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A cincuenta años de las movilizaciones obreras en la ciudad de Córdoba, aún se hace necesario reflexionar sobre su significado, porque son esos mismos cincuenta años los que el aparato de izquierda del capital ha utilizado para construir versiones distorsionadas sobre lo que definió su origen y las respuestas políticas que generó, evitando que la clase obrera pueda recuperar las experiencias que dejó esa jornada de lucha. El hecho de que los obreros tomaran las calles exponiendo su rechazo a la burguesía argentina que gobernaba a través de una dictadura militar, lo han usado para afirmar que iban en la búsqueda de una vida democrática para el país. Otras versiones, defendidas por organizaciones burguesas como el peronismo, desnaturalizan la protesta obrera, la presentan como algo que les “sensibilizó” y les hizo cambiar su actitud de frente al proletariado, llevándolos a incorporar consignas “clasistas” en su programa. Y no son pocas las referencias que pretenden borrar el accionar espontáneo y combativo que los obreros llevaron a cabo, rebasando el control sindical, para transformarlo en un detonante de expresiones sindicales radicales e incluso de las actividades terroristas y guerrilleras de los años setenta.
El Cordobazo, así como el Mayo francés de 1968[1], representó el fin del período de más 40 años de contrarrevolución que se instauró después de la oleada de 1917 a 1923. Para explicar este proceso nos detendremos un poco en el desarrollo histórico que enmarca a estas movilizaciones obreras de hace medio siglo.
El avance de la crisis económica por el mundo y el fin de la contrarrevolución
A diferencia de la respuesta revolucionaria que la clase obrera presentó ante la Primera Guerra Mundial –al grado que la burguesía se vio obligada a detener esa carnicería–, en la Segunda Guerra Mundial el proletariado se encontraba sin capacidad para oponerse al accionar belicoso del capital, en tanto que, no solo había sido aplastado físicamente por el estalinismo y el fascismo, sino además la ideología burguesa logró atraparlo y someterlo dentro del antifascismo y en la defensa de la democracia.
Se hace preciso exponer que en el período 1917-23, enmarcado principalmente por la revolución rusa y alemana, se alcanzó la parte más elevada de una gran oleada revolucionaria que se percibió todavía en 1927 con las insurrecciones obreras de Shanghái y Cantón en China. Sin embargo, la serie de derrotas que sufrió la clase obrera en este período, abrieron las puertas a la Segunda Guerra Mundial y a la implantación de un período contrarrevolucionario terrible y profundo, que se extendió hasta 1968.
El dominio de la contrarrevolución impidió que ante los golpes de la crisis de 1929 la clase obrera pudiera responder de forma masiva y organizada, por el contrario, provocó una ampliación de la desmoralización del proletariado. Luego la confusión y desconfianza en sus fuerzas se vuelve más profunda con la preparación de la guerra de parte de las potencias imperialistas, porque los preparativos no implicaron solamente la militarización de la economía, sino, además, la realización de campañas ideológicas, en la que presentan al Estado capitalista como una entidad “benefactora” y a la patria (y su defensa), como el gran ideal. De esa manera es que logran colocar al proletariado bajo las banderas de la burguesía y lanzarlo nuevamente a una feroz carnicería.
Al finalizar la guerra hay un crecimiento relativo de la economía mundial y se abre el período de la llamada “guerra fría” entre los imperialismos de Rusia y Estados Unidos, lo cual dio oportunidad a la burguesía para continuar y profundizar su campaña, añadiendo esta vez a su discurso la afirmación de que el capitalismo es una “fortaleza económica” que otorga beneficios a todos a través de las políticas de “bienestar social”, por lo que otra vez invoca a la “unidad nacional”. Bajo esas circunstancias, sociólogos e intelectuales de izquierda y derecha, proclamaron la “asimilación de los trabajadores por la sociedad de consumo”, lo que significaba que el capitalismo había encontrado la fórmula para perpetuarse y para anular políticamente a la clase obrera.
Pero la crisis económica que los teóricos de la burguesía aseguraban había sido desterrada, reapareció hacia finales de la década de los años sesenta, por lo que la burguesía requirió incrementar los ritmos de explotación y una mayor afectación de las condiciones de la vida de los trabajadores. Por eso los diversos problemas económicos que a lo largo del planeta iban asomándose, ponían en evidencia que el capitalismo no puede escapar de la crisis, pero al mismo tiempo, al extenderse y profundizarse, sirve de estímulo a la lucha de la clase obrera, así va recuperando su identidad de clase y la confianza en sus fuerzas. Las huelgas masivas de mayo 1968 en Francia marcaron el fin del período de la contrarrevolución y el inicio de una nueva oleada de movilizaciones obreras.
Entre las expresiones obreras más relevantes y que forman esta oleada, se encuentra el Otoño Caliente italiano en 1969[2], pero también en ese mismo año se llevan a cabo las movilizaciones de los trabajadores en Israel y sin duda el levantamiento en Córdoba, Argentina. Esas expresiones combativas se continúan en Polonia en 1970, en España, Egipto y Gran Bretaña en 1972…
Luego, a mediados de los setenta las movilizaciones continúan y no dejan de estar presentes hasta fines de los ochenta. Entre las movilizaciones obreras más combativas de ese período está la huelga de masas en Polonia (1980)[3] y la huelga de los mineros de Gran Bretaña (1984-85)[4].
Todas estas manifestaciones demostraron que la combatividad de la clase obrera había renacido; la creación de asambleas generales y comités de huelga aparecían como una recuperación de la experiencia de los soviets... Pero mientras la conciencia y combatividad de los obreros se recuperaba, la burguesía mantenía su ataque en contra de los trabajadores, trampeando y saboteando mediante su aparato de izquierda y los sindicatos (tanto los oficialistas como los “independientes”). Justamente las huelgas referidas en Polonia y Gran Bretaña, son ilustrativas de cómo la burguesía enfrenta a los proletarios. Requiere indudablemente de la fuerza de sus aparatos de represión, pero sobre todo del sabotaje de la lucha a través de sus partidos y sindicatos: en Gran Bretaña, el National Union of Mineworkers tuvo una activa intervención para prolongar y aislar la huelga y en Polonia, para arrebatar el control de la lucha a las asambleas y comités obreros, se impulsó la formación del sindicato Solidarność.
De esta manera, el Cordobazo no puede ser visto como una expresión aislada que responde solo a “asuntos argentinos”, es parte de una respuesta internacional del proletariado. Tampoco es una “jornada de combate sindical”, por el contrario, es una lucha que logró desarrollar una gran combatividad a pesar de la presencia de los sindicatos y la feroz represión del Estado.
Así, la reaparición de la crisis económica a fines de los años sesenta, rompió la mistificación del crecimiento perpetuo del capitalismo, pero también al empujar al combate a los proletarios del mundo, pone fin al período de contrarrevolución.
Los sindicatos contra la clase obrera argentina
El proceso de industrialización de Argentina se destacó por presentar un ritmo más activo que el que siguieron los demás países de Latinoamérica, ya que se presentó de forma amplia desde las últimas décadas del siglo XIX, por lo cual, la clase obrera también extendió su presencia en el escenario social. El desarrollo de la acumulación de capital requirió de fuerza de trabajo que fue cubierta ampliamente por trabajadores migrantes provenientes de Europa. Eso le permitió a la burguesía contar con una fuerza de trabajo capacitada, pero también, esa masa obrera al integrarse en la vida del colectivo de explotados argentinos transmitió su experiencia política, ayudando en algunos aspectos, a la orientación y desarrollo de la combatividad obrera[5].
Entrado el siglo XX esa dinámica del capital se mantiene e incluso se acelera en momentos de “coyuntura”, como lo fueron la Primera y Segunda Guerra Mundial. Es durante esos períodos que la industria se expande por el territorio argentino, destacándose algunas ciudades como polos industriales y con alta concentración de trabajadores[6].
Pero este proceso dinámico de la acumulación choca con su propio crecimiento. Si retrocedemos a los años de 1929, fecha en que estalló y se extendió por el mundo la crisis económica, encontramos que la economía de Argentina también se vio afectada y dominada por la crisis, pero sus efectos y secuelas se magnifican por la falta de unidad política al interno de la clase dominante. Es por eso que algunos sectores de la burguesía empujan a la realización de sucesivos golpes militares para forzar una unidad y un control social que le permitiera resistir en esos momentos críticos. Es así que, a través del golpe de Estado, se impone un gobierno militar a cargo de José Uriburu (en septiembre-1930) que se marca como tarea establecer una política de represión feroz en contra de las movilizaciones obreras que intentaban dar una respuesta a la degradación de sus condiciones de vida. Al nuevo gobierno no le bastaba la aplicación de medidas que degradaran aún más los salarios y tener paso libre para direccionar los recursos fiscales y crediticios para la protección del capital, tenía que imponer su fuerza y poder mediante la persecución y la represión… pero para evitar la respuesta obrera el reforzamiento de la estructura sindical era necesario.
Así es que en el marco de la expansión de la crisis capitalista de 1929 y del avance de la contrarrevolución por el mundo, la burguesía argentina procura fortalecer su aparato político sindical creando una “gran” central con el fin de asegurar el control de los trabajadores. Este proyecto se va a concretar el 27 de septiembre de 1930 con la formación de la Confederación General de los Trabajadores (CGT). Justamente las tareas que va a cumplir esta central son:
- hacer una campaña dentro de la clase obrera a favor del gobierno militar para otorgarle credibilidad,
- controlar el descontento proletario ante las medidas de austeridad que se imponen desde el Estado, así como la desvalorización de la fuerza de trabajo.
Por eso, desde su origen y en su actuación cotidiana, la CGT se mostrará como una estructura burguesa opuesta a los trabajadores. A lo largo de su historia van a aparecer diversas fracturas, que se dicen “opositoras y críticas” al oficialismo de la CGT, para convencer de esa actitud, usan un lenguaje radical, sin embargo, avanzan también al lado de la burguesía para cumplir fielmente su trabajo de sabotaje contra el proletariado.
Fue la dinámica industrializadora lo que hizo que la presencia de la CGT fuera de mayor importancia para el capital; no es raro que fuera a mediados de los años 40, con el gobierno de Perón –que tiene la tarea de comandar la fase de industrialización mediante la “sustitución de importaciones”–, cuando la CGT se fortalece y se convierte en la columna vertebral de las políticas del gobierno y principal difusor de la ideología peronista[7], que es la expresión misma del dominio del capital. De tal manera que la presencia de una clase obrera en crecimiento hizo que el Estado burgués se asegurara en fortalecer su brazo sindical, creando cuando lo necesita, alrededor la CGT, estructuras “alternativas”, con discursos “radicales” con las que establece una distribución de las tareas para el control de los trabajadores
En 1966, como producto nuevamente de una fractura interna de la burguesía, pero sobre todo respondiendo a la “doctrina de seguridad nacional”, impulsada por los EUA, como parte de la “guerra fría”, las fuerzas militares vuelven a operar un golpe de Estado. Aprovechando el desprestigio de los partidos, de los diputados y demás personajes del poder, los militares se presentan como una alternativa, defensores de los “valores nacionales” y la seguridad, por esa razón bautizan a ese proyecto como la “revolución argentina”, logrando en un corto tiempo la unificación de la burguesía y pequeña burguesía.
La CGT expone abiertamente su apoyo[8] al gobierno militar de Onganía, reafirmando que sus intereses están del lado de la burguesía y que su labor es la de someter de los trabajadores. La cohesión que la burguesía intentaba asegurar con la denominada “revolución argentina” se fragilizaba en la medida en que la crisis económica avanzaba. Bajo esas circunstancias el Estado va profundizando las políticas “anti recesivas”, lo que implicaba acrecentar los ataques a los trabajadores, haciéndose, por tanto, más necesarios los servicios de la CGT.
La defensa descarada que el sindicato hace del gobierno militar, lo desgasta y lo vuelve poco creíble ante los trabajadores, por ello la misma burguesía empuja a la creación de una estructura sindical “alternativa”; de esa manera es que en 1968 se forma la CGT de los Argentinos (CGT-A). Así, mientras que la CGT oficial (dirigida por Augusto Vandor), con un discurso moderado intenta someter el descontento general, la CGT-A (encabezada por Raimundo Ongaro), hace el relevo y atrapa a los sectores proletarios que buscan rebasar el dominio sindical oficialista.
Los documentos políticos de la CGT-A contienen afirmaciones redactadas con lenguaje “radical”, lo que les permite disfrazar sus acciones orientadas a la defensa del capital; por ejemplo, presenta a los intereses de la clase obrera unidos a los de la burguesía, justifica así su convocatoria a la defensa del capital nacional: “El aplastamiento de la clase obrera va acompañado de la liquidación de la industria nacional, la entrega de todos los recursos, la sumisión a los organismos financieros internacionales (…)”. En párrafos más abajo completa su postura: “Los sectores básicos de la economía pertenecen a la Nación. El comercio exterior, los bancos, el petróleo, la electricidad, la siderurgia y los frigoríficos deben ser nacionalizados.” (Mensaje a los trabajadores y el pueblo. Programa del 1º de Mayo de 1968).
No resulta nada extraño que el “caudillo” Perón reconociera, desde el exilio, la importancia política de la CGT-A y la impulsara para enfrentar a la CGT de Vandor. Y no es solamente porque Vandor le disputaba a Perón la dirigencia del “justicialismo”, postulando la creación de un “peronismo sin Perón”, sino además porque sus frases adornadas de radicalidad creaban un mejor camuflaje para involucrar a los trabajadores en la defensa del capitalismo.
Sindicatos oficiales, “independientes” o “radicales”, enemigos de la clase obrera
En la formación de esta CGT “combativa” (como también se hacían llamar la CGT-A), colaboran personajes de la “intelectualidad” radicalizada de origen pequeño burgués e incluso curas católicos del “Movimiento de Sacerdotes para el Tercer Mundo” y sin duda participan también un gran número de trabajadores que se acercan con mucha honestidad (aunque con gran confusión), lo cual no cambia en nada su naturaleza burguesa; precisamente los sindicatos son armas imprescindibles para la burguesía porque es través de ellos que puede penetrar en las filas de los trabajadores, llevando un gran camuflaje para esconder que es un engrane más de la maquinaria estatal burguesa.
El ascenso del gobierno militar de Onganía, se presentó como una respuesta política de la burguesía ante la ruptura de su unidad y para enfrentar la crisis económica, por lo que centra su atención en mejorar los mecanismos de explotación y sometimiento de los trabajadores, lo que conduce a una mayor degradación su vida, a una estricta vigilancia policial de la vida social y una feroz represión en contra de las manifestaciones obreras (y de estudiantes), lo cual se vuelve una constante que avanzaba y tomaba dimensiones de mayor magnitud, dejando en cada ocasión una cantidad de detenidos, heridos y asesinados.
Pero el terror aplicado por el Estado no logró atemorizar y paralizar a los trabajadores, por el contrario, alimentó su coraje y combatividad. Aunque también, este ambiente de lucha fue aprovechado por los partidos maoístas, stalinistas, trotskistas y peronistas, para engrosar sus filas con estudiantes y jóvenes obreros. Así, a pesar de la práctica represiva del Estado, la acción sindical y de los partidos de izquierda e izquierdistas, algunos sectores del proletariado argentino lograron impulsar la discusión y reflexión sobre el significado de las medidas económicas, las políticas aplicadas por el gobierno, pero además sobre la posibilidad y la necesidad de la revolución[9].
Para finales de los años 60, Argentina contaba con ciudades muy industrializadas (como Buenos Aires, Rosario y Córdoba), en las que se concentraron amplias masas de obreros, que van exponiendo una gran combatividad en sus movilizaciones. Justamente esta combatividad obrera se define como una tendencia que va imponiéndose a partir en 1966, mostrando una respuesta a los ataques de la burguesía y su Estado.
Es sobre todo en el año de 1969 cuando los ataques se vuelven más feroces, cualquier manifestación callejera era reprimida brutalmente, por ejemplo, en las provincias de Corrientes y Rosario las movilizaciones estudiantiles, que protestaban en contra del aumento de los precios en el comedor universitario terminaron, en ambos casos, en ataques policiales, dejando un saldo de estudiantes asesinados y heridos. Estos hechos generaron consternación entre los trabajadores, pero al mismo tiempo se van convirtiendo en detonantes de coraje y de expresiones solidarias.
En Córdoba en mayo de 1969, el descontento de los trabajadores va creciendo como respuesta a las medidas económicas violentas y a los actos represivos: al inicio del mes de mayo los trabajadores del transporte llevaron a cabo una huelga por mejoras salariales. En las fábricas automotrices desde 1968 se venía despidiendo trabajadores e incrementando la intensidad laboral, pero en 1969 la patronal anunció que, para los trabajadores de los sectores metalmecánico y automotriz, se eliminaría el “sábado inglés”, lo que implicaba la ampliación de la jornada de trabajo del día sábado (4 horas extras sin pago adicional). Esa medida tenía su complemento en la reducción directa del salario (por efecto de las “quitas zonales”).
En el resto de las empresas se mantiene (como desde 1967) la congelación de los salarios... El 14 de mayo, los obreros de la metalurgia son agredidos por la policía cuando realizaban una asamblea, por lo que se desató un violento combate callejero, que va a detonar en un incremento del coraje y la combatividad obrera. Los sindicatos no esconden su preocupación por la combatividad que va en crecimiento y amenazando con desbordar su control, por lo cual las dos CGT buscan trabajar juntas.
A pesar del control sindical la combatividad obrera se hace presente
En un intento de evitar que el descontento en ascenso entre los obreros saliera del control sindical, la CGT-A en unión con la CGT de Vandor, convocan a un paro nacional de actividades de 24 horas para el día 30 de mayo. Los sindicatos gremiales cordobeses[10], por su parte, en una especie de competencia con las estructuras burocráticas de la CGT e incluso de la CGT-A (a la que estaban asociados la mayoría de los sindicatos de Córdoba), plantean iniciar el paro el 29 de mayo a las 11 de la mañana y terminarlo 37 horas después, de esa forma buscan prestigiarse ante los obreros y al mismo tiempo mostrar a la jefatura de las dos centrales su dominio y fuerza local, con el fin de ganar presencia y canonjías dentro de la estructura sindical.
La convocatoria de la movilización estaba controlada por el sindicato. Incluso la detención del peronista Raimundo Ongaro dos días antes del paro, alimentaba el descontento que los sindicatos podían aprovechar.
Así la estructura sindical cubría diferentes flancos para asegurar el control de la combatividad obrera. Combinaba la “radicalidad” de la CGT-A con la actitud “mesurada y legalista” de la CGT, pero también cumplían su papel los sindicatos no integrados a ninguna de las CGTs y por tanto fuera de la convocatoria (como lo era el de la Fiat).
Mientras unos sindicatos pretenden impedir que los obreros participaran en el paro, los sindicatos cegetistas de las diversas industrias impulsarían la movilización, procurando que como siempre, las movilizaciones se quedaran en simples caravanas, ocupando las calles pero de forma dispersa, manteniendo (bajo la supervisión de los sindicatos) la división gremial que responde a la división del trabajo en la producción capitalista… sin embargo, en esa ocasión, no lograron detener la expresión del descontento proletario en su propio terreno de clase.
29 de mayo del año 69: rebelión obrera en Córdoba
La propuesta surgida del encuentro sindical fue que desde la mañana del 29 de mayo los diferentes contingentes de obreros y estudiantes saldrían desde las puertas de las diversas fábricas para avanzar, formando contingentes dispersos, hasta llegar al local de la CGT (ubicado en Av. Vélez Sarsfield).
El primer aspecto que se destaca es la respuesta masiva de los obreros; no solo los trabajadores de las grandes plantas fabriles se movilizaron, también los de los pequeños talleres se incorporan espontáneamente e incluso muchos obreros de Fiat, en cuya fábrica el sindicato se oponía al paro, se integran a la manifestación. Los estudiantes también pararon sus actividades y se integraron masivamente en apoyo a los trabajadores, de manera que prácticamente la ciudad entera quedó parada.
La policía desde las primeras horas del 29 de mayo había cercado a la Av. Vélez Sarsfield para impedir la llegada de los grupos de obreros y en diversas calles y barrios cercanas a las zonas fabriles, el gobierno destacó escuadras de la gendarmería y de la caballería, los cuales iniciaron su tarea de intimidación desde muy temprano, intentando impedir el avance de las columnas de obreros. Pero fue en las calles del centro de la ciudad donde se presentaron los combates más fuertes.
Cuando la policía vio acercarse la manifestación al punto de reunión, arremetió primero con bombas de gas lacrimógeno, luego lanzó las escuadras de la policía montada… con esas avanzadas logró que algunos grupos de manifestantes se dispersaran, pero enseguida se agrupan y responden a la agresión con mucho coraje. Palos y piedras fueron usados por los manifestantes en contra de los cuerpos represivos. La masividad de la manifestación logró repeler la agresión, pero la policía al verse incapacitada para imponer su orden busca aprovechar su capacidad de fuego, de forma que ya no usan solamente su “armamento disuasivo”, ahora son sus fusiles y pistolas las que disparan en contra de la masa, hiriendo a varios trabajadores y asesinando a Máximo Mena[11], un joven obrero de IKA-Renault.
La muerte de su compañero en vez de causar temor anima la solidaridad y enciende el coraje. De una manera espontánea los obreros construyen barricadas y llevan a cabo asambleas en las calles y en las propias barricadas, en las que participan obreros sin distinción de la fábrica en la que laboraba, integrándose además estudiantes y los mismos habitantes de los barrios, logrando una gran unidad y expresión solidaria. El testimonio de un obrero participante en esos combates refiere: “La reacción de la gente fue notable, salía a darnos diarios (para prender las fogatas que ayudan a disminuir el efecto del gas lacrimógeno), las mujeres, las viejas, nos daban fósforos, botellas para que nos defendamos, palos…”[12]
La estructura sindical por más que intentó detener los combates, no logró hacerlo y ven con horror como la manifestación que esperaban fuera controlada por ellos, se convertía en una rebelión obrera y de masas.
Algunos “jefes sindicales”, como fue el caso de Agustín Tosco, de Luz y Fuerza, que impotente ante la fuerza obrera que se levantaba de forma autónoma, declaraba a periodistas de la revista “Siete Días”: “La gente salió por las suyas, ya nadie las dirige” y asomaba su amargura al decir, “Se nos fue todo de las manos”[13]. La estructura sindical de la UOM (dirigido por el peronista “moderado” Atilio López), también se da cuenta que los trabajadores se liberaban de su control, por lo que huyen y se “deslindan”, intentando alcanzar el perdón del Estado y salvar su pelleja…
Luego de algunas horas de combatir ferozmente en las calles cordobesas, los explotados logran replegar a una gran parte de las fuerzas represivas, que se refugian en sus cuarteles, aquellos que quedan activos, mantienen el combate en algunos barrios más alejados del centro, pero sin lograr traspasar las barricadas, por eso en un acto de desesperación y venganza, la policía arremete en contra de la población que no estaba involucrada en la manifestación, pero tenían la mala suerte de cruzarse en su camino.
En el barrio de Clínicas, grupos formados principalmente por estudiantes, se colocan en los techos de las casas desde donde hacen disparos disuasivos para impedir el avance de la policía. Avanzada la noche de ese mismo día los trabajadores cortaron la luz, creando una penumbra para dificultar el movimiento de la policía y del ejército que había llegado a la ciudad por la tarde y preparaba el asalto.
Es hasta la madrugada del día 30 de mayo que las escuadras militares inician el avance lento por la ciudad, dado que aún encuentran barricadas en las que se intenta la defensa, pero la soldadesca termina imponiéndose y tomando militarmente la ciudad, lo que le permite establecer el “toque de queda” y la detención masiva de obreros y estudiantes, a los que juzgará casi inmediatamente en los tribunales militares formados ex - profeso.
Las lecciones del Cordobazo
Las jornadas combativas de mayo de 1969 detonaron una ola de luchas en Argentina hasta mediados de los setenta, dejando sin duda lecciones que los trabajadores deben recuperar. A diferencia de la burguesía, decía Marx, que en su lucha contra el viejo sistema, “avanzan arrolladoramente de éxito en éxito”, los trabajadores por el contrario avanzan por la historia con mayores complicaciones, en tanto critican constantemente su práctica, “para comenzarlo de nuevo, se burlan concienzuda y cruelmente de las indecisiones, de los lados flojos y de la mezquindad de sus primeros intentos...”[14] Y lo hacen así porque es una clase social que no tiene ningún asidero económico en este sistema, su fuerza proviene de su conciencia y organización y ésta solo puede fortalecerse evaluando su propia práctica, recuperando las lecciones de todos sus combates y más aún de sus derrotas. En ese sentido cuando recordamos al Cordobazo no es para hacer una apología exagerada o ciega, un discurso lacrimoso y conmovedor o un apunte formal para describir una efeméride, lo recordamos luego de 50 años porque el proletariado argentino mostró la fuerza que puede crearse cuando logra romper las ataduras sindicales y de los partidos de la izquierda y derecha del capital que lo someten. Esa es una gran lección que el proletariado del mundo debe recuperar, pero al mismo tiempo se requiere de un balance crítico mostrando sus debilidades, como, por ejemplo:
- La rebelión obrera del 29 de mayo se mostró como una respuesta espontánea y consciente ante los ataques del capital, fue una expresión incipiente pero importante en contra del capitalismo, en tanto logró despertar la combatividad, animar la solidaridad y recuperar la confianza en sus fuerzas, sin embargo, la movilización no avanzó más. Uno de los aspectos que impidió a los trabajadores llevar a su conciencia a niveles más desarrollados fue la carga ideológica que durante años había inoculado el aparato sindical, la izquierda del capital y de forma particular el peronismo, que en Argentina ha actuado y continúa actuando en defensa del capital y en contra del proletariado.
De forma específica la ideología “anti-imperialista”[15] y “critica” a las expresiones monopólicas han sido argumentos con el que buscan golpear la conciencia del proletariado[16]. Esto es así porque el “anti-imperialismo” es en realidad el disfraz de un discurso nacionalista que utiliza tanto sectores de derecha como la izquierda del capital para confundir y desviar el descontento de los explotados hacia la defensa del capitalismo nacional; a ese mismo punto se llega cuando se levanta la consigna de lucha contra el capital monopólico e incluso crea mayor confusión cuando sumerge a los explotados en la ilusión de posibles políticas “alternativas”, como el proteccionismo o la estatización. Estas viejas trampas no tienen otro objetivo que impedir que los trabajadores dirijan su combate contra de los fundamentos del capitalismo.
Esa carga de confusiones apareció durante la rebelión del 29 de mayo cuando grupos de obreros y estudiantes pretendían mostrar su descontento quemando no solamente las oficinas gubernamentales, sino fundamentalmente comercios y oficinas de monopolios extranjeros (Xerox, Citroën…).
El nacionalismo es una de las cargas ideológicas más pesadas que lleva a cuestas el proletariado, por eso no es extraño que aparezcan estas expresiones aún en momentos de ascenso de la combatividad y eso es así porque la burguesía no deja pasar un día en que alimente esta campaña. En 1973 invocando al nacionalismo arrastraron a los obreros argentinos a las urnas (y luego han repetido la trampa en innumerables veces) y en 1982 se envenenó el ambiente de patriotismo para sumergirlos en el apoyo a la guerra de las Malvinas.
- Otro de los aspectos que dificultaron el desarrollo de la conciencia obrera fue el fortalecimiento que el Estado hizo de la estructura sindical. Cuando los tribunales militares detienen y culpan de la rebelión a los jefes sindicales, Agustín Tosco, Atilio López y Elpidio Torres, los convierte en mártires, revistiendo de prestigio a ellos y a los sindicatos. Por eso, no pasa mucho tiempo para que la misma burguesía aproveche ese prestigio que otorgó a Atilio López y a Tosco[17], para llevar a los trabajadores a las urnas y a la defensa de la democracia mediante su participación en el Frente Justicialista de Liberación (FREJULI). Eso significa que el avance combativo que se mostró en el Cordobazo, no tuvo continuidad y no se recogieron adecuadamente las lecciones. Al arrebatar el control de la lucha a los sindicatos se mostraba que la lucha podía llevarse sin ellos, pero abría el camino para construir organizaciones propias (consejos, comités…) que permitieran la autonomía del proletariado.
Unos años antes, cuando los trabajadores empiezan a reconocer el carácter anti-obrero de la CGT oficialista, en vez de buscar su autonomía en el combate, la burguesía le opone otro sindicato, la CGT-A, así la combatividad vuelve a ser capturada por el sindicato e impone la confusión, sin lograr avanzar en la comprensión de que los sindicatos son estructuras integradas al Estado. Este mismo problema se repitió en el “viborazo” de marzo de 1971, en donde los sindicatos Sitrac-Sitram, utilizaron su “metamorfosis”, pasando de ser conservadores a sindicatos ultra radicales, para ampliar así la fuente de confusión y esterilizar la combatividad obrera.
Es sobre este marco, que la prensa de la burguesía y el aparato de la izquierda del capital cuando hablan del Cordobazo, resaltan los enfrentamientos en las calles, pretendiendo reducir esta jornada a hechos anecdóticos, para así encubrir que fue una movilización en la que se mostró la capacidad de los obreros para tomar el control de la lucha, pasando por encima del control sindical y de la que requiere recuperar las lecciones que habrán de servir para preparar y aplicarlas en los próximos combates.
Sobre esta base, también la burguesía trata de falsificar el verdadero terreno de lucha del proletariado, `presentando como métodos de lucha “radicales” o “efectivos”, las extorsiones o el pillaje como aconteció durante las protestas contra el “corralito” de 2001-2002[18], o los bloqueos de ruta o los “métodos piqueteros” en 2004[19]. En las páginas de nuestra publicación hemos denunciado tales métodos contrarios precisamente a la verdadera autoorganización y a la verdadera unidad. Con la perspectiva de desarrollo de nuevos y brutales ataques en el futuro más inmediato, y la esperable emergencia de nuevos combates obreros, el proletariado debe recuperar las lecciones de sus mejores experiencias de lucha en Argentina y en todo el mundo.
Tatlin / Julio-2019
[1] Ver Hace 50 años, Mayo de 1968 donde puede encontrarse una lista de artículos sobre esta experiencia proletaria. https://es.internationalism.org/accion-proletaria/201804/4296/hace-50-anos-mayo-de-1968
[2] Ver El “Otoño caliente” italiano de 1969 Un momento de la recuperación histórica de la lucha de clases, https://es.internationalism.org/revista-internacional/201002/2773/el-otono-caliente-italiano-de-1969-i-un-momento-de-la-recuperacion y https://es.internationalism.org/revista-internacional/201012/3005/el-otono-caliente-italiano-de-1969-ii-un-momento-de-la-reanudacion
[3] Ver Un año de luchas obreras en Polonia https://es.internationalism.org/revista-internacional/198110/2318/un-ano-de-luchas-obreras-en-polonia
[4] Ver la Resolución sobre la relación de fuerzas entre las clases de nuestro 23 Congreso
[5] La presencia de los trabajadores migrantes en Argentina fue decisiva en la formación de agrupaciones anarco-sindicales como la FORA y su participación fue muy activa en jornadas de combate, como en la “semana trágica” (1919) o en las huelgas de la “Patagonia rebelde” (1920-21). Ver en nuestra Revista Internacional el artículo dedicado a La FORA: Historia del anarcosindicalismo en Argentina.
[6] Ese fue el caso de la provincia de Córdoba, que a partir de la mitad del siglo XX se vuelve una de las ciudades de mayor concentración de industrias y servicios
[7] La ideología peronista es en realidad una fachada sobre la que sectores diversos de la burguesía se agrupan, presentándose como un movimiento, pero sin lograr una unidad real. El movimiento peronismo siempre ha buscado integrar a los trabajadores como carne de cañón, por lo que intervienen en sus filas a través de sindicatos, partidos y organizaciones religiosas. El peronismo ha tenido una gran utilidad a la burguesía porque se presenta como una expresión ideológica confusa y flexible que se mueve desde la derecha hasta la “izquierda”, manteniendo en todos los casos un discurso nacionalista y al que pueden añadirle argumentos religiosos, desarrollistas, o pretendidamente “socialistas”, derivando un diverso abanico de agrupaciones que podríamos (usando sus propios términos) resumir así:
- “peronistas ortodoxos”, representado principalmente por el partido justicialista y el peronismo sindical,
- “peronistas revolucionarios”, formado por las diversas “tendencias” guerrilleras,
- “peronistas de base”, como se denomina al activista de barrio, que se reivindica del “trabajo de masas”,
- “neoperonismo”, expuesto en la práctica de los gobiernos más recientes (Menen, el matrimonio Kirchner) …
[8] Perón, que comandaba al “peronismo” desde su exilio en España, sintetiza con la frase: “desensillar hasta que aclare”, el llamado a buscar el momento adecuado para asegurar la colaboración con el gobierno golpista
[9] Algunos trabajadores expresan su postura política con la consigna: “ni golpe ni elección, revolución”, mostrando su repudio al gobierno golpista, pero también a las promesas electorales del izquierdismo y del peronismo (más específicamente), exponiendo así su reivindicación de la revolución como única salida al capitalismo. Lo cierto es que, la clase obrera argentina alcanzó una gran combatividad en las huelgas y movilizaciones desde fines de los 60 y hasta mediados de los 70, pero no logró una claridad completa que le permitiera enfrentar al ambiente burgués dominante que se impone desde el peronismo y el izquierdismo
[10] Los principales sindicatos de las industrias presentes en Córdoba eran: Sindicato de Luz y Fuerza, Sindicato de Mecánicos y Afines del Transporte Automotor (SMATA), Unión Obrera Metalúrgica (UOM), Unión Tranviarios Automotor (UTA)
[11] El obrero Mena no fue el único asesinado, testimonios de participantes en esa jornada de lucha, refieren que fueron cerca de 60, otros datos periodísticos señalan que fueron 20 los muertos, pero como en todas las rebeliones es difícil saber con exactitud el número de muertos y heridos. De lo que hay más certeza es que el número de detenidos fue de más de 2,000
[12] Testimonio recogido por Juan Carlos Cena en “El Cordobazo una rebelión popular”, Editorial La Rosa Blindada, 2003
[13] Citada en el folleto, “Mayo del 69, la llama que no ardió”, Argentina, mayo-1989, del grupo “Emancipación Obrera”. Ver “Propuesta internacional a los partidarios de la revolución mundial”: https://es.internationalism.org/revista-internacional/201103/3069/propuesta-internacional-a-los-partidarios-de-la-revolucion-mundial . En 2016 publicamos el testimonio sobre la experiencia de este grupo hoy ya disuelto de un antiguo militante del mismo, ver Una experiencia de la que sacar lecciones: el grupo Emancipación Obrera en Argentina https://es.internationalism.org/cci-online/201205/3413/una-experiencia-de-la-que-sacar-lecciones-el-grupo-emancipacion-obrera-en-arg
[14]K. Marx. El dieciocho Brumario de Luis Bonaparte https://www.marxists.org/espanol/m-e/1850s/brumaire/brum1.htm
[15] Suele asociarse a la política imperialista solamente a la que practican los EUA, cuando la política imperialista la realizan todos los estados capitalistas en mayor o menor grado
[16] En la entrevista hecha por la revista “Análisis-Confirmado” (9-febrero-1973) el dirigente sindical Tosco definía su perfil político así: “Estoy por la lucha antiimperialista hacia el socialismo. El socialismo está un poco lejos aún de la Argentina, pero está cerca de la lucha liberadora. Antimonopólica, antiimperialista...”. Esta declaración permite vislumbrar el tono del discurso ideológico que desde el sindicalismo radical se difundía
[17] Como resultado de la toma militar de Córdoba, Agustín Tosco, Elpidio Torres, Atilio López y Jorge Canelles, fueron apresados y condenados a ocho años de prisión, sin embargo, son liberados luego de 7 meses. De todos ellos, será Tosco quien va a tomar un prestigio mayor en tanto es muy perseguido y obligado vivir en la clandestinidad, lo que influye en su muerte, porque le impidió atenderse adecuadamente. De manera que no pretendemos hacer un juicio individual de Agustín Tosco, pero es necesario exponer que su actuación, al estar atada a la estructura sindical, se vuelve parte de una máquina integrada en el aparato estatal encargada de impedir el desarrollo de la conciencia obrera