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Los acontecimientos en torno a la visita de Trump a Europa han confirmado muy claramente las principales ideas desarrolladas en el Informe sobre las tensiones imperialistas de la CCI (junio de 2018)[1], en particular la idea de que los Estados Unidos de América ahora se han convertido en el principal propagador de la tendencia al "sálvese quien pueda" a nivel mundial, hasta el punto de empezar a destruir los instrumentos de su propio "orden mundial".
La cumbre de la OTAN de julio en Bruselas estuvo marcada por las ruidosas y amenazantes demandas del presidente estadounidense Trump de que los miembros europeos de la OTAN aumenten lo más rápida y masivamente posible sus presupuestos militares, primero al 2% e incluso al 4%, una cantidad que los Estados Unidos dicen haber estado gastando durante algún tiempo.
La queja de Trump de que el gigantesco nivel de gasto militar de Estados Unidos constituye una carga terrible para la economía norteamericana y su competitividad no es ciertamente una noticia falsa. La financiación, durante una década, de una maquinaria militar presente en todos los continentes del mundo, y el precio económico de los fiascos de Estados Unidos en Afganistán e Irak están sofocando la economía estadounidense. Este es el producto inevitable del cáncer del militarismo. Y, sin embargo, el presupuesto corriente de los Estados Unidos ha asignado de nuevo una parte mucho mayor al gasto en armamento que durante los años anteriores -y esta orientación fue impulsada tanto por el Partido Demócrata como por los Republicanos[2]. Así que, a pesar de la advertencia de que los crecientes costos del militarismo están socavando el desempeño general de la economía estadounidense, tarde o temprano el impulso militarista obliga a todos los gobiernos del mundo a sacrificar cada vez más recursos y gastos a este insaciable Moloch. El hecho de que las empresas armamentísticas obtengan de ello magníficos beneficios, no impide el debilitamiento de la economía en su conjunto. El ejemplo de Rusia en los años 70 y 80 sirve de advertencia: el peso paralizante de su sector militar, la carrera armamentística imposible de ganar con los Estados Unidos, fue un factor clave en el colapso de todo el régimen estalinista.
Al mismo tiempo, las amenazas de Trump de que si los ‘aliados’ europeos no aumentan sus presupuestos militares de acuerdo con las demandas de los EUA, este país podría ir por su cuenta, incluso abandonar la OTAN, lo llevan a un conflicto directo con aquéllos que hasta ahora han defendido los intereses imperialistas globales del capital estadounidense.
Ciertamente hay una lógica en la antipatía de Trump hacia la OTAN, que en muchos aspectos es un vestigio de la época de los bloques y cuyo papel en el mundo multipolar actual se ha vuelto cada vez más incierto. En la época de la Guerra Fría, la OTAN era el instrumento central de un bloque militar con los Estados Unidos a la cabeza, lo que le permitía imponer sus propias decisiones y una disciplina a nivel de todo el bloque. E incluso después del colapso del bloque ruso en 1989-91, la OTAN ha seguido siendo una estructura de poder dominada por Estados Unidos, un medio para preservar la hegemonía global estadounidense y oponerse a las tendencias centrífugas entre sus antiguos aliados. En particular, la OTAN se utilizó para instalar más tropas en Europa Central y Oriental, haciendo avanzar la ofensiva estadounidense contra Rusia. La OTAN sigue sirviendo de escudo contra Rusia a los ojos de varios países de Europa del Este.
Por supuesto, por debajo de todo esto, las tendencias avanzando al "sálvese quien pueda", de tensiones crecientes entre los Estados-nación, han actuado para debilitar de forma constante e irreversible la dominación estadounidense de la OTAN y de sus antiguos aliados. Pero las amenazas de Trump de retirarse de la OTAN siguen estando en conflicto directo con los intereses del ala militar estadounidense, que no quiere abandonar lo que queda de la posición de liderazgo de Estados Unidos dentro de la OTAN, y mucho menos abandonar la OTAN con él. Esta facción de la clase dominante entiende que mantener la hegemonía estadounidense es más que un problema económico. La cumbre de la OTAN y las poco sólidas amenazas de Trump revelan la realidad de los efectos del cáncer del militarismo, pero también el hecho de que la clase dominante estadounidense está profundamente dividida en cuanto a sus orientaciones militares.
Al mismo tiempo, los resultados de la cumbre de la OTAN no hicieron sino reforzar la determinación de los países miembros europeos de aumentar sus gastos militares y ganar más margen de maniobra fuera de la zona de control de los Estados Unidos. Los ultimátums de Trump fueron un buen pretexto para que aquellos aceleraran este proceso, reforzando las ambiciones europeas de desarrollar nuevas estructuras militares dentro o fuera de la UE, en particular entre Francia y Alemania, pero también con el Reino Unido (independientemente del Brexit). Así que vemos que el peso global del militarismo no se desvanece: cuando las anteriores estructuras de poder militar se erosionan, esto sólo crea nuevas tensiones y nuevas alianzas militares, aunque sean efímeras. Como con cualquier pandilla, cuando el jefe principal se debilita o se derrumba, los gangsters de segunda clase generalmente forman nuevas alianzas antes de que empiecen a enfrentarse entre sí...
Inmediatamente después de la cumbre de la OTAN, Trump realizó una breve visita al Reino Unido, cuya política, él señaló, “es algo confusa". Entonces él mismo procedió a aumentar la confusión al aparecer para socavar los esfuerzos de Theresa May para improvisar juntos un acuerdo Brexit, declarando que ésta no había hecho lo que él le había pedido y que el acuerdo con la UE que ella proponía descartaría un acuerdo comercial con Estados Unidos -después de haber elogiado previamente al alto funcionario rebelde Boris Johnson diciendo que podría ser un "gran primer ministro". Los daños causados por todo esto estaban hechos, a pesar de la furiosa ostentación en la conferencia de prensa en Chequers donde Trump permaneció lado a lado con May. Y después de definir a la UE como un "enemigo" antes de su cumbre con Putin, la actitud de este presidente “alborotador” hacia la UE -que había sido establecida como parte del bloque occidental y a la que los Estados Unidos continuaron apoyando en el orden mundial post 89- claramente es paralelo a su actitud hacia la OTAN.
Luego vino la Cumbre Trump-Putin en Helsinki. Esto demostró sobre todo que la clase dominante en los Estados Unidos tiene un presidente a la cabeza que está actuando cada vez más por su cuenta o que solamente insiste sobre intereses muy específicos, en particular con cálculos económicos a corto plazo. En lugar de ser una fuerza centralizadora para dirigir las fuerzas militares y de seguridad, actúa no sólo sin consultarlas, sino incluso expresa una mayor fe en las palabras de Putin que en las de su aparato de seguridad como lo recuerda la intromisión rusa en las elecciones de los Estados Unidos. Es obvio que Trump se ha vuelto más impredecible que nunca y que las correcciones ridículas de sus afirmaciones más extravagantes no pueden ocultar el verdadero atolladero en el que se encuentra la clase gobernante de Estados Unidos.
De la misma manera que su actitud en la cumbre de la OTAN mostró las divisiones dentro de la clase dominante, el fiasco de la reunión con Putin destaca los crecientes conflictos dentro y entre los aparatos militar y de seguridad y la Casa Blanca, dentro y entre ciertas ramas de la industria y alas importantes del Estado. La oposición a las ambiciones imperialistas rusas ha sido profundamente arraigada en la política imperialista de Estados Unidos desde 1945 y ha sido reforzada por la agresiva política exterior de Putin. La idea de que Trump, y con él ciertas fracciones de la clase dominante, podrían estar dispuestas a hacer todo tipo de acuerdos con Putin, o incluso actuar como sus secuaces, es una fuente de ansiedad considerable en las fracciones más serias de la clase dominante de Estados Unidos que no están convencidas por el argumento de que Estados Unidos podrían aliarse útilmente con Rusia contra la mayor amenaza planteada por China y como contrapeso a la Unión Europea.
Cuando Trump llegó al Reino Unido, fue "bienvenido" por decenas, incluso cientos de miles de manifestantes encolerizados por sus declaraciones racistas sobre la inmigración, su admisión abierta de abuso sexual, su alabanza para la "gente fina" de la derecha fascista. Pero estas manifestaciones estaban claramente en un terreno burgués, no sólo porque estaban animadas abiertamente por los portavoces de la clase dominante como The Guardian y The Evening Standard. Su enfoque era sobre todo Trump el hombre: su piel naranja, su peinado, sus manos y pene pequeños, el hecho revelador de que el significado de ‘trump’ es ‘cera’. El problema con todo esto es que oculta lo que realmente está en juego en la situación. Hace 10 años, los banqueros fueron responsables de una crisis económica que se encuentra enraizada en las contradicciones impersonales del capital, así, hoy Trump es culpado por el creciente caos político, económico y militar, cuando al final él es sólo el producto de este caos, que deriva de la subyacente realidad que estamos viviendo a través de la desintegración y la descomposición de todo un sistema social. Una de las pancartas de la manifestación en Londres decía: "¿podemos por favor dejar que las personas inteligentes manejen las cosas ahora?". Pero reemplazar a Trump con un político más inteligente y más responsable no detendrá el deslizamiento del capitalismo en el abismo de la barbarie. Sólo una decidida lucha contra el capital mundial, una lucha destinada a su derrocamiento, puede ofrecer esperanza a la humanidad.
DA, 24.7.18
[1] Ver https://es.internationalism.org/content/4350/analisis-de-la-evolucion-reciente-de-las-tensiones-imperialistas
[2] El 16 de marzo de 2017, el presidente Trump presentó su petición al Congreso de 639 mil millones de dólares para el gasto militar -54 mil millones de dólares, que representan un incremento del 10%- para el año fiscal 2018, así como 30 mil millones de dólares para el año fiscal 2017 que termina en septiembre... El Congreso aumentó el presupuesto a un total de 696 mil millones de dólares. 61 mil millones de dólares igualan o incluso sobrepasan todo el presupuesto militar de Rusia cada año. Encima, es más que lo que la administración de Trump pidió originalmente. Esto compite con dos grandes picos de gasto durante el gobierno del presidente George W. Bush, en el 2003 y 2008, que fue para financiar la guerra en Irak. "Hoy en día, recibimos el presupuesto militar más grande en la historia, revirtiendo muchos años de disminución y falta de predictibilidad de fondos" (secretariode defensa Jim Mattis, https://www.npr.org/sections/parallels/2018/03/26/596129462/ how-the-Pentagon-plans-to-spend-that-extra-61-billion?t=1532333040329).