Informe sobre la lucha de clases internacional para el 24º Congreso de la CCI (2021)

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Parte 1: construir sobre la base del trabajo de nuestro 23º Congreso

En su 23º Congreso Internacional, la CCI dejó claro que hay que distinguir entre el concepto de relaciones de fuerza entre las clases y el concepto de curso histórico. El primero se aplica a todas las fases de la lucha de clases, tanto en el periodo ascendente como en decadencia, mientras que el segundo se aplica sólo a la decadencia, y sólo en el período comprendido entre la antesala de la Primera Guerra Mundial y el colapso del bloque del Este en 1989. La idea de un curso histórico sólo tiene sentido en aquellas fases en las que es posible prever el movimiento general de la sociedad capitalista hacia la guerra mundial o hacia enfrentamientos de clase decisivos. Así, en los años 30, la Izquierda italiana fue capaz de reconocer que la derrota previa del proletariado mundial en los años 20 había allanado el camino para la Segunda Guerra Mundial, mientras que después de 1968 la CCI tenía razón al argumentar que, sin una derrota frontal de una clase obrera resurgente, el capitalismo no podría reclutar al proletariado para una Tercera Guerra Mundial. Por otra parte, en la fase de descomposición, producto de un impass histórico entre las clases, aunque la guerra mundial no esté al orden del día en un futuro previsible por la desintegración del sistema de bloques, el sistema puede deslizarse hacia otras formas de barbarie irreversible sin una confrontación frontal con la clase obrera.

En tal situación, resulta mucho más difícil reconocer cuándo se ha alcanzado un "punto de no retorno" y se ha enterrado definitivamente la posibilidad de la revolución proletaria.

Pero la "imprevisibilidad" de la descomposición no significa que los revolucionarios ya no se preocupen por evaluar la relación de fuerzas entre las clases. Este punto es obviamente afirmado por el título de la resolución del 23º Congreso sobre la lucha de clases: «Resolución sobre la relación de fuerzas entre las clases». Hay dos elementos clave de esta resolución que debemos destacar aquí:

- «en la relación de fuerza entre la burguesía y el proletariado, es siempre la clase dominante la que está a la ofensiva, excepto en una situación revolucionaria» (punto 11). A veces, las luchas defensivas de la clase obrera pueden rechazar los ataques de la burguesía, pero en la decadencia, la tendencia es que esas victorias sean cada vez más limitadas y efímeras: este es un factor central que hace que la revolución proletaria sea una necesidad además de una posibilidad en esta época;

- La primera forma de "medir" la relación de fuerzas es observar la tendencia de la clase obrera a desarrollar su autonomía de clase y a presentar su propia solución a la crisis histórica del sistema. En resumen, la tendencia a la politización -el desarrollo de la conciencia de clase hasta el punto en que la clase obrera comprende la necesidad de enfrentarse y derrocar el aparato político de la clase dominante y sustituirlo por su propia dictadura de clase.

Estos temas forman el "hilo rojo" de la resolución, como anuncia la primera parte:

- «A finales de la década de 1960, con el agotamiento del boom económico de la posguerra, la clase obrera había reaparecido en la escena social ante el empeoramiento de las condiciones de vida. Las luchas obreras que estallaron a escala internacional pusieron así fin al período de contrarrevolución más largo de la historia. Habían abierto un nuevo curso histórico hacia los enfrentamientos de clase, impidiendo así que la clase dominante aportara su propia respuesta a la aguda crisis del capitalismo: una 3ª guerra mundial. Este nuevo curso histórico estuvo marcado por la aparición de luchas masivas, especialmente en los países centrales de Europa Occidental con el movimiento de mayo de 1968 en Francia, seguido por el movimiento del "otoño caliente" en Italia en 1969 y muchos otros como en Argentina en la primavera de 1969 y en Polonia en el invierno de 1970-71. En estos movimientos masivos, amplios sectores de la nueva generación que no habían vivido la guerra volvieron a plantear la perspectiva del comunismo como una posibilidad.

En relación con este movimiento general de la clase obrera a finales de los años sesenta y principios de los setenta, hay que subrayar también el despertar internacional, a escala muy pequeña pero no menos significativa, de la izquierda comunista organizada, la tradición que se mantuvo fiel a la bandera de la revolución proletaria mundial durante la larga noche de la contrarrevolución. En este despertar, la constitución de la CCI significó una renovación y un impulso importante de la izquierda comunista en su conjunto1.

Frente a una dinámica basada en la tendencia a politizar las luchas obreras, la burguesía (que se había visto sorprendida por el movimiento de mayo del 68) desarrolló inmediatamente una contraofensiva a gran escala y a largo plazo para impedir que la clase obrera diera su propia respuesta a la crisis histórica de la economía capitalista: la revolución proletaria»2
A continuación la resolución expone a grandes rasgos cómo la burguesía, la clase maquiavélica por excelencia, ha utilizado todos los medios a su alcance para bloquear esta dinámica:

- «En un primer período, ofreciendo a la clase obrera una alternativa política puramente burguesa. A finales de los años sesenta y principios de los setenta, desviando sus aspiraciones hacia la falsa perspectiva de gobiernos de izquierda capaces de humanizar el capitalismo e incluso de instaurar una sociedad socialista, y a partir de finales de los años setenta, mediante la división del trabajo entre una derecha dura en el poder que lleva a cabo los brutales recortes del nivel de vida de la clase obrera exigidos por la crisis económica, y una "izquierda en la oposición" mejor situada para absorber la amenaza que suponen las oleadas de lucha que caracterizan este periodo;

- La utilización masiva de la extrema izquierda del capital (maoístas, trotskistas, etc.) para recuperar la creciente búsqueda de respuestas políticas por parte de una importante minoría de la nueva generación;

- El uso del sindicalismo radical e incluso de formas de organización "extra sindical" manipuladas por la extrema izquierda para vencer el creciente desencanto de los trabajadores con los sindicatos y el peligro de que los trabajadores lleguen a comprender políticamente el papel de los sindicatos en la era de la decadencia;

- El uso de la ideología corporativista y nacionalista para aislar las luchas obreras importantes y, si es necesario, aplastarlas mediante la represión estatal directa (véase la huelga de los mineros en Gran Bretaña y, a una escala mucho mayor, la huelga de masas en Polonia en 1980).

- La reorganización consciente de la producción y el comercio mundiales que se puso en marcha a partir de la década de 1980: la política de "globalización", si bien estaba determinada fundamentalmente por la necesidad de responder a la crisis económica, también contenía un elemento directamente anti obrero en la medida en que pretendía romper los centros tradicionales de combatividad proletaria y socavar la identidad de clase;

- Volviendo la propia descomposición de la sociedad capitalista contra la clase obrera. Así, la al "sálvese quien pueda", amplificada en esta nueva fase, se utilizó para reforzar la atomización social y las divisiones corporativistas. Sobre todo, el colapso del "socialismo realmente existente" en el bloque del Este fue la plataforma de lanzamiento de una gigantesca campaña en torno a la muerte del comunismo, que profundizó y amplió las dificultades de la clase obrera para desarrollar su propia perspectiva revolucionaria.»

Si bien estas dificultades ya se habían incrementado en los años 80 -y estaban en el origen del impass entre las clases-, los acontecimientos de 1989 no sólo abrieron definitivamente la fase de descomposición, sino que provocaron un profundo retroceso de la clase a todos los niveles: en su combatividad, en su conciencia, en su capacidad misma de reconocerse como clase específica en la sociedad burguesa3. Además, esto aceleró todas las tendencias negativas de la descomposición social que ya habían empezado a hacer acto de presencia en el periodo anterior: el crecimiento tumoral del egoísmo, el nihilismo y la irracionalidad que son los productos naturales de un orden social que ya no puede ofrecer a la humanidad ninguna perspectiva de futuro4. La resolución del 23º congreso cabe señalar, también reafirma que, a pesar de que todos los factores negativos de la fase de descomposición pesan en la balanza, todavía hay signos de una contra tendencia proletaria. En particular, el movimiento estudiantil contra el CPE en Francia en 2006, y el movimiento de los "Indignados" en España en 2011, así como la reaparición de nuevos elementos en busca de posiciones auténticamente comunistas, proporcionan pruebas concretas de que el fenómeno de la maduración subterránea de la conciencia, el empuje del "Viejo Topo", sigue operando en la nueva fase. La búsqueda de una nueva generación de proletarios para comprender el impasse de la sociedad capitalista, el renacimiento del interés por los movimientos anteriores que habían planteado la posibilidad de una alternativa revolucionaria (1917-23, mayo del 68, etc.) confirmaron que la perspectiva de una futura politización no se había anegado en el fango de la descomposición. Pero antes de avanzar hacia una mejor comprensión de la relación de fuerzas entre las clases los últimos diez años, y especialmente tras la pandemia de Covid, es necesario profundizar en la comprensión de lo que queremos decir exactamente con el término politización.

Parte 2: El significado de la politización

A lo largo de su historia, la vanguardia marxista del movimiento obrero ha luchado por aclarar la interrelación entre los diferentes aspectos de la lucha de clases: económico y político, práctico y teórico, defensivo y ofensivo. La profunda conexión entre las dimensiones económica y política fue subrayada por Marx en su primera polémica con Proudhon:

«No digáis que el movimiento social excluye al movimiento político. Nunca hay un movimiento político que no sea al mismo tiempo social.

Sólo en un orden de cosas en el que ya no haya clases ni antagonismos de clase, las evoluciones sociales dejarán de ser revoluciones políticas»5. Esta polémica continuó en la época de la Primera Internacional en la lucha contra las doctrinas de Bakunin. En aquella época, la necesidad de afirmar la dimensión política de la lucha de clases estaba vinculada principalmente a la lucha por las reformas y, por tanto, a la intervención en el ámbito parlamentario de la burguesía. Pero el conflicto con los anarquistas, así como la experiencia práctica de la clase obrera, también plantearon cuestiones sobre la fase ofensiva de la lucha, especialmente los acontecimientos de la Comuna de París, el primer ejemplo de poder político de la clase obrera.

Durante el período de la Segunda Internacional, especialmente en su fase de degeneración, se inició una nueva batalla: la lucha de las corrientes de izquierda contra la creciente tendencia a separar rigurosamente la dimensión económica, considerada como la especialidad de los sindicatos, y la dimensión política, cada vez más reducida a los esfuerzos del partido por ganar escaños en los parlamentos burgueses y en los municipios locales.

En los albores de la era decadente del capitalismo, la espectacular aparición de la huelga de masas en 1905 en Rusia, y el surgimiento de los soviets, reafirmaron la unidad esencial de las dimensiones económica y política, y la necesidad de órganos de clase independientes que combinen ambos aspectos. Como decía Luxemburgo en su panfleto sobre la huelga de masas, que era esencialmente una polémica contra las concepciones anticuadas de la derecha y el centro socialdemócratas:

«No hay dos luchas de clase diferentes de la clase obrera, una económica y otra política, sino una sola lucha de clase, que tiene como objetivo tanto la limitación de la explotación capitalista dentro de la sociedad burguesa como la abolición de la explotación junto con la propia sociedad burguesa»6Sin embargo, es necesario recordar que estas dos dimensiones, aunque forman parte de una unidad, no son idénticas, y su unidad a menudo no es captada por los trabajadores comprometidos en las luchas reales. Así, incluso cuando una huelga en torno a reivindicaciones económicas puede enfrentarse rápidamente a la oposición activa de los órganos del Estado burgués (gobierno, policía, sindicatos, etc.), el contexto político "objetivo" de la lucha puede ser visible sólo para una minoría combativa de los trabajadores implicados.

Además, esto subraya que en el movimiento de toma de conciencia de lo que está en juego políticamente en la lucha, hay dos dinámicas diferentes: por un lado, lo que podríamos llamar la politización de las luchas, y, por otro lado, la aparición de minorías politizadas que pueden o no estar vinculadas al ascenso inmediato de la lucha abierta.

Y de nuevo, en el primer caso, estamos ante un proceso que pasa por diferentes fases. En la decadencia, si ya no puede haber intervención proletaria en la esfera política burguesa, todavía puede haber reivindicaciones políticas defensivas y debates que no plantean todavía la cuestión del poder político o de una nueva sociedad, como, por ejemplo, cuando los proletarios discuten cómo responder a la violencia policial, como durante las huelgas de masas en Polonia en 1980 o el movimiento "anti-CPE" en 2006. Sólo en una fase muy avanzada de la lucha los trabajadores pueden contemplar la toma del poder político como un objetivo real de su movimiento. Sin embargo, lo que generalmente caracteriza a la politización de las luchas es el estallido de una cultura de debate masivo, donde el lugar de trabajo, la esquina de la calle, la plaza pública, las universidades y las escuelas son el escenario de apasionadas discusiones sobre cómo llevar adelante la lucha, sobre los enemigos de la lucha, sobre sus métodos de organización y sus objetivos generales, como describieron Trotsky y John Reed en sus libros sobre la revolución rusa de 1917, y que fueron quizás la principal "señal de alarma" para la burguesía sobre los peligros que planteaban los acontecimientos de mayo-junio de 1968 en Francia.

Para el marxismo, la minoría comunista es una emanación de la clase obrera como fuerza histórica en la sociedad burguesa; la minoría comunista no es un producto mecánico de sus luchas inmediatas. Ciertamente, la experiencia de un amargo conflicto de clase puede empujar a los trabajadores individuales a conclusiones revolucionarias, pero los comunistas también pueden ser "formados" por la reflexión sobre las condiciones generales del proletariado y del capitalismo en general, y también pueden tener sus orígenes sociológicos en capas externas al proletariado. Así lo expresa Marx en La Ideología Alemana:

- «En el desarrollo de las fuerzas productivas se produce la aparición de una clase que tiene que soportar todas las cargas de la sociedad sin ningún beneficio, que, excluida de la sociedad, se ve obligada a entrar en el más decidido antagonismo con todas las demás clases; una clase que forma la mayoría de todos los miembros de la sociedad y de la que emana la conciencia de la necesidad de una revolución fundamental, la conciencia comunista, que, naturalmente, puede surgir también entre las demás clases a través de la contemplación de la situación de esta clase».

Evidentemente, la convergencia de las dos dinámicas -la politización de las luchas y el desarrollo de la minoría revolucionaria- es esencial para que surja una situación revolucionaria; e incluso podemos decir que dicha convergencia, como se señala el principio de la resolución en relación con el Mayo del 68 en Francia, puede ser también la expresión de un cambio en el curso de la historia hacia grandes enfrentamientos de clase. Del mismo modo, los avances en la lucha general de la clase obrera y la aparición de minorías politizadas son ambos básicamente productos de la maduración subterránea de la conciencia, que puede continuar incluso cuando la lucha abierta ha desaparecido de la vista. Pero mezclar las dos dinámicas también puede llevar a conclusiones erróneas, notablemente a una sobreestimación del potencial inmediato de la lucha de clases. Como dice el refrán, "una golondrina no hace primavera".

La Resolución sobre la relación de fuerzas entre las clases (punto 6) también nos advierte de las considerables dificultades que impiden a la clase obrera darse cuenta de que es "revolucionaria o nada". Habla de la naturaleza de la clase obrera como clase explotada sometida a todas las presiones de la ideología dominante, de modo que «la conciencia de clase no puede progresar de victoria en victoria, sino que sólo puede desarrollarse de forma desigual a través de una serie de derrotas». También señala que la clase se enfrenta a dificultades adicionales en la decadencia, por ejemplo, la no permanencia de organizaciones de masas en las que los trabajadores puedan mantener y desarrollar una cultura política; la inexistencia de un programa mínimo, lo que hace que la lucha de clases tenga que alcanzar las vertiginosas alturas del programa máximo; la utilización de las viejas herramientas de las organizaciones de la clase obrera contra la lucha de clases, que -en el caso del estalinismo en particular- han contribuido a crear una brecha entre las auténticas organizaciones comunistas y la masa de la clase obrera. En otro lugar, la resolución, haciéndose eco de nuestras Tesis sobre la Descomposición, destaca las nuevas dificultades impuestas por las condiciones particulares de la fase final de la decadencia capitalista.

Una de estas dificultades se discute ampliamente en la resolución: el peligro que suponen las luchas interclasistas como la de los Chalecos Amarillos en Francia o las revueltas populares provocadas por el creciente empobrecimiento de las masas en los países menos "desarrollados". En todos estos movimientos, en una situación en la que la clase obrera tiene un nivel muy bajo de identidad de clase, y aún está lejos de reunir sus fuerzas hasta el punto de poder dar una perspectiva a la ira y el descontento que se acumula en toda la sociedad, los proletarios participan no como una fuerza social y política independiente, sino como una masa de individuos. En algunos casos, estos movimientos no son simplemente interclasistas, mezclando las demandas proletarias con las aspiraciones de otros estratos sociales (como en el caso de los Chalecos Amarillos), sino que abrazan objetivos abiertamente burgueses, como las protestas por la democracia en Hong Kong, o la ilusión de un desarrollo sostenible o la igualdad racial dentro del capitalismo, como en el caso de las Marchas Juveniles por el Clima (YFC -Young For Climate) y las protestas del "Black Lives Matter". La resolución no es del todo clara en cuanto a la distinción que debe hacerse aquí, lo que refleja problemas más amplios en los análisis de la CCI sobre estos hechos: de ahí la necesidad de una sección específica de este informe para aclarar estas cuestiones.

Parte 3: El peligro central del interclasismo

«Debido a la gran dificultad que tiene actualmente la clase obrera para desarrollar sus luchas, a su incapacidad por el momento de recuperar su identidad de clase y de abrir una perspectiva para el conjunto de la sociedad, el terreno social tiende a ser ocupado por luchas interclasistas particularmente marcadas por la pequeña burguesía... Estos movimientos interclasistas son producto de la ausencia de cualquier perspectiva que afecte al conjunto de la sociedad, incluida una parte importante de la propia clase dominante... La lucha por la autonomía de clase del proletariado es crucial en esta situación impuesta por el agravamiento de la descomposición del capitalismo:

- contra las luchas interclasistas;

- contra las luchas parciales planteadas por todo tipo de categorías sociales que dan la falsa ilusión de una "comunidad protectora";

- contra las movilizaciones en el terreno podrido del nacionalismo, el pacifismo, la reforma "ecológica", etc.» (Resolución sobre la relación de fuerzas entre clases, 23º Congreso de la CCI)

Dificultades recurrentes para analizar la naturaleza de los movimientos sociales surgidos en los últimos años

Las luchas interclasistas y las luchas parciales son obstáculos para el desarrollo de la lucha obrera. Últimamente hemos visto dificultades en la CCI para dominar los matices del análisis de estas dos cuestiones:

- En el caso de los Chalecos Amarillos, al principio se consideró que el movimiento tenía elementos positivos para la lucha de clases (a través de la cuestión del rechazo a los sindicatos).

- En el movimiento juvenil en torno a la cuestión del clima, que es una lucha parcial, la movilización de los jóvenes se vio como algo positivo, olvidando el punto 12 de la plataforma.

- Sobre las movilizaciones por el asesinato de George Floyd, hubo tendencias a considerarlo como un movimiento interclasista, mientras que la indignación que provocó llevó a una movilización en un terreno directamente burgués, exigiendo un sistema policial y judicial más democrático.

La valoración de los movimientos de Oriente Medio: una cuestión a dilucidar

En la presentación sobre la lucha de clases del 23º Congreso se recordó que el análisis de los movimientos de la Primavera Árabe no se había incluido en el balance crítico que hemos emprendido desde el 21º Congreso, a pesar de la existencia de divergencias no resueltas, particularmente sobre «deslices oportunistas que hemos hecho en el pasado respecto al análisis por ejemplo de los movimientos interclasistas de la Primavera Árabe y otros»7.

Volvamos a nuestro análisis de los movimientos de 2011.

Si bien la organización, en su intervención, no utilizó el término "interclasista" para calificar estos movimientos, los describió de una manera que desarrollaba todas las características de un movimiento interclasista, mostrando así que no ignoraba totalmente su naturaleza: «La clase obrera nunca se ha presentado como una fuerza autónoma capaz de asumir la dirección de las luchas que a menudo han tomado la forma de una revuelta del conjunto de las clases no explotadoras, desde el campesinado arruinado hasta las clases medias en proceso de proletarización.»8

- La posición desarrollada - «En general, la clase obrera no ha estado a la cabeza de estas revueltas, pero ciertamente ha tenido una presencia e influencia considerables que pueden verse tanto en los métodos y formas de organización adoptadas por el movimiento como, en algunos casos, por el desarrollo específico de luchas obreras, como las huelgas en Argelia y, sobre todo, la gran oleada de huelgas en Egipto»9 - no logró situar con precisión el terreno de clase en el que se desarrollaron esos movimientos, ni identificar la dinámica del componente obrero que podía encontrarse en estos movimientos; nuestro análisis se basaba en un enfoque empírico: la comparación con Irán en 1979, aunque inspiradora, se utilizó sin encajarla en la nueva situación, sin contextualizarla con ayuda de nuestro marco de posiciones: «Al tratar de entender la naturaleza de clase de estas revueltas, debemos por tanto evitar dos errores simétricos: por un lado, una identificación general de todas las masas en lucha con el proletariado (la posición más característica de este punto de vista es la del Grupo Comunista Internacionalista), y por otro lado, un rechazo de lo que puede ser positivo en las revueltas que no son explícitamente las de la clase obrera»[ídem.]. La segunda parte de la cita hace concesiones a un enfoque que considera los aspectos "positivos" y los "negativos" sin basarse en su naturaleza de clase.

Una sobrevaloración de estos movimientos: «Todas estas experiencias son verdaderos trampolines para el desarrollo de una conciencia verdaderamente revolucionaria. Pero el camino en esta dirección es todavía largo, está sembrado de muchas ilusiones innegables y de debilidades ideológicas» [ídem.]; «El conjunto de estas revueltas constituye una formidable experiencia en el camino hacia la conciencia revolucionaria»10.

Olvidar el marco de la crítica del "eslabón más débil"

Si bien la organización tenía razón al señalar que el movimiento de los "Indignados" y los levantamientos de las clases explotadas, especialmente la clase obrera de Oriente Medio, tienen un origen común en los efectos de la crisis económica mundial, lo hizo equiparando, o metiendo en el mismo saco, a todos los movimientos, fueran de países centrales o periféricos. Es decir, sin situarlos en el marco de la Crítica de la teoría del "eslabón más débil"11, esto puede verse en un pasaje de la Resolución sobre la situación internacional del XXº Congreso)12.

La CCI ha definido el movimiento de los Indignados13 como un movimiento de la clase obrera marcado:

- Por una pérdida de identidad de clase: «Esto explica en parte que la participación del proletariado como clase no fuera dominante, sino que estuviera presente a través de la participación de individuos de la clase trabajadora (asalariados, parados, estudiantes, pensionistas...) que intentan aclararse, implicarse según su instinto, pero que carecen de la fuerza, la cohesión y la claridad que supone asumirse colectivamente como clase.»

- Por una «fuerte presencia de sectores sociales no proletarios, en particular una capa media en proceso de proletarización». «Aunque el movimiento parezca impreciso y mal definido, esto no puede poner en duda su carácter de clase, sobre todo si consideramos las cosas en su dinámica, en la perspectiva del futuro... La presencia del proletariado no es visible como fuerza dirigente del movimiento ni a través de una movilización desde los centros de trabajo. Reside en la dinámica de la búsqueda, la clarificación, la preparación del terreno social, del reconocimiento de la lucha que se prepara. Ahí radica toda su importancia, a pesar de que sólo se trata de un pequeño y extremadamente frágil paso adelante».

Nuestros textos de este periodo no distinguen entre el movimiento de los Indignados en España y las revueltas en los países árabes. Sin embargo, hay diferencias muy importantes: en España, aunque el ala proletaria no dominó el movimiento de los Indignados, luchó por su propia autonomía frente a los esfuerzos de "Democracia Real Ya" por destruirla. En los países árabes, el proletariado, en el mejor de los casos, no fue capaz de mantenerse en su propio terreno, ni de utilizar sus propios métodos de lucha para desarrollar su conciencia, dejándose movilizar detrás de las facciones nacionalistas y democráticas14.

Ausencia del marco de descomposición

Sin negar nunca su existencia ni el peso de las profundas dificultades de estos movimientos, subrayando los "aspectos positivos" de las revueltas sociales15, el análisis de estos movimientos en los países árabes no se situó en el marco de la descomposición16. Esto hizo que se debilitara la denuncia firme del veneno democrático y nacionalista tan potente en estos países, y el peligro que representaba especialmente en estas partes del mundo, pero también y sobre todo frente a la propaganda de las burguesías occidentales hacia el proletariado europeo, subrayando la necesidad de la democracia en los países árabes.

Debilidades más generales en la organización que determinan sus análisis y posiciones

La impaciencia por ver en todas partes y rápidamente una salida del repliegue post-1989 tras la reactivación de las luchas en 2003 fue una pesada carga: «La actual oleada internacional de revueltas contra la austeridad capitalista abre la puerta a una solución completamente diferente: la solidaridad de todos los explotados más allá de las divisiones religiosas o nacionales; la lucha de clases en todos los países con el objetivo final de una revolución mundial que será la negación de las fronteras y los estados nacionales. Hace uno o dos años, esta perspectiva habría parecido completamente utópica para la mayoría de la gente. Hoy en día, cada vez más personas ven la revolución mundial como una alternativa realista al orden del capital mundial que se está derrumbando»17.

La posición de la CCI estaba marcada no sólo por una sobreestimación general de la situación, sino también por una sobreestimación de la importancia de los movimientos en los países árabes para el desarrollo de una perspectiva proletaria. Asimismo, la tendencia a descuidar la importancia del debate en el medio político proletario también ha influido negativamente: si bien la contribución del NCI al análisis del movimiento piquetero en 2002-4 fue muy importante, la CCI no fue capaz de tener en cuenta las críticas que le hizo posteriormente, en 2011, Internationalist Voice.

¿Hemos cometido errores oportunistas en el análisis de los movimientos árabes?

Podemos concluir de los elementos anteriores que la CCI, sobre la cuestión del análisis de los movimientos en los países árabes en 2011, donde su carácter masivo, su simultaneidad con otros movimientos en los países occidentales, las formas adoptadas por estos movimientos (asambleas, etc), la presencia de la clase obrera (frente al carácter caótico de algunas revueltas interclasistas o dominadas por grupos izquierdistas como los piqueteros, por ejemplo) fueron examinadas sin tomar distancia y sin tener una visión lúcida de lo que realmente representaban, en un contexto en el que las partes más experimentadas del proletariado mundial no estaban en condiciones de aportar una perspectiva y una dirección. Este enfoque se ajusta al inmediatismo.

En el contexto general que favoreció la impaciencia y la precipitación que existían en la organización, imaginando que el proletariado mundial ya estaba superando masivamente el retroceso post-89, este inmediatismo fue ciertamente la antesala del oportunismo, el punto de partida para un deslizamiento hacia el oportunismo y el abandono de las posiciones de clase, como se puede ver en las diversas formas en que se manifestó este inmediatismo:

- El carácter mayormente contradictorio de nuestras posiciones sobre las revueltas en Oriente Medio;
- La ausencia de coherencia y articulación de las posiciones cardinales de la organización que sustentan nuestros análisis políticos, o incluso su olvido o abandono (por ejemplo, sustituyendo el concepto de luchas interclasistas por el de revueltas sociales, y sin explicar realmente qué entendemos por "revueltas sociales").

- El enfoque más bien empírico y superficial que tendía a quedarse en la superficie de las cosas y que tendía a sustituir a nuestro marco político;

- El papel principal que jugó nuestra visión de la indignación como factor unilateralmente positivo para el desarrollo de la conciencia proletaria (o incluso como índice del carácter positivo de un movimiento, aplicado a todo tipo de movimientos);

- La tendencia a ver elementos positivos allí donde la situación estaba dominada por los mayores peligros para la clase, lo que llevó a debilitar la denuncia de la ideología burguesa por parte de la organización.
Si todos estos elementos combinados crean las condiciones para posiciones abiertamente oportunistas -si la claridad proletaria y la defensa de las posiciones de clase por parte de la CCI no constituyen una barrera a estas tendencias deletéreas-, hay que subrayar que la CCI no adoptó posiciones que contradijeran directamente su plataforma y sus posiciones de clase. Es necesario situar estas dificultades en el nivel de lo que realmente representaron (lo que no significa relativizar su importancia y sus peligros). El análisis y la intervención de la CCI se vieron debilitados por el inmediatismo (con todo lo que ello implica en términos de ambigüedad, superficialidad, falta de rigor, olvido de la defensa de nuestro marco político y de nuestras posiciones, y una dinámica que abre la puerta al oportunismo), pero no podemos concluir que adoptara posiciones directamente oportunistas (como fue el caso ante el movimiento juvenil en torno a la ecología).

Relación entre las luchas parciales y el interclasismo

La deriva en el caso del movimiento juvenil contra la destrucción ecológica ha mostrado un olvido del punto 12 de nuestra plataforma: «La cuestión ecológica, al igual que todas las cuestiones sociales (ya sea la educación, las relaciones familiares y sexuales u otras) están llamadas a desempeñar un enorme papel en cualquier toma de conciencia en el futuro y en toda lucha comunista. El proletariado, y sólo el proletariado, tiene la capacidad de integrar estas cuestiones en su propia conciencia revolucionaria. Al hacerlo, ampliará y profundizará esta conciencia. Podrá así dirigir todas las "luchas parciales" y darles una perspectiva. La revolución proletaria tendrá que afrontar muy concretamente todos estos problemas en la lucha por el comunismo. Pero no pueden ser el punto de partida para el desarrollo de una perspectiva de clase revolucionaria. En ausencia del proletariado, son, en el peor de los casos, el punto de partida de nuevos ciclos de barbarie. La hoja y el artículo de la CCI en Bélgica son ejemplos flagrantes de oportunismo. Esta vez no se trata de oportunismo en materia de organización, sino de oportunismo en relación con las posiciones de clase recogidas en nuestra plataforma» (Camarada S. Boletín interno internacional 2019).

Podemos decir que el informe sobre la lucha de clases del 23º Congreso tenía ambigüedades en este sentido. Adoptó una posición ambigua sobre la naturaleza de estos movimientos y dejó la puerta abierta a la idea de que podían desempeñar un papel positivo en el desarrollo de la conciencia18.

Nos ha resultado difícil ver qué distingue a estos dos tipos de movimientos, con una tendencia a amalgamarlos, a ponerlos en el mismo nivel. Entonces, ¿qué distingue las luchas interclasistas de las parciales? En los movimientos interclasistas, las reivindicaciones obreras se diluyen y se mezclan con las reivindicaciones pequeñoburguesas (por ej. los Chalecos Amarillos). No es el caso de las luchas parciales, que se manifiestan esencialmente a nivel de las superestructuras, sus reivindicaciones se centran en temas que dejan de lado los fundamentos de la sociedad capitalista, aunque puedan señalar al capitalismo como responsable, como con la cuestión climática, o con la opresión de las mujeres que se achaca al patriarcado capitalista. También son factores de división de la clase trabajadora, divisiones con los trabajadores empleados en el sector de la energía en el primer caso, o reforzando las divisiones de género. Los trabajadores pueden ser arrastrados a luchas parciales, pero esto no las convierte en interclasistas. Se trata de aclarar la diferencia entre las luchas parciales y las interclasistas, y lo que pueden tener en común.

Sobre la indignación

En la década de 2010, la CCI reconoció la indignación como un componente importante de la lucha de clases del proletariado y un factor de concienciación. Sin embargo, la CCI ha tendido a definir su importancia "en sí misma", de forma un tanto metafísica. Una de las raíces de nuestras dificultades radica en el uso inapropiado y unilateral del concepto de indignación como algo necesariamente positivo, una indicación del reflejo e incluso del desarrollo de la conciencia de clase, sin tener en cuenta la naturaleza de clase de su origen, o el terreno de clase en el que se expresa. A medida que la caída en la descomposición continúe, habrá muchos movimientos impulsados por la indignación, el asco, la ira en amplios sectores de la sociedad contra los fenómenos de este período.

El informe sobre la lucha de clases del 23º Congreso de la CCI trata de la extensión de la indignación social contra el carácter destructivo de la sociedad capitalista (por ejemplo, en reacción contra los asesinatos de población negra, la cuestión climática o el acoso a las mujeres). Al afirmar que estos movimientos basados en la cólera pueden recuperarse cuando el proletariado reencuentre su identidad de clase y luche en su propio terreno, se introduce una ambigüedad sobre el hecho de que el proletariado, luchando en su propio terreno, puede recuperar toda esta cólera. Esto contradice lo que se dice en el punto 12 de la plataforma: «La lucha contra los fundamentos económicos de la sociedad capitalista contiene la lucha contra sus aspectos superestructurales (forma de vida, costumbres, ideología…) pero lo recíproco es falso». Además, esas luchas parciales tienden a obstaculizar la lucha de la clase obrera, su autonomía, y por eso la burguesía sabe muy bien cómo recuperarlas para preservar el orden capitalista. En este sentido, la indignación no es en sí misma un factor de desarrollo de la conciencia de clase: todo depende del terreno en el que se exprese. Esta reacción emocional que puede provenir de diferentes clases no conduce automáticamente a una reflexión que pueda contribuir al desarrollo de la conciencia de clase.

Al afirmar que la rabia expresada por estos movimientos puede ser recuperada por el proletariado cuando éste recupere su identidad de clase y luche en su propio terreno, se introduce la falsa idea de que el proletariado podría "asumir" la dirección de tales movimientos en su forma actual. En realidad, estos movimientos tendrían que "disolverse" antes de que los elementos que participan en ellos pudieran unirse a la lucha proletaria.

La organización debe aclarar cuáles serían las condiciones, a escala histórica, para que un movimiento proletario autónomo diera una orientación y una dirección totalmente nuevas a todos los diferentes agravios y opresiones que impone la sociedad capitalista y que hoy, en ausencia de una dirección proletaria, encuentran su única salida en el terreno de las movilizaciones interclasistas o burguesas.

El impacto de la crisis capitalista en el conjunto de la sociedad plantea otra cuestión a dilucidar: cuál es la relación de la lucha del proletariado con las demás clases, capas intermedias o no explotadas, que todavía existen en el capitalismo y son capaces de desarrollar sus propias movilizaciones contra la política del Estado (como los movimientos campesinos).

Parte 4: ¿Qué ha cambiado desde el 23º Congreso?

Ha pasado casi una década desde el movimiento de los Indignados. Por muy importante que fuera, no supuso en absoluto una vuelta atrás respecto al retroceso de 1989. También sabemos que la burguesía -especialmente en Francia, donde el peligro de contagio era más evidente- tomó contramedidas para evitar que estallara un movimiento similar o más avanzado en la tradicional "cuna" de las revoluciones.

En muchos sentidos, el retroceso de clase se acentuó tras el colapso de los movimientos de 2011. Las ilusiones que prevalecieron en la Primavera Árabe, dada la incapacidad de la clase obrera de proporcionar un liderazgo a las diversas revueltas, fueron ahogadas por la barbarie, la guerra, el terrorismo y la feroz represión. En Europa y Estados Unidos, la marea populista, alimentada en parte por la barbarie de los acontecimientos en África y Oriente Medio que han precipitado la crisis de los refugiados y el retorno del terrorismo islámico con fuerza, ha afectado a una parte de la clase trabajadora. En el llamado "tercer mundo", el aumento de la miseria económica ha tendido a provocar revueltas populares en las que la clase obrera ha vuelto a ser incapaz de manifestarse en su propio terreno; aún más significativo es que la tendencia del descontento social a adoptar un carácter interclasista se expresó claramente en un país central como Francia, con las protestas de los Chalecos Amarillos que persistieron durante todo un año. A partir de 2016, con la llegada de Trump al poder y el voto del Brexit en el Reino Unido, el auge del populismo alcanzó niveles dramáticos, atrayendo a una parte de la clase trabajadora a sus campañas contra las "élites". Y en 2020, todo este proceso de descomposición se ha acelerado aún más dramáticamente con la pandemia. El clima de miedo generado por la pandemia, y el bloqueo resultante, aumentó aún más la atomización de la clase trabajadora y creó profundas dificultades para una respuesta de clase a las devastadoras consecuencias económicas de la crisis del Covid-19.

Y, sin embargo, poco antes de que se produjera la pandemia, estábamos asistiendo a un nuevo desarrollo de los movimientos de clase: las huelgas de los profesores y de los trabajadores de la industria automovilística de GM en Estados Unidos; las huelgas generalizadas en Irán en 2018, que plantearon la cuestión de la autoorganización, aunque, en contra de las exageraciones de algunos en el Medio político proletario, todavía estaban lejos de la formación de soviets. Estas últimas huelgas han planteado notablemente la cuestión de la solidaridad de clase frente a la represión del Estado.

Sobre todo, vimos las luchas en Francia a finales de 2019, donde los batallones clave de la clase obrera estaban en las calles en torno a las reivindicaciones de clase, dejando de lado el movimiento de los Chalecos Amarillos que se redujo a una presencia simbólica en la parte trasera de las manifestaciones.

Otras expresiones de combatividad tuvieron lugar en otros países, por ejemplo, en Finlandia. Pero la pandemia golpeó el corazón de Europa, paralizando en gran medida la posibilidad de que las luchas en Francia adquirieran una dimensión internacional. Sin embargo, en varios lugares del mundo se produjeron huelgas de trabajadores en defensa de sus condiciones laborales frente a las medidas sanitarias totalmente inadecuadas adoptadas por el Estado y los empresarios19. Estos movimientos no pudieron desarrollarse más debido a las condiciones restrictivas del primer confinamiento, aunque el papel central de la clase obrera para permitir la continuidad de la vida en la sociedad fue destacado por aquellos sectores que no tuvieron más remedio que seguir trabajando durante el confinamiento: sanidad, transporte, alimentación, etc. La clase dominante hizo grandes esfuerzos para presentar a estos trabajadores como héroes al servicio de la nación, pero la hipocresía de los gobiernos -y por tanto la base de clase de los "sacrificios" de estos trabajadores- era evidente para muchos. En Gran Bretaña, por ejemplo, los trabajadores sanitarios demostraron su cólera cuando quedó claro que su "heroísmo" no merecía un aumento de sueldo20.

Además de la pandemia, la clase obrera se enfrentó rápidamente a otros obstáculos al desarrollo de la conciencia de clase, especialmente en Estados Unidos, donde las protestas del Black Lives Matter se polarizaron en torno a una movilización fragmentaria en torno al racismo, seguida rápidamente por la enorme campaña electoral que dio un nuevo impulso a las ilusiones democráticas. Ambas campañas tuvieron una gran repercusión internacional. En Estados Unidos, en particular, el peligro de que la clase trabajadora se vea arrastrada, a través de las políticas identitarias de derecha e izquierda, a enfrentamientos violentos detrás de facciones burguesas concurrentes, sigue siendo muy real: el dramático asalto al Capitolio por parte de los partidarios de Trump demuestra que, incluso si éste ha sido apartado del gobierno, el trumpismo sigue siendo una fuerza poderosa a nivel de la calle21. Por último, los trabajadores se enfrentan ahora a una segunda oleada de la pandemia y a una nueva serie de restricciones, que no sólo renuevan la atomización de la clase por parte del Estado, sino que también han provocado estallidos de frustración contra las restricciones que han llevado a algunas partes de la clase a protestas reaccionarias alimentadas por las teorías de la conspiración y la ideología del "individuo soberano".

Por el momento, la combinación de todas estas cuestiones, pero sobre todo las condiciones impuestas por la pandemia han actuado como un importante freno a la frágil reactivación de la lucha de clases entre 2018 y 2020. Es difícil predecir cuánto tiempo persistirá esta situación y, por lo tanto, no podemos ofrecer perspectivas concretas para el desarrollo de la lucha en el próximo período. Lo que sí podemos decir es que la clase obrera se enfrentará a ataques brutales contra sus condiciones de vida. Esto ya ha comenzado en varios sectores en los que los empresarios han reducido drásticamente sus plantillas. Los gobiernos de los países centrales del capitalismo siguen mostrando cierta cautela hacia la clase, subvencionando a las empresas para que puedan mantener a sus empleados, "subvencionando el paro" a los obreros que no pueden trabajar en casa para evitar que se hundan inmediatamente en el empobrecimiento, tomando medidas para evitar los desahucios de los inquilinos que no pueden pagar sus alquileres, etc. Estas medidas son muy costosas para los gobiernos y aumentan considerablemente la carga de la deuda. Sabemos que tarde o temprano los trabajadores tendrán que pagar por ello.

Parte 5. Debates sobre la relación de fuerzas entre las clases

La dramática evolución de la situación mundial desde el último Congreso de la CCI ha provocado inevitablemente debates tanto en el seno de la organización como entre nuestros contactos y simpatizantes. Estos debates se han centrado en la magnitud de la pandemia y la aceleración de la descomposición, pero también han planteado nuevas cuestiones sobre la relación de fuerzas entre las clases. En el Congreso de RI del verano de 2020, se criticó el informe de Lucha de Clases, en particular su evaluación del movimiento contra la reforma de las pensiones en Francia a principios de 2019. Una contribución en el boletín interno internacional (2021, Camarada M) en particular argumentó -creemos que con razón- que el informe afirmaba que el movimiento había alcanzado un cierto nivel de politización sin proporcionar pruebas suficientes; al mismo tiempo, que había una falta de claridad con respecto a la distinción entre la politización de las luchas, y la politización de las minorías -una distinción que este informe ha tratado de dilucidar. Esta contribución advierte del peligro de sobrestimar el nivel actual de la lucha de clases (un error que hemos cometido a menudo en el pasado - véase el informe del 21º Congreso):

- «La tendencia a la politización de las luchas no se manifestó en absoluto en el movimiento contra la reforma de las pensiones en Francia. No había espacio para el debate proletario, ni asambleas generales. La politización de la clase obrera en su propio terreno de clase será inseparable de su salida del profundo retroceso que ha sufrido desde 1989. El proletariado en Francia, como en todos los países, aún no ha encontrado el camino de su perspectiva revolucionaria, camino bloqueado por el colapso del bloque del Este. Con el agravamiento de la crisis y los ataques a sus condiciones de vida, es evidente que la clase obrera es cada vez más consciente de que el capitalismo no tiene ningún futuro que ofrecerle. Busca una perspectiva, pero aún no sabe que es en sus manos y en sus luchas donde se esconde y se encuentra esta perspectiva. Esta conciencia de la monstruosa realidad del mundo actual no significa una politización en su propio terreno de clase, es decir, fuera del marco de la democracia burguesa. A pesar de su enorme potencial de combatividad (que no se ha agotado con la irrupción de la pandemia), el proletariado en Francia no se plantea todavía la cuestión de la revolución proletaria. Aunque la palabra "revolución" haya vuelto a aparecer en algunas pancartas, ¿qué contenido tiene? No creo que sea una cuestión de revolución "proletaria". La clase obrera en Francia aún no ha recuperado su identidad de clase (que todavía era muy embrionaria en el movimiento contra la reforma de las pensiones). Todavía existe en su seno un rechazo o al menos una desconfianza muy profunda hacia la palabra 'comunismo'».

Además, se subraya que esta sobrevaloración de la tendencia a la politización puede abrir la puerta a una visión consejista: "La politización de las luchas sólo puede verificarse cuando la vanguardia revolucionaria empieza a tener cierta influencia en las luchas obreras (especialmente en las asambleas generales). Este no es el caso hoy en día. El informe del congreso de la RI abre pues la puerta a una visión consejista al afirmar que ya existen "los indicios de una politización de la lucha".

El peligro de una visión consejista se plantea también en las divergencias expresadas por el camarada S. durante y después del 23º Congreso, pero no desde el mismo punto de partida. Estas diferencias se han profundizado desde entonces y han dado lugar a un debate público22 que, a su vez, ha tenido cierta repercusión en algunas de nuestros contactos. En la medida en que se refieren al problema de la relación de fuerza entre las clases, estas diferencias tocan tres cuestiones esenciales:

- El potencial y los límites de las luchas económicas

- La cuestión de la maduración subterránea

- La cuestión de las "derrotas políticas". En este sentido, la publicación de la primera ronda del debate sobre las divergencias llevó a algunos de nuestros contactos a preguntarse sobre lo que ocurrió en los años ochenta.

Luchas económicas y maduración subterránea

En su respuesta a nuestra respuesta (Boletín Interno Internacional 2021), el camarada S. dice que está de acuerdo con la CCI sobre la necesidad de la lucha económica: porque los trabajadores deben defender su existencia física contra la explotación capitalista; porque los trabajadores deben luchar por "tener una vida" más allá de la jornada laboral para tener acceso a la cultura, a los debates políticos, etc.; y porque, como decía Marx, una clase que no puede luchar por sus intereses a este nivel no puede ciertamente presentarse como una fuerza capaz de transformar la sociedad. Pero al mismo tiempo, dice, en las condiciones de descomposición, especialmente debido al debilitamiento de la perspectiva de una revolución social por el impacto del colapso del bloque del Este, los vínculos históricos entre las dimensiones económica y política de la lucha se han roto hasta el punto de que esta unidad no puede ser restaurada por un desarrollo de las luchas económicas solamente. Y aquí cita a Rosa Luxemburgo en Reforma o Revolución para advertir a la CCI contra cualquier recaída en una visión consejista en la que los "propios trabajadores", sin el papel indispensable de la organización revolucionaria, puedan recuperar su perspectiva revolucionaria: «El socialismo no es en absoluto una tendencia inherente a las luchas cotidianas de la clase obrera. Sólo es inherente al agravamiento de las contradicciones objetivas de la economía capitalista, por un lado, y a la comprensión subjetiva de la necesidad de superarlas mediante una transformación socialista, por otro.»

S. concluye que el principal peligro al que se enfrenta la CCI es una desviación consejista en la que la organización deja que el resurgimiento de las luchas económicas se politice "espontáneamente", y por tanto ignora lo que debería ser su tarea principal: llevar a cabo la necesaria profundización teórica que permita a la clase recuperar la confianza en el marxismo y en la posibilidad de una sociedad comunista.

Hemos visto que no se puede descartar el peligro del consejismo a la hora de entender el proceso de politización: hemos aprendido por las malas que el peligro de entusiasmarse demasiado con las posibilidades y la profundidad de las luchas inmediatas está siempre presente. También estamos de acuerdo con Luxemburgo -y con Lenin- en que la conciencia socialista no es el producto mecánico de la lucha diaria, sino que es el producto del movimiento histórico de la clase, que ciertamente incluye la elaboración teórica y la intervención de la organización revolucionaria. Pero lo que falta en el argumento de S. es una explicación del proceso real por el que la teoría revolucionaria puede volver a "captar a las masas". En nuestra opinión, esto está relacionado con un desacuerdo sobre la cuestión de la maduración subterránea.

En su texto, el camarada dice: «La Respuesta de la organización pregunta si considero que la situación actual es peor que la de los años 30 (cuando grupos como Bilan contribuyeron a una "maduración subterránea" política y teórica de la conciencia a pesar de la derrota de la clase), mientras que niego la existencia de tal maduración en la actualidad. Sí, a nivel de maduración subterránea, la situación es efectivamente peor que en los años 30, porque hoy la tendencia entre los revolucionarios es más bien hacia la regresión política y teórica.»

Para responder a esto, es necesario volver a nuestro debate inicial sobre la cuestión de la maduración subterránea, a la lucha contra la visión consejista de que la conciencia de clase sólo se desarrolla en fases de lucha abierta.

Así, el argumento del camarada MC23 en «Sobre la maduración subterránea» (Boletín interno internacional1983) era que el rechazo de la maduración subterránea subestimaba profundamente el papel de la organización revolucionaria en el desarrollo de la conciencia de clase: «La lucha de clases del proletariado conoce altibajos, pero no es el caso de la conciencia de clase: la idea de una regresión de la conciencia con el retroceso de la lucha de clases se contradice con toda la historia del movimiento obrero, una historia en la que la elaboración y profundización de la teoría continúa en un período de retroceso. Es cierto que el campo, la extensión de su acción se está reduciendo, pero no su elaboración en profundidad».

Es evidente que S. no niega el papel de la organización revolucionaria en la elaboración de la teoría. Así, cuando habla de "regresión subterránea", quiere decir que la vanguardia política comunista (y, por tanto, la CCI) no realiza el trabajo teórico necesario para restaurar la confianza de la clase obrera en su perspectiva revolucionaria, que retrocede teórica y políticamente.

Pero recordemos que el texto de MC no limita la maduración clandestina al trabajo de la organización revolucionaria:

- «El trabajo de reflexión continúa en la cabeza de los trabajadores y se manifestará en el recrudecimiento de nuevas luchas. Hay una memoria colectiva de la clase, y esta memoria también contribuye al desarrollo de la conciencia y a su extensión en la clase". O también: "Este proceso de desarrollo de la conciencia no está reservado únicamente a los comunistas por la sencilla razón de que la organización comunista no es la única sede de la conciencia. Este proceso es también el producto de otros elementos de la clase que se mantienen firmemente en el terreno de la clase o tienden en esa dirección".

Este punto es importante porque S. parece restringir la maduración subterránea precisamente a la organización revolucionaria. Si le entendemos bien, dado que la CCI tiende a la regresión teórica y política, esto sería una prueba de la "regresión subterránea" de la que habla. Por supuesto, no estamos de acuerdo con esta valoración de la situación actual de la CCI, pero esa es otra discusión. El punto en el que hay que centrarse aquí es que la organización comunista y el medio político proletario son sólo la punta del iceberg de un proceso más profundo que se desarrolla en la clase:

En una polémica con la CWO en la Revista Internacional nº 43 sobre el problema de la maduración subterránea, definimos este proceso de la siguiente manera:

- "en el nivel más bajo de conciencia, así como en los estratos más amplios de la clase, esta (maduración subterránea) toma la forma de una contradicción creciente entre el ser histórico, las necesidades reales de la clase, y la adhesión superficial de los trabajadores a las ideas burguesas. Este choque puede permanecer en gran medida sin reconocer, enterrado o reprimido durante mucho tiempo, o puede comenzar a emerger en forma de desilusión y desvinculación con los temas principales de la ideología burguesa;

- en un sector más pequeño de la clase, entre los trabajadores que se mantienen básicamente en el terreno proletario, toma la forma de reflexión sobre las luchas pasadas; discusiones más o menos formales sobre las luchas futuras, el surgimiento de núcleos combativos en las fábricas y entre los desempleados. Recientemente, la manifestación más espectacular de este aspecto del fenómeno de la maduración clandestina la dieron las huelgas de masas en Polonia en 1980, en las que los métodos de lucha utilizados por los trabajadores demostraron que se había producido una verdadera asimilación de muchas de las lecciones de las luchas de 1956, 70 y 76 ......

- en una fracción de la clase, aún más limitada en tamaño, pero destinada a crecer con el avance de la lucha, esto toma la forma de una defensa explícita del programa comunista, y por lo tanto de un reagrupamiento en una vanguardia marxista organizada. La aparición de organizaciones comunistas, lejos de ser una refutación de la noción de maduración clandestina, es a la vez un producto y un factor activo de la misma»24.

Lo que falta en este modelo es otra capa constituida por aquellos elementos que a menudo no son productos directos de los movimientos de clase, pero que están en busca de posiciones comunistas; ellos constituyen el "pantano" (o una parte de él que es producto de un avance político, aunque confuso, y no aquellos elementos que expresan una regresión desde un nivel superior de claridad y que serían otra parte), y también aquellos que se mueven más explícitamente hacia las organizaciones revolucionarias.

La aparición de esta capa no es el único indicio de maduración subterránea, pero sin duda es el más evidente. S. sostiene que la aparición de esta capa puede explicarse simplemente por referencia a la naturaleza revolucionaria de la clase obrera. Dado que entendemos la clase no como una fuerza estática, sino como una fuerza dinámica, es más preciso ver esta capa como el producto de un movimiento hacia la conciencia dentro de la clase. Y, sin duda, es necesario estudiar el movimiento dentro del movimiento: entender si se está produciendo un proceso de maduración en esta capa, es decir, si el propio entorno de los elementos en búsqueda muestra signos de desarrollo. Y si comparamos las dos "oleadas" de minorías politizadas que han surgido desde aproximadamente 2003, hay indicios de que esa evolución se ha producido.

La primera oleada tuvo lugar a mediados de la década de 2000 y coincidió con lo que hemos llamado una nueva generación de la clase obrera, que se manifestó en el movimiento "anti-CPE" y los "Indignados". Una pequeña parte de este medio gravitó hacia la izquierda comunista e incluso se afilió a la CCI, lo que dio lugar a la esperanza de que nos encontráramos con una nueva generación de revolucionarios (véase el texto de orientación sobre la cultura del debate25). En realidad, se trataba de un "movimiento" ampliamente presente en el pantano y que resultó ser muy permeable a la influencia del anarquismo, el modernismo y el parasitismo. Uno de los rasgos distintivos de este movimiento fue, junto a la desconfianza en la organización política, una profunda resistencia al concepto de decadencia y, por tanto, a los grupos de la izquierda comunista, percibidos como sectarios y apocalípticos, especialmente la CCI. Algunos de los elementos de este brote habían participado en el ultra activismo del movimiento anticapitalista en los años 90, y aunque dieron un primer paso al ver la centralidad de la clase obrera en el derrocamiento del capitalismo, conservaron sus inclinaciones activistas, que empujaron a algunos de ellos (por ejemplo, a la mayoría del colectivo organizador de Libcom) hacia un anarcosindicalismo renaciente, hacia ideas de "organización" en el lugar de trabajo, que se alimentan de la posibilidad de ganar pequeñas victorias y se alejan de cualquier noción de que el desarrollo objetivo e histórico de la crisis es en sí mismo un factor de desarrollo de la lucha de clases.

La segunda oleada de elementos en búsqueda, de la que nos hemos dado cuenta en los últimos años, aunque tal vez de menor escala que la primera, se sitúa ciertamente en un nivel más profundo: tiende a dar por evidencia la decadencia e incluso la descomposición; a menudo pasa por alto el anarquismo, al que considera carente de las herramientas teóricas para entender el período actual, y tiene menos miedo de contactar directamente con los grupos de la izquierda comunista. A menudo muy jóvenes y sin experiencia directa de la lucha de clases, su primera preocupación es profundizar en la comprensión del mundo caótico al que se enfrentan asimilando el método marxista. En nuestra opinión, se trata de una clara concreción de la conciencia comunista resultante, en palabras de Rosa Luxemburgo, de «la agudeza de las contradicciones objetivas de la economía capitalista, por un lado, (y) la comprensión subjetiva de la indispensabilidad de su superación mediante una transformación socialista, por otro».

En lo que respecta a esta capa emergente de elementos politizados, la CCI tiene una doble responsabilidad como organización de tipo "fracción". Por un lado, por supuesto, la vital elaboración teórica necesaria para proporcionar un análisis claro de una situación mundial siempre cambiante y para enriquecer la perspectiva comunista26. Pero también se trata de un paciente trabajo de construcción de la organización: trabajo de "formación de cuadros", como decía la GCF (Izquierda Comunista de Francia, por sus siglas en francés Gauche Communiste de France) después de la Segunda Guerra Mundial, de desarrollo de nuevos militantes que mantengan el rumbo; de defensa contra las incursiones de la ideología burguesa, las calumnias del parasitismo, etc. Este trabajo de construcción organizativa no aparece en absoluto en la respuesta de S. y, sin embargo, es sin duda uno de los principales elementos de la lucha real contra el consejismo.

Además, si este proceso de maduración subterránea es real, si es la punta del iceberg de los desarrollos que tienen lugar en capas mucho más amplias de la clase, la CCI tiene razón al prever la posibilidad de una futura reconexión entre las luchas defensivas y el creciente reconocimiento de que el capitalismo no tiene ningún futuro que ofrecer a la humanidad. En otras palabras, anuncia el potencial intacto de la politización de las luchas y su convergencia con la aparición de nuevas minorías revolucionarias y el impacto creciente de la organización comunista.

Sobre las "derrotas políticas

La publicación de una primera ronda de debate sobre la relación de fuerzas entre las clases ha revelado diversas divergencias en nuestro entorno de simpatizantes cercanos. En el foro de la CCI, en particular en el tema "Debate interno en la CCI sobre la situación internacional | Corriente Comunista Internacional (internationalism.org)", en un intercambio de contribuciones con MH; Debate sobre la relación de fuerzas entre las clases (Debate on the balance of class force | International Communist Current (internationalism.org)), en nuestras reuniones de contactos, y en el propio blog de MH. El camarada MH, en particular, se ha vuelto cada vez más crítico con nuestra opinión de que fue esencialmente el colapso del bloque del Este en 1989 lo que precipitó el largo retroceso de la clase de la que aún no hemos salido. Para MH, fue en gran medida una ofensiva política/económica de la clase dominante después de 1980, dirigida por la burguesía británica en particular, la que acabó con la tercera ola de luchas (más bien: la estranguló al nacer). Desde este punto de vista, fue la derrota de la huelga de los mineros en 1985 en el Reino Unido lo que marcó la derrota de las luchas de los años 80. Esta conclusión lleva actualmente a MH a reevaluar nuestra visión de las luchas después de 1968 e incluso a cuestionar la noción de descomposición, aunque sus divergencias parecen implicar a veces que "la descomposición ha ganado", y que estamos ante la realidad de una grave derrota histórica de la clase obrera. El camarada Baboon coincide en gran medida con MH en la importancia clave de la derrota de la huelga de los mineros, pero no le ha seguido hasta el punto de cuestionar la descomposición, ni de concluir que el retroceso de la clase obrera puede haber dado un paso cualitativo hacia algún tipo de derrota histórica27.

Sin embargo, el camarada S. parece ser cada vez más explícito en este sentido. Como dijo en una carta reciente al órgano central:

- "¿Existe o no una divergencia fundamental sobre la relación de fuerzas entre las clases?

La posición de la organización es que la clase obrera está invicta. En nuestras filas también existe la posición contraria, es decir, que la clase obrera en los últimos cinco años ha sufrido una derrota política, cuyo principal síntoma es la explosión del identitarismo de todo tipo, que resulta sobre todo de la incapacidad de la clase para recuperar su propia identidad de clase. La posición de la organización es que la situación de la clase es mejor que en los años 90 bajo el shock de la "muerte del comunismo", mientras que la otra posición dice que la situación de la clase hoy es peor que en los años 90, que el proletariado mundial está hoy al borde de una derrota política de tal magnitud que puede tardar una generación en recuperarse.

Como señalamos al principio de este informe, el reconocimiento por parte de la CCI de que el concepto de curso histórico ya no se aplica en la fase de descomposición significa que se hace mucho más difícil evaluar la dinámica general de los acontecimientos y, en particular, llegar a la conclusión de que la puerta a un futuro revolucionario está definitivamente cerrada, ya que la descomposición puede sumergir al proletariado en un proceso gradual, sin que la burguesía tenga que derrotarlo directamente, en una lucha cara a cara, como lo hizo en el período de la oleada revolucionaria. Por lo tanto, es difícil saber a qué se refiere S. con una "derrota política de tal magnitud que puede tardar una generación en recuperarse". Si el proletariado aún no se ha enfrentado al enemigo de clase en una lucha política abierta, como lo hizo en 1917-23, ¿qué criterios utilizamos para juzgar que el retroceso de la lucha de clases en las últimas tres décadas ha llegado a tal punto; y además, dado que tal derrota probablemente sería seguida por una gran aceleración de la barbarie, y -según S. - una guerra mundial, o al menos un holocausto nuclear "limitado", ¿qué posibilidades de "recuperación" tendría la siguiente generación?

Un último punto: S. afirma que consideramos que la situación actual de la clase es "mejor" de lo que era después del colapso de los bloques. Esto no es correcto. Ciertamente, hemos dicho que las condiciones para los futuros enfrentamientos de clase están madurando inevitablemente y, como señaló el informe sobre la lucha de clases al Congreso de RI, esto se da en un contexto muy diferente al de la situación al comienzo de la fase de descomposición:

- Mientras que 1989 podía presentarse como la derrota del comunismo y la victoria del capitalismo, la pandemia no puede presentarse como una justificación de la superioridad del sistema actual. Por el contrario, a pesar de todas las mistificaciones que rodean los orígenes y la naturaleza de la pandemia, ésta proporciona una prueba más de que el sistema capitalista se ha convertido en un peligro para la humanidad, aunque por el momento sólo una pequeña minoría lo haya entendido claramente;

- Si bien los acontecimientos de 1989 fueron un golpe para la combatividad y la conciencia de clase, y el desarrollo de la descomposición ha tendido a agravar la pérdida de identidad de clase, la pandemia se ha producido en el contexto de un cierto renacimiento de la lucha de clases: la voluntad de la burguesía de sacrificar la salud y la vida en aras del beneficio, así como su caótica gestión de la pandemia, tiende a provocar la conciencia de que no estamos "todos juntos en esto", que la clase obrera y los pobres son las principales víctimas de la pandemia y de la negligencia criminal de la clase dominante.

Pero todos estos "pluses" se suman a 30 años de descomposición, un periodo en el que el tiempo ya no está del lado del proletariado, que sigue sufriendo las heridas acumuladas infligidas por una sociedad que se pudre. En algunos aspectos, estaríamos de acuerdo en que la situación es "peor" que en los años 80. Pero fracasaríamos en nuestra tarea como minoría revolucionaria si ignoráramos las señales que indican un renacimiento de la lucha de clases, de un movimiento proletario que contiene la posibilidad de evitar que la sociedad se hunda definitivamente en el abismo.

1 ´Ver La renovación de la Izquierda Comunista: uno de los aportes clave de Mayo 68 https://es.internationalism.org/content/4344/la-renovacion-de-la-izquierda-comunista-uno-de-los-aportes-clave-de-mayo-68

2 Resolución sobre la relación de fuerzas entre las clases (2019) Revista Internacional nº 164 https://es.internationalism.org/content/4444/resolucion-sobre-la-relacion-de-fuerzas-entre-las-clases-2019

4 En su primer artículo en el que expone sus desacuerdos con las resoluciones del 23º Congreso sobre la situación internacional, el camarada S. sostiene que la resolución sobre la relación de fuerzas entre las clases muestra que la CCI abandona su punto de vista de que la incapacidad del proletariado para desarrollar su perspectiva revolucionaria en el período 1968-89 fue una causa principal de la fase de descomposición. En nuestra respuesta ya hemos subrayado lo que repetimos en este informe: la resolución sobre la relación de fuerzas entre las clases sitúa la cuestión de la politización -es decir, el desarrollo de una alternativa proletaria para el futuro de la sociedad- en el centro mismo de su comprensión del actual impasse entre las dos grandes clases. Es cierto que la resolución podría haber sido más explícita sobre el hecho de que el estancamiento es producto no sólo de la incapacidad de la burguesía para movilizar a la sociedad para la guerra mundial, sino también de la incapacidad de la clase obrera -especialmente de sus batallones centrales tras la huelga de masas polaca- para comprender y asumir los objetivos políticos de su lucha. Creemos que este punto -que es simplemente el elemento básico de nuestro análisis de la descomposición- fue aclarado en nuestra respuesta publicada a S. Ver Divergencias con la Resolución sobre la situación internacional en el 23º Congreso de la CCI https://es.internationalism.org/content/4658/divergencias-con-la-resolucion-sobre-la-situacion-internacional-en-el-23o-congreso-de

5 Miseria de la filosofía, 1847

6 Huelga de masas, partido y sindicatos, 1906

7 Contribución (J.) en el boletín interno internacional en 2011

8 "Revueltas sociales en África del Norte y Oriente Medio, desastre nuclear en Japón, guerra en Libia: sólo la revolución proletaria puede salvar a la humanidad del desastre del capitalismo", Revista Internacional nº 145 https://es.internationalism.org/revista-internacional/201104/3089/revueltas-sociales-en-el-magreb-y-oriente-medio-catastrofe-nuclear . La resolución del 21º Congreso sigue teniendo un enfoque ambiguo en cuanto a los movimientos en Oriente Medio como "marcados por el interclasismo"

10 Ídem. Citado en nota 8

11 Ver El proletariado de Europa Occidental en una posición central de la generalización de la lucha de clases https://es.internationalism.org/revista-internacional/200604/855/el-proletariado-de-europa-occidental-en-una-posicion-central-de-la-

12"La metáfora de los 5 cursos:

- 1. los movimientos sociales de la juventud precaria, desempleada o todavía estudiante, empezando por la lucha contra el CPE en Francia en 2006, continuando con las revueltas juveniles en Grecia en 2008 y culminando con los movimientos de los Indignados y Occupy en 2011 ;

- 2. movimientos masivos pero muy bien supervisados por la burguesía que había preparado el terreno de antemano, como en Francia en 2007, en Francia y en Gran Bretaña en 2010, en Grecia en 2010-2012, etc;

- 3. movimientos bajo el peso del interclasismo como en Túnez y Egipto en 2011;

- 4. las semillas de huelgas masivas en Egipto en 2007, Vigo (España) en 2006, China en 2009;

- 5. la continuación de movimientos en fábricas o sectores industriales localizados pero que contienen semillas prometedoras como Lindsay en 2009, Teckel en 2010, electricistas en Gran Bretaña en 2011.

Estos 5 cursos pertenecen a la clase obrera porque a pesar de sus diferencias, cada uno expresa a su nivel el esfuerzo del proletariado por encontrarse a sí mismo a pesar de las dificultades y los obstáculos sembrados por la burguesía; cada uno a su nivel ha llevado una dinámica de investigación, de clarificación, de preparación del terreno social. A diferentes niveles, forman parte de la búsqueda de "la palabra que nos llevará al socialismo" (como escribió Rosa Luxemburgo al hablar de los consejos obreros) mediante asambleas generales. (Resolución sobre la situación internacional, 20º Congreso de la CCI, Revista Internacional 152 https://es.internationalism.org/content/3965/resolucion-sobre-la-situacion-internacional-2013 ).

13"Movimiento de los indignados en España, Grecia e Israel: de la indignación a la preparación de las luchas de clase", Revista Internacional 147 https://es.internationalism.org/revista-internacional/201111/3264/movimiento-de-indignados-en-espana-grecia-e-israel-de-la-indignaci

14 Como indica el título del artículo de la RI 147, los movimientos en Grecia e Israel en 2011 (pero también las protestas en Turquía y Brasil en 2013) han sido analizados de forma muy similar a los Indignados en España. Por lo tanto, es necesario hacer una revisión crítica de todos nuestros artículos de este periodo

15 Una cuestión que hay que reexaminar es también la existencia de ambigüedades y confusiones sobre el impacto positivo de las revueltas del hambre en el desarrollo de la conciencia de clase (cf. Crisis alimentaria, revueltas del hambre - Sólo la lucha de clases del proletariado...; Revista International No. 134 https://es.internationalism.org/revista-internacional/200808/2340/crisis-alimentaria-revueltas-del-hambre-solo-la-lucha-de-clases-de ).

16 El capítulo "Luchas contra la economía de guerra en Oriente Medio" del informe sobre la lucha de clases del 23º Congreso de la CCI (ver Informe sobre la lucha de clases: Formación, pérdida y reconquista de la identidad de clase proletaria 2019 https://es.internationalism.org/content/4452/informe-sobre-la-lucha-de-clases-formacion-perdida-y-reconquista-de-la-identidad-de ) no ha sido discutido en profundidad. El informe habla de la existencia de movimientos proletarios en varios países, y es necesario reevaluar estos movimientos sobre una base más sólida y profunda, tratando de situar el análisis de estos movimientos en el marco de la crítica del eslabón más débil, así como en el contexto de la descomposición (lo que el informe no parece hacer explícitamente, adoptando el enfoque aplicado a los movimientos de 2011) para examinar la naturaleza de estos movimientos y sus fortalezas y debilidades.

17 Ver Protestas en Israel: “¡Mubarak, Assad, Netanyahu son lo mismo!https://es.internationalism.org/cci-online/201108/3185/protestas-en-israel-mubarak-assad-netanyahu-son-lo-mismo . El pasaje es citado en el artículo antes comentado de la Revista Internacional 137

18 "El hecho de que no sean movimientos específicamente proletarios los hace ciertamente vulnerables a las mistificaciones en torno a la política de identidad y al reformismo, y a la manipulación directa por parte de las facciones democráticas y de izquierda burguesas”.

20 Gran Bretaña: Las protestas en el sector sanitario ponen en duda la unidad nacional https://es.internationalism.org/content/4613/gran-bretana-las-protestas-en-el-sector-sanitario-ponen-en-duda-la-unidad-nacional

21 Ver Asalto del Capitolio en Washington: Los Estados Unidos en el centro de la descomposición mundial del capitalismo https://es.internationalism.org/content/4635/asalto-del-capitolio-en-washington-los-estados-unidos-en-el-centro-de-la-descomposicion

22 Ver Divergencias con la Resolución sobre la situación internacional en el 23º Congreso de la CCI https://es.internationalism.org/content/4658/divergencias-con-la-resolucion-sobre-la-situacion-internacional-en-el-23o-congreso-de

23 Para la historia de nuestro camarada, antiguo miembro del Bilan y de la Gauche Communiste de France, miembro fundador de la CCI fallecido en 1990, véanse nuestros artículos "MARC: de la revolución de octubre de 1917 a la segunda guerra mundial" (https://es.internationalism.org/revista-internacional/200608/1053/marc-de-la-revolucion-de-octubre-1917-a-la-ii-guerra-mundial ) y "MARC: II - de la segunda guerra mundial a la época actual" (https://es.internationalism.org/content/4663/marc-parte-2-de-la-segunda-guerra-mundial-la-actualidad ) en los números 65 y 66 de la Revista Internacional

24 "Respuesta a la CWO: Sobre la maduración subterránea de la conciencia de clase"; Revista Internacional nº 43

26 Como se señaló en un debate en una reunión del órgano central de la CCI en 2021, no se puede acusar a la CCI de descuidar el esfuerzo por profundizar en el programa comunista. La existencia de treinta años de publicaciones sobre el comunismo demuestra que no partimos de cero...

27No entraremos aquí en estas discusiones, salvo para decir que parecen basarse en una subestimación tanto de las importantes luchas que tuvieron lugar después de 1985, donde el desafío a los sindicatos en países como Francia e Italia obligó a la clase dominante a radicalizar su aparato sindical, como, sobre todo, una subestimación del impacto del colapso del bloque del Este en la combatividad y la conciencia de clase

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