Informe sobre la pandemia de Covid-19 y el periodo de descomposición capitalista

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Este informe se escribió para un congreso reciente de nuestra sección francesa, al que seguirán otros informes de la situación internacional[1].

El desastre continúa… y empeora: oficialmente, tenemos 36 millones de infectados y más de un millón de muertos en todo el mundo[2]. Las diferentes facciones de la burguesía mundial, después de haber pospuesto temerariamente las contra- medidas de prevención frente a la expansión del virus, y más tarde, habiendo impuesto un cierre brutal a amplios sectores de la economía, ahora apuestan por la recuperación económica a expensas de un número aún mayor de víctimas, reabriendo toda la economía cuando la pandemia sólo ha sido temporalmente aplacada en unos pocos países. Con el invierno acercándose, está claro que la apuesta no ha tenido éxito, con expectativas de empeoramiento al menos a medio plazo, tanto en términos de salud como económicos. La carga de este desastre cae sobre los hombros de la clase obrera mundial.

Hasta ahora, una de las dificultades para entender la entrada del capitalismo en su última fase de declive histórico – la de la descomposición social – es que esta época,  definitivamente inaugurada por el colapso del Bloque del Este en 1989, había aparecido sólo superficialmente, en la forma de una proliferación de síntomas varios sin conexión aparente, al contrario que en periodos previos de decadencia capitalista que estuvieron definidos y dominados por puntos de inflexión evidentes, como la guerra mundial o la revolución proletaria[3]. Pero ahora en el año 2020, la pandemia de Covid, la crisis más significativa de la historia desde la Segunda Guerra Mundial se ha convertido en emblema indiscutible de todo este periodo de descomposición, reuniendo toda una serie de elementos de caos que representan la putrefacción generalizada del sistema capitalista. Entre estos incluimos:

  • La prolongación de la ya extensa crisis económica que comenzó en 1967[4], y la consiguiente acumulación e intensificación de medidas de austeridad, que precipitaron una respuesta caótica e inadecuada a la pandemia por parte de la burguesía. Esto, a su vez, la ha obligado a agravar brutalmente la crisis económica interrumpiendo la producción durante un periodo de tiempo significativo;
  • El origen de la pandemia se encuentra, claramente, en la destrucción medioambiental acelerada que ha creado la persistente crisis de sobreproducción capitalista;
  • La rivalidad caótica entre potencias imperialistas, particularmente entre antiguos aliados, ha convertido la reacción de la burguesía mundial a la pandemia en un fiasco global;
  • La ineptitud de la respuesta de la clase dominante a la crisis sanitaria ha revelado una tendencia creciente a la pérdida de control político de la burguesía y su Estado sobre la sociedad, en todos los países;
  • A la mayor incapacidad social y política de la clase dominante y su Estado se le ha sumado, de una forma espectacular, su putrefacción ideológica: los líderes de las naciones capitalistas más poderosas escupen las más ridículas mentiras y sinsentidos supersticiosos para justificar su ineptitud.  

Así, el Covid-19 ha reunido en todos los niveles de la sociedad capitalista, de la forma más clara, el impacto de la descomposición – a nivel económico, imperialista, político, ideológico y social.

La situación actual también ha dejado en la irrelevancia una serie de fenómenos que, supuestamente, contradecían el análisis de que el capitalismo había entrado en un periodo de caos y derrumbe social. Estos fenómenos, decían nuestros críticos, probaban que nuestro análisis debía ``ponerse en cuestión´´ o, simplemente, ignorarse. Se trata principalmente de los significativos niveles de crecimiento de la economía china hace unos años, que según nuestros críticos refutaban la noción de que estamos en un periodo de descomposición o, incluso, de decadencia histórica. Lo que les ha ocurrido a nuestros críticos, en realidad, es que se han dejado llevar por el ``perfume de la modernidad´´ emitido por el crecimiento industrial chino. Hoy día, como resultado de la pandemia, no sólo se ha estancado la economía china, sino que ha revelado un atraso crónico que despide el peor de los aromas: el del subdesarrollo y el desmoronamiento.

La perspectiva de la CCI, que afirma la entrada del capitalismo mundial en una fase final de disolución interna desde 1989, ha sido plenamente confirmada, porque está basada en el método marxista de análisis de las tendencias mundiales y a largo plazo, y no en ir corriendo detrás de las novedades circunstanciales o en aferrarse a fórmulas obsoletas.

La crisis sanitaria actual revela, sobre todo, una creciente pérdida de control de la clase capitalista sobre su propio sistema, y su cada vez menor perspectiva de una sociedad humana como tal. Se palpa cada vez más la creciente pérdida de control de los medios que la misma burguesía se había dado hasta hoy para limitar y encauzar los efectos del declive histórico de su modo de producción.

Por añadidura, esta situación deja claro hasta qué punto la clase capitalista no sólo está siendo cada día más incapaz de evitar el caos social, sino que está agravando aún más la misma descomposición que hasta hoy había mantenido bajo control.

Pandemia, decadencia, descomposición

Para entender mejor por qué la pandemia de Covid es como un Gran Símbolo del periodo de descomposición capitalista, tenemos que entender por qué no habría podido ocurrir en épocas anteriores, tal y como lo ha hecho hoy.

Las pandemias, claro está, han ocurrido en sociedades anteriores y han tenido un impacto devastador en las mismas, siendo un factor de aceleración en la caída de sociedades de clases del pasado: por ejemplo, la Plaga de Justiniano al final de la sociedad esclavista antigua o la Peste Negra en el último periodo de la servidumbre feudal. Pero la decadencia feudal no conoció un periodo de descomposición: un nuevo modo de producción, el capitalismo, tomaba forma dentro y alrededor del viejo. La devastación de la plaga consiguió incluso acelerar el desarrollo temprano de la burguesía.

La decadencia del capitalismo, el sistema de explotación del trabajo más dinámico de la historia envuelve necesariamente a toda la sociedad e impide el surgimiento de cualquier otra forma nueva de producción. Este es el motivo por el que, en ausencia de la posibilidad de una nueva guerra mundial o del resurgimiento de la alternativa proletaria, el capitalismo entra en un periodo de ``ultra- decadencia´´, como lo expresaron las Tesis sobre la Descomposición de la CCI[5]. Así, la presente pandemia no dará lugar a ninguna regeneración de las fuerzas productivas de la humanidad en el marco de la sociedad existente, sino que nos obliga a vislumbrar el colapso inevitable de la sociedad humana en su totalidad… a no ser que el capitalismo mundial sea completamente derrocado. El recurso a métodos medievales de cuarentena como respuesta al Covid, cuando el capitalismo ha desarrollado los medios científicos, tecnológicos y sociales suficientes para comprender, prevenir y contener la erupción de plagas (aunque sea incapaz de desplegarlos) es testimonio fiel del impasse de una sociedad que se está ``pudriendo sobre sus propias base´´, y que es cada día más incapaz de aprovechar las fuerzas productivas que ha puesto en pie.

La historia del impacto social de las enfermedades infecciosas en la vida del capitalismo nos da la posibilidad de estudiar más en profundidad la diferencia entre la decadencia de un sistema cualquiera y el periodo de descomposición específico dentro de su periodo de decadencia, que comenzó en 1914. El ascenso del capitalismo, e incluso la historia de la mayor parte de su decadencia, muestra ciertamente un dominio creciente de la ciencia médica y la salud pública sobre las enfermedades infecciosas, especialmente en los países más avanzados. El fomento de la higiene y saneamiento públicos, la victoria contra la viruela y la polio y el retroceso de la malaria, son ejemplos de este progreso. Finalmente, tras la Segunda Guerra Mundial, las enfermedades no-transmisibles se convirtieron en la primera causa de muerte prematura en el corazón del capitalismo. No debemos pensar que este aumento del poder de la epidemiología tuvo lugar por las preocupaciones humanitarias que la burguesía dice tener. Su objetivo primordial era crear un ambiente estable para la intensificación de la explotación que exigía la crisis permanente del capitalismo, y, sobre todo, como preparación para la eventual movilización total de la población de acuerdo a los intereses militares de los bloques imperialistas.

Desde los años 80, las tendencias positivas en materia de enfermedades infecciosas empezaron a revertirse. Patógenos nuevos o evolucionados empezaron a surgir, como el VIH, el Zika, el Ébola, el SARS, el MERS, el Nipah, el N5N1, la fiebre del Dengue, etc. Enfermedades ya superadas empiezan a mostrar resistencia a los antibióticos. Este desarrollo, en especial de virus zoonóticos, está ligado al crecimiento urbano en las regiones periféricas del capitalismo – en especial de los barrios chabolistas, que representan el 40% de este crecimiento – así como a la deforestación y el creciente cambio climático. Mientras que la epidemiología ha sido capaz de entender y rastrear el origen de estos virus, las contra- medidas estatales no han estado a la altura de la amenaza. La respuesta caótica e insuficiente de todas las burguesías al Covid-19 es una llamativa confirmación de la creciente negligencia del Estado capitalista con respecto al resurgimiento de enfermedades infecciosas y las cuestiones de salud pública, así como de su indiferencia hacia las medidas de protección social más básicas. Este aumento de la incompetencia social del Estado burgués está ligado a décadas de recortes del ``salario social´´, particularmente, en el ámbito de los servicios de salud. Pero la creciente indiferencia hacia la salud pública sólo puede entenderse verdaderamente en el marco del periodo de la descomposición, que favorece las respuestas irresponsables y a corto plazo de importantes sectores de la clase dominante.

Las conclusiones que destacar de este retroceso en el control de las enfermedades infecciosas en las últimas décadas son ineludibles: queda ilustrada la transición del capitalismo en decadencia a su periodo final de descomposición.

Por supuesto, el empeoramiento de la crisis económica permanente del capitalismo es la causa fundamental de esta transición, una crisis presente en todos los periodos de la decadencia. Pero es la gestión – o mejor dicho la cada vez peor gestión – de los efectos de esta crisis lo que ha cambiado, y lo que supone un componente clave de los desastres presentes y futuros que serán característicos del periodo específico de la descomposición.

Las explicaciones que no tienen en cuenta esta transformación, como las de la Tendencia Comunista Internacional, por ejemplo, se quedan en la perogrullada de que la búsqueda de beneficios es lo que está detrás de la pandemia. Para ellos las circunstancias específicas, la cadencia y la amplitud de la calamidad siguen siendo un misterio.

Y lo que tampoco se puede hacer es explicar la reacción de la burguesía a la pandemia volviendo al esquema de la Guerra Fría, como si las potencias imperialistas hubieran ``instrumentalizado´´ al Covid con un propósito militar, diciendo que las cuarentenas masivas son una movilización de la población en este sentido. Este punto de vista ignora que las principales potencias imperialistas no están ya organizadas en bloques rivales y que no tienen las manos libres para movilizar a la población tras sus objetivos de guerra. Esto es lo esencial del estancamiento entre las dos clases principales, lo que está en la raíz del periodo de descomposición.

En términos generales, no son los virus sino las vacunas las que juegan en favor de las ambiciones de los bloques imperialistas militares[6]. La burguesía ha aprendido las lecciones de la gripe española de 1918 a este respecto. Las infecciones descontroladas suponen una enorme desventaja para los ejércitos, como lo demuestra la desmovilización de varios portaaviones estadounidenses y un portaaviones francés por el Covid-19. En contraste, mantener ciertos patógenos letales bajo control estricto siempre ha sido una exigencia de la capacidad para la guerra biológica de cada potencia imperialista.

Esto no quiere decir que las potencias imperialistas no hayan usado las crisis sanitarias en provecho de sus intereses y en detrimento de sus rivales. Pero todos estos esfuerzos muestran, en conjunto, el vacío de poder en el liderazgo mundial imperialista que ha dejado Estados Unidos, sin ninguna otra potencia, incluida China, que haya sido capaz de asumir este papel o de crear un polo de atracción opuesto. La catástrofe del Covid ha subrayado el caos que existe a nivel de los conflictos imperialistas.

A las cuarentenas masivas impuestas por los Estados imperialistas las ha seguido, ciertamente, una mayor presencia militar en la vida cotidiana y el uso de exhortaciones llenas de lenguaje bélico por parte de los Estados. Pero esta desmovilización de la población está inspirada, principalmente, por el miedo de los Estados a la amenaza del desorden social en un periodo en el que la clase obrera, aunque silente, sigue sin haber sido derrotada.   

La tendencia fundamental a la autodestrucción, característica común de todos los periodos de la decadencia capitalista, se ha visto transformada en sus expresiones más claras en el periodo de descomposición: de la guerra mundial ha pasado a un caos mundial que agrava aún más la amenaza que supone el capitalismo para la sociedad y la humanidad en su conjunto.

La pandemia y el Estado

La pérdida de control por parte de la burguesía que ha caracterizado a la pandemia ha estado mediada por el instrumento del Estado. ¿Qué nos dice este desastre sobre el capitalismo de Estado en el periodo de descomposición?

Haremos referencia para ayudarnos a entender esta cuestión a la parte del folleto de la CCI, La Decadencia del Capitalismo, que habla del ``derrumbe superestructural´´ y de cómo una cada vez mayor presencia del Estado en la sociedad es algo característico de la decadencia de todos los modos de producción. El desarrollo del capitalismo de Estado es una expresión extrema de este fenómeno histórico general.

Como señalaba la GCF[7] en 1952, el capitalismo de Estado no es una solución a las contradicciones del capitalismo, aunque sea capaz de retrasar sus efectos, sino que es expresión de esas contradicciones. La capacidad del Estado para mantener la cohesión de una sociedad en decadencia, por invasivo que se vuelva, está destinada a debilitarse con el tiempo y convertirse, eventualmente, en un factor de agravación de las mismas contradicciones que intentaba contener. La descomposición del capitalismo es la época en la que una creciente pérdida de control por parte de la clase dominante y su Estado se convierte en la tendencia dominante de la evolución social, que el Covid ha puesto en evidencia de forma tan dramática.

Sin embargo, no sería acertado a pensar que esta pérdida de control se desarrolla uniformemente a todos los niveles de la acción del Estado, o que afecta a todos los países de la misma forma o como un fenómeno de corta duración.

En el plano internacional

Con el colapso del Bloque del Este y la consecuente inutilidad del Bloque Occidental, estructuras militares como la OTAN tendieron a perder su cohesión, como mostraron las experiencias de la guerra de los Balcanes y del Golfo. La dislocación militar y estratégica ha estado acompañada, inevitablemente, por la pérdida de influencia – a diferentes ritmos – de todas las agencias inter- estatales que se fundaron bajo la égida del imperialismo norteamericano tras la 2ª Guerra Mundial, tales como la OMS y la UNESCO, en el ámbito social, y la UE (en su anterior configuración), el Banco Mundial, el FMI y la Organización Mundial del Comercio en el ámbito económico. Estas agencias estaban diseñadas para mantener la estabilidad y la ``dictablanda´´ del bloque Occidental bajo el liderazgo de los Estados Unidos.

El proceso de disolución y el debilitamiento de estas organizaciones inter- estatales se han intensificado, visiblemente, con la victoria de Trump en las elecciones presidenciales norteamericanas de 2016.

La relativa impotencia de la OMS durante la pandemia habla por sí sola a este respecto, ligada al caótico ``cada uno para sí´´ de los Estados que ha arrojado los desastrosos resultados que ya conocemos. La ``guerra de las mascarillas´´ y la próxima guerra de las vacunas[8], la retirada de la OMS propuesta por Estados Unidos, la intentona china de manipular esta institución para beneficio propio… casi que no necesitan comentarse.

La impotencia de las agencias inter- estatales, y el cada uno para sí resultante entre los diferentes Estados nacionales competidores, ha ayudado a convertir el patógeno en un desastre global.  

Sin embargo, en el plano de la economía mundial – a pesar de la aceleración de la guerra comercial y las tendencias a la regionalización – las diferentes burguesías han sido capaces de coordinarse en torno a medidas esenciales, como la de la Reserva Federal a la hora de preservar la liquidez del dólar a nivel mundial en marzo, al empezar los cierres en la economía. Alemania, tras reticencias iniciales, decidió intentar coordinarse con Francia para lanzar un paquete de ayuda económica para toda la UE en su conjunto.   

No obstante, si bien la burguesía mundial es todavía capaz de impedir un desplome absoluto de las partes más vitales de la economía mundial, no ha sido capaz de evitar el enorme deterioro a largo plazo que el cierre de la economía le ha infligido al crecimiento económico y el mercado mundial, impuesto por las respuestas tardías e incoherentes al Covid-19. Comparada con la respuesta del G7 al crash financiero de 2008, la situación actual muestra el prolongado desgaste de la burguesía a la hora de orquestar medidas coordinadas de ralentización de la crisis.

Ciertamente, la tendencia al ``cada uno para sí´´ siempre ha formado parte de la naturaleza competitiva del capitalismo y su división en Estados nacionales. Pero hoy, es la ausencia de la disciplina de bloque y su perspectiva lo que ha alimentado el resurgimiento de esta tendencia, en un periodo de declive e impasse económico. Donde antes se mantenía cierto nivel de cooperación internacional, el Covid-19 ha revelado su ausencia cada vez más evidente.

En el ámbito nacional

En el punto 10 de las Tesis sobre la Descomposición, decíamos que la desaparición de la posibilidad de una guerra mundial tensa al máximo las rivalidades entre las camarillas internas de cada Estado nacional, así como entre los Estados mismos. La dislocación y falta de previsión con respecto al Covid-19 en el plano internacional han tenido su paralelismo, en mayor o menor medida, en cada Estado nacional, especialmente en el poder ejecutivo:

``Entre las características más importantes de la descomposición de la sociedad capitalista, hay que subrayar la creciente dificultad de la burguesía para controlar la evolución de la situación en el plano político´´ (tesis 9 Tesis sobre la Descomposición).

Este fue el factor principal a tener en cuenta en el colapso del Bloque del Este, agravado por la naturaleza aberrante del régimen estalinista (un Estado de Partido único que abarcaba a toda la clase dominante). Pero las causas subyacentes de los conflictos en el ``comité ejecutivo´´ de toda la burguesía – la crisis económica crónica, la pérdida de perspectiva estratégica, los fiascos en política exterior, la desafección de la población – están golpeando hoy día a las zonas más avanzadas del capitalismo, lo que podemos observar de la forma más clara en los principales Estados en los que hay gobiernos populistas o influenciados por el populismo, especialmente los que lideran Trump y Boris Johnson. Los conflictos que afectan a estos Estados más poderosos reverberan en otros que, por el momento, han seguido una política más racional.

En el pasado estos dos países fueron símbolos de la relativa estabilidad y fuerza del capitalismo mundial; hoy, la actuación patética de sus burguesías los convierte en faros de la irracionalidad y el desorden.

Tanto la administración estadounidense como la británica, guiadas por la fanfarronada nacionalista, ignoraron conscientemente y retrasaron su respuesta al Covid, e incluso animaron a la población a seguirles en su falta de respeto por el peligro que suponía; ambas han minusvalorado los consejos de las autoridades científicas y están reabriendo la economía mientras el virus aún campa a sus anchas. Ambas administraciones descartaron formar grupos de trabajo especiales para la pandemia en la misma víspera de la crisis del Covid.

Los dos gobiernos, a su manera, han vandalizado los procedimientos establecidos del Estado democrático y han sembrado la discordia entre los diferentes departamentos de Estado, como hizo Trump con su omisión del protocolo militar en su respuesta a las protestas de Black Lives Matter, así como su fraudulenta manipulación de la judicatura, o la presente disrupción de Johnson en la burocracia del servicio civil.

Es cierto que en un periodo de ``cada uno para sí´´, cada Estado nacional ha seguido su propio camino, inevitablemente. Sin embargo, los Estados que han actuado con más inteligencia también se enfrentan a divisiones cada vez mayores y a una pérdida de control.

El populismo confirma la idea de las Tesis sobre la Descomposición de que el capitalismo, en su senilidad, intenta volver a una ``segunda infancia´´. La ideología populista supone que el sistema puede volver a un periodo juvenil de dinamismo capitalista, con menos burocracia, simplemente por arte de frases demagógicas e iniciativas disruptivas. Pero la realidad del capitalismo en decadencia y en fase de descomposición está agotando todos los paliativos.

Mientras que el populismo atrae las ilusiones xenófobas y pequeñoburguesas de una población descontenta, desorientada temporalmente por la ausencia del resurgimiento proletario, la actual crisis sanitaria deja claro que el programa – o anti-programa – populista ha nacido de la burguesía y su Estado. 

No es casualidad que los Estados Unidos y Reino Unido, dos de los países más avanzados, hayan sufrido los peores niveles de víctimas de la pandemia.

Sin embargo, debemos tener en cuenta que las agencias económicas del Estado, en la mayoría de los países desarrollados, han conservado la estabilidad y su capacidad para tomar medidas rápidas de emergencia que evitaran la entrada de la economía en caída libre, retrasando los efectos del desempleo masivo sobre la población.

Así, como resultado de la acción de los bancos centrales, hemos visto crecer significativamente la intervención estatal en la economía. Por ejemplo:

``Morgan Stanley [banco de inversión] señaló que los bancos centrales de los países del G4 – Estados Unidos, Japón, Europa y Reino Unido – expandirán colectivamente sus hojas de balances en un 28% de producción doméstica bruta en este ciclo. El equivalente de la crisis financiera de 2008 fue un 7%´´. Financial Times, 27 de junio de 2020.  

Esta perspectiva de desarrollo del capitalismo de Estado, no obstante, y en esencia, es un síntoma de que la capacidad del Estado para contener la crisis y la descomposición del capitalismo está disminuyendo.

El peso creciente de la intervención del Estado en todos los aspectos de la vida social no es una solución a la creciente descomposición de ésta.

No debemos olvidar que hay una fuerte resistencia en todos los Estados al vandalismo de los populistas, por parte de los partidos liberales tradicionales o secciones considerables de los mismos. Este sector de la burguesía ha formado una oposición vocal, especialmente a través de los medios de comunicación, que aparte de ridiculizar las payasadas de los populistas pretende mantener cierta esperanza en la población de una vuelta al orden democrático racional, incluso si no existe una capacidad real a día de hoy para cerrar la caja de Pandora populista.

Podemos estar seguros de que la burguesía de estos países no ha olvidado por nada del mundo al proletariado, y será capaz de desplegar a todas sus leales agencias cuando llegue el momento.

El efecto bumerán del periodo de descomposición

El Informe sobre la Descomposición de 2017 destaca el hecho de que en las primeras décadas tras el surgimiento de la crisis económica de finales de los años 60, los países más ricos desplazaron los efectos de la crisis a la periferia del sistema, mientras que en el periodo de la descomposición, la tendencia parece revertirse o rebotar hacia el corazón del capitalismo – como muestran la expansión del terrorismo, el influjo masivo de refugiados y migrantes, el desempleo masivo, la destrucción medioambiental y ahora las epidemias mortales en Europa y América. La situación actual, en la que el país capitalista más poderoso del mundo se ha llevado la peor parte de la pandemia, es una confirmación de esta tendencia.  

El Informe señalaba a su vez, de forma premonitoria:

``Por otro lado, consideramos que [la descomposición] no tuvo un impacto real en la evolución de la crisis del capitalismo. Si el actual ascenso del populismo llevara a la llegada al poder de esta corriente en algunos de los principales países europeos, podríamos ver cómo se desarrolla este impacto de la descomposición´´.

Uno de los aspectos más significativos de este desastre es que la descomposición ha repercutido de forma terrible en la economía. Y esta experiencia no parece aplacar el apetito del populismo por el caos económico, como muestra la persistente guerra comercial de los Estados Unidos contra China, o la voluntad del gobierno británico de ir hasta el final con el curso destructivo y suicida del Brexit.

La descomposición de la superestructura se toma su ``venganza´´ sobre los fundamentos económicos del capitalismo que le dieron vida.

``Cuando la economía tiembla, toda la superestructura que depende de ella entra en un estado de crisis y descomposición… de consecuencia del sistema pasa a ser un factor acelerador en el proceso de su declive´´. Decadencia del Capitalismo, capítulo 1.

16-7-20


[1] Ya hemos publicado La irrupción de la descomposición en el terreno económico: Informe sobre la crisis económica https://es.internationalism.org/content/4629/la-irrupcion-de-la-descomposicion-en-el-terreno-economico-informe-sobre-la-crisis
[2] A 9 de octubre de 2020
[3] Este problema de percepción ya aparece referido en el Informe sobre la Descomposición del 22º Congreso de la CCI en 2017 (Revista Internacional nº163)
[4] Esta larga crisis, que ha durado más de cinco décadas, surgió a finales de los años 60 tras dos décadas de prosperidad de post- guerra en los países avanzados. El empeoramiento de esta crisis ha estado marcado por varias recesiones y recuperaciones más específicas, que no han resuelto el impasse de fondo.
[5] Revista Internacional nº107, 1990 https://es.internationalism.org/revista-internacional/200510/223/la-descomposicion-fase-ultima-de-la-decadencia-del-capitalismo
[6] Las propiedades antibióticas de la penicilina fueron descubiertas en 1928. Durante la Segunda Guerra Mundial, los Estados Unidos la fabricaron en masa y prepararon 2’3 millones de dosis para el Día D (junio 1944).
[7] Gauche Communiste de France, precursora de la CCI.
[8] Ver un dossier global de artículos sobre el COVID en https://es.internationalism.org/content/4566/dossier-especial-covid19-el-verdadero-asesino-es-el-capitalismo y de forma más específica https://es.internationalism.org/content/4593/guerras-de-vacunas-el-capitalismo-es-un-obstaculo-para-encontrar-un-tratamiento y https://es.internationalism.org/content/4560/guerra-de-las-mascarillas-la-burguesia-es-una-clase-de-matones

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