IV - ¿Fracción del S.P.D. o nuevo partido?

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En los tres anteriores artículos de esta serie hemos mostrado cómo la clase obrera, mediante sus luchas, obligó al capital a poner fin a la Iª Guerra mundial. Para impedir la extensión de las luchas, el capital no había escatimado medios para separar al proletariado alemán del ruso para sabotear toda radicalización posterior de las luchas. En este artículo queremos mostrar cómo los revolucionarios en Alemania asumieron sus responsabilidades ante la Iª Guerra mundial y durante las luchas revolucionarias.

El desencadenamiento de la Primera Guerra mundial fue únicamente posible, gracias a que una mayoría de los partidos de la IIª Internacional se sometieron al interés de sus respectivos capitales nacionales. Tras el firme compromiso de los sindicatos en la política de “Unión sagrada” con el capital nacional, la aprobación de los créditos de guerra por la fracción parlamentaria y el Ejecutivo del SPD, hizo posible que el capital alemán desencadenara la guerra. El voto de los créditos de guerra no fue una sorpresa, sino el último peldaño de todo un proceso de degeneración del ala oportunista de la Socialdemocracia. El ala izquierda de ésta había luchado con todas sus fuerzas durante el período anterior a la guerra contra esa degeneración, por lo que rápidamente desencadenó una respuesta a esta traición. Desde el primer día de la guerra, los internacionalistas se agruparon bajo la bandera del grupo que pronto se llamaría “Spartakus”, y señalaron como su primera responsabilidad la defensa del internacionalismo de la clase obrera, contra la traición de la dirección del SPD. Esto no significaba únicamente hacer propaganda en favor de esta posición programática, sino también y ante todo, defender la  organización de la clase contra la traición de que había sido objeto por parte de la dirección, contra su estrangulamiento por las fuerzas del capital. Inmediatamente después de la traición de la dirección del Partido, los internacionalistas se mostraron unánimemente dispuestos a no dejar el partido en manos de los traidores. Todos ellos trabajaron por la reconstrucción del partido y ninguno quiso abandonarlo, antes bien cumplir consecuentemente un trabajo de fracción en el partido, para poder expulsar a la dirección socialpatriota

El bastión de los traidores estaba formado por los representantes de los sindicatos que estaban irrevocablemente integrados en el Estado. Ahí no había nada que reconquistar. En el SPD, sin embargo, coexistían la traición y al mismo tiempo una resistencia contra ella. Incluso la fracción parlamentaria del Reichstag estaba dividida en traidores e internacionalistas. Y aunque con muchas dificultades y vacilaciones -que ya explicamos en la Revista internacional nº 81- pronto se oyeron en el Parlamento voces contra la guerra. Pero fue, sobre todo, en la base del partido donde la protesta contra la traición tuvo sus más potentes palancas.

“Acusamos a la fracción del Reichstag de haber traicionado los principios fundamentales del partido y, con ellos, el espíritu de la lucha de clases. La fracción parlamentaria se ha puesto por lo tanto a sí misma fuera del partido; ha dejado de ser la representante autorizada de la socialdemocracia alemana” ([1]).

Todos estaban de acuerdo en no abandonar la organización a los traidores: “Esto no significa que la separación inmediata de los oportunistas sea en todos los países deseable o incluso posible. Esto quiere decir que la separación está históricamente madura, que se ha hecho ineluctable y representa un paso hacia delante, una necesidad para el combate revolucionario del proletariado; que el viraje histórico de la entrada del capitalismo “pacífico” en el estadio del imperialismo pone al orden del día esa separación” ([2]).

En la Revista internacional nº 81, ya mostramos cómo los espartaquistas, y en otras ciudades los “Linksradikale”, intentan construir una relación de fuerzas que ponga en minoría a la dirección socialpatriota. Ahora bien ¿cómo llevar a la práctica la ruptura organizacional con los traidores? Por supuesto que traidores e internacionalistas no podían coexistir en el mismo partido y que los unos lucharían contra los otros. De lo que se trataba pues era de invertir esa relación de fuerzas en el curso de la lucha. El hecho es que, como mostramos en la Revista internacional nº 81, la dirección se encontraba en una situación cada vez más comprometida, a causa de la resistencia de los espartaquistas, y que el partido en su conjunto cada vez se distanciaba más de los traidores. De hecho los socialpatriotas de la dirección se vieron obligados a desencadenar una ofensiva para asfixiar a los internacionalistas. Pero ¿cómo se debía reaccionar ante ella? ¿dando un portazo y marchándose a la primera contraofensiva de la dirección? ¿fundando cuanto antes una nueva organización al margen del SPD?.

En el seno de la Izquierda existían divergencias que comenzaron a discutirse cuando los socialpatriotas empezaron a expulsar a los revolucionarios del SPD (primero en la fracción parlamentaria, luego en el propio partido; después de excluir a Liebknecht en diciembre de 1915, les llegó el turno a los diputados que habían votado contra los créditos de guerra que fueron expulsados del grupo parlamentario en la primavera de 1916). ¿Hasta que punto debía entonces lucharse por reconquistar la organización?.

La postura de Rosa Luxemburg es clara: “Se puede “salir” de pequeñas sectas y de cenáculos, cuando ya no nos convienen, para fundar nuevas sectas y cenáculos. Pretender que por el simple hecho de “salirse” se va a liberar a las masas proletarias del pesado y funesto yugo, mostrándoles con ese intrépido ejemplo la vía a seguir, es un ensueño inmaduro. Ilusionarse con liberar a las masas rompiendo el carnet del partido, no es más que el reverso del fetichismo del carnet del partido como poder ilusorio. Esas dos actitudes son dos caras del cretinismo de organización (...) La descomposición de la socialdemocracia alemana forma parte de un proceso histórico que en un sentido más amplio afecta al enfrentamiento general entre burguesía y clase obrera, un campo de batalla del que es imposible desertar por mucho que nos pese. Debemos librar este titánico combate hasta sus últimos extremos. Debemos arrancar y romper, reuniendo todas nuestras fuerzas, el mortal nudo corredizo que la socialdemocracia alemana oficial, que los sindicatos libres oficiales, que la clase dominante, han puesto en la garganta de las masas confundidas y traicionadas. La liquidación de ese montón de putrefacción organizada que hoy se llama socialdemocracia, no es un asunto privado que de­ penda de la decisión personal de uno o de varios grupos (...) Debe ser enfrentada, empleando todas nuestras fuerzas, como una cuestión pública” ([3]).

“La consigna no es ni escisión ni unidad; ni nuevo partido ni partido viejo, sino reconquista del partido desde abajo por la rebelión de las masas que deben tomar en sus manos las organizaciones y los medios en su poder, no mediante palabras sino mediante el hecho de la rebelión en los actos (...) La lucha decisiva por el partido ha comenzado” ([4]).

El trabajo de fracción

Mientras Rosa Luxemburg defendía enérgicamente la idea de permanecer en el SPD el mayor tiempo posible, siendo quien más convencida estaba de la necesidad del trabajo de fracción, la Izquierda de Bremen empezó a defender la necesidad de una organización independiente, aunque esta cuestión no fue un punto de litigio hasta finales del 16-principios de 1917. K. Radek, uno de los principales representantes de la Izquierda de Bremen, afirmaba aún a finales de 1916:

“Hacer propaganda a favor de la escisión no significa que debamos salir ya del partido. Al contrario, debemos dirigir nuestro esfuerzo a apoderarnos de todas las organizaciones y órganos del partido que nos sea posible (...) Nuestro deber es mantenernos en nuestro puesto el mayor tiempo posible, pues cuanto más nos mantengamos más numerosos serán los obreros que nos seguirán en el caso de que seamos excluidos por los socialimperialistas que, naturalmente, comprenden perfectamente cuál es nuestra táctica por mucho que la mantengamos oculta (...) Una de las tareas actuales es que las organizaciones locales del partido, que se encuentran en el terreno de la oposición, se unan y establezcan una dirección provisional de la oposición decidida” ([5]).

Es falso, por tanto, afirmar que la Izquierda de Bremen habría inspirado una separación organizativa inmediata en agosto de 1914. Sólo a finales de 1916, cuando la relación de fuerzas en el seno del partido se tambalea cada vez más, es cuando los grupos de Dresde y Hamburgo abogan por una organización independiente, aunque sobre esta cuestión carezcan de una sólida concepción de la organización.

El balance de los dos primeros años de la guerra muestra que los revolucionarios no se dejaron amordazar y que ningún grupo renunció a su independencia organizativa. Si hubieran abandonado la organización en manos de los socialpatriotas en 1914, eso hubiera significado tirar por la borda los principios. Incluso en 1915, aunque aumente cada vez más la presión de los obreros y se desarrollen acciones de respuesta, no se justifica la edificación de una nueva organización al margen del SPD. Mientras no se dé una correlación de fuerzas suficiente, en tanto no exista fuerza suficiente para combatir en el seno mismo de las filas obreras, mientras los revolucionarios se encuentren todavía reducidos a una pequeña minoría..., en resumen, en tanto no se cumplan plenamente las condiciones para la “fundación del partido”, es necesario efectuar una labor de fracción en el SPD.

Haciendo balance, nos damos precisamente cuenta de que mientras duró el impacto de la traición de la dirección del partido en agosto de 1914, en tanto la clase obrera sufría los efectos de la derrota con el triunfo momentáneo del nacionalismo, resultó imposible fundar un nuevo partido. Era preciso, primeramente, llevar una lucha por el viejo partido, cumplir un duro trabajo de fracción y a continuación efectuar los preparativos para la construcción de un nuevo partido, pero una fundación inmediata en 1914, resultaba impensable. La clase obrera debía antes recuperarse de los efectos de la derrota. Ni la salida directa del SPD, ni la fundación de un nuevo partido, estaban pues al orden del día en 1914. Cualquier otra actitud reflejaría un puro deseo irrealista ajeno a las condiciones históricas.

En septiembre de 1916, el Comité director del SPD convocó una conferencia nacional del partido, en la que, a pesar de haber amañado en su provecho los mandatos de los delegados, la dirección perdió su dominio de la oposición, la cual decidió que no dejaría de enviar sus cuotas al Ejecutivo, el cual contestó excluyendo a todos aquellos que no enviaran sus contribuciones, empezando por la Izquierda de Bremen.

En esta situación cada día más envenenada, en la que el Comité director se encuentra cada vez más cuestionado en el partido y la clase obrera desarrolla una creciente respuesta a la guerra, y cuando el Ejecutivo procede a expulsiones cada vez más importantes, los espartaquistas no abogan por abandonar la organización “paso a paso”, en contra de lo que propugnaban algunos camaradas de Bremen con su negativa a pagar las cuotas: “Una escisión así, en las actuales circunstancias, no supondrá, como queremos, la expulsión del partido de los mayoritarios y los hombres de Scheidemann, sino que conducirá necesariamente a dispersar a los mejores camaradas del partido en pequeños círculos, condenándolos a una completa impotencia. Consideramos que esta táctica es lamentable e incluso nefasta” ([6]).

Los espartaquistas preferían, por el contrario, adoptar una postura unitaria y no dispersa frente a los socialpatriotas, señalando claramente el criterio que guiaba su permanencia en el SPD: “La pertenencia al actual SPD no deberá mantenerse por parte de la oposición si su acción política independiente se ve entorpecida y paralizada por aquél. La oposición permanece en el partido sólo para combatir, sin tregua, la política de la mayoría, para interponerse y proteger a las masas de la política imperialista practicada bajo el manto de la socialdemocracia, y con el fin de utilizar el partido como terreno de reclutamiento para la lucha de clases proletaria antiimperialista”. E. Meyer declara: “Permaneceremos en el partido mientras podamos desarrollar la lucha de clases contra el Comité director. En cuanto esto se nos impida, no desearemos quedarnos. No estamos por la escisión” ([7]).

La Liga espartaquista pretendía formar, en el seno del SPD, una organización del conjunto de la oposición, tal y como preconizaba la Conferencia de Zimmerwald. Como acertadamente señaló Lenin: “A la oposición alemana le falta aún mucho para tener una base sólida. Todavía se encuentra dispersa, diseminada en corrientes autónomas, carentes, sobre todo, de un fundamento común indispensable para que puedan actuar. Consideramos que es nuestro deber fundir las fuerzas dispersas en un organismo capaz de actuar” ([8]).

Mientras los espartaquistas permanecieron en el SPD como grupo autónomo, forman, en el seno del partido, un polo de referencia política que lucha contra su degeneración, contra la traición de una parte de él. Siguiendo los principios organizativos del movimiento obrero, la fracción no está fuera del partido, al margen de la organización, sino que permanece dentro del partido. Sólo su exclusión por el partido hace posible una existencia organizativa independiente.

En cambio, los demás agrupaciones dela Izquierda, sobre todo las Lichtstrahlen ([9]), la reunida en torno a Borchardt, y la de Hamburgo, comenzaron entonces, en 1916, a abogar claramente por la construcción de una organización independiente.

Como hemos expuesto, esta ala de la Izquierda (sobre todo en Hamburgo y Dresde) tomó como excusa la traición de la dirección socialpatriota para cuestionar, en general, la necesidad del partido. Temerosos de una nueva burocratización, de que la Izquierda ahogase la lucha obrera por razones de organización, empezaron a rechazar cualquier tipo de organización política. La primera expresión de este rechazo fue una desconfianza hacia la centralización, que les llevó a reivindicar el federalismo. En aquel entonces, eso implicó su deserción de la lucha contra los socialpatriotas en el seno del partido, y fue la partida de nacimiento del futuro comunismo de consejos que conocería un mayor impulso en los años siguientes.

El principio de un consecuente trabajo de fracción, la contumaz resistencia dentro del SPD tal como la practicaron las Izquierdas en Alemania en ese período, serviría después de ejemplo a los camaradas de la Izquierda italiana cuando, diez años más tarde, éstos hubieron de combatir en la Internacional comunista, contra la degeneración de ésta. Este principio, defendido por Rosa Luxemburg y una gran mayoría de los espartaquistas, será sin embargo rápidamente rechazado por una parte del KPD, pues en cuanto aparecieron divergencias -sin comparación posible con la traición de los socialpatriotas del SPD- algunos abandonaron precipitadamente la organización. En un próximo artículo abordaremos esta fatal subestimación de la necesidad de un trabajo de fracción.

Las diferentes corrientes en el seno del movimiento obrero

A lo largo de los dos años de guerra, el movimiento obrero se había dividido, en todos los países, en tres corrientes. Lenin resumió así, en abril de 1917, esas tres corrientes:

“- Los socialchovinistas, socialistas de palabra, chovinistas en los hechos, que admiten la “defensa de la patria” en una guerra imperialista. (...) Estos son nuestros adversarios de clase. Se han pasado al lado de la burguesía.

- (...) los verdaderos internacionalistas cuya expresión más fiel es “la Izquierda de Zimmerwald”. Su principal rasgo distintivo es: la ruptura completa con el socialchovinismo (...) la abnegada lucha revolucionaria contra el gobierno imperialista propio y contra la burguesía imperialista propia.

- Entre estas dos tendencias, existe una tercera corriente, a la que Lenin calificó como “el centro que oscila entre los socialchovinistas y los verdaderos internacionalistas (...) El “centro” jura por sus grandes dioses que ellos están (...) por la paz, (...) y propicios también a sellar la paz con los socialchovinistas. El “centro” quiere la “unidad”; el centro es el adversario de la escisión. (...) el “centro” no está convencido de la necesidad de una revolución contra su propio gobierno, no propaga esa necesidad, no sostiene una lucha revolucionaria abnegada, sino que encuentra siempre los más vulgares subterfugios -de una magnífica sonoridad archi-“marxista”- para no hacerla” ([10]).

Esta corriente centrista no tiene claridad programática alguna. Por el contrario es incoherente e inconsecuente. Está dispuesta a cualquier concesión y huye de definirse programáticamente, tratando de adaptarse a cualquier nueva situación. Es el lugar donde se enfrentan las influencias pequeñoburguesas con las revolucionarias. Esta corriente que fue mayoritaria en la Conferencia de Zimmerwald en 1915, y en 1916, era además la corriente más numerosa en Alemania. En la Conferencia de la oposición celebrada el 7 de enero de 1917, sus delegados representaban la mayoría de los 187 presentes, mientras sólo 35 formaban parte de los espartaquistas.

Esta corriente centrista estaba además compuesta de un ala derecha y un ala izquierda. La primera se acercaba progresivamente a los socialpatriotas, mientras que el ala izquierda se mostraba cada vez más receptiva a la intervención de los revolucionarios.

En Alemania, Kautsky figuraba a la cabeza de esta corriente que se unificó en Marzo de 1916, en el seno del SPD, bajo el nombre de Comunidad de trabajo socialdemócrata (Sozialdemokratische Arbeitgemeinschaft, SAG) que era sumamente fuerte, sobre todo en la fracción parlamentaria. Haase y Ledebour eran los principales diputados centristas en el Reichstag.

Así pues, en el SPD no sólo existían traidores y revolucionarios, sino también una corriente centrista que durante muchos años tuvo de su lado a la mayoría de los obreros.

“Y quién abandone el terreno real del reconocimiento y análisis de estas tres corrientes y de la lucha consecuente por la tendencia verdaderamente internacionalista, se condenará a sí mismo a la impotencia, a la incapacidad y a las equivocaciones” (10).

Mientras los socialpatriotas siguen queriendo inocular altas dosis del veneno nacionalista a la clase obrera y los espartaquistas libran una encarnizada lucha contra ellos, los centristas oscilan entre ambos polos. ¿Qué actitud debían adoptar, pues, los espartaquistas ante los centristas? El ala agrupada en torno a Rosa Luxemburg y Karl Liebknecht señalaron que “políticamente debemos criticar fuerte a los centristas”, es decir que los revolucionarios debían intervenir respecto a ellos.

¿Qué intervención desarrollar ante el centrismo? La claridad política es lo primero, antes que la unidad.

En enero de 1916, en el curso de una conferencia convocada por los adversarios a la guerra, Rosa Luxemburg esbozó ya su posición frente a los centristas:

“Nuestra táctica en esta conferencia no debe partir de la idea de poner de acuerdo a toda la oposición sino, por el contrario, seleccionar en ese maremágnum, el pequeño núcleo sólido y dispuesto a la acción que podamos agrupar en torno a nuestra plataforma. Sin embargo, en cuanto a un agrupamiento organizativo, se requiere la mayor prudencia, ya que la unión de las Izquierdas no ha conseguido, según mis muchos años de amargas experiencias en el partido, más que atar las manos de quienes verdaderamente estaban dispuestos a actuar”.

Para ella, quedaba excluida toda posibilidad de que, en el interior del SPD, se produjera cualquier tipo de asociación organizativa con los centristas. “Claro que la unión hace la fuerza, pero la unidad de convicciones sólidas y profundas, no la suma mecánica y superficial de elementos profundamente divergentes. La fuerza no reside en el número, sino en el espíritu, en la claridad, en la determinación que nos anima” ([11]).

Igualmente Liebknecht señaló en febrero de 1916: “No a la unidad a cualquier precio, sino la claridad ante todo. La claridad que se obtiene poniendo abiertamente en evidencia, y discutiendo en profundidad toda divergencia, por un acuerdo sobre los principios y la táctica, con la perspectiva de estar dispuestos a actuar, con la perspectiva de la unidad. Ese es el camino que debemos emprender. La unidad no debe ser el punto de partida de ese proceso de fermentación, sino su punto de llegada” ([12]).

La piedra angular del método de Rosa Luxemburg y los demás espartaquistas es la exigencia de claridad y solidez programáticas, sin ninguna concesión; dispuestos a ser menos pero con claridad. Esta postura de R. Luxemburg no expresa, de ninguna manera, sectarismo, sino fidelidad al método que fue desde siempre el del marxismo. R. Luxemburg no fue la única depositaria de ese rigor y firmeza programática, pues ese mismo método será después empleado por la Izquierda italiana cuando, al hacer balance de la revolución rusa y en los años 30, rechazó toda tentación de hacer concesiones políticas en el plano programático, sólo por crecer numéricamente. Quizá Rosa Luxemburg empezó a percibir las repercusiones de la nueva situación establecida por la decadencia del capitalismo, cuando no pueden existir partidos de masas de la clase obrera, sino únicamente partidos numéricamente reducidos pero programáticamente muy sólidos. Esto explica que esa cimentación teórica sea la brújula para el trabajo de los revolucionarios, frente a los centristas que, por definición, oscilan y rehuyen toda claridad política en el plano programático.

Cuando en marzo de 1917 los centristas fundaron -tras ser expulsados del SPD- su propia organización, los espartaquistas reconocieron la necesidad de intervenir frente a ellos, asumiendo la responsabilidad que los revolucionarios tienen ante su clase.

Con el telón de fondo de la revolución en Rusia en desarrollo, y una creciente radicalización de la clase obrera en la misma Alemania, los espartaquistas trataban de estar cerca de los mejores elementos de la clase, atrapados en el Centro, pero a los que su intervención podía hacer avanzar y clarificar. Debemos definir a la Comunidad de trabajo socialdemócrata (SAG) igual que a muchos partidos que se adhirieron a la Internacional comunista en marzo de 1919, partidos que carecían de homogeneidad y coherencia y eran muy inestables.

Puesto que los movimientos centristas son, en parte, expresión de inmadurez de la conciencia en la clase obrera, es posible que, con el desarrollo de la lucha de clases, pueda producirse una clarificación y que se cumpla así su destino histórico: desaparecer. Para ello, junto a la dinámica de la lucha de clases, es indispensable la existencia de un polo de referencia organizador que pueda jugar el papel de polo de claridad frente a los centristas. Sin la existencia y la intervención de una organización revolucionaria, que impulse a los elementos receptivos que están atrapados en el centrismo, resulta imposible cualquier desarrollo y separación respecto a éste.

Lenin resumió, en 1916, esa tarea: “La principal carencia del conjunto del marxismo revolucionario en Alemania es la ausencia de una organización ilegal que desarrolle sistemáticamente su línea de trabajo y que eduque a las masas en el espíritu de las nuevas tareas: una organización así debería tomar una posición clara tanto frente al oportunismo como frente al kautskysmo” ([13]).

¿Como cumplir este papel de polo de referencia? Para el 6 y 8 de abril de 1917, los centristas propusieron una conferencia para formar una organización común que se llamaría Partido socialdemócrata independiente (USPD). En el seno de los revolucionarios internacionalistas se manifestaron profundas divergencias al respecto.

La Izquierda de Bremen se opuso a la participación de las izquierdas revolucionarias en esta organización común. Radek piensa que “sólo un núcleo claro y organizado puede ejercer influencia en los obreros radicales del Centro. Hasta ahora, mientras actuábamos en el terreno del viejo partido, podíamos salir del paso con vínculos distendidos entre los diferentes radicales de izquierdas. Hoy (...) sólo un partido radical de izquierda, dotado de un programa claro y de sus propios órganos, puede reagrupar, unir e incrementar las dispersas fuerzas (No podemos cumplir nuestro deber) más que organizando a los radicales de izquierda en su propio partido” ([14]).

Los propios espartaquistas no eran homogéneos sobre esa cuestión. En una conferencia preparatoria de la Liga espartaquista, el 5 de abril, muchos delegados tomaron posición contra la entrada en el USPD, aunque este punto de vista no se impuso finalmente, ya que los espartaquistas se afiliaron al USPD.

La intención de los espartaquistas era la de ganar para su causa a los mejores elementos: “La Comunidad de trabajo socialdemócrata tiene, en sus filas, toda una serie de elementos obreros que políticamente, y por su estado de ánimo, son de los nuestros; y si siguen a la SAG es porque no tienen contactos con nosotros, o por desconocimiento de las relaciones que existen en el seno de la oposición, o por cualquier otra causa fortuita...” ([15]).

“Se trata pues de utilizar el nuevo partido, que va a reunir a importantes masas, como terreno de reclutamiento para nuestras concepciones, para la tendencia decidida de la oposición. Debemos también discutirle al SAG la influencia política y espiritual sobre las masas en el seno mismo del partido. Se trata, pues, de impulsar el partido a través de nuestra actividad en sus organizaciones, y también de nuestras propias acciones independientes, así como eventualmente actuar contra su lamentable influencia en la clase” ([16]).

En el seno de la Izquierda, había multitud de argumentos tanto a favor como en contra de esta adhesión. Sólo hoy nos es posible discernir que hubiera sido preferible, en aquel momento, llevar un trabajo de fracción desde fuera del USPD, en vez de actuar desde el interior. Pero la preocupación de los espartaquistas de intervenir frente al USPD, para tratar de arrebatarle sus mejores elementos, era plenamente válida. Lo que entonces resultaba muy difícil de acertar era si esto debía hacerse desde el “exterior” o desde el “interior”.

En todo caso esta cuestión sólo podía plantearse a partir de considerar, como acertadamente hicieron los espartaquistas, al USPD como una corriente centrista que pertenecía a la clase obrera y que, en manera alguna, se trataba de un partido burgués.

Incluso Radek, y con él la Izquierda de Bremen, reconocía la necesidad de intervenir frente a este movimiento centrista: “Siguiendo nuestro camino -sin bandazos a izquierda y derecha- es como luchamos por los elementos indeterminados. Intentaremos que se sumen a nuestras filas. Si ahora no están en condiciones de seguirnos, si se orientan hacia nosotros sólo más adelante, cuando las necesidades políticas exijan de nosotros la independencia organizativa, nada se opondrá a ello. Debemos seguir nuestro camino. (el USPD) es un partido que más pronto o más tarde quedará triturado por las muelas de la derecha y la izquierda, más decididas” ([17]).

Sólo podrá entenderse el significado de la USPD centrista y su todavía gran influencia en el seno de las masas obreras, si vemos la situación de creciente ebullición de la clase obrera. Desde la primavera de 1917 se sucedió una oleada de huelgas: en el Rhur en marzo, en abril una serie de huelgas de masas en Berlín que implicaron a más de 300 mil trabajadores, en el verano huelgas y protestas en Halle, Brunswick, Magdeburgo, Kiel, Wuppertal, Hamburgo y Nuremberg... En junio se produjeron los primeros motines en la flota. Sólo la más brutal represión pudo poner fin a estos movimientos.

En cualquier caso, el ala izquierda se encontró provisionalmente dividida entre los espartaquistas por un lado y la Izquierda de Bremen –y las demás Izquierdas revolucionarias–, por otro. La Izquierda de Bremen reclamaba la rápida fundación del partido mientras los espartaquistas se habían adherido mayoritariamente al USPD, como fracción.

toto

 


[1] Panfleto de la oposición citado por R. Muller.

[2] Lenin, El Oportunismo y el hundimiento de la IIª Internacional.

[3] Rosa Luxemburg, Der Kampf nº 31, “Offene Briefe an Gesinnungsfreude. Von Spaltung, Einheit und Austritt”, Duisburgo, 6.01.1917.

[4] Carta de Spartacus del 30 de marzo de 1916.

[5] Radek.

[6] L. Jogisches, 30.09.1916.

[7] Wohlgemuth.

[8] Lenin, Wohlgemuth.

[9] Lichstrahlen aparece entre agosto de 1914 y abril de 1916; Arbeiterpolitik de Bremen acabado 1915, en seguida aparece a partir de junio de 1916 como órgano de los Socialistas internacionalistas de Alemania (ISD).

[10] Lenin, “Las tareas del proletariado en nuestra revolución”, Obras completas, t. 31, Ed.Progreso.

[11] Rosa Luxemburg, La Política de la minoría socialdemócrata, primavera de 1916.

[12] Spartakusbriefe.

[13] Lenin, julio de 1916. Obras completas, tomo 22.

[14] K. Radek, Unter eigenem Banner.

[15] L. Jogisches, 25/12/1916.

[16] Spartakus im Kriege;

[17] Einheit oder Spaltung?

 

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