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Enough is enough, ¡Ya basta! Este es el grito que se ha extendido a los cuatro vientos, de huelga en huelga, en las últimas semanas en el Reino Unido. Este movimiento masivo llamado "El Verano de la Ira", en referencia al "Invierno de la Ira" de 1979, involucra a los trabajadores de más y más sectores cada día: los trenes, el metro de Londres, British Telecom, Correos, la asistencia sanitaria, los estibadores de Felixstowe (un puerto vital en Gran Bretaña), los recolectores de basura y los conductores de autobús en diferentes partes del país, Amazon, etc. Hoy conductores de autobús, trabajadores del transporte, mañana trabajadores de la salud y profesores.
Todos los periodistas y comentaristas señalan que este es el mayor movimiento de la clase trabajadora en este país desde hace décadas; hay que remontarse a las enormes huelgas de 1979 para encontrar un movimiento tan grande y masivo. Un movimiento de esta envergadura en un país tan importante como el Reino Unido no es un acontecimiento "local". Es un acontecimiento de importancia internacional, un mensaje para los explotados de todos los países.
Ante los ataques al nivel de vida de todos los explotados, sólo hay una respuesta: la lucha de clases
Década tras década, como e incluso más que en otros países desarrollados, los sucesivos gobiernos británicos han atacado implacablemente las condiciones de vida y de trabajo con un leitmotiv: precarizar y flexibilizar en nombre de la competitividad y el beneficio nacionales. Las agresiones han alcanzado tal nivel en los últimos años que la mortalidad infantil en este país ha experimentado "un aumento sin precedentes" desde 2014 (según la revista médica BJM Open).
Por eso la actual explosión de la inflación es un tsunami. Con un 10,1% de incremento interanual de los precios en julio, un 13% previsto en octubre y un 18% en enero, los estragos son devastadores. "Muchas personas podrían verse obligadas a elegir entre renunciar a las comidas para calentar sus casas o vivir en el frío y la humedad", advirtió el NHS. Con la subida de los precios del gas y la electricidad en un 54% el 1 de abril y en un 78% el 1 de octubre, la situación es efectivamente insostenible.
El nivel de movilización de los trabajadores británicos está por fin a la altura de los ataques que sufren, mientras que en las últimas décadas no han encontrado la fuerza para responder a ellos, todavía noqueados desde los años de Thatcher.
En el pasado, los trabajadores británicos estaban entre los más combativos del mundo. Basándose en el número de días de huelga, el "invierno de la ira" de 1979 fue el movimiento más masivo después de mayo de 1968 en Francia, incluso por encima del "otoño caliente" de 1969 en Italia. Esta enorme combatividad fue la que el gobierno de Margaret Thatcher consiguió sofocar de forma duradera infligiendo una serie de amargas derrotas a los trabajadores, especialmente durante la huelga de mineros de 1985. Esta derrota marcó un punto de inflexión, el del prolongado reflujo de la combatividad obrera en el Reino Unido; incluso anunció el reflujo general de la combatividad obrera en el mundo. Cinco años más tarde, en 1990, el colapso de la URSS, presentada fraudulentamente como un régimen "socialista", y el no menos falso anuncio de la "muerte del comunismo" y el "triunfo definitivo del capitalismo" terminaron de noquear a los trabajadores de todo el mundo. Desde entonces, desprovistos de perspectiva, con su confianza y su identidad de clase dañadas, se ven cada vez más sometidos, en el Reino Unido incluso más que en otros lugares, a los ataques de todos los gobiernos sin poder defenderse realmente. Las manifestaciones masivas en Francia han sido a menudo la excepción en los últimos años.
Pero la rabia se ha acumulado y hoy, frente a los ataques de la burguesía, la clase obrera del Reino Unido demuestra que está de nuevo dispuesta a luchar por su dignidad, a rechazar los sacrificios que constantemente impone el capital. Y una vez más, es el reflejo más significativo de la dinámica internacional: el pasado invierno, las huelgas habían comenzado a estallar en España y Estados Unidos; este verano, Alemania y Bélgica también han experimentado paros; para los próximos meses, todos los comentaristas anuncian "una situación social explosiva" en Francia e Italia. Es imposible predecir dónde y cuándo la combatividad de los trabajadores volverá a manifestarse masivamente en un futuro próximo, pero una cosa es cierta, la magnitud de la actual movilización obrera en el Reino Unido es un hecho histórico importante: los días de pasividad y sumisión han terminado. Las nuevas generaciones de trabajadores están levantando la cabeza.
La lucha de clases frente a la guerra imperialista
La importancia de este movimiento no se limita al hecho de que pone fin a un largo periodo de pasividad. Estas luchas se desarrollan en un momento en el que el mundo se enfrenta a una guerra imperialista a gran escala, una guerra que enfrenta a Rusia con Ucrania sobre el terreno, pero que tiene un alcance global con, en particular, una movilización de los países miembros de la OTAN. Una movilización armamentística, pero también económica, diplomática e ideológica. En los países occidentales, los gobiernos piden sacrificios para "defender la libertad y la democracia". En concreto, esto significa que los proletarios de estos países tienen que apretarse aún más el cinturón para "mostrar su solidaridad con Ucrania", en realidad con la burguesía ucraniana y la de los países occidentales.
Los gobiernos justifican sin pudor sus ataques esgrimiendo la catástrofe del calentamiento global y los riesgos de escasez de energía y alimentos ("la peor crisis alimentaria de la historia", según el secretario general de la ONU). Llaman a la "sobriedad" y anuncian el fin de la "abundancia" (por utilizar las inicuas palabras del presidente francés Macron). Pero, al mismo tiempo, están volviendo a forzar su economía de guerra: ¡el gasto militar mundial ha alcanzado los 2.113.000 millones de dólares en 2021! Mientras que el Reino Unido se encuentra entre los cinco primeros estados en términos de gasto militar, desde el estallido de la guerra en Ucrania, todos los países del mundo han acelerado su carrera armamentística, incluida Alemania, ¡una primicia desde 1945!
Los gobiernos piden "sacrificios para luchar contra la inflación". Se trata de una farsa siniestra cuando lo único que hacen es agravar la situación con la explosión de los gastos de guerra. Este es el futuro que prometen el capitalismo y sus burguesías nacionales competidoras: más guerras, más explotación, más destrucción, más miseria.
Esto es también lo que las huelgas proletarias en el Reino Unido llevan en germen, aunque los trabajadores no siempre sean plenamente conscientes de ello: el rechazo a sacrificarse cada vez más por los intereses de la clase dominante, el rechazo a sacrificarse por la economía nacional y por el esfuerzo bélico, el rechazo a aceptar la lógica de este sistema que conduce a la humanidad hacia la catástrofe y, en última instancia, a su destrucción.
Esta es la única alternativa: el socialismo o la destrucción de la humanidad.
La necesidad de desmontar las trampas de la burguesía
Esta capacidad de levantar la cabeza es aún más sorprendente si se tiene en cuenta que la clase trabajadora del Reino Unido ha sido apaleada en los últimos años por la ideología populista, que enfrenta a los explotados, los divide en "locales" y "extranjeros", negros y blancos, hombres y mujeres, hasta el punto de creer que la insularidad del Brexit podría ser la solución.
Pero hay otras trampas mucho más perniciosas y peligrosas puestas por la burguesía en el camino de las luchas proletarias.
La gran mayoría de las huelgas actuales han sido convocadas por los sindicatos, que se presentan como la organización indispensable para organizar la lucha y defender a los explotados. Los sindicatos son indispensables, sí, pero para defender a la burguesía y organizar la derrota de la clase obrera.
Basta con recordar hasta qué punto la victoria de Thatcher fue posible gracias al trabajo de zapa de los sindicatos. En marzo de 1984, cuando se anunciaron brutalmente 20.000 recortes de puestos de trabajo en la industria del carbón, la reacción de los mineros fue fulminante: el primer día de huelga se cerraron 100 pozos de los 184 existentes. Los huelguistas fueron inmediatamente rodeados por el corsé de hierro de los sindicatos. Los sindicatos de trabajadores y marineros apoyaron platónicamente el movimiento. El poderoso sindicato de estibadores se contentó con dos convocatorias de huelga tardías. El TUC (la central sindical nacional) se negó a apoyar la huelga. Los sindicatos de electricistas y siderúrgicos se opusieron. En resumen, los sindicatos sabotearon activamente cualquier posibilidad de lucha conjunta. Pero, sobre todo, el sindicato de los trabajadores mineros, el NUM (National Union of Mineworkers), hizo el trabajo sucio confinando a los mineros en batallas campales con la policía en un intento de evitar que el carbón salga de las coquerías (¡más de un año!) . Gracias a este sabotaje sindical, a estas ocupaciones estériles e interminables, la represión política pudo caer con mayor violencia. Esta derrota fue la derrota de toda la clase obrera.
Si hoy, en el Reino Unido, esos mismos sindicatos utilizan un lenguaje radical y pretenden abogar por la solidaridad entre sectores, blandiendo incluso la amenaza de una huelga general, es porque se ciñen a las preocupaciones de la clase obrera, intentan captar lo que mueve a los trabajadores, su rabia, su combatividad y su sentimiento de que hay que luchar juntos, para esterilizar y desviar mejor esa dinámica. En realidad, sobre el terreno, orquestan huelgas separadas; detrás de la consigna unitaria de salarios más altos para todos, encierran y dividen en negociaciones corporativistas; sobre todo, se cuidan mucho de evitar cualquier discusión real entre los trabajadores de los diferentes sectores. No hay verdaderas asambleas generales interprofesionales en ninguna parte. Por eso no hay que dejarse engañar cuando Lizz Truss, la favorita para sustituir a Boris Johnson dice que "no dejará" que el Reino Unido "sea secuestrado por sindicalistas militantes" si llega a ser primera ministra. Simplemente está siguiendo los pasos de su modelo, Margaret Thatcher; está dando credibilidad a los sindicatos como los representantes más combativos de los trabajadores, para llevar mejor a la clase obrera a la derrota conjunta.
En Francia, en 2019, ante el aumento de la combatividad y el auge de la solidaridad entre generaciones, los sindicatos ya habían utilizado la misma estratagema abogando por la "convergencia de las luchas", un falso movimiento unitario, en el que los manifestantes que marchaban en la calle se troceaban por sectores y por empresas.
En el Reino Unido, como en otros lugares, para construir una relación de fuerzas que nos permita resistir los constantes ataques a nuestras condiciones de vida y de trabajo, que mañana serán aún más violentos, debemos, siempre que podamos, reunirnos para debatir y proponer los métodos de lucha que han hecho fuerte a la clase obrera y le han permitido, en determinados momentos de su historia, hacer tambalear a la burguesía y a su sistema:
- la búsqueda de apoyo y solidaridad más allá de "la propia" corporación, "la propia" empresa, "el propio" sector de actividad, "la propia" ciudad, "la propia" región, "el propio" país;
- la organización autónoma de la lucha de los trabajadores, en particular a través de asambleas generales, sin dejar el control a los sindicatos, los llamados "especialistas" en las luchas y su organización
- la discusión más amplia posible sobre las necesidades generales de la lucha, sobre las lecciones que hay que sacar de los combates y también de las derrotas, porque habrá derrotas, pero la mayor derrota es sufrir los ataques sin reaccionar, Entrar en lucha es la primera victoria de los explotados.
Si el regreso de las huelgas masivas en el Reino Unido marca el retorno de la combatividad del proletariado mundial, también es vital que se superen las debilidades que firmaron su derrota en 1985: el corporativismo y la ilusión sindical. ¡La autonomía de la lucha, la unidad y la solidaridad son los hitos indispensables en la preparación de las luchas del mañana!
Y para ello, tenemos que reconocernos como miembros de una misma clase, una clase unida por la solidaridad en la lucha: el proletariado. Las luchas de hoy son indispensables no sólo para defendernos de los ataques sino también para reconquistar esta identidad de clase a escala mundial, para preparar el derrocamiento de este sistema sinónimo de miseria y de catástrofes de todo tipo.
En el capitalismo no hay solución: ni a la destrucción del planeta, ni a las guerras, ni al paro, ni a la precariedad, ni a la miseria. Sólo la lucha del proletariado mundial sostenida por todos los oprimidos y explotados del mundo puede abrir el camino a una alternativa.
La lucha de los obreros ingleses, las huelgas en el Reino Unido son una llamada a la acción para los proletarios de todos los países
Corriente Comunista Internacional 31 de agosto 2022
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