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Desde hace unos meses se suceden las manifestaciones de jóvenes en 270 ciudades del planeta protestando sobre el deterioro del clima y la destrucción del medio ambiente.
Los jóvenes salen a la calle a expresar su inquietud totalmente justificada por el futuro del planeta y de la propia especie humana cada vez más comprometidos por los efectos de un sistema de producción que destruye el entorno natural (a la vez que destroza la vida de millones de seres humanos por la explotación, la guerra y la miseria que provoca) y que conlleva cambios en las condiciones climáticas, atmosféricas y reproductivas del planeta de consecuencias cada vez más catastróficas.
Al mismo tiempo expresan su indignación por el cinismo y la hipocresía de los gobernantes que se llenan la boca de declaraciones expresando “su preocupación” por el “problema ambiental” y organizan innumerables foros (Kioto, París etc.) que adoptan “medidas” tan espectaculares como inoperantes, cuando, al servicio de sus designios imperialistas y económicos, no hacen otra cosa que agravar aún más el deterioro del planeta.
La trampa del movimiento “por el clima”
Compartimos totalmente la inquietud y la indignación de esos miles de jóvenes, sin embargo, es preciso preguntarse si este movimiento, en sus objetivos, planteamientos y métodos, significa una verdadera lucha por la resolución del problema, o constituye una trampa que solo conducirá al desánimo y a la amargura de verse utilizados y engañados.
La historia de los últimos 100 años rebosa de este tipo de engaños repugnantes perpetrados por gobiernos y partidos que sirven al capitalismo. En los años 30 y en los años 80 grandes manifestaciones “por la paz” fueron organizadas por gobiernos y partidos “democráticos” y la experiencia evidenció que fueron una terrible manipulación pues con esas movilizaciones “pacifistas” preparaban la guerra: la segunda guerra mundial con sus 60 millones de muertos o las innumerables guerras locales que hoy siguen cubriendo de muerte, ruina y dolor numerosos lugares del planeta.
Las manifestaciones actuales tienen como eje “pedir a las autoridades que hagan algo”, presionarles, incluso llenar sus ordenadores de mails, tuits etc., trufados de amenazas.
Sin embargo, son esas mismas autoridades quienes, en defensa de los intereses capitalistas de la máxima ganancia y de la ocupación de posiciones estratégicas en el mercado mundial, adoptan medidas que no hacen más que agravar el deterioro del clima y del medio ambiente. Semejante planteamiento de “presionar” a los gobernantes para que “se muevan” es como pedir que un hacker se encargue de la seguridad informática o que el zorro cuide a las gallinas.
Los gobernantes de los Estados no están “al servicio de los ciudadanos” ni tienen como fin “escuchar sus demandas”. El Estado no es el órgano del “pueblo” sino la máquina exclusiva y excluyente que defiende los intereses de cada capital nacional, la minoría que nos explota y que es la responsable del deterioro medio ambiental.
Los iniciadores del movimiento denuncian que "¡desde hace 40 años, partidos políticos de todos los colores han estado perdiendo la guerra contra el cambio climático! ». Estos partidos no hacen más que prometer y engañar cara a la galería, mientras en la práctica toman decisiones económicas, militares o guerreras que contribuyen a destruir el planeta. Un estudiante de secundaria ginebrino de 18 años denunciaba esta farsa: "Hay una gran desconfianza en la política institucional, pero también en organizaciones ecologistas como Greenpeace, que son percibidas como demasiado moderadas e institucionalizadas".
Las manifestaciones se enfocan a lograr “conversaciones” con ministros, parlamentarios, grupos de presión y activistas ecológicos. Esto únicamente sirve para lavar la cara del Estado democrático y perderse en el laberinto del derecho y las políticas gubernamentales. Los "intentos de "diálogo" con los portavoces políticos solo conducen a promesas grandilocuentes que nada resuelven.
El eslogan de las manifestaciones plantea un vago “Salvar el clima, cambiar el sistema", lo que se concreta en “pasar a la práctica” y entramparse en una serie de medidas de carácter local o regional que no resuelven absolutamente nada y provocan el cansancio y la decepción.
En diferentes escuelas, por ejemplo, se han creado "comités climáticos" para desarrollar "proyectos climáticos" por escuela. Bajo el lema "Cambia el mundo, empieza por ti mismo", el objetivo propuesto es reducir tu propia "huella ecológica".
Este tipo de orientación es especialmente perverso pues NOS HACE SENTIR CULPABLES DE LA CATASTROFE CLIMATICA convirtiendo un problema histórico y global causado por el capitalismo en un problema “doméstico” provocado por los individuos. La reducción de “nuestra huella ecológica” consistiría en que usáramos menos agua al lavar la vajilla, nos ducháramos solo una vez por semana y no tiráramos de la cadena del inodoro.
Este planteamiento de “responsabilizar a los individuos” es especialmente peligroso. En primer lugar, porque sirve para liberar de toda responsabilidad al Capital y a los Estados y gobiernos que les sirven.
En segundo lugar, porque convierte a esos miles de jóvenes que hoy son estudiantes pero que mañana serán trabajadores o desempleados, en “ciudadanos” que “exigen y reclaman a sus gobernantes”. Con ello se induce una falsa imagen de la sociedad en que vivimos: no está formada por “ciudadanos libres e iguales” sino por clases sociales enfrentadas por intereses antagónicos, una minoría, la clase capitalista, que posee casi todo y se hace cada vez más rica, y una inmensa mayoría, el proletariado, que no posee nada y es cada vez más pobre.
Y, en tercer lugar, y esto es lo más grave: el planteamiento individualista de “hagamos algo por el clima” lleva a la división y el enfrentamiento dentro de la propia clase obrera. Cuando se cierren factorías automovilísticas o de otras ramas industriales o logísticas en nombre de la “lucha por el clima”, las autoridades señalarán con el dedo a los obreros que resistan los despidos denunciándolos como cómplices del deterioro climático.
Con ese planteamiento, pero vuelto del revés (“dejémonos de palabrerías sobre el cambio climático y mantengamos los puestos de trabajo”), el demagogo populista Trump consiguió votos en los deprimidos estados del medio Oeste (el famoso “cinturón de la chatarra”) que le permitieron ganar las elecciones.
El Capital nos entrampa en un falso dilema –“mantener el empleo a costa del clima o perder el empleo para salvar el clima”- para salvar sus ganancias envuelto en la bandera de “salvar el clima”.
La alternativa está en manos del proletariado mundial
Los problemas de destrucción de la naturaleza, agotamiento de los recursos naturales, deterioro y calentamiento global sólo pueden ser resueltos a escala mundial. La burguesía no puede ni quiere hacerlo porque, en el capitalismo, el Estado-nación es la máxima forma de unidad que puede lograr. Como resultado, las naciones chocan como buitres, por muy "verdes" que sean sus gobiernos, a pesar de la existencia de conferencias internacionales y organizaciones supranacionales como la ONU o la Unión Europea.
La ONU no tienen como objetivo “resolver los problemas de la población mundial”. No existe ninguna “comunidad internacional de naciones”, al contrario, el mundo es el teatro de un brutal enfrentamiento imperialista entre todos los Estados y una competencia a muerte para sacar el máximo beneficio. La ONU o la multitud de organismos internacionales de “cooperación” son una cueva de ladrones utilizada por cada capital nacional para imponer sus propios intereses.
La única clase que puede afirmar un verdadero internacionalismo es la clase obrera, la única capaz de unirse a nivel mundial, de superar divisiones y oposiciones entre estados-nación que no tiene privilegios a defender en la sociedad explotadora actual. Sólo en el marco de una lucha revolucionaria de la clase obrera se podrán abordar los problemas medioambientales.
La clase obrera no tiene interés, como clase más explotada, en defender este sistema decadente y, en segundo lugar, debido a la forma asociada en que está organizada dentro del capitalismo, puede sembrar las semillas de otra sociedad, una sociedad que no imponga una división entre los pueblos, entre la naturaleza y los productos que de ella se derivan, entre el hombre y su entorno natural. Cuando la clase obrera se afirma como clase autónoma desarrollando una lucha masiva, en su propio terreno de clase, puede ganar a una parte cada vez más grande de la sociedad, tras sus propios métodos de lucha y consignas unitarias y, finalmente, su propio proyecto revolucionario para la transformación de la sociedad.
El movimiento contra el calentamiento global se desarrolla en un contexto de ausencia casi total de luchas de la clase obrera, que se enfrenta a una pérdida de confianza en sí misma e incluso de su propia identidad de clase. Como resultado, la clase obrera todavía no es capaz de responder a la pregunta que algunos de los participantes en el movimiento por el clima se estarán planteando, a saber, la de una perspectiva para el futuro frente a una sociedad capitalista que se dirige al abismo.
¿Qué podemos hacer? No se trata de no hacer nada, de lo que se trata es de rechazar el pretexto de “hacer algo” para apoyar con ello a los partidos y gobiernos que sirven al capitalismo.
La indignación y la inquietud por el futuro del planeta comenzará a encontrar un marco histórico de respuesta con el desarrollo de las luchas de la clase obrera mundial contra los ataques a sus condiciones de vida, los despidos etc., pues existe una unidad entre la lucha contra los efectos de la explotación capitalista con la lucha por la abolición de ésta última. Los jóvenes que participan en el movimiento no son “futuros ciudadanos” sino que en su gran mayoría se convertirán en precarios, desempleados, explotados, que deberán unir a su lucha contra la explotación capitalista la lucha contra la guerra, la catástrofe medioambiental, la barbarie moral etc., que supura por todos sus poros este sistema de explotación.
Esto es lo que empezaron a hacer, aunque fuera muy tímidamente, el movimiento contra el Contrato de Primer Empleo en Francia en 2006 o el movimiento de indignados en España y en otros países, en 2011. Eran movimientos de jóvenes que vislumbraron que su futuro no era el de “ciudadanos libres e iguales” sino de explotados que debían luchar contra la explotación para finalmente abolirla.
Bajo el capitalismo no hay ninguna solución: ni a la destrucción del planeta, ni a las guerras, ni al desempleo, ni a la precariedad. Solo la lucha del proletariado mundial junto con todos los oprimidos y explotados del mundo puede abrir el terreno a una alternativa.
Corriente Comunista Internacional 14-3-19
- Nuestra Web: https://es.internationalism.org/
- Nos pueden escribir a [email protected]
- Ven a discutir con nosotros en nuestra próxima Reunión Pública: VALENCIA, 30 de marzo 17 tarde, Espacio Llimera c/ Timoneda 6 bajo, metro Ángel Guimerá.
Algunos artículos sobre la destrucción medioambiental:
Cumbre de Copenhague: para salvar el planeta, hay que destruir el capitalismo:https://es.internationalism.org/accion-proletaria/201001/2757/cumbre-de-copenhague-para-salvar-el-planeta-hay-que-destruir-el-capita
Conferencia mundial de La Haya: Sólo la revolución proletaria salvará a la especie humana https://es.internationalism.org/revista-internacional/200510/209/conferencia-mundial-de-la-haya-solo-la-revolucion-proletaria-salvar
Crisis ecológica: ¿amenaza o mito? https://es.internationalism.org/cci-online/200802/2184/crisis-ecologica-amenaza-o-mito
Medioambiente - El mundo en vísperas de una catástrofe medioambientalhttps://es.internationalism.org/revista-internacional/200804/2710/medioambiente-el-mundo-en-visperas-de-una-catastrofe-medioambienta
Sobre la lucha de los jóvenes como futuros proletarios:
Tesis sobre el movimiento de los estudiantes de la primavera de 2006 en Francia, https://es.internationalism.org/revista-internacional/200606/964/tesis-sobre-el-movimiento-de-los-estudiantes-de-la-primavera-de-200
2011: de la indignación a la esperanza, https://es.internationalism.org/cci-online/201204/3349/2011-de-la-indignacion-a-la-esperanza