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En mayo de 1990, la CCI adoptó las tesis tituladas “La descomposición, fase última de la decadencia capitalista”1, que presentaban nuestro análisis global de la situación mundial en el momento y tras el hundimiento del bloque imperialista del Este a finales de 1989. La idea central de estas tesis era, como indica su título, que la decadencia del modo de producción capitalista, que había comenzado en la Primera Guerra Mundial, había entrado en una nueva fase de su evolución, dominada por la descomposición general de la sociedad. En su 22º Congreso, en 2017, al adoptar un texto titulado “Informe sobre la descomposición hoy (mayo de 2017)”2, nuestra organización consideró necesario actualizar el documento de 1990, para “confrontar los puntos esenciales de las tesis con la situación actual: en qué medida los aspectos planteados se han verificado, o incluso ampliado, o se han contradicho o necesitan ser completados”. Este segundo documento, redactado 27 años después del primero, demostró que el análisis adoptado en 1990 se había confirmado ampliamente. Al mismo tiempo, este texto de 2017 abordaba aspectos de la situación mundial que no figuraban en el documento de 1990, pero que complementaban el panorama que presentaba, y que habían adquirido una importancia capital: la explosión del flujo de refugiados que huyen de la guerra, el hambre, las persecuciones y también el auge del populismo xenófobo, que tiene un impacto creciente en la vida política de la clase dominante.
Hoy, la CCI considera necesario actualizar los textos de 1990 y 2017, no un cuarto de siglo después de estos últimos, sino sólo 6 años después, porque durante el último periodo hemos asistido a una aceleración y amplificación espectaculares de las manifestaciones de esta descomposición general de la sociedad capitalista.
Este cambio catastrófico y acelerado del estado del mundo no ha escapado a la atención de los principales dirigentes políticos y económicos del planeta. En el “Global Risks Report” (GRR), basado en los análisis de una multitud de “expertos” (1,200 en 2022) y presentado cada año en el foro de Davos (Foro Económico Mundial - FEM), que reúne a estos dirigentes, leemos: “Los primeros años de esta década han anunciado un periodo particularmente agitado en la historia de la humanidad. La vuelta a una ‘nueva normalidad’ después de la pandemia del COVID-19 se vio rápidamente socavada por el estallido de la guerra en Ucrania, dando paso a una nueva serie de crisis alimentarias y energéticas, que desencadenaron problemas que décadas de progreso habían intentado resolver.
Ahora, a principios de 2023, el mundo se enfrenta a una serie de riesgos que son a la vez completamente nuevos e inquietantemente familiares. Hemos asistido al regreso de ‘viejos’ riesgos –inflación, crisis del costo de la vida, guerras comerciales, salidas de capitales de los mercados emergentes, malestar social generalizado, enfrentamientos geopolíticos y el espectro de la guerra nuclear– que pocos líderes empresariales y responsables públicos de esta generación han conocido. Estos fenómenos se ven amplificados por acontecimientos relativamente nuevos en el panorama mundial del riesgo, como niveles insostenibles de deuda; una nueva era de bajo crecimiento, reducción de la inversión mundial y desglobalización; un declive del desarrollo humano tras décadas de progreso; el desarrollo rápido y sin restricciones de tecnologías de doble uso (civil y militar); y la creciente presión de los impactos y las ambiciones ligadas al cambio climático en una ventana de oportunidad cada vez más pequeña para la transición a un mundo de +1.5°C. Todos estos elementos convergen para dar forma a una década única, incierta y problemática”. (Principales conclusiones: algunos extractos3)
En general, tanto en las declaraciones gubernamentales como en las grandes medias, la clase dirigente intenta restar importancia a las conclusiones sobre la extrema gravedad de la situación mundial. Pero cuando reúne a los principales líderes mundiales, o habla consigo misma, como en el Foro anual de Davos, no puede evitar ser algo lúcida. También es significativo que las alarmantes conclusiones contenidas en este informe hayan tenido muy poco eco en los grandes medios de comunicación, cuya vocación fundamental no es informar honestamente a la población, y en particular a los explotados, sino actuar como agencias de propaganda destinadas a hacerles aceptar una situación cada vez más catastrófica, a ocultarles la completa bancarrota histórica del modo de producción capitalista.
De hecho, las conclusiones contenidas en el informe presentado en el Foro de Davos en enero de 2023 coinciden en gran medida con el texto adoptado por la CCI en octubre de 2022 titulado “La aceleración de la descomposición capitalista plantea abiertamente la cuestión de la destrucción de la humanidad”4. En realidad, el análisis de la CCI no precedió al de los “expertos” más informados de la clase dominante por unos meses, sino por varias décadas, ya que las conclusiones expuestas en nuestro documento de octubre de 2022 no son más que una sorprendente confirmación de las previsiones que ya habíamos adelantado a finales de los años 80, en particular en nuestras “Tesis sobre la descomposición”. El hecho de que los comunistas tengan clara ventaja sobre los “expertos” burgueses en la previsión de las grandes tendencias catastróficas que actúan en el mundo capitalista no es sorprendente: por regla general, la clase dominante sólo puede, ocultarse a sí misma y a la clase que explota y que es la única que puede aportar una solución a las contradicciones que socavan la sociedad, el proletariado, una realidad fundamental: el modo de producción capitalista no es más eterno que los modos de producción que lo precedieron. Como los modos de producción del pasado, está destinado a ser sustituido, si no destruye antes a la humanidad, por otro modo de producción superior que corresponda al desarrollo de las fuerzas productivas que ha hecho posible en un momento de su historia. Un modo de producción que suprimirá las relaciones mercantiles que son el corazón de la crisis histórica del capitalismo, donde ya no habrá lugar para una clase privilegiada que viva de la explotación de los productores. Precisamente porque no puede prever su propia desaparición, la clase burguesa es incapaz, por regla general, de mirar con lucidez las contradicciones que están llevando a la sociedad que gobierna a su ruina.
En el Postfacio de la 2ª edición de El Capital en alemán, Marx escribió: “El movimiento contradictorio de la sociedad capitalista se le revela al burgués práctico, de la manera más contundente, durante las vicisitudes del ciclo periódico que recorre la industria moderna y en su punto culminante: la crisis general. Esta crisis nuevamente se aproxima, aunque aún se halle en sus prolegómenos, y por la universalidad de su escenario y la intensidad de sus efectos, atiborrará de dialéctica hasta a los afortunados advenedizos del nuevo Sacro Imperio prusiano-germánico.”
En el mismo momento en que la CCI adoptaba las tesis de la descomposición anunciando la entrada del capitalismo en una nueva fase, la fase última, de su decadencia, marcada por una agravación cualitativa de las contradicciones de este sistema y una descomposición general de la sociedad, los “burgueses prácticos”, en particular en la persona del presidente Bush padre, se extasiaban ante la gloriosa nueva perspectiva inaugurada a sus ojos por el derrumbe de los regímenes estalinistas y del bloque “soviético”, una era de “paz” y de “prosperidad”. Hoy, confrontado al “movimiento contradictorio de la sociedad capitalista”, en forma no de crisis cíclica como las del siglo XIX sino de crisis permanente e insoluble de su economía que engendra crecientes trastornos y caos sociales, este mismo “burgués práctico” se ve obligado a dejar entrar un poco de “dialéctica” en su cabeza.
Es por esta razón que la actualización de nuestras tesis sobre la descomposición se basará en gran medida en los análisis y previsiones contenidos en el “Global Risks Report” de 2023 (Informe sobre los Riesgos Mundiales 2023), así como en nuestro texto de octubre de 2022, que confirma en muchos aspectos. Una confirmación proporcionada por los miembros más lúcidos de la clase dominante, en realidad una verdadera admisión de la bancarrota histórica de su sistema. La utilización de datos y análisis proporcionados por la clase enemiga no es una “innovación” de la CCI. De hecho, los revolucionarios no disponen generalmente de los medios para recoger los datos y las estadísticas que el aparato estatal y administrativo de la burguesía reúne para sus propias necesidades en la gestión de la sociedad. Fue basando su estudio sobre “La situación de la clase obrera en Inglaterra” en parte en este tipo de datos, obviamente con una mirada crítica. Y Marx, sobre todo en El Capital, utiliza a menudo los “libros azules” de las investigaciones parlamentarias británicas. Con respecto a los análisis y previsiones elaborados por los “expertos” burgueses, hay que ser aún más crítico que con los datos fácticos, sobre todo cuando corresponden a la propaganda destinada a “demostrar” que el capitalismo es el mejor o el único sistema capaz de garantizar el progreso y el bienestar humanos. Sin embargo, cuando estos análisis y previsiones subrayan el callejón sin salida catastrófico en el que se encuentra este sistema, que evidentemente no corresponde a su apología, es útil e importante apoyarse en ellos para respaldar y reforzar nuestros propios análisis y previsiones.
Parte I: La década de los 2020 inaugura una nueva fase en la descomposición del capitalismo
En el texto aprobado en octubre de 2022, leemos: “Los años 20 del siglo XXI se perfilan como uno de los periodos más convulsos de la historia y ya acumulan catástrofes y sufrimientos indescriptibles. Comenzó con la pandemia del Covid-19 (que aún continúa) y una guerra en el corazón de Europa, que ya dura más de 9 meses y cuyo desenlace nadie puede predecir. El capitalismo ha entrado en una fase de graves turbulencias a todos los niveles. Detrás de esta acumulación y entrecruzamiento de convulsiones se cierne la amenaza de la destrucción de la humanidad. (...)
Con la irrupción fulgurante de la pandemia de Covid, hemos puesto de relieve la existencia de cuatro características de la fase de descomposición:
- La gravedad creciente de sus efectos (...)
- La irrupción de los efectos de la descomposición en la economía (...)
- La creciente interacción de sus efectos, que agrava las contradicciones del capitalismo hasta un grado nunca visto (...)
- La creciente presencia de sus efectos en los países centrales (...)
El año 2022 fue una ilustración sorprendente de estas cuatro características:
- El estallido de la guerra en Ucrania.
- La aparición de oleadas de refugiados sin precedentes.
- La continuación de la pandemia con los sistemas sanitarios al borde de la quiebra.
- Una creciente pérdida de control de la burguesía sobre su aparato político, del que la crisis en el Reino Unido fue una manifestación espectacular.
- Una crisis agrícola que provocó la escasez de muchos productos alimentarios en un contexto de sobreproducción generalizada, un fenómeno relativamente nuevo en más de un siglo de decadencia.
- Hambrunas aterradoras en muchos países.
Sin embargo, la agregación e interacción de fenómenos destructivos da lugar a un “efecto vórtice” que concentra, cataliza y multiplica cada uno de sus efectos parciales, provocando una devastación aún más destructiva. (...) Este “efecto torbellino” representa un cambio cualitativo cuyas consecuencias serán cada vez más evidentes en el periodo que se avecina.
En este contexto, es importante subrayar el papel motor de la guerra como acción deliberada y planificada por los Estados capitalistas, convirtiéndose en el factor más poderoso y grave de caos y destrucción. De hecho, la guerra en Ucrania ha tenido un efecto multiplicador de los factores de barbarie y destrucción (...)
En este contexto, debemos comprender en toda su gravedad la expansión de la crisis medioambiental, que está alcanzando niveles sin precedentes:
- Una ola de calor estival, la peor desde 1961, con la perspectiva de que se convierta en permanente.
- Una sequía sin precedentes, la peor en 500 años según los expertos, que afecta incluso a ríos como el Támesis, el Rin y el Po, habitualmente caudalosos.
- Incendios devastadores, también los peores en décadas.
- Inundaciones incontrolables como las de Pakistán, que han afectado a un tercio de la superficie del país (además de Tailandia).
- El riesgo de que la capa de hielo se derrumbe como consecuencia del deshielo de glaciares del tamaño del Reino Unido, con consecuencias catastróficas”.
Las conclusiones de los “expertos” del FEM no son diferentes:
“La próxima década se caracterizará por crisis medioambientales y sociales, alimentadas por tendencias geopolíticas y económicas subyacentes. La ‘crisis del costo de la vida’ se clasifica como el riesgo mundial más grave para los próximos dos años, con un pico a corto plazo. La ‘pérdida de biodiversidad y colapso de los ecosistemas’ se considera uno de los riesgos mundiales que más rápidamente se deteriorarán en la próxima década, y los seis riesgos medioambientales figuran entre los diez principales riesgos para los próximos diez años. Nueve riesgos figuran entre los diez principales a corto y largo plazo, entre ellos ‘Enfrentamiento geoeconómico’ y ‘Erosión de la cohesión social y polarización de la sociedad’, así como dos recién llegados a la clasificación: ‘Ciberdelincuencia y ciberseguridad generalizadas’ y ‘Migración involuntaria a gran escala’.
Los gobiernos y los bancos centrales podrían enfrentarse a presiones inflacionistas persistentes en los próximos dos años, como la posibilidad de una guerra prolongada en Ucrania, la persistencia de cuellos de botella debidos a una pandemia persistente y una guerra económica que provoque la disociación de las cadenas de suministro. También existen importantes riesgos a la baja para las perspectivas económicas. Un desequilibrio entre las políticas monetaria y fiscal aumentará la probabilidad de que se produzcan perturbaciones de liquidez, señal de una desaceleración económica más prolongada y de un sobreendeudamiento mundial. La continuación de la inflación por el lado de la oferta podría conducir a la estanflación, con consecuencias socioeconómicas potencialmente graves, dada la interacción sin precedentes con niveles históricamente altos de deuda pública. La fragmentación de la economía mundial, las tensiones geopolíticas y una reestructuración más difícil podrían contribuir a un sobreendeudamiento generalizado en los próximos diez años. (...)
La guerra económica se está convirtiendo en la norma, con crecientes enfrentamientos entre potencias mundiales y la intervención estatal en los mercados durante los próximos dos años. Las políticas económicas se utilizarán de forma defensiva, para reforzar la autosuficiencia y la soberanía frente a potencias rivales, pero también se desplegarán cada vez más de forma ofensiva para limitar el ascenso de otras. La militarización geoeconómica intensiva pondrá de relieve las vulnerabilidades en materia de seguridad que plantea la interdependencia comercial, financiera y tecnológica entre economías integradas globalmente, con el riesgo de una escalada del ciclo de desconfianza y desacoplamiento.
Los encuestados del GRPS esperan que los enfrentamientos interestatales sigan siendo en gran medida de naturaleza económica durante los próximos 10 años. Sin embargo, el reciente aumento del gasto militar y la proliferación de nuevas tecnologías entre un mayor número de actores podrían dar lugar a una carrera armamentística mundial en el ámbito de las tecnologías emergentes. El panorama del riesgo mundial a más largo plazo podría definirse por conflictos multidominio y guerras asimétricas, con el despliegue selectivo de armas de nueva tecnología a una escala potencialmente más destructiva que la que se ha visto en las últimas décadas.
La imbricación cada vez mayor de la tecnología en el funcionamiento crítico de las sociedades expone a las personas a amenazas internas directas, incluidas las que pretenden perturbar el funcionamiento de la sociedad. A medida que aumente la ciberdelincuencia, serán más frecuentes los intentos de perturbar recursos y servicios tecnológicos esenciales, con ataques previstos contra la agricultura y el agua, los sistemas financieros, la seguridad pública, el transporte, la energía y las infraestructuras de comunicaciones nacionales, espaciales y submarinas.
La destrucción de la naturaleza y el cambio climático están intrínsecamente relacionados: un fallo en un área tendrá un efecto cascada en la otra. Si no se producen cambios políticos o inversiones significativas, la interacción entre los efectos del cambio climático, la pérdida de biodiversidad, la seguridad alimentaria y el consumo de recursos naturales acelerará el colapso de los ecosistemas, amenazará el suministro de alimentos y los medios de subsistencia en las economías vulnerables al clima, amplificará los efectos de las catástrofes naturales y limitará los avances en la mitigación del cambio climático.
La profundización de las crisis está ampliando su impacto en las sociedades, afectando a los medios de subsistencia de una franja mucho más amplia de la población y desestabilizando más economías mundiales que las comunidades tradicionalmente vulnerables y los Estados frágiles. A partir de los riesgos más graves previstos para 2023 -en particular la ‘crisis del suministro energético’, el ‘aumento de la inflación’ y la ‘crisis del suministro alimentario’- ya se está dejando sentir una crisis mundial del costo de la vida (...).
El malestar social y la inestabilidad política resultantes no se limitarán a los mercados emergentes, ya que las presiones económicas siguen drenando la franja de ingresos medios. La creciente frustración de los ciudadanos ante la pérdida de desarrollo humano y la disminución de la movilidad social, así como la brecha cada vez mayor en materia de valores e igualdad, plantean un desafío existencial a los sistemas políticos de todo el mundo. La elección de líderes menos centristas y la polarización política entre las superpotencias económicas durante los próximos dos años también podrían reducir aún más el espacio para la resolución colectiva de problemas, fracturando alianzas y dando lugar a dinámicas más volátiles.
Con la reducción de la financiación del sector público y las preocupaciones de seguridad en pugna, nuestra capacidad para absorber la próxima conmoción mundial está disminuyendo. En la próxima década, menos países dispondrán de espacio fiscal para invertir en crecimiento futuro, tecnologías verdes, educación, sanidad y sistemas sanitarios.
Los choques simultáneos, los riesgos profundamente interconectados y la erosión de la resiliencia dan lugar al riesgo de policrisis, donde crisis dispares interactúan de tal manera que el impacto global supera con creces la suma de cada parte. La erosión de la cooperación geopolítica tendrá repercusiones en el panorama mundial de los riesgos a medio plazo, sobre todo al contribuir a una policrisis potencial de riesgos medioambientales, geopolíticos y socioeconómicos interrelacionados relacionados con la oferta y la demanda de recursos naturales. El informe describe cuatro futuros potenciales centrados en la escasez de alimentos, agua, metales y minerales, todos los cuales podrían desencadenar una crisis humanitaria y ecológica, desde guerras por el agua y hambrunas hasta la continua sobreexplotación de los recursos ecológicos y la ralentización de la mitigación y adaptación al cambio climático.” (Principales conclusiones: algunos extractos).
“La ‘nueva normalidad’ mundial es una vuelta a lo básico -alimentación, energía, seguridad- de los problemas que se suponía que nuestro mundo globalizado podía resolver. Estos riesgos se ven amplificados por el continuo riesgo sanitario y económico de una pandemia mundial, por la guerra en Europa y las sanciones que repercuten en una economía globalmente integrada, y por la escalada de la carrera armamentística tecnológica apuntalada por la competencia industrial y el aumento de la intervención estatal. Los cambios estructurales a más largo plazo en la dinámica geopolítica (...) coinciden con un panorama económico que cambia más rápidamente, allanando el camino para una era de bajo crecimiento, baja inversión y escasa cooperación y un posible declive del desarrollo humano tras décadas de progreso”. (1.1. Las crisis actuales, p.13).
“La combinación de fenómenos meteorológicos extremos y suministros limitados podría convertir la actual crisis del costo de la vida en un escenario catastrófico de hambre y angustia para millones de personas en países dependientes de las importaciones, o convertir la crisis energética en una crisis humanitaria en los mercados emergentes más pobres.
Se calcula que más de 800,000 hectáreas de tierras de cultivo han sido destruidas por las inundaciones en Pakistán, ... Las sequías y la escasez de agua previstas podrían reducir las cosechas y provocar la muerte del ganado en África oriental, septentrional y meridional, lo que agravaría la inseguridad alimentaria.
Las ‘choques graves o la volatilidad de los precios de los productos básicos’ es uno de los cinco principales riesgos para los próximos dos años en 47 países encuestados en el Estudio de Opinión Ejecutiva (EOS) del Foro, mientras que las “crisis graves de suministro de productos básicos” es un riesgo más localizado, como principal preocupación en 34 países, entre ellos Suiza, Corea del Sur, Singapur, Chile y Turquía. Los efectos catastróficos de la hambruna y la pérdida de vidas también pueden tener repercusiones más lejanas, al aumentar el riesgo de violencia generalizada y multiplicarse las migraciones involuntarias”. (Crisis del costo de la vida, p.15)
“Algunos países no serán capaces de contener futuros choques, invertir en crecimiento futuro y tecnologías verdes o construir resiliencia futura en educación, sanidad y sistemas ecológicos, con impactos exacerbados por los más poderosos y soportados desproporcionadamente por los más vulnerables”. (Recesión económica, p.17)
“Frente a las vulnerabilidades puestas de manifiesto por la pandemia y luego por la guerra, la política económica, sobre todo en las economías avanzadas, se orienta cada vez más hacia objetivos geopolíticos. Los países tratan de construir su 'autosuficiencia', apoyándose en las ayudas públicas, y de alcanzar la 'soberanía' frente a las potencias rivales (...).
Esto podría tener el efecto contrario al deseado, provocando una disminución de la resistencia y del crecimiento de la productividad y marcando el final de una era económica caracterizada por el abaratamiento y globalización de capitales, mano de obra y las materias primas.
Es probable que esto siga debilitando las alianzas existentes a medida que las naciones se replieguen sobre sí mismas”. (Confrontación geoeconómica, p.19)
“Hoy en día, los niveles atmosféricos de dióxido de carbono, metano y óxido nitroso han alcanzado su máximo. Las trayectorias de las emisiones hacen muy improbable que se cumplan las ambiciones mundiales de limitar el calentamiento a 1.5°C.
Los últimos acontecimientos han puesto de manifiesto una divergencia entre lo que es científicamente necesario y lo que es políticamente conveniente.
Sin embargo, las tensiones geopolíticas y las presiones económicas ya han limitado -y en algunos casos invertido- los avances en la mitigación del cambio climático, al menos a corto plazo. Por ejemplo, la UE ha gastado al menos 50 mil millones de euros en crear y ampliar infraestructuras y suministros de combustibles fósiles, y algunos países han vuelto a poner en marcha centrales eléctricas de carbón.
La cruda realidad de 600 millones de personas en África sin acceso a la electricidad ilustra el fracaso a la hora de llevar el cambio a quienes lo necesitan y el continuo atractivo de las soluciones rápidas basadas en los combustibles fósiles, a pesar de los riesgos que entrañan.
El cambio climático también se convertirá cada vez más en un factor clave de las migraciones, y hay indicios de que ya ha contribuido a la aparición de grupos terroristas y conflictos en Asia, Oriente Medio y África”. (El hiato de la acción climática, p. 21)
Esta evaluación del estado del mundo actual incluye todos los elementos citados en nuestro texto de octubre de 2022, y a menudo con mayor detalle. En particular con las cuatro grandes características de la situación actual:
- La creciente gravedad de los efectos de la descomposición
- La irrupción de los efectos de la descomposición en la economía
- La creciente interacción de sus efectos, que agrava las contradicciones del capitalismo en una medida nunca vista.
- La creciente presencia de sus efectos en los países centrales (...)
están todos presentes en el documento del FEM, aunque con palabras y articulaciones ligeramente diferentes, y el impacto político de la descomposición en los países más avanzados se aborda en términos un tanto “tímidos”: no hay que molestar a los gobiernos y a las fuerzas políticas de estos países mencionando sus políticas cada vez más irracionales y caóticas.
En particular, el informe del Foro Económico Mundial hace hincapié en la creciente interacción de los efectos de la descomposición, que nosotros denominamos “efecto torbellino”. Para ello, introduce el término “policrisis”, ya utilizado en los años 90 por Edgar Morin, “filósofo” francés amigo de Castoriadis, mentor del grupo Socialisme ou Barbarie. El informe del FEM utiliza las siguientes definiciones de este término:
“Un problema se convierte en crisis cuando pone en tela de juicio nuestra capacidad para hacerle frente y, por tanto, amenaza nuestra identidad. En la policrisis, los choques son dispares, pero interactúan de tal manera que el conjunto es aún más abrumador que la suma de sus partes.
Otra explicación de la policrisis sería: cuando múltiples crisis en múltiples sistemas mundiales se enredan causalmente de tal manera que empeoran significativamente las perspectivas de la humanidad”.
Este “considerable deterioro de las perspectivas de la humanidad” se encuentra en el informe del FEM en el capítulo titulado “Riesgos mundiales 2033: las catástrofes del mañana”, un título que ya es indicativo del tono de estas perspectivas. Algunos de los subtítulos también son significativos: “Ecosistemas naturales: se ha superado el punto de no retorno”, “Salud humana: pandemias permanentes y retos crónicos de capacidades”, “Seguridad humana: nuevas armas, nuevos conflictos”.
Más concretamente, he aquí algunos ejemplos de cómo el informe del FEM desglosa estos temas:
“La biodiversidad dentro de los ecosistemas y entre ellos, ya está disminuyendo más rápidamente que en ningún otro momento de la historia de la humanidad.
Las intervenciones humanas han tenido un impacto negativo en un ecosistema natural global complejo y delicadamente equilibrado, desencadenando una cadena de reacciones. En los próximos diez años, la interacción entre la pérdida de biodiversidad, la contaminación, el consumo de recursos naturales, el cambio climático y los factores socioeconómicos formará una peligrosa mezcla. Dado que se calcula que más de la mitad de la producción económica mundial depende moderada o altamente de la naturaleza, el colapso de los ecosistemas tendrá consecuencias económicas y sociales considerables. Entre ellas se encuentran el aumento de los brotes de enfermedades zoonóticas, la reducción del rendimiento de los cultivos y de su valor nutricional, el aumento del estrés hídrico que exacerba conflictos potencialmente violentos, la pérdida de medios de vida dependientes de los sistemas alimentarios y de servicios naturales como la polinización, así como las inundaciones cada vez más dramáticas, la subida del nivel del mar y la erosión debida a la degradación de los sistemas naturales de protección contra las inundaciones, como las praderas acuáticas y los manglares costeros.
La destrucción de la naturaleza y el cambio climático están intrínsecamente ligados: el fracaso en una esfera afectará en cascada a la otra, y alcanzar el objetivo cero netos exigirá medidas de mitigación para ambas. Si no conseguimos limitar el calentamiento a +1.5° C o incluso a 2°C, el impacto continuado de los desastres naturales y los cambios de temperatura y precipitaciones se convertirán en la principal causa de pérdida de biodiversidad, en términos de composición y función.
El daño continuado a los sumideros de carbono por la deforestación y el deshielo del permafrost, por ejemplo, y la disminución de la productividad del almacenamiento de carbono (suelo y océano) podrían convertir estos ecosistemas en fuentes ‘naturales’ de emisiones de carbono y metano. El colapso inminente de las capas de hielo de Groenlandia y de la Antártida Occidental podría contribuir a la subida del nivel del mar y a las inundaciones costeras, mientras que la ‘extinción’ de los arrecifes de coral de baja latitud, que son viveros de vida marina, tendrá sin duda repercusiones en el suministro de alimentos y en los ecosistemas marinos en sentido amplio.
Es probable que la presión sobre la biodiversidad se amplifique aún más por la continua deforestación con fines agrícolas, con la consiguiente demanda de tierras de cultivo adicionales, sobre todo en zonas subtropicales y tropicales con una densa biodiversidad, como el África subsahariana y el Sudeste Asiático.
Sin embargo, hay que tener en cuenta un mecanismo de retroalimentación más existencial: la biodiversidad contribuye a la salud y resistencia de suelos, plantas y animales, y su declive pone en peligro el rendimiento de la producción de alimentos y su valor nutricional. Esto, a su vez, podría alimentar la deforestación, aumentar los precios de los alimentos, amenazar los medios de vida locales y contribuir a las enfermedades y la mortalidad relacionadas con la alimentación. También puede provocar migraciones involuntarias a gran escala.
Está claro que la escala y el ritmo de la transición a una economía verde requieren nuevas tecnologías. Sin embargo, es probable que algunas de estas tecnologías tengan un nuevo impacto en los ecosistemas naturales, y las oportunidades de ‘probar los resultados sobre el terreno’ son limitadas”. (Ecosistemas naturales: el punto de no retorno ha pasado, p.31)
“La salud pública mundial está sometida a una presión cada vez mayor y los sistemas sanitarios de todo el mundo corren el riesgo de volverse inadecuados.
Dadas las crisis actuales, la salud mental también puede verse agravada por el aumento de factores de estrés como la violencia, la pobreza y la soledad.
Los sistemas sanitarios se enfrentan al agotamiento de los trabajadores y a una escasez persistente en un momento en que la consolidación fiscal corre el riesgo de desviar la atención y los recursos hacia otros ámbitos. En la próxima década, es probable que epidemias más frecuentes y generalizadas de enfermedades infecciosas, en un contexto de enfermedades crónicas, lleven a los agotados sistemas sanitarios al borde de la quiebra en todo el mundo. (...)
También se prevé que el cambio climático agrave la malnutrición por el aumento de la inseguridad alimentaria. El aumento de los niveles de dióxido de carbono en la atmósfera puede provocar deficiencias de nutrientes en las plantas, o incluso una absorción acelerada de minerales pesados, que se han relacionado con el cáncer, la diabetes, las cardiopatías y los trastornos del crecimiento”. (Salud humana: pandemia permanente y retos crónicos en capacidades, p.35)
“Una inversión de la tendencia a la desmilitarización aumentará el riesgo de conflicto, a una escala potencialmente más destructiva. La creciente desconfianza y suspicacia entre las potencias mundiales y regionales ya ha dado lugar a una redefinición de las prioridades del gasto militar y a un estancamiento de los mecanismos de no proliferación.
La extensión del poder económico, tecnológico y, en consecuencia, militar a múltiples países y actores está en el origen de la última iteración de una carrera armamentística mundial.
La proliferación de armas militares más destructivas y de nuevas tecnologías puede permitir nuevas formas de guerra asimétrica, que permitan a pequeñas potencias y a particulares tener un mayor impacto a escala nacional y mundial”. (Seguridad humana: nuevas armas, nuevos conflictos, p.38)
“Todas las preocupaciones emergentes sobre la oferta y la demanda de recursos naturales se están convirtiendo ya en un motivo creciente de inquietud. Los encuestados en el GRPS [Global Risks Perception Survey] identificaron fuertes relaciones y vínculos recíprocos entre las ‘crisis de los recursos naturales’ y los demás riesgos identificados en los capítulos anteriores.
El informe describe cuatro futuros potenciales centrados en la escasez de alimentos, agua, metales y minerales, todos los cuales podrían desencadenar una crisis humanitaria y ecológica: desde guerras por el agua y hambrunas hasta la continua sobreexplotación de los recursos ecológicos y la ralentización de la mitigación del cambio climático y la adaptación al mismo”. (Rivalidades por los recursos: cuatro futuros emergentes, p.57)].
La conclusión del informe nos da una imagen resumida de cómo será el mundo en 2030:
“La pobreza mundial, las crisis ligadas a los medios de subsistencia relacionadas con el clima, la malnutrición y las enfermedades relacionadas con la alimentación, la inestabilidad estatal y la migración involuntaria han aumentado, prolongando y ampliando la inestabilidad y las crisis humanitarias. (...)
La inseguridad alimentaria, energética e hídrica se están convirtiendo en factores de polarización social, disturbios civiles e inestabilidad política.
La sobreexplotación y la contaminación -la tragedia de los bienes comunes- se han extendido. El hambre ha vuelto a una escala nunca vista en el siglo pasado. La magnitud de las crisis humanitarias y medioambientales pone de manifiesto la parálisis y la ineficacia de los principales mecanismos multilaterales a la hora de abordar las crisis a las que se enfrenta el orden mundial, que se están convirtiendo en una espiral de policrisis que se autoperpetúan y agravan”.
El informe intenta en ciertos momentos no desesperar demasiado a sus lectores diciendo, por ejemplo:
“Algunos de los riesgos descritos en el informe de este año están cerca de un punto de inflexión. Ahora es el momento de actuar colectivamente, con decisión y con una perspectiva a largo plazo, para trazar un rumbo hacia un mundo más positivo, inclusivo y estable.” Pero, en conjunto, demuestra que los medios para “actuar colectivamente, con decisión” son inexistentes en el sistema actual.
En el texto de 1990, basábamos el desarrollo de nuestro análisis en la aparición o el agravamiento a escala mundial de toda una serie de manifestaciones mortíferas o caóticas de la vida social. Podemos recordarlas aquí para ver en qué medida la situación actual, tal como se presenta más arriba, ha acentuado y amplificado esas manifestaciones:
- “Multiplicación de las hambrunas en los países del 'tercer mundo'“.
- Transformación de este mismo 'tercer mundo' en una inmensa chabola y desarrollándose ese mismo fenómeno en el corazón de las grandes ciudades de los países 'avanzados'“.
- “Aumento de las catástrofes ‘accidentales’ y efectos humanos, sociales y económicos cada vez más devastadores de las catástrofes ‘naturales’”.
- “Degradación del medio ambiente (ríos muertos, vertidos en los océanos, aire irrespirable en las ciudades, contaminación radiactiva, efecto invernadero)”.
- “Desarrollo de epidemias”
- “La increíble corrupción que crece y florece en el aparato político de la clase dirigente”.
El fenómeno de la corrupción no se aborda en el informe del FEM (¡para no molestar a los corruptos!). Por ejemplo, la victoria de los talibanes en Afganistán y el avance de los grupos yihadistas en el Sahel deben mucho a la corrupción desenfrenada de los regímenes que estaban o siguen estando a su cabeza. En los países surgidos de la antigua Unión Soviética, empezando por Rusia y Ucrania, gobiernan estados mafiosos. Pero este fenómeno no perdona a los países más desarrollados, con todos los tejemanejes (que no son más que la punta del iceberg) revelados por los “papeles de Panamá” y otros organismos. Del mismo modo, los “petrodólares” entran a raudales en los países avanzados, sobre todo en Europa, para comprar la complacencia de los “responsables políticos de estos países” ante decisiones absurdas y perjudiciales como la adjudicación del Mundial de Fútbol a Qatar o (increíble pero cierto) ¡la adjudicación de los Juegos Asiáticos de Invierno a Arabia Saudí! Pero uno de los puntos álgidos se alcanzó cuando el vicepresidente del Parlamento Europeo, una institución que se supone, entre otras cosas, que lucha contra la corrupción, fue sorprendido con maletas de billetes provenientes de Qatar.
Por último, está claro que el terrible balance humano de los terremotos que sacudieron Turquía y Siria a principios de febrero es en gran medida el resultado de la corrupción que permitió a los promotores ignorar las normas oficiales antisísmicas para aumentar sus ganancias.
“La tendencia general es que la burguesía pierda el control sobre la conducción de sus políticas:
Como hemos visto, esta cuestión se trata con mucha cautela en el informe del FEM, sobre todo cuando se refiere a “un desafío existencial para los sistemas políticos de todo el mundo” y a “la elección de líderes menos centristas”.
Por último, las manifestaciones de descomposición identificadas en 1990 no se mencionan directamente en el informe del FEM (a menudo por razones “diplomáticas”) ni en nuestro texto de octubre de 2022, porque eran secundarias con respecto a la idea central de dicho texto: el considerable paso dado por la decadencia al entrar en la década de 2020...
“Un aumento permanente de la delincuencia, la inseguridad y la violencia urbana, en la que los niños están cada vez más implicados”:
Podemos citar dos ejemplos (entre muchos): los continuos asesinatos en masa en Estados Unidos y los recientes asesinatos de varios adolescentes a manos de otros adolescentes en Francia.
Desarrollo del nihilismo, del odio “sin futuro” y de la xenofobia”:
El auge del odio racista (a menudo en nombre de la religión) que es el caldo de cultivo sobre el que prosperan los populismos de extrema derecha (Nigel Farrage en el Reino Unido, Trump y sus “fans” en Estados Unidos, Le Pen en Francia, Meloni en Italia, etc.).
“Marea creciente de la droga, que afecta sobre todo a los jóvenes”:
No hay tregua en esta plaga ilustrada por el poder de las bandas de narcotraficantes como en México.
“Profusión de sectas, renacimiento del espíritu religioso, incluso en algunos países avanzados”:
Hoy en día hay muchos ejemplos del agravamiento de este fenómeno con el auge del:
- el salafismo, la versión más oscurantista del islam;
- el fanatismo cristiano de extrema derecha, ilustrado por la creciente influencia de los evangélicos, como en Estados Unidos y Brasil;
- un hinduismo beligerante y xenófobo en la India (el país más poblado del mundo);
- un “judaísmo combativo” de extrema derecha en Israel.
Evidentemente, el informe del FEM evita cuidadosamente mencionar estos fenómenos: hay que ser cortés con los participantes en el Foro de Davos, que representan a gobiernos cuya religión y fanatismo religioso son un instrumento político fundamental de su poder.
“Rechazo del pensamiento racional, coherente y construido, incluso por parte de ciertos círculos 'científicos'“:
Desarrollo reciente de la teoría de la conspiración, en particular en la época de la pandemia de Covid, a menudo asociada a la ideología de extrema derecha. Con una contrapartida, al otro lado del espectro político: el éxito creciente del “wokismo”, corriente originaria de las universidades americanas, cuyo “radicalismo” consiste en agruparse en pequeñas capillas “militantes” en torno a temas totalmente burgueses que pretenden “luchar contra el sistema”.
“Cada uno para sí”, atomización de los individuos”:
Un ejemplo dramático es el aislamiento de ancianos durante la pandemia, antes de que se utilizaran vacunas, sobre todo en residencias de ancianos. Y la angustia de las familias de los fallecidos.
Todos los pasajes entrecomillados están tomados de las tesis de 1990. Reflejan las características que ya estaban presentes en el mundo en aquella época, y en las que basamos nuestro análisis. La acumulación simultánea de todos estos acontecimientos catastróficos, y su gran cantidad, indicaban que se iniciaba un periodo cualitativamente nuevo en la historia de la decadencia del capitalismo. En las Tesis, la interacción entre varias de estas manifestaciones ya estaba presente. Sin embargo, en aquel momento, habíamos destacado sobre todo el origen común de estas manifestaciones que, en cierto modo, parecían desarrollarse en paralelo sin interactuar entre sí. En particular, constatamos que si bien, fundamentalmente, la crisis económica del capitalismo estaba en la raíz del fenómeno de descomposición de la sociedad, no se veía realmente afectada por las diferentes manifestaciones de esta descomposición.
- En el 22º Congreso, además de destacar la aparición de dos nuevas manifestaciones interrelacionadas de la descomposición, la inmigración masiva y el auge del populismo, señalamos que la economía empezaba a verse afectada por la descomposición (especialmente a través del auge del populismo), mientras que anteriormente se había mantenido relativamente a salvo. Hoy en día, esta interacción entre aspectos fundamentales de la situación mundial y de crucial importancia histórica está experimentando un auge espectacular y dramático. Nuestro texto de octubre de 2022, al igual que el informe del FEM, pone de relieve hasta qué punto estas diferentes manifestaciones son ahora interdependientes.
Así pues, a medida que nos adentramos en la década de 2020, y en particular en la de 2022, asistimos a una aceleración de la historia, a un nuevo agravamiento dramático de la descomposición que está llevando a la sociedad humana, e incluso a la especie humana -y así lo percibe un número cada vez mayor de personas-, a su destrucción.
Esta intensificación de las diversas convulsiones que experimenta el planeta, y su creciente interacción, constituyen una confirmación no sólo de nuestro análisis, sino también del método marxista en el que se basa, método que otros grupos del medio político proletario tienden a “olvidar” cuando rechazan nuestro análisis de la descomposición.
Parte II: El método marxista, una herramienta indispensable para comprender el mundo actual
Esta parte del informe, que publicamos a continuación, se ha visto ampliada por una serie de desarrollos que forman parte del método marxista de aprehensión de la realidad. No estaban explícitamente presentes en la versión presentada al congreso, pero la sustentan. El objetivo de este añadido es alimentar el debate público en defensa de la concepción marxista del materialismo frente a la concepción vulgar del materialismo defendida por la mayoría de los componentes del medio político proletario, en particular los damenistas y los bordiguistas.
La historia es la historia de la lucha de clases
En conjunto, los grupos del MPP han comprendido muy poco lo que queremos decir en nuestro análisis de la descomposición. El grupo que ha ido más lejos en la refutación de este análisis es el grupo bordiguista que publica Le Prolétaire en France. Ha dedicado dos artículos a nuestro análisis del auge del populismo en varios países y a su vínculo con el análisis de la descomposición (que califica de “famoso y fumoso”), de los que he aquí algunos extractos:
“Révolution Internationale nos explica las raíces de esta llamada ‘descomposición’: ‘la incapacidad actual de las dos clases fundamentales y antagónicas, la burguesía y el proletariado, para plantear su propia perspectiva (guerra mundial o revolución) ha engendrado una situación de ‘bloqueo momentáneo’ y de ‘putrefacción de la sociedad’. Los proletarios que ven cada día empeorar sus condiciones de explotación y deteriorarse sus condiciones de vida, se alegrarán de saber que su clase es capaz de bloquear a la burguesía e impedirle plantear sus ‘perspectivas’...” (LP 523)
“Negamos, pues, que la burguesía haya ‘perdido el control de su sistema’ políticamente y que la política llevada a cabo por los gobiernos de Gran Bretaña o Estados Unidos se deba a una misteriosa enfermedad llamada ‘populismo’ causada por el ‘hundimiento de la sociedad en la barbarie’.
Para decirlo en términos muy generales, estos giros (a los que podríamos añadir el avance de la extrema derecha en Suecia o Alemania, con el apoyo de una parte del establishment político burgués) tienen la función de responder a una necesidad de dominación burguesa, ya sea interna o externa, en una situación de acumulación de riesgos económicos y políticos a nivel internacional - y no algo que “perturbe el juego político con la consecuencia de una creciente pérdida de control del aparato político burgués sobre el terreno electoral”. (LP 530)
En cuanto a la idea de que el populismo correspondería a una auténtica política “realista” de la burguesía y controlada por ella, lo ocurrido en el Reino Unido en los últimos años debería hacer reflexionar a este grupo.
Como vemos, Le Prolétaire se toma la molestia de llegar al corazón de nuestro análisis: la situación de bloqueo entre las clases surgida tras el renacimiento histórico del proletariado mundial en 1968 (que no reconoció, al igual que el medio político proletario en su conjunto). De hecho, detrás de este malentendido se esconde una incomprensión y un rechazo de la noción de curso histórico, que se remonta a un desacuerdo que tenemos con los grupos surgidos del Partito de 1945.
Para estos bordiguistas, negar la existencia del período de descomposición significa negar el papel histórico fundamental desempeñado por la lucha entre las clases en el desarrollo de la situación mundial. En otras palabras, un alejamiento importante del método marxista. Reconocer el factor decisivo de la lucha de clases sólo en los momentos excepcionales en que el proletariado se manifiesta abiertamente en la escena mundial, es decir, cuando las capacidades de la clase obrera son evidentes para todos, es un indicio de la decadencia de los epígonos de la izquierda italiana.
El hecho de que la burguesía siempre, en todo momento, ya sea en períodos de derrota o de retroceso o en períodos de revolución, haya aprendido a tener en cuenta las disposiciones de la clase obrera fue conocido por el marxismo después de 1848, tras el sangriento aplastamiento de la insurrección del proletariado francés en junio de ese año. El 18 Brumario de Luis Bonaparte de Marx, que Engels siempre ha presentado como el ejemplo por excelencia de la aplicación del método del materialismo histórico a los acontecimientos mundiales, muestra que después de los acontecimientos de 1848, la burguesía se vio obligada, no obstante, a reconocer incluso a la clase obrera derrotada como su adversario histórico. Este reconocimiento fue un factor importante en el alineamiento de la clase dominante tras el golpe de Estado de Luis Bonaparte de 1852 y la represión de la facción republicana de la burguesía”5
Otro sucesor del Partito de 1945, la Tendencia Comunista Internacionalista (TCI, anteriormente llamado Buro Internacional para el Partido Revolucionario) también ha renunciado al ABC del materialismo histórico según el cual “la historia es la historia de la lucha de clases” y muestra con orgullo su ignorancia del actual periodo de descomposición del capitalismo mundial y de sus causas subyacentes que residen en el estado de los antagonismos de clase.
La TCI también intenta presentar nuestro análisis como no marxista e idealista:
“Tras el colapso de la URSS, la CCI declaró de repente que este colapso había creado una nueva situación en la que el capitalismo había alcanzado una nueva etapa, que denominó ‘descomposición’. En su incomprensión de cómo funciona el capitalismo, para la CCI casi todo lo que es malo -desde el fundamentalismo religioso hasta las numerosas guerras que han estallado desde el colapso del bloque del Este- no es más que la expresión del Caos y la Descomposición. Creemos que esto equivale a un abandono completo del terreno del marxismo, ya que estas guerras, al igual que las anteriores guerras de la fase decadente del capitalismo, son el resultado de este mismo orden imperialista. (...) La sobreproducción de capital y mercancías, provocada cíclicamente por la tendencia a la caída de la tasa de ganancia, conduce a crisis y contradicciones económicas que, a su vez, dan lugar a guerras imperialistas. En cuanto se ha devaluado lo suficiente el capital y se han destruido los medios de producción (mediante la guerra), puede comenzar un nuevo ciclo de producción. Desde 1973, nos encontramos en la fase final de una crisis de este tipo, y todavía no ha comenzado un nuevo ciclo de acumulación”. (Marxismo o idealismo - Nuestras diferencias con la CCI).
Uno se pregunta si los camaradas de la TCI (que piensan que fue a raíz del hundimiento del bloque del Este en 1989 cuando nos sacamos de repente de la chistera nuestro análisis de la descomposición) se han molestado en leer nuestro texto de base de 1990. En su introducción, somos muy claros: “Incluso antes de los acontecimientos del Este, la CCI ya había puesto de relieve este fenómeno histórico (véase en particular la Revista Internacional, nº 57)”. También es terriblemente superficial atribuirnos la idea de que “casi todo lo que es malo (...) no es más que la expresión del Caos y de la Descomposición”. Y se les ocurre una idea fundamental en la que creen que no habíamos pensado: “estas guerras, como las anteriores de la fase decadente del capitalismo, son el resultado de este mismo orden imperialista”. ¡Qué descubrimiento! Nunca hemos dicho nada diferente, pero la cuestión que se plantea, y que ellos no se plantean, es en qué contexto histórico general se inscribe hoy el orden imperialista. Para los militantes de la TCI, basta con destruir suficiente capital constante para que se inicie un nuevo ciclo de acumulación. Desde este punto de vista, la destrucción que tiene lugar hoy en Ucrania es una bendición para la salud de la economía mundial. Tenemos que hacer llegar este mensaje a los dirigentes económicos de la burguesía que, en el reciente Foro de Davos, se mostraron alarmados, como hemos visto, por las perspectivas del mundo capitalista y, en particular, por el impacto negativo de la guerra en Ucrania sobre la economía mundial. De hecho, quienes nos atribuyen una ruptura con el enfoque marxista harían bien en releer (o leer) los textos fundamentales de Marx y Engels y tratar de comprender el método que emplean. Si los propios hechos, la evolución de la situación mundial, confirman, día tras día, la validez de nuestro análisis es en gran parte porque se basa firmemente en el método dialéctico del marxismo (aunque no haya ninguna referencia explícita a este método ni citas de Marx o Engels en las tesis de 1990).
En su rechazo del análisis de la descomposición del capitalismo mundial, la TCI se distingue, y se avergüenza, por llevar también su hacha polémica, aunque roma, a otro pilar del método marxista del materialismo histórico que se resume en el prefacio de Marx a la “Contribución a la crítica de la economía política” de 1859 (y retomado en el primer punto de la plataforma de la CCI). Las relaciones de producción en cada formación social de la historia humana -relaciones que determinan los intereses y las acciones de las clases opuestas que han surgido de ellas- se transforman siempre de factores del desarrollo de las fuerzas productivas en una fase ascendente, en impedimentos negativos para estas mismas fuerzas en otra fase, creando la necesidad de una revolución social. Pero el período de descomposición, culminación de un siglo de decadencia del capitalismo como modo de producción, simplemente no existe para la TCI.
Aunque la TCI utiliza la expresión “fase de decadencia del capitalismo”, no ha comprendido lo que esta fase significa para el desarrollo de la crisis económica del capitalismo o las guerras imperialistas que se derivan de ella.
En la época de ascenso del capitalismo, los ciclos de producción -conocidos comúnmente como auges y crisis- eran el latido de un sistema en progresiva expansión. Las guerras limitadas de aquella época podían acelerar esta progresión mediante la consolidación nacional -como hizo la guerra franco-prusiana de 1871 para Alemania- o ganar nuevos mercados mediante la conquista colonial. La devastación de las dos guerras mundiales, la destrucción imperialista del periodo decadente y sus consecuencias expresan, por el contrario, la ruina del sistema capitalista y su estancamiento como modo de producción.
Para la TCI, sin embargo, la sana dinámica de acumulación capitalista del siglo XIX es eterna: para esta organización, los ciclos de producción no han hecho más que aumentar de tamaño. Y esto los lleva al absurdo de que un nuevo ciclo de producción capitalista podría fecundarse en las cenizas de una tercera guerra mundial6 Incluso la burguesía no es tan estúpidamente optimista sobre las perspectivas de su sistema y comprende mejor la era de catástrofes a la que se enfrenta.
La TCI puede ser “económicamente materialista”, pero no en el sentido marxista de analizar el desarrollo de las relaciones de producción en condiciones históricas que han cambiado fundamentalmente.
En 3 obras fundamentales del movimiento obrero, El Capital de Marx, La acumulación del capital de Rosa Luxemburgo y Estado y revolución de Lenin, encontramos un enfoque histórico de las cuestiones estudiadas. Marx dedica muchas páginas a explicar cómo el modo de producción capitalista, que ya dominaba plenamente la sociedad de su época, se desarrolló en el curso de la historia. Rosa Luxemburgo examina cómo plantearon la cuestión de la acumulación diversos autores anteriores, y Lenin hace lo propio con la cuestión del Estado. En este enfoque histórico, de lo que se trata es de tener en cuenta que las realidades que examinamos no son cosas estáticas, intangibles, que existen desde tiempos inmemoriales, sino que corresponden a procesos en constante evolución con elementos de continuidad, pero también y, sobre todo, de transformación e incluso de ruptura. Las tesis de 1990 intentan inspirarse en este enfoque presentando la situación histórica actual dentro de la historia general de la sociedad, la del capitalismo, y más concretamente de la historia de la decadencia de este sistema. Más concretamente, constatan las similitudes entre la decadencia de las sociedades precapitalistas y la de la sociedad capitalista, pero también, y sobre todo, las diferencias entre ellas, cuestión que está en el centro del inicio de la fase de descomposición en el seno de esta última: “Mientras que en las sociedades del pasado, las nuevas relaciones de producción destinadas a suceder a las relaciones de producción que se habían vuelto obsoletas podían desarrollarse a su lado, en el seno de la propia sociedad -lo que podía, en cierto modo, limitar los efectos y la amplitud de su decadencia-, la sociedad comunista, la única capaz de suceder al capitalismo, no puede en modo alguno desarrollarse en su seno; No hay, pues, ninguna posibilidad de regeneración de la sociedad sin el derrocamiento violento del poder de la clase burguesa y la extirpación de las relaciones de producción capitalistas”. (Tesis 1)
Por el contrario, el materialismo ahistórico de la TCI puede explicar todos los acontecimientos, todas las guerras, en todas las épocas, aplicando magicamente la misma fórmula: “ciclos de acumulación”. Este materialismo oracular, por explicarlo todo, no explica nada, y por eso no puede exorcizar el peligro del idealismo. Al contrario, las lagunas creadas por el materialismo vulgar deben llenarse con cemento idealista. Cuando no se pueden comprender ni explicar las condiciones reales de la lucha revolucionaria del proletariado, se necesita un deus ex-machina idealista para resolver el problema: “el partido revolucionario”. Pero éste no es el partido comunista que surge y se construye en condiciones históricas específicas, sino un partido mítico que puede ser inflado en cualquier período por la palabrería oportunista.
El componente dialéctico del materialismo histórico
Los epígonos de la izquierda italiana7, al criticar la existencia de un periodo de descomposición del capitalismo mundial, han tenido por tanto que intentar acabar con dos pilares fundamentales del método marxista del materialismo histórico. En primer lugar, el hecho de que la historia del capitalismo, como toda la historia anterior, es la historia de la lucha de clases, y, en segundo lugar, el hecho de que el papel determinante de las leyes económicas evoluciona con la evolución histórica de un modo de producción.
Hay un tercer requisito olvidado, implícito en los otros dos aspectos del método marxista: el reconocimiento de la evolución dialéctica de todos los fenómenos, incluido el desarrollo de las sociedades humanas, según la unidad de los contrarios, que Lenin describió como la esencia de la dialéctica en su trabajo sobre la cuestión durante la Primera Guerra Mundial. Mientras que los epígonos sólo ven el desarrollo en términos de repetición y aumento o disminución, el marxismo entiende que la necesidad histórica -el determinismo materialista- se expresa de forma contradictoria e interactiva, de modo que causa y efecto pueden cambiar de lugar y la necesidad se revela a través de un camino tortuoso.
Para el marxismo, la superestructura de las formaciones sociales, es decir, su organización política, jurídica e ideológica, nace sobre la base de la infraestructura económica y está determinada por ella. Así lo entendieron los epígonos. Sin embargo, se les escapa el hecho de que esta superestructura puede actuar como causa -si no como principio- además de como efecto. Engels, hacia el final de su vida, debió insistir en este punto preciso en una serie de cartas dirigidas en los años 1890 al materialismo vulgar de los epígonos de la época. Su correspondencia es de lectura absolutamente imprescindible para quienes niegan hoy que la descomposición de la superestructura capitalista pueda tener un efecto catastrófico sobre los fundamentos económicos del sistema.
“El desarrollo político, jurídico, filosófico, religioso, literario, artístico, etc. se basa en el desarrollo económico. Todos ellos reaccionan entre sí y sobre la base económica. No es cierto que la situación económica sea la única causa activa y que todo lo demás sea un efecto pasivo. Pero hay una acción recíproca sobre la base de la necesidad económica que siempre triunfa en última instancia”. (Engels a Borgius, 25 de enero de 1894).
En la fase final de la decadencia capitalista, su periodo de descomposición, el efecto retroactivo de la superestructura en descomposición sobre la infraestructura económica se acentúa cada vez más, como han demostrado vívidamente los efectos económicos negativos de la pandemia de Covid, el cambio climático y la guerra imperialista en Europa -excepto para los discípulos ciegos de Bordiga y Damen8
Marx no tuvo ocasión de exponer, como había previsto, su método, el que utilizó en particular en El Capital. Sólo menciona este método, muy brevemente, en el epílogo de la 2ª edición alemana de su libro. Por nuestra parte, sobre todo frente a las acusaciones, a menudo estúpidas, de grupos del medio político proletario (y más aún de los parásitos) de que nuestro análisis “no es marxista”, de que es “idealista”, nos corresponde subrayar la fidelidad del planteamiento de las tesis de 1990 al método dialéctico del marxismo, del que cabe recordar algunos elementos adicionales:
La transformación de la cantidad en calidad:
Es una idea que se repite con frecuencia en el texto de 1990. Las manifestaciones de descomposición pueden haber existido en la decadencia del capitalismo, pero hoy la acumulación de estas manifestaciones es la prueba de una transformación-ruptura en la vida de la sociedad, que señala la entrada en una nueva época de decadencia capitalista en la que la descomposición se convierte en el elemento decisivo. Este componente de la dialéctica marxista no se limita a los hechos sociales. Como señala Engels, en particular en Anti Dühring y en La dialéctica de la naturaleza, es un fenómeno que puede encontrarse en todos los ámbitos y que, además, ha sido aprehendido por otros pensadores. En Anti Dühring, por ejemplo, Engels cita a Napoleón Bonaparte diciendo (en resumen) “Dos mamelucos eran absolutamente superiores a tres franceses; (...) 1,000 franceses derribaban siempre a 1,500 mamelucos” como resultado de la disciplina que se hace efectiva cuando interviene un gran número de combatientes. Engels insistió también en que esta ley se aplicaba plenamente a las ciencias. Por lo que se refiere a la situación histórica actual y a la multiplicación de toda una serie de acontecimientos catastróficos, es dar la espalda a la dialéctica marxista (lo que es normal por parte de la ideología burguesa y de la mayoría de los “especialistas” académicos) no apoyarse en esta ley de la transformación de la cantidad en calidad, lo que es sin embargo el caso del medio político proletario en su conjunto, que intenta aplicar una causa específica y aislada a cada una de las manifestaciones catastróficas de la historia actual.
El todo no es la suma de sus partes:
Los diferentes componentes de la vida de la sociedad, aunque cada uno tenga una especificidad, aunque puedan incluso adquirir en ciertas circunstancias una autonomía relativa, están inter determinados dentro de una totalidad regida, “en última instancia” (pero sólo en última instancia, como dice Engels en la famosa carta a J. Bloch del 21 de septiembre de 1890), por el modo y las relaciones de producción y su evolución. Este es uno de los principales fenómenos de la situación actual.
Las diversas manifestaciones de la descomposición, que al principio podían parecer independientes pero cuya acumulación ya indicaba que habíamos entrado en una nueva época de decadencia capitalista, reverberan ahora cada vez más unas sobre otras en una especie de “reacción en cadena”, un “torbellino” que está dando a la historia la aceleración que estamos testimoniando (reconocida incluso por los “expertos” de Davos).
El rol decisivo del futuro
Por último, el préstamo a la dialéctica marxista del enfoque histórico, de este aspecto esencial del movimiento y de la transformación, está en el corazón de la idea central de nuestro análisis de la descomposición: “ningún modo de producción puede vivir, desarrollarse, mantenerse sobre bases viables, asegurar la cohesión social, si no es capaz de presentar una perspectiva al conjunto de la sociedad que domina. Esto es particularmente cierto en el caso del capitalismo como modo de producción más dinámico de la historia. (Tesis 5) Y precisamente hoy, ninguna de las dos clases fundamentales, la burguesía y el proletariado, puede, por el momento, ofrecer tal perspectiva a la sociedad.
Para los que nos llaman “idealistas”, es un verdadero escándalo afirmar que un factor ideológico, la ausencia de un proyecto de sociedad, puede tener un impacto importante en la vida de la sociedad. De hecho, están demostrando que el materialismo que reivindican no es más que un materialismo vulgar ya criticado por Marx en su época, especialmente en las Tesis sobre Feuerbach. Según ellos, las fuerzas productivas se desarrollan de manera autónoma. Y el desarrollo de las fuerzas productivas dicta por sí solo los cambios en las relaciones de producción y las relaciones de clase.
Desde su punto de vista, las instituciones y las ideologías, es decir, la superestructura, se mantienen mientras legitimen y preserven las relaciones de producción existentes. Quedan excluidos, por tanto, elementos como las ideas, la moral humana y la intervención política en el proceso histórico.
El materialismo histórico contiene, además de los factores económicos, otros factores como la riqueza natural y los factores contextuales. Las fuerzas productivas contienen mucho más que máquinas o tecnología. Contienen conocimientos, saber hacer y experiencia. De hecho, todo lo que hace posible o dificulta el proceso de trabajo. La forma de cooperación y asociación son en sí mismas fuerzas productivas, y son también un elemento importante en la transformación y el desarrollo económicos.
Los que podríamos llamar “antidialécticos”9 niegan la distinción entre las condiciones objetivas y subjetivas de la lucha revolucionaria. Derivan la capacidad de la clase simplemente de la defensa de sus intereses económicos inmediatos. Consideran que los intereses de clase del proletariado crearán su capacidad para realizar y defender estos intereses. Niegan las fuerzas que actúan para desorganizar sistemáticamente a la clase obrera, aniquilar sus capacidades, dividirla y oscurecer el carácter de clase de su lucha.
Como señaló Lenin, debemos hacer análisis concretos de la situación concreta. Y en la sociedad capitalista más desarrollada, se otorga un papel muy importante a la ideología, a un aparato que debe defender y justificar los intereses burgueses y dar estabilidad al sistema capitalista. Por eso Marx subrayaba que para que se produjera la revolución comunista debían darse sus condiciones objetivas y subjetivas. La primera condición es la capacidad de la economía para producir en abundancia suficiente para la población mundial. La segunda condición es un nivel suficiente de desarrollo de la conciencia de clase. Esto nos devuelve a nuestro análisis de la cuestión del “eslabón débil” y de la necesaria experiencia histórica expresada en la conciencia.
Los “deterministas” sacan el desarrollo de las fuerzas productivas de su contexto social. Tienden a negar TODA importancia a la superestructura ideológica, aunque lo nieguen. Las luchas obreras tienden a aparecer como una pura cuestión de reflejos. Se trata de una visión fundamentalmente fatalista, bien expresada en la idea de Bordiga de que “la revolución es tan segura como si ya hubiera tenido lugar”. Tal visión conduce a una sumisión pasiva, una sumisión que espera los efectos automáticos del desarrollo económico. En última instancia, no deja lugar a la lucha de clases como condición fundamental para cualquier cambio, en contradicción con la primera frase del Manifiesto Comunista: “La historia de todas las sociedades hasta nuestros días no ha sido más que la historia de las luchas de clases.”
La tercera tesis sobre Feuerbach nos da una buena idea del materialismo histórico y rechaza cualquier determinismo estricto:
“La teoría materialista de que los hombres son producto de las circunstancias y de la educación, y de que, por tanto, los hombres modificados son producto de circunstancias distintas y de una educación modificada, olvida que son los hombres, precisamente, los que hacen que cambien las circunstancias y que el propio educador necesita ser educado. Conduce, pues, forzosamente, a la sociedad en dos partes, una de las cuales está por encima de la sociedad (así, por ejemplo., en Robert Owen).
La coincidencia de la modificación de las circunstancias y de la actividad humana sólo puede concebirse y entenderse racionalmente como práctica revolucionaria.”.
La importancia del futuro en la vida de las sociedades humanas:
Nuestros detractores verán probablemente en esto una visión idealista, pero nosotros sostenemos que la dialéctica marxista asigna al futuro un lugar fundamental en la evolución y el movimiento de la sociedad. De los tres momentos de un proceso histórico -pasado, presente y futuro- es el futuro el que constituye el factor fundamental de su dinámica.
El papel del futuro es fundamental en la historia de la humanidad. Los primeros humanos que partieron de África para conquistar el mundo, y los aborígenes que partieron de Australia para conquistar el Pacífico, miraban al futuro en busca de nuevos medios de subsistencia. Es esta preocupación por el futuro la que impulsa el deseo de procrear, así como la mayoría de las religiones. Y ya que nuestros detractores necesitan ejemplos “muy económicos”, podemos citar dos del funcionamiento del capitalismo. Cuando un capitalista invierte, no lo hace con la vista puesta en el pasado, sino para obtener beneficios en el futuro. Del mismo modo, el crédito, que desempeña un papel tan fundamental en los mecanismos del capitalismo, no es otra cosa que una apuesta por el futuro.
El papel del futuro está omnipresente en los textos de Marx y del marxismo en general. Este papel se pone bien de relieve en este conocido pasaje de El Capital:
“Aquí, partimos del supuesto del trabajo plasmado ya bajo una forma en la que pertenece exclusivamente al hombre. Una araña ejecuta operaciones que semejan a las manipulaciones del tejedor, y la construcción de los paneles de las abejas podría avergonzar, por su perfección, a más de un maestro de obras. Pero, hay algo en que el peor maestro de obras aventaja, desde luego, a la mejor abeja, y es el hecho de que, antes de ejecutar la construcción, la proyecta en su cerebro. Al final del proceso de trabajo, brota un resultado que antes de comenzar el proceso existía ya en la mente del obrero; es decir, un resultado que tenía ya existencia ideal. El obrero no se limita a hacer cambiar de forma la materia que le brinda la naturaleza, sino que, al mismo tiempo, realiza en ella su fin, fin que él sabe que rige como una ley las modalidades de su actuación y al que tiene necesariamente que supeditar su voluntad.”
Evidentemente, este papel esencial del futuro en la sociedad es aún más fundamental para el movimiento obrero, cuyas luchas en el presente sólo cobran verdadero sentido en la perspectiva de la revolución comunista del futuro.
“La revolución social del siglo XIX [la revolución proletaria] no puede extraer su poesía del pasado, sino sólo del futuro”. (Marx, El 18 Brumario de Luis Bonaparte).
“Los sindicatos actúan útilmente como centros de resistencia a los atropellos del capital. Fracasan en parte en su propósito en cuanto hacen un uso imprudente de su poder. Pierden totalmente su objetivo cuando se limitan a una guerra de escaramuzas contra los efectos del régimen existente, en vez de trabajar al mismo tiempo por su transformación y utilizar su fuerza organizada como palanca para la emancipación definitiva de la clase obrera, es decir, para la abolición definitiva del trabajo asalariado.” (Marx, Salarios, precios y ganancias).
“Según Berstein, El objetivo final, sea cual sea, no es nada, el movimiento lo es todo. Pero, el objetivo final del socialismo es el único elemento decisivo que distingue al movimiento socialista de la democracia burguesa y del radicalismo burgués, el único elemento que, en lugar de dar al movimiento obrero la vana tarea de revocar el régimen capitalista para salvarlo, lo convierte en una lucha de clases contra ese régimen, por la abolición de ese régimen...” (Rosa Luxemburgo, ¿Reforma social o revolución?). (Rosa Luxemburgo, ¿Reforma social o revolución?)
“Qué hacer”, “Por dónde empezar” (Lenin)
Y es precisamente porque la sociedad actual está privada de este elemento fundamental, del futuro, de la perspectiva (que cada vez siente más gente, en particular los jóvenes), perspectiva que sólo el proletariado puede ofrecer, que se hunde en la desesperación y se pudre en la raíz.
Parte III: Perspectivas para el proletariado
El informe del FEM 2023 nos alerta de manera muy convincente sobre la extrema gravedad de la situación actual del mundo, que será aún peor en la década de 2030 “en ausencia de un cambio político o de inversiones significativas”. Al mismo tiempo, “pone de relieve la parálisis y la ineficacia de los principales mecanismos multilaterales frente a las crisis a las que se enfrenta el orden mundial” y constata la “divergencia entre lo que es científicamente necesario y lo que es políticamente oportuno”. En otras palabras, la situación es desesperada y la sociedad actual es definitivamente incapaz de invertir el curso de su destrucción, lo que confirma el título de nuestro texto de octubre de 2022: “La aceleración de la descomposición capitalista plantea abiertamente la cuestión de la destrucción de la humanidad”, del mismo modo que confirma plenamente el pronóstico ya contenido en nuestras tesis de 1990.
Al mismo tiempo, el informe se refiere varias veces a la perspectiva de un “malestar social generalizado” que “no se limitará a los mercados emergentes” (lo que significa que también afectará a los países más desarrollados) y que “plantea un desafío existencial a los sistemas políticos de todo el mundo”. ¡Nada menos! Para el FEM, y para la burguesía en general, este malestar social entra en la categoría negativa de “riesgos” y amenazas al “orden mundial”. Pero las previsiones del FEM añaden tímida e involuntariamente agua a nuestro propio análisis al señalar que el proletariado sigue representando una amenaza para el orden burgués. Al igual que la burguesía en su conjunto, el FEM no distingue entre las diversas perturbaciones sociales: todas ellas son un factor de “desorden” y “caos”. Y es cierto que algunos movimientos entran en esta categoría, como en el caso de la “primavera árabe”, por ejemplo. Pero en realidad, lo que más asusta a la burguesía, sin que lo diga abiertamente ni sea plenamente consciente de ello, es que algunos de estos “disturbios sociales” prefiguran el derrocamiento de su poder sobre la sociedad y el sistema capitalista: las luchas del proletariado.
Así, incluso a este respecto, el FEM ilustra nuestras tesis de 1990 y nuestro texto de octubre de 2022. Este último retoma la idea de que, a pesar de todas las dificultades que ha encontrado, el proletariado no ha perdido la partida, que “la perspectiva histórica sigue totalmente abierta” (tesis 17). Y nos recuerda que “a pesar del golpe asestado a la conciencia del proletariado por el hundimiento del bloque del Este, no ha sufrido ninguna derrota importante en el terreno de su lucha; en este sentido, su espíritu de lucha permanece prácticamente intacto. Pero, además, y éste es el elemento que determina en última instancia la evolución de la situación mundial, el mismo factor que está en el origen del desarrollo de la descomposición, de la agravación inexorable de la crisis del capitalismo, constituye el estímulo esencial de la lucha y del despertar de la clase, la condición misma de su capacidad para resistir al veneno ideológico de la putrefacción de la sociedad. En efecto, así como el proletariado no puede encontrar un terreno para la unidad de clase en las luchas parciales contra los efectos de la descomposición, su lucha contra los efectos directos de la propia crisis constituye la base del desarrollo de su fuerza y de su unidad de clase.” (Ibid.).
Además:
“la crisis económica, a diferencia de la descomposición social que concierne esencialmente a las superestructuras, es un fenómeno que afecta directamente a la infraestructura de la sociedad sobre la que descansan estas superestructuras; en este sentido, pone al desnudo las causas últimas de toda la barbarie que se abate sobre la sociedad, permitiendo así al proletariado tomar conciencia de la necesidad de cambiar radicalmente el sistema, y no de intentar mejorar ciertos aspectos del mismo.” (Ibid.).
Y, en efecto, hoy podemos constatar que, a pesar del peso de su descomposición (en particular el hundimiento del estalinismo) y del largo letargo que la afectó, la clase obrera sigue presente en el escenario de la historia y tiene la capacidad de retomar su combate, como lo demuestran en particular las luchas en el Reino Unido y en Francia (los dos proletariados que estuvieron detrás de la fundación de la AIT en 1864: ¡es un guiño de la historia!).
- En este sentido, si las diferentes manifestaciones de descomposición actúan negativamente sobre la lucha del proletariado y su conciencia (el peso del populismo, del interclasismo, de las ilusiones democráticas), hoy tenemos una nueva confirmación de que sólo los ataques directamente económicos permiten al proletariado movilizarse en su terreno de clase y que estos ataques, que se están desencadenando en este momento y que se agravarán aún más, crean las condiciones para un desarrollo significativo de las luchas obreras a escala internacional. Así, debemos subrayar lo que está escrito en el texto de octubre 2022:
- “Los años 20 del siglo XXI tendrán pues, en este contexto, una importancia considerable en el desarrollo histórico. Mostrarán aún más claramente que en el pasado la perspectiva de destrucción de la humanidad que encierra la descomposición capitalista. En el otro extremo, el proletariado comenzará a dar sus primeros pasos, como lo hizo con la combatividad de las luchas en Gran Bretaña, para defender sus condiciones de vida frente a la multiplicación de los ataques de todas las burguesías y los golpes de la crisis económica mundial con todas sus implicaciones. Estos primeros pasos serán a menudo vacilantes y llenos de debilidades, pero son esenciales para que la clase obrera pueda reafirmar su capacidad histórica de imponer su perspectiva comunista. Así, los dos polos de la perspectiva se opondrán ampliamente en la alternativa: destrucción de la humanidad o revolución comunista, aunque esta última alternativa esté aún muy lejos y se enfrente a enormes obstáculos.”
El camino que tiene por delante el proletariado es, en efecto, extremadamente largo y difícil. Por una parte, tendrá que enfrentarse a todas las trampas que la burguesía pondrá en su camino, y ello en una atmósfera ideológica envenenada por la descomposición de la sociedad capitalista que obstaculiza constantemente la lucha y la conciencia del proletariado:
- “la acción colectiva, la solidaridad, se enfrentan a la atomización, al ‘cada uno para sí’ y al “ingenio individual”;
- la necesidad de organización se enfrenta a la descomposición social, a la ruptura de las relaciones en las que se basa toda la vida en sociedad;
- la confianza en el futuro y en las propias fuerzas se ve constantemente minada por la desesperación general que invade la sociedad, por el nihilismo, por el ‘no hay futuro’;
- la conciencia, la lucidez, la coherencia y la unidad del pensamiento, el gusto por la teoría, deben encontrar un camino difícil en medio de la huida hacia las quimeras, las drogas, las sectas, el misticismo, el rechazo de la reflexión y la destrucción del pensamiento que caracterizan nuestra época”. (Tesis 13)
Las tesis de 1990 insisten en estas dificultades. Subrayan en particular que “es (...) fundamental comprender que cuanto más retrase el proletariado el derrocamiento del capitalismo, mayores serán los peligros y los efectos nefastos de la descomposición”. (Tesis 15).
“De hecho, hay que señalar que hoy, a diferencia de la situación de los años 70, el tiempo ya no está del lado de la clase obrera. Mientras la amenaza de destrucción de la sociedad estaba representada únicamente por la guerra imperialista, el simple hecho de que las luchas del proletariado pudieran mantenerse como un obstáculo decisivo a tal desenlace bastaba para bloquear el camino hacia esta destrucción. Por otra parte, a diferencia de la guerra imperialista que, para desencadenarse, requiere la adhesión del proletariado a los ideales de la burguesía, la descomposición no necesita el alistamiento de la clase obrera para destruir la humanidad. De hecho, al igual que no pueden oponerse al colapso económico, las luchas del proletariado en este sistema tampoco son capaces de actuar como freno a la descomposición. En estas condiciones, incluso si la amenaza de descomposición para la vida de la sociedad parece ser más a largo plazo que la que podría provenir de una guerra mundial (si se dieran las condiciones para esta última, lo que no es el caso hoy), es por otra parte mucho más insidiosa. Para poner fin a la amenaza de descomposición, ya no bastan las luchas obreras para resistir a los efectos de la crisis: sólo la revolución comunista puede superar semejante amenaza”. (Tesis 16).
La brutal aceleración de la descomposición a la que asistimos hoy, que hace cada vez más amenazadora la perspectiva de la destrucción de la humanidad, incluso a los ojos de los sectores más lúcidos de la burguesía, es la confirmación de este análisis. Y como sólo la revolución comunista puede poner fin a la dinámica destructiva de la descomposición y a sus efectos cada vez más deletéreos, esto puede dar una idea de la dificultad del camino que conduce al derrocamiento del capitalismo. Un camino en el que las tareas a las que se enfrenta el proletariado son considerables. En particular, tendrá que reapropiarse plenamente de su identidad de clase, gravemente afectada por la contrarrevolución y las diversas manifestaciones de su descomposición, en particular el hundimiento de los regímenes llamados “socialistas”. Tendrá también, y esto es igualmente fundamental, que reapropiarse de su experiencia pasada, lo cual es una tarea inmensa dado lo mucho que esta experiencia ha sido olvidada por los proletarios. Esta es una responsabilidad fundamental de la vanguardia comunista: contribuir decisivamente a esta reapropiación por el conjunto de la clase de las lecciones de más de siglo y medio de lucha proletaria.
Las dificultades a las que se enfrenta el proletariado no desaparecerán con el derrocamiento del Estado capitalista en todos los países. Siguiendo a Marx, hemos insistido a menudo en la inmensidad de la tarea que espera a la clase obrera durante el periodo de transición del capitalismo al comunismo, una tarea desproporcionada con respecto a todas las revoluciones del pasado, ya que se trata de pasar del “reino de la necesidad al reino de la libertad”. Y está claro que cuanto más tarde en realizarse la revolución, más inmensa será la tarea: día tras día, el capitalismo destruye un poco más del planeta y, en consecuencia, las condiciones materiales para el comunismo. Es más, la toma del poder por el proletariado seguirá a una terrible guerra civil, aumentando la devastación de todo tipo ya causada por el modo de producción capitalista incluso antes del período revolucionario. En este sentido, la tarea de reconstrucción de la sociedad que tendrá que llevar a cabo el proletariado será incomparablemente más gigantesca que la que habría tenido que realizar si hubiera tomado el poder durante la oleada revolucionaria de la primera posguerra. Del mismo modo, aunque la destrucción de la Segunda Guerra Mundial ya era considerable, sólo afectó a los países implicados en la contienda, lo que permitió reconstruir la economía mundial, sobre todo porque la principal potencia industrial, Estados Unidos, se libró de esta destrucción. Pero hoy es todo el planeta el que está preocupado por la creciente destrucción de todo tipo causada por el capitalismo moribundo. Por consiguiente, debemos tener claro que la toma del poder por la clase obrera a escala mundial no garantizará por sí misma que pueda cumplir su tarea histórica de instaurar el comunismo. El capitalismo, al permitir un enorme desarrollo de las fuerzas productivas, ha creado las condiciones materiales para el comunismo, pero la decadencia de este sistema, y su descomposición, podrían socavar estas condiciones legando al proletariado un planeta completamente devastado e irrecuperable.
Por lo tanto, es responsabilidad de los revolucionarios poner de relieve las dificultades a las que se enfrentará el proletariado en el camino hacia el comunismo. Su papel no es ofrecer consuelo para no desesperar a la clase obrera. La verdad es revolucionaria, como decía Marx, por terrible que sea.
Dicho esto, si logra tomar el poder, el proletariado dispondrá de una serie de bazas para cumplir su tarea de reconstruir la sociedad.
Por un lado, podrá poner a su servicio los formidables progresos realizados por la ciencia y la tecnología durante el siglo XX y las dos décadas del siglo XXI. El informe del FEM se refiere a estos avances precisando que se trata de “tecnologías de doble uso (civil y militar)”. Una vez que el proletariado haya tomado el poder, el uso militar ya no será necesario, lo que representa un avance considerable, ya que es evidente que hoy en día la esfera militar representa la mayor parte (junto con muchos otros gastos improductivos) de los beneficios aportados por el progreso tecnológico.
Más globalmente, la toma del poder por el proletariado deberá conducir a una liberación sin precedentes de las fuerzas productivas aprisionadas por las leyes del capitalismo. No sólo se eliminará la enorme carga de los gastos militares e improductivos, sino también el monstruoso despilfarro que representa la competencia entre los diversos sectores económicos y nacionales de la sociedad burguesa y la fenomenal infrautilización de las fuerzas productivas (obsolescencia programada, desempleo masivo, ausencia o deficiencia de los sistemas educativos, etc.).
Pero la principal ventaja del proletariado en este período de transición-reconstrucción no será tecnológica ni estrictamente económica. Será fundamentalmente política. Si el proletariado consigue tomar el poder, significará que ha alcanzado un nivel muy alto de conciencia, organización y solidaridad durante el periodo de confrontación con el Estado capitalista y la guerra civil contra la burguesía. Estos logros tendrán un valor incalculable a la hora de afrontar los inmensos retos que tenemos por delante. Sobre todo, el proletariado podrá contar con el futuro, ese elemento fundamental en la vida de la sociedad, cuya ausencia en la sociedad actual está en el corazón de su decadencia.
En su Informe sobre Desarrollo Humano 2021/2022, publicado el pasado mes de octubre y titulado “Tiempos inciertos, vidas inestables”, dice:
“Nuevas capas de incertidumbre están interactuando para crear nuevos tipos de incertidumbre -un nuevo complejo de incertidumbres- nunca antes visto en la historia de la humanidad. Además de la incertidumbre cotidiana a la que las personas se han enfrentado desde tiempos inmemoriales, ahora navegamos por aguas desconocidas, atrapados en tres corrientes cruzadas volátiles:
- El peligroso cambio planetario del Antropoceno.
- La continuación de transformaciones sociales a gran escala, como la Revolución Industrial.
- Los vaivenes de las sociedades polarizadas. (...)
Las crisis mundiales se han ido acumulando: la crisis financiera mundial, la actual crisis climática mundial y la pandemia de Covid-19, una inminente crisis alimentaria mundial. Hay una sensación persistente de que el control que tenemos sobre nuestras vidas se está esfumando, de que las normas e instituciones en las que solíamos confiar para la estabilidad y la prosperidad no están a la altura del complejo de incertidumbre actual”
Como vemos, este informe de la ONU va en la misma dirección que el del FEM. En cierto modo, va incluso más allá, ya que considera que la Tierra ha entrado en un nuevo periodo geológico como consecuencia de la acción humana, que comenzó en el siglo XVII y que denomina Antropoceno y que nosotros llamamos capitalismo. Sobre todo, subraya la profunda desesperación, el “no futuro” que invade cada vez más a la sociedad (lo que ellos llaman el “complejo de incertidumbre”).
Justamente, el hecho de que la revolución proletaria devuelva a la sociedad humana un futuro que ha perdido va a ser un factor poderoso en la capacidad de la clase obrera para alcanzar finalmente la “tierra prometida” del comunismo tras no 40 años, sino bastante más de un siglo de “travesía por el desierto”.
CCI, 11-junio-2023
1 TESIS SOBRE LA DESCOMPOSICION: La descomposición, fase última de la decadencia del capitalismo | Corriente Comunista Internacional (internationalism.org)
2 Informe sobre la descomposición hoy (mayo de 2017) | Corriente Comunista Internacional (internationalism.org)
3 Las conclusiones principales del Foro de Davos 2023 - Lean Compacting Company (lcc.eco).
4 Los años 20 del Siglo XXI: La aceleración de la descomposición capitalista plantea abiertamente la cuestión de la destrucción de la humanidad | Corriente Comunista Internacional (internationalism.org)
5 “El instinto les enseñaba que, aunque la república había coronado su dominación política, al mismo tiempo socavaba su base social, ya que ahora se enfrentaban con las clases sojuzgadas y tenían que luchar con ellas sin ningún género de mediación, sin poder ocultarse detrás de la corona, sin poder desviar el interés de la nación mediante sus luchas subalternas intestinas y con la monarquía. Era un sentimiento de debilidad el que las hacía retroceder temblando ante las condiciones puras de su dominación de clase y suspirar por las formas más incompletas, menos desarrolladas y precisamente por ello menos peligrosas de su dominación.” (El 18 brumario de Luis Bonaparte, Capítulo III). K. Marx (1852): El 18 brumario de Luis Bonaparte, Cap. I (marxists.org)
6 Este cambio cualitativo (y no sólo cuantitativo) fundamental en la vida del capitalismo se pone claramente de relieve en el Manifiesto de la Internacional Comunista (marzo de 1919): “Si la sujeción absoluta del poder político al capital financiero ha conducido a la humanidad a la carnicería imperialista, esta carnicería ha permitido al capital financiero no sólo militarizar al máximo el Estado, sino militarizarse a sí mismo, de modo que ya no puede cumplir sus funciones económicas esenciales más que a hierro y sangre. (...) La nacionalización de la vida económica, a la que tanto se opone el liberalismo capitalista, es un hecho consumado. Ya no es posible volver a la libre competencia, sino sólo a la dominación de los trusts, los sindicatos y demás pulpos capitalistas.” (Cuadernos-PyP-43.pdf (marxists.org)). Pero, evidentemente, los camaradas de la TCI no conocen este documento; a menos que no estén de acuerdo con esta posición fundamental de la IC lo que deberían decir claramente.
7 Nos permitimos utilizar este término porque los descendientes del Partito de 1945 han dado la espalda a la obra teórica revolucionaria de Bilan, la izquierda italiana en el exilio, en los años 1930
8 Otra carta de Engels sobre el tema del método marxista parece perfectamente adaptada a estos epígonos: “Lo que les falta a todos estos señores es la dialéctica. Siempre ven aquí sólo la causa, allí sólo el efecto. Que se trata de una abstracción vacía, que en el mundo real tales antagonismos polares metafísicos sólo existen en las crisis, sino que todo el gran curso de las cosas se produce en forma de acción y reacción de fuerzas, sin duda muy desiguales, -de las cuales el movimiento económico es con mucho la fuerza más poderosa, la más inicial, la más decisiva, que aquí no hay nada absoluto y que todo es relativo, todo eso, qué esperas, no lo ven; para ellos Hegel no existió.... “(Engels a Conrad Schmidt, 27 de octubre de 1890)
9 Hay que distinguir la dialéctica objetiva marxista de la dialéctica vacía y subjetiva de las diversas corrientes del anarquismo y del modernismo, que siguen confundidas a la hora de encontrar contradicciones por todas partes. Pueden reconocer perfectamente algunos fenómenos de descomposición, pero se niegan característicamente a ver la causa última y la lógica del período de descomposición en la bancarrota económica del sistema capitalista. Para ellos, la dialéctica histórica objetiva es un anatema, porque les privaría de su principal preocupación, a saber, la preservación dogmática de su libertad de opinión individual. Si el factor económico se trata como uno más entre otros de igual importancia, su dialéctica sigue siendo subjetiva, antihistórica y, como los epígonos de la izquierda italiana, incapaz de captar la trayectoria de los acontecimientos