Castoriadis, Munis y el problema de la ruptura con el trotskismo (I)

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En septiembre de 1945, Marc Chirik escribió una carta desde París al escritor Jean Malaquais y su esposa Gally. Malaquais había trabajado con Marc en la Fracción francesa de la Izquierda comunista en Marsella durante la guerra, un período que inspiró su gran novela, Planète sans visa (título de la edición española: Sin visado), en la que uno de sus principales protagonistas es un revolucionario comunista, un internacionalista que se opone a la guerra “antifascista”, y cuyo nombre es "Marc Laverne".

La carta comienza diciendo: "Primero, los desaparecidos. Michel, nuestro pobre Mitchell, sin noticias suyas, debió acabar con su vida en condiciones terribles... De la Fracción belga, Jean, el mejor elemento, el más talentoso y que prometía mucho (¿lo llegaste a conocer?) y su hijo, ambos fueron deportados y perdieron la vida en un campo de concentración en Alemania."

Y sigue una lista de camaradas y contactos del medio político de Marsella, así como los miembros de su familia y amigos que, bajo el régimen de Vichy, unos murieron, otros volvieron después de sufrir de terribles torturas, otros lograron evitar el terror nazi adoptando nombres falsos o huyendo. Un terror prolongado por la Resistencia estalinista como Marc relataba más adelante:

"El momento más crítico para mí, cuando vi mi muerte inminente, fue unas semanas después cuando los estalinistas me detuvieron en compañía de Clara[1], y todos mis escritos. Se estaban preparando para mostrar lo que eran. Sólo un oportuno milagro hizo que Clara se topase, entre los altos dirigentes, con una mujer con la que había trabajado durante un tiempo en la UGIF (para ayudar a los niños judíos), y así es como hemos podido salvar el pellejo del odio estalinista."

Tal era la situación a la que se enfrentaban a los internacionalistas durante e inmediatamente después de la Segunda Guerra imperialista mundial.

Mitchell, que fue uno de ellos, había escrito una serie de artículos sobre "Los problemas del periodo de transición" en las páginas de Bilan. Los hemos publicado en esta serie[2] pues ofrecen un auténtico marco marxista para discutir algunas de las cuestiones más fundamentales de la transformación comunista: el contexto histórico e internacional de la revolución proletaria; los peligros que emanan del Estado de transición; el contenido económico de la transformación, etc. Estos artículos hubieron de tener gran influencia en Marc y en la Fracción francesa y, más tarde, en la Izquierda Comunista de Francia, como lo demuestran sus esfuerzos por llevar las críticas de Mitchell al Estado de transición a su conclusión lógica: el rechazo de cualquier identificación entre el proletariado y ese mal necesario en la transformación de las relaciones sociales.

Turbulencias en el ambiente proletario

La carta de Malaquais pedía noticias del medio político en el hemisferio occidental - el grupo de Paul Mattick en Chicago que el veía vinculado a la Izquierda holandesa, el grupo de Oehler en esa misma ciudad, el grupo de la Izquierda italiana en Nueva York, el grupo de Eiffels en México. Marc también respondió preguntas de Malaquais sobre Víctor Serge, que había estado con ellos en Marsella, pero se había convertido en un demócrata, apoyando los imperialismos aliados durante la guerra[3]. Después de examinar el papel contrarrevolucionario jugado por los antiguos partidos obreros en los acuerdos de postguerra, Marc habla de medio político proletario tal y como se desenvolvía en Francia, mencionando de paso la Fracción francesa y las diferencias que existían respecto a la formación del partido en Italia, pero también de los grupos que habían salido del trotskismo. "La Unión Comunista está muerta, pero en su lugar ha surgido un grupo, los Comunistas Revolucionarios, proveniente de una escisión con los trotskistas, y que, aunque confuso, es sinceramente revolucionario". Esos CR se alinearon con el grupo austriaco/alemán Revolutionären Kommunisten Deutschlands, que también habían roto con el trotskismo sobre cuestiones cruciales tales como la defensa de la URSS y el apoyo a la guerra. La Fracción francesa había discutido y trabajado con los RKD durante la guerra, y firmaron, conjuntamente, un manifiesto internacionalista en el momento de la "liberación" de Francia[4].

Así la Fracción francesa y, posteriormente, la GCF, estaban muy interesados en discutir con todos los grupos proletarios internacionalistas que sobrevivieron a la guerra y que, de una u otra manera, se situaban en su órbita[5]. Aunque caracterizasen el trotskismo oficial como apéndice del estalinismo, estaban abiertos a la posibilidad de que grupos que salían del trotskismo - siempre que hubieran roto totalmente con sus posiciones y prácticas contrarrevolucionarias – pudieran evolucionar en una dirección positiva. Obviamente había sido el caso de la tendencia RKD/CR y también del grupo de Stinas en Grecia, la Unión Comunista Internacional, aunque no sabemos mucho acerca de la existencia de contactos entre Stinas y la Izquierda Comunista italiana durante o después de la guerra[6].

En Francia, la GCF tomó contacto con el grupo en torno a Grandizo Munis y, a partir de 1949, con el grupo Socialismo o Barbarie animado por  Cornelius Castoriadis / Chaulieu (quién había sido miembro del grupo Stinas en Grecia) y Claude Lefort/ Montal y otros. En el caso del grupo de Munis, llamado entonces Unión Obrera Internacionalista, la GCF llevó a cabo una serie de reuniones con ellos sobre la situación actual del capitalismo. Un texto fundamental como es "La evolución del capitalismo y la nueva perspectiva", se basó en la presentación realizada por Marc Chirik durante una de estas reuniones. Iniciativas similares fueron tomadas con el grupo Socialismo o Barbarie.

En un próximo artículo examinaremos con más detalle las ideas de Munis y Castoriadis, sobre todo porque ambos dedicaron mucha energía a definir el significado de la revolución proletaria y la sociedad socialista en un período continuo de reacción, en el que las horribles deformaciones estalinistas, el "socialismo realmente existente" en Rusia y en su bloque, eran bastante dominantes en el seno de la clase obrera. Esta dominación ideológica no fue puesta en cuestión en absoluto por el trotskismo oficial, cuya "contribución" a la comprensión de la transición del capitalismo al socialismo se limitaba a hacer apología de los regímenes estalinistas, definidos como Estados obreros deformados, y un alegato en defensa de "nacionalización bajo control obrero" (o sea una forma de capitalismo de estado) en países fuera del bloque ruso. Así pues, resulta especialmente interesante el estudio de la obra de los elementos que trataban de romper con el trotskismo, no sólo a causa de su abandono del internacionalismo, sino también porque su visión de transformación social seguía estando firmemente dentro de los límites del capitalismo.

Como prefacio a este estudio, creemos útil volver a publicar el texto "Bienvenida a Socialismo o Barbarie", de Internationalisme nº 43, ya que es un buen ejemplo del método utilizado por el GCF en sus relaciones con el supervivientes al naufragio del trotskismo tras la segunda guerra mundial.

El título del artículo da inmediatamente una idea del tono: una fraternal bienvenida a un nuevo grupo, que la GCF reconoce cómo que perteneciente claramente al campo revolucionario, a pesar de las muchas diferencias en cuanto al método y la visión que existen entre ambos grupos. El nuevo grupo era el resultado de la escisión de la tendencia Chaulieu-Montal del partido trotskista francés, el Partido Comunista Internacionalista (por el que también había pasado brevemente Munis). Esto condujo a la GCF a matizar una declaración que había realizado anteriormente respecto a dicha tendencia: "La valoración global que hicimos de esta tendencia en uno de los recientes número de Internationalisme, por severa que fuese, creemos, sin embargo, que está plenamente justificada. Aun cuando debamos añadir una corrección en cuanto a su carácter definitivo. En efecto la tendencia Chalieu no está finiquitada como presentíamos, sino que ha encontrado el coraje, con mucho retraso eso sí, para romper con la organización y constituirse como grupo autónomo. Pese a la dura herencia que pesa sobre este grupo, este hecho representa un nuevo dato que puede abrir posibilidades de evolución ulterior. Sólo el futuro podrá decirnos en qué medida constituye una aportación a la formación de un nuevo movimiento revolucionario. Pero desde hoy, debemos decirles que sólo podrán acometer esta tarea con la condición previa de desembarazarse totalmente, y lo antes posible, de las taras heredadas del trotskismo y que se ponen de manifiesto en el primer número de su revista”.

Y es que, en efecto, resultó tremendamente difícil desembarazarse de “el peso de esa herencia”. Este lastre pudo verse también en el trabajo que ulteriormente desarrolló Munis, aunque fue más destructivo en el caso de Socialismo o Barbarie, sobre todo porque, como expone el artículo de la GCF, el grupo de Chaulieu proclamó, inmediatamente, que había ido “mucho más lejos” que las demás corrientes revolucionarias de ese momento, y que se encontraba en disposición de poder proporcionar respuestas definitivas a los ingentes problemas a los que se enfrentaba la clase obrera. Esta suposición arrogante tendría consecuencias muy negativas en el desarrollo futuro del grupo. Intentaremos demostrarlo en un artículo posterior.

Internationalisme nº 43, junio / julio de 1949: Salud a Socialismo o Barbarie

El primer número de una nueva revista revolucionaria titulada Socialismo o Barbarie acaba de publicarse en Francia.

En la sombría situación en la que se encuentra actualmente el movimiento obrero en Francia y en todo el mundo; una situación de guerra, en la que los escasos grupos  revolucionarios - expresión de la vida y el estado de la conciencia de clase proletaria - subsisten gracias a un constante esfuerzo ideológico y una enérgica voluntad de actuar, pese a verse día tras día más debilitados; una situación en que la prensa revolucionaria se reduce a unos pequeños boletines periódicos editados a ciclostil; en tales condiciones, la aparición de una nueva revista impresa como "Órgano de crítica y orientación revolucionaria" es un acontecimiento importante que todo militante debe reconocer y alentar.

Sea cual sea el grado de nuestras diferencias con las posiciones de Socialismo o Barbarie y sea cual sea la evolución futura de esta revista, debemos considerar, basándonos en las posiciones fundamentales y la orientación general actual que se expresan en este primer número, que este grupo, del que esa revista es el órgano, es indudablemente proletario y revolucionario. Celebramos pues su existencia y seguiremos con interés y simpatía su esfuerzo y actividades ulteriores. Simpatía revolucionaria para prestar atención a sus posiciones políticas, que pretendemos analizar sin prejuicios y con el mayor detenimiento; para analizar las ideas postuladas por Socialismo o Barbarie, a medida que se vayan desarrollando, criticando lo que nos parezca erróneo y, en ese caso, oponerlas con las nuestras. Y esto no con objeto de una vana polémica de – algo por desgracia demasiado habitual entre los distintos grupos, y que nos repugna profundamente - sino tan viva como puede ser a veces la discusión, exclusivamente con el fin de la confrontación y clarificación de posiciones.

Socialismo o Barbarie es el órgano de una tendencia que acaba de romper con el partido trotskista, la tendencia Chaulieu-Montal. Se trata de una tendencia política conocida en los ambientes militantes de Francia. Hemos hablado de esta tendencia en distintas ocasiones, incluso hace poco[7], y no precisamente en términos muy favorables. Esto necesita quizás que demos una explicación suplementaria.

Si examinamos el movimiento trotskista en Francia y constatando que se encuentra nuevamente y por enésima vez en crisis, planteamos la siguiente cuestión: ¿pero esta crisis tiene una significación positiva desde el punto de vista de la formación revolucionaria? Respondemos categóricamente que no por la siguiente razón: El trotskismo que fue una de las reacciones proletarias en la Internacional Comunista en el curso de sus primeros años de degeneración, no ha superado nunca su posición de oposición, a pesar de su constitución formal en partido orgánicamente separado. Permaneciendo atado a los PC – a los que siempre ha considerado como partidos obreros – en los que ha triunfado el estalinismo, el trotskismo se unce a éste constituyéndose en su apéndice. Amarrado ideológicamente al estalinismo le acompaña como si fuese su sombra. Toda la actividad del trotskismo desde hace 15 años así lo demuestra. Desde 1932-33 cuando sostuvo la posibilidad del triunfo de una revolución proletaria bajo la égida estalinista en Alemania, hasta la participación en la guerra de 1939-45, en la resistencia y en la liberación, pasando por los frentes populares, el antifascismo y la participación en la guerra de España; el trotskismo no ha hecho más que seguir los pasos del estalinismo. Emulando a éste ha contribuido grandemente a introducir en el seno del movimiento obrero las prácticas de los métodos de organización y las formas de actividad (los engaños, las intrigas, las infiltraciones, los insultos y las manipulaciones de toda clase), que son, sin embargo, elementos activos de corrupción y destrucción de cualquier actividad revolucionaria. Esto no quiere decir que obreros revolucionarios, relativamente educados, no puedan quedar entrampados en sus filas. Al contrario, como organización, como medio político, el trotskismo, en lugar de favorecer la formación de un pensamiento revolucionario partiendo de los organismos (fracciones y tendencias) que así lo expresan, es el medio orgánico de su pudrimiento. Esta es una regla general válida para cualquier organización política ajena al proletariado, aplicable al trotskismo como al estalinismo, y plenamente verificable con la experiencia. Conocemos al trotskismo desde hace 15 años siempre en continua crisis, con escisiones y unificaciones, seguidas de nuevas escisiones y crisis, pero no sabemos de ejemplos en que estas hayan dado lugar a la formación de una tendencia revolucionaria verdadera y viable. Eso significa que el trotskismo no segrega en su interior ningún fermento revolucionario. Al contrario, lo aniquila. El fermento revolucionario esta pues condicionado en su existencia y desarrollo a situarse fuera de los marcos organizacionales e ideológicos del trotskismo.

La construcción de la tendencia Chalieu-Montal en el seno de la organización trotskista, y precisamente después de que ésta se haya implicado hasta la médula en la Segunda Guerra imperialista, en la resistencia y la liberación nacional, no podía inspirarnos, y con motivos, sino una gran desconfianza hacia ella. Esta tendencia se ha constituido sobre la base de la teoría del colectivismo burocrático en la URSS y, en consecuencia, el rechazo de cualquier defensa de ésta. Pero ¿qué valor puede tener esta posición en contra de la defensa de la URSS que coincide, en la práctica, en una cohabitación en esa misma organización cuya actividad más evidente reside, concretamente, en la defensa del capitalismo de Estado ruso y la participación en la guerra imperialista? Resulta que la tendencia Chalieu-Montal cree posible su cohabitación en esta organización, habiendo participado activamente, y a todos los niveles, en ese activismo típico del trotskismo basado en el engaño y la mistificación, en todas las campañas electorales sindicales y sobrepujas. Además, sólo podíamos tener una opinión desfavorable frente a esta tendencia cuyo comportamiento en el seno de la organización ha estado plagado de maniobras y componendas, de compromisos dudosos, con las miras puestas más en adueñarse de la dirección del partido que a actuar en pro del desarrollo de la conciencia de sus militantes. Las muchas vacilaciones de los partícipes de esta tendencia antes de abandonar la organización, aceptando aún en el último congreso (verano de 1948) ser elegidos para el Comité Central, ponen de manifiesto tanto su inconsecuencia política, y sus ilusiones en un posible enderezamiento de la organización trotskista, como su espíritu maniobrero y por último su total incomprensión de cuáles son las condiciones organizacionales y políticas indispensables para la elaboración de un pensamiento y una orientación revolucionarios.

La valoración global que hicimos de esta tendencia en uno de los recientes número de Internationalisme, por severa que fuese, creemos, sin embargo, que está plenamente justificada. Aun cuando debamos añadir una corrección en cuanto a su carácter definitivo. En efecto la tendencia Chalieu no está finiquitada como presentíamos, sino que ha encontrado el coraje, con mucho retraso eso sí, para romper con la organización y constituirse como grupo autónomo. Pese a la dura herencia que pesa sobre este grupo, este hecho representa un nuevo dato que puede abrir posibilidades de evolución ulterior. Sólo el futuro podrá decirnos en qué medida constituye una aportación a la formación de un nuevo movimiento revolucionario. Pero desde hoy, debemos decirles que sólo podrán acometer esta tarea con la condición previa de desembarazarse totalmente, y lo antes posible, de las taras heredadas del trotskismo y que se ponen de manifiesto en el primer número de su revista.

No es ahora nuestra intención hacer un análisis en profundidad y detallado de las posiciones del grupo Socialismo o Barbarie, … Lo dejamos para una próxima ocasión. Nos concentraremos hoy en constatar, tras la lectura de este primer número, que se trata de un grupo en plena evolución y que sus posiciones no pueden darse como ya fijadas.  Esto no tendría que ser considerado como un reproche hacia ellos sino más bien al contrario. Este grupo parece tender más bien a deshacerse de su posición respecto a la existencia de una tercera clase: la burocracia. Así como de la doble antítesis histórica del capitalismo: el socialismo y el colectivismo burocrático. Esta posición, que, en el pasado, constituyó su única razón de ser como tendencia, constituía al mismo tiempo un callejón sin salida, tanto en lo referente a la investigación teórica, como en lo tocante a la acción revolucionaria práctica. Y puesto que aparentemente da la impresión de que abandona, aunque sea parcialmente y de manera confusa, esta concepción de una oposición entre el estatismo y el capitalismo, considerando más bien la estatalización sobre todo como una tendencia inherente al capitalismo en el período presente; este grupo logra entender correctamente el problema del movimiento sindical presente y su necesaria integración en el aparato de Estado.

Queremos señalar un estudio extremadamente interesante de A. Carrier sobre el cártel de los sindicatos autónomos, en el que, a través de este autor, el grupo Socialismo o Barbarie expone por primera vez “nuestra posición sobre el carácter históricamente superado del sindicalismo como arma del proletariado contra el régimen de explotación”.

Sin embargo, no deja de sorprendernos que después de tan tajante declaración sobre el carácter superado del sindicalismo no se concluya (por parte de Socialismo o Barbarie) en un rechazo a la participación en cualquier vida sindical. La razón de esta actitud práctica contradictoria con el análisis que se ha hecho del movimiento sindical queda formulada de la siguiente manera: “Vamos donde se encuentran los obreros no sólo porque están allí, sino porque ahí luchan, con mayor o menor eficacia, contra todas las formas de la explotación. En otro momento se justifica así la participación en los sindicatos: “Nosotros no nos desinteresamos de las cuestiones reivindicativas. Estamos convencidos que en toda circunstancia existen consignas reivindicativas correctas que, aunque no resuelvan el problema de la explotación, aseguran la defensa de los intereses materiales elementales de la clase, defensa que debe organizarse cotidianamente frente a los ataques cotidianos del capitalismo”. Y todos esto después de haber demostrado, cifras en mano, que “el capitalismo ha llegado a un punto en que apenas puede ofrecer nada, en el que sólo puede recuperar lo otorgado. No sólo es que toda reforma es imposible, sino que ni siquiera puede mantener el actual nivel de miseria”. A partir de ahí la significación del programa cambia.

Todo este estudio sobre “El cártel de la unidad de acción sindical” que por otra parte resulta extremadamente interesante, contiene no sólo un análisis válido del capitalismo en el momento presente y también, una manifestación aún más impactante del estado de contradicción en que se haya el grupo Socialismo o Barbarie. El análisis objetivo de la evolución del capitalismo moderno hacia la estatalización de la economía, así como el de las organizaciones económicas de los obreros (análisis que es el de los grupos llamados de ultraizquierda, entre los que nos encontramos), se conjuga con la antigua y tradicional actitud subjetiva de participación y de actuación en los organismos sindicales, actitud ésta heredada del trotskismo y de la cual aún no se han desembarazado.

Una buena parte de este número de Socialismo o Barbarie está consagrado a una polémica con el PCI (trotskista). Y es muy comprensible. La salida de una organización política con la que se han mantenido todo un pasado de militancia y convicciones no puede hacerse sin una cierta crisis de orden afectivo y sin algunas recriminaciones personales. Es hasta cierto punto natural. Pero esta vez asistimos a una polémica y a un tono de la polémica completamente desproporcionado y sin mesura.

Pensamos en el artículo redactado por Chalieu y titulado “Las bocas inútiles”[8] en el que se defiende a un compañero, Lefort, de las acusaciones formuladas contra él en La Verité. Es totalmente comprensible la indignación provocada por esta especie de “acusación” repleta de insinuaciones hipócritas y de alusiones malintencionadas. Pero Chalieu no consigue contenerse y en su réplica se regodea en unas grosería y vulgaridad inaceptables. El juego de palabras aprovechando las iniciales de Pierre Frank son más bien propias de una travesura de bachilleres y no de una revista revolucionaria. Una vez más, nos encontramos ante una manifestación de algo que ensucia desde hace años la vida del movimiento obrero. La reconstitución de un nuevo movimiento revolucionario exige también como condición liberarse de esta apestosa tradición importada con el estalinismo y mantenida, junto a otras, con el trotskismo. No insistiremos lo bastante en la importancia de este aspecto “moral” que es uno de los fundamentos de un trabajo revolucionario en el presente y para el porvenir. Por ello nos ha impresionado tan desfavorablemente encontrar esta maloliente polémica en las columnas del primer número de Socialismo o Barbarie. Remarquemos que, enzarzados en el fuego de la polémica, Chalieu y sus amigos han olvidado responder a una de las cuestiones de fondo, y que habían hecho surgir esta polémica, a saber, la posibilidad de proseguir la investigación de los problemas revolucionarios a través de cualquier tipo de publicación que quiera abrirnos sus columnas.

En Internationalisme ya hemos abordado esta cuestión y llegamos a la conclusión de que no es posible. Existe hoy un angustioso problema de ausencia de medios de expresión del pensamiento revolucionario. Cada militante revolucionario que reflexiona experimenta esa sensación de asfixia y siente esa necesidad de romper esta imposición de silencio a la que se le ha condenado. Pero más allá de un problema subjetivo, se trata de un problema político en relación con la situación. No se trata de contentarse dejando los pensamientos en cualquier lugar, sino de hacer de su pensamiento un arma eficaz de la lucha proletaria. Lefort, Chalieu y sus amigos se preguntaron ¿cuál había sido el resultado de una colaboración en revistas literarias filosóficas del tipo Les Temps Modernes de Sartre[9]? Pues bien: ésta no puede producir más que mera elucubración revolucionaria. Es más, tal colaboración, sirve de aval a los militantes de una revista, una corriente ideológica ante la que es necesario mantener la mayor de las reservas políticas e ideológicas. En lugar de clarificar las cosas diferenciando las distintas corrientes, no se hace más que aumentar la confusión. Hace falte no darse cuenta de cuál es el problema de las condiciones de la búsqueda revolucionaria para convertir a Sartre y su revista, cuya aplicación política de su filosofía se hace a nivel de los RDR[10], el lugar y el entorno en el que se discute el papel jugado por Trotsky y el trotskismo en la degeneración de la Internacional Comunista. La investigación teórica revolucionaria no puede ser sujeto de tertulias de salón ni servir a los literatos “de izquierda” faltos de inspiración. Por penosos que sean los medios de expresión del proletariado revolucionario la tarea de elaboración de la teoría de la clase sólo puede desarrollarse a través de un marco propio. Trabajar para su mejora, desarrollar esos medios de expresión es la única vía que tiene el militante para hacer de su pensamiento una acción eficaz. Intentar servirse de medios de expresión ajenos a los de los organismos de clase denota siempre una tendencia intelectualista y pequeño burguesa. El hecho de que este problema haya sido desdeñado en la polémica emprendida por Socialismo o Barbarie demuestra que no ha sido ni siquiera captado, y menos aún solventado en un sentido u otro. Y esto es, a nuestro juicio muy significativo.

Antes de emprender el examen crítico de las posiciones defendidas por el grupo Socialismo o Barbarie, creemos que es necesario detenerse antes en otro punto que es igualmente muy característico: la forma en que este grupo se presenta. Nos equivocaríamos si consideráramos esta cuestión como carente de importancia. La idea que se tiene de uno mismo y la apreciación que se reserva a los demás están muy ligadas a las concepciones generales que se profesan. Se trata a menudo de uno de los aspectos más reveladores de la naturaleza de un grupo. Es en todos los casos un término indispensable que nos permite captar inmediata y directamente la concepción profunda de un grupo.

He aquí dos pasajes extraídos del artículo de cabecera del primer número de la revista, artículo que constituye de alguna manera el credo, la plataforma política del grupo.

Hablando del movimiento obrero actual, y después de haber constatado la completa alienación de las masas en ideologías anti-obreras, la revista señala:

“Únicamente parecen seguir a flote en este naufragio universal, débiles organizaciones tales como la “4ª Internacional”, las Federaciones Anarquistas, y algunas agrupaciones que se llaman “ultraizquierda” (Bordiguistas, Spartakistas, Comunistas de los Consejos). Organizaciones débiles, no sólo por su flaqueza numérica – que no quiere decir y que no constituye criterio alguno -, sino por su falta de contenido político e ideológico. Vestigios del pasado mucho más que anticipos del porvenir, estas organizaciones se muestran absolutamente incapaces no sólo de comprender el desarrollo social del siglo XX, sino que aún más de orientarse positivamente frente a él”.

Y después de enumerar la debilidad del trotskismo y del anarquismo, el artículo plantea algunas líneas más abajo:

“Finalmente, los agrupamientos de “ultraizquierdas” o bien cultivan con fruición sus deformaciones de capilla como es el caso de los bordiguistas, que llegan incluso a veces a responsabilizar al proletariado de su propia incapacidad, o bien – como sucede con los Comunistas de los Consejos – se contentan con sacar de las experiencias pasadas las recetas para la cocina “socialista” del futuro” (…) “Pese a sus pretensiones delirantes, tanto la “4ªInternacional” como los anarquistas o las “ultraizquierdas” no son, en realidad más que vestigios históricos, costras minúsculas de las heridas de la clase, destinadas a desprenderse con el empuje de la piel nueva que se prepara en la profundidad de los tejidos” (Socialismo o Barbarie, nº 1, pag 9).

Esto es lo que hace referencia a las demás tendencias y grupos existentes. Es fácil entender que después de un juicio tan severo, una condena inapelable a los demás grupos, se presenten ellos mismo en los siguientes términos:

“Al presentarnos hoy, mediante esta revista, ante la vanguardia de los trabajadores manuales e intelectuales, pensamos que somos los únicos capaces de responder de una manera sistemática a los problemas fundamentales del movimiento revolucionario contemporáneo; los únicos que podemos retomar y continuar el análisis marxista de la economía moderna, a plantear sobre bases científicas el problema del desarrollo histórico del movimiento obrero y su significación, definir el estalinismo y en general la burocracia “obrera”, caracterizar la 3ª Guerra Mundial, plantear en fin nuevamente, y teniendo en cuenta los elementos originales creados por nuestra época, la perspectiva revolucionaria. Ante cuestiones de tal envergadura no se trata ni de orgullo ni de modestia. Pensamos que somos nosotros quienes representamos la continuidad histórica del marxismo en el marco de la sociedad contemporánea. En ese sentido no tememos en absoluto poder ser confundidos con todos esos elementos editores de revistas “marxistas”, “clarificadores”, “hombres de buena voluntad” polemistas y charlatanes de toda calaña. Si nosotros planteamos los problemas es por qué nosotros pensamos que podemos resolverlos.”

He aquí un lenguaje en el que la pretenciosidad, y el autobombo infinito van parejos a la ignorancia en la que se encuentran respecto al movimiento revolucionario, los diferentes grupos y tendencias, sus trabajos y sus luchas teóricas en los últimos 30 años. Esa ignorancia explica muchas cosas, pero no debería servir de justificación y mucho menos vanagloriarse de ella. ¿Con qué derecho el grupo Socialismo o Barbarie se arroga el derecho de hablar, con tanto desahogo, del pasado reciente del movimiento revolucionario, de sus luchas internas, y de los grupos cuyo único fallo es el haber planteado, con diez o veinte años de antelación, los problemas que, en su ignorancia, SoB, cree haber descubierto hoy? El hecho de ser un recién llegado a la vida política en los años de la guerra y, más aún, a través de una organización políticamente corrompida del trotskismo, en cuyo fango ha estado chapoteando hasta 1949, no debería ser invocado como certificado de honorabilidad, como garantía de madurez política. La arrogancia del tono es más bien un certificado de la indiscutible ignorancia de este grupo, que aún no se ha liberado lo suficiente del modo de pensar y de discutir del trotskismo. De no ser así, se darían cuenta fácilmente que las ideas que enuncian hoy, y que consideran como su obra original no son en muchos casos sino la repetición más o menos acertada de las ideas emitidas por las corrientes de izquierda de la 3ª Internacional (la Oposición Obrera rusa, los Spartakistas de Alemania, los Comunistas de los Consejos en Holanda, la Izquierda Comunista de Italia), desde hace 25 años y en el transcurso de estos.

Si en lugar contentarse con medias verdades y oscuros chismorreos el grupo Socialismo o Barbarie se hubiera dedicado a estudiar más a fondo los numerosos documentos, aunque difíciles de encontrar, de esas corrientes de izquierda, habría salido perdiendo probablemente su pretensión de originalidad, pero habría ganado seguramente en profundidad.

 

[1] La compañera de Marc, que fue también miembro de la Izquierda Comunista en Francia y más tarde de la CCI. Ver nuestro “Homenaje a nuestra camarada Clara”, donde se relata también este incidente. https://es.internationalism.org/cci-online/200606/945/homenaje-a-nuestra-camarada-clara

[2] Ver las “Tesis sobre la naturaleza del Estado y la Revolución proletaria (Gauche Communiste de France, 1946

[3] Esta divergencia ya había aparecido en Marsella a juzgar por la versión que proporciona Malaquais en su novela Planète sans visa, en la que el Marc de ficción argumenta contra la posición en pro de los aliados del personaje llamado Stepanoff, que es una versión apenas disimulada de Serge

[4] Esta intervención común con los RKD fue tergiversada como “colaboración con el trotskismo” por parte del Partito comunista internacionalista, lo que utilizó como pretexto para expulsar a la Izquierda Comunista de Francia de la Izquierda Comunista internacional. Lo cierto es, sin embargo, que los RKD habían roto con el trotskismo en la cuestión clave del internacionalismo, la oposición a la guerra y la denuncia de la URSS

[5] Ver por ejemplo nuestro artículo sobre la conferencia internacionalista que tuvo lugar en Holanda en 1947. “Hace sesenta años: una conferencia de los revolucionarios internacionalista”. https://es.internationalism.org/revista-internacional/200802/2191/hace-60-anos-una-conferencia-de-revolucionarios-internacionalistas

[6] Respecto a Stinas, ver nuestra introducción a los extractos de sus memorias en nuestra Revista Internacional nº 72 (Memorias de un revolucionario (A Stinas, Grecia): Nacionalismo y Antifascismo). https://es.internationalism.org/revista-internacional/199304/1993/documento-nacionalismo-y-antifascismo

Ver también en inglés: “Greek Resistance in WW2: Patriotism or internationalism. https://en.internationalism.org/book/export/html/1933

Las memorias de Stinas han sido publicadas en griego y en francés. Agis Stinas, Mémories: un révolutionnaire dans la Grèce du XX siècle. Prefacio de Michel Pablo, trducido por Olivier Houdart, La Brèche, parís 1990. Stinas fue inflexible en su oposición a la guerra y a la resistencia patriótica. En su caso, dada la falta de centralización verdadera que existía en la autoproclamada Cuarta Internacional, él había creído durante años que esa era la posición “normal” del partido trotskista. Sólo años más tarde descubrió el alcance real de la capitulación del trotskismo oficial ante el antifascismo

[7] Internationalisme nº 41, enero de 1949, artículo “Où en sommes-nous” (“¿Dónde estamos?”)

[8] Este título parece referirse a una obra de teatro escrita en 1945 con el mismo nombre por Simone de Beauvoir, escritora (1908-1986) cuya obra más famosa fue El Segundo Sexo.

[9] Sartre (1905-1980) fue un filósofo existencialista que apoyó el maoísmo y su siniestra “Revolución Cultural” así como la pretendida “revolución cubana” que instauró el régimen brutal de la familia Castro. La revista Le Temps Modernes pretendía ser “abierta” y “crítica”, aunque en realidad embellecía de forma “distanciada” y “filosófica” la democracia y la ideología de los triunfadores de la Segunda Guerra Mundial

[10] El Rassemblement Démocratique Révolutionnaire, fue un efímero partido francés fundado en la postguerra (finales de 1947-pincipios de 1948) por, entre otros, Jean Paul Sartre y algunos trotskystas y socialdemócratas de izquierda

 

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El comunismo está al orden del día en la historia