social y una onda expansiva que debilitará a Francia, y en consecuencia a Europa, en el escenario mundial.
El auge del populismo en el mundo no es, por tanto, el producto de maniobras bien orquestadas de la burguesía contra la clase obrera2, como afirman repetidamente los partidos de izquierda, según los cuales el llamado "bloque burgués"3 preferiría arrojarse en brazos de la extrema derecha antes que en los suyos. En realidad, tanto en Estados Unidos como en Europa, el populismo es ante todo un producto puro de la profunda descomposición de la sociedad capitalista.
Las contradicciones del sistema han alcanzado un grado tan inextricable que la burguesía es ya incapaz de hacer frente a la crisis y al caos creciente: inseguridad generalizada y paro masivo, guerra en todos los continentes, repetidas catástrofes medioambientales e industriales, millones de migrantes arrojados a vagar por las carreteras, hundimiento de los sistemas sanitarios y educativos, deterioro continuo de las condiciones de trabajo, desesperación, miedo al futuro... A los ojos de todos, la clase dominante ya no tiene la menor perspectiva que ofrecer a la sociedad, aparte de intentar "salvar los muebles" día a día. Es este contexto de crisis y de sálvese quien pueda el que ha permitido al populismo prosperar, promover su ideología nauseabunda e irracional, señalar chivos expiatorios a quienes culpabilizar, fomentar el repliegue sobre las “identidades” nacionales y raciales…4
Así que surge la pregunta: ¿hay que ir a votar para cerrar el paso al racismo descarado del RN, a su autoritarismo a ultranza y a sus promesas de ataques sin cuartel a la clase obrera, en particular a los proletarios de origen inmigrante? Independientemente de que Macron tenga éxito en su apuesta, de que el RN o el "Nuevo Frente Popular" (NFP) ganen las elecciones, o de que no surja ninguna mayoría, la crisis del capitalismo no desaparecerá. Cualquiera que sea la camarilla burguesa en el poder, izquierda o derecha, radical o moderada, no hará más que acentuar los ataques a nuestras condiciones de vida. ¡El proletariado no tiene nada que defender ni nada que ganar participando en el circo electoral!
El NFP pretende tener un programa de "ruptura con el pasado", pero esta coalición hará lo que siempre ha hecho la izquierda desde hace un siglo y en todos los países: defender los intereses del capital nacional y hacer pagar la crisis a los explotados. La izquierda, incluso cuando pretende ser "radical", siempre ha sido el brazo armado de la burguesía contra la clase obrera. En Grecia, Tsípras y su gobierno de "ruptura" han aplicado la peor de las políticas de austeridad durante más de tres años. La izquierda "radical" española, mano a mano con el PSOE, ha atacado sin tregua las condiciones de vida de los trabajadores, los parados, los pensionistas, etc. Mélenchon, antiguo miembro del aparato del Partido Socialista, y su camarilla de estalinistas arrepentidos no son una excepción a la regla. Es más, el NFP ya ha prometido contribuir a la masacre de Ucrania enviando miles de millones de euros en armas y municiones. Como Macron o el Frente Popular de Léon Blum, ¡mañana pedirán "sacrificios" para financiar la guerra y los sórdidos intereses imperialistas de Francia!
Tampoco hay que hacerse ninguna ilusión sobre el destino de los refugiados con la izquierda en el poder: ¡cazarán sin piedad a los migrantes y los dejarán languidecer en campos de detención o ahogarse por miles en el Mediterráneo, como siempre han hecho! Si las fuerzas navales griegas se han cubierto de ignominia, se lo deben en particular a la obra del "radical" Tsípras (¡otra vez él!), que no dudó en firmar despreciables acuerdos migratorios con Turquía y fue un celoso arquitecto del auténtico "campo de exterminio" que fue Mória. ¿Es necesario documentar la histeria antirrefugiados del Partido Socialista francés o la xenofobia apenas velada del PCF de Marchais o Roussel? ¿Es necesario recordar la abominable "política migratoria" de la izquierda en España? El racismo y la xenofobia, las alambradas contra los inmigrantes y los campos de detención están lejos de ser patrimonio exclusivo de la extrema derecha.
Como en Alemania con las recientes manifestaciones contra la AfD (Alternativa por Alemania), la izquierda y los sindicatos franceses han intentado reproducir las movilizaciones democráticas de 2002, cuando el FN llegó a la segunda vuelta de las elecciones presidenciales. Según esto, no habría más remedio que movilizarse, no como trabajadores en lucha, sino en las urnas, como "ciudadanos", para defender la "democracia" y bloquear el camino al "fascismo"5.
La evocación melancólica del "Frente Popular" de 1936 se inscribe plenamente en esta campaña de propaganda. Porque el Frente Popular, hoy como ayer, es la negación misma del proletariado. Tras la derrota de la oleada revolucionaria iniciada en Rusia en 1917, el proletariado fue derrotado. En Alemania, la revolución de 1918-1919 fue aplastada con derramamiento de sangre. La contrarrevolución estalinista segó a los revolucionarios y desorientó totalmente a la clase obrera. Sobre las cenizas de la derrota, la burguesíaa francesa empujó al poder a Léon Blum y su coalición, con el objetivo de preparar la guerra. Y fue en nombre de la defensa de la democracia que el Frente Popular (que ya había encerrado a los refugiados españoles en campos de concentración a cielo descubierto) encadenó a millones de proletarios a la bandera del antifascismo, militarizando las fábricas y preparando los espíritus para la masacre. Su "obra" llevó a millones de trabajadores a la tumba durante la Segunda Guerra Mundial por una causa, la defensa de la nación, que no era la suya6.
La situación histórica ha cambiado mucho desde entonces: el proletariado no está derrotado ni dispuesto a dejarse la piel en defensa de la bandera nacional. Todo lo contrario. Frente a los "sacrificios" exigidos por la "economía de guerra" y la competencia internacional, el proletariado levanta la cabeza. Desde hace dos años, las luchas masivas se multiplican: en el Reino Unido, Francia, Estados Unidos, Alemania, Canadá, Finlandia y otros lugares. En todas partes, el proletariado contraataca y empieza a redescubrir su combatividad, sus reflejos de solidaridad y su identidad.
Hoy, la amenaza que representa para el proletariado la propaganda antifascista no es el reclutamiento masivo para la guerra, sino la pérdida de su identidad de clase renaciente, condición de su unidad y de su capacidad de reflexionar para encontrar el camino de la revolución, de la destrucción del Estado burgués, ya sea "democrático" o "autoritario".
Es por eso que la burguesía se ha apresurado a desacreditar a "los trabajadores", supuestamente reaccionarios y xenófobos, que se suponía iban a votar masivamente al RN7. Esta odiosa mentira no tiene otro objetivo que dividir al proletariado y machacar la idea de que la clase obrera no es portadora de ningún futuro.
Pero la burguesía también puede contar con su nuevo instrumento de mistificación, el Nuevo Frente Popular, para sembrar ilusiones sobre la "democracia" y las elecciones, sobre la "distribución de la riqueza", sobre un capitalismo más "ecológico", más "inclusivo", más "justo"... Tras las ventanas de los despachos donde se reunían los caciques del NFP para repartirse las circunscripciones, los manifestantes, todavía un poco recelosos de estas bonitas promesas, coreaban: "¡No nos traicionéis!” Lo único que no traicionará este Frente supuestamente popular es a su clase: ¡la burguesía!
El futuro de la sociedad no se decidirá en las urnas, sino mediante la lucha del proletariado. La única manera de luchar contra el populismo y la extrema derecha es luchar contra el capitalismo, contra el Estado burgués y su democracia, contra todos los gobiernos. De derechas o de izquierdas, "autoritarios" o "democráticos", "retrógrados" o "humanistas”, la burguesía sólo tiene una agenda: ¡cada vez más miseria y precariedad, más guerra y barbarie!
EG, 21 de junio de 2024
1 Los servicios de inteligencia temen no sólo disturbios en los suburbios y estallidos en manifestaciones "antifascistas", sino también violencia racista de grupos de ultraderecha que podrían sentir crecer sus alas con la llegada de Bardella al poder.
2 Aunque los partidos, tanto de derechas como de izquierdas, pudieron instrumentalizar durante un tiempo al hasta 2018 denominado “Frente Nacional”, cabe recordar que fue el Partido Socialista, miembro del "Nuevo Frente Popular", el que contribuyó a la gestación del Frente Nacional en los años ochenta. En aquella época, el presidente Mitterrand orquestó la mediatización del partido de Jean-Marie Le Pen para poner obstáculos a la derecha (véase en el periódico frances Libération el artículo "Au RN, un autre anniversaire: celui du coup de pouce de Mitterrand" (5 de octubre de 2022).
3 La izquierda en Francia usa este término para referirse a algo así como el conjunto “desde la extrema derecha hasta los liberales”. Un “bloque” que supuestamente estaría “radicalizándose hacia la derecha”. (Nota del traductor).
4Sobre las raíces del auge del populismo, véase nuestro «Informe sobre la vida política de la burguesía : cómo la burguesía se organiza» [148],en francés en Revista Internacional nº 172.
5El ascenso del populismo no es lo mismo que el ascenso del fascismo: Hitler y Mussolini llegaron al poder porque, ante un proletariado derrotado y aplastado, representaban la mejor opción para que el capital alemán e italiano se prepararan para la guerra mundial, la única "solución" de la burguesía a la crisis. Hoy, aunque las ilusiones sobre el Estado democrático estén hechas añicos, la burguesía sigue necesitando esta mistificación para enfrentarse a la clase obrera.
6 Una vez más, vale la pena recordar que: Primero, fue la democracia la que proporcionó el caldo de cultivo para el fascismo. Segundo, mientras que el régimen de Hitler demostró una barbarie atroz y sin parangón, los Aliados no se quedaron atrás y, durante la guerra, mostraron tal indiferencia hacia el destino de los judíos que a veces se convirtió en pura y simple complicidad.
7 Como era de esperar, los eruditos análisis de la burguesía son una burda mentira. En primer lugar, la clase obrera no puede reducirse a la categoría socio-profesional de los trabajadores industriales: a diferencia de un "empleado" de comercio o de una comadrona ("profesión intermedia"), un "jefe de equipo" en una cadena de producción no forma parte de la clase obrera. Es más, incluso si sólo tenemos en cuenta la categoría sociológica de "obreros" de cuello azul, ¡la abstención es lo predominante!
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En Europa, Estados Unidos y prácticamente en todo el mundo, los partidos populistas o los más tradicionales de extrema derecha están cosechando éxitos electorales que parecían inconcebibles hace una década. Esto quedó claramente demostrado durante las elecciones europeas de junio de 2024: Rassemblement National (RN) en Francia, Alternative für Deutschland (AfD - Alternativa para Alemania) y Fratelli d'Italia (Fdl - Hermanos de Italia) obtuvieron resultados impresionantes. En Gran Bretaña, Reform UK de Nigel Farage (el principal defensor del Brexit) pudo absorber a grandes franjas de votantes del Partido Conservador, el partido político más antiguo experimentado de la burguesía. En Francia, se espera que el RN de Marine Le Pen salga victorioso en las próximas elecciones legislativas convocadas a toda prisa por el presidente Macron y podría llegar al poder por primera vez. Y esto en un contexto en el que Trump triunfó en las primarias del Partido Republicano, superó a un cada vez más senil Biden en su último debate y amenaza seriamente con recuperar la Casa Blanca el próximo noviembre....
Las elecciones europeas han confirmado la realidad de un proceso de debilitamiento que afecta a todos los aparatos políticos de la burguesía en el mundo, no sólo en los países más frágiles de la periferia del capitalismo, en los Estados latinoamericanos más destacados como México, Brasil y Argentina, sino también en el corazón del capitalismo, el de las grandes potencias democráticas de Europa Occidental y Estados Unidos.
Después de la Segunda Guerra Mundial y hasta los albores de la década de 1990, a pesar de un contexto de crisis económica cada vez más profunda, la burguesía había mantenido una cierta estabilidad en el panorama político, dominado la mayor parte del tiempo por el bipartidismo, las alternancias o las coaliciones sólidas, como ocurrió, por ejemplo, en Alemania (SPD y CDU), en Gran Bretaña con los tories y los laboristas, en Estados Unidos con los demócratas y los republicanos, o en Francia y España con la oposición de partidos de izquierda y de derecha. En Italia, la principal fuerza política que garantizó la estabilidad del Estado durante todo este periodo fue la Democracia Cristiana. Ello permitió alcanzar mayorías parlamentarias relativamente estables en un marco institucional aparentemente bien engrasado.
Sin embargo, a finales de los años ochenta, el capitalismo decadente entraba poco a poco en una nueva fase histórica, la de su descomposición. La implosión del bloque "soviético" y la creciente descomposición del sistema iban a aumentar las tensiones en el seno de las distintas burguesías nacionales y a afectar cada vez más a sus aparatos políticos. La profundización de la crisis y la cada vez más evidente falta de perspectivas, incluso para ciertos sectores de la burguesía y la pequeña burguesía, erosionaron cada vez más la "credibilidad democrática" de los partidos tradicionales y, desde principios del siglo XXI, dieron lugar a movimientos populistas que denunciaban los "tejemanejes de las élites dirigentes", combinados con un aumento de la abstención y una creciente volatilidad electoral. En Italia, la Democracia Cristiana también se hundió, dando paso a nuevas formaciones como Forza Italia ( encabezada por un líder populista, Berlusconi), y luego a un sinfín de movimientos populistas y de extrema derecha al frente del Estado (el Movimiento 5 Estrellas, la Lega de Salvini, Fratelli d'Italia). En los Países Bajos, tres de los cuatro partidos con mayoría parlamentaria son populistas. En Estados Unidos, desde Bush hijo y su administración, las tendencias populistas han ido minando cada vez más al Partido Republicano (como el Tea Party, por ejemplo) y han llevado al populista Trump a hacerse con el control del partido.
Poco a poco, el control de la burguesía sobre su sistema político empezó a mostrar grietas. En Francia, después de las "cohabitaciones forzadas", el empuje de Macron para contrarrestar el ascenso del Frente Nacional llevó al colapso del desacreditado Partido Socialista, y a la fragmentación del partido de derechas. En el Reino Unido, la burguesía intentó recuperar el movimiento populista pro-Brexit a través del Partido Conservador, lo que condujo a su actual fragmentación.
Con la aceleración de la descomposición en los últimos años, en particular desde la pandemia de Covid-19, la ola populista obliga a cada vez más Estados a enfrentarse a fracciones burguesas marcadas por la irracionalidad, la versatilidad y la imprevisibilidad. El populismo es así la expresión más caricaturesca de una sociedad cada vez más marcada por la descomposición del modo de producción capitalista.
El auge del populismo no es, por tanto, el resultado de una maniobra deliberada de la clase dominantei. La efervescencia en el seno de las fracciones más "racionales" de la burguesía ante la irrupción de estas organizaciones expresa una inquietud real. Aunque los populistas son fundamentalmente "de los suyos" y su retórica xenófoba y retrógrada es, en verdad, un apestoso concentrado de la ideología de la clase burguesa (individualismo, nacionalismo, dominación por la violencia...), el acceso de los partidos populistas y de sus dirigentes totalmente irracionales e incompetentes a la dirección de los Estados sólo puede complicar aún más la gestión de los intereses de cada capital nacional y agravar el caos que ya se extiende por todo el planeta.
l auge del populismo en varios países confirma lo que la CCI ya había analizado en las Tesis dedicadas al análisis del período histórico de la descomposición, en las que subrayábamos «la creciente dificultad de la burguesía para controlar la evolución de la situación en el plano político. La base de este fenómeno es, claro está, que la clase dominante cada día controla menos su aparato económico, infraestructura de la sociedad [...]La falta de la menor perspectiva (si no es la de ir parcheando la economía) hacia la cual pueda movilizarse como clase, y cuando el proletariado no es todavía una amenaza a su supervivencia, lleva a la clase dominante, y en especial a su aparato político, a una tendencia a una indisciplina cada vez mayor y al sálvese quien pueda. Es un fenómeno que nos permite explicar el hundimiento del estalinismo y del bloque imperialista del Este»ii.
Este inevitable avance de la descomposición capitalista también explica el fracaso de las medidas adoptadas por los partidos tradicionales de la burguesía para frenar el auge del populismoiii. Por ejemplo, la burguesía británica intentó reconducir el desastre del "Brexit" sustituyendo a Boris Johnson y Liz Truss por un primer ministro más responsable, Rishi Sunak en 2022. Pero el "fiable" Sunak respondió a la derrota en las elecciones a la alcaldía adelantando las elecciones generales, lo que muchos analistas han calificado de "suicidio político" para los "tories", otrora emblema de la burguesía más inteligente y experimentada del mundo. Lo mismo puede decirse de un Macron, apoyado desde hace años por todas las fuerzas políticas de la burguesía francesa (incluida la izquierda, que le votó, recordemos, con una "pinza en la nariz" para evitar que Le Pen llegara al poder) y que, al disolver precipitadamente la Asamblea Nacional, está allanando potencialmente el camino a la RN y, pase lo que pase, a la imprevisibilidad y el caos. Esta política de tierra quemada es totalmente contraria a los intereses de las facciones que pretenden ser las más responsables dentro del aparato político, como demuestran las divisiones dentro de los partidos de derechas y la precipitada formación de un Nuevo Frente Popular en la izquierda, cuyo rumbo es incierto. Por último, en Estados Unidos, la derrota de Trump en 2020 no ha ayudado al Partido Republicano a encontrar otro candidato más "previsible". Tampoco el Partido Demócrata ha sabido reaccionar, y ahora tiene que confiar en un Biden de 81 años para frenar a Trump.
El hecho de que los dirigentes de los principales Estados capitalistas estén jugando al póquer, en aventuras irresponsables de resultados imprevisibles, en las que los intereses particulares de cada camarilla, o incluso de cada individuo, priman sobre los de la burguesía en su conjunto y sobre los intereses globales de cada capital nacional, es revelador de la falta de perspectiva, del predominio del "sálvese quien pueda".
Las consecuencias de esta dinámica de pérdida de control serán necesariamente una gran aceleración del caos y la inestabilidad mundial. Si la primera elección de Trump ya había marcado un aumento de la inestabilidad en las relaciones imperialistas, su reelección supondría una aceleración considerable del caos imperialista global al, por ejemplo, reconsiderar el apoyo estadounidense a Ucrania o respaldar sin reservas la política de tierra quemada de Netanyahu en Gaza. La vuelta de Trump al poder agravaría aún más la desestabilización de las instituciones y, de forma más general, fragmentaría el tejido social, como se pudo ver en el asalto al Capitolio en enero de 2021. También es probable que se agrave la crisis económica, con un aumento del proteccionismo no sólo contra China sino también contra Europa.
Además, tendría un gran impacto en la Unión Europea (UE), que también está desgarrada por las crecientes tensiones en torno a la guerra de Ucrania y el conflicto de Gaza, como puede verse en particular entre Francia y Alemania sobre el envío de tropas a Ucrania. Es probable que estas tensiones aumenten con el ascenso de las fuerzas populistas, que tienden a ser menos hostiles hacia el régimen de Putin y menos inclinadas a apoyar financiera y militarmente a Ucrania. Además, la política de austeridad económica de la UE (limitación del déficit presupuestario, de la deuda, etc.) se opone también al proteccionismo económico y social preconizado por los populistas en nombre de la "soberanía nacional".
Cualesquiera que sean las dificultades que encuentran las distintas burguesías para mantener el control de su aparato político, tratan por todos los medios de explotarlas para contrarrestar el desarrollo de las luchas obreras, para contrarrestar la reflexión en el seno del proletariado e impedir así el desarrollo de la conciencia en su seno. Para ello, cuentan con la izquierda, que despliega todo su arsenal ideológico y presenta falsas alternativas. En Inglaterra, el Partido Laborista se presenta como la alternativa "responsable" para frenar el desorden provocado por la irresponsable gestión del Brexit por parte de los sucesivos gobiernos tories. En Francia, ante la imprevisible decisión de Macron de convocar elecciones, la gran mayoría de las fuerzas burguesas de la izquierda tradicional y más radical se han unido en un "nuevo frente popular" para oponerse al ascenso de la extrema derecha. Explotando la oposición entre sectores de la burguesía frente al ascenso del populismo y la extrema derecha, intentan desviar al proletariado de la única lucha que puede conducir a la liberación de la humanidad mediante el derrocamiento del sistema capitalista, y llevarlo a falsas perspectivas de la defensa de la democraciaiv. Mientras que el voto moviliza a la clase obrera como "ciudadanos" atomizados, la izquierda presenta los resultados electorales como un reflejo del estado de la conciencia de clase. La burguesía muestra a menudo mapas que muestran el crecimiento del voto populista en los barrios obreros para machacar la idea de que la clase obrera es la causa del auge del populismo, que es una multitud de ignorantes sin futuro. También siembra la división entre los trabajadores "víctimas del racismo", de los que se dice que son víctimas los trabajadores "blancos privilegiados".
Por lo tanto, está claro que el aumento de las dificultades políticas para la burguesía no significa en absoluto una oportunidad para que el proletariado las aproveche para desarrollar su propia lucha. Esta situación no conducirá en modo alguno a un fortalecimiento automático de la clase obrera. Al contrario, es una oportunidad utilizada y explotada ideológicamente por la clase dominante.
El proletariado necesita politizar sus luchas, pero no de la manera preconizada por la izquierda del capital, comprometiéndose en la defensa de la "democracia" burguesa. Por el contrario, debe rechazar las elecciones y luchar en su propio terreno de clase, contra todas las fracciones y expresiones del mundo capitalista que amenazan con condenarnos a la destrucción y a la barbarie.
Valerio, 1 de julio de 2024
i Ver: «Cómo se organiza la burguesía». En Revista Internacional nº 172
ii https://es.internationalism.org/revista-internacional/200510/223/la-desc... [51], «La descomposición, fase última de la decadencia capitalista», Revista Internacional nº 107 (2001)
iii No hay diferencias fundamentales entre los populistas y la extrema derecha y los partidos clásicos del Estado burgués. La retórica puede ser más contundente o cínica. Los primeros desatan con frecuencia su bilis racista, mientras que los segundos subcontratan el cierre de sus fronteras a regímenes tortuosos como Turquía o Marruecos. Los populistas son a menudo negacionistas del cambio climático. Los partidos "responsables" no son tan burdos, pero lo único que están dispuestos a hacer son "payasadas" como la reciente cumbre del clima de Dubai.
iv Ver nuestro folleto: «Fascismo y democracia, dos expresiones de la dictadura del capital»
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El gobierno Sánchez saca pecho para ¡denunciar las atrocidades de Netanyahu! Incluso “se atreve” a ¡reconocer al Estado palestino! En realidad, es el país número 144 que lo hace, pero el gobierno español quiere darse un aura de campeón mundial del pacifismo. En realidad, está propagando la guerra. ¿Cómo? Del mismo modo que la burguesía defiende las guerras como vía para “preparar la paz”; también se llena la boca de paz, de “respeto al derecho internacional humanitario”, etc., para implicarse mejor en la guerra acorde con sus intereses nacionales.
Todos los sectores de la burguesía española – si se exceptúan una parte del PP y Vox – han respaldado los gestos de Pedro Sánchez contra el “genocidio” en Gaza. Esos gestos de simpatía se sitúan, de hecho, en continuidad con la manida “tradicional amistad de los pueblos español y árabe” que viene ¡desde los tiempos de Franco!, y que los gobiernos de la democracia supieron reconducir hasta darle el marco diplomático actual1.
Con la Guerra Fría, el régimen franquista se vio obligado a adherirse al bloque imperialista de los EE. UU., el cual supo aprovechar la posición de España haciendo de ella un peón en su estrategia para frenar la influencia del bloque imperialista ruso en los países árabes. Cuando éste bloque finalmente colapsó, los norteamericanos encargaron entonces al gobierno del PSOE2 organizar la Conferencia de Paz de Madrid en 1991, con la que pretendían cerrar ese foco de conflicto. De hecho, fue la antesala preparatoria de los “acuerdos de Oslo” del año siguiente. Con su implicación en esa Conferencia, la burguesía española buscaba ganar protagonismo y relevancia diplomática en lo que Bush -padre – llamó “el nuevo orden mundial”, pero que en realidad significaría un proceso creciente del “cada uno a la suya".
Es eso mismo – la defensa de los intereses imperialistas de su capital nacional – lo que se esconde hoy tras los melifluos discursos pacifistas del gobierno Sánchez:
Mientras los EE. UU. o Alemania tienen las manos atadas por su apoyo abierto a la burguesía israelí, el gobierno español – junto a otras potencias de segunda como Irlanda, Noruega, Sudáfrica - trata de ganar influencia en una región clave jugando la baza diplomática. Carente de una potencia militar3 con que hacer “valer” sus intereses, confía en obtener protagonismo en la región, y ganar apoyos entre los regímenes de la zona, mediante discursos “por la paz y el derecho humanitario”.
En los países árabes del Magreb (que frecuentemente crean complicaciones al capital español en intereses como exportaciones, suministros energéticos, control de la emigración, etc.), la pose “pro-palestina” del gobierno Sánchez es vista como un nuevo gesto conciliador. Con la misma cara dura con que hoy se llena la boca de “paz” y “derechos humanos”, el gobierno “progresista” de Sánchez se plegó al chantaje marroquí cuando la masacre de la valla de Melilla4. Con el mismo asqueroso cinismo con que hoy aparecen como abanderados de las soluciones “negociadas” de los conflictos, este mismo gobierno “progresista” entregó hace un par de años a los refugiados saharauis a las garras del Estado marroquí.
apareciendo una y otra vez ante los medios de comunicación como un adalid del pacifismo, el gobierno español trata de ocultar su implicación generosa en la guerra de Ucrania, así como su participación en el esfuerzo armamentístico generalizado que exige el cada vez más descontrolado auge militarista actual. En los últimos 5 años, los gastos militares españoles han crecido desde 2020 ¡un 50%, hasta más de 25 mil millones de euros!
Prueba del consenso de la burguesía española en la postura del gobierno es el respaldo, la publicidad y la simpatía con las que han contado (menos alguna excepción) las acampadas pro-Palestina levantadas en las universidades. Pero entonces, si su función no podía ser la de presionar a un gobierno que ya se ponía gustosamente el pañuelo palestino ¿para qué le servían al Estado?
Estas acampadas, promovidas esencialmente por todo el aparato izquierdista, desde Podemos a los de Izquierda Revolucionaria-El Militante, querían desviar hacia el terreno podrido del nacionalismo la inquietud que existe en la clase obrera y en particular en los jóvenes hacia la guerra. Desviarla hacia tomar partido por uno de los dos campos imperialistas en conflicto, y en este caso por la llamada “causa palestina”5. Y teniendo además el criminal cinismo de disfrazarlo de ¡internacionalismo proletario! Mediante un habilidoso truco, el internacionalismo de la clase sin patria es convertido en ¡“la solidaridad entre patrias”!
Cuando alguien trataba de denunciar en esas asambleas que tan criminal era Hamás como Netanyahu, era rápidamente estigmatizado como “equidistante”6. ¡Lo que importa es la denuncia del “genocidio” en Gaza!, replicaban, impidiendo así comprender que el genocidio masivo, la utilización de los sufrimientos de la población como moneda de presión sobre la nación rival, no son una particularidad de acción israelí en Gaza, sino una constante de las guerras capitalistas que alcanza en la sociedad actual una magnitud destructora inusitada y aterradora.
Alinearse con uno de los campos en conflicto es todo lo contrario del internacionalismo que propugnaron los revolucionarios desde la 1º Guerra Mundial, como Lenin o Luxemburgo, cuyo verdadero legado falsifican estos canallas izquierdistas que tanto les “homenajean” últimamente. Esos mismos revolucionarios denunciaron también el criminal engaño de un capitalismo “pacífico” protegido de las guerras por el derecho internacional, la ONU, la convención de Ginebra u otras zarandajas. Así lo hicieron por ejemplo en las conferencias de Zimmerwald y Kienthal7. Nosotros, la CCI, seguimos fieles a ese verdadero internacionalismo, ese verdadero combate contra el caos militarista cada vez más irracional en el que nos hunde el capitalismo8.
Valerio 4 de julio de 2024
1 Alineado con las potencias del Eje en la 2ª Guerra Mundial, Franco mantuvo la retórica “antijudía” tras el fin de ésta, lo que le llevó a reforzar sus lazos con los países árabes. Recordemos cómo atribuía cualquier contestación a su régimen a la “conspiración judeo-masónica-izquierdista”.
2 Que había reconocido por vez primera al Estado de Israel en 1986.
3 Ver sus fiascos en Irak, Afganistán, o en el propio Líbano donde las fuerzas españolas de la ONU deben mirar para otro lado ante la actual escalada entre Hezbolá e Israel.
4 Ver: “Matanza de emigrantes en Melilla: Genocidio capitalista de los Estados español y marroquí” [152], Acción Proletaria, junio 2022.
5 Como hemos mostrado en muchos otros artículos, ni Hamás ni la ANP tienen interés en la población palestina más que como masa explotada y carne de cañón en sus conflictos con otros buitres imperialistas.
6 Hipócritamente los que llaman a apoyar a los palestinos contra los judíos, son en muchos casos los mismos (por ejemplo, Sumar, Podemos, etc.) que a la vez defienden la “cultura de la paz” entre Rusia y Ucrania.
7 Ver en nuestra web: “Conferencia de Zimmerwald: una referencia indispensable para la defensa del internacionalismo” [153], CCI abril 2022
8 Como dijimos en 1991 y repetimos en 2022: “En particular, las organizaciones revolucionarias tendrán el deber de: (a) denunciar con la máxima virulencia la repulsiva hipocresía de los izquierdistas que, en nombre del "internacionalismo" y de la "lucha contra el imperialismo", piden en realidad el apoyo a uno de los campos imperialistas; (b) denunciar las campañas pacifistas que constituyen un medio privilegiado para desmovilizar a la clase obrera en su lucha contra el capitalismo arrastrándola por el terreno podrido del interclasismo; (c) subrayar la gravedad de las cuestiones que están en juego en el período actual, en particular comprendiendo plenamente todas las implicaciones de las considerables conmociones que acaba de sufrir el mundo, y en particular el período de caos en el que ha entrado". Para leer la actualización de 2022 de nuestro artículo “Militarismo y Descomposición” [154] escrito en 1990, consultar la Revista Internacional 168.
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El auge del populismo es un producto directo de la quiebra del capitalismo y ha creado profundas divisiones en el seno de la clase dominante. En Estados Unidos, el Partido Demócrata parece paralizado en sus esfuerzos por impedir que Trump vuelva a la presidencia, un resultado que aceleraría la caída en el caos tanto en Estados Unidos como a nivel internacional. En Francia y Gran Bretaña, la historia es un poco diferente, con Macron y el "Nuevo Frente Popular" uniendo fuerzas para bloquear la llegada al poder de la Rassemblement National, y los laboristas aplastando a un partido tory profundamente plagado de populismo. A pesar de ello, las fuerzas del populismo y la extrema derecha siguen creciendo en el suelo de una sociedad en descomposición.
La CCI organizará una reunión pública internacional en línea para debatir esta situación porque creemos que es vital :
- analizar y comprender los conflictos entre las diferentes facciones del enemigo de clase
- Denunciar los principales ataques ideológicos que acompañan a estos acontecimientos, en particular la "defensa de la democracia contra el fascismo".
- Identificar los verdaderos intereses de la clase obrera frente a estas mistificaciones: no apoyarse en las urnas o en la elección al parlamento de partidos que dicen hablar en su nombre, sino defenderse mediante una lucha colectiva e independiente, sentando las bases de una confrontación política con el sistema capitalista en su conjunto.
Fecha y hora: sábado 20 de julio entre las 15:00-18:00 (Francia), 7:00-10:00 (México), 10:00-13:00 (Brasil)
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Por todo el planeta, la burguesía propaga el argumento, que la democracia es la “mejor forma de organización social”, en tanto, dicen, las urnas eliminan la división social, al otorgar a cada individuo un voto con el mismo peso. Bajo esa condición, se concluye que la población, homogeneizada en su condición de ciudadano, ejerce individualmente su elección para definir la conducción de la sociedad. La insistencia de la clase dominante en esta afirmación es porque busca convencer a los trabajadores que la única actividad política que deben realizar es la de ejercer su voto de forma pasiva para elegir a alguno de los partidos que la misma burguesía coloca en competencia. Pues el sufragio en el capitalismo, explicaba Marx, tienen como único objetivo, “decidir una vez cada tres o cada seis años qué miembros de la clase dominante han de ‘representar’ y aplastar al pueblo en el parlamento [y demás estructuras de gobierno] …”1. Justamente por ser la hipocresía sobre lo que se sustenta la democracia, la expone como la forma más adecuada para ejercer el capital su dictadura.
Por más que las votaciones se lleven a cabo alejadas de fraudes y trampas, no dejan de ser grandes embustes y montajes que la burguesía utiliza para buscar el control ideológico de los trabajadores, sembrando la esperanza de que a través de las urnas el “poder ciudadano” puede cambiar al mundo. La democracia, para imponerse, requiere que la burguesía construya sus partidos de derecha y de izquierda y en un escenario teatral, echarlos a combatir, incluso con campañas electorales escandalosas, sabiendo que, ganando la derecha o la izquierda, se mantendrá la explotación y la miseria.
Aunque la democracia y sus procesos electorales han sido estructuras burguesas utilizadas para darle vida al capitalismo, en su fase de ascenso (principalmente en el siglo XIX), podían ser útiles para la obtención de mejoras para la clase obrera. Sin embargo, desde la entrada del capitalismo en su fase de decadencia, –desde la 1ª Guerra Mundial–, al no haber la posibilidad de facciones burguesas progresistas y al imposibilitarse para los trabajadores la obtención de mejoras, las elecciones y los parlamentos se convierten en circos destinados a asegurar el control ideológico por la clase dominante. Actualmente, con el pudrimiento acelerado del capitalismo, aunque la burguesía tiende a perder el control de su política electoral, lo que provoca el ascenso de gobiernos populistas que desarrollan políticas irresponsables que afectan a la misma burguesía (por ejemplo, las impulsadas por Trump, Milei o Bolsonaro), logran utilizarlos en contra de los trabajadores al presentar a estos gobiernos como alternativas, o al enrolarlos en campañas opositoras. Pero también esa pérdida de control se expone en el desgaste político de sus partidos tradicionales, impulsando a que surjan proyectos que no unifican al conjunto de la burguesía, como ocurrió en el caso del arribo al gobierno de López Obrador. En las elecciones que acaban de pasar la burguesía volvió a presentar una falta de unidad, sin embargo, es posible que, por su actuación pragmática, la burguesía busque limitar el avance caótico e intente forzar acuerdos con el gobierno de Claudia Sheinbaum, no obstante, el desgarramiento interno presente en esta clase no asegura que los acuerdos y alianzas se prolonguen y logren una cohesión duradera.
Cerca de 36 millones de votos fueron los que marcaron el triunfo a la presidencia de Claudia Sheinbaum. Aunque el monto de abstenciones fue cercano al 40% del padrón (mayor al de 2018, que fue del 36.6%), sin duda la burguesía puede asumir como un triunfo el haber logrado sumir en la borrachera electoral a más de 60 millones de personas. Pero la campaña presidencial, así como las 20 mil 707 campañas que se desarrollaron de forma paralela para cubrir diversos cargos de gobierno, no solo fueron personificadas por los partidos de la alianza de la derecha (PRI-PAN-PRD) y el partido oficial de la izquierda, Morena, de Andrés Manuel López Obrador (AMLO), estuvieron también involucrados, con ambos bandos, los grupos de la mafia del narcotráfico (aun cuando en las campañas de todos los partidos usaron como promesa electoral el combate a la corrupción).
El hecho de que gran parte del aparato de gobierno asistiera a un cambio de estafeta, llevó también a un reacomodo de las alianzas de los grupos del narco con los representantes del gobierno, con los que tienen una fusión y una “colaboración” en el control de las regiones. No es extraño por ello que durante las campañas se hayan registrado oficialmente cerca de 180 “casos de violencia electoral”, entre los que se incluye, además de secuestros y amenazas, 33 asesinatos de candidatos, algunos de ellos operados mientras realizaban actos públicos. Pero el hecho que, cerca de 2 mil candidatos renunciaran a su nominación sin explicar la razón, expone que la violencia asociada a las elecciones fue mayor a la registrada oficialmente.
Este escenario pone al descubierto que el narcotráfico está fundido en la vida política de la burguesía, integrando a todos los partidos en las disputas, aunque su presencia hace que la disputa se vuelva más violenta y caótica, la raíz del desgarramiento interno de la clase dominante es la pérdida de perspectivas, que hace que cada facción avance por su lado, sin lograr acuerdos duraderos y por tanto sin cohesión política.
Para mantener su dominio la burguesía crea sus partidos de derecha e izquierda para hacer el relevo en el gobierno y hacer creíble la democracia. La creación del PRD, a finales de los 80, fue un intento de la burguesía para aprovechar la fractura del PRI (y los desechos del estalinismo) para completar la geometría política que necesitaba, construyendo una “izquierda moderna y seria”, es decir, la izquierda que requería el capital. La caída del ordenamiento por bloques, que había dominado el escenario durante la guerra fría, rompió la unidad y disciplina de la burguesía, impidiendo que madurara ese proyecto, lo que permitió, a plazo, emergiera el relevo de esa izquierda del capital, con la formación de Morena, encabezada por AMLO. Sin embargo, diversos sectores de la burguesía consideraban que de ascender ese tipo de partido al gobierno retornaría la estatización de las empresas, el rechazo al TLC y llevaría la persecución de los personajes reconocidos por su actuación corrupta y criminal. Aunque López Obrador convocaba a la unidad y afirmaba no buscar la venganza, es hasta que se agudiza el desprestigio del PRI y PAN que hace que el circo electoral salga de control, permitiendo hasta el 2018 el ascenso de AMLO, que a lo largo de su gobierno mantuvo una disputa con diversos grupos empresariales y los partidos tradicionales de la derecha, no obstante, eso no implica un alejamiento de la defensa del capitalismo.
Él mismo ha expuesto una vulgar crítica a los análisis de Marx. En su conferencia de prensa del 12 de febrero del 2021, recordaba que cuando cursaba la universidad, le explicaron que, “el burgués se quedaba con la plusvalía […] Eso fue lo que se enseñó durante mucho tiempo y es una teoría válida, pero que no aplica del todo en el caso de México, porque en nuestro país no se dio necesariamente por la explotación del burgués…”. Y en diversas ocasiones, para resaltar la defensa que hace de su clase, ha dicho: “no estamos en contra de los empresarios, los empresarios son indispensables para el desarrollo del país…” (4-marzo-2022). Por eso, queda claro que aun cuando ha operado una política asistencialista, su compromiso es (y ha sido) con el capital.
En ese sentido se explica el hecho de que algunos medios resalten que las políticas de gobierno fueron puntales para el crecimiento de las ganancias empresariales: “… los ingresos consolidados de 48 empresas mexicanas no financieras rastreadas por GBM Research se elevaron 6.6% en el primer trimestre en comparación con el año anterior…”
Además, “los ingresos de la multinacional panadera Bimbo aumentaron casi 20%, más rápido de lo que crecieron en Europa, América Latina o EE. UU. y Canadá…” Por eso, Mario Delgado, dirigente del partido Morena, enfatiza que, durante el gobierno de AMLO, “No hay ningún empresario al que le haya ido mal”.2 Es evidente que los gobiernos de izquierda no son diferentes de los de derecha en su propósito de perpetuar al capitalismo.
El hecho de que AMLO ha mantenido una confrontación continua con sectores de la burguesía, no significa que defiende (o ha defendido) una propuesta a favor del proletariado. Las pugnas en las que se ha visto envuelto responden a choques de intereses políticos o económicos entre grupos de la misma clase dominante. Esa misma dinámica de enfrentamientos les dará continuidad el nuevo gobierno de la “4T”. La negativa de Sheinbaum para tener una reunión particular con el empresario Claudio X González Laporte (presidente del Consejo de Administración de Kimberly Clark, ex presidente de agrupaciones empresariales y padre del empresario del mismo nombre que organizó la alianza PRI-PAN-PRD), es presentado por algunos medios de difusión como la muestra de que se consolida la separación del gobierno de los mandatos del capital. Lo que en realidad muestra es la permanencia de las fracturas entre los grupos burgueses, lo que no excluye que haya sectores que buscan asegurar acuerdos en el intento de dar un mejor funcionamiento al sistema.
Precisamente el mismo día que tuvo el evento con Claudio X padre, se reunió con el Consejo Coordinador Empresarial, en este encuentro expresaron su confianza, adelantando que preparan flujos de inversiones “que rebasan los 42 mil millones de dólares, nada más para empezar…”3
Es un hecho evidente que las elecciones dieron pauta a la burguesía para definir acuerdos económicos, pero nada asegura que impliquen alianzas políticas duraderas. De forma que, en este relevo de gobierno, se está buscando la reformulación de las alianzas y así procurar un mejor funcionamiento del sistema, lo que quiere decir, hacer más efectivo el proceso de explotación.
Para mostrar que las urnas pueden ofrecer un cambio de vida a los trabajadores, la burguesía expone las pretendidas mejoras que ofreció el gobierno de AMLO. Mientras que los incrementos al salario mínimo (que en 2018 lo recibía el 16% de los trabajadores) representa para los asalariados migajas que tienen un beneficio parcial y temporal; para la burguesía, en cambio, es una carnada para atrapar la esperanza y la conciencia de los explotados. La realidad muestra que el grueso de los salarios se ha mantenido comprimidos. Los salarios contractuales, aunque registran montos mayores al mínimo, se han mantenido rezagados con crecimientos por debajo de la inflación, es decir, con una disminución de su capacidad de compra. Eso es lo que ha sucedido, por ejemplo, con los salarios que están tasados en más de un salario mínimo y hasta tres, que es lo que recibe el 45% de la clase trabajadora… pero, además la población ubicada oficialmente en “extrema pobreza”, que generalmente recibe menos del salario mínimo, aumentó en este sexenio en 400 mil personas.
“Primero los pobres” es el lema de este gobierno que le ha otorgado la concesión para cubrir el servicio de limpieza de edificios de instituciones y secretarías de Estado a la empresa Got Und Glück, la cual, como lo han denunciado los trabajadores del Politécnico4, da un trato de forma despótica, obliga a trabajar largas jornadas con míseros salarios, sin otorgar la más mínima seguridad social, pero además, y eso es lo que ha desatado descontento, es la retención de su salario por varios meses… Por eso, más allá de los discursos y frases hipócritas, esto es una muestra de lo que la 4T ofrece a los trabajadores.
El capitalismo vive de la miseria y explotación del trabajo asalariado, por eso los trabajadores deben estar conscientes que ningún gobierno de derecha o de izquierda, ni busca, ni puede evitarlo. Por el contrario, el avance de la crisis obliga a la burguesía a implementar nuevos y mayores ataques. Esta degradación de la vida de los trabajadores se presenta en todo el mundo, animando su combatividad y empujando a la lucha masiva. La movilización de los trabajadores contra estos ataques no solo es necesaria sino posible, así lo demuestra las movilizaciones que se han iniciado en 2022 en Gran Bretaña y se han continuado en los dos años siguientes en toda Europa occidental, e incluso se han extendido a EE.UU. y Canadá5.
Ante los ataques a las condiciones de vida de los trabajadores en México, deben seguir el ejemplo que fueron capaces de mostrar sus hermanos de clase, reconocer que el único camino es la lucha y no las trampas electoreras que le imponen sus verdugos.
Tatlin, 12-julio-2024
1 Marx, La Guerra Civil en Francia, 1871.
2 El Financiero [158], 6-junio-2023.
3 Discurso de Cervantes Díaz, director del Consejo Coordinador Empresarial (CCE), 18-junio-2024.
4 El Instituto Politécnico Nacional (IPN), es un centro de estudio técnico superior de control gubernamental.
5 Cfr. ¡La clase obrera sigue luchando! [140], Revolución Mundial 148, 1er semestre de 2024.
Con profundo pesar comunicamos a nuestros simpatizantes y lectores el fallecimiento, a la edad de 74 años, de nuestro camarada Enrique. Su inesperada muerte ha puesto un repentino fin a más de 50 años de entrega y contribución a la lucha del proletariado mundial. Sus camaradas y amigos hemos sufrido, desde luego, un dolorosísimo hachazo. Para nuestra organización y el conjunto de la tradición y el presente de la Izquierda Comunista es una sensible pérdida que habremos de reasumir entre todos.
Rememorar la trayectoria militante de un compañero como Enrique evoca para todos quienes le conocimos a nivel personal y político miles de recuerdos de su entusiasmo, de su solidaridad y compañerismo. Su sentido del humor contagiaba, no ese cinismo descreído tan habitual en los llamados “intelectuales” y “críticos”, sino la energía y vitalidad de quien anima a luchar, a dar lo mejor de uno mismo en el combate por la liberación de la humanidad. Para quién, como decía Marx, «la lucha es el ideal de la felicidad». Por ello, se mostraba paciente y comprensivo en las discusiones, sabiendo entender las preocupaciones que latían en quienes no estaban de acuerdo con lo que él defendía. Pero también mostraba firmeza en sus argumentaciones. Era, como él decía, su forma de ser honesto en un combate por la clarificación que beneficia a toda la clase obrera. Y aunque tenía una enorme capacidad teórica y creativa para escribir artículos y contribuciones a las discusiones, Enrique no era eso que se llama un “teórico”. Participaba con entusiasmo en intervenciones en ventas, difusiones de hojas, manifestaciones, mítines, etc.
Formaba parte de una generación educada para ocupar los puestos del Estado democrático y dar el relevo a los carcamales franquistas; de donde surgieron Felipe González, Guerra, Albors, etc. Y tenía cualidades intelectuales políticas y personales de sobra para haber “hecho carrera” miserablemente en el Estado como hicieron otros; pero desde el inicio tomó partido por la clase obrera en su combate contra el Estado burgués por la perspectiva del comunismo.
Enrique fue uno de tantos jóvenes trabajadores impulsado a la lucha obrera por las numerosas huelgas que se daban en la España de finales de los años 60 y de inicios de los 70, y que en realidad eran la expresión del resurgir internacional de la lucha de clases que puso fin a la contrarrevolución tras la 2ª Guerra Mundial. Ese fue uno de los primeros motivos de ruptura de Enrique con la maraña de grupos izquierdistas de todo pelaje que abundaban en ese período. Mientras éstos presentaban las luchas obreras de Asturias, Vigo, Pamplona, Bajo Llobregat, Vitoria, etc. como expresiones de la lucha “antifranquista” y querían desviarlas hacia la conquista de la “democracia”, Enrique comprendió que eran una parte indivisible de un movimiento de luchas (Mayo 68, Otoño caliente italiano, Cordobazo en Argentina, Polonia 70, …) que se enfrentaban al Estado capitalista tanto en su versión “dictatorial” como “democrática” e incluso “socialista”. Esa perspectiva internacionalista de la lucha de clases era una de las fuentes del entusiasmo que ha acompañado a Enrique toda su vida. Mientras una gran mayoría de los militantes obreros de los años 70 acabaron desmoralizados y frustrados por ese falseamiento de la lucha obrera como “lucha por las libertades”, Enrique vio reforzada su convicción en la lucha del proletariado mundial. Fue emigrante en Francia, y nada le resultaba más estimulante que ir a intervenir en luchas en cualquier lugar del mundo (como tuvo ocasión recientemente de hacer en el "verano de la cólera" en Gran Bretaña) o participar en discusiones en los cinco continentes con compañeros que se acercaban a participar en la lucha histórica e internacional de la clase obrera. Mostrando siempre una energía que impresionaba a los más jóvenes, y que venía de su confianza y convicción en la perspectiva histórica de la lucha del proletariado, del comunismo.
Por ese internacionalismo verdadero y consecuente, Enrique acabó rompiendo con organizaciones que, con un discurso aparentemente más radical que el de los “reformistas”, propugnaban que el proletariado debía tomar partido por uno de los bandos en los conflictos interimperialistas que en aquella época tenían la forma de luchas llamadas de “liberación nacional”. Como sucede hoy, por ejemplo, con Gaza, los izquierdistas de entonces llamaban a que los trabajadores apoyaran como propias las guerrillas de Vietnam, o las de América latina, etc. Pero ese falso “internacionalismo” era justo lo opuesto de lo que siempre habían defendido los revolucionarios ante la 1ª y la 2ª Guerras Mundiales. La búsqueda de esa continuidad del verdadero internacionalismo fue lo que condujo a Enrique a buscar la filiación histórica de la Izquierda Comunista.
Otro tanto sucedió con la continuidad en la denuncia de los sindicatos como órganos del Estado capitalista. Trascendiendo el asqueo que producía el sabotaje sindical de las luchas en todo el mundo, la alternativa no era “desengañarse” de la clase obrera o renegar de sus luchas contra la explotación, sino reapropiarse de las contribuciones de la Izquierda Comunista (italiana, germano holandesa y luego francesa) para defender la autoorganización de las luchas, las asambleas obreras, embriones de los Consejos Obreros.
Fue esa búsqueda de la continuidad con las posiciones revolucionarias, lo que llevó a Enrique a tomar contacto con Revolution International[1] (RI) en Francia en octubre de 1974, después de haber encontrado en una librería de la ciudad de Montpellier (donde trabajaba) la publicación Acción Proletaria[2]; Enrique siempre contaba que le sorprendió la rapidez con que RI respondió a su correspondencia y acudió a discutir con él. A partir de ese momento tuvo lugar un proceso de discusión riguroso y paciente que condujo a la constitución de la sección en España de la CCI en 1976, con un grupo de elementos jóvenes también emergidos de las luchas, que Enrique mismo se afanó en agrupar y estimular para desarrollar una convicción militante en la revolución internacional; pero contando con el apoyo y la orientación de una organización revolucionaria internacional y centralizada, que transmitía y daba continuidad al combate histórico de las Izquierdas Comunistas. Enrique, que había tenido que hacer una parte inicial de esa trayectoria militante casi en solitario, insistió una y otra vez en aprovechar ese “tesoro”, de esa continuidad que representa la Corriente Comunista Internacional. Él mismo se convirtió en una factor activo y perseverante de esta transmisión del legado revolucionario.
Con la honradez y capacidad crítica (incluyendo la autocrítica) que siempre le caracterizó, Enrique reconoció que esta cuestión de la organización de vanguardia fue una de las que le costó asimilar. La subestimación e incluso el rechazo de la necesidad y de la función de la organización de revolucionarios era relativamente corriente en ese momento en el medio de jóvenes en búsqueda de una orientación política, dada la “exhibición de fuerzas” que un proletariado muy joven había mostrado en las grandes luchas de los años 60 y 70, y que hacía parecer “superflua” la actividad de las organizaciones revolucionarias. También resulta entendible por las experiencias traumáticas sufridas con la traición de los partidos “socialistas”, “comunistas”, trotskistas, etc. que habían dejado un reguero de traumatismos y desconfianza en la clase obrera y también por la acción desmoralizante de la militancia alienada en el izquierdismo de los años 70 y 80. Particularmente Enrique reconocía haber sido influido por el anarquismo[3] y en la universidad participó en un grupo de corte situacionista. En el seno mismo de la CCI, la subestimación de la necesidad de la organización se ha expresado en tendencias consejistas, de las que el propio Enrique fue inicialmente portavoz; y más peligrosamente en el rechazo a combatirlas, en un centrismo respecto al consejismo. El combate contra esas tendencias fue determinante en la evolución de Enrique sobre la cuestión organizacional. No se dejó llevar por la frustración o el sentimiento de desengaño, sino que se esforzó por comprender la necesidad indispensable de la organización revolucionaria y se entregó en cuerpo y alma a la defensa de la organización, que es inseparable de la lucha sin cuartel contra el oportunismo, contra la presión de la ideología de la burguesía en las filas de la clase obrera.
Enrique fue siempre un polemista paciente, capaz de explicar el origen de las confusiones y errores que expresaban esa influencia ideológica ajena al proletariado y al mismo tiempo de señalar las contribuciones teóricas y políticas del Movimiento Obrero que ayudaban a superarlas. Ese espíritu de combate permanente fue otra de sus aportaciones, reaccionar ante cada error, cada incomprensión, yendo hasta el final de las razones, sacando lecciones para el futuro.
Contra lo que sí se revolvió siempre, enérgica e intransigentemente, fue contra la contaminación de los debates políticos por la hipocresía, la doblez, la calumnia y la delación y el maniobrerismo, es decir, por los comportamientos y la moral de la clase enemiga, la burguesía. Ahí también Enrique fue siempre un dique de defensa de la dignidad del proletariado.
La trayectoria militante de nuestro camarada Enrique, toda su contribución, toda esa pasión militante, toda esa energía y capacidad de trabajo desplegadas a lo largo de más de 50 años de lucha consecuente por la revolución mundial no son sólo manifestaciones características de la personalidad de Enrique. Esos rasgos suyos se corresponden a la naturaleza revolucionaria de la clase a la que él ha servido generosa y ejemplarmente. Bilan, la Izquierda Comunista italiana, que procuró distanciarse de los personalismos, propugnaba que «cada militante debía reconocerse en la organización y a su vez la organización había de reconocerse en cada militante». Enrique representaba como pocos la esencia de la CCI. Te añoraremos siempre camarada y nos empeñaremos en estar a la altura de tu ejemplo. ¡Continuemos su combate!
CCI, junio 2024.
[1] Revolution International fue el grupo en Francia que impulsó la formación de la CCI (que se formó en 1975) tras el reagrupamiento de varias organizaciones como World Revolution en gran Bretaña, Internationalisme en Bélgica o Revoluzione Internazionale en Italia
[2] Acción Proletaria era –antes de 1974- la publicación de un grupo en Barcelona con el que RI había contactado y que inicialmente avanzaba hacia las posiciones de la Izquierda Comunista. El grupo editó los dos primeros números de la publicación y terminó dispersándose sufriendo el peso del nacionalismo y el izquierdismo. Después de eso, Acción Proletaria continuó editándose en Tolouse y los militantes de Revolution International la pasaban clandestinamente a España (todavía bajo el Franquismo); a partir de 1976 con la formación de una sección de la CCI en España, ésta asumió su edición.
[3] En los años 1970, el anarquismo tenía un peso importante en España. Para dar un ejemplo, el 2 de Julio de 1977 acudieron 300 mil personas a Montjuic a un meeting de Federica Montseny
Una vez restablecida la realidad de nuestra plataforma, calumniada por el GIGC (Defensa de la plataforma de la CCI: nuevas mentiras por parte del GIGC [162]), es ahora el contenido de nuestra intervención frente a la guerra lo que debemos defender ante las elucubraciones difamatorias del GIGC atribuyendo a la CCI los enfoques o análisis políticos siguientes: “ocultación del peligro de guerra”, “Un internacionalismo abstracto e intemporal, basado simplemente en los sentimientos y la moral”, “introducción del idealismo burgués en la doctrina revolucionaria del proletariado”, ...
Según el GIGC, la CCI adopta un enfoque de la guerra que “sólo puede abrir la vía a una especie de pacifismo moral, ya que no enraíza el internacionalismo sobre el terreno material de la relación dialéctica entre el proceso mismo de la guerra imperialista y el de la lucha de clases, que se sintetiza en la alternativa ‘revolución proletaria internacional o la guerra imperialista generalizada’, la revolución o la guerra.”1.
¿Cómo se aplica esto a nuestra intervención? ¡Ni una palabra! Es un bluf, una falsedad envuelta en una frase elegante para deslumbrar a los seguidores del GIGC, si es que los hay.
Contrariamente a lo que el GIGC quiere hacernos creer, la política de la CCI sobre la guerra está perfectamente anclada en el contexto de la situación mundial actual y se orienta por la perspectiva de la necesidad del derrocamiento del capitalismo por el proletariado:
En el período actual, el factor principal del desarrollo de la lucha de clases es ya, y será cada vez más, la profundización irreversible de la crisis del capitalismo, que implica ataques económicos cada vez más profundos e insoportables contra la clase obrera. Tal perspectiva ya está ilustrada por la dinámica global de la lucha de clases revelada por la renovación de las luchas en el Reino Unido en la primavera de 2022, que luego se extendió a los principales países industrializados de Europa y Estados Unidos, y que desde entonces ha sido confirmada regularmente por nuevas luchas2. La intervención de la CCI tiene por objetivo reforzar tanto la capacidad de la clase para desarrollar sus luchas de resistencia frente a los ataques, así como su conciencia de la necesidad de derrocar el capitalismo.
La multiplicación y el agravamiento de los conflictos imperialistas en todo el mundo constituyen una amenaza creciente para la humanidad y un factor de concientización del proletariado sobre la necesidad de derrocar al capitalismo; la CCI evidentemente no esperó a las gesticulaciones y bravatas del GIGC para desarrollar esta dimensión de su intervención.
En cuanto a las “advertencias” del GIGC del tipo “En nombre de la Descomposición, la CCI ha descartado definitivamente toda perspectiva de una tercera guerra mundial”3, están destinadas a sembrar la duda sobre la determinación de nuestra organización a asumir sus responsabilidades ante el peligro de guerra.
Para la CCI, esta declaración atestigua que, “frente a la aceleración del conflicto imperialista en Europa, las organizaciones políticas basadas en la herencia de la Izquierda Comunista continúan levantando la bandera de un internacionalismo proletario consecuente y constituyen un punto de referencia para quienes defienden los principios de la clase obrera”4.
Esta iniciativa, que visiblemente molesta al GIGC, le lleva a lanzar todo lo que se le ocurre, sin la menor preocupación por la verosimilitud, para denigrar. Cegado por su odio a la CCI, “dispara al azar” en contra los diferentes grupos firmantes, sin preocuparse siquiera de las verdaderas posiciones de cada uno, ni del contenido real de la declaración, todos ellos son culpables a sus ojos de haber firmado una posición conjunta con la CCI. Así, para el GIGC, “La iniciativa de grupos revolucionarios que calificaríamos de oportunistas, a saber, la CCI e Internationalist Voice, a la que se ha unido el Instituto Onorato Damen, pone de relieve la permanencia de la guerra imperialista bajo el capitalismo y niega la realidad actual de una consolidación de los bloques imperialistas...”5
La gran mentira del GIGC: la Declaración Conjunta de los grupos de la Izquierda Comunista [163] no evoca ni los bloques imperialistas, ni la idea de una “permanencia de la guerra imperialista bajo el capitalismo”. Invitamos a nuestros lectores a comprobarlo por sí mismos.
El GIGC construye sobre su propia mentira, esta vez, levantando el espantajo de “la teoría de la descomposición del capitalismo”, defendida únicamente por la CCI y que constituiría, según los términos del GIGC, “el caballo de Troya de la CCI a través del cual introduce el idealismo burgués en la doctrina revolucionaria del proletariado”6. Añade a esto la idea de que las concepciones de la CCI conducen a “una situación en el que la historia está en un punto muerto”, en la medida en que “ya no es la lucha entre las clases en conflicto en la sociedad, sino el efecto de la Descomposición sobre el conjunto de la sociedad, el factor determinante del desarrollo histórico”.
Nuestra intención no es convencer aquí a un interlocutor del campo proletario, ya que el GIGC no lo es, pero nos debemos a nosotros mismos restablecer la verdad frente a las distorsiones que estos parásitos están infligiendo a nuestro análisis de la descomposición, al igual que han hecho con el contenido de nuestra plataforma política7. ¿Qué dice realmente la CCI y de qué peligros advierte? “En tal situación, en la que las dos clases fundamentales y antagónicas de la sociedad se enfrentan sin lograr imponer su propia respuesta decisiva [la guerra para la burguesía, la revolución para el proletariado], la historia no puede detenerse. Menos aún que para los otros modos de producción que lo precedieron, no puede existir para el capitalismo ‘congelación’ o ‘estancamiento’ de la vida social. En un momento en que las contradicciones del capitalismo en crisis no hacen más que agravarse, la incapacidad de la burguesía para ofrecer la más mínima perspectiva para el conjunto de la sociedad y la incapacidad del proletariado para afirmar abiertamente la suya en el futuro inmediato sólo pueden conducir a un fenómeno de descomposición generalizada, de pudrimiento de la sociedad”8. Cuando la CCI escribe que “la historia no puede detenerse”, “no puede existir en el capitalismo una ‘congelación’ o ‘estancamiento’ de la vida social”, ¡el GIGC nos acomoda la idea de que “la historia se ha detenido”! Todos conocemos la expresión “el que quiere matar a su perro lo acusa de estar rabioso”. Encajaría perfectamente en la situación, salvo que la parte rabiosa aquí no es la CCI, ¡sino el GIGC!
Contrariamente a las alucinaciones del “rabioso GIGC”, “la historia no puede estar en un punto muerto”. En efecto, mientras la clase obrera constituya una fuerza en la sociedad, la revolución comunista sigue siendo una posibilidad que está al orden del día; el otro término de la alternativa es la destrucción de la humanidad, ya sea como consecuencia de una guerra mundial o de un hundimiento irreversible en la descomposición. Para que se produjera una guerra mundial, tendrían que formarse dos bloques imperialistas, lo que actualmente no está a la orden del día y probablemente nunca lo estará. Por otra parte, la descomposición irreversible es una amenaza mucho más tangible, en ciernes, e igual de catastrófica pero probablemente aún más terrible que la guerra mundial.
Al desacreditar a la CCI y agitar el fantasma de su “dudosa teoría de la descomposición”, el objetivo del GIGC era abrir una brecha entre nuestra organización y los demás grupos participantes en el llamamiento, y obstaculizar así la posibilidad de que un planteamiento común de este tipo pudiera repetirse a un nivel superior.
Así, para el GIGC: “es curioso, incluso irónico, ver a la CCI, que rechaza cualquier peligro de guerra imperialista generalizada, llamar a un nuevo Zimmerwald”9.
La CCI nunca ha llamado a un nuevo Zimmerwald como tal. Para nosotros “la importancia real y duradera de Zimmerwald reside en el desarrollo de una línea internacionalista intransigente dentro de una pequeña minoría llamada la Izquierda de Zimmerwald. Ésta reconocía que la Primera Guerra Mundial era sólo el comienzo de todo un periodo histórico dominado por la guerra imperialista que requeriría un programa máximo para la clase obrera: guerra civil, derrocamiento de los regímenes burgueses, dictadura del proletariado con una nueva Internacional Comunista que sustituyera a la II Internacional chovinista en bancarrota.”10 En y a través de este debate, Lenin y quienes le rodeaban forjaron un núcleo que se convertiría en el embrión de la Internacional Comunista.
La situación actual y sus perspectivas -aunque no se expresen en términos de una Tercera Guerra Mundial entre dos bloques imperialistas establecidos- son lo suficientemente dramáticas como para justificar una movilización de la vanguardia política del proletariado para preparar las condiciones del surgimiento del futuro partido de la revolución comunista.
No es así como lo ve el GIGC. Su lógica de grupo parasitario y policial11 le lleva a aportar su pequeña contribución para sabotear tal proyecto, lanzando las mezquindades que tan bien les van y las invenciones que forman parte de su armamento político. Así, revelan la supuesta “cara oculta” de nuestro planteamiento de una posición común de la Izquierda comunista sobre la guerra en Ucrania:
a) “Aparte del hecho de que [la CCI] utilizaría esto para intentar excluir a los llamados parásitos de tal iniciativa, en primer lugar nuestro grupo, aceptar su terreno le permitiría imponer su rechazo a la perspectiva y al peligro de guerra imperialista en nombre de una unidad artificial de la conferencia. (...) ¿No es esto precisamente lo que el Instituto O. Damen tuvo que aceptar”?
Nuestro comentario: El contenido de la declaración común, y nuestras propias posiciones, no contiene ninguna formulación que evoque algún rechazo por parte de la CCI de la realidad y de la agravación de las tensiones imperialistas. Todo lo contrario.
b) “Así, en una conferencia de este tipo, la CCI desempeñaría hoy el papel que los centristas kautskistas desempeñaron en las conferencias Zimmerwald-Kienthal y bloquearía a los internacionalistas consecuentes de hoy, a los que sitúan su acción frente a la dinámica y los pasos hacia la guerra imperialista generalizada”.
Nuestro comentario: Huelga decir que el GIGC se sitúa en la categoría de los “internacionalistas consecuentes de hoy”. En vista de lo anterior, y si la cuestión no fuera tan grave, habríamos situado al GIGC en la categoría de “comediantes indecorosos”.
Sin embargo, respecto a este grupo, mantenemos esta caracterización dentro de nuestro artículo “La lucha contra la guerra imperialista sólo puede librarse con las posiciones de la izquierda comunista [164]”, en el apartado “Un recordatorio del historial del grupo FICCI / GIGC”.
“La camarilla parasitaria, una mezcla caótica de grupos y personalidades, utiliza un refrito indigesto de posiciones de la Izquierda comunista para atacar a la verdadera Izquierda comunista, falsificarla y denigrarla”12.
CCI, junio de 2024
1 Sobre las distintas posiciones adoptadas por los grupos revolucionarios desde la invasión de Ucrania: la cuestión del peligro de guerra imperialista generalizada [165] (Revolución o Guerra 21, junio 2022)
2 ¡La clase obrera sigue luchando! [140]
3 24º Congreso de la CCI: el barco de la descomposición hace agua [166]. Revolución o Guerra n° 20
4 Declaración conjunta de los grupos de la Izquierda Comunista Internacional sobre la guerra en Ucrania [163].
5 Sobre las diferentes posiciones de los grupos revolucionarios desde la invasión de Ucrania: la cuestión del peligro de una guerra imperialista generalizada [165] – La toma de posición común de los grupos de la Izquierda Comunista.
6 Sobre las diferentes tomas de posición de los grupos revolucionarios desde la invasión de Ucrania: la cuestión del peligro de guerra imperialista generalizada [165] – La toma de posición común de los grupos de la Izquierda Comunista (CCI).
7 Leer sobre este tema, TESIS: la descomposición, fase última de la decadencia capitalista [51].
8 TESIS: la descomposición, fase final de la decadencia capitalista [51].
9 Sobre las diferentes posiciones adoptadas por los grupos revolucionarios desde la invasión de Ucrania: la cuestión del peligro de una guerra imperialista generalizada [165] (revolución o guerra 21, junio 2022).
10 ] Dos años después de la declaración conjunta de la izquierda comunista sobre la guerra en Ucrania [167].
11 En el artículo “Los fundamentos marxistas del concepto de parasitismo político y la lucha contra esta lacra [168]”, leer “La FICCI (antecesora de la GIGC), una forma extrema de grupúsculo parásito”.
12 La lucha contra la guerra imperialista sólo puede librarse con las posiciones de la izquierda comunista [164].
Los próximos Juegos Olímpicos, que se celebrarán en París del 26 de julio al 11 de agosto, seguidos de los Juegos Paralímpicos del 28 de agosto al 8 de septiembre, no parecen tener las mejores perspectivas. En un contexto de guerra en Europa y de fuertes tensiones geopolíticas, crisis económica e incertidumbres políticas, estos juegos muestran dificultades para entusiasmar a las multitudes. A los inconvenientes habituales de los parisinos expuestos a las molestias de los preparativos desde hace meses, hay que añadir el enorme aumento de los precios del transporte urbano y, sobre todo, una verdadera “caza de los pobres” que se ha apoderado de la capital.
Para no empañar la “imagen de Francia” y el gran espectáculo programado a orillas del Sena, la burguesía expulsó sin contemplaciones a los “indeseables”. Asistimos así a un “ desplazamiento masivo y forzado de poblaciones altamente precarizadas. Desde 2021-2022, hemos observado un aumento del 40 % de los desalojos en lugares informales (okupas, barrios marginales, campamentos de tiendas de campaña, etc.) situados en las cercanías de las sedes olímpicas de París y Saint-Denis, así como de los 25 espacios de entretenimiento paralelos a las competiciones, esparcidos por toda la capital. Esto incluye a inmigrantes, menores no acompañados, personas sin hogar e incluso trabajadoras sexuales”1 ¡Para el Estado sólo cuenta su imagen en la escena internacional!
El número de expulsados incluso se aceleró brutalmente a medida que se acercaba los Juegos Olímpicos. La “caza de los pobres” llevó a la apertura de los hipócritas “centros de acogida temporal” en algunas regiones (Lyon, Marsella, Toulouse, Burdeos, Besançon, Rouen, Orleans, etc.) A hurtadillas, los autobuses se suceden para trasladar a los indeseables a estos lugares deliberadamente apartados. Al final, muchos de ellos se encuentran de nuevo en la calle… ¡pero lejos de la “fiesta del deporte”!
Esta empresa bárbara e inhumana está estrechamente ligada a una obsesión por la seguridad que también lleva al Estado a incrementar, de forma inaudita, su sistema de vigilancia y represión. A medida que la crisis del sistema capitalista y las tensiones sociales que la acompañan se exacerban, este tipo de manifestaciones, como los Juegos Olímpicos u otras grandes competiciones internacionales, llevan a las fuerzas de represión a recorrer el espacio, a desplegar medios de proporciones sin precedentes, abiertamente totalitarios.
Ya durante los anteriores Juegos Olímpicos en Europa, los de Londres en 2012, el sistema de seguridad era similar a una auténtica operación militar: “había 12 mil policías de servicio y 13 mi 500 soldados disponibles, es decir, más que las tropas inglesas desplegadas en ¡Afganistán (9mil 500 soldados)! ¡Más de 20 mil soldados de la Wehrmacht en Munich en 1936! ¡A esto hay que sumar otros 13 mil 300 agentes de seguridad privada! Se había instalado un dispositivo de misiles tierra-aire ultrarrápido en un edificio, en una zona densamente poblada, cerca del principal recinto olímpico para completar el escudo antiaéreo”2
Sin embargo, los recursos desplegados para estos nuevos Juegos Olímpicos serán mucho mayores. Se calcula que la necesidad diaria de agentes de seguridad es de 22 mil a 32 mil y ¡se habla incluso de movilizar al ejército! Pero la novedad es, el uso de la videovigilancia algorítmica, es decir, la explotación de la inteligencia artificial para una vigilancia policial extraordinaria. Esto, con cerca de 15 mil cámaras de video.3 Estas cámaras son capaces de analizar el comportamiento de las personas e incluso potencialmente recopilar datos biométricos. No hay duda de que estos dispositivos se perpetuarán después de los Juegos Olímpicos, como después de cada evento “excepcional”, preparando así en última instancia la formalización del reconocimiento facial (por el momento practicado pero no autorizado). Lo que China ha hecho para vigilar a su población hace que todos los Estados “democráticos” se pongan verdes de envidia. Además, esta tecnología tan intrusiva ya ha sido probada en varias ciudades de Francia: el ejemplo más conocido es el de Niza.
No hay que hacerse ilusiones: estos dispositivos “probados” están claramente destinados a ser establecidos y ya se anticipan a cualquier movimiento de protesta social. ¡Las Olimpíadas son una bendición para preparar la represión de las futuras luchas obreras!
Por supuesto, ante las preocupaciones y las críticas, la burguesía afirmó que estas Olimpiadas eran beneficiosas para el empleo y la economía. La realidad es mucho menos halagüeña. Si algunos buenos negocios permiten a las empresas llenarse los bolsillos, gran parte de la actividad corresponde a la movilización de sectores improductivos, sin mencionar los escándalos de corrupción que ya han comenzado a surgir. Gran parte de la actividad también se generará mediante el trabajo gratuito de los 45 mil voluntarios durante toda la duración de los Juegos Olímpicos. Como es habitual, veremos florecer un montón de eslóganes publicitarios y los espectadores serán sometidos al tradicional bombardeo publicitario. Pero el empleo real no será sostenible ni estará a la altura de las expectativas.
Contrariamente a la idea de un posible impulso de la economía, no podrá contarse más que con “beneficios económicos muy limitados, o incluso nulos a mediano plazo […] no se espera ningún impacto macroeconómico significativo”.4 En general, los Juegos Olímpicos han lastrado las economías, en lugar de favorecerlas. El ejemplo de los Juegos de Río es muy significativo a este respecto: además de los escandalosos desplazamientos forzosos de poblaciones y de una huella de carbono negativa [residuos de gases de efecto invernadero], con algunos escándalos financieros, los resultados de estos Juegos de Río provocaron un déficit abismal (equivalente a 130 millones euros).
Entonces, ¿cuál es el objetivo de los Juegos Olímpicos? La visión compartida por toda la burguesía se puede resumir en esta intervención de Christophe Lepetit, jefe de estudios económicos del Centro de Derecho y Economía del Deporte (CDES) de Francia: “No organizamos un evento deportivo para generar crecimiento económico, sino por razones geopolíticas y sociales, por el posicionamiento internacional de Francia”. ¿Qué deberíamos entender por “razones geopolíticas y sociales”? Ni más ni menos que propaganda nacionalista destinada a reforzar el sentimiento de pertenencia a una “patria”. Pero a través de la exaltación y las efusiones nacionalistas aparentemente “inofensivas” y “alegres”, a través de la celebración de la “unidad” y la “grandeza” nacionales, la burguesía intenta sobre todo promover la adhesión a sus propios intereses económicos e imperialistas, así como a los sacrificios que ellos exigen. De ahí esta enésima ceremonia grandiosa. “La puesta en escena de deportes con fines propagandísticos, contrariamente a lo que sugiere la historia oficial, no es una particularidad del nazismo o del estalinismo, sino una práctica generalizada en todos los países. Basta recordar los protocolos y la fastuosidad inaugural de los Juegos Olímpicos de Pekín en 2008 o Londres en 2012, o incluso la entrada de las selecciones nacionales de fútbol en los partidos importantes, para convencerse de ello. Los grandes espectáculos deportivos pueden provocar fuertes emociones colectivas, guiando fácilmente las mentes hacia un universo de códigos y símbolos nacionales […]. A menudo acompañados de música militar, los concursos internacionales están sistemáticamente precedidos o cerrados por himnos: “Estas relaciones son las de enfrentamientos de todo tipo donde está en juego el prestigio nacional; el ritual deportivo es, por tanto, a este nivel un ritual de enfrentamiento entre naciones”. En estos breves momentos de uniones sagradas, las clases sociales se “funden”, se niegan, los espectadores son llamados abiertamente a levantarse y cantar con los ojos fijos en la bandera nacional o en el equipo que la encarna con sus colores”.5
En realidad, es por estas razones principalmente ideológicas que se organizan los Juegos Olímpicos, con el objetivo de promover el veneno nacionalista y, para el país organizador, “mantener su rango internacional”. En este caso, para el Estado francés, la oportunidad de mejorar su imagen como líder europeo dentro de la tambaleante pareja franco-alemana y de olvidar temporalmente su decadencia militar y política en la escena imperialista, tras los reveses en África y las numerosas presiones experimentadas en el Pacífico. Estos Juegos también tienen como objetivo marginar y aislar aún más a Rusia ejerciendo presión política contra ella.
En el momento de escribir este artículo, el gran revuelo mediático, aparte del ridículo seguimiento de la llama olímpica, todavía no ha comenzado realmente. Pero no hay duda de que habrá un gran revuelo patriótico. Frente a esta nueva campaña ideológica, en un contexto donde el militarismo es omnipresente, no podemos más que recordar las palabras de Rosa Luxemburgo durante la Ia Guerra Mundial, ante las primeras hecatombes sangrientas: “Los intereses nacionales no son más que una mistificación que pretende situar a los masas populares trabajadoras al servicio de su enemigo mortal: el imperialalistas”6 ¡Efectivamente, éste es uno de los principales objetivos de estos Juegos!
WH , 11 de julio de 2024
1 “Para las Olimpiadas, inmigrantes, trabajadoras sexuales y personas sin hogar están siendo expulsados en masa” [170], Reporterre (26 de junio de 2024). [solo en francés
2 “El deporte en el capitalismo decadente (de 1914 a la actualidad) [171] (Historia del deporte en el capitalismo , parte [172] II) [172] ”, CCI on line (abril-2013)
3 Según Katia Roux, de Amnistía Internacional-Francia , esta vigilancia automatizada “ nunca ha demostrado su eficacia contra la delincuencia y el terrorismo, aunque sus consecuencias sobre las libertades fundamentales están probadas ”
4 “Los Juegos Olímpicos, ¿un pozo financiero para Francia? », Euractiv (10 de mayo de 2024). [solo en francés]
5 El deporte en el capitalismo decadente (de 1914 a la actualidad) [171] (Historia del deporte en el capitalismo , parte [172] II) [172]” CCI on line (abril-2013)
6 Folleto de Junius (1915)
La Corriente Comunista Internacional está organizando una sesión en línea el sábado 31 de agosto de 2024 a las 15.00 h.
Estas permanencias son espacios de debate abiertos a todos aquellos que deseen reunirse y discutir con la CCI. Invitamos encarecidamente a todos nuestros lectores y simpatizantes a venir a debatir para continuar la reflexión sobre los problemas de la situación y comparar puntos de vista. No dudes en plantearnos todas aquellas cuestiones que te gustaría clarificar o que sean de tu interés.
Los lectores que deseen participar en las sesiones en línea pueden enviar un mensaje a nuestra dirección de correo electrónico ([email protected] [173]) o en la sección "contáctenos [174]" de este sitio web, indicando qué preguntas les gustaría abordar para permitirnos organizar los debates de la mejor manera posible. Los detalles técnicos para conectarse a la oficina se comunicarán en una fecha posterior.
Corriente Comunista Internacional
Pocos días después del atentado contra Donald Trump que se cobró la vida de uno de sus partidarios, aún es pronto para determinar el móvil exacto del pistolero y las razones del fallo del servicio encargado de proteger al expresidente. Sin embargo, el atentado dio un vuelco a la campaña electoral, permitiendo al bando republicano dar un paso más hacia la victoria. Golpeado en la oreja, con la cara ensangrentada y el puño en alto, casi milagrosamente, la bravuconería de la reacción de Trump, ya favorito en los sondeos, contrasta claramente con los signos cada vez más perceptibles de senilidad de Joe Biden. Sea como fuere, este acontecimiento es una manifestación más de la creciente inestabilidad en el seno de la burguesía estadounidense.
Estados Unidos tiene una larga tradición de asesinatos políticos, cuatro de los cuales han alcanzado las más altas esferas del gobierno. Pero, tras el asesinato de la diputada británica Jo Cox en plena campaña del Brexit en 2016, tras el intento de asesinato que tuvo como objetivo a Bolsonaro en Brasil en 2018, tras el asesinato del ex primer ministro japonés Shinzō Abe en 2022, tras el intento de asesinato del primer ministro eslovaco Robert Fico en mayo de 2024, o el ataque a la primera ministra danesa Mette Frederiksen en plena calle el pasado mes de junio, este nuevo atentado se produce en un contexto de recrudecimiento de la violencia y las tensiones políticas en todo el mundo. Amenazas, insultos, xenofobia a ultranza, violencia de grupos de extrema derecha, implicación de bandas en los procesos electorales, ajustes de cuentas entre camarillas burguesas... este caos progresivo, que hasta ahora se limitaba a los países más frágiles de América Latina y África, empieza a convertirse, con todo sentido de la proporción, en la norma en las grandes potencias del capitalismo.
En Estados Unidos, si bien una de las funciones de las instituciones "democráticas" es garantizar la unidad del Estado, la creciente dificultad para contener y confinar la violencia de las relaciones entre facciones burguesas rivales atestigua una verdadera agudización de las tensiones. El clima de violencia está en su apogeo. Desde que abandonó la Casa Blanca y alentó el intento abortado de asaltar el Capitolio, el propio Trump no ha dejado de echar leña al fuego, cuestionando los resultados de las elecciones, negándose a reconocer su derrota y prometiendo hacer caer su brazo vengativo sobre los "traidores", los "mentirosos" y los "corruptos". No ha cesado de poner cada vez más histérico el "debate público", inventando un cuento chino tras otro, enloqueciendo a sus partidarios... El ex presidente resultó ser un eslabón esencial de una verdadera cadena de violencia que desborda por todos los poros de la sociedad y acabó volviéndose contra él.
El hecho de que una figura tan irresponsable y grotesca haya sido capaz de barrer a cualquier fuerza dentro del Partido Republicano remotamente capaz de gestionar eficazmente el Estado burgués, que incluso haya sido capaz de presentarse como candidato a la presidencia sin encontrar serias dificultades, ni políticas ni siquiera legales (a pesar de los numerosos intentos de sus oponentes), es en sí mismo un signo sorprendente de la impotencia y la profunda inestabilidad en la que se está hundiendo el aparato político estadounidense.
Pero si Trump es efectivamente el portavoz de toda una atmósfera de violencia social y política, un factor activo de desestabilización, no es más que la caricatura de la dinámica en curso en el conjunto de la clase dominante. El bando demócrata, aunque un poco más preocupado por frenar este proceso, está contribuyendo en la misma medida a la inestabilidad global.
Es cierto que, tras las políticas incoherentes e impredecibles de la administración Trump, Biden se ha mostrado más eficaz en la defensa de los intereses de la burguesía estadounidense, pero ¿a qué precio? A pesar de que las guerras de Afganistán e Irak, que pretendían frenar el declive del liderazgo estadounidense imponiéndose como "policía mundial", han terminado en fiasco y han exacerbado el caos en Oriente Medio y en todo el mundo, Biden procedió a provocar a Rusia para que interviniera en Ucrania [1].
Esta masacre a gran escala se está empantanando semana tras semana y no parece tener fin a la vista. Con la inflación disparada y la crisis mundial agravándose, con las tensiones imperialistas en aumento y la economía de guerra incrementándose considerablemente en todos los continentes, el conflicto en Ucrania sólo ha conducido a una mayor desestabilización a una escala aún mayor, incluso en Estados Unidos.
Al mismo tiempo, Biden ha agudizado las tensiones con China a través del Pacífico, aumentando el riesgo de una confrontación directa. La guerra de Gaza, que el presidente estadounidense no ha sabido controlar ni contener, también ha acentuado considerablemente el declive del poderío estadounidense, que tarde o temprano desembocará en una reacción aún más bárbara por parte de Estados Unidos.
Y ahora el inquilino de la Casa Blanca se ve reducido a aferrarse lastimosamente al poder, ¡mientras una gran parte de su bando le insta abiertamente a dimitir! Pero, ¿quién debería sustituir a Biden? Los demócratas están divididos y desacreditados, apenas son capaces de ponerse de acuerdo sobre un sustituto. Todos están ya dispuestos a luchar. Incluso la vicepresidenta Harris, la única que podría imponerse, es muy impopular incluso dentro de su propio campo. Entre Trump, Biden, Harris... a la burguesía estadounidense sólo le quedan malas opciones, señal de su gran fragilidad.
En otra muestra de las extremas tensiones entre el bando republicano y el demócrata, Trump ni siquiera había abandonado el hospital antes de que empezaran a acusarse con vehemencia mutuamente de ser los responsables del atentado. Trump y Biden, conscientes de la explosiva situación, intentaron momentáneamente calmar el incendiario ambiente en nombre de la unidad nacional... antes de que se desatara de nuevo un torrente de fake news y acusaciones infundadas.
Pero la división entre los partidos burgueses, las amargas luchas internas en su seno, las constantes partidas de póquer, las rivalidades de egos, las puñaladas por la espalda, las estrategias de tierra quemada... todo esto está lejos de ser prerrogativa exclusiva de la burguesía estadounidense. La campaña electoral en Estados Unidos, por supuesto, se hace eco de la situación en muchos estados de Europa y otros lugares, de los cuales Francia es el último ejemplo brillante. El capitalismo se está pudriendo en sus cimientos y esto está teniendo consecuencias a todos los niveles (imperialista, social, económico, medioambiental...), arrastrando a los aparatos políticos de la burguesía a una lógica de "salvar lo que se pueda". Se trata de una espiral ineluctable de inestabilidad en la que cada camarilla burguesa trata como puede de taparse los ojos... incluso en detrimento de los intereses generales de la burguesía.
A pesar de las crecientes dificultades de la burguesía para controlar su propio aparato político, sigue sabiendo perfectamente cómo utilizar la mistificación democrática para reducir a la clase obrera a la impotencia. En un momento en que el proletariado debe desarrollar su lucha contra el Estado
burgués, la burguesía nos atrapa, a través de las elecciones, en falsos dilemas: ¿qué partido sería el más adecuado para gestionar el Estado burgués? Mientras que el proletariado debería tratar de organizarse como clase autónoma, las elecciones reducen a los trabajadores a la condición de ciudadanos-votantes, meramente capaces de elegir, bajo la presión de la aplanadora propagandística, qué camarilla burguesa se encargará de organizar su explotación.
Por lo tanto, no hay nada que esperar de las próximas elecciones. Si finalmente ganara Biden (o su sustituto), se intensificarán aún más las políticas belicistas de la administración Biden y todo el caos mundial que han engendrado para mantener a toda costa la posición de Estados Unidos en la escena mundial. Si Trump confirmara los pronósticos de victoria en noviembre, las políticas desestabilizadoras y erráticas de su primer mandato volverían con más fuerza e irracionalidad. Su compañero de fórmula, J.D. Vance, apela más directamente a la clase trabajadora, y su explotación demagógica de su propia historia personal como víctima olvidada de la América rural y desindustrializada le permite reforzar su influencia convenciendo a los "indecisos" de que él representa un supuesto "nuevo camino" junto a su milagroso mentor.
Gane Trump o ganen los demócratas, la crisis histórica del capitalismo no desaparecerá, seguirán lloviendo atentados y desatándose la violencia indiscriminada.
Frente a la descomposición del mundo capitalista, la clase obrera y su proyecto revolucionario representan la única alternativa real. Mientras que las guerras, las catástrofes y la propaganda chocan constantemente con sus luchas y su capacidad de pensar con claridad, en los dos últimos años el proletariado de todas partes ha redescubierto su espíritu de lucha y empieza a recuperar poco a poco la conciencia de ser una misma clase. Por todas partes surgen pequeñas minorías que reflexionan sobre la naturaleza del capitalismo, sobre las causas de la guerra y sobre la perspectiva revolucionaria. Con todas sus elecciones, la burguesía intenta romper esta combatividad y esta maduración, intenta impedir cualquier politización de las luchas. A pesar de las promesas (obviamente nunca cumplidas) de un capitalismo "más justo", "más verde", más "pacífico", a pesar de la feroz culpabilización de "los que no se interponen en el camino del fascismo" en las urnas, no nos equivoquemos: ¡las elecciones son una trampa para la clase obrera!
EG, 19 de julio de 2024
1 El objetivo de Washington era debilitar a Rusia para que no pudiera ser un aliado importante de China en caso de conflicto con esta última. Se trataba, por tanto, de aislar un poco más a China y, al mismo tiempo, asestar un golpe a su economía y a su estrategia imperialista cortando su "Nueva Ruta de la Seda" a través de Europa del Este.
En la Rusia de los zares, como en la Europa occidental de la Edad Media, a menudo podía empezar con un rumor descabellado: los judíos han sacrificado a uno de nuestros hijos en sus malvados rituales. Siniestros grupos políticos, las “Centurias Negras” instaban a las capas más miserables de la población a atacar a otro grupo sumido en la pobreza -los judíos de los guetos- a violar, saquear y matar. La policía oficial solía quedarse de brazos cruzados. Esto era el pogromo.
Las cosas han cambiado mucho desde entonces... pero no del todo. En la Gran Bretaña de 2024, circulan por Internet rumores descabellados sobre la identidad del joven perturbado que llevó a cabo un auténtico asesinato masivo de niños en Southport, y se producen ataques de bandas enfurecidas, muchas de ellas formadas por personas de las capas más desfavorecidas de la población, contra otros grupos, a veces incluso más desesperados. Esta vez, sin embargo, el objetivo principal no son los judíos, sino los musulmanes y los solicitantes de asilo. Entre las fuerzas políticas que alimentan la violencia se encuentran los tradicionales adoradores del nazismo que siguen viendo la mano de la comunidad judía mundial detrás de cada problema social y político. Pero muchos de ellos, como la celebridad de extrema derecha Tommy Robinson, se han dado cuenta de que la islamofobia da muchos mejores dividendos hoy en día, e incluso afirman ser los mejores defensores de los judíos frente a la amenaza islamista. Pero a pesar de todo, el espíritu del pogromo sigue vivo.
Sobre todo, lo que perdura es el esfuerzo de "divide y vencerás": mantener a todos los explotados y oprimidos débiles porque están divididos, impedirles ver que la verdadera causa de su miseria no es una parte concreta de los explotados y oprimidos, sino el sistema social de sus explotadores y opresores. Es ese sistema -el capitalismo mundial- el responsable tanto de las guerras y la destrucción ecológica que está generando un problema de refugiados sin precedentes en todo el mundo, como de la crisis económica y la austeridad que está reduciendo en todas partes el nivel de vida y el acceso a las necesidades básicas.
Otra gran diferencia con la Rusia de finales del siglo XIX: estos "disturbios raciales" son el producto de un capitalismo obsoleto desde hace más de un siglo y que ahora se encamina hacia un despedazamiento caótico. La reciente violencia en Gran Bretaña es una expresión de este caos, de una creciente pérdida de control por parte de la clase dominante. Las facciones más responsables de la clase dominante no quieren este desorden en las calles. Una de las principales razones por las que el Partido Laborista llegó al poder fue para "restaurar el orden" en el plano político después del desorden creado por un partido Tory que se había infectado profundamente por las políticas vandálicas del populismo[1]. De ahí la durísima respuesta del gobierno, que amenazó a los alborotadores con "todo el peso de la ley" y planeó formar un "ejército permanente" de policías entrenados para hacer frente a los desórdenes. Hoy la policía no se queda de brazos cruzados ante los saqueos y destrozos de la extrema derecha. Al contrario, se presenta como decidida defensora de las mezquitas y los hoteles que acogen a solicitantes de asilo, y detiene en masa a los alborotadores de extrema derecha, mientras los tribunales los condenan a los pocos días de ser detenidos.
El capitalismo utiliza su propia descomposición contra nosotros
¿Significa esto que el Partido Laborista y la policía son ahora verdaderos amigos de la clase obrera? En absoluto. El capitalismo puede estar desmoronándose, pero la clase capitalista sabe que el mayor peligro al que se enfrenta es que la clase obrera de todo el mundo tome conciencia de sí misma como clase que tiene la capacidad no sólo de resistir a la explotación capitalista, sino de derrocar todo el sistema. Por eso nuestros gobernantes están perfectamente dispuestos a utilizar la desintegración de su propia sociedad para obstruir el desarrollo de una verdadera conciencia de clase:
- intensificando una campaña política en torno a la "defensa de la democracia contra el fascismo", que ya es un tema de las elecciones en la Unión Europea, Francia y EE. UU., y que pretende arrastrar a los trabajadores al callejón sin salida de la política electoral y a la idea de que deben apoyar a una facción de la clase dominante contra la otra;
- reforzando el aparato represivo del Estado y "democratizando" la imagen de la policía. Hoy este aparato puede estar dirigido contra el "matonismo de extrema derecha", pero mañana puede y será utilizado contra las luchas de la clase obrera. No olvidemos cómo la policía fue empleada como "ejército permanente" contra la lucha de los mineros en 1984-85. Es la misma policía con la misma función: proteger el orden capitalista.
- distrayendo la atención de la política de austeridad que el gobierno laborista ya está empezando a impulsar. Desde sus primeros días en el poder, el gobierno laborista, que descubrió convenientemente un "agujero negro" oculto en las finanzas públicas, ha anunciado medidas que indican futuros ataques a las condiciones de vida de la clase trabajadora: la negativa a suprimir la política que limita las prestaciones por hijo a dos hijos, y la eliminación de los subsidios de calefacción para los pensionistas, excepto para las capas más pobres.
Además, no debemos olvidar que no sólo la extrema derecha o los populistas atacan a los inmigrantes. La "One Nation Tory" Theresa May fue la encargada de crear la "atmósfera hostil para los inmigrantes ilegales" bajo el gobierno de Cameron, al tiempo que la principal crítica de los laboristas a las “estrategias poco serias” de los tories al respecto, como el “plan Ruanda”, ha sido que no son económicamente rentables[2]. En los EE. UU., a pesar de todo el bombardeo de Trump contra la "invasión extranjera", las administraciones demócratas bajo Obama y Biden no han sido menos despiadadas en la realización de deportaciones masivas. Todas las alas de la burguesía defienden la economía nacional y las fronteras nacionales, que, en la brutal lucha de cada uno contra todos en el mercado mundial, se organizan cada vez más en torno a una especie de Estado fortaleza para mantener fuera las importaciones y la mano de obra "extranjeras".
La lucha de clases es nuestra única defensa
En respuesta a la destrucción desatada en los disturbios, ha habido una considerable cantidad de indignación y enojo reales dentro de la clase trabajadora y la población en su conjunto. El intento de la extrema derecha de utilizar los asesinatos de Southport como pretexto para atacar a las minorías étnicas y a los inmigrantes fue recibido con la repulsa que merecía por los más directamente afectados por los asesinatos; y hubo una serie de gestos de apoyo hacia los principales objetivos de la violencia, como en el propio Southport, donde los residentes locales se unieron para reparar los daños causados a la mezquita golpeada por los alborotadores. El 7 de agosto, ante la amenaza de nuevos ataques contra centros de asesoramiento a inmigrantes en todo el país, miles de personas salieron a la calle en Londres, Manchester, Liverpool, Newcastle, Bristol, Brighton y otros lugares para rodear estos centros e impedir que fueran saqueados (en la mayoría de los casos, las amenazas quedaron en nada y la extrema derecha no se presentó).
Pero no debemos hacernos ilusiones. Estas comprensibles respuestas fueron inmediatamente "abrazadas" por la maquinaria propagandística del capitalismo para presentar la imagen de "una Gran Bretaña real" respetuosa con la ley, tolerante y multicultural. Tras las movilizaciones del 7 de agosto, esta pauta fue compartida por casi toda la prensa, de izquierda a derecha. El titular del 8 de agosto del Daily Mail, un periódico de derecha que ha desempeñado un papel central en la campaña de alarmismo sobre los inmigrantes ilegales, fue quizá el más revelador. Su portada mostraba una foto de la manifestación de Walthamstow (quizá la mayor del país) y titulaba: "Los manifestantes nocturnos anti-odio se enfrentaron a los matones".
Fuera de los grandes medios de comunicación, la extrema izquierda del capital, los trotskistas en particular han sido un factor clave a la hora de convocar estas movilizaciones e intentar crear nuevas versiones del frente popular. En definitiva, dando cobertura de izquierda a la campaña de defensa de la democracia frente al fascismo.
La clase obrera sólo puede defenderse -y hacer frente a los ataques contra cualquiera de sus sectores, ya sea "nativo" o "inmigrante"- luchando en su propio terreno. Es decir, el terreno de la lucha contra el inevitable asalto a sus condiciones de vida exigido por el capitalismo en crisis, una lucha que tiene los mismos objetivos e intereses en todos los países y atravesando todas las divisiones nacionales. La clase obrera británica tiene que deshacerse de muchas cargas del pasado, sobre todo del peso heredado del apogeo imperial de Gran Bretaña. Pero no debemos olvidar que Gran Bretaña fue la cuna del primer partido obrero independiente, los cartistas, y -junto con los obreros franceses- de la Primera Internacional. Y en 2022, fueron los trabajadores británicos quienes desempeñaron un papel central en el renacimiento de los movimientos de clase tras décadas de resignación. Su eslogan fue "basta ya", un eslogan que la extrema derecha ha intentado robar. Pero en 2022 la consigna, que fue retomada por los trabajadores en Francia y en otros lugares, no significaba "basta de extranjeros", sino basta de austeridad, basta de inflación, basta de ataques a nuestras condiciones de vida, y esa sigue siendo la situación real a la que se enfrenta la clase obrera hoy en día, sean cuales sean los colores del gobierno en turno.
En 1905, ante las huelgas masivas en todo el Imperio ruso, el régimen zarista respondió con su truco habitual: azuzar los pogromos para romper la unidad de los obreros o poner a los campesinos en su contra. En aquel momento, los obreros habían creado sus propias organizaciones independientes, los soviets, y una de sus funciones era organizar la defensa armada de los barrios judíos amenazados por los pogromistas. Hoy los obreros no disponen de tales organizaciones independientes. Pero el futuro desarrollo de la lucha de clases tendrá que crearlas de nuevo: órganos de autoorganización de masas que no sólo puedan defender a la clase de todos los ataques del capital, sino dirigir una ofensiva política dirigida a derrocar todo el sistema.
Amos, 9.8.24
[1] Ver La izquierda del capital no puede salvar un sistema moribundo [175], CCI online, agosto 2024
[2] El nuevo primer ministro laborista Keir Starmer ha declarado que el “plan Ruanda” es una “estrategia poco seria que no actúa como un verdadero freno”.
Las elecciones presidenciales del 28 de julio en Venezuela, en las que el Consejo Nacional Electoral (CNE)[1] dio el triunfo al presidente Nicolás Maduro, y su no reconocimiento por la oposición, han acentuado la confrontación política en el país y en la región. La oposición, agrupada en la Plataforma Unitaria Democrática, llamó a la población a defender el voto mayoritario que dice haber recibido su candidato Edmundo González Urrutia[2], lo que generó protestas en todo el país que han sido reprimidas duramente por las fuerzas militares y policiales, así como por los Colectivos que son bandas armadas del régimen chavista. Hasta ahora se cuentan 25 muertos, cientos de heridos y más de 2000 detenidos. Poco antes de las elecciones Maduro dijo que, de no ganar las elecciones, habría un “baño de sangre”, y así lo está haciendo, aunque el CNE lo declaró ganador: el régimen ha desatado un verdadero terrorismo de Estado, no sólo contra dirigentes de la oposición, sino contra la población.
Estas elecciones fueron utilizadas por las facciones burguesas de oposición (tanto en el país, como en el exilio), para cohesionarse y presentar un frente único contra el chavismo. Han capitalizado a su favor el genuino descontento de los trabajadores y masas explotadas del país contra el régimen chavista, que durante 25 años ha atacado de manera sistemática sus condiciones de vida y las ha sumido en la miseria. Situación que ha causado la emigración de cerca de 8 millones de personas (alrededor del 25% de la población).
La situación en Venezuela es de suma gravedad. Los trabajadores y la población han sido polarizados por las facciones burguesas en pugna como una lucha entre “democracia contra dictadura”. Ni unos, ni otros representan una salida a la pauperización que se vive en Venezuela: hace 25 años la población votó mayoritariamente por Chávez; hoy, al parecer han votado por los partidos políticos de oposición, quienes entonces abrieron el camino para el ascenso del chavismo [3].
Esta situación es la más clara expresión de que el sistema capitalista, en plena descomposición, es incapaz de dar una salida a la dramática situación que vive la población en Venezuela y en ningún otro país; más bien, lleva al caos, la destrucción, la emigración y la muerte.
La situación en Venezuela es consecuencia del avance de las tensiones imperialistas en la región y al debilitamiento de la política imperialista de Estados Unidos en su propio “Patio Trasero”. Tensiones que se aceleraron al llagar Chávez al poder, quien desarrolló una política imperialista hacia la región basada en el “Socialismo del Siglo XXI” o “Socialismo Bolivariano”; en abierta confrontación contra “el imperialismo norteamericano”, y en alianzas estrechas con China, Rusia y otros países, como Cuba e Irán.
Para intentar contrarrestar la influencia del chavismo en la región, los Estados Unidos, desde el primer gobierno de Obama en 2009 y hasta ahora, aplica medidas contra el régimen venezolano a nivel económico, político y judicial; medidas también apoyadas por la Unión Europea. Estas medidas, aunque han afectado al régimen chavista, no han impedido que éste prosiga con su propia política imperialista, por ejemplo, en el conflicto que existe con Guyana[4].
Es este contexto geopolítico el que explica la intervención caótica de los países que directa o indirectamente intervienen en la actual crisis política de Venezuela, ya que cada uno se alinea según sus propios intereses geopolíticos. También explica por qué a la Organización de Estados Americanos se le ha dificultado buscar una salida concertada a la situación, pues cada país de la región, sea de tendencia de derecha o izquierda, actúa defendiendo su propio posicionamiento geopolítico.
Este “calculo geopolítico” es una muestra patética del avance de la descomposición del sistema capitalista, que se expresa a través de una pérdida de control político a lo interno de varios países de la región y en su conjunto, no sólo de parte del Estado norteamericano, sino del conjunto de las burguesías de dentro y fuera de la región.
Pero son las masas explotadas de Venezuela quienes pagan las consecuencias de estas confrontaciones. Todos dicen defender “al pueblo venezolano”. Pura hipocresía. Por un lado, el régimen descarga sobre la población los efectos de las medidas que contra el régimen aplica el “Tío Sam” y la Unión Europea, que a su vez apoyan a las facciones de oposición, que han causado la mayor ola migratoria en la región; por el otro, países con gobiernos de izquierda, como los de Brasil, Colombia o México, cada uno defendiendo su posicionamiento geopolítico, contrario al “intervencionismo” de Estados Unidos, apoyan al régimen de Maduro.
La situación en Venezuela ya está afectando a toda la región y puede ser aún mayor, debido a la alta posibilidad de que aumente la emigración, no sólo huyendo de la pauperización, sino también del terror de la represión del Estado y sus bandas armadas. Tampoco hay que descartar que se den confrontaciones armadas.
Es otra muestra de que el capitalismo en descomposición, lo que nos ofrece es caos y mayor miseria: las crisis humanitarias, la pauperización, la represión masiva y muerte a mansalva de poblaciones inermes, debido a las fuerzas represivas de los Estados y sus matones a sueldo, ya es la norma en Siria, en varios países africanos y muchos otros.
Esta realidad ya se presenta en América: Cuba, Nicaragua, Haití[5] y ahora en Venezuela, donde sus repercusiones serían mucho mayores, debido al lugar geoestratégico que ocupa Venezuela y al hecho de las estrechas relaciones que tiene este país con grandes potencias contrarias a los intereses imperialistas del gendarme norteamericano.
En Venezuela hay una indignación acumulada y en crecimiento que las facciones de la burguesía han podido canalizar hacia la cuestión electoral. En este sentido, se corre el peligro de que los trabajadores de este país se vean arrastrados a un conflicto completamente ajeno a sus intereses de clase y sin ninguna perspectiva.
Ante este panorama nada alentador, los trabajadores en Venezuela deben negarse a defender toda bandera burguesa, sea de derecha, populista de derecha, de la izquierda del capital como el Partido Comunista de Venezuela, o izquierdistas como los trotskistas que llaman a “luchar por un polo independiente de Maduro, la derecha y del imperialismo”. Todos son defensores del capital nacional.
De igual manera, es también de suma importancia que los trabajadores de la región, rechacen la campaña burguesa que plantea el conflicto en Venezuela como una confrontación entre democracia contra dictadura. La democracia es la mayor expresión de la dictadura del capital. Por ello, los trabajadores de Venezuela y la región no debemos defender a ninguna de las facciones burguesas en pugna. Debemos luchar contra esas facciones en nuestro propio terreno de clase; es el único terreno que nos hace fuertes ante la clase que nos explota y sume en la miseria. Para ello tenemos una referencia cercana en el tiempo: las luchas que han desarrollado los trabajadores en varios países centrales del capitalismo desde 2022 como en Gran Bretaña, Francia, Estados Unidos, Canadá y otros países, que nos muestran que sí existe el potencial para que la clase trabajadora abra el camino hacia la superación del caos y la barbarie a que nos somete el capitalismo en descomposición.
LB 29/8/24
[1] Organismo electoral del Estado venezolano.
[2] La oposición sustenta su supuesto triunfo en el hecho de que logró tener copia de un alto porcentaje de las actas electorales, las cuales daban como ganador al candidato opositor Edmundo González Urrutia.
[3] Los partidos burgueses agrupados en la Plataforma Unitaria Democrática, que pujan por sacar a Maduro y al chavismo del poder, son los mismos que abrieron el camino para el triunfo de Chávez. Después de haber gobernado durante 40 años, sumidos en la corrupción e impopularidad, perdieron el control político del Estado; situación que aprovechó Chávez (después de alcanzar alta popularidad tras el fallido intento de golpe de Estado de 1992), para, junto con el apoyo de los partidos de la izquierda del capital, lanzarse como candidato a la presidencia y arrasar en las elecciones de 1998. El gobierno de Chávez, nacido de la descomposición de la clase burguesa venezolana y sus partidos políticos, implantó un régimen mucho más descompuesto que el de los gobiernos que le precedieron: colocó a la cabeza del Estado a un grupo de aventureros (militares e izquierdistas resentidos), quienes vaciaron las arcas del Estado y destruyeron la infraestructura productiva del país, incluyendo a la industria petrolera, principal fuente de ingresos del Estado.
[4] Ver Disputas imperialistas entre Venezuela y Guyana: los trabajadores deben rechazar la defensa de la patria [179], Revolución Mundial nº 148, enero-junio 2024.
[5] Ver Haití, vitrina del capitalismo en putrefacción [180], ICC Online.
El Grupo Internacional de la Izquierda Comunista (GIGC) ha vuelto a hacer de chivato. En su último boletín, y bajo el título «Contra el individualismo y el espíritu de círculo 2.0 de los años 2020», afirma: «la práctica de las reuniones por vídeo tiende desgraciadamente a sustituir a las reuniones físicas. Por el contrario, no tenemos nada en contra de la organización de video encuentros entre camaradas aislados, sobre todo a nivel internacional, que no pueden reunirse en el mismo lugar. En cambio, el hecho de que los militantes tiendan a no hacer ya el esfuerzo, o incluso a considerarlo superfluo, de desplazarse y participar en reuniones físicas, o ’cara a cara’, como las llaman los responsables de las empresas, es un retroceso en relación con una conquista y un principio de organización del movimiento obrero». Y este pasaje remite a una nota a pie de página: «Sabemos, por ejemplo, que la CCI ya no celebra reuniones locales, aunque tenga varios miembros en la misma ciudad. Celebra reuniones «transversales», «reuniendo» a miembros de diferentes lugares, que quedan así aislados de sus camaradas con los que se supone que deben intervenir en caso de luchas laborales o de otro tipo, pero permanecen cómodamente en sus casas. Los criterios de envío de los miembros a una u otra red de vídeo sólo pueden ser arbitrarios y personalizados. Un remake moderno de la bolchevización ‘zinovievista’ de los partidos comunistas a principios de los años 20, que sustituyó las reuniones de las secciones territoriales o locales por la creación de células de empresa, y que la izquierda italiana denunció enérgicamente».
¡Aquí tenemos al GIGC informando públicamente al Estado y a todas las fuerzas policiales del mundo sobre cómo la CCI organiza sus reuniones internas! Para eso está este grupo: para vigilar a la CCI con el fin de publicar en su página web toda la información posible sobre nuestra organización y sus militantes.
Recordemos que el GIGC[1] o su antecesora la llamada «Fraction Interne du CCI» (Fracción Interna de la CCI, FICCI) ya han divulgado públicamente:
Pero el lector atento habrá notado dos palabritas salidas de la pluma del GIGC que, de hecho, se inspiran directamente en las técnicas policiales: «sabemos» ...
«Sabemos, por ejemplo, que la CCI...». Es el colmo del cinismo del grupo. Quieren demostrarnos que saben, que conocen lo que pasa en la CCI, que lo saben porque tienen un informador, un soplón, un topo. Con ello quiere sembrar la sospecha en nuestras filas, destilar el veneno de la desconfianza.
Desde su creación, cada vez que el GIGC consigue sacar de las cloacas una «primicia» sobre la vida interna de la CCI, la pregona a pleno pulmón. En 2014, en el segundo número de su publicación, el GIGC incluyó extractos de nuestros boletines internos, jactándose de haber aprovechado una «filtración» (como ellos dicen). Y, para colmo, subrayaron en una nota a pie de página: «Nos hemos comprometido a no revelar públicamente cómo y quién nos ha enviado los boletines internos de la CCI. No obstante, podemos asegurar que la 'fuente' está libre de toda sospecha de pertenecer a la policía o a otros servicios».
En su último boletín, el CIGC prosigue su trabajo, de nuevo en una nota a pie de página: «Los boletines internos de la CCI contienen numerosas contribuciones sobre el tema. Sería sin duda útil reunirlas y publicarlas algún día».
Víctor Serge, en su libro Lo que todo revolucionario debe saber de la represión[2], muestra claramente que la difusión de la sospecha y la calumnia son armas preferida del Estado burgués para destruir las organizaciones revolucionarias: «la confianza en el partido es el cemento de toda fuerza revolucionaria [...] ¡Los enemigos de la acción, los cobardes, los atrincherados, los oportunistas recogen de buena gana sus armas en las alcantarillas! Utilizan la sospecha y la calumnia para desacreditar a los revolucionarios [...]. Este mal (la sospecha entre nosotros) sólo puede ser contenido mediante un gran esfuerzo de voluntad». El GIGC ha utilizado exactamente los mismos métodos que empleó la GPU, la policía política de Stalin, para destruir desde dentro el movimiento trotskista de los años 1930. La CCI no caerá en esa trampa.
Pero al hacerlo, el GIGC no sólo está atacando a nuestra organización, sino que está fomentando el uso de hábitos propios de matones y soplones, se salta la proscripción del “chivatazo”, y gangrena así a todo el medio proletario. Peor aún, ¡el GIGC comete todos estos crímenes en nombre de la izquierda comunista! Por eso llamamos a todas las organizaciones revolucionarias, a todas las minorías, a todos los individuos que quieren defender sinceramente la revolución proletaria y sus principios, a denunciar públicamente estos actos de delación.
Sólo la mayor firmeza política en los principios, la más fuerte solidaridad entre revolucionarios, puede constituir un dique frente a esta inmundicia.
CCI
[1] El GIGC nació en 2013 de la fusión de esta FICCI con el grupo Klasbatalo de Montreal.
¡Abajo el engaño de la democracia burguesa!
Durante los últimos meses, los medios de comunicación por todo el mundo (controlados por la clase capitalista, y que son "la voz de su amo") han estado pendientes de los circos electorales que tenían lugar en Francia, Gran Bretaña, así como en Venezuela, Irán y la India, y ahora en EE. UU.
El tema dominante de la propaganda sobre estas mascaradas electorales ha sido la defensa de la fachada democrática del régimen capitalista. Una fachada diseñada para ocultar la realidad de una crisis económica insoluble, la carnicería de la guerra imperialista, el empobrecimiento de la clase obrera, la destrucción del medio ambiente, la persecución de los refugiados... Es la hoja de parra democrática que enmascara la dictadura del capital, sea cual sea el partido que llegue al poder en el Estado burgués, ya sea de derechas, de izquierdas o de centro, «fascista» o «antifascista».
A la clase obrera se le pide que haga una falsa elección entre un gobierno capitalista u otro, este o aquel partido o dirigente y, cada vez más hoy, que elija entre los que dicen respetar los protocolos democráticos establecidos del Estado burgués y los que, como la derecha populista, tratan estos procedimientos con un descarado desprecio, en lugar de con el desprecio disimulado de los partidos democráticos liberales.
Ven a discutir y debatir la alternativa política que la Izquierda Comunista propone para la clase obrera en las reuniones públicas de la CCI.
El 5 de Octubre Reunión Pública por internet a las 19h de España, 14h Argentina/Chile, 12h región andina, 11h México/centroamérica. Si quieres participar escribe a nuestra dirección utilizando la opción "Contactar".
Carta de presentación
Corriente Comunista Internacional a:
30 de agosto de 2024
Queridos camaradas,
Adjuntamos una propuesta de llamamiento de la Izquierda Comunista frente a la enorme campaña internacional de hoy en defensa de la democracia contra el populismo y la extrema derecha. Todos los grupos de la Izquierda Comunista de hoy, a pesar de sus diferencias mutuas, proceden de una tradición política que ha rechazado de forma única las falsas opciones de gobierno que la burguesía utiliza para ocultar su dictadura permanente y para desviar a la clase obrera de su propio terreno de lucha. Por lo tanto, es vital que estos grupos hagan hoy una declaración conjunta como el punto de referencia más fuerte posible para los verdaderos intereses políticos y la lucha del proletariado y una alternativa clara a las mentiras hipócritas de la clase enemiga.
Por favor, respondan rápidamente a esta carta y propuesta. Tengan en cuenta que las formulaciones del llamamiento propuesto pueden discutirse y modificarse en el marco de su premisa principal.
Esperamos sus propuestas.
Saludos comunistas
La CCI
Propuesta de llamamiento
Por la lucha irreductible de la clase obrera contra el despotismo de la clase capitalista
Contra las opciones venenosas del fraude de la democracia burguesa
Durante los últimos meses, los medios masivos del mundo -que son propiedad de la clase capitalista y están controlados y dictados por ella- han estado preocupados por el carnaval electoral que tiene lugar en Francia, luego en Gran Bretaña, en el resto del mundo como en Venezuela, Irán y la India, y ahora cada vez más en Estados Unidos.
El tema predominante de la propaganda sobre los carnavales electorales ha sido la defensa de la fachada gubernamental democrática del dominio capitalista. Una fachada diseñada para ocultar la realidad de la guerra imperialista, la pauperización de la clase obrera, la destrucción del medio ambiente, la persecución de los refugiados. Es la hoja de parra democrática que oculta la dictadura del capital cualquiera que sea el partido -derecha, izquierda o centro- que llegue al poder político en el Estado burgués.
A la clase obrera se le pide que haga la falsa elección entre uno u otro gobierno capitalista, este o aquel partido o líder y, cada vez más hoy en día, que opte entre aquellos que pretenden acatar los protocolos democráticos establecidos del Estado burgués y aquellos que, como la derecha populista, tratan estos procedimientos con un desprecio abierto, en lugar del disimulado, de los partidos democráticos liberales.
Sin embargo, en lugar de elegir un día cada tantos años quién va a "representarlos" y reprimirlos, la clase obrera debe decidir sobre la defensa de sus propios intereses de clase relacionados con los salarios y las condiciones de vida y buscar la consecución de su propio poder político - objetivos que el alboroto sobre la democracia está diseñado para descarrilar y hacer que parezcan imposibles.
Sean cuales sean los resultados de las elecciones, en estos y otros países, la misma dictadura capitalista del militarismo y la pobreza permanecerá y empeorará. En Gran Bretaña, por poner un ejemplo, donde el Partido Laborista de centro izquierda acaba de sustituir a un gobierno tory de influencia populista, el nuevo primer ministro no perdió tiempo en reforzar la participación de la burguesía británica en la guerra entre Rusia y Ucrania y en mantener y agudizar los recortes existentes en el salario social de la clase obrera para ayudar a pagar esas aventuras imperialistas.
¿Quiénes son las fuerzas políticas que defienden actualmente los intereses reales de la clase obrera frente a los crecientes ataques de la clase capitalista? No son los herederos de los partidos socialdemócratas que vendieron su alma a la burguesía en la Primera Guerra Mundial, y junto con los sindicatos movilizaron a la clase obrera para la carnicería de millones en las trincheras. Ni los apologistas del régimen "comunista" estalinista que sacrificó a decenas de millones de trabajadores por los intereses imperialistas de la nación rusa en la Segunda Guerra Mundial. Ni el trotskismo o la corriente anarquista oficial, que, fuera de algunas excepciones, prestaron un apoyo crítico a uno u otro bando en aquella carnicería imperialista. Hoy los descendientes de estas últimas fuerzas políticas se alinean, de forma "crítica", detrás de la democracia burguesa liberal y de izquierda contra la derecha populista para ayudar a desmovilizar a la clase obrera.
Sólo la izquierda comunista, actualmente poco numerosa, se ha mantenido fiel a la lucha autónoma de la clase obrera durante los últimos cien años. En la oleada revolucionaria obrera de 1917-23, la corriente política dirigida por Amadeo Bordiga, que era mayoritaria entonces en el Partido Comunista Italiano, rechazó la falsa elección entre los partidos fascista y antifascista, que habían trabajado conjuntamente para aplastar violentamente el ascenso revolucionario de la clase obrera. En su texto "El principio democrático" de 1922, Bordiga expuso la naturaleza del mito democrático al servicio de la explotación y el asesinato capitalistas.
En los años 30, la Izquierda Comunista denunció tanto a la izquierda como a la derecha, a las facciones fascistas y antifascistas de la burguesía, mientras éstas preparaban el baño de sangre imperialista que se avecinaba. Cuando llegó la Segunda Guerra Mundial, sólo esta corriente fue capaz de mantener una posición internacionalista, llamando a convertir la guerra imperialista en una guerra civil de la clase obrera contra el conjunto de la clase capitalista en cada nación. La izquierda comunista rechazó la macabra elección entre la carnicería de masas democrática o fascista, entre las atrocidades de Auschwitz o de Hiroshima.
Por eso hoy, frente a las renovadas campañas de estas falsas opciones de los regímenes capitalistas para que la clase obrera se alinee o con la democracia liberal o con el populismo de derechas, entre el fascismo y el antifascismo, las distintas expresiones de la izquierda comunista, cualesquiera que sean sus otras diferencias políticas, han decidido hacer un llamamiento común a la clase obrera:
Atrás quedaron los días en que, a pesar de la realidad de este mundo dominado por un sistema de explotación que lleva a la humanidad cada vez más explícitamente a su perdición, los medios de información se obstinaban en difundir un poco de optimismo para adormecer mejor a los explotados sugiriendo razones para esperar un mundo capitalista mejor. Ahora, la acumulación de catástrofes de todo tipo es tal que hace mucho más difícil entrever otra cosa que el infierno en la Tierra. Adaptándose a esta situación, la intoxicación propagandística tiende cada vez más a encerrar la reflexión en esta atmósfera de fin del mundo y hace todo lo posible por desviar a los explotados de la idea de que, precisamente, otro futuro es a la vez indispensable y posible, que está madurando en las entrañas de la sociedad y que será el resultado de la lucha de clases del proletariado, si logra derrocar al capitalismo.
Por dramática y sobrecogedora que sea la situación del mundo, no es inexorable y puede explicarse de otra manera que por las mentiras de aquellos que tienen un interés en la perpetuación del capitalismo: explotadores de la fuerza de trabajo proletaria, politicastros de todos los pelajes, demócratas de izquierda o derecha, populistas o incluso aquellos de extrema izquierda que son la última línea de defensa del capital.
Más que ningún otro modo de producción anterior, el capitalismo desarrolló las fuerzas productivas que hicieron posible, por primera vez en la historia de la humanidad, la edificación de una sociedad libre de necesidades y sin clases sociales: el comunismo. En este sentido representó una etapa progresiva en la historia de la humanidad. La Primera Guerra Mundial -con sus millones de muertos y sus destrucciones como la historia no había conocido antes- significó la entrada de este sistema en una decadencia irreversible cuya perpetuación amenaza cada vez más la existencia misma de la humanidad. Con dos guerras mundiales en su haber y una sucesión ininterrumpida de guerras locales cada vez más mortíferas, ha entrado desde el hundimiento del bloque del Este en 1990 en una nueva y última etapa de su decadencia, su fase final, la de la descomposición general de la sociedad, de su putrefacción desde las raíces.
Sólo a través del marco materialista e histórico de la descomposición, como fase última de la decadencia del capitalismo, es realmente posible aprehender los fenómenos del “fin del mundo” que invaden la sociedad y combatir su causa: la persistencia de la dominación de las relaciones de producción capitalistas que han quedado obsoletas.
La descomposición invade la sociedad en todos los ámbitos: el desarrollo del cada uno para sí o sálvese quien pueda generalizado, la inestabilidad creciente de las estructuras internacionales de “regulación” y de los aparatos políticos, pero también la explosión del consumo de drogas, la delincuencia, el fanatismo religioso, la depresión, los suicidios, etc.[1] y la destrucción del pensamiento racional. La oleada de populismo es en sí misma un producto de esta descomposición, que afecta cada vez más la capacidad de fracciones de la burguesía para asumir “racionalmente” la gestión del capital. Dos artículos de este número de la Revista Internacional lo ilustran[2] “Cómo se organiza la Burguesía (§ “El auge del populismo”: la expresión más espectacular de la pérdida de control de la burguesía sobre su aparato político”)” y “La izquierda del capital no puede salvar un sistema moribundo”.
Más allá de la irresponsabilidad social de la burguesía, la descomposición contribuye a favorecer la degradación acelerada del medio ambiente y por tanto, a la agravación del cambio climático, por el ánimo de lucro que se obtiene echando mano de los recursos naturales; como atestiguan la frecuencia y la amplitud de las catástrofes climáticas en el mundo.
Evidentemente la descomposición de la sociedad no elimina las contradicciones fundamentales del capitalismo; al contrario, no hace sino agravarlas. La crisis económica mundial, de vuelta desde finales de la década de 1960, se agrava inexorablemente y de forma irreversible, con manifestaciones que serán más profundas y desestabilizadoras que durante la recesión de 2008, y que posiblemente batirán todos los récords de la gran crisis de 1929 y 1930 (Lea en este número de la Revista Internacional, “Esta crisis se convertirá en la más grave de todo el periodo de decadencia”)[3]. Pero al mismo tiempo, aunque infrinja nuevos sufrimientos a la humanidad, en particular un considerable refuerzo de la explotación de la clase obrera, al revelar abiertamente la bancarrota del capitalismo, la crisis económica será el fermento de nuevos desarrollos de la lucha de clases y de la toma de conciencia de la clase obrera.
Por otro lado la barbarie guerrera se extiende por todos los continentes de forma incontrolable y cada vez más dramática. La guerra hace estragos actualmente en Ucrania y en la Franja de Gaza en Medio Oriente; la amenaza de un futuro enfrentamiento entre China y Estados Unidos[4] no cesa... Frente a todas las guerras actuales o en gestación, la clase obrera no debe elegir ningún bando y debe defender con firmeza la bandera del internacionalismo proletario en todas partes. Durante todo un período, la clase obrera no podrá alzarse contra la guerra. Por el contrario, la lucha de clases contra la explotación va a adquirir mayor importancia porque empuja al proletariado a politizar su lucha.
No existe otra perspectiva realista para la humanidad, que no sólo se enfrenta a cada una de las calamidades capitalistas que hemos mencionado -descomposición, crisis, guerra, destrucción del medio ambiente- sino que todas estas lacras se entrecruzan e interactúan entre sí en una especie de “efecto torbellino” con efectos más destructivos que la simple suma de esas lacras consideradas aisladamente unas de otras.
Mientras que el polo de la sociedad que representa la perspectiva de la destrucción de la humanidad ocupa todo el espacio mediático, hay otro polo en juego respecto al cual la burguesía se muestra muy discreta: la reanudación de la lucha de clases a escala mundial, cuyo desarrollo representa el único futuro posible para la humanidad. Así, tras las considerables dificultades encontradas por la lucha de clases consecutivas a la explotación política que la burguesía hizo del hundimiento del bloque del Este, el proletariado vuelve a la escena social. Le fueron necesarias tres décadas, a partir de1990, para digerir la repugnante campaña ideológica que, en todos los tonos posibles y a través de los medios de información de todos los continentes, ha insistido en que el hundimiento de los regímenes estalinistas -falsamente identificados con la futura sociedad comunista que es su antítesis- significaba el fin del proyecto de construcción de una sociedad comunista a escala mundial. Esas campañas llegaron incluso a decretar el fin de la lucha de clases, de la clase obrera y de la propia historia. Incluso si durante esos treinta años la clase obrera intentó levantar cabeza a través de ciertas luchas, éstas se vieron considerablemente limitadas por el hecho de que los trabajadores ya no se reconocían como una clase distinta de la sociedad, la principal clase explotada de la sociedad, con un proyecto histórico que le es propio. Pero fue la recuperación gradual por parte de la clase obrera de su identidad de clase lo que hizo posible el surgimiento de las luchas en el Reino Unido, “El verano de la cólera” de 2022, la mayor oleada de huelgas en ese país desde 1979, y que entraña la recuperación por parte del proletariado de su propio proyecto político, el derrocamiento del capitalismo[5] y la construcción de la sociedad comunista.
Los artículos de la prensa de la CCI han ilustrado, acompañado y comentado las expresiones más llamativas de esta renovación de la lucha de clases. Sólo desde la publicación del número 171 de la Revista Internacional, se han producido importantes luchas en Quebec, Suecia, Finlandia, Alemania, Turquía e Irlanda del Norte. Estas luchas son evidentemente el resultado del rechazo creciente de la clase obrera a sufrir la agravación de la explotación y de las condiciones miserables que la acompañan (el “¡Ya basta!” de los trabajadores en Gran Bretaña). Más allá de la conciencia inmediata que puedan tener los trabajadores en lucha, estos movimientos constituyen el principio de una respuesta al infierno en la tierra al que el capitalismo condena a la humanidad.
Como secreción de la lucha histórica del proletariado mundial, la actividad y la intervención de los revolucionarios son indispensables. Y esto es cierto en todos los periodos de la vida de la sociedad, desde el nacimiento del movimiento obrero hasta nuestros días, tanto en el ascenso del capitalismo y el desarrollo del movimiento de los trabajadores como en la decadencia capitalista. Ya sea estando en la vanguardia de la lucha de la clase obrera para darle orientaciones en los periodos revolucionarios, o resistiendo políticamente y muy minoritariamente en los peores momentos de retroceso para salvar y mantener el legado que hay que transmitir. Pero también en todas las situaciones “intermedias”, como la que vivimos actualmente -en las que no hay posibilidad de influencia extensa real en el seno de la clase trabajadora y en las que la actividad de los revolucionarios no puede ser la de un partido- es sin embargo esencial e indispensable en más de un sentido, sobre todo en lo que se refiere a la preparación de las condiciones para el surgimiento del futuro partido.
De hecho, en cualquier circunstancia, la actividad de los revolucionarios dista mucho de limitarse a la producción de prensa o de octavillas y a su distribución, aunque estas tareas sean efectivamente esenciales y muy exigentes. Así, como condición a la realización de la prensa, la organización debe tener la capacidad de aprehender la evolución de la situación mundial a todos los niveles, lo que significa un esfuerzo colectivo permanente de análisis, que puede requerir una vuelta a los fundamentos, para actualizar y enriquecer el marco de análisis. Porque “no puede haber movimiento revolucionario sin una teoría revolucionaria” (Lenin), y porque el mundo no es estático, los revolucionarios deben dar vida a sus posiciones políticas a la luz de la realidad. Así es como, por ejemplo, Lenin, consciente de que se acercaba el momento favorable a la revolución, se comprometió a escribir “El Estado y la revolución”[6], que constituye una continuación y una clarificación de la teoría marxista sobre la cuestión del Estado. Es el mismo tipo de consideración que, en un contexto completamente diferente, había llevado a nuestra organización a hacer un esfuerzo de análisis para comprender, a finales de los años 80, el significado de la acumulación de fenómenos de descomposición de la sociedad, y poner en evidencia que eso no se trataba en absoluto de algo fortuito o normal en la vida del capitalismo, sino que correspondía a una nueva fase de la decadencia del capitalismo, la de su descomposición.
Es este enfoque el que permite a la CCI comprender la dinámica actual de los conflictos imperialistas, no como un enfrentamiento entre dos bloques imperialistas rivales, como era el caso antes del derrumbe de los bloques, sino ante todo como una expresión del cada uno para sí concerniente a cada país imperialista, la búsqueda de su supervivencia en la arena mundial. Mientras que Estados Unidos lucha por su liderazgo mundial, no ha dudado en empujar a Rusia a invadir Ucrania para que quede considerablemente debilitada e incapaz de apoyar a China frente al mismo Estados Unidos.
También este análisis permite a la CCI comprender y defender que, desde la desaparición de los bloques imperialistas, la alternativa histórica ya no es “Revolución Mundial o Guerra Mundial”, siendo ambos términos mutuamente excluyentes, en particular porque un proletariado no derrotado mundialmente es un obstáculo para su reclutamiento para la guerra. Las dos dinámicas antagónicas de la situación actual no se excluyen mutuamente: por un lado, el hundimiento de la sociedad en la descomposición, con la vía a la desaparición de la sociedad y de toda vida humana sobre la tierra en juego, y por otro, el desarrollo de la lucha de clases mundial hasta la toma del poder por el proletariado. Sin embargo, el resultado de las dos dinámicas es exclusivo de una u otra.
En el medio proletario, y ciertamente entre los que buscan posiciones de clase, existen divergencias o interrogantes sobre la forma de plantear la alternativa histórica en la situación actual. Algunas de estas divergencias tienen que ver con el reconocimiento o no de la actual fase de descomposición del capitalismo. La CCI ha desarrollado una crítica del enfoque “materialista vulgar” que subyace al rechazo de la noción de descomposición del capitalismo (Léase “El método marxista, herramienta indispensable para comprender el mundo actual” en el “Informe sobre la descomposición del 25º Congreso de la CCI” y no podemos sino animar a sus críticos, así como a sus defensores, a entablar un debate sobre esta cuestión. Pero ésta no es la única cuestión que debe aclararse con carácter prioritario. En efecto, el desarrollo de las tensiones guerrera exige la mayor claridad y firmeza concerniente a la actitud e intervención en esta situación.
La defensa del internacionalismo proletario tal como es presentado en el Manifiesto del Partido Comunista es irrevocable: “Los proletarios no tienen patria; Proletarios de todos los países uníos”. Sin embargo, frente a los conflictos actuales, en particular el de la Franja de Gaza, existe una tendencia entre los grupos de la Izquierda Comunista (bordiguistas) pero también en el seno de una parte de elementos que comparte cierta proximidad con las posiciones de clase, a dejar de lado la fórmula “Proletarios de todos los países uníos” en favor de fórmulas dudosas que “olvidan” al proletariado de la Franja de Gaza, disolviéndolo en el “pueblo palestino”. Tales confusiones, que deben ser discutidas y combatidas, son muy perjudiciales en la medida en que abren una brecha en los principios que la clase trabajadora debe defender para poder hacer frente al desarrollo de los conflictos guerreros que van a amplificarse en todo el mundo. Sobre esta cuestión, lea nuestros artículos en este número de la Revista: “Praga‘Semana de acción’ : el activismo es una barrera para la clarificación política” y “La lucha contra la guerra imperialista sólo puede librarse con las posiciones de la Izquierda Comunista”.
Desde que existe, la Izquierda Comunista ha asumido una responsabilidad de primer orden en la lucha contra la guerra en distintos momentos clave de la historia denunciando los dos campos imperialistas presentes: durante la guerra de España de 1936, los republicanos por un lado y los fascistas por otro; durante la Segunda Guerra Mundial: Gran Bretaña, Francia, Rusia y Estados Unidos por un lado y Alemania e Italia por otro, en un momento en que el trotskismo se traicionaba a sí mismo defendiendo el campo democrático en España y luego el de Rusia. Sobre este tema, lea nuestro artículo en este número de la Revista “Manifiesto de la Izquierda Comunista a los Proletarios de Europa (junio de 1944)”. Pero desde entonces, los principales grupos de la Izquierda Comunista han rechazado las diversas peticiones de la CCI para adoptar una posición común ante los diversos conflictos que han ensangrentado el mundo desde finales de los años setenta. Ya sea por sectarismo o por oportunismo, como en el caso de la guerra de Ucrania, donde la TCI, rechazando el enfoque propuesto por la CCI, que se inscribe totalmente en el de la Izquierda Comunista, prefirió un enfoque opuesto, amplio y difuso de la demarcación que debe existir entre la Izquierda Comunista que lucha efectivamente contra la guerra y el conjunto de un medio formado por los que se oponen circunstancialmente a tal o cual guerra (Lea el artículo de este número de la Revista “La lucha contra la guerra imperialista sólo puede librarse con las posiciones de la Izquierda Comunista”. En estas circunstancias, solo un reducido número de grupos de la Izquierda Comunista asumió esta responsabilidad internacionalista. Lea “Dos años después de la declaración común de la Izquierda Comunista sobre la guerra en Ucrania”.
Sylunken (20/07/2024)
[1] Lea nuestras Tesis sobre la Descomposición “La descomposición, fase última de la decadencia del capitalismo”. Revista Internacional 107. TESIS SOBRE LA DESCOMPOSICION: La descomposición, fase última de la decadencia del capitalismo | Corriente Comunista Internacional (internationalism.org) [51]
[2] Véase también El auge del populismo es producto de la descomposición del capitalismo | Corriente Comunista Internacional (internationalism.org) [186]
[3] Lea también el siguiente artículo de este número de esta Revista: “Esta crisis está llamada a convertirse en la más grave de todo el período de decadencia”.
[4] Lea el artículo sobre las tensiones imperialistas de este número.
[5] Sobre este tema, léase Tras la ruptura en la lucha de clases, la necesidad de politización de las luchas | Corriente Comunista Internacional (internationalism.org) [114]
[6] Sobre este tema, léase nuestro artículo “El Estado y la revolución” (Lenin)- Una brillante confirmación del marxismo (Revista Internacional 91), II - «El Estado y la revolución» (Lenin) - Una brillante confirmación del marxismo | Corriente Comunista Internacional (internationalism.org) [187]
Recientemente, algunos camaradas cercanos a la CCI se reunieron con la organización para discutir algunas de las cuestiones más fundamentales para los revolucionarios sobre la posibilidad real y la necesidad material del comunismo. El carácter «básico» del tema es una razón más para su continua discusión consciente por parte de quienes se acercan a la militancia. Camaradas viejos y jóvenes y de todo el mundo participaron con verdadera intención militante, mostrando la importancia universal de estas cuestiones para el proletariado y sus revolucionarios. Este tipo de debates internacionales fraternales y ricos son la savia de la minoría revolucionaria, y en un periodo en el que los revolucionarios permanecen generalmente aislados y son poco numerosos, ofrecen oportunidades vitales para la clarificación política.
El debate se dividió en tres puntos:
1. ¿Por qué es posible y necesario el comunismo?
2. ¿Cuáles son las dudas y objeciones más comunes?
3. ¿Cómo podría ser una sociedad sin clases en el futuro?
El comunismo como idea ha existido a lo largo de casi toda la historia de la sociedad de clases, con descripciones de una sociedad ideal libre de opresión y desigualdad evidentes desde la antigua Grecia. Sin embargo, sólo hoy el comunismo se convierte en una posibilidad real.
Toda la historia de la sociedad de clases representa sólo una pequeña fracción de la historia de la humanidad. Durante varios millones de años, los primeros homínidos y, finalmente, los humanos modernos vivieron en lo que Marx denominó «comunismo primitivo». Sólo con el desarrollo de la agricultura y la adopción de un estilo de vida sedentario, los excedentes productivos condujeron al crecimiento de la división del trabajo y la propiedad y a la aparición de las primeras sociedades de clases.
En los milenios posteriores se han sucedido diversos sistemas de explotación, cada vez propiciados por la victoria de una clase nacida en la sociedad anterior. Históricamente, esta clase siempre fue una clase explotadora y propietaria cuyo objetivo revolucionario sólo podía ser el establecimiento de un nuevo sistema de explotación. Así, en el mundo antiguo, no eran los esclavos explotados -incapaces en ese momento de cuestionar el propio sistema de propiedad privada- sino la nobleza rural la que representaba el futuro. Del mismo modo, en el feudalismo, era la burguesía urbana la que albergaba en su seno la próxima sociedad como clase revolucionaria.
Aunque esta burguesía -hoy la clase dominante- hace todo lo posible por negarlo, el capitalismo tiene su propia historia y no es menos pasajero que estos sistemas de explotación del pasado. Desde sus inicios en la Europa medieval tardía hasta principios del siglo XX, la expansión mundial estuvo a la orden del día para el capitalismo. El estallido de la Guerra Mundial en 1914 fue un reparto imperialista que demostró que el periodo de ascenso del capitalismo había terminado. El mundo estaba unido en un sistema global -lo que significaba que las guerras burguesas ya no podían tener ningún papel expansivo y, por tanto, progresivo- y el desarrollo de las fuerzas productivas era tal que la producción para la necesidad y no para el beneficio era una posibilidad real. El proletariado también se convirtió en una clase global, cuyos intereses son sus propios intereses de clase y no los de la sociedad capitalista.
Mientras que en las sociedades del pasado el comunismo no podía ser más que un vago sueño, el capitalismo ha sentado hoy las bases materiales para su establecimiento, convirtiéndolo no sólo en una posibilidad real, sino en la única alternativa posible a la barbarie del capitalismo, que amenaza cada vez más la supervivencia misma de la humanidad. Esta clara comprensión de lo que hoy hace posible y necesario el comunismo diferencia al marxismo de los anarquistas que afirman que siempre fue una posibilidad dependiente de la agitación de los individuos.
Frente a los rechazos más frecuentes del comunismo -que es imposible que se produzca debido a la codicia inherente a la «naturaleza humana»; que en una sociedad sin dinero no habría incentivos para trabajar o innovar, o que la revolución comunista sólo podría conducir a las sociedades de la antigua URSS o la China actual-, los camaradas afirmaron algunos de los fundamentos de la perspectiva marxista: que el comportamiento humano es aprendido y reproducido socialmente y, por tanto, no se basa en una naturaleza humana que permanezca constante sea cual sea el periodo histórico; y que los seres humanos no son intrínsecamente más codiciosos o hambrientos de poder de lo que necesitan ante la amenaza del hambre como motivación para trabajar o innovar.
Los participantes coincidieron en otro punto planteado en el debate: que la campaña ideológica, antaño dominante, que presentaba el colapso de la URSS como la «muerte del comunismo» y «el fin de la historia» no tiene tanto peso para los jóvenes de hoy como lo tenía hace 30 años. La «victoria del capitalismo» no inauguró una era de paz y prosperidad, sino sólo una nueva fase de la espiral de muerte del capitalismo, caracterizada por conflictos imperialistas cada vez más caóticos e impredecibles, una crisis ecológica cada vez peor y ataques cada vez mayores contra la clase trabajadora. Hoy en día, muchos jóvenes son muy conscientes de las amenazas que se ciernen sobre la existencia misma de la humanidad.
Aunque la discusión de estos reproches comunes al comunismo es importante -los revolucionarios deben estar siempre preparados para presentar claramente sus ideas-, sólo a través de la lucha de la clase obrera puede demostrarse la necesidad de la revolución y la posibilidad real del comunismo.
Durante esta sección final del debate, los camaradas advirtieron del peligro de caer en la trampa de preparar «recetarios para el futuro» y olvidar así que el comunismo es, ante todo, la culminación de la lucha del proletariado y la alternativa necesaria al futuro de destrucción ecológica y militar que nos ofrece la burguesía. Sin embargo, es posible utilizar los métodos que los revolucionarios, entre ellos Marx y Engels, emplearon en el pasado para esbozar algunas breves líneas de lo que podría ser la vida.
Todos los participantes estuvieron de acuerdo en que muchas lacras que hoy pueden parecer omnipresentes e insuperables desaparecerían en ausencia de la sociedad de clases en la que se desarrollaron y de la que extraen su fuerza vital fundamental: el racismo, el patriarcado, la homofobia, la transfobia pasarían sin duda a la historia. Del mismo modo, las naciones, los Estados y las guerras entre ellos dejarían de existir en una sociedad sin clases.
En su lugar se establecerá una sociedad de producción para las necesidades humanas, no de intercambio. El trabajo se convertirá en la principal necesidad de la vida en una sociedad libre de la división del trabajo y de la propiedad privada, que obliga a los trabajadores a trabajar durante décadas en disciplinas exclusivas y muy específicas. En contraste con la anarquía de la producción capitalista y sus absurdos desde el punto de vista de la supervivencia de la humanidad, los productos de este trabajo ya no aparecerían, como decía Marx, como una fuerza ajena sobre los productores, sino que estarían plenamente controlados a escala global por toda la humanidad y orientados a la satisfacción de las necesidades humanas.
Además, la organización geográfica de la humanidad, hoy dictada por las necesidades de la sociedad de clases, será totalmente distinta en el comunismo, lo que hará desaparecer la oposición entre la ciudad y el campo. Las mega ciudades actuales de 20 millones de habitantes o más sólo pueden dar paso a distribuciones de población más sustentables. Esto, junto con una relación transformada entre los seres humanos y los animales, y una aplicación de los modernos avances médicos científicos sin los obstáculos del capitalismo decadente, bien podría relegar al pasado las pandemias masivas de la sociedad de clases.
Pero el comunismo no será una utopía: la humanidad seguirá enfrentándose a muchas cuestiones difíciles. La actual crisis ecológica en espiral, por ejemplo, seguramente marcara cómo viviremos durante siglos o milenios. Además, la burguesía empleará sin duda toda su capacidad militar para preservar su sociedad podrida. La guerra revolucionaria contra tal enemigo sólo puede resultar en una destrucción catastrófica, pero tal destrucción catastrófica es hoy el modo de vida del capitalismo. Así pues, aunque estas cuestiones serían sin duda algunas de las primeras a las que se enfrentaría un proletariado victorioso, sólo ese proletariado y el futuro sin clases por el que lucha tienen la capacidad de plantear soluciones reales.
Es evidente que hay muchos aspectos de estas cuestiones que no podrían tratarse en un solo debate. Sin embargo, esto sólo demuestra una vez más la importancia de que los revolucionarios sigan dedicando tiempo a estos temas.
L y N, junio de 2024
Tras la muerte por apuñalamiento de tres niños en Southport el 29 de julio, elementos de extrema derecha utilizaron las redes sociales para explotar la situación. Difundiendo información falsa y rumores, se aprovecharon inmediatamente de este terrible crimen, señalando como chivos expiatorios a los inmigrantes. Los ataques racistas se intensificaron rápidamente en el Reino Unido entre el 30 de julio y el 5 de agosto, teniendo como objetivo los lugares donde se alojan solicitantes de asilo y abogados de inmigración, mezquitas y tiendas pertenecientes a inmigrantes.
Los disturbios se extendieron por más de 35 localidades, incluidas ciudades y pueblos de Irlanda del Norte. Aunque hubo una clara influencia ideológica de la Liga de Defensa Inglesa (ahora oficialmente disuelta), las manifestaciones no se organizaron de forma centralizada, sino que surgieron a través de las redes de extrema derecha existentes en Internet. Fueron los peores disturbios desde 2011 y pusieron de manifiesto las profundas divisiones existentes en la sociedad británica.
Esta oleada de ataques racistas no es un caso aislado. En los últimos años, la retórica anti-migrante y los delitos motivados por el odio se han hecho cada vez más frecuentes en el Reino Unido. Tales erupciones se han convertido también en un fenómeno mundial. En muchos países del mundo, de Chile a Kirguistán y de Suecia a la India, se están produciendo ataques brutales contra inmigrantes y refugiados por parte de turbas violentas compuestas en su mayoría por los sectores socialmente más desfavorecidos de la población.
- En Chemnitz (Alemania), los días 26 y 27 de agosto de 2018, dos días de manifestaciones violentas de extrema derecha degeneraron en la persecución de personas que se creía que eran migrantes. Una turba enfurecida de 8,000 personas ondeando banderas alemanas, y algunas realizando saludos nazis, se abrió paso por las calles, cazando en manada, atacando a transeúntes de piel oscura e incitando a otros individuos a unirse a la acción. Este ataque, en respuesta al apuñalamiento mortal de un alemán a manos de un inmigrante sirio, expresó el resurgimiento del odio y el espíritu de pogromo.
- En Turquía, el 30 de junio de 2024 marcó el comienzo de tres noches de odio y ataques racistas contra los refugiados sirios y sus propiedades. En Kayseri, el resentimiento inicial se convirtió en un pogromo, en el que se incendiaron viviendas de refugiados, se destrozaron y quemaron vehículos, se saquearon y dañaron comercios, todo ello acompañado de consignas contra los refugiados. En los días siguientes, los ataques se extendieron a otras ciudades, donde los sirios fueron de nuevo aterrorizados. En Antalya, un sirio de 17 años murió y dos de sus amigos resultaron gravemente heridos. El motivo de estos atentados fue totalmente inventado.
- En septiembre de 2019, inmigrantes dentro de Sudáfrica fueron brutalmente atacados y sus propiedades destruidas por ciudadanos locales en varias ciudades y provincias del país. Los ataques comenzaron en forma de manifestación con cánticos que exigían que los extranjeros regresaran a su lugar de origen. Durante la manifestación, las turbas empezaron a saquear propiedades, destruyendo e incendiando negocios propiedad de inmigrantes africanos. También atacaron a quienes intentaban proteger o impedir el saqueo o la destrucción de sus comercios. Como resultado de estos ataques, doce inmigrantes africanos murieron y miles resultaron heridos.
La escalada de ataques contra inmigrantes, árabes y personas negras no se está produciendo de forma aislada: es el resultado de años de políticas y lenguaje racistas propagados por políticos de partidos tanto de derecha como de izquierda. La clase dirigente siempre ha jugado la carta racista cuando le ha convenido. Pero los populistas y la extrema derecha son siempre los portavoces más virulentos y brutales de la retórica anti-migrante, presentando al "otro" como una amenaza para el bienestar de la población autóctona. El odio profundamente arraigado que alimentan contra ellos encuentra un terreno cada vez más fértil en una sociedad capitalista que se pudre de raíz.
Según esta visión distorsionada del mundo, los inmigrantes son responsables del sufrimiento de todos los demás. Este chivo expiatorio implica un acto de deshumanización, en el que el discurso de extrema derecha y populista presenta a los refugiados como una especie alienígena. Marine Le Pen, de Rassemblement National (Agrupación Nacional), por ejemplo, ha comparado la afluencia de refugiados a Europa con la invasión de bárbaros. Laurence Fox, del partido Reclaim[[1]]sugirió que los musulmanes son invasores. Jarosław Kaczyński, líder del partido polaco Ley y Justicia, advirtió de que los inmigrantes podrían traer todo tipo de plagas. Donald Trump ha dicho que la mayoría de los inmigrantes procedentes de México son violadores, narcotraficantes y delincuentes.
La burguesía también utiliza los disturbios para legitimar la ampliación y el refuerzo de su aparato represivo. El jefe de la Federación de Policía (los sindicatos de agentes de policía) del Reino Unido utilizó los disturbios para pedir que se dieran más poderes a la policía. Tras los disturbios, el gobierno británico anunció medidas policiales para combatir a la extrema derecha, incluida la creación de un "ejército permanente" de agentes de policía especializados que podrían ser desplegados rápidamente en zonas de disturbios y violencia generalizados de extrema derecha. Pero como decíamos en un artículo anterior "¡No al divide y vencerás! Nuestra única defensa es la lucha de clases [191]![[2]]": Las medidas de refuerzo de la represión se utilizarán inevitablemente contra las futuras luchas de la clase obrera.
Este crecimiento de la retórica anti-inmigración está ligado al creciente número de desplazados que huyen a las regiones más seguras del mundo, así como a la incapacidad de las burguesías nacionales para organizar su acogida e integración en el país de llegada. Pero también es importante señalar que al Estado le resulta cada vez más difícil contrarrestar la mentalidad de “sálvese quien pueda” en la sociedad, la fragmentación y la profunda erosión de la cohesión social. En tales condiciones, el descontento se expresa a menudo más fácilmente a través de la violencia indiscriminada, que sirve de válvula de escape a los habitantes de las regiones más afectadas por los fenómenos de descomposición.
Junto a todo esto tenemos la indignación generalizada que despierta el trato inhumano que reciben los inmigrantes, y que se traduce en movilizaciones para hacer frente al problema: manifestaciones que denuncian las políticas racistas del gobierno y de los partidos políticos, acciones de minorías para defender las viviendas de los inmigrantes o bloqueos para impedir la expulsión de los inmigrantes. Sin embargo, ciertos sectores de la burguesía seguirán intentando convertir esta indignación en una defensa de la democracia burguesa, señalando la supuesta amenaza de las organizaciones de extrema derecha o fascistas.
La etiqueta "fascista", aplicada a las organizaciones que llaman a realizar, y en algunos casos, llevan a cabo ataques racistas, pretende movilizar a la población, incluidos los trabajadores, contra la amenaza que las organizaciones de extrema derecha representan para la democracia. Frente a la llamada amenaza fascista, los partidos políticos, desde la derecha moderada hasta la extrema izquierda, suelen trabajar juntos para movilizar a la población detrás del Estado burgués.
Una maniobra de este tipo se llevó a cabo a principios de 2024 durante las manifestaciones en Alemania en reacción a Alternativa para Alemania y el Movimiento Identitario, que habían debatido un plan de deportación masiva de solicitantes de asilo. Ante la llamada a la movilización de una alianza de movimientos de derechos civiles, sindicatos y partidos políticos, cientos de miles de personas salieron a la calle para protestar, apoyadas activamente por la mayoría de las organizaciones de izquierda durante tres fines de semana consecutivos contra lo que el canciller alemán, Olaf Scholz, había calificado de "ataque a nuestra democracia".
Estas movilizaciones contra el racismo se quedan en el plano de las luchas parciales o "monotemáticas", que "se manifiestan primordialmente en el plano superestructural, sus reivindicaciones se centran en sujetos que no cuestionan los fundamentos de la sociedad capitalista, aunque puedan señalar con el dedo acusador al capitalismo" [[3]].
Cuando la cuestión no tiene que ver abiertamente con una reivindicación de derechos democráticos, las fuerzas políticas de la clase dominante harán todo lo posible para impedir que los trabajadores establezcan el vínculo crucial entre la lucha contra el racismo y todas las formas de segregación o explotación (contra las mujeres, los homosexuales, etc.) y la lucha histórica de la clase obrera. El objetivo es siempre desviar la cuestión hacia el terreno de los derechos democráticos y la peligrosa ilusión de que el Estado burgués puede dar una respuesta a todos estos atropellos criminales. Contrariamente a lo que afirman los grupos de la izquierda burguesa, la lucha antirracista nunca puede ser el comienzo de una lucha contra el sistema capitalista.
La democracia es sólo una expresión de la dictadura del capital. La lucha por la democracia no resuelve el problema del racismo en la sociedad y sólo conduce a la continuación de la explotación y la dominación capitalistas. Pero la burguesía aprovecha cualquier oportunidad para desviar a la clase obrera de la lucha en su propio terreno y llevarla a un callejón sin salida. Se trata de una maniobra deliberada, como ocurrió con las movilizaciones de principios de año en Alemania, para desviar a los trabajadores de la lucha de clases, que es el único terreno en el que puede expresarse una verdadera solidaridad con los miserables del planeta.
La clase obrera británica tiene una rica historia; estuvo en el origen del movimiento obrero internacional y luchó por la unidad internacional de todos los trabajadores, cualquiera que fuera su origen.
- El 31 de diciembre de 1862, miles de trabajadores se reunieron en Manchester y fueron los primeros en expresar su simpatía por los estados del norte de Estados Unidos y en pedir al presidente Lincoln la abolición de la esclavitud.
- En 2022-2023, trabajadores de todos los colores, religiones y etnias lucharon juntos para defender sus condiciones de vida frente a la crisis del coste de la vida.
- En agosto de este año, cuando casi el 20% del personal del NHS (Servicio Nacional de Salud) es de origen no británico, hubo muestras de solidaridad con los trabajadores sanitarios inmigrantes, que son los más vulnerables en el desempeño de sus funciones.
Este tipo de luchas son la clave para superar el racismo y todas las demás divisiones venenosas de la sociedad.
Dennis, 5 de septiembre de 2024
[1] El Reclaim Party es un partido populista de derecha del Reino Unido que fue fundado por el ex actor Laurence Fox en 2020.
[2] Disturbios racistas en Gran Bretaña. ¡No al divide y vencerás! ¡Nuestra única defensa es la lucha de clases!, CCI agosto 2024
[3] Informe sobre la lucha de clases internacional al XXIV Congreso de la CCI [192], Revista Internacional 167.
Aparecido en 1990 como el “candidato sorpresa” derroto a Mario Vargas Llosa, ya respaldado por las expresiones más conocidas de la pequeña burguesía (pequeños y medianos empresarios, intelectuales universitarios, Iglesia evangélica, Apristas[1] e izquierdistas).
Pero, la llegada al poder de un gobierno del estilo de Fujimori en los años 90, basada en el cinismo, en ataques brutales en contra la clase trabajadora, en la extensión de la miseria, en el terror de Estado, en la corrupción generalizada, en la prevaricación y la concentración absoluta del poder, no se puede entender sin considerar el marco global de la evolución mundial del capitalismo y el período histórico, que está marcado por la disolución de la política de los bloques imperialistas. Lo cual es una expresión no sólo de su decadencia, sino del hundimiento del capitalismo en su propia putrefacción debido a la acumulación de todas sus contradicciones, y que lo ha llevado a un callejón sin salida, que no se puede escapar ni resolver. Solo la fuerza del proletariado a nivel mundial puede imponer una alternativa a la descomposición: la abolición de la explotación y la construcción de la sociedad comunista.
Con Fujimori en el poder por 10 años, el Estado, sin renunciar a sus formalidades democráticas, tomó como pretexto la subversión de los grupos maoístas y guevaristas (Sendero Luminoso y Movimiento Revolucionario Túpac Amaru), para desarrollar un estilo de gobierno en el que combina una política económica implacable, con una feroz represión militar y paramilitar sobre el proletariado, pero a la vez otorgó alegremente dádivas y financió obras públicas por doquier a fin de ganar votos. Y vaya que le resultó. La burguesía peruana vio que era el “hombre del momento”, el “Chino salvador de la patria” y le dio todo el apoyo a su gobierno de “Reconstrucción nacional”.
Recordemos que Fujimori llega al poder con el apoyo del imperialismo estadounidense y del Japón, los cuales, junto al BM y el FMI acordaron diseñar un “Plan Marshall” para “rescatar” y “estabilizar la economía peruana luego del cataclismo gobierno Aprista. Dinero fresco, cancelación de parte de la deuda externa y créditos a cambio de implementar una oleada salvaje de privatizaciones en los principales sectores productivos (pesca, gas, petróleo, teléfonos) hecho que beneficio a los capitalistas peruanos quienes aliados con capitales chinos, americanos y europeos desataron un monumental festín de compras y de ganancias como no se veía desde los tiempos de Velasco Alvarado en los años 60.
La clase obrera en ese momento, venia aletargada por la traumática experiencia de la subversión y la contra subversión, encontrándose “entre dos fuegos”. Los trabajadores estaban postrados, las luchas aisladas y el miedo a ser desaparecido o simplemente baleado en cualquier calle paralizaba y mermaba su espíritu de combate. El proletariado había pagado una alta cuota de sangre en esa guerra entre las bandas guerrilleras y las fuerzas armadas del Estado burgués. Fujimori dio el puntillazo final a esa penosa situación: en agosto del 90 desató el llamado “Fujishock” que elevo brutalmente los precios de los alimentos. Le siguieron los despidos masivos en las empresas privatizadas, el congelamiento de los salarios, la criminalización de las protestas. A la vez que se golpeaba a la clase obrera haciéndole pagar las consecuencias de la crisis, Fujimori supo utilizar a la izquierda del capital, integrando a miembros del aparato de izquierda al frente de ministerios. A la vez que apuntaló a la estructura sindical, otorgando una ley que facilitaba la formación de sindicatos hasta en la más pequeña empresa. Mostrando su carácter servil, la Federación de Construcción Civil le hicieron inaugurar su nuevo local en Lima. Todo este asqueroso acomodamiento de la izquierda con el fujimorismo, hoy lo oculta todo el izquierdismo y sus variantes ONGs, partidos, sindicatos, colectivos, frentes, etc.
Entonces la clase obrera con 10 años de gobierno fujimorista recibió la mayor dosis de ataques económicos, sociales e ideológicos. Ha sido un periodo muy oscuro para el proletariado en Perú, un terrible periodo donde no pudo desarrollar su conciencia. Hasta ahora ha dejado secuelas, que se muestran en la falta de reacción de la clase obrera, presentando luchas a cuenta gota, con un bajo nivel político, en comparación con sus hermanos de clase de otros países. Entendemos que el desarrollo de la conciencia no es lineal ni homogéneo sin embargo el fujimorismo es y ha sido un peso negativo enorme sobre la conciencia de los trabajadores y por eso hoy la burguesía le rinde honores.
Muerto Fujimori, deja como herencia el partido de su hija: Fuerza Popular que aspira a ser gobierno el 2026 y del que hoy depende para no caer la presidenta Dina Boluarte. Este partido es la expresión mejor organizada de la burguesía peruana. Manda en el Parlamento y cuenta con comités en Lima y provincias. A punta de recuerdos, dadivas y asistencialismo ha logrado colocarse como el favorito en las encuestas. Posee experiencia en el arte de las componendas, el manipuleo y la falta de escrúpulos. Por eso mismo cuenta con el apoyo de un vasto sector de la burguesía peruana que se benefició en los 90 y está hoy presente en los sectores de la Agroindustria, las AFP, los empresarios madereros, entre otros. Pero como sabemos la burguesía no las tiene todas consigo. Tiene muchas dificultades para controlar el juego político tal como sucedió con el triunfo de Castillo y Perú Libre en el 2021. Nuestro enemigo sabe que puede dispararse en las preferencias otro candidato tal como el nacionalista Antauro Humala (una suerte de Bukele de izquierda). En cualquier caso, el 2026 se avizora como un nuevo enfrentamiento derecha vs izquierda (Keiko Fujimori vs Humala). En otras palabras el fujimorismo sigue sin Alberto Fujimori, como fenómeno de la política burguesa en el Perú, un partido representado hoy por Fuerza Popular, que se juega su existencia en las próximas elecciones del 2026, si este logra resultados negativos en las elecciones presidenciales una vez más, el partido de Fujimori quedara muy debilitado y posiblemente continúen las fricciones en otros ámbitos de la política como en el congreso u otras instituciones del Estado donde tienen y seguirán teniendo presencia, alimentando el juego político y la propia inestabilidad política del país.
La clase obrera no tiene nada que ganar el circo electoral que la burguesía alegremente viene preparando bajo la mesa, adornándolo con los honores a Fujimori. Recordémoslo: en las elecciones del 2026 solo habrá un ganador: la burguesía.
Hemos señalado que el proletariado en el Perú tiene muchas debilidades, debido entre otras cosas a años de Fujimorismo, pero debemos insistir que los trabajadores deben seguir luchando contra su explotación y contra los ataques de la burguesía y de su Estado. De este modo, podrán reforzar la conciencia de su identidad de clase y la necesaria autonomía de su lucha , desarrollando una autentica solidaridad de clase, como arma frente a su enemigo histórico, sea este de derecha, izquierda o se presente como una alternativa siguiendo el ideario populista. Hay un retroceso enorme en la clase en relación a su conciencia que por años se ha encontrado entre dos fuegos: El terrorismo de las guerrillas y el terror de Estado, no obstante, la degradación de la vida de los explotados, será el detonante que empuje a la reflexión y a la movilización de la clase obrera en Perú, como lo han hecho los trabajadores en Gran Bretaña en 2022 y se han extendido, los dos últimos años a Francia, España, Estados Unidos, Canadá… después de todo, la miseria y explotación que impone el capitalismo no pueden esconderse eternamente en la ilusión que la burguesía construye con las urnas y las campañas sobre la democracia.
Internacionalismo Perú, 23 de setiembre de, 2024
[1] Partidarios de la Alianza Popular Revolucionaria Americana (APRA), fundada en 1924 por Haya de la Torre y un grupo de estudiantes nacionalistas que se reclamaban de la lucha contra la dependencia del país frente a la creciente influencia del imperialismo nordamericano y por “la lucha unitaria de los pueblos de raza indígena en America Latina” .
Además de la tragedia de los conflictos bélicos cada vez más sangrientos que alimentan y avivan en todo el mundo, las grandes potencias se ven afectadas ellas mismas por convulsiones políticas cada vez más brutales.
En este sentido, la situación en Estados Unidos es emblemática: mientras Trump es una caricatura del egocentrismo y la irresponsabilidad, promoviendo abiertamente sus mezquinos intereses de camarilla en detrimento de los del capital nacional, el conjunto de la burguesía estadounidense, incluidas sus fracciones más “responsables”, se ve afectada por una epidemia de “cada cual por su lado” a través de la cual los distintos partidos de la clase dominante son cada vez menos capaces de cooperar. La tentativa de asesinato del candidato del Partido Republicano y la forma en que Joe Biden, el tembloroso presidente, se aferró desesperadamente a su candidatura, comprometiendo seriamente la victoria de su campo, son símbolos llamativos de esta tendencia a la desintegración y al caos en el seno mismo del aparato del Estado que se supone debe garantizar la cohesión de la sociedad.
La incapacidad, hasta ahora, de las facciones dominantes de la burguesía estadounidense para inhabilitar a Trump, a pesar de los numerosos intentos judiciales y financieros, sólo ha servido para exacerbar las tensiones entre los diferentes campos políticos, y sobre todo, la intensificación del espíritu revanchista de los partidarios de Trump y el ensordecedor bombo mediático sobre el “peligro” que Trump y su camarilla representarían para la “democracia estadounidense”.
Los dos bandos afrontan las elecciones con incertidumbre, sobre todo porque, desde la dimisión forzada de Biden y a pesar de los temores de una implosión del campo demócrata, Kamala Harris ha sido objeto de un apoyo masivo, lo que le ha permitido enfrentarse rápidamente a Trump en los sondeos. El carácter indeciso de los resultados acentúa la violencia de los enfrentamientos y las dificultades para controlar el juego electoral.
Como resultado de todo ello, las instituciones del Estado norteamericano están siendo fuertemente sacudidas por una gran desestabilización que, dado el lugar que ocupa Estados Unidos en la arena imperialista mundial, no puede quedar sin consecuencias para todo el planeta. El resultado de este enfrentamiento entre Demócratas y Republicanos sigue preocupando a las cancillerías de todo el mundo, que ya no saben qué rumbo tomar. Estas elecciones infunden profunda inquietud sobre el curso de los conflictos militares, en particular en Ucrania y Oriente Medio.
Pero más allá de los resultados inmediatos de noviembre, el nivel de tensión en el seno de la burguesía de la superpotencia estadounidense va a incrementarse desestabilizando aún más las relaciones entre todas las potencias imperialistas del planeta.
Aunque la situación política en Estados Unidos tiene un gran impacto en todos los continentes, está lejos de ser un caso aislado. Al contrario, es una continuación de la ola populista mundial, producto puro de la descomposición del sistema capitalista, donde triunfan las concepciones burguesas más retrógradas, divisionistas e irracionales. El auge del populismo en Europa se confirmó ampliamente durante las elecciones europeas, acelerando el proceso de desestabilización del “viejo continente”, que sólo puede aumentar en el futuro.
Pero la ola populista es sólo la forma más espectacular de un proceso mucho más amplio de desintegración y caos creciente en el seno de la burguesía europea. En Francia, la disolución de la Asamblea Nacional ha llevado a una situación política cada vez más incontrolable. El matrimonio forzado de la pareja francoalemana se tambalea y el propio canciller Scholz está políticamente debilitado por el aumento de popularidad de la Alternativa para Alemania (AfD), sobre todo en el este del país. En Gran Bretaña, el Partido conservador se ha hundido y el partido populista Reforma de Farage ha logrado un avance electoral sin precedentes, mientras que los disturbios protagonizados por grupos de extrema derecha están dando lugar a contramanifestaciones que reflejan una situación también cada vez más polarizada y caótica. La desestabilización y el debilitamiento de los Estados europeos ya está empezando a repercutir en la situación mundial, especialmente en el frente ucraniano y en Europa del Este, así como en el inextricable caos del África subsahariana.
La clase obrera se enfrenta a la profundización de la crisis económica del capitalismo, al desempleo, a la precariedad laboral, a los recortes presupuestarios y a la inflación descontrolada. En este contexto de grave deterioro, frente a las tensiones y enfrentamientos imperialistas en todos los frentes, los gobiernos se ven obligados a aumentar sus ya colosales gastos militares, lo que sólo puede profundizar las deudas y aumentar los recortes y ataques presupuestarios.
Frente a la austeridad, el proletariado ya ha comenzado a responder en todo el mundo, como fue el caso de las vastas luchas en Gran Bretaña desde junio de 2022 hasta la primavera de 2023, durante el movimiento en Francia contra la reforma de las pensiones en 2023 o durante las huelgas en Estados Unidos en la función pública en California o en la industria del automóvil en 2023. Aún hoy, las movilizaciones son numerosas: huelgas de ferroviarios en Canadá durante el verano, huelgas masivas en Samsung en Corea del Sur, amenaza de paros masivos en los sectores del automóvil y la aviación en Estados Unidos...
Estas luchas empiezan a desarrollar poco a poco el sentimiento de pertenecer a una misma clase, de ser víctima de los mismos ataques y de luchar unida y solidariamente. Pero esta ruptura con el pasado tras décadas de estancamiento sigue marcada por debilidades y preguntas: ¿Cómo podemos escapar del corporativismo en el que nos están atrapando los sindicatos? ¿Cómo luchar y ser más fuertes?¿Qué tipo de sociedad queremos?
La descomposición de la sociedad burguesa y la desestabilización de los aparatos políticos de la burguesía no suponen actualmente ninguna ventaja para la lucha de la clase obrera. La burguesía pretende explotar todos los fenómenos y miasmas de la descomposición para explotarlos ideológicamente y dirigirlos contra el proletariado. Ya lo está haciendo a gran escala con las guerras, tratando de empujar a los proletarios a elegir un campo imperialista contra otro, como vimos con el conflicto de Ucrania, pero sobre todo con la guerra de Gaza, con manifestaciones pro-palestinas destinadas a desviar la repulsa por las masacres hacia el terreno del nacionalismo. También lo hace con el auge del populismo y la desestabilización de su aparato político mediante una vasta campaña de propaganda a favor de la democracia burguesa.
Los partidos de izquierda son particularmente eficaces en este ámbito, llamando constantemente a bloquear el populismo en las urnas, a revitalizar las instituciones “democráticas” contra la “lenta fascistización de la derecha”, prometiendo un futuro maravilloso cuando lleguen al poder. En Francia es el caso del Nuevo Frente Popular, sublevado por la negativa del presidente Macron a nombrar a su candidata Lucie Castets para el Matignon y que repudia esta “negación de la democracia”. Una parte de la izquierda en torno a La Francia Insumisa y los ecologistas también organizó “una respuesta” el 7 de septiembre para ocupar el terreno de las movilizaciones e impedir que la clase obrera luche contra los ataques económicos y la barbarie capitalista. En Estados Unidos, Kamala Harris, con su “empatía” y su política de “proximidad”, caza eficazmente en el territorio de Trump y consigue conquistar a un gran público femenino y a un electorado joven. Este relanzamiento de la campaña ideológica a favor de la democracia, que está teniendo un éxito relativo, también intenta desviar al proletariado de la lucha.
La clase obrera debe rechazar de plano estas campañas ideológicas que pretenden reducirla a la impotencia, a la defensa del Estado “democrático” burgués y de la camisa de fuerza nacionalista. Debe desconfiar de esta ideología y sobre todo de sus versiones antifascistas, como las desplegadas en Gran Bretaña con ocasión de los disturbios de extrema derecha, durante manifestaciones en las que se expresó particularmente el falso radicalismo de los izquierdistas, especialmente de los trotskistas, siempre inclinados a tergiversar el marxismo y la historia del movimiento obrero para conducir mejor al proletariado al terreno de la burguesía, al del apoyo a las “guerras justas” o al “voto por el cambio”.
WH, 8 de septiembre de 2024
La clase obrera no tiene nada que elegir entre Trump y Harris, entre los Republicanos y los Demócratas. Cualquiera que sea el vencedor, la clase obrera sufrirá ataques brutales a sus condiciones de vida, que exigen la crisis económica y la economía de guerra. Cualquiera que sea el vencedor, los trabajadores se verán confrontados a la necesidad de defenderse como clase contra esos ataques.
Pero esto no significa que podamos ignorar la campaña electoral y sus consecuencias. Y lo que revelan es que las divisiones en el seno de la burguesía estadounidense, la clase dominante del que sigue siendo el país más poderoso del mundo, son cada vez más agudas y violentas. Estados Unidos se ha convertido en el epicentro de la descomposición del sistema capitalista mundial y, sea quien sea presidente el 5 de noviembre, las elecciones servirán para exacerbar aún más estas divisiones, con graves consecuencias tanto en Estados Unidos como en la escena mundial.
La tarea de los revolucionarios no es sólo denunciar el fraude de la democracia burguesa, sino también analizar las implicaciones globales de las elecciones en Estados Unidos, para situarlas en un marco coherente que nos permita comprender cómo la fragmentación de la clase dominante estadounidense es un factor activo en la única perspectiva que la burguesía puede ofrecer a la humanidad: una caída acelerada en la destrucción y el caos.
Invitamos a todos aquellos que quieran luchar por un futuro diferente a participar en esta reunión el 16 de noviembre de 2024 a las 15.00 horas (Madrid).
El idioma principal de la reunión será el inglés, pero habrá traducción a otros idiomas in situ. Si quieres participar, escríbenos a [email protected] [156], indicando si puedes seguir la discusión y participar en inglés o especificando en qué otro idioma necesitarías hacerlo.
El 5 de agosto de 2024, decenas de estudiantes aplaudían en el tejado de la residencia de la fugitiva primera ministra de Bangladesh, Sheikh Hasina. Celebraban la victoria de la lucha que había durado cinco semanas, cobrando 439 vidas y que finalmente había derrocado al gobierno actual. Pero ¿qué tipo de “victoria” era en realidad? ¿Fue una victoria del proletariado o de la burguesía? El grupo trotskista Revolutionary Communist International (Internacional Comunista Revolucionaria, RCI, la antigua Tendencia Marxista Internacional) afirmó sin rodeos que se había producido una revolución en Bangladesh y que las manifestaciones habían llegado al punto de poder “denunciar la farsa de la ‘democracia’ burguesa, convocar un congreso de comités revolucionarios y tomar el poder en nombre de las masas revolucionarias [y] que un Soviet de Bangladesh estaría a la orden del día si fuera el caso”[1]
La economía de Bangladesh ha estado en problemas desde hace varios años. La crisis económica internacional ha tenido un gran impacto en ese país debido al aumento extremo de los precios de los alimentos y el combustible. La inflación alcanzó casi el 9,86% a principios de 2024, una de las tasas más altas en décadas. El país está al borde de una crisis financiera debido al alarmante nivel de quiebras bancarias en el sector privado. Desde mayo de 2020, la moneda nacional, el taka, ha perdido un 10% de su valor frente al dólar estadounidense. La deuda pública se ha disparado del 30% del PIB en 2012 al 40% del PIB en 2022. La deuda externa superará los cien mil millones de dólares a finales de 2023. El desempleo afecta a casi el 9,5% de los 73 millones de población trabajadora...
En 2023, Bangladesh figuraba entre los diez países más corruptos del mundo. La corrupción está omnipresente en todos los niveles de la sociedad bangladeshí, y las empresas están sujetas a costosos e innecesarios requisitos de licencias y permisos. A menudo se intercambian pagos irregulares y sobornos para obtener resoluciones judiciales favorables. El Corporate Anti-Corruption Portal (Portal Corporativo Anticorrupción) sitúa a la policía de Bangladesh entre las menos fiables del mundo. La policía amenaza y/o detiene a la gente con el único fin de extorsionarla.
Durante años, la Liga Awami, el partido ‘socialista’ de Sheikh Hasina, en colaboración con la policía, ha ejercido el poder en las calles mediante la extorsión, el cobro ilegal de peajes, la ‘mediación’ para acceder a servicios, por no mencionar la intimidación de opositores políticos y periodistas. Las prácticas mafiosas de la Liga Chhatra de Bangladesh (BSL), el ala estudiantil de la Liga Awami, son notorias. Entre 2009 y 2018, sus miembros mataron a 129 personas e hirieron a miles. Durante las protestas de este año, fueron ampliamente odiados por su comportamiento despiadado, especialmente hacia las mujeres. Durante años, han podido cometer estos crímenes con impunidad, gracias a sus estrechos vínculos con la policía y la Liga Awami.
El gobierno de Sheikh Hasina, que asumió el poder en 2009, se convirtió rápidamente en un régimen autocrático. En la última década, ha establecido su control exclusivo sobre las instituciones clave del país, como la burocracia, los organismos de seguridad, las autoridades electorales y el poder judicial. El gobierno de Sheikh Hasina ha silenciado sistemáticamente a las demás fracciones burguesas. Antes de las elecciones de 2024, el gobierno detuvo a más de 8,000 dirigentes y simpatizantes del opositor Partido Nacionalista de Bangladesh (BNP).
Pero la supresión de las voces de la oposición política, de los medios de información, los sindicatos, etc. han hecho que los cimientos del régimen político sean muy inestables. La completa asfixia del ‘debate público’, incluso en el Parlamento, ha contribuido a erosionar aún más los cimientos del juego político y, en última instancia, ha contribuido a la pérdida total de todo control político. En 2024, Sheikh Hasina ya no se enfrentaba a una mera oposición leal. La mayoría de los sectores de la burguesía se habían convertido en sus enemigos acérrimos, dispuestos a meterla en la cárcel el resto de su vida e incluso a pedir su muerte.
Las manifestaciones se produjeron en un contexto de desempleo juvenil masivo. Y el país carece de un sistema de seguro de desempleo, por lo que los solicitantes de empleo no reciben ninguna prestación y, en consecuencia, viven en extrema pobreza. Este contexto ha convertido el sistema de cuotas, que reserva el 30% de los puestos de la función pública a los descendientes de los ‘luchadores por la libertad’ de la guerra de independencia de 1971, en una fuente de ira y frustración para todos los que se enfrentan al desempleo.
Las protestas contra el sistema de cuotas no son nada nuevo. Pero durante todos estos años, las protestas han permanecido confinadas a las universidades, totalmente centradas en el sistema de cuotas. La estrechez de miras de las reivindicaciones de los estudiantes por un reparto ‘justo’ de los nuevos puestos de trabajo en la función pública no podía servir de base para extender el movimiento a toda la clase trabajadora, incluyendo a los desempleados que no estudian.
Los estudiantes ignoraron la importancia de formular reivindicaciones unificadoras para extender la lucha a los trabajadores que se enfrentaban al mismo espectro del desempleo. Y en 2024, las reivindicaciones de los estudiantes no fueron diferentes: en lugar de intentar extender la lucha a los trabajadores, sobre la base de las reivindicaciones de los trabajadores, se encontraron una vez más atrapados en violentos enfrentamientos con la policía y las bandas políticas.
Incluso cuando el personal, los profesores y otros trabajadores de 35 universidades fueron a la huelga el 1 de julio de 2024 contra el nuevo esquema universal de pensiones, los estudiantes ni siquiera buscaron el apoyo de los 50,000 trabajadores universitarios en huelga. La huelga duró dos semanas, pero sorprendentemente, fue prácticamente ignorada por los estudiantes.
Los estudiantes y una parte de la población organizaron una manifestación masiva que se convirtió en un levantamiento que desafió abiertamente al régimen. Finalmente, el 5 de agosto de 2024, Sheikh Hasina firmó su dimisión en presencia de los jefes militares y entregó el poder al ejército. El cambio de régimen, calificado de ‘revolución’, fue en realidad un golpe de Estado militar detrás del telón, en el que los manifestantes sirvieron de apoyo civil y como masa de maniobra.
Los izquierdistas citados anteriormente afirman que los estudiantes fueron capaces de “denunciar la farsa de la ‘democracia’ burguesa”. Mientras que la brutal respuesta del gobierno al movimiento mostró expresamente que un gobierno democrático elegido se había convertido en una dictadura franca y abierta, ¡la revuelta lo sustituyó por la dictadura apenas más disimulada de otra facción burguesa! Y, aun así, las organizaciones estudiantiles están pidiendo nuevas elecciones burguesas más ‘democráticas’. ¡Eso es todo en realidad!
Así, la cuestión del desempleo ha sido explotada como un medio de ajuste de cuentas entre camarillas burguesas, tanto más fácilmente cuanto que la reivindicación de un reparto ‘equitativo’ de los puestos de trabajo en la función pública sólo para los estudiantes no constituye un terreno de lucha favorable para la clase obrera. Al contrario, es una trampa, la del encierro corporativista. Las ‘masas revolucionarias’ sólo existieron en la imaginación de los izquierdistas.
Como lo muestra el hecho de que 4,5 millones de trabajadores textiles hayan ido a la huelga el año pasado, la lucha de los trabajadores contra los efectos de la crisis económica sigue siendo la única perspectiva real, porque la única clase capaz de dar una perspectiva política a la lucha contra los efectos de la crisis capitalista es la clase obrera. Pero no hay que hacerse ilusiones: la clase trabajadora de Bangladesh es demasiado inexperta para resistir, por sí sola, a las trampas que le tiende la clase dominante, con sus partidos de izquierda y sus sindicatos. Es a través de la lucha internacional del proletariado, particularmente en los bastiones más antiguos de la clase obrera en Europa, que los trabajadores de Bangladesh encontrarán el camino hacia una auténtica lucha revolucionaria.
Dennis, 10 de septiembre de 2024
[1] “Lo que la Revolución Bangladeshí nos enseña”, Revolutionary Communist International, agosto 2024 (en inglés). What the Bangladeshi Revolution teaches us, marxist.ca [198]
A finales de julio organizamos una reunión pública internacional en línea para discutir el tema: "Elecciones en Estados Unidos, Gran Bretaña y Francia: la izquierda del capital no puede salvar este sistema moribundo”.
Ya habíamos constatado en las diferentes reuniones públicas, permanencias, cartas y correos electrónicos, la preocupación que podría suscitar la avalancha de señales del auge del populismo, del surgimiento de estos grupos durante las elecciones europeas, especialmente en Francia y en Alemania, hasta el impulso electoral proporcionado por el ataque contra Trump en EEUU. Por lo tanto, era importante fomentar el debate sobre este fenómeno para comprender su significado y combatir su explotación ideológica por parte de la burguesía.
Ya hemos publicado varios artículos para presentar nuestro análisis del fenómeno del desarrollo del populismo y denunciar las campañas ideológicas de la burguesía que intentan volver los efectos de su propia putrefacción contra la clase obrera, de modo que las dudas sobre nuestros análisis, críticas o las sugerencias puedan expresarse, provocar la reflexión para alimentar una confrontación que permita alcanzar la máxima claridad. La acogida que tuvo nuestra propuesta fue muy positiva, con la participación de compañeros de diferentes países, que hablaban diferentes idiomas (la CCI aseguró la traducción de las intervenciones al inglés, francés, español e italiano). En resumen, se ha desarrollado un animado debate internacional sobre uno de los muchos problemas que enfrenta la clase obrera mundial, lo que demuestra la validez de nuestra iniciativa.
En nuestra presentación propusimos tres ejes vinculados a las preguntas de nuestros contactos:
– ¿Qué significa el ascenso del populismo?
– ¿Qué impacto puede tener el ascenso del populismo en la clase obrera, particularmente a través de las campañas democráticas con las que la izquierda del capital nos llama a combatirlo?
– ¿Cuáles son las responsabilidades de los revolucionarios?
El debate se centró principalmente en los dos primeros ejes. Al inicio del debate, varias intervenciones tendieron a ver el populismo como una “maniobra deliberada”, una especie de “estrategia premeditada de toda la burguesía para infligir una derrota ideológica a la clase obrera”. La intervención de otros camaradas, así como las de la CCI, no compartieron este punto de vista y buscaron promover la clarificación de este debate a través de diferentes argumentos: "incluso si el ascenso del populismo no es una estrategia planeada por la burguesía, esto no significa que la clase dominante no sea capaz de volver los efectos de su propia podredumbre y descomposición contra el proletariado´´
El ascenso del populismo no expresa la capacidad de la burguesía para poder dirigir la sociedad hacia su “solución orgánica a la decadencia capitalista”, es decir, desencadenar una guerra mundial. Una nueva carnicería imperialista generalizada como la Primera y Segunda Guerra Mundial no es posible hoy debido a la realidad del sálvese quien pueda en las relaciones internacionales e, incluso, dentro de las burguesías nacionales, la imposibilidad de que la burguesía garantice una disciplina mínima que permita la formación de bloques imperialistas. La exacerbación del sálvese quien pueda atestigua que la burguesía tiende, al contrario, a perder el control político sobre su propio sistema, que se deja llevar por una dinámica en la que el flagelo del militarismo va acompañado de guerras localizadas que se extienden y se vuelven cada vez más irracionales. Todos los protagonistas en competencia se encuentran perdedores y demuestran su incapacidad para limitar un desastre ecológico del que son plenamente conscientes, pero que son incapaces de combatir porque pondría en duda su naturaleza capitalista: la búsqueda de ganancias.
Incluso, en los países donde las burguesías son de las más “responsables” y experimentadas, sus diversas facciones políticas están cada vez más divididas y la creciente influencia del populismo sólo ofrece programas políticos que son irrealizables o desfavorables para el capital nacional en su conjunto. El Brexit es un ejemplo sorprendente, al igual que la permeabilidad de las facciones populistas a la influencia de una potencia imperialista rival como lo es la Rusia de Putin: el AfD en Alemania, el RN en Francia e incluso, en menor medida, entre los partidarios de Trump.
Que el populismo es una colección de valores burgueses es innegable. Por eso capitalistas muy destacados lo apoyan descaradamente (es el caso de Elon Musk o Trump, por ejemplo). Pero su ascenso a la jefatura del Estado no le impidió representar un obstáculo para todos los sectores de la burguesía. Esto mismo sucede en muchos países. Por lo tanto, los esfuerzos por contenerlo no son un simple juego “teatral” de otras facciones burguesas para engañar al proletariado. El cordón sanitario establecido en Alemania, el ascenso de Macron en las elecciones presidenciales de 2017 o, el fulgurante lanzamiento de Kamala Harris en Estados Unidos recientemente, demuestran precisamente que la burguesía teme perder el control de su aparato político, sobre todo, por el peligro que el populismo representa: un obstáculo para la defensa consecuente de los intereses del capital nacional.
Algunos camaradas expresaron dudas, señalando que muchos trabajadores votan por partidos populistas. Sin embargo, lo que se ha aclarado es que el terreno electoral no es el terreno de expresión del proletariado como clase. Durante las elecciones aparecen individuos atomizados, desconcertados y aislados ante el oscuro futuro que anuncia la sociedad capitalista y, en muchos casos, sensibles a las explicaciones “simplistas y sesgadas” de los políticos populistas, que buscan chivos expiatorios: como los inmigrantes, los llamados “beneficiarios” de unas pocas migajas del Estado explotador, señalados como responsables de su miseria, su precariedad, su desempleo o sus viviendas insalubres.
Pero si este sesgo es engañoso y peligroso, lo es aún más apoyar las fracciones “democráticas” y de izquierda del capital, que nos llaman a apoyarlas como únicos baluartes contra el populismo, cuando son producto
y defensores del mismo sistema moribundo. En realidad, a lo que asistimos hoy es a un creciente descrédito de estas formaciones tradicionales de la burguesía, precisamente porque sus gobiernos no pueden detener el rumbo hacia la crisis, la barbarie y la guerra que el capitalismo nos tiene reservado, ya que ellos son sus siniestros actores y defensores.
Aunque durante la discusión no se pudo desarrollar todo lo necesario para el argumento, surgió un debate en un intento de distinguir el significado del populismo actual en relación con el fascismo o el estalinismo de los años 1930, mientras que estos fueron el resultado de una derrota del proletariado que había ocurrido anteriormente, y en el que las fuerzas de la izquierda del capital habían jugado un papel decisivo. El actual ascenso del populismo, por el contrario, no se produce, en absoluto en un contexto de contrarrevolución, es decir, de derrota ideológica y física del proletariado. Al intentar imitar y explotar este pasado trágico, el de la llegada de León Blum y el Frente Popular al poder, para aprovechar la imagen de “victoria” transmitida desde entonces por la propaganda burguesa, el Nuevo Frente Popular en Francia no es más que una ridícula farsa tan burguesa como el Frente Popular de los años 1930 en Francia o España. Lo que no lo hace inofensivo. ¡Todo lo contrario! Esta alianza, creada apresuradamente, sigue siendo peligrosa debido a su propaganda democrática a favor del Estado burgués. El Frente Popular estaba formado precisamente por las fuerzas capaces de reclutar y disciplinar a la población, particularmente al proletariado, para conducirla hacia la guerra mundial imperialista. Hoy, aunque experimente grandes dificultades y fragilidades, el proletariado está lejos de estar derrotado.
Esta cuestión debe permitir una discusión más profunda: ¿Cómo puede desarrollarse la conciencia de clase en el proletariado? ¿Qué intereses la oponen a la sociedad capitalista? ¿Qué perspectiva tiene la lucha de clases? Y en todo esto ¿Cuál es la responsabilidad de los revolucionarios?
Este debate internacional fue fructífero y dinámico. Obviamente, pretendemos continuar y desarrollar la discusión sobre estas cuestiones a través de nuestras reuniones públicas y nuestras permanencias como una extensión de esta reflexión que, estamos convencidos, más allá de nuestros contactos directos, existe más ampliamente en el seno del proletariado.
CCI, 09 de septiembre de 2024
Uno de los primeros signos del despertar de la clase obrera tras la traición de sus organizaciones y el primer año de matanzas en la guerra imperialista de 1914-18 fue la conferencia celebrada en Zimmerwald, Suiza, en septiembre de 1915, que reunió a un pequeño número de internacionalistas de diferentes países. La conferencia fue un foro en el que se expusieron diferentes puntos de vista sobre la guerra, la mayoría de ellos tendentes al pacifismo, y sólo una minoría de la izquierda que defendía una oposición abiertamente revolucionaria a la guerra. Pero aquellos elementos de la Izquierda de Zimmerwald siguieron presionando para la clarificación en esta conferencia y en otras posteriores conferencias; y este trabajo, combinado con la reactivación de la lucha de clases a un nivel más general que culminó en los estallidos revolucionarios de Rusia y Alemania, daría origen a un nuevo partido político mundial basado en posiciones claramente revolucionarias: la Internacional Comunista fundada en 1919[1].
Hoy estamos aún lejos de la formación de tal partido, sobre todo porque la clase obrera tiene aún un largo camino por delante antes de poder plantearse de nuevo la cuestión de la revolución. Pero, frente a un sistema mundial que se tambalea hacia la autodestrucción, frente a la intensificación y proliferación de las guerras imperialistas, estamos viendo pequeños signos de una conciencia reemergente sobre la necesidad de una respuesta internacional e internacionalista a la guerra capitalista. Como dijimos en nuestro anterior artículo sobre la “Semana de Acción” de Praga[2], la reunión de Praga fue una de esas señales, no menos heterogénea y confusa que la conferencia inicial de Zimmerwald, y mucho más desorganizada, pero una señal, al fin y al cabo.
Para nosotros que somos una organización que tiene sus orígenes en la izquierda comunista de los años 20, y antes de eso, en la izquierda de Zimmerwald en torno a los bolcheviques y otras agrupaciones, era necesario estar presentes en la medida de lo posible en la manifestación de Praga para defender una serie de principios políticos y métodos organizativos:
En nuestro primer artículo, que pretendía dar cuenta del resultado caótico de la Semana de Acción, y sugerir algunas de las razones subyacentes, señalábamos también el papel constructivo desempeñado por los grupos de la izquierda comunista, pero también por algunos otros elementos, al intentar construir un marco organizado para un debate serio (lo que se ha dado en llamar la “Asamblea Autoorganizada”). La delegación de la CCI apoyó esta iniciativa, pero no nos hacíamos ilusiones sobre las dificultades a las que se enfrentaba esta nueva formación, y menos aún sobre las posibilidades de que hubiera algún tipo de continuidad organizada del evento y, como primer paso, la organización de una página web que pudiera servir de foro para los debates que no pudieron desarrollarse en Praga. Ahora parece que incluso esta mínima esperanza se ha quedado en nada y que será necesario empezar de cero para definir los parámetros y las posibilidades de futuros encuentros.
Desde que terminó la semana de Praga, ha habido muy pocos intentos de describir lo ocurrido, y menos aún de extraer las lecciones políticas de este evidente fracaso[3]. La Red Comunista Anarquista ha escrito un breve relato[4], pero parece centrarse principalmente en los problemas causados por la división en el seno de los anarquistas checos entre los “defensistas de Ucrania” y los que buscan una posición internacionalista sobre la guerra. Esto fue ciertamente un factor en la desorganización del evento, pero, como argumentamos en nuestro primer artículo, es necesario habría que ver más en profundidad y analizar el enfoque activista que todavía domina a los anarquistas que se oponen a la guerra sobre una base internacionalista[5].
Que sepamos, quienes más palabras han gastado han sido los más hostiles a los grupos de la izquierda comunista. En primer lugar, un grupo alemán que se focaliza en solidaridad con los presos[6]. Este grupo sólo asistió al final del primer día de la Asamblea Autoorganizada y a una parte del segundo, antes de dirigirse a la conferencia oficial[7], en la que según ellos se celebraron algunos debates interesantes, aunque no nos dicen nada en absoluto sobre lo que se debatió. Pero son muy claros sobre a quién culpan de sabotear la Semana de Acción:
“No nos dimos cuenta en ese momento, pero ya estaba claro que en la ya caótica situación había grupos que intentaban reventar la reunión desde dentro, además de los ataques de los anarquistas pro-OTAN. En ese momento se libraban otros conflictos entre grupos y sobre todo los comunistas de izquierda”.
Así que, en lugar de intentar ofrecer salidas a la caótica situación legada por los organizadores oficiales, ¡los grupos comunistas de izquierda sólo estaban allí para empeorarla!
El relato más “sustancial” de lo sucedido es el del grupo checo Tridni Valka, al que la mayoría de la gente creía implicado en la organización de la Semana de Acción, puesto que su página web albergaba todos los anuncios al respecto[8]. Pero lo más sustancial de este artículo son las numerosas deformaciones y calumnias que contiene. En nuestra opinión, este artículo tiene tres objetivos principales:
- Quieren ocultar su propia responsabilidad en el fiasco culpando de él a lo que presentan como un “Comité Organizador” completamente separado, cuya composición sigue siendo un misterio al día de hoy. Tridni Valka afirma que sólo estaba a favor del Congreso Antibélico no público del final de la semana y que pensaba que los organizadores carecían de recursos para gestionar toda una semana de actos. Critican especialmente la “manifestación contra la guerra” prevista para el viernes de la semana, que el día anterior había sido rechazada por quienes estábamos, por el contrario, por continuar el debate político (es decir mantener la Asamblea Autoorganizada) y no ir a una manifestación que carecía de sentido y representaba una amenaza para la seguridad de quienes participaran en ella. Y, sin embargo, en la página web de Tridni Valka[9] todavía se puede encontrar el anuncio llamando a la gente a marchar en la manifestación. Esta confusión es el resultado inevitable de una concepción que evita o rechaza una demarcación política clara entre las diferentes organizaciones y, por tanto, hace imposible saber qué grupo o comité es responsable de qué decisión, una situación que sólo puede sembrar la confusión y la desconfianza.
- Pretenden justificar su política de excluir a la izquierda comunista del Congreso, primero con un argumento terminológico sobre la etiqueta “izquierda comunista”, y después con una serie de ejemplos históricos que acusan a los grupos existentes de la izquierda comunista de intentar construir un “partido de masas” según el modelo bolchevique; afirmar que todos los grupos de la izquierda comunista defienden la firma por los bolcheviques del tratado de Brest Litovsk en 1918 (“¡una verdadera puñalada por la espalda para los proletarios de Rusia, Alemania y Austria-Hungría, una “traición” dirían algunos!”); denunciar la conferencia de Zimmerwald y la Izquierda de Zimmerwald, a la que también se refiere la izquierda comunista, como un simple puñado de pacifistas, e incluso afirmar que “el llamado ‘comunismo de izquierda’ defiende (más o menos, según los matices que exhiben cada una de estas organizaciones) la posición de la III Internacional sobre la cuestión colonial”. Todos estos argumentos se ofrecen para demostrar que las posiciones de la izquierda comunista serían incompatibles con la participación en el Congreso Antibélico. No podemos responder aquí a todos estos argumentos, pero hay que señalar sin duda uno o dos puntos, ya que revelan la profundidad de la ignorancia (o de la tergiversación deliberada) del artículo de Tridni Valka: en primer lugar, la crítica a la idea socialdemócrata del partido de masas fue desarrollada en primera instancia nada menos que por los bolcheviques a partir de 1903[10]; en Rusia, en 1918, fue precisamente la oposición al Tratado de Brest-Litovsk lo que dio origen a la fracción comunista de izquierda en el partido ruso (aunque es cierto que más tarde algunos comunistas de izquierda, en particular la fracción italiana, argumentaron -correctamente en nuestra opinión- contra la posición de “guerra revolucionaria” que los comunistas de izquierda ofrecían como alternativa a la firma del Tratado); y en cuanto al argumento de que los grupos actuales de la izquierda comunista siguen defendiendo todos la posición de la Tercera Internacional sobre la cuestión colonial, podemos remitir a Tridni Valka a cualquiera de los artículos de nuestro sitio web que argumentan exactamente lo contrario.
- Por último, quieren excluir definitivamente a la CCI del campo proletario. ¿Por qué? Pus porque afirmamos que el grupo que más ha influido en Tridni Valka, el Grupo Comunista Internacionalista (GCI) acabó coqueteando con el terrorismo y que Tridni Valka nunca ha aclarado qué diferencias tenía con el GCI. La respuesta de Tridni Valka: “es muy probable que los servicios de seguridad del Estado checo (y de otros países) se deleiten con este tipo de “revelaciones” e “informaciones” sobre los supuestos vínculos de nuestro grupo ‘con el terrorismo’. ¡Gracias a los soplones de la CCI, que harían mejor en rebautizarse como CCI-B, ¡con B de ‘bolchevique’ pero sobre todo de ‘traidores’ (betrayer)! ¡¡¡Malditos traidores!!!”
Lo cierto es que la CCI asumió hace tiempo su responsabilidad política denunciando las pretensiones del GCI de ser el nec plus ultra del internacionalismo, pero dando un apoyo cada vez más grotesco a acciones y organizaciones terroristas presentándolas como expresiones del proletariado: empezando por el Bloque Popular Revolucionario en El Salvador y Sendero Luminoso en Perú, y culminando por ver una resistencia proletaria en las atrocidades de Al Qaida[11]. Tales posiciones políticas exponen claramente a todas las organizaciones revolucionarias auténticas a la represión por parte de los servicios de seguridad del Estado, que lo utilizarán para hacer una equiparación entre internacionalismo y terrorismo islámico. Además, hemos mostrado otra faceta de la capacidad de la GCI para hacer el trabajo de la policía: sus amenazas de violencia contra nuestros camaradas en México, algunos de los cuales ya habían sido agredidos físicamente por maoístas mexicanos[12]. Si Tridni Valka tuviera algún sentido de la responsabilidad ante la necesidad de defender el campo internacionalista, se habría distanciado públicamente de las aberraciones del GCI.
No hemos dicho todo lo que queremos afirmar sobre las lecciones del evento de Praga, ni sobre otros intentos de desarrollar una respuesta internacionalista a la guerra, pero no podíamos evitar responder a estos ataques. Al presentar la tradición de la izquierda comunista como un obstáculo al esfuerzo por reunir a las modestas fuerzas internacionalistas actuales, los autores de estos ataques revelan que son ellos los que se oponen a este esfuerzo. En futuros artículos nos proponemos responder al balance de la conferencia hecho por la CWO y retomar algunas de las cuestiones clave planteadas por la conferencia. Eso significa, en particular, profundizar en por qué insistimos en que sólo el movimiento real de la clase obrera puede oponerse a la guerra imperialista, por qué sólo el derrocamiento del capitalismo puede poner fin a la creciente espiral de guerra y destrucción, y por qué las propuestas activistas de la mayoría de los grupos que participan en la Semana de Acción sólo pueden conducir a un callejón sin salida.
Amos
[1] Véase, por ejemplo, nuestros artículo Zimmerwald: de la guerra a la revolución [200] en Revista Internacional 44
[2] Ver La “Semana de Acción” de Praga: El activismo es un obstáculo para la clarificación política [201], Revista Internacional 172
[3] La Communist Workers Organisation también ha escrito un breve informe, pero queremos responder a él en un artículo aparte.
[4]Ver en el sitio web del grupo https://anarcomuk.uk/2024/05/28/prague-congress-interim-report/ [202]
[5] https://www.leftcom.org/en/articles/2024-08-13/internationalist-initiatives-against-war-and-capitalism [203] (Iniciativas internacionalistas contra la guerra y el capitalismo), Revolutionary Perspectives 24
[6] La Conferencia de Praga, el comienzo de una catástrofe.
Soligruppe für Gefangene
[7] Es decir, el “Congreso Antiguerra” no público convocado por el Comité Organizador original, que excluía a los grupos de la izquierda comunista. Esta reunión dio lugar a una breve declaración común que puede encontrarse aquí: https://anarcomuk.uk/2024/06/15/declaration-of-revolutionary-internationalists/ [204]
[9] https://www.autistici.org/tridnivalka/aw2024-demonstration-against-capitalist-wars-and-capitalist-peace/ [206]
[10] Ver por ejemplo, “1903-04: el nacimiento del bolchevismo [207]”, Revista Internacional 116
[11] Cómo el Groupe Communiste Internationaliste escupe sobre el internacionalismo proletario, CCI Online; https://es.internationalism.org/revista-internacional/200602/516/para-que-sirve-el-grupo-comunista-internacionalista-gci [208]
[12] Ver “¡Solidaridad con nuestros militantes amenazados! [209]”, mayo-2005.
Desde la publicación de este artículo, los acontecimientos recientes, en particular en Oriente Medio, confirman claramente que estamos asistiendo a una escalada cada vez mayor de la guerra entre Israel y Hezbolá en el Líbano. La guerra ya se ha extendido a Yemen con los ataques israelíes contra los puertos controlados por los Hutíes y a Siria con un ataque sobre Damasco. La ofensiva israelí contra Hezbolá comenzó con una operación ultra sofisticada pero totalmente atroz, urdida por el Mossad en pleno centro de Beirut, detonando simultáneamente casi 500 buscas pirateados y walkie-talkies bombas. Seguido de intensos bombardeos aéreos de la capital libanesa, que mataron a cientos de personas, entre ellas muchos niños, e hirieron a más de 1,800 civiles hasta el 26 de septiembre y obligaron hasta un millón de personas a huir de sus hogares. Las informaciones indican que 100,000 de ellas han buscado refugio en Siria, donde ya hay numerosos campos de refugiados en los que los suministros básicos son prácticamente inexistentes.
El 27 de septiembre, se dio un nuevo golpe por el Estado de Israel: el asesinato del líder de Hezbolá, Hassan Nasrallah. Este y otros golpes contra Hezbolá benefician claramente al régimen de Netanyahu, que puede presumir de “victorias” definitivas, a diferencia del mortífero atolladero de Gaza. Mientras tanto, ya ha comenzado una ofensiva terrestre israelí en el sur de Líbano, con incursiones de comandos contra bases de Hezbolá, apoyadas por fuerza aérea. La ofensiva israelí ha privado a Hezbolá de una parte considerable de sus actuales dirigentes, pero es una ilusión total pensar que se puede eliminar el terrorismo aniquilando algunos mandos. La guerra del Líbano no tendrá un desenlace rápido y fácil para Israel, como ya lo descubrió en 2006.
Hezbolá ha jurado venganza y continúa llamando a la destrucción del Estado de Israel, mientras que Teherán, por su parte, lanza una lluvia de misiles balísticos contra Tel Aviv y Jerusalén como represalia, lo que provocará una vez más una escalada en la respuesta israelí. Ambas partes se aprovechan de la atención que suscitan las próximas elecciones estadounidenses, de su incierto resultado y de la proximidad de este evento, para intensificar su política de provocación, haciendo oídos sordos a los requerimientos de Estados Unidos y la Unión Europea, que han pedido un alto al fuego inmediato. Es evidente que las potencias locales se precipitan en una escalada militar cada vez más irracional que amenaza con incendiar toda la región.
Al mismo tiempo, el conflicto revela la posición contradictoria de Estados Unidos, que sigue inundando de armas a Israel y proporcionando informes de inteligencia para algunos de sus ataques, como en la incursión israelí en Yemen. A Washington le interesa el debilitamiento de Irán y de sus aliados en la región, lo que también sería un golpe para Rusia, ya que Irán es uno de sus principales proveedores de armas. Estados Unidos y Gran Bretaña han desempeñado un papel directo en la respuesta de Israel al ataque con misiles iraníes (inteligencia y fuego antimisiles de la flota estadounidense en el Mediterráneo). Pero al mismo tiempo, Washington no quiere que toda la situación se vuelva incontrolable; y el creciente desprecio de Netanyahu a los llamados estadounidenses es una señal más del declive de la autoridad estadounidense a escala mundial.
También es significativo que la guerra entre Rusia y Ucrania se empantana cada vez más. Zelensky recientemente pronunció un discurso en la ONU en un intento de convencer a la “comunidad internacional” para que apoye más eficazmente a Ucrania, presentando hipócritamente un “plan de paz”, cuando en realidad está admitiendo, de forma apenas disimulada, que se trata de presionar a Moscú para “obligar a Rusia a hacer las paces” bajo las nuevas condiciones impuestas por Ucrania. Esto no hizo sino provocar una virulenta reacción de parte de Putin, que declaró que “nunca aceptaría la paz bajo coacción” y reafirmó que las condiciones puestas por Moscú para un alto al fuego seguían siendo las mismas: el reconocimiento de las regiones conquistadas por Rusia al comienzo de la guerra y el descarte de la adhesión de Ucrania de la OTAN. Estas condiciones son, a su vez, totalmente inaceptables para Kiev. Además, Gran Bretaña ha enviado misiles Storm Shadow de largo alcance a Ucrania, y parece haber cambiado de postura sobre permitir su uso contra objetivos en territorio ruso. Si Estados Unidos, Alemania y otros países occidentales dieran luz verde a su uso en Rusia, sería un paso más hacia el abismo. En respuesta, Putin ha modificado el protocolo para el uso de armas nucleares, que ahora permite su uso de forma “asimétrica” en caso de amenaza contra instalaciones cruciales en suelo ruso, incluso por parte de una potencia no nuclear. En consecuencia, la perspectiva de reanudar las negociaciones entre los dos principales protagonistas del conflicto ha quedado una vez más sepultada. Sobre el terreno, en cambio, los combates y la destrucción mutua no sólo se intensifican, sino que amenazan de nuevo con dar un giro aún más peligroso con la reanudación de los bombardeos en torno a los reactores nucleares de la central nuclear de Zaporiyia, mientras cada parte acusa a la otra de jugar con fuego.
Estas guerras demuestran que cuando se trata de jugar con fuego, ¡toda la clase dominante de este cruel sistema es culpable!
Este verano, las tensiones asesinas en Ucrania y Oriente Medio se han intensificado en una espiral destructiva cuyo desenlace no podría ser más claro: de estas guerras nunca saldrá nada provechoso para ninguno de los beligerantes.
Los avances del ejército ruso en el este de Ucrania han sido respondidos con nuevas incursiones, esta vez directamente en suelo ruso por parte del ejército ucraniano en la región de Kursk. Se ha dado un paso más, amenazando a la población y al mundo con una extensión del conflicto y un enfrentamiento aún más mortífero. Todos los beligerantes están atrapados en una espiral extremadamente peligrosa: Zelensky, espera poder golpear más profundamente a Rusia gracias a los misiles europeos y estadounidenses que está recibiendo. Y esto sólo alimenta la huida hacia delante asesina del Kremlin, cuyos ataques en Poltava han añadido 55 muertos a la interminable lista de víctimas. Por su parte, Bielorrusia sigue siendo una fuerza que podría participar activamente en el conflicto: con la incursión ucraniana en Kursk, esta posibilidad ha aumentado. En la frontera común entre Bielorrusia y Ucrania, el gobierno de Lukashenko ha estacionado un tercio de su ejército, y sus maniobras militares de junio sirvieron para recordar que tiene armas nucleares rusas en su territorio. El riesgo de que la espiral bélica se extienda también está presente en Polonia, que ha vuelto a expresar su preocupación manteniendo a sus tropas en alerta. Aunque la OTAN, de la que Polonia es miembro, se ha negado oficialmente a enviar tropas, el Primer ministro polaco, Donald Tusk, había evocado a finales de marzo una “época de preguerra”.
En Oriente Medio, a la ignominia cotidiana en Gaza se ha sumado la ofensiva del ejército israelí en Cisjordania y su intervención en el sur del Líbano, en una huída adelante totalmente irracional. El provocador asesinato del líder de Hamás en Teherán no hizo sino provocar su sustitución por un nuevo dirigente aún más extremista y sanguinario, encendiendo otra mecha en el polvorín regional. Todo esto, por supuesto, ha proporcionado nuevos pretextos a Irán y sus aliados para implicarse más en el conflicto multiplicando los crímenes y las provocaciones.
Mientras se celebraban las hipócritas conversaciones de alto el fuego en Doha a mediados de agosto, las masacres y la destrucción seguían con mayor intensidad. Netanyahu no cesa de torpedear cualquier intento de apertura diplomática, para reforzar mejor su política de tierra quemada, amontonando cadáveres en un intento de salvar su pellejo. Cada parte no ha hecho más que acentuar la carnicería para influir en las negociaciones.
Netanyahu como Hamás, así como Putin y Zelensky y las potencias imperialistas que los apoyan activamente, todos estos buitres imperialistas se sumergen en una lógica interminable de enfrentamientos cada vez más destructivos. Esto confirma plenamente que la espiral guerrera del capitalismo en plena decadencia ha perdido toda racionalidad económica y tiende a descontrolarse tanto para sus protagonistas directos como para todas las potencias imperialistas implicadas.
Por su duración, su curso y el bloqueo político en el que se hunden, por su irracionalidad y la precipitación hacia una lógica de tierra quemada, estos conflictos ilustran el enorme peso de la descomposición del sistema capitalista, cuya aceleración irreversible amenaza cada vez más con destruir a la humanidad. Si la guerra mundial no está a la orden del día, debido a la inestabilidad de las alianzas y a la indisciplina generalizada que caracterizan actualmente las relaciones internacionales, la intensificación y la extensión progresiva de los conflictos sólo pueden conducir, a largo plazo, a una destrucción y un caos cada vez mayores.
La inexistencia de bloques imperialistas dispuestos a la guerra mundial (como lo fueron el bloque Occidental y el bloque del Este durante la Guerra Fría) genera, en última instancia, más inestabilidad: al no existir ya un enemigo común ni una disciplina de bloque, cada Estado y/o facción actúa ahora exclusivamente en función de sus propios objetivos, lo que les lleva más fácilmente al enfrentamiento en una lucha de todos contra todos, obstaculizando la acción de los demás y dificultando cada vez más el control de sus políticas.
Debido a esta tendencia Estados Unidos, al tiempo que mantiene su apoyo a la OTAN, ve cómo en su seno las propias fracciones se desgarran por la política a seguir, tanto en Ucrania como en Gaza. Mientras que la administración Biden propuso mantener la ayuda a sus aliados, los republicanos trataron de limitarla, congelando inicialmente en el Congreso 60,000 millones de dólares de apoyo a Ucrania y 14,000 millones a Israel, antes de ceder finalmente y aceptar desbloquearlos. Estas fracturas están acentuando la dificultad de Estados Unidos para imponer su hegemonía en el mundo. En consecuencia, pierde cada vez más el control de sus políticas y su autoridad sobre los protagonistas de los conflictos.
También debido a toda esa atmósfera, se echa más leña al fuego de la creciente polarización entre las dos grandes potencias, China y Estados Unidos. Aunque la perspectiva de una guerra a gran escala entre estas dos potencias está descartada por el momento, las tensiones son constantes y el riesgo de una confrontación regional en torno a Taiwán no hace sino aumentar. China prosigue sus maniobras militares cerca y alrededor de la isla, prosigue e intensifica, aunque con cautela, sus provocaciones militares en el mar de China y aumenta su intimidación, especialmente hacia Filipinas y Japón. Estados Unidos, muy preocupado, alza la voz y reafirma su apoyo a sus aliados locales amenazados, al tiempo que intensifica sus provocaciones. La situación es cada vez más incontrolable e imprevisible. Los riesgos de nuevas conflagraciones no cesan de aumentar.
Ya sea directamente en las zonas de conflicto o lejos del frente ante los recortes relacionados con la economía de guerra, los proletarios son siempre los más afectados. En las zonas de guerra, son víctimas de bombardeos, sufren restricciones y tienen que soportar el terror, los horrores y las masacres. Cuando no son explotados en las fábricas, minas u oficinas, la burguesía los utiliza como carne de cañón. En Ucrania, el gobierno enrola a discreción a cualquier hombre de entre 25 y 60 años, ya sea directamente reteniéndolo o con el señuelo de un salario superior al de un trabajo civil. Además del alistamiento obligatorio, la burguesía se aprovecha de las miserables condiciones de los trabajadores para comprar su sangre y su vida.
Todo esto no sería posible sin una intensa propaganda nacionalista, machaconas campañas ideológicas y una narrativa planificada por el Estado: «La guerra es un asesinato metódico, organizado, gigantesco. Para que unos hombres normalmente constituidos asesinen sistemáticamente, es necesario, en primer lugar, producir una embriaguez apropiada. Desde siempre, producir esta embriaguez ha sido el método habitual de los beligerantes,. La bestialidad de los pensamientos y de los sentimientos debe corresponder a la bestialidad de la práctica, debe prepararla y acompañarla»[1] Esta es la razón por la que la clase obrera en Ucrania, en Rusia o en Oriente Medio no tiene actualmente capacidad de reaccionar, y le resultará muy difícil hacerlo ante la “embriaguez” a la que está siendo sometida.
Es cierto que el gobierno de Netanyahu es cada vez más impopular, y que la noticia de cada asesinato de rehenes israelíes por parte de Hamás ha provocado grandes manifestaciones, ya que cada vez más israelíes reconocen que el objetivo declarado por el gobierno de liberar a los rehenes y destruir a Hamás son contradictorios entre sí. Pero las manifestaciones, incluso cuando exigen un alto el fuego, se mantienen dentro de los límites del nacionalismo y la democracia burguesa y no contienen ninguna dinámica hacia una respuesta proletaria a la guerra.
El proletariado de los países occidentales, por su experiencia de la lucha de clases, en particular sobre las sofisticadas trampas impuestas por la dominación burguesa, sigue siendo el principal antídoto contra la espiral destructiva. A través de sus luchas contra los efectos de la economía de guerra, tanto los recortes presupuestarios como la inflación galopante, está sentando las bases de sus futuros asaltos contra el capitalismo.
Tatlin/WH, 5 de septiembre de 2024
[1] La crisis de la Socialdemocracia (1915), Rosa Luxemburgo.Ed. Anagrama, Barcelona 1976, pag 52
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Los informativos de todo el mundo han difundido las imágenes y las noticias de fallecidos arrastrados por el agua y sepultados por el barro y los derrumbes, y otros muchos desaparecidos; los cadáveres llegan a las playas; muchos pueblos no tienen comida ni agua potable; el agua estancada una semana con animales y personas muertas está comenzando a producir infecciones y el riesgo de epidemias. Si no fuera por los bombardeos y la guerra, la situación de la población desasistida, dejada a su suerte al límite de la supervivencia, recuerda por momentos a Gaza. Y todo esto sucede en la 3ª ciudad de España, en un país de la UE, del centro del capitalismo. Sea por la guerra o las catástrofes que produce el desastre ecológico, el capitalismo condena a la humanidad a la vía de la exterminación.
Una DANA desatada el pasado 30 de octubre en el área de Valencia ha producido unas inundaciones que han causado más de 200 muertos, aunque esta cifra aumentará conforme vayan apareciendo cadáveres. Es una cantidad deliberadamente indeterminada la de desaparecidos[1]. Y a esto hay que sumar la devastación de miles y miles de viviendas, carreteras, ferrocarril, telecomunicaciones etc., que afectan a cientos de miles de personas y que tardarán hasta meses en ser restablecidas. Se trata, sin duda, de una de las mayores catástrofes humanitarias de la historia de España, del mismo tipo que otras que se han producido en países centrales, como las inundaciones en 2021 en Alemania, en Bonn, donde pese a la tradición de disciplina y organización del Estado, la población fue igualmente abandonada, o el huracán Kathrina en EE.UU en Nueva Orleans. Pero en contra de lo que dicen los voceros de Derechas, no se trata de una catástrofe “natural” imprevisible. Tampoco es, como proclama los de la Izquierda del Capital, la consecuencia de una “gestión neoliberal” incompetente. Esta catástrofe es en definitiva el resultado de un sistema social que sacrifica la vida de los trabajadores y el planeta entero a las exigencias de la producción y la acumulación capitalistas.
Y este sistema que lleva décadas acumulando desastres (cambio climático, urbanismo salvaje, explotación irracional de los recursos hídricos, descuido de mantenimiento de las infraestructuras, etc.[2]) ha entrado además en su fase terminal de descomposición, en la que todas estas devastaciones se aceleran y se alimentan con otras manifestaciones de la decadencia capitalista como la guerra, la crisis económica, etc., en un torbellino[3] infernal que aboca inevitablemente a la catástrofe. Ante ello la actitud de la clase dominante es la de una creciente irresponsabilidad en la gestión de su propio sistema, anteponiendo la defensa de intereses de cada facción, lo que acentúa aún más el desastre.
Una gran parte de las victimas lo ha sido trabajando, obligados por patrones y encargados a permanecer en las industrias. En la FORD no se suspendieron los turnos de tarde y noche en el momento de las inundaciones y 700 personas hubieron de dormir en la factoría sin poder comunicarse con sus familias. En el Polígono de Ribarroja se rescataron al día siguiente más de 1000 trabajadores. Otra “ratonera” fueron los centros comerciales (en IKEA, en el Bonaire de Torrent) en los que se obligó a mantener los horarios y en los que los propios empleados tuvieron que rescatar a clientes y usuarios. En las fábricas de Inditex los trabajadores no oyeron las alertas porque no les dejan llevar consigo los teléfonos móviles y los encargados no les dijeron nada…. Es sabido, además, que esa alarma fue lanzada por las autoridades locales, muchas horas después de que hubiera avisos rojos meteorológicos y los primeros desbordamientos cauces arriba. La disciplina del trabajo asalariado y la salud de los negocios se anteponen a cualquier consideración sobre la vida y la salud de los trabajadores. Esa es la verdadera ley del capitalismo.
La situación recuerda, a otra escala, lo vivido durante la pandemia COVID hace apenas cuatro años. También entonces dijeron que su origen era “natural” y se escudaron en el manido “¿quién podría haber predicho algo así?”. Pero también entonces señalamos que se trataba de una catástrofe anunciada consecuencia de la agravación del desastre medioambiental mundial. Y que la sociedad disponía de la tecnología y los conocimientos como para anticiparse y prevenir sus estragos, pero que tales recursos están secuestrados en beneficio de la acumulación capitalista y la guerra. Resulta de lo más lacerante e indignante que en una época en que los ejércitos disponen de cibermedios para hacer estallar a distancia un teléfono móvil, o de drones capaces de espiar con precisión de centímetros, … en las inundaciones de Valencia colapsaron inmediatamente las líneas telefónicas incluidas las de llamadas de emergencia, y quienes hubieron de desplazarse esa noche tuvieran que hacerlo prácticamente a ciegas, sin información algunas por carreteras y ferrocarriles literalmente atascados, o adentrarse por vías secundarias sin saber si pudieran estar o no inundadas
La pesadilla no acabó con el final de las lluvias. A la mañana siguiente la gente se encontró con que tenía que buscar supervivientes, recuperar lo que se pudiera de las viviendas arrasadas, etc. sin prácticamente ayuda alguna, ni siquiera de víveres, agua potable, electricidad, teléfonos, con las infraestructuras viarias arrasadas, sin maquinaria (helicópteros, excavadoras, etc.). Por eso resulta aún más repugnante el cinismo y las lágrimas de cocodrilo de los gobernantes – tanto regionales como nacionales – que han aparecido repetidamente ante las cámaras de TV con los consabidos mensajes de “solidaridad” y promesas de que “no dejarán solos a las víctimas” (¿?), cuando eran perfectamente conscientes de que dejaban a la población abandonada a su suerte.
Que además se hayan dedicado a echarse las culpas y dejarse en evidencia mutuamente es un signo de como en esta época de la descomposición capitalista, las llamadas tradicionalmente políticas de Estado ceden ante la irresponsabilidad y el “cada uno a la suya”. El gobierno regional (del PP) ha mostrado efectivamente negligencia y también prepotencia y provocación (por ejemplo, tratando de echar a los voluntarios o encaminándolos a la limpieza de centros comerciales, mandando a sus casas a a los familiares que buscaban a los desaparecidos). Pero el gobierno “ultraprogresista” de Sánchez y Sumar no le ha ido a la zaga. Ha tardado días en desplegar medios de intervención de personal, escudándose en que no les habían sido solicitados “oficialmente” por el gobierno regional. Una de dos. O ha dejado al PP “cocerse en su propia salsa” pese al coste humano que suponía, o bien se escuda en tecnicismos administrativos para tapar su propia negligencia. Gobiernos como el francés o la UE han anunciado su voluntad de ayudar, pero no lo han hecho por no haber cursado el gobierno Sánchez la preceptiva “petición”.
El Estado democrático se autoproclama como la garantía del bienestar social, como la forma en que la población puede “defenderse” de los abusos de la explotación capitalista, cuando en realidad es su más enérgico defensor[4]. Cuando empezaron a surgir las protestas contra la permanencia en el trabajo la noche de la riada, la “pseudocomunista” Yolanda Díaz (además vicepresidenta de Gobierno y ministra de Trabajo) salió a declarar que la ley, supuestamente, permite a los trabajadores abandonar su puesto de trabajo ante un riesgo para su vida, pero que “apelaba” a la responsabilidad de los empresarios (¿?). Cargar a los trabajadores la responsabilidad de esa decisión[5] en un momento caracterizado por la precariedad en el empleo es de un sarcasmo insultante, como cuando ese mismo gobierno llama a los propietarios de viviendas a que sean “comprensivos” con los inquilinos y frenar contra la crisis de la vivienda.
La inundación ha visto surgir también una oleada generosa espontánea de solidaridad, que se ha podido ver en las TV de todo el mundo. Esa solidaridad inicial ha sido interrumpida ante el temor de una pérdida de control de la situación por la indignación y la reunión de vecinos y después se ha manipulado presentando un apoyo regionalista “de los valencianos”, llegándose a cantar el himno regional, porque fuera de la confrontación de clases, de la solidaridad de clase, no podía ir más allá de un apoyo popular e interclasista de “solo el pueblo salva al pueblo”. Pero creer en que es posible una “salvación” sin erradicar el capitalismo, sus desastres, sus guerras y su miseria de la faz de la tierra es una ilusión fatal. La única posibilidad de eludir ese siniestro futuro es encauzar la indignación y la rabia que producen todos estos desastres hacia la lucha de clases, la lucha de los explotados de todos los países contra los explotadores. A medida que el proletariado vaya recuperando su identidad de clase, los trabajadores estarán en condiciones de apoyar la defensa del conjunto de la población no explotadora desde su propio terreno de clase, creando una relación de fuerzas con el Estado burgués
Valerio 2 de noviembre de 2024
[1] Dentro de la criminal batalla política, entre las fuerzas de izquierda y derecha, la desinformación y las “fake news” se han convertido en armas entre los bandos, con una absoluta falta de responsabilidad y con total desprecio por la vida de las personas, o por su sufrimiento. No hay certeza en la veracidad de la cifras publicadas. Inicialmente se filtró que habían más de 2.000 desaparecidos, sin que nadie lo confirmara oficialmente. Una semana después las autoridades han señalado la existencia de alrededor de 90 desaparecidos, alegando que la primera cifra se correspondía con las primeras llamadas recibidas señalando la falta de personas. Una semana después, y tras superar el desconcierto inicial, la cifra de desaparecidos la sitúan en los 90 señalados. También es cierto que de los más de 200 muertos hay una parte de no identificados que podía corresponder con parte de los desaparecidos, pero no hay forma de saber si es real, si es un bulo o una ocultación deliberada. Con toda seguridad aparecerán más muertos, bajo los escombros, devueltos por el mar o en lugares a los que no se ha podido acceder. Situar la gravedad de la catástrofe en que haya 200 muertos o 2.000, tiene la finalidad de hacernos creer que o bien, son el producto mínimo del consabido “cambio climático”, o por el contrario son la prueba de la incompetencia y malevolencia del gobierno de turno. La realidad, como argumentamos, es que la catástrofe y sus consecuencias son el resultado de un sistema social que nada tiene que ver con las necesidades de los trabajadores y si con las ganancias de la burguesía. Sean cuantos sean, son el resultado del capitalismo.
[2] Ver un análisis de esta sucesión de catástrofes climáticas por ejemplo en nuestro reciente artículo [214] sobre las sequia [214]s
[3] Trazamos una explicación de lo que queremos decir en ese “efecto torbellino” en nuestra Resolución sobre la situación internacional de Diciembre 2023 [215]
[4] El rey Felipe VI dijo después de la accidentada visita a la zona cero, que el Estado debía estar presente en todas sus instancias, y efectivamente hemos visto cómo se hacía cargo de la defensa de la propiedad privada, reprimiendo los asaltos a supermercados en busca de alimentos, prohibiendo la solidaridad espontanea, protegiendo a las autoridades…Y dejando a la población a su suerte
[5] Legalmente también los sindicatos también pueden desalojar los centros de trabajo en caso de riesgo laboral. No ha trascendido que así lo hicieran en ningún caso, mostrando que ellos también se alinean con el Estado capitalista.
En todas partes, la burguesía hace llover despidos, multiplica drásticamente los recortes al presupuesto, comprime los salarios frente a la inflación, precariza y aumenta la explotación. ¡Y los ataques no tienen fin! La crisis del capitalismo no tiene solución y se ve considerablemente agravada por las guerras y el caos que se extienden por todas partes, como los mortíferos conflictos en Ucrania y el Oriente Medio. Para financiar las masacres, la burguesía no cesa de aumentar sus demenciales gastos militares y exige sacrificios cada vez mayores a los explotados. La clase obrera es todavía incapaz de actuar directamente contra estos conflictos, pero no está dispuesta a aceptar los ataques sin reaccionar.
A finales de agosto, cuando la subida de los precios seguía pasando factura, los trabajadores del transporte de mercancías por ferrocarril en Canadá intentaron emprender la lucha. Calificado de “inédito” por su amplitud, este movimiento frustrado reunió a cerca de 10.000 trabajadores en un país donde el derecho de huelga se rige por normas extremadamente draconianas. El gobierno prohibió inmediatamente todas las huelgas en nombre de la salvaguarda de la economía nacional, ordenando nuevas negociaciones entre las compañías ferroviarias y el principal sindicato del sector, Teamsters Canada. Eso fue todo lo que necesitó para cortar de raíz el movimiento prometiendo que la decisión gubernamental sería impugnada... ¡en los tribunales! En resumen, el sindicato redujo hábilmente a los trabajadores a la impotencia aplazando la lucha hasta las calendas griegas. Como bien dijo el director de relaciones públicas del sindicato: “Nosotros queremos negociar. Nuestros miembros quieren trabajar, les gusta operar los trenes en Canadá». La burguesía no podría haber encontrado un mejor perro guardián...
Un mes más tarde, cerca de 50.000 estibadores de 36 puertos de Estados Unidos, así como los del puerto de Montreal, se lanzaron a una huelga de varios días. Un movimiento de tal amplitud no se veía desde 1977. En plena campaña electoral, la administración de Biden se apresuró a jugar a mediador mostrando hipócritamente su “apoyo” a los estibadores. Con la complicidad del gobierno, los sindicatos consiguieron parar el movimiento haciendo prevalecer un “acuerdo de principio sobre los salarios”, que se negociará... en el mes de enero de 2025.
Después de paros parciales desde abril, 15.000 trabajadores de 25 grandes hoteles estadounidenses se declararon en huelga el 1 de septiembre (día del Trabajo en Estados Unidos), exigiendo mejoras salariales, una reducción de la carga de trabajo y la anulación de los recortes laborales. Los 700 trabajadores del Hilton San Diego llegaron a estar 38 días en huelga, la huelga hotelera más larga de la historia de San Diego.
Los trabajadores del automóvil también siguen luchando, sobre todo en las fábricas del grupo Stellantis. En 2023, los trabajadores de Ford, General Motors y Stellantis intentaron unir sus luchas a escala nacional e incluso más allá, con los trabajadores de Canadá. Por supuesto, los sindicatos habían limitado la lucha únicamente al sector automotriz. Pero este fenómeno expresó el deseo de los trabajadores de no quedarse solos en su rincón, de no encerrarse en la fábrica, y dio lugar a una enorme avalancha de simpatía por parte de la clase obrera. Desde entonces, los sindicatos han conseguido dividir meticulosamente la lucha a nivel de fábrica, encerrando a los trabajadores para defender tal o cual línea de producción amenazada de cierre.
También en Italia, a finales de octubre, 20.000 empleados del grupo automovilístico Stellantis se manifestaron en Roma contra el cierre de varias fábricas de Fiat. El movimiento también fue descrito como “una huelga histórica como no se había visto en más de cuarenta años”. Pero también en este caso los sindicatos hicieron todo lo posible para reducir a los trabajadores a la impotencia. Al mismo tiempo que Stellantis despedía a 2.400 empleados en sus plantas de Detroit (Estados Unidos), los sindicatos italianos convocaban una única jornada de huelga con consignas nacionalistas en torno a la marca Fiat, ese “emblema de Italia”.
Pero sobre todo fue el movimiento en las fábricas de Boeing la que tuvo mayor repercusión. Desde hace más de un mes, 33.000 trabajadores reclaman aumentos salariales y el restablecimiento de su régimen de pensiones. Como en Canadá, los obreros en lucha son acusados de hipotecar, por egoísmo, el porvenir de esta “insignia” de la industria americana y de amenazar los puestos de trabajo de los subcontratistas. El fabricante de aviones incluso ha amenazado cínicamente con despedir a 17.000 empleados para eliminar “la deuda de varios miles de millones de dólares” atribuida a los huelguistas. Una vez más, los sindicatos pretendieron confinar la lucha únicamente en la empresa Boeing, encerrando a los trabajadores en una huelga larga pero muy aislada.
Mientras el proletariado de Estados Unidos y Canadá se ha mostrado especialmente combativo en los dos últimos años ante el considerable deterioro de sus condiciones de vida, los sindicatos han tenido que “radicalizar” su discurso y presentarse como los más decididos en la lucha. Pero detrás de su supuesta determinación por obtener aumentos salariales, buscan, sobre todo, reforzar su rol de encuadramiento, para sabotear mejor toda movilización. En todas partes donde estallan las luchas, los sindicatos se proponen aislar y dividir a la clase, privar a los obreros de su principal fuerza: su unidad. Encierran a los trabajadores en su sector de actividad, en su empresa, en su departamento. En todas partes, intentan apartar a los huelguistas de la solidaridad activa de sus hermanos de clase en la lucha. Esta división corporativista es un verdadero veneno, porque cuando luchamos cada uno en nuestro rincón, ¡todos salimos perdiendo!
Estas luchas se desarrollan en un contexto extremadamente difícil para la clase obrera. El capitalismo se descompone, todas las estructuras sociales se pudren, la violencia y la irracionalidad estallan a niveles sin precedentes, fracturando aún más la sociedad. Todos los países, empezando por los más frágiles, se ven afectados por este proceso. Pero los Estados Unidos son hoy, entre todos los países desarrollados, el más impactado por la putrefacción de la sociedad capitalista[1]. El país está desbastado, desde los guetos más miserables hasta los más altos niveles de gobierno, por el populismo, por la violencia, por el tráfico de drogas, por las teorías conspirativas más delirantes... El éxito de las teorías de la extrema derecha libertaria, que preconizan el ingenio individual, el odio a cualquier planteamiento colectivo y el maltusianismo más bestial es un síntoma angustiante de este proceso.
En este contexto, el desarrollo de la lucha de clases no puede adoptar en modo alguno la forma de un aumento homogéneo y lineal de la conciencia de clase y de la necesidad del comunismo. Al contrario, con la aceleración de los fenómenos de descomposición, la clase obrera se verá constantemente confrontada a obstáculos, acontecimientos catastróficos y a la podredumbre ideológica de la burguesía. La forma que adoptarán la lucha y el desarrollo de la conciencia de clase será necesariamente accidentada, difícil y fluctuante. La erupción de Covid en 2020, la guerra en Ucrania dos años después y las masacres en Gaza son suficientes ilustraciones de esta realidad. La burguesía aprovechará, como siempre ha hecho, cada manifestación de descomposición para volverlas inmediatamente contra el proletariado.
Esto es precisamente lo que está haciendo con la guerra en Oriente Medio, tratando de desviar al proletariado de su terreno de clase, empujando a los trabajadores a defender un campo imperialista contra otro. Con una multitud de manifestaciones pro palestinas y la creación de redes de “solidaridad”, ha explotado cínicamente el asco provocado por las masacres para movilizar a miles de trabajadores en el terreno del nacionalismo[2]. Esta es la respuesta de la burguesía a la maduración que empieza a producirse en las entrañas de la clase obrera. Durante las huelgas de 2023 en la industria del automóvil, comenzó a surgir el sentimiento de ser una clase internacional. La misma dinámica se vio durante el movimiento contra la reforma de las pensiones en Francia, cuando los trabajadores de Mobilier National se movilizaron en solidaridad con los huelguistas de Gran Bretaña. Aunque estas expresiones solidarias se quedaron en una fase embrionaria, la burguesía es perfectamente consciente del peligro que representa esa dinámica. Toda la burguesía se movilizó para embutir el estiércol nacionalista en los cráneos de los obreros porque esos reflejos de solidaridad contenían el germen de la defensa del internacionalismo proletario.
Con la creciente inestabilidad de su aparato político, en el que el populismo es uno de los síntomas más espectaculares, la burguesía sigue intentando meter una cuña en la maduración de la conciencia de clase. Las huelgas en Estados Unidos tienen lugar en un contexto electoral ensordecedor. Los demócratas no cesan de llamar a bloquear al populismo en las urnas y a revitalizar las instituciones de la “democracia estadounidense” ante el peligro del “fascismo”. Los obreros en huelga son acusados constantemente de debilitar el campo demócrata y hacer el juego al trumpismo. En Italia, la llegada de la extrema derecha al poder también ha dado lugar a toda una campaña a favor de la democracia burguesa.
Con las promesas engañosas de la izquierda estadounidense y europea sobre los “impuestos a los ricos” o la “reforma en profundidad de los derechos de los trabajadores”, y con la retórica “progresista” sobre los “derechos” de las minorías, la burguesía intenta en todas partes sembrar ilusiones sobre la capacidad del Estado burgués para organizar una sociedad “más justa”. No, ¡la burguesía no restablecerá una economía floreciente! No, ¡la burguesía no protegerá a los negros ni a los árabes de sus policías y sus patrones racistas! El objetivo de toda esa palabrería no es ni más ni menos que pudrir la reflexión de los obreros y distraerlos de las luchas que es la única manera de ofrecer una verdadera alternativa a la crisis histórica del capitalismo y a todos los horrores que trae consigo.
A pesar de todos estos obstáculos, la clase está luchando masivamente. Desde el punto de vista del materialista vulgar, las huelgas actuales no son más que luchas corporativistas, despolitizadas, dirigidas y conducidas a callejones sin salida por los sindicatos. Pero adoptando una perspectiva histórica e internacional, a pesar de la camisa de fuerza corporativista impuesta por los sindicatos, a pesar de todas las debilidades e ilusiones que pesan sobre los trabajadores, estos movimientos se inscriben en la continuidad de la ruptura que venimos observando desde hace casi tres años. Desde el “verano de la ira” que sacudió el Reino Unido en 2022 durante varios meses, la clase obrera ha resistido incansablemente los ataques de la burguesía. En Francia, Alemania, Italia, España, Finlandia, Países Bajos, Grecia, Estados Unidos, Canadá, Corea... El mundo no había conocido una ola de luchas tan masivas y simultáneas en tantos países ni durante un período tan largo desde hace tres décadas.
En los últimos treinta años, la clase obrera ha perdido su conciencia de sí misma y de su identidad, está empezando, poco a poco, a verse de nuevo como una fuerza social, y a redescubrir algunos de sus reflejos de solidaridad. Mejor aún, como ha podido documentar la CCI, los trabajadores están reapropiándose de nuevo de las lecciones de las luchas pasadas, intentando volver a conectar con la experiencia de su clase: como con la lucha contra el CPE o Mayo del 68 en Francia, con el Cordobazo en Argentina, o la lucha de los mineros en Gran Bretaña en 1984.
Desde la década de 1980, las luchas obreras prácticamente habían desaparecido del paisaje norteamericano. Con el colapso de la URSS, los proletarios de Estados Unidos fueron sometidos al mismo intenso apaleamiento ideológico que durante la Guerra Fría sobre la “victoria del capitalismo sobre el (supuesto) comunismo”. Las luchas obreras fueron despiadadamente relegadas al basurero de la historia. En un país gangrenado por la violencia y el populismo, donde incluso Kamala Harris es sospechosa de ser “comunista” y de querer “hacer como Lenin”, el solo hecho de que la gente se atreviera a volver a hacer huelga en masa, de plantear la cuestión de la solidaridad y a llamarse a sí misma “trabajadores”, da testimonio de un cambio en profundidad en las entrañas de la clase obrera de todo el mundo.
La solidaridad que se ha expresado en todos los movimientos sociales desde 2022 muestra que la clase obrera, cuando lucha, no sólo consigue resistir a la putrefacción social, sino también es el comienzo de un antídoto, la promesa de otro mundo: la fraternidad proletaria. Su lucha es la antítesis de la guerra y del todos contra todos en que nos sumerge la descomposición.
EG, 28 de octubre de 2024
[1] Representan también una fuente importante de inestabilidad en el mundo. Véase “Resolución sobre la situación internacional (diciembre de 2023) [215]”, Revista Internacional nº 171 (2023).
[2] Cf. “Manifestaciones pro palestinos en el mundo: Elegir un campo frente a otro, es siempre elegir la barbarie capitalista [217]”, publicado en francés en la página web de la CCI, (2024).
Trump ha regresado a la Casa Blanca, coronado con una aplastante victoria en las elecciones presidenciales. A ojos de sus partidarios, es un héroe americano invencible, que ha sobrevivido a todos los obstáculos: las “elecciones amañadas”, la “inquisición judicial”, la hostilidad del “establishment” e incluso... ¡las balas! La imagen de un Trump milagroso, con la oreja sangrando y el puño en alto después de que un disparo le rozara, pasará a la historia. Pero detrás de la admiración suscitada por su reacción, este atentado fue sobre todo la expresión más espectacular de una campaña electoral que alcanzó nuevas cotas de violencia, odio e irracionalidad. Esta campaña extraordinaria, desbordante de dinero y saturada de obscenidades, al igual que su conclusión, la victoria de un multimillonario megalómano y estúpido, es la imagen del abismo en el que se hunde la sociedad burguesa.
Trump tiene todas las cualidades de un tipo sucio: es de una vulgaridad ilimitada, un mentiroso y un cínico, tan racista y misógino como homófobo. La prensa internacional, ha glosado durante toda la campaña, los peligros que entrañaba su vuelta al poder para las instituciones “democráticas”, las minorías, el clima y las relaciones internacionales: “El mundo contiene la respiración” (Die Zeit), “Pesadilla americana” (L'Humanité), “¿Cómo sobrevivirá el mundo a Trump?” (Público), “Una debacle moral” (El País) ...
Entonces, ¿deberíamos haber preferido a Harris, haber elegido el bando de un supuesto “mal menor” para bloquear el camino del populismo? Eso es lo que la burguesía intentó hacer creer a la gente. Durante varios meses, el nuevo presidente de Estados Unidos se encontró en el centro de una campaña mundial de propaganda contra el populismo.[1] La “sonriente” Kamala Harris no cesó en llamar a la defensa de la “democracia estadounidense”, calificando a su oponente como un “fascista”. Incluso su antiguo jefe de gabinete se apresuró a describirlo como un “dictador en potencia”. La victoria del multimillonario no hizo sino alimentar esta mistificadora campaña a favor de la “democracia” burguesa.
Muchos votantes acudieron a la urna pensando: “Los demócratas nos lo han puesto difícil durante cuatro años, pero aun así no será tan catastrófico como Trump en la Casa Blanca”. Esta es la idea que la burguesía siempre ha intentado meter en la cabeza de los trabajadores para empujarlos hacia las urnas. Pero en el capitalismo decadente, las elecciones son una mascarada, una opción falsa cuya única función es impedir que la clase obrera reflexione en sus objetivos históricos y en los medios para alcanzarlos.
Las elecciones en Estados Unidos no son una excepción a esta realidad. Si Trump ganó con un margen tan amplio fue porque a los demócratas se les detesta. Contrariamente a la imagen de una “ola republicana”, Trump no atrajo un apoyo masivo. El número de sus votantes se ha mantenido relativamente estable en comparación con la precedente elección de 2020. Fue sobre todo la vicepresidente Harris quien, como muestra del descrédito de los demócratas, sufrió una debacle, perdiendo nada menos que 10 millones de votantes en cuatro años. ¡Y con razón! La administración Biden llevó a cabo feroces ataques contra las condiciones de vida y de trabajo de la clase obrera, empezando por la inflación, que hizo que se disparara el precio de los alimentos, la gasolina y la vivienda. Luego hubo una enorme oleada de despidos y de precarización laboral, que acabó empujando a los trabajadores a luchar masivamente[2]. En materia de inmigración, Biden y Harris, que habían sido elegidos con la promesa de una política “más humana”, no han cesado de endurecer las condiciones de ingreso a los Estados Unidos, llegando incluso a cerrar la frontera con México y a prohibir despiadadamente a los inmigrantes incluso solicitar asilo. En el plano internacional, el militarismo desenfrenado de Biden, su dispendioso financiamiento de las masacres en Ucrania y su apoyo a los abusos del ejército israelí también han enfurecido a los electores.
La candidatura de Harris no podía suscitar ninguna ilusión, como hemos visto en el pasado con Obama y, en menor medida, con Biden. El proletariado no tiene nada que esperar de las elecciones ni del poder burgués vigente: no es tal o cual camarilla en el poder la que “gestiona malos asuntos”, es el sistema capitalista el que se hunde en la crisis y la bancarrota histórica. Ya sean demócratas o republicanos, todos seguirán explotando sin piedad a la clase obrera y extendiendo la miseria a medida que se agudiza la crisis; ¡todos seguirán imponiendo la feroz dictadura del Estado burgués y bombardeando a inocentes en todo el mundo!
Las fracciones más responsables del aparato estatal estadounidense (la mayoría de los medios de comunicación y altos funcionarios, el mando militar, la facción más moderada del partido republicano…) han hecho todo lo posible para impedir que Trump y su clan volvieran a la Casa Blanca. La cascada de demandas judiciales, las advertencias de prácticamente todos los expertos en todos los campos e incluso los incesantes esfuerzos de los medios de comunicación por ridiculizar al candidato no han sido suficientes para frenar su carrera hacia el poder. La elección de Trump es una verdadera bofetada, una señal de que la burguesía está perdiendo cada vez más el control de su juego electoral y ya no es capaz de impedir que un alborotador irresponsable acceda a los más altos cargos del Estado.
La realidad del auge del populismo no es nada nuevo: la adopción del Brexit en 2016, seguido ese mismo año por la sorprendente victoria de Trump, han sido los primeros y más espectaculares signos de ello. Pero la profundización de la crisis del capitalismo y la impotencia creciente de los Estados para controlar la situación, ya sea geoestratégica, económica, medioambiental o social, solo han servido para reforzar la inestabilidad política en todo el mundo: parlamentos desgarrados, populismo, tensiones entre camarillas burguesas, inestabilidad gubernamental... Estos fenómenos dan testimonio de un proceso de desintegración que ahora opera en el corazón de los Estados más poderosos del mundo. Esta tendencia ha permitido que un loco furioso como Milei ascienda a la jefatura del Estado en Argentina, y que populistas lleguen al poder en varios países europeos donde la burguesía es la más experimentada del mundo.
La victoria de Trump forma parte de este proceso, pero también marca un importante paso adicional. Si Trump es rechazado por una gran parte del aparato del Estado, es sobre todo porque su programa y sus métodos corren el riesgo no sólo de dañar los intereses del imperialismo estadounidense en el mundo, sino también de incrementar aún más las dificultades del Estado para garantizar la apariencia de cohesión social necesaria para el funcionamiento del capital nacional. Durante la campaña, Trump pronunció una serie de discursos incendiarios, reavivando como nunca el espíritu revanchista de sus partidarios, amenazando incluso a las instituciones “democráticas” que la burguesía tanto necesita para encuadrar ideológicamente a la clase obrera. Ha alimentado constantemente la retórica más retrógrada y odiosa, agitando el espectro de los disturbios si no es elegido. Y nunca pensó en las consecuencias que sus palabras podrían tener en el tejido social. La violencia extrema de esta campaña, de la que los demócratas también son responsables en muchos aspectos, sin duda ahondará las divisiones en la población estadounidense y solo puede aumentar aún más la violencia en una sociedad ya muy fragmentada. Pero Trump, en la lógica de tierra quemada que caracteriza cada vez más al sistema capitalista, estaba dispuesto a hacer cualquier cosa para ganar.
En 2016, como la victoria de Trump fue relativamente inesperada, incluso por él mismo, la burguesía estadounidense pudo preparar el terreno colocando en el gobierno y en la administración a personalidades capaces de frenar las decisiones más delirantes del multimillonario. Aquellos a los que Trump calificó más tarde de “traidores” habían sido capaces, por ejemplo, de impedir la derogación del sistema de protección social (Obamacare) o el bombardeo de Irán. Cuando estalló la pandemia de Covid, su vicepresidente, Mike Pence, también fue capaz de gestionar la crisis a pesar de que Trump creía que bastaba con “inyectar desinfectante en los pulmones” para curar la enfermedad... Fue el mismo Pence quien acabó desautorizando públicamente a Trump al asegurar la transición de poder con Biden mientras los alborotadores marchaban hacia el Capitolio. A partir de ahora, aunque el Estado Mayor del Ejército siga siendo muy hostil a Trump y siga haciendo todo lo posible por retrasar sus peores decisiones, el clan del nuevo presidente se ha preparado destituyendo a los “traidores” y se dispone a gobernar en solitario contra todos, dejando entrever que su mandato será aún más caótico que el anterior.
Durante la campaña, Trump se presentó como un hombre de “paz”, afirmando que pondría fin al conflicto ucraniano “en 24 horas”. Su gusto por la paz se detiene claramente en las fronteras de Ucrania, ya que al mismo tiempo ha dado un apoyo incondicional a las masacres perpetradas por el Estado hebreo y se ha mostrado muy virulento hacia Irán. En realidad, nadie sabe realmente lo que Trump hará (o podrá hacer) en Ucrania, en Medio Oriente, en Asia, en Europa o con la OTAN, en tanto se ha mostrado siempre versátil y caprichoso.
Por otro lado, su regreso marcará una aceleración sin precedentes de la inestabilidad y el caos en el mundo. En Medio Oriente, Netanyahu ya imagina que, con la victoria de Trump, tendrá las manos más libres que en ningún otro momento desde el inicio del conflicto en Gaza. Israel podría tratar de alcanzar sus objetivos estratégicos (destrucción de Hezbolá, Hamás, guerra con Irán, etc.) de forma mucho más frontal, extendiendo más la barbarie por toda la región.
En Ucrania, tras la política de apoyo más o menos mesurada de Biden, el conflicto corre el riesgo de dar un giro aún más dramático. A diferencia de Medio Oriente, la política de los Estados Unidos en Ucrania forma parte de una estrategia cuidadosamente diseñada para debilitar a Rusia y su alianza con China, y reforzar los lazos de los Estados europeos en torno a la OTAN. Trump podría poner en entredicho esta estrategia y debilitar aún más el liderazgo estadounidense. Tanto si Trump decide abandonar Kiev como si decide “castigar” a Putin, las masacres se intensificarán inevitablemente y quizá se extiendan más allá de Ucrania.
Pero sobre todo es en China donde están todas las miradas. El conflicto entre Estados Unidos y China está en el centro de la situación mundial, y el nuevo presidente podría multiplicar sus provocaciones, empujando a China a reaccionar con firmeza o, por el contrario, a presionar a sus aliados japoneses y coreanos, que ya han expresado su preocupación. Y todo ello sobre un fondo de graves guerras comerciales y de proteccionismo, que las principales instituciones financieras advierten tendrán desastrosas consecuencias para la economía mundial.
La imprevisibilidad de Trump solo puede reforzar considerablemente la tendencia al cada uno para sí, en todas las potencias, grandes y pequeñas, a aprovechar la “retirada” del gendarme estadounidense para jugar su propia carta en un ambiente de inmensa confusión y caos creciente. Incluso los “aliados” de Estados Unidos buscan ya más abiertamente distanciarse de Washington favoreciendo soluciones nacionales, tanto en el plano económico como militar. El presidente francés, apenas asegurada la victoria de Trump, llamó inmediatamente a los Estados de la Unión Europea a “defender” sus “intereses” frente a Estados Unidos y China....
En un contexto de crisis económica, en un momento en que el proletariado está recuperando su combatividad a escala internacional y redescubriendo gradualmente su identidad de clase, la camarilla de Trump no es, a los ojos de la burguesía estadounidense, claramente la más adecuada para gestionar la lucha de clases e impulsar los ataques que el capital necesita. Entre sus amenazas abiertas de represión contra los huelguistas y su asociación de pesadilla con un tipo tan abiertamente anti obrero como Elon Musk, las declaraciones extremas del multimillonario durante las recientes huelgas en Estados Unidos (Boeing, estibadores, hoteles, automóviles, etc.) auguran lo peor y sólo pueden preocupar a la burguesía. La promesa de Trump de vengarse de los empleados del Estado, a los que considera sus enemigos, despidiendo a 400,000 de ellos, también augura problemas después de las elecciones.
Pero sería un error pensar que el regreso de Trump a la Casa Blanca alentará la lucha de clases. Al contrario, supondrá una auténtica conmoción. La política de división entre grupos étnicos, entre habitantes urbanos y rurales, entre graduados y no graduados, toda la violencia y el odio que trajo consigo la campaña electoral y sobre la que Trump seguirá surfeando, contra los negros, contra los inmigrantes, contra los homosexuales o los transexuales, todos los desvaríos irracionales de los evangélicos y otros teóricos de la conspiración, todo el embrollo de la descomposición, en definitiva, va a pesar aún más sobre los trabajadores, creando profundas divisiones e incluso violentos enfrentamientos políticos a favor de camarillas populistas o anti populistas.
La administración Trump podrá contar sin duda con las facciones izquierdistas de la burguesía, empezando por los “socialistas”, para infundir el veneno de la división y asegurar el encuadramiento de las luchas. Después de hacer campaña por los dos Clinton, Obama, Biden y Harris, Bernie Sanders acusa sin pestañear a los demócratas de haber “abandonado a la clase obrera”, ¡como si este partido, a la cabeza del Estado estadounidense desde el siglo XIX, militarista y asesino en masa de proletarios, tuviera algo que ver con la clase obrera! Su comparsa en adulaciones, Ocasio-Cortez, tan pronto como fue reelecto a la Cámara de representantes, prometió hacer todo lo posible para dividir a la clase obrera en “comunidades”: “Nuestra campaña no consiste solo en ganar votos, sino en darnos los medios para construir comunidades más fuertes”.
Pero la clase obrera tiene la fuerza para luchar a pesar de estos nuevos obstáculos. En plena campaña, y a pesar de las infames acusaciones de hacer el juego a los populistas, los trabajadores siguieron luchando contra la austeridad y los despidos. A pesar del aislamiento impuesto por los sindicatos, a pesar de la enorme propaganda democratista, a pesar del peso de las divisiones, demostraron que la lucha es la única respuesta a la crisis del capitalismo.
Sobre todo, ¡los trabajadores de Estados Unidos no están solos! ¡Estas huelgas se inscriben en un contexto de combatividad internacional y de reflexión creciente que viene produciéndose desde el verano de 2022, cuando los trabajadores de Gran Bretaña, tras décadas de resignación, lanzaron un grito de rabia, “¡Basta ya!”, que resuena y seguirá resonando en las entrañas de la clase obrera!
EG, 9 de noviembre de 2024
[1] Elecciones en Estados Unidos, ola populista en todo el mundo... ¡El futuro de la humanidad no está en las urnas, sino en la lucha de clases! [218], CCI Online octubre 2024.
[2] Huelgas en Estados Unidos, Canadá, Italia... ¡Desde hace tres años, la clase obrera combate contra la austeridad! [219], CCI Online noviembre 2024.
Al revisar las experiencias históricas de las luchas del proletariado en Argentina desde el Cordobazo de 1969 hasta las dificultades actuales por las que atraviesa, el objetivo del artículo es resaltar la necesidad de que el movimiento obrero extraiga lecciones del pasado para poder registrar y desarrollar su lucha a nivel internacional en el futuro. Esto sólo es posible mirando al pasado, no sólo a los momentos clave del desarrollo de estas luchas, sino también desarrollando una reflexión crítica, consciente sobre por qué, desde mediados de los años 70, estas luchas han sido sistemáticamente conducidas a callejones sin salida, dejándolas en manos de las fuerzas capitalistas responsables de encuadrarlas, dejando una sensación de fracaso e impotencia dentro de la clase. Pero eso demuestra, que la clase trabajadora tiene plena capacidad para superar el desaliento y desarrollar combates en su propio terreno de clase, que es la única forma posible de poder resistir los ataques de la burguesía.
Los trabajadores argentinos están experimentando actualmente un agudo deterioro en sus condiciones de vida. Las medidas implementadas por Milei aumentan constantemente el desempleo y disminuyen los salarios, llevando a grandes masas proletarias a un proceso de pauperización, saltando el porcentaje de pobres en pocos meses del 45% al 57% de la población. De hecho, el plan de choque concertado con la mayoría de los gobernadores provinciales llamado “Ley de bases” impuso drásticas medidas de austeridad: supresión de la asistencia social, especialmente en los sectores de salud y educación; recortes drásticos en los gastos sociales, que implicaron en particular despidos masivos en el sector público (entre 50 y 60,000 realizados hasta ahora con miras a eliminar 200,000 puestos de trabajo en un año); congelación de salarios y pensiones... todo esto en nombre de la lucha contra la inflación, acompañado de un fortalecimiento del arsenal represivo del Estado. En los primeros días del gobierno de Milei, ante una nueva escalada de ataques a los trabajadores agravando sus condiciones de vida ya muy degradadas, se produjeron importantes manifestaciones espontáneas, pero la estructura sindical y el aparato de izquierda del capital lograron atrapar el descontento y la voluntad de lucha de los trabajadores, impidiendo que este descontento se transformara en una fuerza consciente y organizada.
Cada vez que la combatividad de los trabajadores busca expresarse, se enfrenta a un conjunto de obstáculos establecidos por la burguesía que despliega todas sus fuerzas para encuadrar a la clase trabajadora: sindicatos, partidos de izquierda, peronistas, izquierdistas, piqueteros... Es por eso que los proletarios deben mirar sus luchas pasadas, para sacar las lecciones de ellas, identificando experiencias positivas, pero también reflexionando sobre errores y experiencias negativas, porque esto permitirá preparar sus próximas luchas, al ser capaces de reconocer y frustrar las trampas tendidas por la burguesía.
La tradición de lucha obrera en Argentina se afirmó entre las últimas décadas del siglo XIX y el primer cuarto del siglo XX, con la rápida industrialización del país y el crecimiento del proletariado dentro de la sociedad. Sin embargo, el impacto de la derrota de la ola revolucionaria mundial de 1917-23 sumió a toda la clase trabajadora a nivel mundial en un largo período de contrarrevolución. En Argentina, este período de contrarrevolución tomó la forma particular de un gobierno como el de Perón elegido “democráticamente” pero en realidad dirigido por el ejército, fuertemente marcado como en otros lugares por la necesidad de medidas de control estatal tanto sobre la economía nacional como sobre el conjunto de la vida social, características propias del período de decadencia del capitalismo1. Pero tales medidas han sido blanqueadas con un tinte “social”, supuestamente basado en los sindicatos y el dominio absoluto del peronismo sobre los “estratos populares” de la nación. Este se impuso a través de una sucesión de golpes fomentados a veces por los militares, a veces por civiles, lo que permitió un encuadramiento reforzado de la clase trabajadora.
Fue después de un período de 40 años de contrarrevolución que, a fines de la década de 1960, el regreso a la escena del proletariado mundial se manifestó en la reanudación internacional de la lucha de clases a través del formidable movimiento de luchas y huelgas de mayo del 68 en Francia, seguido del “otoño caliente” en Italia en 1969. Una manifestación significativa e importante de esta dinámica en Argentina fue el Cordobazo2 en mayo de 1969. Esta dinámica se extendía entonces en completa oposición a los métodos de lucha, falsamente presentados por las organizaciones de izquierda como “socialistas”, “comunistas” o “guerrilleros”, todos pertenecientes a “luchas” dentro del propio campo burgués3 . Por lo tanto, es necesario y prioritario que el proletariado de este país se reapropie de esta experiencia de lucha, para poder movilizarse nuevamente de manera solidaria y masiva frente a los ataques de la burguesía. Con el Cordobazo, se lograron movilizaciones obreras realmente masivas que, aunque convocadas por las principales centrales sindicales para evitar que los trabajadores tomaran la iniciativa y asumieran el control, lograron expresar gran determinación, fuerte combatividad en la lucha y tendencias a expandir el movimiento, a convocar asambleas en las calles y en las barricadas, ignorando las instrucciones sindicales de detener el movimiento. A pesar de las trampas tendidas por la burguesía y su aparato de gestión sindical, pero también de sus ilusiones, este movimiento constituyó un estímulo vigoroso y muy claro a la lucha de clases internacional, permitiendo al proletariado ganar confianza en su propia fuerza, en su lucha fuera del marco corporativista en el que los sindicatos querían encerrarlo, en su solidaridad de clase, en particular para resistir con coraje la feroz represión estatal de un gobierno militar. Así, la movilización y las huelgas se mantuvieron o desarrollaron en muchos sectores en Argentina casi a lo largo del año 1970.
También es necesario volver a las manifestaciones de la última década del siglo XX y los primeros años del siglo XXI, en particular para denunciar el impasse del movimiento de los “piqueteros”4 (llamados en ese momento los “nuevos sujetos sociales”) y los “comedores populares”5, como falsas expresiones de la lucha proletaria que la burguesía sigue presentando, a través de sus estructuras sindicales y de todo su aparato político de izquierda, como los modelos que los trabajadores deberían seguir en sus luchas actuales. Los ideólogos burgueses intentan ocultar el hecho de que, desde el Cordobazo, han sido las fuerzas sindicales y la izquierda del capital las que han trabajado constantemente para sabotear, desviar y sofocar la combatividad de los trabajadores para evitar el surgimiento de una formidable energía proletaria como se manifestó durante el Cordobazo asustando a toda la burguesía. De hecho, entre otros obstáculos, está el veneno ideológico nacionalista contenido en el credo antiimperialista explotado especialmente por la izquierda del capital, como por las diversas fracciones defensoras del peronismo, que se utiliza constantemente para desviar la ira de los trabajadores dirigiéndola contra el dominio absoluto del capital corporativo de “origen extranjero” en suelo nacional. La principal arma del Estado contra la conciencia se basó en la izquierda y el fortalecimiento de la estructura sindical.
A nivel del encuadramiento sindical, se trataba, sobre todo, ante el descrédito de la CGT oficial profundamente ligada al peronismo, de apoyarse en la CGT-A6, que jugó un papel importante en la recuperación por parte de la burguesía de las huelgas masivas del Cordobazo. La artimaña del regreso de Perón, con la complicidad de la izquierda, fue producto de una negociación entre diferentes sectores burgueses para subyugar a los trabajadores. Fue utilizada tanto por el Frente Justicialista de Liberación de filiación peronista como por otros partidos políticos para arrastrar a los trabajadores al circo electoral democrático de 19737. Así es como se ha afianzado la ilusión de que los trabajadores solo tienen la opción de las urnas y la democracia para salir de la miseria.
Durante la década de 1990, a fines del siglo XX, aumentó la masa de desempleados (generada por las políticas de austeridad de Menem, también de origen peronista), así como el descontento, representando así un potencial creciente de la lucha que fue absorbida por sectores supuestamente más radicales del peronismo. Esta forma de movilización en torno a iniciativas estériles como barricadas o bloqueos de carreteras, fue promovida y alentada por primera vez por sectores del partido justicialista peronista, en particular por Hilda Duhalde8. Con el fin de ganarse la simpatía de los desempleados y garantizar su posterior afiliación al partido justicialista, este último les había ofrecido subvenciones y alimentos para sus familias. Diversas organizaciones de izquierda o izquierdistas han reactivado a los “piqueteros”, en particular durante la “crisis del corralito” que marcó el colapso económico y financiero del país a fines de 2001. Detrás de consignas totalmente ajenas a los intereses de los explotados, como la defensa de las empresas nacionalizadas o el impulso de acciones minoritarias, que van desde el saqueo de comercios hasta la autogestión de fábricas que debían cerrar por quiebra, los piqueteros han logrado así limitar, encuadrar, controlar y desviar el descontento de los desempleados o trabajadores precarios. Incluso hoy, varias organizaciones de izquierda se han reagrupado dentro del Movimiento de Trabajadores Desempleados (MTD) para disputar el control del “movimiento piquetero” a través, nuevamente, como lo habían hecho los peronistas, de la distribución gratuita de alimentos y la creación de “comedores populares” para atraer a los desempleados a sus redes.
Estas formas de agrupación, aunque parezcan expresar solidaridad y toma de decisiones a través de asambleas, en realidad representan la negación de la unificación consciente, de la discusión y la reflexión colectiva, y son en última instancia los medios por los cuales la burguesía controló las movilizaciones de los desempleados. La trampa fue tan efectiva que todo el aparato de izquierda y extrema izquierda del capital, en todos sus componentes, desde las fracciones peronistas hasta los grupos de izquierda pasando por las organizaciones sindicales “alternativas” o radicales, como la CTA9, la utilizaron para llevar a cabo su labor de encuadramiento y manipulación. De esta manera, explotaron la creciente miseria de los trabajadores, sus dificultades materiales, sus necesidades reales de ayuda, para desviar y encuadrar la combatividad impidiendo cualquier iniciativa de los proletarios para conducir la lucha sobre su terreno de clase.
Ante la violenta crisis económica y financiera de diciembre de 2001, los trabajadores reaccionaron enérgicamente y mostraron una fuerte combatividad ante los ataques y el deterioro brutal de sus condiciones de vida. Pero la clase trabajadora quedó entonces totalmente atrapada por el movimiento piquetero, aislando a los desempleados del resto de su clase y por las manifestaciones interclasistas, al estilo de los “cacerolazos”, ubicadas en un terreno puramente nacionalista y burgués.
Incluso el año pasado, se produjeron importantes movimientos huelguísticos, en particular en los muelles y en los servicios portuarios, en el sector educativo, en los empleados del transporte público e incluso entre los médicos. Pero esta vez, todo el trabajo de zapa y las trampas tendidas en el terreno por los sindicatos, combinado con el endurecimiento del aparato represivo del gobierno (como en los días de la dictadura militar, se habla con insistencia de “desapariciones” después de ser arrestados durante las manifestaciones), han resultado en un amplio sentimiento de desmoralización dentro de la clase trabajadora del país.
Aquí, nuevamente una parte integral del aparato político de control del proletariado, los sindicatos, compartiendo el trabajo, maniobran para dividir a los proletarios de tal manera que no logren unificar su descontento ni expresar su solidaridad en la lucha. En definitiva, se trata de desalentar, impedir o sabotear cualquier intento o iniciativa de los trabajadores de tomar el control de su lucha, de organizarse contra la división impuesta por la burguesía y que los sindicatos reproducen dividiendo por corporaciones, empresas o sectores... y a esta división del trabajo, la izquierda del capital se encarga de darle legitimidad presentando a los sindicatos como los verdaderos representantes de los trabajadores.
En el contexto de una economía nacional al borde de la quiebra desde hace años, tasas de inflación vertiginosas y donde la crisis golpea de manera muy brutal a los trabajadores, los sindicatos de la CGT o de la CTA y los partidos de “oposición”, vinculados a la izquierda del capital, tienen un papel fundamental, en tanto bastión del capital, contra la lucha de clases. En esta empresa, su acción se ve reforzada por la política de las organizaciones izquierdistas que, al tiempo que fingen desconfiar y combatir a los sindicatos, así como de los partidos de izquierda, siembran ilusiones en la posibilidad de ganarlos para la causa del proletariado “presionándolos”. Esto no es ni más ni menos que una nueva maniobra para tratar de darles credibilidad.
En los últimos tiempos, ante la escalada de ataques del gobierno de Milei, una coreografía grotesca se ha montado. La CGT finge hipócritamente indignación y lanza llamados a la movilización de tal o cual sector, ante las medidas decretadas por el gobierno, o incluso a manifestaciones masivas, como la del 9 de mayo de 2024 para “defender la economía nacional”. Los trotskistas de Izquierda Socialista (IS) y del Partido Obrero (PO) exigen “que la CGT garantice el éxito de la huelga del 9 de mayo...”. La maniobra logra así su objetivo: devolver el crédito a la CGT y así permitirle desviar el descontento de los trabajadores hacia la pura y simple defensa de la economía nacional, imponiendo la consigna chovinista “la patria no se vende”. Esto demuestra claramente, una vez más, que la CGT y todo el aparato de izquierda que la apoya, son instrumentos de defensa del capital nacional cuya función esencial es sabotear una lucha que se estaba dando en un terreno de clase, debilitar a la clase trabajadora ante los ataques que está sufriendo y finalmente hacer pasar los nuevos ataques.
Otra oficina izquierdista, el Movimiento de Trabajadores Socialista (MTS) completa la maniobra, al tiempo que llama a los trabajadores a que se liberen del control de la CGT, los llama a crear y unirse a otra estructura sindical, presentada como diferente a la otra solo por el hecho de reclamarse de “un sindicalismo de combate”.
Ahora es fundamental, para el desarrollo en Argentina, de la lucha sobre un terreno de clase, que, en las discusiones, en las asambleas, se denuncie el vínculo existente entre, por un lado, los brutales golpes infligidos a sus condiciones de vida por la burguesía dentro de la enésima crisis económica y, por otro lado, todo el arsenal del Estado que ha montado para impulsar la polarización entre el apoyo a Milei y la oposición a su gobierno, con vista a debilitar cualquier respuesta de la clase obrera dirigiéndola contra el payaso Milei en lugar de contra el Estado capitalista, con sus sindicatos, políticos, fuerzas de represión, etc.
Esta estrategia ha funcionado hasta hoy, con los trabajadores esperando el momento en que el peronismo y la enorme estructura sindical, que aún consideran de su lado, respondan a los ataques.
La clase obrera en Argentina debe sacar las lecciones de sus derrotas, y este artículo pretende ser un aporte militante para permitir a los trabajadores superar la desmoralización actual, entendiendo que el sentimiento de impotencia y fracaso que subyace no proviene del hecho de que toda la lucha está condenada a la derrota, sino que las derrotas de las últimas décadas, en particular las más recientes, son atribuibles a una sumisión a las directrices dictadas por todos aquellos que se hacen pasar por defensores de la clase pero que no han dejado de sabotear, frustrando y desviando cualquier intento de lucha obrera para resistir a los ataques cada vez más insostenibles. Esta situación no es inevitable, por el contrario, la clase trabajadora no debe desanimarse sino ganar confianza en sus propias fuerzas, porque el desarrollo de sus luchas sobre su terreno de clase es la única forma posible de luchar y finalmente derrocar al capitalismo. Aunque pueda parecer hoy algo irrealizable, ya ha sido realizado en el pasado, los proletarios deben darse todos los medios para mantener el control de su lucha y decidir por sí mismos qué acciones tomar.
Una necesidad fundamental es la autonomía de la clase trabajadora, la confianza en su capacidad para tomar su lucha en sus propias manos. Y para ello, como en otros países, deben cuidarse de la división de tareas entre derecha e izquierda, donde la primera asume abiertamente los ataques y la segunda pretende defender a los trabajadores para evitar que estos avancen en su propio camino. En particular, debe entenderse que la izquierda, las estructuras sindicales en todas sus formas y el izquierdismo en todas sus variantes, no son órganos de la lucha obrera sino, por el contrario, enemigos de clase y servidores del Estado capitalista. No debemos ilusionarnos pensando que van a llamar a la lucha contra la burguesía y, sobre todo, debemos ser cautelosos cuando llaman a la movilización, porque lo hacen cuando saben que el descontento y la combatividad están creciendo para descarrilarlos en callejones sin salida. El peronismo, en particular, sigue siendo un baluarte del Estado burgués porque aún goza de gran simpatía con los trabajadores que, por ejemplo, se quejan de que no llaman suficientemente a la movilización. Cuando lo hagan, es porque buscarán desviar las luchas proletarias hacia callejones sin salida.
Ella debe darse cuenta de que su lucha no es una especificidad argentina, sino que, por el contrario, es una expresión de una dinámica global del desarrollo de la resistencia de la clase trabajadora a los ataques del capitalismo en todos los países, cuya expresión significativa reciente de un resurgimiento de la lucha de clases, ha sido la lucha de los trabajadores en el Reino Unido durante el verano de 2022. Sobre esto, la CCI escribió en un volante internacional elaborado hace un año:
“¡Debemos decir ¡ya basta! ¡No solo nosotros, sino el conjunto de la clase obrera de este país debe decir, en algún momento, ¡ya basta!” (Littlejohn, jefe de mantenimiento en los oficios especializados en la planta de estampado de Ford de Búfalo, en Estados Unidos).
Este obrero estadounidense resume en una frase lo que está madurando en la conciencia de toda la clase obrera, en todos los países. Hace un año estalló en el Reino Unido el “verano de la ira”. Al grito de “Enough is enough” (¡Ya Basta!), los trabajadores británicos anunciaron la reanudación de la lucha tras más de treinta años de atonía y resignación.
Este llamamiento resonó más allá de las fronteras. Desde Grecia hasta México, huelgas y manifestaciones contra un mismo deterioro intolerable de nuestras condiciones de vida y de trabajo, se sucedieron a finales de 2022 y principios de 2023.
Y, a mediados del invierno, en Francia, se dio un paso más: los proletarios hicieron suyo ese “ya basta”. Pero en lugar de multiplicar las luchas locales y corporativistas, aisladas unas de otras, fueron capaces de reunirse por millones en las calles. A la combatividad necesaria se añadió la fuerza de la masividad. Y ahora es en Estados Unidos donde los trabajadores intentan llevar la antorcha de la lucha un poco más lejos.”
Si bien la reanudación de las luchas en Gran Bretaña en 2022 marcó una ruptura con el clima de pasividad y resignación que había seguido a las campañas mentirosas de la burguesía a fines de la década de 1980, sobre la quiebra de la perspectiva comunista y el fin de la lucha de clases, la combatividad del proletariado a escala internacional se confirmó a través de importantes movilizaciones en Francia y otros países de Europa occidental, así como en Estados Unidos o Canadá. La consigna “¡basta ya!” se ha repetido en todas partes, mostrando la determinación de oponerse a los ataques cada vez más brutales e intolerables a las condiciones de vida y de trabajo, como los recortes salariales o los planes de despido que todas las burguesías nacionales intentan imponer.
Es reapropiándose de experiencias pasadas, en Argentina y en el mundo, que la clase trabajadora de este país, como en otros lugares, podrá recuperar gradualmente su confianza en sí misma y su identidad de clase. Es a través de sus luchas futuras que podrá desarrollar la conciencia de la necesidad de derrocar el capitalismo y abolir la explotación a nivel mundial.
RR/T/W, mayo 2024
1 Leer nuestro artículo: Argentina El peronismo, un arma de la burguesía contra la clase obrera (parte 1) [221], CCI Online febrero de 2022. Con Perón en el exilio o encumbrado en el gobierno, el peronismo golpea al proletariado en Argentina (parte II) [222]
2 Leer nuestro artículo: El Cordobazo argentino (mayo de 1969): eslabón de una cadena de movilizaciones obreras en todo el mundo [223], CCI Online, noviembre de 2019.
3 Leer por ejemplo nuestro artículo (disponible solo en francés): Che Guevara: mito y realidad (a propósito del correo de un lector) [224] (Revolution Internationale n° 384, noviembre 2007).
4 Leer: Desde Argentina: contribución sobre la naturaleza de clase del movimiento piquetero (I) [225], Acción Proletaria n° 177, 2006. En relación con el papel del “sindicato de piqueteros” en el sabotaje de las movilizaciones actuales, véase también el artículo: Argentina: la crisis golpea a los trabajadores con inflación, precariedad y miseria [226], CCI Online, marzo de 2023
5 Leer: Comedores populares, ¿Lucha contra el hambre o adaptación al hambre? [227], CCI Online 2005
6 CGT-A: La CGT de los Argentinos, escisión animada por Raimundo Onagro en ruptura con la línea pro peronista del sindicato CGT, se disolvió rápidamente tan pronto como Perón regresó al poder en 1974.
7 Ver el artículo Con Perón en el exilio o encumbrado en el gobierno, el peronismo golpea al proletariado en Argentina (Parte II) [222], CCI Online junio de 2023
8 Esposa del expresidente del país entre 2002 y 2003, el también peronista Eduardo Duhalde, responsable de la sangrienta represión del movimiento piquetero en junio de 2002, quien anteriormente fue vicepresidente durante el gobierno de Menem. Su esposa sigue siendo senadora hoy en día.
9 CTA: Central de los Trabajadores Argentinos.
Los medios de comunicación prodigan hoy imágenes de los horrores del régimen de Bashar al Assad (como las de la siniestra prisión de Saydnaya), mientras se regocijan con las celebraciones de la población por el «fin de la pesadilla». Pero el alivio por el fin de este régimen de terror no es más que una vana ilusión. La verdad es que la población (tanto en Siria como en el resto del mundo) es víctima de un nuevo y criminal engaño, una nueva demostración de la fraudulenta hipocresía de la clase dominante: hacer creer que el terror, la guerra y la miseria eran responsabilidad exclusiva de Assad, un «loco» al que había que detener para restablecer la paz y la estabilidad.
En realidad, todos los imperialistas, desde las potencias regionales más pequeñas hasta las grandes potencias mundiales, han participado descaradamente en las atrocidades del régimen: No olvidemos cómo Obama, el «Premio Nobel de la Paz», miró hacia otro lado en 2013 cuando Bashar Al Assad bombardeaba o utilizaba gas venenoso contra su población; o cómo muchas de las potencias «democráticas», que ahora se felicitan por la «caída del tirano», se han acomodado durante décadas a la familia Assad, o incluso han sido sus cómplices descarados, para defender sus sórdidos intereses en la región. Esas mismas grandes «democracias» vuelven a mentir descaradamente cuando pretenden blanquear a los nuevos dirigentes del país, calificados de «terroristas» hace apenas unos años: ¡estos «moderados», capaces de encontrar una salida «pacífica», no son más que una colección de islamistas y degolladores procedentes de las filas de Al Qaeda o Daesh!
El inexorable caos que nos espera
Hace un año, cuando estalló el conflicto en Gaza, distribuimos una hoja en la que denunciábamos la extensión de la barbarie que estas masacres ya estaban preparando: «El ataque de Hamás y la respuesta de Israel tienen algo en común: la política de tierra quemada. La masacre terrorista de ayer y el bombardeo de alfombra de hoy no pueden conducir a ninguna victoria real y duradera. Esta guerra está sumiendo a Oriente Próximo en una era de desestabilización y confrontación. Si Israel sigue arrasando Gaza y enterrando a sus habitantes bajo los escombros, existe el riesgo de que Cisjordania también se incendie, de que Hezbolá arrastre Líbano a la guerra y de que Irán acabe implicándose demasiado (…).Mientras que la competencia económica y bélica entre China y Estados Unidos es cada vez más brutal y opresiva, las demás naciones no se pliegan a las órdenes de uno u otro de estos dos colosos; desempeñan su propio papel, en el desorden, la imprevisibilidad y la cacofonía. Rusia atacó Ucrania en contra del consejo chino. Israel está aplastando Gaza en contra del consejo estadounidense. Estos dos conflictos personifican el peligro que amenaza a toda la humanidad: la proliferación de guerras cuyo único objetivo es desestabilizar o destruir al adversario; una cadena interminable de exacciones irracionales y nihilistas; el sálvese quien pueda, sinónimo de caos incontrolable.» (Masacre y guerras en Israel, Gaza, Ucrania, Azerbayan… ¡El capitalismo siembra la muerte! ¿Cómo podemos impedirlo? , Hoja Internacional 7, noviembre de 2023).
La ofensiva relámpago de los rebeldes ha sido un acto de puro oportunismo, aprovechando el caos creciente en la región: Assad y su régimen corrupto pendían de un hilo desde que el ejército ruso, empantanado en Ucrania, ya no podía apoyarle, y Hezbolá, enzarzado en su guerra con Israel, había abandonado sus posiciones en Siria. En el caos de la guerra civil, esta coalición de milicias dispares pudo precipitarse sobre Damasco sin encontrar mucha resistencia. Lo que estamos presenciando hoy en Siria, como ayer en el Líbano y Ucrania, es la propagación y amplificación de estas guerras de tierra quemada en las que ninguno de los adversarios consigue una posición sólida, una influencia duradera o una alianza estable, sino que, por el contrario, alimentan una inexorable huida hacia el caos.
¿Quién puede afirmar que ha obtenido una victoria sólida? El nuevo régimen sirio se enfrenta ya a una situación de fragmentación y dislocación que recuerda a la Libia posterior a Gadafi. La caída del régimen de Assad es también un duro revés para Irán, que pierde un valioso aliado en un momento en que Hamás y Hezbolá están agotados, y también para Rusia, que podría ver desaparecer sus preciosas bases militares en el Mediterráneo al mismo tiempo que su credibilidad en la defensa de sus aliados. Incluso aquellos que, como Israel o Estados Unidos, podrían alegrarse de la llegada a Damasco de nuevos amos más conciliadores, tienen en ellos una confianza más que relativa, como demuestran los bombardeos israelíes para destruir los arsenales y evitar que caigan en manos del nuevo régimen. Turquía, que parece ser el principal beneficiario de la caída de Assad, también sabe que tendrá que hacer frente a un mayor apoyo de Estados Unidos a los kurdos y a una situación aún más caótica en sus fronteras. ¡La «caída del tirano» no promete más que más guerra y caos!
La descomposición capitalista está llevando a la humanidad hacia la barbarie y la destrucción.
Si el caos, el terror y las masacres son efectivamente obra de los gobernantes de este mundo, de la burguesía – tanto la autoritaria como la democrática -, son sobre todo el resultado de la lógica del capitalismo decadente. El capitalismo es competencia sin cuartel, saqueo y guerra. El hecho de que esta guerra se extienda cada vez a más partes del mundo, causando una devastación sin sentido y matanzas masivas, es una expresión del callejón sin salida histórico en el que se encuentra el sistema capitalista. Con motivo de la guerra en Gaza escribimos: «Cualesquiera que sean las medidas que se adopten, la dinámica de desestabilización es inevitable. Por lo tanto, se trata fundamentalmente de una nueva etapa significativa en la aceleración del caos global. (…). Esta tendencia a la irracionalidad estratégica, las visiones cortoplacistas, la inestabilidad de las alianzas y el “sálvese quien pueda” no es una política arbitraria de tal o cual Estado, ni producto de la mera estupidez de tal o cual fracción burguesa en el poder. Es consecuencia de condiciones históricas, las de la descomposición del capitalismo, en las que se enfrentan todos los Estados. Con el estallido de la guerra en Ucrania, esta tendencia histórica y el peso del militarismo en la sociedad se han profundizado profundamente. La guerra de Gaza confirma hasta qué punto la guerra imperialista es ahora el principal factor desestabilizador de la sociedad capitalista. Producto de las contradicciones del capitalismo, el aliento de la guerra alimenta a su vez el fuego de esas mismas contradicciones, aumentando, por el peso del militarismo, la crisis económica, el desastre ambiental, el desmembramiento de la sociedad. Esta dinámica tiende a pudrir todos los sectores de la sociedad, a debilitar a todas las naciones, empezando por la primera de ellas: EEUU» [1].
Como consecuencia de esta descomposición de la sociedad capitalista, hemos visto surgir fenómenos como los éxodos masivos de refugiados, como el desencadenado por la guerra civil en Siria en 2015, con casi 15 millones de desplazados (7 millones en la propia Siria, 3 millones en Turquía y alrededor de 1 millón entre Alemania y Suecia). En su momento denunciamos [2 ] que el hipócrita «welcome refugees» de la burguesía no significaba una conversión de los explotadores a la solidaridad, sino un intento de contener las explosiones de caos aprovechando la mano de obra barata. Estos mismos benefactores empujan ahora a los refugiados a volver al infierno que es Siria, porque “el régimen opresor ya no existe” y “el país avanza hacia la restauración de la normalidad democrática”. Este es el repugnante cinismo de estas «democracias», que están poniendo en práctica las políticas defendidas por los partidos populistas y la extrema derecha de los que dicen distanciarse. La alternativa a la destrucción de la humanidad que supone la supervivencia del capitalismo es la solidaridad internacional de clase, una solidaridad de lucha contra el capitalismo global.
Valerio, 13 de diciembre de 2024
[1] « Espiral de atrocidades en Oriente Medio: la aterradora realidad de la descomposición del capitalismo» Revista Internacional nº 171, (enero de 2024).
[2] Véase «El capitalismo es la guerra y las alambradas de espinos».
Enlaces
[1] https://es.internationalism.org/files/es/canada.pdf
[2] https://es.internationalism.org/content/4981/informe-sobre-la-lucha-de-clases-para-el-25o-congreso-de-la-cci
[3] https://es.internationalism.org/tag/geografia/canada
[4] https://es.internationalism.org/tag/2/29/la-lucha-del-proletariado
[5] https://es.internationalism.org/files/es/guerra_en_gaza_los_proletarios_no_tienen_patria.pdf
[6] https://es.internationalism.org/tag/geografia/oriente-medio
[7] https://es.internationalism.org/tag/geografia/israel
[8] https://es.internationalism.org/tag/geografia/palestina
[9] https://es.internationalism.org/tag/3/47/guerra
[10] https://es.internationalism.org/files/es/huelgas_en_suecia_a_pesar_del_22modelo_escandinavo22_los_trabajadores_reaccionan_ante_la_crisis.pdf
[11] https://es.internationalism.org/tag/geografia/suecia
[12] https://es.internationalism.org/tag/2/30/la-cuestion-sindical
[13] https://es.internationalism.org/files/es/una_reaccion_proletaria_pero_oportunista_frente_a_la_degeneracion_de_la_internacional_comunista.pdf
[14] https://es.internationalism.org/revista-internacional/201008/2908/la-izquierda-comunista-en-rusia-i-el-manifiesto-del-grupo-obrero-d
[15] https://es.internationalism.org/revista-internacional/201012/3002/la-izquierda-comunista-en-rusia-ii-el-manifiesto-del-grupo-obrero-
[16] https://es.internationalism.org/revista-internacional/201102/3050/la-izquierda-comunista-en-rusia-iii-el-manifiesto-del-grupo-obrero
[17] https://es.internationalism.org/revista-internacional/201104/3084/la-izquierda-comunista-en-rusia-iv-el-manifiesto-del-grupo-obrero-
[18] https://es.internationalism.org/revista-internacional/200910/2675/internationalisme-no-26-septiembre-de-1947-que-diferencia-hay-entr
[19] https://es.internationalism.org/cci-online/200706/1935/cuales-son-las-diferencias-entre-la-izquierda-comunista-y-la-iv-internacional
[20] https://es.internationalism.org/tag/desarrollo-de-la-conciencia-y-la-organizacion-proletaria/tercera-internacional
[21] mailto:[email protected]
[22] https://es.internationalism.org/tag/vida-de-la-cci/reuniones-publicas
[23] https://es.internationalism.org/tag/corrientes-politicas-y-referencias/izquierda-comunista
[24] https://es.internationalism.org/tag/desarrollo-de-la-conciencia-y-la-organizacion-proletaria/la-izquierda-italiana
[25] https://es.internationalism.org/files/es/cop_28_en_dubai_un_simbolo_del_cinismo_de_la_burguesia.pdf
[26] https://www.iea.org/reports/co2-emissions-in-2022
[27] https://en.internationalism.org/content/17401/bourgeoisie-unable-stem-tide-climate-change
[28] https://es.internationalism.org/tag/2/25/la-decadencia-del-capitalismo
[29] https://es.internationalism.org/tag/3/50/medio-ambiente
[30] https://es.internationalism.org/files/es/despues_de_ucrania_el_oriente_medio._el_capitalismo_solo_tiene_un_futuro_la_barbarie_y_el_caos.pdf
[31] https://es.internationalism.org/tag/geografia/rusia
[32] https://es.internationalism.org/tag/geografia/ucrania
[33] https://es.internationalism.org/tag/3/45/descomposicion
[34] https://es.internationalism.org/files/es/la_realidad_detras_de_los_esloganes_de_la_burguesia.pdf
[35] https://es.internationalism.org/content/5019/guerras-y-masacres-en-israel-gaza-ucrania-azerbaiyan-el-capitalismo-siembra-la-muerte
[36] https://es.internationalism.org/tag/3/48/imperialismo
[37] https://fr.internationalism.org/revolution-internationale/201312/8832/bonnets-rouges-attaque-ideologique-contre-conscience-ouvriere
[38] https://es.internationalism.org/content/4484/balance-del-movimiento-de-los-chalecos-amarillos-un-movimiento-interclasista-un
[39] https://es.internationalism.org/tag/geografia/europa
[40] https://es.internationalism.org/tag/geografia/espana
[41] https://es.internationalism.org/tag/geografia/francia
[42] https://es.internationalism.org/tag/geografia/holanda
[43] https://es.internationalism.org/files/es/los_estados_unidos_superpotencia_en_la_decadencia_del_capitalismo_hoy_epicentro_de_la_descomposicion_social_segunda_parte.pdf
[44] https://es.internationalism.org/revista-internacional/201410/4046/militarismo-y-descomposicion
[45] https://es.internationalism.org/content/4688/los-estados-unidos-superpotencia-en-la-decadencia-del-capitalismo-hoy-epicentro-de-la
[46] https://fr.internationalism.org/rinte67/congres.htm
[47] https://es.internationalism.org/revista-internacional/201410/4045/revista-internacional-n-64-1er-semestre-de-1991
[48] https://fr.internationalism.org/rinte113/reso.htm
[49] https://es.internationalism.org/revista-internacional/200604/847/notas-sobre-la-historia-de-la-politica-imperialista-de-estados-unid
[50] https://es.internationalism.org/revista-internacional/200707/1948/resolucion-sobre-la-situacion-internacional
[51] https://es.internationalism.org/revista-internacional/200510/223/la-descomposicion-fase-ultima-de-la-decadencia-del-capitalismo
[52] https://es.internationalism.org/revista-internacional/200612/1192/xiiio-congreso-de-revolution-internationale-resolucion-sobre-la-si
[53] https://es.internationalism.org/revista-internacional/200708/2004/xvii-congreso-internacional-resolucion-sobre-la-situacion-internac
[54] https://es.internationalism.org/content/4713/informe-sobre-la-pandemia-y-desarrollo-de-la-descomposicion-del-24o-congreso
[55] https://en.internationalism.org/inter/116_election.htm
[56] https://es.internationalism.org/node/2004
[57] https://es.internationalism.org/revista-internacional/200907/2629/xviiio-congreso-de-la-cci-resolucion-sobre-la-situacion-internacio
[58] https://es.internationalism.org/content/4447/resolucion-sobre-la-situacion-internacional-2019-los-conflictos-imperialistas-la-vida
[59] https://es.internationalism.org/content/4350/analisis-de-la-evolucion-reciente-de-las-tensiones-imperialistas
[60] https://es.internationalism.org/content/4458/informe-sobre-el-impacto-de-la-descomposicion-en-la-vida-politica-de-la-burguesia-2019
[61] https://es.internationalism.org/tag/geografia/estados-unidos
[62] https://es.internationalism.org/files/es/los_izquierdistas_sobre_la_sequia_como_devolver_la_esperanza_en_un.pdf
[63] https://www.izquierdadiario.es/Catalunya-entra-en-alerta-maxima-por-la-sequia
[64] https://www.laizquierdadiario.mx/Un-problema-estructural-sin-soluciones-a-la-vista
[65] https://www.izquierdadiario.es/Cambio-climatico-guerra-y-revolucion
[66] https://es.internationalism.org/content/4883/el-trotskismo-defiende-el-capitalismo-y-la-guerra-con-argumentos-revolucionarios
[67] https://es.internationalism.org/content/4588/bordiga-y-la-gran-ciudad
[68] https://es.internationalism.org/files/es/reunion_publica_en_madrid_la_inestimable_contribucion_de_22bilan22_a_la_lucha_por_el_partido_mundial_del_proletariado.pdf
[69] https:/mail.proton.me/1c630544-db80-4f71-a1d4-d45cf341e768undefined
[70] https://es.internationalism.org/files/es/sequia_en_espana_el_capitalismo_no_puede_mitigar_ni_adaptarse_solo_destruir.pdf
[71] https://es.greenpeace.org/es/sala-de-prensa/informes/informe-race-against-the-climate-clock-climate-change-and-extreme-weather-events-in-spain/
[72] https://www.weforum.org/agenda/2015/04/is-desalination-the-answer-to-water-scarcity/
[73] https://es.internationalism.org/content/5054/cop-28-en-dubai-un-simbolo-del-cinismo-de-la-burguesia
[74] https://en.internationalism.org/ir/63_pollution
[75] https://es.internationalism.org/content/4996/la-descomposicion-del-capitalismo-se-acelera
[76] https://es.internationalism.org/content/4982/informe-sobre-la-descomposicion-actualizacion-de-las-tesis-2023
[77] https://es.internationalism.org/files/es/un_siglo_despues_de_su_muerte._lenin_sigue_siendo_un_ejemplo_para_todos_los_militantes_comunistas.pdf
[78] https://es.internationalism.org/tag/historia-del-movimiento-obrero/1917-la-revolucion-rusa
[79] https://es.internationalism.org/tag/2/37/la-oleada-revolucionaria-de-1917-1923
[80] https://es.internationalism.org/files/es/defensa_de_la_plataforma_de_la_cci_nuevas_mentiras_por_parte_del_gigc.pdf
[81] https://es.internationalism.org/revista-internacional/200606/953/la-cuestion-de-la-organizacion-de-nuestra-corriente-c
[82] https://es.internationalism.org/revista-internacional/200509/118/xvi-congreso-de-la-cci-resolucion-sobre-la-situacion-in
[83] https://es.internationalism.org/revista-internacional/201108/3172/xixo-congreso-de-la-cci-prepararse-para-los-enfrenta
[84] https://es.internationalism.org/content/4977/el-parasitismo-politico-no-es-un-mito-el-gigc-es-una-de-sus-mas-peligro
[85] http://www.igcl.org/L-impasse-politique-du-Courant
[86] https://es.internationalism.org/content/5005/la-pseudo-critica-del-gigc-la-plataforma-de-la-cci-un-falso-analisis
[87] https://es.internationalism.org/revista-internacional/199603/1780/cuestiones-de-organizacion-i-la-primera-internacion
[88] https://es.internationalism.org/revista-internacional/199607/1774/cuestiones-de-organizacion-ii-la-lucha-de-la-i-intern
[89] https://es.internationalism.org/revista-internacional/199610/3614/cuestiones-de-organizacion-iii-el-congreso-de-la-hay
[90] https://es.internationalism.org/revista-internacional/199701/1234/cuestiones-de-organizacion-iv-la-lucha-del-marxismo
[91] https://es.internationalism.org/content/4021/la-cci-atacada-por-une-nueva-oficina-del-estado-burgues
[92] https://es.internationalism.org/content/4787/el-caso-vogt-el-combate-de-los-revolucionarios-contra-la-calumnia-i
[93] https://es.internationalism.org/content/4836/el-caso-vogt-el-combate-de-los-revolucionarios-contra-la-calumnia-ii
[94] https://es.internationalism.org/content/4488/lassalle-y-schweitzer-la-lucha-contra-los-aventureros-politicos-en-el-movimiento-obrero
[95] https://es.internationalism.org/content/4656/el-aventurero-gaizka-tiene-los-defensores-que-se-merece-los-matones-del-gigc
[96] https://fr.internationalism.org/content/11176/gaizka-et-tci-aventurier-doit-il-etre-denonce-publiquement
[97] https://es.internationalism.org/content/5005/la-pseudo-critica-del-gigc-la-plataforma-de-la-cci-un-falso-analisis-para-desacreditar
[98] https://igcl.org/Prise-de-position-sur-la-671
[99] https://es.internationalism.org/revista-internacional/201603/4148/la-nocion-de-fraccion-en-la-historia-del-movimiento
[100] https://es.internationalism.org/tag/desarrollo-de-la-conciencia-y-la-organizacion-proletaria/corriente-comunista-internacional
[101] https://es.internationalism.org/files/es/disputas_imperialistas_entre_venezuela_y_guyana_los_trabajadores_deben_rechazar_la_defensa_de_la_patria.pdf
[102] https://es.internationalism.org/content/5056/despues-de-ucrania-el-oriente-medio-el-capitalismo-solo-tiene-un-futuro-la-barbarie-y
[103] https://www.aporrea.org/actualidad/n388252.html#google_vignette
[104] https://www.laizquierdadiario.com.ve/Unidad-de-los-trabajadores-y-pueblos-de-Venezuela-y-Guyana-no-a-la-confrontacion-tras-intereses-que
[105] https://es.internationalism.org/tag/geografia/venezuela
[106] https://es.internationalism.org/tag/2/36/los-falsos-partidos-obreros
[107] https://es.internationalism.org/files/es/guerra_en_medio_oriente_el_marco_teorico_obsoleto_de_los_grupos_bordiguistas.pdf
[108] https://www.pcint.org/
[109] https://www.international-communist-party.org/English/TheCPart/TCP_056.htm
[110] https://es.internationalism.org/tag/corrientes-politicas-y-referencias/bordiguismo
[111] https://es.internationalism.org/tag/corrientes-politicas-y-referencias/tendencia-comunista-internacionalista-antes-bipr
[112] https://es.internationalism.org/files/es/la_clase_obrera_sigue_luchando.pdf
[113] https://es.internationalism.org/content/4989/revolucion-mundial-o-destruccion-de-la-humanidad-la-responsabilidad-crucial-de-las
[114] https://es.internationalism.org/content/5064/tras-la-ruptura-en-la-lucha-de-clases-la-necesidad-de-politizacion-de-las-luchas
[115] https://es.internationalism.org/content/4955/las-ambiguedades-de-la-tci-sobre-el-significado-historico-de-la-ola-de-huelgas-en-el
[116] https://es.internationalism.org/content/5067/la-colera-de-los-agricultores-un-grito-de-desesperacion-utilizado-contra-la-conciencia
[117] https://es.internationalism.org/files/es/plan_de_choque_maniobras_sindicales_y_de_la_izquierda_del_capital._el_proletariado_en_argentina_es_atacado_por_todos_los_flancos.pdf
[118] https://es.internationalism.org/content/5034/la-motosierra-de-milei-contra-los-trabajadores-argentinos
[119] https://es.internationalism.org/content/5009/huelgas-y-manifestaciones-en-estados-unidos-en-espana-en-grecia-francia-como-podemos
[120] https://es.internationalism.org/tag/situacion-nacional/argentina
[121] https://es.internationalism.org/tag/corrientes-politicas-y-referencias/izquierdismo
[122] https://es.internationalism.org/tag/cuestiones-teoricas/populismo
[123] https://es.internationalism.org/files/es/conflicto_ecuador-mexico_en_las_rivalidades_entre_estados_el_proletariado_no_debe_tomar_partido_por_ninguno_de_ellos.pdf
[124] https://es.internationalism.org/tag/geografia/ecuador
[125] https://es.internationalism.org/tag/geografia/mexico
[126] https://es.internationalism.org/files/es/critica_al_22comunismo_del_decrecimiento22_de_saito.pdf
[127] https://es.internationalism.org/revista-internacional/199401/1865/vii-el-estudio-de-el-capital-y-los-principios-del-comunismo-1a-par
[128] https://es.internationalism.org/revista-internacional/199507/1824/xi-el-marx-de-la-madurez-comunismo-del-pasado-comunismo-del-futuro
[129] https://es.internationalism.org/tag/2/24/el-marxismo-la-teoria-revolucionaria
[130] https://es.internationalism.org/tag/cuestiones-teoricas/modernismo
[131] https://es.internationalism.org/files/es/haiti_vitrina_del_capitalismo_en_putrefaccion.pdf
[132] https://es.internationalism.org/files/es/manifestaciones_pro-palestinas_en_todo_el_mundo_elegir_un_bando_contra_otro_siempre_significa_elegir_la_barbarie_capitalista.pdf
[133] https://www.theguardian.com/commentisfree/2024/apr/26/jews-palestinians-peace-gaza-narcissist-allies
[134] https://es.internationalism.org/files/es/la_barbarie_capitalista_esta_desatada_una_sola_respuesta_la_lucha_de_clases.pdf
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[230] https://es.internationalism.org/tag/personalidades/bachar-al-assad
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