"Elecciones de verano": la farsa electoral para quemar la consciencia proletaria

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El 23 de Julio se han convocado nuevas elecciones generales. Y dicen las tertulias y las noticias de la radio y la TV, o las redes sociales, que quién gane depende de cada voto; como quieren hacer ver con el documental de la SER “Por un voto”, que recuerda que la Reforma laboral se aprobó porque un diputado del PP se equivocó en su dictamen electrónico.

Este documental de la SER nos muestra el esfuerzo que hace la burguesía para que VOTEMOS. Porque en las elecciones la primera victoria de la dominación capitalista no es que salga tal o cual candidato sino la atomización de los trabajadores en individuos ciudadanos que creen “decidir algo” y por tanto renuncian a luchar como clase. La primera victoria de la burguesía es hacer desaparecer la lucha de clases y presentar como única realidad el mundo de los ciudadanos encerrados en la falsa comunidad nacional.

Políticos, influencers, tertulianos, catedráticos, expertos etc., nos dicen que votemos para DECIDIR el futuro de “nuestra” ciudad, de “nuestra” autonomía, de “nuestro país”. Pero eso es un GRAN ENGAÑO. Si se necesita una muestra de que las elecciones democráticas son una farsa, no hay que ir más lejos que a las recientes elecciones municipales del 28M. Lo que ha dominado todo el periodo electoral no es ni mu de proyectos para viviendas o barrios, o empleo, sino la habilidad del PP para poner los muertos de ETA en la campaña y para atacar “el Sanchismo”. Y sorprendentemente la disposición del PSOE para admitir la derrota aun cuando en muchas comunidades ha ganado de hecho e incluso ha aumentado el número de votos (aunque ha tenido que sufrir el descalabro de Podemos) y a pesar del apego al cargo de los barones regionales.

¿Pero entonces quien decide el resultado de las elecciones?

Aunque no se puede decir que el resultado de las elecciones está completamente decidido de antemano (“pucherazos” aparte, al menos en los países con más tradición democrática), en el periodo actual, y de hecho desde la entrada del capitalismo en su periodo de decadencia tras la Iª guerra mundial, el Estado burgués ya no es un terreno donde las fracciones más avanzadas de la burguesía se enfrentaban a las más retrasadas o a los restos feudales, lo que permitía una intervención (con muchas cautelas) del proletariado en elecciones y parlamentos. El Estado capitalista de la decadencia se pone al servicio totalitario del interés global del capital nacional, al que cada fracción de la burguesía -aunque pueda tener una visión diferente o intereses particulares- está totalmente supeditada.

El gobierno que conviene a la nación no se decide en las urnas, solo se intenta por todos los medios de marketing, campañas ideológicas, etc. que se ratifique en ellas. La decisión política de qué orientación es mejor para el Estado depende de muchos factores como la gestión de la crisis económica, o de los intereses imperialistas, o del enfrentamiento de clases.

El PSOE ganó las elecciones en 1982, apoyado por el bloque imperialista USA y de hecho financiado por Alemania y Francia, porque había que presentar la transición democrática desde la dictadura franquista como una conquista obrera[1] y continuar los ataques a la clase obrera desde la “reestructuración industrial” del capital español y el euroatlantismo de “OTAN de entrada sí”. La UCD ya no podía seguir cumpliendo ese papel, y el PCE estaba vetado por la desconfianza hacia su afiliación original al bloque ruso.

13 años después, en 1996, Felipe González tachaba de “dulce derrota” la salida del gobierno del PSOE, porque por fin la derecha había encontrado con el gobierno Aznar, la forma de disciplinar y unificar a sus diferentes fracciones bajo una apariencia democrática  y podía dar el relevo a la izquierda, quemada frente a los obreros por los ataques de los despidos, la reforma de pensiones, la ley del desempleo, etc., para que pasase a la oposición.

Cambiando de tercio y más recientemente, el gobierno socialista de Zapatero tuvo que ceder el asiento a Rajoy cuando el estallido de la burbuja inmobiliaria le pilló estudiando economía[2] y el 15M le dejó claro que la indignación contra el capitalismo intentaba darse una perspectiva sin contar con el PSOE (“PSOE y PP la misma mierda es”, ”¿dónde está la izquierda? Al fondo a la derecha)[3].

Y en 2018, Rajoy perdió la moción de censura que le puso Sánchez y tuvo que abandonar el gobierno porque el PP estaba mostrando ser incapaz de manejar la cuestión catalana, con su torpeza que le hizo caer en la trampa de la represión televisada en directo contra el referéndum de independencia y su españolismo doctrinario estrecho que le impedía negociar con los indepes[4].

Por supuesto que en el curso de esas decisiones han surgido accidentes y dificultades, por la debilidad de la burguesía o el enroque de tal o cual fracción. Así por ejemplo, la última legislatura del PSOE en el periodo 1993-1996 fue una carga para el capital español, esperando que madurara el proyecto de la derecha democrática, lo que debilitó la credibilidad del PSOE haciendo que los sindicatos tuvieran que oponérsele en la calle. Igualmente, frente al asunto catalán, la burguesía no tuvo más remedio que recurrir a un gobierno Frankestein, que como su nombre indica, ha sido el producto de una falta de coherencia y una de cuyas consecuencias es probablemente la brusquedad del hundimiento de Podemos.

¿Qué orientación quiere darse la burguesía en España?

Ya habíamos dicho[5] que el último año el PSOE había dado un “giro a la izquierda” y en una maniobra de abracadabra intentaba hacer colar las medidas militaristas[6] y de ataque a las condiciones de vida obreras que él mismo había tomado, como contribuciones a la paz mundial y a la solidaridad. El “gobierno más progresista”, «ha aumentado el presupuesto de defensa en un 7,8% mientras que las pensiones subían un 2,5%; el precio de la luz en lo que va de 2022 ha subido un 54,3%; la inflación ha cruzado la barrera del 10%; ha firmado con los sindicatos un aumento salarial anual del ¡3,5%! (¡frente a una inflación del 10%!); bajo la nueva Reforma Laboral el 31% de los contratos de jóvenes entre 19 y 24 años ¡es de un solo día!; tener contrato fijo no impide que te despidan pues el despido es más barato que nunca; el 51% de los nuevos contratos es “fijo – discontinuo” (trabajar a tiempo parcial, es decir, precariedad disfrazada)». Medidas que como dice Sánchez, “son la admiración de los líderes europeos” (que están en lo mismo en Francia –pensiones-; GB: bloqueo salarial, etc.).

El gobierno de izquierdas tiene el cuajo de decir que todo eso se hace “para proteger a los colectivos más vulnerables” y además el señor Presidente no se cansa de repetir en todos los foros que hay la más absoluta “paz social” (mientras los maestros y sanitarios, o los trabajadores de justicia se manifiestan en Madrid y los obreros del metal en Vigo y en Vitoria…) y que sindicatos y patronal han conseguido llegar a un acuerdo.

Pero el problema es que el truco no puede ocultarse para siempre. Tarde o temprano el público se da cuenta de que la carta está en la manga, de que el “rey está desnudo”. Con la agravación de la crisis y la guerra, las medidas de ataque a nuestras condiciones de vida tendrán que ser aún más graves e imponerse más brutalmente. En respuesta a ellas, como estamos viendo, los trabajadores en España participan de la dinámica que se inició en Gran Bretaña y continuó en Francia de “enough is enough!” (¡ya basta!), de desarrollo de la combatividad y búsqueda de una respuesta de clase.

Para la burguesía en España, tener a toda la izquierda en el gobierno significa dejar al descubierto todo ese flanco frente a la lucha obrera; dejar el campo libre para que, al menos algunas luchas, busquen espontáneamente un terreno de clase, de asambleas, de solidaridad y manifestaciones conjuntas. Igual que en Francia se acuerdan del 68, en Álava se acuerdan de la lucha de Michelin en el 72[7]. Peor aún porque los grandes sindicatos están “en barbecho” con un perfil bajo que no contradiga el discurso oficial del gobierno y manchándose las manos en la aplicación de los ataques, como con la Reforma laboral, haciéndose la foto con Yolanda Díaz y Garamendi[8].

Por eso la orientación principal que se traen en estas elecciones es poner las condiciones que permitan actuar a los sindicatos saboteando las luchas, la búsqueda de la identidad de clase y la toma de conciencia, creando un marco político “de oposición”, basado en las alternativas políticas de los partidos de izquierda. La campaña electoral en parte ya se inscribe en esa dirección, con el “no pasarán” contra la alianza de PP/Vox.

El gobierno ha preparado el terreno y ha dado cancha a los sindicatos, una sindicalista de UGT, Afra Blanco se ha convertido en una estrella de la “rebelión”. En la cadena televisiva La Sexta, altavoz de la izquierda, pero propiedad de una TV tradicionalmente de derechas (Antena 3) ha alzado la bandera de la defensa de las “conquistas sociales” del Gobierno de izquierdas. “Estas elecciones van del comer y van de derecho o pobreza”, comenzó, "¿Qué prefieren, un gobierno del PP que congela la subida del Salario Mínimo Interprofesional para sus hijos o para las mujeres, que son mayormente las que lo percibimos, o aquel gobierno que aumenta el Salario Mínimo Interprofesional en más de 340 euros?", continuó. Es decir, da un marco “reivindicativo” en un terreno burgués de defensa de la “obra socialista”, una “obra” que es en realidad un engaño que oculta los ataques generalizados que el gobierno ha perpetrado en los últimos 5 años

La clase obrera en España por el peso histórico de la dictadura franquista,  es sensible principalmente a la mistificación democrática[9] y por las condiciones del desarrollo del capitalismo en España[10], al engaño nacionalista. Aunque sobre este último, mejor “no meneallo” después del susto catalán.

No somos adivinos, pero parece que la burguesía ha optado por el triunfo de la derecha; sacar a la izquierda, incluido el PSOE, del gobierno. Y desde luego el balance de las elecciones municipales y autonómicas apunta en ese sentido. Además de los medios de comunicación, el propio PSOE ha amplificado la percepción de una derrota (no tan evidente como ya hemos dicho), dejando el terreno libre a la formación de gobiernos autónomos y municipales de derechas, al menos en las regiones y ciudades más importantes (excepto Cataluña y Barcelona) y convocando rápidamente elecciones con el argumento de que no se puede gobernar desde la izquierda con una mayoría de gobiernos autonómicos  de derechas. Lo que no parece que tenga otra lectura que la de que la derecha debería ganar igualmente las elecciones generales.

Los dos obstáculos más serios políticamente a una posible victoria de la derecha serían su torpeza en el asunto catalán y en general, de los nacionalismos[11] y la amenaza de Vox. Por eso el PSOE, que ha hecho un gran trabajo para el Estado dividiendo y enfrentado entre sí al independentismo y desmontando la pifia de la “república catalana”, se ha reservado su presencia en el gobierno de Cataluña, incluyendo el ayuntamiento de Barcelona. En cuanto a Vox, a pesar de su rancio postfranquismo, no tiene la misma carga populista que Trump o Johnson[12]. Estuvieron en el seno del PP y mantuvieron una disciplina y aunque fuera de él son un grano en el culo con veleidades fuera de sintonía con la política global del capital español, bajo la presión del conjunto del capital pueden seguir aceptando las reglas.

Aun así, puede que Feijoo no sea capaz de organizar todo el guirigay en el seno del PP y lidiar con Vox al mismo tiempo y en ese caso el PSOE debería permanecer en el gobierno, pero desde luego van a evitar por todos los medios que participe el conjunto de la izquierda. El montaje apresurado de Sumar, aparte de ser una patada en el culo a Podemos, es la tentativa de poner una izquierda más “obrerista” (la señora Díaz es aclamada en los cónclaves sindicales y se la presenta como “amiga de los trabajadores”[13]) en un plano de “oposición al gobierno de turno” lo que da fuelle a la acción de los sindicatos.

Las elecciones contra la búsqueda de la identidad de clase

En las luchas empieza muy lentamente a haber un esfuerzo por buscar una identidad de clase, por formar una fuerza social unidos como trabajadores, que nos permita defender nuestras reivindicaciones. Y eso se expresa aún muy tímidamente en el recuerdo de luchas pasadas (como Michelin 72 o Vitoria 76) y en minorías todavía muy pequeñas que reflexionan sobre qué es la clase obrera, sobre cómo organizar las luchas por nosotros mismos.

El voto en las elecciones es un ataque frontal a esa dinámica, porque nos desmoviliza como clase y nos entrega a la política que ha decidido el Estado contra nosotros.

«En efecto, la crítica marxista de los postulados de la democracia burguesa está basada en la definición de los caracteres de la actual sociedad dividida en clases, y demuestra la inconsistencia teórica y la insidia práctica de un sistema que quisiera conciliar la igualdad política con la división de la sociedad en clases sociales, determinadas por la naturaleza del modo de producción.»[14]

En las elecciones perdemos nuestra fuerza como clase. Las elecciones son el terreno de la burguesía. «Todos los socialistas, al explicar el carácter de clase de la civilización burguesa, de la democracia burguesa, del parlamentarismo burgués, han expresado el pensamiento que con la máxima precisión científica formularon Marx y Engels al decir que la república burguesa, aun la más democrática, no es más que una máquina para la opresión de la clase obrera por la burguesía, de la masa de los trabajadores por un puñado de capitalistas» (Tesis sobre la democracia burguesa y la dictadura del proletariado, 1921, Lenin, 1er congreso de la Internacional Comunista).

Hic Rhodas

2 de Julio 2023

 

[1] Cuando en realidad servía, al contrario, para frenar tanto las luchas como el desarrollo de la conciencia en la clase obrera

[2] creyendo tener el micrófono cerrado, Zapatero había dicho que no tenía ni idea de economía.

[7] Ver artículo sobre las luchas

[9] Aunque es cierto que para los jóvenes no tiene el mismo significado, y por eso para ellos, la campaña anti PP/Vox tiene un componente de conservación de las “libertades” de la igualdad de género, la diversidad sexual, etc

[10] Que Marx analizó en sus artículos al New York daily Tribune en 1854-1857

[11] véase también su insistencia, jugando con fuego, en echar por tierra lo que tanto ha costado de integrar a ETA a través de Bildu en el juego parlamentario

[12] Igual que Meloni en Italia (a cuyo gobierno dio el visto bueno el mismo Draghi) son la ultraderecha, pero no representan el populismo. Sobre quién es Vox ver Vox francamente capitalista | Corriente Comunista Internacional (internationalism.org)

[14] Amadeo Bordiga: el Principio democrático

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