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“El marxismo es una concepción revolucionaria del mundo que pugna constantemente por alcanzar nuevos conocimientos, que odia sobre todas las cosas, el estancamiento de las fórmulas fijas, que conserva su fuerza viva y creadora, en el chocar espiritual de armas de la propia crítica y en los rayos y truenos históricos” (Rosa Luxemburg, “Una anticrítica”, apéndice de La acumulación del capital, 1912).
La CCI celebró en la primavera pasada su vigesimoprimer congreso. Este acontecimiento coincidió con los cuarenta años de existencia de nuestra organización. Por eso tomamos la decisión de darle a este congreso un carácter excepcional con el objetivo central de poner las bases de un balance crítico de nuestros análisis y actividad des estas últimas cuatro décadas. Así pues, los trabajos del congreso se propusieron identificar con la mayor lucidez posible nuestras fuerzas y nuestras flaquezas, identificar lo que seguía siendo válido en nuestros análisis y los errores hechos, para así armarnos para superarlos.
El balance crítico se inscribe plenamente en la continuidad del método que el marxismo ha adoptado siempre a lo largo de la historia del movimiento obrero. Marx y Engels, por ejemplo, fieles a un método a la vez histórico y autocrítico, fueron capaces de reconocer que algunas partes de El Manifiesto Comunista se habían confirmado erróneas o superadas por la experiencia histórica. La capacidad para criticar sus errores es lo que ha permitido siempre a los marxistas hacer avances teóricos y seguir aportando su contribución a la perspectiva revolucionaria del proletariado. De igual modo que Marx supo sacar las lecciones de la experiencia de la Comuna de París y de la derrota de ésta, la Izquierda Comunista de Italia fue capaz de reconocer la profunda derrota del proletariado mundial a finales de los años 20, de hacer un “balance” ([1]) de la oleada revolucionaria de 1917-23 y de las posiciones programáticas de la Tercera Internacional. Fue ese balance crítico lo que le permitió, a pesar de sus errores, realizar avances teóricos inestimables tanto en lo que al análisis del periodo de la contrarrevolución como en lo que a organización se refiere, comprendiendo el papel y las tareas de una fracción en el seno de un partido proletario degenerante, puente hacia un futuro partido una vez que el precedente ha sido arrebatado por la burguesía.
Este congreso excepcional de la CCI tuvo lugar en el contexto de nuestra última crisis interna, la cual había originado la organización de una conferencia internacional extraordinaria en 2014 ([2]). Las delegaciones prepararon el Congreso con la mayor responsabilidad, inscribiéndose en los debates al comprender claramente lo que estaba en juego y la necesidad, para todas las generaciones de militantes, de iniciar ese balance crítico de los 40 años de vida de la CCI. Para los militantes (especialmente los más jóvenes) que no eran todavía miembros de la CCI cuando ésta se fundó, este Congreso, y sus textos preparatorios, les permitieron aprender gracias a la experiencia de la CCI, participando a la vez activamente en los trabajos del Congreso y posicionándose en los debates.
El balance crítico de nuestro análisis de la situación internacional
La fundación de la CCI fue una expresión del fin de la contrarrevolución y de la reanudación histórica de la lucha de clases ilustrada sobre todo por el movimiento de Mayo del 68 en Francia. La CCI ha sido la única organización de la Izquierda comunista en haber insertado ese acontecimiento en el marco de análisis de la aparición de la crisis abierta del capitalismo iniciada en 1967. Con el fin de los llamados “30 gloriosos”, y con la carrera de armamentos durante la guerra fría, se planteaba de nuevo la alternativa “guerra mundial o desarrollo de los combates proletarios”. Mayo del 68 y la oleada de luchas obreras que se desplegó a escala internacional significaron la apertura de un nuevo curso histórico: tras 40 años de contrarrevolución, el proletariado volvía a erguirse y no estaba dispuesto a dejarse alistar en una tercera guerra mundial tras las banderas nacionales.
El Congreso puso de relieve que el surgimiento y el desarrollo de una nueva organización internacional e internacionalista confirmaron la validez de nuestro marco de análisis sobre ese nuevo curso histórico. Armada con ese concepto (así como también del análisis de la entrada del capitalismo en su período histórico de decadencia con el estallido de la Primera Guerra Mundial), la CCI ha seguido, durante toda su existencia, analizando el tríptico de la situación internacional (evolución de la crisis económica, de la lucha de clases y de los conflictos imperialistas) para no caer en el empirismo y despejar así orientaciones para su actividad. El Congreso se esforzó, sin embargo, en examinar con la mayor lucidez posible los errores que habríamos hecho en algunos de nuestros análisis para así poder identificar el origen de esos errores y así mejorar nuestro marco de análisis.
En base al informe presentado sobre la evolución de la lucha de clases desde 1968, el congreso puso de relieve que una de las debilidades principales de la CCI, desde sus orígenes, ha sido lo que nosotros llamamos inmediatismo, o sea un modo de hacer político marcado por la impaciencia y que se focaliza en acontecimientos inmediatos en menoscabo de una visión histórica amplia de la perspectiva en la que se inscriben dichos acontecimientos. Aunque pusimos de relieve, con toda la razón, que la reanudación de la lucha de clases de finales de los sesenta significó la apertura de un nuevo curso histórico, su caracterización como “curso hacia la revolución” fue un error que tuvimos que corregir con la expresión “curso a enfrentamientos de clase Sin embargo, esa expresión más adecuada, no logró, sin embargo, a causa de cierta imprecisión, cerrar las puertas a visión esquemática, lineal, de la dinámica de la lucha de clases, manteniéndose cierta vacilación en nuestro seno para reconocer las dificultades, las derrotas y los períodos de retroceso del proletariado.
La incapacidad de la burguesía para alistar a la clase obrera de los países centrales en una tercera guerra mundial no significaba que las oleadas internacionales de luchas que se sucedieron hasta 1989 iban a continuarse de manera mecánica e ineluctable hasta la apertura de un período revolucionario. El congreso ha hecho resaltar que la CCI subestimó le peso de la ruptura de la continuidad histórica con el movimiento obrero del pasado y el impacto ideológico, en el seno de la clase obrera, de 40 años de contrarrevolución, impacto que se manifiesta entre otras cosas en la desconfianza, cuando no el rechazo de las organizaciones comunistas.
Le Congreso ha subrayado también la debilidad de la CCI en los análisis sobre la relación de fuerzas entre las clases: la tendencia a ver el proletariado constantemente “a la ofensiva” en cada movimiento de lucha, cuando en realidad, el proletariado, hasta ahora, sólo ha entablado luchas de defensa de sus intereses económicos inmediatos (por muy importantes y significativas que hayan sido) sin lograr darles una dimensión política.
Los trabajos del congreso nos han permitido constatar que esas dificultades de análisis de la evolución de la lucha de clases se basan en una visión errónea del funcionamiento del modo de producción capitalista, con una tendencia a olvidar que el capital es, en primer lugar, una relación social, lo cual significa que la burguesía está obligada a tener en cuenta la lucha de clases para poner en marcha sus políticas económicas y sus ataques contra el proletariado. El congreso subrayó también cierta falta de dominio de la teoría de Rosa Luxemburg en su explicación de la decadencia del capitalismo. Según Rosa Luxemburg, el capitalismo necesita, para poder seguir con su acumulación, encontrar salidas mercantiles en sectores extracapitalistas. La desaparición progresiva de esos sectores condena al capitalismo a convulsiones crecientes. Este análisis quedó adoptado en nuestra plataforma (incluso si hubo una minoría de nuestros camaradas que se basó en otro análisis para explicar la decadencia: el de la tendencia decreciente de la cuota o tasa de ganancia). La falta de dominio por parte de la CCI del análisis de Rosa Luxemburg (que ésta desarrolla en su libro La acumulación del capital) acarreó una visión “catastrofista”, incluso apocalíptica del hundimiento de la economía mundial. El Congreso ha constatado que a lo largo de toda su existencia, la CCI no ha cesado de sobreestimar el ritmo de aceleración de la crisis económica. Incluso en estos últimos años, sobre todo con la crisis de las deudas soberanas, en el trasfondo de nuestros análisis había la idea subyacente de que le capitalismo podría acabar desmoronándose por sí solo, puesto que la burguesía estaba “en el impasse” y habría agotado todos los paliativos que le han permitido prolongar artificialmente la supervivencia de su sistema.
Esta visión “catastrofista” se debe en gran parte a una falta de profundización de nuestro análisis del capitalismo de Estado, a una subestimación de las capacidades de la burguesía para sacar las lecciones de la crisis de los años 1930 y acompañar la quiebra de su sistema mediante todo tipo de manipulaciones, trampas con la ley del valor, y la intervención estatal permanente en la economía. Y eso, a pesar de que habíamos identificado esas capacidades desde hacía tiempo. Tal visión también se debe a una comprensión reduccionista y esquemática de la teoría económica de Rosa Luxemburg con la idea errónea de que el capitalismo ya desde 1914 o en los años 1960 habría agotado todas sus capacidades de expansión. En realidad, como lo subrayaba Rosa Luxemburg, la catástrofe real del capitalismo estriba en que somete a la humanidad a un declive, a una larga agonía sumiendo a la sociedad en una barbarie creciente.
Fue ese error de negar cualquier posibilidad de expansión del capitalismo en su período de decadencia lo que explica las dificultades de la CCI para entender el crecimiento y desarrollo industrial vertiginoso de China (y otros países periféricos) tras el desmoronamiento del bloque del Este. Ese despegue industrial no pone, ni mucho menos, en tela de juicio nuestro análisis de la decadencia del capitalismo ([3]), pero la visión de que no habría la menor posibilidad de desarrollo en los países del Tercer Mundo en el período de decadencia no se ha verificado. Este error, subrayado en el Congreso, nos condujo a no ver posible que la quiebra del viejo modelo autárquico de los países estalinianos podría abrir nuevos mercados, “congelados” hasta entonces, a las inversiones capitalistas ([4]) (incluida la integración en el salariado de una masa enorme de trabajadores que antes vivía fuera de unas relaciones sociales directamente capitalistas, sometidos a una sobreexplotación feroz).
Sobre las tensiones imperialistas, el Congreso puso de relieve que la CCI ha desarrollado, en líneas generales, un marco de análisis muy sólido, ya fuera en la época de la guerra fría entre los dos bloques rivales, o tras el hundimiento de la URSS y de los regímenes estalinianos. Nuestro análisis del militarismo, de la descomposición del capitalismo y de la crisis en los países del Este nos permitió percibir las grietas que acabarían haciendo desmoronarse al bloque del Este. La CCI fue así la primera organización en haber previsto la desaparición de ambos bloques, el regentado por la URSS y el regentado por los Estados Unidos, de igual modo que el declive de la hegemonía estadounidense y el desarrollo de la tendencia de “cada uno para sí” en el escenario imperialista con el final de la disciplina de los bloques militares ([5]).
La CCI fue capaz de comprender correctamente la dinámica de las tensiones imperialistas porque pudo analizar el desmoronamiento espectacular del bloque del Este y de los regímenes estalinistas en tanto que expresión de primera importancia de la entrada del capitalismo en la fase última de su decadencia: la de su descomposición. Ese marco de análisis fue la última contribución que legó a la CCI nuestro camarada MC ([6]), lo que le permitió encarar una situación histórica inédita y muy difícil. Desde hace más de 20 años, el crecimiento del fanatismo y el integrismo religioso, el desarrollo del terrorismo y del nihilismo, la multiplicación de los conflictos armados y su carácter cada vez más bárbaro, el resurgir de los pogromos (y, más en general, de una mentalidad de búsqueda de “chivos expiatorios”), confirman la validez de ese análisis.
La CCI entendió bien que la clase dominante iba a explotar a fondo el desmoronamiento del bloque del Este y del estalinismo, transformando esa expresión de la descomposición de su propio sistema en arma arrojadiza contra la clase obrera montando campañas a repetición sobre la “quiebra del comunismo”, pero subestimamos con creces la profundidad del impacto de esas campañas en la conciencia del proletariado y el desarrollo de sus luchas.
Subestimamos que la atmosfera deletérea de la descomposición social (como también la desindustrialización y las políticas de deslocalización en algunos países centrales del capitalismo) ha ido contribuyendo en minar la confianza en sí, la solidaridad del proletariado y reforzar la pérdida de son identidad de clase. Debido a esa subestimación de las dificultades del nuevo período abierto con el desmoronamiento del bloque del Este, la CCI tuvo tendencia a mantenerse en la ilusión de que la recrudescencia de la crisis económica y de los ataques contra la clase obrera iba a provocar necesaria y mecánicamente, “oleadas de luchas” que se desarrollarían con las mismas características y con el mismo modelo de los años 1970-80. Con toda la razón, saludamos, por ejemplo, el movimiento contra el CPE en Francia y el de los Indignados en España, pero también subestimamos las enormes dificultades ante las que hoy se encuentra la joven generación de la clase obrera para desarrollar una perspectiva a sus luchas (en particular, el peso de las ilusiones democráticas, el miedo y el rechazo a la palabra “comunismo”, el hecho de que esta generación no haya podido beneficiarse de la transmisión de la experiencia viva de la generación de trabajadores, jubilados hoy, que participaron en los combates de clase de los años 1970 y 1980). Esas dificultades no afectan sólo a la clase obrera en su conjunto, sino también a los jóvenes en búsqueda que quieren implicarse en una actividad politizada.
El aislamiento y la escasa influencia en la clase obrera y desde hace cuatro décadas, de la CCI (como de los demás grupos procedentes de la Izquierda Comunista), y sobre todo desde 1989, hacen evidente que la perspectiva de la revolución proletaria mundial está todavía muy lejos. Cuando su formación, la CCI no habría podido imaginarse que 40 años más tarde, la clase obrera no hubiera derribado al capitalismo. Esto no significa ni mucho menos que el marxismo se haya equivocado y que este sistema sea eterno. El error principal cometido es el haber subestimado la lentitud y el ritmo de la crisis aguda del capitalismo que resurgió al fin del periodo de reconstrucción de la segunda posguerra, así como también las capacidades de la clase dominante para frenar y acompañar el hundimiento histórico del modo de producción capitalista.
El Congreso también puso de relieve que nuestra última crisis interna (y las lecciones que de ella hemos sacado), ha permitido a la CCI empezar a reapropiarse claramente de una adquisición básica del movimiento obrero en la que Engels insistió: la lucha del proletariado tiene tres dimensiones: económica, política y teórica. Es ésta dimensión teórica la que el proletariado deberá desarrollar en sus luchas futuras para poder volver a encontrar su identidad de clase revolucionaria, resistir al peso de la descomposición social y platear su propia perspectiva de transformación de la sociedad. Como lo afirmaba Rosa Luxemburg, la revolución proletaria es ante todo un amplio “movimiento cultural” pues el objetivo de la sociedad comunista no será únicamente satisfacer las necesidades materiales vitales de la humanidad, sino también sus necesidades sociales, intelectuales y morales. A partir de la toma de conciencia de esa carencia en nuestra comprensión de la lucha del proletariado (típica de una tendencia “economicista” y materialista vulgar), pudimos no sólo identificar la naturaleza de nuestra crisis, sino también darnos cuenta de que esta crisis “intelectual y moral” que ya habíamos examinado en nuestra conferencia extraordinaria de 2014 ([7]) lleva en realidad durando desde hace más de 30 años, y eso porque la CCI ha adolecido de una falta de reflexión y de discusiones profundas sobre las raíces de todas las dificultades organizativas a las que ha estado enfrentada desde sus orígenes, y especialmente desde finales de los años 1980.
El papel de la CCI como “fracción en cierto modo”
Para iniciar un balance crítico de los 40 años de existencia de la CCI, el Congreso centró sus trabajos en la discusión no solo de un Informe de actividad general sino también un Informe sobre el papel de la CCI “como fracción”.
Nuestra organización no ha tenido nunca la pretensión de ser un partido (y menos todavía el partido mundial del proletariado).
Como lo subrayan nuestros textos de fundación, “El esfuerzo de nuestra corriente para constituirse como polo de agrupamiento en torno a unas posiciones de clase se inscribe en un proceso que va hacia la formación del partido cuando haya luchas intensas y generalizadas. No pretendemos ser un “partido”” ([8]). La CCI debe hacer una labor con muchas similitudes con la de una fracción, aunque no sea una fracción.
Surgió, en efecto, tras una ruptura orgánica con las organizaciones comunistas del pasado, no surgió de una organización preexistente. No había ninguna continuidad organizativa con un grupo particular o un partido. El único camarada (MC) que venía de una fracción del movimiento obrero procedente de la IIIª Internacional, no podía representar la continuidad de un grupo aunque sí era el único “vínculo vivo” con el pasado del movimiento obrero. La CCI, al no haber estado arraigada ni haber venido de un partido que hubiera degenerado, traicionando los principios proletarios, pasándose al capital, no se fundó en un contexto de combate contra su degeneración. La primera tarea de la CCI, debido a la ruptura de la continuidad orgánica y a la profundidad de los 40 años de contrarrevolución, fue, primero, hacer suyas las posiciones de los grupos de la Izquierda Comunista que nos precedieron.
La CCI tenía pues que construirse y desarrollarse a escala internacional “a partir de cero” en cierto modo. La nueva organización internacional tenía que aprender sobre la marcha y en el tajo, en unas condiciones históricas nuevas y con una primera generación de militantes jóvenes e inexperimentados, surgida del movimiento estudiantil de Mayo del 68 y muy marcada por el peso de la pequeña burguesía, del inmediatismo, del ambiente “conflicto de generaciones” que se respiraba y de un miedo al estalinismo que en particular se plasmaba, desde el principio, en una desconfianza hacia la centralización.
Desde su fundación, la CCI hizo suya la experiencia de las organizaciones del movimiento obrero del pasado (de la Liga de los Comunistas, de la AIT, de la IIª Internacional, de Bilan, de la ICF) dándose unos Estatutos, principios de funcionamiento que son parte íntegra de su plataforma. Pero, contrariamente a las organizaciones del pasado, la CCI no se concibió como organización federalista compuesta por una adición de secciones nacionales, cada una con sus especificidades locales. Al constituirse de entrada como organización internacional y centralizada, la CCI se concebía como cuerpo unido internacionalmente. Sus principios de centralización garantizaban la unidad de la organización.
“Mientras que para Bilan y la Izquierda Comunista de Francia (ICF) – debido a las condiciones creadas por la contrarrevolución – era imposible crecer y construir una organización en varios países, la CCI emprendió la tarea de construir una organización internacional sobre posiciones sólidas (…) Como expresión que era del curso histórico recientemente abierto a los enfrentamientos de clase (…), la CCI ha sido internacional y ha estado centralizada internacionalmente desde el principio, mientras que las demás organizaciones de la Izquierda Comunista del pasado se limitaban a uno o dos países” ([9]).
A pesar de esas diferencias con Bilan y la ICF, el Congreso recalcó que la CCI tenía un papel similar al de una fracción: el de ser un puente entre el pasado (tras un período de ruptura) y el futuro. “La CCI no se define a sí misma ni como partido ni como “partido en miniatura”, sino como una “fracción en cierto modo”” ([10]). La CCI debía ser un polo de referencia, de agrupamiento internacional y de transmisión de las lecciones de la experiencia del movimiento obrero del pasado. Debía también evitar todo planteamiento dogmático, sabiendo criticar cuando fuera necesario las posiciones erróneas o ya caducas, para avanzar y mantener vivo el marxismo.
La reapropiación de las posiciones de la Izquierda Comunista en la CCI se empezó a realizar con relativa rapidez aunque su asimilación estuvo marcada desde el principio por una gran heterogeneidad. “Reapropiación no quería decir que hubiéramos alcanzado la claridad y la verdad de una vez por todas, o que nuestra plataforma se hubiera hecho “invariable” (…) La CCI modificó su plataforma a principio de los años 1980 tras un intenso debate” ([11]). Gracias a esa reapropiación y basándonos en ella, la CCI pudo llevar a cabo elaboraciones teóricas a partir del análisis de la situación internacional (por ejemplo, la crítica de la teoría de Lenin de los "eslabones débiles", tras la derrota de la huelga de masas en Polonia en 1980 ([12]), el análisis de la descomposición como fase última de la decadencia del capitalismo anunciadora del hundimiento de la URSS) ([13]).
Desde el principio, la CCI adoptó el método de Bilan y la ICF, los cuales, a lo largo de toda su existencia, insistieron en la necesidad de un debate internacional (incluso en las condiciones de represión, del fascismo y de la guerra) para esclarecer las posiciones respectivas de los diferentes grupos, comprometiéndose en las polémicas sobre cuestiones de principio. Inmediatamente después de la fundación de la CCI en enero de 1975, retomamos ese método entablando debates públicos y polémicas, no ya con vistas a un agrupamiento precipitado sino para favorecer la clarificación.
Desde los albores de su existencia, la CCI siempre ha defendido la idea de que existe un "medio político proletario" delimitado por principios y lo ha hecho todo por desempeñar un papel dinámico en el proceso de clarificación en dicho medio.
La trayectoria de la Izquierda Comunista de Italia estuvo marcada desde su nacimiento hasta su fin, por combates incesantes por la defensa de los principios del movimiento obrero y del marxismo. Esa ha sido también una preocupación permanente de la CCI durante toda su existencia ya sea en los debates polémicos hacia fuera ya en los combates políticos que ha habido que llevar a cabo en la organización misma, especialmente en las situaciones de crisis.
Bilan y la ICF estaban convencidos de que su papel también era la “formación de cuadros”. Aunque este concepto de “cuadros” sea muy discutible y pueda ser confuso, la preocupación principal de aquéllos era perfectamente válida: se trataba de formar la futura generación de militantes trasmitiéndoles las lecciones de la experiencia histórica para que recogiera la antorcha y prosiguiera la labor de la generación anterior.
Las fracciones del pasado no desaparecieron únicamente a causa del peso de la contrarrevolución. Sus análisis erróneos de la situación histórica también contaron en su desaparición. La ICF se disolvió tras el análisis erróneo del estallido inminente e ineluctable de una tercera guerra mundial. La CCI es la organización internacional con la vida más larga en la historia del movimiento obrero. Sigue existiendo después de 40 años de haberse fundado. No nos han aniquilado las diferentes crisis sufridas. A pesar de haber perdido muchos militantes, la CCI ha conseguido mantener la mayoría de sus secciones fundadoras y constituir nuevas secciones que han permitido difundir nuestra prensa en diferentes lenguas, países y continentes.
El Congreso puso sin embargo en evidencia, con lucidez, que la CCI sigue bajo el pesado fardo de las condiciones históricas de sus origines, unas condiciones históricas desfavorables. Hay en nuestro seno una generación “perdida” después de 1968 y una generación “ausente” (a causa del impacto prolongado de las campañas anticomunistas tras el hundimiento del bloque del Este). Esta situación ha acabado siendo un obstáculo para consolidar la organización en su actividad a largo plazo. Nuestras dificultades se han agravado más todavía desde finales de los años 1980 por el peso de la descomposición que afecta a la sociedad entera, incluida la clase obrera y sus organizaciones revolucionarias.
De igual modo que Bilan y la GCF fueron capaces de luchar “a contracorriente”, la CCI, para asumir ser el puente entre pasado y futuro, debe hoy desarrollar ese mismo espíritu combativo a sabiendas de que también vamos “contra la corriente”, estamos aislados y separados del conjunto de la clase obrera (como las demás organizaciones de la Izquierda Comunista). Por mucho que ya no estemos en periodo de contrarrevolución, la situación histórica iniciada tras el desmoronamiento del bloque del Este y las enormes dificultades del proletariado para reencontrar su identidad de clase revolucionaria y su perspectiva, (a lo que hay que añadir todas las campañas burguesas para desprestigiar a la Izquierda Comunista) han reforzado ese aislamiento. “El puente al que debemos contribuir será uno que pasará por encima de la generación “perdida” de 1968 y por encima del desierto de la descomposición hacia las generaciones futuras” ([14]).
Los debates del Congreso insistieron en que la CCI, al filo de los años (y sobre todo desde la desaparición de nuestro compañero MC, ocurrida poco después de la caída del estalinismo), se ha olvidado en gran parte de que debe proseguir la labor de las fracciones de la Izquierda Comunista. Esto se ha plasmado en la subestimación de que nuestra tarea principal es la de la profundización teórica ([15]) (que no debe dejarse en manos de unos cuantos “especialistas”) y de la construcción de la organización mediante la formación de nuevos militantes a los que hay que transmitir la cultura de la teoría. El Congreso constató que la CCI ha fracasado en la transmisión a los nuevos camaradas, durante los 25 últimos años, el método de la Fracción. En lugar de transmitirles el método de construcción a largo plazo de una organización centralizada, hemos tendido a transmitirles la visión de la CCI como un “mini-partido” ([16]) cuya tarea principal sería intervenir en las luchas inmediatas de la clase obrera.
Cuando se fundó la CCI, a MC le incumbió una responsabilidad inmensa, pues era el único camarada que podía transmitir a una nueva generación el método del marxismo, de construcción de la organización, de defensa intransigente de sus principios. Hay hoy en la organización bastantes más militantes experimentados (que ya estaban presentes cuando la fundación de la CCI), pero sigue habiendo un peligro de “ruptura orgánica” a causa de nuestras dificultades para realizar esa labor de transmisión.
De hecho, las condiciones presentes en la fundación de la CCI fueron un enorme obstáculo para la construcción de la organización a largo plazo. La contrarrevolución estaliniana fue la más larga y más profunda de toda la historia del movimiento obrero. Nunca antes, desde la Liga de los Comunistas, había habido discontinuidad, ruptura orgánica entre generaciones de militantes. Siempre hubo un vínculo vivo entre una organización y la siguiente y la labor de transmisión nunca recayó en los hombros de un único individuo. La CCI es la única organización que haya conocido tal inédita situación. Esa ruptura orgánica que duró varias décadas fue una debilidad muy difícil de superar, agravándose más todavía por la resistencia de la joven generación surgida tras Mayo del 68 a “aprender” de la experiencia de la generación anterior. El peso de las ideologías de la pequeña burguesía rebelde, del medio estudiantil contestatario y muy marcado por el “conflicto de generaciones” (por el hecho de que la generación precedente era precisamente la que había vivido en lo más hondo de la contrarrevolución) reforzó más todavía el peso de la ruptura orgánica con la experiencia viva del movimiento obrero del pasado.
Y, obviamente, la desaparición de MC, cuando se estaba iniciando el período de descomposición del capitalismo, haría todavía más difícil la capacidad de la CCI para superar sus debilidades congénitas.
La pérdida de la sección de la CCI en Turquía ha sido la manifestación más evidente de esas dificultades en transmitir a jóvenes militantes el método de la Fracción. El Congreso hizo una crítica muy severa de nuestro error, el de haber integrado prematura y precipitadamente a esos antiguos camaradas aun cuando no habían comprendido realmente los Estatutos y los principios organizativos de la CCI (con una fuerte tendencia localista, federalista, que concebía la organización como una agregación de secciones “nacionales” y no como un cuerpo unido y centralizado a escala internacional).
El Congreso subrayó también que el peso del espíritu de círculo (y dinámicas de clanes) ([17]), algo que es parte de las debilidades congénitas de la CCI, ha sido un obstáculo permanente para su labor de asimilación y transmisión de las lecciones de la experiencia del pasado a los nuevos militantes.
Las condiciones históricas en las que ha vivido la CCI han cambiado desde su fundación. Durante los primeros años de nuestra existencia, pudimos intervenir en una clase obrera que estaba llevando a cabo luchas significativas. Hoy, tras casi 25 años de un casi estancamiento de la lucha de clases a nivel internacional, la CCI debe ahora empeñarse en una tarea parecida a la de Bilan en su tiempo: comprender las razones del fracaso de la clase obrera para reencontrar una perspectiva revolucionaria casi medio siglo después de la reanudación histórica de la lucha de clases a finales de los años 1960.
“El que seamos casi los únicos en examinar unos problemas colosales puede prejuzgar los resultados, pero no la necesidad de una solución” ([18]).
“Ese trabajo no solo debe hacerse sobre los problemas que debemos resolver hoy para establecer nuestra táctica, sino sobre los problemas que se le plantearán mañana a la dictadura del proletariado” ([19]).
La necesidad de un “renacimiento” moral y cultural
Los debates sobre el balance crítico de los cuarenta años de existencia de la CCI non han impulsado a tomar plena conciencia del peligro de esclerosis y de degeneración, una amenaza que siempre planea sobre las organizaciones revolucionarias. Ninguna organización revolucionaria ha estado nunca inmunizada contra ese peligro. Al SPD (Partido Socialdemócrata de Alemania) lo gangrenó el oportunismo, hasta que acabó por poner totalmente en entredicho los fundamentos del marxismo, en gran parte porque había abandonado toda labor teórica en beneficio de las tareas inmediatas con las que recabar influencia en las masas obreras mediante sus éxitos electorales. En realidad, el proceso de degeneración del SPD empezó mucho antes de que abandonara el trabajo teórico. Se inició desmantelando poco a poco la solidaridad entre les militantes a causa de la abolición de las leyes antisocialistas (1878-1890) y la legalización del SPD. La solidaridad entre los militantes, una exigencia durante el periodo precedente ya no aparecía como una evidencia pues ya no corrían el riesgo de la represión y la necesidad de la clandestinidad. Tal destrucción de la solidaridad (favorecida por las condiciones “confortables” de la democracia burguesa) abrió las compuertas a una perversión moral creciente en el seno del SPD, partido que era además el faro del movimiento obrero internacional, que se expresó, por ejemplo, en la propagación de los chismes y embustes más repugnantes contra la representante más intransigente de su ala izquierda, Rosa Luxemburg ([20]). Fue el conjunto de esos factores (y no solo el oportunismo y el reformismo) lo que abrió las compuertas a un largo proceso de degeneración interna hasta el desmoronamiento del SPD en 1914 ([21]). La CCI sólo había tratado la cuestión de los principios morales desde un punto de vista empírico, práctico, en particular con la crisis de 1981 cuando nos enfrentamos, por primera vez, a comportamientos de rufián con el robo de nuestro material por la gente de la tendencia Chénier ([22]). Si la CCI no había abordado esa cuestión en un plano teórico, fue porque había un rechazo y cierta “fobia” a la palabra “moral” cuando la CCI se fundó. La joven generación surgida del movimiento de Mayo del 68 no quería (al contrario de MC) que la palabra “moral” apareciera en los Estatutos de la CCI (mientras que la idea de una moral proletaria sí que figuraba en los Estatutos de la ICF). Tal aversión por la “moral” seguía siendo una expresión más de la ideología y de las perspectivas propias de la pequeña burguesía estudiantil de aquel entonces.
Solo será cuando vuelvan a repetirse, en la crisis de 2001, los comportamientos rufianescos por parte de unos exmilitantes que después formarían la FICCI, cuando la CCI comprendió la necesidad de volver a hacer suyo en el plano teórico, lo adquirido por el marxismo sobre el tema de la moral. Se necesitaron décadas para que empezáramos a comprender lo necesario que era colmar esa brecha. Y será tras nuestra última crisis cuando la CCI empezó a reflexionar para entender mejor lo que quería decir Rosa Luxemburg cuando afirmaba que “el partido del proletariado es la conciencia moral de la revolución”.
El movimiento obrero en su conjunto ha desdeñado esa problemática. El debate en la época de la Segunda Internacional no se desarrolló suficientemente (por ejemplo, en torno al libro de Kautsky Ética y concepción materialista de la Historia) y la pérdida moral fue un factor decisivo en su degeneración. Los grupos de la Izquierda Comunista tuvieron el valor de defender en la práctica los principios morales proletarios, pero ni Bilan, ni la ICF hablaron de este tema desde un enfoque teórico. Por eso, las dificultades de la CCI en esa materia deben ser contempladas a la luz del trato insuficiente que tuvo en el movimiento revolucionario durante el siglo XX.
Hoy, el riesgo de degeneración moral de las organizaciones revolucionarias se ha agravado con los miasmas que acarrean la putrefacción y la barbarie de la sociedad capitalista. Y ese problema no sólo afecta a la CCI sino a todos los demás grupos de la Izquierda Comunista.
Después de nuestra última Conferencia Extraordinaria que se había centrado en identificar la dimensión moral de la crisis de la CCI, el Congreso se dio como objetivo discutir sobre la dimensión intelectual. A lo largo de toda su existencia, la CCI no ha dejado de insistir con regularidad en sus dificultades para profundizar las cuestiones teóricas. La tendencia a perder de vista lo que debe realizar nuestra organización en el período histórico actual, el inmediatismo en nuestros análisis, las tendencias activistas y obreristas en nuestra intervención, el desprecio por el trabajo teórico y de búsqueda de la verdad han sido el caldo de cultivo para la emergencia de esa crisis.
Nuestra subestimación recurrente de la elaboración teórica (especialmente en materia organizativa) tiene sus raíces en los orígenes de la CCI: el impacto de la revuelta estudiantil con su componente academicista (de naturaleza pequeño burguesa) a la que se oponía una tendencia activista “obrerista” (de naturaleza izquierdista) que confundía anti-academicismo y desprecio de la teoría. Y eso en un ambiente de contestación pueril de la “autoridad” (representada por el “viejo” MC). A partir del final de los años 1980, la subestimación de la labor teórica de la organización se nutrió del ambiente letal de la descomposición social que tiende a destruir el pensamiento racional en beneficio de creencias y prejuicios obscurantistas, que sustituye la cultura de la teoría por la “cultura” del chismorreo ([23]). La pérdida de lo que hemos adquirido (y el peligro de esclerosis que acarrea) es una consecuencia directa de esa ausencia de cultura de la teoría. Frente a la presión de la ideología burguesa, las adquisiciones de la CCI (ya sea en lo programático, en nuestros análisis o en el plano organizativo) solo pueden mantenerse si se enriquecen constantemente mediante la reflexión y el debate teórico.
El Congreso subrayó que la CCI sigue estando afectada por su “pecado juvenil”, el inmediatismo, que nos hace perder de vista, de manera recurrente, el marco histórico y el largo plazo en el que se inscribe la función de la organización. La CCI se formó con el agrupamiento de jóvenes militantes que se politizaron cuando se produjo la reanudación espectacular de los combates de clase (en Mayo del 68). Muchos de ellos albergaban la ilusión de que la revolución estaba ya en marcha. Los más impacientes e inmediatistas se desmoralizaron y abandonaron su compromiso militante. Pero esa debilidad permaneció también entre quienes se quedaron en la CCI. El inmediatismo sigue influenciándonos y expresándose a menudo. El Congreso ha tomado conciencia de que esa debilidad podría sernos fatal, pues asociada a la perdida de lo adquirido, al desprecio de la teoría, acaba desembocando en oportunismo, algo que siempre acaba socavando los cimientos de la organización.
El Congreso ha recordado que el oportunismo (y su variante, el centrismo) es resultado de la infiltración permanente de la ideología burguesa y pequeñoburguesa en las organizaciones revolucionarias, ideologías contra las cuales se requiere una vigilancia y un combate sin tregua. Aunque la organización de los revolucionarios sea un “cuerpo extraño”, antagónico al capitalismo, sí que surge y vive en el seno de la sociedad de clases y por ello está contantemente amenazada por la infiltración de ideologías y prácticas ajenas al proletariado, por derivas que ponen en entredicho las adquisiciones del marxismo y del movimiento obrero. Durante sus 40 años de existencia, la CCI ha debido defender constantemente sus principios y combatir en su seno, en arduos debates, todas esas ideologías que se expresaron, entre otras cosas, en desviaciones izquierdistas, modernistas, anarco-libertarias, consejistas…
El Congreso se ocupó también de las dificultades de la CCI para superar otra gran debilidad de sus orígenes: la mentalidad o espíritu de círculo y su manifestación más destructora: el espíritu de clan ([24]). La mentalidad de círculo es, como lo muestra la historia de la CCI, una de las ponzoñas más peligrosas para la organización, por diferentes razones. Lleva en sí la posibilidad de transformar a la organización revolucionaria en mero agrupamiento de amigos, desnaturalizando su esencia política de emanación e instrumento del combate de la clase obrera. Con la personalización de las cuestiones políticas, mina la cultura del debate y la clarificación de los desacuerdos que se realizan mediante la confrontación, coherente y racional, de los argumentos. La formación de clanes o de círculos de amigos que se enfrentan a la organización o a algunas de sus partes destruye la labor colectiva, la solidaridad y la unidad de la organización. Al estar nutrido de resortes emotivos, irracionales, al funcionar movido por relaciones de fuerza e inquinas personales, la mentalidad de círculo se opone al trabajo del pensamiento, a la cultura de la teoría en provecho del gusto por el cotilleo, los rumores “entre amiguetes” y la calumnia, socavando así la salud moral de la organización.
La CCI no ha logrado quitarse de encima la mentalidad de círculo a pesar de todos los combates realizados durante sus cuarenta años de vida. La persistencia de ese veneno se explica por los orígenes de la CCI, formada a partir de círculos y en un ambiente de “familia” en el que los afectos (simpatías o antipatías personales) acaban anteponiéndose a la solidaridad necesaria entre militantes que luchan por la misma causa y están unidos en torno a un mismo programa. El peso de la descomposición social y la tendencia a “cada uno para sí”, a lo irracional, ha agravado más todavía esa debilidad de origen. Y sobre todo, la ausencia de discusiones teóricas profundizadas cobre cuestiones organizativas no ha permitido a la organización en su conjunto superar esa “enfermedad infantil” de la CCI y del movimiento obrero. El Congreso subrayó (retomando la constatación que en su tiempo hiciera ya Lenin en 1904 en su obra Un paso adelante, dos pasos atrás) que el espíritu de círculo se debe esencialmente a la presión de la ideología de la pequeña burguesía.
Para enfrentar todas esas dificultades, y ante la gravedad de lo que está en juego en el periodo histórico actual, el Congreso puso de relieve que la organización debe desarrollar un espíritu de combate contra la influencia de la ideología dominante, contra el peso de la descomposición social. Eso significa que la organización revolucionaria debe luchar permanentemente contra la rutina, la superficialidad, la pereza intelectual, el esquematismo, desarrollar el espíritu crítico identificando con lucidez sus errores e insuficiencias teóricas.
“La conciencia socialista precede y condiciona la acción revolucionaria de la clase obrera” ([25]), el desarrollo del marxismo es la tarea central de todas las organizaciones revolucionarias. El Congreso destacó como orientación prioritaria para la CCI, el fortalecimiento colectivo de su labor de profundización, de reflexión, apropiándose la cultura marxista de la teoría en todos nuestros debates internos.
En 1903, Rosa Luxemburg lamentaba de esta manera el abandono de la profundización de la teoría marxista: “Es únicamente en el terreno económico en el que podemos hablar de una construcción en Marx perfectamente acabada. En cambio, en la parte de sus escritos más valiosa, o sea la concepción materialista, dialéctica de la historia, no se nos presenta sino como un método de investigación, unas ideas directrices generales, que permiten entrever un mundo nuevo (…) Sin embargo, incluso en este terreno la herencia marxista, salvo pocas excepciones, no ha sido aprovechada. Esta arma nueva y espléndida se herrumbra por falta de uso; la teoría del materialismo histórico está tan incompleta y fragmentaria como nos la dejaron sus creadores cuando la formularon por primera vez. (…) Es hacerse ilusiones el pensar que la clase obrera, en plena lucha, podría, gracias al contenido mismo de su lucha de clase, ejercer al infinito su actividad creadora en el ámbito teórico” ([26]).
La CCI está hoy en un período de transición. Gracias al balance crítico que ha entablado, a su capacidad para examinar sus debilidades, para reconocer sus errores, la CCI está haciendo una crítica radical de la visión de la actividad militante que hasta ahora hemos tenido, de las relaciones entre militantes y de los militantes respecto a la organización, como línea directriz la cuestión de la dimensión intelectual y moral de la lucha del proletariado. Debemos pues comprometernos con un verdadero “renacimiento cultural” para poder seguir “aprendiendo” para así asumir nuestras responsabilidades. Es un proceso largo y difícil, pero vital para el porvenir.
La defensa de la organización frente a los ataques contra la CCI
A lo largo de toda su existencia, la CCI ha tenido que entablar combates permanentes por la defensa de sus principios, contra la presión ideológica de la sociedad burguesa, contra los comportamientos antiproletarios o las maniobras de aventureros sin principios. La defensa de la organización es una responsabilidad política y también es un deber moral. La organización revolucionaria no pertenece a los militantes, sino a la clase obrera. Es una expresión de su lucha histórica, un instrumento de su combate por el desarrollo de su conciencia para la transformación revolucionaria de la sociedad.
El Congreso ha insistido en que la CCI es un “cuerpo extraño” en la sociedad, antagónico, y enemigo del capitalismo. Es por eso precisamente por lo que la clase dominante se interesa de cerca a nuestras actividades desde que nacimos. Y eso no tiene nada que ver ni con paranoias ni con “teorías complotistas”. Los revolucionarios no deben ser unos ingenuos como quienes ignoran la historia del movimiento obrero y menos todavía dejarse llevar por los cantos de sirena de la democracia burguesa (y su “libertad de expresión”). Si la CCI no está hoy sometida a la represión directa del Estado capitalista, es porque nuestras ideas siguen siendo muy minoritarias y no son un peligro inmediato para la clase dominante. Al igual que Bilan y la ICF, nosotros nadamos “contra la corriente”. Pero aunque la CCI no tenga hoy ninguna influencia directa e inmediata en el curso de las luchas de la clase obrera, cuando difunde sus ideas va sembrando, sin embargo, las semillas del futuro. Por eso es por lo que a la burguesía le interesa que desaparezca la CCI, la única organización internacional centralizada de la Izquierda Comunista con secciones en diferentes países y continentes.
Eso es también lo que estimula el odio de elementos desclasados ([27]) siempre al acecho de los “signos anunciadores” de nuestra desaparición. La clase dominante estará satisfecha de ver a toda una caterva de individuos que dicen reivindicarse de la Izquierda Comunista agitándose en torno a la CCI (a través de blogs, páginas web, foros de Internet, Facebook y demás redes sociales), propalando patrañas, calumnias contra la CCI, ataques repugnantes y usando métodos policiacos dirigidos repetidamente y hasta la náusea, contra algunos de nuestros militantes.
El Congreso puso de relieve que la recrudescencia de los ataques contra la CCI de ese medio parásito ([28]), el cual intenta recuperar y falsear la labor militante de los grupos de la Izquierda Comunista, es una expresión de la putrefacción de la sociedad burguesa.
El Congreso ha tomado plena conciencia de la nueva dimensión tomada por el parasitismo desde el principio del periodo de descomposición. Su objetivo, lo confiesen o no, es hoy no sólo sembrar la confusión, sino sobre todo esterilizar las fuerzas potenciales que podrían politizarse en torno a las organizaciones históricas de la Izquierda Comunista. Procuran así construir una especie de “cordón sanitario” (en particular, agitando el espectro del estalinismo que seguiría rondando por el interior de la CCI…) para impedir que haya elementos jóvenes que se acerquen a nuestra organización. Esa labor de zapa completa hoy las campañas anticomunistas desencadenadas por la burguesía cuando se hundieron los regímenes estalinianos. El parasitismo es el mejor aliado de la burguesía decadente contra la perspectiva revolucionaria del proletariado.
Ahora que el proletariado encuentra enormes dificultades para reencontrar su identidad de clase revolucionaria y reanudar con su propio pasado, las calumnias, los ataques y la nauseabunda mentalidad de unos individuos que reivindican la Izquierda Comunista y denigran a la CCI lo único que hacen es bailarle el agua a la clase dominante y defender sus intereses. Al asumir la defensa de la organización, nosotros no defendemos nuestro “cotarro”. Para la CCI se trata de defender los principios del marxismo, de la clase revolucionaria y de la Izquierda Comunista que corren el riesgo de quedar anegadas en la ideología del “no future” que el parasitismo arrastra consigo.
Reforzar la defensa pública e intransigente de la organización es una orientación que el Congreso se ha dado. La CCI es perfectamente consciente de que esa orientación puede no ser entendida por el momento, ser criticada porque no haría “juego limpio”, y por lo tanto llevarla a un mayor aislamiento todavía. Lo que en realidad sería peor sería dejar que el parasitismo hiciera su faena destructiva sin reacción en contra. El Congreso también en eso dejó claro que la CCI debe tener la valentía de “nadar a contracorriente”, de igual modo que ha tenido el ánimo de hacer una crítica implacable de sus errores y dificultades durante este Congreso y dar cuenta de ello públicamente.
‘‘La autocrítica, la crítica cruel e implacable que va hasta la raíz del mal, es vida y aliento para el proletariado. (…) Pero no estamos perdidos y la victoria será nuestra si no nos hemos olvidado cómo se aprende. Y si los dirigentes modernos del proletariado no saben cómo se aprende, caerán para “dejar lugar para los que sean más capaces de enfrentar los problemas del mundo nuevo’” ([29]).
CCI, diciembre de 2015
[1] Bilan, o sea “balance” fue, entre 1933 et 1938, el nombre de la publicación en francés de la Fracción de Izquierda del Partido Comunista de Italia, cambiada en 1935, en Fracción Italiana de la Izquierda Comunista.
[2] Ver nuestro artículo “Conferencia internacional extraordinaria de la CCI: la “noticia” de nuestra desaparición es un tanto exagerada” (Revista Internacional no 153, 2014) (https://es.internationalism.org/en/node/4042)
[3] Léase, en francés, "Ressorts, contradictions et limites de la croissance en Asie de l’Est"
(https://fr.internationalism.org/ICConline/2008/crise_economique_Asie_Sud_est.htm)
[4] Este análisis es actualmente objeto de una discusión y de profundización en nuestra organización.
[5] Ver, entre otros, nuestro artículo “Tras el hundimiento del bloque del este, inestabilidad y caos” (1990) en la Revista Internacional no 61 (https://es.internationalism.org/node/2114)
[6] MC (Marc Chirik) fue un militante de la Izquierda Comunista. Nació en Kishinev (actual Chisináu, Moldavia, en aquel entonces Besarabia) en 1907y murió en París en 1990. Su padre era rabino y su hermano mayor secretario del partido bolchevique de la ciudad. Junto a él, Marc asistió a las revoluciones de febrero y octubre de 1917. En 1919, escapando a los pogromos antijudíos de los ejércitos blancos rumanos, toda la familia emigra a Palestina donde Marc, con apenas 13 años, se hace miembro del Partido Comunista de Palestina fundado por su hermano y hermanas mayores que él. Entra muy pronto en desacuerdo con la posición de la Internacional Comunista de apoyo a las luchas de liberación nacional lo que le cuesta una primera exclusión de ella en 1923. En 1924, mientras que algunos miembros de la fratría vuelven a Rusia, Marc y uno de sus hermanos se van a vivir a Francia. Marc ingresa en el Partido Comunista de Francia donde muy rápidamente entabla el combate contra la degeneración del partido, siendo al cabo excluido en febrero de 1928. Fue miembro durante un tiempo de la Oposición de Izquierda internacional animada por Trotski, entablando el combate contra su deriva oportunista, participando luego en noviembre de 1933, junto a Gaston Davoust (Chazé), en la fundación de la Unión Comunista que publica La Internacional. Cuando la Guerra de España, ese grupo adopta una posición ambigua sobre la cuestión del antifascismo. Tras haber llevado a cabo un combate contra esa ambigüedad, MC se une, a primeros de 1938, a la Fracción Italiana de la Izquierda Comunista con la que entra en contacto y que defiende une posición verdaderamente proletaria e internacionalista al respecto. Poco después entabla un nuevo combate contra los análisis de Vercesi, principal animador de esa organización, el cual defiende la idea de que los diferentes conflictos militares que se extendían en aquel entonces no eran la preparación de una nueva guerra mundial, sino que debían servir para aplastar al proletariado impidiéndole así lanzarse a una nueva revolución. Por eso hubo una desbandada en la Izquierda Italiana cuando se declaró la guerra mundial en septiembre de 1939. Vercesi teorizó una política de repliegue político durante el período de guerra, mientras que Marc agrupaba en el sur de Francia a los miembros de la Fracción que se negaron a seguir a Vercesi en su repliegue. En las perores condiciones que pueda uno imaginarse, Marc y un pequeño núcleo de militantes prosiguen la labor realizada por la Fracción Italiana desde 1928. En 1945, sin embargo, al enterarse de la formación en Italia del Partito Comunista Internazionalista que se reivindica de la Izquierda Comunista italiana, la Fracción decide disolverse y que sus miembros se integren individualmente en el nuevo partido. Marc, en desacuerdo con esa decisión, que iba en contra de la orientación que antes era la que distinguía precisamente a la Fracción italiana, se une a la Fracción francesa de la Izquierda Comunista (de cuyas posiciones era ya inspirador) que será poco más tarde la Izquierda Comunista de Francia (ICF o GCF). Este grupo publicará 46 números de su revista Internationalisme, prosiguiendo la reflexión teórica realizada antes por la Fracción, inspirándose en especial de los aportes de la Izquierda Comunista germano-holandesa. En 1952, pensando que el mundo se dirigía hacia una nueva guerra mundial cuyo principal campo de batalla sería otra vez Europa, lo cual habría amenazado de aniquilamiento a las minúsculas fuerzas revolucionarias supervivientes, la ICF decidió que varios de sus militantes se dispersaran por otros continentes, yéndose Marc a vivir Venezuela. Ése fue uno de los errores principales de la ICF y de MC cuyas consecuencias fueron la desaparición de hecho de la organización. Pero ya a partir de 1964, Marc agrupa en torno a él a unas cuantas personas muy jóvenes con los que va a formar el grupo Internacionalismo. En mayo 1968, en cuanto se entera de que se ha iniciado la huelga generalizada en Francia, Marc se va a ese país para volver a tomar contacto con sus antiguos camaradas, desempeñando un papel decisivo, junto con un joven que había sido miembro de Internacionalismo en Venezuela, en la formación del grupo Révolution Internationale, grupo que impulsará el agrupamiento internacional del que surgirá, en enero de 1975, la Corriente Comunista Internacional. Marc Chirik, hasta su último aliento, en diciembre de 1990, va a desempeñar un papel esencial en la vida de la CCI, especialmente en la transmisión de las adquisiciones organizativas de la experiencia pasada del movimiento obrero y en sus avances teóricos. Hay dos artículos en nuestra Revista Internacional nos 65 y 66 en los que nuestros lectores podrán tomar más amplio conocimiento de la biografía de MC (/revista-internacional/200608/1053/marc-de-la-revolucion-de-octubre-1917-a-la-ii-guerra-mundial, en español y https://fr.internationalism.org/rinte66/marc.htm, en francés).
[7] Ver nuestro artículo sobre la Conferencia extraordinaria en la Revista Internacional no 153
[8] Revista Internacional no 1, “Balance de la Conferencia Internacional de la CCI”.
[9] Informe sobre el papel de la CCI como “fracción”.
[10] Informe sobre el papel de la CCI como “fracción” presentado en el Congreso.
[11] Idem.
[12] Ver nuestros documentos publicados en la Revista Internacional "Las condiciones históricas de la generalización de la lucha de la clase obreras" (en francés e inglés, n no 26, 1982) (https://fr.internationalism.org/rinte26/generalisation.htm#_ftnref2) ; "El proletariado de Europa Occidental en una posición central de la generalización de la lucha de clases" (no 31, 1982). “Debate: acerca de la crítica de la teoría del eslabón más débil”” (no 37, en francés e inglés) (https://fr.internationalism.org/rinte37/debat.htm).
[13] Revista Internacional no 62, “La descomposición: fase última de la decadencia del capitalismo”, punto 13 (https://es.internationalism.org/node/2123)
[14] Idem.
[15] Eso no significa ni mucho menos que tal profundización no sea pertinente en un período revolucionario o de movimientos importantes de la clase obrera en la que la organización pueda ejercer una influencia determinante sobre los combates de la clase. Lenin, por ejemplo, redactó su obra teórica más importante, El Estado y la revolución en plenos acontecimientos revolucionarios de 1917. Y Marx publicó El Capital, en 1867, mientras estaba plenamente comprometido en la acción de la AIT desde septiembre de 1864.
[16] Esa noción de "minipartido" o "partido en miniatura" contiene la idea de que incluso en periodos en los que la clase obrera no realiza combates de envergadura, una pequeña organización revolucionaria podría tener un impacto parecido (a una escala más reducida) al de un partido en pleno sentido de la palabra. Tal idea está en contradicción total con el análisis desarrollado por Bilan que subraya la diferencia cualitativa fundamental entre el papel de un partido y el de una fracción. Cabe señalar que la Tendencia Comunista Internacionalista, por mucho que reivindique la herencia de la Izquierda Comunista Italiana, no tiene las cosas nada claras al respecto pues su sección en Italia sigue llamándose hoy "Partito Comunista Internazionalista".
[17] Sobre esto, puede leerse “Documentos de la vida de la CCI - La cuestión del funcionamiento organizativo en la CCI” en la Revista Internacional no 109, especialmente el punto “3.1. La relación entre organización y militantes” (https://es.internationalism.org/Rint109%20-%20FuncionamientoCCI)
[18] Bilan no 22, septiembre de 1935, “Proyecto de resolución sobre los problemas de los lazos internacionales”.
[19] Internationalisme no 1, enero de 1945, “Resolución sobre las tareas políticas”.
[20] Esas campañas repugnantes contra Rosa Luxemburg sirvieron, en cierto modo, de preparación de su asesinato ordenado por el gobierno dirigido por el SPD durante la semana sangrienta de Berlín en enero de 1919 y más en general de los llamamientos al pogromo contra los espartaquistas lanzados por ese mismo gobierno.
[21] Véase nuestro articulo “1914 – El camino hacia la traición de la socialdemocracia alemana” en el no 153 de la Revista Internacional (2015) https://es.internationalism.org/revistainternacional/201504/4097/1914-el....
[22] Sobre “el asunto Chénier” ver nuestro artículo de la Revista Internacional no 28 “Convulsions actuelles du milieu révolutionnaire” (https://fr.internationalism.org/rinte28/mpp.htm), sobre todo los capítulos “Les difficultés organisationnelles” y “Les récents événements”.
[23] “Los diferentes factores que son la fuerza del proletariado chocan directamente con las diferentes facetas de la descomposición ideológica:
-la acción colectiva, la solidaridad, encuentran frente a ellas la atomización, el «sálvese quien pueda» el «arreglárselas por su cuenta»;
-la necesidad de organización choca contra la descomposición social, la dislocación de las relaciones en que se basa cualquier vida en sociedad;
-la confianza en el porvenir y en sus propias fuerzas se ve minada constantemente por la desesperanza general que invade la sociedad, el nihilismo, el “no future”;
-la conciencia, la clarividencia, la coherencia y unidad de pensamiento, el gusto por la teoría, deben abrirse un difícil camino en medio de la huida hacia quimeras, drogas, sectas, misticismos, rechazo de la reflexión y destrucción del pensamiento que están definiendo a nuestra época”” (Mayo de 1990 Revista Internacional no 62, “La descomposición: fase última de la decadencia del capitalismo”, punto 13 (https://es.internationalism.org/node/2123).
[24] Ver la nota 17.
[25] Internationalisme, “Naturaleza y función del partido político del proletariado”.
[26] Rosa Luxemburg, Estancamiento y progreso el del marxismo.
[27] Ver “Construcción de la organización revolucionaria - Tesis sobre el parasitismo” (el punto 20 en especial) publicado en la Revista Internacional no 94 (1998) (https://es.internationalism.org/book/export/html/1196)
[28] Ver nuestras “Tesis sobre el parasitismo”, cf. nota anterior.
[29] Rosa Luxemburg, La crisis de la socialdemocracia.