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El marxismo ha demostrado desde hace tiempo y contra todas las visiones típicas del individualismo burgués, que no son individualidades quienes hacen la historia y que, desde que aparecieron las clases sociales: «La historia de todas las sociedades hasta hoy es la historia de la lucha de clases».
Esto es particularmente cierto para la historia del movimiento obrero cuyo principal protagonista es justamente la clase que, más que cualquier otra, trabaja de manera asociada y lucha de manera colectiva. Asimismo y por consiguiente, las minorías comunistas que brotan del proletariado como manifestación de su porvenir revolucionario, actúan de manera colectiva. En ese sentido, la acción de esas minorías reviste un carácter esencialmente anónimo y no tienen por qué dedicarse a cultos de personalidades y demás zalamerías. Sus miembros no tienen razón de existir, como militantes revolucionarios, más que como parte de un todo, la organización comunista. Sin embargo, si la organización debe poder contar con todos sus militantes, es claro que todos no le aportan una contribución equivalente. La historia personal, la experiencia, la personalidad de ciertos militantes, así como las circunstancias históricas, les hacen desempeñar un papel particular y que deja su huella en las organizaciones revolucionarias en las cuales militan, como elemento de impulso de las actividades de dichas organizaciones y especialmente de la actividad que es la raíz de su razón de ser: elaborar y profundizar las posiciones políticas revolucionarias.
Marc era justamente uno de ellos. Pertenece en especial a toda la pequeña minoría de militantes comunistas que sobrevivió y resistió a la terrible contrarrevolución que se abatió sobre la clase obrera entre los años 1920 y 1960, como Anton Pannekoek, Henk Canne-Meijer, Amadeo Bordiga, Onorato Damen, Paul Mattick, Jan Appel o Munis. Además de su fidelidad indefectible a la causa del comunismo, supo a la vez conservar una confianza total en las capacidades revolucionarias del proletariado, hacer beneficiar a las nuevas generaciones de militantes de toda su experiencia pasada y no quedarse encerrado en los análisis y posiciones que el curso de la historia había superado[1]. En ese sentido, toda su actividad de militante es un ejemplo concreto de lo que significa el marxismo: un pensamiento vivo, en constante elaboración, de la clase revolucionaria, portadora del porvenir de la humanidad.
Ese papel de impulso del pensamiento y de la acción de la organización política, nuestro camarada lo desempeñó por supuesto de manera eminente en la CCI. Y eso hasta en las últimas horas de su vida. De hecho, toda su vida militante estuvo animada por el mismo enfoque, la misma voluntad de defender los principios comunistas, conservando siempre alerta el espíritu critico para ser capaz, en caso de necesidad, de poner en tela de juicio cuestiones que para muchos eran dogmas intangibles e «invariantes».Una vida militante de más de setenta años que se originó en el calor de la revolución.
El compromiso con la lucha revolucionaria
Marc nació el 13 de mayo de 1907 en Kishinov, capital de Besarabia (Moldavia), en una época en que esa región formaba parte del antiguo imperio zarista. No ha cumplido diez años cuando estalla la revolución de 1917. He aquí como relató él mismo, en ocasión de sus 80 años, esa formidable experiencia que marcó toda su vida:
«Tuve la suerte de vivir y de conocer, de niño, la revolución rusa de 1917, tanto la de Febrero como la de Octubre. La viví intensamente. Hay que saber y comprender lo que es un Gavroche[2], lo que es un niño en un período revolucionario, pasándose días enteros en manifestaciones, de una a otra, de un mitin a otro; pasándose las noches en los clubs de soldados, de obreros, en donde se habla, se discute, se pelea; en donde en cualquier esquina, de repente, bruscamente, se encarama un hombre a una ventana y empieza a hablar: inmediatamente se reúnen mil personas y empiezan a discutir. Es un recuerdo inolvidable que marcó toda mi vida, por supuesto. Tuve la suerte, por encima de eso, de tener a mi hermano mayor que era soldado y que era bolchevique, secretario del partido de la ciudad, y con quien podía correr cogidos de la mano, de un mitin a otro a donde iba a defender las posiciones de los bolcheviques.
« Tuve la suerte de ser el último hijo -el quinto- de una familia cuyos miembros fueron todos, uno tras otro, militantes del partido hasta ser asesinados o expulsados. Todo eso me permitió vivir en una casa que estaba siempre llena de gente, de jóvenes, en donde siempre había discusiones porque, al principio, uno solo era bolchevique y los demás eran más bien socialistas. Era un debate permanente con todos sus camaradas, todos sus colegas, etc. Y fue una suerte enorme para la formación de un niño. »
En 1919, durante la guerra civil, cuando Moldavia fue ocupada por las tropas blancas rumanas, toda la familia de Marc, amenazada por los pogromos (su padre era rabino) emigra a Palestina. Sus hermanos y hermanas mayores originaron la fundación del Partido comunista de ese país. Es en esa época, principios de 1921, cuando Marc (que no tiene todavía 13 años) se hace militante adhiriéndose a las Juventudes comunistas (fue de hecho uno de sus fundadores) y al Partido. Muy rápidamente se encuentra en divergencia con la posición de la Internacional comunista sobre la cuestión nacional que, según sus propios términos, «le pasaba difícilmente por la garganta». Ese desacuerdo le cuesta, en 1923, su primera expulsión del Partido comunista. Desde esa época, aun adolescente, Marc manifiesta ya lo que será una de sus principales cualidades a todo lo largo de su vida militante: una intransigencia indefectible en la defensa de los principios revolucionarios, aunque esa defensa lo obligara a oponerse a las «autoridades» más prestigiosas del movimiento obrero como lo eran en ese entonces los dirigentes de la Internacional comunista, en particular Lenin y Trotsky[3]. Su adhesión total a la causa del proletariado, su implicación militante en la organización comunista y el profundo aprecio que le tenía a los grandes nombres del movimiento obrero, no le hicieron nunca renunciar al combate por sus propias posiciones cuando estimaba que las de la organización se apartaban de los principios, o que habían sido superadas por las nuevas circunstancias históricas. Para él, como para todos los grandes revolucionarios, como Lenin o Rosa Luxemburgo, la adhesión al marxismo, la teoría revolucionaria del proletariado, no era una adhesión al pie de la letra a esa teoría sino a su espíritu y a su método. De hecho, la audacia que demostró siempre nuestro camarada, a imagen de otros grandes revolucionarios, era la otra cara complementaria, de su adhesión total e indefectible a la causa y al programa del proletariado. Por su profundo apego al marxismo del que se impregnó hasta la médula, nunca le paralizó el temor de alejarse de él cuando criticaba, desde el mismo punto de vista marxista, las posiciones que se habían vuelto caducas en las organizaciones obreras. La cuestión del apoyo a las luchas de liberación nacional que, en la Segunda y luego en la Tercera Internacionales se había convertido en una especie de dogma, fue el primer tema en el cual tendría ocasión de aplicar su modo de ver y hacer[4].
El combate contra la degeneración de la Internacional
En 1924, Marc, con uno de sus hermanos, va a vivir a Francia. Logra integrarse en la sección judía del Partido comunista y vuelve a ser miembro de la misma Internacional comunista (IC) que lo había expulsado poco antes. Inmediatamente forma parte de la oposición que combate el proceso de degeneración de la IC y de los partidos comunistas. Y es así como con Albert Treint (secretario general del PCF de 1923 a 1926 y Suzanne Girault (ex tesorera del Partido), participa en la fundación, en 1927, de «Unidad leninista». Cuando llega a conocerse en Francia la plataforma de la Oposición rusa redactada por Trotski, se declara de acuerdo con ella. En cambio, y a diferencia de Treint, rechaza la declaración de Trotski en la que éste afirma que en todas las cuestiones sobre las que había habido desacuerdos entre Lenin y él, antes de 1917, era Lenin quien había tenido razón. La opinión de Marc era que esa actitud no era en nada correcta, primero porque Trotski no estaba realmente convencido de lo que afirmaba, segundo porque esa declaración iba a encerrar a Trotski en las posiciones falsas defendidas en el pasado por Lenin (especialmente durante la revolución de 1905, sobre la cuestión de la «dictadura democrática del proletariado y del campesinado»). Se manifiesta de nuevo la capacidad de nuestro compañero de mantener una actitud crítica y lúcida ante las grandes «autoridades» del movimiento obrero. Su pertenencia a la Oposición de izquierda internacional, después de su expulsión del PCF en Febrero de 1928, no significaba un juramento de fidelidad a todas las posiciones de su dirigente principal, a pesar de toda la admiración que le tenía. Es precisamente esa manera de ver la que le permite, más tarde, resistir a la deriva oportunista del movimiento trotskista a principios de los años 1930. Efectivamente, después de su participación, con Treint, a la formación de «Redressement communiste» (Restablecimiento comunista), se afilia en 1930 a la «Ligue communiste» (Liga comunista, la organización que representa a la Oposición en Francia) de cuya Comisión ejecutiva formará parte, como Treint, en Octubre de 1931. Pero ambos, después de haber defendido en su seno una posición minoritaria contra el ascenso del oportunismo, se separan de esa formación en Mayo de 1932, para participar a la constitución de la Fracción comunista de izquierda (llamada Grupo de Bagnolet, por el nombre de un suburbio de Paris). En 1933, se hace una escisión en esa organización y Marc rompe con Treint que empieza a defender un análisis de la URSS parecido al que desarrollaron más tarde Burnham y Chaulieu («Socialismo burocrático»). Participa entonces, en Noviembre de 1933, a la fundación de «Unión comunista», en compañía de Chazé (Gaston Davoust, fallecido en 1984), con quien había mantenido contactos seguidos desde principios de los años 30, cuando este último era todavía miembro del PCF (fue expulsado en Agosto de 1932) y que animaba la 15ª sección (suburbios del Oeste de Paris), que defendía orientaciones de oposición.
Los grandes combates de los años 1930
Marc fue miembro de Unión comunista hasta la guerra de España. Es uno de los períodos más trágicos del movimiento obrero: como lo escribió Víctor Serge, «es medianoche en el siglo». Y como lo dice el mismo Marc: «Pasar esos años de terrible aislamiento, ver al proletariado francés enarbolar la bandera tricolor, la bandera de los versalleses, y cantar la Marsellesa, todo eso en nombre del comunismo, era, para todas las generaciones que seguían siendo revolucionarias, causa de una tristeza horrible». Y es precisamente durante la guerra de España cuando ese sentimiento de aislamiento alcanza uno de sus puntos culminantes, cuando una cantidad de organizaciones, que habían logrado mantener posiciones de clase, son arrastradas por la marea «antifascista». Es el caso de Unión comunista, que ve en los acontecimientos de España una revolución proletaria en donde la clase obrera tenía la iniciativa del combate; no llega a apoyar al gobierno de «Frente popular», pero preconiza que hay que enrolarse en las milicias antifascistas y entabla relaciones políticas con el ala izquierda del POUM, organización antifascista que participa al gobierno de la Generalitat de Cataluña.
Defensor intransigente de los principios de clase, Marc no puede, obviamente, aceptar esa capitulación ante la ideología antifascista dominante, aunque se buscaran justificaciones como la «solidaridad con el proletariado de España». Después de haber librado una batalla minoritaria contra esa deriva, se separa de Unión comunista y se adhiere individualmente, a principios de 1938, a la Fracción de izquierda italiana, con la que había mantenido contacto. Ella también, por su lado, se había encontrado enfrentada a una minoría favorable al enrolamiento en las milicias antifascistas. En medio de la tormenta que representa la guerra de España, de todas las traiciones que ocasiona, la Fracción italiana, fundada en Pantin, un suburbio de París, en Mayo de 1928, es una de las pocas formaciones que resisten y mantienen principios de clase. Funda sus posiciones de rechazo intransigente de todos los cantos de sirena antifascistas, en la comprensión del curso histórico dominado por la contrarrevolución. En ese período de retroceso profundo del proletariado mundial, de victoria de la reacción, los acontecimientos de España no se pueden comprender como el auge de una nueva oleada revolucionaria, sino como una nueva etapa de la contrarrevolución. Al término de una guerra civil que opone, no a la clase obrera contra la burguesía, sino a la República burguesa aliada al campo imperialista «democrático» contra otro gobierno burgués aliado al campo imperialista «fascista», no podrá haber revolución, sino guerra mundial. El que los obreros de España hayan tomado espontáneamente las armas contra el levantamiento de Franco en Julio de 1936 (lo que, por supuesto, la Fracción saluda) no les abre ninguna perspectiva revolucionaria: adoctrinados por las organizaciones antifascistas como el PSOE, el PC y la CNT anarcosindicalista, los obreros renuncian a combatir en su terreno de clase y se transforman en soldados de la República burguesa dirigida por el «Frente Popular». Y la mejor prueba de que el proletariado en España se encuentra trágicamente en un callejón sin salida es, para la Fracción, el que no exista en ese país ningún partido revolucionario[5].
Es pues como militante de la Fracción italiana, exiliada en Francia y en Bélgica[6], que Marc continúa el combate revolucionario. En particular, se acerca mucho a Vercesi (Ottorino Perrone) que es su principal animador. Muchos años después, Marc explicó a menudo a los jóvenes militantes de la CCI cuánto había aprendido al lado de Vercesi por quien tenía un aprecio y una admiración considerables. «Con él aprendí verdaderamente lo que es un militante» dijo en varias ocasiones. Efectivamente, la particular firmeza que demuestra la Fracción se debe en gran parte a Vercesi, militante del PSI (Partido socialista italiano) desde el final de la Primera Guerra mundial, y luego del PCI, que luchó de manera permanente por defender los principios revolucionarios contra el oportunismo y la degeneración de esas organizaciones. A diferencia de Bordiga, principal dirigente del PCI cuando su fundación en 1921, y animador de su izquierda más tarde, pero que se retiró de la vida militante después de su expulsión del PCI en 1930, Vercesi puso su experiencia al servicio de la continuación del combate contra la contrarrevolución. Aporta particularmente una contribución decisiva en la elaboración de la posición sobre el papel de las fracciones en la vida de las organizaciones proletarias, especialmente en los períodos de reacción y de degeneración del partido[7]. Pero su contribución es mucho más amplia. Comprende las tareas que incumben a los revolucionarios después del fracaso de la revolución y la victoria de la contrarrevolución: hacer un balance (de ahí viene el nombre de la publicación de la Fracción en francés, Bilan) de la experiencia pasada para preparar «los cuadros para los nuevos partidos del proletariado», y eso «sin ostracismos ni excomuniones» (Bilan, nº 1); sobre esa base impulsa en la fracción todo un trabajo de reflexión y de elaboración teórica que hace de ella una de las organizaciones más fecundas de la historia del movimiento obrero. Es de notar que, a pesar de su formación «leninista», no teme adoptar las posiciones de Rosa Luxemburgo de rechazo al apoyo a las luchas de independencia nacional, así como sobre el análisis de las causas económicas del imperialismo. Sobre este último punto, aprovecha los debates con la «Liga de los comunistas internacionalistas» (LCI) de Bélgica (una formación proveniente del trotskismo pero que se alejó de él) de la cual una minoría se adhiere a las posiciones de la Fracción durante la guerra de España para constituir con ella, a finales de 1936 la Izquierda comunista internacional Además, Vercesi (junto con Mitchel, miembro de la LCI), sacando las lecciones del proceso de degeneración de la revolución rusa y del papel del Estado soviético en la contrarrevolución, elabora la posición según la cual no se puede identificar dictadura del proletariado y el Estado que surge después de la revolución. En fin, en materia de organización, da el ejemplo, dentro de la Comisión ejecutiva de la Fracción, de cómo hay que dirigir un debate cuando surgen divergencias graves. Efectivamente, ante la minoría que rompe toda disciplina organizativa al enrolarse en las milicias antifascistas y que se niega a pagar sus cuotas, Vercesi se opone a una separación precipitada (a pesar de que, conforme a las reglas de funcionamiento de la Fracción, los miembros de la minoría hubieran podido perfectamente ser expulsados), para favorecer al máximo la claridad del debate. Para Vercesi, como para la mayoría de la Fracción, la claridad política constituye efectivamente una prioridad esencial en el papel y la actividad de las organizaciones revolucionarias.
Todas esas enseñanzas que, en muchos aspectos, corresponden al enfoque político que ya tenía, Marc las asimiló plenamente durante los años en que militó con Vercesi. Y esas mismas enseñanzas va a aplicar cuando, por su parte, Vercesi va a empezar a olvidarlas y a apartarse de las posiciones marxistas. Efectivamente, en el mismo momento en que se constituye la GCI (Izquierda comunista internacional), en que Bilan es sustituido por Octobre, comienza Vercesi a desarrollar una teoría acerca de la economía de guerra como antídoto definitivo a la crisis del capitalismo. Desorientado por el éxito momentáneo de las políticas económicas del New Deal y del nazismo, saca como conclusión que la producción de armas, que no viene a recargar un mercado capitalista supersaturado, permite al capitalismo superar sus contradicciones económicas. Según él, el inmenso esfuerzo de armamento realizado por todos los países a finales de los años 30 no corresponde a la preparación de la futura guerra mundial sino que es, al contrario un medio de evitarla al eliminar su causa fundamental: el atolladero económico del capitalismo. En ese contexto, las diferentes guerras locales que se desarrollaron, especialmente la guerra de España, no debían ser consideradas como signos anunciadores de un conflicto generalizado, sino como un medio a la burguesía de derrotar a la clase obrera ante el auge combates revolucionarios. Por eso se llama «Octubre» la publicación que se da el Buró internacional de la GCI, porque se ha entrado en un nuevo período revolucionario. Esas posiciones son una especie de victoria póstuma para la antigua minoría de la Fracción.
Ante tal error, que pone en tela de juicio lo esencial de las enseñanzas de Bilan, Marc emprende el combate por la defensa de las posiciones clásicas de la Fracción y del marxismo. Es para él una prueba muy difícil puesto que debe combatir los errores de un militante a quien estima de verdad. En ese combate es minoritario porque la mayoría de los miembros de la Fracción, cegados por la admiración que le tienen a Vercesi, lo siguen en su error. En fin de cuentas, esas ideas acaban llevando a la Fracción italiana, así como a la Fracción belga, a una parálisis total en el momento en que estalla la guerra mundial contra la cual Vercesi estima que no hay razón de intervenir puesto que el proletariado ha «desaparecido socialmente». En ese momento, Marc, movilizado en el ejército francés (por muy apátrida que fuera) no puede librar combate en lo inmediato[8]. Será en Agosto de 1940, en Marsella, sur de Francia, cuando podrá meterse de nuevo en la actividad política para agrupar a los elementos de la Fracción italiana que se encontraban en esa ciudad.
Ante la guerra imperialista
Esos militantes rechazan en su mayoría la disolución de las fracciones decidida, bajo influencia de Vercesi, por el Buró internacional de éstas. En 1941 reúnen una conferencia de la Fracción reconstituida, conferencia que se basa en el rechazo de la desviación habida a partir de 1937: teoría de la economía de guerra como superación de la crisis, guerras «localizadas» contra la clase obrera, «desaparición social del proletariado», etc. La Fracción abandona igualmente la posición que había defendido hasta entonces sobre la URSS como «Estado obrero degenerado»[9] y reconoce su naturaleza capitalista. A todo lo largo de la guerra, en condiciones de clandestinidad pésimas, la Fracción va a reunir conferencias anuales que agrupan a militantes de Marsella, Tolón, Lyón y París, y va a establecer lazos con los elementos en Bélgica, a pesar de la ocupación alemana. Publica un boletín interno de discusión que trata de todas las cuestiones que indujeron la bancarrota de 1939. Cuando se leen esos boletines, se puede constatar que la mayoría de los textos de fondo que combaten las derivas impuestas por Vercesi o que elaboran las nuevas posiciones requeridas por la evolución de la situación histórica, llevan la firma «Marco». Nuestro camarada, que se había afiliado a la Fracción italiana en 1938 solamente, y de la que era su único miembro «extranjero» es, durante toda la guerra su principal animador.
Al mismo tiempo, Marc emprende un trabajo de discusión con un círculo de elementos jóvenes cuya mayoría proviene del trotskismo y con el cual, en año de 1942, forma el Núcleo francés de la Izquierda comunista sobre las bases políticas de la GCI. Ese núcleo se da por perspectiva la formación de la Fracción francesa de la Izquierda comunista pero, rechazando la política de «campañas de reclutamiento» y de «infiltración» practicada por los trotskistas, se niega, bajo la influencia de Marc, a proclamar de manera precipitada la constitución inmediata de dicha fracción.
Incumbe a la Comisión ejecutiva de la Fracción Italiana reconstituida, de la cual Marc forma parte, así como al núcleo francés, tomar posición ante los acontecimientos de Italia de 1942-43; combates de clase muy importantes que acarrean el derrocamiento de Mussolini el 25 de Julio de 1943 y su reemplazo por el almirante Badoglio, que está a favor de los aliados. Un texto firmado Marco, en nombre de la Comisión ejecutiva, afirma que «revueltas revolucionarias que detendrán el curso de la guerra imperialista crearán en Europa una situación caótica de lo más peligrosa para la burguesía» y advierte al mismo tiempo contra las tentativas del «bloque imperialista anglo-americano-ruso» de liquidar esas revueltas desde el exterior, y contra las de los partidos de izquierda de «amordazar la conciencia revolucionaria». La conferencia de la Fracción que, a pesar de la oposición de Vercesi, se reúne en Agosto de 1943, declara, a continuación del análisis de los acontecimientos de Italia, que «la transformación de la fracción en partido» está a la orden del día en ese país. Sin embargo, por causa de las dificultades materiales y también de la inercia que Vercesi opone a dicho enfoque, la Fracción no logra regresar a Italia para intervenir activamente en los combates ya entablados. En particular, ignora que a finales de 1943 se había constituido, en el Norte de Italia, bajo el impulso de Onorato Damen y de Bruno Maffi, el Partito comunista internazionalista en el cual participan antiguos miembros de la Fracción.
Durante ese mismo período, la Fracción y el Núcleo emprendieron un trabajo de contactos y de discusiones con otros elementos revolucionarios y particularmente con refugiados alemanes y austriacos, los Revolutionäre Kommunisten Deutschlands (RKD), que se habían separado del trotskismo. Con ellos van a tener, particularmente el Núcleo francés, una acción de propaganda directa contra la guerra imperialista, dirigida a los obreros y soldados de todas las nacionalidades, incluso a los proletarios alemanes en uniforme. Es evidentemente una actividad de lo más peligrosa pues tienen contra ellos no sólo a la Gestapo sino también a la Resistencia. Esta última resultó ser la más peligrosa para nuestro camarada, el cual, hecho prisionero con su compañera por las FFI (Fuerzas francesas del interior) en donde abundan los estalinistas, escapa a la muerte que éstos le prometían logrando evadirse en el último momento. Pero el final de la guerra va a acabar con la Fracción.
En Bruselas, a finales de 1944, después de la «Liberación», Vercesi, bajo el impulso de las posiciones aberrantes y en total contradicción con los principios que había defendido en el pasado, se encuentra a la cabeza de una «Coalición antifascista» que publica L'Italia di Domani, un periódico que, so pretexto de ayuda a los prisioneros e inmigrados italianos, se sitúa claramente del lado de los aliados. Después de verificar la veracidad de ese hecho que al principio no podía creer, la CE de la Fracción, impulsada por Marc, excluye a Vercesi el 25 de Enero de 1945. La decisión no fue consecuencia de los desacuerdos que existían sobre los diferentes puntos de análisis entre este último y la mayoría de la Fracción. Como con la antigua minoría de 1936-37, la política de la CE y, dentro de ella, la de Marc que había hecho suya la actitud del Vercesi de antes, era buscar la máxima claridad en el debate. Pero lo que se le reprochaba a Vercesi en 1944-45, no eran simplemente desacuerdos políticos, era su participación activa, y hasta dirigente, en un organismo de la burguesía implicado en la guerra imperialista. Pero esta última manifestación de intransigencia por parte de la Fracción italiana era ya su canto del cisne.
Al descubrir la existencia del PCInt en Italia, la mayoría de los miembros de la Fracción, en la conferencia de Mayo de 1945, decide autodisolverse e integrarse como militantes individuales en el nuevo «partido». Marc combate con toda su energía lo que considera como una negación completa de todo el enfoque que había sido la base de la Fracción. Pide que ésta se mantenga hasta la verificación de las posiciones políticas de esa nueva formación, que no se conocen bien. Y el futuro dará toda la razón a su prudencia cuando se verá que el partido en cuestión, al cual se unieron los elementos próximos a Bordiga que se encontraban en el sur de Italia (y entre los cuales, algunos se dedicaban a infiltrar el PC), evolucionó hacia las posiciones más oportunistas que se pueda imaginar, hasta comprometerse con el movimiento de los «Partisanos» antifascistas (ver nuestra Revista Internacional nº 8«Las ambigüedades sobre los "Partisanos" en la constitución del PCInt. en Italia en 1943 »). Para protestar contra esa deserción, Marc anuncia su dimisión de la CE y se va de la conferencia, la cual se negó igualmente a reconocer a la Fracción francesa de la Izquierda comunista (FFGC), que había sido constituida a finales de 1944 por el núcleo francés y que había hecho suyas las posiciones de base de la Izquierda comunista internacional. Por su parte, Vercesi se integra al nuevo «Partido» que no le pide ninguna explicación acerca de su participación en la Coalición antifascista de Bruselas. Es el fin de todo el esfuerzo que él mismo había hecho durante años para que la Fracción pudiera servir de «puente» entre el antiguo partido pasado al enemigo y el nuevo partido que debería constituirse con el resurgimiento de los combates de clase del proletariado. Lejos de reanudar el combate por esas posiciones, opone al contrario una hostilidad feroz -y con él el conjunto del PCInt- a la única formación que siguió siendo fiel a los principios clásicos de la Fracción italiana y de la Izquierda comunista internacional: la FFGC. Llega incluso a impulsar, dentro de ésta, una escisión que acaba formando una FFGC bis[10]. Ese grupo publica un periódico con el mismo nombre que el de la FFGC, L'Etincelle (La Chispa). Acoge en sus filas a miembros de la ex-minoría de Bilan que Vercesi había combatido, así como a antiguos miembros de Unión comunista. La FFGC bis es reconocida como «único representante de la Izquierda comunista» por el PCInt y la Fracción belga (reconstituida después de la guerra en torno a Vercesi que se había quedado en Bruselas).
Marc queda entonces como único miembro de la Fracción italiana que prosigue con el combate y las posiciones que habían hecho la fuerza y la claridad política de dicha organización. Y dentro de la Izquierda comunista de Francia, nuevo nombre que se da la FFGC, comienza otra nueva etapa de su vida política.
(Continuará)
FM
Cuando se trata de la vida de un camarada y de un homenaje a su compromiso militante, se trata de un todo, y hubiera sido preferible publicar in extenso el artículo que le consagramos en esta Revista Internacional. Pero como su vida se confunde con la historia de este siglo y de las minorías revolucionarias del movimiento obrero, nos pareció necesario no sólo dedicar este artículo a la vida del camarada, sino igualmente desarrollar más extensamente cuáles fueron las cuestiones políticas más importantes con que se enfrentó, así como sobre la vida de las organizaciones en las que fue militante. Dados los imperativos de la situación internacional de hoy, hemos dividido el artículo en dos partes, por razones de cabida, y la continuación saldrá en el próximo número de la Revista Internacional.
[1] Los militantes mencionados aquí son sólo los más conocidos de los que lograron atravesar el periodo de contrarrevolución sin abandonar sus convicciones comunistas. Hay que señalar que, a diferencia de Marc, la mayoría de entre ellos no logró fundar o mantener en vida organizaciones revolucionarias. Es el caso, por ejemplo, de Mattick, Pannekoek y Canne-Meijer, figuras del movimiento «consejista», que quedaron paralizados por sus conceptos sobre la organización o, como fue el caso de éste último (ver en nuestra Revista internacional nº 37, «El socialismo perdido») por la idea de que el capitalismo sería capaz de superar sus crisis indefinidamente, alejando toda posibilidad de socialismo. Asimismo, Munis, militante valiente y de valía, procedente de la sección española de la corriente trotskista, que no pudo romper nunca completamente con las concepciones de sus orígenes y que, encerrado en una visión voluntarista que rechazaba la necesidad de la crisis económica en el desarrollo de la lucha de ciases, no pudo dar a los nuevos elementos que se adhirieron a Fomento obrero revolucionario (FOR) un marco teórico que los hiciera capaces de proseguir seriamente la actividad de dicha organización, después de la desaparición de su fundador. Bordiga y Damen, por su parte, fueron capaces de animar formaciones que les sobrevivieron (el Partido comunista internacional y el Partido comunista internacionalista); sin embargo, les costó muchísimo superar las posiciones caducas de la Internacional comunista, lo cual fue un freno para sus organizaciones y acabó provocando una crisis muy grave a principios de los años 1980 (en el caso del PClnternacional) o una ambigüedad permanente sobre cuestiones vitales como las del sindicalismo, del parlamentarismo y de las luchas nacionales (caso del PClnternacionalista), como se pudo ver durante las conferencias internacionales de finales de los años 1970. Fue también más o menos el caso de Jan Appel, uno de los grandes nombres del KAPD, que quedó marcado por las posiciones de esa organización sin poder actualizarlas realmente. Sin embargo, cuando la CCI fue fundada, ese camarada reconoció válida la orientación general de nuestra organización, aportándole todo el apoyo- que le permitían sus fuerzas. Hay que señalar que a todos esos militantes, a pesar de los desacuerdos a menudo muy importantes que podían separarlo de ellos, Marc les tenía un entrañable cariño. Ese aprecio y afecto no se limitaban a esos camaradas. Se extendían a militantes menos conocidos pero que tenían, para Marc, el inmenso mérito de haber mantenido la fidelidad a la causa revolucionaria en los peores momentos de la historia del proletariado.
[2] Se dice, en francés «un Gavroche» de los avispados niños pobres de la calle, por el entrañable personaje de la novela de Victor Hugo, Los Miserables; Gavroche participa hasta su muerte en la insurrección de junio de 1832 en París.
[3] A Marc le gustaba evocar ese episodio de la vida de Rosa Luxemburgo, la cual, durante el congreso de la internacional Socialista, en 1896 (tenía entonces 26 años) se atreve a alzarse contra todas las «autoridades» de la internacional para luchar en contra de la reivindicación de la independencia de Polonia, que parecía haberse convertido en principio intangible del movimiento obrero.
[4] Ese enfoque se opone diametralmente al de un Bordiga para quien el programa del proletariado es «invariante» desde 1848. Sin embargo, esto no tiene, evidentemente, nada que ver con el enfoque de los «revisionistas» estilo Bernstein o, mis recientemente, el de Chaulieu, mentor del grupo Socialismo o Barbarie (1949-1965). Es también completamente diferente del enfoque del movimiento consejista según el cual, al haber desembocado la revolución rusa de 1917 en una variante de capitalismo, consideraba que se trataba de una revolución burguesa, o que se reivindicaba de un «nuevo» movimiento obrero opuesto al « antiguo» (las Segunda y Tercera internacionales) que habría fracasado por completo.
[5] Acerca de la actitud de la Fracción ante los acontecimientos de España, ver en particular la Revista Internacional nº 4, 6 y 7.
[6] Sobre la Fracción italiana, ver nuestro folleto La Izquierda comunista de Italia.
[7] Sobre la cuestión de las relaciones partido-fracción, ver nuestra serie de artículos en los últimos números de la Revista internacional, incluida ésta.
[8] Durante quince años nuestro camarada tuvo como único documento de identificación oficial una orden de expulsión del territorio francés, Cada dos semanas tenía que ir a pedir a las autoridades qua postergaran la ejecución de la orden, Era una espada de Damocles que el muy democrático gobierno de Francia, «tierra de asilo y de los derechos humanos», le habla puesto encima, pues Marc tenía la obligación permanente de comprometerse a no tener actividades políticas, compromiso que, evidentemente, no respetaba. Cuando estalla la guerra, ese mismo gobierno decreta que ese «apátrida indeseable» puede ser útil como carne de cañón para defender la patria, Hecho prisionero por las tropas alemanas, logra evadirse antes de que las autoridades de ocupación descubran que es judío. Se va entonces., con su compañera Clara, a Marsella, en donde la policía, al saber cuál era su situación antes de la guerra, se niega a darle papeles. Irónicamente, son las autoridades militares las que obligarán a las autoridades civiles a cambiar de actitud con respecto a ese «servidor de Francia», tanto más «meritorio» para ellos por no ser del país...
[9] Hay que señalar qua ese análisis, similar al de los trotskistas, no llevó nunca a la Fracción a llamar a «defender la URSS». Desde el principio de los años 1930, y los acontecimientos de España ilustraron concretamente esa posición, la Fracción consideraba al Estado «soviético» como uno de los peores enemigos del proletariado.
[10] Hay que señalar que, a pesar de los errores de Vercesi, Marc siguió teniéndole un gran aprecio personal. Ese aprecio se extendía además al conjunto de los miembros de la Fracción italiana, que evocaba siempre en términos de lo más afectuoso. Hay que haberlo oído hablar de esos militantes, casi todos obreros, los Piccino, Tulio, Stefanini, con quien compartió el combate en las horas más negras de este siglo, para darse cuenta del gran cariño que les tenía.