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Hace un siglo soplaban aires de esperanza sobre la humanidad. Primero en Rusia, donde la clase obrera había logrado tomar el poder. En Alemania, Hungría e Italia después, donde luchó valientemente para continuar la labor de los proletarios rusos con una sola consigna: la abolición del modo de producción capitalista cuyas contradicciones habían sumido a la civilización en cuatro años de guerra. Cuatro años de barbarie sin precedentes hasta entonces, trágico testimonio de la entrada del capitalismo en su fase de decadencia.
En esas condiciones, tras constatar la quiebra de la Segunda Internacional, apoyándose en todo el trabajo de reconstrucción de la unidad internacional iniciado en Zimmerwald en septiembre de 1915 y luego en Kiental en abril de 1916, se fundó la Tercera Internacional el 4 de marzo de 1919 en Moscú. Ya en las Tesis de abril de 1917, Lenin llamaba a la fundación de un nuevo partido mundial. La inmadurez del movimiento revolucionario obligó, sin embargo, a posponer su fundación. Para Lenin, el paso decisivo se dio durante los terribles días de enero de 1919 en Alemania, durante los cuales se fundó el Partido Comunista Alemán (KPD). En una "Carta a los Trabajadores de Europa y América" del 26 de enero, Lenin escribió: "Cuando la Liga Espartaco se dio el nombre de Partido Comunista alemán, la fundación de la Tercera Internacional se hizo entonces realidad. Formalmente esta fundación aún no ha sido confirmada, pero en realidad, ahora ya, la Tercera Internacional sí existe". Más allá del excesivo entusiasmo de tal juicio, como veremos más adelante, lo que sí entendieron los revolucionarios de entonces es que forjar el partido ya era algo esencial para la victoria de la revolución a escala mundial. Tras varias semanas de preparación, 51 delegados se reunieron del 2 al 6 de marzo de 1919 para sentar las bases organizativas y programáticas que permitieran al proletariado mundial seguir avanzando en la lucha contra todas las fuerzas burguesas.
La CCI reivindica los aportes de la Internacional Comunista (IC). Es pues este centenario una oportunidad para saludar y destacar la valiosa contribución de la IC en la historia del movimiento revolucionario, pero también para sacar lecciones de esa experiencia y poner de relieve sus debilidades para así armar al proletariado de hoy para las luchas del futuro.
Como dice la "Carta de invitación al Congreso" de Trotski: "Los partidos y organizaciones abajo firmantes consideran urgente la convocatoria del primer congreso de la nueva Internacional revolucionaria. (...) El rápido ascenso de la revolución mundial que acarrea constantemente nuevos problemas, el peligro de asfixia de la revolución por la alianza de los estados capitalistas contra la revolución bajo la hipócrita bandera de la "Sociedad de Naciones", los intentos de los partidos sociales-traidores de unirse y seguir ayudando a sus gobiernos y burguesías a traicionar a la clase obrera tras haberse concedido una mutua "amnistía", por último, la riquísima experiencia revolucionaria ya adquirida y el carácter global de todo el movimiento revolucionario… todas estas circunstancias nos exigen poner al orden del día de la discusión la cuestión de la convocatoria de un congreso internacional de partidos revolucionarios".
A imagen de ese primer llamamiento de los bolcheviques, la fundación de la IC expresó el deseo de reunir a las fuerzas revolucionarias de todo el mundo. Pero también el de la defensa del internacionalismo proletario, pisoteado como lo había sido por la gran mayoría de los partidos socialdemócratas componentes de la II Internacional. Tras cuatro largos años de una guerra atroz que dividió y diezmó a millones de proletarios en los campos de batalla, el surgimiento de un nuevo partido mundial mostró la voluntad de profundizar la labor iniciada por las organizaciones que habían permanecido fieles al internacionalismo. En este sentido, la IC es la expresión de la fuerza política del proletariado que se estaba manifestando por todas partes después del profundo retroceso causado por la guerra, así como la responsabilidad de los revolucionarios de continuar defendiendo los intereses de la clase obrera y la revolución mundial.
Durante el congreso fundador se afirmó repetidamente que la IC era el partido de la acción revolucionaria. Como se afirma en su Manifiesto, la IC nació en un momento en que el capitalismo había mostrado claramente su obsolescencia. La humanidad estaba entrando en la "era de guerras y revoluciones". En otras palabras, la abolición del capitalismo se estaba convirtiendo en una necesidad extrema para el futuro de la civilización. Con esa nueva comprensión de la evolución histórica del capitalismo, la IC defendió incansablemente los consejos obreros y la dictadura del proletariado: "el nuevo aparato de poder debe representar la dictadura de la clase obrera (...) es decir, debe ser el instrumento del derrocamiento sistemático de la clase explotadora y de su expropiación. El poder de los consejos obreros o de las organizaciones de trabajadores es su forma concreta". (Carta de invitación al congreso). Esas orientaciones fueron defendidas durante todo el congreso. Además, las "Tesis sobre la democracia burguesa", escritas por Lenin y adoptadas por el Congreso, acometían la denuncia de las mistificaciones de la democracia, pero sobre todo advertían al proletariado del peligro que representaban en su lucha contra la sociedad burguesa. Desde el principio, la IC se puso resueltamente en el campo proletario defendiendo los principios y métodos de lucha de la clase obrera y denunciando enérgicamente el llamamiento de la corriente centrista a una unidad imposible entre los social-traidores y los comunistas, "la unidad de los obreros comunistas con los asesinos de los líderes comunistas Liebknecht y Luxemburgo", según las propias palabras de la "Resolución del Primer Congreso de la IC sobre la posición respecto a las corrientes socialistas y la Conferencia de Berna"[1]. Como prueba de la defensa inflexible de los principios proletarios, esa resolución, adoptada por unanimidad por el Congreso, fue una reacción a la reciente celebración por la mayoría de los partidos socialdemócratas de la II Internacional de una reunión[2] en la que se adoptaron una serie de orientaciones claramente dirigidas contra la oleada revolucionaria. La resolución terminaba así: “El congreso invita a los obreros de todos los países a entablar la lucha más enérgica contra la internacional amarilla y a preservar a las masas más amplias del proletariado contra esa internacional de la mentira y de la traición”
La fundación de la IC fue un paso vital en la continuación de la lucha histórica del proletariado. Consiguió recoger las mejores aportaciones de la II Internacional rompiendo con ella en posiciones o análisis que ya no correspondían al período histórico que acababa de comenzar.[3] Mientras que el antiguo partido mundial había traicionado el internacionalismo proletario, en nombre de la Unión Sagrada, en vísperas de la Primera Guerra Mundial, la fundación del nuevo partido hizo posible fortalecer la unidad de la clase obrera y armarla en la feroz lucha que estaba librando en muchos países del mundo por la abolición del modo de producción capitalista. Por lo tanto, a pesar de las circunstancias desfavorables y de los errores cometidos, como veremos, nosotros saludamos y defenderemos aquel empeño. Los revolucionarios de aquella época asumieron su responsabilidad, había que hacerlo ¡y lo hicieron!
El año 1919 fue el punto culminante de la ola revolucionaria. Después de la victoria de la revolución en Rusia en octubre de 1917, la abdicación de Guillermo II y la firma apresurada del armisticio ante los motines y la revuelta de las masas trabajadoras en Alemania, aparecieron insurrecciones obreras, y, en particular, la instauración de la República de Consejos en Baviera y Hungría. También hubo motines en la flota y entre las tropas francesas o las unidades militares británicas, negándose éstas a intervenir contra la Rusia soviética, y se produjo una ola de huelgas, especialmente en los centros de mayor acción revolucionaria (Clyde, Sheffield, Gales del Sur) en el Reino Unido (1919). Pero en marzo de 1919, cuando se creó la IC en Moscú, la mayoría de tales levantamientos ya habían sido reprimidos o estaban a punto de serlo.
No hay duda de que los revolucionarios de entonces se encontraron en una situación de emergencia y se vieron obligados a actuar en pleno ardor de la lucha revolucionaria. Como lo diría más tarde la Fracción Francesa de Izquierda Comunista (FFIC) en 1946: "los revolucionarios intentan salvar la brecha entre la madurez de la situación objetiva y la inmadurez del factor subjetivo (la ausencia del Partido) mediante una amplia unión de grupos y corrientes políticamente heterogéneos, proclamando tal unión como el nuevo Partido"[4].
No se trata aquí de discutir la validez o no de la fundación del nuevo partido, la Internacional. Era una necesidad imperiosa. En cambio lo que sí queremos señalar es una serie de errores en el método con el que se fundó.
Aunque la mayoría de los informes presentados por los diferentes delegados sobre la situación de la lucha de clases en cada país alertan sobre la reacción de la burguesía al avance de la revolución (al final del congreso se vota una resolución sobre el Terror Blanco), es sorprendente notar lo mucho que se subestima ese aspecto durante aquellos cinco días de trabajo. Ya pocos días después de la noticia de la fundación del KPD, que siguió a la fundación de los Partidos Comunistas de Austria (noviembre de 1918) y Polonia (diciembre de 1918), Lenin consideraba que la suerte estaba echada: "Cuando la Liga Espartaco alemana, dirigida por tan ilustres líderes, conocidos en todo el mundo, leales partidarios de la clase obrera como lo son Liebknecht, Rosa Luxemburgo, Clara Zetkin, Franz Mehring, rompieron para siempre todos los lazos con los socialistas como Scheidemann, (...)....) cuando la Liga Espartaco se hizo llamar Partido Comunista Alemán, entonces la fundación de la Tercera Internacional, la Internacional Comunista, verdaderamente proletaria, verdaderamente internacional, verdaderamente revolucionaria, se hizo realidad. Formalmente, tal fundación no ha sido aprobada, pero en realidad la Tercera Internacional ya existe."[5] Anécdota significativa: la redacción de ese texto se completó el 21 de enero de 1919, fecha en la que Lenin fue informado del asesinato de K. Liebknecht. Esta inquebrantable certeza estaría presente durante todo el congreso. Ya en el discurso de apertura, Lenin marcó la pauta: "La burguesía podrá dar rienda suelta a sus instintos, podrá seguir matando a millones de obreros, la victoria será nuestra, la victoria de la revolución comunista mundial está asegurada". Posteriormente, todos aquellos que narraron la situación lo hicieron con el mismo optimismo desbordante; como el camarada Albert, miembro del joven KPD, que habló ante el Congreso el 2 de marzo en los siguientes términos: "No creo que sea de un optimismo exagerado decir que los partidos comunistas alemán y ruso continúan la lucha con la firme esperanza de que el proletariado alemán también dirija la revolución hacia la victoria final y que la dictadura del proletariado también pueda establecerse en Alemania, a pesar de todas las asambleas nacionales, a pesar de todos los Scheidemann y a pesar del nacionalismo burgués (...) Esto es lo que me impulsó a aceptar vuestra invitación con alegría, convencido de que en muy poco tiempo lucharemos codo con codo con el proletariado de los demás países, en particular Inglaterra y Francia, para que la revolución mundial también alcance en Alemania sus objetivos."
Pocos días después, entre el 6 y el 9 de marzo, una terrible represión se abatió sobre Berlín matando a 3000 personas el 8 de marzo, incluidos 28 marineros apresados y luego ejecutados con ametralladoras en la más pura tradición versallesca. El 10 de marzo Leo Jogiches fue asesinado; y Heinrich Dorrenbach[6] lo sería el 19 de mayo.
Y, sin embargo, las últimas palabras de Lenin en el discurso de clausura demostraron que el congreso no había cambiado en nada su análisis de la relación de fuerzas. Declaró sin vacilar que "la victoria de la revolución proletaria está asegurada en todo el mundo. La fundación de la República Internacional de Consejos está en marcha."
Amedeo Bordiga apuntó, sin embargo, un año después: "Después de que el proletariado ruso y el proletariado internacional lanzaran la consigna "régimen de sóviets" en el mundo, hemos visto cómo, al principio, se levantaba la ola revolucionaria, tras el fin de la guerra, y cómo se ponía en marcha el proletariado de todo el mundo. Hemos visto en todos los países la selección que se producía en los antiguos partidos socialistas para hacer surgir a partidos comunistas comprometidos en la lucha revolucionaria contra la burguesía. Desafortunadamente, el período siguiente fue un período de interrupción, cuando las revoluciones alemana, bávara y húngara fueron aplastadas por la burguesía".
En realidad, las debilidades significativas de la conciencia en del proletariado eran un obstáculo importante para el desarrollo revolucionario de la situación:
-Una dificultad para que esos movimientos fueran más allá de la lucha contra la guerra y alcanzaran un nivel más alto, el de la revolución proletaria. La ola revolucionaria se había construido sobre todo contra la guerra.
-El desarrollo de huelgas masivas mediante la unificación de reivindicaciones políticas y económicas siguió siendo muy frágil y, por lo tanto, poco capaz de estimular un mayor nivel de conciencia.
-La cima revolucionaria estaba a punto de alcanzarse. El movimiento ya no tenía la misma dinámica después de la derrota de las luchas en Alemania y Europa Central. La ola continuaba, sí, pero ya empezó a perder fuerza entre 1919 y 1920.
- La República de los sóviets en Rusia seguía cruelmente aislada. Seguía siendo el único bastión revolucionario con todo lo que eso podía implicar en regresión de la conciencia, tanto en su interior como en el resto del mundo.
“El movimiento obrero después de la primera guerra imperialista mundial se encuentra en un estado de división extrema. La guerra imperialista rompió la unidad formal de las organizaciones políticas que decían ser proletarias. La crisis del movimiento obrero, que ya existía antes, alcanzó su punto álgido debido a la guerra mundial y a las posiciones que había que adoptar ante ella. Todos los partidos y organizaciones anarquistas, sindicales y marxistas fueron violentamente sacudidas. Las divisiones se multiplicaron. Surgieron nuevos grupos. Se produce una delimitación política. La minoría revolucionaria de la II Internacional representada por los bolcheviques, la izquierda alemana de Luxemburg y los tribunistas holandeses, ya de por sí poco homogénea, no se encuentra ya frente a un bloque oportunista. Entre ella y los oportunistas hay todo un abanico de grupos políticos y tendencias más o menos confusas, más o menos centristas, más o menos revolucionarias, que son el resultado del movimiento general de las masas hacia la ruptura con la guerra, con la unión sagrada, con la traición de los antiguos partidos socialdemócratas. Asistimos al proceso de liquidación de los antiguos partidos cuyo colapso ha dado lugar a una multitud de grupos. Estos grupos no expresan el proceso de formación del nuevo Partido, sino, más bien, el proceso de dislocación, liquidación, muerte del viejo Partido. Esos grupos se componen sin duda de elementos para la constitución del nuevo partido, pero no son ni mucho menos la base de tal constitución. Esas corrientes expresan esencialmente la negación del pasado y no la afirmación positiva del futuro. La base del nuevo Partido de clase sólo se encuentra en la vieja izquierda, en el trabajo crítico y constructivo, en las posiciones teóricas, en los principios programáticos que la izquierda ha desarrollado durante los 20 años de su existencia y de lucha fraccional dentro del viejo Partido"[7].
Así, el medio revolucionario está muy fragmentado, compuesto por grupos que carecen de claridad, inmaduros todavía. Sólo las fracciones de izquierda de la II Internacional (los bolcheviques, los tribunistas y los espartaquistas, sólo en gran parte, pues hay mucha heterogeneidad en ellos cuando no división) son capaces de señalar el rumbo y establecer una base sólida para la fundación del nuevo partido.
Además, muchos militantes carecían de experiencia política. De los 43 delegados al congreso fundador cuyas edades se conocen, 5 tenían entre 20 y 30 años, 24 tenían más de 50 años[8] De los 42 delegados, cuya trayectoria política se puede rastrear, 17 se habían afiliado a los partidos socialdemócratas antes de la revolución rusa de 1905, mientras que 8 se habían hecho socialistas activos sólo después de 1914[9].
A pesar de su entusiasmo y pasión revolucionaria, muchos de ellos carecían de la experiencia necesaria en tales circunstancias.
Como ya decía la FFIC en 1946: "Es innegable que una de las causas históricas de la victoria de la revolución en Rusia y de su derrota en Alemania, Hungría e Italia radica en la existencia del Partido revolucionario en el momento decisivo en aquel país y su ausencia o inexistencia en éstos". La fundación de la Tercera Internacional se pospuso durante mucho tiempo debido a los diversos obstáculos que enfrentó el campo proletario durante el episodio revolucionario. En 1918-1919, consciente de que la ausencia del nuevo partido era una debilidad irreparable para la victoria de la revolución mundial, la vanguardia del proletariado fue unánime sobre la necesidad imperiosa de fundar el nuevo partido. Sin embargo, no todos se pusieron de acuerdo sobre la fecha y, sobre todo, qué método adoptar. Mientras que la gran mayoría de las organizaciones y grupos comunistas estaban a favor de fundarlo lo antes posible, el KPD, y especialmente Rosa Luxemburg y Léo Jogiches, optaron por posponer su fundación, considerando que la situación era prematura, que la conciencia comunista de las masas todavía era débil y que el medio revolucionario tampoco tenía mucha claridad[10]. El delegado del KPD en la conferencia, el camarada Albert, tenía pues el mandato de defender esa posición y no de votar a favor de la fundación inmediata de la Internacional Comunista.
“Cuando se nos dice que el proletariado necesita un centro político en su lucha, podemos decir que ese centro ya existe y que todos aquellos que se basan en el sistema de consejos ya han roto con los elementos de la clase obrera que todavía se inclinan hacia la democracia burguesa: constatamos que la ruptura se está preparando por todas partes y que se está realizando. Pero una Tercera Internacional no sólo debe ser un centro político, una institución en la que los teóricos intercambian calurosos discursos, sino que debe ser la base de un poder organizativo. Si queremos hacer de la Tercera Internacional un instrumento eficaz de lucha, si queremos convertirla en un medio de combate, entonces es necesario que también existan esas condiciones previas. Por lo tanto, en nuestra opinión, la cuestión no debería debatirse y decidirse simplemente desde un punto de vista intelectual, sino que es necesario que nos preguntemos en términos concretos si existen los fundamentos de la organización. Todavía tengo la sensación de que los camaradas que tanto presionan a favor de la fundación se dejan influir enormemente por la evolución de la Segunda Internacional, y que quieren, después de la conferencia de Berna, imponer una empresa en competencia con aquella. Esto nos parece menos importante, y cuando decimos que es necesaria una aclaración, de lo contrario los elementos indecisos se unirán a la Internacional amarilla, digo que la fundación de la Tercera Internacional no retendrá a los elementos que hoy se unen a la Segunda, y que si van allí a pesar de todo, es porque ése es su lugar"[11].
Como se puede ver, el delegado alemán advirtió contra el peligro de fundar un partido transigiendo con los principios y el esclarecimiento organizativo y programático. Aunque los bolcheviques se tomaron muy en serio las reservas de la central del KPD, no hay duda de que ellos también se vieron atrapados en esa carrera contra reloj. De Lenin a Zinóviev, de Trotski a Racovski, todos enfatizan la importancia de conseguir que se adhieran todos los partidos, organizaciones, grupos o individuos que reivindiquen, de cerca o de lejos, el comunismo y los consejos. Como se observa en una biografía de Rosa Luxemburg, "Lenin veía en la Internacional una manera de ayudar a los diversos partidos comunistas a formarse o fortalecerse"[12] por la decantación producida en la lucha contra el centrismo y el oportunismo. Para el KPD, se trataba en primer lugar de formar partidos comunistas "sólidos", con el apoyo de las masas, antes de ratificar la creación del nuevo partido.
La composición del congreso es una ilustración de la precipitación y las dificultades que se imponían a las organizaciones revolucionarias de la época. De los 51 delegados que participaron en los trabajos, habida cuenta de los retrasos, las salidas anticipadas y las ausencias temporales, unos 40 son militantes bolcheviques del partido ruso, pero también de los partidos letón, lituano, bielorruso, armenio y de la Rusia oriental. Además del partido bolchevique, sólo los partidos comunistas alemanes, polacos, austriacos y húngaros tenían existencia propia.
Las demás fuerzas invitadas al congreso eran una multitud de organizaciones, grupos o elementos no abiertamente "comunistas" sino en proceso de decantación en el seno de la socialdemocracia y el sindicalismo. La carta de invitación al Congreso convocaba a todas las fuerzas que, directa o indirectamente, apoyaban la Revolución Rusa y parecían de buena voluntad para laborar por la victoria de la revolución mundial:
“10° Es necesario aliarse con aquellos elementos del movimiento revolucionario que, aunque no hayan pertenecido a los partidos socialistas en el pasado, hoy en día se sitúan globalmente en el terreno de la dictadura del proletariado en su forma de poder de los consejos. Se trata, en primer lugar, de los elementos sindicalistas del movimiento obrero.
- 11° Es necesario, en fin, ganarse a todos los grupos u organizaciones proletarias que, sin haberse unido abiertamente a la corriente revolucionaria, manifiestan, sin embargo, en su evolución una tendencia en ese sentido"[13].
Ese método acarreó varias anomalías que atestiguan la falta de representatividad de una parte del congreso. Por ejemplo, el estadounidense Boris Reinstein no tenía mandato de su partido, el Socialist Labor Party. El holandés S.J. Rutgers representaba una liga para la propaganda socialista. Christian Racovsky[14] debía representar a la Federación Balcánica, al Tesnjaki búlgaro y al PC rumano.[15] Por lo tanto, pese a las apariencias, el congreso fundador fue sobre todo representativo de la insuficiente conciencia en la clase obrera mundial.
Todos esos elementos también muestran que gran parte de la vanguardia revolucionaria dio prioridad a la cantidad en detrimento de la clarificación previa sobre los principios organizativos. Este enfoque dio la espalda a todo el concepto que los bolcheviques habían desarrollado en los quince años anteriores. Esto ya lo puso de relieve la FFIC en 1946: "El método "estrecho" de selección sobre bases con principios más precisos, sin fijarse en los éxitos numéricos inmediatos, permitió a los bolcheviques construir el Partido que, en el momento decisivo, fue capaz de integrar en su seno y asimilar todas las energías revolucionarias y militantes de las demás corrientes y, en última instancia, conducir al proletariado a la victoria; el método "amplio", en cambio, preocupado sobre todo por reunir inmediatamente a la mayor cantidad a expensas de la precisión programática y de principios, iba a conducir a la formación de partidos de masas, verdaderos colosos con pies de barro que se derrumbarían a la primera derrota bajo la dominación del oportunismo. La formación del Partido de clase es infinitamente más difícil en los países capitalistas avanzados -donde la burguesía dispone de mil maneras de corromper la conciencia del proletariado- que en Rusia".
Cegada por la certidumbre de una victoria inminente del proletariado, la vanguardia revolucionaria subestimó en gran medida las dificultades objetivas que tenía ante sí. La euforia la llevó a dejar de lado el método "estrecho" de construcción de la organización que había sido defendida sobre todo por los bolcheviques en Rusia y en parte por los espartaquistas en Alemania. Se consideró que había que dar prioridad a una gran concentración revolucionaria que permitiera además contrarrestar a la "Internacional amarilla" que se había formado en Berna unas semanas antes. El método "amplio" dejó en segundo plano la clarificación de los principios organizativos. Parecían importar poco las confusiones que arrastraban los grupos integrados en el nuevo partido, la lucha se libraría en su seno. Por el momento, se dio prioridad a agrupamiento de la mayor cantidad posible.
Ese método "amplio" acabaría teniendo consecuencias nefastas, pues debilitaba a la IC en la futura lucha organizativa. Y así, la claridad programática del primer congreso acabó pisoteada por el empuje oportunista en un contexto de debilitamiento y degeneración de la oleada revolucionaria. Fue en el seno de la IC donde surgieron las fracciones de izquierda que criticarían la insuficiente ruptura con la II Internacional. Como veremos más adelante, las posiciones defendidas y desarrolladas por esos grupos respondieron a los problemas que se planteaban en la IC ante el nuevo período de decadencia del capitalismo
(Continuará).
Narek, 4 de marzo de 2019.
[2] La conferencia de Berna de febrero de 1919 fue un “intento de resucitar el cadáver de la Segunda Internacional" y a la cual "el Centro" envió a sus representantes.
[3] Para más amplio conocimiento, véase el artículo "Marzo de 1919: fundación de la Internacional Comunista”, Revista Internacional n°57, 2º trimestre de 1989.
[4] Internationalisme, "A propos du Premier Congrès du Parti communiste internationaliste d’Italie" (Sobre el Primer Congreso del Partido comunista internacionalista de Italia), n° 7, enero-febrero de 1946
[5] Lenin, Obras, t. XXVIII.
[6] Comandante de la división de la marina popular en Berlín en 1918. Tras la derrota de enero, se refugió en Brunswick luego en Eisenach. Lo detuvieron y ejecutaron en mayo de 1919.
[7] Internationalisme, "A propos du Premier Congrès du Parti communiste internationaliste d’Italie" (Sobre el Primer Congreso del Partido Comunista Internacionalista de Italia), n° 7, enero-febrero de 1946
[8] Founding the Communist International: The Communist International in Lenin's Time. Proceedings and Documents of the First Congress : March 1919, Editado por John Riddell, Nueva York, 1987, “Introduction”, p. 19
[9] Ibídem.
[10] Ese es el mandato que dieron (en la primera quincena de enero) al delegado del KPD para la convención de fundación. Esto no significa que Rosa Luxemburg, por ejemplo, se opusiera en principio a la fundación de una internacional. Todo lo contrario.
[11] Intervención del delegado alemán el 4 de marzo de 1919, en el Primer Congreso de la Internacional Comunista, textos completos publicados bajo la dirección de Pierre Broué, Etudes et documentation internationales, 1974.
[12] Gilbert Badia, Rosa Luxemburg. Journaliste, polémiste, révolutionnaire, Ediciones sociales, 1975.
[13] "Carta de invitación al congreso", https://www.marxists.org/espanol/comintern/eis/4-Primeros3-Inter-2-edic.pdf [3]
[14] uno de los delegados más influyentes y decididos para una fundación inmediata de la IC.
[15] Pierre Broué, Histoire de l’Internationale Communiste (1919-1943), Fayard, 1997, p 79.
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accion_revolucionaria_162.pdf [7] | 120.49 KB |
Hace 100 años, en marzo de 1919, se celebró el primer congreso de la Internacional Comunista (IC), el congreso para la constitución de la Tercera Internacional.
Si no fuese por el deseo de las organizaciones revolucionarias de celebrar este acontecimiento, la fundación de la Internacional quedaría relegada al olvido. La burguesía está más bien interesada en silenciar este acontecimiento, mientras que se ceba con celebraciones como la del centenario del final de la Primera Guerra Mundial. A la clase dominante no le interesa lo más mínimo que la clase obrera recuerde su primera gran experiencia revolucionaria internacional de 1917-1923. La burguesía desearía, por el contrario, poder enterrar definitivamente el espectro de esta oleada revolucionaria que dio origen a la IC y que fue, por cierto, la respuesta que dio el proletariado internacional a la Primera Guerra Mundial, a cuatro años de carnicería y enfrentamientos militares entre estados capitalistas por el reparto del mundo.
Esta ola revolucionaria había comenzado con la victoria de la Revolución Rusa en octubre de 1917. Se puso también de manifiesto en los amotinamientos de soldados en las trincheras y en el levantamiento del proletariado en Alemania en 1918.
Esta primera ola revolucionaria atravesó toda Europa y alcanzó, incluso, a países del continente asiático (especialmente China en 1927). Los países del continente americano, desde Canadá y Estados Unidos hasta América Latina, también se han visto sacudidos por esta ola revolucionaria global[1].
No debemos olvidar que fue precisamente el miedo a la extensión internacional de la revolución rusa lo que obligó a la burguesía de las grandes potencias europeas a firmar el armisticio que puso fin a la Primera Guerra Mundial.
En este contexto, la fundación de la Internacional Comunista en 1919 representó la culminación de esta primera ola revolucionaria.
La Internacional Comunista fue fundada para dar una orientación política clara a las masas trabajadoras. Se dio como objetivo mostrar al proletariado el camino hacia el derrocamiento del estado burgués y la construcción de un nuevo mundo sin guerras ni explotación. Tal y como afirmaban los Estatutos de la IC (adoptados en su II Congreso en julio de 1920): "La Tercera Internacional Comunista se formó al final de la carnicería imperialista de 1914-1918, durante la cual la burguesía de los distintos países sacrificó 20 millones de vidas.
¡Recuerden la guerra imperialista! Esta es la primera palabra que la Internacional Comunista dirige a cada trabajador, sea cual sea su origen e idioma. ¡Recuerden que, a causa de la existencia del régimen capitalista, un puñado de imperialistas tuvo, durante cuatro largos años, la posibilidad de obligar a los trabajadores de todo el mundo a degollarse unos a otros! ¡Recuerda que la guerra burguesa sumió a Europa y al mundo entero en el hambre y la miseria! Recuerda que, sin el derrocamiento del capitalismo, la repetición de estas guerras criminales no sólo es posible, sino inevitable".
La fundación de la IC expresó, ante todo, la necesidad de que los revolucionarios se unieran para defender el principio del internacionalismo proletario. ¡Un principio básico del movimiento obrero que los revolucionarios tenían que preservar y defender contra viento y marea!
Para comprender toda la importancia de la fundación de la IC, debemos en primer lugar recordar que esta Tercera Internacional se sitúa en continuidad histórica con la Primera Internacional (AIT) y la Segunda Internacional (la Internacional de los partidos socialdemócratas). Por esa razón el Manifiesto de la IC afirmaba que: "nosotros, los comunistas reunidos en la Tercera Internacional, nos consideramos los continuadores directos de los esfuerzos heroicos y el martirio de una larga serie de generaciones revolucionarias, desde Babeuf hasta Karl Liebknecht y Rosa Luxemburgo. Si la I Internacional fue capaz de prever el desarrollo de la historia y preparar su camino, si la II pudo reunir a millones de proletarios; la III Internacional es la Internacional de la acción directa de masas, de la realización revolucionaria, es la Internacional de la acción".
Queda claro pues que la IC no surgió de la nada. Sus principios y su programa revolucionarios eran la emanación de toda la historia del movimiento obrero, en particular desde la Liga de Comunistas y la publicación del Manifiesto escrito por K. Marx y F. Engels en 1848. En este Manifiesto Comunista figura la célebre consigna del movimiento obrero: "Los proletarios no tienen patria. ¡Trabajadores de todos los países, uníos!"
Para comprender el significado histórico de la fundación de la IC, debemos recordar que la Segunda Internacional murió en 1914. ¿Por qué? Porque los principales partidos de esta II Internacional, los partidos socialistas, habían traicionado el internacionalismo proletario. Los líderes de estos partidos traidores habían votado créditos de guerra en el Parlamento. En cada país, llamaron a la "unión sagrada" de los proletarios con sus explotadores. ¡Los llamaron a matarse unos a otros en la carnicería mundial en nombre de la defensa del país, cuando lo que proclama el Manifiesto Comunista es que “los proletarios no tienen patria!".
Frente al vergonzoso colapso de la II Internacional, sólo unos pocos partidos socialdemócratas pudieron resistir la tormenta, entre ellos los partidos italiano, serbio, búlgaro y ruso. En los otros países, apenas una pequeña minoría de militantes, muy frecuentemente aislados, siguieron fieles al internacionalismo proletario. Denunciaron la sangrienta orgía de la guerra, e intentaron reagruparse. En Europa, esta minoría de revolucionarios internacionalistas es la que representará la Izquierda, en torno a Rosa Luxemburgo en Alemania, a Pannekoek y Gorter en Holanda y, desde luego, a la fracción bolchevique del partido ruso con Lenin.
Dos años antes de la guerra, en 1912, se había celebrado el Congreso de Basilea de la Segunda Internacional. Ante el auge de la amenaza de una guerra en el corazón de Europa, este Congreso aprobó una resolución sobre la cuestión de la guerra y la revolución proletaria. Esta Resolución decía: "Que los gobiernos burgueses no se olviden de que la guerra francoalemana (de 1870) dio lugar a la insurrección revolucionaria de la Comuna de París, y que la guerra ruso-japonesa puso en marcha las fuerzas revolucionarias de Rusia. A los ojos de los proletarios, es un crimen matarse unos a otros en provecho de la ganancia capitalista, la rivalidad dinástica y la proliferación de tratados diplomáticos”.
En el seno de esa misma II Internacional, los teóricos marxistas más consecuentes, y en especial Rosa Luxemburgo y Lenin, fueron capaces de analizar el cambio en el período histórico en la vida del capitalismo. Rosa Luxemburgo y Lenin habían demostrado claramente que el modo de producción capitalista había alcanzado su apogeo a principios del siglo XX. Comprendieron que la guerra imperialista en Europa no podía tener ya más que un único objetivo: el reparto del mundo entre las principales potencias que rivalizaban en la carrera por las colonias. Lenin y Rosa Luxemburgo entendieron que el estallido de la Primera Guerra Mundial marcaba, con una hecatombe, la entrada del capitalismo en su período de declive, de decadencia histórica. Pero ya mucho antes del estallido de la guerra, el ala izquierda de la II Internacional había tenido que combatir con fiereza contra la derecha, contra los reformistas, los centristas y los oportunistas. Estos futuros renegados teorizaban que el capitalismo aún tenía un futuro brillante por delante y que, en definitiva, el proletariado no tenía ninguna necesidad de hacer la revolución y derrocar el poder de la burguesía.
En septiembre de 1915, y por iniciativa de los bolcheviques, se celebró en Suiza la Conferencia Socialista Internacional de Zimmerwald, a la que siguió una segunda conferencia en abril de 1916 en Kienthal, también en Suiza. A pesar de las difíciles condiciones de guerra y represión, participaron en ellas delegados de once países (Alemania, Italia, Rusia, Francia, etc.). Pero la mayoría de los delegados eran pacifistas que se negaban a romper con los socialistas chovinistas que se habían pasado al campo de la burguesía votando créditos de guerra en 1914.
En esa conferencia de Zimmerwald apareció también un ala izquierda en torno a los delegados de la facción bolchevique, Lenin y Zinoviev. Esta "izquierda de Zimmerwald" defendió la necesidad de romper con los partidos socialdemócratas que habían traicionado y la necesidad de construir una nueva Internacional. Contrariamente a lo que planteaban los pacifistas, expuso, en palabras de Lenin, que "la lucha por la paz sin acción revolucionaria es una frase hueca y engañosa". La izquierda de Zimmerwald reivindicó la consigna de Lenin: "transformar la guerra imperialista en guerra civil". Un lema que ya estaba contenido en las resoluciones de la II Internacional votadas en el Congreso de Stuttgart en 1907 y especialmente en el Congreso de Basilea en 1912.
La Izquierda de Zimmerwald constituiría pues el "primer núcleo de la Tercera Internacional en formación", tal y como señaló Zinoviev, el compañero de Lenin, en marzo de 1918.
Los nuevos partidos que se crearon, rompiendo con la socialdemocracia, empezaron entonces a tomar el nombre de "partido comunista". La oleada revolucionaria abierta por la Revolución Rusa de octubre de 1917 dio un poderoso impulso a los militantes revolucionarios para la fundación de la IC. Los revolucionarios comprendieron, en efecto, que era absolutamente indispensable y vital fundar un partido mundial del proletariado para la victoria de la Revolución a escala mundial.
Por ello, y por iniciativa del Partido Comunista (bolchevique) de Rusia y del Partido Comunista de Alemania (KPD, antes Liga Spartacus) se convocó el Primer Congreso de la Internacional en Moscú, el 2 de marzo de 1919.
La plataforma de la IC se basaba en el programa de los dos principales partidos comunistas, el Partido Bolchevique y el Partido Comunista de Alemania (fundado el 29 de diciembre de 1918).
Esta plataforma de la IC comienza afirmando claramente que "una nueva época ha nacido: la era de la desintegración del capitalismo, de su colapso interno. La época de la revolución comunista del proletariado". Y retomando el discurso sobre el programa fundacional del Partido Comunista Alemán, que pronunciase Rosa Luxemburgo, la Internacional declaraba sin ambigüedad que "el dilema al que se enfrenta la humanidad hoy en día es el siguiente: caer en la barbarie, o la salvación a través del socialismo". En otras palabras, que habíamos entrado en la "era de las guerras y las revoluciones". La única alternativa para la sociedad era ya: revolución proletaria mundial o destrucción de la humanidad; socialismo o barbarie. Esta posición se recogía con total rotundidad en el primer punto de la Carta de Invitación al Primer Congreso de fundación de la Internacional Comunista, que Trotsky había escrito en enero de 1919.
Para la Internacional, la entrada del capitalismo en su período de decadencia significaba que la lucha revolucionaria del proletariado tomaba una nueva forma. Este es el período en que se desarrolla la huelga de masas, el período en que los Consejos Obreros son la forma de la dictadura del proletariado anunciada por el surgimiento de los Soviets en Rusia en 1905 y 1917.
Pero una de las contribuciones fundamentales de la Internacional fue sobre todo la comprensión de que el proletariado debe destruir el Estado burgués para construir una nueva sociedad. A partir de esta cuestión, el primer congreso de la Internacional adoptó las Tesis sobre la democracia burguesa y la dictadura proletaria (escritas por Lenin). Estas tesis comienzan denunciando la falsa oposición entre democracia y dictadura "pues en ningún país capitalista civilizado, existe una ‘democracia en general’, sino sólo una democracia burguesa".
La Internacional afirmaba así que la defensa de la democracia “pura” en el capitalismo, significa defender, en la práctica, la democracia burguesa, la forma por excelencia de la dictadura del capital. Contra la dictadura del capital, la Internacional defendió que únicamente la dictadura del proletariado a escala mundial puede derrocar al capitalismo, abolir las clases sociales y ofrecer un futuro a la humanidad.
El partido mundial del proletariado debía dar pues una orientación clara a las masas proletarias para que pudieran alcanzar su objetivo final, defendiendo siempre la consigna de los bolcheviques en 1917: "Todo el poder a los Soviets". En eso consistía la “dictadura” del proletariado: en el poder de los Soviets o Consejos Obreros.
Desgraciadamente la Internacional se fundó demasiado tarde, en marzo de 1919, cuando ya la mayoría de los levantamientos revolucionarios del proletariado en Europa habían sido violentamente reprimidos. La IC se funda dos meses después de la sangrienta represión del proletariado alemán en Berlín. El Partido Comunista de Alemania acababa de perder a sus principales dirigentes, Rosa Luxemburgo y Karl Liebknecht, brutalmente asesinados por el gobierno socialdemócrata durante la sangrienta semana de Berlín en enero de 1919. Por lo tanto, cuando se funda la Internacional ya ha sufrido su primera derrota. El aplastamiento de la revolución en Alemania significaba también y ante todo una derrota terrible para el proletariado internacional.
Hay que reconocer que los revolucionarios de ese momento se encontraban en una situación de emergencia cuando fundaron la Internacional. La Revolución Rusa se encontraba completamente aislada, asfixiada y cercada por toda la burguesía de todos los países (sin mencionar la rapiña contrarrevolucionaria de los Ejércitos Blancos dentro de Rusia). Los revolucionarios estaban con el agua al cuello y había que apresurarse en la construcción del partido mundial. A causa de esta situación de urgencia, los principales partidos que fundaron la Internacional, y, sobre todo, el Partido Bolchevique y el KPD, no pudieron clarificar sus divergencias y confusiones. Esta falta de claridad fue un factor importante en el desarrollo del oportunismo en la Internacional con el retroceso de la ola revolucionaria.
Más adelante, y por esta gangrena del oportunismo, esta nueva Internacional morirá también. Sucumbirá, igualmente, a la traición del principio del internacionalismo por parte del ala derecha de los partidos comunistas. En particular, el principal partido de la Internacional, el Partido Bolchevique, comenzó a defender, tras la muerte de Lenin, la teoría de la "construcción del socialismo en un solo país". Stalin, haciéndose con la dirección del partido bolchevique, ejecutó la represión del proletariado que había hecho la revolución en Rusia, e impuso una feroz dictadura contra los antiguos compañeros de Lenin que luchaban contra la degeneración de la Internacional, y que denunciaban lo que ellos consideraban como el retorno del capitalismo a Rusia.
Posteriormente, ya en la década de 1930, e invocando la defensa de la "patria soviética", los partidos comunistas de todos los países pisotearon la bandera de la Internacional llamando a los proletarios a matarse entre sí, una vez más, en los campos de batalla de la Segunda Guerra Mundial. Al igual que la Segunda Internacional en 1914, la IC quebró, también ella víctima de la gangrena del oportunismo y de un largo proceso de degeneración.
Pero, al igual que sucediera en la II Internacional, la IC también segregó una minoría de Izquierda compuesta de militantes que permanecieron fieles al internacionalismo y a la consigna "Los proletarios no tienen patria". Trabajadores de todos los países, uníos". Estas minorías de izquierda (en Alemania, Francia, Italia, Holanda…) llevaron a cabo un combate político en el seno de la Internacional en proceso de degeneración, para intentar salvarla. Pero Stalin acabó excluyendo a estos militantes de la izquierda de la Internacional. Los acosó, los persiguió y los liquidó físicamente (recordemos los juicios de Moscú, el asesinato de Trotsky por agentes de la GPU y también los gulags estalinistas).
Los revolucionarios excluidos de la Tercera Internacional también trataron de reagruparse, a pesar de todas las dificultades de la guerra y la represión. A pesar de su dispersión en diferentes países, estas exiguas minorías de militantes internacionalistas fueron capaces de hacer un balance de la oleada revolucionaria de 1917-1923 y sacar las principales lecciones para el futuro.
Estos revolucionarios que lucharon contra el estalinismo no pretendieron fundar una nueva internacional antes, durante o después de la Segunda Guerra Mundial. Comprendieron que era “medianoche del siglo": que el proletariado había sido aplastado físicamente, reclutado masivamente tras las banderas nacionales de antifascismo y víctima de la contrarrevolución más profunda de la historia. La situación histórica ya no era favorable al surgimiento de una nueva ola revolucionaria contra la Guerra Mundial.
Sin embargo, a lo largo de este largo período de contrarrevolución, las minorías revolucionarias continuaron llevando a cabo una actividad, a menudo en la clandestinidad, oculta, para preparar el futuro manteniendo la confianza en la capacidad del proletariado para levantar la cabeza y, un día, derrocar al capitalismo.
Queremos recordar que la CCI se reivindica de las contribuciones de la Internacional Comunista. Nuestra organización se vincula igualmente a la continuidad política con las fracciones de Izquierda excluidas de la Internacional en las décadas de 1920 y 1930, y en particular la Fracción de Izquierda Comunista Italiana. Así pues, este centenario es una oportunidad para saludar la invaluable contribución de la IC en la historia del movimiento obrero, pero también para aprender de esta experiencia a fin de armar al proletariado para sus futuras luchas revolucionarias.
Insistimos en la necesidad de comprender la importancia de la fundación de la Internacional Comunista como el primer intento de constituir el partido mundial del proletariado. Debemos, sobre todo, subrayar la importancia de la continuidad histórica, del hilo rojo que une a los revolucionarios de hoy con los del pasado, con todos aquellos militantes que, por su fidelidad a los principios del proletariado, fueron perseguidos y salvajemente asesinados por la burguesía y, sobre todo, por sus antiguos compañeros convertidos en traidores: los Kautsky, Noske, Ebert, Scheidemann, Stalin. También debemos rendir homenaje a todos aquellos activistas ejemplares (Rosa Luxemburgo, Karl Liebknecht, Léo Jogiches, Trotsky y muchos otros) que pagaron con su vida su lealtad al internacionalismo.
Para poder construir el futuro partido mundial del proletariado, sin el cual el derrocamiento del capitalismo será imposible, las minorías revolucionarias deben reagruparse, hoy como en el pasado. Deben aclarar sus diferencias a través de la confrontación de ideas y posiciones, la reflexión colectiva y la discusión más amplia posible. Deben ser capaces de aprender del pasado para comprender la situación histórica actual y permitir que las nuevas generaciones abran las puertas al futuro.
Frente a la descomposición de la sociedad capitalista, la barbarie bélica, la explotación y la creciente miseria de los proletarios, hoy la alternativa sigue siendo la que la Internacional Comunista identificó claramente hace 100 años: el socialismo o la barbarie, revolución proletaria mundial o destrucción de la humanidad en un caos cada vez más sangriento.
CCI
[1] Los lectores interesados en un conocimiento y lecciones de esta oleada revolucionaria mundial del proletariado pueden consultar en nuestra Web 1914-23: 10 años que sacudieron el mundo https://es.internationalism.org/go_deeper [8]
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En la primera parte de este artículo pusimos en evidencia la reacción de todas las grandes potencias imperialistas para contener la oleada revolucionaria y evitar que se extendiera a los grandes países industrializados del oeste de Europa. Y si la burguesía de los distintos países europeos se había enfrentado entre sí durante 4 años, ahora hacía causa común contra su enemigo histórico: el proletariado mundial. De las múltiples fuerzas que la clase dominante comprometió para la preservación de su sistema, la Socialdemocracia (cuya dirección unida al ala derecha votó los créditos de guerra en 1914, consagrando así un oportunismo que venía de lejos, y que le llevó finalmente a pasar definitivamente al campo de la burguesía) había de desempeñar un papel determinante en la represión y la mistificación de la revolución mundial. El partido Socialdemócrata alemán (SPD) se sitúo a la vanguardia de esta ofensiva puesto que fue el auténtico verdugo de la revolución alemana en enero de 1919. Como habían presentido Lenin y Rosa Luxemburg[1], la imposibilidad de la extensión de la revolución a los grandes centros industriales de Europa Occidental condujo al aislamiento y la degeneración de la República de los soviets y a la victoria de la contrarrevolución estalinista que aún pesa enormemente en las filas de la clase obrera mundial.
En el curso de la oleada revolucionaria, que alcanzó a Alemania a partir de noviembre de 1918, la Socialdemocracia jugó verdaderamente el papel de cabeza de puente de la burguesía con el fin de aislar a la clase obrera de Rusia.
Cuando la revolución estalló en Alemania, los diplomáticos soviéticos fueron expulsados por Scheidemann (subsecretario de Estado sin cartera en el gabinete de Max de Bade). En ese momento las masas obreras no habían percibido claramente el abandono progresivo del marxismo por parte del SPD. Cientos de miles de obreros en Alemania aún eran miembros de éste en vísperas de la Iª guerra mundial. Pero su insolidaridad con la Revolución rusa confirmó su traición y su paso al campo burgués. Tras el motín de los marinos de Kiel, Haase transmitió por teletipo un mensaje de los comisarios del pueblo al gobierno soviético agradeciéndole el envío de cereales, pero después de una pausa el mensaje continuaba: «Sabiendo que Rusia está oprimida por el hambre, os pedimos que distribuyáis al pueblo ruso hambriento el grano que pretendéis sacrificar por la revolución alemana. El presidente de la República americana, Wilson, nos garantiza el envío de harina y mantequilla que necesita la población alemana para pasar el invierno». Como dijo después Karl Radek, «la mano tendida queda suspendida en el vacío» ¡El gobierno “socialista” prefería la ayuda de una potencia capitalista antes que la de los obreros de Rusia! En efecto, en su lugar el gobierno alemán aceptó la harina y la mantequilla americanas, y enormes cantidades de artículos de lujo y otras mercancías superfluas que dejaron seco el Tesoro alemán. El 14 de noviembre el gobierno hizo llegar un telegrama al presidente americano Wilson: «El gobierno alemán pide al gobierno de Estados Unidos que haga saber por telégrafo al canciller del Reich (Ebert) si puede contar con el suministro de productos alimenticios de parte del gobierno de los Estados Unidos de manera que el gobierno alemán esté en condiciones de garantizar el orden al interior del país y de distribuir equitativamente las provisiones».
En Alemania este telegrama se difundió ampliamente para transmitir a los obreros el mensaje siguiente a los obreros: «¡renunciad a la revolución y a derrocar el capitalismo y tendréis pan y mantequilla!». Pero los americanos no habían impuesto ninguna condición de ese tipo. Así que, no solo la Socialdemocracia hacía chantaje a los obreros, sino que les mentía descaradamente haciéndoles creer que esas condiciones las había impuesto el propio Wilson[2].
En esas condiciones no cabía duda de que la Socialdemocracia alemana se situaba a la vanguardia de la contrarrevolución. El 10 de noviembre de 1918 el consejo de obreros y de soldados de Berlín, el órgano supremo de poder reconocido por el nuevo gobierno tomó la decisión de restablecer inmediatamente las relaciones diplomáticas con el gobierno ruso a la espera de la llegada de sus representantes a Berlín. Esta resolución era una orden que los comisarios del pueblo debían respetar, pero no lo hicieron. Aunque se justificasen en la prensa del USPD, lo cierto es que la traición y la venta de la revolución a las potencias imperialistas fue aceptada por los Independientes (USPD), como lo demuestra el acta de la sesión del Consejo de Comisarios del Pueblo del 19 de noviembre de 1918: «Prosecución de la discusión sobre las relaciones entre Alemania y la República de los Soviets. Haase aconseja adoptar una política dilatoria. (…) Kautsky está de acuerdo con Haase: la decisión debe diferirse. El gobierno soviético no puede sobrevivir mucho tiempo; de aquí a algunas semanas ya no existirá (…)»[3].
Sin embargo, mientras el ala derecha de este partido centrista pasaba progresivamente al bando de la contrarrevolución, el ala izquierda se orientaba más claramente hacia la defensa de los intereses proletarios.
Pero el esmero del gobierno “socialista” no se detuvo ahí. Ante la irritación de la Entente por la lentitud con la que las tropas alemanas se retiraban de los territorios orientales, el gobierno alemán respondió con un despacho diplomático que, aunque enviado después de la expulsión de los socialdemócratas independientes del gobierno, había sido elaborado con ellos. Hete aquí lo que se afirmaba: «La convicción de la Entente de que las tropas alemanas apoyarían el bolchevismo, por propia iniciativa o siguiendo órdenes superiores, directamente o poniendo obstáculos a las medidas antibolcheviques, no corresponde a la realidad. También nosotros, los alemanes, y por tanto también nuestras tropas, seguimos pensando que el bolchevismo representa una amenaza extremadamente grave que hay que alejar por todos los medios»[4]
Si el SPD ilustra de la manera más extrema el paso de la socialdemocracia al bando de la burguesía, particularmente en su lucha abierta contra la revolución rusa, la mayoría de los otros grandes partidos socialistas del mundo no le fueron a la zaga. La táctica del Partido socialista italiano consistió, durante toda la guerra, en frenar la lucha de clases con la coartada de una posición falsamente neutral en el conflicto mundial, ilustrada por la hipócrita consigna “ni sabotear ni participar”, lo que equivalía a pasarse por el forro el principio del internacionalismo proletario. En Francia, aparte de la fracción que pasó en cuerpo y alma al bando burgués cuando se votaron los créditos de guerra, el movimiento socialista quedó gangrenado por el centrismo, que animaba la hostilidad frente a la revolución de octubre y la fracción bolchevique. No obstante, a finales de 1918 y comienzos de 1919 comenzó a formarse una corriente de izquierdas. Aunque la burguesía aprovechaba la ola de la victoria para reforzar el sentimiento patriótico, el proletariado francés pagó sobre todo la ausencia de un verdadero partido marxista. Eso es, por cierto, lo que había señalado Lenin muy lúcidamente: «la transformación del viejo tipo de partido europeo parlamentario, reformista en la práctica y ligeramente coloreado de un barniz revolucionario verdaderamente comunista, es algo extraordinariamente difícil. En Francia es seguramente donde esa dificultad aparece más claramente»[5].
La Socialdemocracia sabotea y torpedea los consejos obreros[6]
En Rusia, como en todos los países donde van a eclosionar los soviets, los partidos socialistas jugaron un doble juego. De un lado hicieron creer que eran favorables al desarrollo de la lucha emancipadora de los obreros a través de los soviets. De otro, hicieron todo lo posible para esterilizar esos órganos de autoorganización de la clase. En Alemania esto fue más evidente. Aparentemente favorables a los Consejos obreros, los socialistas se mostraron en realidad ferozmente hostiles. Y esto, su acción destructiva en el seno de los soviets demuestra que se comportaron como verdaderos perros guardianes de la burguesía. La táctica era simple; se trataba de socavar el movimiento desde dentro para vaciar los consejos de su contenido revolucionario. O sea, de esterilizar los soviets sometiéndolos al Estado burgués, de suerte que se concibieran como órganos transitorios hasta la celebración de las elecciones a la Asamblea Nacional. Los Consejos tenían igualmente que estar abiertos a toda la población, a todas las capas del pueblo. En Alemania, por ejemplo, el SPD creó los “Comités de Salvación Pública”, que acogían a todas las capas sociales, todas con idénticos derechos.
Además, los dirigentes SPD/USPD sabotearon el trabajo de los soviets desde el Consejo de comisarios del pueblo[7], imponiendo instrucciones distintas de las que daba el Consejo Ejecutivo (CE), que sí era una emanación de los Consejos obreros; o arreglándoselas para que éste no tuviera su propia prensa. Cuando el SPD tuvo la mayoría del CE, éste tomó incluso posición contra las huelgas de noviembre y diciembre de 1918. Esta empresa de demolición de la autoorganización de la clase obrera tuvo lugar igualmente en Italia entre 1919 y 1920 en el momento de las grandes huelgas, puesto que el PSI hizo todo lo que pudo para transformar los Consejos en vulgares comités de empresa incorporados al Estado que llamaban a la autogestión de la producción. La izquierda del partido libró entonces un combate contra esa ilusión que solo podía encerrar la lucha de los obreros en el perímetro estrecho de la fábrica: «Querríamos evitar que penetre en las masas obreras la convicción de que basta desarrollar sin más la institución de los Consejos para apropiarse de las fábricas y eliminar a los capitalistas. Eso sería una ilusión extremadamente peligrosa (…) Si no se produce la conquista del poder político, los Guardias Reales, los carabineros se encargarán de disipar cualquier ilusión con todos los mecanismos de opresión, toda la fuerza de la que dispone la burguesía, el aparato político de su poder» (A. Bordiga)[8].
Pero la Socialdemocracia alemana mostró su verdadero nuevo rostro cuando asumió directamente la represión de las huelgas obreras. En efecto, el desarrollo de una intensa campaña ideológica a favor de la República, del sufragio universal, de la unidad del pueblo…, no bastó para destruir la combatividad y la conciencia del proletariado. Así que, ya al servicio del Estado burgués, los traidores del SPD se aliaron con el ejército para reprimir sangrientamente un movimiento de masas que continuaba el que nació en Rusia, y que ponía en peligro una de las potencias imperialistas más desarrolladas del mundo. El comandante en jefe del ejército, el general Groener, que colaboraba día tras día con el SPD y los sindicatos durante la guerra como responsable de los proyectos de armamento, explica: «Nos aliamos para combatir el bolchevismo. La restauración de la monarquía era imposible. (…) Yo había aconsejado al mariscal de campo que no combatiera la revolución por las armas, porque era de temer que, teniendo en cuenta el estado de las tropas, esa vía fracasaría. Le propuse que el Alto Mando militar se aliara con el SPD, visto que no había ningún partido que dispusiera de suficiente influencia en el pueblo y las masas para reconstruir una fuerza gubernamental con el Mando militar. Los partidos de derecha habían desaparecido completamente y estaba excluido trabajar con los extremistas radicales. Se trataba en primer lugar de arrancar el poder de las manos de los Consejos obreros y de soldados de Berlín. Una acción fue prevista con ese fin. Diez divisiones debían entrar en Berlín. Ebert estaba de acuerdo. (…) Elaboramos un programa que contemplaba, después de la entrada de las tropas, la limpieza de Berlín y el desarme de los Espartaquistas. Esto también fue convenido con Ebert, que tiene particularmente mi reconocimiento por su amor absoluto a la patria. (…) Esta alianza fue sellada contra el peligro bolchevique y el sistema de Consejos.» (Zeugenaussage, - Declaración - octubre-noviembre 1925)[9].
El gobierno socialdemócrata tampoco dudó en apelar a la burguesía de Europa Occidental para la operación de mantenimiento del orden durante las jornadas cruciales de enero de 1919. De todas formas, ésta ya había hecho de la ocupación de Berlín en caso de que la revolución triunfara, una cuestión de honor. El 26 de marzo de 1919 el Primer ministro inglés Lloyd George escribía en un memorándum dirigido a Clémenceau y Wilson; «El mayor peligro en la situación actual es, para mí, que Alemania pueda virar hacia el bolchevismo. Si somos listos, ofreceremos a Alemania una paz que, puesto que será justa, será preferible para toda la gente razonable a la alternativa del bolchevismo»[10]. Frente al peligro de “bolchevización de Alemania”, los principales líderes políticos de la burguesía no se apresuraron en desarmar a quien hasta hacía poco era el enemigo. En un debate en el senado sobre este tema en octubre de 1919, Clémenceau no ocultaba en absoluto las razones: «Para empezar, ¿por qué hemos permitido a Alemania contar con esos 288 cañones? (…) Porque Alemania necesita defenderse y por nuestra parte no tenemos ningún interés en tener una segunda Rusia bolchevique en el centro de Europa; ya es bastante con una»[11].
Con el armisticio recién firmado, el gobierno de Ebert-Noske-Scheidemann-Erzberger sellaba la paz con los de Clémenceau, Lloyd George y Wilson con un pacto militar dirigido contra el proletariado alemán. A continuación, la violencia que exhibieron el perro sangriento Noske y sus cuerpos francos durante la “semana sangrienta” del 6 al 13 de enero de 1919 solo es comparable con la que aplicaron los versalleses contra los Comuneros en otra semana sangrienta del 21 al 28 de mayo de 1871. Igual que 38 años antes, el proletariado sufría «el salvajismo sin máscara y la venganza sin ley» (Karl Marx) de la burguesía. Pero el baño de sangre de enero 1919 solo sería el prólogo de un castigo más terrible que cayó después sobre los obreros del Ruhr, de Alemania central, de Baviera…
En los principales países aliados, la victoria sobre las fuerzas de la Triple Alianza no impidió la reacción de la clase obrera frente a la barbarie que había conocido Europa de 1914 a 1918. Pese al sonado eco de Octubre 1917 en el seno del proletariado de Europa occidental, la burguesía de los diferentes países de la Entente supo instrumentalizar la salida de la guerra para encauzar el desarrollo de las luchas del proletariado entre 1917 y 1927. Aunque la guerra imperialista es la expresión de la crisis general del capitalismo, la burguesía consiguió hacer creer que solo era una anomalía de la historia, que era “la última vez” que podía pasar algo así, que la sociedad encontraría una estabilidad y la revolución no tenía sentido de ser. En los países más modernos del capitalismo la burguesía machacaba con que a partir de ahora todas las clases debían participar en la construcción de la democracia. Era la hora, según decían, de la reconciliación y no de los enfrentamientos sociales. Según esa forma de ver, en febrero de 1918 los parlamentarios ingleses adoptaron la Representation of the People Act, que ampliaba el censo electoral y concedía el derecho de voto a las mujeres de más de 30 años. En un contexto en que la mecha de las luchas sociales prendía en Gran Bretaña, la burguesía más experimentada del mundo buscaba hábilmente desviar a la clase obrera de su terreno de clase. Como afirmase entonces Sylvia Pankhurst, esta hábil maniobra venía impuesta en gran parte por la amenaza de una propagación de la revolución de Octubre a los países occidentales: «Los acontecimientos de Rusia han suscitado una respuesta en todo el mundo, no solo entre la minoría favorable a la idea del Comunismo de Consejos, sino también entre las fuerzas de la reacción. Estas últimas eran perfectamente conscientes del crecimiento del sovietismo cuando han decidido jugar la carta de la vieja maquinaria parlamentaria acordando a ciertas mujeres al mismo tiempo el derecho de voto y a ser elegidas» (La amenaza obrera, 15 de diciembre)[12].
Además, la burguesía supo instrumentalizar muy bien la salida de la guerra jugando con la división entre países vencedores y vencidos a fin de romper la dinámica de generalización de las luchas. Por ejemplo, después de la dislocación del imperio austrohúngaro, el proletariado de las diferentes entidades territoriales tuvo que sufrir la propaganda de las luchas de liberación nacional. De la misma forma, en los países vencidos se cultivó un estado de espíritu revanchista entre el proletariado. En los países vencedores, y aunque el proletariado aspirase mayoritariamente a la tranquilidad tras 4 años de guerra, las noticias que llegaban desde Rusia tendían a alentar un nuevo impulso de combatividad sobre todo en Francia o Gran Bretaña. Pero este impulso se canalizó por el dique del chovinismo y la campaña de la victoria de la civilización contra los “sales boches”[13]. Ante la degradación de las condiciones de vida a consecuencia del desarrollo de la crisis a partir de la década de 1920, estallaron sin embargo luchas obreras en Inglaterra, en Francia, en Alemania e incluso en Polonia. Pero estos movimientos, reprimidos violentamente, eran en realidad los últimos sobresaltos de una oleada revolucionaria que tendría sus últimas convulsiones con la represión brutal de los trabajadores de Shangai y Canton en 1927[14]. La burguesía había conseguido finalmente coordinar sus fuerzas para aplastar y reprimir los últimos bastiones de la oleada revolucionaria. Hay que reconocer consecuentemente, como ya hemos puesto de manifiesto, que la guerra no crea las condiciones más favorables para la generalización de la revolución. En efecto, la crisis económica mundial que viene desarrollándose desde los años 60 parece ser una base material mucho más válida para la revolución mundial, puesto que afecta a todos los países sin excepción y, contrariamente a la guerra imperialista, no puede ser detenida. Los partidos socialistas tuvieron un papel central en la promoción de la democracia y del sistema republicano y parlamentario, como si fuesen pasos hacia la revolución. En Italia, desde 1919, el PSI preconizó sin ambigüedad el reconocimiento del régimen democrático, empujando a las masas a ir a votar en las elecciones de 1919. Circunstancia agravante, el éxito electoral subsiguiente fue aprobado por la Internacional Comunista. No obstante, una vez al mando, los socialistas gestionaron el Estado como cualquier otra fracción burguesa. En los años siguientes, las tesis antifascistas propagadas por Gramsci y los Ordinovistas empujaron a la clase obrera italiana ni más ni menos que al interclasismo. Considerando que el fascismo expresaba una deriva y una particularidad de la historia italiana, Gramsci preconizaba la formación de la Asamblea constituyente, etapa intermedia entre el capitalismo italiano y la dictadura del proletariado. Según él, «una clase de naturaleza internacional debe, en cierto sentido, nacionalizarse». El proletariado tenía que aliarse pues con la burguesía en el seno de una Asamblea nacional constituyente, donde los diputados de “todas las clases democráticas del país” elegidos por sufragio universal elaborarían la futura constitución italiana. En el Vº Congreso Mundial de la Internacional Comunista, Bordiga respondió a esos errores, que llevaban al proletariado a abandonar su terreno de clase en nombre de las ilusiones democráticas: «Debemos rechazar la ilusión de que un gobierno de transición podría ser ingenuo a tal punto de permitir que con los medios legales, las maniobras parlamentarias, los apaños más o menos hábiles, asediemos las posiciones de la burguesía, es decir, que nos hagamos legalmente con todo su aparato técnico y militar para distribuir tranquilamente las armas a los proletarios. Eso es una concepción verdaderamente infantil. ¡No es tan fácil hacer una revolución!»[15]
«Paralelamente a la preparación militar de la guerra civil contra la clase obrera, se procedía a la preparación ideológica» (Paul Frölich). En efecto, muy pronto, en las semanas y meses que siguieron a la revolución rusa, la burguesía se esforzó por reducir el acontecimiento a una toma del poder por parte de una minoría que habría distorsionado la voluntad de las masas y llevaría a la sociedad al desorden y al caos. Pero esta intensa campaña de propaganda antibolchevique y antiespartaquista no fue obra de un puñado de individuos obcecados y decididos a hacer de perros guardianes de la clase dominante, sino de una política de todas las fracciones de la gran burguesía pilotada desde las más altas esferas del aparato de Estado. Como desarrollamos en un artículo de la Revista Internacional n.º 155[16], la Primera Guerra mundial fue un momento determinante del proceso por el que el Estado se adueñó por completo de la información, a través de la propaganda y la censura. El objetivo era claro: influir ideológicamente en la población para asegurar la victoria en esta guerra total. Con la apertura del periodo revolucionario el cometido de la propaganda estatal resultaba igualmente nítido: influir a las masas para hacer que se alejaran de las organizaciones del proletariado, y asegurar así la victoria de la contrarrevolución. Los grandes empresarios alemanes se mostraron como los más decididos y no dudaron en romper sus huchas en pro de la “buena causa” del orden burgués. Gracias a la donación de miles de marcos por parte del banquero Helfferich y del político Friedrich Naumann, se fundó una “Secretaría general para el estudio y la lucha contra el bolchevismo” el 1 de diciembre de 1918 en Berlín. El 10 de enero, su fundador, un tal Stadler reunió cerca de 50 empresarios alemanes para exponerles sus puntos de vista. A continuación, Hugo Stinnes, uno de los mayores magnates de la industria alemana, arengó a las tropas del sombrero de copa: «Soy de la opinión de que después de esta exposición, cualquier discusión es superflua. Comparto completamente el punto de vista del orador. Si el mundo de la industria, del comercio y de la banca no tiene la voluntad ni está en disposición de versar una póliza de seguro de 500 millones de marcos para protegernos del peligro que nos acaban de revelar, no merecemos que se nos considere representantes de la economía alemana. Pido que se declare cerrada esta sesión y les ruego señores Mankiewitz, Borsig, Siemens, Deutsch, etc., etc., (cita aproximadamente 8 nombres) que pasen conmigo a la habitación de al lado para que nos pongamos de acuerdo inmediatamente sobre el modo de repartirse esta contribución»[17]
Con esos cientos de millones de marcos de subvenciones, se abrieron varias oficinas para llevar la campaña antirrevolucionaria. La Liga antibolchevique (la antigua asociación del Reich contra la socialdemocracia) fue ciertamente la más activa para escupir su veneno sobre los revolucionarios de Rusia y de Alemania, difundiendo millones de panfletos, de carteles, de folletos, u organizando mítines. Esta primera institución formaba parte de uno de los dos centros contrarrevolucionarios, junto con el Bürgerrat y el hotel Edén donde tenía su sede el cuartel general de la división de fusileros de la caballería de la guardia.
La organización de propaganda “Construir y Devenir, sociedad para la educación del pueblo y la mejora de las fuerzas nacionales del trabajo”, fundada por Karl Erdmann, fue directamente financiada por Ernst Von Borsig y Hugo Stinnes. Este último sufragó tanto la prensa nacionalista como los partidos de extrema derecha para que hicieran propaganda en contra de espartaquistas y bolcheviques.
Pero las más de las veces fue la socialdemocracia quien actúo como maestro de ceremonias de la manipulación de la opinión en el seno de la clase obrera. Como cuenta Paul Frölich: «Comenzó con la difusión de discursos insípidos celebrando la victoria de la revolución de noviembre. Siguieron las promesas, las mentiras, las reprimendas y las amenazas. El Heimatdienst, una institución creada durante la guerra para manipular a la opinión pública difundió cientos de millones de panfletos, opúsculos y carteles, las más de las veces redactados por los socialdemócratas, apoyando la reacción. Deformando sin pudor el significado de las revoluciones precedentes y las enseñanzas de Marx, Kautsky proclamaba su indignación ante la “prolongación de la revolución”. Se hacía del bolchevismo el coco. Este concierto también fue dirigido por los socialdemócratas, esos mismos gentilhombres que durante la guerra habían aclamado en las columnas de sus periódicos a los bolcheviques (descritos como fieles discípulos del pensamiento de Marx), porque entonces pensaban que las luchas revolucionarias rusas ayudarían a Ludendorff y compañía a vencer definitivamente a las potencias occidentales. Ahora, en cambio, difunden terribles historias sobre los bolcheviques, llegando hasta hacer circular falsos “documentos oficiales” según los cuales los revolucionarios rusos habrían compartido sus mujeres»[18]
A partir de entonces, las fuerzas proletarias que defendían el internacionalismo proletario se convirtieron en objeto prioritario de los ataques, sobre todo después de la toma del poder por los obreros de Rusia en Octubre 1917. Conscientes del peligro que podía significar la extensión de la revolución para el capital mundial, los Estados más desarrollados pusieron en marcha una verdadera campaña de calumnias contra los bolcheviques para alejar cualquier sentimiento de simpatía o tentativa de fraternización. Durante las elecciones de 1919, la burguesía francesa aprovechó la ocasión para centrar la campaña sobre el “peligro rojo” alimentando la demonización de la revolución y de los bolcheviques. Georges Clémenceau, uno de los grandes actores de la contrarrevolución, fue particularmente activo, puesto que hizo campaña por el tema de la “Unión nacional” contra la “amenaza del bolchevismo”. Un folleto y un cartel célebres, titulados “¿Cómo luchar contra el bolchevismo?” trazaban un perfil del bolchevique parecido al de una bestia, los cabellos desgreñados y un cuchillo entre los dientes. Todo esto contribuía a asimilar la revolución proletaria a una empresa bárbara y sanguinaria. En el congreso de fundación de la Internacional Comunista, George Sadoul rendía cuenta del alcance de las calumnias esparcidas por la burguesía francesa: «Cuando salí de Francia en septiembre de 1917, es decir algunas semanas antes de la revolución de Octubre, la opinión pública en Francia tomaba al bolchevismo por una grosera caricatura del socialismo. Los líderes del bolchevismo eran considerados como criminales o como locos. El ejército de los bolcheviques era, a sus ojos, una horda compuesta de miles de fanáticos y criminales. (…) He de confesaros con gran vergüenza, que la 9/10 parte de los socialistas, de la mayoría y la minoría, eran de la misma opinión. Podríamos alegar, como circunstancias atenuantes, por un lado, nuestra absoluta ignorancia de los acontecimientos rusos, de otra parte, todas las calumnias y falsos documentos propagados por la prensa de todas las tendencias sobre la crueldad, la felonía y alevosía de los bolcheviques. La toma del poder por esa “banda de forajidos” produjo en Francia un efecto “shock”. La calumnia que nos impedía apreciar la verdadera imagen del comunismo se volvió aún más tupida con la firma de la paz de Brest. La propaganda antibolchevique llegó entonces a un máximo apogeo»
Aunque los gobiernos de la Triple Entente contasen con el viento a favor de la victoria para calmar el descontento en el seno de la clase obrera, trataron igualmente de desviar cualquier veleidad revolucionaria hacia la vía de las urnas. La burguesía mostró su verdadero rostro: ¡vil, manipuladora, mentirosa! El anti-bolchevismo que venían difundiendo la prensa, los medios de comunicación y el mundo universitario desde hacía varias décadas, enraizó rápidamente, durante la oleada revolucionaria, en las más altas esferas de los aparatos de Estado. En efecto, la ofensiva militar en las fronteras rusas, la represión sangrienta de la clase obrera alemana en enero de 1919, debían acompañarse inexorablemente de una intensa campaña de propaganda que intentara truncar el impulso de simpatía hacia la revolución proletaria en las clases explotadas de todo el mundo. En los múltiples carteles de propaganda contrarrevolucionaria elaborados en Francia, en Inglaterra o en Alemania, la principal diana eran las organizaciones políticas del proletariado, a las que se consideraba responsables del paro, de la guerra y del hambre, y eran regularmente acusadas de sembrar el desorden y el crimen[19]. Como lo resumió P. Frölich, «los carteles en la calle representaban el bolchevismo como una bestia con una gran boca abierta, dispuesta a morder».
Desde noviembre 1918 la burguesía alemana hizo de Spartacus el objetivo a batir. Se trataba de neutralizar la influencia de esta organización en las masas. Para hacer esto, fue acusada de todos los males, Spartacus se convirtió en un chivo expiatorio considerado como una verdadera peste para el orden social y el capital alemán. Había que hacerla desaparecer. El cuadro que pinta Paul Frölich diez años después de los acontecimientos es ilustrativo: «Todo delito que se cometiera en las grandes ciudades tenía un único culpable: ¡Spartacus! Los espartaquistas eran acusados de todos los robos. Delincuentes vestidos de uniforme, provisto de documentos oficiales, verdaderos o falsos, aparecían en las viviendas, destrozándolo y robándolo todo: ¡Spartacus los enviaba! Cualquier padecimiento o amenaza solo tenía un origen: ¡Spartacus! Spartacus es la anarquía, Spartacus es el hambre, Spartacus es el terror»[20].
La ignominia de la socialdemocracia y de toda la burguesía alemana fue incluso más lejos, puesto que el Vorwarts[21] organizó una verdadera campaña de denigración y de odio contra Karl Liebknecht, Rosa Luxemburg y otros militantes influyentes de la Liga Spartacus: «Karl Liebknecht, un tal Paul Lévi y la impetuosa Rosa Luxemburg, que no han trabajado nunca en un taller o una obra están a punto de arruinar nuestros sueños y los de nuestros padres (…) Si la banda espartaquista quiere eliminarnos a nosotros y a nuestro porvenir, entonces ¡que Karl Liebknecht y compañía sean también eliminados!».
Al discurso de odio le sucedió la organización de una verdadera cacería de los revolucionarios. La Liga por la lucha contra el bolchevismo ofrecía 10.000 marcos por la captura de Karl Radek o por informaciones que pudieran conducir a su arresto. Pero, sin duda, los objetivos principales eran Liebknecht y Luxemburg. Un manifiesto pegado en las paredes de Berlín en diciembre de 1918 llamaba nada menos que a asesinarlos. Su contenido da la medida del grado de violencia con el que la Socialdemocracia se ensañaba con Spartacus: «¡Trabajador, ciudadano! La patria está al borde de la ruina. ¡Salvadla! La amenaza no viene del exterior, sino del interior: del grupo Spartacus. ¡Atacad a su jefe!¡Matad a Liebknecht! ¡Y tendréis paz, trabajo y pan! Soldados del frente». Un mes antes, el consejo de soldados de Steglitz (una pequeña ciudad de Brandemburgo) había amenazado a Liebknecht y Luxemburg que los soldados dispararían a matar si se presentaban en un cuartel para pronunciar “discursos incendiarios”. La prensa burguesa esparcía realmente un ambiente de verdadero progromo, «loaba los muros salpicados de los sesos de los fusilados. Transformaba la burguesía en una horda sedienta de sangre, ebria de denuncias, que empujaba a los sospechosos (los revolucionarios y otros absolutamente inocentes) delante de los fusiles de los pelotones de ejecución. Y todos estos alaridos culminaban en una sola petición de asesinato: ¡Liebknecht, Luxemburg!»[22]. La palma de la ignominia podría concedérsele al Vorwärts, que el 13 de enero publicó un poema que presentaba a los miembros más destacados de Spartacus como desertores, cobardes que traicionaron al proletariado alemán, y que merecían la muerte:
«Centenas de muertos en un solo recuento-
¡Proletarios!
Karl, Radek, Rosa y compañía-
¡Ninguno de ellos está aquí!
¡Proletarios!»
Todos sabemos que esas calumnias tuvieron desgraciadamente nefastos efectos puesto que el 15 de enero de 1919, Karl y Rosa, esos dos grandes militantes de la causa revolucionaria, fueron asesinados por los cuerpos francos. El relato totalmente fraudulento que hizo el Vorwärts de tales crímenes ilustra por sí solo la mentalidad de la burguesía, esa clase “patética y cobarde” como la describiera ya Karl Marx en el 18 Brumario de Luis Bonaparte. Según los periódicos de la tarde del 16 de enero, Liebknecht habría resultado muerto durante una tentativa de evasión, y Rosa Luxemburg linchada por la multitud. Cuenta Paul Frölich, que el comandante de la división de fusileros de caballería de la guardia, de la que dependían los dos ejecutores de los dos asesinatos, difundió un comunicado que falsificaba totalmente el desarrollo de los acontecimientos y que fue retomado por toda la prensa. Todo ello «dando rienda suelta a una madeja de mentiras, de maniobras de despiste y de violaciones de la ley, que proporcionarán la trama de una vergonzosa serie de comedias interpretadas por la magistratura»[23].
Al precio de un intenso trabajo, todas esas fabulaciones fueron desmentidas por Leo Jogiches que, en colaboración con una comisión de investigación creada por el consejo central y el consejo ejecutivo de Berlín, restableció la verdad exponiendo el desarrollo de esos crímenes y publicando la fotografía del festín de los asesinos tras sus crímenes. ¡Así firmó su propia sentencia de muerte! El 10 de marzo de 1919 fue arrestado y asesinado en la prisión de la prefectura de policía de Berlín. Tuvo lugar un “simulacro de justicia” que permitía adivinar la verdad, a pesar de las intimidaciones y la corrupción. En cuanto a los culpables, apenas sufrieron multas o cortas penas de prisión.
Ayer Rosa Luxemburg era esa bruja roja devoradora de “buenos alemanitos”, hoy es la “buena demócrata”, “la anti-Lenin”, ese “peligroso revolucionario”, “inventor del totalitarismo”. Para la clase dominante esto no le supone contradicción alguna. Las dos caras de su discurso sobre Rosa Luxemburg le cuadran. Supone la enésima demostración de lo que hace la burguesía con la memoria de los grandes personajes que han osado desafiar su mundo «sin corazón y sin alma»: «En vida de los grandes revolucionarios, las clases opresoras les sometían a constantes persecuciones, acogían sus doctrinas con la rabia más salvaje, con el odio más furioso y las campañas más desenfrenadas de mentiras y calumnias. Después de su muerte se intenta convertirlos en iconos inofensivos, canonizarlos, por decirlo así, rodear sus nombres de una cierta aureola de gloria para “consolar” y engañar a las clases oprimidas, castrando el contenido de la doctrina revolucionaria, mellando el filo revolucionario de ésta y envileciéndola. En semejante apocamiento del marxismo se dan hoy la mano la burguesía y los oportunistas dentro del movimiento obrero» (Lenin, El Estado y la Revolución[24])
El aplastamiento sangriento de la revolución en Alemania fue un golpe terrible para el proletariado mundial. Como afirmaban Lenin y Rosa Luxemburg, la supervivencia de la revolución a escala mundial dependía de la capacidad de los obreros de las grandes potencias de hacerse con el poder en sus países. O, dicho de otra forma, que el porvenir de la humanidad dependía de la extensión de la oleada revolucionaria que había comenzado en Rusia. Pero esa progresión no tuvo lugar. Los fracasos del proletariado en Alemania, en Hungría, y en Italia, tocaron a muerto por la revolución en Rusia; una muerte por asfixia, puesto que no quedaba en su seno aliento suficiente para dar ímpetu a los obreros del mundo entero. En esa agonía «interviene precisamente el estalinismo, en total ruptura con la revolución cuando, tras la muerte de Lenin, Stalin se hace con las riendas del poder y desde 1925 planteó su tesis de “la construcción del socialismo en un solo país”, gracias a la cual va a instalarse en todo su horror la contrarrevolución»[25].
Hace décadas que historiadores, periodistas y otros comentaristas de todo género intentan falsificar la historia tratando de encontrar una continuidad entre Lenin y Stalin y alimentando la mentira según la cual el comunismo es igual al estalinismo. Pero en los hechos hay un abismo entre Lenin y los bolcheviques de un lado, y el estalinismo en otro.
El Estado que surgió después de la revolución se le iba cada vez más de las manos a la clase obrera y absorbía progresivamente al partido bolchevique, en el que el peso de los burócratas se hacía preponderante. Stalin era el representante de esta nueva capa de gobernantes, cuyos intereses estaban en total oposición con la salvaguardia de la revolución mundial. La tesis del “socialismo en un solo país” sirvió precisamente para justificar la política de esta nueva clase burguesa en Rusia, que consistía en replegarse en la economía nacional y el Estado, garante del statu quo y del modo de producción capitalista. Lenin no defendió jamás esas posiciones. Al contrario, siempre defendió el internacionalismo proletario, considerando este principio como una brújula que permitía al proletariado no desviarse al terreno de la burguesía. Y, aunque no pudiera anticipar lo que sería el estalinismo, en los últimos años de su vida Lenin fue consciente de ciertos peligros que acechaban a la revolución y particularmente de la dificultad para frenar la atracción conservadora del Estado sobre las fuerzas revolucionarias. Aun cuando no fuera capaz de oponérsele, sí alertó contra la gangrena burocrática, sin que encontrara una solución a un problema de todas formas ineluctable. También Lenin desconfiaba mucho de Stalin y era contrario a que éste obtuviera cargos importantes. En su “testamento” del 4 de enero de 1923, intentó incluso apartarlo del puesto de secretario general del partido, en el que Stalin «iba a concentrar un poder enorme, del que abusa de forma brutal». Una vana tentativa, puesto que Stalin ya controlaba la situación[26].
Como pusimos en evidencia en nuestro folleto El hundimiento del estalinismo: «El estalinismo asentó su dominación sobre los escombros de la revolución de 1917. Gracias a esa negación radical del comunismo que constituía la doctrina monstruosa del “socialismo en un solo país”, totalmente ajena al proletariado y a Lenin, la URSS volvió a ser, no solo un Estado capitalista de arriba abajo, sino también un Estado en que el proletariado fue sometido brutalmente y con más saña que en cualquier otra parte, a los intereses del capital nacional, rebautizados como “intereses de la patria socialista”»[27]
Instalado en el poder, Stalin se afanó en conservarlo. A finales de los años 1920 tenía en sus manos las palancas de mando del aparato de Estado soviético. Por nuestra parte ya explicamos, en uno de los primeros artículos sobre la revolución rusa, el proceso que llevó a la degeneración de la revolución y el surgimiento de una nueva clase dominante, haciendo de este país enteramente un Estado capitalista[28]
¡La Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas, solo tenía de soviético el nombre!
«No solamente la consigna de todo el periodo revolucionario: “Todo el poder a los soviets” se abandona y se rechaza, sino que la dictadura del proletariado por los consejos obreros, que había sido el motor y el alma de la revolución, y que tanto repugna y aflige a nuestros queridos “demócratas” de hoy (…) es totalmente destruida y se convierte en un caparazón vacío, cediendo el sitio a una implacable dictadura del partido-Estado sobre el proletariado»[29].
Producto de la degeneración de la revolución, el estalinismo no ha pertenecido nunca a otro campo que el de la contrarrevolución. Además, si logró plenamente su asiento en el gran concierto de las naciones burguesas es precisamente por eso. Era una fuerza extraordinaria para engañar a la clase obrera haciéndole creer que el comunismo existía realmente en el Este de Europa, que su progresión estaba ralentizada, y que su victoria total dependía del apoyo de los obreros de todo el mundo a la línea política decidida por Moscú. Esa gran ilusión era evidentemente sostenida por todos los partidos comunistas del mundo entero. A fin de transmitir la mentira a gran escala, Moscú y los PC’s nacionales organizaban especialmente los famosos viajes a la Unión soviética de delegaciones obreras, una estancia durante la cual se mostraban todos los “fastos” del régimen a los “turistas políticos” que después, a su vuelta, se enviaban a predicar la buena nueva en sus fábricas y células. Henri Guilbeaux[30] describía así esta mascarada: «Cuando el obrero va a Rusia es cuidadosamente seleccionado, además solo puede ir en grupo. Se le escoge de entre los miembros del Partido, pero se elige también en los sindicatos y en el partido socialista y elementos llamados “simpatizantes”, muy influenciables, a los que será fácil “comer el coco”. Los delegados “elegidos” así forman una delegación obrera. Llegados a Rusia, los delegados son recibidos oficialmente, adiestrados, mimados, agasajados. Siempre los acompañan guías y traductores. Se les hacen regalos (…) Allá donde vayan se les dice: “esto pertenece a los obreros. Aquí son los obreros los que mandan”. A su regreso, a los delegados obreros que se identifican como más capaces de ensalzar a la URSS, se les da bombo y platillo. Se les invita a contar sus impresiones en reuniones públicas»[31].
Estos viajes de “descerebramiento político” tenían el objetivo principal de mantener el mito del “socialismo en un solo país”; auténtica falsificación del programa defendido por el movimiento revolucionario; puesto que desde sus orígenes éste se presenta como un movimiento internacional en la medida en que, como escribió Engels en 1847, la ofensiva política de la clase obrera contra la clase dominante se efectúa desde el principio a escala internacional: «La revolución comunista (…) no será una revolución puramente nacional; se producirá al mismo tiempo en todos los países civilizados (…) Ejercerá el mismo tiempo una repercusión considerable sobre los otros países del globo y transformará y acelerará completamente el curso de su desarrollo; tendrá por consiguiente un terreno universal»[32].
El socialismo en un solo país significaba la defensa del capital nacional y la participación en el juego imperialista. Eso significaba igualmente la liquidación de la oleada revolucionaria. En esas condiciones, Stalin se convirtió en un hombre respetable a los ojos de las democracias occidentales, preocupadas a partir de ahora de facilitar la inserción de la URSS en el mundo capitalista; mientras que la burguesía mundial no había dudado en establecer un cordón militar alrededor de Rusia en el momento de la revolución. Es decir, cambió radicalmente de política una vez disipado el peligro. Además, después de la crisis de 1929, la URSS se convirtió en una apuesta central y toda la burguesía occidental intentó atraerse los favores de Stalin. Así, la URSS se integró en la Sociedad de Naciones en 1934 y se firmó un pacto de no agresión entre Stalin y Laval, el ministro de asuntos exteriores francés. El comunicado que se publicó a continuación ilustra la política antiobrera de la URSS: «El Sr. Stalin comprende y aprueba plenamente la política de defensa nacional de Francia para mantener sus fuerzas armadas a la altura de sus necesidades de seguridad». Como señalamos en nuestro folleto El hundimiento del estalinismo: «Esa política de alianza con la URSS permitió, en la estela del pacto Laval- Stalin, la formación del “Frente Popular” en Francia, sellando la reconciliación del PCF con la socialdemocracia por las necesidades del capital francés en la arena imperialista Stalin se había pronunciado a favor del armamento de Francia y de rebote el PCF votó por su parte los créditos militares y firmó un acuerdo con los radicales y la SFIO»[33]
Toda la burguesía comprendió que Stalin era el hombre del momento, el que iba a erradicar los últimos vestigios de la revolución de Octubre 1917. Es más, las democracias occidentales se mostraron de lo más indulgentes con él cuando comenzó a aplastar y exterminar la generación de proletarios y revolucionarios que había participado en la revolución de Octubre 1917. La liquidación de la vieja guardia del partido bolchevique dejaba clara la determinación de Stalin para impedir cualquier tipo de conjura en su entorno y consolidar su poder; pero permitió igualmente asestar un golpe a la conciencia del proletariado de todo el mundo arrastrándolo a tomar a cargo la defensa de la URSS contra los pretendidos traidores de la causa revolucionaria.
En tales condiciones, las democracias europeas no dudaron en apoyar esa empresa macabra y participar en ella. Se extasiaban proclamando bellas frases sobre los derechos humanos, pero estaban mucho menos dispuestas a acoger y proteger a los principales miembros de la Oposición obrera, empezando por Trotsky, su principal representante. Tras haber sido expulsado de Rusia en 1928, fue acogido por la Turquía hostil al bolchevismo cuyas autoridades, conchabadas con Stalin, le dejaron entrar en su territorio, pero le privaron de pasaporte y expuesto a las acciones de los residuos de los ejércitos blancos. El antiguo jefe del ejército rojo escapó varias veces de las tentativas de asesinato. Su “vía crucis” continuó después de abandonar Turquía, ya que todos los gobiernos democráticos de Europa occidental, de acuerdo con Stalin, le negaron el derecho de asilo; «perseguido por los asesinos a sueldo de Stalin o los restos de los ejércitos blancos, Trotsky será condenado a errar de un país a otro hasta mediados de la década de 1930. El mundo entero se había convertido para el antiguo jefe del Ejército Rojo en un “planeta sin visado”[34]»[35].
La socialdemocracia se mostró además como la servidora más diligente de Stalin. Entre 1928 y 1936, todos los gobiernos occidentales colaboraron con él y cerraron sus fronteras a Trotsky o, como Noruega, lo pusieron bajo vigilancia prohibiéndole cualquier actividad política y toda crítica de Stalin. Otro ejemplo: en 1927, Christian Rakovski, embajador de la URSS en París, fue llamado a Moscú a petición del gobierno francés que lo consideró como “persona non grata” después de que firmara la plataforma de la Oposición de izquierda. Francia, la “patria de los derechos del hombre y del ciudadano”, lo entregaba de manera innoble a sus verdugos, aportando su grano de arena a las grandes purgas estalinistas. ¡Y hoy esas mismas democracias occidentales y sus intelectuales de pacotilla las denuncian a voz en grito para hacer olvidar que ellos mismos participaron en esos asesinatos!
Para todos los miembros de la Oposición, las “grandes democracias” solo eran las antesalas de los pasillos de la muerte estalinistas o el campo de acción de los agentes del GPU que estaban autorizados a entrar en sus territorios para masacrar a los militantes de la Oposición. Igualmente, la prensa occidental secundaba las campañas de calumnia designando a los acusados como agentes de Hitler, de igual modo que justificó las purgas y las condenas apoyándose, sin ponerlas en duda, en las actas de las sesiones de los procesos. Por supuesto los partidos comunistas, ponían mayor ahínco, si cabe, en la calumnia y la justificación de semejantes simulacros de justicia. Después de la condena de los 16 primeros acusados en el primero de los llamados Procesos de Moscú, el comité central del PCF y las células de muchas fábricas votaron resoluciones para apoyar la ejecución de esos “terroristas trotskistas”. El periódico L’Humanité se distinguió especialmente llamando a la ejecución de los “Hitleriano-trotskistas”. Pero la celebración más inmunda del terror estalinista puede que sea “El himno a la GPU”, ese simulacro de poema escrito por Louis Aragon[36] en 1931 quien, tras haber sido poeta en su juventud, se convirtió en un predicador estalinista que no dejó de cantar alabanzas a Stalin y a la URSS hasta su último aliento.
Trotsky, Kamenev, Zinoviev, Smirnov, Evdokimov, Sokolnikov, Piatakov, Bujarin, Radek, … por no citar más que a los condenados más conocidos, aunque algunos de ellos se comprometieran más o menos con la estalinización, todos esos combatientes del proletariado encarnaban la herencia de Octubre de 1917. Liquidándolos, Stalin asesinaba un poco más la revolución; puesto que tras la farsa de estos procesos se ocultaba la tragedia de la contrarrevolución. Estas grandes purgas, lejos de expresar la depuración de la sociedad para la “construcción del socialismo”, marcaban un nuevo asalto contra la memoria y la transmisión del legado del movimiento revolucionario.
Alentado o desacreditado, el mito del comunismo en la Unión soviética ha sido instrumentalizado siempre por la burguesía contra la conciencia del proletariado. Si se hubiera podido pensar que el estallido del bloque del Este entre 1989 y 1991 iba a arrastrar en su hundimiento esa gran superchería, no fue en absoluto así. Al contrario, la asimilación del estalinismo al comunismo no ha hecho más que reforzarse estos últimos 30 años; aunque en las minorías revolucionarias el estalinismo sea reconocido como el peor producto de la contrarrevolución.
Cien años después de los acontecimientos, el espectro de la Revolución de Octubre de 1917 persigue aún a la burguesía. Y para protegerse frente a un nuevo episodio revolucionario que haría tambalearse su mundo, se afana en enterrar la memoria histórica del proletariado. Pare ello sus intelectuales se dedican incansablemente a reescribir la historia hasta que la mentira tome la apariencia de verdad.
Por eso frente a la propaganda de la clase dominante, el proletariado debe sumergirse en la historia de la clase y esforzarse por sacar las lecciones de los episodios pasados. También tiene que cuestionarse, y esperamos que este artículo proporcione material de reflexión, las razones que llevan a la burguesía a denigrar de forma cada vez más infame, uno de los acontecimientos más gloriosos de la historia de la humanidad, el momento en que la clase obrera ha demostrado que era posible plantear una sociedad que acabara con la explotación del hombre por el hombre.
Narek (27 de enero 2019)
[1] Ver particularmente el folleto de Rosa Luxemburg sobre la revolución rusa https://www.marxists.org/espanol/luxem/11Larevolucionrusa_0.pdf [11]
[2] Ver P. Frölich, R. Lindau, A. Schreiner, J. Walter, Révolution et Contre-révolution en Allemagne (1918-1920) Editions Science Marxiste, 2013
[3] Citado en P. Frölich, Op. Cit. Pag. 25
[4] Citado en P. Frölich Op cit. Pag. 26
[5] Citado en Annie Kriegel, Aux origins du Communisme français, Flammarion 1978. Existe una versión en español: Los comunistas franceses, Ed Villalar 1978
[6] Para un enfoque más completo, ver nuestro folleto sobre la revolución en Alemania (se puede pedir a nuestra dirección: [email protected] [12] ), también la Lista de artículos sobre la tentativa revolucionaria en Alemania 1918-23 https://es.internationalism.org/content/4373/lista-de-articulos-sobre-la-tentativa-revolucionaria-en-alemania-1918-23 [13]
[7] El Consejo de comisarios del pueblo no era otra cosa sino el nombre del nuevo gobierno del 10 de noviembre de 1918, compuesto por Ebert, Scheidemann y consortes. Esa denominación permitía en cierta forma crear la ilusión de que los dirigentes del SPD eran favorables a los Consejos obreros y al desarrollo de la lucha de clases en Alemania.
[8] Citado en Revolución y Contra-revolución en Italia (1919-1922), 1ª parte, Revista Internacional nº 2 https://es.internationalism.org/revista-internacional/197504/1941/revolucion-y-contrarrevolucion-en-italia-i [14]
[9] Citado en “Revolución en Alemania” (II), “Los inicios de la revolución”, Revista Internacional nº 82 https://es.internationalism.org/revista-internacional/199512/1817/ii-los-inicios-de-la-revolucion [15]
[10] Citado Por Gilbert Badía en Les Spartakistes 1918: l’Allemagne en révolution, Ed. Aden 2008, pag. 296. Existe una versión en español en dos tomos: Los Espartaquistas, Ed Mateu Barcelona
[11] Gilbert Badía Op cit. Pag. 298
[12] ver en CCI online: «Campagne idéologique autour des “suffragettes”: droit de vote ou communisme?» (no hay versión es español)
[13] Boches era el término despectivo para referirse a los alemanes. Los “sales boches” quería decir los asquerosos alemanes.
[14] Ver el artículo Lecciones de 1917-23 - La primera oleada revolucionaria del proletariado mundial [16] en Revista Internacional nº 80
[15] Revolución y contrarrevolución en Italia (II): Frente al fascismo. Revista Internacional nº3. https://es.internationalism.org/revista-internacional/197508/2009/revolucion-y-contra-revolucion-en-italia-ii-frente-al-fascismo-el- [17]
[16] La propaganda durante la primera guerra mundial, https://es.internationalism.org/revista-internacional/201509/4114/la-propaganda-durante-la-primera-guerra-mundial [18]
[17] Citado en G. Badia, Op. Cit. Pag 286
[18] Citado por P. Frölich, R. Lindau, A. Schreiner, J. Walcher, Révolution et contre-révolution en Allemagne. 1918-1920. De la fondation du Parti communiste au putsch de Kapp, Editions Science marxiste, 2013
[19] Ver nuestro artículo: “La propaganda en la Iª Guerra mundial”, en la Revista Internacional n.º 155
[20] P. Frölich, R. Lindau, A. Scheiner, J. Walcher, Op. Cit. Pag. 45
[21] El órgano de prensa principal del SPD
[22] P. Frölich, Rosa Kuxemburg, L’Harmattan, 1991, pag 364
[23] P. Frölich, R. Lindau, A. Scheiner, J. Walcher, Op. Cit. Pag. 137
[25] Folleto de la CCI (en francés) El hundimiento del estalinismo [20] (on line)
[26] Folleto de la CCI: El hundimiento del estalinismo (en francés) [20]
[28] La degeneración de la revolución rusa (respuesta a “Revolutionary workers group”) Revista Internacional nº3 https://es.internationalism.org/revista-internacional/197507/998/la-degeneracion-de-la-revolucion-rusa [21]
[30] Henri Guilbeaux fue un político socialista francés. Activo en el Movimiento contra la guerra que se reunió en Zimmerwald durante la Primera Guerra Mundial. Era una figura prominente de un grupo de intelectuales que lucharon en Ginebra contra la guerra (Wikipedia)
[31] Henri Guilbeaux, La fin des soviets, Societé française d’éditions littéraires et techniques, 1937, pag. 86
[32] F Engels: Principios de Comunismo
[33] Folleto de la CCI: El hundimiento del estalinismo (en francés) [20]
[34] En referencia a la novela de Jean Malaquais, traducida al español: “Planeta sin visado”, en la que se describe el ambiente de Marsella en la Francia ocupada de la 2ª guerra mundial, donde perseguidos de todas partes, viven un puñado de militantes de la Izquierda comunista como Marc Chirik, que trataban de escapar de ser exterminados
[35] Del folleto en francés: El hundimiento del estalinismo Op. Cit. [20]
[36] Poeta, novelista y periodista francés. Se afilió al PCF en 1927 y no lo abandonó hasta su muerte. Permaneció fiel a Stalin y al estalinismo toda su vida y aprobó los procesos de Moscú
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Al igual que los dos números anteriores de la Revista, seguimos recordando el centenario de los acontecimientos de importancia histórica que marcaron la ola revolucionaria mundial de 1917-23.
Así, después de la revolución en Rusia en 1917[1] (Revista No. 160), los intentos revolucionarios en Alemania en 1919[2] (Revista No. 161), recordamos en este número el centenario de la fundación de la Internacional Comunista. Todas estas experiencias son piezas esenciales de la herencia política del proletariado mundial, frente a la que la burguesía hace todo lo que está en su poder para asegurar que sean desnaturalizadas (la revolución en Rusia y Alemania) o que sean olvidadas, como es el caso de la fundación de la Internacional Comunista. El proletariado tendrá que reapropiarlas para que, mañana, salga victorioso un nuevo intento revolucionario mundial.
Esto se refiere en particular a las siguientes cuestiones, algunas de las cuales se abordan en el presente número de la Revista:
Esta fundación concreta ante todo la necesidad de revolucionarios que han permanecido fieles al internacionalismo traicionado por la Derecha de los partidos socialdemócratas (la mayoría en la mayoría de estos partidos) a trabajar por la construcción de una nueva internacional. En la vanguardia de este esfuerzo y perspectiva se encuentra en particular la Izquierda de los Partidos Socialdemócratas, agrupada en torno a Rosa Luxemburgo en Alemania, Pannekoek y Gorter en Holanda, y por supuesto la fracción bolchevique del partido ruso en torno a Lenin. Fue por iniciativa del Partido Comunista (bolchevique) de Rusia y del Partido Comunista de Alemania (KPD, antes Liga Spartacus) que el primer Congreso de la Internacional se convocó en Moscú el 2 de marzo de 1919.
La fundación del nuevo partido, el Partido Mundial de la Revolución, que llegó tarde en un momento en que la mayoría de los levantamientos revolucionarios del proletariado en Europa habían sido reprimidos violentamente, tenía como misión primordial proporcionar una dirección política clara a las masas trabajadoras: el derrocamiento de la burguesía, la destrucción de su estado y la construcción de un nuevo mundo sin guerras ni explotación.
La plataforma de la Internacional Comunista refleja el profundo cambio en el período histórico abierto por la Primera Guerra Mundial: "ha surgido una nueva era: la era de la desintegración del capitalismo, de su colapso interno. La era de la revolución comunista del proletariado", de modo que la única alternativa para la sociedad es ahora: la revolución proletaria mundial o la destrucción de la humanidad; el socialismo o la barbarie.
Todos estos aspectos de la fundación de la Internacional Comunista se desarrollan en los dos artículos de esta revista que dedicamos a esta cuestión, el primero en particular, "Centenario de la fundación de la Internacional Comunista - La Internacional de la Acción Revolucionaria de la Clase Trabajadora". El segundo artículo, "100 años de la fundación de la Internacional Comunista - ¿Qué lecciones se pueden aprender para las luchas del futuro? " desarrolla más particularmente una idea ya abordada en la primera: debido a la situación de emergencia, los principales partidos fundadores de la Internacional Comunista, en particular el Partido Bolchevique y el KPD, fueron incapaces de aclarar sus diferencias y confusión de antemano.
Además, el método utilizado por el nuevo partido para su fundación no iba a armarlo para el futuro. De hecho, gran parte de la vanguardia revolucionaria dio prioridad a la cantidad en términos de afiliados a expensas de la clarificación previa sobre los principios organizativos y programáticos. Tal enfoque le dio la espalda al enfoque desarrollado por los bolcheviques durante su existencia como una fracción dentro de la POSDR[4].
Esta falta de clarificación contribuyó como un factor importante, ante el retroceso de la ola revolucionaria, en el desarrollo del oportunismo en la Internacional. Este será el origen de un proceso de degeneración que llevará a la propia bancarrota de la IC, como fue el caso de la II Internacional. Esta nueva Internacional también sucumbió a la traición del principio del internacionalismo por parte de la derecha de los partidos comunistas. Posteriormente, en la década de 1930, en nombre de la defensa de la "patria soviética", los partidos comunistas de todos los países pisotearon la bandera de la Internacional llamando a los proletarios a matarse de nuevo en los campos de batalla de la Segunda Guerra Mundial.
Frente a su degeneración, la IC, al igual que la II Internacional, incubó en su seno minorías de izquierda entre los militantes del partido comunista que se han mantenido fieles al internacionalismo y al lema "Los proletarios no tienen patria. Trabajadores de todos los países, uníos". Una de las fracciones así constituidas, la Izquierda Comunista de Italia, y posteriormente la Fracción Francesa de la Izquierda Comunista, que más tarde se convertiría en la Izquierda Comunista de Francia (GCF), hizo un gran trabajo en la evaluación de la ola revolucionaria. Publicamos los capítulos del artículo del número 7 (enero / febrero de 1946) de la revista Internationalisme, que tratan de la cuestión del papel de las fracciones que emergen del partido degenerado ("La fracción de izquierda"), y su contribución a la formación del futuro partido, en particular el método que debe aplicarse con este fin ("Método de formación de partidos").
Estas minorías revolucionarias, cada vez más reducidas, tuvieron que trabajar en un contexto de profundización de la contrarrevolución, ilustrado en particular por la ausencia de surgimiento revolucionario al final de la Segunda Guerra Mundial, a diferencia de lo que había ocurrido después de la Primera Guerra Mundial. Por lo tanto, este nuevo conflicto mundial había sido una prueba de fuego para las débiles fuerzas que habían permanecido en el terreno de clase mientras que los PC habían traicionado la causa del internacionalismo proletario. Así, la corriente trotskista a su vez traicionó pasando al campo enemigo generando reacciones proletarias dentro de él.
El número 43 (junio / julio 1949) de Internacionalismo incluye un artículo, "Bienvenida a Socialismo o Barbarie" (reeditado en el número 161 de nuestra Revista, en la primera parte del artículo "Castoriadis, Munis y el problema de la ruptura con el trotskismo"[5]) que toma una posición clara sobre la naturaleza del movimiento trotskista, que había abandonado sus referencias proletarias al participar en la Segunda Guerra Imperialista Mundial. Este artículo de Internationalisme es un buen ejemplo del método utilizado por el GCF en sus relaciones con los supervivientes del naufragio del trotskismo tras la Segunda Guerra Mundial. En la segunda parte de "Castoriadis, Munis y el problema de la ruptura con el trotskismo", publicada en este número de la Revista, se destaca lo difícil que es para quienes han crecido en el ambiente corrupto del trotskismo romper profundamente con sus ideas y actitudes fundamentales. Esta realidad queda ilustrada por la trayectoria de dos militantes, Castoriadis y Munis, que, sin duda, hasta finales de los años cuarenta y principios de los cincuenta, fueron militantes de la clase obrera. Munis permaneció así toda su vida, lo que no fue el caso de Castoriadis, que abandonó el movimiento obrero[6].
En cuanto a Munis, se destaca su dificultad para romper con el trotskismo: "Detrás de esta negativa a analizar la dimensión económica de la decadencia del capitalismo se esconde un voluntarismo que no es nuevo, cuyos fundamentos teóricos se remontan a la carta anunciando su ruptura con la organización trotskista en Francia, el Parti Communiste Internationaliste, donde mantiene la noción de Trotsky, presentada en las primeras líneas del Programa de Transición, de que la crisis de la humanidad es la crisis de la dirección revolucionaria". Sobre Castoriadis, se señala que "este "radicalismo" que hizo salivar tanto a los periodistas de alto vuelo fue una hoja de parra que cubría el hecho de que el mensaje de Castoriadis era extremadamente útil para las campañas ideológicas de la burguesía. Así, su afirmación de que el marxismo había sido pulverizado dio un apoyo "radical" a toda la campaña sobre la muerte del comunismo que se desarrolló tras el colapso de los regímenes estalinistas del bloque oriental en 1989. En cierto modo, es uno de los padres fundadores de lo que hemos llamado la corriente "modernista".
En este número de la Revista Internacional, continuamos también la denuncia, realizada en su número 160, de la unión de todas las facciones nacionales y de los partidos de la burguesía mundial contra la revolución rusa, para contener la ola revolucionaria e impedir que se extienda a los principales países industrializados de Europa Occidental. Contra los intentos revolucionarios en Alemania después, donde el SPD desempeñará un papel principal como verdugo de los levantamientos revolucionarios en ese país. Las campañas de calumnias, organizadas en la cúspide del estado para justificar la represión sangrienta, eran repugnantes. Más tarde, el estalinismo se impuso como verdugo de la revolución, asumiendo el ejercicio del terror de estado, la liquidación de la vieja guardia del partido bolchevique. Una vez que la URSS se convirtió en un estado burgués imperialista contra la clase obrera, las grandes democracias fueron cómplices para liquidar física e ideológicamente octubre de 1917. Tal alianza ideológica y política global ha sobrevivido a lo largo de los años y fue revivida, con más fuerza que nunca, en el momento del colapso del bloque oriental y del estalinismo, una forma particular de capitalismo de estado que ha sido presentada como “comunismo” lo que permitió a la campaña ideológica de la burguesía mundial repetir hasta la náusea “la bancarrota del comunismo”.
No hay artículos en esta Revista sobre temas candentes de la situación internacional. Sin embargo, nuestros lectores pueden ir a nuestro sitio donde se publican dichos artículos. Además, en el próximo número de la Revista Internacional se dará la debida importancia a estas cuestiones.
(14/05/2019)
[1] Ver LISTA DE ARTICULOS SOBRE LA REVOLUCION RUSA https://es.internationalism.org/cci-online/200805/2245/lista-de-articulos-sobre-la-revolucion-rusa [24]
[2] Ver Lista de artículos sobre la tentativa revolucionaria en Alemania 1918-23 https://es.internationalism.org/content/4373/lista-de-articulos-sobre-la-tentativa-revolucionaria-en-alemania-1918-23 [13]
[3] En la sección de Textos por Temas de nuestra Web se puede encontrar una colección de artículos sobre la oleada revolucionaria de 1917-23. Ver 1914-23, 10 años que sacudieron al mundo, https://es.internationalism.org/go_deeper [8]
[4] POSDR: Partido Obrero Socialdemócrata de Rusia, fundado en 1898. En 1903 durante el 2º Congreso se produjo la escisión entre mencheviques y bolcheviques.
[5] Ver https://es.internationalism.org/content/4363/castoriadis-munis-y-el-problema-de-la-ruptura-con-el-trotskismoii [25]
[6] Ver En memoria de Munis, militante de la clase obrera, https://es.internationalism.org/revista-internacional/200608/1028/en-memoria-de-munis-militante-de-la-clase-obrera [26]
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Artículo publicado por primera vez en Internationalisme nº 7 - Año 1946 órgano de la Gauche Communiste de France
Para estimular la discusión sobre la formación del futuro partido mundial de la revolución, publicamos a continuación dos capítulos de un artículo de Internationalisme nº 7 de enero de 1946, titulado “À propos du 1er congrès du Parti communiste internationaliste d’Italie’’ (Acerca del primer congreso del Partido Comunista Internacionalista de Italia) La revista Internationalisme era el órgano teórico de la Fracción Francesa de la Izquierda Comunista (FFGC), es decir, el grupo más claro políticamente del período inmediatamente posterior a la Segunda Guerra Mundial. A finales de 1945, la Fracción se transformó en Izquierda Comunista de France (GCF) para evitar confusiones con una escisión formada por militantes franceses que la habían abandonado y que habían tomado el mismo nombre (FFGC- bis).
Este artículo (que publicaremos íntegramente en nuestra página web) desarrolla, a partir de las lecciones de la degeneración de la Tercera Internacional, los criterios que deben regir la constitución de un futuro partido mundial. Los dos capítulos publicados en esta Revista -el primero "La Fracción de Izquierda" y el sexto "Método de formación del Partido" - ofrecen una visión general de los temas políticos que surgieron desde la fundación de la III Internacional con una argumentación coherente. Son como un puente entre el período de la primera posguerra y el de la segunda, basándose en la valoración hecha por la Fracción italiana en los años treinta, mientras que los demás capítulos están más bien dedicados a la polémica con posiciones y corrientes más específicas de los años cuarenta, como el RKD (Revolutionäre Kommunisten Deutschlands, ex-trotskistas austriacos) y Vercesi (esos capítulos son también muy interesantes pero no pueden incluirse en la revista impresa).
Resumiendo, brevemente, los criterios para la fundación del partido son, por un lado, un camino abierto hacia la reanudación de la lucha ofensiva del proletariado y, por otro, la existencia de una base programática sólida para el nuevo partido.
En aquellos años, después de la reunión del primer congreso del Partido Comunista Internacionalista de Italia en Turín a finales de diciembre de 1945, la GCF consideró que se había cumplido la primera condición: un nuevo curso favorable. Por lo tanto, sobre esa base, saluda la transformación de la Fracción de Izquierda italiana "al dar nacimiento al nuevo Partido del Proletariado" (capítulo "La Fracción de Izquierda"). Pero, poco más tarde, en 1946, la GCF se dio cuenta de que el período de la contrarrevolución no había terminado y que, por lo tanto, no se daban las condiciones objetivas para la formación del Partido. Por ello dejó de publicar su revista de agitación L'Étincelle, creyendo que la perspectiva de una reanudación histórica de la lucha de clases no estaba al orden del día. La última publicación de L'Etincelle data de noviembre de 1946.
Además, la GCF critica severamente el método utilizado para formar el partido italiano, mediante la "adición de corrientes y tendencias" sobre una base programática heterogénea (capítulo "Método de formación del partido"), de la misma manera que había criticado (en el mismo capítulo) el método de formación de la IC, al hacer una "amalgama en torno a un programa deliberadamente inacabado” y oportunista[1], que daba así la espalda al método que construcción del partido bolchevique.
El mérito del artículo de Internationalisme es haber insistido en el rigor necesario en el programa, un rigor ausente en el partido recién constituido en Italia. El artículo, escrito unos 25 años después de la fundación de la Comintern, y unas semanas después del congreso de PCInt es sin lugar a duda la crítica más consistente al método del Partido Bolchevique para fundar la Internacional Comunista. Internationalisme fue también la única publicación del movimiento de la Izquierda Comunista de aquel entonces en poner de relieve el método oportunista del PCInt.
La GCF es, en este sentido, un ejemplo de continuidad con el método de Marx y Engels cuando se fundó el Partido Socialdemócrata Alemán en Gotha en 1875 (ver la Crítica al programa de Gotha), un método que rechazaba las bases confusas y oportunistas en las que se fundó el SAPD[2]. Continuidad también con la actitud de Rosa Luxemburg hacia el oportunismo del revisionista Bernstein en la Socialdemocracia alemana 25 años después, pero también continuidad con la de Lenin hacia los mencheviques en lo que a principios organizativos se refiere. Finalmente, continuidad con la actitud de Bilan frente al oportunismo de la corriente trotskista durante los años 30. Fue gracias a esa intransigencia en defensa de las posiciones programáticas y de los principios organizativos que hubo gente procedente de la corriente trotskista (como los RKD) que pudo orientarse hacia la defensa del internacionalismo durante y después de la Segunda Guerra Mundial. Por lo tanto, mantener bien alta la bandera del internacionalismo en contra de los "partisanos", defender la intransigencia contra el oportunismo fue una condición para que las fuerzas internacionalistas encontraran una brújula política.
En esta presentación debemos precisar una formulación sobre la lucha de la Spartakusbund (Liga Espartaquista) durante la Primera Guerra Mundial. El artículo dice en el capítulo 6: "La experiencia de Spartakusbund es esclarecedora al respecto. Su fusión con los Independientes no condujo, como esperaban, a la creación de un partido de clase fuerte, sino que acabó en la asfixia de Spartakusbund por los independientes y el debilitamiento del proletariado alemán. Rosa Luxemburg, antes de ser asesinada, y otros líderes de Spartakusbund parecían haberse dado cuenta de ese error de haberse fusionado con los Independientes y tendían a corregirlo. Pero ese error no sólo fue mantenido por la IC en Alemania, sino que se convirtió en el método practicado, impuesto por la IC, en todos los países para la formación de los partidos comunistas". No es cierto que se hubiera producido una fusión de la Spartakusbund con el USPD. El partido USPD fue fundado por el SAG (Sozialistische Arbeitsgemeinschaft, Grupo de Trabajo Socialista); el grupo "Die Internationale" (Spartakusbund) pasó a formar parte de él. Pero no fue una fusión como tal, pues ésta implicaría la disolución de la organización que se fusiona con la otra. De hecho, los espartaquistas mantuvieron su independencia organizativa y su capacidad de acción al tiempo que se proponían el objetivo de atraer a la izquierda de aquella formación a sus posiciones. Muy diferente fue el método de la IC a través de la fusión de diferentes grupos en un solo partido, "abandonando" la selección necesaria en aras de la "adición", "sacrificando los principios en aras de la cantidad".
Hay que rectificar también un error factual en este artículo. Se dice: "En Inglaterra, la IC obligará a los grupos comunistas a unirse al Partido Laborista Independiente para formar una oposición revolucionaria masiva dentro de ese partido reformista”. En realidad, lo que exigió la IC fue ni más ni menos que la integración pura y simple de los comunistas en el Partido Laborista. Este error de detalle no altera la sustancia del argumento de Internationalisme.
(14 de mayo de 2019)
(Internationalisme 1946)
A finales de 1945 se celebró el primer Congreso del recién formado Partido Comunista Internacionalista de Italia.
Este nuevo Partido del proletariado no surgió espontáneamente de la nada. Es el resultado de un proceso que comienza con la degeneración del antiguo Partido Comunista y de la Internacional Comunista. Esta degeneración oportunista hizo surgir dentro del propio partido la respuesta histórica de la clase: la Fracción de Izquierda.
Como todos los partidos comunistas formados después de la Primera Guerra Mundial, el Partido Comunista de Italia se componía de corrientes oportunistas y de corrientes revolucionarias en el momento de su formación.
La victoria revolucionaria del proletariado ruso y del Partido Bolchevique de Lenin en octubre de 1917, mediante su influencia decisiva en el movimiento obrero internacional, aceleró el proceso completándolo y precipitando la diferenciación y delimitación organizativa y política entre revolucionarios y oportunistas que convivían en los antiguos partidos socialistas de la II Internacional. La guerra de 1914 rompió esa unidad imposible que existía en los viejos partidos.
La Revolución de Octubre tuvo que acelerar la constitución de los nuevos partidos del proletariado. Pero esta influencia positiva de la Revolución de Octubre también contenía elementos negativos.
Al apresurar la formación de nuevos partidos, se impidió que la construcción se llevara a cabo basándose en la claridad de principios y un programa revolucionario. Estos sólo pueden ser elaborados después de una lucha política franca e inflexible para eliminar las corrientes oportunistas y los residuos de la ideología burguesa.
Al no haberse concluido el programa de la revolución, los antiguos Partidos Comunistas, construidos demasiado apresuradamente sobre la base de un apego sentimental a la Revolución de Octubre, ofrecieron demasiadas grietas a la penetración del oportunismo en los nuevos partidos del proletariado.
Además, la IC y los partidos comunistas de los distintos países verán, desde su fundación, cómo vuelve a resurgir la lucha entre revolucionarios y oportunistas. La lucha ideológica (que tenía que haberse hecho de antemano y haber sido la condición para la construcción del partido, que sólo puede protegerse de la gangrena oportunista mediante la formulación de principios y la construcción del programa) no se produjo sino después de la constitución de los partidos. De hecho, los antiguos partidos comunistas no sólo introdujeron la semilla del oportunismo en su seno a causa de su propia constitución, sino que además hicieron más difícil la lucha de las corrientes revolucionarias contra el oportunismo superviviente y camuflado dentro del propio nuevo Partido. Cada derrota del proletariado, al modificar la relación de fuerzas entre clases en contra de éste, promovió inevitablemente el fortalecimiento de las posiciones del oportunismo en el Partido, lo que a su vez se convirtió en un factor adicional de las derrotas posteriores del proletariado.
Si el desarrollo de la lucha entre las corrientes en el Partido alcanzó rápidamente un nivel tan alto de agudeza, ello se debe al período histórico en que vivimos. La Revolución proletaria salió fuera de las esferas de la especulación teórica. De haber sido ayer un ideal lejano se ha convertido hoy en un problema de actividad práctica e inmediata.
El oportunismo ya no se manifiesta en elucubraciones teóricas librescas que actúan como un veneno lento en el cerebro de los proletarios. En el momento actual de aguda lucha de clases, el oportunismo tiene una repercusión inmediata y se paga con millones de vidas de proletarios y de derrotas sangrientas de la Revolución. El oportunismo que surgió y se fortaleció en la IC y sus partidos fue la baza y el auxiliar principal del capitalismo contra la revolución al ser la extensión del enemigo de clase dentro del órgano tan decisivo del proletariado. Los revolucionarios no podían oponerse al Partido sino era consolidando su Fracción y proclamando la lucha abierta y a muerte contra él. La constitución de la Fracción significa que el Partido se convirtió en el teatro donde las expresiones de clases opuestas y antagónicas se enfrentan entre sí.
Significó el grito de guerra de los revolucionarios para salvaguardar al Partido de y para la clase, contra el capitalismo y sus agentes oportunistas y centristas, que tendían a apoderarse de él y convertirlo en un instrumento contra el proletariado.
La lucha entre la Fracción Comunista de Izquierda y las fracciones de centro y derecha por el Partido no es una lucha por la "dirección" del aparato, sino esencialmente programática; es un aspecto de la lucha general entre revolución y contrarrevolución, entre capitalismo y proletariado.
Esta lucha sigue el curso objetivo de las situaciones, los cambios en el equilibrio de poder entre las clases y está condicionada por ellas.
La única alternativa es: o triunfa el programa de la Fracción de Izquierda y queda eliminado el oportunismo, o, si no, es la traición abierta del Partido puesto al servicio del capitalismo. Pero cualquiera que sea el resultado de esa alternativa, el surgimiento de la Fracción significa que la continuidad histórica y política de la clase ha pasado definitivamente del Partido a la fracción y que ésta es la única que, desde entonces, expresa y representa a la clase.
De igual modo que el viejo Partido sólo pudo ser salvarse por el triunfo de la Fracción; de igual modo que la alternativa a la traición del viejo Partido, que remataba así su curso irremediable bajo la dirección del centrismo, el nuevo partido de clase sólo puede formarse sobre las bases programáticas de la Fracción.
La continuidad histórica de la clase se realiza mediante la sucesión Partido-fracción-Partido. Es ésa una de las nociones fundamentales de la Izquierda Comunista Internacional. Esta posición ha sido durante mucho tiempo un postulado teórico. La formación del PCInt de Italia y su Primer Congreso confirman históricamente la exactitud de este postulado.
La Fracción de Izquierda italiana, después de 20 años de lucha contra el centrismo, ha completado su función histórica transformándose y haciendo surgir el nuevo Partido del Proletariado.
Internationalisme nº 7
Si bien es cierto que la constitución del Partido está determinada por condiciones objetivas y no puede ser el resultado de la voluntad individual, el método utilizado para tal constitución ha dependido más directamente de un "subjetivismo" de los grupos y militantes que en él han participado. Son ellos los que sienten la necesidad de la constitución del Partido y la traducen en sus acciones. El elemento subjetivo también se convierte en un factor determinante en el proceso y lo sigue; e imprime una orientación para el desarrollo ulterior del Partido. Sin caer en un fatalismo impotente, sería muy peligroso ignorar las graves consecuencias que se derivan de la forma en que los hombres realizan y llevan a cabo las tareas de cuya necesidad objetiva han tomado conciencia.
La experiencia nos enseña la importancia decisiva del problema del método de constitución del Partido. Sólo los ignorantes o los descerebrados, aquellos para quienes la historia comienza sólo con su propia actividad, pueden darse el lujo de ignorar toda la rica y dolorosa experiencia de la Tercera Internacional. Y no es menos grave que ver a militantes muy jóvenes, que apenas han entrado en el movimiento obrero y en la Izquierda Comunista, no sólo contentarse con su ignorancia y acomodarse a ella, sino que la convierten en la base de su pretenciosa arrogancia.
El movimiento obrero tras la primera guerra imperialista mundial se encuentra en un estado de división extrema. La guerra imperialista rompió la unidad formal de las organizaciones políticas que reivindicaban al proletariado. La crisis del movimiento obrero, que ya existía antes, alcanzó su punto más álgido debido a la guerra mundial y a las posiciones que había que adoptar en respuesta a ella. Todos los partidos y organizaciones anarquistas, sindicales y marxistas se vieron violentamente zarandeadas. Se multiplicaron las divisiones. Surgieron nuevos grupos. Se produjo una delimitación política. La minoría revolucionaria de la II Internacional representada por los bolcheviques, la izquierda alemana de R. Luxemburg y los tribunistas holandeses, ya de por sí poco homogénea, dejó de estar frente a un bloque oportunista, pues entre ella y los oportunistas había un arco iris de grupos políticos y tendencias más o menos confusas, más o menos centristas, más o menos revolucionarias, que representaban un desplazamiento general de las masas que estaban separándose de la guerra, rompiendo con la unión sagrada, con la traición de los antiguos partidos socialdemócratas. Se asistió entonces al proceso de liquidación de los antiguos partidos cuyo desmoronamiento engendró una multitud de grupos. Estos grupos no eran tanto la expresión del proceso de formación del nuevo Partido, sino más bien el proceso de dislocación, liquidación y muerte del viejo Partido. Esos grupos contenían sin duda elementos para la formación del nuevo partido, pero no eran, en modo alguno, la base de tal formación. Aquellas corrientes expresaban esencialmente la negación del pasado y no la afirmación positiva del futuro. La base del nuevo Partido de clase no era sino la de la vieja izquierda y su labor crítica y constructiva, en las posiciones teóricas, en los principios programáticos que había elaborado durante los 20 años de su existencia y de su lucha fraccionaria dentro del antiguo Partido.
La revolución de octubre de 1917 en Rusia enardeció el entusiasmo entre las masas y aceleró el proceso de liquidación de los antiguos partidos, de la traición. Al mismo tiempo, planteó, de manera candente, el problema de la constitución del nuevo Partido y de la nueva Internacional. La antigua izquierda, los bolcheviques, los espartaquistas, se vieron abrumados por el rápido desarrollo de la situación objetiva, por el empuje revolucionario de las masas. Su precipitación en la construcción del nuevo Partido correspondía y era el resultado de la precipitación de acontecimientos revolucionarios en el mundo. Es innegable que una de las causas históricas de la victoria de la revolución en Rusia y su derrota en Alemania, Hungría e Italia radica en la existencia del Partido revolucionario en el momento decisivo en aquel país y en su ausencia o inexistencia en éstos últimos. Por eso, los revolucionarios trataron de cerrar la brecha entre la madurez de la situación objetiva y la inmadurez del factor subjetivo (la ausencia del Partido) mediante una amplia confluencia de grupos y corrientes políticamente heterogéneos, proclamando tal reunión como nuevo Partido.
El método "estrecho" (la selección basada en los principios más precisos, sin fijarse en los éxitos numéricos inmediatos) había permitido a los bolcheviques construir el Partido que, en el momento decisivo, fue capaz de integrar en su seno y asimilar todas las energías y militantes revolucionarios de las demás corrientes y, en última instancia, dirigir al proletariado hacia la victoria. El método "amplio", en cambio, preocupado sobre todo por reunir inmediatamente al mayor número de miembros a expensas de la precisión programática y de principios, debía conducir a la constitución de los Partidos de masas, colosos con pies de barro que acabarían cayendo, ante la primera derrota, en manos del oportunismo. La formación del Partido de clase es infinitamente más difícil en los países capitalistas avanzados -donde la burguesía conoce mil maneras de corromper la conciencia del proletariado- que en Rusia.
La IC creía que podía superar las dificultades utilizando métodos distintos al que había ganado en Rusia. La construcción del partido no es un problema de habilidades, sino esencialmente un problema de solidez programática.
Contra la mayor fuerza ideológica corruptora del capitalismo y sus agentes, lo único que el proletariado puede oponer es una mayor severidad e intransigencia de principios de su programa de clase. Por muy lento que parezca ese camino hacia la construcción del Partido, a los revolucionarios no les queda otro, sino es, como la experiencia ha demostrado, el que conduce a la bancarrota.
La experiencia de Spartakusbund es esclarecedora al respecto. Su fusión con los Independientes no condujo, como esperaban, a la creación de un partido de clase fuerte, sino que acabó en la asfixia de Spartakusbund por los independientes y el debilitamiento del proletariado alemán. Rosa Luxemburg, antes de ser asesinada, y otros líderes de Spartakusbund parecían haberse dado cuenta de ese error de haberse fusionado con los Independientes y tendían a corregirlo. Pero ese error no sólo fue mantenido por la IC en Alemania, sino que se convirtió en el método practicado, impuesto por la IC, en todos los países para la formación de los partidos comunistas.
En Francia, la IC "hará" un Partido Comunista mediante la fusión y unificación impuesta entre grupos de sindicalistas revolucionarios, grupos internacionalistas del Partido Socialista y la tendencia centrista, corrupta y podrida de los parlamentarios, dirigida por Frossard y Cachin.
En Italia, la IC también exigirá a la Fracción Abstencionista de Bordiga fundar una sola organización con las tendencias centristas y oportunistas de Ordine Nuovo y Serrati.
En Inglaterra, la IC obligará a los grupos comunistas a unirse al Partido Laborista Independiente para formar una oposición revolucionaria masiva dentro de ese partido reformista.
En resumen, el método que utilizará la IC para "construir" los partidos comunistas será el contrario al método utilizado y comprobado en la construcción del Partido Bolchevique.
Ya no es la lucha ideológica en torno al programa, la eliminación progresiva de las posiciones oportunistas lo que, mediante el triunfo de la Fracción Revolucionaria coherente, servirá de base para la construcción del Partido, sino la suma de diferentes tendencias, una amalgama en torno a un programa deliberadamente inacabado lo que servirá de base. Se abandonará la selección a favor de la suma, y se sacrificarán los principios en aras de la cantidad.
¿Cómo pudieron los bolcheviques y Lenin tomar el camino que ellos mismos habían condenado y combatido durante 20 años en Rusia? ¿Cómo puede explicarse el cambio en el método de formación del Partido, para los bolcheviques, entre antes y después de 1917? Lenin no se hacía ilusiones sobre los líderes oportunistas y centristas, sobre la conversión de los Frossard y otros Ledebour a la revolución, sobre la valía de los revolucionarios de última hora. Lenin no podía ignorar el peligro que representaba la admisión de toda aquella escoria en los partidos comunistas. Si decidió admitirlos, es porque estaba sometido a la precipitación de los acontecimientos, porque creía que esos elementos, en el desarrollo mismo de los acontecimientos, serían eliminados gradual y definitivamente del Partido. Lo que permitió a Lenin inaugurar el nuevo método es que se basaba en dos nuevos hechos que, en su opinión, ofrecían una garantía suficiente: la preponderancia política del Partido Bolchevique en la IC y el desarrollo objetivo del curso revolucionario. La experiencia ha demostrado desde entonces que Lenin cometió un error colosal al subestimar el peligro de una degeneración oportunista, siempre posible, de un partido revolucionario y tanto más favorecida cuando la formación del Partido no se basa en la eliminación de las tendencias oportunistas sino en camuflarlas, sumarlas, incorporarlas como elementos constitutivos del nuevo Partido.
Contra el método "amplio" de agregar que triunfó en la IC, la izquierda recordó con energía el método de seleccionar que era el de Lenin antes de la Revolución de Octubre. Y es uno de los mayores méritos de Bordiga y su fracción el haber luchado con la mayor energía contra el método de la IC y haber puesto de relieve el error del método de formación del Partido y las graves consecuencias que tuvo para el desarrollo ulterior de los partidos comunistas. Si la fracción de Bordiga finalmente aceptó formar el Partido Comunista de Italia junto con la facción "Ordine Nuovo", lo hizo sometiéndose a la decisión de la IC, después de haber formulado las críticas más severas y haber mantenido sus posiciones, unas posiciones que la fracción mantuvo en espera de hacerlas triunfar en las crisis inevitables dentro del Partido y tras la propia experiencia histórica viva y concreta.
Se puede decir hoy [1946] que de igual modo que la ausencia de partidos comunistas durante la primera ola de la revolución de 1918-20 fue una de las causas de su fracaso, el método de formación de los partidos en 1920-21, fue también una de las causas principales de la degeneración de los PC y la IC.
No es de extrañar que hoy, 23 años después de la discusión entre Bordiga y Lenin, se repita el mismo error en la propia formación del PCInt de Italia. El método de la IC, tan violentamente combatido por la Fracción de Izquierda (de Bordiga) y cuyas consecuencias fueron catastróficas para el proletariado, es hoy asumido por la propia Fracción para la construcción del PCInt de Italia.
Muchos camaradas de la Izquierda Comunista Internacional parecen estar sufriendo de amnesia política. Y, en caso de que recuerden las posiciones críticas de la izquierda sobre la constitución del Partido, quizás ahora crean que pueden saltárselas. Creen que el peligro de ese método está circunscrito y hasta totalmente anulado porque lo aplica la Fracción de Izquierda, es decir, el organismo que fue capaz de resistir a la degeneración oportunista de la IC durante 25 años. Volvemos así a caer en los argumentos de los bolcheviques. Lenin y los bolcheviques también creían que, como eran ellos los que aplicaban tal método, estaba garantizado. La historia demuestra que no hay infalibilidad. Ningún partido, sea cual sea su pasado revolucionario, está inmunizado contra la degeneración oportunista. Los bolcheviques tenían como mínimo tantos títulos revolucionarios que hacer valer como la Fracción Italiana de la Izquierda Comunista. No sólo habían resistido al oportunismo de la II Internacional, la traición ante la guerra imperialista, no sólo habían formado el Partido, sino que también habían conducido al proletariado a la victoria. Pero todo este glorioso pasado -que ninguna otra fracción tiene todavía en su haber- no inmunizó al Partido Bolchevique. Cada error es una brecha en la armadura del Partido a través del cual se infiltra la influencia del enemigo de clase. Los errores tienen sus consecuencias lógicas.
El Partido Comunista Internacional de Italia se "construye" mediante la fusión, la adhesión de grupos y tendencias tan opuestos políticamente entre sí como lo eran la Fracción Abstencionista de Bordiga y "Ordine Nuovo" cuando se fundó el PC en 1921. En el nuevo Partido ocupan sus lugares, en igualdad de condiciones, la Fracción italiana y la Fracción Vercesi, la cual había sido excluida por su participación en el Comité de Coalición Antifascista. No es ya sólo una repetición del error metodológico de hace 25 años, sino incluso una repetición agravada.
Al formular nuestra crítica al método de creación del PCInt de Italia, nos limitamos a adoptar la posición de la Fracción Italiana, que ahora abandona. Y así como Bordiga seguía a Lenin contra el propio error de Lenin, lo único que hacemos es seguir la política de Lenin y Bordiga ante el abandono de sus posiciones por parte de la Fracción Italiana.
El nuevo partido no es una unidad política, sino un conglomerado, una suma de tendencias que inevitablemente habrán de emerger y chocar entre sí. El armisticio actual será muy temporal. La eliminación de una u otra corriente es inevitable. Tarde o temprano, será necesaria una delimitación política y organizativa. De nuevo, como hace 25 años, el problema es: ¿Quién saldrá vencedor?
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En la primera parte de este artículo recordábamos las circunstancias en las que se fundó la Tercera Internacional (la Internacional Comunista). La existencia del partido mundial dependía sobre todo de la extensión de la revolución a escala mundial, y su capacidad para asumir sus responsabilidades ante la clase dependía del modo en el que afrontaría el reagrupamiento de revolucionarios del que surgió, en primer lugar. Sin embargo, como dijimos, el método que se adoptó en la fundación de la Internacional Comunista (IC), favoreciendo la cantidad numérica por encima de la clarificación de posiciones y principios políticos, no dio las armas adecuadas al nuevo partido mundial. Y lo que es peor, lo hizo vulnerable al surgimiento de un oportunismo rampante en el seno del movimiento revolucionario. En esta segunda parte, queremos destacar el contenido de la lucha llevada a cabo por las fracciones de izquierda contra la línea de la IC que se empeñaba en mantener viejas tácticas, obsoletas por la entrada del capitalismo en su fase de decadencia.
Esta nueva fase en la vida del capitalismo requería una redefinición de ciertas posiciones programáticas y organizacionales, para permitir que el partido mundial orientara adecuadamente al proletariado en su propio terreno de clase.
Como señalábamos en la primera parte del artículo, el Primer Congreso de la Internacional Comunista destacó que la destrucción de la sociedad burguesa formaba ya parte, plenamente, de la agenda histórica. Efectivamente, el periodo de 1918-1919 fue testigo de una verdadera movilización del proletariado mundial en su conjunto[1], empezando por Europa:
La oleada revolucionaria se extendió entonces al continente americano:
Y también por África y Asia:
Bajo estas condiciones, los revolucionarios de la época tenían buenas razones para decir que ''la victoria de la revolución proletaria a escala mundial está asegurada. La fundación de una República Soviética Internacional está en camino''[2]. Hasta entonces, la extensión de la oleada revolucionaria por Europa y por todo el mundo confirmaba las tesis del Primer Congreso:
"1) El periodo actual es el periodo de la desintegración y colapso de todo el sistema capitalista mundial, que arrastrará a toda la civilización europea consigo si el capitalismo, con sus contradicciones insolubles, no es destruido.
2) La tarea actual del proletariado es tomar el poder estatal inmediatamente. Este asalto del poder estatal significa la destrucción del aparato estatal de la burguesía y la organización de un nuevo aparato de poder proletario"[3].
La nueva época que se abría, de guerras y revoluciones, enfrentaba al proletariado mundial y su partido con problemas nuevos. La entrada del capitalismo en su fase de decadencia equivalía, directamente, a la necesidad de la revolución, y modificaba en cierta manera la forma en la que la lucha de clases se iba a desarrollar.
La oleada revolucionaria consagró la forma, finalmente hallada, de la dictadura del proletariado: los soviets. Pero también mostró que los métodos y formas de lucha heredados del siglo XIX, como los sindicatos y el parlamentarismo, se habían agotado.
``En el nuevo periodo, fue la práctica de los obreros mismos la que puso en cuestión las viejas tácticas sindicalistas y parlamentaristas. El proletariado ruso disolvió el parlamento tras tomar el poder y, en Alemania, una significativa masa de trabajadores se pronunció a favor de boicotear las elecciones de diciembre de 1918. En Rusia como en Alemania, la organización de consejos apareció como la única forma de lucha revolucionaria, reemplazando al sindicato. Por añadidura, la lucha de clases en Alemania puso al descubierto el antagonismo entre el proletariado y los sindicatos´´[4].
Las corrientes de izquierda de la Internacional se organizaron sobre unas claras bases políticas: la entrada del capitalismo en su fase decadente imponía un único camino a seguir; el de la revolución proletaria y la destrucción del Estado burgués, con la mira puesta en la abolición de las clases sociales y la construcción de una sociedad comunista. Desde entonces en adelante, la lucha por reformas y la propaganda revolucionaria en los parlamentos burgueses carecían ya de sentido. En muchos países, el rechazo a las elecciones supuso para las fracciones de izquierda la posición que una auténtica organización comunista debía adoptar:
Para todos estos grupos, el rechazo del parlamentarismo se convirtió en una cuestión de principios: la conclusión práctica de los análisis y posiciones adoptados en el Primer Congreso de la IC. Sin embargo, la mayoría de la IC no lo veía así, empezando por los bolcheviques; incluso si no había ambigüedades en torno al carácter reaccionario de los sindicatos y la democracia burguesa, la lucha en su interior no debía ser abandonada. El Comité Ejecutivo de la IC envió una circular el 1 de septiembre de 1919 apoyando este paso atrás, que volvía a la vieja concepción socialdemócrata de ver el parlamento como una colina que conquistar para la revolución: ''[los militantes] van al parlamento para apropiarse de su maquinaria, y ayudar a las masas que están tras sus muros a volarlo por los aires''[6].
Los primeros pasos de la oleada revolucionaria, citados arriba, mostraron claramente que los sindicatos eran órganos de lucha obsoletos; aún peor, se habían situado ya contra la clase obrera[7]. Pero fue en Alemania, incluso más que en ningún otro sitio, donde este problema se manifestó de la forma más crucial, y fue aquí donde los revolucionarios pudieron entender de forma más clara la necesidad de romper con los sindicatos y el sindicalismo. Para Rosa Luxemburgo, los sindicatos habían dejado de ser ''organizaciones obreras, sino los protectores más fuertes del Estado y la sociedad burguesa. Por tanto, huelga decir que la lucha por el socialismo no puede llevarse a cabo sin la lucha por la liquidación de los sindicatos''[8].
Los líderes de la IC no lo tenían tan claro. Aunque denunciaban a los sindicatos controlados por la socialdemocracia, seguían conservando la ilusión de poder reorientarlos por el camino proletario:
``¿Qué pasará ahora con los sindicatos?¿Qué camino van a seguir? Los viejos líderes sindicales intentarán empujarlos hacia el camino de la burguesía […] ¿Seguirán los sindicatos la vieja vía del reformismo? […] Estamos decididamente convencidos de que la respuesta es no. Un viento nuevo sopla a través de las mohosas oficinas sindicales. […] Creemos que se está formando un nuevo movimiento sindical´´[9].
Fue por esta razón que, en sus primeros días de vida, la IC aceptó en sus filas a sindicatos de oficio e industria nacionales y regionales. En este caso destaca el ejemplo de los elementos del sindicalismo revolucionario, como los de la IWW. Si bien éstos rechazaban tanto el parlamentarismo como la actividad en los viejos sindicatos, eran hostiles a la actividad política y, por tanto, a la necesidad de un partido político del proletariado. Esto solo podía reforzar la confusión existente en la IC sobre la cuestión organizacional, ya que estaba aceptando a grupos que eran claramente ''anti- organización''.
El grupo más lúcido al respecto de la cuestión sindical fue sin duda el ala izquierda del KPD, mayoría en el partido, que fue expulsada del mismo por sus dirigentes Levi y Brandler. Eran hostiles no solo a los sindicatos que estaban en manos de socialdemócratas, sino a cualquier otra forma de sindicalismo, como el sindicalismo revolucionario anti- político y el anarcosindicalismo. Fue esta mayoría la que fundó el KAPD en abril de 1920, cuyo programa declaraba abiertamente:
"Junto al parlamentarismo burgués, los sindicatos forman el principal obstáculo contra el desarrollo de la revolución proletaria en Alemania. Su actitud durante la guerra mundial es bien conocida […] Han mantenido su actitud contrarrevolucionaria hasta hoy, durante todo el periodo de la revolución alemana".
Viendo la posición centrista de Lenin y los líderes de la IC, el KAPD replicó:
"Revolucionar los sindicatos no es una cuestión de individuos: el carácter contrarrevolucionario de estas organizaciones yace en su estructura y su modo específico de funcionar. De aquí fluye lógicamente el hecho de que sólo la destrucción de los sindicatos puede despejar el camino hacia la revolución social en Alemania"[10].
Cierto es que estas dos importantes cuestiones no podían resolverse de la noche a la mañana. Pero la resistencia al rechazo del parlamentarismo y el sindicalismo pusieron al descubierto las dificultades que tenía la IC a la hora de comprender todo lo que implicaba la decadencia del capitalismo para el programa comunista. La expulsión de la mayoría del KPD y el posterior acercamiento con los Independientes (USPD), que controlaban la oposición en los sindicatos oficiales, fue un signo añadido del ascenso del oportunismo programático y organizacional en el seno del partido mundial.
Al comienzo de 1920, la IC empieza a defender la formación de partidos de masas: ya por la fusión de grupos comunistas con corrientes centristas, como por ejemplo en Alemania entre el KPD y el USPD; ya por la entrada de grupos comunistas en partidos de la Segunda Internacional, como por ejemplo en Gran Bretaña, donde la IC pide la entrada del Partido Comunista en el Partido Laborista. Esta nueva orientación vuelve la espalda completamente al trabajo del Primer Congreso, que había declarado la bancarrota de la socialdemocracia. Se trató de justificar esta maniobra oportunista por la convicción de que la victoria de la revolución podía ser inexorable gracias a la ingente cantidad de trabajadores organizados, posición que combatió el Buró de Ámsterdam, compuesto por la izquierda de la IC[11].
El Segundo Congreso, que se celebró del 19 de julio al 7 de agosto de 1920, anticipó la enconada batalla entre la mayoría de la IC, liderada por los bolcheviques, y las corrientes de izquierda, en torno a cuestiones tácticas y también principios organizativos. El congreso se celebró en plena ''guerra revolucionaria''[12], en la que el Ejército Rojo marchó sobre Polonia con la creencia de poder unirse a la revolución en Alemania. A pesar de que el Segundo Congreso seguía siendo consciente del peligro del oportunismo, y que tenía en cuenta que el partido estaba aún amenazado por ``el peligro de dilución por elementos inestables e irresolutos, que todavía no han abandonado completamente la ideología de la Segunda Internacional´´[13], este Segundo Congreso empezó a hacer concesiones, sobre todo comparado con los análisis del Primer Congreso, aceptando la integración parcial de algunos partidos social-demócratas, aun profundamente marcados por las concepciones de la Segunda Internacional[14].
Para prepararse frente a ese peligro, se escribieron las 21 condiciones de admisión en la IC contra elementos centristas y derechistas, pero también contra la izquierda. Durante la discusión de las 21 condiciones, Bordiga se distinguió por su determinación en la defensa del programa comunista, y advirtió a todo el partido del peligro de las concesiones en los términos de admisión:
"La fundación de la Internacional Comunista en Rusia nos llevó de vuelta al marxismo. El movimiento revolucionario que salvamos de las ruinas de la Segunda Internacional se dio a conocer con programa propio, y el trabajo que comenzó entonces llevó a la formación de un nuevo órgano estatal sobre la base de una constitución oficial. Creo que nos encontramos en una situación que no ha nacido por accidente, sino que muy al contrario ha sido determinada por el curso de la historia. Creo que estamos bajo amenaza por el peligro que supone la penetración en nuestro medio de elementos derechistas y centristas[15].[...] Estaríamos sin duda en gran peligro si cometiéramos el error de aceptar a esta gente en nuestras filas. […] Los elementos de derecha aceptan nuestras tesis, pero de forma insatisfactoria y con reservas. Nosotros los comunistas debemos exigir que esta aceptación sea completa y sin restricciones de cara al futuro. […] Pienso que, tras el Congreso, se debe conceder un tiempo al Comité Ejecutivo para comprobar si se están cumpliendo todas las obligaciones que se han acordado imponer a los partidos de la Internacional Comunista. Y una vez hecho esto y cumplido este, llamémoslo así, periodo de organización, se deben cerrar las puertas. […] El oportunismo debe combatirse en todas partes. Y, sin embargo, esta tarea se hará muy difícil si, en los mismos momentos en los que tomamos medidas para purgar la Internacional Comunista, se les abren las puertas a esos elementos, que están deseando entrar. He hablado en nombre de la delegación italiana. Nos hemos comprometido a combatir a los oportunistas en Italia. Pero lo que no queremos es ver cómo, tras expulsarlos, son recibidos en la Internacional Comunista de nuevo. Desde aquí os decimos, tras haber trabajado con vosotros, que queremos volver a nuestro país a formar un frente contra todos los enemigos de la revolución comunista"[16].
Ciertamente, las 21 condiciones hicieron de espantapájaros frente a elementos oportunistas que llamaban a la puerta del partido. Pero incluso si Lenin podía decir que la corriente de izquierda era ``un millar de veces menos peligrosa y menos grave que el error representado por el doctrinarismo de derecha´´, los muchos pasos atrás que se dieron en cuestiones tácticas debilitaron gravemente a la Internacional, especialmente en el periodo que seguiría, caracterizado por la retirada y el aislamiento que contradijeron las predicciones de los líderes de la IC. Inevitablemente, estas garantías no aseguraron la resistencia de la IC frente a la presión del oportunismo. En 1921, el Tercer Congreso sucumbe finalmente al espejismo de los números adoptando las ''Tesis sobre la Táctica'' de Lenin, que defendían el trabajo parlamentario y sindical y la formación de partidos de masas. Con este giro de 180 grados, el partido tiraba por la ventana el programa de 1918 del KPD, una de las dos bases fundadoras de la IC.
El KAPD nace en abril de 1920, fruto de la oposición a la política oportunista del KPD. Aunque en su programa hay una mayor influencia de las tesis de la izquierda holandesa que de las de la IC, exigió su admisión inmediata en la Tercera Internacional.
Cuando Jan Appel y Franz Jung[18] llegaron a Moscú, Lenin les pasó el manuscrito de lo que se acabaría convirtiendo en La enfermedad infantil del izquierdismo en el comunismo, escrito para el Segundo Congreso con el objetivo de exponer su posición sobre las debilidades de las corrientes de izquierda.
La delegación holandesa tuvo la oportunidad de tomar notas del panfleto de Lenin durante el Congreso. Se le encargó a Herman Gorter redactar una respuesta al mismo, que apareció en julio de 1920 (Carta abierta al camarada Lenin). Gorter se apoyó mucho en el texto que había publicado Pannekoek unos meses antes con el título Revolución mundial y táctica comunista, aunque no podemos profundizar en los detalles de esta polémica aquí[19]. Sin embargo, debemos señalar que las diferentes cuestiones que se trataron se acababan haciendo eco de un punto fundamental: ¿en qué grado imponía nuevos principios al movimiento revolucionario la entrada en la era de guerras y revoluciones? ¿Todavía eran posibles los ''compromisos''?
Para Lenin, el ''doctrinarismo'' de izquierda era una ''enfermedad infantil''; ''los comunistas jóvenes'', aún ''inexperimentados'', habían cedido a la impaciencia y al ''infantilismo intelectual'' en lugar de defender ''seriamente las tácticas de una clase revolucionaria'' según la ''particularidad de cada país'', teniendo en cuenta el movimiento general de la clase obrera.
Para Lenin, rechazar el trabajo en sindicatos y parlamentos y oponerse a alianzas entre partidos comunistas y socialdemócratas no tenía ningún sentido. La adhesión de las masas al comunismo no dependía exclusivamente de la propaganda revolucionaria; Lenin consideraba que las masas tenían que desarrollar ''su propia experiencia política''. Para ello, era esencial que la amplia mayoría de las grandes masas se alistase en las organizaciones revolucionarias, cualquiera que fuese su nivel de claridad política. Las condiciones objetivas habían madurado, el camino a la revolución estaba claro...
No obstante, como señaló Gorter en su respuesta, la victoria de la revolución mundial dependía sobre todo de las condiciones subjetivas, es decir, de la capacidad de la clase obrera mundial para extender y profundizar en su conciencia de clase. La debilidad de esta conciencia de clase, en general, la ilustraba la práctica ausencia de una vanguardia proletaria verdadera en Europa occidental, como destacó Gorter. Por tanto, el error de los bolcheviques y de la IC era "intentar compensar este retraso con recetas tácticas que expresan una visión oportunista, en la que la claridad y el proceso orgánico de desarrollo son sacrificados en aras de un crecimiento numérico artificial y a toda costa"[20].
Esta estrategia, basada en la búsqueda de éxitos inmediatos, se fundamentó en la opinión de que la revolución no se desarrollaba lo suficientemente rápido, de que a la clase le estaba costando demasiado extender la lucha y de que, enfrentados a esta lentitud, había que hacer ''concesiones'' aceptando el trabajo en sindicatos y parlamentos.
Mientras la IC veía la revolución como una especie de fenómeno inevitable, las corrientes de izquierda concluían que ``la revolución en Europa occidental [sería] un proceso larguísimo´´ (Pannekoek), plagado de retrocesos y derrotas, empleando la expresión de Rosa Luxemburgo. La historia respaldó las posiciones de las corrientes de izquierda de la IC. El izquierdismo no fue por tanto una ''enfermedad infantil'' del movimiento comunista sino, muy al contrario, el debido tratamiento contra la infección oportunista que se extendió en las filas del partido mundial.
¿Qué lecciones nos da la creación de la Internacional Comunista? Si el Primer Congreso había demostrado la capacidad del movimiento revolucionario para romper con la Segunda Internacional, los congresos que seguirían demostraron hasta qué punto se acabó retrocediendo. De hecho, mientras que el congreso fundacional reconoció el paso de la socialdemocracia al campo de la burguesía, el Tercer Congreso la rehabilitó, optando por la táctica de la alianza en un ''frente único''. Este cambio de dirección confirmó que la IC era incapaz de responder a los nuevos problemas que suponía el periodo de decadencia. Los años que siguieron a su fundación estuvieron marcados por la retirada y la derrota de la oleada revolucionaria internacional y, por tanto, el creciente aislamiento del proletariado en Rusia. Este aislamiento fue la razón fundamental de la degeneración de la revolución. Bajo estas condiciones y con pocas armas a su disposición, la IC fue incapaz de resistir la presión del oportunismo. También ella habría de despojarse de su contenido revolucionario y convertirse en un órgano de la contrarrevolución que defendiera únicamente los intereses del Estado soviético.
Fue en el corazón mismo de la IC donde las fracciones de izquierda hicieron acto de presencia para luchar contra su degeneración. Excluidas una tras otra durante los años 20, continuaron con su lucha política para asegurar la continuidad entre la IC en degeneración y el partido del futuro, aprendiendo de las lecciones del fracaso de la oleada revolucionaria. Las posiciones que elaboraron y defendieron estos grupos respondían a los problemas que surgieron en la IC con el periodo de decadencia. En torno a las cuestiones programáticas, las izquierdas estaban de acuerdo en que el partido debía ''mantenerse duro como el acero y claro como el cristal'' (Gorter), lo que implicaba una selección rigurosa de militantes y no el agrupamiento de grandes masas a expensas de diluir los principios. Esto es exactamente lo que los bolcheviques dejaron atrás en 1919, tras la creación de la Internacional Comunista. Los compromisos como método de construcción de la organización se convertirían en un factor activo de la degeneración de la IC. Como señaló Internationalisme en 1946: "Se puede decir hoy que de igual modo que la ausencia de partidos comunistas durante la primera ola de la revolución de 1918-20 fue una de las causas de su fracaso, el método de formación de los partidos en 1920-21, fue también una de las causas principales de la degeneración de los PC y la IC"[21]. Al favorecer la cantidad por encima de la calidad, los bolcheviques pusieron en cuestión la lucha que llevaron a cabo en 1903, en el Segundo Congreso del POSDR. Para la izquierda, que luchaba por la claridad programática y organizativo como prerrequisito para ser miembro de la IC, el número reducido de militantes no constituía una virtud eterna sino un paso indispensable: ``si tenemos el deber de confinarnos temporalmente en números reducidos no es porque sintamos especial predilección por una situación así, sino porque tenemos que dar ese paso para fortalecernos´´ (Gorter).
La IC nació en plena tormenta de los combates revolucionarios. En estas condiciones, era imposible aclarar de un día para otro todos los problemas que tuvo que afrontar. El partido del futuro no debe caer en la misma trampa: debe fundarse antes de que comience la oleada revolucionaria, confiando en una sólida base programática e, igualmente, en principios de funcionamiento previamente clarificados. No fue este el caso de la IC en aquel periodo.
Narek
8 de julio de 2019
[1]Ver nuestro artículo ''Lecciones de 1917-23 - La primera oleada revolucionaria del proletariado mundial [16]
'', Revista Internacional nº80, 1995
[2]Lenin, en su discurso de clausura del Primer Congreso de la Internacional Comunista, J. Degras (de.), ''La Internacional Comunista 1919-1943, Documentos'', Cass, 1971, p. 2
[3]''Invitación al Primer Congreso de la Internacional Comunista'', J. Degras (de.), ''La Internacional Comunista 1919-1943, Documentos'', Cass, 1971, p. 2
[4]La izquierda comunista germano-holandesa, CCI, p. 136
[5]La Izquierda Comunista italiana, ,CCI, p. 18
[6]La Izquierda Comunista germano-holandesa, CCI, p. 137
[8]Citado por A. Proudhommeaux, Spartacus et la Commune de Berlin 1918-1919, Ed. Spartacus, p. 55 (en francés)
[9]Carta del Comité Ejecutivo de la IC a los sindicatos de todo el mundo, Degras, op. cit., p. 88
[11]En otoño de 1919, la IC formó un secretariado temporal con base en Alemania, compuesto por el ala derecha del KPD, y otro buró temporal en Holanda que reunió a comunistas de izquierda hostiles al giro derechista del KPD
[12]Esta ''guerra revolucionaria'' fue una catastrófica decisión política que la burguesía polaca aprovechó para movilizar a parte de la clase obrera polaca contra la República de los Soviets
[13]Preámbulo a ''Condiciones de admisión en la IC´´, Degras, op. cit., p. 168
[14]Esto es lo que decía al respecto el Punto 14 de las ''Tareas Básicas de la Internacional Comunista'': ``El grado en el que el proletariado de los países más importantes, desde el punto de vista de la economía y política mundiales, está preparado para llevar a cabo su dictadura, lo ha dejado claro con la mayor objetividad y precisión posibles la ruptura de los partidos más influyentes de la Segunda Internacional – el Partido Socialista Francés, el Partido Social-demócrata Independiente de Alemania, el Partido Laborista Independiente inglés y el Partido Socialista de América – con la Internacional amarilla, así como su decisión de adherirse condicionalmente a la Internacional Comunista. […] El quid de la cuestión ahora es cómo hacer para que este cambio sea completo y consolidar lo que se ha conseguido en una forma organizada duradera, para que ese avance pueda extenderse a toda su línea sin más vacilaciones´´. (Degras, op. cit., p. 124)
[15]Respectivamente, los social-patriotas y los social-demócratas: ``estos partidarios de la Segudna Internacional que creen que es posible alcanzar la liberación del proletariado sin lucha de clases armada, sin la necesidad de levantar la dictadura del proletariado tras la victoria, en el momento de la insurrección´´ (ver nota 16)
[16]Discurso de Bordiga sobre las condiciones de admisión en la IC, Segundo Congreso de la Internacional Comunista, Volumen 1, 1977, p. 221-224
[17]Este término corresponde a la corriente comunista de izquierda que apareció en la IC y que se opuso al centrismo y oportunismo que crecían en el seno del partido. No tiene nada que ver con el término que se da a las organizaciones que pertenecen a la izquierda del capital
[18]Son los dos delegados que mandó el KAPD al 2º Congreso de la IC para presentar un esbozo del programa de su partido
[19]Para más detalles consultar La izquierda comunista germano-holandesa, Cap. 4: La izquierda holandesa en la Tercera Internacional
[20]Íbid., p. 50
[21] Sobre el Primer Congreso del Partido Comunista Internacionalista de Italia https://es.internationalism.org/content/4431/sobre-el-primer-congreso-del-partido-comunista-internacionalista-de-italia [31]
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presentacion_23_congreso.pdf [32] | 218.38 KB |
En la última primavera, la CCI ha celebrado su 23º Congreso. El presente artículo se propone dar cuenta de sus trabajos.
El punto 4 del Informe sobre la estructura y el funcionamiento de la Organización Revolucionaria define el Congreso Internacional como " el momento culminante en que se expresa con toda su amplitud la unidad de la organización. En él se define, enriquece o rectifica el programa de la CCI, se precisan o modifican sus modalidades de organización o funcionamiento, se adoptan análisis y orientaciones de conjunto, se hace un balance de sus actividades anteriores y se elaboran sus perspectivas de trabajo para el futuro"[1]. Partiendo de este marco, presentaremos las cuestiones, tareas y perspectivas identificadas por el Congreso.
"La CCI, como organización marxista, está firmemente comprometida, a diferencia de los consejistas, anarquistas y modernistas, con la necesidad del partido político comunista para el derrocamiento exitoso de la sociedad burguesa y el establecimiento de la dictadura del proletariado; por lo tanto, está en continuidad con los objetivos de la Tercera Internacional". (Resolución de la actividad del 23º Congreso).
El congreso se dio como eje nuestra filiación con la Internacional Comunista, cuyo centenario se celebró el año pasado. Una preocupación fundamental de la organización revolucionaria es la continuidad y la transmisión histórica. Partiendo de este enfoque la resolución de actividad adoptada por el Congreso recuerda que "La Internacional Comunista fue fundada en marzo de 1919 con el objetivo de ser el "partido de la insurrección revolucionaria del proletariado mundial". Hoy, en circunstancias diferentes, pero aún determinadas por la época histórica de la decadencia del capitalismo, el objetivo fijado por la Internacional Comunista, la creación del partido político mundial de la clase obrera sigue siendo el objetivo final del trabajo como fracción de la CCI". La resolución insiste en que "la Internacional Comunista no nació de la nada; su fundación dependía de las décadas anteriores de trabajo de la Fracción de Izquierda Marxista en la Segunda Internacional, especialmente del Partido Bolchevique"[2]. Esto significa para los revolucionarios actuales que "así como la Comintern no podría haber sido creada sin el trabajo preparatorio de la Izquierda Marxista, así el futuro partido internacional no será creado sin una actividad internacional centralizada y como una fracción de los herederos organizativos de la Izquierda Comunista".
Recordando que "la Internacional Comunista fue fundada en las circunstancias más difíciles imaginables: siguió a cuatro años de matanza masiva y empobrecimiento del proletariado mundial; el bastión revolucionario de Rusia fue sometido a un bloqueo total y a una intervención militar por parte de las potencias imperialistas; la revuelta espartaquista en Alemania se ahogó en sangre y dos de las figuras clave de la nueva internacional, Rosa Luxemburgo y Karl Liebknecht, fueron asesinados", la resolución subraya que, a pesar de las diferencias con el período de la respuesta revolucionaria a la Primera Guerra Mundial y el período de la contrarrevolución que la siguió, también la CCI "se enfrenta a condiciones cada vez más difíciles a medida que el capitalismo decadente se hunde cada vez más en una nueva espiral bárbara de crisis económica y conflictos imperialistas en su fase de descomposición. Para cumplir sus tareas históricas, la CCI debe sacar su fuerza y su espíritu de lucha de las crisis a las que se enfrentará, como lo hizo la izquierda marxista en 1919".
Para estar en continuidad con el trabajo y los esfuerzos de la Internacional Comunista, el congreso concibió sus tareas con el objetivo de desarrollar y concretar nuestro trabajo similar al de una Fracción. La noción de una fracción siempre ha sido crucial en la historia del movimiento obrero. Al igual que la clase obrera en su conjunto, sus organizaciones políticas están sujetas a la presión de ideologías extrañas - burguesa y pequeñoburguesa. Esto provoca, en particular, la enfermedad del oportunismo[3]. Para luchar contra esta enfermedad, el proletariado segrega dentro de sus organizaciones a las fracciones de la Izquierda. "Entre las tres principales organizaciones políticas internacionales del proletariado, es la Izquierda la que siempre ha asumido esta continuidad. Fue la Izquierda la que aseguró la continuidad entre la Primera y la Segunda Internacional a través de la corriente marxista, en oposición a las corrientes proudhoniana, bakuninista, blanquista, etc. Entre la Segunda y la Tercera Internacional, fue de nuevo la Izquierda la que dirigió la lucha, primero contra las tendencias reformistas, luego contra los "social-patriotas" y la que aseguró la continuidad durante la Primera Guerra Mundial formando la Internacional Comunista. En la Tercera Internacional, fue de nuevo la Izquierda, la Izquierda Comunista, y en particular la Izquierda Italiana y Alemana, la que retomó y desarrolló las adquisiciones revolucionarias pisoteadas por la contrarrevolución socialdemócrata y estalinista."[4]
El proletariado necesita, para el triunfo de su lucha, la continuidad histórica de su conciencia de clase. De lo contrario, estaría condenado a convertirse en el juguete de los objetivos de su enemigo burgués. Las fracciones de Izquierda siempre han sido las más comprometidas y las más decididas en la defensa de esta continuidad de la conciencia de clase, su desarrollo y enriquecimiento.
Grupos como la Tendencia Comunista Internacionalista (TCI) hacen la siguiente objeción: ¿Fracción de qué? Hace mucho tiempo que ya no existen partidos comunistas vinculados al proletariado[5]. Es cierto que en los años 30 los partidos comunistas fueron ganados definitivamente por la burguesía. No somos fracciones, pero eso no significa que no tengamos que realizar un trabajo similar al de una fracción[6]. Una obra que unifica en un todo coherente:
- El combate contra el oportunismo;
- La defensa y el desarrollo de la continuidad histórica crítica del proletariado constituyendo un puente entre el pasado del movimiento obrero y su futuro;
- La respuesta a las nuevas situaciones por las que la sociedad y la lucha de clases del proletariado están atravesando.
El Congreso profundizó en la comprensión de nuestra tarea como Fracción a nivel de edición de la prensa, intervención, elaboración teórica, defensa del método marxista y defensa de la organización. Se trata de todo un trabajo para construir el puente hacia el futuro partido que necesitará bases muy firmes a nivel teórico, organizativo, programático y respecto del método de análisis. Y esto no se logra de la noche a la mañana, requiere un trabajo paciente y a largo plazo. Esto es lo que el proletariado necesita para orientarse en las terribles convulsiones del capitalismo y poder desarrollar una ofensiva revolucionaria con el objetivo de derrocar este sistema.
En el marco del trabajo como Fracción, se presentó al Congreso un Informe sobre la Transmisión, que no pudo ser discutido por falta de tiempo. Sin embargo, dada la importancia de la cuestión, su debate se retomará en el próximo período. La transmisión es vital para el proletariado. Más que cualquier otra clase revolucionaria de la historia, necesita las lecciones de las luchas de las generaciones anteriores para alzarse sobre sus adquisiciones y así poder avanzar en su lucha y lograr su objetivo revolucionario. La transmisión es particularmente necesaria para la continuidad de las organizaciones revolucionarias, ya que existe toda una serie de planteamientos, prácticas, tradiciones, experiencias, propias del proletariado, que constituyen el terreno fértil en el que se elabora el funcionamiento de la organización política proletaria y se desarrolla su vitalidad. Como dice la resolución de actividad adoptada por el congreso: "la CCI debe ser capaz de transmitir a los nuevos camaradas la necesidad de estudiar a fondo la historia del movimiento revolucionario y desarrollar un conocimiento creciente de los diferentes elementos de la experiencia de la Izquierda Comunista en el período de la contrarrevolución". El Informe sobre la transmisión dedica un capítulo central a la comprensión de las condiciones de la militancia y los logros históricos que deben guiarla. Formar militantes conscientes y decididos, capaces de resistir las más duras pruebas, constituye una tarea muy difícil y a la vez indispensable para la formación del futuro partido mundial de la revolución proletaria.
Durante el decenio de 1980, el CCI comenzó a comprender el estancamiento histórico en que se encontraba la sociedad mundial. Por un lado, el capitalismo, dada la resistencia del proletariado en los países centrales a involucrarse en la movilización militar, no tenía las manos libres para lograr el resultado orgánico de su crisis histórica, la guerra imperialista generalizada. Por otra parte, el proletariado, a pesar de la progresión de sus luchas entre 1983 y 1987, no fue capaz de abrir su propia perspectiva hacia la revolución proletaria. En ausencia de cualquier perspectiva, que sólo las dos clases fundamentales de la sociedad pueden aportar, la sociedad está sujeta a una dinámica de relaciones sociales podridas, caos creciente, proliferación de tendencias centrífugas, de cada cual para sí mismo. Una manifestación espectacular de esta dinámica fue el colapso del bloque alrededor de la antigua URSS.
La CCI se enfrentó al desafío que ello significaba para la teoría marxista. Por una parte, ya en septiembre de 1989 elaboramos las Tesis sobre la crisis económica y política de los países del Este que, dos meses antes de la caída del Muro de Berlín, anunciaron el brutal colapso del bloque ruso y de la propia URSS[7]. Por otra parte, intentamos comprender en profundidad la nueva situación elaborando en 1990 las Tesis sobre la Descomposición[8], cuya idea fundamental es que "la descomposición generalizada en la que este sistema se está hundiendo actualmente (...) sólo puede empeorar. (...) más allá del aspecto estrictamente cuantitativo, el fenómeno de la descomposición social alcanza hoy tal profundidad y extensión que adquiere una nueva y singular calidad que manifiesta la entrada del capitalismo decadente en una fase específica -la última fase- de su historia, aquella en la que la descomposición se convierte en un factor, si no en el factor decisivo, de la evolución de la sociedad".
El 23º Congreso prestó mucha atención al considerable empeoramiento del proceso de descomposición social que afecta en particular a los países centrales, de los que son ilustraciones espectaculares -entre otras muchas- el Brexit inglés, el triunfo de Trump o el hoy derrocado gobierno de Salvini en Italia.
Todos estos puntos han sido ampliamente fundamentados en las resoluciones e informes del Congreso que hemos publicado[9], e invitamos a nuestros lectores a leerlos con cuidado y de forma crítica. Con ellos, intentamos dar respuestas a las tendencias que rigen la situación actual.
La descomposición, tal como la vemos a escala mundial y que domina cada vez más todas las esferas de la vida social, es un fenómeno sin precedentes en la historia de la humanidad. El Manifiesto Comunista considera tal posibilidad: " Libres y esclavos, patricios y plebeyos, barones y siervos de la gleba, maestros y oficiales; en una palabra, opresores y oprimidos, en oposición siempre, han librado una lucha ininterrumpida, velada unas veces, y otras, franca y abierta, una lucha que conduce en cada etapa a la transformación revolucionaria de todo el régimen social o al exterminio de ambas clases beligerantes"[10]. Sin embargo, los fenómenos históricos del colapso de toda una civilización por la "destrucción de las dos clases en lucha" fueron muy localizados y fácilmente superados por la posterior imposición de nuevos conquistadores. En la medida en que la decadencia de los modos de producción anteriores al capitalismo (esclavitud, feudalismo) vio la aparición económica muy poderosa de la nueva clase dominante y que ésta era una clase explotadora, las nuevas relaciones de producción en desarrollo podían limitar los fenómenos de descomposición del viejo orden e incluso aprovecharlos en su propio beneficio. Sin embargo, esto es imposible en el capitalismo ya que "la sociedad comunista, la única capaz de suceder al capitalismo, no puede en modo alguno desarrollarse en su seno; por lo tanto, no hay posibilidad de ninguna regeneración de la sociedad en ausencia del derrocamiento violento del poder de la clase burguesa y de la extirpación de las relaciones de producción capitalistas" (tesis).
Por consiguiente, el proletariado debe afrontar las condiciones e implicaciones impuestas por esta nueva época histórica, sacando todas las lecciones que ésta le impone para su lucha, especialmente la de defender, aún con más vigor que en el pasado, su autonomía política de clase, ya que la descomposición la pone en grave peligro. La descomposición favorece las luchas parciales (feminismo, ecología, antirracismo, pacifismo, etc.), luchas que no van a la raíz de los problemas y se pierden en sus efectos y, lo que es peor, se centran en aspectos particulares del capitalismo preservando el sistema en su conjunto. Estas movilizaciones diluyen al proletariado en una masa interclasista, dispersándolo y fragmentándolo en toda una gama de falsas "comunidades" de género, raza, religión, afinidad, etc. La única solución es la lucha del proletariado contra la explotación capitalista, ya que "la lucha contra los fundamentos económicos del sistema contiene la lucha contra los aspectos superestructurales de la sociedad capitalista, pero la recíproca es falsa" (Plataforma CCI punto 12[11]).
La organización revolucionaria tiene un compromiso militante con la clase. Esto se concreta en la adopción de Resoluciones en las que se analiza la situación actual situándola en un marco histórico con el fin de identificar perspectivas para orientar la lucha del proletariado. En este sentido, el Congreso adoptó una Resolución específica sobre la lucha de clases y otra más general sobre la situación mundial.
La descomposición ha afectado duramente a la lucha del proletariado. Combinado con los efectos devastadores de la caída del "socialismo" en 1989 y la enorme campaña anticomunista que lanzó la burguesía, la clase obrera ha sufrido un profundo retroceso en su conciencia y combatividad, cuyos efectos persisten - e incluso han empeorado - 30 años después.
El congreso profundizó en el marco histórico de la comprensión de la lucha de clases al realizar un examen detallado de la evolución de la relación de fuerzas entre las clases desde 1968[12]. La Resolución subraya:
- Las adquisiciones de las luchas del período 1968-89 no se han perdido, aunque puedan haber sido olvidadas por muchos trabajadores (y revolucionarios): lucha por la autoorganización y la extensión de las luchas; comienzo de la comprensión del papel anti obrero de los sindicatos y de los partidos capitalistas de izquierda; resistencia al alistamiento guerrero; desconfianza en el juego electoral y parlamentario, etc. Las luchas futuras tendrán que basarse en la asimilación crítica de estos logros yendo mucho más allá y ciertamente no en su negación u olvido;
- El gran peligro que la democracia, el democratismo y los instrumentos del Estado democrático representan para el proletariado, en particular los sindicatos, los partidos de izquierda y de extrema izquierda, pero también sus campañas ideológicas y sus maniobras políticas;
- La actual debilidad del proletariado, a pesar del esfuerzo que se inició en las luchas de 2006-2011 donde, además de la reaparición de las asambleas, se empezaron a plantear muchas preguntas sobre el futuro de la sociedad[13];
- El efecto positivo que a largo plazo pueden tener ciertos elementos de la situación actual: una mayor concentración de trabajadores en las grandes ciudades, la socialización de la producción a nivel mundial, los crecientes vínculos entre los jóvenes trabajadores a escala internacional, la incorporación de nuevos batallones del proletariado en países como China, Bangla-Desh, Sudáfrica, México[14]...
- El papel indispensable de la lucha de los trabajadores en su terreno de clase contra los golpes cada vez más violentos de la crisis histórica del capitalismo.
Durante el congreso, surgieron diferencias sobre la apreciación de la situación de la lucha de clases y su dinámica. Las diferencias se referían principalmente a la amplitud o el nivel de las dificultades que enfrentaba la clase y, por lo tanto, a la perspectiva de la lucha de clases en el período que se avecina. Forman parte de un debate en curso a partir de las enmiendas presentadas a la resolución del Congreso[15].
De acuerdo con su responsabilidad, el Congreso examinó otros aspectos que determinan la evolución de la sociedad mundial, incluyendo:
- La tendencia del aparato político de la burguesía a perder el control de su juego electoral y de la formación de gobiernos, fenómeno del que el Brexit inglés es un testimonio elocuente: véase el Informe sobre el impacto de la descomposición en la vida política de la burguesía (2019) anteriormente citado (nota 9);
- La considerable agravación de las tensiones imperialistas (especialmente entre los Estados Unidos y China y en el Golfo Pérsico), así como la intensificación de la carrera de armamentos; la guerra comercial, que es la consecuencia de la profundización de la crisis, también es utilizada por la potencia estadounidense como medio de presión imperialista sobre sus rivales;
- La perspectiva, cada vez más cercana, de nuevas convulsiones en la economía mundial: caída del crecimiento, ralentización del comercio mundial, deuda exorbitante, el extraño fenómeno de los tipos de interés negativos, etc.
El marxismo es una teoría viva. Esto significa que debe ser capaz de reconocer que ciertos instrumentos de análisis de la situación histórica ya no son válidos. Este es el caso de la noción de curso histórico, noción que era plenamente aplicable al período 1914-1989 pero que ha perdido su validez para comprender la dinámica y la orientación de la relación de fuerzas entre las clases en el actual período histórico. Esto ha llevado al Congreso a aprobar un informe sobre el tema[16].
La organización revolucionaria constituye un cuerpo extraño en la sociedad burguesa. El proletariado es al mismo tiempo una clase "de la sociedad civil que no es una clase de la sociedad civil, es un orden que es la disolución de todos los órdenes" (Marx). Los trabajadores nunca pueden encontrar realmente su lugar en la sociedad porque económicamente, como personas explotadas y privadas de todos los medios de producción, están siempre en una situación precaria, a merced del desempleo y porque políticamente son "parias" que sólo pueden encontrar su salvación y emancipación fuera del capitalismo, en una sociedad comunista que no puede surgir antes de que el Estado burgués sea derrocado en todo el mundo. La burguesía, sus políticos, sus ideólogos pueden aceptar con desdén a los "ciudadanos trabajadores", es decir, concebidos como una suma de individuos alienados, pero aborrecen y rechazan furiosamente al proletariado como clase.
Al igual que su clase, las organizaciones revolucionarias, aunque forman parte del mundo capitalista, son al mismo tiempo un cuerpo extraño al mismo, ya que basan su razón de ser y su programa en un objetivo que está total ruptura con el funcionamiento, el razonamiento y los valores de la sociedad actual.
En este sentido, la organización revolucionaria constituye una entidad que la sociedad burguesa rechaza por todas sus fibras. No sólo por la amenaza histórica que representa como vanguardia del proletariado, sino porque su misma existencia significa un recordatorio inquietante de su condena ante la historia, un recordatorio de la urgente necesidad ante la que se encuentra la humanidad de reemplazar la competencia mortal de todos contra todos por la asociación de individuos libres e iguales. Esta nueva forma de radicalidad que no puede comprender preocupa y moviliza permanentemente a la burguesía contra las organizaciones y militantes del proletariado. Como subraya el Manifiesto Comunista, "La revolución comunista es la ruptura más radical con las relaciones de propiedad tradicionales; no es de extrañar que, en el curso de su desarrollo, rompa de la manera más radical con las viejas ideas tradicionales".
Esta naturaleza de cuerpo extraño significa que la organización revolucionaria está permanentemente amenazada, no sólo por la represión y los intentos de infiltración y destrucción desde el interior propiciados por los organismos especializados del Estado burgués, o por la acción de grupos parásitos (como veremos más adelante), sino también por el peligro permanente de ser desviada de sus tareas y funciones por la penetración de ideologías ajenas al proletariado.
La organización sólo puede existir a través de un combate permanente. El espíritu de lucha es un rasgo esencial de la organización revolucionaria y sus militantes. Las luchas, las crisis y las dificultades son el sello distintivo de las organizaciones revolucionarias. "Las crisis no son necesariamente un signo de colapso o fracaso inminente o irremediable. Por el contrario, la existencia de crisis puede ser una expresión de sana resistencia a un proceso subyacente que se había desarrollado silenciosa e insidiosamente hasta entonces y que, abandonado a su suerte, podía conducir a su hundimiento. Así pues, las crisis pueden ser un signo de una reacción al peligro y de la lucha contra las debilidades graves que conducen al colapso. En la Segunda Internacional (1889-1914), se sabía que el Partido Obrero Socialdemócrata de Rusia (POSDR) había pasado por una serie de crisis y escisiones y, por esta razón, fue considerado con desprecio por los partidos más grandes de la Internacional, como el Partido Socialdemócrata de Alemania (SPD), que parecía volar de éxito en éxito y cuyos miembros y resultados electorales crecían constantemente. Sin embargo, las crisis del partido ruso y la lucha para superarlas y aprender de ellas, dirigida por el ala bolchevique, fortaleció a la minoría revolucionaria y la preparó para enfrentarse a la guerra imperialista en 1914 y para estar a la vanguardia de la Revolución de Octubre en 1917. Por otra parte, la unidad de fachada y la "calma" dentro del SPD (que sólo fue cuestionada por “alborotadores” como Rosa Luxemburgo) llevó a este partido al colapso total e irrevocable en 1914 con la traición total de sus principios internacionalistas frente a la Primera Guerra Mundial"[17].
La defensa de la organización es un elemento permanente de su actividad y, por lo tanto, un punto importante en la evaluación y las perspectivas de las actividades del Congreso. Se lleva a cabo en varios frentes. El más importante y específico es la lucha contra los intentos de destrucción (a través de la calumnia, la denigración, la sospecha y la desconfianza). Dicho esto, "la CCI no es inmune a las presiones oportunistas sobre las posiciones programáticas, aliadas con la esclerosis, que, en otra escala, ya han debilitado a otros grupos de la Izquierda Comunista" (Resolución de Actividad del Congreso). Por eso hay unidad y coherencia entre este aspecto vital de la lucha contra la amenaza de destrucción y la no menos vital necesidad de luchar contra cualquier manifestación de oportunismo que pueda surgir en nuestras filas. "Sin esta permanente lucha histórica a largo plazo contra el oportunismo político y la vigilancia contra él, la defensa de la organización, su centralización y sus principios de funcionamiento como tales no servirán de nada. Si es cierto que, sin organización política proletaria, el mejor programa es una idea sin fuerza social, también es cierto que, sin una fidelidad total al programa histórico del proletariado, la organización se convierte en una cáscara vacía. Hay unidad y no hay oposición o separación entre los principios de organización política y los principios programáticos del proletariado" (ídem.). Dicho esto, es necesario responder rápida y enérgicamente a cualquier intento de destruir la organización, ya que "la lucha por la defensa de la teoría y la lucha por la defensa de la organización son inseparables e igualmente indispensables, el abandono de la primera es una amenaza, ciertamente fatal, pero a medio plazo, mientras que el abandono de la segunda es una amenaza a corto plazo. Mientras exista, la organización puede recuperarse, incluso teóricamente, pero si ya no existe, ninguna teoría la revivirá" (ídem.).
La historia del movimiento obrero ha puesto de relieve un peligro que hoy en día ha adquirido una importancia considerable: el parasitismo. La Primera Internacional ya había tenido que defenderse de este peligro identificado por Marx y Engels: "Ya es hora de poner fin, de una vez por todas, a las luchas internas cotidianas provocadas en nuestra Asociación por la presencia de este cuerpo parásito. Estas disputas sólo sirven para desperdiciar la energía que debería usarse para luchar contra el régimen de la burguesía. Al paralizar la actividad de la Internacional contra los enemigos de la clase obrera, la Alianza sirve admirablemente a la burguesía y a los gobiernos". (Engels, "El Consejo General a todos los miembros de la Internacional", 1872, advirtiendo contra la Alianza de Bakunin). La Internacional había tenido que enfrentarse a los embustes de Bakunin, un aventurero que había utilizado un radicalismo de fachada como una hoja de parra para llevar a cabo una obra de intriga, de calumnia contra militantes como Marx y Engels, de ataques contra el órgano central de la Internacional (el Consejo General), de desestabilización y desorganización de las secciones, de creación de estructuras secretas para conspirar contra la actividad y el funcionamiento de la organización proletaria[18] .
Obviamente, las condiciones históricas en las que hoy se desarrolla la lucha proletaria son muy diferentes de las existentes en la época de la Primera Internacional. La Primera Internacional era una organización de masas, que reunía a todas las fuerzas vivas del proletariado, un "poder" que preocupaba a los gobiernos burgueses. Hoy en día, el medio proletario es extremadamente débil, reducido a un conjunto de pequeños grupos que no representan una amenaza inmediata para la burguesía. Dicho esto, el tipo de dificultades y amenazas a las que se enfrenta este medio tienen similitudes con las que enfrentó la Primera Internacional. En particular, la existencia de "cuerpos parásitos", cuya razón de ser no es en absoluto contribuir a la lucha de la clase obrera contra la burguesía, sino al contrario, sabotear la actividad de las organizaciones que llevan a cabo esta lucha. En la época de la Primera Internacional, la Alianza dirigida por Bakunin había llevado a cabo su labor de sabotaje (antes de ser excluida en el Congreso de La Haya en septiembre de 1872) dentro de la propia Internacional. Hoy en día, debido en particular a la dispersión del medio proletario en varios grupos pequeños, los "cuerpos parásitos" no operan dentro de un grupo particular sino al margen de estos grupos tratando de reclutar elementos sinceros pero inexpertos o aquellos influenciados por ideologías pequeñoburguesas (como la Alianza había hecho en España, en Italia, Suiza y Bélgica), o haciendo todo lo posible para desacreditar a los grupos auténticamente proletarios y sabotear su actividad (como hizo la Alianza cuando se dio cuenta de que no podía tomar el control del AIT).
Desafortunadamente, esta lección de la historia ha sido olvidada por la mayoría de los grupos de la izquierda comunista. En la medida en que el parasitismo se dirige principalmente a la principal organización de la izquierda comunista, la CCI, estos grupos consideraron que "es un problema de la CCI", llegando incluso a mantener, a veces, relaciones cordiales con los grupos parásitos. Sin embargo, el comportamiento de estos últimos (desde el Grupo Boletín Comunista de hace casi cuarenta años hasta el más reciente Grupo de Izquierda Comunista Internacional, pasando por numerosos pequeños grupos, blogs e individuos) habla por sí mismo:
- Denigración escandalosa de nuestra organización y de algunos de sus militantes, acusados de utilizar "métodos estalinistas" o incluso de ser "agentes del Estado”;
- robo de medios materiales;
- chantajeando y amenazando con usar la justicia burguesa o la policía contra nuestros militantes;
- la publicación de escritos de carácter policial que proporcionan información que permita la identificación de nuestros militantes o que pretenden sembrar la sospechas en las filas de la organización.
El Consejo General de la AIT consideró que "la Alianza sirve admirablemente a la burguesía y a los gobiernos". De igual modo, la resolución sobre la actividad adoptada por el 23º Congreso del CCI considera que: "En la actual era histórica, el parasitismo trabaja objetivamente al servicio de la burguesía para destruir la CCI" y que "la experiencia de los últimos 30 años [muestra que] el parasitismo político es uno de los peligros más graves a los que tendremos que enfrentarnos (...) En los últimos decenios, el parasitismo político no sólo ha persistido, sino que ha desarrollado su arsenal anti-CCI y ha ampliado su repertorio".
Recientemente, hemos sido testigos de una acción más sofisticada pero también más peligrosa: la falsificación de la tradición de la Izquierda Comunista mediante la promoción de una falsa "Izquierda Comunista" basada en el trotskismo. Más allá de sus intenciones, tal empresa pretende complementar el Frente de Calumnia y Denuncia con una táctica "consistente en crear un cordón sanitario que aísle a la CCI de otros grupos de la Izquierda Comunista (...) y de elementos en búsqueda"[19]. (Ibíd.).
Por esta razón, el congreso comprometió a toda la organización en una lucha decidida e incesante contra el parasitismo al considerar que "un eje esencial y a largo plazo de la intervención de la CCI debe ser una lucha política y organizativa abierta y continua contra el parasitismo para eliminarlo del medio político proletario y educar a los nuevos compañeros sobre su peligro (...) La constitución del futuro partido necesita, por lo tanto, una lucha encarnizada y perseverante contra el parasitismo y por su eliminación de las filas de la izquierda comunista". (Ibíd.)
La tarea como Fracción tiene, por tanto, varias facetas que forman una unidad: la defensa de la organización, la lucha contra el parasitismo, el desarrollo del marxismo, la capacidad de análisis e intervención ante la cambiante situación mundial. Esta unidad fue el centro del congreso y guiará la actividad de la CCI. Como decimos al principio de este artículo, el 23º Congreso de la CCI tuvo como eje el recuerdo combativo de la experiencia de la Tercera Internacional, tratando de sacar todas las lecciones de ella. Por eso la Resolución de Actividad termina con este compromiso: "Para cumplir sus tareas históricas, la CCI debe sacar su fuerza y su espíritu de lucha de las crisis a las que se enfrentará, como lo hizo la izquierda marxista en 1919. Si es capaz de asumir un trabajo como Fracción, tendrá los medios para reagrupar las actuales y nuevas energías revolucionarias de la Izquierda Comunista sobre bases programáticas claras, y así desempeñar plenamente su papel en la fundación del futuro partido".
Corriente Comunista Internacional (diciembre de 2019)
[1] https://es.internationalism.org/revista-internacional/198302/2127/estructura-y-funcionamiento-de-la-organizacion-revolucionaria [33]
[2] Dentro de la Segunda Internacional, sólo los bolcheviques hicieron un trabajo consecuente de fracción, mientras que otras corrientes lucharon contra el oportunismo desenfrenado sin llevar una lucha coherente y global a todos los niveles (Rosa Luxemburgo, Pannekoek, Bordiga etc.). Esta distinción es importante: ver sobre este tema la serie de polémicas con el BIPR (hoy TCI) La relación Fracción - Partido en la tradición marxista, en particular las partes 3 y 4. https://es.internationalism.org/revista-internacional/198909/2138/la-relacion-entre-fraccion-y-partido-en-la-tradicion-marxista-i-la [34] , https://es.internationalism.org/revista-internacional/199004/2121/la-relacion-entre-fraccion-y-partido-en-la-tradicion-marxista-ii-l [35] , https://es.internationalism.org/revista-internacional/199204/1052/la-relacion-entre-fraccion-y-partido-en-la-tradicion-marxista-iii- [36]
[3] Ver la Resolución sobre el Centrismo y el Oportunismo del 6º Congreso Internacional de la CCI. Revista Internacional nº 44.
[4] Ver Comprender la decadencia del capitalismo (III) https://es.internationalism.org/revista-internacional/198708/2306/comprender-la-decadencia-del-capitalismo-iii-ascendencia-y-decaden [37]
[5] Ver Fraction and Party : the Italian Left experience https://www.leftcom.org/en/articles/2018-12-22/the-fraction-party-question-in-the-italian-left [38]
[6] Ver La noción de Fracción en la historia del movimiento obrero – 1a parte https://es.internationalism.org/revista-internacional/201603/4148/la-nocion-de-fraccion-en-la-historia-del-movimiento-obrero-1a-part [39]
[7]https://es.internationalism.org/revista-internacional/201208/3451/tesis-sobre-la-crisis-economica-y-politica-en-los-paises-del-este [40]
[8] https://es.internationalism.org/revista-internacional/200510/223/la-descomposicion-fase-ultima-de-la-decadencia-del-capitalismo [41]
[9] Ver Resolución sobre la situación internacional (2019): los conflictos imperialistas, la vida de la burguesía, la crisis económica https://es.internationalism.org/content/4447/resolucion-sobre-la-situacion-internacional-2019-los-conflictos-imperialistas-la-vida [42] ; Informe sobre el impacto de la descomposición en la vida política de la burguesía (2019) https://es.internationalism.org/content/4458/informe-sobre-el-impacto-de-la-descomposicion-en-la-vida-politica-de-la-burguesia-2019 [43] e Informe sobre la descomposición hoy (mayo de 2017) https://es.internationalism.org/content/4454/informe-sobre-la-descomposicion-hoy-mayo-de-2017 [44]
[11] https://es.internationalism.org/cci/201211/3550/plataforma-de-la-cci-adoptada-por-el-ier-congreso [46]
[12] Ver Resolución sobre la relación de fuerzas entre las clases (2019) https://es.internationalism.org/content/4444/resolucion-sobre-la-relacion-de-fuerzas-entre-las-clases-2019 [47]
[13] Ver entre otros documentos, Tesis sobre el movimiento de los estudiantes de la primavera de 2006 en Francia https://es.internationalism.org/revista-internacional/200606/964/tesis-sobre-el-movimiento-de-los-estudiantes-de-la-primavera-de-200 [48] y Movimiento de indignados en España, Grecia e Israel: - De la indignación a la preparación de los combates de clase https://es.internationalism.org/revista-internacional/201111/3264/movimiento-de-indignados-en-espana-grecia-e-israel-de-la-indignaci [49]
[14] Estos factores más bien positivos se ven contrarrestados por las tendencias al aislamiento y la fragmentación de los trabajadores, cuya forma extrema es la uberización del trabajo en la que los trabajadores son definidos como "auto empresarios". El proletariado tendrá que enfrentarse a este problema y encontrar los medios para superarlo.
[15] La CCI ha tenido siempre como orientación central la expresión de sus debates ante toda la clase y su medio politizado. Esto se ha hecho siguiendo un método preciso: "En la medida en que los debates que atraviesan la organización conciernen generalmente a todo el proletariado, es conveniente sacarlos al exterior, respetando las siguientes condiciones: (-) estos debates se refieren a cuestiones de política general y han alcanzado una madurez suficiente para que su publicación constituya una verdadera contribución a la conciencia de la clase obrera; (-) el lugar que se dé a estos debates no debe poner en tela de juicio el equilibrio general de las publicaciones; (-) es la organización en su conjunto la que decide y se hace cargo de esta publicación según los criterios válidos para la publicación de cualquier artículo en la prensa: cualidades de claridad y forma editorial, interés que presentan para la clase obrera. Por consiguiente, debe proscribirse la publicación de textos por iniciativa "privada" de miembros de la organización a espaldas de los órganos previstos a tal efecto. De la misma manera, no existe un "derecho" formal para nadie en la organización (individuo o tendencia) a que se publique un texto si los órganos responsables de las publicaciones no ven la utilidad u oportunidad del mismo" (Informe sobre la estructura y el funcionamiento de la organización revolucionaria, https://es.internationalism.org/revista-internacional/198302/2127/estructura-y-funcionamiento-de-la-organizacion-revolucionaria [33] )
[16] próximamente publicaremos el informe sobre el curso histórico aprobado por el congreso
[17] Conferencia internacional extraordinaria de la CCI: la "noticia" de nuestra desaparición es un tanto exagerada https://es.internationalism.org/content/4042/conferencia-internacional-extraordinaria-de-la-cci-la-noticia-de-nuestra-desaparicion [50]
[18] Ver Las pretendidas escisiones de la Internacional, informe del Congreso de La Haya (1872) https://www.marxists.org/espanol/m-e/1870s/lpee72s.htm [51] e igualmente Cuestiones de organización, III - El Congreso de La Haya en 1872 - La lucha contra el parasitismo político https://es.internationalism.org/revista-internacional/199610/1767/cuestiones-de-organizacion-iii-el-congreso-de-la-haya-en-1872-la-l [52]
[19] Ver Nuevo Curso y una "Izquierda Comunista Española" ¿De dónde viene la Izquierda Comunista? https://es.internationalism.org/content/4460/nuevo-curso-y-una-izquierda-comunista-espanola-de-donde-viene-la-izquierda-comunista [53] y Defensa del medio político proletario: ¿Quién es quién en Nuevo Curso? /content/4519/quien-es-quien-en-nuevo-curso [54]
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En todo el mundo, los ataques contra la clase obrera se están extendiendo y profundizando[1]. La clase dominante está tratando desesperadamente de frenar los efectos de la decadencia histórica de su propio modo de producción a costa, como siempre, de los trabajadores, a quienes se obliga a pagar el precio de esa agonía. En los países "ricos" se multiplican los planes de despidos, sobre todo en Alemania y el Reino Unido. Algunos de los países calificados de "emergentes" (Brasil, Argentina, Turquía) ya están en recesión, con todo lo que esto implica para la situación de los trabajadores. En cuanto a los proletarios de países que no son ni "ricos" ni "emergentes", su situación es aún más dramática; la población no explotadora también está sumida en un pozo son fondo de miseria.
En particular estos últimos países han sido recientemente escenario de movimientos populares en respuesta a los sacrificios que, una y otra vez, se les exigen por parte del capital, y que son a menudo ejecutados por gobiernos plagados de corrupción, y desacreditados y odiados por la población. Hablamos de los movimientos que hemos visto en Chile, Ecuador[2], Haití, Irak, Argelia, Líbano y, más recientemente, en Irán. Estas movilizaciones, a menudo muy masivas, se han visto acompañadas en algunos países de brotes de violencia y represión sangrienta. También en el masivo movimiento de protesta en Hong Kong, que no ha partido esencialmente en respuesta a la pobreza o la corrupción, sino contra el fortalecimiento del arsenal represivo que haría posible las extradiciones a la China continental, hemos visto recientemente la aparición de un mayor nivel de represión: la policía ha disparado a manifestantes a quemarropa[3].
Si la clase obrera participa en estas "revueltas populares", jamás lo hace como clase antagónica al capitalismo, sino anegada en eso que se llama el “pueblo”. Es más: son precisamente las dificultades que arrostra para reconocer su propia identidad de clase y su ausencia de la escena social mundial lo que explica precisamente la multiplicación de estos movimientos populares estériles que no son capaces de oponerse a la lógica del capital. Más que favorecer la emergencia futura de una respuesta de la clase obrera y, con ella, de la única perspectiva viable - la lucha contra el sistema capitalista -, las revueltas populares, interclasistas, carentes de porvenir, sólo enfoscan esa perspectiva. En realidad, refuerzan aún más las dificultades de la clase obrera para asumir su combate de clase contra las expresiones crecientes de la bancarrota del capitalismo. Estas movilizaciones, en realidad, no pueden impedir el hecho de que las contradicciones de este sistema, que serán cada vez más profundas, empujen más y más fuerte a la clase obrera mundial a afrontar todas las dificultades a las que se enfrenta en la actualidad. El papel de los revolucionarios es decisivo para ello puesto que son los únicos capaces de hacer una crítica inflexible de sus debilidades.
Tras años de repetidos ataques, a menudo es un nuevo ataque, no necesariamente relevante, el que “enciende la mecha”.
En Chile, el aumento del precio del metro en Santiago fue "la gota que colmó el vaso". "En las manifestaciones uno de los lemas que han surgido es: “El problema no son los 30 centavos [de aumento], sino los 30 años [de ataques]". En este país, el salario mensual es inferior a 400 euros, la precariedad es general, los costes de los alimentos y los servicios son desproporcionados, los sistemas públicos de educación y salud son insuficientes, y el sistema de pensiones condena a los jubilados a la miseria.
En Ecuador, el movimiento de protesta vino propiciado por un aumento repentino del precio del transporte que se suma al incremento del coste de todos los productos o servicios básicos, añadido a congelación de los salarios, despidos masivos, y la "donación" obligatoria de una jornada laboral al Estado, la reducción de los permisos y otras medidas que significan mayor deterioro y precariedad de las condiciones de vida.
En Haití, la escasez de combustible golpea a la población como una calamidad adicional que lleva a la parálisis del país más pobre de América Latina, uno de los pocos del planeta en que la tasa de pobreza extrema no cesa de crecer.
Si bien la crisis económica es, por lo general, la causa principal de los ataques a las condiciones de vida, esto se superpone, en algunos países como Líbano e Irak, a las consecuencias traumáticas y dramáticas de las tensiones imperialistas y las guerras sin fin de Oriente Medio.
En el Líbano, la causa de la “revuelta” es la imposición de una tasa a las llamadas por WhatsApp en el país con la mayor deuda per cápita del mundo. Cada año el gobierno añade nuevos impuestos, un tercio de la población está desempleada y las infraestructuras son muy pobres. En Irak, desde el primer día de un movimiento espontáneo que surgió de llamamientos a manifestarse nacidos en las redes sociales, los manifestantes piden empleo y que funcionen los servicios públicos expresando su enojo contra una clase dominante tachada de corrupta.
En Irán, el aumento de los precios de la gasolina se suma a una situación de profunda crisis económica agravada por las sanciones estadounidenses contra el país.
En Chile, los intentos de lucha han sido desviados al terreno de la violencia nihilista sin ninguna perspectiva, característica de la descomposición capitalista. También hemos visto, favorecido por el propio Estado, la aparición del lumpen en actos de violencia irracional y minoritaria. Este clima de violencia ha sido desde luego utilizado por el Estado para justificar la represión e intimidar al proletariado. Según cifras oficiales, se han producido 19 muertes. La tortura ha reaparecido como en los peores momentos de Pinochet. Sin embargo, la burguesía chilena acabó por darse cuenta de que la represión brutal no era suficiente para calmar el descontento. El gobierno de Piñera entonó entonces un mea culpa, adoptó una postura de "humildad", dijo "haber entendido" el "mensaje del pueblo", retirando “provisionalmente” las medidas adoptadas y abriendo la puerta a la "concertación social". Es decir, los ataques se impondrán por "negociación", desde la mesa de "diálogo" donde se sientan los partidos de la oposición, los sindicatos, los empresarios, todos juntos "representando a la nación". ¿Por qué este cambio de táctica? Porque la represión no es eficaz si no va acompañada del engaño democrático, la trampa de la unidad nacional y la disolución del proletariado en la masa amorfa del "pueblo"[4].
En Ecuador, las asociaciones de transporte paralizaron el tráfico y el movimiento indígena, así como otros grupos diversos, se unieron a la movilización. Las protestas de los empresarios del transporte y de otros sectores de pequeños agricultores tienen lugar en un terreno "ciudadano" y, sobre todo, nacionalista. Es en este contexto que las nacientes movilizaciones de los trabajadores contra los ataques -en el sur de Quito, Tulcán y la provincia de Bolívar- constituyen una brújula para la acción y la reflexión frente al estallido de la "movilización" de la pequeña burguesía.
La República de Haití se encuentra en una situación cercana a la parálisis general. Las escuelas están cerradas, las principales carreteras entre la capital y las regiones están bloqueadas por cortes de carreteras y muchas tiendas están cerradas. El movimiento se acompaña de manifestaciones a menudo violentas, mientras que las bandas criminales (entre las 76 bandas armadas registradas en todo el territorio..., al menos tres están a sueldo del gobierno, el resto bajo el control de un exdiputado y senadores de la oposición) cometen abusos, bloquean las carreteras y chantajean a los escasos automovilistas. El domingo 27 de octubre, un guardia de seguridad privada disparó contra los manifestantes, matando a una persona. Luego fue linchado por la multitud y quemado vivo. Un informe no oficial indica que unas 20 personas han muerto en dos meses.
Argelia. Una vez más, una marea humana invadió las calles de Argel en el aniversario del estallido de la guerra contra el colonizador francés. La movilización es similar a la registrada en el apogeo del "Hirak", el movimiento de protesta sin precedentes que tiene lugar en Argelia desde el pasado 22 de febrero. Se opone masivamente a las elecciones presidenciales que el Gobierno pretende celebrar el próximo 12 de diciembre para elegir al sucesor de Bouteflika, considerando que sólo pretende remodelar este "sistema".
Irak. En varias provincias del sur, los manifestantes han atacado instituciones y oficinas de partidos políticos y grupos armados. Funcionarios, sindicatos, estudiantes y escolares se manifestaron y comenzaron las sentadas. Aunque la represión de estas manifestaciones ha causado hasta ahora, según un informe oficial, la muerte de 239 personas - la mayoría de ellas por munición real -, la movilización ha continuado en Bagdad y en el sur del país. Desde el comienzo de la protesta, los manifestantes han declarado repetidamente que rechazan el apoyo político a tal o cual fracción del poder puesto que pretender renovar a toda la clase política. También, dicen, hay que liquidar el complicado sistema de reparto de puestos en función de confesiones religiosas o etnias, que aboca al clientelismo y que siempre mantiene a los jóvenes, aunque sean la mayoría de la población, fuera de juego. En los últimos días, ha habido enormes y eufóricas manifestaciones y piquetes que han paralizado universidades, escuelas y administraciones. Además, se produjeron asaltos nocturnos a sedes de partidos y milicias.
Líbano. La ira popular es generalizada y trasciende a todas las comunidades, religiones y regiones del país. La cancelación del nuevo impuesto sobre las llamadas a través de WhatsApp no impidió que la revuelta se extendiera por todo el país. La renuncia de Saad Hariri no significa más que una mínima parte de las exigencias de la población. Los libaneses exigen la salida de toda la clase política, a las que se tacha de corrupta e incompetente, así como un cambio radical en el sistema.
Irán. Tan pronto como se anunció el aumento del precio de la gasolina se produjeron violentos enfrentamientos con las fuerzas policiales que causaron varias muertes en ambos bandos, en particular en el lado de los manifestantes.
En todas las revueltas populares interclasistas mencionadas anteriormente, y de acuerdo con la información que hemos podido recopilar, la clase obrera sólo muy ocasionalmente ha logrado manifestarse como tal, incluso en situaciones como la de Chile, donde la causa principal de las movilizaciones ha sido claramente la necesidad de defenderse de ataques económicos.
A menudo, la "revuelta" toma como objetivo privilegiado, o incluso único, a quienes detentan el poder, a los que se culpa de todos los males que abruman a la población, pero eluden atacar el sistema al que éstos sirven. Centrar la lucha en reemplazar a los políticos corruptos es obviamente un callejón sin salida porque, cualesquiera que sean los equipos en el poder, cualquiera que sea su nivel de corrupción, sólo actuarán y sólo podrán actuar en defensa de los intereses de la burguesía, ejecutando las políticas que necesite el capitalismo en crisis. Se trata de un callejón sin salida verdaderamente peligroso puesto que viene "legitimado" por las reivindicaciones democráticas, "por un sistema limpio" etc., cuando en realidad la democracia es la forma privilegiada de dominación de la burguesía para mantener su dominio de clase sobre la sociedad y el proletariado. Resulta muy significativo que, en Chile, después de la feroz represión y ante una situación cuya explosividad había sido subestimada por la burguesía, ésta pasó a una nueva etapa en su respuesta a través de un ataque político poniendo en marcha los organismos democráticos de mistificación y encuadramiento, enfocados a la redacción de una “nueva constitución" lo que se presenta como una victoria del movimiento de protesta.
La reivindicación democrática diluye a los proletarios en el conjunto de la población, nubla la conciencia de su lucha histórica, los somete a la lógica de la dominación del capitalismo, los reduce a la impotencia política.
El interclasismo y la democracia son dos métodos que se complementan de forma terriblemente eficaz contra la lucha autónoma de la clase obrera. Y esto es aún más cierto si cabe cuanto que en el período histórico abierto con el colapso del bloque del Este y las engañosas campañas sobre la muerte del comunismo[5], el proyecto histórico del proletariado ha dejado, momentáneamente, de sustentar más o menos consciente su lucha. Cuando esta lucha consigue abrirse paso, lo hace contrarrestando el fenómeno general de la descomposición de la sociedad donde el individualismo, el “cada uno a la suya”, la falta de perspectivas, etc. tienen mayor peso[6].
Los estallidos de violencia que a menudo acompañan a las revueltas populares no son sinónimos de radicalidad. Esto es evidente cuando son obra de los lumpen tanto si actúan por sí mismos o al dictado de la burguesía, con su reguero de vandalismo, saqueos, incendios, violencia irracional y minoritaria. Lo más importante sin embargo es comprender que esa violencia, aunque estos no obedezcan directamente a las instituciones estatales, es destructiva para quienes la practican y se opone radicalmente a la violencia de la clase obrera[7]. Puesto que carecen de una perspectiva de transformación radical de la sociedad para abolir la miseria, las guerras, la creciente inseguridad y otras calamidades del capitalismo en agonía, sólo pueden estar marcadas por todas las taras de la sociedad capitalista en decadencia.
El pudrimiento del movimiento de protesta en Hong Kong representa una clara ilustración de ello, ya que la cada vez más evidente ausencia de perspectivas -de hecho, no podía tener ninguna ya que estaba confinado al campo "democrático" sin cuestionar al capitalismo-, ha derivado en una gigantesca venganza por parte de los manifestantes contra la violencia policial, y luego de los propios policías, a veces espontáneamente, contra los manifestantes que les agreden. Esto lo que constatan algunos órganos de la prensa burguesa: "Nada de lo que Pekín podría haber intentado para frenarlos ha funcionado. Ni la retirada de la ley de extradición, ni la represión policial, ni la prohibición de llevar máscaras en la vía pública. Ahora ya estos jóvenes hongkoneses no se nutren de una esperanza sino por un ansia de separarse, a falta de cualquier otra salida posible"[8].
Algunos creen -o quieren que creamos- que cualquier violencia en esta sociedad, cuando se ejerce contra las fuerzas represivas del Estado, habría de ser apoyada pues sería similar a la necesaria violencia de clase que ejerce el proletariado cuando lucha contra la opresión y explotación capitalista[9]. Esto un profundo malentendido o una gran mistificación. De hecho, la violencia ciega de los movimientos interclasistas no tiene nada que ver con la violencia de clase del proletariado, que es liberadora, para la supresión de la explotación del hombre por el hombre, a diferencia de la del capitalismo, que es opresiva, con el objetivo en particular de defender la sociedad de clases. La violencia de los movimientos interclasistas es desesperada, a imagen de la pequeña burguesía, que carece de un futuro propio y a la que no le queda más que la nada más que alinearse detrás de la burguesía o el proletariado.
Así pues, la trilogía "interclasismo, reivindicación democrática, violencia indiscriminada" es el sello distintivo de las revueltas populares que están emergiendo en todo el mundo en respuesta a la acelerada degradación de todas las condiciones de vida que afectan a la clase obrera, a otros estratos no explotadores y a la pequeña burguesía totalmente empobrecida. El movimiento de “los chalecos amarillos” que apareció en Francia hace un año también pertenece a esta categoría de revueltas populares[10]. Estos movimientos sólo pueden contribuir a oscurecer a los ojos de los proletarios lo que es la verdadera lucha de clases, a reforzar sus dificultades actuales para concebirse a sí mismos como una clase de sociedad, diferente de las demás clases, con su lucha específica contra la explotación y su misión histórica de derrocar al capitalismo.
Por eso, la responsabilidad de los revolucionarios y de las minorías más conscientes de la clase obrera es trabajar para que la clase obrera se apropie de sus propios métodos de lucha, en cuyo centro se encuentra la lucha masiva; la asamblea general como foro de discusión y decisión defendida contra los intentos de sabotaje de los sindicatos, abierta a todos los sectores de la clase obrera; la extensión a otros sectores confrontando las maniobras de aislamiento que propician los sindicatos y la izquierda del capital[11]. Aun cuando estas perspectivas aparezcan hoy distantes, y así sucede hoy en muchas partes del mundo, sobre todo cuando la clase obrera es muy minoritaria y carece de experiencia histórica, constituyen sin embargo en todas partes la única brújula que permitirá que el proletariado no se disuelva y se pierda.
Silvio. (17/11/2019)
[2] Sobre Chile ver Chile: el dilema no es Democracia o Dictadura sino Barbarie Capitalista o Revolución Proletaria Mundial https://es.internationalism.org/content/4486/chile-el-dilema-no-es-democracia-o-dictadura-sino-barbarie-capitalista-o-revolucion [59] Sobre Ecuador: LOS EFECTOS DE LA DESCOMPOSICIÓN CAPITALISTA EN EL ECUADOR, SÓLO EL PROLETARIADO PODRÁ DETENER LA BARBARIE https://es.internationalism.org/content/4490/los-efectos-de-la-descomposicion-capitalista-en-el-ecuador-solo-el-proletariado-podra [60]
[3] Ver Protestas masivas callejeras en Hong Kong: Las ilusiones democráticas son una trampa peligrosa para el proletariado https://es.internationalism.org/content/4453/protestas-masivas-callejeras-en-hong-kong-las-ilusiones-democraticas-son-una-trampa [61] y Manifestaciones en Hong Kong: Cuando el imperialismo alimenta el mito democrático https://es.internationalism.org/content/4467/manifestaciones-en-hong-kong-cuando-el-imperialismo-alimenta-el-mito-democratico [62]
[4] Para más información y análisis sobre la situación en Chile, ver nuestro artículo Movimiento Social en Chile: la dictadura o democracia alternativa es un callejón sin salida [59].
[5] Pronto volveremos en artículos en nuestra prensa a analizar el considerable impacto de estas falsas campañas sobre la lucha de clases y destacaremos cómo el estado del mundo se ha convertido en lo opuesto a la era de paz y prosperidad que anunciaron entonces.
[6] Ver Tesis sobre la Descomposición https://es.internationalism.org/revista-internacional/200510/223/la-descomposicion-fase-ultima-de-la-decadencia-del-capitalismo [41] e Informe sobre la Descomposición hoy https://es.internationalism.org/content/4454/informe-sobre-la-descomposicion-hoy-mayo-de-2017 [44]
[7] Ver la Resolución sobre el terror, el terrorismo y la violencia de clase, https://es.internationalism.org/revista-internacional/197810/2134/resolucion-sobre-el-terror-el-terrorismo-y-la-violencia-de-clase [63]
[8] "Los manifestantes de Hong Kong no están impulsados por la esperanza" en The Atlantic
[9] Desde este punto de vista, es muy esclarecedor comparar las recientes revueltas en Chile con el episodio de la lucha obrera en Argentina conocido como el Cordobazo en 1969, sobre el cual recomendamos leer nuestro artículo "El Cordobazo argentino (mayo de 1969): eslabón en una cadena de movilizaciones obreras en todo el mundo". [64]
[10] Ver nuestro suplemento. Balance del movimiento de los chalecos amarillos. Un movimiento interclasista, un obstáculo a la lucha de clases [65]
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163-africa-iv.pdf [68] | 317.29 KB |
En la introducción del artículo anterior[1], insistíamos ya en la importancia de unos temas que tratábamos así: “Si ante movimientos sociales nuevos, la burguesía sudafricana hubiera seguido utilizando sus armas tradicionales más brutales, o sea sus fuerzas militares y policiacas, cuando la dinámica del enfrentamiento entre les clases contenía aspectos inéditos en ese país, pues la clase obrera nunca antes había demostrado tal combatividad y desarrollo de su conciencia; tampoco antes la burguesía había usado maniobras tan sofisticadas, en particular la de recurrir al arma del sindicalismo de base, animado par la extrema izquierda del capital. En ese enfrentamiento entre las dos verdaderas clases históricas, la determinación del proletariado irá hasta provocar objetivamente el desmantelamiento del sistema de apartheid lo que se plasmó en la reunificación de todas las fracciones de la burguesía para hacer frente a la marea de luchas de la clase obrera.”
Y luego pudimos mostrar en detalle el alcance de la combatividad y el desarrollo de la conciencia de clase del proletariado sudafricano, expresada, por ejemplo, en la toma de control de sus luchas mediante los llamados comités "CIVICS" (Community Based Organisations) que se formaron por centenares. También ilustrábamos cómo la burguesía pudo acabar finalmente con la magnífica combatividad de la clase obrera sudafricana apoyándose en sus pilares principales, a saber, el "poder blanco" (bajo el apartheid), el ANC (African National Congress) y el sindicalismo radical. De hecho, la evaluación general de esta lucha entre la clase obrera y la burguesía muestra el papel dirigente desempeñado por el sindicalismo de base para desviar las luchas verdaderamente proletarias hacia el terreno burgués[2]:
Hablando de sindicalismo radical, decíamos: “Y su contribución principal fue sin duda el haber conseguido construir a sabiendas la trampa «democrática/unidad nacional» en la que la burguesía pudo hacer caer a la clase obrera. Y, aprovechándose de ese ambiente de «euforia democrática», debido, en gran parte a la liberación de Mandela y sus compañeros en 1990, el poder central tuvo que apoyarse en su «nuevo muro sindical» formado por el COSATU y su «ala izquierda» para desviar sistemáticamente los movimientos de lucha hacia reivindicaciones de tipo «democrático», de «derechos cívicos», «igualdad racial», etc.(…) De hecho, entre 1990 y 1993 cuando se formó precisamente un gobierno de «unión nacional de transición», las huelgas y las manifestaciones eran escasas y sólo encontraron oídos sordos en el nuevo poder. (…) Ese era el objetivo central del proyecto de la burguesía cuando decidió iniciar el proceso que llevó al desmantelamiento del apartheid y a la «reconciliación nacional» entre todas sus fracciones que se andaban a matar bajo el apartheid.
Ese proyecto será fielmente instaurado por Mandela y el ANC entre 1994 y 2014, incluso matando, si hacía falta, a muchos obreros que resistían a la explotación y la represión.”
En este artículo, intentaremos mostrar cómo los sucesivos líderes del ANC implantaron metódicamente su proyecto, empezando por Nelson Mandela. Mostraremos, claro está, en qué medida fue capaz la clase obrera sudafricana de enfrentarse al nuevo "poder negro" después de haber luchado contra el antiguo "poder blanco", porque como veremos más adelante, el proletariado sudafricano no perdió su combatividad, aunque, eso sí, se enfrentara a muchas y grandes dificultades. Así, además de su lucha diaria por mejorar sus condiciones de vida, también tuvo y sigue teniendo que enfrentarse a enfermedades como el SIDA con sus terribles estragos, a la corrupción del poder gobernante, a las múltiples violencias sociales ligadas a la descomposición del sistema capitalista, en forma de asesinatos, pogromos, etc. Por otro lado, como antes de Mandela, sigue enfrentándose a un poder represivo y mortífero, ese poder que, entre otras cosas, mató a muchos mineros en Marikana en 2012. Eso no quita de que el proletariado sudafricano ya haya demostrado su capacidad para desempeñar un papel importante como fracción del proletariado mundial para la revolución comunista.
Al final del período de "gobierno de transición", se celebraron elecciones generales en 1994, que fueron ganadas triunfalmente por el ANC, que de este modo accedió a todas las palancas de poder para gobernar el país siguiendo las orientaciones del capital nacional sudafricano con el apoyo, o la benevolencia, de los principales líderes blancos sudafricanos que habían luchado contra ese partido.
A partir de entonces, empezaron las cosas serias para Mandela, o sea la recuperación de la economía nacional, que se había visto gravemente afectada por la crisis económica de aquel entonces, pero también a causa de la resistencia de los trabajadores a la explotación. De hecho, en su primer año de funcionamiento en 1995, el gobierno de Mandela decidió una serie de medidas de austeridad, incluyendo un recorte del 6% en los salarios de los funcionarios públicos y del 10% en el presupuesto de Sanidad. A partir de ahí, se planteaba saber cómo iba a reaccionar la clase obrera ante los ataques del nuevo poder.
Contra todo pronóstico y aunque aturdida por la propaganda en torno a la "unidad nacional" o la "nueva era democrática", la clase obrera no podía permitir que un ataque tan agresivo pasara sin reacción. Asistimos así al estallido de los primeros movimientos de huelga bajo el gobierno de Mandela en el transporte y en la administración pública sobre todo. Por su parte, como era de esperar, la nueva burguesía dominante pronto mostró su verdadero rostro como clase dominante reprimiendo violentamente a los huelguistas, de los cuales mil fueron arrestados, sin mencionar el número de heridos por mordiscos de perros policías. Además, paralelamente a la represión policial del gobierno, el Partido Comunista Sudafricano y el Congreso de Sindicatos de Sudáfrica (COSATU[3]), miembros ambos del gobierno, incapaces de evitar el estallido de huelgas, comenzaron a denunciar violentamente a los huelguistas acusándolos de sabotear las políticas de "recuperación" económica y "reconciliación" del país. Es importante señalar a este respecto que mientras los dirigentes sindicales de COSATU y el gobierno denunciaban y reprimían a los huelguistas, los sindicalistas de base seguían "pegados" a los trabajadores, alegando que los defendían contra la represión que se les estaba imponiendo. Es ésa una habilidad cierta del nuevo poder porque, al asociar a COSATU a la gestión de los asuntos del capital, no olvidaba la importancia de contar con un instrumento sólido para regular las luchas de los trabajadores, a saber, el "sindicalismo de base", del que muchos de los gobernantes habían tenido experiencia práctica[4].
A la vez que seguía aplicando sus medidas de austeridad, el nuevo equipo de gobierno emprendió maniobras ideológicas para que se aceptaran mejor esas medidas mediante la creación de estructuras con las que dar legitimidad a su orientación económica y política. Así, bajo la cobertura de la Comisión Verdad y Reconciliación (CVR), el gobierno de Mandela presentó un programa llamado "reconstrucción, negociación y reconciliación" en 1996, y otro al año siguiente llamado “Growth, Employment and Redistribution” (crecimiento, empleo y redistribución). De hecho, detrás de estos artilugios, había la misma orientación económica inicial cuya aplicación no podía sino empeorar las condiciones de vida de la clase obrera. Por lo tanto, para el poder gobernante, la cuestión era cómo hacer tragar la píldora a las masas obreras, algunas de las cuales acababan de expresar enérgicamente su rechazo a tales medidas de austeridad. Así, ante el temor de una reacción obrera contra el plan del gobierno, se asistió primero a la expresión abierta de divergencias (tácticas) en el seno del ANC:
“(...) ¿Sigue estando la línea política del ANC realmente al servicio de sus antiguos partidarios, al servicio del mayor número de personas, especialmente de los más desfavorecidos, como lo reivindica el ANC? La COSATU y el SACP (Partido Comunista Sudafricano) lo cuestionan cada vez más a menudo, aunque no lo digan directamente. Critican al ANC por no representar los intereses de los más pobres, especialmente de los obreros, por dejar de lado la creación de empleo y por no prestar suficiente atención en garantizar que todos los ciudadanos tengan acceso a condiciones de vida decentes. (...) Esta crítica ha sido ampliamente difundida por intelectuales de izquierda y a menudo de manera virulenta. (...) Sin embargo, esas divergencias suscitan preguntas y debates. ¿Es necesario un partido obrero que represente en exclusiva los intereses de los trabajadores? El SACP (Partido Comunista Sudafricano) evocó durante un tiempo la perspectiva de una candidatura autónoma en las elecciones y algunos de los miembros de COSATU incluso esbozaron un proyecto de partido obrero.” [5]
En esa cita puede apreciarse cómo el gobierno expone en plaza pública sus divisiones. Pero se trata sobre todo de una maniobra o, más convencionalmente, de un reparto de trabajo entre derecha e izquierda en la cúspide del poder, cuyo objetivo principal era hacer frente a las posibles reacciones de obreras[6]. En otras palabras, las amenazas de escisión para crear un "partido obrero que represente los intereses de los trabajadores" eran sobre todo cinismo político engañoso destinado a desviar la reflexión y la combatividad de la clase obrera.
Sea como fuere, el caso es que el gobierno de Mandela decidió continuar con su política de austeridad adoptando enérgicamente todas las medidas necesarias para reactivar la economía sudafricana. En otras palabras, se dejaba atrás la “lucha de liberación nacional", y sobre todo de "defensa de los intereses de los más pobres" que planteaba con la mayor hipocresía la izquierda del ANC. Inicialmente, esa política de austeridad económica, de represión e intimidación por parte del "nuevo poder popular" tuvo un impacto en la clase obrera acarreando gran desilusión y amargura en sus filas. Esto fue seguido por un período de relativa parálisis de la clase obrera frente a los persistentes ataques económicos del gobierno del ANC. Por un lado, una gran parte de los trabajadores africanos, que esperaban acceder rápidamente a los mismos derechos/ventajas que sus camaradas blancos, se cansaban de esperar. Por otro lado, éstos, con sus sindicatos racistas (muy minoritarios eso sí), amenazaron con tomar las armas en defensa de sus "adquisiciones" (algunos privilegios concedidos bajo el apartheid).
Tal situación no podía promover objetivamente la lucha y menos aún la unidad de la clase obrera. Afortunadamente, ese período duró poco, porque tres años después de su primera reacción contra las primeras medidas de austeridad del gobierno del ANC bajo Mandela, la clase obrera finalmente reaccionó de nuevo reanudando la lucha, e incluso mucho más masivamente que antes.
Animado por la forma con que había controlado la situación ante el primer movimiento de huelga de su presidencia contra las primeras medidas de austeridad, el gobierno del ANC añadió nuevas medidas más duras todavía. Y así, lo que logró fue crear las condiciones para una respuesta obrera más amplia[7]:
- “(…) En 1998, se estima que se perdieron casi 2.825.709 de jornadas laborables desde principios de enero hasta finales de octubre. Las huelgas son principalmente por reivindicaciones económicas, pero también reflejan el descontento político de los huelguistas con el gobierno. De hecho, lejos de vivir mejor, muchos trabajadores sudafricanos vieron cómo se deterioraba su situación económica, contrariamente a los compromisos del RDP (Programa de Reconstrucción y Desarrollo). En cuanto a los desempleados, cuya cantidad no cesaba de aumentar, debido a la falta de creación de nuevos puestos de trabajo y a que muchas industrias (en particular la textil y la minera) cerraban o se deslocalizaban, su situación era cada vez más crítica. Por lo tanto, se puede suponer que, además de las demandas económicas expresadas por los sindicatos, las huelgas también fueron los primeros signos de una disminución del entusiasmo nacional por la política gubernamental.
El movimiento es amplio, ya que las huelgas afectan a sectores tan diversos como el textil, el químico, la industria automotriz, las universidades o las empresas de seguridad y comercio, son a menudo largas, de dos a cinco semanas de media, y a veces marcadas por la violencia policial[8] (una docena de huelguistas muertos) y por graves incidentes, y en casi todas ellas se exigen aumentos salariales. (...) Frente a las huelgas, los empleadores adoptaron inicialmente una "línea dura" y amenazaron con reducir su mano de obra o sustituir a los huelguistas por otros trabajadores, pero en la mayoría de los casos se vieron obligados a cumplir las demandas de los huelguistas. (Judith Hayem, ibíd.)
Como podemos ver, la clase obrera sudafricana no esperó mucho tiempo para reanudar sus luchas contra el poder del ANC, como lo hizo en el momento en que se había opuesto a los ataques del anterior régimen de apartheid. Esto es tanto más notable cuanto que el gobierno de Mandela procedió de la misma manera que su predecesor disparando a matar contra un gran número de huelguistas con el único objetivo (por supuesto no admitido) de defender los intereses del capital nacional sudafricano. Y esto sin provocar ninguna protesta pública por parte de los "humanistas demócratas". De hecho, es significativo notar que pocos medios de comunicación (como tampoco investigadores) comentaron, o simplemente mencionaron, los crímenes cometidos por el gobierno de Mandela entre los huelguistas. Claramente, para el gran mundo burgués y mediático, Mandela era a la vez "icono" y "profeta intocable", incluso cuando su gobierno mataba a trabajadores.
Por su parte, el proletariado sudafricano demostró su realidad de clase explotada luchando valientemente contra su explotador sin importarle el color de su piel. Y, con su combatividad, logró a menudo hacer retroceder a su enemigo, y a una patronal obligada a ceder a las reivindicaciones. En resumen, es la expresión de una clase internacionalista cuya lucha es una desmitificación patente de la mentira de que los intereses de los trabajadores negros se fusionarían con los de su propia burguesía negra, en este caso la camarilla del ANC.
Precisamente, al reunir al ANC, al PC y a la central sindical COSATU en un mismo gobierno, la burguesía sudafricana quería, por un lado, convencer a los trabajadores (negros) de que tenían sus propios "representantes" en el poder para servirles, mientras que al mismo tiempo planeaba dejar a la base sindical COSATU en la oposición si fuera necesario para controlar las luchas. O sea que el gobierno del ANC pensaba que había hecho todo lo posible para protegerse contra cualquier reacción significativa de la clase obrera. Pero al final, Mandela y sus colegas tuvieron que constatar que se habían topado con lo contrario.
Ese año, tras las elecciones presidenciales ganadas por el ANC, Mandela deja el sitio a su "cachorro" Thabo Mbeki, el cual decide continuar y ampliar la misma política de austeridad iniciada por su predecesor. Para empezar, forma su gobierno con los mismos de antes, a saber, el ANC, el PC y la central sindical COSATU. Y tan pronto como se formó su gobierno, decretó un paquete de medidas de austeridad que golpeó con toda su fuerza a los principales sectores económicos del país, plasmándose en recortes salariales y deterioro de las condiciones de vida de la clase obrera. Pero también entonces, como con Mandela, al día siguiente, cientos de miles de trabajadores se pusieron en la huelga echándose a las calles en gran número y, como en la época del apartheid, el gobierno del ANC envió a su policía para reprimir violentamente a los huelguistas, matando a mucha gente. Pero sobre todo, es notable ver con qué rapidez la clase obrera sudafricana se da cuenta de la naturaleza capitalista y anti -obrera de los ataques que le asesta el equipo gobernante del ANC. Lo más significativo de la réplica obrera es que, en varios sectores industriales, los trabajadores decidieron hacerse cargo de sus propias luchas sin esperar a los sindicatos o, ya de entrada, contra ellos:
- “(...) la huelga en Autofirst, que comenzó fuera del sindicato y a su pesar, es un buen ejemplo; lejos de ser un caso aislado, este tipo de huelga ha tendido a generalizarse desde 1999, incluso en grandes fábricas donde los trabajadores se declaran en huelga a pesar de la opinión desfavorable del sindicato e incluso de su oposición formal al conflicto.” (Judith Hayem, Ídem.)
¡Demostración manifiesta del retorno de la combatividad!, acompañada además de un intento de toma de control de las luchas que la clase obrera ya había experimentado bajo el régimen del apartheid. Como resultado, el ANC tuvo que reaccionar reajustando su discurso y su método.
Para contrarrestar una combatividad obrera tendente a desbordar a los sindicatos, el gobierno de Mbeki y el ANC decidieron utilizar las viejas artimañas ideológicas heredadas de la "lucha de liberación nacional", utilizando (entre otras cosas) el discurso "antiblanco" de la época:
- “El retorno de la cuestión del color en una forma renovada en el discurso político del gobierno, en particular en una serie de declaraciones críticas hacia los blancos -noción que debe ser examinada para ver si sirve (y en este caso cómo) de marcador racial, social, histórico o de otro tipo, y si también es operativa en la forma de pensar de la gente.
Como corolario de esta nueva política presidencial, las tensiones dentro de la triple alianza (ANC, COSATU, SACP - Partido Comunista Sudafricano), que sigue en pie después de numerosas amenazas de escisión, especialmente en vísperas de las elecciones de 2004, son cada vez más evidentes y agudas. Demuestran la dificultad del ANC, un antiguo partido de liberación nacional, para mantener su legitimidad popular una vez llegado al poder y a cargo de gobernar en beneficio, no sólo de los oprimidos de antaño, sino de todos los habitantes del país". (Judith Hayem, ibíd.)
Pero ¿por qué el gobierno "arco iris", "garante de la unidad nacional", que tiene todas las palancas del poder, se ve de repente obligado a recurrir a una de las viejas recetas del ANC de antaño, o sea fustigar el "poder blanco" (¿que impediría el poder negro?) El autor de la cita nos parece muy indulgente con los líderes del ANC, cuando intenta saber sobre esa "noción que debe ser examinada para determinar si actúa como un marcador racial, social, histórico o de otro tipo...". En realidad, esta "noción", detrás de la cual se esconde la idea de que "los blancos todavía tienen el poder en detrimento de los negros", fue utilizada por el ANC entonces en un enésimo intento de dividir a la clase obrera. En otras palabras, al hacerlo, el gobierno esperaba desviar las reivindicaciones para mejorar las condiciones de vida hacia cuestiones raciales.
Y, de hecho, una parte de la clase obrera, particularmente la base militante del ANC, no puede evitar sentirse "sensibilizada" por ese discurso anti-blanco, incluso "anti-extranjero". Sabemos también que el actual presidente Zuma, con su tono populista, usa con frecuencia la "cuestión racial", sobre todo cuando se encuentra en dificultades ante el descontento social.
Para hacer frente al malestar social y a la erosión de su credibilidad, el ANC decidió en 2002 organizar una Cumbre Mundial sobre el Desarrollo Sostenible en Johannesburgo (el "Durban Social Forum"), en la que participó toda la galaxia altermundista del planeta[9] y varias asociaciones sudafricanas, incluidas las calificadas de "radicales", como la TAC (Traitement Action Campaign) y el Landless People’s Movement (Movimiento de los Sin Tierra), muy activas en las huelgas de la década de 2000. O sea que fue en un contexto de radicalización de las luchas obreras en el que el aparato del ANC buscó la contribución ideológica del movimiento antiglobalización:
- “Además, se produjeron huelgas fuera del marco sindical, como la de Volkswagen en Port Elizabeth en 2002 o la de Engen en Durban en 2001. Algunas de estas acciones, como las de la TAC, logran regularmente victorias sobre la política del gobierno. Sin embargo, por un lado, ningún partido de la oposición sirve, por ahora, de trasmisor verdadero de esas opiniones en el ámbito parlamentario; por otro lado, la capacidad de esas organizaciones para influir en las decisiones estatales de manera sostenible sigue siendo frágil, apoyándose en sus propias fuerzas (sin institucionalizarse ni entrar en el gobierno)". (Judith Hayem, ibíd.)
Ahí se ve un problema doble para el gobierno del ANC: por un lado, ¿cómo prevenir o desviar huelgas que tienden a escapar al control de los sindicatos que le son cercanos? Y, por otro, ¿cómo encontrar una oposición parlamentaria "creíble" en su supuesta capacidad de "influir" en las decisiones del Estado de manera duradera? Con respecto a este último aspecto, veremos más adelante que el problema no se ha resuelto en el momento de escribir este artículo. Por otro lado, para el primer problema, el ANC, pudo confiar hábilmente en la ideología antiglobalización bien encarnada por algunos de los grupos que impulsan la radicalización de las luchas, en particular la TAC y el "Movimiento de los Sin Tierra".
En efecto, la ideología "altermundialista" llegó en el momento oportuno para el gobierno del ANC en busca de un nuevo "aliento ideológico", sobre todo porque ese medio estaba en alza en los medios de comunicación de todo el mundo. Cabe señalar también que, en el mismo contexto (en 2002), el ANC estaba haciendo campaña para la reelección de sus dirigentes, para quienes era de lo más oportuno mostrar su proximidad con el movimiento altermundialista. Pero esto no fue suficiente para restaurar la credibilidad de los líderes del ANC ante las masas sudafricanas. Y por una buena razón...
La corrupción, la otra "enfermedad suprema" del capitalismo, es una característica ampliamente compartida entre los líderes del ANC. Ciertamente, el mundo capitalista es muy rico en ejemplos de corrupción, así que uno podría pensar que es inútil añadir éste. Es, en realidad muy útil pues sigue habiendo muchos "creyentes" en el "valor simbólico ejemplar" y en la "probidad" de los antiguos héroes de la lucha de liberación nacional, o sea los dirigentes del ANC.
Para introducir el tema, son de lo más elocuente los siguientes pasajes de un artículo titulado "Sistema de ‘corrupción legalizada’" de un diario burgués, a saber Le Monde diplomatique, uno de los más importantes y antiguos partidarios del ANC:
-“Desde la presidencia del Sr. Thabo Mbeki (1999-2008), la colusión entre el mundo de los negocios y la clase dominante negra ha sido evidente. Ese compadrazgo tiene su emblema en la persona de Cyril Ramaphosa, de 60 años, designado sucesor de Zuma, elegido Vicepresidente del Congreso Nacional Africano (African National Congress, ANC) en diciembre de 2012. En vísperas de la masacre de Marikana (...), el Sr. Ramaphosa envió un correo electrónico a la dirección de Lonmin, aconsejándoles que resistiera a la presión ejercida por los huelguistas, a quienes calificó de "criminales".
Propietario de McDonald's Sudáfrica y presidente de la empresa de telecomunicaciones MTN, entre otras, Ramaphosa es también ex Secretario General del ANC (1991-1997) y del Sindicato Nacional de Mineros (NUM-, 1982-1991). Actor central en las negociaciones sobre la transición democrática, entre 1991 y 1993, fue desalojado por Mbeki de la carrera para suceder al Nelson Mandela. En 1994, ahí lo tenemos reciclado en los negocios, propietario de New African Investment (NAIL), primera empresa negra cotizada en la Bolsa de Johannesburgo, y luego primer multimillonario negro en la "nueva" Sudáfrica. Ahora dirige su propia empresa, Shanduka, activa en minería, agroalimentación, seguros e inmobiliarias.
Entre sus cuñados están Jeffrey Radebe, Ministro de Justicia, y Patrice Motsepe, magnate minero, jefe de African Rainbow Minerals (ARM). Éste aprovechó el Black Economic Empowerment (BEE, Potenciación Económica Negra) organismo instalado por el ANC supuestamente para favorecer a las masas "históricamente desfavorecidas", según la fraseología del ANC, tal proceso de esa "potenciación económica negra" (BEE) en realidad ayudó a consolidar a una burguesía próxima al poder. Moeletsi Mbeki, hermano menor del ex jefe de Estado, profesor y director de la productora audiovisual Endemol en Sudáfrica, denuncia un sistema de "corrupción generalizada". Subraya los efectos perversos de la BEE: promoción "cosmética" de los gerentes negros (fronting) en grandes grupos blancos, altos salarios por capacidades limitadas, sentimiento de injusticia entre los profesionales blancos, algunos de los cuales prefieren emigrar.
La adopción de un reglamento BEE en el sector minero en 2002 puso el 26% en manos negras, pero sobre todo también colocó a muchos barones del ANC en importantes puestos de gestión. Así, al Sr. Mann Dipico, ex Gobernador de la Provincia del Cabo-Norte, lo han puesto de Vicepresidente de Operaciones Sudafricanas del grupo diamantista De Beers. El BEE también ha favorecido a los excombatientes antiapartheid, que han fortalecido su influencia en el poder. El Sr. Mosima ("Tokio") Sexwale, jefe del grupo minero Mvelaphanda, asumió la gestión del Ministerio de “‘human settlements” (Asentamientos Humanos) en 2009.
El Sr. Patrice Motsepe, por su parte, destaca en el ranking de Forbes 2012 como cuarta fortuna de Sudáfrica (2.700 millones de dólares). Hizo un gran servicio al ANC al anunciar el 30 de enero que donaría la mitad de su patrimonio familiar (unos 100 millones de euros) a una fundación que lleva su nombre, para ayudar a los pobres. Aunque no cunda su ejemplo, ya se no podrá echar en cara a la élite negra que no comparte su dinero…"[10].
Descripción feroz ésa de un sistema de corrupción introducido por los líderes del ANC en cuanto llegaron a la cima del poder sudafricano después del apartheid. Son como los gánsteres, se trata para ellos de compartir "ganancias" y "botines" de sus antiguos rivales blancos bajo el antiguo régimen, distribuyendo las posiciones de acuerdo con la relación de fuerzas y las alianzas dentro del ANC. De modo que pronto se olvidó aquello de la lucha por el "poder del pueblo negro", ahora toca echar a correr por los puestos que conducen al "paraíso capitalista", enriqueciéndose más y más hasta convertirse en multimillonarios en pocos años, como ese antiguo gran líder sindical y destacado miembro del ANC, el señor Ramaphosa.
-“La burguesía negra vive lejos de los ‘townships’, donde no reparte nada –o poco- de su riqueza. Sus gustos lujosos y su opulencia irrumpieron bajo la presidencia del Mbeki (1999-2008), gracias al crecimiento de la década de 2000. Pero desde que Zuma llegó al poder en 2009, el Arzobispo Desmond Tutu y el Consejo Sudafricano de las Iglesias han denunciado sistemáticamente un "deterioro moral" mucho más grave que los precios astronómicos de las gafas de sol de aquellos a los que se apoda de ‘revolucionarios Gucci’. Las relaciones pueden establecerse de un modo abiertamente venal, sonríe un abogado de negocios negro que prefiere guardar en el anonimato. Se habla de sexo a la mesa, ¡y no sólo de nuestro presidente polígamo! La corrupción se extiende… Tanto es así que cuando un ex ejecutivo de De Beer es acusado de corrupción por la prensa, dice: ‘You get nothing for mahala’… (No sacas nada sin nada)”. (íbid, Le Monde diplomatique)
Impresiona lo que dice esa cita, en especial la implicación de los presidentes sucesores de Mandela en el montaje del sistema de corrupción bajo sus respectivas presidencias. Pero también hay que señalar que la corrupción en el ANC existe a todos los niveles y en todos los lugares, dando lugar a luchas turbias y violentas como las que hay en los grupos mafiosos. Así, Mbeki utilizó su presidencia del aparato estatal y del ANC para eliminar a su antiguo rival Cyril Ramaphosa en 1990 con "golpes bajos" y luego echó a Zuma, su vicepresidente, al cual procesaron por violación y corrupción. Obviamente, estos dos últimos, a la vez que luchaban entre sí, replicaron con represalias tan violentas como arteras contra su rival común. En particular, Zuma, que no cesó en hacerse pasar por víctima de la enésima conspiración urdida por su predecesor Mbeki "conocido por sus intrigas" (Le Monde, ibíd.). Además, cabe mencionar un acto de violencia característico que ocurrió en diciembre de 2012 en el Parlamento, donde, en plena preparación de su congreso, los miembros del ANC acabaron a puñetazos y sillazos para imponer a sus respectivos candidatos
Y mientras tanto, el "pueblo liberado" del apartheid sigue inmerso en la pobreza: uno de cada cuatro sudafricanos no tiene suficiente para comer y curarse. "Mientras tanto, el nivel de desesperación se observa a simple vista. En Khayelitsha, el dolor se ahoga en el gospel, una música popular que suena por todas partes, pero también en la dagga (cannabis), el mandrax o el tik (metanfetamina), una droga que está estragando el ‘township’."(Le Monde diplomatique, ibíd.)
¡Qué siniestra inmersión en el horror de un sistema económico moribundo que empuja así a sus diferentes poblaciones a abismos sin salida!
Entre mediados de los 90 y principios de 2000, la clase obrera no sólo luchó contra la miseria económica, sino que también tuvo que enfrentarse a la epidemia del SIDA. Y encima, el entonces jefe de Gobierno, Thabo Mbeki, se dedicó a negar durante mucho tiempo la realidad de esa enfermedad, llegando incluso a negarse cínicamente a comprometerse realmente contra su desarrollo.
- “Otro elemento importante de la situación en Sudáfrica desde el año 2000 es precisamente el despliegue probado y devastador de la epidemia del VIH/SIDA, que finalmente ha sido reconocido públicamente. Sudáfrica tiene ahora el triste récord de país más contaminado del mundo. En diciembre de 2006, el informe de ONUSIDA/OMS indicaba que se calcula que 5,5 millones de personas vivían con el VIH en Sudáfrica, el 18,8% entre los adultos de 15 a 49 años y el 35% entre las mujeres - son las más afectadas- que acuden a las clínicas prenatales. La mortalidad total en el país por todas las causas aumentó en un 79% entre 1997 y 2004, debido principalmente al impacto de la epidemia.
(...) Más allá de ese desastroso balance sanitario, el SIDA se ha convertido en uno de los principales problemas del país. Diezma a la población, dejando huérfanos en generaciones enteras de niños, pero su impacto es tal que también amenaza la productividad y el equilibrio social del país. De hecho, la población activa es la franja más afectada por la enfermedad y la falta de ingresos generados por la incapacidad de un adulto para trabajar, incluso de manera informal, a veces sume a familias enteras en la pobreza, cuando la supervivencia depende únicamente de esos ingresos. En la actualidad, el Estado presta asistencia social a las familias afectadas por la enfermedad, pero sigue siendo insuficiente. (...) El SIDA ha invadido todas las esferas de la vida social y la vida cotidiana de todos: uno está infectado con la enfermedad y/o afectado por la muerte de un ser querido, un vecino, un colega….
(...) Me parece que el cierre de la secuencia de negociaciones que ya estaba tomando forma en 1999, con la publicación del GEAR (Growth Employement and Redistribution Program: Programa de Crecimiento, Empleo y Redistribución), fue confirmado por la negación por parte de Thabo Mbeki del vínculo entre VIH y SIDA en abril de 2000. No tanto por la inmensa controversia que esta declaración generó en el país y en todo el mundo, sino por la epidemia misma, que sin embargo era un gran desafío para la construcción del país y su unidad, marcando así que, a su juicio [de Mbeki], ya no debería ser la principal preocupación del Estado". (Judith Hayem, ibíd.,)
Como ilustra esa cita, por un lado, la epidemia de SIDA estaba (y sigue) causando estragos en las filas del proletariado sudafricano y en las poblaciones (especialmente los pobres) en general, mientras que, por otro lado, a los responsables del gobierno les importaba un bledo el destino de las víctimas, a pesar de que los informes oficiales (de la ONU) ilustraban ampliamente la presencia masiva del virus en el país. En realidad, el gobierno de Mbeki lo negaba todo al no querer ver que el SIDA había invadido todas las esferas de la vida social, incluyendo la vida diaria de las fuerzas productivas del país, en especial de la clase obrera. Pero la más cínica de este asunto fue la entonces Ministra de Sanidad:
- “Fiel al entonces Presidente Thabo Mbeki, le Ministra de Sanidad Manto Tshabalalala-Msimang (...) no tiene la menor intención de organizar la distribución de ARV [antirretrovíricos] en el sector público de salud. Ella argumenta que los ARV son tóxicos, o que puede uno curarse adoptando una dieta nutritiva basada en aceite de oliva, ajo y limón. El conflicto terminó en 2002 ante el Tribunal Constitucional: ¿se autoriza al hospital público administrar una pastilla de nevirapina a las madres seropositivas, lo que reduce drásticamente el riesgo de que el niño se infecte durante el parto? El gobierno fue condenado. Habrá otros juicios, que impondrán el inicio de una estrategia nacional de tratamiento en 2004". (Manière de voir, noviembre de 2015, suplemento de Le Monde Diplomatique).
Esa es la actitud abyecta de un gobierno irresponsable hacia los millones de víctimas del SIDA abandonados a su suerte y donde sólo después de la intervención del Tribunal Supremo se detuvo la locura criminal de los líderes del ANC y del gobierno de Mbeki ante el rápido desarrollo del SIDA, que contribuyó en gran medida a la caída de la esperanza de vida, que pasó de 48 años en el año 2000 a 44 años en el 2008 (en el que las personas infectadas morían por centenares cada día).
Los lectores de la prensa de la CCI saben que nuestra organización trata con regularidad las consecuencias de la descomposición, la fase final de la decadencia del capitalismo en todos los aspectos de la vida de la sociedad[11]. Estos son más evidentes en algunas áreas, particularmente en el que antaño se llamaba "Tercer Mundo", al que pertenecía Sudáfrica.
A pesar de su condición de primera potencia industrial del continente con un desarrollo económico relativo, Sudáfrica es uno de los países del mundo donde la gente muere más "fácilmente" por homicidio; los ataques violentos de todo tipo forman parte de la vida cotidiana y, por supuesto, de la clase obrera. Por ejemplo, en 2008 Sudáfrica hubo 18.148 asesinatos, una tasa de 36,8 por cada 100.000 habitantes, lo que coloca a ese país en el segundo lugar detrás de Honduras (con una tasa de 61 por cada 100.000 habitantes). En 2009, un estudio realizado por el Consejo Sudafricano de Investigaciones Médicas reveló que la tasa de homicidios de mujeres cometidos por hombres era cinco veces superior a la media mundial.
Los asesinatos se cometen en cualquier lugar, de día o de noche, en casa, en la calle o en el transporte, en terrazas de bares, en lugares de ocio (campos de deportes).
Además de los homicidios, hay una explosión de otras formas de violencia: la violencia sexual contra las mujeres y los niños ascendió a 50.265 en 2008.
Quizás lo más sórdido de esta situación es que el gobierno sudafricano es, en el mejor de los casos, impotente, y en el peor, indiferente o cómplice cuando se sabe que miembros de su propia policía están implicados en esa violencia. De hecho, en Sudáfrica, la policía es tan corrupta como las demás instituciones del país y por ello muchos policías están involucrados en asesinatos atroces. Cuando la policía no está directamente involucrada en los asesinatos, se comporta como las bandas que extorsionan y aporrean a la gente. Por eso quienes sufren diariamente la violencia no tienen la menor confianza en que las fuerzas del orden los proteja. En la gran burguesía, por su parte, muchos de sus miembros prefieren protegerse (en sus casas bien equipadas) por vigilantes y demás "agentes de seguridad” superarmados. Hay estadísticas que indican que su número supera con creces el de la policía nacional.
Pogromo: otro aspecto sanguinario de la violencia social. Ocurre episódicamente en Sudáfrica como así ha sido recientemente, en 2017. Esto es tanto más grave por cuanto es la clase obrera sudafricana, muy mezclada durante varias generaciones, la afectada directamente. Los medios de comunicación describen a los pogromistas como "excluidos", "delincuentes/traficantes", "precarios/desempleados...". En resumen, una mezcla de "desclasados", "nihilistas" y simples frustrados, sin esperanza y sin la menor conciencia proletaria. Como ejemplo, referimos aquí un hecho ocurrido en 2008. En junio de ese año, casi 100 trabajadores inmigrantes murieron de resultas de pogromos perpetrados por bandas armadas en los barrios pobres de Johannesburgo. Grupos armados con cuchillos y armas de fuego irrumpen por la noche en barrios destartalados en busca del "extranjero" y comienzan a golpear, matar, incluso quemar vivos a los vecinos y perseguir a miles más.
Las primeras masacres ocurrieron en Alexandra, en un enorme barrio marginal (township) situado al pie del distrito comercial de Johannesburgo, la capital financiera de Sudáfrica. Los ataques xenófobos se fueron extendiendo gradualmente a otras zonas afectadas de la región con una indiferencia total por parte de las autoridades del país. El gobierno del presidente Mbeki tardó 15 días en decidirse a actuar con cínica lentitud enviando a las fuerzas del orden a algunas localidades mientras permitía que las masacres continuaran en otros lugares. La mayoría de las víctimas proceden de países vecinos (Zimbabue, Mozambique, Congo, etc.). Hay casi 8 millones de inmigrantes en Sudáfrica, entre los cuales 5 millones de zimbabuenses que trabajan (o buscan trabajo), especialmente en oficios penosos como la minería. Otros son precarios y malviven del mercadeo de supervivencia. Lo más terriblemente inhumano de estos pogromos es que muchas de las víctimas estaban allí porque se morían de hambre en sus países de origen, como un zimbabuense (superviviente) citado por el semanario Courrier international del 29 de mayo de 2008: "Nos estamos muriendo de hambre y nuestros vecinos son nuestra única esperanza. (...) No tiene sentido trabajar en Zimbabue. Ni siquiera ganamos lo suficiente para vivir en los peores suburbios de Harare (la capital). (...) Estamos dispuestos a correr riesgos en Sudáfrica; es nuestra vida ahora. (...) Pero si no lo hacemos, moriremos. Hoy en día, el pan cuesta 400 millones de dólares zimbabuenses (0,44 euros) y un kilo de carne 2.000 millones (2,21 euros). Ya ni gachas de maíz hay en las tiendas, y la gente que trabaja ya no puede ganarse la vida con su salario".
Ese es el infierno en el que los políticos de Zimbabue y Sudáfrica han hundido a sus respectivas poblaciones, ésos, "panafricanistas" y antiguos campeones de "la lucha por la liberación nacional" y "la defensa de los pueblos oprimidos". De hecho, no sólo dejaron que los pogromos se desataran mucho antes de intervenir, sino que la intervención del gobierno del ANC consistió en expulsar masivamente a los "trabajadores ilegales" hacia sus países de origen, en particular a Zimbabue, donde son objeto de represión y víctimas de hambruna.
Estos episodios ilustran la destrucción de los lazos sociales y la solidaridad de clase entre los proletarios, característica de la descomposición del capitalismo. No hemos oído hablar de ninguna manifestación de solidaridad por parte de la clase obrera sudafricana hacia sus hermanos de clase que son víctimas de pogromos.
El gobierno sudafricano estaba sin duda con la vista puesta en la situación económica, y lo único que podía reconocer era su incapacidad para salir de la crisis, a pesar de sus múltiples y sucesivos planes de austeridad.
- “Sería un error pensar que esta explosión de xenofobia es simplemente una reacción frente a una inmigración incontrolada. También es el resultado de la subida de los precios de los alimentos, de la caída del nivel de vida, de una tasa de desempleo superior al 30% y de un gobierno que parece ciego ante la situación de los más pobres”. (Jeune Afrique, 25/05/2008)$
Fue en ese contexto, en el que los efectos de la crisis estaban causando estragos entre los trabajadores y la población sudafricana más pobre, en el que surgieron esas acciones de pogromos cometidas por gente embebida de odio al “extranjero”, incapaz en su ceguera de encontrar otra solución a su angustia moral y material sino la violencia indiscriminada contra chivos expiatorios.
Y, para empezar, ¿cómo se puede describir la situación económica del país vecino, Zimbabue? ¿Una simple crisis "económica" pasajera o la precursora del futuro de un sistema en vías de descomposición avanzada? Lo difícilmente descriptible de lo que ocurría en ese país en los años 2000 supera lo imaginable: ¡para comprar una barra de pan había que llenar una carretilla de billetes para conseguirla! Aunque la "hiperinflación" ha desaparecido, la pobreza está más presente que nunca. Como muestra el informe económico anual de 2017 del diario francés Le Monde: "Casi las tres cuartas partes de los zimbabuenses viven actualmente por debajo del umbral de la pobreza y el 90 por ciento de la población activa no tiene un empleo formal. Un tercio de los niños tienen un retraso de crecimiento. El SIDA afecta al 14,7% de la población, una cifra que, sin embargo, está disminuyendo".
En otras palabras, es un infierno para las poblaciones, la clase obrera en particular, ese infierno que ya dura desde hace décadas en un país totalmente arruinado.
Otra causa importante de la ruina de Zimbabue es el compromiso de sus dirigentes en la guerra de influencia a la que se libran las potencias imperialistas.
Porque el otro factor que afecta los presupuestos de esos dos Estados (Sudáfrica y Zimbabue) son las pretensiones de influencia imperialista por parte de sus dirigentes. Si nos referimos a la "cuestión imperialista" aquí, es sobre todo porque tiene un impacto en las relaciones entre las clases, puesto que la burguesía hace caer el peso de la economía de guerra sobre la clase obrera en el interior y en el exterior con sus masacres. Los gobiernos de Sudáfrica y Zimbabue han estado compitiendo con potencias imperialistas (grandes y pequeñas) que intentan controlar las regiones del sur de África y de los Grandes Lagos, autoproclamándose "gendarmes locales". Así, esos dos países se vieron inmersos en las guerras que asolaron esas regiones en los años 90 y 2000 y que causaron más de 8 millones de muertos. Con esa idea, el presidente de Zimbabue, Robert Mugabe, se embarcó en la guerra que duró años en la República Democrática del Congo, adonde envió a unos 15.000 hombres con un coste exorbitante estimado en un millón de dólares diarios (lo que representa el 5,5% del PIB en un año). Esa desastrosa aventura militar fue, sin duda, un factor acelerador de la ruina total de la economía de Zimbabue, y eso que se consideraba a este país hasta la década de 1990 como el "granero" del África austral. Además, entre las causas del deterioro de la situación económica de Zimbabue está también el embargo total impuesto por las potencias imperialistas occidentales contra el "régimen dictatorial" de Robert Mugabe. Éste se negó a ajustarse al "modelo occidental de gobernanza democrática" al haber hecho todo lo posible por aferrarse al poder del país que dirigió durante 37 años, hasta los 93 años, entre 1980 y finales de 2017, cuando se vio obligado a dimitir[12]. De hecho, el régimen de Mugabe sólo tenía a China (y en menor medida a Sudáfrica) de socio determinante, que los abastecía de todo y lo protegía militar y políticamente sin "interferir" en sus asuntos internos.
Con respecto al papel específico de Sudáfrica en las guerras imperialistas en África, nos remitimos a los números 155 y 157 de la Revista Internacional. Cabe recordar que, incluso antes de llegar al poder, Mandela y sus compañeros estaban plenamente involucrados en prácticas imperialistas. Luego continuaron, llegando, por ejemplo, incluso a cuestionar la influencia de Francia en la República Centroafricana y en la región de los Grandes Lagos en la década de 1990/2000.
Una de las principales características de Sudáfrica desde la época del apartheid es que, incluso en ausencia de huelgas, la tensión social conduce a manifestaciones u otros tipos de enfrentamientos violentos. Por ejemplo, según datos de la policía, el país experimentó tres disturbios por día (de promedio) entre 2009 y 2012. Según un investigador sudafricano citado por Le Monde diplomatique, eso representa un aumento del 40% con relación al período 2004-2009. Esta situación está indudablemente ligada a la violencia de las relaciones que ya existían entre los imperios coloniales y las poblaciones del país, y esto mucho antes del establecimiento oficial del apartheid, donde los sucesivos dirigentes a la cabeza del Estado sudafricano siempre recurrieron a la violencia para imponer su orden, el orden burgués por supuesto[13]. Esto se refleja ampliamente en la historia de la lucha de clases en Sudáfrica en la era del capitalismo industrial. De hecho, la clase obrera sufrió sus primeras muertes (4 mineros de origen británico) cuando lanzó su primera huelga en Kimberley, la "capital del diamante", en 1884.
Por su parte, la población, en este caso la parte negra muy mayoritaria de la clase obrera siempre ha sido forzada a la violencia, particularmente durante el apartheid, cuando su dignidad humana era simplemente negada por los repugnantes prejuicios heredados de las relaciones de esclavitud según los cuales pertenecería a una "raza inferior". Como resultado, en vista de todos estos factores, podemos hablar de una "cultura de la violencia" como elemento constitutivo de la relación entre la burguesía y la clase obrera en Sudáfrica. Y el fenómeno persiste y está creciendo hoy en día, es decir, bajo el dominio del ANC.
Ese movimiento vino precedido por otras huelgas más o menos importantes, como la de 2010, en la que participaron los trabajadores de la construcción de los estadios para el Mundial de Fútbol. Los sindicatos del sector lanzaron un movimiento de huelga, amenazando con no terminar el trabajo antes del inicio oficial de las competiciones. Mediante ese "chantaje sindical", los trabajadores en huelga pudieron obtener aumentos salariales sustanciales (del 13% al 16%). Había una fuerte insatisfacción en todo el país por el deterioro de las condiciones de vida de la población y fue en ese contexto, dos años después del pitido final de la Copa del Mundo, cuando estalló la huelga en Marikana[14]. En efecto, desde el 10 de agosto de 2012, los mineros de fondo del pozo de Marikana se pusieron en huelga para apoyar a los menos pagados de entre ellos, exigiendo que el salario mínimo se elevara a 1250 euros. Esta reclamación fue rechazada por los empleadores mineros y por la NUM (el mayor de los sindicatos afiliados a Cosatu).
- "La tensión social es palpable desde que la policía mató a 34 mineros (y herido a 78) en una huelga en Marikana, una mina de platino cerca de Johannesburgo, el 16 de agosto de 2012. Para la población, ¡qué símbolo! Las fuerzas de un Estado democrático y multirracial, encabezadas desde 1994 por el Congreso Nacional Africano (ANC), disparaban a los manifestantes, como en los días del apartheid; a los trabajadores que constituían su base electoral, la abrumadora mayoría negra y pobre de Sudáfrica. En este país industrializado, el único mercado emergente al sur del Sáhara, los hogares pobres, 62% negros y 33% mestizos, representan más de 25 millones de personas, o la mitad de la población del país, según las cifras publicadas por las instituciones nacionales a finales de noviembre.
La onda expansiva es comparable a la de la masacre de Sharpeville, cuyo recuerdo fue reavivado por los acontecimientos de Marikana. El 21 de marzo de 1960, la policía del régimen del apartheid (1948-1991) mató a 69 manifestantes negros que protestaban en un municipio contra el "pase" exigido a los “no blancos” para ir a la ciudad. Cuando la noticia de la tragedia llegó a Ciudad del Cabo, la población de Langa, un municipio negro, redujo a cenizas los edificios públicos.
Las mismas reacciones en cadena están ocurriendo hoy. Tras lo de Marikana, los empleados de los sectores de la minería, el transporte y la agricultura están multiplicando las huelgas salvajes. (...) Resultado: viñedos quemados, tiendas saqueadas y enfrentamientos con la policía. Todo esto con el telón de fondo del despido de los huelguistas. (...) En Lonmin, después de seis semanas de acción, los mineros recibieron un aumento del 22% y una prima de 190 euros.
(...) Hoy, los sindicatos negros, con más de dos millones de miembros, exigen al gobierno una verdadera política social y mejores condiciones de trabajo para todos. Pero, una característica particular de Sudáfrica resulta que los sindicatos están... en el poder. Junto con el Partido Comunista Sudafricano y el ANC, han formado una alianza tripartita "revolucionaria" desde 1990 para trabajar por la transformación de la sociedad. Los comunistas y sindicalistas representan el ala izquierda del ANC, a la que este partido trata de controlar dándoles poder. Los líderes comunistas ocupan regularmente cargos ministeriales, mientras que los de Cosatu forman parte del comité ejecutivo nacional del ANC. Su puesta en entredicho de la gestión liberal de la economía por parte del ANC resulta así poco creíble.
(...) Por primera vez, en Marikana, el Sindicato Nacional de Mineros (NUM), afiliado a Cosatu y uno de los más grandes del país, se vio desbordado por un conflicto social[15]. (Según un empresario), "la politización de los conflictos sociales, que lleva al cuestionamiento del ANC o de sus dirigentes, asusta a los grandes grupos mineros”. (Le Monde diplomatique, ibíd.)
Es ése un relato implacable de los trágicos acontecimientos de Marikana. En esa huelga, fuimos testigos, una vez más, de una verdadera confrontación de clases entre la nueva burguesía dominante y la clase obrera sudafricana. De hecho, ya, sin hacer mucho ruido, durante un movimiento de huelga en 1998-99, el propio gobierno de Mandela había masacrado a una docena de trabajadores. Pero esta vez la tragedia de Marikana es de una escala sin precedentes y rica en lecciones de las que no podemos extraerlas todas en el marco de este artículo. Lo que queremos decir de entrada es que los mineros que murieron o resultaron heridos al levantarse contra la miseria impuesta por su enemigo de clase merecen el homenaje y el saludo más fraterno de sus hermanos de clase. Además, ninguno de los responsables de tal masacre fue condenado y el presidente del ANC, Jacob Zuma, se limitó a nombrar una comisión de investigación que esperó dos años para emitir su informe, proponiendo simple y cínicamente: "Una encuesta criminal bajo la dirección de la fiscalía contra la policía que demuestra las responsabilidades de Lonmin. En cambio, exonera a los responsables políticos de entonces”. (Manière de voir, suplemento de Le Monde Diplomatique)
Este conflicto nos muestra el anclaje profundo y definitivo del ANC en el capital nacional sudafricano, no sólo a nivel del aparato estatal, sino también de sus miembros individuales. Como ya lo demostramos arriba (véase el capítulo sobre la "corrupción"), muchos líderes del ANC estaban a la cabeza de grandes fortunas o empresas prósperas. Durante el movimiento Marikana, los mineros tuvieron que enfrentarse a los intereses de grandes empresarios, entre ellos Doduzane Zuma (hijo del actual jefe de Estado sudafricano), a la cabeza de los JLC Mining Services, muy presentes en ese sector. Por lo tanto, es más fácil entender por qué este jefe y su empresa rechazaron categóricamente admitir la validez de las reivindicaciones de los huelguistas, centrándose primero en la represión policial y en la labor de zapa por parte de los sindicatos cercanos al ANC para poner fin a la huelga. De hecho, en este conflicto, hemos visto el comportamiento abyecto y totalmente hipócrita de Cosatu y el Partido Comunista, pretendiendo "apoyar" el movimiento de huelga, mientras el gobierno del que son miembros decisivos estaba lanzando sus perros sanguinarios contra los huelguistas. La izquierda gubernamental, en realidad, estaba sobre todo preocupada por la aparición de una minoría radicalizada de su base sindical en el movimiento en un intento de escapar a su control.
“El presidente Jacob Zuma no viajó hasta unos días después de los hechos. Y no se encontró con los mineros, sino con la dirección de Lonmin. Su enemigo político, Julius Malema, de 31 años, ex presidente de la Liga Juvenil del ANC, expulsado del partido en abril por "indisciplina", aprovechó la oportunidad para ocupar el terreno. Como portavoz de la decepcionada base, se puso del lado de los huelguistas. Los acompañó ante los tribunales, donde fueron acusados por primera vez de asesinato en virtud de una antigua ley antidisturbios de la época del apartheid. Esta ley permitía acusar de asesinato a simples manifestantes, acusándolos de haber provocado a las fuerzas de seguridad. Ante las protestas que eso provocó, se retiró finalmente la acusación contra doscientos setenta mineros y se nombró una comisión de investigación. Malema aprovechó esa oportunidad para hacer un nuevo llamamiento a la nacionalización de las minas y denunciar la colusión entre el poder, la burguesía negra, los sindicatos y el "gran capital". (Le Monde diplomatique, ibíd.)
En otras palabras, por un lado, vemos al presidente Zuma sin piedad contra los huelguistas e incluso evitando reunirse con ellos, por otro lado, vemos al joven Malema[16] aprovecharse de su exclusión del ANC para radicalizarse a fondo con el único objetivo de recuperar a los obreros escandalizados y soliviantados por la actitud de las fuerzas gubernamentales en el conflicto. Para ello, impulsó la creación del nuevo sindicato minero (AMCU) en oposición radical al NUM (vinculado al gobierno). Esto explica la actitud tan maniobrera y acrobática del ala izquierda del ANC, que al mismo tiempo quería asumir sus responsabilidades gubernamentales y preservar su "credibilidad" ante los huelguistas sindicados, en particular su base militante. Esencialmente se trata de una "división del trabajo" entre líderes del ANC para quebrar el movimiento en caso de que los muertos no fueran suficientes.
Y ¿qué decir de lo que representa esa matanza? Como se ha señalado en la cita anterior, ¡qué símbolo para la población! ¡Las fuerzas de un Estado democrático y multirracial disparando contra los manifestantes como durante el apartheid! Pues, como lo muestra un testigo (obviamente un sobreviviente de la carnicería): “Recuerdo a uno de nuestros muchachos diciéndonos: ‘Rindámonos’ poniendo manos arriba, dice un testigo. Una bala le dio en dos dedos. Cayó al suelo. Luego se levantó y repitió: ‘Señores, rindámonos’. Una segunda vez, la policía le golpeó en el pecho y cayó de rodillas. Intentó levantarse de nuevo, y una tercera bala le dio en el costado. Entonces se desplomó, pero todavía intentaba moverse... El hombre que estaba detrás de él, que también quería rendirse, recibió un balazo en la cabeza y se derrumbó al lado del otro". (Manière de Voir-Le Monde diplomatique)
Así es la policía del ANC, frente a la clase obrera en lucha, usando los mismos métodos, la misma crueldad que el régimen del apartheid.
Para nosotros, revolucionarios marxistas, lo que el comportamiento de los actuales dirigentes sudafricanos en esta carnicería demuestra es que antes de ser de un color u otro, los opresores de los huelguistas son ante todo feroces capitalistas que defienden los intereses de la clase dominante, razón por la cual Mandela y sus amigos fueron puestos a la cabeza del Estado sudafricano por todos los representantes del gran capital del país. Este trágico acontecimiento para la clase obrera también puede verse como otro aspecto mucho más simbólico (en este antiguo país del apartheid): el hecho de que el jefe de policía que dirigió las sangrientas operaciones contra los huelguistas era una mujer negra. Esto nos muestra, una vez más, que la verdadera brecha no es ni racial ni de género, sino de clase, entre la clase obrera (de todos los colores) y la clase burguesa. Y eso les guste o no a aquellos que afirmaban (o todavía creen) que los líderes del ANC (incluyendo Mandela) tendrían y defenderían los mismos intereses que la clase obrera sudafricana negra.
La clase obrera, negra o blanca, debe saber que antes y después de la tragedia de Marikana, tiene y tendrá en su camino ante ella al mismo enemigo, o sea, la clase burguesa que la explota, la golpea y no duda en asesinarla si es necesario. Eso es lo que están haciendo los actuales líderes del ANC y eso es lo que hizo Nelson Mandela cuando él mismo gobernaba el país. Aunque este último falleció en 2014, su legado está bien asegurado y es asumido por sus sucesores. En otras palabras, hasta su muerte, Mandela fue la referencia y la autoridad política y "moral" de los líderes del ANC. También fue el icono de todos los regímenes capitalistas del planeta, que lo honraron y premiaron concediéndole el "Premio Nobel de la Paz", además de otros títulos como "héroe de la lucha contra el apartheid y hombre de paz y reconciliación para los pueblos de Sudáfrica". En consecuencia, fue todo este gran mundo capitalista (desde el representante de Corea del Norte hasta el presidente norteamericano Obama y pasando por el Vaticano) el que estuvo presente en su funeral para rendirle un último homenaje por "servicios prestados".
Al final de este artículo, pero también de la serie de cuatro, se trata ahora de concluir lo que queríamos que fuera una "contribución a una historia del movimiento obrero".
Dada la amplitud de lo planteado y abordado en esta serie, se necesitaría al menos un artículo adicional para extraer todas las lecciones necesarias. Nos limitaremos aquí a presentar brevemente sólo algunos elementos del balance, tratando de destacar los más importantes.
La pregunta inicial era: ¿hay una historia de lucha de clases en Sudáfrica?
Creemos que así lo hemos evidenciado profundizando en la historia del capitalismo en general y del capitalismo sudafricano en particular. Para ello, utilizamos de entrada las ideas de la revolucionaria marxista Rosa Luxemburgo sobre las condiciones de nacimiento del capitalismo sudafricano (cf. La acumulación de capital, volumen 2), y luego nos apoyamos en varias fuentes de investigadores cuyo trabajo nos pareció coherente y creíble. El capitalismo ya existía en Sudáfrica en el siglo XIX creando así dos clases históricas, la burguesía y la clase obrera, que nunca han dejado de enfrentarse durante más de un siglo. El segundo problema era que nunca se oía hablar de luchas de clases, sobre todo a causa del monstruoso sistema de apartheid al que Nelson Mandela y sus compañeros se opusieron en nombre de la "lucha por la liberación nacional". Y esto escribíamos en el primer artículo de la serie[17]: “La imagen mediática de Mandela oculta todo lo demás hasta el punto de que la historia y los combates de la clase obrera sudafricana de antes y durante el apartheid son totalmente ignorados o deformados al ser catalogados sistemáticamente en la rúbrica "luchas anti-apartheid" o "luchas de liberación nacional"”
Los lectores que hayan leído toda esta serie habrán podido constatar la evidencia de unas verdaderas luchas de clase, numerosos combates victoriosos o memorables de la clase obrera en Sudáfrica. Queremos destacar en particular dos momentos principales de la lucha de clases realizada por el proletariado sudafricano: por un lado, durante y contra la Primera Guerra Mundial y, por otro, sus batallas decisivas en el momento de la reanudación internacional de la lucha de clases en los años sesenta y setenta tras el largo período contrarrevolucionario.
En aquel, una minoría de la clase obrera demostró, nada más estallar la guerra de 1914-18, su espíritu internacionalista y su actividad al llamar a aponerse a aquella carnicería imperialista[18]. "En 1917, apareció un cartel por los muros de Johannesburgo, convocando a una reunión para el 19 de julio: ‘Venid a discutir puntos de interés común entre obreros blancos e indígenas’. Este texto lo publicó la International Socialist League (ISL), una organización sindicalista revolucionaria influida por los IWW norteamericanos (…) y formada en 1915 en oposición a la Primera Guerra mundial y a las políticas racistas y conservadoras del Partido Laborista sudafricano y de los sindicatos de oficio”. Fue un acto ejemplar de solidaridad de clase frente a la primera hecatombe mundial. Aquel gesto proletario e internacionalista fue tanto más importante porque se sabe que aquella misma minoría fue el origen de la creación del Partido Comunista Sudafricano, un partido verdaderamente internacionalista antes de ser definitivamente "estalinizado" a finales de la década de 1920.
El segundo ejemplo es el de las luchas masivas de los años setenta y ochenta que lograron zarandear el sistema del apartheid, con su punto culminante: el movimiento de Soweto de 1976[19]. “Los sucesos de Soweto, de junio de 1976, iban a confirmar el cambio político en curso en el país. La revuelta de los jóvenes de Transvaal se añadió al renacimiento del movimiento obrero negro desembocando en los grandes movimientos sociales y políticos de los años ochenta. Tras las huelgas de 1973, los enfrentamientos de 1976 cierran así el periodo de la derrota».
Fue un momento en el que el nivel de combatividad y de conciencia de los trabajadores empezó a mover las líneas de la relación de fuerzas entre las dos clases históricas. Y la burguesía tomó nota de ello cuando decidió desmantelar el sistema del apartheid, plasmándose en una reunificación de todas las fracciones del capital para hacer frente a la embestida de la lucha de la clase obrera. Muy concretamente, para alcanzar esa etapa de desarrollo de su combatividad y de su conciencia de clase, la clase obrera tuvo que apoderarse de sus propias luchas dotándose, por ejemplo, de comités de lucha (los tumultuosos CIVICS) por centenas en los que su unidad de clase y solidaridad se expresaron durante la lucha superando, de facto y en gran medida, la "cuestión racial" en su seno. Estos CIVIC, alta expresión del movimiento de Soweto, fueron el resultado de un proceso de maduración que se inició a raíz de las luchas masivas de 1973-74.
Para enfrentar esta extraordinaria lucha obrera, la burguesía pudo contar, en particular, con la temible arma del "sindicalismo de base", sin olvidar nunca su arsenal represivo.
Aunque geográficamente lejos de los batallones más experimentados y concentrados del proletariado mundial en los antiguos países capitalistas, el proletariado sudafricano ha demostrado, en la práctica, su capacidad para asumir un papel muy importante en el camino que conduce al derrocamiento del capitalismo y al establecimiento del comunismo. Ciertamente, sabemos que el camino será largo y caótico y que las dificultades serán enormes. Pero no hay otro.
Lassou (finales de 2017)
[1] Revista Internacional n° 158, ‘‘Lucha de clases en Sudáfrica (III): Del movimiento de Soweto [1976] a la subida al poder de la ANC [1993]”, https://es.internationalism.org/revista-internacional/201705/4209/lucha-de-clases-en-sudafrica-iii-del-movimiento-de-soweto-a-la-sub [69]
[2] Ídem.
[3] Congress of South African Trade Unions, ver la Revista Internacional nº 158
[4] Entre ellos se encuentran dirigentes o miembros de COSATU procedentes de la Federación Sudafricana de Sindicatos (FOSATU), como ya explicábamos en la Revista Internacional Nº 158: “En efecto, la FOSATU usó su «ingenio» perniciosamente eficaz hasta el punto de hacerse oír a la vez por el explotado y el explotador consiguiendo así «gestionar» arteramente los conflictos entre los dos verdaderos protagonistas, pero al servicio, en última instancia, de la burguesía. (…) ‘Esa corriente sindical ha desarrollado a principios de los años 80 un proyecto sindical original y ello sobre la base de un concepto de independencia explícita respecto a las principales fuerzas políticas; se formó a partir de redes de intelectuales y universitarios’ (…) esa corriente sindical se propulsó queriendo ser a la vez «izquierda sindical» e «izquierda política» y en el que muchos de sus dirigentes fueron influidos por la ideología crítica trotskista y estalinista»
[5] Judith Hayem, La figure ouvrière en Afrique du Sud, Ediciones Karthala, 2008, París. Según su editor, Judith Hayem es antropóloga, profesora de la Universidad de Lille (Francia) y miembro del Centro de Investigaciones Científicas (CNRS). Especialista en cuestiones laborales, ha realizado estudios en fábricas en Sudáfrica, pero también en Inglaterra, Estados Unidos y Francia. Entre otras cosas ha hecho investigaciones en Sudáfrica sobre las movilizaciones en favor de la atención sobre el VIH/SIDA en las minas.
[6] De hecho, 10 años después de ese episodio, los diferentes componentes del ANC siguen juntos a la cabeza del gobierno sudafricano, al menos cuando escribíamos estas líneas en otoño de 2017.
[7] Judith Hayem, Ídem.
[8] Es en una nota a pie de página donde la autora citada especifica así el número de víctimas: "Se estima que entre 11 y 12 personas perdieron la vida, y que muchos otros, huelguistas o no huelguistas, y mano de obra de sustitución resultaron heridos". Y todo eso sin más comentarios, como si tratara de minimizar la importancia de la masacre o de preservar la imagen del jefe del ejecutivo Mandela, "icono de los demócratas".
[9] Para una denuncia del movimiento altermundialista ver El altermundialismo - una trampa ideológica para el proletariado https://es.internationalism.org/revista-internacional/200704/1872/el-altermundialismo-una-trampa-ideologica-para-el-proletariado [70]
[10] Le Monde diplomatique, marzo de 2013
[11] Ver nuestras Tesis sobre la Descomposición https://es.internationalism.org/revista-internacional/200510/223/la-descomposicion-fase-ultima-de-la-decadencia-del-capitalismo [41]
[12] Hoy todavía (principios de agosto de 2018), en el momento de su publicación y, por lo tanto, después de la redacción de este artículo, durante las elecciones parlamentarias, Zimbabue se encuentra sometido a un nuevo estallido de violencia y de represión mortífera por parte del ejército contra manifestaciones de oponentes a los “dignos” sucesores del régimen sanguinario de Mugabe.
[13] Véase el primer artículo de esta serie en la Revista Internacional, Nº 154, (https://es.internationalism.org/revista-internacional/201502/4080/del-nacimiento-del-capitalismo-a-la-vispera-de-la-segunda-guerra-m [71]) que muestra (entre otros ejemplos) que para acabar con las huelgas mineras en 1922, el gobierno sudafricano promulgó la ley marcial y reunió a unos 60.000 hombres equipados con ametralladoras, armas, tanques e incluso aviones. Durante la represión de esta huelga, 200 trabajadores fueron asesinados y miles más fueron heridos o encarcelados.
[14] Véase los números artículos que hicimos sobre esta y otras luchas en Sudáfrica: Después de la masacre de Marikana, Sudáfrica ha sido sacudida por huelgas masivas https://es.internationalism.org/cci-online/201211/3555/despues-de-la-masacre-de-marikana-sudafrica-ha-sido-sacudida-por-huelgas-masi [72] ; Lecciones de la experiencia sudafricana https://es.internationalism.org/cci-online/201209/3468/lecciones-de-la-experiencia-sudafricana [73] ; Matanza en Sudáfrica: la burguesía lanza a sus sindicatos y su policía contra la clase obrera https://es.internationalism.org/cci-online/201209/3453/matanza-en-sudafrica-la-burguesia-lanza-a-sus-sindicatos-y-su-policia-contra- [74] ; Debate sobre la huelga “salvaje” (o de masas) sudafricana y el camino a seguir para resolver proletariamente esta crisis capitalista https://es.internationalism.org/cci-online/201211/3547/debate-sobre-la-huelga-salvaje-o-de-masas-sudafricana-y-el-camino-a-seguir-pa [75]
[15] El NUM se vio desbordado por una nueva organización independiente, La AMCU (Association of Mineworkers and Construction Union (Asociación del sindicato de Mineros y obreros de la Construcción), creada por un tal Malema, un sindicato de base que tomó la iniciativa de la huelga en oposición frontal al NUM y al gobierno del ANC y demostró ser muy combativo, incluso en enfrentamientos armados con la policía. Al principio, era un grupo de trabajadores que no sólo ya no podía tolerar el deterioro de sus condiciones de trabajo, sino tampoco y sobre todo la complicidad entre la NUM y la patronal minera y, al hacerlo, fueron seguidos masivamente por sus compañeros mineros, incluso por miembros del sindicato oficial.
[16] Ese mismo Julius Malema ha creado desde entonces su propio movimiento político llamado "Fighters for Economic Freedom" (Combatientes por la Libertad Económica), una mezcla de populismo radical, nacionalismo (negro) y "socialismo" (estalinista) que plantea nacionalizar la economía en "beneficio de los pobres". A menudo está a la cabeza de las manifestaciones contra el gobierno de Zuma, como la celebrada el 12 de abril de 2017 en Pretoria, que reunió a más de 100.000 personas (según la prensa), "una gran multitud dominada por gente negra vestida de rojo, el color de la EFF".
[17] “Del nacimiento del capitalismo a la víspera de la Segunda Guerra Mundial”Revista internacional nº 154.
[18] Íbid., Revista internacional n° 154.
[19] “La lucha de clases en Sudáfrica (III): “Del movimiento de Soweto a la subida al poder del ANC”, Revista Internacional n° 158. https://es.internationalism.org/revista-internacional/201705/4209/lucha-de-clases-en-sudafrica-iii-del-movimiento-de-soweto-a-la-sub [69]
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En la primera parte de este artículo, examinamos algunos de los hechos más importantes acaecidos en el medio proletario internacional después de los acontecimientos de Mayo del 68 en Francia. Comprobábamos que, aunque el resurgir de la lucha de clases dio un ímpetu significativo a la reactivación del movimiento político proletario y, por lo tanto, al agrupamiento de sus fuerzas, esta dinámica empezó a encontrar dificultades desde principios de la década de los 80. Retomamos la historia a partir de esta fecha. Esta "historia" no pretende ser exhaustiva y no vamos a disculparnos porque se haga desde la perspectiva "partidista" de la CCI. Podrá completarse en el futuro con contribuciones de compañeros con experiencias y perspectivas diferentes.
La huelga de masas en Polonia en 1980 demostró la capacidad de la clase obrera para organizarse independientemente del Estado capitalista, para unificar sus luchas en todo un país, para unir sus reivindicaciones económicas y políticas. Pero como dijimos en su momento: al igual que en Rusia en 1917, el problema pudo plantearse en Polonia, pero sólo podría resolverse a nivel internacional[1]. La clase obrera de Europa occidental, en particular, se vio ante un reto: el empeoramiento irreversible de la crisis capitalista exigía alcanzar las mismas cotas de autoorganización y unificación de sus luchas, pero al mismo tiempo ir más allá del movimiento en Polonia en cuanto a politización. Los obreros polacos, al luchar contra un régimen brutal que afirmaba que los sacrificios que exigía eran otras tantas etapas hacia un futuro comunista, no pudieron, en lo político, rechazar toda una serie de mistificaciones políticas, en especial la de que sus condiciones podían mejorar con un régimen democrático que permitiera a "sindicatos libres" organizar a la clase obrera. La tarea específica de los obreros de Occidente, conocedores durante muchos años de la amarga experiencia del fraude de la democracia parlamentaria y el papel de sabotaje de los sindicatos formalmente separados del Estado capitalista, era desarrollar una perspectiva verdaderamente proletaria: la huelga masiva que avanzaba hacia la confrontación directa con el sistema capitalista, lo cual es el objetivo de una sociedad verdaderamente comunista.
No cabe la menor duda de que los trabajadores occidentales estuvieron a la altura del reto luchando contra una nueva serie de ataques a su nivel de vida, ataques llevados a cabo por regímenes de derechas en el poder, dispuestos a imponer niveles masivos de desempleo para "reducir" el inflado aparato económico heredado del período keynesiano de la posguerra. En Bélgica, en 1983, los trabajadores dieron pasos importantes hacia la extensión de la lucha, no basándose en deliberaciones de dirigentes sindicales, sino enviando delegaciones masivas a otros sectores para invitarlos a unirse al movimiento. En los dos años siguientes, las huelgas de los trabajadores del automóvil, del acero, de la imprenta y especialmente de la minería en Reino Unido fueron la respuesta del proletariado al nuevo régimen "thatcheriano".
Aquellas huelgas llevaban en sí un potencial real de unificación, siempre que se deshicieran de la rancia idea sindical de que el enemigo capitalista podría ser derrotado resistiendo el mayor tiempo posible encerrado en un sector. En otros lugares de Europa -entre los ferroviarios y los sanitarios en Francia, o los de la educación en Italia-, los trabajadores fueron más lejos al intentar romper el control paralizante de los sindicatos, organizándose en asambleas generales con comités de huelga elegidos y revocables, y haciendo tímidos esfuerzos por coordinar esos comités.
Como hemos dicho en la primera parte de este artículo, era absolutamente necesario que las pequeñas organizaciones revolucionarias que existían en aquel entonces, incluso con sus medios limitados, participaran en esas luchas, hicieran oír su voz mediante prensa, volantes, intervenciones, en manifestaciones, piquetes y asambleas generales, hicieran propuestas concretas para extender y autoorganizar la lucha, desempeñaran un papel en la formación de grupos de obreros combativos que trataran de estimular la lucha y sacar las lecciones más importantes. La CCI dedicó gran parte de sus recursos en la década de 1980 a esas tareas, y entablamos una serie de polémicas con otras organizaciones proletarias que, en nuestra opinión, no habían captado suficientemente el potencial de aquellas luchas, especialmente porque carecían de una visión general e histórica de la "marcha" del movimiento de la clase[2].
Y sin embargo, como también hemos reconocido en otros lugares[3], nos ha faltado también a nosotros claridad sobre las dificultades crecientes de la lucha. Tuvimos tendencia a subestimar la importancia de las duras derrotas sufridas por sectores emblemáticos como el de los mineros del Reino Unido, a no calibrar bien la reticencia de la clase hacia los métodos y la ideología sindicales: incluso cuando había una fuerte tendencia a organizarse fuera de los sindicatos, la extrema izquierda de la burguesía creó sindicatos postizos, o incluso "coordinaciones" extra-sindicales para mantener la lucha dentro de los límites de la defensa de los intereses sectoriales y, en última instancia, del sindicalismo. Y sobre todo, a pesar de la determinación y la combatividad de aquellas luchas, no hubo muchos avances en el desarrollo de una perspectiva revolucionaria. La politización del movimiento permaneció, en el mejor de los casos, embrionaria.
Desde finales de los años 80, hemos defendido que tal situación -la de una clase obrera lo bastante fuerte como para resistir el empuje hacia otra guerra mundial, pero incapaz de ofrecer a la humanidad la perspectiva de una nueva forma de organización social- era una especie de callejón sin salida social que daba paso libre a lo que denominamos fase de descomposición social[4]. El desmoronamiento del bloque del Este en 1989, que marcó la entrada definitiva en esa nueva fase de la decadencia del capitalismo, fue como una alarma que nos hizo reflexionar profundamente sobre el porvenir del movimiento de clase internacional que se había manifestado en oleadas sucesivas desde 1968. Empezamos a comprender que el nuevo período plantearía dificultades considerables para la clase obrera, especialmente (pero no sólo) debido a la poderosa campaña ideológica desencadenada por la burguesía que proclamó la muerte del comunismo y la refutación final del marxismo[5].
En la primera parte de este artículo, observamos que, ya a principios de los años ochenta, el medio político proletario había pasado por una crisis importante, marcada por el fracaso de las Conferencias Internacionales de la Izquierda Comunista, las escisiones dentro de la CCI y la implosión del Partido Comunista Internacional bordiguista (Programme Communiste). Las principales organizaciones políticas de la clase obrera entraron así en ese nuevo e incierto período en un estado de debilitamiento y desunión. El fracaso general de la clase para politizar sus luchas también significó que el crecimiento muy significativo del medio político proletario a fines de los años sesenta y setenta había comenzado a desacelerarse o estancarse. Además, desde nuestro punto de vista, ninguna de las organizaciones existentes, excepto la CCI, disponía del marco teórico para comprender las características de la nueva fase de decadencia: algunos de ellos, como los bordiguistas, rechazaban más o menos totalmente el concepto de decadencia, mientras que otros, como Battaglia Comunista y la CWO –Communist Workers Organisation- ahora agrupados en el BIPR (Buró Internacional para el Partido Revolucionario), usaban un concepto de decadencia pero no estaban interesados en evaluar la relación de fuerzas histórica entre las clases (a lo que nosotros llamábamos la cuestión del "curso histórico"). De ahí que la idea de un impasse social no tuviera sentido para ellos.
El peligro principal de la descomposición para la clase obrera es que gradualmente socava la base misma de su naturaleza revolucionaria, o sea su capacidad, en realidad necesidad fundamental, de asociación. La tendencia a "sálvese quien pueda" es inherente al modo de producción capitalista, pero adquiere una nueva intensidad, incluso una nueva cualidad, en esta fase final de la decadencia capitalista. Esta tendencia puede ser resultado de factores materiales e ideológicos - por la dispersión física de las concentraciones proletarias resultante de despidos y deslocalizaciones masivas, y por el esfuerzo deliberado de dividir a los obreros (por cuestiones nacionales, raciales, religiosas, etc.); por la competencia por el empleo o los beneficios sociales y por las campañas ideológicas sobre lo bueno que es el consumo o la democracia. Su efecto global es socavar la capacidad del proletariado de considerarse a sí mismo como una clase con intereses específicos, de unirse como clase contra el capital. Esto está estrechamente vinculado a la disminución de las luchas de la clase obrera en las últimas tres décadas.
La minoría revolucionaria, como parte de la clase, no se libra de la presión de un sistema social cuya ausencia de futuro es una evidencia patente. Para los revolucionarios, el principio de asociación se expresa en la formación de organizaciones revolucionarias y la participación en actividades militantes organizadas. La tendencia opuesta es la huida hacia soluciones individuales, la pérdida de confianza en la actividad colectiva, la desconfianza en las organizaciones revolucionarias y la desesperanza ante el futuro. Cuando se derrumbó el bloque del Este y comenzó a surgir la perspectiva de un profundo declive de la lucha de clases, nuestro camarada Marc Chirik, que había experimentado toda la dureza del período contrarrevolucionario y había resistido a su impacto mediante una actividad militante en las fracciones de la Izquierda Comunista, dijo en cierta ocasión: "Ahora se verá quiénes son los militantes de verdad". Por desgracia, Marc, que murió en 1990, ya no está aquí para ayudarnos a adaptarnos a unas condiciones en las que a menudo nadamos contra la corriente, aunque sí que hizo todo lo que pudo para transmitirnos los principios organizativos que son la mejor defensa contra futuras tempestades.
En la primera parte de este artículo ya hemos explicado que las crisis son un producto inevitable de la situación de las organizaciones revolucionarias en la sociedad capitalista, del bombardeo incesante de la ideología burguesa en sus diversas formas. La CCI siempre ha sido favorable a dar cuenta de sus propias dificultades y divergencias internas, aunque su objetivo sea presentarlas de manera coherente y no simplemente "poniéndolo todo encima de la mesa". También subrayamos que las crisis siempre deben obligar a la organización a aprender de ellas y, por lo tanto, a fortalecer su propio arsenal político.
La progresiva descomposición de la sociedad capitalista tiende a hacer que tales crisis sean más frecuentes y peligrosas. Así fue sin duda el caso en la CCI en los años noventa y a principios de este siglo. Entre 1993 y 1995, nos vimos en la necesidad de enfrentarnos a las actividades de un clan que tenía profundas raíces en el órgano central internacional de la CCI, una "organización dentro de la organización" que tenía un extraño parecido con la fraternidad internacional de los bakuninistas de la Primera Internacional, incluyendo el papel principal desempeñado por un aventurero político, JJ, impregnado de las prácticas manipuladoras de la francmasonería. Tal predilección por lo oculto era ya una expresión de la poderosa marea de irracionalidad que tiende a inundar la sociedad actual. Al mismo tiempo, la formación de clanes dentro de una organización revolucionaria, independientemente de su ideología específica, se relaciona con esa búsqueda de comunidades ilusorias y postizas, que es una característica social muy profunda de este período[6].
La respuesta de la CCI a esos fenómenos fue primero sacarlos a la luz y profundizar sus conocimientos sobre cómo se había defendido el movimiento marxista históricamente contra ellos. Por eso elaboramos un texto de orientación sobre el funcionamiento, un texto que se arraiga en las batallas organizativas de la Primera Internacional y del POSDR, el Partido Obrero Socialdemócrata de Rusia[7], y una serie de artículos sobre la lucha histórica contra el sectarismo, el aventurerismo, la masonería, el parasitismo político[8]. En particular, estos artículos identifican a Bakunin como un ejemplo de aventurero desclasado que utiliza el movimiento obrero como trampolín para sus propias ambiciones personales, y a la Fraternidad Internacional como ejemplo temprano de parasitismo político: una forma de actividad política que, mientras en la superficie parece obrar por la causa revolucionaria, está, en realidad, llevando a cabo un trabajo de denigración y destrucción que sólo puede servir al enemigo de clase.
El propósito de esos textos no sólo era armar a la CCI contra los riesgos de infección por una moral y unos métodos de clase ajenos al proletariado, sino también estimular un debate en todo el medio proletario sobre esos temas. Desafortunadamente, recibimos poca o ninguna respuesta a esas contribuciones de grupos serios del medio, como el BIPR, que tendía a considerarlas sólo como extraños caballos de batalla de la CCI. Aquellos que ya eran abiertamente hostiles a la CCI -como los restos del Communist Bulletin Group (CBG)- las tomaron como prueba final de que la CCI había degenerado en una secta extravagante que había que evitar a toda costa[9]. Nuestros esfuerzos por dar un marco claro para comprender el creciente fenómeno del parasitismo político -las tesis sobre el parasitismo publicadas en 1998[10]- acarrearon el mismo tipo de reacción. Y muy rápidamente, la falta de comprensión de esos problemas por parte del medio no sólo se plasmó en una actitud de neutralidad hacia elementos que el único papel que desempeñan es el de destructores del movimiento revolucionario. Como veremos, todo eso llevó desde la "neutralidad" hasta la tolerancia, para acabar en cooperación activa con esos individuos.
A principios de los 2000, la CCI se enfrentó de nuevo a una grave crisis interna. Varios militantes de la organización, miembros también esta vez del órgano central internacional, que habían desempeñado un papel activo en la denuncia de las actividades del clan JJ, formaron un nuevo clan que retomó algunos de los temas del anterior, entre los cuales, el de atacar a los camaradas que habían defendido con más firmeza los principios organizativos, difundiendo incluso rumores de que uno de ellos sería un agente estatal que manipulaba a los demás.
La llamada "Fracción Interna de la Corriente Comunista Internacional" (FICCI) ha demostrado ampliamente desde entonces que a menudo existe una línea muy fina entre la actividad de un clan dentro de la organización y la de una organización parasita en toda regla. Los elementos que formaron la FICCI fueron excluidos de la CCI por actos indignos de un militante comunista, incluyendo el robo de fondos de la organización y la publicación de información interna sensible que podría haber puesto a nuestros militantes en peligro ante la policía. Desde entonces, este grupo, que más tarde cambió su nombre por el de Grupo Internacional de la Izquierda Comunista, ha dado nuevas pruebas de que encarna una forma tan feroz de parasitismo que es imposible distinguirlo de las actividades de una policía política. En 2014, nos vimos obligados a denunciar públicamente a este grupo que una vez más había logrado robar material interno de la CCI y que buscaba utilizarlo para denigrar a nuestra organización y a sus militantes[11].
Está claro que un grupo que se comporta de tal manera es un peligro para todos los revolucionarios, independientemente de las posiciones políticas formalmente correctas que defienda. La respuesta de un medio comunista que comprendiera la necesidad de solidaridad entre sus organizaciones sería excluir del campo proletario tales prácticas y a quienes las propagan; como mínimo habría que retomar las tradiciones del movimiento obrero en las que ese tipo de comportamiento, o las acusaciones contra la integridad de una organización militante o revolucionaria, requerían la formación de un "Jurado de Honor" para establecer la verdad sobre tales conductas o acusaciones[12]. Y en 2004 una serie de acontecimientos a los que llamamos el caso "Círculo" mostraron hasta qué punto el movimiento político proletario actual se ha alejado de esas tradiciones.
En 2003, la CCI entró en contacto con un nuevo grupo en Argentina, el Núcleo Comunista Internacionalista (NCI). Tras intensas conversaciones con la CCI, se produjo un acercamiento innegable a las posiciones de nuestra organización y se planteó la cuestión de la posible formación de una sección de la CCI en Argentina. Ocurría, sin embargo, que un miembro de este grupo, al que llamamos "B", poseía el monopolio del equipo informático disponible para los camaradas y, por lo tanto, de la comunicación con otros grupos e individuos, y durante nuestras conversaciones quedó claro que ese individuo se veía como una especie de gurú político que había asumido la tarea de representar al NCI en su conjunto. Durante la visita de la delegación de la CCI en 2004, “B” solicitó que el grupo se integrara inmediatamente en la CCI. Respondimos que estábamos interesados principalmente en la claridad política y no en la creación de “franquicias” y que se necesitaba mucha más discusión antes de que se pudiera dar ese paso. Al quedar así frustrada su ambición de utilizar a la CCI como trampolín para su prestigio personal, B dio un giro repentino: sin que lo supieran los demás miembros del NCI, se puso en contacto con la FICCI y, con el apoyo de ésta, declaró de buenas a primeras que el NCI había roto con la CCI debido a sus métodos estalinistas y había formado un nuevo grupo, el Círculo de Comunistas Internacionalistas. Gran alegría de la FICCI al publicar esa gran noticia en su boletín. Pero lo peor fue que el BIPR [que también se había puesto en contacto con la FICCI, sin duda halagado por la afirmación de ésta de que, ahora que la CCI había degenerado por completo, el BIPR se había convertido en el verdadero polo de agrupamiento de los revolucionarios] también publicó la declaración del Círculo en su sitio web en tres idiomas.
La respuesta de la CCI a ese lamentable caso fue muy detallada. Después de establecer los hechos -que el nuevo grupo era de hecho un puro invento de B, y que los demás miembros del NCI no sabían nada sobre la supuesta escisión con la CCI- escribimos una serie de artículos denunciando el comportamiento aventurero de B, la actividad parasitaria de la FICCI - y el oportunismo del BIPR, que estaba dispuesto a tragarse un montón de calumnias contra la CCI, sin el menor intento de investigación, y con la idea de demostrar que "algo se está moviendo en Argentina", lejos de la CCI y sí en dirección del BIPR. Cuando la CCI demostró formalmente que B era un impostor político, y cuando los propios camaradas del NCI negaron haber roto con la CCI, entonces el BIPR eliminó discretamente los documentos del Círculo de su sitio web, sin dar ninguna explicación y menos todavía haciendo alguna forma de autocrítica. Una actitud igualmente ambigua surgió más o menos al mismo tiempo cuando se hizo evidente que el BIPR había utilizado una lista de direcciones robadas por la FICCI cuando ésta había sido expulsada de la CCI para anunciar una reunión pública del BIPR en París[13].
Este caso demuestra que el problema del parasitismo político no es, ni mucho menos, un invento de la CCI, y menos todavía un medio para silenciar a quienes se oponen a nuestros análisis, como algunos han dicho. Es un peligro real para la salud del medio proletario y un serio obstáculo para la formación del futuro partido de clase. Esto es lo que concluyen nuestras tesis sobre el parasitismo:
- “Lo que era válido en tiempos de la AIT, lo sigue siendo hoy. La lucha contra el parasitismo es una de las responsabilidades esenciales de la Izquierda Comunista. Se entronca plenamente con la tradición de sus empecinados combates contra el oportunismo. Es hoy uno de los componentes básicos en la preparación del partido de mañana y por ello mismo condiciona, en parte, tanto el momento en que podrá surgir como su capacidad para desempeñar su función en las luchas decisivas del proletariado.”
La función de los grupos parásitos es sembrar la división en el campo proletario difundiendo rumores y calumnias, introduciendo prácticas ajenas a la moral proletaria, como el robo y las maniobras entre bastidores. El hecho de que su principal objetivo haya sido construir un muro alrededor de la CCI, aislarla de otros grupos comunistas y evitar que elementos emergentes se impliquen con nosotros, no significa que estén perjudicando únicamente a la CCI; su actividad debilita a todo el medio y su capacidad de cooperación para formar el partido del futuro. Además, dado que sus actitudes nihilistas y destructivas son un reflejo directo del creciente peso de la descomposición social, cabe suponer que estén cada día más presentes en los tiempos venideros, especialmente si el medio proletario sigue abierto al peligro que representan.
El artículo sobre nuestra experiencia con el NCI trata sobre la reactivación de la lucha de clases y el surgimiento de nuevas fuerzas políticas. La CCI había observado signos de esta recuperación en 2003, pero la prueba más clara de que algo estaba cambiando fue la lucha de los estudiantes contra la ley del Contrato de Primer Empleo (CPE) en Francia en 2006, un movimiento que demostró una capacidad real de autoorganización en asambleas y amenazó con extenderse a sectores asalariados, obligando así al gobierno francés a anular el CPE[14]. Ese mismo año, los siderúrgicos de Vigo, en España, adoptaron la forma asamblearia, mostrando además una voluntad real de integrar a otros a sectores en el movimiento[15]. Y tras el crac financiero de 2008, en 2010, fuimos testigos de una gran lucha por parte de los estudiantes universitarios y de secundaria sobre los gastos por matrícula y las becas en Reino Unido, y de un movimiento contra las "reformas" de las pensiones en Francia. Al año siguiente, 2011, irrumpió la "Primavera Árabe", una ola de revueltas sociales en las que la influencia del proletariado variaba de un país a otro, pero que, en Egipto, Israel y en otros lugares, dio al mundo el ejemplo de ocupar espacios públicos y celebrar asambleas regulares -un ejemplo tomado por el movimiento Occupy en Estados Unidos, por las asambleas de Grecia y, lo que fue más importante todavía, por el movimiento de los Indignados en España. Éste, en particular, sentó las bases para cierto nivel de politización mediante debates animados sobre la obsolescencia del capitalismo y la necesidad de una nueva forma de sociedad[16].
Aquella politización, a un nivel más general, vino acompañada por la aparición de nuevas fuerzas en busca de respuestas revolucionarias al estancamiento del orden social. Algunas de aquellas fuerzas se orientaron hacia las posiciones y las organizaciones de la Izquierda Comunista. Dos grupos diferentes de Corea del Sur fueron invitados a los congresos de la CCI durante ese período, así como el grupo EKS de Turquía y nuevos contactos de Estados Unidos. Y se iniciaron discusiones con grupos o círculos de discusión de Sudamérica, los Balcanes y Australia; algunos de estos grupos y círculos acabaron siendo nuevas secciones de la CCI (Turquía, Filipinas, Ecuador y Perú). La TCI también ha ganado nuevas fuerzas desde entonces.
También hubo un desarrollo significativo de una corriente internacionalista en el anarquismo, que se manifestó, por ejemplo, en discusiones en el foro de internet libcom, y en el crecimiento de nuevos grupos anarcosindicalistas críticos del sindicalismo "institucionalizado" de organizaciones como la CNT.
La CCI reaccionó lo más ampliamente posible ante esos hechos, algo absolutamente necesario: si no se transmite el legado de la Izquierda Comunista a una nueva generación, no habrá la menor esperanza de que surja un movimiento hacia el partido del futuro.
Pero hubo debilidades significativas en nuestra intervención. Cuando decimos que el oportunismo y el sectarismo son enfermedades del movimiento obrero, resultado de la presión constante de la ideología de otras clases sobre el proletariado y sus organizaciones políticas, no sólo criticamos a otras organizaciones, sino que también esa crítica nos sirve para evaluar nuestra propia capacidad de resistir a esa presión y mantener los métodos y las adquisiciones de la clase obrera en todas las dimensiones de nuestra actividad.
La sección turca de la CCI, integrada en 2009, dejó la CCI en 2015 para formar un grupo de corta duración, Pale Blue Jadal. En nuestro intento de hacer balance de este fracaso, hemos puesto de relieve nuestros propios errores oportunistas en el proceso de su integración:
- “Nuestra integración del grupo EKS como sección turca de la CCI ha sido un proceso infectado de oportunismo. No vamos a precisar aquí las razones de tal situación: baste decir que intentamos forzar el ritmo de la historia, y esa es una receta clásica del oportunismo.
Forzar el ritmo, por supuesto, lo decidimos nosotros; significó principalmente decidir acelerar las discusiones con el grupo EKS, que se convertiría en nuestra sección en Turquía. En particular, decidimos:
- 1. Reducir drásticamente el tiempo dedicado a las discusiones organizativas con los miembros de EKS antes de su integración, sobre la base de que el arte de construir una organización se aprende esencialmente con la experiencia.
- 2. Integrar al EKS como grupo y no como individuos. Aunque nuestros estatutos lo prevén, existe el peligro de que los nuevos militantes se vean a sí mismos, no ante todo como militantes individuales de una organización internacional, sino como miembros de su grupo de origen"[17].
Como argumentábamos en la primera parte de este artículo, el oportunismo y el sectarismo van a menudo de la mano. Y, retrospectivamente, algunos elementos de nuestra respuesta en el asunto del Círculo pueden ciertamente considerarse sectarios. Ante el surgimiento de nuevas fuerzas políticas, por una parte, y ante las últimas pruebas de la dificultad del BIPR para comportarse según principios claros y el sectarismo rígido e inalterable de los bordiguistas, la CCI tenía cierta tendencia a concluir que el "viejo medio" ya estaba agotado y que nuestras esperanzas para el futuro debían basarse en las nuevas fuerzas con las que estábamos empezando a encontrarnos.
Ese fue el aspecto sectario de nuestra reacción. Pero una vez más, también tenía un cariz oportunista. Para convencer al nuevo medio de que no éramos sectarios, en 2012 hicimos nuevas aperturas hacia la TCI, abogando por la reanudación de las discusiones y el trabajo conjunto que se habían interrumpido desde el fracaso de las Conferencias Internacionales a principios de la década de los 80. Esto era correcto en sí mismo y era la continuación de una política que habíamos seguido, sin mucho éxito, durante las décadas de 1980 y 1990[18]. Pero para iniciar ese proceso, aceptamos sin más la explicación dada por la TCI sobre su conducta en el caso del Círculo: que era esencialmente obra de un camarada que había fallecido después. Aparte de la cuestionable moral de semejante explicación por parte de la TCI, no aportó la menor aclaración sobre su voluntad de renunciar a formar una alianza con elementos que realmente no tenían su lugar en el medio proletario. Y al final, las discusiones que iniciamos con la TCI se empantanaron rápidamente al discutir sobre el parasitismo, foso hasta hoy infranqueable, o sea saber qué grupos y elementos pueden considerarse como componentes legítimos de la Izquierda Comunista. Y ése no fue el único ejemplo de una tendencia de la CCI a dejar de lado esa cuestión vital al ser ésta claramente impopular en el medio proletario. También está el ejemplo de la integración del EKS, que nunca estuvo de acuerdo con nosotros sobre el tema del parasitismo, y ciertos acercamientos a grupos que nosotros mismos consideramos parasitarios, como el CBG (acercamientos que no llevan a ninguna parte).
Los artículos de la CCI de este período muestran un comprensible optimismo sobre el potencial de las nuevas fuerzas (ver por ejemplo el artículo sobre nuestro XVIII Congreso[19]). Pero al mismo tiempo se subestimaban muchas de las dificultades de los nuevos elementos que habían aparecido en esta fase de descomposición.
Como ya hemos dicho, de ese incremento de movimientos surgió cierta cantidad de personas que se inclinaron hacia la Izquierda Comunista, integrándose algunas en sus principales organizaciones. Al mismo tiempo, muchas de ellas no sobrevivieron por mucho tiempo - no sólo la sección turca de la CCI, sino también el NCI o el grupo de discusión formado en Australia[20] y una serie de contactos que surgieron en Estados Unidos. De manera más general, la influencia del anarquismo en esta nueva ola de elementos “en búsqueda” fue omnipresente, lo cual, en cierto modo, plasmaba el hecho de que el traumatismo del estalinismo y su impacto en la noción de organización política revolucionaria, seguía siendo un factor activo en la segunda década tras el desmoronamiento del bloque ruso.
El desarrollo del medio anarquista en aquella época no fue del todo negativo. Por ejemplo, el foro de Internet libcom, que fue objeto de numerosos debates políticos internacionales durante su primera década de existencia, estaba dirigido por un colectivo que tendía a rechazar el izquierdismo y los estilos de vida anarquistas y a defender algunos de los fundamentos del internacionalismo. Algunos de ellos provenían del activismo superficial del medio "anticapitalista" de los años noventa y habían empezado a ver a la clase obrera como la fuerza del cambio social. Pero esta búsqueda quedó bloqueada en gran medida por el desarrollo del anarcosindicalismo, que reduce el reconocimiento válido del papel revolucionario de la clase obrera a una perspectiva económica incapaz de integrar la dimensión política de la lucha de clases, y sustituye el activismo limitado a la calle por el activismo en el trabajo (la noción de formación de "organizadores" y "sindicatos revolucionarios"). Por paradójico que parezca, este entorno también se ha visto influido por las teorías de la "comunistización", que es una expresión muy explícita de la pérdida de la convicción de que el comunismo sólo puede lograrse mediante la lucha de la clase obrera. Pero la paradoja es más aparente que real, ya que el sindicalismo y la “comunistización” reflejan un intento de eludir la realidad de que una lucha revolucionaria es también una lucha por el poder político, y requiere la formación de una organización política proletaria. Más recientemente, libcom y otras expresiones del movimiento anarquista han sido aspiradas por diversas formas de esa política “identitaria”, o sea un todavía mayor distanciamiento del enfoque proletario[21]. Mientras tanto, otros sectores del movimiento anarquista han sido completamente absorbidos por las pretensiones del nacionalismo kurdo de haber establecido una especie de comuna revolucionaria en Rojava[22].
También hay que decir que el nuevo medio –al igual que los grupos revolucionarios establecidos- tenía pocas defensas contra la atmósfera deletérea moral de la descomposición y, en particular, contra la agresión verbal y las actitudes que a menudo infestan las redes sociales. En libcom, por ejemplo, los miembros y partidarios de los grupos de la Izquierda Comunista, y de la CCI en particular, tuvieron que luchar duro para romper el muro de hostilidad en el que se consideraban como algo evidente las calumnias de grupos parasitarios como el CBG. Y mientras que en los primeros años de libcom parecía haber algún progreso en la cultura del debate, la atmósfera se deterioró significativamente como resultado de la implicación del "colectivo libcom" en el escándalo del "Aufhebengate". En esta ocasión, la mayoría del colectivo adoptó una actitud de camarilla defendiendo a uno de sus amigos del grupo Aufheben, que había afirmado claramente haber cooperado con las estrategias policiales contra las manifestaciones callejeras[23].
Otros ejemplos de este tipo de decadencia moral que pueden darse entre quienes defienden la causa del comunismo, y uno de los más evidentes, es el de un miembro del grupo de “comunistizadores” griego Blaumachen, que se convirtió en ministro del gobierno de SYRIZA[24]. Pero los grupos de la Izquierda Comunista tampoco se han librado de esas dificultades: ya hemos mencionado las cuestionables alianzas que el BIPR ha establecido con algunos grupos parásitos. Y más recientemente, el BIPR se vio obligado a disolver su sección en Canadá, que había adoptado una actitud apologética hacia uno de sus miembros que había cometido abusos sexuales, mientras que un grupo de simpatizantes griegos adoptó de repente el nacionalismo más feroz ante la crisis de la inmigración[25]. Y el propio CCI experimentó lo que llamamos una "crisis moral e intelectual" cuando una de nuestras compañeras, entre las más decididas en su oposición a las políticas oportunistas que habíamos adoptado en algunas de nuestras actividades (y que anteriormente había sido blanco de clanes en la década de 1990), fue sometida a una campaña de la que fue "chivo expiatorio"[26]. Un "Jurado de Honor" formado en la organización consideró nulos todos los cargos en su contra.
Esos hechos demuestran que la cuestión del comportamiento, la ética y la moral ha sido siempre un elemento clave en la construcción de una organización revolucionaria digna de ese nombre. El movimiento revolucionario no podrá superar sus divisiones sin enfrentar este problema.
Las señales de un renacimiento de la lucha de clases que surgieron en 2006-2011 fueron eclipsadas en gran medida por una ola reaccionaria que hizo surgir al populismo y la instauración de una serie de regímenes autoritarios, en particular en un país como Egipto, que fue central en la "primavera árabe". El resurgir del chauvinismo y la xenofobia ha afectado a algunos de los mismos lugares en los que, en 2011, surgieron los primeros signos de un nuevo florecer internacionalista: así ha sido con la oleada de nacionalismo en Cataluña, allí donde antes había latido con fuerza el movimiento de los Indignados. Y si bien el auge del nacionalismo pone de relieve el peligro de conflictos imperialistas sangrientos en el período venidero, también pone de relieve la incapacidad total del sistema existente, desgarrado por la rivalidad y la competencia, para hacer frente a la creciente amenaza de la destrucción del medio ambiente. Todo esto contribuye a crear un clima generalizado de ceguera ante el futuro apocalíptico que nos depara el capitalismo, o, si no, de nihilismo y desesperanza.
En resumen, el sombrío clima social y político no parece propicio para el desarrollo de un nuevo movimiento revolucionario, que sólo puede preverse con la convicción de que es posible un futuro alternativo.
Y una vez más, se ha avanzado poco en la mejora de las relaciones entre los grupos comunistas existentes, donde parece que un paso adelante va seguido de dos pasos atrás: por ejemplo, mientras que en noviembre de 2017 la CWO aceptó la invitación de la CCI de hacer una presentación en nuestro jornada de discusión sobre la Revolución de Octubre, ha rechazado desde entonces sistemáticamente cualquier otra iniciativa de este tipo.
¿Significa esto, como dijo recientemente un miembro de la CWO, que la CCI está desmoralizada y es pesimista sobre el futuro de la lucha de clases y el potencial para la formación del partido del mañana?[27]
Cierto es que no le vemos ningún sentido a negar las dificultades muy reales que enfrenta la clase obrera y las de desarrollar una presencia comunista en su seno. Una clase que ha perdido cada vez más el sentido de su propia existencia como clase no aceptará fácilmente los argumentos de quienes, en contra de todas las expectativas, siguen insistiendo en que el proletariado no sólo existe sino que tiene la clave para la supervivencia de la humanidad.
Y sin embargo, a pesar de los peligros muy tangibles de esta última fase de decadencia capitalista, no creemos que la clase obrera haya dicho su última palabra. Todavía hay una serie de elementos que indican una posible restauración de la identidad y la conciencia de clase entre las nuevas generaciones del proletariado, como afirmamos en nuestro 22º Congreso en la “Resolución sobre la lucha de clases internacional”[28].
También estamos siendo testigos de un nuevo proceso de politización comunista dentro de una pequeña pero significativa minoría de la nueva generación, que a menudo entra en relación directa con la Izquierda Comunista. En Estados Unidos en particular, pero también en Australia, Gran Bretaña, Sudamérica, etc., han aparecido personas en busca de esclarecimientos, así como nuevos grupos y círculos. Es un verdadero testimonio de la capacidad del "viejo topo" del que hablaba Marx para seguir avanzando bajo la superficie de los acontecimientos.
Al igual que los nuevos elementos que surgieron hace unos diez años, este nuevo medio afronta muchos peligros, incluida la ofensiva “diplomática” de ciertos grupos parasitarios y la condescendencia de organizaciones proletarias como el BIPR hacia ellos. Resulta difícil para muchos de estos jóvenes camaradas comprender la naturaleza necesariamente a largo plazo del compromiso revolucionario y la necesidad de evitar la impaciencia y la precipitación. Su aparición expresa un potencial que sigue existiendo en las entrañas de la clase obrera, es vital para ellos reconocer que sus debates y actividades actuales sólo tienen sentido en el contexto de trabajo dirigido hacia el futuro. Volveremos sobre este tema en futuros artículos.
Las organizaciones de Izquierda Comunista existentes tienen un papel clave en la lucha por el futuro a largo plazo de esos nuevos camaradas. Éstos no son inmunes a los peligros, como ya hemos dicho sobre la ola precedente de "elementos en búsqueda". Deben evitar la búsqueda de una popularidad fácil realizada a base de esquivar temas difíciles o diluir sus posiciones con el fin de "ganar una audiencia más amplia".
Una tarea central de las organizaciones comunistas existentes es básicamente la misma que la de las Fracciones que se separaron de la Internacional Comunista en degeneración para sentar las bases de un nuevo partido cuando lo pongan al orden del día los factores objetivos y sobre todo los subjetivos de la situación: una lucha inflexible contra el oportunismo en todas sus formas, y por el máximo rigor en el proceso de clarificación política.
Amos
[1] Ver Un año de luchas obreras en Polonia https://es.internationalism.org/revista-internacional/198110/2318/un-ano-de-luchas-obreras-en-polonia [79]
[2] Ver por ejemplo en la Revista Internacional n° 55, « Decantación del medio político proletario y oscilaciones del BIPR », Revista internacional n° 56 (1989): "El medio político desde 1968 III". https://es.internationalism.org/revista-internacional/200902/2486/el-med... [80]
[3] Ver, por ejemplo, “Resolución sobre la situación internacional 2016” en la Revista Internacional 156, https://es.internationalism.org/revista-internacional/201603/4151/resolu... [81]
[4] Ver "TESIS SOBRE LA DESCOMPOSICION [41]".
[5] Ver Derrumbe del Bloque del Este: Dificultades en aumento para el proletariado https://es.internationalism.org/revista-internacional/199001/3502/derrumbe-del-bloque-del-este-dificultades-en-aumento-para-el-prole [82]
[6] Ver XIº Congreso de la CCI - El combate por la defensa y la construcción de la organización https://es.internationalism.org/revista-internacional/199510/1815/xi-congreso-de-la-cci-el-combate-por-la-defensa-y-la-construccion- [83]
[7] Revista internacional n° 109, “Documentos de la vida de la CCI - La cuestión del funcionamiento organizativo en la CCI” https://es.internationalism.org/revista-internacional/200204/3283/documentos-de-la-vida-de-la-cci-la-cuestion-del-funcionamiento-org [84]
[8] Publicado en los números 84, 85, 87, 88 de la Revista Internacional: https://es.internationalism.org/revista-internacional/199603/1780/cuestiones-de-organizacion-i-la-primera-internacional-y-la-lucha-c [85] , https://es.internationalism.org/revista-internacional/199607/1774/cuestiones-de-organizacion-ii-la-lucha-de-la-i-internacional-contr [86] , https://es.internationalism.org/revista-internacional/199610/1767/cuestiones-de-organizacion-iii-el-congreso-de-la-haya-en-1872-la-l [52] y https://es.internationalism.org/revista-internacional/199701/1234/cuestiones-de-organizacion-iv-la-lucha-del-marxismo-contra-el-aven [87]
[9] Revista Internacional n° 83, (1995) ‘‘Parasitismo político: el ‘C.B.G’ hace la faena de la burguesía”. https://es.internationalism.org/revista-internacional/200703/1788/parasitismo-politico-el-cbg-hace-la-faena-de-la-burguesia [88]
[10] Revista Internacional n° 94 (1998), “Tesis sobre el parasitismo”, https://es.internationalism.org/revista-internacional/199807/1196/construccion-de-la-organizacion-revolucionaria-tesis-sobre-el-para [89] .
[11] Comunicado a nuestros lectores (2014) “La CCI atacada por une nueva oficina del Estado burgués”, https://es.internationalism.org/content/4021/la-cci-atacada-por-une-nueva-oficina-del-estado-burgues [90]
[12] “The Jury of Honour: a weapon for the defence of revolutionary organisations (Part 1 and 2)” (2005), https://en.internationalism.org/icconline/jury_of_honour_01 [91] y https://en.internationalism.org/icconline/jury_of_honour_02 [92],
[13] Sobre lo de Circulo, puede leerse, por ejemplo, en la Revista internacional n°120 (2005), “El Núcleo Comunista Internacional, una expresión del esfuerzo de toma de conciencia del proletariado”, https://es.internationalism.org/revista-internacional/200510/201/el-nucl... [93] la Revista Internacional n° 121 (2005), “Polémica con el BIPR: una política oportunista de agrupamiento que no lleva más que a "abortos", https://es.internationalism.org/revista-internacional/200504/69/polemica... [94]
[14] Ver Tesis sobre el movimiento de los estudiantes de la primavera de 2006 en Francia https://es.internationalism.org/revista-internacional/200606/964/tesis-sobre-el-movimiento-de-los-estudiantes-de-la-primavera-de-200 [48]
[15] Ver Huelga del metal de Vigo: Los métodos proletarios de lucha https://es.internationalism.org/cci-online/200605/910/huelga-del-metal-de-vigo-los-metodos-proletarios-de-lucha [95]
[16] Ver nuestra hoja internacional 2011: de la indignación a la esperanza https://es.internationalism.org/cci-online/201204/3349/2011-de-la-indignacion-a-la-esperanza [96]
[17] Respuesta a los ex-miembros de nuestra sección en Turquía. https://es.internationalism.org/cci-online/201602/4138/respuesta-a-los-ex-miembros-de-nuestra-seccion-en-turquia [97]
[18] Por ejemplo, los llamamientos al medio proletario que hacíamos en nuestros congresos de 1983, 1991 y 1999; en estos dos últimos los acompañábamos de una propuesta de intervención conjunta contra las guerras en el Golfo y en los Balcanes ; y una reunión común sobre la Revolución rusa en 1997, etc.
[19] Revista Internacional n° 138: “XVIIIº congreso internacional de la CCI” (Hacia el agrupamiento de las fuerzas internacionalistas), https://es.internationalism.org/revista-internacional/200907/2630/xviii-... [98]
[20] Una voz internacionalista en Australia (2010), https://es.internationalism.org/cci-online/201004/2839/una-voz-internaci... [99]
[21] Léase en inglés On recent attacks on the ICC on libcom [100]
[22] Ver Los anarquistas y el imperialismo kurdo https://es.internationalism.org/cci-online/201605/4160/los-anarquistas-y-el-imperialismo-kurdo [101]
[23] Léase en inglés Aufhebengate [102]
[24] En inglés: "Dialectical delinquents".
[25] En inglés ICT Statement on the Dissolution of the GIO [103]
[26] Revista Internacional n° 154 (2015) “Conferencia internacional extraordinaria de la CCI: la "noticia" de nuestra desaparición es un tanto exagerada”, https://es.internationalism.org/content/4042/conferencia-internacional-e... [50]
[27] "¿Y cuál es la situación actual de la CCI? ¿Es el vestigio desmoralizado y derrotado de una organización otrora más grande, construida sobre la ilusión de que la revolución estaba a la vuelta de la esquina? Hoy, se consuela hablando de caos y descomposición (lo cual es cierto, pero es el resultado del empeoramiento de la crisis capitalista y no de una parálisis de la lucha de clases como argumenta la CCI). Cuando la CCI dice que hoy son sólo una "fracción" (¡y miente abiertamente cuando dice que siempre ha sido sólo una fracción!), lo que dice es que no hay nada que hacer más que escribir polémicas estúpidas contra otras organizaciones (pero ese ha sido el método de la CCI desde 1975)". Artículo firmado por la redactora jefe del foro, Cleishbotham, en el foro del BIPR tras una discusión sobre la relación de fuerzas entre las clases con un simpatizante de la CCI: The Party, Fractions and Periodisation [104].
[28] Revista Internacional n° 159, "22º Congreso de la CCI: Resolución sobre la situación internacional”, https://es.internationalism.org/revista-internacional/201711/4256/22-con... [105]
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En el marco de un análisis del impacto de la descomposición en la vida de la burguesía, este informe se centra más particularmente en las dificultades a las que ha de hacer frente la burguesía con el surgimiento de las corrientes populistas, así como la forma en que ella trata de reaccionar. No se centrará, pues, en la historia del populismo ni en cuestiones más generales como la relación entre populismo y violencia.
Desde 2007, la CCI no ha discutido un informe sobre la vida política de la burguesía. Sin embargo, el informe sobre la descomposición que se presentó al XXII Congreso de la CCI - aunque débilmente discutido en el mismo – actualiza y completa las líneas principales de las tesis sobre la descomposición, sitúa el fenómeno del populismo en este contexto, y proporciona el marco de referencia para analizar e interpretar los altibajos que caracterizan la vida política de la burguesía actual. Las ideas principales de ese informe son las siguientes:
- El capitalismo decadente ha entrado "en una fase específica -la fase última- de su historia, en la que la descomposición se convierte en un factor, si no en el factor, decisivo para la evolución de la sociedad" (del mencionado Informe sobre la descomposición). Junto con la crisis de los refugiados y el desarrollo del terrorismo, el populismo es una de sus expresiones más llamativas. Este proceso de descomposición de la sociedad es irreversible.
- El ascenso del populismo "no es el resultado de una voluntad política deliberada por parte de los sectores dominantes de la burguesía". Por el contrario, es una confirmación de la tendencia hacia "una creciente pérdida de control de la clase dominante sobre su aparato político" (Idem).
- Su causa determinante es "la incapacidad del proletariado para plantear su propia respuesta, su propia alternativa a la crisis del capitalismo. En esta situación de vacío, y en cierto modo, de pérdida de confianza en las instituciones oficiales de la sociedad que ya no son capaces de protegerla, de pérdida de confianza en el futuro, se hace cada vez más fuerte la tendencia a mirar hacia el pasado, a buscar chivos expiatorios responsables del desastre” (Idem).
- Comporta "un elemento común que está presente en la mayoría de los países más avanzados: la profunda pérdida de confianza en las "élites" (...) debido a su incapacidad para restablecer la salud de la economía y frenar un aumento constante del desempleo o de la pobreza". Esta revuelta contra los dirigentes políticos "(...) no puede en modo alguno conducir a una perspectiva alternativa al capitalismo" (Idem.).
- “La reacción populista pretende sustituir la hipócrita pseudo- igualdad existente por un sistema ‘franco’ y descarado de discriminación legal (...) Ante la falta de perspectiva de un crecimiento a largo plazo de la economía nacional, las condiciones de vida de las poblaciones autóctonas únicamente podrían preservarse discriminando a todos los demás” (Resolución sobre la situación internacional del 22º Congreso de la CCI).
Desde 2017 y un XXII Congreso internacional que ya se vio confrontado al voto favorable al Brexit y a la elección de Trump como presidente de Estados Unidos, hemos visto como el impacto del populismo se ha hecho cada vez más evidente en todos los aspectos de la situación internacional: se ha puesto de relieve ampliamente en el caso de las tensiones imperialistas y en la lucha del proletariado. También está adquiriendo cada vez más importancia en la economía. Y, finalmente, adquiere una gran relevancia en lo tocante al aparato político de la burguesía. Los acontecimientos de los últimos dos años confirman de manera espectacular "este aspecto que identificamos hace 25 años: la tendencia a una creciente pérdida de control de su aparato político por parte de la clase dominante" (Informe sobre la descomposición).
Esta pérdida de control se ha traducido en una expansión fulgurante del fenómeno en los últimos años, acentuando una auténtica marea populista: según un estudio del diario "The Guardian", que abarca los últimos veinte años, los partidos populistas han triplicado el número de votos a su favor en Europa (del 7% al 25%). En una decena de países, estos partidos participan en la mayoría gubernamental o parlamentaria: Polonia, Hungría, República Checa, Eslovaquia, Bulgaria, Austria, Dinamarca, Noruega, Suiza e Italia. El estudio señala dos momentos de intensificación de esta expansión: la crisis financiera de 2008 y la oleada de refugiados en 2015. La exacerbación de otros fenómenos que caracterizan la descomposición, tales como el terrorismo, o el “cada uno a la suya” atizan sus llamas y estimulan la expansión del populismo a todos los aspectos de la sociedad capitalista. Por último, la llegada al poder, en la principal potencia imperialista, de un presidente populista ha intensificado aún más la potencia de esta marejada, como puede verse en hechos recientes: la formación de un gobierno compuesto únicamente por grupos populistas en Italia, un aparato político que se hunde en la confusión en Gran Bretaña, una fuerte presión de las fuerzas populistas sobre la política de Merkel en Alemania, la victoria de Jair Bolsonaro en Brasil, el movimiento de los "Chalecos Amarillos" en Francia, el surgimiento de un partido populista nacionalista ("Vox") en España, etc...
Las expresiones del populismo están causando sobresaltos cada vez más incontrolables en los aparatos políticos de las distintas burguesías. Las siguientes secciones del informe muestran que son un factor importante en los países industrializados, y que también tienen un impacto, a través de manifestaciones similares, en una serie de países "emergentes".
La crisis de la burguesía norteamericana no nació de la elección de Trump. Ya en el informe de 2007 explicábamos las razones de la crisis de esta burguesía: "Esta situación objetiva – o sea la ausencia de estrategia a largo plazo para la potencia dominante que se mantiene - es la que ha hecho posible la elección y la reelección de un régimen talmente corrupto encabezado por un presidente tan piadoso como estúpido [Bush junior]. (...), la administración Bush no es más que un reflejo del callejón sin salida del imperialismo estadounidense" (El impacto de la descomposición en la vida de la burguesía, informe no publicado del XVII Congreso de la CCI). Pero la elección de un presidente populista de decisiones impredecibles no sólo ha sacado a la luz la crisis de la burguesía norteamericana, sino que, sobre todo, ha puesto de manifiesto la creciente inestabilidad de su aparato político y la exacerbación de las tensiones internas.
Viéndose incapaces de abortar su elección, las fracciones más responsables intentaron por todos los medios limitar estos estragos a través de diferentes vías:
- maniobrando para destituirlo, pero los mecanismos del “impeachment” parecen estar agotándose;
- colocar en el equipo presidencial a hombres de confianza (de Mc Master a Kelly, pasando por Tillerson), pero han sido paulatinamente laminados (el último, "Mad Dog” – Perro Loco" -Mattis, acaba de dimitir);
- tratando de imponerle un control político por parte de los diputados republicanos, pero al final ha sido Trump quién ha vampirizado al Partido Republicano;
- buscando desarrollar en el Partido Demócrata una alternativa frente a Trump, pero esto ha fracasado hasta ahora. Al final, la reelección de Trump para un segundo mandato parece cada vez más probable.
Es más, la confusa y caprichosa política de Trump pone de relieve la perplejidad y las divisiones que existen en el seno de la burguesía estadounidense en cuanto a qué políticas económicas e imperialistas habría que poner en marcha para mantener su supremacía sobre todo el planeta. Más allá de la visión cambiante y mercantil de Trump, el paso del multilateralismo al bilateralismo revela la existencia de auténticas tensiones en el seno de esa burguesía: la dominación del imperialismo norteamericano siempre se ha presentado detrás de una pantalla moral: la defensa de la democracia y del mundo libre, la defensa de los derechos humanos (Clinton, Obama), la lucha contra el mal (Bush), y encabezando siempre una amplia coalición de Estados. Pero ante las dificultades para mantenerse como el gendarme mundial, Trump ha roto abiertamente con la hipocresía del multilateralismo, imponiendo en cambio la relación de fuerzas bilateral, aún con sus amigos (Gran Bretaña) y aliados (Alemania). Su razonamiento es que Estados Unidos sólo puede mantener su supremacía global si mejora su situación económica, y esto requiere chantajear a sus competidores mediante su abrumadora supremacía militar. Su antiguo asesor de seguridad nacional, el general Mc Master, lo explica bien en el Wall Street Journal: “tiene la visión clarividente de que el mundo no es una ‘comunidad global’, sino un campo de juego en que las naciones, los agentes no gubernamentales y los actores económicos se implican y luchan por obtener ventajas. (…). En lugar de negar esta naturaleza elemental de las relaciones internacionales, la asumimos" (30.05.2017). En este sentido, la irracionalidad de Trump no radica en la falta de orientación de su política, sino en su propia orientación, que sitúa al líder del capitalismo mundial en la vanguardia del “cada uno a la suya” y el caos.
La imprevisibilidad de Trump hacia Rusia revela hasta qué punto estas tensiones cristalizan en torno a la actitud hacia el antiguo líder del bloque opositor, que para gran parte de la burguesía norteamericana sigue siendo el enemigo del "mundo libre", pero, sin embargo, un aliado potencial contra China (y contra Alemania). Si bien la mayoría de las fracciones burguesas parecen oponerse a un acercamiento a Putin, Trump alterna constantemente calor y frío sobre estas relaciones:
- conversaciones amistosas con Putin en Helsinki durante julio 2018, con Trump, rompiendo abiertamente el bloqueo de la OTAN a Rusia tras la agresión contra Ucrania, y diciendo que harían juntos "grandes cosas en el mundo",
- y luego, en octubre, Trump decide retirarse del acuerdo sobre la no proliferación de armas nucleares pues Rusia no se atiene a él.
Nuestra Contribución sobre el problema del populismo [107] (Revista Internacional nº 157) planteaba como hipótesis que la burguesía podría emplear tres tipos de estrategias frente a la oleada populista: primero, la oposición frontal jugando la carta antipopulista; segundo, hacer que los partidos tradicionales asumieran elementos de la política populista y, por último, tercero, revitalizar e incluso reavivar la oposición de derecha/izquierda. ¿En qué medida se han aplicado estas estrategias y cuáles son sus consecuencias?
En Francia, la política antipopulista de la burguesía logró inicialmente contrarrestar a Marine Le Pen, sacándose del sombrero un “nuevo hombre”, Macron y su movimiento "La France en Marche", que, según la campaña mediática, no estaban vinculados a los partidos tradicionales. Pero Macron se vio inmediatamente obligado a implementar una política orientada a la globalización, en un momento en que el proteccionismo de Trump estaba redistribuyendo cartas, y sobre todo, que para llevarlo a cabo tuvo que lanzar ataques masivos contra la clase obrera.
Las consecuencias no tardaron en llegar: Macron se enfrenta ahora a una caída vertiginosa de la popularidad y a la revuelta de los "chalecos amarillos"[1], que, indudablemente, beneficiarán ampliamente a las corrientes populistas, sobre todo porque Macron todavía no tiene una estructura política suficientemente sólida y fiable (un partido bien estructurado). Sin embargo, para la burguesía, que hundió en las elecciones de 2017 a sus partidos tradicionales (agonizantes y prisioneros de múltiples querellas internas), Macron sigue siendo, pese a su fragilidad, la principal fuerza política en Francia capaz de limitar el peso del RN (populista).
En Alemania, Merkel se ha perfilado desde el primer momento como la campeona del antipopulismo (recordemos el "Wir schaffen das" una especie de “Sí se puede”), pero esto ha impulsado la ola populista de modo que la burguesía alemana se enfrenta ahora al AfD, que se ha convertido en el segundo partido político del país. En consecuencia, tuvo que reconstituir tras las últimas elecciones la Gran Coalición, cuando ésta ya había quedado ampliamente desacreditada en las elecciones generales. Los resultados de los comicios en los Länder de Baviera y Sajonia confirman la derrota electoral de la CDU/ CSU y el colapso del SPD. La situación es compleja y la renuncia de Merkel a la presidencia de la CDU (y por lo tanto a un puesto futuro de canciller) anuncia una fase de incertidumbre e inestabilidad para la burguesía dominante en Europa.
El aparato político de la burguesía alemana se ve enfrentado a sobresaltos, mientras ésta se ve presionada en el seno mismo de la UE por un lado por los países centroeuropeos que rechazan su política hacia los refugiados, pero también por el papel de economías subordinadas, subcontratadas que Alemania les impone; y, por otro lado, por los países del sur de Europa (Grecia, Italia) que rechazan su política económica. Al mismo tiempo se encuentra en el punto de mira de la administración Trump, que quiere imponer impuestos de importación sobre sus coches y maquinaria.
La burguesía británica intentó canalizar las desastrosas consecuencias del referéndum sobre la salida de la UE haciendo que uno de sus principales partidos tradicionales, el Partido Conservador, asumiera la opción Brexit. Pero lejos de estabilizar la situación, las sacudidas en el sistema político británico no han cesado desde entonces, y aumentan en cambio la inestabilidad y la incertidumbre sobre las diferentes opciones:
- las continuas vacilaciones y contorsiones del gobierno May para: (a) llevar a cabo una política coherente con la implementación del Brexit y, (b) conseguir un acuerdo claro con la UE; están empujando a ésta a adoptar medidas de salvaguardia frente a lo que los funcionarios europeos llaman ya un "Estado fallido";
- el consenso en el seno del gobierno británico, lejos de tender a un apaciguamiento de las contradicciones, va más hacia su exacerbación (con dimisiones regulares de ministros que no están de acuerdo con la política seguida), pero especialmente en el seno del Partido Conservador, que corre el riesgo de un estallido, por lo que es improbable que el Parlamento británico ratifique incluso el acuerdo impreciso y general pactado por May y la UE. Del mismo modo también existen divisiones reales dentro del Partido Laborista entre un Corbyn bastante proclive al Brexit y un buen número de diputados pro europeos[2];
- la inestabilidad es profunda y más que nunca, cada vez más políticos británicos se asemejan a "talibanes políticos", según la fórmula empleada por un diplomático europeo. En los últimos meses, se ha visto un auge de las opciones populistas más radicales, que sueñan con un “renacimiento de Albion", no sólo fuera de los partidos tradicionales (Nigel Farrage), sino sobre todo en el seno mismo del Partido Conservador (y sus "pesos pesados" Boris Johnson, Michael Gove, Jacob Rees-Mog, Steven Baker).
Un escenario no previsto por la mencionada contribución sobre el populismo es la constitución de un gobierno compuesto exclusivamente por partidos populistas. Durante años los partidos populistas han formado parte de coaliciones de gobierno en algunos países y, en varios de los del antiguo bloque oriental, como Hungría o Polonia, han llegado a situarse en la cabeza del Estado. Hoy, sin embargo, es la cuarta economía de la UE, Italia, la que, en el contexto de una situación económica y social muy difícil (caída de un 10% del Producto Interior Bruto a precios constantes, entre 2008 y 2017), está asistiendo a la emergencia de un gobierno compuesto exclusivamente por partidos populistas (la Lega y el M5S). Este Gobierno combina una política identitaria y xenófoba con una política de defensa social para los italianos:
- subsidio de ciudadanía, con un coste de 9.000 millones de euros,
- reforma de las pensiones para adelantar la edad de jubilación de 67 a 62 años (presupuesto suplementario de 7.000 millones de euros),
- adopción del "Decreto dignidad" que reduce de 3 años a 2, la renovación de los contratos temporales,
- reducción de impuestos a trabajadores autónomos y las PYME,
- obligación para las empresas que hayan recibido ayudas públicas de reembolsarlas si, en un plazo de cinco años a partir de su obtención, transfieren sus actividades a otro país.
Los efectos de esta política populista italiana sobre la estabilidad de la UE son incalculables en el futuro: en cuanto a la política de refugiados, su línea dura (atacando a las ONG en particular) choca con otros países europeos, en particular Francia y España. Desde el punto de vista presupuestario, el Gobierno italiano rechaza los deberes impuestos por la Comisión Europea (el déficit presupuestario es del 2,4% del PIB en lugar del 0,8% previsto por el Gobierno anterior, en total contradicción con las normas presupuestarias europeas) y, en cambio, desea aplicar una política de protección social para el "pueblo italiano", que se opone frontalmente al rigor presupuestario preconizado por Alemania. Pero una nueva crisis monetaria en torno a Italia pondría en cuestión la existencia de la unión monetaria y de la eurozona. Italia lo sabe, lo que le permite chantajear. Además, el déficit presupuestario incrementa la deuda italiana, lo que reduce su calificación en las agencias, lo que llevará a los inversores institucionales a deshacerse de los fondos italianos.
El impacto social de la política de la coalición populista también debe ser seguido cuidadosamente. Las medidas sociales anunciadas están muy por debajo de las promesas de los populistas, en particular el M5S (los 9 mil millones de euros de la renta de ciudadanía son casi la mitad de los 17 mil previstos). Además, el Gobierno italiano ha acordado, por presiones de la UE, posponer algunas de estas medidas y limitar su impacto presupuestario. Por otra parte, el gobierno populista no ha derogado la "Ley de Empleo", elaborada por el gobierno de Renzi, que liberalizó el mercado laboral italiano y extendió la precariedad. En consecuencia, muchas de las medidas anunciadas tendrán un efecto contrario al anunciado. Así, el "Decreto dignidad" reduce teóricamente las posibilidades de utilizar contratos temporales repetidos, pero en virtud de la "Ley del empleo", la tendencia será hacia la no renovación de los contratos y, por tanto, hacia un aumento de la precariedad. Además, la renta de ciudadanía supone un aumento de presión sobre los desempleados (que la pierden si rechazan tres ofertas de trabajo) y el control de los gastos (los ingresos se acreditarán a una tarjeta de uso controlado). Por último, la jubilación a los 62 años sólo será accesible a quienes hayan cotizado 38 años.
La tercera estrategia prevista, es decir la reanudación de la oposición entre derecha e izquierda para cortar la hierba bajo los pies del populismo, no parece estar siendo realmente aplicada por la burguesía. Por el contrario, los últimos años se han caracterizado por una tendencia irreversible hacia el declive de los partidos socialistas.
Esta cuestión de la crisis de los partidos socialdemócratas se refiere a la cuestión del papel de los partidos de izquierda que ya tratamos en el citado informe sobre la vida de la burguesía del XVII Congreso de la CCI (El impacto de la descomposición en la vida de la burguesía). Después de haber jugado un papel esencial para frenar la ola de luchas obreras de los años setenta y ochenta (izquierda en el gobierno, izquierda en la oposición), estos partidos han estado disponibles para otras tareas ya que, como señala el informe, desde principios de los noventa, la cuestión social no es ya el factor decisivo para la formación de los gobiernos: "(...) hay otro factor que cada vez es más importante, que se está convirtiendo en un factor verdaderamente decisivo en la vida política de la burguesía en general y en la elección de los equipos de gobierno en particular: la descomposición de la sociedad burguesa, que en los últimos años ha avanzado indiscutiblemente" (El impacto de la descomposición en la vida de la burguesía). En efecto, en la última década del siglo XX y en la primera década del XXI, los partidos socialistas o socialdemócratas se implicaron en primera línea para contrarrestar los primeros efectos de la descomposición sobre el aparato político de la burguesía (con Blair, Schröder, Zapatero, Hollande).
En consecuencia, están sufriendo la erosión, no sólo la que afecta a los principales partidos democráticos de los "gloriosos 30" como también le sucede a la democracia cristiana (en Italia, Holanda, Bélgica e incluso Alemania), sino que resultan además especialmente identificados con el sistema político en bancarrota. La tendencia a su declive parece, por tanto, irreversible: el Partido Socialista ha desaparecido en Italia, está amenazado de extinción en Francia, Holanda o Grecia, está en profunda crisis en Alemania, España o Bélgica. Sólo el Partido Laborista en Gran Bretaña parece estar escapando momentáneamente a esta tendencia, aunque no parece que eso se deba a una revitalización por la burguesía de la oposición de derecha/izquierda. Quizás sea porque, ante la laminación del partido conservador por la marejada populista en torno a Brexit, la burguesía apueste por él en caso de una implosión de los conservadores.
En algunos países han surgido nuevas formaciones populares radicales de izquierda de diversa índole: Syriza, Podemos, "La Francia Insumisa", el movimiento de los demócratas socialistas en el seno del Partido Demócrata de los Estados Unidos, que reúne a numerosos jóvenes en torno a la candidatura de Sanders a las elecciones primarias, etc. Las diversas alternativas a la bancarrota de la socialdemocracia, que la burguesía está poniendo en marcha, proporcionan pistas sobre el impacto de la descomposición y el populismo en la clase obrera, sobre el peso de las derrotas sufridas y el nivel de conciencia actual en los distintos países industrializados. En Italia, uno de los países donde la clase obrera estuvo a la vanguardia durante las luchas de 1968 a 1980[3], la "alternativa de izquierda" propuesta es el M5S, un movimiento populista que no se declara ni de derechas ni de izquierdas, y esto pone de manifiesto las dificultades políticas que enfrenta el proletariado italiano. En Alemania, la alternativa no son realmente los antiguos estalinistas de "Die Linke", sino más bien los Verdes, lo que también es indicativo del estado de ánimo de la clase obrera y el debilitamiento del sentido de la identidad de clase. En Francia y España, en cambio, las alternativas reclamadas se sitúan explícitamente en la “izquierda”, dicen hablar en nombre de los obreros, aun cuando no vacilan en preocuparse, si es necesario, por el buen funcionamiento del aparato político burgués (Syriza para implementar en Grecia la austeridad feroz impuesta por la UE; Podemos en España para dar el apoyo necesario para la estabilidad del gobierno central). En este sentido, no pueden ser considerados como partidos populistas de izquierda.
La oleada populista no se limita a los países industrializados de Occidente, sino que también afecta a una serie de países de Europa del Este y de países "emergentes", donde se manifiesta a través de ciertos fenómenos específicos, como es la aparición de los llamados "hombres fuertes de la política”. La desestabilización económica acentuada por la crisis de 2008, por un lado, y los enormes escándalos de corrupción que afectan a los partidos políticos, por otro, están causando resentimiento y exasperación entre la población de toda una serie de países, tales como Polonia, Hungría, Turquía, etc. Estos son recuperados por las fuerzas populistas a través de movimientos reaccionarios que conducen al ascenso de "hombres fuertes", líderes carismáticos como Orban, Kaczyński, Erdogan o Bolsonaro y, desde hace tiempo ya, Putin.
Mientras que en muchos de estos países (así como en Rusia y China), los años 1990 e incluso los comienzos del siglo XXI se caracterizaron por una "apertura democrática", los “líderes fuertes" actuales manifiestan su desprecio por las élites "liberales", el juego político tradicional y una prensa "independiente", y propician en cambio un régimen autoritario nacionalista y soberano, que rechaza a los inmigrantes o a las minorías que podrían alterar la cohesión nacional. "El 26 de julio de 2014, en Rumania, Orban mostró claramente sus colores en un discurso tajante: (...) ‘Consideramos, dijo, que una democracia no tiene que ser necesariamente liberal, y que no porque un Estado deja de ser liberal deja de ser una democracia. (...) Es poco probable que las sociedades que se basan en una democracia liberal puedan mantener su competitividad en las próximas décadas. (…)’. Anunció también un proyecto económico: ‘construir una nación competitiva en la gran concurrencia mundial de las próximas décadas’". (Le Monde Diplomatique, septiembre de 2018: 23). Se trata de la idea de que existen diferentes modelos de democracia, una idea que también se encuentra de alguna manera en el modelo ruso de Putin o en la aplicación del modelo singapurense por parte de China.
La persecución de élites corruptas (desde jueces polacos hasta oligarcas rusos, pasando por los burócratas europeos, los partidarios del movimiento turco Gülen o del PT brasileño) va de la mano con un nacionalismo xenófobo que se focaliza en el rechazo de extranjeros (los refugiados de Oriente Medio o de África, los venezolanos) o de minorías (Erdogan acentúa su discurso anti kurdo, Orban ataca a los gitanos, o Putin a los chechenos).
En apariencia China vive una aparente estabilidad, pero las tensiones políticas no le perdonan, pese al deslumbrante desarrollo económico y militar. Desde finales de los años 1970, abandonó su economía esencialmente autárquica para desarrollar, aplicando los modelos japonés y singapurense, una economía gradualmente integrada en los mercados regionales y luego mundiales. Esta línea política, defendida por Deng Xiaoping, no se llevó a cabo sin fuertes sobresaltos y luchas políticas, como lo ilustran los acontecimientos de Tiananmen primero y más tarde los de 2003, pero se vio acentuada de 2003 a 2013 por la presidencia de Hu Jintao. Esta orientación requería el establecimiento de relaciones pacíficas con los Estados Unidos por lo que en 1992 se firmó un memorando de entendimiento, con concesiones a las demandas estadounidenses en cuanto a aranceles y derechos de propiedad intelectual. Esto se vio acompañado por una ola de democratización en las décadas de 1980 y 1990, con algunas limitaciones tras lo de Tiananmen.
La llegada de Xi Jinping revela una cierta reorientación de la política china que se expresa a nivel político, al igual que otros países, por concentrar el poder en manos de un líder fuerte. Xi que se presenta como un nuevo Mao. Esta reorientación es el resultado de una serie de factores:
- El fulgurante desarrollo económico de China, que va de la mano de una nueva afirmación de su expansión internacional (la "nueva ruta de la seda");
- también supone manifestaciones más explícitas de nacionalismo y a un impresionante desarrollo de su fuerza militar, al mismo tiempo que Estados Unidos está desarrollando una actitud cada vez más agresiva hacia China;
- La transformación espectacular de la economía china que "ha provocado profundas fracturas territoriales y sociales y unos estragos medioambientales importantes. (…). El coeficiente de Gini, que mide afinadamente la dispersión de los ingresos y, por tanto, el grado de desigualdad en las sociedades, ha pasado del 0,16 al comienzo de la transición postmaoísta a un 0’4 como media a finales de los años noventa (0,27 en Suecia, 0,32 en Francia, 0,34 en el Reino Unido y 0,4 en los Estados Unidos)" (Le Monde Diplomatique, diciembre de 2017: 5); y las perspectivas de una reestructuración asociada a un cambio hacia una economía más cualificada están resultando peligrosas.
En este contexto aparecen hoy dos tendencias dentro del Partido: una tendencia económica y una tendencia nacionalista. Con Xi, ésta parece que es la dominante. En el XIX Congreso del PC de China (18.10.17) se ha afirmado que: “Nadie debería esperar que China se trague el sapo, sacrificando sus intereses". Parece, sin embargo, que en el seno del partido hay tensiones entre una fracción que tiende a propiciar concesiones a Estados Unidos (según la concepción de Deng Xiaoping, "esconder sus talentos y esperar su momento") y una fracción partidaria de la línea dura de confrontación con Estados Unidos. Xi parece estar más a favor de ésta y de “reafirmarse en el escenario mundial como el líder de un ‘gran país’ -por usar sus palabras – que trata a América de igual a igual” (Le Monde Diplomatique, octubre de 2018 :4).
Como recordaba el "Informe sobre la descomposición" del XXII Congreso de la CCI, la descomposición, de la que el populismo es una de las expresiones más llamativas, es un factor decisivo en la evolución de la sociedad. Se trata además de un proceso irreversible. Y si bien el populismo no es resultado de una voluntad política deliberada por parte de los sectores dominantes de la burguesía, estos no han sido capaces de evitar que su impacto en su aparato político alcance un nivel tal que se enfrentan a una tendencia creciente a la pérdida de control sobre dicho aparato político, y en el próximo período los sobresaltos impredecibles caracterizarán cada vez más la vida política de la burguesía.
1. Hay que distinguir esta pérdida de control de la burguesía sobre su aparato político, de las diferentes crisis políticas que vivió la clase dominante en los años sesenta y ochenta. Su contexto es radicalmente diferente: antes de los años 90, las crisis políticas de la burguesía estaban ligadas a la incapacidad de hacer frente a la clase obrera o a las consecuencias de las confrontaciones imperialistas (la crisis del canal de Suez en Gran Bretaña y Francia, la crisis argelina en Francia, el Tratado de Maastricht en Francia y Holanda, etc.) y se manejaban dentro del aparato político. La crisis actual se refiere a la pérdida de control por parte de la burguesía de su propio aparato político. Esto ya fue destacado en el último informe sobre la vida de la burguesía (17 Congreso de la CCI en 2007): "La burguesía de los países más desarrollados de Europa, Japón y Estados Unidos, que antes dominaba el arte sutil de la manipulación electoral, se enfrenta ahora a crecientes dificultades para cuajar los resultados deseados” (El impacto de la descomposición en la vida de la burguesía). Las increíbles sacudidas políticas que afectan hoy a las burguesías inglesa, americana y alemana, las tres burguesías que en el pasado demostraron una mayor experiencia en el dominio del juego político, ilustran perfectamente la gravedad del problema.
Los movimientos populistas se forman en torno a temas recurrentes como los refugiados, la seguridad, el resentimiento de quienes han quedado más relegados por la crisis; pero se nutren también de tensiones específicas dentro de las burguesías nacionales: la consternación de la burguesía norteamericana por el declive de su liderazgo mundial, la ambigüedad de la burguesía británica hacia Europa, las divisiones entre las fracciones regionalistas y nacionalistas dentro de la burguesía española o belga, etc.
2. Pero si la acentuación de la presión del populismo está sumiendo en el caos al aparato político tradicional de la burguesía, también es verdad que estos movimientos tienden a beneficiarse hoy en día en varios países -y no sólo en los países de Europa Oriental, sino también en Estados Unidos y Gran Bretaña, por ejemplo- del apoyo de ciertas fracciones de la gran burguesía. Así, en Estados Unidos, no se trata únicamente del apoyo del sector siderúrgico o automotriz a la política proteccionista de Trump, sino también del sector “high tech” que trata de contrarrestar la pujanza de empresas chinas, como Huawei o Alibaba, que amenazan su dominio global. Otros sectores de Silicon Valley pueden estar a favor de un acercamiento a Rusia.
3. El populismo es la política de la calle. De hecho, si los partidos y movimientos populistas generan una energía militante evidente, a diferencia de los partidos tradicionales, es porque estas formaciones ya no respetan los tabúes y, por lo tanto, permiten la expresión de todos los prejuicios.
En consecuencia, las campañas populistas, marcadas por la ira y el resentimiento, denigran el mundo político tradicional y las élites, y buscan también a quien cargar con la culpa de lo que no funciona. Eso conduce, naturalmente, a la estigmatización de grupos e individuos, a una tendencia a su demonización, como puede verse ya y como sucederá con mayor frecuencia en la actualidad política: ataques a centros de acogida de refugiados en Alemania; cartas con polvo sospechoso dirigidas a Trump y a otros miembros de su administración durante la campaña para las elecciones de mitad de mandato en los Estados Unidos, mientras se enviaban paquetes trampa a parlamentarios demócratas, a medios de comunicación (CNN) o a personalidades de élite (Söros); ataque antijudío por parte de un supremacista blanco en Pittsburgh; intento de asesinato del candidato presidencial Bolsonaro en Brasil y, a su vez, amenazas del mismo Bolsonaro y sus partidarios contra el PT y otros movimientos de izquierda; polarización de los "chalecos amarillos" contra la figura de Macron, etc.
4. A diferencia de lo que sucedió en las primeras expresiones del populismo (Haider, Berlusconi, ...) que defendían una política económica ultraliberal, los actuales partidos populistas defienden una política destinada a proteger a la población autóctona ("los italianos primero", "los verdaderos finlandeses", "Eigen volk eerst" - "su propio pueblo primero" – de los populistas flamencos, ...) discriminando abiertamente a los demás. Esto puede implicar proteccionismo económico o promover una forma de política neokeynesiana chauvinista: Trump pretende proteger a los trabajadores estadounidenses y su puestos de trabajo contra la "invasión" de inmigrantes mexicanos y centroamericanos, pero también de mercancías extranjeras; los gobiernos polaco o húngaro toman medidas de protección para sus empleados y pensionistas mientras se oponen a asumir cuota alguna de refugiados en nombre de la defensa de la integridad cultural de la nación; el gobierno de la Lega - M5S en Italia está implementando una política inflexible y dura contra la acogida de refugiados, al tiempo que planifica una "renta de ciudadanía" para cada ciudadano italiano y adelanta la edad de jubilación de 67 a 62 años. Este tipo de política aparenta ser más "realista" que la de la izquierda, en la medida en que la salvaguarda de las ventajas de los oprimidos autóctonos se realiza en detrimento de los demás oprimidos.
Los recientes acontecimientos en Rusia y Hungría ponen de relieve que no debe subestimarse la importancia de esta política "social" tan chovinista para la credibilidad de los movimientos populistas y de los "líderes fuertes". Por ejemplo, en Rusia, la draconiana reforma de las pensiones, que Putin y su gobierno colaron aprovechando todo el bombo mediático en torno a la Copa del Mundo de Fútbol (la edad de jubilación aumentó de 55 a 63 años para las mujeres, de 60 a 65 para los hombres), ha provocado fuertes protestas y una disminución de la tasa de popularidad de Putin del 80 al 63%. Este último tuvo que suavizar inmediatamente las medidas y anunciar una revalorización de las pensiones, aunque esto no resultase plenamente convincente, puesto que esa popularidad se basa, precisamente, en la idea de que al restablecer el control del Estado sobre los oligarcas se garantizarían los salarios y las pensiones. En Hungría, se han producido importantes manifestaciones para protestar contra la ley de "esclavitud" del gobierno de Orban, que elimina casi por completo toda compensación salarial por las horas extraordinarias.
5. En respuesta al ascenso del populismo, la burguesía ha puesto en marcha campañas antipopulistas, particularmente en Francia durante la campaña electoral de 2017 o en Estados Unidos, donde la oposición populista/antipopulista (anti-Trump) ha estado en el centro de la vida política desde la elección de éste, como se han visto en las elecciones de mitad de mandato. Lo que sucede frecuentemente es que, aunque se oponen al populismo, se inspiran en gran medida en él y adoptan enfoques o ideas populistas:
- En Francia, la campaña en torno a Macron utilizó las mismas estrategias que el populismo: rechazo de los partidos tradicionales, aparición de un "nuevo" hombre (Macron) y "movimiento" político (LREM) presentado como ruptura con el pasado, ...;
- Al centrar las prioridades en la necesidad de eliminar el terrorismo y sobre la seguridad pública de los ciudadanos (controles más estrictos, multiplicación de cámaras, etc.), también inculcaron la idea de que es inevitable aceptar sacrificar un poco de libertad por una mayor seguridad;
- Lafontaine en Alemania y Podemos en España luchan contra el populismo traduciendo su discurso antiinmigrante desde el punto de vista de la "izquierda": al crear una oposición entre una izquierda que aboga por las "fronteras abiertas" y otra izquierda que aboga por las "fronteras cerradas y apoyo a los trabajadores locales", integran los argumentos populistas dentro del propio discurso antipopulista.
CCI
[1] Ver Contra la revuelta reaccionaria de los chalecos amarillos el proletariado debe afirmar su autonomía de clase https://es.internationalism.org/content/4412/contra-la-revuelta-reaccionaria-de-los-chalecos-amarillos-el-proletariado-debe-afirmar [108]
[2] Ver Brexit: La burguesía británica está perdiendo el control de su juego político https://es.internationalism.org/content/4450/brexit-la-burguesia-britanica-esta-perdiendo-el-control-de-su-juego-politico [109]
[3] Ver El “Otoño caliente” italiano de 1969: Un momento de la recuperación histórica de la lucha de clases https://es.internationalism.org/revista-internacional/201002/2773/el-otono-caliente-italiano-de-1969-i-un-momento-de-la-recuperacion [110] y https://es.internationalism.org/revista-internacional/201012/3005/el-otono-caliente-italiano-de-1969-ii-un-momento-de-la-reanudacion [111]
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informe_sobre_la_descomposicion_hoy.pdf [112] | 176.89 KB |
La CCI adoptó las Tesis sobre la descomposición hace casi 30 años[1]. Desde entonces, este análisis de la fase actual de la vida de la sociedad se ha convertido en un elemento clave para que nuestra organización entienda cómo está cambiando el mundo. El siguiente documento es una actualización de las Tesis sobre la descomposición a la luz de la evolución de la situación mundial durante el último cuarto de siglo, y en particular durante el último período.
Concretamente, debemos comparar los puntos esenciales de las tesis con la situación actual: hasta qué punto los aspectos planteados han sido verificados, o incluso ampliados, o han sido negados o deben ser completados. Este enfoque sistemático es tanto más necesario cuanto que, entre los efectos del período de descomposición, por su propia naturaleza, los revolucionarios se enfrentan constantemente a un fenómeno que pesa sobre el conjunto de la sociedad, "el rechazo hacia un pensamiento racional, coherente, construido, incluso desde ciertos círculos "científicos" (Tesis 8), lo que explica en parte por qué esta cuestión no es comprendida en la mayoría de los grupos que afirman formar parte de la Izquierda Comunista. En particular, la actual situación mundial exige que volvamos sobre tres cuestiones clave:
- terrorismo
- refugiados
- el auge del populismo como manifestación de la pérdida de control de la burguesía sobre su juego político.
".... es esencial destacar la diferencia fundamental entre los elementos de descomposición que han afectado al capitalismo desde principios de siglo [el siglo XX] y la descomposición generalizada en la que se está hundiendo este sistema y que sólo puede empeorar. También aquí, más allá del aspecto estrictamente cuantitativo, el fenómeno de la descomposición social está alcanzando tal profundidad y extensión que está adquiriendo una cualidad nueva y singular, manifestando la entrada del capitalismo decadente en una fase específica -la última- de su historia, en la que la descomposición se convierte en un factor, si no en el factor, decisivo en la evolución de la sociedad". (Punto 2)
"En términos concretos, no sólo la naturaleza imperialista de todos los Estados, la amenaza de la guerra mundial, la absorción de la sociedad civil por el Moloch estatal, la crisis permanente de la economía capitalista, permanecen en la fase de descomposición, sino que esta última más bien se presenta como la consecuencia final, la síntesis completa de todos estos elementos". (Punto 3)
"En una situación en la que las dos clases fundamentales y antagónicas de la sociedad chocan sin lograr imponer su propia respuesta decisiva, la historia no puede, sin embargo, detenerse. Incluso menos que para los otros modos de producción que la precedieron, no puede haber una "congelación" o "estancamiento" de la vida social para el capitalismo. Mientras que las contradicciones del capitalismo en crisis no hacen más que empeorar, la incapacidad de la burguesía de ofrecer una perspectiva para toda la sociedad y la incapacidad del proletariado de afirmar abiertamente la suya propia en el futuro inmediato sólo puede conducir a un fenómeno de descomposición generalizada, de la podredumbre en la raíz de la sociedad". (Punto 4)
"En efecto, ningún modo de producción puede vivir, desarrollarse, mantenerse sobre bases viables, garantizar la cohesión social, si no es capaz de presentar una perspectiva a toda la sociedad que domina. Y esto es particularmente cierto para el capitalismo como el modo de producción más dinámico de la historia". (Punto 5)
"....La situación actual se define, en cambio, en que la clase obrera no es todavía capaz de entablar ya el combate por su propia perspectiva, la única verdaderamente realista, la de la revolución comunista, pero también en que la burguesía es incapaz de proponer la menor perspectiva, ni siquiera a corto plazo, pues la capacidad que ésta demostró en el pasado, incluso en el período de decadencia, para limitar y controlar el fenómeno de descomposición va a desaparecer ante los golpes de ariete de la crisis". (Punto 5)
Para empezar, debemos enfatizar un aspecto esencial de nuestro análisis: el término "descomposición" se utiliza de dos maneras diferentes. Por un lado, se aplica a un fenómeno que afecta a la sociedad, particularmente en el período de decadencia del capitalismo, y por otro lado, se refiere a una fase histórica particular del capitalismo, su fase final:
"(....) el fenómeno de la descomposición social está alcanzando tal profundidad y extensión que está adquiriendo una cualidad nueva y singular que manifiesta la entrada del capitalismo decadente en una fase específica -la última- de su historia, la fase en la que la descomposición se convierte en un factor, si no en el factor, decisivo en la evolución de la sociedad".
Sobre la base de nuestro análisis de la descomposición, se observa esta situación sin precedentes en la que ninguna de las dos clases principales de la sociedad, la burguesía y el proletariado, es capaz de aplicar su propia respuesta a la crisis de la economía capitalista, la guerra mundial o la revolución comunista. Incluso si hubiera habido un cambio en el equilibrio de poder entre las clases, si, por ejemplo, la burguesía se moviera hacia una nueva guerra generalizada o si el proletariado se compromete a participar en luchas que abrieran una perspectiva revolucionaria, esto no significaría que este período de descomposición de la sociedad hubiera terminado (como el GIGC afirma estúpidamente, por ejemplo). El proceso de descomposición de la sociedad es irreversible porque corresponde a la fase de agonía de la sociedad capitalista. Lo único que podría ocurrir en caso de que se produjera tal cambio es una ralentización de este proceso, y desde luego no un "retroceso". Pero, en cualquier caso, el cambio no puede producirse. Durante el último cuarto de siglo, el proletariado mundial ha sido absolutamente incapaz en su inmensa mayoría de darse a sí mismo una perspectiva de derrocar el orden existente. Por el contrario, hemos sido testigos de una disminución de su combatividad, así como de su capacidad para desplegar esta arma fundamental de su lucha, la solidaridad.
Del mismo modo, la burguesía no ha logrado darse una perspectiva real "excepto la de ir parcheando su economía en el día a día" (Tesis, punto 9). Tras el colapso del bloque del Este, la economía mundial parecía haber atenuado su crisis tras un período de inestabilidad en la región. En particular, hemos visto el surgimiento de los BRICs[2] con impresionantes tasas de crecimiento. Sin embargo, la bella euforia que se había apoderado de la burguesía mundial, sugiriendo que su economía podía recuperarse como en los "30 gloriosos", fue cruelmente dañada por las sacudidas de 2007-2008, que pusieron de manifiesto la fragilidad del sector financiero y amenazaron con una depresión similar a la de los años treinta. La burguesía mundial ha logrado limitar los daños, en particular inyectando enormes cantidades de fondos públicos en la economía, lo que ha llevado a una explosión de las deudas soberanas y causó, de forma destacada, la crisis del euro en 2010-2013. Al mismo tiempo, la tasa de crecimiento de la mayor economía del mundo se mantuvo por debajo del nivel anterior al 2007, a pesar de que las tasas de interés eran, prácticamente, igual a cero. En cuanto a los tan aclamados BRICs, ahora se han reducido a ICs ya que Brasil y Rusia se enfrentan a una espectacular ralentización en su crecimiento, o incluso a una recesión. Lo que hoy domina a la clase dominante no es la euforia, la creencia en un "mañana radiante", sino, más bien, la melancolía y la ansiedad, lo que ciertamente no se hace público para dar a la sociedad en su conjunto la sensación de que "un futuro mejor es posible", especialmente entre los explotados cuyas condiciones de vida se deterioran constantemente.
Así, las condiciones históricas que causaron esta fase de descomposición no sólo continuaron, sino que empeoraron, resultando en un aumento en la mayoría de las manifestaciones de la descomposición.
Para comprender plenamente esta agravación es importante recordar que -como se señala en el punto 2 de las Tesis- estamos hablando del tiempo o fase de descomposición y no simplemente de "manifestaciones de descomposición".
El punto 1 de las Tesis enfatiza que hay una diferencia crucial entre la decadencia del capitalismo y la decadencia de los otros modos de producción que le precedieron. Enfatizar esta diferencia es importante en relación a la cuestión que es la clave de la descomposición: la perspectiva. En lo que respecta a la decadencia del feudalismo, estaba limitada por el surgimiento "paralelo" de las relaciones capitalistas y el ascenso gradual y parcial de la clase burguesa. La descomposición de una serie de formas económicas, sociales, ideológicas y políticas de la sociedad feudal era atenuada de alguna manera por la instrumentalización de esta sociedad (no necesariamente con una conciencia real) por el nuevo modo de producción emergente. Se pueden dar dos ejemplos: la monarquía absoluta contribuyó en algunos países al desarrollo económico del capital, ayudando a la formación de un mercado nacional; la visión religiosa de la "purificación del cuerpo" -supuestamente el hogar del diablo- fue útil en la acumulación primitiva de capital para el crecimiento de la tasa de natalidad y para imponer disciplina a los futuros proletarios.
Por eso, en la decadencia del feudalismo, podían existir manifestaciones de descomposición social más o menos extensas, pero no podía haber un período específico de descomposición. En la historia de la humanidad, algunas civilizaciones muy aisladas han terminado en una completa descomposición que ha llevado a su desaparición. Sin embargo, sólo el capitalismo puede tener en su decadencia una etapa global de descomposición, como fenómeno histórico y mundial.
Las tesis de 1990 indicaban las principales manifestaciones sociales de la descomposición:
-“la multiplicación de hambrunas en los países del "Tercer Mundo" (...)
- la transformación de ese mismo "Tercer Mundo" en un enorme tugurio donde cientos de millones de seres humanos sobreviven como ratas en las alcantarillas (...)
- el desarrollo del mismo fenómeno en el corazón de las grandes ciudades de los países "avanzados" (...)
los efectos humanos, sociales y económicos cada vez más devastadores de las catástrofes "naturales" (...)
- la degradación del medio ambiente, que está alcanzando proporciones asombrosas (...)" (Punto 7)
Las cifras oficiales de la FAO muestran una disminución de la subnutrición desde el decenio de 1990. Sin embargo, todavía hay casi mil millones de personas que están desnutridas en la actualidad. Esta tragedia afecta principalmente a Asia del Sur y especialmente al África subsahariana, donde en algunas regiones casi la mitad de la población padece hambre, especialmente los niños, con consecuencias dramáticas para su crecimiento y desarrollo. Si bien la tecnología ha permitido aumentos fenomenales de la productividad, incluso en el sector agrícola, y, mientras que los agricultores de muchos países no pueden vender sus productos, el hambre sigue siendo un flagelo para cientos de millones de personas como en los peores momentos de la historia de la humanidad. Y si no afecta a los países ricos es porque el Estado todavía es capaz de alimentar a sus pobres. Por ejemplo, 50 millones de personas en los Estados Unidos reciben vales de ayuda alimentaria.
Hoy en día, más de mil millones de personas viven en tugurios y el número no ha hecho más que aumentar desde 1990. Así, la "transformación del "Tercer Mundo" en un inmenso tugurio" ha sido plenamente comprobada, hasta el punto de que el informe Global Risks presentado en el Foro de Davos en 2015 sitúa por primera vez la "urbanización rápida e incontrolada" entre los principales riesgos que amenazan al planeta, señalando en particular que, a escala mundial, "el 40% del crecimiento urbano tiene lugar en tugurios", lo que significa que esta proporción es mucho mayor en los países subdesarrollados.
Y este fenómeno de desarrollo de los aglomeraciones gigantescas de tugurios tiende a extenderse en los países más ricos, en diversas formas: millones de estadounidenses pierden sus hogares durante la crisis de las "subprime" aumentando las cohortes de personas que antes no tenían hogar, los campamentos de romaníes o de refugiados en las afueras de muchas ciudades europeas, e incluso en sus centros.... E incluso para los que tienen vivienda permanente, decenas de millones de ellos viven en verdaderos barrios de tugurios. Así, en 2015, el 17,4% de los habitantes de la Unión Europea ocupaban viviendas superpobladas, el 15,7% de las viviendas con fugas o en descomposición y el 10,8% eran viviendas sin calefacción. Y no sólo en el caso de los países pobres de Europa, ya que en Alemania las cifras fueron del 6,7%, 13,1% y 5,3% respectivamente, y en el Reino Unido del 8%, 15,9% y 10,6%.
Con respecto a los desastres "accidentales", hay muchos ejemplos que podrían citarse en los últimos 25 años. Baste mencionar dos de los más espectaculares y dramáticos, que no solo afectan a los países del Tercer Mundo, sino igualmente a las dos potencias económicas más desarrolladas: las inundaciones de Nueva Orleáns en agosto de 2005 (casi 2.000 muertos, una ciudad que quedó sin habitantes) y la catástrofe de Fukushima en marzo de 2011, que está al mismo nivel que la de Chernóbil en 1986)[3].
En cuanto a "la degradación ambiental que está alcanzando proporciones asombrosas", aún estábamos muy lejos, cuando se redactó esta frase, de las observaciones y previsiones que ahora son aceptadas unánimemente en los círculos científicos y que la mayoría de los sectores burgueses en todos los países han retomado (aunque la clase dominante sea incapaz de implementar las medidas necesarias debido a las propias leyes del capitalismo). La lista es larga, no sólo de las catástrofes que esperan a la humanidad como consecuencia de la devastación del medio ambiente, sino también de las que ya nos están afectando: la contaminación del aire en las ciudades y del agua de los océanos, el cambio climático con fenómenos meteorológicos cada vez más violentos, la propagación de la desertificación, la desaparición acelerada de especies vegetales y animales que amenaza cada vez más el equilibrio biológico de nuestro planeta (por lo tanto, la desaparición de las abejas es una amenaza para nuestros recursos alimentarios).
El cuadro que presentamos en 1990 era el siguiente:
-“la increíble corrupción que está creciendo y prosperando en el sistema político (...)
- el desarrollo del terrorismo, la toma de rehenes, como medio de guerra entre Estados, en detrimento de las "leyes" que el capitalismo había adoptado anteriormente para "regular" los conflictos entre fracciones de la clase dominante
- el aumento constante de la delincuencia, la inseguridad y la violencia urbana (...)
- el desarrollo del nihilismo, el suicidio juvenil, la desesperación, el odio y la xenofobia (...)
- la imparable marea de la drogadicción, fenómeno hoy de masas, poderosa causa de la corrupción de los Estados y de los organismos financieros, (...)
- la profusión de sectas, el renacimiento del espíritu religioso, incluso en algunos países avanzados, el rechazo de un pensamiento racional, coherente, construido (...)
- la invasión de estos mismos medios de comunicación por el espectáculo de la violencia, el horror, la sangre, las masacres (...)
- la nulidad y la venalidad de todas las producciones "artísticas", la literatura, la música, la pintura, la arquitectura (...)
- El "sálvese quien pueda", la marginación, la atomización de los individuos, la destrucción de las relaciones familiares, la exclusión de los ancianos, la aniquilación de la afectividad" (punto 8).
Todos estos aspectos han sido confirmados e incluso agravados. Dejando de lado por un momento los aspectos relacionados con los puntos que más adelante serán objeto de especial atención (el terrorismo, la cuestión de los refugiados y el auge del populismo), podemos observar, por ejemplo, que la violencia y la delincuencia urbana han estallado en muchos países de América Latina y también en los suburbios de algunas ciudades europeas, en parte en relación con el tráfico de drogas, pero no sólo. Con respecto a este tráfico, y al enorme peso que ha tenido en la sociedad, incluso en términos económicos, se puede decir que corresponde a la existencia de un "mercado" en constante expansión debido a la creciente inquietud y desesperación que afecta a todos los segmentos de la población. En cuanto a la corrupción, y a todas las manipulaciones muy propias de la “delincuencia de guante blanco", en los últimos años no han sido nada tacañas en términos de darse a conocer (como las de los "Panamá papers", que tan solo ha sido una pequeña punta del iceberg del gansterismo en el que las finanzas se están adentrando cada vez más). En cuanto a la venalidad de las creaciones artísticas y su inclusión en este medio, podemos mencionar la reciente concesión del Premio Nobel de Literatura a Bob Dylan, símbolo artístico de la revuelta de los años sesenta, pero podríamos encontrar muchos otros. Por último, la destrucción de las relaciones humanas, de los lazos familiares y afectivos no ha hecho más que empeorar, como lo demuestra el consumo de antidepresivos, la explosión del sufrimiento psicológico en el trabajo, la aparición de nuevas profesiones destinadas a "entrenar" a las personas, así como la aparición de auténticas hecatombes, como la que se produjo en Francia en el verano de 2003, en la que murieron 15.000 personas ancianas durante la ola de calor.
Obviamente, esta no es una cuestión nueva ni en la historia ni en los análisis de la CCI (ver por ejemplo los textos "Terror, terrorismo y violencia de clase" publicados en los números 14 y 15 de la Revista Internacional[4]).
Dicho esto, es importante recordar que fue después de los atentados de París en 1985 cuando nuestro camarada MC comenzó a reflexionar sobre la descomposición. Las tesis analizan como de una manera muy significativa se está produciendo la entrada del capitalismo en la fase de descomposición: "el desarrollo del terrorismo, la toma de rehenes, como medio de guerra entre Estados, en detrimento de las "leyes" que el capitalismo había adoptado previamente para "regular" los conflictos entre fracciones de la clase dominante".
No es necesario señalar la importancia que ha tomado esta cuestión en la vida del capitalismo. Hoy en día, el terrorismo como instrumento de guerra entre Estados ha adquirido un lugar central en la vida de la sociedad. Incluso hemos visto la creación de un nuevo Estado, Daesh, con su ejército, policía, administración y escuelas, donde el terrorismo es el arma preferida.
El crecimiento cuantitativo y cualitativo del lugar del terrorismo dio un paso decisivo hace 15 años con el ataque a las Torres Gemelas, y fue la primera potencia mundial la que deliberadamente le abrió la puerta para justificar su intervención en Afganistán e Irak[5]. Posteriormente se confirmó con los atentados de Madrid en 2004 y Londres en 2005. El establecimiento de Daesh en 2013-14 y los ataques en Francia en 2015-16, Bélgica y Alemania en 2016 representan otro paso importante en este proceso.
Además, las tesis nos dan elementos para explicar la creciente fascinación por el yihadismo y los actos suicidas por parte de la juventud de los países desarrollados:
-“el desarrollo del nihilismo, el suicidio juvenil, la desesperación, el odio y la xenofobia
- la profusión de sectas, el renacimiento del espíritu religioso, incluso en algunos países avanzados, el rechazo de un pensamiento racional, coherente, construido (...)
- la invasión de estos mismos medios de comunicación por el espectáculo de la violencia, el horror, la sangre, las masacres (...)"
Todos estos aspectos se han fortalecido en las últimas décadas. Afectan a todos los sectores de la sociedad. Así, en el país más avanzado del mundo, hemos visto surgir una "derecha religiosa" (el "Tea Party") dentro de uno de los dos partidos políticos encargados de gestionar los intereses del capital nacional, un movimiento que afecta a los sectores más privilegiados de la sociedad. Del mismo modo, en un país como Francia, la adopción del matrimonio entre personas del mismo sexo (que en sí mismo fue sólo un movimiento de distracción de la izquierda ante la traición de sus promesas electorales y sus ataques a los explotados) ha visto manifestarse en contra a millones de personas, de todos los orígenes sociales, pero especialmente a la burguesía y a la pequeña burguesía, que consideraban que tal medida era un insulto a Dios. Al mismo tiempo, el oscurantismo y el fanatismo religioso aumentan constantemente entre los segmentos más desfavorecidos de la población, en particular los jóvenes proletarios de origen musulmán inmigrante, que traen consigo un número significativo de jóvenes nacionales "nativos". Nunca antes en las ciudades europeas se habían visto tantas velas, o incluso burkas, en las cabezas de las mujeres musulmanas. ¿Y qué decir de la actitud de aquellas decenas de miles de jóvenes que, tras el asesinato de los dibujantes del periódico Charlie Hebdo, consideraban que se lo habían buscado al dibujar y satirizar al "Profeta"?
Esta cuestión no se aborda en las tesis de 1990. Vamos a desarrollar un complemento en este texto.
En los últimos años, la cuestión de los refugiados se ha convertido en un tema central en la vida de la sociedad. En el 2015, más de 6 millones de personas se vieron obligadas a abandonar su país, lo que elevó el número de refugiados en el mundo a más de 65 millones (más que la población de Gran Bretaña). A este número hay que añadir los 40 millones de personas que están desplazadas dentro de su propio país. Se trata de un fenómeno sin precedentes desde la Segunda Guerra Mundial.
Los movimientos de población forman parte de la historia de la especie humana, una especie que apareció en una pequeña región de África Oriental hace 200.000 años y se extendió por todo el mundo, dondequiera que hubiera recursos explotables para alimentarse y satisfacer otras necesidades básicas de la vida. Uno de los grandes momentos de estos desplazamientos de población es la colonización de la mayor parte del planeta por las potencias europeas, un fenómeno que apareció hace 500 años y que coincidió con el auge del capitalismo (ver las páginas del Manifiesto Comunista sobre este tema). En general, los flujos migratorios (si pueden incluir comerciantes, aventureros o soldados conquistadores) se componen principalmente de poblaciones que huyen de su país debido a la persecución (protestantes ingleses del "Mayflower", judíos de Europa del Este) o de la pobreza (irlandeses, sicilianos). Sólo con la entrada del capitalismo en su período de decadencia se invierten los flujos migratorios dominantes. Cada vez más, son los habitantes de las colonias los que, expulsados por la pobreza, vienen a buscar trabajo (generalmente poco cualificado y muy mal pagado) en las áreas metropolitanas. Este fenómeno continuó después de las sucesivas oleadas de descolonización desde el final de la Segunda Guerra Mundial hasta el decenio de 1960. Fue a finales de los años sesenta cuando la crisis abierta de la economía capitalista, que vio un aumento del desempleo en los países desarrollados al mismo tiempo que el aumento de la pobreza en las antiguas colonias, condujo a un aumento significativo de la inmigración ilegal. Desde entonces, la situación no ha hecho más que empeorar a pesar de la hipócrita retórica de la clase dominante, que encuentra en estos "inmigrantes indocumentados" una mano de obra aún más barata que la de quienes sí tienen papeles.
Así, durante varias décadas, los flujos migratorios estuvieron relacionados principalmente con la emigración económica. Pero lo que es nuevo, en los últimos años, es que la proporción de inmigrantes que huyen de su país por razones de guerra o represión se ha multiplicado vertiginosamente, creando una situación como la que vivimos al final de la Guerra de España o al final de la Segunda Guerra Mundial. Año tras año, el número de refugiados que llaman a las puertas de Europa por todo tipo de medios, incluidos los más peligrosos, va en aumento, lo que supone una carga para la capacidad de acogida de los países europeos y convierte la cuestión de los refugiados en una cuestión política de primer orden en estos países (véase más adelante la cuestión del populismo).
Los desplazamientos masivos de población no son fenómenos específicos de la fase de descomposición. Pero ahora están adquiriendo una dimensión que los convierte en un elemento singular de esta descomposición y podemos aplicar a este fenómeno lo que dijimos en 1990 sobre el desempleo:
"De hecho, el desempleo, que es un resultado directo de la crisis económica, si no es en sí mismo una manifestación de la descomposición, conduce, en esta fase particular de decadencia, a consecuencias que lo convierten en un elemento singular de esta descomposición". (Punto 14)
El año 2016, con el "Brexit" en junio y la elección de Donald Trump a la cabeza de la primera potencia mundial en noviembre, pero también el empuje del partido de extrema derecha AfD en las elecciones regionales de Alemania en septiembre, marca un paso importante en el desarrollo de un fenómeno que hasta ahora sólo había sido significativo en países como Francia, Austria o, en menor medida, Italia: el surgimiento del movimiento populista de extrema derecha en las elecciones. Un fenómeno que, obviamente, no es el resultado de una voluntad política deliberada de los sectores dominantes de la burguesía, aunque, obviamente, estos sectores sepan cómo volverlo contra la conciencia del proletariado.
Las tesis de 1990 decían:
"Entre las principales características de la descomposición de la sociedad capitalista está la creciente dificultad de la burguesía para controlar la evolución de la situación en el plano político." (Punto 9)
"Esta tendencia general hacia la pérdida de control por parte de la burguesía sobre la conducción de su política, si bien constituyó uno de los principales factores del colapso del bloque del Este, no hizo más que acentuarse aún más con este colapso:
- el empeoramiento de la crisis económica resultante de esto último;
- la dislocación del bloque occidental provocada por la desaparición de su rival;
- la exacerbación de las rivalidades particulares entre los diferentes sectores de la burguesía (en particular entre fracciones nacionales, pero también entre camarillas dentro del mismo Estado nacional) como resultado del alejamiento momentáneo de la perspectiva de la guerra mundial". (Punto 10)
La primera consecuencia, el empeoramiento de la crisis económica resultante del colapso del bloque del Este, si bien se produjo al principio, no continuó. Sin embargo, los demás aspectos siguieron siendo válidos. Lo que hay que destacar en la situación actual es la confirmación plena de este aspecto que identificamos hace 25 años: la tendencia a una creciente pérdida de control de la clase dominante sobre su aparato político.
Obviamente, estos acontecimientos son utilizados por diferentes sectores de la burguesía (y especialmente los de la izquierda) para reavivar la llama del antifascismo (este es particularmente el caso en Alemania) por razones históricas obvias. También en Francia hubo un "Frente Republicano" en las últimas elecciones regionales de diciembre de 2015, en las que el Partido Socialista retiró a sus candidatos y llamó a votar por la derecha para bloquear el paso al Frente Nacional. Dicho esto, está claro que el objetivo principal de las campañas antifascistas, como nos lo ha enseñado la historia, la clase obrera, no constituye una amenaza, ni siquiera una preocupación importante para la burguesía en la actualidad.
En realidad, la visión casi unánime que se ha adoptado en los sectores más responsables de la burguesía y sus medios de comunicación contra el Brexit, contra la elección de Trump, contra la extrema derecha en Alemania o contra el Frente Nacional en Francia, no puede considerarse una maniobra: las opciones económicas y políticas del populismo no constituyen una opción realista para la gestión del capital nacional (a diferencia de las opciones de la izquierda capitalista que proponen una vuelta a medidas de tipo keynesiano como respuesta a los "excesos" de la globalización ordo-liberal). Si nos limitamos a Europa, los gobiernos populistas, si pusieran en práctica sus programas, sólo podrían dar lugar a una especie de vandalismo que no haría sino agravar la inestabilidad que amenaza a las instituciones del continente. Esto es tanto más cierto cuanto que el personal político de los movimientos populistas, a pesar de haber adquirido una gran experiencia en el campo de la demagogia, no está en absoluto dispuesto a hacerse cargo de los asuntos del Estado. Cuando desarrollamos nuestro análisis de la descomposición, consideramos que este fenómeno afectaba la forma de los conflictos imperialistas (ver "Militarismo y descomposición", Revista Internacional No. 64[6]) y también la conciencia del proletariado. Por otro lado, consideramos que no tuvo un impacto real en la evolución de la crisis del capitalismo. Si el actual ascenso del populismo llevara a la llegada al poder de esta corriente en algunos de los principales países europeos, podríamos ver cómo se desarrolla este impacto de la descomposición.
De hecho, el ascenso del populismo, si tiene causas específicas en un país en particular (tras la caída del estalinismo en algunos países de Europa Central, los efectos de la crisis financiera de 2007-2008 que arruinó y privó a millones de estadounidenses de sus hogares, etc.), conlleva un elemento común que está presente en la mayor parte de los países avanzados: la profunda pérdida de confianza hacia las "élites", es decir, en los partidos gobernantes tradicionales (conservadores o progresistas de tipo socialdemócrata) debido a su incapacidad para restablecer la salud de la economía, para frenar el aumento constante del desempleo o de la pobreza. En este sentido, el ascenso del populismo constituye una especie de revuelta contra los actuales líderes políticos, pero una revuelta que no puede conducir a una perspectiva alternativa hacia el capitalismo. La única clase que puede dar tal alternativa es el proletariado cuando se moviliza en su terreno de clase y toma conciencia de la necesidad y posibilidad de la revolución comunista. Este es el caso del populismo, al igual que los distintos fenómenos generales de la descomposición de la sociedad que enmarcan la fase actual de la vida del capitalismo: su causa determinante es la incapacidad del proletariado para presentar su propia respuesta, su propia alternativa a la crisis del capitalismo. En esta situación de vacío, en cierto modo, de pérdida de confianza en las instituciones oficiales de la sociedad que ya no son capaces de protegerla, de pérdida de confianza en el futuro, la tendencia a volver al pasado, a buscar chivos expiatorios que serían los responsables de las catástrofes, es cada vez más fuerte. En este sentido, el surgimiento del populismo es un fenómeno totalmente propio del período de descomposición. Esto es tanto más importante cuanto que encuentra valiosos aliados en el aumento del terrorismo, que crea una creciente sensación de miedo e impotencia, y en la llegada masiva de refugiados que se teme que quite trabajo o colapse la sanidad y la enseñanza o que escondan a nuevos terroristas entre ellos.
Cuando identificamos la entrada del capitalismo global en la fase aguda de su crisis económica, observamos que este sistema había logrado, inicialmente, rechazar sus efectos más catastróficos hacia la periferia, pero que estos efectos volverían inevitablemente hacia el centro como un bumerang. El mismo esquema se aplica a las tres cuestiones que acaban de ser examinadas con más detalle puesto que:
- el terrorismo ya existe a una escala mucho más dramática en algunos países periféricos
- estos mismos países se enfrentan a la cuestión de los refugiados a una escala mucho mayor que en los países centrales
- estos países también se caracterizan por las convulsiones de su aparato político.
El hecho de que hoy seamos testigos de tal retorno, tipo bumerang, hacia los países centrales es una señal de que la sociedad humana está dando un paso más en su proceso de descomposición.
Una de las razones de la dificultad que encuentra el proletariado y, en primer lugar, su propia vanguardia, para identificar y comprender este período de descomposición y armarse contra él, es la naturaleza misma de la descomposición como fase histórica.
El proceso de descomposición que marca el período histórico actual es un fenómeno que avanza de manera muy insidiosa. En la medida en que afecta a los fundamentos más profundos de la vida social y se manifiesta en un deterioro de las relaciones sociales más arraigadas, no tiene necesariamente una expresión única e indiscutible, como lo fue, por ejemplo, el estallido de la Segunda Guerra Mundial o los intentos revolucionarios. Más bien, se expresa por una proliferación de fenómenos que aparentemente no están relacionados entre sí.
En sí mismo, cada uno de los fenómenos que pueden identificar la descomposición no es nuevo, cada uno se relaciona con etapas previas de la decadencia capitalista. Por ejemplo, estamos asistiendo a una continuación de las guerras imperialistas. Sin embargo, dentro de esta continuidad encontramos al cada uno para sí y en particular "el desarrollo del terrorismo, la toma de rehenes, como medio de guerra entre Estados, en detrimento de las "leyes" que el capitalismo había adoptado previamente para "regular" los conflictos entre fracciones de la clase dominante" (Tesis 8). Estos elementos parecen "confusos" en medio de las características clásicas y generales de la guerra imperialista, haciéndolos difíciles de identificar. Una simple mirada superficial no logra identificarlos. Lo mismo ocurre con el aparato político de la burguesía (así, el surgimiento del populismo puede estar vinculado erróneamente al fenómeno del fascismo en el período de entreguerras).
El hecho de que las dos clases fundamentales de la sociedad (el proletariado y la burguesía) sean incapaces de aportar una perspectiva favorece la falta de una visión global, el acomodarse de una manera pasiva ante lo que existe. Esto favorece las estrechas visiones pequeñoburguesas, ciegas, carentes de una orientación hacia el futuro. Se puede decir que la descomposición en sí misma es un factor poderoso para destruir la conciencia de su realidad. Esto es muy peligroso para el proletariado. Pero también produce una ceguera de la burguesía, de modo que la descomposición, por la dificultad de ser reconocida, produce un fenómeno acumulativo, en espiral a nivel de sus efectos.
Por último, dos tendencias específicas del capitalismo agravan aún más esta dificultad para reconocer la descomposición y sus consecuencias:
- El capitalismo es el modo de producción más dinámico de la historia (Tesis 5) y "la burguesía no puede existir sin revolucionar constantemente los instrumentos de producción, lo que significa las relaciones de producción, es decir, todas las relaciones sociales" (Manifiesto Comunista). Esto da la impresión de una "modernidad" permanente, una sociedad que, a pesar de todo, "progresa" y se desarrolla. Una de las consecuencias de ello es que la descomposición no se manifiesta de manera uniforme en todos los países. Está más mitigada en China o en otros países asiáticos. Sin embargo, toma una forma mucho más extrema en otras partes del mundo, por ejemplo, en África o en algunos países de América Latina. Todo esto tiende a "enmascarar" la descomposición. Se podría muy bien decir que el olor nauseabundo que produce se atenúa por el perfume seductor de la "modernidad".
- En los países más desarrollados, la burguesía, con el desarrollo del capitalismo de Estado, todavía es capaz de producir ciertas contracorrientes para limitar los efectos de la descomposición. Vimos un ejemplo de esto en el caso del Brexit, donde la burguesía británica se organizó rápidamente para limitar sus daños.
En el punto 13, las Tesis abordan esta cuestión en los siguientes términos:
"Los diferentes elementos que constituyen la fuerza del proletariado se enfrentan directamente con las diversas facetas de esta descomposición ideológica:
- la acción colectiva, la solidaridad, encuentran ante ellos la atomización, el "sálvese quien pueda", la "inventiva individual";
- la necesidad de organización se enfrenta a la descomposición social, a la desestructuración de las relaciones que subyacen a toda la vida en sociedad;
- la confianza en el futuro y en su propia fuerza se ve constantemente socavada por la desesperación general que invade a la sociedad, por el nihilismo, por el "no futuro";
- la conciencia, la lucidez, la coherencia y la unidad de pensamiento, el gusto por la teoría, encuentran un camino difícil a través de la huida hacia quimeras, las drogas, las sectas, el misticismo, el rechazo hacia la reflexión, la destrucción del pensamiento que caracterizan a nuestro tiempo". (Tesis 13)
Las experiencias de lucha de los últimos 25 años han confirmado en gran medida estos análisis. En particular, cuando examinamos los dos movimientos más avanzados de todo este período: el movimiento anti-CPE en 2006 en Francia y el movimiento de los Indignados en España en 2011[7]. Es cierto que la solidaridad estaba en el centro de estos dos movimientos, como había estado en el centro de experiencias más limitadas - por ejemplo, la movilización contra la reforma de las pensiones en Francia en 2003 o la huelga del Metro en Nueva York en 2005. Sin embargo, estas manifestaciones permanecieron aisladas y, más allá de una simpatía bastante pasiva, no generaron una movilización general de la clase.
La acción colectiva y solidaria, una de las características fundamentales de la lucha proletaria, ha tenido muchas más dificultades que en el pasado para expresarse, a pesar de la gravedad de los ataques contra la clase obrera, por ejemplo, en términos de despidos. Es cierto que la intimidación ejercida por la crisis provoca un repliegue temporal en la combatividad; sin embargo, el hecho de que dicho repliegue haya sido casi permanente nos obliga a comprender que este factor, si bien juega un papel, no es el único, y debemos considerar la importancia de lo que dice la Tesis 13, el "cada uno para sí ", la atomización, el “apañarse cada cual”.
La cuestión de la organización está en el centro de la lucha del proletariado. Dejando de lado las enormes dificultades que tienen las minorías revolucionarias para tomar en serio la cuestión organizativa (que merecería otro texto), las dificultades de la clase para organizarse se han agravado, a pesar de la espectacular aparición de las Asambleas Generales en el movimiento de los Indignados o en el movimiento anti-CPE. Más allá de estos ejemplos más avanzados, que siguen siendo un hito para el futuro, muchas otras luchas similares han tenido grandes dificultades para organizarse. Es el caso, por ejemplo, del movimiento "Occupy" en el 2011 o de los movimientos en Brasil y Turquía en el 2013.
La confianza en su propia fuerza como clase, un elemento clave de la lucha del proletariado, ha sido terriblemente escasa. En los dos movimientos importantes que acabamos de mencionar, la gran mayoría de los participantes no se reconocían a sí mismos como clase obrera. Más bien, se veían a sí mismos como " ciudadanos de abajo", lo que es muy peligroso desde el punto de vista del impacto de las ilusiones democráticas, pero también de frente a la actual ola populista.
La confianza en el futuro, y en particular en la posibilidad de una nueva sociedad, también ha estado ausente más allá de unas cuantas intuiciones demasiado generales o de la capacidad de plantarse de manera bastante embrionaria cuestiones tales como las del Estado, la moral, la cultura, etc. Estos intentos son, ciertamente, muy interesantes desde el punto de vista del futuro, sin embargo, han sido muy limitados, y desde un punto de vista general muy por debajo del nivel de reflexión que existía en los movimientos más avanzados en 1968.
La conciencia y el pensamiento estructurado constituyen uno de los elementos, como se señala en el punto 13 de las Tesis, que encuentran un enorme muro frente a ellos para desarrollarse. Si bien el 68 fue preparado por una gran efervescencia social a nivel de las minorías y dio lugar, posteriormente y durante un tiempo, a una proliferación de elementos en búsqueda, cabe señalar la escasa maduración social que preparó y siguió los movimientos de 2006 y 2011.
A pesar de la gravedad de la situación histórica - incomparablemente más grave que la del 68 - no ha habido una nueva generación de minorías revolucionarias. Esto demuestra que la brecha tradicional en el proletariado -como señaló Rosa Luxemburgo- entre la evolución objetiva y la comprensión subjetiva se ha agudizado de manera muy significativa con la descomposición, un fenómeno que no debe subestimarse.
[1] "TESIS SOBRE LA DESCOMPOSICION [41]".
[2] BRICS: Acrónico sobre 5 Estados: Brasil, China, India, Rusia y Sudáfrica que fueron presentados como una “gran esperanza” de desarrollo capitalista. Ver Crisis económica mundial: los brics no flotan, https://es.internationalism.org/cci-online/201209/3467/crisis-economica-mundial-los-brics-no-flotan [113]
[3] Ver respectivamente Huracán Katrina: El capitalismo conduce la humanidad al desastre https://es.internationalism.org/cci-online/200509/120/huracan-katrina-el-capitalismo-conduce-la-humanidad-al-desastre [114] y Fukushima un año después, https://es.internationalism.org/accion-proletaria/201203/3355/fukushima-un-ano-despues [115]
[4] https://es.internationalism.org/revista-internacional/197810/2134/resolucion-sobre-el-terror-el-terrorismo-y-la-violencia-de-clase [63]
[5] Ver La guerra 'antiterrorista' siembra el terror y la barbarie https://es.internationalism.org/revista-internacional/200510/234/la-guerra-antiterrorista-siembra-el-terror-y-la-barbarie [116] y Pearl Harbor 1941, 'Torres Gemelas' 2001 : El maquiavelismo de la burguesía https://es.internationalism.org/revista-internacional/200510/233/pearl-harbor-1941-torres-gemelas-2001-el-maquiavelismo-de-la-burgue [117]
[6] https://es.internationalism.org/revista-internacional/201410/4046/militarismo-y-descomposicion [118]
[7] Ver Tesis sobre el movimiento de los estudiantes de la primavera de 2006 en Francia https://es.internationalism.org/revista-internacional/200606/964/tesis-sobre-el-movimiento-de-los-estudiantes-de-la-primavera-de-200 [48] y 2011: de la indignación a la esperanza https://es.internationalism.org/cci-online/201204/3349/2011-de-la-indignacion-a-la-esperanza [96]
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Revista Internacional, 14 de Julio de 2019
La sociedad capitalista, en la fase final de su declive, está dando a luz a toda una variedad de “crisis de identidad”. La atomización inherente al sistema de producción generalizada de mercancías está alcanzando nuevos niveles, y esto se aplica tanto a la vida social en su conjunto como a las reacciones contra la creciente miseria y opresión generadas por el sistema. Por un lado, grupos e individuos que sufren opresiones particulares son animados a movilizarse como grupos específicos para luchar contra sus opresiones -como mujeres, como homosexuales, como personas transgéneros, como minorías étnicas, etc.- y, frecuentemente, a competir directamente entre sí, como ocurre con la actual confrontación entre activistas transgénero y ciertas ramas del feminismo. Estas expresiones de "políticas de identidad" son al mismo tiempo adoptadas por la izquierda de la burguesía, hasta llegar a sus más distinguidos académicos y a sus escalones políticos más poderosos (como en el caso del Partido Demócrata de los Estados Unidos).
Mientras tanto, el ala derecha de la burguesía, al tiempo que denuncia superficialmente el ascenso de las políticas de identidad, se levanta en defensa de su propia variante de búsqueda de identidad: la búsqueda de los Verdaderos Hombres amenazados por el espectro del feminismo, la nostalgia de las glorias de la Raza Blanca enfrentada a su disolución por hordas extranjeras.
La búsqueda de estas identidades y comunidades parciales, a veces completamente ficticias, es una medida de la autoenajenación de la humanidad en una época histórica en la que una comunidad humana universal es tanto posible como necesaria para la supervivencia de la especie. Y, sobre todo, como otras manifestaciones de la descomposición social, es el producto de la pérdida de la única identidad cuya afirmación puede llevar a la creación de tal comunidad, también conocida como comunismo: la identidad de clase del proletariado. El reciente movimiento de los "Chalecos Amarillos" en Francia nos ofrece una ilustración gráfica de los peligros que resultan de esta pérdida de identidad de clase: que un gran número de trabajadores, justamente encolerizados por los constantes ataques a su nivel de vida, se movilizan no por sus propios intereses sino detrás de las demandas y acciones de otras clases sociales -en este caso, la pequeña burguesía y una parte de la burguesía misma[1].
La explotación de la clase obrera es la piedra angular de todo el edificio del capitalismo. No es, como los defensores de las políticas de identidad argumentan abierta o subrepticiamente, sólo una forma de opresión entre muchas otras. Porque, a pesar de todos los cambios que ha sufrido en los últimos dos siglos, el capitalismo sigue gobernando la Tierra, y por tanto lo que Karl Marx escribió en 1844 sobre la naturaleza revolucionaria del proletariado sigue siendo tan cierto como siempre. Esta es una clase cuya lucha contra el capitalismo contiene la solución a todos los "males particulares" infligidos por esta sociedad.
"Una clase con cadenas radicales, una clase de la sociedad civil que no es una clase de la sociedad civil, una clase que es la disolución de todas las clases, una esfera que tiene un carácter universal por su sufrimiento universal y que no reclama ningún derecho particular porque ningún mal particular, sino el mal en general, se perpetúa en su contra; que no puede invocar ningún título histórico, sino sólo humano; que no se encuentra en una antítesis parcial con las consecuencias sino en una antítesis completa con las premisas del Estado alemán; una esfera que no puede emanciparse a sí misma sin emanciparse de todas las demás esferas de la sociedad y, por lo tanto, emancipar a todas las demás esferas de la sociedad; la cual, en una palabra, es la pérdida completa del ser humano y, por lo tanto, sólo puede ganarse a sí misma a través de la recuperación completa del ser humano. Esta disolución de la sociedad en una clase particular es el proletariado"[2].
En La Sagrada Familia, escrita durante el mismo período, Marx explica que la clase obrera es por naturaleza una clase revolucionaria, incluso cuando no es consciente de ello:
“Cuando los escritores socialistas atribuyen este papel histórico-mundial al proletariado, no es de ninguna manera, como el Criticismo Crítico pretende creer, porque consideran a los proletarios como dioses. Más bien lo contrario. Puesto que en el proletariado plenamente formado la abstracción de toda la humanidad, incluso el semblante de la humanidad, es prácticamente completa; puesto que las condiciones de vida del proletariado resumen todas las condiciones de vida de la sociedad actual en su forma más inhumana; puesto que el ser humano se ha perdido a sí mismo en el proletariado, pero al mismo tiempo no sólo ha adquirido consciencia teórica de esa pérdida, sino que a través de una necesidad urgente -la expresión práctica de la necesidad-, que ya no se puede evitar, ni disimular, y que es absolutamente imperativa, se ve impulsado directamente a rebelarse contra esa inhumanidad: se deduce que el proletariado puede y debe emanciparse a sí mismo. Pero no puede emanciparse sin abolir las condiciones de su propia vida. No puede abolir las condiciones de su propia vida sin abolir todas las condiciones inhumanas de vida de la sociedad actual que se resumen en su propia situación. No en vano pasa por la severa pero fortificante escuela del trabajo. No se trata de lo que tal o cual proletario, o incluso todo el proletariado, considera en cada momento como su objetivo. Se trata de lo que el proletariado es y de lo que, de acuerdo con este ser, históricamente se verá obligado a hacer"[3]
La identidad de clase tiene por tanto una base objetiva que permanece inalterable mientras exista el capitalismo, pero la consciencia subjetiva de "lo que el proletariado es" se ha visto frenada desde hace mucho tiempo por el lado negativo de la condición proletaria: el hecho de que "el ser humano se ha perdido a sí mismo en el proletariado", que ésta es una clase que sufre todo el peso de la auto alienación humana. En obras posteriores Marx explicaría que las formas particulares asumidas por la alienación en la sociedad capitalista -el proceso también conocido como "reificación", el velo de mistificación inherente al intercambio universal de mercancías- hacen particularmente difícil para los explotados comprender la verdadera naturaleza de su explotación y la verdadera identidad de sus explotadores. Por ello, se hace necesaria una "consciencia teórica de esa pérdida" y el socialismo tuvo que volverse científico en sus métodos. Pero esta consciencia teórica no está en absoluto divorciada de las condiciones reales de trabajo y de su revuelta contra la inhumanidad de la explotación capitalista.
Cuando Marx escribe que la clase obrera "no puede emanciparse sin abolir las condiciones de su propia vida", la llamada corriente de la "comunización" toma esto como que cualquier afirmación de la identidad de clase sólo puede ser reaccionaria, ya que no es más que una exaltación de lo que es el proletariado dentro de la sociedad capitalista, de modo que la revolución comunista exigiría la autonegación inmediata de la clase obrera. Pero esto es perder de vista la realidad dialéctica de la clase obrera como una clase que es a la vez parte de la sociedad capitalista y no de ella, una clase explotada y revolucionaria al mismo tiempo. Insistimos, junto con Marx, que es sólo mediante su autoafirmación, tanto a nivel de sus luchas económicas y sociales, y como el candidato a la dirección política de la sociedad, que el proletariado puede allanar el camino a la disolución real de todas las clases y al "resurgimiento total" de la humanidad. Por eso, este informe se centrará precisamente en el problema de la identidad de clase: desde su desarrollo inicial en la fase ascendente del capitalismo, hasta su posterior pérdida y reapropiación futura.
El proletariado es por definición la clase de la desposesión. Está formado originalmente por la desposesión de la pequeña parcela de tierra del campesino, o de los instrumentos de producción del artesano, y hacinado en los tugurios asolados por la enfermedad de la temprana sociedad industrial. Engels en La Condición de la Clase Obrera en Inglaterra escribe sobre todos los efectos desmoralizadores de este proceso que llevó a numerosos proletarios al alcoholismo y al crimen, sometiéndolos a la más brutal competencia entre sí mismos. Pero Engels rechazó cualquier condena moralista de estas reacciones puramente individuales a su condición y señaló la alternativa que ya estaba tomando forma: la lucha colectiva de los trabajadores por la mejora de su condición a través de la formación de sindicatos, asociaciones educativas y culturales y partidos políticos como los Cartistas - todo esto inspirado en última instancia por la visión de una forma superior de sociedad. La reunión física de los trabajadores en las ciudades y las fábricas fue la premisa objetiva de esta lucha. Esta es una dimensión de la asociación del trabajo que supera el relativo aislamiento del trabajo artesanal y campesino; pero como proceso puramente "sociológico", la maquinaria de la industrialización temprana fue tan brutal y traumática que también podría haber resultado en la producción de una masa indiferente de indigentes, e incluso en la extinción del proletariado a través del hambre y la enfermedad. Era el reconocimiento de un interés de clase común, opuesto al de la burguesía, lo que fue la base real de la identidad de clase inicial del proletariado. La "constitución de los proletarios en clase", como lo expresó el Manifiesto Comunista, era inseparable al crecimiento de la consciencia de clase y de la organización: "y consecuentemente en un partido político", como continúa la frase. La clase obrera no es sólo una clase asociada "en sí misma", no sólo objetivamente: la asociación como premisa para una forma superior de organización social sólo se concreta cuando la dimensión subjetiva, la autoorganización y unificación de la clase en la lucha contra la explotación, se levanta de su lugar en la relación social capitalista.
Pero el proletariado sigue siendo la clase de la desposesión, y esto se aplicaría eventualmente a los mismos instrumentos que había creado para su propia defensa. Los primeros sindicatos y partidos políticos, por un lado, motivados por el entendimiento de que el proletariado no era una clase de la sociedad civil, y por el proyecto de disolver el orden social existente, también estaban atados a la necesidad de que la clase mejorara su suerte dentro del sistema. Y contrariamente a las primeras expectativas de los fundadores del marxismo, este sistema estaba todavía lejos de cualquier "crisis final" o período de decadencia, de modo que cuanto más duradera y más extensamente el proletariado forjara sus organizaciones dentro de la cáscara de la sociedad capitalista, mayor sería el peligro de que estas organizaciones se convirtieran en simples partes de la sociedad civil- se institucionalizaran. Como dijo Engels en 1892: en cierto momento dado, "los sindicatos, que hasta entonces se consideraban invenciones del mismo diablo, ahora eran mimados y patrocinados como instituciones perfectamente legítimas, y como medios útiles para difundir sólidas doctrinas económicas entre los trabajadores"[4] Con la retrospectiva de una más amarga experiencia histórica, sabemos que el camino hacia la revolución no pasó por la construcción gradual de las organizaciones de masas obreras dentro del sistema. Al contrario, cuando vino la verdadera prueba con el comienzo de la decadencia, estas organizaciones, que se habían corrompido lenta pero seguramente por la sociedad y la ideología dominantes, fueron definitivamente recuperadas por la clase dominante para ayudarla a combatir sus guerras imperialistas y a combatir la amenaza de la revolución[5].
Esto no fue ni mucho menos un proceso lineal. Al proletariado se le recordaba constantemente que era en esencia una clase proscrita - una fuerza de la revolución. Sus esfuerzos iniciales para construir las asociaciones más elementales para su defensa fueron reprimidos despiadadamente por la burguesía, que tardó mucho tiempo en comprender que podía transformar y poner en su contra a las propias organizaciones de trabajadores. Además, las condiciones políticas de la Europa de mediados del siglo XIX llevarían al proletariado a luchas abiertamente insurreccionales contra la clase dominante en Europa en al menos dos momentos históricos clave: 1848 y 1871. En Francia, ya patria de la revolución después de la experiencia de 1789-93, la clase obrera tomó las armas contra el Estado y, particularmente en 1871, planteó concretamente el problema de su destrucción y reemplazo por la dictadura del proletariado. Pero los movimientos de clase que apuntaban a un futuro revolucionario no se limitaban a Francia: en Inglaterra, el país de las "reformas graduales", el movimiento huelguístico de 1842 ya reveló los contornos de la huelga de masas que se convertiría en el modo de lucha característico en una época posterior[6] El propio movimiento Cartista entendió su demanda de sufragio universal como una demanda para que la clase obrera tomara el poder político en sus propias manos, y sus métodos no se limitaron a hacer peticiones a la burguesía: también dieron lugar a un ala de "fuerza física" que, en el levantamiento de Newport de 1839, no dudó en armarse contra el régimen existente[7] La formación de la Primera Internacional en 1864, aunque se originó en la necesidad de coordinación internacional de las luchas defensivas, fue otro indicador de que la clase obrera se enfrentaba a los cimientos de la sociedad burguesa - que una identidad de clase realmente consciente de sí misma no se podía acomodar en el marco del Estado-nación.
El miedo que la Internacional y la Comuna de París despertaron en los corazones de la burguesía, así como las condiciones objetivas de la expansión global capitalista en la última parte del siglo XIX, proporcionaron la base para la eventual integración de las organizaciones obreras de masas en la sociedad burguesa y finalmente en el propio aparato estatal. A estos factores se suman las confusiones y concesiones oportunistas que surgieron dentro del propio movimiento proletario, sobre todo la identificación del proletariado con el interés nacional, que la II Internacional, con su estructura federal y sus dificultades para comprender la evolución de la cuestión nacional, nunca fue capaz de superar. Pero el sentido de identidad de clase que surgió durante el largo período de la socialdemocracia, un período en el que el movimiento obrero organizado proporcionó a toda una capa de trabajadores no sólo órganos de defensa económica y actividad política, sino toda una vida social y cultural, de ninguna manera desapareció con la apertura de la época de decadencia capitalista. Al contrario, transmutada en una mistificación hostil al proletariado, "pesaría como una pesadilla en el cerebro de los vivos", y sería asumida en particular por los partidos socialdemócratas y estalinistas con el fin de mantener su control sobre la clase obrera: "La identidad de clase es el reconocimiento por parte del proletariado de que constituye una clase distinta en la sociedad, opuesta a la burguesía y con un papel activo en la sociedad. Sin embargo, esto no significa mecánicamente que se reconozca como la clase revolucionaria en la sociedad. Durante muchos años, la identidad de clase gravitó en torno a la noción de una clase de la sociedad capitalista que aspiraba a tener un nivel de vida decente y gozando de reconocimiento y fuerza social.
Este tipo de identidad fue construida por la contrarrevolución y, en particular, por los sindicatos y el estalinismo, basándose en ciertas debilidades que se remontan a la época de la II Internacional: un obrero manual, combativo, preocupado por sus derechos en la sociedad, reconocido por ella, vinculado a las grandes empresas y a los barrios obreros, orgulloso de su condición de "ciudadano obrero" y encerrado en el universo de la gran familia de trabajadores.
Tal identidad estaba muy ligada a un período preciso: el del apogeo del capitalismo (1870-1914), pero su persistencia en el período de decadencia, donde se verifica la profunda exclusión del proletariado de la sociedad burguesa anunciada por Marx, la ha llevado a convertirse en una gran mistificación que vende una falsa identidad muy peligrosa, llena de ilusiones de integración en la sociedad capitalista, sobre cómo llegar a acomodarse a ella, y esto destruye una verdadera identidad y consciencia de clase. La única identidad posible para el proletariado es la de una clase excluida de esta sociedad y que lleva consigo la perspectiva comunista"[8]
Un texto sobre el balance de fuerzas entre clases adoptado por nuestro órgano central internacional en abril de 2018, citando nuestro Texto de Orientación sobre la Confianza y la Solidaridad[9], esboza dos fases en la historia del movimiento obrero desde 1848. Se centra en el crecimiento y la pérdida de la confianza en sí misma de la clase obrera, pero esta cuestión está estrechamente ligada al problema de la identidad de clase: la clase obrera sólo puede tener confianza en sí misma si es consciente de su propia existencia e intereses.
“Durante la primera fase, que va desde los inicios de su autoafirmación como clase autónoma hasta la oleada revolucionaria de 1917 a 1923, la clase obrera fue capaz, a pesar de una serie de derrotas a menudo sangrientas, de desarrollar de manera más o menos continua su confianza en sí misma y su unidad política y social. Las manifestaciones más importantes de esa capacidad fueron, además de las luchas obreras mismas, el desarrollo de una visión socialista, de una capacidad teórica, de una organización política revolucionaria. Esta acumulación, resultado de un trabajo de decenios y de varias generaciones de proletarios fue interrumpida, incluso destrozada, por la contrarrevolución. Sólo minúsculas minorías revolucionarias fueron capaces de mantener su confianza en el proletariado durante los decenios posteriores. Al poner fin a la contrarrevolución, el resurgir histórico de la clase obrera en 1968 empezó a darle la vuelta a esa tendencia. Sin embargo, las expresiones de confianza en sí y de solidaridad de clase de esta nueva generación proletaria no derrotada permanecieron en su mayor parte arraigadas en las luchas inmediatas. No se basaban todavía, como en el periodo anterior a la contrarrevolución, en una visión socialista ni en una formación política, en una teoría de clase ni en la transmisión de la experiencia acumulada y la comprensión teórica de una generación a otra. En otros términos, la confianza en sí, histórica, del proletariado, y su tradición de unidad activa y de combate colectivo son uno de los aspectos de su combate que más ha sufrido la ruptura de la continuidad orgánica. Igualmente, son los aspectos más difíciles de restablecer ya que dependen, más que muchos otros, de una continuidad política y social vivas. Esto da lugar a su vez a una particular vulnerabilidad de las nuevas generaciones de la clase y de sus minorías revolucionarias”.
Podemos añadir que incluso antes del golpe demoledor de la derrota de la primera oleada revolucionaria, la gran batalla de 1914-18 significó la pérdida de décadas de trabajo paciente en la construcción de sus sindicatos y partidos políticos, una pérdida que ha sido particularmente difícil de aceptar y entender para la clase obrera: incluso entre los revolucionarios que se opusieron a esta traición, sólo una minoría fue capaz de comprender que estas organizaciones habían sido irreversiblemente perdidas para la clase. Posteriormente, con el ascenso del estalinismo, lo que había sido una dificultad de comprensión se convirtió en la base para la construcción de la falsa identidad que ya hemos mencionado, y que hemos desarrollado también en un informe anterior sobre las perspectivas de la lucha de clases. Pero, aunque esta terrible carga heredada del pasado iba a tener un impacto desastroso en el progreso de la oleada revolucionaria -expresada en particular a través de la teoría y la práctica del Frente Unido- este período también arrojó luz sobre la nueva forma de identidad de clase encarnada en la huelga de masas, en la formación de los consejos obreros y en el surgimiento de la Tercera Internacional. Como ya lo había expresado Marx, el proletariado es revolucionario o no es nada: esta identidad de clase redescubierta no era realmente "nueva" sino que simplemente ponía en escena "lo que es el proletariado": en la época de guerras y revoluciones, la clase sólo puede captar su identidad organizándose fuera de todas las instituciones existentes y en antítesis directa con la sociedad capitalista.
Las siguientes décadas de contrarrevolución profundizarían este proceso de desposesión. En la década de 1930 el proletariado se enfrentó a la mayor crisis económica de la historia del capitalismo, la primera crisis económica real de la decadencia. Pero los Partidos Comunistas creados para combatir la traición de 1914 habían abandonado el internacionalismo en favor de la infame teoría del socialismo en un solo país y, a través del Frente Popular, estaban tratando de disolver políticamente a la clase obrera en la nación y prepararla para la guerra. Incluso los sindicatos anarquistas que habían conservado una vida proletaria en España sucumbieron a esta nueva traición[10]. El estallido de la guerra en 1939 no significó, como sostenía Vercesi, la "desaparición social del proletariado" y, por lo tanto, la inutilidad para los revolucionarios de la actividad política organizada. La desaparición social del proletariado es imposible mientras sobreviva el capital, y la formación de minorías revolucionarias obedece a una necesidad permanente dentro de la clase. Pero ciertamente sí significó un nuevo paso en su desorganización política, no sólo a través del terror del fascismo y el estalinismo sino, más insidiosamente, por su incorporación al proyecto de defensa de la democracia. E incluyó la rápida integración de la oposición trotskista en el esfuerzo bélico[11] y la dispersión de sus fracciones de izquierda. El proletariado sí se manifestó al final de la guerra en ciertos países, sobre todo en Italia en 1943, pero contrariamente a las expectativas de una gran parte de la Izquierda Comunista italiana (incluyendo a Vercesi), esto no significó una reversión del curso contrarrevolucionario[12].
La contrarrevolución, tomando formas cada vez más totalitarias, continuó imponiéndose durante el período de prosperidad de la posguerra, mientras que el capital descubrió nuevas formas de socavar el sentido de sí mismo del proletariado. Este fue el período en el que “los sociólogos pudieron comenzar a teorizar el "aburguesamiento" de la clase obrera como resultado de la expansión del consumismo y el desarrollo del Estado del bienestar. De hecho, esos dos aspectos del capitalismo después de 1945 siguen siendo importantes lastres añadidos contra la posibilidad de que la clase obrera se reconstituya como fuerza revolucionaria. El consumismo atomiza a la clase obrera y vende la ilusión de que todos pueden alcanzar el paraíso de la propiedad individual. El providencialismo, que solía ser introducido por los partidos de izquierda presentándolo como conquista de la clase obrera, es incluso un instrumento más revelador de control capitalista; socava la autoconfianza de la clase obrera y la hace depender de la benevolencia del Estado; y más tarde, en una fase de migración masiva, su organización por el Estado-nación significaría que acceder a la salud, a la vivienda y otros beneficios ha acabado siendo un poderoso factor para transformar a los inmigrantes en chivos expiatorios, y de otras divisiones en la clase obrera”.[13]
El renacimiento de la lucha de clases después de 1968, que alcanzó su punto más alto con la huelga de masas en Polonia en 1980, refutó la idea de que la clase obrera se había integrado en el capitalismo y nos dio otro destello de su identidad esencial como una fuerza que sólo puede expresarse reventando sus cadenas institucionales. Las huelgas salvajes fuera de los sindicatos, las asambleas generales y los comités de huelga revocables, poderosas tendencias hacia la extensión de la lucha - embriones o expresiones reales de la huelga de masas - renovaron la perspectiva de los consejos obreros. Al mismo tiempo, proporcionó el terreno para un pequeño pero importante renacimiento del movimiento comunista internacional que había estado cerca de desaparecer en los años cincuenta - un requisito previo esencial para la futura formación de un nuevo partido mundial[14].
Y, sin embargo, como argumenta el pasaje arriba citado del texto sobre Confianza y Solidaridad, mientras que Mayo del 68 y los movimientos subsiguientes plantearon la cuestión de una nueva sociedad a nivel teórico, la lucha de clases en su conjunto se quedó en el terreno económico y no fue capaz de crecer hacia una confrontación política con el capitalismo. Los límites del renacimiento proletario contenían las semillas de la nueva fase de descomposición que ha visto al proletariado acercarse a perder su identidad de clase completamente.
Para entender por qué, desde finales de los años ochenta, la consciencia del proletariado de sí mismo como fuerza social ha estado en retroceso, es necesario examinar sus diferentes dimensiones por separado para entender cómo operan en conjunto.
Para empezar, una sociedad capitalista cuyas premisas se están empezando a desmoronar, una sociedad en abierta desintegración, una sociedad que ha pasado por décadas de decadencia y que está bloqueada en su evolución, tiende, de forma más o menos automática, a exacerbar la atomización social que ha sido una característica clave de esta sociedad desde sus inicios, como señaló Engels en La Condición de la Clase Obrera en Inglaterra:
“Por mucho que uno sea consciente de que este aislamiento del individuo, este estrecho egocentrismo que es el principio fundamental de nuestra sociedad en todas partes, no hay lugar donde sea tan insolentemente descarado, tan cierto como aquí, en el hacinamiento de la gran ciudad. La disolución de la humanidad en mónadas, donde cada una tiene un principio de vida particular y un propósito separado, esta atomización del mundo se lleva a cabo aquí hasta el extremo"[15]
En la fase final de esta sociedad, la guerra de cada uno contra todos se intensifica a todos los niveles: desde el distanciamiento creciente entre individuos, la competencia violenta entre bandas callejeras que operan a nivel de tal o cual ciudad o vecindario, hasta la lucha frenética entre empresas por su porción en un mercado limitado, pasando por el caos en expansión de la competencia militar entre estados y proto-estados a nivel internacional. Esta tendencia también subyace en la búsqueda de “comunidades” basadas en una identidad restringida a la que nos hemos referido anteriormente, una reacción contra la atomización que sólo sirve para reforzarla a otro nivel. Este desmoronamiento de los lazos sociales funciona continua e insidiosamente en oposición polar al potencial para la unificación de la clase obrera en torno a sus intereses comunes - en otras palabras, a la reconfiguración de la identidad de clase del proletariado.
La burguesía, por supuesto, se ve directamente afectada por este mismo proceso -como hemos señalado en relación con su capacidad para controlar su aparato político, y en la creciente dificultad para mantener alianzas estables a nivel de las relaciones entre Estados. Pero a diferencia de la clase obrera, la burguesía puede, hasta cierto punto, aprovechar los efectos de la descomposición en su favor e incluso reforzarlos. El colapso del Bloque del Este, por ejemplo, fue un ejemplo de primera importancia de los procesos "objetivos" de la descomposición, impulsados por una crisis económica cada vez más profunda e irresoluble[16]. Pero debido a las circunstancias históricas particulares implicados en la formación de este bloque -el resultado de una revolución proletaria derrotada que dio lugar a un sistema aparentemente diferente del capitalismo de Occidente- la burguesía ha sido capaz de dar forma a partir de estos acontecimientos a toda una embestida ideológica contra el proletariado, un ataque a la consciencia de clase que jugó un papel significativo en el reflujo de la lucha a partir de los años noventa[17]. Frente a una clase obrera que, ya en las oleadas de lucha post-68, experimentaba grandes dificultades para desarrollar una perspectiva para su resistencia, las campañas de "la muerte del comunismo" atacaron frontalmente esta dimensión esencial de la consciencia de clase: su capacidad de mirar hacia adelante y de orientarse hacia el futuro. Pero estas campañas no se detuvieron ahí: proclamaron no sólo el fin de cualquier posibilidad de una alternativa al capitalismo, sino también el fin de la lucha de clases y de la clase obrera misma. Al hacerlo, la propia burguesía mostró su determinación por socavar la identidad de clase como medio para combatir la amenaza de la revolución proletaria.
Una tercera dimensión del quebrantamiento de la identidad de clase en el período de descomposición está relacionada con esto: es decir, la insistencia en que la clase obrera es una especie en peligro de extinción o incluso ya extinta está profundamente reforzada por los cambios estructurales que la clase dominante se ha visto obligada a introducir en respuesta a la crisis económica de su sistema -todo lo que transcurre bajo los engañosos encabezados de neoliberalismo y globalización, pero sobre todo el proceso de "desindustrialización" de los centros capitalistas más antiguos. Este proceso estuvo determinado, por supuesto, por la necesidad de abandonar las industrias no rentables y de trasladar el capital a zonas del mundo donde las mismas mercancías podían producirse de forma mucho más barata. Pero siempre hubo un elemento directamente anti obrero en este proceso: la burguesía sabía muy bien, por ejemplo, que al enfrentarse a los mineros en Gran Bretaña y cerrar las minas, no sólo se libraría de una mal adaptación económica importante, sino que también daría un duro golpe a un sector muy combativo de su enemigo de clase. Por supuesto, al trasladar industrias enteras al Lejano Oriente y a otros lugares, la burguesía estaría creando nuevos batallones proletarios para la guerra de clases, pero también tenía un cierto entendimiento de que la clase obrera industrial de los principales centros capitalistas representaba un peligro particular para ella[18]. La clase obrera no se limita al proletariado industrial, pero este sector siempre ha estado en el corazón del movimiento obrero y especialmente de las luchas masivas y revolucionarias del pasado, como lo demuestran, por ejemplo, el papel de la fábrica Putilov en la Revolución rusa, los obreros del Ruhr en la Revolución alemana, los obreros de Renault en la huelga de masas francesa del 68, o los obreros de los astilleros en Polonia en 1980.
Acompañando al cierre de muchas de estas viejas industrias, el capitalismo ha intentado crear un nuevo modelo de clase obrera, especialmente en las industrias de servicios que, en países capitalistas más antiguos como Gran Bretaña, han avanzado más hacia el escenario central de la vida económica. Este modelo es la llamada "gig economy" o economía de “bolos”, cuyos empleados son instados a verse a sí mismos no como trabajadores sino como empresarios individuales que pueden, si se esfuerzan lo suficiente, llegar a ser grandes, que pueden negociar con la empresa individuo por individuo para mejorar sus salarios y condiciones. Una vez más, estos cambios son dictados en última instancia por las necesidades del beneficio capitalista, pero también son aprovechados por la burguesía para impedir que los trabajadores se vean a sí mismos como obreros y como parte de una clase explotada.
Desde nuestro último congreso en abril de 2017 el levantamiento populista ha continuado, a pesar de los esfuerzos de las facciones más centrales de la burguesía por erigir un dique en su contra, como con la elección de Macron en Francia y la "Resistencia" contra Trump orquestada por el partido Demócrata y parte de los servicios de seguridad del Estado en los EE. UU. La fiabilidad de Alemania como barrera a la propagación del populismo se ha visto gravemente debilitada por el ascenso electoral de la AfD (Alternativa para Alemania) y el desarrollo de un movimiento callejero pogromista en lugares como Chemnitz. Las divisiones y la casi parálisis de la burguesía británica sobre el Brexit se han intensificado. La instalación de un gobierno populista en Italia, junto con la creciente oposición de los gobiernos populistas de Europa del Este, ha planteado graves problemas para el futuro de la UE. La amenaza a la unidad del Estado español por parte de las fuerzas del catalanismo y otros nacionalismos no ha sido superada. En Brasil, la victoria de Bolsonaro es un nuevo paso en el ascenso de "líderes fuertes" que abogan abiertamente por el terror de estado contra cualquier oposición a su gobierno. Por último, el fenómeno de los "Chalecos Amarillos" en Francia y en otros lugares muestra la capacidad de los populistas de manifestarse no sólo en el terreno electoral, sino también en las calles, en manifestaciones a gran escala que pueden parecer recoger algunas de las preocupaciones e incluso los métodos de la clase obrera… a la vez que tienen el efecto de confundir aún más el significado de la identidad de clase.
El populismo, con su lenguaje agresivamente nacionalista y xenófobo, su desprecio por las pruebas y la investigación científica, sus teorías conspirativas y su relación casi descubierta con la cruda violencia de las bandas callejeras fascistas es sin duda un producto puro de la descomposición, la señal de que la clase capitalista está, incluso por sí misma, retrocediendo ante el estancamiento histórico entre las clases. Pero mientras emerge como un producto de la decadencia social y tiende a socavar el control de la burguesía sobre todo su aparato político y económico, aquí también la clase dominante puede hacer uso de los problemas creados por el populismo en su guerra permanente contra la consciencia de clase.
Esto es evidente en el caso de aquellas fracciones del proletariado que, sin ninguna perspectiva de resistencia de clase contra el capitalismo y los efectos de su crisis, han sido atraídas directamente a la política populista y han caído en una nueva versión del "socialismo de los tontos": la idea de que su miseria es causada por la creciente ola de inmigrantes y refugiados que serían a su vez las tropas de choque de siniestras élites que pretenden socavar la cultura cristiana, blanca o nacional. Estos delirios se combinan con un apoyo incondicional a los partidos populistas y demagogos que se presentan como una fuerza "anti-élite", como tribunos del "pueblo real". Agarrarse a tales ideas -que también puede llevar a una minoría significativa hacia la práctica del pogromo y el terrorismo- claramente funciona en contra de que estas fracciones recuperen su verdadera identidad como parte de una clase explotada, como una sección de la clase que ha sido "dejada atrás" no por los complots de las conspiraciones antinacionales sino por el impacto implacable de la crisis capitalista global.
Pero, recordando el famoso dicho de Bordiga de que "el peor producto del fascismo es el antifascismo", también debemos señalar que la oposición burguesa al populismo desempeña un papel no menos importante en la estafa ideológica que impide que el proletariado reconozca sus intereses de clase independientes y antagónicos a todas las facciones de la clase dominante. Escribiendo al principio del Folleto de Junius sobre la atmósfera pogromista que invadió Alemania al comienzo de la Primera Guerra Mundial, Rosa Luxemburg señaló que este "aire de Kishinev (Chisináu)... dejó al policía de la esquina como el único representante que quedaba de la dignidad humana". En los EE. UU., la misma apariencia es creada por las declaraciones y prácticas atroces de Trump, de modo que los Demócratas, los Republicanos liberales, los jueces de la corte suprema e incluso el FBI y la CIA empiezan a parecer los tipos buenos. En Gran Bretaña, la aparente dominación de la vida política por una pequeña banda de "Brextremistas", a su vez vinculada al dinero negro e incluso a las maquinaciones del imperialismo ruso, estimula el desarrollo de una oposición de masas al Brexit que, con el estímulo abierto de parte de los medios de comunicación, puede movilizar hasta 750.000 personas en las calles de Londres para convocar un segundo referéndum. Aunque a menudo se ridiculiza como un movimiento de la cortés clase media, tales movilizaciones indudablemente atraen a un gran número componentes de ese proletariado urbano educado que se enfurece con las mentiras de los populistas pero que todavía no es capaz de separarse de las facciones liberales y de izquierdas de la burguesía.
En resumen: el conjunto del debate político tiende a ser monopolizado por las cuestiones de pro y anti-Trump, pro y anti-Brexit, etc., un debate totalmente circunscrito por la ideología patriótica y democrática. La oposición burguesa a Trump se presenta a sí misma como la Verdadera América no menos que lo hacen Trump y sus partidarios, y condena a la actual administración sobre todo por su violación de las normas democráticas; de forma parecida, en el Reino Unido, el debate es siempre sobre los verdaderos intereses de "nuestro país", y ambos lados de la contienda se presentan como el lado interesado en la democracia y la voluntad del pueblo. Esta misma polarización puede observarse en las "guerras culturales" que han alimentado el auge del populismo: como hemos señalado anteriormente, el populismo es en sí mismo una forma de política de identidad, que se erige en defensor de los intereses exclusivos de tal o cual nación o grupo étnico, y se embarca en una batalla que se refuerza mutuamente con todas las demás formas de política de identidad, ya se trate de las bandas islamistas que sirven para desviar la cólera de un determinado estrato de jóvenes proletarios descontentos atrapados en guetos urbanos, o de las campañas más izquierdistas que se inclinan en torno a las cuestiones de raza y género. Esta polarización es una expresión real de una sociedad en desintegración y cada vez más dividida, pero, frente al proletariado, el capitalismo decadente muestra su carácter totalitario, en la medida en que esta misma polarización ocupa el terreno social y político y tiende a bloquear el surgimiento del debate o la acción en el terreno del proletariado.
El mundo capitalista en descomposición necesariamente engendra estados de ánimo apocalípticos. No puede ofrecer a la humanidad ningún futuro y su potencial de destrucción a una escala que desafía la imaginación se ha hecho cada vez más evidente para amplias capas de la población mundial. Las manifestaciones más extremas de este sentimiento de que el mundo en el que vivimos está en sus últimas etapas se expresan en las mitologías distorsionadas del yihadismo islámico o del survivalismo cristiano de derechas, pero éste es un estado de ánimo mucho más general. Los informes cada vez más inquietantes de los comités científicos sobre el cambio climático, la destrucción de especies y la contaminación tóxica de todo tipo se han sumado a la sensación de perdición: si los científicos dicen que tenemos 12 años para prevenir una catástrofe medioambiental, se sobreentiende que los gobiernos y las empresas del mundo no harán casi nada para poner en práctica las medidas que propugnan estos informes, por miedo a desafilar el filo competitivo de las economías nacionales. De hecho, con el advenimiento de los gobiernos populistas, la negación del cambio climático se vuelve cada vez más histérica ante los peligros reales a los que se enfrenta el mundo, y opta por el vandalismo puro, la retirada de los acuerdos internacionales y la eliminación de todos los límites a la explotación de la naturaleza, como en el caso de Trump en los EE. UU. y Bolsonaro en Brasil. Si a esto se añade el hecho de que la guerra imperialista se está volviendo más caótica e impredecible mientras que un número creciente de Estados tienen acceso a armas nucleares, no es de extrañar que el nihilismo y la desesperación estén aún más extendidos que en el período de la Segunda Guerra Mundial, a pesar de la proximidad de la sombra de Auschwitz e Hiroshima y de la amenaza de guerra nuclear entre los dos bloques imperialistas.
El nihilismo y la desesperación surgen de una sensación de impotencia, en la pérdida de la convicción de que existe cualquier alternativa posible al escenario de pesadilla que está preparando el capitalismo. Tiende a paralizar la reflexión y la voluntad de actuar. Y si la única fuerza social que podría plantear esta alternativa es prácticamente inconsciente de su propia existencia, ¿significa esto que el juego está terminado, que ya se ha alcanzado el punto de no retorno?
Ciertamente reconocemos que cuanto más tiempo esté el capitalismo hundiéndose en la descomposición, más estará socavando los cimientos de una sociedad más humana. Una vez más, esto queda claramente ilustrado por la destrucción del medio ambiente, que está llegando a un punto en el que puede acelerar la tendencia a la desintegración completa de la sociedad, una condición que no favorece la autoorganización y la confianza en el futuro que se requiere para hacer la revolución; e incluso si el proletariado llega al poder a escala mundial, se enfrentará a una gigantesca labor no sólo para arreglar el desorden legado por la acumulación capitalista, sino para revertir una espiral de destrucción que ya se ha puesto en marcha.
Pero también sabemos que la desesperación también distorsiona la realidad, genera pánico, por un lado, negación por el otro, y no nos permite pensar claramente sobre las posibilidades que todavía están disponibles para nosotros. En varios documentos recientes presentados en congresos y reuniones de su órgano central, la CCI ha examinado una serie de desarrollos objetivos que han tenido lugar (o más bien continuado) en las últimas décadas y que podrían actuar a favor del proletariado. Los más importantes de estos desarrollos son:
La clase obrera es la clase de la consciencia. A diferencia de la revolución burguesa, su revolución no se basa en una acumulación paulatina de riqueza y poder económico. Sólo puede acumular experiencia, tradición de lucha, métodos de organización, etc. En resumen, el elemento subjetivo es crucial si se quiere aprovechar y realizar un potencial objetivo.
Este potencial subjetivo no puede medirse en términos inmediatos. La relación de las fuerzas de clase existe históricamente y podemos decir que, aunque el tiempo no esté de su parte, aunque la descomposición se esté convirtiendo en una amenaza creciente y la clase obrera esté experimentando dificultades considerables en su salida de su actual retroceso, globalmente la clase no ha sido aplastada desde 1968 y por lo tanto sigue siendo un obstáculo para el pleno descenso a la barbarie; por lo tanto, retiene el potencial para superar al sistema en su conjunto.... Pero sólo podemos seguir afirmándolo si examinamos cuidadosamente las expresiones más inmediatas de rebelión contra el orden social. Y estas no están ausentes:
Con respecto a las luchas abiertas de la clase, veremos dos ejemplos recientes:
1. En Gran Bretaña, en los últimos dos años hemos visto pequeñas pero significativas huelgas de trabajadores de la economía de ‘bolos’, como se narra en este artículo de World Revolution:
“Uno de los temores sobre los obreros en trabajos muy precarios y ocasionales, con una gran proporción de inmigrantes entre ellos, es que no podrán luchar, y que solo existe entre ellos una presión competitiva frente a la bajada de salarios. A empresas como Uber y Deliveroo les gusta decir que sus trabajadores son autónomos (por lo que no reciben salario mínimo, vacaciones o baja por enfermedad). La reciente huelga en Deliveroo, que se extendió a los conductores de UberEats, ha respondido a ambas cuestiones. Definitivamente son parte de la clase obrera, y definitivamente son capaces de luchar para defenderse.
Amenazados con un nuevo contrato que cambiaría de un pago por hora más un bono por cada entrega (£7 y £1) al pago sólo por cada entrega, a pesar de su aparente aislamiento mutuo y sus precarias circunstancias, los trabajadores de reparto de Deliveroo organizaron reuniones para llevar a cabo su lucha, una manifestación de ciclomotores y bicicletas por las calles de Londres, y una huelga de 6 días. Insistieron en la negociación colectiva contra la "oferta" del director en funciones de hablar con ellos individualmente. Al final se retiró la amenaza de que perderían sus puestos de trabajo si no firmaban el nuevo contrato, pero este está siendo probado por aquellos que sí lo han firmado. Una victoria parcial.
Algunos trabajadores de reparto de UberEats fueron a las reuniones de Deliveroo. Se enfrentan a condiciones similares, ya que se les da falsamente la condición de autónomos; los salarios han caído, por lo que apenas ganan el salario mínimo, sin un salario garantizado, y sólo reciben 3,30 libras esterlinas por reparto. Después de una huelga salvaje, un trabajador fue despedido (o "desactivado" ya que no está protegido por la ley de empleo), subrayando el coraje que necesitan los trabajadores que luchan en industrias tan precarias..."[20]
Más recientemente, en octubre, los trabajadores de una serie de tiendas de comida rápida en varias ciudades del Reino Unido - Macdonalds, TGI Fridays y JD Witherspoon- junto con los conductores de UberEats, se declararon en huelga juntos y se unieron en sus piquetes y manifestaciones. Como dice el artículo de WR, estas acciones se basan en el reconocimiento de que los empleados de estas empresas forman en efecto parte de un cuerpo social colectivo y no son sólo individuos aislados. También fue significativo que estas huelgas involucraran a muchos trabajadores inmigrantes junto con los nacidos en el Reino Unido, a la vez que algunas de las acciones en marcha se coordinaron con huelgas en las mismas empresas en Europa. Al mismo tiempo, según la BBC, "las huelgas se llevan a cabo para coincidir con la huelga industrial por el pago de salarios de los trabajadores de comida rápida en Chile, Colombia, Estados Unidos, Bélgica, Italia, Alemania, Filipinas y Japón"[21]
La noción del 'precariado' aplicada a estos trabajadores implica que se trata de una nueva clase, pero el empleo precario siempre ha sido parte de la condición de la clase obrera. En cierto modo, los métodos de la "economía de bolos", con trabajadores cada vez más frecuentemente empleados a muy corto plazo y de forma ocasional, nos remontan a los días en que los trabajadores de la construcción o de los puertos hacían cola para ser contratados día a día.
Los intentos de los trabajadores de diferentes empresas y países de unirse es una afirmación de la identidad de clase contra el "nuevo modelo" mencionado anteriormente, y demuestra que ningún sector de la clase, por muy disperso y oprimido que esté, es incapaz de luchar por sus intereses. Al mismo tiempo, el hecho de que estos trabajadores hayan sido en gran medida ignorados por los sindicatos tradicionales ha dejado un espacio a formas más radicales de sindicalismo: en el Reino Unido, organizaciones semi-sindicalistas como la IWW, el Sindicato de Trabajadores Independientes de Gran Bretaña (IWGB) y Voces Unidas del Mundo (UVW) se han aprovechado rápidamente de esto y se han convertido en la principal fuerza "organizadora" de los trabajadores. Esto es probablemente inevitable en una situación en la que no existe un movimiento de clase general, pero la influencia de estos sindicatos radicales atestigua la necesidad de contener una radicalización genuina entre una minoría de trabajadores.
2. Luchas contra la economía de guerra en Oriente Medio
Las huelgas y manifestaciones que estallaron en julio en muchas partes de Jordania, Irak e Irán, descritas en varios artículos recientes en nuestra web[22], fueron una respuesta directa de los proletarios de la región a las miserias infligidas a la población por la economía de guerra. Las demandas planteadas por las protestas se centraron con fuerza en cuestiones económicas básicas: escasez de agua y atención sanitaria, salarios de pobreza o salarios no pagados, desempleo, lo que demuestra que estos movimientos comenzaron en un terreno de clase. También erigieron una serie de consignas políticas que tienden a afirmar los intereses del proletariado contra los intereses de la clase dominante y sus guerras: en Irán, por ejemplo, tanto las facciones "fundamentalistas" como las "reformistas" de la teocracia fueron vistas en el mismo bando y las pretensiones imperialistas del régimen iraní se ridiculizaron con frecuencia; en Irak, los manifestantes gritaron que no eran ni sunitas ni chiítas; y "no solo los edificios municipales y gubernamentales han sido el blanco de los ataques de los manifestantes, sino que también lo han sido las instituciones chiítas, desmintiendo su hipócrita "apoyo" a la oleada de protestas. La delegación del populista "radical" al-Sadr para reunirse con los manifestantes fue atacada y despedida - esto fue mostrado en vídeo en las redes sociales"[23].
Incluso más importante, en el otoño de 2018 hubo una serie de huelgas obreras muy combativas en la industria iraní, con algunas expresiones claras de solidaridad entre diferentes empresas, como en el caso de los trabajadores del acero de Foolad y los trabajadores azucareros de HaftTappeh. Esta última lucha también se hizo muy conocida internacionalmente a través de la celebración de asambleas generales y las declaraciones de un líder clave de la huelga, Ismail Bakhshi, sobre su comité de huelga como una especie de soviet embrionario. Esto ha sido retomado por varios elementos del medio político proletario para dar a entender que los consejos obreros estaban en la agenda inmediata en Irán, lo cual creemos que está lejos de ser el caso. Otras declaraciones de Bakhshi muestran que hay serias confusiones sobre la autogestión incluso entre los trabajadores más avanzados[24]. También es un hecho que algunas de las consignas de las primeras protestas callejeras tenían un carácter nacionalista e incluso monárquico. A pesar de estas profundas debilidades, seguimos considerando que esta oleada de lucha en Irán fue una expresión importante del potencial intacto de la lucha de clases. Con la guerra convirtiéndose en una realidad permanente para cada vez más secciones de la clase, estos movimientos recuerdan no sólo el antagonismo absoluto entre el proletariado y el conflicto imperialista, sino también una consciencia embrionaria de este antagonismo, expresada tanto en algunas de las consignas proclamadas como en la simultaneidad internacional de estos movimientos en Irán, Irak y Jordania.
Estos ejemplos no se presentan como prueba de un renacimiento global de la lucha de clases, ni siquiera del final de su reflujo, lo que en cualquier caso requeriría el surgimiento de importantes movimientos de clase en los países centrales del sistema. En estos países, la situación social se caracteriza todavía más por la ausencia de grandes luchas en el terreno proletario. Por otra parte, hemos visto una serie de protestas que expresan una indignación creciente contra la brutalidad y la destructividad de la sociedad capitalista. En los Estados Unidos en particular, hemos visto acciones directas en los aeropuertos contra la detención y expulsión de viajeros de países musulmanes; grandes manifestaciones tras los tiroteos policiales contra jóvenes negros en una serie de ciudades: Charlotte, St Louis, Nueva York, Sacramento…, y la movilización masiva de jóvenes tras el tiroteo en la escuela secundaria Marjory Stoneman Douglas de Parkland, Florida. El cambio climático y la destrucción del medio ambiente son también un factor que provoca protestas, en particular las huelgas escolares organizadas en muchos países bajo el paraguas de "Jóvenes por el Clima" o las protestas de Rebelión contra la Extinción (XR) en Londres... Del mismo modo, la indignación por el trato paternalista y violento contra las mujeres -no sólo en países "atrasados" como la India, sino en las llamadas "democracias liberales"- también se ha expresado en las calles en lugar de limitarse a los foros de Internet.
Sin embargo, dada la pérdida general de la identidad de clase, es muy difícil evitar que este tipo de protestas caigan en las trampas de la burguesía, en mistificaciones en torno a las políticas de identidad y el reformismo, y por lo tanto sean manipuladas directamente por facciones burguesas de izquierda y democráticas. El fenómeno de los Chalecos Amarillos también muestra el peligro de que la clase se pierda aún más en movimientos interclasistas dominados por la ideología del populismo y el nacionalismo.
Es sólo recuperando el sentido de sí misma como clase, a través del desarrollo de la lucha en su propio terreno, como toda la energía y la furia legítima que hoy se canaliza en direcciones estériles o nocivas podrá ser mañana `recuperada' por el proletariado. La dinámica del movimiento de Indignados en 2011 demuestra que se trata de algo más que de un vago deseo. Motivado por cuestiones "clásicas" de la clase obrera -desempleo, inseguridad laboral, el impacto de la crisis de 2008 en el nivel de vida- este fue un movimiento que también planteó preguntas sobre el futuro de la humanidad en un sistema que muchos de sus participantes consideraban "obsoleto". En consecuencia, organizó todo tipo de debates sobre la moral, la ciencia, el medio ambiente, cuestiones de sexo y género, etc. En este sentido, revivió claramente el espíritu de Mayo del 68 al plantear la cuestión de una alternativa a la sociedad capitalista. Esta era una expresión de un movimiento proletario que había empezado a entender que contiene la respuesta a "males particulares" así como a "el mal en general". Mostró que la lucha de clases debe extenderse no sólo a los sectores más amplios de la economía capitalista, sino también a las esferas de la política y la cultura[25].
No obstante, el problema sigue siendo que si bien los Indignados eran en esencia un movimiento del proletariado, compuesto en gran parte por empleados, semi -empleados, desempleados, universitarios y estudiantes de secundaria, la mayoría de sus protagonistas se veían a sí mismos sobre todo como ciudadanos y, por lo tanto, eran particularmente vulnerables a la ideología de "Democracia Real Ya" y a otros izquierdistas que trataban de arrastrar el movimiento asambleario hacia su incorporación a un régimen parlamentario reformado[26]. Había, por supuesto, una significativa ala proletaria (en su sentido político más que sociológico) del movimiento que veía las cosas de manera diferente, pero permaneció como una minoría y parece haber dado a luz a una minoría aún más pequeña de elementos que se han acercado a la política revolucionaria. El "problema de identidad" del movimiento de Indignados se acentuó aún más en 2017, cuando muchos de los que se habían indignado genuinamente contra el futuro ofrecido por el capitalismo cayeron en el fraude del nacionalismo, en particular de su versión catalana.
Una de las debilidades clave del movimiento fue su falta de conexión entre el movimiento en las calles y plazas y las luchas en los centros de trabajo, y esta brecha es algo que las luchas futuras tendrán que superar. Hemos visto atisbos de esto en los recientes movimientos en Oriente Medio, y quizás más explícitamente en las huelgas de los trabajadores metalúrgicos en Vigo en 2006[27]. Porque, así como ganar las calles es esencial para reunir a los trabajadores de diferentes sectores, así como a los desempleados, el movimiento en los centros de trabajo es clave para recordar a todos los que están en la calle que son parte de una clase que tiene que vender su trabajo al capital.
Esta conexión también será importante para resolver el problema de la organización unitaria de los futuros movimientos masivos: el problema de los consejos obreros. En los movimientos revolucionarios del pasado, los consejos obreros tendían a surgir de la centralización de las asambleas generales en las grandes unidades industriales. Sin duda, esto seguirá siendo un factor importante en las regiones en las que todavía existen unidades de este tipo (Alemania, por ejemplo) o en las que se han desarrollado en los últimos tiempos (China, el subcontinente indio, etc.). Pero dada la importancia de los antiguos centros de la lucha de clases, sobre todo en Europa, que han estado sometidos a un largo proceso de desindustrialización, es posible que los consejos surjan de una reunión de asambleas celebradas en lugares de trabajo centrales como hospitales, universidades, almacenes, etc., y de reuniones masivas celebradas en calles y plazas donde los trabajadores de centros de trabajo más dispersos, los desempleados y los empleados precarios puedan unificar sus luchas.
El hecho de que gran parte de la población haya sido proletarizada por el impacto combinado de la crisis y de los cambios de "piel" de la clase obrera implica que las asambleas basadas en unidades territoriales más que en unidades industriales conservarán un carácter obrero, incluso aunque existe evidentemente el peligro de la influencia de la pequeña burguesía y otros estratos en tales formas de organización. Tales dilemas nos llevan a la cuestión de la autonomía de la clase y su relación con el estado de transición en la revolución del futuro, ya que la clase obrera, habiendo redescubierto su identidad como fuerza social revolucionaria, tendrá que mantener esta identidad autónoma política y organizativamente durante el período de transición, hasta que todos se hayan convertido en proletarios y por lo tanto ninguno sea proletario[28].
También es probable que esta identidad revolucionaria recientemente recuperada tome una forma más directamente política en el futuro: en otras palabras, que la clase se defina a sí misma a través de una creciente adhesión a la perspectiva comunista, en particular porque la profundidad de la crisis social y económica habrá minado las ilusiones en cualquier posible "vuelta a la normalidad" del capitalismo en descomposición. Vimos una señal de esto en la aparición del ala proletaria en el movimiento de Indignados: su carácter proletario se basaba no tanto en su composición sociológica, sino en su lucha por defender la autonomía de las asambleas y una perspectiva general de transformación social contra los diversos recuperadores de izquierda. El partido del futuro bien podría surgir a través de la interacción entre estas grandes minorías proletarias y las organizaciones políticas comunistas. Por supuesto, la fragilidad del medio existente de la Izquierda Comunista significa que no hay garantías de que este encuentro se lleve a cabo. Pero podemos decir que la aparición de nuevos elementos que gravitan hoy hacia la Izquierda Comunista -algunos de ellos muy jóvenes- es una señal de que el proceso de maduración subterránea es una realidad y que continúa a pesar de las dificultades muy evidentes de la lucha de clases. Aunque entendemos que el partido del futuro no será de ninguna manera una organización de masas que busque abarcar a toda la clase en su conjunto, esta dimensión de la politización de la lucha pone de manifiesto lo que es profundamente cierto en la frase marxista clásica: "constitución de los proletarios en clase y, por tanto, en partido político".
(28.12.18)
[1] Movimiento de los "chalecos amarillos": contra los ataques de la burguesía, el proletariado debe responder de manera autónoma, en su propio terreno de clase
[2] Introducción a la Crítica a la filosofía del derecho de Hegel https://www.marxists.org/espanol/m-e/1844/intro-hegel.htm [122]
[3] La Sagrada Familia Capítulo IV https://www.marxists.org/espanol/m-e/1840s/sagfamilia/04.htm [123]
[4] Introducción a la edición inglesa de La condición de la clase obrera en Inglaterra https://www.marxists.org/espanol/m-e/1840s/situacion/situacion.pdf [124]
[5] Ver en nuestra Plataforma Política el punto VII Los sindicatos: órganos del proletariado ayer, instrumentos del capital hoy, https://es.internationalism.org/cci/201211/3550/plataforma-de-la-cci-adoptada-por-el-ier-congreso [46]
[6] Historia del movimiento obrero en Gran Bretaña, Parte 2: El Cartismo y la huelga general de 1842 (en inglés, World Revolution) https://en.internationalism.org/wr/304/chartism-1848 [125]. Sobre la noción de Huelga de masas ver Huelga de masas, partido y sindicatos, de Rosa Luxemburgo, https://www.marxists.org/espanol/luxem/06Huelgademasaspartidoysindicatos_0.pdf [126]
[7] Este movimiento había sido precedido por el levantamiento de Merthyr de 1831, que, se podría argumentar, estaba mejor organizado y tuvo más éxito, incluso aunque los trabajadores sólo pudieron tomar el poder en una ciudad y sólo por un breve momento. También fue el primer momento registrado en que los trabajadores marcharon bajo la bandera roja
[8] De un Informe sobre las perspectivas de la lucha de clases, Diciembre de 2015
[9] Revista Internacional n° 111, 2002 Texto de orientación sobre la confianza y la solidaridad https://es.internationalism.org/revista-internacional/200911/2695/texto-de-orientacion-sobre-la-confianza-y-la-solidaridad-i [127]
[10] Ver la Serie sobre la CNT: La CNT : Nacimiento del sindicalismo revolucionario en España (1910-1913) https://es.internationalism.org/revista-internacional/200703/1322/historia-del-movimiento-obrero-la-cnt-nacimiento-del-sindicalismo- [128] ;La CNT ante la guerra y la revolución (1914-1919) https://es.internationalism.org/revista-internacional/200705/1903/historia-del-movimiento-obrero-la-cnt-ante-la-guerra-y-la-revoluci [129] ;El sindicalismo frustra la orientación revolucionaria de la CNT (1919-23), https://es.internationalism.org/revista-internacional/200708/2002/historia-del-movimiento-obrero-el-sindicalismo-frustra-la-orientac [130] ; La contribución de la CNT a la instauración de la República española (1923-31) https://es.internationalism.org/revista-internacional/200711/2068/historia-del-movimiento-obrero-la-contribucion-de-la-cnt-a-la-inst [131] ;El fracaso del anarquismo para impedir la integración de la CNT en el Estado (1931-1934), https://es.internationalism.org/revista-internacional/200802/2189/historia-del-movimiento-obrero-el-fracaso-del-anarquismo-para-impe [132] ; El antifascismo, el camino a la traición de la CNT (1934-36) https://es.internationalism.org/revista-internacional/200806/2278/historia-del-movimiento-obrero-el-antifascismo-el-camino-a-la-trai [133]
[11] Para comprender la traición del trotskismo ver El trotskismo contra la clase obrera https://es.internationalism.org/cci/200605/911/el-trotskismo-contra-la-clase-obrera [134]
[12] Para ver lo que es la Izquierda Comunista consultar La izquierda comunista y la continuidad del marxismo https://es.internationalism.org/cci/200510/156/la-izquierda-comunista-y-la-continuidad-del-marxismo [135] ; sobre la diferencia entre Izquierda Comunista y la Oposición de Izquierdas (que daría lugar al trotskismo) ver ¿Cuáles son las diferencias entre la Izquierda Comunista y la IVª Internacional? https://es.internationalism.org/cci-online/200706/1935/cuales-son-las-diferencias-entre-la-izquierda-comunista-y-la-iv-internacional [136]
[13] 22º Congreso de la CCI: Resolución sobre la situación internacional https://es.internationalism.org/revista-internacional/201711/4256/22-congreso-de-la-cci-resolucion-sobre-la-situacion-internacional [105]
[14] Ver La renovación de la Izquierda Comunista: uno de los aportes clave de Mayo 68 https://es.internationalism.org/content/4344/la-renovacion-de-la-izquierda-comunista-uno-de-los-aportes-clave-de-mayo-68 [137]
[15] Del capítulo titulado ‘Las Grandes Ciudades’ https://www.marxists.org/espanol/m-e/1840s/situacion/situacion.pdf [124] (pág. 66)
[16] Ver Tesis sobre la crisis económica y política en los países del Este, https://es.internationalism.org/revista-internacional/201208/3451/tesis-sobre-la-crisis-economica-y-politica-en-los-paises-del-este [40]
[17] Ver Derrumbe del Bloque del Este: Dificultades en aumento para el proletariado https://es.internationalism.org/revista-internacional/199001/3502/derrumbe-del-bloque-del-este-dificultades-en-aumento-para-el-prole [82]
[18] Ver El proletariado de Europa Occidental en una posición central de la generalización de la lucha de clases https://es.internationalism.org/revista-internacional/200604/855/el-proletariado-de-europa-occidental-en-una-posicion-central-de-la- [138]
[19] Ver por ejemplo el libro de Paul Mason: Post Capitalismo, una Guía para nuestro Futuro, y su crítica por la CWO (en inglés) https://www.leftcom.org/en/articles/2016-02-21/post-capitalism-via-the-internet-according-to-paul-mason-%E2%80%93-dream-or-reality [139]
[20] Deliveroo, UberEats: Luchas de trabajadores precarios e inmigrantes (CCI en inglés) https://en.internationalism.org/icconline/201610/14136/deliveroo-ubereats-struggles-precarious-and-immigrant-workers [140]
[21] Huelga por salarios de trabajadores de McDonald’s, UberEats y Wetherspoon (BBC Noticias, en inglés) https://www.bbc.com/news/business-45734662 [141]
[22] Lucha de clases en la economía de Guerra de Jordania (https://es.internationalism.org/content/lucha-de-clases-en-la-economia-de-guerra-de-jordania [142] ); Iraq: brotes de lucha contra la economía de guerra (https://es.internationalism.org/content/4338/iraq-brotes-de-lucha-contra-la-economia-de-guerra [143]) ; Internationalist Voice y las protestas en Oriente Medio (CCI en inglés: https://en.internationalism.org/content/16599/internationalist-voice-and-protests-middle-east [144] )
[23] Iraq: brotes de lucha contra la economía de guerra (https://es.internationalism.org/content/4338/iraq-brotes-de-lucha-contra-la-economia-de-guerra [143])
[24] Respuesta a Internationalist Voice sobre las huelgas en Irán (CCI en inglés: https://en.internationalism.org/content/16684/response-internationalist-voice-strikes-iran [145] )
[25] Ver nuestra hoja internacional 2011: de la indignación a la esperanza, https://es.internationalism.org/cci-online/201204/3349/2011-de-la-indignacion-a-la-esperanza [96]
[26] Ver nuestra denuncia en Movimiento ciudadano ¡Democracia Real Ya!: dictadura del Estado contra las asambleas masivas https://es.internationalism.org/cci-online/201106/3118/movimiento-ciudadano-democracia-real-ya-dictadura-del-estado-contra-las-asamb [146]
[27] Ver Huelga del metal de Vigo: Los métodos proletarios de lucha https://es.internationalism.org/cci-online/200605/910/huelga-del-metal-de-vigo-los-metodos-proletarios-de-lucha [95]
[28] Ver Debate: Estado y dictadura del proletariado https://es.internationalism.org/cci-online/200910/2670/debate-estado-y-dictadura-del-proletariado [147]
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Hace 150 años, a principios de la década de 1860, el movimiento obrero internacional se encontraba en sus primeros años, y sus diferentes componentes carecían aún de experiencia en la creación y defensa de sus organizaciones políticas. Tras la ola de represión que siguió a las luchas de 1848, muchos miembros de la Liga Comunista tuvieron que exiliarse o fueron llevados a los tribunales, como sucedió con en el juicio en 1852 contra los comunistas en Colonia[1].
En Alemania, a principios de la década de 1860, no existía una organización política independiente de la clase obrera. En muchas ciudades había Arbeiterbildungsvereine (Clubes Educativos para Obreros), pero todavía no existía ninguna organización política proletaria con una clara delimitación política respecto a la burguesía. El debate sobre si la clase obrera aún podía apoyar a ciertas facciones de la burguesía en su lucha por la unificación nacional, o si el antagonismo de clase con la burguesía debía estar en el centro de la lucha, estaba en pleno apogeo. En este contexto, en el que la burguesía todavía no se había desligado de la aristocracia y los Junkers, cuando el capital alemán aún no había podido unificarse como capital nacional, intentó forjarse el primer partido político de la clase obrera en Alemania.
Y, al mismo tiempo, la clase obrera en Alemania iba a enfrentarse a uno de los retos políticos más difíciles: el de enfrentarse a las actividades de los aventureros políticos. Si es cierto que hay múltiples perfiles de los aventureros políticos, si existe un rasgo común a todos ellos y es que se aprovechan de las organizaciones políticas no para fortalecer la lucha de la clase obrera, sino para ponerlas a su servicio; se valen de las organizaciones de la clase obrera en favor de sus propias ambiciones. Pero el principal obstáculo reside precisamente en desenmascarar a los aventureros, puesto que no actúan a cara descubierta ni muestran sus propias ambiciones en público. Por el contrario, suelen tener una gran habilidad para movilizar a su favor un gran número de adeptos, lo que hace mucho más difícil poder desenmascarar a personajes tan “altamente apreciados”.
Como veremos, la verdadera naturaleza del aventurero Lassalle nunca resultó completamente desvelada mientras vivió. Y si bien la auténtica ralea del aventurero Schweitzer fue denunciada por primera vez en una conferencia del partido en Wuppertal durante la primavera de 1869, lo cierto es que ese esfuerzo por desenmascararlo no fue del todo exitoso. Sólo años más tarde pudo la clase obrera, gracias a los esfuerzos del Consejo General de la Primera Internacional, desvelar las actividades de otro aventurero más, Mikhail Bakunin, durante el Congreso de La Haya en 1872. Los casos de Lassalle, Schweitzer y Bakunin demuestran que la clase obrera y sus organizaciones políticas se enfrentaron desde el principio a las actividades de los aventureros políticos.
En este artículo trataremos los casos de Lassalle y Schweitzer. En artículos anteriores ya hemos dado un relato detallado de la lucha contra el aventurerismo de Bakunin[2].
En Leipzig, en 1862, los trabajadores de una asociación llamada "Vorwärts" propusieron la preparación de un congreso general de trabajadores. En enero de 1863, estos promotores se pusieron en contacto con Ferdinand Lassalle[3].
En distintas conferencias, Lassalle se mostró crítico con la burguesía en su disputa con los Junkers; y, al mismo tiempo, destacó la importancia de la clase obrera para el progreso histórico. Sin embargo, Lassalle se distanció de los puntos de vista comunistas esbozados una docena de años antes en el Manifiesto Comunista.
La propuesta de que Lassalle escribiera el programa de la "Asociación General Alemana de Trabajadores" (ADAV), fundada finalmente en Leipzig el 23 de mayo de 1863, iba dirigida a un hombre que había estado deseoso durante años de desempeñar un papel de liderazgo en la vida política de Alemania.
El hecho de que se entregase la dirección de esta organización a una persona que – aparte de una breve actividad durante las luchas de 1848- nunca había participado en una organización proletaria, y no podía representar una continuidad con la Liga Comunista; un hombre al que anteriormente se le había negado el ingreso en la Liga Comunista y que ahora actuaba como un “salvador” de facto venido de "afuera", que reclamó inmediatamente un papel presidencial; todo esto reflejaba la inmadurez que atravesaba el movimiento obrero en aquel momento.
A los 20 años, Lassalle había conocido a Sophie Gräfin von Hatzfeldt, que tenía el doble de edad que él. Para "liberarla" del matrimonio forzado con su marido, Lassalle asumió su defensa como abogado. No sólo logró ganar el caso de la condesa, sino que accedió a una inmensa fortuna ya que dicha condesa lo financió a partir de entonces y se convirtió en su aliado político[4]. Al mismo tiempo, como miembro de la nobleza, la condesa mantenía relaciones muy estrechas con diversos sectores de la clase dominante. En 1856 y 1857 vivió en su casa de Düsseldorf; y en 1858 se trasladó con ella a Berlín[5].
Animado por el éxito en el juicio de Hatzfeldt y movido por sus ambiciones de hacer carrera, a mediados de la década de 1850 empezó a pesarle la "estrechez provincial" de su lugar de residencia, Düsseldorf. En mayo de 1855, pidió al presidente de la Policía de Berlín autorización para trasladarse a Berlín[6]. Ese mismo mes, escribió su "informe de un informante sobre sí mismo", para ser entregado al presidente de la policía de Berlín, Hinkeldey (no está claro si realmente fue depositado en sus manos o si debía entregársele). Gustav Mayer informó de la “perversa, retorcida, sofisticada, taimada y vil astucia empleada en ella”, para persuadir e impresionar al presidente de la policía sobre su propia relevancia. Lassalle se vanagloriaba de ser enormemente apreciado por los trabajadores de Düsseldorf, "que parecen considerar a Lassalle como su jefe, y que ven injusta para ellos y para sus relaciones con ellos que deje la provincia del Rin; que no rompieron con él, pero como muestra la conversación, amenazaron muy enérgicamente con romper con él". Refiriéndose al paradero de los antiguos editores de la Neue Rheinische Zeitung (entre los que se incluía a Marx) tras la represión de 1848, Lassalle presumía de su conocimiento cercano del lugar de residencia de Marx. En su "Spitzelbericht" (informe de un soplón) escribe: "Me equivoqué al pensar que habían emigrado a América, pero Lassalle me informó que vivían en Londres y él parecía bien informado de sus condiciones de vida". Con el fin de aumentar aún más el interés del jefe de la policía, se jactó: "Por tanto se deduce que Lassalle debe mantener una correspondencia continua e ininterrumpida con estas personas en Londres, al menos con Marx". Sabiendo bien lo interesado que estaba la policía en estar al tanto de las verdaderas relaciones y correspondencia entre Marx y sus compañeros de combate, escribió: "Ya (…) he mencionado que Lassalle debe estar en contacto con Londres, al menos con Marx. Debo añadir que parece probable -como concluí de una declaración- que parece recibir estas cartas con el nombre de un remitente falso".
Para que el cebo al presidente de la policía tuviese aún atractivos adicionales, Lassalle escribió: "La razón principal que lo lleva a esa mudanza es la monotonía de la vida en Düsseldorf que se ha vuelto insoportable para él. Además, tiene cierta tendencia a la diversión y, sobre todo, a las distracciones femeninas, que, pese, a su gran capacidad para el trabajo, también se pone de manifiesto en su temperamento; una tendencia que no logra satisfacer en Düsseldorf, pero que espera expandir en Berlín. Repitió el motivo de su intención de mudarse a Berlín. (...) si no fuera por la influencia de la Condesa, por un lado, y, por otro lado, por la ya descrita gran inclinación hacia el placer y la diversión sensual y la insoportable monotonía de su vida en Düsseldorf, que son el factor decisivo para él…". Se describió a sí mismo como "muy ambicioso y de carácter vanidoso".
Para impresionar a la policía (y a las fuerzas políticas que la respaldan), Lassalle se jactaba: "Puesto que considero que Lassalle es uno de los representantes más destacados intelectualmente y más raramente dotados de energía de toda la democracia, opino que este hombre tan sumamente peligroso no es nunca suficientemente vigilado...". Lassalle añadió otro cebo para la policía: el autor de la carta, es decir, el informante, tenía posibilidades de trabajar como secretario de Lassalle. "Ya cuento en gran medida con su benevolencia. Lo he conseguido, en parte, sabiendo aprovechar su vanidad..." [...] Con algo de tiempo en el cargo de su secretario y me convertiré no sólo en el confidente de sus pensamientos más secretos, sino completamente indispensable para él." Dispuesto a entregar a la policía a quienes se disponían a derrocar al régimen (supuestamente el propio Lassalle y sus amigos), Lassalle terminó así su informe de espía: "No tendría gran dificultad, aprovechando mi posición y mi amistad con Lasalle, en llegar a conocer a todos los demás miembros, más o menos destacados, de la democracia, y en investigar sus actividades desde el principio; en una palabra, pondría así a él y a sus asociados en manos de las autoridades, de tal modo que solo dependería de su propia discreción destruir a estos incorregibles partisanos del derrocamiento cuando lo consideraran conveniente"[7].
Este informe de un espía sobre sí mismo, que sólo se encontró con su herencia tras su muerte, arroja mucha luz sobre sus actividades como aventurero en las filas del movimiento obrero alemán.
Aquí tenemos un primer rasgo de los aventureros políticos. A diferencia de los combatientes sinceros que se unen desinteresadamente a una organización revolucionaria para ayudar a la clase obrera a cumplir su papel histórico, los aventureros se unen a organizaciones revolucionarias para cumplir su propia "misión histórica". Quieren poner el movimiento a su servicio y buscar constantemente reconocimiento con este propósito. El informe del espía Lassalle sobre sí mismo es en realidad un "anuncio publicitario" de sus supuestas excepcionales habilidades. Así pues, las organizaciones proletarias sólo les sirven como trampolín para su carrera, ya sea en el seno de una organización proletaria o en las filas de quienes gobiernan. Convencidos de que sus capacidades son mayores de las que se les ha reconocido, buscan ese reconocimiento tanto del movimiento obrero como de los gobernantes.
Cuando se fundó la ADAV en mayo de 1863, Lassalle consiguió ser coronado presidente durante cinco años, con un poder casi dictatorial sobre las secciones locales. Lassalle insistió a la ADAV en que únicamente formaría parte de ella si se le pedía que asumiera el rol principal. O sea que, en vez de unirse a una lucha colectiva, lo primero que hizo fue reclamar el liderazgo. Este es otro rasgo distintivo frecuente en los aventureros. No sólo aspiran a asumir un papel de liderazgo en una organización, sino que a menudo reivindican directamente la autoridad especial, e incluso si no reciben tales poderes especiales de una autoridad, si buscan disfrutar de una capacidad de actuación arbitraria e independiente. Como si fuese un emperador coronado, Lassalle declaró: "Por lo tanto, estoy en condiciones de satisfacer las exigencias del puesto que me ofrecen y, en general, me declaro dispuesto a corresponder a estas demandas que me hacen, y a asumir el liderazgo del movimiento obrero"[8]. Las ramas locales de la asociación no tenían ningún derecho: sólo ejecutaban las órdenes del presidente.
Esto fue un paso atrás con respecto a la Liga Comunista, que era una organización centralizada, que estableció una autoridad central y autoridades territoriales que aseguraban un funcionamiento mucho más colectivo, y en la que las comunidades locales tenían poder de decisión. En este sentido, Lassalle consiguió dar marcha atrás la rueda de la historia con el "papel de liderazgo" que le fue asignado.
Bebel escribió en su autobiografía: "Lassalle no se contentaba con los aplausos de las masas, sino que daba mucha importancia a tener de su lado a hombres de prestigio e influencia del campo burgués. Y se esforzó mucho por ganárselos" (Bebel, Aus meinem Leben, p. 85)[9].
En el mismo momento en que, por un lado, el aparato de poder en Prusia y otras partes de Alemania había enviado a sus agentes para controlar el movimiento obrero emergente para buscar posibles fuerzas que "cooperaran" en favor de Bismarck; Lassalle por su lado, como muestra inequívocamente el informe del espía, extendía sus redes.
Dos semanas antes de la fundación de la ADAV, el 23 de mayo de 1863, Lassalle inició una correspondencia con Bismarck. Éste, que pretendía unir Alemania "con sangre y hierro", invitó a Lassalle a tener conversaciones. Tuvieron lugar cuatro charlas en las que Lassalle no sólo trató de asesorar a Bismarck, sino que también hizo sugerencias concretas para un enfoque común.
Lassalle dijo a Bismarck, mano derecha del rey, que la clase obrera "instintivamente se siente inclinada a la dictadura". (Gustav Mayer, Bismarck und Lassalle p. 60), Los trabajadores reconocerían a la monarquía como un "instrumento natural de la dictadura social", si la monarquía cambiase de "realeza en provecho de las clases privilegiadas a una realeza popular social y revolucionaria". Según Lassalle, la monarquía prusiana podría convertirse en una realeza social - este fue el tema de la primera conversación con Bismarck. En otra conversación se habló del sufragio universal y de las campañas contra las facciones de la burguesía hostiles a Bismarck. Puesto que la policía de Düsseldorf había tomado medidas contra los escritos de Lassalle, durante la tercera reunión, el 23 de octubre de 1863, Bismarck ofreció a Lassalle poner sus obras bajo su protección. Para ello, Bismarck quiso dirigir una circular a los fiscales prohibiendo la confiscación de las obras de Lassalle. Éste respondió a Bismarck que estaba en contra de su oferta. Pensaba que las medidas represivas contra él reforzarían su credibilidad, mientras que, si sus escritos se salvaban de la represión, su credibilidad disminuiría. Durante esta tercera discusión, también se habló de la posibilidad y la necesidad de un bloque electoral entre los conservadores y la ADAV. El 12 de enero de 1864, Lassalle ofreció para la siguiente reunión una cooperación política directa en la reforma de la ley electoral, para lo cual Lassalle quería formular un borrador. El propio Lassalle reconoció a Bismarck que temía la revolución, este "camino sombrío y siniestro". Y para evitarlo, propuso a Bismarck que, para eludir un choque revolucionario, introdujera inmediatamente el sufragio universal. Y puesto que, según pensaba Lassalle, la burguesía alemana era incapaz de hacer la revolución, sería el partido de los trabajadores quien tendría que dar el impulso, y Bismarck tenía que instar al rey a llevar a cabo este cambio. Finalmente, Lassalle ofreció apoyo a Prusia en la guerra contra Dinamarca (incluyendo la anexión de Schleswig-Holstein) si Bismarck cambiaba la ley electoral.
Cuando Wilhelm Liebknecht quiso alertar a Lassalle respecto a Bismarck, Lassalle le dijo: "Bah, yo como cerezas con Herr von Bismarck, pero él recibe las piedras" (cf. Bebel, Aus Meinem Leben, p. 75). Posteriormente, cuando Bebel preguntó a Bismarck en el Reichstag - en la época de la Ley Anti-Socialista en septiembre de 1878 - sobre sus contactos con Lassalle, Bismarck le respondió en el parlamento: "Que Lassalle le había atraído extraordinariamente, había sido una de las personas más ingeniosas y amables con las que había estado en contacto. Que tampoco era republicano: la idea a la que aspiraba era la del imperio alemán. Y que en esto tenían coincidencias/acuerdos. Lassalle había sido muy ambicioso" https://www.spiegel.de/kultur/literatur/ [149], Bebel, Aus Meinem Leben, p. 76 ").
Lassalle confesó, más tarde, a Helene von Dönniges, tal y cómo ésta le reveló a Bebel en una conversación, que tanto Bismarck como Lassalle se consideraban a sí mismos demasiado listos para engañarse el uno al otro[10].
Lassalle escribió también sobre sus encuentros con los líderes del movimiento nacional italiano tras su viaje a Italia, declarando, rayando en la megalomanía, que había sido él quien “había impedido la intervención de Prusia gracias a su ‘panfleto sobre la guerra italiana’ y que, de hecho, había sido él quien guiado ‘la historia de los últimos tres años’" (ver más adelante). En este sentido, un aventurero no es lo mismo que un agente de policía o un soplón, que vende su información. Los aventureros no han de ser corruptos para servir a un régimen. Para ellos, el ansia de fama y de reconocimiento, es decir factores psicológicos, son algo más fuertes que las meras compensaciones materiales.
Tras ser elegido presidente de la ADAV en mayo de 1863, se dedicó a menudo a presentar el programa de la ADAV de forma diferente en función de con quién estaba tratando. Esta duplicidad es característica también de los aventureros que rehúyen "mostrar sus cartas” y confrontarse a cara descubierta. Mientras que Marx y Engels, por ejemplo, escribieron muchas polémicas, Lassalle evitó el debate por sí mismo y apareció con diferentes vestimentas ante diferentes audiencias.
Lassalle carecía de una verdadera fe en la fuerza (aún incipiente) de la clase obrera, y en cambio pretendía ganarse para la ADAV a más personalidades de la clase dominante que en su opinión eran quienes estaban llamados a liberar de sus cadenas a la clase obrera. Así, Lassalle intentó reclutar a Johann Karl Rodbertus, un representante del llamado socialismo de estado. Rodbertus argumentó que "los partidarios de la cuestión social", es decir, los conservadores y la burguesía, también podían unirse a la asociación. Lassalle escribió a Rodbertus: "Cuanto más buenos burgueses se sumen a la asociación, mejor será". (F. Lassalle Nachgelassene Briefe und Schriften, volumen 6, Berlín 1925, p. 358).
Y puesto que no le interesaba tanto la liberación de la clase obrera como la promoción del movimiento democrático general, también abogó por la inclusión de liberales y conservadores en la ADAV. Por ello actuó en contra del desarrollo de un partido político independiente de trabajadores. Al mismo tiempo las puertas de la ADAV se abrían a quienquiera que desearse hacerse inmediatamente miembro de la asociación. Ello supuso un aflujo de numeroso personal proveniente de la burguesía y la pequeña burguesía. También esto representó un paso atrás respecto a la Liga Comunista que basaba la pertenencia en la defensa de los principios organizativos consagrados en sus estatutos.
Lassalle se pronunció a favor de que "el Estado os provea [a los trabajadores] de capital a través de operaciones de crédito, para que podáis entrar en una competencia libre e igualitaria con el capital". Lassalle no sólo no aspiraba a la destrucción del estado prusiano, ¡sino que esperaba la intervención socialista del estado prusiano! Suscito expectativas de que con la ayuda del ese estado podría convertirse pacíficamente en socialista[11].
Según Lassalle, los trabajadores en la sociedad capitalista no pueden recibir un salario mayor que exceda el mínimo necesario para mantener sus fuerzas físicas. Sobre esta base, se opuso al desarrollo de las luchas obreras por reivindicaciones, rechazó las huelgas y se declaró contrario a las federaciones sindicales. En resumen, el ADAV habría de ser una secta.
En cambio, los trabajadores deberían elevarse al estatus de empresarios. El Estado tendría que prestarles dinero, y poner en marcha y financiar cooperativas de consumo.
Aunque Lassalle afirmó que conocía el Manifiesto Comunista al dedillo, lo cierto es que nunca fue marxista. Y aunque conocía a Marx y luego a Engels desde 1848, y mantuvo correspondencia con ellos una y otra vez, y Marx incluso pasó unos días en su apartamento de Berlín en 1862, la verdad es que Marx y Engels chocaron en seguida con Lassalle. La razón: profundas divergencias políticas (por ejemplo, sobre la cuestión del apoyo a Prusia, sobre la petición de la introducción del derecho de voto, y muchas más), así como su comportamiento. Marx escribió en una carta a Engels el 30 de julio de 1862, después de que Lassalle lo visitara a él y a su familia en Londres: "La estancia en Zurich (con Rüstow, Herwegh, etc.) y el posterior viaje a Italia, luego su "Herr Julian Schmidt", etc., le han trastornado la cabeza completamente. Ahora no sólo es el más grande erudito, el más profundo pensador, el más brillante investigador, etc., sino también Don Juan y el revolucionario cardenal Richelieu. (...) En secreto nos contó a mi esposa y a mí que había aconsejado a Garibaldi que no hiciera de Roma el blanco del ataque, sino que fuera a Nápoles, que se declarara dictador (sin perjuicio a Víctor Manuel), que llamara al Ejército Popular para hacer campaña contra Austria. (...) Como palanca de acción: la influencia política de Lassalle o su pluma en Berlín. Y Rüstow a la cabeza de un cuerpo de guerrilleros alemanes, incluido Garibaldi. Bonaparte, sin embargo, quedó anonadado por este brillante plan de Lassalle. Ahora también había estado con Mazzini que también ‘aprobó y admiró’ su plan. Se presentó ante estas personas como un ’representante de la clase obrera revolucionaria alemana’, y les transmitió (¡literalmente!) que había sido él (itzig) ‘quien impidió la intervención de Prusia gracias a su panfleto sobre la guerra italiana, y que, de hecho, ‘había guiado la historia de los últimos tres años’. L[assalle] estaba muy enojado conmigo y con mi esposa porque nos burlábamos de sus planes, le llamábamos ‘bonapartista ilustrado', etc. Chilló, se exasperó y saltó y finalmente se convenció de que yo era demasiado `abstracto' para entender la política."[12]
Estas descripciones de Marx sobre el personaje, el retrato de su megalomanía y del conjunto de su comportamiento, muestran la indignación de Marx con Lassalle. Y eso que cuando Marx y Engels compartieron sus valoraciones sobre el comportamiento de Lassalle, aún no sabían nada de sus contactos y su alianza con Bismarck. La esposa de Marx, Jenny, escribió sobre Lassalle después de que éste visitara su casa en 1861. También ridiculizó su forma de presentarse: “Casi se sentía abrumado por el peso de la fama lograda como erudito, pensador, poeta y político. La corona de laurel fresco todavía descansaba sobre su olímpica frente y su ambrosiano peinado o más bien su ensortijada chevelure des nègres. Acababa de terminar victoriosamente la campaña italiana - un nuevo golpe político desencadenado por ese gran hombre de acción. Poderosas pugnas tenían lugar en su alma. Aún no se había adentrado en algunos campos de la ciencia. Aún quedaba la egiptología, que no ha sido apenas desarrollada. ¿debería deslumbrar al mundo como o debería mostrar mi universalidad como hombre de acción, como político, como combatiente, como soldado" (Jenny Marx, Kurze Umrisse eines bewegten Lebens, - Breve esbozo de una vida agitada, 1865).
Lo que Marx pensaba de las posiciones programáticas de Lassalle y de su aparición también queda claro en una carta que envió a Engels el 9 de abril de 1863: "Por otro lado, anteayer me envió su 'Carta Abierta de Respuesta' al Comité Central de Trabajadores para el Congreso de Trabajadores de Leipzig. Se comportó – alardeando con proclamas que en realidad estaban copiadas de nuestros escritos – enteramente como un futuro dictador obrero". (MEW, vol. 30, p. 340) Ya Marx había reconocido, en una carta a Engels el 28 de enero de 1863, que el famoso "Programa Obrero" era sólo una mala vulgarización del Manifiesto Comunista.
Cuando Marx y Engels ya estuvieron al corriente de las negociaciones entre Lassalle y Bismarck, Marx escribió a Engels: "Por cierto, como ahora sabemos (algo que no conocíamos de esta manera) que Itzig [Lassalle] quería `ofrecer' el Partido de los Trabajadores a Bismarck para darse a conocer como el 'Richelieu del Proletariado'... ahora tampoco mostraré ninguna moderación al indicar claramente en el prefacio de mi libro que es simplemente un loro de repetición y un plagiario" (Marx a Engels en Manchester[Londres] 30 de enero, 1865). En este prefacio a la primera edición de Das Kapital, Marx consideró necesario señalar el método de Lassalle consistía en “tomar prestadas" las ideas de los escritos de Marx, sin citar la fuente.... (Das Capital, MEW, Vol. 23, p. 11)[13].
Ya entonces consideraban los discursos y escritos de Lassalle como "muy repugnantes y monárquicos". (Marx a Engels, 24 de noviembre de 1864, MEW 31, p. 30)
Marx escribió a Kugelmann: “Estimado amigo: He recibido ayer su carta, que me ha interesado vivamente, y respondo a sus diferentes puntos. Ante todo, permítame explicarle en breve mi actitud hacia Lassalle. Durante su agitación, nuestras relaciones fueron suspendidas: 1) a causa de sus impertinentes fanfarronadas, unidas al más desvergonzado plagio de obras mías y de otros autores; 2) porque yo condené su táctica política; 3) porque aquí en Londres, le expliqué y "demostré" con todo detalle, antes de que iniciase su agitación, que era un absurdo creer que el Estado prusiano podía ejercer una acción socialista directa”[14].
(...) "Pero en cuanto se convenció en Londres (a fines de 1862) de que conmigo no lograría hacer su juego, resolvió actuar como «dictador obrero» contra mí y contra el viejo partido”.
Y Engels escribió el 11 de junio de 1863 (tres días antes de la fundación de la ADAV) "El tipo trabaja ahora puramente al servicio de Bismarck...". (MEW vol. 30, p. 354).
La verdad es que Lassalle se dedicó a poner trabas a la difusión de las posiciones de Marx y Engels entre los trabajadores en Alemania e intentó aislarlos de la clase obrera allí. Mientras él se presentaba como el auténtico “educador” de los obreros alemanes, trataba de retrasar y obstaculizar la publicación y distribución de textos de Marx y Engels, entre otras cosas para difundir sus propias posiciones, que a menudo se apartaban de las de Marx y Engels, o se oponían diametralmente a ellas. Pero también Lassalle publicó textos que a menudo no eran más que un plagio de los artículos de Marx y Engels, sin citar, sin embargo, las fuentes. Marx escribió un artículo específicamente para este propósito llamado "Plagio"[15].
Lassalle se presentaba como “verdaderamente conocedor” de las condiciones en Alemania, a diferencia de Marx y Engels que vivían en el extranjero y carecían de la necesaria información.
En sus cartas a Marx, Lassalle defendió al agente de Bonaparte, Karl Vogt. Aconsejó a Marx que no emprendiera acciones públicas contra Vogt, que no "aireara" este asunto, porque esto sería mal recibido por el "público" alemán. Marx que había pasado todo un año en 1860 escribiendo una respuesta al libro de Karl Vogt: Mein Prozess gegen die Allgemeine Zeitung en el que denigraban las actuaciones políticas de Marx y sus camaradas, le respondió: "Escribiré un folleto tan pronto como tenga su texto calumniador (el de Karl Vogt). Pero, al mismo tiempo, explique en el prefacio que me importa una mierda el juicio de su público alemán”. (Marx a Lassalle, 30 de enero de 1860, MEW 30, p. 438).
Cuando se publicó este trabajo de Marx: Herr Vogt[16], Lassalle no hizo nada para promover su difusión en Alemania. La prensa burguesa estaba ansiosa por silenciar los escritos de Marx, y por su parte el presidente de la ADAV saboteó la lucha de Marx para defenderse.
A finales de 1863 y principios de 1864, ya aparecía una resistencia en contra de las posiciones de Lassalle, especialmente contra su postura a favor de la monarquía en Prusia. El 11 de abril de 1864, cuando abogó abiertamente por apoyar la monarquía. Wilhelm Liebknecht, que se había mudado a Berlín en julio de 1862 desde su exilio en Londres, fue uno de los primeros en enfrentarse enérgicamente a Lassalle. Marx había avisado a Liebknecht para no aparecer públicamente junto a Lassalle y le desaconsejó mantener estrechas relaciones con él. A lo que Liebknecht respondió: "En el Arbeiterverein de Lassalle [ADAV] algo está fermentando. Si Lassalle no renuncia a la 'actitud dictatorial' y al coqueteo con la reacción, habrá un escándalo". En esa misma carta Liebknecht señala: "(...) Se dedica a un juego tan intrincado que pronto ya no podrá encontrar una salida".
Junto con otros como Julius Vahlteich, el secretario de la ADAV, intentaron liberar a la ADAV de las garras de su dictatorial presidente. Cuando Lassalle se percató de esta resistencia y sintió que pronto tendría que responder ante la organización y, por lo tanto, exponerse a quedar descubierto, se dispuso a encontrar una forma de abandonar el movimiento obrero. Sus últimas cartas dejan claro esa búsqueda de una "salida". Pero la muerte repentina de Lassalle puso fin inesperadamente a sus actividades.
El 31 de agosto de 1864 tras resultar gravemente herido en un duelo por una mujer, murió tres días después[17]. Antes de su muerte, Lassalle había escrito un testamento como presidente de la ADAV, en el que nombraba a Bernhard Becker como su sucesor en el cargo de presidente. Este último, con la ayuda de la condesa Hatzfeldt, puso en marcha todos los medios para hacerse con este puesto, para lo que pronto empezó a difundir los insultos más infames sobre "el Partido de Marx".
Para preservar la existencia sectaria de la ADAV, el sucesor Becker se opuso a la afiliación a la Primera Internacional que entretanto había sido fundada en Londres el 28 de septiembre de 1864, apenas un mes después de la muerte de Lassalle.
No podemos entrar aquí a analizar el significado de la formación de la Primera Internacional. Pero sí hay que señalar que, si ésta fue un enorme paso adelante para todo el movimiento obrero, las fuerzas en torno a Lassalle no contribuyeron en absoluto a la participación de los trabajadores en Alemania en su formación, ni situaron su trabajo en la perspectiva de la Primera Internacional.
Lassalle se aseguró una fuente de ingresos a través de la Condesa gracias al entonces “novedoso” éxito en el juicio como abogado, pero al mismo tiempo se convirtió en dependiente de la Condesa. Por lo tanto, aunque ya no tenía que ganarse la vida como abogado, disfrutó de un estatus privilegiado muy particular. Esta situación verdaderamente parasitaria le hacía aparentar una "independencia" respecto a los representantes de la clase dominante con los que interactuaba. Lassalle jamás experimentó personalmente lo que es vivir de un salario o lo que significan las dificultades materiales.
"Ahora era para nosotros un amigo muy inseguro, en el futuro será un enemigo bastante seguro " (carta de Engels a Marx, 4 de septiembre de 1864, MEW vol. 30, p. 429).
En su "obituario" de Lassalle, Engels escribió "El valeroso Lassalle se convierte poco a poco en un vulgar villano. Nunca hemos juzgado a las personas por lo que imaginaban ser, sino por lo que eran, y no veo por qué deberíamos hacer una excepción con Itzig [Lassalle]. Desde un punto de vista subjetivo, su vanidad puede haberle parecido una estrategia plausible, pero objetivamente es una traición de todo el movimiento obrero a los prusianos. El estúpido no parece haber exigido nada a cambio de Bismarck, nada específico, y mucho menos garantías. Parece que sólo se limitaba a tratar de engañar a Bismarck, al igual que sólo aspiraba a disparar a Racowitza. Típico del barón Itzig[Lassalle]. Por cierto, no tardará mucho en llegar el momento en que no sólo será deseable, sino necesario, dar publicidad a todo esto. Esto únicamente puede sernos útil si el asunto con la ADAV y el periódico en Alemania continúa. Entonces todo su legado deberá ser rápidamente desechado. Mientras tanto, el proletariado en Alemania pronto verá lo que vale Bismarck" (marxwirklichstudieren.files.wordpress.com/2012/11/mew; MEW vol. 31, p. 45).
Lassalle fue un aventurero, que mientras vivió fue reconocido como tal por unos pocos y aún de forma fragmentaria. Como acabamos de ver incluso Marx, Engels, Bebel y Liebknecht, que llegaron a conocerlo mejor, carecían de una visión completa de él.
También el caso de Lassalle muestra que durante ese período existieron serias diferencias en las filas de los revolucionarios en cuanto a la valoración de esos personajes. Porque décadas más tarde, incluso pensadores políticos tan importantes como Rosa Luxemburgo o Franz Mehring, cometerían errores de apreciación sobre Lasalle mucho más evidentes Lassalle.
Por ejemplo, en 1913, 50 años después de la fundación de la ADAV, Rosa Luxemburgo escribió un elogio desencaminado y trivial sobre Lassalle: "Lassalle cometió errores en sus tácticas de lucha, ciertamente. Sin embargo, para los estudiosillos de la investigación histórica resulta agradablemente fácil encontrar errores en una obra de toda una vida. Para la evaluación de una personalidad como la suya, es mucho más importante reconocer la causa real, la fuente particular de la que surgieron sus errores, así como sus méritos. Lassalle a menudo pecó por su tendencia a jugar a la "diplomacia", a engañar con ideas, como hizo en sus negociaciones con Bismarck sobre la implementación del sufragio universal, así como en sus planes para asociaciones de producción basadas en el crédito estatal. En sus luchas políticas con la sociedad burguesa, así como en sus luchas con el poder judicial prusiano, le gustaba descender al nivel de su oponente, haciéndole concesiones a sus planteamientos, viéndose a sí mismo como un audaz acróbata: como escribió Johann Philipp Becker, a menudo se aventuraba a dar un salto hacia el borde más extremo del abismo, lo que distingue una táctica revolucionaria de un pacto con la reacción.
Pero la causa que lo llevó a dar estos audaces saltos no fue la inseguridad interna, la duda íntima sobre la fuerza y factibilidad de la causa revolucionaria que él representaba, sino, por el contrario, un exceso de confianza en sí mismo en el poder indomable de esa causa. Lassalle a veces se adentró en el terreno de su oponente en la lucha sin pretender abandonar ninguno de sus objetivos revolucionarios, sino en el engaño de una personalidad poderosa. Creía que era capaz de luchar por sus objetivos revolucionarios tanto en su propio terreno como cuando el terreno se hundía en los pies del oponente. Si Lassalle, por ejemplo, postuló su idea de las asociaciones de producción basadas en el crédito estatal en una ficción ahistórica e idealista del Estado, el gran peligro de esta ficción radicaba en el hecho de que en realidad estaba simplemente idealizando el patético Estado prusiano. Pero lo que Lassalle, en base a su ficción, quería exigir e imponer a este estado en términos de tareas y deberes de la clase obrera, eso no solo habría sacudido el miserable cuartel del estado prusiano, sino el estado burgués como tal"[18].
Consideremos la opinión de Luxemburgo de que Lassalle era un "audaz acróbata" que " a menudo se aventuraba a dar un salto hacia el borde más extremo del abismo, lo que distingue una táctica revolucionaria de un pacto con la reacción”. Pero, en realidad, la experiencia demuestra lo contrario: que las declaraciones políticas correctas que un aventurero político puede hacer en un momento dado no modifican su carácter ni su contribución en general. No menos desencaminada engañosa fue la valoración realizada por Franz Mehring, probablemente el historiador más famoso del partido y durante mucho tiempo alguien que estuvo junto a Rosa Luxemburgo. Desde su punto de vista, Lassalle fue un revolucionario y como tal “al mismo nivel” que Marx (Mehring, Carlos Marx: historia de su vida, p. 318 de la edición en alemán). Según Mehring, Lassalle fue alguien "a quien la historia de la socialdemocracia alemana situará junto a él [Marx] y Engels". (Mehring p. 320 ídem). Los escritos de agitación de Lassalle "dieron renovada vitalidad a cientos de miles de trabajadores alemanes" (ibid. p. 314). Según Mehring, Marx "nunca superó completamente sus prejuicios" contra Lassalle. Mehring lamentó que Marx "juzgara más amarga e injustamente a Lassalle cuando éste murió, que cuando vivía". (ibíd. pág. 319, 320)
Debido a circunstancias históricas, Lassalle nunca fue desenmascarado completamente mientras vivió. Como ya hemos visto, Marx y Engels rompieron con él por cuestiones programáticas y por su comportamiento alrededor de 1861/62, pero no tuvieron conocimiento de la naturaleza de sus vínculos con Bismarck. Su repentina muerte aumentó las dificultades para comprender y exponer todo el alcance de su personalidad.
Tras la muerte de Lassalle en 1864, Jean Baptist von Schweitzer resultó elegido presidente de la ADAV en 1867 a la edad de 34 años.
Para comprender el carácter Schweitzer, citaremos ampliamente a August Bebel:
"J.B. von Schweitzer es una de las principales personalidades que, tras la muerte de Lassalle, asumió posteriormente la dirección de la asociación que éste fundó. Con Schweitzer la asociación obtuvo un líder que poseía en alto grado muchas de las cualidades que eran muy valiosas en su puesto. Tenía la formación teórica necesaria, una amplia visión política y una mente fría. Como periodista y como agitador, poseía la capacidad de aclarar las cuestiones más difíciles para el trabajador más sencillo; sabía cómo fascinar y enardecer a las masas como pocos. En su trabajo como periodista publicó una serie de artículos de divulgación científica en su revista Social Democrat, que figuran entre los mejores que tiene la literatura socialista. (...) Comprendía rápidamente una situación dada y sabía cómo explotarla. Finalmente, también era un orador capaz y preparado que impresionaba a las masas y a sus oponentes.
Pero junto a estas cualidades positivas, en parte brillantes, Schweitzer poseía una serie de vicios que lo hacían peligroso como líder de un partido obrero que se encontraba en las primeras etapas de su desarrollo. Para él, el movimiento al que se unió después de varios bandazos no era un fin en sí mismo, sino un medio para alcanzar un fin. Se unió al movimiento cuando comprobó que no había futuro para él en la burguesía, que, para él, que pronto se convirtió en un desclasado dada su forma de vida, la única esperanza residía en desempeñar un papel en el movimiento obrero, al que su ambición y, por así decirlo, sus capacidades, lo predestinaban. Pero tampoco aspiraba simplemente al rol de líder del movimiento, sino a gobernarlo, a explotarlo para sus propósitos egoístas. Educado durante varios años en un instituto dirigido por los jesuitas en Aschaffenburg, se encaminó más tarde al estudio de la jurisprudencia, obtuvo las herramientas intelectuales de la casuística jesuita y de la demagogia legal que, por naturaleza, eran astutas y devotas. Era un político que buscaba, sin escrúpulo alguno, lograr sus propósitos, satisfacer su ambición a toda costa, y también satisfacer sus necesidades de 'bon viveur', que requería unos medios materiales que él no poseía” adecuados, algo que no poseía" (August Bebel, Aus Meinem Leben, 2ª Parte, p. 223).
Cuando Schweitzer resultó elegido presidente del Arbeiterbildungsverein (Club de Educación para los Obreros) de Fráncfort, en noviembre de 1861, incluso antes de la fundación de la ADAV, no sólo era conocido localmente por ser el presidente del Schützenverein (club de tiro) y del Turnclub (club de gimnasia), sino que también había establecido sus primeras relaciones con la nobleza local. En el verano de 1862 fue acusado de malversar fondos de la Schützenverein, así como de haber mantenido una relación pedófila con un niño de 12 años en un parque. Fue condenado a dos semanas de prisión por el delito cometido contra el niño y por "escándalo público".
Aunque el niño nunca apareció y a pesar de que Schweitzer negó todo el asunto, la recriminación de abuso de menores siempre pendió sobre él. Nunca negó la malversación del dinero del Schützenverein.
Sin embargo, Lassalle lo protegió y lo aceptó en el ADAV y lo nombró miembro de la junta directiva.
Bebel escribió más tarde sobre el comportamiento de Schweitzer y su promoción por Lassalle: "Rápidamente comprendió que aquí había una oportunidad para su futuro que correspondía a su ambición, lo que se le negaba en el mundo burgués dados los eventos descritos anteriormente [abuso infantil y malversación de dinero - CCI]. En estos círculos se le consideraba como una persona a la que había que mostrar la puerta.” (Bebel, Aus Meinem Leben, p. 232)
Siguiendo los pasos de Lassalle, Schweitzer se esforzó desde el principio por relacionarse con los círculos gobernantes, en particular con Bismarck y su entorno, a través del consejero privado de éste, Hermann Wagener[19].
Al igual que Lassalle, Schweitzer también ofreció apoyo político al Bismarck. Cuán consciente era Hatzfeldt de esos esfuerzos de Schweitzer, lo demuestra una declaración de Bebel en su autobiografía: "La condesa Hatzfeldt, que consideraba que la política de Schweitzer en apoyo de Bismarck no había ido lo suficientemente lejos, trató de justificar esta política a finales de 1864 en una carta a la Señora Herwegh, en el que escribió: ‘Hay un abismo formal entre estas dos cosas: venderse a un adversario, trabajar para él, ya sea de manera oculta o al descubierto; o saber captar el momento como un gran político, sacar partido de los errores del adversario, permitir que el enemigo sea abatido por el otro, instarlo a seguir una trayectoria decadente y aprovechar la situación favorable, sin importar quién lo haya provocado. Aquellos que sólo tienen convicciones honestas, los que siempre se basan únicamente en una visión ideal de las cosas venideras, quienes viven flotando en el aire, pueden ser considerados privadamente como gente bastante buena, pero son completamente incapaces de ser útiles para algo, para acciones que realmente influyen en los acontecimientos; en resumen, sólo pueden formar parte de una gran masa que sigue al líder que es quien sabe". (Bebel, ibid. p. 251)
Aquí se aprecia el punto de vista tan frecuente en los aventureros: las masas son estúpidas y deben ser dirigidas, necesitan una cabeza pensante que pueda actuar eficazmente sobre el oponente. El aventurero es el "elegido, el que ha sido llamado". Y una parte de este comportamiento consiste en hablar con dos lenguas. Como escribió Bebel: "La forma en que Schweitzer supo adular a las masas, aunque por dentro las despreciaba. Nunca vi nada igual"[20].
Puesto que Schweitzer decía que "Su Majestad, nuestro rey más venerado, es amigo de los trabajadores" y que el principal enemigo de la ADAV es el "partido burgués liberal", argumentaba que "la lucha del partido socialdemócrata debía dirigirse en primer lugar contra ellos. Pero si defendéis este punto de vista, caballeros, entonces tendríais que preguntaros: ¿Por qué habría Lassalle de recurrir a Bismarck?” (Bebel, Aus meinem Leben, p. 233, 247). Y Bebel continúa: “Schweitzer sabía que la visión que predicaba era fundamentalmente reaccionaria, una traición a los intereses de los trabajadores, pero la propagó porque creía que promovería su ascenso (...).
Resultaba tan evidente que Bismarck y los feudales aceptaron gustosamente esta ayuda de la extrema izquierda y posiblemente apoyaron al defensor de tal punto de vista" (Bebel, Aus Meinem Leben, p. 233). (...) "Los intentos de hacer la Asociación General Alemana de Trabajadores atractiva para la política en pro de una gran Prusia de Bismarck, se llevaron a cabo desde el principio y luego de forma permanente. Me tocará a mí demostrar que Schweitzer sirvió conscientemente a estas iniciativas de Bismarck" (Bebel, p. 227). Los esfuerzos para satisfacer las ambiciones personales a través de relaciones directas o indirectas con quienes gobiernan resultaron a menudo acompañados de flaquezas o engañifas programáticas, como puede verse en la cuestión de la ley electoral (ver, por ejemplo, el artículo de Schweitzer "The Ministry of Bismarck and the Government of the Central and Small States"). Engels escribió más tarde: "En ese momento, se intentó que la Allgemeine Deutsche Arbeiterverein -en aquel entonces la única asociación organizada de trabajadores socialdemócratas en Alemania- quedara bajo la protección del Ministerio Bismarck, dando a los trabajadores la posibilidad de que el gobierno les concediera el sufragio universal. El 'derecho universal, igual y directo al voto' había sido predicado por Lassalle como el único e infalible medio para la conquista del poder político por la clase obrera”.
En aquel momento, Engels escribió dos importantes textos programáticos, "La cuestión militar prusiana y el Partido Obrero alemán", así como una respuesta a J.B. Schweitzer a propósito del “Sobre P.-J. Proudhon". Como comentó Engels, "este artículo trataba sobre Proudhon, pero en realidad también debería ser visto como una respuesta al lassalleanismo mismo" (MEW 15, p. 25).
Schweitzer reaccionó entonces a las críticas a su posición sobre Prusia: puesto que Marx y Engels vivían en Inglaterra y no en Alemania, carecían de “conocimientos suficientes”. Sólo si se tiene una visión "local/nacional" se puede juzgar correctamente "Ya que se trata de cuestiones prácticas relativas a tácticas inmediatas, si se pretende juzgarlas uno debe estar en el centro del movimiento". En el periódico Social Democrat del 15 de diciembre de 1864 apareció un artículo titulado “Nuestro programa", en el que se defendía este punto de vista nacional: "No queremos una patria impotente y desgarrada, impotente hacia el exterior y llena de arbitrariedades en su interior, sino una todo poderosa Alemania, el único Estado popular libre" (Bebel, ibíd., p. 232). Una visión nacional tan fuerte se ponía de manifiesto en un momento en que la Primera Internacional buscaba enfatizar la importancia del internacionalismo para toda la clase obrera mundial.
El 15 de diciembre de 1865 Schweitzer publicó un artículo en la revista Social Democrat en el que alababa los "méritos" de Lassalle, como si no hubiera habido ningún movimiento obrero antes que él. En respuesta, Marx envió el mencionado artículo sobre Proudhon para fomentar "casi clandestinamente" la reflexión crítica sobre el papel de Lassalle. Junto a la glorificación de Lassalle, el Social Democrat dirigido por Schweitzer pretendía incrementar aún más el apoyo de Bismarck[21]. En consecuencia, Marx y Engels renunciaron a su colaboración con el Social Democrat desde el 23 de febrero de 1865, después de lo cual Schweitzer siguió falsificando las posiciones de Marx y Engels[22].
En el seno de la ADAV, la oposición empezó a polemizar contra las "disposiciones organizativas dictatoriales de los Estatutos de la Asociación, en la que el propio trabajo de Lassalle, así como la organización se rodeaba de un aura de gloria. El culto a Lassalle fue entonces sistemáticamente promovido y todos aquellos que osaban tener diferentes puntos de vista discrepantes fueron tildados de profanadores de lo más sagrado" (Bebel, Aus meinem Leben, p. 246). Y Bebel añadió: "Y Schweitzer apoyó estas estúpidas visiones que finalmente se convirtieron en una especie de creencia religiosa. (....) A lo largo de los años, el tema "Cristo y Lasalle" fue incluido en el orden del día de numerosas asambleas populares" (ibid., p. 246).
Al igual que Lassalle, Schweitzer dependía esencialmente de fuentes de financiación dudosas. Nunca explicó de dónde procedían los fondos para la producción y distribución del periódico Social Democrat, después de que surgiera la sospecha de que estaba recibiendo fondos de fuentes gubernamentales. La mera sospecha de que dependía de fondos del gobierno, que eso le podría hacer objeto de chantajes o corromperle directamente, debería haber sido respondida por Schweitzer. En vez de eso, dejó esta acusación colgando en el aire[23].
Tampoco hizo nada cuando se supo que un informante del policía llamado Preuß estaba activo en la organización y estaba en contacto con su superior de policía, con el que el propio Schweitzer mantenía contactos.
Se podría argumentar: ¿no son las sentencias de prisión o las acciones represivas contra los aventureros, pruebas de su "inocencia"?
En noviembre de 1865 Schweitzer fue condenado a un año de cárcel por insultos a Su Majestad y difamación de órdenes oficiales, con privación de sus derechos de honor.
"Se ha afirmado que las diversas sentencias de prisión prueban que las acusaciones de que Schweitzer era el agente de Bismarck serían falsas. Este punto de vista es bastante erróneo. Las relaciones que un gobierno tiene con sus agentes políticos no vinculan a los fiscales y jueces. Una condena temporal de un agente político por actos de oposición también resulta adecuada para eliminar la desconfianza hacia la persona afectada y reforzar la confianza en ella. Es bien sabido que al mismo tiempo que Lassalle y Bismarck tenían horas de conversaciones políticas como si fuesen "amistosos vecinos", los tribunales de Berlín no dudaron en condenarlo a una serie de duras penas de prisión, a pesar de que eran ampliamente conocidos en aquel momento cómo se relacionaban Bismarck y Lassalle" (Bebel, ibíd., p. 253).
Mientras que la policía de Berlín aterrorizaba a los sospechosos durante sus redadas de madrugada, mediante registros domiciliarios entre otras cosas, "Schweitzer [...] nunca tuvo que quejarse de tales medidas u otras similares. Entró a la cárcel y salió de ella como si hubiera estado en un hotel" (Bebel, p. 297). De hecho, Schweitzer fue repetidamente liberado de la prisión pudiendo entrar y salir de ella para continuar con sus actividades, en contraste con otros miembros de la ADAV que languidecieron allí.
De hecho, la estrecha aliada de Lassalle, Hatzfeldt, llegó incluso a denunciar a Liebknecht a la policía cuando se encontraba ilegalmente en Berlín en 1865, tras lo cual fue expulsado de la ciudad[24].
En la primavera de 1869, se formó una resistencia dentro de la ADAV contra los poderes dictatoriales de Schweitzer.
Al principio contra su estilo de vida derrochador: "Schweitzer fue uno de esos personajes que siempre gastan al menos el doble de lo que ganan, cuyo eslogan es: mis necesidades no tienen que depender de mis ingresos, sino que los ingresos tienen que depender de mis necesidades, lo que requiere que luego sin escrúpulos se lleven el dinero donde lo encuentren. En 1862 Schweitzer se había llevado 2.600 táleros de la Schützenfestkasse, pero más tarde, cuando ya fue presidente de la Allgemeine Deutscher Arbeiterverein, y como tal disponía del dinero, malversó los centavos recolectados por trabajadores mal pagados, para satisfacer sus caprichos. No se trataba de grandes sumas debido al escaso contenido de la caja. Se le acusó de esta mala gestión y también se demostró en varias reuniones generales de la ADAV, y Bracke, que durante muchos años fue el tesorero de la asociación, y que tenía que entregar el dinero por orden de Schweitzer, lo acusó públicamente de estas infames actividades, sin que Schweitzer se atreviera a pronunciar una sola palabra en su defensa. En todo caso cualquiera que sea capaz de hacer algo así también sería capaz de venderse políticamente, lo que podría ser el único negocio mínimamente lucrativo para él. Nadie puede probar cuánto se le pagó, pues esas transacciones no se concluyen a la vista de todos" (Bebel, ibíd., pág. 270). Cuando la sección local de Erfurt quiso que se comprobara la gestión del efectivo por parte de Schweitzer, éste les amenazó con disolver la asociación.... y tres semanas después la policía desplegó una expedición punitiva y disolvió la asociación (Bebel, ibíd., p. 274). Tras consultar con un pequeño círculo de Hombres Elegidos, hizo fundar un nuevo coto cerrado. Sus estatutos fueron amañados en favor de Schweitzer: "Los nuevos estatutos contenían disposiciones francamente escandalosas. Así, el presidente debía ser elegido seis semanas antes de la asamblea general ordinaria en votación por los miembros de esta asociación, o sea, antes de que la asamblea general pudiera pronunciarse y examinar su gestión”. (cf. Bebel, ibid., p. 276).
"Schweitzer también declaró contra Marx y Engels que éstos se habían retirado de Social Democrat cuando se percataron que no podían desempeñar el rol dirigente en el partido. Y que, a diferencia de ellos, Lassalle no era un hombre de infértiles abstracciones, sino un político en el sentido estricto de la palabra, no un doctrinario literario, sino un hombre de acción práctica. No hay que olvidar, sin embargo, que Schweitzer halagó más tarde a ese hombre de ‘infertil abstracción’, ese 'doctrinario literario', Karl Marx, al que trató de ganarse". (Bebel, ibíd., pág. 240).
Durante la Asamblea General de la ADAV en Wuppertal Barmen-Elberfeld, a finales de marzo de 1869, en la que Schweitzer debía rendir cuentas, Bebel informó a Marx:
"Liebknecht y yo nos sentamos aquí en Elberfeld con un pequeño círculo de personas con ideas afines para preparar el plan de campaña para la batalla de mañana. Aquí hemos oído hablar de tal cantidad de acciones mezquinas y viles por parte de Schweitzer que se nos ponen los pelos de punta. También resulta evidente que Schweitzer sólo se propone aceptar el programa de la Internacional con el fin de dar un golpe de estado contra nosotros y tumbar a una buena parte de elementos de la oposición o, mejor dicho, atraérselos hacia sí". (Bebel, ibíd., pág. 281). Bebel añadió que "Schweitzer está usando todos los medios de la perfidia y la intriga contra nosotros". Bebel y Liebknecht querían denunciar a Schweitzer en esta sesión plenaria[25]. Bebel informó: "A la tarde siguiente entramos en el salón lleno de gente, recibidos por las miradas de enfado de los fanáticos seguidores de Schweitzer. Liebknecht habló primero, alrededor de una hora y media, yo seguí y hablé por un tiempo mucho más corto. Nuestras acusaciones contenían lo que yo había presentado hasta entonces contra Schweitzer. Varias veces hubo interrupciones violentas, sobre todo cuando llamé a Schweitzer agente del gobierno. ¡Debía retirar la acusación! Me negué a hacerlo. Pensé que tenía el derecho de decir lo que pensaba libremente, y ellos, los escuchantes, a no creerme. (...)
Schweitzer, que estaba sentado en la tarima detrás de nosotros durante nuestros discursos, no respondió ni una palabra. Así que salimos de la sala, con algunos delegados caminando delante y detrás de nosotros para protegernos de los ataques de los fanáticos seguidores de Schweitzer. Pero palabras halagadoras como 'vil, traidor, servil, ¡que te rompan los huesos!', etc., se escucharon en la multitud mientras caminábamos entre sus filas. Uno de los presentes también trató de bajarme de la tarima empujándome por el hueco de mi rodilla. Frente a la puerta nuestros amigos nos recibieron para escoltarnos hasta el hotel como nuestros guardianes".
Schweitzer exigió un voto de confianza de los delegados. Después de un acalorado debate, fue confirmado como presidente, aunque por un número de votos muy reducido.
"Aunque Schweitzer fue reelegido en la Asamblea General, sus poderes fueron severamente restringidos. Schweitzer robó las actas de la Asamblea General y las hizo desaparecer. (...) No se permitió que nada que lo comprometiera se diera a conocer a los miembros de la asociación y se hiciera público". (Bebel, p. 285).
Durante un breve período las dos alas en las que se había dividido la ADAV se reunificaron bajo Schweitzer. Pero el ala opositora alrededor de Bracke concluyó que "el Sr. von Schweitzer utiliza la asociación sólo para satisfacer su ambición y degradarla a una herramienta de política reaccionaria antiobrera" (Bebel, ibid, p. 290). La oposición pidió entonces la celebración de un congreso de todos los trabajadores socialdemócratas de Alemania (celebrado en Eisenach). Renunciaron al ADAV y declararon: "Se aclarará si triunfan la corrupción, la mezquindad, el soborno; o la honestidad y la pureza de las intenciones. Nuestro lema es: ¡Abajo el sectarismo! ¡Abajo el culto a la personalidad! ¡Abajo los jesuitas que reconocen nuestro principio de palabra, pero lo traicionan en los hechos! ¡Viva la socialdemocracia!, ¡Viva la Asociación Internacional de Trabajadores!
El hecho de que, en esta declaración, y más tarde repetidamente, usáramos la honestidad de nuestras intenciones contra los deshonestos Schweitzers como eje central, hizo que posteriormente se conociera con el apodo del 'El Honesto' al partido recién fundado de los oponentes" (Bebel, p. 293).
"La contraofensiva de Schweitzer no se hizo esperar. El periódico Social Democrat practicaba la táctica de proclamar constantemente que nuestra fracción no estaba formada por trabajadores sino por literatos, maestros de escuela y otros burgueses". Sobre todo, la oposición debía ser desacreditada por el abuso, los intentos de ridiculización y la calumnia. "Detrás de nuestro Congreso, se decía en este artículo, estaba toda la burguesía liberal en todas sus variantes. Por supuesto, bajo un regimiento de literatos, maestros de escuela, comerciantes, etc., no puede hablarse de una organización compacta y uniforme. Cada una de esas personas querrá ganar en importancia. Toda la prensa burguesa estaba a nuestras órdenes, seguía diciendo. Ya se encargarían de que al congreso de Eisenach acudieran gran número de delegados, pero no literatos o burgueses, sino verdaderos trabajadores." (Bebel, p. 295). Finalmente, Tölcke, que en 1865 había sido elegido presidente de la ADAV, acusó a Bebel en el Social Democrat del 28 de julio de 1869 de cobrar 600 táleros al mes del ex rey de Hannover - ¡una verdadera calumnia!
En el congreso fundador de los Eisenachers, celebrado en agosto, los miembros temían una intrusión violenta de los fanáticos partidarios de Schweitzer. Aproximadamente 100 personas del círculo de simpatizantes de "Schweitzer" se presentaron en el Congreso de Eisenach, pero fueron rechazadas debido a que carecían de mandatos.
Con la fundación del Partido Eisenach en 1869, surgido de las filas de la oposición a la ADAV, se fundó el primer partido: el Sozialdemokratische Arbeiterpartei Deutschland (SDAP - Partido Socialdemócrata de los Trabajadores de Alemania).
En una carta a Schweitzer, Marx insistió en la necesidad indispensable de pasar de ser una secta a un movimiento de clase verdadero. Lassalle no sólo se había negado a contribuir a dar este paso, sino que había actuado como un obstáculo que el movimiento tenía que superar. "Además, desde el principio, como todo aquel que proclama que tiene en su bolsillo una panacea para los sufrimientos de las masas, el dio a su agitación un carácter religioso y sectario. Cada secta es de hecho religiosa. Además, por el mero hecho de ser el fundador de una secta, negó toda conexión natural con el movimiento anterior, tanto en Alemania como en el exterior. Cayó en el mismo error que Proudhon, y en lugar de buscar entre los elementos genuinos del movimiento de clase la verdadera base de su agitación, trató de prescribir el curso de estos elementos de acuerdo con una cierta receta dogmática.
La mayor parte de lo que estoy diciendo ahora después del evento, ya se lo predije a Lassalle en 1862, cuando vino a Londres y me invitó a ponerme con él a la cabeza del nuevo movimiento.
Usted mismo ha experimentado en su propia persona la oposición entre el movimiento de una secta y el movimiento de una clase. La secta ve la justificación de su existencia y su "honorabilidad” no en lo que comparte con el movimiento de la clase sino en el particular shibboleth[26] que la distingue de él. Por lo tanto, cuando en Hamburgo usted propuso el congreso para la formación de sindicatos, sólo pudo derrotar a la oposición de la secta amenazando con dimitir del cargo de presidente. Además, usted estaba obligado a desdoblarse y a anunciar que en un caso estaba actuando como jefe de la secta y en el otro como un órgano del movimiento de clase.
La disolución de la Asociación General de los Trabajadores Alemanes les dio la oportunidad histórica de dar un gran paso adelante y declarar, para demostrarlo si fuera necesario, que se había alcanzado una nueva etapa de desarrollo, y que ese era el momento de madurez preciso para que el movimiento sectario se fusionara con el movimiento de clase y pusiera fin a toda dependencia. En cuanto al contenido auténtico de la secta, como en todas las sectas anteriores de la clase obrera, se integrará en el movimiento general como elemento que lo enriquece. En lugar de esto, lo que usted exigió al movimiento de clase es que se subordinara al movimiento de una secta en particular.
Quienes no son tus amigos han llegado a la conclusión de que, pase lo que pase, quieres preservar 'tu propio' movimiento obrero"[27].
En julio de 1871, la sección del partido en Braunschweig publicó un llamamiento:
"Pero frente al Sr. von Schweitzer, que de la manera más rencorosa y censurable trata de oponer trabajadores contra trabajadores, socialdemócratas contra socialdemócratas, nos vemos obligados a defender la causa real de los trabajadores con toda nuestra energía. Por lo tanto, hacemos un llamamiento a los camaradas del partido en Barmen-Elberfeld, (...) para que tomen sin demora las medidas necesarias en esta dirección; el partido es culpable y está obligado a limpiar al movimiento general de la obra de un hombre que, so capa de una actitud radical, ha hecho hasta ahora todo lo posible para favorecer el interés del gobierno estatal prusiano para perjudicar este movimiento. El partido apoyará a los camaradas de Barmen-Elberfeld. ¡Ahora adelante, vigorosamente!" (Bebel, Mein Leben, p. 330).
En la primavera de 1871 Schweitzer fue expulsado del ADAV[28].
Como en el caso de Lassalle, Schweitzer tampoco fue completamente desenmascarado mientras vivió (murió de neumonía en 1875). Fue expulsado de la ADAV, pero sin sacar suficientemente las lecciones.
Sólo la lucha de la Primera Internacional y su Consejo General contra las actividades de Bakunin desarrolló la capacidad de denunciar las actividades de un aventurero de manera eficiente.
El papel de estos dos aventureros - ambos abogados -, que durante años pudieron hacer su trabajo sucio en el seno de la ADAV, mientras que muchos los veían como si actuaran en interés de la clase obrera, muestra lo difícil que es identificar y denunciar a un aventurero.
Denunciar y sacar a la luz su comportamiento, su trayectoria, sus interacciones, reacciones y sus auténticas motivaciones supone uno de los mayores desafíos para una organización revolucionaria. Como se ha demostrado en el pasado, el hecho de que estas personas se hayan ganado la confianza de muchos miembros de la organización mediante engaños, y que puedan gozar de una gran reputación en la clase obrera en su conjunto es un obstáculo importante, pero eso no debe aminorar la capacidad de reconocer y comprender la naturaleza misma de dichas personas. El desenmascaramiento de estos aventureros suele suscitar el horror de aquellos que se sienten más cercanos a ellos y que son incapaces o no están dispuestos a reconocer la realidad por la lealtad, “fidelidad” y/o afinidad emocional que han sentido durante años. Puesto que estas personas pueden ser figuras "muy apreciadas", de las que "nadie espera nada parecido", es aún más importante aceptar la dolorosa experiencia histórica del movimiento revolucionario. Engels escribió poco antes del final de su vida en 1891 que "ya no permitiría que la falsa fama de Lassalle se mantuviera y predicara de nuevo a costa de Marx". (carta de Engels a August Bebel, 1 y 2 de mayo de 1891, MEW 38, p. 93)
Así resumió las vacilaciones y titubeos que existieron en el partido, y mostró por qué era importante desenmascarar implacablemente a Lassalle:
“Dices que Bebel te escribe que la forma en Marx trata a Lassalle les ha puesto mala sangre a los viejos lassalleanos. Es posible. La gente no conocía la verdadera historia, y no estuvo mal explicársela. Yo no tengo la culpa de que esa gente ignorase que Lassalle debía toda su personalidad al hecho de que Marx le permitió, durante muchos años, adornarse con los frutos de sus investigaciones como si fuesen de él, dejándole además que las tergiversase por falta de preparación en materia de Economía. Pero yo soy el albacea literario de Marx, y esto me impone mis deberes.
Lassalle ha pasado a la historia desde hace 26 años. Y si, mientras estuvo vigente la ley de excepción, la crítica histórica le dejó tranquilo, ya va siendo, por fin, hora de que vuelva por sus fueros y se ponga en claro la posición de Lassalle respecto a Marx. La leyenda que envuelve y glorifica la verdadera figura de Lassalle no puede convertirse en artículo de fe para el partido. Por mucho que se quieran destacar los méritos de Lassalle en el movimiento, su papel histórico dentro de él sigue siendo un papel doble. Al socialista Lassalle le sigue como la sombra al cuerpo el demagogo Lassalle. Por detrás del agitador y organizador Lassalle, asoma el abogado que dirige el proceso de la Hatzfeldt: el mismo cinismo en cuanto a la elección de los medios y la misma predilección por rodearse de gentes turbias y corrompidas, que sólo se utilizan o se desechan como simples instrumentos. Hasta 1862 fue, en su actuación práctica, un demócrata vulgar específicamente prusiano con marcadas inclinaciones bonapartistas (precisamente acabo de releer sus cartas a Marx); luego cambió súbitamente por razones puramente personales y comenzó sus campañas de agitación; y no habían transcurrido dos años, cuando propugnaba que los obreros debían tomar partido por la monarquía contra la burguesía, y se enzarzó en tales intrigas con Bismarck, afín a él en carácter, que forzosamente le habrían conducido a traicionar de hecho el movimiento si, por suerte para él, no le hubiesen pegado un tiro a tiempo. En sus escritos de agitación, las verdades que tomó de Marx están tan embrolladas con sus propias lucubraciones, generalmente falsas, que resulta difícil separar unas cosas de otras. El sector obrero que se siente herido por el juicio de Marx sólo conoce de Lassalle sus dos años de agitación, y, además, vistos de color de rosa. Pero la crítica histórica no puede prosternarse eternamente ante tales prejuicios. Para mí, era un deber descubrir de una vez las verdaderas relaciones entre Marx y Lassalle. Ya está hecho. Con esto puedo contentarme, por el momento. Además, yo mismo tengo ahora otras cosas que hacer. Y el implacable juicio de Marx sobre Lassalle, ya publicado, se encargará por sí solo de surtir su efecto e infundir ánimos a otros. Pero, si me viese obligado a ello, no tendría más remedio que acabar de una vez para siempre con la leyenda de Lassalle”. (Engels a Kautsky, 23 de febrero de 1891 [150], MEW 38, p. 40)
El desenmascaramiento de las actividades de Bakunin por el Consejo General de la Primera Internacional demostró que esta lucha sólo era posible gracias a la conciencia política y a la determinación de desenmascarar a estos aventureros. Y esto sólo podría hacerse a través de un informe específico como el que el Consejo General dirigió al Congreso de La Haya[29]. Cuando Bebel y Liebknecht denunciaron a Schweitzer en 1869 en la conferencia del Partido de Wuppertal, lo hicieron sin haber presentado un informe adecuado, sin ofrecer un cuadro completo, un hecho que ciertamente contribuyó a que el desenmascaramiento fuera "a medias", y no impidió que Schweitzer fuera reelegido, a pesar de la creciente resistencia.
La lucha contra los aventureros, que como demostró la experiencia de Marx y Engels en su lucha contra Lassalle y Schweitzer, es un tremendo desafío, fue llevada a un nivel mucho más alto y eficiente a través del Consejo General de la Primera Internacional en el Congreso de La Haya. Sacando las lecciones de las debilidades y dificultades de la lucha contra Lassalle y Schweitzer, el Consejo General se armó para enfrentarse a Bakunin. A las organizaciones revolucionarias de hoy les corresponde reapropiarse de las lecciones de esta lucha.
Dino, julio de 2019
[1] Se puede consultar las Revelaciones sobre el proceso de los comunistas en Colonia escrito por Federico Engels https://www.marxists.org/espanol/m-e/1850s/1852-colonia.htm [151]
[2] Ver https://es.internationalism.org/revista-internacional/199701/1234/cuestiones-de-organizacion-iv-la-lucha-del-marxismo-contra-el-aven [87].
[3] Ferdinand Lassalle nació en 1825 en Breslau. Hijo de un rico comerciante judío de seda. Ya en su adolescencia se distinguió por una fuerte independencia y ambición. Cuando estudiante aspiraba a ser nombrado profesor universitario.
[4] Estas relaciones con la condesa Hatzfeld fueron precisamente lo que hizo que la Liga de los Comunistas le denegara su ingreso.
[5] Uno de sus biógrafos, Schirokauer, mencionó el lujoso estilo de vida de joven y su alto nivel de consumo de vinos y champagnes caros. En la residencia de Berlín, donde él y la condesa vivían, se sabía que el consumo de hachís y opio también eran prácticas frecuentes. Para más detalles ver: Arno Schirokauer: Lassalle. Die Macht der Illusion, die Illusion der Macht. Paul List Verlag, Leipzig 1928.
[6] Por la Ley de Asociaciones de 1854, se prohibían tanto las asociaciones políticas de trabajadores como sus relaciones con asociaciones autorizadas.
[7] Gustav Mayer, El informe del soplón de Lassalle sobre sí mismo. Reeditado en los archivos Grünberg, vol. 10, pág. 399 y ss. Véase también Gustav Mayer, Bismarck und Lassalle, Ihr Briefwechsel und ihre Gespräche, Berlín, 1928, así como Johann Baptist von Schweitzer und die Sozialdemokratie, Jena, 1909.
[8] A.K. Worobjowa, Aus der Geschichte der Arbeiterbewegung in Deutschland und des Kampfes von Karl Marx und Friedrich Engels gegen Lassalle und das Lassalleanertum 1862-1864, Berlín 1961, p. 249.
[9] Más adelante, Bebel interrogó públicamente a Bismarck sobre las relaciones de éste con Lassalle. "En referencia a sus relaciones con Lassalle que yo le reproché, dijo que no era él, sino Lassalle, quien había tenido el deseo de hablar con él, y que no le había puesto dificultades a ese deseo. Tampoco se había arrepentido de ello. Las negociaciones entre ellos no se habían dado antes, y entonces ¿qué podría haberle ofrecido un pobre diablo como Lassalle?" (De Bebel, Aus Meinem Leben, My Life, My Entry into the Labour Movement and Public Life, Capítulo 5, p. 76)
[10] Helene von Rakowicza (Helene von Dönniges), antigua amante de Lassalle y por la que se batió en el duelo que le costó la vida, dice en su libro Von anderen und mir, Berlin 1909, que le planteó esta cuestión en una velada nocturna: “Entonces ¿es cierto? ¿Tienes algo que ver con el secreto de Bismarck? A lo que él respondió: `Por lo que respecta a Bismarck y lo que él quería de mí y yo de él - debería bastarte saber que no se produjo, no pudo producirse. Ambos éramos demasiado listos y nos percatábamos mutuamente de nuestra astucia por lo que sólo podíamos acabar riéndonos en la cara (políticamente hablando) el uno del otro. Estamos demasiado bien educados para eso, así que no hubo más que visitas y conversaciones ingeniosas".
[11] Véase también Engels "La cuestión militar prusiana y el partido obrero alemán”. Disponible en inglés: (https://www.marxists.org/archive/marx/works/1865/02/27.htm [152]).
Y Engels; "Sobre la disolución de la Asociación de Trabajadores de Lassalle." (https://www.marxists.org/history/international/iwma/documents/1868/disso [153].......)
[12] Obras completas de Marx y Engels, MEW, volumen 8.
[13] "Itzig[Lassalle] me envía, inevitablemente, su discurso de defensa (ha sido condenado a 4 meses) en el tribunal. ¡Macte puer virtute! En primer lugar, este jactancioso individuo utilizó el panfleto que usted tiene, el discurso sobre "la clase obrera", reimpreso en Suiza bajo el pomposo título de "Programa Obrero". Sabes que se trata de una mala vulgarización del Manifiesto y de otras cosas tan a menudo postuladas por nosotros que, por así decirlo, ya se han convertido en lugares comunes. (El muchacho, por ejemplo, habla de 'posiciones' cuando habla de la clase obrera.) Bueno. En su discurso ante el tribunal de Berlín no se avergonzó en proclamar afirmar: `Además, afirmo que este folleto no es sólo un trabajo científico como muchos otros, que resume resultados ya conocidos, sino que es incluso, en muchos aspectos, un logro científico, un desarrollo de nuevos pensamientos científicos... En distintos y complicados terrenos científicos he descubierto numerosos trabajos, no he escatimado esfuerzos ni noches de insomnio para ampliar los límites de la propia ciencia, que tal vez pueda decir con Horacio: militavi non sine gloria [Luché no sin gloria]. Pero yo mismo os lo explico: Nunca, ni en mis trabajos más extensos, he escrito una línea que sea más estrictamente científica que esta producción desde su primera hasta su última página…Así que eche un vistazo al contenido de este folleto, que no es más que una filosofía de la historia comprimida en 44 páginas... Es un desarrollo del proceso de pensamiento racional objetivo que ha estado en la base de la historia europea durante más de un milenio, un desarrollo de su alma interior, etc.". ¿No es increíble esta indecencia? Este tipo se cree que será él quien haga el inventario de nuestro trabajo. ¡Esto es grotesco y ridículo! Salut. Tu K.M." (MEW 30, 28.1.1863, p. 322).
[14] 13] Marx a Kugelmann, 23 de febrero de 1865, MEW 31, p. 451, En español: webs.ucm.es/info/bas/es/marx-eng/cartas/oe2/mrxoe228.htm.
[15] MEW 16, p. 221.
[17] Lassalle se enamoró de una joven llamada Helene von Dönniges durante una estancia en un balneario. Quería casarse con ella, pero sus padres se oponían. Para conseguir demandar a su padre, el diplomático bávaro Wilhelm von Dönniges, por el secuestro de su hija, intentó el 16 o 17 de agosto de 1864 poner al rey Luis II de Baviera de su lado. (....) Entonces Lassalle decidió viajar a Suiza y retar a Wilhelm von Dönniges a un duelo. Como miembro de la Breslauer Burschenschaft (una fraternidad), Lassalle exigió satisfacción al padre de Helene, miembro del Cuerpo Rhenania Bonn. El padre, de 50 años de edad, ordenó al prometido que prefería, el boyardo rumano Janko von Racowitza (Iancu Racoviţă), miembro del Cuerpo Neoborussia-Berlín, que acudiera al duelo por él. Éste tuvo lugar en la mañana del 28 de agosto de 1864 en el barrio de Carouge, en Ginebra. El asistente de Lassalle fue Wilhelm Rüstow. A las 7:30 de la mañana, los oponentes se enfrentaron con pistolas. Racowitza fue el primero en disparar y acertó a Lassalle en el abdomen. Tres días después, el 31 de agosto de 1864, Ferdinand Lassalle murió a los 39 años en Carouge. Tomado de la entrada en Wikipedia en alemán sobre Ferdinand Lasalle en alemán.
Puede trivializarse todo esto como el típico comportamiento machista de los hombres de origen aristocrático o, como en el caso de Lassalle, burgués. Su tendencia a intensas rivalidades desde muy joven -a los 12 años ya había desafiado por escrito a otro joven rival a un duelo por una niña de 14 años- puede quizás ser atribuido a un celo adolescente. Pero para un adulto de 39 años que ante los trabajadores aparentaba perseguir objetivos revolucionarios, tratar de eliminar a un "competidor" a través de un duelo, supone no sólo poner en peligro su propia vida, pero también una perversión flagrante de los objetivos de la clase trabajadora.
[18] Rosa Luxemburg: "Lassalle y la revolución" [155] [en inglés Festschrift, marzo de 1904, Berlín, p. 7/8. Obras Escogidas Vol. 1/2, 1970, p. 417-421]
[19] Quien le ayudó fue el consejero de gobierno Hermann Wagener. También estaba el agente de policía Preuß, que era manejado por Wagener. Este último fue quién denunció la presencia de Liebknecht en Berlín, en otoño de 1866, infringiendo una orden policial, tras lo cual fue condenado a tres meses de prisión. Véase A.K. Worobjowa, Aus der Geschichte der Arbeiterbewegung in Deutschland und des Kampfes von Karl Marx und Friedrich Engels gegen Lassalle und das Lassalleanertum 1862-1864, Berlín 1961.
[21] Véase MEW vol. 16, p. 79, "Yo había escrito a Schweitzer unos diez días antes que tenía que hacer un frente contra Bismarck, y también que la imagen de un coqueteo entre el partido de los trabajadores y Bismarck tendría que ser abandonada, etc. Respondió coqueteando aún más con Bismarck". Véase también la correspondencia de Marx y Engels, del 3 de febrero de 1865 y del 18 de febrero de 1865.
[22] “Los dos primeros números de prueba del documento ya contenían muchos puntos dudosos. Me quejé. Y entre otras cosas expresé mi indignación de que de una carta privada, que escribí en la noticia de la muerte de Lassalle a la condesa Hatzfeldt, se habían extraído unas pocas palabras de consuelo, publicadas sin mi firma y utilizadas desvergonzadamente para propagar alabanzas serviles a Lassalle" marxwirklichstudieren.files.wordpress.com/2012/11/mew, MEW 16, p. 87, 23.
[23] En informes posteriores de miembros del partido se aclaró cuánto había malversado los fondos del partido. (Bebel, Mein Leben, p. 320, 337).
[24] A.K. Worobjowa, op cit
[25] En realidad, la práctica y la tradición del movimiento obrero exigía que, si un miembro o miembros de la organización sospechaban de un comportamiento anti organizativo o incluso expresaban dudas sobre las credenciales de otro miembro, un órgano especialmente designado de la organización debía intervenir para llevar a cabo las investigaciones con la discreción y el método adecuados. Este organismo no existía en el ADAV, y la situación se complicó aún más por el hecho de que la persona bajo sospecha era el presidente de la organización.
[26] Contraseña restringida para la identificación de los miembros de esa secta (Nota del T)
[27] Marx a J B Schweitzer, 13 de octubre de 1868, MEW, Vol. 32, p. 569,
[28] Bebel informó que en el momento de la guerra franco-prusiana el apartamento de Liebknecht resultó atacado y se sospechó de partidarios de Schweitzer… (Bebel, Mein Leben, p. 332.
[29] Ver Cuestiones de organización, II - La lucha de la Iª internacional contra la « Alianza » de Bakunin https://es.internationalism.org/revista-internacional/199607/1774/cuestiones-de-organizacion-ii-la-lucha-de-la-i-internacional-contr [86] y El Congreso de La Haya en 1872 - La lucha contra el parasitismo político https://es.internationalism.org/revista-internacional/199610/1767/cuestiones-de-organizacion-iii-el-congreso-de-la-haya-en-1872-la-l [52]
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Introducción
NOTA INICIAL: el blog Nuevo Curso ha cambiado de nombre, sin dar ninguna explicación, por el de Comunia.
La revolución comunista sólo puede ser victoriosa si el proletariado se dota de un partido político de vanguardia acorde con sus responsabilidades, como hizo el partido bolchevique en el primer intento revolucionario de 1917. La historia ha demostrado lo difícil que es construir un partido así, una tarea que requiere muchos y variados esfuerzos. Por encima de todo, requiere la mayor claridad sobre las cuestiones programáticas y sobre los principios de funcionamiento de la organización, una claridad que necesariamente se basa en toda la experiencia pasada del movimiento obrero y sus organizaciones políticas.
En cada etapa de la historia del movimiento, ciertas corrientes se han distinguido como los mejores representantes de esta claridad, como aquellos que han hecho una contribución decisiva al futuro de la lucha. Este fue el caso de la corriente marxista ya en 1848, cuando gran parte del proletariado todavía estaba influenciada por teorías que pagaban un alto precio a las concepciones pequeñoburguesas, a las que se oponen enérgicamente en el capítulo 3 del Manifiesto Comunista, "Literatura socialista y comunista". Este era el caso, más aún, dentro de la Asociación Internacional de Trabajadores fundada en 1864: "esta Asociación, que había sido creada con un propósito específico - fusionar las fuerzas combativas del proletariado de Europa y América en un solo todo - no podía proclamar inmediatamente los principios establecidos en el Manifiesto. El programa de la Internacional tenía que ser lo suficientemente amplio para ser aceptado tanto por los sindicatos ingleses como por los seguidores de Proudhon en Francia, Bélgica, Italia y España, y por los lasalianos en Alemania. Marx, que redactó este programa de tal manera que satisficiera a todos estos partidos, se apoyó enteramente en el desarrollo intelectual de la clase obrera, que sin duda iba a ser el resultado de la acción y la discusión conjunta. (...) Y Marx tenía razón. Cuando, en 1876, la Internacional dejó de existir, los trabajadores ya no eran los mismos que cuando se fundó en 1864. (...) Para ser honestos, los principios del Manifiesto habían tenido un amplio desarrollo entre los trabajadores de todos los países". (Engels, Prefacio a la edición inglesa de 1888 del Manifiesto Comunista)
Finalmente, fue en el seno de la II Internacional, fundada en 1889, donde la corriente marxista se hizo hegemónica, gracias en particular a su influencia en el Partido Socialdemócrata de Alemania. Y fue en nombre del marxismo como se lanzó la lucha contra el oportunismo, en particular por Rosa Luxemburgo, que, desde finales del siglo XIX, afectaba a este partido y a toda la Internacional. Fue también en su nombre como los internacionalistas condujeron la lucha durante la Primera Guerra Mundial contra la traición de la mayoría de los partidos socialistas y que fundaron en 1919, bajo el impulso de los bolcheviques, la Tercera Internacional, la Internacional Comunista. Y cuando, tras el fracaso de la revolución mundial y el aislamiento de la revolución en Rusia, fue la corriente marxista de la izquierda comunista -representada en particular por las izquierdas italiana y germano-holandesa- la que inició la lucha contra esta degeneración. Como la mayoría de los partidos de la II Internacional, los de la III Internacional finalmente, con el triunfo del estalinismo, cayeron en el campo del enemigo capitalista. Esta traición, la sumisión de los partidos comunistas a la diplomacia imperialista de la URSS, provocó, además de la de la izquierda comunista, muchas reacciones. Algunas de ellas llevaron a un simple retorno "crítico" al seno de la socialdemocracia. Otras mostraron la voluntad de permanecer en el campo del proletariado y la revolución comunista, como fue el caso, a partir de 1926, de la Oposición de Izquierda dirigida por Trotsky, uno de los grandes nombres de la Revolución de Octubre de 1917 y la fundación de la Internacional Comunista.
El Partido Comunista Mundial, que estará a la vanguardia de la revolución proletaria del mañana, tendrá que basarse en la experiencia y la reflexión de las corrientes de izquierda que surgieron de la Internacional Comunista durante su degeneración. Cada una de estas corrientes ha aprendido sus propias lecciones de esta experiencia histórica. Y estas enseñanzas no son equivalentes. Así, existen profundas diferencias entre los análisis y las políticas de las corrientes de la izquierda comunista que surgieron a principios de los años veinte y la corriente "trotskista" que surgió mucho más tarde y que, aunque estaba situada en terreno proletario, estaba, desde sus orígenes, fuertemente marcada por el oportunismo. Obviamente no es una coincidencia que la mayoría de la corriente trotskista se uniera al campo burgués durante la prueba de la verdad de la Segunda Guerra Mundial, mientras que las corrientes de la Izquierda Comunista permanecieron fieles al internacionalismo.
Por lo tanto, el futuro partido mundial de la revolución comunista, para que pueda contribuir realmente a ella, no podrá asumir el legado de la Oposición de Izquierda. Tendrá que basar necesariamente su programa y sus métodos de acción en la experiencia de la izquierda comunista. Existen diferencias entre los grupos actuales que han surgido de esta tradición, y es su responsabilidad seguir afrontando estas diferencias políticas, especialmente para que las generaciones más jóvenes que se acercan puedan comprender mejor su origen y su alcance actual. Este es el sentido de las controversias que ya hemos publicado y seguiremos publicando con la Tendencia Comunista Internacionalista y los grupos bordigistas. Sin embargo, más allá de estas diferencias, hay una herencia común de la izquierda comunista que la distingue de las otras corrientes de izquierda que han surgido de la Internacional Comunista. Por lo tanto, cualquiera que afirme pertenecer a la Izquierda Comunista tiene la responsabilidad de esforzarse por conocer y dar a conocer la historia de este componente del movimiento obrero, sus orígenes en reacción a la degeneración de los partidos de la Internacional Comunista, los diferentes grupos que están vinculados a esta tradición por haber participado en su lucha, las diferentes ramas políticas que la componen (la Izquierda Italiana, la Izquierda Holandesa-Alemana, etc.). En particular, es importante aclarar los contornos históricos de la izquierda comunista y las diferencias que la distinguen de otras corrientes de izquierda, en particular la trotskista. Este es el propósito de este artículo.
En el blog Nuevo Curso leemos un artículo que pretende explicar cuál es el origen de la Izquierda Comunista[1]: “Llamamos Izquierda Comunista al movimiento internacionalista que comenzará luchando contra la degeneración de la IIIª Internacional, buscando corregir los errores heredados del pasado reflejados en su programa, para a partir de 1928 enfrentar el triunfo del Termidor[2] en Rusia y el papel contrarrevolucionario de la Internacional y los partidos estalinistas”
¿Qué se quiere decir exactamente? ¿Qué la Izquierda Comunista comenzó su combate en 1928? Si eso es lo que piensa Nuevo Curso, se equivoca puesto que la Izquierda Comunista se levantó contra la degeneración de la Internacional Comunista ya en la temprana fecha de 1920-21, en los Segundo y Tercer Congreso de la Internacional. En ese agitado periodo donde se estaban jugando las ultimas posibilidades de la revolución proletaria mundial, grupos, núcleos, de Izquierda Comunista en Italia, Holanda, Alemania, Bulgaria, la propia Rusia y posteriormente en Francia y otros países, llevaron un combate contra el oportunismo que estaba corroyendo hasta la raíz el cuerpo revolucionario de la Tercera Internacional[3]. Dos de las expresiones de esta Izquierda Comunista se manifiestan con claridad en el Tercer Congreso de la IC (1921) realizando una crítica severa pero fraternal de las posiciones adoptadas por la Internacional:
“Es así como, en el 3º Congreso de la IC, los que Lenin llamó “izquierdistas”, reagrupados en el seno del KAPD, se elevan contra el retorno al parlamentarismo, al sindicalismo, y muestran cómo estas posiciones van en contra de las adoptadas en el primer congreso que intentaban sacar las implicaciones para la lucha del proletariado del nuevo periodo abierto por la primera guerra mundial. Es también en ese congreso donde la Izquierda Italiana que dirige el Partido Comunista de Italia reacciona vivamente -aunque en desacuerdo profundo con el KAPD- contra la política sin principios de alianza con los “centristas” y la desnaturalización de los PC por la entrada en masa de fracciones salidas de la socialdemocracia”[4]. En el propio Partido Bolchevique “desde 1918, el “Komunist” de Bujarin y Ossinsky, ponen en guardia al partido contra el peligro de asumir una política de capitalismo de Estado. Tres años más tarde, después de haber sido excluido del partido bolchevique, el “Grupo Obrero” de Miasnikov lleva la lucha en la clandestinidad en estrecha relación con el KAPD y el PCO de Bulgaria hasta 1924 en que desaparece bajo los golpes repetidos de la represión de que es objeto. Este grupo critica al partido bolchevique por sacrificar los intereses de la revolución mundial en provecho de la defensa del Estado ruso, reafirmando que sólo la revolución mundial puede permitir a la revolución mantenerse en Rusia” (ídem.)
Así pues, sobre bases programáticas profundas -bien que todavía en proceso de elaboración- una alternativa clara se dibuja frente a la degeneración de la Internacional Comunista en 1920-21. Sin embargo, para Nuevo Curso “se puede decir que el tiempo histórico de la Izquierda Comunista concluye en la década entre 1943 y 1953 cuando las principales corrientes que han mantenido una praxis internacionalista en el seno de la IVª Internacional denuncian la traición al internacionalismo de ésta y configuran una nueva plataforma que parte de la denuncia de la Rusia estalinista como capitalismo de estado imperialista”
Este pasaje nos dice, por un lado, que la IVª Internacional habría sido el hogar de grupos con “una praxis internacionalista”, y, por otra parte, que después de 1953 “se habría agotado el tiempo histórico de la Izquierda Comunista”. Examinemos estos asertos.
La IVª Internacional se constituye en 1938 a partir de la Oposición de Izquierdas cuyo primer origen radica en Rusia con el Manifiesto de los 46 en octubre de 1923 al que se sumaría Trotski y, a nivel internacional, con la aparición de grupos, individualidades y tendencias que desde 1925-26 intentan oponerse al triunfo cada vez más aplastante del estalinismo en los partidos comunistas.
Estas oposiciones expresan una indudable reacción proletaria. Sin embargo, esta reacción es confusa, débil y muy contradictoria. Expresa más bien un rechazo epidérmico y superficial del ascenso del estalinismo. La Oposición en la URSS, pese a sus combates heroicos, “se muestra incapaz de comprender la naturaleza real del “fenómeno estalinista” y “burocrático”, prisionera como está de sus ilusiones sobre la naturaleza del Estado ruso. Se hace también el adalid del capitalismo de Estado que quiere impulsar más adelante mediante una industrialización acelerada. Cuando lucha contra la teoría del socialismo en un sólo país no llega a romper con las ambigüedades del partido bolchevique sobre la defensa de la “Patria soviética”. Y sus miembros, Trotski a la cabeza, se presentan como los mejores partidarios de la defensa “revolucionaria” de la “patria socialista”. Se concibe, a sí misma no como una fracción revolucionaria buscando salvaguardar teórica y organizativamente las grandes lecciones de la Revolución de Octubre, sino solo una oposición leal al Partido Comunista Ruso”, lo que la lleva a “alianzas sin principios (es así que Trotski buscará el apoyo de Zinoviev y Kamenev quienes no cesan de calumniarlo desde 1923[5])” (ídem.).
En cuanto, a la Oposición de Izquierdas Internacional “se reclama de los cuatro primeros congresos de la IC. Por otra parte, perpetúa el maniobrerismo que caracterizaba ya a la Oposición de Izquierda en Rusia. En gran medida esta oposición es un reagrupamiento sin principios que se limita a hacer una crítica de “izquierda” del estalinismo. Se prohíbe toda verdadera clarificación política en su seno y deja a Trotski, a quien ve el símbolo mismo de la Revolución de Octubre la tarea de hacerse vocero y “teórico” (idem.).
Con estos cimientos tan frágiles, la Oposición de Izquierdas fundará en 1938 una “IVª Internacional” que nace muerta para la clase obrera. Ya en los años 30, la Oposición había sido incapaz de “resistir a los efectos de la contrarrevolución que se desarrolla a escala mundial sobre la base de la derrota del proletariado internacional” (idem.) pues a lo largo de las diferentes guerras localizadas que van preparando el holocausto de la Segunda Guerra Mundial, la Oposición desarrolló una “perspectiva táctica” de. “ apoyo a un campo imperialista contra otro (sin admitirlo abiertamente): apoyo a la “resistencia colonial” en Etiopía, China y México, apoyo a la España republicana, etc. El apoyo del trotskismo a los preparativos de guerra del imperialismo ruso fue igualmente muy claro durante todo este periodo (Polonia, Finlandia 1939) disimulado tras la consigna de “defensa de la patria soviética”[6]. Esto, junto al entrismo en los partidos socialistas (decidido en 1934), hará que “el programa político adoptado en el congreso de fundación de la IV Internacional, redactado por Trotski mismo, retoma y agrava las orientaciones que han precedido ese congreso (defensa de la URSS, frente único obrero, análisis erróneo del periodo ...) pero además tiene como eje una repetición del programa mínimo de tipo socialdemócrata (reivindicaciones “transitorias”), programa vuelto caduco por la imposibilidad de reformas desde la entrada del capitalismo en su fase de decadencia, de declive histórico” (op cit nota 4). La IVª Internacional defiende “la participación en los sindicatos, el apoyo crítico a los partidos llamados “obreros”, a los “frentes únicos” y a los “frentes antifascistas”, a los gobiernos “obreros y campesinos”, a las medidas capitalistas de Estado (prisionero de la experiencia en la URSS) mediante la “expropiación de los bancos privados”, “la estatización del sistema de crédito”, “la expropiación de ciertas ramas de la industria” (…) la defensa del Estado obrero degenerado ruso. Y a nivel político, prevé la revolución democrática y burguesa en las naciones oprimidas debiendo pasar por las “luchas de liberación nacional”, este programa clamorosamente oportunista preparó la traición de los partidos trotskistas quienes, en 1939-41, corrieron a defender sus respectivos Estados nacionales[7]. Solo algunos individuos y pequeños círculos, ¡en manera alguna “corrientes con una praxis internacionalista” como afirma Nuevo Curso!, trataron de oponer una resistencia a este vendaval reaccionario. Entre ellos, Natalia Sedova, la viuda de Trotsky, que rompió en 1951, y especialmente Munís, del que vamos a hablar a continuación[8]
Es pues necesario comprender que el combate por darse un marco programático que sirva al desarrollo de la conciencia proletaria y prepare las premisas de la formación de su partido mundial, no es una tarea de personalidades y círculos inconexos, sino el fruto de una lucha colectiva organizada que se inscribe en la continuidad histórica crítica de las organizaciones comunistas, Esa continuidad pasa, como afirmamos en nuestras Posiciones Básicas, por “los aportes sucesivos de la Liga de los Comunistas de Marx y Engels (1847-52), de las tres Internacionales (la Asociación Internacional de los Trabajadores, 1864-72, la Internacional Socialista, 1889-1914, la Internacional Comunista, 1919-28), de las Fracciones de Izquierda que se fueron separando en los años 1920-30 de la Tercera Internacional (la Internacional Comunista) en su proceso de degeneración, y más particularmente de las Izquierdas alemana, holandesa e italiana” [9].
Ya hemos visto que tanto la Oposición de Izquierdas como la IVª Internacional, se apartaban claramente de esa continuidad[10]. Solo las Izquierdas Comunistas podían hacerlo. Pero según Nuevo Curso, el “tiempo histórico de la Izquierda Comunista termina en 1943-53”. No da ninguna explicación, ahora bien, en su artículo añade otra frase: “Las izquierdas comunistas que quedaron al margen del reagrupamiento internacional -italianos y sus derivados franceses- llegarán, aunque no todos, no completamente y no siempre sobre posiciones coherentes, a un cuadro similar en el mismo periodo”
Este pasaje contiene numerosos “enigmas”. Para empezar ¿Cuáles son esas Izquierdas Comunistas que quedaron al margen del “reagrupamiento internacional”? ¿A qué reagrupamiento internacional se refiere? Desde luego, Bilan y las otras corrientes de Izquierda Comunista rechazaron el engendro de “ir hacia una IVª Internacional”[11] ; sin embargo, desde 1929 hicieron todo lo posible para discutir con la Oposición de Izquierda, reconociendo que era una corriente proletaria, aunque gangrenada por el oportunismo. Sin embargo, Trotski rechazó obstinadamente todo debate[12], solamente, algunas corrientes como la Liga de Comunistas Internacionalistas de Bélgica o el Grupo Marxista de México aceptaron el debate llevando una evolución que los condujo a la ruptura con el trotskismo[13].
Además, Nuevo Curso nos dice que esos grupos que quedaron “al margen del reagrupamiento internacional” “llegarán, aunque no todos, no completamente y no siempre sobre posiciones coherentes, a un cuadro similar en el mismo periodo”. ¿Qué les “faltaba”? ¿Qué tenían “incoherente”? Nuevo Curso no aclara nada. Vamos a demostrar, recuperando un cuadro que hicimos en un artículo titulado ¿Cuáles son las diferencias entre la Izquierda Comunista y la Cuarta Internacional?[14]:, que esos grupos tenían posiciones coherentes con la fidelidad al programa del proletariado y que en nada eran “similares” al lodazal oportunista de la Oposición y de los grupos de pretendida “praxis internacionalista” de la IVª Internacional:
IZQUIERDA COMUNISTA |
OPOSICION DE IZQUIERDAS |
Se basa en el primer congreso de la IC y considera críticamente las aportaciones del 2º. Rechaza globalmente la mayoría de los acuerdos del tercer y cuarto congreso |
Se basa en los 4 primeros congresos sin análisis crítico |
Analiza críticamente lo que pasa en Rusia y llegará a la conclusión de que no se debe apoyar la URSS pues ha caído en manos del capitalismo mundial |
Ve Rusia como un Estado obrero degenerado que debe ser apoyado a pesar de todo |
La Izquierda Germano Holandesa rechaza trabajar en los sindicatos, mientras que la Izquierda Comunista Italiana llegará con Internationalisme (Izquierda Comunista de Francia) a la misma conclusión asentada sobre bases teóricas e históricas más firmes |
Preconiza los sindicatos como órganos obreros y considera necesario trabajar dentro de ellos |
La Izquierda Comunista Germano Holandesa, Bilan e Internationalisme denuncian claramente la “liberación nacional” |
Apoya la liberación nacional |
Denuncia el parlamentarismo y la participación en las elecciones |
Apoya la participación en las elecciones y el “parlamentarismo revolucionario” |
Acomete un trabajo de Fracción para sacar lecciones de la derrota y poner las bases de una futura reconstitución del Partido Mundial del proletariado |
Concibe un trabajo de “oposición” que puede llegar hasta el entrismo en los partidos socialdemócratas |
Ya en los años 30 y especialmente a través de BILAN considera que la marcha del mundo es hacia la 2ª Guerra Mundial y que no se puede constituir el partido en tales condiciones, sino que hay que sacar lecciones y preparar el futuro. Por eso BILAN dirá: “La consigna de la hora es no traicionar” |
En plena contrarrevolución Trotski cree que están reunidas las condiciones para formar el partido y en 1938 se constituye la IV Internacional |
Denuncia la 2ª Guerra Mundial; condena a ambos bandos en conflicto y preconiza la revolución proletaria mundial |
Llama a elegir bando entre los contendientes de la 2ª Guerra Mundial abandonando el internacionalismo |
Añadimos al cuadro anterior un punto que nos parece muy importante cara a contribuir realmente a la lucha proletaria y a avanzar hacia el partido mundial de la revolución: mientras la Izquierda Comunista realizaba un trabajo organizado, colectivo y centralizado, basado en la fidelidad a los principios organizativos del proletariado y en la continuidad histórica de sus posiciones de clase, la Oposición de Izquierda se veía como una aglomeración de personalidades, círculos y grupos heterogéneos, unidos solamente por el carisma de Trotski en cuyas manos se dejaba “la elaboración política”.
Para colmo, Nuevo Curso coloca en el mismo saco a la Izquierda Comunista y a los comunistizadores (un movimiento modernista radicalmente ajeno al marxismo): “El llamado «comunismo de izquierda» («left communism») es un concepto que engloba a la Izquierda Comunista -sobre todo a las corrientes italiana y germano-holandesa-, a los grupos y tendencias que le dan continuidad (desde el «consejismo» al «bordiguismo») y a los pensadores de la «comunización»”. Habría que preguntarse ¿a qué responde esa amalgama? Amalgama que se remata colocando una foto de Amadeo Bordiga[15] en medio de la denuncia que hace de los “comunistizadores”, lo que daría a entender que la izquierda comunista estaría ligada a ellos o compartiría posiciones con ellos.
Así pues, según Nuevo Curso, los revolucionarios actuales no tendrían que buscar las bases de su actividad en los grupos de la Izquierda Comunista (la TCI, la CCI etc.) sino en lo que pudiera haber salido del programa de capitulación ante el capitalismo que elaboró la IVª Internacional y concretamente, como vamos a ver a continuación, de la obra del revolucionario Munis. Sin embargo, de forma confusa y enrevesada, Nuevo Curso da a entender, sin afirmarlo claramente, que Munis sería el eslabón más importante de una supuesta “Izquierda Comunista Española”, corriente que según Nuevo Curso “funda el Partido Comunista Español en 1920 y crea el grupo español de la Oposición de Izquierda al estalinismo en 1930 luego Izquierda Comunista Española, participando de la fundación de la Oposición Internacional y sirviendo además de semilla y referencia a las izquierdas comunistas en Argentina (1933-43) y Uruguay (1937-43). Toma la posición revolucionaria ante la insurrección obrera del 19 de julio de 1936 y es la única tendencia marxista que toma parte en la insurrección revolucionaria de 1937 en Barcelona. Se convierte en sección española de la IVª Internacional en 1938 y desde 1943 batalla contra el centrismo en ella; denuncia su traición al internacionalismo y su consecuente salida del terreno de clase en su segundo congreso (1948) liderando la ruptura de los últimos elementos internacionalistas y la formación de la «Unión Obrera Internacional» con los escindidos
Antes de pasar a analizar el aporte de Munis, analicemos esa “continuidad” entre 1920 y 1948.
No podemos entrar ahora en un análisis de los orígenes del Partido Comunista en España. Desde 1918 se fueron formando pequeños núcleos interesados en las posiciones de Gorter y Pannehoek, que acabaron discutiendo con el Buró de Ámsterdam de la Tercera Internacional que agrupaba a grupos de Izquierda dentro de ésta. De esos núcleos nace el primer Partido Comunista en España, pero fueron obligados por la IC a fusionarse con el ala centrista del PSOE, partidaria de adherir a la Tercera Internacional. En cuanto nos sea posible haremos un estudio de los orígenes del PCE, pero lo que está claro es que, más allá de algunas ideas y de la indudable combatividad, estos núcleos no constituyeron un órgano real de Izquierda Comunista y no tuvieron ninguna continuidad. A mediados de los años 20 surgieron grupos de Oposición de Izquierda que tomaron el nombre efectivamente de “Izquierda Comunista de España”, dirigidos por Nin. Este grupo se dividió entre los partidarios de fusionarse con el Bloc Obrer i Camperol (un grupo nacionalista catalán vinculado a la Oposición de derechas al estalinismo, tendencia que en Rusia encabezaba Bujarin) y los que preconizaban el entrismo en el PSOE, seducidos por la radicalización de Largo Caballero (antiguo consejero de Estado del dictador Primo de Rivera) que se hacía pasar por el “Lenin español”. Munis estuvo entre estos últimos, mientras que la mayoría, encabezados por Nin, se fusionaría con el Bloc para formar el POUM. Así pues de “Izquierda Comunista” no tenían más que el nombre que se dieron para ser “originales”, pero el contenido de sus posiciones y de su actuación no se distingue en nada de la tendencia oportunista reinante en la Oposición de Izquierdas.
En cuanto a la existencia de una Izquierda Comunista en Uruguay y Argentina hemos estudiado los artículos que Nuevo Curso publica para justificar su existencia. En lo que concierne a Uruguay se trata de la Liga Bolchevique Leninista que es uno de los raros grupos que dentro del trotskismo toma una posición internacionalista contra la Segunda Guerra Mundial. Esto tiene mucho mérito y lo saludamos calurosamente como expresión de un esfuerzo proletario, pero la lectura del artículo de Nuevo Curso muestra que dicho grupo apenas pudo llevar una actividad organizada y se movía en un entorno político dominado por el APRA peruano, un partido burgués de los pies a la cabeza que coqueteó con la Internacional Comunista ya degenerada: “Sabemos que la Liga se reunirá con los «antidefensistas» en Lima en 1942 en casa del fundador del APRA, Víctor Raúl Haya de la Torre, solo para constatar las profundas diferencias que los separaban. (…) Tras el fracaso de su contacto «antidefensista» sufren de lleno la caza de brujas organizada contra «los trotskistas» por el gobierno y el Partido Comunista. Sin referentes internacionales -la IVª solo les deja opción de abjurar de su crítica de la «defensa incondicional de la URSS»- el grupo se desbanda”.[16]
Lo que Nuevo Curso llama Izquierda Comunista Argentina son dos grupos que se fusionarán para formar la Liga Comunista Internacionalista y se mantendrá en activo hasta 1937 para ser finalmente laminada por la acción de los partidarios de Trotski en Argentina. Es cierto que la Liga rechaza el socialismo en un solo país y se reclama de la revolución socialista frente a la “liberación nacional”, sin embargo, sus argumentos, aun reconociendo el mérito de su combate, son muy endebles. En Nuevo Curso encontramos citas de uno de los miembros más caracterizados del grupo, Gallo que afirma:
¿Qué significa la lucha por la liberación nacional? ¿Acaso el proletariado como tal no representa los intereses históricos de la Nación en el sentido que tiende a liberar a todas las clases sociales por su acción y a superarlas por su desaparición? Pero para ello necesita, precisamente, no confundirse con los intereses nacionales (que son los de la burguesía pues ésta es la clase dominante) que en el terreno interior y exterior se contradicen agudamente. De manera que esa consigna es rotundamente falsa (…) afirmándose nuestro criterio de que solo la revolución socialista puede ser la etapa que corresponde a los países coloniales y semicoloniales. Prisionero de los dogmas de la Oposición sobre la liberación nacional e incapaz de salir de ellos, el grupo afirma “La IV Internacional no admite ninguna consigna de «liberación nacional» que tienda a subordinar al proletariado a las clases dominantes y, por el contrario, asegura que el primer paso de la liberación nacional proletaria es la lucha contra las mismas”[17]. La confusión es terrible, ¡el proletariado debería hacer una “liberación nacional” proletaria!, es decir, el proletariado debería ejecutar una tarea propia de la burguesía.
De forma muy tardía, ¡en 1948!, del tronco podrido de la IVª Internacional surgirán dos tendencias prometedoras (las últimas en el movimiento trotskista)[18]: la de Munís y la de Castoriadis. En el artículo Castoriadis, Munis y el problema de la ruptura con el trotskismo[19] dejamos bien clara la diferencia entre Castoriadis que acabó siendo un propagandista acérrimo del capitalismo occidental y Munís que siempre fue fiel al proletariado[20].
Esta fidelidad es admirable y forma parte de los numerosos esfuerzos que han surgido para avanzar hacia una conciencia comunista. Sin embargo, eso es una cosa y otra muy distinta es que alrededor de la obra de Munis, una obra más individual que ligada a una auténtica corriente proletaria organizada, se pueda encontrar una base teórica, programática y organizativa para continuar en la actualidad la tarea histórica de las organizaciones comunistas. Munís está lastrado, como hemos mostrado en numerosos artículos, por sus orígenes trotskistas, de los que nunca logró deshacerse[21].
En un artículo escrito en 1958, Munís hace un análisis muy claro denunciando a los líderes norteamericanos e ingleses de la IVª Internacional que renegaron vergonzosamente del internacionalismo, concluyendo correctamente que “la IVª Internacional no tiene ninguna razón histórica de existencia; es superflua, hay que considerar su fundación misma como un error, y su única tarea consiste en ir coleando tras el estalinismo, más o menos críticamente. A eso está limitada, de hecho, desde hace años, bordón y escupidera del estalinismo, según conveniencia de éste”[22]. Sin embargo, estima que en algo puede servir al proletariado, pues resultaría que: “le queda un papel posible que desempeñar. en los países dominados por el estalinismo, principalmente en Rusia. Allí el prestigio del trotskismo sigue siento enorme. Los procesos de Moscú, la propaganda gigantesca llevada a cabo durante casi quince años en nombre de la lucha contra él, la calumnia incesante de la que fue objeto bajo Stalin y que sus sucesores mantienen, todo contribuye a hacer del trotskismo una tendencia latente de millones de hombres. Si mañana -acontecimiento bien posible- la contrarrevolución cediese ante un ataque frontal del proletariado, la IVª Internacional podría surgir rápidamente en Rusia como una organización potentísima”.
Munís repite respecto al trotskismo, el mismo argumento que éste emplea frente al estalinismo y la socialdemocracia: que A PESAR DE TODO PUEDE SERVIR AL PROLETARIADO. ¿Por qué? Porque el estalinismo lo ha designado el “enemigo público número uno”, de la misma forma que los partidos de derecha hacen de “socialdemócratas y comunistas” unos “peligrosos socialistas”. Añade otro argumento, igualmente típico del trotskismo respecto a socialdemócratas y estalinistas: “habría muchos obreros que serían seguidores de estos partidos”.
Que los partidos de izquierda sean rivales de la derecha y sean denostados por ésta no los hace “favorables al proletariado”, de la misma forma que su influencia entre los obreros no justifica el apoyarlos. Al contrario, hay que denunciarlos por la función que cumplen al servicio del capitalismo. Decir que el trotskismo abandonó el internacionalismo y añadir inmediatamente que “aún le quedaría un papel posible que desempeñar en favor del proletariado” es una incoherencia muy peligrosa que dificulta la necesaria labor de distinguir entre los auténticos revolucionarios y los lobos capitalistas que se ponen la piel de cordero “comunista” o “socialista”. El tercer capítulo del Manifiesto Comunista, titulado “Literatura socialista y comunista”, establece claramente la frontera infranqueable que existe entre, por un lado, el “socialismo reaccionario” y el “socialismo burgués” que sitúa como enemigos, y, por otro lado, las corrientes del “socialismo crítico utópico” que aprecia en el campo proletario.
La huella trotskista se halla igualmente en Munís cuando propone “reivindicaciones de transición” a la imagen del famoso Programa de Transición que Trotski planteó en 1938. Como criticamos en nuestro artículo ¿Adónde va el FOR?:
“En su 'Por un Segundo Manifiesto Comunista', el FOR consideró correcto plantear todo tipo de reivindicaciones transitorias, en ausencia de movimientos revolucionarios del proletariado. Estas van desde la semana de 30 horas, la supresión del trabajo por piezas y el cronometraje en las fábricas a la “demanda de trabajo para todos, desempleados y jóvenes” en el terreno económico. En el plano político, el FOR exige a la burguesía ‘derechos’ y ‘libertades’ democráticos. “libertad de expresión, de prensa, de reunión y derecho de los trabajadores a elegir delegados permanentes de taller, de fábrica o de oficio”, “sin ninguna formalidad judicial o sindical” (Pro Segundo Manifiesto pág. 65-71). Todo esto está dentro de la ‘lógica’ trotskista, según la cual basta seleccionar bien las reivindicaciones para llegar gradualmente a la revolución. Para los trotskistas, todo el truco es saber cómo ser un pedagogo para los trabajadores, que no sabrían que reivindicar; poner ante ellos las zanahorias más apetitosas para empujar a los trabajadores hacia su ‘partido’”
Vemos aquí una visión gradualista donde “el partido líder” iría administrando sus pócimas milagrosas para llevar a las masas a la “victoria final”, lo que se hace al precio de sembrar peligrosas ilusiones reformistas en los obreros y de embellecer el Estado capitalista ocultando que sus “libertades democráticas” son medios de dividir, engañar y desviar las luchas obreras. Los comunistas no son una fuerza exterior al proletariado que mediante sus “artes de dirección revolucionaria” lo llevan “por el buen camino”, ya en 1843, Marx rechazó esta visión de “profetas redentores”: “No nos enfrentamos al mundo en actitud doctrinaria con un nuevo principio: ¡Esta es la verdad, arrodíllense ante ella! Desarrollamos nuevos principios para el mundo sobre la base de los propios principios del mundo. No le decimos al mundo: «Termina con tus luchas, pues son estúpidas; te daremos la verdadera consigna de lucha». Nos limitamos a mostrarle al mundo por qué está luchando en verdad, y la conciencia es algo que tiene que adquirir, aunque no quiera”[23].
El trabajo como Fracción que la Oposición de Izquierdas fue incapaz de concebir permite a los revolucionarios comprender en qué momento estamos en la relación de fuerzas entre burguesía y proletariado, saber si estamos en una dinámica que permite avanzar hacia la formación del partido mundial de clase o, por el contrario, estamos en una situación donde la burguesía puede imponer su férula a la sociedad, encaminándola a la guerra y la barbarie.
Huérfano de esa brújula, Trotski creía que todo se reducía a la habilidad para reunir una gran masa de afiliados con los cuales introducir en la clase “una dirección revolucionaria”. Así, cuando la sociedad mundial iba hacia las matanzas de la Segunda Guerra Mundial jalonada por las masacres de Abisinia, la guerra española, la guerra chino – japonesa etc., Trotski creyó ver en las huelgas de Francia de julio 1936 y la valiente respuesta inicial de los obreros españoles al golpe de Franco, “el principio de la revolución” .
Incapaz de romper con este voluntarismo, Munís repite el mismo error. Como analiza nuestro artículo antes mencionado” Detrás de esta negativa [de Munís] a analizar la dimensión económica de la decadencia del capitalismo, se encuentra un voluntarismo no superado, cuyos fundamentos teóricos se remontan a la carta en que anunció su ruptura con la organización trotskista en Francia, el Partido Comunista Internacionalista, donde sostenía, tozudamente, la concepción de Trotsky según la cual la crisis de la humanidad es la crisis del liderazgo revolucionario”. Así Munís proclama “la crisis de la humanidad -repetimos esto miles de veces junto con L.D. Trotsky- es una crisis de liderazgo revolucionario. Todas las explicaciones que tratan de emplazar la responsabilidad del fracaso de la revolución en las condiciones objetivas, en el desnivel ideológico o las ilusiones de las masas en el poder del estalinismo, o el atractivo ilusorio del ‘Estado obrero degenerado’, son erróneas y sólo sirven para excusar a los responsables, para distraer la atención del verdadero problema y dificultar su solución. Un auténtico liderazgo revolucionario, dado el nivel actual de las condiciones objetivas para la toma del poder, debe superar todos los obstáculos, superar todas las dificultades, triunfar sobre todos sus adversarios”[24]
Así pues, bastaría un “auténtico liderazgo revolucionario” para barrer de un plumazo todos los obstáculos, todos los adversarios. El proletariado no tendría que confiar en su unidad, solidaridad y conciencia de clase sino confiarse a las bondades de un “liderazgo revolucionario”. Este mesianismo lleva a Munís a una conclusión delirante: “La guerra última ofrecía más oportunidades revolucionarias que la de 1914-18[25]. Durante meses, todos los estados europeos, Rusia incluida, aparecieron maltrechos y desprestigiados, susceptibles de ser vencidos por una ofensiva proletaria. Millones de hombres armados aspiraban confusamente a una solución revolucionaria (…) el proletariado, revolucionariamente organizado hubiera podido poner-a la obra una insurrección común a varios países. Susceptible de extensión continental. Los bolcheviques en 1917 no gozaron, ni con mucho, de posibilidades tan vastas”[26].
A diferencia de la Primera Guerra Mundial, la burguesía había preparado concienzudamente la derrota del proletariado antes de la Segunda Guerra Mundial: masacrado en Alemania y Rusia, alistado bajo la bandera del “antifascismo” en las potencias democráticas, el proletariado opuso una débil resistencia a la masacre. Hubo el gran sobresalto proletario en el norte de Italia en 1943 que los aliados democráticos dejaron que los nazis lo aplastarán sangrientamente[27], algunas huelgas y deserciones en Alemania (1943-44) que los aliados ahogaron en la raíz con los terribles bombardeos de Hamburgo, Dresde etc., sin ningún objetivo militar sino únicamente de aterrorizar a la población civil. También la Comuna de Varsovia (1944) que el ejército ruso dejó que los nazis la machacaran.
Es abandonarse al ilusionismo más suicida pensar que al final de la Segunda Guerra Mundial el proletariado, revolucionariamente organizado hubiera podido poner-a la obra una insurrección común a varios países. Con estas fantasías poco se puede contribuir a la formación de una organización proletaria.
Un pilar fundamental de la organización revolucionaria es la apertura y voluntad de discusión con las demás corrientes proletarias. Ya vimos como el Manifiesto Comunista considera con respeto y espíritu de debate las aportaciones de Babeuf, Blanqui y del socialismo utópico. Por ello, en la Resolución sobre los grupos políticos proletarios adoptada por nuestro 2º Congreso Internacional señalamos que “la caracterización de las diversas organizaciones que afirman defender el socialismo y la clase obrera es de la mayor importancia para la CCI. Esto no es, ni mucho menos, algo abstracto o puramente teórico; es, al contrario, orientador en la actitud que la Corriente mantiene hacia esas organizaciones, y, por consiguiente, de su actividad respecto a ellas: ya sea denunciándolas como órganos o productos del capital; ya sea polemizando y discutiendo con ellas para ayudarlas a alcanzar una mayor claridad y rigor programático; ya sea impulsando la aparición de tendencias en su seno que busquen tal claridad”[28].
Contrariamente a esta postura, Trotski, como vimos antes, rechazó el debate con Bilan y, en cambio, se abrió de par en par a una pretendida “izquierda de la socialdemocracia”. Munís se vio igualmente afectado por el sectarismo. Nuestro artículo de homenaje a Munís reconoce con aprecio que “En 1967, junto con compañeros del grupo venezolano Internacionalismo, participó en los esfuerzos para restablecer contactos con el medio revolucionario en Italia. Así, a finales de los años 60, con el resurgir de la clase obrera en el escenario de la historia, estará en la brecha junto a las débiles fuerzas revolucionarias existentes en aquel momento, incluyendo a quienes formarían Revolution Internationale en Francia. Pero, a principios de los años 70, lamentablemente permaneció fuera de las discusiones y los intentos de reagrupamiento que se tradujeron en particular en la constitución de la CCI en 1975”.
Este esfuerzo no tuvo continuidad y como decimos en el artículo antes mencionado (Castoriadis, Munis y el problema de la ruptura con el trotskismo, ver nota 21) “el grupo [se refiere al FOR] padeció una tendencia hacia el sectarismo que debilitó aún más su capacidad para sobrevivir. El ejemplo de esta actitud que mencionamos en el homenaje fue el estrepitoso abandono por parte de Munis y su grupo de la segunda Conferencia de la Izquierda Comunista, alegando su desacuerdo con los demás grupos acerca del problema de la crisis económica”.
Por importante que sea, un desacuerdo sobre el análisis de la crisis económica no puede motivar el abandono del debate entre revolucionarios. Este debe hacerse con la mayor tenacidad, con la actitud de “convencer o ser convencidos”, pero nunca dar un portazo a las primeras de cambio sin haber agotado todas las posibilidades de discusión. Nuestro artículo señala justamente que tal actitud afecta a algo vital: la construcción de una organización sólida y capaz de mantener una continuidad. FOR no resistió la muerte de Munís y desapareció definitivamente en 1993, como indica el artículo “Hoy el FOR ya no existe. Siempre fue altamente dependiente del carisma personal de Munis, quien no fue capaz de transmitir una tradición sólida de organización a la nueva generación de militantes que se reunieron alrededor de él, y que habría podido servir como base para continuar el funcionamiento del grupo tras la muerte de Munis”.
Del mismo modo el peso negativo de la herencia trotskista impide a Munís contribuir a la construcción de la organización, la actividad de los revolucionarios no es la de una suma de individuos, menos aún la de líderes carismáticos, se basa en un esfuerzo colectivo organizado. Como decimos en La Función de la Organización Revolucionaria, ésta “deja de aparecer como organización de jefes dirigentes de la masa de militantes. Se acabó el período de jefes ilustres y de grandes teóricos. La elaboración teórica se ha vuelto tarea verdaderamente colectiva. A imagen de millones de combatientes proletarios "anónimos", la conciencia de la organización se desarrolla con la integración y la superación de las conciencias individuales en una misma conciencia colectiva”[29]. De forma más profunda, por importantes que sean “la clase obrera no hace surgir militantes revolucionarios sino organizaciones revolucionarias: no existen relaciones directas entre los militantes y la clase. Los militantes participan del combate de la clase en tanto se convierten en miembros y toman a su cargo las tareas de la organización”[30]
Como afirmamos en el artículo que publicamos a su muerte en 1989[31]: “a pesar de los serios errores que pudo haber cometido, Munis permaneció hasta el fin como un militante que fue profundamente leal al combate de la clase trabajadora. Él fue uno de esos muy raros militantes que permanecieron de pie ante las presiones de la más terrible contrarrevolución que el proletariado haya conocido jamás, cuando muchos desertaron o incluso traicionaron la lucha militante, él permaneció una vez más allí, al lado de la clase en el histórico resurgir de sus luchas a finales de los años 60”.
Lenin decía que, a los revolucionarios, “después de su muerte se les intenta convertir en íconos inofensivos, para canonizarlos, es decir, para consagrar sus nombres para el “consuelo” de las clases oprimidas, con el objeto de engañarlas”. ¿Por qué Nuevo Curso llena su blog de fotos de Munis, publica sin el menor asomo crítico algunos de sus textos etc.? ¿Por qué lo eleva a icono de una “nueva escuela”?
Quizá pudiera tratarse de un culto sentimental a un antiguo combatiente obrero. Si ese es el caso debemos decir que el resultado será una mayor confusión, pues sus tesis, convertidas en dogmas, no harán sino destilar lo peor de sus errores. Recordemos el análisis certero del Manifiesto Comunista respecto a los socialistas utópicos y quienes pretendieron posteriormente reivindicarlos: “aunque algunos de los autores de estos sistemas socialistas fueran en muchos respectos verdaderos revolucionarios, sus discípulos forman hoy día sectas indiscutiblemente reaccionarias, que tremolan y mantienen impertérritas las viejas ideas de sus maestros frente a los nuevos derroteros históricos del proletariado”.
Otra explicación posible es que se pretenda combatir la auténtica Izquierda Comunista con una “doctrina” spam construida de la noche a la mañana utilizando los materiales de aquel gran revolucionario. Si tal es el caso es obligación de los revolucionarios combatir con la máxima energía semejante impostura.
C.Mir 17-8-19
[1] nuevocurso.org/la-izquierda-comunista-no-fue-comunista-de-izquierda
[2] En un artículo de la Serie sobre el Comunismo (IX - 1924-28: el Termidor del capitalismo de Estado estalinista, https://es.internationalism.org/revista-internacional/200007/770/ix-1924-28-el-thermidor-del-capitalismo-de-estado-estalinista [159] ) hemos criticado el uso del término “Termidor”, muy típico del trotskismo, para caracterizar el ascenso y desarrollo del estalinismo. El Termidor de la revolución francesa (28 de julio de 1794) no fue propiamente una “contrarrevolución” sino un paso necesario en la consolidación del poder burgués que, más allá de una serie de concesiones, no volvería jamás al orden feudal. En cambio, el ascenso del estalinismo desde 1924 significó el establecimiento definitivo de la restauración del orden capitalista y no representó, como erróneamente pensó siempre Trotski, un “terreno socialista” donde quedarían “algunas conquistas de octubre”. Se trata de una diferencia fundamental que ya recogió Marx en El 18 de Brumario de Luis Bonaparte (https://www.marxists.org/espanol/m-e/1850s/brumaire/brum1.htm [160] ), cuando señaló que “Las revoluciones burguesas, como la del siglo XVIII, avanzan arrolladoramente de éxito en éxito, sus efectos dramáticos se atropellan, los hombres y las cosas parecen iluminados por fuegos de artificio, el éxtasis es el espíritu de cada día; pero estas revoluciones son de corta vida, llegan en seguida a su apogeo y una larga depresión se apodera de la sociedad, antes de haber aprendido a asimilarse serenamente los resultados de su período impetuoso y agresivo” (el Termidor fue precisamente uno de esos momento de “asimilación” de las conquistas políticas de la burguesía, dando cabida a las fracciones más moderadas de esta clase y más proclives a pactar con las fuerzas feudales, todavía poderosas).
[3] Los lectores pueden visitar en nuestra Web la sección acerca de la Izquierda Comunista donde encontrarán una abundante documentación sobre la misma. Ver https://es.internationalism.org/go_deeper?page=1 [161]
[4] El trotskismo hijo de la contrarrevolución, https://es.internationalism.org/cci/200605/914/el-trotskismo-hijo-de-la-contrarrevolucion [162]
[5] En 1926 se constituyó la Oposición Unificada entre los grupos procedentes del Manifiesto de los 46 con los de Zinoviev y Kamenev, estos últimos de corte profundamente burocrático y maniobrero.
[6] El trotskismo defensor de la guerra imperialista, https://es.internationalism.org/cci/200605/917/el-trotskismo-defensor-de-la-guerra-imperialista [163]
[7] Todo esto está ampliamente documentado en El trotskismo defensor de la guerra imperialista, https://es.internationalism.org/cci/200605/917/el-trotskismo-defensor-de-la-guerra-imperialista [163]
[8] Entre los individuos y pequeños grupos que se opusieron a la traición de las organizaciones de la IV ª Internacional habría que agregar también los RKD de Austria (hablamos más adelante) y el revolucionario griego Stinas que fue fiel al proletariado y denunció el nacionalismo y la barbarie guerrera. Ver Documento - Nacionalismo y antifascismo en https://es.internationalism.org/revista-internacional/199304/1993/documento-nacionalismo-y-antifascismo [164]
[9] Ver, entre otros documentos, La izquierda comunista y la continuidad del marxismo https://es.internationalism.org/cci/200510/156/la-izquierda-comunista-y-la-continuidad-del-marxismo [135] Apuntes para una historia de la Izquierda Comunista, https://es.internationalism.org/revista-internacional/197704/2051/apuntes-para-una-historia-de-la-izquierda-comunista [165] ,
[10] Como señala INTERNATIONALISME órgano de la Izquierda Comunista de Francia en su artículo ““el trotskismo, en lugar de favorecer la formación de un pensamiento revolucionario partiendo de los organismos (fracciones y tendencias) que así lo expresan, es el medio orgánico de su pudrimiento. Eso significa que el trotskismo no segrega en su interior ningún fermento revolucionario. Al contrario, lo aniquila. El fermento revolucionario esta pues condicionado en su existencia y desarrollo a situarse fuera de los marcos organizacionales e ideológicos del trotskismo”
[11] Ver, por ejemplo, en BILAN nº 1, 1933, órgano de la Fracción Italiana de la Izquierda Comunista, el artículo ¿Hacia una Internacional Dos y Tres Cuartos?, donde critica la perspectiva trazada por Trotski de ir hacia una “Cuarta Internacional”
[12] Ver al respecto, Trotsky y la Izquierda italiana (Textos de la Izquierda comunista de los años 30 sobre el trotskismo) https://es.internationalism.org/cci/200605/919/anexo-trotsky-y-la-izquierda-italiana-textos-de-la-izquierda-comunista-de-los-anos-30 [166]
[13] Ver Textos de la Izquierda Comunista en México, https://es.internationalism.org/revista-internacional/197706/2064/textos-de-la-izquierda-mexicana-1937-38 [167]
[14] https://es.internationalism.org/cci-online/200706/1935/cuales-son-las-diferencias-entre-la-izquierda-comunista-y-la-iv-internacional [136] .
[15] Nacido en 1889 y muerto en 1970 fue fundador del Partido Comunista de Italia y contribuyó de forma importante a las posiciones de la Izquierda Comunista, especialmente hasta 1926.
[16] nuevocurso.org/hubo-izquierda-comunista-en-uruguay-y-chile
[17] nuevocurso.org/la-izquierda-comunista-argentina-y-el-internacionalismo
[18] Habría que agregar una tercera tendencia: los RKD austriacos desprendidos del trotskismo en 1945. Internationalisme discutió con ellos, sin embargo, derivaron finalmente hacia el anarquismo.
[19] Ver Castoriadis, Munis y el problema de la ruptura con el trotskismo https://es.internationalism.org/revista-internacional/201804/4300/el-comunismo-esta-al-orden-del-dia-en-la-historia-castoriadis-muni [168] y https://es.internationalism.org/content/4363/castoriadis-munis-y-el-problema-de-la-ruptura-con-el-trotskismoii [25]
[20] En 1948-49, Munís discutió ampliamente con el camarada MC, miembro de Internationalisme, en ese periodo donde maduró su ruptura organizativa con el trotskismo.
[21] Ver En memoria de Munis, militante de la clase obrera, https://es.internationalism.org/revista-internacional/200608/1028/en-memoria-de-munis-militante-de-la-clase-obrera [26] ; Polémica: ¿Adónde va el F.O.R.? https://es.internationalism.org/content/4393/polemica-adonde-va-el [169] , Crítica del libro JALONES DE DERROTA PROMESAS DE VICTORIA, https://es.internationalism.org/cci/200602/753/1critica-del-libro-jalones-de-derrota-promesas-de-victoria [170] , Las confusiones del FOR sobre Octubre 1917 y España 1936, https://es.internationalism.org/content/4388/las-confusiones-del-sobre-octubre-1917-y-espana-1936 [171]
[22] marxismo.school/ICE/1959%20La%20IV%C2%AA%20Internacional.html.
[23] Carta a Arnold Ruge, https://www.marxists.org/espanol/m-e/cartas/m09-43.htm [172]
[24] https://www.marxists.org/espanol/peret/1947_carta_pci.htm [173] . Habría que añadir, como ejemplo de ese voluntarismo ciego y en el fondo desmovilizador, la propia trágica experiencia de Munis. En 1951 estalló un boicot de tranvías en Barcelona, era una manifestación muy combativa de los obreros en la noche negra de la dictadura franquista. Munís se trasladó allí con la esperanza de “impulsar la revolución”, sin comprender la relación de fuerzas entre las clases. Internationalisme y MC le desaconsejaron esa aventura. Sin embargo, se empeñó en ello y fue detenido pasando 7 años en las cárceles franquistas. Apreciamos la combatividad del militante y somos solidarios con él, sin embargo, la lucha revolucionaria requiere un análisis consciente y no un simple voluntarismo o, peor aún, un mesianismo, creyendo que por estar “presentes” en ella se va a reunir a las masas para llevarlas a la “Nueva Jerusalén”.
[25] Nota del redactor: se refiere a la Segunda Guerra Mundial
[26] Tomado del artículo de Munis La IVª Internacional que se puede encontrar en marxismo.school/archivo/1959%20La%20IV%c2%aa%20Internacional.html.
[27] Ver La lucha de clases contra la guerra imperialista - Las luchas obreras en Italia 1943, https://es.internationalism.org/revista-internacional/200704/1863/la-lucha-de-clases-contra-la-guerra-imperialista-las-luchas-obrera [174]
[28] https://es.internationalism.org/revista-internacional/201510/4120/resolucion-sobre-los-grupos-politicos-proletarios-1977 [175]
[29] https://es.internationalism.org/revista-internacional/198204/135/informe-sobre-la-funcion-de-la-organizacion-revolucionaria [176]
[30] https://es.internationalism.org/revista-internacional/198302/2127/estructura-y-funcionamiento-de-la-organizacion-revolucionaria [33]
[31] Ver En memoria de Munis, militante de la clase obrera, https://es.internationalism.org/revista-internacional/200608/1028/en-memoria-de-munis-militante-de-la-clase-obrera [26]
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Treinta años después de la caída del Muro de Berlín y del colapso del bloque del Este, el mundo se hunde aceleradamente en la miseria, el caos y la barbarie. Dos acontecimientos de la situación internacional dan fe de ello: una serie de revueltas populares en los países en que más se ha ahondado la crisis económica mundial, y una reciente alteración del equilibrio de fuerzas imperialistas en Siria que anuncia la evolución futura del caos guerrero Estos dos eventos son respectivamente analizados por sendos artículos de nuestra Revista.
El primer artículo: “Ante la agravación de la crisis económica mundial y la miseria, las "revueltas populares" representan un callejón sin salida [179]” informa de movilizaciones, a menudo muy masivas en Chile, Ecuador, Haití, Irak, Argelia, Líbano e Irán, frecuentemente acompañadas de una violencia indiscriminada y una represión sangrienta. Si la clase obrera está presente en estas "revueltas populares", interclasistas, estériles, portadoras de ideología democrática, e incapaces de oponerse a la lógica del capital, nunca es como una clase antagónica al capitalismo sino siempre diluida entre la población. Precisamente, la ausencia del proletariado de la escena social mundial, como consecuencia de su dificultad política para reconocerse a sí mismo como una clase específica dentro de la sociedad es lo que explica la multiplicación de tales movimientos. La participación en ellos sólo puede contribuir a aumentar esta dificultad política de la clase obrera.
El segundo artículo es “Invasión turca del norte de Siria: la cínica barbarie de la clase dominante ". ¿Qué significan la retirada norteamericana de Siria, el abandono de los kurdos que hasta entonces habían formado parte del sistema norteamericano, la invasión turca de Siria y, por último, el aposentamiento en el territorio del gran padrino ruso como "garante" de un equilibrio necesariamente precario? Los Estados Unidos van a delegar la defensa de sus intereses regionales en sus aliados en esa zona (Israel, Arabia Saudí, etc.) y, por qué no, considerará a Putin como un posible baluarte contra el inexorable ascenso de China. Estamos asistiendo a un episodio de la guerra de todos contra todos, un elemento que es central en los conflictos imperialistas desde la desaparición del sistema de bloques y que sigue ilustrando el cinismo de la clase dominante. Esto es evidente no sólo en las masacres que sus aviones, artillería y bombas terroristas están causando a la población civil de Siria, Irak, Afganistán o Gaza, sino también en la forma en que utilizan a quienes se ven forzados a huir de las zonas de masacre.
La guerra de todos contra todos es una consecuencia del desorden mundial resultante del hundimiento del bloque de los países del Este. Volveremos, en futuros artículos de nuestra página web, a analizar el conjunto de consecuencias para el mundo de ese colapso del bloque del Este, y también a desnudar la propaganda falsaria con que la burguesía acompañó este acontecimiento. Según ésta lo que se hundía no era una parte del mundo capitalista la que estaba colapsando, sino el "comunismo", por lo que este acontecimiento auguraba una era de paz y prosperidad.
Más que nunca, la situación mundial requiere que la clase obrera mundial acabe con este sistema para construir una nueva sociedad que, poniendo al servicio de la humanidad el enorme desarrollo de las fuerzas productivas logrado bajo el capitalismo, pueda ser liberada de la explotación, la miseria y las guerras. Pero esto debe hacerse antes de que este sistema, decadente desde hace más de un siglo, conduzca a la destrucción de estas mismas fuerzas productivas, de la naturaleza y de todo lo que permite la vida en la tierra, de tal manera que el daño se vuelva irreversible y el fin de la humanidad inevitable.
Todas las campañas orquestadas por la burguesía en torno a las "movilizaciones por el clima" tienen como objetivo esencial desvincular al capitalismo de la responsabilidad de la catástrofe ecológica, y hacerla recaer en las "viejas generaciones" por haber "vivido egoístamente malgastando los recursos del planeta". Sirven pues también a escamotear que la única solución a la amenaza de destrucción del planeta sólo puede venir de la revolución proletaria. Hemos denunciado ampliamente esta nueva ofensiva ideológica de la burguesía a través de artículos y folletos[1].
Pese a esa urgencia objetiva de la revolución proletaria, la clase obrera no está preparada para lanzarse al asalto del capitalismo. Primero debe recuperarse del terrible golpe a la confianza en su proyecto histórico que causaron las campañas sobre la muerte del comunismo que se prodigaron a partir de 1990 y que han afectado profundamente su capacidad de reconocerse a sí misma como la clase, la única clase, capaz de derrocar al capitalismo y construir la nueva sociedad.
Por otra parte, y como ya demostró la historia de la primera oleada revolucionaria, cualquier nuevo intento revolucionario del proletariado tendrá que poder contar con la presencia del futuro partido revolucionario mundial para poder salir victorioso. La fundación de este último no se decreta, sino que se prepara a través de la actividad de las minorías revolucionarias que, desde el fracaso de esa primera oleada revolucionaria mundial, han emprendido y transmitido la tarea de hacer balance de esta, de sus insuficiencias, así como de los errores y deficiencias de lo que, en aquel entonces, constituía la vanguardia. La Internacional Comunista. Ya en nuestro número anterior de la Revista intervinimos sobre este tema a través de artículos dedicados a las lecciones que debían extraerse de la fundación de la Internacional Comunista en 1919, y una de ellas en particular relacionado con la naturaleza tardía de esta fundación, mientras que la revolución alemana - crucial tanto para la supervivencia del poder soviético en Rusia como para la extensión de la revolución a los principales centros del capitalismo - ya estaba en marcha. Uno de estos artículos, "Cien años después de la fundación de la Internacional Comunista, qué lecciones para las luchas del futuro", insistía en otra importante lección, relativa a la crítica del método que se había utilizado en su fundación, favoreciendo ser más numerosos en lugar de la claridad de las posiciones y principios políticos. Esta debilidad no sólo no había armado al nuevo partido mundial, sino que sobre todo lo había hecho vulnerable al oportunismo que crecía en el seno del movimiento revolucionario. En este número de la Revista, publicamos la segunda parte de este artículo, que pretende destacar el combate político que las fracciones de izquierda emprendieron contra la línea de la IC, que se aferraba a las viejas tácticas del movimiento obrero que quedaron obsoletas con la apertura de la fase decadente del capitalismo.
Desde la primera oleada revolucionaria se han hecho considerables progresos teóricos y programáticos y los grupos proletarios más avanzados han comprendido que es necesario dar los pasos esenciales para la formación de un nuevo partido mundial antes de las confrontaciones decisivas con el sistema capitalista. A pesar de ello, este horizonte parece aún muy lejano. En este sentido, publicamos aquí la primera parte de un artículo, "La difícil evolución del medio político proletario desde mayo del 68", que da cuenta de las principales dificultades que han obstaculizado en su seno las necesarias clarificación organizada y cooperación, esencialmente por el peso del sectarismo. Esta valoración crítica es fundamental por cuanto el medio político proletario constituye necesariamente el crisol indispensable de la clarificación / decantación con vistas a la fundación del futuro partido mundial.
La historia ha demostrado lo difícil que es construir un partido político de vanguardia que esté a la altura de sus responsabilidades, como lo hizo el partido bolchevique en el primer intento revolucionario en 1917. Es ésta una tarea que requiere muchos y diversos esfuerzos. Precisa, ante todo, la máxima claridad sobre las cuestiones programáticas y sobre los principios de funcionamiento de la organización, una claridad que se basa necesariamente en toda la experiencia pasada del movimiento obrero y de sus organizaciones políticas. Hay una herencia común de la Izquierda Comunista y que la distingue de las demás corrientes de izquierda que surgieron de la Internacional Comunista. Por eso es importante definir los contornos históricos de la izquierda comunista y las diferencias que la distinguen de otras corrientes de izquierda, en particular la corriente trotskista, frente a los intentos de introducir confusión a este nivel. Este es el propósito de este artículo escrito para criticar las tentativas de este tipo provenientes de un grupo llamado Nuevo Curso.
Finalmente, como es tradicional en el movimiento obrero, los revolucionarios tienen la responsabilidad de dar a conocer las experiencias de lucha de su clase. Esto es lo que hemos hecho con la publicación de una serie de artículos que representan una contribución a una historia del movimiento obrero en Sudáfrica. Terminamos esta serie aquí con un artículo que destaca cómo la clase obrera, después de enfrentarse al "poder blanco" del apartheid, tuvo que enfrentarse al nuevo "poder negro" del ANC y Mandela después de la elección de este último en 1995. Ha tenido así la dolorosa experiencia de que, aun cuando las "cabezas cambien" al frente del Estado, la explotación y la represión siguen siendo las mismas.
(20/11/2019)
[1] A propósito de esto ver en nuestra web nuestra hoja internacional: “Solo la lucha de clases internacional puede poner fin al curso del capitalismo hacia la destrucción” [180], distribuido sobre todo en las manifestaciones sobre el clima.
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resol_balance_defuerzas_etre_clases_mayo_2019.pdf [181] | 239.39 KB |
1) A finales de los años 60, con el agotamiento del boom económico de la posguerra, la clase obrera resurgió en la escena social debido al deterioro de las condiciones de vida. Las luchas obreras que estallaron a escala internacional pusieron fin al período más largo de contrarrevolución de la historia y abrieron un nuevo curso histórico hacia los enfrentamientos de clases, impidiendo así que la clase dominante diera su propia respuesta a la crisis aguda del capitalismo: una Tercera Guerra Mundial. Este nuevo curso histórico estuvo marcado por el surgimiento de luchas masivas, particularmente en los países centrales de Europa Occidental con el movimiento de mayo de 1968 en Francia, seguido por el movimiento de "otoño caliente" en Italia en 1969; y muchos otros como el de Argentina en la primavera de 1969[1] y Polonia en el invierno de 1970-71. En estos movimientos masivos, grandes sectores de la nueva generación de trabajadores que no habían experimentado la guerra plantearon de nuevo la cuestión de la perspectiva del comunismo como una posibilidad.
Ligado a este movimiento general de la clase obrera de finales de la década de 1960 y principios de la de 1970, debemos igualmente destacar el despertar internacional, a escala muy pequeña pero no por ello menos significativa, de la Izquierda Comunista organizada, la tradición que había permanecido fiel a la bandera de la revolución proletaria mundial durante la larga noche de la contrarrevolución. En este despertar, la constitución de la CCI significó una renovación y un importante impulso para la Izquierda Comunista en su conjunto[2].
Ante una dinámica hacia una tendencia a la politización de las luchas obreras, la burguesía (que se había visto sorprendida por el movimiento de mayo de 1968) desarrolló inmediatamente una contraofensiva a gran escala y a largo plazo para evitar que la clase obrera diera su propia respuesta a la crisis histórica de la economía capitalista: la revolución proletaria.
2) Debido a la ruptura de la continuidad política con el movimiento obrero del pasado, esta tendencia hacia la politización del proletariado durante la década de 1960 se manifestó por el surgimiento de lo que Lenin llamó un "pantano político": un medio de grupos y elementos confusos y, al mismo tiempo, una zona de tránsito, ubicada entre la burguesía y el proletariado. En el momento de su mayor expansión, este espacio de politización estuvo compuesto, a escala mundial, esencialmente de elementos jóvenes e inexpertos, entre ellos muchos estudiantes. Ya en la primera mitad de los años setenta se produjo una decantación en este "pantano" que se manifestó en el hecho de que:
- la izquierda y la extrema izquierda del capital consiguieron recuperar gran parte de estos jóvenes elementos en proceso de politización;
- la frustración y la decepción por el reflujo de las luchas masivas de finales de los años 70 llevaron a muchos de ellos, fuertemente marcados por la impaciencia y el "radicalismo" de la pequeña burguesía, a luchas parciales o a las acciones violentas y minoritarias del terrorismo (la banda de Baader en Alemania, las Brigadas Rojas en Italia, posteriormente Acción Directa en Francia…)
- el componente de este "pantano" que trataba de encontrar posiciones proletarias, tendió más a orientarse a los callejones sin salida de los “autónomos”, el obrerismo (“operaismo”), los “libertarios”, o la defensa del mito de la "autogestión"[3].
Además, la adhesión "crítica" de los principales grupos de extrema izquierda (trotskistas y maoístas) a la contrarrevolución y sus prácticas de organización e intervención propias de las organizaciones o sectas criptoestalinistas, así como el ciego activismo de los círculos autonomistas y el culto a la violencia minoritaria por parte de los grupos terroristas; destruyeron a gran parte de esa nueva generación en el proceso de politización. Esta labor destructiva ha contribuido a distorsionar y desacreditar el verdadero movimiento revolucionario del proletariado.
Paralelamente al papel extremadamente negativo desempeñado por este componente seudo "radical" de ese pantano por los grupos de extrema izquierda; la burguesía desarrolló una contraofensiva política contra la reanudación histórica de la lucha de clases. Esta contraofensiva consistió inicialmente, a principios de los años setenta, en plantear la alternativa de “llevar la izquierda al gobierno" en los principales países occidentales, para reconducir así a la clase obrera al terreno electoral y parlamentario, sembrando la ilusión de que el programa de los partidos de izquierda permitiría mejorar las condiciones de vida de las masas explotadas. Esta primera oleada de luchas, que se había desarrollado desde finales de los años sesenta, se agotó durante estos "años de ilusiones".
3) Pero con el empeoramiento de la crisis económica que tuvo lugar en la segunda mitad de los años 70 surgió una nueva oleada de luchas obreras, en las que también participó el proletariado de algunos países de la Europa del este (especialmente en Polonia en el verano de 1980)[4].
Ante esta reanudación de la lucha de clases tras un breve período de reflujo, la burguesía tuvo que modificar su estrategia para impedir cualquier politización del proletariado en sus luchas económicas. Y así, mediante una astuta división de tareas entre las distintas fracciones burguesas, correspondió a los partidos de derecha en el gobierno ejecutar los ataques económicos contra las condiciones de vida del proletariado, mientras que los partidos de izquierda en la oposición (apoyados por los sindicatos y los izquierdistas) tenían la misión de sabotear desde dentro las luchas de los trabajadores, y desviarlos hacia el terreno del engaño electoral.
La huelga de masas en Polonia en agosto de 1980 reveló que el proletariado, a pesar de sufrir la capa de plomo de los regímenes estalinistas, era capaz de alzar la cabeza y rencontrar espontáneamente sus métodos de lucha, incluidas las asambleas generales soberanas, la elección de los comités de huelga responsables ante esas asambleas, la necesaria extensión geográfica de las luchas y su unificación superando las divisiones corporativistas.
- Esta gigantesca lucha de la clase obrera en Polonia reveló que es en la lucha masiva contra los ataques económicos donde el proletariado puede tomar conciencia de su propia fuerza, afirmar su identidad de clase antagónica con el capital y desarrollar su confianza en sí mismo.
- Pero la derrota de los trabajadores polacos, con la fundación del sindicato "libre" Solidarnosc (“Solidaridad”, que se benefició del respaldo de los sindicatos de los países occidentales), también reveló el peso muy fuerte de las ilusiones democráticas en un país donde el proletariado carecía de experiencia de la democracia burguesa. La derrota y represión de los trabajadores polacos abrió, a principios de la década de 1980, un nuevo período de retroceso para la lucha de clases internacional.
4) Sin embargo, aunque profundo, este reflujo resultó efímero. En la primera mitad de la década de 1980 y ante el empeoramiento de la crisis económica, la explosión del desempleo, y los nuevos ataques a las condiciones de vida del proletariado en los países centrales, volvió a surgir una tercera oleada de luchas. Aún con la derrota de la larga huelga de mineros en Gran Bretaña en 1985, esta oleada de luchas se manifestó en un desgaste de la izquierda en la oposición, un creciente descrédito de los sindicatos (como se vio en muchos países, incluidos los escandinavos, por las huelgas espontáneas esporádicas que estallaban al margen y contra las repetidas maniobras de sabotaje sindical). Esta tercera ola de luchas obreras se acompañó de un aumento de las tasas de abstención en las elecciones.
Para no dejarse sorprender como sucediera en mayo del 68 y paralizar cualquier dinámica de confrontación con el sindicalismo, la burguesía puso en marcha una tercera estrategia: fortalecer su aparato de encuadramiento de la clase obrera para impedir cualquier extensión de las luchas más allá de la corporación o el sector, sabotear la identidad de clase del proletariado mediante la división entre los de "cuello blanco" y los de "cuello azul", e impedir cualquier intento de autoorganización del proletariado.
5) Fue la burguesía inglesa - la más inteligente del mundo[5] - con la política de la "Dama de Hierro" (Margaret Thatcher), la que marcó a la clase dominante del resto de los países centrales la pauta de la estrategia para frenar la dinámica de la lucha de clases:
- Gracias al trabajo de sabotaje del sindicato de mineros, la clase dominante encerró a los trabajadores en una larga y agotadora huelga corporativista que quedó totalmente aislada del resto de sectores productivos. La amarga derrota de la huelga de los mineros significó un golpe brutal para toda la clase obrera de este país. Este éxito de la clase dominante en Gran Bretaña sirvió de modelo para la burguesía de otros países, sobre todo en Francia, el país de Europa donde el proletariado es tradicionalmente extremadamente combativo. La burguesía francesa se inspiró en la política de la "Dama de Hierro" para detener la dinámica de la lucha de clases, encerrando a los obreros en el corporativismo y, sobre todo, promoviendo la tendencia al “cada uno a la suya” (que fue uno de los primeros fenómenos de la descomposición del capitalismo[6]).
- En 1986, y dado que los sectores tradicionalmente más combativos y experimentados del proletariado francés se habían enfrentado ya en varias ocasiones, desde 1968, al sabotaje sindical (en la minería, el acero, el transporte, la industria automotriz, etc.), la burguesía sólo pudo utilizar esa estrategia creando “coordinadoras” destinadas a tomar el relevo de las grandes centrales sindicales desacreditadas.
- En Italia, cuyo proletariado también había desarrollado luchas masivas muy importantes (en particular las del "otoño caliente" de 1969), la burguesía también desplegó esa misma política de confinamiento en el corporativismo recuperando, después de 1987, la coordinadora de los trabajadores de la educación.
- En Francia, y a pesar de la derrota de la huelga ferroviaria de 1986 (merced al sabotaje efectuado por las “coordinadoras” de la SNCF -compañía de ferrocarriles-), apenas dos años más tarde, en 1988, la combatividad estalló de nuevo en otro sector público, el de los hospitales. Ante el profundo descontento general que existía hacía los sindicatos, y el potencial peligro de que esta lucha masiva se extendiese a todo el servicio público, la clase dominante reforzó más aún su estrategia de confinamiento corporativista y división de la clase obrera. La burguesía francesa pudo utilizar un sector profesional aún inexperto y políticamente "atrasado" como la enfermería, para entorpecer cualquier tentativa de unificación del movimiento en los hospitales, saboteando así cualquier posibilidad de extender la lucha a otros sectores del servicio público.
- Para romper el movimiento en los hospitales, la maniobra de la burguesía consistió en ofrecer sólo a las enfermeras un "soborno" (un aumento salarial de 350 francos al mes, de un fondo de mil millones de francos que tenía reservado de antemano), mientras el resto de las categorías de personal hospitalario que se habían movilizado no obtuvieron nada. Si esta derrota de la clase obrera, en el contexto de la tendencia histórica de "cada uno a la suya", pudo ser infligida al proletariado, sólo fue merced al trabajo sucio de la llamada “Coordinadora de Enfermeras”, autoproclamada y puesta en marcha repentinamente gracias al sindicato CFDT. Esta “Coordinadora”, auténtico engendro parasindical, consiguió desviar la cólera de las enfermeras al terreno podrido de la defensa de su "estatus" de "Bac+3" (Bachillerato más tres años de estudios adicionales) para justificar un aumento de su salario, cuando lo cierto es que el movimiento había partido de la falta de personal y del deterioro de las condiciones de trabajo que afectaba igualmente a todas las categorías de personal hospitalario (las de "cuello blanco" y las de "cuello azul"). (Véase nuestro folleto en francés “Bilan de la lutte des infirmières: les coordinations, la nouvelle arme de la bourgeoisie”[7]).
En otros países europeos, incluyendo Alemania (sobre todo en la industria automotriz), esta maniobra burguesa de conceder aumentos salariales únicamente a una categoría de obreros de la misma empresa tenía la intención de dividir a los trabajadores, aumentar la competencia entre ellos, socavar su solidaridad de clase a fin de enfrentarlos entre sí.
Y, lo que es peor, con esta estrategia de división del proletariado que aboga por el “cada uno a la suya”, la burguesía y sus lacayos de los sindicatos han tratado permanentemente de que lo que eran en realidad derrotas de la clase obrera ¡parecieran victorias!
Los revolucionarios no deben subestimar el maquiavelismo de la burguesía cuando analizan la evolución de la relación de fuerzas entre las clases. Tal maquiavelismo sólo puede continuar desarrollándose con el agravamiento de los ataques contra toda la clase explotada[8]. El estancamiento que vivió la lucha de clases, y su posterior declive, a finales de los años ochenta, fue resultado de la capacidad de la clase dominante para revertir algunas manifestaciones de la descomposición de la sociedad burguesa – y sobre todo esa tendencia al “cada uno a la suya” – contra la clase obrera.
6) Ya desde el reflujo que siguió a la primera oleada de luchas, podemos ver cómo han sido esencialmente las ilusiones democráticas (alimentadas por la contraofensiva de la burguesía y el sabotaje sindical) lo que han constituido el principal obstáculo para la politización de las luchas de la clase obrera.
Como se destaca en el artículo de la Revista Internacional n°23, "La lucha del proletariado en el capitalismo decadente"[9], la clase obrera se enfrenta a varios factores de dificultad para la politización de sus luchas: La verdadera naturaleza del proletariado, que es una clase a la vez explotada, desposeída de toda propiedad, y revolucionaria, siempre ha significado que la conciencia de clase no puede avanzar de victoria en victoria, sino que sólo puede desarrollarse de manera desigual hacia la victoria a través de una serie de derrotas, tal y como afirmó Rosa Luxemburgo.
En el período de la decadencia:
- la clase obrera ya no puede dotarse de organizaciones de masas permanentes, partidos políticos y sindicatos obreros con los que defender sus intereses;
- ya no existe un programa político "mínimo" como sí sucedía en el período ascendente, sino sólo un programa "máximo"[10]. La democracia burguesa y su marco nacional ya no son un campo para la acción política del proletariado;
- el Estado burgués ha aprendido a utilizar inteligentemente contra la politización de la clase obrera lo que antaño fueron partidos políticos del proletariado.
Además, en el período actual:
- el Estado burgués ha aprendido a ralentizar el ritmo de la crisis económica y a planificar, de común acuerdo con los sindicatos, sus ataques anti obreros, dándose todos los medios con los que evitar una respuesta unificada de la clase obrera, y una reapropiación de los objetivos políticos últimos de su lucha contra el capitalismo.
- todas las fuerzas del capitalismo actúan para bloquear la politización de la clase obrera, impidiéndole establecer el vínculo entre sus luchas económicas de resistencia a la explotación y la negativa de los trabajadores de los países centrales a dejarse encuadrar en la política belicista de la burguesía. Esta maniobra tuvo especial significación a principios de los años 1980, con las campañas pacifistas contra la política de la "guerras de las estrellas” de Reagan.
7) Cuando ya la tercera oleada de luchas comenzaba a agotarse a finales de esa década de los 80, tuvo lugar un hecho importante en la situación internacional: el espectacular colapso del bloque del Este y de los regímenes estalinistas en 1989[11]. Este acontecimiento supuso un golpe tremendo a la dinámica de la lucha de clases, modificando significativamente la relación de fuerzas entre proletariado y la burguesía en beneficio de esta última. Este acontecimiento supuso una conmoción que marcaba la entrada del capitalismo en la última fase de su decadencia: la de la descomposición. Con su hundimiento, el estalinismo rindió un último servicio a la burguesía, puesto que permitió que esta pusiese fin a la dinámica de la lucha de clases que, con avances y retrocesos, se había desarrollado a lo largo de dos décadas.
En efecto, puesto que no fue la lucha del proletariado sino la putrefacción en la raíz de la sociedad capitalista lo que acabó con el estalinismo, la burguesía pudo aprovechar este acontecimiento para desencadenar una gigantesca campaña ideológica destinada a perpetuar la mayor mentira de la historia: la identificación del comunismo con el estalinismo. Con ello, la clase dominante asestó un golpe durísimo a la conciencia del proletariado. Las ensordecedoras campañas de la burguesía sobre el supuesto "fracaso del comunismo" han causado una regresión del proletariado en su marcha hacia su perspectiva histórica de derrocamiento del capitalismo. Han infligido un golpe a la identidad de clase del proletariado[12].
Este profundo retroceso de la conciencia y la lucha de clases se puso de manifiesto por un descenso de la combatividad de los trabajadores en todos los países, un reforzamiento de las ilusiones democráticas, una intensa recuperación del control sindical, y una gran dificultad para que el proletariado retome el camino de sus luchas masivas a pesar del empeoramiento de la crisis económica, el aumento del desempleo, la precariedad y el deterioro general de todas sus condiciones de vida en todos los sectores y todos los países.
Más aún, con la entrada del capitalismo en la fase final de su decadencia, el proletariado tuvo que enfrentarse a los miasmas de la descomposición de la sociedad burguesa, que dificultan su capacidad para reencontrar el camino de su perspectiva revolucionaria. En el plano ideológico, “los diferentes elementos que constituyen la fuerza del proletariado se contraponen directamente con las diversas facetas de esta descomposición ideológica:
- la acción colectiva, la solidaridad, encuentran ante ellos la atomización, el “sálvese quien pueda”, el “cada cual que se las arregle”;
- la necesidad de organización se enfrenta a la descomposición social, a la desestructuración de las relaciones que subyacen a toda vida en sociedad;
- la confianza en el futuro y en sus propias fuerzas se ve constantemente socavada por la desesperación general que invade la sociedad, por el nihilismo, por el "no futuro";
- la conciencia, la lucidez, la coherencia y la unidad de pensamiento, el gusto por la teoría deben abrirse paso con mucha dificultad en medio de la huida hacia quimeras, las drogas, las sectas, el misticismo, el rechazo de la reflexión, la destrucción del pensamiento que caracterizan a nuestro tiempo.”. (Tesis sobre la descomposición, Revista Internacional n° 62)
Con este retroceso de su perspectiva revolucionaria y su identidad de clase, el proletariado perdió también mucha confianza en sí mismo y en su capacidad para enfrentarse eficazmente al capitalismo en defensa de sus condiciones de vida.
8) Uno de los factores objetivos que agravaron la pérdida de la identidad de clase del proletariado fueron las políticas de deslocalización y reestructuración del aparato productivo en los principales países de Europa Occidental y Estados Unidos. Las grandes concentraciones obreras fueron desmanteladas con el cierre de cuencas mineras, acerías, factorías de automóviles, etc., en sectores donde la clase obrera había desarrollado tradicionalmente luchas masivas y muy combativas. Esta desertificación industrial se vio acompañada por la acentuación de campañas ideológicas sobre el final de la lucha de clases y, por tanto, de cualquier perspectiva revolucionaria. Estas campañas burguesas han podido desarrollarse gracias a que los partidos estalinistas o socialdemócratas llevan décadas identificando a la clase obrera únicamente a los de “cuello azul” (los que visten “mono de trabajo”), ocultando así el hecho de que lo que define a la clase obrera es el trabajo asalariado y la explotación de la fuerza de trabajo. Además, el desarrollo de las nuevas tecnologías hace que el proletariado de "cuello blanco" esté mucho más disperso en pequeñas unidades de producción, lo que hace más difícil que surjan luchas masivas.
En esta situación de retroceso de la conciencia de clase del proletariado y de alejamiento de su perspectiva revolucionaria, el “cada uno a la suya” individualista y la competitividad para sobrevivir en medio de una creciente recesión económica tienden a dominar.
El aumento del desempleo y de la precariedad han hecho surgir el fenómeno de la "uberización" del trabajo. Al utilizar una plataforma de Internet como intermediario para encontrar trabajo, la uberización disfraza la venta de mano de obra a un patrón como si fuese "autoempleo", agudizando además el empobrecimiento y la precariedad del "autoempleado". La uberización del trabajo individual acentúa, la dificultad para hacer huelgas, puesto que la auto explotación de estos trabajadores dificulta considerablemente su capacidad para luchar colectivamente y desarrollar la solidaridad contra la explotación capitalista.
9) La bancarrota del banco Lehman Brothers y la crisis financiera de 2008 permitieron a la burguesía dar un nuevo golpe a la conciencia del proletariado, mediante una gran campaña ideológica de alcance mundial que trataba de inculcar la idea (planteada por los partidos de izquierda) de que los responsables de la crisis eran los “banqueros corruptos”, haciendo creer que el capitalismo se personifica en los “traders” bursátiles o en el poder del dinero.
La clase dominante pudo así ocultar las raíces del fracaso de su sistema. Pretendía, por un lado, que la clase obrera se viese arrastrada a la defensa del Estado "protector" ya que se suponía que las medidas del rescate a los bancos habían de proteger a los pequeños ahorradores. Por otra parte, esta política de rescate bancario también ha sido utilizada, en particular por la izquierda, para acusar a los gobiernos que defienden a los banqueros y al mundo financiero.
Pero más allá del efecto de estas mistificaciones, el mayor impacto de esta campaña sobre la clase obrera ha sido el de reforzar su impotencia frente a un sistema económico impersonal cuyas leyes generales serían como leyes naturales que no pueden ser controladas o alteradas.
10) El estallido de conflictos imperialistas en Oriente Próximo y Medio, así como la miseria absoluta de las masas empobrecidas de los países del continente africano, han provocado un creciente flujo de refugiados hacia los países de Europa Occidental. Al otro lado del Atlántico, el hundimiento del capitalismo en la descomposición también se ha puesto de manifiesto por el éxodo de oleadas de migrantes desde los países latinoamericanos a los Estados Unidos.
Estas manifestaciones de la descomposición de la sociedad capitalista han dado lugar al surgimiento de un nuevo peligro para el proletariado: la ideología populista basada en una política "identitaria" que ataca la solidaridad del proletariado, y que esparce la ilusión de que, frente a la agudización de la crisis, y los “recortes en los recursos”, las poblaciones autóctonas sólo podrían alejar el empeoramiento de su situación a expensas de otras capas no explotadoras de la población. Esta política se traduce en el proteccionismo, la estigmatización de los inmigrantes como "aprovechados del Estado del bienestar", y el cierre de las fronteras a las oleadas de inmigrantes.
El sentimiento de rechazo cada vez más abierto entre los trabajadores respecto a los partidos burgueses tradicionales y las "élites", no ha desembocado sin embargo en una politización del proletariado en su terreno de clase, sino a una búsqueda de "nuevos" personajes en el terreno electoral de la democracia burguesa, Estos "nuevos hombres" son en su mayoría demagogos y aventureros populistas (como Donald Trump). El ascenso de los partidos de extrema derecha en varios países europeos, así como la llegada al poder de Trump en Estados Unidos, beneficiándose de muchos votos de trabajadores del llamado "cinturón de la chatarra" (zonas industriales desertificadas), revela que algunos sectores del proletariado (particularmente golpeados por el desempleo) pueden verse intoxicados por el veneno del populismo, la xenofobia, el nacionalismo y todas las ideologías reaccionarias y oscurantistas que emanan del asqueroso estercolero del pudrimiento del capitalismo.
Esa tendencia al “cada uno a la suya” y a la desarticulación de la sociedad también se ha manifestado en el peligro de reclutamiento de algunos sectores del proletariado detrás de las banderas nacionales o regionales (como sucedió durante la crisis independentista de Cataluña en 2018).
11) Dada la gran dificultad actual de la clase obrera para desarrollar sus luchas, su incapacidad por el momento para recuperar su identidad de clase y abrir una perspectiva para la sociedad en su conjunto, el terreno social tiende a estar ocupado por luchas interclasistas particularmente marcadas por la pequeña burguesía. Esta capa social, sin porvenir histórico, sólo puede transmitir la quimera de la posibilidad de reformar el sistema capitalista reivindicando un capitalismo "de rostro humano", más democrático, más justo, más limpio, más preocupado por los pobres y por la preservación del planeta.
Estos movimientos interclasistas son producto de la falta de toda perspectiva, algo que afecta hoy a la sociedad en su conjunto, incluyendo una parte significativa de la propia clase dominante.
La revuelta popular de los "chalecos amarillos" en Francia contra "el coste de la vida", así como el movimiento internacional de la "Juventud por el clima" son una ilustración del peligro del interclasismo para el proletariado[13]. La revuelta ciudadana de los "chalecos amarillos" (inicialmente apoyada y alentada por todos los partidos de derecha y de extrema derecha) ha mostrado la capacidad que tiene la burguesía para utilizar los movimientos sociales interclasistas contra la conciencia del proletariado.
Mediante la concesión de ayudas por un importe de 10.000 millones de euros para, supuestamente, contener el caos que acompañó a las manifestaciones de los Chalecos Amarillos, la burguesía francesa y sus medios de comunicación pudieron instilar, insidiosamente, la idea de que sólo los movimientos ciudadanos, los interclasistas y los métodos de lucha propios de la pequeña burguesía pueden hacer retroceder al gobierno.
En puertas de una aceleración de los ataques económicos contra la clase explotada y del peligro del resurgimiento de las luchas obreras, la burguesía trata ahora de difuminar los antagonismos de clase. Cuando trata de anegar y diluir al proletariado entre la “población”, la “ciudadanía”, lo que la clase dominante pretende es impedir que recupere su identidad de clase. La cobertura mediática internacional del movimiento de los Chalecos Amarillos revela que ésta es una preocupación de la burguesía de todos los países.
El movimiento juvenil por el clima, aunque expresa la preocupación general y la inquietud por la amenaza de destrucción de la humanidad, se ha desviado completamente al terreno de las luchas parciales, fácilmente recuperables por la burguesía y muy fuertemente marcadas por la pequeña burguesía.
- “Sólo el proletariado lleva en sí mismo una perspectiva para la humanidad y, en este sentido, en sus filas es donde existe una mayor capacidad para resistir esta descomposición. Sin embargo, él mismo no se encuentra a salvo, puesto que la pequeña burguesía con la que convive es precisamente su principal vehículo. En este período, su objetivo será resistir los efectos nocivos de la descomposición en su seno, contando únicamente con sus propias fuerzas, con su capacidad de luchar colectiva y solidariamente en defensa de sus intereses en tanto que clase explotada" (Tesis sobre la descomposición).
La lucha por la autonomía de clase del proletariado es pues crucial en esta situación impuesta por el agravamiento de la descomposición del capitalismo:
- contra las luchas interclasistas;
- contra las luchas parciales que plantean todo tipo de categorías sociales, dando la falsa ilusión de "comunidad protectora";
- contra las movilizaciones en el terreno podrido del nacionalismo, del pacifismo, de la “mejora del medioambiente”, etc.
En el balance de fuerzas entre burguesía y proletariado, es siempre la clase dominante la que está en la ofensiva, excepto en una situación revolucionaria. Pese a sus dificultades internas y la creciente tendencia a una pérdida de control de su aparato político, lo cierto es que la burguesía ha conseguido revertir las manifestaciones de la descomposición de su sistema contra la conciencia y la identidad de clase del proletariado. La clase obrera no ha superado, pues, aún, el profundo retroceso que experimentó tras el colapso del bloque del Este y los regímenes estalinistas. Y más aun teniendo en cuenta que las campañas democráticas y anticomunistas que se mantienen desde hace décadas, se ponen regularmente en boga (por ejemplo, con motivo del centenario de la Revolución de Octubre de 1917).
12) Y, sin embargo, pese a esas tres décadas de retroceso de la lucha de clases, la burguesía no ha logrado hasta ahora infligir una derrota decisiva a la clase obrera, como sí consiguió en los años 1920-1930. A pesar de la gravedad de lo que hoy está en juegos en el período histórico actual, la situación no es idéntica a la del período contrarrevolucionario. El proletariado de los países centrales no ha sufrido una derrota física (como sí vimos en el aplastamiento sangriento de la revolución en Alemania durante la primera ola revolucionaria de 1917-23). No ha sido alistado detrás de las banderas nacionales. La gran mayoría de los proletarios no están dispuestos a sacrificar sus vidas en el altar de la defensa del capital nacional. En los principales países industrializados, tanto en Estados Unidos como en Europa, las masas proletarias no se han sumado a las cruzadas imperialistas (bautizadas como "humanitarias") de "su" burguesía nacional.
La lucha de clases del proletariado está hecha de avances y retrocesos en los que la clase obrera se esfuerza por superar sus derrotas, aprender de ellas y volver de nuevo al combate. Como analizó Marx en el 18 de Brumario: "las revoluciones burguesas, como las del siglo XVIII, corren raudas de un éxito a otro, (...) por el contrario, las revoluciones proletarias, como las del siglo XIX, se critican constantemente a sí mismas, interrumpen a cada momento su propio curso, regresan a lo que ya parece haber sido logrado y comienzan de nuevo, se burlan despiadadamente de las vacilaciones, las debilidades y las flaquezas de sus primeros intentos, parecen derribar a su oponente sólo para permitirle sacar nuevas fuerzas de la tierra y recuperarse de nuevo, formidable, frente a ellos, retroceden constantemente ante la inmensidad infinita de sus propias metas, hasta que se crea finalmente una situación que hace que sea imposible dar marcha atrás, y las circunstancias mismas gritan: ¡Hic Rhodus, hic salta!".
Estas "circunstancias", que deben crear "la situación que hace que sea imposible dar marcha atrás", estarán determinadas, en primer lugar, por el agotamiento de los paliativos que hasta ahora han permitido a la burguesía frenar el hundimiento de la economía mundial. En efecto, para que se den las condiciones de surgimiento de un período de lucha revolucionaria, es necesario "que los explotadores no puedan vivir y gobernar como lo hicieron en el pasado. Sólo cuando "los de abajo" ya no quieran y "los de arriba" no puedan seguir viviendo a la antigua usanza, sólo entonces podrá triunfar la revolución". (Lenin, La Enfermedad Infantil del Comunismo).
La inexorable agravación de la miseria, la precariedad, el desempleo y los ataques a la dignidad de los explotados, en los años venideros, constituyen la base material que empujará a las nuevas generaciones de proletarios a retomar el camino de las luchas que emprendieron las generaciones anteriores en defensa de sus condiciones de vida. Por ciertos que sean los peligros que amenazan al proletariado, el período de descomposición del capitalismo no ha puesto fin a las "circunstancias" objetivas que han representado el aguijón de los combates revolucionarios del proletariado desde el comienzo del movimiento obrero.
13) La agravación de la crisis económica ya ha hecho emerger una nueva generación en la escena social, aunque sea de forma muy limitada y embrionaria: en 2006, el movimiento de los estudiantes en Francia contra el CPE, seguido cinco años más tarde por el movimiento de los "Indignados” en España[14]. Estos dos movimientos masivos de la juventud proletaria redescubrieron, espontáneamente, los métodos de lucha de la clase obrera, sobre todo la cultura del debate en asambleas generales masivas abiertas a todos.
Estos movimientos se caracterizaron también por la solidaridad entre generaciones, a diferencia del movimiento estudiantil de finales de la década de 1960, muy marcado por el peso de la pequeña burguesía, que se desarrolló contra la generación que había sido reclutada para la guerra.
Si en el movimiento contra el CPE, la gran mayoría de los estudiantes que luchaban contra la perspectiva del desempleo y la precariedad se reconocían como parte de la clase obrera, los Indignados en España (aunque su movimiento se extendió internacionalmente a través de las redes sociales) no tenían una clara conciencia de pertenencia a la clase explotada.
Mientras que el movimiento masivo contra el CPE fue una respuesta proletaria a un ataque económico (lo que hizo que la burguesía se viese obligada a recular retirando el CPE), el movimiento de los Indignados estuvo marcado, esencialmente, por una reflexión global sobre la bancarrota del capitalismo y la necesidad de otra sociedad.
En esta nueva generación aún no se ha recuperado la identidad de clase del proletariado, a causa de la falta de experiencia de esta joven generación, y de su vulnerabilidad a las mistificaciones de la ideología de la "altermundialización", así como a su dificultad para reapropiarse de la historia y la experiencia del movimiento obrero.
Sin embargo, estos movimientos habían comenzado a sentar los primeros jalones de una lenta maduración de la conciencia en el seno de la clase obrera (y sobre todo de sus jóvenes generaciones altamente cualificadas) sobre lo que está en juego en la presente situación histórica.
14) Una característica esencial del desarrollo de la conciencia de clase del proletariado ha sido siempre su capacidad de maduración subterránea, es decir, la aptitud para desarrollarse fuera de períodos de lucha abierta e incluso en períodos de grandes derrotas. La conciencia de clase puede desarrollarse en profundidad, en el seno de pequeñas minorías, aun cuando no se extienda ampliamente a todo el proletariado. Por lo tanto, el desarrollo de la conciencia de clase no debe medirse únicamente por la extensión inmediata que alcanza en el proletariado en un período determinado, sino también a través de su continuidad histórica. En el artículo de la Revista Internacional n°42 "Debate interno: Los deslizamientos centristas hacia el consejismo", afirmamos ya que: “Hay que distinguir entre aquello que refleja una continuidad del movimiento histórico del proletariado -la elaboración progresiva de sus posiciones políticas y su programa- y lo que está vinculado a factores circunstanciales -la amplitud de su asimilación y su impacto en el conjunto de la clase-".
La existencia y la resuelta pervivencia por parte de las organizaciones de la Izquierda comunista hasta el presente, en las difíciles condiciones de la descomposición del capitalismo, son expresión de esta capacidad subterránea de la conciencia de clase para desarrollar su movimiento histórico en un período de profunda desorientación del proletariado como el que vivimos hoy.
Esta maduración subterránea de la conciencia de clase del proletariado se manifiesta hoy, también, en el surgimiento de pequeñas minorías y elementos jóvenes que buscan una perspectiva de clase y las posiciones de la Izquierda comunista.
Las organizaciones de la Izquierda comunista no deberían menospreciar esas minorías, aunque pudieran parecer insignificantes. El proceso de decantación en el período de la descomposición del capitalismo es mucho más lento y costoso que el que tuvo lugar a finales de los años sesenta y principios de los setenta.
A pesar de los efectos nocivos de la descomposición y de los peligros que representa para el proletariado, "hoy, la perspectiva histórica sigue estando totalmente abierta. A pesar del golpe que supuso el colapso del bloque del Este para la toma de conciencia del proletariado, éste no ha sufrido ninguna derrota importante en el terreno de su lucha. (...) Pero, además, y este es el elemento que determina en última instancia la evolución de la situación mundial, el mismo factor que está en la raíz del desarrollo de la descomposición, la agravación inexorable de la crisis del capitalismo constituye el estímulo esencial para la lucha y la toma de conciencia de la clase obrera, la condición misma de su capacidad para resistir el emponzoñamiento derivado del pudrimiento de la sociedad. En efecto, mientras el proletariado no puede encontrar un terreno para la unidad de clase en las luchas parciales contra los efectos de la descomposición, su lucha contra los efectos directos de la crisis misma sí constituye la base para el desarrollo de su fuerza y unidad de clase" (Tesis sobre la descomposición).
15) En las luchas económicas y defensivas del proletariado "a veces triunfan los obreros; pero es un triunfo efímero. El resultado real de sus luchas no es tanto el éxito inmediato como la unión creciente de los trabajadores. Esta unión se ve facilitada por el desarrollo de los medios de comunicación creados por una gran industria y permiten a los obreros de diferentes localidades ponerse en contacto entre ellos. Y basta esta toma de contacto para centralizar las muchas luchas locales, que en todas partes tienen el mismo carácter, en una lucha nacional, una lucha de clases. Pero toda lucha de clases es una lucha política, y la unión que los burgueses de la Edad Media tardaban siglos en establecer a través de los caminos vecinales, los proletarios modernos la realizan en pocos años gracias a los ferrocarriles. Esta organización del proletariado en la clase, y por tanto en el partido político, es siempre destruida de nuevo por la competencia entre los trabajadores mismos. Pero siempre renace, y siempre es más fuerte, más firme, más poderosa" (Manifiesto Comunista).
Ese “desarrollo de los medios de comunicación" que permiten a los trabajadores "ponerse en contacto" para "centralizar las luchas locales" ya no son los ferrocarriles como en la época de Marx, sino las nuevas tecnologías digitales de telecomunicaciones.
De hecho, si bien los efectos de la "globalización", las deslocalizaciones, la desaparición de partes enteras de la industria, la dispersión en multitud de pequeñas unidades de producción, la multiplicación de pequeños empleos en los servicios, la precariedad y la “uberización” del trabajo han contribuido a socavar la identidad de clase del proletariado en las viejas metrópolis industriales; las nuevas condiciones económicas, tecnológicas y sociales en las que se encuentra hoy en día contienen elementos favorables a la reconquista de esta identidad de clase, a una escala mucho mayor que en el pasado. La "globalización" y especialmente el desarrollo de Internet, la creación de una especie de "red global" de conocimientos, habilidades, cooperación en el trabajo, al mismo tiempo que los viajes de millones de personas crean las bases objetivas para el desarrollo de una identidad de clase a escala planetaria, especialmente para las nuevas generaciones proletarias.
16) Una de las principales razones por las que el proletariado no ha podido desarrollar sus luchas y su conciencia al nivel que requería la gravedad de la situación histórica es la ruptura de la continuidad política con el movimiento obrero del pasado (y, sobre todo, con la primera oleada revolucionaria de 1917-23). Esta ruptura quedó ilustrada por la debilidad de las organizaciones revolucionarias de la corriente de la Izquierda comunista que combatieron el estalinismo en los años 1920 y 1930.
Esto abunda en la enorme responsabilidad que recae en la Izquierda comunista como puente entre el antiguo partido desaparecido (la III Internacional) y el futuro partido del proletariado. Sin la constitución de este futuro partido mundial, la revolución proletaria será imposible y la humanidad acabará siendo devorada por la barbarie de la guerra y/o por la lenta descomposición de la sociedad burguesa.
- “Teóricamente, la ventaja que tienen los comunistas sobre el resto del proletariado es la de una clara comprensión de las condiciones, la marcha y los fines generales del movimiento proletario en su conjunto" (Manifiesto Comunista).
Mayo de 2019
[1] Sobre Mayo 68 los artículos que hemos publicado los puedes encontrar en https://es.internationalism.org/series/380 [182] , sobre Italia 1969 ver El “Otoño caliente” italiano de 1969 (I) - Un momento de la recuperación histórica de la lucha de clases https://es.internationalism.org/revista-internacional/201002/2773/el-otono-caliente-italiano-de-1969-i-un-momento-de-la-recuperacion [110]
[2] Ver Uno de los aportes clave de 1968: la renovación de la Izquierda Comunista, https://es.internationalism.org/content/4344/la-renovacion-de-la-izquierda-comunista-uno-de-los-aportes-clave-de-mayo-68 [137]
[3] Ver Auge y decadencia de la «Autonomía obrera», https://es.internationalism.org/revista-internacional/197901/948/auge-y-... [183]
[4] Ver Un año de luchas obreras en Polonia, https://es.internationalism.org/revista-internacional/198110/2318/un-ano-de-luchas-obreras-en-polonia [79]
[5] Cabe añadir que en aquella época (años 80) porque actualmente la sucesión de despropósitos monumentales en torno al Brexit muestra que los efectos de la descomposición han erosionado una parte de esa “inteligencia”.
[6] Ver nuestras "TESIS SOBRE LA DESCOMPOSICION [41]".
[8] Ver Maquiavelismo, consciencia y unidad de la burguesía https://es.internationalism.org/revista-internacional/201710/4239/maquiavelismo-consciencia-y-unidad-de-la-burguesia [185]
[9] Ver https://es.internationalism.org/revista-internacional/200805/2265/la-lucha-del-proletariado-en-el-capitalismo-decadente [186]
[10] El famoso “Programa de Transición” que elaboró la IVª Internacional en 1938 era un remedo trufado de oportunismo de los viejos programas mínimos del periodo 1871-1914.
[11] Vr nuestras Tesis sobre la crisis económica y política en los países del Este https://es.internationalism.org/revista-internacional/201208/3451/tesis-sobre-la-crisis-economica-y-politica-en-los-paises-del-este [40]
[12] Ver Derrumbe del Bloque del Este: Dificultades en aumento para el proletariado, https://es.internationalism.org/revista-internacional/199001/3502/derrumbe-del-bloque-del-este-dificultades-en-aumento-para-el-prole [82]
[13] Ver sobre los primeros, entre otros muchos documentos, Contra la revuelta reaccionaria de los chalecos amarillos el proletariado debe afirmar su autonomía de clase https://es.internationalism.org/content/4412/contra-la-revuelta-reaccionaria-de-los-chalecos-amarillos-el-proletariado-debe-afirmar [108] ; y sobre los segundos nuestra hoja internacional El capitalismo amenaza el planeta y la supervivencia de la humanidad: Sólo la lucha mundial del proletariado puede acabar con la amenaza https://es.internationalism.org/content/4405/el-capitalismo-amenaza-el-planeta-y-la-supervivencia-de-la-humanidad-solo-la-lucha [187]
[14] Sobre el primero ver Tesis sobre el movimiento de los estudiantes de la primavera de 2006 en Francia https://es.internationalism.org/revista-internacional/200606/964/tesis-sobre-el-movimiento-de-los-estudiantes-de-la-primavera-de-200 [48] y sobre el segundo, nuestra hoja internacional 2011: de la indignación a la esperanza https://es.internationalism.org/cci-online/201204/3349/2011-de-la-indignacion-a-la-esperanza [96]
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1) Hace treinta años, la CCI señaló que el sistema capitalista había entrado en la fase final de su período de decadencia, la Descomposición. Este análisis se basó en una serie de hechos empíricos, pero al mismo tiempo proporcionó un marco para entenderlos: "En una situación en la que las dos clases fundamentales y antagónicas de la sociedad se enfrentan sin lograr imponer su propia respuesta decisiva, la historia no puede, sin embargo, detenerse. Incluso menos que para los otros modos de producción que la precedieron, no puede haber una "congelación" o "estancamiento" de la vida social para el capitalismo. Mientras que las contradicciones del capitalismo en crisis no hacen más que empeorar, la incapacidad de la burguesía de ofrecer una perspectiva para toda la sociedad y la incapacidad del proletariado de afirmar abiertamente la suya propia en el futuro inmediato sólo puede conducir a un fenómeno de descomposición generalizada, de descomposición de la sociedad en pie. "("La descomposición, la última fase de la decadencia del capitalismo", tesis 4, Revista Internacional N° 62[1])
Nuestro análisis fue cuidadoso para aclarar los dos significados del término "descomposición"; por un lado, se aplica a un fenómeno que afecta a la sociedad, particularmente en el período de decadencia del capitalismo y, por otro lado, designa una fase histórica particular de este último, su fase final:
Sobre todo, este último punto, el hecho de que la descomposición tiende a convertirse en el factor decisivo en la evolución de la sociedad y, por lo tanto, de todos los componentes de la situación mundial -una idea que de ninguna manera comparten los demás grupos de la izquierda comunista[2]-, constituye el eje principal de esta resolución.
2) Las tesis de mayo de 1990 sobre la descomposición destacan toda una serie de características en la evolución de la sociedad que resultan de la entrada del capitalismo en esta última fase de su existencia. El informe aprobado por el 22º Congreso señalaba el empeoramiento de todas estas características, como por ejemplo:
El mismo informe del 22º Congreso de la CCI también destacó la confirmación y el agravamiento de las manifestaciones políticas e ideológicas de descomposición identificadas en 1990:
El informe del 22º Congreso se centró en particular en el desarrollo de un fenómeno ya señalado en 1990 (y que había desempeñado un papel importante en la toma de conciencia de la CCI sobre la entrada del capitalismo decadente en la fase de descomposición): el uso del terrorismo en los conflictos imperialistas. El informe señalaba que: "El crecimiento cuantitativo y cualitativo del papel del terrorismo ha dado un paso decisivo (....) con el ataque a las Torres Gemelas (...) Posteriormente se confirmó con los atentados de Madrid en 2004 y Londres en 2005 (...), la creación de Daesh en 2013-14 (...), los atentados en Francia en 2015-16, Bélgica y Alemania en 2016". El informe también señalaba, en relación con estos ataques y como expresión característica de la descomposición de la sociedad, la propagación del islamismo radical que, aunque inicialmente inspirado por los chiitas (con el establecimiento en 1979 del régimen de los Ayatolas en Irán), se convirtió esencialmente en el resultado del movimiento sunita a partir de 1996 y de la captura de Kabul por los talibanes, y aún más tras el derrocamiento del régimen de Sadam Hussein Husein en Iraq por parte de las tropas estadounidenses.
3) Además de confirmar las tendencias ya identificadas en las tesis de 1990, el informe adoptado por el 22º Congreso señalaba la aparición de dos nuevos fenómenos resultantes de la persistencia de la descomposición y destinados a desempeñar un papel importante en la vida política de muchos países:
Los desplazamientos masivos de población no son fenómenos específicos de la fase de descomposición. Sin embargo, ahora están adquiriendo una dimensión que los convierte en un elemento singular de esta descomposición, tanto por sus causas actuales (en particular el caos bélico que reina en los países de origen) como por sus consecuencias políticas en los países de destino. En particular, la llegada masiva de refugiados a los países europeos ha alimentado la ola populista que se desarrolla en Europa, aunque esta ola comenzó a desarrollarse mucho antes (especialmente en un país como Francia con el surgimiento del Frente Nacional).
4) De hecho, en los últimos veinte años, el número de votos a favor de los partidos populistas se ha triplicado en Europa (del 7% al 25%), con fuertes incrementos tras la crisis financiera de 2008 y la crisis migratoria de 2015. En unos diez países, estos partidos participan en la mayoría gubernamental o parlamentaria: Polonia, Hungría, República Checa, Eslovaquia, Bulgaria, Austria, Dinamarca, Noruega, Suiza e Italia. Además, incluso cuando los grupos populistas no están involucrados en el gobierno, tienen una influencia significativa en la vida política de la burguesía. Se pueden dar tres ejemplos:
Ya sea que las corrientes populistas estén en el gobierno o simplemente trastornando el juego político clásico, no corresponden a una opción racional para la gestión del capital nacional o, por lo tanto, a una carta deliberada jugada por los sectores dominantes de la clase burguesa que, particularmente a través de sus medios de comunicación, denuncian constantemente estas corrientes. Lo que el ascenso del populismo expresa en realidad es la agravación de un fenómeno ya anunciado en las tesis de 1990: "Entre las principales características de la descomposición de la sociedad capitalista, es necesario destacar la creciente dificultad de la burguesía para controlar la evolución de la situación a nivel político. "(Tesis 9) Fenómeno claramente señalado en el informe del 22º Congreso: "Lo que hay que destacar en la situación actual es la confirmación plena de este aspecto que identificamos hace 25 años: la tendencia a una creciente pérdida de control de la clase dominante sobre su aparato político. "
El ascenso del populismo es una expresión, en las circunstancias actuales, de la creciente pérdida de control de la burguesía sobre el funcionamiento de la sociedad como resultado, fundamentalmente, de lo que se encuentra en el centro de su descomposición: la incapacidad de las dos clases fundamentales de la sociedad para dar una respuesta a la crisis insoluble en la que se está hundiendo la economía capitalista. En otras palabras, la descomposición es fundamentalmente el resultado de la impotencia de la clase dominante, impotencia que radica en su incapacidad para superar esta crisis en su modo de producción y que tiende cada vez más a afectar a su aparato político. Entre las causas actuales de la ola populista se encuentran las principales manifestaciones del colapso social: el aumento de la desesperación, el nihilismo, la violencia, la xenofobia, asociado a un creciente rechazo de las "élites" (los "ricos", los políticos, los tecnócratas) y en una situación en la que la clase obrera es incapaz de presentar, ni siquiera de forma embrionaria, una alternativa. Es obviamente posible, ya sea porque él mismo habrá demostrado su propia impotencia y corrupción, o porque una renovación de las luchas de los trabajadores cortará la hierba bajo sus pies, que el populismo pierda su influencia en el futuro. Por otra parte, no puede en modo alguno poner en tela de juicio la tendencia histórica de la sociedad a hundirse en la descomposición, ni sus diversas manifestaciones, incluida la creciente pérdida de control de su juego político por parte de la burguesía. Y esto tiene consecuencias no sólo para la política interna de cada Estado, sino también para todas las relaciones entre los Estados y las configuraciones imperialistas.
5) En 1989-90, ante la dislocación del bloque oriental, analizamos este fenómeno, sin precedentes en la historia, el del colapso de todo un bloque imperialista en ausencia de enfrentamientos generalizados, como la primera gran manifestación del período de descomposición. Al mismo tiempo, examinamos la nueva configuración del mundo que resultó de este acontecimiento histórico:
Así, 1989 marca un cambio fundamental en la dinámica general de la sociedad capitalista:
6) En el paradigma que dominó la mayor parte del siglo XX, la noción de "curso histórico" definió el resultado de una tendencia histórica: o bien la guerra mundial o bien los enfrentamientos de clase, y una vez que el proletariado había sufrido una derrota decisiva (como en la víspera de 1914 o como resultado del aplastamiento de la ola revolucionaria de 1917-23), la guerra mundial se hizo inevitable. En el paradigma que define la situación actual (mientras no se reconstituyan dos nuevos bloques imperialistas, lo que tal vez nunca ocurra), es posible que el proletariado sufra una derrota tan profunda que se le impida definitivamente recuperarse, pero también es muy posible que el proletariado sufra una derrota profunda sin que esto tenga una consecuencia decisiva para la evolución general de la sociedad. Por eso la noción de "curso histórico" ya no es capaz de definir la situación del mundo actual y la relación de fuerzas entre la burguesía y el proletariado.
En cierto modo, la situación histórica actual es similar a la del siglo XIX. De hecho, en aquel momento:
Dicho esto, es importante subrayar que la noción de "curso histórico" utilizada por la Fracción italiana en los años treinta y por la CCI entre 1968 y 1989 era perfectamente válida y constituía el marco fundamental para comprender la situación mundial. El hecho de que nuestra organización haya tenido que tener en cuenta los datos nuevos e inéditos sobre esta situación desde 1989 no puede interpretarse en modo alguno como una puesta en cuestión de nuestro marco analítico hasta esa fecha.
7) Ya en 1990, al mismo tiempo que veíamos la desaparición de los bloques imperialistas que habían dominado la "Guerra Fría", insistíamos en la continuación, e incluso la agravación, de los enfrentamientos bélicos:
Desde entonces, la situación mundial no ha hecho más que confirmar esta tendencia al empeoramiento del caos, como observamos hace un año:
8) El Medio Oriente, donde el debilitamiento del liderazgo norteamericano es más evidente y donde la incapacidad norteamericana de comprometerse militarmente demasiado directamente en Siria ha dejado el campo abierto a otros imperialismos, ofrece una concentración de estas tendencias históricas:
Ni Israel, hostil al fortalecimiento de Hezbolá en El Líbano y Siria, ni Arabia Saudí pueden tolerar este avance iraní; mientras que Turquía no puede aceptar las ambiciones regionales excesivas de sus dos rivales.
Los Estados Unidos y los países europeos tampoco pueden renunciar a sus ambiciones en esta zona estratégica del mundo.
La acción centrífuga de las distintas potencias, pequeñas y grandes, cuyos divergentes apetitos imperialistas chocan constantemente, sólo alimenta la persistencia de los conflictos actuales, como en Yemen, así como la perspectiva de conflictos futuros y la propagación del caos.
9) Mientras que, tras el colapso de la URSS en 1989, Rusia parecía condenada a desempeñar sólo un papel de potencia secundaria, está haciendo un fuerte retorno al plan imperialista. Potencia en declive y carente de la capacidad económica para mantener a largo plazo la competencia militar con otras grandes potencias, ha demostrado, mediante el restablecimiento de sus fuerzas armadas desde 2008, su altísima agresividad militar y su fuerza destructora a nivel internacional:
El actual acercamiento de Rusia a China sobre la base del rechazo de las alianzas americanas en la región asiática, con escasas perspectivas de una alianza a largo plazo dados los intereses divergentes de los dos Estados, la inestabilidad de las relaciones de poder entre las potencias confiere al Estado euroasiático ruso y al continente euroasiático una nueva importancia estratégica en vista del lugar que puede ocupar en la contención de China.
10) Sobre todo, la situación actual está marcada por el rápido ascenso imperialista de China. Esta última tiene la perspectiva (invirtiendo masivamente en nuevos sectores tecnológicos, en particular en inteligencia artificial) de establecerse como potencia económica líder entre 2030 y 2050 y de adquirir para 2050 un "ejército de nivel mundial capaz de lograr una victoria en cualquier guerra moderna". La manifestación más visible de sus ambiciones es el lanzamiento desde 2013 de las "nuevas Rutas de la Seda" (creación de corredores de transporte marítimo y terrestre, acceso al mercado europeo y seguridad de sus rutas comerciales), concebidas como un medio para reforzar su presencia económica, pero también como un instrumento para desarrollar su poder imperialista en el mundo y a largo plazo, amenazando directamente la preeminencia norteamericana.
Este ascenso de China está provocando una desestabilización general de las relaciones entre potencias, que ya han entrado en un grave momento estratégico en el que la potencia dominante, Estados Unidos, intenta contener y se compromete a romper el ascenso de la potencia china que la amenaza. La respuesta estadounidense iniciada por Obama -recuperada y amplificada por Trump por otros medios- representa un punto de inflexión en la política estadounidense. La defensa de sus intereses como Estado nacional sigue ahora a la del cada uno a la suya, que domina las relaciones imperialistas: Estados Unidos pasa de ser el gendarme del orden mundial a ser el agente principal del cada uno a la suya y del caos y cuestiona el orden mundial que se estableció bajo sus auspicios desde 1945.
Esta "batalla estratégica por el nuevo orden mundial entre Estados Unidos y China", que se libra en todas las áreas a la vez, aumenta aún más la incertidumbre y la imprevisibilidad ya arraigadas en una situación de descomposición particularmente compleja, inestable y cambiante: este gran conflicto obliga a todos los Estados a reconsiderar sus opciones imperialistas en evolución.
11) Las etapas del ascenso de China son inseparables de la historia de los bloques imperialistas y de su desaparición en 1989: la posición de la izquierda comunista que afirmaba la "imposibilidad de cualquier emergencia de nuevas naciones industrializadas" en el período de decadencia y la condena de los Estados "que no lograron su "despegue industrial" antes de la Primera Guerra Mundial para estancarse en el subdesarrollo, o para superar un atraso crónico en comparación con las potencias dominantes" era perfectamente válida en el período de 1914 a 1989. Fue la camisa de fuerza de la organización del mundo en dos bloques imperialistas opuestos (permanentes entre 1945 y 1989) en preparación para la guerra mundial lo que impidió cualquier ruptura de la jerarquía entre las potencias. El ascenso de China comenzó con la ayuda estadounidense que recompensó su cambio imperialista a los Estados Unidos en 1972. Continuó de manera decisiva después de la desaparición de los bloques en 1989. China parece ser el principal beneficiario de la "globalización" tras su adhesión a la OMC en 2001, cuando se convirtió en el taller mundial y en el receptor de las deslocalizaciones e inversiones occidentales, convirtiéndose finalmente en la segunda potencia económica del mundo. Fueron necesarias las circunstancias sin precedentes del período histórico de descomposición para permitir el ascenso de China, sin las cuales no habría ocurrido.
El poder de China soporta todos los estigmas del capitalismo terminal: se basa en la sobreexplotación de la fuerza de trabajo proletaria, el desarrollo desenfrenado de la economía de guerra del programa nacional de "fusión militar-civil" y va acompañado de la destrucción catastrófica del medio ambiente, mientras que la "cohesión nacional" se basa en el control policial de las masas sometidas a la educación política del Partido Único y en la feroz represión de las poblaciones alófonas del Xinjiang y el Tíbet musulmanes. De hecho, China es sólo una metástasis gigantesca del cáncer militarista generalizado de todo el sistema capitalista: su producción militar se está desarrollando a un ritmo frenético, su presupuesto de defensa se ha multiplicado por seis en 20 años y ocupa el segundo lugar en el mundo desde 2010.
12) El establecimiento de las "nuevas rutas de la seda" y el progreso gradual, persistente y a largo plazo de China (el establecimiento de acuerdos económicos o asociaciones interestatales en todo el mundo -con Italia, la toma del puerto de Atenas en el Mediterráneo- hacia América Latina; la creación de una base militar en Djibouti -la puerta de entrada a su creciente influencia en el continente africano-- afectan a todos los Estados y perturban los "equilibrios" existentes.
En Asia, China ya ha cambiado el equilibrio de las fuerzas imperialistas en detrimento de Estados Unidos. Sin embargo, no es posible llenar automáticamente el "vacío" dejado por el declive de la dirección norteamericana por el efecto mismo de que el cada uno para sí imperialista y la desconfianza que su poder inspira. Las tensiones imperialistas significativas cristalizan en particular con:
La hostilidad de estos dos Estados hacia China está impulsando su convergencia, así como su acercamiento a Estados Unidos. Estos últimos han lanzado una alianza cuatripartita Japón-Estados Unidos-Australia-India que proporciona un marco para el acercamiento diplomático entre los distintos Estados que se oponen al ascenso de China, pero también un acercamiento militar.
En esta fase de "recuperación" del poder norteamericano, China ésta intenta ocultar sus ambiciones hegemónicas para evitar la confrontación directa con su rival, lo que perjudica sus planes a largo plazo, mientras que Estados Unidos toma ahora la iniciativa de bloquearlo y reorientar la mayor parte de su atención imperialista hacia la zona indo -pacífica.
13) A pesar del populismo de Trump, a pesar de los desacuerdos dentro de la burguesía norteamericana sobre cómo defender su liderazgo y sus divisiones, particularmente en lo que se refiere a Rusia, la administración Trump adopta una política imperialista en continuidad y coherencia con los intereses imperialistas fundamentales del estado norteamericano, lo cual es generalmente aceptado entre los sectores mayoritarios de la burguesía norteamericana: defender el rango de los Estados Unidos como indiscutible primera potencia mundial .
Ante el desafío chino, Estados Unidos está experimentando una importante transformación de su estrategia imperialista mundial. Este cambio se basa en la observación de que el marco de la "globalización" no ha garantizado la posición de Estados Unidos, sino que incluso la ha debilitado. La formalización por parte de la administración Trump del principio de defender sólo sus intereses como Estado nacional y la imposición de relaciones de fuerza rentables a Estados Unidos como base principal para las relaciones con otros Estados, confirma y extrae implicaciones del fracaso de la política de los últimos 25 años de lucha contra el cada uno a la suya en tanto que gendarme mundial y la defensa del orden mundial heredado de 1945, para prevalecer sobre cualquier otro principio.
El cambio de rumbo en los Estados Unidos se refleja en:
El comportamiento vandálico de un Trump que puede denunciar los compromisos internacionales estadounidenses de la noche a la mañana, desafiando las reglas establecidas, representa un nuevo y poderoso factor de incertidumbre e impulso para el “cada uno por sí mismo”. Es una indicación más de la nueva etapa que el sistema capitalista está tomando en el hundimiento en la barbarie y el abismo del militarismo extremo.
14) El cambio en la estrategia norteamericana se nota en algunos de los principales teatros imperialistas:
Washington, sin embargo, claramente está infligiendo un revés a China, que había hecho de Venezuela un aliado político escogido para expandir su influencia y ha demostrado ser impotente para oponerse a la presión estadounidense. No es imposible que esta ofensiva norteamericana de reconquista imperialista de su patio trasero latinoamericano pueda inaugurar una ofensiva más sistemática contra China en otros continentes. Por el momento, plantea la posibilidad de que Venezuela se sumerja en el caos de un enfrentamiento a muerte y sin salida entre facciones burguesas, así como una aguda desestabilización de toda la zona sudamericana.
15) El actual fortalecimiento general de las tensiones imperialistas se refleja en el relanzamiento de la carrera armamentista y la supremacía tecnológica militar, no sólo allí donde las tensiones son más evidentes (en Asia y Oriente Medio), sino para todos los Estados, dirigidos por las grandes potencias. Todo indica que se avecina una nueva etapa en los enfrentamientos Inter imperialistas y que el sistema se hunde en la barbarie de la guerra.
En este contexto, la Unión Europea, debido a esta situación imperialista, seguirá enfrentándose a la tendencia a la fragmentación, como se destaca en el informe de junio de 2018 sobre las tensiones imperialistas. (Revista Internacional No. 161)
16) En el frente económico, desde principios de 2018, la situación del capitalismo ha estado marcada por una fuerte desaceleración del crecimiento mundial (del 4% en 2017 al 3,3% en 2019), que la burguesía predice que será estable y empeorará en 2019-20. Esta desaceleración resultó ser más rápida de lo previsto en 2018, ya que el FMI tuvo que reducir sus previsiones para los próximos dos años y está afectando simultáneamente a prácticamente todos los sectores del capitalismo: China, Estados Unidos y la zona euro. En 2019, el 70% de la economía mundial se ralentiza, sobre todo en los países "avanzados" (Alemania, Reino Unido). Algunos de los países emergentes ya se encuentran en recesión (Brasil, Argentina, Turquía), mientras que China, que viene desacelerando desde 2017 y se espera que crezca un 6,2% en 2019, está experimentando sus cifras de crecimiento más bajas en 30 años.
El valor de la mayoría de las monedas de los mercados emergentes se ha debilitado, a veces bruscamente, como en Argentina y Turquía. A finales de 2018, el comercio mundial registró un crecimiento cero, mientras que Wall Street experimentó en 2018 las mayores "correcciones" bursátiles en los últimos 10 años. La mayoría de los indicadores parpadean y apuntan a la perspectiva de una nueva caída de la economía capitalista.
17) La clase capitalista no tiene futuro que ofrecer, su sistema ha sido condenado por la historia. Desde la crisis de 1929, la primera gran crisis de la era decadente del capitalismo, la burguesía no ha dejado de sofisticar la intervención del Estado para ejercer un control general sobre la economía. Cada vez más confrontado con la creciente estrechez de los mercados extra capitalistas, cada vez más amenazados por la sobreproducción generalizada, "el capitalismo se ha mantenido vivo gracias a la intervención consciente de la burguesía, que ya no puede permitirse el lujo de depender de la mano invisible del mercado. Es cierto que las soluciones también se convierten en parte del problema:
Desde los años setenta, estos problemas han dado lugar a diferentes políticas económicas, alternando entre el "keynesianismo" y el "neoliberalismo", pero como ninguna política puede abordar las causas reales de la crisis, ningún enfoque puede lograr la solución final. Lo que es notable es la determinación de la burguesía de mantener su economía en movimiento a toda costa y su capacidad para frenar la tendencia al colapso a través de una deuda gigantesca. "(Resolución sobre la situación internacional del XVI Congreso[6])
Producto de las contradicciones de la decadencia y del impasse histórico del sistema capitalista, el capitalismo de Estado implementado a nivel de cada capital nacional no obedece, sin embargo, al estricto determinismo económico; por el contrario, su acción, esencialmente de naturaleza política, integra y combina simultáneamente en su organización y opciones los planes económicos, sociales (cómo enfrentar a su enemigo de clase según la relación de fuerzas entre las clases) e imperialistas (la necesidad de mantener un enorme sector armamentístico en el centro de cualquier actividad económica) para preservar y defender el sistema operativo burgués en todos los niveles vitales. Así, el capitalismo de Estado ha experimentado diferentes fases y modalidades organizativas en la historia de la decadencia.
18) En los años ochenta, bajo el impulso de las grandes potencias económicas, se inauguró una nueva etapa: la de la "globalización". En una primera etapa, tomó la forma de la Reaganomics, seguida rápidamente por una segunda, que aprovechó la situación histórica sin precedentes de la caída del bloque oriental para ampliar y profundizar una vasta reorganización de la producción capitalista a escala mundial entre 1990 y 2008.
El mantenimiento de la cooperación entre los Estados, utilizando en particular las viejas estructuras del bloque occidental, y el mantenimiento de un cierto orden en los intercambios comerciales, fueron medios para hacer frente al agravamiento de la crisis (recesiones de 1987 y 1991-1993), pero también a los primeros efectos de la descomposición, que, en el ámbito económico, podrían así mitigarse en gran medida.
Siguiendo el modelo de referencia de la UE de eliminar las barreras arancelarias entre los Estados miembros, la integración de muchas ramas de la producción mundial se ha visto reforzada por el desarrollo de cadenas de producción funcionando a escala mundial. Al combinar la logística, la tecnología de la información y las telecomunicaciones, permitiendo economías de escala, una mayor explotación de la fuerza de trabajo del proletariado (a través del aumento de la productividad, la competencia internacional, la libre circulación de la mano de obra para imponer salarios más bajos), la sumisión de la producción a la lógica financiera de la máxima rentabilidad, el comercio mundial ha seguido aumentando, aunque menos, estimulando la economía mundial, por un "segundo aliento" que extiende la existencia del sistema capitalista.
19) La crisis de 2007-2009 marcó un paso adelante en el hundimiento del sistema capitalista en su crisis irreversible: después de cuatro décadas de recurrir al crédito y a la deuda para contrarrestar la creciente tendencia a la sobreproducción, marcada por recesiones cada vez más profundas y recuperaciones cada vez más limitadas, la recesión de 2009 fue la más significativa desde la Gran Depresión. Fue la intervención masiva de los Estados y sus bancos centrales lo que salvó al sistema bancario de la bancarrota total a través de una enorme deuda pública al comprar deudas que ya no podían ser pagadas.
El capital chino, también gravemente afectado por la crisis, ha desempeñado un papel importante en la estabilización de la economía mundial mediante la aplicación de paquetes de estímulo en 2009, 2015 y 2019 basados en una deuda pública masiva.
No sólo no se han resuelto o superado las causas de la crisis 2007-2011, sino que la gravedad y las contradicciones de la crisis han aumentado: ahora son los propios Estados los que se enfrentan a la aplastante carga de su deuda (la "deuda soberana"), lo que afecta aún más a su capacidad de intervención para reactivar sus respectivas economías nacionales. "La deuda ha sido una forma de compensar la insuficiencia de los mercados solventes, pero no puede aumentar indefinidamente, como ha puesto de relieve la crisis financiera desde 2007. Sin embargo, todas las medidas que se pueden tomar para limitar la deuda vuelven a poner al capitalismo frente a su crisis de sobreproducción, y esto en un contexto económico internacional que limita cada vez más su margen de maniobra. "(Resolución sobre la situación internacional 20° Congreso)[7]
20) El desarrollo actual de la crisis provoca crecientes perturbaciones en la organización de la producción en una vasta construcción multilateral a nivel internacional unificada por reglas comunes y muestra los límites de la "globalización": la creciente necesidad de unidad (que nunca ha significado otra cosa que la imposición de la ley del más fuerte sobre el más débil) debido al entrelazamiento "transnacional" de una producción muy segmentada país por país (se trata de unidades divididas fundamentalmente por la competencia en las que se diseña cualquier producto aquí, allí y con la ayuda de elementos producidos en otras partes) se enfrenta a la naturaleza nacional de cada capital, a los límites mismos del capitalismo, irremediablemente dividido en naciones rivales y en competencia, al grado máximo de unidad que es imposible de superar para el mundo burgués. La profundización de la crisis (así como las exigencias de la rivalidad imperialista) está poniendo a prueba las instituciones y mecanismos multilaterales.
Este hecho queda ilustrado por la actitud actual de las dos principales potencias que compiten por la hegemonía mundial:
21) La influencia de la descomposición es un factor desestabilizador adicional. En particular, el desarrollo del populismo agrava aún más el deterioro de la situación económica al introducir un factor de incertidumbre e imprevisibilidad frente al torbellino de la crisis. La llegada al poder de gobiernos populistas con programas poco realistas para el capital nacional, que debilitan el funcionamiento de la economía y el comercio mundiales, siembra el desorden y aumenta el riesgo de debilitar los medios impuestos por el capitalismo desde 1945 para evitar cualquier repliegue autárquico en el marco nacional que fomente el contagio incontrolado de la crisis económica. El desorden de Brexit y la espinosa salida de Gran Bretaña de la UE son otro ejemplo: la incapacidad de los partidos de la clase dominante británica para decidir sobre las condiciones de separación y la naturaleza de las futuras relaciones con la Unión Europea, las incertidumbres que rodean el "restablecimiento" de las fronteras, en particular entre Irlanda del Norte y la República de Irlanda, el futuro incierto de la Escocia pro -europea que amenaza con separarse del Reino Unido, afectan a la economía inglesa (debilitando el valor de la libra), así como al del antiguo socio de la UE, privado de la visibilidad a largo plazo y de la estabilidad reglamentaria esenciales para el desarrollo de los negocios.
Los desacuerdos sobre la política económica en Gran Bretaña, Estados Unidos y otros lugares muestran la existencia de crecientes divisiones en la política económica, no sólo entre naciones rivales sino también dentro de cada burguesía nacional entre "multilateralistas" y "unilateralistas" e incluso dentro de cada uno de estos enfoques (por ejemplo, entre Brexiters "blandos" y "duros" en el Reino Unido). No sólo ya no existe un consenso mínimo sobre la política económica, ni siquiera entre los países del antiguo bloque occidental, sino que esta cuestión es cada vez más polémica en el seno de las propias burguesías nacionales.
22) La acumulación actual de todas estas contradicciones en el contexto actual del avance de la crisis económica, así como la fragilidad del sistema monetario y financiero y el endeudamiento internacional masivo de los Estados después de 2008, abren un período de graves convulsiones por venir y colocan una vez más al sistema capitalista ante la perspectiva de una nueva caída. Sin embargo, no hay que olvidar que el capitalismo no ha agotado definitivamente ningún recurso para acompañar el hundimiento de la crisis y evitar situaciones incontroladas, sobre todo en los países centrales. El sobreendeudamiento de los Estados, cuyo servicio de la deuda, al que debe asignarse una parte cada vez mayor de la riqueza nacional producida, afecta en gran medida a los presupuestos nacionales y reduce gravemente su margen de maniobra frente a la crisis. Sin embargo, es seguro que esta situación no conducirá a:
23) En cuanto al proletariado, estas nuevas convulsiones sólo pueden dar como resultado ataques aún más graves contra sus condiciones de vida y de trabajo a todos los niveles y en todo el mundo, en particular:
Sin embargo, aunque la burguesía de todos los países se ve cada vez más obligada a intensificar sus ataques contra la clase obrera, su margen de maniobra política está lejos de agotarse. Podemos estar seguros de que hará todo lo posible para evitar que el proletariado responda en su propio terreno de clase contra el creciente deterioro de sus condiciones de vida impuesto por las convulsiones de la economía mundial.
Mayo de 2019
[1] "TESIS SOBRE LA DESCOMPOSICION [41]".
[2][2] Para intentar comprender las razones de este rechazo y sus consecuencias ver Las raíces marxistas de la noción de descomposición https://es.internationalism.org/revista-internacional/200404/167/entender-la-descomposicion-i-las-raices-marxistas-de-la-nocion-de-d [190]
[3] https://es.internationalism.org/revista-internacional/200712/2114/tras-el-hundimiento-del-bloque-del-este-inestabilidad-y-caos [191]
[4] https://es.internationalism.org/revista-internacional/201410/4046/militarismo-y-descomposicion [118]
[5] https://es.internationalism.org/content/4350/analisis-de-la-evolucion-reciente-de-las-tensiones-imperialistas [192]
Enlaces
[1] https://es.internationalism.org/files/es/pdf/revista_internacional_162_3.pdf
[2] https://es.internationalism.org/files/es/162-centenario-fundacion-ic.pdf
[3] https://www.marxists.org/espanol/comintern/eis/4-Primeros3-Inter-2-edic.pdf
[4] https://es.internationalism.org/tag/2/39/la-organizacion-revolucionaria
[5] https://es.internationalism.org/tag/desarrollo-de-la-conciencia-y-la-organizacion-proletaria/tercera-internacional
[6] https://es.internationalism.org/tag/3/51/partido-y-fraccion
[7] https://es.internationalism.org/files/es/accion_revolucionaria_162.pdf
[8] https://es.internationalism.org/go_deeper
[9] https://es.internationalism.org/tag/corrientes-politicas-y-referencias/izquierda-comunista
[10] https://es.internationalism.org/files/es/traduccion_articulo_rint_162_la_burguesia_contra_la_revolucionii.pdf
[11] https://www.marxists.org/espanol/luxem/11Larevolucionrusa_0.pdf
[12] mailto:[email protected]
[13] https://es.internationalism.org/content/4373/lista-de-articulos-sobre-la-tentativa-revolucionaria-en-alemania-1918-23
[14] https://es.internationalism.org/revista-internacional/197504/1941/revolucion-y-contrarrevolucion-en-italia-i
[15] https://es.internationalism.org/revista-internacional/199512/1817/ii-los-inicios-de-la-revolucion
[16] https://es.internationalism.org/revista-internacional/200704/1829/lecciones-de-1917-23-la-primera-oleada-revolucionaria-del-proletar
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[18] https://es.internationalism.org/revista-internacional/201509/4114/la-propaganda-durante-la-primera-guerra-mundial
[19] https://www.marxists.org/espanol/lenin/obras/oe3/lenin-obras-2-3.pdf
[20] https://fr.internationalism.org/brochure/stalinisme
[21] https://es.internationalism.org/revista-internacional/197507/998/la-degeneracion-de-la-revolucion-rusa
[22] https://es.internationalism.org/tag/2/37/la-oleada-revolucionaria-de-1917-1923
[23] https://es.internationalism.org/files/es/presentacion_revista_internacional_no_162.pdf
[24] https://es.internationalism.org/cci-online/200805/2245/lista-de-articulos-sobre-la-revolucion-rusa
[25] https://es.internationalism.org/content/4363/castoriadis-munis-y-el-problema-de-la-ruptura-con-el-trotskismoii
[26] https://es.internationalism.org/revista-internacional/200608/1028/en-memoria-de-munis-militante-de-la-clase-obrera
[27] https://es.internationalism.org/files/es/162-internationalisme_no7-esp.pdf
[28] https://es.internationalism.org/files/es/pdf/revista_internacional_163_2.pdf
[29] https://es.internationalism.org/files/es/100_anos_ic_ii.pdf
[30] https://es.internationalism.org/revista-internacional/199904/1169/vii-1920-el-programa-del-kapd
[31] https://es.internationalism.org/content/4431/sobre-el-primer-congreso-del-partido-comunista-internacionalista-de-italia
[32] https://es.internationalism.org/files/es/presentacion_23_congreso.pdf
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[37] https://es.internationalism.org/revista-internacional/198708/2306/comprender-la-decadencia-del-capitalismo-iii-ascendencia-y-decaden
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[39] https://es.internationalism.org/revista-internacional/201603/4148/la-nocion-de-fraccion-en-la-historia-del-movimiento-obrero-1a-part
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[50] https://es.internationalism.org/content/4042/conferencia-internacional-extraordinaria-de-la-cci-la-noticia-de-nuestra-desaparicion
[51] https://www.marxists.org/espanol/m-e/1870s/lpee72s.htm
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[54] https://es.internationalism.org/content/4519/quien-es-quien-en-nuevo-curso
[55] https://es.internationalism.org/tag/vida-de-la-cci/resoluciones-de-congresos
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[57] https://es.internationalism.org/files/es/revueltas_populares.pdf
[58] https://es.internationalism.org/content/4471/una-nueva-recesion-el-capital-exige-mas-sacrificios-al-proletariado
[59] https://es.internationalism.org/content/4486/chile-el-dilema-no-es-democracia-o-dictadura-sino-barbarie-capitalista-o-revolucion
[60] https://es.internationalism.org/content/4490/los-efectos-de-la-descomposicion-capitalista-en-el-ecuador-solo-el-proletariado-podra
[61] https://es.internationalism.org/content/4453/protestas-masivas-callejeras-en-hong-kong-las-ilusiones-democraticas-son-una-trampa
[62] https://es.internationalism.org/content/4467/manifestaciones-en-hong-kong-cuando-el-imperialismo-alimenta-el-mito-democratico
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[158] https://es.internationalism.org/files/es/los_origenes_de_la_izquierda_comunista_0.pdf
[159] https://es.internationalism.org/revista-internacional/200007/770/ix-1924-28-el-thermidor-del-capitalismo-de-estado-estalinista
[160] https://www.marxists.org/espanol/m-e/1850s/brumaire/brum1.htm
[161] https://es.internationalism.org/go_deeper?page=1
[162] https://es.internationalism.org/cci/200605/914/el-trotskismo-hijo-de-la-contrarrevolucion
[163] https://es.internationalism.org/cci/200605/917/el-trotskismo-defensor-de-la-guerra-imperialista
[164] https://es.internationalism.org/revista-internacional/199304/1993/documento-nacionalismo-y-antifascismo
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[167] https://es.internationalism.org/revista-internacional/197706/2064/textos-de-la-izquierda-mexicana-1937-38
[168] https://es.internationalism.org/revista-internacional/201804/4300/el-comunismo-esta-al-orden-del-dia-en-la-historia-castoriadis-muni
[169] https://es.internationalism.org/content/4393/polemica-adonde-va-el
[170] https://es.internationalism.org/cci/200602/753/1critica-del-libro-jalones-de-derrota-promesas-de-victoria
[171] https://es.internationalism.org/content/4388/las-confusiones-del-sobre-octubre-1917-y-espana-1936
[172] https://www.marxists.org/espanol/m-e/cartas/m09-43.htm
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[181] https://es.internationalism.org/files/es/resol_balance_defuerzas_etre_clases_mayo_2019.pdf
[182] https://es.internationalism.org/series/380
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[189] https://fr.internationalism.org/content/9789/revue-internationale-ndeg161
[190] https://es.internationalism.org/revista-internacional/200404/167/entender-la-descomposicion-i-las-raices-marxistas-de-la-nocion-de-d
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[192] https://es.internationalism.org/content/4350/analisis-de-la-evolucion-reciente-de-las-tensiones-imperialistas
[193] https://es.internationalism.org/revista-internacional/200509/118/xvi-congreso-de-la-cci-resolucion-sobre-la-situacion-internacional
[194] https://es.internationalism.org/content/3965/resolucion-sobre-la-situacion-internacional-2013