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Publicamos a continuación el Manifiesto del Grupo Obrero [o de Trabajadores] del Partido Comunista Ruso (PCR, Partido bolchevique) uno de cuyos líderes más conocidos fue Miasnikov (véase nota al final del artículo), de ahí que se use frecuentemente el nombre de "Grupo de Miasnikov". Este grupo forma parte de lo que se llama la Izquierda Comunista ([1]), al igual que otros grupos tanto en Rusia como en otras partes del mundo, en Europa en particular. Las distintas expresiones de esta corriente se originan en la reacción ante la degeneración oportunista de los partidos de la Tercera Internacional y del poder de los soviets en Rusia. Fueron una respuesta proletaria bajo la forma de corrientes de izquierda, como ya habían existido en el pasado ante el avance del oportunismo de la Segunda Internacional.
Nuestra presentación
En la misma Rusia, desde 1918, aparecen fracciones de izquierda ([2]) en el Partido bolchevique, expresiones de varios desacuerdos con su política ([3]). Esto ya es de por sí una prueba del carácter proletario del bolchevismo. Expresión viva de la clase obrera, de la única clase que puede hacer una crítica despiadada y continua de su propia práctica, el Partido bolchevique engendró continuamente fracciones revolucionarias. En cada etapa de su degeneración, se alzaron en su seno voces de protesta; grupos que se formaban dentro del Partido o rompían con él para denunciar las traiciones al programa de origen del bolchevismo. Cuando, finalmente, el Partido fue enterrado por sus sepultureros estalinistas, dejaron entonces de surgir en su seno dichas fracciones. Los comunistas de Izquierda rusos eran todos bolcheviques. Fueron ellos los que defendieron la continuidad con aquel bolchevismo de los años heroicos de la revolución; mientras que quienes les calumniaron, persiguieron y ejecutaron, por muy conocidos que fueran, fueron los que rompieron con la esencia del verdadero bolchevismo.
La retirada de Lenin de la vida política fue uno de los factores que precipitaron una crisis abierta en el Partido bolchevique. Por un lado, la facción burocrática consolidó su control sobre el partido, primeramente mediante un "triunvirato" formado por Stalin, Zinóviev y Kámenev, un bloque cuya argamasa era el deseo común de marginar a Trotski, mientras que éste, a pesar de sus muchas vacilaciones, se vio obligado a situarse abiertamente en las filas de la oposición dentro del partido.
En ese mismo momento, el régimen bolchevique se enfrentaba a nuevas dificultades tanto en el frente económico como en el social. En el verano de 1923, la primera crisis de la "economía de mercado" instaurada por la Nueva Economía Política (NEP) amenazaba el equilibrio del conjunto de la economía. Si el objetivo de la introducción de la NEP era contrarrestar la excesiva centralización estatal del comunismo de guerra que había llevado a la crisis de 1921, ahora se comprobaba cómo esa liberalización económica llevaba a Rusia a algunos de los típicos problemas de la producción capitalista. Estas dificultades económicas y, sobre todo, la política adoptada por el gobierno ante ellas (reducción de los salarios y despidos, o sea las "clásicas" en un Estado capitalista "normal"), agravaron aún más las condiciones de vida de los trabajadores que ya estaban prácticamente al límite de la miseria. En agosto-septiembre de 1923 estallaron espontáneamente numerosas huelgas que empezaron a extenderse por los principales centros industriales.
El triunvirato, interesado sobre todo en el mantenimiento del statu quo, empezaba a considerar la NEP como el camino real que llevaría a Rusia al socialismo. Este punto de vista fue teorizado especialmente por Bujarin que había pasado de la extrema izquierda del partido a su ala más derechista, y que precedió a Stalin en la elaboración de una teoría sobre el socialismo en un sólo país, aunque "a paso de tortuga", gracias al desarrollo de una economía de mercado "socialista". Trotski, por su parte, empezaba ya a reclamar más centralización estatal y más planificación para responder a las dificultades económicas del país. Pero la primera declaración clara de la oposición, que emergía de las propias esferas dirigentes del partido, fue la "Plataforma de los 46", presentada al Politburó de octubre de 1923. Entre esos 46 figuraba gente cercana a Trotski (Piatakov y Preobrazhenski), así como elementos del grupo Centralismo Democrático como Sapranov, Smirnov y Osinski. No es casualidad si Trotski no firmó ese documento: el miedo a ser considerado como miembro de una fracción (prohibidas desde 1921), tenía por supuesto bastante que ver en ello. Sin embargo, en su carta abierta al Comité Central publicada en Pravda en diciembre de 1923, así como en su folleto El nuevo curso, exponía puntos de vista muy similares, lo que le situaba definitivamente en las filas de la oposición.
La "Plataforma de los 46" fue, inicialmente, una respuesta ante los problemas económicos que enfrentaba el régimen, defendiendo una mayor planificación estatal frente al pragmatismo postulado por el aparato dominante y la tendencia de éste a elevar la NEP a principio inmutable. Estos planteamientos fueron una constante de la oposición de izquierdas formada en torno a Trotski, aunque no de las más acertadas, como veremos más adelante. Lo más importante era que alertaban sobre el anquilosamiento que se estaba produciendo en la vida interna del partido ([4]).
Pero, al mismo tiempo, esa Plataforma se distanciaba de aquellas formaciones a las que definía como grupos de oposición "virulentos", aunque los viera como expresión de la crisis que se vivía en el partido. Se refería, indudablemente, a corrientes como el Grupo Obrero constituido en torno a Miasnikov, así como a Verdad Obrera de Bogdanov, que aparecieron en esa misma época. Poco después, Trotski se refirió a ellos de manera parecida: rechazando sus análisis por considerarlos demasiado extremistas pero viéndolos, al mismo tiempo, como síntomas de la enfermedad que aquejaba al partido. Trotski tampoco quiso colaborar con los métodos de represión empleados para eliminar a esos grupos.
Pero, en realidad, esos grupos no pueden ser considerados en absoluto como un fenómeno "virulento" o "malsano". Es cierto que el grupo Verdad Obrera expresaba cierta tendencia hacia el derrotismo e incluso al menchevismo y que, como en muchas de las corrientes que se desarrollaron en las izquierdas holandesa y alemana, sus análisis sobre el surgimiento del capitalismo de Estado en Rusia quedaron debilitados por una tendencia a cuestionar la propia Revolución de Octubre, viéndola como una revolución burguesa más o menos progresista ([5]).
Este no es el caso, en absoluto, del Grupo Obrero del Partido Comunista Ruso (bolchevique) dirigido por veteranos obreros bolcheviques como Miasnikov, Kuznetsov y Moiseev. Esta formación se dio a conocer distribuyendo su Manifiesto, en abril-mayo de 1923, inmediatamente después del XIIo Congreso del Partido bolchevique. Un examen de este documento confirma la seriedad de este grupo, su profundidad y su perspicacia políticas.
El texto no está desprovisto de debilidades. En particular, se implica en la "teoría de la ofensiva", que no ve el reflujo de la revolución internacional y, por lo tanto, la necesidad de luchas defensivas de la clase obrera. Era la otra cara de la medalla con respecto al análisis de la Internacional Comunista, que veía el retroceso de 1921 pero sacaba conclusiones ampliamente oportunistas. De la misma forma, el Manifiesto adopta una opinión errónea al afirmar que en la época de la revolución proletaria, las luchas por aumentos de salarios ya no tendrían un papel positivo.
A pesar de eso, las fuerzas de ese documento tienen mucha más importancia que sus debilidades:
- Su enérgico internacionalismo. A diferencia del grupo de Kollontai (Oposición Obrera), en este documento no hay huellas de un análisis localista ruso. Toda su "Introducción" está basada en una visión de conjunto de la situación internacional, comprendiendo claramente las dificultades de la Revolución Rusa como consecuencias del retraso de la revolución mundial, e insistiendo en que la única salvación de la rusa reside en la reactivación de la mundial:
"El trabajador ruso (...) ha aprendido a verse a sí mismo como un soldado del ejército mundial del proletariado internacional, y a ver sus organizaciones de clase como regimientos de ese ejército. Cada vez que se plantea entonces la inquietante cuestión del destino de las conquistas de la Revolución de Octubre, él eleva su mirada más allá de la fronteras, donde están reunidas las condiciones de la revolución, pero de donde la revolución, sin embargo, no llega". - Su acerada crítica a la política oportunista del Frente único y a la consigna del Gobierno obrero; la importancia que a esta cuestión le dio el grupo es una confirmación más de su internacionalismo, ya que se trataba ante todo de una crítica a la política de la Internacional Comunista. Su posición tampoco estaba teñida de sectarismo: el grupo afirmaba la necesidad de la unidad revolucionaria entre las diferentes organizaciones comunistas (como el KPD y el KAPD en Alemania), pero rechazaba de plano el llamamiento de la IC a formar un bloque con los traidores de la socialdemocracia, y se rebelaba contra la argumentación fraudulenta de que si la Revolución Rusa triunfó fue porque los bolcheviques habrían utilizado inteligentemente la táctica del Frente único:
"... la táctica que iba favorecer la victoria el proletariado insurgente no podía ser la del Frente único socialista, sino la de una lucha encarnizada e intransigente contra todas esas fracciones burguesas arropadas con una confusa terminología socialista. Sólo esta lucha podía permitir la victoria y así fue. El proletariado ruso ganó no porque se aliara con los socialistas revolucionarios, los populistas y los mencheviques, sino porque los combatió. (...) Es necesario abandonar la táctica del Frente único socialista y alertar a los trabajadores de que "esas fracciones burguesas arropadas con una confusa terminología socialista" [en aquel entonces los partidos de la IIª Internacional], cuando llegue el momento decisivo, tomarán las armas en defensa del sistema capitalista." - Su interpretación de los peligros que enfrentaba el Estado soviético -la amenaza de "sustitución de la dictadura del proletariado por una oligarquía capitalista". El Manifiesto describe el ascenso de una élite burocrática y la pérdida de los derechos políticos de la clase obrera, y reclama la restauración de los Comités de fábrica y, sobre todo, que los soviets tomen la dirección de la economía y del Estado ([6]).
Para el Grupo Obrero, la revitalización de la democracia obrera es el único medio para contrarrestar el desarrollo de la burocracia, por lo que rechaza explícitamente la idea de Lenin de que el remedio estaría en una reestructuración de la Inspección Obrera, lo cual no era sino intentar controlar la burocracia mediante procedimientos burocráticos. - Su profundo sentido de la responsabilidad. Contrariamente a las notas críticas añadidas por el KAPD cuando publicó en Alemania el Manifiesto del Grupo Obrero (Berlín, 1924), que no expresaban sino la sentencia precipitada por parte de la Izquierda Alemana de certificar el fallecimiento de la Revolución Rusa y de la Internacional Comunista, el Grupo Obrero fue sumamente cauteloso antes de reconocer el triunfo definitivo de la contrarrevolución en Rusia o la muerte completa de la Internacional. Durante el llamado "ultimátum de Curzon"[nombre del ministro británico de Exteriores] de 1923, cuando parecía que Gran Bretaña iba a declarar la guerra a Rusia, los miembros del Grupo Obrero se comprometieron a defender la república soviética en caso de guerra y, lo que es más importante, jamás en sus documentos repudiaron la Revolución de Octubre o la experiencia de los bolcheviques. De hecho, la actitud adoptada por el Grupo sobre su papel corresponde muy precisamente a la noción de fracción de izquierdas que elaboró más tarde la Izquierda Italiana en el exilio. Reconocía la necesidad de organizarse independientemente, e incluso clandestinamente, pero tanto el nombre de la formación (Grupo Obrero del Partido Comunista Ruso - bolchevique), como el contenido de su Manifiesto, muestran que se veían a sí mismos en continuidad con el programa y los estatutos del Partido bolchevique. Desde esa postura llamaban a los elementos sanos que seguían militando en el partido, tanto entre los dirigentes como en los diferentes grupos de oposición como Verdad Obrera, Oposición Obrera, o Centralismo Democrático, a unirse para llevar adelante una lucha decidida para la regeneración del partido y de la revolución. En gran medida, este llamamiento resultaba mucho más realista que la esperanza de los "46" de que la política de prohibición de fracciones dentro del partido fuera abolida "en primer lugar" por la propia fracción dominante.
En resumidas cuentas: no había nada de "virulento" en el proyecto del Grupo Obrero, y tampoco se trataba de una secta sin influencia en la clase. Ciertas estimaciones dicen que contaba aproximadamente con 200 miembros en Moscú, y era coherente cuando afirmaba tomar decididamente partido por los trabajadores en su lucha contra la burocracia. Intentó entonces desarrollar una intervención política activa en las huelgas salvajes del verano y otoño de 1923. De hecho éste fue el motivo, junto a la influencia creciente del Grupo entre los militantes del partido, por el que el aparato del partido descargó la represión contra él. Como lo tenía previsto, Miasnikov sufrió incluso un intento de asesinato, "en un intento de fuga". Sobrevivió, y aunque fue arrestado y posteriormente exiliado tras haberse escapado, prosiguió durante dos décadas, en el extranjero, su actividad revolucionaria. El grupo que permaneció en Rusia acabó bastante diezmado por detenciones masivas, aunque resulte claro que no desapareció por completo y siguió influyendo en la "extrema izquierda" de los movimientos de oposición, tal y como se deduce del valioso documento de Ante Ciliga (El enigma ruso) dedicado a los grupos de oposición encarcelados en Rusia a finales de los años 20. En cualquier caso, ese primer episodio de represión es un hito especialmente ominoso: por primera vez, un grupo declaradamente comunista sufría la violencia directa del Estado bajo el régimen bolchevique.
Manifiesto del Grupo Obrero del Partido Comunista Ruso
A manera de prólogo
Cualquier obrero consciente al que no dejan indiferente ni los sufrimientos y los tormentos de su clase, ni la lucha titánica que está llevando a cabo, ha reflexionado ciertamente más de una vez sobre el destino de nuestra revolución en todas las fases de su desarrollo. Cada uno entiende que su suerte está vinculada muy estrechamente a la del movimiento del proletariado mundial.
Puede todavía leerse en el viejo programa socialdemócrata que "el desarrollo del comercio crea una conexión estrecha entre los países del mundo civilizado" y que "el movimiento del proletariado tenía que ser internacional, y que ya se estaba volviendo así".
El trabajador ruso, también él, ha aprendido a verse a sí mismo como un soldado del ejército mundial del proletariado internacional, y a considerar a sus organizaciones de clase como regimientos de ese ejército. Cada vez que se plantea entonces la cuestión inquietante del destino de las conquistas de la Revolución de Octubre, el obrero ruso levanta su mirada por encima de la fronteras, allí donde están reunidas las condiciones de la revolución, pero de donde la revolución, sin embargo, no llega.
Pero el proletario no ha de compadecerse ni bajar la cabeza porque la revolución no se presente en un momento dado. Debe al contrario hacerse la pregunta: ¿qué hay que hacer para que llegue la revolución?
Cuando el trabajador ruso mira hacia su propio país, ve a la clase obrera, que realizó la revolución socialista, tener que soportar las pruebas más duras de la NEP (Nueva Economía Política) y, frente ella, a los "héroes" de la NEP cada día más orondos. Comparando su situación a la de éstos, se pregunta con inquietud: ¿a dónde vamos exactamente?
Le abruman entonces las ideas más amargas. Él, el trabajador, soportó la totalidad del peso de la guerra imperialista y de la guerra civil; en los periódicos rusos, ve cómo se le celebra como el héroe que entregó su sangre por esa lucha. Pero lleva una vida miserable, a pan y agua. En cambio, los que se hartan ahítos con el tormento y la miseria de los demás, de todos esos trabajadores que entregaron sus armas, viven en el lujo y la magnificencia. ¿A dónde vamos entonces? ¿Qué va ocurrir? ¿Es verdaderamente posible que la NEP, de "Nueva Economía Política" se transforme en "Nueva Explotación del Proletariado"? ¿Qué se ha de hacer para desviar este peligro?
Cuando el trabajador se hace de improviso esas preguntas, mira espontáneamente hacia atrás para tratar de establecer un vínculo entre el presente y el pasado, entender cómo se ha podido llegar a semejante situación. Por amargas e instructivas que sean estas experiencias, el trabajador se pierde en la red inextricable de los acontecimientos históricos que se han desarrollado ante él.
Nosotros queremos ayudarle, en la medida de nuestras fuerzas, a entender los hechos y si es posible a mostrarle el camino de la victoria. No pretendemos hacer el papel de magos o profetas cuya palabra sería sagrada e infalible; queremos, al contrario, que se someta todo esto que decimos a la crítica más aguda y a las correcciones necesarias.
¡A los camaradas comunistas de todos los países!
El estado actual de las fuerzas productivas en los países avanzados y especialmente en aquellos en donde el capitalismo está altamente desarrollado otorga al movimiento proletario de esos países el carácter de una lucha por la revolución comunista, por la toma del poder por las endurecidas manos proletarias, por la dictadura del proletariado. O la humanidad se hundirá en la barbarie, ahogándose en su propia sangre en incesantes guerras nacionales y burguesas, o el proletariado realizará su misión histórica: conquistar el poder y acabar de una vez con la explotación del hombre por el hombre, con la guerra entre las clases, los pueblos, las naciones; alzar la bandera de la paz, del trabajo y de la fraternidad.
La carrera de armamentos, el refuerzo acelerado de las flotas aéreas de Inglaterra, Francia, Estados Unidos, Japón, etc., nos amenazan con una guerra desconocida hasta ahora en la que fallecerán millones de hombres y se destruirán todas las riquezas de las ciudades, de las fábricas, de las empresas, todo lo que los obreros y los campesinos fabricaron con su trabajo agotador.
Por todas partes, es tarea del proletariado derribar a su propia burguesía. Cuanto más rápidamente lo haga en cada país, más rápidamente realizará el proletariado mundial su misión histórica.
Para acabar con la explotación, la opresión y las guerras, el proletariado no debe luchar por un aumento de sueldo o una reducción de su tiempo de trabajo. Fue necesario en su tiempo, pero hoy es necesario luchar por el poder.
La burguesía y los opresores de todo tipo y pelaje están muy satisfechos con los socialistas de todos los países, precisamente porque desvían al proletariado de su tarea esencial, la lucha contra la burguesía y su régimen de explotación: proponen continuamente reivindicaciones mezquinas sin manifestar la menor resistencia al sometimiento y a la violencia. De esta forma, se convierten, en un determinado momento, en los únicos salvadores de la burguesía ante la revolución proletaria. La gran masa trabajadora acoge en efecto con desconfianza lo que sus opresores le proponen directamente; pero si se le presenta lo mismo como si correspondiera a sus intereses y engalanado con fraseología socialista, entonces la clase obrera, perturbada por ese discurso, otorga su confianza a los traidores y desgasta sus fuerzas en un combate inútil. De modo que la burguesía ni tiene ni tendrá nunca mejores abogados que los socialistas.
La vanguardia comunista debe hacerlo todo para que salga de las mentes de sus camaradas de clase todo tipo de porquería ideológica burguesa y conquistar la conciencia de los proletarios para conducirlos a la lucha victoriosa. Pero para acabar con todos esos enredos burgueses, es necesario ser un proletario más, compartir todos sus sufrimientos y dolores. Cuando estos proletarios, que hasta ahora han ido siguiendo a los lacayos de la burguesía, comiencen a luchar, a hacer huelgas, no hemos de descartarlos echándoles culpas con menosprecio, al contrario, se ha de permanecer con ellos en su lucha explicando sin descanso que hay luchas que sólo sirven a la burguesía. Del mismo modo, para poder decirles verdades, a veces se ve uno obligado a encaramarse sobre un montón de mierda (presentarse a las elecciones) ensuciando sus honestos zapatos revolucionarios.
Todo depende, sin duda, de la relación de fuerzas en cada país. Y podría ser que no sea necesario presentarse a las elecciones, ni participar en las huelgas, sino librar directamente la batalla. Pero no hay que meter a todos los países en el mismo saco. Hay que intentar, evidentemente, todos los medios para conquistar la simpatía del proletariado; pero no al precio de concesiones, olvidos o renuncias a las soluciones fundamentales. Debe ser combatido quien, por afán de éxito inmediato, abandona esas soluciones, no sirve de guía, no pretende conducir a las masas sino que las imita, no las conquista sino que se pone a su remolque.
No se debe nunca esperar al otro, quedarse inmóvil porque la revolución no estalla simultáneamente en todos los países. No debe uno disculpar su propia indecisión alegando la inmadurez del movimiento proletario y aún menos tener el discurso que dice: "Estamos listos para la revolución e incluso bastante fuertes; pero otros aún no lo están; y si derribamos a nuestra burguesía sin que los demás hagan lo mismo, ¿Qué ocurrirá entonces?".
Supongamos que el proletariado alemán eche abajo a la burguesía de su país y todos los que la sirven. ¿Qué ocurrirá? La burguesía y los social-traidores huirán lejos de la cólera proletaria, acudirán a Francia y Bélgica, para suplicar a Poincaré y compañía que den un escarmiento al proletariado alemán. Irán hasta prometer a los franceses el respeto del Tratado de Versalles, ofreciéndoles quizá además Renania y el Ruhr. O sea, actuarán como lo hicieron y siguen haciendo la burguesía rusa y sus aliados socialdemócratas. Naturalmente, Poincaré se alegrará de semejante ocasión: salvar Alemania de su proletariado, como lo hicieron los ladrones del mundo entero con la Rusia soviética. Desgraciadamente para Poincaré y sus socios, en cuanto los obreros y campesinos que componen su ejército comprendan que se trata de ayudar a la burguesía alemana y a sus aliados contra el proletariado alemán, darán la vuelta a sus armas contra sus propios amos, contra el propio Poincaré. Para salvar su propia piel y la de los burgueses franceses, éste volverá a llamar a sus tropas, abandonará a su suerte a la pobre burguesía alemana con sus aliados socialistas, y eso incluso si el proletariado alemán desgarra el Tratado de Versalles. Una vez expulsado Poincaré del Rin y el Ruhr, se declarará una paz sin anexión ni indemnización basada en el principio de la autodeterminación de los pueblos. No resultará difícil a Poincaré ponerse de acuerdo con Cuno y los fascistas; pero la Alemania de los consejos [obreros] acabará derrotándolos. Cuando se dispone de la fuerza, hay que utilizarla y no perder tiempo.
Otro peligro amenaza a la revolución alemana: la dispersión de sus fuerzas. En interés de la revolución proletaria mundial, todo el proletariado revolucionario debe unir sus esfuerzos. Si la victoria del proletariado es impensable sin ruptura decisiva y sin combate a muerte contra los enemigos de la clase obrera (los social-traidores de la Segunda Internacional que reprimen con las armas en la mano el movimiento revolucionario proletario en su país, supuestamente libre), esta victoria es impensable sin la unión de todas las fuerzas que tienen como objetivo la revolución comunista y la dictadura del proletariado. Por eso nosotros, Grupo Obrero del Partido Comunista Ruso (bolchevique), que formamos parte, organizativa e ideológicamente, de los partidos pertenecientes a la IIIa Internacional, nos dirigimos a todos los proletarios revolucionarios comunistas honrados pidiéndoles que unan sus fuerzas para la última y decisiva batalla. Nos dirigimos a todos los partidos de la IIIa Internacional como a los de la IVa Internacional Comunista Obrera ([7]), así como a las organizaciones particulares que no pertenecen a ninguna de esas internacionales pero persiguen nuestro objetivo común, para llamarlas a constituir un frente unido para el combate y la victoria.
La fase inicial se acabó. El proletariado ruso, basándose en las normas del arte revolucionario proletario y comunista, derribó a la burguesía y a sus lacayos de todo tipo y jaez (socialistas-revolucionarios, mencheviques, etc.) que la defendían con tanto celo. Y aunque mucho más débil que el proletariado alemán, ha rechazado, como todo el mundo puede comprobar, todos los ataques que la burguesía mundial ha dirigido contra él, alentados por los burgueses, los terratenientes y los socialistas de Rusia.
Le incumbe ahora actuar al proletariado occidental, reunir sus propias fuerzas y comenzar la lucha por el poder. Sería obviamente peligroso cerrar los ojos ante los peligros que amenazan la Revolución de Octubre y la revolución mundial en el interior mismo de la Rusia soviética. La Unión Soviética conoce actualmente sus momentos más difíciles: enfrenta tantas deficiencias, y de tal gravedad, que podrían ser fatales para el proletariado ruso y el proletariado del mundo entero. Estas deficiencias derivan de la debilidad de la clase obrera rusa y del movimiento obrero mundial. El proletariado ruso no está aún en condiciones de oponerse a las tendencias que conducen por un lado a la degeneración burocrática de la NEP y, por otro, que ponen en gran peligro las conquistas de la revolución proletaria rusa, tanto en el interior como en el exterior.
El proletariado del mundo entero está directa e inmediatamente interesado en la defensa de las conquistas de la Revolución de Octubre contra cualquier amenaza. La existencia de un país como Rusia como base de la revolución comunista mundial ya es una garantía de victoria y, en consecuencia, la vanguardia del ejército proletario internacional -los comunistas de todos los países- debe expresar firmemente la opinión del proletariado, hoy por hoy inexistente, sobre las deficiencias y los males que sufren la Rusia soviética y su ejército de proletarios comunistas, el PCR (bolchevique).
Por ser el que mejor informado está sobre la situación rusa, el Grupo Obrero del PCR (bolchevique) se propone comenzar esa tarea.
Como proletarios comunistas, no pensamos que no haya que hablar de nuestros defectos so pretexto de que hay, por el mundo, social-traidores y canallas que podrían utilizar lo que decimos contra la Rusia soviética y el comunismo. Esos temores no tienen ningún fundamento. Que nuestros enemigos sean descarados u ocultos es algo totalmente indiferente: unos y otros no son más que los artífices de nuestras desgracias, gente que no puede vivir sin hacernos daño, a nosotros, proletarios y comunistas que quieren librarse del yugo capitalista. ¿Qué debemos hacer? ¿Hemos de silenciar nuestras enfermedades y nuestros defectos, no discutir ni tomar medidas para extirparlos? ¿Qué ocurrirá si nos dejamos aterrorizar por los social-traidores y si nos callamos? Si eso ocurre, las cosas podrían ir tan lejos que ya no quedará más que el recuerdo de las conquistas de la Revolución de Octubre. Sería muy útil a los social-traidores y también un golpe mortal para el movimiento comunista proletario internacional. El interés de la revolución proletaria mundial y de la clase obrera es precisamente que nosotros, Grupo Obrero del PCR (bolchevique), comencemos sin temblar a plantear en su totalidad la cuestión decisiva del movimiento proletario internacional y ruso frente a la opinión de los social-traidores. Ya hemos dicho que sus defectos pueden explicarse por la debilidad del movimiento internacional y ruso. La mejor ayuda que puede aportar al proletariado ruso el proletariado de los demás países es una revolución en su propio país o, al menos, en uno o dos países de capitalismo avanzado. Aunque las fuerzas no sean actualmente suficientes para realizar tal objetivo, podrían al menos así ayudar a la clase obrera rusa a conservar las posiciones conquistadas durante la Revolución de Octubre, hasta que los proletarios de los demás países se alcen y triunfen sobre el enemigo.
La clase obrera rusa, debilitada por la guerra imperialista mundial, la guerra civil y el hambre, no es poderosa, pero ante los peligros que la amenazan actualmente, puede prepararse a la lucha precisamente porque ya conoció esos peligros; hará todos los esfuerzos posibles para superarlos y lo logrará gracias a la ayuda de los proletarios de los demás países.
El Grupo Obrero del PCR (bolchevique) ha hecho sonar la alarma y su llamada tiene un amplio eco en toda la gran Rusia soviética. En el PCR, todos los que piensan de forma proletaria y honrada se están reuniendo e iniciando la lucha. Conseguiremos ciertamente despertar en la cabeza de todos los proletarios conscientes la preocupación por los peligros que acechan las conquistas de la Revolución de Octubre, pero la lucha es difícil; se nos ha obligado a una actividad clandestina, operamos en la ilegalidad. Nuestro Manifiesto no puede publicarse en Rusia: lo hemos escrito a máquina y lo estamos difundiendo ilegalmente. Se está expulsando del partido y de los sindicatos a los camaradas sospechados de pertenecer a nuestro Grupo, se les detiene, se les desplaza, se les liquida.
En la XIIa Conferencia del PCR (bolchevique), el camarada Zinóviev anunció, con la aprobación del partido y de los burócratas soviéticos, una nueva fórmula para reprimir las menor crítica procedente de la clase obrera, diciendo: "Cualquier crítica a la dirección del PCR, sea de derecha o de izquierda, es menchevismo" (véase su discurso en la XIIa Conferencia). ¿Qué significa eso? Eso significa que si las líneas fundamentales de la dirección no le parecen justas a un obrero comunista cualquiera y que, en su simplicidad proletaria, comienza a criticarlas, se le excluirá del partido y del sindicato, y será entregado a la GPU (Cheka). El centro del PCR no tolera ninguna crítica ya que se considera tan infalible como el papa de Roma. Nuestras preocupaciones, las preocupaciones de los trabajadores rusos con respecto al destino de las conquistas de la Revolución de Octubre, son declaradas contrarrevolucionarias. Nosotros, Grupo Obrero del PCR (bolchevique), ante el proletariado del mundo entero, declaramos que la Unión Soviética es una de las mayores conquistas del movimiento proletario internacional. Es precisamente por ello por lo que lanzamos el grito de alarma, porque el poder soviético, el poder del proletariado, de la victoria de Octubre de la clase obrera rusa, amenazan con transformarse en oligarquía capitalista. Declaramos que impediremos con todas nuestras fuerzas la tentativa de invertir el poder de los soviets. Lo haremos aunque se nos persiga y se nos encarcele en nombre de ese poder de los soviets. Si el grupo dirigente del PCR declara que nuestras preocupaciones con respecto a la Revolución de Octubre son ilegales y contrarrevolucionarias, pueden ustedes, proletarios revolucionarios de todos los países y, sobre todo, los que se adhieren a la IIIa Internacional, expresar su opinión decisiva sobre la base de la lectura de nuestro Manifiesto. Camaradas, las miradas de todos los proletarios de Rusia inquietos por los peligros que amenazan al gran Octubre están puestas en ustedes. Les pedimos que en sus reuniones discutan nuestro Manifiesto y que insistan para que los delegados de sus países al Vo Congreso de la IIIa Internacional planteen la cuestión de las fracciones dentro de los partidos y de la política del PCR con respecto a los soviets. Camaradas, discutan nuestro Manifiesto y hagan Resoluciones. Sepan, camaradas, que ayudarán así a la clase obrera de Rusia, agotada y martirizada, a salvar las conquistas de la Revolución de Octubre. ¡Nuestra Revolución de Octubre es una parte de la revolución mundial!
¡A trabajar, camaradas!
¡Vivan las conquistas
de la Revolución de Octubre
del proletariado ruso!
¡Viva la revolución mundial!
Las dos primeras partes del Manifiesto se titulan "El carácter de la lucha de clases del proletariado" y "Dialéctica de la lucha de clases". Tomamos la decisión de no publicarlos aquí (aunque figuran obviamente en nuestro libro), pues son referencias a las ideas sobre el devenir histórico y el papel de la lucha de clases en ese devenir tal como lo expone Marx, en particular en el Manifiesto del Partido Comunista de 1848. Nos pareció preferible entrar directamente en la parte del documento que expresa el análisis elaborado por el Grupo Obrero del período histórico ante el que se encontraba el proletariado mundial en aquél entonces.
Los "Saúles" y los "Pablos" en la Revolución Rusa
Cualquier obrero consciente que haya aprendido las lecciones de la revolución, comprueba por sí mismo cómo se han transformado "milagrosamente" las diferentes clases de Saúl en Pablo, de propagandistas de la paz en propagandistas de la guerra civil y viceversa. Si se recuerda uno de los acontecimientos de estos quince-veinte años pasados, se podrán ver claramente esas transformaciones.
Observen a la burguesía, a los latifundistas, a los sacerdotes, a los socialistas revolucionarios y a los mencheviques. ¿Quién entre los sacerdotes y los latifundistas predicó la guerra civil antes de 1917? Ninguno. Peor todavía, a la vez que predicaban la paz universal y el estado de gracia, metían a la gente en la cárcel, los fusilaban o colgaban por haberse atrevido a hacer esa propaganda. ¿Y después de Octubre? ¿Quién predicaba y sigue predicando con pasión la guerra civil? Estos mismos hijos fieles del cristianismo: los sacerdotes, los latifundistas y los funcionarios.
¿No fue la burguesía, representada por los demócratas constitucionales, partidaria en sus tiempos de la guerra civil contra la autocracia? Acuérdense de la rebelión en Viborg. ¿No dijo el propio Miliukov, desde las alturas de la tribuna del Gobierno provisional: "Tenemos la bandera roja en nuestras manos, y nadie podrá arrancárnosla sino pasando sobre nuestros cadáveres"? A decir verdad, sobre esa bandera, también pronunció palabras muy diferentes ante la Duma de Estado: "Ese trapo rojo que nos hiere la vista a todos". Pero se puede decir con certeza que antes de 1905, la burguesía era favorable a la guerra civil. Y en 1917, bajo el Gobierno provisional ¿quien declaró con más virulencia "paz, paz civil, unión entre todas las clases de la sociedad: ¡esa es la salvación de la nación!"? Eran ellos, la burguesía, los Cadetes. ¿Y después de Octubre? ¿Quienes siguen hoy gritando furiosos: "abajo los soviets, abajo los bolcheviques, guerra, guerra civil: ¡esa es la salvación de la nación!"? Son ellos, los mismos buenos patronos y "revolucionarios" lloricones, que ahora se dan aires de tigres.
¿Y los socialistas-revolucionarios? ¿No asesinaron antaño a Plehve, al Gran Duque Sarga Alexandrovich, Bogdanovich y otros pilares del antiguo régimen? ¿Y esos revolucionarios violentos no llamaron a la unión y a la paz civil en 1917, bajo el mismo Gobierno provisional? ¡Claro que sí llamaron! ¿Y después de Octubre? ¿Siguieron estando tan enamorados de paz? ¡Claro que no! Se transformaron de nuevo en violentos... pero re-re...reaccionarios esta vez, y dispararon contra Lenin. Y van predicando ahora la guerra civil.
¿Y los mencheviques? Fueron partidarios de una insurrección armada antes de 1908, de la jornada de trabajo de 8 horas, de la expropiación de las tierras, de una república democrática y, de 1908 a 1917, suscribieron a una especie de "colaboración de clases", por la libertad de coaliciones y formas legales de lucha contra la autocracia. No se opusieron sin embargo al derrocamiento de ésta, pero, eso sí, no durante la guerra, ya que son patriotas, e incluso "internacionalistas"; antes de Octubre del 17, predican la paz civil y, después de Octubre, la guerra civil, como los monárquicos, los Cadetes y los socialistas-revolucionarios.
¿Este fenómeno será típico de nosotros, los rusos? No. Antes del derrocamiento del feudalismo, las burguesías inglesa, francesa, alemana, etc., predicaban la guerra civil y la hicieron. En cuanto se desmoronó el feudalismo y la burguesía tomó el poder, de pronto se hizo propagandista de la paz civil, sobre todo a causa de la aparición de un nuevo aspirante al poder, la clase obrera que la combatía sin tregua.
Busquen ahora dónde la burguesía es favorable a la guerra civil. ¡En ningún sitio! Por todas partes, excepto en la Rusia soviética, predica la paz y el amor. ¿Y cuál será su actitud cuándo el proletariado haya tomado el poder? ¿Seguirá siendo propagandista de paz civil? ¿Llamará a la unión y la paz? No, se transformará en propagandista violenta de la guerra civil y llevará esa guerra a ultranza, hasta sus últimas consecuencias.
¿Y nosotros, proletarios rusos, somos una excepción a esta norma? Para nada.
Si consideramos ese mismo año de 1917, ¿se convirtieron nuestros consejos de diputados obreros en órganos de guerra civil? Sí. Y tomaron el poder. ¿Querían que la burguesía, los latifundistas, los sacerdotes y otras personas maltratadas por los consejos se rebelaran contra ellos? ¿No querían acaso que la burguesía y todos sus grandes y pequeños aliados se sometieran a ellos sin resistencia? Sí, claro que lo querían. El proletariado era pues favorable a la guerra civil antes de la toma del poder, y estuvo en contra tras su victoria, a favor de la paz civil.
Es cierto que en todas estas transformaciones hay mucha inercia histórica. Incluso en la época en que todos (de los monárquicos a los mencheviques, incluidos los socialistas-revolucionarios) hicieron la guerra civil contra el poder soviético, era con la consigna de "paz civil". El proletariado quería realmente la paz, pero tuvo que llamar una vez más a la guerra. Incluso en 1921, en una de las circulares del Comité Central del PCR, se entrevé esa incomprensión de la situación: la consigna de guerra civil se consideraba, incluso en 1921, como el indicio de un gran espíritu revolucionario. Pero ese no es más que un ejemplo histórico que para nada altera nuestro modo de ver.
Si en Rusia, actualmente, predicamos la paz civil consolidando el poder proletario conquistado por la Revolución de Octubre, todos los proletarios honrados tendrán, sin embargo, que unirse firmemente bajo la consigna de guerra civil, sangrienta y violenta, contra la burguesía del mundo entero.
La clase obrera ve actualmente con qué histeria las clases sociales explotadoras de los países burgueses predican la paz civil y universal, el estado de gracia. Se ha de entender de ahora en adelante que mañana, si el proletariado de esos países burgueses toma el poder, todos los pacifistas actuales, desde los grandes propietarios hasta la Internacional II y II ½, harán la guerra civil contra el proletariado.
Con toda la fuerza y la energía de la que somos capaces, debemos llamar al proletariado de todos los países a la guerra civil, sangrienta y despiadada; sembraremos vientos, porque queremos tempestades. Pero con aún más fuerza haremos propaganda por la paz civil y universal, el estado de gracia, allá en donde el proletariado haya triunfado y tomado el poder.
Los latifundistas, los mencheviques, los socialistas-revolucionarios de todos los países predicarán por su lado la paz civil en todos los países donde reina la opresión capitalista, y la guerra civil aún más cruel y más sangrienta allá en donde el proletariado haya tomado el poder.
Las tareas principales actuales
El desarrollo de las fuerzas productivas en todos los países ha alcanzado una fase en la que el propio capitalismo se ha convertido en factor de destrucción de esas mismas fuerzas. Y esta fase está llegando a su término. La Guerra Mundial y los acontecimientos que la siguieron, la paz de Versalles, el problema de las indemnizaciones de guerra, Génova, La Haya, Lausana, París y por fin la ocupación del Ruhr por Francia, a los que se añaden el desempleo inmenso y la oleada sin fin de huelgas, ponen explícitamente de manifiesto que ya sonó la última hora de la explotación capitalista y que los propios expropiadores han de ser expropiados.
La misión histórica del proletariado consiste en salvar a la humanidad de la barbarie en la que el capitalismo la hunde. Y es imposible realizarla mediante la lucha por cuatro monedas, por la jornada de trabajo de 8 horas, por concesiones parciales que puede concederle el capitalismo. No, el proletariado debe organizarse firmemente con vistas a la lucha decisiva por el poder.
Hay momentos en que cualquier propaganda a favor de huelgas para mejorar las condiciones materiales del proletariado en los países capitalistas avanzados es una propaganda nociva que mantiene al proletariado en las ilusiones, las de una mejora real de su nivel de vida en el marco de la sociedad capitalista.
Los obreros avanzados deben participar en las huelgas y, si lo permiten las circunstancias, dirigirlas. Deben proponer reivindicaciones concretas para el caso en que la masa proletaria esperara todavía poder mejorar sus condiciones siguiendo esa vía; esa actitud aumentará su prestigio ante el proletariado. Pero deben afirmar firmemente que no es una vía hacia la salvación, hacia la mejora de las condiciones de vida de la clase obrera. Si fuera posible organizar al proletariado para la lucha decisiva apoyándolo firmemente en todos sus conflictos contra el capital, lo haríamos sin vacilar. Más vale ponerse a la cabeza del movimiento y proponer reivindicaciones audaces y categóricas, prácticas y comprensibles para el proletariado, explicándole al mismo tiempo que si no toma el poder, no estará en condiciones de cambiar sus condiciones de existencia. Así pues, para el proletariado, cada huelga, cada conflicto será una lección que demostrará la necesidad de una conquista del poder político y de una expropiación de los expropiadores.
En esto, los comunistas de todos los países deben adoptar la misma actitud que en los parlamentos -no van a ellos para hacer una labor legislativa, sino para hacer propaganda, por la destrucción de dichos parlamentos por el proletariado organizado.
Del mismo modo, cuando hay necesidad de hacer huelga por cuatro monedas, hay que participar en ella, pero no para mantener la esperanza de mejorar realmente la condición económica obrera. Al contrario, es necesario disipar esas ilusiones, utilizar cada conflicto para organizar las fuerzas del proletariado preparando al mismo tiempo su conciencia para la lucha final. En el pasado, la reivindicación de la jornada de trabajo de ocho horas fue revolucionaria, hoy ha dejado de serlo en todos los países donde la revolución social está al orden del día. Abordamos aquí directamente el problema del frente unido.
Continuará...
La continuación del Manifiesto, que se publicará en los números siguientes de la Revista internacional, contiene los siguientes capítulos:
- el frente único socialista,
- la cuestión del frente unido en el país en que el proletariado está en el poder (democracia obrera),
- la cuestión nacional,
- la Nueva Política Económica (NEP),
- la NEP y el campo,
- la NEP y la política,
- la NEP y la gestión de la industria.
Gabriel Miasnikov, un obrero del Ural, se distinguió en el Partido bolchevique en 1921 cuando, inmediatamente después del crucial Xº Congreso, reclamó "la libertad de la prensa, desde los monárquicos hasta los anarquistas inclusive" (citado por Carr, El Interregno (1923-1924). A pesar de los esfuerzos de Lenin para disuadirle de mantener un debate sobre ese problema, se negó a retroceder y fue expulsado del partido a principios de 1922. En marzo de 1923, se agrupó con otros militantes para fundar al Grupo Obrero del Partido Comunista Ruso (bolchevique)", y éste publicó y distribuyó su Manifiesto en el XIIo Congreso del PCR. El grupo comenzó a realizar una labor ilegal entre los obreros, pertenecientes o no al partido, y parece ser que estuvo presente de forma significativa en la oleada de huelgas del verano de 1923, llamando a manifestaciones masivas e intentando politizar un movimiento de clase esencialmente defensivo. Su actividad en esas huelgas fue suficiente para convencer a la GPU que representaba una verdadera amenaza y una ola de detenciones de dirigentes golpeó severamente al grupo. Prosiguió sin embargo su labor clandestina hasta principios de los años treinta aunque a escala reducida. La historia posterior de Miasnikov es la siguiente: de 1923 a 1927, pasó la mayoría de su tiempo en el exilio o encarcelado debido a sus actividades clandestinas; evadido de Rusia en 1927, huye a Persia y a Turquía (donde también será detenido) y se instala definitivamente en Francia en 1930. Durante este período, sigue intentando organizar su grupo en Rusia. A finales de la guerra, pide a Stalin permiso para volver a Rusia. Stalin envió un avión a buscarlo. A partir del día en que regresó a su país, ya no se supo nada más de él..., por la sencilla razón de que, tras un juicio secreto por un tribunal militar, fue fusilado en una cárcel de Moscú el 16 de noviembre de 1945.
[1]) Léase nuestro artículo "La izquierda comunista y la continuidad del marxismo" https://es.internationalism.org/icconline/1998/izquierda-comunista.
[2]) La CCI ya publicó en inglés y en ruso un folleto, La izquierda comunista rusa, dedicado al estudio de las distintas expresiones de la Izquierda Comunista en Rusia. Una versión está también en preparación en francés. La versión inglesa incluía el Manifiesto del Grupo Obrero pero, desde su publicación, una nueva versión más completa de dicho Manifiesto se ha exhumado en Rusia. Es esta última versión (inédita en francés) que publicamos hoy y que se integrará en la futura edición en francés.
[3]) Léase nuestro artículo "La Izquierda Comunista en Rusia", en las Revista internacional nos 8 y 9.
[4]) "Los miembros del partido que están descontentos con una u otra decisión del Comité Central (...); que tienen dudas sobre un extremo u otro; que advierten particularmente uno u otro error, irregularidad o desorden, tienen miedo a mencionarlo en las reuniones del partido, e incluso temen hablarlo... Actualmente no es el partido, ni su masa de afiliados, quien promueve y elige a los componentes de los comités provinciales y del Comité Central del RKP [PC ruso]. Por el contrario, la jerarquía secretarial del partido designa, cada vez con más frecuencia, a los delegados de conferencias y congresos que se convierten, todavía en mayor medida, en asambleas ejecutivas de esta jerarquía. (...) La situación creada se explica por el hecho del régimen de dictadura de un grupo dentro del partido (...) El régimen fraccional debe ser abolido, cosa que deben realizar, en primer lugar, los mismos que lo han creado, para dar paso a un régimen de unidad entre camaradas y a la democracia dentro del partido" ("El programa de los 46", trascrito en El Interregno de E.H. Carr, Alianza Editorial).
[5]) Véase artículo sobre la Izquierda Comunista en Rusia en Revista internacional no 9, op. cit.
[6]) Sin embargo, el Manifiesto parece también defender que los sindicatos han de convertirse en órganos de centralización de la gestión económica, o sea la vieja posición de la Oposición Obrera que Miasnikov ya había criticado en 1921.
[7]) Se trata de la KAI (Internacional de los Obreros Comunistas, 1921-22) fundada a iniciativa del KAPD; no confundir con IVa Internacional trotskista.