Informe sobre la pandemia y desarrollo de la descomposición del 24º Congreso Internacional de la CCI

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En cierto modo, “la Izquierda comunista se encuentra hoy en una situación similar a la de Bilan de los años 1930, en el sentido de que se ve obligada a comprender una situación histórica nueva y sin precedentes1.

Esta constatación, más adecuada que nunca, requeriría intensos debates entre organizaciones del medio proletario para analizar el significado de la crisis del Covid-19 en la historia del capitalismo y las consecuencias que se derivan de ella. Sin embargo, ante la fulgurante extensión de los acontecimientos, los grupos del medio político proletario parecen totalmente desamparados y desarmados: en lugar asirse al método marxista como una teoría viva, lo reducen a un dogma invariante en el que la lucha de clases se ve como una repetición inmutable de esquemas eternamente válidos sin poder mostrar no sólo lo que persiste sino también lo que ha cambiado. Así, los grupos bordiguistas o consejistas ignoran obstinadamente la entrada del sistema en su fase de decadencia. Por otro lado, la Tendencia Comunista Internacional (TCI) rechaza la descomposición como una visión cataclísmica y limita sus explicaciones a la obviedad según la cual la ganancia económica es responsable de la pandemia, y a la ilusoria idea de que esta última es sólo un evento anecdótico, un paréntesis, en los ataques de la burguesía para maximizar sus ganancias. Esos grupos del medio político proletario se conforman con recitar los esquemas del pasado sin analizar las circunstancias específicas, el momento y el impacto de la crisis sanitaria. En consecuencia, su contribución a la evaluación de la relación de fuerzas entre las dos clases antagónicas de la sociedad, de los peligros u oportunidades que se presentan a la clase y a sus minorías, es irrisoria.

Un enfoque marxista firme es tanto más necesario cuanto la desconfianza hacia el discurso oficial engendra actualmente la emergencia de numerosas "explicaciones alternativas" falsas y fantasiosas de los acontecimientos. Surgen teorías "conspirativas"2 cada cual más extravagante, y son compartidas por millones de adeptos: la pandemia y la vacunación masiva de hoy serían una maquinación de los chinos para asegurar su supremacía, un complot de la burguesía mundial para preparar la guerra o reestructurar la economía mundial, una toma del poder por parte de una internacional secreta de virólogos o incluso una nebulosa conspiración mundial de las élites (bajo la dirección de Soros o Gates), ... Este ambiente general provoca también una desorientación del medio político, un verdadero "Corona blues".

Para la CCI, el marxismo es "un pensamiento vivo para el que cada acontecimiento histórico importante es la oportunidad de un enriquecimiento". (...). Corresponde a las organizaciones y a los militantes revolucionarios la responsabilidad específica y fundamental de llevar a cabo este esfuerzo de reflexión cuidando, al igual que hicieron nuestros mayores -como Lenin, Rosa Luxemburgo, la Fracción Italiana de la Izquierda Comunista Internacional (Bilan), la Izquierda Comunista de Francia, etc.- avanzar a la vez con prudencia y audacia:

  • apoyándose firmemente en las aportaciones de base del marxismo;

  • examinando la realidad sin anteojeras y desarrollando el pensamiento sin "ninguna prohibición ni ningún ostracismo" (Bilan).

En particular, ante tales acontecimientos históricos, es importante que los revolucionarios sean capaces de distinguir claramente entre los análisis que han quedado obsoletos y los que siguen siendo válidos, para evitar un doble escollo: ya sea encerrarse en la esclerosis o "tirar el niño con el agua de la bañera"3.

Por tanto, la crisis del Covid-19 ha obligado a la CCI a confrontar los elementos más destacados de este importante acontecimiento en el marco de la descomposición que la organización lleva planteando desde hace más de 30 años para entender la evolución del capitalismo. Este marco se recuerda claramente en la Resolución sobre la situación internacional del 23º Congreso Internacional de la CCI (2019)4: "Hace 30 años, la CCI puso en evidencia que el sistema capitalista había entrado en la última fase de su período de decadencia y de su existencia, el de la descomposición. Este análisis se basaba en una serie de hechos empíricos, pero al mismo tiempo proporcionaba un marco para entenderlos: "En una situación como ésta, en la que las dos clases fundamentales y antagónicas de la sociedad se enfrentan sin poder imponer su propia respuesta decisiva, la historia no puede detenerse. Menos aún que para los otros modos de producción que le precedieron, no puede existir para el capitalismo "congelación", ni "estancamiento" de la vida social. Mientras las contradicciones del capitalismo en crisis no hacen más que agravarse, la incapacidad de la burguesía de ofrecer la más mínima perspectiva para el conjunto de la sociedad y la incapacidad del proletariado de afirmar abiertamente la suya en el futuro inmediato sólo pueden desembocar en un fenómeno de descomposición generalizada, de putrefacción de la sociedad desde su base." 5 Nuestro análisis se ocupó de precisar los dos significados del término "descomposición"; por un lado, se aplica a un fenómeno que afecta a la sociedad, particularmente en el período de decadencia del capitalismo, y, por otro lado, designa una fase histórica particular de éste último, su fase última : "... es indispensable destacar la diferencia fundamental que opone los elementos de descomposición que han afectado al capitalismo desde principios de siglo (el siglo 20º) y la descomposición generalizada en la que este sistema se hunde actualmente y que no podrá sino agravarse. También aquí, más allá del aspecto estrictamente cuantitativo, el fenómeno de la descomposición social alcanza hoy tal profundidad y extensión que adquiere una cualidad nueva y singular que manifiesta la entrada del capitalismo decadente en una fase específica -la fase última- de su historia, aquella en la que la descomposición se convierte en un factor, si no en el factor decisivo, de la evolución de la sociedad". (Ibid., Tesis 2).

Es principalmente este último punto, el hecho que la descomposición tiende a convertirse en el factor decisivo de la evolución de la sociedad y, por lo tanto, del conjunto de componentes de la situación mundial -una idea que de ninguna manera es compartida por los otros grupos de la Izquierda comunista- el que constituye el eje principal de la presente resolución”.

En este contexto, el objetivo de este informe es evaluar el impacto de la crisis del Covid-19 en la profundización de las contradicciones en el seno del sistema capitalista y las implicaciones de ésta en la profundización de la fase de descomposición.

1. La crisis del Covid-19 revela la profundidad del pudrimiento en la raíz del capitalismo

La pandemia hace estragos en el corazón del capitalismo: una primera, luego una segunda, incluso una tercera oleada de infecciones está arrasando al mundo y en particular a los países industrializados; sus sistemas hospitalarios están al borde del colapso y se ven obligados a imponer repetidamente confinamientos más o menos drásticos. Después de un año de pandemia, las cifras oficiales, en gran parte subvaluadas en muchos países, contabilizan más de 500,000 muertes en Estados Unidos y más de 650,000 en la Unión Europea y América Latina6.

Durante los últimos doce meses, en este modo de producción con ilimitadas capacidades científicas y tecnológicas, las burguesías, no sólo de los países periféricos sino especialmente de los principales países industrializados, se han mostrado incapaces de:

  • impedir la propagación de la pandemia, luego su reanudación a través de una segunda, tercera, .... oleada;

  • evitar la saturación de los sistemas hospitalarios, como en Italia, en España, pero también en Gran Bretaña o Estados Unidos;

  • poner en práctica técnicas e instrumentos para controlar y contener las diversas oleadas;

  • coordinar y centralizar la búsqueda de una vacuna y poner en marcha una política de producción, distribución y vacunación planificada y pensada para todo el planeta.

Por el contrario, rivalizaron en la toma de medidas inconsistentes y caóticas y recurrieron, desesperados, a medidas que se remontan a épocas remotas de la historia que se suponía ya superadas, como el encierro, la cuarentena o el toque de queda. Han condenado a muerte a cientos de miles de personas seleccionando los enfermos de Covid ingresados en hospitales abarrotados o posponiendo a una fecha lejana el tratamiento de otras patologías graves.

El desarrollo catastrófico de la crisis pandémica está fundamentalmente ligado a la implacable presión de la crisis histórica del modo de producción capitalista. El impacto de las medidas de austeridad, aún más acentuadas desde la recesión de 2007-2011, la competencia económica despiadada entre los Estados y la prioridad dada, en particular en los países industrializados, al mantenimiento de las capacidades de producción en detrimento de la salud de las poblaciones en nombre de la primacía de la economía, ha favorecido la amplitud de la crisis sanitaria y constituye un obstáculo permanente para su contención. Esta inmensa catástrofe que constituye la pandemia no es producto de la fatalidad ni de la insuficiencia de conocimientos científicos o de herramientas sanitarias (como era el caso en anteriores modos de producción); ésta no llegó como un trueno en un cielo sereno, ni constituye un paréntesis pasajero. Ésta expresa la impotencia fundamental del modo de producción capitalista declinante, que va más allá de la irresponsabilidad de tal o cual gobierno, más bien, por el contrario, revela el bloqueo y pudrimiento desde su base de la sociedad burguesa. Y, sobre todo, revela el alcance de esta fase de descomposición, que se ha ido profundizando durante 30 años.

1.1. Su surgimiento pone de manifiesto 30 años de hundimiento en la descomposición

La crisis del Covid-19 no surge de la nada; es tanto la expresión como el resultado de 30 años de la fase de descomposición del capitalismo que marcó una tendencia a la multiplicación, a la profundización y a una convergencia cada vez más clara de las diversas manifestaciones de la pudrición del sistema en la raíz.

a) La importancia y el significado de la dinámica de descomposición fueron aprehendidos por la CCI desde finales de los años 80: “Mientras la burguesía no tenga las manos libres para imponer su "solución": la guerra imperialista generalizada, y la lucha de clases aún no está lo suficientemente desarrollada para permitirle que presente su perspectiva revolucionaria, el capitalismo se ve arrastrado en una dinámica de descomposición, de pudrimiento en la raíz que se manifiesta en todos los planos de su existencia:

  • degradación de las relaciones internacionales entre Estados manifestada por el desarrollo del terrorismo;

  • catástrofes tecnológicas y la repetición de las denominadas catástrofes naturales;

  • destrucción de la esfera ecológica;

  • hambrunas, epidemias, expresiones de la pauperización absoluta que se generaliza;

  • explosión de "nacionalismos";

  • vida de la sociedad marcada por el desarrollo de la criminalidad, la delincuencia, los suicidios, la locura, la atomización individual;

  • descomposición ideológica marcada, entre otras cosas, por el desarrollo del misticismo, el nihilismo, la ideología del "cada uno para sí", etc.7.

b) La implosión del bloque soviético marca una aceleración espectacular del proceso a pesar de las campañas para encubrirlo. El derrumbe desde el interior de uno de los dos bloques imperialistas que se enfrentaban, sin que esto sea producto ni de una guerra mundial entre los bloques, ni de la ofensiva del proletariado, sólo puede entenderse como la expresión mayor de la entrada en la fase de descomposición. Sin embargo, las tendencias a la pérdida de control y a la exacerbación del cada uno para sí que esta implosión manifiesta, fueron en gran parte disimuladas y contrarrestadas: al principio, por la recuperación del prestigio de la "democracia" y del hecho de su “victoria sobre el comunismo” (campañas sobre la muerte del comunismo y la superioridad del modo democrático de gobierno); luego por la primera guerra del Golfo (1991) -desatada en nombre de las Naciones Unidas contra Saddam Husein- que permite a Bush padre imponer una "coalición internacional de Estados" bajo la dirección de los Estados Unidos y así frenar en un primer momento, la tendencia al cada uno para sí de los buitres imperialista; finalmente, por el hecho de que el colapso económico resultante de la implosión del bloque del Este sólo afecta a los antiguos países del bloque ruso, una parte particularmente atrasada del capitalismo, y perdona en gran medida a los países industrializados.

c) A comienzos del siglo 21º, la expansión de la descomposición se manifiesta sobre todo en la explosión del cada uno para sí y del caos en el plano imperialista. El ataque a las Torres Gemelas y al Pentágono por parte de Al Qaeda el 11 de septiembre de 2001 y la respuesta militar unilateral de la administración Bush, abre de par en par la "caja de Pandora" de la descomposición: con el ataque y la invasión de Irak en 2003, desafiando las convenciones u organizaciones internacionales y sin tener en cuenta la opinión de sus principales "aliados", la primera potencia mundial pasa del status de gendarme del orden mundial a la de agente principal del cada uno para sí y del caos. La ocupación de Irak, seguida de la guerra civil en Siria (2011) potenció el cada uno para sí imperialista no sólo en el Medio Oriente sino en todo el planeta. También acentúan la tendencia a la baja del liderazgo estadounidense, a medida que Rusia vuelve al primer plano -en particular a través de un papel imperialista “perturbador” en Siria- y que China está ganando fuerza rápidamente como potencia que reta a la superpotencia estadounidense.

d) En las dos primeras décadas del siglo 21º, el crecimiento cuantitativo y cualitativo del terrorismo, favorecido por la expansión del caos y la barbarie guerrera en el mundo, ocupa un lugar central en la vida de la sociedad como instrumento de guerra entre Estados. Esto llevó a la constitución de un nuevo Estado, “el Estado Islámico” (Daesh), con su ejército, su policía, su administración, sus escuelas, de las cuales el terrorismo es el arma preferida y que desató una oleada de atentados suicidas en el Oriente Medio y en las metrópolis de los países industrializados. “La constitución de Daesh en 2013-14 y los atentados en Francia en 2015-16, en Bélgica y en Alemania en 2016, representan otra etapa importante de primer plano de este proceso8. Esta expansión de este terrorismo ‘kamikaze’ va de la mano con el aumento del radicalismo religioso irracional y fanático por todo el mundo, desde Oriente Medio hasta Brasil, desde Estados Unidos hasta la India.

e) En 2016-17 el referéndum del Brexit en Gran Bretaña y el ascenso de Trump en los EE. UU. revelan el tsunami populista que constituye una nueva manifestación particularmente destacada de la profundización de la descomposición. “El auge del populismo es una expresión, en las circunstancias actuales, de la creciente pérdida de control por parte de la burguesía, del funcionamiento de la sociedad resultante fundamentalmente de lo que está en el centro de su descomposición: la incapacidad de ambas clases fundamentales de la sociedad para dar respuesta a la insoluble crisis en la que se hunde la economía capitalista. En otras palabras, la descomposición resulta fundamentalmente de la impotencia de la clase dominante, de una impotencia que tiene su origen en su incapacidad para superar esta crisis de su modo de producción y que tiende cada vez más a afectar su aparato político. Entre las causas actuales de la oleada populista se encuentran las principales manifestaciones de la descomposición social: el auge de la desesperación, del nihilismo, de la violencia, de la xenofobia, asociada a un creciente rechazo a las "élites" (los "ricos", los políticos, los tecnócratas) y en una situación en la que la clase obrera es incapaz de presentar, ni siquiera en forma embrionaria, una alternativa9. Si esta oleada populista afecta particularmente a las burguesías de los países industrializados, también se encuentra en otras regiones del mundo en la forma de la llegada al poder de líderes fuertes y “carismáticos” (Orban, Bolsonaro, Erdogan, Modi, Duterte, ...) a menudo con el apoyo de sectas o movimientos extremistas de inspiración religiosa (iglesias evangélicas en América Latina o África, Hermanos Musulmanes en Turquía, movimientos racistas identitarios hindúes en el caso de Modi).

La fase de descomposición tiene ya 30 años de historia y el breve repaso de esta última muestra cómo el pudrimiento del capitalismo se ha extendido y profundizado a través de fenómenos que han ido afectando progresivamente cada vez más aspectos de la sociedad, y que constituyen los ingredientes que provocaron el carácter explosivo de la crisis planetaria del Covid-19. Ciertamente, durante estos 30 años, la progresión de los fenómenos fue discontinua, pero se desarrolló en diferentes niveles (crisis ecológica, cada uno para sí imperialista, fragmentación de Estados, terrorismo, revueltas sociales, pérdida de control del aparato político, pudrimiento ideológico), socavando cada vez más los intentos del capitalismo de Estado de contrarrestar su avance y de mantener un cierto marco compartido. Por tanto, si los diversos fenómenos alcanzaron un nivel apreciable de intensidad, aparecieron hasta entonces como “una proliferación de síntomas sin aparente interconexión, a diferencia de los períodos anteriores de la decadencia del capitalismo que fueron definidos y dominados por hitos tan evidentes como la guerra mundial o la revolución proletaria”10. Este es precisamente el significado de la crisis del Covid-19, ser -como la implosión del bloque del Este- altamente emblemática de la fase de descomposición al acumular los factores de putrefacción del sistema.

1.2. Su impacto resulta de la interacción de las manifestaciones de descomposición que ésta favorece

Al igual que las diversas manifestaciones de la decadencia (guerras mundiales, crisis económicas generalizadas, militarismo, fascismo y estalinismo, …), también hay una acumulación de manifestaciones de la fase de descomposición. La magnitud del impacto de la crisis del Covid-19 se explica no sólo por esta acumulación, sino también por la interacción de las expresiones ecológicas, sanitarias, sociales, políticas, económicas e ideológicas de la descomposición en una especie de espiral nunca observada hasta entonces, que ha conducido a una tendencia a la pérdida de control de cada vez más aspectos de la sociedad y al estallido de ideologías irracionales, extremadamente peligrosas para el futuro de la humanidad.

a) Covid-19 y destrucción de la naturaleza

La pandemia es claramente una expresión de la ruptura de la relación entre la humanidad y la naturaleza, que ha alcanzado una intensidad y una dimensión planetaria incomparables, con la decadencia del sistema y, en particular, con la última fase de esta decadencia, la de la descomposición, más específicamente a través del crecimiento y la concentración urbanos descontrolados (proliferación de barrios marginales superpoblados) en las regiones periféricas del capitalismo, la deforestación y el cambio climático. Así, en el caso del Covid-19, un estudio reciente de investigadores de las universidades de Cambridge, Hawái y del Instituto Potsdam para la Investigación del Impacto Climático (en la revista Science of the Total Environment) indicaría que los cambios climáticos en China del Sur a lo largo del siglo pasado habrían favorecido la concentración en la región de especies de murciélagos, que portan miles de coronavirus, y permite la transmisión del SARS-CoV-2, probablemente a través del pangolín, a los humanos11

Durante décadas, la destrucción irremediable del mundo natural ha generado un peligro creciente de catástrofes ambientales, pero también de salud, como ya lo han mostrado las epidemias de SARS, H1N1 o Ébola, que, por suerte, no se han convertido en pandemias. Por tanto, aunque el capitalismo tiene las fuerzas tecnológicas que son capaces de enviar hombres a la Luna, de producir armas monstruosas capaces de destruir el planeta decenas de veces, no ha podido adquirir los medios necesarios para remediar los problemas ecológicos y de salud, lo que condujo al desencadenamiento de la pandemia del Covid-19. El hombre está cada vez más separado de su "cuerpo orgánico" (Marx) y la descomposición social acentúa esta tendencia.

b) Covid-19 y recesión económica

Al mismo tiempo, las medidas de austeridad y de reestructuración en las investigaciones y en los sistemas de salud, que se han intensificado aún más desde la recesión de 2007-2011, han reducido la disponibilidad de hospitales y ralentizado, si no detenido, la investigación sobre los virus de la familia de los Covid, mientras que diferentes epidemias habían advertido de la peligrosidad de estos. Por otro lado, durante la pandemia, el objetivo primordial de los países industrializados siempre ha sido mantener intactas las capacidades de producción el mayor tiempo posible (y, en su extensión, guarderías, jardines de niños y educación primaria y secundaria para que los padres puedan ir a trabajar) sabiendo que las empresas y las escuelas constituyen importantes fuentes de contagio, a pesar de las medidas tomadas (llevar cubrebocas, mantener la debida distancia, etc.). En particular, durante el desconfinamiento del verano de 2020, la burguesía jugó cínicamente con la salud de las poblaciones en nombre de la primacía de la economía, que siempre ha prevalecido, aunque esto contribuyera al surgimiento de una nueva oleada de la pandemia, a la repetición de los confinamientos y al aumento del número de hospitalizaciones y de muertes.

c) Covid-19 y el cada uno para sí imperialista

La acentuación del cada uno para sí entre los Estados ha constituido desde el inicio un poderoso estímulo para la propagación de la pandemia e incluso ha incitado a su explotación con fines hegemónicos. Primero, los intentos iniciales de China para encubrir el brote del virus y su negativa a proporcionar información a la OMS favorecieron en gran medida la expansión inicial de la pandemia. Luego, la persistencia de la pandemia y sus diversas oleadas, así como el número de víctimas, se han visto favorecidos por el rechazo de varios países a "compartir" sus existencias de material sanitario con sus vecinos, debido al creciente caos en la cooperación entre los distintos países, incluida -y sobre todo- dentro de la UE, con miras a armonizar las políticas de control de la contaminación o las políticas de elaboración y compra de vacunas, y también a través de la "carrera de vacunas" entre los gigantes farmacéuticos competidores (con jugosas ganancias para los ganadores), en lugar de reunir al conjunto de conocedores disponibles en medicina y farmacología. Finalmente, la "guerra de las vacunas" se está librando entre los Estados: así, la Comisión Europea inicialmente se negó a reservar 5 millones de dosis adicionales de la vacuna propuestas por Pfizer-BioNTech bajo la presión de Francia, que exigía un pedido adicional equivalente para la empresa francesa Sanofi; la vacuna AstraZeneca / Universidad de Oxford está reservada en prioridad para Inglaterra en detrimento de los pedidos de la UE; además, las vacunas chinas (Sinovac), rusas (Sputnik V), indias (BBV152) o americanas (Moderna) son ampliamente utilizadas por estos Estados como instrumentos de la política imperialista. La competencia entre Estados y la explosión del cada uno para sí han acentuado el caos aterrador en la gestión de la crisis pandémica.

d) Covid-19 y la pérdida de control de la burguesía sobre su aparato político

La pérdida de control sobre el aparato político era ya una de las características que marcaron la implosión del bloque del Este, pero apareció entonces como una especificidad ligada al carácter particular de los regímenes estalinistas. La crisis de refugiados (2015-16), la emergencia de las revueltas sociales contra la corrupción de las élites y, sobre todo, el maremoto populista (2016), todo ello manifestaciones que ciertamente ya estaban presentes, pero con menos protagonismo en décadas pasadas, pondrán de manifiesto, a partir de la segunda mitad de la década 2010-2020, la importancia de este fenómeno como expresión de la progresión de la descomposición. Esta dimensión jugará un papel determinante en la extensión de la crisis de Covid-19. El populismo y, en particular, los dirigentes populistas como Bolsonaro, Johnson o Trump han favorecido la expansión y el impacto letal de la pandemia a través de su política "vandálica": han banalizado el Covid-19 como una simple gripe, han favorecido la aplicación incoherente de una política de limitación de los contagios, expresando abiertamente su escepticismo hacia ella, y han saboteado cualquier colaboración internacional. Así, Trump transgredió abiertamente las medidas sanitarias recomendadas, acusó abiertamente a China (el "virus chino") y rechazó cualquier cooperación con la OMS.

Este "vandalismo" expresa de forma emblemática la pérdida de control por parte de la burguesía de su aparato político: tras mostrarse inicialmente incapaces de limitar la propagación de la pandemia, las distintas burguesías nacionales no lograron coordinar sus acciones y establecer un amplio sistema de "pruebas" y "seguimiento y localización" para controlar y limitar nuevas oleadas de contagio de Covid-19. Por último, el lento y caótico despliegue de la campaña de vacunación vuelve a poner de manifiesto las dificultades del Estado para gestionar adecuadamente la pandemia. La sucesión de medidas contradictorias e ineficaces ha alimentado el escepticismo y la desconfianza crecientes de la población hacia las directivas gubernamentales: "Es evidente que, en comparación con la primera oleada, los ciudadanos tienen más dificultades para adherirse a las recomendaciones" (D. Le Guludec, Presidente de la Alta Autoridad Sanitaria francesa, LMD 800, noviembre de 2020). Esta preocupación está muy presente al seno de los gobiernos de los países industrializados (desde Macron hasta Biden), instando a la población a seguir las recomendaciones y directrices de las autoridades.

e) Covid-19 y rechazo a las élites, las ideologías irracionales o la creciente desesperación

Los movimientos populistas no sólo se oponen a las élites, sino que también favorecen el desarrollo de las ideologías nihilistas y los sectarismos religiosos más retrógrados, ya reforzados por la profundización de la fase de descomposición. La crisis del Covid-19 ha provocado una explosión sin precedentes de visiones conspirativas y anticientíficas, que alimentan la impugnación de las políticas sanitarias de los Estados. Las teorías de la conspiración abundan y difunden concepciones totalmente fantasiosas sobre el virus y la pandemia. Además, dirigentes populistas como Bolsonaro y Trump han expresado abiertamente su desprecio por la ciencia. La propagación exponencial del pensamiento irracional y el cuestionamiento de la racionalidad científica durante la pandemia es una ilustración sorprendente de la aceleración de la descomposición.

El rechazo populista a las élites junto con las ideologías irracionales ha exacerbado una impugnación cada vez más violenta sobre un terreno puramente burgués de las medidas gubernamentales, como los toques de queda y los confinamientos. Esta rabia anti-élite y anti-Estado ha estimulado el surgimiento de grandes mítines (Dinamarca, Italia, Alemania) o de disturbios "vandálicos", nihilistas y anti-Estado contra las restricciones (al grito de "¡Libertad!", "por nuestros derechos y nuestra vida"), contra la "dictadura del confinamiento" o aún contra el "engaño de un virus que no existe", como los que estallaron en enero en Israel, Líbano, España y sobre todo en muchas ciudades de los Países Bajos.

1.3. La pandemia marca la concentración de las manifestaciones de la descomposición hacia los países centrales del capitalismo

Los efectos de la fase de descomposición afectaron primero a las zonas periféricas del sistema: países del Este con la implosión del bloque soviético y la antigua Yugoslavia, guerras en Oriente Medio, tensiones bélicas en Asia (Afganistán, Corea, conflicto fronterizo chino-indio), hambrunas, guerras civiles, caos en África. Esto cambia con la crisis de los refugiados, que ha provocado un flujo masivo de solicitantes de asilo hacia Europa, o con el éxodo de poblaciones desesperadas de México y Centroamérica hacia Estados Unidos. A esto le siguieron los atentados yihadistas en Estados Unidos y en el corazón de Europa y, finalmente, el tsunami populista de 2016. En la segunda década del siglo 21, el centro de los países industrializados se ve cada vez más afectado y esta tendencia se confirma dramáticamente con la crisis del Covid-19.

La pandemia está golpeando con fuerza el corazón del capitalismo, especialmente en Estados Unidos. En comparación con la crisis de 1989, la implosión del bloque del Este, que abrió la fase de descomposición, una diferencia crucial hoy es precisamente que la crisis del Covid-19 no afecta a una parte particularmente atrasada del modo de producción capitalista, que no puede por tanto presentarse como una victoria del "capitalismo democrático", ya que impacta, por el contrario, el centro del sistema capitalista a través de las democracias de Europa y los Estados Unidos. Como un bumerán, los peores efectos de la descomposición, que el capitalismo había empujado durante años a la periferia del sistema, regresan ahora a golpear con fuerza a los países industrializados, que se encuentran actualmente en el centro de la tormenta y están lejos de librarse de todos sus efectos. Este impacto en los países industrializados centrales ya había sido subrayado por la CCI en términos de control del juego político, en particular a partir de 2017, pero hoy, las burguesías americana, inglesa y alemana (y tras ellas las de los demás países industrializados) se encuentran en el centro del huracán pandémico y de sus consecuencias a nivel sanitario, económico, político, social e ideológico.

Entre los países centrales, es el más poderoso de ellos, la superpotencia estadounidense, el que más está sufriendo el impacto de la crisis de Covid19: el mayor número absoluto de infecciones y muertes del mundo, una situación sanitaria deplorable, una administración presidencial "vandálica" que ha gestionado la pandemia de forma catastrófica y que -en el plano internacional- ha aislado al país con relación a sus aliados anteriores, una economía en dificultades; un presidente que ha desacreditado las elecciones, ha convocado una marcha hacia el parlamento, ha profundizado las divisiones dentro del país y ha alimentado la desconfianza hacia la ciencia y los datos racionales, calificados fake news. Hoy, Estados Unidos constituye el epicentro de la descomposición.

¿Cómo se explica que la pandemia parezca afectar menos a la "periferia" del sistema esta vez (número de infecciones, número de muertes), y en particular a Asia y África? Por supuesto, hay una serie de razones circunstanciales: el clima, la densidad de población o el aislamiento geográfico (como muestran los casos de Nueva Zelanda, Australia o Finlandia en Europa), pero también la relativa fiabilidad de los datos: por ejemplo, la cifra de muertes por Covid-19 en 2020 en Rusia resulta ser tres veces superior a la oficial (185,000 en lugar de 55,000), según una de las viceprimeras ministras Tatjana Golikova, basándose en el exceso de mortalidad (De Morgen, 29.12.2020).

Más fundamentalmente, el hecho que Asia y África tengan experiencia previa en la gestión de pandemias (N1N1, Ébola) ha jugado sin duda a su favor. En segundo lugar, existen diversas explicaciones de carácter económico (la densidad más o menos elevada de los intercambios y contactos internacionales, la elección de un confinamiento limitado que permite continuar la actividad económica), social (una población de edad avanzada "aparcada" por centenares en "residencias de ancianos"), médica (una esperanza de vida media más o menos elevada: ver Francia: 82,4/ Vietnam: 76/ China: 76,1/ Egipto: 70,9/ Filipinas: 68,5/ Congo: 64,7 y una resiliencia más o menos elevada a las enfermedades). Además, los países de África, Asia y América Latina sufren y sufrirán un fuerte impacto indirecto de la pandemia a través de los retrasos en la vacunación en la periferia, los efectos económicos de la crisis de Covid-19 y la ralentización del comercio mundial, como indica el actual peligro de hambrunas en América Central debido a la recesión económica. Por último, el hecho que los países europeos y Estados Unidos eviten en lo posible imponer confinamientos y controles drásticos y brutales, como los decretados en China, está sin duda también relacionado con la prudencia de la burguesía ante una clase obrera, desorientada pero no vencida, que no está dispuesta a dejarse "encerrar" por el Estado. La pérdida de control de su aparato político y la cólera en el seno de una población enfrentada al colapso de los servicios de salud y al fracaso de las políticas sanitarias, le imponen aún más, actuar con circunspección.

2. La crisis del covid-19 anuncia una fuerte aceleración del proceso de descomposición

Frente a un medio político proletario que, tras negar las pasadas expresiones de la descomposición, considera la crisis pandémica como un episodio transitorio, la CCI debe subrayar, por el contrario, que la magnitud de la crisis de Covid-19 y sus consecuencias implica que no habrá "vuelta a la normalidad". Aunque la profundización de la descomposición, como fue el caso para la decadencia, no es lineal, aunque la salida del populista Trump y la llegada al poder de Biden en la primera potencia mundial puedan presentar, inicialmente, la imagen de una estabilización ilusoria, hay que ser conscientes de que diferentes tendencias surgidas durante la crisis del Covid-19 marcan una aceleración del proceso de putrefacción en la raíz y de destrucción del sistema.

2.1. La putrefacción de las superestructuras infecta ahora a la base económica

En 2007, nuestro análisis aún concluía que "Paradójicamente, la situación económica del capitalismo es el aspecto de esta sociedad que menos se ve afectado por la descomposición. Esto se debe principalmente a que es precisamente esta situación económica la que determina en última instancia los demás aspectos de la vida de este sistema, incluidos los que son objeto de descomposición. (...). Hoy en día, a pesar de todos los discursos sobre el "triunfo del liberalismo", sobre el "libre ejercicio de las leyes del mercado", los Estados no han renunciado ni a la intervención en la economía de sus respectivos países, ni a la utilización de estructuras encargadas de regular las relaciones entre ellos en cierta medida, creando incluso otras nuevas, como la Organización Mundial del Comercio"12. Hasta entonces, la crisis económica y la descomposición estaban separadas por la acción de los Estados, y la primera no parecía verse afectada por la segunda.

De hecho, los mecanismos internacionales del capitalismo de Estado, desplegados en el marco de los bloques imperialistas (1945-89), se habían mantenido a partir de los años 1990 por iniciativa de los países industrializados como paliativo a la crisis y como escudo protector contra los efectos de la descomposición. La CCI había entendido los mecanismos multilaterales de cooperación económica y una cierta coordinación de las políticas económicas no como una unificación del capital a nivel mundial, ni como una tendencia al super-imperialismo, sino como una colaboración entre las burguesías a nivel internacional para regular y organizar el mercado y la producción mundial, para enlentecer y reducir el peso del hundimiento en la crisis, para evitar el impacto de los efectos de la descomposición en el terreno neurálgico de la economía y, finalmente, para proteger el corazón del capitalismo (Estados Unidos, Alemania, ...). Sin embargo, este mecanismo de resistencia contra la crisis y la descomposición tendía a erosionarse cada vez más. Desde 2015, varios fenómenos han comenzado a expresar esa erosión: una tendencia a un considerable debilitamiento de la coordinación entre países, en particular en lo que respecta a la recuperación económica (y que contrasta claramente con la respuesta coordinada puesta en marcha ante la crisis de 2008-2011); una fragmentación de las relaciones entre los Estados y al seno de ellos. Desde 2016, el voto a favor del Brexit y la presidencia de Trump han aumentado la parálisis y el riesgo de fragmentación de la Unión Europea y han intensificado la guerra comercial entre Estados Unidos y China, así como las tensiones económicas entre Estados Unidos y Alemania.

Una de las principales consecuencias de la crisis del Covid-19 es el hecho que los efectos de la descomposición, la acentuación del cada uno para sí y la pérdida de control, que hasta entonces habían afectado principalmente a la superestructura del sistema capitalista, tienden ahora a impactar directamente a la base económica del sistema, a su capacidad de gestionar las sacudidas económicas en el hundimiento de su crisis histórica. "Cuando desarrollamos nuestro análisis de la descomposición, consideramos que este fenómeno afectaba a la forma de los conflictos imperialistas (véase "Militarismo y descomposición Revista Internacional 64) y también a la toma de conciencia del proletariado. Por el contrario, habíamos considerado que no tenía ningún impacto real en la evolución de la crisis del capitalismo. Si el actual auge del populismo debía desembocar en la llegada al poder de esta corriente en algunos de los principales países de Europa, podríamos ver cómo se desarrolla ese impacto de la descomposición" (Informe sobre la descomposición hoy, 22º Congreso de la CCI, 2017). En efecto, la perspectiva planteada en 2017 se ha materializado rápidamente y ahora debemos considerar que la crisis económica y la descomposición interactúan y se influyen mutuamente cada vez más.

Así, las restricciones presupuestarias en las políticas de salud y en la atención hospitalaria han favorecido la expansión de la pandemia, lo que a su vez ha provocado un colapso del comercio mundial, y de las economías, especialmente de los países industrializados (los PIB de los principales países industrializados en 2020 presentan tasas negativas jamás vistos desde la Segunda Guerra Mundial). La recesión económica será a su vez un estímulo a la profundización del pudrimiento de la superestructura. Por otra parte, la acentuación del cada uno para sí y la pérdida de control que marcaron globalmente la crisis del Covid-19 contagian ahora también a la economía. Es sorprendente la falta de concertación internacional entre los países centrales en el plano económico (ninguna reunión del G7, G8 o G20 en 2020) y también es evidente la falta de coordinación de las políticas económicas y sanitarias entre los países de la UE. Ante la presión de las contradicciones económicas en el seno de los propios países centrales del capitalismo, ante las vacilaciones de China sobre su política (seguir abriéndose al mundo o iniciar un repliegue nacionalista estratégico hacia Asia), los choques a nivel de la base económica tenderán a ser cada vez más fuertes y caóticos.

2.2. Los países centrales en el corazón de la creciente inestabilidad de las relaciones dentro y entre las burguesías

En los años anteriores, hemos asistido a una exacerbación de las tensiones al seno de las burguesías y entre ellas. En particular, con la llegada al poder de Trump y la puesta en marcha del Brexit, esto se ha manifestado intensamente a nivel de las burguesías estadounidense e inglesa, consideradas hasta entonces como las más estables y experimentadas del mundo: las consecuencias de la crisis del Covid-19 sólo pueden agudizar aún más estas tensiones:

  • La burguesía inglesa se adentra en la niebla post-Brexit habiendo perdido el apoyo del gran hermano americano por la derrota de Trump mientras sufre todas las consecuencias de la pandemia. En cuanto al Brexit, el descontento con el difuso acuerdo con la UE aparece tanto entre los que no lo querían (los escoceses, los norirlandeses) como entre los que querían un Brexit duro (los pescadores), mientras que no hay (¿todavía?) acuerdo con la UE en materia de servicios (el 80% del comercio) y las tensiones entre la UE y el Reino Unido aumentan (sobre las vacunas, por ejemplo). En cuanto a la crisis del Covid-19, Inglaterra ha tenido que reconfigurarse a toda prisa; ha superado la barrera de los 120,000 muertos y está sometida a una terrible presión en sus servicios sanitarios. Mientras tanto, la situación es deletérea dentro de sus principales partidos políticos, los Tories y los laboristas, ambos sumidos en una grave crisis interna.

  • La exacerbación de las tensiones entre Estados Unidos y otros Estados fue evidente bajo la administración Trump: "El vandalismo de un Trump que puede denunciar los compromisos internacionales estadounidenses de la noche a la mañana, desafiando las reglas establecidas, representa un nuevo factor de incertidumbre y de impulso al cada uno para sí. Este es una indicación más de la nueva etapa que inicia el sistema capitalista al hundirse en la barbarie y el abismo del militarismo extremo” (Resolución sobre la situación internacional punto 13, 23er Congreso de la CCI). Pero dentro de la propia burguesía estadounidense, las tensiones también son altas. Esto ya se había manifestado con respecto a la estrategia a adoptar para asegurar el mantenimiento de su supremacía durante la catastrófica aventura iraquí de Bush Junior: "El ascenso en 2001 a jefe del Estado estadounidense de los "neoconservadores" representó una verdadera catástrofe para la burguesía estadounidense. (...). De hecho, la llegada del equipo Cheney, Rumsfeld y compañía a las riendas del Estado no fue simplemente el resultado de un monumental "error de presentación" por parte de esta clase. Si esta agravó considerablemente la situación de los Estados Unidos sobre el plano imperialista, ya era la manifestación del estancamiento en el que se encontraba este país enfrentado a una creciente pérdida de su liderazgo, y más en general al desarrollo del "cada uno para sí" en las relaciones internacionales que caracterizan la fase de descomposición" (Resolución sobre la situación internacional 17º Congreso de la CCI, Revista Internacional 130, 2007). Pero con la política "vandálica" de Trump y la crisis del Covid-19, las oposiciones dentro de la burguesía estadounidense se han mostrado mucho más amplias (inmigración, economía) y, sobre todo, la capacidad del aparato político para mantener la cohesión de una sociedad fragmentada parece haber sido socavada. De hecho, “la unidad” y “la identidad” nacional presentan debilidades congénitas que las hacen vulnerables a la descomposición. Por lo tanto, la existencia de grandes comunidades étnicas y migrantes que sufren una discriminación racial desde los orígenes de los Estados Unidos -algunas de las cuales están excluidas de la vida "oficial"-, el peso de las iglesias y sectas propagando el pensamiento irracional y anticientífico, la gran autonomía de gestión de los Estados de la "Unión Americana" con relación al gobierno federal --(por ejemplo, hay un movimiento independentista en Texas), la oposición cada vez más fuerte entre los Estados de las costas Este y Oeste (California, Oregón, Washington, Nueva York, Massachusetts, ...) aprovechan plenamente la "globalización" y los Estados del Sur (Tennessee, Luisiana, ...) del cinturón de óxido (Indiana, Ohio, ...) y el centro profundo (Oklahoma, Kansas, ...), mucho más favorables a un enfoque más proteccionista-- tienden a favorecer una fragmentación de la sociedad estadounidense, a pesar de que el Estado federal todavía está lejos de perder el control de la situación. Sin embargo, el vodevil del desafío al proceso y los resultados de las últimas elecciones presidenciales, así como el "asalto" del Capitolio por parte de los partidarios de Trump a la vista del mundo entero, como en cualquier república bananera, confirma la acentuación de esta tendencia a la fragmentación13.

En cuanto a la futura exacerbación de las tensiones dentro y entre burguesías, merecen ser aclarados dos puntos:

a) El nombramiento de Biden no cambia la base de los problemas de Estados Unidos

El advenimiento de la administración Biden no significa la reducción de las tensiones intra e interburguesas, y en particular el fin de la impronta sobre la política interior y exterior del populismo trumpiano: por un lado, cuatro años de imprevisibilidad y vandalismo de Trump, recientemente todavía con respecto a la gestión catastrófica de la pandemia, marcan profundamente la situación interna de los Estados Unidos, la fragmentación de la sociedad estadounidense, así como su posicionamiento internacional. Además, Trump habrá hecho todo durante el último período de su presidencia para hacer la situación aún más caótica para su sucesor (véase la carta de los últimos 10 ministros de Defensa instando a Trump a no involucrar a los militares al desafiar los resultados de las elecciones en diciembre de 2020, y en la ocupación del Congreso por sus partidarios). En segundo lugar, el resultado obtenido por Trump durante las elecciones muestra que aproximadamente la mitad de la población comparte sus ideas y en particular su aversión a las élites políticas. Finalmente, el control de Trump y sus puntos de vista sobre gran parte del Partido Republicano anuncia una gestión difícil para la poco popular (fuera de las élites políticas) administración Biden. Su victoria se debe más a la polarización anti-Trump que al entusiasmo por el programa del nuevo presidente.

Además, si a nivel de la forma y en algunas áreas -como la política, la climática o la inmigración- la administración Biden tenderá a romper con la política de Trump, su política interna de "venganza" contra las élites de ambas costas, contra la "América profunda" (los temas de los combustibles fósiles y del "muro" están precisamente relacionados con esto) y su política externa, marcada por el mantenimiento de la política de Trump en el Medio Oriente y por un fortalecimiento de la confrontación con China (ver la actitud dura de Biden hacia Xi en su primera entrevista telefónica y la petición de Estados Unidos a la UE de revisar su tratado comercial con China) sólo puede conducir eventualmente a una mayor inestabilidad dentro de la burguesía estadounidense y entre las burguesías.

b) China no es la gran ganadora de la situación

Oficialmente, China se presenta como el "país que ha vencido la pandemia". ¿Cuál es su situación en realidad? En respuesta, se trata de evaluar el impacto a corto y largo plazo (control efectivo de la pandemia) y el impacto a mediano plazo de la crisis del Covid-19.

China tiene una responsabilidad abrumadora a nivel del surgimiento y la expansión de la pandemia. Tras la epidemia del SARS en 2003, se han establecido protocolos para que las autoridades locales notifiquen a las autoridades centrales; ya con la epidemia de peste porcina en 2019, ha quedado claro que esto no estaba funcionando porque en el capitalismo de Estado estalinista los responsables locales temían por sus carreras/promociones si anunciaban las malas noticias. Lo mismo a principios del Covid-19 en Wuhan. Fueron las "oposiciones ciudadanas democráticas" las que finalmente pasaron la información y, en consecuencia, con retraso, llevaron la información al nivel central. El "nivel central" brilló inicialmente por su ausencia: no notificó a la OMS y durante 3 semanas, Xi estuvo ausente: tres semanas preciosas perdidas. Desde entonces, China ha seguido negándose a proporcionar a la OMS datos verificables sobre el desarrollo de la pandemia en su territorio.

El impacto a corto plazo es sobre todo indirecto. A nivel directo, las cifras oficiales de contaminación y muertes no son fiables (estas últimas oscilan entre 30,000 y varios millones) y, según el New York Times podría ser que el propio gobierno chino ignore la extensión de la epidemia ya que las autoridades locales mienten sobre el número de infecciones, pruebas y muertes por temor a represalias provenientes del gobierno central. Sin embargo, la imposición de confinamientos despiadados y bárbaros a regiones enteras, encerrando literalmente a millones de personas en sus hogares durante semanas (nuevamente impuestos regularmente en los últimos meses), paralizaron totalmente la economía china durante varias semanas, lo que llevó a un desempleo masivo (205 millones en mayo de 2020) y a consecuencias desastrosas en términos de cultivos (en combinación con sequías, inundaciones e invasiones de saltamontes). Para 2020, el crecimiento de su PIB había disminuido en más de un 4% en comparación con 2019 (de +6,1% hasta el +1,9%); el consumo interno se mantuvo mediante una liberación total de créditos por parte del Estado.

A largo plazo, la economía china se enfrenta a la deslocalización de industrias estratégicas por parte de Estados Unidos y los países europeos, y a las dificultades de la "Nueva ruta de la seda" debido a los problemas financieros vinculados a la crisis económica, y exacerbados por la crisis del Covid-19 (financiación china pero sobre todo niveles de deuda de países "socios" como Sri Lanka, Bangladesh, Pakistán, Nepal...) pero también por la creciente desconfianza por parte de muchos países y la presión anti-China de los Estados Unidos. Además, no es de extrañar que en 2020 se haya producido un desplome del valor financiero de las inversiones inyectadas en el proyecto de la “Nueva ruta de la seda” (-64%).

La crisis del Covid-19 y los obstáculos encontrados por la "Nueva ruta de la seda" también han exacerbado las tensiones cada vez más manifiestas en la cabeza del Estado chino, entre la facción "economista", que se centra principalmente en la globalización económica y el "multilateralismo" para continuar la expansión capitalista de China, y la facción "nacionalista" que exige una política más musculosa y que enfatiza la fuerza ("China que derrotó al Covid") frente a las amenazas internas (uigures, Hong Kong, Taiwán) y externas (tensiones con Estados Unidos, India y Japón). En la perspectiva del próximo Congreso Popular en 2022, que deberá nombrar al nuevo (o confirmar al viejo) presidente, la situación en China, por lo tanto, también es particularmente inestable.

2.3. El capitalismo de Estado como factor que exacerba las contradicciones

"Como señaló la Izquierda Comunista de Francia en su órgano de prensa Internationalisme en 1952, el capitalismo de Estado no es una solución a las contradicciones del capitalismo, incluso si puede retrasar sus efectos, sino es su expresión. Por lo tanto, la capacidad del Estado para mantener la cohesión de una sociedad en declive, por muy generalizada que sea, está destinada a debilitarse con el tiempo y, en última instancia, a convertirse en un factor agravante de las mismas contradicciones que intenta contener. La descomposición del capitalismo es el período durante el cual una creciente pérdida de control de la clase dominante y de su Estado se convierte en la tendencia dominante de la evolución social, lo que el Covid revela tan dramáticamente" (Informe sobre la pandemia Covid-19 y el período de descomposición capitalista (julio de 2020). Con la crisis pandémica, se expresa de una manera particularmente aguda la contradicción entre la necesidad de un intervencionismo masivo del capitalismo de Estado -para tratar de limitar los efectos de la crisis- y una tendencia opuesta a la pérdida de control y la fragmentación -exacerbada por estos intentos del Estado de mantener su control.

En particular, la crisis del Covid-19 marcó una aceleración en la pérdida de credibilidad de los aparatos estatales. Mientras que el capitalismo de Estado ha intervenido masivamente para hacer frente a los efectos de la crisis pandémica (medidas sanitarias, confinamientos, vacunación masiva, compensación financiera generalizada para amortiguar el impacto económico, ...), las medidas adoptadas en diferentes planos, a menudo han resultado ineficaces o han provocado nuevas contradicciones (la vacunación exacerba la oposición anti-Estado de los "antivacunas"; las compensaciones económicas para un sector suscita el descontento de otros). Por lo tanto, si el Estado es presentado para representar al conjunto de la sociedad y mantener su cohesión, esto es cada vez menos visto así por la sociedad: ante la apatía y la creciente irresponsabilidad de la burguesía, cada vez más evidentes también en los países centrales, la tendencia es ver al Estado como una estructura al servicio de las élites corruptas, también como una fuerza de represión. Como resultado, hay cada vez más dificultades para imponer reglas: en muchos países europeos, como por ejemplo en Italia, Francia o Polonia, y también en los Estados Unidos, se han producido manifestaciones contra las medidas gubernamentales de cierre de comercios o de confinamiento. En todas partes, especialmente entre los jóvenes, las campañas en las redes sociales parecen oponerse a estas reglas, como el hashtag "Ya no quiero jugar el juego" en Holanda.

La incapacidad de los Estados para hacer frente a la situación está simbolizada y afectada a la vez por el impacto del "vandalismo" populista. La perturbación del juego político de la burguesía en los países industrializados se manifestó prominentemente a principios del siglo XXI con los movimientos y partidos populistas, a menudo cercanos a la extrema derecha. Reveladores son así, el sorpresivo ascenso de Le Pen "en la final" de las elecciones presidenciales de 2002 en Francia, el fulgurante y espectacular avance de la "lista Pim Fortuyn" en los Países Bajos en 2001-2002, el gobierno de Berlusconi con el apoyo de la extrema derecha en Italia, el ascenso de Jorg Haider y el FPO en Austria, o el ascenso del Tea Party en Estados Unidos. En ese momento, la CCI tendía a vincular el fenómeno con la debilidad de la burguesía: "Dependen de la fuerza o de la debilidad de la burguesía nacional. En Italia, las debilidades y divisiones internas de la burguesía, incluso desde un punto de vista imperialista, tienden a traer de vuelta a una importante derecha populista. En Gran Bretaña, por el contrario, la casi inexistencia de un partido específico de extrema derecha está vinculada a la experiencia y al control superior del juego político por parte de la burguesía inglesa [¡sic!]”14. Si bien la tendencia a la pérdida de control es mundial y ha marcado a la periferia (países como Brasil, Venezuela, Perú en América Latina, Filipinas o India en Asia), ahora está afectando fuertemente a los países industrializados; a las burguesías históricamente más fuertes (Gran Bretaña) y hoy especialmente a Estados Unidos. Mientras que la oleada populista se deslizaba en el desafío del establishment, la llegada al poder de los populistas desacredita y desestabiliza aún más las estructuras estatales a través de su política "vandálica" (ver Trump, Bolsonaro, pero también el "gobierno populista" M5S y Lega en Italia), hasta el punto de que no están dispuestos, ni son capaces de hacerse cargo de los asuntos del Estado de manera responsable.

Estas observaciones van al encuentro de la tesis según la cual la burguesía, a través de estas medidas, está movilizando y sometiendo a la población para una marcha hacia una guerra generalizada. Las políticas sanitarias caóticas y la ineptitud de los Estados para afrontar la situación expresan, por el contrario, la dificultad de las burguesías de los países centrales para imponer su control a la sociedad. El desarrollo de esta tendencia puede dañar la credibilidad de las instituciones democráticas (sin que esto implique, en el contexto actual, el más mínimo refuerzo del terreno de la clase trabajadora) o por el contrario ver el desarrollo de campañas para la defensa de las mismas, incluso para el restablecimiento de una "verdadera democracia": así, durante el asalto al Capitolio, se opusieron aquellos que querían recuperar la democracia "tomada como rehén por las élites" ("el Capitolio es nuestro hogar") y aquellos que defendían la democracia contra un golpe populista.

El hecho de que la burguesía sea cada vez menos capaz de presentar una perspectiva para el conjunto de la sociedad también genera una aterradora expansión de ideologías alternativas irracionales y un creciente desprecio por un enfoque científico y razonado. Ciertamente, la descomposición de los valores de la clase dominante no es nueva. Apareció ya a finales de la década de 1960, pero el hundimiento cada vez más profundo en la descomposición, el caos y la barbarie fomentó el aumento del odio y de la violencia de ideologías nihilistas y de los sectarismos religiosos más retrógrados. La crisis del Covid-19 estimuló la expansión a gran escala de estos. Movimientos como QAnon, Wolverine Watchmen, Proud Boys o el movimiento Boogaloo en Estados Unidos, sectas evangélicas en Brasil, América Latina o África, sectas musulmanas sunitas o chiítas, pero también sectas hinduistas o budistas difunden teorías conspirativas y difunden concepciones totalmente fantasiosas sobre el virus, la pandemia, el origen (creacionismo) o el futuro de la sociedad. La extensión exponencial del pensamiento irracional y el rechazo de las contribuciones de la ciencia tenderán a acelerarse.

2.4. La multiplicación de disturbios anti-Estado y movimientos interclasistas

Las explosiones de revueltas populares contra la miseria y la barbarie guerrera estuvieron presentes desde el comienzo de la fase de descomposición y se están acentuando en el siglo XXI: Argentina (2001-2002), los suburbios franceses en 2005, Irán en 2009, Londres y otras ciudades inglesas en 2011, el estallido de disturbios en el Magreb y Oriente Medio en 2011-12 (la "Primavera Árabe"). Una nueva oleada de disturbios sociales estalla en Chile, Ecuador o Colombia (2019), Irán (en 2017-18 y nuevamente en 2019-20), en Irak, en el Líbano (2019-2020), pero también en Rumanía (2017) en Bulgaria (2013 y 2019-2020) o en Francia con el movimiento de los "chalecos amarillos" (2018-2019) y, con características específicas, en Ferguson (2014) y Baltimore (2016) en los Estados Unidos. Estas revueltas muestran la creciente desesperación de las poblaciones que sufren la desestructuración de las relaciones sociales, sometidas a las consecuencias traumáticas y dramáticas de la pauperización vinculada al colapso económico o a las guerras interminables. Estas también están cada vez más dirigidas a la corrupción de las fracciones gobernantes y, en términos más generales, a las élites políticas.

A raíz de la prolongación de la crisis del Covid-19, tales estallidos de ira se multiplican, tomando la forma de manifestaciones e incluso revueltas. Tienden a cristalizarse alrededor de tres polos:

  • a) movimientos interclasistas, expresando una revuelta contra las consecuencias económicas y sociales de la crisis del Covid-19 (ejemplo de los "chalecos amarillos");

  • b) movimientos identitarios, de orígenes populistas (MAGA) o parcelarios, que tienden a exacerbar las tensiones entre los componentes de la población (como las revueltas raciales (BLM), pero también los movimientos de inspiración religiosa (en la India, por ejemplo), etc.);

  • c) movimientos anti-establishment y anti-Estado en nombre de la "libertad individual", de tipo nihilista, sin verdaderas "alternativas", como los movimientos "anti-vacunas" o movimientos conspiradores ("recuperar mis instituciones de las manos de las élites").

Estos tipos de movimientos a menudo conducen a disturbios y saqueos, sirviendo como una salida para las pandillas de jóvenes de los barrios minados por la descomposición. Si bien estos movimientos ponen en evidencia la importante pérdida de credibilidad de las estructuras políticas de la burguesía, ninguno de ellos ofrece, de ninguna manera, una perspectiva para la clase trabajadora. Cualquier revuelta contra el Estado no siempre es un terreno adecuado para el proletariado: por el contrario, lo desvían de su terreno de clase para encerrarlo en un campo que no es el suyo.

2.5. La explotación de la amenaza ecológica por las campañas de la burguesía

La pandemia ilustra el dramático empeoramiento de la degradación del medio ambiente, que está alcanzando niveles alarmantes según los hallazgos y pronósticos que ahora son unánimes en la comunidad científica y que la mayoría de los propios sectores burgueses de todos los países han retomado a su cuenta (Acuerdo de París, 2015): contaminación del aire de las ciudades y el agua oceánica, cambio climático con fenómenos meteorológicos cada vez más violentos, avance de la desertificación, aceleración de la desaparición de especies vegetales y animales que amenaza cada vez más el equilibrio biológico de nuestro planeta. "Todas estas calamidades económicas y sociales que, si bien revelan en general la decadencia misma, explican, por su acumulación y amplitud, el hundimiento en un completo estancamiento de un sistema que no tiene ningún futuro que ofrecer a la mayor parte de la población mundial, sino el de una barbarie creciente más allá de la imaginación. Un sistema cuyas políticas económicas, investigaciones e inversiones se llevan a cabo sistemáticamente en detrimento del futuro de la humanidad y, por lo tanto, en detrimento del futuro de este propio sistema" (Punto 7 de las Tesis sobre la descomposición).

La clase dominante es incapaz de aplicar las medidas necesarias debido a las mismas leyes del capitalismo y más específicamente debido a la exacerbación de las contradicciones causadas por el hundimiento en la descomposición; por lo tanto, la crisis ecológica sólo puede empeorar y conducir a nuevas catástrofes en el futuro. Sin embargo, en las últimas décadas, la burguesía ha recuperado la dimensión ecológica en un intento de poner de relieve la perspectiva de "reformas dentro del sistema". En particular, las burguesías de los países industrializados sitúan la "transición ecológica" y la "economía verde" en el centro de sus campañas actuales para hacer aceptar una perspectiva de austeridad draconiana en el marco de sus políticas económicas “posteriores al Covid” destinadas a reestructurar y fortalecer la posición competitiva de los países industrializados. Por lo tanto, están en el centro de los "planes de recuperación" de la Comisión Europea para los países de la UE y las medidas de estímulo de la administración Biden en Estados Unidos. Por lo tanto, la ecología será más que nunca una gran mistificación a ser combatida por los revolucionarios en los próximos años.

3. Conclusiones

Este informe mostró que la pandemia no abre un nuevo período, sino que es en primer lugar un indicador del nivel de pudrimiento alcanzado durante los 30 años de fase de descomposición del capitalismo, un nivel a menudo subestimado hasta ahora. Al mismo tiempo, la crisis pandémica también anuncia una aceleración significativa de varios efectos de la descomposición en el próximo período, que se ilustra en particular por el impacto de la crisis del Covid-19 en la gestión de la economía por parte de los Estados y por sus efectos devastadores en los países industriales centrales, y en particular en la superpotencia estadounidense. Existen oportunidades para las contra tendencias puntuales, que pueden imponer una pausa o incluso una cierta reanudación del control por parte del capitalismo de Estado, pero estos acontecimientos específicos no significarán de ninguna manera que la dinámica histórica de hundimiento en la fase de descomposición, destacada en este informe, sea cuestionada.

Si la perspectiva no es a la guerra mundial generalizada (entre bloques imperialistas), el hundimiento actual en el cada uno para sí y la fragmentación trae, sin embargo, la siniestra promesa de una multiplicación de conflictos guerreros mortales, revueltas sin perspectivas ahogadas en sangre o catástrofes para la humanidad. "El curso de la historia es irreversible: la descomposición conduce, como su nombre indica, a la dislocación y putrefacción de la sociedad, a la nada. Dejada a su propia lógica, a sus últimas consecuencias, conduce a la humanidad al mismo resultado que la guerra mundial. Ser brutalmente aniquilada por una lluvia de bombas termonucleares en una guerra generalizada o por la contaminación, la radiactividad de las centrales nucleares, el hambre, las epidemias y las masacres de múltiples conflictos bélicos (donde también se podían utilizar armas atómicas), todo esto llega, en última instancia, a lo mismo. La única diferencia entre estas dos formas de aniquilación es que la primera es más rápida, mientras que la segunda es más lenta y causaría aún más sufrimiento" (Punto 11 de las Tesis sobre la Descomposición)

La continuación de la fase de descomposición también puede conducir a una disminución de la capacidad del proletariado para llevar a cabo su acción revolucionaria. Por lo tanto, este último está inmerso en una carrera contra reloj de frente al hundimiento de la sociedad en la barbarie de un sistema históricamente obsoleto. Por supuesto, las luchas de los trabajadores no pueden impedir el desarrollo de la descomposición, pero pueden detener los efectos de la descomposición, del cada uno para sí. Como recordatorio, "la decadencia del capitalismo era necesaria para que el proletariado estuviera en la medida de derrocar este sistema; por el contrario, el surgimiento del fenómeno histórico de la descomposición, resultado de la prolongación de la decadencia, en ausencia de la revolución proletaria, no constituye de ninguna manera una etapa necesaria para el proletariado en el camino de su emancipación" (Punto 12 de las Tesis sobre la Descomposición).

 

Por lo tanto, la crisis del Covid-19 crea una situación aún más impredecible y confusa. Las tensiones en diferentes niveles (salud, socioeconómico, militar, político, ideológico) generarán grandes choques sociales, revueltas populares masivas, disturbios destructivos, intensas campañas ideológicas, como la que rodea a la ecología. Sin marco para una sólida aprehensión de los acontecimientos, los revolucionarios no podrán desempeñar su papel de vanguardia política de la clase, sino que contribuirán, por el contrario, a su confusión, al declive de su capacidad para llevar a cabo su acción revolucionaria.

2 Ver Las teorías conspiranoicas una expresión de la descomposición ideológica del capitalismo https://es.internationalism.org/content/4590/las-teorias-conspiranoicas-una-expresion-de-la-descomposicion-ideologica-del

6 Según la Universidad John Hopkins a 6 de septiembre 2021 había 4.567.431 muertos en el mundo, más de 640000 en USA, más de 1250000 en Europa etc.

7 Resolución sobre la situación internacional del 8º Congreso de la CCI (1989) Revista Internacional nº 59 https://es.internationalism.org/revista-internacional/200801/2143/resolucion-sobre-la-situacion-internacional-viii-congreso-de-la-cc

9 Resolución sobre la situación internacional del 23º Congreso de la CCI, punto 3, Revista Internacional nº 164. https://es.internationalism.org/content/4447/resolucion-sobre-la-situacion-internacional-2019-los-conflictos-imperialistas-la-vida

10 Informe sobre la pandemia de Covid-19 y el periodo de descomposición capitalista https://es.internationalism.org/content/4630/informe-sobre-la-pandemia-de-covid-19-y-el-periodo-de-descomposicion-capitalista

11 Este texto fue redactado en julio de 2020, y no podía tener en cuenta información reciente que considera plausible la tesis de que la epidemia tuvo su origen en un accidente de laboratorio en Wuhan, China (véase al respecto el siguiente artículo: Origines du Covid-19 : l’hypothèse d’un accident à l’Institut de virologie de Wuhan relancée après la divulgation de travaux inédits (lemonde.fr) Dicho esto, esta hipótesis, si se verifica, no disminuiría en absoluto nuestro análisis según el cual la Pandemia es un producto de la descomposición del capitalismo. Por el contrario, ilustraría que esto no escatima la investigación científica en un país cuyo crecimiento meteórico en las últimas décadas lleva el sello de la descomposición

12 XVIIº Congreso internacional - Resolución sobre la situación internacional Revista Internacional nº 130 https://es.internationalism.org/revista-internacional/200708/2004/xvii-congreso-internacional-resolucion-sobre-la-situacion-internac

13 Ver Asalto del Capitolio en Washington: Los Estados Unidos en el centro de la descomposición mundial del capitalismo https://es.internationalism.org/content/4635/asalto-del-capitolio-en-washington-los-estados-unidos-en-el-centro-de-la-descomposicion

Vida de la CCI: 

Cuestiones teóricas: