Las teorías conspiranoicas una expresión de la descomposición ideológica del capitalismo

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Un lector nos envía un recorte de «Opinión» de un periódico[1] que reivindica el libro de «La doctrina del shock» de Naomi Klein para entender la situación del estado de alarma por la pandemia de Covid19. No pretendemos aquí hacer una crítica ni del artículo ni del libro en cuestión, sino simplemente abordar algunas ideas que tienen un peso en el medio de minorías de trabajadores, en círculos y grupos que reflexionan sobre la situación. Particularmente la «conspiranoia» y la idea de que se habría sobrestimado a propósito la pandemia para reforzar el control estatal

En general, las teorías de Naomi Klein, que se basan parcialmente en las de Milton Friedman, se pueden considerar parte de lo que se conoce por “teorías conspirativas”. Estas teorías parten de la base de un capitalismo totipotente dirigido por minorías selectas y clandestinas  que manipulan a la sociedad. Y es cierto que la burguesía es maquiavélica[2]; pero de ahí a las teorías conspirativas hay un gran salto que se pasa por la entrepierna precisamente el análisis marxista de la sociedad de clases y sus relaciones de fuerza, etc.

Se puede decir que las teorías conspirativas hoy forman parte de lo que en las tesis de la descomposición describimos como tendencia al pensamiento irracional y místico, al mismo nivel que el ocultismo o la religión[3]. Y por otra parte sirven para bloquear las tentativas de dar una visión crítica de lo que está pasando. La tendencia a hacer prevalecer los prejuicios y anteponer el misticismo o lo irracional ha existido siempre en el capitalismo, pero en este periodo cobra su verdadera dimensión de bloqueo al desarrollo de la crítica y la conciencia: «Los hombres, aun los criminales, se desarrollan de un modo tan armónico como la sociedad que los educa. La fantasía audaz convive dentro de un mismo cráneo con la tendencia servil a las fórmulas hechas. Las audacias más insolentes se concilian con los prejuicios más groseros. Shakespeare alimentaba su obra creadora con argumentos que habían llegado hasta él desde la profundidad de los siglos. Pascal demostraba la existencia de Dios con ayuda del cálculo de probabilidades. Newton describió las leyes de la gravedad y creía en el Apocalipsis. Desde que Marconi instaló la telefonía sin hilos en la residencia del Papa, el representante de Cristo difunde por medio de la radio la bendición mística. En tiempos normales, estas contradicciones no salen del estado latente. Pero durante las catástrofes adquieren una fuerza explosiva. Cuando se trata de una amenaza a los intereses materiales, las clases ilustradas ponen en movimiento todos los prejuicios y extravíos que la Humanidad arrastra en pos de sí»[4].

Así hemos podido escuchar diferentes declaraciones, de religiosos y políticos, sobre el origen satánico de esta epidemia, igual que en el siglo XIII se atribuía la pandemia de peste al castigo de Dios. Pero igualmente desde el polo opuesto de la cultura “de izquierdas”, Miguel Bosé, Bunbury o el rapero KSO han difundido que todo esto de la pandemia es una pantomima para que Bill Gates pueda implantarnos chips de control con las vacunas[5].

En el recorte se da una visión de los acontecimientos que no coincide con la secuencia de los hechos. La supuesta exageración voluntaria de la letalidad del virus y la organización de una gran maniobra contra la población, no explica porqué algunos de los dirigentes de los principales países capitalistas (por no decir TODOS, sin distinción de pelaje político de derechas o izquierdas o populista) han tenido que rectificar su política inicial de seguir con una cierta normalidad, pasando a una política de confinamiento, que efectivamente contiene un fracaso del empleo de los modernos medios para detectar la infección y seguir y contener las epidemias y que remite a los usos del medioevo[6]. Por otra parte en el recorte se juega con las estadísticas para banalizar la situación actual. Es cierto que se producen más muertes por enfermedades crónicas o accidentes de tráfico; de hecho es sólo desde hace unas décadas cuando el capitalismo podía presumir de que las infecciones habían dejado de ser las principales causas de muerte, expresando un desarrollo de la biomedicina en general[7]. El retorno de una pandemia como la actual pone en cuestión ese desarrollo[8], a lo que hay que añadir que los recortes económicos en los sistemas de salud de cada nación se han convertido en una traba mayor para confrontar las epidemias. Desde el punto de vista de los datos mismos, se están comparando cifras de morbilidad y mortalidad de 2 meses con las de un año. Los datos para los fallecidos por gripe o complicaciones son anuales, mientras que los de covid19 se refieren a dos meses como mucho, lo que significa, como así ha sido, un colapso de los servicios sanitarios[9].

Lo que las teorías conspirativas presentan como pujanza del capitalismo es precisamente, al contrario, su hundimiento en la descomposición. Y el aparente reforzamiento del Estado totalitario, expresa en realidad un debilitamiento (puesta en cuestión de la “democracia”, que es la mejor forma de organizarse para la burguesía, empleo de la coerción como expresión de la dificultad de confrontar la situación, etc.). Todo esto no quiere decir que la situación automáticamente favorezca o impulse la respuesta del proletariado. Eso es otra discusión, que implica diferentes consideraciones como la agravación de la crisis y su impacto en los ataques a la clase obrera, la puesta en evidencia de que el capitalismo no tiene una perspectiva que ofrecer para la humanidad, la contradicción entre el desarrollo de las fuerzas productivas y las relaciones de producción en el manejo de la pandemia, la imposibilidad de reunirse y manifestarse por un tiempo, etc.

Por otra parte, las teorías de Milton Friedman, de que los sectores dominantes del capitalismo aprovecharían los momentos de hundimiento en la crisis para introducir reformas, sobreexplotación y reorientar la producción, etc. tienen un cierto calado en los medios de discusión de trabajadores. Esa visión significa en la práctica la negación de la decadencia del capitalismo y la idea de que éste ha encontrado la forma de progresar indefinidamente. También induce la idea de que habría unos capitalistas “malos” y “conspiradores” que aprovecharían las crisis para imponer la miseria y los ataques. Con esto se nos viene a decir que habría que apoyar a sectores capitalistas más “abiertos” y, sobre todo, al Estado para que “preserve el bien común”.

Pero independientemente de que capitales privados puedan aprovechar tal o cual situación para adelantar posiciones e incluso ganar beneficios, el capital global prosigue su hundimiento en una crisis mortal.

Por otra parte, esas teorías traen ciertas reminiscencias de la posición de Vercessi en la Izquierda italiana (Bilan), que pensaba que el capitalismo organizaba la guerra imperialista para derrotar al proletariado, es decir, la creaba artificialmente para aplastarlo, cuando la realidad era justamente la inversa: la guerra imperialista mundial fue solamente posible gracias a la derrota general del proletariado internacional.

No pretendemos haber aclarado las cuestiones en esta breve carta, sino más bien estimular una discusión y reflexión de la que esperamos que se recoja el guante.

Acción Proletaria 8-7-20

 

[1] No hay una referencia de qué periódico se trata, pero sí consta el autor: Daniel Reboredo (historiador y analista político)

[2] Como todas las clases explotadoras de la historia, pero de forma aún más cínica y perversa, la burguesía oculta sus verdaderas intenciones con toda clase de manipulaciones, maniobras y conspiraciones. Esto se ha acentuado con la decadencia del capitalismo donde el Estado se vuelve totalitario, tanto si adopta la forma descaradamente dictatorial de partido único como si se disfraza bajo los ropajes democráticos. Ahora bien, ese totalitarismo no impide que el capitalismo se vea envuelto en cada vez mayores contradicciones que le llevan a la crisis aguda y la descomposición social, ideológica, política etc. Esto lo hemos analizado en varios artículos: https://es.internationalism.org/revista-internacional/199404/1856/como-esta-organizada-la-burguesia-i-la-mentira-del-estado-democrat , https://es.internationalism.org/revista-internacional/200510/233/pearl-harbor-1941-torres-gemelas-2001-el-maquiavelismo-de-la-burgue , https://es.internationalism.org/revista-internacional/201710/4239/maquiavelismo-consciencia-y-unidad-de-la-burguesia ,

[3] Ver: https://es.internationalism.org/revista-internacional/200510/223/la-descomposicion-fase-ultima-de-la-decadencia-del-capitalismo donde ponemos en evidencia la raíz de las teorías conspiranoicas: “la profusión de sectas, el resurgir del espíritu religioso, incluidos algunos países avanzados, el rechazo hacia un pensamiento racional, coherente, construido, incluso en algunos ámbitos "científicos", y que ocupa en los media un lugar preponderante gracias a la embrutecedora publicidad y a sus emisiones estúpidas” (tesis 8). En esas condiciones “la conciencia, la clarividencia, la coherencia y unidad de pensamiento, el gusto por la teoría, deben abrirse un difícil camino en medio de la huida hacia quimeras, drogas, sectas, misticismos, rechazo de la reflexión y destrucción del pensamiento que están definiendo a nuestra época” (tesis 13).

[4] https://www.marxists.org/espanol/trotsky/1932/histrev/tomo2/hoja4.htm. Cuando Trotsky escribía esto en su «Historia de la revolución rusa» se refería a la amenaza de la revolución para la clase dominante en Rusia. Hoy por todo un período no existe una amenaza semejante; aunque la crisis del Covid19 sí significa igualmente una amenaza –a una escala mucho menor- para la gestión de la crisis del capitalismo global y a título particular para muchos empresarios, y también para la estabilidad social

[5] Esto contribuye igualmente a la campaña antivacunas, gracias a la cual asistimos hoy a brotes epidémicos de sarampión que no se conocían desde hace tiempo, que, en nombre del ecologismo, naturalismo, etc se oponen a los progresos que la sanidad había desarrollado en el terreno de la prevención y la Salud Pública.

[6] El empleo por primera vez de la cuarentena y el confinamiento (y otras medidas de represión y control de la población infectada) jugó un papel importante en las epidemias de peste de los siglos XVI y XVII en las ciudades-Estado del norte de Italia (Florencia, Venecia). Estas medidas fueron el producto de la comprensión de que (aunque no existía ninguna teoría microbiana que atribuyera la enfermedad a la infección por gérmenes) la enfermedad se expandía por contagio entre las personas. Hoy los propios científicos reconocen el atraso en la respuesta frente a las pandemias: «tan tarde como en 1990, respetados investigadores empleaban una “ley” epidemiológica del siglo XIX para hacer predicciones sobre el SIDA –esto provocó una gran subestimación. Los avances en otros campos dieron a la Epidemiología una oportunidad para evolucionar. En 2001, cuando los editores del International Journal of Epidemiology preguntaban de forma provocadora si no era ya hora de “pasar página”, teniendo en cuenta las potencialidades de la genética para explicar las enfermedades infecciosas respecto a las capacidades de la Epidemiología para describirlas, su conclusión fue que tenía la capacidad de transformar positivamente la epidemiología tanto como la teoría de los gérmenes un siglo antes» Nature, Vol 575, 7 Nov 2019: A new twenty-first century science for effective epidemic response

[7] Se cita a menudo el comentario de Sir Frank MacFarlane Burnet en los años 1970s para señalar esto: «El futuro de las enfermedades infecciosas será muy gris». Nature, Op cit

[8] Y en esto llueve sobre mojado, tras el desarrollo de otras zoonosis empezando por el VIH, y siguiendo por el Ébola, SARS1, etc

[9] Existe otro factor, al que los historiadores se han referido para explicar porqué en las pandemias anteriores en la historia, una enfermedad menos letal como por ejemplo el cólera, causaba más impacto social que la viruela, que sin embargo provocaba muchas más víctimas. Debido a la permanencia de casos de viruela en el tiempo, la población había acabado asumiendo el riesgo de contraerla como uno de los azares de la vida; mientras que el cólera, por su presentación repentina, creaba mucha más alarma en la población. De la misma forma, la gripe estacional es endémica y aunque cada año puede incluir mutaciones nuevas, su impacto y letalidad en la población no crea alarma social. Sin embargo, la llamada gripe aviar, o el primer coronavirus (SARS1), a pesar de una menor letalidad causaron mayor alarma social

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