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En la última primavera, la CCI ha celebrado su 23º Congreso. El presente artículo se propone dar cuenta de sus trabajos.
El punto 4 del Informe sobre la estructura y el funcionamiento de la Organización Revolucionaria define el Congreso Internacional como " el momento culminante en que se expresa con toda su amplitud la unidad de la organización. En él se define, enriquece o rectifica el programa de la CCI, se precisan o modifican sus modalidades de organización o funcionamiento, se adoptan análisis y orientaciones de conjunto, se hace un balance de sus actividades anteriores y se elaboran sus perspectivas de trabajo para el futuro"[1]. Partiendo de este marco, presentaremos las cuestiones, tareas y perspectivas identificadas por el Congreso.
"La CCI, como organización marxista, está firmemente comprometida, a diferencia de los consejistas, anarquistas y modernistas, con la necesidad del partido político comunista para el derrocamiento exitoso de la sociedad burguesa y el establecimiento de la dictadura del proletariado; por lo tanto, está en continuidad con los objetivos de la Tercera Internacional". (Resolución de la actividad del 23º Congreso).
El congreso se dio como eje nuestra filiación con la Internacional Comunista, cuyo centenario se celebró el año pasado. Una preocupación fundamental de la organización revolucionaria es la continuidad y la transmisión histórica. Partiendo de este enfoque la resolución de actividad adoptada por el Congreso recuerda que "La Internacional Comunista fue fundada en marzo de 1919 con el objetivo de ser el "partido de la insurrección revolucionaria del proletariado mundial". Hoy, en circunstancias diferentes, pero aún determinadas por la época histórica de la decadencia del capitalismo, el objetivo fijado por la Internacional Comunista, la creación del partido político mundial de la clase obrera sigue siendo el objetivo final del trabajo como fracción de la CCI". La resolución insiste en que "la Internacional Comunista no nació de la nada; su fundación dependía de las décadas anteriores de trabajo de la Fracción de Izquierda Marxista en la Segunda Internacional, especialmente del Partido Bolchevique"[2]. Esto significa para los revolucionarios actuales que "así como la Comintern no podría haber sido creada sin el trabajo preparatorio de la Izquierda Marxista, así el futuro partido internacional no será creado sin una actividad internacional centralizada y como una fracción de los herederos organizativos de la Izquierda Comunista".
Recordando que "la Internacional Comunista fue fundada en las circunstancias más difíciles imaginables: siguió a cuatro años de matanza masiva y empobrecimiento del proletariado mundial; el bastión revolucionario de Rusia fue sometido a un bloqueo total y a una intervención militar por parte de las potencias imperialistas; la revuelta espartaquista en Alemania se ahogó en sangre y dos de las figuras clave de la nueva internacional, Rosa Luxemburgo y Karl Liebknecht, fueron asesinados", la resolución subraya que, a pesar de las diferencias con el período de la respuesta revolucionaria a la Primera Guerra Mundial y el período de la contrarrevolución que la siguió, también la CCI "se enfrenta a condiciones cada vez más difíciles a medida que el capitalismo decadente se hunde cada vez más en una nueva espiral bárbara de crisis económica y conflictos imperialistas en su fase de descomposición. Para cumplir sus tareas históricas, la CCI debe sacar su fuerza y su espíritu de lucha de las crisis a las que se enfrentará, como lo hizo la izquierda marxista en 1919".
Para estar en continuidad con el trabajo y los esfuerzos de la Internacional Comunista, el congreso concibió sus tareas con el objetivo de desarrollar y concretar nuestro trabajo similar al de una Fracción. La noción de una fracción siempre ha sido crucial en la historia del movimiento obrero. Al igual que la clase obrera en su conjunto, sus organizaciones políticas están sujetas a la presión de ideologías extrañas - burguesa y pequeñoburguesa. Esto provoca, en particular, la enfermedad del oportunismo[3]. Para luchar contra esta enfermedad, el proletariado segrega dentro de sus organizaciones a las fracciones de la Izquierda. "Entre las tres principales organizaciones políticas internacionales del proletariado, es la Izquierda la que siempre ha asumido esta continuidad. Fue la Izquierda la que aseguró la continuidad entre la Primera y la Segunda Internacional a través de la corriente marxista, en oposición a las corrientes proudhoniana, bakuninista, blanquista, etc. Entre la Segunda y la Tercera Internacional, fue de nuevo la Izquierda la que dirigió la lucha, primero contra las tendencias reformistas, luego contra los "social-patriotas" y la que aseguró la continuidad durante la Primera Guerra Mundial formando la Internacional Comunista. En la Tercera Internacional, fue de nuevo la Izquierda, la Izquierda Comunista, y en particular la Izquierda Italiana y Alemana, la que retomó y desarrolló las adquisiciones revolucionarias pisoteadas por la contrarrevolución socialdemócrata y estalinista."[4]
El proletariado necesita, para el triunfo de su lucha, la continuidad histórica de su conciencia de clase. De lo contrario, estaría condenado a convertirse en el juguete de los objetivos de su enemigo burgués. Las fracciones de Izquierda siempre han sido las más comprometidas y las más decididas en la defensa de esta continuidad de la conciencia de clase, su desarrollo y enriquecimiento.
Grupos como la Tendencia Comunista Internacionalista (TCI) hacen la siguiente objeción: ¿Fracción de qué? Hace mucho tiempo que ya no existen partidos comunistas vinculados al proletariado[5]. Es cierto que en los años 30 los partidos comunistas fueron ganados definitivamente por la burguesía. No somos fracciones, pero eso no significa que no tengamos que realizar un trabajo similar al de una fracción[6]. Una obra que unifica en un todo coherente:
- El combate contra el oportunismo;
- La defensa y el desarrollo de la continuidad histórica crítica del proletariado constituyendo un puente entre el pasado del movimiento obrero y su futuro;
- La respuesta a las nuevas situaciones por las que la sociedad y la lucha de clases del proletariado están atravesando.
El Congreso profundizó en la comprensión de nuestra tarea como Fracción a nivel de edición de la prensa, intervención, elaboración teórica, defensa del método marxista y defensa de la organización. Se trata de todo un trabajo para construir el puente hacia el futuro partido que necesitará bases muy firmes a nivel teórico, organizativo, programático y respecto del método de análisis. Y esto no se logra de la noche a la mañana, requiere un trabajo paciente y a largo plazo. Esto es lo que el proletariado necesita para orientarse en las terribles convulsiones del capitalismo y poder desarrollar una ofensiva revolucionaria con el objetivo de derrocar este sistema.
En el marco del trabajo como Fracción, se presentó al Congreso un Informe sobre la Transmisión, que no pudo ser discutido por falta de tiempo. Sin embargo, dada la importancia de la cuestión, su debate se retomará en el próximo período. La transmisión es vital para el proletariado. Más que cualquier otra clase revolucionaria de la historia, necesita las lecciones de las luchas de las generaciones anteriores para alzarse sobre sus adquisiciones y así poder avanzar en su lucha y lograr su objetivo revolucionario. La transmisión es particularmente necesaria para la continuidad de las organizaciones revolucionarias, ya que existe toda una serie de planteamientos, prácticas, tradiciones, experiencias, propias del proletariado, que constituyen el terreno fértil en el que se elabora el funcionamiento de la organización política proletaria y se desarrolla su vitalidad. Como dice la resolución de actividad adoptada por el congreso: "la CCI debe ser capaz de transmitir a los nuevos camaradas la necesidad de estudiar a fondo la historia del movimiento revolucionario y desarrollar un conocimiento creciente de los diferentes elementos de la experiencia de la Izquierda Comunista en el período de la contrarrevolución". El Informe sobre la transmisión dedica un capítulo central a la comprensión de las condiciones de la militancia y los logros históricos que deben guiarla. Formar militantes conscientes y decididos, capaces de resistir las más duras pruebas, constituye una tarea muy difícil y a la vez indispensable para la formación del futuro partido mundial de la revolución proletaria.
Durante el decenio de 1980, el CCI comenzó a comprender el estancamiento histórico en que se encontraba la sociedad mundial. Por un lado, el capitalismo, dada la resistencia del proletariado en los países centrales a involucrarse en la movilización militar, no tenía las manos libres para lograr el resultado orgánico de su crisis histórica, la guerra imperialista generalizada. Por otra parte, el proletariado, a pesar de la progresión de sus luchas entre 1983 y 1987, no fue capaz de abrir su propia perspectiva hacia la revolución proletaria. En ausencia de cualquier perspectiva, que sólo las dos clases fundamentales de la sociedad pueden aportar, la sociedad está sujeta a una dinámica de relaciones sociales podridas, caos creciente, proliferación de tendencias centrífugas, de cada cual para sí mismo. Una manifestación espectacular de esta dinámica fue el colapso del bloque alrededor de la antigua URSS.
La CCI se enfrentó al desafío que ello significaba para la teoría marxista. Por una parte, ya en septiembre de 1989 elaboramos las Tesis sobre la crisis económica y política de los países del Este que, dos meses antes de la caída del Muro de Berlín, anunciaron el brutal colapso del bloque ruso y de la propia URSS[7]. Por otra parte, intentamos comprender en profundidad la nueva situación elaborando en 1990 las Tesis sobre la Descomposición[8], cuya idea fundamental es que "la descomposición generalizada en la que este sistema se está hundiendo actualmente (...) sólo puede empeorar. (...) más allá del aspecto estrictamente cuantitativo, el fenómeno de la descomposición social alcanza hoy tal profundidad y extensión que adquiere una nueva y singular calidad que manifiesta la entrada del capitalismo decadente en una fase específica -la última fase- de su historia, aquella en la que la descomposición se convierte en un factor, si no en el factor decisivo, de la evolución de la sociedad".
El 23º Congreso prestó mucha atención al considerable empeoramiento del proceso de descomposición social que afecta en particular a los países centrales, de los que son ilustraciones espectaculares -entre otras muchas- el Brexit inglés, el triunfo de Trump o el hoy derrocado gobierno de Salvini en Italia.
Todos estos puntos han sido ampliamente fundamentados en las resoluciones e informes del Congreso que hemos publicado[9], e invitamos a nuestros lectores a leerlos con cuidado y de forma crítica. Con ellos, intentamos dar respuestas a las tendencias que rigen la situación actual.
La descomposición, tal como la vemos a escala mundial y que domina cada vez más todas las esferas de la vida social, es un fenómeno sin precedentes en la historia de la humanidad. El Manifiesto Comunista considera tal posibilidad: " Libres y esclavos, patricios y plebeyos, barones y siervos de la gleba, maestros y oficiales; en una palabra, opresores y oprimidos, en oposición siempre, han librado una lucha ininterrumpida, velada unas veces, y otras, franca y abierta, una lucha que conduce en cada etapa a la transformación revolucionaria de todo el régimen social o al exterminio de ambas clases beligerantes"[10]. Sin embargo, los fenómenos históricos del colapso de toda una civilización por la "destrucción de las dos clases en lucha" fueron muy localizados y fácilmente superados por la posterior imposición de nuevos conquistadores. En la medida en que la decadencia de los modos de producción anteriores al capitalismo (esclavitud, feudalismo) vio la aparición económica muy poderosa de la nueva clase dominante y que ésta era una clase explotadora, las nuevas relaciones de producción en desarrollo podían limitar los fenómenos de descomposición del viejo orden e incluso aprovecharlos en su propio beneficio. Sin embargo, esto es imposible en el capitalismo ya que "la sociedad comunista, la única capaz de suceder al capitalismo, no puede en modo alguno desarrollarse en su seno; por lo tanto, no hay posibilidad de ninguna regeneración de la sociedad en ausencia del derrocamiento violento del poder de la clase burguesa y de la extirpación de las relaciones de producción capitalistas" (tesis).
Por consiguiente, el proletariado debe afrontar las condiciones e implicaciones impuestas por esta nueva época histórica, sacando todas las lecciones que ésta le impone para su lucha, especialmente la de defender, aún con más vigor que en el pasado, su autonomía política de clase, ya que la descomposición la pone en grave peligro. La descomposición favorece las luchas parciales (feminismo, ecología, antirracismo, pacifismo, etc.), luchas que no van a la raíz de los problemas y se pierden en sus efectos y, lo que es peor, se centran en aspectos particulares del capitalismo preservando el sistema en su conjunto. Estas movilizaciones diluyen al proletariado en una masa interclasista, dispersándolo y fragmentándolo en toda una gama de falsas "comunidades" de género, raza, religión, afinidad, etc. La única solución es la lucha del proletariado contra la explotación capitalista, ya que "la lucha contra los fundamentos económicos del sistema contiene la lucha contra los aspectos superestructurales de la sociedad capitalista, pero la recíproca es falsa" (Plataforma CCI punto 12[11]).
La organización revolucionaria tiene un compromiso militante con la clase. Esto se concreta en la adopción de Resoluciones en las que se analiza la situación actual situándola en un marco histórico con el fin de identificar perspectivas para orientar la lucha del proletariado. En este sentido, el Congreso adoptó una Resolución específica sobre la lucha de clases y otra más general sobre la situación mundial.
La descomposición ha afectado duramente a la lucha del proletariado. Combinado con los efectos devastadores de la caída del "socialismo" en 1989 y la enorme campaña anticomunista que lanzó la burguesía, la clase obrera ha sufrido un profundo retroceso en su conciencia y combatividad, cuyos efectos persisten - e incluso han empeorado - 30 años después.
El congreso profundizó en el marco histórico de la comprensión de la lucha de clases al realizar un examen detallado de la evolución de la relación de fuerzas entre las clases desde 1968[12]. La Resolución subraya:
- Las adquisiciones de las luchas del período 1968-89 no se han perdido, aunque puedan haber sido olvidadas por muchos trabajadores (y revolucionarios): lucha por la autoorganización y la extensión de las luchas; comienzo de la comprensión del papel anti obrero de los sindicatos y de los partidos capitalistas de izquierda; resistencia al alistamiento guerrero; desconfianza en el juego electoral y parlamentario, etc. Las luchas futuras tendrán que basarse en la asimilación crítica de estos logros yendo mucho más allá y ciertamente no en su negación u olvido;
- El gran peligro que la democracia, el democratismo y los instrumentos del Estado democrático representan para el proletariado, en particular los sindicatos, los partidos de izquierda y de extrema izquierda, pero también sus campañas ideológicas y sus maniobras políticas;
- La actual debilidad del proletariado, a pesar del esfuerzo que se inició en las luchas de 2006-2011 donde, además de la reaparición de las asambleas, se empezaron a plantear muchas preguntas sobre el futuro de la sociedad[13];
- El efecto positivo que a largo plazo pueden tener ciertos elementos de la situación actual: una mayor concentración de trabajadores en las grandes ciudades, la socialización de la producción a nivel mundial, los crecientes vínculos entre los jóvenes trabajadores a escala internacional, la incorporación de nuevos batallones del proletariado en países como China, Bangla-Desh, Sudáfrica, México[14]...
- El papel indispensable de la lucha de los trabajadores en su terreno de clase contra los golpes cada vez más violentos de la crisis histórica del capitalismo.
Durante el congreso, surgieron diferencias sobre la apreciación de la situación de la lucha de clases y su dinámica. Las diferencias se referían principalmente a la amplitud o el nivel de las dificultades que enfrentaba la clase y, por lo tanto, a la perspectiva de la lucha de clases en el período que se avecina. Forman parte de un debate en curso a partir de las enmiendas presentadas a la resolución del Congreso[15].
De acuerdo con su responsabilidad, el Congreso examinó otros aspectos que determinan la evolución de la sociedad mundial, incluyendo:
- La tendencia del aparato político de la burguesía a perder el control de su juego electoral y de la formación de gobiernos, fenómeno del que el Brexit inglés es un testimonio elocuente: véase el Informe sobre el impacto de la descomposición en la vida política de la burguesía (2019) anteriormente citado (nota 9);
- La considerable agravación de las tensiones imperialistas (especialmente entre los Estados Unidos y China y en el Golfo Pérsico), así como la intensificación de la carrera de armamentos; la guerra comercial, que es la consecuencia de la profundización de la crisis, también es utilizada por la potencia estadounidense como medio de presión imperialista sobre sus rivales;
- La perspectiva, cada vez más cercana, de nuevas convulsiones en la economía mundial: caída del crecimiento, ralentización del comercio mundial, deuda exorbitante, el extraño fenómeno de los tipos de interés negativos, etc.
El marxismo es una teoría viva. Esto significa que debe ser capaz de reconocer que ciertos instrumentos de análisis de la situación histórica ya no son válidos. Este es el caso de la noción de curso histórico, noción que era plenamente aplicable al período 1914-1989 pero que ha perdido su validez para comprender la dinámica y la orientación de la relación de fuerzas entre las clases en el actual período histórico. Esto ha llevado al Congreso a aprobar un informe sobre el tema[16].
La organización revolucionaria constituye un cuerpo extraño en la sociedad burguesa. El proletariado es al mismo tiempo una clase "de la sociedad civil que no es una clase de la sociedad civil, es un orden que es la disolución de todos los órdenes" (Marx). Los trabajadores nunca pueden encontrar realmente su lugar en la sociedad porque económicamente, como personas explotadas y privadas de todos los medios de producción, están siempre en una situación precaria, a merced del desempleo y porque políticamente son "parias" que sólo pueden encontrar su salvación y emancipación fuera del capitalismo, en una sociedad comunista que no puede surgir antes de que el Estado burgués sea derrocado en todo el mundo. La burguesía, sus políticos, sus ideólogos pueden aceptar con desdén a los "ciudadanos trabajadores", es decir, concebidos como una suma de individuos alienados, pero aborrecen y rechazan furiosamente al proletariado como clase.
Al igual que su clase, las organizaciones revolucionarias, aunque forman parte del mundo capitalista, son al mismo tiempo un cuerpo extraño al mismo, ya que basan su razón de ser y su programa en un objetivo que está total ruptura con el funcionamiento, el razonamiento y los valores de la sociedad actual.
En este sentido, la organización revolucionaria constituye una entidad que la sociedad burguesa rechaza por todas sus fibras. No sólo por la amenaza histórica que representa como vanguardia del proletariado, sino porque su misma existencia significa un recordatorio inquietante de su condena ante la historia, un recordatorio de la urgente necesidad ante la que se encuentra la humanidad de reemplazar la competencia mortal de todos contra todos por la asociación de individuos libres e iguales. Esta nueva forma de radicalidad que no puede comprender preocupa y moviliza permanentemente a la burguesía contra las organizaciones y militantes del proletariado. Como subraya el Manifiesto Comunista, "La revolución comunista es la ruptura más radical con las relaciones de propiedad tradicionales; no es de extrañar que, en el curso de su desarrollo, rompa de la manera más radical con las viejas ideas tradicionales".
Esta naturaleza de cuerpo extraño significa que la organización revolucionaria está permanentemente amenazada, no sólo por la represión y los intentos de infiltración y destrucción desde el interior propiciados por los organismos especializados del Estado burgués, o por la acción de grupos parásitos (como veremos más adelante), sino también por el peligro permanente de ser desviada de sus tareas y funciones por la penetración de ideologías ajenas al proletariado.
La organización sólo puede existir a través de un combate permanente. El espíritu de lucha es un rasgo esencial de la organización revolucionaria y sus militantes. Las luchas, las crisis y las dificultades son el sello distintivo de las organizaciones revolucionarias. "Las crisis no son necesariamente un signo de colapso o fracaso inminente o irremediable. Por el contrario, la existencia de crisis puede ser una expresión de sana resistencia a un proceso subyacente que se había desarrollado silenciosa e insidiosamente hasta entonces y que, abandonado a su suerte, podía conducir a su hundimiento. Así pues, las crisis pueden ser un signo de una reacción al peligro y de la lucha contra las debilidades graves que conducen al colapso. En la Segunda Internacional (1889-1914), se sabía que el Partido Obrero Socialdemócrata de Rusia (POSDR) había pasado por una serie de crisis y escisiones y, por esta razón, fue considerado con desprecio por los partidos más grandes de la Internacional, como el Partido Socialdemócrata de Alemania (SPD), que parecía volar de éxito en éxito y cuyos miembros y resultados electorales crecían constantemente. Sin embargo, las crisis del partido ruso y la lucha para superarlas y aprender de ellas, dirigida por el ala bolchevique, fortaleció a la minoría revolucionaria y la preparó para enfrentarse a la guerra imperialista en 1914 y para estar a la vanguardia de la Revolución de Octubre en 1917. Por otra parte, la unidad de fachada y la "calma" dentro del SPD (que sólo fue cuestionada por “alborotadores” como Rosa Luxemburgo) llevó a este partido al colapso total e irrevocable en 1914 con la traición total de sus principios internacionalistas frente a la Primera Guerra Mundial"[17].
La defensa de la organización es un elemento permanente de su actividad y, por lo tanto, un punto importante en la evaluación y las perspectivas de las actividades del Congreso. Se lleva a cabo en varios frentes. El más importante y específico es la lucha contra los intentos de destrucción (a través de la calumnia, la denigración, la sospecha y la desconfianza). Dicho esto, "la CCI no es inmune a las presiones oportunistas sobre las posiciones programáticas, aliadas con la esclerosis, que, en otra escala, ya han debilitado a otros grupos de la Izquierda Comunista" (Resolución de Actividad del Congreso). Por eso hay unidad y coherencia entre este aspecto vital de la lucha contra la amenaza de destrucción y la no menos vital necesidad de luchar contra cualquier manifestación de oportunismo que pueda surgir en nuestras filas. "Sin esta permanente lucha histórica a largo plazo contra el oportunismo político y la vigilancia contra él, la defensa de la organización, su centralización y sus principios de funcionamiento como tales no servirán de nada. Si es cierto que, sin organización política proletaria, el mejor programa es una idea sin fuerza social, también es cierto que, sin una fidelidad total al programa histórico del proletariado, la organización se convierte en una cáscara vacía. Hay unidad y no hay oposición o separación entre los principios de organización política y los principios programáticos del proletariado" (ídem.). Dicho esto, es necesario responder rápida y enérgicamente a cualquier intento de destruir la organización, ya que "la lucha por la defensa de la teoría y la lucha por la defensa de la organización son inseparables e igualmente indispensables, el abandono de la primera es una amenaza, ciertamente fatal, pero a medio plazo, mientras que el abandono de la segunda es una amenaza a corto plazo. Mientras exista, la organización puede recuperarse, incluso teóricamente, pero si ya no existe, ninguna teoría la revivirá" (ídem.).
La historia del movimiento obrero ha puesto de relieve un peligro que hoy en día ha adquirido una importancia considerable: el parasitismo. La Primera Internacional ya había tenido que defenderse de este peligro identificado por Marx y Engels: "Ya es hora de poner fin, de una vez por todas, a las luchas internas cotidianas provocadas en nuestra Asociación por la presencia de este cuerpo parásito. Estas disputas sólo sirven para desperdiciar la energía que debería usarse para luchar contra el régimen de la burguesía. Al paralizar la actividad de la Internacional contra los enemigos de la clase obrera, la Alianza sirve admirablemente a la burguesía y a los gobiernos". (Engels, "El Consejo General a todos los miembros de la Internacional", 1872, advirtiendo contra la Alianza de Bakunin). La Internacional había tenido que enfrentarse a los embustes de Bakunin, un aventurero que había utilizado un radicalismo de fachada como una hoja de parra para llevar a cabo una obra de intriga, de calumnia contra militantes como Marx y Engels, de ataques contra el órgano central de la Internacional (el Consejo General), de desestabilización y desorganización de las secciones, de creación de estructuras secretas para conspirar contra la actividad y el funcionamiento de la organización proletaria[18] .
Obviamente, las condiciones históricas en las que hoy se desarrolla la lucha proletaria son muy diferentes de las existentes en la época de la Primera Internacional. La Primera Internacional era una organización de masas, que reunía a todas las fuerzas vivas del proletariado, un "poder" que preocupaba a los gobiernos burgueses. Hoy en día, el medio proletario es extremadamente débil, reducido a un conjunto de pequeños grupos que no representan una amenaza inmediata para la burguesía. Dicho esto, el tipo de dificultades y amenazas a las que se enfrenta este medio tienen similitudes con las que enfrentó la Primera Internacional. En particular, la existencia de "cuerpos parásitos", cuya razón de ser no es en absoluto contribuir a la lucha de la clase obrera contra la burguesía, sino al contrario, sabotear la actividad de las organizaciones que llevan a cabo esta lucha. En la época de la Primera Internacional, la Alianza dirigida por Bakunin había llevado a cabo su labor de sabotaje (antes de ser excluida en el Congreso de La Haya en septiembre de 1872) dentro de la propia Internacional. Hoy en día, debido en particular a la dispersión del medio proletario en varios grupos pequeños, los "cuerpos parásitos" no operan dentro de un grupo particular sino al margen de estos grupos tratando de reclutar elementos sinceros pero inexpertos o aquellos influenciados por ideologías pequeñoburguesas (como la Alianza había hecho en España, en Italia, Suiza y Bélgica), o haciendo todo lo posible para desacreditar a los grupos auténticamente proletarios y sabotear su actividad (como hizo la Alianza cuando se dio cuenta de que no podía tomar el control del AIT).
Desafortunadamente, esta lección de la historia ha sido olvidada por la mayoría de los grupos de la izquierda comunista. En la medida en que el parasitismo se dirige principalmente a la principal organización de la izquierda comunista, la CCI, estos grupos consideraron que "es un problema de la CCI", llegando incluso a mantener, a veces, relaciones cordiales con los grupos parásitos. Sin embargo, el comportamiento de estos últimos (desde el Grupo Boletín Comunista de hace casi cuarenta años hasta el más reciente Grupo de Izquierda Comunista Internacional, pasando por numerosos pequeños grupos, blogs e individuos) habla por sí mismo:
- Denigración escandalosa de nuestra organización y de algunos de sus militantes, acusados de utilizar "métodos estalinistas" o incluso de ser "agentes del Estado”;
- robo de medios materiales;
- chantajeando y amenazando con usar la justicia burguesa o la policía contra nuestros militantes;
- la publicación de escritos de carácter policial que proporcionan información que permita la identificación de nuestros militantes o que pretenden sembrar la sospechas en las filas de la organización.
El Consejo General de la AIT consideró que "la Alianza sirve admirablemente a la burguesía y a los gobiernos". De igual modo, la resolución sobre la actividad adoptada por el 23º Congreso del CCI considera que: "En la actual era histórica, el parasitismo trabaja objetivamente al servicio de la burguesía para destruir la CCI" y que "la experiencia de los últimos 30 años [muestra que] el parasitismo político es uno de los peligros más graves a los que tendremos que enfrentarnos (...) En los últimos decenios, el parasitismo político no sólo ha persistido, sino que ha desarrollado su arsenal anti-CCI y ha ampliado su repertorio".
Recientemente, hemos sido testigos de una acción más sofisticada pero también más peligrosa: la falsificación de la tradición de la Izquierda Comunista mediante la promoción de una falsa "Izquierda Comunista" basada en el trotskismo. Más allá de sus intenciones, tal empresa pretende complementar el Frente de Calumnia y Denuncia con una táctica "consistente en crear un cordón sanitario que aísle a la CCI de otros grupos de la Izquierda Comunista (...) y de elementos en búsqueda"[19]. (Ibíd.).
Por esta razón, el congreso comprometió a toda la organización en una lucha decidida e incesante contra el parasitismo al considerar que "un eje esencial y a largo plazo de la intervención de la CCI debe ser una lucha política y organizativa abierta y continua contra el parasitismo para eliminarlo del medio político proletario y educar a los nuevos compañeros sobre su peligro (...) La constitución del futuro partido necesita, por lo tanto, una lucha encarnizada y perseverante contra el parasitismo y por su eliminación de las filas de la izquierda comunista". (Ibíd.)
La tarea como Fracción tiene, por tanto, varias facetas que forman una unidad: la defensa de la organización, la lucha contra el parasitismo, el desarrollo del marxismo, la capacidad de análisis e intervención ante la cambiante situación mundial. Esta unidad fue el centro del congreso y guiará la actividad de la CCI. Como decimos al principio de este artículo, el 23º Congreso de la CCI tuvo como eje el recuerdo combativo de la experiencia de la Tercera Internacional, tratando de sacar todas las lecciones de ella. Por eso la Resolución de Actividad termina con este compromiso: "Para cumplir sus tareas históricas, la CCI debe sacar su fuerza y su espíritu de lucha de las crisis a las que se enfrentará, como lo hizo la izquierda marxista en 1919. Si es capaz de asumir un trabajo como Fracción, tendrá los medios para reagrupar las actuales y nuevas energías revolucionarias de la Izquierda Comunista sobre bases programáticas claras, y así desempeñar plenamente su papel en la fundación del futuro partido".
Corriente Comunista Internacional (diciembre de 2019)
[1] https://es.internationalism.org/revista-internacional/198302/2127/estructura-y-funcionamiento-de-la-organizacion-revolucionaria [3]
[2] Dentro de la Segunda Internacional, sólo los bolcheviques hicieron un trabajo consecuente de fracción, mientras que otras corrientes lucharon contra el oportunismo desenfrenado sin llevar una lucha coherente y global a todos los niveles (Rosa Luxemburgo, Pannekoek, Bordiga etc.). Esta distinción es importante: ver sobre este tema la serie de polémicas con el BIPR (hoy TCI) La relación Fracción - Partido en la tradición marxista, en particular las partes 3 y 4. https://es.internationalism.org/revista-internacional/198909/2138/la-relacion-entre-fraccion-y-partido-en-la-tradicion-marxista-i-la [4] , https://es.internationalism.org/revista-internacional/199004/2121/la-relacion-entre-fraccion-y-partido-en-la-tradicion-marxista-ii-l [5] , https://es.internationalism.org/revista-internacional/199204/1052/la-relacion-entre-fraccion-y-partido-en-la-tradicion-marxista-iii- [6]
[3] Ver la Resolución sobre el Centrismo y el Oportunismo del 6º Congreso Internacional de la CCI. Revista Internacional nº 44.
[4] Ver Comprender la decadencia del capitalismo (III) https://es.internationalism.org/revista-internacional/198708/2306/comprender-la-decadencia-del-capitalismo-iii-ascendencia-y-decaden [7]
[5] Ver Fraction and Party : the Italian Left experience https://www.leftcom.org/en/articles/2018-12-22/the-fraction-party-question-in-the-italian-left [8]
[6] Ver La noción de Fracción en la historia del movimiento obrero – 1a parte https://es.internationalism.org/revista-internacional/201603/4148/la-nocion-de-fraccion-en-la-historia-del-movimiento-obrero-1a-part [9]
[8] https://es.internationalism.org/revista-internacional/200510/223/la-descomposicion-fase-ultima-de-la-decadencia-del-capitalismo [11]
[9] Ver Resolución sobre la situación internacional (2019): los conflictos imperialistas, la vida de la burguesía, la crisis económica https://es.internationalism.org/content/4447/resolucion-sobre-la-situacion-internacional-2019-los-conflictos-imperialistas-la-vida [12] ; Informe sobre el impacto de la descomposición en la vida política de la burguesía (2019) https://es.internationalism.org/content/4458/informe-sobre-el-impacto-de-la-descomposicion-en-la-vida-politica-de-la-burguesia-2019 [13] e Informe sobre la descomposición hoy (mayo de 2017) https://es.internationalism.org/content/4454/informe-sobre-la-descomposicion-hoy-mayo-de-2017 [14]
[11] https://es.internationalism.org/cci/201211/3550/plataforma-de-la-cci-adoptada-por-el-ier-congreso [16]
[12] Ver Resolución sobre la relación de fuerzas entre las clases (2019) https://es.internationalism.org/content/4444/resolucion-sobre-la-relacion-de-fuerzas-entre-las-clases-2019 [17]
[13] Ver entre otros documentos, Tesis sobre el movimiento de los estudiantes de la primavera de 2006 en Francia https://es.internationalism.org/revista-internacional/200606/964/tesis-sobre-el-movimiento-de-los-estudiantes-de-la-primavera-de-200 [18] y Movimiento de indignados en España, Grecia e Israel: - De la indignación a la preparación de los combates de clase https://es.internationalism.org/revista-internacional/201111/3264/movimiento-de-indignados-en-espana-grecia-e-israel-de-la-indignaci [19]
[14] Estos factores más bien positivos se ven contrarrestados por las tendencias al aislamiento y la fragmentación de los trabajadores, cuya forma extrema es la uberización del trabajo en la que los trabajadores son definidos como "auto empresarios". El proletariado tendrá que enfrentarse a este problema y encontrar los medios para superarlo.
[15] La CCI ha tenido siempre como orientación central la expresión de sus debates ante toda la clase y su medio politizado. Esto se ha hecho siguiendo un método preciso: "En la medida en que los debates que atraviesan la organización conciernen generalmente a todo el proletariado, es conveniente sacarlos al exterior, respetando las siguientes condiciones: (-) estos debates se refieren a cuestiones de política general y han alcanzado una madurez suficiente para que su publicación constituya una verdadera contribución a la conciencia de la clase obrera; (-) el lugar que se dé a estos debates no debe poner en tela de juicio el equilibrio general de las publicaciones; (-) es la organización en su conjunto la que decide y se hace cargo de esta publicación según los criterios válidos para la publicación de cualquier artículo en la prensa: cualidades de claridad y forma editorial, interés que presentan para la clase obrera. Por consiguiente, debe proscribirse la publicación de textos por iniciativa "privada" de miembros de la organización a espaldas de los órganos previstos a tal efecto. De la misma manera, no existe un "derecho" formal para nadie en la organización (individuo o tendencia) a que se publique un texto si los órganos responsables de las publicaciones no ven la utilidad u oportunidad del mismo" (Informe sobre la estructura y el funcionamiento de la organización revolucionaria, https://es.internationalism.org/revista-internacional/198302/2127/estructura-y-funcionamiento-de-la-organizacion-revolucionaria [3] )
[16] próximamente publicaremos el informe sobre el curso histórico aprobado por el congreso
[17] Conferencia internacional extraordinaria de la CCI: la "noticia" de nuestra desaparición es un tanto exagerada https://es.internationalism.org/content/4042/conferencia-internacional-extraordinaria-de-la-cci-la-noticia-de-nuestra-desaparicion [20]
[18] Ver Las pretendidas escisiones de la Internacional, informe del Congreso de La Haya (1872) https://www.marxists.org/espanol/m-e/1870s/lpee72s.htm [21] e igualmente Cuestiones de organización, III - El Congreso de La Haya en 1872 - La lucha contra el parasitismo político https://es.internationalism.org/revista-internacional/199610/1767/cuestiones-de-organizacion-iii-el-congreso-de-la-haya-en-1872-la-l [22]
[19] Ver Nuevo Curso y una "Izquierda Comunista Española" ¿De dónde viene la Izquierda Comunista? https://es.internationalism.org/content/4460/nuevo-curso-y-una-izquierda-comunista-espanola-de-donde-viene-la-izquierda-comunista [23] y Defensa del medio político proletario: ¿Quién es quién en Nuevo Curso? /content/4519/quien-es-quien-en-nuevo-curso [24]
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1) Hace treinta años, la CCI señaló que el sistema capitalista había entrado en la fase final de su período de decadencia, la Descomposición. Este análisis se basó en una serie de hechos empíricos, pero al mismo tiempo proporcionó un marco para entenderlos: "En una situación en la que las dos clases fundamentales y antagónicas de la sociedad se enfrentan sin lograr imponer su propia respuesta decisiva, la historia no puede, sin embargo, detenerse. Incluso menos que para los otros modos de producción que la precedieron, no puede haber una "congelación" o "estancamiento" de la vida social para el capitalismo. Mientras que las contradicciones del capitalismo en crisis no hacen más que empeorar, la incapacidad de la burguesía de ofrecer una perspectiva para toda la sociedad y la incapacidad del proletariado de afirmar abiertamente la suya propia en el futuro inmediato sólo puede conducir a un fenómeno de descomposición generalizada, de descomposición de la sociedad en pie. "("La descomposición, la última fase de la decadencia del capitalismo", tesis 4, Revista Internacional N° 62[1])
Nuestro análisis fue cuidadoso para aclarar los dos significados del término "descomposición"; por un lado, se aplica a un fenómeno que afecta a la sociedad, particularmente en el período de decadencia del capitalismo y, por otro lado, designa una fase histórica particular de este último, su fase final:
Sobre todo, este último punto, el hecho de que la descomposición tiende a convertirse en el factor decisivo en la evolución de la sociedad y, por lo tanto, de todos los componentes de la situación mundial -una idea que de ninguna manera comparten los demás grupos de la izquierda comunista[2]-, constituye el eje principal de esta resolución.
2) Las tesis de mayo de 1990 sobre la descomposición destacan toda una serie de características en la evolución de la sociedad que resultan de la entrada del capitalismo en esta última fase de su existencia. El informe aprobado por el 22º Congreso señalaba el empeoramiento de todas estas características, como por ejemplo:
El mismo informe del 22º Congreso de la CCI también destacó la confirmación y el agravamiento de las manifestaciones políticas e ideológicas de descomposición identificadas en 1990:
El informe del 22º Congreso se centró en particular en el desarrollo de un fenómeno ya señalado en 1990 (y que había desempeñado un papel importante en la toma de conciencia de la CCI sobre la entrada del capitalismo decadente en la fase de descomposición): el uso del terrorismo en los conflictos imperialistas. El informe señalaba que: "El crecimiento cuantitativo y cualitativo del papel del terrorismo ha dado un paso decisivo (....) con el ataque a las Torres Gemelas (...) Posteriormente se confirmó con los atentados de Madrid en 2004 y Londres en 2005 (...), la creación de Daesh en 2013-14 (...), los atentados en Francia en 2015-16, Bélgica y Alemania en 2016". El informe también señalaba, en relación con estos ataques y como expresión característica de la descomposición de la sociedad, la propagación del islamismo radical que, aunque inicialmente inspirado por los chiitas (con el establecimiento en 1979 del régimen de los Ayatolas en Irán), se convirtió esencialmente en el resultado del movimiento sunita a partir de 1996 y de la captura de Kabul por los talibanes, y aún más tras el derrocamiento del régimen de Sadam Hussein Husein en Iraq por parte de las tropas estadounidenses.
3) Además de confirmar las tendencias ya identificadas en las tesis de 1990, el informe adoptado por el 22º Congreso señalaba la aparición de dos nuevos fenómenos resultantes de la persistencia de la descomposición y destinados a desempeñar un papel importante en la vida política de muchos países:
Los desplazamientos masivos de población no son fenómenos específicos de la fase de descomposición. Sin embargo, ahora están adquiriendo una dimensión que los convierte en un elemento singular de esta descomposición, tanto por sus causas actuales (en particular el caos bélico que reina en los países de origen) como por sus consecuencias políticas en los países de destino. En particular, la llegada masiva de refugiados a los países europeos ha alimentado la ola populista que se desarrolla en Europa, aunque esta ola comenzó a desarrollarse mucho antes (especialmente en un país como Francia con el surgimiento del Frente Nacional).
4) De hecho, en los últimos veinte años, el número de votos a favor de los partidos populistas se ha triplicado en Europa (del 7% al 25%), con fuertes incrementos tras la crisis financiera de 2008 y la crisis migratoria de 2015. En unos diez países, estos partidos participan en la mayoría gubernamental o parlamentaria: Polonia, Hungría, República Checa, Eslovaquia, Bulgaria, Austria, Dinamarca, Noruega, Suiza e Italia. Además, incluso cuando los grupos populistas no están involucrados en el gobierno, tienen una influencia significativa en la vida política de la burguesía. Se pueden dar tres ejemplos:
Ya sea que las corrientes populistas estén en el gobierno o simplemente trastornando el juego político clásico, no corresponden a una opción racional para la gestión del capital nacional o, por lo tanto, a una carta deliberada jugada por los sectores dominantes de la clase burguesa que, particularmente a través de sus medios de comunicación, denuncian constantemente estas corrientes. Lo que el ascenso del populismo expresa en realidad es la agravación de un fenómeno ya anunciado en las tesis de 1990: "Entre las principales características de la descomposición de la sociedad capitalista, es necesario destacar la creciente dificultad de la burguesía para controlar la evolución de la situación a nivel político. "(Tesis 9) Fenómeno claramente señalado en el informe del 22º Congreso: "Lo que hay que destacar en la situación actual es la confirmación plena de este aspecto que identificamos hace 25 años: la tendencia a una creciente pérdida de control de la clase dominante sobre su aparato político. "
El ascenso del populismo es una expresión, en las circunstancias actuales, de la creciente pérdida de control de la burguesía sobre el funcionamiento de la sociedad como resultado, fundamentalmente, de lo que se encuentra en el centro de su descomposición: la incapacidad de las dos clases fundamentales de la sociedad para dar una respuesta a la crisis insoluble en la que se está hundiendo la economía capitalista. En otras palabras, la descomposición es fundamentalmente el resultado de la impotencia de la clase dominante, impotencia que radica en su incapacidad para superar esta crisis en su modo de producción y que tiende cada vez más a afectar a su aparato político. Entre las causas actuales de la ola populista se encuentran las principales manifestaciones del colapso social: el aumento de la desesperación, el nihilismo, la violencia, la xenofobia, asociado a un creciente rechazo de las "élites" (los "ricos", los políticos, los tecnócratas) y en una situación en la que la clase obrera es incapaz de presentar, ni siquiera de forma embrionaria, una alternativa. Es obviamente posible, ya sea porque él mismo habrá demostrado su propia impotencia y corrupción, o porque una renovación de las luchas de los trabajadores cortará la hierba bajo sus pies, que el populismo pierda su influencia en el futuro. Por otra parte, no puede en modo alguno poner en tela de juicio la tendencia histórica de la sociedad a hundirse en la descomposición, ni sus diversas manifestaciones, incluida la creciente pérdida de control de su juego político por parte de la burguesía. Y esto tiene consecuencias no sólo para la política interna de cada Estado, sino también para todas las relaciones entre los Estados y las configuraciones imperialistas.
5) En 1989-90, ante la dislocación del bloque oriental, analizamos este fenómeno, sin precedentes en la historia, el del colapso de todo un bloque imperialista en ausencia de enfrentamientos generalizados, como la primera gran manifestación del período de descomposición. Al mismo tiempo, examinamos la nueva configuración del mundo que resultó de este acontecimiento histórico:
Así, 1989 marca un cambio fundamental en la dinámica general de la sociedad capitalista:
6) En el paradigma que dominó la mayor parte del siglo XX, la noción de "curso histórico" definió el resultado de una tendencia histórica: o bien la guerra mundial o bien los enfrentamientos de clase, y una vez que el proletariado había sufrido una derrota decisiva (como en la víspera de 1914 o como resultado del aplastamiento de la ola revolucionaria de 1917-23), la guerra mundial se hizo inevitable. En el paradigma que define la situación actual (mientras no se reconstituyan dos nuevos bloques imperialistas, lo que tal vez nunca ocurra), es posible que el proletariado sufra una derrota tan profunda que se le impida definitivamente recuperarse, pero también es muy posible que el proletariado sufra una derrota profunda sin que esto tenga una consecuencia decisiva para la evolución general de la sociedad. Por eso la noción de "curso histórico" ya no es capaz de definir la situación del mundo actual y la relación de fuerzas entre la burguesía y el proletariado.
En cierto modo, la situación histórica actual es similar a la del siglo XIX. De hecho, en aquel momento:
Dicho esto, es importante subrayar que la noción de "curso histórico" utilizada por la Fracción italiana en los años treinta y por la CCI entre 1968 y 1989 era perfectamente válida y constituía el marco fundamental para comprender la situación mundial. El hecho de que nuestra organización haya tenido que tener en cuenta los datos nuevos e inéditos sobre esta situación desde 1989 no puede interpretarse en modo alguno como una puesta en cuestión de nuestro marco analítico hasta esa fecha.
7) Ya en 1990, al mismo tiempo que veíamos la desaparición de los bloques imperialistas que habían dominado la "Guerra Fría", insistíamos en la continuación, e incluso la agravación, de los enfrentamientos bélicos:
Desde entonces, la situación mundial no ha hecho más que confirmar esta tendencia al empeoramiento del caos, como observamos hace un año:
8) El Medio Oriente, donde el debilitamiento del liderazgo norteamericano es más evidente y donde la incapacidad norteamericana de comprometerse militarmente demasiado directamente en Siria ha dejado el campo abierto a otros imperialismos, ofrece una concentración de estas tendencias históricas:
Ni Israel, hostil al fortalecimiento de Hezbolá en El Líbano y Siria, ni Arabia Saudí pueden tolerar este avance iraní; mientras que Turquía no puede aceptar las ambiciones regionales excesivas de sus dos rivales.
Los Estados Unidos y los países europeos tampoco pueden renunciar a sus ambiciones en esta zona estratégica del mundo.
La acción centrífuga de las distintas potencias, pequeñas y grandes, cuyos divergentes apetitos imperialistas chocan constantemente, sólo alimenta la persistencia de los conflictos actuales, como en Yemen, así como la perspectiva de conflictos futuros y la propagación del caos.
9) Mientras que, tras el colapso de la URSS en 1989, Rusia parecía condenada a desempeñar sólo un papel de potencia secundaria, está haciendo un fuerte retorno al plan imperialista. Potencia en declive y carente de la capacidad económica para mantener a largo plazo la competencia militar con otras grandes potencias, ha demostrado, mediante el restablecimiento de sus fuerzas armadas desde 2008, su altísima agresividad militar y su fuerza destructora a nivel internacional:
El actual acercamiento de Rusia a China sobre la base del rechazo de las alianzas americanas en la región asiática, con escasas perspectivas de una alianza a largo plazo dados los intereses divergentes de los dos Estados, la inestabilidad de las relaciones de poder entre las potencias confiere al Estado euroasiático ruso y al continente euroasiático una nueva importancia estratégica en vista del lugar que puede ocupar en la contención de China.
10) Sobre todo, la situación actual está marcada por el rápido ascenso imperialista de China. Esta última tiene la perspectiva (invirtiendo masivamente en nuevos sectores tecnológicos, en particular en inteligencia artificial) de establecerse como potencia económica líder entre 2030 y 2050 y de adquirir para 2050 un "ejército de nivel mundial capaz de lograr una victoria en cualquier guerra moderna". La manifestación más visible de sus ambiciones es el lanzamiento desde 2013 de las "nuevas Rutas de la Seda" (creación de corredores de transporte marítimo y terrestre, acceso al mercado europeo y seguridad de sus rutas comerciales), concebidas como un medio para reforzar su presencia económica, pero también como un instrumento para desarrollar su poder imperialista en el mundo y a largo plazo, amenazando directamente la preeminencia norteamericana.
Este ascenso de China está provocando una desestabilización general de las relaciones entre potencias, que ya han entrado en un grave momento estratégico en el que la potencia dominante, Estados Unidos, intenta contener y se compromete a romper el ascenso de la potencia china que la amenaza. La respuesta estadounidense iniciada por Obama -recuperada y amplificada por Trump por otros medios- representa un punto de inflexión en la política estadounidense. La defensa de sus intereses como Estado nacional sigue ahora a la del cada uno a la suya, que domina las relaciones imperialistas: Estados Unidos pasa de ser el gendarme del orden mundial a ser el agente principal del cada uno a la suya y del caos y cuestiona el orden mundial que se estableció bajo sus auspicios desde 1945.
Esta "batalla estratégica por el nuevo orden mundial entre Estados Unidos y China", que se libra en todas las áreas a la vez, aumenta aún más la incertidumbre y la imprevisibilidad ya arraigadas en una situación de descomposición particularmente compleja, inestable y cambiante: este gran conflicto obliga a todos los Estados a reconsiderar sus opciones imperialistas en evolución.
11) Las etapas del ascenso de China son inseparables de la historia de los bloques imperialistas y de su desaparición en 1989: la posición de la izquierda comunista que afirmaba la "imposibilidad de cualquier emergencia de nuevas naciones industrializadas" en el período de decadencia y la condena de los Estados "que no lograron su "despegue industrial" antes de la Primera Guerra Mundial para estancarse en el subdesarrollo, o para superar un atraso crónico en comparación con las potencias dominantes" era perfectamente válida en el período de 1914 a 1989. Fue la camisa de fuerza de la organización del mundo en dos bloques imperialistas opuestos (permanentes entre 1945 y 1989) en preparación para la guerra mundial lo que impidió cualquier ruptura de la jerarquía entre las potencias. El ascenso de China comenzó con la ayuda estadounidense que recompensó su cambio imperialista a los Estados Unidos en 1972. Continuó de manera decisiva después de la desaparición de los bloques en 1989. China parece ser el principal beneficiario de la "globalización" tras su adhesión a la OMC en 2001, cuando se convirtió en el taller mundial y en el receptor de las deslocalizaciones e inversiones occidentales, convirtiéndose finalmente en la segunda potencia económica del mundo. Fueron necesarias las circunstancias sin precedentes del período histórico de descomposición para permitir el ascenso de China, sin las cuales no habría ocurrido.
El poder de China soporta todos los estigmas del capitalismo terminal: se basa en la sobreexplotación de la fuerza de trabajo proletaria, el desarrollo desenfrenado de la economía de guerra del programa nacional de "fusión militar-civil" y va acompañado de la destrucción catastrófica del medio ambiente, mientras que la "cohesión nacional" se basa en el control policial de las masas sometidas a la educación política del Partido Único y en la feroz represión de las poblaciones alófonas del Xinjiang y el Tíbet musulmanes. De hecho, China es sólo una metástasis gigantesca del cáncer militarista generalizado de todo el sistema capitalista: su producción militar se está desarrollando a un ritmo frenético, su presupuesto de defensa se ha multiplicado por seis en 20 años y ocupa el segundo lugar en el mundo desde 2010.
12) El establecimiento de las "nuevas rutas de la seda" y el progreso gradual, persistente y a largo plazo de China (el establecimiento de acuerdos económicos o asociaciones interestatales en todo el mundo -con Italia, la toma del puerto de Atenas en el Mediterráneo- hacia América Latina; la creación de una base militar en Djibouti -la puerta de entrada a su creciente influencia en el continente africano-- afectan a todos los Estados y perturban los "equilibrios" existentes.
En Asia, China ya ha cambiado el equilibrio de las fuerzas imperialistas en detrimento de Estados Unidos. Sin embargo, no es posible llenar automáticamente el "vacío" dejado por el declive de la dirección norteamericana por el efecto mismo de que el cada uno para sí imperialista y la desconfianza que su poder inspira. Las tensiones imperialistas significativas cristalizan en particular con:
La hostilidad de estos dos Estados hacia China está impulsando su convergencia, así como su acercamiento a Estados Unidos. Estos últimos han lanzado una alianza cuatripartita Japón-Estados Unidos-Australia-India que proporciona un marco para el acercamiento diplomático entre los distintos Estados que se oponen al ascenso de China, pero también un acercamiento militar.
En esta fase de "recuperación" del poder norteamericano, China ésta intenta ocultar sus ambiciones hegemónicas para evitar la confrontación directa con su rival, lo que perjudica sus planes a largo plazo, mientras que Estados Unidos toma ahora la iniciativa de bloquearlo y reorientar la mayor parte de su atención imperialista hacia la zona indo -pacífica.
13) A pesar del populismo de Trump, a pesar de los desacuerdos dentro de la burguesía norteamericana sobre cómo defender su liderazgo y sus divisiones, particularmente en lo que se refiere a Rusia, la administración Trump adopta una política imperialista en continuidad y coherencia con los intereses imperialistas fundamentales del estado norteamericano, lo cual es generalmente aceptado entre los sectores mayoritarios de la burguesía norteamericana: defender el rango de los Estados Unidos como indiscutible primera potencia mundial .
Ante el desafío chino, Estados Unidos está experimentando una importante transformación de su estrategia imperialista mundial. Este cambio se basa en la observación de que el marco de la "globalización" no ha garantizado la posición de Estados Unidos, sino que incluso la ha debilitado. La formalización por parte de la administración Trump del principio de defender sólo sus intereses como Estado nacional y la imposición de relaciones de fuerza rentables a Estados Unidos como base principal para las relaciones con otros Estados, confirma y extrae implicaciones del fracaso de la política de los últimos 25 años de lucha contra el cada uno a la suya en tanto que gendarme mundial y la defensa del orden mundial heredado de 1945, para prevalecer sobre cualquier otro principio.
El cambio de rumbo en los Estados Unidos se refleja en:
El comportamiento vandálico de un Trump que puede denunciar los compromisos internacionales estadounidenses de la noche a la mañana, desafiando las reglas establecidas, representa un nuevo y poderoso factor de incertidumbre e impulso para el “cada uno por sí mismo”. Es una indicación más de la nueva etapa que el sistema capitalista está tomando en el hundimiento en la barbarie y el abismo del militarismo extremo.
14) El cambio en la estrategia norteamericana se nota en algunos de los principales teatros imperialistas:
Washington, sin embargo, claramente está infligiendo un revés a China, que había hecho de Venezuela un aliado político escogido para expandir su influencia y ha demostrado ser impotente para oponerse a la presión estadounidense. No es imposible que esta ofensiva norteamericana de reconquista imperialista de su patio trasero latinoamericano pueda inaugurar una ofensiva más sistemática contra China en otros continentes. Por el momento, plantea la posibilidad de que Venezuela se sumerja en el caos de un enfrentamiento a muerte y sin salida entre facciones burguesas, así como una aguda desestabilización de toda la zona sudamericana.
15) El actual fortalecimiento general de las tensiones imperialistas se refleja en el relanzamiento de la carrera armamentista y la supremacía tecnológica militar, no sólo allí donde las tensiones son más evidentes (en Asia y Oriente Medio), sino para todos los Estados, dirigidos por las grandes potencias. Todo indica que se avecina una nueva etapa en los enfrentamientos Inter imperialistas y que el sistema se hunde en la barbarie de la guerra.
En este contexto, la Unión Europea, debido a esta situación imperialista, seguirá enfrentándose a la tendencia a la fragmentación, como se destaca en el informe de junio de 2018 sobre las tensiones imperialistas. (Revista Internacional No. 161)
16) En el frente económico, desde principios de 2018, la situación del capitalismo ha estado marcada por una fuerte desaceleración del crecimiento mundial (del 4% en 2017 al 3,3% en 2019), que la burguesía predice que será estable y empeorará en 2019-20. Esta desaceleración resultó ser más rápida de lo previsto en 2018, ya que el FMI tuvo que reducir sus previsiones para los próximos dos años y está afectando simultáneamente a prácticamente todos los sectores del capitalismo: China, Estados Unidos y la zona euro. En 2019, el 70% de la economía mundial se ralentiza, sobre todo en los países "avanzados" (Alemania, Reino Unido). Algunos de los países emergentes ya se encuentran en recesión (Brasil, Argentina, Turquía), mientras que China, que viene desacelerando desde 2017 y se espera que crezca un 6,2% en 2019, está experimentando sus cifras de crecimiento más bajas en 30 años.
El valor de la mayoría de las monedas de los mercados emergentes se ha debilitado, a veces bruscamente, como en Argentina y Turquía. A finales de 2018, el comercio mundial registró un crecimiento cero, mientras que Wall Street experimentó en 2018 las mayores "correcciones" bursátiles en los últimos 10 años. La mayoría de los indicadores parpadean y apuntan a la perspectiva de una nueva caída de la economía capitalista.
17) La clase capitalista no tiene futuro que ofrecer, su sistema ha sido condenado por la historia. Desde la crisis de 1929, la primera gran crisis de la era decadente del capitalismo, la burguesía no ha dejado de sofisticar la intervención del Estado para ejercer un control general sobre la economía. Cada vez más confrontado con la creciente estrechez de los mercados extra capitalistas, cada vez más amenazados por la sobreproducción generalizada, "el capitalismo se ha mantenido vivo gracias a la intervención consciente de la burguesía, que ya no puede permitirse el lujo de depender de la mano invisible del mercado. Es cierto que las soluciones también se convierten en parte del problema:
Desde los años setenta, estos problemas han dado lugar a diferentes políticas económicas, alternando entre el "keynesianismo" y el "neoliberalismo", pero como ninguna política puede abordar las causas reales de la crisis, ningún enfoque puede lograr la solución final. Lo que es notable es la determinación de la burguesía de mantener su economía en movimiento a toda costa y su capacidad para frenar la tendencia al colapso a través de una deuda gigantesca. "(Resolución sobre la situación internacional del XVI Congreso[6])
Producto de las contradicciones de la decadencia y del impasse histórico del sistema capitalista, el capitalismo de Estado implementado a nivel de cada capital nacional no obedece, sin embargo, al estricto determinismo económico; por el contrario, su acción, esencialmente de naturaleza política, integra y combina simultáneamente en su organización y opciones los planes económicos, sociales (cómo enfrentar a su enemigo de clase según la relación de fuerzas entre las clases) e imperialistas (la necesidad de mantener un enorme sector armamentístico en el centro de cualquier actividad económica) para preservar y defender el sistema operativo burgués en todos los niveles vitales. Así, el capitalismo de Estado ha experimentado diferentes fases y modalidades organizativas en la historia de la decadencia.
18) En los años ochenta, bajo el impulso de las grandes potencias económicas, se inauguró una nueva etapa: la de la "globalización". En una primera etapa, tomó la forma de la Reaganomics, seguida rápidamente por una segunda, que aprovechó la situación histórica sin precedentes de la caída del bloque oriental para ampliar y profundizar una vasta reorganización de la producción capitalista a escala mundial entre 1990 y 2008.
El mantenimiento de la cooperación entre los Estados, utilizando en particular las viejas estructuras del bloque occidental, y el mantenimiento de un cierto orden en los intercambios comerciales, fueron medios para hacer frente al agravamiento de la crisis (recesiones de 1987 y 1991-1993), pero también a los primeros efectos de la descomposición, que, en el ámbito económico, podrían así mitigarse en gran medida.
Siguiendo el modelo de referencia de la UE de eliminar las barreras arancelarias entre los Estados miembros, la integración de muchas ramas de la producción mundial se ha visto reforzada por el desarrollo de cadenas de producción funcionando a escala mundial. Al combinar la logística, la tecnología de la información y las telecomunicaciones, permitiendo economías de escala, una mayor explotación de la fuerza de trabajo del proletariado (a través del aumento de la productividad, la competencia internacional, la libre circulación de la mano de obra para imponer salarios más bajos), la sumisión de la producción a la lógica financiera de la máxima rentabilidad, el comercio mundial ha seguido aumentando, aunque menos, estimulando la economía mundial, por un "segundo aliento" que extiende la existencia del sistema capitalista.
19) La crisis de 2007-2009 marcó un paso adelante en el hundimiento del sistema capitalista en su crisis irreversible: después de cuatro décadas de recurrir al crédito y a la deuda para contrarrestar la creciente tendencia a la sobreproducción, marcada por recesiones cada vez más profundas y recuperaciones cada vez más limitadas, la recesión de 2009 fue la más significativa desde la Gran Depresión. Fue la intervención masiva de los Estados y sus bancos centrales lo que salvó al sistema bancario de la bancarrota total a través de una enorme deuda pública al comprar deudas que ya no podían ser pagadas.
El capital chino, también gravemente afectado por la crisis, ha desempeñado un papel importante en la estabilización de la economía mundial mediante la aplicación de paquetes de estímulo en 2009, 2015 y 2019 basados en una deuda pública masiva.
No sólo no se han resuelto o superado las causas de la crisis 2007-2011, sino que la gravedad y las contradicciones de la crisis han aumentado: ahora son los propios Estados los que se enfrentan a la aplastante carga de su deuda (la "deuda soberana"), lo que afecta aún más a su capacidad de intervención para reactivar sus respectivas economías nacionales. "La deuda ha sido una forma de compensar la insuficiencia de los mercados solventes, pero no puede aumentar indefinidamente, como ha puesto de relieve la crisis financiera desde 2007. Sin embargo, todas las medidas que se pueden tomar para limitar la deuda vuelven a poner al capitalismo frente a su crisis de sobreproducción, y esto en un contexto económico internacional que limita cada vez más su margen de maniobra. "(Resolución sobre la situación internacional 20° Congreso)[7]
20) El desarrollo actual de la crisis provoca crecientes perturbaciones en la organización de la producción en una vasta construcción multilateral a nivel internacional unificada por reglas comunes y muestra los límites de la "globalización": la creciente necesidad de unidad (que nunca ha significado otra cosa que la imposición de la ley del más fuerte sobre el más débil) debido al entrelazamiento "transnacional" de una producción muy segmentada país por país (se trata de unidades divididas fundamentalmente por la competencia en las que se diseña cualquier producto aquí, allí y con la ayuda de elementos producidos en otras partes) se enfrenta a la naturaleza nacional de cada capital, a los límites mismos del capitalismo, irremediablemente dividido en naciones rivales y en competencia, al grado máximo de unidad que es imposible de superar para el mundo burgués. La profundización de la crisis (así como las exigencias de la rivalidad imperialista) está poniendo a prueba las instituciones y mecanismos multilaterales.
Este hecho queda ilustrado por la actitud actual de las dos principales potencias que compiten por la hegemonía mundial:
21) La influencia de la descomposición es un factor desestabilizador adicional. En particular, el desarrollo del populismo agrava aún más el deterioro de la situación económica al introducir un factor de incertidumbre e imprevisibilidad frente al torbellino de la crisis. La llegada al poder de gobiernos populistas con programas poco realistas para el capital nacional, que debilitan el funcionamiento de la economía y el comercio mundiales, siembra el desorden y aumenta el riesgo de debilitar los medios impuestos por el capitalismo desde 1945 para evitar cualquier repliegue autárquico en el marco nacional que fomente el contagio incontrolado de la crisis económica. El desorden de Brexit y la espinosa salida de Gran Bretaña de la UE son otro ejemplo: la incapacidad de los partidos de la clase dominante británica para decidir sobre las condiciones de separación y la naturaleza de las futuras relaciones con la Unión Europea, las incertidumbres que rodean el "restablecimiento" de las fronteras, en particular entre Irlanda del Norte y la República de Irlanda, el futuro incierto de la Escocia pro -europea que amenaza con separarse del Reino Unido, afectan a la economía inglesa (debilitando el valor de la libra), así como al del antiguo socio de la UE, privado de la visibilidad a largo plazo y de la estabilidad reglamentaria esenciales para el desarrollo de los negocios.
Los desacuerdos sobre la política económica en Gran Bretaña, Estados Unidos y otros lugares muestran la existencia de crecientes divisiones en la política económica, no sólo entre naciones rivales sino también dentro de cada burguesía nacional entre "multilateralistas" y "unilateralistas" e incluso dentro de cada uno de estos enfoques (por ejemplo, entre Brexiters "blandos" y "duros" en el Reino Unido). No sólo ya no existe un consenso mínimo sobre la política económica, ni siquiera entre los países del antiguo bloque occidental, sino que esta cuestión es cada vez más polémica en el seno de las propias burguesías nacionales.
22) La acumulación actual de todas estas contradicciones en el contexto actual del avance de la crisis económica, así como la fragilidad del sistema monetario y financiero y el endeudamiento internacional masivo de los Estados después de 2008, abren un período de graves convulsiones por venir y colocan una vez más al sistema capitalista ante la perspectiva de una nueva caída. Sin embargo, no hay que olvidar que el capitalismo no ha agotado definitivamente ningún recurso para acompañar el hundimiento de la crisis y evitar situaciones incontroladas, sobre todo en los países centrales. El sobreendeudamiento de los Estados, cuyo servicio de la deuda, al que debe asignarse una parte cada vez mayor de la riqueza nacional producida, afecta en gran medida a los presupuestos nacionales y reduce gravemente su margen de maniobra frente a la crisis. Sin embargo, es seguro que esta situación no conducirá a:
23) En cuanto al proletariado, estas nuevas convulsiones sólo pueden dar como resultado ataques aún más graves contra sus condiciones de vida y de trabajo a todos los niveles y en todo el mundo, en particular:
Sin embargo, aunque la burguesía de todos los países se ve cada vez más obligada a intensificar sus ataques contra la clase obrera, su margen de maniobra política está lejos de agotarse. Podemos estar seguros de que hará todo lo posible para evitar que el proletariado responda en su propio terreno de clase contra el creciente deterioro de sus condiciones de vida impuesto por las convulsiones de la economía mundial.
Mayo de 2019
[1] "TESIS SOBRE LA DESCOMPOSICION [11]".
[2][2] Para intentar comprender las razones de este rechazo y sus consecuencias ver Las raíces marxistas de la noción de descomposición https://es.internationalism.org/revista-internacional/200404/167/entender-la-descomposicion-i-las-raices-marxistas-de-la-nocion-de-d [30]
[3] https://es.internationalism.org/revista-internacional/200712/2114/tras-el-hundimiento-del-bloque-del-este-inestabilidad-y-caos [31]
[4] https://es.internationalism.org/revista-internacional/201410/4046/militarismo-y-descomposicion [32]
[5] https://es.internationalism.org/content/4350/analisis-de-la-evolucion-reciente-de-las-tensiones-imperialistas [33]
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En el marco de un análisis del impacto de la descomposición en la vida de la burguesía, este informe se centra más particularmente en las dificultades a las que ha de hacer frente la burguesía con el surgimiento de las corrientes populistas, así como la forma en que ella trata de reaccionar. No se centrará, pues, en la historia del populismo ni en cuestiones más generales como la relación entre populismo y violencia.
Desde 2007, la CCI no ha discutido un informe sobre la vida política de la burguesía. Sin embargo, el informe sobre la descomposición que se presentó al XXII Congreso de la CCI - aunque débilmente discutido en el mismo – actualiza y completa las líneas principales de las tesis sobre la descomposición, sitúa el fenómeno del populismo en este contexto, y proporciona el marco de referencia para analizar e interpretar los altibajos que caracterizan la vida política de la burguesía actual. Las ideas principales de ese informe son las siguientes:
- El capitalismo decadente ha entrado "en una fase específica -la fase última- de su historia, en la que la descomposición se convierte en un factor, si no en el factor, decisivo para la evolución de la sociedad" (del mencionado Informe sobre la descomposición). Junto con la crisis de los refugiados y el desarrollo del terrorismo, el populismo es una de sus expresiones más llamativas. Este proceso de descomposición de la sociedad es irreversible.
- El ascenso del populismo "no es el resultado de una voluntad política deliberada por parte de los sectores dominantes de la burguesía". Por el contrario, es una confirmación de la tendencia hacia "una creciente pérdida de control de la clase dominante sobre su aparato político" (Idem).
- Su causa determinante es "la incapacidad del proletariado para plantear su propia respuesta, su propia alternativa a la crisis del capitalismo. En esta situación de vacío, y en cierto modo, de pérdida de confianza en las instituciones oficiales de la sociedad que ya no son capaces de protegerla, de pérdida de confianza en el futuro, se hace cada vez más fuerte la tendencia a mirar hacia el pasado, a buscar chivos expiatorios responsables del desastre” (Idem).
- Comporta "un elemento común que está presente en la mayoría de los países más avanzados: la profunda pérdida de confianza en las "élites" (...) debido a su incapacidad para restablecer la salud de la economía y frenar un aumento constante del desempleo o de la pobreza". Esta revuelta contra los dirigentes políticos "(...) no puede en modo alguno conducir a una perspectiva alternativa al capitalismo" (Idem.).
- “La reacción populista pretende sustituir la hipócrita pseudo- igualdad existente por un sistema ‘franco’ y descarado de discriminación legal (...) Ante la falta de perspectiva de un crecimiento a largo plazo de la economía nacional, las condiciones de vida de las poblaciones autóctonas únicamente podrían preservarse discriminando a todos los demás” (Resolución sobre la situación internacional del 22º Congreso de la CCI).
Desde 2017 y un XXII Congreso internacional que ya se vio confrontado al voto favorable al Brexit y a la elección de Trump como presidente de Estados Unidos, hemos visto como el impacto del populismo se ha hecho cada vez más evidente en todos los aspectos de la situación internacional: se ha puesto de relieve ampliamente en el caso de las tensiones imperialistas y en la lucha del proletariado. También está adquiriendo cada vez más importancia en la economía. Y, finalmente, adquiere una gran relevancia en lo tocante al aparato político de la burguesía. Los acontecimientos de los últimos dos años confirman de manera espectacular "este aspecto que identificamos hace 25 años: la tendencia a una creciente pérdida de control de su aparato político por parte de la clase dominante" (Informe sobre la descomposición).
Esta pérdida de control se ha traducido en una expansión fulgurante del fenómeno en los últimos años, acentuando una auténtica marea populista: según un estudio del diario "The Guardian", que abarca los últimos veinte años, los partidos populistas han triplicado el número de votos a su favor en Europa (del 7% al 25%). En una decena de países, estos partidos participan en la mayoría gubernamental o parlamentaria: Polonia, Hungría, República Checa, Eslovaquia, Bulgaria, Austria, Dinamarca, Noruega, Suiza e Italia. El estudio señala dos momentos de intensificación de esta expansión: la crisis financiera de 2008 y la oleada de refugiados en 2015. La exacerbación de otros fenómenos que caracterizan la descomposición, tales como el terrorismo, o el “cada uno a la suya” atizan sus llamas y estimulan la expansión del populismo a todos los aspectos de la sociedad capitalista. Por último, la llegada al poder, en la principal potencia imperialista, de un presidente populista ha intensificado aún más la potencia de esta marejada, como puede verse en hechos recientes: la formación de un gobierno compuesto únicamente por grupos populistas en Italia, un aparato político que se hunde en la confusión en Gran Bretaña, una fuerte presión de las fuerzas populistas sobre la política de Merkel en Alemania, la victoria de Jair Bolsonaro en Brasil, el movimiento de los "Chalecos Amarillos" en Francia, el surgimiento de un partido populista nacionalista ("Vox") en España, etc...
Las expresiones del populismo están causando sobresaltos cada vez más incontrolables en los aparatos políticos de las distintas burguesías. Las siguientes secciones del informe muestran que son un factor importante en los países industrializados, y que también tienen un impacto, a través de manifestaciones similares, en una serie de países "emergentes".
La crisis de la burguesía norteamericana no nació de la elección de Trump. Ya en el informe de 2007 explicábamos las razones de la crisis de esta burguesía: "Esta situación objetiva – o sea la ausencia de estrategia a largo plazo para la potencia dominante que se mantiene - es la que ha hecho posible la elección y la reelección de un régimen talmente corrupto encabezado por un presidente tan piadoso como estúpido [Bush junior]. (...), la administración Bush no es más que un reflejo del callejón sin salida del imperialismo estadounidense" (El impacto de la descomposición en la vida de la burguesía, informe no publicado del XVII Congreso de la CCI). Pero la elección de un presidente populista de decisiones impredecibles no sólo ha sacado a la luz la crisis de la burguesía norteamericana, sino que, sobre todo, ha puesto de manifiesto la creciente inestabilidad de su aparato político y la exacerbación de las tensiones internas.
Viéndose incapaces de abortar su elección, las fracciones más responsables intentaron por todos los medios limitar estos estragos a través de diferentes vías:
- maniobrando para destituirlo, pero los mecanismos del “impeachment” parecen estar agotándose;
- colocar en el equipo presidencial a hombres de confianza (de Mc Master a Kelly, pasando por Tillerson), pero han sido paulatinamente laminados (el último, "Mad Dog” – Perro Loco" -Mattis, acaba de dimitir);
- tratando de imponerle un control político por parte de los diputados republicanos, pero al final ha sido Trump quién ha vampirizado al Partido Republicano;
- buscando desarrollar en el Partido Demócrata una alternativa frente a Trump, pero esto ha fracasado hasta ahora. Al final, la reelección de Trump para un segundo mandato parece cada vez más probable.
Es más, la confusa y caprichosa política de Trump pone de relieve la perplejidad y las divisiones que existen en el seno de la burguesía estadounidense en cuanto a qué políticas económicas e imperialistas habría que poner en marcha para mantener su supremacía sobre todo el planeta. Más allá de la visión cambiante y mercantil de Trump, el paso del multilateralismo al bilateralismo revela la existencia de auténticas tensiones en el seno de esa burguesía: la dominación del imperialismo norteamericano siempre se ha presentado detrás de una pantalla moral: la defensa de la democracia y del mundo libre, la defensa de los derechos humanos (Clinton, Obama), la lucha contra el mal (Bush), y encabezando siempre una amplia coalición de Estados. Pero ante las dificultades para mantenerse como el gendarme mundial, Trump ha roto abiertamente con la hipocresía del multilateralismo, imponiendo en cambio la relación de fuerzas bilateral, aún con sus amigos (Gran Bretaña) y aliados (Alemania). Su razonamiento es que Estados Unidos sólo puede mantener su supremacía global si mejora su situación económica, y esto requiere chantajear a sus competidores mediante su abrumadora supremacía militar. Su antiguo asesor de seguridad nacional, el general Mc Master, lo explica bien en el Wall Street Journal: “tiene la visión clarividente de que el mundo no es una ‘comunidad global’, sino un campo de juego en que las naciones, los agentes no gubernamentales y los actores económicos se implican y luchan por obtener ventajas. (…). En lugar de negar esta naturaleza elemental de las relaciones internacionales, la asumimos" (30.05.2017). En este sentido, la irracionalidad de Trump no radica en la falta de orientación de su política, sino en su propia orientación, que sitúa al líder del capitalismo mundial en la vanguardia del “cada uno a la suya” y el caos.
La imprevisibilidad de Trump hacia Rusia revela hasta qué punto estas tensiones cristalizan en torno a la actitud hacia el antiguo líder del bloque opositor, que para gran parte de la burguesía norteamericana sigue siendo el enemigo del "mundo libre", pero, sin embargo, un aliado potencial contra China (y contra Alemania). Si bien la mayoría de las fracciones burguesas parecen oponerse a un acercamiento a Putin, Trump alterna constantemente calor y frío sobre estas relaciones:
- conversaciones amistosas con Putin en Helsinki durante julio 2018, con Trump, rompiendo abiertamente el bloqueo de la OTAN a Rusia tras la agresión contra Ucrania, y diciendo que harían juntos "grandes cosas en el mundo",
- y luego, en octubre, Trump decide retirarse del acuerdo sobre la no proliferación de armas nucleares pues Rusia no se atiene a él.
Nuestra Contribución sobre el problema del populismo [38] (Revista Internacional nº 157) planteaba como hipótesis que la burguesía podría emplear tres tipos de estrategias frente a la oleada populista: primero, la oposición frontal jugando la carta antipopulista; segundo, hacer que los partidos tradicionales asumieran elementos de la política populista y, por último, tercero, revitalizar e incluso reavivar la oposición de derecha/izquierda. ¿En qué medida se han aplicado estas estrategias y cuáles son sus consecuencias?
En Francia, la política antipopulista de la burguesía logró inicialmente contrarrestar a Marine Le Pen, sacándose del sombrero un “nuevo hombre”, Macron y su movimiento "La France en Marche", que, según la campaña mediática, no estaban vinculados a los partidos tradicionales. Pero Macron se vio inmediatamente obligado a implementar una política orientada a la globalización, en un momento en que el proteccionismo de Trump estaba redistribuyendo cartas, y sobre todo, que para llevarlo a cabo tuvo que lanzar ataques masivos contra la clase obrera.
Las consecuencias no tardaron en llegar: Macron se enfrenta ahora a una caída vertiginosa de la popularidad y a la revuelta de los "chalecos amarillos"[1], que, indudablemente, beneficiarán ampliamente a las corrientes populistas, sobre todo porque Macron todavía no tiene una estructura política suficientemente sólida y fiable (un partido bien estructurado). Sin embargo, para la burguesía, que hundió en las elecciones de 2017 a sus partidos tradicionales (agonizantes y prisioneros de múltiples querellas internas), Macron sigue siendo, pese a su fragilidad, la principal fuerza política en Francia capaz de limitar el peso del RN (populista).
En Alemania, Merkel se ha perfilado desde el primer momento como la campeona del antipopulismo (recordemos el "Wir schaffen das" una especie de “Sí se puede”), pero esto ha impulsado la ola populista de modo que la burguesía alemana se enfrenta ahora al AfD, que se ha convertido en el segundo partido político del país. En consecuencia, tuvo que reconstituir tras las últimas elecciones la Gran Coalición, cuando ésta ya había quedado ampliamente desacreditada en las elecciones generales. Los resultados de los comicios en los Länder de Baviera y Sajonia confirman la derrota electoral de la CDU/ CSU y el colapso del SPD. La situación es compleja y la renuncia de Merkel a la presidencia de la CDU (y por lo tanto a un puesto futuro de canciller) anuncia una fase de incertidumbre e inestabilidad para la burguesía dominante en Europa.
El aparato político de la burguesía alemana se ve enfrentado a sobresaltos, mientras ésta se ve presionada en el seno mismo de la UE por un lado por los países centroeuropeos que rechazan su política hacia los refugiados, pero también por el papel de economías subordinadas, subcontratadas que Alemania les impone; y, por otro lado, por los países del sur de Europa (Grecia, Italia) que rechazan su política económica. Al mismo tiempo se encuentra en el punto de mira de la administración Trump, que quiere imponer impuestos de importación sobre sus coches y maquinaria.
La burguesía británica intentó canalizar las desastrosas consecuencias del referéndum sobre la salida de la UE haciendo que uno de sus principales partidos tradicionales, el Partido Conservador, asumiera la opción Brexit. Pero lejos de estabilizar la situación, las sacudidas en el sistema político británico no han cesado desde entonces, y aumentan en cambio la inestabilidad y la incertidumbre sobre las diferentes opciones:
- las continuas vacilaciones y contorsiones del gobierno May para: (a) llevar a cabo una política coherente con la implementación del Brexit y, (b) conseguir un acuerdo claro con la UE; están empujando a ésta a adoptar medidas de salvaguardia frente a lo que los funcionarios europeos llaman ya un "Estado fallido";
- el consenso en el seno del gobierno británico, lejos de tender a un apaciguamiento de las contradicciones, va más hacia su exacerbación (con dimisiones regulares de ministros que no están de acuerdo con la política seguida), pero especialmente en el seno del Partido Conservador, que corre el riesgo de un estallido, por lo que es improbable que el Parlamento británico ratifique incluso el acuerdo impreciso y general pactado por May y la UE. Del mismo modo también existen divisiones reales dentro del Partido Laborista entre un Corbyn bastante proclive al Brexit y un buen número de diputados pro europeos[2];
- la inestabilidad es profunda y más que nunca, cada vez más políticos británicos se asemejan a "talibanes políticos", según la fórmula empleada por un diplomático europeo. En los últimos meses, se ha visto un auge de las opciones populistas más radicales, que sueñan con un “renacimiento de Albion", no sólo fuera de los partidos tradicionales (Nigel Farrage), sino sobre todo en el seno mismo del Partido Conservador (y sus "pesos pesados" Boris Johnson, Michael Gove, Jacob Rees-Mog, Steven Baker).
Un escenario no previsto por la mencionada contribución sobre el populismo es la constitución de un gobierno compuesto exclusivamente por partidos populistas. Durante años los partidos populistas han formado parte de coaliciones de gobierno en algunos países y, en varios de los del antiguo bloque oriental, como Hungría o Polonia, han llegado a situarse en la cabeza del Estado. Hoy, sin embargo, es la cuarta economía de la UE, Italia, la que, en el contexto de una situación económica y social muy difícil (caída de un 10% del Producto Interior Bruto a precios constantes, entre 2008 y 2017), está asistiendo a la emergencia de un gobierno compuesto exclusivamente por partidos populistas (la Lega y el M5S). Este Gobierno combina una política identitaria y xenófoba con una política de defensa social para los italianos:
- subsidio de ciudadanía, con un coste de 9.000 millones de euros,
- reforma de las pensiones para adelantar la edad de jubilación de 67 a 62 años (presupuesto suplementario de 7.000 millones de euros),
- adopción del "Decreto dignidad" que reduce de 3 años a 2, la renovación de los contratos temporales,
- reducción de impuestos a trabajadores autónomos y las PYME,
- obligación para las empresas que hayan recibido ayudas públicas de reembolsarlas si, en un plazo de cinco años a partir de su obtención, transfieren sus actividades a otro país.
Los efectos de esta política populista italiana sobre la estabilidad de la UE son incalculables en el futuro: en cuanto a la política de refugiados, su línea dura (atacando a las ONG en particular) choca con otros países europeos, en particular Francia y España. Desde el punto de vista presupuestario, el Gobierno italiano rechaza los deberes impuestos por la Comisión Europea (el déficit presupuestario es del 2,4% del PIB en lugar del 0,8% previsto por el Gobierno anterior, en total contradicción con las normas presupuestarias europeas) y, en cambio, desea aplicar una política de protección social para el "pueblo italiano", que se opone frontalmente al rigor presupuestario preconizado por Alemania. Pero una nueva crisis monetaria en torno a Italia pondría en cuestión la existencia de la unión monetaria y de la eurozona. Italia lo sabe, lo que le permite chantajear. Además, el déficit presupuestario incrementa la deuda italiana, lo que reduce su calificación en las agencias, lo que llevará a los inversores institucionales a deshacerse de los fondos italianos.
El impacto social de la política de la coalición populista también debe ser seguido cuidadosamente. Las medidas sociales anunciadas están muy por debajo de las promesas de los populistas, en particular el M5S (los 9 mil millones de euros de la renta de ciudadanía son casi la mitad de los 17 mil previstos). Además, el Gobierno italiano ha acordado, por presiones de la UE, posponer algunas de estas medidas y limitar su impacto presupuestario. Por otra parte, el gobierno populista no ha derogado la "Ley de Empleo", elaborada por el gobierno de Renzi, que liberalizó el mercado laboral italiano y extendió la precariedad. En consecuencia, muchas de las medidas anunciadas tendrán un efecto contrario al anunciado. Así, el "Decreto dignidad" reduce teóricamente las posibilidades de utilizar contratos temporales repetidos, pero en virtud de la "Ley del empleo", la tendencia será hacia la no renovación de los contratos y, por tanto, hacia un aumento de la precariedad. Además, la renta de ciudadanía supone un aumento de presión sobre los desempleados (que la pierden si rechazan tres ofertas de trabajo) y el control de los gastos (los ingresos se acreditarán a una tarjeta de uso controlado). Por último, la jubilación a los 62 años sólo será accesible a quienes hayan cotizado 38 años.
La tercera estrategia prevista, es decir la reanudación de la oposición entre derecha e izquierda para cortar la hierba bajo los pies del populismo, no parece estar siendo realmente aplicada por la burguesía. Por el contrario, los últimos años se han caracterizado por una tendencia irreversible hacia el declive de los partidos socialistas.
Esta cuestión de la crisis de los partidos socialdemócratas se refiere a la cuestión del papel de los partidos de izquierda que ya tratamos en el citado informe sobre la vida de la burguesía del XVII Congreso de la CCI (El impacto de la descomposición en la vida de la burguesía). Después de haber jugado un papel esencial para frenar la ola de luchas obreras de los años setenta y ochenta (izquierda en el gobierno, izquierda en la oposición), estos partidos han estado disponibles para otras tareas ya que, como señala el informe, desde principios de los noventa, la cuestión social no es ya el factor decisivo para la formación de los gobiernos: "(...) hay otro factor que cada vez es más importante, que se está convirtiendo en un factor verdaderamente decisivo en la vida política de la burguesía en general y en la elección de los equipos de gobierno en particular: la descomposición de la sociedad burguesa, que en los últimos años ha avanzado indiscutiblemente" (El impacto de la descomposición en la vida de la burguesía). En efecto, en la última década del siglo XX y en la primera década del XXI, los partidos socialistas o socialdemócratas se implicaron en primera línea para contrarrestar los primeros efectos de la descomposición sobre el aparato político de la burguesía (con Blair, Schröder, Zapatero, Hollande).
En consecuencia, están sufriendo la erosión, no sólo la que afecta a los principales partidos democráticos de los "gloriosos 30" como también le sucede a la democracia cristiana (en Italia, Holanda, Bélgica e incluso Alemania), sino que resultan además especialmente identificados con el sistema político en bancarrota. La tendencia a su declive parece, por tanto, irreversible: el Partido Socialista ha desaparecido en Italia, está amenazado de extinción en Francia, Holanda o Grecia, está en profunda crisis en Alemania, España o Bélgica. Sólo el Partido Laborista en Gran Bretaña parece estar escapando momentáneamente a esta tendencia, aunque no parece que eso se deba a una revitalización por la burguesía de la oposición de derecha/izquierda. Quizás sea porque, ante la laminación del partido conservador por la marejada populista en torno a Brexit, la burguesía apueste por él en caso de una implosión de los conservadores.
En algunos países han surgido nuevas formaciones populares radicales de izquierda de diversa índole: Syriza, Podemos, "La Francia Insumisa", el movimiento de los demócratas socialistas en el seno del Partido Demócrata de los Estados Unidos, que reúne a numerosos jóvenes en torno a la candidatura de Sanders a las elecciones primarias, etc. Las diversas alternativas a la bancarrota de la socialdemocracia, que la burguesía está poniendo en marcha, proporcionan pistas sobre el impacto de la descomposición y el populismo en la clase obrera, sobre el peso de las derrotas sufridas y el nivel de conciencia actual en los distintos países industrializados. En Italia, uno de los países donde la clase obrera estuvo a la vanguardia durante las luchas de 1968 a 1980[3], la "alternativa de izquierda" propuesta es el M5S, un movimiento populista que no se declara ni de derechas ni de izquierdas, y esto pone de manifiesto las dificultades políticas que enfrenta el proletariado italiano. En Alemania, la alternativa no son realmente los antiguos estalinistas de "Die Linke", sino más bien los Verdes, lo que también es indicativo del estado de ánimo de la clase obrera y el debilitamiento del sentido de la identidad de clase. En Francia y España, en cambio, las alternativas reclamadas se sitúan explícitamente en la “izquierda”, dicen hablar en nombre de los obreros, aun cuando no vacilan en preocuparse, si es necesario, por el buen funcionamiento del aparato político burgués (Syriza para implementar en Grecia la austeridad feroz impuesta por la UE; Podemos en España para dar el apoyo necesario para la estabilidad del gobierno central). En este sentido, no pueden ser considerados como partidos populistas de izquierda.
La oleada populista no se limita a los países industrializados de Occidente, sino que también afecta a una serie de países de Europa del Este y de países "emergentes", donde se manifiesta a través de ciertos fenómenos específicos, como es la aparición de los llamados "hombres fuertes de la política”. La desestabilización económica acentuada por la crisis de 2008, por un lado, y los enormes escándalos de corrupción que afectan a los partidos políticos, por otro, están causando resentimiento y exasperación entre la población de toda una serie de países, tales como Polonia, Hungría, Turquía, etc. Estos son recuperados por las fuerzas populistas a través de movimientos reaccionarios que conducen al ascenso de "hombres fuertes", líderes carismáticos como Orban, Kaczyński, Erdogan o Bolsonaro y, desde hace tiempo ya, Putin.
Mientras que en muchos de estos países (así como en Rusia y China), los años 1990 e incluso los comienzos del siglo XXI se caracterizaron por una "apertura democrática", los “líderes fuertes" actuales manifiestan su desprecio por las élites "liberales", el juego político tradicional y una prensa "independiente", y propician en cambio un régimen autoritario nacionalista y soberano, que rechaza a los inmigrantes o a las minorías que podrían alterar la cohesión nacional. "El 26 de julio de 2014, en Rumania, Orban mostró claramente sus colores en un discurso tajante: (...) ‘Consideramos, dijo, que una democracia no tiene que ser necesariamente liberal, y que no porque un Estado deja de ser liberal deja de ser una democracia. (...) Es poco probable que las sociedades que se basan en una democracia liberal puedan mantener su competitividad en las próximas décadas. (…)’. Anunció también un proyecto económico: ‘construir una nación competitiva en la gran concurrencia mundial de las próximas décadas’". (Le Monde Diplomatique, septiembre de 2018: 23). Se trata de la idea de que existen diferentes modelos de democracia, una idea que también se encuentra de alguna manera en el modelo ruso de Putin o en la aplicación del modelo singapurense por parte de China.
La persecución de élites corruptas (desde jueces polacos hasta oligarcas rusos, pasando por los burócratas europeos, los partidarios del movimiento turco Gülen o del PT brasileño) va de la mano con un nacionalismo xenófobo que se focaliza en el rechazo de extranjeros (los refugiados de Oriente Medio o de África, los venezolanos) o de minorías (Erdogan acentúa su discurso anti kurdo, Orban ataca a los gitanos, o Putin a los chechenos).
En apariencia China vive una aparente estabilidad, pero las tensiones políticas no le perdonan, pese al deslumbrante desarrollo económico y militar. Desde finales de los años 1970, abandonó su economía esencialmente autárquica para desarrollar, aplicando los modelos japonés y singapurense, una economía gradualmente integrada en los mercados regionales y luego mundiales. Esta línea política, defendida por Deng Xiaoping, no se llevó a cabo sin fuertes sobresaltos y luchas políticas, como lo ilustran los acontecimientos de Tiananmen primero y más tarde los de 2003, pero se vio acentuada de 2003 a 2013 por la presidencia de Hu Jintao. Esta orientación requería el establecimiento de relaciones pacíficas con los Estados Unidos por lo que en 1992 se firmó un memorando de entendimiento, con concesiones a las demandas estadounidenses en cuanto a aranceles y derechos de propiedad intelectual. Esto se vio acompañado por una ola de democratización en las décadas de 1980 y 1990, con algunas limitaciones tras lo de Tiananmen.
La llegada de Xi Jinping revela una cierta reorientación de la política china que se expresa a nivel político, al igual que otros países, por concentrar el poder en manos de un líder fuerte. Xi que se presenta como un nuevo Mao. Esta reorientación es el resultado de una serie de factores:
- El fulgurante desarrollo económico de China, que va de la mano de una nueva afirmación de su expansión internacional (la "nueva ruta de la seda");
- también supone manifestaciones más explícitas de nacionalismo y a un impresionante desarrollo de su fuerza militar, al mismo tiempo que Estados Unidos está desarrollando una actitud cada vez más agresiva hacia China;
- La transformación espectacular de la economía china que "ha provocado profundas fracturas territoriales y sociales y unos estragos medioambientales importantes. (…). El coeficiente de Gini, que mide afinadamente la dispersión de los ingresos y, por tanto, el grado de desigualdad en las sociedades, ha pasado del 0,16 al comienzo de la transición postmaoísta a un 0’4 como media a finales de los años noventa (0,27 en Suecia, 0,32 en Francia, 0,34 en el Reino Unido y 0,4 en los Estados Unidos)" (Le Monde Diplomatique, diciembre de 2017: 5); y las perspectivas de una reestructuración asociada a un cambio hacia una economía más cualificada están resultando peligrosas.
En este contexto aparecen hoy dos tendencias dentro del Partido: una tendencia económica y una tendencia nacionalista. Con Xi, ésta parece que es la dominante. En el XIX Congreso del PC de China (18.10.17) se ha afirmado que: “Nadie debería esperar que China se trague el sapo, sacrificando sus intereses". Parece, sin embargo, que en el seno del partido hay tensiones entre una fracción que tiende a propiciar concesiones a Estados Unidos (según la concepción de Deng Xiaoping, "esconder sus talentos y esperar su momento") y una fracción partidaria de la línea dura de confrontación con Estados Unidos. Xi parece estar más a favor de ésta y de “reafirmarse en el escenario mundial como el líder de un ‘gran país’ -por usar sus palabras – que trata a América de igual a igual” (Le Monde Diplomatique, octubre de 2018 :4).
Como recordaba el "Informe sobre la descomposición" del XXII Congreso de la CCI, la descomposición, de la que el populismo es una de las expresiones más llamativas, es un factor decisivo en la evolución de la sociedad. Se trata además de un proceso irreversible. Y si bien el populismo no es resultado de una voluntad política deliberada por parte de los sectores dominantes de la burguesía, estos no han sido capaces de evitar que su impacto en su aparato político alcance un nivel tal que se enfrentan a una tendencia creciente a la pérdida de control sobre dicho aparato político, y en el próximo período los sobresaltos impredecibles caracterizarán cada vez más la vida política de la burguesía.
1. Hay que distinguir esta pérdida de control de la burguesía sobre su aparato político, de las diferentes crisis políticas que vivió la clase dominante en los años sesenta y ochenta. Su contexto es radicalmente diferente: antes de los años 90, las crisis políticas de la burguesía estaban ligadas a la incapacidad de hacer frente a la clase obrera o a las consecuencias de las confrontaciones imperialistas (la crisis del canal de Suez en Gran Bretaña y Francia, la crisis argelina en Francia, el Tratado de Maastricht en Francia y Holanda, etc.) y se manejaban dentro del aparato político. La crisis actual se refiere a la pérdida de control por parte de la burguesía de su propio aparato político. Esto ya fue destacado en el último informe sobre la vida de la burguesía (17 Congreso de la CCI en 2007): "La burguesía de los países más desarrollados de Europa, Japón y Estados Unidos, que antes dominaba el arte sutil de la manipulación electoral, se enfrenta ahora a crecientes dificultades para cuajar los resultados deseados” (El impacto de la descomposición en la vida de la burguesía). Las increíbles sacudidas políticas que afectan hoy a las burguesías inglesa, americana y alemana, las tres burguesías que en el pasado demostraron una mayor experiencia en el dominio del juego político, ilustran perfectamente la gravedad del problema.
Los movimientos populistas se forman en torno a temas recurrentes como los refugiados, la seguridad, el resentimiento de quienes han quedado más relegados por la crisis; pero se nutren también de tensiones específicas dentro de las burguesías nacionales: la consternación de la burguesía norteamericana por el declive de su liderazgo mundial, la ambigüedad de la burguesía británica hacia Europa, las divisiones entre las fracciones regionalistas y nacionalistas dentro de la burguesía española o belga, etc.
2. Pero si la acentuación de la presión del populismo está sumiendo en el caos al aparato político tradicional de la burguesía, también es verdad que estos movimientos tienden a beneficiarse hoy en día en varios países -y no sólo en los países de Europa Oriental, sino también en Estados Unidos y Gran Bretaña, por ejemplo- del apoyo de ciertas fracciones de la gran burguesía. Así, en Estados Unidos, no se trata únicamente del apoyo del sector siderúrgico o automotriz a la política proteccionista de Trump, sino también del sector “high tech” que trata de contrarrestar la pujanza de empresas chinas, como Huawei o Alibaba, que amenazan su dominio global. Otros sectores de Silicon Valley pueden estar a favor de un acercamiento a Rusia.
3. El populismo es la política de la calle. De hecho, si los partidos y movimientos populistas generan una energía militante evidente, a diferencia de los partidos tradicionales, es porque estas formaciones ya no respetan los tabúes y, por lo tanto, permiten la expresión de todos los prejuicios.
En consecuencia, las campañas populistas, marcadas por la ira y el resentimiento, denigran el mundo político tradicional y las élites, y buscan también a quien cargar con la culpa de lo que no funciona. Eso conduce, naturalmente, a la estigmatización de grupos e individuos, a una tendencia a su demonización, como puede verse ya y como sucederá con mayor frecuencia en la actualidad política: ataques a centros de acogida de refugiados en Alemania; cartas con polvo sospechoso dirigidas a Trump y a otros miembros de su administración durante la campaña para las elecciones de mitad de mandato en los Estados Unidos, mientras se enviaban paquetes trampa a parlamentarios demócratas, a medios de comunicación (CNN) o a personalidades de élite (Söros); ataque antijudío por parte de un supremacista blanco en Pittsburgh; intento de asesinato del candidato presidencial Bolsonaro en Brasil y, a su vez, amenazas del mismo Bolsonaro y sus partidarios contra el PT y otros movimientos de izquierda; polarización de los "chalecos amarillos" contra la figura de Macron, etc.
4. A diferencia de lo que sucedió en las primeras expresiones del populismo (Haider, Berlusconi, ...) que defendían una política económica ultraliberal, los actuales partidos populistas defienden una política destinada a proteger a la población autóctona ("los italianos primero", "los verdaderos finlandeses", "Eigen volk eerst" - "su propio pueblo primero" – de los populistas flamencos, ...) discriminando abiertamente a los demás. Esto puede implicar proteccionismo económico o promover una forma de política neokeynesiana chauvinista: Trump pretende proteger a los trabajadores estadounidenses y su puestos de trabajo contra la "invasión" de inmigrantes mexicanos y centroamericanos, pero también de mercancías extranjeras; los gobiernos polaco o húngaro toman medidas de protección para sus empleados y pensionistas mientras se oponen a asumir cuota alguna de refugiados en nombre de la defensa de la integridad cultural de la nación; el gobierno de la Lega - M5S en Italia está implementando una política inflexible y dura contra la acogida de refugiados, al tiempo que planifica una "renta de ciudadanía" para cada ciudadano italiano y adelanta la edad de jubilación de 67 a 62 años. Este tipo de política aparenta ser más "realista" que la de la izquierda, en la medida en que la salvaguarda de las ventajas de los oprimidos autóctonos se realiza en detrimento de los demás oprimidos.
Los recientes acontecimientos en Rusia y Hungría ponen de relieve que no debe subestimarse la importancia de esta política "social" tan chovinista para la credibilidad de los movimientos populistas y de los "líderes fuertes". Por ejemplo, en Rusia, la draconiana reforma de las pensiones, que Putin y su gobierno colaron aprovechando todo el bombo mediático en torno a la Copa del Mundo de Fútbol (la edad de jubilación aumentó de 55 a 63 años para las mujeres, de 60 a 65 para los hombres), ha provocado fuertes protestas y una disminución de la tasa de popularidad de Putin del 80 al 63%. Este último tuvo que suavizar inmediatamente las medidas y anunciar una revalorización de las pensiones, aunque esto no resultase plenamente convincente, puesto que esa popularidad se basa, precisamente, en la idea de que al restablecer el control del Estado sobre los oligarcas se garantizarían los salarios y las pensiones. En Hungría, se han producido importantes manifestaciones para protestar contra la ley de "esclavitud" del gobierno de Orban, que elimina casi por completo toda compensación salarial por las horas extraordinarias.
5. En respuesta al ascenso del populismo, la burguesía ha puesto en marcha campañas antipopulistas, particularmente en Francia durante la campaña electoral de 2017 o en Estados Unidos, donde la oposición populista/antipopulista (anti-Trump) ha estado en el centro de la vida política desde la elección de éste, como se han visto en las elecciones de mitad de mandato. Lo que sucede frecuentemente es que, aunque se oponen al populismo, se inspiran en gran medida en él y adoptan enfoques o ideas populistas:
- En Francia, la campaña en torno a Macron utilizó las mismas estrategias que el populismo: rechazo de los partidos tradicionales, aparición de un "nuevo" hombre (Macron) y "movimiento" político (LREM) presentado como ruptura con el pasado, ...;
- Al centrar las prioridades en la necesidad de eliminar el terrorismo y sobre la seguridad pública de los ciudadanos (controles más estrictos, multiplicación de cámaras, etc.), también inculcaron la idea de que es inevitable aceptar sacrificar un poco de libertad por una mayor seguridad;
- Lafontaine en Alemania y Podemos en España luchan contra el populismo traduciendo su discurso antiinmigrante desde el punto de vista de la "izquierda": al crear una oposición entre una izquierda que aboga por las "fronteras abiertas" y otra izquierda que aboga por las "fronteras cerradas y apoyo a los trabajadores locales", integran los argumentos populistas dentro del propio discurso antipopulista.
CCI
[1] Ver Contra la revuelta reaccionaria de los chalecos amarillos el proletariado debe afirmar su autonomía de clase https://es.internationalism.org/content/4412/contra-la-revuelta-reaccionaria-de-los-chalecos-amarillos-el-proletariado-debe-afirmar [39]
[2] Ver Brexit: La burguesía británica está perdiendo el control de su juego político https://es.internationalism.org/content/4450/brexit-la-burguesia-britanica-esta-perdiendo-el-control-de-su-juego-politico [40]
[3] Ver El “Otoño caliente” italiano de 1969: Un momento de la recuperación histórica de la lucha de clases https://es.internationalism.org/revista-internacional/201002/2773/el-otono-caliente-italiano-de-1969-i-un-momento-de-la-recuperacion [41] y https://es.internationalism.org/revista-internacional/201012/3005/el-otono-caliente-italiano-de-1969-ii-un-momento-de-la-reanudacion [42]
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La CCI adoptó las Tesis sobre la descomposición hace casi 30 años[1]. Desde entonces, este análisis de la fase actual de la vida de la sociedad se ha convertido en un elemento clave para que nuestra organización entienda cómo está cambiando el mundo. El siguiente documento es una actualización de las Tesis sobre la descomposición a la luz de la evolución de la situación mundial durante el último cuarto de siglo, y en particular durante el último período.
Concretamente, debemos comparar los puntos esenciales de las tesis con la situación actual: hasta qué punto los aspectos planteados han sido verificados, o incluso ampliados, o han sido negados o deben ser completados. Este enfoque sistemático es tanto más necesario cuanto que, entre los efectos del período de descomposición, por su propia naturaleza, los revolucionarios se enfrentan constantemente a un fenómeno que pesa sobre el conjunto de la sociedad, "el rechazo hacia un pensamiento racional, coherente, construido, incluso desde ciertos círculos "científicos" (Tesis 8), lo que explica en parte por qué esta cuestión no es comprendida en la mayoría de los grupos que afirman formar parte de la Izquierda Comunista. En particular, la actual situación mundial exige que volvamos sobre tres cuestiones clave:
- terrorismo
- refugiados
- el auge del populismo como manifestación de la pérdida de control de la burguesía sobre su juego político.
".... es esencial destacar la diferencia fundamental entre los elementos de descomposición que han afectado al capitalismo desde principios de siglo [el siglo XX] y la descomposición generalizada en la que se está hundiendo este sistema y que sólo puede empeorar. También aquí, más allá del aspecto estrictamente cuantitativo, el fenómeno de la descomposición social está alcanzando tal profundidad y extensión que está adquiriendo una cualidad nueva y singular, manifestando la entrada del capitalismo decadente en una fase específica -la última- de su historia, en la que la descomposición se convierte en un factor, si no en el factor, decisivo en la evolución de la sociedad". (Punto 2)
"En términos concretos, no sólo la naturaleza imperialista de todos los Estados, la amenaza de la guerra mundial, la absorción de la sociedad civil por el Moloch estatal, la crisis permanente de la economía capitalista, permanecen en la fase de descomposición, sino que esta última más bien se presenta como la consecuencia final, la síntesis completa de todos estos elementos". (Punto 3)
"En una situación en la que las dos clases fundamentales y antagónicas de la sociedad chocan sin lograr imponer su propia respuesta decisiva, la historia no puede, sin embargo, detenerse. Incluso menos que para los otros modos de producción que la precedieron, no puede haber una "congelación" o "estancamiento" de la vida social para el capitalismo. Mientras que las contradicciones del capitalismo en crisis no hacen más que empeorar, la incapacidad de la burguesía de ofrecer una perspectiva para toda la sociedad y la incapacidad del proletariado de afirmar abiertamente la suya propia en el futuro inmediato sólo puede conducir a un fenómeno de descomposición generalizada, de la podredumbre en la raíz de la sociedad". (Punto 4)
"En efecto, ningún modo de producción puede vivir, desarrollarse, mantenerse sobre bases viables, garantizar la cohesión social, si no es capaz de presentar una perspectiva a toda la sociedad que domina. Y esto es particularmente cierto para el capitalismo como el modo de producción más dinámico de la historia". (Punto 5)
"....La situación actual se define, en cambio, en que la clase obrera no es todavía capaz de entablar ya el combate por su propia perspectiva, la única verdaderamente realista, la de la revolución comunista, pero también en que la burguesía es incapaz de proponer la menor perspectiva, ni siquiera a corto plazo, pues la capacidad que ésta demostró en el pasado, incluso en el período de decadencia, para limitar y controlar el fenómeno de descomposición va a desaparecer ante los golpes de ariete de la crisis". (Punto 5)
Para empezar, debemos enfatizar un aspecto esencial de nuestro análisis: el término "descomposición" se utiliza de dos maneras diferentes. Por un lado, se aplica a un fenómeno que afecta a la sociedad, particularmente en el período de decadencia del capitalismo, y por otro lado, se refiere a una fase histórica particular del capitalismo, su fase final:
"(....) el fenómeno de la descomposición social está alcanzando tal profundidad y extensión que está adquiriendo una cualidad nueva y singular que manifiesta la entrada del capitalismo decadente en una fase específica -la última- de su historia, la fase en la que la descomposición se convierte en un factor, si no en el factor, decisivo en la evolución de la sociedad".
Sobre la base de nuestro análisis de la descomposición, se observa esta situación sin precedentes en la que ninguna de las dos clases principales de la sociedad, la burguesía y el proletariado, es capaz de aplicar su propia respuesta a la crisis de la economía capitalista, la guerra mundial o la revolución comunista. Incluso si hubiera habido un cambio en el equilibrio de poder entre las clases, si, por ejemplo, la burguesía se moviera hacia una nueva guerra generalizada o si el proletariado se compromete a participar en luchas que abrieran una perspectiva revolucionaria, esto no significaría que este período de descomposición de la sociedad hubiera terminado (como el GIGC afirma estúpidamente, por ejemplo). El proceso de descomposición de la sociedad es irreversible porque corresponde a la fase de agonía de la sociedad capitalista. Lo único que podría ocurrir en caso de que se produjera tal cambio es una ralentización de este proceso, y desde luego no un "retroceso". Pero, en cualquier caso, el cambio no puede producirse. Durante el último cuarto de siglo, el proletariado mundial ha sido absolutamente incapaz en su inmensa mayoría de darse a sí mismo una perspectiva de derrocar el orden existente. Por el contrario, hemos sido testigos de una disminución de su combatividad, así como de su capacidad para desplegar esta arma fundamental de su lucha, la solidaridad.
Del mismo modo, la burguesía no ha logrado darse una perspectiva real "excepto la de ir parcheando su economía en el día a día" (Tesis, punto 9). Tras el colapso del bloque del Este, la economía mundial parecía haber atenuado su crisis tras un período de inestabilidad en la región. En particular, hemos visto el surgimiento de los BRICs[2] con impresionantes tasas de crecimiento. Sin embargo, la bella euforia que se había apoderado de la burguesía mundial, sugiriendo que su economía podía recuperarse como en los "30 gloriosos", fue cruelmente dañada por las sacudidas de 2007-2008, que pusieron de manifiesto la fragilidad del sector financiero y amenazaron con una depresión similar a la de los años treinta. La burguesía mundial ha logrado limitar los daños, en particular inyectando enormes cantidades de fondos públicos en la economía, lo que ha llevado a una explosión de las deudas soberanas y causó, de forma destacada, la crisis del euro en 2010-2013. Al mismo tiempo, la tasa de crecimiento de la mayor economía del mundo se mantuvo por debajo del nivel anterior al 2007, a pesar de que las tasas de interés eran, prácticamente, igual a cero. En cuanto a los tan aclamados BRICs, ahora se han reducido a ICs ya que Brasil y Rusia se enfrentan a una espectacular ralentización en su crecimiento, o incluso a una recesión. Lo que hoy domina a la clase dominante no es la euforia, la creencia en un "mañana radiante", sino, más bien, la melancolía y la ansiedad, lo que ciertamente no se hace público para dar a la sociedad en su conjunto la sensación de que "un futuro mejor es posible", especialmente entre los explotados cuyas condiciones de vida se deterioran constantemente.
Así, las condiciones históricas que causaron esta fase de descomposición no sólo continuaron, sino que empeoraron, resultando en un aumento en la mayoría de las manifestaciones de la descomposición.
Para comprender plenamente esta agravación es importante recordar que -como se señala en el punto 2 de las Tesis- estamos hablando del tiempo o fase de descomposición y no simplemente de "manifestaciones de descomposición".
El punto 1 de las Tesis enfatiza que hay una diferencia crucial entre la decadencia del capitalismo y la decadencia de los otros modos de producción que le precedieron. Enfatizar esta diferencia es importante en relación a la cuestión que es la clave de la descomposición: la perspectiva. En lo que respecta a la decadencia del feudalismo, estaba limitada por el surgimiento "paralelo" de las relaciones capitalistas y el ascenso gradual y parcial de la clase burguesa. La descomposición de una serie de formas económicas, sociales, ideológicas y políticas de la sociedad feudal era atenuada de alguna manera por la instrumentalización de esta sociedad (no necesariamente con una conciencia real) por el nuevo modo de producción emergente. Se pueden dar dos ejemplos: la monarquía absoluta contribuyó en algunos países al desarrollo económico del capital, ayudando a la formación de un mercado nacional; la visión religiosa de la "purificación del cuerpo" -supuestamente el hogar del diablo- fue útil en la acumulación primitiva de capital para el crecimiento de la tasa de natalidad y para imponer disciplina a los futuros proletarios.
Por eso, en la decadencia del feudalismo, podían existir manifestaciones de descomposición social más o menos extensas, pero no podía haber un período específico de descomposición. En la historia de la humanidad, algunas civilizaciones muy aisladas han terminado en una completa descomposición que ha llevado a su desaparición. Sin embargo, sólo el capitalismo puede tener en su decadencia una etapa global de descomposición, como fenómeno histórico y mundial.
Las tesis de 1990 indicaban las principales manifestaciones sociales de la descomposición:
-“la multiplicación de hambrunas en los países del "Tercer Mundo" (...)
- la transformación de ese mismo "Tercer Mundo" en un enorme tugurio donde cientos de millones de seres humanos sobreviven como ratas en las alcantarillas (...)
- el desarrollo del mismo fenómeno en el corazón de las grandes ciudades de los países "avanzados" (...)
los efectos humanos, sociales y económicos cada vez más devastadores de las catástrofes "naturales" (...)
- la degradación del medio ambiente, que está alcanzando proporciones asombrosas (...)" (Punto 7)
Las cifras oficiales de la FAO muestran una disminución de la subnutrición desde el decenio de 1990. Sin embargo, todavía hay casi mil millones de personas que están desnutridas en la actualidad. Esta tragedia afecta principalmente a Asia del Sur y especialmente al África subsahariana, donde en algunas regiones casi la mitad de la población padece hambre, especialmente los niños, con consecuencias dramáticas para su crecimiento y desarrollo. Si bien la tecnología ha permitido aumentos fenomenales de la productividad, incluso en el sector agrícola, y, mientras que los agricultores de muchos países no pueden vender sus productos, el hambre sigue siendo un flagelo para cientos de millones de personas como en los peores momentos de la historia de la humanidad. Y si no afecta a los países ricos es porque el Estado todavía es capaz de alimentar a sus pobres. Por ejemplo, 50 millones de personas en los Estados Unidos reciben vales de ayuda alimentaria.
Hoy en día, más de mil millones de personas viven en tugurios y el número no ha hecho más que aumentar desde 1990. Así, la "transformación del "Tercer Mundo" en un inmenso tugurio" ha sido plenamente comprobada, hasta el punto de que el informe Global Risks presentado en el Foro de Davos en 2015 sitúa por primera vez la "urbanización rápida e incontrolada" entre los principales riesgos que amenazan al planeta, señalando en particular que, a escala mundial, "el 40% del crecimiento urbano tiene lugar en tugurios", lo que significa que esta proporción es mucho mayor en los países subdesarrollados.
Y este fenómeno de desarrollo de los aglomeraciones gigantescas de tugurios tiende a extenderse en los países más ricos, en diversas formas: millones de estadounidenses pierden sus hogares durante la crisis de las "subprime" aumentando las cohortes de personas que antes no tenían hogar, los campamentos de romaníes o de refugiados en las afueras de muchas ciudades europeas, e incluso en sus centros.... E incluso para los que tienen vivienda permanente, decenas de millones de ellos viven en verdaderos barrios de tugurios. Así, en 2015, el 17,4% de los habitantes de la Unión Europea ocupaban viviendas superpobladas, el 15,7% de las viviendas con fugas o en descomposición y el 10,8% eran viviendas sin calefacción. Y no sólo en el caso de los países pobres de Europa, ya que en Alemania las cifras fueron del 6,7%, 13,1% y 5,3% respectivamente, y en el Reino Unido del 8%, 15,9% y 10,6%.
Con respecto a los desastres "accidentales", hay muchos ejemplos que podrían citarse en los últimos 25 años. Baste mencionar dos de los más espectaculares y dramáticos, que no solo afectan a los países del Tercer Mundo, sino igualmente a las dos potencias económicas más desarrolladas: las inundaciones de Nueva Orleáns en agosto de 2005 (casi 2.000 muertos, una ciudad que quedó sin habitantes) y la catástrofe de Fukushima en marzo de 2011, que está al mismo nivel que la de Chernóbil en 1986)[3].
En cuanto a "la degradación ambiental que está alcanzando proporciones asombrosas", aún estábamos muy lejos, cuando se redactó esta frase, de las observaciones y previsiones que ahora son aceptadas unánimemente en los círculos científicos y que la mayoría de los sectores burgueses en todos los países han retomado (aunque la clase dominante sea incapaz de implementar las medidas necesarias debido a las propias leyes del capitalismo). La lista es larga, no sólo de las catástrofes que esperan a la humanidad como consecuencia de la devastación del medio ambiente, sino también de las que ya nos están afectando: la contaminación del aire en las ciudades y del agua de los océanos, el cambio climático con fenómenos meteorológicos cada vez más violentos, la propagación de la desertificación, la desaparición acelerada de especies vegetales y animales que amenaza cada vez más el equilibrio biológico de nuestro planeta (por lo tanto, la desaparición de las abejas es una amenaza para nuestros recursos alimentarios).
El cuadro que presentamos en 1990 era el siguiente:
-“la increíble corrupción que está creciendo y prosperando en el sistema político (...)
- el desarrollo del terrorismo, la toma de rehenes, como medio de guerra entre Estados, en detrimento de las "leyes" que el capitalismo había adoptado anteriormente para "regular" los conflictos entre fracciones de la clase dominante
- el aumento constante de la delincuencia, la inseguridad y la violencia urbana (...)
- el desarrollo del nihilismo, el suicidio juvenil, la desesperación, el odio y la xenofobia (...)
- la imparable marea de la drogadicción, fenómeno hoy de masas, poderosa causa de la corrupción de los Estados y de los organismos financieros, (...)
- la profusión de sectas, el renacimiento del espíritu religioso, incluso en algunos países avanzados, el rechazo de un pensamiento racional, coherente, construido (...)
- la invasión de estos mismos medios de comunicación por el espectáculo de la violencia, el horror, la sangre, las masacres (...)
- la nulidad y la venalidad de todas las producciones "artísticas", la literatura, la música, la pintura, la arquitectura (...)
- El "sálvese quien pueda", la marginación, la atomización de los individuos, la destrucción de las relaciones familiares, la exclusión de los ancianos, la aniquilación de la afectividad" (punto 8).
Todos estos aspectos han sido confirmados e incluso agravados. Dejando de lado por un momento los aspectos relacionados con los puntos que más adelante serán objeto de especial atención (el terrorismo, la cuestión de los refugiados y el auge del populismo), podemos observar, por ejemplo, que la violencia y la delincuencia urbana han estallado en muchos países de América Latina y también en los suburbios de algunas ciudades europeas, en parte en relación con el tráfico de drogas, pero no sólo. Con respecto a este tráfico, y al enorme peso que ha tenido en la sociedad, incluso en términos económicos, se puede decir que corresponde a la existencia de un "mercado" en constante expansión debido a la creciente inquietud y desesperación que afecta a todos los segmentos de la población. En cuanto a la corrupción, y a todas las manipulaciones muy propias de la “delincuencia de guante blanco", en los últimos años no han sido nada tacañas en términos de darse a conocer (como las de los "Panamá papers", que tan solo ha sido una pequeña punta del iceberg del gansterismo en el que las finanzas se están adentrando cada vez más). En cuanto a la venalidad de las creaciones artísticas y su inclusión en este medio, podemos mencionar la reciente concesión del Premio Nobel de Literatura a Bob Dylan, símbolo artístico de la revuelta de los años sesenta, pero podríamos encontrar muchos otros. Por último, la destrucción de las relaciones humanas, de los lazos familiares y afectivos no ha hecho más que empeorar, como lo demuestra el consumo de antidepresivos, la explosión del sufrimiento psicológico en el trabajo, la aparición de nuevas profesiones destinadas a "entrenar" a las personas, así como la aparición de auténticas hecatombes, como la que se produjo en Francia en el verano de 2003, en la que murieron 15.000 personas ancianas durante la ola de calor.
Obviamente, esta no es una cuestión nueva ni en la historia ni en los análisis de la CCI (ver por ejemplo los textos "Terror, terrorismo y violencia de clase" publicados en los números 14 y 15 de la Revista Internacional[4]).
Dicho esto, es importante recordar que fue después de los atentados de París en 1985 cuando nuestro camarada MC comenzó a reflexionar sobre la descomposición. Las tesis analizan como de una manera muy significativa se está produciendo la entrada del capitalismo en la fase de descomposición: "el desarrollo del terrorismo, la toma de rehenes, como medio de guerra entre Estados, en detrimento de las "leyes" que el capitalismo había adoptado previamente para "regular" los conflictos entre fracciones de la clase dominante".
No es necesario señalar la importancia que ha tomado esta cuestión en la vida del capitalismo. Hoy en día, el terrorismo como instrumento de guerra entre Estados ha adquirido un lugar central en la vida de la sociedad. Incluso hemos visto la creación de un nuevo Estado, Daesh, con su ejército, policía, administración y escuelas, donde el terrorismo es el arma preferida.
El crecimiento cuantitativo y cualitativo del lugar del terrorismo dio un paso decisivo hace 15 años con el ataque a las Torres Gemelas, y fue la primera potencia mundial la que deliberadamente le abrió la puerta para justificar su intervención en Afganistán e Irak[5]. Posteriormente se confirmó con los atentados de Madrid en 2004 y Londres en 2005. El establecimiento de Daesh en 2013-14 y los ataques en Francia en 2015-16, Bélgica y Alemania en 2016 representan otro paso importante en este proceso.
Además, las tesis nos dan elementos para explicar la creciente fascinación por el yihadismo y los actos suicidas por parte de la juventud de los países desarrollados:
-“el desarrollo del nihilismo, el suicidio juvenil, la desesperación, el odio y la xenofobia
- la profusión de sectas, el renacimiento del espíritu religioso, incluso en algunos países avanzados, el rechazo de un pensamiento racional, coherente, construido (...)
- la invasión de estos mismos medios de comunicación por el espectáculo de la violencia, el horror, la sangre, las masacres (...)"
Todos estos aspectos se han fortalecido en las últimas décadas. Afectan a todos los sectores de la sociedad. Así, en el país más avanzado del mundo, hemos visto surgir una "derecha religiosa" (el "Tea Party") dentro de uno de los dos partidos políticos encargados de gestionar los intereses del capital nacional, un movimiento que afecta a los sectores más privilegiados de la sociedad. Del mismo modo, en un país como Francia, la adopción del matrimonio entre personas del mismo sexo (que en sí mismo fue sólo un movimiento de distracción de la izquierda ante la traición de sus promesas electorales y sus ataques a los explotados) ha visto manifestarse en contra a millones de personas, de todos los orígenes sociales, pero especialmente a la burguesía y a la pequeña burguesía, que consideraban que tal medida era un insulto a Dios. Al mismo tiempo, el oscurantismo y el fanatismo religioso aumentan constantemente entre los segmentos más desfavorecidos de la población, en particular los jóvenes proletarios de origen musulmán inmigrante, que traen consigo un número significativo de jóvenes nacionales "nativos". Nunca antes en las ciudades europeas se habían visto tantas velas, o incluso burkas, en las cabezas de las mujeres musulmanas. ¿Y qué decir de la actitud de aquellas decenas de miles de jóvenes que, tras el asesinato de los dibujantes del periódico Charlie Hebdo, consideraban que se lo habían buscado al dibujar y satirizar al "Profeta"?
Esta cuestión no se aborda en las tesis de 1990. Vamos a desarrollar un complemento en este texto.
En los últimos años, la cuestión de los refugiados se ha convertido en un tema central en la vida de la sociedad. En el 2015, más de 6 millones de personas se vieron obligadas a abandonar su país, lo que elevó el número de refugiados en el mundo a más de 65 millones (más que la población de Gran Bretaña). A este número hay que añadir los 40 millones de personas que están desplazadas dentro de su propio país. Se trata de un fenómeno sin precedentes desde la Segunda Guerra Mundial.
Los movimientos de población forman parte de la historia de la especie humana, una especie que apareció en una pequeña región de África Oriental hace 200.000 años y se extendió por todo el mundo, dondequiera que hubiera recursos explotables para alimentarse y satisfacer otras necesidades básicas de la vida. Uno de los grandes momentos de estos desplazamientos de población es la colonización de la mayor parte del planeta por las potencias europeas, un fenómeno que apareció hace 500 años y que coincidió con el auge del capitalismo (ver las páginas del Manifiesto Comunista sobre este tema). En general, los flujos migratorios (si pueden incluir comerciantes, aventureros o soldados conquistadores) se componen principalmente de poblaciones que huyen de su país debido a la persecución (protestantes ingleses del "Mayflower", judíos de Europa del Este) o de la pobreza (irlandeses, sicilianos). Sólo con la entrada del capitalismo en su período de decadencia se invierten los flujos migratorios dominantes. Cada vez más, son los habitantes de las colonias los que, expulsados por la pobreza, vienen a buscar trabajo (generalmente poco cualificado y muy mal pagado) en las áreas metropolitanas. Este fenómeno continuó después de las sucesivas oleadas de descolonización desde el final de la Segunda Guerra Mundial hasta el decenio de 1960. Fue a finales de los años sesenta cuando la crisis abierta de la economía capitalista, que vio un aumento del desempleo en los países desarrollados al mismo tiempo que el aumento de la pobreza en las antiguas colonias, condujo a un aumento significativo de la inmigración ilegal. Desde entonces, la situación no ha hecho más que empeorar a pesar de la hipócrita retórica de la clase dominante, que encuentra en estos "inmigrantes indocumentados" una mano de obra aún más barata que la de quienes sí tienen papeles.
Así, durante varias décadas, los flujos migratorios estuvieron relacionados principalmente con la emigración económica. Pero lo que es nuevo, en los últimos años, es que la proporción de inmigrantes que huyen de su país por razones de guerra o represión se ha multiplicado vertiginosamente, creando una situación como la que vivimos al final de la Guerra de España o al final de la Segunda Guerra Mundial. Año tras año, el número de refugiados que llaman a las puertas de Europa por todo tipo de medios, incluidos los más peligrosos, va en aumento, lo que supone una carga para la capacidad de acogida de los países europeos y convierte la cuestión de los refugiados en una cuestión política de primer orden en estos países (véase más adelante la cuestión del populismo).
Los desplazamientos masivos de población no son fenómenos específicos de la fase de descomposición. Pero ahora están adquiriendo una dimensión que los convierte en un elemento singular de esta descomposición y podemos aplicar a este fenómeno lo que dijimos en 1990 sobre el desempleo:
"De hecho, el desempleo, que es un resultado directo de la crisis económica, si no es en sí mismo una manifestación de la descomposición, conduce, en esta fase particular de decadencia, a consecuencias que lo convierten en un elemento singular de esta descomposición". (Punto 14)
El año 2016, con el "Brexit" en junio y la elección de Donald Trump a la cabeza de la primera potencia mundial en noviembre, pero también el empuje del partido de extrema derecha AfD en las elecciones regionales de Alemania en septiembre, marca un paso importante en el desarrollo de un fenómeno que hasta ahora sólo había sido significativo en países como Francia, Austria o, en menor medida, Italia: el surgimiento del movimiento populista de extrema derecha en las elecciones. Un fenómeno que, obviamente, no es el resultado de una voluntad política deliberada de los sectores dominantes de la burguesía, aunque, obviamente, estos sectores sepan cómo volverlo contra la conciencia del proletariado.
Las tesis de 1990 decían:
"Entre las principales características de la descomposición de la sociedad capitalista está la creciente dificultad de la burguesía para controlar la evolución de la situación en el plano político." (Punto 9)
"Esta tendencia general hacia la pérdida de control por parte de la burguesía sobre la conducción de su política, si bien constituyó uno de los principales factores del colapso del bloque del Este, no hizo más que acentuarse aún más con este colapso:
- el empeoramiento de la crisis económica resultante de esto último;
- la dislocación del bloque occidental provocada por la desaparición de su rival;
- la exacerbación de las rivalidades particulares entre los diferentes sectores de la burguesía (en particular entre fracciones nacionales, pero también entre camarillas dentro del mismo Estado nacional) como resultado del alejamiento momentáneo de la perspectiva de la guerra mundial". (Punto 10)
La primera consecuencia, el empeoramiento de la crisis económica resultante del colapso del bloque del Este, si bien se produjo al principio, no continuó. Sin embargo, los demás aspectos siguieron siendo válidos. Lo que hay que destacar en la situación actual es la confirmación plena de este aspecto que identificamos hace 25 años: la tendencia a una creciente pérdida de control de la clase dominante sobre su aparato político.
Obviamente, estos acontecimientos son utilizados por diferentes sectores de la burguesía (y especialmente los de la izquierda) para reavivar la llama del antifascismo (este es particularmente el caso en Alemania) por razones históricas obvias. También en Francia hubo un "Frente Republicano" en las últimas elecciones regionales de diciembre de 2015, en las que el Partido Socialista retiró a sus candidatos y llamó a votar por la derecha para bloquear el paso al Frente Nacional. Dicho esto, está claro que el objetivo principal de las campañas antifascistas, como nos lo ha enseñado la historia, la clase obrera, no constituye una amenaza, ni siquiera una preocupación importante para la burguesía en la actualidad.
En realidad, la visión casi unánime que se ha adoptado en los sectores más responsables de la burguesía y sus medios de comunicación contra el Brexit, contra la elección de Trump, contra la extrema derecha en Alemania o contra el Frente Nacional en Francia, no puede considerarse una maniobra: las opciones económicas y políticas del populismo no constituyen una opción realista para la gestión del capital nacional (a diferencia de las opciones de la izquierda capitalista que proponen una vuelta a medidas de tipo keynesiano como respuesta a los "excesos" de la globalización ordo-liberal). Si nos limitamos a Europa, los gobiernos populistas, si pusieran en práctica sus programas, sólo podrían dar lugar a una especie de vandalismo que no haría sino agravar la inestabilidad que amenaza a las instituciones del continente. Esto es tanto más cierto cuanto que el personal político de los movimientos populistas, a pesar de haber adquirido una gran experiencia en el campo de la demagogia, no está en absoluto dispuesto a hacerse cargo de los asuntos del Estado. Cuando desarrollamos nuestro análisis de la descomposición, consideramos que este fenómeno afectaba la forma de los conflictos imperialistas (ver "Militarismo y descomposición", Revista Internacional No. 64[6]) y también la conciencia del proletariado. Por otro lado, consideramos que no tuvo un impacto real en la evolución de la crisis del capitalismo. Si el actual ascenso del populismo llevara a la llegada al poder de esta corriente en algunos de los principales países europeos, podríamos ver cómo se desarrolla este impacto de la descomposición.
De hecho, el ascenso del populismo, si tiene causas específicas en un país en particular (tras la caída del estalinismo en algunos países de Europa Central, los efectos de la crisis financiera de 2007-2008 que arruinó y privó a millones de estadounidenses de sus hogares, etc.), conlleva un elemento común que está presente en la mayor parte de los países avanzados: la profunda pérdida de confianza hacia las "élites", es decir, en los partidos gobernantes tradicionales (conservadores o progresistas de tipo socialdemócrata) debido a su incapacidad para restablecer la salud de la economía, para frenar el aumento constante del desempleo o de la pobreza. En este sentido, el ascenso del populismo constituye una especie de revuelta contra los actuales líderes políticos, pero una revuelta que no puede conducir a una perspectiva alternativa hacia el capitalismo. La única clase que puede dar tal alternativa es el proletariado cuando se moviliza en su terreno de clase y toma conciencia de la necesidad y posibilidad de la revolución comunista. Este es el caso del populismo, al igual que los distintos fenómenos generales de la descomposición de la sociedad que enmarcan la fase actual de la vida del capitalismo: su causa determinante es la incapacidad del proletariado para presentar su propia respuesta, su propia alternativa a la crisis del capitalismo. En esta situación de vacío, en cierto modo, de pérdida de confianza en las instituciones oficiales de la sociedad que ya no son capaces de protegerla, de pérdida de confianza en el futuro, la tendencia a volver al pasado, a buscar chivos expiatorios que serían los responsables de las catástrofes, es cada vez más fuerte. En este sentido, el surgimiento del populismo es un fenómeno totalmente propio del período de descomposición. Esto es tanto más importante cuanto que encuentra valiosos aliados en el aumento del terrorismo, que crea una creciente sensación de miedo e impotencia, y en la llegada masiva de refugiados que se teme que quite trabajo o colapse la sanidad y la enseñanza o que escondan a nuevos terroristas entre ellos.
Cuando identificamos la entrada del capitalismo global en la fase aguda de su crisis económica, observamos que este sistema había logrado, inicialmente, rechazar sus efectos más catastróficos hacia la periferia, pero que estos efectos volverían inevitablemente hacia el centro como un bumerang. El mismo esquema se aplica a las tres cuestiones que acaban de ser examinadas con más detalle puesto que:
- el terrorismo ya existe a una escala mucho más dramática en algunos países periféricos
- estos mismos países se enfrentan a la cuestión de los refugiados a una escala mucho mayor que en los países centrales
- estos países también se caracterizan por las convulsiones de su aparato político.
El hecho de que hoy seamos testigos de tal retorno, tipo bumerang, hacia los países centrales es una señal de que la sociedad humana está dando un paso más en su proceso de descomposición.
Una de las razones de la dificultad que encuentra el proletariado y, en primer lugar, su propia vanguardia, para identificar y comprender este período de descomposición y armarse contra él, es la naturaleza misma de la descomposición como fase histórica.
El proceso de descomposición que marca el período histórico actual es un fenómeno que avanza de manera muy insidiosa. En la medida en que afecta a los fundamentos más profundos de la vida social y se manifiesta en un deterioro de las relaciones sociales más arraigadas, no tiene necesariamente una expresión única e indiscutible, como lo fue, por ejemplo, el estallido de la Segunda Guerra Mundial o los intentos revolucionarios. Más bien, se expresa por una proliferación de fenómenos que aparentemente no están relacionados entre sí.
En sí mismo, cada uno de los fenómenos que pueden identificar la descomposición no es nuevo, cada uno se relaciona con etapas previas de la decadencia capitalista. Por ejemplo, estamos asistiendo a una continuación de las guerras imperialistas. Sin embargo, dentro de esta continuidad encontramos al cada uno para sí y en particular "el desarrollo del terrorismo, la toma de rehenes, como medio de guerra entre Estados, en detrimento de las "leyes" que el capitalismo había adoptado previamente para "regular" los conflictos entre fracciones de la clase dominante" (Tesis 8). Estos elementos parecen "confusos" en medio de las características clásicas y generales de la guerra imperialista, haciéndolos difíciles de identificar. Una simple mirada superficial no logra identificarlos. Lo mismo ocurre con el aparato político de la burguesía (así, el surgimiento del populismo puede estar vinculado erróneamente al fenómeno del fascismo en el período de entreguerras).
El hecho de que las dos clases fundamentales de la sociedad (el proletariado y la burguesía) sean incapaces de aportar una perspectiva favorece la falta de una visión global, el acomodarse de una manera pasiva ante lo que existe. Esto favorece las estrechas visiones pequeñoburguesas, ciegas, carentes de una orientación hacia el futuro. Se puede decir que la descomposición en sí misma es un factor poderoso para destruir la conciencia de su realidad. Esto es muy peligroso para el proletariado. Pero también produce una ceguera de la burguesía, de modo que la descomposición, por la dificultad de ser reconocida, produce un fenómeno acumulativo, en espiral a nivel de sus efectos.
Por último, dos tendencias específicas del capitalismo agravan aún más esta dificultad para reconocer la descomposición y sus consecuencias:
- El capitalismo es el modo de producción más dinámico de la historia (Tesis 5) y "la burguesía no puede existir sin revolucionar constantemente los instrumentos de producción, lo que significa las relaciones de producción, es decir, todas las relaciones sociales" (Manifiesto Comunista). Esto da la impresión de una "modernidad" permanente, una sociedad que, a pesar de todo, "progresa" y se desarrolla. Una de las consecuencias de ello es que la descomposición no se manifiesta de manera uniforme en todos los países. Está más mitigada en China o en otros países asiáticos. Sin embargo, toma una forma mucho más extrema en otras partes del mundo, por ejemplo, en África o en algunos países de América Latina. Todo esto tiende a "enmascarar" la descomposición. Se podría muy bien decir que el olor nauseabundo que produce se atenúa por el perfume seductor de la "modernidad".
- En los países más desarrollados, la burguesía, con el desarrollo del capitalismo de Estado, todavía es capaz de producir ciertas contracorrientes para limitar los efectos de la descomposición. Vimos un ejemplo de esto en el caso del Brexit, donde la burguesía británica se organizó rápidamente para limitar sus daños.
En el punto 13, las Tesis abordan esta cuestión en los siguientes términos:
"Los diferentes elementos que constituyen la fuerza del proletariado se enfrentan directamente con las diversas facetas de esta descomposición ideológica:
- la acción colectiva, la solidaridad, encuentran ante ellos la atomización, el "sálvese quien pueda", la "inventiva individual";
- la necesidad de organización se enfrenta a la descomposición social, a la desestructuración de las relaciones que subyacen a toda la vida en sociedad;
- la confianza en el futuro y en su propia fuerza se ve constantemente socavada por la desesperación general que invade a la sociedad, por el nihilismo, por el "no futuro";
- la conciencia, la lucidez, la coherencia y la unidad de pensamiento, el gusto por la teoría, encuentran un camino difícil a través de la huida hacia quimeras, las drogas, las sectas, el misticismo, el rechazo hacia la reflexión, la destrucción del pensamiento que caracterizan a nuestro tiempo". (Tesis 13)
Las experiencias de lucha de los últimos 25 años han confirmado en gran medida estos análisis. En particular, cuando examinamos los dos movimientos más avanzados de todo este período: el movimiento anti-CPE en 2006 en Francia y el movimiento de los Indignados en España en 2011[7]. Es cierto que la solidaridad estaba en el centro de estos dos movimientos, como había estado en el centro de experiencias más limitadas - por ejemplo, la movilización contra la reforma de las pensiones en Francia en 2003 o la huelga del Metro en Nueva York en 2005. Sin embargo, estas manifestaciones permanecieron aisladas y, más allá de una simpatía bastante pasiva, no generaron una movilización general de la clase.
La acción colectiva y solidaria, una de las características fundamentales de la lucha proletaria, ha tenido muchas más dificultades que en el pasado para expresarse, a pesar de la gravedad de los ataques contra la clase obrera, por ejemplo, en términos de despidos. Es cierto que la intimidación ejercida por la crisis provoca un repliegue temporal en la combatividad; sin embargo, el hecho de que dicho repliegue haya sido casi permanente nos obliga a comprender que este factor, si bien juega un papel, no es el único, y debemos considerar la importancia de lo que dice la Tesis 13, el "cada uno para sí ", la atomización, el “apañarse cada cual”.
La cuestión de la organización está en el centro de la lucha del proletariado. Dejando de lado las enormes dificultades que tienen las minorías revolucionarias para tomar en serio la cuestión organizativa (que merecería otro texto), las dificultades de la clase para organizarse se han agravado, a pesar de la espectacular aparición de las Asambleas Generales en el movimiento de los Indignados o en el movimiento anti-CPE. Más allá de estos ejemplos más avanzados, que siguen siendo un hito para el futuro, muchas otras luchas similares han tenido grandes dificultades para organizarse. Es el caso, por ejemplo, del movimiento "Occupy" en el 2011 o de los movimientos en Brasil y Turquía en el 2013.
La confianza en su propia fuerza como clase, un elemento clave de la lucha del proletariado, ha sido terriblemente escasa. En los dos movimientos importantes que acabamos de mencionar, la gran mayoría de los participantes no se reconocían a sí mismos como clase obrera. Más bien, se veían a sí mismos como " ciudadanos de abajo", lo que es muy peligroso desde el punto de vista del impacto de las ilusiones democráticas, pero también de frente a la actual ola populista.
La confianza en el futuro, y en particular en la posibilidad de una nueva sociedad, también ha estado ausente más allá de unas cuantas intuiciones demasiado generales o de la capacidad de plantarse de manera bastante embrionaria cuestiones tales como las del Estado, la moral, la cultura, etc. Estos intentos son, ciertamente, muy interesantes desde el punto de vista del futuro, sin embargo, han sido muy limitados, y desde un punto de vista general muy por debajo del nivel de reflexión que existía en los movimientos más avanzados en 1968.
La conciencia y el pensamiento estructurado constituyen uno de los elementos, como se señala en el punto 13 de las Tesis, que encuentran un enorme muro frente a ellos para desarrollarse. Si bien el 68 fue preparado por una gran efervescencia social a nivel de las minorías y dio lugar, posteriormente y durante un tiempo, a una proliferación de elementos en búsqueda, cabe señalar la escasa maduración social que preparó y siguió los movimientos de 2006 y 2011.
A pesar de la gravedad de la situación histórica - incomparablemente más grave que la del 68 - no ha habido una nueva generación de minorías revolucionarias. Esto demuestra que la brecha tradicional en el proletariado -como señaló Rosa Luxemburgo- entre la evolución objetiva y la comprensión subjetiva se ha agudizado de manera muy significativa con la descomposición, un fenómeno que no debe subestimarse.
[1] "TESIS SOBRE LA DESCOMPOSICION [11]".
[2] BRICS: Acrónico sobre 5 Estados: Brasil, China, India, Rusia y Sudáfrica que fueron presentados como una “gran esperanza” de desarrollo capitalista. Ver Crisis económica mundial: los brics no flotan, https://es.internationalism.org/cci-online/201209/3467/crisis-economica-mundial-los-brics-no-flotan [44]
[3] Ver respectivamente Huracán Katrina: El capitalismo conduce la humanidad al desastre https://es.internationalism.org/cci-online/200509/120/huracan-katrina-el-capitalismo-conduce-la-humanidad-al-desastre [45] y Fukushima un año después, https://es.internationalism.org/accion-proletaria/201203/3355/fukushima-un-ano-despues [46]
[4] https://es.internationalism.org/revista-internacional/197810/2134/resolucion-sobre-el-terror-el-terrorismo-y-la-violencia-de-clase [47]
[5] Ver La guerra 'antiterrorista' siembra el terror y la barbarie https://es.internationalism.org/revista-internacional/200510/234/la-guerra-antiterrorista-siembra-el-terror-y-la-barbarie [48] y Pearl Harbor 1941, 'Torres Gemelas' 2001 : El maquiavelismo de la burguesía https://es.internationalism.org/revista-internacional/200510/233/pearl-harbor-1941-torres-gemelas-2001-el-maquiavelismo-de-la-burgue [49]
[6] https://es.internationalism.org/revista-internacional/201410/4046/militarismo-y-descomposicion [32]
[7] Ver Tesis sobre el movimiento de los estudiantes de la primavera de 2006 en Francia https://es.internationalism.org/revista-internacional/200606/964/tesis-sobre-el-movimiento-de-los-estudiantes-de-la-primavera-de-200 [18] y 2011: de la indignación a la esperanza /content/3349/2011-de-la-indignacion-la-esperanza [50]
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1) A finales de los años 60, con el agotamiento del boom económico de la posguerra, la clase obrera resurgió en la escena social debido al deterioro de las condiciones de vida. Las luchas obreras que estallaron a escala internacional pusieron fin al período más largo de contrarrevolución de la historia y abrieron un nuevo curso histórico hacia los enfrentamientos de clases, impidiendo así que la clase dominante diera su propia respuesta a la crisis aguda del capitalismo: una Tercera Guerra Mundial. Este nuevo curso histórico estuvo marcado por el surgimiento de luchas masivas, particularmente en los países centrales de Europa Occidental con el movimiento de mayo de 1968 en Francia, seguido por el movimiento de "otoño caliente" en Italia en 1969; y muchos otros como el de Argentina en la primavera de 1969[1] y Polonia en el invierno de 1970-71. En estos movimientos masivos, grandes sectores de la nueva generación de trabajadores que no habían experimentado la guerra plantearon de nuevo la cuestión de la perspectiva del comunismo como una posibilidad.
Ligado a este movimiento general de la clase obrera de finales de la década de 1960 y principios de la de 1970, debemos igualmente destacar el despertar internacional, a escala muy pequeña pero no por ello menos significativa, de la Izquierda Comunista organizada, la tradición que había permanecido fiel a la bandera de la revolución proletaria mundial durante la larga noche de la contrarrevolución. En este despertar, la constitución de la CCI significó una renovación y un importante impulso para la Izquierda Comunista en su conjunto[2].
Ante una dinámica hacia una tendencia a la politización de las luchas obreras, la burguesía (que se había visto sorprendida por el movimiento de mayo de 1968) desarrolló inmediatamente una contraofensiva a gran escala y a largo plazo para evitar que la clase obrera diera su propia respuesta a la crisis histórica de la economía capitalista: la revolución proletaria.
2) Debido a la ruptura de la continuidad política con el movimiento obrero del pasado, esta tendencia hacia la politización del proletariado durante la década de 1960 se manifestó por el surgimiento de lo que Lenin llamó un "pantano político": un medio de grupos y elementos confusos y, al mismo tiempo, una zona de tránsito, ubicada entre la burguesía y el proletariado. En el momento de su mayor expansión, este espacio de politización estuvo compuesto, a escala mundial, esencialmente de elementos jóvenes e inexpertos, entre ellos muchos estudiantes. Ya en la primera mitad de los años setenta se produjo una decantación en este "pantano" que se manifestó en el hecho de que:
- la izquierda y la extrema izquierda del capital consiguieron recuperar gran parte de estos jóvenes elementos en proceso de politización;
- la frustración y la decepción por el reflujo de las luchas masivas de finales de los años 70 llevaron a muchos de ellos, fuertemente marcados por la impaciencia y el "radicalismo" de la pequeña burguesía, a luchas parciales o a las acciones violentas y minoritarias del terrorismo (la banda de Baader en Alemania, las Brigadas Rojas en Italia, posteriormente Acción Directa en Francia…)
- el componente de este "pantano" que trataba de encontrar posiciones proletarias, tendió más a orientarse a los callejones sin salida de los “autónomos”, el obrerismo (“operaismo”), los “libertarios”, o la defensa del mito de la "autogestión"[3].
Además, la adhesión "crítica" de los principales grupos de extrema izquierda (trotskistas y maoístas) a la contrarrevolución y sus prácticas de organización e intervención propias de las organizaciones o sectas criptoestalinistas, así como el ciego activismo de los círculos autonomistas y el culto a la violencia minoritaria por parte de los grupos terroristas; destruyeron a gran parte de esa nueva generación en el proceso de politización. Esta labor destructiva ha contribuido a distorsionar y desacreditar el verdadero movimiento revolucionario del proletariado.
Paralelamente al papel extremadamente negativo desempeñado por este componente seudo "radical" de ese pantano por los grupos de extrema izquierda; la burguesía desarrolló una contraofensiva política contra la reanudación histórica de la lucha de clases. Esta contraofensiva consistió inicialmente, a principios de los años setenta, en plantear la alternativa de “llevar la izquierda al gobierno" en los principales países occidentales, para reconducir así a la clase obrera al terreno electoral y parlamentario, sembrando la ilusión de que el programa de los partidos de izquierda permitiría mejorar las condiciones de vida de las masas explotadas. Esta primera oleada de luchas, que se había desarrollado desde finales de los años sesenta, se agotó durante estos "años de ilusiones".
3) Pero con el empeoramiento de la crisis económica que tuvo lugar en la segunda mitad de los años 70 surgió una nueva oleada de luchas obreras, en las que también participó el proletariado de algunos países de la Europa del este (especialmente en Polonia en el verano de 1980)[4].
Ante esta reanudación de la lucha de clases tras un breve período de reflujo, la burguesía tuvo que modificar su estrategia para impedir cualquier politización del proletariado en sus luchas económicas. Y así, mediante una astuta división de tareas entre las distintas fracciones burguesas, correspondió a los partidos de derecha en el gobierno ejecutar los ataques económicos contra las condiciones de vida del proletariado, mientras que los partidos de izquierda en la oposición (apoyados por los sindicatos y los izquierdistas) tenían la misión de sabotear desde dentro las luchas de los trabajadores, y desviarlos hacia el terreno del engaño electoral.
La huelga de masas en Polonia en agosto de 1980 reveló que el proletariado, a pesar de sufrir la capa de plomo de los regímenes estalinistas, era capaz de alzar la cabeza y rencontrar espontáneamente sus métodos de lucha, incluidas las asambleas generales soberanas, la elección de los comités de huelga responsables ante esas asambleas, la necesaria extensión geográfica de las luchas y su unificación superando las divisiones corporativistas.
- Esta gigantesca lucha de la clase obrera en Polonia reveló que es en la lucha masiva contra los ataques económicos donde el proletariado puede tomar conciencia de su propia fuerza, afirmar su identidad de clase antagónica con el capital y desarrollar su confianza en sí mismo.
- Pero la derrota de los trabajadores polacos, con la fundación del sindicato "libre" Solidarnosc (“Solidaridad”, que se benefició del respaldo de los sindicatos de los países occidentales), también reveló el peso muy fuerte de las ilusiones democráticas en un país donde el proletariado carecía de experiencia de la democracia burguesa. La derrota y represión de los trabajadores polacos abrió, a principios de la década de 1980, un nuevo período de retroceso para la lucha de clases internacional.
4) Sin embargo, aunque profundo, este reflujo resultó efímero. En la primera mitad de la década de 1980 y ante el empeoramiento de la crisis económica, la explosión del desempleo, y los nuevos ataques a las condiciones de vida del proletariado en los países centrales, volvió a surgir una tercera oleada de luchas. Aún con la derrota de la larga huelga de mineros en Gran Bretaña en 1985, esta oleada de luchas se manifestó en un desgaste de la izquierda en la oposición, un creciente descrédito de los sindicatos (como se vio en muchos países, incluidos los escandinavos, por las huelgas espontáneas esporádicas que estallaban al margen y contra las repetidas maniobras de sabotaje sindical). Esta tercera ola de luchas obreras se acompañó de un aumento de las tasas de abstención en las elecciones.
Para no dejarse sorprender como sucediera en mayo del 68 y paralizar cualquier dinámica de confrontación con el sindicalismo, la burguesía puso en marcha una tercera estrategia: fortalecer su aparato de encuadramiento de la clase obrera para impedir cualquier extensión de las luchas más allá de la corporación o el sector, sabotear la identidad de clase del proletariado mediante la división entre los de "cuello blanco" y los de "cuello azul", e impedir cualquier intento de autoorganización del proletariado.
5) Fue la burguesía inglesa - la más inteligente del mundo[5] - con la política de la "Dama de Hierro" (Margaret Thatcher), la que marcó a la clase dominante del resto de los países centrales la pauta de la estrategia para frenar la dinámica de la lucha de clases:
- Gracias al trabajo de sabotaje del sindicato de mineros, la clase dominante encerró a los trabajadores en una larga y agotadora huelga corporativista que quedó totalmente aislada del resto de sectores productivos. La amarga derrota de la huelga de los mineros significó un golpe brutal para toda la clase obrera de este país. Este éxito de la clase dominante en Gran Bretaña sirvió de modelo para la burguesía de otros países, sobre todo en Francia, el país de Europa donde el proletariado es tradicionalmente extremadamente combativo. La burguesía francesa se inspiró en la política de la "Dama de Hierro" para detener la dinámica de la lucha de clases, encerrando a los obreros en el corporativismo y, sobre todo, promoviendo la tendencia al “cada uno a la suya” (que fue uno de los primeros fenómenos de la descomposición del capitalismo[6]).
- En 1986, y dado que los sectores tradicionalmente más combativos y experimentados del proletariado francés se habían enfrentado ya en varias ocasiones, desde 1968, al sabotaje sindical (en la minería, el acero, el transporte, la industria automotriz, etc.), la burguesía sólo pudo utilizar esa estrategia creando “coordinadoras” destinadas a tomar el relevo de las grandes centrales sindicales desacreditadas.
- En Italia, cuyo proletariado también había desarrollado luchas masivas muy importantes (en particular las del "otoño caliente" de 1969), la burguesía también desplegó esa misma política de confinamiento en el corporativismo recuperando, después de 1987, la coordinadora de los trabajadores de la educación.
- En Francia, y a pesar de la derrota de la huelga ferroviaria de 1986 (merced al sabotaje efectuado por las “coordinadoras” de la SNCF -compañía de ferrocarriles-), apenas dos años más tarde, en 1988, la combatividad estalló de nuevo en otro sector público, el de los hospitales. Ante el profundo descontento general que existía hacía los sindicatos, y el potencial peligro de que esta lucha masiva se extendiese a todo el servicio público, la clase dominante reforzó más aún su estrategia de confinamiento corporativista y división de la clase obrera. La burguesía francesa pudo utilizar un sector profesional aún inexperto y políticamente "atrasado" como la enfermería, para entorpecer cualquier tentativa de unificación del movimiento en los hospitales, saboteando así cualquier posibilidad de extender la lucha a otros sectores del servicio público.
- Para romper el movimiento en los hospitales, la maniobra de la burguesía consistió en ofrecer sólo a las enfermeras un "soborno" (un aumento salarial de 350 francos al mes, de un fondo de mil millones de francos que tenía reservado de antemano), mientras el resto de las categorías de personal hospitalario que se habían movilizado no obtuvieron nada. Si esta derrota de la clase obrera, en el contexto de la tendencia histórica de "cada uno a la suya", pudo ser infligida al proletariado, sólo fue merced al trabajo sucio de la llamada “Coordinadora de Enfermeras”, autoproclamada y puesta en marcha repentinamente gracias al sindicato CFDT. Esta “Coordinadora”, auténtico engendro parasindical, consiguió desviar la cólera de las enfermeras al terreno podrido de la defensa de su "estatus" de "Bac+3" (Bachillerato más tres años de estudios adicionales) para justificar un aumento de su salario, cuando lo cierto es que el movimiento había partido de la falta de personal y del deterioro de las condiciones de trabajo que afectaba igualmente a todas las categorías de personal hospitalario (las de "cuello blanco" y las de "cuello azul"). (Véase nuestro folleto en francés “Bilan de la lutte des infirmières: les coordinations, la nouvelle arme de la bourgeoisie”[7]).
En otros países europeos, incluyendo Alemania (sobre todo en la industria automotriz), esta maniobra burguesa de conceder aumentos salariales únicamente a una categoría de obreros de la misma empresa tenía la intención de dividir a los trabajadores, aumentar la competencia entre ellos, socavar su solidaridad de clase a fin de enfrentarlos entre sí.
Y, lo que es peor, con esta estrategia de división del proletariado que aboga por el “cada uno a la suya”, la burguesía y sus lacayos de los sindicatos han tratado permanentemente de que lo que eran en realidad derrotas de la clase obrera ¡parecieran victorias!
Los revolucionarios no deben subestimar el maquiavelismo de la burguesía cuando analizan la evolución de la relación de fuerzas entre las clases. Tal maquiavelismo sólo puede continuar desarrollándose con el agravamiento de los ataques contra toda la clase explotada[8]. El estancamiento que vivió la lucha de clases, y su posterior declive, a finales de los años ochenta, fue resultado de la capacidad de la clase dominante para revertir algunas manifestaciones de la descomposición de la sociedad burguesa – y sobre todo esa tendencia al “cada uno a la suya” – contra la clase obrera.
6) Ya desde el reflujo que siguió a la primera oleada de luchas, podemos ver cómo han sido esencialmente las ilusiones democráticas (alimentadas por la contraofensiva de la burguesía y el sabotaje sindical) lo que han constituido el principal obstáculo para la politización de las luchas de la clase obrera.
Como se destaca en el artículo de la Revista Internacional n°23, "La lucha del proletariado en el capitalismo decadente"[9], la clase obrera se enfrenta a varios factores de dificultad para la politización de sus luchas: La verdadera naturaleza del proletariado, que es una clase a la vez explotada, desposeída de toda propiedad, y revolucionaria, siempre ha significado que la conciencia de clase no puede avanzar de victoria en victoria, sino que sólo puede desarrollarse de manera desigual hacia la victoria a través de una serie de derrotas, tal y como afirmó Rosa Luxemburgo.
En el período de la decadencia:
- la clase obrera ya no puede dotarse de organizaciones de masas permanentes, partidos políticos y sindicatos obreros con los que defender sus intereses;
- ya no existe un programa político "mínimo" como sí sucedía en el período ascendente, sino sólo un programa "máximo"[10]. La democracia burguesa y su marco nacional ya no son un campo para la acción política del proletariado;
- el Estado burgués ha aprendido a utilizar inteligentemente contra la politización de la clase obrera lo que antaño fueron partidos políticos del proletariado.
Además, en el período actual:
- el Estado burgués ha aprendido a ralentizar el ritmo de la crisis económica y a planificar, de común acuerdo con los sindicatos, sus ataques anti obreros, dándose todos los medios con los que evitar una respuesta unificada de la clase obrera, y una reapropiación de los objetivos políticos últimos de su lucha contra el capitalismo.
- todas las fuerzas del capitalismo actúan para bloquear la politización de la clase obrera, impidiéndole establecer el vínculo entre sus luchas económicas de resistencia a la explotación y la negativa de los trabajadores de los países centrales a dejarse encuadrar en la política belicista de la burguesía. Esta maniobra tuvo especial significación a principios de los años 1980, con las campañas pacifistas contra la política de la "guerras de las estrellas” de Reagan.
7) Cuando ya la tercera oleada de luchas comenzaba a agotarse a finales de esa década de los 80, tuvo lugar un hecho importante en la situación internacional: el espectacular colapso del bloque del Este y de los regímenes estalinistas en 1989[11]. Este acontecimiento supuso un golpe tremendo a la dinámica de la lucha de clases, modificando significativamente la relación de fuerzas entre proletariado y la burguesía en beneficio de esta última. Este acontecimiento supuso una conmoción que marcaba la entrada del capitalismo en la última fase de su decadencia: la de la descomposición. Con su hundimiento, el estalinismo rindió un último servicio a la burguesía, puesto que permitió que esta pusiese fin a la dinámica de la lucha de clases que, con avances y retrocesos, se había desarrollado a lo largo de dos décadas.
En efecto, puesto que no fue la lucha del proletariado sino la putrefacción en la raíz de la sociedad capitalista lo que acabó con el estalinismo, la burguesía pudo aprovechar este acontecimiento para desencadenar una gigantesca campaña ideológica destinada a perpetuar la mayor mentira de la historia: la identificación del comunismo con el estalinismo. Con ello, la clase dominante asestó un golpe durísimo a la conciencia del proletariado. Las ensordecedoras campañas de la burguesía sobre el supuesto "fracaso del comunismo" han causado una regresión del proletariado en su marcha hacia su perspectiva histórica de derrocamiento del capitalismo. Han infligido un golpe a la identidad de clase del proletariado[12].
Este profundo retroceso de la conciencia y la lucha de clases se puso de manifiesto por un descenso de la combatividad de los trabajadores en todos los países, un reforzamiento de las ilusiones democráticas, una intensa recuperación del control sindical, y una gran dificultad para que el proletariado retome el camino de sus luchas masivas a pesar del empeoramiento de la crisis económica, el aumento del desempleo, la precariedad y el deterioro general de todas sus condiciones de vida en todos los sectores y todos los países.
Más aún, con la entrada del capitalismo en la fase final de su decadencia, el proletariado tuvo que enfrentarse a los miasmas de la descomposición de la sociedad burguesa, que dificultan su capacidad para reencontrar el camino de su perspectiva revolucionaria. En el plano ideológico, “los diferentes elementos que constituyen la fuerza del proletariado se contraponen directamente con las diversas facetas de esta descomposición ideológica:
- la acción colectiva, la solidaridad, encuentran ante ellos la atomización, el “sálvese quien pueda”, el “cada cual que se las arregle”;
- la necesidad de organización se enfrenta a la descomposición social, a la desestructuración de las relaciones que subyacen a toda vida en sociedad;
- la confianza en el futuro y en sus propias fuerzas se ve constantemente socavada por la desesperación general que invade la sociedad, por el nihilismo, por el "no futuro";
- la conciencia, la lucidez, la coherencia y la unidad de pensamiento, el gusto por la teoría deben abrirse paso con mucha dificultad en medio de la huida hacia quimeras, las drogas, las sectas, el misticismo, el rechazo de la reflexión, la destrucción del pensamiento que caracterizan a nuestro tiempo.”. (Tesis sobre la descomposición, Revista Internacional n° 62)
Con este retroceso de su perspectiva revolucionaria y su identidad de clase, el proletariado perdió también mucha confianza en sí mismo y en su capacidad para enfrentarse eficazmente al capitalismo en defensa de sus condiciones de vida.
8) Uno de los factores objetivos que agravaron la pérdida de la identidad de clase del proletariado fueron las políticas de deslocalización y reestructuración del aparato productivo en los principales países de Europa Occidental y Estados Unidos. Las grandes concentraciones obreras fueron desmanteladas con el cierre de cuencas mineras, acerías, factorías de automóviles, etc., en sectores donde la clase obrera había desarrollado tradicionalmente luchas masivas y muy combativas. Esta desertificación industrial se vio acompañada por la acentuación de campañas ideológicas sobre el final de la lucha de clases y, por tanto, de cualquier perspectiva revolucionaria. Estas campañas burguesas han podido desarrollarse gracias a que los partidos estalinistas o socialdemócratas llevan décadas identificando a la clase obrera únicamente a los de “cuello azul” (los que visten “mono de trabajo”), ocultando así el hecho de que lo que define a la clase obrera es el trabajo asalariado y la explotación de la fuerza de trabajo. Además, el desarrollo de las nuevas tecnologías hace que el proletariado de "cuello blanco" esté mucho más disperso en pequeñas unidades de producción, lo que hace más difícil que surjan luchas masivas.
En esta situación de retroceso de la conciencia de clase del proletariado y de alejamiento de su perspectiva revolucionaria, el “cada uno a la suya” individualista y la competitividad para sobrevivir en medio de una creciente recesión económica tienden a dominar.
El aumento del desempleo y de la precariedad han hecho surgir el fenómeno de la "uberización" del trabajo. Al utilizar una plataforma de Internet como intermediario para encontrar trabajo, la uberización disfraza la venta de mano de obra a un patrón como si fuese "autoempleo", agudizando además el empobrecimiento y la precariedad del "autoempleado". La uberización del trabajo individual acentúa, la dificultad para hacer huelgas, puesto que la auto explotación de estos trabajadores dificulta considerablemente su capacidad para luchar colectivamente y desarrollar la solidaridad contra la explotación capitalista.
9) La bancarrota del banco Lehman Brothers y la crisis financiera de 2008 permitieron a la burguesía dar un nuevo golpe a la conciencia del proletariado, mediante una gran campaña ideológica de alcance mundial que trataba de inculcar la idea (planteada por los partidos de izquierda) de que los responsables de la crisis eran los “banqueros corruptos”, haciendo creer que el capitalismo se personifica en los “traders” bursátiles o en el poder del dinero.
La clase dominante pudo así ocultar las raíces del fracaso de su sistema. Pretendía, por un lado, que la clase obrera se viese arrastrada a la defensa del Estado "protector" ya que se suponía que las medidas del rescate a los bancos habían de proteger a los pequeños ahorradores. Por otra parte, esta política de rescate bancario también ha sido utilizada, en particular por la izquierda, para acusar a los gobiernos que defienden a los banqueros y al mundo financiero.
Pero más allá del efecto de estas mistificaciones, el mayor impacto de esta campaña sobre la clase obrera ha sido el de reforzar su impotencia frente a un sistema económico impersonal cuyas leyes generales serían como leyes naturales que no pueden ser controladas o alteradas.
10) El estallido de conflictos imperialistas en Oriente Próximo y Medio, así como la miseria absoluta de las masas empobrecidas de los países del continente africano, han provocado un creciente flujo de refugiados hacia los países de Europa Occidental. Al otro lado del Atlántico, el hundimiento del capitalismo en la descomposición también se ha puesto de manifiesto por el éxodo de oleadas de migrantes desde los países latinoamericanos a los Estados Unidos.
Estas manifestaciones de la descomposición de la sociedad capitalista han dado lugar al surgimiento de un nuevo peligro para el proletariado: la ideología populista basada en una política "identitaria" que ataca la solidaridad del proletariado, y que esparce la ilusión de que, frente a la agudización de la crisis, y los “recortes en los recursos”, las poblaciones autóctonas sólo podrían alejar el empeoramiento de su situación a expensas de otras capas no explotadoras de la población. Esta política se traduce en el proteccionismo, la estigmatización de los inmigrantes como "aprovechados del Estado del bienestar", y el cierre de las fronteras a las oleadas de inmigrantes.
El sentimiento de rechazo cada vez más abierto entre los trabajadores respecto a los partidos burgueses tradicionales y las "élites", no ha desembocado sin embargo en una politización del proletariado en su terreno de clase, sino a una búsqueda de "nuevos" personajes en el terreno electoral de la democracia burguesa, Estos "nuevos hombres" son en su mayoría demagogos y aventureros populistas (como Donald Trump). El ascenso de los partidos de extrema derecha en varios países europeos, así como la llegada al poder de Trump en Estados Unidos, beneficiándose de muchos votos de trabajadores del llamado "cinturón de la chatarra" (zonas industriales desertificadas), revela que algunos sectores del proletariado (particularmente golpeados por el desempleo) pueden verse intoxicados por el veneno del populismo, la xenofobia, el nacionalismo y todas las ideologías reaccionarias y oscurantistas que emanan del asqueroso estercolero del pudrimiento del capitalismo.
Esa tendencia al “cada uno a la suya” y a la desarticulación de la sociedad también se ha manifestado en el peligro de reclutamiento de algunos sectores del proletariado detrás de las banderas nacionales o regionales (como sucedió durante la crisis independentista de Cataluña en 2018).
11) Dada la gran dificultad actual de la clase obrera para desarrollar sus luchas, su incapacidad por el momento para recuperar su identidad de clase y abrir una perspectiva para la sociedad en su conjunto, el terreno social tiende a estar ocupado por luchas interclasistas particularmente marcadas por la pequeña burguesía. Esta capa social, sin porvenir histórico, sólo puede transmitir la quimera de la posibilidad de reformar el sistema capitalista reivindicando un capitalismo "de rostro humano", más democrático, más justo, más limpio, más preocupado por los pobres y por la preservación del planeta.
Estos movimientos interclasistas son producto de la falta de toda perspectiva, algo que afecta hoy a la sociedad en su conjunto, incluyendo una parte significativa de la propia clase dominante.
La revuelta popular de los "chalecos amarillos" en Francia contra "el coste de la vida", así como el movimiento internacional de la "Juventud por el clima" son una ilustración del peligro del interclasismo para el proletariado[13]. La revuelta ciudadana de los "chalecos amarillos" (inicialmente apoyada y alentada por todos los partidos de derecha y de extrema derecha) ha mostrado la capacidad que tiene la burguesía para utilizar los movimientos sociales interclasistas contra la conciencia del proletariado.
Mediante la concesión de ayudas por un importe de 10.000 millones de euros para, supuestamente, contener el caos que acompañó a las manifestaciones de los Chalecos Amarillos, la burguesía francesa y sus medios de comunicación pudieron instilar, insidiosamente, la idea de que sólo los movimientos ciudadanos, los interclasistas y los métodos de lucha propios de la pequeña burguesía pueden hacer retroceder al gobierno.
En puertas de una aceleración de los ataques económicos contra la clase explotada y del peligro del resurgimiento de las luchas obreras, la burguesía trata ahora de difuminar los antagonismos de clase. Cuando trata de anegar y diluir al proletariado entre la “población”, la “ciudadanía”, lo que la clase dominante pretende es impedir que recupere su identidad de clase. La cobertura mediática internacional del movimiento de los Chalecos Amarillos revela que ésta es una preocupación de la burguesía de todos los países.
El movimiento juvenil por el clima, aunque expresa la preocupación general y la inquietud por la amenaza de destrucción de la humanidad, se ha desviado completamente al terreno de las luchas parciales, fácilmente recuperables por la burguesía y muy fuertemente marcadas por la pequeña burguesía.
- “Sólo el proletariado lleva en sí mismo una perspectiva para la humanidad y, en este sentido, en sus filas es donde existe una mayor capacidad para resistir esta descomposición. Sin embargo, él mismo no se encuentra a salvo, puesto que la pequeña burguesía con la que convive es precisamente su principal vehículo. En este período, su objetivo será resistir los efectos nocivos de la descomposición en su seno, contando únicamente con sus propias fuerzas, con su capacidad de luchar colectiva y solidariamente en defensa de sus intereses en tanto que clase explotada" (Tesis sobre la descomposición).
La lucha por la autonomía de clase del proletariado es pues crucial en esta situación impuesta por el agravamiento de la descomposición del capitalismo:
- contra las luchas interclasistas;
- contra las luchas parciales que plantean todo tipo de categorías sociales, dando la falsa ilusión de "comunidad protectora";
- contra las movilizaciones en el terreno podrido del nacionalismo, del pacifismo, de la “mejora del medioambiente”, etc.
En el balance de fuerzas entre burguesía y proletariado, es siempre la clase dominante la que está en la ofensiva, excepto en una situación revolucionaria. Pese a sus dificultades internas y la creciente tendencia a una pérdida de control de su aparato político, lo cierto es que la burguesía ha conseguido revertir las manifestaciones de la descomposición de su sistema contra la conciencia y la identidad de clase del proletariado. La clase obrera no ha superado, pues, aún, el profundo retroceso que experimentó tras el colapso del bloque del Este y los regímenes estalinistas. Y más aun teniendo en cuenta que las campañas democráticas y anticomunistas que se mantienen desde hace décadas, se ponen regularmente en boga (por ejemplo, con motivo del centenario de la Revolución de Octubre de 1917).
12) Y, sin embargo, pese a esas tres décadas de retroceso de la lucha de clases, la burguesía no ha logrado hasta ahora infligir una derrota decisiva a la clase obrera, como sí consiguió en los años 1920-1930. A pesar de la gravedad de lo que hoy está en juegos en el período histórico actual, la situación no es idéntica a la del período contrarrevolucionario. El proletariado de los países centrales no ha sufrido una derrota física (como sí vimos en el aplastamiento sangriento de la revolución en Alemania durante la primera ola revolucionaria de 1917-23). No ha sido alistado detrás de las banderas nacionales. La gran mayoría de los proletarios no están dispuestos a sacrificar sus vidas en el altar de la defensa del capital nacional. En los principales países industrializados, tanto en Estados Unidos como en Europa, las masas proletarias no se han sumado a las cruzadas imperialistas (bautizadas como "humanitarias") de "su" burguesía nacional.
La lucha de clases del proletariado está hecha de avances y retrocesos en los que la clase obrera se esfuerza por superar sus derrotas, aprender de ellas y volver de nuevo al combate. Como analizó Marx en el 18 de Brumario: "las revoluciones burguesas, como las del siglo XVIII, corren raudas de un éxito a otro, (...) por el contrario, las revoluciones proletarias, como las del siglo XIX, se critican constantemente a sí mismas, interrumpen a cada momento su propio curso, regresan a lo que ya parece haber sido logrado y comienzan de nuevo, se burlan despiadadamente de las vacilaciones, las debilidades y las flaquezas de sus primeros intentos, parecen derribar a su oponente sólo para permitirle sacar nuevas fuerzas de la tierra y recuperarse de nuevo, formidable, frente a ellos, retroceden constantemente ante la inmensidad infinita de sus propias metas, hasta que se crea finalmente una situación que hace que sea imposible dar marcha atrás, y las circunstancias mismas gritan: ¡Hic Rhodus, hic salta!".
Estas "circunstancias", que deben crear "la situación que hace que sea imposible dar marcha atrás", estarán determinadas, en primer lugar, por el agotamiento de los paliativos que hasta ahora han permitido a la burguesía frenar el hundimiento de la economía mundial. En efecto, para que se den las condiciones de surgimiento de un período de lucha revolucionaria, es necesario "que los explotadores no puedan vivir y gobernar como lo hicieron en el pasado. Sólo cuando "los de abajo" ya no quieran y "los de arriba" no puedan seguir viviendo a la antigua usanza, sólo entonces podrá triunfar la revolución". (Lenin, La Enfermedad Infantil del Comunismo).
La inexorable agravación de la miseria, la precariedad, el desempleo y los ataques a la dignidad de los explotados, en los años venideros, constituyen la base material que empujará a las nuevas generaciones de proletarios a retomar el camino de las luchas que emprendieron las generaciones anteriores en defensa de sus condiciones de vida. Por ciertos que sean los peligros que amenazan al proletariado, el período de descomposición del capitalismo no ha puesto fin a las "circunstancias" objetivas que han representado el aguijón de los combates revolucionarios del proletariado desde el comienzo del movimiento obrero.
13) La agravación de la crisis económica ya ha hecho emerger una nueva generación en la escena social, aunque sea de forma muy limitada y embrionaria: en 2006, el movimiento de los estudiantes en Francia contra el CPE, seguido cinco años más tarde por el movimiento de los "Indignados” en España[14]. Estos dos movimientos masivos de la juventud proletaria redescubrieron, espontáneamente, los métodos de lucha de la clase obrera, sobre todo la cultura del debate en asambleas generales masivas abiertas a todos.
Estos movimientos se caracterizaron también por la solidaridad entre generaciones, a diferencia del movimiento estudiantil de finales de la década de 1960, muy marcado por el peso de la pequeña burguesía, que se desarrolló contra la generación que había sido reclutada para la guerra.
Si en el movimiento contra el CPE, la gran mayoría de los estudiantes que luchaban contra la perspectiva del desempleo y la precariedad se reconocían como parte de la clase obrera, los Indignados en España (aunque su movimiento se extendió internacionalmente a través de las redes sociales) no tenían una clara conciencia de pertenencia a la clase explotada.
Mientras que el movimiento masivo contra el CPE fue una respuesta proletaria a un ataque económico (lo que hizo que la burguesía se viese obligada a recular retirando el CPE), el movimiento de los Indignados estuvo marcado, esencialmente, por una reflexión global sobre la bancarrota del capitalismo y la necesidad de otra sociedad.
En esta nueva generación aún no se ha recuperado la identidad de clase del proletariado, a causa de la falta de experiencia de esta joven generación, y de su vulnerabilidad a las mistificaciones de la ideología de la "altermundialización", así como a su dificultad para reapropiarse de la historia y la experiencia del movimiento obrero.
Sin embargo, estos movimientos habían comenzado a sentar los primeros jalones de una lenta maduración de la conciencia en el seno de la clase obrera (y sobre todo de sus jóvenes generaciones altamente cualificadas) sobre lo que está en juego en la presente situación histórica.
14) Una característica esencial del desarrollo de la conciencia de clase del proletariado ha sido siempre su capacidad de maduración subterránea, es decir, la aptitud para desarrollarse fuera de períodos de lucha abierta e incluso en períodos de grandes derrotas. La conciencia de clase puede desarrollarse en profundidad, en el seno de pequeñas minorías, aun cuando no se extienda ampliamente a todo el proletariado. Por lo tanto, el desarrollo de la conciencia de clase no debe medirse únicamente por la extensión inmediata que alcanza en el proletariado en un período determinado, sino también a través de su continuidad histórica. En el artículo de la Revista Internacional n°42 "Debate interno: Los deslizamientos centristas hacia el consejismo", afirmamos ya que: “Hay que distinguir entre aquello que refleja una continuidad del movimiento histórico del proletariado -la elaboración progresiva de sus posiciones políticas y su programa- y lo que está vinculado a factores circunstanciales -la amplitud de su asimilación y su impacto en el conjunto de la clase-".
La existencia y la resuelta pervivencia por parte de las organizaciones de la Izquierda comunista hasta el presente, en las difíciles condiciones de la descomposición del capitalismo, son expresión de esta capacidad subterránea de la conciencia de clase para desarrollar su movimiento histórico en un período de profunda desorientación del proletariado como el que vivimos hoy.
Esta maduración subterránea de la conciencia de clase del proletariado se manifiesta hoy, también, en el surgimiento de pequeñas minorías y elementos jóvenes que buscan una perspectiva de clase y las posiciones de la Izquierda comunista.
Las organizaciones de la Izquierda comunista no deberían menospreciar esas minorías, aunque pudieran parecer insignificantes. El proceso de decantación en el período de la descomposición del capitalismo es mucho más lento y costoso que el que tuvo lugar a finales de los años sesenta y principios de los setenta.
A pesar de los efectos nocivos de la descomposición y de los peligros que representa para el proletariado, "hoy, la perspectiva histórica sigue estando totalmente abierta. A pesar del golpe que supuso el colapso del bloque del Este para la toma de conciencia del proletariado, éste no ha sufrido ninguna derrota importante en el terreno de su lucha. (...) Pero, además, y este es el elemento que determina en última instancia la evolución de la situación mundial, el mismo factor que está en la raíz del desarrollo de la descomposición, la agravación inexorable de la crisis del capitalismo constituye el estímulo esencial para la lucha y la toma de conciencia de la clase obrera, la condición misma de su capacidad para resistir el emponzoñamiento derivado del pudrimiento de la sociedad. En efecto, mientras el proletariado no puede encontrar un terreno para la unidad de clase en las luchas parciales contra los efectos de la descomposición, su lucha contra los efectos directos de la crisis misma sí constituye la base para el desarrollo de su fuerza y unidad de clase" (Tesis sobre la descomposición).
15) En las luchas económicas y defensivas del proletariado "a veces triunfan los obreros; pero es un triunfo efímero. El resultado real de sus luchas no es tanto el éxito inmediato como la unión creciente de los trabajadores. Esta unión se ve facilitada por el desarrollo de los medios de comunicación creados por una gran industria y permiten a los obreros de diferentes localidades ponerse en contacto entre ellos. Y basta esta toma de contacto para centralizar las muchas luchas locales, que en todas partes tienen el mismo carácter, en una lucha nacional, una lucha de clases. Pero toda lucha de clases es una lucha política, y la unión que los burgueses de la Edad Media tardaban siglos en establecer a través de los caminos vecinales, los proletarios modernos la realizan en pocos años gracias a los ferrocarriles. Esta organización del proletariado en la clase, y por tanto en el partido político, es siempre destruida de nuevo por la competencia entre los trabajadores mismos. Pero siempre renace, y siempre es más fuerte, más firme, más poderosa" (Manifiesto Comunista).
Ese “desarrollo de los medios de comunicación" que permiten a los trabajadores "ponerse en contacto" para "centralizar las luchas locales" ya no son los ferrocarriles como en la época de Marx, sino las nuevas tecnologías digitales de telecomunicaciones.
De hecho, si bien los efectos de la "globalización", las deslocalizaciones, la desaparición de partes enteras de la industria, la dispersión en multitud de pequeñas unidades de producción, la multiplicación de pequeños empleos en los servicios, la precariedad y la “uberización” del trabajo han contribuido a socavar la identidad de clase del proletariado en las viejas metrópolis industriales; las nuevas condiciones económicas, tecnológicas y sociales en las que se encuentra hoy en día contienen elementos favorables a la reconquista de esta identidad de clase, a una escala mucho mayor que en el pasado. La "globalización" y especialmente el desarrollo de Internet, la creación de una especie de "red global" de conocimientos, habilidades, cooperación en el trabajo, al mismo tiempo que los viajes de millones de personas crean las bases objetivas para el desarrollo de una identidad de clase a escala planetaria, especialmente para las nuevas generaciones proletarias.
16) Una de las principales razones por las que el proletariado no ha podido desarrollar sus luchas y su conciencia al nivel que requería la gravedad de la situación histórica es la ruptura de la continuidad política con el movimiento obrero del pasado (y, sobre todo, con la primera oleada revolucionaria de 1917-23). Esta ruptura quedó ilustrada por la debilidad de las organizaciones revolucionarias de la corriente de la Izquierda comunista que combatieron el estalinismo en los años 1920 y 1930.
Esto abunda en la enorme responsabilidad que recae en la Izquierda comunista como puente entre el antiguo partido desaparecido (la III Internacional) y el futuro partido del proletariado. Sin la constitución de este futuro partido mundial, la revolución proletaria será imposible y la humanidad acabará siendo devorada por la barbarie de la guerra y/o por la lenta descomposición de la sociedad burguesa.
- “Teóricamente, la ventaja que tienen los comunistas sobre el resto del proletariado es la de una clara comprensión de las condiciones, la marcha y los fines generales del movimiento proletario en su conjunto" (Manifiesto Comunista).
Mayo de 2019
[1] Sobre Mayo 68 los artículos que hemos publicado los puedes encontrar en https://es.internationalism.org/series/380 [53] , sobre Italia 1969 ver El “Otoño caliente” italiano de 1969 (I) - Un momento de la recuperación histórica de la lucha de clases https://es.internationalism.org/revista-internacional/201002/2773/el-otono-caliente-italiano-de-1969-i-un-momento-de-la-recuperacion [41]
[2] Ver Uno de los aportes clave de 1968: la renovación de la Izquierda Comunista, https://es.internationalism.org/content/4344/la-renovacion-de-la-izquierda-comunista-uno-de-los-aportes-clave-de-mayo-68 [54]
[3] Ver Auge y decadencia de la «Autonomía obrera», https://es.internationalism.org/revista-internacional/197901/948/auge-y-... [55]
[4] Ver Un año de luchas obreras en Polonia, /content/2318/un-ano-de-luchas-obreras-en-polonia [56]
[5] Cabe añadir que en aquella época (años 80) porque actualmente la sucesión de despropósitos monumentales en torno al Brexit muestra que los efectos de la descomposición han erosionado una parte de esa “inteligencia”.
[6] Ver nuestras "TESIS SOBRE LA DESCOMPOSICION [11]".
[8] Ver Maquiavelismo, consciencia y unidad de la burguesía https://es.internationalism.org/revista-internacional/201710/4239/maquiavelismo-consciencia-y-unidad-de-la-burguesia [58]
[9] Ver https://es.internationalism.org/revista-internacional/200805/2265/la-lucha-del-proletariado-en-el-capitalismo-decadente [59]
[10] El famoso “Programa de Transición” que elaboró la IVª Internacional en 1938 era un remedo trufado de oportunismo de los viejos programas mínimos del periodo 1871-1914.
[11] Vr nuestras Tesis sobre la crisis económica y política en los países del Este /content/3451/tesis-sobre-la-crisis-economica-y-politica-en-los-paises-del-este [10]
[12] Ver Derrumbe del Bloque del Este: Dificultades en aumento para el proletariado, https://es.internationalism.org/revista-internacional/199001/3502/derrumbe-del-bloque-del-este-dificultades-en-aumento-para-el-prole [60]
[13] Ver sobre los primeros, entre otros muchos documentos, Contra la revuelta reaccionaria de los chalecos amarillos el proletariado debe afirmar su autonomía de clase https://es.internationalism.org/content/4412/contra-la-revuelta-reaccionaria-de-los-chalecos-amarillos-el-proletariado-debe-afirmar [39] ; y sobre los segundos nuestra hoja internacional El capitalismo amenaza el planeta y la supervivencia de la humanidad: Sólo la lucha mundial del proletariado puede acabar con la amenaza https://es.internationalism.org/content/4405/el-capitalismo-amenaza-el-planeta-y-la-supervivencia-de-la-humanidad-solo-la-lucha [61]
[14] Sobre el primero ver Tesis sobre el movimiento de los estudiantes de la primavera de 2006 en Francia https://es.internationalism.org/revista-internacional/200606/964/tesis-sobre-el-movimiento-de-los-estudiantes-de-la-primavera-de-200 [18] y sobre el segundo, nuestra hoja internacional 2011: de la indignación a la esperanza /content/3349/2011-de-la-indignacion-la-esperanza [50]
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Revista Internacional, 14 de Julio de 2019
La sociedad capitalista, en la fase final de su declive, está dando a luz a toda una variedad de “crisis de identidad”. La atomización inherente al sistema de producción generalizada de mercancías está alcanzando nuevos niveles, y esto se aplica tanto a la vida social en su conjunto como a las reacciones contra la creciente miseria y opresión generadas por el sistema. Por un lado, grupos e individuos que sufren opresiones particulares son animados a movilizarse como grupos específicos para luchar contra sus opresiones -como mujeres, como homosexuales, como personas transgéneros, como minorías étnicas, etc.- y, frecuentemente, a competir directamente entre sí, como ocurre con la actual confrontación entre activistas transgénero y ciertas ramas del feminismo. Estas expresiones de "políticas de identidad" son al mismo tiempo adoptadas por la izquierda de la burguesía, hasta llegar a sus más distinguidos académicos y a sus escalones políticos más poderosos (como en el caso del Partido Demócrata de los Estados Unidos).
Mientras tanto, el ala derecha de la burguesía, al tiempo que denuncia superficialmente el ascenso de las políticas de identidad, se levanta en defensa de su propia variante de búsqueda de identidad: la búsqueda de los Verdaderos Hombres amenazados por el espectro del feminismo, la nostalgia de las glorias de la Raza Blanca enfrentada a su disolución por hordas extranjeras.
La búsqueda de estas identidades y comunidades parciales, a veces completamente ficticias, es una medida de la autoenajenación de la humanidad en una época histórica en la que una comunidad humana universal es tanto posible como necesaria para la supervivencia de la especie. Y, sobre todo, como otras manifestaciones de la descomposición social, es el producto de la pérdida de la única identidad cuya afirmación puede llevar a la creación de tal comunidad, también conocida como comunismo: la identidad de clase del proletariado. El reciente movimiento de los "Chalecos Amarillos" en Francia nos ofrece una ilustración gráfica de los peligros que resultan de esta pérdida de identidad de clase: que un gran número de trabajadores, justamente encolerizados por los constantes ataques a su nivel de vida, se movilizan no por sus propios intereses sino detrás de las demandas y acciones de otras clases sociales -en este caso, la pequeña burguesía y una parte de la burguesía misma[1].
La explotación de la clase obrera es la piedra angular de todo el edificio del capitalismo. No es, como los defensores de las políticas de identidad argumentan abierta o subrepticiamente, sólo una forma de opresión entre muchas otras. Porque, a pesar de todos los cambios que ha sufrido en los últimos dos siglos, el capitalismo sigue gobernando la Tierra, y por tanto lo que Karl Marx escribió en 1844 sobre la naturaleza revolucionaria del proletariado sigue siendo tan cierto como siempre. Esta es una clase cuya lucha contra el capitalismo contiene la solución a todos los "males particulares" infligidos por esta sociedad.
"Una clase con cadenas radicales, una clase de la sociedad civil que no es una clase de la sociedad civil, una clase que es la disolución de todas las clases, una esfera que tiene un carácter universal por su sufrimiento universal y que no reclama ningún derecho particular porque ningún mal particular, sino el mal en general, se perpetúa en su contra; que no puede invocar ningún título histórico, sino sólo humano; que no se encuentra en una antítesis parcial con las consecuencias sino en una antítesis completa con las premisas del Estado alemán; una esfera que no puede emanciparse a sí misma sin emanciparse de todas las demás esferas de la sociedad y, por lo tanto, emancipar a todas las demás esferas de la sociedad; la cual, en una palabra, es la pérdida completa del ser humano y, por lo tanto, sólo puede ganarse a sí misma a través de la recuperación completa del ser humano. Esta disolución de la sociedad en una clase particular es el proletariado"[2].
En La Sagrada Familia, escrita durante el mismo período, Marx explica que la clase obrera es por naturaleza una clase revolucionaria, incluso cuando no es consciente de ello:
“Cuando los escritores socialistas atribuyen este papel histórico-mundial al proletariado, no es de ninguna manera, como el Criticismo Crítico pretende creer, porque consideran a los proletarios como dioses. Más bien lo contrario. Puesto que en el proletariado plenamente formado la abstracción de toda la humanidad, incluso el semblante de la humanidad, es prácticamente completa; puesto que las condiciones de vida del proletariado resumen todas las condiciones de vida de la sociedad actual en su forma más inhumana; puesto que el ser humano se ha perdido a sí mismo en el proletariado, pero al mismo tiempo no sólo ha adquirido consciencia teórica de esa pérdida, sino que a través de una necesidad urgente -la expresión práctica de la necesidad-, que ya no se puede evitar, ni disimular, y que es absolutamente imperativa, se ve impulsado directamente a rebelarse contra esa inhumanidad: se deduce que el proletariado puede y debe emanciparse a sí mismo. Pero no puede emanciparse sin abolir las condiciones de su propia vida. No puede abolir las condiciones de su propia vida sin abolir todas las condiciones inhumanas de vida de la sociedad actual que se resumen en su propia situación. No en vano pasa por la severa pero fortificante escuela del trabajo. No se trata de lo que tal o cual proletario, o incluso todo el proletariado, considera en cada momento como su objetivo. Se trata de lo que el proletariado es y de lo que, de acuerdo con este ser, históricamente se verá obligado a hacer"[3]
La identidad de clase tiene por tanto una base objetiva que permanece inalterable mientras exista el capitalismo, pero la consciencia subjetiva de "lo que el proletariado es" se ha visto frenada desde hace mucho tiempo por el lado negativo de la condición proletaria: el hecho de que "el ser humano se ha perdido a sí mismo en el proletariado", que ésta es una clase que sufre todo el peso de la auto alienación humana. En obras posteriores Marx explicaría que las formas particulares asumidas por la alienación en la sociedad capitalista -el proceso también conocido como "reificación", el velo de mistificación inherente al intercambio universal de mercancías- hacen particularmente difícil para los explotados comprender la verdadera naturaleza de su explotación y la verdadera identidad de sus explotadores. Por ello, se hace necesaria una "consciencia teórica de esa pérdida" y el socialismo tuvo que volverse científico en sus métodos. Pero esta consciencia teórica no está en absoluto divorciada de las condiciones reales de trabajo y de su revuelta contra la inhumanidad de la explotación capitalista.
Cuando Marx escribe que la clase obrera "no puede emanciparse sin abolir las condiciones de su propia vida", la llamada corriente de la "comunización" toma esto como que cualquier afirmación de la identidad de clase sólo puede ser reaccionaria, ya que no es más que una exaltación de lo que es el proletariado dentro de la sociedad capitalista, de modo que la revolución comunista exigiría la autonegación inmediata de la clase obrera. Pero esto es perder de vista la realidad dialéctica de la clase obrera como una clase que es a la vez parte de la sociedad capitalista y no de ella, una clase explotada y revolucionaria al mismo tiempo. Insistimos, junto con Marx, que es sólo mediante su autoafirmación, tanto a nivel de sus luchas económicas y sociales, y como el candidato a la dirección política de la sociedad, que el proletariado puede allanar el camino a la disolución real de todas las clases y al "resurgimiento total" de la humanidad. Por eso, este informe se centrará precisamente en el problema de la identidad de clase: desde su desarrollo inicial en la fase ascendente del capitalismo, hasta su posterior pérdida y reapropiación futura.
El proletariado es por definición la clase de la desposesión. Está formado originalmente por la desposesión de la pequeña parcela de tierra del campesino, o de los instrumentos de producción del artesano, y hacinado en los tugurios asolados por la enfermedad de la temprana sociedad industrial. Engels en La Condición de la Clase Obrera en Inglaterra escribe sobre todos los efectos desmoralizadores de este proceso que llevó a numerosos proletarios al alcoholismo y al crimen, sometiéndolos a la más brutal competencia entre sí mismos. Pero Engels rechazó cualquier condena moralista de estas reacciones puramente individuales a su condición y señaló la alternativa que ya estaba tomando forma: la lucha colectiva de los trabajadores por la mejora de su condición a través de la formación de sindicatos, asociaciones educativas y culturales y partidos políticos como los Cartistas - todo esto inspirado en última instancia por la visión de una forma superior de sociedad. La reunión física de los trabajadores en las ciudades y las fábricas fue la premisa objetiva de esta lucha. Esta es una dimensión de la asociación del trabajo que supera el relativo aislamiento del trabajo artesanal y campesino; pero como proceso puramente "sociológico", la maquinaria de la industrialización temprana fue tan brutal y traumática que también podría haber resultado en la producción de una masa indiferente de indigentes, e incluso en la extinción del proletariado a través del hambre y la enfermedad. Era el reconocimiento de un interés de clase común, opuesto al de la burguesía, lo que fue la base real de la identidad de clase inicial del proletariado. La "constitución de los proletarios en clase", como lo expresó el Manifiesto Comunista, era inseparable al crecimiento de la consciencia de clase y de la organización: "y consecuentemente en un partido político", como continúa la frase. La clase obrera no es sólo una clase asociada "en sí misma", no sólo objetivamente: la asociación como premisa para una forma superior de organización social sólo se concreta cuando la dimensión subjetiva, la autoorganización y unificación de la clase en la lucha contra la explotación, se levanta de su lugar en la relación social capitalista.
Pero el proletariado sigue siendo la clase de la desposesión, y esto se aplicaría eventualmente a los mismos instrumentos que había creado para su propia defensa. Los primeros sindicatos y partidos políticos, por un lado, motivados por el entendimiento de que el proletariado no era una clase de la sociedad civil, y por el proyecto de disolver el orden social existente, también estaban atados a la necesidad de que la clase mejorara su suerte dentro del sistema. Y contrariamente a las primeras expectativas de los fundadores del marxismo, este sistema estaba todavía lejos de cualquier "crisis final" o período de decadencia, de modo que cuanto más duradera y más extensamente el proletariado forjara sus organizaciones dentro de la cáscara de la sociedad capitalista, mayor sería el peligro de que estas organizaciones se convirtieran en simples partes de la sociedad civil- se institucionalizaran. Como dijo Engels en 1892: en cierto momento dado, "los sindicatos, que hasta entonces se consideraban invenciones del mismo diablo, ahora eran mimados y patrocinados como instituciones perfectamente legítimas, y como medios útiles para difundir sólidas doctrinas económicas entre los trabajadores"[4] Con la retrospectiva de una más amarga experiencia histórica, sabemos que el camino hacia la revolución no pasó por la construcción gradual de las organizaciones de masas obreras dentro del sistema. Al contrario, cuando vino la verdadera prueba con el comienzo de la decadencia, estas organizaciones, que se habían corrompido lenta pero seguramente por la sociedad y la ideología dominantes, fueron definitivamente recuperadas por la clase dominante para ayudarla a combatir sus guerras imperialistas y a combatir la amenaza de la revolución[5].
Esto no fue ni mucho menos un proceso lineal. Al proletariado se le recordaba constantemente que era en esencia una clase proscrita - una fuerza de la revolución. Sus esfuerzos iniciales para construir las asociaciones más elementales para su defensa fueron reprimidos despiadadamente por la burguesía, que tardó mucho tiempo en comprender que podía transformar y poner en su contra a las propias organizaciones de trabajadores. Además, las condiciones políticas de la Europa de mediados del siglo XIX llevarían al proletariado a luchas abiertamente insurreccionales contra la clase dominante en Europa en al menos dos momentos históricos clave: 1848 y 1871. En Francia, ya patria de la revolución después de la experiencia de 1789-93, la clase obrera tomó las armas contra el Estado y, particularmente en 1871, planteó concretamente el problema de su destrucción y reemplazo por la dictadura del proletariado. Pero los movimientos de clase que apuntaban a un futuro revolucionario no se limitaban a Francia: en Inglaterra, el país de las "reformas graduales", el movimiento huelguístico de 1842 ya reveló los contornos de la huelga de masas que se convertiría en el modo de lucha característico en una época posterior[6] El propio movimiento Cartista entendió su demanda de sufragio universal como una demanda para que la clase obrera tomara el poder político en sus propias manos, y sus métodos no se limitaron a hacer peticiones a la burguesía: también dieron lugar a un ala de "fuerza física" que, en el levantamiento de Newport de 1839, no dudó en armarse contra el régimen existente[7] La formación de la Primera Internacional en 1864, aunque se originó en la necesidad de coordinación internacional de las luchas defensivas, fue otro indicador de que la clase obrera se enfrentaba a los cimientos de la sociedad burguesa - que una identidad de clase realmente consciente de sí misma no se podía acomodar en el marco del Estado-nación.
El miedo que la Internacional y la Comuna de París despertaron en los corazones de la burguesía, así como las condiciones objetivas de la expansión global capitalista en la última parte del siglo XIX, proporcionaron la base para la eventual integración de las organizaciones obreras de masas en la sociedad burguesa y finalmente en el propio aparato estatal. A estos factores se suman las confusiones y concesiones oportunistas que surgieron dentro del propio movimiento proletario, sobre todo la identificación del proletariado con el interés nacional, que la II Internacional, con su estructura federal y sus dificultades para comprender la evolución de la cuestión nacional, nunca fue capaz de superar. Pero el sentido de identidad de clase que surgió durante el largo período de la socialdemocracia, un período en el que el movimiento obrero organizado proporcionó a toda una capa de trabajadores no sólo órganos de defensa económica y actividad política, sino toda una vida social y cultural, de ninguna manera desapareció con la apertura de la época de decadencia capitalista. Al contrario, transmutada en una mistificación hostil al proletariado, "pesaría como una pesadilla en el cerebro de los vivos", y sería asumida en particular por los partidos socialdemócratas y estalinistas con el fin de mantener su control sobre la clase obrera: "La identidad de clase es el reconocimiento por parte del proletariado de que constituye una clase distinta en la sociedad, opuesta a la burguesía y con un papel activo en la sociedad. Sin embargo, esto no significa mecánicamente que se reconozca como la clase revolucionaria en la sociedad. Durante muchos años, la identidad de clase gravitó en torno a la noción de una clase de la sociedad capitalista que aspiraba a tener un nivel de vida decente y gozando de reconocimiento y fuerza social.
Este tipo de identidad fue construida por la contrarrevolución y, en particular, por los sindicatos y el estalinismo, basándose en ciertas debilidades que se remontan a la época de la II Internacional: un obrero manual, combativo, preocupado por sus derechos en la sociedad, reconocido por ella, vinculado a las grandes empresas y a los barrios obreros, orgulloso de su condición de "ciudadano obrero" y encerrado en el universo de la gran familia de trabajadores.
Tal identidad estaba muy ligada a un período preciso: el del apogeo del capitalismo (1870-1914), pero su persistencia en el período de decadencia, donde se verifica la profunda exclusión del proletariado de la sociedad burguesa anunciada por Marx, la ha llevado a convertirse en una gran mistificación que vende una falsa identidad muy peligrosa, llena de ilusiones de integración en la sociedad capitalista, sobre cómo llegar a acomodarse a ella, y esto destruye una verdadera identidad y consciencia de clase. La única identidad posible para el proletariado es la de una clase excluida de esta sociedad y que lleva consigo la perspectiva comunista"[8]
Un texto sobre el balance de fuerzas entre clases adoptado por nuestro órgano central internacional en abril de 2018, citando nuestro Texto de Orientación sobre la Confianza y la Solidaridad[9], esboza dos fases en la historia del movimiento obrero desde 1848. Se centra en el crecimiento y la pérdida de la confianza en sí misma de la clase obrera, pero esta cuestión está estrechamente ligada al problema de la identidad de clase: la clase obrera sólo puede tener confianza en sí misma si es consciente de su propia existencia e intereses.
“Durante la primera fase, que va desde los inicios de su autoafirmación como clase autónoma hasta la oleada revolucionaria de 1917 a 1923, la clase obrera fue capaz, a pesar de una serie de derrotas a menudo sangrientas, de desarrollar de manera más o menos continua su confianza en sí misma y su unidad política y social. Las manifestaciones más importantes de esa capacidad fueron, además de las luchas obreras mismas, el desarrollo de una visión socialista, de una capacidad teórica, de una organización política revolucionaria. Esta acumulación, resultado de un trabajo de decenios y de varias generaciones de proletarios fue interrumpida, incluso destrozada, por la contrarrevolución. Sólo minúsculas minorías revolucionarias fueron capaces de mantener su confianza en el proletariado durante los decenios posteriores. Al poner fin a la contrarrevolución, el resurgir histórico de la clase obrera en 1968 empezó a darle la vuelta a esa tendencia. Sin embargo, las expresiones de confianza en sí y de solidaridad de clase de esta nueva generación proletaria no derrotada permanecieron en su mayor parte arraigadas en las luchas inmediatas. No se basaban todavía, como en el periodo anterior a la contrarrevolución, en una visión socialista ni en una formación política, en una teoría de clase ni en la transmisión de la experiencia acumulada y la comprensión teórica de una generación a otra. En otros términos, la confianza en sí, histórica, del proletariado, y su tradición de unidad activa y de combate colectivo son uno de los aspectos de su combate que más ha sufrido la ruptura de la continuidad orgánica. Igualmente, son los aspectos más difíciles de restablecer ya que dependen, más que muchos otros, de una continuidad política y social vivas. Esto da lugar a su vez a una particular vulnerabilidad de las nuevas generaciones de la clase y de sus minorías revolucionarias”.
Podemos añadir que incluso antes del golpe demoledor de la derrota de la primera oleada revolucionaria, la gran batalla de 1914-18 significó la pérdida de décadas de trabajo paciente en la construcción de sus sindicatos y partidos políticos, una pérdida que ha sido particularmente difícil de aceptar y entender para la clase obrera: incluso entre los revolucionarios que se opusieron a esta traición, sólo una minoría fue capaz de comprender que estas organizaciones habían sido irreversiblemente perdidas para la clase. Posteriormente, con el ascenso del estalinismo, lo que había sido una dificultad de comprensión se convirtió en la base para la construcción de la falsa identidad que ya hemos mencionado, y que hemos desarrollado también en un informe anterior sobre las perspectivas de la lucha de clases. Pero, aunque esta terrible carga heredada del pasado iba a tener un impacto desastroso en el progreso de la oleada revolucionaria -expresada en particular a través de la teoría y la práctica del Frente Unido- este período también arrojó luz sobre la nueva forma de identidad de clase encarnada en la huelga de masas, en la formación de los consejos obreros y en el surgimiento de la Tercera Internacional. Como ya lo había expresado Marx, el proletariado es revolucionario o no es nada: esta identidad de clase redescubierta no era realmente "nueva" sino que simplemente ponía en escena "lo que es el proletariado": en la época de guerras y revoluciones, la clase sólo puede captar su identidad organizándose fuera de todas las instituciones existentes y en antítesis directa con la sociedad capitalista.
Las siguientes décadas de contrarrevolución profundizarían este proceso de desposesión. En la década de 1930 el proletariado se enfrentó a la mayor crisis económica de la historia del capitalismo, la primera crisis económica real de la decadencia. Pero los Partidos Comunistas creados para combatir la traición de 1914 habían abandonado el internacionalismo en favor de la infame teoría del socialismo en un solo país y, a través del Frente Popular, estaban tratando de disolver políticamente a la clase obrera en la nación y prepararla para la guerra. Incluso los sindicatos anarquistas que habían conservado una vida proletaria en España sucumbieron a esta nueva traición[10]. El estallido de la guerra en 1939 no significó, como sostenía Vercesi, la "desaparición social del proletariado" y, por lo tanto, la inutilidad para los revolucionarios de la actividad política organizada. La desaparición social del proletariado es imposible mientras sobreviva el capital, y la formación de minorías revolucionarias obedece a una necesidad permanente dentro de la clase. Pero ciertamente sí significó un nuevo paso en su desorganización política, no sólo a través del terror del fascismo y el estalinismo sino, más insidiosamente, por su incorporación al proyecto de defensa de la democracia. E incluyó la rápida integración de la oposición trotskista en el esfuerzo bélico[11] y la dispersión de sus fracciones de izquierda. El proletariado sí se manifestó al final de la guerra en ciertos países, sobre todo en Italia en 1943, pero contrariamente a las expectativas de una gran parte de la Izquierda Comunista italiana (incluyendo a Vercesi), esto no significó una reversión del curso contrarrevolucionario[12].
La contrarrevolución, tomando formas cada vez más totalitarias, continuó imponiéndose durante el período de prosperidad de la posguerra, mientras que el capital descubrió nuevas formas de socavar el sentido de sí mismo del proletariado. Este fue el período en el que “los sociólogos pudieron comenzar a teorizar el "aburguesamiento" de la clase obrera como resultado de la expansión del consumismo y el desarrollo del Estado del bienestar. De hecho, esos dos aspectos del capitalismo después de 1945 siguen siendo importantes lastres añadidos contra la posibilidad de que la clase obrera se reconstituya como fuerza revolucionaria. El consumismo atomiza a la clase obrera y vende la ilusión de que todos pueden alcanzar el paraíso de la propiedad individual. El providencialismo, que solía ser introducido por los partidos de izquierda presentándolo como conquista de la clase obrera, es incluso un instrumento más revelador de control capitalista; socava la autoconfianza de la clase obrera y la hace depender de la benevolencia del Estado; y más tarde, en una fase de migración masiva, su organización por el Estado-nación significaría que acceder a la salud, a la vivienda y otros beneficios ha acabado siendo un poderoso factor para transformar a los inmigrantes en chivos expiatorios, y de otras divisiones en la clase obrera”.[13]
El renacimiento de la lucha de clases después de 1968, que alcanzó su punto más alto con la huelga de masas en Polonia en 1980, refutó la idea de que la clase obrera se había integrado en el capitalismo y nos dio otro destello de su identidad esencial como una fuerza que sólo puede expresarse reventando sus cadenas institucionales. Las huelgas salvajes fuera de los sindicatos, las asambleas generales y los comités de huelga revocables, poderosas tendencias hacia la extensión de la lucha - embriones o expresiones reales de la huelga de masas - renovaron la perspectiva de los consejos obreros. Al mismo tiempo, proporcionó el terreno para un pequeño pero importante renacimiento del movimiento comunista internacional que había estado cerca de desaparecer en los años cincuenta - un requisito previo esencial para la futura formación de un nuevo partido mundial[14].
Y, sin embargo, como argumenta el pasaje arriba citado del texto sobre Confianza y Solidaridad, mientras que Mayo del 68 y los movimientos subsiguientes plantearon la cuestión de una nueva sociedad a nivel teórico, la lucha de clases en su conjunto se quedó en el terreno económico y no fue capaz de crecer hacia una confrontación política con el capitalismo. Los límites del renacimiento proletario contenían las semillas de la nueva fase de descomposición que ha visto al proletariado acercarse a perder su identidad de clase completamente.
Para entender por qué, desde finales de los años ochenta, la consciencia del proletariado de sí mismo como fuerza social ha estado en retroceso, es necesario examinar sus diferentes dimensiones por separado para entender cómo operan en conjunto.
Para empezar, una sociedad capitalista cuyas premisas se están empezando a desmoronar, una sociedad en abierta desintegración, una sociedad que ha pasado por décadas de decadencia y que está bloqueada en su evolución, tiende, de forma más o menos automática, a exacerbar la atomización social que ha sido una característica clave de esta sociedad desde sus inicios, como señaló Engels en La Condición de la Clase Obrera en Inglaterra:
“Por mucho que uno sea consciente de que este aislamiento del individuo, este estrecho egocentrismo que es el principio fundamental de nuestra sociedad en todas partes, no hay lugar donde sea tan insolentemente descarado, tan cierto como aquí, en el hacinamiento de la gran ciudad. La disolución de la humanidad en mónadas, donde cada una tiene un principio de vida particular y un propósito separado, esta atomización del mundo se lleva a cabo aquí hasta el extremo"[15]
En la fase final de esta sociedad, la guerra de cada uno contra todos se intensifica a todos los niveles: desde el distanciamiento creciente entre individuos, la competencia violenta entre bandas callejeras que operan a nivel de tal o cual ciudad o vecindario, hasta la lucha frenética entre empresas por su porción en un mercado limitado, pasando por el caos en expansión de la competencia militar entre estados y proto-estados a nivel internacional. Esta tendencia también subyace en la búsqueda de “comunidades” basadas en una identidad restringida a la que nos hemos referido anteriormente, una reacción contra la atomización que sólo sirve para reforzarla a otro nivel. Este desmoronamiento de los lazos sociales funciona continua e insidiosamente en oposición polar al potencial para la unificación de la clase obrera en torno a sus intereses comunes - en otras palabras, a la reconfiguración de la identidad de clase del proletariado.
La burguesía, por supuesto, se ve directamente afectada por este mismo proceso -como hemos señalado en relación con su capacidad para controlar su aparato político, y en la creciente dificultad para mantener alianzas estables a nivel de las relaciones entre Estados. Pero a diferencia de la clase obrera, la burguesía puede, hasta cierto punto, aprovechar los efectos de la descomposición en su favor e incluso reforzarlos. El colapso del Bloque del Este, por ejemplo, fue un ejemplo de primera importancia de los procesos "objetivos" de la descomposición, impulsados por una crisis económica cada vez más profunda e irresoluble[16]. Pero debido a las circunstancias históricas particulares implicados en la formación de este bloque -el resultado de una revolución proletaria derrotada que dio lugar a un sistema aparentemente diferente del capitalismo de Occidente- la burguesía ha sido capaz de dar forma a partir de estos acontecimientos a toda una embestida ideológica contra el proletariado, un ataque a la consciencia de clase que jugó un papel significativo en el reflujo de la lucha a partir de los años noventa[17]. Frente a una clase obrera que, ya en las oleadas de lucha post-68, experimentaba grandes dificultades para desarrollar una perspectiva para su resistencia, las campañas de "la muerte del comunismo" atacaron frontalmente esta dimensión esencial de la consciencia de clase: su capacidad de mirar hacia adelante y de orientarse hacia el futuro. Pero estas campañas no se detuvieron ahí: proclamaron no sólo el fin de cualquier posibilidad de una alternativa al capitalismo, sino también el fin de la lucha de clases y de la clase obrera misma. Al hacerlo, la propia burguesía mostró su determinación por socavar la identidad de clase como medio para combatir la amenaza de la revolución proletaria.
Una tercera dimensión del quebrantamiento de la identidad de clase en el período de descomposición está relacionada con esto: es decir, la insistencia en que la clase obrera es una especie en peligro de extinción o incluso ya extinta está profundamente reforzada por los cambios estructurales que la clase dominante se ha visto obligada a introducir en respuesta a la crisis económica de su sistema -todo lo que transcurre bajo los engañosos encabezados de neoliberalismo y globalización, pero sobre todo el proceso de "desindustrialización" de los centros capitalistas más antiguos. Este proceso estuvo determinado, por supuesto, por la necesidad de abandonar las industrias no rentables y de trasladar el capital a zonas del mundo donde las mismas mercancías podían producirse de forma mucho más barata. Pero siempre hubo un elemento directamente anti obrero en este proceso: la burguesía sabía muy bien, por ejemplo, que al enfrentarse a los mineros en Gran Bretaña y cerrar las minas, no sólo se libraría de una mal adaptación económica importante, sino que también daría un duro golpe a un sector muy combativo de su enemigo de clase. Por supuesto, al trasladar industrias enteras al Lejano Oriente y a otros lugares, la burguesía estaría creando nuevos batallones proletarios para la guerra de clases, pero también tenía un cierto entendimiento de que la clase obrera industrial de los principales centros capitalistas representaba un peligro particular para ella[18]. La clase obrera no se limita al proletariado industrial, pero este sector siempre ha estado en el corazón del movimiento obrero y especialmente de las luchas masivas y revolucionarias del pasado, como lo demuestran, por ejemplo, el papel de la fábrica Putilov en la Revolución rusa, los obreros del Ruhr en la Revolución alemana, los obreros de Renault en la huelga de masas francesa del 68, o los obreros de los astilleros en Polonia en 1980.
Acompañando al cierre de muchas de estas viejas industrias, el capitalismo ha intentado crear un nuevo modelo de clase obrera, especialmente en las industrias de servicios que, en países capitalistas más antiguos como Gran Bretaña, han avanzado más hacia el escenario central de la vida económica. Este modelo es la llamada "gig economy" o economía de “bolos”, cuyos empleados son instados a verse a sí mismos no como trabajadores sino como empresarios individuales que pueden, si se esfuerzan lo suficiente, llegar a ser grandes, que pueden negociar con la empresa individuo por individuo para mejorar sus salarios y condiciones. Una vez más, estos cambios son dictados en última instancia por las necesidades del beneficio capitalista, pero también son aprovechados por la burguesía para impedir que los trabajadores se vean a sí mismos como obreros y como parte de una clase explotada.
Desde nuestro último congreso en abril de 2017 el levantamiento populista ha continuado, a pesar de los esfuerzos de las facciones más centrales de la burguesía por erigir un dique en su contra, como con la elección de Macron en Francia y la "Resistencia" contra Trump orquestada por el partido Demócrata y parte de los servicios de seguridad del Estado en los EE. UU. La fiabilidad de Alemania como barrera a la propagación del populismo se ha visto gravemente debilitada por el ascenso electoral de la AfD (Alternativa para Alemania) y el desarrollo de un movimiento callejero pogromista en lugares como Chemnitz. Las divisiones y la casi parálisis de la burguesía británica sobre el Brexit se han intensificado. La instalación de un gobierno populista en Italia, junto con la creciente oposición de los gobiernos populistas de Europa del Este, ha planteado graves problemas para el futuro de la UE. La amenaza a la unidad del Estado español por parte de las fuerzas del catalanismo y otros nacionalismos no ha sido superada. En Brasil, la victoria de Bolsonaro es un nuevo paso en el ascenso de "líderes fuertes" que abogan abiertamente por el terror de estado contra cualquier oposición a su gobierno. Por último, el fenómeno de los "Chalecos Amarillos" en Francia y en otros lugares muestra la capacidad de los populistas de manifestarse no sólo en el terreno electoral, sino también en las calles, en manifestaciones a gran escala que pueden parecer recoger algunas de las preocupaciones e incluso los métodos de la clase obrera… a la vez que tienen el efecto de confundir aún más el significado de la identidad de clase.
El populismo, con su lenguaje agresivamente nacionalista y xenófobo, su desprecio por las pruebas y la investigación científica, sus teorías conspirativas y su relación casi descubierta con la cruda violencia de las bandas callejeras fascistas es sin duda un producto puro de la descomposición, la señal de que la clase capitalista está, incluso por sí misma, retrocediendo ante el estancamiento histórico entre las clases. Pero mientras emerge como un producto de la decadencia social y tiende a socavar el control de la burguesía sobre todo su aparato político y económico, aquí también la clase dominante puede hacer uso de los problemas creados por el populismo en su guerra permanente contra la consciencia de clase.
Esto es evidente en el caso de aquellas fracciones del proletariado que, sin ninguna perspectiva de resistencia de clase contra el capitalismo y los efectos de su crisis, han sido atraídas directamente a la política populista y han caído en una nueva versión del "socialismo de los tontos": la idea de que su miseria es causada por la creciente ola de inmigrantes y refugiados que serían a su vez las tropas de choque de siniestras élites que pretenden socavar la cultura cristiana, blanca o nacional. Estos delirios se combinan con un apoyo incondicional a los partidos populistas y demagogos que se presentan como una fuerza "anti-élite", como tribunos del "pueblo real". Agarrarse a tales ideas -que también puede llevar a una minoría significativa hacia la práctica del pogromo y el terrorismo- claramente funciona en contra de que estas fracciones recuperen su verdadera identidad como parte de una clase explotada, como una sección de la clase que ha sido "dejada atrás" no por los complots de las conspiraciones antinacionales sino por el impacto implacable de la crisis capitalista global.
Pero, recordando el famoso dicho de Bordiga de que "el peor producto del fascismo es el antifascismo", también debemos señalar que la oposición burguesa al populismo desempeña un papel no menos importante en la estafa ideológica que impide que el proletariado reconozca sus intereses de clase independientes y antagónicos a todas las facciones de la clase dominante. Escribiendo al principio del Folleto de Junius sobre la atmósfera pogromista que invadió Alemania al comienzo de la Primera Guerra Mundial, Rosa Luxemburg señaló que este "aire de Kishinev (Chisináu)... dejó al policía de la esquina como el único representante que quedaba de la dignidad humana". En los EE. UU., la misma apariencia es creada por las declaraciones y prácticas atroces de Trump, de modo que los Demócratas, los Republicanos liberales, los jueces de la corte suprema e incluso el FBI y la CIA empiezan a parecer los tipos buenos. En Gran Bretaña, la aparente dominación de la vida política por una pequeña banda de "Brextremistas", a su vez vinculada al dinero negro e incluso a las maquinaciones del imperialismo ruso, estimula el desarrollo de una oposición de masas al Brexit que, con el estímulo abierto de parte de los medios de comunicación, puede movilizar hasta 750.000 personas en las calles de Londres para convocar un segundo referéndum. Aunque a menudo se ridiculiza como un movimiento de la cortés clase media, tales movilizaciones indudablemente atraen a un gran número componentes de ese proletariado urbano educado que se enfurece con las mentiras de los populistas pero que todavía no es capaz de separarse de las facciones liberales y de izquierdas de la burguesía.
En resumen: el conjunto del debate político tiende a ser monopolizado por las cuestiones de pro y anti-Trump, pro y anti-Brexit, etc., un debate totalmente circunscrito por la ideología patriótica y democrática. La oposición burguesa a Trump se presenta a sí misma como la Verdadera América no menos que lo hacen Trump y sus partidarios, y condena a la actual administración sobre todo por su violación de las normas democráticas; de forma parecida, en el Reino Unido, el debate es siempre sobre los verdaderos intereses de "nuestro país", y ambos lados de la contienda se presentan como el lado interesado en la democracia y la voluntad del pueblo. Esta misma polarización puede observarse en las "guerras culturales" que han alimentado el auge del populismo: como hemos señalado anteriormente, el populismo es en sí mismo una forma de política de identidad, que se erige en defensor de los intereses exclusivos de tal o cual nación o grupo étnico, y se embarca en una batalla que se refuerza mutuamente con todas las demás formas de política de identidad, ya se trate de las bandas islamistas que sirven para desviar la cólera de un determinado estrato de jóvenes proletarios descontentos atrapados en guetos urbanos, o de las campañas más izquierdistas que se inclinan en torno a las cuestiones de raza y género. Esta polarización es una expresión real de una sociedad en desintegración y cada vez más dividida, pero, frente al proletariado, el capitalismo decadente muestra su carácter totalitario, en la medida en que esta misma polarización ocupa el terreno social y político y tiende a bloquear el surgimiento del debate o la acción en el terreno del proletariado.
El mundo capitalista en descomposición necesariamente engendra estados de ánimo apocalípticos. No puede ofrecer a la humanidad ningún futuro y su potencial de destrucción a una escala que desafía la imaginación se ha hecho cada vez más evidente para amplias capas de la población mundial. Las manifestaciones más extremas de este sentimiento de que el mundo en el que vivimos está en sus últimas etapas se expresan en las mitologías distorsionadas del yihadismo islámico o del survivalismo cristiano de derechas, pero éste es un estado de ánimo mucho más general. Los informes cada vez más inquietantes de los comités científicos sobre el cambio climático, la destrucción de especies y la contaminación tóxica de todo tipo se han sumado a la sensación de perdición: si los científicos dicen que tenemos 12 años para prevenir una catástrofe medioambiental, se sobreentiende que los gobiernos y las empresas del mundo no harán casi nada para poner en práctica las medidas que propugnan estos informes, por miedo a desafilar el filo competitivo de las economías nacionales. De hecho, con el advenimiento de los gobiernos populistas, la negación del cambio climático se vuelve cada vez más histérica ante los peligros reales a los que se enfrenta el mundo, y opta por el vandalismo puro, la retirada de los acuerdos internacionales y la eliminación de todos los límites a la explotación de la naturaleza, como en el caso de Trump en los EE. UU. y Bolsonaro en Brasil. Si a esto se añade el hecho de que la guerra imperialista se está volviendo más caótica e impredecible mientras que un número creciente de Estados tienen acceso a armas nucleares, no es de extrañar que el nihilismo y la desesperación estén aún más extendidos que en el período de la Segunda Guerra Mundial, a pesar de la proximidad de la sombra de Auschwitz e Hiroshima y de la amenaza de guerra nuclear entre los dos bloques imperialistas.
El nihilismo y la desesperación surgen de una sensación de impotencia, en la pérdida de la convicción de que existe cualquier alternativa posible al escenario de pesadilla que está preparando el capitalismo. Tiende a paralizar la reflexión y la voluntad de actuar. Y si la única fuerza social que podría plantear esta alternativa es prácticamente inconsciente de su propia existencia, ¿significa esto que el juego está terminado, que ya se ha alcanzado el punto de no retorno?
Ciertamente reconocemos que cuanto más tiempo esté el capitalismo hundiéndose en la descomposición, más estará socavando los cimientos de una sociedad más humana. Una vez más, esto queda claramente ilustrado por la destrucción del medio ambiente, que está llegando a un punto en el que puede acelerar la tendencia a la desintegración completa de la sociedad, una condición que no favorece la autoorganización y la confianza en el futuro que se requiere para hacer la revolución; e incluso si el proletariado llega al poder a escala mundial, se enfrentará a una gigantesca labor no sólo para arreglar el desorden legado por la acumulación capitalista, sino para revertir una espiral de destrucción que ya se ha puesto en marcha.
Pero también sabemos que la desesperación también distorsiona la realidad, genera pánico, por un lado, negación por el otro, y no nos permite pensar claramente sobre las posibilidades que todavía están disponibles para nosotros. En varios documentos recientes presentados en congresos y reuniones de su órgano central, la CCI ha examinado una serie de desarrollos objetivos que han tenido lugar (o más bien continuado) en las últimas décadas y que podrían actuar a favor del proletariado. Los más importantes de estos desarrollos son:
La clase obrera es la clase de la consciencia. A diferencia de la revolución burguesa, su revolución no se basa en una acumulación paulatina de riqueza y poder económico. Sólo puede acumular experiencia, tradición de lucha, métodos de organización, etc. En resumen, el elemento subjetivo es crucial si se quiere aprovechar y realizar un potencial objetivo.
Este potencial subjetivo no puede medirse en términos inmediatos. La relación de las fuerzas de clase existe históricamente y podemos decir que, aunque el tiempo no esté de su parte, aunque la descomposición se esté convirtiendo en una amenaza creciente y la clase obrera esté experimentando dificultades considerables en su salida de su actual retroceso, globalmente la clase no ha sido aplastada desde 1968 y por lo tanto sigue siendo un obstáculo para el pleno descenso a la barbarie; por lo tanto, retiene el potencial para superar al sistema en su conjunto.... Pero sólo podemos seguir afirmándolo si examinamos cuidadosamente las expresiones más inmediatas de rebelión contra el orden social. Y estas no están ausentes:
Con respecto a las luchas abiertas de la clase, veremos dos ejemplos recientes:
1. En Gran Bretaña, en los últimos dos años hemos visto pequeñas pero significativas huelgas de trabajadores de la economía de ‘bolos’, como se narra en este artículo de World Revolution:
“Uno de los temores sobre los obreros en trabajos muy precarios y ocasionales, con una gran proporción de inmigrantes entre ellos, es que no podrán luchar, y que solo existe entre ellos una presión competitiva frente a la bajada de salarios. A empresas como Uber y Deliveroo les gusta decir que sus trabajadores son autónomos (por lo que no reciben salario mínimo, vacaciones o baja por enfermedad). La reciente huelga en Deliveroo, que se extendió a los conductores de UberEats, ha respondido a ambas cuestiones. Definitivamente son parte de la clase obrera, y definitivamente son capaces de luchar para defenderse.
Amenazados con un nuevo contrato que cambiaría de un pago por hora más un bono por cada entrega (£7 y £1) al pago sólo por cada entrega, a pesar de su aparente aislamiento mutuo y sus precarias circunstancias, los trabajadores de reparto de Deliveroo organizaron reuniones para llevar a cabo su lucha, una manifestación de ciclomotores y bicicletas por las calles de Londres, y una huelga de 6 días. Insistieron en la negociación colectiva contra la "oferta" del director en funciones de hablar con ellos individualmente. Al final se retiró la amenaza de que perderían sus puestos de trabajo si no firmaban el nuevo contrato, pero este está siendo probado por aquellos que sí lo han firmado. Una victoria parcial.
Algunos trabajadores de reparto de UberEats fueron a las reuniones de Deliveroo. Se enfrentan a condiciones similares, ya que se les da falsamente la condición de autónomos; los salarios han caído, por lo que apenas ganan el salario mínimo, sin un salario garantizado, y sólo reciben 3,30 libras esterlinas por reparto. Después de una huelga salvaje, un trabajador fue despedido (o "desactivado" ya que no está protegido por la ley de empleo), subrayando el coraje que necesitan los trabajadores que luchan en industrias tan precarias..."[20]
Más recientemente, en octubre, los trabajadores de una serie de tiendas de comida rápida en varias ciudades del Reino Unido - Macdonalds, TGI Fridays y JD Witherspoon- junto con los conductores de UberEats, se declararon en huelga juntos y se unieron en sus piquetes y manifestaciones. Como dice el artículo de WR, estas acciones se basan en el reconocimiento de que los empleados de estas empresas forman en efecto parte de un cuerpo social colectivo y no son sólo individuos aislados. También fue significativo que estas huelgas involucraran a muchos trabajadores inmigrantes junto con los nacidos en el Reino Unido, a la vez que algunas de las acciones en marcha se coordinaron con huelgas en las mismas empresas en Europa. Al mismo tiempo, según la BBC, "las huelgas se llevan a cabo para coincidir con la huelga industrial por el pago de salarios de los trabajadores de comida rápida en Chile, Colombia, Estados Unidos, Bélgica, Italia, Alemania, Filipinas y Japón"[21]
La noción del 'precariado' aplicada a estos trabajadores implica que se trata de una nueva clase, pero el empleo precario siempre ha sido parte de la condición de la clase obrera. En cierto modo, los métodos de la "economía de bolos", con trabajadores cada vez más frecuentemente empleados a muy corto plazo y de forma ocasional, nos remontan a los días en que los trabajadores de la construcción o de los puertos hacían cola para ser contratados día a día.
Los intentos de los trabajadores de diferentes empresas y países de unirse es una afirmación de la identidad de clase contra el "nuevo modelo" mencionado anteriormente, y demuestra que ningún sector de la clase, por muy disperso y oprimido que esté, es incapaz de luchar por sus intereses. Al mismo tiempo, el hecho de que estos trabajadores hayan sido en gran medida ignorados por los sindicatos tradicionales ha dejado un espacio a formas más radicales de sindicalismo: en el Reino Unido, organizaciones semi-sindicalistas como la IWW, el Sindicato de Trabajadores Independientes de Gran Bretaña (IWGB) y Voces Unidas del Mundo (UVW) se han aprovechado rápidamente de esto y se han convertido en la principal fuerza "organizadora" de los trabajadores. Esto es probablemente inevitable en una situación en la que no existe un movimiento de clase general, pero la influencia de estos sindicatos radicales atestigua la necesidad de contener una radicalización genuina entre una minoría de trabajadores.
2. Luchas contra la economía de guerra en Oriente Medio
Las huelgas y manifestaciones que estallaron en julio en muchas partes de Jordania, Irak e Irán, descritas en varios artículos recientes en nuestra web[22], fueron una respuesta directa de los proletarios de la región a las miserias infligidas a la población por la economía de guerra. Las demandas planteadas por las protestas se centraron con fuerza en cuestiones económicas básicas: escasez de agua y atención sanitaria, salarios de pobreza o salarios no pagados, desempleo, lo que demuestra que estos movimientos comenzaron en un terreno de clase. También erigieron una serie de consignas políticas que tienden a afirmar los intereses del proletariado contra los intereses de la clase dominante y sus guerras: en Irán, por ejemplo, tanto las facciones "fundamentalistas" como las "reformistas" de la teocracia fueron vistas en el mismo bando y las pretensiones imperialistas del régimen iraní se ridiculizaron con frecuencia; en Irak, los manifestantes gritaron que no eran ni sunitas ni chiítas; y "no solo los edificios municipales y gubernamentales han sido el blanco de los ataques de los manifestantes, sino que también lo han sido las instituciones chiítas, desmintiendo su hipócrita "apoyo" a la oleada de protestas. La delegación del populista "radical" al-Sadr para reunirse con los manifestantes fue atacada y despedida - esto fue mostrado en vídeo en las redes sociales"[23].
Incluso más importante, en el otoño de 2018 hubo una serie de huelgas obreras muy combativas en la industria iraní, con algunas expresiones claras de solidaridad entre diferentes empresas, como en el caso de los trabajadores del acero de Foolad y los trabajadores azucareros de HaftTappeh. Esta última lucha también se hizo muy conocida internacionalmente a través de la celebración de asambleas generales y las declaraciones de un líder clave de la huelga, Ismail Bakhshi, sobre su comité de huelga como una especie de soviet embrionario. Esto ha sido retomado por varios elementos del medio político proletario para dar a entender que los consejos obreros estaban en la agenda inmediata en Irán, lo cual creemos que está lejos de ser el caso. Otras declaraciones de Bakhshi muestran que hay serias confusiones sobre la autogestión incluso entre los trabajadores más avanzados[24]. También es un hecho que algunas de las consignas de las primeras protestas callejeras tenían un carácter nacionalista e incluso monárquico. A pesar de estas profundas debilidades, seguimos considerando que esta oleada de lucha en Irán fue una expresión importante del potencial intacto de la lucha de clases. Con la guerra convirtiéndose en una realidad permanente para cada vez más secciones de la clase, estos movimientos recuerdan no sólo el antagonismo absoluto entre el proletariado y el conflicto imperialista, sino también una consciencia embrionaria de este antagonismo, expresada tanto en algunas de las consignas proclamadas como en la simultaneidad internacional de estos movimientos en Irán, Irak y Jordania.
Estos ejemplos no se presentan como prueba de un renacimiento global de la lucha de clases, ni siquiera del final de su reflujo, lo que en cualquier caso requeriría el surgimiento de importantes movimientos de clase en los países centrales del sistema. En estos países, la situación social se caracteriza todavía más por la ausencia de grandes luchas en el terreno proletario. Por otra parte, hemos visto una serie de protestas que expresan una indignación creciente contra la brutalidad y la destructividad de la sociedad capitalista. En los Estados Unidos en particular, hemos visto acciones directas en los aeropuertos contra la detención y expulsión de viajeros de países musulmanes; grandes manifestaciones tras los tiroteos policiales contra jóvenes negros en una serie de ciudades: Charlotte, St Louis, Nueva York, Sacramento…, y la movilización masiva de jóvenes tras el tiroteo en la escuela secundaria Marjory Stoneman Douglas de Parkland, Florida. El cambio climático y la destrucción del medio ambiente son también un factor que provoca protestas, en particular las huelgas escolares organizadas en muchos países bajo el paraguas de "Jóvenes por el Clima" o las protestas de Rebelión contra la Extinción (XR) en Londres... Del mismo modo, la indignación por el trato paternalista y violento contra las mujeres -no sólo en países "atrasados" como la India, sino en las llamadas "democracias liberales"- también se ha expresado en las calles en lugar de limitarse a los foros de Internet.
Sin embargo, dada la pérdida general de la identidad de clase, es muy difícil evitar que este tipo de protestas caigan en las trampas de la burguesía, en mistificaciones en torno a las políticas de identidad y el reformismo, y por lo tanto sean manipuladas directamente por facciones burguesas de izquierda y democráticas. El fenómeno de los Chalecos Amarillos también muestra el peligro de que la clase se pierda aún más en movimientos interclasistas dominados por la ideología del populismo y el nacionalismo.
Es sólo recuperando el sentido de sí misma como clase, a través del desarrollo de la lucha en su propio terreno, como toda la energía y la furia legítima que hoy se canaliza en direcciones estériles o nocivas podrá ser mañana `recuperada' por el proletariado. La dinámica del movimiento de Indignados en 2011 demuestra que se trata de algo más que de un vago deseo. Motivado por cuestiones "clásicas" de la clase obrera -desempleo, inseguridad laboral, el impacto de la crisis de 2008 en el nivel de vida- este fue un movimiento que también planteó preguntas sobre el futuro de la humanidad en un sistema que muchos de sus participantes consideraban "obsoleto". En consecuencia, organizó todo tipo de debates sobre la moral, la ciencia, el medio ambiente, cuestiones de sexo y género, etc. En este sentido, revivió claramente el espíritu de Mayo del 68 al plantear la cuestión de una alternativa a la sociedad capitalista. Esta era una expresión de un movimiento proletario que había empezado a entender que contiene la respuesta a "males particulares" así como a "el mal en general". Mostró que la lucha de clases debe extenderse no sólo a los sectores más amplios de la economía capitalista, sino también a las esferas de la política y la cultura[25].
No obstante, el problema sigue siendo que si bien los Indignados eran en esencia un movimiento del proletariado, compuesto en gran parte por empleados, semi -empleados, desempleados, universitarios y estudiantes de secundaria, la mayoría de sus protagonistas se veían a sí mismos sobre todo como ciudadanos y, por lo tanto, eran particularmente vulnerables a la ideología de "Democracia Real Ya" y a otros izquierdistas que trataban de arrastrar el movimiento asambleario hacia su incorporación a un régimen parlamentario reformado[26]. Había, por supuesto, una significativa ala proletaria (en su sentido político más que sociológico) del movimiento que veía las cosas de manera diferente, pero permaneció como una minoría y parece haber dado a luz a una minoría aún más pequeña de elementos que se han acercado a la política revolucionaria. El "problema de identidad" del movimiento de Indignados se acentuó aún más en 2017, cuando muchos de los que se habían indignado genuinamente contra el futuro ofrecido por el capitalismo cayeron en el fraude del nacionalismo, en particular de su versión catalana.
Una de las debilidades clave del movimiento fue su falta de conexión entre el movimiento en las calles y plazas y las luchas en los centros de trabajo, y esta brecha es algo que las luchas futuras tendrán que superar. Hemos visto atisbos de esto en los recientes movimientos en Oriente Medio, y quizás más explícitamente en las huelgas de los trabajadores metalúrgicos en Vigo en 2006[27]. Porque, así como ganar las calles es esencial para reunir a los trabajadores de diferentes sectores, así como a los desempleados, el movimiento en los centros de trabajo es clave para recordar a todos los que están en la calle que son parte de una clase que tiene que vender su trabajo al capital.
Esta conexión también será importante para resolver el problema de la organización unitaria de los futuros movimientos masivos: el problema de los consejos obreros. En los movimientos revolucionarios del pasado, los consejos obreros tendían a surgir de la centralización de las asambleas generales en las grandes unidades industriales. Sin duda, esto seguirá siendo un factor importante en las regiones en las que todavía existen unidades de este tipo (Alemania, por ejemplo) o en las que se han desarrollado en los últimos tiempos (China, el subcontinente indio, etc.). Pero dada la importancia de los antiguos centros de la lucha de clases, sobre todo en Europa, que han estado sometidos a un largo proceso de desindustrialización, es posible que los consejos surjan de una reunión de asambleas celebradas en lugares de trabajo centrales como hospitales, universidades, almacenes, etc., y de reuniones masivas celebradas en calles y plazas donde los trabajadores de centros de trabajo más dispersos, los desempleados y los empleados precarios puedan unificar sus luchas.
El hecho de que gran parte de la población haya sido proletarizada por el impacto combinado de la crisis y de los cambios de "piel" de la clase obrera implica que las asambleas basadas en unidades territoriales más que en unidades industriales conservarán un carácter obrero, incluso aunque existe evidentemente el peligro de la influencia de la pequeña burguesía y otros estratos en tales formas de organización. Tales dilemas nos llevan a la cuestión de la autonomía de la clase y su relación con el estado de transición en la revolución del futuro, ya que la clase obrera, habiendo redescubierto su identidad como fuerza social revolucionaria, tendrá que mantener esta identidad autónoma política y organizativamente durante el período de transición, hasta que todos se hayan convertido en proletarios y por lo tanto ninguno sea proletario[28].
También es probable que esta identidad revolucionaria recientemente recuperada tome una forma más directamente política en el futuro: en otras palabras, que la clase se defina a sí misma a través de una creciente adhesión a la perspectiva comunista, en particular porque la profundidad de la crisis social y económica habrá minado las ilusiones en cualquier posible "vuelta a la normalidad" del capitalismo en descomposición. Vimos una señal de esto en la aparición del ala proletaria en el movimiento de Indignados: su carácter proletario se basaba no tanto en su composición sociológica, sino en su lucha por defender la autonomía de las asambleas y una perspectiva general de transformación social contra los diversos recuperadores de izquierda. El partido del futuro bien podría surgir a través de la interacción entre estas grandes minorías proletarias y las organizaciones políticas comunistas. Por supuesto, la fragilidad del medio existente de la Izquierda Comunista significa que no hay garantías de que este encuentro se lleve a cabo. Pero podemos decir que la aparición de nuevos elementos que gravitan hoy hacia la Izquierda Comunista -algunos de ellos muy jóvenes- es una señal de que el proceso de maduración subterránea es una realidad y que continúa a pesar de las dificultades muy evidentes de la lucha de clases. Aunque entendemos que el partido del futuro no será de ninguna manera una organización de masas que busque abarcar a toda la clase en su conjunto, esta dimensión de la politización de la lucha pone de manifiesto lo que es profundamente cierto en la frase marxista clásica: "constitución de los proletarios en clase y, por tanto, en partido político".
(28.12.18)
[1] Movimiento de los "chalecos amarillos": contra los ataques de la burguesía, el proletariado debe responder de manera autónoma, en su propio terreno de clase
[2] Introducción a la Crítica a la filosofía del derecho de Hegel https://www.marxists.org/espanol/m-e/1844/intro-hegel.htm [65]
[3] La Sagrada Familia Capítulo IV https://www.marxists.org/espanol/m-e/1840s/sagfamilia/04.htm [66]
[4] Introducción a la edición inglesa de La condición de la clase obrera en Inglaterra https://www.marxists.org/espanol/m-e/1840s/situacion/situacion.pdf [67]
[5] Ver en nuestra Plataforma Política el punto VII Los sindicatos: órganos del proletariado ayer, instrumentos del capital hoy, https://es.internationalism.org/cci/201211/3550/plataforma-de-la-cci-adoptada-por-el-ier-congreso [16]
[6] Historia del movimiento obrero en Gran Bretaña, Parte 2: El Cartismo y la huelga general de 1842 (en inglés, World Revolution) https://en.internationalism.org/wr/304/chartism-1848 [68]. Sobre la noción de Huelga de masas ver Huelga de masas, partido y sindicatos, de Rosa Luxemburgo, https://www.marxists.org/espanol/luxem/06Huelgademasaspartidoysindicatos_0.pdf [69]
[7] Este movimiento había sido precedido por el levantamiento de Merthyr de 1831, que, se podría argumentar, estaba mejor organizado y tuvo más éxito, incluso aunque los trabajadores sólo pudieron tomar el poder en una ciudad y sólo por un breve momento. También fue el primer momento registrado en que los trabajadores marcharon bajo la bandera roja
[8] De un Informe sobre las perspectivas de la lucha de clases, Diciembre de 2015
[9] Revista Internacional n° 111, 2002 Texto de orientación sobre la confianza y la solidaridad https://es.internationalism.org/revista-internacional/200911/2695/texto-de-orientacion-sobre-la-confianza-y-la-solidaridad-i [70]
[10] Ver la Serie sobre la CNT: La CNT : Nacimiento del sindicalismo revolucionario en España (1910-1913) https://es.internationalism.org/revista-internacional/200703/1322/historia-del-movimiento-obrero-la-cnt-nacimiento-del-sindicalismo- [71] ;La CNT ante la guerra y la revolución (1914-1919) https://es.internationalism.org/revista-internacional/200705/1903/historia-del-movimiento-obrero-la-cnt-ante-la-guerra-y-la-revoluci [72] ;El sindicalismo frustra la orientación revolucionaria de la CNT (1919-23), https://es.internationalism.org/revista-internacional/200708/2002/historia-del-movimiento-obrero-el-sindicalismo-frustra-la-orientac [73] ; La contribución de la CNT a la instauración de la República española (1923-31) https://es.internationalism.org/revista-internacional/200711/2068/historia-del-movimiento-obrero-la-contribucion-de-la-cnt-a-la-inst [74] ;El fracaso del anarquismo para impedir la integración de la CNT en el Estado (1931-1934), https://es.internationalism.org/revista-internacional/200802/2189/historia-del-movimiento-obrero-el-fracaso-del-anarquismo-para-impe [75] ; El antifascismo, el camino a la traición de la CNT (1934-36) https://es.internationalism.org/revista-internacional/200806/2278/historia-del-movimiento-obrero-el-antifascismo-el-camino-a-la-trai [76]
[11] Para comprender la traición del trotskismo ver El trotskismo contra la clase obrera https://es.internationalism.org/cci/200605/911/el-trotskismo-contra-la-clase-obrera [77]
[12] Para ver lo que es la Izquierda Comunista consultar La izquierda comunista y la continuidad del marxismo https://es.internationalism.org/cci/200510/156/la-izquierda-comunista-y-la-continuidad-del-marxismo [78] ; sobre la diferencia entre Izquierda Comunista y la Oposición de Izquierdas (que daría lugar al trotskismo) ver ¿Cuáles son las diferencias entre la Izquierda Comunista y la IVª Internacional? https://es.internationalism.org/cci-online/200706/1935/cuales-son-las-diferencias-entre-la-izquierda-comunista-y-la-iv-internacional [79]
[13] 22º Congreso de la CCI: Resolución sobre la situación internacional https://es.internationalism.org/revista-internacional/201711/4256/22-congreso-de-la-cci-resolucion-sobre-la-situacion-internacional [80]
[14] Ver La renovación de la Izquierda Comunista: uno de los aportes clave de Mayo 68 https://es.internationalism.org/content/4344/la-renovacion-de-la-izquierda-comunista-uno-de-los-aportes-clave-de-mayo-68 [54]
[15] Del capítulo titulado ‘Las Grandes Ciudades’ https://www.marxists.org/espanol/m-e/1840s/situacion/situacion.pdf [67] (pág. 66)
[16] Ver Tesis sobre la crisis económica y política en los países del Este, /content/3451/tesis-sobre-la-crisis-economica-y-politica-en-los-paises-del-este [10]
[17] Ver Derrumbe del Bloque del Este: Dificultades en aumento para el proletariado https://es.internationalism.org/revista-internacional/199001/3502/derrumbe-del-bloque-del-este-dificultades-en-aumento-para-el-prole [60]
[18] Ver El proletariado de Europa Occidental en una posición central de la generalización de la lucha de clases https://es.internationalism.org/revista-internacional/200604/855/el-proletariado-de-europa-occidental-en-una-posicion-central-de-la- [81]
[19] Ver por ejemplo el libro de Paul Mason: Post Capitalismo, una Guía para nuestro Futuro, y su crítica por la CWO (en inglés) https://www.leftcom.org/en/articles/2016-02-21/post-capitalism-via-the-internet-according-to-paul-mason-%E2%80%93-dream-or-reality [82]
[20] Deliveroo, UberEats: Luchas de trabajadores precarios e inmigrantes (CCI en inglés) https://en.internationalism.org/content/14136/deliveroo-ubereats-struggles-precarious-and-immigrant-workers [83]
[21] Huelga por salarios de trabajadores de McDonald’s, UberEats y Wetherspoon (BBC Noticias, en inglés) https://www.bbc.com/news/business-45734662 [84]
[22] Lucha de clases en la economía de Guerra de Jordania (https://es.internationalism.org/content/lucha-de-clases-en-la-economia-de-guerra-de-jordania [85] ); Iraq: brotes de lucha contra la economía de guerra (https://es.internationalism.org/content/4338/iraq-brotes-de-lucha-contra-la-economia-de-guerra [86]) ; Internationalist Voice y las protestas en Oriente Medio (CCI en inglés: https://en.internationalism.org/content/16599/internationalist-voice-and-protests-middle-east [87] )
[23] Iraq: brotes de lucha contra la economía de guerra (https://es.internationalism.org/content/4338/iraq-brotes-de-lucha-contra-la-economia-de-guerra [86])
[24] Respuesta a Internationalist Voice sobre las huelgas en Irán (CCI en inglés: https://en.internationalism.org/content/16684/response-internationalist-voice-strikes-iran [88] )
[25] Ver nuestra hoja internacional 2011: de la indignación a la esperanza, /content/3349/2011-de-la-indignacion-la-esperanza [50]
[26] Ver nuestra denuncia en Movimiento ciudadano ¡Democracia Real Ya!: dictadura del Estado contra las asambleas masivas https://es.internationalism.org/cci-online/201106/3118/movimiento-ciudadano-democracia-real-ya-dictadura-del-estado-contra-las-asamb [89]
[27] Ver Huelga del metal de Vigo: Los métodos proletarios de lucha /content/910/huelga-del-metal-de-vigo-los-metodos-proletarios-de-lucha [90]
[28] Ver Debate: Estado y dictadura del proletariado https://es.internationalism.org/cci-online/200910/2670/debate-estado-y-dictadura-del-proletariado [91]
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El informe sobre la cuestión del "curso histórico" del 23º Congreso del CCI, que publicamos a continuación, confirma un cambio significativo de análisis con respecto al elaborado en un texto fundamental de 1978 titulado "El curso histórico"[1].
Brevemente dicho, este cambio de análisis es un resultado directo del cambio en el contexto mundial tras la caída del bloque imperialista del Este en 1989, que a su vez condujo a la desintegración del bloque occidental. Lo que, en efecto, cambia en la nueva situación, con la plena entrada del mundo en el período de descomposición del capitalismo[2], es la necesidad de analizar los cambios significativos en la evolución de la relación de fuerzas entre las clases; especialmente, el hecho de que la alternativa: revolución o destrucción de la humanidad en una guerra mundial, ya no se plantea en los mismos términos pues con la desaparición de los bloques imperialistas, la guerra mundial ya no está en el orden del día.
Para llevar a cabo el cambio necesario en nuestro análisis, hemos retomado el método de Marx y del movimiento marxista desde su creación, consistente en cambiar de posición, de análisis e incluso de programa completo, en cuanto dejan de corresponder a la marcha de la historia, y eso para seguir siendo fieles a la finalidad misma del marxismo como teoría revolucionaria. Un ejemplo conocido es el de las importantes modificaciones que Marx y Engels hicieron sucesivamente al propio Manifiesto Comunista, resumidas en los prefacios posteriores que ellos añadieron a esa obra fundamental, a la luz de los cambios históricos que se habían producido. Las generaciones siguientes de marxistas revolucionarios adoptaron el mismo método crítico:
- “El marxismo es una concepción revolucionaria que pugna constantemente por alcanzar nuevos conocimientos, que odia, sobre todas las cosas, el estancamiento de las fórmulas fijas, que conserva su fuerza viva y creadora, en el chocar espiritual de armas de la autocrítica y en medio de las tormentas de la historia” (Crítica de la Críticas, 1916, Rosa Luxemburg).
La insistencia de Rosa en su tiempo sobre la necesidad de reconsiderar los análisis previos para ser fiel a la naturaleza y el método del marxismo como teoría revolucionaria, estaba directamente relacionada con lo que significó la Primera Guerra Mundial. La guerra de 1914-1918 marcó el punto de inflexión del capitalismo como modo de producción, entre su período de ascenso o progreso y un período de decadencia y hundimiento, que cambió fundamentalmente las condiciones y el programa del movimiento obrero. Pero sólo la izquierda de la Segunda Internacional comenzó a reconocer que el período anterior había terminado definitivamente y que el proletariado entraba en la "época de guerras y revoluciones", como la Tercera Internacional lo llamaría más tarde. La derecha oportunista de la socialdemocracia afirmó falsamente que la primera guerra Inter imperialista era una guerra de defensa nacional - como las guerras limitadas y de mucho menor alcance del siglo XIX - y se unió a la burguesía imperialista, mientras que el ala centrista afirmó que la guerra era sólo una aberración temporal y que las cosas "volverían a lo normal" tras el cese de las hostilidades. Al fin y al cabo, los representantes de esas dos corrientes acabaron luchando contra la ola revolucionaria proletaria que puso fin a la Primera Guerra Mundial, mientras que los líderes de las insurrecciones proletarias como Rosa, Lenin y Trotski en los recién formados partidos comunistas preservaron el "honor del socialismo internacional" al descartar las anticuadas fórmulas de la socialdemocracia que ahora se utilizaban para justificar la contrarrevolución.
Los cambios sin precedentes que produjo el fin de la guerra fría en 1989 no fueron del mismo alcance que los de 1914. Pero marcaron una nueva etapa significativa en el desarrollo de la decadencia capitalista, coincidiendo con el surgimiento de su fase final, la de la descomposición social. Si bien el cambio de 1989 no modificó el programa de la clase obrera que ha seguido siendo válido durante toda la decadencia del capitalismo, significó, eso sí, un cambio importante en cuanto a las condiciones en que había evolucionado la lucha de clases hasta entonces durante los siete decenios entre 1914 y 1989. El Informe que publicamos aquí contribuye al esfuerzo crítico de actualizar el análisis marxista sobre ese importante giro en la historia del mundo.
En 1989, en el momento mismo de los acontecimientos que sacudieron el mundo, la CCI ya había analizado, en varios textos, los importantísimos cambios que se estaban produciendo. En sus “Tesis sobre la Descomposición” (Revista Internacional Nº 62, 1990) y el texto “Militarismo y Descomposición” (Revista internacional 64, 1991[3]), La CCI predijo que el próximo período estaría dominado por una putrefacción acelerada y el caos en un modo de producción agónico que seguiría estando atravesado por las contradicciones violentas y destructoras de la decadencia capitalista, pero en una nueva forma y contexto. El resurgir de la lucha de clases proletaria, que comenzó en 1968 y evitó el estallido de una tercera guerra mundial, encaraba ahora nuevas dificultades y un largo período de repliegue y desorientación, pero la profundización de la crisis económica mundial empujará al proletariado a reanudar su lucha.
Además, el desmoronamiento del bloque del Este puso fin, tal vez definitivamente, a la división del mundo en dos campos armados, que había sido la forma principal en que el imperialismo había funcionado mundialmente en su fase decadente. La Primera y Segunda Guerras Mundiales, así como los acontecimientos anteriores y posteriores a ellas, demostraron que el capitalismo ya no podía evolucionar mediante la expansión colonial como en el siglo XIX, y que lo único que les quedaba a cada uno de los imperialismos rivales era tratar de forzar una nueva división del mercado mundial en beneficio propio por medio de las matanzas bélicas. Ese intento se articuló mediante la tendencia a agrupar a los diferentes países detrás de cada uno de los dos gánsteres más poderosos, un proceso plenamente confirmado después de 1945. Después del período 1914-1989 dominado por la división del mundo en dos bloques imperialistas rivales, la tendencia a formar bloques dejó de ser dominante en las relaciones Inter imperialistas y cada potencia sigue ahora su sangriento camino guiada por la idea de "cada uno para sí".
El informe examina y reafirma este análisis modificado desde 1989. Pero amplía aún más su alcance.
En 2015, el 21º Congreso de la CCI puso en marcha un importante proyecto a largo plazo en el que se examinarían 40 años de su existencia para “identificar con la mayor lucidez posible nuestras fuerzas y nuestras flaquezas, identificar lo que seguía siendo válido en nuestros análisis y los errores hechos, para así armarnos para superarlos.” (“40 años después de la fundación de la Corriente Comunista Internacional, ¿Qué balance y qué perspectivas para nuestra actividad?” Revista Internacional 156[4]). El Informe sobre la cuestión del curso histórico del 23º Congreso es consecuencia de ese esfuerzo específico, llevando más lejos el análisis ya contenido en textos elaborados hace treinta años, reexaminando punto por punto el texto original sobre el curso histórico de 1978. Y concluye diciendo que el propio término "curso histórico" ya no puede considerarse adecuado para definir todos los períodos de la lucha de clases. Se aplica al período comprendido entre Sarajevo 1914 y el hundimiento de la URSS en 1989, pero no al período precedente ni al siguiente. Al sacar esta conclusión, el informe subraya una distinción muy importante que debe hacerse entre dos conceptos diferentes:
- Por una parte, el concepto de curso histórico aplicable al período comprendido entre Sarajevo y la caída del Muro de Berlín (incluidas sus diferentes fases) y que trata de la dinámica de la sociedad durante ese mismo período, indisolublemente ligada, pero no idéntica, a la relación de fuerzas entre las clases ;
- Por otro lado, el concepto de relación de fuerzas entre las clases, aplicable a todos los períodos de la lucha de clases entre la burguesía y el proletariado.
Esos dos conceptos - curso histórico y relación de fuerzas entre las clases - no son por lo tanto idénticos o sinónimos, pero el texto de 1978 no establece claramente esta distinción.
Nos complace observar que antes de su publicación, el Informe ya ha provocado un animado debate público (varias docenas de contribuciones hasta la fecha en nuestro foro en línea sobre el tema d [93]esde julio) porque sus principales conclusiones ya se incluyeron en la Resolución sobre la situación internacional del 23º Congreso que ya se ha propuesto a nuestros lectores. Aún no es el momento de hacer un balance de este debate, que aún está en sus primeras etapas. Pero debe desarrollarse. El debate crítico es una parte esencial del esfuerzo marxista para desarrollar una nueva compresión a la vez que seguimos combatiendo “en medio de las tormentas de la historia”.
Según la concepción materialista de la historia desarrollada por Marx, las contradicciones del sistema capitalista conducen a una alternativa histórica: socialismo o barbarie; o bien una lucha que desemboca en el derrocamiento de la burguesía por el proletariado, o bien la ruina mutua de ambas clases y de la propia sociedad.
La comprensión del desarrollo de la lucha de clases en el capitalismo - sus diferentes etapas históricas, sus avances y retrocesos, las respectivas fuerzas cambiantes de los adversarios - ha sido, por lo tanto, de importancia decisiva para los análisis de la vanguardia comunista del proletariado y un aspecto intrínseco de la aplicación del método marxista.
Los grandes cambios en los parámetros de la situación mundial en 1989, provocados por el desmoronamiento del bloque del Este y la entrada del capitalismo decadente en su fase final de descomposición social, llevaron a la organización a tener en cuenta las dificultades crecientes del proletariado en esta nueva situación y a modificar su análisis de la dinámica de la sociedad según la relación de fuerzas entre las clases. En efecto, este análisis, tal como se expone en el texto sobre el Curso Histórico (a partir de aquí CH78) del III Congreso de la CCI en 1978, ya no era apropiado en el mundo posterior a 1989, en el que las rivalidades imperialistas ya no se canalizan hacia el enfrentamiento entre dos bloques imperialistas rivales, sino hacia un mundo en el que la respuesta capitalista, o sea una nueva guerra mundial imperialista, ya no es una posibilidad histórica en un futuro próximo. Los textos elaborados por la CCI inmediatamente después del hundimiento del bloque del Este, como "Militarismo y descomposición" (Revista Internacional 64, 1991), las "Tesis sobre la descomposición social del capitalismo" (Revista Internacional 62, 1990), el artículo "Tras el hundimiento del bloque del Este, inestabilidad y caos" (Revista Internacional Nº 61, 1990[5]), ya definen claramente lo que está en juego en la relación mundial de fuerzas entre las clases basándose en un paradigma diferente al del texto del CH78.
En los dos decenios transcurridos desde 1990, la CCI ha elaborado, en numerosos textos y artículos, ese cambio de análisis sobre la relación de fuerzas entre las clases y lo que está en juego en la dinámica de la sociedad, en particular en los informes y resoluciones sobre la lucha de clases para sus congresos internacionales que han sido publicados en nuestra prensa. Estos confirman en particular las dificultades y amenazas crecientes para el proletariado creadas por el período de descomposición social del capitalismo.
A este respecto, podemos citar, por ejemplo, el “Informe sobre la lucha de clases para el 13º Congreso de la CCI” en 1999 (Revista Internacional 99[6]) o el Informe sobre la lucha de clases para el 14º Congreso en 2001 (Revista Internacional 107), cuyo subtítulo era “El concepto del curso histórico en el movimiento revolucionario”[7].
También hay que tener en cuenta otros artículos que tratan del problema de la relación de fuerzas entre las clases en el período de descomposición, como: “Al inicio del siglo XXI - ¿Por qué el proletariado no ha acabado aún con el capitalismo?” (Revista Internacional 103 y 104[8]), y los artículos "Entender la descomposición (I): las raíces marxistas de la noción de descomposición", el de la Revista Internacional n° 117 en particular[9].
Sin embargo, aunque la organización sí ha desarrollado los elementos teóricos principales para comprender lo que está cambiando en la relación de fuerzas entre las clases, no ha realizado hasta ahora un examen específico del texto sobre el CH78. Es evidente que es necesario rectificar esta anomalía -aunque sea tarde- si queremos ser escrupulosamente fieles a nuestro método histórico, que consiste no sólo en modificar o cambiar nuestro análisis y nuestra argumentación a la luz de los grandes acontecimientos, sino también en justificar ese cambio con referencia específica al análisis original. Nuestro método político nunca ha sido el de abandonar las posiciones o análisis previos sin dar cuenta de ellos y justificar tal cambio públicamente, porque una invariancia o monolitismo a-histórico es imposible y sólo puede ser una barrera para el esclarecimiento de la conciencia de clase. Lo que sigue siendo válido en el texto CH78; lo que ha sido superado por el cambio de contexto histórico en el capitalismo decadente, y cómo éste ha revelado las limitaciones del texto CH78, todo ello debe ser entendido y explicado con la mayor claridad posible, para que los anacronismos restantes puedan hacerse resaltar y ser aclarados.
Punto 1) Los revolucionarios deben hacer predicciones. De hecho, predecir es una capacidad y necesidad específica de la conciencia humana (cf. la comparación de Marx entre la abeja instintiva y el arquitecto humano consciente). El marxismo, como método científico, al igual que la ciencia en su conjunto, transforma: "las hipótesis basadas en una primera serie de experimentos en predicciones, y al confrontar estas predicciones con nuevos experimentos, el investigador puede verificar (o invalidar) esas hipótesis y avanzar en su comprensión".[10]
El marxismo basa su perspectiva de la revolución comunista en un análisis científico y materialista del hundimiento del capitalismo y de los intereses de clase del proletariado revolucionario.
Esa perspectiva general y a largo plazo es relativamente simple para los marxistas. La dificultad para los revolucionarios es prever a medio plazo si la lucha de clases avanza o retrocede. En primer lugar, el marxismo obviamente no puede basarse en experimentos controlados como los que realiza la ciencia de laboratorio.
Punto 2) Además, la lucha de clases proletaria se caracteriza por períodos de evolución muy diferentes, con máximos y mínimos extremos, porque la clase obrera es una clase explotada sin ningún poder en la vieja sociedad y por lo tanto destinada a largos períodos de sometimiento. Los períodos relativamente cortos de su lucha están determinados por los períodos de crisis del capitalismo (crisis económica y guerra). El proletariado no puede progresar de victoria en victoria, como fue el caso de las nuevas clases explotadoras del pasado. De hecho, la victoria final del proletariado está condicionada por una larga serie de dolorosas derrotas. De ahí la declaración de Marx en El 18 Brumario de Luis Bonaparte de 1852 sobre el curso muy desigual de la evolución de la lucha de clases[11]. La realidad de un desarrollo tan irregular de la lucha de clases era evidente en el pasado, pero la longitud y la profundidad de la contrarrevolución entre 1923 y 1968 tendieron a oscurecerla.
Punto 3) No obstante, es esencial que los revolucionarios hagan predicciones precisas a medio plazo sobre la evolución de la relación de fuerzas entre las clases. En esto, las consecuencias de los errores son más que elocuentes: el aventurerismo de Willitch-Schapper tras las derrotas de las revoluciones de 1848; la "teoría de la ofensiva" del KAPD cuando la ola revolucionaria había retrocedido en los años 20; la fundación de la IVª Internacional por Trotsky en 1938 en el período más oscuro de la contrarrevolución. En contraste con esos ejemplos, hubo predicciones que demostraron ser perfectamente exactas: Marx y Engels reconocieron que después de las derrotas de 1848 y 1871, era inevitable un período de repliegue de la clase obrera; la predicción de Lenin en las Tesis de abril de 1917 sobre la marea ascendente de la revolución mundial; la identificación de la izquierda italiana de los años treinta como un período de derrota decisiva.
Puntos 4/5/11) Predecir el sentido de la lucha de clases indica si los revolucionarios van con la corriente o contra ella. Los errores, o desdeñar el sentido de la corriente, pueden ser catastróficos. Esto es especialmente cierto en la decadencia capitalista durante la cual lo que está en juego: la guerra imperialista o la revolución proletaria, es mucho más importante que en la época de la ascendencia capitalista.
Punto 6) La oposición y la exclusión mutua de los dos términos de la alternativa histórica, la guerra o la revolución. Si bien la crisis del capitalismo decadente puede llevar a cualquiera de los dos extremos de la alternativa, no se desarrollan al unísono sino de manera antagónica. Este punto se dirige especialmente a Battaglia Communista y a la CWO que consideraban y siguen considerando la guerra mundial y la revolución como igualmente posibles desde 1968.
Puntos 7/8) Estos puntos tienen por objeto mostrar que las guerras mundiales imperialistas del siglo XX y sobre todo la de 1939-45 sólo pudieron ocurrir una vez derrotado el proletariado, sus tentativas revolucionarias aplastadas y tras haberse movilizado tras ideologías bélicas de sus respectivos amos imperialistas con la ayuda de unos partidos obreros traidores que ya habían cruzado la frontera de clase.
Punto 9) La situación del proletariado desde 1968 ya no es la misma que antes de las dos guerras mundiales. Se encuentra invicto y combativo, resiste a las ideologías movilizadoras de los bloques imperialistas y es por lo tanto una barrera ante el estallido de una tercera guerra mundial.
Punto 10) Todas las condiciones militares y económicas para una nueva guerra mundial ya existen, lo único que falta es la adhesión del proletariado, un punto destinado también a Battaglia que tiene otros argumentos para explicarnos por qué la guerra mundial aún no ha estallado.
Los primeros cinco puntos del texto del CH78 conservan toda su relevancia en cuanto a la importancia y necesidad para los revolucionarios de prever la evolución futura de la lucha de clases, o sea la justificación de la necesidad de tales predicciones desde el punto de vista del método marxista; la pertinencia de los ejemplos históricos que demuestren el carácter crítico de las hipótesis de los revolucionarios sobre la lucha de clases y las graves consecuencias de los errores al respecto; los argumentos contra la indiferencia o el escepticismo de Battaglia y la CWO sobre esta cuestión.
El argumento central del texto también conserva su validez para el período 1914-1989. Con el comienzo del período de decadencia del capitalismo, las condiciones para la evolución de la relación de fuerzas entre las clases cambiaron fundamentalmente en comparación con las del período de ascendencia. La tendencia del imperialismo en el período de decadencia a desembocar en conflagraciones mundiales entre bloques rivales, lo cual requiere la movilización masiva de la clase obrera como carne de cañón, estalló con toda su fuerza durante la Primera Guerra Mundial. El estallido de las hostilidades dependía de la derrota política de los principales batallones del proletariado mundial. Los partidos y sindicatos socialdemócratas, corrompidos por un largo proceso de degeneración oportunista y revisionista, fracasaron en el momento crítico de 1914 y, con pocas excepciones, abandonaron el internacionalismo para unirse al esfuerzo bélico de sus propios imperialismos nacionales, arrastrando tras ellos a una clase obrera desorientada. Sin embargo, la vivencia de semejante matanza sin precedentes de obreros uniformados en las trincheras y la miseria en el "frente interior" acabaron haciendo que el proletariado, tras algunos años, recobrara su fuerza en la relación de fuerzas entre las clases, lo que permitió la apertura de la ola revolucionaria mundial de 1917-1923, que obligó a la burguesía a poner fin a la guerra para evitar la contaminación de la revolución proletaria.
A partir de la Primera Guerra Mundial, la idea de un curso histórico, a partir del cual la lucha de clases se orientaría hacia la guerra o hacia la revolución, adquirió así una profunda veracidad. Para imponer su respuesta militar a las crisis de la decadencia capitalista, el imperialismo debía asestar una derrota a las aspiraciones revolucionarias del proletariado y una vez aplastadas, logró su movilización en favor de los intereses de la burguesía. Por el contrario, el resurgimiento del proletariado fue un gran obstáculo ante ese empeño, abriéndosele el camino a su solución: la revolución comunista.
Y, al contrario, la derrota de la revolución en Rusia, Alemania y otros países en la década de 1920, permitió que se abriera el curso hacia la Segunda Guerra Mundial. A diferencia del período anterior a la Primera Guerra Mundial, el período anterior a la Segunda no dio lugar a un cambio de rumbo, ya que el proletariado fue derrotado no sólo política sino también físicamente por la brutalidad y el terror sin precedentes del estalinismo y el fascismo por un lado y el antifascismo democrático por otro antes e inmediatamente después de las masacres. A diferencia de la Primera Guerra Mundial, ninguna ola revolucionaria surgió de las ruinas de la Segunda. Esta situación de continua derrota proletaria no condujo, sin embargo, a una tercera guerra mundial después de 1945, como pensaban los revolucionarios de aquella época. En los decenios de 1950 y 1960 hubo un largo período de recuperación económica y de guerra fría, con guerras locales “por poderes”. Durante ese período, el proletariado recuperó gradualmente su fuerza al disminuir el peso de las ideologías de guerra de los años 30. El estallido de una nueva crisis económica mundial llevaría a un nuevo surgimiento de la lucha de clases iniciada en 1968, impidiendo la "solución" imperialista a la crisis, la de una tercera guerra mundial. Pero la clase obrera no pudo ir más allá de sus luchas defensivas mediante una ofensiva revolucionaria. El hundimiento de uno de los dos bloques imperialistas, el bloque del Este, en 1989, puso fin efectivamente a la posibilidad de una guerra mundial, aunque la propia guerra imperialista siguió acelerándose de forma caótica con el impulso de la profundización de la crisis económica mundial.
Para comprender este problema, citaremos primero un largo extracto del informe de una reunión plenaria de nuestro órgano central internacional de enero de 1990: "En el período de decadencia del capitalismo, TODOS los Estados son imperialistas y toman medidas para asumir esa realidad: economía de guerra, armamento, etc. Por ello, la agravación de las convulsiones de la economía mundial no hará más que avivar las divisiones entre los diferentes estados, incluso, y cada vez más, en el plano militar. La diferencia con el período que acaba de terminar es que las fisuras y antagonismos que antes eran contenidos y utilizados por los dos grandes bloques imperialistas, ahora saldrán a la luz. La desaparición del gendarme imperialista ruso, y la consiguiente pérdida de ligamen del gendarme estadounidense respecto de sus principales "socios" de ayer, ha abierto la puerta al desencadenamiento de toda una serie de rivalidades más locales. Estas rivalidades y enfrentamientos no pueden, por ahora, degenerar en un conflicto mundial (incluso suponiendo que el proletariado ya no pueda oponerse a ellos). Por otra parte, debido a la desaparición de la disciplina impuesta por la presencia de los bloques, es probable que tales conflictos sean más violentos y más numerosos, en particular, obviamente, en las zonas donde el proletariado es más débil. Hasta ahora, en el período de decadencia, tal situación de dispersión de los antagonismos imperialistas, de ausencia de un reparto del mundo (o de sus zonas decisivas) entre dos bloques, nunca se ha prolongado. La desaparición de las dos constelaciones imperialistas que surgieron de la Segunda Guerra Mundial debería acarrear la tendencia a la recomposición de dos nuevos bloques. Sin embargo, tal situación no está todavía al orden del día (...) la tendencia hacia un nuevo reparto del mundo entre dos bloques militares se ve frustrada, e incluso puede verse definitivamente comprometida, por el fenómeno cada vez más profundo y generalizado de la descomposición de la sociedad capitalista, como ya hemos puesto de relieve (véase la Revista Internacional 57).
En un contexto así, de pérdida de control de la situación para la burguesía mundial, no es evidente que haya sectores dominantes de ella que hoy sean capaces de imponer la organización y la disciplina necesarias para la reconstitución de bloques militares. (...) Por todo eso, es fundamental poner de relieve que la solución proletaria, la revolución comunista, es la única capaz de oponerse a la destrucción de la humanidad, y que tal destrucción es la única «respuesta» que la burguesía puede dar a su crisis; pero esta destrucción no vendría necesariamente de una tercera guerra mundial. Podría ser el resultado de la continuación hasta sus consecuencias más extremas de la descomposición ambiente: catástrofes ecológicas, epidemias, hambres, guerras locales sin fin, y un largo etcétera..
La alternativa histórica «Socialismo o Barbarie», tal como la puso de relieve el marxismo, tras haberse concretado en «Socialismo o Guerra imperialista mundial» durante la mayor parte del siglo XX, se fue precisando bajo la forma aterradora de «Socialismo o Destrucción de la humanidad» durante las últimas décadas con el desarrollo de las armas atómicas. Hoy, tras el derrumbe del bloque del Este, esa perspectiva sigue siendo totalmente válida. Pero hay que decir que semejante destrucción puede venir de la guerra imperialista generalizada O de la descomposición de la sociedad.. (…) Incluso si la guerra mundial no podrá ser hoy, y quizás definitivamente, una amenaza para la vida de la humanidad, esta amenaza podría muy bien venir de la descomposición de la sociedad. Y eso más todavía si se considera que si bien el desencadenamiento de la guerra mundial requiere la adhesión del proletariado a los ideales de la burguesía, fenómeno que no está ni mucho menos al orden del día en la situación actual para los batallones decisivos de aquél, la descomposición no requiere adhesión alguna para acabar destruyendo a la humanidad. En efecto, la descomposición de la sociedad no es, en sentido estricto, una «respuesta» de la burguesía a la crisis abierta de la economía mundial. En realidad, ese fenómeno puede agudizarse precisamente porque la clase dominante es incapaz, a causa de la ausencia de alistamiento proletario, de dar SU respuesta específica a la crisis, o sea, la guerra mundial y la movilización que ésta entraña. La clase obrera, al ir desarrollando sus luchas (como así lo ha hecho desde finales de los años 60), al no dejarse alistar tras las banderas de la burguesía, ha podido impedir que la burguesía desencadene la guerra mundial. En cambio, únicamente el derrocamiento del capitalismo podrá acabar con la descomposición de la sociedad. Las luchas del proletariado en el sistema no son un freno a su descomposición, del mismo modo que tampoco pueden ser un freno al hundimiento económico del capitalismo.”.
(Véase "Tras el hundimiento del bloque del Este, desestabilización y caos", Revista Internacional 61)
El año 1989 marca así un cambio fundamental en la dinámica general de la sociedad capitalista en decadencia. Antes de esa fecha, la relación de fuerzas entre las clases era el factor determinante de esa dinámica: de la relación de fuerzas entre las clases dependía el resultado de la exacerbación de las contradicciones del capitalismo: o bien el estallido de la guerra mundial, o bien el desarrollo de la lucha de clases con la perspectiva del derrocamiento del capitalismo.
Después de esa fecha, la dinámica general de la decadencia capitalista ya no está directamente determinada por la relación de fuerzas entre las clases. Cualquiera que sea la relación de fuerzas, mientras ninguna clase sea capaz de imponer su solución (guerra o revolución mundial), el capitalismo seguirá hundiéndose en la decadencia, porque la descomposición social tiende a zafarse del control de las clases en conflicto.
En el paradigma que dominó la mayor parte del siglo XX, la noción de "curso histórico" definía los dos posibles resultados de una tendencia histórica: la guerra mundial o el conflicto de clases. En cuanto el proletariado sufrió una derrota decisiva (como en vísperas de 1914 o tras el aplastamiento de la ola revolucionaria de 1917-23), la guerra mundial se hizo inevitable. En el paradigma que define la situación actual (hasta que se reconstituyan dos nuevos bloques imperialistas, lo que tal vez nunca suceda), es muy posible que el proletariado sufra una profunda derrota sin que ello tenga necesariamente una consecuencia decisiva en la evolución general de la sociedad. Uno puede preguntarse, por supuesto, si tal derrota podría tener como consecuencia impedir definitivamente que el proletariado levante cabeza. Habría que hablar entonces de una derrota definitiva que llevaría al fin de la humanidad. Esta posibilidad no debe excluirse, especialmente en vista del creciente peso de la descomposición. Esta amenaza está claramente indicada en el Manifiesto del IX Congreso de la CCI: "Revolución comunista o destrucción de la humanidad". Pero no podemos hacer un pronóstico en ese sentido, ni en relación con la actual situación de debilidad de la clase obrera, ni siquiera si esta situación se agravaría. Por eso el concepto de "curso histórico" ya no sirve para definir la dinámica de la situación mundial, ni la relación de fuerzas entre burguesía y proletariado en el período de descomposición. Al haberse convertido en un concepto ahora inadecuado para el nuevo período, debe ser abandonado.
En conclusión: el texto CH78, aunque conserva toda su validez desde el punto de vista del método y del análisis del período 1914-1989, está hoy limitado, por una parte, por el hecho de haber sido superado por acontecimientos históricos importantes y sin precedentes, y, por otra, porque tiende a identificar la noción de curso histórico y la de evolución de las relaciones de fuerza entre las clases, como si fueran idénticas, cuando no es así. En particular, el texto CH78 habla del curso histórico para describir los diferentes momentos de la lucha de clases en el siglo XIX cuando en realidad:
- el aumento de las luchas obreras no significa que se abra la perspectiva de un período revolucionario en un momento en el que la revolución proletaria no está todavía al orden del día, ni puede impedir el estallido de una guerra importante (por ejemplo, la guerra entre Francia y Prusia en 1870, aun cuando el poder del proletariado se había incrementado);
- una gran derrota del proletariado (como lo fue el aplastamiento de la Comuna de París) no condujo a una nueva guerra.
En cierto modo, la tendencia a identificar erróneamente el curso de la historia con la relación de fuerzas entre las clases en general es similar a la forma imprecisa en que se ha utilizado el concepto de oportunismo. Durante algún tiempo hubo una identificación en la CCI entre oportunismo y reformismo, y más ampliamente en el medio político. A finales del siglo XIX y principios del XX, aunque tal identificación ya era un error, se basaba en una realidad: en efecto, en aquella época, una de las principales manifestaciones del oportunismo era el reformismo. Pero con la entrada del capitalismo en su período de decadencia, el reformismo ya no tiene cabida en el movimiento obrero: las organizaciones o corrientes políticas que propugnan la sustitución del capitalismo por el socialismo mediante reformas progresivas del sistema actual pertenecen necesariamente al campo de la burguesía, mientras que el oportunismo sigue siendo una enfermedad que puede afectar y acabar con las organizaciones proletarias.
Hemos tendido, basándonos en lo que las experiencias de la clase obrera durante el siglo XX, a identificar la noción de cómo evoluciona la relación de fuerzas entre las clases, o sea entre burguesía y proletariado, con la noción de "curso histórico", al indicar ésta un resultado alternativo fundamental, la guerra o la revolución mundial, una confirmación de la relación de fuerzas entre las clases. En cierto modo, la situación histórica actual es similar a la del siglo XIX: la relación de fuerzas entre las clases puede evolucionar en una u otra dirección sin afectar decisivamente la vida de la sociedad. De manera similar, esta relación de fuerzas entre las clases o su evolución ya no puede ser descrita como un "recorrido". En este sentido, el término "derrota del proletariado", aunque conserva todo su valor operativo en el período actual, ya no puede tener el mismo significado que en el período anterior a 1989. Lo importante es tener en cuenta y estudiar constantemente la evolución de la relación de fuerzas entre burguesía y proletariado: ¿podemos considerar que esta evolución está a favor del proletariado (lo cual no significa que la vuelta atrás sea imposible) o que estamos en una dinámica de debilitamiento de la clase (sabiendo que esta dinámica también puede invertirse)?
En un sentido más general y a largo plazo, el abandono del concepto de "curso histórico" pone de manifiesto la necesidad de que los marxistas revolucionarios hagan un estudio histórico más profundo de toda la evolución de la lucha de clases proletaria para comprender mejor los criterios para evaluar cómo evoluciona la relación de fuerzas entre las clases en el período de descomposición capitalista.
[1] Revue Internationale n° 18. https://es.internationalism.org/revista-internacional/201804/4294/el-curso-historico [94]
[2] Ver nuestras Tesis sobre la Descomposición, https://es.internationalism.org/revista-internacional/200510/223/la-descomposicion-fase-ultima-de-la-decadencia-del-capitalismo [11]
[3] https://es.internationalism.org/revista-internacional/201410/4046/militarismo-y-descomposicion [32]
[4] https://es.internationalism.org/revista-internacional/201603/4143/xxi-congreso-de-la-cci-40-anos-despues-de-la-fundacion-de-la-corri [95]
[5] https://es.internationalism.org/revista-internacional/200712/2114/tras-el-hundimiento-del-bloque-del-este-inestabilidad-y-caos [31]
[6] https://es.internationalism.org/revista-internacional/200612/1152/decimotercer-congreso-de-la-cci-informe-sobre-la-lucha-de-clases-e [96]
[7] https://es.internationalism.org/revista-internacional/201111/3255/el-concepto-de-curso-historico-en-el-movimiento-revolucionario [97]
[8] https://es.internationalism.org/revista-internacional/200602/752/al-inicio-del-siglo-xxi-por-que-el-proletariado-no-ha-acabado-aun-c [98] y https://es.internationalism.org/revista-internacional/201111/3245/al-inicio-del-siglo-xxi-por-que-el-proletariado-no-ha-acabado-aun- [99]
[9] Este artículo (https://es.internationalism.org/revista-internacional/200404/167/entender-la-descomposicion-i-las-raices-marxistas-de-la-nocion-de-d [30] )constata la indiferencia de otros grupos de la izquierda comunista ante esta cuestión y su rechazo tajante de los análisis de la CCI como "no marxistas", lo que indica que no pueden, por el momento, aportar ninguna contribución teórica a esta cuestión vital de la evolución de las relaciones de fuerza entre las clases... sobre todo porque han olvidado la famosa primera línea del Manifiesto Comunista y, por lo tanto, un precepto esencial del materialismo histórico. En lo que respecta a los parásitos, el artículo recuerda el ataque de la Fracción Interna de la CCI (ahora GIGC) al informe de la CCI sobre la lucha de clases del XIV Congreso de la CCI, y su análisis del efecto de la descomposición capitalista en la lucha de clases, como "oportunista" y "revisionista", "la liquidación de la lucha de clases", y eso que los componentes de este grupo estaban de acuerdo con ese análisis, cuando eran miembros de la CCI algún tiempo antes. La traición organizativa va de la mano con la estupidez política en el medio parasitario.
[10] .-“El Curso Histórico”, Revista Internacional 18.
[11] “Las revoluciones burguesas, como la del siglo XVIII, avanzan arrolladoramente de éxito en éxito, sus efectos dramáticos se atropellan, los hombres y las cosas parecen iluminados por fuegos de artificio, el éxtasis es el espíritu de cada día; pero estas revoluciones son de corta vida, llegan en seguida a su apogeo y una larga depresión se apodera de la sociedad, antes de haber aprendido a asimilarse serenamente los resultados de su período impetuoso y agresivo. En cambio, las revoluciones proletarias como las del siglo XIX, se critican constantemente a sí mismas, se interrumpen continuamente en su propia marcha, vuelven sobre lo que parecía terminado, para comenzarlo de nuevo, se burlan concienzuda y cruelmente de las indecisiones, de los lados flojos y de la mezquindad de sus primeros intentos, parece que sólo derriban a su adversario para que éste saque de la tierra nuevas fuerzas y vuelva a levantarse más gigantesco frente a ellas, retroceden constantemente aterradas ante la vaga enormidad de sus propios fines, hasta que se crea una situación que no permite volverse atrás y las circunstancias mismas gritan: ¡Hic Rhodus, hic salta!”
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Este informe se escribió para un congreso reciente de nuestra sección francesa, al que seguirán otros informes de la situación internacional[1].
El desastre continúa… y empeora: oficialmente, tenemos 36 millones de infectados y más de un millón de muertos en todo el mundo[2]. Las diferentes facciones de la burguesía mundial, después de haber pospuesto temerariamente las contra- medidas de prevención frente a la expansión del virus, y más tarde, habiendo impuesto un cierre brutal a amplios sectores de la economía, ahora apuestan por la recuperación económica a expensas de un número aún mayor de víctimas, reabriendo toda la economía cuando la pandemia sólo ha sido temporalmente aplacada en unos pocos países. Con el invierno acercándose, está claro que la apuesta no ha tenido éxito, con expectativas de empeoramiento al menos a medio plazo, tanto en términos de salud como económicos. La carga de este desastre cae sobre los hombros de la clase obrera mundial.
Hasta ahora, una de las dificultades para entender la entrada del capitalismo en su última fase de declive histórico – la de la descomposición social – es que esta época, definitivamente inaugurada por el colapso del Bloque del Este en 1989, había aparecido sólo superficialmente, en la forma de una proliferación de síntomas varios sin conexión aparente, al contrario que en periodos previos de decadencia capitalista que estuvieron definidos y dominados por puntos de inflexión evidentes, como la guerra mundial o la revolución proletaria[3]. Pero ahora en el año 2020, la pandemia de Covid, la crisis más significativa de la historia desde la Segunda Guerra Mundial se ha convertido en emblema indiscutible de todo este periodo de descomposición, reuniendo toda una serie de elementos de caos que representan la putrefacción generalizada del sistema capitalista. Entre estos incluimos:
Así, el Covid-19 ha reunido en todos los niveles de la sociedad capitalista, de la forma más clara, el impacto de la descomposición – a nivel económico, imperialista, político, ideológico y social.
La situación actual también ha dejado en la irrelevancia una serie de fenómenos que, supuestamente, contradecían el análisis de que el capitalismo había entrado en un periodo de caos y derrumbe social. Estos fenómenos, decían nuestros críticos, probaban que nuestro análisis debía ``ponerse en cuestión´´ o, simplemente, ignorarse. Se trata principalmente de los significativos niveles de crecimiento de la economía china hace unos años, que según nuestros críticos refutaban la noción de que estamos en un periodo de descomposición o, incluso, de decadencia histórica. Lo que les ha ocurrido a nuestros críticos, en realidad, es que se han dejado llevar por el ``perfume de la modernidad´´ emitido por el crecimiento industrial chino. Hoy día, como resultado de la pandemia, no sólo se ha estancado la economía china, sino que ha revelado un atraso crónico que despide el peor de los aromas: el del subdesarrollo y el desmoronamiento.
La perspectiva de la CCI, que afirma la entrada del capitalismo mundial en una fase final de disolución interna desde 1989, ha sido plenamente confirmada, porque está basada en el método marxista de análisis de las tendencias mundiales y a largo plazo, y no en ir corriendo detrás de las novedades circunstanciales o en aferrarse a fórmulas obsoletas.
La crisis sanitaria actual revela, sobre todo, una creciente pérdida de control de la clase capitalista sobre su propio sistema, y su cada vez menor perspectiva de una sociedad humana como tal. Se palpa cada vez más la creciente pérdida de control de los medios que la misma burguesía se había dado hasta hoy para limitar y encauzar los efectos del declive histórico de su modo de producción.
Por añadidura, esta situación deja claro hasta qué punto la clase capitalista no sólo está siendo cada día más incapaz de evitar el caos social, sino que está agravando aún más la misma descomposición que hasta hoy había mantenido bajo control.
Para entender mejor por qué la pandemia de Covid es como un Gran Símbolo del periodo de descomposición capitalista, tenemos que entender por qué no habría podido ocurrir en épocas anteriores, tal y como lo ha hecho hoy.
Las pandemias, claro está, han ocurrido en sociedades anteriores y han tenido un impacto devastador en las mismas, siendo un factor de aceleración en la caída de sociedades de clases del pasado: por ejemplo, la Plaga de Justiniano al final de la sociedad esclavista antigua o la Peste Negra en el último periodo de la servidumbre feudal. Pero la decadencia feudal no conoció un periodo de descomposición: un nuevo modo de producción, el capitalismo, tomaba forma dentro y alrededor del viejo. La devastación de la plaga consiguió incluso acelerar el desarrollo temprano de la burguesía.
La decadencia del capitalismo, el sistema de explotación del trabajo más dinámico de la historia envuelve necesariamente a toda la sociedad e impide el surgimiento de cualquier otra forma nueva de producción. Este es el motivo por el que, en ausencia de la posibilidad de una nueva guerra mundial o del resurgimiento de la alternativa proletaria, el capitalismo entra en un periodo de ``ultra- decadencia´´, como lo expresaron las Tesis sobre la Descomposición de la CCI[5]. Así, la presente pandemia no dará lugar a ninguna regeneración de las fuerzas productivas de la humanidad en el marco de la sociedad existente, sino que nos obliga a vislumbrar el colapso inevitable de la sociedad humana en su totalidad… a no ser que el capitalismo mundial sea completamente derrocado. El recurso a métodos medievales de cuarentena como respuesta al Covid, cuando el capitalismo ha desarrollado los medios científicos, tecnológicos y sociales suficientes para comprender, prevenir y contener la erupción de plagas (aunque sea incapaz de desplegarlos) es testimonio fiel del impasse de una sociedad que se está ``pudriendo sobre sus propias base´´, y que es cada día más incapaz de aprovechar las fuerzas productivas que ha puesto en pie.
La historia del impacto social de las enfermedades infecciosas en la vida del capitalismo nos da la posibilidad de estudiar más en profundidad la diferencia entre la decadencia de un sistema cualquiera y el periodo de descomposición específico dentro de su periodo de decadencia, que comenzó en 1914. El ascenso del capitalismo, e incluso la historia de la mayor parte de su decadencia, muestra ciertamente un dominio creciente de la ciencia médica y la salud pública sobre las enfermedades infecciosas, especialmente en los países más avanzados. El fomento de la higiene y saneamiento públicos, la victoria contra la viruela y la polio y el retroceso de la malaria, son ejemplos de este progreso. Finalmente, tras la Segunda Guerra Mundial, las enfermedades no-transmisibles se convirtieron en la primera causa de muerte prematura en el corazón del capitalismo. No debemos pensar que este aumento del poder de la epidemiología tuvo lugar por las preocupaciones humanitarias que la burguesía dice tener. Su objetivo primordial era crear un ambiente estable para la intensificación de la explotación que exigía la crisis permanente del capitalismo, y, sobre todo, como preparación para la eventual movilización total de la población de acuerdo a los intereses militares de los bloques imperialistas.
Desde los años 80, las tendencias positivas en materia de enfermedades infecciosas empezaron a revertirse. Patógenos nuevos o evolucionados empezaron a surgir, como el VIH, el Zika, el Ébola, el SARS, el MERS, el Nipah, el N5N1, la fiebre del Dengue, etc. Enfermedades ya superadas empiezan a mostrar resistencia a los antibióticos. Este desarrollo, en especial de virus zoonóticos, está ligado al crecimiento urbano en las regiones periféricas del capitalismo – en especial de los barrios chabolistas, que representan el 40% de este crecimiento – así como a la deforestación y el creciente cambio climático. Mientras que la epidemiología ha sido capaz de entender y rastrear el origen de estos virus, las contra- medidas estatales no han estado a la altura de la amenaza. La respuesta caótica e insuficiente de todas las burguesías al Covid-19 es una llamativa confirmación de la creciente negligencia del Estado capitalista con respecto al resurgimiento de enfermedades infecciosas y las cuestiones de salud pública, así como de su indiferencia hacia las medidas de protección social más básicas. Este aumento de la incompetencia social del Estado burgués está ligado a décadas de recortes del ``salario social´´, particularmente, en el ámbito de los servicios de salud. Pero la creciente indiferencia hacia la salud pública sólo puede entenderse verdaderamente en el marco del periodo de la descomposición, que favorece las respuestas irresponsables y a corto plazo de importantes sectores de la clase dominante.
Las conclusiones que destacar de este retroceso en el control de las enfermedades infecciosas en las últimas décadas son ineludibles: queda ilustrada la transición del capitalismo en decadencia a su periodo final de descomposición.
Por supuesto, el empeoramiento de la crisis económica permanente del capitalismo es la causa fundamental de esta transición, una crisis presente en todos los periodos de la decadencia. Pero es la gestión – o mejor dicho la cada vez peor gestión – de los efectos de esta crisis lo que ha cambiado, y lo que supone un componente clave de los desastres presentes y futuros que serán característicos del periodo específico de la descomposición.
Las explicaciones que no tienen en cuenta esta transformación, como las de la Tendencia Comunista Internacional, por ejemplo, se quedan en la perogrullada de que la búsqueda de beneficios es lo que está detrás de la pandemia. Para ellos las circunstancias específicas, la cadencia y la amplitud de la calamidad siguen siendo un misterio.
Y lo que tampoco se puede hacer es explicar la reacción de la burguesía a la pandemia volviendo al esquema de la Guerra Fría, como si las potencias imperialistas hubieran ``instrumentalizado´´ al Covid con un propósito militar, diciendo que las cuarentenas masivas son una movilización de la población en este sentido. Este punto de vista ignora que las principales potencias imperialistas no están ya organizadas en bloques rivales y que no tienen las manos libres para movilizar a la población tras sus objetivos de guerra. Esto es lo esencial del estancamiento entre las dos clases principales, lo que está en la raíz del periodo de descomposición.
En términos generales, no son los virus sino las vacunas las que juegan en favor de las ambiciones de los bloques imperialistas militares[6]. La burguesía ha aprendido las lecciones de la gripe española de 1918 a este respecto. Las infecciones descontroladas suponen una enorme desventaja para los ejércitos, como lo demuestra la desmovilización de varios portaaviones estadounidenses y un portaaviones francés por el Covid-19. En contraste, mantener ciertos patógenos letales bajo control estricto siempre ha sido una exigencia de la capacidad para la guerra biológica de cada potencia imperialista.
Esto no quiere decir que las potencias imperialistas no hayan usado las crisis sanitarias en provecho de sus intereses y en detrimento de sus rivales. Pero todos estos esfuerzos muestran, en conjunto, el vacío de poder en el liderazgo mundial imperialista que ha dejado Estados Unidos, sin ninguna otra potencia, incluida China, que haya sido capaz de asumir este papel o de crear un polo de atracción opuesto. La catástrofe del Covid ha subrayado el caos que existe a nivel de los conflictos imperialistas.
A las cuarentenas masivas impuestas por los Estados imperialistas las ha seguido, ciertamente, una mayor presencia militar en la vida cotidiana y el uso de exhortaciones llenas de lenguaje bélico por parte de los Estados. Pero esta desmovilización de la población está inspirada, principalmente, por el miedo de los Estados a la amenaza del desorden social en un periodo en el que la clase obrera, aunque silente, sigue sin haber sido derrotada.
La tendencia fundamental a la autodestrucción, característica común de todos los periodos de la decadencia capitalista, se ha visto transformada en sus expresiones más claras en el periodo de descomposición: de la guerra mundial ha pasado a un caos mundial que agrava aún más la amenaza que supone el capitalismo para la sociedad y la humanidad en su conjunto.
La pérdida de control por parte de la burguesía que ha caracterizado a la pandemia ha estado mediada por el instrumento del Estado. ¿Qué nos dice este desastre sobre el capitalismo de Estado en el periodo de descomposición?
Haremos referencia para ayudarnos a entender esta cuestión a la parte del folleto de la CCI, La Decadencia del Capitalismo, que habla del ``derrumbe superestructural´´ y de cómo una cada vez mayor presencia del Estado en la sociedad es algo característico de la decadencia de todos los modos de producción. El desarrollo del capitalismo de Estado es una expresión extrema de este fenómeno histórico general.
Como señalaba la GCF[7] en 1952, el capitalismo de Estado no es una solución a las contradicciones del capitalismo, aunque sea capaz de retrasar sus efectos, sino que es expresión de esas contradicciones. La capacidad del Estado para mantener la cohesión de una sociedad en decadencia, por invasivo que se vuelva, está destinada a debilitarse con el tiempo y convertirse, eventualmente, en un factor de agravación de las mismas contradicciones que intentaba contener. La descomposición del capitalismo es la época en la que una creciente pérdida de control por parte de la clase dominante y su Estado se convierte en la tendencia dominante de la evolución social, que el Covid ha puesto en evidencia de forma tan dramática.
Sin embargo, no sería acertado a pensar que esta pérdida de control se desarrolla uniformemente a todos los niveles de la acción del Estado, o que afecta a todos los países de la misma forma o como un fenómeno de corta duración.
Con el colapso del Bloque del Este y la consecuente inutilidad del Bloque Occidental, estructuras militares como la OTAN tendieron a perder su cohesión, como mostraron las experiencias de la guerra de los Balcanes y del Golfo. La dislocación militar y estratégica ha estado acompañada, inevitablemente, por la pérdida de influencia – a diferentes ritmos – de todas las agencias inter- estatales que se fundaron bajo la égida del imperialismo norteamericano tras la 2ª Guerra Mundial, tales como la OMS y la UNESCO, en el ámbito social, y la UE (en su anterior configuración), el Banco Mundial, el FMI y la Organización Mundial del Comercio en el ámbito económico. Estas agencias estaban diseñadas para mantener la estabilidad y la ``dictablanda´´ del bloque Occidental bajo el liderazgo de los Estados Unidos.
El proceso de disolución y el debilitamiento de estas organizaciones inter- estatales se han intensificado, visiblemente, con la victoria de Trump en las elecciones presidenciales norteamericanas de 2016.
La relativa impotencia de la OMS durante la pandemia habla por sí sola a este respecto, ligada al caótico ``cada uno para sí´´ de los Estados que ha arrojado los desastrosos resultados que ya conocemos. La ``guerra de las mascarillas´´ y la próxima guerra de las vacunas[8], la retirada de la OMS propuesta por Estados Unidos, la intentona china de manipular esta institución para beneficio propio… casi que no necesitan comentarse.
La impotencia de las agencias inter- estatales, y el cada uno para sí resultante entre los diferentes Estados nacionales competidores, ha ayudado a convertir el patógeno en un desastre global.
Sin embargo, en el plano de la economía mundial – a pesar de la aceleración de la guerra comercial y las tendencias a la regionalización – las diferentes burguesías han sido capaces de coordinarse en torno a medidas esenciales, como la de la Reserva Federal a la hora de preservar la liquidez del dólar a nivel mundial en marzo, al empezar los cierres en la economía. Alemania, tras reticencias iniciales, decidió intentar coordinarse con Francia para lanzar un paquete de ayuda económica para toda la UE en su conjunto.
No obstante, si bien la burguesía mundial es todavía capaz de impedir un desplome absoluto de las partes más vitales de la economía mundial, no ha sido capaz de evitar el enorme deterioro a largo plazo que el cierre de la economía le ha infligido al crecimiento económico y el mercado mundial, impuesto por las respuestas tardías e incoherentes al Covid-19. Comparada con la respuesta del G7 al crash financiero de 2008, la situación actual muestra el prolongado desgaste de la burguesía a la hora de orquestar medidas coordinadas de ralentización de la crisis.
Ciertamente, la tendencia al ``cada uno para sí´´ siempre ha formado parte de la naturaleza competitiva del capitalismo y su división en Estados nacionales. Pero hoy, es la ausencia de la disciplina de bloque y su perspectiva lo que ha alimentado el resurgimiento de esta tendencia, en un periodo de declive e impasse económico. Donde antes se mantenía cierto nivel de cooperación internacional, el Covid-19 ha revelado su ausencia cada vez más evidente.
En el punto 10 de las Tesis sobre la Descomposición, decíamos que la desaparición de la posibilidad de una guerra mundial tensa al máximo las rivalidades entre las camarillas internas de cada Estado nacional, así como entre los Estados mismos. La dislocación y falta de previsión con respecto al Covid-19 en el plano internacional han tenido su paralelismo, en mayor o menor medida, en cada Estado nacional, especialmente en el poder ejecutivo:
``Entre las características más importantes de la descomposición de la sociedad capitalista, hay que subrayar la creciente dificultad de la burguesía para controlar la evolución de la situación en el plano político´´ (tesis 9 Tesis sobre la Descomposición).
Este fue el factor principal a tener en cuenta en el colapso del Bloque del Este, agravado por la naturaleza aberrante del régimen estalinista (un Estado de Partido único que abarcaba a toda la clase dominante). Pero las causas subyacentes de los conflictos en el ``comité ejecutivo´´ de toda la burguesía – la crisis económica crónica, la pérdida de perspectiva estratégica, los fiascos en política exterior, la desafección de la población – están golpeando hoy día a las zonas más avanzadas del capitalismo, lo que podemos observar de la forma más clara en los principales Estados en los que hay gobiernos populistas o influenciados por el populismo, especialmente los que lideran Trump y Boris Johnson. Los conflictos que afectan a estos Estados más poderosos reverberan en otros que, por el momento, han seguido una política más racional.
En el pasado estos dos países fueron símbolos de la relativa estabilidad y fuerza del capitalismo mundial; hoy, la actuación patética de sus burguesías los convierte en faros de la irracionalidad y el desorden.
Tanto la administración estadounidense como la británica, guiadas por la fanfarronada nacionalista, ignoraron conscientemente y retrasaron su respuesta al Covid, e incluso animaron a la población a seguirles en su falta de respeto por el peligro que suponía; ambas han minusvalorado los consejos de las autoridades científicas y están reabriendo la economía mientras el virus aún campa a sus anchas. Ambas administraciones descartaron formar grupos de trabajo especiales para la pandemia en la misma víspera de la crisis del Covid.
Los dos gobiernos, a su manera, han vandalizado los procedimientos establecidos del Estado democrático y han sembrado la discordia entre los diferentes departamentos de Estado, como hizo Trump con su omisión del protocolo militar en su respuesta a las protestas de Black Lives Matter, así como su fraudulenta manipulación de la judicatura, o la presente disrupción de Johnson en la burocracia del servicio civil.
Es cierto que en un periodo de ``cada uno para sí´´, cada Estado nacional ha seguido su propio camino, inevitablemente. Sin embargo, los Estados que han actuado con más inteligencia también se enfrentan a divisiones cada vez mayores y a una pérdida de control.
El populismo confirma la idea de las Tesis sobre la Descomposición de que el capitalismo, en su senilidad, intenta volver a una ``segunda infancia´´. La ideología populista supone que el sistema puede volver a un periodo juvenil de dinamismo capitalista, con menos burocracia, simplemente por arte de frases demagógicas e iniciativas disruptivas. Pero la realidad del capitalismo en decadencia y en fase de descomposición está agotando todos los paliativos.
Mientras que el populismo atrae las ilusiones xenófobas y pequeñoburguesas de una población descontenta, desorientada temporalmente por la ausencia del resurgimiento proletario, la actual crisis sanitaria deja claro que el programa – o anti-programa – populista ha nacido de la burguesía y su Estado.
No es casualidad que los Estados Unidos y Reino Unido, dos de los países más avanzados, hayan sufrido los peores niveles de víctimas de la pandemia.
Sin embargo, debemos tener en cuenta que las agencias económicas del Estado, en la mayoría de los países desarrollados, han conservado la estabilidad y su capacidad para tomar medidas rápidas de emergencia que evitaran la entrada de la economía en caída libre, retrasando los efectos del desempleo masivo sobre la población.
Así, como resultado de la acción de los bancos centrales, hemos visto crecer significativamente la intervención estatal en la economía. Por ejemplo:
``Morgan Stanley [banco de inversión] señaló que los bancos centrales de los países del G4 – Estados Unidos, Japón, Europa y Reino Unido – expandirán colectivamente sus hojas de balances en un 28% de producción doméstica bruta en este ciclo. El equivalente de la crisis financiera de 2008 fue un 7%´´. Financial Times, 27 de junio de 2020.
Esta perspectiva de desarrollo del capitalismo de Estado, no obstante, y en esencia, es un síntoma de que la capacidad del Estado para contener la crisis y la descomposición del capitalismo está disminuyendo.
El peso creciente de la intervención del Estado en todos los aspectos de la vida social no es una solución a la creciente descomposición de ésta.
No debemos olvidar que hay una fuerte resistencia en todos los Estados al vandalismo de los populistas, por parte de los partidos liberales tradicionales o secciones considerables de los mismos. Este sector de la burguesía ha formado una oposición vocal, especialmente a través de los medios de comunicación, que aparte de ridiculizar las payasadas de los populistas pretende mantener cierta esperanza en la población de una vuelta al orden democrático racional, incluso si no existe una capacidad real a día de hoy para cerrar la caja de Pandora populista.
Podemos estar seguros de que la burguesía de estos países no ha olvidado por nada del mundo al proletariado, y será capaz de desplegar a todas sus leales agencias cuando llegue el momento.
El Informe sobre la Descomposición de 2017 destaca el hecho de que en las primeras décadas tras el surgimiento de la crisis económica de finales de los años 60, los países más ricos desplazaron los efectos de la crisis a la periferia del sistema, mientras que en el periodo de la descomposición, la tendencia parece revertirse o rebotar hacia el corazón del capitalismo – como muestran la expansión del terrorismo, el influjo masivo de refugiados y migrantes, el desempleo masivo, la destrucción medioambiental y ahora las epidemias mortales en Europa y América. La situación actual, en la que el país capitalista más poderoso del mundo se ha llevado la peor parte de la pandemia, es una confirmación de esta tendencia.
El Informe señalaba a su vez, de forma premonitoria:
``Por otro lado, consideramos que [la descomposición] no tuvo un impacto real en la evolución de la crisis del capitalismo. Si el actual ascenso del populismo llevara a la llegada al poder de esta corriente en algunos de los principales países europeos, podríamos ver cómo se desarrolla este impacto de la descomposición´´.
Uno de los aspectos más significativos de este desastre es que la descomposición ha repercutido de forma terrible en la economía. Y esta experiencia no parece aplacar el apetito del populismo por el caos económico, como muestra la persistente guerra comercial de los Estados Unidos contra China, o la voluntad del gobierno británico de ir hasta el final con el curso destructivo y suicida del Brexit.
La descomposición de la superestructura se toma su ``venganza´´ sobre los fundamentos económicos del capitalismo que le dieron vida.
``Cuando la economía tiembla, toda la superestructura que depende de ella entra en un estado de crisis y descomposición… de consecuencia del sistema pasa a ser un factor acelerador en el proceso de su declive´´. Decadencia del Capitalismo, capítulo 1.
16-7-20
[1] Ya hemos publicado La irrupción de la descomposición en el terreno económico: Informe sobre la crisis económica https://es.internationalism.org/content/4629/la-irrupcion-de-la-descomposicion-en-el-terreno-economico-informe-sobre-la-crisis [104]
[2] A 9 de octubre de 2020
[3] Este problema de percepción ya aparece referido en el Informe sobre la Descomposición del 22º Congreso de la CCI en 2017 (Revista Internacional nº163)
[4] Esta larga crisis, que ha durado más de cinco décadas, surgió a finales de los años 60 tras dos décadas de prosperidad de post- guerra en los países avanzados. El empeoramiento de esta crisis ha estado marcado por varias recesiones y recuperaciones más específicas, que no han resuelto el impasse de fondo.
[5] Revista Internacional nº107, 1990 https://es.internationalism.org/revista-internacional/200510/223/la-descomposicion-fase-ultima-de-la-decadencia-del-capitalismo [11]
[6] Las propiedades antibióticas de la penicilina fueron descubiertas en 1928. Durante la Segunda Guerra Mundial, los Estados Unidos la fabricaron en masa y prepararon 2’3 millones de dosis para el Día D (junio 1944).
[7] Gauche Communiste de France, precursora de la CCI.
[8] Ver un dossier global de artículos sobre el COVID en https://es.internationalism.org/content/4566/dossier-especial-covid19-el-verdadero-asesino-es-el-capitalismo [105] y de forma más específica https://es.internationalism.org/content/4593/guerras-de-vacunas-el-capitalismo-es-un-obstaculo-para-encontrar-un-tratamiento [106] y https://es.internationalism.org/content/4560/guerra-de-las-mascarillas-la-burguesia-es-una-clase-de-matones [107]
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En su libro publicado en 2017, ``Pale Rider´´[1] (``La Grande Tueuse´´ en francés, La Gran Cazadora en español), Laura Spinney, periodista científica, nos muestra cómo el contexto internacional y el funcionamiento de la sociedad en 1918 contribuyeron de forma decisiva al desenlace de lo que acabó llamándose la ``Gripe española´´: ``En esencia, lo que nos enseña la gripe española es que una nueva gripe pandémica es inevitable. Pero su resultado neto – ya sean 10 o 100 millones de víctimas – sólo depende de la sociedad en la que se origina´´. El mundo lleva ya muchos meses enfrentándose al Covid-19, lo que nos lleva a cuestionarnos qué nos enseña esta pandemia sobre el mundo en el que vivimos. La relación entre el desarrollo de los contagios, por un lado, y la organización del Estado y de la sociedad por otro, no es algo que concierne exclusivamente al brote de Gripe española de 1918-20. El marxismo ya ha descubierto efectivamente que el modo de producción, en cualquier época, condiciona toda la organización social y, por extensión, todo lo que afecta a los individuos de esa sociedad.
En la época del declive del Imperio Romano Occidental, las condiciones de vida y la política expansionista imperial posibilitaron que ciertos bacilos (un tipo de bacterias), agentes de la plaga, se propagaran como un incendio, desatando una hecatombe sobre toda la población: ``… los baños públicos se convirtieron en placas de Petri: las aguas fecales se atascaban y descomponían en los pueblos y ciudades; los graneros eran auténticos criaderos de ratas; las rutas comerciales que conectaban todo el Imperio ayudaron a propagar la epidemia desde el Mar Caspio hasta el Muro de Adriano[2], con una rapidez nunca vista´´[3].
La Peste Negra, que asoló la Europa del siglo XIV, halló lo necesario para expandirse tanto en el desarrollo del comercio con Asia, Rusia y Oriente Medio como en el avance de las guerras, ligadas particularmente a la islamización de regiones asiáticas.
Estas dos pandemias representaron fielmente el declive de las sociedades esclavista y feudal, arrasando partes importantes de las mismas y desorganizándolas. No es la enfermedad en sí la que provoca la caída de un sistema de producción, sino, sobre todo, la decadencia de estos sistemas la que favorece la expansión de los microorganismos. La Plaga de Justiniano y la Peste Negra contribuyeron, e indudablemente dieron impulso, a la expansión de fuerzas destructivas que se habían puesto en marcha hacía ya mucho tiempo.
Desde los inicios del capitalismo, las enfermedades han sido un obstáculo constante para el buen funcionamiento de la producción, limitando la fuerza de trabajo indispensable para la creación del valor y maniatando las ambiciones imperialistas al debilitar a los ejércitos en campaña.
El virus de la Gripe española empezó a afectar a la especie humana cuando el capitalismo mundial necesitaba, más que nunca, una fuerza de trabajo al máximo nivel de capacidad. Sin embargo, esta necesidad dependía de las condiciones que, a su vez, fueron el semillero de la pandemia que mató a entre 50 y 100 millones de seres humanos; entre el 2’5 y el 5% de la población mundial. El mundo de la Gripe española estaba sumido en la guerra. Habiéndose iniciado cuatro años antes y a punto de acabar, la Primera Guerra Mundial ya había forjado un mundo “nuevo”: el del capitalismo en decadencia, las crisis económicas interminables y las tensiones imperialistas en alza constante.
Pero la guerra aún no había acabado. Las tropas seguían masificándose tanto en el frente como en retaguardia, creando las condiciones idóneas para los contagios. El transporte de soldados de América a Europa, en particular, se hizo por barco en condiciones lamentables: el virus se propagó enormemente y, por supuesto, con los desembarcos, los soldados llevaron el virus a la población local. Al acabar la guerra, las desmovilizaciones y la vuelta a casa de los soldados fueron un poderoso vector del desarrollo de la epidemia, y mucho más al tratarse de soldados debilitados, malnutridos y que habían recibido una atención médica bajo mínimos durante cuatro años de guerra. Al tratarse de la Gripe española se piensa necesariamente en la guerra, pero esta no fue el único factor de propagación de la enfermedad; nada más lejos de la verdad. El mundo de 1918 era un mundo en el que el capitalismo ya se había impuesto a sus anchas; en el que sus intereses lo habían hecho expandirse e imponer condiciones terribles de explotación. Era un mundo en el que los trabajadores eran hacinados en masa al pie de las fábricas, en un ambiente de miseria, desnutrición y servicios sanitarios inexistentes en su mayor parte. Si los obreros enfermaban, se les mandaba de vuelta a su pueblo, donde acababan infectando a la mayoría de los habitantes. Era un mundo donde los mineros eran confinados bajo tierra durante todo el día, picando piedras para extraer carbón, oro u otros minerales que, a menudo, expulsaban sustancias químicas que destruían sus órganos y debilitaban sus sistemas inmunológicos; por la noche, los obreros y sus familias dormían en espacios reducidos. Era también el mundo del esfuerzo bélico, para el que la enfermedad no podía ser impedimento para que los obreros siguieran yendo a trabajar y, por tanto, contagiaran a sus compañeros.
En general, el mundo de la Gripe española era a su vez un mundo en el que no había apenas conocimiento sobre el origen de las enfermedades y sus vectores de contagio. La teoría de los gérmenes, que propuso el concepto de los agentes infecciosos externos al organismo que sufre la enfermedad, apenas había terminado de nacer. Si bien se había empezado a observar a ciertos microorganismos, la existencia de los virus era aún una hipótesis marginal: 20 veces más pequeños que una bacteria, los virus no eran observables para los microscopios ópticos de la época. La medicina se había desarrollado poco aún y era inaccesible a la gran mayoría de la población. Los remedios tradicionales y todo tipo de supersticiones dominaron la lucha contra una enfermedad desconocida, a menudo vista como algo terrible y sobrecogedor.
La envergadura del desastre humano que supuso la pandemia de Gripe española debió haberla convertido en la última gran catástrofe sanitaria de la humanidad. Las lecciones que pudieron extraerse de ella, la subsiguiente investigación sobre enfermedades infecciosas, el desarrollo tecnológico sin precedentes desde los inicios del capitalismo… todo ello podría llevarnos a pensar que la humanidad tendría que ser capaz de ganarle la partida a las enfermedades.
La clase dominante comprende los riesgos que entraña la cuestión sanitaria para su sistema. Este entendimiento no implica ninguna razón humanitaria o progresista, sino la voluntad de hacer lo que esté en su mano para que la fuerza de trabajo se vea afectada lo menos posible y siga siendo lo más productiva y rentable que se pueda. Esta preocupación de la burguesía apareció ya en el ascenso histórico del capitalismo, tras las pandemias de cólera en Europa en los años 1803 y 1840. El desarrollo del capitalismo vino acompañado de una intensificación del intercambio comercial internacional y, al mismo tiempo, de la comprensión de que los patógenos no se detenían ante las fronteras impuestas por el capitalismo[4]. La burguesía empezó entonces a sostener una política sanitaria multilateral, con las primeras convenciones internacionales de 1850, y sobre todo con las creación de la Oficina Internacional de Higiene Pública (IOPH por sus siglas en inglés) en 1907. En aquel momento el objetivo de la burguesía estaba más que claro: se trataba de medidas destinadas esencialmente a salvaguardar a los países industriales y proteger su indispensable crecimiento comercial y económico. La IOPH contaba sólo con 13 países miembros. Tras la guerra, la Liga de las Naciones creó un comité de higiene de vocación más internacional (abarcando su campo de acción hasta el 70% del planeta) y con un programa que apuntaba abiertamente a asegurar que hasta el último engranaje de la máquina capitalista funcionara correctamente, mediante la promoción de medidas sanitarias. Tras la Segunda Guerra Mundial tuvo lugar un acercamiento más sistemático a la cuestión sanitaria con la creación de la Organización Mundial de la Salud (OMS), y especialmente con la creación de un programa para la mejora de los estándares sanitarios, dirigido no ya a los Estados miembros sino a toda la población mundial. Provista de los medios necesarios, la OMS organizó y financió sus operaciones en torno a un gran número de enfermedades, poniendo énfasis en la prevención e investigación.
Nuevamente, nada nos llama a ver aquí un aparente arrebato de humanitarismo por parte de la clase dominante. En el marco de la Guerra Fría, las medidas sanitarias eran vistas como una forma de asegurarse, tras la post-guerra, la posibilidad de obtener una fuerza de trabajo lo más productiva y numerosa posible, logrando conservar, durante este periodo de reconstrucción, una cierta presencia y dominación sobre los países en desarrollo y sus poblaciones: la prevención era vista como una forma de ahorrar costes frente al cuidado hospitalario.
A su vez, empezaron a desarrollarse las investigaciones y medicamentos que permitían una mejor comprensión de los agentes infecciosos, de su funcionamiento y de los medios para combatirlos, en particular los antibióticos gracias a los cuales empezaron a tener cura una cantidad cada vez mayor de enfermedades bacterianas, así como el desarrollo de vacunas. Se llegó al punto de que la burguesía, en los años 70, empezó a creer que la guerra estaba ganada y que buena parte de las enfermedades infecciosas eran cosa del pasado: el progreso de las vacunaciones, en especial de niños, y el acceso a un sistema sanitario mejor preparado, llevó a que enfermedades infantiles como el sarampión y las paperas fueran ya poco frecuentes; la viruela, junto con la poliomielitis, fueron erradicadas en casi todo el mundo[5]. El capital podía contar entonces con una fuerza de trabajo invulnerable, con total disposición para ser explotada.
El desarrollo anárquico del capitalismo en su fase de decadencia histórica, ya comenzado el siglo XX, generó una intensa transición demográfica, una aguda destrucción medioambiental (en especial por la deforestación), intensificación del desplazamiento de personas, urbanización descontrolada, inestabilidad política y cambios climáticos que son, además, factores de origen y difusión de enfermedades infecciosas[6]. Así, a finales de los años 70, apareció una nueva pandemia vírica que aún hoy afecta a toda la especie humana: el SIDA. Las esperanzas de la burguesía murieron antes de nacer, ya que al mismo tiempo el sistema capitalista entró en el último periodo de su vida: su descomposición histórica. El origen y consecuencias de la descomposición del capitalismo escapan al tema de este artículo, pero podemos subrayar que las manifestaciones más explosivas de esta descomposición afectaron muy rápidamente a la cuestión sanitaria: el ``cada uno a la suya´´, la visión a corto plazo y la pérdida de control paulatina de la burguesía sobre su propio sistema, todo ello en el contexto de una crisis económica aún más profunda, que cada vez es más difícil de contrarrestar para la clase dominante[7].
La pandemia actual de Covid-19 es una manifestación ejemplar de la descomposición histórica del capitalismo. Es resultado de la cada vez mayor incapacidad de la clase dominante para solucionar un problema que se planteó ya, en principio, con la creación de la OMS en 1947: llevar la mejor cobertura sanitaria posible a la población. Un siglo después de la Gripe española, el conocimiento científico acerca de las enfermedades, su origen, sus agentes infecciosos, los virus… se ha desarrollado a un nivel incomparable. La codificación genética permite a día de hoy identificar virus, monitorizar sus mutaciones y desarrollar vacunas más eficaces. La medicina ha hecho progresos inmensos y se ha ido imponiendo cada vez más a las tradiciones y la religión. Se ha dotado, a su vez, de una importante dimensión preventiva.
Sin embargo, es la impotencia de los Estados y el pánico ante lo desconocido lo que ha dominado las medidas tomadas ante la pandemia de Covid-19. Mientras que hace ya un siglo que la humanidad alcanzó un estado de dominio progresivo sobre las leyes naturales, actualmente nos hallamos ante una situación donde ocurre cada vez más lo contrario.
El Covid-19 está muy lejos de ser un relámpago en un cielo azul: el VIH ya nos avisó de las pandemias que podía traer el futuro. Pero es que además, desde entonces han aparecido también el SARS, el MERS (Síndrome Respiratorio de Oriente Medio), la Gripe porcina, el Zika, el Ébola, el Chikungunya (parecido al Zika y propagado por mosquitos), el BSE (enfermedad de las vacas locas)… algunas enfermedades que habían desaparecido, o casi desaparecido, como la tuberculosis, el sarampión, la rubeola, el escorbuto, la sífilis o la sarna, junto con la poliomielitis, han vuelto a aparecer. Todos estos signos deberían haber sido suficientes para que hubiera habido más investigación y acciones preventivas; lo cual no fue el caso en absoluto. Y no fue por negligencia o fallo de cálculo, sino porque el capitalismo en descomposición, necesariamente, es cada vez más y más prisionero de visiones cortoplacistas que le llevan a perder paulatinamente el control de sus propias herramientas de regulación, las mismas que hasta ahora le habían permitido limitar los daños causados por la competencia sin frenos en la que participan todos los actores del mundo capitalista.
En los años 80 empezaron a hacerse notar las primeras críticas de Estados miembros de la OMS sobre el coste excesivo de las estrategias de prevención, sobre todo por el hecho de que no suponían ningún beneficio directo para sus capitales nacionales. Empezaron a decaer las vacunaciones. Empezó a ser más difícil acceder a la sanidad como resultado de los recortes en los sistemas sanitarios públicos. Este paso atrás, colateralmente, dio origen a la ``medicina alternativa´´ que empezó a nutrirse del clima de irracionalidad favorecido por la descomposición. Así, un siglo después de la época en la que ni siquiera se sabía que estas enfermedades las provocaba un virus, el ``remedio´´ recomendado contra el Covid es el mismo que el que se prescribía para la Gripe española (descanso, alimentarse e hidratarse).
La ciencia ha perdido credibilidad a nivel global, y con ella, el crédito y los subsidios que la acompañaban. Las investigaciones sobre virus, enfermedades infecciosas y los medios para combatirlas se han parado en seco en casi todas partes por falta de fondos. Y no porque sean costosas, sino porque su falta de rentabilidad inmediata las convierte en una inversión sin interés. La OMS ha abandonado su investigación sobre la tuberculosis, siendo interpelada por el gobierno norteamericano con amenazas de cesar su contribución financiera (la más importante para la OMS, el 25% del total) si no se centra en enfermedades que EEUU considera más prioritarias.
Las necesidades de la ciencia, que sigue tendiendo a trabajar a largo plazo, no son compatibles con las restricciones que le impone un sistema en crisis, dominado por una acuciante necesidad de obtener beneficios inmediatos de todas sus inversiones. Por ejemplo, tras reconocerse a nivel global que el virus del Zika era un agente patogénico, responsable de descensos en la tasa de natalidad, no hubo investigación alguna ni se llegó a dar término al desarrollo de ninguna vacuna. Dos años y medio después, se pospusieron los ensayos clínicos. La ausencia de mercado, tras dos epidemias, hizo que ni un solo Estado o farmacéutica invirtiera en la investigación[8].
A día de hoy la OMS ha quedado reducida al silencio, y la investigación sobre enfermedades está en manos de un Banco Mundial que exige un enfoque basado en el beneficio (con la implementación de su indicador DALY, que maneja un ratio de costes/beneficios en cifras de años de vidas perdidas).
Así, cuando un especialista en el coronavirus como Bruno Canard, habla de ``un trabajo a largo plazo que debería haber comenzado en 2003 con la llegada del primer SARS´´, y cuando su compañero virólogo, Johan Neyts, habla con pesar de que ``por 150 millones de euros podríamos haber tenido, en 10 años, un antiviral de amplio espectro contra el coronavirus que se podría haber entregado a los chinos en enero. Habiendo hecho esto, no estaríamos en la situación en la que estamos hoy´´[9], se posicionan en contra de la dinámica actual del capitalismo.
Estamos ante la demostración de lo que Marx ya escribió en 1859 en la Contribución a la crítica de la economía política: ``Al alcanzar cierto nivel de desarrollo, las fuerzas productivas materiales de la sociedad entran en conflicto con las relaciones de producción existentes (…) De formas de desarrollo de las fuerzas productivas, estas relaciones se convierten en obstáculos´´.
Mientras que la humanidad posee mejores medios científicos y tecnológicos que nunca para combatir a las enfermedades, la continuación de la sociedad capitalista supone un obstáculo para la realización de estos medios.
La humanidad, en el año 2020, es capaz de entender a los organismos vivos en todas sus formas y sabe cómo describir su funcionamiento, mientras que al mismo tiempo se ve forzada a asumir los ``remedios´´ de la época en la que reinaba el oscurantismo. La burguesía cierra sus fronteras para protegerse del virus tal y como lo hizo en el siglo XVIII, cuando se levantó un muro para aislar Provenza de la plaga. Se pone en cuarentena a enfermos o casos sospechosos, se cierran los puertos a barcos extranjeros… justo como en los tiempos de la Peste Negra. Poblaciones enteras son confinadas, se cierran espacios públicos, se prohíben reuniones y actividades, se decretan toques de queda… justo como en las grandes ciudades estadounidenses en la época de la Gripe española.
No se ha pensado en nada más efectivo que esto desde entonces, y el retorno de estos métodos violentos, arcaicos y obsoletos muestra la impotencia de la clase dominante al enfrentarse a la pandemia. La competencia, pilar del capitalismo, no desaparece ante tan grave situación: cada capital nacional debe superar al otro o morir. Así, al mismo tiempo que empezaban a acumularse las muertes y los hospitales empezaban a no ser capaces de admitir a un solo paciente más, todos los Estados intentaban confinar a todo el mundo, algunos más tarde que otros. Unas semanas más tarde, nos encontramos ante la urgencia de levantar los confinamientos y poner en marcha cuanto antes la máquina de la economía para la conquista de mercados competitivos. Estas medidas no mostraron otra cosa más que desprecio por la salud humana y se tomaron a pesar de las advertencias de la comunidad científica de que el SARS-Covd 2 estaba aún más que vivo y en proceso de mutación. La clase dominante no es capaz de ir más allá de la lógica de la competencia absoluta que reina sobre todos los niveles de su sociedad. Simplemente es incapaz de configurar una estrategia común de lucha contra el virus, como también se da en el caso del cambio climático.
La Plaga de Justiniano precipitó la caída del Imperio Romano y su sistema esclavista; la Peste Negra empujó al feudalismo a su final. Estas pandemias fueron producto de sistemas en decadencia en los que ``las fuerzas materiales de la sociedad entran en contradicción con las relaciones de producción existentes´´, y fueron a su vez factores de aceleración de su caída. La pandemia de Covid-19 también es producto de un orden mundial en decadencia y descomposición; y también impulsará su desaparición.
¿Debería alegrarnos una caída del capitalismo acelerada por la pandemia? ¿Podría avanzar el comunismo como lo hizo el capitalismo sobre las ruinas de la sociedad feudal? La comparación con las pandemias del pasado acaba aquí. En las sociedades esclavista y feudal las bases de una organización nueva, adaptada al desarrollo alcanzado por las fuerzas productivas, ya estaban presentes en la vieja sociedad. Los métodos de producción existentes, habiendo alcanzado ya su límite, dejaron sitio a una nueva clase dominante capaz de portar relaciones de producción nuevas y más adecuadas. A finales de la Edad Media, el capitalismo ya había asumido una parte considerable de la producción social.
El capitalismo es la última sociedad de clases de la historia. Tras haber puesto bajo su control la casi-totalidad de la producción humana, no puede dejar sitio a ninguna otra forma de organización antes de desaparecer, y no hay otra sociedad de clases que pueda reemplazarlo. La clase revolucionaria, el proletariado, debe antes que nada destruir el presente sistema para poder sentar las bases de una nueva era. Si una serie de pandemias u otras catástrofes precipitaran la caída del capitalismo, y el proletariado fuera incapaz de reaccionar e imponerse con sus propias fuerzas… entonces todo el conjunto de la humanidad sería arrastrado a la destrucción.
Lo que está en juego en nuestra era reside, ciertamente, en la capacidad de la clase obrera para resistir la desorganización e ineficacia del capitalismo, y desde ahí, en si progresivamente será capaz de ir entendiendo sus fundamentos y asumiendo su responsabilidad histórica. Así es como termina la cita anteriormente mencionada de Marx:
``Al alcanzar cierto nivel de desarrollo, las fuerzas productivas materiales de la sociedad entran en conflicto con las relaciones de producción existentes (…) De formas de desarrollo de las fuerzas productivas, estas relaciones se convierten en obstáculos. Se abre así una época de revolución social´´.
GD (octubre 2020)
[1] https://www.science.org [109]
[2] Construido en el centro de Inglaterra por dicho emperador en el siglo II
[4] ``A new twenty-first century science for effective epidemics response´´, Nature, Colección de Aniversario nº150, vol. 575, noviembre 2019, p. 131
[5] Íbid, p. 130
[6] Íbid
[7] Ver nuestras Tesis sobre la Descomposición https://es.internationalism.org/revista-internacional/200510/223/la-descomposicion-fase-ultima-de-la-decadencia-del-capitalismo [11]
[8] Íbid, p. 134
[9] ``Covid-19 on the track of future treatments´´, Le Monde, 6 octubre 2020
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La crisis económica mundial está empeorando ahora de manera drástica. Concretamente, y sin duda alguna, la clase obrera de todo el mundo sufrirá la explosión del desempleo, la explotación, la precariedad y la pobreza.
Con este nuevo paso, el capitalismo va más allá en el camino de su decadencia, lo que obliga a las organizaciones revolucionarias a aclarar las siguientes cuestiones:
1) ¿Cuál es el significado histórico de esta crisis en ciernes, la más grave de la decadencia, incluida la que comenzó en 1929?
2) ¿Cuáles son las implicaciones del que los efectos de la descomposición de la sociedad tendrán un peso muy importante en la evolución de esta nueva fase de la crisis abierta de la economía capitalista?
Al mismo tiempo, hay que tener cuidado con una visión inmediatista y economicista de la crisis, como se argumenta en el informe que presentamos: evitar cualquier pronóstico arriesgado, teniendo en cuenta las sobreestimaciones pasadas por nuestra parte en cuanto al ritmo de la crisis y una cierta visión catastrofista con la idea de que la burguesía estaba en un punto muerto. Además de la falta de dominio de la teoría de Rosa Luxemburgo, subestimamos la capacidad del capitalismo de Estado para actuar frente a las manifestaciones de la crisis abierta, para acompañar su crisis histórica cada vez más profunda y permitir así la supervivencia de este sistema[1]. Sus armas: la intervención permanente en el campo económico, la manipulación y la trampa con la ley del valor... Al hacerlo, la burguesía ha mantenido la ilusión dentro del proletariado de que el capitalismo no es un sistema en bancarrota, siendo sus convulsiones sólo transitorias, producto de crisis cíclicas necesariamente seguidas de un período de desarrollo general intensivo.
En los siglos XVIII y XIX, las grandes naciones capitalistas se enzarzaron en una frenética carrera por conquistar nuevos mercados y territorios. Pero alrededor de 1900, se encontraron con un pequeño problema: la tierra era redonda y no tan grande. Así, incluso antes de que estallara una crisis económica mundial, las tensiones imperialistas alcanzaron su punto culminante, estalló la guerra mundial y el capitalismo entró en decadencia.
La guerra de 1914-18 fue la manifestación de la más extrema barbarie, consecuencia del hecho de que "En una cierta etapa del desarrollo, las fuerzas productivas materiales de la sociedad entran en conflicto con las relaciones de producción existentes (...) De formas de desarrollo de las fuerzas productivas estas relaciones se convierten en sus trabas". (Prefacio a la Crítica de la Economía Política, 1859[2]).
Sólo a finales de los años 20 las diferentes burguesías nacionales se enfrentarán por primera vez a la manifestación directamente "económica" de esta entrada en decadencia: la crisis de sobreproducción generalizada e histórica. Citamos de nuevo a Marx:
"Cuanto más se desarrolla la producción capitalista, más se ve obligada a producir a una escala que no tiene nada que ver con la demanda inmediata, sino que depende de una constante expansión del mercado mundial (...) [Porque] la mercancía tiene que ser convertida en dinero. La demanda de los trabajadores no es suficiente, ya que el beneficio surge precisamente del hecho de que la demanda de los trabajadores es menor que el valor de su producto. La demanda de los capitalistas entre ellos es igualmente insuficiente." (Teorías del Valor Excedente Parte 2, Capítulo 16). "Si finalmente se dice que los capitalistas sólo tienen que intercambiar y consumir sus mercancías entre ellos, entonces se pierde de vista toda la naturaleza del modo de producción capitalista; y también se olvida el hecho de que se trata de expandir el valor del capital, no de consumirlo". (Capital Volumen 3, Capítulo 15).
En otras palabras, la crisis de sobreproducción generalizada que apareció a plena luz del día en 1929 no está vinculada a un tipo de disfunción que la burguesía pueda regular o superar. Al contrario, es la consecuencia de una contradicción fundamental e insuperable inscrita en la naturaleza misma del capitalismo.
Las burguesías nacionales sacaron lecciones de la catastrófica crisis de 1929: la necesidad de desarrollar el capitalismo de Estado y de establecer organizaciones internacionales para gestionar la crisis de manera que no se reproduzca el error de las políticas proteccionistas.
Al final de la Segunda Guerra Mundial, la burguesía puso en práctica las lecciones de 1929. El boom de la posguerra sembró la ilusión de que el capitalismo había recuperado la prosperidad, borrando momentáneamente la pesadilla de la Gran Depresión de los años 30 y los horrores de la guerra. Pero, inevitablemente, las contradicciones inherentes a la naturaleza misma del capitalismo permanecieron ¡su crisis histórica no había desaparecido! Esto es lo que revela el retorno de la crisis abierta de 1967-1968.
Desde entonces, desde los planes de estímulo hasta recesiones más profundas, la burguesía se ha visto atrapada en una precipitada carrera hacia el endeudamiento, en un intento de desplazar constantemente hacia el futuro los efectos de la bancarrota histórica de su sistema. La deuda mundial se ha vuelto cada vez más masiva, no sólo de forma absoluta sino también en comparación con la evolución del PIB mundial. Al mismo tiempo que esta precipitada carrera, los países centrales cambiaron la organización de la economía mundial:
Si esta "cooperación internacional" ha sido capaz, en cierta medida y durante un tiempo, de frenar y mitigar los efectos de la economía de todos los Estados, ha sido incapaz de frenar la tendencia subyacente inherente a la entrada del capitalismo, al mismo tiempo, en su fase de descomposición.
Hoy en día, la burguesía ha acumulado una inmensa experiencia en la reducción de los efectos de su crisis histórica, prolongando así su agonía aún más. Por lo tanto, debemos ser extremadamente cuidadosos con nuestras previsiones y tener cuidado con cualquier catastrofismo. En el actual empeoramiento de la crisis económica mundial, son sobre todo las principales tendencias históricas subyacentes las que debemos destacar.
A partir de 1929, la burguesía aprendió a apoyar su economía en declive, en particular mediante la "cooperación internacional". Incluso en 2008, el famoso G20 demostró esta capacidad de las grandes burguesías para mantener una cierta cohesión a fin de gestionar la crisis con el menor daño posible. El año 2020 marca la creciente dificultad de mantener esta organización mundial, la irracionalidad ligada a la descomposición que golpea las más altas cumbres del Estado. El Cada uno a la suya, que ha salido a la luz con la calamitosa gestión de la pandemia, es su expresión más espectacular. Esta fuerza centrífuga tiene dos raíces:
"El desarrollo actual de la crisis, a través de las crecientes perturbaciones que provoca en la organización de la producción en una vasta construcción multilateral a nivel internacional, unificada por reglas comunes, muestra los límites de la 'globalización'. La necesidad cada vez mayor de unidad (que nunca ha significado otra cosa que la imposición de la ley del más fuerte sobre el más débil) debido al entrelazamiento "transnacional" de la producción altamente segmentada país por país (en unidades fundamentalmente divididas por la competencia donde cualquier producto se diseña aquí, ensamblado allí con la ayuda de elementos producidos en otro lugar) choca con la naturaleza nacional de cada capital, con los límites mismos del capitalismo, que está irremediablemente dividido en naciones competidoras y rivales. Este es el grado máximo de unidad que es imposible de superar para el mundo burgués. La profundización de la crisis (así como las exigencias de la rivalidad imperialista) está poniendo a prueba las instituciones y mecanismos multilaterales" (Punto 20)[3].
Lo que vemos es que, en respuesta a la pandemia, se ha empezado a desarrollar un avance muy significativo en las medidas de "reubicación nacional" de la producción, la preservación de sectores clave en cada capital nacional, el desarrollo de barreras a la circulación internacional de bienes y personas, etc., que sólo puede tener consecuencias muy graves para la evolución de la economía mundial y la capacidad general de la burguesía para responder a la crisis. El declive nacional sólo puede empeorar la crisis, conduciendo a una fragmentación de las cadenas de producción que anteriormente tenían una dimensión global, que a cambio sólo puede causar estragos en las políticas monetarias, financieras, comerciales... Esto podría llegar a bloquear e incluso provocar un colapso parcial de algunas economías nacionales.
Es demasiado pronto para medir las consecuencias de esta relativa parálisis del aparato económico. Sin embargo, lo más grave y significativo es que esta parálisis se está produciendo a nivel internacional.
La actual aceleración de la crisis económica mundial forma parte de la evolución general de la decadencia del capitalismo. Más allá de los fenómenos visibles vinculados a la actual "crisis abierta", lo que nos importa es comprender mejor el reforzamiento de las profundas contradicciones del capitalismo y, por tanto, el agravamiento de su crisis histórica.
1) La crisis que se avecina será, en su alcance histórico, la más grave del período de decadencia, superando en este aspecto a la que se inició en 1929.
2) Lo novedoso en la historia del capitalismo es que los efectos de la descomposición tendrán un peso muy importante en la economía y en la evolución de la nueva fase abierta de la crisis.
Sin embargo, más allá de la validez de estas previsiones generales, la situación sin precedentes que se ha abierto estará más que nunca dominada por una fuerte incertidumbre. Más precisamente, en la etapa actual alcanzada por la crisis histórica de sobreproducción, la irrupción de la descomposición en el terreno económico perturba profundamente los mecanismos del capitalismo de Estado destinados a acompañar y limitar el impacto de la crisis. Sin embargo, sería falso y peligroso llegar a la conclusión de que la burguesía no utilizará al máximo sus capacidades políticas para responder, en la medida de sus posibilidades, a la crisis económica mundial que se está desencadenando. La irrupción del peso de la descomposición significa además que existe un factor de inestabilidad y fragilidad en el funcionamiento económico que dificulta especialmente el análisis de la evolución de la situación.
En el pasado, con demasiada frecuencia hemos fijado nuestra mirada sólo en los aspectos de la situación que empujaban a la crisis económica del capital hacia su inexorable empeoramiento, olvidando tener suficientemente en cuenta todos los factores que tendían a frenar su desarrollo. Sin embargo, para ser fieles al método marxista de análisis, hay que identificar, no sólo las tendencias históricas importantes desde las perspectivas que se abren, sino también las contra -tendencias que activará la burguesía. Por lo tanto, es nuestro deber identificar, con la mayor claridad posible, las líneas generales de la evolución futura, sin caer en previsiones arriesgadas e inciertas. Debemos armarnos para hacer frente a la situación, asegurándonos de que desarrollamos y ponemos en práctica nuestra capacidad de reflexión y respuesta rápida a los acontecimientos de gran importancia que seguramente se desarrollarán. Nuestro método debe inspirarse en el enfoque ya recordado en nuestros debates:
"El marxismo sólo puede trazar con certeza las líneas y tendencias históricas generales. La tarea de las organizaciones revolucionarias debe consistir, evidentemente, en identificar perspectivas para su intervención en la clase, pero estas perspectivas no pueden ser 'predicciones' basadas en modelos matemáticos deterministas (y menos aun tomando al pie de la letra las predicciones de los 'expertos' de la burguesía, ya sea en el sentido de un falso 'optimismo' o de un 'alarmismo' igualmente desconcertante)". (citado por un documento de debate interno).
La crisis de 2008 fue un momento muy importante para el capitalismo. La recuperación (2013-2018) ha sido muy débil, la más débil desde 1967. Fue descrita por la burguesía como una recuperación "suave". En el decenio 2010-2020, antes de la crisis de Covid 19, la web Cycle Business Bourse evaluó el crecimiento mundial en un promedio anual ligeramente inferior al 3%. La crisis económica que surgió con la pandemia ya había visto sus primeras expresiones claras, especialmente a partir de 2018. Lo anticipamos en el informe y la Resolución sobre la situación internacional en el 23º Congreso de la CCI (2019):
"En el plano económico, desde principios de 2018, la situación del capitalismo se ha caracterizado por una fuerte desaceleración del crecimiento mundial (del 4% en 2017 al 3,3% en 2019), que la burguesía prevé que empeorará en 2019-20. Esta desaceleración resultó ser mayor de lo previsto en 2018, ya que el FMI tuvo que reducir sus previsiones para los próximos dos años y está afectando prácticamente a todas las partes del capitalismo de forma simultánea: China, los Estados Unidos y la Zona Euro. En 2019, el 70% de la economía mundial se ha ralentizado, sobre todo en los países "avanzados" (Alemania, Reino Unido). Algunos de los países emergentes ya están en recesión (Brasil, Argentina, Turquía), mientras que China, que se está desacelerando desde 2017 y se espera que crezca un 6,2% en 2019, está experimentando sus cifras de crecimiento más bajas en 30 años". (Punto 16 de la Resolución).
En este contexto de ralentización del crecimiento la pandemia se ha convertido en un poderoso acelerador de la crisis, poniendo en primer plano tres factores:
- El grado en que los sistemas de salud pública, uno de los elementos clave del capitalismo de Estado desde 1945, se han visto socavados. Este proceso de debilitamiento del sistema de salud está vinculado a la crisis económica y se ha acelerado considerablemente con la crisis de 2008. En la gran mayoría de los Estados los sistemas de salud no han podido hacer frente a la pandemia, lo que ha obligado a adoptar medidas de contención que han dado lugar a un brutal cierre económico nunca experimentado en tiempo de paz. Para el capitalismo, dispuesto a sacrificar la vida de millones de personas en guerras imperialistas, el dilema no era si salvar vidas o mantener la producción, sino cómo mantener simultáneamente la producción, la competitividad económica y el rango imperialista, ya que el pleno florecimiento de la pandemia sólo podía perjudicar gravemente la producción y la posición comercial e imperialista de cada potencia.
- El creciente grado de pérdida de todo sentido de responsabilidad y la negligencia de la mayoría de las fracciones burguesas en todos los países y especialmente en los países centrales, factor vinculado a la descomposición de la sociedad[4].
- La brutal irrupción de cada uno a la suya en el plano económico, factor también vinculado a la descomposición pero que tiene consecuencias muy importantes en ese terreno.
La manifestación más importante de la gravedad de la crisis es que, a diferencia de 2008, los países centrales (Alemania, China y sobre todo los Estados Unidos) son los más afectados; aunque desplieguen todos los medios para amortiguar la crisis, la onda expansiva que provocan desestabilizará fuertemente la economía mundial.
La brutal caída de los precios del petróleo ha golpeado duramente a los Estados Unidos. Antes de que estallara la crisis de la pandemia, hubo una "guerra de precios" por el petróleo. Como resultado, los precios del petróleo se volvieron negativos, quizás por primera vez en la historia:
"Incluso los más optimistas expertos en energía predicen el colapso de cientos de compañías petroleras en los Estados Unidos. Algunas han acumulado miles de millones de dólares en deuda, en gran parte de alto riesgo. El primer foco de riesgo en la deuda corporativa es la energía", dice Capital Economics, “Una cadena de impagos en el sector petrolero aumentaría el riesgo de una crisis financiera. Y si uno de los gigantes petroleros más endeudados del mundo - Shell, por ejemplo, tiene una deuda de 77.000 millones de dólares, una de las más altas del mundo - tuviera problemas, las repercusiones serían devastadoras"[5].
Estos precios negativos son una perfecta ilustración del nivel de irracionalidad del capital. La sobreproducción de petróleo y la especulación desenfrenada en este sector ha llevado a los propietarios de las compañías petroleras a pagar para deshacerse del petróleo que ya no puede ser almacenado por falta de espacio.
Mientras que en 2008 la quiebra de los bancos fue impulsada principalmente por la especulación inmobiliaria, hoy en día son las empresas directamente productivas las que los ponen en riesgo:
"Los cuatro mayores prestamistas americanos, JP Morgan, Bank of America, Citigroup y Wells Fargo, han invertido cada uno más de 10.000 millones de dólares en el sector de la fractura petrolífera sólo en 2019, según Statista. Y ahora estas compañías petroleras están en serio riesgo de ser insolventes, dejando a los bancos con fuertes negativos en sus balances (...) Según Moody's, el 91% de las quiebras corporativas estadounidenses en el último trimestre del año pasado ocurrieron en el sector del petróleo y el gas. Los datos proporcionados por Energy Economics and Financial Analysis indican que el año pasado, las empresas de fraccionamiento de petróleo no pudieron pagar 26.000 millones de dólares de deuda"[6]. Con la pandemia, la situación está empeorando seriamente: "Rystad Energy Consulting estima que incluso si se recuperan los 20 dólares por barril, 533 compañías petroleras de EE.UU. podrían llegar a ser insolventes en 2021. Pero si los precios se mantienen en 10 dólares, podría haber más de 1.100 quiebras, con prácticamente todas las empresas afectadas"(ibid.).
El capitalismo - a través del capitalismo de estado - realiza un enorme esfuerzo para proteger sus centros vitales y evitar una caída brutal, como dice el informe sobre la crisis del 23º Congreso: "Apoyándose en las palancas del capitalismo de estado y sacando las lecciones de 1929, el capitalismo es capaz de preservar sus centros vitales (especialmente los EE.UU. y Alemania), acompañar la evolución de la crisis, atenuar sus efectos pasándolos a los países más débiles, ralentizar su ritmo alargándolo en el tiempo".
El capitalismo de Estado ha pasado por diferentes fases que hemos empezado a abordar, en particular en una jornada de estudio en 2019. Desde 1945, las necesidades de los bloques han impuesto una cierta coordinación de la gestión estatal de la economía a nivel internacional, sobre todo en el bloque estadounidense, con la creación de organismos internacionales de "cooperación" (OCDE, FMI, la primera etapa de la UE) y organizaciones comerciales (GATT).
En los años 80, el capital de los países centrales, abrumado por el aumento de la crisis y sufriendo una fuerte caída de los beneficios, trató de trasladar sectores enteros de la producción a países con mano de obra barata como China. Para ello, fue necesaria una "liberalización" financiera muy fuerte a escala mundial para movilizar el capital con el que realizar las inversiones necesarias. En los años 90, tras la caída del bloque del Este, se reforzaron las organizaciones internacionales, dando lugar a una estructura de "cooperación internacional" a nivel monetario y financiero, para la coordinación de las políticas económicas, el establecimiento de cadenas de producción internacionales, la estimulación del comercio mundial mediante la eliminación de las barreras aduaneras, etc. Este marco fue diseñado para beneficiar a los países más fuertes: podían conquistar nuevos mercados, reubicar su producción y hacerse cargo de las empresas más rentables de los países más débiles. Estos últimos se vieron obligados a cambiar su propia política de Estado. De ahora en adelante, la defensa del interés nacional no se hizo a través de la protección aduanera de las industrias clave sino a través del desarrollo de la infraestructura, la formación de la mano de obra, la expansión internacional de sus empresas más potentes, la captación de inversiones internacionales, etc.
Entre 1990 y 2008 se produjo "una vasta reorganización de la producción capitalista a escala mundial (...) Siguiendo el modelo de referencia de la UE de eliminar las barreras aduaneras entre los Estados miembros, se ha reforzado la integración de muchas ramas de la producción mundial mediante el desarrollo de verdaderas cadenas de producción a escala mundial. Al combinar la logística, la informática y las telecomunicaciones, permitiendo economías de escala, la mayor explotación de la fuerza de trabajo del proletariado (mediante el aumento de la productividad, la competencia internacional, la libre circulación de la mano de obra para imponer salarios más bajos), la sumisión de la producción a la lógica financiera de la máxima rentabilidad, el comercio mundial ha seguido aumentando, aunque en menor medida, estimulando la economía mundial, proporcionando un "segundo aliento" que ha prolongado la existencia del sistema capitalista". (Punto 8 de la Resolución del 23º Congreso).
Esta "cooperación internacional" fue una política muy arriesgada y audaz para aliviar la crisis y mitigar algunos de los efectos de la decadencia en la economía, tratando de limitar el impacto de la contradicción capitalista entre la naturaleza social y global de la producción y la naturaleza privada de la apropiación de la plusvalía por parte de las naciones capitalistas competidoras. Tal evolución del capitalismo decadente se explica en nuestro folleto sobre la decadencia donde, criticando la visión según la cual la decadencia es sinónimo de bloqueo definitivo y permanente del desarrollo de las fuerzas productivas, se argumenta:
"Si defendemos la hipótesis de la detención definitiva y permanente del desarrollo de las fuerzas productivas, la profundización de esta contradicción sólo podría demostrarse si los límites exteriores de las relaciones de propiedad existentes retrocedieran 'absolutamente'. Sin embargo, sucede que el movimiento característico de los diferentes períodos de decadencia de la historia (incluido el sistema capitalista) tiende más bien hacia la expansión de estas fronteras hasta sus límites finales que hacia su restricción. Bajo la égida del Estado y bajo la presión de las necesidades económicas y sociales, el cadáver del sistema se hincha mientras se desecha todo lo que resulta superfluo para las relaciones de producción, todo lo que no es estrictamente necesario para la supervivencia del sistema. El sistema se refuerza hasta sus últimos límites". Esto es aún más cierto en el capitalismo, el modo de producción más elástico y dinámico de la historia conocida.
Como muestra el Informe del 23º Congreso sobre la crisis económica y la Resolución sobre la situación internacional, esta "organización mundial de la producción" comenzó a ser sacudida durante la década de 2010: China, después de haberse beneficiado enormemente de los mecanismos del comercio mundial (OMC), comenzó a desarrollar un mecanismo económico, comercial e imperialista paralelo (la Nueva Ruta de la Seda); Alemania ha tomado medidas proteccionistas; la guerra comercial se ha acelerado con la llegada al poder de Trump... Estos fenómenos expresan claramente el hecho de que el capitalismo ha encontrado cada vez más dificultades en su tendencia a ampliar las fronteras citadas en nuestro folleto sobre la decadencia.
"Desde los años sesenta, este indicador [que mide la proporción de exportaciones e importaciones en cada economía nacional] ha seguido una tendencia al alza que se ha ralentizado en los últimos 18 meses. Durante este período, ha pasado de alrededor del 23% a una estabilización en torno al 60%, y desde 2010 ha ido disminuyendo de forma constante"[7].
Tres factores en el origen de la crisis de la pandemia muestran la irrupción de los efectos de la descomposición en el terreno económico: (1) El Cada uno a la suya, (2) la negligencia de los gobiernos y (3) la pérdida de control del aparato político. Dos de ellos tienen su origen directamente en la descomposición capitalista: el Cada uno a la suya y la pérdida de control. Se trata de factores muy sensibles que la burguesía -al menos en los países centrales- había logrado controlar lo mejor que pudo, aunque cada vez con mayor dificultad. En la etapa actual alcanzada por el desarrollo de las contradicciones internas del capital, y dada la forma en que se manifiestan en la evolución de la crisis, la explosión de los efectos de la descomposición se convierte ahora en un factor de agravamiento de la crisis económica mundial, de la que sólo hemos visto las primeras consecuencias. Este factor influirá en la evolución de la crisis al constituir un obstáculo a la eficacia de las políticas del capitalismo de Estado en la crisis actual.
"En comparación con las respuestas a las crisis de 1975, 1992, 1998 y 2008, vemos como perspectiva una considerable reducción de la capacidad de la burguesía para limitar los efectos de la descomposición en el terreno económico. Hasta ahora, la burguesía ha logrado preservar el terreno vital de la economía y el comercio mundial de los efectos centrífugos altamente peligrosos de la descomposición. Lo ha hecho a través de la "cooperación internacional" de los mecanismos del capitalismo de estado - lo que se ha llamado "globalización". En el punto álgido de la convulsión económica de 2007-2008 y en 2009-2011, con la crisis de la 'deuda soberana', la burguesía pudo coordinar sus respuestas, lo que contribuyó a suavizar un poco el golpe de la crisis y a garantizar una 'recuperación' anémica durante la fase 2013-2018"[8].
Con la pandemia hemos visto como la burguesía trata de unir a la población detrás del estado, renovando la unidad nacional. A diferencia de 2008, cuando el tono nacionalista no era tan fuerte, ahora las burguesías de todo el mundo han cerrado sus fronteras, difundiendo el mensaje: "detrás de las fronteras nacionales se encuentra la protección, las fronteras ayudan a contener el virus". Esta es una manera de que los diferentes estados traten de reunir a la población detrás de ellos; hablan en todas partes en términos marciales: "estamos en guerra, y la guerra necesita de la unidad nacional", con el mensaje "el estado te ayudará": "os sacaremos de apuros"; "cerrando la frontera, mantendremos el virus alejado"; imponiendo planes de emergencia, organizando cierres, los estados quieren transmitir el mensaje: "un estado fuerte es tu mejor aliado".
"La OMS ha sido completamente inoperante cuando su intervención era vital para desarrollar una acción médica eficaz. Cada estado, temiendo una pérdida de posición competitiva, ha retrasado de manera suicida la respuesta a la pandemia. La obtención de equipo médico vio el asombroso espectáculo de todo tipo de robos entre estados (e incluso dentro de cada estado). En la UE, donde la 'cooperación entre Estados' ha llegado lo más lejos posible, hemos visto el desarrollo incontrolado de una oleada brutal de proteccionismo y del cada uno por su cuenta: "No es sólo que la UE no tenga ninguna posibilidad legal de imponer sus normas en el sector de la salud, sino que sobre todo cada país tomó medidas para defender sus fronteras, sus cadenas de suministro; y hemos visto, si no por primera vez, un verdadero bloqueo de mercancías, la confiscación de equipos sanitarios - y la prohibición de entregarlos a otros países europeos" (de otra contribución interna).
Tenemos aquí una ilustración, más seria, de la perspectiva establecida en la resolución sobre la situación internacional en nuestro último congreso internacional:
"La evolución actual de la crisis, a través de las crecientes perturbaciones que provoca en la organización de la producción en una vasta construcción multilateral a nivel internacional, unificada por reglas comunes, muestra los límites de la 'globalización'. La necesidad cada vez mayor de unidad (que nunca ha significado otra cosa que la imposición de la ley del más fuerte sobre el más débil) debido al entrelazamiento "transnacional" de la producción altamente segmentada país por país (en unidades fundamentalmente divididas por la competencia donde cualquier producto se diseña aquí, ensamblado allí con la ayuda de elementos producidos en otro lugar) choca con la naturaleza nacional de cada capital, con los límites mismos del capitalismo, que está irremediablemente dividido en naciones competidoras y rivales. Este es el grado máximo de unidad que es imposible de superar para el mundo burgués. La profundización de la crisis (así como las exigencias de la rivalidad imperialista) está poniendo a prueba las instituciones y mecanismos multilaterales". (Punto 20).
Lo que vemos es que en respuesta a la pandemia ha habido un retorno muy significativo a las medidas de "reubicación nacional" de la producción, preservación de sectores clave en cada capital nacional, desarrollo de barreras a la circulación internacional de bienes y personas, etc., lo que sólo puede tener consecuencias de gran alcance para la evolución de la economía mundial y la capacidad global de la burguesía para responder a la crisis. El repliegue nacional no puede sino agravar la crisis, provocando una fragmentación de las cadenas de producción que antes tenían una dimensión mundial, lo que no puede sino causar estragos en las políticas monetarias, financieras y comerciales. Esto podría conducir al bloqueo e incluso al colapso parcial de algunas economías nacionales. Es demasiado pronto para medir las consecuencias de esta relativa parálisis del sistema económico. Sin embargo, lo más grave y significativo es que esta parálisis se está produciendo a escala internacional.
La respuesta generalizada de los estados a la pandemia ilustra la validez de un análisis ya realizado en el Informe del 23º Congreso sobre la crisis económica:
"Una de las mayores contradicciones del capitalismo es la que surge del conflicto entre la naturaleza cada vez más global de la producción y la estructura necesariamente nacional del capital. Al llevar las posibilidades económicas, financieras y productivas de las 'asociaciones' de naciones a sus límites últimos, el capitalismo ha obtenido un importante 'soplo de aire fresco' en su lucha contra la crisis que lo aqueja, pero al mismo tiempo se ha puesto en una situación de riesgo. Esta precipitada carrera hacia el multilateralismo se desarrolla en un contexto de descomposición, es decir, en una situación en la que la indisciplina, las tendencias centrífugas, el arraigo en la estructura nacional, son cada vez más poderosos y afectan no sólo a fracciones de cada burguesía nacional, sino que llevan a amplios sectores de la pequeña burguesía e incluso a franjas de proletarios que creen erróneamente que su interés está ligado a la nación. Todo esto cristaliza en una especie de 'revuelta nacionalista nihilista' contra la 'globalización'".
Vamos a examinar la respuesta iniciada por la burguesía que se articulará en 3 partes: 1) continuación de los niveles astronómicos de deuda; 2) repliegue en cada nación; 3) ataque brutal a las condiciones de vida de los trabajadores.
La deuda mundial se situaba en 255.000 millones de dólares, es decir, el 322% del PIB mundial, mientras que antes de la crisis de 2008 ascendía a 60.000 millones de dólares, y el PIB mundial sólo ha progresado de manera relativamente "lenta". Tenemos aquí un panorama de la evolución de la deuda privada y pública en los últimos trece años, que ha contribuido a sostener lo que la burguesía ha llamado un crecimiento "lento". Frente a la violenta aceleración de la crisis económica inducida por la pandemia, la burguesía ha reaccionado en todo el mundo con la creación de dinero emitido por los bancos centrales de todos los países desarrollados y emergentes. A diferencia de la crisis de 2008, no se ha puesto en práctica ninguna coordinación entre los principales bancos centrales del mundo. Esta creación masiva de dinero central y de deuda ha estado a la altura de la ansiedad que se apoderó inmediatamente de la clase burguesa ante la magnitud de la recesión que parece abrirse ante ella. Tomando un promedio de las cifras dadas por la burguesía a finales de mayo, tenemos las siguientes previsiones de caídas en el crecimiento:
- El 6,8% del PIB para el conjunto de la UE y del 11 al 12% para los países del sur del Mediterráneo...
- Para los Estados Unidos las cifras dadas expresan la dificultad o perfidia ideológica de la burguesía en su evaluación, ¡dando cifras que van del 6,5% al 30%! En términos estadísticos esto nunca se ha visto antes. La FED de Filadelfia incluso presentó la cifra del 35%.
- China anunció una caída de su PIB del 3,5% y un descenso del 13% en su actividad industrial.
Si tomamos la hipótesis más baja planteada por la burguesía y en ausencia de una segunda ola de la pandemia, se espera que el crecimiento mundial en 2020 experimente una fuerte contracción de al menos un 3%, una disminución mucho más aguda que durante la crisis de 2008-2009.
A continuación, se presenta un resumen de las inciertas perspectivas expresadas por el FMI (que se ajusta al promedio de las previsiones realizadas por los organismos oficiales a nivel internacional del crecimiento en porcentaje del PIB):
País |
2019 |
2020 |
Países avanzados |
2.9 |
-3 |
Eurozona |
1.7 |
-6.1 |
Alemania |
0.6 |
-7 |
Francia |
1.3 |
-7.2 |
Italia |
0.3 |
-9.1 |
España |
2 |
-8 |
Japón |
0.7 |
-5.2 |
GB |
1.4 |
-6.5 |
China |
6.1 |
1.2 |
India |
4.2 |
1.9 |
Brasil |
1.1 |
-5.3 |
Rusia |
1.3 |
-5.5 |
Total mundial |
2.4 |
-4.2 |
A continuación, presentamos las previsiones de evolución del comercio mundial (igualmente en porcentajes):
|
2019 |
2020 |
Importaciones países avanzados |
1.5 |
-11.5 |
Importaciones de países emergentes o desarrollados |
0.8 |
-8.2 |
Exportaciones por países emergentes o desarrollados |
0.8 |
-9.6 |
En estos cuadros se ofrece un panorama general no sólo del proceso recesivo previsto, sino también del nivel de contracción previsto en el comercio mundial.
Una síntesis de nuestra discusión da las siguientes cifras, que son bastante reveladoras:
"La situación sólo es sostenible porque las deudas del Estado y su reembolso son asumidas por los bancos centrales; así pues, la FED está inyectando en la economía de los Estados Unidos 625.000 millones de dólares a la semana, mientras que el Plan Paulson, lanzado en 2009 para detener las quiebras bancarias, fue a nivel mundial de 750.000 millones de dólares (aunque es cierto que en los próximos años se lanzarán otros planes de recompra de deudas por parte de la FED)". "La respuesta más sorprendente de todas ha venido de Alemania, aunque es sólo una parte de una reacción europea más amplia a la aceleración de la crisis económica. La razón por la cual las medidas proyectadas por el gobierno alemán son de especial importancia se explica en un artículo del Financial Times del lunes 23 de marzo: "Las medidas propuestas por Olaf Scholtz, ministro de finanzas, representan una ruptura decisiva con la estricta adhesión del gobierno a la política de "schwarze Null" o "black zero" de presupuestos equilibrados y sin nuevos préstamos"[9] (...) "Desde febrero se han liberado 14.000 mil millones de dólares, para evitar el colapso. Todo esto tiene lugar en un contexto completamente diferente del pasado. ¿Cómo han podido estas políticas 'expansionistas', que han superado las diferencias entre los bancos centrales y los estados, la recuperación, los planes de rescate, cómo pueden ser eficaces?"[10].
Un ejemplo menos conocido es el de China, que es uno de los países más endeudados del mundo, aunque también tiene importantes ventajas que no deben subestimarse. La deuda mundial de China en 2019 equivale al 300% de su PIB, o sea 43 billones de dólares. Además, el 30% de las empresas de China están clasificadas como "empresas zombis". Este es el porcentaje más alto del mundo. También es en este país donde la tasa de utilización de la capacidad de producción es la más baja; de hecho, todos los países desarrollados están experimentando este fenómeno de exceso de capacidad de producción. Oficialmente, las tasas de utilización de la capacidad industrial de las dos principales potencias mundiales - y esto antes de Covid-19 - fueron del 76,4% en China y del 78,2% en Estados Unidos. El paquete de estímulo implementado en China ascendería a 64 billones de dólares, lo cual es faraónico y probablemente destinado en gran parte a la propaganda ideológica. El paquete de estímulo está previsto para un mínimo de cinco a veinte años, e independientemente de cuál sea la realidad, no puede ser ajeno a los objetivos económicos y hegemónicos imperialistas de China. El paquete de estímulo de los Estados Unidos ha alcanzado los 10 billones de dólares. En comparación, el plan de recuperación de la UE parece casi ridículo, ya que, según se informa, asciende a 1,29 billones de dólares en forma de préstamos, financiados en parte por los mercados financieros y en parte directamente por el BCE. En realidad, el dinero inyectado por el BCE en toda la economía, bancos y empresas privadas y en la sombra, asciende a varios miles de millones de euros. ¡Los Estados, especialmente Alemania, garantizarán por mutualización una parte de este plan que será en forma de subvenciones y préstamos reembolsables entre 2028 y 2058! En realidad, la clase burguesa admite que gran parte de la deuda del mundo nunca será pagada. Lo que nos lleva a los aspectos que vamos a discutir ahora.
No podemos describir en el marco de este informe todas las operaciones monetarias en curso en toda su extensión, ni detallar todos los planes de recuperación. Si todo esto parece más allá de la imaginación, el hecho es que el capitalismo está usando esta astronómica creación monetaria para invertir y hacer sus bienes. Desde este punto de vista, la creación monetaria central y privada debe crecer exponencialmente (en diferentes formas) para permitir que se mantenga la acumulación en la medida de lo posible y, en la medida en que la situación actual lo permita, frenar la caída en la depresión. Esta depresión contiene dentro de sí el peligro de la deflación, pero sobre todo de la estanflación. La devaluación de las monedas, incluso más allá de la guerra monetaria actual, se inscribe en la perspectiva de la crisis del capitalismo. La aceleración de la crisis actual es un paso muy significativo en esta dirección. El quid de la cuestión es: en cada país, cada vez más, el capital global está hipotecando el valor futuro que se producirá y realizará para permitir el crecimiento actual y continuar la acumulación. Por lo tanto, es en gran medida gracias a esta anticipación que el capitalismo logra capitalizar e invertir. Este proceso se materializa en el hecho de que, cada vez más, la colosal deuda emitida está cada vez menos cubierta por el plusvalor ya producido y realizado. Esto abre la perspectiva de cada vez más caídas financieras y destrucción de capital financiero. Lógicamente, este proceso implica que el mercado interno de capitales no puede crecer infinitamente, aunque no haya un límite fijo en la materia. En este contexto la crisis de sobreproducción en la etapa actual de su desarrollo plantea un problema de rentabilidad para el capitalismo. La burguesía estima que alrededor del 20% de las fuerzas productivas del mundo están sin utilizar. La sobreproducción de los medios de producción es particularmente visible y afecta a Europa, Estados Unidos, India, Japón, etc.
Esto es importante si queremos establecer cómo el capitalismo de estado debe fortalecerse absolutamente ante la crisis que se avecina, pero también cómo los planes de recuperación contienen límites muy fuertes y pueden provocar efectos cada vez más perversos. Y cómo el "cada uno para sí mismo", en este contexto, es el producto de la descomposición, pero también del creciente estancamiento económico, una tendencia de la que el capitalismo no puede escapar, pero que también es históricamente una dinámica mortal. Será importante en este sentido, en el período venidero, estudiar y comparar la historia de las crisis abiertas del capitalismo, en particular las de 1929, 1945, 1975, 1998, 2008.
La situación que se está abriendo con la muy profunda aceleración de la crisis actual vuelve a poner en primer plano el papel de los estados (y por lo tanto de sus bancos centrales, porque el mito de su independencia ha terminado). Sería interesante mostrar cuáles fueron las políticas económicas, el papel de los Estados y el keynesianismo en términos concretos en los períodos de 1930 y 1945, y luego mostrar la diferencia con la forma en que la burguesía enfrentó la situación en 2008. Hay durante todo este período diferencias de gran importancia: por ejemplo, está la cuestión de la existencia de mercados y zonas extra -capitalistas, pero también la amplitud de la economía mundial y las grandes potencias imperialistas y económicas, además de la cuestión de los bloques, etc. Pero en esta crisis, los planes de recuperación se han hecho en forma de déficit público y deuda estatal y no, como en los años 30 y 40, aprovechando la mayor parte de la plusvalía ya realizada y acaparada, a la que se añadió una parte de deuda que no tiene nada que ver con la de hoy. Los actuales planes de estímulo resultarán cada vez más difíciles de sostener en su financiación, ya que los niveles de deuda que requieren son inversamente proporcionales al crecimiento que generan. Sin embargo, se plantean varias cuestiones.
Las lecciones de la crisis de 1929 llevaron a la burguesía, a pesar de su propia "naturaleza" y en contra de ella, a avanzar hacia una mayor cooperación para frenar en lo posible el desarrollo de su crisis, ya sea mediante políticas keynesianas o mediante la orquestación de la globalización por parte de los Estados. Aunque en la situación actual se produzca efectivamente un retorno a las políticas de tipo keynesiano, en el marco de una tendencia creciente hacia cada uno por su cuenta, su eficacia, en lo que respecta a los medios aplicados, no será comparable con la de períodos anteriores.
Hay que ver a este respecto la tendencia a un mayor peso, en comparación con el período anterior, de las respuestas aisladas de la burguesía a nivel nacional. Por ejemplo, la nueva tendencia consistente en cerrar las fronteras para detener el transporte de pasajeros de un continente a otro, o en cerrar las fronteras nacionales, como si el virus respetara el aislamiento nacional; todo ello es mucho más un reflejo de la impotencia y del estado de ánimo que una decisión de cuarentena con base científica destinada a conjurar el virus. ¿De qué manera hay más riesgo de contraer el virus en un tren internacional entre Stuttgart y París que entre Stuttgart y Hamburgo en un tren nacional? Cerrar las fronteras nacionales no ayuda; expresa los "límites" de los medios de la burguesía.
La repatriación de la producción a los países centrales va en aumento: con la pandemia 208 empresas europeas han decidido traer de vuelta la producción de China: "Según un reciente estudio de 12 industrias mundiales, 10 de ellas -incluidas las industrias de la automoción, los semiconductores y el equipo médico- ya están trasladando sus cadenas de suministro, principalmente fuera de China. Japón ofrece 2.000 millones de dólares a las empresas para que trasladen sus fábricas fuera de China y vuelvan al archipiélago japonés"[11]. Un presidente como Macron, que parece ser un defensor del multilateralismo, ha dicho que "delegar" los suministros de alimentos y médicos es una "locura". Su ministro de finanzas, Bruno Le Maire, llama al 'patriotismo económico' para que los franceses consuman productos nacionales.
En todos los países se favorecen los planes económicos locales, consumiendo preferentemente productos locales o nacionales. Es un repliegue centrífugo que tiende a romper las cadenas de producción industrial, alimentaria y de otro tipo, diseñadas a escala mundial, y que tienen costes muy reducidos.
Puede concluirse, pues, que estas tendencias centrífugas "cada uno por sí mismo" han alcanzado un nuevo nivel, mientras que al mismo tiempo cada país, el Estado y cada banco nacional ha inyectado o prometido inyectar sumas gigantescas (ilimitadas en el caso de Alemania) en la industria. Ninguna de estas medidas ha sido adoptada y armonizada por el BCE o el FMI; hay que añadir que no sólo el populista Trump ha actuado como defensor de cada uno por sí mismo; Alemania -con el acuerdo de los principales partidos- ha actuado en la misma dirección, al igual que Macron. Así pues, populistas o no, todos los gobiernos han actuado en la misma dirección; reduciendo detrás de las fronteras nacionales, "cada uno para sí mismo" - con sólo un mínimo de coordinación internacional o europea.
Las consecuencias de estas acciones parecen ser contraproducentes para todas las capitales nacionales y aún peores para la economía mundial: "Entre 2007 y 2008, debido a una fatídica convergencia de factores desfavorables - malas cosechas, aumento de los precios del petróleo y los fertilizantes, un auge de los biocombustibles, etc. - 33 países limitaron sus exportaciones para proteger su "soberanía alimentaria". Pero el remedio fue peor que la enfermedad. Las restricciones aumentaron los precios del arroz (116%), del trigo (40%) y del maíz (25%), según las estimaciones del Banco Mundial (...). El ejemplo de China, primer país afectado por la epidemia no augura nada bueno: las amenazas a las cadenas de suministro mundiales ya han provocado un aumento del 15% y del 22% de los alimentos en este país asiático desde principios de año".
La burguesía seguro que reaccionará. En el ámbito de la UE, Alemania ha aceptado finalmente la "mutualización de deudas", lo que demuestra que las contra -tendencias funcionan ante esta oleada de descomposición. Tal vez la burguesía estadounidense saque a Trump en las próximas elecciones a favor de los demócratas que son partidarios tradicionales del "multilateralismo"[12]. Además, "el 22 de abril, los 164 países miembros de la Organización Mundial del Comercio (OMC), que representan el 63% de las exportaciones agroalimentarias mundiales, se comprometieron a no intervenir en sus mercados. Al mismo tiempo, los ministros de agricultura de 25 países de América Latina y el Caribe firmaron un acuerdo vinculante para garantizar el suministro a 620 millones de personas".
Con el plan de "transición ecológica" y la promoción de una "economía verde", se harán esfuerzos para reorganizar la economía - al menos a nivel de la UE: con el desarrollo masivo de las telecomunicaciones, la aplicación de la robótica y la informática, materiales nuevos y mucho más ligeros, la biotecnología, los aviones no tripulados, los coches eléctricos, etc., la industria pesada tradicional basada en los combustibles fósiles tiende a quedar obsoleta, incluso en el ámbito militar. La imposición de "nuevas normas" de organización económica se está convirtiendo en una ventaja para los países centrales, especialmente Alemania, Estados Unidos y China.
La burguesía luchará paso a paso contra esta marea de fragmentación nacional de la economía. Pero se enfrenta a la fuerza creciente de su contradicción histórica entre la naturaleza nacional del capital y la naturaleza global de la producción. Esta tendencia de cada burguesía a querer salvar su economía a expensas de otras es una tendencia irracional que sería desastrosa para todos los países y para toda la economía mundial, aunque haya diferencias entre los países. La tendencia de cada uno para sí mismo puede ser incluso irreversible y la irracionalidad que la acompaña pone en tela de juicio las enseñanzas extraídas de la crisis de 1929 por la burguesía.
Como el Manifiesto de 1919 de la Internacional Comunista declaró, "El resultado final del modo de producción capitalista es el caos". El capitalismo ha resistido a este caos de muchas maneras durante su decadencia y ha seguido resistiendo durante su fase de descomposición. Las tendencias contrarias seguirán surgiendo. Sin embargo, la situación que se está abriendo hoy en día es una de una importante agravación del caos, especialmente en el terreno económico, que es muy peligroso desde el punto de vista histórico.
La Resolución del 23º Congreso sobre la situación internacional dio el siguiente marco:
"En cuanto al proletariado, estas nuevas convulsiones sólo pueden dar lugar a ataques aún más graves contra sus condiciones de vida y de trabajo a todos los niveles y en todo el mundo, en particular:
- reforzando la explotación de la fuerza de trabajo mediante la continua reducción de los salarios y el aumento de las tasas de explotación y de productividad en todos los sectores;
- continuando el desmantelamiento de lo que queda del Estado de bienestar (restricciones adicionales a los diversos sistemas de prestaciones para los desempleados, la asistencia social y los sistemas de pensiones); y, más en general, abandonando "suavemente" la financiación de todas las formas de asistencia o apoyo social del sector voluntario o semipúblico;
- la reducción por parte de los estados de los costos que representan la educación y la salud en la producción y el mantenimiento de la fuerza de trabajo del proletariado (y, por lo tanto, los importantes ataques contra los proletarios en estos sectores públicos);
- el agravamiento y el desarrollo de la precariedad como medio para imponer y hacer evolucionar el desempleo masivo en todos los sectores de la clase.
- ataques camuflados detrás de las operaciones financieras, como los tipos de interés negativos que erosionan las pequeñas cuentas de ahorro y los planes de pensiones. Y aunque las tasas oficiales de inflación de los bienes de consumo son bajas en muchos países, las burbujas especulativas han contribuido a una verdadera explosión del costo de la vivienda.
- el aumento del coste de la vida, en particular de los impuestos y el precio de los bienes de primera necesidad". (Punto 23)
Este marco ha sido fuertemente confirmado pero la situación también se ha agravado seriamente con el brote de la pandemia. En el centro de la situación económica está el ataque a las condiciones del proletariado en todo el mundo.
En 2019, según la ONU, 135 millones de personas padecían hambre; en abril de 2020, con el estallido de la pandemia, la ONU proyecta que 265 millones de personas estarán en esta situación. El Banco Mundial declaró en marzo que la población pobre alcanzaría los 3.500 millones de personas con una aceleración repentina de más de 500.000 por mes. Desde entonces este ritmo parece haber continuado, particularmente en América Central y del Sur, así como en Asia, incluidas Filipinas, la India y China. El empobrecimiento de los trabajadores se acelerará. Según el informe de la Organización Internacional del Trabajo (OIT), "la presión sobre los ingresos resultante de la disminución de la actividad económica tendrá un efecto devastador sobre los trabajadores que están cerca o por debajo del umbral de pobreza". Entre 8,8 y 35 millones de trabajadores más estarán en la pobreza en todo el mundo, en comparación con la estimación inicial para 2020 (que preveía una disminución de 14 millones en todo el mundo).
En la India y China, el número de proletarios desempleados se cuenta, según el FMI, en cientos de miles. Sitios Web como Bussiness Bourse habla de varios millones de trabajadores que han perdido su trabajo en China. Todas estas cifras deben ser tomadas con mucha precaución ya que a menudo varían de un sitio de noticias a otro. Lo que es cierto aquí es el aspecto masivo de este fenómeno y su rápida extensión debido a la contención y cierre de una gran parte de la actividad mundial. Durante el mismo período, el desempleo masivo ha alcanzado los 35 millones de personas en los Estados Unidos y, a pesar de la excepcional ayuda estatal, las colas en los puntos de distribución de alimentos son cada vez más largas, pareciéndose a las imágenes de los años 30 en los Estados Unidos. El mismo fenómeno se está produciendo en el Brasil, donde los desempleados ya ni siquiera están registrados oficialmente. En Francia el desempleo podría llegar a 7 millones en pocos meses. La explosión del desempleo masivo está tomando el mismo ritmo en Italia y España. En este momento, empiezan a llegar planes de despidos masivos, como en las líneas aéreas y la construcción de aviones, pero también en la industria del automóvil, la producción de petróleo, etc. La lista será cada vez más larga en el próximo período.
En una evaluación inicial de las consecuencias de la pandemia, la OIT estimó que la pandemia causaría la pérdida permanente de 25 millones de puestos de trabajo en todo el mundo, mientras que la precariedad aumentaría considerablemente: "También se prevé que el subempleo aumente exponencialmente, ya que las consecuencias económicas de la epidemia del virus se reflejan en la reducción de las horas de trabajo y los salarios. En los países en desarrollo, las restricciones a la circulación de personas (por ejemplo, los proveedores de servicios) y bienes pueden anular esta vez el efecto amortiguador que ha tenido el empleo por cuenta propia en esos países"[13]. Además, en la economía informal decenas de miles de trabajadores -que no encajan en ninguna estadística y que no reúnen las condiciones para recibir apoyo financiero del Estado- están sin trabajo. Por el momento es demasiado pronto para tener una idea del nivel de deterioro general de los niveles de vida.
Recortes salariales, aumento de las horas de trabajo, reducción de las pensiones y de las prestaciones sociales. También parece, como en Francia, que la burguesía está tratando de extender el tiempo de trabajo real. Pero también está bajando los salarios directos, en particular por medio de nuevos impuestos, como pretexto. La Unión Europea, por ejemplo, está considerando seriamente un impuesto Covid, ¡un programa completo!
La deuda es cada vez más colosal, y conlleva necesariamente una contrapartida: la intensificación de las medidas de austeridad contra los trabajadores. Es en este marco que debemos examinar el significado de la renta básica universal como medio para contener las tensiones sociales y dar un golpe importante a las condiciones de vida como un paso organizado por el Estado hacia el empobrecimiento universal.
En los países centrales y sobre todo en Europa occidental, la burguesía tratará de administrar los ataques de la manera más juiciosa posible y de hacerlos aplicar de manera "política", provocando las mayores divisiones en el seno del proletariado. Aunque el margen de maniobra de la burguesía en este terreno tenderá a disminuir, no debemos olvidarlo:
"Al mismo tiempo, los países más desarrollados, en el norte de Europa, los EE.UU. y Japón, están todavía muy lejos de tal situación. Por una parte, porque sus economías nacionales están más capacitadas para resistir la crisis, pero también, y, sobre todo, porque hoy en día el proletariado de estos países, y especialmente en Europa, no está dispuesto a aceptar tal nivel de ataques a sus condiciones. Así, uno de los principales componentes de la evolución de la crisis escapa de un estricto determinismo económico y pasa al nivel social, a la relación de fuerzas entre las dos grandes clases de la sociedad, la burguesía y el proletariado". (Resolución del 20º Congreso sobre la situación internacional)
[1] Ver Crisis económica (I) - Treinta años de crisis abierta del capitalismo https://es.internationalism.org/revista-internacional/199901/1175/crisis-economica-i-treinta-anos-de-crisis-abierta-del-capitalismo [112]
[3] 23º Congreso de la CCI: Resolución sobre la situación internacional (2019): los conflictos imperialistas, la vida de la burguesía, la crisis económica https://es.internationalism.org/content/4447/resolucion-sobre-la-situacion-internacional-2019-los-conflictos-imperialistas-la-vida [12]
[4] Ver nuestras Tesis sobre la Descomposición https://es.internationalism.org/revista-internacional/200510/223/la-descomposicion-fase-ultima-de-la-decadencia-del-capitalismo [11]
[5] La Vanguardia, 25 abril 2020, "Las zonas de riesgo del sistema financiero [114]".
[6]La Vanguardia, 22 abril 2020, "La quiebra de las petroleras golpeará a los mayores bancos de EE.UU [115]
[7] La Vanguardia, 23 Abril 2020, "Cómo el coronavirus está acelerando el proceso de desglobalización [116]".
[8] Tomado de una contribución a la discusión interna internacional de la CCI
[9] BBC World Service, 6 Abril 2020
[10]Presentación de una reunión de la organización sobre la crisis económica
[12] Sin embargo, dentro del Partido Demócrata se están desarrollando posiciones proteccionistas similares a las de Trump. Dos congresistas demócratas presentaron en marzo de 2020 una propuesta para retirar a los Estados Unidos de la OMC
[13] Informe de la OIT marzo 2020
Enlaces
[1] https://es.internationalism.org/files/es/pdf/rint164.pdf
[2] https://es.internationalism.org/files/es/presentacion_23_congreso.pdf
[3] https://es.internationalism.org/revista-internacional/198302/2127/estructura-y-funcionamiento-de-la-organizacion-revolucionaria
[4] https://es.internationalism.org/revista-internacional/198909/2138/la-relacion-entre-fraccion-y-partido-en-la-tradicion-marxista-i-la
[5] https://es.internationalism.org/revista-internacional/199004/2121/la-relacion-entre-fraccion-y-partido-en-la-tradicion-marxista-ii-l
[6] https://es.internationalism.org/revista-internacional/199204/1052/la-relacion-entre-fraccion-y-partido-en-la-tradicion-marxista-iii-
[7] https://es.internationalism.org/revista-internacional/198708/2306/comprender-la-decadencia-del-capitalismo-iii-ascendencia-y-decaden
[8] https://www.leftcom.org/en/articles/2018-12-22/the-fraction-party-question-in-the-italian-left
[9] https://es.internationalism.org/revista-internacional/201603/4148/la-nocion-de-fraccion-en-la-historia-del-movimiento-obrero-1a-part
[10] https://es.internationalism.org/content/3451/tesis-sobre-la-crisis-economica-y-politica-en-los-paises-del-este
[11] https://es.internationalism.org/revista-internacional/200510/223/la-descomposicion-fase-ultima-de-la-decadencia-del-capitalismo
[12] https://es.internationalism.org/content/4447/resolucion-sobre-la-situacion-internacional-2019-los-conflictos-imperialistas-la-vida
[13] https://es.internationalism.org/content/4458/informe-sobre-el-impacto-de-la-descomposicion-en-la-vida-politica-de-la-burguesia-2019
[14] https://es.internationalism.org/content/4454/informe-sobre-la-descomposicion-hoy-mayo-de-2017
[15] https://www.marxists.org/espanol/m-e/1840s/48-manif.htm
[16] https://es.internationalism.org/cci/201211/3550/plataforma-de-la-cci-adoptada-por-el-ier-congreso
[17] https://es.internationalism.org/content/4444/resolucion-sobre-la-relacion-de-fuerzas-entre-las-clases-2019
[18] https://es.internationalism.org/revista-internacional/200606/964/tesis-sobre-el-movimiento-de-los-estudiantes-de-la-primavera-de-200
[19] https://es.internationalism.org/revista-internacional/201111/3264/movimiento-de-indignados-en-espana-grecia-e-israel-de-la-indignaci
[20] https://es.internationalism.org/content/4042/conferencia-internacional-extraordinaria-de-la-cci-la-noticia-de-nuestra-desaparicion
[21] https://www.marxists.org/espanol/m-e/1870s/lpee72s.htm
[22] https://es.internationalism.org/revista-internacional/199610/1767/cuestiones-de-organizacion-iii-el-congreso-de-la-haya-en-1872-la-l
[23] https://es.internationalism.org/content/4460/nuevo-curso-y-una-izquierda-comunista-espanola-de-donde-viene-la-izquierda-comunista
[24] https://es.internationalism.org/content/4519/quien-es-quien-en-nuevo-curso
[25] https://es.internationalism.org/tag/vida-de-la-cci/resoluciones-de-congresos
[26] https://es.internationalism.org/tag/2/39/la-organizacion-revolucionaria
[27] https://es.internationalism.org/tag/desarrollo-de-la-conciencia-y-la-organizacion-proletaria/corriente-comunista-internacional
[28] https://es.internationalism.org/files/es/resolucion_sit_int_2019.pdf
[29] https://fr.internationalism.org/content/9789/revue-internationale-ndeg161
[30] https://es.internationalism.org/revista-internacional/200404/167/entender-la-descomposicion-i-las-raices-marxistas-de-la-nocion-de-d
[31] https://es.internationalism.org/revista-internacional/200712/2114/tras-el-hundimiento-del-bloque-del-este-inestabilidad-y-caos
[32] https://es.internationalism.org/revista-internacional/201410/4046/militarismo-y-descomposicion
[33] https://es.internationalism.org/content/4350/analisis-de-la-evolucion-reciente-de-las-tensiones-imperialistas
[34] https://es.internationalism.org/revista-internacional/200509/118/xvi-congreso-de-la-cci-resolucion-sobre-la-situacion-internacional
[35] https://es.internationalism.org/content/3965/resolucion-sobre-la-situacion-internacional-2013
[36] https://es.internationalism.org/tag/3/45/descomposicion
[37] https://es.internationalism.org/files/es/infodescoenvidapoliticaburguesia.pdf
[38] https://es.internationalism.org/revista-internacional/201610/4178/contribucion-sobre-el-problema-del-populismo-junio-de-2016
[39] https://es.internationalism.org/content/4412/contra-la-revuelta-reaccionaria-de-los-chalecos-amarillos-el-proletariado-debe-afirmar
[40] https://es.internationalism.org/content/4450/brexit-la-burguesia-britanica-esta-perdiendo-el-control-de-su-juego-politico
[41] https://es.internationalism.org/revista-internacional/201002/2773/el-otono-caliente-italiano-de-1969-i-un-momento-de-la-recuperacion
[42] https://es.internationalism.org/revista-internacional/201012/3005/el-otono-caliente-italiano-de-1969-ii-un-momento-de-la-reanudacion
[43] https://es.internationalism.org/files/es/informe_sobre_la_descomposicion_hoy.pdf
[44] https://es.internationalism.org/cci-online/201209/3467/crisis-economica-mundial-los-brics-no-flotan
[45] https://es.internationalism.org/cci-online/200509/120/huracan-katrina-el-capitalismo-conduce-la-humanidad-al-desastre
[46] https://es.internationalism.org/accion-proletaria/201203/3355/fukushima-un-ano-despues
[47] https://es.internationalism.org/revista-internacional/197810/2134/resolucion-sobre-el-terror-el-terrorismo-y-la-violencia-de-clase
[48] https://es.internationalism.org/revista-internacional/200510/234/la-guerra-antiterrorista-siembra-el-terror-y-la-barbarie
[49] https://es.internationalism.org/revista-internacional/200510/233/pearl-harbor-1941-torres-gemelas-2001-el-maquiavelismo-de-la-burgue
[50] https://es.internationalism.org/content/3349/2011-de-la-indignacion-la-esperanza
[51] https://es.internationalism.org/tag/2/25/la-decadencia-del-capitalismo
[52] https://es.internationalism.org/files/es/resol_balance_defuerzas_etre_clases_mayo_2019.pdf
[53] https://es.internationalism.org/series/380
[54] https://es.internationalism.org/content/4344/la-renovacion-de-la-izquierda-comunista-uno-de-los-aportes-clave-de-mayo-68
[55] https://es.internationalism.org/revista-internacional/197901/948/auge-y-decadencia-de-la-autonomia-obrera
[56] https://es.internationalism.org/content/2318/un-ano-de-luchas-obreras-en-polonia
[57] https://fr.internationalism.org/French/brochure/lutte_infirmieres_1988.htm
[58] https://es.internationalism.org/revista-internacional/201710/4239/maquiavelismo-consciencia-y-unidad-de-la-burguesia
[59] https://es.internationalism.org/revista-internacional/200805/2265/la-lucha-del-proletariado-en-el-capitalismo-decadente
[60] https://es.internationalism.org/revista-internacional/199001/3502/derrumbe-del-bloque-del-este-dificultades-en-aumento-para-el-prole
[61] https://es.internationalism.org/content/4405/el-capitalismo-amenaza-el-planeta-y-la-supervivencia-de-la-humanidad-solo-la-lucha
[62] https://es.internationalism.org/tag/2/29/la-lucha-del-proletariado
[63] https://es.internationalism.org/files/es/informe_congreso_identidad.pdf
[64] https://es.internationalism.org/content/4375/movimiento-de-los-chalecos-amarillos-contra-los-ataques-de-la-burguesia-el-proletariado
[65] https://www.marxists.org/espanol/m-e/1844/intro-hegel.htm
[66] https://www.marxists.org/espanol/m-e/1840s/sagfamilia/04.htm
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[68] https://en.internationalism.org/wr/304/chartism-1848
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[70] https://es.internationalism.org/revista-internacional/200911/2695/texto-de-orientacion-sobre-la-confianza-y-la-solidaridad-i
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[72] https://es.internationalism.org/revista-internacional/200705/1903/historia-del-movimiento-obrero-la-cnt-ante-la-guerra-y-la-revoluci
[73] https://es.internationalism.org/revista-internacional/200708/2002/historia-del-movimiento-obrero-el-sindicalismo-frustra-la-orientac
[74] https://es.internationalism.org/revista-internacional/200711/2068/historia-del-movimiento-obrero-la-contribucion-de-la-cnt-a-la-inst
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[76] https://es.internationalism.org/revista-internacional/200806/2278/historia-del-movimiento-obrero-el-antifascismo-el-camino-a-la-trai
[77] https://es.internationalism.org/cci/200605/911/el-trotskismo-contra-la-clase-obrera
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[82] https://www.leftcom.org/en/articles/2016-02-21/post-capitalism-via-the-internet-according-to-paul-mason-%E2%80%93-dream-or-reality
[83] https://en.internationalism.org/content/14136/deliveroo-ubereats-struggles-precarious-and-immigrant-workers
[84] https://www.bbc.com/news/business-45734662
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[89] https://es.internationalism.org/cci-online/201106/3118/movimiento-ciudadano-democracia-real-ya-dictadura-del-estado-contra-las-asamb
[90] https://es.internationalism.org/content/910/huelga-del-metal-de-vigo-los-metodos-proletarios-de-lucha
[91] https://es.internationalism.org/cci-online/200910/2670/debate-estado-y-dictadura-del-proletariado
[92] https://es.internationalism.org/files/es/164-inform-curso-historico.pdf
[93] https://en.internationalism.org/forum/16708/2019-resolution-international-situation-some-observations-and-questions
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[99] https://es.internationalism.org/revista-internacional/201111/3245/al-inicio-del-siglo-xxi-por-que-el-proletariado-no-ha-acabado-aun-
[100] https://es.internationalism.org/tag/corrientes-politicas-y-referencias/izquierda-comunista
[101] https://es.internationalism.org/tag/3/44/curso-historico
[102] https://es.internationalism.org/files/es/pdf/rint165.pdf
[103] https://es.internationalism.org/files/es/informe_pandemia_descomposicion.pdf
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[106] https://es.internationalism.org/content/4593/guerras-de-vacunas-el-capitalismo-es-un-obstaculo-para-encontrar-un-tratamiento
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[109] https://www.science.org
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[111] https://es.internationalism.org/files/es/informe_crisis_economica.pdf
[112] https://es.internationalism.org/revista-internacional/199901/1175/crisis-economica-i-treinta-anos-de-crisis-abierta-del-capitalismo
[113] https://www.marxists.org/espanol/m-e/1850s/criteconpol.htm
[114] https://www.lavanguardia.com/economia/20200425/48717553726/las-zonas-de-riesgo-del-sistema-financiero.html?utm_source=newsletters&utm_medium=email&utm_campaign=economia&utm_term=20200426&utm_content=listado-de-noticias-de-la-seccion-de-economia
[115] https://www.lavanguardia.com/economia/20200422/48675143364/la-quiebra-de-las-petroleras-golpeara-a-los-mayores-bancos-de-eeuu.html?utm_source=newsletters&utm_medium=email&utm_campaign=economia&utm_term=20200422&utm_content=listado-de-noticias-de-la-seccion-de-economia
[116] https://www.lavanguardia.com/economia/20200423/48678195571/coronavirus-acelerando-proceso-desglobalizacion-brl.html?utm_source=newsletters&utm_medium=email&utm_campaign=economia&utm_term=20200423&utm_content=listado-de-noticias-de-la-seccion-de-economia
[117] https://www.politicaexterior.com/proteccionismo-la-proxima-pandemia/