¡La descomposición del capitalismo se acelera!

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Mientras la burguesía y sus medios siguen encubriendo la quiebra histórica del capitalismo, la burguesía, cuando reúne a los principales líderes del mundo en el Foro Económico Mundial de Davos y se habla a sí misma, no puede prescindir de cierta claridad. Las conclusiones del informe general presentado al Foro son particularmente edificantes: “Los primeros años de esta década anunciaron un período particularmente convulso en la historia de la humanidad. El regreso a una ‘nueva normalidad’ después de la pandemia de Covid-19 se vio rápidamente afectado por el estallido de la guerra en Ucrania, dando paso a una nueva ronda de crisis alimentaria y energética, desatando problemas que décadas de progreso habían intentado solucionar.

A medida que comienza 2023, el mundo enfrenta una serie de riesgos que son completamente nuevos y extrañamente familiares. Hemos visto el regreso de riesgos ‘antiguos’ (inflación, crisis del costo de vida, guerras comerciales, salidas de capitales de los mercados emergentes, malestar social generalizado, choques geopolíticos y el espectro de la guerra nuclear) que pocos líderes empresariales y gubernamentales de esta generación ha conocido. Estos fenómenos se ven amplificados por desarrollos relativamente nuevos en el panorama de riesgo global, incluidos niveles de deuda insostenibles, una nueva era de bajo crecimiento, inversión global reducida y desglobalización, una disminución en el desarrollo humano después de décadas de progreso, el desarrollo rápido y sin restricciones de tecnologías de doble uso (civil y militar), y la creciente presión de los impactos del cambio climático en una ventana de transición hacia un mundo con un aumento de 1.5°C, temperatura que necesariamente debería reducirse. Todos estos elementos convergen para dar forma a una década única, incierta y convulsa.

La próxima década se caracterizará por crisis ambientales y sociales, alimentadas por tendencias geopolíticas y económicas subyacentes. La ‘crisis del costo de vida’ se ubica como el riesgo global más grave para los próximos dos años, con un pico a corto plazo. La ‘pérdida de biodiversidad y el colapso de los ecosistemas’ se considera uno de los riesgos globales de más rápido deterioro durante la próxima década, y los seis riesgos ambientales se encuentran entre los diez principales riesgos para los próximos diez años. Nueve riesgos figuran en los diez primeros clasificados de riesgo a corto y largo plazo, que incluyen ‘confrontación geoeconómica’ y ‘erosión de la cohesión social y polarización social’, así como dos recién llegados a esta clasificación”.1

Esta larga cita no proviene de una publicación de la CCI, es fruto del trabajo de uno de los “think tanks” mejor valorados entre los principales líderes políticos y económicos del planeta. De hecho, estas observaciones están en gran medida en línea con el texto adoptado por la CCI en octubre de 2022 sobre la aceleración de la descomposición capitalista: “Los años 20 del siglo XXI prometen ser uno de los períodos más convulsos de la historia y ya acumulan catástrofes y sufrimientos indescriptibles. Comenzaron con la pandemia de Covid-19 (que aún continúa) y una guerra en el corazón de Europa, que ya dura más de 9 meses y cuyo resultado nadie puede predecir. El capitalismo ha entrado en una fase de serias turbulencias en todos los frentes. Detrás de esta acumulación y entrelazamiento de convulsiones asoma la amenaza de la destrucción de la humanidad. […]

Con el inicio repentino de la pandemia de Covid, hemos destacado la existencia de cuatro características específicas de la fase de descomposición:

- La creciente gravedad de sus efectos […].

- La irrupción de los efectos de la descomposición a nivel económico […].

- La creciente interacción de sus efectos, que agrava las contradicciones del capitalismo a un nivel nunca antes alcanzado […].

- La creciente presencia de sus efectos en los países centrales […].

El año 2022 fue una vívida ilustración de estas cuatro características, a través de:

- El estallido de la guerra en Ucrania.

- La aparición de oleadas de refugiados sin precedentes.

- La continuación de la pandemia con los sistemas de salud al borde de la quiebra.

- Una creciente pérdida de control de la burguesía sobre su aparato político, de la que la crisis del Reino Unido fue una manifestación espectacular.

- Una crisis agrícola que conduce a la escasez de muchos productos alimenticios en un contexto de sobreproducción generalizada, lo que constituye un fenómeno relativamente nuevo para más de un siglo de decadencia

- Hambrunas aterradoras que golpean cada vez a más países

Sin embargo, la agregación e interacción de fenómenos destructivos conduce a un ‘efecto torbellino’ que concentra, cataliza y multiplica cada uno de sus efectos parciales provocando estragos aún más destructivos. […] este ‘efecto torbellino’ constituye un cambio cualitativo cuyas consecuencias serán cada vez más evidentes en el próximo período”2

En realidad, no fue solo por unos meses que el análisis de la CCI precedió al de los expertos más informados de la burguesía, sino por varias décadas, ya que las observaciones que se establecen en este texto son sólo una sorprendente confirmación de los pronósticos que ya teníamos planteados a fines de la década de 1980, en particular en nuestras Tesis sobre la descomposición3.

“El efecto torbellino”, mencionado en nuestro texto, destaca que basta que uno de estos fenómenos se agrave y estalle, para que se produzcan otras explosiones, mezclando todos los efectos, para que las crisis parciales se conviertan en un torbellino de desastres.

Global Risks Report [Informe de Riesgos Globales] cuando evoca la dinámica que lleva a lo que la burguesía llama “policrisis”, no evoca otra cosa que: “Los choques concomitantes, los riesgos profundamente interconectados y la erosión de la resiliencia aumentan el riesgo de policrisis, donde las crisis dispares interactúan de tal manera que el impacto general supera con creces la suma de cada parte. La erosión de la cooperación geopolítica tendrá efectos dominó en el panorama de riesgo global en el mediano plazo, incluida la contribución a una posible policrisis de riesgos ambientales, geopolíticos y socioeconómicos interrelacionados con la oferta y la demanda de recursos naturales. El informe describe cuatro posibles futuros centrados en la escasez de alimentos, agua, metales y minerales, todo lo cual podría desencadenar una crisis humanitaria y ecológica,”. La descripción muy precisa que hace el Informe de Riesgos Globales de “la interconexión entre los riesgos globales” es fundamental, sin ser realmente consciente de ello, el proceso que conduce a la barbarie total y a la destrucción de la humanidad.

Identificar las causas del “torbellino de crisis”

Esta objetividad, en cambio, la abandonan los expertos de la burguesía cuando intentan explicar el origen de estos “riesgos”. Si bien no se fijan este objetivo, se puede inferir de las referencias que presentan que las raíces de los cataclismos se encuentran en una inadecuada toma de decisiones. De esta manera las soluciones que proponen se basan en un optimismo ingenuo, esperando “un cambio significativo en la política o la inversión”, en una feliz colaboración entre Estados, tanto como con los capitales privados.

Enredado en una visión burguesa de la situación histórica, el Informe de Riesgos Globales no comprenden que los fenómenos que logra describir son el resultado de la existencia misma del capitalismo, que la guerra, la destrucción ecológica o la crisis económica no tienen solución en este sistema. Aunque desde su origen el capitalismo ha sido un sistema basado en la explotación humana, en la depredación y destrucción de la naturaleza, el capitalismo fue un factor de desarrollo político y social en el momento de su auge (principalmente en el siglo XIX). Pero como todo modo de producción, terminó por llegar a su fase de decadencia, la que el desarrollo de las fuerzas productivas se opone cada vez más a las relaciones de producción que las constriñen. No es casualidad que fue la Primera Guerra Mundial la que abrió el proceso de decadencia del sistema, pues en adelante el militarismo y la guerra definieron la vida económica y política de la burguesía.

Reconociendo la decadencia capitalista, los revolucionarios de la Tercera Internacional la definieron en su plataforma programática como “la época de la desintegración del capitalismo, de su colapso interno. Época de la revolución comunista del proletariado”, de tal manera que en la decadencia se representan las condiciones materiales que posibilitan la maduración de las condiciones que posibilitan la revolución social.

Más de 100 años después de este cambio de época, el callejón sin salida en el que se encuentra el capitalismo, la barbarie atroz y la destrucción masiva que provoca se imponen cada día más a la humanidad.

Desde la implosión del bloque del Este en 1989, las contradicciones internas que caracterizaron la fase de decadencia del capitalismo realmente han estallado, poniendo de manifiesto la podredumbre del sistema. Este nuevo período, el de la descomposición del capitalismo, está marcado por un proceso de “todos contra todos” y de dislocación, que se ha convertido en el factor determinante de la evolución de la sociedad, aglutinando y agravando fenómenos destructivos y exponiendo el peligro que representa el capitalismo para la humanidad.

Desde hace 30 años, estas tendencias destructivas no solo se acentúan, sino que aparecen juntas y sobre todo interactúan entre sí. Así, al comienzo de la fase de descomposición, los diferentes Estados podían aún intervenir y aislar los efectos, de modo que cada catástrofe ocurriera sin estar vinculada a las demás.

Sin embargo, la pandemia y en especial la guerra de Ucrania han evidenciado un cambio cualitativo en la descomposición, no sólo porque sus efectos han sido mundiales y han causado millones de muertos y desplazados sino también porque han tenido un impacto agravante en los conflictos en varios campos poniendo de manifiesto tanto la incapacidad de la burguesía para contener los desastres de forma coordinada como su irracionalidad, por lo cual han paralizado la economía, acelerado la crisis sanitaria, agudizado las rivalidades comerciales e imperialistas, etc.

Es precisamente esta interacción de las contradicciones del capitalismo decadente, avanzando en forma de torbellino, la que aparece como la característica principal de esta fase de descomposición. Es en la historia de la decadencia del sistema capitalista donde podemos situar los cimientos de la actualidad y entender por qué los años 20 del siglo XXI se perfilan “como uno de los períodos más convulsos de la historia”. Al igual que los modos de producción que lo precedieron, el modo de producción capitalista no es eterno y similarmente a estos modos de producción del pasado, está destinado a ser reemplazado (si no destruye antes a la humanidad) por otro modo de producción superior correspondiente al desarrollo de las fuerzas productivas. Un modo de producción que abolirá las relaciones de mercado que están en el centro de la crisis histórica del capitalismo, donde ya no habrá lugar para una clase privilegiada que vive de la explotación de los productores.

La urgencia de plantear la alternativa comunista frente a la barbarie del capitalismo en putrefacción

Si la burguesía, con todos sus equipos de especialistas, puede describir los fenómenos, en el fondo no puede comprenderlos y mucho menos aportarles una solución. La única clase que puede presentar una alternativa a su barbarie es el proletariado, la clase explotada dentro del capitalismo que no tiene ningún interés que la ate a este. Además, la clase obrera es también la que lleva todo el peso de los ataques a sus condiciones de trabajo y de vida que se derivan directamente de la presión acentuada de la crisis, acentuada por todas las manifestaciones de descomposición.

A pesar de todos los ataques sufridos en las últimas décadas, hoy dos condiciones permiten a los trabajadores mantenerse como una fuerza histórica capaz de enfrentar al capital: la primera es que el proletariado no está derrotado y mantiene su combatividad. La segunda es precisamente la profundización de la crisis económica, que deja al desnudo las causas primarias de toda la barbarie que pesa sobre la sociedad, permitiendo así que el proletariado tome conciencia de la necesidad de cambiar radicalmente el sistema y no buscar ya simplemente una ilusoria mejora.

Precisamente en la actualidad, bajo el ímpetu de la crisis económica, el proletariado ha comenzado a desarrollar sus luchas, como lo demuestran las movilizaciones en Europa. Desde el verano de 2022, la clase trabajadora en Gran Bretaña ha salido a las calles para defender sus condiciones de vida. La misma combatividad se expresó luego durante movilizaciones en Francia, Alemania, España, Bélgica e incluso en las huelgas en Estados Unidos. Desde este punto de vista, la década que se abre se expresa también a través de la ruptura con la pasividad y la desorientación que el proletariado ha mostrado durante mucho tiempo.

Actualmente, la combatividad que se expresa en Europa subraya que se ha iniciado un proceso de maduración, que avanza hacia la reconquista de una verdadera identidad de clase y confianza en la fuerza del proletariado a nivel internacional. Este proceso es el terreno sobre el que puede desarrollarse la lucha histórica de la clase trabajadora en su perspectiva revolucionaria contra la barbarie del capitalismo en putrefacción.

MA, 15 de mayo de 2023

1 “Informe de Riesgos Globales, Principales conclusiones: algunos elementos”, presentado en el Foro Económico Mundial de Davos (enero de 2023).

2La aceleración de la descomposición capitalista plantea abiertamente la cuestión de la destrucción de la humanidad”, Revista internacional n° 169 (2022)

3 TESIS SOBRE LA DESCOMPOSICION: La descomposición, fase última de la decadencia del capitalismo | Corriente Comunista Internacional (internationalism.org)

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