Enviado por Revista Interna... el
Los dos primeros artículos de esta serie sobre los conflictos imperialistas en Oriente Medio ponían en evidencia la manipulación por parte de las grandes potencias, de Gran Bretaña en especial, de los nacionalismos sionista y árabe para dominar la región. Pero también fueron utilizados de arma contra la amenaza que la clase obrera representaba en el período que siguió a la Revolución rusa. Este artículo prosigue hoy el estudio de las rivalidades imperialistas en la región durante el período precedente a la IIª Guerra mundial y durante la guerra misma poniendo en evidencia el insondable cinismo de la política imperialista y de todas las fracciones de la burguesía.
Los nacionalistas sionistas y los árabes eligieron su bando en la guerra imperialista
Se emplazó a los campesinos y obreros palestinos, al igual que a los obreros judíos ante la falsa alternativa de tomar posición por una fracción o la otra de la burguesía (palestina o judía). Esta falsa alternativa significó el alistamiento de los obreros en el terreno de los enfrentamientos militares en aras de un único interés, el de la burguesía. Durante los años 20 hubo violentos enfrentamientos entre judíos y árabes y entre árabes y fuerzas británicas de ocupación.
Esos enfrentamientos se intensificaron con la crisis económica mundial de 1929. Esto se debió, entre otras cosas, al incremento de los refugiados judíos que huían de los efectos de la crisis económica mundial y de la represión contra ellos desatada por los nazis y el estalinismo. Se duplicó, entre 1920 y 1930, la cantidad de inmigrantes. Entre 1933 y 1939, llegaron a Palestina 200 000 nuevos inmigrantes. En 1939, los judíos ya eran el 30 % de la población.
En el plano histórico e internacional, se agudizan por el mundo entero los conflictos imperialistas. Palestina y todos los países de Oriente Medio estaban directamente afectados por el posicionamiento de las fuerzas en el ruedo mundial de los años 30.
Por un lado, la trágica derrota del proletariado (victoria del estalinismo contrarrevolucionario en Rusia; la del fascismo en Italia y del nazismo en Alemania; el alistamiento de los obreros tras los estandartes del antifascismo y el Frente único en 1936 Francia y España) hizo prácticamente imposible, tanto para los obreros judíos como para los árabes, el oponer un frente de clase internacionalista a las luchas cada vez más feroces que oponían a las burguesías judía y palestina. La derrota mundial de la clase obrera había dejado las manos libres a la burguesía, quedando así la vía libre para una nueva guerra generalizada. Al mismo tiempo, la cantidad cada día mayor de judíos que huían de la represión y de los pogromos en Europa agudizaba los conflictos entre árabes y judíos en Palestina.
Por otro lado, las rivalidades imperialistas tradicionales, entre franceses e ingleses, se iban reduciendo, a la vez que otros nuevos bandidos, tanto o más peligrosos, irrumpían en la región. Italia, presente ya en Libia, tras la guerra de 1911 contra Turquía, invadió Abisinia (hoy Etiopía) en 1936, amenazando con rodear Egipto y el estratégico canal de Suez. Alemania, el miembro más poderoso del Eje fascista, trabajaba subterráneamente para ampliar su influencia, dando su apoyo a las ambiciones de los imperialismos locales, especialmente en Turquía, en Irak et en Irán (1).
El curso histórico a la guerra generalizada estaba anegando Oriente Medio.
Desde finales de la Primera Guerra mundial, los sionistas habían exigido el armamento general de los judíos. En realidad, tal armamento había empezado ya en secreto. El Hagan, organización sionista de “autodefensa” fundada durante la Primera Guerra mundial, se había convertido en auténtica unidad militar. En 1935, se fundó un grupo terrorista independiente, el Irun Zwai Leumi, conocido con el nombre de Ezel, compuesto de 3 a 5 mil hombres. Se estableció la “conscripción” general en la comunidad judía; todos los jóvenes, muchachos y muchachas entre 17 y 18 años debían hacer el servicio militar clandestino.
Por su parte, la burguesía palestina recibía el apoyo armado de los países vecinos. En 1936, hubo una escalada en la lucha entre nacionalistas sionistas y árabes. En abril, la burguesía palestina convocó una huelga general contra los dirigentes británicos para forzarlos a abandonar su postura pro-sionista. Los nacionalistas árabes, con Amin Husein a su cabeza, llamaron a los obreros y campesinos a apoyar su lucha contra los judíos y los ingleses. La huelga general duró hasta octubre de 1936 y sólo terminó tras el llamamiento de los países vecinos, Cisjordania, Arabia Saudí e Irak, que habían empezado a armar la guerrilla palestina.
Los violentos enfrentamientos siguieron hasta 1938. Los “protectores” británicos movilizaron 25 000 hombres de sus tropas para defender su posición estratégica en Palestina.
En 1937, ante la agravación de la situación, la burguesía inglesa propuso que se dividiera Palestina en dos partes (Informe de la Comisión Peel). Los judíos recibirían la fértil región del norte de Palestina, los palestinos la del Sureste, menos fértil; la ciudad de Jerusalén quedaría bajo control de un mandato internacional y unida al Mediterráneo mediante un corredor.
El plan de la Comisión Peel fue rechazado tanto por los nacionalistas judíos como por los palestinos. Una rama de sionistas exigió la independencia total respecto a los ingleses, siguió armándose e intensificó su guerrilla contra las fuerzas británicas de ocupación.
Con ese plan de división de Palestina en dos, el Reino Unido esperaba mantener su dominio sobre esa área del mundo estratégica y vital, en la cual había ya además una extrema aceleración de las tensiones imperialistas, sobre todo con Alemania e Italia, que intentaban penetrar en la región.
Aunque el Frente Popular francés había acordado la independencia a Siria (una independencia que solo debería verificarse tres años después, en 1939), Francia declaraba ahora que Siria volvía a estar bajo “protectorado” francés.
El nuevo alineamiento de las fuerzas imperialistas significaba un incremento de dificultades para la burguesía inglesa, la cual tenía el mayor interés en calmar la situación en Palestina y estar vigilante para que ninguno de los grupos en conflicto buscara apoyo en los imperialismos rivales del Reino Unido. Pero como el conflicto entre los inmigrantes judíos y los árabes era cada vez más enconado, los partidarios de la antigua política de “divide y vencerás” revisaron sus proyectos.
Gran Bretaña debía intentar “neutralizar” a los nacionalistas árabes y forzar a los sionistas a limitar su reivindicación de una “patria” para los judíos. Adoptó un Libro Blanco en el que se declaraba que los territorios ocupados por los judíos eran su “patria” y, tras un período de 5 años durante el cual la inmigración judía no debería superar las 75 000 personas por año, ésta tenía que cesar por completo (justo en el momento mismo en que en Europa se mataba a los judíos por millones…). De igual modo, debía limitarse la compra de tierras por los judíos. Estas declaraciones debían servir para limitar las protestas de los árabes e impedir que éstos se inclinaran hacia los enemigos de Inglaterra.
En vista de la violencia creciente entre sionistas y árabes, la única causa que hizo que la escalada en el conflicto entre nacionalistas sionistas y árabes bajara de intensidad y pasara a segundo plano durante una década, fue la aparición de otro conflicto “preponderante”, o sea, el enfrentamiento entre el Eje formado por Alemania e Italia y sus enemigos.
La inminencia de la guerra mundial iba, de nuevo, a llevar a los nacionalistas de ambos bandos, a los nacionalistas árabes y a los sionistas, a escoger su campo imperialista.
Con el estallido de la Segunda Guerra mundial, los sionistas decidieron ponerse del lado del Reino Unido, tomando posición contra el imperialismo alemán. Pusieron sordina a su reivindicación de un verdadero Estado judío, mientras Gran Bretaña estuviera bajo las amenazas de los ataques alemanes. La guerra provocó la división en la burguesía árabe, pues algunas fracciones tomaron partido por los ingleses y otras por los alemanes.
El papel de Oriente Medio en la Segunda Guerra mundial
Aunque los principales campos de batalla de la Segunda Guerra mundial fueron Europa y Extremo Oriente, Oriente Medio tuvo un papel crucial en los proyectos estratégicos a largo plazo tanto de Inglaterra como de Alemania.
Para el Reino Unido, defender sus posiciones en Oriente Medio era una cuestión de vida o muerte para mantener su imperio colonial, pues si perdía Egipto, India podía acabar cayendo en manos de Alemania o Japón. Justo antes de la tentativa de invasión alemana en 1941, Inglaterra llegó a movilizar a 250 000 hombres para defender el canal de Suez.
Los proyectos militares alemanes en Oriente Medio conocieron varios cambios de rumbo. Durante algún tiempo, al iniciarse la guerra, la estrategia de Alemania fue firmar un acuerdo secreto con Rusia sobre el oriente de la península de Anatolia, parecido al establecido en secreto entre Stalin y Hitler sobre el reparto de Polonia entre Alemania y Rusia. En noviembre de 1940, Ribbentrop, ministro alemán de Exteriores, sugirió a Stalin que Rusia y Alemania se repartieran sus zonas de interés en la frontera iraní y a lo largo de las áreas norte y sureste de Anatolia. La invasión de Rusia por parte de Alemania en el verano de 1941 acabó, claro está, con esos planes.
Uno de los objetivos militares a largo plazo de Alemania, tal como lo habían elaborado en los estados mayores del Reichswehr en 1941, era que una vez asegurada la derrota rusa, Alemania expulsaría a Inglaterra de Oriente Medio y de India. Nada más rematarse la esperada derrota de Rusia, el Reichswehr había planificado una ofensiva general para ocupar Irak, y así acceder al petróleo iraquí y amenazar las posiciones británicas en Oriente Medio e India.
Alemania, sin embargo, no podía desencadenar semejante ofensiva sola. Para poder llegar a Irak, debía superar unos cuantos obstáculos; tenía que ganarse a Turquía, la cual vacilaba entre Inglaterra y Alemania. Las tropas alemanas debían pasar por Siria (todavía bajo ocupación francesa) y Líbano. O sea que Alemania tenía que obtener el acuerdo del régimen de Vichy antes de que su ejército pudiera atravesar esos dos países. Y tenía que contar con la ayuda de sus aliados más débiles, o sea Italia, cuyas reservas militares eran insuficientes para enfrentar a Inglaterra.
Mientras Alemania tuviera que dar prioridad a la movilización de tropas en Rusia, le era imposible hacer un mayor despliegue en el Mediterráneo. Tras haber derrotado Inglaterra a las topas italianas en Libia en 1940-41, el Africa-Korps alemán, bajo el mando de Rommel, tuvo que intervenir, en contra de lo previsto, en 1942 para intentar expulsar al ejército británico de Egipto y conquistar el canal de Suez. Pero Alemania no disponía de medios para mantener otro frente en África y Oriente Medio, al menos mientras no hubiera rematado su ofensiva rusa.
Al mismo tiempo, el capital alemán estaba ante contradicciones insuperables. Por un lado, proseguía el Endlösung (o sea el holocausto: programa de deportación y exterminio de todos les judíos), lo cual significaba que el capital alemán, al obligar a los judíos a huir, lo que hacía era mandar a muchos de ellos a Palestina. La política nazi contribuyó así ampliamente en el incremento de los refugiados judíos en Palestina: una situación que puso los intereses del capital alemán en contradicción con los de Palestina y de la burguesía árabe.
Por otras parte, el imperialismo alemán tenía que intentar granjearse aliados en la burguesía árabe para combatir a los ingleses. Fue por esto por lo que les dirigentes nazis apoyaron el llamamiento a la unidad nacional lanzado por la burguesía árabe y dieron su apoyo al rechazo de una patria para los judíos (2). En varios países, el imperialismo alemán intentó poner de su lado a fracciones de la burguesía árabe.
En abril de 1941, una parte del ejército iraquí derribó el gobierno para formar, bajo el mando de Rachid Ali al Kailani, un gobierno de defensa nacional. Este gobierno deportó a todos a los que se les consideraba como pro británicos. Los nacionalistas palestinos exiliados en Irak, formaron brigadas de voluntarios bajo el mando de Al Husein y esas unidades participaron en el combate contra los ingleses.
Cuando el ejército británico intervino contra el gobierno pro-alemán en Irak, Alemania envió dos escuadrillas aéreas. Pero al no disponer de la logística apropiada para dar apoyo a sus tropas a semejante distancia, Alemania tuvo que repatriar sus escuadrillas con la gran decepción del gobierno iraquí pro-alemán. Inglaterra, por su parte, no sólo movilizó a sus propias tropas, sino que también utilizó Unidad especial sionista contra Alemania.
Gran Bretaña liberó de la cárcel al terrorista David Raziel, un de los jefes de la organización sionista Irgun Zvai Leumi, confiándole una misión especial: su unidad tenía que hacer estallar los campos petrolíferos de Irak y asesinar a los miembros del gobierno pro-alemán.
De hecho, una escuadrilla de bombarderos alemana derribó el avión inglés en el que estaba el terrorista sionista. Este incidente –aún no siendo significativo en lo militar- revela por qué intereses fundamentales se batían Gran Bretaña, superpotencia del momento pero en declive, y Alemania, su retadora, los límites con los que chocaban, pero también con qué aliados podían contar una y otra en la región.
Amin al Husein, el muftí de Jerusalén que había huido a Irak y Ali al Kailani, jefe del gobierno pro-alemán tuvieron que huir de Irak esta vez. Por Turquía e Italia llegaron a Berlín donde permanecieron en el exilio. Los nacionalistas palestinos e iraquíes se beneficiaron así de la protección y el exilio ofrecidos por los nazis…
Mientras tanto, las fracciones pro-alemanas de la burguesía árabe solo estuvieron del lado del imperialismo alemán mientras éste estuvo a la ofensiva. Cuando a partir de 1943, tras la derrota de El Alamein y Stalingrado, cambiaron las tornas para el imperialismo alemán, las fracciones pro-alemanas o cambiaron de campo o fueron desalojadas por las pro-inglesas de la burguesía local.
La derrota alemana también obligó a los sionistas a revisar su táctica. Tras haber apoyado a Inglaterra, mientras este poder colonial estuvo bajo la amenaza nazi, reanudaron entonces su campaña de terror, que duró hasta 1948, contra los ingleses en Palestina. Entre los terroristas sionistas se destaca la figura de Menahem Beguin, el que más tarde sería Primer ministro de Israel, y que junto con Yásir Arafat recibiría el… ¡Premio Nóbel de la Paz! Entre otros, el ministro inglés Lord Moyne fue asesinado en El Cairo por los sionistas.
Para granjearse la simpatía de los árabes e impedirles acercarse más a su rival imperialista alemán, los británicos instauraron un bloqueo marítimo de Palestina para frenar la llegada de refugiados judíos. La voluntad de la democracia occidental de reglamentar el flujo de refugiados era la de servir sus propios intereses imperialistas. Muchos judíos podían haberse librado de la muerte de los campos de concentración nazis, pero la burguesía británica les impidió que se establecieran en Palestina pues en ese momento su llegada allá iba en contra de los planes del imperialismo inglés (3).
El parecido entre la situación de la Primera Guerra mundial y la de la Segunda es sorprendente.
Todas las fracciones imperialistas locales presentes tuvieron que escoger entre un campo imperialista u otro. Retada por Alemania, Inglaterra defendió su poder con uñas y dientes. Alemania, sin embargo, estaba en esa región ante obstáculos insalvables: capacidad militar más débil (al estar obligada a intervenir a tan grandes distancias se le agotaban sus recursos militares y logísticos), ausencia de aliados firmes y sólidos. Alemania no tenía recompensas que ofrecer a sus aliados, ni siquiera los medios militares para obligar a un país a integrar su bloque u ofrecerle protección contra el otro bloque.
No podía desempeñar un papel de “competidor” contra el Reino Unido, potencia todavía dominante en aquel entonces. Incapaz de mantener una posición estratégica sólida ella sola, o conservar firmemente un país en su órbita, poco más podía hacer Alemania que socavar las posiciones inglesas.
La modificación del orden imperialista mundial en Oriente Medio
Al mismo tiempo, el equilibrio de fuerzas en los Aliados iba a cambiar el curso de la Segunda Guerra mundial. Estados Unidos consolida sus posiciones a expensas de Inglaterra, la cual, exangüe a causa de la guerra y al borde de la quiebra, se convertía en deudora de EEUU. Y como tras cualquier otra guerra, la jerarquía imperialista quedó trastocada.
De modo que, a partir de 1942, las organizaciones sionistas se inclinaron hacia Estados Unidos para que este país apoyara su proyecto de creación de una patria judía en Palestina. En noviembre, le Consejo de Urgencia judío, reunido en Nueva York, rechazó el Libro Blanco británico de 1936. La primera exigencia era que Palestina se transformara en Estado sionista independiente, lo cual era totalmente contrario a los intereses de Gran Bretaña.
Hasta la Segunda Guerra mundial fueron, sobre todo, las potencias europeas occidentales las que se enfrentaron en Oriente Medio (Reino Unido, Francia, Italia, Alemania). Mientras que Francia y Reino Unido habían sido los beneficiarios principales de la caída del Imperio Otomano después de la Primera Guerra mundial, a esos dos países se les pusieron por encima los imperialismos americano y ruso, pues ambos tenían en común la voluntad de reducir la influencia colonial francesa y británica.
Rusia lo hizo todo por dar su apoyo a toda potencia interesada en debilitar la posición inglesa. Abastecía en armas a la guerrilla sionista por medio de Checoslovaquia. También EEUU entregó armas y dinero a los sionistas aún combatiendo éstos al aliado de guerra británico.
Mientras que Extremo Oriente acabó siendo el segundo frente bélico de la Segunda Guerra mundial y Oriente Medio siguió siendo un área periférica en los enfrentamientos imperialistas mundiales, la Guerra fría, desde sus inicios, iba a situar a Oriente Medio en el centro de las rivalidades imperialistas. La Guerra de Corea (1950-53) fue el primer gran enfrentamiento entre el bloque del Este y el del Oeste, pero la formación del Estado de Israel, el 15 de mayo de 1948, iba a inaugurar un nuevo escenario bélico que habría de permanecer como el núcleo de los enfrentamientos Este-Oeste durante décadas.
La primera mitad del siglo XX, en Oriente Medio, demostró que la liberación nacional se ha hecho imposible y que todas las fracciones de las burguesías locales están implicadas en conflictos globales entre rivales imperialistas más poderosos. El proletariado no deberá escoger, desde entonces menos que nunca, entre un campo imperialista contra otro.
La formación del Estado de Israel en 1948 marcó la apertura de otro período de enfrentamientos sangrientos que dura más de medio siglo. Más de cien años de conflictos en Oriente Medio han ilustrado de manera incuestionable que el sistema capitalista en declive lo único que puede ofrecer es guerras y exterminio.
DE
1) El Sha de Irán (padre del que fue derribado por Jomeini) fue destituido en 1941 por Gran Bretaña por su supuesta simpatía por los nazis.
2) Ya durante la Primera Guerra mundial, por razones estratégicas, el imperialismo alemán había alentado la idea de una Yihad árabe contra Inglaterra, esperando que así se debilitara la dominación británica en Oriente Medio, aunque eso fomentaba una contradicción insuperable, pues toda Yihad árabe se hubiera vuelto contra el imperialismo turco, aliado de Alemania en la región.
3) Gran Bretaña, por ejemplo, impidió el atraque en los puertos palestinos de un barco con más de 5000 refugiados judíos, pues eso iba en contra de sus intereses imperialistas. En su odisea, ese navío con todos sus pasajeros fue obligado a singlar hacia el mar Negro en donde fue hundido por la Armada rusa, ahogándose los más de 5 mil pasajeros. En 1939, el St Louis, un vapor de la Hapag-Lloyd, que navegaba hacia Cuba con 930 refugiados judíos a bordo, fue rechazado por los guardacostas norteamericanos (eso a pesar de los llamamientos de cantidad de “personalidades”). Finalmente, obligaron al barco a volver hacia Europa en donde prácticamente todos los refugiados judíos fueron aniquilados en el holocausto. Incluso después de la IIª Guerra mundial, el navío Exodus con 4500 refugiados a bordo, intentó romper el bloqueo que imponían los barcos ingleses delante de los puertos de Palestina. Las fuerzas de ocupación inglesas negaron al navío su acceso a Haifa. La organización terrorista judía, la Haganah, quería utilizar el Exodus como medio para forzar el bloqueo inglés: todos los pasajeros fueron deportados a Hamburgo por los ingleses. El cinismo de la burguesía occidental hacia los judíos fue denunciado por el PCI-Le Prolétaire, en su texto Auschwitz ou le Grand alibi.