Debate interno en la CCI (V) - La sobreproducción crónica, un obstáculo infranqueable para la acumulación capitalista

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La deuda mundial está llegando a una cotas estratosféricas que ya no permitirán, como antes, "relanzar la economía" mediante el aumento del endeudamiento, si no es acabando con toda la credibilidad financiera de los Estados y del valor de las monedas. Ante esta situación, la responsabilidad de los revolucionarios es analizar en profundidad los medios con los que el capitalismo ha conseguido hasta ahora prolongar artificialmente la vida del sistema mediante toda una serie de "trampas" con sus propias leyes. Es el único método que pueda darnos la clave de una evaluación pertinente del atolladero ante el que hoy se encuentra la burguesía mundial.

El estudio del periodo que se ha dado en llamar de los "Treinta Gloriosos", unos años tan alabados y añorados por la burguesía, no debe ser una excepción en esa atención que deben mantener los revolucionarios. A ellos les incumbe rebatir las interpretaciones que de esos años dan los defensores del capitalismo, especialmente quienes quieren convencernos que puede reformarse, pero también mediante la confrontación fraterna de los puntos de vista diferentes que existen al respecto en el campo proletario. Es el objeto del debate abierto por nuestra organización hace ahora dos años en las columnas de esta Revista internacional  (1).

En la CCI se criticó la idea desarrollada en nuestro folleto La decadencia del capitalismo de que las destrucciones de la Segunda Guerra mundial habrían sido, gracias a los mercados de la reconstrucción, el origen del boom de los años 1950 y 1960. Esa crítica se concretó en la tesis llamada "mercados extra-capitalistas y endeudamiento". Como este nombre lo sugiere, esta tesis considera que fue la venta en los mercados extracapitalistas y la venta a crédito lo que, durante los años 1950 y 1960, sirvió de motor a la acumulación capitalista y no las medidas keynesianas, como lo afirma la otra tesis llamada keynesiano-fordista[1]([2]). En la Revista internacional no 138 publicamos una contribución firmada por Salomé y Ferdinand que defendía ese enfoque. Esta contribución, al plantear una serie de argumentos todavía no discutidos públicamente, relanzó el debate. Este artículo, a la vez que contesta a nuestros compañeros, se propone los objetivos siguientes: recordar las bases de la tesis mercados extracapitalistas y endeudamiento; presentar estadísticas que, a nuestro parecer, ilustran su validez; y examinar lo que este análisis implica en el marco global de análisis de la CCI sobre el período de decadencia del capitalismo ([3]).

El análisis defendido en el folleto Decadencia del capitalismo otorgaba cierta racionalidad económica à la guerra (o sea con consecuencias económicas positivas). En esto dicho análisis estaba en contradicción con textos anteriores de nuestra organización, en los cuales se afirmaba: "... todas esas guerras, como las dos guerras mundiales, [...] en ningún momento permitieron el mas mínimo progreso en el desarrollo de las fuerzas productivas, al contrario de las del siglo pasado, sino que no han tenido otro resultado que la destrucción masiva, dejando totalmente exangües a los países en donde tuvieron lugar, y eso sin contar las horribles matanzas que provocaron" ([4]).

El error de nuestro folleto se debe, a nuestro parecer, a una aplicación precipitada y errónea del pasaje siguiente del Manifiesto comunista: "¿Cómo se sobrepone a las crisis la burguesía?  De dos maneras: destruyendo violentamente una gran masa de fuerzas productivas y conquistándose nuevos mercados, a la par que procurando explotar más concienzudamente los mercados antiguos".

En realidad, el sentido de esas líneas no es atribuir a la destrucción de los medios de producción la virtud de abrir nuevos mercados solventes capaces de relanzar la máquina económica. Según el conjunto de los escritos económicos de Marx, los efectos de la destrucción de capital (o más bien su desvalorización) deben interpretarse como factores que desatascan el mercado y frenan la tendencia decreciente de la cuota de ganancia ([5]).

La tesis llamada del "capitalismo de Estado keynesiano-fordista" da una interpretación de la "prosperidad" de los años 1950 y 1960 diferente, tanto de la defendida en la Decadencia del capitalismo como de la que defiende la tesis de los mercados extracapitalistas y el endeudamiento:

"El incremento asegurado de las ganancias, de los gastos del Estado y de los salarios reales, pudieron garantizar la demanda final tan indispensable para que se cierre la acumulación capitalista" ([6]).

Frente a esta idea, ya se han avanzado los argumentos siguientes:

a) Subir los sueldos por encima de lo necesario para la reproducción de la fuerza de trabajo es sencillamente, desde el punto de vista capitalista, un despilfarro de plusvalía que en ningún modo podría servir en el proceso de la acumulación. Además, si bien es cierto que el aumento del consumo obrero (gracias a los aumentos de salario) y de los gastos del Estado permiten dar salida a una producción creciente, la consecuencia es que se esteriliza la riqueza producida, la cual no encuentra dónde emplearse para valorizar el capital([7]).

b) Entre las ventas realizadas por el capitalismo, la parte que puede dedicarse a la acumulación del capital, y que sirve para su enriquecimiento real, corresponde a las ventas realizadas en las relaciones comerciales con los mercados extracapitalistas (internos o externos). Es el único medio que evita que el capitalismo se encuentre en la situación descrita por Marx en la que "los capitalistas intercambian entre sí y consumen su producción", lo cual "no permite en absoluto una valorización del capital"([8]).

En su artículo de la Revista internacional nº 138, los compañeros Salomé y Ferdinand vuelven sobre ese tema. Precisan esta vez, con toda la razón a nuestro entender, lo que consideran ser el marco de este debate: "Se puede responder [...] que tal incremento del mercado no es suficiente para realizar toda la parte de la plusvalía necesaria para la acumulación. Eso es cierto desde un punto de vista general y a largo plazo. Nosotros, defensores de la tesis llamada "capitalismo de Estado keynesiano-fordista" no pensamos haber encontrado una solución a las contradicciones inherentes del capitalismo, una solución que pueda repetirse a voluntad".

E ilustran mediante un esquema (basado en los que usa Marx en el segundo volumen de El Capital, para presentar el problema de la reproducción ampliada) cómo la acumulación puede proseguir a pesar de que una parte de la plusvalía se reserve deliberadamente para los obreros en forma de aumentos de sueldo. Desde su punto de vista, la misma lógica subyacente explica también el carácter no indispensable de un mercado extracapitalista en el desarrollo del capitalismo: "Si las condiciones se dan tal como los esquemas presuponen y si aceptamos las consecuencias (condiciones y consecuencias que se pueden analizar separadamente), por ejemplo un gobierno que controla toda la economía, teóricamente puede organizarla de tal manera que la acumulación funcione según el esquema."

Para los compañeros, el balance para el capitalismo de esta distribución de plusvalía, aunque frene la acumulación, es, sin embargo, positivo al permitir ampliar el mercado interior: "Si esta ganancia es suficientemente elevada los capitalistas pueden aumentar al mismo tiempo los salarios sin perder todo el incremento de la plusvalía extraída" [...] "Un aumento general de los salarios significa un incremento de estos mercados igualmente." [...] "El único efecto "dañino" que tiene este "despilfarro de plusvalía" es que el aumento de la composición orgánica del capital se produce más lentamente de lo que podía (con un ritmo más frenético)".

Estamos de acuerdo con lo que los compañeros constatan en cuanto a los efectos de ese "despilfarro de plusvalía". Pero, respecto a ese despilfarro, también dicen: "pero no se puede afirmar que este "despilfarro de plusvalía" no pueda de ningún modo participar en el proceso de la acumulación. Al contrario, esta distribución de las ganancias obtenidas por el aumento de productividad participa plenamente en la acumulación".

Está claro, como así los reconocen los propios compañeros, que ese despilfarro no participa en el proceso de la acumulación mediante la inyección de capital en el proceso de producción, pues, en realidad, desvía de su finalidad capitalista, que es la acumulación, el capital que podría acumularse. Podrá tener una utilidad momentánea para la burguesía, sin la menor duda, puesto que permite mantener, artificialmente, cierto nivel de actividad económica. Y pospone así los problemas causados por la falta de salidas mercantiles a la producción capitalista. Eso es lo característico de las medidas keynesianas, pero, repitámoslo, eso no sirve en el proceso de acumulación. Es participar en el proceso productivo de la decadencia del capitalismo durante la cual, ese sistema, cada vez más entorpecido en su funcionamiento "normal", tiene que multiplicar sus gastos improductivos para mantener la actividad económica. Ese despilfarro se añade además al ya gigantesco de los gastos militares o de encuadramiento social, etc. Es, espoleado por la necesidad de crear un mercado interior artificial, un gasto tan irracional e improductivo como esos gastos mencionados.

Las medidas keynesianas favorecieron un crecimiento muy importante de los PIB (Producto Interior Bruto) de los países más industrializados en los años 1950-60, dando la ilusión de un retorno duradero a la prosperidad de la fase ascendente del capitalismo. Pero la riqueza creada realmente durante ese periodo se incrementó necesariamente a un ritmo mucho más modesto, pues una parte significativa del crecimiento del PIB se realizó gracias a los gastos improductivos ([9]).

Para terminar con esta parte, examinaremos otra implicación del razonamiento de los camaradas que significaría que: "A ese nivel, no hay necesidad alguna de mercados extracapitalistas".

Contrariamente a lo que anuncian los compañeros no hemos encontrado ningún argumento nuevo que ponga en entredicho la necesidad de un comprador exterior a las relaciones de producción capitalistas. El esquema propuesto pone efectivamente en evidencia que: "un gobierno que controla toda la economía puede teóricamente organizarla" de tal modo que se realice la ampliación de la producción (gracias al aumento tanto de los medios de producción como de los medios de consumo), sin recurrir a un comprador exterior y entregando a los obreros más de lo necesario en el coste social de la reproducción de su fuerza de trabajo. Sí, pero eso no es una acumulación ampliada tal como se practica bajo el capitalismo. Más precisamente, es imposible que en el capitalismo pueda realizarse semejante acumulación ampliada, sea cual fuere el control del Estado sobre la sociedad, se entregue o no un sobresalario a los obreros.

La explicación que da Rosa Luxemburg a esa imposibilidad cuando describe la espiral sin fin de los esquemas de la acumulación ampliada (elaborados por Marx en el libro II de El Capital) se refiere a las condiciones concretas de la producción capitalista: "Según el esquema de Marx, el movimiento [de la acumulación] parte de la sección I, de la producción de los medios de producción. ¿Quién necesita estos medios de producción aumentados? El esquema responde: los necesita la sección II para poder elaborar más medios de subsistencia. ¿Pero quién necesita los medios de subsistencia aumentados? El esquema responde: justamente la sección I, porque ahora ocupa más obreros. Nos movemos indudablemente en un círculo vicioso. Elaborar más medios de consumo simplemente para alimentar más obreros, y elaborar más medios de producción, simplemente para dar ocupación a aquel aumento de obreros, es un absurdo desde un punto de vista capitalista"([10]).

Es oportuno, en esta etapa de la reflexión, examinar una observación de nuestros compañeros: "Si no hubiera créditos y fuera necesario concretar en dinero toda la producción anual en una sola vez en el mercado, entonces sí que debería existir un comprador externo a la producción capitalista. Pero no es ese el caso."

Estamos de acuerdo con nuestros compañeros en decir que no es necesario que en cada ciclo de la producción haya un comprador externo, y menos todavía al existir el crédito. Dicho lo cual, eso no elimina el problema sino que lo dilata y lo difiere en el tiempo, permitiendo que el problema se plantee menos a menudo pero con mayor gravedad cada vez ([11]). Si un comprador exterior aparece al final de, por ejemplo, 10 ciclos de acumulación que hayan implicado a sectores I y II, y compra tantos medios de producción o de consumo necesarios para reembolsar las deudas contraídas durante esos 10 ciclos de acumulación, entonces todo marcha bien para el capitalismo. Pero si al final del proceso no hay comprador exterior, las deudas acumuladas no serán nunca reembolsadas o solo lo serán mediante nuevos préstamos. La deuda se hincha entonces inevitable y desmesuradamente hasta que estalla una crisis cuyo efecto será impulsar un nuevo endeudamiento. Es ese exactamente el mecanismo que hemos visto repetirse con mayor o menor gravedad desde finales de los años 1960.

Redistribuir una parte de la plusvalía extraída con aumentos de sueldo significa, en fin de cuentas, aumentar el coste de la fuerza de trabajo. Y eso no elimina, ni mucho menos, "la espiral sin fin" de la que hablaba Rosa Luxemburg. En un mundo formado únicamente por capitalistas y obreros, no hay respuesta a la pregunta que Marx plantea sin cesar en El Capital (Libro II): "pero ¿de dónde viene el dinero necesario para financiar el aumento tanto de los medios de producción como los de consumo"?

En otro pasaje de La acumulación del capital, Rosa Luxemburg retoma esa problemática explicitando simplemente:
"Una parte de la plusvalía la consume la clase capitalista misma en forma de medios de subsistencia y se guarda en el bolsillo el dinero mutuamente cambiado. ¿Pero quién le toma los productos en que está incorporada la otra parte capitalista de la plusvalía? El esquema responde: en parte, los capitalistas mismos en cuanto elaboran nuevos medios de producción, para ampliar estos; en parte, nuevos obreros que son necesarios para el empleo de aquellos medios de producción. Pero en el sistema capitalista, para hacer que trabajen nuevos obreros con nuevos medios de producción, hay que tener antes un fin para la ampliación de la producción, una nueva demanda de los productos que se quiere elaborar [...]
"¿De dónde viene el dinero para la realización de la plusvalía en las condiciones de la acumulación, o sea del no consumo, de la capitalización de una parte de la plusvalía?"
([12])

En realidad el propio Marx dará una respuesta a esa pregunta: los "mercados extranjeros" ([13]).

Hacer intervenir un comprador exterior a las relaciones de producción capitalistas resuelve, según Rosa Luxemburg, el problema de la posibilidad de la acumulación. Esto resuelve igualmente esa otra contradicción de los esquemas de Marx resultante del ritmo diferente en la evolución de la composición orgánica del capital en las dos secciones (la de los medios de producción y la de los medios de consumo) ([14]). Nuestros dos compañeros vuelven a tratar en su texto esa contradicción que Rosa Luxemburg puso de relieve: "esta distribución de las ganancias obtenidas por el aumento de productividad [...] atenúa exactamente el problema detectado por R. Luxemburg en el capítulo 25 de La acumulación del capital donde argumenta contundentemente que con la tendencia hacia una composición orgánica del capital cada vez más elevada un intercambio entre los dos sectores principales de la producción capitalista (producción de medios de producción por un lado, de medios de consumo por el otro) es imposible a largo plazo".

A este respecto, los compañeros hacen el siguiente comentario: "F. Sternberg considera este punto de reflexión de R. Luxemburg como el más fuerte que ‘todos aquellos que criticaron a Rosa Luxemburg se han cuidado celosamente de abordar([15])"

En esto tampoco compartimos nosotros la posición de los compañeros ni la de Sternberg, la cual no corresponde, en realidad, a la manera con la que Rosa Luxemburg plateó el problema.

En efecto, para la propia Rosa Luxemburg, esa "contradicción" se resuelve en la sociedad mediante la inversión de: "una porción cada vez mayor de la plusvalía acumulable en la sección de medios de producción en lugar de en los medios de consumo. Como las dos secciones de la producción no son más que dos ramas de la misma producción social total o, si se prefiere, dos sucursales que pertenecen al mismo "capitalista total", no puede objetarse nada a la hipótesis de una transferencia constante de una parte de la plusvalía acumulada de una sección a la otra, según las necesidades técnicas; esta hipótesis corresponde de hecho a la práctica corriente del capital. Sin embargo, esa suposición no es válida mientras no consideremos la plusvalía capitalizable en términos de valor" ([16]).

Esta última suposición implica que haya "compradores exteriores" que intervengan regularmente en la sucesión de los ciclos de acumulación.

De hecho esa "contradicción" no corre el riesgo de desembocar en una imposibilidad de intercambio entre las dos secciones de la producción, sino es en el mundo abstracto de los esquemas de la reproducción ampliada desde el momento en que no interviene "un comprador exterior". En efecto, "según el propio Marx, el progreso de la técnica se expresa en el crecimiento relativo del capital constante en comparación con el variable. De ahí la necesidad de una modificación constante en la distribución de la plusvalía capitalizada entre c y v".

Ahora bien, "Los capitalistas del esquema marxista no están en situación de alterar a su antojo esta distribución; pues, en la capitalización, se hallan ligados de antemano a la forma real de su plusvalía [Ndlr : medios de producción o medios de consumo]. Como, según el supuesto de Marx, toda la ampliación de la producción se verifica, exclusivamente, con los propios medios de producción y de consumo elaborados en forma capitalista" ([17]).

Podemos entender perfectamente que los compañeros no hayan estado nunca convencidos por las demostraciones de Rosa Luxemburg sobre la necesidad de un comprador exterior que permita la acumulación capitalista (o, en su defecto, mediante un recurso al crédito, el cual sería entonces "no reembolsable"). En cambio, de lo que no nos hemos enterado bien es en qué se basan las objeciones que ellos formulan para poner en entredicho las posiciones principales de esa teoría, unas objeciones que se basan sobre todo en Sternberg, del que nos parece que hay buenas razones para pensar que no asimiló bien del todo el fondo de la teoría de la acumulación de Rosa Luxemburg ([18]).

Como ya hemos señalado en contribuciones precedentes, el hecho de que los sobresalarios entregados a los obreros no sirvan para aumentar ni el capital constante ni el variable ya es suficiente para concluir que esos gastos son despilfarros totales (desde el punto de vista de la racionalidad capitalista). Desde el punto de vista estrictamente económico, el aumento de los gastos personales de los capitalistas habría producido el mismo efecto. Para llegar a esa conclusión no hacía falta recurrir a Rosa Luxemburg ([19]). Dicho lo cual, si nos ha parecido necesario responder a las objeciones que nuestros compañeros hacen a la teoría de la acumulación del capital defendida por Rosa Luxemburg, es porque el debate sobre este tema sirve para dar unas bases más amplias y profundas para comprender no sólo el fenómeno de los Treinta gloriosos, sino también el problema de la sobreproducción, problema del que difícilmente se podrá negar que está hoy en el meollo de los problemas actuales del capitalismo.

La parte de los mercados extracapitalistas
y del endeudamiento en la acumulación de los años 1950 y 1960

Dos factores originaron el incremento de los PIB durante esos años:
- el aumento de la riqueza real de la sociedad a través del proceso de acumulación del capital;
- toda una serie de gastos improductivos en aumento, consecuencia del desarrollo del capitalismo de Estado y, en particular, de las políticas keynesianas puestas entonces en práctica.

En esta parte vamos a interesarnos por la manera con la que se realizó la acumulación. Fue la apertura y la explotación acelerada de los mercados extracapitalistas lo que originó la fase de muy alta expansión del capitalismo que se había iniciado en la segunda mitad del siglo xix y a la que puso fin la guerra de 1914. La fase de la decadencia del capitalismo se caracteriza por la insuficiencia de esos mercados respecto a unas necesidades cada vez más importantes de dar salida a las mercancías. ¿Debe deducirse de eso que los mercados extracapitalistas sólo han tenido un papel marginal en la acumulación durante el periodo en la vida del capitalismo abierto por la guerra en 1914? Si así fuera, esos mercados no podrían explicar, ni siquiera en parte, la acumulación realizada en los años 1950 y 1960. Es la respuesta que dan nuestros camaradas en su contribución:

"Para nosotros el misterio de los "Treinta gloriosos" no puede explicarse por los restos de mercados extracapitalistas, ya que estos desde la Primera Guerra Mundial son insuficientes respecto a las necesidades de la acumulación ampliada alcanzada por el capitalismo."

Nosotros pensamos, al contrario, que los mercados extracapitalistas desempeñaron un papel importante en la acumulación, especialmente a principios de los años 1950, decayendo después progresivamente hasta finales de los 60. Conforme se iban haciendo insuficientes, fue la deuda la que tomó el relevo, haciendo la función de comprador exterior al capitalismo. Se trababa, evidentemente, de un endeudamiento de "nuevo tipo", una deuda cuya característica es la de no poder reducirse. Es a ese período al que hay que remontarse para encontrar el origen del fenómeno de explosión de la deuda mundial tal como hoy la conocemos, aunque, claro está, la contribución en valor a la deuda mundial actual de las décadas de 1950 y 1960 es más que modesta.

Los mercados extracapitalistas

Estadísticamente es en 1953 cuando culmina la parte de las exportaciones de los países desarrollados hacia los coloniales, valorada en porcentaje de los exportaciones mundiales (cuadro 1, la curva de las importaciones de los países coloniales se supone que es la misma que la de las exportaciones de los países desarrollados hacia países coloniales). La tasa de 29 % alcanzada entonces da una idea de la importancia de las exportaciones hacia los mercados extracapitalistas de los países coloniales, pues, en aquel entonces, los mercados coloniales eran todavía mayoritariamente extracapitalistas. Después disminuirá ese porcentaje para situarse en 22 % de las exportaciones en 1966. En la realidad, el decrecimiento de ese porcentaje, en relación, esta vez, con los PIB y no ya con las exportaciones, es más rápido todavía, pues durante ese período, los PIB aumentan más rápidamente que las exportaciones.

 

Cuadro 1. - Importaciones de los mercados coloniales en porcentaje de las importaciones mundiales
(Esquema tomado de BNP Guide statistique 1972; Fuentes: P. Bairoch op. cit. - Comunicado de la OCDE, noviembre 1970)

A las exportaciones en dirección de los mercados extracapitalistas de las colonias, hay que añadir las ventas realizadas en países capitalistas como Francia, Japón, España, etc., a sectores que, como el sector agrícola, estaban todavía poco integrados en las relaciones de producción capitalistas. Y también, en la Europa oriental seguía existiendo todavía un mercado extracapitalista, pues el resultado de la Primera Guerra mundial había condenado a esos países a un estancamiento en su desarrollo capitalista ([20]).

Así pues, si se considera la totalidad de las ventas realizadas por las regiones dominadas por relaciones de producción capitalista hacia las regiones que todavía producían según relaciones precapitalistas, se trate de mercados exteriores o interiores, se da uno cuenta de que éstas pudieron sustentar una parte importante del crecimiento real durante los Treinta Gloriosos, o, al menos, durante los años 1950. La última parte de este artículo tratará sobre cómo evaluar el nivel de la saturación de los mercados en el momento de la entrada del capitalismo en su fase de decadencia, para así definirla mejor.

El endeudamiento

Al iniciarse nuestro debate interno, los defensores de la tesis del keynesiano-fordismo contradecían nuestra hipótesis (que otorgaba un papel al endeudamiento en los años 1950 y 1960 para mantener la demanda) diciendo que: "la deuda total no aumenta prácticamente durante el periodo 1945-1980: se dispara únicamente como respuesta a la crisis. El endeudamiento no puede, por lo tanto, explicar el crecimiento vigoroso de la posguerra".

El problema está en saber qué significa ese "prácticamente" y si, a pesar de todo, no sería suficiente para permitir concluir la acumulación, como complemento de los mercados extracapitalistas.

Es bastante difícil encontrar datos estadísticos sobre la evolución de la deuda mundial durante los años 1950-60 para la mayoría de los países, excepto Estados Unidos.

Disponemos de la evolución de la deuda total y del PNB estadounidenses, año por año, entre 1950 y 1969. El estudio de esos datos (cuadro 2) debe permitirnos contestar a la pregunta siguiente: ¿Es posible que cada año, el incremento de la deuda haya sido suficiente para asumir el incremento del PIB que no corresponde a ventas realizadas en mercados extracapitalistas? Como queda dicho, en cuanto éstos empiezan a faltar le toca al endeudamiento servir de comprador exterior a las relaciones de producción capitalistas ([21]).

El incremento del valor de la deuda en relación porcentual con el valor del PIB es, para el período referido, de 185 %. O sea, el aumento en valor de la deuda es casi el doble, en 20 años, que el del PIB. Ese resultado demuestra que la evolución del endeudamiento en Estados Unidos es tal que sólo ese endeudamiento habría podido asegurar con creces y de manera general, el crecimiento del PIB de dicho país durante ese período (y hasta participar en el crecimiento de algún que otro país suplementario) sin necesidad de recurrir a la venta en mercados extracapitalistas. Se observa, además, que cada año, excepto 1951, el incremento de la deuda es superior a la del PIB (o sea que únicamente en 1951, la diferencia entre aumento de la deuda y aumento del PIB es negativa). Lo cual quiere decir que, para cada uno de esos años, excepto uno, fue la deuda la que habría asumido el aumento del PIB, lo cual era de lo más necesario a causa de la contribución de los mercados extracapitalistas en esa misma época.

¿Qué conclusión se puede sacar de esta reflexión sobre Estados Unidos?: la propia realidad de la evolución de la deuda en ese país no desmiente el análisis teórico de que el recurso al crédito tomó el relevo de la venta a los mercados extracapitalistas para permitir la acumulación. Aunque una conclusión así no pueda generalizarse automáticamente a los demás países industrializados, al tratarse de la mayor potencia económica mundial, le da cierto valor universal, confirmado, por ejemplo, por lo ocurrido en la RDA. Disponemos, sobre este país, de estadísticas relativas a la evolución de la deuda en función del PNB (cuadro 3) que ilustran la misma tendencia.[22]

¿Qué implicaciones para nuestro análisis de la decadencia?

¿Qué nivel de saturación de los mercados en 1914?

La Primera Guerra mundial estalla en la cúspide de prosperidad de la economía capitalista mundial. No la precedió ninguna crisis que se manifestara abiertamente en el plano económico. Sin embargo, el origen del conflicto mundial fue, sin lugar a dudas, la inadecuación creciente entre el desarrollo de las fuerzas productivas y las relaciones de producción y, a través de ese conflicto, la entrada del capitalismo en su fase de decadencia. La condición del desarrollo del sistema es la conquista de los mercados extracapitalistas, de modo que una vez terminada la conquista colonial y económica del mundo por las metrópolis capitalistas las lleva a enfrentarse entre sí por sus mercados respectivos.

Contrariamente a la interpretación de nuestros compañeros Salomé y Ferdinand, la situación no significa que: "éstos [los mercados extracapitalistas] desde la Primera Guerra mundial son insuficientes respecto a las necesidades de la acumulación ampliada alcanzada por el capitalismo". Si así fuera, la crisis se habría manifestado a nivel puramente económico antes de 1914.

La cita siguiente de Rosa Luxemburg describe precisamente esas características del período (rivalidades imperialistas en torno a los territorios no capitalistas todavía libres: "El imperialismo es la expresión política del proceso de la acumulación del capital en su lucha para conquistar los medios no capitalistas que no se hallen todavía agotados. Geográficamente, estos medios abarcan, aun hoy, los más amplios territorios de la Tierra" ([23]).

En varias ocasiones Rosa Luxemburg retomará la descripción del estado del mundo de aquella época:
"Junto a los viejos países capitalistas hay, incluso en Europa, países donde la producción campesina y artesana es, con mucho, todavía dominante en la economía, por ejemplo en Rusia, los países balcánicos, Escandinavia, España. Y, en fin, además de la Europa capitalista y Norteamérica, existen inmensos continentes en donde la producción capitalista sólo está instalada en algunos lugares poco numerosos y aislados, mientras que en el resto de los territorios existen todas las estructuras económicas posibles, desde el comunismo primitivo hasta la sociedad feudal, campesina y artesana" ([24]).
"En realidad, "la guerra mundial, aún siendo, en última instancia, un producto de las contradicciones económicas del sistema, estalló antes de que esas contradicciones pudieran expresarse a nivel "puramente" económico. La crisis de 1929 fue pues la primera crisis económica mundial del período de decadencia" ([25]).

Si 1929 fue la primera expresión significativa, durante la decadencia, de la insuficiencia de mercados extracapitalistas, ¿significa eso que, desde entonces, es imposible que éstos ­desempeñen un papel significativo en le prosperidad capitalista?

Las amplísimas zonas precapitalistas existentes por el mundo entero en 1914 no pudieron ser "asimiladas" durante los 10 años anteriores a 1929, período que no estuvo precisamente marcado por una intensa actividad económica mundial. Y durante los años 1930 y buena parte de los 40, la economía siguió funcionando a ritmo lento. Por eso, la crisis de 1929, aunque sí pone de relieve que se alcanzaron entonces los límites de los mercados extracapitalistas, no por eso marca el final de toda posibilidad de que dichos mercados pudieran seguir desempeñando un papel significativo en la acumulación del capital.

La explotación de un mercado extracapitalista virgen, o la mejor explotación de un antiguo mercado extracapitalista, depende en gran parte de factores como la productividad del trabajo en las metrópolis capitalistas con el resultado de una mayor competitividad de las mercancías producidas y de los medios de transporte de que dispone el capital para la circulación de las mercancías. Esos factores fueron el motor de la expansión del capitalismo por el mundo entero como así lo puso de relieve El Manifiesto comunista ([26]). La descolonización, además, favoreció la rentabilidad de algunos mercados extracapitalistas, al quitarse de encima, en los intercambios, el peso considerable del mantenimiento del aparato de dominación colonial.

La visión del ciclo "crisis-guerra-reconstrucción-nueva crisis" puesto en duda

La CCI ya corrigió muy pronto la interpretación errónea de que la Primera Guerra mundial habría sido la consecuencia de una crisis económica abierta. Como hemos dicho respecto a ese período, la relación causa-efecto "crisis-guerra" sólo tiene un sentido universal (excluyendo, sin embargo, el factor lucha de clases) si se trata del término crisis en un sentido amplio, o sea crisis de las relaciones de producción.

En cuanto a la secuencia "guerra-reconstrucción-nueva crisis", ya hemos visto que no permite explicar la prosperidad de los años 1950 y 60, la cual, en modo alguno, puede analizarse como consecuencia de la reconstrucción consecutiva a la IIª Guerra mundial. Y es lo mismo sobre la recuperación consecutiva a la Iª Guerra mundial, durante la cual el capitalismo reanuda con la dinámica anterior a la guerra, basada en la explotación de los mercados extracapitalistas, pero a un ritmo mucho más lento, una lentitud debida al estado de guerra y las destrucciones ocasionadas por ésta. Hubo efectivamente reconstrucción, pero no favoreció ni mucho menos la acumulación, una acumulación que va a servir para los gastos necesarios al arranque la economía.

Y desde 1967, fecha en que el capitalismo vuelve a entrar en un periodo de turbulencias económicas, las crisis se han ido sucediendo, el capitalismo ha destrozado el planeta multiplicando los conflictos imperialistas sin por ello crear las condiciones para una reconstrucción sinónimo de retorno, aunque fuera limitado y momentáneo, a la prosperidad.

Como siempre ha puesto de relieve la CCI, la entrada en decadencia no significó el fin de la acumulación como lo demuestra la continuación del crecimiento después de 1914 y hasta nuestros días, aunque globalmente a un ritmo inferior al del periodo dorado de la ascendencia del capitalismo (la mayor parte de la segunda mitad del siglo xix hasta 1914). La acumulación prosiguió basándose en la explotación de los mercados extracapitalistas hasta agotarse por completo. Entonces el relevo tuvo que asegurarlo el endeudamiento no reembolsable, acumulándose al mismo tiempo unas contradicciones cada vez más difíciles de superar.

Así pues, y contrariamente a lo que parece deducirse de la idea de "crisis-guerra-reconstrucción-nueva crisis", el mecanismo destrucción/reconstrucción no ha sido un medio que permita a la burguesía prolongar los días del capitalismo, ni tras la Iª Guerra mundial ni tras la Segunda. Los instrumentos privilegiados de semejante propósito, el keynesianismo y sobre todo la deuda, aunque hayan podido tener algunos efectos inmediatos para postergar las consecuencias finales de la sobreproducción, el abandono de las medidas keynesianas en los años 1980 y sobre todo el atolladero actual del endeudamiento masivo y abismal son la prueba patente de las dificultades insalvables del capitalismo.

Silvio

Frente a la crisis no faltan voces "de izquierdas" (e incluso hoy hasta de derechas) para preconizar el retorno a medidas keynesianas como lo ilustra el pasaje siguiente sacado de un documento de trabajo de Jacques Gouverneur, profesor en la Universidad católica de Lovaina, en Bélgica. Como podrá percatarse el lector, la solución preconizada por dicho profesor se basa en aprovechar el incremento de la productividad para instaurar medidas keynesianas y políticas alternativas, ... del tipo de las instauradas, frente a la agravación de las situación económica, por la izquierda del capital desde finales de los años 1960 para embaucar a la clase obrera con la idea de que reformar el sistema era posible: "Para salir de la crisis y resolver el problema del desempleo, ¿habrá que reducir - o, al contrario, aumentar- los salarios, los subsidios de seguridad social (subsidios de desempleo, pensiones, reembolsos por gastos de salud, subsidios familiares), los gastos públicos (enseñanza, cultura, obras públicas,...)? En otras palabras: ¿hay que seguir con las políticas restrictivas de inspiración neoliberal (como lo que se hace desde principios de los años 1980) o, al contrario, habrá que preconizar un retorno a políticas expansivas de inspiración keynesiana (aplicadas durante el período de crecimiento de 1945-1975)? (...) En otras palabras: ¿pueden las empresas aumentar simultáneamente sus ganancias y sus salidas mercantiles? La condición primera es que aumente la productividad general, en el sentido de que con la misma cantidad de trabajadores (o de habitantes), la economía produzca un volumen mayor de bienes y servicios. Diciéndolo con un símil, un incremento de la productividad en un período determinado (...) aumenta el tamaño del "pastel" producido, aumenta la cantidad de "trozos del pastel" que repartir. En un período en que aumenta la productividad, la instauración de políticas keynesianas es la segunda condición para que las empresas dispongan a la vez de ganancias más altas y de salidas mercantiles ampliadas. (...) La perpetuación de las políticas neoliberales multiplica los dramas sociales y desemboca en una contradicción económica de la mayor importancia: agudiza el divorcio entre el crecimiento de las ganancias globales y la de las salidas mercantiles globales. Y favorece a las empresas y los grupos dominantes, de modo que éstos siguen ejerciendo una presión eficaz sobre los poderes públicos (nacionales y supranacionales) para así prolongar esas políticas globalmente nefastas. El retorno a políticas keynesianas supondría un cambio en las relaciones de fuerza hoy vigentes; no bastaría, sin embargo, para resolver los problemas económicos y sociales que la crisis estructural del sistema capitalista ha puesto en evidencia. La solución a esos problemas pasa por la instauración de políticas alternativas: aumento de las contribuciones públicas (sobre todo de las ganancias) para financiar producciones socialmente útiles, reducciones del horario de trabajo para incrementar el empleo y el tiempo libre, desplazamientos en la composición de los salarios para promover la solidaridad." www.capitalisme-et-crise.info/telechargements/pdf/FR_JG_Quelles_politiques_économiques_contre_la_crise_et_le_chômage_1.pdf.
(la traducción y el subrayado es nuestro).

 

 


 

[1]) La presentación del debate y de las tres posiciones principales se hizo en el artículo "Las causas del período de prosperidad consecutivo a la IIª Guerra mundial" (Revista internacional no 133). Después se han publicado sucesivamente los artículos siguientes: "Origen, dinámica y límites del capitalismo de Estado keynesiano-fordista" (Revista internacional no 135); "La bases de la acumulación capitalista" y "Economía de guerra y capitalismo de Estado" (Revista internacional no 136) ; "En defensa de la tesis ‘El capitalismo de Estado keynesiano-fordista'" (Revista internacional no 138).

[2]) Esta contribución no trata sobre las respuestas de Salomé y Ferdinand a la tesis "La economía de guerra y le capitalismo de Estado" porque nos ha parecido que la discusión sobre los problemas planteados en ella, aunque necesaria, es menos prioritaria. Tendremos ocasión de volver sobre las cuestiones planteadas, pues éstas no están determinadas ante todo por una idea particular de los resortes de la acumulación, sino más bien por las condiciones geopolíticas que influyen en su realización.

[3]) "En defensa de la tesis ‘El capitalismo de Estado keynesiano-fordista' (Respuesta a Silvio y a Jens)",  Revista internacional no 138.

[4]) Esta cita está sacada del primer artículo sobre este "Debate de interno en la CCI: Las causas del período de prosperidad consecutivo a la Segunda Guerra mundial" de la Revista internacional no 133 (II-2008), una cita presente ya en el "Informe sobre el Curso histórico" adoptado en el Tercer congreso de la CCI, sacada a su vez del Informe adoptado en la Conferencia de julio de 1945 de la Izquierda comunista de Francia.

[5]) Léase sobre esto el artículo de la serie "La decadencia del capitalismo, Las contradicciones mortales de la sociedad burguesa", Revista internacional no 139.

[6]) "Origen, dinámica y límites del capitalismo de Estado keynesiano-fordista", Revista internacional no 135.

[7]) Ver el articulo "Les bases de la acumulación capitalista" (Revista Internacional n° 136)

[8]) Ver la tesis Los mercados extracapitalistas y el endeudamiento en el artículo "Las causas del período de prosperidad consecutivo a la Segunda Guerra mundial" (Revista internacional nº 133, II-2008). La referencia a la obra de Marx es: El capital, Libro III, sección III: la ley de la tendencia decreciente de la cuota de ganancia, Cap. X: El desarrollo de las contradicciones inmanentes de la ley, Plétora de capital y superpoblación.

[9]) Ver al respecto la presentación de la tesis "Los mercados extracapitalistas y el endeudamiento" en el artículo "Las causas del período de prosperidad consecutivo a la Segunda Guerra mundial" (Revista internacional nº 133)

[10]) La acumulación del capital; cap. "Análisis del esquema marxista de la reproducción ampliada", p. 95, ed. Grijalbo, 1978.

[11]) Es innegable que el crédito desempeña un papel regulador y permite atenuar la exigencia de mercados extracapitalistas en cada ciclo, aunque esa exigencia sea permanente. Pero eso no cambia en nada el problema de fondo que puede explicarse mediante el estudio de un ciclo abstracto como así lo hace Rosa Luxemburg, resultado de ciclos elementales de diferentes capitales: "Un elemento de la reproducción ampliada del capital social es, al igual que para la reproducción simple que hemos supuesto antes, la reproducción del capital individual. Pues la producción, sea simple o ampliada, no prosigue de hecho sino bajo la forma de innumerables movimientos de reproducción independientes de capitales individuales" (La acumulación del capital; subrayado nuestro). Es también evidente que sólo algunos de esos ciclos acabarán haciendo intervenir al comprador exterior.

[12]) "El esquema marxista de la reproducción ampliada", ídem.

[13]) Esta respuesta se encuentra (entre otros lugares) en el libro III de El capital "¿Cómo explicarse que no haya demanda de esas mismas mercancías de que carece la masa del pueblo y que sea necesario buscarles salida en el extranjero, en mercados lejanos, para poder pagar a los obreros del propio país el promedio de los medios de subsistencia de primera necesidad? Porque sólo dentro de esta trabazón específica, capitalista, adquiere el producto sobrante una forma en que su poseedor necesita que vuelva a convertirse para él en capital para poder ponerlo a disposición del consumo. Por último, si se afirma que los capitalistas sólo tienen que cambiar entre sí y consumir mercancías, se pierde de vista el carácter de la producción capitalista en su conjunto y se olvida que lo fundamental para ella es la valorización del capital y no su consumo" (El capital, vol. III, Sec. III : "Ley de la tendencia decreciente de la cuota de ganancia", XV: "Desarrollo de las contradicciones internas de la ley" 3. "Exceso de capital y exceso de población", Ed. FCE, México, 1946.

[14]) La elevación de la composición orgánica (o sea el crecimiento más rápido del capital constante en relación con el capital variable) en la sección de los medios de producción es en término medio más rápida que en la de los medios de consumo, debido a las características técnicas propias de una y de la otra de esas dos secciones.

[15]) Fritz Sternberg, El imperialismo...; Siglo XXI editores, p 70).

[16]) La acumulación del capital, "Contradicciones del esquema de la reproducción ampliada", subrayado nuestro.

[17]) Rosa Luxemburg, La acumulación del capital, "Contradicciones del esquema de la reproducción ampliada".

[18]) Pese a las excelentes ilustraciones e interpretaciones del desarrollo del capitalismo mundial que Sternberg proporcionó, apoyándose en la teoría de Rosa Luxemburg (en El conflicto del siglo, especialmente) cabe preguntarse, sin embargo, sobre su asimilación en profundidad de esa teoría. Sternberg analiza en la obra mencionada la crisis de los años 1930 como resultante de la incapacidad del capitalismo en esa época para sincronizar el incremento de la producción con el del consumo: "El test que consistía en sincronizar, basándose en la economía de la ganancia capitalista y sin una expansión exterior importante, por un lado el incremento de la producción y de la productividad, y, por otro, el aumento del consumo, fue un fracaso. La crisis fue el resultado de ese fracaso" (p. 344). Dar a entender que tal sincronización es posible bajo el capitalismo, es el principio del abandono del rigor y la coherencia de la teoría de Rosa Luxemburg. Esto lo confirma además el estudio realizado por Sternberg sobre el período de posguerra de 1945, en el cual éste desarrolla su idea de que existe la posibilidad de transformar la sociedad especialmente gracias a las nacionalizaciones gestionadas por el Estado y la mejora de las condiciones de vida de los obreros. La cita siguiente da una idea de ello: "..., la realización íntegra del programa laborista de 1945 habría sido un gran paso hacia la socialización completa de la economía inglesa, escalón a partir del cual se habrían podido alcanzar sin duda otras etapas con más facilidad [...] durante los primeros años de la posguerra, el gobierno laborista se dedicó a cumplir el mandato que el pueblo le había confiado. Conservando estrictamente los medios y métodos de la democracia tradicional, modificó radicalmente el Estado, la sociedad y la economía capitalistas" ("El mundo de hoy"; p. 629). El objetivo no es hacer aquí la crítica radical del reformismo de Sternberg. Se trata únicamente de poner de relieve que su método reformista incluía necesariamente una subestimación considerable de las contradicciones económicas que asaltan la sociedad capitalista, subestimación poco compatible con la teoría de Rosa Luxemburg tal como está expuesta en La acumulación del capital.

[19]) Como lo ilustra esta parte de nuestra crítica hecha en "Les bases de la acumulación del capital" (Revista internacional no 136) una crítica a los escritos de Paul Mattick. En efecto, para éste, contrariamente a Rosa Luxemburg, no es necesario que intervenga un comprador exterior a las relaciones de producción capitalista para que la acumulación sea posible.

[20]) El conflicto del Siglo. III - El estancamiento del capitalismo; el cese de la expansión capitalista; el cese de la expansión exterior del capitalismo; p. 254.

[21]) No hay que olvidar, sin embargo, que la función del endeudamiento no se limita a la creación de un mercado artificial.

[22]) % anual Deuda/GDP = (Deuda/GDP)*100 ; % para el período Δ Deuda/ΔGDP = ((Deuda en 1969 - Deuda en 1949) / (GDP en 1969 - GDP en 1949))*100 ; Δ anual GDP = GDP en (n) - GDP en (n-1) ; Δ anual Deuda del año (n) = Deuda del año n - Deuda del año (n-1).

[23]) La acumulación del capital, "Aranceles protectores y acumulación", subrayado nuestro.

[24]) Una anticrítica, subrayado nuestro.

[25]) Resolución sobre la situación internacional del XVIº congreso de la CCI.

[26]) "Mediante el rápido mejoramiento de todos los instrumentos de producción y la infinita facilitación de las comunicaciones, la burguesía también arrastra hacia la civilización a las naciones más bárbaras. Los bajos precios de sus mercancías son la artillería pesada con la cual demuele todas las murallas chinas, con la cual obliga a capitular a la más obcecada xenofobia de los bárbaros" (subrayado nuestro).

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