Decadencia del capitalismo (VII) - Rosa Luxemburg y los límites de la expansión del capitalismo

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Decadencia del capitalismo

Rosa Luxemburg y los límites de la expansión del capitalismo

Como vimos en el artículo anterior de esta serie, el ataque de los revisionistas contra el marxismo se centró en la teoría de lo inevitable del declive del capitalismo. Según esta teoría, las contradicciones insolubles en las relaciones de producción capitalistas serán una traba insuperable para el desarrollo de las fuerzas productivas. El revisionismo de Eduard Bernstein, que Rosa Luxemburg refutó con tanta lucidez en su folleto Reforma social o Revolución, se basaba en gran parte en observaciones empíricas del período de expansión y prosperidad sin precedentes que las naciones capitalistas más poderosas conocieron durante las últimas décadas del siglo xix. Tampoco tuvo Bernstein la pretensión de basar su crítica de la visión "catastrofista" de Marx en una investigación teórica profunda de las teorías económicas de éste. En muchos aspectos, los argumentos de Bernstein no van más lejos que los desarrollados más tarde por muchos expertos burgueses durante el boom económico de la posguerra y, de nuevo, durante la fase de "crecimiento" mucho más exiguo de los primeros años del siglo xxi. Grosso modo el razonamiento vendría a ser: puesto que el capitalismo funciona, es que funcionará siempre.

Otros economistas de aquella época, que no estaban totalmente desconectados del movimiento obrero, buscaron basar su estrategia reformista en un método "marxista". Por ejemplo, el ruso Tugan-Baranowski, que publicó, en 1901, un libro titulado Studies in the Theory and History of Commercial Crises in England. Siguiendo los trabajos de Struve y de Bulgakov unos años antes, Tugan-Baranowski formaba parte de los llamados "marxistas legales" y su estudio se inscribía en la respuesta que éstos daban a la corriente de los populistas rusos que querían demostrar que el capitalismo se enfrentaría a dificultades insuperables para instalarse en Rusia; una de las dificultades era la insuficiencia de mercados para dar salida a la producción. Como Bulgakof, Tugan intentó utilizar los esquemas de la reproducción ampliada de Marx, en el volumen II de El Capital, para probar que no había ningún problema fundamental de realización de la plusvalía en el sistema capitalista, y que a éste le era posible, como "sistema cerrado", acumular indefinida y armoniosamente. Rosa Luxemburg resumió así ese intento:

"Los marxistas rusos "legales" han vencido, indiscutiblemente, a sus adversarios, los "populistas"; pero han ido muy lejos. Los tres (Struve, Bulgakof, Tugan-Baranowski), en el ardor de la refriega, han probado más de lo que era menester. Se dilucidaba si el capitalismo en general, y en particular en Rusia, era susceptible de desarrollo, y los mencionados marxistas han expuesto tan profundamente esta capacidad, que han probado incluso la posibilidad de la eterna duración del capitalismo" ([1]).

La tesis de Tugan suscitó una respuesta rápida por parte de quienes seguían defendiendo la teoría marxista de las crisis, especialmente el portavoz de la "ortodoxia marxista", Karl Kautsky, el cual, retomando las conclusiones de Marx, afirmó entre otras cosas, que ni los capitalistas, ni los obreros podían consumir toda la plusvalía producida por el sistema, viéndose éste constantemente obligado a conquistar nuevos mercados al exterior: "Los capitalistas y los obreros por ellos explotados ofrecen un mercado que aumenta con el crecimiento de la riqueza de los primeros y del número de los segundos, pero no tan aprisa como la acumulación del capital y la productividad del trabajo. Este mercado, sin embargo, no es, por sí solo, suficiente para los medios de consumo creados por la gran industria capitalista. Ésta debe buscar un mercado suplementario, fuera de su campo, en las profesiones y naciones que no producen aún en forma capitalista. Lo halla también y lo amplía cada vez más, pero no con bastante rapidez. Pues este mercado suplementario no posee, ni con mucho, la elasticidad y capacidad de extensión del proceso de producción capitalista.
"Desde el momento en que la producción capitalista se ha convertido en gran industria desarrollada, como ocurría ya en el siglo xix, contiene la posibilidad de esta extensión a saltos, que rápidamente excede a toda ampliación del mercado. Así, todo período de prosperidad que sigue a una ampliación considerable del mercado, se halla condenado a vida breve, y la crisis es su término irremediable.
"Tal es en breves rasgos la teoría de la crisis fundada por Marx y, en cuanto sabemos, aceptada en general por los marxistas ‘ortodoxos'"
([2]).

Más o menos por los mismos años, un miembro del ala izquierda del Partido Socialista Norteamericano (American Socialist Party), Louis Boudin, publicaba The Theoretical System of Karl Marx ([3]), participando así en el debate con un análisis similar e incluso más desarrollado.

Mientras que Kautsky, como lo subraya Rosa Luxemburg en La acumulación del capital y en la Anticrítica (1915), planteaba el problema de la crisis en términos de "subconsumo", y en el marco bastante impreciso de la rapidez relativa de la acumulación y de la expansión del mercado ([4]), Boudin lo situaba de manera más precisa en el carácter único del modo de producción capitalista y en sus contradicciones que lo arrastraban al fenómeno de sobreproducción:
"En los antiguos sistemas esclavista y feudal, nunca existió un problema como el de la sobreproducción, debido a que la finalidad de la producción era el consumo familiar; lo único que podía plantearse era: ¿qué parte de la producción atribuir al esclavo o al siervo y cuánto al amo o al señor feudal? Una vez que las partes respectivas de las dos clases quedaban determinadas, cada una se dedicaba al consumo de su parte sin encontrar problemas suplementarios. En otras palabras, la cuestión consistía siempre en cómo dividir los productos y el problema de la sobreproducción no se planteaba, pues los productos no iban a venderse en el mercado, sino a ser consumidos por las personas concernidas directamente por la producción, como amo o como esclavo... No ocurre ni mucho menos lo mismo en la industria capitalista moderna. Es cierto que toda la producción, excepto la porción que les toca a los obreros, va, como en el pasado, para el amo, hoy el capitalista. Pero ahí no terminan las cosas, pues el capitalista no produce para sí mismo, sino para el mercado. No quiere acaparar los bienes que producen los obreros, sino que quiere venderlos y si no los vende, no tienen ningún valor para él. Entre las manos del capitalista, las mercancías vendibles son su fortuna, su capital, pero en cuanto dejan de ser vendibles, toda la fortuna contenida en sus depósitos de mercancías, acaba derritiéndose.
"¿Quién va a comprar entonces las mercancías a nuestros capitalistas que han instalado nuevas máquinas en su producción y por ello han aumentado su producción? Otros capitalistas podrán querer esos productos, claro está, pero cuando se considera la producción de la sociedad en su conjunto, ¿qué va a hacer la clase capitalista con la producción creciente que los obreros no pueden consumir? Los capitalistas no pueden utilizarla guardándose cada uno su propia producción, ni comprándosela mutuamente. Y eso por la sencilla razón de que la clase capitalista no puede gastar ella misma todo el sobreproducto que producen los obreros y del que ella se apropia como ganancias de producción. Las propias bases de la producción capitalista a gran escala y la acumulación del capital excluyen semejante posibilidad. La producción capitalista a gran escala implica que existan grandes cantidades de trabajo cristalizado en forma de ferrocarriles, barcos de vapor, factorías, máquinas y demás productos manufacturados que no han sido consumidos por los capitalistas y que representan su parte o ganancia de la producción de los años anteriores. Como ya se dijo antes, todas las grandes fortunas de reyes, príncipes y barones del capitalismo moderno y demás dignatarios de la industria, con títulos o sin ellos, consisten en herramientas en una forma u otra, o sea en una forma no consumible. Es esa parte de las ganancias capitalistas que los capitalistas han "ahorrado" y por lo tanto, no está consumida. Si los capitalistas consumieran todas sus ganancias, no habrían capitalistas en el sentido moderno de la palabra, no habría acumulación de capital. Para que pueda acumularse el capital, los capitalistas no deben en ningún caso consumir toda su ganancia. El capitalista que así hiciera dejaría de serlo y caería ante la competencia de los demás capitalistas. En otras palabras, el capitalismo moderno presupone el hábito del ahorro en los capitalistas, o sea que una parte de las ganancias capitalistas individuales no debe consumirse  sino dedicarse al incremento del capital existente... No puede pues consumir toda su parte del producto manufacturado. Es pues evidente que ni el obrero, ni el capitalista pueden consumir todo el producto cada vez mayor de la manufactura. ¿Quién va a comprarlo entonces?"
(traducido del inglés por nosotros).

Boudin nos explica después cómo soluciona el capitalismo ese problema. Luxemburg cita un largo pasaje de Boudin en una nota de La acumulación del capital, presentándolo como "una crítica brillante" al libro de Tugan ([5]):
"El plusproducto producido en los países capitalistas no ha dificultado (con algunas excepciones que se mencionarán más tarde) la marcha de las ruedas de la producción porque la producción se halla distribuida más adecuadamente en las diversas esferas, o porque la producción de tejidos de algodón se haya convertido en una producción de máquinas, sino, porque, en virtud del hecho de que algunos países se han desarrollado en sentido capitalista antes que otros -y porque quedan todavía países sin desarrollo capitalista-, los países capitalistas cuentan con un mundo situado realmente fuera de ellos, al que pueden arrojar los productos que ellos no consumen, sin que importe que estos productos sean tejidos de algodón o artículos metalúrgicos. Con esto no se quiere decir que no tenga importancia el hecho de que en los principales países capitalistas los tejidos hayan dejado el puesto directivo a los productos metalúrgicos. Por el contrario, ello tiene la mayor importancia, pero su significación es completamente distinta de la que le atribuye Tugan Baranowski. Significa el principio del fin del capitalismo. Mientras los países capitalistas exportaban mercancías para el consumo, había esperanza para el capitalismo en aquellos países. No se hablaba aún de cuál seria la capacidad adquisitiva del mundo no capitalista para las mercancías producidas por el capitalismo y del tiempo que duraría aún. El crecimiento de la fabricación de máquinas, a costa de los bienes de consumo, muestra que territorios que antes estaban fuera del capitalismo y servían, por tanto, de salida para su plusproducto, han entrado ahora en el engranaje del capitalismo; muestra que se desarrolla su propio capitalismo; que producen por sí mismos sus propios medios de consumo. Como se hallan, de momento, en el estado inicial de su desarrollo capitalista, necesitan todavía las máquinas producidas por el capitalismo. Pero pronto no las necesitarán ya. Fabricarán sus productos metalúrgicos del mismo modo que ahora fabrican sus tejidos y otros artículos de consumo. Entonces, no sólo dejarán de ser una salida para el plusproducto de los países propiamente capitalistas, sino que engendrarán a su vez un plusproducto, que difícilmente podrán colocar" ([6]). 

Boudin va pues más lejos que Kautsky e insiste en que el término cercano de la conquista del globo por el capitalismo significa también "el principio del fin del capitalismo".

Rosa Luxemburg examina el problema de la acumulación

En la época de ese debate, Rosa Luxemburg enseñaba en la escuela del partido en Berlín. En el momento de exponer a grandes rasgos la evolución histórica del capitalismo como sistema mundial, se vio obligada a volver con más profundidad a la obra de Marx. Así se lo exigía su integridad como profesora y militante: Rosa Luxemburg no soportaba machacar lo ya conocido presentándolo con nuevas formas; pensaba que la tarea de un marxista era enriquecer y desarrollar la teoría, y, además, también se lo exigía la necesidad cada vez más urgente de comprender las perspectivas ante las que se encontraba el capitalismo mundial. Al reexaminar la obra de Marx, encontró muchos datos con los que construir su idea de que el problema de la sobreproducción en relación con el mercado es una de las claves para entender el carácter transitorio del modo de producción capitalista (ver "Las contradicciones mortales de la sociedad burguesa" en la Revista internacional no  139). Rosa tenía perfecta conciencia de que los esquemas de la reproducción ampliada de Marx en el volumen II de El Capital estaban concebidos por su autor como modelo teórico puramente abstracto, utilizado para estudiar el problema de la acumulación, un modelo cuya hipótesis, para esclarecer mejor la argumentación, era una sociedad compuesta únicamente por capitalistas y obreros. A ella le parecía, sin embargo, que podía deducirse la idea de que el capitalismo podía acumular de manera armoniosa en un sistema cerrado, disponiendo de la totalidad de la plusvalía producida mediante la interacción entre las dos ramas principales de la producción (el sector de bienes de producción y el de bienes de consumo). Rosa Luxemburg tenía claro que eso estaba en contradicción con otros pasajes de Marx (en el volumen III de El Capital por ejemplo) que insisten sobre la necesidad de la expansión constante de los mercados y, al mismo tiempo, establecen los límites inherentes a esa expansión. Si el capitalismo pudiera autorregularse, podría haber, sí, desequilibrios temporales entre las ramas de la producción, pero no debería existir la tendencia inexorable a producir masas de mercancías imposibles de absorber, a crisis de sobreproducción insolubles; si la tendencia del capitalismo a acumular por acumular generara constantemente un incremento de la demanda necesaria para realizar toda la plusvalía, ¿qué argumentos podrían entonces usar los marxistas contra los revisionistas, para afirmar que capitalismo estaba destinado a entrar en una fase de crisis catastrófica que proporcionaría las bases objetivas de la revolución socialista?

A esa pregunta, Luxemburg contestó que había que situar la ascendencia del capitalismo en su verdadero contexto histórico. No podía entenderse la historia de la acumulación capitalista sino como un proceso constante de interacción con las economías no capitalistas que la rodeaban. Las comunidades más primitivas que vivían de la caza y la recolección y no habían producido todavía ningún sobrante social comercializable, no tenían la menor utilidad para el capitalismo y por eso éste las destruyó a base de matanzas y genocidios, pues ni siquiera los "recursos" humanos de esas comunidades podían utilizarse para el trabajo de esclavos. En cambio, las economías que habían desarrollado un sobrante comercializable y en las que la producción de mercancías se había desarrollado ya (como las grandes civilizaciones de India y China), proporcionaron no sólo materias primas, sino también enormes salidas mercantiles para la producción de las metrópolis capitalistas, lo que permitió al capitalismo de los países centrales sobrepasar el atasco periódico de las mercancías (proceso descrito muy elocuentemente en el Manifiesto del Partido Comunista). Y como también lo subraya el Manifiesto, incluso cuando las potencias capitalistas establecidas intentaron restringir el desarrollo capitalista de sus colonias, esas regiones del mundo se convirtieron irremediablemente en partes integradas en el mundo burgués, arruinando las economías precapitalistas y convirtiéndolas a las delicias del trabajo asalariado, llevando así a otro nivel el problema de la demanda adicional requerida para la acumulación. Como lo anunció el propio Marx: cuanto más universal tiende a ser el capitalismo más se confirma su tendencia al desmoronamiento: "La universalidad hacia la que tiende sin cesar el capital encuentra los límites inherentes a su naturaleza, los cuales, en cierta fase de su desarrollo, lo hacen aparecer como el mayor obstáculo a esa tendencia, empujándolo hacia su autodestrucción" ([7]).

Ese análisis permitió a Rosa Luxemburg comprender el problema del imperialismo. El Capital no hizo sino empezar a tratar el tema del imperialismo y de sus bases económicas, problema que en la época en que se escribió no era todavía una preocupación central de los marxistas. En cambio, ya en tiempos de Rosa, los marxistas estaban confrontados al imperialismo no sólo como un factor de propulsión por la conquista del mundo no capitalista, sino, también, en tanto que agudización de las rivalidades entre las principales naciones capitalistas por el domino del mercado mundial. ¿Era el imperialismo una opción, una posibilidad oportuna para el capital mundial, como así lo entendían muchos de sus críticos liberales y reformistas, o era una necesidad inherente a la acumulación capitalista en cierta fase de su madurez? También en esto las implicaciones eran distintas, pues si el imperialismo no era sino una opción más para el capital, podía entonces argumentarse a favor de políticas más razonables y pacíficas. Y Luxemburg concluye diciendo que el imperialismo era una necesidad para el capital - un medio de prolongar su reinado que le arrastraría inexorablemente a su ruina.

"El imperialismo es la expresión política del proceso de la acumulación del capital en su lucha para conquistar los medios no capitalistas que no se hallen todavía agotados. Geográficamente, estos medios abarcan, todavía hoy, los más amplios territorios de la Tierra. Pero comparados con la potente masa del capital ya acumulado en los viejos países capitalistas, que pugna por encontrar mercados para su plusproducto, y posibilidades de capitalización para su plusvalía; comparados con la rapidez con la que hoy se transforman en capitalistas territorios pertenecientes a culturas precapitalistas, o en otros términos: comparados con el grado elevado de las fuerzas productivas del capital, el campo parece todavía pequeño para la expansión de éste. Esto determina el juego internacional del capital en el escenario del mundo. Dado el gran desarrollo y la concurrencia cada vez más violenta de los países capitalistas para conquistar territorios no capitalistas, el imperialismo aumenta su agresividad contra el mundo no capitalista, agudizando las contradicciones entre los países capitalistas en lucha. Pero cuanto más violenta y enérgicamente procure el capitalismo el hundimiento total de las civilizaciones no capitalistas, tanto más rápidamente irá minando el terreno a la acumulación del capital. El imperialismo es tanto un método histórico para prolongar la existencia del capital, como un medio seguro para poner objetivamente un término a su existencia. Con eso no se ha dicho que este término haya de ser alegremente alcanzado. Ya la tendencia de la evolución capitalista hacia él se manifiesta con vientos de catástrofe" ([8]).

La conclusión esencial de La acumulación del capital era, pues, que el capitalismo entraba en "un período de catástrofes". Es importante señalar que Rosa no consideraba -como se ha dicho a menudo erróneamente- que el capitalismo estuviera a punto de sucumbir. Dijo muy claramente que el medio no capitalista "abarca, todavía hoy, [geográficamente], los más amplios territorios de la Tierra" y que economías no capitalistas las había no sólo en las colonias sino en grandes espacios de la propia Europa ([9]). Es cierto que la escala de esas zonas económicas en términos de valor iba disminuyendo en relación con la capacidad creciente del capital para generar mayores plusvalías. Pero al mundo siempre le quedará mucho por recorrer antes de convertirse en un sistema de capitalismo puro como el imaginado en los esquemas de la reproducción de Marx: "El esquema marxista de la acumulación (bien entendido), precisamente por ser insoluble, es la prognosis exacta de la caída económica inevitable del capitalismo como resultado del proceso de expansión imperialista, cuya misión especial es realizar el supuesto marxista: el dominio absoluto e indivisible del capital.
"¿Podrá producirse en la realidad, alguna vez, ese momento? Cierto que no es más que una ficción teórica, justamente porque la acumulación del capital es un proceso no sólo económico, sino político"
 ([10]).

Para Rosa Luxemburg, un mundo formado únicamente de capitalistas y de obreros era "una ficción teórica", pero cuanto más se acercaba ese horizonte teórico, tanto más difícil y destructor sería el proceso de acumulación, acarreando calamidades que ya no serían "sólo" económicas, sino también políticas y militares. La guerra mundial, que estalló poco después de la publicación de La acumulación del capital, fue una confirmación palmaria de ese pronóstico. Para Rosa Luxemburg, no existe un hundimiento puramente económico del capitalismo y menos todavía una especie de automatismo garantizado entre desmoronamiento capitalista y revolución socialista. Lo que ella anunciaba en su obra teórica era precisamente lo que iba a confirmar la historia del siglo que empezaba: la expresión creciente del declive del capitalismo como modo de producción, que pone a la humanidad ante la alternativa: socialismo o barbarie, llamando específicamente a la clase obrera a desarrollar la organización y la conciencia necesarias para derribar ese sistema y sustituirlo por un orden social superior.

Una tempestad de críticas

Rosa Luxemburg nunca pensó que su tesis iba a desatar controversias, precisamente porque la había basado en los escritos de Marx y de los seguidores del método marxista. Y, sin embargo, fue recibida por un chaparrón de críticas y no sólo por parte de revisionistas y reformistas sino también de revolucionarios como Pannekoek y Lenin, los cuales, en este debate, se encontraron no sólo al lado de los marxistas legales de Rusia sino también de los "austro-marxistas" que formaban parte del campo semirreformista en la socialdemocracia: "He leído el nuevo libro de Rosa La acumulación del capital. En él, se enreda ella de manera sorprendente. Ha retorcido a Marx. Estoy contento de que Pannekoek y Eckstein y O. Bauer la hayan desaprobado de común acuerdo y hayan expresado contra ella lo que yo había dicho en 1899 contra los Narodnikis" ([11]).

El consenso se hizo sencillamente sobre la idea de que Luxemburg había leído mal a Marx y se había inventado un problema inexistente: los esquemas de la reproducción ampliada demuestran que el capitalismo puede acumular de hecho sin ningún límite inherente en un mundo compuesto únicamente de obreros y capitalistas. Era como si dijeran que, en fin de cuentas, puesto que los cálculos de Marx son exactos todo eso será cierto. Bauer era un poco más matizado: reconocía que la acumulación no podía realizarse si no la alimentaba una demanda efectiva creciente; y daba una respuesta sencilla: la población crece, por consiguiente hay más obreros, y por lo tanto un aumento de la demanda; una solución que hacía volver al punto de partida del problema, pues tampoco esos obreros podían consumir más que la parte de capital variable que les entregaban los capitalistas. Lo esencial -y eso es lo que defienden casi todos los críticos de Luxemburg hasta hoy- es que los esquemas de la reproducción ampliada muestran que no habría problemas insolubles de realización de la plusvalía para el capitalismo.

Luxemburg era muy consciente de que los argumentos desarrollados por Kautsky (o por Boudin, pero éste era mucho menos conocido en el movimiento obrero) para defender, en el fondo, las mismas tesis que ella, no habían provocado la misma indignación: "Por tanto, queda esto establecido: Kautsky refutaba, en 1902, en la obra de Tugan-Baranovski, justamente aquellas afirmaciones que ahora los "expertos" oponen a mi explicación de la acumulación, y que los "expertos" de la ortodoxia marxista combaten en mí, como horrible extravío de la verdadera fe; la misma concepción, aunque más exacta y aplicada al problema de la acumulación, que Kautsky oponía, no hace más que catorce años, al revisionista Tugan-Baranovski, como la teoría de la crisis "generalmente aceptada de los marxistas ortodoxos""  ([12]).

¿Por qué una indignación semejante? Es fácil de entender viniendo de reformistas y revisionistas cuya preocupación principal era negar la posibilidad de un hundimiento del sistema capitalista. Pero es más difícil de entender la de los revolucionarios. Podemos subrayar el hecho -significativo del carácter exaltado de las reacciones- de que Kautsky no estableció ninguna relación entre sus argumentos y los esquemas de la reproducción ([13]) y por eso no apareció como un "crítico" de Marx. Quizás sea ese conservadurismo la base de muchas críticas hechas a Rosa Luxemburg: El Capital sería una especie de Biblia que contendría todas las respuestas para comprender la ascendencia y el declive del modo de producción capitalista. Luxemburg, en cambio, defendió con decisión que los marxistas debían considerar El Capital por lo que era, una obra genial pero inacabada, especialmente sus volúmenes II y III; y que, de todas maneras, no podía incluir todas las etapas posteriores en la evolución del sistema capitalista.

En medio de todas esas respuestas escandalizadas, hubo al menos una defensa muy clara de Luxemburg, escrita durante los levantamientos de la guerra y la revolución: "Rosa Luxemburg, marxista", por el húngaro Georg Lukacs, el cual era, en aquel entonces, un representante del ala izquierda del movimiento comunista. El artículo de Lukacs, publicado en el libro Historia y conciencia de clase (1922), empieza subrayando el método que debe seguirse en la discusión sobre la teoría de Luxemburg. Defiende la idea de que lo que distingue básicamente la visión proletaria de la visión burguesa del mundo es que, mientras que la burguesía está condenada a examinar la sociedad desde el enfoque de una unidad atomizada, en competencia mutua, sólo el proletariado puede desarrollar una visión de la realidad como totalidad:
"No es la preponderancia de los motivos económicos en la explicación de la historia lo que distingue de manera decisiva al marxismo de la ciencia burguesa; es el punto de vista de la totalidad. La categoría de la totalidad, la dominación, determinante y en todos los dominios, del todo sobre las partes, constituye la esencia que el método de Marx ha tomado de Hegel y que él trasformó de manera original para convertirlo en fundamento de una ciencia totalmente nueva. La separación capitalista entre el productor y el proceso global de la producción, la fragmentación del proceso de trabajo en partes que dejan de lado el carácter humano del trabajador, la atomización de la sociedad en individuos que producen sin plan y sin concierto, etc., todo esto tenía necesariamente que ejercer también una influencia profunda en el pensamiento, la ciencia y la filosofía del capitalismo. Y lo que hay de fundamentalmente revolucionario en la ciencia proletaria, no es sólo que ella oponga a la sociedad burguesa contenidos revolucionarios, sino que es, en primerísimo lugar, la esencia revolucionaria del método en sí. El reino de la categoría de totalidad es el portador del principio revolucionario en la ciencia."

Lukacs prosigue mostrando que la ausencia de ese método proletario fue lo que impidió que los críticos de Luxemburg se dieran cuenta del problema que ella había planteado en La acumulación del capital: "...Porque la justeza o la falsedad de la solución que Rosa Luxemburg proponía al problema de la acumulación del capital no era el centro del debate conducido por Bauer, Eckstein, etc. Lo que se discutía, por el contrario, era si había o no un problema en eso y se impugnaba con la máxima energía la existencia de un verdadero problema. Lo cual puede comprenderse perfectamente, y es incluso necesario desde el punto de vista metodológico de los economistas vulgares. Porque si la cuestión de la acumulación es tratada, por una parte, como un problema particular de la economía política y, por otra, es considerada desde el punto de vista del capitalista individual, no hay efectivamente ahí ningún problema.
"Este rechazo del problema por entero está estrechamente ligado al hecho de que los críticos de Rosa Luxemburg dejaron de lado distraídamente la parte decisiva del libro ("Las condiciones históricas de la acumulación") y, lógicos consigo mismos, plantearon la cuestión en la forma siguiente: las fórmulas de Marx, que se basan en el principio aislante, admitido con fines metodológicos, de una sociedad compuesta únicamente de capitalistas y proletarios, ¿son justas, y cuál es la mejor interpretación de ellas? Para Marx sólo eran una hipótesis metodológica, en base a la cual había que progresar para plantear las cuestiones de manera más amplia, para plantear la cuestión en referencia a la totalidad de la sociedad, y esto es lo que ha escapado por completo a los críticos. No se han percatado de que el propio Marx dio ese paso en el primer volumen de El capital en lo referente a lo que se llama la acumulación originaria. Ellos han silenciado -consciente o inconscientemente- el hecho de que todo El capital, precisamente en relación a esta cuestión, no es más que un fragmento interrumpido justamente en el lugar donde ese problema debe ser suscitado, y que, en consecuencia, Rosa Luxemburg no ha hecho otra cosa que llevar hasta el fin y en su mismo sentido a ese fragmento, completándolo conforme al espíritu de Marx.
"Sin embargo, ellos han actuado consecuentemente. Porque, desde el punto de vista del capitalista individual, desde el punto de vista de la economía vulgar, ese problema no debe plantearse. Desde el punto de vista del capitalista individual, la realidad económica aparece como un mundo gobernado por las leyes eternas de la naturaleza, a las cuales él debe adaptar su actividad. La realización de la plusvalía y la acumulación tienen lugar para él en forma de un intercambio con los demás capitalistas individuales (a decir verdad, incluso aquí, éste no es siempre el caso, es solamente el hecho más frecuente). Y todo el problema de la acumulación, también, no es más que el problema de una de las formas de las múltiples trasformaciones que sufren las fórmulas dinero-mercancía-dinero y mercancía-dinero-mercancía en el curso de la producción, de la circulación, etc. Así, la cuestión de la acumulación se torna para la economía vulgar una cuestión de detalle en una ciencia particular, y ella no tiene prácticamente ningún nexo con el destino del capitalismo en su conjunto; su solución garantiza suficientemente la exactitud de las "fórmulas" marxistas, que, todo lo más, deben ser mejoradas -como en Otto Bauer- para "adaptarlas a la época". Así como en su tiempo los discípulos de Ricardo no comprendieron la problemática marxista, tampoco Otto Bauer y sus colegas comprendieron que, con esas fórmulas, jamás podrá ser abarcada, por principio, la realidad económica, puesto que esas fórmulas presuponen una abstracción (la sociedad considerada como compuesta únicamente por capitalistas y proletarios) que parte de la realidad de conjunto; esas fórmulas, por tanto, sólo pueden servir para despejar el problema, sólo son un trampolín para plantear el verdadero problema"
 ([14]).

Un pasaje de los Grundrisse que Lukacs no podía conocer entonces, confirma ese método: la idea de que la clase obrera pudiera ser un mercado suficiente para los capitalistas es una ilusión típica de la visión obtusa de la burguesía: "Bien mirado, no nos concierne aquí la relación entre el capitalista individual y los obreros de los demás capitalistas. Dicha relación solo pone de manifiesto la ilusión de cada capitalista, pero nada cambia en la relación entre el capital en general y el trabajo. Cada capitalista sabe, respecto de sus obreros, que no se les contrapone como productor frente a los consumidores y desea reducir al máximo el consumo de ellos, es decir su capacidad de cambio, su salario. Desea, naturalmente, que los obreros de los demás capitalistas consuman la mayor cantidad posible de sus propias mercancías. Pero la relación entre cada capitalista y sus obreros es la relación en general entre el capital y el trabajo. Ello no obstante, la ilusión -correcta para el capitalista individual, a diferencia de todos los demás- de que a excepción de sus obreros todo el resto de la clase obrera se le contrapone como consumidores y sujetos del intercambio, no como obreros sino como dispensadores de dinero. Se olvida de que, como dice Malthus, "le existencia misma de un beneficio sobre una mercancía cualquiera presupone una demanda exterior a las del trabajador que la produjo", y por tanto que "la demanda del propio obrero nunca puede ser una demanda adecuada". Como una producción pone en movimiento la otra y, por ende, crea consumidores en los obreros del capital ajeno, para cada capital individual la demanda de la clase obrera, que es puesta por la producción misma, aparecerá como "demanda adecuada". Este demanda puesta por la producción misma impele, por una parte, a ésta a transgredir la proporción en la que tendría que producir con respecto a los obreros, tiene que sobrepasarla; por otra parte, desaparece o se contrae la demanda exterior a la de los propios obreros, con lo cual se produce el derrumbamiento" ([15]).

Al haber cuestionado la "letra" de Marx, Luxemburg demostró que ella sí se mantuvo fiel a su "espíritu"; y hay además muchos otros escritos de Marx que podrían citarse para defender la importancia central del problema que ella planteó.

En los artículos siguientes, examinaremos cómo intentó el movimiento entender el proceso de declive del capitalismo tal como ocurrió ante sus ojos durante las tumultuosas décadas de 1914 a 1945.

Gerrard



[1] La acumulación del capital.

[2]) Kautsky, Neue Zeit no 5, 1902, citado por Rosa Luxemburg en La acumulación del capital o Lo que los epígonos han hecho de la teoría marxista: una anticrítica.

[3])  Este estudio, aparecido por primera vez en forma de libro publicado por Charles Kerr (Chicago) en 1915, se basa en una serie de artículos publicados entre mayo de 1905 y octubre de 1906, en la revista International Socialist Review.

[4]) Cita de Rosa Luxemburg: "Prescindimos aquí de que Kautsky atribuye a esta teoría el nombre poco afortunado y equívoco de una explicación de las crisis "por infraconsumo", de cuya explicación se burla justamente Marx en el segundo tomo de El Capital. Prescindimos también de que Kautsky no ve en toda la cuestión más que el problema de las crisis, sin advertir, al parecer, que la acumulación capitalista constituye en sí un problema, aun prescindiendo de las oscilaciones de la coyuntura. Prescindimos finalmente de lo que dice Kautsky acerca del consumo de los capitalistas y trabajadores. Según él, este consumo no crece "con bastante rapidez" para la acumulación, y ésta, por tanto, necesita un "mercado suplementario". Esto, como se ve, es bastante vago y no abarca exactamente el concepto de la acumulación" (Una Anticrítica, op. cit.).

Es importante hacer constar la cantidad de críticos de Rosa Luxemburg - incluidos los marxistas - que la acusan de infraconsumismo, cuando en realidad ella rechaza tan explícitamente esa noción. Es perfectamente cierto que Marx argumenta en varias ocasiones que "la razón última de toda verdadera crisis es siempre la pobreza y la capacidad restringida de consumo de las masas" (El Capital, tomo III, cap. 30, p. 455, FCE, México), pero Marx pone cuidado en precisar que no se refiere "al poder de consumo absoluto", sino "al poder de consumo que se basa en unas condiciones de reparto antagónicas que reducen el consumo de la gran masa de la sociedad a un mínimo variable en unos límites más o menos estrechos. Es, además, restringido por el deseo de acumular, la tendencia a aumentar el capital y a producir plusvalía a una escala más amplia" (ídem). En otras palabras, las crisis no son el resultado de la reticencia de la sociedad a consumir mientras sea físicamente posible, ni de que los salarios serían demasiado "bajos"- algo que hay que precisar a causa de la cantidad de mentiras que a ese respecto proceden de las filas del ala izquierda del capital. Si así fuera, se podrían entonces eliminar las crisis aumentando los salarios y es eso precisamente lo que Marx ridiculiza en el volumen II de El Capital. El problema estriba más bien en la existencia de "condiciones de reparto antagónicas", o sea en la relación del propio trabajo asalariado, el cual debe permitir siempre una "plusvalía" además de lo que el capitalista paga a los obreros.

[5]) La crítica principal de Luxemburg a Boudin se refería a la idea, aparentemente visionaria, de que los gastos en armamento eran una forma de despilfarro o de gastos inconsiderados; esta idea iba en contra de la de Rosa Luxemburg sobre "el militarismo, campo de acción del capital", elaborada en el capítulo del mismo nombre en La acumulación del capital. Sin embargo, el militarismo sólo podía ser campo de acumulación del capital en una época en la que había posibilidades reales de que la guerra -las conquistas coloniales para ser más precisos- abría nuevos mercados sustanciales a la expansión capitalista. Con la reducción de esas salidas mercantiles, el militarismo se vuelve puro despilfarro para el capitalismo como un todo: aunque la economía de guerra parezca proporcionar una "solución" a la crisis de sobreproducción haciendo funcionar el aparato económico (el ejemplo más patente es la Alemania de Hitler y durante toda la IIª Guerra mundial para todos los países), es, en realidad, una gigantesca destrucción de valor.

[6]) Die Neue Zeit, 25, año 1, "Fórmulas matemáticas contra Karl Marx", citado por Luxemburg en una nota del capítulo 23 de La acumulación del capital.

[7]) Traducido de la versión francesa Principes d'une critique de l'économie politique, parte IIª: "Le capital", "Marché mondial et système de besoins", páginas 260-61 (Editions la Pléiade, Marx, Oeuvres, Tomo 2).

[8]) La acumulación del capital, III, 31: "El proteccionismo y la acumulación".

[9]) "En todos los países capitalistas, aún en aquellos de industria más desarrollada, quedan todavía, junto a las empresas capitalistas agrícolas e industriales, numerosas manifestaciones de tipo artesano y campesino, basadas en el régimen de la producción de mercancías. En la misma Europa existen todavía, al lado de los viejos países capitalistas, otros en que predomina aún de un modo muy considerable, como acontece en Rusia, los países balcánicos y escandinavos y España, este tipo de producción artesana y campesina. Y, finalmente, junto a los países capitalistas de Europa y Norteamérica, quedan todavía continentes enormes en los que la producción capitalista sólo empieza a manifestarse en unos cuantos centros dispersos, presentando en la inmensidad de su superficie las más diversas formas económicas, desde el comunismo primitivo hasta el régimen feudal, campesino y artesano" (Una anticrítica, I, op. cit.).

Ver el artículo "Debate interno en la CCI (V) - La sobreproducción crónica, un obstáculo infranqueable para la acumulación capitalista", contribución para explicar el papel desempeñado por los mercados extracapitalistas en el período de decadencia del capitalismo. (https://es.internationalism.org/rint141-sobreproduccion).

[10]) Una anticrítica, op. cit.

[11]) En The making of Marx's Capital (La génesis de El Capital en Marx) (Pluto Press, 1977), Roman Rosdolsky hace una crítica excelente del error cometido por Lenin al ponerse al lado de los legalistas rusos y los reformistas austriacos contra Luxemburg (p. 472, edición en inglés). Aunque también él hace críticas a Luxemburg, insiste en que el marxismo es necesariamente una teoría del "hundimiento", subrayando la tendencia a la sobreproducción identificada por Marx como la clave para comprender dicha teoría. Sus críticas a Luxemburg son, de hecho, de difícil comprensión. Insiste en que el error principal de Luxemburg era que no comprendía que los esquemas de la reproducción eran simplemente un "dispositivo heurístico" y, sin embargo, toda la argumentación de Luxemburg contra sus críticos insiste precisamente en que ese esquema sólo puede utilizarse como dispositivo heurístico y no como descripción real de la evolución histórica del capital, ni como una prueba matemática de la posibilidad de una acumulación ilimitada (p.490, edición inglesa).

[12]) Una Anticrítica, op. cit.

[13]) Más tarde, el propio Kautsky acabaría adhiriéndose a la posición de los austro-marxistas: "En su obra más importante, critica fuertemente la "hipótesis" de Luxemburg de que el capitalismo debe hundirse por razones económicas; afirma que Luxemburg "está en contradicción con Marx quien ha demostrado lo contrario en su segundo volumen de El Capital, o sea en los esquemas de la reproducción"" (Rosdolsky, op. cit., citando a Kautsky en La concepción materialista de la historia, traducido del inglés por nosotros).

[14]) Historia y conciencia de clase, op. cit.

[15]) Grundrisse o Elementos fundamentales para la crítica de la economía política (borrador) 1857-1858; Ed. siglo XXI, v. I, pp. 373-374. Marx explica también en otro lugar que la idea de que los capitalistas mismos podrían ser el mercado para la reproducción ampliada, está basada en una incomprensión de la naturaleza del capitalismo: "Puesto que el fin del capital no es la satisfacción de las necesidades, sino la producción de ganancias, y puesto que sólo logra esta finalidad en virtud de métodos que regulan el volumen de la producción con arreglo a la escala de la producción, y no a la inversa, debe producirse constantemente una escisión entre las restringidas dimensiones del consumo sobre bases capitalistas y una producción que tiende constantemente a superar esa barrera que le es inmanente. Por lo demás, el capital se compone de mercancías, y por ello la sobreproducción de capital implica la sobreproducción de mercancías. De ahí el curioso fenómeno de que los mismos economistas que niegan la sobreproducción de mercancías, admitan la de capital. Si se dice que dentro de los diversos ramos de la producción no se da una sobreproducción general, sino una desproporción, ello no significa sino que, dentro de la producción capitalista, la proporcionalidad entre los diversos ramos de la producción se establece como un proceso constante a partir de la desproporcionalidad, al imponérsele aquí la relación de la producción global, como una ley ciega, a los agentes de la producción, y no sometiéndose a su control colectivo como una ley del proceso de producción captada por su intelecto asociado, y de ese modo dominada. Además, de esa manera se exige que países en los cuales el modo capitalista de producción no está desarrollado, hayan de consumir y producir en un grado adecuado a los países del modo capitalista de producción. Si se dice que la sobreproducción es sólo relativa, ello es totalmente correcto, pero ocurre que todo el modo capitalista de producción es sólo un modo de producción relativo, cuyos límites no son absolutos, pero que sí lo son para él, sobre su base. ¿Cómo, de otro modo, podría faltar la demanda de las mismas mercancías de que carece la masa del pueblo, y cómo sería posible tener que buscar esa demanda en el extranjero, en mercados más distantes, para poder pagar a los obreros del propio país el promedio de los medios de subsistencia imprescindibles? Porque sólo en este contexto específico, capitalista, el producto excedentario adquiere una forma en la cual su poseedor sólo puede ponerlo a disposición del consumo en tanto se reconvierta para él en capital. Por último, si se dice que, en última instancia, los capitalistas sólo tienen que intercambiar entre sí sus mercancías y comérselas, se olvida todo el carácter de la producción capitalista, y se olvida asimismo que se trata de la valorización del capital, y no de su consumo. En suma, todos los reparos contra las manifestaciones palpables de la sobreproducción (manifestaciones éstas que no se preocupan por tales reparos) apuntan a señalar que los límites de la producción capitalista no son limitaciones de la producción en general, y por ello tampoco lo son de este modo específico de producción, el capitalista. Pero la contradicción de este modo capitalista de producción consiste precisamente en su tendencia hacia el desarrollo absoluto de las fuerzas productivas, la cual entra permanentemente en conflicto con las condiciones específicas de producción dentro de las cuales se mueve el capital, y que son las únicas dentro de las cuales puede moverse" (El Capital, T. III, Sección Tercera, Capítulo 15: "Desarrollo de las contradicciones internas de la ley", 3a parte - subrayado por nosotros).

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