Huelgas y manifestaciones en Estados Unidos, en España, en Grecia, Francia… ¿Cómo podemos desarrollar y unir nuestras luchas?

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Este obrero estadounidense resume en una frase lo que está madurando en la conciencia de toda la clase obrera, en todos los países. Hace un año estalló en el Reino Unido el «verano de la ira». Al grito de «Enough is enough» («¡Ya Basta!»), los trabajadores británicos anunciaron la reanudación de la lucha tras más de treinta años de atonía y resignación.

Este llamamiento resonó más allá de las fronteras. Desde Grecia hasta México, huelgas y manifestaciones contra un mismo deterioro intolerable de nuestras condiciones de vida y de trabajo, se sucedieron a finales de 2022 y principios de 2023.

Y, a mediados del invierno, en Francia, se dio un paso más: los proletarios hicieron suyo ese "ya basta". Pero en lugar de multiplicar las luchas locales y corporativistas, aisladas unas de otras, fueron capaces de reunirse por millones en las calles. A la combatividad necesaria se añadió la fuerza de la masividad. Y ahora es en Estados Unidos donde los trabajadores intentan llevar la antorcha de la lucha un poco más lejos.

En Estados Unidos, un nuevo paso adelante para la lucha de clases

Un auténtico apagón mediático rodea al movimiento social que actualmente está incendiando la primera potencia económica mundial. No es de extrañar. Pues en un país asolado desde hace décadas por la pobreza, la violencia, la droga, el racismo, el miedo y el individualismo, estas luchas demuestran que es posible un camino completamente distinto.

En el corazón de todas estas huelgas alienta el impulso de una verdadera solidaridad obrera. Como declaraba ese mismo trabajador que hemos citado: «Estamos todos hartos: los temporales están hartos, los empleados con muchos años de antigüedad como yo estamos hartos... porque estos temporales son nuestros hijos, nuestros vecinos, nuestros amigos». Así es como los trabajadores cierran filas entre generaciones: los "viejos" no están en huelga sólo por sí mismos, sino sobre todo por los "jóvenes", que sufren condiciones de trabajo aún peores y salarios aún más bajos.

Poco a poco va creciendo un sentimiento de solidaridad en la clase trabajadora, a medida que nos damos cuenta de que «todos vamos en el mismo barco»: «Todos estos grupos no son movimientos separados, sino un grito de guerra colectivo: somos una ciudad de trabajadores: de cuello blanco o azul, sindicalizados y no sindicalizados, inmigrantes y nativos» (Los Angeles Times).

Por otra parte, las huelgas actuales en Estados Unidos abarcan mucho más que los propios sectores movilizados. «En el complejo de Stellantis en Toledo, Ohio, el comienzo de la huelga se vio saludado por multitud de vítores y toques de claxon» (The Wall Street Journal). «Las bocinas apoyan a los huelguistas frente a la planta del fabricante de automóviles en Wayne, Michigan» (The Guardian).

La actual oleada de huelgas tiene una importancia histórica:

- Guionistas y actores de Hollywood lucharon juntos por primera vez en 63 años;

- Las enfermeras del sector privado de Minnesota y Wisconsin han protagonizado la mayor huelga de su historia;

- Los trabajadores municipales de Los Ángeles se declararon en huelga por primera vez en 40 años;

- Los trabajadores de las "Tres Grandes" (General Motors, Ford y Chrysler) protagonizaron una lucha conjunta sin precedentes;

- Los trabajadores de Kaiser Permanente, en huelga en varios estados, protagonizaron la mayor manifestación jamás organizada en el sector sanitario.

También podríamos añadir las numerosas huelgas de las últimas semanas en Starbucks, Amazon y McDonald's, en fábricas de aviación y ferroviarias, o la que poco a poco se ha extendido a todos los hoteles de California... Y tantos otros trabajadores que luchan por un salario digno frente a una inflación galopante que les está reduciendo a la pobreza.

A través de todas estas huelgas, el proletariado estadounidense está demostrando que también es posible la lucha de los trabajadores del sector privado. En Europa, hasta ahora, han sido sobre todo los trabajadores del sector público los que se han movilizado, pues el miedo a perder el empleo ha supuesto un freno decisivo para los asalariados de las empresas privadas. Pero ante unas condiciones de explotación cada vez más insoportables, todos vamos a vernos obligados a luchar. El futuro pertenece a la lucha de clases en todos los sectores, ¡juntos y unidos!

Frente a la división, ¡unamos nuestras luchas!

La indignación vuelve a crecer en Europa, Asia e incluso Oceanía. En China, Corea y Australia también se suceden las huelgas desde el verano. En Grecia, a finales de septiembre, un movimiento social reunió a los sectores del transporte, la educación y la sanidad para protestar contra un proyecto de reforma laboral destinado a flexibilizar el empleo. El 13 de octubre vuelven las manifestaciones en Francia, por la cuestión salarial. También en España empieza a soplar un viento de indignación: Para los días 17 y 19 de octubre, están convocadas huelgas en el sector de la enseñanza privada; para el 24 en la enseñanza pública; para el 25 de octubre, una huelga de todo el sector público vasco; y el 28 de octubre, manifestación de los pensionistas, etc. Ante esta perspectiva la prensa española empieza a anticipar «un nuevo otoño caliente».

Pero esta lista no sólo indica el creciente nivel de descontento y combatividad de nuestra clase. También revela la mayor debilidad actual de nuestro movimiento: a pesar de la creciente solidaridad, nuestras luchas siguen estando separadas unas de otras. Nuestras huelgas pueden ser simultáneas, incluso podemos estar codo con codo a veces en las calles, pero no estamos luchando realmente juntos. No estamos unidos, no estamos organizados como una sola fuerza social, en una sola lucha.

La actual oleada de huelgas en Estados Unidos es una nueva demostración flagrante de ello. Cuando se inició el movimiento en las "Tres Grandes", la huelga se limitó a tres plantas “seleccionadas": Wentzville (Missouri) para GM, Toledo (Ohio) para Chrysler y Wayne (Michigan) para Ford. Estas tres plantas están separadas por miles de kilómetros, lo que hace imposible que los trabajadores se reúnan y luchen juntos.

Pero ¿Por qué esta dispersión? ¿Quién organiza esta fragmentación? ¿Quién encuadra disciplinadamente a estos trabajadores? ¿Quién “organiza” los movimientos sociales? ¿Quiénes son los "especialistas en la lucha", los representantes legales de los trabajadores? Los sindicatos. En todo el mundo, los sindicatos están dispersando la respuesta de los trabajadores.

Fue la UAW, uno de los principales sindicatos de Estados Unidos, ¡el que "designó" esas tres plantas! Es la UAW la que, mientras califica fraudulentamente el movimiento de «fuerte, unido y masivo», limita deliberadamente la huelga a sólo el 10% de los trabajadores sindicados, mientras que todos los trabajadores proclaman a voz en grito su deseo de ir a la huelga en su totalidad. Cuando los trabajadores de Mack Truck (camiones Volvo) intentaron unirse a las "Tres Grandes" en su lucha, ¿qué hicieron los sindicatos? ¡Se apresuraron a firmar un acuerdo para poner fin a la huelga! En Hollywood, cuando la huelga de actores y guionistas duraba ya meses, se firmó un acuerdo entre patronal y sindicatos en el momento en que los trabajadores del automóvil se incorporaban al movimiento.

También en Francia, durante las manifestaciones que reunían a millones de personas en las calles, los sindicatos fragmentaban las procesiones haciendo que "sus" sindicalistas marchasen agrupados por corporaciones, no juntos sino unos detrás de otros, impidiendo cualquier reunión o debate.

Tanto en Estados Unidos, como en el Reino Unido, en Francia, en España, en Grecia, en Australia y en todos los demás países, para poner fin a esta división organizada, para estar verdaderamente unidos, para poder tendernos la mano, para animarnos unos a otros, para extender nuestro movimiento, debemos arrebatar el control de las luchas de las manos de los sindicatos. Estas son nuestras luchas, ¡las luchas de toda la clase obrera!

Y, siempre que podamos, tenemos que reunirnos en asambleas generales abiertas y masivas, autónomas, que decidan realmente la marcha del movimiento. Asambleas generales en las que discutamos lo más ampliamente posible las necesidades generales de la lucha y las reivindicaciones que más nos unan. Asambleas generales desde las que podamos partir en delegaciones masivas al encuentro de nuestros hermanos y hermanas de clase, los trabajadores de la fábrica, del hospital, de la escuela o la administración más cercanos.

Detrás de cada huelga se cierne la hidra de la revolución

Frente al empobrecimiento, frente al calentamiento climático, frente a la violencia policial, el racismo, o la violencia contra las mujeres... hemos visto surgir, en los últimos años, otro tipo de reacciones: las manifestaciones de los "chalecos amarillos" en Francia, las concentraciones ecologistas como las de "Juventud por el clima", las protestas por la igualdad como las de "Black Lives Matter" o el "MeToo", o los gritos de rabia que han estallado en revueltas como las acaecidas en Estados Unidos, Francia o Reino Unido.

Pero todas estas acciones buscan instaurar una forma de capitalismo más justa, más equitativa, más humana y más verde. Por eso es tan fácil para el Estado y la burguesía recuperar estas reacciones y no vacilan en respaldar todos estos "movimientos ciudadanos". Por otra parte, los sindicatos y todos los políticos hacen todo lo posible para limitar las reivindicaciones de los trabajadores al marco estricto del capitalismo, insistiendo en la necesidad de un mejor reparto de la riqueza entre empresarios y asalariados. «Ahora que la industria se está recuperando, [los trabajadores] deberían participar en los beneficios», llegó a declarar Biden, el primer presidente estadounidense que ha participado en un piquete de huelga.

Pero cuando lucha contra los efectos de la crisis económica, contra los ataques orquestados por los Estados, contra los sacrificios impuestos por el desarrollo de la economía de guerra, el proletariado se alza no como ciudadanos que exigen "derechos" y "justicia" sino como explotados contra sus explotadores y, en última instancia, como clase contra el propio sistema. Por eso, la dinámica internacional de la lucha de la clase obrera lleva en sí misma el germen de un cuestionamiento de los fundamentos del capitalismo.

En Grecia, durante la jornada de acción del 21 de septiembre contra la reforma laboral, los manifestantes vincularon este nuevo ataque con las catástrofes "naturales" que habían asolado el país este pasado verano. Por un lado, el capitalismo está destruyendo el planeta, contaminando, exacerbando el calentamiento global, deforestando, hormigonando, secando la tierra y provocando inundaciones e incendios. Por otra, suprime los empleos que cuidaban de la naturaleza y protegían a las personas, y prefiere construir aviones de guerra en lugar de hidroaviones para la extinción de incendios.

Junto a la lucha contra el deterioro de sus condiciones de vida y de trabajo, la clase obrera está reflexionando sobre una cuestión mucho más amplia: el sistema y su futuro. Hace unos meses, en las manifestaciones en Francia, en algunas pancartas se empezaba a leer un rechazo a la guerra en Ucrania, un rechazo a apretarse el cinturón en favor de esta economía de guerra: «Ni un céntimo para la guerra, ni un céntimo para armas, el dinero para los salarios y las pensiones».

Crisis económica, crisis ecológica, barbarie guerrera... son todos ellos síntomas de la dinámica mortífera del capitalismo global. El diluvio de bombas y balas que llueve sobre las poblaciones de Israel y Gaza mientras escribimos estas líneas, al mismo tiempo que persisten las masacres en Ucrania, ilustran la espiral de descenso al abismo en la que el capitalismo está llevando a la sociedad, ¡amenazando la supervivencia de la humanidad!

El creciente número de huelgas muestra el enfrentamiento de dos mundos: el mundo burgués de la competencia y la barbarie, y el mundo obrero de la solidaridad y la esperanza. Este es el significado profundo de nuestras luchas actuales y futuras: la promesa de un futuro diferente, sin explotación ni clases sociales, sin guerras ni fronteras, sin destrucción del planeta ni búsqueda de beneficios.

Corriente Comunista Internacional, 8 de octubre de 2023

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