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La segunda parte de este artículo está dedicada a ver cómo la Alianza de Bakunin es utilizada para tomar el control de la Iª Internacional o Asociación internacional de los trabajadores (AIT), con el fin de destruirla. Trataremos de mostrar, lo más concretamente posible, las tácticas empleadas contra el movimiento obrero, basándonos en los análisis hechos por la Internacional. Estamos convencidos de que identificar las tácticas de la burguesía y del parasitismo, sacando lecciones del combate contra Bakunin, es indispensable para la defensa del medio revolucionario de hoy.
En la primera parte de esta serie ([1]) ya mostramos que la famosa lucha en el seno de la AIT, que condujo a la exclusión de Bakunin y a la condena de su «Alianza secreta de la democracia socialista», era mucho más que una lucha del marxismo contra el anarquismo. Era una lucha a muerte entre quienes se dedicaban a la construcción del partido revolucionario del proletariado y todos aquellos que sólo buscaban su destrucción. Estos últimos, no sólo estaban integrados por los anarquistas declarados, sino por toda una serie de variantes muy diversas del parasitismo organizacional. El fin de la Alianza secreta de Bakunin era, ni más ni menos que tomar el control de la A.I.T., a través de una conjura oculta, con el objetivo de destruir su naturaleza proletaria.
En esta tentativa, los bakuninistas estaban apoyados por toda una serie de elementos burgueses, pequeño burgueses y desclasados que existían dentro de las diferentes secciones de la Internacional aún sin compartir sus fines. Entre bastidores, eran las propias clases dominantes las que alentaban la conjura. Alentaban y manipulaban a Bakunin y sus adeptos, a menudo sin que ellos lo supieran. La prensa burguesa se hacía eco de las campañas de calumnias de la Alianza contra Marx y el Consejo general, poniendo por las nubes «el espíritu de libertad» de los anarquistas que condenaban «los métodos dictatoriales» de los marxistas. Sus espías y agentes provocadores enviados para infiltrarse en la AIT, hacían todo lo que estaba en sus manos para apoyar a Bakunin y sus aliados parásitos, tanto dentro como fuera de la Asociación. La policía política hacía bien su trabajo contra los Estatutos de la Internacional, deteniendo a militantes para garantizar las maniobras de la Alianza. La burguesía utilizó conjuntamente contra la AIT su policía, sus tribunales, sus cárceles, y más adelante sus pelotones de ejecución. Pero esas no eran sus armas más peligrosas. En efecto, el Congreso de La Haya mostró que «cuanto más ha aumentado las persecuciones, más se ha reforzado la organización de los trabajadores que es la AIT» ([2]).
El arma más peligrosa de la burguesía consistía, precisamente, en la tentativa de destruir desde dentro a la AIT a través de la infiltración, la manipulación y la intriga. Esta estrategia consistía en sembrar la sospecha, la desmoralización, las divisiones y fracturas en el seno de una organización proletaria para abocarla a que ella misma se destruyera. Mientras que la represión corre siempre el riesgo de provocar la solidaridad de la clase obrera con sus víctimas, la destrucción desde su interior no solo destruye un partido o a un grupo proletario sino que arruina su reputación, lo elimina de la memoria colectiva y de las tradiciones de la clase obrera. Es más, trata de calumniar la disciplina organizativa presentándola como una «dictadura», y denigrar la lucha contra la infiltración policiaca, el combate contra las ansias de poder destructivas de los elementos desclasados de las clases dominantes y la resistencia contra el individualismo pequeño burgués presentándolos como manifestaciones de una «eliminación burocrática de los rivales».
Antes de mostrar como acometió la burguesía su trabajo de denigración y destrucción, con la ayuda del parasitismo político y, en particular, de Bakunin, queremos recordar brevemente el profundo miedo que la AIT inspiraba a la burguesía.
La burguesía se siente amenazada por la AIT
El Informe del Consejo general al Vº Congreso anual de la Asociación internacional de los trabajadores de La Haya, en septiembre de 1872, escrito justo tras la derrota de la Comuna de París, declaraba: «Después de nuestro último congreso, celebrado en Basilea, dos grandes guerras han transformado el aspecto de Europa: la guerra franco-alemana y la guerra civil en Francia. Pero una tercera guerra ha precedido a estas dos, las ha acompañado y continúa después de ellas: es la guerra contra la Asociación internacional de trabajadores».
Los miembros parisinos de la Internacional fueron arrestados la víspera del plebiscito que sirvió a Luis Napoleón a preparar su guerra contra Prusia, el 29 de abril de 1870, so pretexto de que habían tomado parte en una pretendida conjura organizada para asesinar a Luis Bonaparte. Al mismo tiempo, los miembros de la Internacional eran detenidos en Lyón, Ruán, Marsella, Brest y otras.
«Hasta la proclamación de la República, los miembros del Consejo general estuvieron detenidos. Mientras tanto, los demás miembros de la Asociación eran considerados diariamente por el populacho como espías prusianos.
Cuando, con la capitulación de Sedán, el Segundo Imperio terminó, como había comenzado, con una comedia, la guerra franco-alemana entró en su segunda fase. Se convirtió en una guerra contra el pueblo francés (...) Desde este momento se vio obligada a combatir no solamente contra la República francesa, sino también, al mismo tiempo, contra la Internacional en Alemania» ([3]).
«Si la lucha contra la Internacional había estado localizada hasta entonces, primero en Francia, desde la época del plebiscito hasta la caída del Imperio, después en Alemania, durante toda la resistencia de la república contra Prusia, la lucha se hizo general a partir de la sublevación y después de la caída de la Comuna de París. El 6 de Junio de 1871, Jules Favre envió su circular a las potencias extranjeras, en la que pedía la extradición de los miembros de la Comuna como criminales de derecho común y llamaba a una cruzada contra la Internacional, tratada de enemiga de la familia, de la religión, del orden y de la propiedad, tan fielmente representados en su propia persona» ([4]).
A continuación, sigue una nueva ofensiva de la burguesía, coordinada internacionalmente, para destruir a la AIT. Los cancilleres austro-húngaro y alemán, Beust y Bismarck, celebran dos «reuniones en la cumbre» dedicadas casi por completo a perfilar los medios para esa destrucción. Los tribunales austriacos, por ejemplo, condenan a trabajos forzados a los jefes del partido proletario en Julio de 1870 decretando que: «La Internacional tiene como principal objetivo la emancipación de la clase obrera del dominio de la clase poseedora y de la dependencia política. Esta emancipación es inconciliable con las instituciones actuales del Estado en Austria. De esta forma, quien adopta y difunde los principios del programa de la Internacional inicia una acción que prepara la ruina del Gobierno austriaco y, por tanto, se convierte en culpable de alta traición» ([5]).
En los últimos días de la Comuna de París, todos los sectores de la clase dominante habían comprendido el peligro mortal que representaba para su dominación la organización socialista internacional. Aunque la AIT no tuvo un papel dirigente en los sucesos de la Comuna de París, la burguesía era totalmente consciente de que su surgimiento, la primera tentativa de la clase obrera de destruir el Estado burgués y sustituirlo por su propia dominación de clase, no habría sido posible sin la autonomía y madurez políticas y organizativas del proletariado, una madurez que se plasmaba en la AIT.
Más aún, la amenaza política que la mera existencia de la AIT suponía para la dominación del capital a largo plazo, explica en gran medida la furia con la que el Estado francés y alemán reprimieron conjuntamente a la Comuna de París.
Tras la Comuna de París: la burguesía trata de romper y desprestigiar a la AIT
De hecho, como Marx y Engels comenzaban a comprender, justamente en el momento del famoso Congreso de La Haya en 1872, la derrota de la Comuna y del proletariado francés en su conjunto, significaba el comienzo del fin para la AIT. La asociación de sectores decisivos de obreros de Europa y América, fundada en 1864, no era una creación artificial, sino el producto del ascenso de la lucha de clases en aquella época. El aplastamiento de la Comuna significaba el fin de esa oleada de luchas y abría un período de derrota y desorientación política. Como tras las derrotas de las revoluciones de 1848-49, cuando la Liga de los comunistas había sido víctima de una desorientación semejante y muchos de sus miembros se negaban a reconocer que había acabado el periodo revolucionario, la AIT entró en un período de declive tras 1871. En esa situación, la preocupación principal de Marx y Engels era lograr que la AIT terminara su trabajo en buen orden. En esa perspectiva proponen que el Congreso de La Haya transfiera el Consejo general a Nueva York, donde estaría a salvo de la represión y de las disensiones internas. Lo que querían era, ante todo, preservar la reputación de la Asociación, defender sus principios políticos y organizativos, de tal modo que pudieran ser transmitidos a las futuras generaciones de revolucionarios. En particular, la experiencia de la AIT debía servir de base para la construcción de una Segunda internacional en cuanto las condiciones objetivas lo permitieran.
Pero las clases dominantes no podían permitir que la AIT se replegase en orden y transmitiera a las futuras generaciones proletarias las enseñanzas de estos primeros pasos en la construcción de una organización internacional estatutariamente centralizada. La matanza de los obreros de París daba la señal: había que llevar hasta sus últimas consecuencias toda la labor de zapa interna, que ya se había comenzado antes de la Comuna, y desprestigiar a la AIT. Los representantes más inteligentes de las clases dominantes temían que la AIT quedase para la historia como un momento decisivo en la adopción del marxismo por el movimiento obrero. Bismarck, que era uno de los representantes más inteligentes de los explotadores, había apoyado secretamente, y a veces abiertamente, a los lassalianos en los años 1860 en el movimiento obrero alemán, con el objetivo de combatir el desarrollo del marxismo. Pero, como veremos más adelante, hubo otros que también se le unieron para desorientar y hacer naufragar a la vanguardia política de la clase obrera.
La Alianza de Bakunin fundada para atacar a la AIT
«La Alianza de la democracia socialista fue fundada por M. Bakunin a finales de 1868. Era una sociedad internacional que pretendía funcionar, al mismo tiempo, dentro y fuera de la Asociación internacional de trabajadores. Se componía de miembros de ésta que reclamaban el derecho a participar en todas sus reuniones, pero sin embargo pretendía reservarse el derecho de tener grupos locales, federaciones nacionales y organizar sus congresos particulares, en paralelo a los de la Internacional. En otros términos, la Alianza, desde el principio, pretendía ser una especie de aristocracia dentro de nuestra Asociación, un cuerpo de élite con un programa propio y privilegios particulares» ([6]).
Bakunin había fracasado en su proyecto original de unificar la AIT y la «Liga de la paz y la libertad», bajo su propio control, ya que sus propuestas habían sido rechazadas por el Congreso general de la AIT en Bruselas. Bakunin explica, en los siguientes términos, esa derrota a uno de sus amigos burgueses de la Liga: «Yo no podía prever que el Congreso de la Internacional nos iba a responder con un insulto tan grosero como pretencioso, pero esto es debido a las intrigas de cierta pandilla de alemanes que detesta a los rusos» ([7]).
Nicolai Utin, en su Informe al Congreso de La Haya, señala respecto a esta carta uno de los aspectos centrales de la política de Bakunin: «Esto prueba que las calumnias del Bakunin contra el ciudadano Marx, contra los alemanes y contra toda la AIT, ya databan de aquella época, cuando no de antes, que la acusaba ya entonces y a priori -pues Bakunin en esos momentos ignoraba completamente tanto la organización como la actividad de la Asociación- de ser una marioneta ciega en manos del ciudadano Marx y de la camarilla de los alemanes (que sería más tarde tachada de camarilla autoritaria y bismarkiana por los seguidores de Bakunin), de esa época data también el rencor de Bakunin contra el Consejo general y contra algunos de sus miembros en particular» ([8]).
Ante semejante fracaso Bakunin cambia de táctica y pide que se le admita en la AIT, pero no cambia para nada su estrategia de base: «Para hacerse reconocer como jefe de la Internacional le era preciso presentarse como jefe de otro ejército cuya dedicación absoluta a su persona había de asegurarse mediante una organización secreta. Después de haber implantado abiertamente su Asociación en la Internacional, contaba con extender sus ramificaciones en todas las secciones y acaparar por ese medio su dirección absoluta. Aparentemente ésta no era más que una sociedad pública que, aunque metida enteramente en la Internacional, debía, no obstante, tener una organización internacional distinta, un comité central, burós nacionales y secciones independientes de nuestra Asociación; junto a nuestro congreso anual, la Alianza debería celebrar públicamente el suyo. Pero esta Alianza pública ocultaba otra que, a su vez, era dirigida por la Alianza, aún más secreta, de los Hermanos internacionales, los Cien guardias del dictador Bakunin» ([9]).
Sin embargo, la primera petición de admisión de la Alianza fue rechazada a causa de su práctica organizativa no conforme con los estatutos de la Asociación. «El Consejo General se niega a admitir a la Alianza mientras conserve su carácter internacional distinto, y promete admitirla solo a condición de que disuelva su organización internacional particular, que sus secciones se conviertan en simples secciones de nuestra Asociación y que el Consejo sea informado del lugar y los efectivos numéricos de cada nueva sección» ([10]).
El Consejo general insistía particularmente en este último punto para evitar que la Alianza se infiltrase secretamente en la AIT con un nombre diferente. La Alianza respondió: «La cuestión de la disolución está ya resuelta. Hemos notificado esta decisión a los diferentes grupos de la Alianza, les hemos invitado, siguiendo nuestro ejemplo, a constituirse en secciones de la AIT y a hacerse reconocer como tales por ustedes o por el Consejo federal de la Asociación en sus respectivos países» ([11]).
Pero la Alianza no hizo nada de eso. Sus secciones locales no declararon nunca su sede ni su fuerza numérica, es más, nunca plantearon su candidatura en nombre propio. «La sección en Ginebra es la única que pide afiliarse. No hemos vuelto a oír hablar de las supuestas secciones de la Alianza. De hecho, a pesar de las intrigas coyunturales de los aliancistas que tienden a imponer su programa especial a toda la Internacional y a asegurarse el control de nuestra asociación, nos hicieron creer que la Alianza había cumplido su palabra y se había disuelto. Pero el pasado mes de mayo, el Consejo general ha recibido indicaciones precisas que nos hacen concluir que la Alianza ni siquiera ha comenzado a disolverse. A pesar de haber dado solemnemente su palabra, ha existido y continúa existiendo bajo la forma de una sociedad secreta y utiliza esa organización clandestina para continuar con su objetivo de siempre: asegurarse el control completo de la Internacional» ([12]). De hecho, en el momento en que la Alianza declara su disolución, el Consejo general no disponía de pruebas suficientes para justificar la negativa a admitirla en la Internacional. Había sido «inducido al error por algunas firmas del programa que daban a entender que el Comité federal romanche había reconocido la Asociación» ([13]).
Pero ése no había sido el caso pues el Comité federal romanche tenía buenas razones para no otorgar su confianza a los aliancistas. «La organización secreta oculta tras la Alianza pública entra en acción en ese momento. Detrás de la sección en Ginebra estaba el Buró central de la Alianza secreta, detrás de las secciones de Nápoles, Barcelona, Lyón y el Jura estaban las secciones secretas de la Alianza. Apoyándose en esta francmasonería, cuya existencia no era sospechada ni por la masa de los Internacionales ni por sus centros administrativos, Bakunin esperaba alzarse con la dirección de la Internacional en el Congreso de Basilea en septiembre de 1869» ([14]).
Con tal fin, la Alianza comienza a poner manos a la obra su aparato secreto internacional. «La Alianza secreta da instrucciones precisas a sus adeptos en todos los rincones de Europa, alentándolos a presentarse para ser elegidos como delegados, o a dar un mandato imperativo en el caso que no puedan enviar a sus propios hombres. En muchas partes, los miembros estaban muy sorprendidos de constatar que, por primera vez en la historia de la Internacional, la designación de delegados no se hacía de una manera honesta, abierta y transparente, y el Consejo general recibió distintas cartas preguntando si había algo detrás de eso» ([15]). En el Congreso de Basilea, la Alianza fracasa en su objetivo principal de transferir el Consejo general de Londres a Ginebra, donde Bakunin contaba con poderlo dominar. La Alianza lejos de renunciar cambia de táctica.
«Constatemos de entrada que hay dos fases bien distintas en la acción de la Alianza. En la primera, creían que podían apoderarse del Consejo general y así asegurarse la dirección suprema de nuestra asociación. Entonces es cuando llama a sus adeptos a apoyar la “fuerte organización” de la Internacional y, sobre todo, “el poder del Consejo general y de los Consejos federales y Comités centrales”. En esas condiciones los aliancistas pidieron al Congreso de Basilea amplios poderes para el Consejo general, poder que después han rechazado con tanto horror al “autoritarismo”» ([16]).
La burguesía favorece el trabajo de sabotaje de Bakunin
En la primera parte de este artículo, dedicada a la prehistoria de la conspiración de Bakunin, ya demostramos la naturaleza de clase de su sociedad secreta. Incluso, si la mayoría de sus miembros no eran conscientes de ello, la Alianza representaba ni más ni menos que un caballo de Troya con el que la burguesía trataba de destruir a la AIT desde dentro.
Si Bakunin pudo intentar tomar el control de la AIT desde el Congreso de Basilea, menos de un año después de su entrada, se debió únicamente a que recibía la ayuda de la burguesía. Esta ayuda le daba una base política y organizativa antes incluso de haber entrado en la AIT.
El primer origen del poder de Bakunin era una sociedad totalmente burguesa, la Liga por la paz y la libertad, constituida para rivalizar con la AIT y oponerse a ella. Como recuerda Utin cuando habla de la estructura de la Alianza: «Debemos constatar ante todo que los nombres del Comité central permanente, Búro central y Comités nacionales, existían ya en la época de la Liga de la paz y la libertad. De hecho las reglas secretas (de la Alianza) admitían sin rubor que el Comité central permanente se componía de “todos los miembros fundadores de la Alianza”. Y estos fundadores son los “antiguos miembros del Congreso de Berna” (de la Liga), autoproclamados “la minoría socialista”. Así, estos fundadores debían elegir, de entre ellos, al Buró central con sede en Ginebra» ([17]).
El historiador anarquista Nettlau cita a las siguientes personas que abandonan la Liga para dedicarse a penetrar en la Internacional: Bakunin, Fanelli, Friscia, Tucci, Mroczkowski, Zagorski, Jukovski, Elíseo Reclús, Aristides Rey, Charles Keller, Jacclard, J. Bedouche, A. Richard ([18]). Varios de estos personajes eran directamente agentes de la infiltración política de la burguesía. Albert Richard, quien había formado la Alianza en Francia, era un agente de la policía política bonapartista, lo mismo que Gaspard Blanc su «compañero de armas» en Lyón. Según Woodcock, otro historiador anarquista, Saverio Friscia era no solo un «físico homeópata siciliano, sino también miembro de la cámara de diputados y, lo que es mas importante para los Hermanos internacionales, un francmasón de tercer grado con gran influencia sobre las logias del sur de Italia» ([19]). Fanelli fue durante mucho tiempo miembro del Parlamento italiano y tenía intimas conexiones con altos representantes de la burguesía italiana.
El segundo origen burgués de los apoyos políticos a Bakunin es su relación con los «círculos influyentes» en Italia. Bakunin le dice a Marx en Londres, en Octubre de 1864, que se iba a trabajar para la AIT a Italia, y Marx escribe a Engels contándole lo mucho que le había impresionado esa iniciativa. Pero Bakunin mentía: «Bakunin fue introducido por Dolfi en la sociedad de francmasones donde se reagrupaban los librepensadores italianos», según asegura Richarda Huch, arístocrata alemana, admiradora y biógrafa de Bakunin ([20]).
Como hemos demostrado en la primera parte de este artículo, Bakunin abandona Londres para ir a Italia en 1864 y, aprovechándose de que la AIT no existía en ese país, monta secciones a su propia imagen y bajo su control. Aquellos que, como el alemán Cuno, fundador de la sección en Milán, se oponen a la dominación de esa «cofradía» secreta son detenidos y deportados por la policía en los momentos decisivos.
«Italia se convierte en la tierra prometida de la Alianza por gracia especial (...)» declara el Informe publicado por el Congreso de la Haya, citando una carta de Bakunin a Mora en la que explica que «En Italia hay lo que falta en otros países: una juventud ardiente, enérgica, completamente desplazada, sin carrera, sin salidas y que, a pesar de su origen burgués, no está ni moral ni intelectualmente agotada como la juventud burguesa de otros países». A modo de comentario el citado Informe señala: «El santo Padre (el Papa Bakunin) tiene razón. La Alianza en Italia no es un “haz obrero”, sino una cuadrilla de desclasados. Todas las pretendidas secciones de la Internacional en Italia están dirigidas por abogados sin causa, médicos sin enfermos ni ciencia, estudiantes de billar, viajeros y otros empleados de comercio, y principalmente de periodistas de prensa provinciana de dudosa reputación. Italia es el único país en el que la prensa de la Internacional -o lo que ellos llaman prensa- tiene las características del diario burgués le Figaro. No hay más que echar una ojeada a los escritos de los secretarios de estas pretendidas secciones para darse rápidamente cuenta de que se trata de un trabajo de círculos o de plufímeros profesionales. Copando de este modo todos los puestos oficiales de las secciones la Alianza obliga a los trabajadores italianos que pretenden entrar en comunicación entre ellos o con la Internacional, a pasar por las manos de los aliancistas que, en la Internacional, encuentran una “carrera”, una “salida”» ([21]).
Bakunin lanza su violento ataque a la Internacional gracias a la infraestructura salida de la Liga, ese órgano de la burguesía occidental influido por la diplomacia secreta del Zar ruso y nutrido del vivero burgués de desclasados italianos, «librepensadores» y «francmasones».
«Después del Congreso de la Liga de la paz, celebrado en Basilea, en septiembre de 1869, Fanelli, uno de los fundadores de la Alianza y miembro del Parlamento italiano, fue a Madrid. Iba provisto de recomendaciones de Bakunin para Garrido, diputado en Cortes, que le puso en relación con los elementos republicanos tanto burgueses como obreros» a fin de instalar la Alianza en la península ibérica ([22]). Vemos aquí los métodos «abstencionistas» típicos de los anarquistas que se niegan enérgicamente a hacer «política». Con esos métodos la Alianza se extiende por aquellas partes de Europa donde el proletariado industrial está aún fuertemente subdesarrollado: Italia, España, sur de Francia y el Jura suizo. Así, en el Congreso de Basilea «... la Alianza, gracias a los medios desleales de los que se sirvió, estaba representada al menos por diez delegados entre los cuales estaban Albert Richard y el propio Bakunin» ([23]).
Pero no eran suficientes todas estas secciones bakuninistas, secretamente dominadas por la Alianza. Para poder tener a la AIT en sus manos era necesario que Bakunin y sus partidarios fueran aceptados por una de las secciones más antiguas y prestigiosas de la Asociación, e intentar tomar su control. Bakunin, que venía del exterior, necesitaba contar con la autoridad de una sección así, una sección ampliamente reconocida en el interior de la AIT para servirse de ella. Por eso Bakunin desde un principio marcha a Ginebra donde funda su «Sección en Ginebra de la Alianza de la democracia socialista». Antes incluso de que aparezca el conflicto abierto con el Consejo general, comienza ahí la primera resistencia decisiva de la AIT contra el sabotaje de Bakunin.
La lucha por el control de la Federación suiza de la región de Ginebra
«En diciembre de 1868, la Alianza de la democracia socialista se forma en Ginebra y se declara como sección de la AIT. Esta sección solicita tres veces en quince meses su admisión al grupo de secciones de Ginebra, y le es negada tres veces, en principio por el Consejo central de las secciones de Ginebra y después por el Comité federal regional. En septiembre de 1869, Bakunin, el fundador de la Alianza, fue vencido en Ginebra, cuando planteó su candidatura para la delegación del Congreso de Basilea y esta fue rechazada al nombrar los miembros de Ginebra a Grosselin como delegado. Comienzan entonces las presiones de los aliados de Bakunin, dirigidos por él mismo, para intentar que Grosselin renuncie a su plaza y deje el camino libre a Bakunin. Estas discusiones debieron convencer a Bakunin de que Ginebra no era un lugar apropiado para sus maquinaciones. Sus maniobras y chantajes no encontraron en las reuniones de los obreros ginebrinos más que desinterés y desconfianza. Este hecho, junto a los otros asuntos rusos, dieron a Bakunin motivos para irse de Ginebra» ([24]).
Mientras en Londres, el Consejo general actúa aún con mucha vacilación y admite a la Alianza contra su propia convicción, las secciones obreras de Suiza resisten abiertamente contra las tentativas de Bakunin de imponerse a su voluntad violando los Estatutos.
Esta primera batalla contra los bakuninistas que se libra en Suiza revela inmediatamente que se trata de una lucha de toda la organización por su propia defensa, contra lo que defienden los historiadores burgueses -fieles a su visión de la historia determinada por «las grandes personalidades»- cuando presentan el combate en la AIT como un conflicto «entre Marx y Bakunin» y contra la insistencia de los anarquistas por presentar a Bakunin como una víctima inocente de Marx.
Sin embargo esta resistencia proletaria contra las tentativas de Bakunin de tomar el poder no pudo impedir que la sección suiza estallase. Esto se debió a que Bakunin, había comenzado a hacer adeptos en el país a sus espaldas. Esos adeptos los había ganado por medios de persuasión no política sino gracias, particularmente, a su carisma personal, gracias al cual logró finalmente ganarse a la sección internacionalista de Le Locle, en la región relojera del Jura. Le Locle era un centro de resistencia a la política lassaliana, política que consistía en apoyar a a los conservadores contra los radicales burgueses y que era dirigida por el doctor Coullery, pionero oportunista de la Internacional en Suiza.
Aunque Marx y Engels habían sido quienes se habían opuesto con más determinación a Lassalle en Alemania, Bakunin les dice a los artesanos de Le Locle que la política corrupta del Consejo general es resultado del autoritarismo de Marx y que es preciso «revolucionar» la Asociación mediante una sociedad secreta. La rama local de la Alianza secreta, dirigida por J. Guillaume, se convierte en el centro de la conspiración a partir del cual se organiza la lucha contra la Internacional.
Los partidarios de Bakunin, poco presentes en las ciudades industriales pero con una gran implantación entre los artesanos del Jura, provocan la escisión en el Congreso de la Federación de la Suiza romande (de lengua francesa) celebrado en Chaux-de-Fonds, obligando a la sección de Ginebra a reconocer a la Alianza y a trasladar el Comité federal y su órgano de prensa de Ginebra a Neuchatel para ponerlo en manos de Guillaume, brazo derecho de Bakunin. Los bakuninistas sabotean completamente el orden del día del Congreso, no aceptan la discusión sobre ningún otro punto que no sea el reconocimiento de la Alianza. Los aliancistas, incapaces de imponer su voluntad, abandonan el Congreso y se reúnen en un café cercano, se autoproclaman «Congreso de la Federación suiza romande», nombran su propio «Comité federal romand» en flagrante violación de los artículos 53,54 y 55 de los estatutos de la Federación.
Ante esto, la delegación de Ginebra declara que «se trata de decidir si la Asociación quiere seguir siendo una Federación de sociedades obreras que luchan por la emancipación de los trabajadores, realizada por ellos mismos, o si desean abandonar su programa ante un complot fomentado por un puñado de burgueses, con el objetivo de adueñarse de la dirección de la Asociación utilizando sus órganos públicos y sus conspiraciones secretas» ([25]).
De este modo, la delegación de Ginebra había captado por completo lo que estaba en juego. De hecho, la escisión tan querida por la burguesía se había llevado a cabo.
«Cualquiera que conozca un tanto la historia y el desarrollo de nuestra Asociación sabe bien que antes del Congreso “romand” de Chaux-de-Fonds en abril de 1870, no hubo ninguna escisión en nuestra Asociación y por ello jamás la prensa burguesa, ni el mundo burgués pudieron regodearse públicamente con nuestros desacuerdos.
En Alemania, hubo una lucha entre los verdaderos internacionalistas y los partidarios a ultranza de Scheweitzer, pero esta lucha no superó las fronteras del país, y todos los miembros de la Internacional en los demás países condenaron rápidamente a ese agente del Gobierno prusiano, aunque, al principio, tal agente había disimulado y parecía ser un gran revolucionario.
En Bélgica, una tentativa de engañar y hacer estallar a nuestra Asociación fue llevada a cabo por un tal señor Coudray, que también parecía al principio ser un miembro influyente, dedicado a nuestra causa, pero que en realidad se demostró al final que no era más que un intrigante, por lo que el Consejo federal y las secciones belgas fueron cambiadas a pesar del importante papel que habían logrado cumplir.
Con excepción de este pasajero incidente, la Internacional se desarrollaba como una verdadera unidad fraterna, animada por el mismo y único esfuerzo combativo no perdiendo el tiempo en vanas disputas personales.
De golpe, un llamamiento a la guerra interna surgió en el seno de la Internacional; este llamamiento fue lanzado por el primer número de La Solidarité (periódico bakuninista). Y vino acompañado de gravísimas acusaciones públicas contra las secciones de Ginebra y su Comité federal acusándolos de haberse vendido a un miembro que era poco conocido en aquellos momentos (...)
El mismo número, La Solidarité, anunciaba que pronto habría una escisión entre los reaccionarios (los delegados ginebrinos al Congreso de Chaux-de-Fonds) y muchos miembros de la sección de obreros de la construcción de Ginebra. En el mismo momento, aparecieron carteles pegados sobre los muros de Ginebra, firmados por Chevalley, Cagnon, Heng y Charles Perron (bakuninistas bien conocidos) afirmando que los firmantes habían sido elegidos delegados por Neuchâtel para revelar a los miembros ginebrinos de la Internacional la verdad del Congreso de Chaux-de-Fonds. Esto suponía, lógicamente, plantear una acusación pública contra todos los delegados de Ginebra, que eran tratados de mentirosos que habrían ocultado la verdad a los miembros de la Internacional (...)
Los periódicos burgueses de Suiza anunciaron entonces al mundo entero que había una escisión en la Internacional» ([26]).
Para la AIT los retos de esta gran batalla eran enormes pero también lo eran para la Alianza, en la medida en que el rechazo de Ginebra a su admisión «probará a todos los miembros de la Internacional que hay algo anormal alrededor de la Alianza» (...) «y que esto habría minado, paralizado, el “prestigio” que los fundadores de la Alianza habían soñado con tener desde su creación y la influencia que querían tener, sobre todo fuera de Ginebra».
(...) «De otro lado, si la Alianza hubiera sido un núcleo reconocido y aceptado por los grupos ginebrinos y “romand”, como pretendían sus fundadores, habría podido usurpar el derecho a hablar en nombre de toda la Federación “romande”, lo que le habría dado necesariamente un gran peso fuera de Suiza» (...)
«La elección de Ginebra como centro de las operaciones abiertas de la Alianza, venía de la creencia de Bakunin de que en Suiza se beneficiaría de una seguridad mayor que en otras partes, y de que tanto Ginebra como Bruselas contaban con la reputación de ser uno de los centros principales de la Internacional en el continente».
En esta situación, Bakunin sigue fiel a su principio destructor: lo que no se pueda controlar hay que destruirlo. «La Alianza, sin embargo, sigue insistiendo en acoger a la federación “romande” que, mientras tanto, se ha visto obligada a decidir la expulsión de Bakunin y a otros de sus acompañantes. Así hay dos Comités federales “romands”, uno en Ginebra y otro en Chaux-de-Fonds. La mayoría de las secciones permanecen fieles al primero, mientras que el segundo solo tenía el apoyo de quince secciones, gran numero de de las cuales (...) dejaría de existir una tras otra».
La Alianza pide al Consejo general que decida cuál de ellas debe ser considerada como verdadero órgano central, esperando aprovecharse de la reputación de Bakunin y del desconocimiento por Londres de los acontecimientos suizos. Pero en cuanto el Consejo general se pronuncia a favor de la federación original y llama al grupo de Chaux-de-Fonds a transformarse en sección local, pasa inmediatamente a denunciar el «autoritarismo» de Londres por inmiscuirse en los asuntos de Suiza.
La Conferencia de Londres de 1871
Durante la guerra franco-prusiana de 1870, las luchas de clase en Francia y después la Comuna de París, la lucha organizativa en el seno de la Internacional pasa a un segundo plano sin por ello desaparecer completamente. Con la derrota de la Comuna y frente a la nueva amplitud de los ataques burgueses se hace preciso redoblar las energías en defensa de la organización revolucionaria. En el momento de la Conferencia de Londres, septiembre de 1871, estaba claro que la AIT estaba sufriendo un ataque combinado desde el exterior y el interior, y que el verdadero coordinador de ese ataque era la burguesía.
Unos pocos meses atrás estaba mucho menos claro. «Cuando los materiales de las organizaciones de Bakunin caen en manos de la policía parisina con las detenciones de mayo de 1871, y el ministerio fiscal anuncia en la prensa que, tras la Internacional oficial, existe una sociedad secreta de conspiradores, Marx piensa que se trata del típico “montaje” policiaco. “Es una necedad” le escribía a Engels. Al final la policía no sabrá a qué santo encomendarse» ([27]).
La Conferencia de Londres, en septiembre de 1871, a pesar de sufrir la represión y las calumnias, es capaz de estar a la altura de sus tareas. Por primera vez lo dominante en una reunión internacional de la Asociación son las cuestiones organizativas internacionales internas. La Conferencia adopta la propuesta de Vaillant que afirma que las cuestiones sociales y políticas son dos aspectos de la misma tarea del proletariado por destruir la sociedad de clases. Los documentos, y en particular la resolución «Sobre la acción política de la clase obrera» sacan lecciones de la Comuna, muestran la necesidad de la dictadura del proletariado y de un partido político de la clase obrera diferenciado de los demás, suponían un golpe contra los abstencionistas políticos «esos aliados de la burguesía, sean conscientes o no de ello» ([28]).
A nivel organizativo el combate se concreta con un reforzamiento de las responsabilidades del Consejo general, el cual obtiene el poder de suspender a las secciones locales, en caso de necesidad, entre los congresos internacionales. También se concreta en la resolución contra las actividades de Nechaiev, colaborador de Bakunin en Rusia. Al ruso Utin, que había podido leer todos los documentos de Bakunin en Rusia, la Conferencia le encargó redactar un Informe sobre esta cuestión. En la medida en que ese Informe amenazaba con sacar a la luz la conspiración bakuninista, hicieron todo lo posible para impedir su redacción. Después, las autoridades suizas, que trataban de expulsar a Utin, tuvieron que reconocer ante la campaña pública masiva de la AIT, la existencia de una tentativa de asesinato contra Utin (que por poco se realiza) perpetrada por los bakuninistas.
Contando con esa represión de la burguesía, la circular de Sonvillier de la federación bakuninista del Jura ataca a la Conferencia de Londres. Este ataque abierto se había convertido en una necesidad absoluta para la Alianza después de que la Conferencia de Londres pusiera al descubierto las manipulaciones de los partidarios de Bakunin en España.
«Incluso los miembros más firmes de la Internacional en España fueron inducidos a creer que el programa de la Alianza era idéntico al de la Internacional, que la organización secreta existía en todas partes y que era casi una obligación formar parte de ella. Esta ilusión fue destruida por la Conferencia de Londres en la que el delegado español -miembro él mismo del Comité central de la Alianza en su país- pudo convencerse de lo contrario, así como por la propia circular del Jura, cuyos violentos ataques y calumnias contra la Conferencia de Londres y contra el Consejo general fueron inmediatamente reproducidos por todos los órganos de la Alianza. La primera consecuencia de la circular jurasiana en España fue la de crear una escisión en el seno de la Alianza española entre los que eran ante todo miembros de la Internacional y los que sólo aceptaban la Internacional si estaba controlada por la Alianza» ([29]).
La Alianza en Rusia:
una provocación en beneficio de la reacción
El «asunto Nechaiev», del que se ocupó la Conferencia de Londres, amenazaba con desprestigiar totalmente a la AIT haciendo peligrar su propia existencia. Durante el primer proceso político público de la historia rusa, en julio de 1871, 80 hombres y mujeres fueron acusados de pertenecer a un sociedad secreta que había usurpado el nombre de la AIT. Nechaiev que se hacía pasar por emisario de un supuesto Comité revolucionario internacional que actuaría para la AIT, animaba a la juventud rusa a cometer estafas, animando a algunos de ellos a presenciar el asesinato de uno de sus miembros que había cometido el «crimen» de poner en duda la existencia del todopoderoso «comité» de Nechaiev. Este individuo que huyó de Rusia, abandonando a su suerte a los jóvenes revolucionarios, para acabar en Suiza donde se dedicó al chantaje y trató de montar una banda para extorsionar a los turistas extranjeros, era un colaborador directo de Bakunin. A espaldas de la Asociación, Bakunin no solo le había dado a Nechaiev un «mandato» para actuar en nombre de la Asociación en Rusia, sino también una justificación ideológica. Era el «Catecismo revolucionario» basado en la moral jesuítica, tan admirada por Bakunin, de que el fin justifica los medios, incluidos la mentira, los homicidios, la extorsión, el chantaje, la eliminación de aquellos camaradas que «se salen del buen camino», etc.
De hecho las actividades de Nechaiev y de Bakunin condujeron a la detención de tantos jóvenes revolucionarios inexpertos, que éstos escriben al Tagwacht de Zurich en respuesta a Bakunin: «el hecho es que, aunque usted no sea un agente retribuido, ningún agente provocador remunerado habría podido llegar a hacer tanto daño como el que usted ha hecho».
Utin escribe sobre la práctica de enviar por el correo ruso proclamas ultraradicales, incluso a gente no politizada, «(...) cuando en Rusia la policía secreta abría las cartas ¿como podían dejar de suponer Bakunin y Nechaiev que las proclamas eran enviadas por toda Rusia a personas, conocidas o des conocidas, sin por una parte comprometer a estas personas, y que, por otra parte, pudieran caer en manos de espías?» ([30]).
A nuestro parecer, la explicación de los hechos que da el Informe de Utin es la más verosímil: «Mantengo que Bakunin buscaba a cualquier precio hacer creer en Europa que el movimiento revolucionario producido por su organización era realmente gigantesco. Y cuanto más gigantesco es el movimiento más grande sería su promotor. Con el mismo objetivo, publicó en La Marseillaise y en otras publicaciones artículos dignos de la pluma de un provocador. Cuantos más jóvenes eran arrestados, más aseguraba que en Rusia todo estaba preparado para el gran cataclismo destructor, por la formidable explosión de la gran revolución de los mujiks (campesinos rusos); que las falanges de la juventud estaban dispuestas, disciplinadas y aguerridas, que todos los que habían sido detenidos eran de hecho grandes revolucionarios (...) a sabiendas de que todo eso no eran más que mentiras. Mentía cuando especulaba sobre la buena fe de los periódicos radicales burgueses y mentía cuando alardeaba de ser el gran Papa o la comadrona de toda esa juventud que pagaba con la prisión la fe que había depositado en el nombre de la Asociación internacional de los trabajadores»
Ya que, como habían señalado Marx y Engels, la policía política rusa y su «cofradía» de agentes en misiones exteriores era la mejor del mundo en aquella época, con agentes infiltrados en todos y cada uno de los movimientos radicales por toda Europa, es perfectamente presumible que el llamado «tercer departamento» conocía perfectamente los planes de Bakunin y los toleraba.
Conclusión
La construcción de una organización proletaria revolucionaria no es un proceso apacible. Es una lucha permanente que ha de hacer frente no solo a la intrusión de actitudes pequeño burguesas y otras influencias de desclasados y capas intermedias, sino también al sabotaje organizado y planificado por la clase enemiga. El combate de la Primera internacional contra el sabotaje de la Alianza es una de las luchas organizativas más importantes de la historia del movimiento obrero. Es un combate rico en lecciones para hoy en día. La asimilación de esas lecciones es hoy más esencial que nunca para defender el medio revolucionario y preparar el Partido de clase. Esas lecciones son aun más ricas y significativas porque fueron formuladas de una manera muy concreta y con la participación directa de los fundadores del socialismo científico, Marx y Engels. El combate contra Bakunin es una lección ejemplar de aplicación del método marxista de defensa y construcción de la organización comunista. Asimilando ese ejemplo que nos han legado nuestros grandes predecesores, la actual generación de revolucionarios -que aún sufre la ruptura de la continuidad orgánica con el movimiento obrero del pasado a causa de la contrarrevolución- podrá anclarse más firmemente en la tradición de esta gran lucha por la organización. Las lecciones de todos esos combates llevados por la AIT, por los bolcheviques, por la izquierda italiana, son un arma esencial en la actual lucha del marxismo contra el espíritu de círculo, el liquidacionismo y el parasitismo político. Por eso pensamos que es necesario descender a los detalles más concretos para poner en evidencia toda la realidad de ese combate en la historia del movimiento obrero.
KR
[1] Revista internacional nº 84
[2] «Proceso verbal y actas del Congreso de La Haya de la Asociación internacional de trabajadores (AIT)», La Iª internacional, Tomo II, Jacques Freymond, Editorial ZYX.
[3] «Informe oficial del Consejo general al Congreso internacional de La Haya, leído en sesión pública el 6 de Septiembre de 1872». Ídem.
[4] Ídem.
[5] Ídem.
[6] «Informe sobre la Alianza de la democracia socialista» hecho, en nombre del Consejo general de la AIT, por Engels para el Congreso de La Haya, Ídem.
[7] Carta de respuesta de Bakunin a Gustave Vogt, presidente de la Liga por la Paz, citada en los documentos del Congreso de la Haya. Informes y Documentos publicados por mandato del Congreso en el texto «La Alianza de la democracia socialista y la AIT», Ídem.
[8] Informe de Utin al Congreso de La Haya, presentado por la Comisión de encuesta sobre la Alianza, Ídem.
[9] Ídem.
[10] Informe de Engels, op.cit.
[11] Ídem.
[12] Ídem.
[13] La Alianza y la AIT, op.cit.
[14] Ídem.
[15] Karl Marx: hombre y combatiente, Nicolaiesvky y Maenchen-Helfen.
[16] Informe de Engels, Obra citada en nota 2.
[17] Informe de Utin, op.cit.
[18] Max Nettlau: Los anarquistas desde Proudhon a Kropotkin.
[19] La Alianza y la AIT, Obra citada en nota 2.
[20] Huch: Bakuninismo y Anarquismo.
[21] La Alianza y la AIT, obra citada en nota 2.
[22] La Alianza y la AIT, Capitulo IV: La Alianza en España. Ídem.
[23] Ídem.
[24] Informe de Utin, op. cit.
[25] Ídem.
[26] Ídem.
[27] Karl Marx, hombre y combatiente, op. cit.
[28] La Iª Internacional, Tomo II. Obra citada en nota 2.
[29] La Alianza y la AIT, Ídem.
[30] Ídem.