Resolución sobre la relación de fuerzas entre las clases (2019)

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23º Congreso Internacional de la CCI (2019)

1) A finales de los años 60, con el agotamiento del boom económico de la posguerra, la clase obrera resurgió en la escena social debido al deterioro de las condiciones de vida. Las luchas obreras que estallaron a escala internacional pusieron fin al período más largo de contrarrevolución de la historia y abrieron un nuevo curso histórico hacia los enfrentamientos de clases, impidiendo así que la clase dominante diera su propia respuesta a la crisis aguda del capitalismo: una Tercera Guerra Mundial. Este nuevo curso histórico estuvo marcado por el surgimiento de luchas masivas, particularmente en los países centrales de Europa Occidental con el movimiento de mayo de 1968 en Francia, seguido por el movimiento de "otoño caliente" en Italia en 1969; y muchos otros como el de Argentina en la primavera de 1969[1] y Polonia en el invierno de 1970-71. En estos movimientos masivos, grandes sectores de la nueva generación de trabajadores que no habían experimentado la guerra plantearon de nuevo la cuestión de la perspectiva del comunismo como una posibilidad.

Ligado a este movimiento general de la clase obrera de finales de la década de 1960 y principios de la de 1970, debemos igualmente destacar el despertar internacional, a escala muy pequeña pero no por ello menos significativa, de la Izquierda Comunista organizada, la tradición que había permanecido fiel a la bandera de la revolución proletaria mundial durante la larga noche de la contrarrevolución. En este despertar, la constitución de la CCI significó una renovación y un importante impulso para la Izquierda Comunista en su conjunto[2].

Ante una dinámica hacia una tendencia a la politización de las luchas obreras, la burguesía (que se había visto sorprendida por el movimiento de mayo de 1968) desarrolló inmediatamente una contraofensiva a gran escala y a largo plazo para evitar que la clase obrera diera su propia respuesta a la crisis histórica de la economía capitalista: la revolución proletaria.

2) Debido a la ruptura de la continuidad política con el movimiento obrero del pasado, esta tendencia hacia la politización del proletariado durante la década de 1960 se manifestó por el surgimiento de lo que Lenin llamó un "pantano político": un medio de grupos y elementos confusos y, al mismo tiempo, una zona de tránsito, ubicada entre la burguesía y el proletariado. En el momento de su mayor expansión, este espacio de politización estuvo compuesto, a escala mundial, esencialmente de elementos jóvenes e inexpertos, entre ellos muchos estudiantes. Ya en la primera mitad de los años setenta se produjo una decantación en este "pantano" que se manifestó en el hecho de que:

- la izquierda y la extrema izquierda del capital consiguieron recuperar gran parte de estos jóvenes elementos en proceso de politización;

- la frustración y la decepción por el reflujo de las luchas masivas de finales de los años 70 llevaron a muchos de ellos, fuertemente marcados por la impaciencia y el "radicalismo" de la pequeña burguesía, a luchas parciales o a las acciones violentas y minoritarias del terrorismo (la banda de Baader en Alemania, las Brigadas Rojas en Italia, posteriormente Acción Directa en Francia…)

- el componente de este "pantano" que trataba de encontrar posiciones proletarias, tendió más a orientarse a los callejones sin salida de los “autónomos”, el obrerismo (“operaismo”), los “libertarios”, o la defensa del mito de la "autogestión"[3].

Además, la adhesión "crítica" de los principales grupos de extrema izquierda (trotskistas y maoístas) a la contrarrevolución y sus prácticas de organización e intervención propias de las organizaciones o sectas criptoestalinistas, así como el ciego activismo de los círculos autonomistas y el culto a la violencia minoritaria por parte de los grupos terroristas; destruyeron a gran parte de esa nueva generación en el proceso de politización. Esta labor destructiva ha contribuido a distorsionar y desacreditar el verdadero movimiento revolucionario del proletariado.

Paralelamente al papel extremadamente negativo desempeñado por este componente seudo "radical" de ese pantano por los grupos de extrema izquierda; la burguesía desarrolló una contraofensiva política contra la reanudación histórica de la lucha de clases. Esta contraofensiva consistió inicialmente, a principios de los años setenta, en plantear la alternativa de “llevar la izquierda al gobierno" en los principales países occidentales, para reconducir así a la clase obrera al terreno electoral y parlamentario, sembrando la ilusión de que el programa de los partidos de izquierda permitiría mejorar las condiciones de vida de las masas explotadas. Esta primera oleada de luchas, que se había desarrollado desde finales de los años sesenta, se agotó durante estos "años de ilusiones".

3) Pero con el empeoramiento de la crisis económica que tuvo lugar en la segunda mitad de los años 70 surgió una nueva oleada de luchas obreras, en las que también participó el proletariado de algunos países de la Europa del este (especialmente en Polonia en el verano de 1980)[4].

Ante esta reanudación de la lucha de clases tras un breve período de reflujo, la burguesía tuvo que modificar su estrategia para impedir cualquier politización del proletariado en sus luchas económicas. Y así, mediante una astuta división de tareas entre las distintas fracciones burguesas, correspondió a los partidos de derecha en el gobierno ejecutar los ataques económicos contra las condiciones de vida del proletariado, mientras que los partidos de izquierda en la oposición (apoyados por los sindicatos y los izquierdistas) tenían la misión de sabotear desde dentro las luchas de los trabajadores, y desviarlos hacia el terreno del engaño electoral.

La huelga de masas en Polonia en agosto de 1980 reveló que el proletariado, a pesar de sufrir la capa de plomo de los regímenes estalinistas, era capaz de alzar la cabeza y rencontrar espontáneamente sus métodos de lucha, incluidas las asambleas generales soberanas, la elección de los comités de huelga responsables ante esas asambleas, la necesaria extensión geográfica de las luchas y su unificación superando las divisiones corporativistas.

- Esta gigantesca lucha de la clase obrera en Polonia reveló que es en la lucha masiva contra los ataques económicos donde el proletariado puede tomar conciencia de su propia fuerza, afirmar su identidad de clase antagónica con el capital y desarrollar su confianza en sí mismo.

- Pero la derrota de los trabajadores polacos, con la fundación del sindicato "libre" Solidarnosc (“Solidaridad”, que se benefició del respaldo de los sindicatos de los países occidentales), también reveló el peso muy fuerte de las ilusiones democráticas en un país donde el proletariado carecía de experiencia de la democracia burguesa. La derrota y represión de los trabajadores polacos abrió, a principios de la década de 1980, un nuevo período de retroceso para la lucha de clases internacional.

4) Sin embargo, aunque profundo, este reflujo resultó efímero. En la primera mitad de la década de 1980 y ante el empeoramiento de la crisis económica, la explosión del desempleo, y los nuevos ataques a las condiciones de vida del proletariado en los países centrales, volvió a surgir una tercera oleada de luchas. Aún con la derrota de la larga huelga de mineros en Gran Bretaña en 1985, esta oleada de luchas se manifestó en un desgaste de la izquierda en la oposición, un creciente descrédito de los sindicatos (como se vio en muchos países, incluidos los escandinavos, por las huelgas espontáneas esporádicas que estallaban al margen y contra las repetidas maniobras de sabotaje sindical). Esta tercera ola de luchas obreras se acompañó de un aumento de las tasas de abstención en las elecciones.

Para no dejarse sorprender como sucediera en mayo del 68 y paralizar cualquier dinámica de confrontación con el sindicalismo, la burguesía puso en marcha una tercera estrategia: fortalecer su aparato de encuadramiento de la clase obrera para impedir cualquier extensión de las luchas más allá de la corporación o el sector, sabotear la identidad de clase del proletariado mediante la división entre los de "cuello blanco" y los de "cuello azul", e impedir cualquier intento de autoorganización del proletariado.

5) Fue la burguesía inglesa - la más inteligente del mundo[5] - con la política de la "Dama de Hierro" (Margaret Thatcher), la que marcó a la clase dominante del resto de los países centrales la pauta de la estrategia para frenar la dinámica de la lucha de clases:

- Gracias al trabajo de sabotaje del sindicato de mineros, la clase dominante encerró a los trabajadores en una larga y agotadora huelga corporativista que quedó totalmente aislada del resto de sectores productivos. La amarga derrota de la huelga de los mineros significó un golpe brutal para toda la clase obrera de este país. Este éxito de la clase dominante en Gran Bretaña sirvió de modelo para la burguesía de otros países, sobre todo en Francia, el país de Europa donde el proletariado es tradicionalmente extremadamente combativo. La burguesía francesa se inspiró en la política de la "Dama de Hierro" para detener la dinámica de la lucha de clases, encerrando a los obreros en el corporativismo y, sobre todo, promoviendo la tendencia al “cada uno a la suya” (que fue uno de los primeros fenómenos de la descomposición del capitalismo[6]).

- En 1986, y dado que los sectores tradicionalmente más combativos y experimentados del proletariado francés se habían enfrentado ya en varias ocasiones, desde 1968, al sabotaje sindical (en la minería, el acero, el transporte, la industria automotriz, etc.), la burguesía sólo pudo utilizar esa estrategia creando “coordinadoras” destinadas a tomar el relevo de las grandes centrales sindicales desacreditadas.

- En Italia, cuyo proletariado también había desarrollado luchas masivas muy importantes (en particular las del "otoño caliente" de 1969), la burguesía también desplegó esa misma política de confinamiento en el corporativismo recuperando, después de 1987, la coordinadora de los trabajadores de la educación.

- En Francia, y a pesar de la derrota de la huelga ferroviaria de 1986 (merced al sabotaje efectuado por las “coordinadoras” de la SNCF -compañía de ferrocarriles-), apenas dos años más tarde, en 1988, la combatividad estalló de nuevo en otro sector público, el de los hospitales. Ante el profundo descontento general que existía hacía los sindicatos, y el potencial peligro de que esta lucha masiva se extendiese a todo el servicio público, la clase dominante reforzó más aún su estrategia de confinamiento corporativista y división de la clase obrera. La burguesía francesa pudo utilizar un sector profesional aún inexperto y políticamente "atrasado" como la enfermería, para entorpecer cualquier tentativa de unificación del movimiento en los hospitales, saboteando así cualquier posibilidad de extender la lucha a otros sectores del servicio público.

- Para romper el movimiento en los hospitales, la maniobra de la burguesía consistió en ofrecer sólo a las enfermeras un "soborno" (un aumento salarial de 350 francos al mes, de un fondo de mil millones de francos que tenía reservado de antemano), mientras el resto de las categorías de personal hospitalario que se habían movilizado no obtuvieron nada. Si esta derrota de la clase obrera, en el contexto de la tendencia histórica de "cada uno a la suya", pudo ser infligida al proletariado, sólo fue merced al trabajo sucio de la llamada “Coordinadora de Enfermeras”, autoproclamada y puesta en marcha repentinamente gracias al sindicato CFDT. Esta “Coordinadora”, auténtico engendro parasindical, consiguió desviar la cólera de las enfermeras al terreno podrido de la defensa de su "estatus" de "Bac+3" (Bachillerato más tres años de estudios adicionales) para justificar un aumento de su salario, cuando lo cierto es que el movimiento había partido de la falta de personal y del deterioro de las condiciones de trabajo que afectaba igualmente a todas las categorías de personal hospitalario (las de "cuello blanco" y las de "cuello azul"). (Véase nuestro folleto en francés “Bilan de la lutte des infirmières: les coordinations, la nouvelle arme de la bourgeoisie[7]).

En otros países europeos, incluyendo Alemania (sobre todo en la industria automotriz), esta maniobra burguesa de conceder aumentos salariales únicamente a una categoría de obreros de la misma empresa tenía la intención de dividir a los trabajadores, aumentar la competencia entre ellos, socavar su solidaridad de clase a fin de enfrentarlos entre sí.

Y, lo que es peor, con esta estrategia de división del proletariado que aboga por el “cada uno a la suya”, la burguesía y sus lacayos de los sindicatos han tratado permanentemente de que lo que eran en realidad derrotas de la clase obrera ¡parecieran victorias!

Los revolucionarios no deben subestimar el maquiavelismo de la burguesía cuando analizan la evolución de la relación de fuerzas entre las clases. Tal maquiavelismo sólo puede continuar desarrollándose con el agravamiento de los ataques contra toda la clase explotada[8]. El estancamiento que vivió la lucha de clases, y su posterior declive, a finales de los años ochenta, fue resultado de la capacidad de la clase dominante para revertir algunas manifestaciones de la descomposición de la sociedad burguesa – y sobre todo esa tendencia al “cada uno a la suya” – contra la clase obrera.

6) Ya desde el reflujo que siguió a la primera oleada de luchas, podemos ver cómo han sido esencialmente las ilusiones democráticas (alimentadas por la contraofensiva de la burguesía y el sabotaje sindical) lo que han constituido el principal obstáculo para la politización de las luchas de la clase obrera.

Como se destaca en el artículo de la Revista Internacional n°23, "La lucha del proletariado en el capitalismo decadente"[9], la clase obrera se enfrenta a varios factores de dificultad para la politización de sus luchas: La verdadera naturaleza del proletariado, que es una clase a la vez explotada, desposeída de toda propiedad, y revolucionaria, siempre ha significado que la conciencia de clase no puede avanzar de victoria en victoria, sino que sólo puede desarrollarse de manera desigual hacia la victoria a través de una serie de derrotas, tal y como afirmó Rosa Luxemburgo.

En el período de la decadencia:

- la clase obrera ya no puede dotarse de organizaciones de masas permanentes, partidos políticos y sindicatos obreros con los que defender sus intereses;

- ya no existe un programa político "mínimo" como sí sucedía en el período ascendente, sino sólo un programa "máximo"[10]. La democracia burguesa y su marco nacional ya no son un campo para la acción política del proletariado;

- el Estado burgués ha aprendido a utilizar inteligentemente contra la politización de la clase obrera lo que antaño fueron partidos políticos del proletariado.

Además, en el período actual:

- el Estado burgués ha aprendido a ralentizar el ritmo de la crisis económica y a planificar, de común acuerdo con los sindicatos, sus ataques anti obreros, dándose todos los medios con los que evitar una respuesta unificada de la clase obrera, y una reapropiación de los objetivos políticos últimos de su lucha contra el capitalismo.

- todas las fuerzas del capitalismo actúan para bloquear la politización de la clase obrera, impidiéndole establecer el vínculo entre sus luchas económicas de resistencia a la explotación y la negativa de los trabajadores de los países centrales a dejarse encuadrar en la política belicista de la burguesía. Esta maniobra tuvo especial significación a principios de los años 1980, con las campañas pacifistas contra la política de la "guerras de las estrellas” de Reagan.

7) Cuando ya la tercera oleada de luchas comenzaba a agotarse a finales de esa década de los 80, tuvo lugar un hecho importante en la situación internacional: el espectacular colapso del bloque del Este y de los regímenes estalinistas en 1989[11]. Este acontecimiento supuso un golpe tremendo a la dinámica de la lucha de clases, modificando significativamente la relación de fuerzas entre proletariado y la burguesía en beneficio de esta última. Este acontecimiento supuso una conmoción que marcaba la entrada del capitalismo en la última fase de su decadencia: la de la descomposición. Con su hundimiento, el estalinismo rindió un último servicio a la burguesía, puesto que permitió que esta pusiese fin a la dinámica de la lucha de clases que, con avances y retrocesos, se había desarrollado a lo largo de dos décadas.

En efecto, puesto que no fue la lucha del proletariado sino la putrefacción en la raíz de la sociedad capitalista lo que acabó con el estalinismo, la burguesía pudo aprovechar este acontecimiento para desencadenar una gigantesca campaña ideológica destinada a perpetuar la mayor mentira de la historia: la identificación del comunismo con el estalinismo. Con ello, la clase dominante asestó un golpe durísimo a la conciencia del proletariado. Las ensordecedoras campañas de la burguesía sobre el supuesto "fracaso del comunismo" han causado una regresión del proletariado en su marcha hacia su perspectiva histórica de derrocamiento del capitalismo. Han infligido un golpe a la identidad de clase del proletariado[12].

Este profundo retroceso de la conciencia y la lucha de clases se puso de manifiesto por un descenso de la combatividad de los trabajadores en todos los países, un reforzamiento de las ilusiones democráticas, una intensa recuperación del control sindical, y una gran dificultad para que el proletariado retome el camino de sus luchas masivas a pesar del empeoramiento de la crisis económica, el aumento del desempleo, la precariedad y el deterioro general de todas sus condiciones de vida en todos los sectores y todos los países.

Más aún, con la entrada del capitalismo en la fase final de su decadencia, el proletariado tuvo que enfrentarse a los miasmas de la descomposición de la sociedad burguesa, que dificultan su capacidad para reencontrar el camino de su perspectiva revolucionaria. En el plano ideológico, “los diferentes elementos que constituyen la fuerza del proletariado se contraponen directamente con las diversas facetas de esta descomposición ideológica:

- la acción colectiva, la solidaridad, encuentran ante ellos la atomización, el “sálvese quien pueda”, el “cada cual que se las arregle”;

- la necesidad de organización se enfrenta a la descomposición social, a la desestructuración de las relaciones que subyacen a toda vida en sociedad;

- la confianza en el futuro y en sus propias fuerzas se ve constantemente socavada por la desesperación general que invade la sociedad, por el nihilismo, por el "no futuro";

- la conciencia, la lucidez, la coherencia y la unidad de pensamiento, el gusto por la teoría deben abrirse paso con mucha dificultad en medio de la huida hacia quimeras, las drogas, las sectas, el misticismo, el rechazo de la reflexión, la destrucción del pensamiento que caracterizan a nuestro tiempo.”. (Tesis sobre la descomposición, Revista Internacional n° 62)

Con este retroceso de su perspectiva revolucionaria y su identidad de clase, el proletariado perdió también mucha confianza en sí mismo y en su capacidad para enfrentarse eficazmente al capitalismo en defensa de sus condiciones de vida.

8) Uno de los factores objetivos que agravaron la pérdida de la identidad de clase del proletariado fueron las políticas de deslocalización y reestructuración del aparato productivo en los principales países de Europa Occidental y Estados Unidos. Las grandes concentraciones obreras fueron desmanteladas con el cierre de cuencas mineras, acerías, factorías de automóviles, etc., en sectores donde la clase obrera había desarrollado tradicionalmente luchas masivas y muy combativas. Esta desertificación industrial se vio acompañada por la acentuación de campañas ideológicas sobre el final de la lucha de clases y, por tanto, de cualquier perspectiva revolucionaria. Estas campañas burguesas han podido desarrollarse gracias a que los partidos estalinistas o socialdemócratas llevan décadas identificando a la clase obrera únicamente a los de “cuello azul” (los que visten “mono de trabajo”), ocultando así el hecho de que lo que define a la clase obrera es el trabajo asalariado y la explotación de la fuerza de trabajo. Además, el desarrollo de las nuevas tecnologías hace que el proletariado de "cuello blanco" esté mucho más disperso en pequeñas unidades de producción, lo que hace más difícil que surjan luchas masivas.

En esta situación de retroceso de la conciencia de clase del proletariado y de alejamiento de su perspectiva revolucionaria, el “cada uno a la suya” individualista y la competitividad para sobrevivir en medio de una creciente recesión económica tienden a dominar.

El aumento del desempleo y de la precariedad han hecho surgir el fenómeno de la "uberización" del trabajo. Al utilizar una plataforma de Internet como intermediario para encontrar trabajo, la uberización disfraza la venta de mano de obra a un patrón como si fuese "autoempleo", agudizando además el empobrecimiento y la precariedad del "autoempleado". La uberización del trabajo individual acentúa, la dificultad para hacer huelgas, puesto que la auto explotación de estos trabajadores dificulta considerablemente su capacidad para luchar colectivamente y desarrollar la solidaridad contra la explotación capitalista.

9) La bancarrota del banco Lehman Brothers y la crisis financiera de 2008 permitieron a la burguesía dar un nuevo golpe a la conciencia del proletariado, mediante una gran campaña ideológica de alcance mundial que trataba de inculcar la idea (planteada por los partidos de izquierda) de que los responsables de la crisis eran los “banqueros corruptos”, haciendo creer que el capitalismo se personifica en los “traders” bursátiles o en el poder del dinero.

La clase dominante pudo así ocultar las raíces del fracaso de su sistema. Pretendía, por un lado, que la clase obrera se viese arrastrada a la defensa del Estado "protector" ya que se suponía que las medidas del rescate a los bancos habían de proteger a los pequeños ahorradores. Por otra parte, esta política de rescate bancario también ha sido utilizada, en particular por la izquierda, para acusar a los gobiernos que defienden a los banqueros y al mundo financiero.

Pero más allá del efecto de estas mistificaciones, el mayor impacto de esta campaña sobre la clase obrera ha sido el de reforzar su impotencia frente a un sistema económico impersonal cuyas leyes generales serían como leyes naturales que no pueden ser controladas o alteradas.

10) El estallido de conflictos imperialistas en Oriente Próximo y Medio, así como la miseria absoluta de las masas empobrecidas de los países del continente africano, han provocado un creciente flujo de refugiados hacia los países de Europa Occidental. Al otro lado del Atlántico, el hundimiento del capitalismo en la descomposición también se ha puesto de manifiesto por el éxodo de oleadas de migrantes desde los países latinoamericanos a los Estados Unidos.

Estas manifestaciones de la descomposición de la sociedad capitalista han dado lugar al surgimiento de un nuevo peligro para el proletariado: la ideología populista basada en una política "identitaria" que ataca la solidaridad del proletariado, y que esparce la ilusión de que, frente a la agudización de la crisis, y los “recortes en los recursos”, las poblaciones autóctonas sólo podrían alejar el empeoramiento de su situación a expensas de otras capas no explotadoras de la población. Esta política se traduce en el proteccionismo, la estigmatización de los inmigrantes como "aprovechados del Estado del bienestar", y el cierre de las fronteras a las oleadas de inmigrantes.

El sentimiento de rechazo cada vez más abierto entre los trabajadores respecto a los partidos burgueses tradicionales y las "élites", no ha desembocado sin embargo en una politización del proletariado en su terreno de clase, sino a una búsqueda de "nuevos" personajes en el terreno electoral de la democracia burguesa, Estos "nuevos hombres" son en su mayoría demagogos y aventureros populistas (como Donald Trump). El ascenso de los partidos de extrema derecha en varios países europeos, así como la llegada al poder de Trump en Estados Unidos, beneficiándose de muchos votos de trabajadores del llamado "cinturón de la chatarra" (zonas industriales desertificadas), revela que algunos sectores del proletariado (particularmente golpeados por el desempleo) pueden verse intoxicados por el veneno del populismo, la xenofobia, el nacionalismo y todas las ideologías reaccionarias y oscurantistas que emanan del asqueroso estercolero del pudrimiento del capitalismo.

Esa tendencia al “cada uno a la suya” y a la desarticulación de la sociedad también se ha manifestado en el peligro de reclutamiento de algunos sectores del proletariado detrás de las banderas nacionales o regionales (como sucedió durante la crisis independentista de Cataluña en 2018).

11) Dada la gran dificultad actual de la clase obrera para desarrollar sus luchas, su incapacidad por el momento para recuperar su identidad de clase y abrir una perspectiva para la sociedad en su conjunto, el terreno social tiende a estar ocupado por luchas interclasistas particularmente marcadas por la pequeña burguesía. Esta capa social, sin porvenir histórico, sólo puede transmitir la quimera de la posibilidad de reformar el sistema capitalista reivindicando un capitalismo "de rostro humano", más democrático, más justo, más limpio, más preocupado por los pobres y por la preservación del planeta.

Estos movimientos interclasistas son producto de la falta de toda perspectiva, algo que afecta hoy a la sociedad en su conjunto, incluyendo una parte significativa de la propia clase dominante.

La revuelta popular de los "chalecos amarillos" en Francia contra "el coste de la vida", así como el movimiento internacional de la "Juventud por el clima" son una ilustración del peligro del interclasismo para el proletariado[13]. La revuelta ciudadana de los "chalecos amarillos" (inicialmente apoyada y alentada por todos los partidos de derecha y de extrema derecha) ha mostrado la capacidad que tiene la burguesía para utilizar los movimientos sociales interclasistas contra la conciencia del proletariado.

Mediante la concesión de ayudas por un importe de 10.000 millones de euros para, supuestamente, contener el caos que acompañó a las manifestaciones de los Chalecos Amarillos, la burguesía francesa y sus medios de comunicación pudieron instilar, insidiosamente, la idea de que sólo los movimientos ciudadanos, los interclasistas y los métodos de lucha propios de la pequeña burguesía pueden hacer retroceder al gobierno.

En puertas de una aceleración de los ataques económicos contra la clase explotada y del peligro del resurgimiento de las luchas obreras, la burguesía trata ahora de difuminar los antagonismos de clase. Cuando trata de anegar y diluir al proletariado entre la “población”, la “ciudadanía”, lo que la clase dominante pretende es impedir que recupere su identidad de clase. La cobertura mediática internacional del movimiento de los Chalecos Amarillos revela que ésta es una preocupación de la burguesía de todos los países.

El movimiento juvenil por el clima, aunque expresa la preocupación general y la inquietud por la amenaza de destrucción de la humanidad, se ha desviado completamente al terreno de las luchas parciales, fácilmente recuperables por la burguesía y muy fuertemente marcadas por la pequeña burguesía.

- “Sólo el proletariado lleva en sí mismo una perspectiva para la humanidad y, en este sentido, en sus filas es donde existe una mayor capacidad para resistir esta descomposición. Sin embargo, él mismo no se encuentra a salvo, puesto que la pequeña burguesía con la que convive es precisamente su principal vehículo. En este período, su objetivo será resistir los efectos nocivos de la descomposición en su seno, contando únicamente con sus propias fuerzas, con su capacidad de luchar colectiva y solidariamente en defensa de sus intereses en tanto que clase explotada" (Tesis sobre la descomposición).

La lucha por la autonomía de clase del proletariado es pues crucial en esta situación impuesta por el agravamiento de la descomposición del capitalismo:

- contra las luchas interclasistas;

- contra las luchas parciales que plantean todo tipo de categorías sociales, dando la falsa ilusión de "comunidad protectora";

- contra las movilizaciones en el terreno podrido del nacionalismo, del pacifismo, de la “mejora del medioambiente”, etc.

En el balance de fuerzas entre burguesía y proletariado, es siempre la clase dominante la que está en la ofensiva, excepto en una situación revolucionaria. Pese a sus dificultades internas y la creciente tendencia a una pérdida de control de su aparato político, lo cierto es que la burguesía ha conseguido revertir las manifestaciones de la descomposición de su sistema contra la conciencia y la identidad de clase del proletariado. La clase obrera no ha superado, pues, aún, el profundo retroceso que experimentó tras el colapso del bloque del Este y los regímenes estalinistas. Y más aun teniendo en cuenta que las campañas democráticas y anticomunistas que se mantienen desde hace décadas, se ponen regularmente en boga (por ejemplo, con motivo del centenario de la Revolución de Octubre de 1917).

12) Y, sin embargo, pese a esas tres décadas de retroceso de la lucha de clases, la burguesía no ha logrado hasta ahora infligir una derrota decisiva a la clase obrera, como sí consiguió en los años 1920-1930. A pesar de la gravedad de lo que hoy está en juegos en el período histórico actual, la situación no es idéntica a la del período contrarrevolucionario. El proletariado de los países centrales no ha sufrido una derrota física (como sí vimos en el aplastamiento sangriento de la revolución en Alemania durante la primera ola revolucionaria de 1917-23). No ha sido alistado detrás de las banderas nacionales. La gran mayoría de los proletarios no están dispuestos a sacrificar sus vidas en el altar de la defensa del capital nacional. En los principales países industrializados, tanto en Estados Unidos como en Europa, las masas proletarias no se han sumado a las cruzadas imperialistas (bautizadas como "humanitarias") de "su" burguesía nacional.

La lucha de clases del proletariado está hecha de avances y retrocesos en los que la clase obrera se esfuerza por superar sus derrotas, aprender de ellas y volver de nuevo al combate. Como analizó Marx en el 18 de Brumario: "las revoluciones burguesas, como las del siglo XVIII, corren raudas de un éxito a otro, (...) por el contrario, las revoluciones proletarias, como las del siglo XIX, se critican constantemente a sí mismas, interrumpen a cada momento su propio curso, regresan a lo que ya parece haber sido logrado y comienzan de nuevo, se burlan despiadadamente de las vacilaciones, las debilidades y las flaquezas de sus primeros intentos, parecen derribar a su oponente sólo para permitirle sacar nuevas fuerzas de la tierra y recuperarse de nuevo, formidable, frente a ellos, retroceden constantemente ante la inmensidad infinita de sus propias metas, hasta que se crea finalmente una situación que hace que sea imposible dar marcha atrás, y las circunstancias mismas gritan: ¡Hic Rhodus, hic salta!".

Estas "circunstancias", que deben crear "la situación que hace que sea imposible dar marcha atrás", estarán determinadas, en primer lugar, por el agotamiento de los paliativos que hasta ahora han permitido a la burguesía frenar el hundimiento de la economía mundial. En efecto, para que se den las condiciones de surgimiento de un período de lucha revolucionaria, es necesario "que los explotadores no puedan vivir y gobernar como lo hicieron en el pasado. Sólo cuando "los de abajo" ya no quieran y "los de arriba" no puedan seguir viviendo a la antigua usanza, sólo entonces podrá triunfar la revolución". (Lenin, La Enfermedad Infantil del Comunismo).

La inexorable agravación de la miseria, la precariedad, el desempleo y los ataques a la dignidad de los explotados, en los años venideros, constituyen la base material que empujará a las nuevas generaciones de proletarios a retomar el camino de las luchas que emprendieron las generaciones anteriores en defensa de sus condiciones de vida. Por ciertos que sean los peligros que amenazan al proletariado, el período de descomposición del capitalismo no ha puesto fin a las "circunstancias" objetivas que han representado el aguijón de los combates revolucionarios del proletariado desde el comienzo del movimiento obrero.

13) La agravación de la crisis económica ya ha hecho emerger una nueva generación en la escena social, aunque sea de forma muy limitada y embrionaria: en 2006, el movimiento de los estudiantes en Francia contra el CPE, seguido cinco años más tarde por el movimiento de los "Indignados” en España[14]. Estos dos movimientos masivos de la juventud proletaria redescubrieron, espontáneamente, los métodos de lucha de la clase obrera, sobre todo la cultura del debate en asambleas generales masivas abiertas a todos.

Estos movimientos se caracterizaron también por la solidaridad entre generaciones, a diferencia del movimiento estudiantil de finales de la década de 1960, muy marcado por el peso de la pequeña burguesía, que se desarrolló contra la generación que había sido reclutada para la guerra.

Si en el movimiento contra el CPE, la gran mayoría de los estudiantes que luchaban contra la perspectiva del desempleo y la precariedad se reconocían como parte de la clase obrera, los Indignados en España (aunque su movimiento se extendió internacionalmente a través de las redes sociales) no tenían una clara conciencia de pertenencia a la clase explotada.

Mientras que el movimiento masivo contra el CPE fue una respuesta proletaria a un ataque económico (lo que hizo que la burguesía se viese obligada a recular retirando el CPE), el movimiento de los Indignados estuvo marcado, esencialmente, por una reflexión global sobre la bancarrota del capitalismo y la necesidad de otra sociedad.

En esta nueva generación aún no se ha recuperado la identidad de clase del proletariado, a causa de la falta de experiencia de esta joven generación, y de su vulnerabilidad a las mistificaciones de la ideología de la "altermundialización", así como a su dificultad para reapropiarse de la historia y la experiencia del movimiento obrero.

Sin embargo, estos movimientos habían comenzado a sentar los primeros jalones de una lenta maduración de la conciencia en el seno de la clase obrera (y sobre todo de sus jóvenes generaciones altamente cualificadas) sobre lo que está en juego en la presente situación histórica.

14) Una característica esencial del desarrollo de la conciencia de clase del proletariado ha sido siempre su capacidad de maduración subterránea, es decir, la aptitud para desarrollarse fuera de períodos de lucha abierta e incluso en períodos de grandes derrotas. La conciencia de clase puede desarrollarse en profundidad, en el seno de pequeñas minorías, aun cuando no se extienda ampliamente a todo el proletariado. Por lo tanto, el desarrollo de la conciencia de clase no debe medirse únicamente por la extensión inmediata que alcanza en el proletariado en un período determinado, sino también a través de su continuidad histórica. En el artículo de la Revista Internacional n°42 "Debate interno: Los deslizamientos centristas hacia el consejismo", afirmamos ya que: “Hay que distinguir entre aquello que refleja una continuidad del movimiento histórico del proletariado -la elaboración progresiva de sus posiciones políticas y su programa- y lo que está vinculado a factores circunstanciales -la amplitud de su asimilación y su impacto en el conjunto de la clase-".

La existencia y la resuelta pervivencia por parte de las organizaciones de la Izquierda comunista hasta el presente, en las difíciles condiciones de la descomposición del capitalismo, son expresión de esta capacidad subterránea de la conciencia de clase para desarrollar su movimiento histórico en un período de profunda desorientación del proletariado como el que vivimos hoy.

Esta maduración subterránea de la conciencia de clase del proletariado se manifiesta hoy, también, en el surgimiento de pequeñas minorías y elementos jóvenes que buscan una perspectiva de clase y las posiciones de la Izquierda comunista.

Las organizaciones de la Izquierda comunista no deberían menospreciar esas minorías, aunque pudieran parecer insignificantes. El proceso de decantación en el período de la descomposición del capitalismo es mucho más lento y costoso que el que tuvo lugar a finales de los años sesenta y principios de los setenta.

A pesar de los efectos nocivos de la descomposición y de los peligros que representa para el proletariado, "hoy, la perspectiva histórica sigue estando totalmente abierta. A pesar del golpe que supuso el colapso del bloque del Este para la toma de conciencia del proletariado, éste no ha sufrido ninguna derrota importante en el terreno de su lucha. (...) Pero, además, y este es el elemento que determina en última instancia la evolución de la situación mundial, el mismo factor que está en la raíz del desarrollo de la descomposición, la agravación inexorable de la crisis del capitalismo constituye el estímulo esencial para la lucha y la toma de conciencia de la clase obrera, la condición misma de su capacidad para resistir el emponzoñamiento derivado del pudrimiento de la sociedad. En efecto, mientras el proletariado no puede encontrar un terreno para la unidad de clase en las luchas parciales contra los efectos de la descomposición, su lucha contra los efectos directos de la crisis misma sí constituye la base para el desarrollo de su fuerza y unidad de clase" (Tesis sobre la descomposición).

15) En las luchas económicas y defensivas del proletariado "a veces triunfan los obreros; pero es un triunfo efímero. El resultado real de sus luchas no es tanto el éxito inmediato como la unión creciente de los trabajadores. Esta unión se ve facilitada por el desarrollo de los medios de comunicación creados por una gran industria y permiten a los obreros de diferentes localidades ponerse en contacto entre ellos. Y basta esta toma de contacto para centralizar las muchas luchas locales, que en todas partes tienen el mismo carácter, en una lucha nacional, una lucha de clases. Pero toda lucha de clases es una lucha política, y la unión que los burgueses de la Edad Media tardaban siglos en establecer a través de los caminos vecinales, los proletarios modernos la realizan en pocos años gracias a los ferrocarriles. Esta organización del proletariado en la clase, y por tanto en el partido político, es siempre destruida de nuevo por la competencia entre los trabajadores mismos. Pero siempre renace, y siempre es más fuerte, más firme, más poderosa" (Manifiesto Comunista).

Ese “desarrollo de los medios de comunicación" que permiten a los trabajadores "ponerse en contacto" para "centralizar las luchas locales" ya no son los ferrocarriles como en la época de Marx, sino las nuevas tecnologías digitales de telecomunicaciones.

De hecho, si bien los efectos de la "globalización", las deslocalizaciones, la desaparición de partes enteras de la industria, la dispersión en multitud de pequeñas unidades de producción, la multiplicación de pequeños empleos en los servicios, la precariedad y la “uberización” del trabajo han contribuido a socavar la identidad de clase del proletariado en las viejas metrópolis industriales; las nuevas condiciones económicas, tecnológicas y sociales en las que se encuentra hoy en día contienen elementos favorables a la reconquista de esta identidad de clase, a una escala mucho mayor que en el pasado. La "globalización" y especialmente el desarrollo de Internet, la creación de una especie de "red global" de conocimientos, habilidades, cooperación en el trabajo, al mismo tiempo que los viajes de millones de personas crean las bases objetivas para el desarrollo de una identidad de clase a escala planetaria, especialmente para las nuevas generaciones proletarias.

16) Una de las principales razones por las que el proletariado no ha podido desarrollar sus luchas y su conciencia al nivel que requería la gravedad de la situación histórica es la ruptura de la continuidad política con el movimiento obrero del pasado (y, sobre todo, con la primera oleada revolucionaria de 1917-23). Esta ruptura quedó ilustrada por la debilidad de las organizaciones revolucionarias de la corriente de la Izquierda comunista que combatieron el estalinismo en los años 1920 y 1930.

Esto abunda en la enorme responsabilidad que recae en la Izquierda comunista como puente entre el antiguo partido desaparecido (la III Internacional) y el futuro partido del proletariado. Sin la constitución de este futuro partido mundial, la revolución proletaria será imposible y la humanidad acabará siendo devorada por la barbarie de la guerra y/o por la lenta descomposición de la sociedad burguesa.

- “Teóricamente, la ventaja que tienen los comunistas sobre el resto del proletariado es la de una clara comprensión de las condiciones, la marcha y los fines generales del movimiento proletario en su conjunto" (Manifiesto Comunista).

Mayo de 2019

 

[1] Sobre Mayo 68 los artículos que hemos publicado los puedes encontrar en https://es.internationalism.org/series/380 , sobre Italia 1969 ver El “Otoño caliente” italiano de 1969 (I) - Un momento de la recuperación histórica de la lucha de clases https://es.internationalism.org/revista-internacional/201002/2773/el-otono-caliente-italiano-de-1969-i-un-momento-de-la-recuperacion

[2] Ver Uno de los aportes clave de 1968: la renovación de la Izquierda Comunista, https://es.internationalism.org/content/4344/la-renovacion-de-la-izquierda-comunista-uno-de-los-aportes-clave-de-mayo-68

[3] Ver Auge y decadencia de la «Autonomía obrera», https://es.internationalism.org/revista-internacional/197901/948/auge-y-...

[5] Cabe añadir que en aquella época (años 80) porque actualmente la sucesión de despropósitos monumentales en torno al Brexit muestra que los efectos de la descomposición han erosionado una parte de esa “inteligencia”.

[10] El famoso “Programa de Transición” que elaboró la IVª Internacional en 1938 era un remedo trufado de oportunismo de los viejos programas mínimos del periodo 1871-1914.

[11] Vr nuestras Tesis sobre la crisis económica y política en los países del Este /content/3451/tesis-sobre-la-crisis-economica-y-politica-en-los-paises-del-este

[13] Ver sobre los primeros, entre otros muchos documentos, Contra la revuelta reaccionaria de los chalecos amarillos el proletariado debe afirmar su autonomía de clase https://es.internationalism.org/content/4412/contra-la-revuelta-reaccionaria-de-los-chalecos-amarillos-el-proletariado-debe-afirmar  ; y sobre los segundos nuestra hoja internacional El capitalismo amenaza el planeta y la supervivencia de la humanidad: Sólo la lucha mundial del proletariado puede acabar con la amenaza https://es.internationalism.org/content/4405/el-capitalismo-amenaza-el-planeta-y-la-supervivencia-de-la-humanidad-solo-la-lucha

[14] Sobre el primero ver Tesis sobre el movimiento de los estudiantes de la primavera de 2006 en Francia https://es.internationalism.org/revista-internacional/200606/964/tesis-sobre-el-movimiento-de-los-estudiantes-de-la-primavera-de-200 y sobre el segundo, nuestra hoja internacional 2011: de la indignación a la esperanza /content/3349/2011-de-la-indignacion-la-esperanza

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