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"El fracaso de Copenhague es más profundo de lo que pudiera uno imaginarse" según Herton Escobar, especialista en ciencias del diario O Estado de São Paulo (Brasil), "El mayor acontecimiento diplomático de la Historia no ha desembocado en el menor compromiso"
"Copenhague desemboca en fracaso" (Guardian, Reino Unido), "Fiasco en Copenhague", "Resultado grotesco", "Algo peor que inútil" (Financial Times, Reino Unido), "Una cumbre para nada" (The Asian Age, India), "La ducha fría", "El peor acuerdo de la historia" (Libération, Francia)...La prensa internacional es casi unánime[1]: esa cumbre anunciada como algo histórico ha sido una catástrofe. Al final, los países participantes en esa gran ceremonia firmaron un acuerdo, una incierta promesa lejana que no compromete a nada ni a nadie: reducir la subida de calentamiento a 2° C en 2050. "El fracaso de Copenhague es más profundo de lo que pudiera uno imaginarse" según Herton Escobar, especialista en ciencias del diario O Estado de São Paulo (Brasil), "El mayor acontecimiento diplomático de la Historia no ha desembocado en el menor compromiso"[2]. Quienes creyeron en un milagro, el del nacimiento de un capitalismo verde, han visto, al igual que la banquisa ártica y antártica, derretirse sus ilusiones de golpe.
La cumbre de Copenhague vino precedida de una impresionante campaña publicitaria. La tabarra mediática orquestada a escala mundial llegó a ser ensordecedora. Todos los canales de TV, diarios y revistas trasformaron el acontecimiento en histórico. Fue una puesta en escena impresionante con múltiples versiones.
Desde el 5 junio de 2009, el film documental de Yann Arthus Bertrand, Home, verificación dramática e implacable de la amplitud de la catástrofe ecológica mundial, difundida simultánea y gratuitamente en 70 países (por televisión, en Internet, en los cines).
Cientos de intelectuales y asociaciones multiplicaron las declaraciones grandilocuentes para "despertar las conciencias" y "ejercer una presión ciudadana sobre quienes deciden". En Francia la fundación Nicolas Hulot lanzó una especie de ultimátum: "El porvenir del planeta y con él, el sino de miles de millones de hambrientos [...] se jugará en Copenhague. O se escoge la solidaridad o se sufrirá el caos, la humanidad tiene cita consigo misma". Y el mismo mensaje en Estados Unidos: "Las naciones del mundo se reúnen en Copenhague del 7 al 18 de diciembre de 2009 para una conferencia sobre el clima que se anuncia como la de la última oportunidad. O funciona o se rompe, camina o revienta o, quizás en sentido propio, o nadas o te hundes. En realidad se puede afirmar sin equivocarse que es la reunión diplomática más importante de la historia del mundo." (Bill McKibben, escritor y militante norteamericano, en la revista Mother Jones[3]).
El día de la apertura de la cumbre, 56 diarios de 45 países tomaron la iniciativa inédita de hablar con la misma voz en un editorial: "Si no nos unimos para emprender acciones decisivas, el cambio climático causará estragos en nuestro planeta [...] El cambio climático [...] tiene consecuencias que persistirán para siempre y nuestras perspectivas de controlarlo se van a decidir en los próximos 14 días. Pedimos a los representantes de los 192 países reunidos en Copenhague que no vacilen, que no caigan en disputas, que no se echen las culpas unos a otros. [...]El cambio climático afecta a todos, y todos deben resolverlo." [4]
Todos esos discursos tienen una mitad de verdad. Las investigaciones muestran que el planeta está siendo devastado. Se agrava el calentamiento climático y, con éste, la desertificación, los incendios, los ciclones... La contaminación y la explotación intensiva de los recursos acarrean la desaparición masiva de las especies. De ahora a 2050 habrá desaparecido entre 15 y 37% de la biodiversidad. Hoy, un mamífero de cada cuatro, un ave de ocho, un tercio de anfibios y 70% de plantas están en peligro de extinción[5]. Según el Foro humanitario mundial, el "cambio climático" provocaría la muerte de ¡300 000 personas por año! (la mitad por malnutrición) En 2050, habría "250 millones de refugiados climáticos"[6]. Sí, ¡el problema es urgente!, Sí, ¡la humanidad está ante un problema histórico y vital!
En cambio, el resto del mensaje es pura mentira con la que adormecer de ilusiones al proletariado mundial. Todos llaman a la responsabilidad de los gobernantes y a la solidaridad internacional frente al "peligro climático". ¡Como si los Estados pudieran olvidar o superar sus propios intereses nacionales para unirse, cooperar, ayudarse por el bien de la humanidad! Todas esas historias no son más que nanas para dormirse, inventadas para calmar a una clase obrera inquieta al ver como se destruye poco a poco el planeta y a los millones de personas que sufren por ello[7]. Si la catástrofe medioambiental demuestra algo claramente y para todo el mundo es que sólo puede tenerse en cuenta una solución internacional. Para evitar que los obreros reflexionen demasiado por su cuenta en busca de una solución, la burguesía ha querido demostrar que era capaz de dejar de lado sus divisiones nacionales o, citando el editorial internacional de los 56 diarios, "que no caigan en disputas", "que no se echen las culpas unos a otros" y comprender que "el cambio climático afecta a todos, y todos deben resolverlo"
Lo menos que puede decirse es que han fallado el objetivo y ¡de qué manera! Si algo ha demostrado Copenhague es que el capitalismo sólo es capaz de montar un tinglado de lo más confuso para fabricar humo.
Ni que decir tiene que nada podía esperarse, semejante cumbre no podía parir ni a un ratón. El capitalismo destruye el medioambiente desde siempre. Ya en siglo XIX, Londres era como una gigantesca fábrica que echaba humo por doquier y tiraba sus residuos en el Támesis. Ese sistema produce con el único objetivo de sacar ganancias y acumular capital por todos los medios. Si para ello hay que arrasar bosques, saquear océanos, contaminar ríos o alterar el clima, da igual... Capitalismo y Ecología son obligatoriamente antagónicos. Todas las reuniones internacionales, los comités, las cumbres (como la de Río de Janeiro en 1992 o la de Kyoto en 1997) no han sido más que taparrabos, ceremonias teatralizadas para hacer creer que los "grandes de este mundo" se preocupan por el porvenir del planeta. Los Nicolas Hulot, Yann Arthus Bertrand, Bill McKibben Al Gore y demás[8] han querido hacernos creer que esta vez iba de veras, que ante la urgencia de la situación, los mandamases iban a ponerse manos a la obra. Y mientras esos ideólogos producían viento, aquellos "altos dirigentes" afilaban sus armas eco...nómicas! Pues ésa es la realidad: el capitalismo está dividido en naciones, todas ellas competidoras de las demás, metidas todas en una guerra comercial sin tregua y, si falta hiciera, guerra a secas.
Baste un ejemplo. El polo Norte se está derritiendo. Los científicos prevén una catástrofe ecológica de gran envergadura: crecida de las aguas, cambios en la salinidad y corrientes marinas, corrosión de infraestructuras y erosión de las costas consecuencia de derretimiento del pergelisol, liberación de CO2 y de metano de esos suelos helados, degradación de los ecosistemas árticos[9] ... Los Estados sí que ven por su parte una "oportunidad" de explotar los recursos hasta ahora inaccesibles y abrir nuevas vías marítimas libres de hielo. Rusia, Canadá, Estados Unidos, Dinamarca (por medio de Groenlandia) están metidos en una guerra diplomática sin cuartel, no dudando, si hace falta, en usar la intimidación militar. Como, por ejemplo, en agosto de 2009, "unos 700 efectivos de los ejércitos canadiense, de tierra, mar y aire, participan en la operación pancanadiense NANOOK 09. El objetivo del ejercicio es demostrar que Canadá es capaz de afirmar su soberanía en el Ártico, una región codiciada por Estados Unidos, Dinamarca y, sobre todo, Rusia, la cual ha irritado a Ottawa con algunos amagos tácticos como mandar aviones o submarinos."[10], pues, efectivamente, el Estado ruso, desde 2007, suele mandar regularmente sus aviones de caza a sobrevolar el Ártico e incluso las aguas canadienses como en tiempos de la guerra fría.
¡Capitalismo y Ecología son sin la menor duda y para siempre dos cosas antagónicas!
"El fracaso de Copenhague" lo será todo menos una sorpresa. Ya lo decíamos en nuestra Revista Internacional n°138 del tercer trimestre de 2009: "El capitalismo mundial es completamente incapaz de cooperar para hacer frente a la amenaza ecológica. En particular en este período de descomposición social, con la tendencia creciente de cada nación a jugar su propia baza en la partida internacional, a la competencia de cada cual contra los demás, tal cooperación es imposible." Lo más sorprendente es, sin embargo, que esos jefes de Estado ni quiera hayan sido capaces de salvar las apariencias. Suele normalmente ocurrir que al final se firme un acuerdo con el mayor boato, se rubrique una serie de objetivos hueros y ¡todos tan contentos! Esta vez no, esta vez ha quedado sellado oficialmente el "fracaso histórico". Las tensiones y los regateos han salido por los bastidores y han acabado en el escenario. Ni siquiera se ha podido sacar la típica foto de jefes de Estado, felicitándose mutuamente, dándose palmaditas y yendo del bracete, echando sonrisas de oreja a oreja como artistas de cine. ¡Con eso queda todo dicho!
La repulsa es tan patente ante lo ridículo y vergonzoso de esos dirigentes de la burguesía que éstos han preferido largarse sin hacer ruido y de puntillas. ¡Vaya contraste entre los bombos, platillos y trompetas durante los preparativos de la Cumbre de Copenhague y el "ensordecedor" silencio que la siguió. Al mismo día siguiente del encuentro internacional, los medios se limitaron a escribir unas cuantas líneas de lo más discreto para hacer un "balance" del fracaso (con, a menudo, esa sistemática indecencia de echar la culpa a las demás naciones), y después, dejar de hablar de un tema un tanto infecto en los días siguientes.
¿Por qué, contrariamente a lo que suele ocurrir, los jefes de Estado ni siquiera han conseguido dar el pego? La respuesta tiene dos palabras: crisis económica.
En contra de lo que se afirmaba por todas partes desde hace meses, la recesión de la crisis actual no anima a los jefes de Estado a aprovechar la "fantástica ocasión" de zambullirse todos juntos en la "aventura de la green economy". La brutalidad de la crisis reaviva las tensiones internacionales. La cumbre de Copenhague ha mostrado la guerra encarnizada que se hacen las grandes potencias. Para éstas ya no queda tiempo ni medios para el disimulo aparentando llevarse bien con los demás y rubricar acuerdos, ni siquiera en papel mojado como otras tantas veces. ¡Es hora de sacar las navajas y su brillo estropea las fotos!
Desde el verano de 2007 y la caída de la economía mundial en la recesión más grave de la historia del capitalismo, hay una tentación creciente de ceder al canto de sirena del proteccionismo y la tendencia a que cada cual vaya a la suya. Bien sabemos que por su propia naturaleza, el capitalismo está dividido desde siempre en naciones que se hacen una guerra económica sin cuartel. Pero la quiebra de 1929 y la crisis de los años 1930 revelaron a la burguesía el peligro que entrañaba la falta total de reglas y de coordinación internacional del comercio mundial. Y después de la IIª Guerra mundial, los bloques del Este y del Oeste se organizaron interiormente instaurando un mínimo de leyes que pusieran cierto orden en las relaciones económicas. Se prohibió, por ejemplo, el proteccionismo excesivo pues se le consideraba un factor para el comercio mundial y, por lo tanto, para cada nación. Esos grandes acuerdos (Bretton Woods, 1944, por ejemplo) y las instituciones encargadas de respectar las nuevas reglas (Fondo Monetario International, por ejemplo) sirvieron, efectivamente, para amortiguar los efectos de las tendencias a la descrecencia económica que golpean al capitalismo desde 1967.
Pero la gravedad de la crisis actual ha zarandeado todas esas reglas de funcionamiento. La burguesía ha intentado reaccionar con cierta unidad, organizando los G20 de marras en Pittsburgh y Londres. Sin embargo, las tendencias centrífugas de "sálvese quien pueda" no han cesado de intensificarse un mes tras otro. Los planes de relanzamiento se coordinan cada vez menos entre las diversas naciones y la guerra económica se hace cada día más agresiva. La Cumbre de Copenhague ha venido a confirmar plenamente esas tendencias.
Hay que decir que, en contra de las patrañas sobre no se sabe qué "salida del túnel" y una reanudación de la economía mundial, la recesión no para de agravarse, sufriendo incluso una nueva sacudida en este final de año 2009. "Dubai, la quiebra del emirato", "Grecia al borde de la quiebra" (Libération, diario francés, 27-11 y 9-12) [11]. Esos anuncios han resonado como truenos. Cada Estado se da cuenta de que su economía nacional está en serio peligro y es consciente de que lo que nos depara el porvenir es una recesión más profunda todavía. Para impedir que la economía capitalista se hunda con demasiada rapidez en la depresión, a la burguesía no le queda más opción desde el verano de 2007 que crear e inyectar más y más moneda y, por lo tanto, incrementar los déficits públicos y presupuestarios. Como lo señala un informe de noviembre 2009 del banco francés Société Générale "Lo peor quizás sea lo que nos espera". Según ese banco, "lo planes recientes de salvamento instaurados por los gobiernos del mundo han transferido sencillamente unos pasivos del sector privado al sector público, acarreando una nueva serie de problemas. El primero de ellos, el déficit. [...] El nivel de la deuda es algo insoportable a largo plazo. Hemos alcanzado un punto de imposible retorno en lo que a deuda pública se refiere"[12]. El endeudamiento global es mucho más elevado en la mayoría de las economías de los países desarrollados, con relación a su Producto interior bruto (PIB). En EE.UU. y en la Unión Europea, la deuda pública será 125% del PIB dentro de dos años. En Reino Unido será de 105% y en Japón, 270% (también según ese informe). Y el Société Générale no es el único en dar la alarma. En marzo de 2009, el Crédit Suisse estableció la lista de los países más amenazados por la quiebra, comparando la importancia de sus deudas y su PIB. Por ahora, esa especie de campeonato ha quedado así, por orden de peligrosidad: Islandia, Bulgaria, Lituania, Estonia, Grecia, España, Letonia, Rumania, Gran Bretaña, Estados Unidos, Irlanda y Hungría[13]. Otra prueba de esa inquietud es que en los mercados financieros ha aparecido una nueva sigla: PIGS. "Hoy son los PIGS: Portugal, Italia, Grecia, España [Spain en inglés, NDLR] los que hacen temblar el planeta. Tras Islandia y Dubai, a esos cuatro países de la zona euro se les considera como posibles bombas de relojería de la economía mundial"[14] .
En realidad, todos los Estados, ante el déficit abismal van a tener que reaccionar y llevar a cabo una política de austeridad. Eso significa en concreto que:
En resumen, la situación económica agudiza la competencia. Los Estados están hoy poco dispuestos a aceptar la menor concesión; libran una batalla despiadada por la supervivencia de su economía nacional contra las demás burguesías. Ha sido esa tensión, esa guerra económica lo que se ha manifestado en Copenhague.
Todos los Estados acudieron pues a Copenhague no para salvar el planeta, sino para defenderse cada uno con uñas y dientes. La finalidad de cada uno ha sido usar "la ecología" para que se adopten leyes que le sean ventajosas y que, sobre todo, entorpezcan a los demás.
Los demás países acusan a Estados Unidos y China de ser los responsables principales del fracaso. Y, efectivamente, ambos se han negado a que se establezca el menor objetivo cifrado de descenso de producción de CO2, responsable principal del calentamiento climático. Es evidente que los dos mayores contaminadores del planeta eran los que más iban a perder en ese juego[15]. "Si se adoptan los objetivos del GIEC [16] [o sea la baja de 40% de CO2 de ahora a 2050, NDLR], en 2050, cada habitante del mundo debería emitir 1,7 tonelada de CO2 por año. Y resulta que hoy, cada estadounidense ¡está produciendo 20 t. de media!" [17]. En cuanto a China, su industria casi sólo funciona con centrales de carbón que "producen el 20% de las emisiones mundiales de ese gas. Es más que todos los transportes del mundo juntos: automóviles, camiones, trenes, barcos y aviones" [18]. Se comprende así por qué los demás países tanto se empeñaron en que se fijaran "unos objetivos cuantificados" de descenso del CO2!
Pero eso tampoco significa, ni mucho menos, que EEUU y China hicieran causa común. El país asiático, al contrario, exigió que las emisiones de CO2 bajaran 40% de hoy a 2050 en... Estados Unidos y Europa. En cambio, China, por ser un país "emergente", no debería estar obligada a cumplirlo. "Los países emergentes, India y China en particular, exigen a los países ricos que se comprometan firmemente en reducir los gases con efecto invernadero, pero ellos se niegan a someterse a objetivos de obligado cumplimiento"[19]
India usa más o menos la misma estratagema: que los demás bajen sus porcentajes pero no India, justificando su política porque "tiene cientos de millones de pobres y el país no puede permitirse grandes esfuerzos". Los "países emergentes" o "en vías de desarrollo" a los que suele presentarse en la prensa como las primeras víctimas del naufragio de Copenhague, no han dudado en instrumentalizar la miseria de su población para defender sus intereses capitalistas. El delegado de Sudán, que representaba a África, no vaciló en comparar la situación a la del holocausto. "Es una solución basada en los valores que enviaron a seis millones de personas a los crematorios en Europa."[20] Esos dirigentes que matan de hambre a sus pueblos y eso cuando no los machacan alegremente, se atreven hoy, sin el menor pudor, a invocar "sus" desgracias. En Sudán, sin ir más lejos, no será a causa del clima en el futuro sino ya, hoy, ahora que millones de personas caen muertas a balazos.
Y Europa y su papel de dama virtuosa, ¿qué ha hecho por defender "el futuro del planeta"? Pongamos algunos ejemplos. El presidente francés Nicolas Sarkozy hace una estentórea declaración llena de aspavientos el día antes de la cumbre, "Si seguimos así, será un fracaso. [...] Debemos todos hacer compromisos, [...] Europa y los países ricos debemos reconocer que nuestra responsabilidad es mayor que la de los demás. Nuestro compromiso debe ser mayor. [...] ¿Quién va a atreverse a decir que África y los países más pobres no necesitan dinero? [...] ¿Quién va a atreverse a decir que no hace falta un organismo verificador de que se respetan los compromisos de cada uno?"[21] Detrás de toda esa retórica se oculta una realidad siniestra. El Estado francés y Sarkozy se pelean por un descenso cuantificado de las emisiones de CO2, pero, sobre todo, para que... no se pongan límites a la energía nuclear, recurso vital de la economía gala. Esa energía hace pesar sobre la humanidad una amenaza, una especie de espada de Damocles. El accidente de la central de Chernobil causó entre 4000 y 200 000 muertes según si se cuentan o no las víctimas por cánceres causados por las radiaciones. Con la crisis económica, en las décadas venideras, los Estados tendrán menos medios para mantener las centrales, de modo que los accidentes podrán ser más probables. Y ya hoy la industria nuclear contamina masivamente. El Estado francés quiere hacer creer que sus residuos radioactivos son "convenientemente" almacenados en La Hague (norte de Francia), cuando, en realidad, para ahorrar, exporta, con disimulo, gran parte de ellos a Rusia: "casi el 13 % de las materias radioactivas producidas por nuestro parque nuclear duermen en algún sitio de la inmensidad siberiana. En realidad y para ser precisos se tata del complejo atómico de Tomsk-7, una ciudad secreta de 30 000 habitantes, prohibida a los periodistas. Allí, cada año desde mediados de los años 1990, 108 toneladas de uranio empobrecido procedente de las centrales francesas llegan en contenedores que se colocan en un inmenso aparcamiento a cielo abierto." [22] Otro ejemplo. A los países de Europa del Norte suele considerárseles modélicos en esto de la ecología. Pues bien, en lo que a deforestación se refiere, "Suecia, Finlandia, o Austria pisan el freno a fondo para que nada se mueva"[23]. ¿La razón?: su producción de energía es muy dependiente de la madera y son grandes exportadores de papel. De modo que Suecia, Finlandia y Austria se pusieron en Copenhague al lado de China, la cual, como primer productor de muebles de madera que es, no quería ni oír hablar de limitaciones a la deforestación. Y eso no es una menudencia sin importancia: "La deforestación es, en efecto, responsable de la quinta parte de las emisiones mundiales de CO2." [24] y "La destrucción de los bosques pesa enormemente en la balanza del clima [...]. Unas 13 millones de hectáreas de bosque se cortan cada año, o sea lo equivalente a la superficie de Inglaterra, y es esa deforestación a mansalva lo que hace que Indonesia y Brasil sean el tercero y el cuarto mayor emisor de CO2 del planeta." [25] A aquellos tres países europeos, que serían oficialmente la prueba fehaciente de que una economía capitalista verde es posible (¡sic!), "se les otorgó el premio "Fossil of the Day" [26] en el primer día de las negociaciones por su negativa a comprometerse sobre la cuestión de los bosques." [27]
Un país resume, él solo, el cinismo burgués sobre el tema de la "ecología": Rusia. Desde hace meses el país de Putin afirma con fuerza que es favorable a un acuerdo cifrado sobre las emisiones de CO2. Esta posición es sorprendente cuando se conoce el estado de la naturaleza en Rusia. Muchas zonas de Siberia están contaminadas por radioactividad. Su arsenal nuclear (bombas, submarinos...) se oxidan en cementerios. ¿Tendrá remordimientos el Estado ruso? "Rusia se presenta como la nación modelo en el tema de emisiones de CO2. Pero eso solo son trucos de circo. Veamos por qué: en noviembre, Dimitri Medvedev [el presidente ruso] se comprometió a reducir las emisiones rusas en 20% de ahora hasta 2020 (sobre la base de 1990[28]), o sea más que la Unión Europea. Pero no hay ahí ninguna imposición, pues, en realidad, les emisiones rusas ya han disminuido en... 33% desde 1990 a causa del desmoronamiento del PNB ruso tras la caída de la Unión Soviética. De hecho, lo que pretende Moscú es poder emitir más CO2 en los próximos años para así no frenar su crecimiento (en caso de que éste vuelva algún día...). Los demás países no aceptarán fácilmente esa posición.[29]".
El capitalismo nunca será "verde". Mañana, la crisis económica va a seguir golpeando cada vez más duramente. Y el destino del planeta no será entonces más que ahora una preocupación de la burguesía. Sólo buscará una cosa: mantener a flote su economía nacional, enfrentándose cada vez más duramente a los demás países, cerrando fábricas poco rentables, dejándolas incluso que se pudran in situ, reduciendo costes de producción, recortando presupuestos de mantenimiento de fábricas y centrales de energía (nucleares o de carbón), lo que acarreará más contaminación y más accidentes industriales. Ése es el porvenir que nos reserva el capitalismo: una crisis económica profunda, unas infraestructuras carcomidas y ultracontaminantes y más sufrimientos para la humanidad.
Empieza a ser hora de acabar de una vez con el capitalismo antes de que destruya el planeta y diezme la humanidad.
Pawel (6 de enero de 2010)
[1] Sólo los periódicos norteamericanos y chinos hablan de "éxito", de paso adelante". Más lejos veremos por qué.
[2] www.estadao.com.br/estadaodehoje/20091220/not_imp484972,0.php [2].
[3] https://www.courrierinternational.com/article/2009/11/19/un-sommet-plus-important-que-yalta [3]
[4] https://www.courrierinternational.com/article/2009/12/07/les-quotidiens-manifestent-pour-la-planete [4], o El País, 07/12/2009
[5] https://www.planetoscope.com/biodiversite [5]
[6] https://www.futura-sciences.com/planete/actualites/climatologie-rechauffement-climatique-vers-30000-morts-an-chine-2-c-19468/ [6]
[7] Es posible y muy probable que muchos intelectuales y responsables de asociaciones ecológicas se crean los cuentos que ellos mismos se inventan.
[8] Premio Nobel de la Paz por su lucha contra el calentamiento del planeta con su documental "Una verdad molesta"
[9] futura-sciences.com/2729/show/f9e437f24d9923a2daf961f70ed44366&t=5a46cb8766f59dee2844ab2c06af8e74.
[10] https://ici.radio-canada.ca/nouvelle/444446/harper-exercice-nord [7]
[11] La lista se va alargando pues desde finales de 2008 y principios de 2009, a Islandia, Bulgaria, Lituania y Estonia ya se les ha colgado el cartel de "Estado en quiebra".
[12] Informe hecho público por el Telegraph (diario inglés) del 18/11/2009.
[13] Fuente : weinstein-forcastinvest.net/apres-la-grece-le-top-10-des-faillites-a-venir.
[14] Le Nouvel Observateur, semanario francés (3-9/12/2009).
[15] De ahí la exclamación victoriosa de la prensa norteamericana y china (mencionada en nuestra introducción) para las que la ausencia de acuerdo es... "un paso adelante".
[16] Grupo intergubernamental de peritos en clima
[17] Le Nouvel Observateur (3-9/12/2009), numero especial "Copenhague".
[18] Ídem.
[19] Ver la página (en francés) www.rue89.com/planete89/2009/12/19/les-cinq-raisons-de-lechec-du-sommet-... [8]
[20] Les Echos, diario francés19/12/2009.
[21] Le Monde, 17/12/2009.
[22] "Nos déchets nucléaires sont cachés en Sibérie" ("Nuestros residuos nucleares se esconden en Siberia"), Libération, 12/12/2009.
[23] Euronews (canal europeo de TV), 15/12/2009 (fr.euronews.net/2009/12/15/copenhague-les-emissions-liees-a-la-deforestation-font-debat)
[24] www.rtlinfo.be/info/magazine/environnement/293711/wwf-l-europe-toujours-... [9]
[25] La Tribune (diario francés) 19/12/2009.
[26] Ese premio lo otorga un grupo de 500 ONGs vinculadas al medio ambiente y "recompensa" a individuos o Estados que "se hacen los remolones", valga la expresión, en la lucha contra el calentamiento climático. Durante la semana de Copenhague, casi todos los países habrían podido ostentar su Fossil of the Day [10].
[27] Le Soir (diario belga) 10/12/2009.
[28] 1990 es el año de referencia para las emisiones de gas de efecto invernadero, para todos los países, desde el protocolo de Kyoto.
[29] Le Nouvel Observateur, 3-9/12/2009.
Con la agravación de la crisis económica y de la descomposición social en el mundo entero, las condiciones de vida se hacen cada vez más intolerables, en particular en los países del Tercer mundo. La miseria, las catástrofes naturales, las guerras, la limpieza étnica, el hambre, la barbarie integral son la realidad cotidiana de millones de personas y sus consecuencias acumuladas incitan a la emigración masiva. Millones de personas huyen hacia las grandes metrópolis capitalistas o hacia otros países también subdesarrollados pero que están en una situación algo menos desesperada. Aunque este texto se refiere más especialmente al problema migratorio en Estados Unidos, las lecciones sacadas en él son, evidentemente, universales.
Naciones Unidas considera que 200 millones de emigrantes –un 3 % de la población mundial– viven fuera de su país de origen, dos veces más que en 1980. En Estados Unidos, 33 millones de habitantes han nacido en el extranjero (11,7 % de la población); en Alemania, 10,1 millones (12,3 %); en Francia, 6,4 millones (10,7 %); en Reino Unido, 5,8 millones (9,7 %); en España, 4,8 millones (8,5 %); en Italia, 2,5 millones (4,3 %); en Suiza, 1,7 millón (22,9 %) y en Holanda, 1,6 millón ([1]). Las fuentes gubernamentales y mediáticas consideran que hay más de 12 millones de inmigrantes clandestinos en Estados Unidos y más de 8 millones en la Unión Europea. En este contexto, la emigración se ha convertido en una cuestión política candente en todas las metrópolis capitalistas, incluso en el Tercer mundo como lo han demostrado las recientes revueltas antiinmigrantes en Sudáfrica.
A pesar de que existan variaciones según los países y sus especificidades, la actitud de la burguesía ante esta emigración masiva sigue en general el mismo esquema en tres aspectos: 1) instigar la inmigración por razones económicas y políticas 2) y, simultáneamente, limitarla e intentar controlarla y 3) orquestar campañas ideológicas para azuzar el racismo y la xenofobia contra los inmigrantes con el fin de dividir a la clase obrera.
Promover la inmigración: la clase dominante cuenta con los trabajadores emigrados, legales o ilegales, para ocupar empleos mal pagados, poco atractivos para los obreros del país, y para servir de ejército de reserva de desempleados y mano de obra subempleada, con el fin de disminuir los sueldos de toda la clase obrera y paliar la disminución de mano de obra debida al envejecimiento de la población y la baja de la natalidad. En Estados Unidos, la clase dominante sabe muy bien que ramos enteros como el pequeño comercio, la construcción, la industria cárnica y avícola, los servicios de limpieza, los hoteles, los restaurantes, los servicios a domicilio y cuidado de niños se basan en gran parte en el trabajo de los emigrantes, legal o ilegal. Por ello las pretensiones de la extrema derecha de expulsar a 12 millones de inmigrantes ilegales y reducir la inmigración legal no pueden ser una alternativa política racional para las fracciones dominantes de la burguesía estadounidense y fueron rechazadas como irracionales, impracticables y nocivas para la economía de Estados Unidos.
Limitar y controlar: al mismo tiempo, la fracción dominante reconoce la necesidad de resolver el problema del estatuto de los inmigrantes sin papeles para poder controlar una multitud de problemas sociales, económicos y políticos, incluidos la existencia y la atribución de servicios médicos, sociales, educativos y demás servicios públicos, así como también toda una serie de problemas legales que afectan a los hijos de inmigrantes nacidos en Estados Unidos y a sus bienes. Ese es el telón de fondo de la reforma de la inmigración propuesta en Estados Unidos durante la primavera del 2007, apoyada tanto por la administración Bush y los Republicanos como por los Demócratas (incluida su ala izquierda personificada en el que fue senador Edward Kennedy) y las grandes empresas. No es, ni mucho menos, una ley a favor de la inmigración. La ley quiere limitar más todavía las fronteras militarizándolas, limitar la legalización de los inmigrantes sin papeles así como las medidas de control de los futuros inmigrantes. Aunque proponga medios para legalizar su estatuto a los emigrados ilegales ya presentes en el país, no era, ni mucho menos, una “amnistía” e implicaba plazos y multas enormes.
Las campañas ideológicas: las campañas de propaganda contra los inmigrantes varían según los países, pero el tema siempre es similar; en Estados Unidos apunta en primer lugar a los “latinos” mientras que en Europa son los musulmanes, so pretexto de que estos inmigrantes, en particular los sin papeles, serían responsables de la agravación de la crisis económica y de las condiciones sociales que sufre la clase obrera “del país”, ya que supuestamente robarían sus empleos, harían bajar los sueldos, atestarían las escuelas con sus niños, dejarían sin fondos los programas de asistencia social, aumentarían la criminalidad y de todos modos serían responsables de todas las desdichas sociales posibles e imaginables. Es un ejemplo clásico de la estrategia del dividir para reinar, oponer a los obreros unos contra otros, que se acusen mutuamente de ser los responsables de sus problemas, que se peleen por migajas, para que nunca entiendan que es el sistema capitalista el responsable de sus sufrimientos. Eso sirve para socavar la capacidad de la clase obrera de tomar conciencia de su identidad de clase y de su unidad, cosa que la burguesía teme por encima de todo. Lo más típico es la división del trabajo en la burguesía que asigna a su ala derecha la tarea de avivar y explotar el sentimiento antiinmigrantes en todas las grandes metrópolis capitalistas, encontrando con más o menos éxito un eco en algunos sectores del proletariado; pero en ningún sitio ha alcanzado el nivel de barbarie de las revueltas xenófobas contra los inmigrantes como en Sudáfrica, en mayo de 2008.
La agravación de las condiciones en los países subdesarrollados en los próximos años, que incluye no solamente los efectos de la descomposición y de la guerra sino también los del cambio climático, significa que el problema de la emigración tendrá probablemente más importancia todavía en el futuro. Es crucial que el movimiento obrero sea claro sobre el significado del fenómeno de la emigración, sobre la estrategia de la burguesía frente a ella, sobre su política y sus campañas ideológicas, y sobre la perspectiva del proletariado ante ese problema. En este artículo examinaremos el papel histórico de la emigración de poblaciones en la historia del capitalismo, la historia de la emigración en el movimiento obrero sobre la política de emigración de la burguesía y avanzaremos orientaciones para la intervención de los revolucionarios sobre el tema de la emigración.
En su período ascendente, el capitalismo dio una gran importancia a la movilidad de la clase obrera como factor de desarrollo de su modo de producción. Bajo el feudalismo, la población trabajadora estaba vinculada a la tierra, prácticamente no se desplazaba durante toda su vida. Al expropiar a los productores agrícolas, el capitalismo obligó a amplias poblaciones a dejar el campo para ir a la ciudad a vender su fuerza de trabajo, proporcionando una reserva indispensable de fuerza de trabajo. Como escribíamos en Révolution internationale en el artículo “La classe ouvrière, une classe d’immigrés” (La clase obrera, clase de emigrantes) ([2]),
“Al principio del capitalismo, durante su período de “acumulación primitiva”, los vínculos de los primeros trabajadores asalariados con sus señores feudales se rompieron y [las revoluciones] al haber despojado a las grandes masas de sus medios de producción y de existencia tradicionales, lanzándolas de repente al mercado laboral, proletarios sin hogar ni techo. Pero la base de toda esa evolución, fue la expropiación de los agricultores” ([3]).
Y Lenin observó que... “el capitalismo implica inevitablemente una movilidad de una población que los regímenes económicos anteriores no necesitaban y que, bajo estos regímenes, no podía sobrevivir a una escala importante” ([4]).
Con el avance de la ascendencia del capitalismo, la emigración masiva tuvo una importancia decisiva para el desarrollo del capitalismo en su período de industrialización. El movimiento y el desplazamiento de masas de obreros hacia los lugares donde los necesitaba el capital eran esenciales. De 1848 a 1914, 50 millones de personas salieron de Europa, yendo la gran mayoría a instalarse a Estados Unidos. Entre 1900 y 1914, 20 millones de personas emigraron de Europa a Estados Unidos. En 1900, la población estadounidense era de unos 75 millones de personas; en 1914 se acercaba a los 94 millones, lo que significa que en 1914 más de una quinta parte de la población estaba compuesta de nuevos inmigrantes –sin contar los que habían llegado antes de 1900. Si se cuenta a los hijos de los inmigrantes nacidos en Estados Unidos, el impacto de los inmigrantes en la vida social es aún más significativo. Durante aquel período, la burguesía estadounidense levó a cabo sobre todo una política de apertura completa a la emigración (exceptuando las restricciones hacia los emigrantes de Asia). Lo que animaba a los obreros emigrantes a desarraigarse era la promesa de mejorar su nivel de vida, huir de la pobreza y del hambre, de la opresión y la ausencia de perspectivas.
En paralelo con su política de fomentar la inmigración, la burguesía no vaciló en desarrollar al mismo tiempo campañas xenófobas y racistas para dividir a la clase obrera. Se excitaba a quienes se les llamaba obreros “nativos” (“native workers”, trabajadores “del país”, “de origen”), – y de los que algunos eran de la segunda o tercera generación descendientes de emigrados – contra los recién llegados a quienes se denunciaba por sus diferencias lingüísticas, culturales y religiosas. Incluso entre los recién llegados, se utilizaban antagonismos étnicos para alimentar la estrategia de división. Es importante recordar que el miedo y la desconfianza hacia los extranjeros tienen profundas raíces psicológicas en esta sociedad, y el capitalismo nunca ha dudado en explotar ese fenómeno para sus propios fines sórdidos. La burguesía, en particular la norteamericana, utilizó esa táctica de “divide y vencerás” para contrarrestar la tendencia histórica a la unidad de la clase obrera y controlar mejor al proletariado. En una carta a Hermann Schlüter, en 1892, Engels subrayaba: “Vuestra burguesía sabe mucho mejor que el Gobierno austríaco utilizar a una nacionalidad contra otra: judíos, italianos, bohemios, etc., contra alemanes e irlandeses, y cada uno contra los demás.”
Es un arma ideológica clásica del enemigo de clase. Mientras que la emigración en el período de ascendencia del capitalismo sirvió en gran parte para satisfacer las necesidades en fuerza de trabajo de un modo de producción históricamente progresista, que se desarrollaba y extendía rápidamente, en la decadencia, con la disminución de los índices de crecimiento exponenciales, los motivos de la emigración son la consecuencia de factores mucho más negativos. La necesidad de huir de la persecución, del hambre y de la pobreza que impulsó a millones de obreros a emigrar durante el período de ascendencia para encontrar un trabajo y una vida mejor, aumentó inevitablemente en el período de decadencia, con una urgencia superior. Las nuevas características de la guerra en la decadencia, en particular, dieron un nuevo impulso a la emigración de masas y a la marea de refugiados. En la ascendencia, las guerras se limitaban ante todo al conflicto entre ejércitos profesionales en los campos de batalla. Con la decadencia, el carácter de la guerra se ha transformado de manera significativa, implicando a toda la población y todo el aparato económico del capital nacional. Aterrorizar y desmoralizar a la población civil se ha vuelto un objetivo táctico primordial, provocando migraciones masivas de refugiados durante el siglo xx, que se mantienen en el xxi. Durante la guerra actual en Irak por ejemplo, se evalúan en dos millones los refugiados que buscan la seguridad en Jordania y sobre todo en Siria. Y, después, policías y militares corruptos, mafias y criminales les roban sus bienes, persiguen por los caminos a los emigrantes que huyen de su país de origen, los maltratan y les roban durante su desesperado viaje hacia lo que esperan ser una vida mejor. Muchos mueren o desaparecen por el camino, algunos caen en manos de traficantes de hombres. Hay que decir que las fuerzas de la justicia y del orden capitalista parecen incapaces o no quieren hacer nada por aliviar los males sociales que acompañan la emigración masiva del período actual.
En Estados Unidos, la decadencia vino acompañada de un cambio brusco: de una política de amplia apertura a la inmigración (excepto las viejas restricciones hacia los asiáticos) se pasó a unas políticas gubernamentales de inmigración extremadamente restrictivas. Con el cambio de período económico, se necesitaba globalmente menos llegadas continuas y masivas de fuerza de trabajo. Pero no fue la única razón de una inmigración más controlada, también ha de contarse con los factores racistas y “anticomunistas”. La “National Origins Act”, ley adoptada en 1924, limitó el número de inmigrantes procedentes de Europa a 150 000 personas al año y fijó la cuota para cada país en base a la composición étnica de la población norteamericana en 1890 –antes de la oleada masiva de emigración procedente de Europa del Este y del Sur. Los obreros inmigrantes de Europa del Este eran en parte la diana de un racismo descarado con el fin de frenar el aumento de elementos “indeseables” como italianos, griegos, europeos del Este y judíos. Durante el período del miedo “al rojo” en Estados Unidos que siguió a la Revolución rusa, se consideraba que entre los obreros inmigrantes de Europa del Este había probablemente una cantidad desproporcionada de “bolcheviques” y entre los de Europa del Sur, anarquistas. Además de limitar el flujo de inmigrantes, la ley de 1924 creó, por primera vez en Estados Unidos, el concepto de obrero extranjero no inmigrante –que podía venir a trabajar a Estados Unidos pero no tenía derecho a quedarse.
En 1950 se promulgó la McCarran-Walter Act. Muy influido por el macarthismo y la histeria anticomunista de la Guerra fría, esa ley imponía nuevos límites a la inmigración so pretexto de lucha contra el imperialismo ruso. A finales de los años 1960, con el inicio de la crisis abierta del capitalismo mundial, se liberalizó la inmigración en Estados Unidos, incrementándose las oleadas de emigrantes hacia ese país, no sólo procedentes de Europa, sino también de Asia y América Latina. Se plasmaba en parte así el deseo del capitalismo estadounidense de igualar el éxito de las potencias europeas que habían atraído de sus antiguos países coloniales a trabajadores intelectuales cualificados y capacitados, científicos, doctores en medicina, enfermeros y otras profesiones (lo que se ha dado en llamar “huida de cerebros” de los países subdesarrollados), y, por otra parte, abastecer en mano de obra barata a la agricultura. La consecuencia inesperada de las medidas de liberalización fue el aumento espectacular de la inmigración, tanto la legal como la ilegal, especialmente la procedente de Latinoamérica.
En 1986, se puso al día la política norteamericana antiinmigración con la promulgación de la “Simpson-Rodino Immigration and naturalization Control Reform Act” sobre la llegada de inmigrantes ilegales procedentes de Latinoamérica, imponiéndose sanciones (multas e incluso cárcel), por vez primera en la historia de EE.UU., a quienes contrataran, a sabiendas, a obreros sin papeles. Tras el hundimiento económico de los países del Tercer mundo durante los años 70, se incrementó la llegada de inmigrantes ilegales, acarreando una oleada de emigración de unas masas empobrecidas que huían de la indigencia de México, de Haití o de un país como El Salvador asolado por la guerra. El tamaño de esa oleada descontrolada quedó reflejado en la cantidad récord de 1 600 000 detenciones de emigrantes clandestinos en 1986 realizadas por la policía estadounidense de inmigración.
En las campañas ideológicas, el uso de la estrategia de “divide y vencerás” ante la emigración, ya utilizada como herramienta antiproletaria en la fase ascendente del capitalismo, ha alcanzado niveles más altos durante la decadencia. Se acusa a los emigrantes de invadir las metrópolis, de hacer bajar los salarios y desvalorizarlos, de ser los causantes de la epidemia de criminalidad y de “contaminación” cultural, de atiborrar las escuelas, de sobrecargar los programas sociales, en resumen, de todos los problemas sociales habidos y por haber. Esa táctica no sólo se usa en Estados Unidos, sino también en Francia, Alemania y en toda Europa donde los inmigrantes sirven de chivo expiatorio para las calamidades sociales causadas por la crisis y el capitalismo en descomposición, en campañas ideológicas que parecen copiadas unas de otras, lo que demuestra, por la contraria, que la emigración de masas es una expresión de la crisis económica global y de la descomposición social que se están agravando en los países menos desarrollados. La única finalidad de todo esto es poner obstáculos y bloquear el desarrollo de la conciencia de clase en la clase obrera, intentando embaucar a los obreros para que no acaben de entender que es el capitalismo el que crea las guerras, la crisis económica y todos los problemas sociales propios de su descomposición social.
El impacto social de la agravación de la descomposición y de las crisis que la acompañan y, además, la agravación de la crisis ecológica llevarán a millones de refugiados hacia los países desarrollados en los años venideros. A esos movimientos masivos y súbitos de población se les trata todavía peor que a la emigración “normal”, de una manera que refleja lo inhumanidad fundamental de la sociedad capitalista. Los refugiados suelen ser hacinados en campos, separados de la sociedad que les rodea, liberados e integrados por cuentagotas, a menudo después de años y años; son tratados como prisioneros e indeseables y muy pocas veces como pertenecientes a la comunidad humana. Una actitud semejante es el extremo opuesto a la solidaridad internacionalista que define claramente la perspectiva proletaria.
Ante la existencia de diferencias étnicas, de costumbres y de lengua entre los obreros, el principio que ha guiado históricamente al movimiento obrero es: “los obreros no tienen patria”, un principio que ha influido tanto la vida interna del movimiento obrero como su intervención en la lucha de clases. La más mínima componenda contra ese principio es una capitulación ante la ideología burguesa.
En 1847, por ejemplo, los miembros alemanes de la Liga de los Comunistas exiliados en Londres, por muy preocupados que estuvieran por la propaganda hacia los obreros alemanes, adoptaron la visión internacionalista y “mantuvieron vínculos estrechos con los refugiados políticos de todo tipo de países” ([5]). En Bruselas, la Liga...
“organizó un banquete internacionalista parar demostrar los sentimientos fraternos que los obreros tenían hacia los obreros de los demás países... Ciento veinte obreros participaron en el banquete entre los cuales había belgas, alemanes, suizos, franceses, polacos, italianos y un ruso” ([6]).
Veinte años más tarde, la misma preocupación llevó a la Primera Internacional a intervenir en las huelgas con dos objetivos principales: impedir que la burguesía hiciera venir esquiroles del extranjero y dar un apoyo directo a los huelguistas como así lo hizo con los fabricantes de cedazos, los sastres y los cesteros de Londres y con los fundidores bronce en Paris ([7]). Cuando la crisis económica de 1866 provocó una oleada de huelgas por toda Europa, el Consejo general de la Internacional...
“apoyó a los obreros con sus consejos y su asistencia y movilizó la solidaridad internacional del proletariado. De esa manera, la Internacional privó a la clase capitalista de un arma muy eficaz y los patronos ya no pudieron seguir frenando la combatividad de sus obreros importando mano de obra forastera más barata... Allí donde tenía influencia, procuraba convencer a los obreros de que tenían el mayor interés en apoyar las luchas salariales de sus camaradas extranjeros” ([8]).
Y, en 1871, cuando el movimiento por la jornada de 9 horas se desarrolló en Gran Bretaña, organizado por la “Nine Hours League” y no por los sindicatos, que permanecieron fuera de la lucha, la Primera Internacional le aportó su apoyo, enviando representantes a Bélgica y Dinamarca para...
“impedir a los intermediarios de los patronos que reclutaran a esquiroles rompedores de huelgas en esos países, y lo consiguieron con gran éxito” ([9]).
La excepción más destacable a esa postura internacionalista ocurrió en Estados Unidos en 1870-71 donde la sección de la Internacional se opuso a la emigración de obreros chinos a Estados Unidos parque los capitalistas los utilizaban para bajar los salarios de los obreros blancos. Un delegado de California se quejaba porque “los chinos hacen perder miles de empleos a hombres, mujeres y niños blancos”. Esta postura era la expresión de una interpretación errónea de la crítica de Marx al despotismo asiático, modo de producción anacrónico que debía ser echado abajo para que el continente asiático se integrara en las relaciones de producción modernas y se creara un proletariado moderno en Asia. El que los trabajadores asiáticos no estuvieran todavía proletarizados y, por tanto, pudieran ser manipulados y sobreexplotados por la burguesía, no sirvió, por desgracia, para extender la solidaridad hacia esa mano de obra e integrarla en la clase obrera de EE.UU. en su conjunto, sino que sirvió para dar una explicación racional a la exclusión racista.
La lucha por la unidad de la clase obrera prosiguió, sin embargo, en la IIª Internacional. Hace poco más de cien años, en el Congreso de Stuttgart de 1907, la Internacional rechazó masivamente una propuesta oportunista de apoyar la restricción por los gobiernos burgueses de la inmigración china y japonesa. La oposición fue tan grande que los oportunistas se vieron obligados a retirar la resolución. Y en su lugar, el Congreso adoptó una posición contra la exclusión que implicaba al movimiento obrero de todos los países. En el “Informe” hecho en el Congreso, Lenin escribió:
“Sobre este tema [de la emigración] también ha surgido en comisión la tentativa de apoyar unas ideas obtusas corporativistas, las de prohibir la inmigración de obreros procedentes de países atrasados (la de los culíes procedentes de China, etc.). Es el reflejo del espíritu “aristocrático” que se encuentra entre los proletarios de algunos países “civilizados” que sacan ventajas de su situación privilegiada y por eso tienen tendencia a olvidarse de los imperativos de la solidaridad de clase internacional. Pero en el Congreso propiamente dicho no hubo ningún apologista de esa estrechez de miras corporativista pequeñoburguesa, y la resolución responde plenamente a las exigencias de la socialdemocracia revolucionaria” ([10]).
En Estados Unidos, en los Congresos del Partido Socialista de 1908, 1910 y 1912, los oportunistas intentaron presentar resoluciones que permitieran sortear la decisión del Congreso de Stuttgart, expresando su apoyo a la oposición de la AFL (American Federation of Labor, Federación Estadounidense de Trabajo) a la inmigración. Pero fueron derrotados cada vez por los camaradas que defendían la solidaridad internacional de todos los obreros. Un delegado increpó a los oportunistas diciendo que para la clase obrera “no hay extranjeros”. Otros insistieron en que el movimiento obrero no debe unirse a los capitalistas contra determinados grupos de obreros. En 1915, en una carta a la Socialist Propaganda League ([11]), Lenin escribía:
“En nuestra lucha por el verdadero internacionalismo y contra el “jingo-socialismo” ([12]), nuestra prensa denuncia constantemente a los jefes oportunistas del P.S. de Estados Unidos, los cuales son partidarios de limitar la inmigración de los obreros chinos y japoneses (sobre todo desde el congreso de Stuttgart de 1907, y en contra de las decisiones tomadas en dicho congreso). Nosotros pensamos que no se puede ser a la vez internacionalista y declararse a favor de semejantes restricciones” ([13]).
Les emigrantes han desempeñado siempre, históricamente, un papel importante en el movimiento obrero de Estados Unidos. Los primeros marxistas revolucionarios emigraron a Estados Unidos tras el fracaso de la revolución de 1848 en Alemania, estableciendo vínculos vitales con el centro de la Primera Internacional en Europa. Engels introdujo ciertas ideas bastante dudosas en el movimiento socialista en Estados Unidos, sobre los inmigrantes; algunos aspectos de esas ideas eran justos, pero otros eran erróneos y tuvieron un impacto negativo en las actividades organizativas del movimiento revolucionario norteamericano. Friedrich Engels estaba preocupado por la lentitud con la que se estaba desarrollando el movimiento obrero en Estados Unidos. Pensaba que eso se debía a ciertas características de la situación en ese país, sobre todo por la ausencia de tradición feudal y el fuerte sistema de clases de este sistema, y la existencia de la “Frontera” que servía de válvula de seguridad a la burguesía al permitir que los obreros descontentos huyeran de su existencia de proletarios para convertirse en granjeros o colonos en el Oeste. Otro aspecto era el foso que separaba a los obreros nativos de Estados Unidos y los inmigrantes en la situación económica así como la dificultad para comunicar entre inmigrantes y obreros del país. Por ejemplo, Engels criticó a los socialistas alemanes emigrados porque no se ponían a aprender inglés:
“deberán quitarse de encima todos los vestigios de su ‘traje’ de extranjero. Deberán llegar a ser totalmente americanos. No pueden esperar a que los norteamericanos vayan hacia ellos; son ellos, la minoría y los inmigrantes quienes deben ir hacia los norteamericanos, que son la amplia mayoría de la población y han nacido allí. Para ello, deben empezar aprendiendo inglés” ([14]).
Es cierto que había entre los revolucionarios emigrados alemanes en los años 1880 una tendencia a limitarse a la labor teórica y dejar de lado el trabajo hacia las masas de obreros del país, de lengua inglesa, que fue lo que provocó los comentarios de Engels. Es cierto que el movimiento revolucionario de los emigrados debía abrirse a los obreros estadounidenses de lengua inglesa, pero la insistencia en la “americanización” del movimiento, implícita en las objeciones de Engels acabó siendo desastrosa para el movimiento obrero pues tuvo la consecuencia de dejar a los obreros más formados y experimentados en funciones secundarias dejando la dirección en manos de militantes poco formados, cuya primera cualidad era haber nacido en el país y hablar inglés. Después de la Revolución rusa, la Internacional comunista siguió la misma política y sus consecuencias fueron más desastrosas todavía para el joven Partido comunista. La insistencia de Moscú para que se nombrara para la dirección a militantes nacidos en Estados Unidos catapultó a puestos clave a oportunistas y trepadores como William Z. Foster, siendo rechazados hacia la periferia del partido los revolucionarios procedentes de Europa del Este más cercanos al comunismo de izquierda, acelerándose así el triunfo del estalinismo en el partido estadounidense.
Otra observación de Engels fue también bastante problemática:
“Me parece que el gran obstáculo en Estados Unidos estriba en la posición excepcional de los obreros del país… [La clase obrera del país] ha desarrollado y se ha organizado, en gran medida, en sindicatos. Pero conserva una actitud aristocrática y cuando es posible, deja los empleos ordinarios y mal pagados para los inmigrantes de los que sólo una pequeña minoría se afilia a los sindicatos aristocráticos” ([15]).
Aunque describía de manera muy justa cómo estaban divididos los obreros entre los del país y los emigrados, daba a entender, erróneamente, que eran los obreros norteamericanos y no la burguesía los responsables del foso entre las diferentes partes de la clase obrera. Mientras que esos comentarios hablaban de divisiones en la clase obrera emigrada blanca, los nuevos izquierdistas de los años 1960 los interpretaron en el sentido de que daban una base a la “teoría” del “privilegio de la piel blanca” ([16]).
De todas maneras, la historia misma de la lucha de clases en Estados Unidos se encargó de contradecir la idea de Engels de que la “americanización” de los emigrados era una condición previa para formar un movimiento socialista fuerte en Estados Unidos. La solidaridad y la unidad de clase por encima de las diferencias étnicas y lingüísticas fueron una característica fundamental del movimiento obrero a principios del siglo xx. Los partidos socialistas norteamericanos tenían una prensa en lengua extranjera y publicaban cantidad de diarios o semanarios en varias lenguas. En 1912, el Socialist Party (Partido Socialista) publicaba en Estados Unidos 5 diarios en inglés y 8 en otras lenguas, 262 semanarios en inglés y 36 en otras lenguas, 10 mensuales en inglés y 2 en otras lenguas, y esto sin incluir las publicaciones del Socialist Labor Party (Partido Socialista Obrero). En el seno del Partido Socialista, existían 31 federaciones “extranjeras”: alemana, armenia, bohemia, búlgara, croata, checa, danesa, “hispana” ([17]), estonia, finesa, francesa, griega, húngara, irlandesa, italiana, japonesa, judía, letona, lituana, noruega, polaca, rumana, rusa, escandinava, serbia, eslovaca, eslovena, española, sueca, ucraniana, yugoeslava. Esas federaciones constituían la mayoría de la organización. La mayoría de los miembros del Partido Comunista y del Partido Comunista Obrero, fundados en 1919, eran emigrados. Y el desarrollo de Industrial Workers of the World (Obreros industriales del mundo, IWW) en el período que precedió a la Primera Guerra Mundial se debió sobre todo a la afiliación de emigrados, e incluso en las filas de IWW en el Oeste, que contaba con muchos norteamericanos “de nacimiento”, militaban miles de eslavos, mexicanos y escandinavos.
La lucha más conocida de IWW, la huelga en el textil de Lawrence en 1912, mostró la capacidad de solidaridad entre los obreros emigrados y no emigrados. Lawrence es una ciudad industrial de Massachusetts donde las condiciones de trabajo eran particularmente terribles. La mitad de los obreros eran adolescentes entre 14 y 18 años. Lo obreros cualificados solían ser de lengua inglesa y de ascendencia inglesa, irlandesa o alemana. Los no cualificados eran canadienses franceses, italianos, eslavos, húngaros, portugueses, sirios y polacos. Una baja de salarios en una de las fábricas provocó una huelga de las tejedoras polacas que se extendió rápidamente a 20 000 obreros. Se montó un comité de huelga con IWW compuesto por dos representantes de cada grupo étnico. Exigió un aumento de sueldos de 15 % y ninguna represalia contra los huelguistas. Las reuniones durante la huelga se traducían en veinticinco idiomas. Cuando las autoridades replicaron reprimiendo violentamente, el comité de huelga lanzó una campaña mandando a varios centenares de hijos de huelguistas a casa de simpatizantes y camaradas proletarios de Nueva York. Cuando una segunda expedición de 100 niños salía para Nueva Jersey, las autoridades la emprendieron con las madres y los niños, deteniéndolos y hostigándolos ante la prensa nacional; el resultado fue que se desplegó la solidaridad por todo el país. IWW utilizó la misma táctica durante una huelga del sector de la seda en Paterson (Nueva Jersey), en 1913, mandando a los hijos de obreros emigrados huelguistas a casa de “mamás de huelga” en otras ciudades; también en esta ocasión los obreros demostraron una vez más su solidaridad de clase por encima de las barreras étnicas.
Durante la guerra, el papel de los emigrantes del ala izquierda del movimiento socialista fue muy importante. Trotski, por ejemplo, participó en una reunión, el 14 de enero de 1917 en Brooklyn, en casa de Ludwig Lore, emigrado de Alemania, para planificar un “programa de acción” de las fuerzas de izquierda del movimiento socialista estadounidense. Trotski acababa de llegar la víspera a Nueva York. También participaron: Bujarin, que residía por entonces en Estados Unidos (trabajaba de editor de Novy Mir, órgano de la Federación socialista de Rusia), otros emigrados rusos, S.J. Rutgers, revolucionario holandés, compañero de lucha de Pannekoek y Sen Katayama, emigrado japonés. Según testigos presentes, los rusos fueron preponderantes en la discusión; Bujarin defendió la escisión inmediata por parte de la izquierda del Partido Socialista, mientras que Trotski defendía que la izquierda debía permanecer en el Partido por el momento, pero debía desarrollar su crítica con una publicación independiente bimensual; fue esta posición la adoptada por la reunión. Si no hubiera vuelto a Rusia tras la revolución de febrero de 1917, Trotski habría sido sin duda un dirigente del ala izquierda del movimiento norteamericano ([18]). La coexistencia de varias lenguas no fue obstáculo alguno para el movimiento; al contrario, era un reflejo de su fuerza. En una manifestación masiva en 1917, Trotski se dirigió a la muchedumbre en ruso, otros en alemán, finés, inglés, letón, yidis y lituano ([19]).
Los ideólogos burgueses defienden la idea de que las características de la emigración masiva actual hacia Europa y Estados Unidos serían totalmente diferentes de las de la emigración en períodos anteriores de la historia. Detrás de eso está la idea de que, hoy, los emigrantes debilitan, destruyen incluso, las sociedades que les acogen, se niegan a integrarse en la nueva sociedad de la que rechazan sus instituciones políticas y la cultura. En lo que Europa se refiere, el libro de Walter Laqueur, The Last Days of Europe: Epitaph for an Old Continent, publicado en 2007, defiende la idea de que la emigración musulmana es responsable del declive europeo.
El profesor de ciencias políticas burgués, Samuel P. Huntington de la Universidad de Harvard, en su libro publicado en 2004, Who Are We: The Challenges to America’s National Identity defiende la idea de que los inmigrantes latinoamericanos, especialmente los mexicanos, llegados a Estados Unidos en las tres últimas décadas hablarán quizás menos el inglés que las generaciones anteriores de inmigrantes procedentes de Europa, porque aquéllos hablan todos la misma lengua, están concentrados en las mismas regiones y en barrios donde se habla español, están menos interesados en asimilarse desde un punto de vista lingüístico y cultural, animados por izquierdistas que fomentan políticas de afirmación de la identidad. Huntington declara además que la “bifurcación”, la división de la sociedad estadounidense siguiendo unas líneas raciales negros/blancos, existente desde hace generaciones, podría hoy desplazarse o ser sustituida por una “bifurcación” cultural entre emigrados de lengua española y estadounidenses de origen, de lengua inglesa, lo que pone en entredicho la identidad y la cultura nacional norteamericana de EE.UU.
Laqueur como Huntington están muy orgullosos de su eminente carrera de ideólogos de la Guerra fría al servicio de la burguesía occidental. Laqueur es un erudito judío conservador, superviviente del Holocausto, furibundo pro sionista, antiárabe, consultante del Centro de Estudios internacionales y estratégicos (CSIS) de Washington que sirvió de “grupo de reflexión” durante la Guerra fría estrechamente vinculado al Pentágono desde 1962. El que fue Secretario de Estado de Defensa de Bush, Rumsfeld, consultaba con regularidad el CSIS. Huntington, profesor de Ciencias Políticas en Harvard, fue consejero de Lyndon Johnson durante la guerra de Vietnam. En 1968 aconsejó la política de bombardeos masivos sobre los campos vietnamitas para socavar el apoyo de los campesinos al Vietcong y obligarlos además a irse para las ciudades. Más tarde trabajó con la comisión Trilateral en los años 1970, y es el autor del informe Governibility of Democracies (La crisis de la democracia: Informe sobre la gobernabilidad de las democracias para la Comisión trilateral) en 1976. A finales de los años 70, bajo la presidencia de Carter, sirvió de coordinador político del Consejo nacional de Seguridad. En 1993, escribió un artículo en Foreign Affairs del que luego haría un libro, titulado El choque de civilizaciones (The Clash of Civilizations and the Remaking of World Order), en el que explica su tesis de que, tras el hundimiento de la URSS, sería la cultura y no la ideología la que habría de ser la base más importante de los conflictos en el mundo. Preveía que un choque de civilizaciones inminente entre Islam y Occidente sería el conflicto internacional central en el futuro. Aunque el enfoque de Huntington sobre la emigración en 2004 haya sido en gran parte abandonado por los intelectuales especialistas en el estudio de la población y temas de emigración y asimilación, sus ideas se han extendido ampliamente por los medios y los expertos en política que se mueven por Washington.
Las quejas de Huntington porque los emigrados de lengua extranjera se negarían a aprender inglés, se resistirían a la asimilación y contribuirían a la contaminación cultural, no son nada nuevo en Estados Unidos. A finales de los años 1700, Benjamin Franklin temía que Pensilvania no fuera anegada por la “plaga” de inmigrantes de Alemania.
“¿Por qué Pensilvania, se preguntaba Franklin, fundada por los ingleses, debería convertirse en una colonia de extranjeros que serán pronto tan numerosos que serán ellos los que nos germanicen y no nosotros quienes los “anglicemos” a ellos?”.
En 1896, Francis Walker, presidente del Instituto de Tecnología de Massachusetts (MIT), economista influyente, ponía en guardia contra el hecho de que la ciudadanía estadounidense podría degradarse a causa de “la llegada tumultuosa de multitudes de campesinos ignorantes y brutalizados de los países de Europa del Este y del Sur”. El presidente Théodore Roosevelt estaba tan disgustado por el alud de inmigrantes de lengua extranjera que propuso que “se exija a todos los emigrantes que llegan aquí que aprendan inglés en los cinco años siguientes o abandonen el país”. El historiador de Harvard, Arthur Schlesinger Senior, deploró de la misma manera “la inferioridad” social, cultural e intelectual de los emigrados procedentes del sur y del este de Europa. Todos esos miedos y quejas de ayer son muy similares a los de Huntington de hoy.
La realidad histórica nunca ha dado razón a esos miedos xenófobos. Siempre ha habido en cada grupo de inmigrantes, cierta cantidad que procura aprender inglés a toda costa, asimilarse rápidamente y tener éxito económico, pero la asimilación suele hacerse de manera gradual, en tres generaciones generalmente. Los inmigrantes adultos solían conservar su lengua materna y sus tradiciones culturales en Estados Unidos. Vivían en barrios de emigrados donde hablaban la lengua de su comunidad, en las tiendas, en las ceremonias religiosas, etc. Leían los libros y periódicos en su lengua natal. Sus hijos, emigrados cuando eran muy jóvenes o nacidos en Estados Unidos, solían ser bilingües. Aprendían inglés en la escuela y, en el siglo xx, estaban rodeados por el inglés en una cultura de masas, pero también hablaban la lengua de sus padres en casa y solían casarse en su comunidad étnica. La tercera generación, los nietos de los emigrados, solían perder la costumbre de hablar la lengua de sus abuelos y tendían a expresarse únicamente en inglés. Su asimilación cultural estaba marcada por una tendencia creciente a casarse fuera de la comunidad étnica de origen. A pesar de la importancia de la inmigración hispana durante los últimos años, siguen predominando las mismas tendencias a la asimilación en el período actual en Estados Unidos, según estudios recientes del Pew Hispanic Center y de la Universidad de Princeton ([20]).
Sin embargo, incluso si la oleada actual de inmigración fuera cualitativamente diferente de las anteriores, ¿qué importancia tendría eso? Si los obreros no tienen patria ¿en qué nos concierne la asimilación? Engels defendió la “americanización” en los años 1880 no, desde luego, como un fin en sí, como una especie de principio intemporal del movimiento obrero, sino como un medio de construir un movimiento socialista de masas. Pero, como hemos visto aquí, la idea de que la “americanización” sería una condición previa necesaria para el desarrollo de la unidad de la clase obrera ha sido desmentida por la práctica misma del movimiento obrero a principios del siglo xx, demostrándose así que el movimiento obrero puede abarcar la diversidad y el carácter internacional del proletariado y construir un movimiento unido contra la clase dominante.
Las recientes revueltas en las villas miseria de África del Sur son una señal de alerta para darse cuenta de que las campañas antiinmigrantes de la burguesía llevan a la barbarie en la vida social. Pero también es evidente que la propaganda capitalista exagera la cólera antiinmigrante en la clase obrera de las metrópolis. En Estados Unidos, por ejemplo, a pesar de los grandes esfuerzos de los medios burgueses y la propaganda de extrema derecha para atizar el odio contra los inmigrantes sobre cuestiones de lengua y cultura, la actitud dominante en la población y entre los obreros suele ser la de considerar que los emigrados son trabajadores que buscan ganarse la vida para mantener a sus familias, que hacen un trabajo demasiado penoso y muy mal pagado para los obreros “del país” y que sería una insensatez devolverlos a su país ([21]). En la lucha de clases misma, hay cada vez más manifestaciones de solidaridad entre obreros emigrados y obreros “de origen”, que nos recuerdan la unidad internacionalista que hubo en Lawrence en 1912. Las luchas de 2008 como la insurrección en Grecia donde los obreros emigrados se unieron a la lucha, o la huelga en la refinería de Lindsey en Gran Bretaña en 2009, donde los inmigrantes expresaron claramente su solidaridad o en Estados Unidos, durante la ocupación por obreros emigrados “latinos” de la fábrica “Window and Door Republic”. Los obreros “nativos” acudieron ante la fábrica para expresar su apoyo llevándoles alimentos, entre otras cosas.
Según refieren los media, 80 % de británicos piensan que el Reino Unido se encuentra ante una crisis de población a causa de la inmigración; más del 50 % temen que la cultura británica desaparezca; el 60 % que Gran Bretaña es una país más peligroso a causa de la inmigración; y el 85 % quieren que se disminuya o que se ponga fin a la inmigración ([22]). No nos sorprende que pueda existir en algunas partes de la clase obrera una receptividad al miedo irracional que se plasma en el racismo y la xenofobia que la ideología burguesa propaga: la ideología de la clase dominante, en una sociedad de clases, ejerce una influencia enorme sobre la clase obrera hasta que pueda desarrollarse una situación abiertamente revolucionaria. Pero sea cual sea el grado de intrusión ideológica de la burguesía en la clase obrera, para el movimiento revolucionario, el principio según el cual la clase obrera mundial es una unidad, el principio de que los obreros no tienen patria, es un principio de base de la solidaridad proletaria internacional y de la conciencia de la clase obrera. Todo lo que insiste en los particularismos nacionales, agrava, manipula o contribuye a la “desunión” de la clase obrera, es contrario a la naturaleza internacionalista del proletariado como clase, y es una expresión de la ideología burguesa que los revolucionarios combaten. Nuestra responsabilidad es defender la verdad histórica: los obreros no tienen patria.
Sea como sea, y como de costumbre, las acusaciones de la ideología burguesa contra los emigrados son más un mito que una realidad. Hay más probabilidades de que los emigrados sean víctimas de criminales que sean ellos los criminales. De manera general, los emigrados suelen ser honrados, son obreros que trabajan duro, sobreexplotados sin límites, para ganar un dinero justo para vivir y mandar algo a sus familias que a menudo se han quedado en “su tierra”. Son a menudo engañados por patronos poco escrupulosos que les pagan menos que el sueldo mínimo, se niegan a pagarles horas extras, engañados por caseros, igual de poco escrupulosos, que les hacen pagar alquileres exorbitantes por inmundos chamizos y agredidos por todo tipo de ladrones y criminales: todos ellos confían en el miedo de los inmigrantes hacia las autoridades para que ni se les ocurra denunciarlos. Las estadísticas muestran que la criminalidad tiende a incrementarse en la segunda y tercera generación en las familias de emigrados; y no es porque desciendan de inmigrantes sino a causa de la pobreza permanente y aplastante, la discriminación y la falta de perspectivas ([23]).
Es fundamental que quede clara la diferencia existente hoy entre la posición de la Izquierda comunista y la de todos los defensores de una ideología antirracista (incluidos los que se pretenden revolucionarios). A pesar de la denuncia del carácter racista de la ideología antiinmigrantes, las acciones que proponen se sitúan en el mismo terreno. En lugar de subrayar la unidad fundamental de la clase obrera, insisten en sus divisiones. En una versión puesta al día de la vieja teoría del “privilegio de la piel blanca”, se censura, con argumentos moralistas, a los obreros que desconfían de los emigrados, y no al capitalismo por su racismo contra los emigrados; y prosiguen incluso ensalzando a los obreros emigrados como a héroes más puros que los obreros de origen. Los “antirracistas” apoyan a los obreros emigrados contra los no emigrados en lugar de afirmar la unidad de la clase obrera.
La ideología multicultural que propagan desvía la conciencia de clase obrera hacia el terreno de la “política de identidad” según la cual lo que es determinante es la “identidad” nacional, lingüística, étnica, y no la pertenencia a la misma clase. Esta ideología emponzoñada afirma que los obreros mexicanos tienen más en común con los burgueses mexicanos que con los demás obreros. Frente al descontento de los obreros emigrados ante las persecuciones que sufren, el antirracismo los encadena al Estado. La solución propuesta a los problemas de los emigrados es invariablemente la de recurrir a la legalidad burguesa, ya sea reclutando obreros para los sindicatos, o mediante la reforma de la ley sobre migraciones, o alistando a los obreros en la política electoral o el reconocimiento formal de “derechos” légales. Todo a excepción de la lucha de clase unida del proletariado.
La denuncia por la Izquierda comunista de la xenofobia y del racismo contra los emigrantes se distingue radicalmente de esa ideología antirracista. Nuestra posición está en continuidad directa con la defendida por el movimiento revolucionario desde la Liga de los Comunistas y el Manifiesto comunista, la Primera Internacional, la izquierda de la Segunda Internacional, los IWW y los Partidos comunistas en sus principios. Nuestra intervención insiste en la unidad fundamental del proletariado, denuncia los intentos de la burguesía de dividir a los obreros, se opone al legalismo burgués, a las políticas identitarias y al interclasismo. Por ejemplo, la CCI defendió esa posición internacionalista en Estados Unidos cuando denunció la manipulación capitalista que consistió en hacerlo todo para que las manifestaciones de 2006 (en favor de la legalización de los emigrantes) estuvieran casi únicamente compuestas por emigrados “hispanos”. Como escribimos en Internacionalism ([24]), esas manifestaciones fueron “en gran medida una manipulación burguesa”, “totalmente en el terreno de la burguesía que las ha provocado, manipulado, controlado y dirigido abiertamente”, estaban infectadas por el nacionalismo, “ya fuera el nacionalismo ‘latino’ que surgió al inicio de las manifestaciones o la repugnante voluntad de afirmar su ‘americanismo’ reciente”, cuya “finalidad era cortocircuitar toda posibilidad para los emigrados y los obreros de origen estadounidense de reconocer su unidad esencial”.
Debemos defender, por encima de todo, la unidad internacional de la clase obrera. Como proletarios internacionalistas que somos, rechazamos la ideología burguesa y sus montajes sobre “la contaminación cultural”, “la contaminación lingüística”, “la identidad nacional”, “la desconfianza hacia los extranjeros” o “la defensa de la comunidad o del barrio”. Al contrario, nuestra intervención debe defender las adquisiciones históricas del movimiento obrero: los obreros no tienen patria; la defensa de la cultura nacional, de la lengua o de la identidad no es ni una tarea ni debe ser una preocupación del proletariado; debemos rechazar todos los intentos de quienes quieren utilizar las ideas burguesas para acentuar las diferencias en la clase obrera, para socavar su unidad. Ha habido en la historia intrusiones de una ideología de clase ajena, pero el hilo rojo que atraviesa toda la historia del movimiento obrero es la solidaridad de clase internacionalista. El proletariado procede de muchos países, habla muchas lenguas, pero es una sola clase mundial cuya responsabilidad histórica es afrontar el sistema de opresión capitalista. Consideramos la diversidad étnica, cultural, lingüística de nuestra clase como una fuerza y apoyamos la solidaridad internacional proletaria frente a los intentos de dividirnos. Debemos hacer del principio “los obreros no tienen patria” una realidad viva que lleva en sí la posibilidad de crear una comunidad humana auténtica en una sociedad comunista. Toda otra perspectiva significa abandonar el principio revolucionario.
Jerry Grevin
[1]) Rainer Muenz: “Europe: Population and Migration in 2005”, www.migrationinformation.org/USFocus/print.cfm?ID=402 [14].
[2]) Révolution internationale no 253, febrero de 1996.
[3]) Marx, El Capital, Vol. I, cap. 26, “La acumulación primitiva”.
[4]) El desarrollo del capitalismo en Rusia, VI, “La misión histórica del capitalismo” (citado en World Revolution, publicación de la CCI en Gran Bretaña, nº 300).
[5]) Franz Mehring, Karl Marx, traducido del inglés por nosotros.
[6]) Ídem.
[7]) GM Stekloff, History of the First International, (1928), traducido del inglés por nosotros.
[8]) Franz Mehring, ob.cit.
[9]) Ibíd.
[10]) “El Congreso socialista internacional de Stuttgart”, publicado el 20 octubre de 1907 en el n° 17 de Proletari, Obras completas, Tomo 13. Dejamos aquí de lado la discusión posible sobre la “aristocracia obrera”, implícita en el texto de Lenin.
[11]) Liga para la Propaganda Socialista, precursora del ala izquierda del Partido Socialista que fundaría más tarde el Communist Party (Partido Comunista) y el Communist Labor Party (Partido Comunista Obrero) en Estados Unidos.
[12]) “Se denomina jingoísmo al nacionalismo [15] exaltado partidario de la expansión violenta sobre otras naciones” [https://es.wikipedia.org/wiki/Jingo%C3%ADsmo] [16]
[13]) Carta al secretario de la SPL, 9 de noviembre de 1915, trad. del francés. https://marxists.org/francais/lenin/works/1915/11/vil19151109.htm [17]
[14]) Carta a los americanos, traducido del inglés por nosotros.
[15]) Carta a Schlüter, obra citada.
[16]) La “White Skin Privilege Theory” o “Teoría del privilegio de la piel blanca” fue fabricada por los nuevos izquierdistas de los años 1960 que pretendían que la clase dominante y la clase obrera blanca habían hecho un deal (convenio) para otorgar a los obreros blancos un nivel de vida superior en detrimento de los obreros negros que sufrían el racismo y la discriminación.
[17]) El adjetivo “hispanic” (o “latino”), “hispano”, se usa en EE.UU para designar a las personas originarias de los países latinoamericanos que allí viven [NDT].
[18]) Cf. Theodore Draper, The Roots of American Communism.
[19]) Ibid.
[20]) Ver 2003-2004 Pew hispanic Center.the Kaiser Family Foundation Survey of Latinos: Education y Linguistic Life Expectancies: Immigrant Language Retention in Southern California. Population and Development, Rambaut, Reuben G., Massey, Douglas, S. y Bean, Frank D., 32 (3): 47-460, septiembre de 2006.
[21]) “Problems and Priorities”, PollingReport.com.
[22]) Sunday Express, 6 abril 2008
[23]) States News Service, Immigration Fact Check: Responding to Key Myths, 22 junio 2007.
[24]) Internationalism, n° 139 (publicación de la CCI en EE.UU.), verano de 2006: “Immigrant demonstrations: Yes to the unity with the working class ! No to the unity with the expoiters !”
El "Mayo del 68" en Francia, así como las huelgas en Polonia del año 1970, o las luchas en Argentina, constituyen, junto al "Otoño caliente" italiano, los momentos más importantes del debut de esta nueva dinámica que acabo alcanzando a todos los países, y que abrió una nueva etapa de confrontación social que, con altos y bajos, perdura hasta ahora
Lo que queda en la memoria del "Otoño caliente" italiano[1], acaecido hace más de 40 años, es que fue un conjunto de luchas que hicieron temblar Italia, del Piamonte a Sicilia, y que motivaron un profundo cambio de la situación social y política de este país. Pero no ha de verse, en absoluto, como una especificidad italiana, pues a finales de los años 1960 asistíamos, sobre todo en Europa, al desarrollo sucesivos de luchas y de momentos de toma de conciencia por parte del proletariado que ponían de manifiesto un cambio trascendental: la clase obrera volvía a estar presente en la escena social, y retomaba su lucha histórica contra la burguesía, tras haber dejado atrás la larga noche de la contrarrevolución en que la habían sumido las derrotas de los años 1920, la Segunda Guerra Mundial, y la acción contrarrevolucionaria del estalinismo. El "Mayo del 68" en Francia[2], así como las huelgas en Polonia del año 1970[3], o las luchas en Argentina[4], constituyen, junto al "Otoño caliente" italiano, los momentos más importantes del debut de esta nueva dinámica que acabo alcanzando a todos los países, y que abrió una nueva etapa de confrontación social que, con altos y bajos, perdura hasta ahora.
Aleccionada por los acontecimientos de Mayo 68, la burguesía italiana - a diferencia de los que sí sucedió en Francia - no se dejó sorprender por la explosión de luchas de 1969 aunque no pudo evitar quedar desbordada por los acontecimientos. Tampoco es que éstos aparecieran como un relámpago en un cielo azul pues iban concurriendo multitud de factores, a escala nacional pero también internacional, que propiciaban una nueva atmósfera en la clase obrera de Italia, y sobre todo entre los jóvenes.
Una franja muy importante de la juventud se hallaba, en todo el mundo, cada vez más sensibilizada por un conjunto de situaciones, entre las que destacan:
- La guerra de Vietnam[5] que aparecía como el combate de David-Vietnam contra Goliat- USA. Indignados por las masacres causadas por el napalm, y otras atrocidades infligidas a la población civil por parte del ejército norteamericano, fueron muchos los que se sintieron movidos a identificarse con la resistencia del Viet Cong, y a tomar partido por el "pobrecito" Vietnam, en contra del poderoso "imperialismo" norteamericano[6];
- La epopeya del "Che" Guevara[7] aureolado como héroe de la lucha por la liberación de la humanidad, y más venerado aún después de su asesinato a manos del ejército boliviano y la CIA en Octubre de 1967;
- Las acciones de los guerrilleros palestinos[8], y especialmente las del FPLP de George Habache, que tenían lugar en una atmósfera de reacciones hostiles al triunfo de Israel sobre Egipto, Siria y Jordania, en la llamada Guerra de los Seis Días en Junio de 1967;
- Las expectativas despertadas en todo el mundo por el "comunismo chino", que se vendía como la auténtica expresión de la instauración del comunismo a diferencia del "comunismo soviético" burocratizado. Recordemos como "revolución cultural"[9] desencadenada por Mao Tse Tung entre 1966 y 1969, se presentaba como una lucha por el retorno a la ortodoxia en la aplicación del pensamiento marxista-leninista.
Lo cierto que ninguno de estos hechos tiene, ni por asomo, nada que ver con la lucha del proletariado por derrocar el capitalismo. Los horrores padecidos por la población vietnamita eran la consecuencia de los antagonismos imperialistas entre los dos bloques que entonces rivalizaban en el reparto del mundo; y la resistencia encarnada por los guerrilleros - fueran palestinos o guevaristas - no dejaba de ser otro momento de esa lucha a muerte entre ambos bloques por arrebatarle al otro el dominio de regiones del planeta. En cuanto a lo del "comunismo" chino, éste resultaba ser tan capitalista como el que se daba en la URSS; del mismo modo que la llamada "revolución cultural" era, en realidad, una pugna por el poder entre la fracción encabezada por Mao y la apadrinada por Deng Xiaoping y Liu Shaoqi.
Pero también es verdad que todos esos acontecimientos impactaban por el enorme sufrimiento humano que mostraban, y que inspiraban, en mucha gente, un profundo descontento frente a las violencias de la guerra, y sentimientos de solidaridad con las poblaciones que las padecían. En cuanto al maoísmo, si bien es cierto que no representaba en absoluto una solución a los males de la humanidad y sí una mistificación y por tanto una traba más en el camino hacia su emancipación, no es menos cierto que su "popularidad" ponía de manifiesto la creciente contestación internacional a la naturaleza verdadera del "comunismo" en Rusia.
En ese contexto, es comprensible que la explosión de luchas estudiantiles y obreras que representó el Mayo francés tuviera un amplio eco internacional, y que significase una verdadera referencia y un potente estímulo para los jóvenes y los proletarios en todo el mundo. No en vano Mayo 68 fue la demostración no sólo de que se podía luchar, sino que se podía ganar. Ese mismo Mayo, al menos en lo concerniente a su componente de luchas estudiantiles, había venido preparado por otros movimientos como los que se habían producido en Alemania con la experiencia de la Kritische Universität [Universidad Crítica][10], y la formación del Socialisticher Deutscher Stundentenbund - SDS - [Liga de los Estudiantes Socialistas de Alemania]; con la de los Provos en Holanda, o incluso con la del partido de los Black Panthers en Estados Unidos. Puede decirse que, de una manera u otra, todo lo que sucedía entonces en tal o cual rincón del planeta tenía un gran eco en el resto de países, pues existía una gran receptividad sobre todo entre los jóvenes obreros y estudiantes que tendrán especial protagonismo en los acontecimientos del "Otoño caliente". La angustia y la reflexión reinantes inspiraron a personajes carismáticos del mundo del espectáculo como Bob Dylan, Joan Baez, Jimmy Hendrix,... cuyas canciones evocaban reivindicaciones de las gentes históricamente reprimidas y explotadas (caso de la población negra en Norteamérica), reflejaban las atrocidades de la guerra (como Vietnam), y exaltaban la voluntad de emancipación.
En Italia, como ya antes sucediera en Francia, el debilitamiento de la capa de plomo que representó el estalinismo durante los años de la contrarrevolución, permitió el desarrollo de un proceso de maduración política que constituyó un terreno propicio para que emergieran diferentes minorías que reanudaron un trabajo de búsqueda y clarificación. Por otro lado, la irrupción de una nueva generación de trabajadores, se tradujo en un ascenso de la combatividad que dieron lugar a características nuevas de la lucha y a experiencias de confrontaciones en la calle que marcaron a la clase obrera.
Ya a principios de los años 1960, estando aún por tanto en plena contrarrevolución, empezaron a surgir pequeños grupos formados por elementos críticos con el estalinismo y que, en la medida de sus posibilidades, intentaban «volver a partir de cero». En aquel momento, el Partido Comunista Italiano (PCI), pasado a la contrarrevolución y completamente estalinizado - como el resto de PC's del planeta -, disponía de una base importante de miembros y simpatizantes, gracias en gran parte a la aureola heredada del antaño partido revolucionario fundado por Bordiga en 1921. Las dos décadas largas de fascismo en Italia y la desaparición de los partidos "demócratas", habían evitado al PCI, mucho más que al resto de PC's, ser identificado como enemigo de clase por parte de la gran mayoría de los trabajadores. Pero ya en la década de los años 1950 y sobre todo en la de los 60, empezaron a surgir, en el seno mismo del PCI, minorías que trataban de descubrir las verdaderas posiciones de clase, volviendo a leer sobre todo a Marx (entonces se leía menos a Lenin), y redescubriendo también a Rosa Luxemburgo.
Una de las experiencias más importante de aquel período fueron los Quaderni Rossi, un grupo nacido en el seno del PCI, y en torno a Raniero Panzieri, y que a lo largo de su existencia (1961-1966) apenas llegó a publicar seis números de una revista que, sin embargo, tuvo una relevancia enorme en la historia de la reflexión teórica de la izquierda en Italia. A esta revista hemos de remontarnos para buscar los orígenes de la corriente denominada "obrerismo" y de la que hablaremos más adelante, ya que los dos principales grupos del obrerismo italiano - Potere Operaio y Lotta Continua - provienen de esta misma matriz. La actividad de los Quaderni Rossi se repartía entre la relectura de El Capital, el "descubrimiento" de los Grundisse de Marx, y las investigaciones sobre la nueva composición de la clase obrera. Como señala la historia de Lotta Continua realizada por Aldo Cazzullo[11]: « Quaderni Rossi, la revista de Raniero Panzieri, Vittorio Foa, Mario Tronti y Alberto Asor Rosa, entre 1961 y 1966, supone una avanzadilla de la intuición que supondrá el centro de la línea política de Lotta Continua: que la revolución no surgirá de las urnas ni de los partidos (...); se trata de liberar la expresión del antagonismo entre los trabajadores y la explotación, antagonismo que no debe ser encauzado mediante acuerdos en las empresas y reformas, y sí sustraído de la tutela de sindicalistas e ingenieros, situando como eje la perspectiva del control de la producción y de un cambio global del sistema».
Panzieri aspiraba a reunir diferentes tendencias y distintos puntos de vista por muy alejados que estuvieran, pero en aquel momento, aún muy marcado por la contrarrevolución, esa empresa era irrealizable. Así «a principios de 1962, apenas iniciado el debate sobre el primer número de la revista, se marcharon los sindicalistas; y en julio de ese mismo año, tras los sucesos de la Piazza Statuto, hubo una primera salida de los intervencionistas (que publicaron luego el periódico "Gatto selvaggio" [Gato Salvaje]).»[12]
Paralelamente a esta experiencia de los QR, hubo otra, aunque ésta de menor calado político, esta vez en la región de Venecia, con el nombre de Progresso Venetto. El nexo entre ambas experiencias fue un personaje que había iniciado su carrera política como concejal del ayuntamiento de Padua y que luego se haría de lo más célebre. Hablamos de Toni Negri. Lo cierto es que Progresso Veneto se mantuvo desde Diciembre de 1961 a Marzo de 1962, y fue el centro en el que empezó a forjarse el "obrerismo" en la región veneciana, teniendo como referencia particular el complejo industrial de Porto Marghera. QR y Progresso Veneto actuaron en simbiosis durante un cierto tiempo, hasta que, en Abril de 1963, el grupo veneciano sufrió una escisión entre "obreristas" y los socialistas más apegados al partido del que provenían.
Sin embargo la escisión más importante en el seno de QR se produjo en 1964 con la salida de una serie de miembros fundadores - Mario Tronti, Alberto Asor Rosa, Massimo Cacciari, Rita Di Leo, y otros - que decidieron constituir Classe Operaia [Clase Obrera]. Mientras Panzieri seguía dedicándose a una investigación de tipo sociológico sin impacto significativo en la realidad, Classe Operaia buscaba tener presencia e influencia inmediatas en la clase obrera, pues pensaba que la situación ya estaba madura para ello: «Para nosotros, su trabajo era como una sofisticación intelectual comparada con lo que nosotros creíamos que era una exigencia perentoria: hacer entender al sindicato como debía cumplir su oficio de sindicalista, y al partido, como llevar a cabo la revolución»[13].
A Classe Operaia, liderada por Mario Tronti, vendrían a sumarse una parte de los obreristas de Progresso Veneto. Al menos inicialmente contó con la participación de Negri, Cacciari y Ferrari Bravo. Pero esta nueva publicación afrontaba numerosas dificultades, y la redacción en Venecia de Classe Operaia empezó a distanciarse de la que estaba radicada en Roma. De hecho ésta se arrimó al regazo del PCI, mientras los elementos venecianos crearon Potere Operaio (Poder Obrero), que inicialmente salía como suplemento (en forma de una hoja) de Classe Operaia. Ésta mantuvo su agonía desde 1965 hasta su último número en Marzo de 1967. En esa misma fecha nace Potere Operaio como periódico político de los obreros de Porto Marghera[14].
Al margen de Quaderni Rossi y sus diferentes epígonos, lo cierto es que en ese momento en Italia proliferaba una auténtica maraña de otras iniciativas editoriales, a veces surgidas de territorios culturales específicos como el cine o la literatura, pero que iban adquiriendo progresivamente contenido político y un cierto carácter militante. Citemos Giovane Crítica [Crítica Joven], Quaderni Piacentini [de la región de Piacenza], Nuovo Impegno [Empuje Nuevo], Quindici [Quince], o Lavoro Político, como ejemplos y componentes de esta progresiva maduración que conducirá a los acontecimientos de los años 1968 y 69.
Se ve pues que antes del estallido del "Otoño caliente" existió un largo trabajo político que permitió, al menos en algunas minorías, el desarrollo de una reflexión política y la recuperación, aunque fuese parcial, del patrimonio de los clásicos del marxismo. También es importante destacar que estas organizaciones obreristas que cobrarían un gran protagonismo en los años 70, se hallaban profundamente enraizadas en la cultura política del viejo PCI, y estaban formadas ya antes de la gran explosión de luchas de 1969 y de las luchas estudiantiles de 1968. Precisamente el hecho de haber tenido en el partido estalinista el punto de partida y de referencia, aunque fuese en negativo para criticarlo, supondrá, como veremos, la principal limitación de estos grupos obreristas y del movimiento mismo.
A nivel social, el factor probablemente determinante del curso de los acontecimientos fue el fuerte crecimiento de la clase obrera en los años del milagro económico, a expensas de la población del campo y de las zonas periféricas del sur: «En resumen que nos encontrábamos ante una élite de obreros profesionales rodeados por una gran mayoría de trabajadores sin cualificación, que trabajaban ciclos sumamente breves, a veces incluso de segundos, sometidos a un cronometraje estricto, trabajando a destajo y sin perspectiva alguna de carrera profesional»[15]. Esta nueva hornada de trabajadores, en gran parte provenientes del sur, que no sabe lo que es el trabajo en las fábricas y tampoco sus imposiciones. Por otra parte se trata de obreros jóvenes que, en muchos casos, han conseguido su primer empleo. Apenas reconocen a los sindicatos. Y, lo que es más importante, no sufren el peso de las derrotas de décadas pasadas, de la guerra, del fascismo y de la represión. Sienten más bien la efervescencia de quienes descubren un mundo nuevo y quieren modelarlo como ellos quieren. Esta "nueva" clase obrera, joven, no politizada ni sindicalizada, sin ese lastre de la historia sobre ella, protagonizará, en gran parte, la historia del "Otoño caliente".
Los movimientos de julio de 1960, y losenfrentamientos de Piazza Statuto de julio del 62.
Las luchas obreras del "Otoño caliente" tuvieron un significativo preludio en dos episodios importantes de lucha: las movilizaciones en las calles de Julio de 1960, y los enfrentamientos que tuvieron lugar en Turín en Julio de 1962.
Estos dos acontecimientos aunque aparentemente distantes de las luchas de 1968-69 constituyen, sin embargo, un antecedente importante. A través de ellos la clase obrera pudo calibrar cómo iba a ser tratada por el Estado.
Los movimientos de julio de 1960 surgieron a raíz de las protestas que, en toda Italia, suscitó la celebración en Génova de un congreso del partido neo-fascista. Tales protestas fueron salvajemente reprimidas: «En San Fernando de Apulia, los obreros estaban en huelga, como en toda Italia, por los convenios, siendo atacados a por la policía y dejando tres trabajadores heridos. En Licata, en la región de Agrigento [de Sicilia], tenía lugar una huelga general contra las condiciones de trabajo. El día 5, la policía y los carabineros cargaron y dispararon contra una manifestación encabezada por el alcalde DC [de la Democracia Cristiana], Castelli: el comerciante Vicenzo Napoli de 25 años resultó herido por un tiro. (...) Al día siguiente, una procesión que se dirigía hacia el santuario de San Paolo - el que fuera el último bastión de defensa de Roma contra los nazis - resultó atacada y sus asistentes violentamente apaleados. (...). Estalla una nueva huelga general. Se produce entonces una nueva y furiosa reacción del gobierno que da órdenes de disparar a dar, por lo que el día 7, en la ciudad de Reggio Emilia, se producen 5 muertes y 22 heridos por arma de fuego (...). El primer asesinado es Lauro Ferioli, un obrero de 22 años. A su lado, segundos después, cae Mario Serri, de 40 años, antiguo partisano. Los asesinos son dos agentes apostados entre los árboles- (...) Una ráfaga de ametralladora abate más tarde a Emilio Reverberi de 30 años. Cuando más tarde se oye a un comisario gritar furiosamente: "¡disparad a mansalva!", el que cae es Afro Tondelli de 35 años. Como puede verse en un documento fotográfico, resultó fríamente asesinado por un policía que incluso se arrodilló para acertar mejor,...»[16].
Ya es sabido que las fuerzas del orden jamás se han andado con contemplaciones cuando actúan contra los desfavorecidos o los trabajadores en lucha. Dos años más tarde veremos nuevamente esa violencia policial en los enfrentamientos de la Plaza Statuto de Turín, esta vez en un terreno claramente obrero. Resultó que dos sindicatos - la UIL y el Sindicato Italiano del Auto - que ya en aquel momento habían dejado claro el lado del que estaban, firmaron por su cuenta y a toda prisa un convenio con la dirección de FIAT que perjudicaban gravemente a los trabajadores: «Entonces entre 6 y 7 mil personas enfadadas tras conocer esto, se congregaron por la tarde en la Piazza Statuto, frente a la sede de la UIL. Durante dos días, esa plaza se convirtió en el escenario de durísimos choques entre los manifestantes y la policía. Los primeros, armados de hondas, palos y cadenas, rompieron escaparates y ventanas, levantaron rudimentarias barricadas, y cargaron una y otra vez contra el cordón policial. Estos, por su parte, embestían a la muchedumbre con su jeeps, y llenaban la plaza de gases lacrimógenos, y golpeaban a los manifestantes con las culatas de sus fusiles. Los choques se sucedieron hasta bien entrada la noche, así como el sábado 7 y el lunes 9 de Julio. Los dirigentes del PCI y del sindicato CGIL, Pajetta y Garavini, trataron infructuosamente de disuadir a los manifestantes de que se dispersaran. Al final mil manifestantes fueron detenidos y muchos de ellos encausados. La mayoría de ellos eran jóvenes obreros originarios del sur.»[17]
Dario Lanzardo ha realizado un muy lúcido[18] relato de esos acontecimientos, incluyendo los testimonios oficiales que dejan al desnudo toda la violencia gratuita ejercida por la policía y los carabineros, no sólo contra los manifestantes, sino también contra cualquiera que, desafortunadamente, pasara por allí. Al analizar las masacres perpetradas por las fuerzas del orden contra manifestaciones de trabajadores en lucha, desde el final de la guerra hasta el "Otoño caliente", puede entenderse mejor la diferencia entre el negro período de la contrarrevolución - cuando la burguesía tenía las manos libres por completo para hacer lo que quisiera contra la clase obrera - y la etapa caracterizada por la reanudación de las luchas obreras, en la que la clase explotadora prefiere poner por delante el arma de la mistificación ideológica y el trabajo de sabotaje de los sindicatos. Lo que, en realidad, cambiará con el "Otoño caliente", viendo éste como manifestación de esa reanudación de la lucha de clases tanto a escala nacional como internacional, es precisamente la relación de fuerzas entre las clases tanto en Italia como en todo el mundo. Esta es la clave para comprender la nueva etapa histórica que se abrió a finales de los años 1960, y no un presunto proceso de democratización de las instituciones. Y si no, analicemos cual fue la posición política que adoptó la burguesía ante estos acontecimientos. Para ello veamos la postura del PCI, que ilustra perfectamente el punto de vista de la clase a la que llevaba perteneciendo más de cuatro décadas: «l'Unitá [órgano del PCI], del día 9 de julio, definirá la revuelta como "intentos de provocación por parte de los hooligans", y a los manifestantes como "elementos incontrolados y exasperados", "pequeños grupos de irresponsables", "jóvenes gamberros", "anarquistas", "internacionalistas",...»[19]
Al hablar pues del "Otoño caliente" debemos huir de una visión excesivamente restrictiva de un acontecimiento que, como vemos, hunde sus raíces en una dinámica, tanto local como internacional, que se remonta a varios años antes. Por otra parte, a diferencia de lo que sucedió en el Mayo francés, este movimiento no se concentró en un par de meses, sino que se mantendrá a un alto nivel durante al menos dos años, 1968 y 1969, y cuyos coletazos abarcarán hasta finales de 1973.
El movimiento obrero estuvo marcado durante esos dos años, e incluso en los siguientes, por la explosión de las luchas de los estudiantes, el 68 italiano. Por ello hemos de analizar cada episodio para poder comprender el impresionante y progresivo desarrollo de la maduración de la lucha de clases que marca su regreso a la escena de la historia en Italia.
Tanto los institutos de secundaria como, sobre todo, las universidades, percibieron con gran intensidad las señales de un cambio de la fase histórica. El "boom" económico que había afectado a Italia, como al resto del mundo, tras el final de la guerra mundial, permitió a las familias obreras disfrutar de un nivel de vida menos miserable, y a las empresas contra con un incremento masivo de su mano de obra. Las generaciones jóvenes de las clases menos favorecidas pudieron pues acceder a los estudios universitarios para formarse en un oficio, acceder a una cultura más amplia, y poder tener así la posibilidad de ascender a una posición social más satisfactoria que la de sus padres. Pero la entrada masiva de estas capas sociales más desfavorecidas a la Universidad, no significó únicamente un cambio de la composición social del estudiantado, sino también una cierta depreciación de la imagen de los titulados, puesto que ya no se preparaban para ocupar los puestos de dirección, sino para integrarse en la organización de la producción - industrial o comercial -, en las que se limita cada vez más la iniciativa individual. Este marco sociocultural explica - al menos en parte - las causas de los movimientos juveniles de aquel momento: contestación de un saber dogmático cuya detentación es el privilegio de una casta de mandarines universitarios que aplican métodos medievales como la meritocracia y la sectorialización, en una sociedad que se percibe envejecida y replegada sobre sí misma. Las manifestaciones estudiantiles tuvieron su aldabonazo, en Febrero de 1967, con la ocupación del Palacio Campana de Turín, extendiéndose luego a otras universidades como la Normal de Pisa, la facultad de sociología de Trento, e incluso la facultad católica de Milán, y así sucesivamente, avanzando de norte a sur, durante meses y meses hasta su explosión final en 1968. En ese momento los grupos políticos que alcanzarían fama en los años 1970 aún no existían, pero sí es cierto que en ese ambiente iban floreciendo las diferentes culturas políticas que serán la base de tales grupos. Entre aquellas experiencias, una de las que tendría más transcendencia en el futuro sería la de Pisa, en la que estuvo presente un grupo importante de elementos que ya publicaba un periódico llamado Il Potere Operaio (llamado "pisano" para distinguirle del otro, el surgido de Classe Operaia). Il Potere Operaio se trataba ya en realidad de un periódico obrero puesto que era publicado como periódico de los trabajadores de la fábrica Olivetti de Ivrea. El grupo "pisano", en el que militaban la mayoría de los líderes más reconocidos de aquellos años, se distinguía, efectivamente, por hacer continuamente referencia a la clase obrera, y por dedicarse a intervenir en ella. Lo cierto es que más en general, en todo el movimiento universitario de aquella época, existía una fuerte tendencia a girar los ojos hacia la clase obrera, a ver en ella la referencia principal y la compañera ideal, aunque fuese de forma más o menos explícita. La mayoría de las ciudades simpatizaron con las protestas estudiantiles y era habitual ver como delegaciones de estudiantes se desplazaban a las puertas de las fábricas para difundir panfletos, y, más generalmente, para establecer una alianza con el mundo obrero, que cada vez percibían con mayor claridad como su propio mundo. Esta identificación de los estudiantes como parte de la clase obrera llegará a ser incluso teorizada por alguno de los componentes del medio político más obrerista.
Ya hemos señalado que en Italia, durante el año 1968, asistimos también al comienzo de importantes luchas obreras: «Durante la primavera de 1968, se produjeron en toda Italia, una serie de luchas en las fábricas que tenían como objetivo conseguir aumentos salariales iguales para todos que permitieran compensar los "magros" acuerdos de 1966. Entre las primeras fábricas en entrar en lucha se hallaba la Fiat, donde los trabajadores llevaban a cabo el conflicto más importante desde hacía más de 14 años. En Milán se ponían en huelga las Borletti, Ercoli Marelli, Magneti Marelli, Philips, Sit Siemens, Innocenti, Autelco, Triplex, Brollo, Raimondi, Mezzera, Rhodex, Siae Microelettronica, Seci, Ferrotubli, Elettrocondutture, Autobianchi, AMF, Fachini, Tagliaferri, Termokimik, Minerva, Amsco, y una veintena más de pequeñas empresas. (...) En un primer momento, la lucha era dirigida por los viejos activistas y por el sindicato exterior a la fábrica, por lo que la conducción se hacía más bien con formas autoritarias, pero un mes después, consiguieron imponerse los obreros más jóvenes que "criticaban duramente a los sindicalistas y a los miembros del CI[20] sobre la forma de luchar y sobre las etapas de la lucha", por lo que modificaron cualitativamente las formas de movilización, con piquetes muy duros, y con marchas dentro las fábricas para obligar a parar a los empleados. Una vez, estos trabajadores, prolongaron espontáneamente una huelga que había sido convocada para unas pocas horas, lo que forzó a los sindicatos a que les apoyaran. Este empuje de la juventud provocó una participación masiva en la lucha, una multiplicación de las horas de huelga, una proliferación de manifestaciones por las calles de Sesto San Giovanni [ciudad cercana a Milán], llegando incluso a derribar el pórtico del edificio que aloja la dirección de la compañía. Las huelgas continuaron a pesar de que Assolombarda [la asociación patronal de la región] planteara su finalización como condición para abrir las negociaciones. En ellas la participación de los obreros resultó masiva, pero casi nula en cambio entre otros empleados».[21]
A partir de ese momento todo va "in crescendo": «El balance del año 69 en la Fiat es un auténtico parte de guerra: 20 millones de horas de trabajo perdidas por las huelgas, 277 mil vehículos no producidos, "boom" de ventas (37% más) de coches extranjeros».[22]
Lo que cambia sustancialmente con las luchas del "Otoño caliente", es la relación de fuerzas en las fábricas. El obrero, explotado y humillado por los ritmos de trabajo, los controles, las continuas penalizaciones, etc. entra cotidianamente en conflicto con el patrón. La iniciativa obrera no se reduce únicamente a las horas de huelga, sino a cómo llevara a cabo esas huelgas. Se desarrolla rápidamente una lógica de rechazo del trabajo, que equivale a una lógica de negare a colaborar con la estrategia de la empresa, manteniéndose en cambio firmemente anclados en la defensa de las condiciones de vida obreras. Aparece, después, una nueva lógica que atañe a la modalidad de las huelgas, buscando que un mínimo esfuerzo por parte de los trabajadores cause el mayor daño a los patrones. Se trata de la huelga salvaje en la que participa un número reducido de trabajadores de los que, sin embargo, depende el ciclo completo de la producción. Mediante la rotación de la sección de trabajadores en huelga se conseguía mantener prácticamente bloqueada la fábrica con un mínimo "gasto" por parte de los obreros.
Otra expresión de ese cambio de la relación de fuerzas entre la clase obrera y la patronal son las marchas que tenían lugar en el interior mismo de las fábricas. Al principio estas marchas se producían en los largos pasillos y callejones de las factorías de Fiat o de las grandes empresas, y tenían un sentido sobre todo de protesta. Pero enseguida se convirtieron en una práctica adoptada por los obreros para convencer a los dubitativos[23], sobre todo a los empleados administrativos, para que se sumaran a la huelga: «[Estas] marchas partían siempre de Carrocerías, a menudo de la sección de Pintura. Se oía decir que tal o cual taller había vuelto al trabajo, o que habían concentrado a los no huelguistas en la sección 16, la de las mujeres. Entonces pasábamos y recogíamos a todo el mundo. Practicábamos la pesca de arrastre. Mirafiori [una de las grandes factorías del grupo Fiat], esta llena de corredores y pasos estrechos donde nadie podía esquivarnos. Pero muy pronto ya no fue necesario. Apenas nos veían, mucha gente ralentizaban la cadena y nos seguían».[24]
En lo tocante a la representatividad obrera, lo característico de este período es la consigna. "Todos somos delegados" que implicaba el rechazo a cualquier mediación sindical e imponer a la patronal una relación de fuerzas directa en plena lucha obrera. Es importante detenerse en esta consigna que se irá propagando a lo largo de todas las luchas hasta llegar a impregnar la lucha de clase de esos años. Esta experiencia es valiosísima sobre todo hoy cuando minorías proletarias dudan pues quieren luchas fuera de los sindicatos, pero no saben como hacerlo careciendo de un reconocimiento por parte del Estado.
Esto no supuso problema alguno para los trabajadores en el momento del "otoño caliente", que cuando hacía falta, luchaban, y se ponían en huelga al margen de las convocatorias sindicales y de sus directrices. En ese momento, la lucha de los trabajadores es expresión de una enorme combatividad, de una voluntad largo tiempo contenida de responder a las intimidaciones del patrón. Por ello no precisa para expresarse de motivos u objetivos inmediatos, sino que se estimula a sí misma, crea una relación de fuerzas, y va modificando progresivamente el estado de espíritu de la clase obrera. El sindicato ni tiene en todo esto más que una presencia efímera. Lo cierto es que tanto el sindicato como la burguesía tienen que permanecer todos estos años un tanto agazapados, dada la fortaleza de la lucha obrera. En realidad lo único que pueden hacer es tratar de mantener la cabeza fuera del agua, acompañar el movimiento, y evitar verse superados por él. Por otra parte es también verdad que una reacción tan potente por parte de la clase obrera es expresión, igualmente, de una falta de implantación de los sindicatos en el proletariado y por tanto de su capacidad para prevenir e incluso bloquear la combatividad, como, en cambio, sí sucede hoy. Con ello no queremos decir en absoluto que existiese una fuerte conciencia antisindical en la clase obrera. De hecho, los obreros actuaban al margen de los sindicatos y no contra ellos, aunque sí se dieran avances significativos de la conciencia, como ilustra el caso de los Comités Unitarios de Base (CUB), en la zona de Milán: «los sindicatos son "profesionales de la negociación" que han escogido, junto a los llamados partidos obreros, la vía de la reforma, es decir la vía del acuerdo global y definitivo con los patronos».[25]
Durante los años 1968-69, las luchas y las manifestaciones obreras actúan como una verdadera apisonadora, estallando en ocasiones momento de una fuerte tensión como por ejemplo cuando en las luchas de la región de Siracusa (en Sicilia), tuvieron lugar los enfrentamientos de Avola[26], o los de Battipaglia [en la región de Campania] donde se dieron choques sumamente violentos[27]. Pero fueron los enfrentamientos de Corso Trajano en julio de 1969 en Turín, los que marcaron un hito en esta dinámica. En esta ocasión, el movimiento de clase en Italia alcanzó un momento culminante en cuanto a la confluencia entre el movimiento obrero y el de las vanguardias estudiantiles. Los estudiantes que, efectivamente, disponían de más tiempo libre y podrían moverse mejor, consiguieron realizar una importante aportación a la clase obrera en lucha, que a su vez, gracias a la juventud que empezaba a despertar, tomó conciencia de su alienación, y expresó su voluntad de acabar con la esclavitud de las fábricas. La conjunción de estos dos mundos dará un fuerte impulso a las luchas que tuvieron lugar en 1969, y en particular a esta de Corso Trajano. Citamos a continuación un largo extracto de una hoja redactada por la asamblea obrera de Turín el 5 de Julio, que no sólo representa un excelente informe sobre lo que allí sucedió, sino que además es un documento de una enorme calidad política:
«La jornada del 3 de Julio no es un episodio aislado o una explosión incontrolada de revuelta. Llega tras cincuenta días de luchas que han agrupado una enorme cantidad de obreros, bloqueando por completo el ciclo de producción, y que han representando el punto más alto de autonomía política y organizativa que hayan alcanzado nunca las luchas obreras, destrozando toda capacidad de control por parte de los sindicatos.
Habiendo sido completamente expulsados de la lucha obrera, los sindicatos han tratado de sacarnos de las fábricas y de reconquistar el control mediante un llamamiento a una huelga general de 24 horas para que se congelasen los alquileres. Pero una vez más les ha sobrepasado. Las huelgas simbólicas que se convierten en vacaciones, con algunos desfiles aquí y allá no sirven más que a los burócratas. En manos de los trabajadores, la huelga general se convierte en una ocasión para unirse, para generalizar la lucha que está teniendo lugar en la fábrica. La prensa de todos los colores se niega a contar lo que está pasando en la Fiat, o bien miente sobre ello. Es el momento de romper esta conjuración del silencio, de salir del aislamiento, de comunicar a todos, con la realidad de los hechos, la experiencia de los trabajadores de Mirafiori.
Cientos de obreros y de estudiantes decidieron en asamblea convocar, para el día de la huelga, una gran manifestación que partiría de Mirafiori, y recorrería los barrios populares para sumar a los trabajadores de las diferentes fábricas. (...)
Esto ya era demasiado para los patronos. Antes mismos de que se formase la manifestación, un ejército de matones y de policías se lanzó sin avisar contra la multitud, golpeando, deteniendo y lanzando granadas lacrimógenas (...). En poco tiempo no son solo las vanguardias de obreros y estudiantes las que se enfrentan a la policía, sino toda la población obrera del barrio. Se levantan barricadas y se responde a las cargas de la policía con cargas por nuestra parte. La batalla continúa durante horas y horas y la policía se ve obligada a batirse en retirada. (...)
En ese proceso, el control y la mediación de los sindicatos se han visto sobrepasados. Además de los objetivos parciales, la lucha ha significado:
- El rechazo de la organización capitalista del trabajo.
- El rechazo del salario subordinado a las exigencias del patrón para la producción.
- El rechazo de la explotación dentro y fuera de las fábricas.
Las huelgas, las manifestaciones, las asambleas internas, han hecho saltar por los aires la división entre los trabajadores, y han hecho madurar la organización autónoma de la clase, planteándose como objetivos:
- En la fábrica conservar siempre la iniciativa contra el sindicato.
- Aumento igual para todos de 100 liras en el salario base.
- Segunda categoría para todos.
- Reducciones reales de la jornada de trabajo.
(...) La lucha de los obreros de la Fiat ha reproducido, de hecho, y a un nivel masivo, los objetivos que ya habían sido formulados a los largo de los años 1968-69 por las luchas de la mayores concentraciones obreras de Italia, de Milán a Porto Marghera, de Ivrea a Valdagno. Esos objetivos son:
- Aumento importante de los salarios de base, iguales para todos.
- Abolición de las categorías.
- Reducción inmediata y drástica de la jornada laboral sin disminución de salarios.
- Igualdad inmediata y completa entre obreros y otros empleados.»[28]
Como hemos dicho, en esta hoja quedan reflejados toda una serie de puntos fuertes del "Otoño caliente". Empezando por la igualdad, es decir la reivindicación de aumentos salariales iguales para todos independientemente de la categoría a la que se pertenezca, y no subordinados a la productividad del trabajo. Y también la recuperación de tiempo libre para los trabajadores para poder tener una vida personal, para poder hacer política, etc. De ahí la reivindicación de la reducción de la jornada laboral y el rechazo explícito del trabajo a destajo.
En ese mismo documento se informa que, partiendo de esa base, los obreros turineses reunidos en asamblea tras los enfrentamientos del 3 de julio, proponen a todos los obreros italianos emprender una nueva fase de la lucha de clases más radical, que hiciera avanzar, en base a los objetivos planteados por los obreros mismos, la unificación política de todas las experiencias autónomas de lucha que se habían dado hasta ese momento.
A tal fin se convocó en Turín mismo, una reunión nacional de comités y vanguardias obreras:
1.- Para intercambiar y unificar las diferentes experiencias de lucha, tomado como referencia lo que había sido la lucha en Fiat.
2.- Para poner a punto los objetivos de la nueva fase de la confrontación de clases que, partiendo de las condiciones materiales en que están los trabajadores, deberá trastocar toda la organización social capitalista.
Tal acto se celebró los días 26 y 27 de Julio en el Palacio de los Deportes de Turín como "reunión nacional de vanguardias obreras". En él, trabajadores de toda Italia que dan cuenta de las huelgas y manifestaciones en las que han tomado parte, discuten y avanzan reivindicaciones tales como la supresión de las categorías, la reducción de la jornada de trabajo a 40 horas semanales, aumentos salariales absolutos e iguales para todos y no porcentuales, así como la igualación con otros empleado: «Toda la industria italiana estaba allí representada. Por orden de intervención y tras la Mirafiori, hablaron los de la Petroquímica de Marghera, la Dalmine y Il Nuovo Pignone de Massa [en la Toscana], la Solvay de Rossignano, la Muggiano de La Spezzia, la Piaggio de Pontedera, la Italsider de Piombino, la Saint Gobain de Pisa, las Fatme, Autovox, Sacet y Voxon de Roma, los de la SNAM, Farmitalia, Sit Siemens, Alfa Romeo y la Ercole Marelli de Milán, la Ducati y la Weber de Bolonia, la Fiat de Marina de Pisa, la Montedison de Ferrara, la Ignis de Varese, la Necchi de Pavia, la Sir de Porto Torres [en Cerdeña], los técnicos de la RAI de Milán, los obreros de la Galileo Oti de Florencia, los Comités Unitarios de Base de la Pirelli, los trabajadores del arsenal de La Spezia».[29] Lo nunca visto: una asamblea de todas las vanguardias obreras de Italia, un momento de afirmación de la clase obrera que sólo puede darse en momentos de un fuerte ascenso de la combatividad obrera, como fue, efectivamente, el "Otoño caliente".
Los meses siguientes son los que quedarán en la memoria como el "Otoño caliente" y supondrán una continuación de esa misma tónica. Los numerosos episodios de lucha - de los que existe una interesante documentación fotográfica en la página web del diario La Repubblica[30]- se encadenan uno tras otro a toda velocidad. Ahí va una selección no exhaustiva:
02/09: huelga de los trabajadores y empleados de Pirelli por la prima de producción y derechos sindicales. En la Fiat, los obreros de las secciones 32 y 33 de la factoría Mirafiori entran en lucha, desoyendo las órdenes sindicales, contra la discriminación de empresa sobre los cambios de categoría;
04/09: Agnelli, el patrón de la Fiat, pone en la calle a 30 mil trabajadores;
05/09: el intento de las direcciones sindicales por aislar a las vanguardias obreras se salda con un fracaso, y Agnelli se ve obligado a retirar los despidos;
06/09: más de 2 millones de trabajadores del metal, de empleados de la construcción y de las industrias químicas, se ponen en lucha por la renovación de sus convenios salariales;
11/09: tras la ruptura de las negociaciones sobre la renovación del convenio, 1 millón de trabajadores del metal están en huelga en toda Italia. En Turín, 100 mil obreros bloquean la Fiat;
12/09: huelga nacional de trabajadores de la construcción. Todas las obras del país se encuentran cerradas. Se producen manifestaciones de metalúrgicos en Turín, Milán y Tarento;
16 y 17/09: huelga de 28 horas en todo el territorio nacional de los obreros de las empresas químicas. También huelga nacional en las cementeras. Nueva jornada de lucha de los obreros de la construcción;
22/09: manifestación de 6 mil trabajadores de la Alfa Romeo por las calles de Milán. Jornada de lucha de los trabajadores del metal en Turín, Venecia, Módena y Cagliari;
23 y 24: nueva huelga general de 48 horas de los obreros de las industrias cementeras;
25/09: cierre patronal en la Pirelli con la consiguiente suspensión de empleo por un período indeterminado de 12 mil trabajadores. Se produce una inmediata reacción de los obreros que bloquean todas las entidades de ese grupo industrial;
26/09: manifestación de trabajadores del metal en Turín con 50 mil obreros partiendo de la Fiat. Huelga general en Milán, y manifestaciones de cientos de miles de trabajadores que imponen así a la Pirelli que ponga fin al lockout. Se desarrollan también manifestaciones multitudinarias en Florencia y Bari;
29/09: Manifestaciones de metalúrgicos, obreros de las empresas químicas y de la construcción en Porto Marghera, Brescia y Génova;
30/09: huelga de los trabajadores de la construcción en Roma, manifestación de 15 mil obreros del metal en Livorno;
07/10: huelga de metalúrgicos de la provincia de Milán. Nueve manifestaciones que agrupan a más de 100 mil trabajadores confluyen en la Plaza del Domo de esa ciudad;
08/10: huelga general en toda Italia de los trabajadores del sector químico. Huelga en la región de Terni. Manifestaciones de trabajadores del sector del metal en Roma, Sestri [junto a Génova], Piombino [junto a Livorno], Marina di Pisa y L'Aquila;
09/10: más de 60 mil trabajadores del metal están en huelga en Génova. En la región Friuli y Venecia Julia;
10/10: se celebra, por vez primera, una asamblea dentro de los talleres de Fiat en Mirafiori. También en el interior de otras factorías del grupo tienen lugar asambleas y marchas. La policía carga en el exterior de los establecimientos. Huelga en la factoría de Italsider en Bagnoli [un barrio de Nápoles], contra las sanciones a 5 obreros,
16/10: los empleados de los hospitales, de los ferrocarriles, de Correos, los trabajadores de las administraciones locales y los jornaleros agrícolas, entran en lucha por la renovación de sus convenios. En las regiones de Palermo y de Matera tienen lugar sendas huelgas generales;
22/10: a los obreros de 40 fábricas de Milán se les concede el derecho a hacer asambleas;
08/11: se firma el convenio de los trabajadores de la construcción que incluye un aumento del 13% para los jornales más bajos, la reducción gradual de la jornada de trabajo hasta las 40 horas semanales, y el derecho a realizar asambleas en las obras;
13/11: durísimos enfrentamientos entre la policía y trabajadores en Turín;
25/11: huelga general de los trabajadores de las industrias químicas;
28/11: cientos de miles de obreros del metal animan en Roma, en defensa de sus reivindicaciones, una de las manifestaciones más importantes y más combativas que hayan tenido nunca lugar en Italia;
03/12: huelga total de los obreros de carrocerías de Fiat, y manifestación de empleados de las administraciones locales;
07/12: se alcanza un acuerdo para los trabajadores de las industrias químicas que contempla un aumento salarial de 19 mil liras al mes para todos, una jornada laboral de 40 horas semanales en 5 días, y tres semanas de vacaciones pagadas;
08/12: consecución de un convenio en las empresas metalúrgicas en las que participa el estado, con un aumento salarial, igual para todos, de 65 liras más por horas, la paridad legal entre trabajadores y otros empleados, así como el derecho a celebrar asambleas en el interior de las empresas y durante las horas de trabajo (por tanto remuneradas), hasta un límite de 10 horas al año. Se pacta igualmente una reducción de la jornada hasta las 40 horas semanales;
10/12: huelga general de los obreros agrícolas en lucha por un pacto nacional con cientos de miles de ellos manifestándose por toda Italia. Se inicia la huelga de los trabajadores de las compañías petroleras privadas por la renovación de su convenio;
19/12: huelga nacional de los trabajadores de la industria en solidaridad con el conflicto de los metalúrgicos. Nueva huelga general de los jornaleros agrícolas;
23/12: se firma el acuerdo para el nuevo convenio de los trabajadores del metal que concede 65 liras más por hora para los trabajadores y 13500 liras más al mes para otros empleados; una paga extraordinaria, así como el derecho a celebrar asambleas en el trabajo, el reconocimiento de los representantes sindicales de empresa, y la reducción de la jornada laboral a 40 horas semanales;
24/12: se llega, tras cuatro meses de lucha, al pacto nacional para los trabajadores agrícolas que reconoce la progresiva reducción de la jornada a 42 horas semanales, y 20 días de vacaciones pagadas[31].
Este impresionante encadenamiento de luchas no obedece únicamente al fuerte empuje de la clase obrera, sino que es también resultado de las maniobras sindicales que buscaban continuamente dispersar y espaciar los diferentes focos de lucha tratando de evitar que estos estuvieran activos simultáneamente, aprovechando para ello los diferentes vencimientos y ámbitos de aplicación, en las distintas empresas y sectores, de sus respectivos convenios. Este fue el medio del que se valió la burguesía para conseguir que el descontento profundo y generalizado, no desembocase en un incendio social generalizado.
Y es que este formidable despliegue de combatividad obrera, acompañado de momentos significativos de clarificación en la clase obrera, tropezará en los meses siguientes con numerosos e importantes obstáculos. La burguesía italiana, como todas las que en aquel momento hubieron de hacer frente al despertar de la clase obrera, no permaneció de brazos cruzados, sino que combinó junto a las cargas brutales y frontales de sus cuerpos de policía, otros medios, más sibilinos, para hacer frente a ese desafío. Lo que analizaremos en la segunda parte de este artículo es como la capacidad por parte de la burguesía para recuperar el control de la situación se basó en la explotación de las debilidades de un movimiento proletario que, a pesar de su enorme combatividad, carecía aún de una clara conciencia de clase e incluso de vanguardias que contaran con la madurez y la claridad necesarias para cumplir su papel.
01/11/2009
Ezechiele
[1] Empezó en Julio de 1969 y se prolongó durante varios meses.
[2] Véanse en la Revista Internacional nº 133 [18] y nº 134 [19] , del año 2008, los artículos titulados Mayo 1968 y la perspectiva revolucionaria
[3] Véase Lucha de clases en Europa del Este (1970-1980) en la Revista Internacional nº 100
[4] Durante los años 1973-74, tuvieron lugar el "Cordobazo", la huelga de Mendoza y la oleada de luchas que sacudieron el país de norte a sur. Aún sin alcanzar un carácter insurreccional, focalizaron toda la situación social y representaron la señal del despertar del proletariado en América del Sur. Véase: Revueltas populares en Argentina: Solo la afirmación del proletariado en su terreno podrá hacer retroceder a la burguesí [20]a, en la Revista Internacional nº 109, año 2002.
[5] Véase Notas sobre la historia de la política imperialista de los Estados Unidos desde la Segunda Guerra mundial (2ª parte) [21] en la Revista Internacional nº 114
[6] Como relata Alessandro Silj en su libro (en italiano). Malpaese, criminalità, corruzione e política nell'Italia della prima Republica 1943-1994, editado por Donzelli, Roma 1994, p. 92: «Así nació el eslogan "La Universidad es nuestro Vietnam", puesto que si los guerrilleros vietnamitas luchaban contra el imperialismo americano, los estudiantes hacían su revolución contra el poder y el autoritarismo académico»
[7] Ver en Acción Proletaria nº 198, el artículo "Che" Guevara: mito y realidad (a propósito de una correspondencia) [22]. Igualmente ver - en francés el artículo de Révolution Internationale nº 388: Algunos comentarios sobre una apología de Ernesto "Che" Guevara (a propósito de un libro de Besancenot). [23]
[8] Ver el artículo El conflicto Judíos/Árabes: la posición de los internacionalistas en los años 30: textos de Bilan nº 30 y 31 [24], en la Revista Internacional nº 110, así como la serie Notas sobre la historia de los conflictos imperialistas en Oriente Medio (1º, 2ª y 3ª parte), en la Revista Internacional nº 115 [25], 117 [26], y 118 [27], respectivamente. También puede verse (en francés) el artículo: Enfrentamientos entre Hamás y Fatah: la burguesía palestina es tan sanguinaria como las demás [28] en Révolution Internationale nº 381.
[9] Véase (en francés) el articulo El maoísmo: producto esencial de la contrarrevolución [29], en Révolution Internationale nº 371, así como la serie China 1928-1949: eslabón de la guerra imperialista (1º y 2ª parte) en la Revista Internacional nº 81 [30] y 84 [31] respectivamente. Recomendamos así mismo el artículo (en italiano): China: El capitalismo de Estado: origen de la Revolución Cultural, en Rivoluzione Internazionale (órgano de la CCI en italiano) nº 5 y 6.
[10] Ver el libro (en italiano), Controcultura e política nel Sessantotto italiano
[11] Aldo Cazzullo, I ragazzi che volevano fare la rivoluzione. 1968-1978, Storia critica di Lotta Continua. Sperling & Kupfer Eds. Pag. 13
[12] Luca Barbieri, Il Caso 7 aprile. Cap III. Véase (en italiano) https://indicius.it/7aprile_02htm/ [32] ¿????
[13] Entrevista realizada a Rita Di Leo en el trabajo (en italiano) L'operaismo degli anni sessanta. Dai "Quaderni Rossi" a "Classe Operaia". Giuseppe Trotta y Fabio Milana. Ed. DeriveApprodi. Consultable ne Internet en www.deriveapprodi.org/admi/articoli/allegati/2.Dossier_operaismo.pdf [33] ¿??
[14] Luca Barbieri, Il Caso 7 aprile. Cap III. Consultable en italiano en https://indicius.it/7aprile_02htm/ [32] ¿????
[15] Ver el libro (en italiano): La guardia rossa racconta. Storia del Comitato Operaio de la Magneti Marelli (La guardia roja nos lo cuenta. Historia del Comité Obrero de la Magneti Marelli), de Emiliano Manseti, Ediciones Colibri, pag. 25.
[16] Giorgio Frasca Polara, Tambroni [presidente del Consejo de ministros] e il luglio "caldo" del 60. Ver www.libertaegiustizia.it/primopiano/pp_leggi_articolo.php?id=2803&id_tit... [34]
[17] La rivolta operaia di Piazza Statuto del 1962, lotteoperaie.splinder.com/post/5219182/la+rivolta+operaia+di+piazza+S.
[18] Dario Lanzardo, La rivolta di Piazza Statuto, Torino, Luglio 1962, Ed Feltrinelli
[19] La rivolta operaia di Piazza Statuto del 1962, lotteoperaie.splinder.com/post/5219182/la+rivolta+operaia+di+piazza+S.
[20] CI son las siglas de Comisiones Internas. Oficialmente se trataban de estructuras de representación de los trabajadores en los conflictos de empresa, aunque en realidad eran una expresión del control sindical sobre los obreros. Funcionaron precisamente hasta el "Otoño caliente", cuando fueron reemplazadas por los Comités de Fábrica (CdF).
[21] Ver La guardia rossa racconta. Storia del Comitato Operaio de la Magneti Marelli (La guardia roja nos lo cuenta. Historia del Comité Obrero de la Magneti Marelli), de Emiliano Manseti, Ed. Colibri, pag. 37.
[22] Aldo Cazzullo, I ragazzi che volevano fare la rivoluzione. 1968-1978, Storia critica di Lotta Continua. Sperling & Kupfer Eds. Pag. 75-76.
[23] En las luchas obreras en España de finales de los 60 y primeros 70, esta práctica recibía el nombre de "culebras" pues también los obreros entraban y salían de los talleres y tajos, para sumar a más compañeros. En muchos casos lo que inicialmente era una delgada línea, acababa siendo gruesa como una pitón. [Nota de la traducción al español].
[24] Aldo Cazzullo, I ragazzi che volevano fare la rivoluzione. 1968-1978, Storia critica di Lotta Continua. Sperling & Kupfer Eds. Pag. 60.
[25] Documento del CUB de la Pirelli en Bicocca [un barrio de Milán]: "Ibm y Sit Siemens", citado en el libro de Alessandro Silj, Mai piu senza fucile [Nunca más sin fusil], Ed. Vallechi, Florencia 1977, pags. 82-84
[26] «La lucha emprendida por los trabajadores agrícolas de la provincia de Siracusa el 24 de Noviembre, a la que se sumaron los jornaleros del campo de Avola, reivindicaba un aumento de los jornales, y la eliminación de las diferencias de salario y de jornada laboral entre las dos zonas en que estaba dividida la provincia, la aprobación de una ley que obligase al cumplimiento de los contratos, así como la puesta en marcha de las comisiones paritarias de control, que se habían acordado en la lucha de 1966, pero que jamás habían funcionado. (...) Los obreros agrícolas bloquearon las carreteras y sufrieron las cargas de la policía. El 2 de Diciembre Avola participa masivamente en una huelga general. Los jornaleros volvieron a bloquear por la noche la carretera nacional en Noto [otro pueblo de la zona] contando con la presencia de obreros a su lado. Por la mañana llegaron las mujeres y los niños. Hacia las 14 horas, el Vicequestore [subcomisario de policía] de Siracusa, un tal Samperisi, dio orden de atacar a la compañía móvil reforzada por una venida de Catania (...) Ese día la brigada móvil efectúo tres cargas disparando contra una multitud que pensaba que eran disparos de fogueo. Los jornaleros trataron de encontrar un refugio y algunos respondieron lanzando piedras. Este escenario de auténtica batalla duró cerca de media hora. Finalmente Piscitello, un diputado comunista, recogió del asfalto más de dos kilos de proyectiles. El balance fue de dos jornaleros muertos, Angelo Sigona y Giuseppe Scibilia, y 48 heridos, 5 de ellos graves». (www.italia.atacc.org/spip/spip/php?article2259 [35])
[27] «Nos echamos a la calle con la habitual generosidad de los jóvenes que se sumaban a los trabajadores y las trabajadoras que estaban en huelga contra el cierre de las fábricas de tabaco y de azúcar. El cierre de estas industrias, como el de sus auxiliares, ponía en crisis a toda la ciudad, puesto que la mitad de sus habitantes obtenía del trabajo de ellas sus únicos ingresos. La huelga general aparecía como la única alternativa, y así lo sintió el conjunto de la población que participó masivamente. Incluso entre muchos estudiantes, aunque no fuesen de Battipaglia, se sentía esa necesidad de tomar parte dado que comprendíamos la importancia de esas dos manufacturas para la economía de la ciudad. Teníamos un motivo adicional para una huelga general y era el solidarizarnos con los compañeros de la fábrica de tabaco que llevaban diez días encerrados en la iglesia de Santa Lucia. El espectro de una gran crisis pesaba sobre la ciudad, puesto que ya se habían cerrado algunas fábricas conserveras, por lo que un autentico drama se avecinaba para miles de trabajadores que inevitablemente perderían su trabajo. (...) Muy rápidamente se produjeron momentos de tensión que, como sucede frecuentemente, se transformaron en verdaderos movimientos. Battipaglia se convirtió en el escenario de violentos enfrentamientos, levantándose barricadas, se cerraron las salidas de las calles y se ocupó la estación. La policía cargó, y lo que debería haber sido una gran jornada de solidaridad con quienes querían conservar su puesto de trabajo, se convirtió en una auténtica insurrección popular. El resultado fueron dos muertos, centenares de heridos, decenas de vehículos (tanto de la policía como de particulares) incendiados, y destrozos incalculables. Para conseguir imponerse a una ciudad herida y encolerizada, las fuerzas del orden hubieron de emplearse a fondo durante casi 20 horas» (Testimonio ofrecido en el blog: massimo.delmese.net/189/9-aprile-1969-9-aprile-2009-a-40-anni-dai-moti-di-battipaglia/ [36])
[28] https://www.twotbsp.com/ [37]
[29] Aldo Cazzullo, I ragazzi che volevano fare la rivoluzione. 1968-1978, Storia critica di Lotta Continua. Sperling & Kupfer Eds. Pag. 67.
[30] https://static.repubblica.it/milano/autunnocaldo/ [38]
[31] Extraído del sitio Internet: www.pmli.it/storiaautunnocaldo.htm [39].
El 2 de marzo de 1919, en la sesión inaugural del Primer Congreso de la Internacional Comunista, Lenin señalaba que el "sistema de soviets" (Consejos obreros en ruso) había pasado de ser algo completamente desconocido para las grandes masas a un término enormemente popular y, sobre todo, se había convertido en una práctica cada vez más generalizada;<!--[if gte mso 10]--> Hoy, 90 años después, compañeros de diferentes países nos escriben preguntando ¿qué son los consejos obreros?, reconociendo que es un tema que apenas conocen y sobre el que quisieran poseer elementos de juicio.
El 2 de marzo de 1919, en la sesión inaugural del Primer Congreso de la Internacional Comunista, Lenin señalaba que el "sistema de soviets" (Consejos obreros en ruso) había pasado de ser algo completamente desconocido para las grandes masas a un término enormemente popular y, sobre todo, se había convertido en una práctica cada vez más generalizada; así, por ejemplo, citaba un telegrama recién llegado de Inglaterra que rezaba «el gobierno de Gran Bretaña recibió al Consejo de Diputados Obreros constituido en Birmingham y prometió reconocer a los Soviets como órganos económicos»[1]
Hoy, 90 años después, compañeros de diferentes países nos escriben preguntando ¿qué son los consejos obreros?, reconociendo que es un tema que apenas conocen y sobre el que quisieran poseer elementos de juicio.
El peso de la más tremenda contrarrevolución de la historia[2], las dificultades de politización de su lucha que viene arrastrando la clase obrera desde 1968, la falsificación o, más aún, el silencio sepulcral que los medios de comunicación y de cultura imponen sobre las experiencias históricas del proletariado, hacen que términos como soviet o consejo obrero que tan familiares resultaban para las generaciones obreras de 1917-23, sean considerados por las generaciones actuales como algo extraño o evocado con un significado radicalmente diferente del que tuvieron en su origen.
En ese sentido, el objetivo de este artículo es contribuir en responder a preguntas muy simples: ¿Qué son los consejos obreros? ¿Por qué surgieron? ¿A qué necesidades históricas respondieron? ¿Siguen siendo válidos en nuestra época actual? ¿Qué lecciones podemos sacar de ellos?
Para contestar a esas preguntas, nos apoyaremos en la experiencia histórica de nuestra clase, considerándola tanto en las revoluciones de 1905 y 1917 como en debates y contribuciones teóricas de militantes revolucionarios: Trotski, Rosa Luxemburgo, Lenin, Pannekoek...
¿Por qué surgen los Consejos obreros en 1905 y no en 1871 con la Comuna revolucionaria de París?[3]
El surgimiento de los Consejos obreros en la Revolución rusa de 1905 solo puede ser comprendido si se analizan conjuntamente 3 factores: las condiciones históricas del periodo, las experiencias de lucha que el proletariado estaba desarrollando y la intervención de las organizaciones revolucionarias.
Respecto al primer factor, el capitalismo estaba en la cumbre de su evolución pero a la vez mostraba signos cada vez más evidentes del comienzo de su declive, especialmente en el campo imperialista. Trotski, en su libro 1905, balance y perspectivas, en cuyo estudio vamos a apoyarnos, señala que «El capitalismo, al imponer a todos los países su modo de economía y de comercio, ha convertido al mundo entero en un único organismo económico y político» (p. 211, t. II, ed. española), pero eso precisamente «da desde el principio a los acontecimientos un carácter internacional y abre una gran perspectiva: la tarea de emancipación política que dirige la clase obrera rusa la eleva a ella misma a una altura hasta hoy desconocida en la historia, coloca en sus manos fuerzas y medios colosales y le posibilita por primera vez para comenzar con la destrucción internacional del capitalismo, para lo cual la historia ha creado todas las condiciones objetivas previas». Productos de este nuevo período, ya se habían producido movimientos masivos y huelgas generales por diferentes lugares del mundo antes de 1905 (huelga general en España en 1902 y en Bélgica en 1903) y en la propia Rusia en diferentes momentos.
El segundo factor: los Consejos obreros no surgen de la nada, no son el producto de una tempestad repentina en un cielo inmaculadamente azul. En los años anteriores, estallan numerosas huelgas en Rusia a partir de 1896 (huelga general de los obreros textiles de Petersburgo en 1896 y 1897; las grandes huelgas que, en 1903 y 1904, sacudieron todo el sur de Rusia etc.) Son todas ellas otras tantas experiencias en las que apuntaban nuevas tendencias de movilizaciones espontáneas, de creación de organizaciones de lucha completamente nuevas que ya no corresponden a las formas tradicionales de lucha sindical, preparándose así el terreno para las luchas de 1905: "Pero cualquiera que conozca el desarrollo político interno que siguió el proletariado ruso hasta alcanzar su presente nivel de conciencia de clase y energía revolucionaria reconocerá que la etapa actual de la lucha de clases se inicia con aquellas huelgas generales de San Petersburgo. En consecuencia, éstas son importantes para dilucidar los problemas que plantea la huelga de masas porque ya contienen en germen los principales elementos de las que la sucedieron"[4]
Y en cuanto al tercer factor, los partidos proletarios (los bolcheviques y otras tendencias) no habían hecho, evidentemente, ninguna propaganda previa sobre el tema de los soviets (de hecho su surgimiento les sorprendió) ni tampoco habían creado estructuras organizativas "intermedias" que los fueran preparando; sin embargo, su labor incansable de propaganda contribuyó grandemente al surgimiento de los soviets. Es lo que Rosa Luxemburgo pone de relieve cuando escribe sobre movimientos espontáneos como el de la huelga del textil de Petersburgo en 1896 y 1897: "Ya aquí vemos aparecer las características fundamentales de las huelgas de masas posteriores. El movimiento siguiente fue enteramente accidental, casi sin importancia, su estallido muy elemental. Pero su éxito hizo evidentes los frutos de la agitación de la socialdemocracia, que venía trabajando desde hacía varios años." Y, respecto a eso, Rosa esclarece de manera rigurosa cuál es el papel de los revolucionarios «Está fuera del alcance de la socialdemocracia[5] el determinar por adelantado la ocasión y el momento en que se desencadenarán las huelgas de masas, porque está fuera de su alcance el hacer nacer situaciones[6] por medio de simples resoluciones de congreso. Pero lo que si está a su alcance y constituye su deber es precisar la orientación política de esas luchas cuando se producen y traducirla en una táctica resuelta y consecuente»[7]
Este análisis global permite comprender la naturaleza del gran movimiento que sacude Rusia durante 1905 y que entra en su etapa decisiva en los 3 últimos meses de dicho año, de octubre a diciembre, durante los cuales se generaliza el desarrollo de los consejos obreros.
El movimiento revolucionario de 1905 tiene su origen inmediato en el memorable "Domingo sangriento" el 22 de enero de 1905[8]. El movimiento tiene un primer reflujo en marzo de 1905 para resurgir por distintas vías en mayo y julio[9]. Sin embargo, durante este periodo, toma la forma de una sucesión de explosiones espontáneas con un nivel muy débil de organización. Pero a partir de septiembre la cuestión de la organización general de la clase obrera pasa a primer plano: entramos en un estadio de creciente politización de las masas en cuyo seno se perciben los límites de la lucha inmediata reivindicativa pero también la exasperación de la situación política causada tanto por la actitud brutal del zarismo como por las vacilaciones de la burguesía liberal[10].
Hemos visto el suelo histórico en el que nacen los primeros Soviets. Pero, ¿cuál es su origen concreto?, ¿son el resultado de la acción deliberada de una minoría audaz?, ¿o, por el contrario, surgieron mecánicamente de las condiciones objetivas?
Como hemos dicho, la propaganda revolucionaria realizada desde hacía bastantes años contribuyó en el surgimiento de los soviets y Trotski desempeñó un papel de primera importancia en el Soviet de Petersburgo, pero el nacimiento de los soviets no fue, sin embargo, el resultado directo ni de la agitación ni de las propuestas organizativas de los partidos marxistas (divididos, por aquel entonces, en bolcheviques y mencheviques), ni tampoco nacieron de la iniciativa de grupos anarquistas como lo presenta Volin[11] en su libro La Revolución desconocida. Volin sitúa el origen de este primer soviet hacia mediados o finales de febrero de 1905. Sin dudar de la verosimilitud de los hechos es importante señalar que la reunión -que el propio Volin califica de "privada"- pudo ser un elemento más que contribuyó al proceso que llevaría al surgimiento de los soviets pero no constituyó su acta fundacional[12].
Se suele considerar al soviet de Ivanovo -Vosnesenks el primero o uno de los primeros[13] En total se identificaron entre 40 y 50 soviets y también unos cuantos de soldados y campesinos. Anweiler insiste en sus orígenes heterogéneos: "Su nacimiento se hizo o mediante otros organismos anteriores (comités de huelga o asambleas de diputados, por ejemplo), ya sin mediación alguna, a iniciativa de organizaciones locales del Partido socialdemócrata. Las fronteras entre el puro y simple comité de huelga y el consejo de diputados obreros verdaderamente digno de ese nombre, eran a menudo de lo más borroso; sólo fue en los centros principales de la revolución y de la clase trabajadora como (aparte de San Petersburgo) Moscú, Odessa, Novorossisk y la cuenca del Donets, donde los consejos poseían una forma de organización claramente definida"[14].
Así pues, la paternidad de los Soviets no pertenece a tal o cual personaje o minoría, pero eso no significa que nacieron de la nada, por generación espontánea. Fueron, fundamentalmente, la obra colectiva de la clase obrera: múltiples iniciativas, innumerables discusiones, propuestas que surgían aquí y allá, todo ello al hilo de la evolución de los acontecimientos y con la intervención activa de los revolucionarios, acabó dando lugar a los Soviets. Afinando más en ese proceso podemos identificar dos factores determinantes: el debate de masas y la radicalización creciente de las luchas.
La maduración de la conciencia de las masas que se observa desde septiembre 1905 cristaliza en el desarrollo de una gigantesca voluntad de debate. La propagación de discusiones palpitantes en fábricas, universidades, barriadas, resulta ser un fenómeno "nuevo" que aparece significativamente durante el mes de septiembre. Trotski recoge algunos testimonios: «Asambleas populares absolutamente libres entre los muros de las universidades, mientras que en la calle reina sin límites Trepov[15]: he ahí una de las paradojas más sorprendentes de la evolución política y revolucionaria durante el otoño de 1905» (p. 87). Estas reuniones son frecuentadas cada vez más masivamente por obreros, «el pueblo llenaba los pasillos, las aulas y las salas. Los obreros venían directamente de la fábrica a la universidad», señala Trotski, quien, a continuación, añade: «La agencia telegráfica describe con horror el público que se había amontonado en el paraninfo de la Universidad de San Vladimiro. Según los telegramas, se veía en esta multitud, entre los estudiantes, "gran número de personas de ambos sexos venidas del exterior, alumnos de enseñanza secundaria, adolescentes de las escuelas privadas, obreros, un amasijo de gentes de toda especie y pordioseros" (sic)» (ídem.)
Pero no se trata de un "amasijo de gente" como afirma con desprecio la agencia de noticias, sino de un colectivo que discute y reflexiona de manera metódica, ordenada, observando una gran disciplina y una madurez reconocidas incluso por el cronista del periódico burgués Russ (Rusia): «¿Saben lo que más me ha sorprendido en la reunión de la universidad? El orden maravilloso, ejemplar, que reinaba. Se había anunciado una suspensión en la sala de sesiones y me fui a merodear al pasillo. Todas aulas que daban al pasillo estaban llenas de gente; se celebraban en ellas reuniones particulares, por fracciones. El propio corredor estaba atestado, la multitud iba y venía (...) Hubiera creído estar asistiendo a una "reunión", pero la asamblea era más numerosa y más seria que en las recepciones al uso. Y sin embargo, allí estaba el pueblo, el verdadero pueblo, el pueblo de manos rojas y totalmente agrietadas por el trabajo, con el color terroso de quienes pasan su vida el locales cerrados y malsanos » (citado por Trotski, p. 88).
Ese mismo espíritu se observa desde mayo en la antes citada ciudad industrial de Ivánovo-Vosnesensk: «las asambleas plenarias se celebraban todas las mañanas a las nueve. Una vez terminada la sesión [del Soviet] empezaba la asamblea general de los obreros, que examinaba todas las cuestiones relacionadas con la huelga. Se daba cuenta de la marcha de esta última, de las negociaciones con los patronos y las autoridades. Después de la discusión, eran sometidas a la asamblea las proposiciones preparadas por el Soviet. Luego, los militantes de los partidos pronunciaban discursos de agitación sobre la situación de la clase obrera y el mitin continuaba hasta que el público se cansaba. Entonces, la multitud entonaba himnos revolucionarios y la asamblea se disolvía. Así se repetía todos los días» (Andrés Nin, Los Soviets en Rusia, página 17).
Una pequeña huelga en la imprenta Sitin de Moscú que había estallado el 19 de septiembre iba a encender la mecha de la huelga general masiva de octubre en cuyo seno se generalizarían los Soviets. La solidaridad con los impresores de Sitin había llevado a la huelga a más de 50 imprentas moscovitas y a la celebración el 26 de septiembre de una reunión general de tipógrafos que adoptó el nombre de Consejo. La huelga se extiende a otros sectores: panaderías, metal y textil. La agitación gana los ferrocarriles, por un lado, y a los impresores de Petersburgo, de otro, que se solidarizan con los compañeros de Moscú.
Inesperadamente otro frente de organización aparece: una Conferencia de representantes ferroviarios sobre las Cajas de Retiro se inaugura en Petersburgo el 20 de septiembre. La conferencia lanza un llamamiento a todos los sectores obreros y no se limita a esa cuestión sino que plantea la necesidad de reunirse obreros de los distintos ramos y de proponer reivindicaciones económicas y políticas. Animada por los telegramas de apoyo recibidos de todo el país, la Conferencia convoca una nueva reunión para el 9 de octubre.
Poco después, el 3 de octubre, «la asamblea de diputados obreros de las corporaciones de la imprenta, de la mecánica, de la carpintería, el tabaco y otras ramas, adoptó la resolución de constituir un Soviet de los obreros de Moscú» (Trotski, p. 90).
La huelga ferroviaria que había surgido espontáneamente en algunas líneas se hace general desde el 7 de octubre. En este marco, la reunión convocada para el 9 se transforma en «congreso de delegados ferroviarios de Petersburgo, [que] formula y expide inmediatamente por telégrafo a todas las líneas el lema de la huelga de los ferrocarriles: la jornada de 8 horas, las libertades cívicas, la amnistía, la Asamblea Constituyente» (Trotski, p. 91).
Las reuniones masivas en la universidad habían planteado un intenso debate sobre la situación, las experiencias vividas, las alternativas para el futuro, pero en octubre la situación se transforma: esos debates, sin por ello desaparecer, maduran en la lucha abierta y ésta a su vez, empieza a dotarse de una organización general que no solamente dirige la lucha sino que integra y multiplica el debate masivo. La necesidad de agruparse y de reunirse, de unificar los diferentes focos huelguísticos había sido planteada de manera especialmente aguda por los obreros de Moscú. Darse un programa de reivindicaciones económicas y políticas acorde con la situación histórica y con las posibilidades reales de la clase obrera, había sido la aportación del congreso ferroviario. Debate, organización unificada, programa de lucha, tales fueron los 3 pilares sobre los que van a levantarse los Soviets. Es pues la convergencia de las iniciativas y propuestas de los diferentes sectores de la clase obrera lo que les da origen y en manera alguna el "plan" de una minoría. En los Soviets se personifica lo que 60 años antes, en el Manifiesto Comunista, parecía una formulación utópica: «Todos los movimientos han sido hasta ahora realizados por minorías o en provecho de minorías. El movimiento proletario es un movimiento independiente de la inmensa mayoría en provecho de la inmensa mayoría».
«El 13 de octubre por la noche, en el edificio del Instituto Tecnológico de Petersburgo, tuvo lugar la primera sesión del futuro soviet. Solo estaban unos 30 o 40 delegados. Fue decidido llamar inmediatamente al proletariado de la capital a la huelga política general y a la elección de delegados» (Trotski p. 104).
Este Soviet hacía el siguiente llamamiento «La clase obrera se ha visto obligada a recurrir a la última medida de que dispone el movimiento obrero mundial: la huelga general. En el plazo de unos días deben producirse acontecimientos decisivos en Rusia. Determinarán para muchos años la suerte de la clase obrera; tenemos pues que ir por delante de los hechos con todas las fuerzas disponibles, unificadas bajo la égida de nuestro soviet común» (citado por Trotski, p. 105).
Este pasaje manifiesta la visión global, la amplia perspectiva, que tiene el órgano recién nacido de la lucha. De forma sencilla expresa una visión claramente política y, en coherencia con el ser profundo de la clase obrera, se vincula con el movimiento obrero mundial. Esta conciencia es a la vez expresión y factor activo de la extensión de la huelga a todos los sectores y a todo el país, prácticamente generalizada desde 12 de octubre. La huelga paraliza la economía y la vida social, pero el Soviet vela para que ello no lleve a una parálisis de la propia lucha obrera, como señala Trotski «abre una tipografía cuando tiene necesidad de publicar los boletines de la revolución, se sirve del telégrafo para enviar sus instrucciones, deja pasar los trenes que conducen a los delegados de los huelguistas» (p. 92). La huelga «no consiste simplemente en una interrupción del trabajo para esperar acontecimientos, no es una protesta pasiva de brazos cruzados. Se defiende y de la defensa pasa a la ofensiva. En diversas ciudades del mediodía, levanta barricadas, asalta armerías, se arma y ofrece una resistencia, si no victoriosa, al menos heroica» (página 96).
El Soviet es el teatro activo de un debate en torno a 3 ejes:
En las condiciones de 1905 están cuestiones solamente podían plantearse pero no podían resolverse. Será la revolución de 1917 la que les dará la respuesta. Pero la capacidad desarrollada en 1917 es impensable sin los grandes combates de 1905.
Las preguntas antes planteadas se suelen concebir como el monopolio de pequeños cenáculos de "estrategas de la revolución". Sin embargo, en el marco de los Soviets son objeto de un debate masivo con la participación y aportaciones de miles de obreros. Éstos, a quienes el tópico pedante considera incapaces de ocuparse de tales asuntos, hablan de esos temas con la mayor naturalidad, se transforman en expertos apasionados y comprometidos que vuelcan en el crisol de la organización colectiva intuiciones, sentimientos, conocimientos, rumiados durante largos años. Como lo evocaba Rosa Luxemburgo de manera figurada: "En las condiciones de la huelga de masas, el honrado padre de familia se transforma en revolucionario romántico"
Si el día 13 apenas había 40 delegados en la reunión del Soviet, en los días siguientes el número de asistentes se multiplica. El primer acto de toda fábrica que se declara en huelga es elegir un delegado al que se dota de una credencial concienzudamente adoptada por la asamblea. Hay sectores que vacilan, los trabajadores textiles de Petersburgo, al contrario de sus colegas moscovitas, solamente se unieron a la lucha el día 16. El 15, el Soviet «con el fin de arrastrar a la huelga a los abstencionistas, elaboró toda una serie de medidas graduales, desde las exhortaciones hasta el empleo de la violencia. No se vio obligado, empero, a recurrir a este extremo. Si los llamamientos impresos permanecían sin efecto, bastaba con la aparición de una multitud de huelguistas, a veces incluso con la aparición de unos cuantos hombres, para que cesase el trabajo» (Trotski, ídem, p. 106).
Las reuniones del soviet estaban en los antípodas de lo que es un parlamento burgués o una justa académica universitaria. «¡Ni rastro de verbosidad esa plaga de las instituciones representativas! Las cuestiones sobre las que se deliberaba -la extensión de la huelga y las exigencias a presentar a la Duma- eran de carácter puramente práctico y los debates se proseguían sin frases inútiles, en términos breves, enérgicos. Se sentía que cada segundo valía un siglo. La menor veleidad de retórica tropezaba con una resuelta protesta del presidente, apoyada por todas las simpatías de la austera asamblea» (p. 107)
Este debate vivo y práctico, profundo y concreto a la vez, expresaba una transformación de la conciencia y la psicología social de los obreros pero, al mismo tiempo, constituía un poderoso factor en el desarrollo de aquéllas. Conciencia como comprensión colectiva de la situación social y de sus perspectivas, de la fuerza concreta de las masas en acción y de los objetivos que deben darse, como percepción de quiénes son los amigos y quiénes los enemigos, como esbozo de una visión del mundo y su porvenir. Pero al mismo tiempo psicología social como factor distinto aunque concomitante con el anterior, que se expresa en la actitud moral y vital de los obreros que manifiestan una solidaridad contagiosa, una empatía hacia los demás, una capacidad de apertura y aprendizaje, una entrega desinteresada a la causa común.
Esta transformación espiritual se antoja utópica e imposible a los que únicamente ven a los obreros bajo la óptica de la normalidad cotidiana donde aparecen como robots atomizados, sin iniciativa ni sentimiento colectivo, dislocados por el peso de la competencia y la rivalidad, pero la experiencia de la lucha masiva y en su seno de la formación de los consejos obreros muestra cómo estos constituyen el motor de tal transformación, como dice Trotski «el socialismo no se propone la tarea de desarrollar una psicología socialista como condición previa del socialismo, sino la de crear condiciones de vida socialistas como condición previa de una psicología socialista» (p. 207, t. II)
Las Asambleas generales y los Consejos elegidos por ellas y responsables ante ellas se transforman en el cerebro y el corazón de la lucha a la vez. Cerebro porque miles y miles de seres humanos piensan en voz alta y deciden tras reflexivo silencio. Corazón porque esos seres dejan de verse como gotas perdidas en un océano de gentes desconocidas y potencialmente hostiles para convertirse en parte activa de una vasta comunidad que integra a todos y a todos hace sentir fuertes y respaldados.
Partiendo de ese sólido cimiento, el Soviet yergue al proletariado como un poder alternativo frente al Estado burgués. Se convierte en una autoridad socialmente cada vez más reconocida. «A medida que se desarrollaba la huelga de octubre, el Soviet se convertía naturalmente en el centro que atraía la atención general de los hombres políticos. Su importancia crecía literalmente de hora en hora. El proletariado industrial había sido el primero en cerrar filas en torno a él. La unión de los sindicatos que se había adherido a la huelga el 14 de octubre, tuvo casi inmediatamente que reconocer el protectorado del soviet. Numerosos comités de huelga regulaban sus actos por las decisiones del Soviet» (p. 109).
Muchos autores anarquistas y consejistas han presentado a los Soviets como los abanderados de una ideología federalista consistente en la autonomía local y corporativa que se opondría al centralismo supuestamente "autoritario y castrador" propio del marxismo. Una reflexión de Trotski responde a estas objeciones: «El papel de Petersburgo en la revolución rusa no puede compararse con el de París que cierra el siglo XVIII. Las condiciones generales de la economía aún primitiva de Francia, el estado rudimentario de sus medios de comunicación por una parte, y por otra su centralización administrativa, permitían a París localizar de hecho la revolución entre sus murallas. Todo lo contrario sucedió entre nosotros. El desarrollo capitalista suscitó en Rusia otros tantos focos revolucionarios separados como centros industriales existían, y estos aún conservando la independencia y espontaneidad de sus movimientos, seguían estando estrechamente ligados entre sí» (p. 103).
Aquí vemos de manera práctica el significado de la centralización proletaria que está en los antípodas del centralismo burocrático y castrador propio del Estado y en general de las clases explotadoras que han existido en la historia. La centralización proletaria no parte de la negación de la iniciativa y la espontaneidad creadora de sus diferentes componentes sino que, al contrario, contribuye con todas sus fuerzas a su desarrollo. Como añade Trotski «el ferrocarril y el telégrafo descentralizaban la revolución, a pesar del carácter centralizado del Estado, y, sin embargo, los mismos medios de comunicación daban unidad a todas las manifestaciones locales de la fuerza revolucionaria. Si, a fin de cuentas, puede admitirse que la voz de Petersburgo haya tenido una influencia preponderante, esto no quiere decir que toda la revolución estuviera concentrada en la Perspectiva Nevski o delante del Palacio de Invierno; significa simplemente que las consignas y los métodos que preconizaba Petersburgo encontraron un poderoso eco revolucionario en todo el país» (ídem).
El Soviet era la columna vertebral de esa centralización masiva: «Hemos de conceder el lugar más alto al Soviet de Diputados Obreros -prosigue Trotski-. Es realmente la más importante organización obrera que haya conocido Rusia hasta hoy. El Soviet de Petersburgo fue un ejemplo y un modelo para Moscú, Odessa y otras varias ciudades. Y hay que decir sobre todo que esa organización, que era la verdadera emanación de la clase proletaria, fue la organización tipo de la revolución. Todos los acontecimientos giraron en torno al Soviet, todos los hilos se anudaron en él, todos los llamamientos procedieron de él» (ídem.)
Hacia finales de octubre de 1905 se ve claramente que el movimiento ha llegado a una encrucijada: o la insurrección o el aplastamiento.
No es objetivo de este artículo analizar los factores que condujeron a la segunda disyuntiva[16], es cierto que el movimiento acabó en una derrota y que el régimen zarista -dueño de nuevo de la situación- desplegó una represión inmisericorde. Pero la manera en que el proletariado libró la batalla de forma encarnizada y heroica pero plenamente consciente, logró preparar el porvenir. La dolorosa derrota de diciembre 1905 preparó el porvenir revolucionario de 1917.
En este desenlace tuvo un papel decisivo el Soviet de Petersburgo que hizo todo lo posible para preparar en las mejores condiciones el enfrentamiento inevitable. Formó patrullas obreras de carácter inicialmente defensivo -contra las expediciones punitivas de las Centurias Negras organizadas por el Zar movilizando la basura de la sociedad-, constituyó depósitos de armas y organizó milicias a las que dio entrenamiento.
Pero al mismo tiempo y sacando lecciones de las insurrecciones obreras del siglo XIX[17], el Soviet de Petersburgo planteó que la cuestión clave estaba en la actitud de la tropa, por lo que el grueso de sus esfuerzos se concentró en ganarse a los soldados a su causa.
Ahora bien, los llamamientos y hojas dirigidas al ejército, las invitaciones a la tropa para que asistieran a las sesiones del Soviet, no caían en el vacío. Respondían a un cierto grado de maduración del descontento de los soldados que había desembocado en el motín del acorazado Potemkin -inmortalizado por la famosa película- o en la sublevación de la guarnición de Kronstadt en octubre.
En noviembre de 1905 el Soviet convocó una huelga masivamente seguida cuyos objetivos eran directamente políticos: la retirada de la ley marcial en Polonia y la abolición del Tribunal Militar especial encargado de juzgar a los marinos y soldados de Kronstadt. Esta huelga que incorporó a sectores obreros que hasta entonces nunca habían luchado provocó una indudable simpatía entre los soldados. Pero, simultáneamente, mostró el agotamiento de las fuerzas obreras y la actitud mayoritariamente pasiva de soldados y campesinos, especialmente en provincias, lo que acarreó el fracaso de la huelga.
Otra contribución del Soviet a la preparación del enfrentamiento fueron 2 medidas aparentemente paradójicas que se tomaron en octubre y noviembre. En cuanto vio que la huelga de octubre decaía, el Soviet propuso a las asambleas obreras que todos los obreros reanudaran el trabajo a la misma hora. Este hecho constituyó una impresionante demostración de fuerza que ponía en evidencia la determinación y la disciplina consciente de los obreros. La operación volvió a repetirse ante el decaimiento de la huelga de noviembre. Era una manera de preservar las energías para el enfrentamiento general demostrando al enemigo la firmeza y unidad inquebrantables de los combatientes.
La burguesía liberal rusa al percibir la amenaza proletaria cerró filas con el régimen zarista con lo que éste se sintió fortalecido y emprendió una persecución sistemática de los soviets. Pronto se pudo comprobar que el movimiento obrero en provincias estaba refluyendo. Aún así el proletariado de Moscú lanzó la insurrección que costó 14 días de violentos combates aplastar.
El aplastamiento de la insurrección de Moscú constituyó el último acto de 300 días de libertad, fraternidad, organización, comunidad, protagonizados por los "simples obreros" como gustaban llamarles los intelectuales liberales. Durante los últimos 2 meses esos "simples obreros" habían levantado un edificio sencillo, de funcionamiento ágil y rápido, que había alcanzado en poco tiempo un poder inmenso, los Soviets. Pero con el fin de la revolución, parecían haber desaparecido sin dejar rastro, parecían enterrados para siempre... Fuera de las minorías revolucionarias y de grupos de obreros avanzados nadie hablaba de ellos. Sin embargo, en 1917 reaparecieron en la escena social de manera universal y con fuerza incontenible. Todo esto lo veremos en el próximo artículo.
C.Mir 5-11-09
[1] Los 4 primeros congresos de la IC, tomo I.
[2] La palabra "soviet" se vincula hoy al régimen de capitalismo de Estado feroz que imperó en la antigua URSS y "soviético" aparece como sinónimo del imperialismo ruso durante el largo periodo de la Guerra Fría (1945-89).
[3] Pese a que Marx reconoce en la Comuna "la forma en fin encontrada de la dictadura del proletariado" y a que presenta notables elementos anunciadores de lo que serán luego los Soviets, la comuna parisina se vincula más con las formas organizativas de democracia radical propias de masas urbanas durante la revolución francesa: «la iniciativa para la proclamación de la Comuna partió del Comité Central de la Guardia Nacional, que ocupaba el primer puesto en el sistema de consejos de delegados militares y que se había formado en las distintas unidades. El órgano inferior, club de batallones, elegía un consejo de legión, que enviaba 3 representantes al comité central de 60 miembros. Además, estaba prevista una asamblea general de los representantes de las compañías, que se reunirían una vez al mes» (del libro Los Soviets en Rusia, Oskar Anweiler, p. 19 ed. española)
[4] https://www.marxists.org/espanol/luxem/06Huelgademasaspartidoysindicatos... [43]
[5] Así se denominaban los partidos obreros de entonces
[6] Y dentro de ellos los órganos adecuados -en este caso los Consejos Obreros- añadiríamos nosotros.
[7] Rosa Luxemburgo: Huelga de masas, partido y sindicatos, p. 361 de las Obras Escogidas, t. I edición española.
[8] No podemos desarrollar una crónica de lo que pasó entonces. Ver "1905, surgimiento de la Primera Revolución Rusa (I)": /revista-internacional/200501/204/i-hace-100-anos-la-revolucion-de-1905-en-rusia [44] ;
[9] El libro de Rosa Luxemburgo Huelga de masas, partido y sindicatos describe y analiza de forma muy clara la dinámica del movimiento con sus altos y bajos, momentos álgidos y bruscos reflujos.
[10] Dentro de la situación mundial de apogeo y comienzo del declive capitalista, la situación rusa se veía aprisionada por la contradicción entre el freno que el zarismo feudal representaba al desarrollo capitalista y la necesidad de la burguesía liberal de apoyarse en él no solo como aparato burocrático de su desenvolvimiento sino como baluarte represivo contra la emergencia impetuosa del proletariado. Ver el libro de Trotski antes citado.
[11] Volin, militante anarquista que siempre fue fiel al proletariado y denunció la 2ª Guerra Mundial desde una postura internacionalista.
[12] «una tarde, en mi casa, donde se hallaba Nossar [Nossar fue el primer presidente del Soviet de Petersburgo en octubre de 1905] y, como siempre, muchos obreros, surgió entre nosotros la idea de crear un organismo obrero permanente, especie de comité o más bien de consejo que vigilara el desarrollo de los acontecimientos, sirviera de vínculo entre los obreros todos, les informara de la situación y, llegado el caso, pudiera reunir en torno a él las fuerzas obreras revolucionarias» (primer tomo del libro citado, p. 63 ed. española).
[13] Surgió el 13 de mayo de 1905 en esa ciudad industrial de Ivánovo-Vosnesensk en el centro de Rusia. Ver para más detalles el artículo de Revista Internacional nº 122 sobre 1905 (2ª parte)
[14] Oskar Anweiler, Los soviets en Rusia.
[15] General zarista muy significado por su brutal represión de las luchas obreras.
[16] Consultar específicamente el artículo de la Revista Internacional nº 123 sobre 1905 y el papel de los Soviets (2ª Parte): /revista-internacional/200510/358/iii-el-surgimiento-de-los-soviets-abre-un-periodo-historico-nuevo-p [45]
[17] Sobre todo los combates de barricadas cuyo agotamiento supo ver Engels en la famosa "Introducción" a La Lucha de clases en Francia de Marx. Esta "Introducción", escrita en 1895, se hizo famosa porque la crítica que Engels hacía a los combates de barricada fue utilizada por los oportunistas en la Socialdemocracia para avalar el rechazo de la violencia y el empleo exclusivo de métodos parlamentarios y sindicalistas.
La CCI ha publicado hace poco, con ocasión del bicentenario del nacimiento de Charles Darwin, varios artículos sobre ese gran científico y su teoría sobre la evolución de las especies:
Esos artículos forman parte del interés, siempre presente en el movimiento obrero, por los temas científicos, y cuya más elevada expresión es la propia teoría revolucionaria del proletariado, el marxismo. Éste emprendió una crítica de las visiones religiosas e idealistas de la sociedad humana y de la historia que prevalecían en las sociedades feudal y capitalista pero que también impregnaban las teorías socialistas que marcaron los primeros pasos del movimiento obrero, a principios del siglo XIX. Contra esas teorías, el marxismo se propuso, entre otras cosas, basar la perspectiva de la futura sociedad que libraría al ser humano de la explotación, de la opresión y de todos los males que lo agobian desde hace miles de años, no en una "realización de unos principios de igualdad y justicia", sino en la necesidad material resultante de la propia evolución de la historia humana y de la naturaleza de la que forma parte, movida ésta también en última instancia, por fuerzas materiales y no por fuerzas espirituales. Por esa razón el movimiento obrero, empezando por Marx y Engels, siempre marcó una atención muy especial hacia la ciencia.
La ciencia precedió con mucho la aparición del movimiento obrero e incluso de la propia clase obrera. Puede incluso afirmarse que la clase obrera sólo ha podido desarrollarse a gran escala gracias al progreso de las ciencias que fueron una de las condiciones del auge del capitalismo, modo de producción basado en la explotación del proletariado. La burguesía es la primera clase de la historia para la cual la ciencia ha sido una necesidad inevitable, para su propio desarrollo y la afirmación de su poder sobre la sociedad. Gracias a la ciencia, la burguesía combatió la potestad de la religión, que era el instrumento ideológico fundamental de defensa y justificación de la sociedad feudal. Pero, además, la ciencia fue la base del dominio de las tecnologías de la producción y de los transportes, condición del florecimiento y desarrollo del capitalismo. Cuando éste alcanzó su apogeo, permitiendo que surgiera en el ruedo social lo que el Manifiesto Comunista llama su "enterrador", el proletariado moderno, la burguesía se apresuró a reanudar con la religión y las visiones místicas de la sociedad que tienen el gran mérito de justificar el mantenimiento de un orden social basado en la explotación y la opresión. Y así, aunque la burguesía haya seguido promoviendo y financiando todas las investigaciones que le eran indispensables para garantizar sus ganancias, incrementar la productividad de la fuerza de trabajo y la eficacia de sus fuerzas armadas, se ha ido desviando del enfoque científico en lo que a conocimiento de la sociedad humana se refiere.
Le incumbe al proletariado, en su lucha contra el capitalismo y para echarlo abajo, volver a los territorios del conocimiento científico abandonados por la burguesía. Fue lo que hizo ya a partir del s. XIX, oponiendo a la apologética en la que se había convertido el estudio de la economía (o sea, el "esqueleto de la sociedad"), una visión critica y revolucionaria de dicho estudio, una visión necesariamente científica tal como quedó plasmada, por ejemplo, en El capital de Karl Marx. Por eso incumbe a las organizaciones revolucionarias la responsabilidad de animar a interesarse por los conocimientos y las investigaciones científicas, especialmente en los ámbitos que se refieren a la sociedad humana, al ser humano y su psiquismo, dominios por excelencia donde a la clase dominante le interesa cultivar el oscurantismo. Esto no significa evidentemente que para formar parte de una organización comunista, se necesite haber hecho estudios científicos o ser capaz de defender la teoría de Darwin o resolver una ecuación de segundo grado. Las bases de adhesión a nuestra organización son nuestra Plataforma con la cual todo militante debe estar de acuerdo y cuya responsabilidad es defenderla. De igual modo, en toda una serie de temas, como, por ejemplo, el análisis que podamos hacer de tal o cual aspecto de la situación internacional, la organización debe adoptar una postura que suele plasmarse en resoluciones adoptadas en y por nuestros congresos o en las reuniones plenarias de nuestro órgano central. En estos casos, no es obligatorio que cada militante comparta dicha posición. El que esas resoluciones se adopten tras una discusión y una votación significa que pueden existir perfectamente enfoques diferentes y si éstos se mantienen y una vez suficientemente elaborados, se expresen públicamente en nuestra prensa tal como puede comprobarse con el debate actual sobre la dinámica económica del boom que siguió a la IIª Guerra mundial.
El objetivo de los artículos que abordan temas culturales (crítica de un libro o de un film, por ejemplo) o científicos no es desde luego recabar la adhesión de cada militante (lo que sí ocurre con la plataforma), ni tampoco pueden considerarse como la posición de la organización como así ocurre con las resoluciones adoptadas por los congresos. Por eso, al igual que con los artículos que hemos publicado sobre Darwin, el que aquí sigue, redactado con ocasión del 70 aniversario de la desaparición de Sigmund Freud, no implica a la CCI como tal. Debe considerarse como contribución a una discusión abierta no sólo a los militantes de la CCI que no compartan su contenido, sino también al exterior de nuestra organización. Se inscribe en una rubrica de la Revista Internacional, que la CCI procurará que sea lo más viva posible, y cuyo objetivo será dar cuenta de las reflexiones y discusiones sobre temas culturales y científicos. Por eso es éste un llamamiento a otras contribuciones que podrían defender un enfoque diferente al expresado aquí.
CCI
En septiembre de 1939, Sigmund Freud murió en su casa de Hampstead que ahora es el Museo Freud en Londres. Unas semanas antes había estallado la guerra mundial. Se cuenta que Freud, moribundo, estaba escuchando un debate de la radio o que respondía a una pregunta de su nieto (hay varias versiones) a la candente pregunta "¿será ésta la última guerra?" contestó con tristeza "en cualquier caso, será mi última guerra".
Freud había sido exiliado de su hogar y de su consulta en Viena poco después de que unos matones nazis entraran en su casa y arrestaran a su hija Anna Freud, a quien liberaron poco después. Freud enfrentó la persecución de la poder nazi instalado después de la "Anschluss" entre Alemania y Austria no sólo porque él era judío, sino también porque era la figura fundadora del psicoanálisis, condenado por el régimen como un ejemplo del "pensamiento judío degenerado": las obras de Freud, junto con las de Marx, Einstein, Kafka, Thomas Mann y otros, tuvieron el honor de estar entre los primero libros en ser condenados a la hoguera en la orgía inquisitorial de la quema de libros de 1933.
Pero los nazis no fueron los únicos en odiar a Freud. Sus homólogos estalinistas, también decidieron que las teorías de Freud debían ser denunciadas desde las cátedras del Estado. El triunfo del estalinismo puso fin a toda experimentación en el arte, educación y otras áreas de la vida social, y además se dedicó a una caza de brujas contra los seguidores del psicoanálisis dentro de la Unión Soviética, en particular contra aquellos que consideraban las teorías de Freud compatibles con el marxismo. El joven poder soviético había adoptado una actitud muy diferente: aunque los bolcheviques nunca adoptaron una enfoque homogéneo sobre este tema, bastantes líderes bolcheviques, Lunarcharsky, Bujarin y el propio Trotski entre otros, manifestaron sus simpatías por los objetivos y métodos del psicoanálisis; como resultado, la sección rusa de la Asociación Psicoanalítica Internacional fue la primera en el mundo en obtener apoyo, incluso financiero, de un Estado. Durante aquel período, uno de los principales ejes de esa sección fue la creación de una "escuela para huérfanos" dedicada al cuidado y tratamiento de los niños que habían quedado traumatizados por la pérdida de sus padres en la guerra civil. El propio Freud se interesó vivamente por estos experimentos: tenía curiosidad por saber cómo los distintos esfuerzos por educar a los niños de manera colectiva, y no en la base confinada y tiránica del núcleo familiar, tendría incidencias en el complejo de Edipo, que él había identificado como central en la historia psicológica del individuo. Mientras tanto, bolcheviques como Lev Vygotski, Alexander Luria, Tatiana Rosenthal y M. A. Reisner hicieron contribuciones a la teoría psicoanalítica y exploraron su relación con el materialismo histórico.
Las palabras siguientes de Lenin, referidas por Clara Zetkin, muestran que los bolcheviques no tenían un enfoque unilateral respecto a las teorías de Freud, aunque pueda decirse que las críticas de Lenin lo eran sobre todo contra los defensores de esas teorías más que contra las teorías mismas: "La situación en Alemania misma exige la mayor concentración de todas las fuerzas revolucionarias proletarias, ¡para la lucha contra una reacción cada vez más insolente! Y resulta que las militantes discuten sobre el tema sexual y sobre las formas del matrimonio en el pasado, el presente y el futuro. Consideran ellas que su tarea más importante es esclarecer a las trabajadoras sobre ese punto. El escrito más extendido en el momento actual es el folleto de una joven camarada de Viena sobre la cuestión sexual. ¡simplezas! Lo que hay en ese folleto, los obreros ya lo han leído desde hace tiempo en Bebel. Y aquí no se expresa de una manera tan aburrida como en ese folleto, sino con una voluntad de agitación, de ataque contra la sociedad burguesa. La discusión sobre las hipótesis de Freud puede darle a uno un aire "cultivado" y hasta científico, pero no es, en el fondo, más que un trabajo de escolar. La teoría de Freud es también una "excentricidad" de moda. Yo desconfío de las teorías sexuales y de toda esa literatura especial que crecen en abundancia en el estiércol de la sociedad burguesa. Desconfío de quienes sólo ven la cuestión sexual, al igual que el sacerdote hindú que sólo ve su nube. Considero que esta sobreabundancia de teorías sexuales, la mayoría de ellas hipótesis, y a menudo hipótesis arbitrarias, procede de una necesidad personal de justificar ante la moral burguesa su propia vida anormal o hipertrófica, o, al menos, excusarla. Ese respeto disfrazado hacia la moral burguesa me es tan antipático como esa importancia que se da a los temas sexuales. Podrá eso parecer todo lo revolucionario que se quiera, en el fondo es profundamente burgués. Es sobre todo una moda de intelectuales. No hay sitio para eso en el partido, en el proletariado consciente." (Recuerdos de Lenin, Clara Zetkin, enero 1924, traducido de la versión francesa, https://www.marxists.org/francais/zetkin/works/1924/01/zetkin_19240100.htm [54]).
Todo eso se acabó cuando la tenaza de la burocracia estalinista se apoderó del Estado. Las ideas de Freud fueron denunciadas como pequeño burguesas, decadentes y sobre todo idealistas, mientras que el enfoque más mecanicista de Pavlov y su teoría del "reflejo condicionado" fueron favorecidos como ejemplo de psicología materialista. A finales de los años 1920 hubo una auténtica inflación de textos antifreudianos redactados sin el menor rigor por portavoces paniaguados del régimen, una serie de "deserciones" de antiguos partidarios de Freud como Aron Zalkind, incluso ataques histéricos contra la "moral corrupta" que se asociaba falazmente a las ideas de Freud en lo que fue más generalmente el "Termidor de la familia" (según la expresión de Trotski).
La victoria final del estalinismo sobre el "freudismo" se consagró en el Congreso sobre el comportamiento humano en 1930, sobre todo con el discurso de Zalkind, el cual ridiculizó todo el enfoque freudiano, sosteniendo que la visión de Freud sobre el comportamiento humano era totalmente incompatible con la "construcción socialista": "¿Cómo podríamos nosotros usar las ideas freudianas del hombre para la construcción socialista? Necesitamos un hombre socialmente "abierto" que sea fácilmente colectivizado, y rápida y profundamente transformado en su comportamiento - un hombre capaz de mostrarse sólido, consciente y persona independiente, bien formado política e ideológicamente..." (citado en Miller, Freud and the Bolsheviks, Yale, 1998, p. 102, traducción nuestra). Sabemos muy bien lo que este tipo de transformación y de formación significaban realmente: quebrar la personalidad humana y la resistencia de los trabajadores al servicio del capitalismo de Estado y sus despiadados planes quinquenales. En esta visión, estaba claro que no había lugar para las sutilezas y complejidades del psicoanálisis, el cual podría además servir para demostrar que el "socialismo" estalinista no había curado ninguno de los males de la humanidad. Y por supuesto, el hecho de que el psicoanálisis hubiera obtenido hasta cierto punto el apoyo del ya exiliado Trotski fue aprovechado al máximo en la ofensiva ideológica contra las teorías de Freud.
¿Pero que sucedía entre los representantes del campo del capitalismo democrático? ¿No ejercieron presión los Estados Unidos de Roosevelt para lograr que Freud y su familia salieran inmediatamente de Viena, y no proporcionó Gran Bretaña al eminente doctor Freud un hogar confortable? ¿No se convirtió el psicoanálisis en occidente y sobre todo en Estados Unidos, en un nuevo tipo de Iglesia psicológica ortodoxa y sin duda rentable para muchos de sus practicantes?
En realidad, la reacción a las teorías de Freud entre los científicos e intelectuales en las democracias siempre ha sido muy diversa: veneración, fascinación y respeto mezclados con indignación, resistencia y desprecio.
En los años que siguieron a la muerte de Freud, hubo dos tendencias principales en la recepción de la teoría psicoanalítica: por un lado, una tendencia entre muchos de sus propios portavoces y practicantes a atenuar algunas de sus implicaciones más subversivas (tales como la idea de que la civilización actual se basa necesariamente en la represión de los instintos más profundos de la humanidad) a favor de un enfoque revisionista más pragmático, para encontrar aceptación social y política en la civilización actual; y, por otra parte, entre un número de filósofos, psicólogos de escuelas rivales, y autores comercialmente más o menos exitosos, un creciente rechazo de todo el corpus de ideas freudianas porque serían subjetivas, que no se pueden comprobar y básicamente no científicas. Las tendencias dominantes en la psicología moderna (hay excepciones, tales como las ideas del "neuropsicoanálisis" que han reexaminado el modelo de Freud de la psique en función de lo que hoy se conoce sobre la estructura del cerebro) han abandonado el viaje de Freud por el "gran camino hacia el inconsciente", su insistencia en explorar el significado de sueños, de las ocurrencias, de los lapsus y otras expresiones inmateriales, a favor de estudiar fenómenos más observables y medibles: las manifestaciones externas, fisiológicas, de los estados mentales y las formas concretas de comportamiento entre los seres humanos, ratas y otros animales observados en condiciones de laboratorio. En materia de psicoterapia, el "Estado del bienestar", interesado en reducir los costes potencialmente enormes causados por el tratamiento de la creciente epidemia de estrés, neurosis y de enfermedades mentales clásicas generada por el actual sistema social, favorece las soluciones rápidas como la "terapia conductual cognitiva" en vez de los esfuerzos del psicoanálisis por ir hasta las raíces profundas de las neurosis. Sobre todo, y esto es especialmente cierto en las últimas dos décadas, hemos visto un auténtico torrente de libros y artículos que han intentado presentar a Freud como un charlatán mentiroso, un estafador que adulteraba sus testimonios, un tirano hacia sus seguidores, un hipócrita y, ya puestos a ello, un perverso. Este ataque tiene más que una semejanza con la campaña antiMarx lanzada después del desmoronamiento del denominado "comunismo" a finales de los años 80 y así como esta campaña dio lugar al Libro negro del comunismo, ahora nos han sacado de la manga un Libro negro del psicoanálisis
El libro negro del psicoanálisis, Catherine Meyer, Mikkel Borch-Jacobsen, Jean Cottraux, Didier Pleux et Jacques Van Rillaer, Editorial Sudamericana, Buenos Aires, 2007, 652 páginas. que dedica más de 600 páginas a echar basura sobre Freud y el movimiento psicoanalítico.
La hostilidad hacia el psicoanálisis no sorprendió a Freud: en realidad le confirmaba que él había dado en el clavo. Después de todo, ¿por qué habría de ser popular si había desarrollado la idea de que la civilización (al menos la actual) era tan antitética a los instintos humanos, si había dado un nuevo golpe al "amor propio ingenuo" del hombre, según su expresión?
"Esta importancia que a lo inconsciente concedemos en la vida psíquica del hombre ha sido lo que ha hecho surgir contra el psicoanálisis las más encarnizadas críticas. Mas no creáis que esta resistencia que se opone a nuestras teorías en este punto concreto es debida a la dificultad de concebir lo inconsciente o la relativa insuficiencia de nuestros conocimientos sobre este sector de la vida anímica. A mi juicio, procede de causas más profundas. En el transcurso de los siglos han infligido la ciencia al egoísmo ingenuo de los hombres dos graves mortificaciones. La primera fue cuando mostró que la Tierra, lejos de ser el centro del Universo, no constituía sino una parte insignificante del sistema cósmico, cuya magnitud apenas podemos representarnos. Este primer descubrimiento se enlaza para nosotros al nombre de Copérnico, aunque la ciencia alejandrina anunció ya antes algo muy semejante. La segunda mortificación fue infligida a la Humanidad por la investigación biológica, la cual ha reducido a su más mínima expresión las pretensiones del hombre a un puesto privilegiado en el orden de la creación, estableciendo su ascendencia zoológica y demostrando la indestructibilidad de su naturaleza animal. Esta última transmutación de valores ha sido llevada a cabo en nuestros días bajo la influencia de los trabajos de Darwin, Wallace y sus predecesores, y a pesar de la encarnizada oposición de la opinión contemporánea. Pero todavía espera a la megalomanía humana una tercera y más grave mortificación cuando la investigación psicológica moderna consiga totalmente su propósito de demostrar al yo que ni siquiera es dueño y señor en su propia casa, sino que se halla reducido a contentarse con informaciones escasas y fragmentarias sobre lo que sucede fuera de su conciencia en su vida psíquica.". (Introducción al psicoanálisis, Conferencia 18, "La fijación al traumas - el inconsciente", 1917
https://www.depsicoanalisis.com.ar/libros-obras/freud/lecciones/leccion-... [55])
A los marxistas, en cambio, no debería causarles choque alguno la idea de que la vida consciente del hombre esté, o haya estado hasta ahora, dominada por motivaciones inconscientes. El concepto marxista de ideología (que, en su opinión, abarca todas las formas sociales de conciencia antes de la aparición de la conciencia de clase del proletariado) se basa firme y exactamente en esa noción.
"Pero toda ideología, una vez que surge, se desarrolla en conexión con el material de ideas dado, desarrollando y transformándolo a su vez; de otro modo dejaría de ser ideología, es decir, una labor sobre ideas concebidas como entidades con propia sustantividad, con un desarrollo independiente y sujetas tan sólo a sus propias leyes. Estos hombres ignoran forzosamente que las condiciones materiales de la vida del hombre, en cuya cabeza se desarrolla este proceso ideológico, son las que determinan, en última instancia, la marcha de tal proceso, pues si no lo ignorasen, se habría acabado toda la ideología" (Engels, Ludwig Feuerbach y el fin de la filosofía clásica alemana. 1886)
El marxismo, por lo tanto, reconoce que hasta ahora la conciencia del hombre de su posición real en el mundo ha sido inhibida o distorsionada por factores de los cuales es inconciente; reconoce que la vida social tal como ha sido hasta ahora ha creado obstáculos fundamentales en los procesos mentales del hombre. Un claro ejemplo de esto sería la incapacidad histórica de la burguesía de imaginarse una forma de sociedad superior al capitalismo, ya que esto implicaría su propia desaparición. Esto es lo que Lukács llama un "inconsciente condicionado de clase" (Historia y conciencia de clase). Y también puede abordarse la cuestión desde la perspectiva de la teoría de Marx de la alienación: el hombre alienado es ajeno a su prójimo, a la naturaleza y a sí mismo, mientras que el comunismo superará este extrañamiento y el hombre será plenamente consciente de sí mismo.
De todos los marxistas del siglo XX, tal vez sea Trotski quien más contribuyó en abrir un diálogo con las teorías de Freud, al cual había conocido durante su estancia en Viena en 1908. Cuando todavía tenía responsabilidades en el Estado soviético, pero cada vez más marginado, Trotski insistía en que la perspectiva de Freud respecto a la psicología era esencialmente materialista. Se opuso a que se adoptara una escuela particular de psicología como línea "oficial" del Estado o del partido, y, al contrario, convocó a un debate abierto y amplio. En La cultura y el socialismo, escrito en 1925-26, Trotski sopesa los diferentes enfoques de las escuelas pavloviana y freudiana y delinea lo que según él debería ser la actitud del partido frente a esas cuestiones:
"La crítica marxista en la ciencia debe ser vigilante y prudente, de otra forma podría degenerar en nueva charlatanería, en famusovismo"
Famusov, personaje teatral, imagen del pequeño burgués pedante, autoritario y satisfecho de sí mismo.. Tomad la psicología; incluso la reflexología de Pavlov está completamente dentro de los cauces del materialismo dialéctico; rompe definitivamente la barrera existente entre la fisiología y la psicología. El reflejo más simple es fisiológico, pero un sistema de reflejos es el que nos da la "consciencia". La acumulación de la cantidad fisiológica da una nueva cantidad "psicológica". El método de la escuela de Pavlov es experimental y concienzudo. Poco a poco se va avanzando en las generalizaciones: desde la saliva de los perros a la poesía -a los mecanismos mentales de la poesía, no a su contenido social-, aun cuando los caminos que nos conducen a la poesía aún no hayan sido desvelados.
La escuela del psicoanalista vienés Freud procede de una manera distinta. Da por sentado que la fuerza impulsora de los procesos psíquicos más complejos y delicados es una necesidad fisiológica. En este sentido general es materialista, incluso la cuestión de si no da demasiada importancia a la problemática sexual en detrimento de otras, es ya una disputa dentro de las fronteras del materialismo. Pero el psicoanalista no se aproxima al problema de la conciencia de forma experimental, es decir, yendo del fenómeno más inferior al más elevado, desde el reflejo más sencillo al más complejo, sino que trata de superar todas estas fases intermedias de un salto, de arriba hacia abajo, del mito religioso al poema lírico o el sueño a los fundamentos psicológicos de la psique.
Los idealistas nos dicen que la psique es una entidad independiente, que el "alma" es un pozo sin fondo. Tanto Pavlov como Freud piensan que el fondo pertenece a la fisiología. Pero Pavlov desciende al fondo del pozo, como un buzo, e investiga laboriosamente subiendo poco a poco a la superficie, mientras que Freud permanece junto al pozo y trata de captar, con mirada penetrante, la forma de los objetos que están en el fondo. El método de Pavlov es experimental; el de Freud está basado en conjeturas, a veces en conjeturas fantásticas. El intento de declarar al psicoanálisis "incompatible" con el marxismo y volver la espalda a Freud es demasiado simple, o más exactamente demasiado simplista. No se trata de que estemos obligados a adoptar su método, pero hay que reconocer que es una hipótesis de trabajo que puede producir y produce sin duda reducciones y conjeturas que se mantienen dentro de las líneas de la psicología materialista. Dentro de su propio método, el procedimiento experimental facilitaría las pruebas para estas conjeturas. Pero no tenemos ni motivo ni derecho para prohibir el otro método, ya que, aun considerándole menos digno de confianza, trata de anticipar la conclusión a la que el experimental se acerca muy lentamente (ver El debate sobre la “cultura proletaria” Cultura proletaria y arte proletario Trotski: Literatura y Revolución | Corriente Comunista Internacional (internationalism.org) [56]
De hecho, Trotski comenzó muy rápidamente a cuestionar el enfoque de Pavlov como un enfoque mecanicista, que tiende a reducir la actividad consciente al famoso "reflejo condicionado". En un discurso pronunciado poco después de la publicación del texto anterior, Trotski se preguntó si en realidad podríamos llegar al conocimiento de las fuentes de la poesía humana con el estudio de la saliva de los perros (ver Trotsky's Notebooks, 1933-1935, Writings on Lenin, Dialectics and Evolutionism, traducidos en inglés y presentados por Philip Pomper, Nueva York 1998, p. 49). Y en sus reflexiones posteriores sobre psicoanálisis contenidas en esos "cuadernos filosóficos" compilados en el exilio, su énfasis es mayor sobre la necesidad de comprender que el reconocimiento de la autonomía relativa de la psique, aunque entre en conflicto con una versión mecanicista del materialismo, es, en cambio, perfectamente compatible con una visión más dialéctica del materialismo:
"Es bien sabido que hay una escuela entera de psiquiatría (el psicoanálisis, Freud) que en la práctica no tiene para nada en cuenta a la fisiología, apoyándose en el determinismo interno de los fenómenos psíquicos, tal como son. Algunos críticos acusan, por lo tanto, a la escuela freudiana de idealismo. [...] Pero en sí el método del psicoanálisis, tomando como punto de partida "la autonomía" del fenómeno psicológico, de ninguna manera contradice el materialismo. Al contrario, es precisamente el materialismo dialéctico el que nos lleva a la idea de que la psique no podría ni siquiera formarse si no desempeñara, dentro de ciertos límites, un papel autónomo, es decir, independiente en la vida de los individuos y de la especie.
Y, sin embargo, aquí nos acercamos a una especie de problema crucial, una ruptura en el gradualismo, una transición de cantidad a calidad: es la psique, "liberada" del determinismo de la materia, que puede independientemente - por sus propias leyes - influenciar la materia" (ídem, p 106).
Trotski está argumentando aquí que existe una convergencia real entre marxismo y psicoanálisis. Para ambos, la conciencia o más bien la totalidad de la psique, es un producto material del movimiento real de la naturaleza y no una fuerza que existiría fuera del mundo; es el producto de procesos inconscientes que la preceden y la determinan. Pero, a su vez, se vuelve factor activo que en cierta medida toma su propia dinámica y que, lo más importante, es capaz de actuar y transformar el inconsciente. Esta es la única base para un enfoque que hace del hombre algo más que una criatura de circunstancias objetivas, y lo hace capaz de cambiar el mundo que le rodea.
Y aquí hemos llegado a lo que es quizás la conclusión más importante que Trotski saca de su investigación sobre las teorías de Freud. Freud, recordemos, había argumentado que el principal golpe infligido por el psicoanálisis al "narcisismo ingenuo" del hombre era que el "ego" no era dueño y señor en su propia casa, que en gran medida su enfoque del mundo está condicionado por fuerzas instintivas que han sido reprimidas en el inconsciente. Freud, en una o dos ocasiones, se permitió prever una sociedad que habría superado la interminable lucha contra la escasez material y, por lo tanto, que ya no tendría que imponer esa represión a sus miembros
Contrariamente al cliché repetido hasta la saciedad de que Freud "lo reduce todo al sexo", afirmó claramente que "La base sobre la que la sociedad reposa es en último análisis de naturaleza económica; no poseyendo medios suficientes de subsistencia para permitir a sus miembros vivir sin trabajar, se halla la sociedad obligada a limitar el número de los mismos y a desviar su energía de la actividad sexual hacia el trabajo. Nos hallamos aquí ante la eterna necesidad vital, que, nacida al mismo tiempo que el hombre, persiste hasta nuestros días." (Lecciones introductorias al psicoanálisis, III, Lección XX. "La vida sexual humana", https://www.depsicoanalisis.com.ar/libros-obras/freud/lecciones/leccion-... [57]).
O dicho de otra manera: la represión es consecuencia de sistemas sociales humanos dominados por la penuria material. En otro pasaje, en El porvenir de una ilusión (1927), Freud mostró una compresión de la naturaleza de clase de la sociedad "civilizada", e incluso permitiéndose, de paso, plantear la posibilidad de una fase posterior: "Pero cuando una civilización no ha logrado evitar que la satisfacción de un cierto número de sus partícipes tenga como premisa la opresión de otros, de la mayoría quizás,- y así sucede en todas las civilizaciones actuales- es comprensible que los oprimidos desarrollen una intensa hostilidad contra la civilización que ellos mismos sostienen con su trabajo, pero de cuyos bienes no participan sino muy poco. [...] La hostilidad de estas clases sociales contra la civilización es tan patente que ha monopolizado la atención de los observadores, impidiéndoles ver la que latentemente abrigan también las otras capas sociales más favorecidas. No hace falta decir que una cultura que deja insatisfecho a un núcleo tan considerable de sus partícipes y los incita a la rebelión no puede durar mucho tiempo, ni tampoco lo merece" (El porvenir de una ilusión, cap. 2). En efecto, el orden actual no sólo no tienen "ninguna perspectiva de existencia duradera", sino que además podría existir una cultura que "superaría la fase" en a que toda división de clase y, por consiguiente, los mecanismos de represión mental existentes hasta hoy, serían superfluos.
. Pero en general, su enfoque siguió siendo prudentemente pesimista, al no percibir ninguna vía que pudiera conducir a tal sociedad. Trotski, como revolucionario que era, estaba obligado a plantear la posibilidad de una plena conciencia de la humanidad que se convirtiera de hecho en dueña de su propia casa. De hecho, para Trotski, la liberación de la humanidad de la dominación del inconsciente se convierte en el proyecto central de la sociedad comunista:
"El hombre se dedicará seriamente a armonizar su propio ser. Tratará de obtener una precisión, una exactitud y una economía máximas y, por consiguiente una máxima belleza, en todos los movimientos de su cuerpo, en el trabajo, al andar, al jugar. Querrá dominar también los procesos semiconscientes e inconscientes de su propio organismo, tales como la respiración, la circulación de la sangre, la digestión, la reproducción, y, dentro de ciertos límites inevitables, tratará de subordinarlos al control de su razón y su voluntad. La especie humana, el homo sapiens, actualmente congelado, entrará en una fase de transformación radical y, se tratará a sí mismo como objeto de los métodos más complicados de la selección artificial y tratamiento psicoanalítico.
Estas perspectivas están perfectamente de acuerdo con toda la evolución del hombre. Comenzó primero por expulsar los elementos obscuros de la producción y la ideología, acabando, por medio de la técnica, con la rutina bárbara de su trabajo, y, por medio de la ciencia, con la religión. Después expulsó de la política lo inconsciente, al derribar la monarquía, a la que sucedieron las democracias y el parlamentarismo racionalistas y luego la dictadura abierta de los soviets. Los elementos incontrolados tenían el máximo arraigo en las relaciones económicas, pero el hombre los está eliminando también aquí, por medio de la organización socialista. Esto permite reconstruir sobre bases diferentes la vida familiar tradicional. Finalmente, si la naturaleza misma del hombre se encuentra oculta en los rincones más profundos y más oscuros del subconsciente, ¿no es evidente que en ese sentido han de dirigirse los más grandes esfuerzos de la investigación y la creación?" (Literatura y Revolución, t.1, "8.Arte revolucionario y arte socialista", 1924, Ed. Ruedo Ibérico, 1969).
Evidentemente, en ese pasaje, Trotski mira hacia un futuro comunista muy lejano. La prioridad de la humanidad en las primeras fases del comunismo será, en este aspecto, una labor sobre las capas del inconsciente en las que puedan ser detectados los orígenes de las neurosis y los sufrimientos mentales, mientras que la perspectiva de controlar unos procesos psicológicos más fundamentales plantea toda una serie de cuestiones que van más allá de lo que podemos plantearnos en este artículo. De todas maneras, esos problemas no podrán sin duda plantearse sino en una cultura comunista de un nivel avanzado.
Los comunistas de hoy podrán estar o no estar de acuerdo con muchas de las ideas de Freud. Pero desde luego, debemos desconfiar de las campañas actuales contra Freud y mantener la mayor apertura posible, tal como lo defendía Trotski. Por lo menos hay que admitir que mientras vivamos en un mundo donde las "malas pasiones" de la humanidad pueden explotar con una fuerza aterradora, donde las relaciones sexuales entre los seres humanos, ya sea realizadas brutalmente en las cárceles de unas ideologías medievales, ya sea degradadas y prostituidas en el mercado, siguen siendo una fuente de miseria humana indecible; cuando para la gran mayoría de la humanidad las habilidades creativas de la mente siguen en gran medida enterradas e inaccesibles - así entonces, los problemas planteados por Sigmund Freud no sólo son tan pertinentes hoy como cuando fueron planteados por primera vez, sino que su resolución seguramente será fundamental para el proyecto de construir una sociedad verdaderamente humana.
Amos
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Nunca antes la bancarrota de un sistema había sido más patente. Y tampoco nunca antes se habían planificado tantos ataques contra la clase obrera. ¿Qué desarrollo de la lucha de clases puede esperarse en esta situación?
La crisis de los subprimes ([1]) en 2008 desembocó en una crisis abierta de dimensión mundial con una caída de la actividad económica sin precedentes desde 1929:
- en unos cuantos meses se fueron desmoronando numerosos establecimientos financieros como fichas de dominó,
- los cierres de empresas se han multiplicado con cientos de miles de despidos por el mundo entero.
Los medios empleados por la burguesía para evitar que el hundimiento fuera todavía más brutal y profundo no han sido diferentes de las políticas sucesivas que se aplicaron desde principios de los años 1970, recurriendo constantemente al crédito. Se ha franqueado así una nueva etapa en el endeudamiento mundial, lo cual ha implicado un incremento nunca antes alcanzado de la deuda mundial. Y, hoy, el monto de la deuda mundial es tal que a la fase actual de la crisis económica ya se la nombra corrientemente como "crisis de la deuda".
La burguesía ha evitado, por ahora, lo peor. Sí, pero no sólo no hay recuperación, sino que además hay países con riesgos más que serios de insolvencia y con tasas de endeudamiento superiores al 100 % del PIB. Y no solo Grecia, país del que tanto se habla, sino también Portugal, España (quinta economía de la UE), Irlanda e Italia están en primera fila. Y Gran Bretaña, aunque no haya alcanzado esos niveles de endeudamiento, presenta signos calificados de "inquietantes" por los especialistas.
Ante el nivel alcanzado por la crisis de sobreproducción, a la burguesía sólo le queda un recurso: el Estado. Pero también éste deja aparecer su fragilidad. La burguesía intenta postergar los problemas y a los agentes económicos no les queda otro remedio que una "salida" cada vez más impracticable y arriesgada: endeudarse más todavía. Los fundamentos históricos de la crisis se hacen así cada días más evidentes. Contrariamente al pasado, la burguesía ya no puede seguir ocultando la realidad de la crisis, dejando a las claras la imposible solución dentro de su sistema.
En semejante contexto, la insolvencia de un país ([2]) incapaz de reembolsar los plazos de su deuda, podría provocar reacciones en cadena que lleven a la insolvencia de cantidad de agentes económicos (bancos, empresas, otros países). La burguesía, claro está, siempre procura jugar al despiste señalando con el dedo a la especulación y los malvados especuladores. Este fenómeno es real, sí, pero es un mecanismo que afecta a todo el sistema y no solo a algunos "aprovechados" o algún que otro "empresario desalmado". Las finanzas desbocadas, o sea el endeudamiento sin límites y la especulación sin freno, las ha favorecido el capitalismo como un todo, como un medio de retrasar la recesión. Es, ni más ni menos, que el modo de vida del capitalismo de hoy. El problema está, por lo tanto, en el propio capitalismo, incapaz de sobrevivir sin la inyección de nuevos créditos, cada vez más masivos.
¿Y qué pociones está ahora preparando la burguesía contra la crisis del endeudamiento? La burguesía está intentando hacer tragar un plan de austeridad terrible en Grecia. Y otro en España. Y en Francia se preparan nuevos ataques sobre las pensiones
¿Serán esos planes de austeridad un medio para una nueva recuperación? ¿Permitirán subir el nivel de vida de los proletarios duramente atacado durante estos dos últimos años?
¡Ni mucho menos! La burguesía mundial no puede permitirse dejar que "se hunda" un país como Grecia (por muchas declaraciones, ruidosas y demagógicas, que haga Angela Merkel), sin arriesgarse a que las consecuencias sean las mismas para algunos de sus acreedores, pero la única ayuda que pueda otorgarle son más créditos con tipos de interés "aceptables" (aunque ya los préstamos al 6 % impuestos recientemente por la UE a Grecia son especialmente altos). Y, a cambio, exigen garantías de rigor presupuestario. El asistido debe dar las pruebas de que no va a tirar a un pozo sin fondo la "ayuda internacional". De modo que le piden a Grecia que "reduzca su tren de vida" y aminorar así el incremento de sus déficits y su deuda. De modo que, a condición de que se ataquen con dureza las condiciones de vida de la clase obrera, el mercado mundial de capitales volverá a otorgar su confianza a Grecia, país que podrá entonces atraer préstamos e inversiones foráneas.
Ya es paradójico que la confianza a Grecia dependa de su capacidad a "reducir el ritmo de crecimiento de su deuda" y no a frenarlo del todo, lo cual sería imposible. O sea que el criterio para medir la solvencia de ese país ante el mercado mundial de capitales es que el incremento de su deuda no sea "demasiado importante". O dicho de otra manera: un país declarado insolvente a causa de su endeudamiento puede volverse solvente por mucho que ese endeudamiento siga creciendo. La propia Grecia tiene el mayor interés en que siga planeando la amenaza de su "insolvencia" para que se reduzcan los tipos de interés de sus acreedores, pues si no les reembolsara acabarían perdiendo una buena parte de sus préstamos y serían ellos entonces los que estarían rápidamente en "números rojos". En el mundo de hoy, un mundo endeudado al extremo, la solvencia se basa sobre todo no en una realidad objetiva, sino en una confianza...sin real fundamento.
Los capitalistas están obligados a aceptar esa creencia, pues, si no, sería como dejar de creer en la perennidad de su sistema de explotación. Los capitalistas estarán obligados a creérselo, ¡pero no los obreros! Los planes de austeridad podrán dar tranquilidad a la burguesía, pero para nada resuelven las contradicciones del capitalismo y ni siquiera podrán frenar el crecimiento de la deuda.
Los planes de austeridad exigen la reducción drástica del coste de la fuerza de trabajo, y eso se va a aplicar en todos los países, pues todos están, a diferentes niveles, enfrentados a problemas enormes de deuda y déficit. Tal política, que en el marco del capitalismo no tiene otra alternativa real, podrá quizás evitar que cunda el pánico, incluso acarrear una mini recuperación construida sobre arenas movedizas, pero no desde luego sanear el sistema financiero. Y menos todavía podrá resolver las contradicciones del capitalismo que lo empujan a endeudarse cada día más so pena de verse zarandeado por depresiones cada vez brutales. Lo que sí le importa a la burguesía es que la clase obrera se trague esas medidas de austeridad. Para la burguesía es un reto de la mayor importancia y tiene puesta su vigilancia más extrema en la respuesta que los proletarios van a dar a esos ataques.
Ya desde principios de los años 2000, el discurso de la burguesía de "acepten ahora apretarse el cinturón para que las cosas vayan mejor mañana" no logra generalmente engañar a la clase obrera, aunque hay diferencias entre los países. La agravación reciente de la crisis no se ha plasmado hasta ahora en un incremento de las movilizaciones de la clase obrera en estos dos o tres últimos años. La tendencia sería más bien la contraria en lo que al año 2009 se refiere. Las características de algunos de esos ataques, especialmente los despidos masivos, han hecho más difícil la respuesta de la clase obrera, pues frente a ellos:
- la patronal y los gobiernos se repliegan tras el argumento perentorio: "No somos culpables si el desempleo aumenta o si hay que echarles a la calle: la culpa es de la crisis."
- en caso de cierre de empresa o de fábrica, el arma de la huelga se hace inoperante, lo que acentúa el sentimiento de impotencia y desconcierto de los obreros.
Pero aunque esas dificultades siguen siendo una pesada losa encima de la clase obrera, no por eso la situación está bloqueada, pues empieza a haber un cambio en el estado anímico de la clase explotada que se está plasmando en un lento renacer de la lucha de clases.
La exasperación y la rabia de los trabajadores se alimentan con el sentimiento de profunda indignación ante una situación cada día más escandalosa e insoportable: la propia pervivencia del capitalismo da como resultado el que aparezcan con mayor crudeza que nunca dos "mundos diferentes" en el seno de la misma sociedad. Uno es el de la mayoría de la población que soporta todas las injusticias y la miseria y que debe pagar por el otro, el mundo de la clase dominante, donde se hace alarde indecente y arrogante de poder y de riqueza.
En relación más directa con la crisis actual, la idea tan extendida de que "son los bancos los que nos han metido en un atascadero del que no podemos salir" (mientras que vemos que los Estados mismos están al borde de la suspensión de pagos) es cada vez menos creíble como catalizadora de la cólera contra el sistema. Ahí pueden verse los límites del discurso de la burguesía que señalaba a los bancos como responsables de la crisis actual, para así evitar que se acuse al sistema como un todo. El "escándalo de los bancos" salpica al conjunto del capitalismo.
Sí, la clase obrera sigue sonada y desamparada a nivel internacional ante el alud de golpes que le asestan todos los gobiernos, sean de izquierdas o de derechas. Pero no por eso está resignada; no por eso se ha quedado paralizada sin reaccionar durante estos últimos meses. Las características básicas de la lucha de clases que marcaron ciertas movilizaciones desde el año 2003, están volviendo a aparecer de forma más explícita. Por ejemplo, la solidaridad obrera que está volviendo a imponerse como esa necesidad básica de la lucha, tras haber sido desvalorizada y deformada en los años 1990. Se presenta ahora con iniciativas, quizás todavía minoritarias, pero con porvenir.
En Turquía, en diciembre y enero pasado, la lucha de los obreros de Tekel fue como un faro para la lucha de clases. Unió en un mismo combate a obreros turcos y kurdos (y eso cuando un conflicto nacionalista divide a esos pueblos desde hace años), también dio pruebas de una voluntad entera de extender la lucha a otros sectores y se opuso con determinación al sabotaje de los sindicatos.
En los países centrales del capitalismo, a pesar de que un encuadramiento sindical, más poderoso y sofisticado que en otros países, logra impedir todavía que estallen luchas tan importantes como la de Tekel, también estamos ante un rebrote de combatividad de la clase obrera. En Vigo, España, hemos comprobado las mismas características. En Vigo, los desempleados fueron a verse con los trabajadores activos de los astilleros, manifestaron juntos, uniéndose a otros trabajadores hasta lograr que parara toda la industria naval. Cabe resaltar en esta acción el hecho de que la iniciativa vino de trabajadores despedidos de los astilleros que habían sido sustituidos por trabajadores inmigrados "que duermen en aparcamientos dentro de coches y que comen un bocadillo diario". Esto no acarreó ninguna reacción xenófoba por parte de los obreros hacia esos trabajadores, puestos en competencia con ellos por la burguesía, sino que se solidarizaron contra las condiciones de explotación inhumanas que se les reserva a los trabajadores inmigrados. Esas manifestaciones de solidaridad obrera ya se habían producido también en Inglaterra, en la refinería de Lindsey por parte de obreros de la construcción en enero y junio de 2009 como también en España en lo astilleros de Sestao en abril de 2009 ([3]).
En esas luchas, de manera limitada y embrionaria todavía, la clase obrera ha demostrado no sólo su combatividad sino también su capacidad para hacer frente a las campañas ideológicas de la clase dominante para dividirla, expresando su solidaridad proletaria, uniéndose en un mismo combate obreros de diferentes gremios, sectores, etnias o nacionalidades. Y la revuelta de los jóvenes proletarios organizados en asambleas generales, que atrajo el apoyo de la población, en diciembre de 2008 en Grecia, hizo temer a la clase dominante, el "contagio" del ejemplo griego a otros países europeos, especialmente entre las jóvenes generaciones escolarizadas. Y hoy no es casualidad si la burguesía vigila de nuevo las reacciones de los proletarios en Grecia frente al plan de austeridad impuesto por el gobierno y los demás Estados de la Unión Europea. Esas reacciones son una especie de test para los demás Estados amenazados por la quiebra de su economía nacional. El anuncio casi simultáneo de planes similares echó igualmente a la calle a miles de proletarios que se manifestaron en España y Portugal. A pesar de las dificultades que pesan todavía en la lucha de la clase, está produciéndose, sin embargo, un cambio en el ánimo de la clase obrera. Por el mundo entero cunde la desesperación y se acumula la ira en las filas obreras.
En Grecia...
En Grecia, el gobierno anunció el 3 de marzo un nuevo plan de austeridad, el tercero en tres meses, con una subida de los impuestos al consumo, la reducción de 30% de la primera paga extra (13º mes) y de 60% de la segunda (14º mes), primas cobradas por los funcionarios (o sea entre 12% y 30% de media del sueldo), la congelación de las pensiones de jubilación de los funcionarios y de los asalariados del sector privado. Pero la población no parece dispuesta a tragarse ese plan, especialmente entre los obreros y los jubilados.
En noviembre-diciembre de 2008, el país se vio zarandeado durante más de un mes por una explosión social, asumida sobre todo por la juventud proletaria, tras el asesinato de un joven a manos de la policía. Y las medidas anunciadas este año por el gobierno socialista amenazan con desencadenar una explosión no solo ya entre los estudiantes y los desempleados sino también entre los principales batallones de la clase obrera.
El movimiento de huelga general del 24 febrero de 2010 contre el plan de austeridad fue ampliamente seguido y la movilización de los funcionarios reunió en torno a 40 000 manifestantes. Muchos jubilados y funcionarios volvieron a manifestarse el 3 de marzo en el centro de Atenas.
Los acontecimientos siguientes demostraron más claramente todavía que el proletariado estaba movilizado: "Sólo unas horas después del anuncio de nuevas medidas, trabajadores despedidos de la Olympic Airways atacaron las brigadas de policía antidisturbios, que custodiaban la sede de la compañía, ocuparon el edificio y llamaron a una ocupación de duración indeterminada. La acción llevó al cierre de la calle comercial más importante de Atenas durante horas" (blog en libcom.org).
En los días que precedieron la huelga general del 11 de marzo, hubo una serie de huelgas y ocupaciones: los trabajadores despedidos de Olympic Airways ocuparon durante ocho días la sede del Tribunal de cuentas, mientras que los asalariados de la compañía eléctrica ocupaban las agencias para el empleo en nombre del "derecho de los futuros desempleados que somos". Los obreros de la Imprenta Nacional ocuparon su lugar de trabajo, negándose a imprimir los textos legales y las medidas económicas apostando por el hecho de que mientras una ley no está impresa, no es vigente... Los agentes del fisco cesaron el trabajo durante 48 horas, los asalariados de las autoescuelas del Norte del país hicieron tres días de huelga; hasta los jueces y otros agentes de la justicia cesaron toda actividad durante 4 horas cada día. Ninguna basura se recogió durante varios días en Atenas, Patras o Salónica: los empleados bloquearon los grandes vertederos de esas ciudades. En la ciudad de Komitini, los obreros de la empresa textil ENKLO llevaron a cabo una lucha con manifestaciones y jornadas de huelga: dos bancos fueron ocupados por los trabajadores.
La clase obrera en Grecia está hoy más ampliamente movilizada que durante las luchas de noviembre-diciembre de 2008, pero los aparatos de encuadramiento de la burguesía están hoy sobre aviso y por ello mejor preparados y más eficaces contra la respuesta obrera.
En efecto, la burguesía tomó la delantera para desviar la cólera y la combatividad de los trabajadores hacia callejones sin salida políticos e ideológicos, logrando meter en el atolladero todo el potencial de voluntad de apropiación de las luchas y de solidaridad proletarias que se habían manifestado en los combates de las nuevas generaciones a finales de 2008.
La exaltación del nacionalismo se ha utilizado ampliamente para dividir a los obreros, aislarlos de sus hermanos de clase de los demás países. En Grecia, lo que más se ha usado es el hecho de que la burguesía alemana se niega a ayudar a la economía griega. El gobierno del PASOK no se ha privado de reavivar los rescoldos antialemanes todavía vivos desde la ocupación nazi.
El control por parte de los partidos y los sindicatos permitió aislar a los obreros unos de otros. Los asalariados de Olympic Airways, por ejemplo, no permitieron a ninguna persona ajena a la empresa entrar en el edificio público que ocupaban y los dirigentes sindicales mandaron evacuarlo sin que terciara la menor decisión de una Asamblea general. Cuando otros obreros quisieron acudir a los locales de la Hacienda Pública, ocupados por los de la Imprenta nacional, fueron rechazados sin más, so pretexto de que "no pertenecían al ministerio"...
La ira profunda de los obreros de Grecia se ha expresado contra el PASOK y los dirigentes sindicales vasallos de ese partido. El 5 de marzo, el líder de la GSEE, central sindical del sector privado, fue zarandeado y golpeado cuando intentaba tomar la palabra ante la muchedumbre. Acabó siendo auxiliado por la policía antidisturbios y refugiándose en el edificio del Parlamento, bajo los abucheos de la muchedumbre que le invitaba irónicamente a entrar en el lugar que le correspondía: la cueva de ladrones, de asesinos y de mentirosos.
El PC griego (KKE), por su parte, y su apéndice sindical, el PAME, se presentan como alternativas "radicales" al PASOK: lo que hacen, en realidad, es revitalizar una campaña para centrar la responsabilidad de la crisis en los banqueros o en "los desastres del liberalismo".
En noviembre-diciembre 2008, el movimiento fue básicamente espontáneo y sus asambleas generales se mantuvieron abiertas en las escuelas y universidades ocupadas. La sede del Partido comunista (KKE), al igual que la de su confederación sindical, el PAME, también fueron ocupadas, signo evidente de la desconfianza hacia los aparatos sindicales y hacia los estalinistas, los cuales habían denunciado a los jóvenes manifestantes a la vez como lumpen y niños mimados de la burguesía.
Pero esta vez, ostensiblemente, el PC griego se ha puesto en vanguardia de las huelgas, las manifestaciones y ocupaciones más radicales: "En la mañana del 5 de marzo, los trabajadores del PAME sindicato afiliado al Partido Comunista ocuparon el ministerio de Hacienda (...) así como el ayuntamiento del distrito de Trikala. Más tarde, el PAME hizo también ocupar 4 estaciones de TV en la ciudad de Patras, y la emisora de televisión del Estado en Salónica, obligando a los periodistas de los informativos a leer una declaración contra las medidas gubernamentales" ([4]).
El PC estuvo también en la iniciativa de varias huelgas, convocó para el 3 de marzo a una "huelga general", a manifestarse el 5 y ya el 4 de marzo en varias ciudades. El PAME intensificó las acciones espectaculares, ocupando el ministerio de Hacienda, o la sede de la Bolsa.
El 11 de marzo, toda Grecia se quedó paralizada durante 24 horas, con 90 % de huelguistas. Se expresaba así de nuevo la cólera popular tras un segundo llamamiento a la huelga general por los dos sindicatos principales. Más de 3 millones de personas (la población griega es de 11 millones) participaron en ella. La manifestación del 11 de marzo fue la más concurrida en Atenas desde hace 15 años y demostró la determinación de la clase obrera para replicar a la ofensiva capitalista.
... y en otros lugares
En todas las partes del mundo, en Argelia, en Rusia, la mano de obra inmigrada de los Emiratos, sobreexplotada y privada de toda protección social, entre los proletarios ingleses o los estudiantes reducidos a la precariedad en el estado más rico de Estados Unidos, California, la situación actual es testimonio de una tendencia de fondo hacia la reanudación internacional de la lucha de clases a escala internacional.
La burguesía está enfrentada a una situación en la que, además de los despidos en las empresas en situación difícil, los estados deben asumir directamente los ataques contra la clase obrera para que ésta soporte el coste de la deuda. De este modo se identifica mejor al responsable directo de los ataques: el Estado, un Estado que cuando se trata de despidos a veces se da pretensión de aparecer como "protector" de los asalariados, aunque, eso sí, "dentro de unos límites". Que el Estado aparezca por lo que es, el primer defensor de los intereses de la clase capitalista contra la clase obrera, es un factor que favorece el desarrollo de la lucha de clases, de su unidad y politización.
Todos los elementos que se desarrollan en la situación actual son los ingredientes para que estallen luchas masivas. Y su detonador será sin duda la acumulación de la exasperación, del hastío y de la indignación. La burguesía va a aplicar planes de austeridad en diferentes países. Van a ser otras tantas ocasiones de experiencias de luchas y de elecciones para la clase obrera.
El desmoronamiento del estalinismo y, sobre todo, su explotación ideológica por la burguesía, basada en la mayor mentira del siglo, la de identificar los regímenes estalinianos con el socialismo, dejaron huellas que siguen presentes en la clase obrera.
Frente a las "evidencias" aporreadas por la burguesía del estilo de: "el comunismo nunca funcionará y la prueba es que las poblaciones que los sufrieron lo han abandonado a favor del capitalismo", la tendencia inevitable de los obreros fue la de dar la espalda a todo proyecto de sociedad alternativa al capitalismo.
La situación resultante es, desde ese ángulo, muy diferente de la que se vivió a finales de los años 1960. En aquel tiempo, el carácter masivo de los combates obreros, en especial las huelgas de Mayo de 1968 en Francia o el "otoño caliente" italiano, etc., dejaron claro que la clase obrera puede ser una fuerza de primer plano en la sociedad. La idea de que podría un día echar abajo al capitalismo no era un sueño irrealizable, contrariamente a lo que parece ser hoy.
La dificultad para entrar masivamente en lucha que el proletariado manifiesta desde los años 90 viene de una falta de confianza en sí mismo que el renacer de la lucha de clases del año 2003 no ha hecho desaparecer.
Sólo el desarrollo de luchas masivas permitirá al proletariado recuperar la confianza en sus propias fuerzas y ser capaz de proponer su propia perspectiva. Es ésta una etapa fundamental en la que los revolucionarios deben favorecer la capacidad de la clase obrera para comprender lo que está en juego en la dimensión histórica de sus luchas, para que reconozca a sus enemigos y se haga cargo de sus propias luchas.
Por muy importante que sea esta etapa futura de la lucha de clases, no significa eso que se habrán acabado las vacilaciones del proletariado para emprender resueltamente el camino que lleva a la revolución.
Ya en 1852, Marx, insistió en el recorrido difícil y tortuoso de la revolución proletaria, al contrario de las revoluciones burguesas, las cuales "como las del siglo xviii va rápidamente de éxito en éxito" ([5]).
Esa diferencia entre proletariado y burguesía, cuando actúan como clases revolucionarias, viene de las diferencias existentes entre las condiciones de la revolución burguesa y las de la revolución proletaria.
La toma del poder político por la clase capitalista fue el remate de todo un proceso de transformación económica en la sociedad feudal. Durante ese proceso, las relaciones de producción capitalista fueron sustituyendo poco a poco las antiguas relaciones feudales de producción. Y sobre esas nuevas relaciones se basó la burguesía para conquistar el poder político.
El proceso de la revolución proletaria es muy diferente. Las relaciones de producción comunistas, al no ser relaciones mercantiles, no pueden desarrollarse en el seno de la sociedad capitalista. La clase obrera, al ser la clase explotada en el capitalismo, privada por definición de la propiedad de los medios de producción, ni dispone ni puede disponer de puntos de apoyo económicos para conquistar el poder político. Sus medios son su conciencia y su organización en la lucha. Contrariamente a la burguesía revolucionaria, el primer acto de la transformación comunista de las relaciones sociales debe ser un acto consciente y deliberado: la toma del poder político a escala mundial por el conjunto del proletariado organizado en consejos obreros.
Es normal que la inmensidad de esta tarea haga dudar a la clase obrera, la haga dudar de su propia fuerza. Pero el único camino para que la humanidad sobreviva es ése. El camino que lleva a la abolición del capitalismo, de la explotación, el camino que lleva a la construcción de una nueva sociedad.
FW
(31 marzo 2010)
[1]) Recordemos que se trata de créditos hipotecarios de alto riesgo, riesgos que acabaron diluyéndose en todo tipo de instituciones financieras.
[2]) Es evidente que la quiebra de un Estado no es lo mismo que la de una empresa: si acabara siendo incapaz de reembolsar sus deudas, es inimaginable que un Estado se declare en quiebra y "eche el cierre", despida a todos sus funcionarios y disuelva sus propias estructuras (policía, ejércitos, cuerpos docentes o administrativos...) aunque sí que es cierto que en algunos países (en Rusia o en países de África, por ejemplo) no se pague a los funcionarios durante meses a causa de la crisis ...
[3]) Leer los artículos siguientes: "Huelgas en Inglaterra: Lo obreros de la construcción en el centro de la lucha" [63]; Sobre Turquía: "¡Solidaridad con la resistencia de los trabajadores de Tekel contra el Gobierno y los sindicatos! [64]"; Sobre España: "Vigo: acción conjunta de desempleados y trabajadores del naval", en nuestra página web..
[4]) Según libcom.org [65].
[5]) En El 18 de Brumario de Luís Bonaparte.
Nuestro camarada Jerry Grevin, militante desde hace muchos años de la sección de EEUU de la CCI, falleció repentinamente por un infarto de miocardio el 11 de febrero de 2010. Su temprana muerte es una trágica pérdida para nuestra organización y para todos aquellos que lo conocieron: su familia ha perdido un querido y cariñoso marido, padre y abuelo; sus compañeros del centro de Secundaria donde enseñaba han perdido un apreciado compañero; sus camaradas militantes de la CCI, en su sección y en todas las demás del mundo, hemos perdido un camarada muy querido y entregado a la lucha comunista.
Jerry Grevin nació en 1946, en Brooklyn, en una familia obrera de segunda generación de inmigrantes judíos. Sus padres estaban imbuidos de un espíritu crítico que les llevó primero a entrar y después a salir del Partido comunista de EEUU. El padre de Jerry quedó profundamente impactado por la destrucción de Hiroshima y Nagasaki, de la que fue testigo como miembro de las fuerzas de ocupación USA al final de la Segunda Guerra mundial; aunque nunca habló de su experiencia y su hijo solamente supo de ella mucho después, Jerry estaba convencido de que eso había profundizado el espíritu antipatriótico y antibelicista que heredó de sus padres.
Una de las mejores cualidades de Jerry, que nunca perdió, era su ardiente y firme indignación frente a todas las formas de injusticia, opresión y explotación. Desde muy temprano participó con gran energía en las grandes causas sociales de su época. Participó en el CORE (Congress of Racial Equality) en la organización de manifestaciones contra la segregación y la desigualdad racial en el sur de EEUU. Esto implicaba un gran valor, puesto que los activistas y los manifestantes eran habitualmente insultados y golpeados, e incluso asesinados; y Jerry, puesto que era judío, no era sólo un luchador contra los prejuicios raciales, sino que él mismo era objeto de esos prejuicios ([1]).
Para su generación, especialmente en EEUU, el otro asunto vital del momento era la oposición a la guerra del Vietnam. Exiliado a Montreal en Canadá, Jerry fue impulsor de uno de los diferentes comités que se organizaron como parte del "Second Underground Railroad" ([2]) que surgió para ayudar a los desertores del ejército US a escapar de EEUU y a llevar una nueva vida en el extranjero. Emprendió esa actividad, no como un pacifista, sino con la convicción de que la resistencia al orden militar podía y debía ser parte de una lucha de clases más amplia contra el capitalismo, participando en una publicación militante que duró poco tiempo: Worker and Soldier (Obrero y soldado). Muchos años después, Jerry tuvo oportunidad de consultar una parte de su expediente del FBI (en gran parte secreto): su tamaño y detalle -el archivo fue regularmente actualizado mientras fue un militante de la CCI- le proporcionaron cierta satisfacción al saber que sus actividades inquietaban a los defensores del orden burgués, y le inspiraron algunos comentarios cáusticos a expensas de los que piensan que la policía y los servicios de inteligencia no se molestan en prestar atención a los pequeños e "insignificantes" grupos de militantes actuales.
A su regreso a EE.UU. en los años 70, Jerry encontró trabajo como técnico de telefonía en una gran compañía. Eran tiempos turbulentos de lucha de clases, ya que la crisis económica empezaba a dejarse sentir, y Jerry estuvo involucrado en grandes luchas y pequeñas escaramuzas en su centro de trabajo, al mismo tiempo que participaba en una publicación llamada Wildcat, que abogaba por la acción directa y que era la prensa de un grupo que tenía el mismo nombre. Aunque después llegaría a desencantarse del inmediatismo de Wildcat y su falta de perspectivas más amplias y a largo plazo (fue la búsqueda de esas perspectivas lo que le llevó a unirse a la CCI) la experiencia directa, a pie de taller, que tuvo, junto a sus brillantes capacidades de observación y una actitud comprensiva hacia las debilidades y prejuicios de sus compañeros, le dieron una profunda visión de cómo la conciencia se desarrolla concretamente en la clase obrera. Como militante de la CCI, a menudo ilustraba sus argumentos políticos con vívidas imágenes de su propia experiencia.
Una de ellas describía un incidente en el Sur de EEUU, donde su grupo de técnicos de teléfonos de Nueva York había sido enviado para un trabajo. Un obrero negro del grupo había sido culpado por los patronos de supuestos delitos menores; los de Nueva York salieron en su defensa para sorpresa de sus compañeros del Sur: "¿Por qué molestarse?", se preguntaban, "es sólo un negro". A esto, uno de los obreros de Nueva York replicó vigorosamente que el color no importa, que los obreros eran todos obreros juntos, y que tenían que defenderse los unos a los otros contra los patronos.
"Pero lo realmente destacable", decía Jerry, "es que aquel elemento, que fue el más decidido en la defensa del obrero negro, era conocido en el grupo de compañeros como un racista que se había trasladado a Long Island para evitar vivir en una barriada negra, lo cual demuestra que la lucha de clases y la solidaridad es el único antídoto real contra el racismo".
Otra historia que le gustaba contar era la de su primer encuentro con la CCI. Para citar las palabras de homenaje personal de un camarada: "Como le oí decir un millón de veces, era "un joven inmediatista e individualista" (como se definía a sí mismo), que escribía artículos él solo y los distribuía, cuando encontró por primera vez a un militante de la CCI, y fue cayendo en la cuenta de que la pasión revolucionaria sin organización sólo puede ser una ardiente llama efímera de juventud. Fue entonces cuando el militante de la CCI le planteó: "Bien, escribes y eres marxista; pero ¿Qué haces por la revolución?". Jerry contaba a menudo esta historia y decía que la noche siguiente no pudo dormir. Pero fue una noche en blanco que trajo un tremendo fruto".
Muchos se hubieran desalentado ante el comentario un tanto abrupto de la CCI, pero no Jerry. Al contrario, esta historia (que contaba divertido ante su propio estado mental de entonces) revela otra faceta del carácter de Jerry: su capacidad de aceptar la fuerza de los argumentos y cambiar de idea cuando se sentía convencido por posiciones diferentes, una inestimable cualidad en el debate político, que es la savia de una verdadera organización política proletaria.
Así también, la contribución de Jerry a la CCI ha sido inestimable. Su conocimiento del movimiento obrero en Estados Unidos era enciclopédico; su pluma ágil y su verbo animado hicieron viva esta historia para nuestros lectores en sus muchos artículos para nuestra prensa de los EEUU (Internationalism) y para la Revista internacional. También tenía una notable comprensión de la vida política y la lucha de clases actual en EEUU, y sus artículos de actualidad, tanto en nuestra prensa como en nuestros boletines internos, han provisto de valioso contenido nuestra comprensión de la política de la mayor potencia imperialista mundial.
Igualmente importante fue su contribución a la vida interna de la CCI y su integridad organizativa. Durante muchos años ha sido un pilar de nuestra sección norteamericana, un camarada con el que se podía contar cuando las cosas se ponían difíciles. Durante los desalentadores años 90, cuando todo el mundo -pero quizás especialmente EEUU- estaba sumido en la propaganda sobre la "victoria del capitalismo", Jerry nunca perdió su convicción en la necesidad y la posibilidad de una revolución comunista, nunca dejó de tender la mano a sus compañeros o a los escasos nuevos contactos de la sección. Su lealtad a la organización y a sus camaradas fue inquebrantable, tanto más porque, como planteaba él mismo, era la participación en la vida internacional de la CCI lo que le infundía valor y le permitía "cargar las pilas".
En un plano más íntimo, Jerry era también un hombre extraordinariamente divertido y un conversador particularmente dotado. Podía mantener -y a menudo lo hacía- una audiencia de amigos o camaradas riendo durante horas sin parar, a menudo con historias sacadas de su propia observación de la vida. Aunque sus anécdotas a veces esparcían vitriolo para los patronos o la clase dominante, nunca eran crueles o hirientes. Al contrario, revelaban su afección y simpatía por el género humano y al mismo tiempo la extraña habilidad de reírse de sus propias debilidades. Esta apertura hacia los demás era sin duda una de las cualidades que hacían de Jerry un impresionante (y apreciado) profesor -una profesión a la que llegó ya tarde en la vida, cuando tenía más de cuarenta años.
Nuestro tributo a Jerry estaría incompleto si no mencionásemos su pasión por la música Zydeco (música "cajún", género musical cuyo origen son los criollos de Luisiana, que aún lo interpretan). Lo conocían en los festivales de Luisiana y estaba orgulloso de poder ayudar a las nuevas bandas a actuar en Nueva York. Así era Jerry en todo: entusiasta y enérgico en todo lo que emprendía, abierto y cálido para con los demás.
La pérdida de Jerry se hace aún más terrible si cabe, porque sus últimos años fueron de los más felices para él. Estaba encantado de ser el abuelo de un nieto al que adoraba. Políticamente veía el desarrollo de una nueva generación de contactos alrededor de la sección en EEUU de la CCI y se había lanzado al trabajo de correspondencia y discusión con su acostumbrada energía. Esa dedicación empezó a dar sus frutos en los Days of Discussion (Jornadas de discusión) que tuvieron lugar en Nueva York sólo unas semanas antes de su muerte, y que reunieron a jóvenes camaradas de todo Estados Unidos, muchos de los cuales se encontraban por primera vez. Jerry estaba encantado y consideraba esa reunión, con todas las esperanzas para el futuro que representa, una de las cimas de su actividad militante. Es normal, pues, que dejemos la última intervención sobre Jerry a dos jóvenes camaradas que participaron en esos Days of Discussion: para JK: "Jerry era un camarada de toda confianza y un amigo entrañable... Los conocimientos de Jerry sobre la historia del movimiento obrero norteamericano; la profundidad de su experiencia personal en las luchas de los años 70 y 80 y su compromiso por mantener viva la llama de la Izquierda comunista en Estados Unidos durante los años difíciles que siguieron a la llamada "muerte del comunismo" son incomparables".
Para J, "Jerry fue una especie de mentor político para mí en el último año y medio. Y era también un amigo muy querido (...) Siempre tenía ganas de hablar y ayudar a los camaradas más jóvenes a aprender cómo intervenir y a comprender las lecciones históricas del Movimiento Obrero. Su recuerdo pervivirá en todos nosotros, en la CCI y en el resto de la clase obrera."
CCI
[1]) En un infame caso en 1964, tres jóvenes activistas por los derechos civiles (James Chaney, Andrew Goodman y Michael Schwerner) fueron asesinados por policías y miembros del Ku Klux Klan. Dos de los activistas eran judíos de Nueva York.
[2]) El nombre de "Underground Railroad" (tren clandestino) era una referencia a la red de casas de acogida y ayuda antiesclavistas que proliferaron antes de la guerra civil norteamericana para ayudar a los esclavos a huir hacia el Norte de EEUU y Canadá.
El propósito de esta Serie es responder a una pregunta que se hacen muchos compañeros, sobre todo jóvenes: ¿Qué son los consejos obreros? En el artículo anterior de esta Serie ([1]) vimos cómo nacieron por primera vez en la historia al calor de la Revolución de 1905 en Rusia y cómo la derrota de ésta llevó a su desaparición. En este segundo artículo veremos cómo reaparecieron con la Revolución de febrero de 1917, y de qué manera, pese a ser dueños de la situación cedieron el poder a la burguesía gracias a la traición de antiguos partidos revolucionarios -mencheviques y socialistas revolucionarios (SR)- que los estaban saboteando desde dentro, cómo se fueron alejando de la voluntad y la conciencia creciente de las masas obreras hasta el extremo de convertirse en julio de 1917 en punto de apoyo de la contra-revolución ([2]).
Oskar Anweiler en su obra Los Soviets en Rusia ([3]) subraya cómo entre diciembre de 1905, momento de la derrota de la revolución, hasta 1907, hubo numerosos intentos de revivir los soviets. En Petersburgo, en la primavera de 1906, se formó un Consejo de desempleados que envió delegados a las fábricas agitando por la reconstitución del Soviet de tal manera que en el verano de 1906 hubo una reunión que aglutinó a 300 delegados que sin embargo no llegó a ninguna conclusión dada la dificultad para retomar la lucha. El Consejo se fue descomponiendo al flaquear cada vez más la movilización hasta su desaparición total en el verano de 1907. En Moscú, Jarkov, Kiev, Poltava, Ekaterinoslav, Bakú, Batum, Rostov y Kronstadt surgieron igualmente consejos de desempleados que tuvieron una existencia más o menos efímera a lo largo de 1906.
En 1906-07 aparecieron esporádicamente soviets en ciudades industriales del Ural. Pero fue en Moscú donde en el verano de 1906 se realizó la tentativa más seria de constituir soviets. Una huelga surgida en julio se extendió rápidamente a numerosos centros de trabajo y pronto los obreros eligieron delegados que en número de 150 lograron reunirse constituyendo un Comité ejecutivo que hizo llamamientos a la extensión de la huelga y a la formación de soviets de barrio. Sin embargo, las condiciones no eran las de 1905, el gobierno comprobó que la movilización en Moscú no encontraba eco y descargó una dura represión que acabó con la huelga y con el recién reconstituido Soviet.
Los soviets desaparecieron del escenario social hasta 1917. Esta desaparición choca a muchos compañeros que se preguntan: ¿cómo es posible que los mismos obreros que en 1905 habían participado de forma tan entusiasta en los soviets los abandonaran en el olvido? ¿Cómo entender que la "forma" Consejo que tanta eficacia y fuerza había demostrado en 1905 desapareciera como por ensalmo durante 12 largos años?
Para responder a esta pregunta hemos de evitar plantearla a partir del punto de vista de la democracia burguesa que considera a la sociedad como una suma de individuos "libres y soberanos", tan "libres" para formar consejos como para participar en las elecciones. Entonces ¿cómo es posible que millones de ciudadanos que en 1905 "votaron" constituirse en soviets, "voten" renunciar a ellos durante largos años?
Semejante punto de vista, no puede entender que la clase obrera no es una suma de individuos "libres y autodeterminados" sino una clase que solamente logra expresarse, actuar y organizarse cuando mediante la lucha impone su acción colectiva. Esta no es el resultado de una suma de "decisiones individuales" sino de la concatenación de factores objetivos (la degradación de las condiciones de vida y la evolución general de la sociedad, la preocupación ante el futuro que depara ésta) y subjetivos (la indignación provocada por la inquietud por el porvenir, las experiencias de lucha y el desarrollo de la conciencia de clase animados por la intervención de los revolucionarios). La acción y la organización de la clase obrera constituyen un proceso social, colectivo e histórico que traduce una evolución de las relaciones de fuerza entre las clases.
Además, esta dinámica de la lucha de clases debe a su vez situarse en el contexto histórico que permitió el surgimiento de los soviets. Mientras que en el periodo histórico de apogeo del sistema -especialmente, durante esa "edad de oro" que se extiende entre 1873 y 1914- el proletariado pudo constituir grandes organizaciones de masas (los sindicatos, en particular) que tenían una existencia permanente y que constituían el requisito para llevar luchas a la victoria, en el periodo histórico que se abre con la Primera Guerra mundial, la decadencia del capitalismo, la organización general de la clase obrera se construye en la lucha y para la lucha y desaparece con ella si no es capaz de ir hasta el final: hasta el combate revolucionario por la destrucción del Estado burgués.
En tales condiciones, la "ganancia" que pueden obtener las luchas no puede reflejarse como en un libro de contabilidad, a través de resultados contantes y sonantes que se pueden consolidar año tras año, ni puede reflejarse en una organización de masas permanente. Al contrario, las "ganancias" se plasman en factores espirituales (conciencia adquirida, enriquecimiento del programa histórico proletario con las lecciones de la lucha, perspectiva para el porvenir...), que se conquistan en grandes momentos de agitación para acabar desapareciendo del conocimiento inmediato de las amplias masas hasta replegarse en el pequeño universo de minúsculas minorías, de tal manera que puede producirse la ilusión óptica de que nunca habrían existido.
Así ocurrió con los soviets: entre 1905 y 1917 quedaron reducidos a una "idea" que orientaba la reflexión y los combates políticos de un puñado de militantes. Pero en contra de lo que piensan los pragmáticos que solo valoran aquello que se puede tocar y ver, esa "idea" tenía una poderosa fuerza material. En 1907, Trotski escribía: "está fuera de duda que la nueva próxima embestida de la revolución traerá consigo en todos los lados la creación de consejos obreros" ([4]).
Efectivamente, los grandes protagonistas de la Revolución de febrero fueron los soviets.
Las minorías revolucionarias, especialmente los bolcheviques después de 1905, defendieron y propagaron la idea de constituir soviets. Estas minorías mantuvieron la llama de la memoria colectiva de la clase obrera. Por esta razón, en cuanto estallaron las huelgas de febrero que rápidamente tomaron una gran amplitud, hubo numerosas iniciativas y llamamientos para constituir soviets. Anweiler subraya que: "este pensamiento nació tanto en las fábricas en paro como también en los círculos intelectuales revolucionarios. Testigos presenciales informan que en algunas fábricas desde el 24 de febrero eran elegidos hombres de confianza para un Soviet que se estaba organizando" ([5]).
Es decir, la idea, durante largo tiempo reducida a pequeñas minorías, fue ampliamente tomada a cargo por las masas en lucha.
Por otro lado, el Partido bolchevique contribuyó significativamente al surgimiento de los soviets. Esta contribución no se basó en un esquema organizativo previo o en imponer una cadena de organizaciones intermedias que al final desembocarían en la formación de soviets, sino en algo muy diferente, como hemos de ver, vinculado a un duro combate político.
En el invierno de 1915, cuando empezaron a surgir algunas huelgas sobre todo en Petersburgo, la burguesía liberal había concebido un medio de encadenar a los obreros a la producción de guerra mediante la propuesta de elecciones en las empresas para formar un "Grupo obrero" dentro de los Comités industriales de guerra. Los mencheviques propusieron la participación y habiendo obtenido una amplia mayoría trataron de utilizar el "Grupo obrero" como un canal para presentar reivindicaciones. Es decir, planteaban una "organización obrera" totalmente supeditada al esfuerzo de guerra, como lo estaban los sindicatos en otros países europeos.
Los bolcheviques se opusieron a estas propuestas. Lenin, en octubre de 1915, dijo: "estamos en contra de la participación en los Comités industriales de guerra que exige la guerra imperialista reaccionaria" ([6]).
Los bolcheviques llamaban a la elección de comités de huelga y el comité del partido de Petersburgo proponía que: "los representantes de las fábricas, elegidos en base al sistema representativo proporcional en todas las ciudades, deben formar el Soviet de Diputados de toda Rusia" ([7]).
En un primer momento, los mencheviques con su política de elecciones al Grupo obrero controlaron férreamente la situación. Las huelgas que hubo en el invierno de 1915 y las mucho más numerosas que estallaron en la segunda mitad de 1916 permanecieron bajo la égida del Grupo Obrero menchevique pese a que aquí o allá se formaban efímeros comités de huelga. Sin embargo, la semilla acabó fructificando en febrero 1917
El primer intento de constituir un Soviet se realizó en Petersburgo en una reunión improvisada celebrada en el palacio Táuride el 27 de febrero. Los asistentes no eran representativos, había miembros del partido menchevique y del Grupo obrero junto con algunos representantes bolcheviques y elementos independientes. Allí surgió un debate muy significativo que ponía en juego dos opciones totalmente opuestas: los mencheviques pretendían que la reunión se autoproclamara "Comité provisional del Soviet", el bolchevique Chliapnikov... "... se opuso haciendo notar que eso no podía hacerse en ausencia de representantes elegidos por los obreros. Pidió que se les convocara urgentemente y la asamblea le dio la razón. Se decidió acabar la sesión y lanzar convocatorias a los principales centros obreros y a los regimientos sublevados" ([8]).
La propuesta tuvo efectos fulminantes. La misma noche del 27 empezó a circular por numerosas barriadas, fábricas y cuarteles. Obreros y soldados estaban en vela siguiendo muy de cerca el desarrollo de los acontecimientos. Al día siguiente tuvieron lugar numerosas asambleas en las fábricas y en los cuarteles, una tras otra la decisión era la misma: constituir un soviet y elegir un delegado. Por la tarde, el palacio Táuride estaba a rebosar de delegados de obreros y soldados. Sujanov en sus Memorias ([9]) describe la reunión que iba a tomar la decisión histórica de constituir el Soviet: "en el momento de abrirse la sesión había unos 250 diputados, pero nuevos grupos entraban sin cesar en el salón" ([10]),
habla de la elección de la presidencia de la reunión y de cómo al elegir el orden del día, la sesión fue interrumpida por diferentes delegados de los soldados que querían transmitir los mensajes de sus respectivas asambleas de regimiento. Resume uno de ellos: "Los oficiales han desaparecido. No queremos servir más contra el pueblo, nos asociaremos a nuestros hermanos los obreros, unidos todos para defender la causa del pueblo. Daremos nuestras vidas por ello. Nuestra asamblea general nos ha pedido que os saludemos"
a lo que añade Sujanov: "Y con una voz sofocada por la emoción, entre las ovaciones de la asamblea estremecida, el delegado añadió: ¡Viva la Revolución!" ([11]).
La reunión, constantemente interrumpida por la llegada de nuevos delegados que querían transmitir la postura de sus representados, fue abordando sucesivamente las cuestiones: la constitución de milicias en las fábricas, la protección frente a saqueos y contra acciones de las fuerzas zaristas. Un delegado propuso la creación de una "Comisión literaria" que redactara un llamamiento dirigido a todo el país, lo cual fue aprobado por unanimidad ([12]). La llegada de un delegado de regimiento Semionofski -famoso por su fidelidad al Zar y su papel represivo en 1905- provocó una nueva interrupción. El delegado proclamó: "Camaradas y hermanos, os aporto el saludo de todos los hombres del regimiento Semionofski. Todos hasta el último, hemos decidido unirnos al pueblo".
Esto creó... "... una corriente de entusiasmo romántico que recorrió toda la asamblea" ([13]).
La asamblea organizó un "estado mayor de la insurrección" ocupando todos los puntos estratégicos de Petersburgo.
La asamblea del Soviet no tuvo lugar en el vacío. Las masas estaban movilizadas. Sujanov señala el ambiente que rodeaba la sesión: "La multitud era muy compacta, decenas de millares de hombres habían acudido a saludar la revolución. Los salones del palacio no hubiesen podido contener más gente y, en las puertas, los cordones de la Comisión Militar conseguían contener a una muchedumbre más numerosa todavía" ([14]).
En 24 horas el Soviet era dueño de la situación. El triunfo de la insurrección en Petersburgo provocó la extensión de la revolución a todo el país.
"La red de Consejos obreros y de soldados en toda Rusia formaba la columna vertebral de la revolución. Con su ayuda la revolución se había extendido como una enredadera por todo el país" ([15]).
¿Cómo se formó esa enorme "enredadera" que pronto ocupó todo el territorio ruso? Existen diferencias entre la formación de los Soviets en 1905 y en 1917. En 1905, la huelga estalló en enero y las sucesivas oleadas de huelga no dieron lugar a ninguna organización masiva salvo algunas excepciones. Los soviets empezaron a constituirse tardíamente, en octubre. En cambio, en 1917, la lucha misma crea los soviets desde el mismo principio. Los llamamientos del 28 de febrero del Soviet de Petersburgo cayeron sobre tierra abonada. La pasmosa rapidez con que se formó en menos de 24 horas ya revela de por sí que la voluntad de amplias capas de obreros y soldados era la constitución del Soviet.
Las asambleas eran cotidianas. Y no se limitaban a elegir el delegado para el Soviet. A menudo lo acompañaban al local de la reunión general en comitiva masiva. Por otro lado, se formaban en paralelo soviets de barrio. El propio Soviet había lanzado un llamamiento a constituirlos pero ese mismo día los obreros del combativo barrio de Vyborg, una concentración proletaria de las afueras de Petersburgo, se le habían adelantado formando un Soviet de distrito y lanzando un combativo llamamiento a constituirlos por todo el país. Su ejemplo fue imitado en los días siguientes por otras barriadas populares.
Del mismo modo, las asambleas en las fábricas formaron pronto consejos de fábrica. Estos, aunque surgidos para necesidades reivindicativas y de organización interna del trabajo, no se restringían a ello y estaban fuertemente politizados. Anweiler reconoce que: "Los consejos de fábrica adquirieron en el transcurso del tiempo una sólida organización en Petersburgo que en cierta medida representaba una competencia respecto al Consejo de diputados obreros. Se asociaron a los consejos de rayon (barrios), cuyos representantes elegían un Consejo central con un Comité ejecutivo al frente. Dado que abarcaban a los trabajadores directamente en su lugar de trabajo, creció su papel revolucionario en la misma medida en que el Soviet se convertía en una institución duradera y comenzaba a perder su estrecho contacto con las masas" ([16]).
La formación de Soviets se extendió como un reguero de pólvora por toda Rusia. En Moscú, "el 1o de marzo tuvieron lugar las votaciones para la elección de delegados en las fábricas y el Soviet celebró su primera sesión eligiendo un Comité ejecutivo de 30 miembros. Al día siguiente se formó el Consejo definitivamente; se fijaron normas de representatividad, se votaron delegados para el Soviet de Petersburgo y se aprobó la formación del nuevo gobierno provisional (...) La marcha triunfal de la revolución que se propagó de Petersburgo a toda Rusia estaba acompañada de una ola revolucionaria de actividad organizativa en todas las capas sociales que encontró su más fuerte expresión en la formación de Soviets en todas las ciudades del Imperio, desde Finlandia hasta el océano Pacífico" ([17]).
Aunque se ocupaban de asuntos locales, su principal preocupación eran problemas generales: la guerra mundial, el caos económico, la extensión de la revolución a otros países y tomaron medidas para concretarla. Es de destacar que el esfuerzo de centralizar los soviets vino fundamentalmente "desde abajo" y no desde arriba. Antes hemos citado cómo el Soviet de Moscú decidió enviar delegados al Soviet de Petersburgo considerado de manera natural como el centro de todo el movimiento. Anweiler señala que: "los consejos de obreros y soldados de otras ciudades mandaban a sus delegados a Petersburgo o mantenían observadores constantes en el Soviet" ([18]).
Desde mediados de marzo surgieron iniciativas de congresos regionales de soviets. En Moscú tuvo lugar una conferencia de esa índole el 25-27 de marzo con participación de 70 consejos obreros y 38 de soldados. En la cuenca del Donetz en una conferencia similar se juntaron 48 soviets. Todo esto culminó con la celebración de una primera tentativa de Congreso de soviets de toda Rusia que tuvo lugar del 29 de marzo al 3 de abril y que agrupó a delegados de 480 soviets.
El "virus organizativo" se contagió a los soldados que hartos de la guerra desertaban de los campos de batalla, se amotinaban, expulsaban a los oficiales y decidían volver a casa. A diferencia de 1905 donde apenas hubo soviets de soldados, ahora estos proliferaban en regimientos, acorazados, bases navales, arsenales... Los soldados constituían un conglomerado de clases sociales siendo principalmente campesinos y en menor medida obreros. Sin embargo, pese a la heterogeneidad reinante, se unieron mayoritariamente al proletariado. Como señala un historiador y economista burgués Tugan Baranovski: "No fueron las tropas sino los obreros quienes iniciaron la insurrección; no fueron los generales sino los soldados quienes se presentaron amotinados en la Duma ([19]). Los soldados apoyaban a los obreros, no porque obedecieran dócilmente a los oficiales, sino porque sentían el lazo que los unía a los obreros" ([20]).
La organización soviética ganó lentamente al campo hasta hacerse más amplia a partir de mayo de 1917 donde la formación de Soviets Campesinos comenzó a agitar a masas habituadas a ser tratadas como bestias durante siglos. Era igualmente una diferencia fundamental respecto a 1905 donde se habían dado algunas sublevaciones campesinas totalmente desorganizadas.
Que toda Rusia se viera cubierta por una gigantesca red de Consejos es un hecho histórico de enorme trascendencia. Como señala Trotski: "en todas las revoluciones precedentes se habían batido en las barricadas los obreros, los artesanos, a veces los estudiantes y los soldados revolucionarios. Después de lo cual, se hacía cargo del poder la respetable burguesía que había estado prudentemente mirando la revolución por los cristales de su ventana" ([21]), pero esta vez no fue así, las masas dejaron de "trabajar para otros" y se dispusieron a trabajar para sí mismas a través de los consejos. Su labor ocupaba todos los asuntos de la vida económica, política, social y cultural.
Las masas obreras estaban movilizadas. La expresión de esa movilización eran los soviets, y alrededor de ellos una inmensa red de organizaciones de tipo soviético (consejos de barrio y consejos de fábrica), red que se nutría, a la vez que impulsaba, de una impresionante multiplicación de asambleas, reuniones, debates, actividades culturales... Obreros, soldados, mujeres, muchachos, se entregaban a una actividad febril. Vivían en una especie de asamblea permanente. Se detenía el trabajo para asistir a la asamblea de la fábrica, al soviet de ciudad o de barrio, a concentraciones, mítines, manifestaciones. Resulta significativo que tras la huelga de febrero apenas hubiera huelgas más que en momentos muy determinados o en situaciones puntuales o locales. Contrariamente a una visión restrictiva, la ausencia de huelgas no significaba desmovilización. Los obreros estaban en lucha permanente pero la lucha de clases, como decía Engels, constituye la unidad que forman la lucha económica, la lucha política y la lucha ideológica. Y las masas obreras estaban entregadas simultáneamente a esas tres dimensiones de su combate. Acciones masivas, manifestaciones, concentraciones, debates, circulación de libros y periódicos, las masas obreras rusas, habían tomado en sus manos su propio destino y encontraban en su seno reservas inagotables de pensamiento, iniciativas, investigación, todo era abordado sin descanso en amplios foros profundamente colectivos.
"El Soviet se apoderó de todas las oficinas de correos y telégrafos, de la radio, de todas las estaciones de ferrocarril, de todas las imprentas, de modo que sin su autorización era imposible cursar un telegrama, salir de Petersburgo o escribir un manifiesto", reconoció en sus memorias un diputado perteneciente al partido Cadete ([22]). Sin embargo, como señala Trotski, desde febrero se dio una tremenda paradoja: el poder de los soviets había sido generosamente entregado a la burguesía por la mayoría que los dominaba formada por mencheviques y social-revolucionarios que habían casi obligado a la burguesía a la formación de un Gobierno provisional ([23]), presidido por un príncipe zarista y compuesto por ricos industriales, políticos cadetes y como adorno, el "socialista" Kerenski ([24]).
El Gobierno provisional, parapetado tras los soviets, proseguía su política de guerra y daba largas a la solución de los graves problemas que aquejaban a obreros y campesinos. Esto conducía a los soviets a la inoperancia y la desaparición, como puede desprenderse de estas declaraciones de dirigentes social-revolucionarios: "Los soviets no representan ningún gobierno frente a la Asamblea constituyente ni tampoco están al mismo nivel que el Gobierno provisional. Son consejeros del pueblo en su lucha y son conscientes que representan solamente a una parte del país y solo gozan de la confianza de aquellas masas populares por cuyos intereses luchan. Por eso los soviets han evitado siempre tomar el poder en sus propias manos y formar un gobierno" ([25]).
Un sector de la clase obrera empezó a tomar conciencia de esta trampa ya desde los primeros días de marzo. Hubo acalorados debates en algunos soviets, consejos de barrio y comités de fábrica sobre la "cuestión del poder". Pero en ese momento la vanguardia bolchevique andaba rezagada pues su Comité central ([26]) había adoptado una resolución de apoyo crítico al Gobierno provisional pese a las fuertes oposiciones que provocó en diferentes secciones del partido ([27]).
El debate arreció en marzo. "El comité de Vyborg celebraba mítines de miles de obreros y soldados, en los que se votaban, casi por unanimidad, resoluciones que hacían resaltar la necesidad de que el Soviet tomara el poder. En vista del éxito que obtuvo, la resolución de los obreros de Vyborg fue impresa y fijada en las esquinas como un pasquín. Pero el Comité del partido de Petersburgo la vetó" ([28]).
La llegada de Lenin en abril transformó radicalmente la situación. Lenin, que desde su exilio suizo veía con inquietud las noticias que llegaban fragmentariamente de la vergonzosa conducta del Comité central del Partido bolchevique, había llegado a las mismas conclusiones que el Comité de Vyborg. En sus Tesis de Abril formuló claramente que: "La peculiaridad de la actual situación rusa consiste en el paso de la primera etapa de la revolución, que debido al desarrollo insuficiente de la conciencia de clase y a la organización defectuosa del proletariado dio el poder a la burguesía, a la segunda etapa, que debe poner el poder en manos del proletariado y de los campesinos desheredados" ([29]).
Muchos autores no ven esta intervención decisiva de Lenin como una manifestación clara del papel de vanguardia del partido revolucionario y de sus militantes más destacados, sino que, por el contrario, la consideran un acto de oportunismo político. Según ellos, Lenin "pilló al vuelo" la oportunidad de utilizar los soviets como plataforma para conquistar "el poder absoluto" y cambió la chaqueta de "acérrimo jacobino" por el ropaje anarquista del "poder directo de las masas". De hecho, un antiguo miembro del partido le espetó: "Durante muchos años, el puesto de Bakunin en la revolución rusa estaba vacante, ahora ha sido ocupado por Lenin".
Esta leyenda es radicalmente falsa. La confianza de Lenin en el papel de los Soviets venía de lejos, arrancaba de las lecciones que había sacado de la Revolución de 1905, en un proyecto de resolución que propuso al IVo Congreso del Partido (abril 1906) escribió que: "en tanto y en cuanto los consejos obreros representan núcleos del poder revolucionario, su fuerza y significación dependen totalmente de la fuerza y la victoria del levantamiento", para añadir a continuación que: "este tipo de organizaciones está condenada al fracaso, si no se apoyan en el ejército revolucionario y derrocan los poderes estatales (es decir, se convierten en un gobierno provisional revolucionario)" ([30]),
en 1915 volvía a insistir en la misma idea: "Consejos de delegados obreros e instituciones parecidas deben ser considerados como órganos de levantamiento, cómo órganos de poder revolucionario. Estas instituciones solamente pueden ser de interés seguro en relación al despliegue de la huelga masiva política" ([31]).
Lenin sin embargo era consciente de que el combate no había hecho más que comenzar: "solo luchando contra esa inconsciencia confiada de las masas (lucha que puede y debe librarse únicamente con las armas ideológicas, por la persuasión amistosa, invocando la experiencia de la vida) podremos de verdad desembarazarnos del desenfreno de frases revolucionarias imperantes e impulsar de verdad tanto la conciencia del proletariado como la conciencia de las masas, la iniciativa local, audaz y resuelta de las mismas" ([32]).
Eso se comprobó amargamente en el primer Congreso de los soviets de toda Rusia. Convocado para unificar y centralizar la red de los diferentes tipos de soviets esparcidos por todo el territorio, adoptó resoluciones que no solo iban en contra de la revolución sino que suponían un golpe moral a los propios soviets. En los meses de junio y julio estalla a plena luz un grave problema político: la crisis de los soviets, su alejamiento de la revolución y de las masas.
La situación general era de completo desbarajuste: cierre de industrias y aumento considerable del desempleo, parálisis de los transportes, pérdida de cosechas en el campo, racionamiento general. En el ejército se multiplicaban las deserciones y las tentativas de fraternización con los soldados del frente enemigo. El bando imperialista de la Entente (Francia, Gran Bretaña y ahora Estados Unidos) presionaba al Gobierno provisional para que emprendiera una ofensiva general contra los frentes alemanes. Complacientes con estas presiones, los delegados mencheviques y social-revolucionarios hicieron adoptar una resolución al Congreso de los soviets en apoyo de la ofensiva militar pese a que una importante minoría -no sólo bolchevique- estaba en contra. El Congreso rechazó una propuesta de aprobación de la jornada de 8 horas y echó abajo propuestas favorables a los campesinos. En lugar de ser expresión de la lucha revolucionaria se convertía en portavoz del combate de la burguesía contra el ascenso de la revolución.
El conocimiento de las sucesivas resoluciones del Congreso -especialmente la que apoyaba la ofensiva guerrera- provocó una profunda decepción en las masas. Percibían que su órgano se les escapaba de las manos, pero empezaron a reaccionar. Soviets de barrio de Petersburgo, el Soviet de la vecina ciudad marinera de Kronstadt y diversos consejos de fábricas y comités de varios regimientos propusieron una gran manifestación el 10 de junio cuyo objetivo era presionar al Congreso para que cambiara su política y se orientara hacia la toma completa del poder expulsando a los ministros capitalistas.
La respuesta del Congreso fue prohibir temporalmente las manifestaciones arguyendo el "peligro" de un "complot monárquico". Los delegados del Congreso fueron movilizados para acudir a fábricas y regimientos para "convencer" a obreros y soldados. El testimonio de un delegado menchevique publicado en Izvestia, órgano del Soviet de Moscú, es elocuente: "La mayoría del Congreso, más de quinientos miembros, se pasó la noche en blanco, dividiéndose en grupos de a diez, que recorrieron las fábricas y los cuarteles de Petersburgo exhortando a los obreros y los soldados a no concurrir a la manifestación. El congreso, en un buen número de fábricas y también en una cierta parte de la guarnición, no tenía ninguna autoridad. Los miembros del congreso fueron acogidos muy a menudo de una manera inamistosa, a veces con hostilidad y frecuentemente fueron despedidos con cólera" ([33]).
El frente burgués compendió la necesidad de salvar su baza principal -el secuestro de los soviets- contra el primer intento serio de las masas por recuperarlos. Pero lo hizo -con su maquiavelismo congénito- utilizando como cabeza de turco a los bolcheviques, contra los que lanzó una furiosa campaña. En el Congreso de cosacos que se celebraba al mismo tiempo que el Congreso de los soviets, Miliukov proclamó que: "los bolcheviques son los peores enemigos de la Revolución rusa" ([34]). Ya va siendo hora de acabar con esos señores".
El Congreso cosaco decidió: "apoyar a los soviets amenazados. Nosotros cosacos jamás nos separaremos de los soviets". ¡La principal fuerza represiva del zarismo cerraba filas con los soviets! Como dice Trotski: "los reaccionarios para dar la batalla a los bolcheviques estaban dispuestos a aliarse con el soviet, para luego poder estrangularlo del modo más seguro" ([35]).
El menchevique Liber trazó claramente el objetivo cuando dijo en el Congreso: "si queréis que os siga la masa que está con los bolcheviques, romped con el bolchevismo".
La violenta contraofensiva burguesa pillaba a las masas en posición todavía débil. Los bolcheviques lo comprendieron y propusieron la cancelación de la manifestación del 10 de junio, lo cual fue aceptado a regañadientes en algunos regimientos y en las fábricas más combativas.
Al llegar la noticia al Congreso de los soviets, un delegado propuso que se realizara una manifestación "verdaderamente soviética" para el 18 de junio. Miliukov analiza así esta convocatoria: "Después de pronunciar en el Congreso de los soviets discursos de tono liberal, después de haber impedido la manifestación armada del 10 de junio, los ministros socialistas tuvieron la sensación de que habían ido demasiado lejos en su acercamiento a nuestro campo. Se asustaron y dieron un viraje hacia los bolcheviques".
Trotski le corrige justamente: "No era precisamente un viraje hacia los bolcheviques, sino algo muy distinto: una tentativa de viraje hacia las masas contra el bolchevismo" ([36]).
Pero les salió el tiro por la culata. Los obreros y soldados participaron masivamente en la manifestación del 18 de junio, con pancartas que exigían todo el poder para los soviets, reclamando la salida de todos los ministros capitalistas, el fin de la guerra, llamando a la solidaridad internacional... Los manifestantes seguían masivamente las orientaciones bolcheviques y reclamaban todo lo contrario de lo pedido por el Congreso.
La situación siguió empeorando. La burguesía rusa, asesorada por sus aliados de la Entente, se encontraba atrapada en un callejón sin salida. La famosa ofensiva militar estaba resultando un fiasco. Los obreros y los soldados querían un cambio de radical de política en los soviets. Pero en las provincias la situación no estaba tan clara y en el campo, pese a la progresiva radicalización, la gran mayoría estaba con los socialistas revolucionarios y con el Gobierno provisional.
Era el momento para la burguesía de tender una emboscada a las masas de Petersburgo para llevarlas a una enfrentamiento prematuro que permitiera asestar un duro golpe a la vanguardia del movimiento y de esta forma abrir las puertas a la contra-revolución.
Las fuerzas burguesas se estaban reorganizando. Se había formado un "soviet de oficiales" cuya misión era organizar fuerzas de élite para aplastar militarmente la revolución. Las centurias negras zaristas volvían a levantar cabeza alentadas por las democracias occidentales. La vieja Duma funcionaba -según palabras de Lenin- como una oficina contra-revolucionaria sin que los líderes social-traidores de los soviets pusieran ningún obstáculo.
Una serie de hábiles provocaciones fue tejida para empujar a los obreros de Petersburgo a la trampa de una insurrección prematura. Por una parte, el partido cadete retiró sus ministros del Gobierno provisional de tal forma que este se quedó únicamente formado por "socialistas". Era una forma de invitar a que los obreros reclamaran la toma inmediata del poder y se lanzaran por tanto a la insurrección. La Entente planteó un claro ultimátum al Gobierno provisional en el sentido de "elegir": o los soviets o un gobierno constitucional. Pero la más violenta provocación fue la amenaza de traslado de los regimientos más combativos de la capital a las regiones fronterizas.
Masas importantes de trabajadores y soldados de Petersburgo mordieron el anzuelo. Desde numerosos soviets de barrio, de fábrica y de regimiento se convocó una manifestación armada para el 4 de julio. El eje de la manifestación era la toma del poder por los soviets. Ello mostraba cómo los obreros comprendían que no había más salida que la revolución. Pero, al mismo tiempo, pretendían que los encargados de ejercer el poder fueran los soviets tal y como estaban constituidos entonces: con la mayoría de mencheviques y socialistas revolucionarios cuya única preocupación era mantenerlos sometidos a la burguesía. Se produjo una escena muy conocida: un viejo obrero increpando a un miembro menchevique del Soviet: "¿por qué no tomáis el poder de una vez?", una escena significativa de las ilusiones persistentes en el seno de la clase obrera. Era como pedir que el zorro se ocupara del gallinero, todo lo cual mostraba la insuficiencia en la conciencia de las masas y las ilusiones que todavía las debilitaban. Los bolcheviques no mordieron el anzuelo y alertaron de la trampa en curso. Pero no lo hicieron desde una posición de suficiencia, colocados en un pedestal desde el cual decir a las masas lo equivocadas que estaban. Lo que hicieron fue ponerse a la cabeza de la manifestación, estar con obreros y soldados, contribuir con todas sus fuerzas a que la respuesta masiva fuera firme pero no se deslizara hacia un choque decisivo donde la derrota estaba más que garantizada ([37]).
La manifestación se retiró ordenadamente y no se lanzó al asalto revolucionario. La masacre fue evitada todo lo cual fue un triunfo de las masas cara al futuro. Pero a nivel inmediato, la burguesía no podía retroceder, tenía que apostar fuertemente en la vía de la contraofensiva. El Gobierno provisional, enteramente constituido por ministros "obreros", desencadenó una brutal represión cebándose especialmente con los bolcheviques. El partido fue declarado fuera de la ley, numerosos militantes encarcelados, toda su prensa clausurada, Lenin tuvo que pasar a la clandestinidad.
Gracias a un esfuerzo difícil y heroico, el Partido bolchevique contribuyó decisivamente para evitar la derrota de las masas, de su dispersión y la amenaza de desbandada a causa de su desorganización. El Soviet de Petersburgo, en cambio, apoyado por el Comité ejecutivo elegido en el reciente congreso soviético, se puso claramente de lado del Gobierno provisional. Avaló la represión y la persecución de obreros combativos. Adoptó, una tras otra, resoluciones represivas. El Soviet había llegado al máximo de su ignominia.
Las organizaciones de las masas en consejos obreros desde febrero de 1917 significó para ellas la posibilidad de desarrollar su fuerza, su organización y su conciencia para el asalto final contra el poder de la burguesía. El período siguiente, llamado período de dualidad de poder entre proletariado y burguesía, fue una fase crítica para las dos clases antagónicas que podía haber desembocado tanto para la una como para la otra, en una victoria política y militar sobre la clase enemiga.
Durante todo ese período, el nivel de conciencia de las masas, débil todavía en comparación con las necesidades de una revolución proletaria, era una brecha que la burguesía intentaría utilizar para hacer abortar el proceso revolucionario en gestación. Par ello disponía de un arma más peligrosa que dañina, la del sabotaje desde dentro realizado por fuerzas burguesas con careta "obrera" y "radical". Ese caballo de Troya de la contrarrevolución lo formaban en aquel tiempo, en Rusia, los partidos "socialistas" menchevique y SR. Al principio, muchos obreros albergaban ilusiones respecto al Gobierno provisional, viéndolo como una emanación de los soviets, cuando era, en realidad, su peor enemigo. En cuanto a los mencheviques y socialistas-revolucionarios, disponían de una confianza importante entre las grandes masas a las que lograban adormecer con sus discursos radicales, su fraseología revolucionaria. Esto les permitió dominar políticamente la gran mayoría de los soviets. Gracias a esa posición de fuerza se dedicaron a vaciarlos de su substancia revolucionaria para ponerlos al servicio de la burguesía. Y si no lo lograron fue porque las masas movilizadas permanentemente, hacían su experiencia propia que las llevó, con el apoyo del Partido bolchevique, a quitarles la careta a mencheviques y socialistas-revolucionarios conforme éstos iban asumiendo cada día más las orientaciones del Gobierno provisional sobre cuestiones tan fundamentales como la guerra y las condiciones de vida.
En un próximo artículo veremos cómo desde finales de agosto 1917, los soviets lograron renovarse y convertirse realmente en plataformas para la toma del poder lo que culminó en el triunfo de la Revolución de octubre
C.Mir 08-03-10
[1]) Ver Revista internacional no 140, https://es.internationalism.org/revista-internacional/201002/2769/que-so... [66]
[2]) Tanto para conocer en detalle cómo se desarrolló la revolución rusa como para ver el papel decisivo jugado por el partido bolchevique hay mucho material. Destacamos la Historia de la Revolución rusa de Trotski (2 tomos), Diez días que estremecieron al mundo de John Reed, nuestro folleto sobre la Revolución rusa y diferentes artículos de nuestra Revista internacional, nos 71, 72, 89, 90 y 91.
[3]) Este autor es fuertemente anti-bolchevique pero narra de manera fidedigna los hechos y reconoce con ecuanimidad los aportes bolcheviques, todo lo cual contrasta con los juicios sectarios y dogmáticos que de vez en cuando les aplica.
[4]) Citado por Oskar Anweiler, Los soviets en Rusia, p. 96.
[5]) Ídem, p. 110.
[6]) Ídem, p. 105.
[7]) Ídem., p. 106
[8]) Gerald Walter, Visión de conjunto de la Revolución rusa, p. 83, edición francesa, traducido por nuestros medios.
[9]) Publicadas en 1922 en 7 tomos, aportan el punto de vista de un socialista independiente, colaborador de Gorki y de los mencheviques internacionalistas de Martov que aún estando en discrepancia con los bolcheviques apoyó la Revolución de octubre. Esta cita y las siguientes corresponden al compendio de las Memorias realizado en español.
[10]) Según Anweiler, op. cit., había unos mil delegados al final de la sesión y en las siguientes sesiones llegó a haber 3000.
[11]) Ídem, p. 54.
[12]) Esta comisión propondría la edición permanente de un periódico del Soviet, Izvestia (Noticias) que aparecería regularmente a partir de entonces.
[13]) Citado por Anweiler, op. cit.
[14]) Ídem, p. 56.
[15]) Ídem, p. 124.
[16]) Ídem, p. 133.
[17]) Ídem, p. 121.
[18]) Ídem, p. 129.
[19]) Duma: cámara de diputados rusa.
[20]) Citado por Trotski en su Historia de la Revolución rusa, tomo I, p. 138, edición española.
[21]) Ídem, p. 160, edición española.
[22]) Partido de la gran burguesía formado apresuradamente en 1905. Su jefe fue Miliukov, eminencia gris de la burguesía rusa de entonces.
[23]) Trotski relata cómo la burguesía era presa de la parálisis y cómo los jefes mencheviques utilizaron su control sobre los soviets para entregarle el poder sin condiciones de tal manera que Miliukov "no se molestaba en disimular su satisfacción y su agradable sorpresa" (Memorias de Sujanov, un menchevique que vivió de cerca los acontecimientos en el Gobierno provisional).
[24]) Este abogado, muy popular en los círculos obreros de antes de la Revolución, acabó siendo nombrado jefe del Gobierno provisional, dirigiendo las diferentes tentativas para acabar con los obreros. Sus intenciones son reveladas por las memorias del embajador inglés de la época: "Kerenski me pidió paciencia asegurándome que los soviets acabarían muriendo de muerte natural. Poco a poco irían cediendo sus funciones a los órganos democráticos de administración autónoma".
[25]) Citado por Anweiler, op. cit., p. 151.
[26]) Lo constituían Stalin, Kamenev y Molotov. Lenin seguía exiliado en Suiza y apenas tenía medios de contactar con el partido.
[27]) En una reunión del Comité del Partido de Petersburgo celebrada el 5 de marzo el siguiente proyecto de Resolución presentado por Chliapnikov fue derrotado: "La tarea del momento es formar un Gobierno provisional revolucionario que nazca de la unión de los consejos de obreros, soldados y campesinos. Como preparación para la completa conquista del poder central es imprescindible consolidar el poder de los consejos de obreros y soldados; (citado por Anweiler, op. cit., p. 156).
[28]) Trotski, op. cit., tomo I, p. 270.
[29]) En este artículo no podemos abordar el contenido de estas Tesis que son muy interesantes. Ver Revista internacional no 89, "Las Tesis de abril, faro de la revolución proletaria" en https://es.internationalism.org/node/2787 [67]
[30]) Citado por Anweiler, op. cit., p. 88.
[31]) Ídem, p. 92.
[32]) Lenin, Obras escogidas, tomo II, p. 50, edición española.
[33]) Citado por Trotski en Historia de la Revolución rusa, tomo I, edición española, p. 407.
[34]) Es testimonio del cinismo típico de la burguesía que su jefe de entonces en Rusia ¡hable en nombre de la "Revolución rusa"!
[35]) Trotski, op. cit., p. 408.
[36]) Ambas citas están en la página 412 del tomo I de la Historia de la Revolución rusa.
[37]) Ver nuestro artículo "II - 1917: Las «Jornadas de julio»: el papel indispensable del partido [68]", Revista internacional no 90. Remitimos a los lectores a este artículo para un análisis detallado de este episodio.
Engels vislumbra la llegada de la crisis histórica del capitalismo
Según cierta corriente intelectual, compuesta de "marxólogos", consejistas y anarquistas, la teoría marxista se habría vuelto estéril tras la muerte de Marx en 1883; según esa corriente, los partidos socialdemócratas de la Segunda Internacional habrían estado dominados por el pensamiento de Engels. Éste y sus partidarios habrían transformado el método de investigación de Marx en un sistema de pensamiento medio mecanicista que asimilaría, equivocándose, la crítica social radical al método de las ciencias de la naturaleza. Acusan también al "pensamiento de Engels" de retroceder casi con misticismo a los dogmas hegelianos, sobre todo cuando intenta elaborar una "dialéctica de la naturaleza". En la concepción de esa corriente, lo que es natural no es social y lo que es social no es natural. Si la dialéctica existe, solo puede aplicarse a la esfera social.
Esa ruptura en la continuidad entre Marx y Engels (que, en su forma más extrema rechaza prácticamente a toda la IIª Internacional considerada como instrumento de integración del movimiento obrero al servicio de las necesidades del capital) se usa a menudo para negar toda noción de continuidad en la historia política de la clase obrera. Desde Marx (a quien pocos de los "antiEngels" de marras rechazan, pues, al contrario, se han convertido en "peritos" de todos los detalles del problema de la transformación del valor en precio o de otros aspectos parciales de la crítica que Marx hizo a la economía política), se nos invita a saltar a pies juntillas por encima de Engels, Kautsky, Lenin y por encima de la IIª y IIIª Internacionales; y aún reconociendo de mala gana que algunas partes de la Izquierda comunista realizaron algunas profundizaciones teóricas a pesar de su dudoso parentesco, consideran que después de Marx sólo algún que otro intelectual diseminado por ahí ha asegurado la continuidad verdadera de su teoría. Sólo esos brillantes cerebros habrían comprendido de verdad a Marx en las últimas décadas. Y son ni más ni menos que los partidarios de la tesis "antiEngels".
No podemos contestar aquí al conjunto de esa ideología. Como todos los mitos, se basa en algunos elementos de la realidad que se distorsionan y amplían de manera desproporcionada. Durante el período de la IIª Internacional, período durante el cual el proletariado se formó como una fuerza organizada de clase en el seno de la sociedad capitalista, hubo, en efecto, una tendencia a esquematizar el marxismo y transformarlo en una especie de determinismo, al mismo tiempo en que las ideas reformistas ejercían un peso real en el movimiento obrero; y ni siquiera los mejores marxistas, incluido Engels, se sustrajeron a ello ([1]). Pero aún cuando Engels cometiera errores importantes durante ese período, quitar de en medio así como así los trabajos de Engels tras la muerte de Marx porque serían una negación y un desviamiento del pensamiento real de Marx, es absurdo, habida cuenta de la estrecha colaboración entre ambos desde el principio hasta el final de sus relaciones. Fue Engels quien se dio la ingente tarea de editar y publicar El Capital, cuyos volúmenes II y III tanto citan quienes levantan un muro entre ambos. ¿Podrá creerse que habría sido posible si Engels tuviera las incomprensiones con las que se le acusa?
Uno de los defensores principales de la línea "antiEngels" es el grupo Aufheben en Gran Bretaña, cuya serie "Decadencia: teoría del declive o declive de la teoría" ([2]), parece ser considerada por algunos como el golpe definitivo a la noción moribunda de decadencia del capitalismo, en vista de la cantidad de veces que se cita esa serie por todos aquellos que son hostiles a esa noción. Desde su punto de vista, la decadencia del capitalismo es sobre todo un invento de la IIª Internacional: "La teoría de la decadencia del capitalismo apareció por primera vez en la IIª Internacional. El programa de Erfurt respaldado por Engels establecía que la teoría del declive y del desmoronamiento del capitalismo era un punto central del programa del partido" ([3]).
Y citan los pasajes siguientes: "Así la propiedad privada de los medios de producción cambia su naturaleza original en su contrario. (...) Antaño, ese modo de propiedad aceleraba la marcha de la evolución social. La propiedad privada es hoy la causa de la corrupción, de la quiebra de la sociedad. Su desaparición es algo seguro. Lo que hoy se plantea es lo siguiente: la propiedad privada de los medios de producción ¿tendrá que arrastrar a la sociedad entera en su caída; o la sociedad deberá, al contrario, quitarse de encima el fardo nefasto que la aplasta, para, una vez libre y en posesión de nuevas fuerzas, continuar por el camino que le prescriben las leyes de la evolución? (p.110-111)
"Las fuerzas productivas que se han desarrollado en el seno de la sociedad capitalista ya no son compatibles con el modo de propiedad que forma su base. Querer mantener esa forma de propiedad, es hacer que su progreso sea imposible, es hacer que en el porvenir su progreso social sea imposible, es condenar a la sociedad al estancamiento, a la corrupción, a una corrupción que la golpeará (...) (p.112)
"La sociedad capitalista está en las últimas. Su disolución es cuestión de tiempo. La irresistible evolución económica conduce necesariamente a la bancarrota del modo de producción capitalista. La constitución de una nueva sociedad, destinada a sustituir la hoy existente ya no es solo deseable sino que se ha vuelto inevitable. (p.141)
"es imposible seguir viviendo durante más tiempo bajo civilización capitalista. O se progresa hacia el socialismo, o volvemos a la barbarie. (p.142)"
En el resumen presentado en el artículo siguiente de la serie, en Aufheben no 3, el argumento de que el concepto de decadencia tiene sus raíces en "el marxismo de la IIª Internacional" es más explícito todavía: "En la primera parte examinamos cómo esa noción de declive o de decadencia del capitalismo tiene sus raíces en el marxismo de la IIª Internacional y se ha mantenido mediante dos corrientes que reivindican ser los verdaderos continuadores de la "tradición marxista clásica" -el trotskismo-leninismo y el comunismo de izquierdas o de consejos" ([4]).
Aufheben afirma que la cita de forma parte del Programa de Erfurt, pero en realidad, parece haber sido sacada de los comentarios de Kautsky sobre ese Programa (El programa socialista, 1892 ([5])), el preámbulo al Programa hace efectivamente una referencia a la noción de declive del capitalismo, afirmando que ese período ya se ha abierto: "El abismo que separa a los poseedores de los no poseedores se ampliado más todavía a causa de unas crisis cuyas bases están en los principios mismos del modo de producción capitalista, crisis que se hacen cada día más amplias y devastadoras, que hace de la inseguridad general el estado normal de la sociedad y son la prueba de que las fuerzas productivas de la sociedad actual han crecido demasiado para esta sociedad, que la propiedad privada de los medios de producción se ha vuelto inconciliable con un sistema de empleo equilibrado y el pleno desarrollo de esos medios de producción" ([6]).
En realidad, aunque desde el punto de vista de Aufheben, el Programa de Erfurt estaría estrechamente vinculado a la teoría de la decadencia, su lectura rápida da más bien la impresión de que no hay ninguna relación entre la evolución del sistema y las reivindicaciones planteadas en el Programa, pues todas ellas parecen ser reivindicaciones mínimas por las que hay que luchar dentro de la sociedad capitalista; e incluso en las numerosas críticas detalladas hechas por Engels y otros marxistas a esas reivindicaciones casi no se hace ninguna referencia al contexto histórico en el que se plantean ([7]).
Dicho lo cual, en la obra de Engels y otros marxistas de finales del siglo xix, se pueden leer cada vez más referencias a la noción de entrada del capitalismo en una crisis de senilidad, un período de declive.
Mientras que para Aufheben, esa noción se alejaría de Marx (el cual, dicen ellos, sólo habría dicho que el capitalismo era un sistema "transitorio" y que nunca propuso la idea de un proceso objetivo de declive o de desmoronamiento del capitalismo como base para las luchas revolucionarias del proletariado contra el sistema), nosotros, por nuestra parte, hemos procurado demostrar en artículos precedentes de esta serie que el concepto de decadencia del capitalismo (como de las sociedades de clase anteriores) forma parte íntegra del pensamiento de Marx.
También es verdad que los escritos de Marx sobre economía política los redactó durante la fase todavía ascendente de un capitalismo triunfante. Sus crisis periódicas eran crisis de juventud que permitían acelerar la marcha imperial de ese modo de producción dinámico por toda la superficie del globo. Pero Marx también percibió, en esas convulsiones, el signo anunciador de la caída final del sistema y empezó a entrever en qué manifestaciones había empezado a plasmarse el final de la misión histórica del sistema con la conquista de las regiones más recónditas del planeta, a la vez que, tras la Comuna de París, afirmaba que la fase de las heroicas guerras nacionales había llegado a su fin en "la vieja Europa".
Además, durante el período posterior a la muerte de Marx, los signos anunciadores de una crisis de proporciones históricas y no sólo repetitivas de las anteriores crisis cíclicas, aparecieron cada vez más claramente.
Por ejemplo, Engels reflexionó sobre el aparente final del "ciclo decenal" de crisis y de lo que él llamó una depresión crónica que afectaba a la primera nación capitalista, Gran Bretaña. Y mientras se abrían camino en el mercado mundial otras nuevas potencias capitalistas, Alemania y Estados Unidos sobre todo, Engels observó que eso desembocaría inevitablemente en una crisis de sobreproducción más profunda todavía:
"Los Estados Unidos de América van a romper el monopolio industrial de Inglaterra - o lo que queda de él- pero Estados Unidos no podrá heredarlo. Y a menos que un país posea el monopolio de los mercados mundiales, como mínimo las ramas decisivas del comercio, las condiciones, relativamente favorables, que existían aquí en Inglaterra entre 1848 y 1870 no podrán reproducirse en ningún otro lugar, e incluso en Estados Unidos, la condición de la clase obrera se hundirá cada vez más. Pues si hay tres países (digamos: Inglaterra, Estados Unidos y Alemania) que están en competencia en pie de igualdad por la posesión del Weltmarkt (mercado mundial, en alemán en el texto), no queda otra posibilidad que una sobreproducción crónica, al ser capaz cada uno de los tres de producir la totalidad de lo necesario" ([8]).
Al mismo tiempo, Engels percibía la tendencia del capitalismo a engendrar su propia ruina con la conquista acelerada de las regiones no capitalistas que rodeaban las metrópolis capitalistas:
"Pues es uno de los corolarios necesarios de la gran industria y es que destruye su propio mercado interno con el proceso mismo con el que lo crea. Lo crea destruyendo la base de la industria interior del campesinado. Pero sin industria interior, los campesinos no pueden vivir. Y en cuanto campesinos acaban arruinados; su poder adquisitivo se reduce al mínimo y hasta que, en cuanto proletarios, se hayan instalado en unas condiciones de existencia nuevas, no proporcionarán sino un mercado muy pobre a las nuevas fábricas creadas.
"La producción capitalista es una fase económica transitoria y por eso está llena de contradicciones internas que se van desplegando y haciéndose evidentes a medida que se desarrolla esa producción. Esa tendencia a destruir su propio mercado interno al mismo tiempo que lo va creando es una de esas contradicciones. Otra es la situación insoluble a la que eso conduce y que se desarrolla más deprisa en un país que no posee mercado exterior, como Rusia, que en los países más o menos capaces de entrar en competencia en el mercado mundial abierto. Esta situación sin salida aparente encuentra una salida, para estos últimos países, en medio de convulsiones comerciales, en la apertura violenta de nuevos mercados. Pero entonces, te das de bruces con el callejón sin salida. Fíjese en Inglaterra. El último nuevo mercado que podría aportar una nueva prosperidad temporal al abrirse al comercio inglés es China. Por eso el capital inglés insiste para construir ferrocarriles chinos. Pero los ferrocarriles en China implican la destrucción de la base de toda la pequeña agricultura china y de la industria interior, y al no existir ni siquiera el contrapeso de la gran industria china, vivir será imposible para cientos de millones de personas. La consecuencia será una emigración gigantesca como nunca el mundo haya conocido antes, Norteamérica, Asia, Europa sumergidas por los chinos a los que se les odia, una competencia por el trabajo con los obreros de Norteamérica, de Australia, de Europa sobre la base del nivel de vida chino, el más bajo de todos ellos, y si el sistema de producción no ha cambiado ya en Europa, deberá cambiar entonces.
"La producción capitalista trabaja para su propia ruina y puede usted estar seguro de que lo mismo hará en Rusia" ([9]).
La intensificación del militarismo y del imperialismo, cuyo objetivo era ante todo rematar la conquista de las áreas no capitalistas del planeta, permitieron a Engels ver con gran lucidez los peligros que, de rebote, haría surgir esa evolución en el centro del sistema -Europa-, amenazando con arrastrar la civilización a la barbarie a la vez que aceleraba la maduración de la revolución.
"Ninguna guerra es posible ya para la Alemania prusiana salvo una mundial y una guerra mundial de una extensión y una violencia hasta ahora inimaginables. Entre 8 y 10 millones de soldados se exterminarán y al ir haciéndolo devorarán a Europa entera hasta dejarla más arrasada como ninguna plaga de langostas lo haya hecho nunca. La devastación de la Guerra de Treinta años condensada en tres o cuatro años y extendida por el continente entero: hambres, plagas, caída general en la barbarie, la de los ejércitos y la de las poblaciones; una confusión sin esperanza de nuestro sistema artificial de comercio, de industria y de crédito que desembocaría en quiebra general, hundimiento de los antiguos Estados y de su tradicional cordura elitista hasta el punto de que caerán las coronas por docenas y no habrá nadie para recogerlas; la imposibilidad absoluta de prever cómo terminará todo esto y quién saldrá vencedor, el único resultado cierto es el agotamiento general y la creación de las condiciones para la victoria final de la clase obrera" ([10]).
Dicho lo cual, Engels, sin embargo, no veía esa guerra como un factor de acercamiento inevitable de la perspectiva socialista: temía, con razón, que el proletariado saliera también él afectado por el agotamiento general y que eso lo hiciera incapaz para realizar su revolución (de ahí que, podría añadirse, cierta propensión hacia esquemas algo utópicos que podrían retrasar la guerra, como la sustitución de los ejércitos permanentes por milicias populares). Pero Engels tenía sobradas razones de esperar que la revolución estallara antes de que lo hiciera una guerra paneuropea. Una carta a Bebel (24-26/10/1891) expresa ese punto de vista "optimista": "... Según tengo entendido, usted ha dicho que yo habría previsto el hundimiento de la sociedad burguesa en 1898. En algún sitio ha debido haber errores. Todo lo que yo he dicho es que quizás podríamos llegar al poder entre hoy y 1898. Si eso no ocurre, la vieja sociedad burguesa podría seguir vegetando algún tiempo con tal de que un empujón no haga que se desmorone todo el viejo edificio carcomido. Un viejo envoltorio apolillado podrá sobrevivir a su muerte interna durante algunas décadas si no se altera el ambiente" ([11]).
En ese pasaje puede observarse tanto las ilusiones del movimiento de aquel entonces como su fuerza teórica subyacente. Las adquisiciones duraderas del partido socialdemócrata, sobre todo en el ámbito electoral y en Alemania, hicieron albergar esperanzas excesivas en la posibilidad de un progreso ineluctable hacia la revolución (y la propia revolución se iba incluso a considerar desde un enfoque semiparlamentario, a pesar de los advertencias repetidas contra el cretinismo parlamentario, algo central en la rápida progresión de la ideología reformista). Al mismo tiempo, las consecuencias de la incapacidad del proletariado para tomar el poder se plasman rápidamente en la supervivencia del capitalismo durante varias décadas como un "un viejo envoltorio apolillado", aunque Engels como la mayoría de los revolucionarios de entonces no se hubieran imaginado nunca que el sistema iba a sobrevivir en su fase de decadencia durante más de un siglo suplementario. Sin embargo, las bases teóricas que permitían anticipar una situación así están claramente inscritas en ese pasaje.
Y, sin embargo, precisamente porque la expansión imperialista de las décadas finales del siglo xix permitió al capitalismo conocer unas tasas de crecimiento enormes, se recuerda a ese período como el de una prosperidad y un progreso sin precedentes, un incremento constante del nivel de vida de la clase obrera, no sólo gracias a las condiciones objetivas favorables sino gracias a la influencia creciente del movimiento obrero organizado en sindicatos y en los partidos socialdemócratas. Así era, especialmente, en Alemania y fue en ese país donde el movimiento obrero se vio enfrentado a un reto de la mayor importancia: el auge del revisionismo.
Precedidos por los escritos de Eduard Bernstein a finales de los años 1890, los revisionistas defendían que la socialdemocracia debía reconocer que la evolución del capitalismo había invalidado algunos elementos fundamentales del análisis de Marx - especialmente la previsión de unas crisis cada vez más fuertes y el empobrecimiento del proletariado que debía ser su consecuencia. El capitalismo había demostrado que utilizando el mecanismo del crédito y organizándose en trusts y cárteles gigantescos, podría superar su tendencia a la anarquía y la crisis y, bajo la impulsión de un movimiento obrero bien organizado, otorgar concesiones cada vez mayores a la clase obrera. El objetivo "final", la revolución, plasmado en el programa socialdemócrata se volvía, de ese modo, superfluo y el partido debía reconocerse por lo que era de verdad: un partido socialdemócrata "reformista", que avanzaba hacia una transformación gradual y pacífica desde el capitalismo al socialismo.
Diferentes personalidades de la izquierda de la socialdemocracia replicaron a esos argumentos. En Rusia, Lenin, emprendió una polémica contra los economicistas que querían reducir el movimiento obrero a una cuestión de pan; en Holanda, Gorter y Pannekoek llevaron a cabo una polémica contra la influencia creciente del reformismo en los ámbitos sindical y parlamentario. En Estados Unidos, Louis Boudin escribió un libro importante, The Theoretical System of Karl Marx (1907), en respuesta a los argumentos de los revisionistas (volveremos sobre este tema más lejos). Pero fue sobre todo a Rosa Luxemburg a quien más se asocia a la lucha contra el revisionismo, una lucha basada en la noción central del marxismo de declive y hundimiento catastrófico del capitalismo.
Cuando se lee la polémica de Luxemburg contra Bernstein, Reforma social o Revolución, llama la atención hasta qué punto los argumentos de éste se han repetido desde entonces, cada vez que el capitalismo daba la impresión -superficial- de superar sus crisis.
"Bernstein considera que la decadencia general del capitalismo aparece como algo cada vez más improbable porque, por un lado, el capitalismo demuestra mayor capacidad de adaptación y, por el otro, la producción capitalista se vuelve cada vez más variada.
"La capacidad de adaptación del capitalismo, dice Bernstein, se manifiesta en la desaparición de las crisis generales, resultado del desarrollo del sistema de crédito, las organizaciones patronales, mejores medios de comunicación y servicios informativos. Se ve, secundariamente, en la persistencia de las clases medias, que surge de la diferenciación de las ramas de producción y la elevación de sectores enormes del proletariado al nivel de la clase media. Lo prueba además, dice Bernstein, el mejoramiento de la situación política y económica del proletariado como resultado de su movilización sindical" ([12]).
¡Cuántas veces no se nos habrá repetido que las crisis pertenecen al pasado!, y eso no sólo por parte de los ideólogos oficiales de la burguesía, sino también por quienes pretenden defender una ideología mucho más radical: que si hoy el capitalismo está organizado a escala nacional e incluso internacional, que si hay una posibilidad infinita de recurrir al crédito y demás manipulaciones financieras; ¡cuántas veces no nos habrán dicho que la clase obrera ha dejado de ser una fuerza revolucionaria puesto que ya no está inmersa en la miseria absoluta descrita por Engels en su libro sobre las condiciones de la clase obrera en Manchester, en 1844, o porque se diferenciaría cada vez menos de las clases medias! Esa era la matraca de los sociólogos de los años 1950 y 1960, a los que los adeptos de Marcuse y de Castoriadis les dieron un colorete radical; y se volvió a sacar una vez más durante los años 1990, tras el desmoronamiento del bloque del Este y el boom financiado a crédito, que no era otra cosa que un edificio destartalado cuyo enjalbegado de fachada se ha resquebrajado recientemente.
Contra esos argumentos, Luxemburg subrayó que la "organización" del capital en cárteles y mediante el crédito era una respuesta a las contradicciones del sistema que tendía a exacerbar esas contradicciones hasta niveles todavía más devastadores.
Luxemburg consideraba el crédito sobre todo como un medio de facilitar la extensión del mercado a la vez que concentraba el capital en cada vez menos manos. En aquel momento de la historia, existía la posibilidad verdadera para el capitalismo de extenderse y el crédito aceleraba esa expansión. Pero, al mismo tiempo, Rosa Luxemburg comprendió lo destructor del crédito debido a que esa expansión del mercado también era la base para el conflicto futuro entre la masa de las fuerzas productivas puestas en movimiento: "Vemos que el crédito en lugar de servir de instrumento para suprimir o paliar las crisis es, por el contrario, una herramienta singularmente potente para la formación de crisis. No puede ser de otra manera. El crédito elimina lo que quedaba de rigidez en las relaciones capitalistas. Introduce en todas partes la mayor elasticidad posible. Vuelve a todas las fuerzas capitalistas extensibles, relativas, y sensibles entre ellas al máximo. Esto facilita y agrava las crisis, que no son sino choques periódicos entre las fuerzas contradictorias de la economía capitalista" ([13]).
El crédito no era todavía lo que es en gran parte hoy, o sea, ya no tanto un medio de acelerar la expansión del mercado real, sino un mercado artificial por sí mismo, al que está cada día más enganchado el capitalismo. Su función como remedio que agrava la enfermedad es, en nuestra época, más evidente que nunca y, en especial, desde lo que se ha dado en llamar credit crunch (contracción del crédito) en 2008.
Luxemburg consideraba también que la tendencia del capitalismo y de los capitalistas a organizarse a nivel nacional e incluso internacional no era una solución, ni mucho menos, a los antagonismos del sistema, sino que contenía, al contrario, una potencialidad que los agudizaba a un nivel superior y más destructor: "(...) agravan la contradicción entre el carácter internacional de la economía capitalista mundial y el carácter nacional del estado: en la medida en que siempre las acompaña una guerra aduanera general que agudiza las diferencias entre los estados capitalistas. A ello debemos agregar la influencia decididamente revolucionaria que ejercen los cárteles sobre la concentración de la producción, el progreso de la técnica, etcétera.
"En otras palabras, cuando se los evalúa desde el punto de vista de sus últimas consecuencias sobre la economía capitalista, los cárteles y trusts son un fracaso como "medios de adaptación". No atenúan las contradicciones del capitalismo. Por el contrario, parecen instrumento de mayor anarquía. Estimulan el desarrollo de las contradicciones internas del capitalismo. Aceleran la llegada de la decadencia general del capitalismo" ([14]).
Esas previsiones (sobre todo cuando la organización del capital pasó de la fase de los cárteles a la de los "trusts de Estado nacional" que se enfrentaron por el control del mercado mundial en 1914) iban a quedar plenamente confirmadas durante el siglo xx.
Luxemburg también contestó a los argumentos de Bernstein según los cuales el proletariado no necesitaba hacer la revolución puesto que estaba disfrutando de un incremento del nivel de vida gracias a su organización eficaz en sindicatos y a la actividad de sus representantes en el parlamento. Rosa demostró que las actividades sindicales tenían unos límites internos, describiéndolos como un "trabajo de Sísifo" ([15]), necesario pero limitado constantemente en sus esfuerzos por incrementar la parte de los obreros en los productos de su trabajo a causa del crecimiento inevitable de la tasa de explotación debida al desarrollo de la productividad. Le evolución posterior en la vida del capitalismo iba a poner todavía más en evidencia sus límites históricos, pero incluso en una época en que la actividad sindical (al igual que en los ámbitos paralelos de la acción parlamentaria y cooperativista) era todavía válida para la clase obrera, los revisionistas alteraban ya la realidad cuando defendían la idea de que esas actividades podrían asegurar a la clase obrera una mejora constante e infinita de sus condiciones de vida.
Mientras que Bernstein veía una tendencia a que se atenuaran las relaciones de clase mediante la proliferación de empresas pequeñas y, por tanto, del crecimiento de la clase media, Luxemburg afirmaba la tendencia que iba a ser predominante en el siglo que iba a empezar: la evolución del capitalismo hacia formas de concentración y centralización gigantescas, tanto a nivel de las empresas "privadas" como del Estado y de las alianzas imperialistas. Otros de la izquierda revolucionaria como Boudin replicaban a la idea de que la clase obrera iba a convertirse en clase media diciendo que muchos trabajadores de "cuello blanco" y técnicos, los cuales, supuestamente, iban a "disolver" el proletariado eran, en realidad, un resultado del proceso de proletarización, una tendencia que se ha acentuado también durante las últimas décadas. Las palabras de Boudin en 1907 son hoy muy evocadoras de la actualidad al igual que los argumentos especiosos que aquéllas combatían: "Una gran proporción de lo que se llama clase media y que como tal aparece en las estadísticas sobre ingresos, es, en realidad, una parte del proletariado ordinario, y la nueva clase media, sea cual sea, es mucho menos amplia que lo que aparece en las estadísticas de ingresos. Esa confusión viene, por un lado, del viejo prejuicio profundamente arraigado de que Marx habría atribuido la propiedad de crear valor únicamente al trabajo manual y, por otra parte, a la disociación entre la función de dirección y la de la posesión de hecho de la propiedad por la compañía, como se ha dicho antes. Habida cuenta de esos elementos, una gran parte del proletariado se contabiliza como clase media, o sea como la capa más baja de la clase capitalista. Así ocurre con la mayoría de esos empleados, hoy en aumento, cuya remuneración ya no se expresa en términos de "sueldo a destajo", sino en términos de "salario". Todos esos asalariados, sea cual sea su salario, que son la mayoría, o, al menos, una elevada proporción de la "nueva" clase media, forman tan parte del proletariado como el simple obrero a jornal" ([16]).
La crisis económica patente de hoy ocurre en una fase muy avanzada de la decadencia del capitalismo. Rosa Luxemburg replicaba a Bernstein en una época que ella caracterizó, con una notable lucidez repetimos, que no era todavía la del declive, pero cuya proximidad aparecía cada vez más evidente. El pasaje citado abajo lo escribió en respuesta a la cuestión empírica (y empirista) de Bernstein: ¿por qué no se reprodujo el antiguo ciclo decenal desde principios de los años 1870? Luxemburg insiste en su respuesta en que ese ciclo es, en realidad, la expresión de la fase juvenil del capitalismo; en ese momento el mercado mundial estaba en un "período de transición" entre su época de crecimiento máximo y el inicio de una época de declive: "El mercado mundial sigue desarrollándose. Alemania y Austria sólo durante los años 1870 entraron en una fase de verdadera producción industrial a gran escala; Rusia sólo en los años 1880; Francia está todavía en gran parte en una fase de pequeña producción; los estados balcánicos, en su mayor parte, no han salido totalmente de la economía natural; y sólo fue en los años 1880 cuando las Américas, Australia y África iniciaron un comercio ampliado y regular con Europa. De modo que tenemos ahora ya rematada una apertura repentina y amplia de nuevas áreas de la economía capitalista cómo había ocurrido periódicamente hasta los años 1870; pertenecen ya pues al pasado las crisis de juventud que siguieron a esos desarrollos periódicos. Por otra parte, no hemos llegado todavía al nivel de desarrollo y de agotamiento del mercado mundial que provocará la colisión periódica, fatal, entre las fuerzas productivas y los límites del mercado, lo cual significa la verdadera vejez del capitalismo. Estamos en una fase en la que las crisis acompañan más bien el auge del capitalismo y no todavía su declive" ([17]).
Es interesante notar que en la segunda edición de su folleto, publicado en 1908, Rosa Luxemburg omitió ese pasaje y el párrafo siguiente, y menciona la crisis de 1907-1908, cuyo centro fue precisamente las naciones industriales más poderosas: evidentemente, para Luxemburg, "el período de transición" estaba llegando a su fin.
Además también alude a que la espera anterior de un nuevo período que se abriría por "una gran crisis comercial" podría ser un error; ya en Reforma social o Revolución subraya el incremento del militarismo, una evolución que iba a ser cada día más preocupante. Fue sin duda la posibilidad de que la apertura de un nuevo período estuviera marcada por la guerra, y no por una crisis económica abierta, lo que inspira la siguiente observación: "Hasta ahora la teoría socialista afirmaba que el punto de partida para la transformación hacia el socialismo sería una crisis general catastrófica. En esta concepción debemos distinguir dos aspectos: la idea fundamental y su forma exterior. La idea fundamental es la afirmación de que el capitalismo, en virtud de sus propias contradicciones internas, avanza hacia una situación de desequilibrio que le impedirá seguir existiendo. Había buenas razones para concebir que la coyuntura asumiría la forma de una catastrófica crisis comercial general. Pero su importancia es secundaria frente a la idea fundamental" ([18]).
Pero fuera cual fuera la forma que tomara "la crisis de senilidad" del capitalismo, Rosa Luxemburg insistía en que sin esa idea de la caída catastrófica del capitalismo, el socialismo acabaría siendo una simple utopía:
"Pero aquí surge el interrogante: en ese caso, ¿cómo y por qué alcanzaremos el objetivo final? Según el socialismo científico, la necesidad histórica de la revolución socialista se revela sobre todo en la anarquía creciente del capitalismo, que provoca el impasse del sistema. Pero si uno concuerda con Bernstein en que el desarrollo capitalista no se dirige hacia su propia ruina, entonces el socialismo deja de ser una necesidad objetiva. (...) La teoría revisionista llega así a un dilema. O la transformación socialista es, como se decía hasta ahora, consecuencia de las contradicciones internas del capitalismo, que se agravan con el desarrollo del capitalismo y provocan inevitablemente, en algún momento, su colapso (en cuyo caso "los medios de adaptación" son ineficaces y la teoría del colapso es correcta); o los "medios de adaptación" realmente detendrán el colapso del sistema capitalista y por lo tanto le permitirán mantenerse mediante la supresión de sus propias contracciones. En ese caso, el socialismo deja de ser una necesidad histórica. Se convierte en lo que queráis llamarlo, pero ya no es resultado del desarrollo material de la sociedad.
"Este dilema conduce a otro. O el revisionismo tiene una posición correcta sobre el curso del desarrollo capitalista y, por tanto, la transformación socialista de la sociedad es sólo una utopía, o el socialismo no es una utopía y la teoría de "los medios de adaptación" es falsa. He ahí la cuestión en pocas palabras" ([19]).
En ese pasaje, Luxemburg hace resaltar con claridad diáfana el vínculo estrecho entre el enfoque revisionista y el rechazo de la visión marxista del declive del capitalismo y, a la inversa, la necesidad de esa teoría como piedra angular de una idea coherente de la revolución. En el próximo artículo de esta serie examinaremos cómo Rosa Luxemburg y otros intentaron ubicar los orígenes de la crisis que se avecinaba en el proceso subyacente de la acumulación capitalista.
Gerrard
[1]) Ver, por ejemplo, el artículo: "1895-1905: la perspectiva revolucionaria oscurecida por las ilusiones parlamentarias", Revista internacional no 88 https://es.internationalism.org/rint88-comunismo [70].
[2]) Aufheben nos 2 et 3 https://libcom.org/aufheben [71]
[3]) Ídem, no 2, traducido por nosotros.
[4]) Traducción nuestra.
[5]) Traducido de la edición francesa (editorial "Les bons caractères", 2004).
[6]) Traducido de https://marxists.org/francais/inter_soc/spd/18910000.htm [72]
[7]) https://www.marxists.org/francais/engels/works/1891/00/18910000.htm [73]
[8]) "Carta de Engels a Florence Kelley Wischnewetsky", 3/02/1886, traducida del inglés por nosotros.
[9]) "Carta a Nikolai Danielson", 22/09/1892, traducido del inglés por nosotros.
[10]) 15/12/1887, traducido del inglés por nosotros.
[11]) Traducido del inglés por nosotros.
[12]) 1ª parte, "El método oportunista"
https://www.marxists.org/espanol/luxem/01Reformaorevolucion_0.pdf [74]
[13]) "La adaptación del capitalismo", ídem.
[14]) Ibídem.
[15]) Según la mitología griega, Sísifo fue castigado en el infierno a empujar una piedra enorme cuesta arriba por una ladera empinada, pero antes de que alcanzase la cima de la colina la piedra siempre rodaba hacia abajo, y Sísifo tenía que empezar de nuevo desde el principio.
[16]) The Theoretical System of Karl Marx, 1907, traducido del inglés por nosotros.
[17]) Cap. 2, traducido del inglés por nosotros.
[18]) Cap. 1.
[19]) ídem.
La deuda mundial está llegando a una cotas estratosféricas que ya no permitirán, como antes, "relanzar la economía" mediante el aumento del endeudamiento, si no es acabando con toda la credibilidad financiera de los Estados y del valor de las monedas. Ante esta situación, la responsabilidad de los revolucionarios es analizar en profundidad los medios con los que el capitalismo ha conseguido hasta ahora prolongar artificialmente la vida del sistema mediante toda una serie de "trampas" con sus propias leyes. Es el único método que pueda darnos la clave de una evaluación pertinente del atolladero ante el que hoy se encuentra la burguesía mundial.
El estudio del periodo que se ha dado en llamar de los "Treinta Gloriosos", unos años tan alabados y añorados por la burguesía, no debe ser una excepción en esa atención que deben mantener los revolucionarios. A ellos les incumbe rebatir las interpretaciones que de esos años dan los defensores del capitalismo, especialmente quienes quieren convencernos que puede reformarse, pero también mediante la confrontación fraterna de los puntos de vista diferentes que existen al respecto en el campo proletario. Es el objeto del debate abierto por nuestra organización hace ahora dos años en las columnas de esta Revista internacional (1).
En la CCI se criticó la idea desarrollada en nuestro folleto La decadencia del capitalismo de que las destrucciones de la Segunda Guerra mundial habrían sido, gracias a los mercados de la reconstrucción, el origen del boom de los años 1950 y 1960. Esa crítica se concretó en la tesis llamada "mercados extra-capitalistas y endeudamiento". Como este nombre lo sugiere, esta tesis considera que fue la venta en los mercados extracapitalistas y la venta a crédito lo que, durante los años 1950 y 1960, sirvió de motor a la acumulación capitalista y no las medidas keynesianas, como lo afirma la otra tesis llamada keynesiano-fordista[1]([2]). En la Revista internacional no 138 publicamos una contribución firmada por Salomé y Ferdinand que defendía ese enfoque. Esta contribución, al plantear una serie de argumentos todavía no discutidos públicamente, relanzó el debate. Este artículo, a la vez que contesta a nuestros compañeros, se propone los objetivos siguientes: recordar las bases de la tesis mercados extracapitalistas y endeudamiento; presentar estadísticas que, a nuestro parecer, ilustran su validez; y examinar lo que este análisis implica en el marco global de análisis de la CCI sobre el período de decadencia del capitalismo ([3]).
El análisis defendido en el folleto Decadencia del capitalismo otorgaba cierta racionalidad económica à la guerra (o sea con consecuencias económicas positivas). En esto dicho análisis estaba en contradicción con textos anteriores de nuestra organización, en los cuales se afirmaba: "... todas esas guerras, como las dos guerras mundiales, [...] en ningún momento permitieron el mas mínimo progreso en el desarrollo de las fuerzas productivas, al contrario de las del siglo pasado, sino que no han tenido otro resultado que la destrucción masiva, dejando totalmente exangües a los países en donde tuvieron lugar, y eso sin contar las horribles matanzas que provocaron" ([4]).
El error de nuestro folleto se debe, a nuestro parecer, a una aplicación precipitada y errónea del pasaje siguiente del Manifiesto comunista: "¿Cómo se sobrepone a las crisis la burguesía? De dos maneras: destruyendo violentamente una gran masa de fuerzas productivas y conquistándose nuevos mercados, a la par que procurando explotar más concienzudamente los mercados antiguos".
En realidad, el sentido de esas líneas no es atribuir a la destrucción de los medios de producción la virtud de abrir nuevos mercados solventes capaces de relanzar la máquina económica. Según el conjunto de los escritos económicos de Marx, los efectos de la destrucción de capital (o más bien su desvalorización) deben interpretarse como factores que desatascan el mercado y frenan la tendencia decreciente de la cuota de ganancia ([5]).
La tesis llamada del "capitalismo de Estado keynesiano-fordista" da una interpretación de la "prosperidad" de los años 1950 y 1960 diferente, tanto de la defendida en la Decadencia del capitalismo como de la que defiende la tesis de los mercados extracapitalistas y el endeudamiento:
"El incremento asegurado de las ganancias, de los gastos del Estado y de los salarios reales, pudieron garantizar la demanda final tan indispensable para que se cierre la acumulación capitalista" ([6]).
Frente a esta idea, ya se han avanzado los argumentos siguientes:
a) Subir los sueldos por encima de lo necesario para la reproducción de la fuerza de trabajo es sencillamente, desde el punto de vista capitalista, un despilfarro de plusvalía que en ningún modo podría servir en el proceso de la acumulación. Además, si bien es cierto que el aumento del consumo obrero (gracias a los aumentos de salario) y de los gastos del Estado permiten dar salida a una producción creciente, la consecuencia es que se esteriliza la riqueza producida, la cual no encuentra dónde emplearse para valorizar el capital ([7]).
b) Entre las ventas realizadas por el capitalismo, la parte que puede dedicarse a la acumulación del capital, y que sirve para su enriquecimiento real, corresponde a las ventas realizadas en las relaciones comerciales con los mercados extracapitalistas (internos o externos). Es el único medio que evita que el capitalismo se encuentre en la situación descrita por Marx en la que "los capitalistas intercambian entre sí y consumen su producción", lo cual "no permite en absoluto una valorización del capital" ([8]).
En su artículo de la Revista internacional nº 138, los compañeros Salomé y Ferdinand vuelven sobre ese tema. Precisan esta vez, con toda la razón a nuestro entender, lo que consideran ser el marco de este debate: "Se puede responder [...] que tal incremento del mercado no es suficiente para realizar toda la parte de la plusvalía necesaria para la acumulación. Eso es cierto desde un punto de vista general y a largo plazo. Nosotros, defensores de la tesis llamada "capitalismo de Estado keynesiano-fordista" no pensamos haber encontrado una solución a las contradicciones inherentes del capitalismo, una solución que pueda repetirse a voluntad".
E ilustran mediante un esquema (basado en los que usa Marx en el segundo volumen de El Capital, para presentar el problema de la reproducción ampliada) cómo la acumulación puede proseguir a pesar de que una parte de la plusvalía se reserve deliberadamente para los obreros en forma de aumentos de sueldo. Desde su punto de vista, la misma lógica subyacente explica también el carácter no indispensable de un mercado extracapitalista en el desarrollo del capitalismo: "Si las condiciones se dan tal como los esquemas presuponen y si aceptamos las consecuencias (condiciones y consecuencias que se pueden analizar separadamente), por ejemplo un gobierno que controla toda la economía, teóricamente puede organizarla de tal manera que la acumulación funcione según el esquema."
Para los compañeros, el balance para el capitalismo de esta distribución de plusvalía, aunque frene la acumulación, es, sin embargo, positivo al permitir ampliar el mercado interior: "Si esta ganancia es suficientemente elevada los capitalistas pueden aumentar al mismo tiempo los salarios sin perder todo el incremento de la plusvalía extraída" [...] "Un aumento general de los salarios significa un incremento de estos mercados igualmente." [...] "El único efecto "dañino" que tiene este "despilfarro de plusvalía" es que el aumento de la composición orgánica del capital se produce más lentamente de lo que podía (con un ritmo más frenético)".
Estamos de acuerdo con lo que los compañeros constatan en cuanto a los efectos de ese "despilfarro de plusvalía". Pero, respecto a ese despilfarro, también dicen: "pero no se puede afirmar que este "despilfarro de plusvalía" no pueda de ningún modo participar en el proceso de la acumulación. Al contrario, esta distribución de las ganancias obtenidas por el aumento de productividad participa plenamente en la acumulación".
Está claro, como así los reconocen los propios compañeros, que ese despilfarro no participa en el proceso de la acumulación mediante la inyección de capital en el proceso de producción, pues, en realidad, desvía de su finalidad capitalista, que es la acumulación, el capital que podría acumularse. Podrá tener una utilidad momentánea para la burguesía, sin la menor duda, puesto que permite mantener, artificialmente, cierto nivel de actividad económica. Y pospone así los problemas causados por la falta de salidas mercantiles a la producción capitalista. Eso es lo característico de las medidas keynesianas, pero, repitámoslo, eso no sirve en el proceso de acumulación. Es participar en el proceso productivo de la decadencia del capitalismo durante la cual, ese sistema, cada vez más entorpecido en su funcionamiento "normal", tiene que multiplicar sus gastos improductivos para mantener la actividad económica. Ese despilfarro se añade además al ya gigantesco de los gastos militares o de encuadramiento social, etc. Es, espoleado por la necesidad de crear un mercado interior artificial, un gasto tan irracional e improductivo como esos gastos mencionados.
Las medidas keynesianas favorecieron un crecimiento muy importante de los PIB (Producto Interior Bruto) de los países más industrializados en los años 1950-60, dando la ilusión de un retorno duradero a la prosperidad de la fase ascendente del capitalismo. Pero la riqueza creada realmente durante ese periodo se incrementó necesariamente a un ritmo mucho más modesto, pues una parte significativa del crecimiento del PIB se realizó gracias a los gastos improductivos ([9]).
Para terminar con esta parte, examinaremos otra implicación del razonamiento de los camaradas que significaría que: "A ese nivel, no hay necesidad alguna de mercados extracapitalistas".
Contrariamente a lo que anuncian los compañeros no hemos encontrado ningún argumento nuevo que ponga en entredicho la necesidad de un comprador exterior a las relaciones de producción capitalistas. El esquema propuesto pone efectivamente en evidencia que: "un gobierno que controla toda la economía puede teóricamente organizarla" de tal modo que se realice la ampliación de la producción (gracias al aumento tanto de los medios de producción como de los medios de consumo), sin recurrir a un comprador exterior y entregando a los obreros más de lo necesario en el coste social de la reproducción de su fuerza de trabajo. Sí, pero eso no es una acumulación ampliada tal como se practica bajo el capitalismo. Más precisamente, es imposible que en el capitalismo pueda realizarse semejante acumulación ampliada, sea cual fuere el control del Estado sobre la sociedad, se entregue o no un sobresalario a los obreros.
La explicación que da Rosa Luxemburg a esa imposibilidad cuando describe la espiral sin fin de los esquemas de la acumulación ampliada (elaborados por Marx en el libro II de El Capital) se refiere a las condiciones concretas de la producción capitalista: "Según el esquema de Marx, el movimiento [de la acumulación] parte de la sección I, de la producción de los medios de producción. ¿Quién necesita estos medios de producción aumentados? El esquema responde: los necesita la sección II para poder elaborar más medios de subsistencia. ¿Pero quién necesita los medios de subsistencia aumentados? El esquema responde: justamente la sección I, porque ahora ocupa más obreros. Nos movemos indudablemente en un círculo vicioso. Elaborar más medios de consumo simplemente para alimentar más obreros, y elaborar más medios de producción, simplemente para dar ocupación a aquel aumento de obreros, es un absurdo desde un punto de vista capitalista" ([10]).
Es oportuno, en esta etapa de la reflexión, examinar una observación de nuestros compañeros: "Si no hubiera créditos y fuera necesario concretar en dinero toda la producción anual en una sola vez en el mercado, entonces sí que debería existir un comprador externo a la producción capitalista. Pero no es ese el caso."
Estamos de acuerdo con nuestros compañeros en decir que no es necesario que en cada ciclo de la producción haya un comprador externo, y menos todavía al existir el crédito. Dicho lo cual, eso no elimina el problema sino que lo dilata y lo difiere en el tiempo, permitiendo que el problema se plantee menos a menudo pero con mayor gravedad cada vez ([11]). Si un comprador exterior aparece al final de, por ejemplo, 10 ciclos de acumulación que hayan implicado a sectores I y II, y compra tantos medios de producción o de consumo necesarios para reembolsar las deudas contraídas durante esos 10 ciclos de acumulación, entonces todo marcha bien para el capitalismo. Pero si al final del proceso no hay comprador exterior, las deudas acumuladas no serán nunca reembolsadas o solo lo serán mediante nuevos préstamos. La deuda se hincha entonces inevitable y desmesuradamente hasta que estalla una crisis cuyo efecto será impulsar un nuevo endeudamiento. Es ese exactamente el mecanismo que hemos visto repetirse con mayor o menor gravedad desde finales de los años 1960.
Redistribuir una parte de la plusvalía extraída con aumentos de sueldo significa, en fin de cuentas, aumentar el coste de la fuerza de trabajo. Y eso no elimina, ni mucho menos, "la espiral sin fin" de la que hablaba Rosa Luxemburg. En un mundo formado únicamente por capitalistas y obreros, no hay respuesta a la pregunta que Marx plantea sin cesar en El Capital (Libro II): "pero ¿de dónde viene el dinero necesario para financiar el aumento tanto de los medios de producción como los de consumo"?
En otro pasaje de La acumulación del capital, Rosa Luxemburg retoma esa problemática explicitando simplemente:
"Una parte de la plusvalía la consume la clase capitalista misma en forma de medios de subsistencia y se guarda en el bolsillo el dinero mutuamente cambiado. ¿Pero quién le toma los productos en que está incorporada la otra parte capitalista de la plusvalía? El esquema responde: en parte, los capitalistas mismos en cuanto elaboran nuevos medios de producción, para ampliar estos; en parte, nuevos obreros que son necesarios para el empleo de aquellos medios de producción. Pero en el sistema capitalista, para hacer que trabajen nuevos obreros con nuevos medios de producción, hay que tener antes un fin para la ampliación de la producción, una nueva demanda de los productos que se quiere elaborar [...]
"¿De dónde viene el dinero para la realización de la plusvalía en las condiciones de la acumulación, o sea del no consumo, de la capitalización de una parte de la plusvalía?" ([12])
En realidad el propio Marx dará una respuesta a esa pregunta: los "mercados extranjeros" ([13]).
Hacer intervenir un comprador exterior a las relaciones de producción capitalistas resuelve, según Rosa Luxemburg, el problema de la posibilidad de la acumulación. Esto resuelve igualmente esa otra contradicción de los esquemas de Marx resultante del ritmo diferente en la evolución de la composición orgánica del capital en las dos secciones (la de los medios de producción y la de los medios de consumo) ([14]). Nuestros dos compañeros vuelven a tratar en su texto esa contradicción que Rosa Luxemburg puso de relieve: "esta distribución de las ganancias obtenidas por el aumento de productividad [...] atenúa exactamente el problema detectado por R. Luxemburg en el capítulo 25 de La acumulación del capital donde argumenta contundentemente que con la tendencia hacia una composición orgánica del capital cada vez más elevada un intercambio entre los dos sectores principales de la producción capitalista (producción de medios de producción por un lado, de medios de consumo por el otro) es imposible a largo plazo".
A este respecto, los compañeros hacen el siguiente comentario: "F. Sternberg considera este punto de reflexión de R. Luxemburg como el más fuerte que ‘todos aquellos que criticaron a Rosa Luxemburg se han cuidado celosamente de abordar ([15])"
En esto tampoco compartimos nosotros la posición de los compañeros ni la de Sternberg, la cual no corresponde, en realidad, a la manera con la que Rosa Luxemburg plateó el problema.
En efecto, para la propia Rosa Luxemburg, esa "contradicción" se resuelve en la sociedad mediante la inversión de: "una porción cada vez mayor de la plusvalía acumulable en la sección de medios de producción en lugar de en los medios de consumo. Como las dos secciones de la producción no son más que dos ramas de la misma producción social total o, si se prefiere, dos sucursales que pertenecen al mismo "capitalista total", no puede objetarse nada a la hipótesis de una transferencia constante de una parte de la plusvalía acumulada de una sección a la otra, según las necesidades técnicas; esta hipótesis corresponde de hecho a la práctica corriente del capital. Sin embargo, esa suposición no es válida mientras no consideremos la plusvalía capitalizable en términos de valor" ([16]).
Esta última suposición implica que haya "compradores exteriores" que intervengan regularmente en la sucesión de los ciclos de acumulación.
De hecho esa "contradicción" no corre el riesgo de desembocar en una imposibilidad de intercambio entre las dos secciones de la producción, sino es en el mundo abstracto de los esquemas de la reproducción ampliada desde el momento en que no interviene "un comprador exterior". En efecto, "según el propio Marx, el progreso de la técnica se expresa en el crecimiento relativo del capital constante en comparación con el variable. De ahí la necesidad de una modificación constante en la distribución de la plusvalía capitalizada entre c y v".
Ahora bien, "Los capitalistas del esquema marxista no están en situación de alterar a su antojo esta distribución; pues, en la capitalización, se hallan ligados de antemano a la forma real de su plusvalía [Ndlr : medios de producción o medios de consumo]. Como, según el supuesto de Marx, toda la ampliación de la producción se verifica, exclusivamente, con los propios medios de producción y de consumo elaborados en forma capitalista" ([17]).
Podemos entender perfectamente que los compañeros no hayan estado nunca convencidos por las demostraciones de Rosa Luxemburg sobre la necesidad de un comprador exterior que permita la acumulación capitalista (o, en su defecto, mediante un recurso al crédito, el cual sería entonces "no reembolsable"). En cambio, de lo que no nos hemos enterado bien es en qué se basan las objeciones que ellos formulan para poner en entredicho las posiciones principales de esa teoría, unas objeciones que se basan sobre todo en Sternberg, del que nos parece que hay buenas razones para pensar que no asimiló bien del todo el fondo de la teoría de la acumulación de Rosa Luxemburg ([18]).
Como ya hemos señalado en contribuciones precedentes, el hecho de que los sobresalarios entregados a los obreros no sirvan para aumentar ni el capital constante ni el variable ya es suficiente para concluir que esos gastos son despilfarros totales (desde el punto de vista de la racionalidad capitalista). Desde el punto de vista estrictamente económico, el aumento de los gastos personales de los capitalistas habría producido el mismo efecto. Para llegar a esa conclusión no hacía falta recurrir a Rosa Luxemburg ([19]). Dicho lo cual, si nos ha parecido necesario responder a las objeciones que nuestros compañeros hacen a la teoría de la acumulación del capital defendida por Rosa Luxemburg, es porque el debate sobre este tema sirve para dar unas bases más amplias y profundas para comprender no sólo el fenómeno de los Treinta gloriosos, sino también el problema de la sobreproducción, problema del que difícilmente se podrá negar que está hoy en el meollo de los problemas actuales del capitalismo.
Dos factores originaron el incremento de los PIB durante esos años:
- el aumento de la riqueza real de la sociedad a través del proceso de acumulación del capital;
- toda una serie de gastos improductivos en aumento, consecuencia del desarrollo del capitalismo de Estado y, en particular, de las políticas keynesianas puestas entonces en práctica.
En esta parte vamos a interesarnos por la manera con la que se realizó la acumulación. Fue la apertura y la explotación acelerada de los mercados extracapitalistas lo que originó la fase de muy alta expansión del capitalismo que se había iniciado en la segunda mitad del siglo xix y a la que puso fin la guerra de 1914. La fase de la decadencia del capitalismo se caracteriza por la insuficiencia de esos mercados respecto a unas necesidades cada vez más importantes de dar salida a las mercancías. ¿Debe deducirse de eso que los mercados extracapitalistas sólo han tenido un papel marginal en la acumulación durante el periodo en la vida del capitalismo abierto por la guerra en 1914? Si así fuera, esos mercados no podrían explicar, ni siquiera en parte, la acumulación realizada en los años 1950 y 1960. Es la respuesta que dan nuestros camaradas en su contribución:
"Para nosotros el misterio de los "Treinta gloriosos" no puede explicarse por los restos de mercados extracapitalistas, ya que estos desde la Primera Guerra Mundial son insuficientes respecto a las necesidades de la acumulación ampliada alcanzada por el capitalismo."
Nosotros pensamos, al contrario, que los mercados extracapitalistas desempeñaron un papel importante en la acumulación, especialmente a principios de los años 1950, decayendo después progresivamente hasta finales de los 60. Conforme se iban haciendo insuficientes, fue la deuda la que tomó el relevo, haciendo la función de comprador exterior al capitalismo. Se trababa, evidentemente, de un endeudamiento de "nuevo tipo", una deuda cuya característica es la de no poder reducirse. Es a ese período al que hay que remontarse para encontrar el origen del fenómeno de explosión de la deuda mundial tal como hoy la conocemos, aunque, claro está, la contribución en valor a la deuda mundial actual de las décadas de 1950 y 1960 es más que modesta.
Los mercados extracapitalistas
Estadísticamente es en 1953 cuando culmina la parte de las exportaciones de los países desarrollados hacia los coloniales, valorada en porcentaje de los exportaciones mundiales (cuadro 1, la curva de las importaciones de los países coloniales se supone que es la misma que la de las exportaciones de los países desarrollados hacia países coloniales). La tasa de 29 % alcanzada entonces da una idea de la importancia de las exportaciones hacia los mercados extracapitalistas de los países coloniales, pues, en aquel entonces, los mercados coloniales eran todavía mayoritariamente extracapitalistas. Después disminuirá ese porcentaje para situarse en 22 % de las exportaciones en 1966. En la realidad, el decrecimiento de ese porcentaje, en relación, esta vez, con los PIB y no ya con las exportaciones, es más rápido todavía, pues durante ese período, los PIB aumentan más rápidamente que las exportaciones.
Cuadro 1. - Importaciones de los mercados coloniales en porcentaje de las importaciones mundiales
(Esquema tomado de BNP Guide statistique 1972; Fuentes: P. Bairoch op. cit. - Comunicado de la OCDE, noviembre 1970)
A las exportaciones en dirección de los mercados extracapitalistas de las colonias, hay que añadir las ventas realizadas en países capitalistas como Francia, Japón, España, etc., a sectores que, como el sector agrícola, estaban todavía poco integrados en las relaciones de producción capitalistas. Y también, en la Europa oriental seguía existiendo todavía un mercado extracapitalista, pues el resultado de la Primera Guerra mundial había condenado a esos países a un estancamiento en su desarrollo capitalista ([20]).
Así pues, si se considera la totalidad de las ventas realizadas por las regiones dominadas por relaciones de producción capitalista hacia las regiones que todavía producían según relaciones precapitalistas, se trate de mercados exteriores o interiores, se da uno cuenta de que éstas pudieron sustentar una parte importante del crecimiento real durante los Treinta Gloriosos, o, al menos, durante los años 1950. La última parte de este artículo tratará sobre cómo evaluar el nivel de la saturación de los mercados en el momento de la entrada del capitalismo en su fase de decadencia, para así definirla mejor.
El endeudamiento
Al iniciarse nuestro debate interno, los defensores de la tesis del keynesiano-fordismo contradecían nuestra hipótesis (que otorgaba un papel al endeudamiento en los años 1950 y 1960 para mantener la demanda) diciendo que: "la deuda total no aumenta prácticamente durante el periodo 1945-1980: se dispara únicamente como respuesta a la crisis. El endeudamiento no puede, por lo tanto, explicar el crecimiento vigoroso de la posguerra".
El problema está en saber qué significa ese "prácticamente" y si, a pesar de todo, no sería suficiente para permitir concluir la acumulación, como complemento de los mercados extracapitalistas.
Es bastante difícil encontrar datos estadísticos sobre la evolución de la deuda mundial durante los años 1950-60 para la mayoría de los países, excepto Estados Unidos.
Disponemos de la evolución de la deuda total y del PNB estadounidenses, año por año, entre 1950 y 1969. El estudio de esos datos (cuadro 2) debe permitirnos contestar a la pregunta siguiente: ¿Es posible que cada año, el incremento de la deuda haya sido suficiente para asumir el incremento del PIB que no corresponde a ventas realizadas en mercados extracapitalistas? Como queda dicho, en cuanto éstos empiezan a faltar le toca al endeudamiento servir de comprador exterior a las relaciones de producción capitalistas ([21]).
El incremento del valor de la deuda en relación porcentual con el valor del PIB es, para el período referido, de 185 %. O sea, el aumento en valor de la deuda es casi el doble, en 20 años, que el del PIB. Ese resultado demuestra que la evolución del endeudamiento en Estados Unidos es tal que sólo ese endeudamiento habría podido asegurar con creces y de manera general, el crecimiento del PIB de dicho país durante ese período (y hasta participar en el crecimiento de algún que otro país suplementario) sin necesidad de recurrir a la venta en mercados extracapitalistas. Se observa, además, que cada año, excepto 1951, el incremento de la deuda es superior a la del PIB (o sea que únicamente en 1951, la diferencia entre aumento de la deuda y aumento del PIB es negativa). Lo cual quiere decir que, para cada uno de esos años, excepto uno, fue la deuda la que habría asumido el aumento del PIB, lo cual era de lo más necesario a causa de la contribución de los mercados extracapitalistas en esa misma época.
¿Qué conclusión se puede sacar de esta reflexión sobre Estados Unidos?: la propia realidad de la evolución de la deuda en ese país no desmiente el análisis teórico de que el recurso al crédito tomó el relevo de la venta a los mercados extracapitalistas para permitir la acumulación. Aunque una conclusión así no pueda generalizarse automáticamente a los demás países industrializados, al tratarse de la mayor potencia económica mundial, le da cierto valor universal, confirmado, por ejemplo, por lo ocurrido en la RDA. Disponemos, sobre este país, de estadísticas relativas a la evolución de la deuda en función del PNB (cuadro 3) que ilustran la misma tendencia.[22]
¿Qué nivel de saturación de los mercados en 1914?
La Primera Guerra mundial estalla en la cúspide de prosperidad de la economía capitalista mundial. No la precedió ninguna crisis que se manifestara abiertamente en el plano económico. Sin embargo, el origen del conflicto mundial fue, sin lugar a dudas, la inadecuación creciente entre el desarrollo de las fuerzas productivas y las relaciones de producción y, a través de ese conflicto, la entrada del capitalismo en su fase de decadencia. La condición del desarrollo del sistema es la conquista de los mercados extracapitalistas, de modo que una vez terminada la conquista colonial y económica del mundo por las metrópolis capitalistas las lleva a enfrentarse entre sí por sus mercados respectivos.
Contrariamente a la interpretación de nuestros compañeros Salomé y Ferdinand, la situación no significa que: "éstos [los mercados extracapitalistas] desde la Primera Guerra mundial son insuficientes respecto a las necesidades de la acumulación ampliada alcanzada por el capitalismo". Si así fuera, la crisis se habría manifestado a nivel puramente económico antes de 1914.
La cita siguiente de Rosa Luxemburg describe precisamente esas características del período (rivalidades imperialistas en torno a los territorios no capitalistas todavía libres: "El imperialismo es la expresión política del proceso de la acumulación del capital en su lucha para conquistar los medios no capitalistas que no se hallen todavía agotados. Geográficamente, estos medios abarcan, aun hoy, los más amplios territorios de la Tierra" ([23]).
En varias ocasiones Rosa Luxemburg retomará la descripción del estado del mundo de aquella época:
"Junto a los viejos países capitalistas hay, incluso en Europa, países donde la producción campesina y artesana es, con mucho, todavía dominante en la economía, por ejemplo en Rusia, los países balcánicos, Escandinavia, España. Y, en fin, además de la Europa capitalista y Norteamérica, existen inmensos continentes en donde la producción capitalista sólo está instalada en algunos lugares poco numerosos y aislados, mientras que en el resto de los territorios existen todas las estructuras económicas posibles, desde el comunismo primitivo hasta la sociedad feudal, campesina y artesana" ([24]).
"En realidad, "la guerra mundial, aún siendo, en última instancia, un producto de las contradicciones económicas del sistema, estalló antes de que esas contradicciones pudieran expresarse a nivel "puramente" económico. La crisis de 1929 fue pues la primera crisis económica mundial del período de decadencia" ([25]).
Si 1929 fue la primera expresión significativa, durante la decadencia, de la insuficiencia de mercados extracapitalistas, ¿significa eso que, desde entonces, es imposible que éstos desempeñen un papel significativo en le prosperidad capitalista?
Las amplísimas zonas precapitalistas existentes por el mundo entero en 1914 no pudieron ser "asimiladas" durante los 10 años anteriores a 1929, período que no estuvo precisamente marcado por una intensa actividad económica mundial. Y durante los años 1930 y buena parte de los 40, la economía siguió funcionando a ritmo lento. Por eso, la crisis de 1929, aunque sí pone de relieve que se alcanzaron entonces los límites de los mercados extracapitalistas, no por eso marca el final de toda posibilidad de que dichos mercados pudieran seguir desempeñando un papel significativo en la acumulación del capital.
La explotación de un mercado extracapitalista virgen, o la mejor explotación de un antiguo mercado extracapitalista, depende en gran parte de factores como la productividad del trabajo en las metrópolis capitalistas con el resultado de una mayor competitividad de las mercancías producidas y de los medios de transporte de que dispone el capital para la circulación de las mercancías. Esos factores fueron el motor de la expansión del capitalismo por el mundo entero como así lo puso de relieve El Manifiesto comunista ([26]). La descolonización, además, favoreció la rentabilidad de algunos mercados extracapitalistas, al quitarse de encima, en los intercambios, el peso considerable del mantenimiento del aparato de dominación colonial.
La CCI ya corrigió muy pronto la interpretación errónea de que la Primera Guerra mundial habría sido la consecuencia de una crisis económica abierta. Como hemos dicho respecto a ese período, la relación causa-efecto "crisis-guerra" sólo tiene un sentido universal (excluyendo, sin embargo, el factor lucha de clases) si se trata del término crisis en un sentido amplio, o sea crisis de las relaciones de producción.
En cuanto a la secuencia "guerra-reconstrucción-nueva crisis", ya hemos visto que no permite explicar la prosperidad de los años 1950 y 60, la cual, en modo alguno, puede analizarse como consecuencia de la reconstrucción consecutiva a la IIª Guerra mundial. Y es lo mismo sobre la recuperación consecutiva a la Iª Guerra mundial, durante la cual el capitalismo reanuda con la dinámica anterior a la guerra, basada en la explotación de los mercados extracapitalistas, pero a un ritmo mucho más lento, una lentitud debida al estado de guerra y las destrucciones ocasionadas por ésta. Hubo efectivamente reconstrucción, pero no favoreció ni mucho menos la acumulación, una acumulación que va a servir para los gastos necesarios al arranque la economía.
Y desde 1967, fecha en que el capitalismo vuelve a entrar en un periodo de turbulencias económicas, las crisis se han ido sucediendo, el capitalismo ha destrozado el planeta multiplicando los conflictos imperialistas sin por ello crear las condiciones para una reconstrucción sinónimo de retorno, aunque fuera limitado y momentáneo, a la prosperidad.
Como siempre ha puesto de relieve la CCI, la entrada en decadencia no significó el fin de la acumulación como lo demuestra la continuación del crecimiento después de 1914 y hasta nuestros días, aunque globalmente a un ritmo inferior al del periodo dorado de la ascendencia del capitalismo (la mayor parte de la segunda mitad del siglo xix hasta 1914). La acumulación prosiguió basándose en la explotación de los mercados extracapitalistas hasta agotarse por completo. Entonces el relevo tuvo que asegurarlo el endeudamiento no reembolsable, acumulándose al mismo tiempo unas contradicciones cada vez más difíciles de superar.
Así pues, y contrariamente a lo que parece deducirse de la idea de "crisis-guerra-reconstrucción-nueva crisis", el mecanismo destrucción/reconstrucción no ha sido un medio que permita a la burguesía prolongar los días del capitalismo, ni tras la Iª Guerra mundial ni tras la Segunda. Los instrumentos privilegiados de semejante propósito, el keynesianismo y sobre todo la deuda, aunque hayan podido tener algunos efectos inmediatos para postergar las consecuencias finales de la sobreproducción, el abandono de las medidas keynesianas en los años 1980 y sobre todo el atolladero actual del endeudamiento masivo y abismal son la prueba patente de las dificultades insalvables del capitalismo.
Silvio
Frente a la crisis no faltan voces "de izquierdas" (e incluso hoy hasta de derechas) para preconizar el retorno a medidas keynesianas como lo ilustra el pasaje siguiente sacado de un documento de trabajo de Jacques Gouverneur, profesor en la Universidad católica de Lovaina, en Bélgica. Como podrá percatarse el lector, la solución preconizada por dicho profesor se basa en aprovechar el incremento de la productividad para instaurar medidas keynesianas y políticas alternativas, ... del tipo de las instauradas, frente a la agravación de las situación económica, por la izquierda del capital desde finales de los años 1960 para embaucar a la clase obrera con la idea de que reformar el sistema era posible: "Para salir de la crisis y resolver el problema del desempleo, ¿habrá que reducir - o, al contrario, aumentar- los salarios, los subsidios de seguridad social (subsidios de desempleo, pensiones, reembolsos por gastos de salud, subsidios familiares), los gastos públicos (enseñanza, cultura, obras públicas,...)? En otras palabras: ¿hay que seguir con las políticas restrictivas de inspiración neoliberal (como lo que se hace desde principios de los años 1980) o, al contrario, habrá que preconizar un retorno a políticas expansivas de inspiración keynesiana (aplicadas durante el período de crecimiento de 1945-1975)? (...) En otras palabras: ¿pueden las empresas aumentar simultáneamente sus ganancias y sus salidas mercantiles? La condición primera es que aumente la productividad general, en el sentido de que con la misma cantidad de trabajadores (o de habitantes), la economía produzca un volumen mayor de bienes y servicios. Diciéndolo con un símil, un incremento de la productividad en un período determinado (...) aumenta el tamaño del "pastel" producido, aumenta la cantidad de "trozos del pastel" que repartir. En un período en que aumenta la productividad, la instauración de políticas keynesianas es la segunda condición para que las empresas dispongan a la vez de ganancias más altas y de salidas mercantiles ampliadas. (...) La perpetuación de las políticas neoliberales multiplica los dramas sociales y desemboca en una contradicción económica de la mayor importancia: agudiza el divorcio entre el crecimiento de las ganancias globales y la de las salidas mercantiles globales. Y favorece a las empresas y los grupos dominantes, de modo que éstos siguen ejerciendo una presión eficaz sobre los poderes públicos (nacionales y supranacionales) para así prolongar esas políticas globalmente nefastas. El retorno a políticas keynesianas supondría un cambio en las relaciones de fuerza hoy vigentes; no bastaría, sin embargo, para resolver los problemas económicos y sociales que la crisis estructural del sistema capitalista ha puesto en evidencia. La solución a esos problemas pasa por la instauración de políticas alternativas: aumento de las contribuciones públicas (sobre todo de las ganancias) para financiar producciones socialmente útiles, reducciones del horario de trabajo para incrementar el empleo y el tiempo libre, desplazamientos en la composición de los salarios para promover la solidaridad." www.capitalisme-et-crise.info/telechargements/pdf/FR_JG_Quelles_politiques_ [77]économiques_contre_la_crise_et_le_chômage_1.pdf.
(la traducción y el subrayado es nuestro).
[1]) La presentación del debate y de las tres posiciones principales se hizo en el artículo "Las causas del período de prosperidad consecutivo a la IIª Guerra mundial" (Revista internacional no 133). Después se han publicado sucesivamente los artículos siguientes: "Origen, dinámica y límites del capitalismo de Estado keynesiano-fordista" (Revista internacional no 135); "La bases de la acumulación capitalista" y "Economía de guerra y capitalismo de Estado" (Revista internacional no 136) ; "En defensa de la tesis ‘El capitalismo de Estado keynesiano-fordista'" (Revista internacional no 138).
[2]) Esta contribución no trata sobre las respuestas de Salomé y Ferdinand a la tesis "La economía de guerra y le capitalismo de Estado" porque nos ha parecido que la discusión sobre los problemas planteados en ella, aunque necesaria, es menos prioritaria. Tendremos ocasión de volver sobre las cuestiones planteadas, pues éstas no están determinadas ante todo por una idea particular de los resortes de la acumulación, sino más bien por las condiciones geopolíticas que influyen en su realización.
[3]) "En defensa de la tesis ‘El capitalismo de Estado keynesiano-fordista' (Respuesta a Silvio y a Jens)", Revista internacional no 138.
[4]) Esta cita está sacada del primer artículo sobre este "Debate de interno en la CCI: Las causas del período de prosperidad consecutivo a la Segunda Guerra mundial" de la Revista internacional no 133 (II-2008 [18]), una cita presente ya en el "Informe sobre el Curso histórico" adoptado en el Tercer congreso de la CCI, sacada a su vez del Informe adoptado en la Conferencia de julio de 1945 de la Izquierda comunista de Francia.
[5]) Léase sobre esto el artículo de la serie "La decadencia del capitalismo, Las contradicciones mortales de la sociedad burguesa", Revista internacional no 139.
[6]) "Origen, dinámica y límites del capitalismo de Estado keynesiano-fordista", Revista internacional no 135.
[7]) Ver el articulo "Les bases de la acumulación capitalista" (Revista Internacional n° 136)
[8]) Ver la tesis Los mercados extracapitalistas y el endeudamiento en el artículo "Las causas del período de prosperidad consecutivo a la Segunda Guerra mundial" (Revista internacional nº 133, II-2008). La referencia a la obra de Marx es: El capital, Libro III, sección III: la ley de la tendencia decreciente de la cuota de ganancia, Cap. X: El desarrollo de las contradicciones inmanentes de la ley, Plétora de capital y superpoblación.
[9]) Ver al respecto la presentación de la tesis "Los mercados extracapitalistas y el endeudamiento" en el artículo "Las causas del período de prosperidad consecutivo a la Segunda Guerra mundial" (Revista internacional nº 133)
[10]) La acumulación del capital; cap. "Análisis del esquema marxista de la reproducción ampliada", p. 95, ed. Grijalbo, 1978.
[11]) Es innegable que el crédito desempeña un papel regulador y permite atenuar la exigencia de mercados extracapitalistas en cada ciclo, aunque esa exigencia sea permanente. Pero eso no cambia en nada el problema de fondo que puede explicarse mediante el estudio de un ciclo abstracto como así lo hace Rosa Luxemburg, resultado de ciclos elementales de diferentes capitales: "Un elemento de la reproducción ampliada del capital social es, al igual que para la reproducción simple que hemos supuesto antes, la reproducción del capital individual. Pues la producción, sea simple o ampliada, no prosigue de hecho sino bajo la forma de innumerables movimientos de reproducción independientes de capitales individuales" (La acumulación del capital; subrayado nuestro). Es también evidente que sólo algunos de esos ciclos acabarán haciendo intervenir al comprador exterior.
[12]) "El esquema marxista de la reproducción ampliada", ídem.
[13]) Esta respuesta se encuentra (entre otros lugares) en el libro III de El capital "¿Cómo explicarse que no haya demanda de esas mismas mercancías de que carece la masa del pueblo y que sea necesario buscarles salida en el extranjero, en mercados lejanos, para poder pagar a los obreros del propio país el promedio de los medios de subsistencia de primera necesidad? Porque sólo dentro de esta trabazón específica, capitalista, adquiere el producto sobrante una forma en que su poseedor necesita que vuelva a convertirse para él en capital para poder ponerlo a disposición del consumo. Por último, si se afirma que los capitalistas sólo tienen que cambiar entre sí y consumir mercancías, se pierde de vista el carácter de la producción capitalista en su conjunto y se olvida que lo fundamental para ella es la valorización del capital y no su consumo" (El capital, vol. III, Sec. III : "Ley de la tendencia decreciente de la cuota de ganancia", XV: "Desarrollo de las contradicciones internas de la ley" 3. "Exceso de capital y exceso de población", Ed. FCE, México, 1946.
[14]) La elevación de la composición orgánica (o sea el crecimiento más rápido del capital constante en relación con el capital variable) en la sección de los medios de producción es en término medio más rápida que en la de los medios de consumo, debido a las características técnicas propias de una y de la otra de esas dos secciones.
[15]) Fritz Sternberg, El imperialismo...; Siglo XXI editores, p 70).
[16]) La acumulación del capital, "Contradicciones del esquema de la reproducción ampliada", subrayado nuestro.
[17]) Rosa Luxemburg, La acumulación del capital, "Contradicciones del esquema de la reproducción ampliada".
[18]) Pese a las excelentes ilustraciones e interpretaciones del desarrollo del capitalismo mundial que Sternberg proporcionó, apoyándose en la teoría de Rosa Luxemburg (en El conflicto del siglo, especialmente) cabe preguntarse, sin embargo, sobre su asimilación en profundidad de esa teoría. Sternberg analiza en la obra mencionada la crisis de los años 1930 como resultante de la incapacidad del capitalismo en esa época para sincronizar el incremento de la producción con el del consumo: "El test que consistía en sincronizar, basándose en la economía de la ganancia capitalista y sin una expansión exterior importante, por un lado el incremento de la producción y de la productividad, y, por otro, el aumento del consumo, fue un fracaso. La crisis fue el resultado de ese fracaso" (p. 344). Dar a entender que tal sincronización es posible bajo el capitalismo, es el principio del abandono del rigor y la coherencia de la teoría de Rosa Luxemburg. Esto lo confirma además el estudio realizado por Sternberg sobre el período de posguerra de 1945, en el cual éste desarrolla su idea de que existe la posibilidad de transformar la sociedad especialmente gracias a las nacionalizaciones gestionadas por el Estado y la mejora de las condiciones de vida de los obreros. La cita siguiente da una idea de ello: "..., la realización íntegra del programa laborista de 1945 habría sido un gran paso hacia la socialización completa de la economía inglesa, escalón a partir del cual se habrían podido alcanzar sin duda otras etapas con más facilidad [...] durante los primeros años de la posguerra, el gobierno laborista se dedicó a cumplir el mandato que el pueblo le había confiado. Conservando estrictamente los medios y métodos de la democracia tradicional, modificó radicalmente el Estado, la sociedad y la economía capitalistas" ("El mundo de hoy"; p. 629). El objetivo no es hacer aquí la crítica radical del reformismo de Sternberg. Se trata únicamente de poner de relieve que su método reformista incluía necesariamente una subestimación considerable de las contradicciones económicas que asaltan la sociedad capitalista, subestimación poco compatible con la teoría de Rosa Luxemburg tal como está expuesta en La acumulación del capital.
[19]) Como lo ilustra esta parte de nuestra crítica hecha en "Les bases de la acumulación del capital" (Revista internacional no 136) una crítica a los escritos de Paul Mattick. En efecto, para éste, contrariamente a Rosa Luxemburg, no es necesario que intervenga un comprador exterior a las relaciones de producción capitalista para que la acumulación sea posible.
[20]) El conflicto del Siglo. III - El estancamiento del capitalismo; el cese de la expansión capitalista; el cese de la expansión exterior del capitalismo; p. 254.
[21]) No hay que olvidar, sin embargo, que la función del endeudamiento no se limita a la creación de un mercado artificial.
[22]) % anual Deuda/GDP = (Deuda/GDP)*100 ; % para el período Δ Deuda/ΔGDP = ((Deuda en 1969 - Deuda en 1949) / (GDP en 1969 - GDP en 1949))*100 ; Δ anual GDP = GDP en (n) - GDP en (n-1) ; Δ anual Deuda del año (n) = Deuda del año n - Deuda del año (n-1).
[23]) La acumulación del capital, "Aranceles protectores y acumulación", subrayado nuestro.
[24]) Una anticrítica, subrayado nuestro.
[25]) Resolución sobre la situación internacional del XVIº congreso de la CCI.
[26]) "Mediante el rápido mejoramiento de todos los instrumentos de producción y la infinita facilitación de las comunicaciones, la burguesía también arrastra hacia la civilización a las naciones más bárbaras. Los bajos precios de sus mercancías son la artillería pesada con la cual demuele todas las murallas chinas, con la cual obliga a capitular a la más obcecada xenofobia de los bárbaros" (subrayado nuestro).
En la primera parte de este artículo ([1]), relatamos la controversia habida en el movimiento sindical alemán y en el Partido socialdemócrata alemán (SPD) que desembocó en la creación de la Unión Libre de los Sindicatos Alemanes (Freien Vereinigung Deutscher Gewerkschaften, FVDG), organización precursora el sindicalismo revolucionario alemán. Ese relato correspondía a los años 1870 a 1903. La FVDG, fundada en 1897, se presentaba entonces explícitamente, y eso hasta 1903, como una parte combativa del movimiento sindical socialdemócrata. No tenía ningún vínculo con el sindicalismo revolucionario o el anarquismo, que tan presentes estaban en países como Francia o España. En el plano teórico, la FVDG defendió con mucho empeño la necesidad para los obreros de organizarse en los sindicatos no sólo para ocuparse de problemas económicos, sino también de cuestiones políticas.
La FVDG, nacida en un contexto de dispersión debido a las leyes antisocialistas y de sus controversias con la Confederación General Sindical, no logró desarrollar en su seno una coordinación suficiente para llevar a cabo la lucha colectiva. Una organización claramente sindicalista revolucionaria Industrial Workers of the World (Obreros industriales del mundo, IWW) que existía ya en Estados Unidos le llevaba mucha delantera a la FVDG en cuanto a centralización de la actividad. La propensión permanente a la dispersión federalista, aunque no estuviera todavía teorizada en el seno de la FVDG, fue siempre una debilidad constante de esta organización. Ante la huelga de masas que se anunciaba, la aversión a la centralización del combate será una traba cada vez más evidente a la actividad política de la FVDG.
La discusión sobre las nuevas formas de lucha surgidas con la huelga de masas de la clase obrera en los albores del siglo xx fue para la FVDG un gran reto cuya consecuencia fue que empezara a evolucionar hacia el sindicalismo revolucionario. Une evolución que se irá intensificando hasta la Primera guerra mundial. Esto es lo que vamos a relatar en este artículo.
El inicio del siglo xx conoce, a nivel internacional, cada día más las primicias de la huelga de masas como nueva forma de la lucha de clases. La huelga de masas, con su dinámica espontánea hacia la extensión, empuja a ir más allá del marco del ramo profesional. Al asumir reivindicaciones políticas, la huelga de masas se diferencia de los esquemas anteriores de los combates de clase sindicales del siglo xix, organizados de cabo a rabo por los aparatos sindicales, limitados al gremio y a reivindicaciones económicas. En las huelgas de masas que surgen por todas las partes del mundo se expresaba también una vitalidad de la clase obrera que tendía a hacer caducas las huelgas largamente preparadas y totalmente dependientes de la situación de las cajas sindicales de resistencia.
Ya en 1891 hubo en Bélgica una huelga de 125 000 obreros y, luego, en 1893, otra de 250 000 trabajadores. En 1896 y 1897 hubo una huelga general de los obreros del textil de San Petersburgo en Rusia. En 1900 fue el turno de los mineros del estado de Pensilvania, Estados Unidos, y en 1902 y 1903, de los de Austria y Francia. En 1902 hubo una nueva huelga de masas en Bélgica por el sufragio universal y en 1903, fue la de los ferroviarios de Holanda. En septiembre de 1904 tuvo lugar un movimiento nacional de huelga en Italia. En 1903 y 1904 fueron años de grandes huelgas que agitaron todo el sur de Rusia.
Alemania, a pesar de sus poderosos sindicatos con raigambre y una clase obrera concentrada y organizada, no era entonces el epicentro de esos nuevos episodios de la lucha de clases que se extendían como inmensas mareas. En cambio, a pesar de esa ausencia, la problemática de la huelga de masas sí que fue discutida apasionadamente en las filas obreras de Alemania. El viejo esquema sindical de la "lucha de clases controlada" que no debía perturbar el sacrosanto "orden público", chocaba con la energía del proletariado y la solidaridad que se desplegaba en las nuevas luchas de masas. Arnold Roller, durante una lucha de los mineros del Ruhr en la que participaron 200 000 obreros, escribió:
"Se limitaron [los sindicatos] a darle a la huelga el carácter de una especie de demostración apacible, como de espera, para así obtener concesiones en reconocimiento por tal "conducta razonable". Los mineros de otras cuencas organizados con características parecidas, en Sajonia, en Baviera, etc. testimoniaron su solidaridad apoyando la huelga y, paradójicamente, haciendo horas extras y producir así miles de toneladas de carbón suplementarias que serían enviadas y usadas por la industria al servicio del capital durante la huelga (...) Mientras que los trabajadores del Ruhr pasan hambre, resulta que sus representantes en el Parlamento negocian y obtienen algunas promesas de mejoras - legales -, pero sólo después de que se haya reanudado el trabajo. Ni que decir tiene que la dirección sindical alemana ha rechazado la idea de ejercer una presión verdaderamente fuerte sobre la patronal mediante la extensión de la huelga a todo el sector carbonífero" ([2]).
Uno de los hechos más importantes que desató el famoso "debate sobre la huelga de masas" en 1905-1906 en el SPD y en los sindicatos alemanes fue sin lugar a dudas la poderosa huelga de masas de 1905 en Rusia que superó por sus dimensiones y su dinámica política todo lo que hasta entonces se había visto ([3]).
Para los sindicatos, las huelgas de masas significaban una puesta en entredicho directa de su existencia y de su función histórica. ¿No estaba siendo superado su papel de organización de defensa económica permanente de la clase obrera? La huelga de masas de 1905 en Rusia, reacción directa a la miseria espantosa que la guerra ruso-japonesa había acarreado en la clase obrera y el campesinado, demostraba precisamente que los temas políticos como la guerra y, al fin y al cabo, la revolución eran ya ahora la médula del combate obrero. Esos temas rompían totalmente con el pensamiento sindical tradicional. Así lo escribía muy claramente Anton Pannekoek:
"Todo esto corresponde perfectamente al verdadero carácter del sindicalismo, cuyas reivindicaciones no van nunca más allá del capitalismo. El objetivo del sindicalismo no es sustituir el sistema capitalista por otro modo de producción, sino mejorar las condiciones de vida en el interior del propio capitalismo. La esencia del sindicalismo no es revolucionaria sino conservadora" ([4]).
No basta con reprochar a los dirigentes de unos sindicatos tan fuertemente arraigados en Alemania, su falta de flexibilidad porque no simpatizaban con la forma de lucha de la huelga de masas política. Su actitud defensiva hacia la huelga de masas se debía sencillamente a la naturaleza y el concepto mismo de las organizaciones sindicales que representaban, incapaces de asumir las nuevas exigencias de la lucha de clases.
Es evidente que las organizaciones políticas y los partidos de la clase obrera se vieron entonces obligados a comprender la naturaleza del combate entablado por los obreros mismos mediante la huelga de masas. Si embargo, "para la mayoría de los dirigentes socialdemócratas, sólo había un axioma: ¡la huelga general es la locura general!" ([5]).
No queriendo admitir la realidad, lo único que ellos veían, con su visión esquemática, en el estallido de la huelga de masas era una "huelga general" que proponían los anarquistas y los partidarios del antiguo cofundador de la socialdemocracia holandesa, Domela Nieuwenhuis. Unas décadas antes, en su texto Los bakuninistas en acción, escrito en 1873, Engels, con toda la razón, había tildado de estupidez total la idea de una huelga general preparada entre bastidores con un guión insurreccional escrito de antemano. Esa antigua visión de la "huelga general" consistía en creer que gracias a un cese del trabajo simultáneo y general realizado por los sindicatos, el poder de la clase dominante se debilitaría y acabaría desmoronándose en unas cuantas horas. De modo que las direcciones del SPD y de los sindicatos justificaban sus reticencias utilizando las palabras de Engels como una sentencia para rechazar en bloque y negarse a entablar el menor debate sobre las huelgas de masas, un debate requerido por la Izquierda del SPD en torno a Rosa Luxemburg.
El examen más preciso de la falsa oposición entre "la huelga general anarquista" y "el sólido trabajo sindical" muestra claramente que el viejo sueño anarquista de la grandiosa huelga general económica y la visión de las grandes centrales sindicales son, en realidad, muy próximas. Para esas dos concepciones, lo que contaba era la cantidad de combatientes y negaban la necesidad de ocuparse de temas políticos que ya estaban en realidad presentes, al menos implícitamente, en las luchas masivas.
La FVDG, la cual hasta entonces siempre había planteado la necesaria actividad política de los obreros, ¿sería capaz de dar una respuesta a ese problema?
El debate sobre la huelgas de masas, suscitado por las experiencias de movimientos masivos en Europa a finales del siglo xix y principios del xx, se entabló en la FVDG en 1904 con vistas al inminente Congreso socialista de Ámsterdam en el que ese tema estaba al orden del día. En las filas de la FVDG se procuró, primero, comprender el fenómeno de la huelga de masas, pero ese debate chocó contra cierta manera de concebir la labor sindical. La FVDG no se distinguía prácticamente de las grandes centrales sindicales socialdemócratas en sus ideas generales de cómo realizar una buena labor sindical. Sin embargo, la huelga de masas era una cuestión mucho más abierta en la FVDG que en las grandes organizaciones sindicales, debido, quizás, a su débil influencia para poder controlar la lucha de clases.
Gustav Kessler, cofundador de la corriente "localista" y autoridad política en el seno de la FVDG, murió en junio 1904. Era él quien representaba, en la dirección de la FVDG, la orientación más fuerte hacia la socialdemocracia. El carácter tan heterogéneo de la FVDG, unión de federaciones de oficios, había favorecido la formación de tendencias anarquistas minoritarias, como la formada en torno a Andreas Kleinlein Platz. La muerte de Kessler y la elección de Fritz Kater a la cabeza de la comisión ejecutiva de la FVDG en verano de 1904 abrieron, precisamente, un período de mayor apertura hacia las ideas sindicalistas revolucionarias.
Fue sobre todo el sindicalismo revolucionario francés de la CGT, con su concepto de "huelga general", el que parecía dar una respuesta a una buena parte de la FVDG. Bajo la influencia de Kessler, la FVDG se había negado, hasta principios de 1904, a hacer oficialmente propaganda a favor de la huelga general. La FVDG se planteó entonces la cuestión de saber si las diferentes expresiones recientes de la huelga de masas que se habían producido por muchas partes del mundo, eran o no una confirmación histórica de la visión antigua y un tanto teatral de la huelga general.
Dos documentos muestran que la FVDG empezaba a comprender lo que era la huelga de masas: Raphael Friedeberg editó un folleto en 1904, Parlamentarismo y huelga general, así como una resolución votada en agosto de ese mismo año por la FVDG. El punto de vista de Friedeberg (fue miembro del SPD hasta 1907) fue muy influyente en el sindicato y, después, sería la fuente de la reflexión de éste ([6]).
El folleto de Friedeberg se dedica sobre todo a criticar con la fórmula justa y precisa la influencia destructora y embrutecedora del parlamentarismo tal como lo practicaba la dirección socialdemócrata: "La táctica parlamentaria, la supervaloración del parlamentarismo, están demasiado arraigadas en las masas del proletariado alemán. Y son también muy confortables; todo debe ser el resultado de la legislación. Todos los cambios en las relaciones sociales, todo lo que a cada cual le queda por hacer es meter cada dos años su voto socialista en la urna. (...) ¡Vaya medio tan mediocre de educación del proletariado! (...), aunque estoy dispuesto a reconocer que el parlamentarismo ha tenido una tarea histórica que cumplir en el desarrollo histórico del proletariado, y que lo seguirá teniendo."
Este antiparlamentarismo, como se observa, no era un rechazo de principio, sino que correspondía a una fase histórica a la que se estaba llegando y en la cual ese medio de propaganda se había vuelto totalmente ineficaz para el proletariado.
Como lo hizo Rosa Luxemburg, también él insistió en el carácter emancipador del gran movimiento de huelga de masas para el proletariado: "Gracias a la huelga, los obreros se educan. Les da una fuerza moral, les aporta un sentimiento de solidaridad, una manera de pensar y una sensibilidad proletarias. La idea de la huelga general ofrece a los sindicatos un horizonte tan amplio como puede ser la idea del poder político del movimiento."
También escribió sobre el aspecto ético del combate de la clase obrera: "Si los obreros quieren echar abajo el Estado de clase, si quieren erigir un nuevo orden mundial, deben ser mejores que las capas sociales contra las que luchan. Por eso deben aprender a rechazar todo lo vil e indigno en ellas, todo lo que no es ético. Ése es el carácter principal de la idea de huelga general, el de ser un medio ético de lucha."
Lo característico del texto de Friedeberg, es el uso del término "huelga general" incluso cuando habla de la huelga de masas política que ocurrió durante el año precedente a la edición del texto.
Aunque se desprende del folleto de Friedeberg una auténtica indignación contra el espíritu conservador que impera en las grandes centrales sindicales, una indignación que comparte con Rosa Luxemburg, llega a conclusiones muy diferentes a las de ésta:
- Rechaza claramente la tendencia existente en la FVDG a interesarse por temas políticos: "no realizamos ningún combate político y, por consiguiente, no necesitamos ninguna forma de combate político. Nuestro combate es económico y psicológico." Es ésa una ruptura con la postura que antes defendía la FVDG. Al decir, superficialmente, que "parlamentarismo" y "combate político" vienen a ser lo mismo, niega toda dinámica política que sí había expresado la huelga de masas.
- Además, Friedeberg elabora una visión (muy minoritaria, eso sí, en el seno mismo de la FVDG) no materialista del combate de clase, basada en un enfoque psicológico en una estrategia de "rechazo de la personalidad" - que él llamaba "psiquismo histórico". Ahí se observa precisamente que Friedeberg seguía ciertas ideas claramente anarquistas de que el elemento motor de la lucha de clases es la mentalidad rebelde individual y no el desarrollo colectivo de la conciencia de clase.
- Friedeberg criticó con claridad y justeza la idea reformista socialdemócrata de la toma gradual del poder de Estado por el proletariado; sin embargo, tendía a adoptar una idea gradualista del mismo estilo pero con un toque sindicalista: "Sólo ya en estos últimos años, los sindicatos han incrementado 21 % sus efectivos, logrando superar el millón de afiliados. Teniendo en cuenta que estas cosas tienen en cierto modo sus leyes, podemos afirmar que dentro de tres o cuatro años tendremos dos millones de afiliados y dentro de diez, entre tres y cuatro millones. Y cuado la idea de la huelga general haya calado más profundamente en el proletariado [...] llevará a cuatro o cinco millones de obreros a cesar el trabajo y así eliminar el Estado de clase."
En realidad, el enrolamiento cada vez más importante de la clase obrera en los sindicatos no significaba, ni mucho menos, mejores condiciones para la revolución, sino todo lo contrario, era un obstáculo para ella.
Tras la propaganda sobre "un medio de lucha sin violencia pura", se aprecia también en Friedeberg un gran infravaloración de la clase dominante y de la brutal represión a la que es capaz de dar rienda suelta en una situación revolucionaria: "la característica principal de la idea de huelga general, es la de ser un medio de lucha ético. [...] Lo que ocurrirá después, cuando nuestros adversarios quieran reprimirnos, cuando nosotros estemos en legítima defensa, eso no podemos preverlo hoy."
En lo esencial, Friedeberg vio en la huelga de masas la confirmación de la vieja idea anarquista de huelga general. Su gran debilidad fue no haber sabido reconocer que la huelga de masas que se avecinaba sólo podía desarrollarse como acto político de la clase obrera. En ruptura con la tradición de la FVDG, que hasta entonces había puesto constantemente sobre aviso contra las luchas puramente económicas, lo que él hacía era reducir la perspectiva de la huelga de masas a ese único aspecto. La base de la FVDG no estaba unida tras las ideas de Friedeberg que era el representante de un ala minoritaria que evolucionaba hacia el anarquismo y arrastraba tras sí a la FVDG hacia el sindicalismo revolucionario. Las posiciones de Friedeberg fueron durante algún tiempo la bandera de la FVDG. Friedeberg, por su parte, acabó retirándose a una comunidad anarquista de Ascona, en Suiza.
La FVDG no podía comprender la huelga de masas siguiendo las teorías de Friedeberg. El espíritu revolucionario que se estaba desarrollando y se expresaba en esa forma de lucha de la clase obrera planteaba cómo unificar lo político y lo económico. El tema de la huelga general que se planteaba ahora como primordial en las discusiones de la FVDG, significaba, respecto a la huelga de masas, un paso atrás, una huida de lo político.
Pero a pesar de todas esas confusiones que salían a la superficie gracias a los escritos de Friedeberg, el debate en el seno de la FVDG permitió que el movimiento obrero alemán se removiera. Y así la FVDG se ganó el mérito de haber planteado la cuestión de la huelga de masas en el SPD mucho antes de que aparecieran los lúcidos y trascendentes escritos sobre la huelga de masas de 1905 (como los de Luxemburg o de Trotski).
No es nada extraño que, en aquel tiempo, la idea de la revolución de la FVDG (que ya era ella misma una unión de sindicatos diversos) siguiera siendo la de proponer a los sindicatos como órganos revolucionarios. Un paso adelante de la FVDG habría sido que ella misma cuestionara su propia forma de organización. Por otra parte, incluso Rosa Luxemburg seguía contando, y mucho, con los sindicatos a los que describía como producto directo de la huelga de masas en muchos países, entre ellos Rusia. Hubo que esperar casi cinco años más antes de que se publicara el libro de Trotski, 1905, que relataba la experiencia de los consejos obreros como órganos revolucionarios a la vez sustitutos y superadores de los sindicatos ([7]). Lo que permaneció en la FVDG y las organizaciones que la sucedieron fue su ceguera respecto a los consejos obreros y su apego visceral al sindicato como órgano de la revolución. Una debilidad que iba a ser nefasta cuando se produjo el levantamiento revolucionario tras la guerra en Alemania.
Se entabló un combate en regla dentro del SPD sobre si había que discutir o no acerca de la huelga de masas en el Congreso del Partido en 1906. La dirección del Partido intentó por todos los medios que se consideraran las manifestaciones más importantes de la lucha de clases como algo sin el menor interés para la discusión. El Congreso del SPD de 1905 en Jena sólo se pronunció formalmente en una resolución que declaraba que la huelga de masas podría propagarse "eventualmente". La huelga de masas quedaba reducida, en última instancia, a un medio de defensa contra una posible anulación del derecho de voto. Los lecciones sacadas de la huelga de masas en Rusia par Rosa Luxemburg fueron tildadas de "romanticismo revolucionario" por la mayoría de la dirección del SPD y declaradas totalmente inaplicables en Alemania.
No es de extrañar que justo después del Congreso de Jena, en febrero de 1906, la dirección del SPD y la comisión general de los principales sindicatos se pusieran de acuerdo en conversaciones secretas para dedicarse juntos a impedir que surgieran huelgas de masas. Esos cambalaches acabaron por ser descubiertos. La FVDG publicó en su periódico Die Einigkeit (La Unidad) partes de las actas de esas reuniones que habían caído en sus manos. En ellas podía leerse, entre otras cosas: "El comité director del Partido no tiene la menor intención de propagar la huelga general política, sino que, al contrario, intentará, en la medida de lo posible, impedirla".
Esta publicación provocó en la dirección del SPD, la indignación "de quienes habían sido atrapados con las manos en la masa" y acabó haciendo indispensable la puesta al orden del día del debate sobre la huelga de masas en el Congreso del Partido del 22 y 23 de septiembre de 1906.
Las primeras palabras de Bebel, en su discurso inaugural del Congreso de Mannheim, reflejaron la cobardía y la ignorancia de la dirección del Partido, que se sentía muy disgustado por tener que enfrentarse a una cuestión que habría querido evitar: "Cuando nos separamos el año pasado tras el Congreso de Jena, nadie hubiera pensado que íbamos a volver a discutir sobre la huelga de masas. [...] A causa de la indiscreción de Die Einigkeit en Berlín, henos aquí ante un gran debate" ([8]).
Para salir del trance de las discusiones secretas sacadas a la luz por Die Einigkeit, Bebel se puso a hacer escarnio de la FVDG y de la contribución de Friedeberg: "¿Cómo va a ser posible, ante semejante desarrollo y poderío de la clase patronal frente a la clase obrera, obtener algo con sindicatos organizados localmente?, quien lo entienda que lo diga. Sea como sea, la dirección del Partido y el propio Partido en su gran mayoría piensan que esos sindicatos locales son totalmente incapaces de asumir las obligaciones de la clase obrera" ([9]).
¿Y quién sería, ocho años más tarde, ante la votación de los créditos de guerra, "totalmente incapaz de asumir las obligaciones de la clase obrera"?. ¡Pues precisamente esa misma dirección del SPD! La FVDG ante la guerra de 1914, en cambio, fue capaz de adoptar una posición proletaria.
En unos debates insustanciales sobre la huelga de masas en el Congreso, en lugar de intercambiar argumentos políticos, fueron sobre todo recriminaciones y justificaciones burocráticas, como si lo único importante fuera que los militantes del Partido debían atenerse a la resolución sobre la huelga de masas tomada el año anterior en el Congreso de Jena, o a la del Congreso de los sindicatos de mayo de 1906, que había rechazado claramente la huelga de masas. El debate se centró sobre todo en la propuesta de Bebel y Legien de lanzar un ultimátum a los miembros del Partido organizados en la FVDG para que volvieran a la gran central sindical, si no querían ser excluidos inmediatamente del Partido.
En lugar de interesarse por las lecciones políticas que extraer de las huelgas de masas victoriosas, o abordar las conclusiones del folleto de Rosa Luxemburg publicado justo la semana anterior, el debate se limitó a una lamentable querella jurídico-política...
En un momento dado se empezó a poner en ridículo al delegado invitado de la FVDG, redactor de Die Einigkeit de Berlín. Rosa Luxemburg se alzó entonces vehementemente contra una confabulación destinada a acabar con el debate político central sobre la huelga de masas mediante argucias formales y puramente disciplinarias:
"Me parece irresponsable además que, en cierto modo, se utilice el Partido como un palo contra un grupo de sindicalistas, y que tengamos que asumir la querella y las discordia en el seno del Partido. No cabe la menor duda de que en las organizaciones locales hay muchos buenos camaradas y sería irresponsable si, para hacerles favores a los sindicatos en este tema, introdujéramos el conflicto en nuestras filas. Respetamos la opinión de que los localistas no deben llevar el litigio en los sindicatos hasta el punto de entorpecer la organización sindical; pero en nombre de la sacrosanta igualdad de derechos, debe reconocerse como mínimo lo mismo que en el Partido. Si excluimos directamente a los anarco-socialistas del Partido, tal como lo propone el comité director del Partido, estaremos dando un ejemplo muy triste: seremos capaces de enérgica determinación cuando se trata de delimitar nuestro Partido por su izquierda, mientras que dejaremos tanto antes como después, las puertas abiertas de par en par hacia la derecha.
"Von Elm nos ha referido para ilustrar lo que él llama la absurdidad anarquista, que en Die Einigkeit o en una conferencia de organizaciones locales, se habría dicho: "La huelga general es el único medio de lucha de clases realmente revolucionario que deba tenerse en cuenta". Claro que es un disparate y nada más. Sin embargo, queridos amigos, eso no está tan alejado de la táctica socialdemócrata y de nuestros principios como lo dicho por David cuando nos explica que el único medio de lucha de la socialdemocracia es la táctica legal parlamentaria. Se nos dice que los localistas, los anarcosindicalistas minan poco a poco los principios socialdemócratas con su agitación. Pero cuando un miembro de los comités centrales tal como Bringmann se pronuncia por principio contra la lucha de clases como así lo hizo durante vuestra conferencia de febrero, está haciendo una labor de zapa equivalente contra los principios de base de la socialdemocracia" ([10]).
Igual que en el Congreso del Partido de 1900, cuando el debate sobre los sindicatos en Hamburgo, R. Luxemburg se opone ahora a los intentos de usar las debilidades de la FVDG como pretexto fácil para ahogar los problemas centrales. Para ella el gran peligro no venía de una minoría sindical como la FVDG, que iba evolucionado hacia el sindicalismo revolucionario y cuyos militantes se situaban a menudo en su ala izquierda más que en el centro o la derecha del Partido.
La FVDG no representó ni mucho menos el mismo peligro para la dirección reformista del SPD que el ala revolucionaria de la socialdemocracia en torno a Liebknecht y Luxemburg. Sin embargo, el ala revolucionaria no podía dejar de lado a la FVDG sólo porque fuera una pequeña minoría o no reconociera verdaderamente las enseñanzas de las huelgas de masas. La emergencia internacional de fuertes movimientos sindicalistas revolucionarios a partir de 1905, como IWW en Estados Unidos, hacía de esas tendencias sindicalistas revolucionarias un peligro potencial para el reformismo.
La estrategia iniciada en 1906 en el Congreso del Partido en Mannheim, de presionar a los miembros de la FVDG para que entraran en los sindicatos centrales, prosiguió durante meses. Por un lado, ofrecieron a miembros conocidos y combativos de los sindicatos locales puestos remunerados en las burocracias de los sindicatos socialdemócratas. Por otro lado, para el Congreso del SPD en Nuremberg que debía celebrarse en 1908, se presentó una moción sobre incompatibilidad de la doble afiliación SPD y FVDG.
Sin embargo, el fracaso de la FVDG se debió sobre todo a sus ambigüedades y a las diferencias de orientación en sus asociaciones profesionales. En unos tiempos en que se trataba de comprender la huelga de masas política y el surgimiento de los consejos obreros, la FVDG se desgarró en un enfrentamiento interno sobre si había que integrarse en las centrales sindicales o tomar el camino del sindicalismo revolucionario, subordinando lo político a lo económico. En su Congreso extraordinario de enero de 1908, la FVDG examinó una moción de los sindicatos de albañiles en la que se proponía la disolución de la FVDG para afiliarse a los sindicatos centrales. La moción fue rechazada, pero acabó habiendo escisión en la FVDG, terminándose así la larga historia de una gran oposición sindical que se había inspirado en la tradición proletaria de la socialdemocracia. Más de una tercera parte de sus miembros abandonó inmediatamente la FVDG integrándose en los grandes sindicatos. La cantidad de afiliados cayó de 20 000 a menos de 7000 en 1910.
Le fue fácil entonces a la dirección de la socialdemocracia sellar, en septiembre de 1908, la escisión con la FVDG en el Congreso del Partido prohibiendo definitivamente la doble afiliación a la FVDG y al SPD. A partir de entonces, los restos de la FVDG dejaron de ser un peligro serio para los Legien y demás.
En la historia del origen del sindicalismo revolucionario en Alemania, el año 1908 fue el principio de una nueva etapa, la de un cambio explícito de orientación a favor del sindicalismo revolucionario, por parte de un poco menos de la mitad de los miembros de la FVDG.
En su origen, la FVDG apareció como movimiento de oposición sindical sólidamente vinculado a la socialdemocracia, o sea a una organización política del movimiento obrero. De ahí que antes de 1908, nunca se hubiera definido como sindicalista revolucionaria. Sindicalismo revolucionario no sólo significa compromiso exclusivo y pleno en las actividades sindicales, sino también que se adopta la idea de que el sindicato es la única forma de organización para superar el capitalismo, un papel que por su naturaleza de órgano de lucha por reformas nunca desempeñó ni podrá desempeñar el sindicato.
El nuevo programa de 1911, "¿Qué quieren los Localistas? Programa, objetivos y medios de la FVDG", significativo del camino que había tomado, expresaba así el nuevo enfoque: "La lucha emancipadora de los trabajadores es sobre todo una lucha económica que el sindicato, conforme a su naturaleza como organización de los productores, debe conducir en todos los planos. (...) El sindicato (y no el partido político) es el único capaz de permitir la adecuada realización del poder económico de los trabajadores..." ([11]).
En los años anteriores, las grandes huelgas de masas habían sido el testimonio de la dinámica espontánea de la lucha de clases. Por otro lado, en 1903, los bolcheviques habían abandonado el concepto de "partido de masas", haciendo así aparecer la necesidad de organizaciones de las minorías políticas revolucionarias. En cambio, el nuevo programa de la FVDG, aún con la mejor voluntad de combatir el viejo "dualismo", desembocaba en conclusiones erróneas: "Por eso rechazamos el dualismo dañino (bipartición), tal como se practica por la socialdemocracia y los sindicatos centrales a ella vinculados. Nos parece una división absurda de las organizaciones obreras entre una rama política y otra sindical. (...) Puesto que rechazamos la lucha parlamentaria y la hemos sustituido por la lucha directa con medios sindicales y no por el poder político, sino por la emancipación social, todo partido político como la socialdemocracia pierde su razón de ser" ([12]).
Ese nuevo programa expresaba una ceguera total ante la emergencia histórica y el carácter revolucionario de los consejos obreros, refugiándose en una teorización llena de ilusiones por un nuevo tipo de sindicato:
- alternativa al partido de masas, caduco de hecho,
- alternativa a los grandes sindicatos burocratizados,
- órgano de la revolución,
- y, finalmente, arquitecto de la nueva sociedad.
¡Enorme tarea!
La FVDG afirmó un claro rechazo al Estado burgués y al parlamentarismo desenfrenado, lo cual es característico del sindicalismo revolucionario y subrayaba con razón la necesidad de la lucha de la clase obrera contra la guerra y el militarismo.
En los años que precedieron la Primera Guerra mundial, la FVDG no se acercó al anarquismo. Las teorías de Friedeberg la llevaron de la socialdemocracia hacia el anarquismo en los años 1904-07, pero, aunque le sirvieron de referencia, no por ello arrastraron al conjunto de la organización hacia el anarquismo. Al contrario, las fuerzas orientadas hacia el sindicalismo revolucionario reunidas en torno a Fritz Kater temían también una "tutela" por parte de los anarquistas, del mismo tipo que la que ejercía el SPD sobre los sindicatos. En Die Einigkeit de agosto de 1912, Kater definía todavía al anarquismo como algo "tan superfluo como cualquier otro partido político" ([13]). Sería erróneo decir que habría sido la presencia de anarquistas declarados en su seno lo que habría llevado a la FVDG hacia el sindicalismo revolucionario. La hostilidad hacia los partidos políticos, resultado de las duras controversias con el SPD, se extendía también a las organizaciones anarquistas en los años de anteguerra. Tampoco fue, ni mucho menos, la influencia del carismático anarquista Rudolf Rocker a partir de 1919 la que habría inducido esa hostilidad hacia los partidos políticos en la organización que sucedió a la FVDG, la FAUD. Esa evolución ya se había producido. Lo único que hizo R. Rocker fue teorizar, en los años 1920, con mayor nitidez que antes de la guerra, esa hostilidad del sindicalismo revolucionario alemán hacia los partidos políticos.
Los años anteriores al estallido del conflicto de 1914 fueron años de repliegue para la FVDG. Ya se habían terminado los grandes debates con las organizaciones de origen. La escisión de la Confederación sindical central había ocurrido en 1897. La ruptura con el SPD diez años después, en 1908.
Se produjo entonces una curiosa situación que reveló la paradoja que aparece siempre con el sindicalismo revolucionario: se definía como sindicato cuya voluntad era arraigarse en la mayor cantidad de obreros y fue entonces cuando quedó reducida a la menor cantidad de miembros. Entre sus 7000 afiliados había muy pocos verdaderamente activos, o sea que...había dejado de ser un sindicato. Los restos de la FVDG formaban más bien círculos de propaganda a favor de las ideas sindicalistas revolucionarias, y tenían más bien todas las características de un grupo político, pero resulta que ¡no querían ser una organización política!
Los vestigios de la FVDG permanecieron -y esto es para la clase obrera una cuestión fundamental - en un terreno internacionalista y, a pesar de sus debilidades, se opusieron a la voluntad militarista de la burguesía y a la guerra. La FVDG y su prensa fueron prohibidas en agosto de 1914, justo después de la declaración de guerra, y muchos de sus miembros todavía activos fueron encarcelados.
En un próximo artículo examinaremos el papel de los sindicalistas revolucionarios en Alemania hasta 1923, el periodo que cubre la Primera Guerra mundial, la revolución alemana y la oleada revolucionaria mundial.
Mario
6.11.2009
[1]) "El nacimiento del sindicalismo revolucionario en el movimiento obrero alemán", Revista internacional no 137.
[2]) Arnold Roller (Siegfried Nacht) : Die direkte Aktion (La acción directa), 1912, (traducción nuestra del alemán). Roller representaba en la FVDG el ala anarquista hasta entonces muy minoritaria.
[3]) Ver las Revista international nos 90, 122, 123, 125 (inglés, español y francés).
[4]) Anton Pannekoek, El Sindicalismo, International Council Correspondance, no 2 - Enero 1936, Redactado en inglés bajo el seudónimo de John Harper (Trad. nuestra).
[5]) Paul Frölich, "La huelga política de masas" en Rosa Luxemburg, su vida y su obra.
[6]) Friedeberg no venía del anarquismo: era concejal y miembro de la dirección berlinesa del Partido socialdemócrata.
[7]) Trotski escribió primero, en 1907, Nuestra revolución. Algunos capítulos sirvieron de base a 1905, escrito en 1908-1909.
[8]) Protokoll über die Verhandlungen des Parteitages der Sozialdemokratischen Partei Deutschlands, Mannheim, 23-29 de septiembre de 1906 (Actas de los debates del Congreso del Partido socialdemócrata alemán, Mannheim, 1906), p. 227 (traducción nuestra).
[9]) Ídem, p. 295 (traducción nuestra).
[10]) Ídem, p. 315 (o en las Obras completas de Rosa Luxemburg).
[11]) Traducción nuestra.
[12]) Ídem.
[13]) Ver Dirk H. Müller, Gewerkschaftliche Versammlungsdemokratie und Arbeiterdelegierte vor 1918, p.191-198.
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"El G20 en busca de un nuevo método de gobernar el mundo" ¡Menuda ambición le otorgaban los medios de comunicación ([1]) a esa nueva cumbre de los "grandes" de este mundo, una ambición que pretendía estar a la altura del estado catastrófico del planeta...
Es evidente que existe un sentimiento de esperanza en que mejoren las cosas, cuando llevamos más de dos años de ataques a un ritmo acelerado contra la clase obrera. Pero la economía mundial, a pesar de los anuncios casi cotidianos de una reanudación inminente o de una mejora de hecho, sigue estancada y con un futuro cada día más oscuro. Frente a tal situación, esa reunión de los mandamases de quienes depende la gestión de la economía mundial y, por lo tanto, del futuro de los habitantes del planeta, parecía que iba a servir para decidir qué medios podrían mejorar las cosas.
En la reunión de los países del G8 (preparatoria del G20) se iba, pues, a decidir qué política seguir que permita a la economía mundial salir de la crisis: continuación de los planes de relanzamiento tal como Estados Unidos lo recomienda y lo está llevando a cabo, o, también, el instaurar planes de austeridad para evitar las amenazas de quiebra que planean sobre una cantidad creciente de Estados, tal como lo recomiendan y lo están aplicando ya los países más importantes de la Unión Europea. Y, por su parte, el G20 debía decidir, por un lado, la tasa a los bancos para constituir un "fondo de riesgo" contra las crisis financieras, pues ni siquiera la que comenzó en 2007 está por resolverse por mucho que se hayan frenado sus efectos más devastadores; y, por otro, debía instaurar una "regulación del sistema financiero" para evitar, entre otras cosas, las acciones especulativas "especialmente peligrosas" para dicho sistema y orientar la capacidades financieras "liberadas" gracias a ello, hacia el progreso de la producción. ¿Y qué ha salido de esa cumbre? Nada de nada: no es que la montaña de tal cumbre haya parido un ratón, es que no ha parido nada. No se ha tomado la más mínima decisión para solucionar ningún problema; como veremos más detalladamente más abajo en este artículo, lo único que han podido constatar los participantes es su total desacuerdo: "Sobre los asuntos que debían ser la parte importante de dicho G20 poco se ha hecho, y los participantes de la cumbre de Toronto han decidido que lo urgente era... esperar. Las divergencias siguen siendo muy importantes, y la falta de preparación también" ([2]).
La guinda la tuvo que poner el presidente francés Sarkozy, intentando relativizar ese fracaso palmario, esa impotencia de la burguesía mundial, diciendo que "no se pueden tomar decisiones históricas en cada cumbre"...
Los G20 anteriores prometieron imponer reformas apoyándose en las lecciones de las "subprimes" y de la crisis financiera que acarrearon. Esta vez ni promesas ha habido. ¿Por qué los grandes gestores del capitalismo mundial aparecen incapaces de tomar la más mínima decisión? La base del problema es que no hay solución a la crisis del capitalismo si no es la de echar abajo ese medio de producción históricamente senil. También hay otra explicación posible, más circunstancial: los jefes de Estado y de gobierno que a veces tienen la lucidez de que la economía mundial se hunde cada día más en una sima sin fondo, intentan, prudentemente, evitar encontrarse, dentro de unos cuantos meses, diciendo absurdeces como aquella famosa del que fue presidente de Costa de Marfil, F. Houphouët Boigny : "Ayer estábamos al borde del abismo, hoy hemos dado un gran paso adelante" ([3]), pero esta vez, debido a las circunstancias, semejante frase no haría gracia a nadie.
El estallido de la crisis financiera en 2008, acarreó la caída de la producción de la mayoría de los países del mundo (una disminución en el caso de India y China). Para intentar contener ese fenómeno, la burguesía de la mayoría de los países se vio obligada a establecer planes de recuperación, siendo, con mucho, los de China y Estados Unidos los más importantes. Si bien esos planes han permitido cierta recuperación parcial de la actividad económica mundial y una estabilización de la de los países desarrollados, sus efectos en la demanda, la producción y los intercambios se están agotando ya.
Por mucha propaganda que hagan sobre una recuperación en la que ya estaríamos inmersos, la clase dominante está obligada ahora a reconocer que las cosas no van como lo pretende. En EEUU, el crecimiento, previsto de 3,5 % para 2010 se ha revisado a la baja a 2,7 %; el número de desempleados está volviendo a incrementarse semana tras semana y la economía estadounidense vuelve a destruir empleos ([4]) ; en general, los múltiples indicadores que miden la actividad económica de EEUU muestran que el crecimiento se debilita. En la zona Euro, el crecimiento solo ha sido de 0,1 % en el primer trimestre y el Banco Central Europeo prevé que será de 1 % para todo el año 2010. Las malas noticias se acumulan sin cesar: el crecimiento de la producción manufacturera es cada vez menor y el desempleo ha vuelto a crecer, excepto en Alemania. Se prevé que el PIB de España seguirá bajando en 2010 (- 0,3 %). Es significativo que tanto en Estados Unidos como en Europa, la inversión siga disminuyendo, lo cual significa que las empresas no prevén un aumento de la producción.
Y, sobre todo, Asia, la zona del mundo que debía convertirse en nuevo centro de gravedad de la economía mundial, está viviendo una reducción de su actividad. En China, el índice del Conference Board previsto al alza en 1,7 % para el mes de abril, sólo aumentó en 0,3 %; y esta cifra está confirmada por todas las publicadas últimamente. Cierto que las cifras de un mes sobre un país no son necesariamente significativas de una tendencia general, pero el que en los grandes países de la zona, la actividad siga las mismas pautas al mismo tiempo sí que es significativo de una tendencia: el índice de la actividad económica en India expresa también un reducción y, en Japón, han bajado las cifras del mes de mayo para la producción industrial y el consumo de las familias.
Y para confirmar esa inflexión que desmiente todas las alharacas de los medios sobre la recuperación económica, el índice "Baltic Dry Index" que mide la evolución del comercio internacional, también está orientado a la baja.
A la vez que la evolución de los diferentes índices económicos muestran la recaída en la depresión, hay Estados que tienen cada día más dificultades para reembolsar su deuda. Esto recuerda la crisis de las "subprimes", cuando cantidad de familias se vieron incapaces de reembolsar los créditos que se les había otorgado. Hace unos meses, el Estado griego se sentó en el banquillo por una situación en sus finanzas mucho más grave de lo que se había anunciado. Al mismo tiempo, las agencias de notación financiera pusieron en duda la solvencia de varios otros Estados europeos ("afectuosamente" tildados con el nombrecito de PIIGS, formado por sus iniciales, que suena como la palabra "cerdo" en inglés), Portugal, Irlanda, Italia, Grecia y España. Cierto es que la especulación contra esos países ha puesto las cosas peor y que el papel desempeñado por esas agencias de marras (creadas por los grandes bancos) no es de lo más diáfano. Lo cual no quita que lo importante en la crisis de confianza que afecta a esos países es la amplitud de sus déficits presupuestarios (a niveles nunca antes alcanzados desde la Segunda Guerra Mundial) y de su deuda pública, una situación en la que, ni para mejor ni para peor, nada tienen que ver las políticas de relanzamiento de los diferentes Estados. La consecuencia es el descenso de las reservas monetarias de las diferentes Haciendas Públicas y, por consiguiente, las dificultades en aumento de esos Estados para reembolsar los intereses de los préstamos que les fueron otorgados. El pago del servicio de la deuda es la condición mínima e indispensable para que los grandes organismos mundiales bancarios sigan prestando. Y no solo los PIIGs conocen un fuerte incremento de los déficits públicos y, por lo tanto, de la deuda pública. Las agencias de notación han amenazado explícitamente a Gran Bretaña con bajarle su nota y ponerla en el rango poco honroso de los PIIGS, si no hiciera enormes esfuerzos por disminuir sus déficits públicos. Cabe añadir, para dejar las cosas más claras, que Japón (país al que en los años 1990 se consideraba como sustituto de Estados Unidos en el liderazgo económico mundial) ha alcanzado una deuda pública equivalente al doble de su PIB ([5]). En realidad, esa lista, que podría alargarse más todavía, nos lleva a la conclusión de que la tendencia al incumplimiento en el pago de la deuda soberana de los Estados es una tendencia mundial porque todos están afectados por la agravación de la crisis de la deuda a partir de 2007 y todos han sufrido desequilibrios parecidos a los de Grecia y Portugal.
Pero no son solo los Estados los que están en una situación financiera rayana en la insolvencia. También el sistema bancario está en una situación más y más grave y eso por las razones siguientes:
- todos los especialistas saben y medio lo dicen, que las cuentas de los bancos no se han limpiado de los "productos tóxicos" provocados por la quiebra de numerosas instituciones financieras ocurrida a finales de 2008;
- los bancos, enfrentados a esas dificultades, no por eso han dejado de especular en el mercado financiero mundial, comprando productos financieros de alto riesgo. Por la sencilla razón de que deben seguir haciéndolo para intentar hacer frente a las pérdidas masivas que sufrieron;
- la agravación de la crisis desde finales de 2007 ha acarreado cantidad de quiebras de empresas, de modo que muchas familias, al encontrarse desempleadas, no han podido, contrariamente a los años anteriores, devolver los préstamos contraídos.
Una ilustración de la situación es la Caja de ahorros española Cajasur, que ha tenido que ser intervenida por el Estado. Pero eso no es más que un ejemplo, aparentemente local, de las dificultades que tienen los bancos en los últimos meses. Otros bancos o cajas en Europa han visto sus notas rebajadas por las agencias (Caja Madrid en España, BNP en Francia). El Banco Central Europeo (BCE) ha informado al mundo financiero que los bancos europeos tenían que rebajar la estimación de sus activos en 195 mil millones de euros en los dos años venideros y que sus necesidades de capitales ascendían de aquí a 2012 a 800 mil millones de euros. Un hecho ocurrido recientemente es, en otro plano, una confirmación esclarecedora de lo frágil que está el sistema bancario actualmente: la empresa alemana Siemens ha decidido crear su propio banco, una institución que estaría así a su servicio y al de sus clientes. La razón es muy sencilla: Siemens perdió nada menos que 140 millones de euros con la bancarrota de Lehman Brothers, y ahora tiene miedo de que se reproduzca lo mismo con el dinero que tenga que depositar en los bancos "clásicos". Y con esto se ha sabido que Siemens no ha inventado nada, pues la empresa Veolia, aliada a British American Tobacco y otras empresas de menor calibre hicieron lo mismo en enero de 2010 ([6]). Está claro que si unas empresas, cuya solidez no está por ahora en entredicho, no depositan sus haberes en los grandes bancos, es de suponer que la situación de éstos no será muy boyante, ni se va a arreglar...
Lo que sí es importante subrayar es que los problemas de insolvencia de los Estados y de los bancos se acumulan mutuamente. Ya está siendo así, pero ese fenómeno se ampliará en las semanas y meses venideros: la "quiebra" de un Estado, si los demás no van en su "auxilio" como sí lo hicieron con Grecia, acarrearía la bancarrota de los bancos que le prestaron masivamente. Los créditos de los bancos alemanes y franceses otorgados a los Estados agrupados bajo esas siglas PIIGS alcanzan el billón de euros (un millón de millones): es evidente que la insolvencia de esos países tendría consecuencias incalculables en Alemania y Francia y, de rebote, en toda la economía mundial.
Hoy es España la que está en el ojo del huracán de la crisis financiera. El BCE ha anunciado que los bancos españoles, poco solventes para pedir prestado en los mercados, se han refinanciado en el BCE al desmesurado nivel de 85 600 millones de euros, sólo para el mes de mayo. Se dice además, en los pasillos de los mercados, que el Estado español debería pagar, a finales de julio o principios de agosto, una cantidad considerable ([7]). Son, pues, plazos muy cortos para encontrar tales cantidades y por eso, ante tan dramática situación, han acudido a Madrid el director del FMI, D. Strauss-Kahn, y el Secretario de Estado adjunto del Tesoro de EEUU, C. Collins. Se estaría estudiando un plan de salvamento de la deuda soberana española de un monto de 200 mil o 250 mil millones.
Si hay tanta gente en torno a España es porque los problemas planteados por su situación financiera podrían tener consecuencias muy graves:
Eso quiere decir que ayudar al Estado español para que evite la suspensión de pagos de su deuda soberana sólo podría hacerse mediante un entendimiento de los países occidentales y el precio sería la deterioración de sus propias situaciones financieras. Y como la mayoría de los Estados están en una situación no muy lejana a la de España, tendrían que instaurar una política para evitar la insolvencia en cascada en el reembolso de su deuda soberana.
De todo eso se deduce que el capitalismo ya no tiene los medios para atajar la agravación de la crisis, tal como ésta surgió desde 2007.
"Rigor o relanzamiento: el desacuerdo persistente de los dirigentes del G8", titulaba Le Monde en su edición del 27-28 de junio. Tras el lenguaje diplomático empleado aparece claramente el desacuerdo completo entre los diferentes países. Gran Bretaña y Alemania, arrastrando tras ella a la zona Euro, quieren rigor: EEUU, y China en menor medida, son favorables a un relanzamiento. ¿Cuál es el contenido y las razones de ese desacuerdo?
La constatación de la gravedad de lo que implicaba, para Europa y el mundo, la bancarrota del Estado griego, llevó a Europa y al FMI a acabar organizando el salvamento de la deuda soberana griega, a pesar de las diferencias que habían aparecido en los Estados que debían colaborar en tal salvamento. Y esto provocó un cambio importante en la política en el conjunto de países de la zona Euro:
La lógica proclamada de esas medidas es la siguiente: a la vez que se salva al sistema financiero mediante el apoyo a los bancos en dificultad y a los Estados que puedan encontrarse en dificultades para reembolsar sus deudas, hay que sanear las finanzas públicas para así poder, más tarde, seguir pidiendo préstamos, y así permitir que vuelva el crecimiento en el futuro. En realidad, detrás de ese objetivo declarado, está primero la voluntad de la burguesía alemana de preservar sus intereses económicos: para ese capital nacional, que ha apostado siempre por su capacidad para vender mercancías, especialmente sus máquinas-herramientas y su química, al resto del mundo, es impensable una subida de sus costes de producción para pagar los gastos de un relanzamiento (más allá de cierto grado) de otros países europeos en dificultad. Pues eso acarrearía una pérdida de competitividad de sus mercancías. Y como ese país es el único en poder apoyar a los demás países europeos, lo que hace es imponer a todos una política de austeridad, por mucho que ésta no corresponda a los intereses de ésos.
El que Reino Unido, que no sufre las imposiciones de la zona Euro, imponga la misma política, da una idea de la profundidad de la crisis. Para ese Estado, no es el momento de andar con relanzamientos ahora que su déficit presupuestario para el año 2010 ha alcanzado 11,5 % del PIB. El resultado sería correr demasiados riesgos de suspensión de pagos de la deuda soberana y, a causa de ello, de hundimiento de la libra esterlina. Hay que añadir que Japón, también, a causa del tamaño de su deuda pública, ha adoptado la misma política de austeridad. Cada vez hay más países en los que se piensa que sus déficits y su deuda pública son muy peligrosos, pues la insolvencia en el pago de intereses de su deuda soberana significaría un debilitamiento considerable del capital nacional. De modo que acaban optando por una política de austeridad que acabará llevándolos a la deflación ([9]).
Y es esa dinámica deflacionista lo que da miedo a Estados Unidos. EEUU acusa a los europeos de entrar en un "episodio Hoover" (nombre del presidente de EEUU en 1930), lo que significa acusar a los Estados europeos de meter al mundo en una depresión y una deflación como las de los años 1929-1932. Según EEUU, por muy legítimo que sea disminuir los déficits públicos, habrá que hacerlo más tarde, cuando la "recuperación" haya comenzado a realizarse. Cuando defiende esa política, Estados Unidos defiende sus propios intereses, pues al ser los emisores de la moneda de reserva mundial, crear moneda suplementaria para alimentar la recuperación sólo les cuesta lo que cuesta escribirlo en libros de cuentas. Pero eso no quita que su temor de ver la economía mundial entrar en deflación es muy real.
En resumen, sea cual sea la opción deseada o adoptada, los cambios de política efectuados en estos últimos tiempos así como los temores expresados por las diferentes fracciones de la burguesía del mundo son reveladores del desconcierto que las domina: sencillamente, ¡ya no existe la buena solución!
Se acabaron los efectos de las políticas de relanzamiento y lo que se anuncia es la recaída en la depresión. Esta dinámica implica para las empresas unas dificultades crecientes para sacar ganancias suficientes, aunque sólo sea para no desaparecer. La política de austeridad que van a instaurar muchos países va a agravar más la caída en la depresión y engendrar una deflación que ya empieza a despuntar.
La esperanza de que una política de austeridad vaya a sanear la Hacienda Pública y permitir un futuro endeudamiento es pura ilusión. Según los cálculos del FMI, el plan de austeridad griego acarreará una pérdida de 8 % del PIB del país. Y ya está prevista una baja del PIB español. Los planes de austeridad provocarán una baja de ingresos fiscales, o sea, más déficits ¡que es lo que se quería reducir con las medidas de austeridad! Se prevé una caída de la producción en la mayoría de los países del mundo y del comercio mundial entre finales de 2010 e inicios de 2011 con todas las consecuencias que todo eso tendrá en la intensificación de la miseria de una parte cada vez mayor de la clase obrera y una degradación de las condiciones de vida de todos los obreros.
Es posible que, en vista de la caída acelerada en la depresión resultante de los planes de austeridad, haya, al cabo de unos meses, un cambio de política y se acabe adoptando la propuesta por Estados Unidos. Los últimos seis meses nos han mostrado que la burguesía, al apenas quedarle margen de maniobra, es ya incapaz de prever más allá del corto plazo: ¡no hace más de un año se hacía una política de relanzamiento! De adoptarse una nueva política de relanzamiento, eso implicaría una fuerte emisión monetaria (algunos dicen que EEUU se dispondría a hacerlo). Y entonces habría una caída general del valor de las monedas, o sea una explosión de la inflación y, hablando concretamente, eso significaría nuevos ataques brutales contra el nivel de vida de los trabajadores.
Vitaz (03/07/2010)
[1]) Por solo citar los titulares de portada del diario francés Le Monde del 26 de junio de 2010.
[2]) Le Monde, 29 de junio de 2010.
[3]) Cita que otros atribuyen a Pinochet.
[4]) Tras cinco meses consecutivos de creación de empleo, han sido 125 000 los desaparecidos en junio, más de lo que temían los analistas. Ver el artículo de Le Monde, en francés "Après cinq mois de créations d'emplois, les États-Unis se remettent à en détruire", https://www.lemonde.fr/economie/article/2010/07/03/apres-cinq-mois-de-cr... [84].
[5]) Es, entre otras cosas, porque posee hoy las segundas reservas monetarias del mundo lo que permite a Japón no ser calificado por las agencias de notación con tanta severidad como a otros países mucho menos endeudados que él.
[6]) https://abonnes.lemonde.fr/economie/article/2010/06/29/siemens-cree-sa-b... [85]
[7]) Serían 280 mil millones de euros. Claro está, esas cifras, cuyo origen son los pasillos de los mercados, son oficiosas y, evidentemente, han sido desmentidas por las autoridades, pues si no, el silencio significaría confirmación que provocaría un pánico indescriptible.
[8]) Le Monde, 16 /04/2010.
[9]) Baja duradera de los precios, provocada en este caso por la demanda insuficiente, consecuencia de los programas de austeridad.
La serie "¿Qué son los consejos obreros?" se propone responder a la pregunta analizando la experiencia histórica del proletariado. No se trata de elevar los soviets a un modelo infalible que simplemente habría que copiar sino que buscamos comprenderlos tanto en sus errores como en sus aciertos para armar con la luz de esas lecciones a las generaciones actuales y futuras.
En el primer artículo vimos como nacieron con la Revolución de 1905 en Rusia ([1]), en el segundo cómo constituyeron la pieza vital de la Revolución de febrero de 1917 y cómo entraron en una profunda crisis en junio-julio de 1917 hasta convertirse en rehenes de la contra-revolución burguesa ([2]) .
En este tercer artículo veremos cómo fueron recuperados por la masa de trabajadores y soldados que logró con ellos tomar el poder en octubre de 1917.
Tanto en los procesos naturales como en los procesos sociales, la evolución nunca se hace en línea recta sino a través de contradicciones, convulsiones, contratiempos dramáticos, pasos atrás y saltos adelante. Todo esto se acentúa mucho más con el proletariado, clase que por definición está privada de la propiedad de los medios de producción y que no dispone de ningún poder económico, por lo que su lucha sigue una marcha convulsa y contradictoria, con pasos atrás, con aparentes pérdidas de lo que parecía adquirido para siempre, con largos momentos de apatía y desarraigo.
Tras la revolución de febrero, los obreros y soldados parecían ir de éxito en éxito, el bolchevismo crecía sin cesar, las masas -sobre todo las de la región de Petersburgo- se orientaban hacia la revolución. Esta parecía que iba a caer como fruta madura.
Sin embargo, julio puso de relieve esos momentos de crisis y encrucijada tan típicos de la lucha proletaria. "Los obreros y soldados de Petersburgo que en su impulso hacia delante chocaron, por una parte, con la falta de claridad y el carácter contradictorio de sus mismos objetivos, y, por otra, con el atraso de las provincias y del frente, sufrieron una derrota directa" ([3]).
La burguesía lo aprovechó para emprender una furiosa ofensiva: los bolcheviques fueron calumniados como "agentes de Alemania" ([4]), se les detuvo en masa, se organizaron bandas paramilitares que los apaleaban en la calle, boicoteaban sus mítines, asaltaban sus locales e imprentas. Se hicieron presentes las temibles Centurias Negras zaristas, los círculos monárquicos, las asociaciones de oficiales. La burguesía -con el aval de la diplomacia inglesa y francesa-aspiraba a destruir los Soviets y a implantar una feroz dictadura ([5]).
La revolución iniciada en febrero estaba en un punto donde el espectro de la derrota asomaba peligrosamente: "el movimiento al llegar al umbral tropezó. A muchos les pareció que la revolución había dado cuanto podía dar de sí. Esta crisis interna de la conciencia colectiva, combinada con la represión y la calumnia, produjo la confusión y la retirada, que, en algunos casos, tuvo caracteres de pánico. Los adversarios cobraron ánimos. En la masa misma afloró a la superficie todo lo que en ella había de atrasado, de estático, de descontento por las sacudidas y las privaciones" ([6]).
Sin embargo, en este momento difícil, los bolcheviques constituyeron un bastión esencial de las fuerzas proletarias. Perseguidos, calumniados, no cedieron ni cayeron en la desbandada, pese a que hubo fuertes debates en sus filas y un buen número de militantes se dieron de baja en el partido. Sus esfuerzos se centraron en sacar las lecciones de la derrota y sobre todo la principal de ellas: ¿por qué los Soviets estaban secuestrados por la burguesía y corrían peligro de desaparecer?
De febrero a julio, se había mantenido una situación de doble poder: por un lado, los Soviets, pero enfrente, el poder del Estado burgués no había sido derribado y tenía bazas suficientes para restablecerse plenamente. Los hechos de julio habían hecho saltar por los aires el equilibrio imposible entre ambos: "El Estado Mayor General y los altos mandos del ejército, con la ayuda de Kerenski -a quién incluso los eseristas ([7]) más destacados denominan ahora Cavaignac ([8])-, han tomado prácticamente el poder; han desatado el ametrallamiento de las unidades revolucionarias en el frente; han comenzado a desarmar a las tropas revolucionarias y a los obreros en Petersburgo y Moscú, a sofocar y reprimir el movimiento en Nizhni Novgorod; han empezado a encarcelar bolcheviques y a clausurar sus periódicos no sólo sin decisión judicial, sino incluso sin decreto alguno del Gobierno (...) la verdadera esencia de la política de la dictadura militar, que hoy domina y es apoyada por los demócratas constitucionalistas y los monárquicos, consiste en preparar la disolución de los Soviets" ([9]).
Lenin demostraba igualmente cómo los mencheviques y los eseristas, "han traicionado definitivamente la causa de la revolución al ponerla en manos de los contrarrevolucionarios y al convertirse ellos, y convertir a sus partidos y a los soviets, en la hoja de parra de la contrarrevolución" ([10]).
En tales condiciones, "todas las esperanzas de un desarrollo pacífico de la revolución se han desvanecido para siempre. La situación objetiva es ésta: o la victoria completa de la dictadura militar o el triunfo de la insurrección armada de los obreros (...) La consigna de "¡Todo el poder para los soviets!" era la consigna del desarrollo pacífico de la revolución, posible en abril, en mayo, en junio y hasta el 5-9 de julio " ([11]).
En su libro Los soviets en Rusia, Anweiler , utiliza estos análisis para demostrar que: "con ello se proclamó por primera vez, en una formulación apenas encubierta, el objetivo de la conquista del poder único por los bolcheviques, el cual, hasta ahora, siempre había aparecido oculto tras el lema de "Todo el poder para los Soviets"" ([12]).
Aparece aquí la famosa y reiterada acusación de la "utilización táctica de los soviets para conquistar el poder absoluto". Sin embargo, un análisis del artículo que Lenin escribió a continuación demuestra que sus preocupaciones eran radicalmente diferentes de las que Anweiler le atribuye: buscaba cómo sacar a los soviets de la crisis en la que se debatían, cómo podían salir del pozo que los llevaba a su desaparición.
En "A propósito de las consignas", Lenin se pronuncia de forma inequívoca: "Es precisamente el proletariado revolucionario el que, aprovechando la experiencia de julio de 1917, debe tomar el poder por su cuenta: sin eso es imposible el triunfo de la revolución (...) En esta nueva revolución podrán y deberán surgir los soviets, pero no serán los soviets actuales, no serán órganos de conciliación con la burguesía, sino órganos de lucha revolucionaria contra ella. Cierto que también entonces propugnaremos la organización de todo el Estado según el tipo de los Soviets. No se trata de los soviets en general, sino de la lucha frente a la contrarrevolución actual y frente a la traición de los soviets actuales" ([13]).
De manera aún más precisa afirma: "comienza un nuevo ciclo en el que no entran ni las viejas clases ni los viejos partidos ni los viejos soviets, sino los partidos, las clases y los soviets renovados por el curso de la lucha, templados, instruidos y reconstituidos por el fuego de la lucha" ([14]).
Estos escritos de Lenin participaban de un tempestuoso debate en las filas del Partido bolchevique que cristalizó en el VIo Congreso del Partido celebrado del 26 de julio al 3 de agosto en la más rigurosa clandestinidad y con Lenin y Trotski ausentes debido a la persecución que pesaba sobre ellos. En dicho Congreso se expresaron 3 posturas: una, desorientada por la derrota de julio y por la deriva de los Soviets, que preconizaba abiertamente "dejarlos de lado" (Stalin, Molotov, Sokolnikov); otra que abogaba por mantener sin más el viejo lema de "Todo el poder para los soviets"; una tercera que propugnaba apoyarse en organizaciones "de base" (consejos de fábrica, soviets locales, soviets de barriada) para reconstituir el poder colectivo de los obreros.
Esta última postura dio en el clavo. Desde mediados de julio las organizaciones soviéticas "de base" iniciaron un combate por la renovación de los soviets.
En el segundo artículo de la serie vimos que alrededor de los soviets, las masas se organizaron en una gigantesca red de organizaciones soviéticas de todo tipo que expresaban su unidad y su fuerza ([15]). La cumbre de la red soviética -los Soviets de ciudad-- no flotaba sobre un océano de pasividad de las masas, al contrario, éstas tenían una intensa vida colectiva concretada en miles de asambleas, consejos de fábricas ([16]), soviets de barrio, asambleas inter-distrito, conferencias, encuentros, mítines... Sujanov nos da una idea del ambiente reinante en la Conferencia de Consejos de Fábrica de Petersburgo: "El 30 de mayo se abrió en el Salón Blanco una Conferencia de los comités de fábrica y de talleres de la capital y alrededores. Aquella conferencia fue preparada "en la base"; su plan había sido puesto a punto en los talleres sin ninguna participación de los organismos oficiales encargados de las cuestiones del trabajo, ni siquiera de los órganos del Soviet (...) La conferencia era realmente representativa: obreros llegados de los talleres participaron en gran número y activamente en sus tareas. Durante dos días, aquel parlamento obrero, discutió sobre la crisis económica y sobre el desastre del país" ([17]).
Incluso en los peores momentos tras las Jornadas de Julio, las masas lograron conservar estas organizaciones, las cuales no se vieron tan afectadas por la crisis como "los grandes órganos soviéticos": el Soviet de Petersburgo, el Congreso de los soviets y su Comité Ejecutivo Central, el CEC.
Dos razones concomitantes explican esta diferencia: en primer lugar, las organizaciones soviéticas de "abajo" se convocaban bajo el impulso de masas que intuyendo problemas o peligros proponían una asamblea y en pocas horas conseguían celebrarla. Muy diferente era la situación de los órganos soviéticos por "arriba": "En la misma medida que el trabajo del Soviet empezó a funcionar bien, perdió en gran parte el contacto directo con las masas. Las sesiones plenarias que se habían celebrado casi a diario en las primeras semanas, fueron pocas y la asistencia de los diputados era cada vez menos asidua. El comité ejecutivo del Soviet se independizaba visiblemente" ([18]).
En segundo lugar, mencheviques y eseritas se concentraron en el copo burocrático de los grandes órganos soviéticos. Sujanov describe el ambiente de intrigas y manejos que dominaba el Soviet de Petersburgo: "El Presidium del Soviet, que había sido en su origen un órgano de procedimiento interior, tendió a sustituir al Comité Ejecutivo en sus funciones, a suplantarlo. Además, se reforzó con un organismo permanente y un tanto oculto que recibió el nombre de "Cámara de las Estrellas". Allí se encontraban los miembros del Presidium y una especie de camarilla compuesta de amigos adictos de Tchkheidzé y Tsereteli ([19]). Este último se convirtió en uno de los responsables de la dictadura en el seno del Soviet" ([20]).
En cambio, los bolcheviques llevaban una intervención activa y cotidiana en los órganos soviéticos de base. Su presencia era muy dinámica, a menudo eran los primeros en proponer asambleas y debates, en la adopción de resoluciones capaces de dar expresión a la voluntad y el avance de las masas.
El 15 de julio, una manifestación de obreros de las grandes fábricas de Petersburgo se concentraba delante del edificio del Soviet de Petersburgo denunciando las calumnias contra los bolcheviques y exigiendo la liberación de los detenidos. El 20 de julio la asamblea de la fábrica de armas de Sestroretsk pedía el pago de los salarios que se les habían quitado por su participación en las jornadas de julio y, satisfecha la reivindicación, dedicaba ese dinero para financiar prensa contra la guerra. Trotski afirma cómo, el 24 de julio, "una asamblea de los obreros de 27 fábricas y talleres del distrito de Peterhof adoptó una resolución de protesta contra el gobierno irresponsable y su política contra-revolucionaria" ([21]).
Trotski destaca otro hecho: el 21 de julio llegaron a Petersburgo delegaciones de soldados del frente. Estaban hartos de los sufrimientos que allí se vivían y de la represión que los oficiales habían desatado contra los más destacados. Se dirigieron al Comité Ejecutivo del Soviet que no les hizo el menor caso. Varios militantes bolcheviques les aconsejaron tomar contacto con fábricas y regimientos de soldados y marinos. La acogida fue radicalmente distinta: les recibieron como algo propio, les escucharon, les proporcionaron comida y sitio donde dormir.
"En una asamblea que nadie convocó desde arriba, sino que surgió por iniciativa de los de abajo, participaron los representantes de 29 regimientos del frente, de 90 fábricas de Petersburgo, de los marinos de Krondstadt y de las guarniciones de los alrededores. El núcleo central de la asamblea lo constituyeron los hombres de las trincheras. Los obreros los escuchaban con avidez, procurando no perder ni una palabra. Soldados completamente grises que no tenían nada de agitadores, describían en informes sencillos la vida en el frente. Estos detalles producían una gran impresión, pues mostraban de un modo elocuente cómo volvía a salir a la superficie todo lo viejo, lo prerrevolucionario, lo odiado",
señala Trotski, que añade a continuación: "a pesar de que en los soldados del frente predominaban los social-revolucionarios, la resolución radical presentada por los bolcheviques fue adoptada casi por unanimidad: sólo hubo 4 abstenciones. La resolución no fue letra muerta: los delegados al volver al frente, dieron cuenta fielmente de la forma en que los habían echado los jefes conciliadores y de la acogida que les habían tributado los obreros" ([22]).
También, el Soviet de Krondstadt -una de las plazas de vanguardia de la revolución- pronto se hizo oír: "el 20 de julio, en un mitin celebrado en la Plaza del Ancla, se exige la transmisión del poder a los soviets, el envío de los cosacos, los gendarmes y la policía al frente, la abolición de la pena de muerte, la disolución de los "batallones de la muerte" y la confiscación de la prensa burguesa" ([23]).
En Moscú, los consejos de fábrica habían decidido celebrar sesiones comunes con los comités de regimiento y a fines de julio una Conferencia de consejos de fábricas con asistencia de delegados de los soldados adoptó una resolución de denuncia del Gobierno y de petición de "nuevos soviets para reemplazar al Gobierno". En elecciones el primero de agosto, 6 de los 10 consejos de barrio de Moscú pasaron a tener mayoría bolchevique.
Ante los aumentos de precios lanzados por el Gobierno y los continuos cierres de fábricas propiciados por los patronos, las huelgas y manifestaciones masivas comenzaron a proliferar. En ellas participaban sectores obreros hasta entonces considerados como "atrasados" (papel, piel, caucho, porteros etc.).
En la sección obrera del Soviet de Petersburgo, Sujanov relata un hecho significativo: "decidió crear un Presidium que antes no se tenía y aquel Presidium resultó compuesto de bolcheviques" ([24]).
En agosto se celebra en Moscú una Conferencia Nacional cuya pretensión era, como denuncia Sujanov: "obligar a los soviets a desaparecer ante la voluntad del resto de la población, reclamando una política de unión nacional (...) liberar al gobierno de la tutela de toda clase de organizaciones obreras, campesinas, zimmerwaldianas, semi-alemanas, semi-judías y otros grupos de golfos" ([25]).
Los obreros percibieron el peligro y numerosas asambleas votaron mociones proponiendo la huelga general. El Soviet de Moscú, por 364 votos contra 304, lo rechazó; sin embargo, los soviets de barrio protestaron contra esta decisión, "las fábricas exigieron inmediatamente la renovación del Soviet, el cual no solo se hallaba rezagado respecto de las masas, sino que adoptaba una actitud francamente antagónica a la de estas últimas. En el Soviet del barrio de Zamoskvoriechi, reunido con los comités de fábrica, la demanda de que fueran sustituidos los diputados del Soviet recogió 175 votos contra 4 y 19 abstenciones" ([26]),
más de 400 000 obreros fueron a la huelga, la cual se extendió a otras ciudades como Kiev, Kostrava y Tsatarin.
Lo que hemos relatado no son sino unos cuantos hechos significativos, puntas del iceberg de un proceso muy amplio que muestra un viraje respeto a las actitudes predominantes en febrero-junio, todavía marcadas por muchas ilusiones y una movilización más limitada a los centros de trabajo, barrios o ciudades:
Las Asambleas conjuntas de obreros y soldados, abiertas a delegados campesinos, proliferan. Las conferencias de soviets de barriada y de fábrica invitan a sus trabajos a delegados de soldados y marinos.
La confianza es creciente hacia los bolcheviques: calumniados en julio, la indignación por la persecución de que son víctimas se conjuga con un reconocimiento cada vez más amplio de la validez de sus análisis y consignas.
Se da la multiplicación de reclamos pidiendo renovación de los soviets y la toma del poder.
La burguesía siente que los dividendos obtenidos en julio corren peligro de esfumarse. El fracaso de la Conferencia Nacional de Moscú había sido un duro revés. Las embajadas inglesa y francesa apremian a tomar medidas "decisivas". En este contexto surge el "plan" de golpe militar del general Kornilov ([27]). Sujanov subraya que: "Miliukov, Rodzianko ([28]) y Kornilov, ¡ellos si comprendieron! Llenos de estupor se pusieron a preparar con toda urgencia, pero en secreto, su acción. Pero para engañar, amotinaron a la opinión contra una próxima empresa de los bolcheviques" ([29]).
No podemos hacer aquí un análisis de todos los pormenores de la operación ([30]). Lo importante es que la movilización gigantesca de las masas de obreros y soldados logra paralizar la máquina militar desencadenada. Y lo destacable es que esta respuesta se hace desarrollando un esfuerzo de organización que dará un empujón definitivo a la regeneración de los soviets y su encaminamiento hacia la toma del poder.
En la noche del 27 de agosto, el Soviet de Petersburgo propuso la formación de un comité militar revolucionario para organizar la defensa de la capital. La minoría bolchevique aceptó la proposición pero añadieron que tal órgano "debía apoyarse en las masas de obreros y soldados". En la sesión siguiente, los bolcheviques hicieron una nueva proposición que fue aceptada a regañadientes por la mayoría menchevique, "el reparto de armas en las fábricas y barriadas obreras" ([31]), cosa que apenas anunciada dio lugar a que "en los barrios obreros se formaron, según la prensa obrera, "colas de gente que deseaban alistarse en las filas de la Guardia Roja". Se abrieron enseguida cursos de tiro e instrucción militar, dirigidas por soldados expertos. El 29 en casi todas las barriadas había ya grupos armados. La Guardia Roja anunció su propósito de formar en el acto un destacamento de 40 000 hombres (...) La gigantesca fábrica Putilov se convierte en el centro de la resistencia en el barrio de Peterhof. Se formaron apresuradamente destacamentos armados. La fábrica trabajaba día y noche: se montan nuevos cañones para la formación de divisiones de artillería proletaria" ([32]).
En Petersburgo, "los soviets de barriada establecen relaciones más estrechas entre sí y deciden: dar carácter permanente a las reuniones comunes de todas las organizaciones en los distintos barrios; mandar representantes propios al Comité Militar Revolucionario; constituir una milicia obrera; instituir el control de los soviets de barrio sobre las comisiones gubernamentales; organizar destacamentos volantes encargados de detener a los agitadores contra-revolucionarios" ([33]).
Estas medidas "representaban la apropiación de funciones importantes, no sólo del gobierno sino del mismo Soviet de Petersburgo (...) La entrada de las barriadas de Petersburgo en el campo de batalla modificó inmediatamente la dirección y las proporciones de la contienda. Una vez más se puso de manifiesto la inagotable vitalidad de la organización soviética, que paralizada arriba por la dirección de los conciliadores, en el momento crítico resucitaba abajo merced a la presión de las masas" ([34]).
Esta generalización de la auto-organización de las masas se extendió por todo el país. Trotski recoge el caso de Helsingfors, donde "la asamblea de todas las organizaciones soviéticas creó un Comité Revolucionario que mandó sus comisarios al General-Gobernador, a la Comandancia, al contra-espionaje y otras instituciones. Ninguna orden se hacía efectiva si no llevaba la firma de este Comité. Se estableció el control de teléfonos y telégrafos" ([35]),
pero hubo allí algo muy significativo: "al día siguiente cosacos de fila se presentan en el Comité y declaran que todo el regimiento está contra Kornilov. Por primera vez entran representantes cosacos en el Soviet".
El aplastamiento del golpe de Kornilov produjo un vuelco espectacular en la relación de fuerzas entre las clases: el Gobierno Provisional de Kerenski había sido un cero a la izquierda. Los únicos protagonistas fueron las masas y sobre todo el reforzamiento y vitalización general de sus órganos colectivos. La respuesta a Kornilov "era el punto de partida de una transformación radical de toda la coyuntura, un desquite sobre las jornadas de julio. ¡El Soviet podía renacer!" ([36]).
El periódico del Partido Kadete ([37]), Retch, no se equivocaba cuando señalaba: "En las calles han aparecido ya multitudes de obreros armados que aterrorizan a los pacíficos habitantes. En el Soviet, los bolcheviques exigen enérgicamente la libertad de sus camaradas encarcelados. Todo el mundo está convencido de que una vez terminado el movimiento del general Kornilov, los bolcheviques, rechazados por la mayoría del Soviet, emplearán toda su energía en obligar al Soviet a seguir el camino, aunque sea parcialmente, de su programa".
Retch sin embargo se equivocaba de plano en una cosa: no fueron los bolcheviques los que obligaron al Soviet a seguir su programa sino que fueron las masas las que obligaron a los soviets a adoptar el programa bolchevique.
Los obreros habían ganado una enorme confianza en sí mismos y querían aplicarla en la renovación total de los soviets. Ciudad tras ciudad, soviet tras soviet, en un proceso vertiginoso, las viejas mayorías social-traidoras fueron apartadas y nuevos soviets con mayoría de bolcheviques y de otros agrupamientos revolucionarios (socialistas revolucionarios de izquierda, mencheviques internacionalistas, anarquistas) emergían tras debates y votaciones masivas.
Sujanov describe así el estado de ánimo de obreros y soldados: "impulsados por el instinto de clase y, en cierta medida, por la conciencia de clase, por la influencia organizada de los bolcheviques; cansados de la guerra y de las cargas que originaba; defraudados por la esterilidad de la revolución que no les había dado nada aún; irritados contra los amos y los gobernantes que gozaban, ellos sí, de todos los beneficios; deseosos, en fin, de hacer uso del poder conquistado, ansiaban entablar la batalla decisiva" ([38]).
Los episodios de esa reconquista y renovación de los soviets son interminables. "En la noche del 31 de agosto, el Soviet [de Petersburgo] presidido por Tchjeidse, votó a favor de entregar el poder a los obreros y campesinos. Los miembros de fila de las fracciones conciliadoras apoyaron casi unánimemente la resolución propuesta por los bolcheviques. La mesa conciliadora no daba crédito a sus ojos. La derecha exigió votación nominal que duró hasta las 3 de la madrugada. A pesar de las presiones empleadas, la resolución de los bolcheviques obtuvo, en la votación definitiva, 279 votos contra 115. La mesa, aturdida, anunció que presentaba la dimisión" ([39]).
El 2 de septiembre, una conferencia de todos los soviets de Finlandia adoptó una resolución a favor de la entrega del poder a los soviets por 700 votos contra 13 en contra y 36 abstenciones. La Conferencia Regional de Soviets de toda Siberia aprobó una resolución en el mismo sentido. El Soviet de Moscú lo hizo igualmente en una dramática sesión el 5 de septiembre donde se aprobó una moción que mostraba su desconfianza hacia el Gobierno Provisional y hacia el Comité Ejecutivo Central.
"El 8 fue adoptada, por 130 votos contra 55, en el Soviet de Diputados obreros de Kiev, la resolución de los bolcheviques a pesar de que su fracción solo contaba 95 miembros" ([40]). Por primera vez, el Soviet de diputados campesinos de la provincia de Petersburgo elegía como delegado a un bolchevique.
El momento culminante de este proceso fue la histórica sesión del Soviet de Petersburgo del 9 de septiembre. Innumerables reuniones en fábricas, barrios y regimientos la habían preparado. Cerca de 1000 delegados acudieron a una reunión donde la mesa propuso revocar la votación del 31 de agosto. Finalmente la votación arrojó un resultado que suponía el rechazo definitivo de la política de los social-traidores: 519 votos en contra de la revocación y por la toma del poder por los soviets, 414 a favor de la mesa, 67 abstenciones.
Se podría pensar, enfocando las cosas de manera superficial, que la renovación de los Soviets consistió en un simple cambio de mayorías de social-traidores a bolcheviques.
Es cierto -y lo trataremos detenidamente en el próximo artículo de esta serie- que en la clase obrera y, por tanto, en sus partidos, pesaba aún fuertemente una visión contaminada por el parlamentarismo según la cual la clase elegía "representantes que obraban en su nombre", pero es importante comprender que lo dominante en la renovación de los soviets no fue eso, sino:
1) La renovación surgió de la enorme telaraña de reuniones de los soviets de base (consejos de fábrica, consejos de barrio, comités de regimiento, reuniones conjuntas). Tras el golpe de Kornilov, estas reuniones se multiplicaron hasta el infinito. Cada sesión del soviet unificaba y daba expresión resolutiva a un sinfín de reuniones preparatorias.
2) Esta auto-organización de las masas fue impulsada de manera consciente y activa por los soviets renovados. Mientras los soviets anteriores se autonomizaban y apenas realizaban sesiones masivas, los nuevos realizaban sesiones abiertas diariamente. Mientras los anteriores temían e incluso desautorizaban las asambleas en fábricas y barrios, los nuevos las convocaban continuamente. Alrededor de cada debate significativo, de cada decisión importante, el soviet llamaba a celebrar reuniones "en la base" para adoptar una posición. Frente a la IVª coalición del Gobierno Provisional (25 de septiembre), "además de la resolución del Soviet de Petersburgo negándose a sostener la nueva coalición, una oleada de mítines se extendió por las dos capitales. Centenares de miles de obreros y de soldados, protestando contra la formación del nuevo Gobierno burgués, se comprometieron a entablar contra él una lucha decidida, exigiendo el poder para los soviets" ([41]).
3) Resulta espectacular la multiplicación de congresos regionales de soviets que recorre como un reguero de pólvora desde mediados de septiembre todos los territorios rusos. "Durante estas semanas se celebraron numerosos congresos de soviets locales y regionales, cuya composición y transcurso reflejaba el ambiente político de las masas. Característico de la rápida bolchevización fue el desarrollo del Congreso de Consejos de diputados obreros, soldados y campesinos de Moscú en los primeros días de octubre. Mientras que al principio de la reunión la resolución presentada por los social-revolucionarios, que se proclamaba en contra del traspaso del poder a los soviets, concentraba 159 votos contra 132, la fracción bolchevique lograba 3 días más tarde en otra votación 116 contra 97 (...). En otros congresos de consejos se aceptaron así mismo las resoluciones bolcheviques, que exigían la toma del poder por los soviets y la destitución del Gobierno Provisional. En Ekaterinburgo se reunieron el 13 de octubre 120 delegados de 56 consejos del Ural, entre ellos 86 bolcheviques. El Congreso Territorial de la zona del Volga rechazó en Saratov una resolución menchevique-socialrevolucionaria y tomó en su lugar una bolchevique" ([42]).
Pero es importante precisar dos elementos que nos parecen fundamentales.
El primero es que la mayoría bolchevique respondía a algo más que una mera delegación del voto en un partido. El partido bolchevique era el único partido claramente partidario no sólo de la toma del poder sino de la forma concreta de hacerlo: una insurrección conscientemente preparada que derribara al Gobierno Provisional y desmontara el poder del Estado. Mientras los partidos social-traidores anunciaban que querían obligar a que los soviets se hicieran el haraquiri, mientras otros partidos revolucionarios hacían propuestas irrealistas o vagas, solamente los bolcheviques tenían claro que "Los soviets son reales únicamente "como órgano de insurrección, como órgano del poder revolucionario". Fuera de ello, los soviets no son más que un mero juguete que sólo puede producir apatía, indiferencia y decepción entre las masas, que están legítimamente hartas de la interminable repetición de resoluciones y protestas" ([43]).
Era pues natural que las masas obreras depositaran su confianza en los bolcheviques no tanto para darles un cheque en blanco, sino como un instrumento de su propio combate que estaba llegando al momento cumbre: la insurrección y la toma del poder.
"El campo de la burguesía se alarmó al fin con razón. El movimiento de las masas se desbordaba visiblemente; la efervescencia en los barrios obreros de Petersburgo era manifiesta. No se escuchaba más que a los bolcheviques. Delante del famoso Circo Moderno, donde acudían para hablar Trotski, Volodarski, Lunatcharski, se veían colas interminables y multitudes sin fin que el amplio edificio no podía contener. Los agitadores invitaban a pasar de los discursos a los actos y prometían el poder al soviet en el más cercano porvenir" ([44]). Así reflejaba Sujanov, adversario de los bolcheviques, el ambiente reinante a mediados de octubre.
En segundo lugar, los hechos que se acumulan en septiembre y octubre revelan un cambio importante en la mentalidad de las masas. Como vimos en el artículo anterior de la serie, la consigna "Todo el poder para los soviets" enunciada tímidamente en marzo, argumentada teóricamente por Lenin en abril, masivamente proclamada en las manifestaciones de junio y julio, había sido hasta entonces más una aspiración que un programa de acción conscientemente asumido.
Una de las razones del fracaso del movimiento de julio era que la mayoría reclamaba que los soviets "obligaran" al Gobierno Provisional a tener "ministros socialistas".
Esta división entre soviet y Gobierno revelaba una incomprensión todavía evidente de la tarea de la revolución proletaria que no es la de "elegir un gobierno propio" y por tanto conservar la estructura del viejo Estado, sino la de derribar el Estado y ejercer el poder directamente. En la conciencia de las masas -aunque como veremos en un próximo artículo las confusiones y la multitud de problemas nuevos eran todavía considerables- se vislumbraba una comprensión mucho más concreta y precisa de la consigna de "Todo el poder para los soviets".
Trotski señala cómo al haber perdido el control del Soviet de Petersburgo, los social-traidores se llevaron todos los medios que estaba a su disposición, concentrándolos en su último reducto: el CEC. "El Comité Ejecutivo Central había privado oportunamente al Soviet de Petersburgo de los dos periódicos creados por él, así como de todas las secciones administrativas, de todos los recursos técnicos y monetarios, de las máquinas de escribir, de los tinteros incluso. Los numerosos automóviles puestos al servicio del Soviet habían sido puesto todos ellos a la absoluta disposición del Olimpo conciliador. Los nuevos directivos no tenían ni caja, ni periódicos, ni aparato burocrático, ni medios de transporte, ni plumas, ni lápices. No tenían nada como no fueran las paredes desnudas y la ardiente confianza de obreros y soldados. Con eso hubo más que suficiente" ([45]).
Desde primeros de octubre una marea de resoluciones de soviets de todo el país reclama la celebración del Congreso de los Soviets, aplazada constantemente por los social-traidores, con objeto de materializar la toma del poder.
Esta orientación es una respuesta tanto a la situación en Rusia como a la situación internacional. En Rusia las revueltas campesinas se extienden a casi todas las regiones, la toma de tierras es generalizada; en los cuarteles los soldados desertan y vuelven a sus aldeas mostrando un creciente cansancio ante una situación de guerra a la que no se ofrece ninguna solución; en las fábricas los obreros tienen que hacer frente al sabotaje de la producción por parte de empresarios y cuadros superiores; en toda la sociedad se impone la amenaza de la hambruna por el total desabastecimiento y una carestía de la vida que sube sin cesar. En el frente internacional crecen las deserciones, la insubordinación de tropas, las fraternizaciones entre soldados de ambos bandos; en Alemania una oleada de huelgas barre el país, en España en agosto de 1917 estalla una huelga general. El proletariado ruso necesita tomar el poder no solo frente a los problemas insolubles del país sino para abrir la brecha por donde pueda desarrollarse la revolución mundial contra los sufrimientos terribles causados por 3 años de guerra.
La burguesía juega sus armas contra el ascenso revolucionario de las masas. En septiembre se intenta celebrar una Conferencia Democrática que fracasa de nuevo como la de Moscú. Por su parte, los social-traidores retrasan todo lo posible el Congreso de los Soviets con objeto de mantener dispersos y desorganizados a los soviets de todo el país y evitar que se unifiquen en la toma del poder.
Pero el arma más temible y que se precisa cada vez más es la tentativa de abandonar la defensa de Petersburgo para que el ejército alemán aplaste el punto más avanzado de la revolución. Era algo que ya había ensayado el "patriota" Kornilov en agosto cuando dejó la Riga ([46]) revolucionaria abandonada a la invasión de tropas alemanas que "restauraron el orden" sangrientamente. La burguesía que hace de la Defensa nacional su santo y seña y su peor veneno contra el proletariado, cuando ve amenazado su poder por el enemigo de clase no duda ni un segundo en encomendarse a sus peores rivales imperialistas.
En torno a esta cuestión de la defensa de Petersburgo las discusiones del Soviet llevaron a la formación de un Comité Militar Revolucionario con delegados elegidos del Soviet de Petersburgo, de la Sección de soldados de dicho Soviet, del Soviet de Delegados de la Escuadra Báltica, de la Guardia Roja, del Comité Regional de Soviets de Finlandia, de la Conferencia de Consejos de fábrica, del Sindicato ferroviario y de la organización militar del Partido bolchevique. Al frente de este Comité fue elegido Lasimir, un joven y combativo miembro de los Eseritas de Izquierda. Los objetivos de este comité unían la defensa de Petersburgo con la preparación del levantamiento armado, dos objetivos que: "hasta entonces se excluían recíprocamente, ahora se aproximaban en realidad; al tomar el poder en sus manos, el Soviet echaba sobre si la defensa de Petersburgo" ([47]).
A ello se unió al día siguiente la convocatoria de una Conferencia Permanente de toda la guarnición de Petersburgo y la región. Con estos dos organismos, el proletariado se dotaba de los medios para la insurrección, paso necesario e imprescindible para la toma del poder.
En un artículo de la Revista internacional, hemos puesto en evidencia cómo -en contra de las leyendas negras tejidas por la burguesía que presenta Octubre como un "golpe de Estado bolchevique"- la insurrección fue obra de los soviets y más concretamente del de Petersburgo ([48]). Fueron el Comité Militar Revolucionario (CMR) y la Conferencia Permanente de guarniciones, los órganos que prepararon paso a paso y minuciosamente el derribo armado del Gobierno Provisional, cabeza última del Estado burgués. El CMR obligó al Cuartel general del Ejército a someter a su firma cualquier orden o decisión por nimia que fuera, con lo cual lo paralizó totalmente. El 22 de octubre, en una dramática asamblea el último regimiento recalcitrante -el de la Fortaleza Pedro y Pablo- aceptó someterse al CMR. El 23 de octubre, en una emocionante jornada, miles de asambleas de obreros y soldados, se comprometían definitivamente con la toma del poder. El jaque mate que fue ejecutado por la insurrección del 25 de octubre, la cual ocupó el Cuartel general y la sede del Gobierno Provisional, derrotó a los últimos batallones adictos a éste, detuvo a ministros y generales, ocupó los centros de comunicaciones, y de esta manera, planteó las condiciones para que al día siguiente el Congreso de los soviets de toda Rusia asumiera la toma del poder ([49]).
En el próximo artículo de esta serie, veremos los enormes problemas que los soviets tuvieron que encarar tras la toma del poder.
C. Mir, 6-6-10
[1]) Ver Revista internacional no 140.
https://es.internationalism.org/revista-internacional/201002/2769/que-so... [66].
[2]) Ver Revista internacional no 141: https://es.internationalism.org/revista-internacional/201005/2865/que-so... [86] .
[3]) Trotski, Historia de la Revolución Rusa, tomo II, página 206, edición española.
[4]) Ver una refutación muy documentada en Trotski, op. cit., página 72.
[5]) El general Knox, jefe de la misión inglesa, decía: "No siento interés alguno por el gobierno de Kerenski, es demasiado débil; lo que hace falta es una dictadura militar, se necesita a los cosacos, este pueblo tiene necesidad del látigo". ¡Así se expresaba el representante del gobierno de la "más antigua democracia"!
[6]) Trotski, op cit., página 213.
[7]) Eseristas o Eseritas era el nombre que recibía el Partido Socialista Revolucionario.
[8]) Cavaignac: general francés (1802-1857) que fue el verdugo de la insurrección de los obreros parisinos en junio de 1848.
[9]) Lenin, Cuatro tesis, 23 de julio de 1917, tomo 34, Obras completas, página 1, edición española.
[10]) ídem.
[11]) ídem.
[12]) Anweiler, Los soviets en Rusia, página 180. Ver referencia a este autor y a su libro en la nota 3 del segundo artículo de la serie
[13]) Lenin, A propósito de las consignas, tomo 34, Obras completas, página 18 de la edición española.
[14]) ídem.
[15]) Ver en el artículo precedente de esta serie, Revista internacional no 141, el apartado "Toda Rusia cubierta por una enorme red de soviets", /revista-internacional/201005/2865/que-son-los-consejos-obreros-2-parte-de-febrero-a-julio-de-1917-re [86].
[16]) Sujanov, menchevique internacionalista, escisión de izquierda del menchevismo donde militaba Martov. Ver Memorias, página 209, edición española. Para conocer al autor, ver nota 9 del artículo anterior de la serie.
[17]) Ídem, página 220.
[18]) Anweiler, op. cit., página 115.
[19]) Prominentes miembros del Partido menchevique.
[20]) Sujanov, op. cit.
[21]) Trotski, La Revolución Rusa, op. cit., página 215, edición española.
[22]) Ídem, página 216.
[23]) Ídem, página 217
[24]) Ídem, página 302.
[25]) Ídem, página 306.
[26]) Ídem, tomo II, página 124, edición española.
[27]) Kornilov: militar bastante incompetente que había destacado por sus constantes derrotas en el frente, fue elevado a "héroe patriótico" tras las Jornadas de Julio y ensalzado por todos los partidos burgueses.
[28]) Rodzianko y Miliukov fueron los principales dirigentes de los partidos burgueses.
[29]) Op. cit., página 308.
[30]) Trotski, op. cit., Tomo II. Se pueden consultar los capítulos "La contrarrevolución levanta cabeza", "Elementos de bonapartismo en la Revolución Rusa", "El complot de Kerenski" y "La sublevación de Kornilov".
[31]) ídem.
[32]) ídem, página 188.
[33]) ídem.
[34]) ídem, subrayado nuestro.
[35]) ídem.
[36]) Sujanov, op cit.
[37]) Kadete: Partido Constitucional Democrático, principal partido burgués de la época.
[38]) Sujanov, op. cit.
[39]) Trotski, op. cit.
[40]) ídem.
[41]) Sujanov, op. cit.
[42]) Oskar Anweiler, op. cit., página 192. En las páginas siguientes hace un recuento de los numerosos congresos regionales que cubrían prácticamente todo el imperio y decidían en su mayoría la toma del poder.
[43]) Lenin, Tesis para el Informe a la Conferencia del 8 de octubre de la Organizacion de Petersburgo. Sobre la consigna "Todo el poder a los soviets", 8 de octubre de 1917.
[44]) Sujanov, op. cit.
[45]) Trotski, op. cit.
[46]) Capital de Estonia, entonces parte del imperio ruso.
[47]) Trotski, op. cit.
[48]) Véase Revista internacional no 72, "La Revolución de Octubre, obra colectiva del proletariado", 2ª parte, "La toma del poder por los Soviets", "La conquista de los soviets por el proletariado [87]".
[49]) En el artículo "III - 1917: La insurrección de Octubre, una victoria de las masas obreras [88]", Revista internacional no 91, desarrollamos un análisis detallado de cómo es la insurrección del proletariado que nada tiene que ver con una revuelta o una conspiración, cuáles son sus reglas y el papel indispensable que en ella tiene el Partido del proletariado.
Decadencia del capitalismo
Como vimos en el artículo anterior de esta serie, el ataque de los revisionistas contra el marxismo se centró en la teoría de lo inevitable del declive del capitalismo. Según esta teoría, las contradicciones insolubles en las relaciones de producción capitalistas serán una traba insuperable para el desarrollo de las fuerzas productivas. El revisionismo de Eduard Bernstein, que Rosa Luxemburg refutó con tanta lucidez en su folleto Reforma social o Revolución, se basaba en gran parte en observaciones empíricas del período de expansión y prosperidad sin precedentes que las naciones capitalistas más poderosas conocieron durante las últimas décadas del siglo xix. Tampoco tuvo Bernstein la pretensión de basar su crítica de la visión "catastrofista" de Marx en una investigación teórica profunda de las teorías económicas de éste. En muchos aspectos, los argumentos de Bernstein no van más lejos que los desarrollados más tarde por muchos expertos burgueses durante el boom económico de la posguerra y, de nuevo, durante la fase de "crecimiento" mucho más exiguo de los primeros años del siglo xxi. Grosso modo el razonamiento vendría a ser: puesto que el capitalismo funciona, es que funcionará siempre.
Otros economistas de aquella época, que no estaban totalmente desconectados del movimiento obrero, buscaron basar su estrategia reformista en un método "marxista". Por ejemplo, el ruso Tugan-Baranowski, que publicó, en 1901, un libro titulado Studies in the Theory and History of Commercial Crises in England. Siguiendo los trabajos de Struve y de Bulgakov unos años antes, Tugan-Baranowski formaba parte de los llamados "marxistas legales" y su estudio se inscribía en la respuesta que éstos daban a la corriente de los populistas rusos que querían demostrar que el capitalismo se enfrentaría a dificultades insuperables para instalarse en Rusia; una de las dificultades era la insuficiencia de mercados para dar salida a la producción. Como Bulgakof, Tugan intentó utilizar los esquemas de la reproducción ampliada de Marx, en el volumen II de El Capital, para probar que no había ningún problema fundamental de realización de la plusvalía en el sistema capitalista, y que a éste le era posible, como "sistema cerrado", acumular indefinida y armoniosamente. Rosa Luxemburg resumió así ese intento:
"Los marxistas rusos "legales" han vencido, indiscutiblemente, a sus adversarios, los "populistas"; pero han ido muy lejos. Los tres (Struve, Bulgakof, Tugan-Baranowski), en el ardor de la refriega, han probado más de lo que era menester. Se dilucidaba si el capitalismo en general, y en particular en Rusia, era susceptible de desarrollo, y los mencionados marxistas han expuesto tan profundamente esta capacidad, que han probado incluso la posibilidad de la eterna duración del capitalismo" ([1]).
La tesis de Tugan suscitó una respuesta rápida por parte de quienes seguían defendiendo la teoría marxista de las crisis, especialmente el portavoz de la "ortodoxia marxista", Karl Kautsky, el cual, retomando las conclusiones de Marx, afirmó entre otras cosas, que ni los capitalistas, ni los obreros podían consumir toda la plusvalía producida por el sistema, viéndose éste constantemente obligado a conquistar nuevos mercados al exterior: "Los capitalistas y los obreros por ellos explotados ofrecen un mercado que aumenta con el crecimiento de la riqueza de los primeros y del número de los segundos, pero no tan aprisa como la acumulación del capital y la productividad del trabajo. Este mercado, sin embargo, no es, por sí solo, suficiente para los medios de consumo creados por la gran industria capitalista. Ésta debe buscar un mercado suplementario, fuera de su campo, en las profesiones y naciones que no producen aún en forma capitalista. Lo halla también y lo amplía cada vez más, pero no con bastante rapidez. Pues este mercado suplementario no posee, ni con mucho, la elasticidad y capacidad de extensión del proceso de producción capitalista.
"Desde el momento en que la producción capitalista se ha convertido en gran industria desarrollada, como ocurría ya en el siglo xix, contiene la posibilidad de esta extensión a saltos, que rápidamente excede a toda ampliación del mercado. Así, todo período de prosperidad que sigue a una ampliación considerable del mercado, se halla condenado a vida breve, y la crisis es su término irremediable.
"Tal es en breves rasgos la teoría de la crisis fundada por Marx y, en cuanto sabemos, aceptada en general por los marxistas ‘ortodoxos'" ([2]).
Más o menos por los mismos años, un miembro del ala izquierda del Partido Socialista Norteamericano (American Socialist Party), Louis Boudin, publicaba The Theoretical System of Karl Marx ([3]), participando así en el debate con un análisis similar e incluso más desarrollado.
Mientras que Kautsky, como lo subraya Rosa Luxemburg en La acumulación del capital y en la Anticrítica (1915), planteaba el problema de la crisis en términos de "subconsumo", y en el marco bastante impreciso de la rapidez relativa de la acumulación y de la expansión del mercado ([4]), Boudin lo situaba de manera más precisa en el carácter único del modo de producción capitalista y en sus contradicciones que lo arrastraban al fenómeno de sobreproducción:
"En los antiguos sistemas esclavista y feudal, nunca existió un problema como el de la sobreproducción, debido a que la finalidad de la producción era el consumo familiar; lo único que podía plantearse era: ¿qué parte de la producción atribuir al esclavo o al siervo y cuánto al amo o al señor feudal? Una vez que las partes respectivas de las dos clases quedaban determinadas, cada una se dedicaba al consumo de su parte sin encontrar problemas suplementarios. En otras palabras, la cuestión consistía siempre en cómo dividir los productos y el problema de la sobreproducción no se planteaba, pues los productos no iban a venderse en el mercado, sino a ser consumidos por las personas concernidas directamente por la producción, como amo o como esclavo... No ocurre ni mucho menos lo mismo en la industria capitalista moderna. Es cierto que toda la producción, excepto la porción que les toca a los obreros, va, como en el pasado, para el amo, hoy el capitalista. Pero ahí no terminan las cosas, pues el capitalista no produce para sí mismo, sino para el mercado. No quiere acaparar los bienes que producen los obreros, sino que quiere venderlos y si no los vende, no tienen ningún valor para él. Entre las manos del capitalista, las mercancías vendibles son su fortuna, su capital, pero en cuanto dejan de ser vendibles, toda la fortuna contenida en sus depósitos de mercancías, acaba derritiéndose.
"¿Quién va a comprar entonces las mercancías a nuestros capitalistas que han instalado nuevas máquinas en su producción y por ello han aumentado su producción? Otros capitalistas podrán querer esos productos, claro está, pero cuando se considera la producción de la sociedad en su conjunto, ¿qué va a hacer la clase capitalista con la producción creciente que los obreros no pueden consumir? Los capitalistas no pueden utilizarla guardándose cada uno su propia producción, ni comprándosela mutuamente. Y eso por la sencilla razón de que la clase capitalista no puede gastar ella misma todo el sobreproducto que producen los obreros y del que ella se apropia como ganancias de producción. Las propias bases de la producción capitalista a gran escala y la acumulación del capital excluyen semejante posibilidad. La producción capitalista a gran escala implica que existan grandes cantidades de trabajo cristalizado en forma de ferrocarriles, barcos de vapor, factorías, máquinas y demás productos manufacturados que no han sido consumidos por los capitalistas y que representan su parte o ganancia de la producción de los años anteriores. Como ya se dijo antes, todas las grandes fortunas de reyes, príncipes y barones del capitalismo moderno y demás dignatarios de la industria, con títulos o sin ellos, consisten en herramientas en una forma u otra, o sea en una forma no consumible. Es esa parte de las ganancias capitalistas que los capitalistas han "ahorrado" y por lo tanto, no está consumida. Si los capitalistas consumieran todas sus ganancias, no habrían capitalistas en el sentido moderno de la palabra, no habría acumulación de capital. Para que pueda acumularse el capital, los capitalistas no deben en ningún caso consumir toda su ganancia. El capitalista que así hiciera dejaría de serlo y caería ante la competencia de los demás capitalistas. En otras palabras, el capitalismo moderno presupone el hábito del ahorro en los capitalistas, o sea que una parte de las ganancias capitalistas individuales no debe consumirse sino dedicarse al incremento del capital existente... No puede pues consumir toda su parte del producto manufacturado. Es pues evidente que ni el obrero, ni el capitalista pueden consumir todo el producto cada vez mayor de la manufactura. ¿Quién va a comprarlo entonces?" (traducido del inglés por nosotros).
Boudin nos explica después cómo soluciona el capitalismo ese problema. Luxemburg cita un largo pasaje de Boudin en una nota de La acumulación del capital, presentándolo como "una crítica brillante" al libro de Tugan ([5]):
"El plusproducto producido en los países capitalistas no ha dificultado (con algunas excepciones que se mencionarán más tarde) la marcha de las ruedas de la producción porque la producción se halla distribuida más adecuadamente en las diversas esferas, o porque la producción de tejidos de algodón se haya convertido en una producción de máquinas, sino, porque, en virtud del hecho de que algunos países se han desarrollado en sentido capitalista antes que otros -y porque quedan todavía países sin desarrollo capitalista-, los países capitalistas cuentan con un mundo situado realmente fuera de ellos, al que pueden arrojar los productos que ellos no consumen, sin que importe que estos productos sean tejidos de algodón o artículos metalúrgicos. Con esto no se quiere decir que no tenga importancia el hecho de que en los principales países capitalistas los tejidos hayan dejado el puesto directivo a los productos metalúrgicos. Por el contrario, ello tiene la mayor importancia, pero su significación es completamente distinta de la que le atribuye Tugan Baranowski. Significa el principio del fin del capitalismo. Mientras los países capitalistas exportaban mercancías para el consumo, había esperanza para el capitalismo en aquellos países. No se hablaba aún de cuál seria la capacidad adquisitiva del mundo no capitalista para las mercancías producidas por el capitalismo y del tiempo que duraría aún. El crecimiento de la fabricación de máquinas, a costa de los bienes de consumo, muestra que territorios que antes estaban fuera del capitalismo y servían, por tanto, de salida para su plusproducto, han entrado ahora en el engranaje del capitalismo; muestra que se desarrolla su propio capitalismo; que producen por sí mismos sus propios medios de consumo. Como se hallan, de momento, en el estado inicial de su desarrollo capitalista, necesitan todavía las máquinas producidas por el capitalismo. Pero pronto no las necesitarán ya. Fabricarán sus productos metalúrgicos del mismo modo que ahora fabrican sus tejidos y otros artículos de consumo. Entonces, no sólo dejarán de ser una salida para el plusproducto de los países propiamente capitalistas, sino que engendrarán a su vez un plusproducto, que difícilmente podrán colocar" ([6]).
Boudin va pues más lejos que Kautsky e insiste en que el término cercano de la conquista del globo por el capitalismo significa también "el principio del fin del capitalismo".
En la época de ese debate, Rosa Luxemburg enseñaba en la escuela del partido en Berlín. En el momento de exponer a grandes rasgos la evolución histórica del capitalismo como sistema mundial, se vio obligada a volver con más profundidad a la obra de Marx. Así se lo exigía su integridad como profesora y militante: Rosa Luxemburg no soportaba machacar lo ya conocido presentándolo con nuevas formas; pensaba que la tarea de un marxista era enriquecer y desarrollar la teoría, y, además, también se lo exigía la necesidad cada vez más urgente de comprender las perspectivas ante las que se encontraba el capitalismo mundial. Al reexaminar la obra de Marx, encontró muchos datos con los que construir su idea de que el problema de la sobreproducción en relación con el mercado es una de las claves para entender el carácter transitorio del modo de producción capitalista (ver "Las contradicciones mortales de la sociedad burguesa" en la Revista internacional no 139). Rosa tenía perfecta conciencia de que los esquemas de la reproducción ampliada de Marx en el volumen II de El Capital estaban concebidos por su autor como modelo teórico puramente abstracto, utilizado para estudiar el problema de la acumulación, un modelo cuya hipótesis, para esclarecer mejor la argumentación, era una sociedad compuesta únicamente por capitalistas y obreros. A ella le parecía, sin embargo, que podía deducirse la idea de que el capitalismo podía acumular de manera armoniosa en un sistema cerrado, disponiendo de la totalidad de la plusvalía producida mediante la interacción entre las dos ramas principales de la producción (el sector de bienes de producción y el de bienes de consumo). Rosa Luxemburg tenía claro que eso estaba en contradicción con otros pasajes de Marx (en el volumen III de El Capital por ejemplo) que insisten sobre la necesidad de la expansión constante de los mercados y, al mismo tiempo, establecen los límites inherentes a esa expansión. Si el capitalismo pudiera autorregularse, podría haber, sí, desequilibrios temporales entre las ramas de la producción, pero no debería existir la tendencia inexorable a producir masas de mercancías imposibles de absorber, a crisis de sobreproducción insolubles; si la tendencia del capitalismo a acumular por acumular generara constantemente un incremento de la demanda necesaria para realizar toda la plusvalía, ¿qué argumentos podrían entonces usar los marxistas contra los revisionistas, para afirmar que capitalismo estaba destinado a entrar en una fase de crisis catastrófica que proporcionaría las bases objetivas de la revolución socialista?
A esa pregunta, Luxemburg contestó que había que situar la ascendencia del capitalismo en su verdadero contexto histórico. No podía entenderse la historia de la acumulación capitalista sino como un proceso constante de interacción con las economías no capitalistas que la rodeaban. Las comunidades más primitivas que vivían de la caza y la recolección y no habían producido todavía ningún sobrante social comercializable, no tenían la menor utilidad para el capitalismo y por eso éste las destruyó a base de matanzas y genocidios, pues ni siquiera los "recursos" humanos de esas comunidades podían utilizarse para el trabajo de esclavos. En cambio, las economías que habían desarrollado un sobrante comercializable y en las que la producción de mercancías se había desarrollado ya (como las grandes civilizaciones de India y China), proporcionaron no sólo materias primas, sino también enormes salidas mercantiles para la producción de las metrópolis capitalistas, lo que permitió al capitalismo de los países centrales sobrepasar el atasco periódico de las mercancías (proceso descrito muy elocuentemente en el Manifiesto del Partido Comunista). Y como también lo subraya el Manifiesto, incluso cuando las potencias capitalistas establecidas intentaron restringir el desarrollo capitalista de sus colonias, esas regiones del mundo se convirtieron irremediablemente en partes integradas en el mundo burgués, arruinando las economías precapitalistas y convirtiéndolas a las delicias del trabajo asalariado, llevando así a otro nivel el problema de la demanda adicional requerida para la acumulación. Como lo anunció el propio Marx: cuanto más universal tiende a ser el capitalismo más se confirma su tendencia al desmoronamiento: "La universalidad hacia la que tiende sin cesar el capital encuentra los límites inherentes a su naturaleza, los cuales, en cierta fase de su desarrollo, lo hacen aparecer como el mayor obstáculo a esa tendencia, empujándolo hacia su autodestrucción" ([7]).
Ese análisis permitió a Rosa Luxemburg comprender el problema del imperialismo. El Capital no hizo sino empezar a tratar el tema del imperialismo y de sus bases económicas, problema que en la época en que se escribió no era todavía una preocupación central de los marxistas. En cambio, ya en tiempos de Rosa, los marxistas estaban confrontados al imperialismo no sólo como un factor de propulsión por la conquista del mundo no capitalista, sino, también, en tanto que agudización de las rivalidades entre las principales naciones capitalistas por el domino del mercado mundial. ¿Era el imperialismo una opción, una posibilidad oportuna para el capital mundial, como así lo entendían muchos de sus críticos liberales y reformistas, o era una necesidad inherente a la acumulación capitalista en cierta fase de su madurez? También en esto las implicaciones eran distintas, pues si el imperialismo no era sino una opción más para el capital, podía entonces argumentarse a favor de políticas más razonables y pacíficas. Y Luxemburg concluye diciendo que el imperialismo era una necesidad para el capital - un medio de prolongar su reinado que le arrastraría inexorablemente a su ruina.
"El imperialismo es la expresión política del proceso de la acumulación del capital en su lucha para conquistar los medios no capitalistas que no se hallen todavía agotados. Geográficamente, estos medios abarcan, todavía hoy, los más amplios territorios de la Tierra. Pero comparados con la potente masa del capital ya acumulado en los viejos países capitalistas, que pugna por encontrar mercados para su plusproducto, y posibilidades de capitalización para su plusvalía; comparados con la rapidez con la que hoy se transforman en capitalistas territorios pertenecientes a culturas precapitalistas, o en otros términos: comparados con el grado elevado de las fuerzas productivas del capital, el campo parece todavía pequeño para la expansión de éste. Esto determina el juego internacional del capital en el escenario del mundo. Dado el gran desarrollo y la concurrencia cada vez más violenta de los países capitalistas para conquistar territorios no capitalistas, el imperialismo aumenta su agresividad contra el mundo no capitalista, agudizando las contradicciones entre los países capitalistas en lucha. Pero cuanto más violenta y enérgicamente procure el capitalismo el hundimiento total de las civilizaciones no capitalistas, tanto más rápidamente irá minando el terreno a la acumulación del capital. El imperialismo es tanto un método histórico para prolongar la existencia del capital, como un medio seguro para poner objetivamente un término a su existencia. Con eso no se ha dicho que este término haya de ser alegremente alcanzado. Ya la tendencia de la evolución capitalista hacia él se manifiesta con vientos de catástrofe" ([8]).
La conclusión esencial de La acumulación del capital era, pues, que el capitalismo entraba en "un período de catástrofes". Es importante señalar que Rosa no consideraba -como se ha dicho a menudo erróneamente- que el capitalismo estuviera a punto de sucumbir. Dijo muy claramente que el medio no capitalista "abarca, todavía hoy, [geográficamente], los más amplios territorios de la Tierra" y que economías no capitalistas las había no sólo en las colonias sino en grandes espacios de la propia Europa ([9]). Es cierto que la escala de esas zonas económicas en términos de valor iba disminuyendo en relación con la capacidad creciente del capital para generar mayores plusvalías. Pero al mundo siempre le quedará mucho por recorrer antes de convertirse en un sistema de capitalismo puro como el imaginado en los esquemas de la reproducción de Marx: "El esquema marxista de la acumulación (bien entendido), precisamente por ser insoluble, es la prognosis exacta de la caída económica inevitable del capitalismo como resultado del proceso de expansión imperialista, cuya misión especial es realizar el supuesto marxista: el dominio absoluto e indivisible del capital.
"¿Podrá producirse en la realidad, alguna vez, ese momento? Cierto que no es más que una ficción teórica, justamente porque la acumulación del capital es un proceso no sólo económico, sino político" ([10]).
Para Rosa Luxemburg, un mundo formado únicamente de capitalistas y de obreros era "una ficción teórica", pero cuanto más se acercaba ese horizonte teórico, tanto más difícil y destructor sería el proceso de acumulación, acarreando calamidades que ya no serían "sólo" económicas, sino también políticas y militares. La guerra mundial, que estalló poco después de la publicación de La acumulación del capital, fue una confirmación palmaria de ese pronóstico. Para Rosa Luxemburg, no existe un hundimiento puramente económico del capitalismo y menos todavía una especie de automatismo garantizado entre desmoronamiento capitalista y revolución socialista. Lo que ella anunciaba en su obra teórica era precisamente lo que iba a confirmar la historia del siglo que empezaba: la expresión creciente del declive del capitalismo como modo de producción, que pone a la humanidad ante la alternativa: socialismo o barbarie, llamando específicamente a la clase obrera a desarrollar la organización y la conciencia necesarias para derribar ese sistema y sustituirlo por un orden social superior.
Rosa Luxemburg nunca pensó que su tesis iba a desatar controversias, precisamente porque la había basado en los escritos de Marx y de los seguidores del método marxista. Y, sin embargo, fue recibida por un chaparrón de críticas y no sólo por parte de revisionistas y reformistas sino también de revolucionarios como Pannekoek y Lenin, los cuales, en este debate, se encontraron no sólo al lado de los marxistas legales de Rusia sino también de los "austro-marxistas" que formaban parte del campo semirreformista en la socialdemocracia: "He leído el nuevo libro de Rosa La acumulación del capital. En él, se enreda ella de manera sorprendente. Ha retorcido a Marx. Estoy contento de que Pannekoek y Eckstein y O. Bauer la hayan desaprobado de común acuerdo y hayan expresado contra ella lo que yo había dicho en 1899 contra los Narodnikis" ([11]).
El consenso se hizo sencillamente sobre la idea de que Luxemburg había leído mal a Marx y se había inventado un problema inexistente: los esquemas de la reproducción ampliada demuestran que el capitalismo puede acumular de hecho sin ningún límite inherente en un mundo compuesto únicamente de obreros y capitalistas. Era como si dijeran que, en fin de cuentas, puesto que los cálculos de Marx son exactos todo eso será cierto. Bauer era un poco más matizado: reconocía que la acumulación no podía realizarse si no la alimentaba una demanda efectiva creciente; y daba una respuesta sencilla: la población crece, por consiguiente hay más obreros, y por lo tanto un aumento de la demanda; una solución que hacía volver al punto de partida del problema, pues tampoco esos obreros podían consumir más que la parte de capital variable que les entregaban los capitalistas. Lo esencial -y eso es lo que defienden casi todos los críticos de Luxemburg hasta hoy- es que los esquemas de la reproducción ampliada muestran que no habría problemas insolubles de realización de la plusvalía para el capitalismo.
Luxemburg era muy consciente de que los argumentos desarrollados por Kautsky (o por Boudin, pero éste era mucho menos conocido en el movimiento obrero) para defender, en el fondo, las mismas tesis que ella, no habían provocado la misma indignación: "Por tanto, queda esto establecido: Kautsky refutaba, en 1902, en la obra de Tugan-Baranovski, justamente aquellas afirmaciones que ahora los "expertos" oponen a mi explicación de la acumulación, y que los "expertos" de la ortodoxia marxista combaten en mí, como horrible extravío de la verdadera fe; la misma concepción, aunque más exacta y aplicada al problema de la acumulación, que Kautsky oponía, no hace más que catorce años, al revisionista Tugan-Baranovski, como la teoría de la crisis "generalmente aceptada de los marxistas ortodoxos"" ([12]).
¿Por qué una indignación semejante? Es fácil de entender viniendo de reformistas y revisionistas cuya preocupación principal era negar la posibilidad de un hundimiento del sistema capitalista. Pero es más difícil de entender la de los revolucionarios. Podemos subrayar el hecho -significativo del carácter exaltado de las reacciones- de que Kautsky no estableció ninguna relación entre sus argumentos y los esquemas de la reproducción ([13]) y por eso no apareció como un "crítico" de Marx. Quizás sea ese conservadurismo la base de muchas críticas hechas a Rosa Luxemburg: El Capital sería una especie de Biblia que contendría todas las respuestas para comprender la ascendencia y el declive del modo de producción capitalista. Luxemburg, en cambio, defendió con decisión que los marxistas debían considerar El Capital por lo que era, una obra genial pero inacabada, especialmente sus volúmenes II y III; y que, de todas maneras, no podía incluir todas las etapas posteriores en la evolución del sistema capitalista.
En medio de todas esas respuestas escandalizadas, hubo al menos una defensa muy clara de Luxemburg, escrita durante los levantamientos de la guerra y la revolución: "Rosa Luxemburg, marxista", por el húngaro Georg Lukacs, el cual era, en aquel entonces, un representante del ala izquierda del movimiento comunista. El artículo de Lukacs, publicado en el libro Historia y conciencia de clase (1922), empieza subrayando el método que debe seguirse en la discusión sobre la teoría de Luxemburg. Defiende la idea de que lo que distingue básicamente la visión proletaria de la visión burguesa del mundo es que, mientras que la burguesía está condenada a examinar la sociedad desde el enfoque de una unidad atomizada, en competencia mutua, sólo el proletariado puede desarrollar una visión de la realidad como totalidad:
"No es la preponderancia de los motivos económicos en la explicación de la historia lo que distingue de manera decisiva al marxismo de la ciencia burguesa; es el punto de vista de la totalidad. La categoría de la totalidad, la dominación, determinante y en todos los dominios, del todo sobre las partes, constituye la esencia que el método de Marx ha tomado de Hegel y que él trasformó de manera original para convertirlo en fundamento de una ciencia totalmente nueva. La separación capitalista entre el productor y el proceso global de la producción, la fragmentación del proceso de trabajo en partes que dejan de lado el carácter humano del trabajador, la atomización de la sociedad en individuos que producen sin plan y sin concierto, etc., todo esto tenía necesariamente que ejercer también una influencia profunda en el pensamiento, la ciencia y la filosofía del capitalismo. Y lo que hay de fundamentalmente revolucionario en la ciencia proletaria, no es sólo que ella oponga a la sociedad burguesa contenidos revolucionarios, sino que es, en primerísimo lugar, la esencia revolucionaria del método en sí. El reino de la categoría de totalidad es el portador del principio revolucionario en la ciencia."
Lukacs prosigue mostrando que la ausencia de ese método proletario fue lo que impidió que los críticos de Luxemburg se dieran cuenta del problema que ella había planteado en La acumulación del capital: "...Porque la justeza o la falsedad de la solución que Rosa Luxemburg proponía al problema de la acumulación del capital no era el centro del debate conducido por Bauer, Eckstein, etc. Lo que se discutía, por el contrario, era si había o no un problema en eso y se impugnaba con la máxima energía la existencia de un verdadero problema. Lo cual puede comprenderse perfectamente, y es incluso necesario desde el punto de vista metodológico de los economistas vulgares. Porque si la cuestión de la acumulación es tratada, por una parte, como un problema particular de la economía política y, por otra, es considerada desde el punto de vista del capitalista individual, no hay efectivamente ahí ningún problema.
"Este rechazo del problema por entero está estrechamente ligado al hecho de que los críticos de Rosa Luxemburg dejaron de lado distraídamente la parte decisiva del libro ("Las condiciones históricas de la acumulación") y, lógicos consigo mismos, plantearon la cuestión en la forma siguiente: las fórmulas de Marx, que se basan en el principio aislante, admitido con fines metodológicos, de una sociedad compuesta únicamente de capitalistas y proletarios, ¿son justas, y cuál es la mejor interpretación de ellas? Para Marx sólo eran una hipótesis metodológica, en base a la cual había que progresar para plantear las cuestiones de manera más amplia, para plantear la cuestión en referencia a la totalidad de la sociedad, y esto es lo que ha escapado por completo a los críticos. No se han percatado de que el propio Marx dio ese paso en el primer volumen de El capital en lo referente a lo que se llama la acumulación originaria. Ellos han silenciado -consciente o inconscientemente- el hecho de que todo El capital, precisamente en relación a esta cuestión, no es más que un fragmento interrumpido justamente en el lugar donde ese problema debe ser suscitado, y que, en consecuencia, Rosa Luxemburg no ha hecho otra cosa que llevar hasta el fin y en su mismo sentido a ese fragmento, completándolo conforme al espíritu de Marx.
"Sin embargo, ellos han actuado consecuentemente. Porque, desde el punto de vista del capitalista individual, desde el punto de vista de la economía vulgar, ese problema no debe plantearse. Desde el punto de vista del capitalista individual, la realidad económica aparece como un mundo gobernado por las leyes eternas de la naturaleza, a las cuales él debe adaptar su actividad. La realización de la plusvalía y la acumulación tienen lugar para él en forma de un intercambio con los demás capitalistas individuales (a decir verdad, incluso aquí, éste no es siempre el caso, es solamente el hecho más frecuente). Y todo el problema de la acumulación, también, no es más que el problema de una de las formas de las múltiples trasformaciones que sufren las fórmulas dinero-mercancía-dinero y mercancía-dinero-mercancía en el curso de la producción, de la circulación, etc. Así, la cuestión de la acumulación se torna para la economía vulgar una cuestión de detalle en una ciencia particular, y ella no tiene prácticamente ningún nexo con el destino del capitalismo en su conjunto; su solución garantiza suficientemente la exactitud de las "fórmulas" marxistas, que, todo lo más, deben ser mejoradas -como en Otto Bauer- para "adaptarlas a la época". Así como en su tiempo los discípulos de Ricardo no comprendieron la problemática marxista, tampoco Otto Bauer y sus colegas comprendieron que, con esas fórmulas, jamás podrá ser abarcada, por principio, la realidad económica, puesto que esas fórmulas presuponen una abstracción (la sociedad considerada como compuesta únicamente por capitalistas y proletarios) que parte de la realidad de conjunto; esas fórmulas, por tanto, sólo pueden servir para despejar el problema, sólo son un trampolín para plantear el verdadero problema" ([14]).
Un pasaje de los Grundrisse que Lukacs no podía conocer entonces, confirma ese método: la idea de que la clase obrera pudiera ser un mercado suficiente para los capitalistas es una ilusión típica de la visión obtusa de la burguesía: "Bien mirado, no nos concierne aquí la relación entre el capitalista individual y los obreros de los demás capitalistas. Dicha relación solo pone de manifiesto la ilusión de cada capitalista, pero nada cambia en la relación entre el capital en general y el trabajo. Cada capitalista sabe, respecto de sus obreros, que no se les contrapone como productor frente a los consumidores y desea reducir al máximo el consumo de ellos, es decir su capacidad de cambio, su salario. Desea, naturalmente, que los obreros de los demás capitalistas consuman la mayor cantidad posible de sus propias mercancías. Pero la relación entre cada capitalista y sus obreros es la relación en general entre el capital y el trabajo. Ello no obstante, la ilusión -correcta para el capitalista individual, a diferencia de todos los demás- de que a excepción de sus obreros todo el resto de la clase obrera se le contrapone como consumidores y sujetos del intercambio, no como obreros sino como dispensadores de dinero. Se olvida de que, como dice Malthus, "le existencia misma de un beneficio sobre una mercancía cualquiera presupone una demanda exterior a las del trabajador que la produjo", y por tanto que "la demanda del propio obrero nunca puede ser una demanda adecuada". Como una producción pone en movimiento la otra y, por ende, crea consumidores en los obreros del capital ajeno, para cada capital individual la demanda de la clase obrera, que es puesta por la producción misma, aparecerá como "demanda adecuada". Este demanda puesta por la producción misma impele, por una parte, a ésta a transgredir la proporción en la que tendría que producir con respecto a los obreros, tiene que sobrepasarla; por otra parte, desaparece o se contrae la demanda exterior a la de los propios obreros, con lo cual se produce el derrumbamiento" ([15]).
Al haber cuestionado la "letra" de Marx, Luxemburg demostró que ella sí se mantuvo fiel a su "espíritu"; y hay además muchos otros escritos de Marx que podrían citarse para defender la importancia central del problema que ella planteó.
En los artículos siguientes, examinaremos cómo intentó el movimiento entender el proceso de declive del capitalismo tal como ocurrió ante sus ojos durante las tumultuosas décadas de 1914 a 1945.
Gerrard
[1]) La acumulación del capital.
[2]) Kautsky, Neue Zeit no 5, 1902, citado por Rosa Luxemburg en La acumulación del capital o Lo que los epígonos han hecho de la teoría marxista: una anticrítica.
[3]) Este estudio, aparecido por primera vez en forma de libro publicado por Charles Kerr (Chicago) en 1915, se basa en una serie de artículos publicados entre mayo de 1905 y octubre de 1906, en la revista International Socialist Review.
[4]) Cita de Rosa Luxemburg: "Prescindimos aquí de que Kautsky atribuye a esta teoría el nombre poco afortunado y equívoco de una explicación de las crisis "por infraconsumo", de cuya explicación se burla justamente Marx en el segundo tomo de El Capital. Prescindimos también de que Kautsky no ve en toda la cuestión más que el problema de las crisis, sin advertir, al parecer, que la acumulación capitalista constituye en sí un problema, aun prescindiendo de las oscilaciones de la coyuntura. Prescindimos finalmente de lo que dice Kautsky acerca del consumo de los capitalistas y trabajadores. Según él, este consumo no crece "con bastante rapidez" para la acumulación, y ésta, por tanto, necesita un "mercado suplementario". Esto, como se ve, es bastante vago y no abarca exactamente el concepto de la acumulación" (Una Anticrítica, op. cit.).
Es importante hacer constar la cantidad de críticos de Rosa Luxemburg - incluidos los marxistas - que la acusan de infraconsumismo, cuando en realidad ella rechaza tan explícitamente esa noción. Es perfectamente cierto que Marx argumenta en varias ocasiones que "la razón última de toda verdadera crisis es siempre la pobreza y la capacidad restringida de consumo de las masas" (El Capital, tomo III, cap. 30, p. 455, FCE, México), pero Marx pone cuidado en precisar que no se refiere "al poder de consumo absoluto", sino "al poder de consumo que se basa en unas condiciones de reparto antagónicas que reducen el consumo de la gran masa de la sociedad a un mínimo variable en unos límites más o menos estrechos. Es, además, restringido por el deseo de acumular, la tendencia a aumentar el capital y a producir plusvalía a una escala más amplia" (ídem). En otras palabras, las crisis no son el resultado de la reticencia de la sociedad a consumir mientras sea físicamente posible, ni de que los salarios serían demasiado "bajos"- algo que hay que precisar a causa de la cantidad de mentiras que a ese respecto proceden de las filas del ala izquierda del capital. Si así fuera, se podrían entonces eliminar las crisis aumentando los salarios y es eso precisamente lo que Marx ridiculiza en el volumen II de El Capital. El problema estriba más bien en la existencia de "condiciones de reparto antagónicas", o sea en la relación del propio trabajo asalariado, el cual debe permitir siempre una "plusvalía" además de lo que el capitalista paga a los obreros.
[5]) La crítica principal de Luxemburg a Boudin se refería a la idea, aparentemente visionaria, de que los gastos en armamento eran una forma de despilfarro o de gastos inconsiderados; esta idea iba en contra de la de Rosa Luxemburg sobre "el militarismo, campo de acción del capital", elaborada en el capítulo del mismo nombre en La acumulación del capital. Sin embargo, el militarismo sólo podía ser campo de acumulación del capital en una época en la que había posibilidades reales de que la guerra -las conquistas coloniales para ser más precisos- abría nuevos mercados sustanciales a la expansión capitalista. Con la reducción de esas salidas mercantiles, el militarismo se vuelve puro despilfarro para el capitalismo como un todo: aunque la economía de guerra parezca proporcionar una "solución" a la crisis de sobreproducción haciendo funcionar el aparato económico (el ejemplo más patente es la Alemania de Hitler y durante toda la IIª Guerra mundial para todos los países), es, en realidad, una gigantesca destrucción de valor.
[6]) Die Neue Zeit, 25, año 1, "Fórmulas matemáticas contra Karl Marx", citado por Luxemburg en una nota del capítulo 23 de La acumulación del capital.
[7]) Traducido de la versión francesa Principes d'une critique de l'économie politique, parte IIª: "Le capital", "Marché mondial et système de besoins", páginas 260-61 (Editions la Pléiade, Marx, Oeuvres, Tomo 2).
[8]) La acumulación del capital, III, 31: "El proteccionismo y la acumulación".
[9]) "En todos los países capitalistas, aún en aquellos de industria más desarrollada, quedan todavía, junto a las empresas capitalistas agrícolas e industriales, numerosas manifestaciones de tipo artesano y campesino, basadas en el régimen de la producción de mercancías. En la misma Europa existen todavía, al lado de los viejos países capitalistas, otros en que predomina aún de un modo muy considerable, como acontece en Rusia, los países balcánicos y escandinavos y España, este tipo de producción artesana y campesina. Y, finalmente, junto a los países capitalistas de Europa y Norteamérica, quedan todavía continentes enormes en los que la producción capitalista sólo empieza a manifestarse en unos cuantos centros dispersos, presentando en la inmensidad de su superficie las más diversas formas económicas, desde el comunismo primitivo hasta el régimen feudal, campesino y artesano" (Una anticrítica, I, op. cit.).
Ver el artículo "Debate interno en la CCI (V) - La sobreproducción crónica, un obstáculo infranqueable para la acumulación capitalista", contribución para explicar el papel desempeñado por los mercados extracapitalistas en el período de decadencia del capitalismo. (https://es.internationalism.org/rint141-sobreproduccion [89]).
[10]) Una anticrítica, op. cit.
[11]) En The making of Marx's Capital (La génesis de El Capital en Marx) (Pluto Press, 1977), Roman Rosdolsky hace una crítica excelente del error cometido por Lenin al ponerse al lado de los legalistas rusos y los reformistas austriacos contra Luxemburg (p. 472, edición en inglés). Aunque también él hace críticas a Luxemburg, insiste en que el marxismo es necesariamente una teoría del "hundimiento", subrayando la tendencia a la sobreproducción identificada por Marx como la clave para comprender dicha teoría. Sus críticas a Luxemburg son, de hecho, de difícil comprensión. Insiste en que el error principal de Luxemburg era que no comprendía que los esquemas de la reproducción eran simplemente un "dispositivo heurístico" y, sin embargo, toda la argumentación de Luxemburg contra sus críticos insiste precisamente en que ese esquema sólo puede utilizarse como dispositivo heurístico y no como descripción real de la evolución histórica del capital, ni como una prueba matemática de la posibilidad de una acumulación ilimitada (p.490, edición inglesa).
[12]) Una Anticrítica, op. cit.
[13]) Más tarde, el propio Kautsky acabaría adhiriéndose a la posición de los austro-marxistas: "En su obra más importante, critica fuertemente la "hipótesis" de Luxemburg de que el capitalismo debe hundirse por razones económicas; afirma que Luxemburg "está en contradicción con Marx quien ha demostrado lo contrario en su segundo volumen de El Capital, o sea en los esquemas de la reproducción"" (Rosdolsky, op. cit., citando a Kautsky en La concepción materialista de la historia, traducido del inglés por nosotros).
[14]) Historia y conciencia de clase, op. cit.
[15]) Grundrisse o Elementos fundamentales para la crítica de la economía política (borrador) 1857-1858; Ed. siglo XXI, v. I, pp. 373-374. Marx explica también en otro lugar que la idea de que los capitalistas mismos podrían ser el mercado para la reproducción ampliada, está basada en una incomprensión de la naturaleza del capitalismo: "Puesto que el fin del capital no es la satisfacción de las necesidades, sino la producción de ganancias, y puesto que sólo logra esta finalidad en virtud de métodos que regulan el volumen de la producción con arreglo a la escala de la producción, y no a la inversa, debe producirse constantemente una escisión entre las restringidas dimensiones del consumo sobre bases capitalistas y una producción que tiende constantemente a superar esa barrera que le es inmanente. Por lo demás, el capital se compone de mercancías, y por ello la sobreproducción de capital implica la sobreproducción de mercancías. De ahí el curioso fenómeno de que los mismos economistas que niegan la sobreproducción de mercancías, admitan la de capital. Si se dice que dentro de los diversos ramos de la producción no se da una sobreproducción general, sino una desproporción, ello no significa sino que, dentro de la producción capitalista, la proporcionalidad entre los diversos ramos de la producción se establece como un proceso constante a partir de la desproporcionalidad, al imponérsele aquí la relación de la producción global, como una ley ciega, a los agentes de la producción, y no sometiéndose a su control colectivo como una ley del proceso de producción captada por su intelecto asociado, y de ese modo dominada. Además, de esa manera se exige que países en los cuales el modo capitalista de producción no está desarrollado, hayan de consumir y producir en un grado adecuado a los países del modo capitalista de producción. Si se dice que la sobreproducción es sólo relativa, ello es totalmente correcto, pero ocurre que todo el modo capitalista de producción es sólo un modo de producción relativo, cuyos límites no son absolutos, pero que sí lo son para él, sobre su base. ¿Cómo, de otro modo, podría faltar la demanda de las mismas mercancías de que carece la masa del pueblo, y cómo sería posible tener que buscar esa demanda en el extranjero, en mercados más distantes, para poder pagar a los obreros del propio país el promedio de los medios de subsistencia imprescindibles? Porque sólo en este contexto específico, capitalista, el producto excedentario adquiere una forma en la cual su poseedor sólo puede ponerlo a disposición del consumo en tanto se reconvierta para él en capital. Por último, si se dice que, en última instancia, los capitalistas sólo tienen que intercambiar entre sí sus mercancías y comérselas, se olvida todo el carácter de la producción capitalista, y se olvida asimismo que se trata de la valorización del capital, y no de su consumo. En suma, todos los reparos contra las manifestaciones palpables de la sobreproducción (manifestaciones éstas que no se preocupan por tales reparos) apuntan a señalar que los límites de la producción capitalista no son limitaciones de la producción en general, y por ello tampoco lo son de este modo específico de producción, el capitalista. Pero la contradicción de este modo capitalista de producción consiste precisamente en su tendencia hacia el desarrollo absoluto de las fuerzas productivas, la cual entra permanentemente en conflicto con las condiciones específicas de producción dentro de las cuales se mueve el capital, y que son las únicas dentro de las cuales puede moverse" (El Capital, T. III, Sección Tercera, Capítulo 15: "Desarrollo de las contradicciones internas de la ley", 3a parte - subrayado por nosotros).
Publicamos a continuación el Manifiesto del Grupo Obrero [o de Trabajadores] del Partido Comunista Ruso (PCR, Partido bolchevique) uno de cuyos líderes más conocidos fue Miasnikov (véase nota al final del artículo), de ahí que se use frecuentemente el nombre de "Grupo de Miasnikov". Este grupo forma parte de lo que se llama la Izquierda Comunista ([1]), al igual que otros grupos tanto en Rusia como en otras partes del mundo, en Europa en particular. Las distintas expresiones de esta corriente se originan en la reacción ante la degeneración oportunista de los partidos de la Tercera Internacional y del poder de los soviets en Rusia. Fueron una respuesta proletaria bajo la forma de corrientes de izquierda, como ya habían existido en el pasado ante el avance del oportunismo de la Segunda Internacional.
En la misma Rusia, desde 1918, aparecen fracciones de izquierda ([2]) en el Partido bolchevique, expresiones de varios desacuerdos con su política ([3]). Esto ya es de por sí una prueba del carácter proletario del bolchevismo. Expresión viva de la clase obrera, de la única clase que puede hacer una crítica despiadada y continua de su propia práctica, el Partido bolchevique engendró continuamente fracciones revolucionarias. En cada etapa de su degeneración, se alzaron en su seno voces de protesta; grupos que se formaban dentro del Partido o rompían con él para denunciar las traiciones al programa de origen del bolchevismo. Cuando, finalmente, el Partido fue enterrado por sus sepultureros estalinistas, dejaron entonces de surgir en su seno dichas fracciones. Los comunistas de Izquierda rusos eran todos bolcheviques. Fueron ellos los que defendieron la continuidad con aquel bolchevismo de los años heroicos de la revolución; mientras que quienes les calumniaron, persiguieron y ejecutaron, por muy conocidos que fueran, fueron los que rompieron con la esencia del verdadero bolchevismo.
La retirada de Lenin de la vida política fue uno de los factores que precipitaron una crisis abierta en el Partido bolchevique. Por un lado, la facción burocrática consolidó su control sobre el partido, primeramente mediante un "triunvirato" formado por Stalin, Zinóviev y Kámenev, un bloque cuya argamasa era el deseo común de marginar a Trotski, mientras que éste, a pesar de sus muchas vacilaciones, se vio obligado a situarse abiertamente en las filas de la oposición dentro del partido.
En ese mismo momento, el régimen bolchevique se enfrentaba a nuevas dificultades tanto en el frente económico como en el social. En el verano de 1923, la primera crisis de la "economía de mercado" instaurada por la Nueva Economía Política (NEP) amenazaba el equilibrio del conjunto de la economía. Si el objetivo de la introducción de la NEP era contrarrestar la excesiva centralización estatal del comunismo de guerra que había llevado a la crisis de 1921, ahora se comprobaba cómo esa liberalización económica llevaba a Rusia a algunos de los típicos problemas de la producción capitalista. Estas dificultades económicas y, sobre todo, la política adoptada por el gobierno ante ellas (reducción de los salarios y despidos, o sea las "clásicas" en un Estado capitalista "normal"), agravaron aún más las condiciones de vida de los trabajadores que ya estaban prácticamente al límite de la miseria. En agosto-septiembre de 1923 estallaron espontáneamente numerosas huelgas que empezaron a extenderse por los principales centros industriales.
El triunvirato, interesado sobre todo en el mantenimiento del statu quo, empezaba a considerar la NEP como el camino real que llevaría a Rusia al socialismo. Este punto de vista fue teorizado especialmente por Bujarin que había pasado de la extrema izquierda del partido a su ala más derechista, y que precedió a Stalin en la elaboración de una teoría sobre el socialismo en un sólo país, aunque "a paso de tortuga", gracias al desarrollo de una economía de mercado "socialista". Trotski, por su parte, empezaba ya a reclamar más centralización estatal y más planificación para responder a las dificultades económicas del país. Pero la primera declaración clara de la oposición, que emergía de las propias esferas dirigentes del partido, fue la "Plataforma de los 46", presentada al Politburó de octubre de 1923. Entre esos 46 figuraba gente cercana a Trotski (Piatakov y Preobrazhenski), así como elementos del grupo Centralismo Democrático como Sapranov, Smirnov y Osinski. No es casualidad si Trotski no firmó ese documento: el miedo a ser considerado como miembro de una fracción (prohibidas desde 1921), tenía por supuesto bastante que ver en ello. Sin embargo, en su carta abierta al Comité Central publicada en Pravda en diciembre de 1923, así como en su folleto El nuevo curso, exponía puntos de vista muy similares, lo que le situaba definitivamente en las filas de la oposición.
La "Plataforma de los 46" fue, inicialmente, una respuesta ante los problemas económicos que enfrentaba el régimen, defendiendo una mayor planificación estatal frente al pragmatismo postulado por el aparato dominante y la tendencia de éste a elevar la NEP a principio inmutable. Estos planteamientos fueron una constante de la oposición de izquierdas formada en torno a Trotski, aunque no de las más acertadas, como veremos más adelante. Lo más importante era que alertaban sobre el anquilosamiento que se estaba produciendo en la vida interna del partido ([4]).
Pero, al mismo tiempo, esa Plataforma se distanciaba de aquellas formaciones a las que definía como grupos de oposición "virulentos", aunque los viera como expresión de la crisis que se vivía en el partido. Se refería, indudablemente, a corrientes como el Grupo Obrero constituido en torno a Miasnikov, así como a Verdad Obrera de Bogdanov, que aparecieron en esa misma época. Poco después, Trotski se refirió a ellos de manera parecida: rechazando sus análisis por considerarlos demasiado extremistas pero viéndolos, al mismo tiempo, como síntomas de la enfermedad que aquejaba al partido. Trotski tampoco quiso colaborar con los métodos de represión empleados para eliminar a esos grupos.
Pero, en realidad, esos grupos no pueden ser considerados en absoluto como un fenómeno "virulento" o "malsano". Es cierto que el grupo Verdad Obrera expresaba cierta tendencia hacia el derrotismo e incluso al menchevismo y que, como en muchas de las corrientes que se desarrollaron en las izquierdas holandesa y alemana, sus análisis sobre el surgimiento del capitalismo de Estado en Rusia quedaron debilitados por una tendencia a cuestionar la propia Revolución de Octubre, viéndola como una revolución burguesa más o menos progresista ([5]).
Este no es el caso, en absoluto, del Grupo Obrero del Partido Comunista Ruso (bolchevique) dirigido por veteranos obreros bolcheviques como Miasnikov, Kuznetsov y Moiseev. Esta formación se dio a conocer distribuyendo su Manifiesto, en abril-mayo de 1923, inmediatamente después del XIIo Congreso del Partido bolchevique. Un examen de este documento confirma la seriedad de este grupo, su profundidad y su perspicacia políticas.
El texto no está desprovisto de debilidades. En particular, se implica en la "teoría de la ofensiva", que no ve el reflujo de la revolución internacional y, por lo tanto, la necesidad de luchas defensivas de la clase obrera. Era la otra cara de la medalla con respecto al análisis de la Internacional Comunista, que veía el retroceso de 1921 pero sacaba conclusiones ampliamente oportunistas. De la misma forma, el Manifiesto adopta una opinión errónea al afirmar que en la época de la revolución proletaria, las luchas por aumentos de salarios ya no tendrían un papel positivo.
A pesar de eso, las fuerzas de ese documento tienen mucha más importancia que sus debilidades:
En resumidas cuentas: no había nada de "virulento" en el proyecto del Grupo Obrero, y tampoco se trataba de una secta sin influencia en la clase. Ciertas estimaciones dicen que contaba aproximadamente con 200 miembros en Moscú, y era coherente cuando afirmaba tomar decididamente partido por los trabajadores en su lucha contra la burocracia. Intentó entonces desarrollar una intervención política activa en las huelgas salvajes del verano y otoño de 1923. De hecho éste fue el motivo, junto a la influencia creciente del Grupo entre los militantes del partido, por el que el aparato del partido descargó la represión contra él. Como lo tenía previsto, Miasnikov sufrió incluso un intento de asesinato, "en un intento de fuga". Sobrevivió, y aunque fue arrestado y posteriormente exiliado tras haberse escapado, prosiguió durante dos décadas, en el extranjero, su actividad revolucionaria. El grupo que permaneció en Rusia acabó bastante diezmado por detenciones masivas, aunque resulte claro que no desapareció por completo y siguió influyendo en la "extrema izquierda" de los movimientos de oposición, tal y como se deduce del valioso documento de Ante Ciliga (El enigma ruso) dedicado a los grupos de oposición encarcelados en Rusia a finales de los años 20. En cualquier caso, ese primer episodio de represión es un hito especialmente ominoso: por primera vez, un grupo declaradamente comunista sufría la violencia directa del Estado bajo el régimen bolchevique.
Cualquier obrero consciente al que no dejan indiferente ni los sufrimientos y los tormentos de su clase, ni la lucha titánica que está llevando a cabo, ha reflexionado ciertamente más de una vez sobre el destino de nuestra revolución en todas las fases de su desarrollo. Cada uno entiende que su suerte está vinculada muy estrechamente a la del movimiento del proletariado mundial.
Puede todavía leerse en el viejo programa socialdemócrata que "el desarrollo del comercio crea una conexión estrecha entre los países del mundo civilizado" y que "el movimiento del proletariado tenía que ser internacional, y que ya se estaba volviendo así".
El trabajador ruso, también él, ha aprendido a verse a sí mismo como un soldado del ejército mundial del proletariado internacional, y a considerar a sus organizaciones de clase como regimientos de ese ejército. Cada vez que se plantea entonces la cuestión inquietante del destino de las conquistas de la Revolución de Octubre, el obrero ruso levanta su mirada por encima de la fronteras, allí donde están reunidas las condiciones de la revolución, pero de donde la revolución, sin embargo, no llega.
Pero el proletario no ha de compadecerse ni bajar la cabeza porque la revolución no se presente en un momento dado. Debe al contrario hacerse la pregunta: ¿qué hay que hacer para que llegue la revolución?
Cuando el trabajador ruso mira hacia su propio país, ve a la clase obrera, que realizó la revolución socialista, tener que soportar las pruebas más duras de la NEP (Nueva Economía Política) y, frente ella, a los "héroes" de la NEP cada día más orondos. Comparando su situación a la de éstos, se pregunta con inquietud: ¿a dónde vamos exactamente?
Le abruman entonces las ideas más amargas. Él, el trabajador, soportó la totalidad del peso de la guerra imperialista y de la guerra civil; en los periódicos rusos, ve cómo se le celebra como el héroe que entregó su sangre por esa lucha. Pero lleva una vida miserable, a pan y agua. En cambio, los que se hartan ahítos con el tormento y la miseria de los demás, de todos esos trabajadores que entregaron sus armas, viven en el lujo y la magnificencia. ¿A dónde vamos entonces? ¿Qué va ocurrir? ¿Es verdaderamente posible que la NEP, de "Nueva Economía Política" se transforme en "Nueva Explotación del Proletariado"? ¿Qué se ha de hacer para desviar este peligro?
Cuando el trabajador se hace de improviso esas preguntas, mira espontáneamente hacia atrás para tratar de establecer un vínculo entre el presente y el pasado, entender cómo se ha podido llegar a semejante situación. Por amargas e instructivas que sean estas experiencias, el trabajador se pierde en la red inextricable de los acontecimientos históricos que se han desarrollado ante él.
Nosotros queremos ayudarle, en la medida de nuestras fuerzas, a entender los hechos y si es posible a mostrarle el camino de la victoria. No pretendemos hacer el papel de magos o profetas cuya palabra sería sagrada e infalible; queremos, al contrario, que se someta todo esto que decimos a la crítica más aguda y a las correcciones necesarias.
¡A los camaradas comunistas de todos los países!
El estado actual de las fuerzas productivas en los países avanzados y especialmente en aquellos en donde el capitalismo está altamente desarrollado otorga al movimiento proletario de esos países el carácter de una lucha por la revolución comunista, por la toma del poder por las endurecidas manos proletarias, por la dictadura del proletariado. O la humanidad se hundirá en la barbarie, ahogándose en su propia sangre en incesantes guerras nacionales y burguesas, o el proletariado realizará su misión histórica: conquistar el poder y acabar de una vez con la explotación del hombre por el hombre, con la guerra entre las clases, los pueblos, las naciones; alzar la bandera de la paz, del trabajo y de la fraternidad.
La carrera de armamentos, el refuerzo acelerado de las flotas aéreas de Inglaterra, Francia, Estados Unidos, Japón, etc., nos amenazan con una guerra desconocida hasta ahora en la que fallecerán millones de hombres y se destruirán todas las riquezas de las ciudades, de las fábricas, de las empresas, todo lo que los obreros y los campesinos fabricaron con su trabajo agotador.
Por todas partes, es tarea del proletariado derribar a su propia burguesía. Cuanto más rápidamente lo haga en cada país, más rápidamente realizará el proletariado mundial su misión histórica.
Para acabar con la explotación, la opresión y las guerras, el proletariado no debe luchar por un aumento de sueldo o una reducción de su tiempo de trabajo. Fue necesario en su tiempo, pero hoy es necesario luchar por el poder.
La burguesía y los opresores de todo tipo y pelaje están muy satisfechos con los socialistas de todos los países, precisamente porque desvían al proletariado de su tarea esencial, la lucha contra la burguesía y su régimen de explotación: proponen continuamente reivindicaciones mezquinas sin manifestar la menor resistencia al sometimiento y a la violencia. De esta forma, se convierten, en un determinado momento, en los únicos salvadores de la burguesía ante la revolución proletaria. La gran masa trabajadora acoge en efecto con desconfianza lo que sus opresores le proponen directamente; pero si se le presenta lo mismo como si correspondiera a sus intereses y engalanado con fraseología socialista, entonces la clase obrera, perturbada por ese discurso, otorga su confianza a los traidores y desgasta sus fuerzas en un combate inútil. De modo que la burguesía ni tiene ni tendrá nunca mejores abogados que los socialistas.
La vanguardia comunista debe hacerlo todo para que salga de las mentes de sus camaradas de clase todo tipo de porquería ideológica burguesa y conquistar la conciencia de los proletarios para conducirlos a la lucha victoriosa. Pero para acabar con todos esos enredos burgueses, es necesario ser un proletario más, compartir todos sus sufrimientos y dolores. Cuando estos proletarios, que hasta ahora han ido siguiendo a los lacayos de la burguesía, comiencen a luchar, a hacer huelgas, no hemos de descartarlos echándoles culpas con menosprecio, al contrario, se ha de permanecer con ellos en su lucha explicando sin descanso que hay luchas que sólo sirven a la burguesía. Del mismo modo, para poder decirles verdades, a veces se ve uno obligado a encaramarse sobre un montón de mierda (presentarse a las elecciones) ensuciando sus honestos zapatos revolucionarios.
Todo depende, sin duda, de la relación de fuerzas en cada país. Y podría ser que no sea necesario presentarse a las elecciones, ni participar en las huelgas, sino librar directamente la batalla. Pero no hay que meter a todos los países en el mismo saco. Hay que intentar, evidentemente, todos los medios para conquistar la simpatía del proletariado; pero no al precio de concesiones, olvidos o renuncias a las soluciones fundamentales. Debe ser combatido quien, por afán de éxito inmediato, abandona esas soluciones, no sirve de guía, no pretende conducir a las masas sino que las imita, no las conquista sino que se pone a su remolque.
No se debe nunca esperar al otro, quedarse inmóvil porque la revolución no estalla simultáneamente en todos los países. No debe uno disculpar su propia indecisión alegando la inmadurez del movimiento proletario y aún menos tener el discurso que dice: "Estamos listos para la revolución e incluso bastante fuertes; pero otros aún no lo están; y si derribamos a nuestra burguesía sin que los demás hagan lo mismo, ¿Qué ocurrirá entonces?".
Supongamos que el proletariado alemán eche abajo a la burguesía de su país y todos los que la sirven. ¿Qué ocurrirá? La burguesía y los social-traidores huirán lejos de la cólera proletaria, acudirán a Francia y Bélgica, para suplicar a Poincaré y compañía que den un escarmiento al proletariado alemán. Irán hasta prometer a los franceses el respeto del Tratado de Versalles, ofreciéndoles quizá además Renania y el Ruhr. O sea, actuarán como lo hicieron y siguen haciendo la burguesía rusa y sus aliados socialdemócratas. Naturalmente, Poincaré se alegrará de semejante ocasión: salvar Alemania de su proletariado, como lo hicieron los ladrones del mundo entero con la Rusia soviética. Desgraciadamente para Poincaré y sus socios, en cuanto los obreros y campesinos que componen su ejército comprendan que se trata de ayudar a la burguesía alemana y a sus aliados contra el proletariado alemán, darán la vuelta a sus armas contra sus propios amos, contra el propio Poincaré. Para salvar su propia piel y la de los burgueses franceses, éste volverá a llamar a sus tropas, abandonará a su suerte a la pobre burguesía alemana con sus aliados socialistas, y eso incluso si el proletariado alemán desgarra el Tratado de Versalles. Una vez expulsado Poincaré del Rin y el Ruhr, se declarará una paz sin anexión ni indemnización basada en el principio de la autodeterminación de los pueblos. No resultará difícil a Poincaré ponerse de acuerdo con Cuno y los fascistas; pero la Alemania de los consejos [obreros] acabará derrotándolos. Cuando se dispone de la fuerza, hay que utilizarla y no perder tiempo.
Otro peligro amenaza a la revolución alemana: la dispersión de sus fuerzas. En interés de la revolución proletaria mundial, todo el proletariado revolucionario debe unir sus esfuerzos. Si la victoria del proletariado es impensable sin ruptura decisiva y sin combate a muerte contra los enemigos de la clase obrera (los social-traidores de la Segunda Internacional que reprimen con las armas en la mano el movimiento revolucionario proletario en su país, supuestamente libre), esta victoria es impensable sin la unión de todas las fuerzas que tienen como objetivo la revolución comunista y la dictadura del proletariado. Por eso nosotros, Grupo Obrero del Partido Comunista Ruso (bolchevique), que formamos parte, organizativa e ideológicamente, de los partidos pertenecientes a la IIIa Internacional, nos dirigimos a todos los proletarios revolucionarios comunistas honrados pidiéndoles que unan sus fuerzas para la última y decisiva batalla. Nos dirigimos a todos los partidos de la IIIa Internacional como a los de la IVa Internacional Comunista Obrera ([7]), así como a las organizaciones particulares que no pertenecen a ninguna de esas internacionales pero persiguen nuestro objetivo común, para llamarlas a constituir un frente unido para el combate y la victoria.
La fase inicial se acabó. El proletariado ruso, basándose en las normas del arte revolucionario proletario y comunista, derribó a la burguesía y a sus lacayos de todo tipo y jaez (socialistas-revolucionarios, mencheviques, etc.) que la defendían con tanto celo. Y aunque mucho más débil que el proletariado alemán, ha rechazado, como todo el mundo puede comprobar, todos los ataques que la burguesía mundial ha dirigido contra él, alentados por los burgueses, los terratenientes y los socialistas de Rusia.
Le incumbe ahora actuar al proletariado occidental, reunir sus propias fuerzas y comenzar la lucha por el poder. Sería obviamente peligroso cerrar los ojos ante los peligros que amenazan la Revolución de Octubre y la revolución mundial en el interior mismo de la Rusia soviética. La Unión Soviética conoce actualmente sus momentos más difíciles: enfrenta tantas deficiencias, y de tal gravedad, que podrían ser fatales para el proletariado ruso y el proletariado del mundo entero. Estas deficiencias derivan de la debilidad de la clase obrera rusa y del movimiento obrero mundial. El proletariado ruso no está aún en condiciones de oponerse a las tendencias que conducen por un lado a la degeneración burocrática de la NEP y, por otro, que ponen en gran peligro las conquistas de la revolución proletaria rusa, tanto en el interior como en el exterior.
El proletariado del mundo entero está directa e inmediatamente interesado en la defensa de las conquistas de la Revolución de Octubre contra cualquier amenaza. La existencia de un país como Rusia como base de la revolución comunista mundial ya es una garantía de victoria y, en consecuencia, la vanguardia del ejército proletario internacional -los comunistas de todos los países- debe expresar firmemente la opinión del proletariado, hoy por hoy inexistente, sobre las deficiencias y los males que sufren la Rusia soviética y su ejército de proletarios comunistas, el PCR (bolchevique).
Por ser el que mejor informado está sobre la situación rusa, el Grupo Obrero del PCR (bolchevique) se propone comenzar esa tarea.
Como proletarios comunistas, no pensamos que no haya que hablar de nuestros defectos so pretexto de que hay, por el mundo, social-traidores y canallas que podrían utilizar lo que decimos contra la Rusia soviética y el comunismo. Esos temores no tienen ningún fundamento. Que nuestros enemigos sean descarados u ocultos es algo totalmente indiferente: unos y otros no son más que los artífices de nuestras desgracias, gente que no puede vivir sin hacernos daño, a nosotros, proletarios y comunistas que quieren librarse del yugo capitalista. ¿Qué debemos hacer? ¿Hemos de silenciar nuestras enfermedades y nuestros defectos, no discutir ni tomar medidas para extirparlos? ¿Qué ocurrirá si nos dejamos aterrorizar por los social-traidores y si nos callamos? Si eso ocurre, las cosas podrían ir tan lejos que ya no quedará más que el recuerdo de las conquistas de la Revolución de Octubre. Sería muy útil a los social-traidores y también un golpe mortal para el movimiento comunista proletario internacional. El interés de la revolución proletaria mundial y de la clase obrera es precisamente que nosotros, Grupo Obrero del PCR (bolchevique), comencemos sin temblar a plantear en su totalidad la cuestión decisiva del movimiento proletario internacional y ruso frente a la opinión de los social-traidores. Ya hemos dicho que sus defectos pueden explicarse por la debilidad del movimiento internacional y ruso. La mejor ayuda que puede aportar al proletariado ruso el proletariado de los demás países es una revolución en su propio país o, al menos, en uno o dos países de capitalismo avanzado. Aunque las fuerzas no sean actualmente suficientes para realizar tal objetivo, podrían al menos así ayudar a la clase obrera rusa a conservar las posiciones conquistadas durante la Revolución de Octubre, hasta que los proletarios de los demás países se alcen y triunfen sobre el enemigo.
La clase obrera rusa, debilitada por la guerra imperialista mundial, la guerra civil y el hambre, no es poderosa, pero ante los peligros que la amenazan actualmente, puede prepararse a la lucha precisamente porque ya conoció esos peligros; hará todos los esfuerzos posibles para superarlos y lo logrará gracias a la ayuda de los proletarios de los demás países.
El Grupo Obrero del PCR (bolchevique) ha hecho sonar la alarma y su llamada tiene un amplio eco en toda la gran Rusia soviética. En el PCR, todos los que piensan de forma proletaria y honrada se están reuniendo e iniciando la lucha. Conseguiremos ciertamente despertar en la cabeza de todos los proletarios conscientes la preocupación por los peligros que acechan las conquistas de la Revolución de Octubre, pero la lucha es difícil; se nos ha obligado a una actividad clandestina, operamos en la ilegalidad. Nuestro Manifiesto no puede publicarse en Rusia: lo hemos escrito a máquina y lo estamos difundiendo ilegalmente. Se está expulsando del partido y de los sindicatos a los camaradas sospechados de pertenecer a nuestro Grupo, se les detiene, se les desplaza, se les liquida.
En la XIIa Conferencia del PCR (bolchevique), el camarada Zinóviev anunció, con la aprobación del partido y de los burócratas soviéticos, una nueva fórmula para reprimir las menor crítica procedente de la clase obrera, diciendo: "Cualquier crítica a la dirección del PCR, sea de derecha o de izquierda, es menchevismo" (véase su discurso en la XIIa Conferencia). ¿Qué significa eso? Eso significa que si las líneas fundamentales de la dirección no le parecen justas a un obrero comunista cualquiera y que, en su simplicidad proletaria, comienza a criticarlas, se le excluirá del partido y del sindicato, y será entregado a la GPU (Cheka). El centro del PCR no tolera ninguna crítica ya que se considera tan infalible como el papa de Roma. Nuestras preocupaciones, las preocupaciones de los trabajadores rusos con respecto al destino de las conquistas de la Revolución de Octubre, son declaradas contrarrevolucionarias. Nosotros, Grupo Obrero del PCR (bolchevique), ante el proletariado del mundo entero, declaramos que la Unión Soviética es una de las mayores conquistas del movimiento proletario internacional. Es precisamente por ello por lo que lanzamos el grito de alarma, porque el poder soviético, el poder del proletariado, de la victoria de Octubre de la clase obrera rusa, amenazan con transformarse en oligarquía capitalista. Declaramos que impediremos con todas nuestras fuerzas la tentativa de invertir el poder de los soviets. Lo haremos aunque se nos persiga y se nos encarcele en nombre de ese poder de los soviets. Si el grupo dirigente del PCR declara que nuestras preocupaciones con respecto a la Revolución de Octubre son ilegales y contrarrevolucionarias, pueden ustedes, proletarios revolucionarios de todos los países y, sobre todo, los que se adhieren a la IIIa Internacional, expresar su opinión decisiva sobre la base de la lectura de nuestro Manifiesto. Camaradas, las miradas de todos los proletarios de Rusia inquietos por los peligros que amenazan al gran Octubre están puestas en ustedes. Les pedimos que en sus reuniones discutan nuestro Manifiesto y que insistan para que los delegados de sus países al Vo Congreso de la IIIa Internacional planteen la cuestión de las fracciones dentro de los partidos y de la política del PCR con respecto a los soviets. Camaradas, discutan nuestro Manifiesto y hagan Resoluciones. Sepan, camaradas, que ayudarán así a la clase obrera de Rusia, agotada y martirizada, a salvar las conquistas de la Revolución de Octubre. ¡Nuestra Revolución de Octubre es una parte de la revolución mundial!
¡A trabajar, camaradas!
¡Vivan las conquistas
de la Revolución de Octubre
del proletariado ruso!
¡Viva la revolución mundial!
Las dos primeras partes del Manifiesto se titulan "El carácter de la lucha de clases del proletariado" y "Dialéctica de la lucha de clases". Tomamos la decisión de no publicarlos aquí (aunque figuran obviamente en nuestro libro), pues son referencias a las ideas sobre el devenir histórico y el papel de la lucha de clases en ese devenir tal como lo expone Marx, en particular en el Manifiesto del Partido Comunista de 1848. Nos pareció preferible entrar directamente en la parte del documento que expresa el análisis elaborado por el Grupo Obrero del período histórico ante el que se encontraba el proletariado mundial en aquél entonces.
Cualquier obrero consciente que haya aprendido las lecciones de la revolución, comprueba por sí mismo cómo se han transformado "milagrosamente" las diferentes clases de Saúl en Pablo, de propagandistas de la paz en propagandistas de la guerra civil y viceversa. Si se recuerda uno de los acontecimientos de estos quince-veinte años pasados, se podrán ver claramente esas transformaciones.
Observen a la burguesía, a los latifundistas, a los sacerdotes, a los socialistas revolucionarios y a los mencheviques. ¿Quién entre los sacerdotes y los latifundistas predicó la guerra civil antes de 1917? Ninguno. Peor todavía, a la vez que predicaban la paz universal y el estado de gracia, metían a la gente en la cárcel, los fusilaban o colgaban por haberse atrevido a hacer esa propaganda. ¿Y después de Octubre? ¿Quién predicaba y sigue predicando con pasión la guerra civil? Estos mismos hijos fieles del cristianismo: los sacerdotes, los latifundistas y los funcionarios.
¿No fue la burguesía, representada por los demócratas constitucionales, partidaria en sus tiempos de la guerra civil contra la autocracia? Acuérdense de la rebelión en Viborg. ¿No dijo el propio Miliukov, desde las alturas de la tribuna del Gobierno provisional: "Tenemos la bandera roja en nuestras manos, y nadie podrá arrancárnosla sino pasando sobre nuestros cadáveres"? A decir verdad, sobre esa bandera, también pronunció palabras muy diferentes ante la Duma de Estado: "Ese trapo rojo que nos hiere la vista a todos". Pero se puede decir con certeza que antes de 1905, la burguesía era favorable a la guerra civil. Y en 1917, bajo el Gobierno provisional ¿quien declaró con más virulencia "paz, paz civil, unión entre todas las clases de la sociedad: ¡esa es la salvación de la nación!"? Eran ellos, la burguesía, los Cadetes. ¿Y después de Octubre? ¿Quienes siguen hoy gritando furiosos: "abajo los soviets, abajo los bolcheviques, guerra, guerra civil: ¡esa es la salvación de la nación!"? Son ellos, los mismos buenos patronos y "revolucionarios" lloricones, que ahora se dan aires de tigres.
¿Y los socialistas-revolucionarios? ¿No asesinaron antaño a Plehve, al Gran Duque Sarga Alexandrovich, Bogdanovich y otros pilares del antiguo régimen? ¿Y esos revolucionarios violentos no llamaron a la unión y a la paz civil en 1917, bajo el mismo Gobierno provisional? ¡Claro que sí llamaron! ¿Y después de Octubre? ¿Siguieron estando tan enamorados de paz? ¡Claro que no! Se transformaron de nuevo en violentos... pero re-re...reaccionarios esta vez, y dispararon contra Lenin. Y van predicando ahora la guerra civil.
¿Y los mencheviques? Fueron partidarios de una insurrección armada antes de 1908, de la jornada de trabajo de 8 horas, de la expropiación de las tierras, de una república democrática y, de 1908 a 1917, suscribieron a una especie de "colaboración de clases", por la libertad de coaliciones y formas legales de lucha contra la autocracia. No se opusieron sin embargo al derrocamiento de ésta, pero, eso sí, no durante la guerra, ya que son patriotas, e incluso "internacionalistas"; antes de Octubre del 17, predican la paz civil y, después de Octubre, la guerra civil, como los monárquicos, los Cadetes y los socialistas-revolucionarios.
¿Este fenómeno será típico de nosotros, los rusos? No. Antes del derrocamiento del feudalismo, las burguesías inglesa, francesa, alemana, etc., predicaban la guerra civil y la hicieron. En cuanto se desmoronó el feudalismo y la burguesía tomó el poder, de pronto se hizo propagandista de la paz civil, sobre todo a causa de la aparición de un nuevo aspirante al poder, la clase obrera que la combatía sin tregua.
Busquen ahora dónde la burguesía es favorable a la guerra civil. ¡En ningún sitio! Por todas partes, excepto en la Rusia soviética, predica la paz y el amor. ¿Y cuál será su actitud cuándo el proletariado haya tomado el poder? ¿Seguirá siendo propagandista de paz civil? ¿Llamará a la unión y la paz? No, se transformará en propagandista violenta de la guerra civil y llevará esa guerra a ultranza, hasta sus últimas consecuencias.
¿Y nosotros, proletarios rusos, somos una excepción a esta norma? Para nada.
Si consideramos ese mismo año de 1917, ¿se convirtieron nuestros consejos de diputados obreros en órganos de guerra civil? Sí. Y tomaron el poder. ¿Querían que la burguesía, los latifundistas, los sacerdotes y otras personas maltratadas por los consejos se rebelaran contra ellos? ¿No querían acaso que la burguesía y todos sus grandes y pequeños aliados se sometieran a ellos sin resistencia? Sí, claro que lo querían. El proletariado era pues favorable a la guerra civil antes de la toma del poder, y estuvo en contra tras su victoria, a favor de la paz civil.
Es cierto que en todas estas transformaciones hay mucha inercia histórica. Incluso en la época en que todos (de los monárquicos a los mencheviques, incluidos los socialistas-revolucionarios) hicieron la guerra civil contra el poder soviético, era con la consigna de "paz civil". El proletariado quería realmente la paz, pero tuvo que llamar una vez más a la guerra. Incluso en 1921, en una de las circulares del Comité Central del PCR, se entrevé esa incomprensión de la situación: la consigna de guerra civil se consideraba, incluso en 1921, como el indicio de un gran espíritu revolucionario. Pero ese no es más que un ejemplo histórico que para nada altera nuestro modo de ver.
Si en Rusia, actualmente, predicamos la paz civil consolidando el poder proletario conquistado por la Revolución de Octubre, todos los proletarios honrados tendrán, sin embargo, que unirse firmemente bajo la consigna de guerra civil, sangrienta y violenta, contra la burguesía del mundo entero.
La clase obrera ve actualmente con qué histeria las clases sociales explotadoras de los países burgueses predican la paz civil y universal, el estado de gracia. Se ha de entender de ahora en adelante que mañana, si el proletariado de esos países burgueses toma el poder, todos los pacifistas actuales, desde los grandes propietarios hasta la Internacional II y II ½, harán la guerra civil contra el proletariado.
Con toda la fuerza y la energía de la que somos capaces, debemos llamar al proletariado de todos los países a la guerra civil, sangrienta y despiadada; sembraremos vientos, porque queremos tempestades. Pero con aún más fuerza haremos propaganda por la paz civil y universal, el estado de gracia, allá en donde el proletariado haya triunfado y tomado el poder.
Los latifundistas, los mencheviques, los socialistas-revolucionarios de todos los países predicarán por su lado la paz civil en todos los países donde reina la opresión capitalista, y la guerra civil aún más cruel y más sangrienta allá en donde el proletariado haya tomado el poder.
El desarrollo de las fuerzas productivas en todos los países ha alcanzado una fase en la que el propio capitalismo se ha convertido en factor de destrucción de esas mismas fuerzas. Y esta fase está llegando a su término. La Guerra Mundial y los acontecimientos que la siguieron, la paz de Versalles, el problema de las indemnizaciones de guerra, Génova, La Haya, Lausana, París y por fin la ocupación del Ruhr por Francia, a los que se añaden el desempleo inmenso y la oleada sin fin de huelgas, ponen explícitamente de manifiesto que ya sonó la última hora de la explotación capitalista y que los propios expropiadores han de ser expropiados.
La misión histórica del proletariado consiste en salvar a la humanidad de la barbarie en la que el capitalismo la hunde. Y es imposible realizarla mediante la lucha por cuatro monedas, por la jornada de trabajo de 8 horas, por concesiones parciales que puede concederle el capitalismo. No, el proletariado debe organizarse firmemente con vistas a la lucha decisiva por el poder.
Hay momentos en que cualquier propaganda a favor de huelgas para mejorar las condiciones materiales del proletariado en los países capitalistas avanzados es una propaganda nociva que mantiene al proletariado en las ilusiones, las de una mejora real de su nivel de vida en el marco de la sociedad capitalista.
Los obreros avanzados deben participar en las huelgas y, si lo permiten las circunstancias, dirigirlas. Deben proponer reivindicaciones concretas para el caso en que la masa proletaria esperara todavía poder mejorar sus condiciones siguiendo esa vía; esa actitud aumentará su prestigio ante el proletariado. Pero deben afirmar firmemente que no es una vía hacia la salvación, hacia la mejora de las condiciones de vida de la clase obrera. Si fuera posible organizar al proletariado para la lucha decisiva apoyándolo firmemente en todos sus conflictos contra el capital, lo haríamos sin vacilar. Más vale ponerse a la cabeza del movimiento y proponer reivindicaciones audaces y categóricas, prácticas y comprensibles para el proletariado, explicándole al mismo tiempo que si no toma el poder, no estará en condiciones de cambiar sus condiciones de existencia. Así pues, para el proletariado, cada huelga, cada conflicto será una lección que demostrará la necesidad de una conquista del poder político y de una expropiación de los expropiadores.
En esto, los comunistas de todos los países deben adoptar la misma actitud que en los parlamentos -no van a ellos para hacer una labor legislativa, sino para hacer propaganda, por la destrucción de dichos parlamentos por el proletariado organizado.
Del mismo modo, cuando hay necesidad de hacer huelga por cuatro monedas, hay que participar en ella, pero no para mantener la esperanza de mejorar realmente la condición económica obrera. Al contrario, es necesario disipar esas ilusiones, utilizar cada conflicto para organizar las fuerzas del proletariado preparando al mismo tiempo su conciencia para la lucha final. En el pasado, la reivindicación de la jornada de trabajo de ocho horas fue revolucionaria, hoy ha dejado de serlo en todos los países donde la revolución social está al orden del día. Abordamos aquí directamente el problema del frente unido.
Continuará...
La continuación del Manifiesto, que se publicará en los números siguientes de la Revista internacional, contiene los siguientes capítulos:
- el frente único socialista,
- la cuestión del frente unido en el país en que el proletariado está en el poder (democracia obrera),
- la cuestión nacional,
- la Nueva Política Económica (NEP),
- la NEP y el campo,
- la NEP y la política,
- la NEP y la gestión de la industria.
Gabriel Miasnikov, un obrero del Ural, se distinguió en el Partido bolchevique en 1921 cuando, inmediatamente después del crucial Xº Congreso, reclamó "la libertad de la prensa, desde los monárquicos hasta los anarquistas inclusive" (citado por Carr, El Interregno (1923-1924). A pesar de los esfuerzos de Lenin para disuadirle de mantener un debate sobre ese problema, se negó a retroceder y fue expulsado del partido a principios de 1922. En marzo de 1923, se agrupó con otros militantes para fundar al Grupo Obrero del Partido Comunista Ruso (bolchevique)", y éste publicó y distribuyó su Manifiesto en el XIIo Congreso del PCR. El grupo comenzó a realizar una labor ilegal entre los obreros, pertenecientes o no al partido, y parece ser que estuvo presente de forma significativa en la oleada de huelgas del verano de 1923, llamando a manifestaciones masivas e intentando politizar un movimiento de clase esencialmente defensivo. Su actividad en esas huelgas fue suficiente para convencer a la GPU que representaba una verdadera amenaza y una ola de detenciones de dirigentes golpeó severamente al grupo. Prosiguió sin embargo su labor clandestina hasta principios de los años treinta aunque a escala reducida. La historia posterior de Miasnikov es la siguiente: de 1923 a 1927, pasó la mayoría de su tiempo en el exilio o encarcelado debido a sus actividades clandestinas; evadido de Rusia en 1927, huye a Persia y a Turquía (donde también será detenido) y se instala definitivamente en Francia en 1930. Durante este período, sigue intentando organizar su grupo en Rusia. A finales de la guerra, pide a Stalin permiso para volver a Rusia. Stalin envió un avión a buscarlo. A partir del día en que regresó a su país, ya no se supo nada más de él..., por la sencilla razón de que, tras un juicio secreto por un tribunal militar, fue fusilado en una cárcel de Moscú el 16 de noviembre de 1945.
[1]) Léase nuestro artículo "La izquierda comunista y la continuidad del marxismo" https://es.internationalism.org/icconline/1998/izquierda-comunista [91].
[2]) La CCI ya publicó en inglés y en ruso un folleto, La izquierda comunista rusa, dedicado al estudio de las distintas expresiones de la Izquierda Comunista en Rusia. Una versión está también en preparación en francés. La versión inglesa incluía el Manifiesto del Grupo Obrero pero, desde su publicación, una nueva versión más completa de dicho Manifiesto se ha exhumado en Rusia. Es esta última versión (inédita en francés) que publicamos hoy y que se integrará en la futura edición en francés.
[3]) Léase nuestro artículo "La Izquierda Comunista en Rusia", en las Revista internacional nos 8 y 9.
[4]) "Los miembros del partido que están descontentos con una u otra decisión del Comité Central (...); que tienen dudas sobre un extremo u otro; que advierten particularmente uno u otro error, irregularidad o desorden, tienen miedo a mencionarlo en las reuniones del partido, e incluso temen hablarlo... Actualmente no es el partido, ni su masa de afiliados, quien promueve y elige a los componentes de los comités provinciales y del Comité Central del RKP [PC ruso]. Por el contrario, la jerarquía secretarial del partido designa, cada vez con más frecuencia, a los delegados de conferencias y congresos que se convierten, todavía en mayor medida, en asambleas ejecutivas de esta jerarquía. (...) La situación creada se explica por el hecho del régimen de dictadura de un grupo dentro del partido (...) El régimen fraccional debe ser abolido, cosa que deben realizar, en primer lugar, los mismos que lo han creado, para dar paso a un régimen de unidad entre camaradas y a la democracia dentro del partido" ("El programa de los 46", trascrito en El Interregno de E.H. Carr, Alianza Editorial).
[5]) Véase artículo sobre la Izquierda Comunista en Rusia en Revista internacional no 9, op. cit.
[6]) Sin embargo, el Manifiesto parece también defender que los sindicatos han de convertirse en órganos de centralización de la gestión económica, o sea la vieja posición de la Oposición Obrera que Miasnikov ya había criticado en 1921.
[7]) Se trata de la KAI (Internacional de los Obreros Comunistas, 1921-22) fundada a iniciativa del KAPD; no confundir con IVa Internacional trotskista.
El objetivo de este artículo es introducir la nueva edición de nuestro folleto sobre la izquierda del Partido Comunista Turco (Türkiye Komünist Partisi, TKP) que se publicará íntegramente en los próximos números de la Revista internacional. La primera edición se publicó, en 2008, por el grupo turco Enternasyonalist Komünist Sol (Izquierda Comunista Internacional, EKS) que en esa época ya había adoptado las posiciones básicas de la CCI como principios propios y había comenzado a discutir la Plataforma de la CCI. En 2009, EKS se integra en la CCI formando la sección de nuestra organización en Turquía, publicando Dünya Devrimi (Revolución Mundial).
La nueva edición de la traducción en inglés es continuación de la publicación de una nueva edición en turco, en la que han sido clarificados ciertos aspectos del folleto original con numerosas referencias al material turco inicial. Contiene además un apéndice (publicado por primera vez en turco moderno y en inglés), la "Declaración fundacional" del TKP de Ankara en 1920.
El cuerpo del folleto presenta cierta dificultad para el lector no turco pues hace referencia a acontecimientos históricos que aun siendo bien conocidos por los turcos, incluso por los escolares, son normalmente ignorados o poco conocidos por las personas de fuera de Turquía. Por eso, en lugar de recargar el texto con explicaciones innecesarias para el lector turco, que seguramente lo harían además muy pesado de leer, hemos añadido en la edición inglesa algunas notas explicativas que permiten una rápida ojeada al contexto histórico global de aquella época, que pensamos facilitará el conocimiento de ese periodo tan complejo ([1]).
Esta mirada histórica la expondremos en dos partes: en la primera, nos centraremos en los acontecimientos que llevaron a la creación del Estado turco y a la formación del TKP; en la segunda, examinaremos los debates que hubo acerca de los fundamentos teóricos de la política de la Internacional Comunista respecto a los movimientos nacionales en el Este, en particular los expresados en la adopción de las "Tesis sobre la cuestión nacional" del Segundo Congreso de la Internacional.
La República Turca, fundada por Mustapha Kemal Atatürk en los años siguientes a la Primera Guerra Mundial, nació sobre las ruinas del Imperio Otomano ([2]). El Imperio (también conocido por el sobrenombre de "La Sublime Puerta") , que no era un Estado nacional sino el resultado de una serie de conquistas dinásticas que -en el momento de su mayor extensión, a principios del siglo xvii-, se extendía hasta Argelia en la costa norteafricana, abarcando: Irak, Siria, Jordania, Israel, el actual Líbano y la mayor parte de Arabia Saudí -incluidas las ciudades santas de La Meca y Medina; y en el Continente europeo: Grecia, los Balcanes y gran parte de Hungría.
Tras el reinado de Solimán el Magnífico (Suleiman Kanuni) a principios del siglo xvi, el Sultán se adjudicó el título de Califa; o lo que es lo mismo, Jefe de toda la Ummah -la comunidad islámica. Es decir -haciendo una analogía con la historia europea- que los Sultanes otomanos unían en sí los atributos temporales y espirituales del Emperador romano y del Papa.
Al principio del siglo xix, el Imperio Otomano fue sometido a la presión creciente del expansionismo de los Estados capitalistas europeos modernos, que lo empujaron gradualmente a la desintegración. Egipto se separa de facto tras su invasión por Napoleón en 1798 y, tras ser expulsado éste por una alianza de tropas británicas y fuerzas locales, pasa a ser protectorado británico en 1882. Argelia es conquistada por las tropas francesas, mediante una serie de sanguinarios conflictos qué duraron de 1830 a 1872. Túnez se convertía en Protectorado francés en 1881. Grecia consigue su independencia en 1830, gracias a una guerra librada con la ayuda de Gran Bretaña, Francia y Rusia. Este proceso de desintegración continuó hasta comienzos del siglo xx. Bulgaria declara su independencia en 1908 y a Bosnia se la anexiona Austria-Hungría. Libia es invadida por Italia en 1911. Y en 1912, el ejército otomano es fuertemente presionado por Bulgaria, Serbia y Grecia en la primera guerra balcánica. En realidad, la supervivencia de la Sublime Puerta se debía en parte a las rivalidades de las potencias europeas pues ninguna quería permitir a sus rivales aprovechar el hundimiento del Imperio Otomano sin sacar directamente beneficio de ello. Por eso Francia y gran Bretaña, que como se ha visto, eran perfectamente capaces de despojar al Imperio en su propio interés, se unieron, para protegerlo de los avances de Rusia, en la Guerra de Crimea de 1853-1856.
A nivel interno, el Imperio Otomano era un mosaico de unidades étnicas cuya única cohesión provenía del Sultanato y del propio Estado otomano. El Califato se ejecutaba de forma limitada porque el imperio integraba importantes poblaciones judías y cristianas, además de toda una gama de sectas musulmanas. Incluso Anatolia -región que corresponde a la mayor parte de la Turquía moderna- no era ni una unidad nacional ni étnica. La mayoría de la población turca, compuesta sobre todo de campesinos que trabajaban en condiciones extremadamente atrasadas, vivía codo con codo con armenios, kurdos, azeríes, griegos y judíos. Es más, si algún tipo de capitalismo turco hubiese existido, la gran mayoría de la burguesía industrial y comerciante en ascenso no sería turca sino armenia, judía y griega; el resto de los principales actores económicos procedían del capital extranjero, francés o alemán. La situación en Turquía era por tanto comparable a la del Imperio zarista, en donde un aparato de Estado despótico y anticuado controlaba una sociedad civil que pese a todos sus aspectos atrasados estaba sin embargo integrada en el conjunto del capitalismo mundial. Sin embargo, a diferencia del de Rusia, el aparato de Estado otomano no se basaba en una burguesía nacional económicamente dominante.
Aunque el Sultanato intentó algunas reformas las limitadas experiencias de democracia parlamentaria duraron poco. Los resultados más concretos provienen del periodo en el que Alemania colabora con Turquía para construir las vías y líneas de ferrocarril que unirían Anatolia con Bagdad y la región del Hiyaz (donde están La Meca, Medina...). Este ferrocarril tuvo para Gran Bretaña una importancia particular a lo largo de los años que precedieron a la guerra; primero, porque podía constituir una amenaza para los campos de petróleo en Persia (Irán) -necesarios para el aprovisionamiento de la flota británica-, y segundo para Egipto y el Canal de Suez -la arteria comercial inglesa con la India. Tampoco le entusiasmaba a Gran Bretaña la exigencia del Sultán de que los oficiales alemanes entrenaran al ejército otomano en la estrategia y la táctica modernas.
Para la joven generación de revolucionarios nacionalistas que formaron el movimiento "Jóvenes Turcos" era evidente que el sultanato era tan incapaz de responder a la presión ejercida por las potencias imperialistas extranjeras como de construir un Estado moderno e industrializado. Sin embargo, el estatus minoritario (a la vez nacional y religioso) de las clases industrial y comercial mostraba que el movimiento revolucionario nacional "Jóvenes Turcos" -fundador, en 1906, del "Comité de Unión y Progreso" (CUP), en turco Ỳttihat ve Terakki Cemiyeti)- estaba formado, en gran parte, no por una clase industrial pujante sino por oficiales del ejército y por funcionarios, frustrados, del Estado turco. En sus primeros años, el CUP recibió también una ayuda considerable de parte de las minorías nacionales (incluso del partido armenio Dashnak y de la población de Salónica, (hoy perteneciente a Grecia) y, al menos al principio, de la Federación Socialista Obrera, de Avraam Benaroya. Aunque el CUP se inspiraba en las ideas de la Revolución Francesa y en la eficacia de la organización militar alemana, no podemos considerarlo propiamente nacionalista, ya que su objetivo era transformar y reforzar el Imperio Otomano multiétnico. De esta manera entró inevitablemente en conflicto con los movimientos nacionalistas emergentes en los Estados balcánicos, particularmente en Grecia.
El apoyo al CUP creció rápidamente dentro del ejército, hasta tal punto que, en 1908, sus miembros deciden llevar a cabo un cuartelazo militar, que tuvo éxito, forzando al Sultán Abdulhamit a convocar un parlamento y a aceptar a ministros del CUP en su Gobierno, al que dominaron rápidamente. La base popular del CUP era sin embargo tan limitada que fue rápidamente expulsado del poder y no pudo restablecer su autoridad de otra manera distinta que ocupando militarmente Estambul, la capital. El Sultán Abdulhamit, obligado a abdicar, fue reemplazado por su joven hermano Mehmet V. El Imperio Otomano, al menos en teoría, se transformó en una monarquía a la que los "Jóvenes Turcos" esperaban convertir en un Estado capitalista moderno, pero el fracaso en la Guerra de los Balcanes (1912-1913) había demostrado con claridad meridiana el retraso del Imperio Otomano en relación con las potencias más modernas.
La "Revolución Joven Turca", nombre por el que se conocía, estableció las bases para la creación de la República turca y para los Estados que emergerían más tarde al hundirse los Estados coloniales: un Estado capitalista, implantado por el ejército, como la única fuerza de la sociedad con cohesión suficiente para impedir la explosión del país.
Sería fatigoso explicar todas las desventuras del Imperio Otomano tras su entrada en la Primera Guerra Mundial al lado de Alemania ([3]). Basta con decir que en 1919 el Imperio fue vencido y desmantelado: sus posesiones árabes se las repartieron entre Gran Bretaña y Francia y la misma Capital fue ocupada por las tropas aliadas. La clase dominante griega, que había participado en la Guerra al lado de los aliados, veía ahora una oportunidad para realizar la "Megali Idea: una "Gran Grecia" que incorporaría al Estado las regiones de Anatolia que fueron griegas en tiempos de Alejandro -esencialmente la costa del mar Egeo, incluyendo el puerto de Izmir, y la zona costera del Mar Negro conocida como Ponto ([4]). Como estas regiones estaban abundantemente pobladas por turcos, esta política solo se podía poner en práctica por medio de pogromos y limpiezas étnicas. En mayo de 1919 el ejército griego ocupa Izmir, con el apoyo tácito de Gran Bretaña. El Gobierno otomano, muy debilitado y totalmente dependiente de la buena voluntad de Francia y gran Bretaña, poco fiables e interesadas, fue incapaz de resistir. La resistencia llegará no del desacreditado Sultanato de Estambul sino de la meseta central de Anatolia. Ahí es donde el "kemalismo" entra en la historia.
Prácticamente en el momento en que Grecia ocupa Izmir, Mustafá Kemal Pachá -conocido en la historia por el seudónimo Kemal Atatürk- deja Estambul y se traslada a Samsun, en la costa del Mar Negro, donde ejerce oficialmente como inspector del 9o Ejército con las tareas de mantener el orden y supervisar el desmantelamiento de los ejércitos otomanos, según el acuerdo de alto el fuego establecido con los aliados. Para Mustafá Kemal su verdadero objetivo era galvanizar la resistencia nacional contra las potencias ocupantes y en los años siguientes convertirse en la figura dirigente del primer movimiento turco auténticamente nacional, que condujo a la abolición del Sultanato y a la liquidación del Imperio Otomano, a la expulsión de los ejércitos griegos de Anatolia occidental y a la creación de la actual República Turca, en 1922.
La primera Asamblea Nacional turca se celebró en Ankara en 1920. Este mismo año, los acontecimientos en Rusia vuelven a jugar un importante papel en la historia de Turquía y recíprocamente.
Los dos años posteriores a la Revolución de Octubre fueron trágicos para el nuevo poder revolucionario: el Ejército Rojo tuvo que rechazar la intervención directa de las potencias capitalistas y llevar adelante una sangrienta guerra civil contra los ejércitos blancos de Kolchak en Siberia, de Denikin en el Don (la región nordeste del Mar Negro) y de Wrangel en Crimea. En 1920 la situación comenzó a estabilizarse: se crearon o estaban a punto de crearse "Repúblicas soviéticas" en Taskent, Bokhara, Georgia, Azerbaiyán y en Armenia. Las tropas británicas fueron obligadas a dejar Bakú (en el corazón de la industria petrolera del Mar Caspio y el único centro verdaderamente proletario de la región), aunque constituían una amenaza siempre presente en Persia y en India.
En estas circunstancias, en las que la cuestión nacional era de extrema y acuciante importancia para el poder soviético y para el movimiento obrero cuya expresión política más fuerte era la Internacional Comunista, las preguntas que se debatían eran ¿Son los movimientos nacionales una fuerza de la reacción o una potencial ayuda para el poder revolucionario, como fueron los campesinos en Rusia? ¿Cómo debería comportarse el movimiento obrero en regiones donde los obreros han estado siempre en minoría? ¿Qué se puede esperar de movimientos como la Gran Asamblea Nacional de Ankara, a quien la Federación Socialista Rusa de las Repúblicas Soviéticas le parece un enemigo similar a los imperialismos británico y francés?
En 1920 estas cuestiones centraban los debates del II Congreso de la Internacional Comunista (IC), que adopta las "Tesis sobre la cuestión nacional", y del I Congreso de los Pueblos de Oriente conocido como Congreso de Bakú. Estos hechos constituyeron el contexto teórico de los sucesos en Turquía; de los que vamos a ocuparnos ahora.
Presentando las "Tesis sobre la cuestión nacional", Lenin declara: "En primer lugar ¿Cuál es la idea esencial, fundamental, de nuestras Tesis? La diferencia entre pueblos oprimidos y pueblos opresores. (...) En la época del imperialismo es particularmente importante para el proletariado y para la Internacional Comunista constatar los hechos económicos concretos y, en lo que es la solución de todas las cuestiones tanto coloniales como nacionales, no partir de nociones abstractas sino de realidades concretas" ([5]).
La insistencia de Lenin sobre el hecho de que la cuestión nacional sólo podía ser comprendida en el contexto de la "época del imperialismo" (lo que nosotros llamamos época de la decadencia del capitalismo) era compartida por todos los participantes en el debate que había. Sin embargo, muchos no compartían las conclusiones de Lenin y planteaban la cuestión en términos similares a los utilizados por R. Luxemburg ([6]): "En una época de imperialismo sin freno no puede haber guerras nacionales. Los intereses nacionales solo sirven de medios de mistificación para poner a las masas al servicio de su enemigo mortal, el imperialismo. (...) Ninguna nación oprimida puede ganar su libertad y su independencia de manos de los Estados imperialistas. (...) Las naciones pequeñas, en las que las clases dominantes son apéndices de sus hermanos de clase de las grandes potencias, son peones en el juego imperialista de las grandes potencias y son maltratadas, durante la guerra, exactamente igual que las masas obreras: con el único objetivo de ser sacrificadas en aras de los intereses capitalistas tras la guerra" ([7]).
Al estudiar los debates sobre la cuestión nacional vimos que emergían tres posiciones.
La posición de Lenin estaba influenciada profundamente por la situación de la Rusia soviética en la arena mundial: "En la situación internacional de hoy, después de la guerra imperialista, las relaciones recíprocas de los pueblos y todo el sistema político mundial están determinados por la lucha de un pequeño grupo de naciones imperialistas contra el movimiento soviético y los Estados soviéticos, a la cabeza de los cuales se halla la Rusia de los Soviets. (...) Únicamente partiendo de ahí, los partidos comunistas podrán plantearse y resolver de una manera acertada las cuestiones políticas, tanto en los países adelantados como en los atrasados" ([8]).
A veces, esta posición llegó al extremo peligroso de querer hacer depender la revolución proletaria de la revolución nacional en Oriente: "La revolución socialista no se hará simplemente, ni principalmente, por la lucha del proletariado de cada país contra su propia burguesía -no, será la lucha de todas las colonias y de todos los países oprimidos por el imperialismo, de todos los países dependientes, contra el imperialismo" (traducido del inglés por nosotros) ([9]).
El peligro de tal posición es precisamente que tiende a hacer depender el movimiento obrero de cualquier país y la actitud de la IC hacia él, no de los intereses de la clase obrera internacional y de las relaciones entre sí de los obreros de los diferentes países, sino de los intereses estatales de la Rusia soviética ([10]). La cuestión de saber qué hacer, cuando ambos intereses entran en conflicto, quedaba sin respuesta. Tomando un ejemplo muy concreto: ¿Cuál debería de ser la actitud de los obreros y de los comunistas turcos en la guerra entre el movimiento nacionalista de Mustafá Kemal y las fuerzas de ocupación griegas: la del derrotismo revolucionario, adoptado por el ala izquierda de los partidos comunistas turco y griego; o la de apoyar la diplomacia y el militarismo de la Rusia soviética, que sostiene el naciente Estado turco con el objetivo de vencer a Grecia, un arma en manos del imperialismo británico?
En el curso del IIo Congreso de la IC, M. N. Roy ([11]) presenta las "Tesis complementarias sobre la cuestión nacional" que serán discutidas en Comisión y presentadas con las de Lenin para que las adopte el Congreso. Para Roy, la supervivencia del capitalismo depende de los "superbeneficios" procedentes de las colonias: "Una de las mayores fuentes de las que el capitalismo europeo saca su fuerza principal se encuentra en las posesiones y las dependencias coloniales. Sin el control de los extensos mercados y del enorme campo de explotación que suponen las colonias, las potencias capitalistas de Europa no podrían mantener su existencia ni siquiera un rato. (...) El superbeneficio obtenido por la explotación de las colonias es el sostén principal del capitalismo contemporáneo, y lo será largo tiempo, hasta que éste no sea privado de esa fuente de beneficios; por esto, no le será fácil a la clase obrera derribar el orden capitalista" ([12]).
Esto lleva a Roy a considerar, que la revolución mundial depende de la revolución de las masas trabajadoras de Asia: "Oriente despierta, y quién sabe si la formidable marea, la que barrerá la estructura capitalista de Europa Occidental, no vendrá de allí. Esto no es ni una fantasía ni un sueño sentimental. Que el éxito final de la revolución social en Europa dependa, amplia si no totalmente, de una sublevación simultánea de las masas trabajadoras de Oriente, es un hecho que puede ser científicamente probado" ([13]).
Es evidente sin embargo que, desde el punto de vista de Roy, la revolución en Asia no dependía de una alianza del proletariado con los campesinos y la consideraba incompatible con el apoyo al movimiento nacionalista democrático: "El hecho de ayudar a derribar la dominación extranjera en las colonias, no significa que haya que adherirse a las aspiraciones nacionalistas de la burguesía indígena; se trata únicamente de abrirle una vía al proletariado allí asfixiado. (...) Se puede constatar la existencia en los países dependientes, de dos movimientos que cada día se van separando más: El primero, es el movimiento nacionalista burgués-democrático que tiene un programa de independencia política, bajo un orden burgués; el otro, es el de la acción de masas de los campesinos y obreros pobres e ignorantes, luchando por la emancipación de todo tipo de explotación" ([14]).
Las objeciones de Roy indujeron a retirar, del Proyecto de Tesis de Lenin, la idea del apoyo a los movimientos "democrático-burgueses" y a reemplazarla por la de la ayuda a los movimientos "nacionalistas revolucionarios". Pero había un problema y es que, en la práctica, la diferencia entre ambos quedaba muy confusa y llena de interrogantes; ¿Qué es exactamente el movimiento "nacional revolucionario" si no es lo mismo que el "democrático burgués? ¿De qué manera es "revolucionario"? ¿Cómo podían conciliarse las características de tal movimiento "nacional" con la reivindicación: "una revolución proletaria internacional"? Estas cuestiones jamás fueron clarificadas por la Internacional Comunista ni nunca esta resolvió sus inherentes contradicciones.
Había una tercera posición, a la izquierda: la de Sultanzade, delegado del recientemente creado Partido Comunista Persa, uno de los portavoces más claros de la izquierda ([15]). Sultanzade rechazaba la idea de que las revoluciones nacionales podían liberarse de su dependencia del imperialismo y la de que la revolución mundial dependía de los acontecimientos en Oriente: "(...) ¿depende el destino del comunismo en el mundo del éxito de la revolución social en Oriente, como asegura el camarada Roy? No, ciertamente. Muchos camaradas de Turkestán cometen este error. (...) Supongamos que la revolución comunista haya empezado en India: ¿Serían capaces los obreros de este país de resistir el ataque de la burguesía del mundo entero sin la ayuda de un movimiento revolucionario en Inglaterra, en Europa? Evidentemente, no. La extinción de la revolución en China y en Persia es un claro ejemplo de ello. (...) Si alguien procediera según las Tesis en los países que tienen ya diez o más años de experiencia (...) estaría entregando las masas a las garras de la contrarrevolución. Nuestra tarea es crear y mantener un movimiento puramente comunista opuesto al movimiento democrático-burgués. Cualquier otra evolución de los hechos podría llevar a resultados deplorables" ([16]).
La voz de Sultanzade no estaba aislada; había otros que defendían puntos de vista similares. En su Informe del Congreso de Bakú, Pávlovich (quien según algunas fuentes ([17]) había trabajado con Sultanzade en este Informe) declara que si... "los separatistas irlandeses alcanzaran su objetivo y vieran cumplido su ideal de un pueblo irlandés independiente (...) al día siguiente la Irlanda independiente caería bajo el yugo del capital americano o de la bolsa francesa y es posible que en uno o dos años combatiría contra la gran Bretaña u otro Estado, aliándose con alguno de los buitres de ese mundo en la búsqueda de mercados, de minas de carbón, de grandes territorios en África, (...) y de nuevo cientos de miles de obreros británicos, irlandeses, americanos y de otros lugares morirían en esta guerra. (...) El ejemplo (...) de la Polonia burguesa, que ahora se comporta como verdugo de las minorías nacionales que viven en su territorio y hace de gendarme del capitalismo internacional en su lucha contra los obreros y los campesinos rusos; el ejemplo de los Estados balcánicos -Bulgaria, Serbia, Montenegro, Grecia- que se disputan los despojos de las naciones que ayer estaban todavía bajo el yugo turco y que cada una quiere anexionarse; y tantos otros ejemplos de este tipo, que nos muestran que la formación de Estados nacionales en Oriente, donde el poder ha pasado de la dominación extranjera a las manos de los capitalistas y lo propietarios locales, (...) no constituye por sí misma, un paso adelante para que mejore la posición de las masas populares. En el marco del sistema capitalista, todo Estado recién creado, que no expresa los intereses de las masas trabajadoras sino que sirve a los intereses de la burguesía, constituye un nuevo instrumento de opresión y de coerción, un nuevo factor de guerra y de violencia. (...) Si la lucha en Persia, India y Turquía sirviera simplemente para que los capitalistas y los terratenientes de estos países tomaran el poder -con sus parlamentos y senados nacionales-, las masas populares no habrían ganado nada. Todo Estado recién creado sería rápidamente arrastrado, por el curso mismo de los acontecimientos y la lógica de las leyes de la economía capitalista, al círculo vicioso del militarismo y la política imperialista y tras unas décadas explotaría una nueva guerra mundial (...) en beneficio de los banqueros y de los patronos franceses, alemanes, británicos, indios, chinos, persas, turcos. (...) Solamente la dictadura del proletariado y en general de las masas obreras liberadas de la opresión extranjera, habiendo derrocado completamente al capital, dará a los países atrasados la garantía de que no acabarán como los Estados surgidos de la fragmentación del Imperio Austrohúngaro y la Rusia zarista: Polonia, Hungría blanca, Checoslovaquia, Georgia, Armenia, (...) ni como los Estados formados por la desmembración turca: Grecia de Venizelos y el resto; es decir, como un nuevo instrumento de guerra, pillaje y coerción."
Grigori Safarov (que jugó un papel importante en el desarrollo del Partido Comunista turco) sitúa el problema, con más claridad, en su Problemy Vostoka: "(...) es preciso señalar que sólo el desarrollo de la revolución en Europa posibilitará la victoria de la revolución agraria en Oriente. (...) el sistema de los Estados imperialistas no da opción a las repúblicas campesinas. Un número insignificante de cuadros proletarios y semiproletarios rurales locales puede atraerse a grandes masas campesinas para la batalla contra el imperialismo y los elementos feudales; claro que esto requiere una situación revolucionaria internacional que le permita aliarse al proletariado de los países avanzados" ([18]).
La verdad es que la parte del Informe de Pávlovich que acabamos de citar no es un modelo de claridad y contiene algunas ideas contradictorias ([19]). En otra parte del Informe se refiere a "la Turquía revolucionaria": "La ocupación de Tracia y de Adrianópolis tiene como objetivo aislar a la Turquía revolucionaria y a Rusia, de los Balcanes revolucionarios".
Incluso retoma una sugerencia de los "camaradas turcos" (probablemente el grupo en torno a Mustafa Suphi) según la cual: "La cuestión de los Dardanelos tienen que decidirla los Estados limítrofes con el Mar Negro sin la participación de Wrangel ([20]) ni de la Entente",
y continúa diciendo: "aplaudimos calurosamente esta idea cuya realización será una primera y decisiva etapa para la federación de todos los pueblos y todos los países que bordean el Mar Negro" ([21]).
Esto muestra que los revolucionarios de la época se enfrentaban en su práctica, y en condiciones extremadamente difíciles, a nuevos problemas que no tenían fácil solución. En tales circunstancias, cierta confusión era probablemente inevitable.
De paso, señalamos que estas posiciones "de izquierda" no eran asumidas por los intelectuales occidentales ni por los revolucionarios de pacotilla sino por quienes tenían precisamente que poner en práctica la política de la IC.
Hay que señalar que las posiciones que hemos destacado aquí, de manera muy esquemática, no formaban un bloque. La IC se enfrentaba a asuntos y a problemas totalmente nuevos: el capitalismo en su conjunto atravesaba un cambio, estaba en un momento bisagra entre su ascenso triunfal y "la época de las guerras y las revoluciones" (utilizando la expresión de la IC); la oposición entre la burguesía y el proletariado se expresaba mediante la oposición entre el poder soviético y los Estados capitalistas; y los comunistas de Oriente debían "adaptarse a las condiciones específicas que no habían conocido los países europeos" ([22]).
Hay que decir claramente que frente a estas nuevas cuestiones los dirigentes de la IC dieron sorprendentes muestras de ingenuidad. He aquí lo que declara Zinoviev en el Congreso de Bakú: "Podemos apoyar una política democrática como la que existe actualmente en Turquía y que seguramente aparecerá mañana en otros países. Sostenemos y sostendremos los movimientos nacionales como el de Turquía, Persia, India y China (...), la tarea de este movimiento (nacional actual) es ayudar a Oriente a liberarse del Imperialismo británico. Pero tenemos una tarea propia que desarrollar y no menos grande; se trata de ayudar a los trabajadores de Oriente en su lucha contra los ricos y ayudarles, aquí y ahora, a construir sus propias organizaciones comunistas, (...) a prepararse para una auténtica revolución del trabajo" ([23]).
Zinoviev no hacía sino retomar el Informe de Lenin sobre la cuestión nacional del IIo Congreso de la IC: "Somos comunistas y no apoyaremos los movimientos burgueses de liberación en los países coloniales a no ser que sean verdaderamente revolucionarios y sus representantes no se opongan a la instrucción y a la organización del campesinado de una manera revolucionaria" ([24]).
Efectivamente, la política defendida por Zinoviev -que en un principio, el poder soviético intentó poner en práctica- se basaba en la idea de que los movimientos nacionales aceptarían el poder soviético como aliado, permitiendo que los comunistas tuviesen las manos libres para derribarlos. Los nacionalistas como Mustafa Kemal no eran ni idiotas ni ciegos para defender sus intereses. Kemal -tomando el ejemplo turco- estaba decidido a permitir a los comunistas organizarse mientras necesitara del apoyo de la Rusia soviética contra Grecia y Gran Bretaña. La determinación de Kemal de mantener bajo control el entusiasmo popular por el comunismo -que era real e iba ganando terreno, aunque de manera confusa- le sugiere la estrafalaria idea de fundar un partido comunista "oficial" en cuyo Comité Central estarían ¡los generales y jefes del ejército! Este partido comunista tenía muy claro -más claro que la IC- la total incompatibilidad del nacionalismo y el comunismo. Como escribía el órgano del PC oficial, el Anadolu'da Yeni Gün: "Actualmente el programa de las ideas comunistas no sólo es nocivo sino además ruinoso para nuestro país. Cuando un obrero comprenda que no tiene patria, no irá a defenderla; cuando entienda que no debe haber odio entre naciones, no irá a combatir contra los griegos" ([25]).
El ideólogo del partido, Mahmud Esat Bozkurt, declara sin ambages: "El comunismo no es un ideal sino un medio para los turcos. Lo ideal para los turcos es la unidad de la nación turca" ([26]).
En breve, el poder soviético era un aliado aceptable para los nacionalistas en tanto se utilizara como expresión de los intereses nacionales rusos y no como expresión del internacionalismo proletario.
Las consecuencias de la política de la IC de cara a Turquía han sido expresadas claramente en las Memorias de Agis Stinas publicadas en 1976:
"El Gobierno ruso y la Internacional Comunista caracterizaban la guerra llevada a cabo por Kemal como una guerra de liberación nacional y, "consecuentemente", la consideraron progresista, siendo apoyada, política y diplomáticamente, enviando consejeros, armas y dinero. Considerando que Kemal combatía una invasión extranjera para liberar el suelo turco, esta lucha tenía un carácter de liberación nacional; pero, ¿la hacía eso progresista? Entonces pensábamos que sí y por eso la apoyamos. ¿Podríamos defender hoy la misma tesis? No; en nuestra época no es progresista ni puede ser considerada como tal otra tesis que la que contribuye a elevar la conciencia de clase de las masas obreras, a desarrollar su capacidad para luchar por su propia emancipación... ¿En que ha contribuido la creación del Estado moderno turco a eso? Kemal (...) arroja a los comunistas turcos a las cárceles o los ahorca y, más tarde, le da la espalda a Rusia, estableciendo relaciones cordiales con los imperialistas, encargándose de proteger sus intereses. La política justa, de acuerdo con los intereses de la revolución proletaria, hubiera sido llamar a los soldados griegos y turcos a confraternizar y a las masas populares a luchar unidas por la república de los consejos obreros y campesinos en Asia Menor, sin dejarse llevar por las diferencias nacionales, raciales o religiosas. Independientemente de la política rusa y de los objetivos de Kemal, el deber de los comunistas griegos era la lucha intransigente contra la guerra" ([27]).
La importancia de la experiencia de la izquierda en Turquía no reside en su herencia política sino en que la lucha entre el nacionalismo y el comunismo, en el Este, va hasta el final, no en el terreno del debate político sino en el campo de la lucha de clases ([28]). El combate de la izquierda en Turquía contra el oportunismo, en el seno del Partido, y contra la represión del Estado kemalista cuyas manos chorrean sangre obrera desde que fue fundado, pone al desnudo de manera implacable los errores y las ambigüedades de las Tesis de la IC sobre la cuestión nacional. La lucha de S. Manatov, S. Haçioğlu, y sus camaradas, pertenece a la herencia internacionalista del movimiento obrero.
Jens
[1]) Para hacerlo nos hemos apoyado en la reciente biografía de Kemal Ataturk, firmada por Andrew Mango, y en la Historia de la Revolución Rusa de E. H. Carr, particularmente en el capítulo "La autodeterminación en la práctica". El lector en lengua francesa puede consultar el amplio artículo crítico publicado en Programme Communiste, no 100 (diciembre 2009) el cual, pese a la inevitable ceguera de los bordiguistas sobre la cuestión nacional, contiene datos históricos útiles.
[2]) El hecho de que Turquía no existiese durante la mayor parte del periodo tratado en el folleto permite, de alguna manera, explicar por qué el Prólogo original de EKS describe Turquía como "un oscuro país del Medio Oriente"; para el resto, la indudable ignorancia de los asuntos turcos por la gran mayoría del mundo de lengua inglesa justifica la expresión. Es hilarante ver que Programme Communiste prefiera atribuirlo a los "prejuicios cívicos de una de las "grandes potencias" que dominan el mundo." Basándose en la suposición, sin fundamento alguno, de que esta Introducción fue escrita por la CCI. ¿Debemos concluir que los propios prejuicios del PCI le incapacitan para imaginar que una posición internacionalista sin concesiones, sin compromisos, pueda ser adoptada por un miembro de los que a ellos gusta denominar "pueblos oliváceos"?
[3]) Entre todos los crímenes perpetrados durante la Primera Guerra Mundial, la masacre de los armenios merece mención especial. Por miedo a que la población armenia de religión cristiana colaborase con Rusia, el gobierno CUP y su Ministro de la guerra, Enver Pasha, emprendió un programa de deportaciones y de masacres masivos, exterminando a centenares de miles de civiles.
[4]) Ver https://en.wikipedia.org/wiki/Megali_Idea [98].
[5]) "Informe de la comisión nacional y colonial", IIo Congreso de la IC, 26 julio 1920.
[6]) En la crítica que hace al folleto de EKS, Programme Communiste busca oponer a Lenin con R. Luxemburg y llega a decir que Luxemburg, tras el seudónimo de "Junius", "avanza un programa nacional de ¡defensa de la patria!" Es cierto que Luxemburg, como la mayoría de sus contemporáneos, no estaba totalmente libre de ambigüedades y referencias anticuadas a la cuestión nacional, tal y como Marx y Engels la trataron en el siglo xix y, en general, la socialdemocracia. Nosotros señalamos ya estas ambigüedades en la Revista internacional, no 12 (1978), donde defendíamos la crítica que hizo Lenin en su artículo: "El folleto de Junius". También es justo decir que un análisis económico correcto no conduce automáticamente a una posición política correcta (ni que un análisis económico incorrecto invalide las posiciones políticas en principio correctas); sin embargo, Programme Communiste no está, desgraciadamente, a la altura de Lenin cuando cita los textos de Rosa Luxemburg, mutilándolos vergonzosamente para evitar que sus lectores puedan leer en qué consiste su pretendido "programa nacional": "Sí, los socialdemócratas deben defender su país en las grandes crisis históricas. Y la gran culpa del grupo socialdemócrata del Reichstag es haber proclamado solemnemente en su declaración del 4 de agosto de 1914: "En el momento del peligro no dejaremos a nuestra patria sin defensa" y al mismo tiempo haber renegado de sus palabras. Deja la patria sin defensa a la hora del mayor peligro. Puesto que su primer deber hacia la patria era en este momento mostrar los verdaderos entresijos de esta guerra imperialista, romper la sarta de mentiras patrióticas y diplomáticas que camuflaban este atentado contra la patria, declarar alto y claro que en esta guerra la victoria y la derrota eran igualmente nefastas para el pueblo alemán; resistir hasta las últimas consecuencias al estrangulamiento de la patria por medio del estado de sitio; proclamar la necesidad de armar inmediatamente al pueblo y dejarle decidir por sí mismo la cuestión de la guerra o la paz; exigir con absoluta energía que la representación popular se mantenga permanente durante toda la guerra para asegurar el control estricto del Gobierno por la representación popular y el control del pueblo sobre la representación popular; exigir la abolición inmediata de cualquier limitación de los derechos políticos ya que únicamente un pueblo libre puede defender con éxito su país; en fin, oponer al programa de guerra imperialista -que tiende a conservar Austria y Turquía o lo que es lo mismo la reacción en Europa y Alemania- el viejo programa auténticamente nacional de los patriotas y demócratas de 1848, el programa de Marx, Engels y Lassalle" (el resaltado es nuestro https://www.marxists.org/francais/luxembur/junius/rljgf.html [99]).
[7]) Del artículo "O... o" del 16 de abril de 1916, traducido del inglés por nosotros. Esto no significa que a los delegados que se hacen eco de ciertas posiciones de Luxemburg se les pueda considerar luxemburguistas puesto que no es del todo evidente que hayan conocido los escritos de Rosa.
[8]) Op. cit., nota 6.
[9]) Informe de Lenin al IIo Congreso de las Organizaciones Comunistas de los Pueblos de Oriente, noviembre 1918. Citado en El marxismo y Asia, de Carrère d'Encausse y Schram.
[10]) Un ejemplo chocante del domino de los intereses del Estado ruso se puede ver en la actitud del poder soviético frente el movimiento en Guilan (Persia-Irán). El estudio de este movimiento supera el marco de este artículo pero los lectores interesados pueden encontrar alguna información en el estudio de Vladimir Genis, "Los bolcheviques en Guilan", publicado en Cuadernos del Mundo ruso, julio-setiembre 1999.
[11]) Manabendra Nath Roy (1887-1954), de nacimiento Narenra Nath Bhattacharya pero más conocido como M. N. Roy, fue un revolucionario indio bengalí; internacionalmente conocido como militante y teórico político, fundó el Partido Comunista en India y México. Comenzó su actividad política en el ala extrema del nacionalismo indio pero evolucionó hacia posiciones comunistas mientras vivía en New York durante la Primera Guerra Mundial. Vuela a México para escapar de la vigilancia de los servicios secretos británicos y participa en la fundación del Partido Comunista. Fue invitado a asistir al IIo Congreso de la IC y colabora con Lenin en la formulación de las Tesis sobre la cuestión nacional.
[12]) M. N. Roy, "Discurso en el IIo Congreso de la IC", julio de 1920.
[13]) Traducido del inglés por nosotros. M. N. Roy: The awakening of the East (El despertar de Oriente).
[14]) Op. cit., nota 12.
[15]) Sultanzade era de hecho de origen armenio; su verdadero nombre era Avetis Mikailian. Nació en 1890 en una familia de campesinos pobres de Marageh (al noroeste de Persia). Se integró a los bolcheviques en 1912, probablemente en San Petersburgo; trabaja para la IC en Bakú y en Turkestán y fue uno de los principales organizadores del Primer Congreso del Partido Comunista persa en Anzali en junio de 1920. Asiste al IIo Congreso de la IC como delegado del Partido persa. Se sitúa a la izquierda de la Internacional y se opone a los "dirigentes nacionalistas" del Este (Kemal...); critica severamente a los pretendidos "expertos" en Oriente y Persia de la IC. Murió en las purgas estalinistas de 1936 a 1938. Ver el estudio de Cosroe Chaqeri sobre Sultanzade en Iranian Studies, primavera-verano de 1984.
[16]) Traducido del inglés por nosotros, The Second Congress of Communist International, volumen 1, New Park.
[17]) Ver Cosroe Chaqeri, op. cit., en Cahiers du monde russe, 40/3, julio-setiembre 1999, Vladimir Genis menciona un informe redactado por Pávlovich y Sultanzade, a petición de Lenin, tras el IIo Congreso de la IC, sobre "los objetivos del Partido Comunista en Persia". El Informe propone desarrollar una propaganda masiva "Con la vista puesta en la liquidación total de la propiedad privada y del traspaso de la tierra a los campesinos" ya que "la clase de los propietarios no puede ser el sostén de la revolución, sea en el combate contra el Saha sea contra los ingleses."
[18]) Citado en El marxismo y Asia, de Carrère d'Encausse y Schram.
[19]) Es significativo que Pávlovich sitúe las cuestiones en estos términos.
[20]) Wrangel fue uno de los generales de los ejércitos blancos financiados por las grandes potencias durante las campañas contra la revolución -en el caso de Wrangel, particularmente por Francia.
[21]) ídem.
[22]) Traducido del inglés por nosotros. Cita de Lenin en El marxismo y Asia, op. cit.
[23]) Traducido del inglés por nosotros.
[24]) Ídem.
[25]) Traducido del inglés por nosotros. Citado por George S. Harris en The origins of Communism in Turkey.
[26]) Ídem.
[27]) Memorias, Ediciones La Brèche-PEC, 1990, Capítulo 2: "El despertar de las masas populares", página 42 (el resaltado es nuestro). Para un resumen de la vida de Stinas, ver la Revista internacional no 72.
[28]) Como está escrito en el folleto: "El ala izquierda del Partido Comunista turco se formó, por razones prácticas, en torno a la oposición al movimiento de liberación nacional, debido a las terribles consecuencias que éste tenía para los obreros, a quienes no aportaba otra cosa que muerte y sufrimientos". Cuando el grupo EKS escribe el folleto, es consciente, como lo es la CCI, de que la izquierda turca no ocupa en el desarrollo teórico y organizativo de la Izquierda Comunista el mismo lugar que, por ejemplo, la Izquierda italiana; por esto el folleto se titula: The Left wing of the TKP ("El ala izquierda del PCT") y no The Turkish Communist Left ("La Izquierda Comunista turca"). Aparentemente esta distinción no está clara para Programma Communista aunque no por eso Programma Communista deja de tratar a la Izquierda comunista como su propiedad personal y defiende la idea de que sólo la Izquierda italiana "se sitúa en la base del marxismo ortodoxo" (la expresión "marxismo ortodoxo es una noción grotesca que es -no nos da empacho decirlo- absolutamente no marxista). Programma Communista continúa enrollándose sobre todas las distintas corrientes, tanto de derecha como de izquierda, del "joven movimiento comunista" y nos informa sabiamente que pueden ser "de derecha" o "de izquierda", según los cambios de política de la IC, citando la caracterización que, de Bordiga, hace Zinoviev en 1924. Pero ¿Por qué no menciona el folleto de Lenin escrito contra "los comunistas de izquierda", específicamente de Italia, Alemania, Holanda, Gran Bretaña? Contrariamente a Programma Communista, Lenin no tenía ninguna dificultad para ver que había algo en común entre "los comunistas de izquierda" -claro que, nosotros evidentemente no compartimos su descripción del comunismo de izquierda, como una "enfermedad infantil".
Desde la crisis del sistema financiero en 2008, ya nada parece poder disfrazar la profundidad de la crisis histórica que atraviesa el capitalismo. Llueven los ataques sobre la clase obrera, la miseria se despliega, las tensiones imperialistas se agudizan, el hambre sigue matando a cientos de millones de personas, y, a la vez, las catástrofes naturales son cada día más mortíferas. Ni la propia burguesía puede negar la amplitud de las dificultades ni esbozar un horizonte quimérico de un porvenir mejor bajo su dominación. Por eso, en sus órganos de propaganda no le queda otro remedio que reconocer que la crisis actual es la más grave que haya conocido el capitalismo desde los años 1930, y que el desarrollo de la miseria es un mal con el que "habrá que aprender a convivir". La burguesía es una clase que dispone de medios de adaptación: está forzada a admitir, un poco por lo evidente de la situación y sobre todo por cálculo político, que las cosas van mal y que, desde luego, no van a mejorar. Pero, al mismo tiempo, sabe presentar los problemas de manera lo bastante embaucadora para salvar al sistema capitalista como un todo. ¿Quiebran los bancos arrastrando a la economía mundial? ¡Culpa de los "traders", los operadores de bolsa! ¿La deuda de algunos Estados es tal que se declaran en suspensión de pagos? ¡La culpa es de sus gobiernos corruptos! ¿La guerra hace estragos en buena parte del planeta? ¡Falta de voluntad política! ¿Se multiplican las catástrofes medioambientales causando cada vez más víctimas? ¡Culpable la naturaleza! Aunque haya divergencias entre los múltiples análisis que propone la burguesía, todos coinciden sobre un punto esencial: denuncian tal o cual modo de gobierno, para evitar que se denuncie el capitalismo como modo de producción. En realidad, todas las calamidades que se ceban en la clase obrera son el resultado de unas contradicciones que con cada día más fuerza estrangulan a la sociedad sea cual sea el sistema de gobierno, desregulado o estatal, democrático o dictatorial. Para ocultar mejor la quiebra de su sistema, la burguesía pretende también que la crisis económica iniciada en 2008 está retrocediendo ligeramente. En realidad, no sólo no retrocede sino que expresa con mayor claridad todavía la profunda crisis histórica del capitalismo.
A la burguesía se le ocurre a veces congratularse de las perspectivas positivas que anuncian los indicadores económicos, en particular las cifras del crecimiento que tímidamente volverían a la alza. Pero tras esas "buenas noticias", las cosas son muy diferentes. Desde 2008, y a fin de evitar el escenario de catástrofe de la crisis de los años 30, la burguesía se ha gastado miles de millones para mantener unos bancos en grandes dificultades e instaurar medidas keynesianas. Esas medidas consisten, entre otras cosas, en bajar los tipos de interés de los bancos centrales, los que determinan el precio de los préstamos, y, para el Estado, consiste en emprender gastos para la recuperación, financiados la mayoría de las veces gracias al endeudamiento. Semejante política debería servir para un crecimiento fuerte. Y resulta que lo que hoy llama la atención es la extrema flojera del crecimiento mundial respecto a las sumas astronómicas dedicadas al relanzamiento y a la intensidad de las políticas inflacionistas. Estados Unidos se encuentra así en una situación que los economistas burgueses no comprenden, pues tampoco habrá que pedirles que se basen en un análisis marxista: están endeudados en cientos de miles de millones de dólares y el tipo de interés de la FED está casi a cero; y, sin embargo, el crecimiento alcanzará a duras penas 1,6 % en 2010, contra los 3,7 % esperados. Como lo ilustra el ejemplo estadounidense, aunque desde 2008, la burguesía haya evitado lo peor endeudándose masivamente, la recuperación no llega de verdad. Claro, ellos no son capaces de comprender que el sistema capitalista es un modo de producción transitorio; prisioneros de esquemas esclerosados, los economistas burgueses son incapaces de ver lo evidente: el keynesianismo dio la prueba de su fracaso histórico desde los años 1970, pues las contradicciones del capitalismo eran ya insolubles, incluso mediante el endeudamiento masivo, que es una trampa con las propias leyes fundamentales del capitalismo.
La economía capitalista se mantiene penosamente desde hace décadas gracias a un abultamiento fenomenal de la deuda en todos los países del mundo para así crear artificialmente un mercado con el que absorber una parte de la sobreproducción crónica. La relación del capitalismo con el endeudamiento se parece a la opiomanía: cuanto más consume, menos suficiente es la dosis. O dicho de otra manera, la burguesía ha podido mantener la boca fuera del agua agarrándose a una rama que se rompió en 2008. Así, a la ineficacia evidente de los déficits presupuestarios se añade el riesgo de insolvencia de cantidad de países: Grecia, Italia, Irlanda o España en particular. En tal contexto, los gobiernos van a sientas en medio de la bruma, modificando los derroteros de sus políticas económicas, entre relanzamiento y rigor, en función de lo que va ocurriendo, sin que, eso sí, nada pueda mejorar duraderamente la situación. El Estado, último recurso contra la crisis histórica que estrangula al capitalismo, ha dejado de ser, definitivamente, capaz de camuflar su impotencia.
Por todas las partes del mundo, siguen cayendo ataques sin precedentes sobre la clase obrera con tanta rapidez como aumentan las tasas de desempleo. Los gobiernos, de derechas y de izquierdas, imponen a los proletarios unas reformas y unos recortes presupuestarios de una brutalidad nunca vista. En España, por ejemplo, a los funcionarios se les ha impuesto un recorte salarial de 5 %. Así lo ha hecho este año el gobierno socialista de Zapatero, el cual ya ha prometido su congelación (de los sueldos) para 2011. En Grecia, la edad mediana de jubilación ha aumentado 14 años, mientras que las pensiones han sido congeladas hasta 2012. En Irlanda, país al que todavía recientemente la burguesía alababa por su dinamismo con el nombre de "tigre celta", la tasa oficial de desempleo ha alcanzado el 14 %, a la vez que los salarios de los funcionarios se han rebajado entre 5 y 15 % al igual que los subsidios de desempleo y los familiares. Según la Organización Internacional del Trabajo, el número de desempleados en el mundo ha pasado de 30 millones en 2007 a 210 millones hoy ([1]). Podríamos multiplicar los ejemplos, pues en todos los continentes, la burguesía hace pagar a la clase obrera el precio de la crisis. Tras esos planes de austeridad, a los que con el mayor cinismo se atreven a llamar "reformas", tras los despidos y los cierres de fábricas, hay familias enteras que se hunden en la pobreza. En Estados Unidos, cerca de 44 millones de personas viven bajo el umbral de pobreza según un informe del Census Bureau, o sea 6,3 millones más en dos años que han venido a añadirse a los tres años anteriores durante los cuales ya hubo un elevado incremento de la pobreza. En realidad, toda esta primera década del siglo ha estado marcada en Estados Unidos por una fuerte disminución de las rentas más bajas.
No solo es, evidentemente, en los "países ricos" donde la crisis se paga con más miseria. Últimamente, la Organización de Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (más conocida por sus siglas: FAO) se congratulaba al comprobar que en 2010 habría un retroceso de la subalimentación que afecta especialmente a Asia (578 millones de personas) y a África (239 millones), para un total de 925 millones de personas en el mundo. Lo que no aparece de entrada en esas estadísticas es que esa cifra es muy superior a la publicada en 2008, antes de que los efectos de la inflación especulativa de los precios de la alimentación se hicieran notar hasta provocar una serie de motines en muchos países. La baja significativa de los precios agrícolas ha hecho sin duda y escasamente "retroceder el hambre en el mundo", pero la tendencia en varios años, más allá de la coyuntura económica inmediata, está sin la menor duda, en alza. Además, las canículas de este verano en Rusia, Europa del Este y, más recientemente, en Latinoamérica, han reducido sensiblemente los rendimientos en las cosechas mundiales, lo cual, en un contexto de aumento de precios, va a hacer aumentar inevitablemente la desnutrición el año próximo. No es pues sólo en el plano económico en el que se plasma la quiebra del capitalismo. Los trastornos climáticos y la gestión burguesa de las catástrofes medioambientales son una causa permanente y en aumento de la mortandad y la desdicha.
Este verano se han abatido catástrofes violentas sobre la población por todas las esquinas del mundo: las llamas se han cebado en Rusia, Portugal y muchos otros países; ha habido monzones devastadores que han anegado bajo el lodo a Pakistán, India, Nepal y China. En la primavera, el golfo de México conoció la peor catástrofe ecológica de la historia tras la explosión de una plataforma petrolífera. Y es larga la lista de desastres de este año 2010. La multiplicación de esos fenómenos y su creciente gravedad no son el fruto de la casualidad, pues desde el origen de las catástrofes hasta su gestión, el capitalismo es en gran parte responsable.
Recientemente, la ruptura del embalse mal cuidado de una fábrica de producción de aluminio ha engendrado un desastre industrial y ecológico en Hungría: más de un millón de metros cúbicos de "lodo rojo" tóxico se esparció por toda la zona de la mina, causando muertos y heridos. Los destrozos medioambientales y sanitarios son muy graves. Y resulta que para "minimizar el impacto" de esos residuos, los industriales están "reciclando" los lodos rojos de esta manera: o los llevarán a tirarlos a los mares por miles de toneladas o los almacenarán en una inmensa charca de retención parecida a la que se rompió en Hungría, y eso que existen tecnologías desde hace tiempo para reciclar tales residuos, en la construcción y la horticultura en particular.
La destrucción del planeta por la burguesía no se limita a la cantidad de catástrofes industriales que golpean cada año numerosas regiones. Según muchos científicos, el calentamiento del planeta desempeña un papel de primer orden en la multiplicación de fenómenos climáticos extremos: "Son episodios que van a repetirse e intensificarse en un clima perturbado por la contaminación de los gases de efecto invernadero", como dice el vicepresidente del Grupo de expertos Intergubernamental sobre la Evolución del Clima (GIEC). Entre 1997 y 2006, con una temperatura del globo en constante aumento, el número de catástrofes cada vez más devastadoras aumentó en la década anterior, acarreando más y más víctimas. De hoy a 2015, la cantidad de víctimas de desastres meteorológicos aumentará más del 50 %.
Los científicos de las compañías petroleras podrán agitarse declarando que el calentamiento del globo no es el resultado de una contaminación masiva de la atmósfera, no impide que la mayoría de las investigaciones científicas mínimamente serias demuestra una correlación evidente entre la expulsión de gases de efecto invernadero, el calentamiento climático y la multiplicación de catástrofes naturales. Los científicos se equivocan, sin embargo, cuando afirman que un poco de voluntad política de los gobiernos sería capaz de cambiar las cosas. El capitalismo es incapaz de limitar las eliminaciones de gas con efecto invernadero, pues entonces iría en contra de sus propias leyes, las leyes de la ganancia, las leyes de la producción al menor gasto y de la competencia. Es la sumisión necesaria a esas leyes lo que hace que la burguesía contamine, entre otros ejemplos, con su industria pesada, o que haga recorrer inútilmente miles de kilómetros a sus mercancías.
La responsabilidad del capitalismo en la amplitud de esas catástrofes no se limita además a la contaminación atmosférica y a los trastornos climáticos. La destrucción metódica de los ecosistemas con la deforestación masiva, por ejemplo, el almacenamiento de residuos en zonas naturales de drenaje, o la urbanización anárquica, hasta en lechos inundables de ríos desecados y en medio de zonas especialmente inflamables, todo eso ha agravado la intensidad de los desastres.
La serie de incendios que ha asolado Rusia en pleno verano, sobre todo una amplia región en torno a Moscú, es significativa de la incuria de la burguesía y de su impotencia para domeñar esos fenómenos. Ardieron cientos de miles de hectáreas causando un número indeterminado de víctimas. Durante varios días, un humo espeso, cuyas consecuencias sobre la salud han sido enormes hasta el punto de duplicar las muertes por día, invadió la capital. Y para mayor escarnio, hay importantes riesgos nucleares y químicos que amenazan también a la población, los incendios en tierras rusas contaminadas por la explosión de Chernóbil ([2]) y depósitos de armas y productos químicos más o menos olvidados en la naturaleza.
Un factor esencial para comprender el papel de la clase dominante en la amplitud de los incendios es el increíble estado de abandono de los bosques. Rusia es un país inmenso, dotado de una superficie forestal muy importante y densa, que exige un cuidado especial para atajar con rapidez todo conato de incendio para así evitar que se vuelva incontrolables. Y resulta que muchos macizos forestales rusos ni siquiera poseen trochas de acceso de modo que los camiones de bomberos no pueden llegar al núcleo de la mayoría de los incendios. Además, Rusia solo tiene 22.000 bomberos, o sea menos que un país mucho más pequeño como Francia, para luchar contra las llamas. Los gobernadores regionales, corruptos hasta la médula, prefieren emplear los pocos medios de que disponen para la gestión de los bosques en comprarse coches de lujo, como así ha aparecido en varios escándalos recientes.
Es el mismo cinismo el que prevalece en lo que refiere a los conocidos fuegos de las turberas, zonas donde el suelo está formado de materia orgánica en descomposición muy inflamable: además de dejar las turberas abandonadas, la burguesía rusa favorece la construcción de viviendas en esas zonas aún cuando ya en 1972 hubo incendios asoladores. El cálculo es muy sencillo: en esos sectores peligrosos, los agentes inmobiliarios compraron terrenos a un precio irrisorio, y luego los declararon edificables por ley.
Es así como el capitalismo transforma unos fenómenos naturales que podrían llegar a ser humanamente controlables en verdaderas catástrofes. Pero en la manipulación del horror, la burguesía no tiene límites. Por ejemplo, en torno a las devastadoras inundaciones que han golpeado a Pakistán, ha habido una lucha imperialista de lo más rastrera.
Durante varias semanas cayeron sobre Pakistán lluvias torrenciales, causando inundaciones gigantescas, miles de víctimas, más de 20 millones de damnificados e innumerables destrozos materiales. El hambre y la propagación de enfermedades, el cólera en especial, empeoraron una situación ya tan desesperada. Durante más de un mes, en medio de un panorama tan siniestro, la burguesía pakistaní y su ejército dieron muestra de una incompetencia y un cinismo inauditos, acusando a una naturaleza implacable, cuando, en verdad, igual que en Rusia, entre urbanización anárquica y servicios de socorro impotentes, las leyes del capitalismo son el factor esencial para entender la amplitud de la catástrofe.
Y otro aspecto tan repugnante de esta tragedia ha sido la manera con la que las potencias imperialistas intentan todavía sacar provecho de la situación, en detrimento de las víctimas, utilizando operaciones humanitarias de pretexto. Así, Estados Unidos apoya, en el contexto de la guerra en el vecino Afganistán, el gobierno de Yussuf Raza Gilani, y ha sacado provecho de lo ocurrido para desplegar un importante contingente "humanitario" compuesto de helicópteros, navíos anfibios de asalto y demás. Con el pretexto de evitar una sublevación de los terroristas de Al Qaeda, a quienes las inundaciones favorecerían, EEUU frenó al máximo la llegada de la "ayuda internacional" procedente de otros países, una "ayuda humanitaria" compuesta también de militares, diplomáticos e inversores sin escrúpulos.
Cada vez que hay una catástrofe importante, todo sirve para que todos los Estados hagan valer sus intereses imperialistas. Entre esos medios, la "promesa de donación" se ha convertido en una operación sistemática: todos los gobiernos anuncian oficialmente un suculento maná financiero que, oficiosamente, sólo se acordará a cambio de que se satisfagan las ambiciones de los donantes. Por ejemplo, hoy por hoy, sólo el 10 % de la ayuda prometida en enero de 2010 tras el terremoto de Haití ha sido entregada a la burguesía haitiana. Y Pakistán no será una excepción a la regla: los millones prometidos no serán depositados más que como comisiones de Estado a cambio de servicios realizados.
Las bases del capitalismo, la búsqueda de la ganancia, la competencia, etc., son factores centrales en los problemas del medio ambiente. Y las luchas en torno a Pakistán son además una ilustración de las tensiones imperialistas crecientes que arruinan gran parte del planeta.
La elección de Barack Obama a la cabeza de la primera potencia mundial suscitó muchas ilusiones sobre la posibilidad de apaciguar las relaciones internacionales. En realidad, la nueva administración estadounidense no ha hecho más que confirmar la dinámica abierta desde que se desmoronó, hace 20 años, el bloque del Este. Todos nuestros análisis de que "la disciplina rígida de los bloques imperialistas" iba a abrir las puertas, tras el desmoronamiento del bloque del Este, a una indisciplina y un caos ascendente, a una pelea general de todos contra todos y a una multiplicación incontrolable de conflictos bélicos, se han ido confirmando plenamente. El período abierto por la crisis y la agravación considerable de la situación económica no ha hecho sino agudizar las tensiones imperialistas entre las naciones. Según el Stockholm International Peace Research Institute, se habrían gastado nada menos que ¡1 billón 531 millones de dólares! en los presupuestos militares de todos los países en 2009, o sea un aumento del 5,9 % respecto a 2008 y del 49 % respecto a 2000. Y eso que en esas cifras no están contadas las transacciones ilegales de armas. Por mucho que la burguesía de algunos países esté obligada por la crisis a recortar ciertos gastos militares, la militarización creciente del planeta es el reflejo del único futuro que esa clase le reserva a la humanidad: la multiplicación de los conflictos imperialistas.
Estados Unidos, con sus 661.000 millones de dólares en gastos militares en 2009, dispone de una superioridad militar absolutamente incontestable. Sin embargo, después del desmoronamiento del bloque del Este, son cada día menos capaces de movilizar a otras naciones tras ellos, como ya lo demostró la guerra de Irak iniciada en 2003 en la cual, a pesar de la retirada anunciada recientemente, las tropas norteamericanas siguen contando todavía varias decenas de miles de soldados. Estados Unidos no sólo ha sido incapaz de federar a muchas otras potencias tras sus banderas, ni Rusia, ni Francia, ni Alemania, ni China, sino que, además, otras se han ido retirando del conflicto como Reino Unido o España. La burguesía estadounidense parece sobre todo cada vez menos capaz de asegurar la estabilidad de un país conquistado (los barrizales afgano e iraquí son sintomáticos de esa impotencia) o de una región, como lo ilustra la manera con la que Irán reta a EEUU sin amedrentarse por las represalias. El imperialismo norteamericano está así claramente en declive e intenta reconquistar su liderazgo perdido desde hace años a través de guerras que, al fin y al cabo, lo debilitan aún más.
Frente a Estados Unidos, China pretende que prevalezcan sus ambiciones imperialistas mediante un esfuerzo incrementado en armamento (100.000 millones de dólares de gastos militares en 2009, con aumentos anuales de dos dígitos desde los años 90) y, también, en los propios escenarios imperialistas. En Sudán, por ejemplo, como en muchos otros países, China se está implantando económica y militarmente. El régimen sudanés y sus milicias, armadas por China, siguen con sus matanzas de poblaciones acusadas de apoyar a los rebeldes de Darfur, armados éstos por Francia a través de Chad, y Estados Unidos, antiguo adversario de Francia en la región. Todas esas sucias maniobras han causado la muerte de cientos de miles de personas y el desplazamiento de muchas más.
Estados Unidos y China no son, ni mucho menos, los únicos responsables del caos bélico que reina en gran parte del planeta. En África por ejemplo, Francia, directamente o a través de milicias diversas, intenta salvar lo que buenamente pueda de su antigua influencia, sobre todo en Chad, en Costa de Marfil, Congo, etc. Las camarillas palestinas e israelíes, apoyadas por sus padrinos respectivos, prosiguen una guerra interminable. La decisión israelí de no prolongar la moratoria sobre la construcción en los territorios ocupados, mientras continúan las "negociaciones de paz" organizadas por Estados Unidos, muestra el callejón en que está la política de Obama que quería distinguirse de la de Bush gracias al mayor uso de la diplomacia. Rusia, con la guerra en Georgia o la ocupación de Chechenia, intenta recrear una esfera de influencia en su entorno. La lista de conflictos imperialistas es demasiado larga para exponerla aquí en toda su extensión. Lo que sí demuestra la multiplicación de los conflictos, es que las fracciones nacionales de la burguesía, poderosas o no, no tienen otra alternativa para proponer que la de sembrar sangre y caos en defensa de sus intereses imperialistas.
Ante la profundidad de la crisis en que se hunde el capitalismo, es evidente que la combatividad obrera no está a la altura de lo que la situación exige, el fardo de las derrotas del proletariado sigue pesando todavía sobre la conciencia de nuestra clase. Pero las armas de la revolución se forjan en las entrañas de las luchas que la crisis empieza a estimular significativamente. Desde hace varios años han estallado luchas obreras, incluso a veces simultáneamente a nivel internacional. La combatividad obrera se expresa así, simultáneamente, en los países "ricos" - Alemania, España, Estados Unidos, Grecia, Irlanda, Francia, Japón, etc. - y en los "pobres". La burguesía de los países ricos difunde a mansalva la ignominiosa idea de que los trabajadores de los países pobres robarían los empleos de los de los países ricos, en cambio lo hace todo para imponer un silencio casi total sobre las luchas de esos obreros que demostrarían que también ellos son víctimas de los mismos ataques que el capitalismo en crisis impone en todos los países.
En China, en un país en el que la parte de los salarios en el PIB pasó de 56 % en 1983 a 36 % en 2005, los obreros de varias fábricas han intentado quitarse de encima a los sindicatos, a pesar de las grandes ilusiones sobre la posibilidad de un sindicato libre. Los obreros chinos, sobre todo, han logrado coordinar por sí mismos su acción y llevar sus luchas más allá de sus propias fábricas. En Panamá estalló una huelga el 1o de julio en las bananeras de la provincia de Bocas del Toro para exigir el pago de los salarios y oponerse a una reforma antihuelga. También aquí, a pesar de la represión policiaca y los múltiples sabotajes sindicales, los obreros intentaron extender de inmediato su movimiento. La misma solidaridad y la misma voluntad de luchar colectivamente animaron un movimiento de huelga salvaje en Bangladesh, violentamente reprimido por las fuerzas del orden.
En los países centrales, la respuesta de la clase obrera en Grecia ha continuado en numerosas luchas de otros países. En España han habido huelgas contra las duras medidas de austeridad. La huelga organizada por los trabajadores del metro de Madrid es significativa de la voluntad de los obreros de extender su lucha y organizarse colectivamente en asambleas generales. Por eso, esa huelga fue el blanco de una campaña de denigración dirigida por el gobierno socialista de Zapatero junto con el gobierno regional de derecha y la colaboración de sus medios de comunicación. En Francia, aunque los sindicatos estén logrando encuadrar huelgas y manifestaciones, la reforma para retrasar la edad de jubilación, ha provocado una movilización de amplios sectores de la clase obrera, originando expresiones, minoritarias pero significativas, de una voluntad de organizarse fuera de los sindicatos a través de asambleas generales soberanas y la extensión de las luchas.
Evidentemente, la conciencia del proletariado mundial es todavía insuficiente y esas luchas, incluso si son simultáneas, distan mucho de crear las condiciones de un mismo combate a nivel internacional. No obstante, la crisis en la que se sigue hundiendo el capitalismo, las curas de austeridad y la miseria creciente van inevitablemente a provocar luchas cada vez más masivas mediante las cuales los obreros desarrollarán poco a poco su identidad de clase, su unidad y solidaridad, su voluntad de combatir colectivamente. Este terreno es el de una politización consciente del combate obrero para su emancipación. El camino hacia la revolución es largo todavía, pero, como lo escribieron Marx y Engels en el Manifiesto Comunista: "La burguesía no sólo forja las armas que han de darle la muerte, sino que, además, pone en pie a los hombres llamados a manejarlas: estos hombres son los obreros, los proletarios."
V. (08/10/10)
[1]) Esas estadísticas evidencian el aumento general oficial del desempleo, que los embusteros de la burguesía con las estadísticas no pueden ya ocultar. Debemos ser conscientes, sin embargo, que esas cifras distan mucho de reflejar la amplitud del desempleo por la simple razón de que en todos los países, incluidos aquellos donde el poder implantó "amortiguadores sociales", cuando uno no encuentra trabajo, al cabo de cierto tiempo, le borran de las listas y ya ni siquiera "desempleado" le consideran.
[2]) Chernóbil está en Ucrania al lado de la frontera norte con Rusia.
En el artículo anterior (Revista Internacional nº 140) evocamos la gran lucha que llevó a cabo la clase obrera en Italia a finales de los años 60, y que pasó a la historia con el nombre de "Otoño Caliente", aunque tal denominación resulte un poco restrictiva ya que, como pusimos de manifiesto en dicho artículo, esta fase de luchas se extendió a lo largo de 1968 y 1969, y dejó profundas secuelas para los años siguientes. También pusimos de manifiesto que estas luchas en Italia fueron uno de los muchos episodios de un proceso de recuperación, a escala internacional, de la lucha de clases, tras el largo período de contrarrevolución mundial que siguió a la derrota de la oleada revolucionaria de los años 20. En la conclusión de ese primer artículo ya señalamos que esa formidable floración de combatividad obrera y que se vio acompañada de importantes momentos de clarificación para ésta, tropezó, no obstante, con muy serios obstáculos en los años siguientes. La burguesía italiana, como la de todos los países que tuvieron que bregar con ese despertar del proletariado, no permaneció mucho tiempo de brazos cruzados y sí, en cambio, se afanó en buscar las trampas ideológicas que, junto a las intervenciones directas de los cuerpos represivos, le permitieran enfrentarse a ese desafío. En esta segunda parte del artículo vamos a analizar cómo esa capacidad de maniobra de la burguesía se basó, en gran parte, en la explotación de las debilidades de un movimiento proletario que, a pesar de su formidable combatividad, no contaba con una conciencia de clase clara. Incluso sus propias vanguardias carecían de la madurez y la claridad necesarias para cumplir su papel.
La principal causa de las debilidades mostradas por la clase obrera en aquel momento radica en el impacto de la profunda ruptura orgánica que sufrió el movimiento obrero a consecuencia de la derrota de la oleada revolucionaria de los años 20, a lo hay que sumar el dominio asfixiante del estalinismo. Éste tuvo un efecto doblemente negativo contra la conciencia de la clase obrera. Por un lado se arrasó todo el patrimonio político de la clase, confundiendo la perspectiva del comunismo con los programas interclasistas de las nacionalizaciones e incluso la propia lucha de clases con los combates en "defensa de la patria" ([1]). Pero, por otra parte, la aparente continuidad entre la oleada revolucionaria de los años 20 y la fase de la más atroz contrarrevolución, con las purgas estalinianas y la masacre de millones de trabajadores en nombre del "comunismo", grabó en la mente de la gente - ayudado por la propaganda burguesa interesada en presentar a los comunistas como seres ávidos de poder, para oprimir y ejercer el terror sobre los demás -, la idea de que tanto el marxismo como el leninismo debían ser rechazados o, al menos, profundamente revisados. Y por ello cuando la clase obrera se despertó, tanto en Italia como a escala internacional, no contó con organización revolucionaria alguna que, apoyada en sólidas bases teóricas, pudiera ayudarle en ese esfuerzo de recuperación de la senda de la lucha. Si se mira bien, casi todos los nuevos grupos constituidos al calor de ese resurgir de las luchas obreras de finales de los años sesenta, aunque se apoyen en un estudio de los clásicos, lo hacen partiendo de apriorismos críticos que no les ayudarán a conseguir lo que pretendían. Pero es que, además, incluso las formaciones de la Izquierda Comunista que habían sobrevivido a la contrarrevolución, tampoco habían salido indemnes de esta larga travesía. Los consejistas, legado casi extinto de la experiencia heroica de la Izquierda Germano-Holandesa de los años 20, se hallaban aún aterrorizados por el papel nefasto que podría jugar en el futuro un Partido degenerado que, al igual que el partido estalinista, estableciera su dominación sobre el Estado y sobre el proletariado, por lo que preferían resguardarse en el papel de "participantes en las luchas", sin jugar papel alguno de vanguardia y guardándose muy para ellos el bagaje de las lecciones del pasado. Otro tanto cabe decir, hasta cierto punto, de los bordiguistas y de la Izquierda Italiana posterior a 1943 (nos referimos a Programme Communiste y Battaglia Comunista) quienes, por el contrario, se llenan la boca reivindicando el papel del partido. Sin embargo, y paradójicamente, su incapacidad para comprender la etapa en la que nos encontrábamos, sumada a esa especie de adoración por el partido que combinan con una subestimación de las luchas obreras que se desarrollan sin contar con las organizaciones revolucionarias, les condujo a una incapacidad para reconocer en el Otoño Caliente italiano, y en general en las luchas de finales de los años 60, los signos del resurgir histórico de la clase obrera internacional. Debido a ello, su presencia en aquellos momentos, fue prácticamente nula ([2]). En consecuencia, los nuevos grupos políticos que se formaron durante los años 60, sea por la desconfianza con la que afrontaron el estudio de las experiencias políticas precedentes, sea por la falta de referencias políticas ya en ese presente, lo cierto es que se vieron empujados a reinventar posiciones y programas de acción. El problema, en todo caso, es que el punto de partida de esa "reinvención" era siempre la experiencia vivida en el viejo y decrépito partido estalinista. Eso explica por qué esta nueva generación de militantes, que se oponían manifiestamente a esos partidos y a los sindicatos, que se distanciaban de los partidos de izquierda pero también, en parte, de la tradición marxista, buscasen una vía revolucionaria en lo "novedoso" que ellos creían ver en la movilización en la calle. De ahí su tendencia a caer en el espontaneismo y en el voluntarismo que ellos veían en las antípodas de los usos tradicionales del estalinismo ya fuera en su versión más rancia (la URSS y el Partido Comunista de Italia, PCI) o la moderna (de los "pro-chinos").
Ese es el contexto en que se desarrolla el obrerismo ([3]), que resultó ser la ideología imperante durante el Otoño Caliente: es decir la lógica reacción de los proletarios que estaban protagonizando el resurgir de la lucha, contra las estructuras asfixiantes y burocratizadas del PCI ([4]), como quedó muy bien reflejada en la intervención de un trabajador de la empresa OM de Milán en la asamblea de la recién constituida Lotta Continua celebrada en el Palacio de los Deportes de Turín en Enero de 1970: "A diferencia del Partido Comunista a nosotros no nos dirigen cuatro burgueses (...) Nosotros no actuaremos como el PCI porque aquí serán los obreros quienes guíen la organización" ([5]).
Especialmente severo es el análisis que se desarrolla sobre los sindicatos: "No creemos que se pueda cambiar el sindicato "desde dentro", ni que debamos construir uno nuevo más "rojo", más "revolucionario" o más "obrero", sin burócratas. Nosotros pensamos que el sindicato es un engranaje del sistema de los patronos,... al que hay que combatir como se combate a los patronos" ([6]).
En este artículo queremos mostrar los principales aspectos de ese obrerismo, especialmente la versión de éste defendida por Toni Negri - que sigue siendo aún hoy uno de los representantes más conocidos de esta corriente política -, para poder comprender donde residía su fuerza así como las causas que le llevaron al hundimiento en los años siguientes. Para ello nos basaremos en el trabajo de Toni Negri, Dall'operaio massa all'operaio sociale. Intervista sull'operaismo ([7]). Para empezar veamos cómo se define este obrerismo: "Lo que se conoce como "obrerismo" nace y se conforma como tentativa de respuesta política a la crisis del movimiento obrero de los años 50, crisis que vino fundamentalmente determinada por los acontecimientos históricos que tuvieron lugar en el movimiento en torno al XXº Congreso" ([8]).
En este pasaje aparece ya claramente cómo, pese a plantearse una ruptura radical con las fuerzas políticas de la izquierda, la definición que de ellas - y en especial del PCI - se hace, es totalmente inadecuada y carente de una comprensión teórica en profundidad. Así, el punto de partida se fija en la presunta "crisis del movimiento obrero de los años 50", cuando lo cierto es que eso que se menciona como "movimiento obrero" es ya, en esa época, la Internacional de la contrarrevolución estalinista, ya que la oleada revolucionaria ya había sido derrotada en los años 20, y la mayoría de los líderes políticos obreros habían sido aniquilados, bien directamente fusilados o desperdigados. Esta ambigüedad ante el PCI pone de manifiesto esa especie de relación de "amor-odio" hacia el partido de origen, y explicará por qué, pasado el tiempo, muchos de estos dirigentes "obreristas", no hayan tenido inconveniente alguno en volver al redil ([9]).
El obrerismo se asentó, en sus orígenes, sobre lo que se definía como "obrero-masa", es decir esa nueva generación de trabajadores que, en gran parte provenientes del Sur del país, en una fase de expansión y modernización de la industria que se extendió desde mediados de la década de 1950 a los primeros años 60, sustituyó la vieja imagen del trabajador de oficios. Esta nueva generación estaba encadenada a un trabajo no cualificado y repetitivo. El hecho de que esta componente del proletariado, joven y carente de experiencia, resultase menos vulnerable a los cantos de sirena del estalinismo y del sindicalismo y mucho más proclive a lanzarse a la lucha, condujo a los obreristas de aquel momento a dejarse llevar por un análisis de tipo sociológico según el cual el PCI habría venido a ser una expresión de las capas de los trabajadores gremiales, o sea de una aristocracia obrera ([10]). Más adelante comprobaremos las consecuencias que tuvo en las alternativas políticas esta especie de purismo social.
El contexto de los años 60, la enorme fuerza y la duración del movimiento de clase en la Italia de entonces, la ausencia de una experiencia que habría podido ser transmitida directamente por organizaciones proletarias preexistentes, hizo creer a esa generación de jóvenes militantes que, en ese momento, nos hallábamos a las puertas de una situación revolucionaria ([11]). Era necesario, por tanto, establecer frente a la burguesía una relación permanente de conflicto, una especie de dualidad de poder. Incumbía pues a los grupos que entonces defendían esa idea (sobre todo Potere Operaio) tomar la voz cantante en las discusiones en ese movimiento (a eso se le llamaba "actuar como un partido"), y desarrollar una acción continua y sistemática contra el Estado. Así lo refería Toni Negri: "La actividad política de Potere Operaio será pues la de agrupar sistemáticamente el movimiento de la clase, las diferentes situaciones, los distintos sectores de la clase obrera y del proletariado, y llevarlos al límite, a momentos de enfrentamiento de masas que puedan causar estragos a la realidad del Estado tal y como se presenta. El ejercicio de un contrapoder, como contrapoder ligado a experiencias particulares, pero que aspira siempre a afianzarse cada vez más, y a actuar contra el poder del Estado: este es también un tema esencial del análisis y una función que debe cumplir el organizador" ([12]).
Desgraciadamente, la falta de una crítica profunda a las prácticas del estalinismo condujo a estos grupos, tanto a los obreristas como a los que no lo eran, a permanecer anclados en concepciones retomadas en realidad de ese mismo estalinismo. Valga como ejemplo el concepto de la "acción ejemplar", que lleva a las masas a comportarse de una determinada forma. Esta idea estuvo muy en boga en aquellos años:
"Yo no tenía ideas pacifistas", declaró Negarville, uno de los jefes del servicio de orden que buscó y consiguió provocar los enfrentamientos con la policía en el Corso Traiano (el 3 de julio de 1969 y que ocasionaron 69 policías heridos y 160 manifestantes arrestados).
"La idea de una acción ejemplar que provocase la reacción de la policía, formaba parte de la teoría y la praxis de Lotta Continua desde el principio. Los enfrentamientos en las calles son como los combates obreros por los salarios, ambos cumplen una función al principio del movimiento", decía Negarville. Nada había peor que una manifestación pacífica o un convenio aceptable. Lo que contaba no era la consecución de los objetivos, sino la lucha, precisamente la lucha continua ([13]).
Será esa misma lógica la que, más adelante, impulse a distintas formaciones terroristas a desafiar al Estado a espaldas de la clase obrera, partiendo de la suposición de que cuanto más se ataque al corazón del Estado, más se enardece la combatividad obrera. La experiencia nos ha demostrado, por el contrario, que cada vez que grupos terroristas han usurpado la iniciativa a la clase obrera, sometiéndola objetivamente a una situación de chantaje, lo que de verdad han ocasionado es la parálisis de la clase obrera ([14]).
Lo cierto es que esa continua búsqueda de la confrontación acabó ocasionando no sólo un agotamiento de las energías, sino también que estos grupos obreristas carecieran del espacio necesario para una seria reflexión política: "La vida organizativa de Potere Operaio estuvo de hecho continuamente interrumpida por la necesidad de responder a envites que, cada vez más frecuentemente, hacían imposible una respuesta masiva. Además el arraigo en las masas era habitualmente muy débil, lo que excluía la posibilidad de hacer frente a tales emplazamientos" ([15]).
Por otra parte, el movimiento de lucha de clases, tras haber manifestado un gran impulso a principios de los 70, comenzó sin embargo a declinar, lo que condujo a que se acabe la experiencia de Potere Operaio, y se disuelva el grupo en 1973: "... cuando comprendimos que el problema que se nos planteaba era insoluble dada la situación y la relación de fuerzas existente, decidimos disolvernos. Si no alcanzábamos con nuestras fuerzas a resolver el problema en ese momento, habría de ser la fuerza del movimiento de masas quien lo resolviera de una u otra manera, o al menos proponer una nueva forma de planteárselo" ([16]).
La hipótesis de partida, o sea que presentían un ataque del proletariado contra el capital, un ataque permanente y creciente que haría posible las condiciones materiales de construcción de "un nuevo partido revolucionario", quedó en seguida en entredicho pues no correspondía a esa realidad negativa de un "reflujo" de la lucha.
Y en vez de tomar esto en consideración, los obreristas se dejaron llevar por un creciente subjetivismo que les hacía creer que sus luchas habían llevado al sistema económico a la crisis. Poco a poco fueron desprendiéndose de toda base materialista en sus análisis y acabaron abrazando planteamientos definitivamente interclasistas.
Las consignas políticas características del obrerismo iban cambiando y a veces unas cobraban más intensidad que otras, pero si hay una constante de las posiciones de Potere Operaio (y del obrerismo en general) es esa exigencia de un enfrentamiento continuo al Estado, una oposición permanente que sirviese tanto como signo de acción política como demostración de la propia vitalidad. Lo que, en cambio, sí fue variando gradualmente fue la referencia a la clase obrera, o mejor dicho a la imagen del trabajador de referencia que, cuando fueron escaseando las luchas, pasó del obrero-masa al llamado "obrero social". Esta modificación de la referencia social es la que explica en cierta forma toda la evolución, o más bien involución, posterior del obrerismo.
Para tratar de justificarse, el obrerismo recurrió a explicar que eran en realidad los propios capitalistas quienes trataban de desembarazarse de la amenaza de la combatividad proletaria antes concentrada en la fábrica, dispersando al proletariado en el territorio. "... la reestructuración capitalista comenzó a identificarse como una colosal operación sobre la composición de la clase obrera, operación de disolución de la forma en que la clase se había constituido y formado en los años 70. En esos años prevalecía la figura del obrero-masa como bisagra de la producción capitalista y de la producción social de valor concentrada en la fábrica. La reestructuración capitalista se ha visto obligada, dada la rigidez política que articula producción y reproducción, a apostar por el aislamiento del obrero-masa en la fábrica respecto al proceso de socialización de la producción y a la imagen del trabajador que se hacía más socialmente difusa. Por otra parte y dado que el proceso de producción se extendía socialmente, la ley del valor comenzaba a operar apenas formalmente, es decir que ya no operaba sobre la relación directa entre el trabajo individual, determinado, y la plusvalía arrebatada, sino sobre el conjunto del trabajo social" ([17]).
La imagen referencial de la clase obrera pasaba a ser ese llamado "obrero social", una imagen difusa y fantasmal que, pese a las precisiones de Negri ([18]), resultaba sumamente indefinida puesto que en el movimiento de aquella época había un poco de todo.
En realidad la transformación del obrero-masa en obrero social supuso la disolución del obrerismo (caso de Potere Operaio), o su degeneración en el parlamentarismo (como sucedió con Lotta Continua), y el surgimiento de un nuevo fenómeno: el de la autonomía obrera ([19]), que pretendió ser la continuación, en forma de movimiento, de la experiencia obrerista.
Autonomía Obrera nació en el Congreso de Bolonia en 1973, en un momento en que todo un sector de la juventud se veía reflejado en esa figura del obrero social inventado por Toni Negri. Para ese "joven proletariado" la liberación no pasa por la conquista del poder sino por el desarrollo "de un área social que encarnase la utopía de una comunidad que despierta y se organiza al margen del modelo económico, del trabajo y también del régimen asalariado" ([20]), o sea en la puesta en práctica de un "comunismo inmediato". La política se convierte en una actividad "lujuriosa", dictada y sometida a los deseos y las necesidades. Este "comunismo inmediato" que se construye en torno a centros sociales en los que confluyen los jóvenes de los barrios populares, se traduce, en la práctica, en una multiplicación de acciones directas entre las que destacan sobre todo las "expropiaciones proletarias", que se imaginan como una fuente de "salario social", las "auto-extenciones" y las "ocupaciones de locales" tanto públicos como privados, así como experiencias confusas de autogestión y vida alternativa. Ese voluntarismo que les hace confundir sus deseos con realidades, se irá acentuando hasta el punto de imaginarse a una burguesía sometida a los asaltos del obrero social: "... ahora, en cambio, la situación italiana está dominada por la existencia de un irreductible contrapoder radical que, sencillamente, nada tiene que ver con el obrero de la fábrica, con la situación definida por el "Estatuto de los Trabajadores", o por tal o cual construcción institucional post-sesentayochesca. Al contrario. Estamos en una situación en la que en el seno de todo el proceso de reproducción, y esto ha de subrayarse, la autoorganización obrera es una adquisición ya definitiva" ([21]).
Ese análisis no se circunscribe a la situación italiana, sino que se proyecta a nivel internacional, sobre todo a los países más desarrollados desde un punto de vista económico, como Estados Unidos o Gran Bretaña. Ese convencimiento de que el movimiento obrero está en una posición de fuerza es tan grande que hace pensar a Toni Negri (y a los autónomos de esa época) que el Estado capitalista se dedica a rascarse el bolsillo para tratar de contener la ofensiva proletaria aumentando los ingresos de los trabajadores: "... se trata de fenómenos que conocemos perfectamente en economías más avanzadas que la nuestra, fenómenos que ya han tenido lugar a lo largo de los años 60 tanto en Estados Unidos como en Gran Bretaña, donde verdaderamente han buscado bloquear el movimiento, por un lado mediante la destrucción de las vanguardias subjetivas del movimiento, pero por otro, y de manera muy importante, a través de la capacidad de control que se basa en una enorme disponibilidad de dinero, sobre una enorme articulación de la distribución de los ingresos" ([22]).
Así pues, y dado que según ellos "todo el proceso del valor ha desaparecido", no es de extrañar que los patronos estuvieran dispuestos incluso a renunciar a ganar dinero si con ello conseguían "restaurar las reglas de la acumulación" y "socializar de forma completa los instrumentos de control y de dominación" ([23]). Creían pues que su lucha había logrado desestabilizar el Estado llevándolo a una crisis, sin darse cuenta de que lo que aumentaba en la calle era el número de jóvenes cada vez más alejada del mundo de la fábrica y del trabajo, y que por tanto cada vez menos capaz de imponer una relación favorable de fuerzas frente a la burguesía.
En ese período se puso muy de moda el concepto de "auto valorización obrera", que trascendía lo relacionado con las conquistas materiales, refiriéndose más bien a los llamados "momentos de contrapoder", o sea "momentos políticos de autodeterminación, de separación de la realidad de clase, de aquello que representa, globalmente, la realidad de la producción capitalista" ([24]). En ese contexto, la "conquista proletaria de ingresos", sería capaz de "destruir, a veces, la ecuación de la ley del valor" ([25]). Aquí se confunde la capacidad de la clase obrera de conseguir salarios más altos y reducir así la parte de la plusvalía que le arrebatan los capitalistas, con una pretendida "destrucción" de la ley del valor. Por el contrario, y tal y como ha demostrado toda la historia del capitalismo, la ley del valor se ha mantenido en vigor incluso en los países del llamado "socialismo real" (es decir los países del Este, los falsamente llamados "comunistas").
De todo esto cabe deducir que en ese medio de la Autonomía Obrera existía la ilusión de que el proletariado podría crear y disfrutar, aún en el seno de la sociedad burguesa, de posiciones de contrapoder relativamente "estables", cuando lo cierto es que esa relación de "doble poder" es una situación precaria característica en realidad de los períodos revolucionarios en los que o bien evoluciona hacia una ofensiva victoriosa de la revolución proletaria, con la afirmación de un poder exclusivo de la clase obrera y la destrucción del poder burgués, o bien degeneran hacia una derrota de la clase obrera.
Esta importante desconexión con la realidad material, es decir con las bases económicas de la lucha, fue la que condujo a la Autonomía Obrera a un desarrollo fantasioso y estudiantil de sus posiciones políticas.
Una de las posiciones más arraigadas entre los militantes de la Autonomía Obrera era la del rechazo del trabajo, muy directamente relacionada con la llamada teoría de las necesidades. Es cierto que el trabajador debe procurar no dejarse aplastar por la lógica de los intereses de los patronos, y que debe reivindicar la satisfacción de sus necesidades fundamentales, pero a esto los teóricos de la Autonomía Obrera superponían una teoría que iba más allá, y que identificaba la autovalorización obrera con el sabotaje de la maquinaria de la patronal, hasta el extremo de pretender que ese sabotaje proporciona placer. Puede verse, por ejemplo, el deleite con que Negri describe la libertad conquistada por los trabajadores de la Alfa Romeo cuando se ponían a fumar en la cadena de producción sin ocuparse de los prejuicios que eso podía suponer a la producción. Es indudable que en ciertos momentos se experimenta una enorme satisfacción al hacer algo que ha sido estúpidamente prohibido, o en empeñarse en realizar algo que se pretende impedir con el uso arrogante de la fuerza. Es verdad que eso procura una satisfacción no solo psicológica sino física también. Pero ¿qué tiene eso que ver con lo que dice Negri cuando afirma que el hecho de fumar es "una cosa súper importante (...) casi tan importante, desde un punto de vista teórico, como el descubrimiento de que es la clase obrera la que determina el desarrollo del capital" ?
Para Negri, la "esfera de las necesidades" no es la de las necesidades materiales, objetivas, naturales, sino algo que se va creando poco a poco, que "atraviesa y consigue dominar, todas las ocasiones ofrecidas por la contracultura".
De cierta forma, ese legítimo rechazo a dejarse alienar, no solo material sino también mentalmente, en el puesto de trabajo, y que se expresa en las infracciones a la disciplina laboral, se presenta, en cambio, como: "... un formidable salto cualitativo: un hecho que nos remite exactamente a la dimensión de la expansión de las necesidades. Que significa, de hecho, gozar del rechazo al trabajo, y ¿qué, sino, podría significar más que haber construido en su propio seno, una serie de capacidades materiales que resultan completamente alternativas al ritmo trabajo-familia-bar, y útiles para la ruptura de ese mundo cerrado, descubriendo en la experiencia de la revuelta, capacidades y un poder alternativo radical?" ([26]).
Lo cierto es que estas divagaciones quiméricas y totalmente vacías de perspectiva llevaron al obrerismo, en esta versión del obrero social, a degenerar completamente dispersándose en un montón de iniciativas aisladas unas de otras, esperando cada una de ellas reivindicar la satisfacción de las necesidades de tal o cual categoría, pero muy lejos de ser esa expresión de la solidaridad de clase que se había forjado durante el Otoño Caliente y que no volverá a aparecer hasta que, más tarde, la clase obrera vuelva a tomar la palabra.
Ya dijimos al principio de este artículo que la capacidad de recuperación de la burguesía se basó, en gran parte, en las debilidades del movimiento obrero que hemos mostrado. Hay que señalar, sin embargo, que la burguesía que, en primer momento resultó cogida por sorpresa, sí fue capaz de lanzar, a continuación, un ataque sin precedentes contra el movimiento obrero, tanto de forma directa - mediante la represión -, como empleando todo tipo de maniobras.
La represión
Arma clásica de la burguesía contra su enemigo de clase aunque no el arma decisiva que le permite crear verdaderamente una relación de fuerzas a su favor. Entre octubre de 1969 y enero de 1970, hubo más de 3 mil imputaciones contra obreros y estudiantes.
"Más de tres mil estudiantes y obreros fueron perseguidos entre octubre de 1969 y enero de 1970. Se rescataron artículos del código penal fascista tales como "propaganda subversiva" o "incitación al odio entre las clases". La policía y los carabineros confiscaban los libros de Marx, Lenin y el Che Guevara" ([27]).
El juego fascismo/antifascismo
Esta es un arma clásica contra los movimientos estudiantiles - aunque menos para los conflictos con la clase obrera - que consiste en desviar las movilizaciones hacia el terreno estéril de enfrentamientos callejeros entre bandas rivales, aunque para ello la burguesía deba apelar, solo hasta cierto punto, a su discurso más "democrático y antifascista". Se trata, en definitiva, de hacer volver los corderos al redil.
La estrategia de la tensión
Fue sin duda la obra maestra de la burguesía en aquel momento y con la que consiguió cambiar sustancialmente el clima político. Todo el mundo recuerda la masacre del Banco Nacional de la Agricultura en la Plaza Fontana de Milán el 12 de diciembre de 1969, que dejó 16 muertos y 88 heridos. Pero lo que quizá no sepa todo el mundo o quizá no recuerde, es que desde el 25 de abril de 1969, Italia venía sufriendo una serie ininterrumpida de atentados: "El 25 de abril explotaron dos bombas en Milán, una en la Estación Central y la otra - que dejó una veintena de heridos - en el stand de Fiat en la Feria. El 12 de mayo, tres artefactos explosivos, dos en Roma y otro en Turín, no explosionaron de puro milagro. En julio, el semanario Panorama se hacía eco de rumores de un golpe de Estado por parte de la derecha. Grupos neofascistas lanzan un llamamiento a la movilización, y el PCI puso a sus secciones en estado de alerta. El 24 de julio, un artefacto de similares características a los de Roma y Turín, es localizado, antes de explotar, en el Palacio de Justicia de Milán. Los días 8 y 9 de agosto, se producen ocho atentados contra instalaciones ferroviarias que ocasionan importantes destrozos y algunos heridos. El 4 de octubre en Trieste, un explosivo depositado en una escuela primaria y preparado para estallar a la salida de los niños, no explota por un problema técnico, acusándose a un militante del grupo (de extrema derecha, N de T) Avanguardia Nazionale. En Pisa, el 27 de octubre, el balance de una jornada de enfrentamientos entre policía y manifestantes que se movilizaban contra una manifestación de fascistas griegos e italianos, es de 1 muerto y 125 heridos. (...) El 12 de diciembre, cuatro artefactos explosivos estallan en Roma y en Milán. Los tres de Roma no causan víctimas, pero el de Milán, emplazado en la Plaza Fontana frente al Banco de la Agricultura, mata a 16 personas e hiere a 88. Un quinto artefacto explosivo, también en Milán, se encuentra intacto. Así comienza, en Italia, lo que efectivamente se ha definido como la larga noche de la República" ([28]).
En el período siguiente, el ritmo de estos atentados disminuyó algo aunque sin llegar a desaparecer nunca del todo. Entre 1969 y 1980 se produjeron 12.690 actos y momentos de violencia por motivos políticos que causaron 362 muertos y 4.490 heridos, de los que directamente atribuibles a atentados son, respectivamente, 150 y 551. El primero de ellos el referido de la Plaza Fontana. El más mortífero (85 muertos y 200 heridos) el de la Estación de Bolonia en agosto de 1980 ([29]).
"... El Estado violento apareció inesperadamente ante nuestros ojos: organizando los atentados, saboteando las investigaciones, deteniendo a inocentes, matando a uno de ellos (Pinelli), y contando además con la bendición de algunos periódicos y de la TV: el 12 de diciembre supuso el descubrimiento de una dimensión imprevista de la lucha política, y la revelación de la amplitud del frente contra el que debíamos batirnos (...) Con lo de la Plaza Fontana descubríamos un nuevo enemigo: el Estado. Antes los adversarios habían sido los profesores, los capataces o el patrón. Las referencias eran transnacionales procedentes de diferentes regiones del mundo: Vietnam, el Mayo francés, los Panteras Negras, China. La revelación del Estado terrorista abría un nuevo horizonte a las luchas: el de los complots, el de la instrumentalización de los neofascistas" ([30]).
Es evidente que el objetivo de esta estrategia era amedrentar y desorientar a la clase obrera, intimidándola con las bombas y la sensación de inseguridad, lo que, al menos en parte, sí consiguió. Pero es que además tuvo otro efecto verdaderamente mucho más nefasto. Si lo de Plaza Fontana ponía al descubierto, al menos para una minoría, que era el Estado el verdadero enemigo, aquel con quien de verdad había que ajustar cuentas, eso provocó que una serie de elementos del proletariado y también estudiantes se orientaran hacia el terrorismo como método de lucha.
El acicate a la dinámica terrorista
La práctica del terrorismo se convirtió así en la vía que llevó a muchos camaradas muy combativos, aunque con veleidades aventureras, a la destrucción de sus vidas y su implicación militante, en una práctica que nada tiene que ver con la lucha de clases. Esta práctica condujo a los peores resultados por cuanto ocasionó un retroceso de toda la clase obrera ante la doble amenaza de la represión del Estado por un lado, y del chantaje "brigadista" y terrorista por otro.
El último elemento, aunque no en orden de importancia, en que se apoyó la burguesía, fueron los sindicatos. Al no poder contar solo con la represión para poder mantener controlados a los trabajadores, los patronos, que durante los años de la posguerra hasta en vísperas del Otoño Caliente, se habían manifestado hostiles al sindicalismo, se volvieron luego de lo más democráticos y entusiastas de las buenas relaciones laborales. El engaño residía, lógicamente, en que aquello que no se logra "por las malas" trata de conseguirse "por las buenas", buscando el diálogo con los sindicatos considerados como interlocutores únicos con los que lograr el control de las luchas y de las reivindicaciones obreras. Esta extensión del campo de actuación democrática de los sindicatos tendrá su principal exponente en el desarrollo de los llamados Consejos de Fábrica, una forma de sindicalismo de base en los que no es necesario estar afiliado para participar, que suscitó en los trabajadores la ilusión de que habían sido ellos mismos quienes los habían creado y que, por tanto, podían confiar en estas nuevas estructuras para continuar su lucha. Lo cierto es que la lucha de los trabajadores, aunque en muchas ocasiones se mostró muy crítica sobre el papel que jugaban los sindicatos, no consiguió hacer una crítica radical de ellos, limitándose a denunciar su inconsecuencia.
En estos dos artículos hemos intentado demostrar por un lado la fuerza y las potencialidades de la clase obrera y, por otro, la importancia que tiene que su acción sea respaldada por una conciencia clara del camino a recorrer. El hecho de que los proletarios que despertaron a la lucha a finales de los años 60, tanto en Italia como en todo el mundo, no dispusiesen de la memoria de las experiencias del pasado, y que solo pudieran contar con la experiencia empírica que pudieran, poco a poco, acumular, constituyó una de las principales debilidades del movimiento.
Hoy, en las distintas evocaciones que se realizan respecto al 68 francés o al Otoño Caliente italiano, son muchos los que se pierden en suspiros nostálgicos de una época que ven lejana, puesto que creen imposible que luchas así puedan volver a aparecer. Nosotros pensamos lo contrario. De hecho el Otoño Caliente, el Mayo francés y el conjunto de luchas que sacudieron la sociedad capitalista en todo el mundo, constituyeron simplemente el principio de la reanudación de la lucha de clases, que los años siguientes han visto un desarrollo y una maduración de la situación. Hoy, en particular, existe a escala mundial una presencia más significativa de vanguardias políticas internacionalistas (aunque ultraminoritarias, todavía) pero que, a diferencia de los grupos esclerosados del pasado, son capaces de debatir entre ellas, de trabajar y de intervenir conjuntamente, puesto que el objetivo común de todas ellas es el desarrollo de la lucha de clase ([31]). Además, en el conjunto de la clase, no vemos únicamente una combatividad que hace posible la eclosión de luchas en muchos rincones del mundo ([32]). Existe también el sentimiento difuso de que esta sociedad en la que vivimos, no tiene ya nada que ofrecer ni en el terreno económico ni en el ámbito de la seguridad frente a las catástrofes medioambientales, las guerras, etc. Y ese sentimiento tiende a amplificarse hasta el extremo de que empezamos a oír hablar de la necesidad de una revolución a personas que carecen por completo de experiencia política. Al mismo tiempo, sin embargo, la mayoría de esas mismas personas creen que la revolución es imposible, que los explotados no tendrán la fuerza necesaria para derribar el sistema capitalista:
"Puede resumirse esta situación así: a finales de los 60, la idea de que la revolución era posible podía estar relativamente extendida, pero la idea de que fuera indispensable no podía imponerse. Hoy, al contrario, la idea de que la revolución sea necesaria puede tener un eco nada desdeñable pero que sea posible está poco extendida.
"Para que la posibilidad de la revolución comunista pueda ganar un terreno significativo en la clase obrera, es necesario que ésta pueda tomar confianza en sus propias fuerzas, y eso pasa por el desarrollo de sus luchas masivas. El enorme ataque que está sufriendo ya a escala internacional debería ser la base objetiva para esas luchas. Sin embargo, la forma principal que está tomando hoy este ataque, los despidos masivos, no favorece, en un primer tiempo, la emergencia de tales movimientos. En general (...) las épocas de fuerte incremento del desempleo no son propicias para luchas más importantes. El desempleo, los despidos masivos, tienen tendencia a provocar cierta parálisis momentánea de la clase. (...) Por eso, si, en el periodo venidero, no asistiéramos a una respuesta de envergadura frente a los ataques, no habría por ello que considerar que la clase ha renunciado a luchar por la defensa de sus intereses. En una segunda etapa, cuando sea capaz de resistir a los chantajes de la burguesía, cuando se imponga la idea de que solo la lucha unida y solidaria pueda frenar la brutalidad de los ataques de la clase dominante, sobre todo cuando ésta intente hacer pagar a todos los trabajadores los colosales déficits presupuestarios que se están acumulando ya a causa de los planes de salvamento de los bancos y de "relanzamiento" de la economía, será entonces cuando podrán desarrollarse mejor combates obreros de gran amplitud" ([33]).
Este sentimiento de impotencia ha pesado y pesa aún en la actual generación de proletarios y explica, en parte, las dudas, los retrasos y la falta de reacción frente a los ataques de la burguesía. Pero hemos de ver a nuestra clase con la confianza que nos proporciona el conocimiento de su historia y de sus luchas pasadas. Y hemos de trabajar para volver a unir las luchas del pasado con las del presente. Hemos de intervenir en las luchas para animarlas y darles confianza en el futuro, acompañando y estimulando la reconquista por el proletariado de la conciencia de que el futuro de la humanidad reposa sobre sus espaldas, pero también que él tiene la capacidad de llevar a cabo esta inmensa tarea.
Ezechiele (23/8/2010)
[1]) Véase sobre todo el nefasto papel desempeñado en esto por la "resistencia antifascista" que invocando una supuesta "lucha por la libertad", sirvió, en realidad, para llevar a los trabajadores a servir de carne de cañón en las pugnas entre fracciones de la burguesía, primeramente en la Guerra de España (1936-1939), e inmediatamente después en la Segunda Guerra mundial.
[2]) "Al haber formado el Partido en 1945, cuando la clase estaba sumida en la contrarrevolución y sin que después hicieran la crítica de esa constitución prematura, esos grupos (que seguían llamándose "partido") han sido incapaces de diferenciar la contrarrevolución y la salida de la contrarrevolución. En el movimiento de Mayo de 1968, como en el Otoño Caliente italiano de 1969, no veían nada de fundamental para la clase obrera, atribuyendo esos acontecimientos a la agitación estudiantil. Al contrario, conscientes del cambio en la relación de fuerzas entre las clases, nuestros camaradas de Internacionalismo (especialmente MC, antiguo militante de la Fracción y de la ICF) comprendieron la necesidad de entablar una labor de discusión y agrupamiento con los grupos que el cambio del curso histórico estaba haciendo surgir. En varias ocasiones, esos compañeros pidieron al PCInt que hiciera un llamamiento para iniciar discusiones y convocara una Conferencia Internacional en la medida en que esta organización tenía una importancia sin comparación posible con la de nuestro pequeño núcleo de Venezuela. Cada vez, el PCInt rechazaba la propuesta argumentando que no había nada nuevo bajo el sol. Finalmente pudo organizarse un primer ciclo de conferencias a partir de 1973 tras el llamamiento lanzado por Internationalism, el grupo de Estados Unidos que se había acercado a las posiciones de Internacionalismo y de Révolution Internationale, fundada ésta en Francia en 1968. Fue en gran parte gracias a estas conferencias, que permitieron una seria decantación entre toda una serie de grupos y gente llegados a la política tras mayo de 68, si se pudo constituir la Corriente Comunista Internacional en enero de 1975" (extraído de "Treinta años de la CCI. Apropiarse del pasado para construir el futuro", en Revista Internacional no 123. Ver https://es.internationalism.org/node/354 [102]).
[3]) En italiano "operaismo", término a menudo utilizado para denominar esta ideología que hemos preferido traducir.
[4]) A propósito del PCI véanse los artículos "Breve Storia del PCI ad uso dei proletari che non vogliono credere piu a niente ad occhi chiusi" I (1921-1936) y II (1936-1947), en Rivoluzione Internazionale - publicación de la CCI en Italia - nos 63 y 64 ("Breve Historia del PCI para uso de los proletarios que no quieren creer a nadie a ciegas"). Puede verse también la novela de Ermanno Rea, Mistero napoletano (Ed. Einaudi) que es especialmente interesante para captar la atmósfera plomiza que se vivía en el PCI de aquellos años.
[5]) Aldo Cazullo, I ragazzi che volevano fare la rivoluzione. 1968-1978, Storia critica di Lotta Continua, (Los muchachos que quisimos hacer la revolución), Sperling & Kumpfer Eds., p. 8.
[6]) "Tra servi e padroni" (Entre siervos y amos), artículo aparecido en Lotta Continua el 6 de diciembre de 1969, y que se cita en Aldo Cazullo, op. cit., p. 89.
[7]) Toni Negri, Del obrero-masa al obrero social. En español en Ed. Anagrama, Barcelona, 1980. Las referencias de números de página están tomadas de la edición en italiano (Ed. Ombre Corte), de la cual hemos hecho las traducciones para este artículo.
[8]) Ídem., p. 36-37.
[9]) Es impresionante la cantidad de personajes de la vida política actual, políticos, periodistas, escritores..., que mantienen hoy posiciones políticas de centro izquierda e incluso de derechas, y que pertenecieron en el pasado a grupos de la izquierda extraparlamentaria, y en particular al "obrerismo". Por ejemplo Massimo Cacciari, diputado del Partido Democrático (antes La Margarita) y alcalde - por dos veces - de Venecia; Alberto Asor Rosa, escritor y crítico literario; Adriano Sofri, periodista de tinte moderado que escribe en La Repubblica e Il Foglio; Mario Tronti, que ha vuelto al PCI donde ocupa cargo en el Comité Central y que ha sido elegido senador; Paolo Liguori, periodista con responsabilidades directivas en medios televisivos y otras empresas editoriales de Berlusconi... Y esta lista podría ampliarse con decenas y decenas de nombres.
[10]) Nosotros no compartimos el análisis de Lenin sobre la existencia de una aristocracia obrera en el seno del proletariado, y así lo hemos expuesto en nuestro artículo de la Revista Internacional no 25: "La aristocracia obrera: una teoría sociológica para dividir a la clase obrera". Puede consultarse (en francés) en https://fr.internationalism.org/rinte25/aristocratie.htm [103].
[11]) Hay que decir que esa idea estaba ampliamente extendida a escala internacional.
[12]) Negri, op. cit., p. 105.
[13]) Aldo Cazullo, op. cit., p. 12.
[14]) Sobre este tema véanse "Terror, terrorismo y violencia de clase [104]", en Revista Internacional no 14, así como "Sabotaje de las líneas de la SNCF: actos estériles instrumentalizados por la burguesía contra la clase obrera" (en CCI on line 2008 /cci-online/200812/2430/sabotaje-de-las-lineas-de-la-sncf-actos-esteriles-instrumentalizados-por-la-b [105]), y "Debate sobre la violencia (II). La necesidad de superar un falso dilema: pacifismo socialdemócrata o violencia minoritaria" (en CCI on line 2009).
[15]) Negri, op. cit., p. 105.
[16]) Ídem, p. 108.
[17]) Ídem., p. 113.
[18]) "Cuando decimos "obrero social" queremos decir, sin lugar a dudas, que de este sujeto se extrae plusvalía. Si hablamos de "obrero social" hablamos de un sujeto que es productivo, y si decimos que es productivo queremos expresar que es productor de plusvalía, sea a corto o a medio plazo" (Ídem., p. 18).
[19]) Sobre esta cuestión véanse nuestros artículos (en italiano) "L'Area della Autonomia: la confusione contro la classe operaia" en Rivoluzione Internazionale (publicación de la CCI en Italia) nos 8 y 10.
[20]) N. Balestrini, P. Moroni, "L'orda d'oro", Milán, SugarCo Edizioni, p. 334.
[21]) Negri, op. cit., p. 138.
[22]) Ídem., pp. 116-117.
[23]) Ídem., p. 118.
[24]) Ídem., p. 142.
[25]) Íbidem.
[26]) Ídem., pp. 130-132.
[27]) Alessandro Silj, Malpaese, Criminalitá, corruzione e política nell'Italia della prima República 1943-1994, de Donzelle Editor, pp. 100-101.
[28]) Ídem., pp. 95-96.
[29]) Ídem., p. 113.
[30]) Testimonio de Marco Revelli, entonces militante de Lotta Continua, recogido en Aldo Cazzullo, op. cit., p. 91.
[31]) No es posible reseñar aquí la lista de los diferentes artículos en los que hemos hablado de esta nueva generación de internacionalistas. Invitamos a nuestros lectores a visitar nuestras páginas web, donde encontrarán numerosas informaciones sobre ellas.
[32]) En lo tocante al actual desarrollo de la lucha de clases, remitimos también a nuestra página web, llamando especialmente la atención a los artículos a propósito de Vigo (España), Grecia, Tekel (Turquía).
[33]) Resolución sobre la Situación Internacional del 18o Congreso de la CCI, Revista Internacional no 138. https://es.internationalism.org/node/2629 [106]).
En los artículos anteriores de esta serie vimos el nacimiento de los consejos obreros (soviets en ruso) en la revolución de 1905, su desaparición y su reaparición en la revolución de 1917, su crisis y su recuperación por los obreros, llevándolos a la toma del poder en Octubre 1917 ([1]). En este artículo abordaremos el intento de los soviets de ejercer el poder, momento fundamental en la historia humana: "por primera vez, no es una minoría, no son únicamente los ricos, ni únicamente las clases instruidas, es la masa verdadera, la inmensa mayoría de los trabajadores quienes edifican ellos mismos una vida nueva, zanjan, partiendo de su propia experiencia, los problemas de por sí arduos de la organización socialista" ([2]).
Con entusiasmo extraordinario, las masas de obreros se pusieron manos a la obra intentando lo que habían empezado antes de la Revolución. El anarquista Paul Avrich describe el ambiente de esos primeros meses señalando que "había un grado de libertad y un sentimiento de potencia que fueron únicos en toda su historia [la de la clase obrera rusa]" ([3]).
El funcionamiento que intentó desarrollar el poder soviético era radicalmente distinto del que caracteriza al Estado burgués en el que el Ejecutivo -el Gobierno- tiene poderes prácticamente absolutos mientras que el Legislativo -el Parlamento- y el Judicial, llamados supuestamente a contrapesarlo, se hallan fuertemente subordinados a aquel. En todo caso, los tres poderes se hallan completamente alejados de la gran mayoría cuyo único papel se reduce a depositar su voto ([4]). En cambio, el poder soviético se basaba en dos premisas completamente nuevas:
- participación activa y masiva de los trabajadores;
- son los mismos - es decir la masa de trabajadores - quienes discuten, deciden y ejecutan.
Como dijo Lenin en el 2º Congreso de los soviets: "Para la burguesía no es fuerte un gobierno sino cuando es capaz de arrojar las masas hacia donde a él le parece, valiéndose de la fuerza del mecanismo gubernamental. Nuestro concepto de la fuerza es distinto. En nuestra opinión, la fuerza de un gobierno está en proporción con la conciencia de las masas. Es fuerte cuando estas masas lo saben todo, lo juzgan todo, aceptan todo conscientemente" ([5]).
Sin embargo, recién tomado el poder, los soviets se toparon con un obstáculo: la Asamblea Constituyente; ésta representaba la negación de dichas premisas y la vuelta al pasado, basada en la delegación del poder y su ejercicio por una casta burocrática de políticos.
El movimiento obrero en Rusia había reivindicado frente al zarismo la Asamblea Constituyente como paso hacia una República burguesa, pero la revolución de 1917 había planteado la superación de esta vieja consigna. El peso del pasado se reveló en la atracción que tenía, incluso tras la proclamación del poder soviético, no solamente en amplias masas sino igualmente en numerosos militantes del partido bolchevique que la consideraban compatible con el poder de los soviets.
"Uno de los errores más grandes y de más graves consecuencias del gobierno de coalición burgués-socialista fue que siempre volvían a atrasar la apertura de la Asamblea Constituyente" ([6]).
Los gobiernos que se sucedieron entre febrero y octubre 1917, la habían pospuesto una y otra vez traicionando lo que presentaban como su máxima aspiración. Los bolcheviques - aún con divisiones y contradicciones en su seno - fueron durante ese periodo sus principales defensores pese a que supieran su incoherencia con la consigna de "¡Todo el Poder para los soviets!".
Así, se dio la paradoja de que tres semanas después de la toma del poder por los soviets fueran estos quienes cumplieran la promesa de convocar elecciones para la Asamblea Constituyente. Su celebración dio la mayoría a los Social-revolucionarios de derechas (299 escaños) seguidos de lejos por los bolcheviques (168), los social-revolucionarios de izquierdas (39) y otros grupos con mucha menor representación.
Varios factores lo explican, pero el más importante en Rusia en aquel momento es que el voto coloca en pie de igualdad a "ciudadanos" cuya condición es radicalmente antagónica: obreros, patronos, burócratas, campesinos, etc., todo lo cual favorece siempre a la minoría explotadora y a la conservación del statu quo. Más generalmente, existe otro factor que afecta a la clase revolucionaria: el voto es un acto en el que el individuo atomizado se deja llevar por múltiples consideraciones, influencias e intereses particulares que emanan de la ilusión de ser un "ciudadano" supuestamente libre y que no expresa para nada la fuerza activa de un colectivo. El obrero "ciudadano individual" que vota en la cabina y el obrero que participa en una asamblea son como dos personas distintas.
La Asamblea Constituyente fue sin embargo completamente inoperante. Se desprestigió por sí misma. Tomó algunas decisiones grandilocuentes que se quedaron en el papel, sus reuniones resultaron ser una sucesión de aburridos discursos. La agitación bolchevique, apoyada por anarquistas y social-revolucionarios de izquierdas, planteó claramente el dilema soviets o Asamblea Constituyente y así ayudó al esclarecimiento de las conciencias. Tras múltiples avatares, la Asamblea Constituyente fue tranquilamente disuelta en enero de 1918 por los propios marineros encargados de su custodia.
El poder exclusivo pasó a los soviets. Las masas obreras reafirmaron en él su existencia política. Durante los primeros meses de la revolución y al menos hasta el verano de 1918, la auto-actividad permanente de las masas, que ya vimos manifestarse desde febrero de 1917, no solo continuó sino que se amplificó y reforzó. Los obreros, las mujeres, los jóvenes, vivían en una dinámica de asambleas, consejos de fábrica, consejos de barrio, soviets locales, conferencias, mítines, etc.
"La primera fase del régimen soviético fue la de la autonomía prácticamente ilimitada de sus instituciones locales. Animados por una vida intensa y cada vez más numerosos, los soviets de base se mostraban celosos de su autoridad" ([7]).
Los soviets locales discutían en primer lugar de asuntos concernientes a toda Rusia pero también de la situación internacional, especialmente sobre el desarrollo de nuevas tentativas revolucionarias ([8]).
El Consejo de Comisarios del Pueblo, creado por el IIo Congreso de los soviets, no se concebía como un Gobierno al uso, es decir como un poder independiente que monopolizaba todos los asuntos, sino, muy por el contrario, como el animador y dinamizador de la acción masiva. Anweiler recoge la campaña de agitación en este sentido encabezada por Lenin: "El 18 de noviembre, Lenin exhortó a todos los trabajadores a tomar en sus propias manos todas las cuestiones de gobierno: vuestros soviets son de ahora en adelante los más poderosos y autodeterminados órganos de gobierno" ([9]).
Esto no era retórica, el Consejo de Comisarios del Pueblo no tenía, cómo es el uso de los gobiernos burgueses, una constelación impresionante de asesores, funcionarios de carrera, guardaespaldas, ayudantes, etc. Contaba, según narra Víctor Serge ([10]), con un jefe de servicio y dos colaboradores. Sus sesiones consistían en discutir cada asunto con delegaciones obreras, miembros del Comité Ejecutivo de los soviets o de los Soviets de Petrogrado y Moscú. El "secreto de las deliberaciones del Consejo de Ministros" había sido abolido.
Durante 1918 se celebraron 4 congresos generales de soviets de toda Rusia: el IIo en enero, el IVo en marzo, el Vo en julio y el VIo en noviembre. Esto muestra la vitalidad y la visión global que animaban a los soviets. Estos Congresos generales, que requerían de un inmenso esfuerzo de movilización - los transportes estaban paralizados y la guerra civil hacía muy complicado el desplazamiento de los delegados -, expresaban la unidad global de los soviets y concretaban sus decisiones.
Los Congresos estaban animados por vivos debates donde no solo participaban bolcheviques sino también mencheviques internacionalistas, social-revolucionarios de izquierda, anarquistas, etc. Los propios bolcheviques expresaron en ellos sus propias divergencias. La atmósfera que se respiraba era de profundo espíritu crítico, que hace exclamar a Víctor Serge: "la revolución para ser correctamente servida debe sin cesar ponerse en guardia contra sus propios abusos, sus propios excesos, sus propios crímenes, sus propios elementos de reacción. Ella tiene necesidad vital de la crítica, del coraje cívico de sus ejecutores" ([11]).
En el IIIº y IVº Congresos, hubo un debate tempestuoso sobre la firma de un tratado de paz con Alemania - Brest-Litovsk ([12]) - centrado en dos puntos: ¿cómo podía aguantar el poder soviético hasta la llegada de la revolución internacional? y ¿cómo podía contribuir realmente a ésta? El IVo Congreso es teatro de una aguda confrontación entre bolcheviques y social-revolucionarios de izquierda. El VIo congreso se centra en el estallido de la revolución en Alemania y adopta medidas para apoyarla, entre ellas el envío de trenes con cantidades ingentes de trigo, ¡esto expresa la increíble solidaridad y espíritu abnegado de los obreros rusos puesto que en aquel momento apenas podían disponer de 50 gramos de pan diarios!
Las iniciativas de las masas recorren todos los aspectos de la vida social. No podemos aquí realizar un análisis detallado. Bástenos comentar la creación de tribunales de justicia en los barrios obreros que se conciben como auténticas asambleas donde se discute sobre las causas de los delitos y las sentencias que se adoptan y buscan el cambio de conducta y no el castigo o la venganza. "En el público, cuenta la mujer de Lenin, varios obreros y obreras tomaron la palabra y sus intervenciones tuvieron en algunos momentos acentos inflamados, después de lo cual, el acusado, la cara llena de lágrimas, prometió no golpear a sus hijos. Verdaderamente, no se trataba de un tribunal sino de una reunión popular que ejerce el control sobre la conducta de sus ciudadanos. Bajo nuestros ojos, la ética proletaria empieza a tomar cuerpo" ([13]).
Sin embargo, este poderoso impulso fue perdiendo fuerza y los soviets se fueron anquilosando y alejándose de la mayoría de los obreros. Ya en mayo de 1918, en la clase obrera de Moscú y Petrogrado circularon críticas crecientes respecto a la política de los soviets en estas dos ciudades. De la misma manera que en julio-septiembre de 1917, hubo una serie de intentos de renovación de los soviets ([14]); en ambas ciudades se celebraron conferencias independientes que, aunque presentaron reivindicaciones económicas, se dieron como principal objetivo la renovación de los órganos soviéticos. Los mencheviques ganaron la mayoría. Esto llevó a los bolcheviques a rechazar estas conferencias y tildarlas de contrarrevolucionarias. Los sindicatos fueron movilizados para desarticularlas y pronto pasaron a mejor vida.
Esta medida contribuyó a socavar las bases mismas de la existencia de los soviets. En el artículo anterior de esta serie, mostramos cómo los soviets no flotaban en el vacío sino que eran el mascarón de proa del gran navío proletario formado por innumerables organizaciones soviéticas tales como los consejos de fábrica, consejos de barrio, conferencias y asambleas de masas, etc. Desde mediados de 1918, estos organismos comienzan a declinar y van desapareciendo gradualmente. Cayeron primero los consejos de fábrica (sobre los que luego hablaremos), pero desde el verano de 1918, los soviets de barrio entran en una agonía que culminará en su total desaparición a fines de 1919.
Los dos nutrientes vitales de los soviets son la red masiva de organizaciones soviéticas de base y su renovación permanente. La desaparición de las primeras se vio acompañada de la eliminación gradual de las segundas. Los soviets tendían a tener siempre las mismas caras, tornándose poco a poco en una burocracia inamovible.
El Partido Bolchevique contribuyó involuntariamente a este proceso. Queriendo combatir la agitación contrarrevolucionaria que mencheviques y otros partidos desarrollaban en los soviets, recurrieron a medidas administrativas de exclusión, lo que fue creando una pesada atmósfera de pasividad, de miedo al debate, de progresiva sumisión a los dictados del Partido ([15]).
Esta orientación represiva fue al principio episódica pero acabó generalizándose desde principios de 1919, cuando los órganos centrales del Partido promueven abiertamente la exclusión de los demás partidos de los soviets y la completa subordinación de éstos a los comités locales del Partido.
La falta de vida y debate, la burocratización, la subordinación al Partido etc., se hacen cada vez más patentes. En el VIIo Congreso de los soviets, Kamenev reconoce que: "las asambleas plenarias de los soviets languidecen a menudo y la gente se ocupa con trabajos puramente técnicos... las asambleas soviéticas generales tienen lugar pocas veces y cuando se encuentran reunidos los diputados sólo es para recibir un informe, oír un discurso, etc." ([16]).
Este Congreso, celebrado en diciembre de 1919, tuvo como discusión central el renacimiento de los soviets y hubo aportaciones no solamente de los bolcheviques, que por última vez se presentan expresando diferentes posiciones, sino igualmente de los mencheviques internacionalistas - Martov, su cabeza de fila, tuvo una participación muy destacada.
Hubo un esfuerzo para poner en práctica las resoluciones del Congreso. En enero de 1920 hubo elecciones buscando la renovación soviética, las condiciones fueron de total libertad. "Mártov reconoció que salvo en Petrogrado donde siguió organizándose elecciones "a la Zinóviev", la vuelta a los métodos democráticos fue general lo que solía favorecer a los candidatos de su partido" ([17]).
Reaparecieron numerosos soviets y el Partido Bolchevique trató de corregir los errores de concentración burocrática en los que insensiblemente había incurrido. "El Consejo de Comisarios del Pueblo anunció su intención de abdicar de una parte de sus prerrogativas que se había ido arrogando y de restablecer en sus derechos al Comité Ejecutivo [de los soviets, elegido por el Congreso] encargado según la constitución de 1918 de controlar la actividad de los Comisarios del pueblo" ([18]).
Pronto, sin embargo, estas esperanzas se desvanecieron. El recrudecimiento de la guerra civil con la ofensiva de Wrangel y la invasión polaca, la agudización de la hambruna y el desastre económico, el estallido de revueltas campesinas, las cortaron de raíz, "el estado de quebrantamiento de la economía, la desmoralización de la población, el aislamiento creciente de un país arruinado y de una nación exangüe, la base misma y las condiciones de un renacimiento soviético se evaporaron" ([19]).
La insurrección de Kronstadt en marzo de 1921, con su reclamación de soviets totalmente renovados y que ejercieran efectivamente el poder, fue el último estertor: su aplastamiento por el Partido Bolchevique marcó la muerte prácticamente definitiva de los soviets como órganos obreros ([20]).
¿Por qué a diferencia de septiembre 1917, los soviets caen por una pendiente que ya no podrán remontar? Si bien la falta del oxígeno que solo podía dar el desarrollo de la revolución mundial constituyó el factor fundamental, vamos a analizar los factores "internos". Estos, fuertemente entrelazados entre sí, podemos sintetizarlos en dos: la guerra civil y la hambruna, y el caos económico.
Empecemos por la guerra civil ([21]). Esta fue una guerra organizada por las principales potencias imperialistas: Gran Bretaña, Francia, Estados Unidos, Japón..., que unieron sus tropas a toda una masa heteróclita de fuerzas pertenecientes a la burguesía rusa derrotada conocida como "los blancos". Esta guerra que asoló el país hasta 1921 produjo más de 6 millones de muertos y provocó destrucciones incalculables. Los blancos realizaban represalias de un sadismo y una barbarie indecibles.
"El terror blanco fue parcialmente responsable [de la desaparición de los soviets], las victorias de la contrarrevolución se acompañaban frecuentemente no solamente con la masacre de un gran número de comunistas sino con el exterminio de los militantes más activos de los soviets y, en todo caso, con la supresión de éstos" ([22]).
Vemos aquí la primera de las causas del debilitamiento de los soviets. El Ejército Blanco suprimió los soviets y asesinó a sus miembros, incluso de segunda fila.
Pero hubo causas más complejas que se añadieron a la anterior. Para responder a la guerra, el Consejo de Comisarios del Pueblo adoptó en abril-mayo de 1918 dos importantes decisiones: la formación del Ejército Rojo y la constitución de la Checa, un organismo encargado de la investigación de los complots contrarrevolucionarios. Era la primera vez que dicho Consejo adoptaba decisiones sin debate previo con los soviets o, al menos, con su Comité Ejecutivo.
La formación de una Checa cómo órgano policial de investigación era imprescindible porque desde el día siguiente del triunfo de la revolución, los complots contrarrevolucionarios se sucedieron: de los social-revolucionarios de derecha, de los mencheviques, de los Kadetes, de las centurias monárquicas, de los cosacos, alentados por agentes ingleses y franceses. De la misma manera, la organización de un Ejército Rojo se hizo vital con el estallido de la guerra.
Ambos órganos - la Checa y el Ejército Rojo - no son una simple herramienta que se puede usar a conveniencia, son estructuras estatales y por tanto constituyen desde el punto de vista del proletariado armas de doble filo; es obligatorio usarlos mientras la burguesía no haya sido definitivamente derrotada a nivel mundial, pero su uso entraña graves peligros pues ellos tienden a hacerse autónomos respecto al poder proletario.
¿Por qué se creó un Ejército cuando el proletariado disponía de un órgano soviético militar que había dirigido la insurrección, el Comité Militar Revolucionario? ([23])
El Ejército ruso había entrado, a partir de septiembre de 1917, en un proceso de franca descomposición. Una vez conseguida la paz, los consejos de soldados se desmovilizaron rápidamente. Lo único que deseaba la mayoría de soldados era volver a sus remotas aldeas. Por paradójico que pueda parecer, los consejos de soldados - y en menor medida los marinos- que se generalizaron tras la toma del poder por los soviets, lo único que hacían era organizar la disolución del ejército, evitando la huida anárquica de sus miembros y reprimiendo a las bandas de soldados que utilizaban las armas para robar o intimidar a la población. A principios de enero de 1918 no había ejército. Rusia estaba a la merced del ejército alemán. La paz de Brest-Litovsk consiguió una tregua para poder reorganizar un ejército que defendiera eficazmente la revolución.
El Ejército Rojo tuvo al principio carácter voluntario. Los jóvenes de clase media y los campesinos evitaron inscribirse, tuvieron que ser los obreros de las fábricas y grandes ciudades los que formaron su contingente inicial. Esto supuso una tremenda sangría para la clase obrera, que sacrificó lo mejor de ella a una guerra sangrienta y cruel. "A causa de la guerra fueron sacados en masa los mejores trabajadores de las ciudades y a veces surge por ello una situación en que resulta difícil en este o aquel territorio o comarca formar un soviet y crear las bases para su trabajo regular" ([24]).
Vemos aquí una segunda causa de la crisis de los soviets: sus mejores elementos fueron absorbidos por el Ejército Rojo. Para hacerse una idea, en abril de 1918, Petrogrado suministró 25 000 voluntarios -en su mayoría obreros militantes- y Moscú 15 000, el conjunto del país aportó 106 000 en total.
En cuanto a la tercera causa de esa crisis, fue el mismo Ejército Rojo que veía los soviets como un estorbo. Tendía a evitar su control y pedía al Gobierno Central que impidiera a los soviets locales inmiscuirse en sus asuntos. También rechazaba sus ofertas de aportar unidades militares propias (Guardias Rojos, guerrilleros). El Consejo de Comisarios del Pueblo se plegó a todo lo que el ejército pedía.
¿Por qué un órgano creado para defender a los soviets se vuelve contra ellos? El ejército es un órgano estatal cuya existencia y funcionamiento tienen necesariamente consecuencias sociales, ya que requieren de una disciplina ciega, una jerarquía rígida en su cúpula, con un cuerpo de oficiales que sólo obedecen al mando gubernamental. Esto intentó paliarse con la creación de una red de comisarios políticos, formada por obreros de confianza, destinada a controlar a los oficiales. Pero los efectos de tal medida fueron muy limitados y hasta resultaron contraproducentes - los comisarios políticos también se transformaron en una estructura burocrática más.
El Ejército Rojo no sólo escapó cada vez más al control de los soviets, sino que impuso sus métodos de militarización al conjunto de la sociedad, cercenando aún más si cabe, la vida de sus miembros. En el libro ABC del Comunismo, redactado por Bujarin y Preobrazhenski, se habla de ¡dictadura militar del proletariado!
Las necesidades imperiosas de la guerra y la sumisión ciega a las exigencias del Ejército Rojo llevaron al gobierno, en el verano de 1918, a formar un Comité Militar Revolucionario, que no se parecía en nada al que condujo la insurrección de Octubre, pues lo primero que hizo fue nombrar Comités Revolucionarios locales que fueron imponiendo su autoridad a los soviets.
"Una decisión del Consejo de Comisarios del Pueblo obligaba a los soviets a doblegarse incondicionalmente a las instrucciones de esos comités" ([25]).
Progresivamente, tanto el Ejército Rojo como la Checa, armas en principio destinadas a defender el poder de los soviets, se independizaron, se hicieron autónomos, y acabaron volviéndose contra ellos. Si bien en los primeros tiempos, los órganos de la Checa daban cuenta de sus actividades a los diferentes soviets locales y trataban de organizar un trabajo en común, pronto prevalecieron los métodos expeditivos que los caracterizaron y se impusieron a la sociedad soviética.
"El 28 de agosto de 1918, la autoridad central de la Checa dio la instrucción a sus comisiones locales de recusar toda autoridad a los soviets. Esto se realizó con facilidad en numerosas regiones afectadas por las operaciones militares" ([26]).
La Checa cercenaba de tal forma los poderes de los soviets que una encuesta de noviembre de 1918 revelaba que 96 soviets pedían la disolución de las secciones de la Checa, 119 pedían su subordinación a instituciones legales soviéticas mientras que únicamente 19 aprobaban su actuación. Esta encuesta no sirvió para nada puesto que la Checa acumuló sin cesar nuevos poderes.
"Todo el poder para los soviets ha dejado de ser el principio sobre el que se funda el régimen, afirmaba un miembro del Comisariato del Pueblo para el Interior; ha sido reemplazado por una nueva regla: "Todo el poder para la Checa"" ([27]).
La guerra mundial había dejado un legado terrible. El aparato productivo de la mayoría de países europeos estaba exhausto, el flujo normal de alimentos y bienes de consumo estaba profundamente alterado cuando no prácticamente paralizado.
"El consumo de víveres se había reducido entre un 30 a un 50 % del normal antes de la guerra. Gracias a la ayuda de los Estados Unidos, la situación de los aliados era mejor. Sin embargo, el invierno de 1917, que se distinguió en Francia y en Inglaterra por un rigurosísimo racionamiento y por la crisis del combustible, fue en extremo penoso" ([28]).
Rusia padeció cruelmente esta situación. La Revolución de Octubre no pudo remediarla pues se topó con un poderoso elemento adicional de caos: el sabotaje sistemático practicado en primer lugar por los empresarios que preferían la política de tierra quemada antes que entregar la producción a la clase proletaria y en segundo lugar, por toda la capa de técnicos, directivos e incluso de trabajadores altamente especializados que eran hostiles al poder soviético. A los pocos días de echado a andar, el Soviet se encontró con una huelga masiva de funcionarios, trabajadores de telégrafos y de ferrocarriles, manipulados por los sindicatos dirigidos por los mencheviques. Esta huelga era teledirigida mediante la correa de transmisión sindical por... "(...) un gobierno clandestino, presidido por M. Prokovich, que había asumido oficialmente la sucesión de Kerenski. Este ministerio dirigía la huelga de acuerdo con un comité de huelga. Las grandes firmas industriales, comerciales y bancarias continuaban pagando los salarios a sus funcionarios en huelga. El antiguo Comité Ejecutivo de los Soviets (mencheviques y socialistas revolucionarios) destinaba al mismo objeto sus fondos, hurtados a la clase obrera" ([29]).
Este sabotaje se sumaba al caos económico general agravado muy pronto por el estallido de la guerra civil. ¿Cómo paliar la hambruna que golpea las ciudades? ¿Cómo garantizar un suministro aunque fuera mínimo de alimentos?
Aquí se ven los efectos desastrosos de un fenómeno que domina 1918: la práctica volatilización de la coalición social que había derribado al gobierno burgués en octubre 1917. El poder soviético era una "coalición", prácticamente en pie de igualdad, entre soviets de obreros, de campesinos y de soldados. Los soviets de soldados se habían esfumado salvo excepciones desde fines de 1917 dejando al poder soviético sin ejército. ¿Pero qué hicieron los soviets campesinos que eran claves para asegurar el suministro a las ciudades?
El decreto de reparto de tierras adoptado por el IIº Congreso de los soviets se aplicó de la manera más caótica, lo que dio lugar a toda clase de abusos, y aunque bastantes campesinos pobres pudieron acceder a una parcela, los grandes ganadores fueron los campesinos medios y ricos que aumentaron considerablemente su patrimonio y lo reflejaron políticamente en un copo casi generalizado de los soviets campesinos. Esto alentaba el egoísmo característico de los propietarios privados.
"El campesino que recibía en pago de su trigo rublos de papel, con los que a duras penas conseguía comprar una cantidad cada vez más reducida de artículos manufacturados, recurría al trueque de víveres por objetos. Entre él y la ciudad se interponía una muchedumbre de pequeños especuladores" ([30]).
Los campesinos solo vendían a los especuladores que acaparaban los productos, acentuaban la escasez y ponían los precios por las nubes ([31]).
Para combatir esta situación, en junio de 1918, un decreto del gobierno soviético pone en marcha los Comités de Campesinos Pobres. Su objetivo era doble, por un lado, crear una fuerza que tratara de reconducir los soviets campesinos en un sentido favorable al proletariado, articulando la lucha de clases en el campo; de otro lado, se trataba de conseguir brigadas de choque para obtener grano y alimentos que paliaran el hambre terrible de las ciudades.
Los comités se enfocaron en... "(...) requisar, junto con las secciones armadas de los obreros industriales, trigo a los campesinos ricos, requerir ganado y herramientas y repartirlo entre los campesinos pobres e incluso repartir de nuevo el suelo" ([32]).
El balance de esta experiencia fue globalmente negativo. Ni consiguieron garantizar el suministro de bienes a las ciudades hambrientas, ni lograron renovar los soviets campesinos. Para colmo, en el verano de 1919 los bolcheviques cambiaron de política y para intentar ganarse a los campesinos medios disolvieron por la fuerza los Comités de Campesinos Pobres.
La producción capitalista moderna hace depender el suministro de productos agrícolas de un vasto sistema de transporte altamente industrializado y fuertemente vinculado a toda una serie de industrias básicas. En ese terreno, el abastecimiento de la población hambrienta se tropezó con el derrumbe generalizado del aparato productivo industrial provocado por la guerra mundial y agudizado por el sabotaje económico y el estallido de la guerra civil a partir de abril 1918.
Aquí podían haber tenido un papel vital los consejos de fábrica. Como vimos en el artículo anterior de la serie, jugaron un papel muy importante como vanguardia del sistema soviético. Pero también podían contribuir a combatir el sabotaje de los capitalistas y evitar el desabastecimiento y la parálisis.
Los consejos de fábrica trataron de coordinarse para levantar un organismo central de control de la producción y luchar contra el sabotaje y la parálisis de los transportes ([33]), pero la política bolchevique se opuso a esta orientación. Por un lado, concentraron la dirección de las empresas en un cuerpo de funcionarios dependientes del poder ejecutivo, lo que se acompañó de medidas de restauración del trabajo a destajo que acabaron degenerando en una brutal militarización que alcanzó sus máximos niveles en 1919-20. Por otra parte, potenciaron a los sindicatos. Estos, que eran decididos adversarios de los consejos de fábrica, llevaron una intensa campaña que acabó logrando su práctica desaparición a finales de 1918 ([34]).
La política bolchevique intentaba combatir la tendencia de ciertos consejos de fábrica, particularmente en provincias, a considerarse como los nuevos dueños y a concebirse como unidades autónomas e independientes. En parte, esta tendencia tenía su origen... "en la dificultad para establecer circuitos regulares de distribución y de intercambio, lo que provocaba el aislamiento de numerosas fábricas y centros de producción. Así aparecieron fábricas que se parecían mucho a las "comunas anarquistas" y que vivían replegadas sobre sí mismas" ([35]).
Queda evidenciado que esas tendencias favorecían la división de la clase obrera. Pero no se trataba de tendencias generales y hubieran podido ser combatidas por el debate en los mismos consejos de fábrica en los que esa visión global estaba presente, como lo hemos visto. El método escogido - apoyarse en los sindicatos - acabó destruyendo a esos consejos, aún cuando eran los cimientos del poder proletario y, globalmente, la medida elegida favoreció la agravación de un problema político fundamental de los primeros años del poder soviético, ocultado por el entusiasmo de los primeros meses: "el debilitamiento progresivo de la clase obrera rusa, una pérdida de vigor y de sustancia que acabará por provocar su desclasamiento casi total y en cierta medida su desaparición provisional" ([36]).
Doscientos sesenta y cinco de las 799 principales empresas industriales de Petrogrado desaparecieron en abril de 1918, en esa fecha solamente la mitad de los trabajadores de dicha ciudad tienen trabajo, su población es en junio de 1918 de millón y medio cuando un año antes era de 2 millones y medio. La de Moscú ha perdido medio millón de habitantes en ese corto periodo.
La clase obrera sufre el hambre y las enfermedades más espantosas. Jacques Sadoul, observador partidario de los bolcheviques describe la situación en Moscú en la primavera de 1918: "En los barrios, la miseria es espantosa. Epidemias: tifus, varicela, enfermedades infantiles. Los bebés mueren en masa. Los que vemos están desfallecidos, descarnados, en un estado lamentable. En los barrios obreros nos cruzamos con frecuencia con pobres madres pálidas, delgadas, llevando tristemente en el brazo un pequeño ataúd de madera plateada que parece una cuna, el pequeño cuerpo inanimado que un poco de pan o de leche hubiera conservado la vida" ([37]).
Muchos obreros huyeron al campo dedicándose a una precaria actividad agrícola. El impacto bestial del hambre, las enfermedades, los racionamientos y las colas, hacen que los obreros dediquen las 24 horas del día a intentar sobrevivir. Como testimonia un obrero de Petrogrado (abril 1918): "He aquí otra multitud de obreros que han sido despedidos. Aunque seamos miles no se oye una sola palabra referida a la política; nadie habla de revolución, del imperialismo alemán o de cualquier otro problema de actualidad. Para todos los hombres y mujeres que pueden todavía mantenerse en pie, estas cuestiones parecen terriblemente lejanas" ([38]).
El proceso de crisis de la clase obrera rusa era tan alarmante que en octubre de 1921, Lenin justificaba la NEP ([39]) porque: "los capitalistas ganarán con nuestra política y crearán un proletariado industrial que en nuestro país, debido a la guerra, a la inmensa devastación y al desbarajuste, se ha desclasado y ha dejado de existir como proletariado" ([40]).
Hemos presentado un conjunto de condiciones generales que, al añadirse a los inevitables errores, debilitaron a los soviets hasta hacerlos desaparecer como órganos obreros. En el próximo artículo de esta serie, abordaremos las cuestiones políticas que participaron en agravar la situación.
C. Mir 1-9-10
[1]) Ver respectivamente las Revista Internacional nos 140, 141 y 142, https://es.internationalism.org/revista-internacional/201002/2769/que-so... [66] , https://es.internationalism.org/revista-internacional/201005/2865/que-so... [86] y https://es.internationalism.org/revista-internacional/201008/2910/que-so... [109]
[2]) Lenin, Obras completas, tomo 37, página 63, edición española, "Carta a los obreros norteamericanos".
[3]) Citado en libro El Leninismo bajo Lenin, de Marcel Liebman, tomo II, página 190, edición francesa. Se trata de una obra muy interesante y documentada de un autor que no es comunista.
[4]) Hubo una fase en la vida del capitalismo, cuando aun seguía siendo un sistema progresista, durante el cual el Parlamento era un lugar en el que las diferentes fracciones de la burguesía se unían o se enfrentaban para gobernar a la sociedad. El proletariado entonces debía participar para intentar reorientar la acción de la burguesía en el sentido de la defensa de sus intereses, y eso a pesar de los peligros de mistificación que esa política podía conllevar. Sin embargo, incluso en aquellos tiempos, los tres poderes siempre fueron separados de la gran mayoría de la población.
[5]) Citado en el libro El Año I de la Revolución Rusa, de Víctor Serge, militante anarquista que se unió al bolchevismo, página 80, edición española, Capítulo III, apartado "Los grandes decretos".
[6]) Oskar Anweiler, Los Soviets en Rusia, página 219, edición española. Capítulo V, "La construcción de la dictadura soviética", Parte 1ª, "¿Asamblea Constituyente o República Soviética?".
[7]) Marcel Liebman, op. cit., página 31.
[8]) El seguimiento de la situación en Alemania, la noticia de huelgas o motines, ocupaban una parte importante de las discusiones.
[9]) Oskar Anweiler, op. cit., página 230.
[10]) Victor Serge, op. cit., página 97. Capítulo III, apartado "La iniciativa de las masas".
[11]) Marcel Liebman, op. cit., página 94.
[12]) Tratado entre el poder soviético y el Estado alemán de marzo de 1918. El primero, mediante importantes concesiones logró una tregua que le ayudó a mantenerse en pie y demostró claramente al proletariado internacional su voluntad de acabar con la guerra.
Ver nuestra posición en Revista Internacional no 13, 1978, "Octubre 1917: principio de la revolución proletaria" (2ª parte), https://es.internationalism.org/node/2362 [110] y Revista Internacional no 99, 1999, "El comunismo no es un bello ideal - La comprensión de la derrota de la Revolución rusa", parte 8, /revista-internacional/199912/1153/viii-la-comprension-de-la-derrota-de-la-revolucion-rusa-1-1918-la- [111].
[13]) Marcel Liebman, op. cit., página 176.
[14]) Ver Revista Internacional no 142, el apartado "Septiembre 1917: la renovación total de los soviets", /revista-internacional/201008/2910/que-son-los-consejos-obreros-iii-la-revolucion-de-1917-de-julio-a- [109].
[15]) Es necesario precisar que estas medidas no se vieron acompañadas por restricciones a la libertad de prensa. Víctor Serge, op. cit., afirma que "la dictadura del proletariado vaciló durante largo tiempo en suprimir la prensa enemiga (...) los últimos órganos de la burguesía y la pequeña burguesía no fueron suprimidos hasta el mes de julio de 1918. La prensa legal de los mencheviques no desapareció hasta 1919; la de los anarquistas hostiles a los soviets y la de los maximalistas continuó publicándose hasta 1921; la de los socialistas revolucionarios de izquierda no desapareció aún hasta más adelante" (página 107, capítulo III, apartado "Realismo proletario y retórica "revolucionaria").
[16]) Oskar Anweiler, op. cit., página 249, capítulo V, "La construcción de la dictadura soviética", parte 2ª, "El sistema consejista bolchevique", apartado B), "Los soviets en la guerra civil y el camino hacia un Estado de partido único".
[17]) Marcel Liebman, op. cit., página 35. Zinóviev, militante bolchevique, tuvo grandes cualidades y fue el gran animador en sus orígenes de la Internacional Comunista, se distinguió sin embargo por sus métodos marrulleros y sus maniobras.
[18]) Ibídem.
[19]) Ibídem.
[20]) No podemos analizar en detalle lo que pasó en Kronstadt, su significado y las lecciones que aportó. Para ello remitimos a Revista Internacional no 3, 1975, "Las lecciones de Kronstadt", /revista-internacional/197507/940/las-ensenanzas-de-kronstadt [112] y Revista Internacional no 104, 2001, /revista-internacional/200510/211/entender-cronstadt [113].
[21]) En el libro que citamos de Víctor Serge, éste ofrece un relato de la guerra civil durante 1918.
[22]) Marcel Liebman, op. cit., página 32.
[23]) Ver en el artículo de esta serie, Revista Internacional no 142, el apartado "El Comité Militar Revolucionario órgano soviético de la insurrección", /revista-internacional/201008/2910/que-son-los-consejos-obreros-iii-la-revolucion-de-1917-de-julio-a- [109].
[24]) Oskar Anweiler, op. cit., p. 299, intervención de Kaménev.
[25]) Marcel Liebman, op. cit., p. 33.
[26]) Ídem., p. 32.
[27]) Ídem., página 164.
[28]) Victor Serge, op. cit., p. 162, capítulo V, apartado "Situación del problema en enero de 1918".
[29]) Ídem., p. 97, capítulo III, apartado "El sabotaje".
[30]) Ídem., p. 230, capítulo V, apartado "Lenin en el Tercer Congreso de los soviets".
[31]) Ídem. Víctor Serge, en la obra citada, señala que una de las políticas de los sindicatos era fundar comercios cooperativos que se dedicaban a especular con alimentos y a beneficiar corporativamente a sus afiliados.
[32]) Oskar Anweiler, op. cit., p. 249, capítulo V, "La construcción de la dictadura soviética", parte 2ª, "El sistema consejista bolchevique", apartado B), "Los soviets en la guerra civil y el camino hacia un Estado de partido único".
[33]) Ídem., p. 233. El autor señala: "Unas semanas después del cambio de octubre intentaron los consejos centrales de los comités de fábrica de varias ciudades erigir una propia organización nacional que debería asegurar su dictadura económica".
[34]) Ídem. Anweiler señala que fueron ellos "quienes evitaron la convocación de un Congreso de Consejos de Fábrica de toda Rusia y consiguieron en su lugar que se estructuraran estos como organizaciones inferiores y subordinadas", p. 23, capítulo V, "La construcción de la dictadura soviética", parte 2ª, "El sistema consejista bolchevique", apartado A), "La expansión del sistema consejista y la constitución soviética de 1918".
[35]) Marcel Liebman, op. cit., p. 189.
[36]) Ídem., p. 23.
[37]) Ídem, p. 24.
[38]) Ídem, p. 23.
[39]) NEP: Nueva Política Económica, aplicada en marzo 1921 tras Kronstadt que se orientaba a realizar concesiones importantes al campesinado y al capital nacional y extranjero. Ver la Revista Internacional no 101, "La comprensión de la derrota de la Revolución Rusa", dentro de la serie "El comunismo no es un bello ideal", /revista-internacional/200010/985/viii-la-comprension-de-la-derrota-de-la-revolucion-rusa-1922-23-las [114].
[40]) Lenin, Obras Completas, tomo 4, p. 268, edición española, "La Nueva Política Económica y las tareas de los comités de instrucción política".
Aunque los revolucionarios actuales distan mucho de compartir todos ellos el análisis de que el capitalismo entró en su fase de declive con el estallido de la Primera Guerra mundial, no era así para quienes tuvieron que reaccionar ante dicho estallido y participaron en los levantamientos revolucionarios subsiguientes. Al contrario, como este artículo quiere demostrar, la mayoría de los marxistas compartían esa idea. Para ellos, además, comprender que se había entrado en un nuevo período histórico era algo indispensable para revivificar el programa comunista y las tácticas resultantes.
En el artículo anterior de esta serie, vimos cómo Rosa Luxemburg previó, mediante su análisis de los mecanismos en que se basaba la expansión imperialista, que las calamidades que estaban sufriendo las regiones precapitalistas del globo, alcanzarían el corazón del sistema, la Europa burguesa. Y como lo subrayó ella en su Folleto de Junius (cuyo título original es La crisis de la socialdemocracia alemana), que redactó en la cárcel en 1915, el estallido de la guerra mundial el año anterior, no sólo fue una catástrofe a causa de la mortandad, la miseria y las destrucciones que descargó sobre la clase obrera de los dos campos beligerantes, sino, además, porque hizo posible la mayor traición de la historia del movimiento obrero: la decisión de las mayoría de los partidos socialdemócratas, hasta entonces faro del internacionalismo, educados en la visión marxista del mundo, de apoyar el esfuerzo de guerra de las clases dominantes de sus respectivos países, de certificar la matanza del proletariado europeo, por muchas proclamas que hubieran hecho contra la guerra adoptadas en cantidad de reuniones de la IIª Internacional y de los partidos que la formaron durante los años anteriores a la guerra.
Fue la muerte de la Internacional; se deshizo en sus diferentes partidos nacionales, de los que amplias partes, la mayoría de las veces sus órganos dirigentes, actuaron como banderines de enganche en interés de sus propias burguesías: se les nombró "social-chovinistas" o "social-patriotas"; y tras ellos arrastraron a la mayoría de los sindicatos. En aquella ignominiosa debacle, otra parte importante de la socialdemocracia, "los centristas", se extravió en todo tipo de confusiones, incapaz de romper definitivamente con los social-patriotas, agarrándose a absurdas ilusiones sobre posibles acuerdos de paz o, como en el caso de Kautsky, al que otrora habían llamado "papa del marxismo", dando a menudo la espalda a la lucha de clases con la excusa de que la Internacional no podía ser sino instrumento de paz y no de guerra. Durante aquel tiempo traumatizante, solo una minoría se mantuvo firme en los principios que toda la Internacional había adoptado, en teoría, en vísperas de la guerra. En primer lugar, la negativa a cesar toda lucha de clases porque ésta pondría en peligro el esfuerzo de guerra de su propia burguesía y, por extensión, la voluntad de utilizar la crisis social acarreada por la guerra como medio para acelerar la caída del sistema capitalista. Sin embargo, ante el ambiente de histeria nacionalista dominante al iniciarse la guerra, "la atmósfera de pogromo" de la que habla Luxemburg en su folleto, incluso los mejores militantes de la izquierda revolucionaria se vieron sumidos en dudas y dificultades. Cuando Lenin se enteró por la edición de Vorwärts, diario del SPD, de que el partido había votado los créditos de guerra en el Reichstag (Parlamento alemán), creyó que era una noticia falsa amañada por la policía política. En el parlamento alemán, el antimilitarista Liebknecht votó en un primer tiempo por los créditos de guerra por disciplina de partido. El extracto siguiente de una carta de Rosa Luxemburg muestra hasta qué punto sentía ella que la oposición de izquierda en la socialdemocracia se había quedado reducida a un puñado de personas: "Quisiera emprender la acción más enérgica contra lo que está ocurriendo en el grupo parlamentario. Por desgracia, encuentro a poca gente dispuesta a ayudarme. (...) Imposible dar con Karl (Liebknecht), pues anda de un lado para otro cual nube en el cielo; Franz (Mehring) muestra poca comprensión por una acción que no sea literaria, la reacción de tu madre (Clara Zetkin) es histérica y totalmente desesperada. Pero a pesar de todo eso, voy a intentarlo todo por hacer algo" ([1]).
Entre los anarquistas reinaba también la confusión cuando no la traición abierta. El venerable anarquista Kropotkin llamó a la defensa de la civilización francesa contra el militarismo alemán (a quienes siguieron su ejemplo se les llamó "anarquistas de trinchera"); y el señuelo del patriotismo fue especialmente atractivo en la CGT francesa. Sin embargo, el anarquismo, a causa precisamente de su carácter heterogéneo, no fue sacudido hasta sus cimientos del mismo modo que lo fue "el partido marxista". Muchos grupos y militantes anarquistas siguieron defendiendo las mismas posiciones internacionalistas que antes ([2]).
Evidentemente, los grupos de la antigua izquierda de la socialdemocracia debían empeñarse en la tarea de organizarse y agruparse para llevar a cabo la labor fundamental de propaganda y de agitación, a pesar del fanatismo nacionalista y de la represión estatal. Pero lo que había que hacer ante todo era una revisión teórica, un esfuerzo riguroso para comprender cómo había podido barrer la guerra unos principios defendidos desde hacía tanto tiempo por el movimiento obrero. Tanto más porque era necesario desgarrar el velo "socialista" con el que los traidores disfrazaban su patriotismo, usando palabras o frases de Marx y Engels, seleccionándolas minuciosamente y, sobre todo, sacándolas de su contexto histórico, para justificar su posición de defensa nacional, en Alemania sobre todo, donde había una larga tradición de la corriente marxista que apoyaba movimientos nacionales contra la amenaza reaccionaria del zarismo ruso.
Lenin simbolizó esa necesidad de una investigación completa, ocupando parte de su tiempo en las bibliotecas, al principio de la guerra, en la lectura de Hegel. En el artículo recientemente publicado en The Commune, Kevin Anderson, del estadounidense Marxist Humanist Comittee (Comité Marxista Humanista) defiende la idea de que el estudio de Hegel llevó a Lenin a la conclusión de que la mayoría de la IIª Internacional, incluido su mentor Plejánov (y, por extensión, también él), no habían roto con el materialismo vulgar, y que su desconocimiento de Hegel les había conducido a una falta de dominio de la verdadera dialéctica de la historia ([3]). Y, evidentemente, uno de los principios dialécticos subyacentes de Hegel es que lo que es racional en una época se vuelve irracional en otra. Es evidente que ese fue el método que usó Lenin para replicar a los social-patriotas - Plejánov, sobre todo - que pretendían justificar la guerra refiriéndose a los escritos de Marx y Engels: "Los social-chovinistas rusos (con Plejánov a la cabeza) se remiten a la táctica de Marx con respecto a la guerra de 1870; los alemanes (por el estilo de Lensch, David y Cía.) invocan la declaración de Engels en 1891, sobre el deber de los socialistas alemanes de defender la patria en caso de guerra contra Rusia y Francia coaligadas; (...) Todas estas referencias constituyen una indignante desnaturalización de las ideas de Marx y Engels para complacer a la burguesía y a los oportunistas (...) Quienes invocan hoy la actitud de Marx ante las guerras de la época de la burguesía progresista y olvidan las palabras de Marx, de que "los obreros no tienen patria" - palabras que se refieren precisamente a la época de la burguesía reaccionaria y caduca, a la época de la revolución socialista -, tergiversan desvergonzadamente a Marx y sustituyen el punto de vista socialista por un punto de vista burgués" ([4]).
Ahí está la clave del problema: el capitalismo se había vuelto un sistema reaccionario tal como lo predijo Marx. La guerra lo demostraba y eso implicaba una revolución total de todas las antiguas tácticas del movimiento y una comprensión clara de las características del capitalismo en su crisis de senilidad y, por lo tanto, de las nuevas condiciones a que se enfrentaba la lucha de clases. En las fracciones de izquierda, ese análisis, fundamental, de la evolución del capitalismo, era compartido por todos. Rosa Luxemburg, en su Folleto de Junius, mediante una reinvestigación profunda del fenómeno del imperialismo durante el período que había desembocado en la guerra, retomó lo que Engels había anunciado: la humanidad se vería ante el dilema: socialismo o barbarie; y declaró que ya no era una perspectiva, sino la realidad inmediata: "esta guerra es la barbarie". En ese mismo documento, Luxemburg defendió que en la época de la guerra imperialista desencadenada, la antigua estrategia de apoyo a algunos movimientos de liberación nacional había perdido todo contenido progresista: "En la época del imperialismo desenfrenado ya no pueden existir guerras nacionales. Los intereses nacionales ya no son sino una mistificación cuyo objetivo es poner a las masas trabajadoras al servicio de su enemigo mortal: el imperialismo" ([5]).
Trotski, que escribía en Nashe Slovo, iba evolucionando en las misma dirección, defendiendo que la guerra era el signo de que el Estado nacional mismo se había convertido en una traba para todo progreso humano posterior: "El Estado nacional está superado como marco para el desarrollo de las fuerzas productivas, como base para la lucha de clases y, especialmente, como forma estatal de la dictadura del proletariado" ([6]).
En una obra más conocida, El Imperialismo fase suprema del capitalismo, Lenin - como Luxemburg - reconocía que el conflicto sangriento entre las grandes potencias mundiales significaba que esas potencias ya se habían repartido todo el planeta y que, por eso mismo, el pastel imperialista no podía volverse a repartir sino mediante violentos ajustes de cuentas entre ogros capitalistas: "... el rasgo característico del período que nos ocupa es el reparto definitivo de la Tierra, definitivo no en el sentido de que sea imposible repartirla de nuevo - al contrario, nuevos repartos son posibles e inevitables -, sino en el de que la política colonial de los países capitalistas ha terminado ya la conquista de todas las tierras no ocupadas que había en nuestro planeta. Por vez primera, el mundo se encuentra ya repartido, de modo que lo que en adelante puede efectuarse son únicamente nuevos repartos, es decir, el paso de territorios de un "amo" a otro, y no el paso de un territorio sin amo a un "dueño"" ([7]).
En el mismo libro, Lenin caracteriza la "fase suprema" del capitalismo como la del "parasitismo y declive" o del "capitalismo moribundo". Parasitario porque - especialmente en el caso de Gran Bretaña - veía una tendencia a que la contribución de las naciones industrializadas en la producción de la riqueza global fuera sustituida por una dependencia creciente respecto del capital financiero y de las superganancias extraídas de las colonias (un enfoque que sin duda puede criticarse, pero que contenía un elemento de intuición, como atestigua el hinchamiento actual de la especulación financiera y el avance de la desindustrialización de algunas naciones entre las más fuertes). El declive (que no significa para Lenin estancamiento absoluto del crecimiento) debido a la tendencia del capitalismo a abolir la libre competencia en provecho del monopolio, implicaba la necesidad creciente de que la sociedad burguesa debía dejar el sitio a un modo de producción superior.
El imperialismo... de Lenin sufre de unas cuantas debilidades. Su definición del imperialismo es más una descripción de algunas de sus manifestaciones más visibles ("las cinco características" citadas a menudo por los izquierdistas para demostrar que tal o cual nación, o bloque de naciones no es imperialista) más que un análisis de las raíces del fenómeno en el proceso de acumulación, lo que sí hizo Luxemburg. La visión de Lenin de un centro capitalista avanzado que vive como un parásito de las superganancias sacadas de las colonias (corrompiendo así una franja de la clase obrera, la "aristocracia obrera", que a ésta la llevaría a apoyar los planes imperialistas de la burguesía), dejó abierta una brecha por la que después penetraría la ideología nacionalista bajo la forma de apoyo a los movimientos de "liberación nacional" en las colonias. Además, la fase monopolística (en el sentido de cárteles privados gigantescos) ya había dejado el sitio a una expresión "superior" del declive capitalista: el crecimiento gigantesco del Estado.
Sobre esto, la contribución más importante fue sin duda la de Bujarin, uno de los primeros en demostrar que en la época del "Estado imperialista", la totalidad de la vida política, económica y social ha sido absorbida por el aparato de Estado, con la finalidad primera de llevar a cabo la guerra contra los imperialismos rivales: "Contrariamente a lo que era el Estado en el período del capitalismo industrial, el Estado imperialista se caracteriza por un crecimiento extraordinario de la complejidad de sus funciones y una brusca incursión en la vida económica de la sociedad. Revela una tendencia a acaparar el conjunto de la esfera de la circulación de mercancías. Los tipos intermedios de empresas mixtas serán regulados sencillamente por el Estado, pues, de ese modo, podrá desarrollarse el proceso de centralización. Todos los miembros de las clases dominantes (o, más precisamente, de la clase dominante, pues el capitalismo financiero elimina gradualmente los diferentes subgrupos de las clases dominantes, uniéndolos en una sola camarilla de capitalismo financiero) se convierten en accionistas o socios de una empresa estatal gigantesca. Asegurado ya de antemano del mantenimiento y la defensa de la explotación, el Estado se transforma en una organización explotadora única centralizada, enfrentada directamente al proletariado, objeto de esa explotación. De igual modo, los precios del mercado son decididos por el Estado, asegurando éste a los obreros una ración suficiente para mantener su fuerza de trabajo. Una burocracia jerárquica cumple funciones organizadoras en pleno acuerdo con las autoridades militares cuyo poder se incrementa constantemente. La economía nacional es absorbida por el Estado, edificado al modo militar con un ejército y una armada poderosos y disciplinados. En sus luchas, los obreros tendrán que enfrentarse a todo el poderío de ese monstruoso aparato, pues todo avance en su lucha se topará directamente con el Estado: la lucha económica y la lucha política dejarán de ser dos categorías y la rebelión contra la explotación lo será directamente contra la organización estatal de la burguesía" ([8]).
El capitalismo de Estado totalitario y la economía de guerra acabarían siendo las características fundamentales del siglo que empezaba. A causa de la omnipresencia de ese monstruo capitalista, Bujarin concluía con toda la razón que, desde ahora en adelante, a toda lucha obrera significativa no le quedaba otro remedio que enfrentarse al Estado y que el único camino para que el proletariado vaya hacia adelante era "hacer estallar" el aparato entero, destruir el Estado burgués y sustituirlo por sus propios órganos de poder. Esto significaba el rechazo definitivo de todas las hipótesis sobre la posibilidad de conquistar pacíficamente el Estado existente, cosa que ni Marx ni Engels habían rechazado completamente, incluso después de la experiencia de la Comuna, y que se había convertido en la posición ortodoxa de la IIª Internacional. Pannekoek ya había desarrollado esa posición en 1912 y, cuando Bujarin la retomó, Lenin, al principio, le acusó enérgicamente de caer en el anarquismo. Pero, mientras elaboraba su respuesta y estimulado por la necesidad de comprender la revolución que se estaba desarrollando en Rusia, Lenin se vio de nuevo arrastrado por una dialéctica siempre en movimiento, llegando a la conclusión de que Pannekoek y Bujarin habían tenido razón, conclusión formulada en El Estado y la Revolución, redactada la víspera de la insurrección de Octubre.
En el libro de Bujarin El imperialismo y la economía mundial (1917), hay un nuevo intento para situar el curso hacia la expansión imperialista en las contradicciones económicas definidas por Marx; subraya la presión ejercida por la baja de la cuota de ganancia, pero también reconoce la necesidad de una extensión constante del mercado. Como Luxemburg y Lenin, el objetivo de Bujarin fue demostrar precisamente que el proceso de "globalización" imperialista había creado una economía mundial unificada, el capitalismo había cumplido su misión histórica y, a partir de ahí, ya solo podía entrar en decadencia. Es perfectamente coherente con la perspectiva subrayada por Marx cuando escribía que: "la tarea propia de la sociedad burguesa, es el establecimiento del mercado mundial, al menos en sus grandes líneas y de una producción basada en él" ([9]).
Así, contra los social-patriotas y los centristas que querían volver al statu quo de antes de la guerra, que habían falseado el marxismo para justificar sus apoyos a uno u otro de los campos beligerantes, los marxistas auténticos afirmaron unánimemente que ya no quedaba ni rastro de progresismo en el capitalismo y que su derrocamiento revolucionario se había puesto ya a la orden del día.
Ese mismo problema sobre el período histórico que se estaba viviendo volvió a plantearse en la Rusia de 1917, cumbre de la oleada internacional ascendente, respuesta del proletariado a la guerra. Como la clase obrera rusa, organizada en sóviets, se iba dando cuenta cada día más que el hecho de haberse quitado de encima al zarismo, no había resuelto ninguno de sus problemas fundamentales, las fracciones de derecha y de centro de la socialdemocracia organizaron una campaña contra el llamamiento de los bolcheviques a la revolución proletaria y a que los soviets dieran al traste no sólo con los restos zaristas, sino con toda la burguesía rusa que consideraba la revolución de Febrero como suya propia. La burguesía rusa estaba en esto apoyada por los mencheviques, los cuales retomaban los escritos de Marx para demostrar que el socialismo no podía construirse sino sobre un sistema capitalista plenamente desarrollado: como Rusia era un país muy atrasado, no podía ir más allá de la etapa de una revolución burguesa democrática y los bolcheviques no eran sino una banda de aventureros que querían hacer salto de pértiga con la historia. La respuesta de Lenin en las Tesis de abril fue una vez más coherente con su lectura de Hegel, quien ya en su tiempo había subrayado la necesidad de considerar el movimiento de la historia como un todo. Reflejaba al mismo tiempo su profundo compromiso internacionalista. Era, claro está, totalmente justo que las condiciones de la revolución tuvieran que madurar históricamente, pero la advenimiento de una nueva época histórica no se juzga por el rasero de tal o cual país por separado. El capitalismo, como lo demostró la teoría del imperialismo, era un sistema global y, por lo tanto, su declive y la necesidad de su derrocamiento maduraban también a una escala global: el estallido de la guerra imperialista mundial lo demostraba con creces. No había una Revolución Rusa aislada: la insurrección proletaria en Rusia no sería sino el primer paso hacia una revolución internacional o, como lo dijo Lenin en su discurso, que fue como una bomba, dirigido a los obreros y soldados que acudieron a recibirlo en su retorno del exilio en la estación de Finlandia de Petrogrado: "Estimados camaradas, soldados, marineros y obreros, soy feliz al saludar en vosotros la revolución rusa victoriosa, de saludaros como la vanguardia del ejército proletario mundial... No está lejos la hora en que, siguiendo en llamamiento de nuestro camarada Karl Liebknecht, los pueblos girarán sus armas contra los capitalistas explotadores... La revolución rusa realizada por vosotros ha abierto una nueva época. ¡Viva la revolución socialista mundial!"
Esa comprensión de que el capitalismo había realizado las condiciones necesarias para el advenimiento del socialismo y, a la vez, había entrado en su crisis histórica de senilidad - que son, de hecho, las dos caras de la misma moneda - está también contenida en la frase tan conocida de la Plataforma de la Internacional Comunista (IC) redactada en su Primer Congreso de marzo de 1919: "Ha nacido una nueva época. Época de disgregación del capitalismo, de su hundimiento interno. Época de la revolución comunista del proletariado" ([10]).
Cuando la izquierda revolucionaria internacionalista se reunió en el primer congreso de la IC, la agitación revolucionaria desencadenada por la revolución de Octubre estaba en su punto más culminante. Si bien es cierto que el levantamiento "espartaquista" de enero en Berlín había sido aplastado y Rosa Luxemburg y Karl Liebknecht brutalmente asesinados, la República de los soviets acababa de formarse en Hungría, en Europa y se producían huelgas de masas en amplias zonas de Norteamérica y de América del Sur. El entusiasmo revolucionario se plasmó entonces en los textos básicos que adoptó dicho Congreso. Como decía el discurso de Rosa Luxemburg en el Congreso de fundación del KPD, el amanecer de una nueva época significaba que la antigua distinción entre programa mínimo y programa máximo había dejado de ser válida, de modo que la tarea de organizarse en el seno del capitalismo mediante la actividad sindical y la participación en el parlamento para obtener reformas significativas había perdido su razón de ser. La crisis histórica del sistema capitalista mundial, plasmada no sólo en la guerra imperialista mundial, sino también en el caos económico y social que dejó dicha guerra tras sí, significaba que la lucha directa por el poder organizado en soviets estaba ahora al orden del día de una manera realista y urgente, y ese programa era válido en todos los países, incluidos los coloniales y semicoloniales. Además, la adopción de ese nuevo programa máximo sólo podría instaurarse mediante la ruptura completa con las organizaciones que habían representado a la clase obrera durante la etapa anterior, pero habían traicionado los intereses de ésta en cuanto tuvieron que pasar por la prueba de la historia, la prueba de la guerra y de la revolución, en 1914 y en 1917. Los reformistas de la socialdemocracia y la burocracia sindical se definían ahora como los lacayos del capital, y no como el ala derecha del movimiento obrero. El debate en el Primer congreso de la joven Internacional estaba abierto a las conclusiones más audaces que se estaban sacando de la experiencia directa del combate revolucionario. Aunque la experiencia rusa siguió un camino, en cierto modo diferente, los bolcheviques estuvieron atentos a los testimonios de la delegados de Alemania, Suiza, Finlandia, Estados Unidos, Gran Bretaña y de muchos otros lugares, que argumentaban que los sindicatos ya no sólo se habían vuelto inútiles, sino que se habían convertido en un obstáculo contrarrevolucionario directo, en engranajes del aparato de Estado, y que los obreros se organizaban cada día más fuera y en contra de ellos mediante la forma de organización de consejos en las fábricas y en los barrios. Y como la lucha de clases se centraba precisamente en los lugares de trabajo y en las calles, esos centros vivos de la lucha de clases y de la conciencia de clase, aparecían en los documentos oficiales de la IC, en contraste evidente con la cáscara vacía del parlamento, instrumento que además de ser algo inadaptado en la lucha por la revolución proletaria, es un instrumento directo de la clase dominante, utilizado para sabotear los consejos obreros, como se había demostrado claramente tanto en la Rusia de 1917 como en la Alemania de 1918. Igualmente, el Manifiesto de la IC era muy parecido a la posición desarrollada por Luxemburg de que las luchas nacionales estaban superadas y que las nuevas naciones se iban a convertir en simples peones de intereses imperialistas rivales. En esa fase, esas conclusiones revolucionarias extremas a la mayoría le parecían el resultado lógico de la apertura del nuevo período ([11]).
Cuando se acelera la historia, y así fue a partir de 1914, los cambios más dramáticos pueden ocurrir en un año o dos. Cuando la IC se reunió para su Tercer Congreso, en junio-julio de 1921, la esperanza de una extensión inmediata de la revolución, tan presente durante el Primer Congreso, había recibido los golpes más rudos. Rusia había atravesado tres años de una guerra civil agotadora, y aunque los Rojos habían vencido militarmente a los Blancos, el precio pagado fue políticamente mortal: quedaron diezmadas amplias fracciones obreras entre las más avanzadas, el Estado "revolucionario" se había burocratizado hasta el extremo de que los soviets perdieron su control. Los rigores del "comunismo de guerra" y los excesos destructores del terror rojo acabaron por suscitar una revuelta abierta en la clase obrera: en marzo, estallaron huelgas masivas en Petrogrado, seguidas por el levantamiento armado de los marinos y los obreros de Kronstadt que llamaban al renacer de los soviets y a acabar con la militarización del trabajo y de las acciones represivas de la Checa (policía secreta). Pero la dirección bolchevique, amarrada al Estado, sólo vio en ese movimiento la expresión de la contrarrevolución blanca, aplastándolo en sangre y sin piedad. Todo eso era la expresión del aislamiento creciente del bastión ruso. La derrota ocurría después de las derrotas de las repúblicas soviéticas de Hungría y Baviera, las de las huelgas generales de Winnipeg, Seattle, Red Clydeside, a la de las ocupaciones de fábrica en Italia, del levantamiento del Ruhr en Alemania y de muchos otros movimientos de masas.
Cada día más conscientes de su aislamiento, el partido, asido al poder en Rusia, y otros partidos comunistas en otras partes, empezaron a recurrir a medidas desesperadas para extender la revolución, como la marcha del Ejército Rojo sobre Polonia y la Acción de Marzo en Alemania en marzo de 1921 - dos intentos fallidos de forzar el curso de la revolución sin desarrollo masivo de la consciencia de clase y de la organización necesarias para una verdadera toma del poder por la clase obrera. Durante ese tiempo, el sistema capitalista, a pesar de haber quedado desangrado por la guerra y con síntomas de una profunda crisis económica, logró estabilizarse en lo económico y social, gracias, en parte, al nuevo papel desempeñado por Estados Unidos como fuerza motriz industrial y financiera del mundo.
En el seno de la Internacional Comunista, el IIº Congreso ya había vivido el impacto de las derrotas precedentes. Eso se plasmó en la publicación por Lenin del folleto La Enfermedad infantil del comunismo que se distribuyó en el Congreso ([12]). En lugar de abrirse a la experiencia viva del proletariado mundial, la experiencia bolchevique - o una versión particular de ésta - era ahora presentada como modelo universal. Como los bolcheviques habían obtenido cierto éxito en la Duma después de 1905, la táctica del "parlamentarismo revolucionario" se presentaba como si tuviera una validez universal; como los sindicatos se habían formado hacía poco en Rusia y les quedaba algún resto todavía de vida proletaria... los comunistas de todos los países tenían que hacer el máximo por quedarse en los sindicatos reaccionarios e intentar conquistarlos eliminando a los burócratas corruptos. Junto a esta modificación de las tácticas sindical y parlamentaria, en oposición total con las corrientes comunistas de izquierda que las rechazaban, acabó llegando el llamamiento a construir partidos comunistas de masas, incorporando, en gran parte, a organizaciones como el USPD en Alemania y el Partido Socialista en Italia (PSI).
En el año 1921 aparecieron otras manifestaciones de deslizamiento hacia el oportunismo, del sacrificio de los principios y de los objetivos a largo plazo en aras de un éxito a corto plazo y del crecimiento cuantitativo en militantes. En lugar de una denuncia clara de los partidos socialdemócratas como agentes de la burguesía, se nos servía ahora la argucia de la "carta abierta" a esos partidos para "forzar a sus dirigentes a entablar batalla" o, si no lo hacían, quitarles así la careta ante sus miembros obreros. O sea, la adopción de una política de maniobras según la cual las masas tenían que ser en cierto modo engañadas para desarrollar su conciencia. A esas tácticas pronto les iba a seguir la proclamación del "Frente único" y la consigna con menos principios todavía de "Gobierno obrero", especie de coalición parlamentaria entre socialdemócratas y comunistas. Detrás de toda esta carrera por la influencia a toda costa está la necesidad del Estado "soviético" de enfrentarse a un mundo capitalista hostil, de encontrar un modus vivendi con el capitalismo mundial, a costa de un retorno a la práctica de la diplomacia secreta que había sido claramente condenada por el poder soviético en 1917 (en 1922, el Estado "soviético" firmaba un acuerdo secreto con Alemania, a la que incluso abasteció en armas que un año más tarde habrían de servir para aplastar a los obreros comunistas). Todo eso indicaba la aceleración de la trayectoria que se alejaba de la lucha por la revolución y se orientaba hacia la integración en el statu quo capitalista, no todavía definitiva, pero que señalaba ya el camino en la victoria de la contrarrevolución estalinista.
Eso no significaba, ni mucho menos, que toda claridad o debate serio sobre el periodo histórico hubiera desaparecido. Al contrario, los "comunistas de izquierda", reaccionando contra ese curso oportunista, iban a basar con todavía mayor solidez sus argumentos en la idea de que el capitalismo había entrado en un nuevo período: el programa del KAPD de 1920 empezaba por la proclamación de que el capitalismo se encontraba en su crisis histórica y que ponía al proletariado ante la opción "socialismo o barbarie" ([13]); ese mismo año, los argumentos de la Izquierda Italiana contra el parlamentarismo se basan en la idea de que las campañas por las elecciones al parlamento habían sido válidas en el período pasado, pero que la nueva época invalidaba esta práctica anterior. Incluso entre las voces "oficiales" de la Internacional seguía habiendo verdaderas tentativas de comprender las características y las consecuencias del nuevo período.
El Informe y las Tesis sobre la situación mundial presentados por Trotski ante el IIIº Congreso de junio-julio de 1921 ofrecían un análisis muy lúcido de los mecanismos a los que recurría un capitalismo enfermo para asegurar su supervivencia en el nuevo período - especialmente el recurso al crédito y al capital ficticio. Analizando los primeros signos de una reanudación de posguerra, el informe de Trotski sobre la crisis económica mundial y las nuevas tareas de la Internacional Comunista planteaba así las cosas: "¿Cómo se realiza, cómo se explica el boom? En primer término, por causas económicas: las relaciones internacionales han sido reanudadas, aunque en proporciones restringidas, y por todas partes observamos demandas de las mercancías más variadas. En segundo término por causas político-financieras: los gobiernos europeos sintieron un miedo mortal por la crisis que se produciría después de la guerra, y recurrieron a todas las medidas para sostener el boom artificial creado por la guerra durante el período de desmovilización. Los gobiernos continuaron poniendo en circulación papel moneda en gran cantidad, lanzándose en nuevos empréstitos, regulando los beneficios, los salarios y el precio del pan, cubriendo así una parte de los salarios de los obreros desmovilizados, disponiendo de los fondos nacionales, creando una actividad económica artificial en el país. De este modo, durante todo este intervalo, el capital ficticio seguía creciendo, sobre todo en los países cuya industria bajaba" ([14]).
Toda la vida del capitalismo desde entonces no ha hecho sino confirmar ese diagnóstico de un sistema que no puede mantenerse a flote si no es conculcando sus propias leyes económicas. Esos textos procuraban también profundizar en la comprensión de que sin revolución proletaria, el capitalismo desencadenaría sin lugar a dudas nuevas guerras más destructoras todavía (por mucho que las conclusiones que se sacaban de un enfrentamiento inminente entre la antigua potencia británica y la potencia norteamericana distaban mucho de poderse verificar, aunque no les faltaran fundamento). No obstante, la clarificación más importante de ese documento y de otros era la conclusión de que el advenimiento del nuevo período no significaba que la decadencia, la crisis económica abierta y la revolución serían simultáneas - una ambigüedad que puede encontrarse en la fórmula original de la IC en 1919, "Ha nacido una nueva época", que podía interpretarse como que el capitalismo había entrado simultáneamente en una crisis económica "final", y en una fase ininterrumpida de conflictos revolucionarios. Ese avance en la comprensión se plasma quizás más claramente en el texto de Trotski Las enseñanzas del Tercer Congreso y la IC, redactado en julio de 1921. Así empezaba: "Las clases tienen su origen en el proceso de producción. Son capaces de vivir mientras desempeñen el papel necesario en la organización común del trabajo. Las clases se tambalean si sus condiciones de existencia están en contradicción con el desarrollo de la producción, o sea el desarrollo de la economía. En esta situación se encuentra hoy la burguesía. Eso no significa ni mucho menos que la clase que ha perdido sus raíces y que se ha vuelto parásita tenga que desaparecer inmediatamente. Aunque los cimientos de la dominación de clase son la economía, las clases se mantienen gracias a los aparatos y órganos del Estado político: ejércitos, policía, partido, tribunales, prensa, etc. Gracias a esos órganos, la clase dominante puede conservar el poder durante años y años incluso cuando ya se ha vuelto un obstáculo directo para el desarrollo social. Si ese estado de cosas se prolonga por mucho tiempo, la clase dominante puede arrastrar en su caída al país y a la nación que domina... La representación puramente mecánica de la revolución proletaria, que tiene únicamente como punto de partida la ruina constante de la sociedad capitalista, llevaba a algunos grupos de camaradas a la teoría falsa de la iniciativa de unas minorías que haría derrumbarse, gracias a su atrevimiento, "los muros de la pasividad de los proletarios" y los ataques incesantes de la vanguardia del proletariado como nuevo método de combate en las luchas y el empleo de métodos de rebeliones armadas. Ni qué decir tiene que esa especie de teoría de la táctica no tiene nada que ver con el marxismo" ([15]).
Así pues, el inicio del declive no excluía la posibilidad de recuperaciones económicas, ni retrocesos del proletariado. Evidentemente, nadie podía entonces darse cuenta de hasta qué punto las derrotas de 1919-21 habían sido ya decisivas y existía una ardiente necesidad de clarificarse sobre lo que había que hacer entonces, en una nueva época pero no en una situación inmediata de revolución. Un texto separado, Tesis sobre la táctica, adoptado por el Congreso, planteaba con razón la necesidad de que los partidos comunistas participaran en las luchas defensivas para así desarrollar la confianza y la conciencia de la clase obrera, y esto, con el reconocimiento de que la decadencia y la revolución no eran, ni mucho menos, sinónimos, era un rechazo necesario de la "teoría de la ofensiva" que había justificado el método semigolpista de la Acción de Marzo. Esta teoría según la cual, al estar maduras las condiciones objetivas, el partido comunista debía llevar a cabo una ofensiva insurreccional más o menos permanente para empujar las masas a la acción, era sobre todo defendida por la izquierda del partido comunista alemán, por Béla Kun y otros, y no, como se ha dicho a menudo erróneamente, por la izquierda comunista cabalmente hablando, por mucho que el KAPD y otros elementos cercanos no fueran claros sobre este asunto ([16]).
Sobre eso, las intervenciones de las delegaciones del KAPD en el Tercer Congreso son de lo más instructivas. En contradicción con la etiqueta de "sectario" que se le había aplicado en las Tesis sobre la táctica, la actitud del KAPD en el Congreso fue un modelo de la manera responsable con la que una minoría debía comportarse en una organización proletaria. Aunque dispusieron de un tiempo muy restringido para sus intervenciones y tuvieran que soportar las interrupciones y sarcasmos de los defensores de la línea oficialista, el KAPD se consideraba como participante pleno en el desarrollo del Congreso y sus delegados estaban dispuestos a subrayar los puntos de acuerdo cuando los había; no estaban en absoluto interesados en hacer alarde de sus divergencias por sí mismas, que es la esencia misma de la actitud sectaria ([17]). Por ejemplo, en la discusión sobre la situación mundial, algunos delegados del KAPD compartían muchos aspectos del análisis de Trotski, en especial, por ejemplo, la noción de que el capitalismo estaba reconstruyéndose en lo económico y recuperando el control en lo social. Seeman puso, por ejemplo, de relieve la capacidad de la burguesía internacional para dejar de lado temporalmente sus rivalidades interimperialistas para enfrentar el peligro proletario, en Alemania sobre todo.
Lo que eso significa (pues el informe de Trotski y las "Tesis sobre la situación mundial" estaban en gran parte orientadas a rechazar la "teoría de la ofensiva" y a sus partidarios) es que el KAPD no pensaba que una estabilización del capital fuera imposible ni que la lucha debiera ser ofensiva a cada instante. Y eso lo dijo explícitamente en múltiples intervenciones.
Sachs, en su respuesta a la presentación de Trotski sobre la situación económica mundial, dice lo siguiente: "Hemos visto ayer en detalle cómo se imagina el camarada Trotski - y todos los que están aquí creo que están de acuerdo con él - las relaciones entre, por un lado, las pequeñas crisis y los pequeños periodos de auge cíclicos y momentáneos, y, por otro lado, el problema del auge y de la decadencia del capitalismo, considerado en grandes períodos históricos. Estaremos todos de acuerdo en que la gran curva [de la economía] que iba hacia arriba va ahora irresistiblemente hacia abajo y que dentro de esa gran curva, tanto cuando subía como ahora que está bajando, hay oscilaciones" ([18]).
O sea que cualesquiera que hayan sido las ambigüedades del KAPD en su idea sobre "la crisis mortal", no por eso consideraba que la apertura de la decadencia acarreaba un hundimiento repentino y definitivo de la vida económica del capitalismo.
La intervención de Hempel sobre la táctica de la Internacional muestra claramente que la acusación de "sectario" al KAPD por su supuesto rechazo de las luchas defensivas y su pretendido llamamiento a la ofensiva en todo momento era falsa: "Veamos ahora la cuestión de las acciones parciales. Nosotros afirmamos que no rechazamos ninguna acción parcial. Decimos: cada acción, cada combate, puesto que es una acción, debe ser puesto a punto, llevado hacia adelante. No se puede decir: rechazamos este o aquel. El combate que surge de las necesidades económicas de la clase obrera, ese combate debe llevarse hacia delante por todos los medios. Y precisamente en países como Alemania, Inglaterra y los demás países de democracia burguesa que han sufrido durante 40 o 50 años una democracia burguesa y sus efectos, la clase obrera debe ante todo acostumbrarse a las luchas. Las consignas deben corresponder a las acciones parciales. Tomemos un ejemplo: en una empresa, en diferentes empresas, estalla una huelga, englobando a un ámbito pequeño. Ahí la consigna no va a ser, desde luego: lucha por la dictadura del proletariado. Sería algo absurdo. Las consignas deben adaptarse también a las relaciones de fuerza, a lo que puede esperarse en un lugar determinado" ([19]).
Tras muchas de esas intervenciones, había, sin embargo, la insistencia del KAPD en que la IC no iba lo bastante lejos para comprender el nuevo período abierto en la vida del capitalismo y, por lo tanto, en la lucha de clases. Sachs, por ejemplo, tras haber expresado su acuerdo con Trotski sobre la posibilidad de reanudaciones temporales, defendió que "lo que no aparece en estas Tesis... es precisamente el carácter fundamentalmente diferente de nuestra época de decadencia respecto a la anterior de auge del capitalismo considerado en su totalidad" ([20]) lo cual tenía consecuencias en cómo iba a sobrevivir el capitalismo a partir de entonces: "el capital reconstruye su poder destruyendo la economía" ([21]), un enfoque visionario sobre cómo iba a continuar el capitalismo como sistema en el siglo. Hempel, en la discusión sobre la táctica, extrae las consecuencias del nuevo período para las posiciones políticas que los comunistas deben defender, especialmente sobre las cuestiones sindical y parlamentaria en la táctica. Contrariamente a los anarquistas, a los que a menudo se ha asimilado al KAPD, Hempel insiste en que el uso del parlamento y de los sindicatos se justificaba plenamente en el periodo anterior: "... si recordamos las tareas que tenía el viejo movimiento obrero, o mejor dicho, el movimiento obrero anterior a la época de la irrupción de la revolución directa, aquel tenía la tarea, por un lado, mediante las organizaciones políticas de la clase obrera, los partidos, de mandar a delegados al parlamento y a las instituciones que la burguesía y la burocracia habían dejado abiertas a la representación de la clase obrera. Era una de sus tareas. Eso fue provechoso y entonces era justo. Las organizaciones económicas de la clase obrera tenían, por su parte, la tarea de preocuparse por mejorar la situación del proletariado en el seno del capitalismo, por animar a la lucha y negociar cuando la lucha cesaba... ésas eran las tareas de las organizaciones obreras antes de la guerra. Pero llegó la revolución; y aparecieron otras tareas. Las organizaciones obreras no podían limitarse a luchar por aumentos de salarios y satisfacerse con eso; ya no pudieron seguir planteándose - como fin principal - estar representadas en el parlamento y obtener mejoras para la clase obrera" ([22]).
y además: "... tenemos la experiencia constantemente de que todas las organizaciones de trabajadores que toman ese camino, por muy revolucionarios que sean sus discursos, acaban zafándose en las luchas decisivas" ([23]),
y por eso la clase obrera necesitaba crear nuevas organizaciones capaces de expresar la necesidad de la auto-organización del proletariado y de la confrontación directa con el Estado y el capital; esto era válido tanto para las pequeñas luchas defensivas como para las luchas masivas más amplias. En otro lugar, Bergmann define a los sindicatos como engranajes del Estado y muestra que es ilusorio querer conquistarlos: "Básicamente nuestro parecer es que hay que separarse de los viejos sindicatos. No porque tengamos sed destructiva, sino porque hemos comprobado que esas organizaciones se han convertido en el peor sentido de la expresión, en órganos del Estado capitalista para reprimir la revolución" ([24]).
En el mismo sentido, Sachs criticó la regresión hacia la noción de partido de masas y la táctica de la "carta abierta" a los partidos socialdemócratas. Eran regresiones hacia prácticas socialdemócratas y formas de organización superadas o, peor todavía, hacia los partidos socialdemócratas mismos que se habían pasado al enemigo.
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En general, la Historia la escriben los vencedores o, al menos, quienes aparecen como tales. En los años que siguieron al Tercer Congreso, los partidos comunistas oficiales siguieron siendo organizaciones capaces de granjearse la lealtad de millones de obreros, y el KAPD, por su parte, estalló rápidamente en diversas fracciones, pocas de entre las cuales lograron mantener la claridad con la que sus representantes se habían expresado en Moscú en 1921. A partir de entonces, aparecieron en primer plano, sí, errores verdaderamente sectarios, especialmente la decisión precipitada de la tendencia de Essen del KAPD, en torno a Gorter, de fundar una "cuarta internacional" (la KAI o Internacional Comunista Obrera), cuando lo que sí era necesario en una fase de retroceso de la revolución era desarrollar una fracción internacional que combatiera contra la degeneración de la Tercera Internacional. Ese entierro prematuro de la Internacional Comunista vino lógicamente acompañado de un cambio en el análisis de la Revolución de Octubre, que empezó poco a poco a ser considerada como una revolución burguesa. La idea de la tendencia Schröder en la KAI de que en la época de la "crisis mortal", las luchas por el salario eran oportunistas, era también sectaria; otras corrientes empezaron incluso a cuestionar la existencia de un partido político del proletariado, originando lo que se ha dado en llamar "consejismo". Esas expresiones del debilitamiento y la fragmentación más general de la vanguardia revolucionaria eran el producto de una derrota y de una contrarrevolución que se estaban agravando. Al mismo tiempo, el mantenimiento, durante ese período, de los partidos comunistas como organizaciones de masas influyentes era también el resultado de la contrarrevolución burguesa, pero con esa terrible particularidad de que esos partidos se había puesto en la vanguardia de esa contrarrevolución, junto a los carniceros fascistas y democráticos. Por un lado, las posiciones más claras del KAPD y de la Izquierda Italiana, productos de los momentos más álgidos de la revolución y sólidamente amarrados a la teoría del declive del capitalismo, no desaparecieron, en gran parte, gracias al trabajo paciente de los pequeños grupos de revolucionarios, a menudo muy aislados. Cuando las brumas de la contrarrevolución empezaron a disiparse, esas posiciones encontraron una nueva generación de revolucionarios y se convirtieron en adquisiciones fundamentales sobre las cuales el futuro partido de la revolución deberá construirse.
Gerrard
[1]) Carta a Konstantin Zetkin, finales de 1914, citada por J.P. Nettl, en Vida y obra de Rosa Luxemburg (en francés), ed. Maspero, Tomo II, p. 593.
[2]) Sería interesante, sin embargo, investigar más a fondo sobre los intentos actuales en el seno del movimiento anarquista por analizar el significado de la guerra.
[3]) "Lenin's Encounter with Hegel after Eighty Years: A Critical Assessment [119]", https://thecommune.wordpress.com/ideas/lenins-encounter-with-hegel-after... [120].
[4]) V. I. Lenin, El socialismo y la guerra (La actitud del POSDR ante la guerra (1915), https://www.marxists.org/espanol/lenin/obras/1910s/1915sogu.htm [121].
[5]) Capítulo anexo "Tesis sobre las tareas de la socialdemocracia", https://marxists.org/francais/luxembur/junius/rljif.html [122].
[6]) Nashe Slovo, 4/2/1916, traducido del inglés por nosotros.
[7]) "El reparto del mundo entre las grandes potencias", https://marxists.org/francais/lenin/works/1916/vlimperi/vlimp6.htm [123].
[8]) Hacia una teoría del Estado imperialista, 1915, traducido del inglés por nosotros.
[9]) Carta de Marx a Engels, 8 de octubre de 1858, traducido de la versión francesa, Editions Sociales, tomo V.
[10]) https://marxists.org/francais/inter_com/1919/ic1_19190300d.htm [124].
[11]) Para más elementos sobre la discusión del Primer Congreso de la International, ver el artículo de la Revista Internacional no 123 "La teoría de la decadencia en la médula del materialismo histórico - De Marx a la Izquierda Comunista (II)". https://es.internationalism.org/rinte123/decadencia.htm [125].
[12]) Señalemos que ese documento no quedó sin respuesta ni críticas, por ejemplo la Carta abierta al camarada Lenin de Gorter, en francés e inglés en https://www.marxists.org/francais/gorter/index.htm [126].
[13]) "La crisis económica mundial, nacida de la guerra mundial, con sus efectos económicos y sociales monstruosos y cuyo conjunto produce una brutal impresión de un campo de ruinas de unas dimensiones descomunales, significa una sola cosa: que ha empezado el crepúsculo de los dioses del orden mundial burgués-capitalista. No se trata hoy de una de esas crisis económicas periódicas, típicas del modo de producción capitalista; es la crisis del capitalismo mismo; convulsas sacudidas del organismo social todo, estallido formidable de los antagonismos de clases de una dureza nunca antes vista, miseria general para amplias capas populares, todo eso es una advertencia fatídica a la sociedad burguesa. Es cada día más evidente que la oposición entre explotadores y explotados no hace más que incrementarse, que la contradicción entre capital y trabajo, de la que toman cada día más conciencia incluso capas sociales hasta ahora indiferentes al proletariado, no puede resolverse. El capitalismo ha hecho la experiencia de su fiasco definitivo; se ha reducido él solo a la nada en la guerra de bandidaje imperialista, ha creado el caos, cuya prolongación insoportable coloca al proletariado ante la alternativa histórica: caída en la barbarie o construcción de un mundo socialista", Programa del Partido Comunista Obrero de Alemania (KAPD), mayo de 1920 [127] (en francés).
[14]) https://www.marxists.org/espanol/trotsky/ceip/economicos/lasituacionmundial.htm#_ftn1 [128].
[15]) Traducido del francés https://marxists.org/francais/trotsky/oeuvres/1921/07/lt19210712.htm [129]
[16]) Por ejemplo, el párrafo introductorio al programa del KAPD, citado en la nota, puede interpretarse fácilmente como si describiera una crisis final y definitiva del capitalismo y, respecto al peligro de golpismo, ciertas actividades del KAPD durante la Acción de Marzo cayeron sin lugar a dudas en esa tendencia: por ejemplo, la alianza con el VKPD en el uso de sus miembros desempleados para intentar arrastrar literalmente por la fuerza a obreros a unirse a la huelga general, y en sus relaciones ambiguas con las fuerzas armadas "independientes" dirigidas por Max Hoelz y otros. Ver también la intervención de Hempel en el Tercer Congreso - en La gauche allemande, en francés, p. 41 -, quien reconoce que la Acción de Marzo no habría podido echar abajo al capitalismo pero insiste también en la necesidad de lanzar una consigna de derrocamiento del gobierno, una posición que parece no tener coherencia, pues para el KAPD, estaba totalmente excluido defender un Gobierno "obrero" del tipo que fuera sin la dictadura del proletariado.
[17]) La actitud de Hempel hacia los anarquistas y los sindicalistas-revolucionarios estaba también exenta de espíritu sectario, subrayando la necesidad de trabajar con todas las expresiones auténticamente revolucionarias de esa corriente (ver La izquierda Alemana, pp. 44-45).
[18]) La Izquierda alemana, p. 21, editado por Invariance, la Vieille Taupe, 1973.
[19]) Ídem., p. 40.
[20]) Ídem., p. 21.
[21]) Ídem., p. 22.
[22]) Ídem., p. 33.
[23]) Ídem., p. 34.
[24]) Ídem., p. 56.
Publicamos la primera parte del Manifiesto en el número anterior de la Revista Internacional. Recuérdese que el Grupo Obrero del Partido Comunista Ruso, del que es cuyo emanación este Manifiesto, forma parte de lo que se llama Izquierda Comunista, constituida de corrientes de izquierda surgidas en respuesta a la degeneración oportunista tanto de los partidos de la Tercera Internacional como del poder de los soviets en Rusia.
Los dos capítulos siguientes de este documento que aquí publicamos son una crítica incisiva de la política oportunista del Frente único y de la consigna de Gobierno obrero. Situando esta crítica en su contexto histórico, el Manifiesto se empeña realmente en el intento de comprender las implicaciones del cambio de período histórico. Considera que el nuevo período ha hecho caduca cualquier política de alianza con fracciones de la burguesía, dado que estas son ya todas igualmente reaccionarias. Del mismo modo, sostener alianzas con organizaciones como la socialdemocracia, que ya había demostrado su traición, no puede sino conducir a un debilitamiento del proletariado. Además, el Manifiesto deja perfectamente claro que en el nuevo período, ya no es la lucha por reformas lo que está a la orden del día, sino la lucha por la conquista del poder. Sin embargo, la rapidez con la que se produjeron cambios históricos considerables no permitió, ni siquiera a los revolucionarios más clarividentes, tomar la distancia necesaria para entender a fondo las implicaciones precisas. Eso también le ocurre al Grupo Obrero, que no hace la diferencia entre lucha por reformas y lucha económica de resistencia del proletariado frente a los ataques permanentes del capital. No se niega a participar en ellas, por solidaridad, pero juzga, sin embargo, que solo la toma del poder puede liberar al proletariado de sus cadenas, sin tener en cuenta el hecho de que lucha económica y política son un todo.
Y, ante la limitación de la libertad de palabra impuesta al proletariado, incluso después de acabada la guerra civil, el Manifiesto reacciona muy firme y lúcidamente dirigiéndose a los dirigentes: "¿cómo quieren solucionar la gran tarea de la organización de la economía social sin el proletariado?".
Antes de examinar el contenido de esta cuestión, es necesario recordar las condiciones en que se discutieron y aceptaron las tesis del camarada Zinoviev en Rusia sobre el Frente Único. Del 19 al 21 de diciembre de 1921 se celebró la Duodécima Conferencia del PCR (bolchevique), en la que se planteó la cuestión del Frente Único. Hasta entonces, no se había discutido sobre ese tema en las reuniones del Partido, ni escrito nada en la prensa. Sin embargo, en la Conferencia, el camarada Zinoviev lanzó duros ataques y la Conferencia estuvo tan sorprendida que cedió inmediatamente y aprobó las tesis a mano alzada. No recordamos esta circunstancia para ofender a nadie, sino sobre todo para llamar la atención sobre el hecho de que, por una parte, la táctica del Frente Único se discutió de una manera muy precipitada, casi "militarmente", y que por otra parte, en la misma Rusia, se realiza de forma muy particular.
El PCR (bolchevique) fue el promotor de esta táctica en el Komintern ([1]). Convenció a los camaradas extranjeros que nosotros, revolucionarios rusos, vencimos precisamente gracias a esa táctica del Frente Único y que fue elaborada en Rusia en base a la experiencia de todo el período prerrevolucionario, y especialmente a partir de la experiencia de la lucha de los bolcheviques contra los mencheviques.
Lo único que conocían los camaradas venidos de los diferentes países, es que el proletariado ruso había triunfado, y ellos también querían vencer a la burguesía. Entonces se les explicó que el proletariado ruso había vencido gracias a la táctica del Frente Único. ¿Cómo hubieran podido no aprobar esa táctica? Otorgaron su confianza a la afirmación de que la victoria de la clase obrera rusa había sido el resultado de la táctica del Frente Único. No podían hacer de otra forma, ya que no conocían la historia de la Revolución Rusa. El camarada Lenin condenó un día muy duramente a quienes se fían simplemente de las palabras, pero probablemente no quería decir que no había que confiar en su palabra.
¿Qué conclusión podemos sacar entonces de la experiencia de la Revolución Rusa?
Hubo una época en la que los bolcheviques apoyaban un movimiento progresista contra la autocracia:
a) "la socialdemocracia debe apoyar a la burguesía mientras ésta sea revolucionaria o se oponga al zarismo";
b) "por eso la socialdemocracia debe ser favorable al despertar de una conciencia política de la burguesía rusa pero, por otra parte, se ve obligada a denunciar el carácter limitado y la insuficiencia del movimiento de emancipación de la burguesía por todas las partes donde se expresa" (Resolución del IIº Congreso del Partido Obrero Socialdemócrata de Rusia, "De la actitud hacia los liberales", agosto de 1903).
La Resolución del IIIer Congreso, que se celebró en abril de 1905, reproduce esos dos puntos, recomendando a los camaradas:
1) explicar a los obreros el carácter contrarrevolucionario y antiproletario de la corriente burgués-demócrata cualesquiera que sean sus matices, de los liberales moderados representados por las amplias capas de grandes propietarios y empresarios hasta la corriente más radical que incluye la "Unión de la Emancipación" y los diversos grupos de gentes de profesiones liberales;
2) luchar así vigorosamente contra cualquier intento por parte de la democracia burguesa de recuperar el movimiento obrero y hablar en nombre del proletariado y sus distintos grupos. Desde 1898, la socialdemocracia era favorable a un "Frente Unido" (como ahora se dice) con la burguesía. Pero este frente unido conoció 3 fases:
a) en 1901, la socialdemocracia apoya cualquier "movimiento progresista" opuesto al régimen existente;
b) en 1903, se da bien cuenta de la necesidad de "ir más allá de los límites del movimiento de la burguesía";
c) en 1905, en abril, da pasos concretos aconsejando vivamente a los camaradas que denuncien "el carácter contrarrevolucionario y antiproletario de la corriente burgués-demócrata cualesquiera que sean sus matices", disputándole vigorosamente la influencia sobre el proletariado.
Pero cualesquiera que hayan sido las formas de apoyo a la burguesía, no cabe duda de que durante un determinado período, antes de 1905, los bolcheviques formaron un frente unido con la burguesía.
¿Y qué pensaríamos de un "revolucionario" que, en función de la experiencia rusa, hubiera propuesto un frente unido con la burguesía hoy?
En el mes de septiembre de 1905, la Conferencia convocada especialmente para discutir la cuestión de la "Duma de Bulyguin" definió así su actitud hacia la burguesía: "A través de esa ilusión de una representación del pueblo, la autocracia aspira a ligarse una gran parte de la burguesía cansada del movimiento obrero y que quiere orden; al asegurarse de su interés y de su apoyo, la autocracia tiene por objeto aplastar el movimiento revolucionario del proletariado y del campesinado."
La Resolución de los bolcheviques propuesta al Congreso de unificación del POSDR (abril de 1906) revela el secreto del cambio de política de los bolcheviques, de su apoyo pasado a la burguesía a la lucha contra ella: "En cuanto a la clase de los grandes capitalistas y propietarios, puede observarse su paso muy rápido de la oposición a un acuerdo con la autocracia para aplastar juntos la revolución".
Como "la tarea principal de la clase obrera en el momento actual de la revolución democrática es finalizar esta revolución", es necesario formar "un frente unido" con partidos que también lo desean. Por eso renunciaron los bolcheviques a cualquier acuerdo con los partidos a la derecha del Partido Cadete, y concluyeron pactos con los partidos a su izquierda, o sea los social-revolucionarios (SR), los socialistas populares (NS) y los laboristas, y construyeron entonces "un Frente unido socialista" en la lucha consecuente por la revolución democrática.
¿Era justa la táctica de los bolcheviques en aquel entonces? No creemos que entre los combatientes activos de la Revolución de Octubre haya gente que impugne la validez de aquella táctica. Constatamos, pues, que entre 1906 y 1917 incluido, los bolcheviques predicaron "un Frente unido socialista" en la lucha por una marcha consecuente de la revolución democrática hasta la formación de un Gobierno revolucionario provisional que hubiera debido convocar una Asamblea Constituyente.
Nunca nadie ha considerado ni ha podido considerar aquella revolución como proletaria, socialista; todos entendieron bien que era burguesa-democrática; y sin embargo, los propios bolcheviques propusieron y siguieron la táctica del "Frente unido socialista" uniéndose en la práctica con los SR, los mencheviques, los NS y los laboristas.
¿Cuál fue la táctica de los bolcheviques cuando se planteó la cuestión si se debía luchar por la revolución democrática o por la revolución socialista? ¿La lucha por el poder de los consejos exige también un "Frente unido socialista"?
Los revolucionarios marxistas siguen considerando el partido de los social-revolucionarios como una "fracción democrático-burguesa" con "fraseología socialista ambigua"; consideración que ha sido confirmada en gran parte por su actividad durante toda la revolución hasta ahora. Como fracción democrático-burguesa, ese partido no podía proponerse la tarea práctica de una lucha por la revolución socialista, por el socialismo; pero pretendió, utilizando una terminología "socialista ambigua", impedir esa lucha a toda costa. Si es así (¡y así es!), la táctica que debía llevar el proletariado insurrecto a la victoria no podía ser la del Frente unido socialista, sino la del combate sin miramientos, contra las fracciones burguesas con terminología socialista confusa. Solo esa lucha podía conducir a la victoria, y así fue. No triunfó el proletariado ruso aliándose a los social-revolucionarios, a los populistas y a los mencheviques, sino luchando contra ellos.
Cierto es que en octubre, los bolcheviques consiguieron provocar escisiones en los partidos SR ([2]) y menchevique ([3]), liberando las masas obreras de una terminología socialista oscura, y pudieron entonces actuar con esas escisiones [de izquierda], pero eso no puede considerarse como un Frente unido con fracciones burguesas.
¿Qué nos enseña la experiencia rusa?
1) En algunos momentos históricos, es necesario formar un "Frente unido" con la burguesía en los países donde la situación es más o menos similar a la que existía en Rusia antes de 1905.
2) En los países donde la situación es más o menos similar a la de Rusia entre 1906 y 1917, es necesario renunciar a la táctica del "Frente unido" con la burguesía y seguir la táctica del "Frente unido socialista".
En los países donde se trata de una lucha directa para la toma del poder por el proletariado, es necesario abandonar la táctica del "frente unido socialista" e informar al proletariado que "las fracciones burguesas con fraseología socialista ambigua" - o sea actualmente todos los partidos de la Segunda Internacional - irán con las armas en la mano para defender el sistema capitalista cuando llegue el momento decisivo.
Es necesario, para la unificación de todos aquellos elementos revolucionarios que tienen como objetivo el derribo de la explotación capitalista mundial, que se alineen con el Partido Comunista Obrero de Alemania (KAPD), el Partido Comunista Obrero de Holanda y demás partidos que se adhieren a la IVa Internacional ([4]). Es necesario que todos los elementos revolucionarios proletarios auténticos se liberen de lo que los encarcela: los partidos de la Segunda Internacional, de la Internacional Dos y media ([5]) y de su "fraseología socialista ambigua". La victoria de la revolución mundial es imposible sin la ruptura de principios y la lucha sin cuartel contra las caricaturas burguesas del socialismo. Los oportunistas y los social-chauvinistas, lacayos de la burguesía y por lo tanto enemigos directos de la clase obrera, se han convertido, sobre todo hoy vinculados como lo están a los capitalistas, en opresores armados en sus propios países y en los países extranjeros (véase el Programa del PCR bolchevique). Tal es por lo tanto la verdad sobre la táctica de Frente único socialista que, tal como lo defienden las Tesis del Ejecutivo de la IC, se basaría en la experiencia de la Revolución rusa, cuando no es en realidad sino una táctica oportunista. Semejante táctica de colaboración con los enemigos declarados de la clase obrera, que oprimen con las armas en la mano el movimiento revolucionario del proletariado en todos los países, está en contradicción flagrante con la experiencia de la Revolución rusa. Para permanecer bajo la bandera de la revolución social, es necesario realizar un "frente unido" en contra de la burguesía y sus lacayos socialistas de la Segunda Internacional y de la Dos y media.
Como queda dicho más arriba, la táctica del "frente unido socialista" conserva toda su validez revolucionaria en los países donde el proletariado, respaldado por la burguesía, lucha contra la autocracia y por la revolución burguesa-democrática.
Allí donde el proletariado aún combate la autocracia a la cual también se opone la burguesía, es necesario seguir la táctica del "frente unido" con la burguesía.
Cuando el Komintern exige de los partidos comunistas de todos los países que sigan a toda costa la táctica de frente unido socialista, se trata de una exigencia dogmática que entorpece la realización de las tareas concretas en adecuación con las condiciones de cada país y daña incontestablemente todo el movimiento revolucionario del proletariado.
Las tesis que se publicaron en su tiempo en la Pravda muestran claramente cómo comprenden esta táctica los "teóricos" de la idea del "frente único socialista". Dos palabras sobre la expresión "frente único". Cada cual sabe hasta qué punto eran "populares" en Rusia en 1917 los social-traidores de todos los países y en particular Scheidemann, Noske y Cía. Los bolcheviques, los elementos de base del partido que tenían poca experiencia, gritaban a cada esquina: "¡A ustedes, traidores pérfidos de la clase obrera, los colgaremos de postes telegráficos! ¡Es de ustedes la responsabilidad del baño de sangre internacional en el que ahogaron a los trabajadores de todos los países! ¡Ustedes asesinaron a Rosa Luxemburg y Liebknecht! Gracias a su acción violenta, las calles de Berlín se llenaron con la sangre de los obreros que se habían alzado contra la explotación y la opresión capitalistas. Son ustedes los autores de la paz de Versalles; han causado innumerables heridas al movimiento proletario internacional, porque lo traicionan a cada instante."
Es necesario añadir también que no se decidió proponer a los obreros comunistas el "frente único socialista", o sea el frente único con los Noske, Scheidemann, Vandervelde, Branting y Cía. Semejante frente único debe, de una forma u otra, avanzar escondiéndose y así se procedió. Las tesis no se titulan simplemente "El frente único socialista", sino "Tesis sobre el frente único del proletariado y sobre la actitud respecto a los obreros que pertenecen a la Segunda Internacional, a la Internacional Dos y media y a la de Ámsterdam, así como respecto a los obreros que se adhieren a organizaciones anarquistas y sindicalistas". ¿Por qué tanta salsa? Miren por donde, resulta que el camarada Zinoviev, el mismo que hace algún tiempo invitaba a colaborar en el entierro de la Segunda Internacional, invita ahora a unirse en matrimonio con ésta. Esto es lo que explica ese título interminable. En realidad, de lo que se habló no fue de acuerdos con los obreros, sino con los partidos de la Segunda Internacional y de la Dos y media. Cualquier obrero sabe, incluso si nunca ha vivido en la emigración, que los partidos están representados por su Comité Central, donde precisamente se sientan los Vandervelde, Branting, Scheidemann, Noske y Cía. Así pues, también es con ellos con los que habrá que ponerse de acuerdo. ¿Quién fue a Berlín a la Conferencia de las tres Internacionales? ¿A quién se confió en cuerpo y alma la Internacional Comunista? A Wels, a Vandervelde, etc.
¿Se buscó, en cambio, un acuerdo con el KAPD, puesto que el camarada Zinoviev defiende que en él están los elementos proletarios más valiosos? No. Y, sin embargo, el KAPD lucha para organizar la conquista del poder por el proletariado.
Es cierto que el camarada Zinoviev afirmó en las tesis que no se busca una fusión de la Internacional Comunista con la Segunda Internacional, recordando la necesidad de la autonomía organizativa: "La autonomía absoluta y la independencia total de exponer sus posiciones para cada partido comunista que concluye tal o cual acuerdo con los partidos de la Segunda Internacional y de la Dos y media".
Los comunistas se imponen la disciplina en la acción, pero deben conservar el derecho y la posibilidad - no solamente antes y después de la acción sino también durante ella, si es necesario - de pronunciarse sobre la política de las organizaciones obreras sin excepción. Al defender la consigna "de la unidad máxima de todas las organizaciones obreras en cualquier acción práctica contra el frente capitalista, los comunistas no pueden renunciar a exponer sus posiciones" (véanse las tesis del CC de la Komintern para la conferencia del PCR de 1921).
Antes de 1906, hubo en el Partido Obrero Socialdemócrata de Rusia dos fracciones que tenían tanta autonomía como la que prevén las tesis del Komintern citadas más arriba.
Disciplina en las negociaciones y autonomía de juicio son reconocidas formalmente por los estatutos del PCR (bolchevique) en la vida interna del partido. Se debe hacer lo que la mayoría decidió y solamente se puede ejercer el derecho a la crítica. Haz lo que se te manda, pero si de verdad estás demasiado escandalizado y convencido de que se está perjudicando a la revolución mundial, puedes, antes, durante y después de la acción, expresar libremente tu rabia. Eso equivale a renunciar a las acciones autónomas (igual que Vandervelde quien firmó el Tratado de Versalles y se comprometió).
En esas mismas tesis, el Ejecutivo propuso la consigna de Gobierno obrero que debe substituir la fórmula de dictadura del proletariado. ¿Qué es exactamente un Gobierno obrero? Es un gobierno constituido por el Comité Central reducido del partido; la realización ideal de esas tesis las vemos en Alemania, donde el Presidente Ebert es socialista y donde se forman Gobiernos con su autorización. Incluso si esta fórmula no es aceptada, los comunistas tendrán que apoyar con su voto a los Primeros Ministros y a los Presidentes socialistas como Branting en Suecia y Ebert en Alemania.
Así nos imaginamos nosotros la autonomía de crítica: el Presidente del Komintern, el camarada Zinoviev, entra en el CC del Partido socialdemócrata y, al ver a Ebert, Noske y Scheidemann, se abalanza hacia ellos con el puño alzado gritando: ¡"Pérfidos, traidores a la clase obrera!" Le sonríen amablemente y se inclinan ante él. "¡Ustedes asesinaron a Rosa Luxemburgo y Karl Liebknecht, los guías del proletariado alemán, les colgaremos en la horca!" Le sonríen aún más amablemente y se inclinan aún más abajo. El camarada Zinoviev les ofrece el frente único y propone formar un Gobierno obrero con participación comunista. Así pues, está cambiando la horca por el sillón ministerial y la rabia por la simpatía. Noske, Ebert, Scheidemann y Cía. irán a las asambleas obreras y dirán que la IC les otorgó una amnistía y les ofreció puestos ministeriales en lugar de horcas. Esto a una condición: que los comunistas reciban un Ministerio [...] ([6]). Dirán a toda la clase obrera que los comunistas han reconocido la posibilidad de realizar el socialismo uniéndose con ellos y no contra ellos. Y añadirán: ¡observen un poco a esta gente! Nos colgaban y enterraban por adelantado; finalmente vinieron a nosotros. Y bueno, les perdonaremos como obviamente ellos nos han perdonado. Una amnistía mutua.
La Internacional Comunista ha dado a la Segunda Internacional una prueba de su sinceridad política y ha recibido una prueba de miseria política. ¿Qué ha ocurrido realmente para que se produzca tal cambio? ¿Cómo puede el camarada Zinoviev ofrecer a Ebert, Scheidemann y Noske sillones ministeriales en vez de horca? Hace poco, él mismo cantaba el réquiem de la Segunda Internacional y, ahora, resucita su espíritu. ¿Por qué canta ahora sus alabanzas? ¿Veremos de verdad su resurrección y acabaremos aceptándola realmente?
Las tesis del camarada Zinoviev responden efectivamente a esta cuestión: "la crisis económica mundial se vuelve más aguda, el desempleo aumenta, el capital pasa a la ofensiva y maniobra con habilidad; empeora el nivel de vida del proletariado". Así que una guerra es inevitable. De ello se deduce que la clase obrera se inclina más hacia la izquierda. Las ilusiones reformistas se disuelven. La amplia base obrera comienza ahora a apreciar el valor de la vanguardia comunista... y resulta que ... ¡se ha de constituir el frente único con Scheidemann! Y, de verdad, eso es salir desde muy arriba para acabar cayendo muy abajo.
No seríamos objetivos si no informamos además de algunas consideraciones fundamentales que el camarada Zinoviev avanza para defender el Frente único en su tesis. El camarada Zinoviev hace un maravilloso descubrimiento: "Se sabe que la clase obrera lucha por la unidad. ¿Y cómo llegar a ella si no es mediante un Frente único con Scheidemann?". Cualquier obrero consciente que, sensible a los intereses de su clase y de la revolución mundial, pueda preguntarse: ¿comenzó la clase obrera a luchar por la unidad precisamente en el momento en que se afirma la necesidad del "frente único"? Cualquiera que haya vivido entre los trabajadores, desde que la clase obrera entró en la lucha política, conoce las dudas que asaltan a cualquier obrero: ¿por qué los mencheviques, los social-revolucionarios, los bolcheviques, los "trudoviki" (populistas) luchan entre sí? Todos desean el bien del pueblo. ¿Y por qué motivos se combaten? Cualquier obrero conoce esas dudas, pero ¿qué conclusión se debe sacar? La clase obrera debe organizarse en clase independiente y oponerse a todas las demás. ¡Nuestros prejuicios pequeño-burgueses deben superarse! Tal era entonces la verdad y tal sigue siéndolo hoy.
En todos los países capitalistas donde se presenta una situación favorable a la revolución socialista, debemos preparar a la clase obrera a la lucha contra el menchevismo internacional y los social-revolucionarios. Las experiencias de la Revolución Rusa deberán tenerse en cuenta. La clase obrera mundial debe meterse esta idea en la cabeza, saber que los socialistas de la Segunda Internacional y de la Dos y media están y seguirán encabezando la contrarrevolución. La propaganda del Frente único con los social-traidores de cualquier matiz tiende a hacer creer que también ellos combaten en definitiva a la burguesía, por el socialismo y no en contra. Pero solo la propaganda abierta, valiente, a favor de la guerra civil y de la conquista del poder político por la clase obrera puede interesar al proletariado para la revolución.
El tiempo en que la clase obrera podía mejorar su propia condición material y jurídica a través de las huelgas y la entrada al Parlamento pasó definitivamente. Hay que decirlo abiertamente. La lucha por los objetivos más inmediatos es una lucha por el poder. Hemos de demostrar a través de nuestra propaganda que, aunque a menudo hayamos llamado a la huelga, no hemos mejorado realmente nuestra condición de obreros, pero ustedes, trabajadores, aún no han superado la vieja ilusión reformista y están llevando a cabo una lucha que les debilita. Podremos ser solidarios con ustedes en las huelgas, pero volveremos siempre a decirles que estos movimientos no les liberarán de la esclavitud, de la explotación y de la angustia de las necesidades insatisfechas. La única vía que los conducirá a la victoria es la toma del poder con sus callosas manos.
Pero no basta. El camarada Zinoviev ha decidido justificar firmemente la táctica de un frente unido: hemos comprendido qué significa "época de la revolución social" para designar el momento actual, o sea que la revolución social está a la orden del día; pero en la práctica, sucede que "la época de la revolución social es un proceso revolucionario a largo plazo". Zinoviev aconseja entonces dejar de soñar y atraer a las masas obreras. Ya habíamos atraído a las masas uniéndonos de distintas formas con los mencheviques y los social-revolucionarios, entre 1903 y 1917, y como se sabe, acabamos triunfando; por lo tanto, para vencer a Ebert, Scheidemann y Cía., nos es necesario... ¡no, combatirlos, no!..., sino unirnos a ellos.
No vamos a discutir si el período de la revolución social es o no es un proceso a largo plazo, ni cuánto tiempo durará, ya que eso se asemejaría a una controversia entre frailes sobre el sexo de los ángeles o a un debate para determinar a partir de qué pelo perdido empieza la calvicie. Queremos definir el concepto "de la época de la revolución social". ¿Qué es? En primer lugar es el estado de las fuerzas productivas materiales que comienzan a ser antinómicas con la forma de la propiedad. ¿Existen las condiciones materiales necesarias para que la revolución social sea inevitable? Sí. ¿Falta algo? Faltan las condiciones subjetivas, personales: que la clase obrera de los países capitalistas avanzados tome conciencia de la necesidad de esta revolución, no en un futuro lejano, sino a partir de hoy, a partir de mañana. Y para eso, ¿qué deben hacer los obreros avanzados, la vanguardia que ya está tomando conciencia? Tocar a rebato, dar la alarma, llamar a la batalla utilizando en su propaganda a favor de la guerra civil abierta todo tipo de cosas (los cierres patronales, las huelgas, la inminencia de la guerra, la degradación del nivel de vida) y preparando, organizando a la clase obrera para una lucha inmediata.
¿Dicen que el proletariado ruso triunfó porque se había unido con los mencheviques y los SR? Son pamplinas. El proletariado ruso triunfo sobre la burguesía y los propietarios gracias a su lucha encarnizada contra los mencheviques y los SR.
En uno de sus discursos sobre la necesidad de una táctica de frente unido, el camarada Trotski dice que triunfamos, pero que es necesario analizar cómo hemos luchado. Pretende que caminamos en un frente unido con los mencheviques y los SR porque tanto los mencheviques como los SR se sentaron en los mismos consejos que nosotros. Si la táctica del frente unido consiste en sentarse en una misma institución, entonces el cancerbero de trabajos forzados y los presidiarios también forman un frente unido: tanto unos como los otros están en presidio.
Nuestros partidos comunistas celebran sesiones en los parlamentos. ¿Quiere decir eso que hacen un frente unido con todos los diputados? Los camaradas Trotski y Zinoviev deberían decir a los comunistas del mundo entero que los bolcheviques tuvieron razón en no participar en el "pre-parlamento" convocado por el social-revolucionario Kerenski en agosto de 1917, como tampoco participaron en el Gobierno Provisional dirigido por los socialistas (lo que fue una lección útil), en vez de decir cosas más bien dudosas sobre un supuesto frente unido de los bolcheviques, de los mencheviques y de los SR.
Ya hemos mencionado la época en que los bolcheviques hicieron un frente unido con la burguesía. ¿Pero qué tiempo era ese? Fue antes de 1905. Sí, los bolcheviques predicaron el frente unido con todos los socialistas. ¿Pero cuándo? Antes de 1917. Y en 1917, cuando se trataba de luchar por el poder de la clase obrera, los bolcheviques se unieron con todos los elementos revolucionarios, de los SR de izquierda a los anarquistas de todo tipo para combatir a mano armada a los mencheviques y a los SR que, por su parte, hacía un frente unido con la pretendida "democracia", es decir, con la burguesía y los propietarios. En 1917, el proletariado ruso se puso a la cabeza "de la época de la revolución social" en la que ya está viviendo el proletariado de los países capitalistas avanzados. Época en la que es necesario utilizar la táctica victoriosa del proletariado ruso de 1917, teniendo en cuenta las lecciones de los años que siguieron: la resistencia empecinada por parte de la burguesía, los SR y los mencheviques contra la clase obrera rusa que tomó el poder. Será esa táctica la que unirá a la clase obrera de los países capitalistas avanzados, ya que esa clase está "deshaciéndose de las ilusiones reformistas"; no será el frente unido con la Segunda Internacional y la Internacional Dos y media lo que le aportará la victoria, sino la guerra contra ellas. Esa es la consigna de la futura revolución social mundial.
En todos los países en donde ya se ha realizado el asalto socialista, en que el proletariado es la clase dirigente, hay que mirar cada caso de manera diferente. Hay que señalar que no se puede elaborar una táctica válida para todas las etapas del proceso revolucionario en cada país, así como tampoco una misma política para todos los países en la misma fase de proceso revolucionario.
Si recordamos nuestra propia historia (por no ir más lejos), la de nuestra lucha, se verá que en el combate contra nuestros enemigos, utilizamos métodos muy diferentes.
En 1906 y los años siguientes, eran los "tres pilares": la jornada de trabajo de 8 horas, la expropiación de las tierras y la república democrática. Estos tres pilares incluían la libertad de palabra y de prensa, de asociación, de huelga y de sindicato, etc.
¿En febrero de 1917? "¡Abajo la autocracia, viva la Asamblea Constituyente!" fue el grito de los bolcheviques.
Sin embargo, en abril-mayo, todo se orienta en otro sentido: hay la libertad de asociación, de prensa y de palabra, pero la tierra no se ha expropiado, los obreros no están en el poder; se lanza entonces la consigna "¡Todo el poder a los consejos!"
En aquella época, cualquier tentativa de la burguesía de callarnos la boca provocaba una resistencia encarnizada: "¡Viva la libertad de palabra, de prensa, de asociación, de huelga, de sindicato, de conciencia! ¡Apodérate de la tierra! ¡Control obrero de la producción! ¡Paz! ¡Pan! ¡Y libertad! ¡Viva la guerra civil!"
Y llega Octubre y la victoria. El poder está en manos de la clase obrera. El antiguo mecanismo estatal de opresión se destruye completamente, se estructura el nuevo mecanismo de emancipación en base a los consejos de diputados obreros, de soldados, etc.
En aquél entonces, ¿el proletariado tuvo que proclamar la consigna de libertad de prensa, de palabra, de asociación, de coalición? ¿Pudo permitir a todos estos señores, desde los monárquicos hasta los mencheviques y los SR, predicar la guerra civil? ¿Más aun, en tanto que clase dirigente, pudo acordar la libertad de palabra y de prensa a algunos de ese medio que también habrían predicado la guerra civil? ¡No y no!
Toda propaganda a favor de la guerra civil contra el poder proletario que acababa de organizarse hubiera sido un acto contrarrevolucionario a favor de los explotadores, de los opresores. Cuanto más "socialista" hubiera sido esa propaganda, más estragos podría haber causado. Y por esta razón, era necesario proceder incluso "a la eliminación más severa, despiadada, de aquellos propagandistas de la familia proletaria misma".
Y he aquí al proletariado capaz de suprimir la resistencia de los explotadores, de organizarse como único poder en el país, de construirse en autoridad nacional reconocida incluso por todos los gobiernos capitalistas. Una nueva tarea se impone a él: organizar la economía del país, crear los bienes materiales en la medida de lo posible. Y esta tarea es tan inmensa como la conquista del poder y la supresión de la resistencia de los explotadores. Más que todo eso, la conquista del poder y la supresión de la resistencia de los explotadores no son de por sí objetivos, sino medios para lograr el socialismo, lograr más bienestar y libertad que bajo el capitalismo, bajo la dominación y la opresión de una clase sobre la otra.
Para solucionar este problema, la forma de organización y los medios de acción utilizados para suprimir a los opresores ya no bastan, son necesarios nuevas maneras de hacer.
En vista de nuestros escasos recursos, con las devastaciones horribles provocadas por las guerras imperialista y civil, se impone la tarea de crear valores materiales con fines de mostrar en la práctica a la clase obrera y a los grupos aliados entre la población, la fuerza atractiva de esta sociedad socialista creada por el proletariado: poner de manifiesto que no solamente es buena porque ya no hay burgueses, gendarmes y demás parásitos, sino porque el proletariado se siente dueño, libre y seguro que todos los valores, todos los bienes, cada martillazo sirve para mejorar la vida, la vida de los pobres, de los oprimidos, de los humillados bajo el capitalismo, que ya no es el reino del hambre, sino el de la abundancia nunca vista en ninguna otra parte. He aquí una tarea que queda por hacer al proletariado ruso, tarea que va más allá de las precedentes.
Sí, va más allá, ya que las dos primeras tareas, la conquista del poder y la erradicación de la resistencia de los opresores (teniendo en cuenta el odio encarnizado del proletariado y el campesinado hacia los propietarios y los burgueses), son ciertamente grandes, pero menos importantes que el tercer objetivo. Y hoy cualquier obrero podría preguntarse: ¿por qué hicimos todo eso? ¿Era necesario hacer tanto? ¿Era necesario derramar tanta sangre? ¿Eran necesarios esos sufrimientos sin fin? ¿Quién solucionará este problema? ¿Quién será el artesano de nuestra fortuna? ¿Qué organización lo hará?
Ni en dioses, reyes ni tribunos,
está el supremo salvador.
Nosotros mismos realicemos
el esfuerzo redentor.
Para solucionar este problema, se necesita una organización que represente una voluntad unida de todo el proletariado. Son necesarios consejos de diputados obreros en tanto que organizaciones industriales presentes en todas las empresas incautadas a la burguesía (nacionalizadas), unos consejos que deberán someter a su influencia a las inmensas capas de aliados del proletariado.
¿Pero qué son actualmente nuestros consejos? ¿Se asemejan aunque solo sea un poquito a los consejos de diputados obreros, o sea a los "núcleos de base del poder de Estado en las fábricas y las empresas"? ¿Se asemejan a los consejos del proletariado que representan su voluntad unida de vencer? No, están vacíos de su sentido, de una base industrial.
La larga guerra civil que movilizó la atención de todo el proletariado hacia los objetivos de destrucción, de resistencia a los opresores, aplazó, borró todas las demás tareas y - sin que el proletariado se dé cuenta - modificó su organización, los consejos. Los consejos de diputados obreros en las fábricas han muerto. ¡Vivan los consejos de diputados obreros!
¿Y no será lo mismo con la democracia proletaria en general? ¿Hemos de tener una actitud similar hacia la libertad de palabra y de prensa para el proletariado que durante la guerra civil encarnizada contra la rebelión de los explotadores y esclavistas? El proletariado, que tomó el poder, que supo defenderse de miles de terribles enemigos, ¿no podrá ahora permitirse expresar sus pensamientos, organizándose para superar las dificultades inmensas en la producción, dirigiéndola y dirigiendo el país en su totalidad?
Que a los burgueses se les reduzca al silencio, ciertamente, ¿pero quién se atreverá a discutir el derecho de libre expresión de un proletario que defendió su poder sin escatimar su sangre?
¿Qué es para nosotros la libertad de palabra y prensa, un dios, un fetiche?
No nos hacemos ídolos
Ni sobre tierra, ni en los cielos
¡Y no nos prosternamos ante nadie!
Para nosotros, no existe ninguna verdadera democracia, ninguna libertad absoluta como fetiche o ídolo, e incluso ninguna verdadera democracia proletaria.
La democracia no era y no será sino un fetiche para la contrarrevolución, la burguesía, los propietarios, los sacerdotes, los SR, los mencheviques de todos los países del mundo. Para ellos, no es sino un medio de obtener sus objetivos de clase.
Antes de 1917, la libertad de palabra y de prensa para todos los ciudadanos fue nuestra reivindicación de programa. En 1917, conquistamos estas libertades y las utilizamos para la propaganda y la organización del proletariado y de sus aliados, intelectuales y campesinos. Tras haber organizado una fuerza capaz de vencer a la burguesía, nosotros, los proletarios, nos lanzamos a la lucha y tomamos el poder. Para impedir a la burguesía utilizar la palabra y la prensa para levantar la guerra civil contra nosotros, hemos negado la libertad de palabra y de prensa no sólo a las clases enemigas, sino también a parte del proletariado y de sus aliados - hasta que la resistencia de la burguesía fuera barrida en Rusia.
Pero con el apoyo de la mayoría de los trabajadores, acabamos con la resistencia de la burguesía; ¿podemos ahora permitirnos hablar entre nosotros, los proletarios?
La libertad de palabra y de prensa antes de 1917 es una cosa, en 1917 otra, en 1918-20 una tercera y en 1921-22, hay un cuarto tipo de actitud de nuestro partido hacia esta cuestión.
¿Pero podrá ocurrir que los enemigos del poder soviético utilicen estas libertades para derrumbarlo?
Quizá serían útiles y necesarias estas libertades en Alemania, Francia, Inglaterra, etc., si estos países estuvieran en la misma fase del proceso revolucionario, ya que allí hay una clase obrera numerosa y no hay campesinado tan importante. Pero acá, este escaso proletariado que sobrevivió a las guerras y al desastre económico está gastado, muerto de hambre, de frío, desangrado, extenuado; ¿no será fácil arrastrarlo a su perdición, a la vía que conduce al derrumbe del poder soviético? Además del proletariado, también existe en Rusia gran parte del campesinado que dista mucho de la opulencia, que vive penosamente. ¿Quién garantiza que la libertad de palabra no se utilizará para formar una fuerza contrarrevolucionaria con este campesinado? No, cuando hayamos alimentado un poco al obrero, otorgado algo al campesino, entonces veremos; pero ahora ni soñarlo. Tales son más o menos los razonamientos de los comunistas conservadores de salón.
Que se nos permita hacer una pregunta: ¿cómo quieren ustedes solucionar la gran tarea de la organización de la economía social sin el proletariado? ¿O quieren solucionarla con un proletariado que diga sí y amén cada vez que lo quieren sus buenos pastores? ¿Necesitan ustedes de verdad al proletariado?
"Tú trabajador, y tú campesino, sigan ustedes tranquilos, no protesten, no razonen porque tenemos unos tipos valientes, que también son obreros y campesinos, a quienes confiamos el poder y que lo utilizan de forma que ustedes ni siquiera se darán cuenta que han llegado como por ensalmo al paraíso socialista".
Hablar así significa tener fe en los individuos, en los héroes, no en la clase, porque esa masa gris cuyos ideales son mediocres (al menos así lo piensan los jefes) no es nada sino un material con el que nuestros héroes, los funcionarios comunistas, construirán el paraíso comunista. No creemos en los héroes y llamamos a todos los proletarios a que no crean en ellos. La liberación de los trabajadores será obra de los trabajadores mismos.
Sí, nosotros, proletarios, estamos muertos de hambre, agotados, tenemos frío y estamos cansados. Pero los problemas que tenemos ante nosotros, ninguna clase, ningún grupo del pueblo puede solucionarlos en nuestro lugar. Nosotros mismos debemos hacerlo. Si pueden demostrarnos que las tareas que nos esperan, a nosotros trabajadores, pueden ser realizadas por una "inteligencia", aunque sea una inteligencia comunista, entonces estaremos de acuerdo para confiarle nuestro destino de proletarios. Pero nadie podrá demostrarnos eso. Por esta razón, no es nada justo afirmar que el proletariado está cansado y ninguna necesidad tendría de saber ni decidir lo que es necesario.
Si la situación en Rusia es diferente a la de los años 1918-20, también debe ser diferente nuestra actitud sobre ese problema.
Cuando ustedes, camaradas comunistas "bien pensantes", quieren romperle la cara a la burguesía, está bien; el problema está en que levantan la mano sobre la burguesía y que al fin y al cabo somos nosotros, los proletarios, quienes tenemos las costillas destrozadas y la cara ensangrentada.
En Rusia, la clase obrera comunista no existe. Existe simplemente una clase obrera en la que podemos encontrar bolcheviques, anarquistas, social-revolucionarios y demás (que no pertenecen a esos partidos pero toman de ellos sus orientaciones). ¿Cómo se ha de entrar en relación con ella? Con los "cadetes" demócratas constitucionales burgueses, profesores, abogados, doctores, ninguna negociación; para ellos, un único remedio: el palo. Pero con la clase obrera es otra cosa. No debemos intimidarla, sino influir en ella y guiarla intelectualmente. Para ello no cabe ninguna violencia, sino la aclaración de nuestra línea de conducta, de nuestra ley.
Sí, la ley es la ley, pero no para todos. En la pasada Conferencia del Partido, en el debate sobre la lucha contra la ideología burguesa, nos enteramos que en Moscú y en Petrogrado, se cuentan hasta 180 editoriales burguesas y se proponía combatirlas al 90 %, según las declaraciones de Zinoviev, no con medidas represivas sino una influencia abiertamente ideológica. Pero en lo que nos concierne, ¿cómo se quiere "influirnos"? Zinoviev sabe cómo se ha intentado influir a algunos de entre nosotros. ¡Si al menos se nos concediera la décima parte de la libertad de que goza la burguesía!
¿Qué piensan ustedes, camaradas obreros? No estaría mal ¿verdad? Así pues, de 1906 a 1917 tuvimos una táctica, en 1917 antes de Octubre otra, desde Octubre de 1917 hasta finales de 1920 una tercera y, desde principios de 1921, una cuarta. [...]
(Continuará)
[1]) NDLR: Komintern, nombre ruso de la Tercera Internacional o Internacional Comunista (IC).
[2]) Ndlr: los social-revolucionarios de izquierdas ("SR de izquierdas"), favorables a los soviets, se separaron del Partido social-revolucionario en septiembre de 1917.
[3]) Ndlr: en el Congreso de los Soviets el 25 de octubre de 1917, 110 delegados mencheviques minoritarios (de 673), salieron de la sala en el momento de la ratificación de la Revolución de Octubre para denunciar un "golpe bolchevique".
[4]) Ndlr: recordemos que aquí se trata de la KAI (Internacional Comunista Obrera, 1922-24), fundada por iniciativa del KAPD, que no se ha de confundir con la IVa Internacional trotskista.
[5]) Ndlr: la Unión internacional de los partidos socialistas, llamada Internacional Dos y media "porque se situaba entre la segunda y la tercera". Léase la crítica de ese reagrupamiento en Moscú bajo Lenin, de Alfred Rosmer, en el capítulo "Los delegados de las tres Internacionales en Berlín".
[6]) Ndlr: aquí, como en otras partes del texto, los símbolos "[]" significan que una parte del texto que no hemos logrado interpretar ha sido suprimida.
Enlaces
[1] https://es.internationalism.org/files/es/pdf/revista_internacional_140.pdf
[2] http://www.estadao.com.br/estadaodehoje/20091220/not_imp484972,0.php
[3] https://www.courrierinternational.com/article/2009/11/19/un-sommet-plus-important-que-yalta
[4] https://www.courrierinternational.com/article/2009/12/07/les-quotidiens-manifestent-pour-la-planete
[5] https://www.planetoscope.com/biodiversite
[6] https://www.futura-sciences.com/planete/actualites/climatologie-rechauffement-climatique-vers-30000-morts-an-chine-2-c-19468/
[7] https://ici.radio-canada.ca/nouvelle/444446/harper-exercice-nord
[8] http://www.rue89.com/planete89/2009/12/19/les-cinq-raisons-de-lechec-du-sommet-de-copenhague-130640
[9] http://www.rtlinfo.be/info/magazine/environnement/293711/wwf-l-europe-toujours-faible-dans-la-lutte-contre-la-deforestation
[10] https://www.naturavox.fr
[11] https://es.internationalism.org/tag/21/481/medioambiente
[12] https://es.internationalism.org/tag/noticias-y-actualidad/cumbre-de-copenhague
[13] https://es.internationalism.org/tag/3/50/medio-ambiente
[14] http://www.migrationinformation.org/USFocus/print.cfm?ID=402
[15] https://es.wikipedia.org/wiki/Nacionalismo
[16] https://es.wikipedia.org/wiki/Jingo%C3%ADsmo]
[17] https://marxists.org/francais/lenin/works/1915/11/vil19151109.htm
[18] https://es.internationalism.org/revista-internacional/200806/2277/rev-internacional-n-133-2-trimestre-de-2008
[19] https://es.internationalism.org/revista-internacional/200808/2335/rev-internacional-n-134-3er-trimestre-2008
[20] https://es.internationalism.org/revista-internacional/200510/231/revueltas-populares-en-argentina-solo-la-afirmacion-del-proletariad
[21] https://es.internationalism.org/revista-internacional/200604/847/notas-sobre-la-historia-de-la-politica-imperialista-de-estados-unid
[22] https://es.internationalism.org/accion-proletaria/200711/2097/che-guevara-mito-y-realidad-a-proposito-de-una-correspondencia
[23] https://fr.internationalism.org/ri388/quelques_commentaires_sur_une_apologie_d_ernesto_che_guevara_a_propos_d_un_livre_de_besancenot.html
[24] https://fr.internationalism.org/rinte110/conflits.htm
[25] https://fr.internationalism.org/rinte115/mo.htm
[26] https://es.internationalism.org/revista-internacional/200510/163/conflictos-imperialistas-en-oriente-medio-ii-la-utilizacion-del-sio
[27] https://es.internationalism.org/revista-internacional/200510/169/notas-sobre-los-conflictos-imperialistas-en-oriente-medio-iii
[28] https://fr.internationalism.org/ri381/affrontements_hamas_fatah_la_bourgeoisie_palestinienne_est_aussi_sanguinaire_que_les_autres.html
[29] https://fr.internationalism.org/ri371/maoisme.htm
[30] https://es.internationalism.org/revista-internacional/200704/1823/china-1928-1949-i-eslabon-de-la-guerra-imperialista
[31] https://es.internationalism.org/revista-internacional/200703/1779/china-1928-1949-ii-un-eslabon-de-la-guerra-imperialista
[32] https://indicius.it/7aprile_02htm/
[33] http://www.deriveapprodi.org/admi/articoli/allegati/2.Dossier_operaismo.pdf
[34] http://www.libertaegiustizia.it/primopiano/pp_leggi_articolo.php?id=2803&id_titoli_primo_piano=1
[35] http://www.italia.atacc.org/spip/spip/php?article2259
[36] https://www.massimo.delmese.net/2189/9-aprile-1969-9-aprile-2009-a-40-anni-dai-moti-di-battipaglia/
[37] https://www.twotbsp.com/
[38] https://static.repubblica.it/milano/autunnocaldo/
[39] http://www.pmli.it/storiaautunnocaldo.htm
[40] https://es.internationalism.org/tag/geografia/italia
[41] https://es.internationalism.org/tag/21/485/el-otono-caliente-italiano-de-1969
[42] https://es.internationalism.org/tag/acontecimientos-historicos/otono-caliente-1969-italia
[43] https://www.marxists.org/espanol/luxem/06Huelgademasaspartidoysindicatos_0.pdf
[44] https://es.internationalism.org/revista-internacional/200501/204/i-hace-100-anos-la-revolucion-de-1905-en-rusia
[45] https://es.internationalism.org/revista-internacional/200510/358/iii-el-surgimiento-de-los-soviets-abre-un-periodo-historico-nuevo-p
[46] https://es.internationalism.org/tag/21/486/que-son-los-consejos-obreros
[47] https://es.internationalism.org/tag/historia-del-movimiento-obrero/1905-revolucion-en-rusia
[48] https://es.internationalism.org/tag/2/38/la-dictadura-del-proletariado
[49] https://es.internationalism.org/tag/2/37/la-oleada-revolucionaria-de-1917-1923
[50] https://es.internationalism.org/revista-internacional/200905/2567/darwinismo-y-marxismo-i-anton-pannekoek
[51] https://es.internationalism.org/revista-internacional/200907/2631/darwinismo-y-marxismo-ii-anton-pannekoek
[52] https://es.internationalism.org/cci-online/200904/2538/a-proposito-del-libro-el-efecto-darwin-una-concepcion-materialista-de-los-ori
[53] https://es.internationalism.org/revolucion-mundial/200909/2639/el-darwinismo-social-una-ideologia-reaccionaria-del-capitalismo
[54] https://www.marxists.org/francais/zetkin/works/1924/01/zetkin_19240100.htm
[55] https://www.depsicoanalisis.com.ar/libros-obras/freud/lecciones/leccion-18.htm
[56] https://es.internationalism.org/revista-internacional/201112/3282/el-debate-sobre-la-cultura-proletaria-cultura-proletaria-y-arte-pr
[57] https://www.depsicoanalisis.com.ar/libros-obras/freud/lecciones/leccion-20.htm
[58] https://es.internationalism.org/tag/21/482/marxismo-y-ciencia
[59] https://es.internationalism.org/tag/20/484/freud
[60] https://es.internationalism.org/tag/2/24/el-marxismo-la-teoria-revolucionaria
[61] https://es.internationalism.org/tag/3/43/cultura
[62] https://es.internationalism.org/files/es/pdf/141_con_cubierta_a4_para_sitio.pdf
[63] https://fr.internationalism.org/icconline/2009/greves_en_angleterre_les_ouvriers_du_batiment_au_centre_de_la_lutte_de_classe.html
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[65] https://libcom.org/article/mass-strikes-greece-response-new-measures
[66] https://es.internationalism.org/revista-internacional/201002/2769/que-son-los-consejos-obreros-i
[67] https://es.internationalism.org/revista-internacional/199704/2787/i-1917-las-tesis-de-abril-1917-faro-de-la-revolucion-proletaria
[68] https://es.internationalism.org/en/revista-internacional/199707/1224/ii-1917-las-jornadas-de-julio-el-papel-indispensable-del-partido
[69] https://es.internationalism.org/tag/historia-del-movimiento-obrero/1917-la-revolucion-rusa
[70] https://es.internationalism.org/rint88-comunismo
[71] https://libcom.org/aufheben
[72] https://marxists.org/francais/inter_soc/spd/18910000.htm
[73] https://www.marxists.org/francais/engels/works/1891/00/18910000.htm
[74] https://www.marxists.org/espanol/luxem/01Reformaorevolucion_0.pdf
[75] https://es.internationalism.org/tag/21/492/decadencia-del-capitalismo
[76] https://es.internationalism.org/tag/2/25/la-decadencia-del-capitalismo
[77] http://www.capitalisme-et-crise.info/telechargements/pdf/FR_JG_Quelles_politiques_
[78] https://es.internationalism.org/tag/21/480/las-causas-del-periodo-de-prosperidad-consecutivo-a-la-segunda-guerra-mundial
[79] https://es.internationalism.org/tag/3/46/economia
[80] https://es.internationalism.org/tag/geografia/alemania
[81] https://es.internationalism.org/tag/21/493/el-sindicalismo-revolucionario-en-alemania
[82] https://es.internationalism.org/tag/corrientes-politicas-y-referencias/sindicalismo-revolucionario
[83] https://es.internationalism.org/files/es/pdf/rint_142prcil.pdf
[84] https://www.lemonde.fr/economie/article/2010/07/03/apres-cinq-mois-de-creations-d-emplois-les-etats-unis-se-remettent-a-en-detruire_1382703_3234.htm
[85] https://abonnes.lemonde.fr/economie/article/2010/06/29/siemens-cree-sa-banque-afin-de-s-affranchir-des-etablissements-traditionnels_1380459_3234.html
[86] https://es.internationalism.org/revista-internacional/201005/2865/que-son-los-consejos-obreros-2-parte-de-febrero-a-julio-de-1917-re
[87] https://es.internationalism.org/cci/200602/742/la-conquista-de-los-soviets-por-el-proletariado
[88] https://es.internationalism.org/revista-internacional/199710/1216/iii-1917-la-insurreccion-de-octubre-una-victoria-de-las-masas-obre
[89] https://es.internationalism.org/rint141-sobreproduccion
[90] https://es.internationalism.org/tag/personalidades/rosa-luxemburgo
[91] https://es.internationalism.org/icconline/1998/izquierda-comunista
[92] https://es.internationalism.org/tag/21/508/la-izquierda-comunista-en-rusia
[93] https://es.internationalism.org/tag/personalidades/miasnikov
[94] https://es.internationalism.org/tag/corrientes-politicas-y-referencias/izquierda-comunista
[95] https://es.internationalism.org/tag/desarrollo-de-la-conciencia-y-la-organizacion-proletaria/tercera-internacional
[96] https://es.internationalism.org/tag/desarrollo-de-la-conciencia-y-la-organizacion-proletaria/la-oposicion-de-izquierdas
[97] https://es.internationalism.org/tag/5/456/grupo-obrero-del-posdrb
[98] https://en.wikipedia.org/wiki/Megali_Idea
[99] https://www.marxists.org/francais/luxembur/junius/rljgf.html
[100] https://es.internationalism.org/tag/21/548/la-izquierda-comunista-en-turquia
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[102] https://es.internationalism.org/revista-internacional/200512/354/rev-internacional-n-123-4o-trimestre-2005
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[107] https://es.internationalism.org/tag/20/451/negri
[108] https://es.internationalism.org/tag/6/450/autonomia-obrera
[109] https://es.internationalism.org/revista-internacional/201008/2910/que-son-los-consejos-obreros-iii-la-revolucion-de-1917-de-julio-a-
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[111] https://es.internationalism.org/revista-internacional/199912/1153/viii-la-comprension-de-la-derrota-de-la-revolucion-rusa-1-1918-la-
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[119] https://thecommune.wordpress.com/lenins-encounter-with-hegel-after-eighty-years-a-critical-assessment/
[120] https://thecommune.wordpress.com/ideas/lenins-encounter-with-hegel-after-eighty-years-a-critical-assessment/
[121] https://www.marxists.org/espanol/lenin/obras/1910s/1915sogu.htm
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[128] https://www.marxists.org/espanol/trotsky/ceip/economicos/lasituacionmundial.htm#_ftn1
[129] https://marxists.org/francais/trotsky/oeuvres/1921/07/lt19210712.htm
[130] https://es.internationalism.org/tag/2/32/el-frente-unido