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Hace 20 años, en enero de 1975, se formó la Corriente Comunista Internacional. Es una edad importante para una organización internacional del proletariado si tomamos en cuenta que la AIT no vivió más que 12 años (1864-1876), la Internacional Socialista 25 años (1889-1914) y la Internacional comunista 9 años (1919-1928). Evidentemente, no pretendemos decir que nuestra organización haya desempeñado un papel equiparable al de las Internacionales obreras. Sin embargo, la experiencia de estos veinte años de existencia de la CCI pertenece plenamente al proletariado, del cual nuestra organización es una expresión por las mismas razones que las Internacionales del pasado y que las demás organizaciones que defienden hoy en día los principios comunistas. Por eso, es nuestro deber, y este aniversario nos da la ocasión, el proponer al conjunto de nuestra clase algunas de las lecciones que nosotros sacamos de estas dos décadas de combate.
Cuando comparamos a la CCI con las organizaciones que han marcado la historia del movimiento obrero, especialmente las Internacionales, puede embargarnos una cierta sensación de vértigo: mientras que millones o decenas de millones de obreros pertenecían, o estaban influenciados por estas organizaciones, la CCI es conocida en el mundo por una ínfima minoría de la clase obrera. Esta situación, que es hoy la que también conocen todas las demás organizaciones revolucionarias, si bien nos hace ser modestos, no es para nosotros, sin embargo, motivo de subestimación del trabajo desarrollado, y mucho menos de desaliento. La experiencia histórica del proletariado, desde que esta clase ha aparecido como actor en la escena social, hace ya siglo y medio, nos ha enseñado que los períodos en los que las posiciones revolucionarias han ejercido una influencia real sobre las masas obreras son relativamente reducidos. Apoyándose interesadamente en esta realidad, los ideólogos de la burguesía han pregonado que la revolución proletaria es pura utopía porque la mayoría de los obreros no la creen necesaria o posible. Este fenómeno, que ya era sensible cuando existían partidos obreros de masas, a finales del siglo pasado y principios del siglo XX, se amplificó tras la derrota de la oleada revolucionaria que surgió durante y después de la Iª Guerra mundial.
Después de que la clase obrera hiciera temblar a la burguesía mundial, ésta tomó su revancha y le hizo sufrir la más larga y profunda contrarrevolución de su historia. Y fueron precisamente las organizaciones que la clase había creado para su combate, tanto los sindicatos como los partidos socialistas y comunistas, las que constituyeron, pasándose al campo burgués, la punta de lanza de esa contrarrevolución. Los partidos socialistas, en su inmensa mayoría, estaban ya al servicio de la burguesía durante la guerra, llamando a los obreros a participar en la «Unión nacional», e incluso participando, en ciertos países, en los gobiernos que desencadenaron la carnicería imperialista. Después, cuando la oleada revolucionaria se desarrolló, durante y después de la revolución de Octubre de 1917 en Rusia, estos mismos partidos fueron los ejecutores de grandes obras para la burguesía, bien saboteando deliberadamente el movimiento, como en Italia en 1920, bien haciendo directamente el papel de «perro sangriento» poniéndose a la cabeza de la matanzas de los obreros y los revolucionarios, como en Alemania en 1919. A continuación, los partidos comunistas, que se formaron en torno a las fracciones de los partidos socialistas que habían rechazado la guerra imperialista, partidos que se sumaron a la oleada revolucionaria adhiriéndose a la Internacional comunista (fundada en marzo de 1919), siguieron el mismo camino que sus predecesores socialistas. Arrastrados por la derrota de la revolución mundial y por la degeneración de la revolución en Rusia, acabaron a lo largo de los años 30 en el campo capitalista para acabar siendo, en nombre del antifascismo y la «defensa de la patria socialista», los mejores banderines de enganche para la IIª Guerra mundial. Principales artesanos de los movimientos de «resistencia» contra los ejércitos ocupantes de Alemania y Japón, continuaron su sucia labor encuadrando ferozmente a los proletarios en la reconstrucción de las economías capitalistas destruidas.
A lo largo de ese período, la influencia masiva que pudieron tener los partidos socialistas o comunistas sobre la clase obrera se debía esencialmente a la losa ideológica que aplastaba la conciencia de los proletarios embriagados de chovinismo y que, o bien estaban apartados de toda perspectiva de derrocamiento del capitalismo, o confundían esta perspectiva con el reforzamiento de la democracia burguesa, o bien habían sucumbido ante la mentira de que los Estados capitalistas del bloque del Este eran expresiones del «socialismo». Mientras era «media noche en el siglo», las fuerzas realmente comunistas que habían sido expulsadas de la Internacional comunista degenerada, se encontraban en un aislamiento extremo, cuando no habían sido pura y simplemente exterminadas por los agentes estalinistas y fascistas de la contrarrevolución. En las peores condiciones de la historia del movimiento obrero, los pocos puñados de militantes que habían conseguido escapar al naufragio de la Internacional comunista prosiguieron con su trabajo de defensa de los principios comunistas con el fin de preparar el futuro resurgimiento histórico del proletariado. Muchos dejaron su vida en el intento o bien se agotaron en tal medida que sus organizaciones, las fracciones y grupos de la Izquierda comunista, desaparecieron o sufrieron la esclerosis.
La terrible contrarrevolución que aplastó a la clase obrera tras sus gloriosos combates de la primera posguerra mundial se prolongó durante casi 40 años. Pero en cuanto se apagaron los últimos fuegos de la reconstrucción de la segunda posguerra mundial y el capitalismo volvió a enfrentarse a la crisis abierta de su economía a finales de los años 60, el proletariado levantó la cabeza. Mayo de 1968 en Francia, el «Mayo rampante» de 1969 en Italia, los combates obreros del invierno de 1970 en Polonia y toda una serie de luchas obreras en Europa y otros continentes: era el fin de la contrarrevolución. Y la mejor prueba de este profundo y fundamental cambio en el curso histórico fue el surgimiento y el desarrollo en numerosos lugares del mundo de grupos que se reivindicaban, a menudo de forma confusa, de las posiciones de la Izquierda comunista. La CCI se formó en 1975 agrupando a algunos de esos grupos que el resurgir histórico del proletariado había creado. El hecho de que, después de esta fecha, la CCI no sólo se haya mantenido, sino que además se haya extendido, duplicando el número de sus secciones territoriales, es la mejor prueba de la reanudación histórica del proletariado, el mejor índice de que no ha sido batido y de que el curso histórico sigue abierto hacia enfrentamientos de clase. Esta es la primera lección que debemos extraer de estos 20 años de existencia de la CCI; en particular en contra de la idea compartida por muchos otros grupos de la Izquierda comunista que consideran que el proletariado aún no ha salido de la contrarrevolución.
En la Revista internacional nº 40, con ocasión del décimo aniversario de la CCI, sacamos una serie de lecciones de nuestra experiencia a lo largo de aquel primer período. Brevemente las citaremos para concentrarnos más particularmente en las que sacamos del período que le siguió. Sin embargo, antes de plantear tal balance, debemos volver rápidamente sobre la historia de la CCI. Para los lectores que no hayan podido tener conocimiento de dicho artículo de hace diez años, reproducimos a continuación, amplios extractos que tratan precisamente de esta historia.
La constitución de un polo de reagrupamiento internacional
(de la Revista internacional nº 40-41, 1985)
La «prehistoria» de la CCI
«... La primera expresión organizada de nuestra Corriente surgió en Venezuela en 1964. Era un pequeño núcleo de personas muy jóvenes que empezaron a evolucionar hacia posiciones de clase en discusiones con un camarada de más edad (se trata del camarada Marc de cual hablaremos más adelante) que llevaba consigo una gran experiencia militante en la Internacional comunista, en las Fracciones de izquierda que de ella habían sido excluidas a finales de los años 20 y, sobre todo, en la Fracción de izquierda del Partido comunista de Italia; un militante que había formado parte de la Izquierda comunista de Francia hasta su disolución en 1952.
Ya de entrada, aquel pequeño grupo de Venezuela –que publicó unos 10 números de la revista Internacionalismo– se situó en la continuidad política de posiciones que habían sido las de la Izquierda comunista de Francia. Esto quedó muy especialmente plasmado en el rechazo rotundo de todo tipo de política de apoyo a las pretendidas «luchas de liberación nacional» cuya mitología era un enorme lastre en Latinoamérica para quienes intentaban acercarse a las posiciones de clase. También quedó plasmado en la actitud abierta al contacto con los demás grupos comunistas, actitud muy propia de la Izquierda comunista internacional y de la Izquierda comunista de Francia en la posguerra.
Y fue así como el grupo Internacionalismo estableció o procuró establecer contactos y discusiones con el grupo norteamericano de News and Letters (...) y en Europa, son toda una serie de grupos que se basaban en posiciones de clase (...) Tras la marcha a Francia de algunos de sus componentes en 1967-68, Internacionalismo interrumpió durante algunos años su publicación hasta el año 1974 en que volvió a aparecer Internacionalismo nueva serie, reorganizándose el grupo que acabó siendo una de las partes constitutivas de la CCI. La segunda expresión organizada de nuestra Corriente apareció en Francia, con el ímpetu que le dio la huelga general del Mayo del 68, hito que señaló el resurgir histórico del proletariado tras más de 40 años de contrarrevolución. Se forma entonces un pequeño núcleo en Toulouse en torno a un militante de Internacionalismo, núcleo que participa activamente en las animadas y vivas discusiones de la primavera del 68, adopta una «Declaración de Principios» en junio y publica el primer número de la revista Révolution internationale a finales de aquel año.
De entrada, el grupo reanuda con la política de Internacionalismo, de establecer contactos y discusiones con otros grupos del medio proletario tanto nacional como internacionalmente (...) A partir del 70, establecerá lazos más estrechos con dos grupos que van consiguiendo sobrevivir a la descomposición general de la corriente consejista que siguió a Mayo del 68: la Organisation conseilliste de Clermont-Ferrand y los Cahiers du communisme de Conseils (Cuadernos del comunismo de consejos) de Marsella, tras un intento de discusión con el Groupe de liaison pour l’action des travailleurs (GLAT) que había demostrado que este grupo se alejaba cada vez más del marxismo. La discusión con aquellos dos grupos será, en cambio, de lo más fructífera y, al cabo de una serie de encuentros en los que se examinaron sistemáticamente las posiciones de base de la Izquierda comunista, dará lugar a la unificación en 1972 de Révolution internationale, la Organisation conseilliste de Clermont y de los Cahiers du communisme de conseils de Marsella en torno a una Plataforma que recoge de manera más precisa y detallada la Declaración de principios de RI de 1968. El nuevo grupo, Révolution internationale (RI), publicará Revolution internationale (nueva serie) y un Boletín de estudios y discusión y además va a ser el animador de la labor de contactos y discusiones internacionales en Europa hasta la fundación de la CCI dos años y medio después.
En cuanto a las Américas, las discusiones de Internacionalismo con News and Letters dejaron huellas en EEUU, de modo que en 1970, se constituyó en Nueva York un grupo (del que formaban parte antiguos militantes de News and Letters) en torno a un texto de orientación que recoge las orientaciones fundamentales de Internacionalismo y RI. El grupo así formado inicia la publicación de la revista Internationalism y se compromete en la misma orientación de sus predecesores de establecer discusiones con otros grupos comunistas. Mantiene contactos y discusiones con Root and Branch de Boston (inspirado en las posiciones consejistas de Paul Mattick), que resultan infructuosas al evolucionar ese grupo cada vez más hacia una especie de tertulia de marxología. Pero también y sobre todo, en 1972, Internationalism manda a unos 20 grupos una propuesta de correspondencia internacional en los siguientes términos:
“... Con el despertar de la clase obrera ha habido un desarrollo importante de los grupos revolucionarios que se reivindican de una perspectiva comunista internacionalista. Sin embargo los contactos y correspondencia mutua han sido, por desgracia, dejados de lado o al azar. Por lo tanto, Internationalism, propone con vistas a una regularización y ampliación de los contactos, que se mantenga una correspondencia seguida entre grupos que se reivindican de una perspectiva comunista internacionalista...”.
En su respuesta positiva, Révolution internationale precisa:
“...Como vosotros, nosotros sentimos la necesidad de que las actividades y la vida de nuestros grupos tengan un carácter tan internacional como las luchas actuales de la clase obrera. Por eso hemos emprendido contactos por carta o directos con cierta cantidad de grupos europeos a los que se les ha mandado vuestra propuesta (...). Pensamos que vuestra iniciativa permitirá que se amplíe el campo de los contactos o por lo menos, se conozcan mejor nuestras respectivas posiciones. Pensamos también que la perspectiva de una posible conferencia internacional es la consecuencia lógica del establecimiento de esa correspondencia” (...).
RI insistía en su respuesta en la necesidad de organizar en el futuro conferencias internacionales de la Izquierda comunista. La propuesta estaba en la continuidad de las repetidas propuestas (1968, 69 y 71) hechas al PCInt (Battaglia) de que convocara a conferencias de este tipo, pues Battaglia era, en aquel entonces en Europa, la organización más seria del campo de la izquierda comunista (junto al PCInt –Programa–, el cual se complacía en su espléndido aislamiento). Sin embargo, esas propuestas, a pesar de la actitud abierta y fraterna de Battaglia, habían sido rechazadas cada vez (...).
Al fin y al cabo, la iniciativa de Internationalism y la propuesta de RI iban a desembocar en la celebración de una serie de conferencias y encuentros en Inglaterra y Francia en 1973 y 74, durante los cuales se fueron esclareciendo y decantando las cosas, plasmándose en particular en la evolución hacia las posiciones de RI e Internationalism del grupo británico World Revolution (procedente de una escisión en Solidarity-London), grupo que publicaría el primer número de la revista del mismo nombre en mayo del 74. Además, y sobre todo, aquellos esclarecimientos y decantaciones habían creado las bases que iban a permitir la constitución de la Corriente Comunista Internacional en enero de 1975. Durante aquel mismo período, efectivamente, RI había proseguido su labor de contactos y discusiones a nivel internacional, no sólo con grupos organizados sino también con individuos aislados, lectores de su prensa y simpatizantes de sus posiciones. Esa labor había llevado a la formación de pequeños núcleos en España e Italia, en torno a las mismas posiciones, núcleos que en 1974 iniciaron la publicación de Acción Proletaria y Rivoluzione Internazionale.
Así pues, en la conferencia de enero de 1975 estaban presentes Internacionalismo, Révolution Internationale, Internationalism, World Revolution, Acción proletaria y Revoluzione internazionale, que compartían las orientaciones políticas que había desarrollado Internacionalismo a partir de 1964. Estaban también presentes Revolutionary Perspectives (que había participado en las Conferencias del 73-74), el Revolutionary Workers Group de Chicago (con quien RI e Internationalism habían iniciado discusiones en el 74) y Pour une intervention communiste (PIC), que publicaba la revista Jeune taupe (Joven topo) y se habían formado en torno a camaradas que se habían ido de RI en 1973. En cuanto a Workers’ Voice, que había participado activamente en las conferencias de los años anteriores, esta vez rehusó la invitación porque opinaba que RI, WR y demás, eran ya y en adelante, grupos burgueses (!), a causa de la posición de la mayoría de sus militantes sobre la cuestión del Estado en el período de transición del capitalismo al comunismo.
Esa cuestión estaba al orden del día de la Conferencia de enero del 75 (...). Sin embargo, no se discutió, pues la Conferencia prefirió dedicar el máximo de tiempo y atención a cuestiones mucho más cruciales entonces:
– análisis de la situación internacional;
– las tareas de los revolucionarios en esa situación;
– la organización en la corriente internacional.
Finalmente, los seis grupos cuyas plataformas se basaban en las mismas orientaciones decidieron unificarse en una sola organización dotada de un órgano central internacional, que publicaría una Revista trimestral en tres lenguas (inglés, francés y español); la revista tomaba el relevo del Bulletin d’études et de discussion de RI. Así quedó fundada la CCI. «Acabamos de dar un gran paso», decía la presentación del nº 1 de la Revista internacional. Y así era, pues la fundación de la CCI era la conclusión de un trabajo considerable de contactos, discusiones, confrontaciones entre los diferentes grupos que la reanudación histórica de los combates de clase había hecho surgir; (...) pero, sobre todo, ponía las bases para una labor mucho más considerable todavía.»
Los diez primeros años de la CCI: la consolidación del polo internacional
«Esa labor, los lectores de la Revista Internacional (al igual que los de nuestra prensa territorial) han podido comprobarla desde hace diez años, labor que confirma lo que escribíamos en la presentación del número uno de la Revista: “Algunos pensarán que esto (la constitución de la CCI y la publicación de la Revista) es una acción precipitada. Ni mucho menos. Se nos conoce lo suficiente para saber que no tenemos nada que ver con esos activistas cuya actividad no se basa más que un voluntarismo tan desenfrenado como efímero”[1].
En sus diez años de existencia, la CCI ha tropezado, claro está, con cantidad de dificultades, ha tenido que superar cantidad de debilidades, debidas en su mayoría a la ruptura de la continuidad orgánica con las organizaciones comunistas del pasado, a la desaparición o a la esclerosis de las fracciones de izquierda que se habían separado de la Internacional Comunista cuando la degeneración de ésta. Y ha tenido también que combatir contra la viciada influencia debida a la descomposición y a la rebelión de las capas de la pequeña burguesía intelectual, influencia muy sensible después de 1968 y sus movimientos estudiantiles. Estas dificultades y debilidades se han ido plasmando en escisiones (de las que hemos dado cuenta en nuestra prensa) y en la importante crisis de 1981 que se produjo en todo el medio revolucionario y que en nosotros acarreó, entre otras cosas, la pérdida de la mitad de nuestra sección en Gran Bretaña. Frente a las dificultades del 81, la CCI tuvo que organizar incluso una Conferencia extraordinaria en enero del 82 para reafirmar y precisar sus bases programáticas y, más especialmente, la función y la estructura de la organización revolucionaria. Además, algunos objetivos que se había propuesto la CCI no han podido ser alcanzados. La difusión de nuestra prensa, por ejemplo, está muy por debajo de nuestras esperanzas (...)
Sin embargo, si hacemos un balance global de estos diez últimos años, debemos afirmar que es claramente positivo. Y es especialmente positivo si se le compara con el de otras organizaciones comunistas existentes en los años 68-69. Los grupos, por ejemplo, de la corriente consejista, incluso los que habían hecho el esfuerzo de abrirse al trabajo internacional como ICO, o desaparecieron o han caído en letargo: GLAT, ICO, la Internacional situacionista, Spartacusbonb, Root and Branch, el PIC, los grupos consejistas del medio escandinavo, la lista es larga. En cuanto a las organizaciones que se reivindican de la izquierda italiana, autoproclamadas todas ellas EL PARTIDO, o no han salido de su provincialismo o se han dislocado o han degenerado en la extrema izquierda del capital, como Programme communiste[2], o se dedican hoy a imitar lo que la CCI realizó hace 10 años pero en la confusión más completa como han hecho Battaglia comunista y la CWO (con el BIPR). Hoy, tras el hundimiento cual castillo de naipes del pretendido Partido Comunista Internacional, tras los fracasos del FOR en EE UU (Focus), la CCI se mantiene como la única organización comunista con verdadera implantación internacional.
Desde su fundación en el 75, la CCI no solo ha reforzado sus secciones territoriales originarias, además se ha implantado en otros países. La continuidad del trabajo con contactos y las discusiones a escala internacional, el esfuerzo de agrupamiento de los revolucionarios, han permitido la creación de nuevas secciones de la CCI:
– en 1975, la de la sección en Bélgica, que publica en dos lenguas la Revista, después el periódico Internationalisme, que llena el vació que dejó la Fracción belga de la Izquierda comunista Internacional tras su desaparición después de la IIª Guerra mundial.
– en 1977, constitución de un núcleo en Holanda que emprende la publicación de la revista Wereld Revolution, supone un acontecimiento muy importante en el país predilecto del consejismo.
– en 1978 se constituye la sección en Alemania que comienza a publicar la Revista Internacional en alemán y un año más tarde la revista territorial Weltrevolution; la presencia de una organización comunista en Alemania es, evidentemente, un acontecimiento de la mayor importancia teniendo en cuenta el lugar que ocupó en el pasado el proletariado alemán, y que ocupará en el futuro...
– en 1980 se constituye la sección en Suecia que publica la revista Internationell Revolution (...)
Lo que queremos hacer, al contrastar el tan relativo éxito en la actividad de nuestra Co rriente y el fracaso de otras organizaciones, es poner en evidencia la validez de unas orientaciones que son las nuestras desde hace 20años (1964) en la labor de reagrupamiento de los revolucionarios, de construcción de una organización comunista, orientaciones que nuestra responsabilidad nos obliga a definir para el conjunto del medio comunista.(...)».
Las lecciones principales de los primeros diez años de la CCI
«Las bases en las que se ha apoyado nuestra Corriente ya desde antes de su constitución formalizada, en su trabajo de reagrupamiento, no son nuevas. Han sido siempre los pilares de este tipo de tarea. Pueden resumirse así:
– la necesidad de vincular la actividad revolucionaria a las adquisiciones pasadas de la clase, a la experiencia de las organizaciones revolucionarias precedentes; la necesidad de concebir la organización de hoy como un eslabón de la cadena de organismos pasados y futuros de la clase;
– la necesidad de concebir las posiciones y análisis comunistas no como un dogma muerto, sino como programa vivo, en constante mejora y profundización;
– la necesidad de armarse de una concepción clara y sólida de la organización revolucionaria, de su estructura y su función en la clase». (Revista Internacional nº 40-41, 1985)
Estas lecciones que ya sacabamos hace diez años (y que están más desarrolladas en la Revista citada, que recomendamos a nuestros lectores) continúan siendo plenamente validas hoy, y nuestra organización se ha preocupado en permanencia por su aplicación. Sin embargo, mientras que la tarea principal en los primeros diez años de vida de la CCI fue la constituir un polo de agrupamiento internacional para las fuerzas revolucionarias, la responsabilidad esencial en el periodo posterior ha sido la de hacer frente a toda una serie de pruebas, la «prueba de fuego» podríamos decir, desencadenadas, en particular, por los cambios profundos que acontecerían en la escena internacional.
La prueba de fuego...
En el VIº Congreso internacional celebrado en Noviembre de 1985, algunos meses después de que la CCI cumpliera sus 10 años, decíamos:
«En vísperas de los años 80, la CCI los calificó como los años de la “verdad”, pues durante ellos lo que se está jugando en el seno de la sociedad iba a aparecer claramente y con toda su fuerza. A mitad de la década, la evolución de la situación internacional ha confirmado con creces aquel análisis:
– con la nueva agravación de las convulsiones de la economía mundial que se produce tras la recesión de 1980-82, la más importante desde los años 80;
– la agudización de las tensiones entre los bloques imperialistas que se produjo, sobre todo, a principios de los años 80 tanto en el aumento impresionante de los gastos militares como en el desarrollo de ruidosas campañas belicistas, cuyo principal animador ha sido Reagan, jefe del bloque más poderoso;
– la reanudación, desde la segunda mitad de 1983, de los combates de clase, tras el reflujo pasajero del 81-83 producido por la represión de los obreros en Polonia. Esta reanudación se caracteriza por una simultaneidad de los combates desconocida en el pasado, sobre todo en los centros vitales del capitalismo y de la clase obrera: Europa Occidental» («Resolución sobre la situación internacional», Revista Internacional nº 44).
Este marco es válido hasta finales de los años 80, pese a que la burguesía presenta durante todo un tiempo la «recuperación» de 1983 a 1990 (basada en el endeudamiento masivo de la primera potencia mundial) como una salida «definitiva» de la crisis. Pero como decía Lenin, los hechos son tozudos y, desde el comienzo de los años 90, las manipulaciones capitalistas desembocan en una recesión abierta, más larga y brutal aun que las anteriores, que transforma la sonrisa del burgués medio en una mueca taciturna.
La ola que comienza en el 83 continúa, con sus altibajos, hasta el 89, obligando a la burguesía a poner en acción una proliferación de formas del sindicalismo de base (como las Coordinadoras) para hacer frente al descrédito creciente que sufren las estructuras sindicales oficiales.
Pero hay un aspecto de ese marco de análisis que queda totalmente trastocado en 1989. Se trata de los conflictos imperialistas, no porque la teoría marxista fuera «superada», sino porque uno de los dos principales protagonistas de los conflictos, el bloque del Este, se hundió estrepitosamente. Lo que habíamos denominado «años de la verdad» resultó fatal para un régimen aberrante, levantado sobre las ruinas de la revolución de 1917, y para el bloque que dominaba. Un acontecimiento histórico de tal envergadura, que ha modificado el mapamundi, crea una situación nueva, inédita en la historia en lo que a conflictos imperialistas se refiere. Conflictos imperialistas que, lejos de desaparecer, adoptan formas desconocidas hasta ahora, y que los revolucionarios tenemos la obligación de comprender y analizar.
Al misto tiempo estos cambios, que afectaron a los países llamados «socialistas», han asestado un duro golpe a la conciencia y la combatividad obrera, la cual ha sufrido el retroceso más importante conocido desde la reanudación histórica de finales de los años 60.
Tras diez años, la situación internacional impone a la CCI que enfrente una serie de retos:
– ser parte activa y comprometida en los combates que la clase desarrolla entre el 83 y el 89;
– comprender la naturaleza de los sucesos de 1989 y sus consecuencias, tanto respecto a los conflictos imperialistas como en la lucha de clases;
– de manera más general, interpretar el período que se abre en la vida del capitalismo, y cuya primera gran manifestación es el hundimiento del bloque del Este.
Ser parte activa de los combates de la clase
Tras el VIº Congreso de la sección en Francia (la más importante de la CCI) celebrado en 1984, el VIº Congreso de la CCI pone esta preocupación como centro de sus debates. Sin embargo, a pesar del esfuerzo sostenido durante meses que hace nuestra organización internacional para estar a la altura de su responsabilidad ante la lucha de clases, desde principios del 84, perviven aún en nuestra organización concepciones que subestiman la función de la organización revolucionaria como factor activo en el combate proletario. La CCI identifica tales ideas como inclinaciones centristas hacia el consejismo, lo cual es resultado, en gran medida, de las condiciones históricas que presidieron a su constitución, pues entre los grupos y elementos que participaron en ella existía una gran desconfianza hacia todo lo que pudiera asemejarse al estalinismo. En línea con el consejismo, estos elementos tendían a meter en el mismo saco el estalinismo, las concepciones de Lenin en materia de organización y la idea misma de partido proletario. La CCI, en los 70, ya había hecho la crítica de las concepciones consejistas, aunque de forma insuficiente, y aún pesaban en algunas partes de la organización. Cuando despunta el combate contra los vestigios consejistas, a finales del 83, algunos camaradas se niegan a ver la realidad de sus debilidades consejistas, y se imaginan que la CCI está emprendiendo una «caza de brujas». Para dar esquinazo al problema, claramente planteado, de su centrismo respecto al consejismo, estos compañeros se sacan de la manga que el centrismo no puede existir en la decadencia del capitalismo[3]. A estas incomprensiones políticas que mantienen estos camaradas, la mayoría de ellos intelectuales poco preparados para soportar las críticas, se une un sentimiento de honor mancillado y de «solidaridad» con sus amigos «injustamente atacados». Una especie de remedo del segundo congreso del POSDR, como mostramos en la Revista Internacional nº 45, donde el centrismo en materia de organización y el peso del espíritu de circulo, cuando los lazos de afinidad se imponen sobre los lazos políticos, condujo a la escisión de los mencheviques. La «tendencia» que se formó a comienzos del 85, recorrió el mismo camino para escindirse durante el VIº Congreso de la CCI y formar una nueva organización, la Fracción externa de la CCI (FECCI). Sin embargo existe una diferencia sustancial entre la fracción de los mencheviques y la FECCI, puesto que la primera iba a prosperar con el reagrupamiento de las corrientes más oportunistas de la Socialdemocracia rusa que desembocó en el terreno de la burguesía; la FECCI, por su parte, se ha ido eclipsando y ha ido espaciando la frecuencia de su publicación Perspective internationaliste. Para remate, la FECCI termina por rechazar la Plataforma de la CCI cuando, en el momento de su constitución, defendía que su principal tarea era defender la Plataforma de una CCI que, según ellos, «degeneraba» y la estaba traicionando.
Al mismo tiempo que la CCI luchaba contra los vestigios del consejismo, participaba activamente en los combates de la clase obrera, como así lo muestra nuestra prensa territorial durante ese periodo. Pese a la escasez de nuestra fuerzas participamos en las distintas luchas, no solo difundiendo nuestra prensa y panfletos, también participando directamente, siempre que era posible, en asambleas obreras a fin de defender la necesaria extensión de las luchas y su control por los propios obreros, al margen de las diversas formas sindicales, ya sea el sindicalismo «oficial» o el sindicalismo «de base». En Italia, durante la huelga de las escuelas en 1987, la intervención de nuestros camaradas tuvo un impacto no despreciable en los COBAS (Comités de base) en los que participaron antes de que estos organismos, por el retroceso del movimiento, fueran recuperados por el sindicalismo de base. Durante este periodo, uno de los indicios más claros de que nuestras posiciones comienzan a tener un impacto entre los obreros es que somos la «bestia negra» para algunos grupos izquierdistas. En particular en Francia durante la huelga de los ferroviarios a finales del 86 y la de los hospitales en el otoño del 88 el grupo trotskista Lutte ouvrière (Lucha obrera) había movilizado a sus gorilas para impedir que nuestros militantes intervinieran en las asambleas convocadas por las «coordinadoras». Al mismo tiempo, militantes de la CCI participaron activamente –siendo en ocasiones los impulsores– en diversos comités de lucha donde se reagrupaban los trabajadores que sentían la necesidad de reunirse fuera de los sindicatos para llevar adelante la lucha.
No queremos «inflar» el impacto que los revolucionarios, y de nuestra organización en particular, pudieran tener en las luchas obreras del 83 al 89. Globalmente el movimiento quedó prisionero de los sindicatos, la variante de «base» tomaba el relevo a unos sindicatos oficiales demasiado desprestigiados. Nuestro impacto fue muy puntual y, de cualquier manera, limitado porque nuestras fuerzas son aún muy escasas. Pero una lección que debemos recordar de esa experiencia es que cuando las luchas se desarrollan los revolucionarios encuentran eco allí donde van, pues las posiciones que defienden y las perspectivas que trazan, dan una respuesta a los problemas que se plantean los obreros. De ahí que no tengan ninguna necesidad de «esconder su bandera en el bolsillo», de hacer la menor concesión a las ilusiones que aún puedan pesar sobre la conciencia de los obreros, en particular respecto al sindicalismo. Esta enseñanza es válida para todos los grupos revolucionarios que, con frecuencia estaban paralizados ante estas luchas porque en ellas no se cuestionaba el capitalismo, o se creían obligados a «llegar» a los obreros a través de las estructuras del sindicalismo de base, avalando así a estas organizaciones capitalistas.
Entender la naturaleza de los sucesos de 1989
Al igual que los revolucionarios tienen la responsabilidad, en la medida de sus posibilidades, de estar «presentes» en «escena» cuando se producen las luchas obreras, también la tienen de darle a la clase obrera un marco de análisis claro sobre los acontecimientos que ocurren en el mundo.
Y esta tarea concierne en primera instancia al análisis de las contradicciones económicas que afectan al sistema capitalista: los grupos revolucionarios que no han sido capaces de poner en evidencia el carácter irresoluble de la crisis en la que se hunde el sistema –lo que evidencia que no han comprendido el marxismo del que se reivindican– han resultado de escasa utilidad para la clase obrera. Tal fue, por ejemplo, el caso de un grupo como Fomento obrero revolucionario que ni siquiera reconocía que hubiera crisis. Fijos los ojos en las características especificas de la crisis del 29 se ha dedicado, hasta su desaparición, a negar la evidencia.
También corresponde a los revolucionarios evaluar los pasos del movimiento de la clase, reconocer los movimientos de avance al igual que los retrocesos. Es una tarea que condiciona el tipo de intervención que se desarrolla hacia los obreros, pues la responsabilidad de los revolucionarios es empujar a la clase hacia adelante cuando el movimiento avanza, en particular llamando a la extensión, mientras que cuando el movimiento se repliega, seguir llamando a la lucha lo que hace es llevar a los obreros a batirse en el aislamiento más feroz, y llamar a la extensión supone contribuir a la extensión de la... derrota. Es precisamente en esos momentos cuando los sindicatos claman por la extensión.
El seguimiento y la comprensión de los diversos conflictos imperialistas es una de las principales responsabilidades de los comunistas. Un error en este terreno puede tener consecuencias dramáticas. Así pasó a finales de los años 30 cuando la mayoría de la Fracción comunista italiana, con Vercesi –su principal animador– a la cabeza, consideraba que las diferentes guerras, en particular la de España, no auguraban en absoluto un conflicto generalizado. Ante el estallido de la guerra mundial en septiembre de 1939 la Fracción está totalmente desamparada y harán falta años para que pueda reconstituirse en el sur de Francia y reemprender su trabajo militante.
En lo que respecta al periodo actual era de la mayor importancia comprender con claridad meridiana la naturaleza de los acontecimientos sobrevenidos entre el verano y el otoño del 89 en los países del Este. En el verano del 89, en la estación en la que la actualidad suelen ser las «serpientes de verano», Solidarnosc sube al gobierno en Polonia, y la CCI se moviliza para comprender su significado[4]. La posición que adopta es que lo ocurrido en Polonia sella la entrada de los regímenes estalinistas de Europa en una crisis sin parangón: «La perspectiva para el conjunto de los regímenes estalinistas no es pues en absoluto la de una “democratización pacífica” ni la de un “relanzamiento” de la economía. Con la agravación de la crisis mundial del capitalismo, esos países han entrado en un período de convulsiones de una amplitud nunca vista en el pasado, pasado que ha conocido ya muchos sobresaltos violentos» («Convulsiones capitalistas y luchas obreras», Revista Internacional nº 59). Esta idea se desarrolla más ampliamente en las «Tesis sobre la crisis económica y política en los países del Este» elaboradas el 15 de Septiembre (cerca de dos meses antes de la caída del muro de Berlín) y adoptadas por la CCI a principios de Octubre. En ellas podemos leer:
«En efecto, en la medida misma en que el factor prácticamente único de cohesión del bloque ruso es la fuerza armada, toda política que tienda a hacer pasar a un segundo plano ese factor lleva consigo la fragmentación del bloque. El bloque del Este nos está dando ya la imagen de una dislocación creciente... En esta zona, las tendencias centrífugas son tan fuertes que se desatan en cuanto se les deja ocasión de hacerlo... Fenómeno similar es el que puede observarse en las repúblicas periféricas de la URSS... Los movimientos nacionalistas que, favorecidos por el relajamiento del control central del partido ruso, se desarrollan hoy con casi medio siglo de retraso con respecto a los movimientos que habían afectado al imperio francés o al británico, llevan consigo una dinámica de separación de Rusia» (Punto 18 de las Tesis, Revista Internacional nº 60).
«Pero cualquiera que sea la evolución futura de la situación en los países del Este, los acontecimientos que los están zarandeando son la confirmación de la crisis histórica, del desmoronamiento definitivo del estalinismo... En esos países se ha abierto un período de inestabilidad, de sacudidas, de convulsiones, de caos sin precedentes cuyas implicaciones irán mucho más allá de sus fronteras. En particular el debilitamiento del bloque ruso que se va a acentuar aún más, abre las puertas a una desestabilización del sistema de relaciones internacionales, de las constelaciones imperialistas, que habían surgido de la IIª Guerra mundial con los acuerdos de Yalta» (Punto 20, Ídem).
Algunos meses más tarde (Enero del 90) esta última idea se precisa en los términos siguientes:
«... La configuración geopolítica sobre la que ha vivido el mundo desde después de la Segunda Guerra Mundial ha sido puesta en cuestión completamente por los acontecimientos que se han desarrollado en la segunda mitad del año 1989. Ya no existen dos bloques que se reparten el control del planeta. El bloque del Este, es evidente (...), ha dejado de existir (...). ¿Esta desaparición del bloque del Este significa que de ahora en adelante el mundo estará dominado por un solo bloque imperialista o que acaso el capitalismo no conocerá más enfrentamientos imperialistas?. Tales hipótesis son completamente ajenas al marxismo. Hoy en día el hundimiento del bloque del Este no puede hacer dudar respecto a que: este hundimiento contiene en sí mismo, a término, la desaparición del bloque occidental (...).
La desaparición del “gendarme” ruso, y lo que de ella se va a desprender para el “gendarme” americano respecto a sus principales «socios» de ayer, abren la puerta a el desencadenamiento de toda una serie de rivalidades más locales. Estas rivalidades y enfrentamientos no pueden, en el momento actual, degenerar en un conflicto mundial...
Sin embargo, por el hecho de la desaparición de la disciplina impuesta por la presencia de bloques, estos conflictos amenazan con ser más violentos y numerosos, en particular, evidentemente, en las zonas donde el proletariado es más débil...
La desaparición de las dos constelaciones imperialistas que surgieron de la IIª Guerra mundial lleva, en sí misma, la tendencia a la recomposición de dos nuevos bloques. Sin embargo, tal situación no está aún al orden del día...» (Revista Internacional nº 61, «Tras el hundimiento del bloque del Este, desestabilización y caos»).
Los acontecimientos que se desarrollaron a continuación, especialmente la crisis y la guerra del Golfo Pérsico en 1990-91[5], confirmaron nuestro análisis. Hoy, el conjunto de la situación mundial, en particular lo que sucede en la ex Yugoslavia, nos muestra la realidad de la desaparición completa de todo bloque imperialista y al mismo tiempo del hecho de que ciertos países de Europa, especialmente Francia y Alemania, intentan a duras penas impulsar la reconstrucción de un nuevo bloque, basado en la Unión Europea, que puede echar un pulso a la potencia americana.
Respecto a la evolución de la lucha de clases, las «Tesis» del verano del 89, se pronunciaron también al respecto:
«...Hasta en su muerte, el estalinismo está prestando un último servicio a la dominación capitalista: al descomponerse, su cadáver sigue contaminando la atmósfera que respira el proletariado (...) Cabe esperar un retroceso momentáneo de la conciencia del proletariado, cuyas manifestaciones, se advierten ya, en especial, en el retorno a bombo y platillo de los sindicatos en el ruedo social (...) En vista de la importancia histórica de los hechos que lo determinan, el retroceso actual del proletariado, aunque no ponga en tela de juicio el curso histórico –la perspectiva general hacia enfrentamientos de clase– aparece como más importante que el que había acarreado la derrota en 1981 del proletariado en Polonia...» (Tesis 22).
También en este terreno, los cinco últimos años, han confirmado ampliamente nuestras previsiones. Desde 1989, hemos asistido al retroceso más importante de la clase obrera tras su resurgimiento histórico, a finales de los años 60. Es esta una situación, para la que los revolucionarios deben estar preparados a fin de poder adaptar su intervención y sobre todo no deben echarlo todo por la borda considerando que este largo retroceso cuestionaría, de forma definitiva, la capacidad del proletariado para plantear y desarrollar sus combates de clase contra el capitalismo. En particular, las manifestaciones de relanzamiento de la combatividad obrera, en especial en el otoño del 92 en Italia y del mismo periodo del 93 en Alemania (ver nuestras Revista internacional nº 72 y 75) ni subestimar el hecho de que son los signos anunciadores de un relanzamiento inevitable de los combates y del desarrollo de la conciencia de clase en todos los países industrializados.
El marxismo es un método científico. Sin embargo, al contrario que las ciencias de la Naturaleza, no puede verificar la validez de sus tesis sometiéndolas a la experiencia del laboratorio o haciendo uso de medios de observación más potentes. Su laboratorio es la realidad social, y por tanto demuestra su validez siendo capaz de prever la evolución de la misma. Por ello, el hecho de que la CCI haya sido capaz de prever, desde los primeros síntomas del hundimiento del bloque del Este, los principales acontecimientos que han trastornado el mundo en los últimos cinco años, no debe considerarse como una aptitud particular propia de un debate de café o por el conocimiento de la posición de los astros. Es la prueba, pura y simplemente, de su apego al método marxista, y es a ello a lo que hay que atribuir el acierto de nuestras previsiones.
Dicho esto, hay que señalar que no basta con reivindicarse del marxismo para poder utilizarlo eficazmente. De hecho nuestra capacidad para comprender rápidamente los dilemas de la situación mundial son el resultado de la puesta en práctica del método que hemos aprendido de Bilan, método del que destacamos hace más de diez años una de sus principales enseñanzas: la necesidad de considerar firmemente la adquisiciones del pasado, la necesidad de concebir las posiciones y análisis comunistas, no como un dogma muerto sino como un programa vivo.
Por eso las Tesis de 1989 comienzan por recordar cuál es el marco desarrollado por nuestra organización a comienzo de los años 80, tras los acontecimientos de Polonia, para la comprensión de las características de los países del Este. A partir de estos análisis pudimos poner en evidencia que se trataba de una situación que no podía desembocar sino en el fin de los regímenes estalinistas en Europa y del bloque del Este. Es más, apoyándonos en una vieja adquisición del movimiento obrero (desarrollada en especial por Lenin frente a las tesis de Kaustky) de que no puede existir un solo bloque imperialista, hemos podido anunciar que el hundimiento del bloque del Este abría la puerta a la desaparición del bloque occidental.
Del mismo modo, era necesario, para comprender lo que estaba ocurriendo, poner en tela de juicio los viejos esquemas que habían sido válidos durante más de cuarenta años: el reparto del mundo entre el bloque occidental dirigido por los EEUU y el bloque del Este dirigido por la URSS. También, tuvimos que considerar el hecho de que este país, que fue formándose progresivamente desde Pedro el Grande, no sobreviviría al hundimiento de su imperio. Una vez más, no queremos arrogarnos ningún mérito particular por el hecho de haber sido capaces de poner en cuestión los esquemas del pasado. Nosotros no hemos inventado esta actitud. Nos ha sido legada y enseñada por la experiencia viva del movimiento obrero y en particular de sus principales combatientes: Marx, Engels, Rosa Luxemburgo, Lenin...
En fin, la comprensión de los cambios de finales de los años 80 debía ser situada en un marco de análisis general de la etapa actual de la decadencia del capitalismo.
El marco de comprensión del período actual del capitalismo
Este trabajo que comenzamos a desarrollar en 1986 indicaba que habíamos entrado en una nueva fase de la decadencia del capitalismo, la de descomposición del sistema. Este análisis fue precisado a principios del 89 en los términos siguientes: «Hasta el presente, los combates de clase que, desde hace 20 años, se han desarrollado por los cuatro rincones del planeta, han sido capaces de impedir al capitalismo aportar e imponer su propia respuesta al estancamiento de su economía: el desencadenamiento de la forma más acabada de su barbarie, una nueva guerra mundial. Sin embargo, la clase obrera no está aún en condiciones de afirmar por sus luchas revolucionarias su propia perspectiva, ni siquiera presentar al resto de la sociedad el futuro que lleva en sí.
Es justamente esta situación momentáneamente cerrada, en la cual ni la alternativa burguesa ni la alternativa proletaria pueden afirmarse abiertamente, la que origina ese fenómeno de putrefacción desde las propias raíces de la sociedad capitalista. Eso es lo que explica el grado particular y extremo alcanzado actualmente por la barbarie típica de la decadencia del sistema. Y esa descomposición no parará de aumentar todavía más con la agravación inexorable de la crisis económica» (Revista internacional nº 57, «La descomposición del capitalismo»).
Evidentemente, desde que se anunció el hundimiento del bloque del Este, hemos situado tal acontecimiento en ese marco de la descomposición: «En realidad, el hundimiento actual del bloque del Este constituye una de las manifestaciones de la descomposición general del capitalismo que encuentra su origen en la incapacidad de la burguesía para aportar su propia respuesta, la guerra generalizada, a la crisis abierta de la economía mundial» (Revista internacional nº 60, «Tesis», punto 20).
Igualmente, en Enero del 90 extrajimos las implicaciones que tenía para el proletariado la fase de descomposición y la nueva configuración de la arena imperialista: «... En un contexto así, de pérdida de control de la situación para la burguesía mundial, no es evidente que haya sectores dominantes de la misma que hoy sean capaces de imponer la organización y la disciplina necesaria para la reconstitución de bloques militares (...) Por todo esto, es fundamental poner de relieve que la solución proletaria, la revolución comunista, es la única capaz de oponerse a la destrucción de la humanidad, la cual destrucción es la única “respuesta” que la burguesía puede dar a esta crisis; pero esta destrucción no vendría necesariamente de una tercera guerra mundial. Podría ser el resultado de la continuación hasta sus más extremas consecuencias de la descomposición ambiente: catástrofes ecológicas, epidemias, hambres, guerra locales sin fin, y un largo etcétera de esta descomposición (...). La continuación y la agravación del fenómeno de putrefacción de la sociedad capitalista ejercerán, aún más que durante los años 80, sus efectos nocivos sobre la conciencia de la clase. En el ambiente general de desesperanza que impera en la sociedad, en la descomposición misma de la ideología burguesa, cuyas pútridas emanaciones emponzoñan la atmósfera que respira el proletariado, ese fenómeno va a significar para él, hasta el periodo prerevolucionario, una dificultad suplementaria en el camino de su conciencia» (Revista internacional nº 61, «Tras el hundimiento del bloque del Este, desestabilización y caos»).
Así, nuestro análisis sobre la descomposición nos ha permitido poner en evidencia la gravedad de los dilemas de la actual situación histórica. En particular nos ha conducido a subrayar el hecho de que el camino hacia la revolución comunista será mucho más difícil de lo que los revolucionarios habían podido prever en el pasado. He aquí una nueva lección que debemos extraer de la experiencia de estos 10 últimos años de la vida de la CCI, preocupación que conecta con una expresada por Marx a mediados del siglo pasado: el papel de los revolucionarios no es el de consolar a la clase obrera, al contrario, su obligación es subrayar la absoluta necesidad de su combate histórico y las dificultades que puede encontrar en su camino. Solo teniendo una clara conciencia de esta dificultad, el proletariado (y con él los revolucionarios) será capaz de no desmoralizarse frente a los retos que afrontará y, en ella, encontrará la fuerza y la lucidez para superarlos y conseguir derrocar la sociedad de explotación[6].
En el balance de estos 10 últimos años de la CCI no podemos pasar de puntillas sobre dos hechos muy importantes que han afectado a nuestra vida organizativa.
El primero es muy positivo. Es la extensión de la presencia territorial de la CCI con la constitución en 1989 de un núcleo en India que publica en lengua hindi Communist Internationalist, y de una nueva sección en México, país de una enorme importancia en el continente americano, que publica Revolución mundial.
El segundo hecho es triste: la desaparición de nuestro camarada Marc, el 20 de diciembre de 1990. No volveremos aquí sobre el papel de primer plano que él desempeñó en la constitución de la CCI, y antes, en los combates de las fracciones comunistas en los momentos más sombríos de la contrarrevolución. En las Revistas Internacionales nº 65 y 66 dedicamos dos extensos artículos a este tema. Diremos, simplemente que, al lado de la «prueba de fuego» que ha representado para la CCI, así como el conjunto del medio revolucionario, las convulsiones del capitalismo mundial tras 1989, la pérdida de nuestro camarada ha sido para nosotros también una «prueba de fuego». Muchos de los grupos de la Izquierda Comunista no han sobrevivido tras la desaparición de su principal animador. Este ha sido, por ejemplo, el caso de FOR. Y por otra parte ciertos «amigos» nos habían advertido con «solicitud» que la CCI no sobreviviría a Marc. Sin embargo, la CCI aún está ahí, ha conseguido mantener el tipo desde hace cuatro años a pesar de las tempestades que ha encontrado en su camino.
En este terreno no creemos haber conseguido un mérito particular: la organización revolucionaria no existe gracias a tal o cual de sus militantes, por muy valiosos que estos sean. Es un producto histórico del proletariado y si no sobrevive a uno de sus militantes es que, no ha asumido correctamente la responsabilidad que la clase le ha confiado y que dicho militante en cierta medida ha fracasado. Si la CCI ha conseguido superar con éxito las pruebas que ha encontrado, es ante todo porque ha desarrollado permanentemente la preocupación de anclarse en la experiencia de las organizaciones comunistas que la han precedido, de concebir su papel como un combate a largo plazo y no para conseguir «éxitos» inmediatos. En nuestro siglo, esta actitud ha sido la de los militantes más lúcidos y sólidos y ha sido nuestro camarada Marc quien, en gran parte, nos lo ha enseñado. Nos ha enseñado, con su ejemplo, lo que quiere decir dedicación militante, algo sin lo cual una organización revolucionaria no puede sobrevivir, por muy clara que sea: «... Su gran fuerza reside, no solo en su contribución excepcional, sino en el hecho de que, hasta el final, ha sido fiel, con todo su ser, al combate del proletariado. Y esta es una lección fundamental para las nuevas generaciones de militantes que no han tenido la ocasión de conocer la enorme dedicación a la causa revolucionaria que han desarrollado las generaciones del pasado. Es ante todo en este terreno en el que queremos estar a la altura del combate que, en adelante sin su presencia vigilante y lúcida, calurosa y apasionada, estamos determinados a continuar...» (Marc, Revista Internacional nº 66).
Veinte años después de la constitución de la CCI, continuamos en el combate.
FM
[1] El hecho de que estemos hoy en el número 80 de la Revista internacional demuestra que su regularidad se ha mantenido con rigor.
[2] A principios de los años 80, el PCI-Programma había cambiado el título de su publicación en Combat, que se fue deslizando con bastante celeridad hacia el izquierdismo. Desde entonces algunos elementos de ese grupo han reanudado la publicación de Programma comunista que defiende las posiciones bordiguistas clásicas.
[3] Ver sobre esta cuestión los artículos que hemos publicado en los números 41 a 45 de nuestra Revista internacional.
[4] Debemos destacar el hecho de que prácticamente todos los grupos del medio revolucionario han tenido enormes dificultades para comprender los acontecimientos de 1989 como pusimos en evidencia en nuestros artículos «El viento del Este y la respuesta de los revolucionarios» y «Frente a los cambios en el Este, una vanguardia en retraso». en la Revista internacional nº 61 y 62. La palma, sin duda alguna, se la lleva la FECCI (que abandonó nuestra organización con la excusa de que degenerábamos y no éramos capaces de desarrollar el trabajo teórico): le han costado DOS AÑOS darse cuenta de que el bloque del Este había desaparecido (ver nuestro artículo «¿Para que sirve la FECCI?», en la Revista internacional nº 70).
[5] Hemos explicado esos acontecimientos en la Revista Internacional nº 64 y 65. Escribíamos, incluso antes de la «tempestad del desierto» que «En el nuevo período histórico en que hemos entrado, y los acontecimientos del Golfo lo vienen a confirmar, el mundo aparece como una inmensa timba en la que cada quien va a jugar a fondo para sí, en la que las alianzas entre Estados no tendrán ni mucho menos, el carácter de estabilidad de los bloques, sino que estarán dictadas por las necesidades del momento. Un mundo de desorden asesino, de caos sanguinario en el que el “gendarme” americano intentará hacer reinar un mínimo de orden con el empleo más y más masivo de su potencial militar» (Revista internacional nº 13). Rechazamos también la idea propalada por los izquierdistas, pero compartida por la mayoría de los grupos del medio proletario, de que la guerra del Golfo era una «guerra por el petróleo» («El medio político proletario ante la guerra del Golfo», ídem).
[6] No es necesario volver aquí, extensamente, sobre nuestro análisis de la descomposición. Aparece en cada uno de nuestros textos que tratan sobre la situación internacional. Añadiremos simplemente que tras un profundo debate en el seno de nuestra organización, este análisis se ha ido precisando progresivamente (ver en este sentido nuestros textos: «La descomposición, última fase de la decadencia del capitalismo», «Militarismo y descomposición», «Hacia el mayor caos de la historia», publicados respectivamente en los números 62,64 y 68 de la Revista internacional).