2011: de la indignación a la esperanza

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Hoja internacional donde hacemos un balance de los movimientos de indignados y ocupantes que se han dado en 2011. Un balance abierto para desarrollar el debate

Los dos hechos más importantes de 2011 han sido la crisis global del capitalismo[1] y los movimientos sociales en Túnez, Egipto, España, Grecia, Israel, Chile, USA, GB...

La indignación ha tomado una dimensión internacional

Las consecuencias de la crisis capitalista son muy duras para la inmensa mayoría de la población mundial: deterioro de las condiciones de vida, desempleo que se prolonga durante años, precariedad que hace imposible la más mínima estabilidad vital, situaciones extremas de pobreza y hambre...

Millones de personas perciben con preocupación cómo se esfuma la posibilidad de una "vida estable y normal", de "un futuro para los hijos". Esto ha llevado a una profunda indignación, a romper la pasividad, a tomar las calles y las plazas, a preguntarse sobre las causas de una crisis que en su fase actual se prolonga desde hace 5 años.

La indignación se ha agudizado por la arrogancia, codicia e indiferencia hacia los sufrimientos de la mayoría, con la que se comportan banqueros, políticos y demás representantes de la clase capitalista. Pero igualmente por la incapacidad que manifiestan los gobiernos ante los graves problemas de la sociedad: sus medidas solo aumentan la miseria y el desempleo sin aportar ninguna solución.

El movimiento de indignación se ha extendido internacionalmente. Ha surgido en España donde el gobierno socialista adoptó uno de los primeros y más draconianos planes de austeridad; en Grecia, símbolo de la crisis de la deuda soberana; en Estados Unidos, templo del capitalismo mundial; en Egipto e Israel situados en cada uno de los frentes del peor y más enquistado conflicto imperialista, el de Oriente Medio.

La conciencia de que se trata de un movimiento global empieza a desarrollarse pese al lastre destructor del nacionalismo -presencia de banderas nacionales en las manifestaciones de Grecia, Egipto o USA. En España la solidaridad con los trabajadores en Grecia se expresó gritando «Atenas aguanta, Madrid se levanta». Los huelguistas de Oakland (USA, noviembre 2011) decían «Solidaridad con el movimiento de ocupaciones a nivel mundial». En Egipto se acordó la Declaración de El Cairo en apoyo al movimiento en Estados Unidos. En Israel se gritaba «Netanyahu, Mubarak, El Assad, son lo mismo» y se tomaba contacto con trabajadores palestinos.

Actualmente lo más álgido de estos movimientos ha pasado y aunque se apuntan nuevas luchas (España, Grecia, México) muchos se preguntan ¿para qué ha servido esa oleada de indignación? ¿Hemos ganado algo?

Es necesario hacer un balance viendo tanto lo positivo como las debilidades y limitaciones.

¡Toma la plaza! lema común de los movimientos

Desde hace más de 30 años que no se veía a grandes multitudes ocupando calles y plazas para intentar luchar por sus propios intereses más allá de las ilusiones o confusiones que les haya podido afectar.

Estas gentes, los trabajadores, los explotados, a los que se pinta como unos fracasados indolentes incapaces de tener iniciativas ni de hacer nada en común, han podido unirse, compartir iniciativas y romper la pasividad agobiante a la que nos condena la normalidad cotidiana de este sistema.

Ha sido una inyección de moral, el principio del desarrollo de la confianza en su propia capacidad, empezar a descubrir la fuerza que da la acción colectiva de masas. El escenario social está cambiando. El monopolio sobre los asuntos públicos de políticos, expertos, "grandes hombres", empieza a ser puesto en cuestión por multitudes anónimas que quieren hacerse oír[2].

Se trata de un frágil punto de partida. Las ilusiones, las confusiones, los inevitables vaivenes del estado de ánimo, la represión, las peligrosas desviaciones impuestas por las fuerzas de encuadramiento con las que cuenta el Estado Capitalista (los partidos de izquierda y los sindicatos), impondrán pasos atrás, derrotas amargas. Se trata de un camino largo y difícil, sembrado de obstáculos y donde no existe ninguna garantía de triunfo, el hecho mismo de empezar a andar es la primera victoria.

Las Asambleas corazón del movimiento

Las muchedumbres no se han limitado a la postura pasiva de gritar su malestar, han tomado la posición activa de organizarse en Asambleas. Las Asambleas multitudinarias concretan el lema de la Primera Internacional (1864) «La emancipación de los trabajadores será obra de los propios trabajadores o no será». Se inscriben en la continuidad de la tradición del movimiento obrero que arranca de la Comuna de París y toma su expresión más elevada en Rusia 1905 y 1917, continuando en Alemania 1918, Hungría 1919 y 1956, Polonia 1980.

Asambleas Generales y Consejos Obreros son la forma genuina de organización de la lucha del proletariado y el núcleo de una nueva organización de la sociedad.

Asambleas para unirse masivamente empezando a romper las cadenas que más nos atan a la esclavitud asalariada: la atomización, el "cada uno a la suya", el encierro en el gueto del sector o la categoría social.

Asambleas para pensar, discutir y decidir juntos, hacerse colectivamente responsables de lo que se decide, participando todos tanto en la decisión como en la ejecución de lo acordado.

Asambleas para construir la confianza mutua, la empatía general, la solidaridad, los cuales no solamente son imprescindibles para llevar adelante la lucha sino que serán los pilares de una futura sociedad sin clases ni explotación.

2011 ha visto una explosión de la auténtica solidaridad que nada tiene que ver con la hipócrita e interesada "solidaridad" que nos predican: manifestaciones en Madrid para liberar a los detenidos o impedir que la policía detuviera a emigrantes; actos masivos contra los desahucios en España, Grecia o Estados Unidos; en Oakland «La Asamblea de Huelga ha acordado enviar piquetes u ocupar cualquier empresa o escuela que sancione a empleados o estudiantes de cualquier forma por participar en la Huelga General del 2 de noviembre». Han podido vivirse momentos, todavía episódicos, donde cualquiera puede sentirse arropado y defendido por sus semejantes, lo que contrasta fuertemente con lo "normal" en esta sociedad que es un angustioso sentimiento de indefensión y vulnerabilidad.

La cultura del debate la luz que ilumina el futuro

La conciencia necesaria para que millones de trabajadores transformen el mundo no se adquiere recibiendo clases magistrales o consignas geniales de jefes iluminados, es el fruto de una experiencia de lucha acompañada y guiada por un debate masivo que analiza lo vivido teniendo en cuenta el pasado pero enfocado siempre hacia el porvenir, pues como decía una pancarta en España «No hay futuro sin revolución».

La cultura del debate, esto es, la discusión abierta que parte del respeto mutuo y la escucha atenta, ha empezado a germinar no solamente en las Asambleas sino alrededor de ellas: se han organizado bibliotecas ambulantes, se han celebrado encuentros, charlas, intercambios... Una vasta actividad intelectual con medios precarios ha sido improvisada en calles y plazas. Y, como las Asambleas, esto ha significado reanudar con la experiencia pasada del movimiento obrero «La sed de instrucción, tan largo tiempo refrenada, se convirtió con la revolución en un verdadero delirio. Sólo del Instituto Smolny salieron cada día, durante los seis primeros meses, toneladas de literatura, que, ya en carros, ya en vagones, iban a saturar el país. Rusia absorbía, insaciable, como la arena caliente absorbe el agua. Y no grotescas novelas, historia falsificada, religión diluida o esa literatura barata que pervierte, sino teorías económicas y sociales, filosofía, las obras de Tolstoi, de Gogol, de Gorki»[3]. Frente a la cultura de esta sociedad que propone luchar por "modelos de éxito" que son la fuente de millones de fracasos, contra los estereotipos alienantes y falsificadores que martillea la ideología dominante y sus medios de comunicación, miles de personas han empezado a buscar una auténtica cultura popular, hecha por ellas mismas, tratando de animar un criterio propio, crítico e independiente. Se ha hablado de la crisis y de sus causas, del papel de la banca etc. Se ha hablado de revolución, aunque en ese recipiente se hayan vertido muchos líquidos, a veces confusos; se ha hablado de democracia y dictadura, sintetizado en esos dos gritos complementarios: «le llaman democracia y no lo es» y «es una dictadura y no se ve».

Se ha dado los primeros pasos para que aparezca una verdadera política de la mayoría, alejada del mundo de intrigas, mentiras y turbias maniobras que caracteriza la política dominante. Una política que aborda todos los sujetos que nos afectan, no solo la economía o la política, sino igualmente la destrucción del medio ambiente, la ética, la cultura, la educación o la sanidad.

El proletariado tiene la llave del porvenir

Si todo lo anterior hace de 2011 el año del principio de la esperanza, hemos de echar una mirada lúcida y crítica sobre los movimientos vividos, sus límites y debilidades que son, todavía, inmensos.

Si un número creciente de personas en todo el mundo se convencen de que el capitalismo es un sistema obsoleto, que «para que la humanidad pueda vivir, el capitalismo debe morir», se tiende a reducir el capitalismo a un puñado de "malos" (financieros desaprensivos, dictadores despiadados) cuando es una compleja red de relaciones sociales que tiene que ser atacada en su totalidad y no dispersarse persiguiendo sus múltiples y variopintas manifestaciones (las finanzas, la especulación, la corrupción de los poderes político-económicos).

Si está más que justificado el rechazo a la violencia que el capitalismo exuda por todos sus poros (represión, terror y terrorismo, barbarie moral), este sistema no podrá ser abolido por una mera presión pacífica y ciudadana. La clase minoritaria no abandona voluntariamente el poder y se parapeta en un Estado que en su versión democrática se legitima con elecciones cada 4 o 5 años, con unos partidos que prometen lo que nunca hacen y hacen lo que nunca habían dicho; y con unos sindicatos que movilizan para desmovilizar y acabar firmando todo lo que la clase dominante les pone sobre la mesa. Solamente una lucha masiva, tenaz y porfiada, podrá dar a los explotados la fuerza necesaria para destruir los medios de aplastamiento con que cuenta el Estado y hacer realidad el grito muy repetido en España de «Todo el poder a las Asambleas».

Aunque el eslogan de «somos el 99% frente al 1%», tan popular en el movimiento de ocupaciones de Estados Unidos, revela un principio de comprensión de las sangrantes divisiones de clase que nos afectan, la mayoría de participantes en las protestas se ha visto como "ciudadanos de pie" que quieren ser reconocidos dentro de una sociedad de "ciudadanos libres e iguales".

Sin embargo, la sociedad está dividida en clases, una clase capitalista que lo tiene todo y no produce nada y una clase explotada -el proletariado- que lo produce todo y tiene cada vez menos. El motor de la evolución social no es el juego democrático de la "decisión de una mayoría de ciudadanos" (este juego es más bien la máscara que encubre y legitima la dictadura de la clase dominante) sino la lucha de clases.

El movimiento social necesita articularse alrededor de la lucha de la principal clase explotada -el proletariado- quien produce colectivamente las principales riquezas y asegura el funcionamiento de la vida social: fábricas, hospitales, escuelas, universidades, oficinas, puertos, obras, correos. En algunos movimientos en 2011 ha empezado a verse su fuerza: la oleada de huelgas que estalló en Egipto que obligó a prescindir de Mubarak. En Oakland (California) los "occupiers" convocaron una huelga general, yendo al puerto y consiguiendo el apoyo activo de trabajadores portuarios y camioneros. En Londres los electricistas en huelga y los ocupantes de Saint Paul convergieron en acciones comunes. En España, las asambleas en la plaza y ciertos sectores en lucha tendieron a unificarse.

No existe oposición entre la lucha de clase del proletariado moderno y las necesidades profundas de las capas sociales expoliadas por la opresión capitalista. La lucha del proletariado no es un movimiento particular o egoísta sino la base del«movimiento independiente de la inmensa mayoría en beneficio de la inmensa mayoría» (Manifiesto Comunista).

Retomando de manera crítica las experiencias de dos siglos de lucha proletaria, los movimientos actuales podrán beneficiarse de los intentos pasados de lucha y liberación social. El camino es largo y erizado de enormes obstáculos, de ello daba cuenta la consigna tan repetida en España «No es que vamos despacio, es que vamos muy lejos». Llevando un debate lo más amplio posible, sin ninguna restricción ni cortapisa, para preparar conscientemente nuevos movimientos se podrá hacer realidad que OTRA SOCIEDAD ES POSIBLE DISTINTA DEL CAPITALISMO.

Corriente Comunista Internacional 12-03-12

 


 

[1] Ver La crisis económica no es una historia sin fin: anuncia el fin de un sistema y la lucha por otro mundo, ver /revista-internacional/201202/3335/la-crisis-economica-no-es-una-historia-sin-fin-anuncia-el-fin-de-u Relacionado con la crisis global del sistema, el gravísimo incidente de la central nuclear de Fukushima -Japón- nos muestra los enormes peligros que corre la humanidad.

[2] No deja de ser significativo que el Times Magazine haya nombrado "Hombre del Año" al Protester (el indignado). Ver time.com/time/specials/packages/article/0,28804,2101745_2102132_2102373,00.html.

[3] John Reed 10 días que estremecieron al mundo, https://www.marxists.org/espanol/reed/diezdias/capitulo_1.htm

Herencia de la Izquierda Comunista: