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El informe que publicamos a continuación fue presentado y discutido en una reunión internacional de la CCI (en noviembre de 2017) para con él hacer un balance de la evolución de las principales tendencias en las tensiones imperialistas. Se basa en otros textos e informes en los que esas tendencias se analizaron y discutieron en profundidad en nuestra organización: el texto de orientación (TO) de 1991 "Militarismo y descomposición" (publicado en la Revista Internacional nº 64, 1er trimestre de 1991[1]) y el Informe del XX Congreso Internacional (Revista Internacional nº 152, 2º semestre de 2013[2]).
Desde que se redactó este último informe de 2013, ha habido dos acontecimientos de primera importancia en la agravación de las tensiones imperialistas en Oriente Medio: primero fue la intervención militar directa de Turquía en Siria el 20 de enero de este año para enfrentar las tropas kurdas asentadas en el distrito de Afrin en el norte de Siria[3]. Esta intervención, que se ha llevado a cabo con el acuerdo, al menos tácito, de Rusia, está cargada de futuros enfrentamientos militares, en particular con Estados Unidos, aliados en esta región de las fuerzas kurdas de las YPG, y de enfrentamientos en el seno de la OTAN de la que son miembros tanto Turquía como EEUU. Y más recientemente se ha producido el bombardeo aéreo en Siria por parte de Estados Unidos (con el apoyo de Gran Bretaña y Francia) sobre objetivos en los que supuestamente se fabricaban armas químicas. Lo que tal acto revela son los riesgos de una escalada incontrolada y de una nueva llamarada en los conflictos que asolan la región (es lo que exponemos en nuestro artículo “Siria: el capitalismo es una amenaza creciente para la humanidad”[4] de esta misma Revista), a la vez que se incrementan las tensiones directas entre Estados Unidos y Rusia en un contexto tan álgido y prolífico en tensiones y conflictos entre diferentes países, en una región ya tan afectada por innumerables masacres de todo tipo (bombardeos intensivos por parte de rusos, sirios, norteamericanos y sus aliados franceses, ingleses etc.; atropellos brutales por parte del Estado Islámico), y desplazamientos masivos de población.
(06/04/2018)
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En los últimos 4 años desde nuestro XX Congreso Internacional, las relaciones imperialistas han experimentado un gran incremento en tensión: la guerra en Siria y la lucha contra el Estado islámico, la intervención rusa en Ucrania, la crisis de los refugiados y los ataques en Europa, el Brexit y la presión del populismo, las elecciones de Trump en Estados Unidos y las acusaciones de injerencia rusa en la campaña electoral (el llamado “Rusiagate”), tensiones entre Estados Unidos y China ante las provocaciones de Corea del Norte, la oposición entre Arabia Saudí e Irán (que explica la presión ejercida por aquel país sobre Qatar), el fallido golpe de Estado contra Erdogan y la represión en Turquía, el conflicto por la autonomía kurda, el estallido del nacionalismo y el conflicto entre Cataluña y España, etc. Es pues importante evaluar hasta qué punto estos acontecimientos están en continuidad con nuestros análisis generales del período, pero también qué nuevas orientaciones revelan.
Para ello, es crucial, como se afirma de entrada en el citado texto de orientación (TO) de 1991 "Militarismo y descomposición", utilizar el método apropiado para comprender una situación que es nueva:
“Contrariamente a la corriente bordiguista, la CCI no ha considerado nunca el marxismo como “doctrina invariante”, antes al contrario, lo ha concebido como un pensamiento vivo para el cual cada acontecimiento histórico importante es fuente de enriquecimiento. En efecto, esos acontecimientos permiten ya sea confirmar el marco de los análisis desarrollados anteriormente, dándoles más fuerza, ya sea poner en evidencia la caducidad de algunos de ellos imponiéndose entonces un esfuerzo de reflexión para así ampliar el campo de aplicación de los esquemas válidos antes, pero ya superados, o si no, claramente, elaborar otros nuevos capaces de dar cuenta de la nueva realidad. Les incumbe a las organizaciones revolucionarias la responsabilidad específica y fundamental de cumplir ese esfuerzo de reflexión, teniendo buen cuidado de avanzar, a semejanza de nuestros mayores, Lenin, Rosa, Bilan o la Izquierda Comunista de Francia, a la vez con prudencia y audacia:
- -basándose firmemente en las adquisiciones del marxismo;
- -examinado la realidad sin orejeras, desarrollando el pensamiento, “sin ostracismos de ningún tipo”, como decía Bilan.
En especial, ante tales acontecimientos históricos, importa que los revolucionarios sean capaces de distinguir bien los análisis ya caducos de los que siguen siendo válidos para evitar así el doble escollo de encerrarse en la esclerosis o “tirar al crío con el agua del baño””
Poner en práctica ese enfoque, impuesto, es cierto, por la realidad del momento, ha sido la base de nuestra capacidad para analizar las evoluciones principales en el plano imperialista de los últimos 26 años.
En esta perspectiva, este Informe propone tres niveles de comprensión de los acontecimientos recientes para situar su importancia en relación con nuestros marcos de análisis:
1. ¿Hasta qué punto concuerdan con el marco analítico desarrollado tras la implosión del bloque del Este? Recordaremos al respecto las principales líneas de análisis del TO “Militarismo y descomposición”
2. ¿Hasta qué punto encajan en las principales orientaciones de las tensiones imperialistas a nivel mundial, tal como se describen en el ya citado Informe del XX Congreso Internacional?
3. ¿Cuáles son los acontecimientos más importantes que caracterizan el desarrollo de las tensiones imperialistas hoy en día?
Las orientaciones del TO de 1991
Ese texto presenta el marco analítico para entender la cuestión del imperialismo y el militarismo en el período de descomposición. Avanza dos orientaciones fundamentales para la caracterización del imperialismo en el período actual:
En la fase de descomposición del capitalismo, debido a la desaparición de los bloques imperialistas, el imperialismo y el militarismo se vuelven aún más bárbaros y caóticos.
La reconstitución de los bloques imperialistas no está al orden del día.
La desaparición de los bloques no cuestiona la realidad del imperialismo y el militarismo.
Por el contrario, éstos se vuelven más bárbaros y caóticos: "No es la formación de bloques imperialistas lo que está en la base del militarismo y del imperialismo. Es lo contrario: la formación de bloques no es sino la consecuencia extrema (que en cierta fase puede agravar las causas mismas) del hundimiento del capitalismo decadente en el militarismo y la guerra. (...) el final de los bloques lo que hace es abrir las puertas a una forma todavía más salvaje, aberrante y caótica del imperialismo".
Esto se expresa en particular en el desencadenamiento de apetitos imperialistas en todas direcciones y la multiplicación de tensiones y conflictos: “La diferencia con el período que acaba de terminar, es que esas peleas, esos antagonismos, contenidos antes y utilizados por los dos grandes bloques imperialistas, van ahora a pasar a primer plano. (...)En cambio, con la desaparición de la disciplina impuesta por la presencia de los bloques, esos conflictos podrían ser más violentos y numerosos y, en especial, claro está, en las áreas en las que el proletariado es más débil.”
Del mismo modo, somos testigos del desarrollo de la tendencia de “cada uno a la suya” y, como corolario, de los intentos de contener el caos, factores, ambos, agravantes de la barbarie bélica: "En realidad, es fundamentalmente el caos que ya impera en buena parte del mundo y que ahora amenaza a los grandes países desarrollados y sus relaciones reciprocas, (...) frente a la tendencia al caos generalizado propia de la fase de descomposición, y a la que el hundimiento del bloque del Este ha dado un considerable acelerón, no le queda otra salida al capitalismo, en su intento por mantener en su sitio a las diferentes partes de un cuerpo con tendencia a desmembrarse, que la de imponer la mano de hierro de la fuerza de las armas. Y los medios mismos que está utilizando para contener un caos cada vez más sangriento son un factor de agravación considerable de la barbarie guerrera en que se ha hundido el capitalismo.”
El TO subraya pues de manera central que existe una tendencia histórica de “cada cual a la suya”, un debilitamiento del control estadounidense sobre el mundo, especialmente sobre sus antiguos aliados, y un intento por parte de EEUU en lo militar, donde tienen una enorme superioridad, de mantener su estatus imponiendo su control sobre dichos aliados.
La reconstitución de bloques no está al orden del día
El carácter cada vez más bárbaro y caótico del imperialismo en tiempos de descomposición es un obstáculo importante para la reconstitución de nuevos bloques: "la agudización de éstos [militarismo e imperialismo] en la fase actual del capitalismo es, paradójicamente, una traba de primera importancia para que se vuelva a formar un nuevo sistema de bloques que sea la continuación del que acaba de desaparecer. (...) el hecho mismo de que la fuerza de la armas se haya convertido –como lo confirma la guerra del Golfo- en factor preponderante en los intentos de los países avanzados por limitar el caos mundial, es una traba importante contra esa tendencia. (...) la formación de un nuevo par de bloques imperialistas no se ve en un horizonte razonable, puede que ni siquiera ocurra nunca”.
Estados Unidos es el único país del mundo que puede hacer de gendarme planetario. Los únicos otros posibles candidatos a la dirección de un bloque son Alemania y Japón: "(...) el mundo aparece como una inmensa timba en la que cada quien va a jugar “por su cuenta y para sí”, en la que las alianzas entre Estados no tendrán ni mucho menos, el carácter de estabilidad de los bloques, sino que estarán dictadas por las necesidades del momento. Un mundo de desorden asesino, en el que el “gendarme” USA intentará hacer reinar un mínimo de orden con el empleo más y más masivo de su potencial militar.”
Además, la URSS nunca podrá recuperar un papel de retador: (...) “está fuera de dudas que la cabeza de bloque que acaba de hundirse, la URSS, no será capaz de volver a conquistar ese puesto.”
En eso también, el análisis sigue siendo esencialmente exacto: después de 25 años de descomposición, no surge ninguna perspectiva de reconstitución de bloques.
En conclusión, el marco y los dos ejes principales presentados en el TO se han confirmado en gran medida y siguen siendo profundamente válidos.
Sin embargo, es necesario reflexionar más sobre algunos componentes del análisis
El papel de Estados Unidos como único gendarme del mundo ha evolucionado significativamente en los últimos 25 años: ésta es una de las cuestiones centrales que se analizarán más a fondo en este informe. Sin embargo, el TO daba una dirección que concretó con creces el pronóstico de 1991: el hecho de que la acción de Estados Unidos crearía aún más caos. Esto ha quedado plenamente ilustrado por el desarrollo del terrorismo hoy, esencialmente como consecuencia de la política de Estados Unidos en Irak, y, accesoriamente, por la intervención franco-británica en Libia.
Además, ahora podemos decir que el análisis sobreestimó el papel potencial atribuido a Japón e incluso a Alemania. Japón fue capaz de fortalecer su armamento y ganó más autonomía en ciertos sectores, pero eso no es en modo alguno comparable a una tendencia a formar un bloque, al haber tenido Japón que someterse a la protección de Estados Unidos contra Corea del Norte y especialmente contra China. Alemania sigue teniendo potencial sin por ello haberse fortalecido realmente durante estos 25 años. Alemania ha ganado más peso, desempeña un papel preponderante e incluso de liderazgo en Europa, pero, militarmente hablando, sigue siendo un enano, aunque (a diferencia de Japón) involucre a sus tropas en tantos "mandatos" militares de la ONU como le sea posible. Por otra parte, durante ese período se ha visto el surgimiento de China como una nueva potencia en ascenso, un papel que, en gran, medida, hemos subestimado en el pasado.
Para Rusia, finalmente, el análisis sigue siendo básicamente correcto, también en el sentido de que ya su posición como líder de bloque en 1945 era un "accidente de la historia". Pero las predicciones de que "no podrá desempeñar, a pesar de sus considerables arsenales, un papel importante en la escena internacional" y de que "está condenada a volver a una posición de tercer orden" no se han materializado realmente: ciertamente, Rusia no ha vuelto a convertirse en un retador global para Estados Unidos, pero desempeña un papel significativo como "alborotador", típico de la decadencia, exacerbando el caos en todo el mundo a través de sus intervenciones y alianzas militares (ha logrado ciertos éxitos en Ucrania y Siria, ha fortalecido su posición en Turquía e Irán y ha desarrollado una cooperación con China). Indudablemente hemos subestimado a este nivel los recursos de un imperialismo desesperado, dispuesto a hacer cualquier cosa por defender sus intereses con uñas y dientes.
Los análisis del Informe del XX Congreso de la CCI (2013)
En el contexto de un imperialismo cada vez más bárbaro y caótico y del creciente estancamiento de la política norteamericana, que no hace sino exacerbar la barbarie de la guerra (ejes del informe del XIX Congreso de la CCI), el informe destaca cuatro orientaciones en el desarrollo de los enfrentamientos imperialistas que completan los ejes de la estrategia de 1991 a 2000.
El incremento de la tendencia de “cada uno para sí”, que se plasmaba, en particular, en una multiplicación en todas direcciones de las ambiciones imperialistas. Esto se expresa concretamente en:
a) el peligro de enfrentamientos bélicos y la creciente inestabilidad de los Estados de Oriente Medio, que, a diferencia de la primera Guerra del Golfo de 1991, desencadenada por los Estados Unidos y llevada a cabo por una coalición internacional bajo su dirección, ponen de relieve la aterradora propagación del caos;
b) El ascenso constante de China y la exacerbación de las tensiones en Extremo Oriente. El análisis del informe corrige parcialmente la infravaloración del papel de China en nuestros análisis anteriores. Sin embargo, a pesar de la evidencia de la impresionante expansión económica, el creciente poderío militar y una creciente presencia en los enfrentamientos imperialistas, el Informe argumenta que China no tiene suficientes capacidades industriales y tecnológicas para imponerse como cabeza de un bloque y desafiar a EE.UU. a nivel mundial.
El creciente estancamiento de la política de gendarme global de EE.UU., particularmente en Afganistán e Irak, ha llevado a una huida ciega hacia la barbarie de la guerra. "El lamentable fracaso de las intervenciones en Irak y Afganistán ha debilitado el liderazgo mundial de Estados Unidos. Aunque la burguesía norteamericana bajo Obama, al elegir una política de retirada controlada desde Irak y Afganistán, haya sido capaz de reducir el impacto de la catastrófica política liderada por Bush, no por eso ha podido invertir la tendencia, lo que la ha llevado a una escapada hacia la barbarie bélica. Con la ejecución de Bin Laden, Estados Unidos intentó responder a ese declive de su liderazgo haciendo además alarde de su absoluta superioridad tecnológica y militar. Sin embargo, esa reacción no ha atajado la tendencia subyacente hacia el debilitamiento”.
Una tendencia que se confirma hacia la extensión explosiva de zonas de inestabilidad y caos permanentes: "(...) por grandes áreas del planeta, desde Afganistán hasta África, hasta tal punto que algunos analistas burgueses, como el francés Jacques Attali, hablan abiertamente de la "somalización" del mundo".
La crisis del euro (y los PIGS, Portugal, Irlanda, Grecia y España) acentúa las tensiones entre los Estados europeos y las tendencias centrífugas dentro de la UE: "Por otro lado, la crisis y las drásticas medidas impuestas empujan a la desintegración de la UE y al rechazo de la sumisión al control de cualquier país, es decir, empujan a “cada uno a la suya”. Gran Bretaña rechaza radicalmente las medidas de centralización propuestas y en los países del sur de Europa crece un nacionalismo anti-alemán. Las fuerzas centrífugas también pueden implicar una tendencia a la fragmentación de los Estados, a través de la disidencia de regiones como Cataluña, norte de Italia, Flandes o Escocia. (...) Así, la presión de la crisis, a través de la compleja interacción de fuerzas centrípeta y centrífuga, acentúa el proceso de desintegración de la UE y exacerba las tensiones entre Estados".
Las cuatro orientaciones principales de la situación, desarrolladas en el informe, también siguen siendo válidas. Ya muestran claramente que la tensión entre, por un lado, la tendencia al “de cada uno a la suya” y, por otro, los intentos de contener el caos, puestos de relieve en el TO de 1991, tiende cada vez más hacia una situación caótica cada vez más explosiva.
El incremento general de la inestabilidad en las relaciones imperialistas
Desde el informe de 2013, los acontecimientos han confirmado el cambio en las relaciones imperialistas hacia tensiones en todas direcciones y un caos cada vez más incontrolable. Pero, sobre todo, la situación se caracteriza por su carácter altamente irracional e impredecible, vinculado al impacto de las presiones populistas y, en particular, al hecho de que la primera potencia mundial está hoy dirigida por un presidente populista con reacciones impredecibles. Una práctica cada vez más a corto plazo por parte de la burguesía y una imprevisibilidad cada vez mayor en las políticas resultantes marcan sobre todo la política del gendarme norteamericano, pero también la política de las demás grandes potencias imperialistas, el desarrollo de conflictos en el mundo y el aumento de las tensiones en Europa.
El declive de la superpotencia americana y la crisis política en la burguesía de ese país.
La subida al poder de Trump, surfeando sobre una ola populista, ha tenido tres consecuencias importantes.
La primera es lo imprevisible en las decisiones y lo incoherente de la política exterior de Estados Unidos. Las acciones de tal presidente populista y su administración, como la denuncia de los tratados transpacífico y transatlántico, la del acuerdo climático, el cuestionamiento de la OTAN y el tratado nuclear con Irán, el apoyo incondicional a Arabia Saudí, la escalada belicista con Corea del Norte o las tensiones con China socavan los cimientos de las políticas y acuerdos internacionales defendidos por las distintas administraciones norteamericanas anteriores. Sus impredecibles decisiones, sus amenazas y apuestas de tahúr restan fiabilidad a Estados Unidos como aliado y acentúan el declive de la única superpotencia.
Así, las fanfarronadas de Trump, y sus cambios repentinos de posición no sólo ridiculizan a Estados Unidos, sino que llevan a que cada vez menos países confían en ese país.
Y aunque la burguesía norteamericana bajo Obama, al haber escogido una política de retirada controlada de Irak y Afganistán, fue capaz de reducir el impacto de la catastrófica política conducida por Bush, no ha sido capaz de invertir la tendencia de modo que el callejón en que está la política norteamericana se está cerrando cada día más con las acciones de la administración Trump. En la reunión del G20 de Hamburgo en 2017, el aislamiento de Estados Unidos fue evidente en el tema del clima y la guerra comercial. Además, el compromiso de Rusia en Siria para salvar a Assad ha hecho retroceder a Estados Unidos y ha reforzado el peso de Rusia en Oriente Próximo, especialmente en Turquía e Irán, mientras que Estados Unidos ha sido incapaz de contener el paso de una China todavía en segunda fila a principios de los 90 a la de un serio contrincante que se presenta como campeona de la globalización.
El riesgo de desestabilizar la situación mundial y aumentar las tensiones imperialistas nunca ha sido mayor, como vemos con Corea del Norte o Irán: la política estadounidense es más que nunca un factor directo que agrava el caos a nivel mundial.
La segunda consecuencia de la llegada de Trump al poder ha sido la apertura de una importante crisis política dentro de la burguesía norteamericana. La necesidad constante para contener lo impredecible de las decisiones presidenciales, pero sobre todo la sospecha de que el éxito electoral de Trump se debe en gran medida al apoyo de Rusia (el llamado "Rusiagate"), un hecho totalmente inaceptable para la burguesía norteamericana, ponen de manifiesto una situación política muy delicada y una dificultad para controlar el juego político.
La incesante lucha por "encuadrar" al presidente se realiza a varios niveles: la presión ejercida por el Partido Republicano (fracaso de las votaciones sobre la supresión del "Obamacare"), la oposición a los planes de Trump por parte de sus ministros (el ministro de Justicia J. Sessions que se niega a dimitir o los ministros de Asuntos Exteriores y de Defensa que "matizan" las palabras de Trump), lucha por el control del personal de la Casa Blanca por parte de los "generales" (Mc Master, Mattis). Sin embargo, ese “encuadramiento” no parece impedir los "patinazos", como cuando Trump concluyó un acuerdo con los demócratas en septiembre para eludir la oposición de los republicanos a subir el tope de la deuda.
Cualquiera que sea la orientación imperialista de la burguesía norteamericana hacia Rusia (en esto también hay divergencias entre facciones de la clase dominante, como veremos más lejos), el escándalo del "Rusiagate" es gravísimo: se acusa a Rusia de injerencia en la campaña presidencial norteamericana y de conexión de Trump con la mafia rusa. De hecho, por primera vez, un presidente estadounidense es elegido con el apoyo de Rusia, lo cual es inaceptable para los intereses de la burguesía estadounidense. Si las investigaciones confirmaran los cargos, sólo podrían conducir a un juicio político contra Trump.
Y, finalmente, la última consecuencia de la llegada de Trump al poder es el incremento de tensiones sobre las opciones para el imperialismo americano. De hecho, la cuestión de los lazos con Rusia también es objeto de enfrentamientos entre clanes dentro de la burguesía estadounidense. Como el principal desafío de hoy es China, ¿es aceptable para la burguesía norteamericana acercarse al antiguo jefe del bloque rival y gran potencia militar, para contener el caos, el terrorismo y el empuje chino? ¿Puede Estados Unidos contribuir en el resurgir de su rival de la guerra fría aceptando negociar un compromiso con él en determinados ámbitos? ¿Permitiría eso contener las ambiciones chinas y dar también un golpe a Alemania? Dentro de la administración Trump, hay muchos partidarios del acercamiento, como los ministros Tillerson, de Asuntos Exteriores, y Ross de Comercio y también Kushner, el yerno del presidente. Grandes partes de la burguesía norteamericana, sin embargo, parecen no estar dispuestas a hacer concesiones a Rusia (especialmente dentro del ejército, los servicios secretos y el Partido Demócrata). En este contexto, las investigaciones relativas a "Rusiagate", que implican la posibilidad de manipulación y chantaje de una presidencia estadounidense por parte de un enemigo exterior, son ampliamente explotadas por esas facciones para hacer totalmente inaceptable cualquier acercamiento con Rusia.
La crisis del gendarme norteamericano exacerba aún más la tendencia a “cada uno para sí” de las demás potencias imperialistas y la imprevisibilidad de las relaciones entre ellas.
Las orientaciones proteccionistas de Trump y la salida de Estados Unidos de varios acuerdos internacionales han llevado a varias potencias, especialmente europeas y asiáticas, a reforzar sus vínculos mutuos -sin excluir totalmente a Estados Unidos por el momento- a expresar su deseo de ser más independientes de Estados Unidos y defender sus propios intereses. Así lo puso de manifiesto la cooperación entre Alemania y China en la última reunión del G20 en Hamburgo, y esta cooperación entre los países europeos y asiáticos también se refleja en la conferencia sobre el clima de Bonn, con lo que se pretende alcanzar los objetivos fijados en París.
La posición de retirada de los Estados Unidos agrava la tendencia al “cada uno para sí” en las otras grandes potencias: ya hemos mencionado la agresividad imperialista de Rusia que le ha permitido recuperar zonas en el campo de la batalla imperialista mundial (Ucrania, Siria). Por lo que respecta a China, seguíamos nosotros subestimando, en el Informe de nuestro XX Congreso Internacional, tanto la rapidez de la modernización económica como la estabilidad política interna de ese país, que parece haberse reforzado enormemente con Xi. China se presenta hoy como defensora de la globalización frente al proteccionismo norteamericano y como polo de estabilidad global frente a la inestabilidad de la política de ese país, a la vez que desarrolla una estrategia militar cuyo objetivo es incrementar su presencia militar fuera de China (Mar de China meridional).
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El incremento de la tendencia al “cada uno para sí” puede ir acompañado de alianzas de circunstancia (China y Alemania para orientar el G20, el tándem franco-alemán para fortalecer la cooperación militar en Europa, China y Rusia respecto a Irán), pero éstas siguen siendo fluctuantes y no pueden ser consideradas como bases para que surjan bloques reales. Consideremos el ejemplo de la alianza entre China y Rusia. Las dos potencias comparten intereses comunes, por ejemplo contra Estados Unidos en Siria e Irán, o en Extremo Oriente (Corea del Norte) contra Estados Unidos y Japón. Han realizado ejercicios militares conjuntos en esas dos áreas. Rusia se ha convertido en uno de los principales proveedores de energía de China, reduciendo ésta su dependencia de Occidente, mientras que China suministra enormes cantidades de bienes de consumo y realiza inversiones en Siberia. Sin embargo, Rusia no quiere convertirse en la subordinada de un vecino poderoso del cual depende a niveles hasta ahora desconocidos. Además, ambos países compiten también en Asia Central, en el sudeste asiático y en la península india: el proyecto chino de la nueva "Ruta de la Seda" va directamente en contra de los intereses rusos, mientras que Rusia refuerza sus vínculos con India, adversario central de China en Asia (con Japón). Por último, el acercamiento de China a la UE, y en particular a Alemania, es una amenaza mortal para Rusia, que se encontraría atrapada entre China y Alemania.
La extensión de las zonas de guerra, de inestabilidad y caos
Frente a esa tendencia desbocada de “cada uno para sí”, los intentos de “mantener en su lugar las diferentes partes de un cuerpo que tiende a dislocarse” parecen cada vez más vanos, mientras que la inestabilidad de las relaciones imperialistas hace impredecible la multiplicación de los focos de tensión.
La derrota del Estado Islámico no reducirá la inestabilidad y el caos: los enfrentamientos entre milicias kurdas y ejército turco en Siria, entre unidades kurdas, ejército Iraquí, y las milicias chiíes pro-iraníes en Kirkuk, en Irak, anuncian nuevas batallas sangrientas en la región. La posición de Turquía, que ocupa una posición clave en la región, es crucial para la evolución de las tensiones y, a la vez, está llena de amenazas para la propia estabilidad del país. Turquía tiene importantes ambiciones imperialistas en la región, no sólo en Siria o Irak, sino también en todos los países musulmanes, desde Bosnia hasta Catar, desde Turkmenistán hasta Egipto, y está jugando plenamente su propia carta imperialista: por una parte, su estatuto de miembro de la OTAN es muy "inestable", dadas sus tensas relaciones con Estados Unidos y la mayoría de los miembros de la OTAN de Europa Occidental, así como las tensiones con la UE en torno a los refugiados y las conflictivas relaciones con Grecia; por otra parte, actualmente tiende a acercarse a Rusia e incluso a Irán, un competidor imperialista directo en la escenario de Oriente Medio, a la vez que se opone a Arabia Saudí (negativa a retirar sus tropas desplegadas en una base turca de Catar). Al mismo tiempo, la lucha por el poder dentro del país se vio exacerbada por la posición cada vez más dictatorial de Erdogan y la reanudación de la guerrilla kurda. En esto, la negativa de Estados Unidos a extraditar a Gülen, así como su apoyo, con armamento y entrenamiento, a las milicias kurdas en Irak, son una grave amenaza en el incremento del caos dentro de la propia Turquía.
Lo imprevisible de los acontecimientos en algunas zonas de tensión es particularmente evidente en Corea del Norte. Si bien el telón de fondo del conflicto es el enfrentamiento creciente entre China y Estados Unidos, hay una serie de características que hacen que el resultado sea de lo más incierto:
-la ideología de Estado fortaleza asediado en Corea del Norte, que defiende como prioridad absoluta las armas atómicas contra un ataque por parte de estadounidenses y japoneses y que también muestra una gran desconfianza hacia los "amigos" chinos o rusos (desconfianza basada en viejas experiencias de los partisanos coreanos durante la Segunda Guerra Mundial), hace que el control de China sobre Corea del Norte sea limitado;
- La apuesta de póquer de Trump, que amenaza a Corea del Norte con la destrucción total, plantea la cuestión de su credibilidad. Esto conducirá, por un lado, a un rearme acelerado del Japón (ya anunciado por el Primer ministro japonés Abé); pero, por otro lado, el desequilibrio en armas atómicas entre Estados Unidos y Corea del Norte (situación diferente al "equilibrio del terror" entre Estados Unidos y la URSS durante la guerra fría) y la sofisticación de las armas atómicas de "pequeño alcance" no excluyen la amenaza de su uso unilateral por parte de Estados Unidos, lo que sería un paso cualitativo importante en la caída en la barbarie.
En resumen, la zona de guerra, la desintegración del Estado y el caos sangriento se está extendiendo cada vez más: desde Ucrania hasta Sudán del Sur, desde Nigeria hasta Oriente Próximo, desde Yemen hasta Afganistán, desde Siria hasta Birmania y Tailandia. Hay además una extensión de áreas de caos en América Latina: la creciente desestabilización política y económica de Venezuela, el caos político y económico en Brasil, la desestabilización de México si se confirma la política proteccionista de Trump hacia ese país. A ello hay que añadir la expansión del terrorismo y su presencia en la realidad cotidiana de Europa, Estados Unidos, etc. La zona de caos que se está extendiendo por todo el planeta está dejando cada vez menos oportunidades de reconstrucción para las poblaciones afectadas, incluso parciales (cuando esto sí fue todavía posible en Bosnia o Kosovo), como lo demuestra el fracaso de la política de reconstrucción y de restauración de las estructuras estatales en Afganistán.
La evolución de las tensiones en Europa
Este factor, ya potencialmente presente en el informe del XX Congreso (cf. punto 4.2.), se ha agudizado violentamente en los últimos años. Con el Brexit, la UE ha entrado en una zona de grandes turbulencias, mientras que so pretexto de proteger a los ciudadanos y luchar contra el terrorismo, los presupuestos de la policía y el ejército están aumentando significativamente en Europa Occidental y aún más en Europa Oriental.
Bajo la presión de las medidas económicas, la crisis de los refugiados, los atentados terroristas y, sobre todo, las victorias electorales de los movimientos populistas, las fracturas dentro de Europa se multiplican y las oposiciones se exacerban: las presiones económicas de la UE sobre Grecia e Italia, resultado del referéndum sobre el Brexit, la presión del populismo sobre la política europea (Holanda, Alemania) y sus victorias en los países de Europa del Este (Polonia, Hungría y recientemente la República Checa), las tensiones internas en España con la "crisis catalana". Un desmembramiento gradual de la UE a través, por ejemplo, de una "Europa a diferentes velocidades", como parece defender actualmente el dúo franco-alemán, debería provocar una marcada intensificación de las tensiones imperialistas en Europa.
La relación entre populismo (contra las élites cosmopolitas, mundialistas, y por el proteccionismo) y el nacionalismo quedó patente en el discurso de Trump de septiembre en la ONU: "el nacionalismo sirve a un interés internacional: si cada país piensa primero en sí mismo, las cosas se arreglarán para el mundo". Esa glorificación exacerbada de cada cual a la suya (ese grito de "América primero" de Trump) está pesando mucho en el conflicto catalán. En el contexto de la crisis del euro y la drástica austeridad que siguió, existe una interacción dramática entre populismo y nacionalismo: por un lado una parte de la pequeña y media burguesía catalana que “no quiere seguir pagando por España” o las provocaciones de la coalición catalanista de Puigdemont dominada por una izquierda confrontada a su propia pérdida de credibilidad en el poder y, del lado “españolista”, la huida ciega en la escalada nacionalista del presidente del Gobierno español, Rajoy, frente a la crisis del Partido Popular, empantanado en múltiples casos de corrupción.
“El militarismo y la guerra son un elemento fundamental de la vida del capitalismo desde la entrada de este sistema en su período de decadencia. (…).En realidad si el imperialismo, el militarismo y la guerra se identifican tanto con el período de decadencia, es porque éste es el periodo en que las relaciones de producción capitalistas se han vuelto una traba al desarrollo de las fuerzas productivas: el carácter perfectamente irracional, en el plano económico global, de los gastos militares y de la guerra es expresión de la aberración que es el mantenimiento de esas relaciones de producción.” (“Militarismo y Descomposición”). El grado de caos imperialista y de barbarie bélica, que va mucho más allá de lo que uno podía haberse imaginado hace 25 años, refleja la obsolescencia del sistema y la necesidad imperiosa de derrocarlo.
[3] Ver Denuncia internacionalista de la guerra turca en Afrin, https://es.internationalism.org/accion-proletaria/201804/4295/denuncia-internacionalista-de-la-guerra-turca-en-afrin-por-una-lucha-i
[4] De próxima publicación en español