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En el tercer articulo de la serie mostramos cómo el sindicalismo había debilitado las tendencias revolucionarias existentes en la CNT (tanto las de orientación marxista -partidarios de integrarse en la Tercera Internacional- como las de orientación anarquista). En 1923, la CNT, debilitada por la desmoralización de los obreros tras la derrota de las luchas de 1919-20 y por la brutal represión organizada a través del pistolerismo a sueldo de la patronal y coordinado por las autoridades militares y gubernativas ([1]), es de nuevo ilegalizada por la dictadura de Primo de Rivera que cierra sistemáticamente sus locales y mete en la cárcel a los sucesivos Comités dirigentes que se van formando.
En condiciones de constante persecución de sus militantes, la CNT va a mantener una cierta actividad. Sin embargo, como poníamos de manifiesto al final del tercer artículo de esta serie, esa actividad va a tener un sentido muy diferente del que tuvo entre 1911-1915. Mientras entonces se volcó en el apoyo a las iniciativas de lucha que pudieran surgir y en una reflexión general sobre los problemas que golpeaban a la clase obrera y a la humanidad (especialmente sobre la cuestión de la guerra imperialista ([2])), ahora se va a centrar casi monográficamente en el apoyo a todo tipo de conspiraciones de políticos burgueses de oposición a la dictadura y tendrá un papel decisivo en el advenimiento de la República española en 1931, una fachada de "libertades" y "derechos", una "República de los trabajadores" (cómo a sí misma se presentaba) que masacrará de forma despiadada las luchas obreras.
La dictadura de Primo de Rivera
La dictadura del General Primo de Rivera obedecía a múltiples causas. En primer lugar, al agotamiento del viejo régimen de la Restauración que había dominado el Estado español desde 1876 ([3]): un sistema de alternancia entre dos partidos (conservador y liberal) que representaban a la parte dominante de la burguesía española pero que era incapaz de integrar a fracciones importantes de la propia burguesía (especialmente las regionalistas), marginaba a la pequeña burguesía (tradicionalmente republicana y anticlerical) y el único lenguaje que tenía frente a obreros y campesinos era el de una bárbara represión.
En segundo lugar, con la posguerra, el capital español había visto evaporarse los fáciles beneficios obtenidos con la venta masiva de toda clase de productos a los dos bandos amparado en la famosa "neutralidad". La crisis había vuelto con toda su virulencia y golpeaba con el desempleo, la inflación y la miseria más extrema.
En tercer lugar, la burguesía española se hallaba empantanada en la guerra colonial de Marruecos que la llevaba de desastre en desastre (el más famoso fue la matanza de soldados españoles a manos de las guerrillas marroquíes en Annual 1921). Se hacía necesario reforzar al ejército español, debilitado por las luchas intestinas, por la incapacidad del personal político para dirigirlo y por una burocracia faraónica (llegó a haber 1 general por cada 2 sargentos y por cada 5 soldados).
Sin embargo, sin negar la importancia de esos 3 factores, la causa fundamental está en la nueva situación mundial. La primera gran guerra marca la entrada del capitalismo en su época de decadencia que está dominada por 3 factores: las crisis tienden a convertirse en más o menos crónicas; la dinámica guerrera se impone con fuerza a todos los Estados, grandes o pequeños; la oleada revolucionaria de 1917-23 muestra la amenaza del proletariado. Ante esta situación, cada capital nacional necesita fortificarse alrededor del Estado -baluarte fundamental de su defensa- desarrollando la tendencia general al capitalismo de Estado. En un primer momento, esta tendencia fue llevada a cabo mediante regímenes de fuerza que suprimen las garantías constitucionales y colocan a la cabeza del Estado a generales o a hombres políticos erigidos en caudillos carismáticos ([4]). Así tenemos al Duce italiano Mussolini, al general Horthy en Hungría que alcanza el poder tras la derrota de la tentativa de revolución proletaria (1919) o al general Pilduski en Polonia etc.
La dictadura de Primo de Rivera fue muy bien acogida por la burguesía española, especialmente por la catalana ([5]) y sobre todo fue apoyada de forma casi incondicional por el PSOE cuyo sindicato, la UGT, se convirtió en el sindicato del régimen. El líder de este último - Largo Caballero -, dirigente también del PSOE, fue nombrado consejero de Estado del dictador.
Para garantizarse el monopolio sindical, la UGT fue muy beligerante en la persecución de la CNT y muchos de sus cuadros actuaron como chivatos que delataban a obreros cenetistas o simplemente combativos.
Frente a esta situación, la reacción que prevaleció en la CNT, especialmente impulsada por sus dos dirigentes más representativos, Joan Peiró ([6]) y Ángel Pestaña, fue buscar el contacto con toda clase de dirigentes de partidos burgueses de oposición para organizar "movimientos revolucionarios" contra la dictadura.
En su Historia del anarcosindicalismo español, Gómez Casas ([7]), autor abiertamente anarquista ([8]), lo reconoce sin tapujos:
"La CNT mantuvo contacto con las fuerzas de oposición a la dictadura. A comienzos de 1924, Peiró, secretario del Comité nacional de la CNT, que a la sazón se hallaba en Zaragoza, entró en relación en París con el coronel Maciá, representante de la oposición catalanista y cabeza del movimiento revolucionario que se fraguaba" (página 177).
En 1924-1926, se concretaron una serie de intentos de incursión desde la frontera francesa, tentativas de pronunciamientos militares en combinación con la CNT que llamaría a la huelga general, así como en 1926 el rocambolesco intento de secuestro del monarca español en París a cargo de anarquistas radicales (Durruti, Ascaso y Jover). En estos episodios, la CNT ponía los militantes, es decir, la carne de cañón. El resultado era siempre el mismo: la dictadura desencadenaba una sañuda represión contra elementos cenetistas condenándolos a muerte, enviándolos a presidio o torturándolos bestialmente.
En 1928 y 1930 se produjeron otras intentonas siempre contando con la colaboración activa de la CNT. Destacaron la famosa "sanjuanada" ([9]) y la bufonada llamada el complot de Sánchez Guerra, político monárquico liberal que se había conchabado con el capitán general de Valencia que le traicionó en el último momento. Esta última, Gómez Casas la caracteriza así:
"El pleno clandestino de julio 1928 autorizó a una inteligencia con los políticos y militares que se oponían a la dictadura. Por esta razón la CNT tampoco en esta ocasión fue ajena a la conspiración de Sánchez Guerra. La proclama valenciana de este político se manifestó contra la monarquía absoluta y la dictadura, por la soberanía nacional y la dignificación y unión del ejército y la marina. Se comprometía también a mantener enérgicamente el orden público" (página 181).
¿Cómo es posible que la CNT apoyara la soberanía nacional, la unión del ejército y la marina y el mantenimiento enérgico del orden público?
Joan Peiró, principal impulsor de esta política lo justifica de la siguiente manera:
"si hoy se pudiese hablar libremente y en un congreso regular, se modificaría todo lo modificable - algo han modificado las conferencias y plenos confederales - pero quedarían en pie, intangibles, los dos principios básicos de la CNT: la acción directa y el antiparlamentarismo. En caso contrario, la CNT no tendría razón de ser" (serie de artículos titulada "Deslinde de campos", publicada en Acción social obrera, 1929).
Pero, ¿en qué consisten la "acción directa" y el "antiparlamentarismo"? El sentido que le dan los dirigentes cenetistas de la época no tienen nada que ver con el sentido que pudieron tener en un primer momento para el sindicalismo revolucionario ([10]).
En una nota, Peirats ([11]) entiende por acción directa que:
"los conflictos había que resolverlos por el contacto directo entre las partes afectadas (con los patronos los de orden laboral y con las autoridades los de orden público" (página 52, op. cit.).
Esta concepción no se parece en nada a la primitiva visión de la CNT que la entendía como lucha directa de masas fuera de los cauces impuestos por la burguesía. Ahora se habla de que los sindicatos negocien directamente con los patronos los conflictos "laborales" y ¡los de orden público con las autoridades! En definitiva, la nueva "acción directa" consiste en la visión liberal-corporativa de un entendimiento directo entre patronos y sindicatos. ¡Ningún político burgués podría estar en desacuerdo con tal interpretación!
Respecto al "antiparlamentarismo" en una intervención en el Congreso de junio 1931 (sobre el que luego volveremos), Peiró lo aclara al explicar las conversaciones con el coronel Maciá:
"[éste] nos pidió las condiciones que impondría la Confederación para secundar aquel movimiento revolucionario cuyo fin era implantar la República federal. Contestación de los representantes de la Confederación: «A nosotros nos interesa poco qué pueda implantarse después de la revolución que se realice. Lo que nos interesa es la libertad de todos nuestros presos, sin excepción alguna, y que las libertades colectivas e individuales queden totalmente garantizadas»".
No se trata de la denuncia del parlamento como máscara mistificadora del Estado (idea correcta - aunque insuficiente - del primitivo sindicalismo revolucionario) sino de una neutralidad sindical, de un dejar hacer a los políticos para que configuren el Estado que deseen siempre que garanticen la libertad de acción sindical.
Esta "adaptación" de conceptos tan queridos por el sindicalismo revolucionario y por el anarquismo, sirve para hacer colar una política de integración en el Estado burgués. Esto no es el fruto de una maquinación malévola de dirigentes "reformistas" sino una necesidad imposible de soslayar para el sindicalismo. Este tiene que adaptarse al Estado capitalista y para ello "lo único que le interesa" son las libertades jurídicas e institucionales necesarias para realizar su labor de control de los trabajadores y de sumisión de sus reivindicaciones a las necesidades del capital nacional, como vamos a ver a continuación.
La contribución de la CNT a la proclamación de la República
Las repercusiones de la depresión del 29 golpearon violentamente al capital español provocando despidos, carestía de la vida y extendiendo el hambre entre los jornaleros del campo. Nuevas generaciones obreras se incorporaban al trabajo y, al mismo tiempo, las más viejas empezaban a recuperarse de los efectos de las derrotas de 1919-20. En 1930, las huelgas tomaron tal magnitud que el dictador tuvo que exiliarse y dejar el poder al general Berenguer que inició inmediatamente conversaciones con los políticos de oposición y acabó legalizando a la CNT el 30 de abril de 1930 cuyo órgano - Solidaridad obrera - reapareció en julio de 1930 ([12]). Pese a estos arreglos, la marea huelguística continuó creciendo. No sólo el régimen, sino la propia monarquía se veían totalmente desbordados, los viejos políticos "liberales-monárquicos" se declaraban "opositores" tirando a la basura la corona real sustituyéndola por el gorro frigio republicano. En abril de 1931 unas elecciones municipales dieron una mayoría aplastante a las fuerzas de oposición a las que se había unido el PSOE que desde 1929 empezó a cambiar de chaqueta abandonando como ratas el barco de una dictadura agonizante. El monarca tuvo que abdicar y exiliarse a París. La República era proclamada en medio de enormes ilusiones populares ([13]).
El gobierno provisional republicano agrupaba en Unión nacional al PSOE, los republicanos y muchos ex-monárquicos conducidos por Alcalá Zamora, terrateniente andaluz coronado como Presidente de la República.
Esta coalición trató las luchas obreras con la salvaje represión de siempre. Como señala Peirats:
"... los burgueses de la República no quieren ahora conflictos que pueden asustar a la burguesía. Tampoco hay que asustar a las derechas a las que se ha asegurado que salvo el trastrueque de los símbolos reales, todo seguirá como antes. Y si no se pueden suprimir las huelgas y el hambre por decreto, y aquellas se multiplican, otra ley - la de la Defensa de la República - y otra - la de Vagos y Maleantes -, y otra, la del ‘disparo sin previo aviso' meterán en cintura a los ‘alborotadores" (página 52 op. cit.).
Respecto a la CNT, la burguesía española continuó la tradicional política de marginación y represión. En ello influyó el interés descarado del PSOE que - continuando la política seguida con la dictadura - quería mantener el monopolio sindical de la UGT. En mayo de 1931, el ministro de trabajo, el socialista Largo Caballero, promulgaba una Ley de jurados mixtos - una prolongación de los Comités paritarios instaurados por la dictadura ([14]) - que significaba la exclusión de la CNT obligada a pasar por el aro burocrático estatal antes de poder convocar una huelga. Esto, como dice Peirats, era "una flecha apuntada al corazón de la CNT y a sus tácticas de acción directa" pues, como decía Peiró, la "razón de ser" de la CNT era la vía liberal de negociación directa entre patronos y sindicatos ([15]). Con ello, la CNT era colocada en la tesitura de aceptar el nuevo marco legal o verse, una vez más, marginada ([16]), como lamenta Gómez Casas:
"[los cenetistas] representaban un gran caudal de energía, generosidad y capacidad creadora, que la sociedad no supo comprender. Los poderes públicos y las instituciones burguesas prefirieron reprimirlos a respetarlos, destruir sus sindicatos y provocar, por consiguiente, reacciones destructoras y una mentalidad favorable a la réplica terrorista y al talión ([17]), en lugar permitir el desarrollo natural de sus entidades, facilitándoles cauces" (op. cit., página 164, la nota es nuestra).
La burguesía española era muy "desagradecida". En 1930-31, mientras las huelgas se multiplicaban por todo el país, la actividad principal de la CNT recién legalizada no fue la de impulsarlas y desarrollar en lo posible su fuerza potencial - al contrario de lo que había hecho en periodos anteriores - sino la de contribuir al objetivo político burgués de sustituir el régimen dictatorial por la nueva fachada de la República. La CNT, continuando la labor durante la dictadura, puso la carne de cañón y cargó con todo el trabajo de movilización callejera mientras que la inmensa mayoría de políticos burgueses se habían subido al carro en el último momento y ahora eran los "hombres de la situación". Francisco Olaya ([18]) proporciona testimonios elocuentes que muestran que esa fue la orientación prioritaria de la CNT.
En las páginas 622 y 623 del Tomo II de su libro cita mítines en Barcelona y Valencia organizados por la CNT donde intervenían como oradores políticos republicanos -lo cual les proporcionaba un indiscutible aval ante las masas. Del mismo modo, cita el caso de La Coruña donde aquella convocó una huelga general para quebrar las últimas resistencias de los partidarios de la monarquía (página 623) ([19]).
En noviembre 1930 una huelga masiva que se extendía por toda Barcelona en solidaridad con los trabajadores del transporte a quienes la represión de una manifestación había causado 5 muertos fue detenida por la propia CNT puesto que:
"... al endurecerse la huelga, el Comité revolucionario ([20]) que tenía prevista la sublevación para el día 18, envió a Rafael Sánchez Guerra a la capital catalana para pedir a la CNT que no entorpeciera el movimiento subversivo y los delegados de los sindicatos, reunidos en Gavá, decidieron la vuelta al trabajo" (página 628, la nota aclaratoria es nuestra).
Esta acción marcaba un precedente: era la primera vez que la CNT saboteaba una huelga en aras de facilitar un movimiento político burgués de oposición.
En las elecciones municipales de abril 1931 que precipitarían la llegada de la República, los líderes cenetistas propiciaron discretamente la afluencia a las urnas de sus miembros como reconoce Olaya:
"se votaba por primera vez desde hacía 8 años, como si se tratara de un derecho conquistado y se hizo masivamente, hasta por los militantes de la CNT, influenciados por su aversión a la monarquía y sensibilizados por la crítica situación de miles de presos sociales" (página 646).
Solidaridad obrera en un artículo que hacía balance de las elecciones señalaba que "se ha votado por la amnistía y por la República contra los numerosos atropellos e injusticias que está cometiendo la Monarquía" (página 648). ¡Otro precedente que se marcaba y que se concretaría de manera mucho más abierta en las famosas elecciones de febrero de 1936!
Olaya reconoce claramente cómo la CNT fue puesta al servicio de la llegada del régimen burgués de la República:
"Con su actuación durante el periodo crítico del 13 al 16 de abril de 1931, los militantes de la CNT fueron los artífices de la proclamación de la República, sin contar con que sus votos, en detrimento de sus principios, fueron decisivos. Sin embargo, en el manifiesto publicado por su Comité el 14 de abril en Barcelona, se dejaba constancia de que «No somos entusiastas de una república burguesa, pero no consentiremos una nueva dictadura»" (página 660).
Y recurre - ¡cómo no! - a la eterna justificación que emplean las fuerzas de izquierda y extrema izquierda - tan denostadas por el anarquismo: "sus comités optaban por la política del mal menor, conscientes de que no estaban en situación de reivindicar sus postulados maximalistas" (ídem).
El argumento del mal menor es una trampa. Se dice no renunciar a los objetivos últimos, pero, en la práctica se apoyan supuestos "objetivos mínimos" que no son reivindicaciones mínimas del proletariado sino que constituyen el programa y las necesidades de la burguesía. El "mal menor" es la forma demagógica de hacer pasar el programa concreto de la burguesía en una situación política determinada, manteniendo la ilusión de que se lucha por un "futuro revolucionario".
El Congreso de junio 1931
En este Congreso extraordinario, la CNT hizo un esfuerzo enorme por hacerse un hueco dentro del sistema capitalista. Es cierto que se manifestaron muchas críticas y que los debates fueron tormentosos, pero los trabajos del Congreso apuntaron sistemáticamente en el sentido de la integración dentro de las estructuras de la producción capitalista y dentro de los cauces institucionales del Estado burgués.
Un mes antes, en un editorial del 14 de mayo de 1931, Solidaridad obrera había marcado la pauta. Rechazando la sucia amalgama en la que pretendían meterla los socialistas en el poder que hablaba de una "concordia" entre monárquicos- fascistas de un lado y extremistas anarco-cenetistas de otro , protestaba diciendo que no se puede "situar en un mismo plano de discordia la maniobra reaccionaria de los monárquicos, aristócratas y religiosos, y la protesta viril de un pueblo liberal y honrado que tanto hoy como ayer ha hecho más que todos los republicanos oficiales por el derrumbamiento de la monarquía y el sostenimiento de las libertades conquistadas" (página 664 op. cit.). El plano pues en el que se situaba el órgano más relevante de la CNT no era ni los objetivos máximos ni las reivindicaciones obreras sino el del "pueblo liberal", el de ser el "más extremista" en la defensa de la República.
Por eso, el Congreso avaló la política de pactos con los conspiradores burgueses como Gómez Casas reconoce de forma eufemística:
"el informe del Comité nacional se discutió con enorme fervor, dado que la actividad del organismo representativo, sobre todo en lo que a la pasada acción conspirativa se refiere, había marcado cierta diferencia con la ortodoxia a la que la militancia confederal estaba acostumbrada" (op. cit., página 196).
¡Verdaderamente es muy "suave" hablar de "cierta diferencia con la ortodoxia" cuando lo que aquello significaba era un cambio radical respecto a la conducta de la CNT en 1910-23!
Ante las Cortes constituyentes ([21]) la ponencia inicial decía:
"Las Cortes constituyentes son el producto de un hecho revolucionario, hecho que directa o indirectamente tuvo nuestra intervención. Al intervenir en estos hechos es que pensamos que más allá de la Confederación hay un pueblo también sojuzgado, pueblo al que hay que liberar, ya que nuestros postulados, amplios, justos, humanos, caminan hacia un país donde no sea posible que viva un solo hombre esclavo" (Gómez Casas, op. cit., página 202).
Ante esta retórica que muy bien podría firmar el más moderado de los demócratas burgueses se produjeron "vivísimas discusiones, que en algunos momentos se hicieron violentas" (Gómez Casas) por lo que se le acabó incluyendo la siguiente enmienda:
"Seguimos en guerra abierta contra el Estado. Nuestra misión, sagrada y elevada misión, es educar al pueblo para que comprenda la necesidad de sumarse a nosotros con plena conciencia y establecer nuestra total emancipación por medio de la revolución social. Fuera de este principio, que forma parte de nuestro propio ser, no sentimos temor en reconocer que tenemos el deber ineludible de señalar al pueblo un plan de reivindicaciones mínimas que ha de exigir creando su propia fuerza revolucionaria" (página 203).
Si analizamos seriamente esta enmienda vemos que en realidad es más de lo mismo. La retórica moderada de la ponencia es radicalizada retóricamente con la invocación a "los principios" para, en nombre del "plan de reivindicaciones mínimas", es decir, la política cotidiana del sindicato, concretar -como dice Gómez Casas- que "el anarcosindicalismo, aún sin pretenderlo, había acordado un margen de confianza a la tímida e incipiente República" (página 203). Un margen de confianza a una República que ponía en la práctica los objetivos de monárquico liberal Sánchez Guerra antes citado: la soberanía nacional, la dignificación y unión del ejército y la marina, y, sobre todo, mantener enérgicamente el orden público. ¡Este "mantenimiento del orden público" significó entre abril y diciembre de 1931 el asesinato de más de 500 obreros o jornaleros!
Este compromiso de la CNT con la República era muy grave, sin embargo, es importante comprender que la manera en que el Congreso definió su "programa máximo" (su sagrada y elevada misión) mostraba que la "nueva sociedad" a la que aspiraba el sindicato era en realidad ¡la vieja sociedad capitalista! Así, la ponencia sobre las Federaciones nacionales de industria del sindicato definía su papel de la siguiente manera:
"Habiéndose previamente realizado el hecho violento de la revolución social, en la reorganización de la máquina económico - industrial - agrícola, es decir, de todas las fuentes de la riqueza social, la Federación nacional de industria será el órgano adecuado para coordinar la producción de la industria respectiva y para equilibrar ésta a las necesidades del consumo nacional y del cambio con el extranjero" (página 200).
El "hecho violento de la Revolución social" lleva según la ponencia a una sociedad nacional, a una suerte de "socialismo en un solo país" -como el estalinismo- pues se plantean las cosas en términos de nación: consumo nacional e intercambio con el extranjero. Además, "equilibrar" la producción para que abarque el consumo nacional más la exportación no es una tarea "revolucionaria" sino que constituye la tarea corriente de gestión de la economía burguesa. No es de extrañar que uno de los delegados - Julio Roig - protestara vehementemente contra esta ponencia calificándola de ¡"marxista"! ([22]):
"Son razones de tipo marxista, son razones de consonancia con el desenvolvimiento de la economía burguesa en el presente momento histórico, según el grado de desenvolvimiento y desarrollo de dicha economía" (página 200).
El delegado ponía el dedo en la llaga al preguntar: "¿Es posible que fuésemos a claudicar sencillamente por el hecho de que la economía burguesa se desarrolla de esta forma?" (página 201). Lo que el delegado no podía comprender es que el sindicato necesita esa claudicación ante la economía burguesa pues su razón de ser en la decadencia del capitalismo es funcionar como engranaje del Estado y de la economía nacional.
Gómez Casas dice que la ponencia sobre las federaciones de industria "debe servir de reflexión a quienes solo ven en el anarcosindicalismo su destructivismo revolucionario" (página 200). Ser "constructivos" es pues alinearse dentro de las estructuras de la economía burguesa como el propio Gómez Casas lo señala retóricamente al sacar balance de los trabajos del Congreso sobre el papel "presente y futuro" de las Federaciones de Industria:
"El acuerdo de las Federaciones de Industria demostró, ante todo, la necesidad presentida por el anarcosindicalismo en aquella hora, de reafirmar sus vertientes constructivas, sin abandono de las finalidades revolucionarias clásicas" (página 201).
Un paso muy importante en la integración en el Estado burgués
El periodo que acabamos de analizar muestra un viraje fundamental en la historia de la CNT. Ha sido el principal proveedor de carne de cañón en la batalla interburguesa por la República; ha adulterado las nociones de acción directa y antiparlamentarismo; ha aceptado el "mal menor" del régimen de "libertades" de la República; ha convertido el "programa mínimo" en el programa de la burguesía, pero, al mismo tiempo, su programa máximo no es más que la versión radical de las necesidades de la economía nacional burguesa.
Estas modificaciones tan evidentes constituían una enorme piedra muy difícil de tragar para la militancia tanto veterana - que había vivido los años donde pese a sus dificultades y contradicciones importantes la CNT había existido como un organismo obrero - como joven que afluye a la CNT espoleada por una situación insostenible y por la profunda decepción que pronto va a provocar la República en las masas obreras.
Por ello las resistencias, la oposición, van a ser constantes. Las convulsiones dentro de la CNT van a ser muy fuertes: los más "moderados", partidarios de dejar a un lado lo que llaman los "maximalismos anarquistas" y asumirse como un sindicato puro y duro se escindirán temporalmente en los sindicatos de oposición (reintegrados en 1936), mientras que Ángel Pestaña, partidario de un "laborismo a la española", se escindirá definitivamente fundando un efímero Partido sindicalista.
Sin embargo, la situación es muy diferente a la de 1915-19 donde - como vimos en el segundo artículo de esta serie - la orientación de la mayoría de militantes era hacia la apertura a una conciencia revolucionaria. Ahora, las resistencias, la oposición, sufren una profunda desorientación y no son capaces de dar lugar a una verdadera alternativa.
Varias razones explican esta diferencia. En primer lugar, con la profundización de la decadencia del capitalismo y más concretamente con el desarrollo de la tendencia general al capitalismo de Estado, los sindicatos han perdido definitivamente cualquier margen para acoger los esfuerzos y las iniciativas de los obreros. Solo pueden existir como organismos al servicio del capital destinados a encuadrar y castrar las energías obreras. Esta realidad se impone como una fuerza ciega e implacable a los militantes de un sindicato como la CNT pese a la buena voluntad y los deseos indudables de actuar en sentido contrario.
En segundo lugar, los años 30 son tiempos de triunfo de la contrarrevolución cuyas puntas de lanza son, por un lado, el estalinismo y, por el otro extremo, el nazismo. A diferencia de 1915-19, la combatividad y la reflexión obrera no tienen la brújula de fuerzas revolucionarias como los bolcheviques, los espartaquistas, la izquierda de la socialdemocracia, con quienes convergen muchos anarquistas y sindicalistas revolucionarios. Al contrario, lo que predomina es la destrucción de la reflexión proletaria en el engranaje infernal del fascismo-antifascismo que prepara la marcha hacia la guerra imperialista. Las huelgas son canalizadas hacia la unión nacional y el antifascismo como se verá en 1936 tanto en España como en Francia.
En tercer lugar, mientras que en 1910-23, la CNT es todavía un organismo abierto donde colaboran y discuten diferentes tendencias proletarias, ahora está monopolizado ideológicamente por el anarquismo, el cual, en su variante anarcosindicalista, tiene como pilar el envolver un sindicalismo puro y duro dentro del cascarón de un radicalismo grandilocuente y un activismo desaforado que no favorecen una reflexión y una iniciativa proletarias.
En cuarto lugar, la dominación del anarquismo con su concepción "peliculera" (en palabras de Pestaña) de la revolución se va a ver favorecida por la continuación, por parte de la República, de la vieja política de la burguesía española de marginación y persecución de la CNT. Esta se va a ver rodeada de una aureola, por una parte de "víctima" y por otro lado de "héroe radical e intransigente" que, en el contexto antes citado de enorme desorientación ideológica del proletariado, le va a permitir integrar en sus filas los mejores elementos del proletariado español.
En 1931-36, en el contexto de enormes convulsiones del capital español, la CNT - pese a las brutales persecuciones - va a ser una gigantesca organización de masas que reúne la mayoría de las fuerzas vivas del proletariado español. Como veremos en el próximo artículo de la serie este "inmenso poder" será puesto al servicio de la derrota del proletariado, de su encuadramiento en la guerra criminal en la que se van a embarcar las fracciones burguesas en 1936-39.
RR-C.Mir, 1-9-07
[1]) Véase el tercer articulo de esta serie en la Revista internacional nº 130, párrafo sobre "la derrota del movimiento y la segunda desaparición de la CNT".
[2]) Ver en la Revista internacional nº 129 el segundo artículo de esta serie.
[3]) Ver en la Revista internacional nº 128 el primer artículo de esta serie.
[4]) El establecimiento de regímenes de fuerza basados en un partido único tomó forma principalmente en los países más débiles o más sometidos a contradicciones insolubles - como fue el caso de la Alemania nazi. En cambio, en los países más fuertes se desarrolló de manera más gradual, respetando, más o menos, las formas democráticas.
[5]) Primo de Rivera era un conspicuo representante del señorito andaluz - terratenientes brutales y arrogantes que llevaban una vida ociosa de lujo oriental - pero al mismo tiempo tenía muy buenas relaciones con los hombres de negocios catalanes, dinámicos, laboriosos y progresistas, etc., reputados como los "antípodas" de los señoritos andaluces.
[6]) Joan Peiró fue militante de la CNT desde su fundación aunque empezó a ocupar cargos orgánicos a partir de 1919. En 1936 fue ministro de Industria de la República. Fue fusilado por las autoridades franquistas en 1942.
[7]) La referencia y los datos editoriales del libro están en el segundo y tercer artículos de esta serie.
[8]) Fue Secretario general de la CNT en los años 70.
[9]) Conspiración de militares con el apoyo de la CNT que debería tener lugar en la noche de San Juan (24 de junio) pero que fracasó porque varios de los militares se retractaron en el último momento.
[10]) Ver sobre ello el primer artículo de la serie general sobre el sindicalismo revolucionario en la Revista internacional nº 118.
[11]) Autor del libro La CNT en la Revolución española, ya citado en el primer artículo de esta serie.
[12]) Gómez Casas en su libro antes citado relata que el General Berenguer envió al director general de Seguridad - Mola, que se convertiría en 1936 en uno de los más inflexibles militares golpistas - a conferenciar con un delegado de la CNT concretamente Pestaña. Gómez Casas señala que en esta conversación "confirmó Pestaña el carácter radicalmente apolítico de la CNT y su absoluta desvinculación con cualquier partido. No obstante, la organización vería con mayores simpatías ‘aquel régimen que más cerca se coloque de su ideal" (página 185). Son palabras ambiguas que muestran la voluntad de integrarse en el Estado capitalista.
[13]) Para un estudio de este periodo ver nuestro libro: 1936, Franco y la República masacran a los trabajadores..
[14]) Los cuales habían sido copiados literalmente de los organismos de arbitraje obligatorio instaurados por el régimen de Mussolini.
[15]) La ideología liberal postula esa "acción directa" de las "fuerzas sociales" sin "interferencia del Estado". En realidad todo esto es una pura superchería: tanto las organizaciones patronales como las organizaciones sindicales son fuerzas estatales que trabajan - y no puede ser de otra manera - en el marco económico y jurídico delimitado estrictamente por el Estado.
[16]) En Estados Unidos - ver la Revista internacional nº 125 - la burguesía siguió una política parecida de marginación y represión respecto a los IWW. Sin embargo, estos organismos sindicalistas revolucionarios nunca alcanzaron el grado de influencia que la CNT tuvo sobre el proletariado español.
[17]) Según la mentalidad burguesa solo existen dos alternativas: o integrarse en los cauces democráticos del Estado burgués o lanzarse a la vía "radical" del terrorismo y, como dice Gómez Casas, la ley de Talión. En realidad, la alternativa de la clase obrera es la de su lucha autónoma internacional en su propio terreno de clase, la cual va contra las dos alternativas anteriores propias del universo alienado burgués.
[18]) Autor anarquista mucho más partidista y menos ponderado que Gómez Casas. Las citas que vamos a exponer a continuación proceden de su libro Historia del movimiento obrero español que ya hemos citado en anteriores artículos de la serie. Remitimos a ellos para las referencias editoriales.
[19]) La misma política siguió en Madrid y en otros lugares ante reuniones o mítines de los círculos monárquicos cada vez más aislados.
[20]) Organismo de oposición republicana en la que colaboraron en determinados momentos algunos líderes de la CNT como Peiró, firmante del Manifiesto de inteligencia republicana.
[21]) Parlamento de la República que iba a adoptar la nueva Constitución que proclamó a España "República de los trabajadores".
[22]) El delegado razonaba según la versión del marxismo que han dado estalinistas y socialdemócratas para quienes equivale a estatización económica y social.