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En movilizaciones recientes de los trabajadores hemos podido observar una creciente presencia de organizaciones del trotskismo, que como es tradicional en su ideología, intenta acaparar el espacio de “ala crítica” de los grandes partidos izquierdistas y organizaciones sindicalistas. Ya hemos denunciado muchas veces (como hicimos recientemente con respecto a la huelga del metal de Cádiz1) que su metodología esencial puede resumirse en recoger por la puerta a los obreros más combativos, hartos de las continuas maniobras y trampas de los grandes sindicatos, para devolverles por la ventana al mismo sitio; con una cubierta de fraseología que suena a radical y obrera, acaban defendiendo la misma lógica sindical de que la prioridad siempre es la negociación con la patronal, la misma lógica de sectorialización encubierta por llamados a la “unidad” (por separado), de rechazo de la extensión de la lucha, la autonomía de clase y el control de la huelga por asambleas de delegados responsables ante los obreros y revocables en todo momento. Son esas herramientas de lucha que acabamos de resaltar las que están en el corazón de los mejores y más fecundos episodios del movimiento obrero, y no el “entrismo” de “Programa de Transición” trotskista, que no puede acabar siendo más que el comparsa de la parte de atrás de las manifestaciones de los grandes sindicatos y organizaciones de la burguesía. Si los obreros tenemos la posibilidad y necesidad de desarrollar nuestra lucha de clase, ante un capitalismo mundial que está sumido en una putrefacción histórica irreversible, debemos hacerlo mediante la crítica más implacable de todas las maniobras, métodos y justificaciones ideológicas de la política burguesa. El trotskismo, desde la Segunda Guerra Mundial y su llamado al proletariado a alistarse tras las banderas de los contendientes imperialistas, forma parte de esa misma política burguesa que tanto dicen denunciar, no menos que los estalinistas y maoístas de los que también dicen ser enemigos irreconciliables.
Entrando más en nuestro periodo histórico concreto, creemos que una mayor movilización de organizaciones como las del trotskismo (es decir, la extrema izquierda del capital) responde a la respuesta preventiva que la burguesía, clase explotadora con mucha experiencia acumulada, es capaz de organizar frente a un previsible aumento de la combatividad en las filas de la clase obrera, como ya hemos podido ver en varias partes de Europa y el mundo. Así, la movilización del trotskismo viene a encajarse en el clima que intenta crear el propio Gobierno de coalición con su “giro a la izquierda” y su pretendida apariencia de “benefactor de los trabajadores”2. Daremos un rápido repaso al hecho de cómo el radicalismo altisonante del trotskismo no está tan lejos del formalismo ladino de la socialdemocracia como se piensa, sino que es otra de las herramientas del Estado para mejor confundir a la clase obrera.
El libro de recetas reformista del trotskismo
En un escrito publicado el pasado septiembre3, la organización trotskista Lucha Internacionalista escribe lo siguiente al comentar la degradación de las condiciones de vida que sufre actualmente la clase obrera:
``Ahora, el Gobierno pretende cerrar tres negociaciones en los próximos meses: la revisión del SMI, activar el Pacto de rentas en un intento de limitar las subidas salariales y completar la reforma del sistema de pensiones, con nuevos recortes. Las medidas populistas del gobierno PSOE-UP como la rebaja de impuestos a la luz y el gas, la subvención de los 20 céntimos por el litro de gasolina, el cheque de 200€ para las rentas más bajas o la reducción del precio del transporte público durante 3 meses, no sólo perpetúan los negocios de las grandes compañías, sino que, lejos de dar una solución real a la clase trabajadora, amplían fuertemente la deuda pública. Suponen un traspaso de dinero público a manos de empresas privadas. Sin una intervención de precios y de los beneficios con impuestos -o con la nacionalización de estas compañías estratégicas- no se resuelve el problema de fondo´´.
Lo que pretenden estos planteamientos de “control de precios” es reforzar el papel del Estado capitalista con más impuestos y nacionalizaciones de “compañías estratégicas”. Este “programa” no “resuelve el problema de fondo” de la miseria, la inflación, la guerra imperialista, al contrario, SIRVE A ESOS PROCESOS DE LA BARBARIE CAPITALISTA. Con estas propuestas ese grupo trotskista, como el trotskismo y el izquierdismo en general, SUBORDINAN Y ATAN AL PROLETARIADO AL CAPITALISMO Y SUS DESIGNIOS.
Tanto Marx como Friedrich Engels ya contribuyeron en su momento de forma decisiva a disolver ese mito ideológico: el de que las nacionalizaciones y expropiaciones de empresas a cargo del Estado alterarían esencialmente en lo más mínimo la lógica de la producción capitalista:
``El Estado moderno, cualquiera que sea su forma, es una máquina esencialmente capitalista, un Estado de los capitalistas: el capitalista total ideal. Cuantas más fuerzas productivas asume en propio, tanto más se hace capitalista total, y tantos más ciudadanos explota. Los obreros siguen siendo asalariados, proletarios. No se supera la relación capitalista, sino que, más bien, se exacerba´´4. Aunque Engels continuó esta reflexión con la afirmación de que la propiedad estatal total contenía un “germen” de la “solución del problema”, al desarrollar al extremo las contradicciones del capitalismo, este error que suelen explotar izquierdistas de todo pelaje, también reproducido en parte por el programa del Manifiesto Comunista, vendría a ser reconocido como tal y corregido en su prólogo a la edición alemana de 1872 del Manifiesto:
``Este programa ha quedado a trozos anticuado por efecto del inmenso desarrollo experimentado por la gran industria en los últimos veinticinco años, con los consiguientes progresos ocurridos en cuanto a la organización política de la clase obrera, y por el efecto de las experiencias prácticas de la revolución de febrero en primer término, y sobre todo de la Comuna de París, donde el proletariado, por vez primera, tuvo el Poder político en sus manos por espacio de dos meses. La comuna ha demostrado, principalmente, que “la clase obrera no puede limitarse a tomar posesión de la máquina del Estado en bloque, poniéndola en marcha para sus propios fines”´´5.
Para el trotskismo la clase obrera vendría a ser en esencia lo contrario de lo que pensaban Marx y Engels. En vez de una clase revolucionaria, los trotskistas nos la presentan como una enorme “masa de presión” al servicio de un plantel de políticos profesionales (la “vanguardia revolucionaria” según ellos) que tome la dirección del Estado capitalista y reintroduzca el plan de Mann o el New Deal en todas partes6. La naturaleza histórica, revolucionaria, de una clase de la sociedad civil que no es una clase de la sociedad civil, que no puede tener necesariamente otro objetivo que la disolución de una sociedad de clases sin futuro mediante la dictadura revolucionaria de sus asambleas y consejos obreros se pretende sustituir en la ideología trotskista por una masa de suplicantes a las puertas de la catedral en ruinas del Estado burgués.
Los trotskistas encierran a los obreros en la cárcel sindical
Así continúa la declaración de Lucha Internacionalista:
``La escalada de precios no puede detenerse convenio a convenio. Es necesaria una huelga general para imponer la defensa de salarios y pensiones a la patronal y al Gobierno PSOE-IU/Podemos, exigiendo un cambio de rumbo de 180º. Esta demanda debería salir de todos los puestos de trabajo para exigir su convocatoria unitaria a todos los sindicatos´´.
En lugar de la lucha genuina de todos los obreros, de su unidad y solidaridad de clase auténtica, los señores trotskistas piden que se “demande desde todos los puestos de trabajo” una convocatoria de huelga general a “todos los sindicatos”, es decir, principalmente a CCOO y UGT, y luego ya pueden engancharse todas sus mascotas “de base” y “alternativas” como pasa siempre… para que no pase nada. Piden una huelga que ya desde el mismo momento de su nacimiento esté muerta para la clase: controlada por los órganos sindicales, por los guardianes de la legitimidad política de ese gran buró capitalista de administración de nuestra miseria que es el Estado. No es de extrañar que una de las máximas del trotskismo moderno sea la consigna de su gran líder histórico Ted Grant: “Dentro del movimiento obrero, todo, fuera del movimiento obrero, nada”. Si para este señor, como demostró en vida, así como piensan todos sus sucesores, el movimiento obrero se reduce a las maniobras sindicales de control de la presión en el ambiente laboral, que es a lo que se reducen esencialmente los llamamientos a la huelga que los sindicatos se ven forzados a hacer para darse legitimidad ante los obreros cuando la situación de indignación y combatividad es inaguantable… entonces estos señores saben lo mismo del movimiento obrero que el más reaccionario de los capitalistas. Con la excusa de no caer en “sectarismos”, de que la burocracia sindical y la “base” son de extracción distinta, los trotskistas prefieren el cómodo aunque ambiguo terreno acotado del entrismo en las grandes organizaciones sindicales7 y políticas de la burguesía. Entran así en un continuo sí pero no equilibrista que se mueve entre dar un ``ala crítica´´ a estas organizaciones (que no tienen nada que ver con la lucha obrera y que con esta forma de actuar, de hecho, refuerzan su reputación) y la precaución de no hacer demasiado ruido para evitar su expulsión de las mismas. Este jamás podrá ser el camino que debemos seguir como clase, siendo una de las primeras y más fundamentales necesidades de nuestra lucha la de denunciar implacablemente a estas organizaciones y argumentar de cara a nuestros hermanos de clase la necesidad de la autonomía política del proletariado, frente a todas las organizaciones izquierdistas erigidas en calidad de falsos amigos de los trabajadores.
La revolucionaria Rosa Luxemburgo lo tenía muy claro con respecto al lugar que ocupan los sindicatos en cuanto al objetivo fundamental y último de la lucha del proletariado. Aunque por las características históricas de su época seguía considerando a los sindicatos como algo necesario8, sobre todo antes de que aparecieran los consejos obreros, fue testigo de un movimiento sindical plagado de oportunismo y burocratismo, que siempre denunció implacablemente como algo natural a la lógica sindical. Si bien en la época de Rosa los sindicatos no habían traicionado aun decisivamente a la clase obrera, en una fase histórica ascendente del capitalismo en la que todavía podían arrancar a la burguesía concesiones y mejoras duraderas en las condiciones de vida de los obreros, la I Guerra Mundial vendría a poner fin a toda esa situación. Fue esa contienda la que marcó el inicio de la decadencia histórica de un capitalismo que ya no podía continuar su evolución sin la guerra generalizada… así como el fin de los sindicatos como órganos de la clase obrera: los grandes sindicatos de la II Internacional apoyaron en masa la masacre imperialista. Y aun así, muchos años antes de que eso ocurriera, Rosa Luxemburg ya escribía en su Reforma o revolución:
``Las cooperativas y los sindicatos son totalmente incapaces de transformar el modo capitalista de producción. Esto Bernstein realmente lo comprende, si bien de manera distorsionada. Porque se refiere a las cooperativas y los sindicatos como medios para reducir las ganancias de los capitalistas y enriquecer así a los obreros. De esta manera renuncia a la lucha contra el modo de producción capitalista y trata de dirigir el movimiento socialista hacia la lucha contra la “distribución capitalista”. Una y otra vez Bernstein se refiere al socialismo como un esfuerzo por lograr un modo de distribución “justo, más justo y aún más justo” (Vorwarts, 26 de marzo de 1899) ´´9.
El reformismo entrista del trotskismo no tiene nada que envidiarle al Bernstein de la II Internacional y su revisionismo. No hay ocasión que no aprovechen en sus panfletos para, fundamentalmente y quitando todo el recubrimiento de lenguaje obrerista altisonante, pedir un modo de distribución capitalista justo, más justo y aún más justo. Uno de los principales obstáculos en nuestro camino a seguir para recuperar nuestros métodos de lucha como clase es el de separarnos de las trampas ideológicas y los métodos de la burguesía. El trotskismo refuerza ese obstáculo (y otros tantos, como veremos).
De reacción valiente frente al estalinismo a soldadito de plomo del imperialismo
La antigua Oposición de Izquierdas que fundó Trotsky, junto a otros 45 militantes bolcheviques, fue una valiente reacción (aunque ni mucho menos la única) al ascenso del estalinismo y la degeneración del bastión obrero ruso, nacido de la revolución proletaria de Octubre de 1917. Aunque las organizaciones trotskistas actuales afirman trazar su origen a este grupo y ligar su imagen a la de Trotsky, ni este gran militante de la clase obrera ni el carácter histórico de la Oposición de Izquierdas tienen mucho que ver con el trotskismo moderno. No obstante, ya en el mismo origen de la Oposición se apreciaban los errores y dogmas caducos de la política bolchevique que facilitarían su caída en años posteriores en el oportunismo, y eventualmente, darían la base para la entrada del trotskismo como tal en el campo de la contrarrevolución:
``En octubre de 1923 se constituye el grupo de los 46, germen de la Oposición de Izquierdas, cuyo militante más destacado fue desde el primer momento Trotski. La lucha que la Oposición lleva contra el ascenso del estalinismo tiene mucho mérito y protagonizó episodios importantes como la lucha contra la nefasta política que la IC llevó en China. Sin embargo, es preciso reconocer que sus bases políticas son muy frágiles y débiles. Se reclama de los 4 primeros congresos de la IC y, concretamente, de aquellos que teorizaban y daban rienda suelta al oportunismo: Frente Único, Gobierno Obrero, posición sobre los sindicatos, la socialdemocracia y la liberación nacional, teoría del eslabón más débil, etc.´´10.
A pesar de las honrosas excepciones que representaron Natalia Sedova, compañera de Trotsky, y el revolucionario Grandizo Munis, las organizaciones trotskistas encabezadas por la IV Internacional acabarían sumándose al griterío sanguinario de las facciones imperialistas enfrentadas en la Segunda Guerra Mundial, lo cual representa un cruce del Rubicón en lo que a fronteras de clase se refiere:
`` […] en 1939-40, los grupos de la sedicente 4ª Internacional toman posición a favor de la guerra mundial arguyendo los más variados pretextos: la mayoría el apoyo a la “patria socialista” rusa, pero hasta hubo una minoría que apoyó a la Francia de Pétain (satélite a su vez de los nazis).
[…]
Desde entonces las organizaciones trotskistas se han convertido en agencias “radicales” del Capital que tratan de embaucar al proletariado con toda clase de “causas revolucionarias” que generalmente corresponden a fracciones “anti-imperialistas” de la burguesía (como el famoso sargento Chávez [entonces presidente de Venezuela en el momento de escribirse este artículo]). Del mismo modo, recuperan a los obreros asqueados del juego electoral haciéndoles votar de forma “crítica” a los “socialistas” para, de esa manera, “cerrar el paso a la derecha” y otros engaños por el estilo. Finalmente, les ilusionan con “recuperar” los sindicatos a través de “candidaturas combativas” para los órganos de base de estos aparatos del Capital´´11.
¿Cuál es el resultado de esta tradición histórica de oportunismo, y finalmente, de traslado con armas y bagaje al campo de la burguesía? Lo podemos ver perfectamente representado en las declaraciones con respecto a la guerra de Ucrania del último Congreso de la Liga Internacional de Trabajadores - Cuarta Internacional (LIT-CI), una de las organizaciones trotskistas de referencia a día de hoy, que con todo nivel de detalle en cuanto a mistificación de la historia intentan justificar lo injustificable (en términos de clase) mediante fraseología pseudo-revolucionaria:
``La guerra de Ucrania contra la agresión genocida y ocupación rusa, con el protagonismo central de la tenaz y heroica resistencia del pueblo ucraniano (con las Defensas Territoriales, formadas principalmente por trabajadores y trabajadoras, que luchan en la primera línea) es ahora mismo el epicentro de la lucha de clases internacional. […] La batalla por recuperar la solidaridad internacionalista con la lucha de los trabajadores y los pueblos es una tarea esencial. Desde la LIT-CI nos comprometemos a dar continuidad con un impulso renovado a la campaña de solidaridad con la clase obrera armada y partisana ucraniana que hoy resiste la invasión y ocupación genocida de Putin y lucha por su soberanía nacional´´12.
¡Es escandaloso y repugnante! Estos señores trotskistas de la LIT-CI piden a los obreros del mundo que apoyen a Ucrania, es decir, llaman a elegir bando entre los dos tiburones imperialistas que se enfrentan sembrando la muerte y la destrucción: USA-OTAN que apadrinan a Ucrania frente a Rusia. Actúan como sargentos reclutadores para la guerra, son cómplices de la terrible matanza que, junto con la crisis medioambiental, la pandemia y otros muchos flagelos están conduciendo a la destrucción de la humanidad. Con argumentos “obreros”, “revolucionarios” e incluso ¡¡¡”internacionalistas”!!! Son SERVIDORES INCONDICIONALES DEL CAPITALISMO.
El payaso de circo Zelensky, junto con todos los buitres capitalistas ucranianos reunidos en torno suya para defender sus intereses de clase explotadora a sangre y fuego, han intentado jugar la baza de “poner los muertos” y usar a su población de rehén para cambiar su situación en el tablero imperialista mundial. Zelensky, más que probablemente, sabía la reacción que iba a provocar en la putrefacta, brutal e inoperante burguesía rusa al intentar alejarse de su influencia política y económica. Una burguesía rusa ya renqueante y debilitada por continuos contratiempos y derrotas en el terreno de juego imperialista mundial (desde Afganistán en el 89, pasando por pérdidas o debilitamientos de su posición en Chechenia, Georgia, los países bálticos… y ahora Ucrania, la joya del Mar Negro de la ex – URSS) no iba a dejar las manos libres a un Estado con tantos recursos e importancia estratégica para renegociar el lugar que ocupa su capital nacional en el mundo, con sus nuevos padrinos, la OTAN encabezada por EEUU, que muy hábilmente ha ayudado a tejer esta trampa a Rusia para enfangarla en otra impopular guerra de desgaste.
Digámoslo alto y claro: ni a la burguesía ucraniana ni a sus aliados, lo mismo que a la rusa, les importa lo más mínimo sacrificar miles de personas, si con ello consiguen hacer avanzar su posición en el conflicto. La burguesía ucraniana sabía que su única estrategia política y militar posible era la guerra de resistencia contra ese inoperante gólem de Grozny que es un ejército ruso descompuesto, que no tiene más herramienta de negociación en el campo de batalla que la destrucción masiva e irracional mediante bombardeos contra civiles. Con la justificación de la soberanía nacional, venga de los trotskistas o de quien venga, solo se consigue caer en el terreno de una clase capitalista para la que los muertos, los heridos y los daños ocasionados por sus guerras son solo un cálculo, una apuesta, una baza necesaria que tienen que jugar en la disputa de sus intereses irracionales contra los de otras facciones imperialistas. Una organización genuinamente internacionalista que pertenezca a nuestra clase, como ya hicieron los revolucionarios internacionalistas en la Primera Guerra Mundial, no puede por menos que llamar a la denuncia implacable de todos los bandos imperialistas en conflicto13.
La dilución de la identidad de clase
Volviendo a las declaraciones del Congreso de la LIT-CI, podemos tomar buena cuenta de su perspectiva del lugar que ocupa la clase obrera en las luchas y movimientos políticos que recorren periódicamente a la sociedad burguesa:
``La brutalidad de los ataques provoca la respuesta de las masas, con grandes movilizaciones como hemos visto estos años en lugares como Myanmar, Sudán, Chile y Colombia, como ha sucedido ahora en los grandes levantamientos populares semiinsurrecionales de Sri Lanka y Ecuador o en los prolongados paros nacionales de Panamá o como estamos viendo en el poderoso movimiento huelguístico actual en Gran Bretaña frente a la inflación. Son movimientos que apuntan hacia procesos similares en otros países en los próximos tiempos´´.
La trampa que tienden es la siguiente: meten en el mismo saco de “movilización popular” las huelgas en Gran Bretaña que son una expresión de la lucha proletaria en su terreno de clase con las revueltas interclasistas, nihilistas y sin futuro de Ecuador, Chile o Sri Lanka. Con ello atacan la identidad de clase del proletariado porque lo diluyen, lo HACEN DESAPARECER, dentro del “pueblo”.
Con esta nueva mistificación y este lenguaje que quiere sonar radical no se hace otra cosa que sumar aún más a la confusión ideológica, en un periodo histórico de crisis de identidad para nuestra clase en la que toda mistificación de su posición real en la sociedad no hace sino contribuir a alargar su ya prolongada parálisis.
No contentos con este trabajo sucio, la LIT-CI profundiza aún más en su empeño de difuminar los límites reales de la lucha del proletariado:
``Por el empleo y los derechos laborales básicos, por la escala móvil de salarios, un salario mínimo digno y la estabilidad en el trabajo; por el no pago de la deuda; contra el desmantelamiento de los servicios públicos; por las libertades democráticas y la libertad de los presos por luchar; contra la violencia contra la mujeres y la población LGTBI, por el derecho al aborto y medidas de socialización del trabajo doméstico; por los derechos de las nacionalidades oprimidas y los pueblos originarios; los derechos de los migrantes; medidas urgentes ante la emergencia ambiental y en particular para detener ya el calentamiento global, incluyendo la expropiación de las grandes corporaciones energéticas y mineras bajo control obrero y de las comunidades; destrucción de las armas nucleares y las armas de destrucción masiva y reducción drástica de los gastos militares; por un gobierno de los trabajadores basado en consejos obreros y populares´´.
En este catálogo “completísimo” de “reivindicaciones” se condensa un veneno letal para la lucha obrera:
1º Se mezclan las reivindicaciones obreras sobre salarios o “estabilidad en el empleo” con reivindicaciones claramente burguesas de división de obreros y su encierro en categorías “sociales” como “las mujeres”, los LGTBI etc.
2º Se pide al Estado, el enemigo de los trabajadores, que sea el “gestor” de ese batiburrillo de reivindicaciones con lo que se le embellece como órgano “al servicio de todos”
3º Los Consejos Obreros que son órganos para la destrucción del Estado capitalista son convertidos en apéndices y auxiliares de los “gobiernos obreros”, es decir del Estado Capitalista.
Los órganos históricos de la revolución proletaria, las asambleas y consejos obreros, se confunden aquí no solo con movimientos de carácter popular o incluso consejos populares (¿¿??), sino que su existencia, surgimiento y naturaleza se pretende poner a la misma altura de esa consigna tan al gusto de los izquierdistas del “gobierno de los trabajadores”, como si los consejos obreros fueran un mero instrumento administrativo de un nuevo Estado que hiciera funcionar la explotación del trabajo asalariado de forma “democrática”, “justa”, respetando los “derechos laborales”.
La clase obrera es una clase histórica, fruto de una relación social de explotación del trabajo asalariado y cuya realidad es universal: todos los obreros debemos rechazar, como ataques ideológicos que son, todos los intentos de poner trabas a nuestra unión y solidaridad de clases internacional, a nuestra autonomía en la lucha, a los intentos de dividirnos y atacar nuestra identidad e intereses como clase. Todos los argumentos que van en el sentido de que los obreros nos veamos como grupos separados con intereses particulares, son ajenos a nuestros intereses y necesidades como clase explotada, y eso es precisamente lo que hacen todas las ideologías en las que se incluyen el feminismo, el movimiento LGTBI, la race politics izquierdista y los racistas de derechas, así como todas las organizaciones que nos llaman a embarcarnos en la guerra imperialista, al mutuo degüello contra nuestros hermanos de clase, usando como justificación el fantasma ensangrentado de la autodeterminación nacional y el nacionalismo.
El papel del trotskismo en las luchas obreras
Todos los comunicados y textos recientes que hemos consultado de organizaciones trotskistas empiezan de una forma similar: enumeran los graves y continuos ataques de la burguesía a las condiciones de vida de la clase obrera, pasan revista a los índices de inflación y precios de bienes de consumo, a los cambios generales que se han dado en las escalas móviles de salarios, a los salarios mínimos, a la duración media de los periodos de contrato… en suma, se hacen eco de forma exhaustiva y detallada de los ataques que estamos recibiendo todos los trabajadores como consecuencia de la crisis, la inflación, la guerra… es decir, como consecuencia del atolladero histórico sin salida en el que se encuentra la sociedad capitalista. Usando estas “credenciales” de periodismo económico en versión resumida, los trotskistas (como suelen hacer todas las organizaciones de la izquierda del capital, en general) intentan mandar el mensaje a los obreros de que conocen íntimamente su situación, personal y colectiva, de que entienden los ataques que se les están haciendo y de que por ello sus recetas de capitalismo de Estado merecen atención. En un periodo como el que se avecina, ya anunciado por las huelgas que se están produciendo a nivel internacional14 (destacando la de Gran Bretaña este verano pasado15), los trotskistas preparan sus herramientas para sumar su granito de arena a la confusión y la división en la clase obrera, junto a todos los izquierdistas con los que comparten el papel de hacer de leal oposición a los sindicatos, de defender programas de nacionalizaciones y reformas de todos los colores justificadas con lenguaje obrerista.
En la última manifestación que se organizó en octubre, en Madrid, con motivo de la subida de la inflación y la carestía de la vida, el Grupo Independencia Obrera (GIO), de carácter trotskista, afirma lo siguiente:
``Las consignas centrales en este momento son la derogación de todas las reformas de la ley de pensiones y de las leyes laborales regresivas. El incremento de las pensiones y los salarios sobre la base del IPC real, es decir la indexación de los ingresos de los trabajadores y pensionistas. El pleno empleo sobre la base del reparto equitativo de las horas de trabajo. La expropiación y apertura de los libros contables de las empresas que cierren aduciendo la crisis. La inmediata salida de España de la OTAN, la retirada inmediata de las bases de los Estados Unidos del suelo español´´.
Una organización que se reclama del proletariado, que pretende contribuir de forma clara y firme a la toma de conciencia de cuál es nuestro papel histórico como trabajadores, de por qué la sociedad evoluciona por los derroteros por los que lo hace y de cuál es su destino, jamás puede intervenir en una movilización a la que acuden elementos en búsqueda de nuestra clase con este tipo de consignas perfectamente reformistas, perfectamente asumibles por cualquier organización de la burguesía. Lo que ha definido a las luchas obreras más avanzadas y que han dado lecciones más ricas a nuestra clase sobre cómo luchar contra el capital y sus ataques (que es de lo que se supone que debe reclamarse una organización revolucionaria) ha sido la unidad, la solidaridad y la extensión de huelgas controladas en asambleas por los mismos trabajadores, y no el ponerles por delante a los obreros la prioridad de pedirle pleno empleo al Estado ni a los capitalistas como “consigna central”.
Los trotskistas rechazan la “consigna central” prioritaria de la autoorganización de los obreros y la extensión de su lucha. En un periodo de recrudecimiento de la crisis del capitalismo, de empeoramiento de su descomposición histórica y de una posible respuesta en cada vez más sectores de nuestra clase, se impone una necesidad. La necesidad no solo de luchar por nuestras condiciones de vida, sino de buscar a nuestros hermanos de clase en otros sectores y de extender nuestra respuesta, de levantar asambleas de masas fuera del control de las organizaciones del Estado, de organizar mediante el debate de masas la orientación de la lucha… esa es la verdadera escuela de los proletarios, el verdadero primer paso y la verdadera “consigna central”: no solo luchar por la necesaria defensa de los salarios, sino luchar para hacer avanzar la cualidad subjetiva, política y de consciencia de todos los obreros, de cuál es su verdadera situación en la sociedad, del papel que están llamados a cumplir. La verdadera victoria en las luchas económicas, como dijera Rosa Luxemburg, es el avance político (subjetivo, de toma de consciencia) que pueda producirse en los obreros que asumen la experiencia de la lucha. El trotskismo, con su lógica del “Programa de Transición”, pretende llegar a esto mágicamente mediante una especie de sublimación de las consignas perfectamente reformistas. Libro de contabilidad fiscal en mano, llaman a los obreros a limitarse a la petición mínima, a atarse física y psicológicamente a los métodos, herramientas y mecánica de las organizaciones de la burguesía, y en especial a la de una de sus armas preferidas: la esencialmente anti-obrera, anti-unitaria y anti-solidaria lógica reformista del sindicalismo.
No contentos con ello, como hemos visto, algunos trotskistas caen también en la lógica absolutamente nacionalista de que los obreros debemos luchar por que el Estado español reorganice su orientación imperialista y se aleje de EEUU, abandonando la OTAN. Habría que preguntarles: ¿en qué se diferencia aquí su patriotera defensa del suelo español, como la de otras tantas organizaciones del izquierdismo, de la lógica nacionalista de las organizaciones fascistas y de extrema derecha, que ven en esa postura un necesario paso para el cumplimiento de su sueño alucinatorio de una recuperación del antiguo poder imperial español? Los proletarios no tenemos patria. Donde se imponen la patria, la nación y el Estado, se pisa el suelo del terreno de clase de la burguesía, y desaparece toda conciencia de las necesidades históricas de nuestra clase. La defensa de la patria es el epitafio que está grabado en las tumbas de los millones de proletarios que fueron llevados a la masacre en las dos guerras mundiales, y que fueron masacrados por la defensa de los intereses inhumanos de una u otra manada de hienas imperialistas. Es contrario a la naturaleza misma de la clase obrera: llamar a los obreros a la defensa del suelo español, o del suelo de cualquier otro de esos corrales privados de explotación y alienación en los que podemos definir el espacio que domina cualquier capital nacional en el mundo.
Como siempre ha sido, y más aún en el periodo que está por venir, los obreros debemos tomar conciencia de que compartimos muchos más intereses con un obrero en lucha de Gran Bretaña, de Francia, de América, África o Asia que con cualquier bufón, izquierdista o derechista, que nos llame a la “gloriosa” defensa del suelo nacional que compartimos físicamente con los capitalistas que organizan la explotación de nuestro trabajo. En su defensa de la trasnochada y caduca autodeterminación nacional, caricaturizada y retorcida hasta lo irreconocible a partir de las limitaciones pasadas del movimiento obrero, el izquierdismo en general y el trotskismo en particular no hacen sino promover la atadura ideológica de los obreros a las banderas nacionales de sus explotadores, las que mejor representan a ese enfermo comatoso que es su sistema capitalista.
No hay duda de que las posturas y la pasada tradición histórica del trotskismo conservan cierto peso en la clase obrera. No pocos obreros en búsqueda de posiciones y organizaciones proletarias, asqueados con toda la razón de la ideología y el bagaje estalinista de los Partidos (Anti)Comunistas y otras organizaciones del estilo, acaban viendo en el trotskismo y en su historia de lucha contra Stalin una forma de rehabilitar la lucha del proletariado y sus tradiciones, librándolas del estigma estalinista con el que la burguesía intenta etiquetar a todo lo que recuerde siquiera remotamente a la revolución, la clase obrera, el marxismo y la lucha proletaria. No es este el lugar de analizar en profundidad la relación de Trotsky con las organizaciones que se reclamaban de él y de sus posiciones, así como con otras fracciones de la Internacional que se opusieron no solo a Stalin, sino también a muchas de las posiciones defendidas por Trotsky. Lo que sí podemos decir es que el trotskismo como tal solo asume de Trotsky y de los bolcheviques los peores errores y limitaciones teóricas que les impusieron sus circunstancias vitales, usándolos como credencial para justificar las posturas más contrarias que puede haber a los intereses de nuestra clase: el nacionalismo, la lógica parlamentaria y sindical y la defensa de un reformismo de capitalismo de Estado que nada le tiene que envidiar a las recetas keynesianas (y que comparten casi en su totalidad con estalinistas, maoístas y demás).
Como decíamos antes, somos conscientes de que no son pocos los obreros honestos que acaban formando parte de la “carne de cañón” activista de estas organizaciones. Pero por más que podamos estar abiertos al debate con estos elementos, como organización que se reclama del movimiento obrero no podemos dejar de denunciar tanto las posiciones como el bagaje histórico del trotskismo (referimos a la nota al pie nº7). Desde que usaron como excusa la defensa del Estado obrero “degenerado”, como seguían empeñados en considerar a una URSS completamente dominada por el estalinismo y la contrarrevolución, para justificar su participación activa en la campaña imperialista de la Segunda Guerra Mundial, las organizaciones trotskistas abandonaron el terreno de la clase obrera. Su postura fue denunciada por una profundamente asqueada Natalia Sedova, esposa de Trotsky, cuya forma de expresarse habla por sí sola para los presentes y futuros defensores de la tradición de esa “IV Internacional” que decía ser heredera del legado de Trotsky:
``Obsesionados por viejas y superadas fórmulas continuáis considerando al Estado estalinista como un Estado obrero.
[…]
No hay ningún país del mundo en el que las ideas de los auténticos defensores del socialismo sean perseguidas de forma tan bárbara como en Rusia. Debería estar claro para todos que la revolución ha sido completamente destruida por el estalinismo. Sin embargo, vosotros seguís diciendo que bajo este régimen inaudito, Rusia es aún un Estado obrero. Considero esto como un ataque al socialismo. El estalinismo y el Estado estalinista no tienen absolutamente nada de común con un Estado obrero y con el socialismo. Son los más peligrosos enemigos del socialismo y de la clase obrera.
[…]
Lo más intolerable de todo es la posición que habéis adoptado sobre el tema de la guerra. […] Nuestra posición no puede adoptarse sino después de discusiones muy serias y lo más libres posibles. Pero frente a los acontecimientos de los años recientes, continuáis preconizando la defensa del Estado estalinista y comprometiendo a todo el movimiento en esa defensa.
[…]
En el mensaje que me ha sido enviado por el último congreso del SWP, se ha escrito que las ideas de Trotsky continúan guiándoos. Debo deciros que he leído esas palabras con amargura. Como habéis podido constatar por lo que acabo de escribir, no veo esas ideas en vuestra política´´16.
El capitalismo se encuentra en un momento de su historia en el que se impone su descomposición, el descontrol disfuncional de todos sus mecanismos económicos, políticos, de vida en sociedad. Nuestra supervivencia y la continuación de la vida en el planeta se ven cada vez más decisivamente amenazados por la continuación de la acumulación de capital, por la pervivencia de la lógica irracional del capitalismo y de todos los Estados nacionales de la burguesía. Estos Estados, del primero al último, grandes o pequeños, democráticos o no, son máquinas totalitarias imperialistas que defenderán con todas las maniobras posibles su posición en un mercado mundial saturado en el que se impone el todos contra todos.
Frente a esta lógica, la clase obrera mundial guarda en su seno la posibilidad de transformar de forma revolucionaria las bases de la sociedad. En el pasado ya protagonizó momentos decisivos que apuntaban a la realización de esa posibilidad, destacando el octubre revolucionario de 1917 y las insurrecciones de 1918-19, en las que a la cabeza de sus consejos obreros en Rusia, Alemania, Hungría, toda Europa y más allá, el proletariado puso fin a la primera carnicería imperialista mundial. Años después de que se instaurara un periodo de contrarrevolución y derrota marcado por la degeneración de la revolución en Rusia y la Segunda Guerra Mundial, vendrían las huelgas masivas de mayo de 1968, el “otoño caliente” italiano de 1969 y las huelgas masivas de Polonia en 1980. Los Indignados en 2011, después de otro periodo de retroceso en los años 90 tras la caída de la URSS, representarían una tímida pero significativa recuperación de la disposición a la lucha y al cuestionamiento político en muchos obreros de toda Europa, América y otras regiones en años sucesivos. Y a día de hoy, después de que la pandemia y las cuarentenas abortaran aquel embrión de respuestas huelguísticas a nivel internacional que empezaba a poder vislumbrarse en torno a 2020, hemos visto el estallido de una importante respuesta huelguística en Gran Bretaña el verano pasado, con indicios que apuntan a una escalada de luchas en otras partes del continente, como vemos especialmente en Francia. Los obreros necesitamos reflexionar profundamente sobre el significado de estos episodios de lucha del pasado, para así orientarnos en los del presente y encarar el futuro. Necesitamos tomar las debidas lecciones de sus luces y sus sombras, de los avances y retrocesos de sus posiciones y de las organizaciones que estuvieron al pie del cañón en esos momentos. La ideología trotskista, considerando su pasado, su presente y sus posiciones, como ha demostrado sobradamente a lo largo de su historia, representa un obstáculo en ese proceso. Forma parte de todo ese arco de falsos amigos de la clase obrera que necesita el Estado burgués en su extrema izquierda para desorientar, confundir y quemar las energías de los obreros más inquietos, que empiezan a entrar en búsqueda de las tan necesarias posiciones históricas de su clase.
Gauta
CCI noviembre de 2022
1 https://es.internationalism.org/content/4738/huelga-del-metal-en-cadiz-nuestra-fuerza-es-luchar-como-clase-obrera
2 https://es.internationalism.org/content/4873/el-giro-la-izquierda-del-psoe-un-arma-para-sabotear-la-lucha-y-la-conciencia-obrera
3 https://kaosenlared.net/huelga-general-por-la-defensa-de-salarios-y-pensiones-a-la-patronal-y-al-gobierno-psoe-iu-podemos/
4 https://www.marxists.org/espanol/m-e/1870s/anti-duhring/ad-seccion3.htm#311 (Anti-Duhring)
5 https://www.marxists.org/espanol/m-e/1840s/48-manif.htm
6 Estos planes estatales articulados en los años 30 (el primero en Bélgica y el segundo en USA) fueron un modelo de capitalismo de Estado y cuyo fin era preparar la economía para la guerra, concretamente la Segunda Guerra Mundial, es decir, una economía de guerra y eso los trotskistas y demás servidores del capital ¡lo venden como “socialismo”!
7 Los trotskistas critican a los sindicatos para luego convencernos de que “a pesar de todo” hay que estar en ellos, seguirlos y si acaso “presionarlos un poco”. Ver Los sindicatos contra la clase obrera: la táctica de los izquierdistas para hacerlos tragar a los trabajadores quinto artículo de nuestro folleto LOS SINDICATOS CONTRA LA CLASE OBRERA https://es.internationalism.org/content/4645/los-sindicatos-contra-la-clase-obrera-v-la-tactica-de-los-izquierdistas-para-hacerlos
8 Ver el artículo Los sindicatos en el periodo ascendente del capitalismo, tercera parte de nuestro folleto LOS SINDICATOS CONTRA LA CLASE OBRERA https://es.internationalism.org/content/4603/los-sindicatos-en-el-periodo-ascendente-del-capitalismo-iii
9 https://www.marxists.org/espanol/luxem/01Reformaorevolucion_0.pdf.
10 https://es.internationalism.org/cci-online/200706/1935/cuales-son-las-diferencias-entre-la-izquierda-comunista-y-la-iv-internacional
11 Ibíd.
12 https://litci.org/es/manifiesto-politico-del-xiv-congreso-de-la-lit-ci/
13 Invitamos a leer la Declaración Conjunta sobre la guerra de Ucrania de los grupos de la Izquierda Comunista: https://es.internationalism.org/content/4807/declaracion-conjunta-de-grupos-de-la-izquierda-comunista-internacional-sobre-la-guerra
14 https://es.internationalism.org/content/4876/huelgas-en-las-refinerias-francesas-y-en-otros-lugares-la-solidaridad-en-la-lucha-es-la
15 https://es.internationalism.org/content/4858/el-verano-de-la-ira-en-gran-bretana-la-burguesia-impone-nuevos-sacrificios-la-clase
16 Animamos a leer su muy expresiva “Carta de ruptura con la IV Internacional”: https://www.marxists.org/espanol/sedova/1951/mayo09.htm