Attachment | Size |
---|---|
![]() | 157.6 KB |
Los acontecimientos de la primavera de 1968 tuvieron una dimensión internacional, tanto en sus raíces como en sus consecuencias. Sus raíces han de encontrarse en las primeras dentelladas de la crisis económica mundial en las carnes de la clase obrera, una crisis reaparecida tras más de una década de prosperidad capitalista.
Tras décadas de aplastamiento, sumisión y desorientación, en mayo de 1968 la clase obrera volvía a entrar por la puerta grande en el ruedo de la historia. Ya la agitación estudiantil se estaba desarrollando en Francia desde principios de la primavera y, antes de ella, ya desde 1967, había habido luchas obreras radicales. Todo eso estaba cambiando el ambiente social del país, pero fue la entrada masiva en lucha de la clase obrera (10 millones de huelguistas) lo que trastornó todo el panorama social.
Muy rápidamente, los demás sectores nacionales de la clase obrera iban a entrar también en la lucha. Después de la gran huelga de mayo de 1968 en Francia, las luchas en Argentina (el “Cordobazo”), el "otoño caliente" italiano y muchas otras luchas en diferentes países del mundo vinieron a demostrar que el proletariado mundial había salido del período de contrarrevolución.
La crisis que empezaba a desarrollarse, a diferencia de la crisis de 1929, no iba a conducir a una guerra mundial sino a un desarrollo de luchas de clases que iban a impedir que la clase dominante diera su respuesta bárbara a las convulsiones de su economía....
***
Con motivo de la celebración del aniversario de este importante acontecimiento, publicamos en nuestro sitio web un dossier que contiene los principales artículos que la CCI ha escrito sobre tal acontecimiento.
El artículo de dos partes "Mayo del 68 y la perspectiva revolucionaria" detalla los acontecimientos y examina su significado histórico. Pronto publicaremos un artículo sobre los principales acontecimientos de la lucha de clases en los cincuenta años transcurridos desde 1968 para examinar hasta qué punto la historia ha verificado las conclusiones que hemos sacado sobre el significado de Mayo de 1968.
En el número 2 de Révolution Internationale (RI), publicado en 1969, hay un artículo titulado “Comprender Mayo”, escrito por Marc Chirik, el cual había regresado a Francia tras más de una década de exilio en Venezuela, para participar activamente en los acontecimientos de Mayo del 68 en Francia[1] [3].
Este artículo fue una respuesta polémica al folleto “Enragés[2] [4] et situacionnistes dans le mouvement des occupations” publicado por la organización Internacional Situacionista (IS)[3] [5]. Marc Chiric, aun reconociendo que la IS participó activamente en el movimiento de mayo-junio, de 1968, ponía al desnudo la presunción megalómana, la autosatisfacción de ese grupo que acabó llevándolo a la conclusión francamente sustitucionista de que “la agitación desatada en enero de 1968 en Nanterre por los cuatro o cinco revolucionarios que iban a constituir el grupo de Les Enragés conduciría, en cinco meses, a la casi liquidación del Estado". Y que "nunca una agitación había sido promovida por un número tan pequeño de individuos en tan poco tiempo y con tales consecuencias".
Pero lo central en la polémica de RI era la ideología subyacente de esa exaltación de las minorías “ejemplares”: la de negar las bases materiales de la revolución proletaria. De hecho, el artículo de Marc concluye diciendo que el voluntarismo y el sustitucionismo de la IS eran una consecuencia lógica del rechazo del método marxista, el cual pone de relieve que las acciones masivas y espontáneas de la clase obrera están íntimamente conectadas con la situación objetiva de la economía capitalista.
Así, contra la idea de la IS de que los "acontecimientos revolucionarios" de mayo-junio habían estallado contra un capitalismo que “estaba funcionando bien”, y que no había "ninguna tendencia a la crisis económica" en el período anterior a ese estallido, Marc demostró que al movimiento le precedió una creciente amenaza de desempleo y de reducción de salarios -señales de que la "gloriosa" prosperidad del periodo de posguerra estaba llegando a su fin. Además, tales signos no se limitaron a Francia, sino que se expresaron en diversas formas por el mundo "desarrollado", en particular, en la devaluación de la libra esterlina y la crisis del dólar en Estados Unidos. Marc ponía de relieve que tales signos no eran sino eso, signos, síntomas y que “no se trata de una crisis económica abierta, primero porque estamos sólo al principio, y segundo, porque en el capitalismo actual, el Estado dispone de todo un arsenal de medios para frenar, y temporalmente atenuar las expresiones más fuertes de la crisis"[4] [6].
Y a la vez que impugna la idea anarquista (y situacionista) de que la revolución es posible en cualquier momento, el artículo también afirma que la crisis económica es una condición necesaria pero no suficiente para la revolución, que los cambios profundos en la conciencia subjetiva de las masas no se producen automáticamente a causa del declive de la economía, contrariamente a la afirmación de los estalinistas en 1929, que declararon la apertura de un “tercer periodo” de inminente revolución a raíz de la crisis de 1929, cuando en realidad la clase obrera estaba experimentando la derrota más profunda en su historia (de la que el estalinismo era, por supuesto, tanto un producto como un factor activo).
Así pues, Mayo del 68 no era todavía la revolución, pero sí significó que el período contrarrevolucionario que siguió a la derrota de la primera oleada revolucionaria a escala mundial había llegado a su fin. “El significado pleno de mayo del 68 es que fue una de las reacciones más importantes de la masa de trabajadores al deterioro de la situación económica mundial”. El artículo no va más lejos en el examen de los acontecimientos reales del 68; no era ése su propósito. Pero da algunas indicaciones acerca de las consecuencias del final de la contrarrevolución (un período que Marc había vivido desde el principio al fin) para el desarrollo futuro de la lucha de clases. Mayo significó que la nueva generación de la clase obrera estaba liberándose de muchas de las mistificaciones que la habían encerrado durante el período anterior, sobre todo las del estalinismo y el antifascismo; y a pesar de que la crisis que volvía a surgir empujaría al capitalismo hacia otra guerra mundial, hoy [o sea en 1968], a diferencia de la década de 1930, "El capitalismo dispone cada vez de menos temas de mistificación capaces de movilizar a las masas y enviarlas al matadero. Se está desmoronando el mito ruso; la falsa elección entre democracia burguesa y totalitarismo se está debilitando. En estas condiciones, la crisis puede apreciarse inmediatamente por lo que es. Sus primeros síntomas provocarán reacciones cada vez más violentas de las masas en cada país".
Además, como lo subrayaba una serie de artículos escritos en 2008 en la Revista Internacional: “Mayo del 68 y la perspectiva revolucionaria”[5] [7], Mayo del 68 fue más que una reacción puramente defensiva ante el deterioro de la situación económica. También dio origen a un intenso fermento político, a innumerables debates sobre la posibilidad de una nueva sociedad, a intentos serios por jóvenes politizados -tanto trabajadores como estudiantes- para descubrir las tradiciones revolucionarias del pasado. Esta dimensión del movimiento fue sobre todo la que hacía revivir la perspectiva de la revolución, no como posibilidad inmediata o a corto plazo, sino como el producto histórico de todo un período de resurgir de la lucha de clases. El fruto más inmediato de ese interés reencontrado por la política revolucionaria fue la constitución de un nuevo medio político proletario, incluidos los grupos que formarían la CCI a mediados de los años 70.
Sin embargo, lo que queremos plantear aquí, es si, cincuenta años después, las predicciones contenidas en el artículo de Marc se han verificado o son insuficientes.
La mayoría de las corrientes marxistas en las primeras décadas del siglo XX consideraron que la Primera Guerra Mundial marcó el cambio definitivo de la era en que las relaciones capitalistas de producción de haber sido “formas de desarrollo” de las fuerzas productivas se convertían en trabas para su desarrollo posterior. Esto se concretó, en lo económico, en la transformación de las crisis cíclicas de sobreproducción que habían marcado el siglo XIX en un estado crónico de la crisis económica acompañado de una militarización permanente de la economía y una espiral de guerras bárbaras. Esto no significa, como lo pensaron algunos marxistas en el período revolucionario que siguió a la guerra de 1914-18, que el capitalismo había entrado en una "crisis mortal" de la que era imposible recuperarse. En realidad, en una época general de decadencia, habría recuperaciones, habría expansión hacia nuevas zonas fuera del sistema capitalista y avances reales en la sofisticación de las fuerzas productivas. Pero la tendencia subyacente sería la de una crisis económica no ya del tipo tormenta de verano, sino una enfermedad crónica, permanente, que entraría, en determinados momentos, en una fase aguda. Eso ya quedó claro con la crisis de los años 30: la idea de que el “laisser-faire”, confiando en la “mano oculta” del mercado, iba a permitir a la economía recuperarse naturalmente (que fue la respuesta inicial de los sectores burgueses más tradicionales) tuvo que dar paso a una política más abiertamente intervencionista por el Estado, caracterizado por la New Deal en Estados Unidos y la economía de guerra nazi en Alemania. Y fue sobre todo este país el que reveló, en un período de derrota para la clase obrera, el verdadero secreto de los mecanismos que sirvieron para atenuar la crisis aguda de la década de 1930: la preparación para una segunda guerra imperialista.
El retorno de la crisis abierta que nuestro artículo afirmaba en 1969 fue confirmado en los siguientes años, con el choque de la llamada “crisis del petróleo” de 1973-74 y las crecientes dificultades del consenso keynesiano de posguerra, cuyas consecuencias fueron el aumento de la inflación y de los ataques al nivel de vida de los trabajadores, particularmente los niveles de salario que habían aumentado constantemente durante el período de prosperidad de la posguerra. Pero como lo mostramos en nuestro artículo “30 años de crisis económica abierta” escrito en 1999[6] [8], la tendencia hacia la crisis abierta, que se ha convertido en característica permanente del capitalismo decadente, se ha hecho más evidente en todo el período desde 1968: así, lo que hoy debemos hacer es un artículo sobre los “50 años de crisis económica abierta”. Nuestro artículo de 1999 traza el curso de la crisis a través de la explosión del desempleo que siguió a la aplicación del “thatcherismo” y las “reaganomics” a inicios de los años 80; la quiebra financiera de 1987; la recesión de principios de los 90; las convulsiones en Extremo Oriente de “dragones y tigres”, las de Rusia y Brasil en 1997-98. Una versión actualizada deberá incluir más recesiones a la vuelta del milenio y, por supuesto, el llamado crac financiero o crediticio de 2007. El artículo de 1999 subraya las características principales de la economía en crisis en estas décadas: el crecimiento descontrolado de la especulación, la inversión en actividades productivas cada vez menos rentable; la desindustrialización de zonas enteras de los viejos centros capitalistas porque el capital se dirige hacia fuentes de fuerza de trabajo más barata en los países “en desarrollo”; y como base de gran parte tanto del crecimiento como de las crisis financieras de todo este período, la incurable adicción del capital a la deuda. Esto muestra que la crisis del capitalismo no se mide sólo en las cifras de desempleo o las tasas de crecimiento, sino en sus ramificaciones sociales, políticas y militares.
Así, fue la crisis económica mundial del capitalismo la que fue determinante en el colapso del bloque del Este en 1989-91, en la agudización de las tensiones imperialistas y en la exacerbación de la guerra y el caos, sobre todo en las zonas más débiles del sistema mundial. En nuestra próxima actualización procuraremos mostrar el vínculo entre el aumento de la competencia exigido por la crisis y el saqueo acelerado del medio ambiente natural, y sus consecuencias (la contaminación, el cambio climático, etcétera) que ya están teniendo un impacto directo en las poblaciones de todo el mundo. En resumen: el carácter prolongado de crisis abierta del capitalismo en las últimas cinco décadas, con las dos clases principales atrapadas en un estancamiento social, sin ser capaces de desarrollar sus respectivas soluciones a la crisis -guerra mundial o revolución mundial- es la base de la aparición de una fase nueva y terminal en la decadencia del capitalismo: la fase de descomposición generalizada[7] [9].
Por supuesto, la trayectoria de este período no ha sido la de un largo declive, como tampoco la de un estancamiento permanente. La clase dirigente ha utilizado siempre muy bien en su propaganda las varias recuperaciones y mini-booms habidos en los países avanzados en los años 80, los 90 y los 2000, y muchos de sus portavoces no han perdido la oportunidad de remachar que el alza impresionante de la economía china en particular es la prueba de que el capitalismo dista mucho de ser un sistema senil. Sin embargo, las bases frágiles, limitadas y temporales de esas recuperaciones en los centros asentados del sistema aparecieron claramente con el enorme crac financiero de 2007, que mostró hasta qué punto el crecimiento capitalista está basado en las arenas movedizas de una deuda sin límites. Este fenómeno también es un factor del ascenso de China, aunque su crecimiento tenga una base más sustancial que “las recuperaciones vampiro”, las “recuperaciones sin empleos” y las “recuperaciones sin aumentos de salario” que hemos visto en las economías occidentales. Pero en definitiva China no podrá evitar las contradicciones del sistema mundial y desde luego la escalada vertiginosa de su expansión tiene el potencial para hacer aún más destructivas las futuras crisis de sobreproducción. Mirando con perspectiva hacia las últimas cinco décadas, resulta evidente que no estamos hablando de un ciclo de expansión y recesión como los del siglo XIX, cuando el capitalismo era realmente un sistema en su plenitud, sino de una única crisis económica mundial prolongada, expresión de una obsolescencia subyacente del modo de producción capitalista. El artículo de 1969, armado con esta comprensión de la naturaleza histórica de la crisis capitalista, fue, así, capaz de diagnosticar el verdadero significado de los pequeños signos de la mala salud económica menospreciados de un pretencioso revés por los doctores situacionistas.
Mirando también hacia atrás, podemos apreciar la exactitud de la afirmación del artículo, según la cual "el capitalismo de Estado de hoy posee todo un arsenal de medios para enlentecer, y temporalmente atenuar las expresiones más importantes de la crisis".
La razón principal de por qué la crisis se ha prolongado por tanto tiempo, y por qué muy a menudo ha sido tan difícil de percibir, es precisamente la capacidad de la clase dominante para utilizar el Estado para detener y posponer los efectos de las contradicciones del sistema. La clase dominante desde los años 60 hasta hoy, no ha hecho el mismo error que los apologistas del “laisser-faire”' en la década de 1930. Ha sido, en cambio, una burguesía más vieja y más prudente la que ha mantenido y fortalecido la injerencia del Estado capitalista en la economía, lo que le permitió responder a la crisis en los años 30 y ayudó a mantener el boom de posguerra. Esto fue evidente con las primeras respuestas keynesianas al nuevo despertar de la crisis, que a menudo tomaron la forma de nacionalizaciones y manipulaciones financieras directas por el Estado; a pesar de todo, la humareda ideológica se mantuvo, aunque de forma alterada, durante la época de los reaganomics y el neoliberalismo, en la que el Estado ha tendido a delegar muchas de sus funciones al sector privado con el objetivo de aumentar la productividad y la competitividad.
El artículo de 1999 explica cómo opera esa relación replanteada entre el Estado y la economía:
“El mecanismo de la 'ingeniería financiera' es el siguiente: por un lado, el Estado emite bonos y obligaciones con el objetivo de financiar sus enormes y cada vez mayores déficits, suscritos por los mercados financieros (bancos, empresas y particulares). Por otro lado, incita a los bancos a buscar en los mercados la financiación de sus préstamos, recurriendo, a su vez, a la emisión de bonos y obligaciones y a ampliaciones de capital (emisión de acciones). Se trata de un mecanismo altamente especulativo que consiste en tratar de sacar provecho de una masa creciente de capital ficticio (plusvalía inmovilizada incapaz de ser invertida en nuevo capital). De esta manera, el peso de los fondos privados tiende a ser mucho mayor que los fondos públicos en la financiación de la deuda (pública y privada).
Eso significa menos que el peso del Estado disminuya (como lo proclaman los 'liberales') y que más bien se trata de una respuesta a las crecientes necesidades de financiación (y particularmente de liquidez inmediata) que obligan a una movilización masiva de todos los capitales existentes disponibles".
La contracción del crédito de 2007 es quizás la demostración más clara de que el remedio más universal aplicado por el sistema capitalista en las últimas décadas -el recurso a la deuda- también ha servido para envenenar al paciente, o sea posponiendo los efectos inmediatos de la crisis con el resultado de provocar convulsiones futuras mucho peores. Pero también muestra que, en definitiva, esta cura ha sido la política sistemática del Estado capitalista. La bonanza del crédito que alimentó el boom inmobiliario antes de 2007, de lo que tan a menudo se culpa a la codicia de los banqueros, fue en realidad una política decidida y apoyada en las más altas esferas del gobierno, como fue el gobierno el que tuvo que intervenir para apuntalar los bancos y el conjunto tambaleante de la estructura financiera tras el crac. El que hayan hecho tal cosa, endeudándose todavía más, e incluso imprimiendo más dinero sin el menor reparo (eso que llaman quantitative easing, “flexibilización cuantitativa’’) es una prueba más de que el capitalismo sólo puede reaccionar a sus contradicciones empeorándolas.
Una cosa es demostrar que teníamos razón para predecir la reaparición de la crisis económica abierta en 1969, y otra es ofrecer un marco para explicar por qué esta crisis se iba a alargar tanto. Es una tarea más difícil mostrar que nuestra predicción de un resurgimiento de la lucha de clases internacional también se ha confirmado. De ahí que dediquemos una segunda parte de este artículo a ese problema, y una tercera parte analizará qué ha sido del nuevo movimiento revolucionario que nació de los acontecimientos de mayo-junio de 1968.
Amos, marzo de 2018
[1] [10]. Ver también nuestra corta biografía de Marc para tener una mejor idea de uno de los aspectos de esa "participación activa" en el movimiento. "Él tuvo la oportunidad en esta ocasión de mostrar uno de los rasgos de su carácter, que no tenía nada que ver con los de un teórico del salón. Presente allí donde estaba el movimiento, en los debates, pero también en las manifestaciones, pasó toda una noche detrás de una barricada con un grupo de elementos jóvenes, decididos a mantenerse hasta la mañana contra la policía..." https://en.internationalism.org/ir/066/Marc-02 [11]
[2] [12] « Les enragés » (los rabiosos, los furibundos), esta agrupación del 68 tomó el nombre de las facciones más radicales de la revolución francesa de 1789.
[3] [13] “Enragés y situacionistas en el movimiento de las ocupaciones’’. https://sindominio.net/ash/enrages.html [14].
[4] [15] Ver 30 años de crisis capitalista (1ª Parte), https://es.internationalism.org/revista-internacional/199901/1175/crisis-economica-i-treinta-anos-de-crisis-abierta-del-capitalismo [16]
[5] [17]. Ver https://es.internationalism.org/revista-internacional/200806/2281/mayo-del-68-y-la-perspectiva-revolucionaria-1a-parte-el-movimiento [18] y https://es.internationalism.org/revista-internacional/200808/2339/mayo-del-68-y-la-perspectiva-revolucionaria-2a-parte-fin-de-la-con [19]
[6] [20]. Revista internacional núm. 96, 97 y 98. Ver https://es.internationalism.org/revista-internacional/199901/1175/crisis-economica-i-treinta-anos-de-crisis-abierta-del-capitalismo [16] , https://es.internationalism.org/revista-internacional/199904/1168/crisis-economica-ii-los-anos-80-treinta-anos-de-crisis-abierta-del [21] y https://es.internationalism.org/revista-internacional/200612/1162/crisis-economica-iii-los-anos-90-treinta-anos-de-crisis-abierta-de [22]
[7] [23] Ver nuestras "TESIS SOBRE LA DESCOMPOSICION [24]".
Attachment | Size |
---|---|
![]() | 199.84 KB |
Sin los acontecimientos de mayo de 1968, la CCI no existiría. Marc Chirik[1] ya había ayudado a formar un grupo en Venezuela, "Internacionalismo", que desde 1964 defendió todas las posiciones básicas que serían tomadas una década más tarde por la CCI. Pero Marc sabía desde el principio que habría un renacimiento de la lucha de clases en los centros del capitalismo mundial, lo que sería decisivo para marcar el comienzo de un cambio en el curso de la historia. Fue esta comprensión lo que lo llevó a regresar a Francia y a desempeñar un papel activo en el movimiento de mayo a junio 1968, y esto incluyó la búsqueda de contactos entre sus vanguardias politizadas. Dos jóvenes miembros del grupo venezolano ya habían ido a Francia para estudiar en la Universidad de Toulouse y fue con estos camaradas y un puñado de otros, que Marc se convirtió en miembro fundador de Revolution Internationale (RI) en octubre de 1968, el grupo que jugaría un papel central en la formación de la CCI siete años después.
Desde ese momento, la CCI nunca se ha desviado de su convicción sobre el significado histórico de Mayo de 68, y hemos vuelto constantemente a este tema. Cada diez años, más o menos, hemos publicado artículos retrospectivos en nuestro órgano teórico, la Revista Internacional, así como otros materiales en nuestra prensa territorial. Hemos llevado a cabo reuniones públicas para marcar el 40º y el 50º aniversario de Mayo, y hemos intervenido en eventos organizados por otras organizaciones [2]. En este artículo, comenzamos revisando uno de esos artículos, escrito para un aniversario que desde entonces ha adquirido un valor simbólico preciso: 1988.
En la primera parte de esta nueva serie [3], llegamos a la conclusión de que la primera evaluación realizada por RI –‘Comprender mayo’- escrita en 1969, según la cual Mayo del 68 representó la primera gran reacción de la clase trabajadora mundial ante la reaparición de la crisis económica histórica del capitalismo, se ha confirmado plenamente: a pesar de la capacidad, a menudo sorprendente, del capital para adaptarse a sus contradicciones cada vez más agudas, la crisis, que a fines de la década de 1960 sólo podía detectarse por sus primeros síntomas, se volvió a la vez crecientemente evidente y permanente en todos sus efectos y propósitos.
Pero ¿qué pasa con nuestra insistencia de que Mayo de 68 señaló el final de las décadas previas de contrarrevolución y la apertura de un nuevo período en el que una clase obrera no derrotada se movería hacia luchas masivas y decisivas; y que a su vez, el resultado de estas luchas resolvería el dilema histórico planteado por la crisis económica insoluble: guerra mundial, en caso de una nueva derrota de la clase obrera, o revolución mundial y la construcción de un nueva sociedad comunista?
El artículo de 1988, ‘20 años después de Mayo de 1968 -lucha de clases: la maduración de las condiciones para la revolución’[4] comenzó argumentando en contra del escepticismo prevaleciente de la época -la idea, muy difundida en los medios burgueses y entre toda una capa de intelectuales- que Mayo del 68 había sido, en el mejor de los casos, un hermoso sueño utópico que la dura realidad conducía a empañar y matar. En otra parte de nuestra prensa, aproximadamente al mismo tiempo[5], también hemos criticado el escepticismo que afectó a gran parte del medio revolucionario, y lo habíamos hecho desde los acontecimientos mismos del 68 -una tendencia expresada significativamente por el rechazo de los principales herederos de la Izquierda Comunista Italiana a ver en Mayo de 1968 nada más que una oleada de agitación pequeño-burguesa que no hizo nada para levantar el peso muerto de la contrarrevolución.
Ambas alas, la Bordigista y la Damenista[6], de la tradición de la Izquierda Italiana después de la guerra respondieron de esta manera. Ambas tienden a ver al Partido como algo fuera de la historia, ya que consideran que es posible mantenerlo independientemente de la relación de fuerzas entre las clases. Por lo tanto, tienden a ver la lucha de los trabajadores como esencialmente de naturaleza circular, debido a que sólo puede ser transformada en sentido revolucionario por la acción del Partido, lo que plantea la cuestión de dónde viene el propio Partido. Los bordiguistas, en particular, ofrecen una caricatura de este enfoque de 1968, cuando editaron panfletos, insistiendo en que el movimiento iría a cualquier lugar si era puesto tras la bandera de El Partido (es decir, su propio pequeño grupo político). Nuestra corriente, por otro lado, siempre ha respondido que este es un enfoque esencialmente idealista que separa al Partido de sus raíces materiales en la lucha de clases. Consideramos que mantenemos las adquisiciones reales de la Izquierda Italiana, de su período teóricamente más fructífero -el período de la Fracción en los años 1930 y 40, cuando se reconoció que su propia disminución numérica en relación a la precedente etapa del Partido fue un producto de la derrota de la clase obrera, y que sólo una reactivación de la lucha de clases podría proporcionar las condiciones para la transformación de las fracciones comunistas existentes en un Partido de clase real.
Estas condiciones, desde luego, también se desarrollaron después de 1968, no sólo a nivel de las minorías politizadas, que estaban experimentando una fase de crecimiento significativo a raíz de los acontecimientos del 68 y los levantamientos subsecuentes de la clase obrera, sino también en un nivel más general. La lucha de clases que estalló en mayo del 68 no fue una llamarada de fuego, sino el punto de partida de una dinámica poderosa que rápidamente pasaría a primer plano a escala mundial.
De acuerdo con la visión marxista que ha observado el proceso del movimiento de clases semejante a una oleada, el artículo analiza tres diferentes oleadas de luchas en las dos décadas posteriores a 1968: la primera, sin duda la más espectacular, experimentó el Otoño Caliente Italiano en el 69, el violento levantamiento en Córdoba, Argentina en 69, y en Polonia en el 70, y movimientos importantes en España y Gran Bretaña en 1972. En España en particular, los trabajadores comenzaron a organizarse a través de asambleas de masas, un proceso que culminó en Vitoria en 1976[7]. La dimensión internacional de la oleada quedó demostrada por sus ecos en Israel 1969 y en Egipto 1972 y, más tarde, por los levantamientos en los municipios de Sudáfrica, que fueron dirigidos por comités de lucha[8] (los Cívicos).
Después de una breve pausa a mediados de los años 70, se produjo una segunda oleada de huelgas que incluyó a trabajadores del petróleo iraníes, a los trabajadores del acero de Francia en 1978, el 'Descontento de Invierno' en Gran Bretaña, la huelga de estibadores en Rotterdam, liderada por un comité de huelga independiente, y las huelgas de metalúrgicos en Brasil en 1979, que también desafiaron el control sindical. Este movimiento mundial culminó en la huelga de masas en Polonia en 1980[9], cuyo nivel de autoorganización y unificación lo marcó como el episodio más importante en la lucha de clases desde 1968, e incluso desde la década de 1920. Y aunque la severa represión de los trabajadores polacos llevó a esta oleada a su final, no pasó mucho tiempo antes de que se produjera un nuevo levantamiento con las luchas en Bélgica en 1983 y 1986, la huelga general en Dinamarca en 1985, la huelga de los mineros en Gran Bretaña en 1984-5, las luchas de los ferrocarrileros y luego los trabajadores de la salud en Francia en 1986 y 1988, y el movimiento de trabajadores de la educación en Italia en 1987. Las luchas en Francia e Italia en particular, como la huelga de masas en Polonia, mostraron una verdadera capacidad de auto organización a través de asambleas generales y comités de huelga.
Esta no fue una simple lista de huelgas. El artículo también destaca el hecho de que este movimiento en oleadas de luchas no dio vueltas en círculos, sino que hizo avances reales en la conciencia de clase:
"Una simple comparación de las características de las luchas de hace 20 años con las de hoy nos permitirá percibir la magnitud de la evolución que ha tomado lugar en la clase obrera. Su propia experiencia, junto con la evolución catastrófica del sistema capitalista, le permitió adquirir una visión mucho más lúcida de la realidad de su lucha. Esto ha sido expresado por:
- una pérdida de ilusiones en las fuerzas políticas de la izquierda del capital y, ante todo, en los sindicatos, hacia los que las ilusiones han cedido el paso a la desconfianza y una hostilidad cada vez más abierta;
- la tendencia creciente al abandono de formas inefectivas de movilización, estancamientos que los sindicatos muchas veces han usado para anular la combatividad de los trabajadores, tales como días de acción, manifestaciones procesión, huelgas largas y aisladas...
Pero la experiencia de estos 20 años de lucha no ha producido solamente lecciones negativas para la clase trabajadora (qué no se debe hacer). También ha producido lecciones sobre lo que se debe hacer:
- la búsqueda de la extensión de la lucha (en particular Bélgica 1986),
- la búsqueda del control de la lucha por los trabajadores, organizando asambleas generales y comités de huelga elegidos y revocables (Francia 86, Italia 87 en particular)".
Al mismo tiempo, el artículo no descuidó las respuestas de la burguesía al peligro de la lucha de clases: aunque había sido sorprendida por el estallamiento del movimiento de mayo de 1968, recurrió a formas brutales de represión que actuaron como un catalizador para la propagación de la lucha, luego aprendería o reaprendería algo muy importante para manejar la resistencia de su enemigo de clase. La burguesía no abandonó el uso de la represión, por supuesto, pero encontró medios más sutiles para presentar y justificar su uso, como el espantapájaros del terrorismo. Al mismo tiempo, desarrolló su arsenal de mistificaciones democráticas para desviar las luchas -especialmente en países que todavía estaban gobernados por dictaduras abiertas- hacia objetivos políticos burgueses. A nivel de las luchas mismas, contrarrestó el creciente desencanto hacia los sindicatos oficiales y la amenaza de la autoorganización desarrollando formas más radicales de sindicalismo, que podían incluir formas ‘extra-sindicales’ (las ‘coordinaciones’ establecidas por la extrema izquierda en Francia, por ejemplo).
El artículo comenzó reconociendo que muchos discursos optimistas sobre la revolución en 1968 eran, sin duda, utópicos. Había dos razones. Una la contaminación de la reflexión en medios proletarios por la distorsión que ocasionaban las posiciones izquierdistas según las cuales lo que estaba sucediendo en Vietnam o Cuba eran realmente revoluciones socialistas que tenían que ser apoyadas activamente por la clase obrera de los países centrales. Pero también lo hizo, incluso cuando la revolución se entendió como algo que realmente implicaba la transformación de las relaciones sociales, debido a que las condiciones objetivas de 1968, sobre todo la crisis económica, apenas comenzaba a proporcionar la base material para un desafío revolucionario al capitalismo. Desde entonces, las cosas han sido más difíciles, pero más profundas:
“Quizás es menos fácil hablar de revolución en 1988 que en 1968. Pero cuando hoy se grita la palabra en una manifestación en Roma que denuncia la naturaleza burguesa de los sindicatos, o en una manifestación de desempleados en Bilbao, tiene un significado mucho más concreto y profundo que cuando fue ondeada en las febriles asambleas, tan llenas de falsas ilusiones de 1968. 1968 afirmó el retorno del objetivo revolucionario. Durante 20 años las condiciones para su realización no han dejado de madurar. El descenso del Capitalismo a un callejón sin salida, la situación cada vez más insoportable que éste crea para todas las clases explotadas y oprimidas, la experiencia acumulada a través del espíritu de lucha de los trabajadores, todo esto está llevando a la situación de la que Marx dijo, 'en la que cualquier paso atrás es imposible' ".
Hay muchas cosas en este análisis que todavía podemos suscribir hoy. Y sin embargo no podemos más que sorprendernos ante una cita que resume el balance de la tercera oleada de luchas de este artículo:
"Finalmente, la reciente movilización de los trabajadores del Ruhr en Alemania y la reanudación de las huelgas en Gran Bretaña en 1988 confirmaron que esta tercera oleada internacional de luchas obreras, que ya ha durado más de 4 años, está lejos de haber terminado”.
De hecho, la tercera oleada, y, desde luego, todo el período de luchas desde 1968, terminarían repentinamente con el colapso del bloque del Este en 1989-91 y la marea de campañas sobre la muerte del comunismo que la acompañó. Este cambio histórico en la situación mundial selló la llegada definitiva de una nueva fase en la decadencia del capitalismo: la fase de la descomposición[10].
La CCI ya se había percatado de los síntomas de la descomposición a principios de la década de 1980, y en la organización ya estaba en marcha un debate sobre sus implicaciones para la lucha de clases. Sin embargo, el artículo sobre mayo 68 en la Revista International 53, así como en el editorial del mismo número, evidenciaban de que aún no se había captado su significado más profundo. El artículo sobre el 68 llevaba el subtítulo "20 años de descomposición" sin dar ninguna explicación del término, mientras que el editorial se centra sólo en sus manifestaciones a nivel de los conflictos imperialistas -el fenómeno que más tarde se describió como "libanización", la tendencia de países enteros a desintegrarse bajo el peso de rivalidades imperialistas cada vez más irracionales. Es probable que estas inexactitudes hayan reflejado las divergencias reales que surgieron en el 8º Congreso de la CCI a finales de 1988.
El ambiente que prevaleció en este Congreso fue el de un gran optimismo e incluso algo de euforia. Esto reflejó, en parte, el comprensible entusiasmo causado por la integración de dos nuevas secciones a la CCI en este Congreso: la de México y la de India. Pero esto se expresó especialmente en ciertos análisis que se presentaron sobre la lucha de clases: la idea de que era sólo cuestión de meses para que las nuevas mistificaciones burguesas se desgastaran. A su vez, esperanzas desproporcionadas en las luchas que estaban teniendo lugar en Rusia, la concepción de una tercera oleada que siempre avanzaría con altibajos, y sobre todo, una reticencia a aceptar la idea de que, ante la creciente descomposición social, la lucha de clases parecía marcar una "pausa" o un estancamiento (lo que, dada la gravedad de los retos a enfrentar, sólo podía significar una tendencia al reflujo o al retroceso). Este punto de vista era el que defendían Marc Chirik y una minoría de camaradas en el Congreso. Se basaba en una clara conciencia de que el desarrollo de la descomposición expresaba una especie de bloqueo histórico entre las principales clases de la sociedad. La burguesía no había infligido una derrota histórica decisiva a la clase obrera, y no era capaz de movilizarla para una nueva guerra mundial; pero la clase obrera, a pesar de los 20 años de lucha que habían impedido la marcha hacia la guerra, y que, por supuesto había visto importantes desarrollos en la conciencia de clase, había sido incapaz de desarrollar la perspectiva de la revolución, de plantear su propia alternativa política a la crisis del sistema. El capitalismo, desprovisto de cualquier salida, pero aún hundido en una muy larga crisis económica, comenzaba a pudrirse de pies a cabeza, y esta podredumbre estaba afectando a la sociedad capitalista a todos los niveles [11].
Este diagnóstico fue rotundamente confirmado por el colapso del bloque del Este. Por un lado, este considerable acontecimiento es, sin duda, un producto de la descomposición. Confirma de una manera contundente el profundo impasse de la burguesía estalinista, que estaba enredada en un atolladero económico siendo manifiestamente incapaz de movilizar a sus trabajadores hacia una solución militar a la bancarrota de su economía (las luchas en Polonia en 1980 habían demostrado esto de una forma bastante clara a la clase dominante estalinista). Al mismo tiempo, mostró las graves debilidades políticas de esta sección de la clase obrera mundial. El proletariado del bloque ruso había demostrado, ciertamente, su capacidad de lucha en el terreno económico defensivo, pero confrontado a un enorme acontecimiento histórico que se expresaba en gran medida a nivel político, fue completamente incapaz de ofrecer su propia alternativa y, en tanto que clase, se ahogó en el remolino democrático falsamente descrito como una serie de ‘revoluciones populares’.
A su vez, estos acontecimientos aceleraron muy significativamente el proceso de descomposición a escala mundial. Esto fue más evidente a nivel imperialista, donde el rápido colapso del viejo sistema de bloques permitió a la tendencia del "cada uno para sí" dominar cada vez más las rivalidades diplomáticas y militares. Pero también esto fue cierto con respecto a la relación de fuerzas entre las clases. A raíz del derrumbe del bloque del Este, las campañas de la burguesía mundial sobre la muerte del comunismo, sobre la imposibilidad de cualquier alternativa de la clase obrera al capitalismo, asestaron nuevos golpes a la capacidad de la clase obrera internacional -especialmente en los países centrales del sistema- para generar una perspectiva política.
La CCI no había previsto los acontecimientos de 1989-91, pero pudo responder a ellos con un análisis coherente basado en trabajos teóricos anteriores. Esto fue cierto tanto para entender los factores económicos involucrados en la caída del estalinismo[12] y para predecir el creciente caos que, en ausencia de bloques, estallaría en la esfera de los conflictos imperialistas[13]. En cuanto al nivel de la lucha de clases, fuimos capaces de ver que el proletariado se enfrentaría ahora a un período particularmente difícil:
“La identificación que es sistemáticamente establecida entre comunismo y estalinismo, la mentira mil veces repetida, e incluso hoy más martilleada que nunca antes, según la cual la revolución proletaria sólo puede terminar en desastre, con el colapso del estalinismo, y durante todo un período, ganará y añadirá un impacto en las filas de la clase trabajadora. Por lo tanto, tenemos que esperar un retroceso momentáneo en la conciencia del proletariado, de lo que ya podemos observar sus manifestaciones, en particular con el regreso vigoroso de los sindicatos. Si bien los ataques incesantes y cada vez más brutales que el capitalismo no dejará de asestar contra los trabajadores los forzará a entrar en el combate, esto no se traducirá, al principio, en una mayor capacidad de la clase para desarrollar su conciencia. En particular, la ideología reformista pesará mucho en las luchas del período venidero, favoreciendo en gran medida la acción de los sindicatos.
Dada la importancia histórica de los acontecimientos que lo determinan, el actual repliegue del proletariado -aunque no cuestiona el curso histórico, la perspectiva general hacia los enfrentamientos de clases- va a ser mucho más profundo que el que acompañó a la derrota de 1981 en Polonia. Sin embargo, no podemos predecir de antemano su real amplitud o su duración. En particular, el ritmo del colapso del capitalismo occidental -que actualmente podemos ver que se acelera, con la perspectiva de una nueva recesión abierta- será un factor determinante para establecer el momento en que el proletariado podrá reanudar su marcha hacia la conciencia revolucionaria"[14].
Este pasaje es muy claro sobre el impacto profundamente negativo del colapso del estalinismo, pero aún contiene una cierta subestimación de la profundidad del reflujo. La estimación de que esto sería “momentáneo” ya debilita la posición de que el retroceso sería "mucho más profundo del que acompañó la derrota de 1981 en Polonia", y este problema se haría evidente en nuestro análisis en los años siguientes, particularmente en la idea de que algunas luchas en la década de 1990 -en el 92, y nuevamente en el 98- marcaron el final del retroceso. En realidad, a la luz de las últimas tres décadas, podemos decir que el retroceso en la conciencia de clase no sólo continuó, sino que se ha profundizado, causando una especie de amnesia en relación con los logros y avances del período 1968-1989.
El impacto de la crisis económica en Occidente no ha sido tan lineal como lo implica el pasaje citado anteriormente. Las repetidas convulsiones de la economía ciertamente han debilitado el alardeo de la clase dominante a comienzos de la década de los 90 que, con el final del bloque del Este, entraríamos en un período de absoluta prosperidad. Pero la burguesía ha sido capaz de desarrollar nuevas formas de Capitalismo de Estado y manipulaciones económicas (tipificadas en el concepto de "neoliberalismo") que han mantenido al menos una ilusión de crecimiento, mientras que el desarrollo real de la economía china, en particular, ha convencido a muchos de que el capitalismo es adaptable infinitamente y siempre puede encontrar nuevas formas de sortear su crisis. Y cuando las contradicciones subyacentes volvieron a la superficie, como lo hicieron con la gran crisis financiera de 2008, pueden haber estimulado algunas reacciones proletarias (en el período 2010-2013, por ejemplo). Pero al mismo tiempo, la propia forma que esta crisis tomó, "una crisis crediticia" que implicó una pérdida masiva de ahorros de millones de trabajadores, hizo más difícil responder en el terreno de clase, ya que el impacto pareció afectar más a los propietarios de casas que a una clase asociada[15]
- La descomposición socava esta auto conciencia del proletariado como una fuerza social distinta en muchos sentidos, todo lo cual exacerba la atomización y el individualismo inherentes a la sociedad burguesa. Podemos ver esto, por ejemplo, en la tendencia a la formación de pandillas en los centros urbanos, que expresan tanto una falta de perspectiva económica para una parte considerable de la juventud proletaria, como una búsqueda desesperada de una comunidad alternativa que resulta en la creación de divisiones asesinas entre los jóvenes, basadas en las rivalidades entre diferentes barrios y condiciones, en la competencia por el control de la economía local de las drogas o en las diferencias raciales o religiosas.
- Las políticas económicas de la clase gobernante también han atacado deliberadamente todo sentido de identidad de clase –tanto eliminando los viejos centros industriales de resistencia de clase obrera, como introduciendo formas mucho más atomizadas de trabajo, como la llamada ‘economía aparente o informal’ donde los trabajadores son tratados cotidianamente como autoempleados ‘emprendedores’.
- El creciente número de guerras sangrientas y caóticas que caracterizan este período, mientras refuta de plano la afirmación de que el fin del estalinismo regalaría a la humanidad un "dividendo de paz", no proporciona la base para un desarrollo general de la conciencia de clase como lo hicieron, por ejemplo, durante la Primera Guerra Mundial cuando el proletariado de los países centrales fue movilizado directamente para la carnicería. La burguesía aprendió la lección de los conflictos sociales del pasado provocados por la guerra (incluida la resistencia contra la guerra de Vietnam) y, en los países clave de Occidente, ha hecho todo lo posible para evitar el uso de ejércitos de conscriptos y para limitar sus guerras a las periferias del sistema. Esto no ha evitado que estas confrontaciones militares tuvieran un impacto muy real en los países centrales, pero esto ha tomado principalmente formas que tienden a reforzar el nacionalismo y relanzar la “protección” del Estado: el incremento enorme en el número de refugiados que huyen de las zonas de guerra, y la acción de grupos terroristas apuntando a la población de los países desarrollados[16].
- A nivel político, en ausencia de una perspectiva proletaria clara, hemos visto a diferentes partes de la clase trabajadora influenciadas por las falsas críticas al sistema ofrecidas por el populismo, por un lado, y por el jihadismo, por el otro. La creciente influencia de "políticas pro-identidad" entre las capas más educadas de la clase trabajadora es otra expresión de esta dinámica: la falta de identidad de clase se empeora con la tendencia hacia la fragmentación en identidades raciales, sexuales y de otro tipo, reforzando la exclusión y la división, mientras que sólo la lucha proletaria por sus propios intereses puede ser verdaderamente inclusiva.
Debemos enfrentar la realidad de todas estas dificultades e identificar las consecuencias políticas para la lucha por cambiar la sociedad. Pero en nuestra opinión, mientras que el proletariado no puede evitar la dura escuela de las derrotas, las crecientes dificultades e incluso las derrotas parciales aún no influyen para una derrota histórica de la clase y para la desaparición de la posibilidad del comunismo.
En la última década, más o menos, ha habido una serie de movimientos importantes que respaldan esta conclusión. En 2006, vimos la movilización masiva de jóvenes estudiantes en Francia contra el CPE[17]. Los medios de información de la clase dominante a menudo describen las luchas en Francia -incluso si están estrechamente controladas por los sindicatos, como en el más reciente caso[18]- como agitando el espectro de un "nuevo Mayo 68", la mejor manera de distorsionar las lecciones reales de Mayo. Pero el movimiento de 2006, en un sentido, sí revivió el auténtico espíritu del 68: por un lado, porque sus protagonistas volvieron a descubrir las formas de lucha que habían surgido en ese momento, especialmente las asambleas generales, donde podían tener lugar discusiones reales, y donde los jóvenes participantes estaban atentos para escuchar el testimonio de los compañeros de más edad que habían participado en los sucesos del 68. Pero al mismo tiempo, este movimiento estudiantil, que había desbordado el control sindical, contenía el riesgo real para la burguesía, de llevar a los trabajadores empleados a una forma similar "incontrolada", al igual que en mayo 68, y fue por esto que el gobierno retiró el proyecto de ley del CPE que en primer lugar había provocado la revuelta.
También en mayo de 2006, 23000 trabajadores del metal en Vigo, en la provincia gallega de España, fueron a la huelga contra las nuevas normas laborales en este sector, y en vez de permanecer encerrados en las fábricas fueron a buscar la solidaridad de otras empresas, en particular de los astilleros y fábricas Citroën, organizando manifestaciones en la ciudad para atraer a toda la población y sobre todo creando asambleas generales públicas diarias, totalmente abiertas a otros trabajadores, empleados, desempleados y pensionados. Estas asambleas proletarias fueron los pulmones de una lucha ejemplar por una semana, hasta que el movimiento fue atrapado entre la violenta represión, por un lado, y las maniobras de negociación de los sindicatos y la patronal[19].
En 2011, vimos la oleada de revueltas sociales en el Medio Oriente y Grecia, que culminó en el movimiento de Indignados en España y el "Occupy" en los Estados Unidos[20]. El elemento proletario en estos movimientos varía de país a país, pero el más fuerte estuvo en España, donde vimos la extensión de la adopción de la forma de organización a través de la asamblea: un impulso de gran alcance internacionalista que dio la bienvenida a las expresiones de solidaridad por participantes de alrededor del mundo y donde el lema de "revolución mundial" fue tomado seriamente, quizás por primera vez desde la oleada revolucionaria de 1917; reconocimiento de que "el sistema es obsoleto" y una fuerte voluntad para discutir la posibilidad de una nueva forma de organización social. En los muchos debates animados que tuvieron lugar en las asambleas y comisiones sobre cuestiones de moral, la ciencia y la cultura, en el omnipresente cuestionar el dogma según el cual las relaciones capitalistas son eternas, aquí, otra vez, vimos tomar forma el verdadero espíritu de mayo del 68.
Por supuesto, la mayoría de estos movimientos tenían muchas debilidades, que hemos analizado en otra parte[21], no menos una tendencia a que los participantes se consideraran "ciudadanos" en lugar de proletarios, y, en consecuencia, una vulnerabilidad real a la ideología democrática, que permitiría a los partidos burgueses como Syriza en Grecia y Podemos en España a que se presentaran como los verdaderos herederos de estas revueltas. Y de alguna manera, como con cualquier derrota proletaria, mientras más se sube, más se cae: el reflujo de estos movimientos profundizó aún más el retroceso general en la conciencia de clase. En Egipto, donde el movimiento de las plazas inspiró el movimiento en España y Grecia, las ilusiones en la democracia han preparado el camino a la restauración del mismo tipo de régimen autoritario que fue el catalizador inicial de la "Primavera árabe"; en Israel, donde las manifestaciones masivas una vez levantaron el lema internacionalista "Netanyahu, Mubarak, Assad, el mismo enemigo", las políticas militaristas brutales del gobierno de Netanyahu han recuperado hoy el poder. Y lo más grave de todo, en España, muchos de los jóvenes que participaron en el movimiento de Indignados han sido arrastrados hacia los absolutos callejones sin salida del nacionalismo catalán o español[22].
La aparición de esta nueva generación proletaria en los movimientos de 2006 y 2011 también dio lugar a una nueva búsqueda de la política comunista entre una minoría, pero la esperanza de que esto daría lugar a una nueva afluencia de fuerzas revolucionarias no ha sido realizada, al menos hasta el presente. La Izquierda Comunista sigue estando en gran parte aislada y desunida. Entre los anarquistas, donde algunas tendencias interesantes comenzaron a tener lugar, la búsqueda de posiciones de clase está siendo socavada por la influencia de la política de la identidad e incluso del nacionalismo. En un tercer artículo de esta serie, vamos a ver con más detalle la evolución del campo político proletario y sus alrededores desde 1968.
Pero si mayo 68 nos enseña algo, nos muestra que la clase obrera puede surgir otra vez de la peor de las derrotas, que regresa de los más profundos reflujos. Los momentos de la revuelta proletaria que han tenido lugar a pesar de la amenaza del avance de la descomposición capitalista, revelan la posibilidad de que surjan nuevos movimientos que, al recuperar la perspectiva de la revolución, pueden evitar los múltiples peligros que la descomposición plantea para el futuro de la especie.
Estos peligros -la propagación del caos militar, de la catástrofe ecológica, del hambre y la enfermedad en una escala sin precedentes- demuestran que la revolución es cada vez más una necesidad para la raza humana. La decadencia y descomposición del capitalismo sin duda aumentan la amenaza de que la base objetiva de una nueva sociedad sea definitivamente destruida si la descomposición avanza más allá de cierto punto. Pero incluso en su última fase, el capitalismo produce las fuerzas que pueden utilizarse para derrocarlo, en palabras del Manifiesto Comunista de 1848, "lo que la burguesía produce, ante todo, es sus propios sepultureros". El capitalismo, sus medios de producción y comunicación son más globales que nunca, pero entonces también el proletariado es más internacional, más capaz de comunicarse entre sí en una escala mundial. El capitalismo se ha hecho cada vez más avanzado tecnológicamente, pero entonces debe educar al proletariado en el uso de su ciencia y tecnología que puede ser tomada en manos en una sociedad futura que sea para cubrir las necesidades humanas y no los fines de lucro. Esta capa de la clase más educada, con una mentalidad internacional, hizo su aparición una y otra vez en el movimiento social reciente, sobre todo en los países centrales del sistema y, sin duda, jugará un papel clave en cualquier futuro resurgimiento de la lucha de clases, como los nuevos ejércitos proletarios creados por el capitalismo vertiginoso pero enfermo crecieron en Asia y otras regiones anteriormente "subdesarrolladas". No hemos visto lo último del espíritu de mayo del 68.
Amos, junio de 2018.
[1] Para conocer la contribución fundamental de este militante de la Izquierda Comunista ver https://es.internationalism.org/revista-internacional/200608/1053/marc-de-la-revolucion-de-octubre-1917-a-la-ii-guerra-mundial [28]
[2] Ver, por ejemplo, World Revolution 315, “ICC meeting at ‘1968 and all that’: the perspective opened 40 years ago has not gone away [29]”.
[3] “Hace cincuenta años: Mayo 68, parte 1 Hundimiento en la crisis económica, Revista Internacional 160: /content/4318/hace-50-anos-mayo-68 [30]
[4] Revista Internacional 53, segundo trimestre de 1988. El artículo es firmado RV, Uno de los jóvenes “venezolanos” quien ayudó a formar RI en 1968.
[5] Ver en particular: “Confusión de los grupos Comunistas sobre el presente periodo: Subestimación de la lucha de clases, Revista internacional 54. Tercer trimestre de 1988.
[6] Ver en particular “Los 50s y 60s: Damnen y Bordiga, y la pasión por el comunismo” Revista Internacional 158. https://es.internationalism.org/revista-internacional/201708/4225/el-comunismo-esta-a-la-orden-del-dia-de-la-historia-los-anos-1950- [31]
[7] Ver /content/4144/hace-40-anos-la-naciente-democracia-espanola-se-estreno-con-los-asesinatos-de-obreros [32]
[8] Ver https://es.internationalism.org/revista-internacional/201510/4119/de-la-ii-guerra-mundial-hasta-mediados-de-los-anos-1970 [33]
[10] Ver nuestras "TESIS SOBRE LA DESCOMPOSICION [24]".
[11] Para un balance más desarrollado de las luchas durante las últimas décadas, que toma en cuenta las tendencias a sobreestimar la potencialidad inmediata de la lucha de clases en nuestros análisis, ver: “Informe sobre la lucha de clases” del 21º Congreso de la CCI, Revista Internacional 156, invierno del 2016, https://es.internationalism.org/revista-internacional/201603/4150/informe-sobre-la-lucha-de-clases [35]
[12] Ver “Tesis sobre la crisis política y económica en los países del Este”, Revista Internacional 60, primer trimestre de 1990, /content/3451/tesis-sobre-la-crisis-economica-y-politica-en-los-paises-del-este [36]
[13] Ver en particular el “Texto de Orientación: Militarismo y Descomposición”, Revista Internacional 64, primer trimestre de 1991, https://es.internationalism.org/revista-internacional/201410/4046/militarismo-y-descomposicion [37]
[14] “Tesis sobre la crisis política y económica en los países del Este”, Revista Internacional 60, primer trimestre de 1990. Ver nota 12. También es de interés consultar el artículo de la misma Revista Internacional nº 60 titulado Derrumbe del bloque del Este, dificultades en aumento para el proletariado, https://es.internationalism.org/revista-internacional/199001/3502/derrumbe-del-bloque-del-este-dificultades-en-aumento-para-el-prole [38]
[15] Ver el punto 15 en “22º Congreso de la CCI: Resolución sobre la situación internacional”, Revista Internacional 159. https://es.internationalism.org/revista-internacional/201711/4256/22-congreso-de-la-cci-resolucion-sobre-la-situacion-internacional [39]
[16] Ver puntos 16 y 17 de la resolución anterior.
[17] CPE = Primer Contrato de Trabajo, una medida destinada a aumentar la inseguridad laboral para los trabajadores jóvenes. Para un análisis de este movimiento, ver "https://es.internationalism.org/revista-internacional/200606/964/tesis-sobre-el-movimiento-de-los-estudiantes-de-la-primavera-de-200 [40]
[18] Volante de la CCI:https://es.internationalism.org/accion-proletaria/201805/4302/francia-huelgas-en-cadena-de-los-ferroviarios-una-maniobra-de-los-sind [41]
[19] Ver Vigo los métodos proletarios de lucha, https://es.internationalism.org/cci-online/200605/910/huelga-del-metal-d... [42]
[20] Ver nuestra hoja internacional 2011, de la indignación a la esperanza, /content/3349/2011-de-la-indignacion-la-esperanza [43]
[21] Ver “Los Indignados en España, Grecia e Israel: de la indignación a la preparación de la lucha de clases”, Revista Internacional 147, primer trimestre de 2011. https://es.internationalism.org/revista-internacional/201111/3264/movimiento-de-indignados-en-espana-grecia-e-israel-de-la-indignaci [44]
[22] Ver España y Cataluña, dos patrias para imponer la miseria, /content/3482/espana-y-cataluna-dos-patrias-para-imponer-la-miseria [45], y Cataluña – España: los proletarios no tienen patria, https://es.internationalism.org/revista-internacional/201712/4262/cataluna-espana-los-proletarios-no-tienen-patria [46]
Attachment | Size |
---|---|
![]() | 211.09 KB |
En septiembre de 1945, Marc Chirik escribió una carta desde París al escritor Jean Malaquais y su esposa Gally. Malaquais había trabajado con Marc en la Fracción francesa de la Izquierda comunista en Marsella durante la guerra, un período que inspiró su gran novela, Planète sans visa (título de la edición española: Sin visado), en la que uno de sus principales protagonistas es un revolucionario comunista, un internacionalista que se opone a la guerra “antifascista”, y cuyo nombre es "Marc Laverne".
La carta comienza diciendo: "Primero, los desaparecidos. Michel, nuestro pobre Mitchell, sin noticias suyas, debió acabar con su vida en condiciones terribles... De la Fracción belga, Jean, el mejor elemento, el más talentoso y que prometía mucho (¿lo llegaste a conocer?) y su hijo, ambos fueron deportados y perdieron la vida en un campo de concentración en Alemania."
Y sigue una lista de camaradas y contactos del medio político de Marsella, así como los miembros de su familia y amigos que, bajo el régimen de Vichy, unos murieron, otros volvieron después de sufrir de terribles torturas, otros lograron evitar el terror nazi adoptando nombres falsos o huyendo. Un terror prolongado por la Resistencia estalinista como Marc relataba más adelante:
"El momento más crítico para mí, cuando vi mi muerte inminente, fue unas semanas después cuando los estalinistas me detuvieron en compañía de Clara[1], y todos mis escritos. Se estaban preparando para mostrar lo que eran. Sólo un oportuno milagro hizo que Clara se topase, entre los altos dirigentes, con una mujer con la que había trabajado durante un tiempo en la UGIF (para ayudar a los niños judíos), y así es como hemos podido salvar el pellejo del odio estalinista."
Tal era la situación a la que se enfrentaban a los internacionalistas durante e inmediatamente después de la Segunda Guerra imperialista mundial.
Mitchell, que fue uno de ellos, había escrito una serie de artículos sobre "Los problemas del periodo de transición" en las páginas de Bilan. Los hemos publicado en esta serie[2] pues ofrecen un auténtico marco marxista para discutir algunas de las cuestiones más fundamentales de la transformación comunista: el contexto histórico e internacional de la revolución proletaria; los peligros que emanan del Estado de transición; el contenido económico de la transformación, etc. Estos artículos hubieron de tener gran influencia en Marc y en la Fracción francesa y, más tarde, en la Izquierda Comunista de Francia, como lo demuestran sus esfuerzos por llevar las críticas de Mitchell al Estado de transición a su conclusión lógica: el rechazo de cualquier identificación entre el proletariado y ese mal necesario en la transformación de las relaciones sociales.
La carta de Malaquais pedía noticias del medio político en el hemisferio occidental - el grupo de Paul Mattick en Chicago que el veía vinculado a la Izquierda holandesa, el grupo de Oehler en esa misma ciudad, el grupo de la Izquierda italiana en Nueva York, el grupo de Eiffels en México. Marc también respondió preguntas de Malaquais sobre Víctor Serge, que había estado con ellos en Marsella, pero se había convertido en un demócrata, apoyando los imperialismos aliados durante la guerra[3]. Después de examinar el papel contrarrevolucionario jugado por los antiguos partidos obreros en los acuerdos de postguerra, Marc habla de medio político proletario tal y como se desenvolvía en Francia, mencionando de paso la Fracción francesa y las diferencias que existían respecto a la formación del partido en Italia, pero también de los grupos que habían salido del trotskismo. "La Unión Comunista está muerta, pero en su lugar ha surgido un grupo, los Comunistas Revolucionarios, proveniente de una escisión con los trotskistas, y que, aunque confuso, es sinceramente revolucionario". Esos CR se alinearon con el grupo austriaco/alemán Revolutionären Kommunisten Deutschlands, que también habían roto con el trotskismo sobre cuestiones cruciales tales como la defensa de la URSS y el apoyo a la guerra. La Fracción francesa había discutido y trabajado con los RKD durante la guerra, y firmaron, conjuntamente, un manifiesto internacionalista en el momento de la "liberación" de Francia[4].
Así la Fracción francesa y, posteriormente, la GCF, estaban muy interesados en discutir con todos los grupos proletarios internacionalistas que sobrevivieron a la guerra y que, de una u otra manera, se situaban en su órbita[5]. Aunque caracterizasen el trotskismo oficial como apéndice del estalinismo, estaban abiertos a la posibilidad de que grupos que salían del trotskismo - siempre que hubieran roto totalmente con sus posiciones y prácticas contrarrevolucionarias – pudieran evolucionar en una dirección positiva. Obviamente había sido el caso de la tendencia RKD/CR y también del grupo de Stinas en Grecia, la Unión Comunista Internacional, aunque no sabemos mucho acerca de la existencia de contactos entre Stinas y la Izquierda Comunista italiana durante o después de la guerra[6].
En Francia, la GCF tomó contacto con el grupo en torno a Grandizo Munis y, a partir de 1949, con el grupo Socialismo o Barbarie animado por Cornelius Castoriadis / Chaulieu (quién había sido miembro del grupo Stinas en Grecia) y Claude Lefort/ Montal y otros. En el caso del grupo de Munis, llamado entonces Unión Obrera Internacionalista, la GCF llevó a cabo una serie de reuniones con ellos sobre la situación actual del capitalismo. Un texto fundamental como es "La evolución del capitalismo y la nueva perspectiva [52]", se basó en la presentación realizada por Marc Chirik durante una de estas reuniones. Iniciativas similares fueron tomadas con el grupo Socialismo o Barbarie.
En un próximo artículo examinaremos con más detalle las ideas de Munis y Castoriadis, sobre todo porque ambos dedicaron mucha energía a definir el significado de la revolución proletaria y la sociedad socialista en un período continuo de reacción, en el que las horribles deformaciones estalinistas, el "socialismo realmente existente" en Rusia y en su bloque, eran bastante dominantes en el seno de la clase obrera. Esta dominación ideológica no fue puesta en cuestión en absoluto por el trotskismo oficial, cuya "contribución" a la comprensión de la transición del capitalismo al socialismo se limitaba a hacer apología de los regímenes estalinistas, definidos como Estados obreros deformados, y un alegato en defensa de "nacionalización bajo control obrero" (o sea una forma de capitalismo de estado) en países fuera del bloque ruso. Así pues, resulta especialmente interesante el estudio de la obra de los elementos que trataban de romper con el trotskismo, no sólo a causa de su abandono del internacionalismo, sino también porque su visión de transformación social seguía estando firmemente dentro de los límites del capitalismo.
Como prefacio a este estudio, creemos útil volver a publicar el texto "Bienvenida a Socialismo o Barbarie", de Internationalisme nº 43, ya que es un buen ejemplo del método utilizado por el GCF en sus relaciones con el supervivientes al naufragio del trotskismo tras la segunda guerra mundial.
El título del artículo da inmediatamente una idea del tono: una fraternal bienvenida a un nuevo grupo, que la GCF reconoce cómo que perteneciente claramente al campo revolucionario, a pesar de las muchas diferencias en cuanto al método y la visión que existen entre ambos grupos. El nuevo grupo era el resultado de la escisión de la tendencia Chaulieu-Montal del partido trotskista francés, el Partido Comunista Internacionalista (por el que también había pasado brevemente Munis). Esto condujo a la GCF a matizar una declaración que había realizado anteriormente respecto a dicha tendencia: "La valoración global que hicimos de esta tendencia en uno de los recientes número de Internationalisme, por severa que fuese, creemos, sin embargo, que está plenamente justificada. Aun cuando debamos añadir una corrección en cuanto a su carácter definitivo. En efecto la tendencia Chalieu no está finiquitada como presentíamos, sino que ha encontrado el coraje, con mucho retraso eso sí, para romper con la organización y constituirse como grupo autónomo. Pese a la dura herencia que pesa sobre este grupo, este hecho representa un nuevo dato que puede abrir posibilidades de evolución ulterior. Sólo el futuro podrá decirnos en qué medida constituye una aportación a la formación de un nuevo movimiento revolucionario. Pero desde hoy, debemos decirles que sólo podrán acometer esta tarea con la condición previa de desembarazarse totalmente, y lo antes posible, de las taras heredadas del trotskismo y que se ponen de manifiesto en el primer número de su revista”.
Y es que, en efecto, resultó tremendamente difícil desembarazarse de “el peso de esa herencia”. Este lastre pudo verse también en el trabajo que ulteriormente desarrolló Munis, aunque fue más destructivo en el caso de Socialismo o Barbarie, sobre todo porque, como expone el artículo de la GCF, el grupo de Chaulieu proclamó, inmediatamente, que había ido “mucho más lejos” que las demás corrientes revolucionarias de ese momento, y que se encontraba en disposición de poder proporcionar respuestas definitivas a los ingentes problemas a los que se enfrentaba la clase obrera. Esta suposición arrogante tendría consecuencias muy negativas en el desarrollo futuro del grupo. Intentaremos demostrarlo en un artículo posterior.
El primer número de una nueva revista revolucionaria titulada Socialismo o Barbarie acaba de publicarse en Francia.
En la sombría situación en la que se encuentra actualmente el movimiento obrero en Francia y en todo el mundo; una situación de guerra, en la que los escasos grupos revolucionarios - expresión de la vida y el estado de la conciencia de clase proletaria - subsisten gracias a un constante esfuerzo ideológico y una enérgica voluntad de actuar, pese a verse día tras día más debilitados; una situación en que la prensa revolucionaria se reduce a unos pequeños boletines periódicos editados a ciclostil; en tales condiciones, la aparición de una nueva revista impresa como "Órgano de crítica y orientación revolucionaria" es un acontecimiento importante que todo militante debe reconocer y alentar.
Sea cual sea el grado de nuestras diferencias con las posiciones de Socialismo o Barbarie y sea cual sea la evolución futura de esta revista, debemos considerar, basándonos en las posiciones fundamentales y la orientación general actual que se expresan en este primer número, que este grupo, del que esa revista es el órgano, es indudablemente proletario y revolucionario. Celebramos pues su existencia y seguiremos con interés y simpatía su esfuerzo y actividades ulteriores. Simpatía revolucionaria para prestar atención a sus posiciones políticas, que pretendemos analizar sin prejuicios y con el mayor detenimiento; para analizar las ideas postuladas por Socialismo o Barbarie, a medida que se vayan desarrollando, criticando lo que nos parezca erróneo y, en ese caso, oponerlas con las nuestras. Y esto no con objeto de una vana polémica de – algo por desgracia demasiado habitual entre los distintos grupos, y que nos repugna profundamente - sino tan viva como puede ser a veces la discusión, exclusivamente con el fin de la confrontación y clarificación de posiciones.
Socialismo o Barbarie es el órgano de una tendencia que acaba de romper con el partido trotskista, la tendencia Chaulieu-Montal. Se trata de una tendencia política conocida en los ambientes militantes de Francia. Hemos hablado de esta tendencia en distintas ocasiones, incluso hace poco[7], y no precisamente en términos muy favorables. Esto necesita quizás que demos una explicación suplementaria.
Si examinamos el movimiento trotskista en Francia y constatando que se encuentra nuevamente y por enésima vez en crisis, planteamos la siguiente cuestión: ¿pero esta crisis tiene una significación positiva desde el punto de vista de la formación revolucionaria? Respondemos categóricamente que no por la siguiente razón: El trotskismo que fue una de las reacciones proletarias en la Internacional Comunista en el curso de sus primeros años de degeneración, no ha superado nunca su posición de oposición, a pesar de su constitución formal en partido orgánicamente separado. Permaneciendo atado a los PC – a los que siempre ha considerado como partidos obreros – en los que ha triunfado el estalinismo, el trotskismo se unce a éste constituyéndose en su apéndice. Amarrado ideológicamente al estalinismo le acompaña como si fuese su sombra. Toda la actividad del trotskismo desde hace 15 años así lo demuestra. Desde 1932-33 cuando sostuvo la posibilidad del triunfo de una revolución proletaria bajo la égida estalinista en Alemania, hasta la participación en la guerra de 1939-45, en la resistencia y en la liberación, pasando por los frentes populares, el antifascismo y la participación en la guerra de España; el trotskismo no ha hecho más que seguir los pasos del estalinismo. Emulando a éste ha contribuido grandemente a introducir en el seno del movimiento obrero las prácticas de los métodos de organización y las formas de actividad (los engaños, las intrigas, las infiltraciones, los insultos y las manipulaciones de toda clase), que son, sin embargo, elementos activos de corrupción y destrucción de cualquier actividad revolucionaria. Esto no quiere decir que obreros revolucionarios, relativamente educados, no puedan quedar entrampados en sus filas. Al contrario, como organización, como medio político, el trotskismo, en lugar de favorecer la formación de un pensamiento revolucionario partiendo de los organismos (fracciones y tendencias) que así lo expresan, es el medio orgánico de su pudrimiento. Esta es una regla general válida para cualquier organización política ajena al proletariado, aplicable al trotskismo como al estalinismo, y plenamente verificable con la experiencia. Conocemos al trotskismo desde hace 15 años siempre en continua crisis, con escisiones y unificaciones, seguidas de nuevas escisiones y crisis, pero no sabemos de ejemplos en que estas hayan dado lugar a la formación de una tendencia revolucionaria verdadera y viable. Eso significa que el trotskismo no segrega en su interior ningún fermento revolucionario. Al contrario, lo aniquila. El fermento revolucionario esta pues condicionado en su existencia y desarrollo a situarse fuera de los marcos organizacionales e ideológicos del trotskismo.
La construcción de la tendencia Chalieu-Montal en el seno de la organización trotskista, y precisamente después de que ésta se haya implicado hasta la médula en la Segunda Guerra imperialista, en la resistencia y la liberación nacional, no podía inspirarnos, y con motivos, sino una gran desconfianza hacia ella. Esta tendencia se ha constituido sobre la base de la teoría del colectivismo burocrático en la URSS y, en consecuencia, el rechazo de cualquier defensa de ésta. Pero ¿qué valor puede tener esta posición en contra de la defensa de la URSS que coincide, en la práctica, en una cohabitación en esa misma organización cuya actividad más evidente reside, concretamente, en la defensa del capitalismo de Estado ruso y la participación en la guerra imperialista? Resulta que la tendencia Chalieu-Montal cree posible su cohabitación en esta organización, habiendo participado activamente, y a todos los niveles, en ese activismo típico del trotskismo basado en el engaño y la mistificación, en todas las campañas electorales sindicales y sobrepujas. Además, sólo podíamos tener una opinión desfavorable frente a esta tendencia cuyo comportamiento en el seno de la organización ha estado plagado de maniobras y componendas, de compromisos dudosos, con las miras puestas más en adueñarse de la dirección del partido que a actuar en pro del desarrollo de la conciencia de sus militantes. Las muchas vacilaciones de los partícipes de esta tendencia antes de abandonar la organización, aceptando aún en el último congreso (verano de 1948) ser elegidos para el Comité Central, ponen de manifiesto tanto su inconsecuencia política, y sus ilusiones en un posible enderezamiento de la organización trotskista, como su espíritu maniobrero y por último su total incomprensión de cuáles son las condiciones organizacionales y políticas indispensables para la elaboración de un pensamiento y una orientación revolucionarios.
La valoración global que hicimos de esta tendencia en uno de los recientes número de Internationalisme, por severa que fuese, creemos, sin embargo, que está plenamente justificada. Aun cuando debamos añadir una corrección en cuanto a su carácter definitivo. En efecto la tendencia Chalieu no está finiquitada como presentíamos, sino que ha encontrado el coraje, con mucho retraso eso sí, para romper con la organización y constituirse como grupo autónomo. Pese a la dura herencia que pesa sobre este grupo, este hecho representa un nuevo dato que puede abrir posibilidades de evolución ulterior. Sólo el futuro podrá decirnos en qué medida constituye una aportación a la formación de un nuevo movimiento revolucionario. Pero desde hoy, debemos decirles que sólo podrán acometer esta tarea con la condición previa de desembarazarse totalmente, y lo antes posible, de las taras heredadas del trotskismo y que se ponen de manifiesto en el primer número de su revista.
No es ahora nuestra intención hacer un análisis en profundidad y detallado de las posiciones del grupo Socialismo o Barbarie, … Lo dejamos para una próxima ocasión. Nos concentraremos hoy en constatar, tras la lectura de este primer número, que se trata de un grupo en plena evolución y que sus posiciones no pueden darse como ya fijadas. Esto no tendría que ser considerado como un reproche hacia ellos sino más bien al contrario. Este grupo parece tender más bien a deshacerse de su posición respecto a la existencia de una tercera clase: la burocracia. Así como de la doble antítesis histórica del capitalismo: el socialismo y el colectivismo burocrático. Esta posición, que, en el pasado, constituyó su única razón de ser como tendencia, constituía al mismo tiempo un callejón sin salida, tanto en lo referente a la investigación teórica, como en lo tocante a la acción revolucionaria práctica. Y puesto que aparentemente da la impresión de que abandona, aunque sea parcialmente y de manera confusa, esta concepción de una oposición entre el estatismo y el capitalismo, considerando más bien la estatalización sobre todo como una tendencia inherente al capitalismo en el período presente; este grupo logra entender correctamente el problema del movimiento sindical presente y su necesaria integración en el aparato de Estado.
Queremos señalar un estudio extremadamente interesante de A. Carrier sobre el cártel de los sindicatos autónomos, en el que, a través de este autor, el grupo Socialismo o Barbarie expone por primera vez “nuestra posición sobre el carácter históricamente superado del sindicalismo como arma del proletariado contra el régimen de explotación”.
Sin embargo, no deja de sorprendernos que después de tan tajante declaración sobre el carácter superado del sindicalismo no se concluya (por parte de Socialismo o Barbarie) en un rechazo a la participación en cualquier vida sindical. La razón de esta actitud práctica contradictoria con el análisis que se ha hecho del movimiento sindical queda formulada de la siguiente manera: “Vamos donde se encuentran los obreros no sólo porque están allí, sino porque ahí luchan, con mayor o menor eficacia, contra todas las formas de la explotación”. En otro momento se justifica así la participación en los sindicatos: “Nosotros no nos desinteresamos de las cuestiones reivindicativas. Estamos convencidos que en toda circunstancia existen consignas reivindicativas correctas que, aunque no resuelvan el problema de la explotación, aseguran la defensa de los intereses materiales elementales de la clase, defensa que debe organizarse cotidianamente frente a los ataques cotidianos del capitalismo”. Y todos esto después de haber demostrado, cifras en mano, que “el capitalismo ha llegado a un punto en que apenas puede ofrecer nada, en el que sólo puede recuperar lo otorgado. No sólo es que toda reforma es imposible, sino que ni siquiera puede mantener el actual nivel de miseria”. A partir de ahí la significación del programa cambia.
Todo este estudio sobre “El cártel de la unidad de acción sindical” que por otra parte resulta extremadamente interesante, contiene no sólo un análisis válido del capitalismo en el momento presente y también, una manifestación aún más impactante del estado de contradicción en que se haya el grupo Socialismo o Barbarie. El análisis objetivo de la evolución del capitalismo moderno hacia la estatalización de la economía, así como el de las organizaciones económicas de los obreros (análisis que es el de los grupos llamados de ultraizquierda, entre los que nos encontramos), se conjuga con la antigua y tradicional actitud subjetiva de participación y de actuación en los organismos sindicales, actitud ésta heredada del trotskismo y de la cual aún no se han desembarazado.
Una buena parte de este número de Socialismo o Barbarie está consagrado a una polémica con el PCI (trotskista). Y es muy comprensible. La salida de una organización política con la que se han mantenido todo un pasado de militancia y convicciones no puede hacerse sin una cierta crisis de orden afectivo y sin algunas recriminaciones personales. Es hasta cierto punto natural. Pero esta vez asistimos a una polémica y a un tono de la polémica completamente desproporcionado y sin mesura.
Pensamos en el artículo redactado por Chalieu y titulado “Las bocas inútiles”[8] en el que se defiende a un compañero, Lefort, de las acusaciones formuladas contra él en La Verité. Es totalmente comprensible la indignación provocada por esta especie de “acusación” repleta de insinuaciones hipócritas y de alusiones malintencionadas. Pero Chalieu no consigue contenerse y en su réplica se regodea en unas grosería y vulgaridad inaceptables. El juego de palabras aprovechando las iniciales de Pierre Frank son más bien propias de una travesura de bachilleres y no de una revista revolucionaria. Una vez más, nos encontramos ante una manifestación de algo que ensucia desde hace años la vida del movimiento obrero. La reconstitución de un nuevo movimiento revolucionario exige también como condición liberarse de esta apestosa tradición importada con el estalinismo y mantenida, junto a otras, con el trotskismo. No insistiremos lo bastante en la importancia de este aspecto “moral” que es uno de los fundamentos de un trabajo revolucionario en el presente y para el porvenir. Por ello nos ha impresionado tan desfavorablemente encontrar esta maloliente polémica en las columnas del primer número de Socialismo o Barbarie. Remarquemos que, enzarzados en el fuego de la polémica, Chalieu y sus amigos han olvidado responder a una de las cuestiones de fondo, y que habían hecho surgir esta polémica, a saber, la posibilidad de proseguir la investigación de los problemas revolucionarios a través de cualquier tipo de publicación que quiera abrirnos sus columnas.
En Internationalisme ya hemos abordado esta cuestión y llegamos a la conclusión de que no es posible. Existe hoy un angustioso problema de ausencia de medios de expresión del pensamiento revolucionario. Cada militante revolucionario que reflexiona experimenta esa sensación de asfixia y siente esa necesidad de romper esta imposición de silencio a la que se le ha condenado. Pero más allá de un problema subjetivo, se trata de un problema político en relación con la situación. No se trata de contentarse dejando los pensamientos en cualquier lugar, sino de hacer de su pensamiento un arma eficaz de la lucha proletaria. Lefort, Chalieu y sus amigos se preguntaron ¿cuál había sido el resultado de una colaboración en revistas literarias filosóficas del tipo Les Temps Modernes de Sartre[9]? Pues bien: ésta no puede producir más que mera elucubración revolucionaria. Es más, tal colaboración, sirve de aval a los militantes de una revista, una corriente ideológica ante la que es necesario mantener la mayor de las reservas políticas e ideológicas. En lugar de clarificar las cosas diferenciando las distintas corrientes, no se hace más que aumentar la confusión. Hace falte no darse cuenta de cuál es el problema de las condiciones de la búsqueda revolucionaria para convertir a Sartre y su revista, cuya aplicación política de su filosofía se hace a nivel de los RDR[10], el lugar y el entorno en el que se discute el papel jugado por Trotsky y el trotskismo en la degeneración de la Internacional Comunista. La investigación teórica revolucionaria no puede ser sujeto de tertulias de salón ni servir a los literatos “de izquierda” faltos de inspiración. Por penosos que sean los medios de expresión del proletariado revolucionario la tarea de elaboración de la teoría de la clase sólo puede desarrollarse a través de un marco propio. Trabajar para su mejora, desarrollar esos medios de expresión es la única vía que tiene el militante para hacer de su pensamiento una acción eficaz. Intentar servirse de medios de expresión ajenos a los de los organismos de clase denota siempre una tendencia intelectualista y pequeño burguesa. El hecho de que este problema haya sido desdeñado en la polémica emprendida por Socialismo o Barbarie demuestra que no ha sido ni siquiera captado, y menos aún solventado en un sentido u otro. Y esto es, a nuestro juicio muy significativo.
Antes de emprender el examen crítico de las posiciones defendidas por el grupo Socialismo o Barbarie, creemos que es necesario detenerse antes en otro punto que es igualmente muy característico: la forma en que este grupo se presenta. Nos equivocaríamos si consideráramos esta cuestión como carente de importancia. La idea que se tiene de uno mismo y la apreciación que se reserva a los demás están muy ligadas a las concepciones generales que se profesan. Se trata a menudo de uno de los aspectos más reveladores de la naturaleza de un grupo. Es en todos los casos un término indispensable que nos permite captar inmediata y directamente la concepción profunda de un grupo.
He aquí dos pasajes extraídos del artículo de cabecera del primer número de la revista, artículo que constituye de alguna manera el credo, la plataforma política del grupo.
Hablando del movimiento obrero actual, y después de haber constatado la completa alienación de las masas en ideologías anti-obreras, la revista señala:
“Únicamente parecen seguir a flote en este naufragio universal, débiles organizaciones tales como la “4ª Internacional”, las Federaciones Anarquistas, y algunas agrupaciones que se llaman “ultraizquierda” (Bordiguistas, Spartakistas, Comunistas de los Consejos). Organizaciones débiles, no sólo por su flaqueza numérica – que no quiere decir y que no constituye criterio alguno -, sino por su falta de contenido político e ideológico. Vestigios del pasado mucho más que anticipos del porvenir, estas organizaciones se muestran absolutamente incapaces no sólo de comprender el desarrollo social del siglo XX, sino que aún más de orientarse positivamente frente a él”.
Y después de enumerar la debilidad del trotskismo y del anarquismo, el artículo plantea algunas líneas más abajo:
“Finalmente, los agrupamientos de “ultraizquierdas” o bien cultivan con fruición sus deformaciones de capilla como es el caso de los bordiguistas, que llegan incluso a veces a responsabilizar al proletariado de su propia incapacidad, o bien – como sucede con los Comunistas de los Consejos – se contentan con sacar de las experiencias pasadas las recetas para la cocina “socialista” del futuro” (…) “Pese a sus pretensiones delirantes, tanto la “4ªInternacional” como los anarquistas o las “ultraizquierdas” no son, en realidad más que vestigios históricos, costras minúsculas de las heridas de la clase, destinadas a desprenderse con el empuje de la piel nueva que se prepara en la profundidad de los tejidos” (Socialismo o Barbarie, nº 1, pag 9).
Esto es lo que hace referencia a las demás tendencias y grupos existentes. Es fácil entender que después de un juicio tan severo, una condena inapelable a los demás grupos, se presenten ellos mismo en los siguientes términos:
“Al presentarnos hoy, mediante esta revista, ante la vanguardia de los trabajadores manuales e intelectuales, pensamos que somos los únicos capaces de responder de una manera sistemática a los problemas fundamentales del movimiento revolucionario contemporáneo; los únicos que podemos retomar y continuar el análisis marxista de la economía moderna, a plantear sobre bases científicas el problema del desarrollo histórico del movimiento obrero y su significación, definir el estalinismo y en general la burocracia “obrera”, caracterizar la 3ª Guerra Mundial, plantear en fin nuevamente, y teniendo en cuenta los elementos originales creados por nuestra época, la perspectiva revolucionaria. Ante cuestiones de tal envergadura no se trata ni de orgullo ni de modestia. Pensamos que somos nosotros quienes representamos la continuidad histórica del marxismo en el marco de la sociedad contemporánea. En ese sentido no tememos en absoluto poder ser confundidos con todos esos elementos editores de revistas “marxistas”, “clarificadores”, “hombres de buena voluntad” polemistas y charlatanes de toda calaña. Si nosotros planteamos los problemas es por qué nosotros pensamos que podemos resolverlos.”
He aquí un lenguaje en el que la pretenciosidad, y el autobombo infinito van parejos a la ignorancia en la que se encuentran respecto al movimiento revolucionario, los diferentes grupos y tendencias, sus trabajos y sus luchas teóricas en los últimos 30 años. Esa ignorancia explica muchas cosas, pero no debería servir de justificación y mucho menos vanagloriarse de ella. ¿Con qué derecho el grupo Socialismo o Barbarie se arroga el derecho de hablar, con tanto desahogo, del pasado reciente del movimiento revolucionario, de sus luchas internas, y de los grupos cuyo único fallo es el haber planteado, con diez o veinte años de antelación, los problemas que, en su ignorancia, SoB, cree haber descubierto hoy? El hecho de ser un recién llegado a la vida política en los años de la guerra y, más aún, a través de una organización políticamente corrompida del trotskismo, en cuyo fango ha estado chapoteando hasta 1949, no debería ser invocado como certificado de honorabilidad, como garantía de madurez política. La arrogancia del tono es más bien un certificado de la indiscutible ignorancia de este grupo, que aún no se ha liberado lo suficiente del modo de pensar y de discutir del trotskismo. De no ser así, se darían cuenta fácilmente que las ideas que enuncian hoy, y que consideran como su obra original no son en muchos casos sino la repetición más o menos acertada de las ideas emitidas por las corrientes de izquierda de la 3ª Internacional (la Oposición Obrera rusa, los Spartakistas de Alemania, los Comunistas de los Consejos en Holanda, la Izquierda Comunista de Italia), desde hace 25 años y en el transcurso de estos.
Si en lugar contentarse con medias verdades y oscuros chismorreos el grupo Socialismo o Barbarie se hubiera dedicado a estudiar más a fondo los numerosos documentos, aunque difíciles de encontrar, de esas corrientes de izquierda, habría salido perdiendo probablemente su pretensión de originalidad, pero habría ganado seguramente en profundidad.
[1] La compañera de Marc, que fue también miembro de la Izquierda Comunista en Francia y más tarde de la CCI. Ver nuestro “Homenaje a nuestra camarada Clara”, donde se relata también este incidente. https://es.internationalism.org/cci-online/200606/945/homenaje-a-nuestra-camarada-clara [53]
[2] Ver las “Tesis sobre la naturaleza del Estado y la Revolución proletaria (Gauche Communiste de France, 1946
[3] Esta divergencia ya había aparecido en Marsella a juzgar por la versión que proporciona Malaquais en su novela Planète sans visa, en la que el Marc de ficción argumenta contra la posición en pro de los aliados del personaje llamado Stepanoff, que es una versión apenas disimulada de Serge
[4] Esta intervención común con los RKD fue tergiversada como “colaboración con el trotskismo” por parte del Partito comunista internacionalista, lo que utilizó como pretexto para expulsar a la Izquierda Comunista de Francia de la Izquierda Comunista internacional. Lo cierto es, sin embargo, que los RKD habían roto con el trotskismo en la cuestión clave del internacionalismo, la oposición a la guerra y la denuncia de la URSS
[5] Ver por ejemplo nuestro artículo sobre la conferencia internacionalista que tuvo lugar en Holanda en 1947. “Hace sesenta años: una conferencia de los revolucionarios internacionalista”. https://es.internationalism.org/revista-internacional/200802/2191/hace-60-anos-una-conferencia-de-revolucionarios-internacionalistas [54]
[6] Respecto a Stinas, ver nuestra introducción a los extractos de sus memorias en nuestra Revista Internacional nº 72 (Memorias de un revolucionario (A Stinas, Grecia): Nacionalismo y Antifascismo). https://es.internationalism.org/revista-internacional/199304/1993/documento-nacionalismo-y-antifascismo [55]
Ver también en inglés: “Greek Resistance in WW2: Patriotism or internationalism. https://en.internationalism.org/book/export/html/1933 [56]
Las memorias de Stinas han sido publicadas en griego y en francés. Agis Stinas, Mémories: un révolutionnaire dans la Grèce du XX siècle. Prefacio de Michel Pablo, trducido por Olivier Houdart, La Brèche, parís 1990. Stinas fue inflexible en su oposición a la guerra y a la resistencia patriótica. En su caso, dada la falta de centralización verdadera que existía en la autoproclamada Cuarta Internacional, él había creído durante años que esa era la posición “normal” del partido trotskista. Sólo años más tarde descubrió el alcance real de la capitulación del trotskismo oficial ante el antifascismo
[7] Internationalisme nº 41, enero de 1949, artículo “Où en sommes-nous” (“¿Dónde estamos?”)
[8] Este título parece referirse a una obra de teatro escrita en 1945 con el mismo nombre por Simone de Beauvoir, escritora (1908-1986) cuya obra más famosa fue El Segundo Sexo.
[9] Sartre (1905-1980) fue un filósofo existencialista que apoyó el maoísmo y su siniestra “Revolución Cultural” así como la pretendida “revolución cubana” que instauró el régimen brutal de la familia Castro. La revista Le Temps Modernes pretendía ser “abierta” y “crítica”, aunque en realidad embellecía de forma “distanciada” y “filosófica” la democracia y la ideología de los triunfadores de la Segunda Guerra Mundial
[10] El Rassemblement Démocratique Révolutionnaire, fue un efímero partido francés fundado en la postguerra (finales de 1947-pincipios de 1948) por, entre otros, Jean Paul Sartre y algunos trotskystas y socialdemócratas de izquierda
Attachment | Size |
---|---|
![]() | 205.83 KB |
El informe que publicamos a continuación fue presentado y discutido en una reunión internacional de la CCI (en noviembre de 2017) para con él hacer un balance de la evolución de las principales tendencias en las tensiones imperialistas. Se basa en otros textos e informes en los que esas tendencias se analizaron y discutieron en profundidad en nuestra organización: el texto de orientación (TO) de 1991 "Militarismo y descomposición" (publicado en la Revista Internacional nº 64, 1er trimestre de 1991[1]) y el Informe del XX Congreso Internacional (Revista Internacional nº 152, 2º semestre de 2013[2]).
Desde que se redactó este último informe de 2013, ha habido dos acontecimientos de primera importancia en la agravación de las tensiones imperialistas en Oriente Medio: primero fue la intervención militar directa de Turquía en Siria el 20 de enero de este año para enfrentar las tropas kurdas asentadas en el distrito de Afrin en el norte de Siria[3]. Esta intervención, que se ha llevado a cabo con el acuerdo, al menos tácito, de Rusia, está cargada de futuros enfrentamientos militares, en particular con Estados Unidos, aliados en esta región de las fuerzas kurdas de las YPG, y de enfrentamientos en el seno de la OTAN de la que son miembros tanto Turquía como EEUU. Y más recientemente se ha producido el bombardeo aéreo en Siria por parte de Estados Unidos (con el apoyo de Gran Bretaña y Francia) sobre objetivos en los que supuestamente se fabricaban armas químicas. Lo que tal acto revela son los riesgos de una escalada incontrolada y de una nueva llamarada en los conflictos que asolan la región (es lo que exponemos en nuestro artículo “Siria: el capitalismo es una amenaza creciente para la humanidad”[4] de esta misma Revista), a la vez que se incrementan las tensiones directas entre Estados Unidos y Rusia en un contexto tan álgido y prolífico en tensiones y conflictos entre diferentes países, en una región ya tan afectada por innumerables masacres de todo tipo (bombardeos intensivos por parte de rusos, sirios, norteamericanos y sus aliados franceses, ingleses etc.; atropellos brutales por parte del Estado Islámico), y desplazamientos masivos de población.
(06/04/2018)
* * *
En los últimos 4 años desde nuestro XX Congreso Internacional, las relaciones imperialistas han experimentado un gran incremento en tensión: la guerra en Siria y la lucha contra el Estado islámico, la intervención rusa en Ucrania, la crisis de los refugiados y los ataques en Europa, el Brexit y la presión del populismo, las elecciones de Trump en Estados Unidos y las acusaciones de injerencia rusa en la campaña electoral (el llamado “Rusiagate”), tensiones entre Estados Unidos y China ante las provocaciones de Corea del Norte, la oposición entre Arabia Saudí e Irán (que explica la presión ejercida por aquel país sobre Qatar), el fallido golpe de Estado contra Erdogan y la represión en Turquía, el conflicto por la autonomía kurda, el estallido del nacionalismo y el conflicto entre Cataluña y España, etc. Es pues importante evaluar hasta qué punto estos acontecimientos están en continuidad con nuestros análisis generales del período, pero también qué nuevas orientaciones revelan.
Para ello, es crucial, como se afirma de entrada en el citado texto de orientación (TO) de 1991 "Militarismo y descomposición", utilizar el método apropiado para comprender una situación que es nueva:
“Contrariamente a la corriente bordiguista, la CCI no ha considerado nunca el marxismo como “doctrina invariante”, antes al contrario, lo ha concebido como un pensamiento vivo para el cual cada acontecimiento histórico importante es fuente de enriquecimiento. En efecto, esos acontecimientos permiten ya sea confirmar el marco de los análisis desarrollados anteriormente, dándoles más fuerza, ya sea poner en evidencia la caducidad de algunos de ellos imponiéndose entonces un esfuerzo de reflexión para así ampliar el campo de aplicación de los esquemas válidos antes, pero ya superados, o si no, claramente, elaborar otros nuevos capaces de dar cuenta de la nueva realidad. Les incumbe a las organizaciones revolucionarias la responsabilidad específica y fundamental de cumplir ese esfuerzo de reflexión, teniendo buen cuidado de avanzar, a semejanza de nuestros mayores, Lenin, Rosa, Bilan o la Izquierda Comunista de Francia, a la vez con prudencia y audacia:
En especial, ante tales acontecimientos históricos, importa que los revolucionarios sean capaces de distinguir bien los análisis ya caducos de los que siguen siendo válidos para evitar así el doble escollo de encerrarse en la esclerosis o “tirar al crío con el agua del baño””
Poner en práctica ese enfoque, impuesto, es cierto, por la realidad del momento, ha sido la base de nuestra capacidad para analizar las evoluciones principales en el plano imperialista de los últimos 26 años.
En esta perspectiva, este Informe propone tres niveles de comprensión de los acontecimientos recientes para situar su importancia en relación con nuestros marcos de análisis:
1. ¿Hasta qué punto concuerdan con el marco analítico desarrollado tras la implosión del bloque del Este? Recordaremos al respecto las principales líneas de análisis del TO “Militarismo y descomposición”
2. ¿Hasta qué punto encajan en las principales orientaciones de las tensiones imperialistas a nivel mundial, tal como se describen en el ya citado Informe del XX Congreso Internacional?
3. ¿Cuáles son los acontecimientos más importantes que caracterizan el desarrollo de las tensiones imperialistas hoy en día?
Ese texto presenta el marco analítico para entender la cuestión del imperialismo y el militarismo en el período de descomposición. Avanza dos orientaciones fundamentales para la caracterización del imperialismo en el período actual:
En la fase de descomposición del capitalismo, debido a la desaparición de los bloques imperialistas, el imperialismo y el militarismo se vuelven aún más bárbaros y caóticos.
La reconstitución de los bloques imperialistas no está al orden del día.
La desaparición de los bloques no cuestiona la realidad del imperialismo y el militarismo.
Por el contrario, éstos se vuelven más bárbaros y caóticos: "No es la formación de bloques imperialistas lo que está en la base del militarismo y del imperialismo. Es lo contrario: la formación de bloques no es sino la consecuencia extrema (que en cierta fase puede agravar las causas mismas) del hundimiento del capitalismo decadente en el militarismo y la guerra. (...) el final de los bloques lo que hace es abrir las puertas a una forma todavía más salvaje, aberrante y caótica del imperialismo".
Esto se expresa en particular en el desencadenamiento de apetitos imperialistas en todas direcciones y la multiplicación de tensiones y conflictos: “La diferencia con el período que acaba de terminar, es que esas peleas, esos antagonismos, contenidos antes y utilizados por los dos grandes bloques imperialistas, van ahora a pasar a primer plano. (...)En cambio, con la desaparición de la disciplina impuesta por la presencia de los bloques, esos conflictos podrían ser más violentos y numerosos y, en especial, claro está, en las áreas en las que el proletariado es más débil.”
Del mismo modo, somos testigos del desarrollo de la tendencia de “cada uno a la suya” y, como corolario, de los intentos de contener el caos, factores, ambos, agravantes de la barbarie bélica: "En realidad, es fundamentalmente el caos que ya impera en buena parte del mundo y que ahora amenaza a los grandes países desarrollados y sus relaciones reciprocas, (...) frente a la tendencia al caos generalizado propia de la fase de descomposición, y a la que el hundimiento del bloque del Este ha dado un considerable acelerón, no le queda otra salida al capitalismo, en su intento por mantener en su sitio a las diferentes partes de un cuerpo con tendencia a desmembrarse, que la de imponer la mano de hierro de la fuerza de las armas. Y los medios mismos que está utilizando para contener un caos cada vez más sangriento son un factor de agravación considerable de la barbarie guerrera en que se ha hundido el capitalismo.”
El TO subraya pues de manera central que existe una tendencia histórica de “cada cual a la suya”, un debilitamiento del control estadounidense sobre el mundo, especialmente sobre sus antiguos aliados, y un intento por parte de EEUU en lo militar, donde tienen una enorme superioridad, de mantener su estatus imponiendo su control sobre dichos aliados.
La reconstitución de bloques no está al orden del día
El carácter cada vez más bárbaro y caótico del imperialismo en tiempos de descomposición es un obstáculo importante para la reconstitución de nuevos bloques: "la agudización de éstos [militarismo e imperialismo] en la fase actual del capitalismo es, paradójicamente, una traba de primera importancia para que se vuelva a formar un nuevo sistema de bloques que sea la continuación del que acaba de desaparecer. (...) el hecho mismo de que la fuerza de la armas se haya convertido –como lo confirma la guerra del Golfo- en factor preponderante en los intentos de los países avanzados por limitar el caos mundial, es una traba importante contra esa tendencia. (...) la formación de un nuevo par de bloques imperialistas no se ve en un horizonte razonable, puede que ni siquiera ocurra nunca”.
Estados Unidos es el único país del mundo que puede hacer de gendarme planetario. Los únicos otros posibles candidatos a la dirección de un bloque son Alemania y Japón: "(...) el mundo aparece como una inmensa timba en la que cada quien va a jugar “por su cuenta y para sí”, en la que las alianzas entre Estados no tendrán ni mucho menos, el carácter de estabilidad de los bloques, sino que estarán dictadas por las necesidades del momento. Un mundo de desorden asesino, en el que el “gendarme” USA intentará hacer reinar un mínimo de orden con el empleo más y más masivo de su potencial militar.”
Además, la URSS nunca podrá recuperar un papel de retador: (...) “está fuera de dudas que la cabeza de bloque que acaba de hundirse, la URSS, no será capaz de volver a conquistar ese puesto.”
En eso también, el análisis sigue siendo esencialmente exacto: después de 25 años de descomposición, no surge ninguna perspectiva de reconstitución de bloques.
En conclusión, el marco y los dos ejes principales presentados en el TO se han confirmado en gran medida y siguen siendo profundamente válidos.
Sin embargo, es necesario reflexionar más sobre algunos componentes del análisis
El papel de Estados Unidos como único gendarme del mundo ha evolucionado significativamente en los últimos 25 años: ésta es una de las cuestiones centrales que se analizarán más a fondo en este informe. Sin embargo, el TO daba una dirección que concretó con creces el pronóstico de 1991: el hecho de que la acción de Estados Unidos crearía aún más caos. Esto ha quedado plenamente ilustrado por el desarrollo del terrorismo hoy, esencialmente como consecuencia de la política de Estados Unidos en Irak, y, accesoriamente, por la intervención franco-británica en Libia.
Además, ahora podemos decir que el análisis sobreestimó el papel potencial atribuido a Japón e incluso a Alemania. Japón fue capaz de fortalecer su armamento y ganó más autonomía en ciertos sectores, pero eso no es en modo alguno comparable a una tendencia a formar un bloque, al haber tenido Japón que someterse a la protección de Estados Unidos contra Corea del Norte y especialmente contra China. Alemania sigue teniendo potencial sin por ello haberse fortalecido realmente durante estos 25 años. Alemania ha ganado más peso, desempeña un papel preponderante e incluso de liderazgo en Europa, pero, militarmente hablando, sigue siendo un enano, aunque (a diferencia de Japón) involucre a sus tropas en tantos "mandatos" militares de la ONU como le sea posible. Por otra parte, durante ese período se ha visto el surgimiento de China como una nueva potencia en ascenso, un papel que, en gran, medida, hemos subestimado en el pasado.
Para Rusia, finalmente, el análisis sigue siendo básicamente correcto, también en el sentido de que ya su posición como líder de bloque en 1945 era un "accidente de la historia". Pero las predicciones de que "no podrá desempeñar, a pesar de sus considerables arsenales, un papel importante en la escena internacional" y de que "está condenada a volver a una posición de tercer orden" no se han materializado realmente: ciertamente, Rusia no ha vuelto a convertirse en un retador global para Estados Unidos, pero desempeña un papel significativo como "alborotador", típico de la decadencia, exacerbando el caos en todo el mundo a través de sus intervenciones y alianzas militares (ha logrado ciertos éxitos en Ucrania y Siria, ha fortalecido su posición en Turquía e Irán y ha desarrollado una cooperación con China). Indudablemente hemos subestimado a este nivel los recursos de un imperialismo desesperado, dispuesto a hacer cualquier cosa por defender sus intereses con uñas y dientes.
En el contexto de un imperialismo cada vez más bárbaro y caótico y del creciente estancamiento de la política norteamericana, que no hace sino exacerbar la barbarie de la guerra (ejes del informe del XIX Congreso de la CCI), el informe destaca cuatro orientaciones en el desarrollo de los enfrentamientos imperialistas que completan los ejes de la estrategia de 1991 a 2000.
El incremento de la tendencia de “cada uno para sí”, que se plasmaba, en particular, en una multiplicación en todas direcciones de las ambiciones imperialistas. Esto se expresa concretamente en:
a) el peligro de enfrentamientos bélicos y la creciente inestabilidad de los Estados de Oriente Medio, que, a diferencia de la primera Guerra del Golfo de 1991, desencadenada por los Estados Unidos y llevada a cabo por una coalición internacional bajo su dirección, ponen de relieve la aterradora propagación del caos;
b) El ascenso constante de China y la exacerbación de las tensiones en Extremo Oriente. El análisis del informe corrige parcialmente la infravaloración del papel de China en nuestros análisis anteriores. Sin embargo, a pesar de la evidencia de la impresionante expansión económica, el creciente poderío militar y una creciente presencia en los enfrentamientos imperialistas, el Informe argumenta que China no tiene suficientes capacidades industriales y tecnológicas para imponerse como cabeza de un bloque y desafiar a EE.UU. a nivel mundial.
El creciente estancamiento de la política de gendarme global de EE.UU., particularmente en Afganistán e Irak, ha llevado a una huida ciega hacia la barbarie de la guerra. "El lamentable fracaso de las intervenciones en Irak y Afganistán ha debilitado el liderazgo mundial de Estados Unidos. Aunque la burguesía norteamericana bajo Obama, al elegir una política de retirada controlada desde Irak y Afganistán, haya sido capaz de reducir el impacto de la catastrófica política liderada por Bush, no por eso ha podido invertir la tendencia, lo que la ha llevado a una escapada hacia la barbarie bélica. Con la ejecución de Bin Laden, Estados Unidos intentó responder a ese declive de su liderazgo haciendo además alarde de su absoluta superioridad tecnológica y militar. Sin embargo, esa reacción no ha atajado la tendencia subyacente hacia el debilitamiento”.
Una tendencia que se confirma hacia la extensión explosiva de zonas de inestabilidad y caos permanentes: "(...) por grandes áreas del planeta, desde Afganistán hasta África, hasta tal punto que algunos analistas burgueses, como el francés Jacques Attali, hablan abiertamente de la "somalización" del mundo".
La crisis del euro (y los PIGS, Portugal, Irlanda, Grecia y España) acentúa las tensiones entre los Estados europeos y las tendencias centrífugas dentro de la UE: "Por otro lado, la crisis y las drásticas medidas impuestas empujan a la desintegración de la UE y al rechazo de la sumisión al control de cualquier país, es decir, empujan a “cada uno a la suya”. Gran Bretaña rechaza radicalmente las medidas de centralización propuestas y en los países del sur de Europa crece un nacionalismo anti-alemán. Las fuerzas centrífugas también pueden implicar una tendencia a la fragmentación de los Estados, a través de la disidencia de regiones como Cataluña, norte de Italia, Flandes o Escocia. (...) Así, la presión de la crisis, a través de la compleja interacción de fuerzas centrípeta y centrífuga, acentúa el proceso de desintegración de la UE y exacerba las tensiones entre Estados".
Las cuatro orientaciones principales de la situación, desarrolladas en el informe, también siguen siendo válidas. Ya muestran claramente que la tensión entre, por un lado, la tendencia al “de cada uno a la suya” y, por otro, los intentos de contener el caos, puestos de relieve en el TO de 1991, tiende cada vez más hacia una situación caótica cada vez más explosiva.
Desde el informe de 2013, los acontecimientos han confirmado el cambio en las relaciones imperialistas hacia tensiones en todas direcciones y un caos cada vez más incontrolable. Pero, sobre todo, la situación se caracteriza por su carácter altamente irracional e impredecible, vinculado al impacto de las presiones populistas y, en particular, al hecho de que la primera potencia mundial está hoy dirigida por un presidente populista con reacciones impredecibles. Una práctica cada vez más a corto plazo por parte de la burguesía y una imprevisibilidad cada vez mayor en las políticas resultantes marcan sobre todo la política del gendarme norteamericano, pero también la política de las demás grandes potencias imperialistas, el desarrollo de conflictos en el mundo y el aumento de las tensiones en Europa.
El declive de la superpotencia americana y la crisis política en la burguesía de ese país.
La subida al poder de Trump, surfeando sobre una ola populista, ha tenido tres consecuencias importantes.
La primera es lo imprevisible en las decisiones y lo incoherente de la política exterior de Estados Unidos. Las acciones de tal presidente populista y su administración, como la denuncia de los tratados transpacífico y transatlántico, la del acuerdo climático, el cuestionamiento de la OTAN y el tratado nuclear con Irán, el apoyo incondicional a Arabia Saudí, la escalada belicista con Corea del Norte o las tensiones con China socavan los cimientos de las políticas y acuerdos internacionales defendidos por las distintas administraciones norteamericanas anteriores. Sus impredecibles decisiones, sus amenazas y apuestas de tahúr restan fiabilidad a Estados Unidos como aliado y acentúan el declive de la única superpotencia.
Así, las fanfarronadas de Trump, y sus cambios repentinos de posición no sólo ridiculizan a Estados Unidos, sino que llevan a que cada vez menos países confían en ese país.
Y aunque la burguesía norteamericana bajo Obama, al haber escogido una política de retirada controlada de Irak y Afganistán, fue capaz de reducir el impacto de la catastrófica política conducida por Bush, no ha sido capaz de invertir la tendencia de modo que el callejón en que está la política norteamericana se está cerrando cada día más con las acciones de la administración Trump. En la reunión del G20 de Hamburgo en 2017, el aislamiento de Estados Unidos fue evidente en el tema del clima y la guerra comercial. Además, el compromiso de Rusia en Siria para salvar a Assad ha hecho retroceder a Estados Unidos y ha reforzado el peso de Rusia en Oriente Próximo, especialmente en Turquía e Irán, mientras que Estados Unidos ha sido incapaz de contener el paso de una China todavía en segunda fila a principios de los 90 a la de un serio contrincante que se presenta como campeona de la globalización.
El riesgo de desestabilizar la situación mundial y aumentar las tensiones imperialistas nunca ha sido mayor, como vemos con Corea del Norte o Irán: la política estadounidense es más que nunca un factor directo que agrava el caos a nivel mundial.
La segunda consecuencia de la llegada de Trump al poder ha sido la apertura de una importante crisis política dentro de la burguesía norteamericana. La necesidad constante para contener lo impredecible de las decisiones presidenciales, pero sobre todo la sospecha de que el éxito electoral de Trump se debe en gran medida al apoyo de Rusia (el llamado "Rusiagate"), un hecho totalmente inaceptable para la burguesía norteamericana, ponen de manifiesto una situación política muy delicada y una dificultad para controlar el juego político.
La incesante lucha por "encuadrar" al presidente se realiza a varios niveles: la presión ejercida por el Partido Republicano (fracaso de las votaciones sobre la supresión del "Obamacare"), la oposición a los planes de Trump por parte de sus ministros (el ministro de Justicia J. Sessions que se niega a dimitir o los ministros de Asuntos Exteriores y de Defensa que "matizan" las palabras de Trump), lucha por el control del personal de la Casa Blanca por parte de los "generales" (Mc Master, Mattis). Sin embargo, ese “encuadramiento” no parece impedir los "patinazos", como cuando Trump concluyó un acuerdo con los demócratas en septiembre para eludir la oposición de los republicanos a subir el tope de la deuda.
Cualquiera que sea la orientación imperialista de la burguesía norteamericana hacia Rusia (en esto también hay divergencias entre facciones de la clase dominante, como veremos más lejos), el escándalo del "Rusiagate" es gravísimo: se acusa a Rusia de injerencia en la campaña presidencial norteamericana y de conexión de Trump con la mafia rusa. De hecho, por primera vez, un presidente estadounidense es elegido con el apoyo de Rusia, lo cual es inaceptable para los intereses de la burguesía estadounidense. Si las investigaciones confirmaran los cargos, sólo podrían conducir a un juicio político contra Trump.
Y, finalmente, la última consecuencia de la llegada de Trump al poder es el incremento de tensiones sobre las opciones para el imperialismo americano. De hecho, la cuestión de los lazos con Rusia también es objeto de enfrentamientos entre clanes dentro de la burguesía estadounidense. Como el principal desafío de hoy es China, ¿es aceptable para la burguesía norteamericana acercarse al antiguo jefe del bloque rival y gran potencia militar, para contener el caos, el terrorismo y el empuje chino? ¿Puede Estados Unidos contribuir en el resurgir de su rival de la guerra fría aceptando negociar un compromiso con él en determinados ámbitos? ¿Permitiría eso contener las ambiciones chinas y dar también un golpe a Alemania? Dentro de la administración Trump, hay muchos partidarios del acercamiento, como los ministros Tillerson, de Asuntos Exteriores, y Ross de Comercio y también Kushner, el yerno del presidente. Grandes partes de la burguesía norteamericana, sin embargo, parecen no estar dispuestas a hacer concesiones a Rusia (especialmente dentro del ejército, los servicios secretos y el Partido Demócrata). En este contexto, las investigaciones relativas a "Rusiagate", que implican la posibilidad de manipulación y chantaje de una presidencia estadounidense por parte de un enemigo exterior, son ampliamente explotadas por esas facciones para hacer totalmente inaceptable cualquier acercamiento con Rusia.
La crisis del gendarme norteamericano exacerba aún más la tendencia a “cada uno para sí” de las demás potencias imperialistas y la imprevisibilidad de las relaciones entre ellas.
Las orientaciones proteccionistas de Trump y la salida de Estados Unidos de varios acuerdos internacionales han llevado a varias potencias, especialmente europeas y asiáticas, a reforzar sus vínculos mutuos -sin excluir totalmente a Estados Unidos por el momento- a expresar su deseo de ser más independientes de Estados Unidos y defender sus propios intereses. Así lo puso de manifiesto la cooperación entre Alemania y China en la última reunión del G20 en Hamburgo, y esta cooperación entre los países europeos y asiáticos también se refleja en la conferencia sobre el clima de Bonn, con lo que se pretende alcanzar los objetivos fijados en París.
La posición de retirada de los Estados Unidos agrava la tendencia al “cada uno para sí” en las otras grandes potencias: ya hemos mencionado la agresividad imperialista de Rusia que le ha permitido recuperar zonas en el campo de la batalla imperialista mundial (Ucrania, Siria). Por lo que respecta a China, seguíamos nosotros subestimando, en el Informe de nuestro XX Congreso Internacional, tanto la rapidez de la modernización económica como la estabilidad política interna de ese país, que parece haberse reforzado enormemente con Xi. China se presenta hoy como defensora de la globalización frente al proteccionismo norteamericano y como polo de estabilidad global frente a la inestabilidad de la política de ese país, a la vez que desarrolla una estrategia militar cuyo objetivo es incrementar su presencia militar fuera de China (Mar de China meridional).
***
El incremento de la tendencia al “cada uno para sí” puede ir acompañado de alianzas de circunstancia (China y Alemania para orientar el G20, el tándem franco-alemán para fortalecer la cooperación militar en Europa, China y Rusia respecto a Irán), pero éstas siguen siendo fluctuantes y no pueden ser consideradas como bases para que surjan bloques reales. Consideremos el ejemplo de la alianza entre China y Rusia. Las dos potencias comparten intereses comunes, por ejemplo contra Estados Unidos en Siria e Irán, o en Extremo Oriente (Corea del Norte) contra Estados Unidos y Japón. Han realizado ejercicios militares conjuntos en esas dos áreas. Rusia se ha convertido en uno de los principales proveedores de energía de China, reduciendo ésta su dependencia de Occidente, mientras que China suministra enormes cantidades de bienes de consumo y realiza inversiones en Siberia. Sin embargo, Rusia no quiere convertirse en la subordinada de un vecino poderoso del cual depende a niveles hasta ahora desconocidos. Además, ambos países compiten también en Asia Central, en el sudeste asiático y en la península india: el proyecto chino de la nueva "Ruta de la Seda" va directamente en contra de los intereses rusos, mientras que Rusia refuerza sus vínculos con India, adversario central de China en Asia (con Japón). Por último, el acercamiento de China a la UE, y en particular a Alemania, es una amenaza mortal para Rusia, que se encontraría atrapada entre China y Alemania.
Frente a esa tendencia desbocada de “cada uno para sí”, los intentos de “mantener en su lugar las diferentes partes de un cuerpo que tiende a dislocarse” parecen cada vez más vanos, mientras que la inestabilidad de las relaciones imperialistas hace impredecible la multiplicación de los focos de tensión.
La derrota del Estado Islámico no reducirá la inestabilidad y el caos: los enfrentamientos entre milicias kurdas y ejército turco en Siria, entre unidades kurdas, ejército Iraquí, y las milicias chiíes pro-iraníes en Kirkuk, en Irak, anuncian nuevas batallas sangrientas en la región. La posición de Turquía, que ocupa una posición clave en la región, es crucial para la evolución de las tensiones y, a la vez, está llena de amenazas para la propia estabilidad del país. Turquía tiene importantes ambiciones imperialistas en la región, no sólo en Siria o Irak, sino también en todos los países musulmanes, desde Bosnia hasta Catar, desde Turkmenistán hasta Egipto, y está jugando plenamente su propia carta imperialista: por una parte, su estatuto de miembro de la OTAN es muy "inestable", dadas sus tensas relaciones con Estados Unidos y la mayoría de los miembros de la OTAN de Europa Occidental, así como las tensiones con la UE en torno a los refugiados y las conflictivas relaciones con Grecia; por otra parte, actualmente tiende a acercarse a Rusia e incluso a Irán, un competidor imperialista directo en la escenario de Oriente Medio, a la vez que se opone a Arabia Saudí (negativa a retirar sus tropas desplegadas en una base turca de Catar). Al mismo tiempo, la lucha por el poder dentro del país se vio exacerbada por la posición cada vez más dictatorial de Erdogan y la reanudación de la guerrilla kurda. En esto, la negativa de Estados Unidos a extraditar a Gülen, así como su apoyo, con armamento y entrenamiento, a las milicias kurdas en Irak, son una grave amenaza en el incremento del caos dentro de la propia Turquía.
Lo imprevisible de los acontecimientos en algunas zonas de tensión es particularmente evidente en Corea del Norte. Si bien el telón de fondo del conflicto es el enfrentamiento creciente entre China y Estados Unidos, hay una serie de características que hacen que el resultado sea de lo más incierto:
-la ideología de Estado fortaleza asediado en Corea del Norte, que defiende como prioridad absoluta las armas atómicas contra un ataque por parte de estadounidenses y japoneses y que también muestra una gran desconfianza hacia los "amigos" chinos o rusos (desconfianza basada en viejas experiencias de los partisanos coreanos durante la Segunda Guerra Mundial), hace que el control de China sobre Corea del Norte sea limitado;
- La apuesta de póquer de Trump, que amenaza a Corea del Norte con la destrucción total, plantea la cuestión de su credibilidad. Esto conducirá, por un lado, a un rearme acelerado del Japón (ya anunciado por el Primer ministro japonés Abé); pero, por otro lado, el desequilibrio en armas atómicas entre Estados Unidos y Corea del Norte (situación diferente al "equilibrio del terror" entre Estados Unidos y la URSS durante la guerra fría) y la sofisticación de las armas atómicas de "pequeño alcance" no excluyen la amenaza de su uso unilateral por parte de Estados Unidos, lo que sería un paso cualitativo importante en la caída en la barbarie.
En resumen, la zona de guerra, la desintegración del Estado y el caos sangriento se está extendiendo cada vez más: desde Ucrania hasta Sudán del Sur, desde Nigeria hasta Oriente Próximo, desde Yemen hasta Afganistán, desde Siria hasta Birmania y Tailandia. Hay además una extensión de áreas de caos en América Latina: la creciente desestabilización política y económica de Venezuela, el caos político y económico en Brasil, la desestabilización de México si se confirma la política proteccionista de Trump hacia ese país. A ello hay que añadir la expansión del terrorismo y su presencia en la realidad cotidiana de Europa, Estados Unidos, etc. La zona de caos que se está extendiendo por todo el planeta está dejando cada vez menos oportunidades de reconstrucción para las poblaciones afectadas, incluso parciales (cuando esto sí fue todavía posible en Bosnia o Kosovo), como lo demuestra el fracaso de la política de reconstrucción y de restauración de las estructuras estatales en Afganistán.
Este factor, ya potencialmente presente en el informe del XX Congreso (cf. punto 4.2.), se ha agudizado violentamente en los últimos años. Con el Brexit, la UE ha entrado en una zona de grandes turbulencias, mientras que so pretexto de proteger a los ciudadanos y luchar contra el terrorismo, los presupuestos de la policía y el ejército están aumentando significativamente en Europa Occidental y aún más en Europa Oriental.
Bajo la presión de las medidas económicas, la crisis de los refugiados, los atentados terroristas y, sobre todo, las victorias electorales de los movimientos populistas, las fracturas dentro de Europa se multiplican y las oposiciones se exacerban: las presiones económicas de la UE sobre Grecia e Italia, resultado del referéndum sobre el Brexit, la presión del populismo sobre la política europea (Holanda, Alemania) y sus victorias en los países de Europa del Este (Polonia, Hungría y recientemente la República Checa), las tensiones internas en España con la "crisis catalana". Un desmembramiento gradual de la UE a través, por ejemplo, de una "Europa a diferentes velocidades", como parece defender actualmente el dúo franco-alemán, debería provocar una marcada intensificación de las tensiones imperialistas en Europa.
La relación entre populismo (contra las élites cosmopolitas, mundialistas, y por el proteccionismo) y el nacionalismo quedó patente en el discurso de Trump de septiembre en la ONU: "el nacionalismo sirve a un interés internacional: si cada país piensa primero en sí mismo, las cosas se arreglarán para el mundo". Esa glorificación exacerbada de cada cual a la suya (ese grito de "América primero" de Trump) está pesando mucho en el conflicto catalán. En el contexto de la crisis del euro y la drástica austeridad que siguió, existe una interacción dramática entre populismo y nacionalismo: por un lado una parte de la pequeña y media burguesía catalana que “no quiere seguir pagando por España” o las provocaciones de la coalición catalanista de Puigdemont dominada por una izquierda confrontada a su propia pérdida de credibilidad en el poder y, del lado “españolista”, la huida ciega en la escalada nacionalista del presidente del Gobierno español, Rajoy, frente a la crisis del Partido Popular, empantanado en múltiples casos de corrupción.
“El militarismo y la guerra son un elemento fundamental de la vida del capitalismo desde la entrada de este sistema en su período de decadencia. (…).En realidad si el imperialismo, el militarismo y la guerra se identifican tanto con el período de decadencia, es porque éste es el periodo en que las relaciones de producción capitalistas se han vuelto una traba al desarrollo de las fuerzas productivas: el carácter perfectamente irracional, en el plano económico global, de los gastos militares y de la guerra es expresión de la aberración que es el mantenimiento de esas relaciones de producción.” (“Militarismo y Descomposición”). El grado de caos imperialista y de barbarie bélica, que va mucho más allá de lo que uno podía haberse imaginado hace 25 años, refleja la obsolescencia del sistema y la necesidad imperiosa de derrocarlo.
[1] https://es.internationalism.org/revista-internacional/201410/4046/militarismo-y-descomposicion [37]
[3] Ver Denuncia internacionalista de la guerra turca en Afrin, https://es.internationalism.org/accion-proletaria/201804/4295/denuncia-internacionalista-de-la-guerra-turca-en-afrin-por-una-lucha-i [63]
[4] De próxima publicación en español
Attachment | Size |
---|---|
![]() | 193.37 KB |
Como cabía esperar, los portavoces de la burguesía no permanecieron insensibles al centenario de la revolución de Octubre de 1917. Como en cada década, las mentiras y el desprecio han inspirado los artículos de periódicos, documentales y entrevistas de televisión que se han ido sucediendo durante varias semanas. Sin mucha originalidad, intelectuales y académicos nos han contado la historia de un golpe de Estado llevado a cabo por un puñado de hombres al servicio de un líder neurótico, ávido de poder y motivado por la venganza personal[1]. Así, la lucha por una sociedad sin clases sociales y sin explotación del hombre por el hombre no habría sido más que el taparrabos de una maniobra deliberadamente totalitaria que tendría su origen en el propio pensamiento de Marx.[2]
Sería inútil buscar una apariencia de honradez en estos perros guardianes de la democracia y del modo de producción capitalista. Pero si el destino de tal acontecimiento debería ser acabar en los archivos de la historia, ¿por qué tratar de deformarlo cada diez años con tanta presunción? ¿Por qué la burguesía está tan empeñada en denigrar uno de los episodios más valiosos de la historia de la lucha del proletariado? A diferencia del discurso que puede transmitir en sus medios de comunicación, la burguesía sabe demasiado bien que la clase que a punto estuvo de echar abajo su mundo hace cien años todavía existe. También sabe que su mundo está aún más enfermo que en 1917. Y su supervivencia depende de su capacidad de usar las armas de que dispone con inteligencia y sin contemplaciones y así evitar un nuevo octubre mediante el que podría alcanzarse, esta vez, el objetivo histórico de la clase obrera.
Muy rápidamente, la burguesía comprendió el peligro que la revolución en Rusia podía representar para el orden social mundial. Así, después de haber mandado a mutuo degüello a sus poblaciones durante cuatro años, las principales potencias de entonces hicieron causa común para frenar la oleada proletaria que amenazaba con propagarse por una sociedad que ya no tenía nada que ofrecer a la humanidad… sino la guerra.
A contracorriente de la historia "oficial" según la cual la semilla de la revolución de Octubre 1917 contenía ya su degeneración, este artículo quiere poner de relieve que el aislamiento del proletariado ruso debe ante todo atribuirse a la coordinación de los gobiernos burgueses para asumir esa guerra de clases cuyo resultado acabó siendo decisivo para el curso de la historia. También demostrará que, desde 1917 hasta hoy, las diferentes fracciones de la clase dominante han usado todas las armas a su disposición para, primero, obstruir y reprimir la Revolución, luego para engañar y denigrar su memoria y sus lecciones.
En junio de 1917, ante la continuación de la guerra y el programa imperialista del gobierno provisional, el proletariado reaccionó con energía. Durante la gran manifestación del 18 de junio en Petrogrado, las consignas internacionalistas de los bolcheviques fueron mayoritarias por primera vez. Al mismo tiempo, la ofensiva militar rusa terminó en fiasco cuando el ejército alemán rompió el frente en varios lugares. La noticia del fracaso de la ofensiva llegó a la capital y reavivó la llama revolucionaria. Para hacer frente a una situación tan tensa, surgió, en los medios del poder, la idea de provocar una revuelta prematura en Petrogrado, aprovechándola para aplastar a obreros y bolcheviques y luego culpar al proletariado de la capital por el fracaso de la ofensiva militar, pues "habrían apuñalado por la espalda" a quienes estaban en el frente. Para ello, la burguesía provoca varios incidentes para incitar a los trabajadores a rebelarse en la capital. La renuncia de cuatro ministros del gobierno del partido Kadete (KD) y la presión de la Entente (la alianza de los futuros vencedores de la Primera Guerra Mundial) sobre el Gobierno Provisional empujaron a mencheviques y eseristas (Partido Social-Revolucionario, o SR) a integrar el gobierno burgués[3]. Lo único que tal cosa logró fue relanzar las demandas del poder inmediato para los sóviets. Además, la amenaza de enviar al frente a los regimientos de la capital aumentó el descontento de los soldados que emprendieron un levantamiento armado contra el gobierno provisional. La manifestación del 3 de julio podría haber sido catastrófica para el resto de la revolución si el partido bolchevique no hubiera logrado calmar el fervor de las masas oponiéndose a que se enfrentaran prematuramente a las tropas del gobierno. En aquellos días cruciales, el partido supo mantenerse fiel al proletariado apartándolo de la trampa tendida por la burguesía. Pero esas provocaciones fueron poco en comparación con la represión y la campaña de calumnias que les cayó encima a los bolcheviques en los días siguientes. Al igual que hoy, los bolcheviques se vieron tildados de las peores acusaciones… que si agentes alemanes a sueldo del Káiser, que si francotiradores disparando a las tropas que entraban en Petrogrado y así. Todo valía para denigrar al partido ante los trabajadores de la capital. Sólo mediante el despliegue de una enorme energía y discernimiento político pudieron los bolcheviques defender su honor. Si ya los “Días de Julio” revelaron el papel indispensable del partido, también permitieron revelar la verdadera naturaleza de mencheviques y eseristas. De hecho, su apoyo al gobierno burgués en aquellos días cruciales[4] fue la causa del descrédito de éstos entre las masas. Así, como escribió Lenin, "empieza una nueva fase. La victoria de la contrarrevolución desencadena la decepción de las masas hacia los partidos socialista-revolucionario y menchevique, y abre el camino para que aquéllas se unan a la política que apoya al proletariado"[5].
En una entrevista con el periodista y militante socialista John Reed, poco antes de la toma del Palacio de Invierno, Rodzianko, el llamado Rockefeller ruso dijo que "la Revolución es una enfermedad. Tarde o temprano, las potencias extranjeras tendrán que intervenir, como se intervendría para curar a un niño enfermo y enseñarle a caminar.”[6]
Tal intervención no tardó en llegar. Muy rápidamente, los diplomáticos de las grandes potencias burguesas intentaron llegar a un acuerdo con la burguesía rusa para resolver las cosas lo antes posible. Para el jefe del Servicio de Inteligencia británico en Rusia, Sir Samuel Hoare, la mejor solución seguía siendo la de implantar una dictadura militar. La Unión de Oficiales del Ejército y de la Armada propuso la misma solución. Como dijo el ministro de Cultos, Kartashev, miembro del partido Kadete: “Aquel que no tema ser cruel y brutal tomará el poder en sus manos”[7].
El intento de golpe de Estado de Kornilov[8] en agosto de 1917 contó de inmediato con el apoyo de Londres y París. Y el fracaso de ese primer intento contrarrevolucionario no desalentó ni mucho menos a la burguesía mundial. A partir de entonces, para los aliados, se trataba de detener la creciente influencia de los bolcheviques en las filas del proletariado ruso. El 3 de noviembre se celebró una conferencia militar secreta de militares aliados en Rusia en la oficina del director de la Cruz Roja, el coronel Thompson. Frente al "peligro bolchevique", el general norteamericano Knox propuso ni más ni menos que capturar a los bolcheviques y fusilarlos a todos[9].
Pero el 7 de noviembre, el Comité Militar Revolucionario se apodera del Palacio de Invierno, entregando el poder al sóviet de Petrogrado. Para la burguesía mundial, ahora, la intervención militar es más que nunca la única opción. Más aún cuando el eco de la revolución está resonando por toda Europa.
De entrada, el IIº Congreso de los Sóviets adopta el decreto de paz que proponía a todos los beligerantes una paz inmediata sin anexiones. Pero ese llamamiento no obtuvo la menor respuesta por parte de las potencias aliadas que deseaban prolongar el conflicto en espera de la ayuda estadounidense. Para los Imperios Centrales (Alemania y Austria), la liberación del frente oriental les permitió reorganizarse antes de que Estados Unidos entrara en guerra. El 22 de noviembre se firmó una tregua de tres semanas en Brest-Litovsk con el estado mayor austriaco y alemán. El 9 de diciembre se inician las negociaciones entre las dos partes. Pero ese mismo día, la batalla de Rostov del Don entre guardias rojos y ejércitos blancos sonó el comienzo de la guerra civil.[10] Tras la toma del poder, se levantaba ahora, ante el proletariado ruso, la prueba más dura. Mientras se esperaba que la revolución se extendiera al resto de Europa, era necesario estar preparado para enfrentar a las fuerzas contrarrevolucionarias desde dentro, bien apoyadas por las grandes potencias.
La contrarrevolución se organizó realmente en los días posteriores a las elecciones a la Asamblea Constituyente, marcadas por una mayoría hostil al gobierno soviético. A finales de noviembre, los generales Alexéyev, Kornilov y Denikin y el cosaco Kaledin formaron el ejército de voluntarios en el sur de Rusia. Inicialmente, estaba integrado por unos 300 oficiales. Este ejército fue la primera expresión de la reacción militar de la burguesía rusa. Para su financiación, "la plutocracia de Rostov del Don recaudó seis millones y medio de rublos, la de Novocherkask unos dos millones". Compuesto por oficiales a favor de la restauración de la monarquía, contenía "en germen un carácter de clase", como dijo el general ruso Denikin.[11]
El gobierno soviético no podía permitir que el ejército contrarrevolucionario se estructurara sin reaccionar. La revolución necesitaba fortalecerse militarmente. El 28 de enero de 1918, el Consejo de Comisarios del Pueblo adoptó un decreto para transformar a la Guardia Roja[12] en un Ejército Rojo Obrero y Campesino formado por "los elementos más conscientes y mejor organizados de la clase obrera". Sin embargo, la organización de ese ejército fue siempre una tarea difícil. En ausencia de un encuadramiento comunista competente, Trotski reclutó en el cuerpo de oficiales del ejército zarista. A principios de 1918, la relación de fuerzas no era muy favorable a la Rusia soviética. Alemania y Austria-Hungría se aprovecharon de la desintegración del ejército y su desmovilización el 30 de enero para poner fin al armisticio firmado unas semanas antes. En un radiograma publicado el 19 de febrero en Pravda, el Consejo de Comisarios del Pueblo protestó "por la ofensiva lanzada por el gobierno alemán contra la República Soviética de Rusia, que había proclamado el fin del estado de guerra y comenzado a desmovilizar el ejército en todos los frentes. El gobierno obrero y campesino ruso no podía ni mucho menos suponer semejante actitud, ya que el armisticio no ha sido denunciado por ninguna de las partes firmantes, ni directa ni indirectamente, ni el 10 de febrero, ni en ningún otro momento, como así estaban obligadas ambas partes por el acuerdo del 2 de diciembre de 1917.”[13]
De hecho, Alemania adujo el pretexto de la independencia de Ucrania para pasar a la ofensiva con el consentimiento de la Rada, el parlamento burgués ucraniano. A ello le siguió una desbandada de la Guardia Roja, narrada en particular por el bolchevique Primakov:
"La retirada de la Guardia Roja fue como un gran éxodo. Casi cien mil guardias rojos, acompañados de sus familias, abandonaron Ucrania. Varias decenas de miles más se dispersaron por pueblos, aldeas, bosques y barrancos de Ucrania. (...) La pesada carga de la guerra, la violencia de las tropas de ocupación, la arrogancia de los mandos alemanes, la insolencia de los haidamak, la venganza sangrienta de los grandes terratenientes, la traición de la Rada Central, el saqueo abierto del país no hicieron más que inflamar el odio popular. Al gobierno de la Rada Central ya no se le llamaba sino gobierno de la Traición"[14].
En este contexto tan difícil se produjeron los primeros reclutamientos masivos del Ejército Rojo, a la vez que la cuestión de la paz era cada vez más apremiante para la supervivencia de la revolución.
Si en un principio, para ganar tiempo, la República de los Sóviets adoptó la estrategia de "ni guerra ni paz", el retraso de la revolución europea hizo inevitable la firma de la paz, a pesar de las vergonzosas condiciones impuestas por los Imperios Centrales que amputaron a Rusia de gran parte de su territorio. Sabemos que el tema de la paz causó ásperos debates dentro del partido bolchevique y de los eseristas de izquierda. Aunque no es este artículo el lugar para tratar este tema, podemos decir que, con la perspectiva temporal, la posición de Lenin, aceptada en el VII Congreso del Partido, resultó ser la más apropiada para la situación.[15]
En las semanas y meses siguientes, la República de los Sóviets se ve asediada por todos los lados. Los ejércitos blancos se estructuran en diferentes partes del país. Procedente de Samara, la legión checoslovaca creada por las potencias de la Entente[16] sembró el terror a lo largo del ferrocarril transiberiano en las principales ciudades, lo que facilitó los levantamientos. Más tarde, los angloamericanos desembarcaron en Múrmansk, los Blancos ocuparon el suroeste de Rusia, los alemanes y los austríacos entraron en la región del Don, las tropas japonesas desembarcaron en Vladivostok...
A principios del verano de 1918, la situación de la República de los Soviets se había vuelto muy preocupante. El 29 de julio, Lenin escribe: “Múrmansk en el Norte, el frente checoslovaco en el Este, Turquestán, Bakú y Astracán en el Sureste, vemos que casi todos los eslabones de la cadena forjada por el imperialismo anglo-francés se han unido unos a otros”.
Se ve perfectamente que el pacto de las potencias de la Entente fue decisivo para la organización de la contrarrevolución. Un detalle que nuestros buenos demócratas prefieren evitar. A principios de 1919, unos 25 000 soldados británicos, franceses, italianos, norteamericanos y serbios se movilizaron entre Arcángel (Arjanguelsk) y Múrmansk[17] en una batalla a muerte contra el "peligro bolchevique", el cual, como dijo Clémenceau, seguiría propagándose “si no se le ataja”.
El testimonio de un miembro del cuerpo expedicionario, Ralph Albertson, da una imagen elocuente de la determinación y barbarie ejecutada por aquella coalición anticomunista: “Usábamos obuses de gas contra los bolcheviques.... Poníamos todas las trampas posibles cuando evacuábamos las aldeas. Una vez fusilamos a más de treinta prisioneros... Y cuando apresamos al comisario de Borok, un sargento me dijo que había dejado su cuerpo en la calle, herido por más de dieciséis bayonetazos. Habíamos tomado Borok por sorpresa y el comisario, un civil, no había tenido tiempo de tomar las armas.... Oí a un oficial repetir a sus hombres que no debían hacer prisioneros, que debían matarlos, aunque estuvieran desarmados… Vi a un prisionero bolchevique desarmado, que no causaba problemas, abatido a sangre fría... Cada noche, un destacamento de incendiarios hacía montones de víctimas”[18].
La paz de Brest-Litovsk no hizo sino avivar el odio de las distintas fracciones contrarrevolucionarias pero también de los eseristas de izquierda hacia los bolcheviques. La Rusia soviética ahora se asemejaba a una fortaleza asediada donde el hambre "está a las puertas de muchas ciudades, pueblos, fábricas y talleres", como relata Trotski. La alianza entre los Blancos y las potencias occidentales sumió a la revolución en una situación de supervivencia permanente. Además, a partir del 15 de marzo de 1918, los diferentes gobiernos de la Entente deciden no aceptar la paz de Brest-Litovsk y organizan la intervención armada. Las potencias de la Entente intervienen directamente en Rusia, apoyándose en la traición del Partido Social-revolucionario (eserista) para intentar llevar a cabo la contrarrevolución. En junio de 1918, el que fuera asistente de Kerenski, el eserista Boris Savinkov, planea asesinar a Lenin y Trotski y llevar a cabo una insurrección en Ríbinsk y Yaroslavl, con el fin de favorecer un desembarco de los Aliados. En otras palabras, en vista de la extrema debilidad del Ejército Rojo, se trataba de llevar a cabo una gran ofensiva para poner fin de una vez por todas a la Revolución.
Según cuenta Savinkov, los Blancos esperaban "asediar la capital mediante las ciudades sublevadas y, con el apoyo de los Aliados por el norte y de los checoslovacos, que acababan de apoderarse de Samara, en el Volga, poner a los bolcheviques en una situación difícil". Ahora sabemos, por las memorias publicadas por varios agentes secretos extranjeros, por las investigaciones publicadas en Pravda unos años después y por fuentes diplomáticas, que Inglaterra y Francia fueron el origen de esa conspiración. Los planes insurreccionales en las ciudades alrededor de Moscú, los desembarcos extranjeros, la ofensiva checoslovaca formaban parte de un plan único orquestado por militares y diplomáticos extranjeros y ejecutado por líderes eseristas opuestos firmemente a la paz con Alemania y a la extensión de la revolución.[19]
Los legionarios checoslovacos, dirigidos por los Aliados, tomaron Samara el 8 de junio y sitiaron Omsk. Un mes más tarde, se apoderaron de Zlatoust en los Urales y unos días más tarde se acercaron a Ekaterimburgo, donde la familia imperial había sido internada. La liberación de la familia imperial podría haber hecho posible la unificación de fuerzas contrarrevolucionarias que tenían grandes dificultades para resolver sus propias divisiones y diferencias. Los bolcheviques no quisieron correr ese riesgo y decidieron ejecutar a toda la familia. Esta decisión fue motivada por la necesidad de intimidar al enemigo y mostrarle, como escribió Trotski años después, "que no había retirada posible, que el resultado era o la victoria total o la derrota total". Sin embargo, ese acto se volvió contra los bolcheviques. De hecho, la ejecución de los hijos del zar fue utilizada por la burguesía internacional en sus campañas de propaganda para presentar a los bolcheviques como bárbaros sanguinarios.
En julio y agosto, prosigue la ofensiva con el desembarco al norte de franceses y británicos en Múrmansk. Crearon un gobierno "autónomo". Los turcos y los ingleses ocupan Azerbaiyán. Los alemanes entran en Georgia con el consentimiento de los mencheviques, mientras los legionarios checos siguen avanzando hacia el oeste. Esas semanas fueron decisivas para la defensa de la Revolución, cuya supervivencia pendía de un hilo. En Sviajsk, cerca de Kazán, después de varios días de combates, el cuartel general del 5º Ejército, muy debilitado, pudo haber sido capturado con sus principales líderes militares, empezando por Trotski. La falta de información y los errores estratégicos de los generales blancos permitieron que Trotski y sus hombres salieran del mal paso. Dada la extrema debilidad del poder soviético, la detención de sus principales líderes habría supuesto un golpe fatal para la moral y la determinación de las tropas.
En el norte, los británicos tomaron el mando de todos los ejércitos de la región. Además de cuatro o cinco batallones ingleses, las tropas se componían de cuatro o cinco batallones de norteamericanos, un batallón de franceses, polacos, italianos y formaciones mixtas.[20] También se organizó un ejército ruso, pero bajo mando y supervisión británicos. A principios de agosto, ese ejército del norte se apodera de Arcángel, destituye al sóviet y establece un gobierno provisional, compuesto por cadetes y eseristas, controlado por el general británico Pool.
Al mismo tiempo, la Comuna de Bakú cae a mediados de agosto ante la ofensiva del ejército turco, los “musavatistas” (nacionalistas azeríes) y los regimientos británicos. Los veintiséis comisarios del pueblo fueron fusilados el 20 de septiembre de 1918 por los ingleses.[21]
Las diversas fracciones de la burguesía rusa aprovecharon ese difícil contexto para desestabilizar el poder de los Sóviets tramando planes que podrían haber sido funestos para la revolución.
Para mayo y junio de 1918, se había formado un bloque contrarrevolucionario, que abarcaba desde monárquicos hasta algunos mencheviques y eseristas. Todos esos partidos se habían unido al "Centro Nacional" creado originalmente por los Kadetes. Los principales líderes del movimiento trabajaron para reunir información política y militar que transmitían a los distintos ejércitos blancos, manteniendo estrechas relaciones con agentes secretos británicos, franceses y estadounidenses. Además, en octubre de 1918 se celebró una conferencia especial, formada por representantes de los países de la Entente y del Centro Nacional. La Checa reaccionó rápidamente y se dio cuenta de la existencia de un único centro de contrarrevolución.
Pero esto no impidió que se aplicara lo que habían decidido para desestabilizar la República de los Soviets. El 30 de agosto, el jefe de la Checa, Uritsky, fue asesinado por un eserista. Unas horas más tarde, hubo un intento de asesinato contra Lenin al salir de la fábrica Michaelson. Estos dos acontecimientos no son sino una pequeña parte de una operación más amplia para eliminar a todos los principales bolcheviques: "El 15 de agosto, Bruce Lockhart [agente secreto británico] recibe la visita de un oficial que se presenta como coronel Berzin, comandante de la guardia letona del Kremlin. Le entrega una carta de recomendación escrita por Cromey, agregado naval británico en Petrogrado. Berzin dice que aunque los letones habían apoyado a los bolcheviques, no querían luchar contra los ingleses que habían desembarcado en Arcángel. Después de haberlo discutido con el Consejero General en Francia, Groener, Lockhart puso a Berzin en contacto con Railey. En los últimos días de agosto, Groener preside una reunión secreta de algunos representantes de los Aliados. Esa reunión se lleva a cabo en el Consulado General de Estados Unidos. Están presentes Railey y otro agente del IS, George Hill, así como el corresponsal de Le Figaro en Moscú, René Marchand. Railey cuenta en sus memorias que hizo saber que había comprado a Berzin por dos millones de rublos. El objetivo era echar mano, de un solo golpe, de los líderes bolcheviques que, al poco, iban a asistir a una sesión de su Comité Central. Los británicos estaban en contacto con el general Yudénich y se preparaban para suministrarle armas y equipo. (...) Tras el asesinato de Uritski, la Cheka, que seguía el rastro de los conspiradores, había entrado en la antigua embajada británica en Petrogrado. Cromey había disparado a la policía, matando a un comisario y a varios oficiales. A él también lo mataron. También estaba el agregado naval quemando papeles comprometedores. Pero aún quedaron papeles suficientes para esclarecer a los investigadores. Railey, buscado activamente, logró escapar. Después de varios meses, regresó a Londres donde acusó a René Marchand de haberle traicionado... En cuanto a Berzin, la prensa soviética reveló más tarde que había dicho a sus jefes que Bruce Lockhart y Railey le habían ofrecido dos millones de rublos por participar en el asesinato de los líderes soviéticos."[22]
La detención de Bruce Lockhart concluye una investigación que había demostrado plenamente la participación extranjera en las maquinaciones de los Blancos.[23]
Ese complot fallido fue, sin embargo, uno de los puntos culminantes del peligro contrarrevolucionario. En ese momento, la caída de la República de los Sóviets parecía inminente. Ante tal situación, el Terror Rojo fue decretado el 6 de septiembre. Esta medida fue un error de primera importancia[24], pero hay que admitir que la impuso la fuerza de las cosas, o sea, la de las prácticas terroristas de las potencias extranjeras y los ejércitos blancos.
Oficialmente, los gobiernos burgueses intervinieron en Rusia en defensa de la democracia y contra el "peligro bolchevique". En realidad, lo de establecer la democracia no era ni la primera ni la última preocupación de las potencias de la Entente, decididas sobre todo a evitar la extensión de la ola revolucionaria que se iba extendiendo a Alemania a finales de 1918. Las burguesías francesa, británica y americana estaban dispuestas a hacer cualquier cosa por defender sus intereses. Así, desde el inicio de la guerra civil, los ejércitos extranjeros se comportaron cual hordas sanguinarias, buscando establecer o apoyar dictaduras militares en la mayoría de los territorios tomados al Ejército Rojo. Esto sucedió, por ejemplo, a principios de enero de 1919, cuando el general Miller desembarcó en Arcángel y fue proclamado Gobernador General de la ciudad y ministro de Guerra. Dirigiendo un ejército de 20.000 hombres, apoyándose en campesinos y pescadores monárquicos que odiaban a los comunistas, hizo reinar el terror en la región. El antiguo fiscal provincial, Dobrovolski, cuenta que "los partidarios de Pinet eran tan feroces que el comandante del 8º Regimiento, el coronel B., decidió publicar un folleto sobre la actitud humana que debería adoptarse hacia los prisioneros."[25]
Los Aliados no dudaron, por otra parte, en apoyar directamente a los ejércitos de los principales líderes blancos partidarios de un poder muy autoritario como Denikin y Kolchak. La ofensiva que éste dirigió desde Siberia a Moscú a finales de 1918 se llevó a cabo en gran parte con un arsenal militar ofrecido por las principales potencias extranjeras:
“Estados Unidos entrega 600.000 rifles, varios cientos de cañones, varios miles de ametralladoras, municiones, equipos, uniformes, Gran Bretaña 200.000 equipos, 2.000 ametralladoras, 500 millones de cartuchos. Francia 30 aviones y más de 200 automóviles. Japón 70.000 rifles, 30 cañones, 100 ametralladoras con sus municiones y 120.000 piezas de equipo. Para pagar estas entregas, que le permiten equipar y armar a más de 400.000 hombres, Kolchak envía a Hong Kong 184 toneladas de oro del tesoro, que había recibido.”[26]
Fue esa división militar del trabajo entre Aliados y Ejércitos Blancos a lo que el proletariado ruso tuvo que enfrentarse durante el año 1919. Lenin era muy consciente de la extrema fragilidad del poder de los sóviets y esa fue la razón por la que no cesó de denunciar la responsabilidad de los generales zaristas y sus maquinaciones con los ejércitos extranjeros:
“Kolchak y Denikin son los principales y únicos enemigos serios de la República de los Soviets. Si no hubieran sido ayudados por la Entente (Inglaterra, Francia, EE.UU), se habrían desmoronado hace mucho. Sólo la asistencia de la Entente ha hecho de ellos una fuerza. Sin embargo, están obligados a engañar al pueblo, fingiendo de vez en cuando ser partidarios de la "democracia", de la "Asamblea Constituyente", del "gobierno del pueblo", etc. Los mencheviques y los socialistas-revolucionarios se dejan engañar de muy buen grado. Hoy la verdad sobre Kolchak (y Denikin es su hermano gemelo) está totalmente al desnudo: fusilamiento de decenas de miles de obreros, incluidos mencheviques y eseristas, apaleamiento de campesinos en distritos enteros. Fustigación pública de mujeres, arbitrariedad absoluta de los oficiales, de señoritos terratenientes. Saqueos sin fin. Tal es la verdad sobre Kolchak y Denikin."[27]
Esa gran alianza contrarrevolucionaria se hizo aún más vital cuando estalló la revolución alemana en diciembre de 1918. Como relatan los historiadores norteamericanos M. Sayers y A. Khan en La Gran Conspiración contra Rusia: “La razón de la renuncia de los Aliados a marchar sobre Berlín, escriben, y a desarmar para siempre el militarismo alemán, radica en el miedo al bolchevismo entre los Aliados... El comandante en jefe aliado, el mariscal Foch, reveló en sus memorias que, tan pronto como se iniciaron las negociaciones de paz, los portavoces alemanes se refirieron constantemente a ‘la amenazante invasión bolchevique de Alemania’...Wilson, del Estado Mayor Británico, contaba en su Ward Diary (diario de guerra) que el 9 de noviembre de 1918, dos días antes de que se firmara el Armisticio, ‘el Gabinete se reunió esa noche, de 6.30 a 8.00, Lloyd George leyó dos telegramas del Tigre (Clemenceau) en los que relataba la entrevista de Foch con los alemanes; el Tigre teme la caída de Alemania y la victoria del bolchevismo en ese país: Lloyd George me preguntó si yo quería que esto sucediera o si prefería un armisticio. Sin dudarlo, le dije: "¡Armisticio!". Todo el gabinete estuvo de acuerdo conmigo. Para nosotros, el verdadero peligro ya no son los alemanes, sino el bolchevismo’ ”.
El miedo a una extensión de la revolución por toda Europa agudizó la determinación de las potencias burguesas de aplastar definitivamente el poder de los Sóviets. Durante la conferencia de paz, Clémenceau se convirtió en el defensor más implacable de esa política: "El peligro bolchevique es muy grande en este momento; el bolchevismo se está extendiendo. Se ha extendido a las provincias bálticas y a Polonia; y esta mañana hemos recibido muy malas noticias, porque se está extendiendo a Budapest y a Viena. Italia también está en peligro. El peligro es probablemente mayor allí que en Francia. Si el bolchevismo, después de haberse extendido a Alemania, cruzara Austria y Hungría y llegara a Italia, Europa se enfrentaría a un peligro muy grande. Por eso hay que hacer algo contra el bolchevismo". En esa conferencia se afirmó a voz en grito el “derecho de los pueblos a la autodeterminación”, en cambio, la burguesía no iba a dejar que el proletariado mundial se “autodeterminara” pues corría el riesgo de poner en peligro su sociedad burguesa. Para un campo como para el otro, la clave de la victoria era la extensión o el aislamiento de la revolución. El miedo de la burguesía se mide además por el nivel de violencia y atrocidad con el que esa clase se dio rienda suelta en Rusia, Alemania, Hungría e Italia. Tras el velo de los "derechos humanos" se esconde el interés de una clase dominante siempre decidida a utilizar los peores métodos para su supervivencia.
Las estridentes declaraciones de Clémenceau, antes mencionadas, permiten comprender su insistencia en decretar un bloqueo total a Rusia y hacer todo lo posible para que los estados vecinos siguieran siendo hostiles a la República de los Sóviets.[28]
De ahí también la determinación con la que se luchó contra la oleada revolucionaria. El retraso del proletariado europeo y mundial para hacer la revolución sumió al proletariado ruso en un aislamiento total. La República de los Sóviets era ahora una "fortaleza asediada" que intentaba resistir contra unas dificultades sobrecogedoras. En 1919-1920, los efectos del racionamiento y el sometimiento de la producción a las necesidades de la guerra que se habían aplicado durante la tan reciente Primera Guerra Mundial, todavía se sentían en el país. A esto se sumó la devastación de la guerra civil y el bloqueo económico impuesto por las potencias democráticas entre marzo de 1918 y principios de 1920. Todas las importaciones fueron bloqueadas, incluidos los paquetes de solidaridad enviados por proletarios de otros países. Los ejércitos blancos y los de la Entente se habían apoderado del carbón de Ucrania y el petróleo de Bakú y el Cáucaso, lo que provocó una escasez de combustible. Todo el combustible que llegaba a las ciudades seguía siendo menos del 10% del que se consumía antes de la Primera Guerra Mundial. El hambre en las ciudades era terrible, faltaba de todo. Los trabajadores de la industria pesada recibían raciones de primera clase que no excedían las 1900 calorías.
Por supuesto, esta situación también tuvo repercusiones en la condición de los soldados del Ejército Rojo atrapados en las garras del hambre, el frío y las enfermedades. En octubre de 1919, las tropas blancas de Yudénich amenazaron Petrogrado. La brigada del comandante Kotovski acudió desde Ucrania como refuerzo. El 4 de noviembre, Kotovski redactó el siguiente informe: "Una epidemia generalizada de tifus, sarna, eczema, enfermedades debidas al frío por falta de ropa, uniformes y baños. Todo esto ha puesto de rodillas entre el 75 y el 85% de nuestros veteranos que se han ido quedando por el camino en enfermerías y hospitales". Ante las protestas de algunos regimientos, se dejó descansar a la brigada. La situación era, en realidad, mucho peor: "Nos enfrentamos a otras dificultades, escribió un soldado, se ha declarado una fulminante epidemia de tifus y las enfermedades por el frío han devastado la brigada. Los soldados y comandantes vivían en cuarteles sin calefacción y recibían raciones de hambre: 200 gramos de ‘sujari’ (una especie de pan tostado) y 300 gramos de col. Dolía en el alma ver morir a nuestros caballos por falta de forraje."[29] Trotski describe con palabras muy sombrías la apariencia de esas mismas tropas que se suponía debían defender el bastión principal del proletariado ruso: “Los obreros de Petrogrado tenían entonces muy mala traza: la tez terrosa porque no tenían suficiente para comer, vestidos de harapos, botas, a menudo desparejadas, llenas de agujeros.”
Después de 1921 siguió la escasez y el racionamiento siguió siendo tan drástico, "la ración de pan negro sigue siendo de sólo 800 gramos para los trabajadores de las empresas de jornada continua y de 600 gramos para los trabajadores de choque. La ración baja hasta 200 gramos para los titulares de la tarjeta "B" (desempleados). El arenque, que en otras circunstancias, había permitido salir del paso, había desaparecido por completo. Las patatas llegaban congeladas a las ciudades debido al lamentable estado de los ferrocarriles (cerca del 20% de su potencial de preguerra). A principios de la primavera de 1921, una hambruna atroz asoló las provincias orientales y la región del Volga. Según las estadísticas reconocidas por el Congreso de los Soviets, había entonces entre 2 y 2,7 millones de personas necesitadas, que padecían hambre, frío, epidemias de tifus (ver nota 20), difteria, gripe, etc."[30]
En las fábricas, la sobreexplotación de los trabajadores no impidió la caída de la producción. La subnutrición y el caos económico empujaron a algunos de ellos a emigrar al campo, otros huyeron de grandes empresas a pequeños talleres que facilitaban el trueque. En estas condiciones, se decidió implantar la Nueva Política Económica (NPE), que frenó la estatización de la producción.
La guerra civil deja tras ella un país completamente exangüe. Unos 980.000 muertos en las filas del Ejército Rojo, alrededor de 3 millones entre la población civil. La hambruna, ya presente, se amplifica durante el verano de 1921 con la terrible sequía que se extiende por toda la cuenca del Volga.
Aunque, ante el desarrollo de los motines y el "peligro" revolucionario en su propio territorio, las potencias extranjeras tuvieron que retirar sus tropas durante el año 1920 y aunque los ejércitos contrarrevolucionarios nunca fueron realmente capaces de recuperar el poder, de tan gangrenados como estaban por sus peleas internas, la falta de disciplina y la falta de coordinación, la burguesía mundial sin embargo logró atajar la ola revolucionaria que había eclosionado tras cuatro años de guerra imperialista. El aislamiento total de la Rusia de los Sóviets acabará rubricando el fin de la revolución y la caída en su degeneración[31].
Como veremos en la segunda parte de este artículo, fue en este contexto en el que la socialdemocracia y luego el estalinismo asestaron el golpe final a la Revolución de Octubre y a su legado.
(Continuará)
Narek, 8 de abril de 2018.
[1] Es más, o menos así, en una emisión de radio cómo el historiador francés Stéphane Courtois describe la personalidad y aspiraciones Lenin.
[2] Es lo que ha afirmado otro historiador-tertuliano francés (Thierry Wolton) en el plató de la emisión “28 minutos” del canal Arte el 17 de octubre de 2017.
[3] El artículo de Lenin, ¿Con qué contaron los demócratas constitucionalistas (Kadetes) al retirarse del ministerio?, escrito el 3 de julio, muestra la claridad de los bolcheviques sobre este episodio. Obras escogidas, vol. 2.
[4] Especialmente en la represión de la manifestación del 3 de julio.
[5] Lenin, Sobre las ilusiones constitucionales.
[7] Jean-Jacques Marie, La guerre civiel russe. 1917-1922. Armées paysannes rouges, blanches et vertes, Editions autrement, 2005.
[8] Para más información sobre el golpe de estado de Kornilov, pueden consultarse varios artículos de la CCI sobre la Revolución de Octubre.
[9] Pierre Durant, Op. cit.
[10] Jean-Jacques Marie, Ob. cit.
[11] Citado por Jean-Jacques Marie, Op. cit.
[12] Aunque pensamos que en esas circunstancias, formar un ejército rojo era algo necesario, consideramos sin embargo que la disolución de la Guardia Roja, órgano armado especifico del proletariado, fue un error pues significó desarmar a la clase revolucionaria.
[13] "Proyecto de radiograma al gobierno del Reich alemán" redactado por Trotski, en Lenin, Obras escogidas, Ediciones Progreso, Moscú, 1968.
[14] Citado en Jean-Jacques Marie, Ob. cit.
[15] Para más detalles sobre ese tema, puede leerse en la Rsvista Internacional (en francés) "Brest-Litovsk : gagner du temps pour la Révolution mondiale [66]",
[16] Véase Jean-Jacques Marie, La Guerre des Russes Blancs, 1917-1920, editorial Tallandier, 2017
[17] Pierre Durant, Op. cit. p. 191.
[18] Citado en Pierre Durant, Op. cit. p. 190.
[19] Pierre Durant, Ob. cit. p. 89.
[20] Jean-Jacques Marie, Ob. cit, p. 79.
[21] Ídem, p. 81.
[22] Idem, pp. 116-117.
[23] Pierre Durand, Ob. cit.
[24] Al igual que Rosa Luxemburg, la CCI rechaza la noción de Terror Rojo: "A pesar de que era necesario responder con firmeza a los planes contrarrevolucionarios de la vieja clase dirigente, y crear una organización especial para su supresión, la Cheka, esta organización se liberó rápidamente del control de los soviets, tendiendo a ser infectada por la corrupción moral y material del viejo orden social. ’’ Manifiesto de la Corriente Comunista Internacional sobre la Revolución de Octubre de 1917 en Rusia. (2017) (https://es.internationalism.org/print/book/export/html/4237 [67])
[25] Citado en Jean-Jacques Marie, La guerre civile russe, Ob. cit. p. 94.
[26] Citado en Jean-Jacques Marie, Ob. cit. p. 99.
[27] ¡Todos en lucha contra Denikin!. (Carta del comité central del Partido Comunista (b) de Rusia a las organizaciones del partido).
[28] Jean Jacques Marie, La guerre des Russes blancs, Ob. cit., p. 436.
[29] Citado en Jean Jacques Marie, La Guerre civile, Ob. cit. p. 164.
[30] Folleto de la CCI, Octubre del 17: inicio de la revolución mundial : ‘‘El aislamiento es la muerte de la revolución” https://es.internationalism.org/cci/200602/749/el-aislamiento-es-la-muerte-de-la-revolucion [68].
[31] Léase al respecto: "La degeneración de la Revolución Rusa", https://es.internationalism.org/revista-internacional/197507/998/la-degeneracion-de-la-revolucion-rusa [69]
Attachment | Size |
---|---|
![]() | 180.86 KB |
Hace unos meses, el mundo parecía estar a un paso del cataclismo nuclear sobre Corea del Norte, con las amenazas de "fuego y furia" de Trump y las fanfarronadas del Gran Líder de Corea del Norte alardeando ambos de su capacidad de represalias. Hoy los dirigentes de Corea del Norte y Corea del Sur aparecen de la manita en público prometiéndonos avances de verdad hacia la paz. Trump se reunirá personalmente con Kim Jong-un el 12 de junio en Singapur.
Hace sólo unas semanas se hablaba casi de tercera guerra mundial que estallaría a partir de la guerra en Siria, esta vez con Trump advirtiendo a Rusia de que sus misiles inteligentes estaban listos para replicar al ataque con armas químicas sobre la ciudad de Duma. Se lanzaron los misiles, ninguna unidad militar rusa fue alcanzada, y parece que las aguas están volviendo a sus cauces "normales" y cotidianos, unos cauces llenos de sangre y matanzas en Siria.
Luego Trump volvió a soplar en las brasas, anunciando que EE.UU se retiraría del “Bad Deal” (mal acuerdo) firmado por Obama con Irán sobre el programa de armas nucleares de este país. Esto ha creado inmediatamente divisiones entre Estados Unidos y otras potencias occidentales que consideran que el acuerdo con Irán funcionaba, y que ahora se enfrentan a la amenaza de sanciones estadounidenses si continúan comerciando o cooperando con Irán. Y en Oriente Medio mismo, el impacto también ha sido inmediato: por primera vez las fuerzas iraníes en Siria han lanzado misiles contra Israel y ya no sólo por su representante local Hezbolá. Israel, cuyo primer ministro Netanyahu había montado un espectáculo lleno de aspavientos sobre las violaciones iraníes del tratado nuclear, reaccionó con su habitual rapidez y brutalidad, bombardeando varias bases iraníes en el sur de Siria.
Mientras tanto, la reciente declaración de apoyo de Trump a Jerusalén como capital de Israel, ha inflamado la atmósfera en la Cisjordania ocupada, particularmente en Gaza, donde Hamás ha alentado a manifestaciones “martirio”, y solo un día después, Israel aprovechó la oportunidad matando a más de 60 manifestantes (ocho de ellos menores de 16 años) e hiriendo a más de 2500 a balazos por soldados de élite y otros con armas automáticas, metralla de origen desconocido e inhalación de gases lacrimógenos por el “crimen” de haberse acercado a las alambradas fronterizas y, en algunos casos, por la posesión de piedras, hondas y botellas de gasolina colgadas de cometas.
Es fácil sucumbir al pánico en un mundo que parece cada vez más fuera de control, y conformarse luego cuando se alejan nuestros temores inmediatos. Pero para entender los peligros que implica el sistema actual y sus guerras, es necesario dar un paso atrás, considerar dónde nos encontramos en el desarrollo de los acontecimientos a escala histórica y mundial.
En el Folleto de Junius[1], redactado en la cárcel en 1915, Rosa Luxemburgo escribió que la guerra mundial significaba que la sociedad capitalista se estaba hundiendo en la barbarie. "El triunfo del imperialismo conduce a la destrucción de la cultura, esporádicamente durante una guerra moderna, y para siempre, si se permite que el período de guerras mundiales que acaba de comenzar siga su curso condenable hasta la última consecuencia".
La Internacional Comunista formada en 1919 retomó el pronóstico histórico de Luxemburgo: si la clase obrera no derrocaba a un sistema capitalista que había entrado en su época de decadencia, a la "Gran Guerra" la seguirían guerras mucho peores, más destructivas y bestiales, que pondrían en peligro la supervivencia misma de la civilización. Y de hecho así fue: la derrota de la ola revolucionaria mundial que estalló en reacción a la Primera Guerra Mundial dejó campo libre a un segundo conflicto aún más espantoso. Al cabo de seis años de carnicería, en los que la población civil fue el primer objetivo, el lanzamiento de la bomba atómica norteamericana contra Japón dio forma material al peligro de que futuras guerras llevaran al exterminio de la humanidad.
Durante las cuatro décadas siguientes, vivimos bajo la amenazante sombra de una tercera guerra mundial entre dos bloques con armas nucleares que dominaban el planeta. Pero aunque esa amenaza estuvo a punto de realizarse -como por ejemplo cuando la crisis de Cuba en 1962- la propia existencia de los bloques estadounidense y ruso impuso una especie de disciplina sobre la tendencia natural del capitalismo a funcionar como una guerra de todos contra todos. Ese fue uno de los factores que atenuaron los conflictos locales -que por lo general eran batallas indirectas entre los bloques- impidiendo una espiral descontrolada. Otro elemento fue que, tras el renacimiento mundial de la lucha de clases después de 1968, la burguesía no estaba segura de tener a la clase obrera metida en cintura y poder alistarla para la guerra.
En 1989-91, el bloque ruso se derrumbó ante el creciente cerco de EE.UU. y la incapacidad del modelo de capitalismo de Estado que prevalecía en el bloque ruso para adaptarse a las exigencias de la crisis económica mundial. Los estadistas del campo victorioso de EE.UU alardeaban de que una vez eliminado el enemigo "soviético", entraríamos en una nueva era de prosperidad y paz. Por nuestra parte, en lo que insistíamos nosotros como revolucionarios era que el capitalismo seguiría siendo tan imperialista, tan militarista, aunque el impulso a la guerra inscrito en el sistema habría de tomar simplemente una forma más caótica e impredecible[2]. Y esto también resultó ser así. Es importante entender que ese proceso, esa zambullida en el caos militar, no ha hecho sino agravarse en las últimas tres décadas.
En los primeros años de esta nueva fase, la superpotencia restante, consciente de que la desaparición de su enemigo ruso traería consigo tendencias centrífugas en su propio bloque, todavía pudo imponer cierta disciplina sobre sus antiguos aliados. En la primera Guerra del Golfo, por ejemplo, no sólo sus antiguos subordinados (Gran Bretaña, Alemania, Francia, Japón, etc.) se unieron o apoyaron a la coalición liderada por Estados Unidos contra Sadam, sino que incluso EE.UU contó con el respaldo de la URSS de Gorbachov y el régimen de Siria. Muy pronto, sin embargo, las grietas empezaron a aparecer: la guerra en la antigua Yugoslavia vio a Gran Bretaña, Alemania y Francia tomar posiciones que a menudo se opusieron directamente a los intereses de EE.UU., y una década después, Francia, Alemania y Rusia se opusieron abiertamente a la invasión estadounidense de Irak.
La "independencia" de los antiguos aliados occidentales de Estados Unidos nunca llegó a constituir un nuevo bloque imperialista en oposición a Washington. Lo que sí hemos visto en los últimos 20 ó 30 años es el surgimiento de una nueva potencia que lanza un desafío más directo a Estados Unidos: China, cuyo asombroso crecimiento económico ha estado acompañado de una creciente influencia imperialista, no sólo en Extremo Oriente, sino en todo el continente asiático, hacia Oriente Medio y África. China ha demostrado su capacidad para hacer estrategia a largo plazo en pos de sus ambiciones imperialistas, como lo demuestra la paciente construcción de su "Nueva Ruta de la Seda" hacia el oeste y su construcción escalonada de bases militares en el mar de China Meridional.
Por mucha impresión que puedan dar hoy las iniciativas diplomáticas de Corea del Norte y del Sur y la anunciada cumbre americano-coreana de que la "paz" y el "desarme" puedan negociarse, y de que la amenaza de la destrucción nuclear pueda ser frustrada por "líderes que recobran el sentido común", las tensiones imperialistas entre Estados Unidos y China seguirán dominando las rivalidades en la región, y cualquier movimiento futuro en torno a Corea vendrá determinado en última instancia por ese antagonismo.
La burguesía china está, en realidad, involucrada en una ofensiva mundial a largo plazo, socavando no sólo las posiciones de Estados Unidos, sino también las de Rusia y otros países de Asia Central y de Extremo Oriente. Pero, al mismo tiempo, las intervenciones rusas en Europa Oriental y Oriente Medio han puesto a Estados Unidos ante el dilema de tener que enfrentarse a dos rivales a diferentes niveles y en diferentes regiones. Las tensiones entre Rusia y una serie de países occidentales, sobre todo Estados Unidos y Gran Bretaña, han aumentado de forma muy visible últimamente. Así, junto a la ya existente rivalidad entre Estados Unidos y China, su principal rival mundial, la contraofensiva rusa se ha convertido en un desafío directo adicional a la autoridad de Estados Unidos.
Es importante entender que Rusia está participando en una contraofensiva, una respuesta a la amenaza de estrangulamiento por parte de Estados Unidos y sus aliados. El régimen de Putin, su retórica nacionalista que lo define y la fuerza militar heredada de la era "soviética", es el producto de una reacción no sólo contra las políticas económicas de despojo de activos por parte Occidente en los primeros años de la Federación Rusa, sino, aún más importante, contra la continuación e incluso la intensificación del cerco a Rusia iniciado durante la Guerra Fría.
Rusia se vio privada de su antigua barrera protectora occidental a causa de la ampliación de la UE y de la OTAN a la mayoría de los Estados de Europa oriental. En los años 90, con su brutal política de tierra quemada en Chechenia, Rusia demostró cómo reaccionaría ante cualquier indicio de independencia dentro de la propia Federación. Desde entonces ha extendido esa política a Georgia (2008) y Ucrania (a partir de 2014), estados que no formaban parte de la Federación pero que corrían el riesgo de convertirse en focos de influencia occidental en sus fronteras meridionales. En ambos casos, Moscú utilizó fuerzas locales separatistas, así como sus propias fuerzas militares apenas disimuladas, para poner coto a los regímenes pro-occidentales.
Estas acciones ya agudizaron las tensiones entre Rusia y Estados Unidos, respondiendo éstos con sanciones económicas a aquélla, más o menos secundadas por otros estados occidentales a pesar de sus diferencias con EE.UU sobre la política rusa, generalmente basadas en sus intereses económicos particulares (esto es especialmente cierto en el caso de Alemania). Pero la intervención subsiguiente de Rusia en Siria elevó estos conflictos a un nuevo nivel.
De hecho, Rusia siempre ha apoyado el régimen de los al-Asad en Siria con armas y asesores. Siria ha sido durante mucho tiempo su avanzadilla en Oriente Medio tras el declive de la influencia de la URSS en Libia, Egipto y otros lugares. El puerto sirio de Tartús es absolutamente vital para sus intereses estratégicos, pues es su principal salida al Mediterráneo, y Rusia lo ha hecho todo por mantener allí su flota. Pero ante la amenaza de derrota del régimen de Asad por parte de las fuerzas rebeldes y el avance de las fuerzas del Estado Islámico (Daesh) hacia Tartús, Rusia dio el gran paso de comprometer abiertamente tropas y aviones de guerra al servicio del régimen de Asad, sin la menor vacilación para participar en las devastaciones diarias de ciudades y barrios controlados por los rebeldes, lo que ha aumentado significativamente el número de víctimas civiles.
Pero Estados Unidos también tiene fuerzas suyas en Siria con las que atajar el avance de Daesh. Por otra parte, EE.UU no ha ocultado su apoyo a los rebeldes anti-Asad, incluida el ala yihadista que sirvió a la expansión de Daesh. Por lo tanto, la posibilidad de una confrontación directa entre fuerzas rusas y estadounidenses está allí presente desde hace algún tiempo. Las dos réplicas militares de EEUU al probable uso de armas químicas por parte del régimen sirio tienen un carácter más o menos simbólico, sobre todo porque el uso de armas "convencionales" por parte del régimen ha matado a muchos más civiles que el uso de cloro u otros agentes químicos. Hay pruebas fehacientes de que el ejército de EE.UU refrenó a Trump y se aseguró de que se tuviera mucho cuidado de atacar sólo las instalaciones del régimen y no a las tropas rusas[3]. Pero eso no significa que los gobiernos de EE. UU o Rusia puedan evitar en el futuro enfrentamientos más directos entre ambas potencias, pues, sencillamente, las fuerzas favorables a la desestabilización y el desorden están muy arraigadas, y son cada día más virulentas.
Durante las dos guerras mundiales, Oriente Medio fue escenario de conflictos importantes pero todavía secundarios; su importancia estratégica creció con el desarrollo de sus inmensas reservas de petróleo en el período posterior a la Segunda Guerra Mundial. Entre 1948 y 1973, el escenario principal de confrontación militar fue la sucesión de guerras entre Israel y los estados árabes circundantes, pero estas guerras tendieron a ser de corta duración y sus resultados beneficiaron en gran medida al bloque USA. Fue una expresión de la "disciplina" impuesta a las potencias de segunda y tercera categoría por el sistema de bloques. Pero incluso durante ese período hubo signos de tendencias más centrífugas - sobre todo la larga "guerra civil" en Líbano y la "revolución islámica" en Irán que socavó la dominación de EE.UU en Irán, precipitando la guerra Irán-Irak (en la que Occidente apoyó principalmente a Sadam como contrapeso a Irán).
El final definitivo del sistema de bloques aceleró profundamente esas fuerzas centrífugas, y la guerra siria las ha llevado a un punto crítico. Así, en Siria o en su entorno, está ocurriendo toda una serie de contiendas contradictorias:
Ya hemos visto cómo las declaraciones impulsivas de Trump han contribuido a la imprevisibilidad general de la situación en Oriente Próximo. Son sintomáticas de profundas divisiones dentro de la burguesía estadounidense. El presidente está siendo investigado actualmente por la Seguridad del Estado porque Rusia habría participado (mediante sus muy desarrolladas técnicas de guerra cibernética, de irregularidades financieras, de chantaje, etc.) en la campaña electoral de Trump; hasta hace poco Trump no ocultaba su admiración por Putin, algo así como una posible opción de alianza con Rusia como contrapeso al ascenso de China. Pero la antipatía hacia Rusia en la burguesía norteamericana es muy profunda y, cualesquiera que sean sus motivos personales (como la venganza o el deseo de demostrar que no es un títere ruso), Trump también se ha visto obligado a subir el tono para acabar echando peroratas contra Rusia. Lo que evidencia el acceso de Trump al poder es la subida del populismo y la creciente pérdida de control por parte de la burguesía sobre su propio aparato político, o sea, las expresiones directamente políticas de la descomposición social[7]. Y tales tendencias en la maquinaria política no pueden sino aumentar la inestabilidad en el plano imperialista, un plano en el que es tanto más peligrosa.
En un contexto tan tornadizo, es imposible descartar el peligro de actos repentinos de irracionalidad y agresión. La clase dominante no se ha sumergido todavía en la locura suicida; todavía entiende que el desencadenamiento de su arsenal nuclear corre el riesgo de destruir su propio sistema capitalista. Sin embargo, sería de imbéciles confiar en el buen sentido de las pandillas imperialistas que actualmente gobiernan el planeta, pues incluso hoy están investigando cómo podrían usarse las armas nucleares para ganar una guerra.
Como así insistió Luxemburgo en 1915, la única alternativa a la destrucción de la cultura por el imperialismo es “o triunfa el socialismo, es decir, la lucha consciente del proletariado internacional contra el imperialismo, sus métodos, sus guerras. Tal es el dilema de la historia universal, su alternativa de hierro, su balanza temblando en el punto de equilibrio, aguardando la decisión del proletariado.”
La fase actual de descomposición capitalista, de espiral de caos imperialista, es el precio pagado por la humanidad por la incapacidad de la clase obrera para realizar la promesa de 1968 y de la ola de lucha de clases internacional que siguió, o sea, una lucha consciente por la transformación socialista del mundo. Hoy la clase obrera se enfrenta a una carrera hacia la barbarie, con la forma de una multitud de conflictos imperialistas, de desintegración social y de devastación ecológica; y, a diferencia de 1917-18 cuando la revuelta obrera puso fin a la guerra, es mucho más difícil oponerse a las actuales formas de barbarie. Ciertamente son más fuertes en áreas donde la clase obrera tiene poco peso social (Siria es el ejemplo más evidente), pero incluso en países como Turquía, donde la cuestión de la guerra se enfrenta a una clase obrera con una larga tradición de lucha, hay pocos signos de resistencia directa al esfuerzo bélico. En cuanto a la clase obrera de los países centrales del capital, sus luchas contra lo que ahora es una crisis económica más o menos permanente están actualmente en un fuerte reflujo, y no tienen ningún impacto directo en las guerras que, aunque geográficamente en la periferia de Europa, están teniendo un impacto sobre todo negativo en la vida social, con del aumento del terrorismo y la manipulación cínica de la cuestión de los refugiados.[8]
Pero la guerra de clases dista mucho de haberse terminado. Aquí y allá da señales de vida: en las manifestaciones y huelgas en Irán, que mostraron una reacción determinada contra las aventuras militaristas del Estado; en las luchas en el sector de la educación en Reino Unido y Estados Unidos; en el creciente descontento con las medidas de austeridad del gobierno en Francia y España. Esto sigue estando muy por debajo del nivel necesario para responder a la descomposición de todo un orden social, pero la lucha defensiva de la clase obrera contra los efectos de la crisis económica sigue siendo la base indispensable para un cuestionamiento más profundo del sistema capitalista.
Amos
[1] Su título es La crisis de la socialdemocracia, https://www.marxists.org/espanol/luxem/09El%20folletoJuniusLacrisisdelasocialdemocraciaalemana_0.pdf [73]
[2] Ver en particular nuestro texto de orientación "Militarismo y descomposición", Revista internacional 64, 1991, https://es.internationalism.org/revista-internacional/201410/4046/militarismo-y-descomposicion [37].
[3]“El secretario de Defensa de Estados Unidos, James Mattis, logró frenar al presidente en cuanto a la magnitud de los ataques aéreos contra Siria. (...) Fue Jim Mattis quien salvó la situación. El secretario de Defensa de EE.UU, jefe del Pentágono y almirante retirado, tiene fama de ser un duro. Su antiguo apodo era "Perro loco". Cuando la semana pasada, Mattis, y no el Departamento de Estado ni el Congreso, se encaró a un Donald Trump que exigía sangre, Mattis le dijo a Trump, que la tercera guerra mundial no iba a desencadenarse bajo su patrocinio. Cuando comenzaron en la madrugada del sábado los ataques aéreos, Mattis parecía más presidencial que el propio presidente. El régimen de Assad, dijo, “había vuelto a desafiar las normas de la gente civilizada... usando armas químicas para asesinar a mujeres, niños y otros inocentes. Nosotros y nuestros aliados consideramos inexcusable esas atrocidades” A diferencia de Trump, que utilizó un discurso televisado para fustigar a Rusia y a su presidente, Vladimir Putin, en términos muy personales y emocionales, Mattis se mantenía firme y frío. EE.UU estaban poniendo fuera de servicio las capacidades de armas químicas de Siria, dijo él, para eso servían, ni más ni menos, los ataques aéreos. Mattis también tenía un mensaje más tranquilizador para Moscú: “Quiero subrayar que estos ataques están dirigidos contra el régimen sirio... Hemos hecho todo lo posible para evitar víctimas civiles y extranjeras” En otras palabras, las tropas y las instalaciones rusas en tierra no eran un objetivo. Además, los ataques no se repetirían, añadió. No habrá más” (Simon Tisdall [74], The Guardian 15/04/2018)
[4] ‘‘Yemen: una guerra clave en la lucha por la influencia en Oriente Medio” (2018), https://es.internationalism.org/accion-proletaria/201802/4273/yemen-una-guerra-clave-en-la-lucha-por-la-influencia-en-oriente-medio [75]
[5] Cf, https://www.theguardian.com/commentisfree/2018/may/09/europe-trump-wreck-iran-nuclear-deal-cancel-visit-sanctions [76]
[6] Ver https://es.internationalism.org/accion-proletaria/201804/4295/denuncia-internacionalista-de-la-guerra-turca-en-afrin-por-una-lucha-i [63]
[8] Para una evaluación del estado general de la lucha de clases, véase “22º Congreso de la CCI: Resolución sobre la situación internacional”, en la Revista Internacional nº 159 (2017), https://es.internationalism.org/revista-internacional/201711/4256/22-congreso-de-la-cci-resolucion-sobre-la-situacion-internacional [39].
Attachment | Size |
---|---|
![]() | 80.47 KB |
Este número de la Revista Internacional está dedicado a tres temas principales: la creciente presencia de la guerra, especialmente en Oriente Medio, el cincuentenario de Mayo del 68 y la Revolución de Octubre.
Los artículos de 1917-18 y 1968 rememoran esos importantes momentos de la vida de nuestra clase hace un siglo para aquél y medio para el segundo. Su objetivo es replicar a la propaganda de la clase dominante de nuestro tiempo actual y la distorsión que hace de la historia de la clase obrera. Al mismo tiempo, volvemos a esos acontecimientos porque son fundamentales para comprender la situación mundial actual y las enormes dificultades que enfrentamos: la falta de confianza del proletariado en sus propias fuerzas, la falta de una perspectiva global orientada hacia una nueva sociedad sin explotación y sin intercambio de mercancías. Los artículos sobre la propagación de las guerras y el incremento de la barbarie, forman parte de nuestro esfuerzo por analizar la realidad contemporánea, los peligros que enfrentamos y los obstáculos ante una nueva tentativa revolucionaria.
El primer artículo, "Oriente Medio: el capitalismo es una amenaza creciente para la humanidad", es una evaluación concreta de cómo está evolucionando la situación en esa zona de guerra permanente desde hace décadas, en el marco de nuestro análisis del imperialismo y la descomposición. Un elemento particularmente importante de estos cambios es el creciente papel de Rusia en la región, que "de hecho está llevando a cabo una contraofensiva, una respuesta a la amenaza de estrangulamiento por parte de Estados Unidos y sus aliados".
El tercer artículo, "Informe sobre las tensiones imperialistas (noviembre de 2017)", forma parte de una revisión crítica de nuestros análisis, particularmente en los últimos 30 años, desde el comienzo del período de descomposición. Ofrece una visión más amplia de la evolución de las tensiones imperialistas, tanto en lo geográfico como para todo el período histórico. Aunque teníamos razón al decir, poco después del derrumbe del bloque ruso en 1989-91, que la reconstitución de bloques no estaba al orden del día, el informe afirma acertadamente que nuestra "predicción" de 1991 de que "a pesar de su enorme retroceso, la URSS nunca podrá volver a desempeñar un papel importante en la escena internacional" y que está "condenada a ocupar una posición de tercer orden” no se ha confirmado realmente. De hecho, "Rusia no ha vuelto a ser un retador mundial frente a Estados Unidos, pero desempeña un papel nada desdeñable de “alborotadora”, lo que es típico de la descomposición. (...), indudablemente hemos subestimado los recursos de un imperialismo puesto entre la espada y la pared, dotado de un considerable arsenal militar, dispuesto a defender sus intereses con uñas y dientes".
Los dos artículos sobre las tensiones imperialistas ponen de relieve la creciente dificultad de Estados Unidos y su actual gobierno para controlar la situación, y el constante ascenso de China en el escenario mundial como principal rival de Estados Unidos. Este análisis también incluye un examen de las tensiones dentro de la Unión Europea, centrándose precisamente en la orientación de la política hacia Rusia.
El segundo artículo de esta Revista "Cincuenta años después de Mayo del 68", comienza con una presentación de varios artículos publicados en nuestra página web o cuya redacción está ya prevista, y continúa con el artículo "El hundimiento en la crisis económica durante 50 años" - el primero de tres artículos que repasan los últimos 50 años a la luz de nuestras conclusiones sobre el significado de los acontecimientos de Mayo del 68. Este artículo de apertura está dedicado al desarrollo de la crisis económica. En 1969, dijimos que las fuentes de prosperidad y pleno empleo de los 20 años precedentes estaban a punto de agotarse ("Comprender Mayo", Révolution Internationale nº 2, republicada en nuestro sitio web). La predicción resultó ser correcta. En la década de 1970, el consenso keynesiano de la posguerra se enfrentó a dificultades cada vez mayores, lo que dio lugar a un aumento de la inflación y a ataques contra el nivel de vida de los trabajadores, en particular contra los salarios que habían ido aumentado con regularidad durante el período de prosperidad de la posguerra. El artículo también muestra la exactitud del análisis de 1969 sobre la capacidad del capitalismo de Estado para “frenar, y temporalmente atenuar las expresiones más fuertes de la crisis”. En la siguiente fase, bajo la bandera del "neoliberalismo", el Estado tendió a delegar muchas de sus funciones al sector privado, con el objetivo de aumentar la ventaja competitiva y maximizar todo el capital disponible.
El cuarto artículo, "La burguesía mundial contra la revolución de Octubre", es una respuesta a las mentiras que los medios de comunicación burgueses difundieron sobre los acontecimientos de hace cien años. ¿Por qué, cada diez años, denigran constantemente uno de los episodios más valiosos de la historia de la lucha del proletariado? Pues porque la burguesía sabe muy bien que la clase que no logró echar abajo el sistema capitalista hace cien años sigue existiendo hoy, al igual que la promesa incumplida de un mundo mejor. El artículo da una imagen detallada del período posterior a la insurrección victoriosa, con el ultimátum alemán en Brest-Litovsk, las fuerzas aliadas atacando al poder soviético por todos lados, el estrangulamiento económico – logrando, con la combinación de todo eso, aislar el bastión revolucionario de Rusia del resto del proletariado mundial.
La imagen de aquel terrible período que favoreció la degeneración del partido bolchevique y de la propia revolución se completa con el último artículo de esta Revista, "Emma Goldman y la Revolución Rusa; una respuesta tardía a una anarquista revolucionaria". Hasta febrero de 1918, Emma Goldman viajó por Estados Unidos para defender a los bolcheviques como concreción en la práctica del espíritu de la revolución, a pesar, para ella, de su compromiso con la teoría marxista. El artículo se centra en las experiencias de Emma Goldman a partir de 1920 en Rusia, mientras que sus observaciones sobre la realidad concreta del Estado describen con gran precisión cómo se va expandiendo cada vez más y cómo comienza inexorablemente a absorberlo todo. Testigo del sangriento aplastamiento del soviet de Kronstadt por un partido bolchevique que se había identificado con la maquinaria estatal, lucha vehementemente contra la idea de que el fin justifique los medios, pero cae demasiado fácilmente en lo que ella llama el jesuitismo de los bolcheviques "desde el principio", lo cual está en total contradicción con su propia historia. Esta contribución no es sólo un nuevo intento de recuperar aquellos momentos cruciales de la historia revolucionaria sin temor a la verdad, sino también una continuación de nuestro debate con los anarquistas internacionalistas sobre las lecciones que el proletariado debe sacar de tal tragedia.
La redacción (05/06/2018)
Attachment | Size |
---|---|
![]() | 284.74 KB |
Después de su expulsión de Estados Unidos en enero de 1920, pasó dos años en Rusia y luego publicó tres libros[1]. “Yo era y sigo siendo de la opinión de que el problema ruso es demasiado complicado como para ser pasado por alto con algunas palabras frívolas", escribió en la introducción de su primer libro. Respondemos a Emma Goldman porque ella fue una figura central en el movimiento obrero revolucionario en los Estados Unidos durante la Primera Guerra Mundial. Debido a su determinación de mantener una clara posición internacionalista contra la guerra, la clase dominante estadounidense la llamó "Emma la Roja - la mujer más peligrosa de América". Pero hay otras dos razones para examinar más de cerca las posiciones de Goldman. Por un lado, debido a su gran influencia en el medio anarcosindicalista y anarquista hasta el día de hoy - la "Rosa Luxemburgo de los anarquistas", y por otro lado por su análisis temprano del desarrollo y de los problemas encontrados en la Revolución Rusa, todo ello es testimonio de una gran honestidad y responsabilidad. Los esfuerzos de Goldman siguen siendo hoy una valiosa contribución para entender la degeneración de la Revolución Rusa, aunque algunas de sus posiciones no las compartimos.
Goldman, era una anarquista con raíces familiares en Rusia, se inspiró en las teorías de la influyente autoridad anarquista de Pedro Kropotkin, pero representó una postura anarcosindicalista en sus actividades. Rechazó claramente el marxismo como orientación política y teórica. Lo que distinguió a Goldman de Kropotkin fue su determinación en tomar una posición firme,junto con otros como Malatesta y Berkman en febrero de 1915, en contra del llamado Manifiesto de los 16, con el que Kropotkin y otros anarquistas habían caído en el siniestro apoyo a la Primera Guerra Mundial. Goldman adoptó una postura claramente internacionalista que condenaba cualquier participación, apoyo o tolerancia a la guerra y se convirtió así en referencia internacionalista en los Estados Unidos.
Nuestra preocupación es fijarnos, en este artículo, en el punto de partida político de Goldman hacía la Revolución Rusa, sus experiencias y conclusiones. Para anticipar: sus observaciones se basan en un profundo instinto proletario y sus avances notables y deben separarse de algunas de sus conclusiones políticas centrales. Para permitir una visión suficiente de la posición de Goldman, es necesario insertar citas más largas. Como no es posible abordar todos los aspectos de su análisis, nos vemos obligados a hacer una selección de sus escritos sobre la Revolución Rusa y de su autobiografía.
A Goldman le preocupaban constantemente dos cuestiones: la fusión de los bolcheviques con el aparato estatal y sus consecuencias, y su propia y doloroso desgarro sobre qué momento le permitiría exponer, e incluso la obligaría, sus críticas a los bolcheviques algo que ella hizo después de meses de dolorosa vacilación. No podemos abordar aquí otras preocupaciones políticas de Goldman, como el "Terror Rojo", la Cheka, Brest-Litovsk, el movimiento Majnó en Ucrania, la Rastvojartska (el incesante acaparamiento de alimentos al campesinado, que incluye también la relación entre la clase obrera y los campesinos), o la situación catastrófica de los niños[2] o su posición sobre los Consejos Obreros. Sin embargo, sus experiencias y análisis del levantamiento de marzo de 1921 en Cronstadt son importantes, ya que ese hecho significó la ruptura de Goldman con los bolcheviques.
La Revolución de Octubre la llenó de gran entusiasmo: "Entre noviembre de 1917 y febrero de 1918, liberada de la cárcel bajo fianza por mi actitud contra la guerra, viajé por Estados Unidos para defender a los bolcheviques. He publicado un folleto sobre ilustración de la Revolución Rusa y la justificación de los bolcheviques. Los defendí, a pesar de su teoría marxista, por ser la encarnación práctica del espíritu revolucionario".[3]
En 1918, en el diario anarquista Mother Earth (Madre Tierra), publicó un artículo titulado “La verdad sobre los bolcheviques”: "La revolución rusa no significa nada, sino libera la tierra y no echa abajo al latifundista tras haber destronado al zar. Esto explica el trasfondo histórico de los bolcheviques y su justificación social y económica. Son poderosos porque encarnan al pueblo. En el momento en que dejen de hacerlo, tendrán que irse, como el Gobierno Provisional de Kerensky. El pueblo ruso nunca estará satisfecho hasta que la tierra y los medios de subsistencia se conviertan en la herencia de los hijos de Rusia. Si no, el bolchevismo desaparecerá. Han decidido por primera vez en siglos que deben ser escuchados y que sus voces alcanzarán, no el corazón de las clases dominantes -porque saben que no tienen corazón- sino el de los pueblos del mundo, incluido el pueblo de Estados Unidos. Este es el profundo significado de la Revolución Rusa simbolizada por los bolcheviques (…) Los bolcheviques han venido a desafiar al mundo. Y el mundo nunca más podrá descansar en su vieja y sórdida indolencia. Deben aceptar el desafío. Ya ha sido aceptado en Alemania, Austria, Rumania, Francia, Italia e incluso en Estados Unidos. Como la repentina luz del sol, el bolchevismo se está extendiendo por todo el mundo, iluminando y calentando la gran visión: la nueva vida de la fraternidad humana y el bienestar social."[4]
La posición de Goldman sobre los bolcheviques fue todo menos negativo en 1918. Por el contrario, su defensa de la Revolución Rusa y de los bolcheviques fue una respuesta altamente responsable a la campaña de mentiras de la burguesía estadounidense y su papel en la campaña brutal coordinada internacionalmente contra la Rusia revolucionaria. Su crítica radical después de dos años en Rusia, tenía siempre la preocupación de defender la revolución de Octubre contra sus enemigos exteriores al igual que contra la degeneración interna. Esa fue su preocupación en sus actividades y escritos.
El cambio en la evaluación de Goldman sobre los acontecimientos en Rusia se puede ver de manera impresionante en las breves citas siguientes. Ella describe su llegada a Petrogrado en enero de 1920 con palabras exuberantes: "¡Rusia soviética! Tierra sagrada, gente mágica! Ahora te has convertido en el símbolo de las esperanzas de la humanidad, tú sola estás destinada a redimir el mundo. Estoy aquí para servirte, querida Matuschka. Llévame a tu pecho, déjame integrarme en ti, mezclar mi sangre con la tuya, encontrar mi lugar en tu heroica lucha."[5]
Dos años después, sin embargo, a manera de última descripción de su estancia en Rusia, encontramos lo siguiente: "En el tren, Primero de diciembre de 1921. Mis sueños destrozados, mi fe rota, mi corazón endurecido. Matushka Rossiya[Madre Rusia] sangra por mil heridas, su suelo está cubierto de cadáveres. Me agarro al barrote de la ventana helada y aprieto los dientes para contener los sollozos.[6]” “Había pasado ya casi un año y once meses desde que había pisado suelo ruso, que yo creía que iba a ser la Tierra prometida. Tenía el corazón en un puño por lo trágico que era lo que se estaba viviendo en Rusia. Sólo había un pensamiento que me preocupaba: tengo que alzar la voz contra los crímenes cometidos en nombre de la Revolución. Necesitaba que se me escuchara, fueran amigos o enemigos”[7] Pero ¿qué había pasado entre su llegada en 1920 y su partida dos años después? ¿Su decepción no fue más que el resultado de una ingenua expectativa, atrapada ahora en la realidad? Volveremos a la segunda pregunta al final del artículo.
Goldman atribuye con razón gran importancia a la cuestión del cerco de la Revolución Rusa, que, en su opinión, fue una causa real de las dificultades de los primeros años de poder soviético. Pero, como señalamos más adelante, habla poco de su aislamiento político a causa de que el proletariado mundial no fue capaz de tomar el poder en otros países, algo esencial, y que no permitió que no se corrigieran errores importantes del poder bolchevique.
En su libro de 1922 El declive de la revolución rusa de 1922, Goldman subraya al principio cómo el aislamiento de Rusia, le quitó el aliento a la revolución y cómo la situación de guerra mundial creó las peores condiciones para una revolución: "Comenzaba la cruzada contra Rusia. Los invasores asesinaron a millones de rusos, cientos de miles de mujeres y niños muertos de hambre por el bloqueo, y Rusia se convirtió en una vasta tierra baldía donde la agonía y la desesperación habían asolado sus hogares. La Revolución Rusa cayó al suelo, y el régimen bolchevique se volvió inconmensurablemente más fuerte. Este es el resultado final de los cuatro años de conspiración de los imperialistas contra Rusia." [8]
La guerra internacional coordinada contra Rusia significó un estrangulamiento brutal. Ignorar esta trágica situación sería una base completamente equivocada para cualquier análisis de la degeneración y el fracaso de la Revolución Rusa, y Goldman lo menciona una y otra vez en sus experiencias personales. Por ejemplo, describe la terrible situación que surgió en 1920/21 para millones de niños como resultado de la inanición despiadada de Rusia, una situación que se vio exacerbada por las maquinaciones de enriquecimiento de muchos burócratas estatales. Goldman defiende los esfuerzos de los bolcheviques por mejorar la situación de los niños, a pesar de todas sus duras críticas hacia ellos: "Es cierto que los bolcheviques han hecho todo lo posible por los niños y la educación. También es cierto que si no han logrado poner fin a la difícil situación de los niños en Rusia, esto ha sido más culpa de los enemigos de la Revolución Rusa que de ellos. Las terribles consecuencias de la intervención y el bloqueo recaen más gravemente sobre los débiles hombros de los niños y los enfermos. Pero incluso en condiciones más favorables, el monstruo burocrático del Estado bolchevique habría paralizado y frustrado las mejores intenciones y los esfuerzos más tremendos de los comunistas a favor del niño y la educación. (...) Tuve que ir dándome más y más cuenta de que los bolcheviques en realidad estaban tratando de hacer todo lo posible por los niños, pero que todos sus esfuerzos acabaron en nada a causa la parásita burocracia que el Estado había creado." [9]
Describe, en especial, a las denominadas "almas muertas"[10]: nombres de niños ficticios o ya fallecidos, incluidos en las listas de derechohabientes de alimentos por los burócratas de menor rango. Los burócratas consumían o vendían esos alimentos obtenidos fraudulentamente. Todo eso a expensas de cientos de miles de niños hambrientos, las víctimas más indefensas del implacable bloqueo internacional.
No se puede acusar a Goldman de haber hecho su análisis sobre el declive de la Revolución rusa sin tener en cuenta la situación dominante y mortal del aislamiento de Rusia. También intentó, como se desprende de las citas, hacer una distinción entre los bolcheviques y la burocracia estatal, lo cual veremos más adelante.
Más bien, su debilidad radica en la falta de un análisis claro de que la guerra y el bloqueo contra Rusia sólo fueron posibles porque la clase obrera, particularmente en Europa Occidental, fue golpeada etapa por etapa, especialmente en Alemania. La clase obrera en Europa occidental, y también en Estados Unidos, se enfrentó a una burguesía mucho más experimentada y a aparatos estatales más sofisticados que en Rusia. Pero no sólo fue la derrota de la oleada revolucionaria internacional lo que produjo la situación desesperada en Rusia, sino también el retraso de la clase obrera internacional en comparación con Rusia.
En Alemania, el intento de revolución no comenzó hasta más de un año después de octubre de 1917, lo que dio rienda suelta a la estrategia de aislamiento de Rusia durante mucho tiempo, como lo demostraron los meses siguientes a las negociaciones de Brest-Litovsk. La toma del poder por el proletariado en los estados centrales de Europa occidental habría sido la única manera de romper el ahogamiento y la sangría que estaba sufriendo la Revolución rusa y detener los ejércitos de intervención. Comprender las raíces de la derrota de la Revolución rusa sólo es posible examinando de cerca el equilibrio de poder internacional entre proletariado y burguesía. Es un aspecto que aparece en los escritos de Goldman, pero apenas se desarrolla y deja la impresión de que el destino de la revolución se habría quedado decidido sobre todo en tierras rusas.
El aislamiento y la asfixia de Rusia después de octubre de 1917 no explica todos los aspectos de la degeneración interna, que en última instancia fue la experiencia más traumatizante para la clase obrera, ni deberían servir de justificación para la degeneración interna. En cuanto al problema de los errores catastróficos de los bolcheviques, especialmente su política de identificación con el aparato estatal, es crucial comprender que eso sólo podría haberse corregido gracias a la influencia de una clase obrera revolucionaria triunfante en otros países, lo que trágicamente no ocurrió.[11]”
Mirando más de cerca, hay una contradicción en las tesis centrales de Goldman sobre la relación entre la situación internacional y las causas de la degeneración de la Revolución Rusa. Por un lado, escribe: “Mis observaciones y estudios de dos años me han dejado claro que si el pueblo ruso no hubiera sido amenazado desde fuera todo el tiempo, el gran peligro que lo amenazaba desde dentro se habría percibido y evitado muy pronto, (...).” “Por otro lado, sin embargo: "Si alguna vez hubo alguna duda sobre si el mayor peligro para la revolución provenía de los ataques exteriores o de la exclusión del pueblo de los acontecimientos, la Revolución rusa ha resuelto de una vez por todas cualquier duda sobre esta cuestión. La contrarrevolución, apoyada por los Aliados con dinero, hombres y municiones fracasó por completo.”[12]
Como ya hemos mencionado, el aislamiento de Rusia no debe ser en modo alguno una excusa para cometer errores. Pero Goldman extrae una conclusión curiosa en la que ella contradice sus "observaciones y estudios", citados antes: la salvación de la revolución dependía sobre todo de las fuerzas de la clase obrera dentro de Rusia, siendo la situación internacional mucho más un factor secundario. Goldman desarrolla una lógica aquí que nos recuerda la de Volin[13] y que consiste en el argumento falso de que, debido a la derrota de las tropas aliadas, es decir, simplemente gracias al resultado militar de ese enfrentamiento sangriento, las acciones contrarrevolucionarias haber sido perfectamente superadas por la revolución. Eso es propio de un simplismo un tanto obtuso cuando se conocen los inmensos estragos ocasionados por semejante carnicería[14] en la que murieron miles de valerosos revolucionarios, algo que la propia Goldman describió acertadamente. Ese fue el triste resultado de la campaña internacional, una sangría permanente de amplios sectores de las fuerzas revolucionarias, una campaña que, en realidad, no "fracasó", pues todos esos revolucionarios conscientes cayeron en la lucha, acudiendo voluntariamente al frente por miles, los cuales, probablemente, habrían podido oponerse a la contrarrevolución interna.
La destrucción de la revolución no se debió a factores “principales” o “secundarios”. Los dos factores, el estrangulamiento desde fuera y los errores de los bolcheviques se fortalecieron mutuamente. La principal diferencia fue que la guerra contra Rusia era evidente para todos, mientras que la degeneración interna comenzó de manera mucho más encubierta y finalmente se convirtió en el trauma del siglo para la clase obrera internacional. Las conclusiones de Goldman son esencialmente un medio para tener en cuenta a la vez la contrarrevolución exterior y la de la degeneración contrarrevolucionaria del interior, un problema ante el que se encontraron todos los revolucionarios de la década de 1920.
Una de las contribuciones reconocidas de Goldman para entender la derrota de la Revolución Rusa es su reflexión sobre las condiciones de la revolución durante y después de una guerra, aunque no compartimos su conclusión: "Tal vez el destino de la Revolución Rusa ya estaba decidido en el momento de su nacimiento. A la revolución le siguió una guerra de cuatro años, justo después de una guerra que privó a Rusia de sus mejores hombres, derramó su sangre y devastó todo el país. En tales circunstancias, habría sido comprensible que la revolución no hubiera podido reunir la fuerza necesaria para resistir el furioso golpe del resto del mundo."[15]
Ahí pone ella de relieve, con razón, cuál fue el resultado directo de la guerra y responde a las ideas equivocadas de que la crisis acarreará automáticamente la guerra, y que la guerra hará que se profundice automáticamente la conciencia de clase y entonces estallará la revolución. Goldman destaca que fue sobre todo la revolución la que sufrió por el agotamiento en la propia Rusia causado por la guerra misma. En cambio, la idea de que el destino de la revolución pueda estar "ya decidido al nacer" es un enfoque fatalista.
Había un factor de peso que ni siquiera se expresaba en Rusia. La Primera Guerra Mundial terminó en noviembre de 1918, un año después de octubre de 1917, y como ya se ha señalado, la única esperanza de Octubre era que la revolución se extendiera lo más rápidamente posible a otros países y, sobre todo, que la revolución continuara en Europa Occidental. Esta era una perspectiva históricamente posible y la clase obrera no tenía más remedio que impulsar su lucha en esa dirección.
La guerra terminó con países vencedores y vencidos. La derrota socava a los gobiernos vencidos y puede, por ello, favorecer su debilitamiento y las dinámicas revolucionarias; los gobiernos victoriosos salen, en cambio, reforzados, a pesar de que la clase obrera de esos países había sido cruelmente arrastrada por “su” burguesía nacional durante cuatro años, a una inmunda carnicería. Fue así el anhelo de paz y tranquilidad lo que predominaba, socavando enormemente los esfuerzos revolucionarios del proletariado en países como Francia, Inglaterra, Bélgica, Holanda e Italia. No solo era la relación de fuerzas entre los Estados imperialistas lo diferente tras la guerra, también lo era el espíritu de las masas, divididas según su pertenencia a un país vencedor o a uno vencido. Goldman plantea el problema de la guerra, la cual crea unas condiciones pésimas para para la revolución, pero lo limita, sobre todo, al caso de Rusia.[16]
¿Qué cambios eran posibles en Rusia, en una época de asedio total y hambruna? En el campo de los anarquistas había opiniones muy diferentes sobre esto. Sin embargo, fue significativa la gran expectativa de mejoras inmediatas, especialmente a nivel de medidas económicas y de reorganización de arriba abajo de la producción, y por lo tanto de mejoras en la situación rusa ¿Cuáles eran las expectativas de Goldman en ese momento, apenas dos años después de octubre de 1917? Cuando llegó a Rusia en enero de 1920, ¿esperaba ya con impaciencia conocer de inmediato una sociedad rusa que satisficiera las necesidades humanas? En su primer encuentro con Máximo Gorki, en un tren a Moscú, le dijo: “También espero que me crea cuando digo que, aunque soy anarquista, no soy tan ingenuo como para pensar que el anarquismo surgiría de la noche a la mañana de las ruinas de la vieja Rusia.”[17]
En conversaciones con Alexander Berkman, su compañero político y personal más cercano durante décadas, habla de él de esta manera: "Rechazó las acusaciones (contra los bolcheviques) por considerarlas como el parloteo de hombres descontentos e ineficientes. Dijo que los anarquistas de Petrogrado eran como tantos otros en Estados Unidos, que solían criticar mucho y no hacer nada. Quizás habían sido demasiado ingenuos, esperando que el anarquismo emergiera de la noche a la mañana de las ruinas de la autocracia, de la guerra y los errores del gobierno provisional.[18]
Goldman no midió la Revolución rusa con un candoroso rasero que solo midiera las mejoras inmediatas en las condiciones de vida y la economía.[19]
Cuando se trata de la posibilidad inmediata de un levantamiento social en interés de la clase obrera y otras clases oprimidas, como los millones de campesinos en Rusia, Goldman vuelve a situar sus enfoques en un marco que no ignora la situación internacional. Tampoco vaciló en defender los esfuerzos de los bolcheviques (como hemos visto con respecto a la situación de los niños, que exigía una acción inmediata y drástica) y criticar duramente las posiciones de otros anarquistas. Goldman no se sometió a ninguna ley del silencio acrítico con otros anarquistas. No sabemos cómo argumentó a los impacientes anarquistas que sólo esperaban los cambios inmediatos de la sociedad.
Y esas disputas entre anarquistas muestran que no hubo un anarquismo homogéneo en Rusia durante la revolución.
La cuestión de las posibles medidas inmediatas para aliviar rápidamente el sufrimiento era de suma importancia para la clase obrera y el campesinado en su conjunto, y no era sólo la preocupación de los sectores más impacientes del anarquismo, donde esta cuestión a menudo se decidía únicamente sobre su relación con los bolcheviques. Para la clase obrera, la revolución no es una lógica histórica abstracta. Golpeado por décadas de explotación brutal, y tras haber sufrido la bestial carnicería de la Guerra Mundial de 1914-1918, las grandes esperanzas de un soleado horizonte en la vida eran más que justificadas y comprensibles. Fueron una fuerza impulsora importante para la convicción revolucionaria y la voluntad de luchar que hicieron posible Octubre. En vista de la realidad inmediata de la estrangulación de la Rusia revolucionaria, el hambre y la guerra contra los Ejércitos Blancos, el sol esperado no apareció en el horizonte. La ruina y la desmoralización eran una pesada carga para la clase obrera. En aquella situación casi desesperada, Goldman adoptó una actitud responsable de paciencia y perseverancia, que sólo podía mantenerse para todos los revolucionarios con enorme voluntad y claridad política en medio de la destrucción gradual de la ola revolucionaria mundial después de la guerra.
En su análisis de la dinámica del creciente aparato estatal después de octubre, Goldman citó su afirmación de que el problema ruso era demasiado complicado como para ser pasado por alto con algunas palabras frívolas. Presta gran atención a esta cuestión y se distingue por sus observaciones y reflexiones precisas. Sin embargo, muchas de sus conclusiones difícilmente pueden ser compartidas. Sus escritos contienen contradicciones sobre la cuestión de la relación entre los bolcheviques y el aparato estatal emergente.
En 1922 todavía no tenía los medios para hacer un análisis profundo con distancia, como era posible a finales de los años veinte y principios de los treinta cuando la Izquierda Comunista italiana asumió esa tarea. No hay duda de que sus análisis y conclusiones están dominados por algunos principios anarquistas sobre la cuestión del Estado.
Es necesario echar un vistazo primero a los pensamientos de Goldman en términos generales: "Los primeros siete meses de mi estancia en Rusia casi me habían destruido. Había llegado con tanto entusiasmo en mi corazón, totalmente inspirada por el deseo apasionado de poder sumergirme en el trabajo y ayudar a defender la sagrada causa de la revolución. Pero lo que encontré en Rusia casi me abruma. No fui capaz de hacer nada. La rueda de la máquina del estado socialista me invadió y paralizó mi energía. La terrible miseria y angustia del pueblo, la fría ignorancia de sus deseos y necesidades, las persecuciones y opresiones se posaron sobre mi alma como una montaña y me hicieron la vida insoportable. ¿Fue la revolución que había convertido a los idealistas en bestias salvajes? Si este era el caso, los bolcheviques eran meramente piezas de ajedrez en las manos de un destino inevitable. ¿O era el carácter frío e impersonal del Estado, que había logrado someterla revolución a su yugo por medios censurables y deshonestos, metiéndola por caminos que le eran indispensables? No encontré respuesta a esas preguntas, al menos no en julio de 1920."[20]
“En Rusia, sin embargo, los sindicatos no representan las necesidades de los trabajadores en el sentido conservador o revolucionario. Lo que son realmente: auxiliares obedientes y militarizados del Estado bolchevique. ¿Son la "escuela del comunismo", como decía Lenin en sus tesis sobre la tarea de los sindicatos? Ni siquiera son eso. Una escuela presupone la libertad de expresión e iniciativa del estudiante, mientras que los sindicatos en Rusia son simplemente cuarteles militares para ejércitos obreros movilizados, a los que todos se ven obligados a unirse al mando del Estado."[21]
“Estoy convencida de que ni Lunacharski ni Gorki tenían idea alguna de ello (el encarcelamiento de niños por la Checa). Pero ahí es precisamente donde yace la maldición de todo el desastroso sistema. Elimina la posibilidad de saber a los de arriba lo que el enjambre de sus subordinados está haciendo. (...) ¿Está Lunacharsky al tanto de tales casos? ¿Saben otros comunistas líderes algo sobre esto? Algunos, sin duda. Pero ¡están tan ocupados con "asuntos importantes de Estado"! Además, se han vuelto insensibles a tales "nimiedades". Y además, ellos mismos están encerrados en el mismo círculo vicioso, porque cada uno de ellos es sólo una parte de la gran burocracia bolchevique. Saben que la afiliación a un partido cubre muchos pecados."[22]
Y sobre la relación entre el aparato estatal y sus burócratas: "En la pequeña ciudad donde vivía (Kropotkin), cerca de Dimitrov, había más oficiales bolcheviques que nunca antes bajo el régimen de los Romanov. Todos vivían separados de las masas. Eran parásitos en el cuerpo de la sociedad, y Dimitrov era sólo un pequeño ejemplo de lo que estaba ocurriendo en toda Rusia. No fue el error de ningún individuo en particular: más bien fue el Estado quien lo creó, desacreditó cualquier ideal revolucionario, sofocó cualquier iniciativa y se centró en la incompetencia y el derroche."[23]
Las observaciones de Goldman sobre la realidad concreta del Estado describen con gran precisión cómo el Estado se está extendiendo cada vez más y comienza a arraigarse inexorablemente. Es su fuerza describir detalladamente las impresiones de la "vida cotidiana" del aparato burocrático y sus profundos conflictos con los intereses de la clase obrera y las demás clases explotadas. Sus descripciones de 1922 eran de lo más pertinente contra todas las glorificaciones que rodeaban el movimiento obrero internacional sobre la situación en Rusia y la ceguera hacia los graves problemas que había que enfrentar en Rusia. Sin duda, la determinación de Goldman para advertir contra el peligro del Estado tal como se desarrolló en Rusia fue muy valiosa en aquel momento, por mucho que su análisis fuera más bien un inventario y un primer esbozo.
Pero, ¿qué conclusiones saca de todo esto? “Sería un error creer que el fracaso de la revolución se debe enteramente al carácter de los bolcheviques. Es básicamente el resultado de los principios y métodos del bolchevismo. Son el espíritu autoritario y los principios del Estado los que sofocan las aspiraciones libertarias y liberadoras. Incluso si cualquier otro partido político tuviera control sobre el gobierno en Rusia, el resultado sería básicamente el mismo. No son tanto los bolcheviques los que estrangularon la Revolución Rusa, sino más bien las ideas bolcheviques. Era el marxismo, algo modificado, en definitiva, en estado obtuso y fanático. (....) También he señalado que no sólo fracasó el bolchevismo, sino el marxismo mismo. Es la idea del Estado, el principio autoritario que se fue a la bancarrota debido a la experiencia rusa. Resumiré toda mi argumentación en una frase: La tendencia inherente del Estado es concentrarse, estrechar y monopolizar todas las actividades sociales; la naturaleza de la revolución es, por el contrario, crecer, expandirse y extenderse. En otras palabras, el Estado es institucional y estático, la revolución es fluida y dinámica. Estas dos tendencias son incompatibles y se destruyen mutuamente. La idea de Estado asesinó a la Revolución Rusa, y tendrá el mismo resultado en todas las demás revoluciones, a menos que prevalezca la idea libertaria. (...) La razón principal de la derrota de la Revolución Rusa es más profunda. Está en el concepto mismo de la revolución socialista."[24]
“Y mientras que los obreros y campesinos de Rusia fueron tan heroicos en sus vidas, el enemigo interior se volvió cada vez más poderoso. Poco a poco, los bolcheviques construyeron un estado centralista que destruyó los consejos obreros y aplastó la revolución, un estado caracterizado por la burocracia y el despotismo que se puede comparar con los grandes Estados del mundo.”[25]
“Fue el arte político marxista de los bolcheviques, las tácticas alabadas al principio como imprescindibles para el éxito de la revolución, y más tarde, después de propagar la miseria, la desconfianza y el antagonismo por todas partes, rechazarlas como dañinas, lo que lentamente socavó la creencia del pueblo en la revolución."[26]
La tesis de Goldman es por lo tanto la siguiente: El marxismo resulta inútil debido a la política bolchevique hacia el Estado después de la revolución. Contrariamente a otras corrientes visceralmente anti-organizacionales del anarquismo, Goldman nunca tomó la posición de que los problemas de los bolcheviques se deberían únicamente a la solidez organizativa de su partido político. Más bien, rechazó sus políticas concretas. Es absolutamente correcto en dos aspectos cuando dice que el Estado es, por naturaleza, "institucional y estático". Obviamente se refiere a la experiencia del estado burgués y su carácter antes de la revolución. La posición de Goldman no es meramente emocional como muchos anarquistas se lo echaban en cara constantemente, sino que se basa en la experiencia histórica. El Estado en el feudalismo y el capitalismo es, por su propia naturaleza, estático y abiertamente reaccionario por la defensa incondicional de los intereses y el poder de la clase dominante. En segundo lugar, compartimos la opinión de que el problema no era de personas individuales en las filas de los bolcheviques, sino que el problema eran sus enormes confusiones sobre el Estado después de la revolución, una confusión que lo que, de hecho, reflejaba era la inmadurez del movimiento obrero de aquel tiempo sobre la cuestión del Estado.
Incluso después de una revolución proletaria mundial (que nunca fue el caso en el momento de la Revolución rusa, ya que se limitó en gran medida a Rusia), un "semi-estado" necesario pero limitado a sus funciones mínimas, subordinado a los consejos obreros, sigue siendo siempre conservador y estático, y no es en modo alguno una fuerza impulsora para la realización de una sociedad comunista, ni mucho menos un órgano de la clase obrera. Como lo describió la Izquierda Comunista Italiana:"El Estado, aunque a menudo llamado "proletario", sigue siendo un órgano de coerción, sigue siendo un oponente mordaz y permanente a la realización del programa comunista; es hasta cierto punto la revelación de la persistencia del peligro capitalista durante todas los acontecimientos vitales y transformadores del período de transición.”[27]Por lo tanto, es absolutamente erróneo hablar de un "estado proletario" como órgano de la revolución, como los trotskistas lo afirmaban sobre Rusia, pero también la corriente bordiguista a nivel teórico en relación con el período de transición. Tal idea es completamente ciega ante el peligro de confundir consejos obreros, partido político y aparato estatal, tal como así ocurrió trágicamente en Rusia.
Para evitar falsos debates, una observación es necesaria: Goldman a menudo habla de un "estado centralizado" construido por los bolcheviques. Pero esto no fue porque ella defendiera un concepto federalista, como Rudolf Rocker, quien abogaba por una lucha de clases ultrafederalista.[28] El término "centralista" de Goldman era más bien una descripción del inescrutable, lento, corrupto y jerárquico aparato estatal en Rusia, que saboteaba incluso las más mínimas medidas en favor de la clase obrera y de otras clases oprimidas de la sociedad como el campesinado.
¿Sufrió el marxismo el naufragio total después de la prueba de la revolución como afirma Goldman? ¿Y, en cambio, la Revolución rusa habría confirmado las tesis anarquistas? Si queremos entender los acontecimientos ocurridos en torno a la Revolución Rusa, el enfoque que consistiría en erigirse en árbitro entre esas dos corrientes históricas sobre “el terreno de juego de la Revolución” declarando un vencedor y un vencido no tiene la menor utilidad. En esta respuesta, no podemos abordar todos los aspectos de la trágica degeneración de los bolcheviques y la Revolución rusa, como ya hemos hecho en numerosos textos de la CCI. Pero tenemos que responder a Goldman sobre el supuesto naufragio del marxismo en su conjunto. Los bolcheviques degeneraron, como lo expresa claramente su fusión con el aparato estatal, eso es un hecho patente -pero el marxismo no fracasó.
¿Cómo explica Goldman con su método el que, ante la guerra y el internacionalismo (una fuerza impulsora absolutamente crucial para la clase obrera y, en el momento de la Primera Guerra Mundial, una fuerza decisiva para el estallido de la oleada revolucionaria mundial y de octubre de 1917), surgieran, precisamente dentro del movimiento obrero marxista y sobre la base de su patrimonio histórico, las posiciones internacionalistas más claras y tenaces, como las elaboradas en la conferencia en Kienthal en 1916?Y todo eso gracias a una organización marxista, los bolcheviques, punta de lanza contra un reformismo de rodillas ante la guerra.
¿Cómo explica el método de Goldman, como se menciona al principio de este artículo, y que ella denunció claramente, que dentro del anarquismo e incluso en torno a su figura más central de la época, Kropotkin, surgiera una tendencia que abandonó los principios internacionalistas y los formuló abiertamente en un manifiesto - un deslizamiento que causó gran incertidumbre, tensión y resistencia dentro de las filas anarquistas? Según el método de Goldman, el anarquismo habría sufrido un naufragio, ya que el internacionalismo fue arrojado por la borda por los representantes más influyentes. De manera similar al movimiento obrero marxista, surgió, entre los anarquistas, un enconado debate sobre la guerra, y una parte resuelta de ellos, a la que Goldman pertenecía, luchó contra todo apoyo a uno u otro de los contendientes en guerra.
Sería absolutamente erróneo afirmar que el anarquismo en su conjunto fue destruido en 1914. Por el contrario, precisamente porque hubo una grave decantación dentro del anarquismo y dentro del movimiento obrero marxista, era posible que en la lucha contra la guerra y en octubre de 1917 los anarquistas revolucionarios internacionalistas pudieran luchar hombro con hombro con el marxismo revolucionario. Si el posicionamiento necesario entre la guerra y la revolución produjo un resultado, fue el de la determinación que emergió tanto de los marxistas como de los anarquistas, que encarnaron firmemente el internacionalismo y la defensa de los intereses de la clase obrera.
Sigamos adelante. ¿Cómo explica Goldman con su tesis del naufragio del marxismo el que los bolcheviques, organización marxista, fueran capaces gracias a las Tesis de abril, formuladas por sus representantes más decididos, de aportar la claridad en 1917 contra las confusiones democráticas que todavía existían en la clase obrera rusa?
Es cierto que la mayoría de los bolcheviques se alejaron gradualmente del espíritu de la Revolución de octubre, le dieron la espalda y, al haberla amalgamado con el aparato estatal y las medidas represivas contra la crítica con la absurda creencia de salvar la revolución, se convirtieron en la encarnación de la contrarrevolución desde dentro. Pero no todos ni mucho menos, optaron por esa vía, pues hubo diversas reacciones organizadas dentro del partido contra esos signos de degeneración.
Goldman describe su gran simpatía y cercanía a uno de estos grupos de oposición dentro del Partido Bolchevique, la "Oposición Obrera" en torno a Kolontái y Shliápnikov. El marxismo fue pues capaz de engendrar una oposición revolucionaria militante, que Goldman acogió explícitamente con beneplácito. Por otra parte, describe (y aún más detalladamente su compañero político Alexander Berkman) las tendencias organizadas dentro del anarquismo en Rusia, los llamados "anarquistas soviéticos", que abiertamente apoyaron la política de los bolcheviques, incluso en 1920 cuando el terror de la Cheka[29] ya se estaba extendiendo. Ella también escribe lo siguiente de manera honesta: "Desafortunadamente, y era inevitable bajo estas circunstancias, las ideas ajenas encontraron su camino en las filas de los anarquistas y los escombros fueron arrastrados por la marea revolucionaria. (...) El poder corrompe y los anarquistas no son inmunes a esto.”[30]Así que si seguimos el método de Goldman, ¿el anarquismo basado en tales hechos también fracasó en su totalidad? Creemos que esa conclusión sería errónea. Su enfoque y conclusión no tiene en cuenta todas las controversias posteriores a octubre de 1917 dentro del pretendido "marxismo fracasado".
La cuestión del Estado después de la revolución no se resolvió dentro del movimiento obrero de aquel entonces. Esto también se aplica a los anarquistas. Una de las principales razones para ello fue la falta de una experiencia histórica concreta como la ocurrida en Rusia después de 1917. El aislamiento insuperable de la Revolución rusa y la consiguiente obligación de defender el territorio reforzaron brutal y rápidamente el ahogamiento de la revolución y su degeneración, volviéndose el Estado y el partido bolchevique “fusionados” un factor activo de tal dinámica.
Incluso la referencia política de Goldman "el padre Kropotkin", como lo llamaba su entorno político, no fue capaz de responder al papel y la función del Estado después de una revolución en su libro El Estado, su papel histórico. El rechazo radical del Estado sobre la base de una desconfianza instintiva, como propugnaba la mayoría de los anarquistas, había surgido de la experiencia de una confrontación brutal con el Estado bajo el feudalismo y el aparato estatal capitalista, y llamaba justamente a la destrucción del estado burgués por una revolución proletaria, tal como se defiende en el libro El Estado y la Revolución de Lenin. Aunque este mérito se debe al movimiento anarquista, éste fue dominado por un concepto erróneo: la organización de la sociedad, inmediatamente después de la revolución, debe hacerse mediante los consejos obreros, sindicatos y cooperativas. Este escenario lleva a los órganos políticos y dinámicos de la clase obrera, los consejos obreros, a confundirse con el "instrumento organizador" (al que llamamos estado de transición[31] reducido y controlado), y ellos mismos se convierten en burocracia y pierden así su independencia política como órganos de la clase obrera. También encontramos esta posición en Goldman, aunque sólo sea de forma implícita y no desarrollada.
Volvamos a la cuestión del supuesto naufragio del marxismo. Un gran número de anarquistas criticaron los trágicos acontecimientos en Rusia. Pero esto no confirmó que el anarquismo, como un todo, hubiera fracasado en la Revolución rusa, como tampoco el marxismo. No había duda de que los bolcheviques entendían mal la relación entre los consejos obreros, el Estado y el partido político. En el momento de la Revolución rusa, predominaba la idea de unidad entre partido y aparato estatal, es decir, que el partido debe participar en el poder junto con los consejos obreros. Según esa idea, le incumbe al partido - una minoría dentro de la clase obrera - tomar el poder en nombre de la clase obrera y sobre la base de su confianza en el partido. Como veremos más adelante en una cita de Rosa Luxemburgo, también existía la posición de que nunca una pequeña minoría debería tomar el poder, a pesar de que esta visión todavía expresaba claramente la inmadurez existente sobre la cuestión del Estado después de la revolución.
A causa de sus ideas sobre el estado post-revolucionario y su relación con él, los bolcheviques, como actores de la realidad, se vieron involucrados en una espiral trágica: en la situación de aislamiento total de la revolución, una falsa concepción se convirtió en una tragedia. Aunque los bolcheviques nunca rechazaron abiertamente el principio de que los consejos obreros asumieran el poder, uno de los primeros signos de la degeneración fue la paulatina confiscación de los consejos, en la cual los bolcheviques desempeñaron un papel decisivo.[32]
No es una constatación fatalista, sino un hecho histórico decir que sólo la trágica experiencia de la Revolución rusa ha aclarado todas esas cuestiones. La única salvación habría sido la extensión internacional de la revolución basada en la vitalidad de los Consejos. Esto también habría desmentido todo determinismo retrospectivo según el cual el destino de la Revolución Rusa estaba ya sellado desde su nacimiento. Pero pretender salvar la revolución mediante “un estado fuerte” tal como empezaron a defender los bolcheviques, era, algo pura y sencillamente imposible por lo contradictorio.
Una debilidad en el método de Goldman con respecto al creciente dominio del aparato estatal después de Octubre y el proceso de degeneración es su conclusión estática. No tiene en cuenta la dinámica de la dominación del Estado, la lucha contra ella dentro de las filas marxistas; pero tampoco las enormes dificultades que tal situación generó entre los anarquistas, porque mucho que lo mencione detalladamente en sus observaciones. Esta debilidad se añade a su idea de que los bolcheviques -como parte del marxismo, y precisamente por esa razón- estaban condenados al fracaso desde el principio por su supuesto y único propósito de tomar el poder. Por lo visto, según Goldman, la simple existencia de las posiciones marxistas ya habría decidido el destino de la revolución. En su conclusión sobre la cuestión del Estado, niega también explícitamente que se trataba de un proceso de degeneración debido al contexto mundial, y en modo alguno de una cuestión ya “decidida” desde el principio. Con su declaración del "fracaso del marxismo" en la experiencia de la Revolución rusa, cede demasiado a la facilidad, lo que en última instancia la lleva a una nueva tesis.
Una de las tesis más trascendentales de Goldman es:“Los bolcheviques forman la orden jesuita en la iglesia marxista. No es que ellos como seres humanos sean deshonestos o estén animados por malas intenciones. Es su marxismo el que ha determinado sus políticas y métodos. Los mismos medios que usaron han impedido el logro de sus objetivos. Comunismo, socialismo, igualdad, libertad - todo aquello por lo que las masas rusas habían soportado los mayores sufrimientos ha quedado desprestigiado por las tácticas bolcheviques, por su principio jesuita de que el fin sagrado justifica los medios, desprestigiados y ensuciado (…) Pero Lenin es un jesuita inteligente y astuto, por lo que hizo del grito general del pueblo: "¡Todo el poder a los Sóviets!" su propio lema. Sólo cuando él y sus seguidores jesuitas se sintieron firmes en sus cabalgaduras comenzó la demolición de los Sóviets. Hoy, como todo lo demás en Rusia, no son más que sombras cuya sustancia física ha desaparecido. (...) Sin duda, Lenin se arrepiente a menudo. En el Congreso comunista de todas las Rusias lanzó un “mea culpa”,"¡he pecado!" Un joven comunista me dijo una vez:‘ No me sorprendería que Lenin algún día declarara que la revolución de Octubre fue un error’”[33]
Cierto, los objetivos de los bolcheviques, el comunismo, el socialismo, la igualdad y la libertad, que Goldman no niega que fueran como sus verdaderos objetivos, no pudieron ser alcanzados. Describe en otras partes de sus escritos sobre Rusia cómo, repetidamente, muchos de los principales bolcheviques la interpelaban con la esperanzadora pregunta: "¿Llegará pronto la revolución en Alemania y en Estados Unidos? , incluido Lenin en un encuentro con Goldman. Los bolcheviques con los que hablaba de ello esperaban ansiosamente obtener una respuesta positiva de ella, buena conocedora de de la situación en Estados Unidos. Según sus descripciones, era obvio que los bolcheviques vivían con el temor permanente de aislarse cada vez más, esperando desesperadamente los más pequeños signos de acontecimientos revolucionarios en otros países. Ella misma da la prueba de que en las filas de Partido Bolchevique -que era todo menos homogéneo- permanecía la esperanza de una revolución mundial en un contexto cada vez más avanzado de degeneración. Así que no son sólo las ansias de poder en Rusia, que Goldman avanza como explicación cuando habla del "jesuitismo" de los bolcheviques.
La preocupación de Goldman giraba en torno a la contradicción entre los objetivos iniciales de los bolcheviques y sus políticas y métodos concretos. Esto los llevó a una ruptura definitiva después de que la represión sangrienta del levantamiento de Cronstadt en marzo de 1921, con la excusa de salvar la revolución, aplicó un uso brutal de la violencia dentro de la clase obrera, algo en contradicción total con los principios comunistas. Sus experiencias con la Cheka también jugaron un papel decisivo en su ruptura con los bolcheviques.
La clase obrera se opone vehementemente a ese pretendido método de que el fin justifica los medios. La honradez de Goldman le impide ocultar sus propias vacilaciones. Pero son precisamente sus descripciones las que refutan la tesis de que el pensamiento de los bolcheviques sería la de los "jesuitas del marxismo", que no retroceden ante nada por alcanzar la meta que se han propuesto, y que en eso habría una diferencia fundamental entre bolcheviques y anarquismo.
¿Cómo se planteó esa cuestión entre los anarquistas? Emma Goldman describe sus discusiones con Berkman sobre la cuestión de los medios legítimos para defender la revolución: “Sería absurdo culpar a los bolcheviques por las drásticas medidas que tomaron, insistió Sasha. ¿De qué otra manera se supone que liberarán a Rusia del dominio de la contrarrevolución y el sabotaje? Por lo que se refiere a esto, él creía que ninguna medida sería demasiado dura. Las exigencias de la revolución justificaban cualquier medio, por mucho que contradiga nuestros sentimientos. Mientras la revolución estuviera en peligro, los que trataban de infiltrarse tendrían que pagar por ello. Mi viejo amigo era tan sincero y clarividente como siempre. Yo era de su opinión, y, sin embargo, los informes terribles de mis camaradas seguían preocupándome."[34]
Ese debate con Berkman, prosiguió con la misma crítica tajante. "Solía argumentar durante horas contra mi «impaciencia» y deficiente capacidad de juicio con respecto a temas transcendentales, contra mi refinado planteamiento de la Revolución. Afirmaba que yo siempre había menospreciado el factor económico como causa principal de las lacras capitalistas. ¿Es que ahora no podía ver que la necesidad económica era la razón que forzaba la mano de los hombres que estaban al timón de Rusia? El continuo peligro exterior, la natural indolencia del trabajador ruso y su fracaso para incrementar la producción, la falta de las herramientas más necesarias para la agricultura y la negativa consiguiente de los campesinos a alimentar a las ciudades, había obligado a los bolcheviques a aprobar esas medidas desesperadas. Por supuesto que consideraba tales métodos contrarrevolucionarios y abocados al fracaso. A pesar de todo, era absurdo sospechar que hombres como Lenin o Trotski habían traicionado deliberadamente la Revolución. ¡Pero si habían consagrado sus vidas a esa causa, habían sufrido persecución, calumnias, la cárcel y el exilio por sus ideales! ¡No podían traicionarlos hasta tal extremo!"[35]
Para la clase obrera, los medios utilizados no deben estar en contradicción con sus objetivos fundamentales.[36]Sin embargo, nosotros rechazamos la afirmación de que sólo el marxismo, especialmente los bolcheviques, serían vulnerables a la penetración de la ideología de la clase dominante adoptando métodos contrarios al objetivo del comunismo. Las discusiones descritas por Goldman son características del hecho de que el anarquismo siempre ha tenido enormes dificultades a este respecto. Un ejemplo del uso de medios que contradicen la meta de muchos anarquistas es el intento de asesinato de Lenin por Fanny Kaplan el 18 de agosto de 1918, con la justificación de que Lenin había traicionado la revolución. Debido a una larga tradición de asesinatos de responsables del odiado régimen zarista, el cual sometió a los anarquistas a una represión brutal, parte del anarquismo ruso recurrió repetidamente a la llamada "propaganda por la acción", recurriendo así a “medios justificados por el fin”, incluido el haber transformado en diana a combatientes de la clase obrera, como lo muestra el intento de asesinato a Lenin.
No se trata de ponerse a llorar por las odiadas figuras del zarismo objetivos de los métodos de una parte del anarquismo ruso que expresaban la limitada comprensión del feudalismo al identificarlo con individuos. Sin embargo, no se basaba en la malevolencia de los individuos, tal como muy bien lo decía Berkman en contra de lo que defendía Goldman, no era una cuestión de la maldad de algunos, sino de principios sociales y económicos que estaban en contradicción con las necesidades de las clases explotadas. La "propaganda por la acción", la violencia individual contra los odiados personajes del feudalismo, entendida como una "chispa de inspiración para la reflexión", lo que en realidad expresaba era una mala comprensión de cómo se desarrolla la conciencia de clase, ya que esos métodos no muestran ni mucho menos la necesidad de una lucha solidaria de toda una clase contra los fundamentos de la explotación.
Es comprensible que Goldman luchara a favor de Fanni Kaplan, presa y torturada por la Cheka. Ni siquiera reivindicó nunca métodos como los de Kaplan. Pero, ¿por qué no se atrevió a dar un paso más en esa situación y a criticar los métodos "jesuitas" en las filas del anarquismo, limitándolos únicamente a los bolcheviques?
Goldman sufrió duramente las ejecuciones de anarquistas amigos, como Fanya Baron, por la Cheka en septiembre de 1921, con la aprobación de Lenin. Por mucho que Lenin fuera una de las personalidades más decididas y claras en la revolución de Octubre, esas medidas son inaceptables. Goldman expresó una antipatía cada vez mayor contra Trotski y Lenin en particular, a quienes describió como jesuitas inteligentes y astutos.[37]
La incontrolable Cheka la emprendió a balazos en ejecuciones intimidatorias, luego con toma de rehenes para extorsionar informaciones mediante tortura. Esto a menudo contra grupos políticos de oposición de las propias filas bolcheviques, contra anarquistas, y también contra los trabajadores que había participado en huelgas. La crítica de Goldman a las sentencias de muerte contra los prisioneros -es decir, individuos indefensos -fueran miembros de organizaciones contrarrevolucionarias burguesas, criminales o miembros encarcelados de los Ejércitos Blancos- está absolutamente justificada, ya que no sólo son actos de violencia sin sentido, sino que además expresan una visión según la cual la gente no puede cambiar de ideas, actitudes y posiciones políticas y por lo tanto debe ser liquidada.[38]
Ya en 1918 había estallado, entre los bolcheviques, una lucha contra la represión de las voces opositoras en el partido y en la clase obrera. Aunque la propia Goldman pudo darse cuenta de que había diferentes posiciones en las filas bolcheviques, para poder condenarlos como "jesuitas del marxismo" pinta un cuadro muy simplista como si estuvieran forjados de una sola pieza a hierro y fuego, algo que nunca correspondió a la realidad. El problema central fue que, en lugar de apelar a la conciencia de la clase obrera, se cayó en un enfoque militarista de los problemas políticos que acabó adoptando la mayoría de los bolcheviques, creyendo que así salvarían la revolución asediada. Pero eso no tiene nada que ver con el ansia de poder pretendidamente arraigado en el partido bolchevique.
El marxismo nunca se apoyó en el principio de que el fin justifica los medios, ni fue un principio o práctica de los bolcheviques ni antes ni durante la revolución de Octubre. Cronstadt, sin embargo, trágico clímax de la creciente represión, mostró hasta dónde había llegado ya la degeneración y qué formas y lógica tomó, porque su justificación política incluía en realidad la idea del fin (la "cohesión férrea" de Rusia contra los ataques internacionales) justificador de unos medios (una represión sangrienta).
Las experiencias personales y absolutamente desmoralizantes de Goldman en Cronstadt condujeron a una ruptura con los bolcheviques y marcaron un punto de inflexión. En los últimos días antes de la represión de marineros, soldados y trabajadores de Cronstadt, ella era miembro de una delegación (Perkus, Pertrowski, Berkman, Goldman) que trató de mediar entre los delegados de Cronstadt y el Ejército Rojo. “Cronstadt cortó el último hilo que todavía me unía a los bolcheviques. La carnicería desenfrenada que habían llevado a cabo hablaba más claramente que nunca contra ellos. Cualesquiera que fueran los engaños del pasado, los bolcheviques resultaron ser los enemigos más perniciosos de la revolución. No podría seguir teniendo algo que ver con ellos”[39]
Cronstadt fue una tragedia terrible, mucho más que un "error".
El aplastamiento de Cronstadt con varios miles de proletarios muertos (¡en ambos lados!) se basó en una evaluación absolutamente equivocada de los dirigentes bolcheviques sobre el carácter de aquel levantamiento. Esto se debe también a que la burguesía internacional aprovechó el momento e hipócritamente declaró su "solidaridad" con los insurgentes, y también al pánico de que Cronstadt acabara cayendo en el campo de la contrarrevolución, o que ya fuera una expresión de la contrarrevolución.
Goldman responde correctamente a esos dos aspectos. En su autobiografía de 1931, es, sin embargo, incapaz de sacar la lección primordial de la tragedia de Cronstadt, como, por otra parte, el conjunto de la Izquierda marxista en el momento de la represión que, en general, apoyó con la notable excepción de Miasnikov, quien se había opuesto desde el principio. Ni siquiera gracias a la perspectiva que da el tiempo pasado, Emma Goldman sería capaz de comprender, al contrario de algunas corrientes de la Izquierda Comunista, que la violencia en el seno de la clase obrera debe ser inflexiblemente rechazada y eso debe ser un principio.[40]
Al igual que con la cuestión del Estado, Goldman cae con demasiada facilidad en eso del supuesto "jesuitismo de los bolcheviques desde su origen". Declaró que los bolcheviques eran jesuitas, lo que no concuerda en absoluto con su historia. La dinámica de la mayoría de los bolcheviques, que en 1921 en Cronstadt no vaciló en usar la violencia como supuesta forma de lucha de clases, no era, ni mucho menos, "su tradición", sino más bien una expresión del proceso de su degeneración progresiva.
En lugar de abordar a fondo la cuestión de qué medios se pueden utilizar en la lucha de clases y en la revolución, a la que sin excepción se enfrentaron todos los revolucionarios, la imprudente etiqueta jesuita de Goldman, que les puso ella a los bolcheviques, fue más bien una barrera para entender la degeneración de la revolución como un proceso.
Una pregunta es el hilo conductor en los escritos de Goldman sobre Rusia: ¿Cuándo se justifica formular una crítica abierta a los bolcheviques? Describe con gran indignación un encuentro con los anarquistas de Petrogrado:
“Aquellas acusaciones me golpeaban como martillos y me dejaron aturdida. Escuché con los nervios tensos, apenas capaz de comprender claramente lo que oía y sin conseguir aprehender su completo significado. No podía ser verdad, ¡esa acusación monstruosa! (...). Pensé que los hombres de aquella sala lúgubre tenían que estar locos para poder contar tales historias absurdas e imposibles, tenían que ser malvados para poder condenar a los comunistas por crímenes que debían saber eran provocados por la cuadrilla contrarrevolucionaria, el bloqueo y los generales blancos que atacaban la Revolución. Proclamé mi convicción ante la asamblea, pera mi voz se ahogó en medio de las risas y las burlas.”[41]
Al igual que con la cuestión de los cambios que se esperaban inmediatamente después de la revolución, la consternación de Goldman sobre las posiciones de otros anarquistas revela que el anarquismo no era homogéneo ni mucho menos, especialmente en la actitud hacia los bolcheviques. El anarquismo en Rusia se había vuelto a dividir en varios campos.[42] Los siguientes pasajes de los escritos de Goldman son otro testimonio de su actitud responsable para no ocultar sus propias incertidumbres, y también muestran su evolución sobre los bolcheviques.
“Comprendí muy bien la actitud de mis amigos ucranianos. Habían sufrido tremendamente durante el último año, vieron las grandes expectativas de la revolución destrozada y cómo Rusia quedaba aplastada bajo el talón del Estado bolchevique. Sin embargo, no pude seguir sus deseos. Todavía creía en los bolcheviques y en su honestidad e integridad revolucionarias. Además, estaba convencida de que mientras Rusia se viera amenazada por fuerzas externas, no podría expresar mis críticas. No quería echar leña al fuego de la contrarrevolución. Por eso tuve que permanecer en silencio y estar junto a los bolcheviques, los defensores organizados de la revolución. Pero mis amigos rusos despreciaban mi manera de ver. Decían que yo confundía Partido Comunista y Revolución; no tenían el mismo estado de ánimo que yo, sino que estaban en contra incluso como lo harían ante enemigos."[43]
“A las primeras noticias de la guerra con Polonia había pospuesto mi actitud crítica y ofrecí mis servicios como enfermera en el frente. (...) Pero él (Sorin) nunca transmitió mi solicitud. Evidentemente, eso no influyó para nada en mi determinación de ayudar al país en lo que fuera. Nada parecía tan importante justo entonces (…).Yo no le negaba a Majnó los servicios que había prestado a la Revolución en la lucha contra las fuerzas blancas, ni que su ejército insurgente fuera un movimiento de masas espontáneo. Yo no pensaba, sin embargo, que los anarquistas tuvieran algo que ganar desplegando una actividad militar o que nuestra propaganda dependiera de conquistas políticas o militares propias. Era algo totalmente fuera de lugar. No estaba yo dispuesta a unirme a su trabajo, y no por razones relacionadas con los bolcheviques. Estaba dispuesta a admitir francamente el grave error que había cometido al haber defendido a Lenin y su partido como verdaderos paladines de la Revolución. No quería yo, sin embargo, entrar en una oposición activa contra ellos mientras Rusia siguieraestando atacada por tantos enemigos exteriores”.[44]
“Era muy consciente de algo que me abrumaba: la gran deuda hacia los trabajadores de Europa y América: tenía que decirles la verdad sobre Rusia. Pero, ¿cómo expresarse hacia fuera mientras el país estaba sitiado por diferentes frentes? Eso significaría trabajar por Polonia y Wrangel. Por primera vez en mi vida, me abstuve de revelar grandes males sociales de los que era testigo. Tenía la sensación de traicionar la confianza de las masas, especialmente de los trabajadores estadounidenses, cuya confianza me era tan entrañable."[45]
"Sentí que era necesario permanecer en silencio mientras las potencias coaligadas del imperialismo mantuvieran atenazada a Rusia. (...) Pero ahora el tiempo del silencio ha terminado. Por lo tanto, expresaré abiertamente lo que hay que decir. Soy consciente de las dificultades que entraña. Sé que los reaccionarios, los enemigos de la Revolución Rusa, interpretarán mal mis palabras, también sé que me darán palos sus supuestos amigos, que confunden Partido Comunista de Rusia y Revolución rusa. Por lo tanto, es necesario aclarar mi posición sobre ambos."[46]
Otros revolucionarios de entonces, como Rosa Luxemburg, formularon muy pronto críticas a los bolcheviques, aun expresándoles toda su solidaridad y defendiendo su papel crucial en la Revolución rusa. Escribió su libro La Revolución rusa[47] en 1918, al mismo tiempo que Goldman publicó el artículo “La verdad sobre los bolcheviques” en Mother Earth con un entusiasmo exuberante. El ejemplo de Rosa Luxemburgo, en particular, muestra lo difícil que fue tomar la decisión de publicar una crítica en el momento oportuno, siempre con la duda de la revolución en mente. En su texto, escrito en la prisión de Moabit, Luxemburg expresó una fuerte crítica a los bolcheviques con el objetivo de resolver los problemas planteados en Rusia y así dejar constancia de su solidaridad: “Lenin y Trotski, por el contrario, se deciden a favor de la dictadura de un puñado de personas, es decir de la dictadura según el modelo burgués. (…) [el proletariado] debería y debe encarar inmediatamente medidas socialistas, de la manera más enérgica, inflexible y firme, en otras palabras ejercer una dictadura, pero una dictadura de la clase, no de un partido o una camarilla. ¡Sí, dictadura! Pero esta dictadura consiste en la manera de aplicar la democracia, no en su eliminación, en el ataque enérgico y resuelto a los derechos bien atrincherados y las relaciones económicas de la sociedad burguesa, sin lo cual no puede llevarse a cabo una transformación socialista. Pero esta dictadura debe ser el trabajo de la clase y no de una pequeña minoría dirigente que actúa en nombre de la clase; es decir, debe avanzar paso a paso partiendo de la participación activa de las masas; debe estar bajo su influencia directa, sujeta al control de la actividad pública; debe surgir de la educación política creciente de la masa popular. Indudablemente los bolcheviques hubieran actuado de esta manera de no haber sufrido la terrible presión de la guerra mundial, la ocupación alemana y todas las dificultades anormales que trajeron consigo, lo que inevitablemente tenía que distorsionar cualquier política socialista, por más que estuviera imbuida de las mejores intenciones y los principios más firmes. (…) El peligro comienza cuando hacen de la necesidad una virtud, y quieren congelar en un sistema teórico acabado todas las tácticas que se han visto obligados a adoptar en estas fatales circunstancias, recomendándolas al proletariado internacional como un modelo de táctica socialista”[48]
Luxemburgo no se inhibió de la crítica. ¿Por qué Goldman no siguió el ejemplo de Rosa Luxemburg, aun cuando en sus escritos había expresado repetidamente su pesar por su asesinato en enero de 1919 y conocía sus posiciones? ¿Por qué Goldman, en su folleto La decadencia de la revolución rusa, no mencionó para nada las críticas de Luxemburgo", a pesar de que Luxemburg había escrito el suyo tres años antes? La razón de esto es simple. El texto de Luxemburg fue víctima del enorme temor a “la puñalada por la espalda” de criticar la revolución y prestar un servicio a la burguesía. La publicación de la crítica de Rosa a los bolcheviques, que ella quiso publicar inmediatamente después de su redacción, fue deliberadamente impedida por sus amigos políticos más cercanos y sólo se publicó cuatro años más tarde, en 1922. [49]
Lamentablemente, Goldman no tuvo la oportunidad de inspirarse en las críticas de Luxemburgo a los bolcheviques. Su exuberancia al llegar a Rusia es comprensible en vista del horror con el que la guerra mundial había arrojado a la humanidad a las peores tinieblas del horror. La Rusia soviética! Tierra sagrada de Goldman y su posterior desilusión total es también un ejemplo de que la euforia suele acabar en gran decepción. No es de extrañar que 13 años más tarde incluso calificara de "ingenua" su defensa inicial de los bolcheviques.
Luxemburgo nunca tuvo afición por la exuberancia política: su crítica se basa en las primeras experiencias de los meses posteriores a octubre de 1917, concluyendo con las famosas palabras de que “el futuro pertenece al bolchevismo”. Tres años más tarde, Goldman escribió su crítica sobre la base de su propia experiencia en Rusia de una fase posterior de la revolución -después del desmantelamiento de los consejos obreros, en una época de la violencia desencadenada de la Cheka y la imparable fusión del Partido Bolchevique con el aparato estatal. Sin embargo, ella tenía grandes esperanzas: "Lenin y sus seguidores sienten el peligro. Sus ataques contra la oposición obrera y las persecuciones de los sindicalistas anarquistas continúan aumentando fuertemente. ¿Acabará elevándose la estrella del anarco sindicalismo en el Este? ¿Quién sabe?, Rusia es la tierra de los milagros".[50] ¿Cuál habría sido el análisis de Luxemburgo a finales de 1921, tras la irrupción de una degeneración patente y después de Cronstadt? Por desgracia eso solo quedarse en mera pregunta.
Goldman vaciló entre el silencio y su: “Tengo que alzar mi voz contra los crímenes en nombre de la revolución”. Pero, ¿cómo iba a suceder esto último? El periódico burgués de Nueva York, World, le pidió varias veces durante su estancia en Rusia que publicara artículos sobre este país. Goldman se negó al principio, tras unas duras discusiones con Berkman que estaba en contra de tales acciones, con el argumento de que todo lo que se publicara en la prensa burguesa solo iba a servir a la contrarrevolución y proponía producir sus propios panfletos para distribuirlos entre los trabajadores. Unas semanas después de que Goldman abandonara Rusia a finales de 1921 ella permitió que World publicara sus textos.“Escribo que preferiría expresar mi opinión en la prensa obrera liberal de Estados Unidos y seré más favorable a entregarle mis artículos gratuitamente y no dárselos al World de Nueva York o similares. (...) Ahora que sabía la verdad, ¿debería suprimirla y callarme? No, tenía que protestar, tenía que gritar cómo un terrible engaño pretendía ser lo correcto y lo verdadero, incluso si tenía que hacerlo en la prensa burguesa”[51]
A pesar de que Goldman en Rusia, durante meses, se mantuvo al margen de las críticas públicas porque no quería “dar una puñalada trapera a la revolución”. Y a causa de esa decisión irreflexiva le tiraron piedras de diferentes partes. “Mis acusadores comunistas no fueron los únicos en gritar ¡Crucificadla! Había también algunas voces anarquistas en el coro. Era la misma gente que se había enfrentado a mí en Ellis Island, en Bufordy el primer año en Rusia, cuando me negaba a condenar a los bolcheviques antes de tener la oportunidad de examinar su régimen. Cotidianamente, las noticias de Rusia sobre la continua persecución política confirmaban cada hecho descrito por mí en artículos y libros. Era comprensible que los comunistas cerrasen los ojos a la realidad, pero era censurable que lo hicieran aquellos que se llamaban a sí mismos anarquistas, especialmente después del trato que recibió Mollie Steimer (en Rusia, tras haber luchado valientemente en América por el régimen soviético (Capítulo 54)
El reconocimiento de sus análisis y reflexiones se vio muy perjudicado por la acusación de traidora en buena parte de la clase obrera estadounidense. Pero en un mundo donde dos clases son absolutamente antagónicas, es un acto desesperado, que ella misma crítica y explica porque no le quedaba otro remedio. Es muy peligroso, en efecto, querer utilizar un instrumento de la burguesía, sea el que sea e incluso de manera puntual, como medio para hacer oír la voz de la clase obrera. ¡Gran lástima fue que una militante tan firme cayera en semejante trampa!
Lo que Goldman y Rosa Luxemburgo tienen en común es, sin duda, la tremenda voluntad de entender los problemas de la Revolución Rusa, de defender el carácter revolucionario de octubre de 1917 y de no ignorar la dramática situación. Goldman nunca aceptó un método táctico para considerar a los bolcheviques simplemente como el "mal menor" y apoyarlos sólo durante el tiempo que duró la guerra contra las tropas blancas. Una posición abiertamente representada en Rusia por el anarquista Machajaski en la revista The workers revolution.
Desde el principio era menos arriesgado criticar abiertamente la política bolchevique fuera de Rusia que en la propia Rusia. Pero las dudas de Goldman no provenían del miedo o la represión a su persona. Gracias a su estatuto de revolucionaria conocida en Estados Unidos, disfrutaba de una protección mucho mayor que otros inmigrantes revolucionarios.
Aunque no ocultó su simpatía hacia la Oposición Obrera y se comprometió a favor de los anarquistas encarcelados (por ejemplo, durante su discurso en el funeral de Kropotkin), sólo fue sometida a una vigilancia "suave" por parte de la Cheka para intimidarla.
¿Habría destruido una crítica el brillante ejemplo de la Revolución de Octubre dentro de la clase obrera internacional? Ciertamente no. La alternativa no era “o callarse o denunciar a los bolcheviques”. Una crítica política madura de la política bolchevique en aquella época constituía un apoyo para toda la ola revolucionaria internacional.
La clase obrera es la clase de la conciencia, no de la acción irreflexiva. Por eso, la crítica de las propias acciones y los errores cometidos es un legado del movimiento obrero, que había que mantener incluso en aquellos tiempos tan dramáticos. No corresponde al carácter de la clase obrera ocultar sus problemas, como así hace la burguesía. Como muestra el texto de Luxemburg, la crítica a los bolcheviques no debe limitarse a la indignación sino que debe dar prueba de madurez para apoyar la lucha contra la degeneración de la revolución. Más tarde, esto fue un criterio para que la Izquierda Comunista italiana se abstuviera de expresar análisis y críticas apresurados que no permitieran sacar lecciones.
El análisis de Goldman sobre la Revolución Rusa no se limitó a la indignación. Pero muestra un peligro en varios comentarios: con sus descripciones a Lenin y Trotski como "jesuitas astutos", se deja arrastrar hacia un método de crítica que se centra en las personas carismáticas, por mucho que tales personas hubieran tenido una gran influencia en la política de los bolcheviques. Lenin no personifica la desvitalización de los consejos y su fusión con el Estado, como tampoco Trotski personifica el aplastamiento de Cronstadt.
Hacia Trotski, Goldman desarrolló más tarde la posición de que había sido un pionero del estalinismo debido a sus acciones - especialmente la de Cronstadt.[52] Aunque a primera vista pueda parecer que existe un terreno común a nivel de violencia, hay que hacer una clara distinción entre Trotski y Stalin. Si el papel de Trotski en el uso de la fuerza, especialmente contra Cronstadt, fue una catástrofe devastadora, eso no revelaba unas inclinaciones personales sino la realización de una decisión del poder bolchevique como un todo. Recordemos otra vez que en aquel entonces, esa decisión fue apoyada por casi toda la izquierda comunista. El error trágico de Cronstadt ilustra a la vez la inmadurez del movimiento obrero sobre la cuestión de la violencia (ninguna violencia en el seno de la clase obrera) y del curso degenerativo de la revolución en Rusia que acabará desembocando en la política abiertamente contrarrevolucionaria del socialismo en un solo país y el ascenso de Stalin como cabecilla de la contrarrevolución en el mundo. A pesar de lo insuficiente que fue la denuncia por Trotski del estalinismo y de su aparato de represión organizado para aplastar por completo física e ideológicamente a la clase obrera, sí expresó al menos una reacción proletaria contra él.
El valor del análisis de Goldman es haber planteado las cuestiones centrales ante la Revolución Rusa. Las contradicciones en su análisis y las conclusiones que no compartimos en absoluto no son motivo para rechazar o ignorar sus esfuerzos. Por el contrario, son una expresión de la enorme dificultad de producir un análisis completo del problema ruso ya en 1922. No fue la única. Tiene el mérito de haber rechazado la fusión con el aparato estatal, la toma del poder por el partido o la represión de Cronstadt.
En este sentido, hizo una contribución importante a la clase obrera, que debe ser saludada pero también criticada. Goldman nunca afirmó que octubre de 1917 hubiera sido la cuna del estalinismo, como lo dicen hoy las hipócritas campañas de la clase dominante, sino que defendió con ahínco la revolución de Octubre.
7. 1. 2018
Mario
[1] El declive de la Revolución Rusa (1922), el primer análisis mas completo. Mi desilusión en Rusia (1923/24), Viviendo mi vida (1931), sobre todo el capítulo 52 sobre Rusia.
[2]Fue algo que la preocupaba mucho, cuando se conoce la situación catastrófica de los niños. En aquella situación de miseria general, al haber perdido a uno de sus padres o a los dos, a veces en la guerra, los niños eran los más vulnerables, en particular ante los pequeños burócratas deshumanizados, sin escrúpulos ni moral Quizás era ella más sensible todavía a esa situación: era enfermera y había visitado instituciones “modelo” para la infancia
[3] Mi desilusión en Rusia, prefacio
[4] La verdad sobre los bolcheviques
[5] Viviendo mi vida, Capítulo 52
[6] ídem
[7] Mi desilusión en Rusia, capítulo La república socialista recurre a deportaciones
[8] El declive de la Revolución Rusa, prefacio
[9] El declive de la Revolución Rusa, capítulo La situación de los niños en Rusia
[10] Una expresión del famoso libro de NikolaiGogol de 1842, los métodos y el parasitismo de la burocracia estatal eran una copia de ciertas técnicas de enriquecimiento bajo el feudalismo.
[11] Lea nuestro artículo La decadencia de la revolución rusa https://de.internationalism.org/rusrev06 [82]
[12] El declive de la Revolución Rusa, capítulo Las fuerzas que derrotaron a la revolución
[13] Volin (W. M. Eichenbaum) La revolución desconocida, capítulo La contrarrevolución. Volin llega incluso a afirmar que la intervención internacional contra Rusia es en su mayor parte exagerada y se ha convertido en una leyenda creada por los bolcheviques.
[14]Ver en esta misma Revista Internacional n°160 La burguesía mundial contra la revolución de octubre https://es.internationalism.org/accion-proletaria/201806/4309/la-burgues... [83]
[15] El declive de la Revolución Rusa, capítulo “Las fuerzas que derrotaron a la revolución”
[16] La década de 1930, cuando la Segunda Guerra Mundial sólo fue posible después de que la clase obrera hubiera sido derrotada ideológica (entre fascismo y antifascismo) y físicamente, mostró lo compleja que es la relación entre guerra y revolución. Hoy, la cuestión es, una vez más, diferente, porque una guerra mundial -sin duda también sobre la base de una derrota previa de la clase obrera- destruiría a la humanidad, una tragedia que hoy es posible incluso sin una guerra mundial, a causa de una incapacidad en el control de las armas nucleares.
[17] Viviendo mi vida, capitulo 52
[18] l.c.
[19] Sin embargo, algunas medidas deben ser implementadas inmediata y decididamente después de que los consejos obreros tomen el poder. Por ejemplo, la prohibición del trabajo infantil y todas las formas de trabajo forzoso, o la coerción de la prostitución.
[20] El declive de la Revolución Rusa, capítulo: Mi visita a Peter Kropotkin
[21] El declive de la Revolución Rusa, capítulo Sindicatos en Rusia
[22] El declive de la Revolución Rusa, capítulo La situación de los niños en Rusia
[23] Mi desilusión en Rusia, capítulo “Otra visita a Peter Kropotkin”
[24] Mi desilusión en Rusia, epílogo
[25] El declive de la Revolución Rusa, Introducción
[26] ibíd. Capítulo Las fuerzas que derrotaron la revolución
[27] OCTUBRE Nº 2, marzo de 1938, La cuestión del Estado
[28] Rudolf Rocker, Sobre la naturaleza del federalismo frente al centralismo, 1922
[29]Goldman describe acertadamente la Cheka en las siguientes palabras: "Al principio, la Cheka estaba controlada por la Oficina de la Comisaría de Asuntos Internos, los soviéticos y el Comité Central del Partido Comunista. Poco a poco, sin embargo, se convirtió en la organización más poderosa de Rusia. Hoy en día, la Cheka ya no es un estado en el estado, sino un estado por encima del estado. Toda Rusia, hasta las aldeas más remotas, está cubierta con una red de Chekas."El declive de la Revolución Rusa, capítulo “La Cheka”
[30]Mi desilusión en Rusia, capítulo “La persecución de los anarquistas”
[31] Ver nuestro folleto El período de transición del capitalismo al socialismo - La desaparición del Estado en la teoría marxista
[32] https://es.internationalism.org/revista-internacional/197507/998/la-degeneracion-de-la-revolucion-rusa [69]
[33]El declive de la Revolución Rusa, capítulo “Las fuerzas que derrotaron la revolución y los territorios soviéticos”. Se utiliza a menudo a los jesuitascomo símbolo de una política despiadada y obsesionada por el poder con su lema "El fin santifica los medios".
[34] Viviendo mi vida, Capítulo 52
[35] Idid.
[36] Ver también nuestro artículo: Terror, terrorismo y violencia de clase: https://es.internationalism.org/revista-internacional/197806/944/terror-... [84]
[37] Volin incluso llegó a llamar a Lenin y Trotsky reformistas brutales que nunca habían sido revolucionarios y usaban métodos burgueses. El capítulo de la Revolución Desconocida: El Estado Bolchevique. La contrarrevolución
[38] Esta cuestión se discute en detalle en el libro "El rostro moral de la revolución" (1923). Escrito por el Comisionado del Pueblo para la Justicia hasta marzo de 1918, Isaak Steinberg.
[39] Mi desilusión en Rusia capitulo Kronstadt
[41] Viviendo mi Vida, Capítulo 52
[42] En la primavera de 1918 (históricamente dividida [¿la primavera?]en pan-anarquistas, anarquistas individualistas, sindicalistas anarquistas y anarco-comunistas, cuyos límites también son difíciles de definir) la cuestión de las relaciones con los bolcheviques se polarizó más fuertemente. El tema de la violencia o la evaluación del carácter de la Revolución de Octubre jugó un papel secundario. Desde el apoyo abierto de los bolcheviques (los llamados anarquistas soviéticos) hasta la opinión de que los bolcheviques habían traicionado la revolución y iban a ser atacados [¿quiénes?] por la fuerza, había de todo. Ver Paul Avrich: Los anarquistas rusos, 1967, capítulo Los anarquistas y el régimen bolchevique.
[43] Mi desilusión en Rusia, capitulo En Charkov
[44] Viviendo mi vida, capítulo 52
[45] Mi desilusión en Rusia, capitulo De vuelta en Petrogrado
[46] El declive de la Revolución Rusa, prefacio
[49] Paul Frölich, uno de sus compañeros políticos, describe en su biografía de R.Luxenburg Gedankeund Tat de 1939 este legendario curso de los acontecimientos: Paul Levi publicó Zur Russischen Revolution durante el año 1922 (según el folleto de Goldman), después de haber roto con el KPD. Levi alegó que Leo Jogiches (que se había opuesto a la publicación, argumentando que Luxemburgo había cambiado de opinión mientras tanto) había destruido el manuscrito. J. P. Nettl argumenta de una manera creíble que fue el propio Levi quien había presionado fuertemente a Luxemburgo para que no aceptara el texto, argumentando que la burguesía lo usaría mal contra los bolcheviques. Es evidente que el texto de Luxemburgo no se perdió accidentalmente en el caos de la revolución alemana, sino que se evitó, en medio de la "confusión de las confusiones", sobre [¿?] la necesidad de una crítica abierta.
[50] El declive de la Revolución Rusa, capítulo Los sindicatos en Rusia
[51] Viviendo mi Vida, capítulo 53
[52] Trotzki protesta demasiado, julio 1938
Attachment | Size |
---|---|
![]() | 278.48 KB |
La CCI ha celebrado reuniones públicas en ciudades de varios países con motivo del 50º aniversario de mayo de 1968. En términos generales, los presentes estuvieron de acuerdo con las principales características del movimiento que destacamos:
- Lo que da a estos acontecimientos su carácter histórico es el despertar de la lucha de clases expresada en la huelga obrera más masiva jamás habida en aquellos tiempos -10 millones de trabajadores en huelga- y cuyo desarrollo no se debió para nada a la acción de los sindicatos, sino únicamente a la iniciativa de los propios trabajadores que entraron en lucha espontáneamente;
- Ese movimiento de la clase obrera, que no fue ni mucho menos a remolque de la agitación estudiantil concomitante, se precipitó en gran parte a causa de la brutal represión de los estudiantes que engendró una profunda indignación entre la clase obrera;
- Aquel episodio histórico creó una atmósfera sin precedentes, como la que existe sólo durante los grandes movimientos de la clase obrera: la voz que se libera en las calles, las universidades y algunas empresas ocupadas, centros neurálgicos de intensos debates políticos;
- Fundamentalmente, ese formidable movimiento es la respuesta a las primeras dentelladas de la crisis económica abierta, de vuelta otra vez, que afectó a una clase obrera cuyas generaciones más jóvenes se estaban librando del peso aplastante del período de la contrarrevolución;
- Aquel movimiento vio así la caída de un importante cerrojo de la lucha de clases: el del control asfixiante del estalinismo y sus correas sindicales de transmisión.
La idea de que Mayo del 68 fue la señal para el desarrollo de una ola de luchas a escala internacional no sorprendió, en general, a los participantes en nuestras reuniones. Pero paradójicamente, no siempre fue lo mismo para esa otra idea de que el mes de mayo del 68 marcó el final del largo período de contrarrevolución que sucedió a la derrota de la primera ola revolucionaria mundial y, al mismo tiempo, abría un nuevo camino para los enfrentamientos de clases entre la burguesía y el proletariado. En particular, una serie de características del período actual, como el desarrollo del fundamentalismo, la multiplicación de las guerras en el planeta, etc., tendían a interpretarse como signos de un período contrarrevolucionario.
Se trata de un error que, en nuestra opinión, tiene su origen en una doble dificultad.
Por un lado, el insuficiente conocimiento de cómo fue el período de una contrarrevolución mundial, iniciado con la derrota de la primera oleada revolucionaria, y por lo tanto una dificultad para comprender realmente lo que ese período significó para la clase obrera y su lucha, pero también para la humanidad en la medida en que la barbarie inherente al capitalismo en crisis dejó de tener límites. Por eso, en este artículo, hemos tomado la decisión de volver en detalle sobre aquel período.
Por otro lado, el período abierto en Mayo del 68, aunque puede parecer más familiar a las generaciones que -directa o indirectamente- conocieron Mayo del 68, su dinámica general subyacente no puede ser entendida espontáneamente. Puede, entre otras cosas, quedar oscurecida por acontecimientos, situaciones que, aunque importantes, no fueron factores determinantes. Por eso, también volveremos a ese período destacando sus diferencias fundamentales con el período de la contrarrevolución.
El fenómeno que todo el mundo ha observado a un nivel inmediato, el hecho de que después de una lucha, la movilización de los trabajadores tiende a retroceder y a menudo la voluntad de luchar, también existe a un nivel más profundo a escala de la historia. De hecho, permite verificar la validez de lo que Marx había señalado sobre este tema en El 18 de Brumario, es decir, la alternancia de arrebatos, a menudo muy enérgicos y deslumbrantes de la lucha proletaria (1848-49, 1864-71), 1917-23), y de retrocesos (a partir de 1850, 1872 y 1923) que, además, llevaron cada vez a la desaparición o degeneración de las organizaciones políticas que la clase se había dado durante el período de luchas en ascenso: Liga de los Comunistas, creación en 1847, disolución en 1852; Asociación Internacional de Trabajadores (AIT): fundación en 1864, disolución en 1876; Internacional Comunista: fundación en 1919, degeneración y muerte a mediados de la década de 1920; la vida de la Internacional Socialista 1889-1914, que había seguido un curso más o menos similar pero menos claro[1].
La derrota de la primera ola revolucionaria mundial de 1917-23 abrió el período de contrarrevolución más largo, profundo y terrible que jamás haya sufrido el proletariado, llevando a la pérdida de todas las referencias por parte de la clase obrera como un todo, y las pocas organizaciones que permanecieron leales a la revolución acabarán siendo ínfimas minorías. Y además, esa derrota dejó abiertas de par en par las puertas al desencadenamiento de una barbarie que superaría con creces los horrores de la Primera Guerra Mundial. Fue, en cambio, una dinámica opuesta la que se ha desarrollado desde 1968, y no hay razón para decir que ya se ha agotado, a pesar de las grandes dificultades experimentadas por el proletariado desde principios de la década de 1990 con la extensión y profundización de la barbarie por el planeta.
La expresión "Medianoche en el siglo", del título de un libro de Víctor Serge[2], se aplica perfectamente a la realidad de esta pesadilla que duró casi medio siglo.
Varios golpes terribles a la ola revolucionaria mundial abierta con la revolución rusa en 1917, fueron ya la antesala de la larga serie de ofensivas burguesas contra la clase obrera que precipitarán el movimiento obrero en las profundidades de la contrarrevolución. Pues, para la burguesía, no sólo se tratará de derrotar a la revolución, sino también de golpear a la clase obrera de tal modo que no pudiera recuperarse. Frente a una ola revolucionaria mundial que había amenazado el orden capitalista mundial, y ese era su objetivo consciente y declarado[3], la burguesía no podía contentarse con hacer retroceder al proletariado. Tenía que hacer todo lo que estuviera a su alcance para que en el futuro esa experiencia dejara a los proletarios de todo el mundo una imagen tal que no se les volviera a ocurrir intentarlo. Sobre todo, tenía que intentar desprestigiar para siempre la idea de la revolución comunista y la posibilidad de establecer una sociedad sin guerra, sin clases y sin explotación. Para ello pudo beneficiarse de circunstancias políticas que le fueron de lo más favorable: la pérdida del baluarte revolucionario en Rusia no se logró por su derrota en el enfrentamiento militar con los ejércitos blancos que intentaron invadir Rusia, sino por su propia degeneración interna (a la que, por supuesto, contribuyó en gran medida el considerable esfuerzo bélico). Hasta el punto que le fue fácil a la burguesía hacer creer que la monstruosidad surgida de la derrota política de la revolución, la URSS “socialista”, pareciera comunismo. Y, al mismo tiempo, la tal URSS debía ser percibida como el destino inevitable de cualquier lucha del proletariado por su emancipación. A esta mentira participarán todas las fracciones de la burguesía mundial, en todos los países, desde la extrema derecha hasta la extrema izquierda trotskista.[4]
Cuando las principales burguesías involucradas en la Guerra Mundial la terminaron en noviembre de 1918, fue con el objetivo obvio de impedir que nuevos focos revolucionarios engrosaran el flujo de la revolución, que fue victoriosa en Rusia y amenazante en Alemania, mientras la burguesía de este país habías salido debilitada por la derrota militar. Esto evitó que la fiebre revolucionaria, estimulada por la barbarie de los campos de batalla y por la insoportable explotación y miseria en retaguardia, se apoderara también de otros países como Francia, Gran Bretaña, etc. Y ese objetivo fue globalmente alcanzado.
En los países vencedores, el proletariado, que sin embargo había aclamado fervientemente la revolución rusa, no se comprometió masivamente tras los estandartes de la revolución para derrocar al capitalismo, para poner fin para siempre a los horrores de la guerra. Agotado por cuatro años de sufrimiento en las trincheras o en las fábricas de armas, aspiraba más bien a descansar "aprovechando" la paz que los bandidos imperialistas le acababan de "ofrecer". Y como en todas las guerras, son siempre los vencidos quienes, en última instancia, son reconocidos como la causa de las guerras, en el discurso de la Entente (Francia, Reino Unido, Rusia) quedó borrada la responsabilidad del capitalismo como un todo para echar toda la culpa a los imperios centrales (Alemania, Austria- Hungría). Peor aún, en Francia, la burguesía prometió a los trabajadores una nueva era de prosperidad sobre la base de las reparaciones que se impondrían a Alemania. Y fue así como el proletariado en Alemania y Rusia estaba cada día más aislado.
Y lo que sucederá, tanto en los países victoriosos como en los derrotados, será lo que Rosa Luxemburgo había esbozado en su Folleto de Junius (La crisis de la socialdemocracia alemana[5]): si el proletariado mundial no lograra, a través de su lucha revolucionaria, construir una nueva sociedad sobre las ruinas humeantes del capitalismo, entonces, inevitablemente, éste acabaría infligiendo calamidades aún peores a la humanidad.
La historia del nuevo descenso a los infiernos, que culminó en los horrores de la Segunda Guerra Mundial, se identifica en muchos aspectos con la de la contrarrevolución que alcanzó su punto álgido al final de ese conflicto.
Poco después de octubre de 1917, el poder soviético se enfrentó a las ofensivas militares del imperialismo alemán, el cual hacía oídos sordos a toda idea de paz[6]. Los ejércitos blancos, apoyados económicamente desde el extranjero, se estructuraron en diferentes partes del país. Más tarde, se lanzaron nuevos ejércitos blancos, organizados directamente desde el extranjero contra la revolución hasta 1920. Un país asediado, atenazado por los ejércitos blancos y asfixiado económicamente. La guerra civil dejó un país totalmente devastado. Casi 980.000 personas murieron en las filas del Ejército Rojo, alrededor de 3 millones entre la población civil.
En Alemania, el eje de la contrarrevolución lo formó la alianza de dos grandes fuerzas: el traidor SPD y el ejército. Estos fueron el origen del establecimiento de una nueva fuerza, los Cuerpos Francos, los mercenarios de la contrarrevolución, el núcleo de lo que acabaría siendo el movimiento nazi. La burguesía asestó un golpe terrible al proletariado berlinés al arrastrarlo a una insurrección prematura en Berlín, que fue brutalmente reprimida en enero de 1919 (la Comuna de Berlín). Miles de obreros y comunistas berlineses -ya que la mayoría de ellos también eran obreros- fueron asesinados (1200 obreros fusilados), torturados y encarcelados. R. Luxemburgo K. Liebknecht y luego Leo Jogisches fueron asesinados. La clase obrera perdía parte de su vanguardia y su líder más clarividente en la persona de Rosa Luxemburgo, que habría sido una valiosísima brújula en las tempestades que se avecinaban.
Además de la incapacidad del movimiento obrero en Alemania para frustrar esa maniobra, adolecerá de una patente falta de coordinación entre los distintos focos del movimiento: Tras la comuna de Berlín, estallaron en el Ruhr luchas defensivas en las que participaron millones de mineros, trabajadores siderúrgicos y textiles de las regiones industriales del Bajo Rin y Westfalia (primer trimestre de 1919), seguidas de luchas en el centro de Alemania y de nuevo en Berlín (finales de marzo). El Consejo Ejecutivo de la República de Baviera fue proclamado en Múnich, luego derrocado y estalló la represión. Berlín, el Ruhr, otra vez Berlín, Hamburgo, Bremen, Alemania Central, Baviera, por todas partes el proletariado es aplastado paquete por paquete. Toda la ferocidad, la barbarie, la astucia, los llamamientos a la delación y la tecnología militar se ponen al servicio de la represión. Por ejemplo, "para recuperar la Alexanderplatz de Berlín, por primera vez en la historia de las revoluciones, se utilizaron todas las armas utilizadas en los campos de batalla: artillería ligera y pesada, bombas que pesaban hasta un quintal, reconocimiento aéreo y bombardeo aéreo"[7]. Miles de obreros fueron fusilados o asesinados en los combates; los comunistas perseguidos y muchos sentenciados a muerte[8].
Los trabajadores de Hungría en marzo se opusieron también al capital en enfrentamientos revolucionarios. El 21 de marzo de 1919 se proclamó la República de Consejos, pero fue aplastada durante el verano por las tropas contrarrevolucionarias. Para más información, pueden leerse nuestros artículos en la Revista Internacional[9].
A pesar de los intentos heroicos del proletariado en Alemania, en 1920 (frente al golpe de Estado de Kapp) y 1921 (acción de marzo), que muestran la persistencia de una fuerte combatividad, acabó siendo patente que la dinámica ya no era hacia el fortalecimiento político del proletariado alemán como un todo, sino todo lo contrario.
Los estragos de las guerras contra las ofensivas de la reacción internacional, incluyendo las considerables pérdidas sufridas por el proletariado; el debilitamiento político del proletariado con la pérdida de su poder político por los consejos obreros y la disolución de la Guardia Roja; el aislamiento político de la revolución, todo eso fue terreno abonado para el desarrollo del oportunismo dentro del partido bolchevique y la internacional comunista. La represión de la insurrección de Kronstadt en 1921, que había sido una reacción contra la pérdida de poder de los sóviets, fue ordenada por el partido bolchevique. De haber sido la vanguardia de la revolución en el momento de la toma del poder, se acabó convirtiendo en vanguardia de la contrarrevolución al cabo de una degeneración interna que no pudieron impedir las fracciones que surgieron dentro del partido bolchevique para luchar precisamente contra el creciente oportunismo.[10]
Desaparecidas las grandes masas que en Rusia, Alemania, Hungría..., se habían lanzado al asalto del cielo. Ahora están exangües, exhaustas, derrotadas, ya no pueden más. En los países victoriosos de la guerra, el proletariado no se ha manifestado lo suficiente. Todo eso selló la derrota política del proletariado en todo el mundo.
El proceso de degeneración de la revolución rusa se aceleró con la toma del poder del partido bolchevique por Stalin. La adopción en 1925 de la tesis del "socialismo en un solo país", que se convirtió en la doctrina del Partido Bolchevique y de la Internacional Comunista, fue un punto de ruptura y de imposible vuelta atrás. Aquella verdadera traición al internacionalismo proletario, principio básico de la lucha proletaria y la revolución comunista, fue asumida y defendida por todos los partidos comunistas del mundo[11] contra el proyecto histórico de la clase obrera. Al mismo tiempo que rubricaba el abandono de todo proyecto proletario, la tesis del socialismo en un solo país corresponde al método ruso de la integración en el capitalismo mundial.
Desde mediados de la década de 1920, Stalin siguió una política de liquidación despiadada de todos los antiguos compañeros de Lenin utilizando a mansalva los cuerpos represivos que el Partido Bolchevique había implantado para resistir a los ejércitos blancos (en particular la policía política, la Checa)[12]. Todo el mundo capitalista había reconocido en Stalin al hombre de la situación, el que erradicaría los últimos vestigios de la Revolución de Octubre y al que era necesario dar todo el apoyo necesario para disolver y exterminar a la generación de proletarios y revolucionarios que, en medio de la guerra mundial, se había atrevido a librar la lucha a muerte contra el orden capitalista.
El estalinismo persigue y reprime a los revolucionarios dondequiera que estén, con la ayuda cómplice de las grandes democracias, las mismas que habían enviado a sus ejércitos blancos a matar de hambre e intentar echar abajo el poder de los soviets.
La Rusia de Stalin será presentada por la burguesía estalinista y por la burguesía mundial, como la realización del objetivo último del proletariado, el establecimiento del socialismo. En esa tarea colaboraron todas las fracciones mundiales de la burguesía, tanto las fracciones democráticas como los diversos PC nacionales.
La gran mayoría de quienes todavía creían en la revolución identificarán su objetivo con el de instaurar un régimen del tipo de la URSS en otros países. Y cuanto más se vaya haciendo la luz de la realidad de la situación de la clase obrera en la URSS, más profunda será la división en el proletariado mundial: aquellos que continuarán defendiendo el carácter "progresista" (a pesar de todas sus deficiencias), "sin burguesía", de la Unión Soviética; aquellos para quienes, por el contrario, la situación en la URSS será un espantajo, pero sin tener la fuerza de concebir un proyecto alternativo. El proyecto proletario sólo lo defenderán minorías cada vez más pequeñas de revolucionarios que le permanecieron fieles.
Los años posteriores a la crisis de 1929 fueron dramáticos para las condiciones de vida del proletariado mundial, particularmente en Europa y Estados Unidos. Y en general, sin embargo, sus reacciones a tal situación no serán, ni mucho menos, una respuesta capaz de dinamizar la lucha de clases y de cuestionar el orden establecido. Y lo que es peor todavía, habrá reacciones notables en Francia y España que acabarán encerradas en el atolladero de la lucha antifascista.
En Francia, la gran ola de huelgas que siguió a la llegada del Frente Popular en 1936 puso claramente de relieve los límites de la clase obrera bajo la losa de la contrarrevolución. La ola de huelgas comenzó con ocupaciones espontáneas de fábricas y mostró incluso cierta combatividad de los trabajadores. Pero, desde los primeros días, la izquierda pudo utilizar la masa gigantesca para maniobrar e imponer a toda la burguesía francesa las medidas del capitalismo de Estado necesarias para enfrentar la crisis económica y prepararse para la guerra. Si bien es cierto que por primera vez en Francia hubo ocupaciones de fábricas, también es la primera vez que vemos a los trabajadores cantando la Internacional y la Marsellesa, caminando detrás de banderas rojas entreveradas con las patrióticas tricolores[13]. El aparato de encuadramiento del PC y los sindicatos controlaban la situación, logrando encerrar en las fábricas a los trabajadores que se dejaban adormecer al son del acordeón.
Como el proletariado español había estado fuera de la Primera Guerra Mundial y de la oleada revolucionaria, sus fuerzas físicas estaban relativamente intactas para hacer frente a los ataques de los que fue víctima durante la década de 1930. Aunque, eso sí, habrá más de un millón de muertos entre 1931 y 1939, cuya parte más importante se debió a la guerra civil entre el campo republicano y el del general Franco, una guerra que no tuvo absolutamente nada que ver con la lucha de clases del proletariado, sino que, por el contrario, fue su debilitamiento lo que la permitió. La situación se precipitó en 1936 con el golpe de Estado del general Franco. La respuesta de los trabajadores fue inmediata: el 19 de julio del 36 se declararon en huelga y se dirigieron masivamente a los cuarteles para desarmar la intentona, sin preocuparse por las directivas contrarias del Frente Popular y del gobierno republicano. Uniendo la lucha de protesta con la lucha política, los trabajadores interceptaron la mano asesina de Franco con aquella acción. Pero no la de la fracción burguesa organizada en el Frente Popular. Apenas un año después, el proletariado de Barcelona se levantó de nuevo, pero esta vez desesperado, en mayo de 1937, acabando por ser aplastado por el gobierno del Frente Popular, el Partido Comunista Español y su rama catalana del PSUC a la cabeza, mientras que las tropas franquistas detuvieron voluntariamente su avance para permitir que los verdugos estalinistas aplastaran a los trabajadores.
Aquella terrible tragedia obrera, que todavía hoy se tergiversa como "una revolución social española" o "una gran experiencia revolucionaria", rubricó, con el aplastamiento ideológico y físico de las últimas fuerzas vivas del proletariado europeo, el triunfo de la contrarrevolución. Aquella matanza fue un ensayo general que abrió de par en par las puertas al desencadenamiento de la guerra imperialista. [14]
La República de Weimar se distinguió introduciendo una profunda racionalización de la explotación de la clase obrera en Alemania, acompañada de medidas para representar a los trabajadores en las empresas con el fin de desconcertarlos.
En Alemania, entre la República de Weimar (1923) y el fascismo (1933), no surgiría ninguna oposición: aquélla había permitido aplastar la amenaza revolucionaria, dispersar al proletariado, desdibujar su conciencia; el nazismo, por su parte, al final de esa evolución, remataría la obra, logrando con mano de hierro la unidad de la sociedad capitalista estrangulando toda amenaza proletaria.
En todos los países europeos, aparecen partidos que reivindican a Hitler o a Mussolini, cuyo programa es fortalecer y concentrar el poder político y económico en manos de un partido único en el Estado. Su desarrollo se combina con una vasta ofensiva anti obrera del Estado, basada en un aparato represivo reforzado por el ejército, y con milicias fascistas cuando es necesario. Desde Rumania hasta Grecia, vemos el desarrollo de organizaciones de tipo fascista que, con la complicidad del Estado nacional, asumen la tarea de impedir cualquier reacción de los trabajadores. La dictadura capitalista se hacía visible, tomando la mayoría de las veces la forma del modelo mussoliniano o hitleriano.
El mantenimiento del marco de la democracia fue, en cambio, posible en los países industrializados menos afectados por la crisis. Fue incluso una necesidad para mistificar al proletariado. El fascismo, al haber engendrado el "antifascismo", fortaleció las capacidades de mistificación de las "potencias democráticas". Bajo el disfraz de la ideología de los Frentes Populares, que permitió mantener a los trabajadores desorientados detrás de los programas de unión nacional y preparación para la guerra imperialista, y en complicidad con la burguesía rusa, la mayoría de los PC serviles al nuevo imperialismo organizaron una vasta campaña sobre el incremento del peligro fascista. La burguesía sólo podía hacer la guerra engañando a los proletarios, haciéndoles creer que también era su guerra: "al detener la lucha de clases o más exactamente al destruir la potencia de la lucha proletaria, su conciencia, desviando sus luchas, la burguesía logra por medio de sus agentes infiltrados dentro del proletariado, vaciar las luchas de su contenido revolucionario metiéndolas por las vías del reformismo y el nacionalismo, y lograr así la condición última y decisiva para el desencadenamiento de la guerra imperialista” (“Informe sobre la situación internacional” Izquierda Comunista de Francia (julio de 1945, Extractos)[15]
La mayoría de los combatientes alistados en ambos bandos no se fueron al frente con una rama de olivo en el fusil, todavía traumatizados por la muerte de sus padres apenas 25 años antes. Y lo que se encontraron no era precisamente muy alegre: la "Blitzkrieg", por muy relámpago que fuera tal batalla, causó 90.000 muertos y 120.000 heridos en el lado francés, 27.000 muertos en el lado alemán. La debacle en Francia lanzó a las carreteras a diez millones de personas en condiciones espantosas. Millón y medio de prisioneros fueron enviados a Alemania. Por todas partes condiciones inhumanas de supervivencia: éxodo masivo en Francia, terror del estado nazi encuadrando a la población alemana.
Tanto en Italia como en Francia, muchos trabajadores se unieron al maquis en aquel momento. El partido estalinista y los trotskistas les dieron el ejemplo fraudulentamente disfrazado de la Comuna de París (¿no se van a levantar los trabajadores contra su propia burguesía dirigida por Pétain, el nuevo Thiers, mientras los alemanes ocupan Francia?) En medio de una población aterrorizada e impotente ante el desencadenamiento de la guerra, muchos obreros franceses y europeos, reclutados por las bandas de resistentes, serán asesinados creyendo que están luchando por la "liberación socialista" de Francia, Italia... Las bandas de resistentes estalinistas y trotskistas concentraron en espacial su odiosa propaganda para que los trabajadores se pusieran "a la vanguardia de la lucha por la independencia de los pueblos".
Mientras que la Primera Guerra Mundial mató a 20 millones de personas, la Segunda Guerra Mundial matará a 50 millones, de los cuales 20 millones son rusos masacrados en el frente europeo. 10 millones de personas murieron en los campos de concentración, de entre las cuales 6 millones por la política nazi de exterminio de los judíos. Aunque ninguna de las bestialidades macabras del nazismo es ahora desconocida por el público en general, a diferencia de los crímenes de las grandes democracias, los crímenes nazis siguen siendo una ilustración irrefutable de la ilimitada barbarie del capitalismo decadente y de la atroz hipocresía del campo de los aliados. En realidad, en el momento de la liberación, los aliados fingieron descubrir los campos de concentración. Pura mascarada para ocultar su propia barbarie exponiendo la del enemigo derrotado. De hecho, la burguesía, tanto inglesa como norteamericana, conocía perfectamente la existencia de los campos y lo que allí ocurría. Y sin embargo, aparentemente extraño, no habló de ello durante toda la guerra y no lo convirtió en un tema central de su propaganda. De hecho, lo que los gobiernos de Churchill y Roosevelt temían era que los nazis expulsaran masivamente a los judíos para vaciar los campos. De ahí que rechazaran las ofertas de intercambio de un millón de judíos. Ni siquiera los quisieron a cambio de nada[16]
En el último año de la guerra, las concentraciones obreras fueron el blanco directo de los bombardeos para debilitar a la clase obrera en la medida de lo posible diezmándola o aterrorizándola.
El objetivo es evitar que se repita el resurgir proletario como en 1917 y 18 ante los horrores de la guerra. Por eso los bombardeos angloamericanos -principalmente sobre Alemania, pero también sobre Francia- fueron de un siniestro “éxito”. El número de muertos de lo que sin duda fue uno de los mayores crímenes de guerra de la segunda carnicería mundial, alrededor de 200.000 muertos, casi todos civiles, el bombardeo de 1945 de Dresde, “ciudad hospital” sin ningún interés estratégico. Sólo para diezmar y aterrorizar a la población civil. A modo de comparación, Hiroshima, otro crimen atroz, mató a 75.000 personas y los terribles bombardeos estadounidenses sobre Tokio en marzo de 1945 causaron 85.000 muertes.
En 1943, cuando Mussolini fue derrocado y reemplazado por el mariscal Badoglio, que estaba a favor de los aliados, cuando ya éstos controlaban el sur del país, no hicieron nada para avanzar hacia el norte. La idea era dejar que los fascistas aplastaran a las masas trabajadoras que se habían levantado en un terreno de clase en las regiones industriales del norte de Italia. Preguntado por tal pasividad, Churchill respondió: "Hay que dejar que los italianos se cuezan a fuego lento en su propia salsa".
Desde el final de la guerra, los Aliados favorecieron la ocupación rusa allí donde habían surgido revueltas obreras. El Ejército Rojo tenía mejores cartas en mano para restaurar el orden en aquellos países, ya fuera masacrando al proletariado ya desviándolo de su terreno de clase en nombre del "socialismo".
Se estableció un reparto de trabajo similar entre el Ejército Rojo y el ejército alemán. En Varsovia y Budapest, ya en sus suburbios, el Ejército “Rojo” dejará que el ejército alemán aplastara, sin mover un dedo, las insurrecciones contra éste. Stalin confió a Hitler la tarea de masacrar a decenas de miles de trabajadores armados que podrían haber frustrado sus planes[17].
La burguesía "democrática" de los países victoriosos no sólo ofreció a Stalin territorios con "alto riesgo social", sino que además llamó a los PC a que asumiera el gobierno en gran parte de los países europeos (en particular en Francia e Italia) dejándoles poltronas en importantes ministerios (en Francia, Thorez -secretario del Partido Comunista- fue nombrado vicepresidente del Consejo de ministros en 1944).
En continuidad con las masacres preventivas destinadas a impedir que surgiera de una u otra manera el proletariado en Alemania al final de la guerra, las de después de la guerra no fueron menos brutales y expeditivas.
Alemania fue transformada en un vasto campo de exterminio por las potencias ocupantes de Rusia, Gran Bretaña, Francia y Estados Unidos. Después de la guerra murieron muchos más alemanes que en las batallas, bombardeos y campos de concentración de la guerra misma. Según James Bacque, autor de Crímenes y misericordias: el destino de los civiles alemanes bajo ocupación aliada, 1944-1950[18], más de 9 millones murieron como resultado de la política del imperialismo aliado entre 1945 y 1950.
La política de Potsdam sólo cambió cuando se alcanzó ese objetivo asesino y el imperialismo americano se dio cuenta de que el agotamiento de Europa después de la guerra podía llevar a la dominación del imperialismo ruso en todo el continente. La reconstrucción de Europa Occidental requería la resurrección de la economía alemana. El puente aéreo de Berlín en 1948 fue el símbolo de ese cambio de estrategia[19]. Por supuesto, al igual que el bombardeo de Dresde, "....el más bello ataque de terror de toda la guerra [que] había sido obra de los Aliados victoriosos", la burguesía democrática hizo lo posible para oscurecer la realidad del verdadero coste de la barbarie ampliamente compartido por ambos bandos de la Guerra Mundial.
A pesar de las manifestaciones ocasionales de luchas en diferentes lugares, especialmente en Italia en 1943, el proletariado no pudo erguirse contra a la barbarie de la Segunda Guerra Mundial, como lo había hecho contra la Primera.
La Primera Guerra Mundial había ganado millones de trabajadores al internacionalismo, la segunda los arrojó a las orillas del más despreciable chovinismo, a la caza de "alemanes", "collabos"[20].
El proletariado tocó fondo. Lo que ante sí tenía, y que interpretó como su gran "victoria", el triunfo de la democracia sobre el fascismo, fue su derrota histórica más total. Permitió construir los pilares ideológicos del orden capitalista: el sentimiento de victoria y euforia que embargaba al proletariado, su creencia en las "virtudes sagradas" de la democracia burguesa, la misma que lo había arrastrado a dos carnicerías imperialistas y había aplastado su revolución a principios de la década de 1920. Y durante el período de reconstrucción, y luego el "boom" económico de la posguerra, la mejora temporal de sus condiciones de vida en Occidente no le permitió medir la verdadera derrota que había sufrido.[21]
En los países de Europa del Este, que no se beneficiaron del maná americano del Plan Marshall porque los partidos estalinistas lo rechazaron por orden de Moscú, la situación tardó más en mejorar un poco. La mistificación presentada a los trabajadores fue la de la "construcción del socialismo". Esta mistificación tuvo cierto éxito, como en Checoslovaquia, donde el "golpe de Praga" de febrero de 1948, es decir, el control del gobierno por los estalinistas, se realizó con la simpatía de muchos trabajadores.
Una vez agotada esta ilusión, se produjeron levantamientos obreros como el de Hungría en 1956[22], pero fueron brutalmente reprimidos por las tropas rusas. La participación de las tropas rusas en la represión fue entonces una fuente adicional de nacionalismo en los países de Europa del Este. Al mismo tiempo, esos hechos fueron utilizados ampliamente por la propaganda de los sectores "democráticos" y pro-americanos de la burguesía de los países de Europa Occidental, mientras que los partidos estalinistas de estos países completaban la propaganda presentando la insurrección obrera húngara como un movimiento chauvinista, incluso "fascista", a sueldo del imperialismo americano.
Durante toda la "guerra fría", e incluso cuando dio paso a la "coexistencia pacífica" después de 1956, la división del mundo en dos bloques fue un importante instrumento de mistificación de la clase obrera.
En los años 50, el mismo tipo de política que en los años 30 continuó dividiendo y desorientando a la clase obrera: una parte de la clase obrera ya no quería ni oír hablar de “comunismo” (identificado con la URSS) mientras que la otra parte seguía sufriendo de la dominación ideológica de los partidos estalinistas y sus sindicatos. Así, desde la Guerra de Corea, la confrontación Este-Oeste se utilizó para oponerse a los diferentes sectores de la clase obrera y reclutar a millones de trabajadores tras las banderas del campo soviético en nombre de "la lucha contra el imperialismo". En aquella misma época, las guerras coloniales dieron una oportunidad suplementaria para desviar a los trabajadores de su terreno de clase en nombre, una vez más, de la "lucha contra el imperialismo" (y no contra el capitalismo) contra el cual se presentaba a la URSS como campeona del "derecho y la libertad de los pueblos". Este tipo de campaña continuaría en muchos países durante las décadas de 1950 y 1960, sobre todo con la guerra de Vietnam, en la que Estados Unidos se involucró masivamente a partir de 1961.[23]
Otra consecuencia de aquel largo y profundo retroceso de la clase obrera fue la ruptura orgánica con las fracciones comunistas del pasado, imponiendo así a las futuras generaciones de revolucionarios la necesidad de reapropiarse críticamente lo adquirido por el movimiento obrero.
La crisis de 1929 y de los años 30 había provocado, en el mejor de los casos, ciertas reacciones de combatividad del proletariado como en Francia y España, pero que, como hemos visto antes, fueron desviadas del terreno de clase al del antifascismo y la defensa de la democracia, gracias a la influencia de estalinistas, trotskistas y sindicatos. Para lo único que eso sirvió fue para que la contrarrevolución se extendiera más todavía.
1968 es solo el comienzo del retorno de la crisis económica mundial. Y, sin embargo, lo que explica en gran parte el aumento de la combatividad obrera en Francia a partir de 1967 son los efectos, en ese país, de dicha crisis económica mundial: aumento del desempleo, congelación de salarios, intensificación de cadencias en la producción, ataques a la seguridad social. Estalinistas y sindicatos tienen más y más dificultades para canalizar ese resurgir de la combatividad obrera que empieza a dar la espalda a huelguitas y jornadas de acción sindical. Ya en 1967, aparecen conflictos muy duros y determinados frente a la violenta represión patronal y policial, en la que los sindicatos se vieron desbordados en varias ocasiones.
El objetivo de este artículo no es tratar todos los aspectos importantes del mes de Mayo del 68 en Francia. Para ello remitimos al lector a los artículos "Mayo del 68 y la perspectiva revolucionaria" escritos con motivo del 40º aniversario de esos acontecimientos[24]. Recordar ciertos hechos es sin embargo importante para ilustrar el cambio en la dinámica de la lucha de clases ocurrido en Mayo de 1968.
En mayo, la atmósfera social cambia radicalmente. “El 13 de mayo, todas las ciudades del país viven las mayores manifestaciones [en solidaridad con los estudiantes víctimas de la represión] desde el final de la Segunda Guerra Mundial. La clase obrera acude en masa junto a los estudiantes. (...) Al final de las manifestaciones, se ocupan casi todas las universidades no sólo por estudiantes sino también por muchos jóvenes obreros. La palabra se libera por todas partes. Las discusiones no se limitan a cuestiones académicas, a la represión. Se empiezan a abordar todos los problemas sociales: las condiciones de trabajo, la explotación, el futuro de la sociedad (...) El 14 de mayo, los debates siguen en muchas empresas. Después de las inmensas manifestaciones del día anterior [en solidaridad con los estudiantes víctimas de la represión], con todo el entusiasmo y el sentimiento de fuerza que habían permitido, era difícil reanudar el trabajo como si no hubiera pasado nada. En Nantes, los obreros de Sud-Aviation, animados por los más jóvenes, lanzan una huelga espontánea y deciden ocupar la fábrica. La clase obrera comienza a tomar el relevo”[25]
El aparato clásico de encuadramiento de la burguesía no resiste a la espontaneidad de la clase obrera para entrar en lucha. Así, en los tres días siguientes a la manifestación del 13 de mayo, la huelga se extendió espontáneamente a las empresas de toda Francia. Los sindicatos desbordados no siguen al movimiento. No hay reivindicaciones precisas. Una característica común: huelga total, ocupación ilimitada, secuestro de la Dirección, se iza la bandera roja. Por último, la CGT llama a la extensión, intentando así “subir al tren en marcha”. Pero incluso antes de que se conocieran las instrucciones de la CGT, ya había un millón de trabajadores en huelga.
La creciente conciencia de la clase obrera de su propia fuerza estimula la discusión en su seno y la discusión política en particular. Esto recuerda, salvando las distancias, la efervescente vida política en la que vivía la clase obrera, como lo así lo narran los escritos de Trotski y J. Reed, en la situación revolucionaria de 1917[26].
El manto de patrañas urdido durante décadas por la contrarrevolución y sus partidarios, tanto estalinistas como demócratas, empieza a deshilacharse. Los films amateurs rodados en la fábrica ocupada de Sud-Aviation en Nantes muestran una discusión apasionada en un grupo de trabajadores sobre el papel de los comités de huelga en la "dualidad de poder". La dualidad de poder en 1917 fue el producto de la lucha por el poder real entre el estado burgués y los consejos obreros[27]. En muchas fábricas en huelga, en 1968, los trabajadores eligieron comités de huelga. Mucho se distaba de una situación pre-revolucionaria, pero lo que estaba sucediendo sí que era un intento de la clase obrera de recuperar su propia experiencia, su pasado revolucionario. Otra experiencia lo atestigua: "Algunos obreros les piden a los que defienden la idea de revolución que vengan a defender sus ideas en su fábrica ocupada. Y fue así como, en Toulouse, el pequeño núcleo que más tarde fundaría la sección de la CCI en Francia fue invitado a exponer la idea de los consejos obreros en la fábrica JoB (papel y cartón) ocupada. Y lo más significativo, es que esta invitación procedía de militantes... de la CGT y del PCF. Éstos tendrán que parlamentar durante una hora con permanentes de la CGT de la gran fábrica Sud-Aviation venidos a "reforzar" el piquete de huelga de JoB para obtener la autorización de dejar entrar a los "izquierdistas" en la fábrica. Durante más de seis horas, obreros y revolucionarios, sentados en rodillos de cartón, discutirán de la revolución, de la historia del movimiento obrero, de los soviets así como de las traiciones... ¡del PCF y de la CGT!”
Esta reflexión permitirá a miles de obreros redescubrir el papel histórico de los consejos obreros, así como los logros de la lucha de clase obrera como los intentos revolucionarios en Alemania en 1919. Del mismo modo, se critica cada vez más el papel desempeñado por el PC (que entonces se define como un partido del orden) en lo que estaba pasando en 1968, pero también desde la revolución rusa. Era la primera vez que se ponía en tela de juicio el alcance del estalinismo y el papel del PC como guardián del orden establecido. Las críticas también afectan a los sindicatos, unas críticas que irán en aumento cuando aparezcan abiertamente como los divisores de la clase obrera para conseguir que los obreros reintegren sus puestos de trabajo.
Comenzaba otra era, caracterizada por un "renacimiento" de la conciencia de clase entre las grandes masas obreras. Esa ruptura con la contrarrevolución no significó que no continuaría pesando negativamente en el desarrollo subsiguiente de la lucha de clases, ni que la conciencia obrera estuviera libre de ilusiones muy fuertes, particularmente con respecto a los obstáculos que superar en el camino hacia la revolución, mucho más lejos de lo que la gran mayoría imaginaba en aquel entonces.
Tal caracterización de mayo del 68, como ilustración del fin del período contrarrevolucionario, quedará confirmada por el hecho de que, lejos de ser un fenómeno aislado, aquellos acontecimientos constituirán, por el contrario, el punto de partida para la reanudación de la lucha de clases a escala internacional, estimulada por la profundización de la crisis económica y cuyo corolario fue el desarrollo de un medio político proletario a escala internacional[28]. La fundación en 1968 de Revolution Internationale es un ejemplo de ello, ya que este grupo desempeñará un papel de primer plano en el proceso de consolidación que llevará a la fundación de la CCI en 1975, de la que Revolution Internationale es la sección en Francia. A diferencia del sombrío período de la contrarrevolución, la burguesía tenía ahora ante sí una clase que no estaba dispuesta a aceptar los sacrificios de la guerra económica mundial, y que también fue un obstáculo para el estallido de otra guerra mundial, como veremos más adelante.
La CCI acaba de dedicar un artículo a esta cuestión, "Los avances y retrocesos de la lucha de clases desde 1968"[29], que aconsejamos a nuestros lectores y del que sacamos elementos necesarios para poner de relieve las diferencias entre el período contrarrevolucionario y el período histórico abierto en mayo de 1968. En pocas palabras, la diferencia fundamental entre el período de contrarrevolución, iniciado por una profunda derrota de la clase obrera, y el iniciado en Mayo del 68, radica en que, desde ese resurgir de luchas y a pesar de todas las dificultades con las que se ha enfrentado el proletariado, no ha sufrido una derrota profunda.
La profundización de la crisis económica abierta, que estaba iniciándose a finales de los años 60, empujó al proletariado a desarrollar su combatividad y su conciencia.
La primera, sin duda la más espectacular, fue la del otoño caliente italiano de 1969, el violento levantamiento en Córdoba, Argentina, del 69 y el de Polonia del 70, y los grandes movimientos en España y Gran Bretaña de 1972. También hubo otoño caliente en Alemania en el 69 con muchas huelgas salvajes. En España, en particular, los trabajadores comenzaron a organizarse mediante asambleas masivas, un proceso que culminó en Vitoria en 1976[30]. La dimensión internacional de la oleada quedó patente en los ecos que tuvo en Israel (1969) y Egipto (1972) y, más tarde, en los levantamientos en los townships de Sudáfrica, encabezados por comités de lucha (los Civics).
Después de una breve pausa a mediados de la década de los 70, hubo una segunda oleada de huelgas de obreros del petróleo en Irán, de siderúrgicos en Francia en 1978, el "invierno del descontento" en Gran Bretaña, la huelga de los estibadores de Rotterdam, dirigida por un comité de huelga independiente, y huelgas de siderúrgicos en Brasil en 1979, que también desafiaron el control sindical; en Asia se produjo la revuelta de Kwangju (Corea del Sur). Esta ola de luchas culminó en Polonia en 1980, sin duda el episodio más importante de la lucha de clases desde 1968, e incluso desde la década de 1920[31].
Aunque la severa represión de los trabajadores polacos puso fin a esa oleada, no pasó mucho tiempo antes de que se produjera un nuevo movimiento con las luchas en Bélgica en 1983 y 1986, la huelga general en Dinamarca en 1985, la huelga minera en Inglaterra en 1984-85, las luchas de los trabajadores del ferrocarril y la salud en Francia en 1986 y 1988, y el movimiento de trabajadores de la educación en Italia en 1987. Las luchas en Francia e Italia, en particular -como la huelga de masas en Polonia- demostraron una capacidad real de autoorganización con asambleas generales y comités de huelga.
Ese movimiento de oleadas de luchas no daba vueltas en el vacío, sino que logró avances reales en la conciencia de clase lo cual se plasmó en lo siguiente:
- una pérdida de ilusiones en las fuerzas políticas de la izquierda del capital y, en primer lugar, en los sindicatos, hacia los cuales, las ilusiones se tornaron en desconfianza y en hostilidad cada vez más abierta;
- el abandono cada vez más patente de formas ineficaces de movilización, de esos callejones sin salida en los que los sindicatos han embaucado tan a menudo a la combatividad de los trabajadores: jornadas de acción, manifestaciones, caminatas y demás entierros, huelgas largas y aisladas....
Pero la experiencia de aquellos 20 años de lucha no sólo proporcionó lecciones en "negativo" para la clase obrera (o sea lo que no hay que hacer). También se plasmó en lecciones de cómo deben hacerse las cosas:
- la búsqueda de la extensión de la lucha (Bélgica 1986 especialmente);
- la búsqueda de la apropiación y control de la lucha, organizándose en asambleas elegidas y revocables y comités de huelga (Francia a finales de 1986, Italia principalmente en 1987).
De igual manera, las maniobras más sofisticadas desarrolladas por la burguesía para enfrentar la lucha de clases son testimonio del desarrollo de esa lucha durante ese período. En efecto, la burguesía tuvo que hacer frente al creciente desencanto hacia los sindicatos oficiales y a la amenaza de la autoorganización, fomentando formas de sindicalismo llegando incluso a organizarse "fuera de los sindicatos" (la coordinación establecida por la extrema izquierda en Francia, por ejemplo).
Al final de esos veinte años posteriores a 1968, al no haber podido la burguesía infligir una derrota histórica decisiva a la clase obrera, no fue capaz de movilizarla para una nueva guerra mundial, a diferencia de la situación de los años treinta, como hemos demostrado antes en este artículo.
En efecto, a la burguesía le era imposible lanzarse a una guerra mundial sin haberse asegurado previamente la docilidad del proletariado, requisito indispensable para que éste aceptara los sacrificios que exige el estado de guerra, el cual exige la movilización de todas las fuerzas vivas de la nación, tanto en la producción como en los frentes. Ese objetivo era, en efecto, totalmente irrealista, ya que el proletariado ni siquiera estaba dispuesto a someterse obedientemente a las medidas de austeridad que la burguesía tenía que tomar para enfrentar las consecuencias de la crisis económica. Por eso, la tercera guerra mundial no tuvo lugar durante aquel período, cuando las tensiones entre los bloques estaban en su apogeo y ya existían las alianzas entre ambos bloques. Además, en ninguna de las concentraciones históricas del proletariado la burguesía intentó movilizarlo masivamente para hacer de carne de cañón en las diferentes guerras locales, que se inscribían en la rivalidad Este-Oeste, que durante todo ese período también pusieron el mundo a sangre y fuego.
Eso fue especialmente cierto para la clase obrera en Occidente, pero también para la clase obrera en Oriente, aunque políticamente más débil dado el daño causado por la apisonadora estalinista, particularmente en la URSS. En efecto, la burguesía estalinista empantanada en un atolladero económico, era claramente incapaz de movilizar a sus trabajadores en una solución militar a la bancarrota de su economía, como lo ilustran en particular las huelgas en Polonia en 1980.
Dicho eso, aunque la clase obrera fue un obstáculo para la guerra mundial hasta finales de los años ochenta, al haber sido capaz de desarrollar sus luchas de resistencia a los ataques del capital en las dos décadas posteriores a 1968 sin sufrir una derrota profunda que invirtiera una dinámica global de creciente confrontación entre clases, no fue capaz de prevenir guerras en el planeta. De hecho, durante ese período, nunca cesaron. En la mayoría de los casos, eran la expresión de rivalidades imperialistas entre Oriente y Occidente, no en un choque directo entre ellos sino mediante países interpuestos. Y en estos países, pertenecientes a la periferia del capitalismo, el proletariado no constituía una fuerza capaz de paralizar el brazo armado de la burguesía.
A pesar de aquellos avances en la lucha de clases, especialmente importantes en lo que a conciencia de clase se refiere, y a pesar de que la burguesía no fue capaz de alistar al proletariado en un nuevo conflicto mundial, sin embargo no por ello fue capaz la clase obrera de desarrollar la perspectiva de la revolución, de plantear su propia alternativa política a la crisis del sistema.
Por lo tanto, ninguna de las dos clases fundamentales estaba en condiciones de imponer su solución a la crisis del capitalismo. Sin salida alguna, y siempre enfangado en una crisis económica de larga duración, el capitalismo estaba empezando a pudrirse, y tal putrefacción empezó a afectar a la sociedad capitalista a todos los niveles. El capitalismo entraba así en una nueva fase de su decadencia, la de su descomposición social. Como ya hemos señalado a menudo, esta fase es sinónimo de mayores dificultades para la lucha del proletariado.[32]
Mirando hacia las últimas tres décadas, podemos decir que el deterioro de la conciencia se ha profundizado, causando una especie de amnesia respecto a los logros y avances del período 1968-1989. Esto se explica fundamentalmente por dos factores:
- El enorme impacto del desmoronamiento del bloque oriental en 1989-91, que la burguesía identificó mediante sus incesantes campañas de mentiras como el hundimiento del comunismo;
- Las características del período de descomposición como tal, que comenzó con ese derrumbe, a saber: el aumento constante de la delincuencia, la inseguridad, la violencia urbana; el desarrollo del nihilismo, el suicidio juvenil, la desesperación, el odio y la xenofobia; la invasión imparable de las drogas; la profusión de sectas y el resurgimiento del espíritu religioso, incluso en algunos países avanzados; el rechazo al pensamiento racional, coherente y construido; la invasión de los medios de comunicación por el espectáculo de la violencia, el horror, la sangre, las masacres (...) el desarrollo del terrorismo, de la toma de rehenes, como medio de guerra entre Estados.
A pesar de esas enormes dificultades de la clase obrera desde 1990, hay que tener en cuenta dos elementos para entender el período actual:
- las crecientes dificultades e incluso las derrotas parciales no son todavía sinónimo de una derrota histórica de la clase y la desaparición de la posibilidad del comunismo;
- la maduración subterránea continúa porque, a pesar de su descomposición, el capitalismo continúa y las dos clases antagónicas de la sociedad se enfrentan entre sí.
De hecho, en las últimas décadas ha habido una serie de movimientos importantes que afianzan ese análisis.
- En 2006, la movilización masiva de los jóvenes estudiantes en Francia contra el CPE. Sus protagonistas fueron el redescubrimiento de formas de lucha que habían surgido en mayo de 1968, especialmente las asambleas generales en las que hubo verdaderos debates, y en las que los jóvenes participantes estaban dispuestos a escuchar el testimonio de los camaradas mayores que habían participado en los acontecimientos de 1968. Ese movimiento, que desbordó el marco sindical, llevaba en sí la posibilidad real de atraer a empleados y trabajadores hacia un terreno igualmente "incontrolado", precisamente como en mayo de 1968, y por eso el gobierno retiró precipitadamente su proyecto de ley del CPE[33].
- También en mayo de 2006, 23.000 metalúrgicos de Vigo, en Galicia (España), realizaron una huelga masiva contra la reforma laboral del sector y, en lugar de permanecer encerrados en la fábrica, buscaron la solidaridad de otras empresas, especialmente a las puertas de los astilleros y de las factorías Citroën, organizando manifestaciones por la ciudad para reunir a toda la población y, sobre todo, asambleas generales públicas diarias abiertas a otros trabajadores, activos, desempleados o jubilados[34].
- En 2011, la ola de revueltas sociales en Oriente Medio y Grecia, que culminó con el movimiento de los "Indignados" en España. El elemento proletario de estos movimientos varió según los países, pero fue más fuerte en España, donde hubo una generalización de asambleas generales; un poderoso impulso internacionalista que acogió las expresiones de solidaridad de los participantes de todos los rincones del mundo y donde la consigna "revolución mundial" fue tomada en serio, tal vez por primera vez desde la ola revolucionaria de 1917; un reconocimiento de que "el sistema está caduco" y un fuerte deseo de discutir la posibilidad de una nueva forma de organización social. En las muchas discusiones animadas que hubo en las asambleas y comisiones sobre cuestiones morales, científicas y culturales, en la puesta en entredicho omnipresente de esos dogmas de que las relaciones capitalistas serían eternas, ahí vimos una vez más el verdadero espíritu de Mayo del 68 haciéndose realidad. Es evidente que ese movimiento tenía muchas debilidades que hemos analizado en otros lugares[35], una de ellas, y no de las menos importantes, fue la tendencia de los participantes a considerarse como "ciudadanos" más que como proletarios, lo cual expresa, una verdadera vulnerabilidad a la ideología democrática.
Las amenazas que la supervivencia del capitalismo representa para la humanidad demuestran que la revolución es más que nunca una necesidad para la especie humana: la expansión del caos bélico, la catástrofe ecológica, el hambre y las enfermedades a una escala sin precedentes; la decadencia del capitalismo y la descomposición amplifican sin la menor duda la amenaza de que la base objetiva de una nueva sociedad pueda quedar destruida para siempre si sigue avanzando la descomposición más allá de cierto punto. Pero incluso en su última fase, el capitalismo produce todavía las fuerzas que pueden derrocarlo, como así decía el Manifiesto Comunista de 1848, "lo que, por encima de todo, produce la burguesía, es a su propio sepulturero".
Así, con la entrada del capitalismo en su fase de descomposición, aunque venga acompañada de mayores dificultades para el proletariado, no hay indicios de que haya sufrido una derrota con consecuencias irreversibles y que, por lo tanto, acepte todos los sacrificios tanto en materia de condiciones de trabajo como para el reclutamiento para la guerra imperialista.
No sabemos cuándo, ni con qué amplitud se producirán las próximas manifestaciones de ese potencial del proletariado. Lo que sí sabemos, sin embargo, es que la intervención decidida y apropiada de la minoría revolucionaria ya está hoy condicionando el futuro fortalecimiento de la lucha de clases.
Silvio (julio de 2018)
[1] Ver El curso histórico Revista Internacional n° 18, https://es.internationalism.org/revista-internacional/201804/4294/el-curso-historico [93]
[2] Victor Serge es sobre todo conocido por su célebre relato sobre la historia de la revolución rusa: El año I de la Revolución Rusa.. El libro Es medianoche en el siglo se puede encontrar en español en diversas editoriales.
[3] «Una nueva época surge. Epoca de disgregación del capitalismo, de su hundimiento interior. Epoca de la revolución comunista del proletariado". Carta de invitación al primer Congreso de la Internacional Comunista (IC). Puede leerse: "Plataforma de la Internacional comunista [94]". Revista Internacional n° 94. https://es.internationalism.org/revista-internacional/199807/1194/iv-la-plataforma-de-la-internacional-comunista [94]
[4] La Cuarta internacional, al haber apoyado a la Rusia imperialista (después de la muerte de Trotski), traicionó a su vez el internacionalismo proletario. Ver "El trotskismo, defensor de la guerra imperialista [95]" en nuestro folleto "El trotskismo contra la clase obrera", https://es.internationalism.org/cci/200605/917/el-trotskismo-defensor-de-la-guerra-imperialista [95]
[5] https://www.marxists.org/espanol/luxem/09El%20folletoJuniusLacrisisdelasocialdemocraciaalemana_0.pdf [73]
[6] Lo cual hará necesaria para el poder en Rusia la firma de los acuerdos de Brest-Litovsk, para así evitar lo peor.
[7] Traducido de Paul Frölich, Rudolf Lindau, Albert Schreiner, Jakob Walcher, Révolution et contre-révolution en Allemagne 1918-1920 ediciones Science Marxiste, 2013.
[8] Revolución alemana: “III - La insurrección prematura [96]” y “IV-1918-1919: la guerra civil en Alemania [97]”
[9]Ver https://es.internationalism.org/node/2678 [98] y https://es.internationalism.org/content/4379/1919-el-ejemplo-ruso-inspira-los-obreros-hungaros-ii-el-abrazo-del-oso-de-la [99]
[10] Léase en la serie "El comunismo no es un bello ideal, sino que está al orden del día de la historia”, el artículo "La comprensión de la derrota de la Revolución rusa - 1922-23: Las fracciones comunistas se enfrentan a la contrarrevolución en alza [100]” de la Revista Internacional n° 101. https://es.internationalism.org/revista-internacional/200010/985/viii-la-comprension-de-la-derrota-de-la-revolucion-rusa-1922-23-las [100]
[11] También otros partidos harán surgir fracciones de izquierda. Leer nuestro artículo “La Izquierda Comunista y la continuidad del marxismo [101]”.
[12] Leer nuestro artículo: "Cómo Stalin exterminó a los militantes de la revolución de Octubre 1917 [102]” https://es.internationalism.org/rm/2008/103_stalin [102]
[13] Como lo relataba nuestro camarada Marc Chirik : "Pasar esos años de terrible aislamiento, ver al proletariado francés enarbolar la bandera tricolor, la bandera de los versalleses, y cantar la Marsellesa, todo eso en nombre del comunismo, era, para todas las generaciones que seguían siendo revolucionarias, causa de una tristeza horrible". Y fue precisamente durante la guerra de España cuando ese sentimiento de aislamiento alcanzó uno de sus momentos más álgidos, cuando muchas organizaciones que habían logrado mantenerse en posiciones de clase acabaron dejándose arrastrar por la oleada "antifascista". Ver nuestro artículo " Marc: de la Revolución de Octubre 1917 a la IIª Guerra Mundial”, https://es.internationalism.org/revista-internacional/200608/1053/marc-de-la-revolucion-de-octubre-1917-a-la-ii-guerra-mundial [28], Revista Internacional nº 65 (1991)
[14] Ver al respecto "La leçon des évènements d'Espagne [103]" en el número 36 de la revista Bilan (noviembre de 1936). Publicado en castellano en el libro de la CCI España 1936, Franco y la República masacran al proletariado, https://es.internationalism.org/cci/200602/539/espana-1936-franco-y-la-republica-masacran-al-proletariado [104]
[15] "Internationalisme 1945 - Las verdaderas causas de la Segunda Guerra Mundial [105]", Revista internacional 59, 1989.
[16] Puede leerse "Recordemos las masacres y los crímenes de las grandes democracias". Revista international n° 66 (papel).
[17]Puede leerse nuestro artículo, publicado en Révolution internationale (publicación en Francia de la CCI) "Quand les démocraties soutenaient Staline pour écraser le prolétariat [106]".https://fr.internationalism.org/brochure/effondt_stal_III_1 [106]
[18] Este libro existe en inglés con el título Crimes and Mercies: The Fate of German Civilians Under Allied Occupation, 1944-1950. Para el autor, "Más de 9 millones de alemanes murieron como resultado de la hambruna deliberada de los aliados y de las políticas de expulsión después de la Segunda Guerra Mundial: una cuarta parte del país fue anexionada y alrededor de 15 millones de personas fueron expulsadas en el mayor acto de limpieza étnica que el mundo haya visto jamás. Más de 2 millones de ellos, incluidos innumerables niños, murieron en la carretera o en campos de concentración en Polonia y otros lugares. Los gobiernos occidentales siguen negando que estas muertes ocurrieron".
[19] Ver en Revista Internacional nº 95, El puente aéreo de Berlín oculta los crímenes del imperialismo aliado, https://es.internationalism.org/revista-internacional/200612/1185/berlin-1948-en-1948-el-puente-aereo-de-berlin-oculta-los-crimenes- [107]
[20] Así se designa en Francia a quienes, durante la Segunda Guerra Mundial, colaboraron con el enemigo alemán.
[21] Leer al respecto nuestro artículo: "Al inicio del siglo XXI - ¿Por qué el proletariado no ha acabado aún con el capitalismo? (I) [108]". Revista Internacional n° 103 (2000).
[22] Ver Hungría 1956 una insurrección proletaria contra el estalinismo, https://es.internationalism.org/revista-internacional/200612/1141/hungri... [109]
[23] Véase "Al inicio del Siglo XXI - ¿Por qué el proletariado no ha acabado aún con el capitalismo? (II) [110] ". Revista Internacional n° 104. (2001)
[24] Son dos artículos consecutivos: "Mayo del 68 y la perspectiva revolucionaria (1a parte) - El movimiento estudiantil en el mundo en los años sesenta [18]" y "Mayo del 68 y la perspectiva revolucionaria (2a parte) - Fin de la contrarrevolución, reanudación histórica del proletariado [19]" en la Revista Internacional nºs 133 y 134. (2008)
[25] "Mayo del 68 y la perspectiva revolucionaria (2a parte) - Fin de la contrarrevolución, reanudación histórica del proletariado”
[26] Ver para la Historia de la Revolución Rusa de Trotski, tomo I [111] y tomo II [112]. De John Reed, la obra clave es Diez días que estremecieron al mundo, https://www.marxists.org/espanol/reed/diezdias/index.htm [113]
[27] Ver en la Serie ¿Qué son los consejos obreros? Las partes 2ª, https://es.internationalism.org/revista-internacional/201005/2865/que-son-los-consejos-obreros-2-parte-de-febrero-a-julio-de-1917-re [114] y 3ª, https://es.internationalism.org/revista-internacional/201008/2910/que-son-los-consejos-obreros-iii-la-revolucion-de-1917-de-julio-a- [115]
[28] Este tema justifica que se le dedique un artículo a él solo. Lo haremos más adelante en un artículo, pues, dedicado a la evolución del medio político proletario desde 1968.
[29] Publicado también en este número de la Revista. Ver https://es.internationalism.org/content/4347/hace-50-anos-mayo-68-2a-parte-los-avances-y-retrocesos-de-la-lucha-de-clases [116]
[30] Ver Hace 40 años la naciente democracia española se estrenó con el asesinato de obreros en Vitoria, /content/4144/hace-40-anos-la-naciente-democracia-espanola-se-estreno-con-los-asesinatos-de-obreros [32]
[31] Ver Un año de luchas obreras en Polonia, https://es.internationalism.org/revista-internacional/198110/2318/un-ano... [117]
[32] "La descomposición: fase última de la decadencia del capitalismo [24]" (1990, Revista Internacional n° 107).
[33] Ver Tesis sobre el movimiento de estudiantes de la primavera de 2006 en Francia, https://es.internationalism.org/revista-internacional/200606/964/tesis-sobre-el-movimiento-de-los-estudiantes-de-la-primavera-de-200 [40]
[34] Ver Vigo, los métodos proletarios de lucha, /content/910/huelga-del-metal-de-vigo-los-metodos-proletarios-de-lucha [118]
[35] “Las movilizaciones de los indignados en España y sus repercusiones en el mundo: Un movimiento cargado de futuro [119]” (2011); “Movimiento de indignados en España, Grecia e Israel. De la indignación a la preparación de los combates de clase [44]” (2011), Revista Internacional 146 y 147. Consultar la página web https://es.internationalism.org [120] en donde hay una gran cantidad de artículos sobre ese movimiento, desde su origen (el 15-M) hasta el final, en múltiples localidades. Ver igualmente la hoja internacional 2011: de la indignación a la esperanza, /content/3349/2011-de-la-indignacion-la-esperanza [43]
Attachment | Size |
---|---|
![]() | 166.43 KB |
Las principales orientaciones del Informe sobre las tensiones imperialistas de noviembre de 2017[1] nos proporcionan el marco esencial para comprender la evolución actual:
En el período reciente, el peso del populismo se hace cada vez más tangible, exacerbando la tendencia del “cada uno para sí” y la creciente imprevisibilidad de los conflictos imperialistas;
Estas características generales del periodo se concretan hoy en una serie de tendencias particularmente significativas.
I) La política imperialista norteamericana: de policía mundial a propagador principal del cada uno para sí
La evolución de la política imperialista norteamericana en los últimos treinta años es uno de los fenómenos más significativos del período de descomposición: después de haber prometido una nueva era de paz y prosperidad (Bush padre en 1991) tras la implosión del bloque soviético, después de haber luchado contra la tendencia al cada uno para sí, se ha convertido hoy en el principal propagador de esta tendencia en el mundo. El antiguo líder del bloque y la única gran superpotencia imperialista que queda después de la implosión del bloque oriental, que desde hace unos 25 años había estado actuando como policía mundial, luchando contra la propagación del cada uno por su cuenta a nivel imperialista, rechaza ahora las negociaciones internacionales y los acuerdos mundiales a favor de una política de “bilateralismo”.
Un principio compartido, destinado a superar el caos en las relaciones internacionales, está resumido en la siguiente frase en latín: pacta sunt servanda -los tratados, los acuerdos, deben ser cumplidos. Si alguien firma un acuerdo mundial -o multilateral- se supone que debe respetarlo, al menos ostensiblemente. Pero los Estados Unidos bajo Trump abolieron esta concepción: “Firmo un tratado, pero puedo desecharlo mañana”. Esto ya ha ocurrido con el Pacto Transpacífico (TPP), el acuerdo de París sobre el cambio climático, el tratado nuclear con Irán y el acuerdo final sobre la reunión del G7 en Quebec. Los Estados Unidos rechazan hoy los acuerdos internacionales a favor de una negociación entre Estados, en la que la burguesía estadounidense impondrá abiertamente sus intereses a través del chantaje económico, político y militar (como podemos ver hoy, por ejemplo, con Canadá antes y después del G7 con respecto al TLCAN o con la amenaza de represalias contra las empresas europeas que inviertan en Irán). Esto tendrá consecuencias tremendas e impredecibles para el desarrollo de las tensiones y conflictos imperialistas -pero también para la situación económica del mundo- en el próximo período. Ilustraremos esto con tres “puntos calientes” en las confrontaciones imperialistas de hoy:
1) Oriente Medio: al denunciar el acuerdo nuclear con Irán, los Estados Unidos se están oponiendo no sólo a China y Rusia, sino también a la UE e incluso a Gran Bretaña. Su aparentemente paradójica alianza con Israel y Arabia Saudita conduce a una nueva configuración de fuerzas en Oriente Medio (con un creciente acercamiento entre Turquía, Irán y Rusia) y aumenta el peligro de una desestabilización general de la región; de más enfrentamientos entre los principales tiburones y de guerras sangrientas más extensas.
2) Las relaciones con Rusia: ¿cuál es la posición de los Estado Unidos hacia Putin? Por razones históricas (el impacto del período de la “Guerra Fría” y el asunto del Russiagate que comenzó con las últimas elecciones presidenciales), hay fuerzas en la burguesía estadounidense presionando para que se produzcan enfrentamientos más fuertes con Rusia, pero la administración Trump, a pesar de la confrontación imperialista en Oriente Medio, todavía no parece descartar una mejora de la cooperación con Rusia. Por ejemplo, en el último G7 Trump sugirió la reintegración de Rusia en el Foro de Países Industriales.
3) Extremo Oriente: la imprevisibilidad de los acuerdos pesa especialmente en las negociaciones con Corea del Norte: a) ¿Cuáles son las implicaciones de un acuerdo entre Trump y Kim, si China, Rusia, Japón y Corea del Sur no participan directamente en la negociación de este acuerdo? Esto ya ha salido a la luz cuando Trump reveló en Singapur, para consternación de sus “aliados” asiáticos, que había prometido detener los ejercicios militares conjuntos en Corea del Sur. b) Si en algún momento los Estados Unidos pueden poner en duda algún acuerdo, ¿hasta qué punto puede confiar Kim en él? c) ¿Corea del Norte y del Sur, en este contexto, dependerán totalmente de su “aliado natural” (USA) y están considerando una estrategia alternativa?
Aunque esta política implica un enorme crecimiento del caos y del cada uno para sí, y también, en última instancia, un mayor declive de las posiciones globales de la primera potencia mundial no existe un planteamiento alternativo tangible en los Estados Unidos. Después de año y medio de la investigación de Mueller[3] y otro tipo de presiones contra Trump, no parece probable que Trump sea expulsado de su cargo, entre otras razones porque no hay una fuerza alternativa a la vista. El lodazal dentro de la burguesía norteamericana continúa.
II) China: una política de evitar demasiada confrontación directa
La contradicción no podría ser más sorprendente. Al mismo tiempo que los Estados Unidos de Trump denuncian la globalización y se apoyan en acuerdos “bilaterales”, China anuncia un enorme proyecto mundial, la “Nueva Ruta de la Seda”, que implica a unos 65 países de tres continentes, que representan el 60% de la población mundial y cerca de un tercio del PIB mundial, con inversiones durante los próximos 30 años (¡2050!) de hasta de 1,2 billones de dólares.
Desde el inicio de su resurgimiento, planificado de la manera más sistemática y a largo plazo, China ha estado modernizando su ejército, construyendo una “cadena de perlas” -comenzando con la ocupación de los Arrecifes de Coral en el Mar del Sur de China y el establecimiento de una serie de bases militares en el Océano Índico. Por ahora, sin embargo, China no busca la confrontación directa con los Estados Unidos; por el contrario, planea convertirse en la economía más poderosa del mundo para el año 2050 y pretende, desarrollando sus vínculos con el resto del mundo, tratar de evitar enfrentamientos directos. La política de China es una política a largo plazo, contrariamente a los acuerdos a corto plazo favorecidos por Trump. Busca expandir su experiencia y poder industrial, tecnológico y, sobre todo, militar. En este último nivel, los Estados Unidos todavía tienen una considerable ventaja sobre China.
Al momento mismo del fracaso de la cumbre del G7 en Canadá (9-10/6/18), China organizó en Qingdao una conferencia de la Organización de Cooperación de Shanghái con la ayuda de los presidentes de Rusia (Putin), India (Modi), Irán (Rohani) y de los líderes de Bielorrusia, Uzbekistán, Pakistán, Afganistán, Tayikistán y Kirguizia (20% del comercio mundial, 40% de la población mundial). El enfoque actual de China es claramente el proyecto de la “Nueva Ruta de la Seda”; el objetivo es extender su influencia. Es un proyecto a largo plazo y una confrontación directa con los Estados Unidos podría contrarrestar estos planes.
En esta perspectiva, China utilizará su influencia para impulsar un acuerdo que conduzca a la neutralización de todas las armas nucleares en la región coreana (incluidas las armas de Estados Unidos), lo que -siempre y cuando los EEUU lo aceptaran- haría retroceder las fuerzas estadounidenses a Japón y reduciría la amenaza inmediata en el Norte de China.
Sin embargo, las ambiciones de China conducirán inevitablemente a una confrontación con los objetivos imperialistas no sólo de los Estados Unidos sino también de otras potencias, como India o Rusia:
III) El surgimiento de líderes fuertes y la retórica belicista
La exacerbación de la tendencia al cada uno para sí a nivel imperialista y la creciente competencia entre los tiburones imperialistas dan lugar a otro fenómeno significativo de esta fase de descomposición: la llegada al poder de “líderes fuertes” con un lenguaje radical y una retórica agresiva y nacionalista.
La llegada al poder de un “líder fuerte” y una retórica radical sobre la defensa de la identidad nacional (a menudo combinada con programas sociales a favor de las familias, los niños, los pensionados) es típica de los regímenes populistas (Trump, por supuesto, pero también Salvini en Italia, Orbán en Hungría, Kaczynski en Polonia, Babiš en la República Checa, ....) pero también es una tendencia más general en todo el mundo, no sólo en las potencias más fuertes (Putin en Rusia) sino también en países imperialistas secundarios como Turquía (Erdogan), Irán, Arabia Saudita (con el “golpe suave” del príncipe heredero Mohammed Ben Salman). En China, la limitación de la presidencia del Estado a dos períodos de cinco años ha sido eliminada de la constitución, de modo que Xi Jinping se está imponiendo a sí mismo como un “líder vitalicio”; el nuevo emperador chino que es presidente, jefe del partido y de la comisión militar central, nunca había ocurrido desde Deng Xiaoping. Las consignas “democráticas” o el mantener las apariencias democráticas (derechos humanos) ya no son el discurso dominante (como han mostrado las conversaciones entre Donald Trump y Kim), a diferencia de la época de la caída del bloque soviético y a principios del siglo XXI. Ahora se ha dado paso a una combinación de discursos muy agresivos y acuerdos imperialistas pragmáticos.
El ejemplo más fuerte es la crisis coreana. Trump y Kim usaron por primera vez tanto la fuerte presión militar (incluso con la amenaza de una confrontación nuclear), como un lenguaje muy agresivo antes de reunirse en Singapur para regatear. Trump ofreció enormes ventajas económicas y políticas (el modelo birmano) con el objetivo de jalar eventualmente a Kim al campo de los Estados Unidos. Esto no es totalmente inconcebible ya que los norcoreanos tienen una relación ambigua con China e incluso desconfían de ésta. Sin embargo, la referencia a Libia por parte de funcionarios estadounidenses (el Asesor de Seguridad Nacional, John Bolton) -Corea del Norte podría correr el mismo destino que Libia, cuando Gaddafi fue obligado a abandonar sus armas nucleares, y luego depuesto por la fuerza y asesinado- hace a los norcoreanos particularmente suspicaces hacia las Propuestas americanas.
Esta estrategia política es una tendencia más general en las actuales confrontaciones imperialistas, como lo demuestran los agresivos mensajes de Trump en las redes sociales, contra el primer ministro canadiense Trudeau, “un líder falso y débil” porque se negó a aceptar impuestos de importación más elevados aportados por los Estados Unidos. También estaba el brutal ultimátum de Arabia Saudita contra Qatar, acusado de “centrismo” hacia Irán, o las belicosas declaraciones de Erdogan contra Occidente y la OTAN sobre los kurdos. Finalmente, mencionaremos el muy agresivo discurso del “Estado de la Unión” de Putin, que fue una presentación de los sistemas de armas más sofisticados de Rusia con el mensaje: ¡“Será mejor que nos tomen en serio”!
Estas tendencias fortalecen las características generales del período, como la intensificación de la militarización (a pesar de la fuerte carga económica vinculada a esto) entre los tres mayores tiburones imperialistas, pero también como una tendencia global y en un contexto de un paisaje imperialista cambiante en el mundo y en Europa. En este contexto de políticas agresivas, el peligro de ataques nucleares limitados es muy real, ya que hay muchos elementos impredecibles en los conflictos en torno a Corea del Norte e Irán.
IV) La tendencia hacia la fragmentación de la Unidad Europea
Todas las tendencias en Europa durante el período pasado -el Brexit, el surgimiento de un importante partido populista en Alemania (AfD), la llegada al poder de los populistas en Europa del Este, donde la mayoría de los países están dirigidos por gobiernos populistas, se están acentuando por dos eventos principales:
Esto tendrá enormes consecuencias para la cohesión de la UE, la estabilidad del euro y el peso de los países europeos en la escena imperialista.
a) La UE no está preparada y es en gran medida impotente para oponerse a la política de Trump de un embargo de Estados Unidos contra Irán: las multinacionales europeas ya están cumpliendo con los dictados de los Estados Unidos (Total, Lafarge). Esto es especialmente cierto ya que varios Estados europeos apoyan el enfoque populista de Trump y su política en Medio Oriente (Austria, Hungría, la República Checa y Rumania estuvieron representados en la inauguración de la Embajada de los Estados Unidos en Jerusalén, en contra de la política oficial de la UE). En cuanto al aumento de impuestos a la importación, es poco probable que haya un acuerdo dentro de la UE para responder sistemáticamente a los más altos aranceles de importación impuestos por Trump.
b) El proyecto de un polo militar europeo sigue siendo en gran parte hipotético en el sentido de que cada vez más países, bajo el ímpetu de las fuerzas populistas en el poder o presionando al gobierno, no quieren someterse al eje francoalemán. Por otro lado, si bien el liderazgo político de la UE se compone del eje francoalemán, Francia ha desarrollado tradicionalmente su cooperación tecnológica militar con Gran Bretaña, que está a punto de abandonar la UE.
c) Las tensiones en torno a la acogida de refugiados no sólo enfrenta a la coalición de gobiernos populistas en el Este contra los de Europa occidental, sino que cada vez más países occidentales están unos contra otros, como lo muestran las fuertes tensiones que se han desarrollado entre Francia de Macron y el gobierno populista italiano, mientras que Alemania está cada vez más dividida sobre el tema (presión de la CSU).
d) El peso económico y político de Italia (la tercera economía de la UE) es considerable, de ninguna manera comparable con el peso de Grecia. El gobierno populista italiano tiene la intención, entre otras cosas, de reducir los impuestos e introducir un ingreso básico, que costará más de 100 mil millones de euros. ¡Al mismo tiempo, el programa del gobierno incluye pedir al Banco Central Europeo que omita 250 mil millones de euros de la deuda italiana!
e) A nivel económico, pero también imperialista, Grecia ya había avanzado la idea de apelar a China para que apoyara su economía en crisis. De nuevo, Italia planea llamar a China o Rusia en busca de ayuda para apoyar y financiar una recuperación económica. Tal orientación podría tener un gran impacto a nivel imperialista. Italia ya se opone a la continuación de las medidas de embargo de la UE contra Rusia tras la anexión de Crimea.
Todas estas orientaciones acentúan fuertemente la crisis dentro de la UE y las tendencias hacia la fragmentación. En última instancia, afectarán la política de Alemania como el país más influyente de la UE, ya que está dividida internamente (peso de AfD y CSU) y confrontada con la oposición política de los líderes populistas de Europa del Este, la oposición económica de los países mediterráneos (Italia, Grecia...), y las disputas con Turquía, mientras que al mismo tiempo es blanco directo de los aranceles de importación de Trump. La creciente fragmentación de Europa bajo los golpes del populismo y la política de “Primero América” también presentará un gran problema para la política de Francia, porque estas tendencias están en total oposición al programa de Macron, que se basa esencialmente en el fortalecimiento de Europa y en la plena asimilación de la globalización.
CCI, junio de 2018
[2] Ver Militarismo y descomposición, https://es.internationalism.org/revista-internacional/201410/4046/militarismo-y-descomposicion [37]
[3] Robert Mueller, fiscal especial que investigó la interferencia rusa en las elecciones de 2016.
[4] Benelux designa la unión aduanera y económica de Bélgica, Países Bajos y Luxemburgo.
Attachment | Size |
---|---|
![]() | 268.1 KB |
La primera parte de este artículo se encuentra en:https://es.internationalism.org/revista-internacional/201804/4300/el-com... [124]
En nuestro anterior artículo de esta serie republicamos el texto “Salud a Socialismo o Barbarie” que fue escrito por la Izquierda Comunista de Francia (GCF) en 1948, y que representa una clara toma de posición respecto a un movimiento trotskista que había abandonado sus credenciales proletarias, al participar en la segunda guerra mundial imperialista:
“El trotskismo que fue una de las reacciones proletarias en la Internacional Comunista en el curso de sus primeros años de degeneración, no ha superado nunca su posición de oposición, a pesar de su constitución formal en partido orgánicamente separado. Permaneciendo atado a los PC – a los que siempre ha considerado como partidos obreros – en los que ha triunfado el estalinismo, el trotskismo se unce a éste constituyéndose en su apéndice. Amarrado ideológicamente al estalinismo le acompaña como si fuese su sombra. Toda la actividad del trotskismo desde hace 15 años así lo demuestra”.
Señalando, además:
“Esto no quiere decir que obreros revolucionarios, relativamente educados, no puedan quedar entrampados en sus filas. Al contrario, como organización, como medio político, el trotskismo, en lugar de favorecer la formación de un pensamiento revolucionario partiendo de los organismos (fracciones y tendencias) que así lo expresan, es el medio orgánico de su pudrimiento. Esta es una regla general válida para cualquier organización política ajena al proletariado, aplicable al trotskismo como al estalinismo, y plenamente verificable con la experiencia. Conocemos al trotskismo desde hace 15 años siempre en continua crisis, con escisiones y unificaciones, seguidas de nuevas escisiones y crisis, pero no sabemos de ejemplos en que estas hayan dado lugar a la formación de una tendencia revolucionaria verdadera y viable. Eso significa que el trotskismo no segrega en su interior ningún fermento revolucionario. Al contrario, lo aniquila. El fermento revolucionario esta pues condicionado en su existencia y desarrollo a situarse fuera de los marcos organizacionales e ideológicos del trotskismo”[1].
Por haberse constituido como una tendencia interna en el seno del partido trotskista francés - el Partido Comunista Internacionalista -, la reacción inicial de la Izquierda Comunista Francesa (GCF) frente a la llamada “Tendencia Chaulieu-Montal”[2] fue la de expresar severas dudas sobre las posibilidades de su evolución. Tras la ruptura con el PCI y la formación del grupo Socialismo o Barbarie (SoB), la GCF reconoció que efectivamente se había producido esa ruptura y lo saludó. Eso no impidió que la GCF alertara sobre el hecho de que el nuevo grupo seguía estando marcado por rasgos de su pasado trotskista (como la cuestión sindical, por ejemplo, o su relación con la revista Les Temps Modernes que publicaba el filósofo Jean Paul Sartre), así como una actitud de inusitada arrogancia hacia las corrientes revolucionarias que habían llegado a conclusiones similares a las de Socialismo o Barbarie, mucho antes de que ésta rompiese con el trotskismo.
En este nuevo artículo, vamos a tratar de mostrar lo acertado de esta prevención de la GCF en su bienvenida a SoB; y lo difícil que resultaba para aquellos que habían crecido en el seno del ambiente corrompido del trotskismo romper, de forma efectiva, con las ideas y actitudes de éste. Examinaremos la trayectoria política y la actividad de dos militantes – Castoriadis y Grandizo Munis – que formaron tendencias paralelas en el movimiento trotskista de finales de los años 40, y que rompieron con éste en un momento parecido. La elección de estos dos militantes es pertinente no sólo porque ambos ilustran el problema general de la ruptura con el trotskismo, sino porque ambos también, escribieron, y mucho, sobre la cuestión en que se basa esta serie: el contenido de la revolución socialista.
A finales de los años 40 y principios de los 50, tanto Castoriadis como Munis eran, incuestionablemente, militantes de la clase obrera. Munis lo siguió siendo toda su vida[3].
En su juventud y en la Grecia ocupada, Castoriadis abandonó el Partido Comunista al oponerse a la política de éste de apoyo (e incluso dirección) de la Resistencia nacionalista. Se orientó, en su lugar, hacia el grupo de Agis Stinas[4] que, aunque formalmente era miembro de la Cuarta Internacional, se oponía intransigentemente a apoyar a ninguno de los dos bandos de la guerra imperialista y tampoco a los frentes de la Resistencia. Mal informado sobre la auténtica realidad de la traición del movimiento trotskista, este grupo pensaba que su posición era la posición “normal” de cualquier grupo internacionalista, puesto que estaba en continuidad con la postura defendida por Lenin ante la Primera Guerra Mundial.
Amenazado tanto por fascistas como por estalinistas, Castoriadis abandonó Grecia al final de la guerra y se estableció en Francia, donde se integró en la principal organización trotskista de ese país, el PCI. Tras formar una tendencia de oposición en el seno del PCI (la tendencia Chalieu-Montal a la que se refería la Izquierda Comunista de Francia), se escindió del partido para formar el grupo SoB. El documento en el que se justificó esta escisión (“Carta abierta a los militantes del PCI y de la IVª Internacional [125]”, disponible en francés.), y que apareció publicado en el primer número de la revista Socialismo o Barbarie, desarrollaba una crítica en profundidad de la vacuidad teórica del movimiento trotskista, y de su incapacidad de actuar sin ser un mero apéndice del estalinismo, tanto en su visión de que la URSS jugaba aún un papel históricamente progresista al edificar un nuevo – aunque deformado – estado “obrero” en Europa del Este, como en cuanto a su seguidismo respecto a la coalición entre el PS y el PC, que había participado en el gobierno de reconstrucción en Francia vigilando la aplicación de una feroz intensificación de la explotación. Se mostraba especialmente crítico con una Cuarta Internacional que veía con buenos ojos la disidencia de Tito en Yugoslavia, pues esto suponía una clara ruptura con la posición defendida por Trotsky de que el estalinismo no podía ser reformado.
Al final de su vida, Trotsky había argumentado que, si la URSS salía de la guerra sin ser derrocada por una revolución proletaria, su corriente tendría que revisar su posición de que se tratase realmente un estado obrero, concluyendo que sería, por el contrario, el resultado de una nueva era de barbarie. Hay vestigios de esta postura en la caracterización inicial de SoB respecto a la burocracia vista como una nueva clase explotadora, haciéndose eco de los análisis sobre el “colectivismo burocrático” de Rizzi y de Sheachtman, que definían a la URSS como “ni capitalista ni comunista”; si bien, como reconoció la GCF, el grupo pronto se orientó hacia la noción de un nuevo capitalismo burocrático. En un texto que apareció en SoB nº2, como “Las relaciones de producción en Rusia” [126], Castoriadis no dudó en criticar el análisis del mismo Trotsky que definía la URSS como un sistema con un modo capitalista de distribución, pero un modo esencialmente socialista de producción. Esta separación entre distribución y producción resultaba, para Castoriadis, contraria a la crítica marxista de la economía política. En esa misma línea de un esfuerzo por aplicar un análisis marxista a la situación histórica mundial, SoB veía que la tendencia a la burocratización era no solo global, sino que expresaba igualmente la decadencia del sistema capitalista. Esta posición explica también el nombre que el nuevo grupo dio a su revista: Socialismo o Barbarie. En particular tanto en la carta abierta como en los primeros años de SoB este grupo consideraba que, en ausencia de una revolución proletaria, sería inevitable una nueva guerra mundial entre los bloques del Este y del Oeste.
En cuanto a Munis, su coraje como militante proletario es especialmente destacable. Junto a sus camaradas de la Sección Bolchevique Leninista - uno de los dos grupos trotskistas activos durante la guerra de España -, y junto a los disidentes anarquistas de los Amigos de Durruti[5], Munis luchó en las barricadas levantadas en Barcelona durante el levantamiento de los trabajadores contra el gobierno republicano estalinista, en mayo de 1937[6]. Encarcelado por los estalinistas hacia el final de la guerra escapó por poco a un pelotón de fusilamiento y huyó a México donde reinició su actividad en el movimiento trotskista, tomando la palabra durante los funerales de Trotsky, y ejerciendo una notable influencia en la evolución de política de Natalia Trotsky (Sedova), que, al igual que Munis, fue haciéndose cada vez más más crítica respecto a la postura oficial del trotskismo ante la guerra imperialista y la defensa de la URSS.
Una de sus críticas principales a la posición defendida por la Cuarta Internacional ante la guerra está contenida en su respuesta a la defensa que hizo James Cannon – en el juicio por sedición al que se sometió a éste en Minneapolis -, de la política sostenida por el Partido Socialista de los Trabajadores de Estados Unidos, y que básicamente había consistido en una aplicación de la “política militar proletaria”, consistente en situar la guerra de USA contra el fascismo bajo “control obrero”. Para Munis esto significaba una completa capitulación ante el esfuerzo de guerra de una potencia imperialista. Rechazando tajantemente, aunque también tardíamente, la defensa de la URSS[7], Munis también escribió en 1947, junto a Natalia Sedova y el poeta surrealista Benjamín Peret, una carta abierta al PCI[8], en la que insistían en que rechazar la defensa de la URSS se había convertido en una urgente necesidad para los revolucionarios. Al igual que la carta de Chaulieu- Montal, este documento denunciaba el apoyo de los trotskistas al régimen estalinista en el Este (aunque no alcanzaba aún a exponer un análisis definitivo sobre la naturaleza de este régimen), y a los gobiernos PS-PC en el Oeste. Esta carta estaba más focalizada que la escrita por Chaulieu-Montal en cuanto a la cuestión de la Segunda Guerra Mundial y a la traición del internacionalismo por amplios sectores del movimiento trotskista a través del apoyo de estos al antifascismo, a los movimientos de Resistencia, y a la defensa de la URSS. Afirmaba contundentemente también la idea de que las nacionalizaciones, que los trotskistas situaban como una de las principales reivindicaciones de sus “demandas programáticas”, no suponían otra cosa que un reforzamiento del capitalismo. Y si bien la carta albergaba aún cierta esperanza en una revitalización de la IVª Internacional liberada del oportunismo, y en su final llamaba a un trabajo conjunto con la tendencia Chaulieu – Montal en el seno de la internacional; lo cierto es que la corriente en torno a Munis rompió muy pronto sus vínculos con esta falsa internacional y conformó un grupo independiente (la Unión Obrera Internacional) que, al igual que Socialismo o Barbarie, entró en discusiones con los grupos de la Izquierda Comunista.
Volveremos más adelante sobre la ulterior trayectoria política de Castoriadis y Munis. Nuestra intención principal ahora es examinar como, en un período dominado por las concepciones sobre el socialismo de socialdemócratas y estalinistas, un período marcado por el reflujo de la clase obrera y el creciente aislamiento de la minoría revolucionaria; ambos militantes intentaron elaborar una visión de un auténtico camino a un futuro comunista. Comenzaremos con Castoriadis que dedicó tres artículos titulados “El contenido del socialismo” (CS) que fueron publicados entre 1955 y 1958 en Socialismo o Barbarie[9], y que constituyen, sin duda alguna, su más ambiciosa tentativa de criticar las falsedades dominantes sobre el verdadero significado del socialismo, y de plantear una alternativa. Estos textos, y en especial el segundo de ellos, tuvieron enorme influencia en muchos otros grupos y corrientes, empezando por la Internacional Situacionista que retomó de Castoriadis la noción de autogestión generalizada, así como el grupo socialista libertario británico Solidarity, que reelaboró este segundo artículo en su folleto, en inglés, ”Los Consejos Obreros y la Economía de la Sociedad Autogestionaria” [127][10].
Las fechas en que se escribieron estos artículos son muy significativas. Entre el primero y el segundo se producen situaciones trascendentales en el imperio de los países del Este: el famoso discurso de Kruschev sobre los excesos de Stalin, la revuelta en Polonia, y, sobre, todo, la insurrección obrera de Hungría donde aparecieron consejos obreros. Estos acontecimientos tuvieron un innegable e importante impacto en el pensamiento de Castoriadis, y en el segundo artículo aparece una detallada descripción de la proyectada sociedad socialista. El problema es que esos dos artículos siguen denotando la arrogancia teórica, que ya constató la GCF en 1948, por su presunción de haber descubierto aspectos clave del capitalismo que habrían pasado desapercibidos a todos en el movimiento obrero, incluyendo al propio Marx. Pero, como explicaremos, la verdad es que en vez de ir “más lejos” que Marx, no hizo sino retroceder a Proudhon.
No queremos decir con esto que no haya elementos positivos en estos documentos. Se confirma, por un lado, el rechazo de Castoriadis a la visión trotskista que consideraba el estalinismo como expresión desviada del movimiento obrero; insistiendo en cambio en que defendía intereses de clase opuestos a los del proletariado. Aunque Castoriadis no tuvo reparos en aceptar que su concepción de la sociedad postrevolucionaria no difería mucho a la que había planteado Pannekoek en su folleto “Los Consejos Obreros”[11], no incurrió en cambio en los cruciales errores que aparecen en los escritos “postreros” de éste: rechazo de la revolución rusa como revolución burguesa y negación de cualquier papel de las organizaciones políticas revolucionarias. En vez de eso, Castoriadis siguió tratando la revolución rusa como una experiencia esencialmente proletaria, cuya degeneración ha de comprenderse y aprender de ello. Tampoco estos textos caen explícitamente en postulados anarquistas de rechazo de la centralización por principio. Antes bien critica enérgicamente esta clásica visión anarquista cuando señala: “Rehusar hacer frente a la cuestión del poder central equivale a dejar la solución de estos problemas a una burocracia u otra”. On the Content of Socialism II - Socialisme Ou Barbarie [128]. Referido en el resto del texto como “CS II”.
Castoriadis rechazó la visión de Trotsky que pensaba que un mero cambio de formas de propiedad podría conducir a acabar con los mecanismos de la explotación capitalista, y por ello insistía atinadamente en que hablar de socialismo no tenía sentido si no conllevaba una transformación total de las relaciones en el seno de la humanidad con todos los aspectos de la vida social y económica, un cambio entre una sociedad en que el género humano está dominado por los productos obra de sus propias manos y mentes, a una sociedad en que los seres humanos controlen conscientemente su propia actividad, y en primer lugar el proceso de producción. Por esta razón, Castoriadis insiste en la importancia de los consejos obreros como las formas que harán posible este profundo cambio en el funcionamiento social. Lo problemático no es tanto la noción general de socialismo como la restauración del “poder del hombre como fin en sí mismo” sino con las medidas más concretas que Castoriadis postula para la obtención de ese fin, y el método teórico que subyace en la defensa de tales medidas.
Para empezar: la crítica de las contribuciones anteriores de la historia del movimiento obrero. Eso no es un error per se. De hecho, es uno de los elementos esenciales para el desarrollo del proyecto comunista. No estamos en desacuerdo con la idea de Castoriadis de que el movimiento obrero se ve necesariamente afectado por la influencia de la ideología dominante; y que sólo puede librarse esta influencia a través de un proceso constante de reflexión y lucha. Pero las críticas de Castoriadis son, a menudo, inexactas, y conducen a conclusiones que tienden, como se dice popularmente, a “tirar al niño con el agua sucia de la bañera”, o sea que llevan a una ruptura con el marxismo, como pudo comprobarse pocos años después de la escritura de estos artículos, por lo que las premisas de tal abandono pueden verse ya en estos documentos. Para dar un ejemplo: en ellos se rechaza ya la teoría marxista de que la crisis es un producto de las contradicciones internas del sistema capitalista. Para él, en cambio, la crisis no son el resultado de la sobreproducción o del descenso de la tasa de ganancia, sino de un creciente rechazo, por parte de “los de abajo”, de la división de la sociedad entre quienes dan las órdenes y quienes las reciben, que él considera no como producto inevitable de la explotación capitalista sino como su verdadero fundamento: “La abolición de la explotación no será posible hasta que los diferentes estratos de directores dejen de existir; pues en las sociedades modernas , lo que está en la base de la explotación es la división entre directores y ejecutores”[12]. En ese mismo sentido, en CS II, se expone una caricatura extremadamente reduccionista (aunque muy habitual) de la teoría de las crisis de Rosa Luxemburgo, como una predicción de un hundimiento puramente automático del capitalismo.
Apoyándose en una cita aislada de Marx sobre la persistencia de un “reino de la necesidad” aún en el comunismo, Castoriadis cree haber descubierto un fatídico defecto en el pensamiento de Marx: que para éste la producción sería siempre una esfera de negación y esencialmente de alienación, mientras que él (Castoriadis) sería el primer y único descubridor del hecho de que la alienación no puede ser superada si no se hace de la esfera de la producción un área también de la expresión de nuestra humanidad. La referencia que emplea Castoriadis (en CS II) es una cita de El Capital Vol. 3 en la que Marx señala: “De hecho, el reino de la libertad sólo comienza allí donde cesa el trabajo determinado por la necesidad y la adecuación a finalidades exteriores; con arreglo a la naturaleza de las cosas, por consiguiente, está más allá de la esfera de la producción material propiamente dicha”.[13] Este pasaje implica que el trabajo o la producción material no pueden ser nunca un área de realización del ser humano, y según Castoriadis esto representa una regresión respecto al Marx “joven” que en sus primeros escritos anhelaba con impaciencia la transformación del trabajo en actividad libre (en especial en sus Manuscritos Económicos y Filosóficos de 1844). Pero presentar así las cosas supone una deformación de la complejidad del pensamiento de Marx. En la Crítica del Programa de Gotha, escrita en 1875, Marx insiste también en que el objetivo de la revolución proletaria es una sociedad en la que “el trabajo se convierta no solo en un medio de vida sino en la primera necesidad de la vida”. Ideas similares se expresan así mismo en los Grundrisse, otra obra también del Marx “de la madurez”[14].
Una crítica habitual a “El Contenido del Socialismo” es que este texto desoye la prevención de Marx contra “la elaboración de recetas para los libros de cocina del porvenir”. Castoriadis se anticipa a esta crítica al negar que trate de elaborar las reglas o la constitución de la nueva sociedad. Es muy interesante reflexionar sobre como la sociedad capitalista ha cambiado desde que Castoriadis escribiera CS II, planteando problemas que no encajan en su esquema, sobre todo la tendencia a la eliminación de la gran producción industrial en el corazón de los países centrales del capitalismo, el crecimiento del empleo precario y de la “externalización” hacia regiones del mundo en los que la mano de obra es más barata. No hay que reprochar a Castoriadis el hecho de no haber previsto esta evolución, pero sí démonos cuenta de lo arriesgado que es realizar anticipaciones esquemáticas de la futura sociedad. En todo caso preferimos concentrarnos en examinar las ideas contenidas en el texto, y mostrar por que una parte muy importante de lo que plantea Castoriadis no podría tomar parte de un programa comunista evolucionado.
Ya hemos mencionado el rechazo por Castoriadis de la teoría marxista de las crisis en favor de su invención: que la explotación y la contradicción fundamental en el capitalismo “moderno” tendría su raíz en la división entre quienes dan las órdenes y quienes la aceptan. Este osado “revisionismo”, este menosprecio de las contradicciones inherentes al sistema salarial y la acumulación del capital conduce a Castoriadis a no dudar en describir su sociedad socialista del futuro como una sociedad en la que las categorías esenciales del capital permanecen intactas, no representan amenaza alguna de una nueva forma de explotación, ni tampoco un obstáculo una sociedad plenamente comunista.
En 1972, cuando el grupo británico Solidarity publicó el folleto “Los consejos obreros y la economía de una sociedad autogestionaria” (ver nota la pie 7), escribió una introducción ya muy a la defensiva respecto al hecho de que la sociedad “socialista” descrita por Castoriadis conservaba aún alguna de las características claves del capitalismo: los salarios (aunque Castoriadis insista sobre la igualdad absoluta de los salarios desde el primer momento), los precios, el valor del trabajo como fuente de la contabilidad, un mercado de consumidores, y el “criterio de la rentabilidad”. Y, en efecto, en una polémica escrita en 1972, Adam Buick, del Partido Socialista de Gran Bretaña, mostró hasta qué extremo la versión de Solidarity había depurado los pasajes más comprometedores del original:
“Quien quiera que haya leído el artículo original no puede negar que Castoriadis es partidario del llamado ‘socialismo de mercado’. Está claro que el mismo Solidarity ha encontrado esto embarazoso, puesto que ha purgado de esta edición sus manifestaciones más groseras. En su introducción ya se excusa: “Hay quienes consideran este texto como una gran contribución a la perpetuación de la esclavitud asalariada; puesto que sigue hablando de “salarios” y no apela a una abolición automática del “dinero” (aunque defina netamente los significados radicalmente diferentes que estos conceptos tendrán en las primeras etapas de una sociedad autogestionaria)” (pag 4). Y, de nuevo, en una nota al pie de página: “Todos los discursos precedentes sobre los “salarios”, los “precios”, y el “mercado”, por ejemplo, inquietaran indudablemente a un cierto número de lectores. Les pedimos que, por el momento, controlen sus respuestas emocionales y traten de pensar racionalmente junto a nosotros sobre esta cuestión” (p.36).
Pero Cardan no hablaba únicamente de “salarios”, “precios” y de “mercado”. Hablaba también de “rentabilidad” y de “tasa de interés”. Desde luego ya esto ya fue demasiado para la emoción contenida de Solidarity, puesto que tales términos desaparecieron de la traducción publicada.
Resulta de lo más significativo dar algunos ejemplos de la forma en que Solidarity camufló los aspectos “socialismo de mercado” de los artículos originales de Cardan.
En el original pone: almacenes de venta a los consumidores.
La versión de Solidarity: los almacenes que distribuyen a los consumidores (P. 24).
Original: el mercado de bienes de consumo
La versión de Solidarity: bienes de consumo (rubrica que aparece en la p. 35).
Original: Lo que implica la existencia de un mercado para los bienes de consumo.
La versión de Solidarity: Lo que implica la existencia de un mecanismo real por el que la demanda de los consumidores pueda verdaderamente hacerse sentir (p.35 ).
Original: moneda, precios, salario y valor
Versión de Solidarity: “moneda”, “salarios” “valor” (rubrica p. 36)…
De hecho, Cardan vislumbra una economía de mercado en la que todo el mundo sería remunerado en dinero circulante, un salario igual, con el que poder bienes que estarán a la venta a un precio igual a su valor (cantidad de trabajo socialmente necesario incorporado a estas mercancías). Y tiene además la cara dura de pretender que Marx también defendía que en el socialismo los bienes se intercambiarían por sus valores…”[15] .
Aquí Castoriadis no se sitúa en continuidad con Marx, sino con Proudhon, para quién la futura sociedad “mutualista” es una sociedad de productores de mercancías independientes, que intercambian sus productos por su valor.
Y no es que Castoriadis pretenda que la sociedad que describe sea la meta final de la revolución. De hecho, su posición es muy parecida a la definición que apareció durante el período de la socialdemocracia, y que fue teorizada en particular por Lenin: el socialismo es una etapa en el camino al comunismo[16] . Por supuesto el estalinismo se aprovechó de esta idea para defender que la economía totalmente estratificada de la URSS era ya el “socialismo real”. Pero el problema no reside únicamente en la forma en que la rentabilizó el estalinismo. Una dificultad, aún más profunda, es que tiende a fijar el período de transición como un modo de producción estable, cuando, en realidad, solo puede ser comprendido como una etapa muy dinámica y contradictoria, como un período marcado por una lucha constante entre las medidas comunistas desencadenadas por el poder político de la clase obrera, y todos los restos del viejo mundo que tienden a retrotraer la sociedad al capitalismo. Que el régimen político de esta etapa “socialista” se contemple de forma despótica o democrática, no evita que la ilusión fundamental sigue siendo la misma: que puede llegarse al comunismo a través de un proceso de acumulación de capital. Podemos incluso ver como Castoriadis intenta desarrollar una economía equilibrada, en que la producción se armoniza con el mercado de consumo como un reflejo de los métodos keynesianos de esa época, que confiaban en la eliminación de la crisis económica precisamente mediante la aplicación de ese equilibrio planificado. Y esto es muy revelador a su vez de hasta qué punto Castoriadis estaba impactado por la apariencia de estabilidad económica capitalista del período que siguió a la Segunda Guerra mundial[17].
En una primera parte de CS II, Castoriadis retoma acertadamente la opinión de Marx de que la futura sociedad de productores libres debería simplificar profundamente el conjunto del proceso de producción y distribución, haciendo sus operaciones “perfectamente simples e inteligibles”, por utilizar los mismos términos empleados por Marx en una de las raras descripciones de la sociedad comunista que incluyó en El Capital [18]. Pero pretender conservar las categorías de producción de valor supone que cualquier tentativa de planificación racional de la producción y la distribución se verá socavada por la preocupación por el mercado y la “rentabilidad”. Además, acabará conduciendo, antes o después, a la misma vieja basura, o sea a la crisis económica y a formas de explotación primero disimuladas y luego más descaradas. Resulta también bastante irónico que, tras argumentar en la primera parte de CS II que la tecnología capitalista no puede ser considerada como algo neutro, sino profundamente vinculada a los objetivos de la producción capitalista; Castoriadis parece después apostar por una especie de solución técnica en la que la “producción planificada”, con la ayuda de grandes ordenadores, permitiría determinar cómo el mercado autogestionado alcanzaría un equilibrio económico perfecto.
La incapacidad de Castoriadis para alcanzar a ver una verdadera superación de las relaciones salariales se encuentra muy ligada a su fijación sobre la noción de “empresa” socialista, como unidad autogestionada, aunque es cierto que coordinada con otras empresas y ramas de producción a diferentes niveles. En CS II, la descripción de las relaciones en la futura sociedad socialista comienza por una larga sección sobre la forma en que será gestionada la fábrica del futuro, y sólo más tarde aborda como será gestionada la sociedad en su conjunto tanto a nivel político como económico. El texto CS III se consagra casi por entero al análisis de la realidad de la resistencia cotidiana en el taller de fábrica, considerándolo como el terreno en el que se desarrollará una futura conciencia revolucionaria. Castoriadis no se equivoca al destacar la importancia del lugar de trabajo como centro de interés para la asociación de los trabajadores, para su resistencia colectiva, y que, en todo el proceso revolucionario, las asambleas de base de los centros de trabajo jugaran desde luego un papel vital como “células” de una red más amplia de Consejos. Pero Castoriadis va más lejos que esto y sugiere que, en la sociedad socialista, la fábrica/lugar de trabajo se mantendrá como una especie de comunidad fija. Por el contrario, como siembre defendió Bordiga, la emergencia del comunismo implica necesariamente el fin de la empresa individual, y la superación verdadera de la división del trabajo implicará, por supuesto, que los productores estarán cada vez menos ligados a una única unidad de producción.
Y lo que, si cabe, es más importante todavía: ese “fabriquismo” de Castoriadis conduce a una profunda subestimación de la función primera de los Consejos Obreros, que no es la gestión de la fábrica sino la unificación de la clase obrera a nivel económico y a nivel político. Para Castoriadis, un consejo obrero es esencialmente un consejo elegido por la asamblea de trabajadores de una determinada unidad de producción, y en las páginas finales de su CS II, los acaba diferenciando de los Soviets rusos a los que él ve basados esencialmente en unidades territoriales [19]: “Aunque la palabra rusa “soviet” significa “consejo” no hay que confundir los consejos obreros que hemos descrito en este texto ni siquiera con los primeros Soviets rusos. Los consejos obreros están basados en el lugar de trabajo. Pueden jugar a la vez un rol político y un rol en la gestión industrial de la producción. Por su esencia, un consejo obrero es un órgano universal. El (Consejo) Soviet de diputados obreros de Petrogrado en 1905, si bien nació de una huelga general y era de composición exclusivamente proletaria, permaneció como un órgano puramente político. Los Soviets de 1917 tenían una base, por regla general, geográfica. Se trataba también de instituciones puramente políticas, en las que todas las capas sociales opuestas al antiguo régimen formaban un frente unido”.
Castoriadis prevé una red de consejos que toma a su cargo la gestión de los asuntos políticos locales y nacionales, y Solidarity, nos hace el favor de diseñar un esquema, pero en éste lo que se ve es una asamblea central de delegados de fábrica a escala nacional sin vínculo con el nivel local. Pero llevado por su fijación sobre la gestión de la fábrica (un cuestión que, en Rusia, fue asumida por los consejos de fábrica), Castoriadis subestima la importancia de que los soviets que aparecieron en 1905 y 1917, lo hicieron para coordinar los centros de trabajo que se habían implicado en una huelga de masas - se trataba de un auténtico “consejo de guerra” de delegados de todas las empresas de una localidad o de una ciudad -, y que, desde el principio, asumió la dirección de un movimiento que pasó de la lucha económica a la confrontación política con el régimen existente.
Es cierto que junto los soviets de diputados obreros, y muy frecuentemente vinculados a ellos, existían también soviets de delegados de soldados y de marinos, elegidos en los cuarteles y los navíos; también soviets de diputados “campesinos” elegidos en los pueblos, así como formas comparables elegidas en sectores o barrios urbanos, etc. En ese sentido numerosos soviets tenían una fuerte base territorial o residencial. Pero eso plantea otra cuestión que es la de la relación entre los consejos obreros y los consejos de otras capas no explotadoras. Castoriadis sí era consciente de este problema, pues su “diagrama” contempla que la asamblea central de delegados reúna delegados de los consejos de campesinos y de consejos de profesionales y pequeños comerciantes. Para nosotros este es el problema central del período de transición: un período en el que aún existen las clases, un período en el que la clase obrera debe ejercer su dictadura integrando a las demás capas no explotadoras en la vida política y en el proceso de transformación social. Castoriadis contempla un proceso similar, pero rechaza la idea de que esta organización transitoria de la sociedad constituya un Estado. Para nosotros, en cambio, su planteamiento es más propicio a permitir una situación en la que el Estado se convierta en una fuerza “autónoma” que se oponga a los órganos de la clase obrera, tal y como sucedió rápidamente en Rusia, dado el aislamiento de la revolución a partir de 1917. Para nosotros, la verdadera independencia de la clase obrera y de sus consejos se preserva mejor llamando Estado a lo que en realidad es tal, reconociendo sus riesgos inherentes, y asegurándose de que no hay subordinación alguna de los órganos de la clase obrera a los órganos de la “sociedad en su conjunto”.
Una última expresión de la incapacidad de Castoriadis de plantear una verdadera ruptura con las categorías del capital: la limitación de su visión a escala nacional. Ya aparecen indicios aquí y allá en este CS II, cuando habla por ejemplo de cómo podrían ser las cosas “en un país como Francia·, y como “la población de todo el país” podría gestionar sus asuntos a través de una asamblea de delegados de consejos que aparece retratada como algo meramente nacional. Pero ese peligro de contemplar el “socialismo” en un cuadro nacional aparece mucho más explícitamente en esta cita:
“(…) la revolución sólo puede comenzar en un país, o en un único grupo de países. En consecuencia, habrá de sufrir presiones de naturaleza y duración extremadamente variables. Por otra parte, aunque la revolución se propague rápidamente a escala internacional, el nivel de desarrollo interno de un país jugará un papel importante en la aplicación concreta de los principios del socialismo. Por ejemplo, la agricultura podría representar un problema importante en Francia, pero no así en los Estados Unidos o en Gran Bretaña (aquí, por el contrario, el principal problema sería la extrema dependencia del país de las importaciones alimentarias). A lo largo de todo nuestro análisis hemos examinado numerosos problemas de este género y esperamos haber podido mostrar que existen, en cada caso, soluciones en una dirección socialista.
No hemos podido considerar los problemas particulares que surgirían si la revolución permaneciera aislada en un país durante mucho tiempo, y difícilmente podemos hacerlo aquí. Pero esperamos haber demostrado que es un error pensar que los problemas que surgen de tal aislamiento son insolubles, que un poder obrero aislado debe morir heroicamente o degenerar, o que a lo sumo puede ‘sostenerse’ mientras espera. La única manera de ‘sostenerse’ es empezar a construir el socialismo; de lo contrario, la degeneración ya ha comenzado, y no hay nada por lo que sostenerse. Para el poder obrero, la construcción del socialismo desde el primer día no sólo es posible, sino imperativa. Si no tiene lugar, el poder que ostenta ya ha dejado de ser poder obrero"[20]
La idea de que un poder proletario puede mantenerse en un solo país mediante la construcción del socialismo invierte la realidad del problema y nos lleva, finalmente, a los errores de los bolcheviques después de 1921, e incluso a las posiciones contrarrevolucionarias de Stalin y Bujarin después de 1924. Cuando la clase obrera toma el poder en un país, por supuesto se verá obligada a tomar medidas económicas para garantizar la provisión de las necesidades básicas, y esas decisiones deben ser, en la medida de lo posible, compatibles con los principios comunistas y contrarios a las categorías de capital. Pero siempre se debe reconocer que tales medidas (como el “comunismo de guerra” en Rusia) serán profundamente distorsionadas por las condiciones de aislamiento y escasez, y no tendrán necesariamente ninguna continuidad directa con una auténtica reconstrucción comunista, que sólo comenzará una vez que la clase obrera haya derrotado a la burguesía a escala mundial. Mientras tanto, la tarea, esencialmente política, de extender la revolución tendrá que tener prioridad sobre las medidas sociales y económicas contingentes y experimentales que tendrán lugar en las primeras etapas de una revolución comunista.
Volveremos más adelante a la evolución política que siguió Castoriadis, y que se vio significativamente modelada por su abandono del marxismo a nivel teórico.
Munis regresó a España en 1951, para intervenir en un estallido generalizado de lucha de clases, viendo la posibilidad de un nuevo levantamiento revolucionario contra el régimen de Franco[21]. Fue arrestado y pasó los siguientes siete años en la cárcel. Se podrá argumentar que Munis no consiguió sacar lecciones políticas clave de esta experiencia, en particular sobre las posibilidades revolucionarias del período de la posguerra; pero eso no mermó desde luego su compromiso con la causa revolucionaria. Se refugió muy precariamente en Francia - el Estado francés pronto lo expulsó - y pasó varios años en Milán, donde entró en contacto con los bordiguistas y con Onorato Damen de Battaglia Comunista, desarrollándose entre ambos una profunda estima. Fue durante este periodo, en 1961, cuando Munis, en compañía de Benjamin Péret, fundó el grupo Fomento Obrero Revolucionario (FOR). En este contexto, produjo dos de sus textos teóricos más importantes: Los sindicatos contra la revolución en 1960 y Pro Segundo Manifiesto Comunista (PSMC) en 1961[22].
Al principio de este artículo señalamos las similitudes en las trayectorias políticas de Castoriadis y Munis en su ruptura con el trotskismo. Pero a principios de los años 60 sus caminos habían comenzado a divergir radicalmente. En sus inicios, el título de “Socialismo o Barbarie” era coherente con la verdadera opción a la que se enfrentaba la humanidad: Castoriadis se consideraba marxista y la alternativa anunciada en el título expresaba la adhesión del grupo a la idea de que el capitalismo había entrado en su época de decadencia[23]. Pero en la introducción al primer volumen de una colección de sus escritos, La Sociedad Burocrática[24], Castoriadis describe el período 1960-64 como los años de su ruptura con el marxismo, considerando no sólo que el capitalismo había resuelto esencialmente sus contradicciones económicas, refutando así las premisas básicas de la crítica marxista de la economía política; sino también que el marxismo, cualesquiera que fueran sus percepciones, no podía separarse de las ideologías y regímenes que lo reclamaban. En otras palabras, Castoriadis, al igual que otros antiguos trotskistas (como los restos de los RKD alemanes), pasó de un rechazo generalizado del "leninismo" a un rechazo del propio marxismo (y así terminó en una especie de anarquismo “new look”).
Aunque, como también examinaremos, el Pro Segundo Manifiesto Comunista (en adelante PSMC), indica también cómo Munis tampoco se había liberado enteramente del peso de su pasado trotskista; si dice en cambio, claramente, que pese a toda la propaganda de ese momento sobre la prosperidad social y la integración de la clase obrera, la trayectoria real de la sociedad capitalista confirmaba los fundamentos del marxismo: que el capitalismo había entrado, desde la Primera Guerra Mundial, en su época de decadencia, en la que la grave contradicción entre las relaciones de producción y las fuerzas productivas estaba amenazando con arrastrar a la humanidad a la ruina; y, sobre todo, por el peligro histórico de guerra entre los dos bloques imperialistas que dominaban el mundo. La sociedad de la abundancia era en realidad una economía de guerra.
Lejos de culpar al marxismo por haber dado lugar, en cierto sentido, al estalinismo; el PSMC denuncia, elocuentemente, a los regímenes y partidos estalinistas como la expresión más pura de la decadencia capitalista, la cual, en diferentes formas alrededor del mundo, empujaba hacia un capitalismo de Estado totalitario. Desde ese mismo punto de partida teórico, el texto argumenta que todas las luchas de liberación nacional se habían convertido en momentos de la confrontación imperialista mundial. En un momento en que estaba en boga la idea de que las luchas nacionales en el Tercer Mundo eran la nueva fuerza para el cambio revolucionario, el PSMC fue un impactante ejemplo de intransigencia revolucionaria, cuyos argumentos se vieron ampliamente confirmados por la evolución de los regímenes "postcoloniales" productos de la lucha por la independencia nacional. Esto contrasta con las ambigüedades del grupo SoB sobre la guerra en Argelia y otras cuestiones básicas de clase. El PSMC deja claro que SoB había seguido un camino de componenda y de obrerismo en lugar de luchar por la claridad comunista, a contracorriente, cuando fuese necesario:
"Por su parte, la tendencia “‘Socialismo o Barbarie”', que también surgió de la IVª Internacional, opera a la zaga de la decadente 'izquierda' francesa en todos los problemas y en todos los movimientos importantes: ante Argelia y el problema colonial, el 13 de mayo de 1958 y el poder gaullista, los sindicatos y las luchas obreras contemporáneas, la actitud hacia el estalinismo y la dirección del Estado en general. Hasta el punto en que, aunque considera la economía rusa como una forma de capitalismo de Estado, sólo ha servido para sembrar más confusión. Al renunciar expresamente a la tarea de luchar contra la corriente y al decir sólo a la clase obrera ‘lo que ésta puede entender’, se condena a su propio fracaso. Falta de vigor, esta ‘tendencia’ ha cedido a una especie de versatilidad con ínfulas de funambulista existencialista. Para ellos, como para otras corrientes en Estados Unidos, vale la pena recordar las palabras de Lenin sobre: “esos lamentables intelectuales que piensan que con los trabajadores sólo habría que hablar de la fábrica y parlotear sobre lo que ya éstos saben desde hace mucho tiempo’".
Otra vez más, en contraste con la evolución del grupo SoB, el PSMC no duda en defender el carácter proletario de la Revolución de octubre y del partido bolchevique. En un documento escrito unos 10 años más tarde, y que aborda temas similares a los de PSMC, Partido-Estado, Estalinismo, Revolución[25], Munis argumenta contra esas corrientes de la Izquierda Alemana y Holandesa que habían renegado de su apoyo inicial a Octubre, y decidido que tanto la Revolución rusa como el bolchevismo eran esencialmente de naturaleza burguesa. Al mismo tiempo, el PSMC se centra en ciertos errores clave que aceleraron la degeneración de la revolución en Rusia y el surgimiento de la contrarrevolución estalinista: la confusión de las nacionalizaciones y la propiedad estatal con el socialismo; la idea de que la dictadura del proletariado significaba la dictadura del partido. En Partido-Estado, Munis también tiene una idea definida de que el Estado de transición no puede ser visto como el agente de la transformación comunista, haciéndose eco de la posición de Bilan y de la GCF (Izquierda Comunista de Francia):
"Desde la Comuna de París, los revolucionarios sacaron una lección de gran importancia, entre otros: el Estado capitalista no podía ser conquistado ni utilizado; tenía que ser demolido. La Revolución rusa profundizó esta misma lección de una manera decisiva: el Estado, por obrero o soviético que sea, no puede ser el organizador del comunismo. Como el propietario de los instrumentos del trabajo, como el recaudador del trabajo social excedente necesario (o superfluo), lejos de desaparecer, adquiere una fuerza y capacidad sofocantes ilimitadas. Filosóficamente, la idea de un Estado emancipador es puro idealismo hegeliano, inaceptable para el materialismo histórico". (Partido- Estado, Estalinismo, Revolución, op. cit.).
Y allí donde Castoriadis, en “El contenido del socialismo”, aboga por una forma de capitalismo auto gestionado; Munis no deja lugar a dudas sobre el contenido económico/social del programa comunista: la abolición del trabajo asalariado y de la producción de mercancías.
"El objetivo de una economía realmente planificada sólo puede ser lograr que la producción esté de acuerdo con el consumo; sólo la plena satisfacción de este último - y no las ganancias o los privilegios, ni las demandas de la ‘defensa nacional’ o una industrialización ajena a las necesidades diarias de las masas - puede considerarse como impulso para la producción. La primera condición para tal enfoque sólo puede ser, así, la desaparición del trabajo asalariado, la piedra angular de la ley del valor, universalmente presente en las sociedades capitalistas, incluso si muchos de ellos afirman hoy ser socialistas o comunistas".
Pero, al mismo tiempo, toda esta fortaleza del PSCM con respecto al contenido de la transformación comunista también tiene un lado débil: una tendencia a asumir que el trabajo asalariado y la producción de mercancías pueden ser abolidos desde el primer día, incluso en el contexto de un solo país. Es cierto, como dice el texto, que "desde el primer día, la sociedad en transición nacida de esta victoria debe apuntar hacia este objetivo. No debe perder de vista por un instante la estricta interdependencia entre producción y consumo". Pero como ya hemos subrayado, el proletariado en un solo país nunca debe perder de vista el hecho de que, cualesquiera que sean las medidas que emprenda, éstas sólo pueden ser temporales mientras la victoria revolucionaria no se haya logrado a una escala mundial, y que por lo tanto seguirán estando sometidas a las leyes del capitalismo. Que Munis no tenga presente esto en todo momento se pone de manifiesto en Partido- Estado, donde, por ejemplo, presenta el comunismo de guerra como una especie de ‘no capitalismo’ y ve la NEP como la restauración de las relaciones capitalistas. Ya hemos criticado este enfoque en dos artículos en la Revista Internacional núm. 25 y 52[26]. También está confirmado por lo que Munis siempre mantuvo sobre los acontecimientos en España 36-37: para él, la Revolución española fue incluso más profunda que la Revolución rusa. Y esto, en parte, porque en mayo de 1937, los trabajadores mostraron por primera vez, con las armas en las manos, una comprensión del papel contrarrevolucionario del estalinismo. Pero también consideraba que las colectivizaciones industriales y agrarias españolas habían representado pequeños islotes de comunismo[27]. En resumen: que las relaciones comunistas serían posibles incluso sin la destrucción del Estado burgués y la extensión internacional de la revolución. En estas concepciones, vemos, una vez más, una nueva versión de las ideas anarquistas, e incluso un anticipo de la corriente de la “comunización” que se desarrollará en la década de 1970, y que hoy tiene bastante influencia en el seno de un amplio movimiento anarquista.
Y si bien una ruptura incompleta con el trotskismo a veces toma esta dirección anarquista, también puede manifestarse en las resacas más clásicas del trotskismo. Por ello el PSMC finaliza con una especie de versión actualizada del Programa de Transición de 1938. Citamos extensamente lo que, a este propósito, señalamos en nuestro artículo en la Revista International 52:
"En su 'Por un Segundo Manifiesto Comunista', el FOR consideró correcto plantear todo tipo de reivindicaciones transitorias, en ausencia de movimientos revolucionarios del proletariado. Estas van desde la semana de 30 horas, la supresión del trabajo por piezas y el cronometraje en las fábricas a la “demanda de trabajo para todos, desempleados y jóvenes” en el terreno económico. En el plano político, el FOR exige a la burguesía ‘derechos’ y ‘libertades’ democráticos. “libertad de expresión, de prensa, de reunión y derecho de los trabajadores a elegir delegados permanentes de taller, de fábrica o de oficio”, “sin ninguna formalidad judicial o sindical” (Pro Segundo Manifiesto pág. 65-71). Todo esto está dentro de la ‘lógica’ trotskista, según la cual basta seleccionar bien las reivindicaciones para llegar gradualmente a la revolución. Para los trotskistas, todo el truco es saber cómo ser un pedagogo para los trabajadores, que no sabrían que reivindicar; poner ante ellos las zanahorias más apetitosas para empujar a los trabajadores hacia su ‘partido’. ¿Es esto lo que quiere Munis con su Programa de Transición ‘bis’ (…)
El FOR todavía no entiende hoy:
Es muy característico que el FOR coloque al mismo nivel sus consignas reformistas sobre los ‘derechos y libertades’ democráticos para los trabajadores, y consignas que sólo podrían surgir en un período totalmente revolucionario. Así, encontramos eslóganes mezclados caóticamente como:
*“expropiación del capital industrial, financiero y agrícola”;
*“gestión por los trabajadores de la producción y distribución de los productos”;
*” destrucción de todos los instrumentos de guerra, tanto atómicos como clásicos; disolución de los ejércitos y policías, reconversión de las industrias de guerra en industrias de consumo”;
*“armamento individual de los explotados por el capitalismo, organizados territorialmente según el esquema de comités democráticos de gestión y distribución”;
*”supresión del trabajo asalariado empezando por elevar el nivel de vida de las capas sociales más pobres para alcanzar finalmente la libre distribución de los productos según las necesidades de cada uno.”;
*“supresión de las fronteras y constitución de un gobierno único y una economía única, a medida que se produzca el triunfo del proletariado en distintos países.”
Todas estas consignas muestran enormes confusiones. El FOR parece haber abandonado cualquier brújula marxista. No hace distinción alguna entre un período prerrevolucionario en el que el capital domina políticamente, un período revolucionario en el que se establece un doble poder, y el período de transición (después de la toma del poder por parte del proletariado) que es cuando pueden ponerse en marcha (¡y no de manera inmediata!) la ‘supresión del trabajo asalariado’ y la ‘supresión de las fronteras’”. [28]
Munis murió en febrero de 1989. La CCI publicó un homenaje a él, que comenzaba diciendo: "el proletariado ha perdido a un militante que dedicó toda su vida a la lucha de clase" [29]. Después de trazar brevemente la historia política de Munis a través de la España en los años 30, su ruptura con el trotskismo en la Segunda Guerra Mundial, su estadía en las cárceles de Franco a principios de los años 50 y la publicación de Por un Segundo Manifiesto Comunista, el artículo retoma la historia a finales de los años 60:
En 1967, junto con compañeros del grupo venezolano Internacionalismo, participó en los esfuerzos para restablecer contactos con el medio revolucionario en Italia. Así, a finales de los años 60, con el resurgir de la clase obrera en el escenario de la historia, estará en la brecha junto a las débiles fuerzas revolucionarias existentes en aquel momento, incluyendo a quienes formarían Revolution Internationale en Francia. Pero, a principios de los años 70, lamentablemente permaneció fuera de las discusiones y los intentos de reagrupamiento que se tradujeron en particular en la constitución de la CCI en 1975. Aun así, Fomento Obrero Revolucionario (FOR), el grupo que formó en España y Francia, basado en las posiciones del ‘Segundo Manifiesto’, acordó, en principio, participar en la serie de conferencias de grupos de la Izquierda Comunista que comenzó en Milán en 1977. Pero esta actitud cambió en el curso de la segunda conferencia, el FOR se retiró de ella, y ésta fue la expresión de una tendencia hacia el aislamiento sectario que hasta ahora ha prevalecido en esta organización".
Hoy el FOR ya no existe. Siempre fue altamente dependiente del carisma personal de Munis, quien no fue capaz de transmitir una tradición sólida de organización a la nueva generación de militantes que se reunieron alrededor de él, y que habría podido servir como base para continuar el funcionamiento del grupo tras la muerte de Munis. Y como señalamos en este artículo, el grupo padeció una tendencia hacia el sectarismo que debilitó aún más su capacidad para sobrevivir.
El ejemplo de esta actitud que mencionamos en el homenaje fue el estrepitoso abandono por parte de Munis y su grupo de la segunda Conferencia de la Izquierda Comunista, alegando su desacuerdo con los demás grupos acerca del problema de la crisis económica. Aquí no vamos a examinar este problema en detalle, pero sí que podemos ver la posición esencial de Munis sobre esto en Por un Segundo Manifiesto Comunista:
"La recuperación del espíritu de lucha y el resurgimiento de una situación revolucionaria no puede esperarse, como pretenden ciertos marxistas que se inclinan hacia el automatismo económico, de una de esas crisis cíclicas, mal llamadas ‘crisis de sobreproducción’. Estas son sacudidas que reequilibran el caótico desarrollo del sistema, pero no el resultado de su agotamiento. La gestión capitalista sabe cómo atenuarlas, y, además, aunque alguna de ellas se presente, fácilmente podría favorecer los tortuosos planes de nuevos reaccionarios, que esperan su momento, con planes quinquenales en un bolsillo y estándares de producción en el otro. La crisis general del capitalismo es su agotamiento como un sistema social. Consiste, hablando resumidamente, en el hecho de que los instrumentos de producción en tanto que capital y de distribución de los productos, limitados por el trabajo asalariado, se han vuelto incompatibles con las necesidades humanas, e incluso con las máximas posibilidades que la tecnología podría ofrecer para el desarrollo económico. Esa crisis es insuperable para el capitalismo, y tanto en occidente como en Rusia, empeora cada día".
La posición de Munis no consiste simplemente en una negación de la crisis de sobreproducción. Es más, en un párrafo anterior del PSMC, atribuye tales crisis a una contradicción fundamental en el sistema, la que existe entre el valor de uso y el valor de cambio. Además, su rechazo de la idea de un ‘automatismo’, según el cual un crash económico conduciría mecánicamente a un avance de la conciencia revolucionaria, es totalmente acertado. También tiene Munis razón cuando dice que la aparición de una conciencia verdaderamente revolucionaria implica el reconocimiento de que las relaciones sociales mismas, subyacentes a la civilización, se han hecho incompatibles con las necesidades de la humanidad. Estos son puntos que pudieron haber sido discutidos con otros grupos de la Izquierda Comunista y ciertamente no justificaban abandonar la Conferencia de París, sin siquiera explicar sus divergencias reales.
De nuevo en su folleto 'La trayectoria quebrada de Revolución Internacional’[30], explica más ampliamente sus puntos de vista sobre la relación entre crisis económica y la conciencia de clase. Munis parece en ocasiones acertar, puesto que como hemos reconocido en nuestra Resolución sobre la Situación Internacional del 21º Congreso Internacional [129], la CCI algunas veces estableció un vínculo inmediatista y mecánico entre crisis y revolución [31]. Pero la realidad no dio la razón a Munis puesto que, nos guste o no, el sistema capitalista de hecho ha quedado estancado en una muy profunda crisis económica desde la década de 1970. Esta idea de que las crisis económicas serían simplemente parte del mecanismo de ‘regularización’ del sistema refleja, aparentemente, la potente influencia de la época en que fue escrito el PSMC -principios de los años 60, en el cénit del boom de la posguerra. Pero este pico fue seguido por un descenso rápido en una crisis económica mundial que ha demostrado ser fundamentalmente insuperable, a pesar de toda la energía que un sistema administrado por el Estado ha gastado para enlentecer y retrasar sus peores efectos. Y si es cierto que una conciencia auténticamente revolucionaria debe comprender la incompatibilidad entre las relaciones sociales capitalistas y las necesidades de la humanidad; el fracaso visible de un sistema económico que se presenta a sí mismo poco menos que como una encarnación de la naturaleza humana, seguramente jugará un papel clave permitiendo a los explotados deshacerse de sus ilusiones en el capitalismo y su inmortalidad.
Detrás de esta negativa a analizar la dimensión económica de la decadencia del capitalismo, se encuentra un voluntarismo no superado, cuyos fundamentos teóricos se remontan a la carta en que anunció su ruptura con la organización trotskista en Francia, el Partido Comunista Internacionalista, donde sostenía, tozudamente, la concepción de Trotsky, presentada en las primeras líneas del Programa de Transición, según la cual la crisis de la humanidad es la crisis del liderazgo revolucionario:
“La crisis de la humanidad -repetimos esto miles de veces junto con L.D. Trotsky- es una crisis de liderazgo revolucionario. Todas las explicaciones que tratan de emplazar la responsabilidad del fracaso de la revolución en las condiciones objetivas, en el desnivel ideológico o las ilusiones de las masas en el poder del estalinismo, o el atractivo ilusorio del ‘Estado obrero degenerado’, son erróneas y sólo sirven para excusar a los responsables, para distraer la atención del verdadero problema y dificultar su solución. Un auténtico liderazgo revolucionario, dado el nivel actual de las condiciones objetivas para la toma del poder, debe superar todos los obstáculos, superar todas las dificultades, triunfar sobre todos sus adversarios”[32]
Esta actitud 'heroica' fue la que llevó a Munis a ver la posibilidad de que la revolución pudiera surgir en no importa qué momento del período de decadencia del capitalismo. Le sucedió en los años 30, cuando Munis analizó los acontecimientos en España no como una prueba de la contrarrevolución triunfante sino como el punto más alto de la oleada revolucionaria que comenzó en 1917. Y también al final de la Segunda Guerra Mundial, cuando, como hemos visto, Munis creyó ver en los movimientos en España de 1951 como precursores de un embate revolucionario. Y, otro tanto, en el culmen del periodo del “boom” de los años 60, puesto que el Pro Segundo hace referencia a una "acumulación de formidables energías revolucionarias" que se estaría produciendo en el momento en que se escribía esa obra. Y del mismo modo que rechazó los esfuerzos de la CCI para examinar la evolución de la crisis económica, se opuso también a nuestro argumento de que, aunque la decadencia significa que la revolución proletaria está al orden del día en la historia, pueden existir sin embargo fases de profunda derrota y confusión en la clase durante este período, fases que hacen casi imposible la revolución, y que confieren diferentes tareas a la organización revolucionaria.
Pero por importantes que pudieran ser tales errores, son errores comprensibles de un revolucionario que desea, con todo su ser, ver el fin del capitalismo y el comienzo de la revolución comunista. Por esta razón nuestro homenaje concluía:
“Está claro, pues, que mantenemos muy importantes diferencias con el FOR, lo que nos ha llevado a polemizar con ellos en varias ocasiones en nuestra prensa (ver en particular el artículo en la Revista Internacional 52). Sin embargo, a pesar de los serios errores que pudo haber cometido, Munis permaneció hasta el fin como un militante que fue profundamente leal al combate de la clase trabajadora. Él fue uno de esos muy raros militantes que permanecieron de pie ante las presiones de la más terrible contrarrevolución que el proletariado haya conocido jamás, cuando muchos desertaron o incluso traicionaron la lucha militante, él permaneció una vez más allí, al lado de la clase en el histórico resurgir de sus luchas a finales de los años 60.
Rendimos nuestro homenaje a este militante de la lucha revolucionaria, a su lealtad e inquebrantable compromiso con la causa proletaria. A los camaradas del FOR, enviamos nuestros saludos fraternales”.
Uno de los mejores relatos de la vida de Munis fue escrito por Agustín Guillamón en 1993, con el título ‘G Munis, un revolucionario desconocido’ [130] . Uno de los principales puntos que se resumen es que la mayoría de esos militantes que, a través de las pruebas y tribulaciones del siglo XX, permanecieron leales a la causa proletaria, no fueron recompensados por la fama o fortuna: junto a Munis, menciona a Onorato Damen, Amadeo Bordiga, Paul Mattick, Karl Korsch, Ottorino Perrone, Bruno Maffi, Anton Pannekoek [131] y Henk Canne-Meijer [33]. Todo lo contrario de lo que puede verse en nuestro obituario para Castoriadis publicado en inglés con el título: 'Muerte de Cornelius Castoriadis: la burguesía rinde tributo a uno de sus siervos’ [132]. Podemos dejar que el artículo hable por sí mismo, añadiendo algunos comentarios.
"La prensa burguesa, especialmente en Francia, ha hecho algo de ruido sobre la muerte de Cornelius Castoriadis. Le Monde se refirió a él en dos ediciones sucesivas (28-29 de diciembre y 30 de diciembre de 1997) y dedicó una página completa a él bajo un título significativo: ‘Muerte de Cornelius Castoriadis, revolucionario antimarxista’. Este título es típico de los métodos ideológicos de la burguesía. Contiene dos verdades que envuelven la mentira que quieren hacernos tragar. Las verdades: Castoriadis está muerto, y era antimarxista. La mentira: que fuera un revolucionario. Para apuntalar la idea, Le Monde recuerda las propias palabras de Castoriadis, 'repetidas hasta el final de su vida': ‘Pase lo que pase seguiré siendo ante todo un revolucionario’”.
Y es verdad que, en su juventud, había sido un revolucionario. A finales de la década de 1940 rompió con la ‘4° Internacional’ trotskista junto con un número de otros compañeros y animó la revista Socialismo o Barbarie. En ese momento SoB representaba un esfuerzo, aunque confuso y limitado por su origen trotskista, por desarrollar una línea proletaria del pensamiento en medio de la contrarrevolución triunfante. Pero en el transcurso de la década de 1950, bajo el impulso de Castoriadis (quien firmaba sus artículos como Pierre Chaulieu y luego como Paul Cardan), SoB fue rechazando cada vez más los ya débiles cimientos marxistas con que se había edificado. En particular, Castoriadis desarrolló la idea de que el antagonismo real en la sociedad ya no era entre explotadores y explotados sino entre 'quienes dan órdenes y quienes las reciben'. SoB acabó desapareciendo a principios de 1966, apenas dos años antes de los acontecimientos de mayo de 68, que marcaron el resurgimiento histórico de la lucha de clases a nivel mundial, tras casi medio siglo de contrarrevolución. Castoriadis, de hecho, había dejado de ser revolucionario mucho antes de morir, incluso si fue capaz de mantener el aspecto ilusorio de que lo era.
Castoriadis no fue el primero en traicionar las convicciones revolucionarias de su juventud. La historia del movimiento obrero está plagada de estos ejemplos. Lo que lo caracteriza, sin embargo, es que él disfrazó su traición con los harapos del ‘radicalismo político’, aparentando oponerse a la totalidad del orden social existente. Podemos comprobarlo en el artículo escrito en Le Monde Diplomatique en respuesta a su último libro: “Hecho y por hacer”, de 1997:
“Castoriadis nos da las herramientas para contestar, para construir barricadas, para vislumbrar el socialismo del futuro, para pensar en cambiar el mundo, para desear cambiar la vida políticamente... ¿Qué herencia política puede venir de la historia del movimiento obrero, cuando ahora es evidente que el proletariado no puede desempeñar el papel de fuerza motriz que el marxismo le atribuyó? Castoriadis responde con un excelente programa que combina las más altas exigencias de la política humana con lo mejor del ideal socialista... Acción y pensamiento están en busca de un nuevo radicalismo, ahora que está cerrado el paréntesis leninista, ahora que el Estado policiaco del marxismo histórico se ha ido a la basura”.
En realidad, este 'radicalismo' que tanto hacía babear a periodistas de altos vuelos, no era sino una hoja de parra que ocultaba que el mensaje de Castoriadis resultaba extremadamente útil para las campañas ideológicas de la burguesía. Así su declaración de que el marxismo había sido pulverizado (‘El ascenso de la insignificancia’, 1996), vino a dar un espaldarazo “radical” a toda la campaña sobre la muerte del comunismo que se desarrolló a raíz del colapso de los regímenes estalinistas del bloque del este en 1989".
Ya vimos algunos signos de esa búsqueda de reconocimiento en la decisión del grupo de Castoriadis de escribir para Les Temps Modernes de Sartre, algo que fue enérgicamente criticado por la GCF[34]. Pero fue cuando abandonó finalmente la idea de una revolución de la clase obrera y comenzó a especular sobre una especie de utopía de ciudadanos autónomos; cuando se zambulló en las aguas más oscuras de la sociología y el psicoanálisis lacaniano; fue entonces cuando se volvió más atractivo para las academias burguesas y las ramas más sofisticadas de los medios de información, que se mostraron bastante dispuestos a perdonarle las locuras de su juventud y aceptarlo en su muy confortable redil.
Pero nuestro artículo ('Muerte de Cornelius Castoriadis: …’) acusa a Castoriadis de una traición más grave que la renuncia a la vida militante o la búsqueda ante todo de progresión profesional:
"Pero la verdadera prueba del radicalismo de Castoriadis ya había tenido lugar en los años 80 cuando, bajo el liderazgo de Reagan, la burguesía occidental lanzó una campaña ensordecedora contra la amenaza militar que representaría el 'Imperio del mal' de la URSS, con objeto de justificar un rearme como no se había visto desde la Segunda Guerra Mundial. En ese momento fue cuando Castoriadis publicó su libro ‘Ante la Guerra’, donde trataba de demostrar la existencia de un 'desequilibrio masivo’ en favor de Rusia, ‘una situación que era prácticamente imposible modificar para los estadounidenses’. Este ‘análisis’ fue, además, frecuentemente citado por Marie-France Garaud, una ideóloga de la derecha ultra-militarista, y vocera, en Francia, de las campañas reaganianas.
A finales de los 80, la realidad demostró que el poder militar ruso era en realidad muy inferior a la de los Estados Unidos, pero esto no desinfló la arrogancia de Castoradis, ni atenuó las alabanzas de los periodistas hacia él. Tampoco esto es nuevo. A partir de 1953-4, incluso antes de que abandonara abiertamente el marxismo, Castoriadis desarrolló toda una teoría según la cual el capitalismo ya había superado definitivamente su crisis económica (ver 'La dinámica del capitalismo' en SoB nº 120). Sabemos lo que sucedió después: la crisis del capitalismo regreso con más fuerza a finales de los 60. Cuando, en 1973, se publicaron en colección de bolsillo (Ediciones 10/18) las obras de Castoriadis, se dejaron aparte algunos textos poco gloriosos, para que su amigo Edgar Morin pudiese decir entonces: ‘¿Quién puede hoy publicar sin vergüenza y casi orgullosamente, los textos que marcaron su trayectoria política desde 1948 a 1973, sino un espíritu singular como Castoriadis?' (Le Nouvel Observateur)".
¿Es que Castoriadis llamó abiertamente para la movilización de los trabajadores en defensa de la ‘democracia occidental’, contra lo que él llamó la ‘estratocracia’ del bloque oriental? En un ‘hilo’ del foro de Libcom en 2011, un ‘post’ firmado por 'Julien Chaulieu', se opone al ‘post’ original, que era un resumen de la vida de Castoriadis escrito por la Federación Anarquista en el Reino Unido, y donde se afirmaba que “En su última etapa, Castoriadis se orientó hacia las Investigaciones filosóficas, hacia el psicoanálisis. En este período, su falta de conocimiento de los acontecimientos y los sociales de entonces, le llevó hacia una tentativa de Occidente -donde la lucha era aún posible – contra el imperialismo estalinista”[35].
A lo que Julien Chaulieu respondió:
"Como alguien que ha estudiado todas sus obras, junto a Guy Debord y muchos otros anarquistas-libertarios socialistas, puedo confirmar que la declaración anterior es totalmente falsa. Castoriadis nunca defendió al Occidente. Esto fue un malentendido a partir de una propaganda del partido social fascista estalinista griego (Partido Comunista de Grecia -PCG -). En esta entrevista grabada en vídeo (que por desgracia sólo existe en griego) afirma que la URSS era efectivamente opresiva y tiránica, pero que eso no significa que debamos defender a las potencias occidentales que son igualmente brutales hacia el 'Tercer mundo'. El hecho de que abandonase las ideas socialistas típicas, y se orientase hacia la autonomía, originó airadas reacciones en el seno del PCG.
En esta entrevista él indicó lo siguiente:
“Las sociedades occidentales no son sólo sociedades capitalistas. Si alguien es un marxista dirá que el modo de producción en el mundo occidental es capitalista, por lo tanto, estas sociedades son capitalistas porque el modo de producción determina todo. Pero estas sociedades no son sólo capitalistas. También se autodefinen como democracias, (yo no las llamo democráticas porque tengo una definición diferente de la democracia), yo las llamo oligarquías liberales. Pero en estas sociedades hay un elemento democrático que no ha sido creado por el capitalismo. Por el contrario, ha sido creado en contraste con el capitalismo. Se creó mientras Europa salía de la Edad Media, y una nueva clase social se estaba creando, la llamada clase media (que nada tiene que ver con los capitalistas), que trató de obtener cierta libertad de los señores feudales, los reyes y la iglesia. Este movimiento sigue después del Renacimiento con la revolución inglesa en el siglo 17º, las revoluciones francesa y americana en el siglo 18º que dieron lugar a la creación del movimiento obrero”.
En realidad, se muestra muy crítico con el capitalismo, desmontando el mito de 'el capitalismo es el único sistema que funciona, lo menos malo', que es el enfoque occidental dominante. Nada hay aquí en pro del capitalismo. Por el contrario, él señala la verdad que ha sido destruida por estúpidos liberales".
Pero lo aparece realmente en esta cita, junto a su análisis alarmista del poderío militar ruso, y una vez más en algunas de sus declaraciones cuando la guerra del Golfo de 1991[36], es que los textos ulteriores de Castoriadis crean una zona de ambigüedad, que puede ser fácilmente explotada por los buitres verdaderos de la sociedad capitalista, por mucho que Castoriadis mismo evite incriminarse en declaraciones abiertamente pro-belicistas.
Nuestro artículo también podía haber añadido que hay otra faceta del ‘legado de Castoriadis’: él es, en cierto sentido, uno de los padres fundadores de lo que hemos llamado la corriente “modernista” (y que, recordemos, se ha inspirado siempre, y en gran medida, por la versión Castoriadis surgida del trotskismo); compuesta de diversos grupos e individuos que pretenden haber superado el marxismo, pero que se siguen considerando a sí mismos como revolucionarios, e incluso comunistas. Varios miembros de la Internacional Situacionista, que tendieron hacia esta dirección, fueron incluso miembros de SoB, pero el paso de esta antorcha es una tendencia más general y no depende de una continuidad física directa. Los Situacionistas, por ejemplo, están de acuerdo con Castoriadis en la consigna de la autogestión generalizada, y convienen también que el análisis marxista de la crisis económica era una antigualla; pero no siguen a Castoriadis en el abandono de la idea de la clase obrera como la fuerza motriz de la revolución. Por otro lado, la tendencia principal del modernismo ulterior - que hoy tiende a autocalificarse como "movimiento para la comunización"- han leído a Marx y a Bordiga y son capaces de mostrar que esta noción de autogestión es completamente compatible con la ley del valor. Pero, en cambio, sí heredan de Castoriadis el abandono de la clase obrera como sujeto de la historia. Y, de igual modo, que la ‘superación’ de Marx, retrotrajo a Castoriadis a Proudhon; esta potente acción de “aufhebung” (autosupresión) tan en boca de los “comunizadores” les devuelve a Bakunin, que contemplaba una inmolación de todas las clases en la gran conflagración del porvenir. Pero esto es una polémica que deberemos abordar en otro momento.
C D Ward, diciembre de 2017
[1] Ver El comunismo esta al orden del día. Castoriadis, Munis y el problema de la ruptura con el trotskismo (primera parte) [124], Revista Internacional nº 161
[2] Chaulieu era el nombre de guerra de Cornelius Castoriadis que empleó también los de Paul Cardan y otros. Montal fue el de Claude Lefort
[3] Ver En memoria de Munis, militante de la clase obrera, Revista Internacional nº 58, https://es.internationalism.org/revista-internacional/200608/1028/en-memoria-de-munis-militante-de-la-clase-obrera [133]
[4] Ver en Revista Internacional nº 72: "Documento - Nacionalismo y antifascismo [55]". Y, en inglés, "Revolucionarios Derrotistas en Grecia durante la II Guerra mundial [134]".
[5] Ver en Revista Internacional nº 102 Lecciones de una ruptura incompleta con el anarquismo, https://es.internationalism.org/revista-internacional/200007/772/anarquismo-y-comunismo-los-amigos-de-durruti-lecciones-de-una-ruptu [135]
[6] Para un análisis de estos acontecimientos ver España 1937, el Frente Popular contra los obreros de Barcelona, https://es.internationalism.org/revista-internacional/200608/1028/en-memoria-de-munis-militante-de-la-clase-obrera [133]
[7] Véase este texto de 1945, en inglés: “Defense of the Soviet Union and Revolutionary Tactics [136].
[9] Disponibles en inglés: On the Content of Socialism I - Socialisme Ou Barbarie [138], On the Content of Socialism II - Socialisme Ou Barbarie [128], On the Content of Socialism III - Socialisme Ou Barbarie [139]: .
[10] Publicado como tal en español en Ed. Zero, 1976.
[11] Escrito durante la guerra, pero publicado íntegramente en los años que la siguieron. Ver https://www.marxists.org/espanol/pannekoek/1940s/consejosobreros/index.htm [140] La referencia de Castoriadis a éste puede verse en, On the Content of Socialism III - Socialisme Ou Barbarie [139]
[12] CS II
[13] Capítulo XLVIII
[14] Véase nuestro anterior artículo de esta serie: “El derribo del fetichismo de la mercancía”. [141] https://es.internationalism.org/revista-internacional/199404/1858/vii-el-estudio-de-el-capital-y-los-principios-del-comunismo-2a-par [141]
[15] "Solidarity, the market and Marx [142]" (Solidaridad el mercado y Marx). Este texto es igualmente interesante puesto que saluda la aparición de nuevos grupos tales como Workers Voice en Liverpool, Internationalism en Estados Unidos, y el grupo de Londres que tras separarse de Solidarity, dio lugar a World Revolution, como grupos mucho más claros que Solidarity sobre el contenido del socialismo/comunismo. Lo que no hace es oponerse a la concepción esencialmente nacional del socialismo que aparece en CS II, una debilidad esta que aflige inevitablemente al PS de la GB con su visión de un camino parlamentario al socialismo. Ver nota siguiente.
[16] Nosotros consideramos - y creemos que en esto estamos más cerca de lo que plantea Marx aunque él prefiriera más el término “comunismo -, que socialismo y comunismo es lo mismo. Una sociedad en la que el trabajo asalariado, la producción de mercancías y las fronteras nacionales, han sido superadas.
[17] Ver nuestro artículo El boom de postguerra no cambio el curso en el declive del capitalismo [143]
[18] El Capital Volumen I, capitulo I
[19] Es interesante anotar que en una carta a Socialismo o Barbarie en 1953, Antón Pannekoek ya había subrayado esa concepción restrictiva de los consejos obreros por parte del grupo francés: “Mientras que vosotros limitáis la actividad de estos organismos a la organización del trabajo en las fábricas tras la toma del poder social por los trabajadores, nosotros los consideramos también como los organismos a través de los cuales, los trabajadores van a conquistar ese poder”. Letter to Socialisme ou Barbarie [144]
[20] CS II.
[22] El texto Los sindicatos contra la revolución, puede verse en las Obras Completas tomo III [146] (pag 71 y siguientes).Este texto fue igualmente publicado en Internationalism a principios de los años 70, con una introducción de Judith Allen, Los sindicatos y el reformismo (Idem [146], pag 104 y siguientes). Munis respondió a esto en Lio teórico y netitud revolucionaria (Idem [146], pag 109 y siguientes).
El texto Pro Segundo Manifiesto puede verse en Obras Completas tomo II [147] (pag. 7 y siguientes).
[23] Ver en francés Les rapports de production en Russie [148]. Se trata del Volumen I del trabajo La sociedad burocrática. Ed Tusquets 1978
[24] Ver nota anterior.
[25]Obras Completas tomo I [149] (pág. 72 y siguientes).
[26] Las confusiones de Fomento Obrero Revolucionario sobre Rusia 1917 y España 1936 [150]. Y “¿Donde va el FOR?.(en versión digital en inglés [151]) o en Revista Internacional nº 52.
[27] Ver en nuestro libro 1936: Franco y la República masacran a los trabajadores, el capítulo V, El mito de la revolución española y en su seno Crítica de Jalones de Derrota, promesas de victoria, https://es.internationalism.org/cci/200602/753/1critica-del-libro-jalones-de-derrota-promesas-de-victoria [152]
[28] Ver el artículo mencionado en la nota anterior “¿Dónde va el FOR?”.
[29]“En memoria de Munis, militante de la clase obrera”. [133] Revista Internacional nº 58
[30] Obras Completas tomo II [147]. (págs. 80 y siguientes).
[31] Revista Internacional nº 156. Véase igualmente nuestra Resolución sobre la Lucha de clases internacional en Revista Internacional del 22º Congreso [39] en Revista Internacional nº 159.
[33] Curiosamente, no incluye a Marc Chirik en la lista, o en el conjunto del artículo, lo que le priva de una importante área de investigación, puesto que los debates entre Munis y la Izquierda Comunista de Francia a finales de los años 40 y los años 50 tuvieron un papel fundamental en la ruptura de Munis con el trotskismo. Además, a lo largo de todos los artículos de Munis sobre la crisis económica hay una polémica continua contra la concepción de la decadencia defendida por la GCF primero y luego por la CCI.
[34] El comunismo está al orden del día en la historia: Castoriadis, Munis y el problema de la ruptura con el trotskismo (primera parte). [124]
[35] En inglés. Castoriadis, Cornelius, 1922-1997 [153].
[36] Según Takis Fotopoulos. “Finalmente hay que mencionar su posición sobre la guerra del Golfo, que resultaba totalmente inaceptable para alguien que se declaraba a sí mismo como de la izquierda anti-sistema. Al contrario que otros analistas de izquierda como Noam Chomsky (¡para nada un extremista y sí también un entusiasta del hundimiento de la URSS!), Castoriadis no adoptó una posición inequívoca contra esta criminal guerra, que ha abierto la guerra a una eventual destrucción de Irak, sino que se mantuvo una actitud ‘equidistante’, entre la víctima (el pueblo iraquí) y el verdugo (la élite transnacional). Así, después de negar que el petróleo fuese la causa fundamental de la guerra en el Golfo (y más tarde, en consecuencia, de la invasión de Irak, lo que hoy reconoce incluso el jefe entonces del sistema de la Reserva Federal americana), sugiere en cambio - ¡una década antes de Samuel Huntington!- una especie de ‘choque de civilizaciones’ en versión Castoriadis. Se trata de hecho de una ‘actitud equidistante’ disimulada ante la víctima y ante el agresor (o sea la postura habitual adoptado por la izquierda en todas las guerras recientes de la élite transnacional): ‘El conflicto va ya mucho más allá de Saddam Hussein. Se encamina a transformarse en una confrontación entre, por un lado, sociedades sometidas a un imaginario religioso persistente y hoy en día fortalecido; y, por otra parte, sociedades occidentales que, de una u otra forma, se han visto libradas de ese imaginario, pero se han mostrado incapaces de transmitir al mundo otra cosa que no sea técnicas de guerra y de manipulación de la opinión´. No resulta sorprendente que, en los años 1990, Castoriadis, y por lo que yo sé, jamás dijo nada en contra del embargo occidental que resultó catastrófico para ese país y que supuso, según estimaciones de la ONU; la muerte de medio millón de niños iraquíes; ni contra los bombardeos mortíferos del país ordenados por la administración Clinton. No hay que insistir en que esta ‘postura equidistante’, similar a la sostenida por Castoriadis y la izquierda reformista, implica de hecho un apoyo indirecto a las élites dirigentes y a sus ‘guerras’”. En inglés The Autonomy Project and Inclusive Democracy: A critical review of Castoriadis ‘thought’ [154], Takis Fotopoulos, The International Journal of Inclusive Democracy Vol 4, Nº 2 (abril 2008).
Attachment | Size |
---|---|
![]() | 301.39 KB |
El centenario de la fundación de la Internacional Comunista (IC) nos recuerda que la Revolución de Octubre en Rusia había puesto la revolución proletaria mundial al orden del día de la historia. La revolución alemana, en particular, ya estaba en movimiento, una revolución crucial tanto para la supervivencia del poder soviético en Rusia como para la extensión de la revolución a los principales centros del capitalismo. En aquel momento, los diferentes grupos y tendencias que se mantuvieron fieles al marxismo revolucionario estaban convencidos de que la formación y la acción del partido de clase eran indispensables para la victoria de la revolución. Pero con perspectiva histórica, podemos decir que la formación tardía de IC, dos años después de la toma del poder en Rusia y varios meses después del comienzo de la revolución en Alemania, así como sus ambigüedades y errores en aspectos programáticos y organizativos esenciales, fueron elementos a considerar en la derrota de la ola revolucionaria internacional.
Debemos tener todo esto en cuenta al rememorar otro aniversario: Mayo de 1968 en Francia y la oleada de movimientos de clase que le siguieron. En los dos artículos anteriores de esta serie, hemos examinado el significado histórico de esos movimientos, expresiones del resurgimiento de la lucha de clases después de décadas de contrarrevolución: la contrarrevolución provocada por la aniquilación de las esperanzas revolucionarias de 1917-1923. Hemos tratado de comprender tanto el origen de los eventos de Mayo del 68 como el curso de la lucha de clases durante las cinco décadas siguientes, centrándonos en particular en las dificultades que la clase encuentra para reapropiarse de la perspectiva de la revolución comunista[1].
En este artículo, queremos tratar más en especial la evolución del medio político proletario desde 1968, y entender por qué, a pesar de los avances considerables en lo teórico y programático desde la primera ola revolucionaria, y a pesar del hecho de que los grupos proletarios más avanzados habían comprendido que era necesario tomar las medidas esenciales para la formación de un nuevo partido mundial antes de las confrontaciones decisivas contra el sistema capitalista, ese horizonte parece todavía muy lejano y, a veces, desaparece completamente de la escena.
El resurgimiento global de la lucha de clases a fines de la década de 1960 condujo a una renovación global del movimiento político proletario, la aparición de nuevos grupos que intentaban recuperar lo que había sido destruido por la contrarrevolución estalinista, produciéndose también cierto renacimiento de las pocas organizaciones que habían sobrevivido a aquel oscuro período[2].
Uno puede hacerse una idea de los componentes de este entorno mirando la lista tan diversa de los grupos contactados por los camaradas de Internacionalism de Estados Unidos para establecer una Red Internacional de Correspondencia[3]:
En su introducción, Internacionalism agregó que varios otros grupos lo habían contactado para pedirles participar: World Revolution – que se había separado, en esos días, del grupo Solidarity en Reino Unido; Pour le Pouvoir International des Conseils Ouvriers y Les Amis de 4 Millions de Jeunes Travailleurs (Francia); Internationell Arbearkamp (Suecia) Rivoluzione Comunista y Iniziativa Comunista (Italia).
Todas estas corrientes no eran producto directo de las luchas abiertas de finales de los sesenta y principios de los setenta: muchas las habían precedido, como Battaglia Comunista en Italia y el grupo Internacionalismo en Venezuela. Otros grupos que se habían desarrollado antes de las luchas alcanzaron su punto máximo por aquellos años de 1968 y luego declinaron rápidamente, el ejemplo más patente son los situacionistas. Sin embargo, el surgimiento de ese nuevo medio de elementos en busca de posiciones comunistas era la expresión de un proceso profundo de crecimiento "subterráneo", de una creciente desafección hacia la sociedad capitalista que afectaba, a la vez, al proletariado (y esto también tomó la forma de luchas abiertas como los movimientos de huelga en España y Francia antes del 68) y a amplias capas de la pequeña burguesía que ya estaban en camino de proletarizarse. De hecho, la rebelión de estas últimas capas en particular ya había tomado una forma abierta antes de 68, en particular la revuelta en las universidades y las protestas estrechamente relacionadas contra la guerra y el racismo que alcanzaron los niveles más espectaculares en Estados Unidos y Alemania y, por supuesto, en Francia, donde la revuelta estudiantil desempeñó un papel claro en el desencadenamiento del movimiento obrero en mayo del 68. Sin embargo, el resurgimiento masivo de la clase obrera después de 68 dio una respuesta clara a aquellos que, como Marcuse, habían comenzado a urdir teorías sobre la integración de la clase obrera en la sociedad capitalista y su sustitución como vanguardia revolucionaria por parte de otras capas, como los estudiantes. La clase obrera volvía a afirmar que las claves del futuro de la humanidad están en manos de la clase explotada como lo había hecho en 1919, convenciendo a muchos jóvenes rebeldes y elementos en búsqueda, independientemente de su origen sociológico, de que su propio futuro político radica en la lucha obrera y en el movimiento político organizado de la clase obrera.
El profundo vínculo entre el resurgimiento de la lucha de clases y esa nueva capa politizada confirma el análisis materialista desarrollado en la década de 1930 por la Fracción italiana de la Izquierda Comunista: el partido de clase no existe fuera de la vida de la clase. Es, por supuesto, un factor vital y activo en el desarrollo de la conciencia de clase, pero también es un producto de este desarrollo, y no puede existir en los períodos en que la clase ha experimentado una derrota mundial histórica como en las décadas de los 20 y 30. Los camaradas de la Izquierda italiana habían experimentado esa verdad en sus propias carnes, pues vivieron un período que había visto la degeneración de los partidos comunistas y su recuperación por parte de la burguesía, y la reducción de las verdaderas fuerzas comunistas a pequeños grupos asediados, como el de ellos. Concluyen que el partido no podrá reaparecer hasta que toda la clase se haya recuperado de su derrota a escala internacional y de que esta vuelva a plantear la cuestión de la revolución: la principal tarea de la facción es, por lo tanto, defender los principios del comunismo, aprender de las derrotas pasadas y actuar como un puente hacia el nuevo partido que se formará cuando el curso de la lucha de clases se vea profundamente alterado. Y cuando varios camaradas de la Izquierda italiana olvidaron esta lección esencial y se precipitaron en Italia a formar un nuevo partido en 1943 cuando, a pesar de algunas expresiones importantes de revuelta proletaria contra la guerra, especialmente en Italia, la contrarrevolución aún reinaba, los camaradas de la Izquierda Comunista de Francia tomaron la antorcha abandonada por una Fracción italiana que se disuelve precipitadamente en el Partido Comunista Internacionalista (PCInt)[4].
Pero como a fines de los años sesenta y principios de los setenta, la clase finalmente se libró de las cadenas de la contrarrevolución, aparecieron nuevos grupos proletarios en el mundo y hubo una dinámica de debate, de confrontación y de reagrupamiento entre estas nuevas corrientes, la perspectiva de la formación del partido - no en la inmediatez, por supuesto - se planteó, de nuevo, seriamente.
La dinámica hacia la unificación de las fuerzas proletarias tomó varias formas, ya que los primeros viajes de Marc Chirik y otros del grupo Internacionalismo en Venezuela relanzaron la discusión con los grupos de la Izquierda italiana, las conferencias organizadas por el grupo francés Information et Correspondance Ouvrières (ICO), en la red internacional de correspondencia lanzada por Internacionalism. Este último se concretó en las reuniones de Liverpool y Londres de varios grupos en el Reino Unido (Workers Voice, World Revolution, Revolutionary Perspectives), que también se habían separado de Solidarity y fueron el precursor de la actual Communist Workers Organisation, con RI y el GLAT de Francia.
Este proceso de confrontación y debate no siempre ha sido fácil: la existencia de dos grupos de la Izquierda Comunista en Gran Bretaña –una situación que muchos elementos en busca de una política de clase encuentran extremadamente confuso– hoy se puede atribuir a la inmadurez y el fracaso del proceso de reunificación después de las conferencias en el Reino Unido. Algunas de las divisiones que tuvieron lugar en ese momento apenas se justificaron porque fueron provocadas por diferencias secundarias– por ejemplo, el grupo que se formó Pour une Intervention Communiste (PIC) en Francia se separó de RI precisamente cuándo se produjo un folleto sobre el golpe militar en Chile. Sin embargo, se estaba llevando a cabo un proceso real de asentamiento y reagrupación. Los compañeros de RI en Francia intervinieron enérgicamente en las conferencias de Information et Correspondance Ouvrières para insistir en la necesidad de una organización política basada en una plataforma clara en oposición a las nociones de obreristas, consejistas y "anti-leninistas", que eran extremadamente influyentes en ese momento, y esta actividad aceleró su unificación con grupos en Marsella (Cahiers des Communistes de Conseils) y Clermont-Ferrand. El grupo RI también estuvo muy activo a nivel internacional y su creciente convergencia con WR, Internationalism, Internacialismo y nuevos grupos en Italia y España llevó a la creación de la CCI en 1975, mostrando la posibilidad de organizarse a escala internacional y de manera centralizada. La CCI, como GCF en la década de 1940, se consideraba a sí misma como la expresión de un movimiento más amplio y no veía su formación como el punto final del proceso más general de reagrupamiento. El nombre "Corriente" expresa este enfoque: no éramos una fracción de una organización antigua, aunque continuamos gran parte del trabajo de las fracciones antiguas, y formamos parte de una tendencia mayor hacia el partido del futuro.
Las perspectivas para la CCI parecían ser muy optimistas: la unificación exitosa de tres grupos en Bélgica hizo posible extraer lecciones del reciente fracaso del Reino Unido y algunas secciones de la CCI (particularmente en Francia y en el Reino Unido) crecieron significativamente en número. WR, por ejemplo, se cuadruplicó en relación con su núcleo original, y en un momento dado, RI tenía suficientes miembros solo en París para tener una sección norte y una sección sur en esa ciudad. Por supuesto, todavía estamos hablando de números muy pequeños, sin embargo, fue una expresión significativa de un desarrollo real en la conciencia de clase. Mientras tanto, el Partido Comunista Internacional Bordigista (Programma/Le Prolétaire) creó secciones en varios países nuevos y se convirtió rápidamente en la organización más grande de la Izquierda Comunista.
Y el establecimiento de conferencias internacionales de la Izquierda Comunista, inicialmente convocadas por Battaglia y apoyadas con entusiasmo por la CCI, ha sido de particular importancia en este proceso, aunque hemos criticado los temas iniciales base de la convocatoria para las conferencias (para discutir el fenómeno del "eurocomunismo", que Battaglia llamó la "socialdemocratización" de los partidos comunistas).
Durante aproximadamente tres años, las conferencias constituyeron un polo de referencia, un marco de debate organizado que atrajo a grupos de diversos horizontes[5]. Los textos y presentaciones de las reuniones fueron publicados en una serie de folletos; los criterios de participación en las conferencias se definieron más claramente que en la invitación original, y los temas debatidos se centraron más en temas cruciales como la crisis capitalista, el papel de los revolucionarios, la cuestión de las luchas nacionales, etc. Los debates también permitieron que los grupos compartieran perspectivas comunes (como en el caso de CWO y Battaglia, CCI y Fur Kommunismen en Suecia).
Sin embargo, a pesar de estos desarrollos positivos, el movimiento revolucionario renacido ha sufrido muchas debilidades heredadas del largo período de la contrarrevolución.
Por un lado, un gran número de los que pudieron haber sido ganados por la política revolucionaria fueron absorbidos por el aparato del izquierdismo, que también había crecido considerablemente a raíz de los movimientos de clase posteriores a 1968. Los maoístas y especialmente los trotskistas ya estaban entrenados y ofrecían una alternativa radical a los partidos "estalinistas" oficiales cuyo papel como rompehuelgas en los eventos de 1968 y posteriores era evidente. Daniel Cohn-Bendit, "Danny el Rojo", el famoso líder estudiantil del mayo 68, escribió un libro en el que atacaba la función del Partido Comunista y proponía una "alternativa de izquierda" que se refería con aprobación a la Izquierda Comunista de la década de 1920 y a grupos consejistas como ICO en este momento[6]. Pero como muchos otros, Cohn-Bendit perdió la paciencia con la idea de permanecer en el pequeño mundo de los verdaderos revolucionarios y buscó soluciones más inmediatas que también le ofrecieran la posibilidad de una carrera, y es ahora un miembro de los Verdes alemanes que sirvieron a su partido en el Estado burgués ... Su trayectoria –desde ideas potencialmente revolucionarias hasta el callejón sin salida del izquierdismo– fue seguida por varios miles de elementos.
Pero algunos de los mayores problemas que enfrentó el medio emergente fueron "internos", aunque en última instancia reflejaron la presión de la ideología burguesa sobre la vanguardia proletaria.
Los grupos que habían mantenido una existencia organizada durante el período de contrarrevolución –en gran parte los grupos de la Izquierda italiana– se habían vuelto más o menos osificados. Los bordigistas, especialmente los diversos Partidos Comunistas Internacionales[7], se habían protegido contra la lluvia constante de nuevas teorías que "trascendían el marxismo" al convertir al marxismo en un dogma, incapaz de responder a los nuevos desarrollos, como se evidencia con su reacción a los movimientos de clase después del 68, esencialmente el mismo que Marx ya se había burlado en su carta a Ruge en 1843 de esto: "¡Aquí está la verdad (el Partido), de rodillas!" Inseparable del concepto bordiguista de la "invariancia" del marxismo, encontrábamos un sectarismo extremo[8] que rechazaba cualquier noción de debate con otros grupos proletarios, una actitud encarnada en el rechazo de cualquier grupo bordiguista para participar en conferencias internacionales de la Izquierda Comunista. Pero si el llamado de Battaglia fue solo un pequeño paso adelante para salir de la actitud de considerar a su propio pequeño grupo como el único guardián de la política revolucionaria, él mismo no estaba exento de una actitud de sectaria: su invitación excluía inicialmente grupos bordiguistas y no fue enviado a la CCI en su conjunto, pero sí a su sección en Francia, traicionando una idea tácita de que el movimiento revolucionario se hace de "franquicias" separadas en diferentes países (Battaglia sosteniendo así, obviamente, la franquicia italiana).
Además, el sectarismo no se limitaba a los herederos de la Izquierda italiana. Las discusiones sobre el reagrupamiento en el Reino Unido fueron estropeadas. En particular, Workers Voice, que temía perder su identidad de grupo local con sede en Liverpool, rompió relaciones con la tendencia internacional en torno a RI y WR en relación con el tema del Estado en el período de transición, lo que no podría ser más que una cuestión abierta a tratar en el marco de un acuerdo entre revolucionarios sobre las posiciones de clase esenciales para el debate. La misma búsqueda de una excusa para interrumpir las discusiones fue luego adoptada por RP y el CWO (producto de una fusión efímera de RP y WV) que declaró que la CCI era contrarrevolucionaria porque no aceptaba que el Partido Bolchevique y la IC había perdido toda vida proletaria desde 1921, y ni siquiera a fechas posteriores cercanas. La CCI estaba mejor armada contra el sectarismo porque tenía sus orígenes en la Fracción italiana y en el GCF, que siempre se había considerado como parte de un movimiento político proletario más amplio y no el único depositario de la verdad. Pero la convocatoria de las conferencias también había puesto en evidencia elementos del sectarismo en sus propias filas; algunos camaradas respondieron inicialmente al llamado declarando que los bordiguistas e incluso Battaglia no eran grupos proletarios debido a sus ambigüedades sobre la cuestión nacional. Es significativo que el debate posterior sobre los grupos proletarios que condujo a una gran clarificación de la CCI[9] fue iniciado por un texto de Marc Chirik que había sido "formado" en la Izquierda italiana y francesa para entender que la conciencia de la clase proletaria no es de ninguna manera homogénea, ni siquiera entre las minorías más avanzadas políticamente, y que la naturaleza de clase de una organización no puede determinarse independientemente de su historia y de su respuesta a eventos históricos importantes, como la guerra o la revolución.
Con los nuevos grupos, estas actitudes sectarias fueron menos producto de un largo proceso de esclerosis que de inmadurez y una ruptura con las tradiciones y organizaciones del pasado. Estos grupos se enfrentaron a la necesidad de definirse a sí mismos en relación con la atmósfera dominante de la izquierda, de modo que una cierta rigidez de pensamiento aparecía a menudo como una defensa contra el peligro de ser absorbida por las organizaciones mucho más grandes de la izquierda burguesa. Y, sin embargo, al mismo tiempo, el rechazo del estalinismo y el trotskismo a menudo tomaba la forma de una huida hacia las actitudes anarquistas y consejistas –que no solo mostraban la tendencia a rechazar toda la experiencia bolchevique sino también una sospecha generalizada hacia la discusión sobre la formación de un partido proletario. Más concretamente, tales enfoques han favorecido las concepciones federalistas de organización, la identificación de las formas centralizadas de organización con burocracia e incluso con el estalinismo. El hecho de que muchos miembros de los nuevos grupos provinieran de un movimiento estudiantil mucho más marcado por la pequeña burguesía que el medio estudiantil actual reforzó estas ideas democráticas e individualistas, más claramente expresadas en el eslogan neo-situacionista "la militancia: la etapa suprema de la alienación"[10]. El resultado de todo esto es que el movimiento revolucionario ha pasado décadas luchando para comprender la cuestión de la organización, y esta falta de comprensión ha sido el centro de muchos conflictos y divisiones en el seno del movimiento. Por supuesto, la cuestión de la organización ha sido necesariamente un campo de batalla constante dentro del movimiento obrero (como lo demuestra la división entre marxistas y bakuninistas en la Primera Internacional, o entre bolcheviques y mencheviques en Rusia). Pero el problema de la reaparición del movimiento revolucionario a fines de la década de 1960 se vio agravado por la larga ruptura de la continuidad con las organizaciones del pasado, por lo que muchas de las lecciones dejadas por las luchas organizativas anteriores tuvieron que reaprenderse casi desde cero.
Es esencialmente la incapacidad del medio en su conjunto para superar el sectarismo lo que llevó al bloqueo y, en última instancia, al sabotaje de las conferencias[11]. Desde el principio, la CCI había insistido en que las conferencias no debían permanecer en silencio, sino que debían publicar, en la medida de lo posible, un mínimo de declaraciones comunes, para aclarar al resto del movimiento los puntos de acuerdo y desacuerdos que se han logrado, pero también, –como parte de importantes eventos internacionales como el movimiento de clases en Polonia o la invasión rusa de Afganistán– que se realicen declaraciones públicas conjuntas sobre temas que ya eran criterios esenciales para las mismas conferencias, como la oposición a la guerra imperialista. Estas propuestas, apoyadas por algunos, fueron rechazadas por Battaglia y el CWO por el hecho de que era "oportunista" hacer declaraciones conjuntas mientras que otras diferencias subsisten. Del mismo modo, cuando Munis y el FOR salieron de la segunda conferencia porque se negaron a discutir el tema de la crisis capitalista, y en respuesta a la propuesta de la CCI de una crítica conjunta del sectarismo de FOR, BC simplemente rechazó la idea de que el sectarismo era un problema: la FOR se había ido porque simplemente tenía posiciones diferentes, entonces ¿dónde estaba el problema?
Es claro que, bajo estas divisiones, había desacuerdos profundos sobre lo que debería ser una cultura de debate proletaria, y las cosas llegaron a un punto culminante cuando BC y la CWO de repente introdujeron un nuevo criterio para la asistencia a conferencias –una formulación sobre el rol del partido que contenía ambigüedades sobre su relación con el poder político que sabían que era inaceptable para la CCI y que efectivamente la excluía. Esta exclusión en sí misma fue una expresión concentrada del sectarismo, pero también mostró que la otra cara del sectarismo es el oportunismo: por un lado, porque la nueva definición "dura" del partido no impidió que la BC y la CWO celebrará una cuarta conferencia grotesca a la que solo ellos mismos y los izquierdistas iraníes de la UMC (Unidad de Militantes Comunistas)[12] participaron; y, por otro lado, porque, con el acercamiento de BC y CWO, BC probablemente había pensado haber eliminado todo lo que era posible de las conferencias, un ejemplo clásico del sacrificio del futuro del movimiento para obtener beneficios inmediatos. Y las consecuencias del estallido de las conferencias han sido realmente duras: la pérdida de cualquier marco organizado de debate, solidaridad mutua y práctica común entre las organizaciones de la Izquierda Comunista, que nunca se ha restaurado, a pesar de esfuerzos ocasionales de trabajo conjunto en los años siguientes.
El colapso de las conferencias rápidamente se convirtió en uno de los aspectos de una crisis más amplia en el medio proletario, expresado más claramente por la implosión de la PCI bordigista y el "caso Chénier" en la CCI, que llevó a varios miembros a abandonar la organización, particularmente en el Reino Unido.
La evolución de la principal organización bordigista, que publicó Programma Comunista en Italia y Le Prolétaire en Francia (entre otros) confirmó los peligros del oportunismo en el campo proletario. El PCI había crecido de manera constante a lo largo de los años 70 y probablemente se había convertido en el grupo comunista de izquierda más grande del mundo. Sin embargo, su crecimiento había sido asegurado en gran medida por la integración de una serie de elementos que nunca realmente habían roto con el izquierdismo y el nacionalismo. Ciertamente, las profundas confusiones del PCI sobre la cuestión nacional no fueron nuevas: afirmó defender las tesis del Segundo Congreso de la Internacional Comunista sobre la solidaridad con las revueltas y las revoluciones burguesas en las regiones coloniales. Las tesis de la IC demostrarán ser muy pronto defectuosas en sí mismas, pero contienen ciertas formulaciones destinadas a preservar la independencia de los comunistas contra las rebeliones lideradas por las burguesías nacionales en las colonias. El PCI ya había tomado medidas peligrosas para desviarse de tales precauciones, por ejemplo, aclamando el terror estalinista en Camboya como un ejemplo del vigor necesario de una revolución burguesa[13]. Pero las secciones del norte de África organizadas en torno al periódico El Oumami fueron incluso más lejos, porque ante los conflictos militares en el Medio Oriente, abogaron abiertamente por la defensa del Estado sirio contra Israel. Era la primera vez que un grupo bordigista había pedido descaradamente una guerra entre los Estados capitalistas. Es significativo que haya habido fuertes reacciones dentro del PCI contra estas posiciones, lo que demuestra el hecho de que la organización ha conservado su carácter proletario, pero el resultado final ha sido la salida de secciones enteras y muchos militantes, reduciendo el PCI a un grupo mucho más pequeño que nunca ha podido aprender todas las lecciones de estos eventos.
Pero en ese momento también apareció una tendencia oportunista en la CCI –un grupo de camaradas que, en respuesta a las luchas de clase de fines de los setenta y principios de los ochenta, comenzó a hacer concesiones serias al sindicalismo de base. Pero el problema planteado por esta agrupación fue principalmente a nivel organizativo, ya que comenzó a cuestionar el carácter centralizado de la CCI y argumentó que los órganos centrales deberían funcionar principalmente como buzones en lugar de cuerpos elegidos para proporcionar orientación política entre reuniones generales y congresos. Esto no implicaba que la agrupación estuviera unida por una profunda unidad programática. En realidad, su existencia se basaba en vínculos de afinidad y resentimiento común contra la organización; en otras palabras, era un "clan" secreto en lugar de verdadera tendencia politica, y en una organización inmadura dio a luz a un "contra-clan" en la sección británica, con resultados catastróficos. En este contexto, un elemento dudoso llamado Chénier, que había entrado en varias organizaciones revolucionarias para fomentar en ellas crisis manipulando vergonzosamente a quienes lo rodeaban, avivó al máximo estos resentimientos y conflictos. La crisis llegó a su punto máximo en el verano de 1981 cuando miembros de la "tendencia" entraron en la casa de un camarada mientras él estaba ausente y le robaron material de la organización con falsos argumentos de que ellos solo estaban recuperando la inversión que habían hecho en la organización. Esta tendencia se convirtió en un nuevo grupo que colapsó después de una sola publicación, y Chénier "regresó" al Partido Socialista y al CFDT –para el cual había estado trabajando desde el principio– probablemente en el "Sector de Asociaciones" que vigilan la evolución de las corrientes a la izquierda del PS.
Esta escisión tuvo una respuesta muy desigual por parte de la CCI en general, especialmente después de que la organización hizo un intento decidido de recuperar su equipo robado al visitar las casas de los sospechosos de estar involucrados en los robos y solicitando la restitución de este material. Varios compañeros en el Reino Unido simplemente dejaron la organización, incapaces de hacer frente a la toma de conciencia de que una organización revolucionaria debe defenderse en esta sociedad, y que esto puede incluir tanto acciones físicas como la propaganda política. Las secciones de Aberdeen/Edimburgo no solo abandonaron rápidamente, sino que también denunciaron las acciones de la CCI y amenazaron con llamar a la policía si ellos mismos eran visitados (ya que también habían mantenido cierta cantidad de material perteneciente a la organización, incluso si no hubieran participado directamente en los primeros robos). Y cuando la CCI emitió una advertencia pública muy necesaria sobre las actividades de Chénier, se apresuraron a defender su honor. Este fue el comienzo sin gloria del Communist Bulletin Group (CBG), cuyas publicaciones se dedicaron en gran parte a los ataques al "stalinismo" e incluso a la "locura" de la CCI. En resumen, este fue un ejemplo temprano de parasitismo político que se convertiría en un fenómeno importante en las décadas siguientes[14]. En el medio proletario en sentido amplio, hubo poca o ninguna expresión de solidaridad con la CCI. Por el contrario, la versión de los eventos de CBG todavía está circulando en Internet y tiene una gran influencia, especialmente en el entorno anarquista.
Podemos citar otras expresiones de crisis en los años siguientes. El balance de los grupos que participaron en las conferencias internacionales es esencialmente negativo: la desaparición de grupos que recientemente habían roto con el izquierdismo (L'Éveil internationaliste, l'OCRIA, Marxist Workers Group en los EEUU). Otros se dirigieron en dirección opuesta: el NCI, una ruptura con los bordigistas que habían demostrado cierta madurez en los asuntos organizativos en las conferencias se fusionó con el grupo Il Leninista y lo siguió para abandonar el internacionalismo con una forma más o menos abierta de izquierdismo (OCI)[15]. El Grupo Comunista Internacionalista, que había venido a la tercera conferencia solo para denunciarla, ya expresaba su carácter destructivo y parasitario, comenzó a adoptar posiciones abiertamente reaccionarias (apoyo a los maoístas peruanos y las guerrillas salvadoreñas, lo que llevó a una justificación grotesca de las acciones del "centrista Al-Qaida" y a las amenazas físicas contra la CCI en México)[16]. El GCI, cualesquiera que sean sus motivos, es un grupo que hace el trabajo de la policía... no solo amenazando de recurrir a la violencia contra las organizaciones proletarias, sino también dando la impresión de que existe un vínculo entre los grupos comunistas genuinos y el ambiente turbulento del terrorismo[17].
En 1984, también vimos la formación del Buró Internacional para el Partido Revolucionario, que reunió a la CWO y Battaglia. El BIPR (hoy, el TCI) se ha mantenido en un terreno internacionalista, pero en nuestra opinión, el reagrupamiento se hizo de manera oportunista: una concepción federalista de los grupos nacionales, una falta de debate abierto sobre las diferencias entre ellos y una serie de intentos apresurados de incorporar nuevas secciones que, en la mayoría de los casos, fallaron[18].
1984-1985 vio la escisión de la CCI que dio nacimiento a la "Fracción externa de la CCI". La FECCI primero afirmó ser el verdadero defensor de la plataforma de la CCI contra las supuestas desviaciones sobre el tema de la conciencia de clase, la existencia del oportunismo en el movimiento obrero, el llamado monolitismo e incluso el “estalinismo” de nuestros órganos centrales, etc. De hecho, todo el enfoque para "encontrar el verdadero programa" de la CCI se abandonó muy rápidamente, lo que demuestra que la FECCI no era lo que pensaba que era: una fracción real para luchar contra la degeneración de la organización original. Desde nuestro punto de vista, esta fue otra formación de clanes que coloca ligámenes personales por encima de las necesidades de la organización y cuya actividad, una vez que se abandonó la CCI, dio otro ejemplo de parasitismo político[19].
El proletariado, según Marx, es una "clase de la sociedad civil que no es una clase de la sociedad civil", que es parte del capitalismo y, sin embargo, le es ajena en cierto sentido[20]. Y la organización proletaria, que encarna sobre todo el futuro comunista de la clase obrera, es, sin embargo, un cuerpo extraño en esta sociedad siendo parte del proletariado. Como el conjunto del proletariado, está sujeto a la presión constante de la ideología burguesa, y es esta presión, o más bien la tentación de adaptarse a ella, de conciliarse, la fuente del oportunismo. Esta es también la razón por la que las organizaciones revolucionarias no pueden vivir una vida "pacífica" en la sociedad capitalista y están inevitablemente condenadas a experimentar crisis y divisiones, a medida que surgen conflictos entre el "alma" proletaria de la organización y aquellos que han caído bajo la influencia de las ideologías de otras clases sociales. La historia del bolchevismo, por ejemplo, es también una historia de luchas políticas. Los revolucionarios no buscan ni defienden las crisis, pero cuando estallan, es esencial movilizar sus fuerzas para defender los principios proletarios fundamentales y luchar por aclarar las diferencias y sus raíces. Y, por supuesto, es vital aprender las lecciones que estas crisis inevitablemente traen consigo para que la organización sea más resistente en el futuro.
Para la CCI, las crisis han sido frecuentes y, a veces, muy dañinas, pero no siempre han sido completamente negativas. Así, la crisis de 1981, después de una conferencia extraordinaria en 1982, llevó a la redacción de textos fundamentales sobre la función y el modo de funcionamiento de las organizaciones revolucionarias en esta época histórica[21], y trajo lecciones vitales sobre la necesidad continua de una organización revolucionaria para defenderse, no solo contra la represión directa del Estado burgués, sino también contra elementos dudosos u hostiles que se hacen pasar por elementos del movimiento revolucionario e incluso pudiendo infiltrarse en sus organizaciones.
De manera similar, la crisis que condujo a la salida de la FECCI vio la maduración de la CCI en una serie de temas clave: la existencia real del oportunismo y el centrismo como enfermedades del movimiento obrero; el rechazo de las visiones consejistas de la conciencia de clase como siendo puramente un producto de la lucha inmediata (y, por lo tanto, la necesidad de la organización revolucionaria como la expresión principal de la dimensión histórica y profunda de la conciencia de clase); y, en relación con esto, la comprensión de la organización revolucionaria como una organización de combate, capaz de intervenir en la clase en varios niveles: no solo a nivel teórico y de propaganda, sino también en la agitación, en proporcionar orientación para la extensión y autoorganización de la lucha, en participar activamente en asambleas generales y grupos de lucha.
A pesar de las aclaraciones proporcionadas por la CCI en respuesta a sus crisis internas, estas no garantizaron que el problema organizativo, en particular, se resolviera ahora y que no habría más casos de recaídas en errores en el futuro. Pero al menos el CCI ha reconocido que la cuestión de la organización es un tema político de importancia fundamental. Por otro lado, el medio en general no vio la importancia de la cuestión organizativa. Los "anti-leninistas" de varias tendencias (anarquistas, consejistas, modernistas, etc.) han visto el intento mismo de mantener una organización centralizada como fundamentalmente estalinista, mientras que los bordiguistas han cometido el error fatal de pensar que la última palabra ya había sido dicha sobre este tema y no quedaba nada para discutir. El BIPR fue menos dogmático, pero tendió a tratar la cuestión de la organización como algo secundario. Por ejemplo, en su respuesta a la crisis del CCI de mediados de la década de 1990, no abordaron los problemas organizativos en absoluto, sino que argumentaron que eran esencialmente un subproducto de errores de la CCI en la evaluación de la relación de fuerzas entre las clases.
No hay duda de que una mala apreciación de la situación mundial puede ser un factor importante en las crisis organizativas: en la historia de la izquierda comunista, por ejemplo, podemos mencionar la adopción, por una mayoría de la Fracción italiana, de la teoría de Vercesi sobre la economía de guerra, que considera que la marcha acelerada hacia la guerra a fines de la década de 1930 fue una prueba de que la revolución era inminente. El estallido de la guerra imperialista vio por lo tanto un desorden total en la Fracción.
De manera similar, la tendencia de los grupos a partir de la subida de 68 a sobrestimar la lucha de clases, a considerar la revolución a la "vuelta de la esquina", significó que el crecimiento de las fuerzas revolucionarias en la década de 1970 fue extremadamente frágil: muchos los que se unieron a la CCI en ese momento no tenían ni la paciencia ni la convicción de mantenerse en el camino cuando se hizo evidente que la lucha por la revolución era a largo plazo y que la organización revolucionaria se involucraría en una lucha permanente por sobrevivir, incluso cuando la lucha de clases por lo general seguía un curso ascendente. Pero las dificultades resultantes de esta visión inmediatista de los acontecimientos mundiales también tenían un importante componente organizativo: no solo en el hecho de que, durante este período, los miembros se integraban a menudo de forma rápida y superficial, sino especialmente en el hecho de que estaban integrados en una organización que aún no tenía una visión clara de su papel y función, y se veía a sí misma como un mini partido, mientras que se trataba sobre todo de verse como un puente hacia el futuro partido comunista. La organización revolucionaria en el período que comenzó en 1968 conservó así muchas características de una fracción comunista[22], incluso si no tenía una continuidad orgánica directa con los partidos o fracciones del pasado. Esto no significa en absoluto que deberíamos haber renunciado a la intervención directa en la lucha de clases. Por el contrario, ya hemos argumentado que uno de los elementos clave del debate con la tendencia que formó la "Fracción Externa" fue precisamente la insistencia en la necesidad de una intervención comunista en las luchas de clases –una tarea que puede variar en magnitud e intensidad, pero nunca desaparecen, en diferentes fases de la lucha de clases. Pero esto significa que la mayoría de nuestras energías se han dedicado necesariamente a la defensa y construcción de la organización, al análisis de una situación mundial que cambia rápidamente y a la preservación y desarrollo de nuestras adquisiciones teóricas. Este enfoque sería aún más importante en las condiciones de la fase de descomposición social de la década de 1990, que han aumentado considerablemente las presiones y los peligros que enfrentan las organizaciones revolucionarias. Examinaremos el impacto de esta fase en la segunda parte de este artículo.
Amos
Anexo
Nota introductoria a los folletos que contienen los textos y las actas de la Segunda Conferencia Internacional de Grupos de Izquierdas Comunistas, 1978, preparada por el Comité Técnico Internacional:
"Con este primer folleto, comenzamos la publicación de los textos de la Segunda Conferencia Internacional de Grupos de Izquierda Comunista, celebrada en París los días 11 y 12 de noviembre de 1978, por iniciativa del Partido Comunista Internacional/Battaglia Comunista. La Conferencia Internacional, celebrada en Milán el 30 de abril y el 1 de mayo de 1977, se publicó en italiano bajo la responsabilidad del PCI/BC y en francés e inglés bajo la responsabilidad de la CCI.
El 30 de junio de 1977, el PCI/BC, de acuerdo con lo que se decidió en la Conferencia de Milán y los contactos posteriores con el PCI y el CWO, se envió una carta circular invitando a los siguientes grupos a una nueva conferencia que se celebrará en París:
Courant communiste international (Francia, Bélgica, Gran Bretaña, España, Italia, Alemania, Holanda, Estados Unidos, Venezuela)
Communist Workers Organisation (Gran Bretaña)
Parti communiste international (Programa Comunista: Italia, Francia, etc.)
Il Leninista (Italia)
Nucleo Comunista Internazionalista (Italia)
Iniziativa Comunista (Italia)
Fomento Obrero Revolucionario (Francia, España)
Pour Une Intervention Communiste (Francia)
Forbundet Arbetarmakt (Suecia)
For Komunismen (Suecia)
Organisation Communiste Révolutionnaire Internationaliste d'Algérie
Kakamaru Ha (Japón)
Partito Comunista Internazionale/Il Partito Comunista (Italia)
Spartakusbond (Países Bajos)
En el Volumen II, publicaremos esta carta.
Entre los grupos invitados,
Spartakusbond y Kakamaru Ha no respondieron.
Programme communiste y Il Partito Comunista se negaron a participar a través de artículos publicados en sus respectivas publicaciones. Ambos rechazaron el espíritu de la iniciativa, así como su contenido político (especialmente sobre el partido y las guerras de liberación nacional).
El PIC, a través de una carta-documento, se negó a participar en una reunión basada en el reconocimiento de los dos primeros congresos de la Tercera Internacional, que desde el principio se considera esencialmente socialdemócrata (ver Vol. II).
Forbundet Arbetarmakt rechazó la invitación porque dudaba que pudiera reconocer los criterios de participación (ver Vol II).
Iniziativa Comunista no dio una respuesta por escrito, y en el último minuto, después de aceptar participar en una reunión conjunta de Battaglia e Il Leninista, se negó a participar en la conferencia, justificando su actitud en la publicación de su boletín, que apareció después de la conferencia de París.
Il Leninista. Aunque confirmó su acuerdo de participación, no pudo asistir a la reunión debido a problemas técnicos cuando se fueron a la reunión.
La OCRIA de inmigrantes argelinos en Francia no pudo participar físicamente en la reunión por razones de seguridad, pero solicitó ser considerado como un grupo participante.
El FOR, aunque participó al comienzo de la conferencia, a la que se presentó como observador al margen, se disoció rápidamente de la conferencia, afirmando que su presencia era incompatible con los grupos que reconocen que ahora hay una crisis estructural de capital (ver Vol II) ".
Entre la segunda y la tercera conferencia, el grupo sueco För Komunismen se convirtió en la sección sueca de la CCI e Il Nucleo e Il Leninista se fusionaron para convertirse en una sola organización, Il Nuclei Leninisti.
La lista de grupos participantes fue la siguiente: CCI, Battaglia, CWO, Groupe Communiste Internationaliste, L'Eveil Internationaliste, Il Nuclei Leninisti, OCRIA, que envió contribuciones por escrito. El grupo norteamericano Marxist Worker's Group se unió a la conferencia y envió un delegado, pero no pudo acudir en el último momento.
[1] Hemos publicado un numeroso plantel de artículos sobre mayo 68, entre otros: Contra las mentiras sobre Mayo 68, https://es.internationalism.org/content/contra-las-mentiras-sobre-mayo-68 [156] ; Hace 50 años mayo 68, https://es.internationalism.org/accion-proletaria/201804/4296/hace-50-anos-mayo-de-1968 [157] ; Acerca de nuestras reuniones públicas sobre mayo 68, https://es.internationalism.org/content/4383/acerca-de-nuestras-reuniones-publicas-en-el-50-aniversario-de-mayo-del-68 [158] ; Mayo del 68 y la perspectiva revolucionaria, https://es.internationalism.org/revista-internacional/200806/2281/mayo-del-68-y-la-perspectiva-revolucionaria-1a-parte-el-movimiento [18]
[2] Ver La renovación de la Izquierda Comunista uno de los aportes clave de mayo 68, https://es.internationalism.org/content/4344/la-renovacion-de-la-izquierda-comunista-uno-de-los-aportes-clave-de-mayo-68 [159]
[3]Publicado en Internationalism No. 4, sin fecha, pero lanzado alrededor de 1973.
[4] Ver a este propósito nuestro artículo Polémica: hacia los orígenes de la CCI y del BIPR, I - La Fracción italiana y la Izquierda comunista de Francia, https://es.internationalism.org/revista-internacional/199707/1226/polemica-hacia-los-origenes-de-la-cci-y-del-bipr-i-la-fraccion-ita [160] y https://es.internationalism.org/revista-internacional/199710/1219/polemica-hacia-los-origenes-de-la-cci-y-del-bipr-ii-la-formacion-d [161]
[5]Para ver la lista de grupos que asistieron o apoyaron las conferencias, consulte el Anexo.
[6]Obsolete Communism, the Left wing Alternative, Penguin 1969.
[7]Todos estos grupos se originaron en la división de 1952 en el seno del Partido Comunista Internacionalista en Italia. El grupo que rodea a Damen ha conservado el nombre de Partido Comunista Internacionalista; los "bordigistas" tomaron el nombre del Partido Comunista Internacional, que, después de otras escisiones, correspondía a diferentes organizaciones que tenían el mismo nombre.
[8]El sectarismo era un problema ya identificado por Marx cuando escribió: "La secta ve la justificación de su existencia y su punto de honor no en lo que tiene en común con el movimiento de clases sino en el 'schibboleth' que lo distingue del movimiento". Por supuesto, tales fórmulas pueden ser mal utilizadas si se toman fuera de contexto. Para la izquierda del capital, toda la Izquierda Comunista es sectaria porque no se considera parte de lo que llama el "movimiento obrero": organizaciones como sindicatos y partidos socialdemócratas cuya naturaleza de clase ha cambiado desde la época de Marx. Desde nuestro punto de vista, el sectarismo es hoy un problema entre las organizaciones proletarias. No es sectario rechazar las fusiones prematuras o la membresía que cubre los desacuerdos reales. Pero ciertamente es sectario rechazar cualquier discusión entre grupos proletarios o eliminar la necesidad de solidaridad básica entre ellos.
[9]Este debate dio lugar a una resolución sobre "Grupos políticos proletarios" en el Segundo Congreso de la CCI, publicado en la Revista Internacional No. 11. https://es.internationalism.org/revista-internacional/201510/4120/resolucion-sobre-los-grupos-politicos-proletarios-1977 [162]
[10]A principios de la década de 1970 también se produjo el surgimiento de grupos "modernistas" que comenzaron a cuestionar el potencial revolucionario de la clase obrera y que tendían a ver las organizaciones políticas, incluso cuando estaban claramente a favor de revolución comunista, como simples "raquetas". Ver los escritos de Jacques Camatte. Estos son los antepasados de la tendencia actual de los "comunicadores". Varios grupos contactados por el internacionalismo en 1973 se fueron en esta dirección y se perdieron irremediablemente: Mouvement Communiste en Francia (no el grupo autónomo existente, sino el grupo alrededor de Barrot/Dauvé que inicialmente hizo una contribución por escrito a la reunión de Liverpool), Komunsimen en Suecia y, en cierto sentido, Solidarity en el Reino Unido, que comparte con estos otros grupos el gran orgullo de haber ido más allá del marxismo.
[11]" Ver El sectarismo una herencia de la contrarrevolución que hay que superar, https://es.internationalism.org/revista-internacional/201003/2829/el-sectarismo-una-herencia-de-la-contrarrevolucion-que-hay-que-sup [163]
[12]Una expresión temprana de la tendencia "hekmatista" que existe hoy en día en la forma de los partidos comunistas obreros de Irán e Irak –una tendencia que todavía se suele describir como un comunista de izquierda, pero en realidad es una forma de radicalismo estalinista. Vea nuestros artículos en inglés "Worker Communist Parties of Iran and Iraq : the dangers of radical stalinism" y "Les partis communistes ouvriers d'Iran et d'Irak : les dangers du stalinisme radical".
[13]Revista Internacional No. 28, Convulsiones actuales del medio revolucionario, y Revista Internacional No. 32, El PCI (Programme Communiste) en un momento crucial de su historia.
[14]Volveremos al problema del parasitismo político en la segunda parte de este artículo.
[15]Organizzazione Comunista Internazionalista.
[16]Leer "Cómo el Groupe Communiste Internationaliste escupe al internacionalismo". https://es.internationalism.org/cci-online/200610/1101/el-grupo-comunista-internacionalista-escupe-sobre-el-internacionalismo-prolet [164]
[17] Ver ¿Para qué sirve el GCI? https://es.internationalism.org/revista-internacional/200602/516/para-que-sirve-el-grupo-comunista-internacionalista-gci [165]
[18]Ver Revista Internacional No. 121: "BIPR: una política de agrupamiento oportunista que solo lleva a “abortos”. https://es.internationalism.org/revista-internacional/200504/69/polemica-con-el-bipr-una-politica-oportunista-de-agrupamiento-que-no [166]
[19]Ver "La fracción externa de la CCI" en la Revista Internacional No. 45. https://es.internationalism.org/cci-online/201108/3183/para-que-sirve-la-fraccion-externa-de-la-cci-de-la-irresponsabilidad-politica [167]
[20]Ver la introducción a "Introducción a la crítica de la filosofía del derecho de Hegel". https://www.marxists.org/espanol/m-e/1844/intro-hegel.htm [168]
[21]Ver los dos informes sobre la cuestión de la organización de la Conferencia Extraordinaria de 1982: sobre la función de la organización revolucionaria ( Revista Internacional No. 29, https://es.internationalism.org/revista-internacional/198204/135/informe-sobre-la-funcion-de-la-organizacion-revolucionaria [169] ) y sobre su estructura y modo de operación (Revista Internacional No. 33 https://es.internationalism.org/revista-internacional/198302/2127/estructura-y-funcionamiento-de-la-organizacion-revolucionaria [170] ).
[22] Ver La noción de Fracción en la historia del movimiento obrero, https://es.internationalism.org/revista-internacional/201603/4148/la-nocion-de-fraccion-en-la-historia-del-movimiento-obrero-1a-part [171]
Attachment | Size |
---|---|
![]() | 98.36 KB |
Hace justo cien años estábamos viviendo el momento central de la oleada revolucionaria mundial, concretamente la revolución en Alemania que tenía lugar un año después de la toma del poder político por parte del proletariado en Rusia en octubre de 1917. Y si ya saludamos este hecho en nuestra prensa dedicándole un Manifiesto[1], en esta ocasión queremos llamar la atención de nuestros lectores sobre la tentativa de revolución en Alemania, sobre la que publicamos un artículo en este número de la Revista Internacional, "Revolución en Alemania: hace 100 años, el proletariado hizo temblar a la burguesía”[2]. Esta fracción del proletariado alemán se lanzó también al asalto del cielo lavando con su lucha de clases heroica y solidaria toda la hediondez e infamia de la carnicería imperialista, para poner fin a la barbarie capitalista. Como sucediera en Rusia, la clase obrera creó en Alemania, Consejos Obreros, organismos para la unificación de todos los trabajadores y de la futura toma del poder político. Puesto que estalló en el país más industrializado del mundo capitalista, con la clase obrera más numerosa, la revolución en Alemania presentaba potencialmente una oportunidad de romper el aislamiento del poder proletario en Rusia y de extensión de la revolución a Europa. La burguesía no se confundió al poner fin a la guerra imperialista con la firma del armisticio del 11 de noviembre de 1918, ya que la prosecución de la guerra significaba precisamente un factor de radicalización de las masas, y de desmitificación de todas las fracciones de la burguesía, y sobre todo las de “izquierdas”, como ya se había visto en Rusia en los meses posteriores a la revolución de febrero de 1917. Además, cuando la mayor parte de los partidos de derechas del aparato de Estado se hallaban en plena dislocación a causa del desastre militar, la burguesía alemana supo aferrarse a la traidora socialdemocracia para debilitar y aplastar a la revolución y a la clase obrera en Alemania. Esta es una enseñanza fundamental para la revolución del futuro que habrá de enfrentarse a todas las fracciones de la izquierda y la extrema izquierda del capital que éstas harán todo lo posible para derrotar al proletariado. La CCI ha dedicado numerosos artículos a la revolución en Alemania, incluyendo dos series que recomendamos a nuestros lectores[3].
El fracaso de la revolución en Alemania significó también el de la oleada revolucionaria mundial de 1917-23. Desencadenó un profundo período de contrarrevolución que abrió las puertas al estallido de la barbarie capitalista, en particular con la Segunda Guerra Mundial, que batió todos los siniestros récords de barbarie de la Primera Guerra Mundial. Pero, a diferencia de lo que sucedió al final de ésta, en esta ocasión el proletariado, aplastado física e ideológicamente, no fue capaz de reaccionar en su terreno de clase con levantamientos revolucionarios. Es más, el retroceso de su conciencia continuó profundizándose en las dos décadas siguientes, hasta que los acontecimientos de mayo de 1968 pusieron de manifiesto un profundo cambio del clima social: nuevas generaciones de proletarios, que a diferencia de sus predecesoras no habían resultado aplastadas por la contrarrevolución, y alentados por las primeras manifestaciones de la crisis abierta del capitalismo, se atrevieron a poner en cuestión el encuadramiento de las luchas por parte de los partidos estalinistas y los sindicatos. Fue así como el proletariado retomaba por fin el camino del desarrollo de su lucha y su conciencia. En este número publicamos un artículo "Sobre nuestras reuniones públicas en el quincuagésimo aniversario del 68 de mayo. ¿significó éste el final de casi medio siglo de contrarrevolución?"[4], en el que argumentamos por qué decimos sí a esta pregunta. La redacción de este artículo ha estado sobre todo motivada por el hecho de que en estas Reuniones Públicas hemos observado, entre muchos de los asistentes a ellas, que existían dos dificultades. Por un lado, "un insuficiente conocimiento de cómo fue el período de contrarrevolución mundial que se abrió con la derrota de la primera oleada revolucionaria, y, por lo tanto, una dificultad para comprender realmente el significado de ese período para la clase obrera y su lucha”. Pero también hemos apreciado una dificultad para captar la dinámica general del período abierto con mayo 68 de mayo, habida cuenta de las manifestaciones muy reales de la barbarie capitalista y de la descomposición de esta sociedad, que a veces dificultan darse cuenta de que la lucha de clases persiste y de posibilidades futuras de desarrollo de ésta.
Precisamente, en este número de la Revista, continuamos el trabajo de balance de la evolución de la sociedad desde mayo 68 que ya iniciamos en el número anterior con un artículo dedicado a la evolución y el empeoramiento de la crisis económica desde 1968: "Cincuenta años después de mayo de 1968, el hundimiento en la crisis económica". En la conclusión de dicho artículo señalamos ya que "Una cosa es demostrar que teníamos razón al predecir la reaparición de la crisis económica iniciada en 1969, y dar un marco de análisis que permita comprender por qué esta crisis sería de larga duración; pero es tarea más difícil mostrar que nuestra predicción de una reanudación de la lucha de clases internacional también se ha visto confirmada”. A este último objetivo dedicamos en este número el segundo artículo de esta serie: "Cincuenta años desde mayo 1968, los avances y retrocesos de la lucha de clases". En cuanto al período comprendido entre 1968 y finales de los años 80, y respecto a la evolución de la relación de fuerzas entre las clases el artículo destaca la existencia de: "Veinte años de luchas que impidieron la marcha hacia la guerra y que, además, vieron desarrollos importantes en la conciencia de clase", pero que no permitieron sin embargo que la clase obrera "desarrollara la perspectiva de la revolución, para plantear su propia alternativa política a la crisis del sistema". Durante estos 20 años, "la burguesía no fue capaz de infligir una derrota histórica decisiva a la clase obrera, ni de movilizarla para una nueva guerra mundial". De ello ha resultado una especie de bloqueo histórico entre clases en el que, carente de salida y siempre hundido en una crisis económica muy duradera, el capitalismo empezó a pudrirse de raíz, y que ese pudrimiento afectaba a la sociedad capitalista en todos los niveles. Este diagnóstico fue tajantemente confirmado por el colapso del bloque del Este, lo que, a su vez, supuso una considerable aceleración del proceso de descomposición a escala mundial[5].
A continuación, las campañas propagandísticas de la burguesía mundial sobre la muerte del comunismo, sobre la imposibilidad de que la clase obrera pudiera ofrecer una alternativa viable al capitalismo, han asestado nuevos golpes a la capacidad de la clase obrera internacional – y especialmente la de los países centrales del sistema- para generar una perspectiva política. Tanto es así que el resultado ha sido el de una situación de profundo retroceso de la lucha de clases[6]. En las últimas tres décadas, este declive de la conciencia en la clase obrera no sólo ha continuado, sino que se ha profundizado, provocando una especie de amnesia hacia lo que se aprendió y se avanzó en el período 1968-1989, cuando, además, el clima social de descomposición y extensión de la barbarie de la guerra a todo el planeta suponen un contexto muy desfavorable. Nunca han sido tan grandes los peligros para la humanidad: "La decadencia del capitalismo y la descomposición amplifican, desde luego, el riesgo de que la base objetiva para una nueva sociedad pueda quedar definitivamente destruida si la descomposición avanza más allá de cierto punto". Debemos afrontarlo con lucidez: "Debemos enfrentarnos a la realidad de todas estas dificultades e identificar las consecuencias políticas de la lucha por cambiar la sociedad”. La clase obrera no ha dicho su última palabra: "Pero, desde nuestro punto de vista, si bien el proletariado no puede evitar la dura escuela de las derrotas, las crecientes dificultades e incluso las derrotas parciales no han llegado todavía al punto de significar una derrota histórica de la clase y la desaparición de la posibilidad del comunismo (...) Incluso en su etapa terminal, el capitalismo sigue produciendo las fuerzas que pueden servir para derrocarlo. En palabras del Manifiesto Comunista de 1848, ‘lo que la burguesía produce, sobre todo, es su propio sepulturero’".
Como parte de nuestro seguimiento de la evolución de las tensiones imperialistas, publicamos un Informe sobre la situación imperialista[7] que aprobamos en junio de 2018. Desde entonces, los acontecimientos han confirmado muy claramente una idea principal de este informe, a saber, que los Estados Unidos se han convertido en el principal propagador de la tendencia hacia el "cada uno a la suya” a nivel mundial, hasta el punto de destruir los instrumentos de su propio "orden mundial". Un ejemplo fue la visita de Trump a Europa para la Cumbre de la OTAN en junio de 2018[8]. En esa ocasión se dedicó a proferir amenazas que le situaban en una situación de conflicto contra quienes hasta el presente han defendido los intereses imperialistas mundiales del capital estadounidense. El tenor de esas amenazas es que, si los “aliados” europeos no aumentaran sus presupuestos militares de acuerdo con las exigencias norteamericanas, Estados Unidos podría actuar por su cuenta e incluso abandonar la OTAN. Por eso mismo el resultado de dicha cumbre de la OTAN fue el de incentivar la determinación de sus miembros europeos de aumentar sus gastos militares y.… ganar margen de maniobra fuera de la zona de control de los Estados Unidos. Los ultimátum de Trump fueron un buen pretexto para acelerar este proceso, reforzando las ambiciones europeas de desarrollar nuevas estructuras militares dentro o fuera de la UE, en particular entre Francia y Alemania, pero también con el Reino Unido (independientemente de Brexit). En el mismo informe, señalamos sobre los USA también que: "Su alianza, aparentemente paradójica, con Israel y Arabia Saudí conduce a una nueva configuración de fuerzas en Oriente Medio (con un creciente acercamiento entre Turquía, Irán y Rusia) y acrecienta el peligro de una desestabilización general de la región, de más enfrentamientos entre las principales alimañas y de guerras sangrientas más extendidas". Esto acaba de verse confirmado en la crisis desencadenada por el asesinato del periodista Jamal Khashoggi en el consulado saudí de Estambul. La reacción de franceses, alemanes, americanos, han mostrado su apoyo a Ankara, poniendo un afán diferente cada uno de ellos, ajustado a sus propios intereses imperialistas y económicos inmediatos. Igualmente "el ascenso de ‘hombres fuertes’ y de una retórica beligerante” que también se describe en este informe, se ha manifestado nuevamente con la nominación de un presidente de extrema derecha, Bolsonaro, en las recientes elecciones en Brasil.
Republicamos el artículo “Salud a Socialismo o Barbarie” extraído del nº 43, de junio/julio 1949, de la publicación Internationalisme, y que supuso la toma de posición de este grupo ante el primer número de la revista Socialismo o Barbarie. Este artículo lleva por título "Castoriadis, Munis y el problema de la ruptura con el trotskismo”[9] y forma parte de la serie “El Comunismo esta al orden del día de la historia”. La Fracción Francesa de la Izquierda Comunista Internacional, y luego la Izquierda Comunista de Francia (GCF), estaban, desde luego, sumamente interesados en discutir con todos los grupos proletarios internacionalistas que habían sobrevivido a la guerra. Aunque caracterizó al trotskismo oficial como un apéndice al estalinismo, Internationalisme estaba abierto a la posibilidad de que los grupos que salían del trotskismo - siempre y cuando se hubieran separado completamente de sus posiciones y prácticas contrarrevolucionarias (como abandonar del internacionalismo, o postular una transformación social que quedaba sin embargo dentro de los límites del capitalismo) - pudieran evolucionar en una dirección positiva.
Este artículo de Internationalisme es un buen ejemplo del método utilizado por la GCF en sus relaciones con los sobrevivientes del naufragio del trotskismo tras la Segunda Guerra Mundial: una bienvenida fraternal a un nuevo grupo que la GCF reconoce como claramente perteneciente al campo revolucionario, a pesar de las muchas diferencias en el método y la visión entre ambos grupos. Pero, al mismo tiempo, sin hacerse ilusiones y siendo plenamente conscientes de que la pesada herencia del trotskismo seguiría teniendo un influjo negativo sobre estos elementos durante mucho tiempo, y podría resulto incluso fatal si no se cuestionan en profundidad sus orígenes. Este enfoque, que sigue siendo válido hoy en día, es también el del CCI. La segunda parte de este artículo ya se puede leer en nuestra página web. Trata específicamente de las cicatrices dejadas por el trotskismo en quienes, después de abandonarlo, están verdaderamente del lado de la revolución proletaria, como fue el caso, sólo durante un tiempo en Castoriadis, o durante toda su vida en Munis.
La redacción (02 11 2018).
[1] “Manifiesto de la Corriente Comunista Internacional sobre la revolución de octubre 1917 en Rusia”, en Revista Internacional nº 159. https://es.internationalism.org/accion-proletaria/201710/4237/manifiesto-de-la-corriente-comunista-internacional-sobre-la-revolucion [175]
[2] Ver https://es.internationalism.org/content/4376/revolucion-en-alemania-hace-100-anos-el-proletariado-hizo-temblar-la-burguesia [176]
[3] La más reciente es “Hace 90 años de la Revolución en Alemania”, una serie de 5 artículos, el primero de ellos publicado en la Revista Internacional nº 133, y el último en la nº 137. Otra serie “Revolución alemana” de 13 artículos se público entre la Revista Internacional nº 81 y la nº 99. Esta a la disposición de los lectores una Lista completa de artículos que hemos publicado sobre la tentativa revolucionaria en Alemania. Ver https://es.internationalism.org/content/4373/lista-de-articulos-sobre-la-tentativa-revolucionaria-en-alemania-1918-23 [177]
[4] Ver https://es.internationalism.org/content/4383/acerca-de-nuestras-reuniones-publicas-en-el-50-aniversario-de-mayo-del-68 [158]
[5] Ver las Tesis sobre la Descomposición, /revista-internacional/200510/223/la-descomposicion-fase-ultima-de-la-decadencia-del-capitalismo [24]
[6] Esto ya lo anunciamos claramente en enero de 1990 en el artículo Derrumbe del Bloque del Este: Dificultades en aumento para el proletariado, https://es.internationalism.org/revista-internacional/199001/3502/derrumbe-del-bloque-del-este-dificultades-en-aumento-para-el-prole [38]
[7] Ver https://es.internationalism.org/content/4350/analisis-de-la-evolucion-reciente-de-las-tensiones-imperialistas [178]
[8] Ver en nuestra página web: “Trump en Europa. Una expresión del caos capitalista”, https://es.internationalism.org/content/4352/trump-en-europa-una-expresion-del-caos-capitalista [179]
Attachment | Size |
---|---|
![]() | 139.91 KB |
Un título así puede parecer hoy muy curioso de tanto como ha caído en el olvido aquel inmenso acontecimiento histórico. La burguesía ha logrado borrarlo de la memoria obrera. Y eso que en 1918, todas las miradas estaban puestas en Alemania, unas miradas esperanzadas para el proletariado, horrorizadas para la burguesía.
La clase obrera acababa de tomar el poder en Rusia: octubre de 1917, los soviets, los bolcheviques, la insurrección.... Sin embargo, como escribe Lenin: "La Revolución Rusa es sólo un destacamento del ejército socialista mundial, y el éxito y el triunfo de la revolución que hemos logrado depende de la acción de ese ejército. Es un hecho que ninguno de nosotros olvida (...). El proletariado ruso es consciente de su aislamiento revolucionario y ve claramente que su victoria tiene como condición indispensable y premisa fundamental la intervención unida de los obreros de todo el mundo". "("Informe a la Conferencia de los Comités de Fábrica de la Provincia de Moscú", 23 de julio de 1918).
Alemania es el “cerrojo” entre el Este y el Oeste. Una revolución victoriosa en ese país y se abre la puerta de la lucha de clases al resto del viejo continente, extendiéndose las llamaradas revolucionarias por Europa. Ninguna burguesía quiere que tal puerta "se descerraje". Por eso la clase dominante concentrará en ella todo su odio acompañado de las trampas más sofisticadas: la revolución del proletariado en Alemania fue el mayor reto para el éxito o el fracaso de la revolución mundial que se había iniciado en Rusia.
1914. Se desata la guerra mundial. Le siguen cuatro años, durante los cuales el proletariado soportó la peor carnicería de la historia de la humanidad hasta entonces: trincheras, gas, hambre, millones de muertos.... Cuatro años en que los sindicatos y la socialdemocracia se aprovecharon de su glorioso pasado proletario -que traicionaron en 1914 para dar su vergonzoso apoyo al esfuerzo bélico de la burguesía- y de la confianza depositada en ellos por los obreros en nombre de ese mismo pasado, para imponerles los peores sacrificios y justificar el esfuerzo bélico.
Durante esos cuatro años, sin embargo, también la clase obrera desarrolla gradualmente su lucha. En todas las ciudades, las huelgas y los disturbios en el ejército siguen aumentando. Por supuesto, por otro lado, la burguesía no permanece inerte, incluso toma represalias feroces. Los líderes de las fábricas, delatados por los sindicatos, son arrestados. Los soldados son ejecutados por indisciplina o deserción.
1916. El 1º de mayo, Karl Liebknecht clama: "¡Abajo la guerra! ¡Abajo el gobierno!". Encarcelan a Rosa Luxemburgo, al igual que a otros revolucionarios: Meyer, Eberlein, Mehring[1] (¡entonces de 70 años!). Karl Liebknecht[2] es enviado al frente. Pero la represión no es suficiente para silenciar el descontento... ¡al contrario! Hay cada vez más disturbios en las fábricas.
1917. Los sindicatos son cada vez más criticados. Aparecen los Obleute, delegados de fábrica, compuestos principalmente por delegados sindicales "de base" que han roto con la gestión de las centrales sindicales. Especialmente los obreros en Alemania se inspiran del arrojo de sus hermanos de clase del Este, del aliento de la Revolución de Octubre cuyo calor se siente cada vez más.
1918. La burguesía alemana es consciente del peligro, sabe que, ante todo, el atolladero de la guerra debe cesar. Pero la parte más atrasada de la clase dominante, proveniente de la aristocracia, y en particular de la aristocracia militar, no entiende la maniobra y sus intereses políticos, rechazando todo acuerdo de paz o toda derrota. En concreto, en noviembre, los oficiales de la Marina, con base en Kiel, se negaron a rendirse sin luchar, prefiriendo morir "por honor".... ¡con sus soldados, por supuesto! Los marineros se amotinan en varios buques, y en muchos de ellos también ondea la bandera roja. A los barcos "no gangrenados" se les ordena entonces disparar. Los amotinados se rinden, negándose a volver sus armas contra sus hermanos y hermanas de clase. Esto los expone a la pena de muerte. En solidaridad con los condenados, una ola de huelgas se extiende, afectando a los marineros y luego a los obreros de Kiel. Inspirada por la Revolución de Octubre, la clase obrera toma el control de sus luchas y crea los primeros consejos de marineros y obreros. La burguesía llamó entonces a uno de sus más leales perros guardianes: la socialdemocracia. Así, Gustav Noske, líder del SPD, especialista en asuntos militares y en el "mantenimiento de la moral de la tropa" (¡sic!), fue enviado a la zona para calmar y sofocar el movimiento. Pero ya era demasiado tarde, los consejos de soldados difunden sus demandas: un movimiento espontáneo se extiende a otras ciudades portuarias, luego a los principales centros obreros del Ruhr y Baviera. La extensión geográfica de las luchas está en marcha. Noske ya no puede actuar de cara. El 7 de noviembre, el Consejo Obrero de Kiel llama a la revolución, proclamando: "El poder está en nuestras manos". El 8 de noviembre, casi todo el noroeste de Alemania está en manos de los consejos obreros. Al mismo tiempo, en Baviera y Sajonia, los acontecimientos impulsan a la dimisión a los pequeños caciques locales. En todas las ciudades del Imperio alemán, desde Metz hasta Berlín, se van extendiendo los consejos obreros.
Es precisamente la generalización de ese modo de organización política, verdadero motor de la lucha de clases, lo que hace temblar a la burguesía. La organización de la clase en consejos obreros con representantes elegidos, responsables ante la asamblea y revocables en cualquier momento, es un modo de organización muy dinámico. Es nada menos que la expresión de un verdadero proceso revolucionario. Es el lugar donde toda la clase obrera, de manera unitaria, discute sobre su lucha y el control de la sociedad, sobre la perspectiva revolucionaria. La experiencia de 1917 ha hecho que la burguesía lo haya entendido muy bien. Por eso empieza a pudrir estos consejos obreros desde dentro, aprovechando las todavía muy grandes ilusiones que la clase obrera alberga hacia su antiguo partido, el SPD. Noske resulta elegido a la cabeza del Consejo Obrero de Kiel. Esta debilidad de nuestra clase tendrá consecuencias trágicas en las semanas siguientes.
Por ahora, sin embargo, en la mañana del 9 de noviembre de 1918, la lucha sigue desarrollándose. En Berlín, los obreros se movilizan y pasan delante de los cuarteles para llamar a los soldados a que se unan a su causa y delante de las cárceles para liberar a sus hermanos de clase. La burguesía es consciente de que la paz debe ser inmediata y que el régimen del Káiser debe caer. Ha aprendido de los errores de la burguesía rusa. El 9 de noviembre de 1918, Guillermo II es depuesto. El 11 de noviembre se firma el armisticio.
La lucha obrera en Alemania precipitó el fin de la guerra, pero fue la burguesía la que firmó el tratado de paz utilizando este hecho para ir contra la revolución.
He aquí un resumen muy breve de la relación de fuerzas al comienzo de la guerra civil en noviembre de 1918:
- Por un lado, la clase obrera es altamente combativa. Supo extender los consejos de obreros por todo el país muy rápidamente. Pero alberga todavía muchas ilusiones sobre su antiguo partido, el SPD; incluso deja que semejantes traidores ocupen las más altas responsabilidades en sus consejos, como Noske en Kiel. Las organizaciones revolucionarias, los espartaquistas y los diferentes grupos de la izquierda revolucionaria, dirigen la lucha política, asumen su papel de orientación de las luchas, afirman la necesidad de construir un puente hacia la clase obrera en Rusia, desenmascaran las maniobras y el trabajo de sabotaje de la burguesía, reconocen el papel fundamental de los consejos obreros.
- Por otro lado, la burguesía alemana, una burguesía muy experimentada y organizada, es consciente de la eficacia que el arma del SPD tiene en sus manos. Sacando lecciones de los acontecimientos en Rusia, identificó claramente el peligro de que la guerra continuara y de que emergieran los consejos obreros. Por lo tanto, toda la labor de zapa realizada por el SPD será la de interferir en el proceso revolucionario desviando la lucha hacia la democracia burguesa. Para ello, la burguesía atacará en todos los frentes: desde la propaganda calumniosa hasta la represión más feroz y las múltiples provocaciones.
Y así el SPD se apropia de la consigna de la revolución: "fin de la guerra" y aboga por "la unidad del partido", haciéndolo todo para que se olvide su papel de primer plano en la marcha hacia la guerra. Al firmar el tratado de paz, el SPD explota las debilidades del proletariado, inocula el veneno democrático y deja de lado lo que era más insoportable para los obreros: la guerra y sus desastres, el hambre. Y, para no hacer las cosas a medias, la socialdemocracia encuentra un chivo expiatorio adecuado: la aristocracia militar y la monarquía.
Pero el mayor peligro para la burguesía siguen siendo los consejos y la consigna, llegada de Rusia, de "Todo el poder a los sóviets". La revocabilidad de los delegados era un verdadero problema para la burguesía, porque permitía que los consejos se renovaran constantemente y se radicalizaran. Y así, los consejos sufrieron el asalto de los fieles representantes del SPD, utilizando las ilusiones todavía existentes sobre el viejo partido "obrero". Los consejos se ven así gangrenados desde dentro, vaciados de su sustancia, por líderes conocidos del SPD (Noske en Kiel, Ebert en Berlín) o no. El veneno democrático se vierte en ellos, en particular con el apoyo al proyecto de elección de una asamblea constituyente. El objetivo es claro: neutralizar los consejos obreros eliminando su carácter revolucionario. El Congreso Nacional de Consejos celebrado en Berlín el 16 de diciembre de 1918 es el mejor ejemplo:
- los delegados de los soldados están sobrerrepresentados en comparación con los delegados obreros, que generalmente estaban mucho más a la izquierda que los soldados (1 delegado por cada 100.000 soldados en el primer caso, 1 por cada 200.000 habitantes en el segundo);
- a la delegación rusa se le niega el acceso al congreso, o sea… ¡fuera el internacionalismo!
- se prohíbe el acceso al congreso a los no obreros, es decir, cada miembro aparece con su profesión, de modo que a los miembros de la Liga Espartaco no se les deja entrar (en particular Rosa Luxemburgo y Karl Liebknecht)… ¡Fuera la izquierda revolucionaria! ¡Ni siquiera la presión de unos 250.000 manifestantes hará doblegar al congreso!
El sistema de consejos es una agresión contra el capitalismo y su funcionamiento democrático. La burguesía es plenamente consciente de ello. Por eso actúa así, desde dentro. Pero también sabe que el tiempo no juega en su favor y que la imagen del SPD se está deteriorando. La revocabilidad de los delegados elegidos es un peligro demasiado grande para el SPD, que intenta mantener el control de la situación. Y así tuvo que precipitar los acontecimientos, mientras que el proletariado necesitaba tiempo para madurar y desarrollarse políticamente.
Paralelamente a esas maniobras ideológicas, al día siguiente del 9 de noviembre, Ebert y el SPD establecen acuerdos secretos con el ejército para aplastar la revolución. Multiplican las provocaciones, las mentiras y las calumnias para conducir a la confrontación militar. Mentiras y calumnias, especialmente contra la Spartakusbund, la cual, dicen, "asesina, saquea y llama a los obreros a que derramen de nuevo su sangre...". A lo que están llamando es a asesinar a Liebknecht y Luxemburgo. Crean un "ejército blanco": los Freikorps, o cuerpos francos, formados por soldados quebrantados y traumatizados por la guerra que ya sólo vivían del odio ciego como único desahogo.
A partir del 6 de diciembre de 1918, se lanzaron amplias ofensivas contrarrevolucionarias:
- ataque al cuartel general del periódico de Espartaco: Die Rote Fahne (Bandera Roja),
- intentos de detener a los miembros del órgano ejecutivo de los consejos obreros,
- intento de asesinato de Karl Liebknecht,
- escaramuzas sistemáticas durante las manifestaciones obreras
- campaña mediática de calumnias y ofensiva militar contra la Volksmarinedivision (división de la marina del pueblo), compuesta por marineros armados que habían marchado desde los puertos de la costa hacia la capital para extender la revolución y actuar en su defensa.
Pero lejos de asustar al proletariado en marcha, todo eso sólo refuerza la ira de los obreros y arma las manifestaciones de réplica a la provocación. La respuesta es: ¡solidaridad de clase!, y tras esta consigna, el 25 de diciembre de 1918, la manifestación más masiva desde el 9 de noviembre. Cinco días después, se funda en Berlín el KPD, Partido Comunista de Alemania.
Frente a esos fracasos, la burguesía aprende y se adapta rápidamente. A finales de diciembre de 1918, comprende que atacar de frente a las grandes figuras revolucionarias le es contraproducente pues fortalece la solidaridad de clase. Decide entonces propalar rumores y calumnias, a la vez que evita enfrentamientos armados directos y maniobra contra personajes menos conocidos. Luego apunta hacia el jefe de policía de Berlín, Emil Eichhorn, que había sido elegido a la cabeza de un comité de soldados en Berlín. Fue destituido del cargo por el gobierno burgués el 4 de enero. Esto se sintió inmediatamente como una agresión por parte de los obreros de la ciudad. El proletariado berlinés reacciona masivamente el 5 de enero de 1919: 150.000 personas llenan las calles, lo que incluso sorprende a la burguesía. Pero esto no impedirá que la clase obrera caiga en la trampa de la insurrección prematura. Y a pesar de que el movimiento no fue seguido en otras partes de Alemania, donde Eichhorn era un desconocido, y ante la euforia del momento, el comité revolucionario provisional[3], en el que están Pieck y Liebknecht, decide esa misma noche lanzar la insurrección armada, en contra de las decisiones del Congreso del KPD. Las consecuencias de esta improvisación son dramáticas: salidos en masa a la calle, los obreros permanecen en ella, sin instrucciones, sin un objetivo preciso y en la mayor confusión. Peor aún, los soldados se negaron a participar en la insurrección, lo cual rubricó su fracaso. Frente a ese error de análisis y a la peligrosa situación que de él se deriva, Rosa Luxemburgo y Leo Jogiches defienden la única posición válida para evitar un baño de sangre: continuar la movilización armando al proletariado y llamándolo a rodear los cuarteles hasta que los soldados se movilicen a favor de la revolución. Esta posición se argumenta con el análisis correcto de que aunque el equilibrio político del poder no está a favor del proletariado en Alemania, a principios de enero de 1919, el equilibrio militar del poder sí es favorable a la revolución (al menos en Berlín).
Pero en lugar de intentar armar a los obreros, el "comité provisional" se pone a negociar con el gobierno al que acababa de declarar derrocado. A partir de entonces, el tiempo ya no juega a favor del proletariado, sino a favor de la contrarrevolución.
El 10 de enero de 1919, el KPD pide a Liebknecht y Pieck que dimitan. Pero el daño está hecho. Le sigue la "semana sangrienta" o "semana de Espartaco". El "golpe comunista" se ve frustrado "por los héroes de la libertad y la democracia". El terror blanco se instala. Los cuerpos francos persiguen a los revolucionarios por toda la ciudad y las ejecuciones sumarias se vuelven sistemáticas. En la noche del 15 de enero, Rosa Luxembourgo y Liebknecht fueron secuestrados por la milicia y asesinados de inmediato. En marzo de 1919, les ocurrirá lo mismo a Leo Jogiches y a cientos de militantes de la izquierda revolucionaria.
¿Cuál es el sentido de ese dramático fracaso? Ya sólo los acontecimientos de enero de 1919 contienen todos los factores que llevaron a la derrota de la revolución: por un lado, una burguesía inteligente maniobrando y, por otro, una clase obrera todavía ilusionada por la socialdemocracia, y un partido comunista insuficientemente organizado, a pesar de los esfuerzos por darle una base programática sólida. De hecho, el KPD estaba bastante desorientado, era demasiado joven (lo forman muchos camaradas jóvenes, los mayores desaparecieron con la guerra o la represión), carece de experiencia, carece de unidad y es incapaz de dar una dirección clara a la clase obrera.
A diferencia de los bolcheviques, con una continuidad histórica desde 1903, y la experiencia de la revolución de 1905 y de los consejos obreros, la izquierda revolucionaria alemana, una minoría muy pequeña dentro del SPD, tuvo que enfrentarse a la traición de éste en agosto de 1914, y luego construir apresuradamente un partido al calor de los acontecimientos. El KPD fue fundado el 30 de diciembre de 1918 con la base de la Spartakusbund y los Comunistas Internacionales de Alemania (IKD). Durante la conferencia de fundación, la mayoría de los delegados se pronuncia muy claramente en contra de la participación en las elecciones burguesas y rechaza los sindicatos. Sin embargo, se subestima en gran medida la cuestión de la organización. La comprensión del partido no está a la altura de lo que está entonces en juego.
Esa subestimación llevará a la toma de decisión de la insurrección armada de Liebknecht y otros camaradas a un nuevo análisis del partido, sin un método claro de análisis de la evolución de la relación de fuerzas. Hay una ausencia de una toma de decisiones centralizada. Es, en efecto, la inexistencia previa de un partido mundial (la IC no se fundará hasta dos meses más tarde, en marzo de 1919) lo que se refleja en la falta de preparación del KPD en tal contexto, lo cual conducirá a la tragedia. En pocas horas, la relación de fuerzas se invirtió: llegó el siniestro tiempo en que la burguesía iba a desplegar su terror blanco.
Sin embargo, las huelgas no cesan. De enero a marzo de 1919, la huelga de masas surge espectacular. Pero al mismo tiempo la burguesía continúa con su sucia labor: ejecuciones, rumores, calumnias... el terror aplasta gradualmente al proletariado. A la vez que, en febrero, surgen huelgas masivas por toda Alemania, el proletariado de Berlín, corazón de la revolución, aturdido por su derrota de enero, ya no es capaz de seguir. Y cuando finalmente se pone a andar, es demasiado tarde. Las luchas en Berlín y en el resto de Alemania no lograrán unirse. Al mismo tiempo, el KPD "decapitado" se ve abocado a la ilegalidad, de tal modo que en las oleadas de huelgas de febrero a abril de 1919, no pudo desempeñar su papel decisivo. Su voz está casi asfixiada por el capital. Si el KPD hubiera tenido la oportunidad de desenmascarar la provocación de la burguesía durante la semana de enero y evitar que los obreros cayeran en la trampa, el movimiento seguramente habría tenido un resultado completamente diferente.... Se caza a los comunistas por todas partes. La comunicación entre lo que queda de los órganos centrales y los delegados locales o regionales del KPD se rompe a menudo. En la conferencia nacional del 29 de marzo de 1919, se observó que "las organizaciones locales son atacadas permanentemente por agentes provocadores".
La revolución en Alemania es sobre todo el movimiento de huelga de masas del proletariado, que se extendió geográficamente, que supo oponer la solidaridad obrera a la barbarie capitalista, que recuperó las lecciones de octubre de 1917 y se organizó en consejos obreros. La revolución en Alemania es también la lección de la necesidad de un Partido Comunista internacional centralizado, con bases organizativas y programáticas claras, sin las cuales el proletariado no podrá frustrar el maquiavelismo de la burguesía. La revolución en Alemania fue también la capacidad de las burguesías de unirse contra el proletariado con su arsenal de maniobras, mentiras y manipulaciones de todo tipo: es el hedor de un mundo agónico que se niega a extinguirse. Es la trampa mortal de las ilusiones sobre la democracia. Es la destrucción implacable desde dentro de los consejos obreros. Aunque los acontecimientos de 1919 fueron decisivos, las brasas aún ardientes de la revolución alemana no se apagaron durante varios años. Pero a escala histórica, las consecuencias de aquella derrota fueron dramáticas para la humanidad: el ascenso del nazismo en Alemania, el estalinismo en Rusia, la marcha hacia la Segunda Guerra Mundial bajo las banderas del antifascismo. Todos esos acontecimientos de pesadilla pueden atribuirse al fracaso de la oleada revolucionaria, entre 1917 y 1923, que había sacudido el orden burgués sin poder derrocarlo de una vez por todas. Eso es lo que la revolución en Alemania en 1918 es para nosotros, una fuente de inspiración y lecciones para las luchas futuras del proletariado. Porque, como escribió Rosa Luxemburgo en vísperas de su asesinato por la soldadesca de la socialdemocracia: “¿Qué nos enseña toda la historia de las revoluciones modernas y del socialismo? La primera llamarada de la lucha de clases en Europa, el levantamiento de los tejedores de seda de Lyon en 1831, acabó con una severa derrota. El movimiento cartista en Inglaterra también acabó con una derrota. La insurrección del proletariado de París, en los días de junio de 1848, finalizó con una derrota asoladora. La Comuna de París se cerró con una terrible derrota. Todo el camino que conduce al socialismo -si se consideran las luchas revolucionarias- está sembrado de grandes derrotas. (...) ¡Dónde estaríamos nosotros hoy sin esas "derrotas", de las que hemos sacado conocimiento, fuerza, idealismo! Hoy, (…) nos apoyamos directamente en esas derrotas y no podemos renunciar ni a una sola de ellas, todas forman parte de nuestra fuerza y nuestra claridad en cuanto a las metas a alcanzar. (...) Las revoluciones (…) no nos han aportado hasta ahora sino graves derrotas, pero esas derrotas inevitables han ido acumulando una tras otra la necesaria garantía de que alcanzaremos la victoria final en el futuro. ¡Pero con una condición! Es necesario indagar en qué condiciones se han producido en cada caso las derrotas. (...)"¡El orden reina en Berlín!", ¡esbirros estúpidos! Vuestro orden está edificado sobre arena. La revolución, mañana ya "se elevará de nuevo con estruendo hacia lo alto" y proclamará, para terror vuestro, entre sonido de trompetas: ¡Fui, soy y seré!
CCI, 29 de octubre de 2018
[1] Los tres pertenecían a la minoría del SPD que se negó a votar los créditos de guerra y su unieron a la Liga Espartaquista (Spartacusbund).
[2] Él y Rosa Luxemburgo, fueron los dos dirigentes de la Liga Espartaquista más conocidos y perseguidos.
[3] El 5 de enero, Obleutes (delegados) revolucionarios, miembros de la dirección del USPD del Gran Berlín, Liebknecht y Pieck del Partido Comunista se reunieron en la prefectura para discutir cómo continuar la acción (...) los representantes de los trabajadores revolucionarios formaron un comité revolucionario provisional de 52 miembros para dirigir el movimiento revolucionario y asumir, si era necesario, todas las funciones gubernamentales y administrativas. La decisión de iniciar la lucha para derrocar al gobierno se tomó en esta reunión a pesar de los seis votos en contra. (Basado en los escritos de Paul Frölich)
Links
[1] https://es.internationalism.org/files/es/pdf/revista_internacional_160_0.pdf
[2] https://es.internationalism.org/files/es/160-mayo_68-eco-con_introduccion.pdf
[3] https://es.internationalism.org/node/add/book?parent=6149&render=overlay#_ftn1
[4] https://es.internationalism.org/node/add/book?parent=6149&render=overlay#_ftn2
[5] https://es.internationalism.org/node/add/book?parent=6149&render=overlay#_ftn3
[6] https://es.internationalism.org/node/add/book?parent=6149&render=overlay#_ftn4
[7] https://es.internationalism.org/node/add/book?parent=6149&render=overlay#_ftn5
[8] https://es.internationalism.org/node/add/book?parent=6149&render=overlay#_ftn6
[9] https://es.internationalism.org/node/add/book?parent=6149&render=overlay#_ftn7
[10] https://es.internationalism.org/node/add/book?parent=6149&render=overlay#_ftnref1
[11] https://en.internationalism.org/ir/066/Marc-02
[12] https://es.internationalism.org/node/add/book?parent=6149&render=overlay#_ftnref2
[13] https://es.internationalism.org/node/add/book?parent=6149&render=overlay#_ftnref3
[14] https://sindominio.net/ash/enrages.html
[15] https://es.internationalism.org/node/add/book?parent=6149&render=overlay#_ftnref4
[16] https://es.internationalism.org/revista-internacional/199901/1175/crisis-economica-i-treinta-anos-de-crisis-abierta-del-capitalismo
[17] https://es.internationalism.org/node/add/book?parent=6149&render=overlay#_ftnref5
[18] https://es.internationalism.org/revista-internacional/200806/2281/mayo-del-68-y-la-perspectiva-revolucionaria-1a-parte-el-movimiento
[19] https://es.internationalism.org/revista-internacional/200808/2339/mayo-del-68-y-la-perspectiva-revolucionaria-2a-parte-fin-de-la-con
[20] https://es.internationalism.org/node/add/book?parent=6149&render=overlay#_ftnref6
[21] https://es.internationalism.org/revista-internacional/199904/1168/crisis-economica-ii-los-anos-80-treinta-anos-de-crisis-abierta-del
[22] https://es.internationalism.org/revista-internacional/200612/1162/crisis-economica-iii-los-anos-90-treinta-anos-de-crisis-abierta-de
[23] https://es.internationalism.org/node/add/book?parent=6149&render=overlay#_ftnref7
[24] https://es.internationalism.org/revista-internacional/200510/223/la-descomposicion-fase-ultima-de-la-decadencia-del-capitalismo
[25] https://es.internationalism.org/en/tag/2/25/la-decadencia-del-capitalismo
[26] https://es.internationalism.org/en/tag/3/46/economia
[27] https://es.internationalism.org/files/es/50_anos_de_mayo_68_2a_parte.pdf
[28] https://es.internationalism.org/revista-internacional/200608/1053/marc-de-la-revolucion-de-octubre-1917-a-la-ii-guerra-mundial
[29] https://en.internationalism.org/wr/315/may68-meetings
[30] https://es.internationalism.org/content/4318/hace-50-anos-mayo-68
[31] https://es.internationalism.org/revista-internacional/201708/4225/el-comunismo-esta-a-la-orden-del-dia-de-la-historia-los-anos-1950-
[32] https://es.internationalism.org/content/4144/hace-40-anos-la-naciente-democracia-espanola-se-estreno-con-los-asesinatos-de-obreros
[33] https://es.internationalism.org/revista-internacional/201510/4119/de-la-ii-guerra-mundial-hasta-mediados-de-los-anos-1970
[34] https://es.internationalism.org/content/2318/un-ano-de-luchas-obreras-en-polonia
[35] https://es.internationalism.org/revista-internacional/201603/4150/informe-sobre-la-lucha-de-clases
[36] https://es.internationalism.org/content/3451/tesis-sobre-la-crisis-economica-y-politica-en-los-paises-del-este
[37] https://es.internationalism.org/revista-internacional/201410/4046/militarismo-y-descomposicion
[38] https://es.internationalism.org/revista-internacional/199001/3502/derrumbe-del-bloque-del-este-dificultades-en-aumento-para-el-prole
[39] https://es.internationalism.org/revista-internacional/201711/4256/22-congreso-de-la-cci-resolucion-sobre-la-situacion-internacional
[40] https://es.internationalism.org/revista-internacional/200606/964/tesis-sobre-el-movimiento-de-los-estudiantes-de-la-primavera-de-200
[41] https://es.internationalism.org/accion-proletaria/201805/4302/francia-huelgas-en-cadena-de-los-ferroviarios-una-maniobra-de-los-sind
[42] https://es.internationalism.org/cci-online/200605/910/huelga-del-metal-de-vigo-los-metodos-proletarios-de-lucha
[43] https://es.internationalism.org/content/3349/2011-de-la-indignacion-la-esperanza
[44] https://es.internationalism.org/revista-internacional/201111/3264/movimiento-de-indignados-en-espana-grecia-e-israel-de-la-indignaci
[45] https://es.internationalism.org/content/3482/espana-y-cataluna-dos-patrias-para-imponer-la-miseria
[46] https://es.internationalism.org/revista-internacional/201712/4262/cataluna-espana-los-proletarios-no-tienen-patria
[47] https://es.internationalism.org/en/tag/21/380/mayo-de-1968
[48] https://es.internationalism.org/en/tag/historia-del-movimiento-obrero/1968-mayo-frances
[49] https://es.internationalism.org/en/tag/2/29/la-lucha-del-proletariado
[50] https://es.internationalism.org/en/tag/acontecimientos-historicos/mayo-1968
[51] https://es.internationalism.org/files/es/castoriadis_munis.pdf
[52] https://www.microsofttranslator.com/bv.aspx?from=fr&to=es&a=http%3A%2F%2Ffr.internationalism.org%2Frinte21%2Fevolution.htm
[53] https://es.internationalism.org/cci-online/200606/945/homenaje-a-nuestra-camarada-clara
[54] https://es.internationalism.org/revista-internacional/200802/2191/hace-60-anos-una-conferencia-de-revolucionarios-internacionalistas
[55] https://es.internationalism.org/revista-internacional/199304/1993/documento-nacionalismo-y-antifascismo
[56] https://en.internationalism.org/book/export/html/1933
[57] https://es.internationalism.org/en/tag/21/364/el-comunismo-no-es-un-bello-ideal-sino-que-esta-al-orden-del-dia-de-la-historia
[58] https://es.internationalism.org/en/tag/corrientes-politicas-y-referencias/area-de-influencia-de-la-izquierda-comunista
[59] https://es.internationalism.org/en/tag/desarrollo-de-la-conciencia-y-la-organizacion-proletaria/izquierda-comunista-francesa
[60] https://es.internationalism.org/en/tag/3/42/comunismo
[61] https://es.internationalism.org/files/es/-informe-tensiones-impe.pdf
[62] https://es.internationalism.org/content/3985/informe-sobre-tensiones-imperialistas
[63] https://es.internationalism.org/accion-proletaria/201804/4295/denuncia-internacionalista-de-la-guerra-turca-en-afrin-por-una-lucha-i
[64] https://es.internationalism.org/en/tag/3/48/imperialismo
[65] https://es.internationalism.org/files/es/160-_burguesia-mundial-contra-octubre.pdf
[66] https://fr.internationalism.org/ri/48/Brest_Litovsk
[67] https://es.internationalism.org/print/book/export/html/4237
[68] https://es.internationalism.org/cci/200602/749/el-aislamiento-es-la-muerte-de-la-revolucion
[69] https://es.internationalism.org/revista-internacional/197507/998/la-degeneracion-de-la-revolucion-rusa
[70] https://es.internationalism.org/en/tag/historia-del-movimiento-obrero/1917-la-revolucion-rusa
[71] https://es.internationalism.org/en/tag/2/37/la-oleada-revolucionaria-de-1917-1923
[72] https://es.internationalism.org/files/es/160-oriente-medio-es.pdf
[73] https://www.marxists.org/espanol/luxem/09El%20folletoJuniusLacrisisdelasocialdemocraciaalemana_0.pdf
[74] https://www.theguardian.com/profile/simontisdall
[75] https://es.internationalism.org/accion-proletaria/201802/4273/yemen-una-guerra-clave-en-la-lucha-por-la-influencia-en-oriente-medio
[76] https://www.theguardian.com/commentisfree/2018/may/09/europe-trump-wreck-iran-nuclear-deal-cancel-visit-sanctions
[77] https://es.internationalism.org/content/4271/estados-unidos-en-el-corazon-del-creciente-desorden-mundial
[78] https://es.internationalism.org/en/tag/geografia/oriente-medio
[79] https://es.internationalism.org/en/tag/3/47/guerra
[80] https://es.internationalism.org/files/es/160-presentacion-es.pdf
[81] https://es.internationalism.org/files/es/160-enma_goldman.pdf
[82] https://de.internationalism.org/rusrev06
[83] https://es.internationalism.org/accion-proletaria/201806/4309/la-burguesia-mundial-contra-la-revolucion-de-octubre-i
[84] https://es.internationalism.org/revista-internacional/197806/944/terror-terrorismo-y-violencia-de-clase
[85] https://es.internationalism.org/revista-internacional/200510/211/entender-cronstadt
[86] https://www.marxists.org/espanol/luxem/11Larevolucionrusa_0.pdf
[87] https://es.internationalism.org/en/tag/21/529/1917-la-revolucion-rusa
[88] https://es.internationalism.org/en/tag/corrientes-politicas-y-referencias/anarquismo-internacionalista
[89] https://es.internationalism.org/en/tag/2/26/la-revolucion-proletaria
[90] https://es.internationalism.org/en/tag/5/701/centenario-de-la-revolucion-de-1917
[91] https://es.internationalism.org/files/es/pdf/revista_internacional_161.pdf
[92] https://es.internationalism.org/files/es/161-las_rpmayo68.pdf
[93] https://es.internationalism.org/revista-internacional/201804/4294/el-curso-historico
[94] https://es.internationalism.org/revista-internacional/199807/1194/iv-la-plataforma-de-la-internacional-comunista
[95] https://es.internationalism.org/cci/200605/917/el-trotskismo-defensor-de-la-guerra-imperialista
[96] https://es.internationalism.org/revista-internacional/199601/1786/iii-la-insurreccion-prematura
[97] https://es.internationalism.org/revista-internacional/200904/2536/iv-1918-1919-la-guerra-civil-en-alemania
[98] https://es.internationalism.org/node/2678
[99] https://es.internationalism.org/content/4379/1919-el-ejemplo-ruso-inspira-los-obreros-hungaros-ii-el-abrazo-del-oso-de-la
[100] https://es.internationalism.org/revista-internacional/200010/985/viii-la-comprension-de-la-derrota-de-la-revolucion-rusa-1922-23-las
[101] https://es.internationalism.org/cci/200510/156/la-izquierda-comunista-y-la-continuidad-del-marxismo
[102] https://es.internationalism.org/rm/2008/103_stalin
[103] https://fr.internationalism.org/rinte6/bilan2.htm
[104] https://es.internationalism.org/cci/200602/539/espana-1936-franco-y-la-republica-masacran-al-proletariado
[105] https://es.internationalism.org/revista-internacional/198910/2140/internationalisme-1945-las-verdaderas-causas-de-la-segunda-guerra-
[106] https://fr.internationalism.org/brochure/effondt_stal_III_1
[107] https://es.internationalism.org/revista-internacional/200612/1185/berlin-1948-en-1948-el-puente-aereo-de-berlin-oculta-los-crimenes-
[108] https://es.internationalism.org/revista-internacional/200602/752/al-inicio-del-siglo-xxi-por-que-el-proletariado-no-ha-acabado-aun-c
[109] https://es.internationalism.org/revista-internacional/200612/1141/hungria-1956-une-insurreccion-proletaria-contra-el-estalinismo
[110] https://es.internationalism.org/revista-internacional/201111/3245/al-inicio-del-siglo-xxi-por-que-el-proletariado-no-ha-acabado-aun-
[111] https://www.marxists.org/espanol/trotsky/1932/histrev/tomo1/
[112] https://www.marxists.org/espanol/trotsky/1932/histrev/tomo2/
[113] https://www.marxists.org/espanol/reed/diezdias/index.htm
[114] https://es.internationalism.org/revista-internacional/201005/2865/que-son-los-consejos-obreros-2-parte-de-febrero-a-julio-de-1917-re
[115] https://es.internationalism.org/revista-internacional/201008/2910/que-son-los-consejos-obreros-iii-la-revolucion-de-1917-de-julio-a-
[116] https://es.internationalism.org/content/4347/hace-50-anos-mayo-68-2a-parte-los-avances-y-retrocesos-de-la-lucha-de-clases
[117] https://es.internationalism.org/revista-internacional/198110/2318/un-ano-de-luchas-obreras-en-polonia
[118] https://es.internationalism.org/content/910/huelga-del-metal-de-vigo-los-metodos-proletarios-de-lucha
[119] https://es.internationalism.org/revista-internacional/201108/3175/las-movilizaciones-de-los-indignados-en-espana-y-sus-repercusiones
[120] https://es.internationalism.org
[121] https://es.internationalism.org/files/es/informe_sobre_las_tensiones_imperialistas.pdf
[122] https://es.internationalism.org/content/4305/informe-sobre-las-tensiones-imperialistas
[123] https://es.internationalism.org/files/es/munis.pdf
[124] https://es.internationalism.org/revista-internacional/201804/4300/el-comunismo-esta-al-orden-del-dia-en-la-historia-castoriadis-muni
[125] https://www.marxist.org/francais/general/castoriadis/works/chaulieu_19490228.htm
[126] https://www.marxists.org/francais/general/castoriadis/works/1949/index.htm
[127] https://libcom.org/article/workers-councils-and-economics-self-managed-society-cornelius-castoriadis
[128] https://libcom.org/article/content-socialism-ii-socialisme-ou-barbarie
[129] https://es.internationalism.org/revista-internacional/201603/4151/resolucion-sobre-la-situacion-internacional
[130] https://prol-dissidenten.blogspot.com/2009/02/un-revolucionario-desconocido-biografia.html
[131] https://bataillesocialiste.wordpress.com/pannekoek-1873-1960/
[132] https://en.internationalism.org/213_castoriadis.htm
[133] https://es.internationalism.org/revista-internacional/200608/1028/en-memoria-de-munis-militante-de-la-clase-obrera
[134] https://libcom.org/article/revolutionary-defeatists-greece-world-war-ii-aghis-stinas
[135] https://es.internationalism.org/revista-internacional/200007/772/anarquismo-y-comunismo-los-amigos-de-durruti-lecciones-de-una-ruptu
[136] https://www.marxists.org/archive/munis/1945/03/su-tactics.htm
[137] https://www.marxists.org/espanol/peret/1947_carta_pci.htm
[138] https://libcom.org/library/content-socialism-socialisme-ou-barbarie
[139] https://libcom.org/article/content-socialism-iii-socialisme-ou-barbarie
[140] https://www.marxists.org/espanol/pannekoek/1940s/consejosobreros/index.htm
[141] https://es.internationalism.org/revista-internacional/199404/1858/vii-el-estudio-de-el-capital-y-los-principios-del-comunismo-2a-par
[142] https://libcom.org/library/solidarity-market-marx-adam-buick
[143] https://es.internationalism.org/revista-internacional/201111/3261/decadencia-del-capitalismo-xi-el-boom-de-la-posguerra-no-cambio-el
[144] https://www.marxists.org/archive/pannekoe/1953/socialisme-ou-barbarisme.htm
[145] https://libcom.org/article/1951-barcelona-general-strike
[146] https://www.marxists.org/espanol/munis/oc/tomo3.pdf
[147] https://www.marxists.org/espanol/munis/oc/tomo2.pdf
[148] https://www.marxists.org/francais/general/castoriadis/works/1949/chaulieu_19490500_01.htm
[149] https://www.marxists.org/espanol/munis/oc/tomo1.pdf
[150] https://es.internationalism.org/cci/200602/754/2-una-revolucion-mas-profunda-que-la-revolucion-rusa-de-1917
[151] https://en.internationalism.org/node/2937
[152] https://es.internationalism.org/cci/200602/753/1critica-del-libro-jalones-de-derrota-promesas-de-victoria
[153] https://libcom.org/article/castoriadis-cornelius-1922-1997
[154] https://www.inclusivedemocracy.org/journal/pdf%20files/pdf%20vol4/The%20Autonomy%20project%20and%20Inclusive%20Democracy.pdf
[155] https://es.internationalism.org/files/es/mayo_68_-_mpp.pdf
[156] https://es.internationalism.org/content/contra-las-mentiras-sobre-mayo-68
[157] https://es.internationalism.org/accion-proletaria/201804/4296/hace-50-anos-mayo-de-1968
[158] https://es.internationalism.org/content/4383/acerca-de-nuestras-reuniones-publicas-en-el-50-aniversario-de-mayo-del-68
[159] https://es.internationalism.org/content/4344/la-renovacion-de-la-izquierda-comunista-uno-de-los-aportes-clave-de-mayo-68
[160] https://es.internationalism.org/revista-internacional/199707/1226/polemica-hacia-los-origenes-de-la-cci-y-del-bipr-i-la-fraccion-ita
[161] https://es.internationalism.org/revista-internacional/199710/1219/polemica-hacia-los-origenes-de-la-cci-y-del-bipr-ii-la-formacion-d
[162] https://es.internationalism.org/revista-internacional/201510/4120/resolucion-sobre-los-grupos-politicos-proletarios-1977
[163] https://es.internationalism.org/revista-internacional/201003/2829/el-sectarismo-una-herencia-de-la-contrarrevolucion-que-hay-que-sup
[164] https://es.internationalism.org/cci-online/200610/1101/el-grupo-comunista-internacionalista-escupe-sobre-el-internacionalismo-prolet
[165] https://es.internationalism.org/revista-internacional/200602/516/para-que-sirve-el-grupo-comunista-internacionalista-gci
[166] https://es.internationalism.org/revista-internacional/200504/69/polemica-con-el-bipr-una-politica-oportunista-de-agrupamiento-que-no
[167] https://es.internationalism.org/cci-online/201108/3183/para-que-sirve-la-fraccion-externa-de-la-cci-de-la-irresponsabilidad-politica
[168] https://www.marxists.org/espanol/m-e/1844/intro-hegel.htm
[169] https://es.internationalism.org/revista-internacional/198204/135/informe-sobre-la-funcion-de-la-organizacion-revolucionaria
[170] https://es.internationalism.org/revista-internacional/198302/2127/estructura-y-funcionamiento-de-la-organizacion-revolucionaria
[171] https://es.internationalism.org/revista-internacional/201603/4148/la-nocion-de-fraccion-en-la-historia-del-movimiento-obrero-1a-part
[172] https://es.internationalism.org/en/tag/vida-de-la-cci/correspondencia-con-otros-grupos
[173] https://es.internationalism.org/en/tag/corrientes-politicas-y-referencias/izquierda-comunista
[174] https://es.internationalism.org/files/es/presentacion_rint161.pdf
[175] https://es.internationalism.org/accion-proletaria/201710/4237/manifiesto-de-la-corriente-comunista-internacional-sobre-la-revolucion
[176] https://es.internationalism.org/content/4376/revolucion-en-alemania-hace-100-anos-el-proletariado-hizo-temblar-la-burguesia
[177] https://es.internationalism.org/content/4373/lista-de-articulos-sobre-la-tentativa-revolucionaria-en-alemania-1918-23
[178] https://es.internationalism.org/content/4350/analisis-de-la-evolucion-reciente-de-las-tensiones-imperialistas
[179] https://es.internationalism.org/content/4352/trump-en-europa-una-expresion-del-caos-capitalista
[180] https://es.internationalism.org/content/4363/castoriadis-munis-y-el-problema-de-la-ruptura-con-el-trotskismo-ii
[181] https://es.internationalism.org/files/es/161-1-revolucion_en_alemania.pdf
[182] https://es.internationalism.org/en/tag/21/367/revolucion-alemana
[183] https://es.internationalism.org/en/tag/historia-del-movimiento-obrero/1919-la-revolucion-alemana