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Ofrecemos la introducción a la discusión de 6 Reuniones Públicas que la CCI ha celebrado en Francia (París, Lille, Toulouse, Marsella, Lyon y Nantes) en respuesta al peligro que representa el movimiento interclasista reaccionario de los Chalecos Amarillos[1]. En la segunda parte, presentamos una síntesis de las principales cuestiones debatidas en dichas Reuniones Públicas.
Esta intervención de la CCI evidencia nuestro compromiso con la lucha del proletariado, el cual no consiste solamente en apoyar las luchas sino también en denunciar aquellas que por su naturaleza interclasista y reaccionaria significan un peligro para el proletariado y para el porvenir del género humano.
Introducción a la discusiónLa idea generalizada, tanto en los medios de comunicación de la burguesía como en algunos partidos políticos, es que el movimiento del "chaleco amarillo" es una nueva manifestación de la lucha de clases, algo comparable a la huelga general del 68 de mayo. En realidad, este movimiento cubre una amplia gama de demandas, desde la cancelación del impuesto sobre el combustible y las desgravaciones fiscales hasta el aumento del salario mínimo y/o de las pensiones.
Por eso, entre los "chalecos amarillos", hay tanto pequeños empresarios como trabajadores que se han ido sumando a este movimiento de cólera contra los ataques del gobierno de Macron. Por eso este movimiento es interclasista. Los proletarios se ahogan en este magma sin forma. A pesar de sus demandas proletarias contra el declive de su poder adquisitivo, no se movilizaron en un terreno de clase, como miembros de la clase obrera sino como ciudadanos franceses. Este movimiento de "chaleco amarillo", como tal, se desarrolló desde el principio en un terreno opuesto al de la clase obrera, tanto en sus métodos de lucha como a través de ciertas demandas ajenas al proletariado. Este movimiento está en el extremo opuesto de la meta histórica del movimiento proletario: la lucha por el derrocamiento del sistema capitalista que abre la perspectiva de la abolición de la explotación y la esclavitud asalariada.
El desarrollo del capitalismo no ha hecho desaparecer las capas intermedias, situadas entre las dos clases fundamentales de la sociedad: el proletariado y la burguesía. Estos estratos sociales están compuestos por pequeños artesanos, pequeños empresarios, profesiones liberales y sectores del campesinado que se han movilizado contra su empobrecimiento y el deterioro de sus condiciones de vida. El objetivo de estos estratos intermedios, y su única perspectiva, es pedir al Estado que mantenga los medios que les permitan seguir viviendo de su pequeña empresa, desarrollar un lugar mejor para sí mismos en la sociedad capitalista.
Estas capas intermedias, al no estar integradas en el trabajo social, no están interesadas en la abolición del capitalismo. No es lo mismo para el proletariado, cuya condición fundamental es vender su fuerza de trabajo a la clase burguesa, ya que esta fuerza de trabajo es la única "riqueza" que permite a los proletarios sobrevivir en un mundo dominado por la producción de bienes[2].
Para el proletariado, no se trata de mendigar nada al Estado capitalista, sino de luchar contra su explotación y por la defensa de sus condiciones de vida constantemente atacadas por el capital con el agravamiento de la crisis económica. El desarrollo de sus luchas, la generalización de su lucha, su unificación, son un verdadero trampolín para sentar las bases del derrocamiento del capitalismo y para establecer una nueva sociedad libre de explotación y de todas sus consecuencias: barbarie, guerras, descomposición y caos social. Para el proletariado, su horizonte es el futuro, no los mezquinos intereses inmediatos de la pequeña burguesía.
Las luchas del proletariado se basan en una realidad material: el trabajo asociado. Esta asociación de trabajo es el marco del cual la clase obrera saca su fuerza como clase social antagónica a la burguesía. Sus métodos de lucha son producto de esta asociación. Las asambleas generales, la organización del proletariado en comités de lucha, comités de huelga, consejos obreros son la expresión de esta asociación. La clase obrera en sus luchas está organizando y desarrollando conscientemente un proyecto social que será "una asociación de productores donde el libre desarrollo de cada individuo es la condición para el libre desarrollo de todos" como dice el Manifiesto Comunista.
El movimiento del "chaleco amarillo" está lejos de esta perspectiva porque lo que lo domina es la necesidad de ser reconocidos como buenos ciudadanos franceses. Para los pequeños empresarios con chalecos amarillos, la principal razón de su enojo es la necesidad de enfrentarse a las grandes empresas capitalistas que los están sofocando, la voluntad de luchar contra los aumentos de impuestos que están ahogando a sus pequeñas empresas. Estamos lejos de la realidad proletaria, lejos del trabajo asociado. A diferencia del proletariado, las capas sociales intermedias, especialmente la pequeña burguesía, no tienen un proyecto revolucionario para la transformación de la sociedad; son fundamentalmente conservadoras e incluso reaccionarias.
Los trabajadores que se han dejado arrastrar en este movimiento, remolcados por los pequeños patrones, no luchan en su terreno de clase. Como resultado, están inevitablemente atrapados en la ideología burguesa, en ideologías reaccionarias y anti proletarias como el nacionalismo, la xenofobia, el racismo antiinmigrante, hasta tal punto que entre las 42 reivindicaciones iniciales de los "chalecos amarillos" se encuentra la demanda de expulsión de los inmigrantes ilegales, con la repugnante y populista idea de que no queremos que nuestros impuestos se utilicen para acoger a todos los inmigrantes que huyen de la pobreza absoluta y la barbarie de la guerra en su país de origen. Por lo tanto, no es casualidad que el movimiento del "chaleco amarillo" fuera apoyado desde el principio no sólo por todos los partidos de derecha, sino también por Marine Le Pen, el antiguo Frente Nacional. A diferencia del movimiento interclasista de los "chalecos amarillos", debemos recordar aquí que la clase obrera es una clase de inmigrantes y que su lema es: "Los proletarios no tienen patria". Trabajadores de todos los países, uníos".
Este movimiento interclasista se presenta en realidad como una revuelta popular, es la cólera del "pueblo francés" la que se expresa. Todos estaríamos unidos porque seríamos el pueblo francés. En las rotondas y en las demostraciones de "chalecos amarillos" se oye cantar La Marsellesa detrás de la bandera nacional. Sin embargo, debemos decir alto y claro que la bandera tricolor es la de los Versalleses, la horda que masacró la Comuna de París[3], mientras que los comuneros habían reemplazado la bandera tricolor de la Revolución de 1789 por la bandera roja, que se había convertido en el símbolo del movimiento obrero y del internacionalismo. La referencia histórica de los "chalecos amarillos" es, en efecto, la Revolución Francesa de 1789, donde la revuelta popular de los "sans culottes" contra el hambre había permitido a la burguesía, asfixiada por los impuestos, tomar el poder político y deshacerse de la nobleza que tenía el privilegio de no pagar impuestos.
A diferencia de la revolución francesa de 1789, la nueva clase explotada que apareció en las ruinas de la sociedad feudal, el proletariado, ya no puede aliarse con los estratos sociales que también son víctimas del aumento de sus impuestos. Desde el comienzo del movimiento obrero, el proletariado tuvo que afirmar su autonomía de clase para defender sus propios intereses de clase revolucionarios con sus propios métodos de lucha en relación con su proyecto histórico: el comunismo. Este proyecto revolucionario ya estaba contenido en la revuelta de Canuts en 1830, en los días de la insurrección de junio de 1848 o en la Comuna de París en 1871.
Recordemos que Marx, hace 150 años, identificó la insurrección de junio de 1848 en París como la primera manifestación de la autonomía de la clase destinada a convertirse en sepulturera del capitalismo, y esto en un momento en que el trabajo asalariado aún no se había generalizado.
A mediados del siglo XIX, la burguesía tuvo que seguir completando su revolución eliminando los viejos restos del feudalismo y estableciendo un sistema de democracia parlamentaria. Sin embargo, ante la gran crisis económica de 1847, las masas populares de las ciudades y del campo se enfrentaron al hambre, que provocó una serie de levantamientos de las masas urbanas de proletarios o semiproletarios en París, Berlín, Viena y otras ciudades. Como subrayaba el Manifiesto Comunista, el proletariado ya se había convertido en una fuerza distinta de otros estratos sociales.
En febrero de 1848, los trabajadores parisinos habían sido la principal fuerza detrás de las barricadas, en el levantamiento que derrocó la monarquía de Luis Felipe y estableció la República. Pero en los meses siguientes, el antagonismo entre el proletariado y la burguesía "republicana" se había vuelto abierto y agudo, ya que la nueva clase explotadora había dejado claro que no podía hacer nada para aliviar la miseria económica de los trabajadores. La resistencia del joven proletariado parisino se había materializado en la confusa demanda del "derecho al trabajo", cuando el gobierno decidió cerrar los Talleres Nacionales que se habían creado para proporcionar a los trabajadores un mínimo de alivio del desempleo.
Sin embargo, como Marx afirmó en 1850 en su libro La lucha de clases en Francia[4], bajo el lema del "derecho al trabajo", se expresaron los inicios de un movimiento para la supresión de la propiedad privada. La burguesía era consciente de este peligro: cuando los obreros parisinos levantaron barricadas, armas en mano, para defender los Talleres Nacionales, el levantamiento fue reprimido con la mayor ferocidad. En realidad, lo que la burguesía quería al provocar este levantamiento era quitarle las armas al proletariado. Como escribió Marx en dicho libro: " los obreros, con una valentía y una genialidad sin ejemplo, sin jefes, sin un plan común, sin medios, carentes de armas en su mayor parte, tuvieron en jaque durante cinco días al ejército, a la Guardia Móvil, a la Guardia Nacional de París y a la que acudió en tropel de las provincias. Y es sabido que la burguesía se vengó con una brutalidad inaudita del miedo mortal que había pasado, exterminando a más de 3.000 prisioneros".
Esta primera derrota sangrienta del proletariado demostró implacablemente el fin de una ilusión, una utopía, la ilusión de que la República burguesa podría aliviar el sufrimiento de la clase explotada. Los días de la insurrección de junio de 1848 revelaron claramente la inexorable confrontación entre dos clases sociales con intereses totalmente opuestos. También revelaron que, a diferencia de la revolución de 1789, el proletariado se separó de otras capas sociales para afirmarse como clase independiente y como la única fuerza revolucionaria de la sociedad. El Manifiesto Comunista se convirtió entonces en el programa revolucionario del proletariado, aunque en 1848, como dice Marx, las condiciones para la revolución aún no estaban maduras.
Por lo tanto, la autonomía de clase del proletariado significa su independencia de las otras clases de la sociedad. Esta autonomía constituye una CONDICIÓN INDISPENSABLE para la acción revolucionaria de la clase explotada. Por eso la referencia de los "chalecos amarillos" a la Revolución de 1789 y su nostalgia por esta revolución del "pueblo francés" con sus libros de reclamaciones, conservados en su momento por los sacerdotes de las parroquias católicas, es totalmente reaccionaria. Frente a la revuelta popular de los "chalecos amarillos", debemos recordar que la noción de "pueblo" no pertenece al vocabulario del marxismo, y esto desde los días de junio de 1848. Por el contrario, esta noción de "pueblo francés" sólo puede conducir al interclasismo, a la dilución del proletariado en todos los demás estratos y clases sociales. Por último, este concepto nacionalista del "pueblo francés" sólo puede conducir, en determinadas circunstancias históricas, a la unidad nacional, a la unión sagrada de los explotados con sus propios explotadores.
Para concluir esta presentación, queremos responder a una pregunta que algunos de nuestros lectores se han hecho: ¿puede el movimiento del "chaleco amarillo" convertirse en un trampolín para el surgimiento de una lucha autónoma de la clase obrera?
Nuestra respuesta es claramente NO. La lucha de clases del proletariado no puede surgir detrás de un movimiento tan interclasista, nacionalista y ciudadano. Aunque la gran mayoría de los proletarios tienen cierta simpatía por este movimiento contra "la vida cara", no se reconocen en los métodos de lucha de los "chalecos amarillos". No se reconocen en los bloqueos estériles y en la ocupación de las rotondas. No se reconocen en los actos de violencia indiscriminada y desesperada que sólo pueden conducir al caos social y hacer el juego a la represión y al fortalecimiento del estado policial. La gran mayoría de los proletarios tampoco se reconocen en un movimiento apoyado por la derecha y la extrema derecha.
Hoy podemos ver aún más claramente el impasse, el carácter no proletario de este movimiento de ciudadanos franceses con chalecos amarillos, a través de su exigencia de un Referéndum de Iniciativa Popular, una exigencia perfectamente reformista que pretende desviar a los proletarios detrás de la mistificación electoral y la defensa de la democracia burguesa. Para los "chalecos amarillos", se trata de mejorar la democracia parlamentaria del estado capitalista para que se escuche la "voz del pueblo". Mientras que, para el proletariado, la meta de su lucha de clases es derrocar al estado burgués y a todas las instituciones democráticas de la dictadura del capital. La RIC es apoyada por todas las camarillas burguesas, desde la extrema derecha del partido de Marine Le Pen hasta la extrema izquierda trotskista del NPA de Besancenot, pasando por el partido de Mélenchon, la Francia Insumisa.
Las cuestiones discutidas en las Reuniones PúblicasEntre las personas presentes en estas reuniones públicas, algunas venían por primera vez, otras representaron al medio político proletario (compañeros de la corriente bordigista estuvieron presentes en la reunión pública de Marsella).
Las discusiones que tuvieron lugar en varias ciudades francesas (París, Lille, Toulouse, Toulouse, Lyon, Marsella, Nantes) confirmaron la necesidad de aclarar y comprender la situación social actual y las perspectivas de la lucha proletaria.
A diferencia de otras reuniones públicas en el pasado, donde los grupos políticos priorizaban sus diferencias con la CCI, nos encontramos junto con estos camaradas para defender una voz proletaria y una posición marxista contra el interclasismo (sin borrar nuestras diferencias). Saludamos este estado de ánimo responsable en la defensa del patrimonio del marxismo y de la izquierda comunista en un momento en que otros están tirando este patrimonio por la borda y, al mismo tiempo, socavando todos los esfuerzos por aclararlo frente a las ideologías conservadoras y reaccionarias
La todavía muy limitada presencia de elementos politizados en estas reuniones públicas también tiene un significado que debemos reconocer. Esta realidad sigue estando ligada principalmente a las grandes dificultades a las que se enfrenta actualmente la clase obrera (en particular su pérdida de identidad de clase), a la intensa propaganda burguesa que genera desconfianza hacia las ideas revolucionarias. Todo esto dificulta la reflexión y lleva a los proletarios más combativos a subestimar todos los peligros que el interclasismo representa para la lucha obrera de hoy.
Todos los presentes expresaron la necesidad de clarificación política y rechazaron los discursos sobre el llamado "soplo de aire fresco" que el movimiento del "chaleco amarillo" podría haber tenido para la clase obrera y su conciencia. Esta llamada "esperanza" que la ideología dominante mantiene a sabiendas es una vez más una ilusión muy peligrosa. Queríamos, por tanto, reconocer la riqueza de los debates, este esfuerzo de reflexión y clarificación política, que va en contra del clima político imperante, que sugiere que "todo lo que se mueve" en la calle es necesariamente "revolucionario".
Sin embargo, los debates en estas reuniones públicas también expresaron las dificultades para comprender en profundidad las cuestiones cruciales planteadas por el movimiento del "chaleco amarillo":
- ¿Qué es un movimiento interclasista?
- ¿Qué representan las capas intermedias, la pequeña burguesía?
- ¿Cuál es la autonomía de clase del proletariado?
- ¿Cuál es la clase obrera como única clase revolucionaria en la sociedad?
- ¿Qué significa para el proletariado la pérdida de la identidad de clase? ¿Cuáles son sus debilidades hoy en día y cómo puede recuperar esta identidad de clase?
- ¿Cuál es el peso de la descomposición del capitalismo en la sociedad, en el proletariado y en el movimiento de los "chalecos amarillos"?
- ¿Cuál es la responsabilidad de las organizaciones revolucionarias en la transmisión de las lecciones de las luchas de clases pasadas y en la defensa de la perspectiva revolucionaria para las luchas futuras?
No podemos tratar aquí todas las cuestiones, nos limitaremos a las dos primeras.
Aunque casi todos los participantes expresaron su acuerdo con la dimensión interclasista del movimiento, la comprensión profunda de lo que representa y significa el interclasismo ha sido bastante superficial.
En Lille, por ejemplo, los simpatizantes expresaron la idea de que "había cosas positivas que salían del movimiento y que podían contribuir al desarrollo de la conciencia de clase". Uno de ellos afirmó, en particular, que "el movimiento ha permitido dejar claro que todos somos iguales".
De hecho, esto no es cierto. En este movimiento, encontramos tanto pequeños empresarios, artesanos, profesiones liberales y agricultores, como trabajadores empobrecidos. La realidad es que los intereses de cada uno no son los mismos. En las clases medias, con la pequeña burguesía a la cabeza, la competencia es suprema y cada jefecillo se preocupa por proteger sus propios intereses. En cambio la clase obrera tiene intereses comunes en todo el mundo y su lucha se basa en la unidad y la solidaridad.
Otra dificultad que surgió en los debates fue si la clase obrera estaba presente como tal en el movimiento del "chaleco amarillo". En la reunión pública de Lille, un momento importante de la discusión se dedicó a aclarar la naturaleza del movimiento, la diferencia entre la presencia de trabajadores en la revuelta del "chaleco amarillo" y un verdadero movimiento proletario. Esta es una pregunta fundamental. Este es un aspecto en el que los participantes en nuestras reuniones se han centrado a menudo, sin ver mucho más profundamente el peligro de trazar una línea de igualdad entre los dos.
A pesar de sus demandas proletarias contra el declive de su poder adquisitivo, los trabajadores presentes no se movilizaron en su terreno de clase, el del proletariado, sino como individuos y ciudadanos franceses. En las discusiones, en la calle, la palabra "pueblo" estaba en todas las bocas: "pueblo burlado", "pueblo ignorado", "pueblo trabajador", y es, de hecho, la ira del "pueblo francés" (y no de la clase explotada) la que se expresa en este movimiento. De ahí que se cantara La Marsellesa en las manifestaciones, y la bandera nacional francesa izada en las rotondas se convirtiera en el estandarte de este movimiento interclasista. Todas estas expresiones de nacionalismo NUNCA han sido cuestionadas.
Este concepto nacionalista del "pueblo francés" sólo puede llevar a la dilución del proletariado en todos los demás estratos y clases sociales. La naturaleza de clase de un movimiento social no está determinada por su composición SOCIOLÓGICA sino por su orientación POLÍTICA y sus métodos de lucha.
Algunos asistentes dijeron que "las referencias a 1789, el canto de la Marsellesa, no son conscientes, sino que son el resultado de una falta de un desconocimiento”, lo que es cierto. ¿Pero es una pregunta secundaria, un simple detalle sin importancia? A diferencia de la revolución de 1789, durante los días de la insurrección de junio de 1848, el proletariado tuvo que separarse de los otros estratos sociales para afirmarse como clase independiente y como la única fuerza revolucionaria de la sociedad. El Manifiesto Comunista se convirtió entonces en el programa revolucionario de la clase proletaria. Muchos de los participantes en estas reuniones públicas parecían desconocer este episodio fundamental de la historia del movimiento obrero, proporcionando un marco histórico y teórico para los debates.
La autonomía de clase del proletariado significa su independencia de las otras clases de la sociedad, su capacidad de dar orientación política a todas las demás capas no explotadoras. Esta independencia de clase del proletariado constituye una CONDICIÓN INDISPENSABLE por su acción revolucionaria dirigida, a largo plazo, al derrocamiento del capitalismo y a la construcción de una sociedad sin clases y, por tanto, sin la explotación del hombre por el hombre. Los objetivos de la lucha proletaria no tienen nada que ver con los objetivos del movimiento nacionalista y "ciudadano" de los "chalecos amarillos": mejorar la democracia burguesa, reformar el sistema capitalista para una mejor distribución de la riqueza de la nación francesa y una mayor "justicia fiscal". Por eso la referencia de los "chalecos amarillos" a la Revolución de 1789 y su nostalgia por esta revolución del "pueblo francés" con sus libros de reclamaciones, conservados en su momento por los sacerdotes de las parroquias católicas, es totalmente reaccionaria.
Todas estas dudas y preguntas sobre la necesaria autonomía de la clase obrera de otros estratos sociales reflejan, en realidad, una dificultad para entender lo que es la clase obrera como clase revolucionaria[5]. Estas dificultades no son nuevas y han sido la base de discusiones durante muchos años con todo un medio de elementos que se politizan y se preguntan sobre la perspectiva revolucionaria preguntándose quién o qué clase puede cambiar el mundo. Estas dificultades se ven reforzadas por el hecho de que la clase obrera ha sufrido un retroceso en la conciencia de su propia identidad, olvidando momentáneamente su experiencia pasada de gloriosas luchas contra el capitalismo[6].
A pesar del acuerdo de nuestros simpatizantes sobre el peligro del interclasismo, la mayoría de ellos expresaron la idea de que este movimiento podría representar una chispa, una especie de trampolín para los futuros movimientos proletarios. Algunos consideraban "normal que los proletarios presentes no fueran conscientes, la conciencia se desarrollaba en la lucha y, por lo tanto, corresponde a los revolucionarios mostrarles que el movimiento no satisface las necesidades de la clase y que hay que hacer otra cosa". Este análisis revela profundas ilusiones sobre las potencialidades del movimiento de los "chalecos amarillos" y la posibilidad de que pueda dar lugar a una dinámica de clase claramente proletaria. Esa ilusión oculta los peligros que encierra este movimiento interclasista, en particular la contaminación del proletariado por ideologías y métodos de lucha que le son totalmente ajenos. La idea de que este movimiento sería una especie de guía para la clase obrera o un "trampolín" para sus luchas, también revela una falta de confianza en las potencialidades del proletariado como clase históricamente revolucionaria.
Sólo el método marxista permite identificar cuáles son las fuerzas sociales en movimiento, su naturaleza profunda, más allá de las simples apariencias sociológicas. En cuanto al papel de los revolucionarios en este movimiento, es totalmente irrisorio. Dado que estos últimos están en contra de la corriente de este maremoto interclasista y nacionalista, no pueden tener ningún eco. Para la gran mayoría de los "chalecos amarillos", los revolucionarios aparecen en el mejor de los casos como "marcianos" de otro planeta, y en el peor como saboteadores de su movimiento.
En Marsella, gracias a la presencia en nuestra Reunión Pública de compañeros de la corriente bordiguistas (que publican "Le Fil Rouge"), el debate permitió profundizar la cuestión del peligro del interclasismo, recordando que en 1789 la revolución francesa contra la monarquía era un movimiento popular interclasista que permitió a la burguesía tomar el poder. Un camarada de Fil Rouge proporcionó argumentos muy profundos para apoyar nuestro análisis de la naturaleza del movimiento del "chaleco amarillo". Este camarada recordó, entre otras cosas, que una de las demandas de los pequeños comerciantes era el boicot a los hipermercados y la llamada a comprar en pequeños comercios locales. Si los trabajadores prefieren ir al supermercado, es simplemente porque las necesidades básicas son mucho más baratas allí que en las tiendas de la esquina. Por lo tanto, es evidente que los intereses de los trabajadores pobres en "chalecos amarillos" no son los mismos que los de los pequeños comerciantes asfixiados. Los intereses del proletariado sólo pueden diluirse en medio de las demandas de la pequeña burguesía y los pequeños patrones. Debemos recordar que la lucha de clases no es una lucha "popular" entre los "ricos" y los "pobres", sino una lucha de clases entre una clase explotadora y una clase explotada.
En cuanto a la cuestión de la violencia, los debates no pudieron desarrollarse realmente debido a las limitaciones de tiempo. Una vez más, será importante volver y comprender por qué la burguesía ha hecho uso de tal grado de represión (frente a un movimiento que no puede poner en peligro su dominación de clase) y por qué los enfrentamientos de los "chalecos amarillos" con la policía, bastante espectaculares, no pueden representar un objetivo en sí mismo, un medio para fortalecer la propia lucha y "doblar" al gobierno, ¡y mucho menos para obligar a Macron a dimitir!
En conclusión, quedan muchas cuestiones fundamentales por debatir. Para abordarlas, aclararlas y comprender lo que está en juego en la situación social actual, el marco político del marxismo basado en la historia del movimiento obrero sigue siendo absolutamente fundamental.
Stopio, 1 de marzo de 2019
[1] Ver entre otras tomas de posición Chalecos Amarillos: Violencia policial, disturbios, guerrilla urbana, saqueos.... ¡La verdadera causa del caos y la violencia es el capitalismo! https://es.internationalism.org/content/4381/chalecos-amarillos-violencia-policial-disturbios-guerrilla-urbana-saqueos-la-verdadera [2] y Hoja de intervención de la CCI sobre la trampa del movimiento de los chalecos amarillos https://es.internationalism.org/content/4378/hoja-de-intervencion-de-la-cci-sobre-la-trampa-del-movimiento-de-los-chalecos-amarillos [3]
[2] Para indagar sobre la naturaleza de la pequeña burguesía ver Correspondencia: sobre la pequeña burguesía https://es.internationalism.org/accion-proletaria/201709/4231/correspondencia-sobre-la-pequena-burguesia [4]
[3] Hemos escrito numerosos artículos sobre esta gran experiencia del proletariado. Ver, por ejemplo, Lecciones de la Comuna de París /content/4164/lecciones-de-la-comuna-de-paris [5]
[5] Para una discusión sobre por qué la clase obrera es la clase revolucionaria ver ¿Quién podrá cambiar el mundo? I - https://es.internationalism.org/revista-internacional/199307/1964/quien-podra-cambiar-el-mundo-i-el-proletariado-es-la-clase-revoluc [7] y II - https://es.internationalism.org/revista-internacional/199309/1949/quien-podra-cambiar-el-mundo-ii-el-proletariado-sigue-siendo-la-cl [8]
[6] Para un análisis de las causas de este retroceso del proletariado ver Derrumbe del Bloque del Este: Dificultades en aumento para el proletariado https://es.internationalism.org/revista-internacional/199001/3502/derrumbe-del-bloque-del-este-dificultades-en-aumento-para-el-prole [9]
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Desde hace unos meses se suceden las manifestaciones de jóvenes en 270 ciudades del planeta protestando sobre el deterioro del clima y la destrucción del medio ambiente.
Los jóvenes salen a la calle a expresar su inquietud totalmente justificada por el futuro del planeta y de la propia especie humana cada vez más comprometidos por los efectos de un sistema de producción que destruye el entorno natural (a la vez que destroza la vida de millones de seres humanos por la explotación, la guerra y la miseria que provoca) y que conlleva cambios en las condiciones climáticas, atmosféricas y reproductivas del planeta de consecuencias cada vez más catastróficas.
Al mismo tiempo expresan su indignación por el cinismo y la hipocresía de los gobernantes que se llenan la boca de declaraciones expresando “su preocupación” por el “problema ambiental” y organizan innumerables foros (Kioto, París etc.) que adoptan “medidas” tan espectaculares como inoperantes, cuando, al servicio de sus designios imperialistas y económicos, no hacen otra cosa que agravar aún más el deterioro del planeta.
Compartimos totalmente la inquietud y la indignación de esos miles de jóvenes, sin embargo, es preciso preguntarse si este movimiento, en sus objetivos, planteamientos y métodos, significa una verdadera lucha por la resolución del problema, o constituye una trampa que solo conducirá al desánimo y a la amargura de verse utilizados y engañados.
La historia de los últimos 100 años rebosa de este tipo de engaños repugnantes perpetrados por gobiernos y partidos que sirven al capitalismo. En los años 30 y en los años 80 grandes manifestaciones “por la paz” fueron organizadas por gobiernos y partidos “democráticos” y la experiencia evidenció que fueron una terrible manipulación pues con esas movilizaciones “pacifistas” preparaban la guerra: la segunda guerra mundial con sus 60 millones de muertos o las innumerables guerras locales que hoy siguen cubriendo de muerte, ruina y dolor numerosos lugares del planeta.
Las manifestaciones actuales tienen como eje “pedir a las autoridades que hagan algo”, presionarles, incluso llenar sus ordenadores de mails, tuits etc., trufados de amenazas.
Sin embargo, son esas mismas autoridades quienes, en defensa de los intereses capitalistas de la máxima ganancia y de la ocupación de posiciones estratégicas en el mercado mundial, adoptan medidas que no hacen más que agravar el deterioro del clima y del medio ambiente. Semejante planteamiento de “presionar” a los gobernantes para que “se muevan” es como pedir que un hacker se encargue de la seguridad informática o que el zorro cuide a las gallinas.
Los gobernantes de los Estados no están “al servicio de los ciudadanos” ni tienen como fin “escuchar sus demandas”. El Estado no es el órgano del “pueblo” sino la máquina exclusiva y excluyente que defiende los intereses de cada capital nacional, la minoría que nos explota y que es la responsable del deterioro medio ambiental.
Los iniciadores del movimiento denuncian que "¡desde hace 40 años, partidos políticos de todos los colores han estado perdiendo la guerra contra el cambio climático! ». Estos partidos no hacen más que prometer y engañar cara a la galería, mientras en la práctica toman decisiones económicas, militares o guerreras que contribuyen a destruir el planeta. Un estudiante de secundaria ginebrino de 18 años denunciaba esta farsa: "Hay una gran desconfianza en la política institucional, pero también en organizaciones ecologistas como Greenpeace, que son percibidas como demasiado moderadas e institucionalizadas".
Las manifestaciones se enfocan a lograr “conversaciones” con ministros, parlamentarios, grupos de presión y activistas ecológicos. Esto únicamente sirve para lavar la cara del Estado democrático y perderse en el laberinto del derecho y las políticas gubernamentales. Los "intentos de "diálogo" con los portavoces políticos solo conducen a promesas grandilocuentes que nada resuelven.
El eslogan de las manifestaciones plantea un vago “Salvar el clima, cambiar el sistema", lo que se concreta en “pasar a la práctica” y entramparse en una serie de medidas de carácter local o regional que no resuelven absolutamente nada y provocan el cansancio y la decepción.
En diferentes escuelas, por ejemplo, se han creado "comités climáticos" para desarrollar "proyectos climáticos" por escuela. Bajo el lema "Cambia el mundo, empieza por ti mismo", el objetivo propuesto es reducir tu propia "huella ecológica".
Este tipo de orientación es especialmente perverso pues NOS HACE SENTIR CULPABLES DE LA CATASTROFE CLIMATICA convirtiendo un problema histórico y global causado por el capitalismo en un problema “doméstico” provocado por los individuos. La reducción de “nuestra huella ecológica” consistiría en que usáramos menos agua al lavar la vajilla, nos ducháramos solo una vez por semana y no tiráramos de la cadena del inodoro.
Este planteamiento de “responsabilizar a los individuos” es especialmente peligroso. En primer lugar, porque sirve para liberar de toda responsabilidad al Capital y a los Estados y gobiernos que les sirven.
En segundo lugar, porque convierte a esos miles de jóvenes que hoy son estudiantes pero que mañana serán trabajadores o desempleados, en “ciudadanos” que “exigen y reclaman a sus gobernantes”. Con ello se induce una falsa imagen de la sociedad en que vivimos: no está formada por “ciudadanos libres e iguales” sino por clases sociales enfrentadas por intereses antagónicos, una minoría, la clase capitalista, que posee casi todo y se hace cada vez más rica, y una inmensa mayoría, el proletariado, que no posee nada y es cada vez más pobre.
Y, en tercer lugar, y esto es lo más grave: el planteamiento individualista de “hagamos algo por el clima” lleva a la división y el enfrentamiento dentro de la propia clase obrera. Cuando se cierren factorías automovilísticas o de otras ramas industriales o logísticas en nombre de la “lucha por el clima”, las autoridades señalarán con el dedo a los obreros que resistan los despidos denunciándolos como cómplices del deterioro climático.
Con ese planteamiento, pero vuelto del revés (“dejémonos de palabrerías sobre el cambio climático y mantengamos los puestos de trabajo”), el demagogo populista Trump consiguió votos en los deprimidos estados del medio Oeste (el famoso “cinturón de la chatarra”) que le permitieron ganar las elecciones.
El Capital nos entrampa en un falso dilema –“mantener el empleo a costa del clima o perder el empleo para salvar el clima”- para salvar sus ganancias envuelto en la bandera de “salvar el clima”.
Los problemas de destrucción de la naturaleza, agotamiento de los recursos naturales, deterioro y calentamiento global sólo pueden ser resueltos a escala mundial. La burguesía no puede ni quiere hacerlo porque, en el capitalismo, el Estado-nación es la máxima forma de unidad que puede lograr. Como resultado, las naciones chocan como buitres, por muy "verdes" que sean sus gobiernos, a pesar de la existencia de conferencias internacionales y organizaciones supranacionales como la ONU o la Unión Europea.
La ONU no tienen como objetivo “resolver los problemas de la población mundial”. No existe ninguna “comunidad internacional de naciones”, al contrario, el mundo es el teatro de un brutal enfrentamiento imperialista entre todos los Estados y una competencia a muerte para sacar el máximo beneficio. La ONU o la multitud de organismos internacionales de “cooperación” son una cueva de ladrones utilizada por cada capital nacional para imponer sus propios intereses.
La única clase que puede afirmar un verdadero internacionalismo es la clase obrera, la única capaz de unirse a nivel mundial, de superar divisiones y oposiciones entre estados-nación que no tiene privilegios a defender en la sociedad explotadora actual. Sólo en el marco de una lucha revolucionaria de la clase obrera se podrán abordar los problemas medioambientales.
La clase obrera no tiene interés, como clase más explotada, en defender este sistema decadente y, en segundo lugar, debido a la forma asociada en que está organizada dentro del capitalismo, puede sembrar las semillas de otra sociedad, una sociedad que no imponga una división entre los pueblos, entre la naturaleza y los productos que de ella se derivan, entre el hombre y su entorno natural. Cuando la clase obrera se afirma como clase autónoma desarrollando una lucha masiva, en su propio terreno de clase, puede ganar a una parte cada vez más grande de la sociedad, tras sus propios métodos de lucha y consignas unitarias y, finalmente, su propio proyecto revolucionario para la transformación de la sociedad.
El movimiento contra el calentamiento global se desarrolla en un contexto de ausencia casi total de luchas de la clase obrera, que se enfrenta a una pérdida de confianza en sí misma e incluso de su propia identidad de clase. Como resultado, la clase obrera todavía no es capaz de responder a la pregunta que algunos de los participantes en el movimiento por el clima se estarán planteando, a saber, la de una perspectiva para el futuro frente a una sociedad capitalista que se dirige al abismo.
¿Qué podemos hacer? No se trata de no hacer nada, de lo que se trata es de rechazar el pretexto de “hacer algo” para apoyar con ello a los partidos y gobiernos que sirven al capitalismo.
La indignación y la inquietud por el futuro del planeta comenzará a encontrar un marco histórico de respuesta con el desarrollo de las luchas de la clase obrera mundial contra los ataques a sus condiciones de vida, los despidos etc., pues existe una unidad entre la lucha contra los efectos de la explotación capitalista con la lucha por la abolición de ésta última. Los jóvenes que participan en el movimiento no son “futuros ciudadanos” sino que en su gran mayoría se convertirán en precarios, desempleados, explotados, que deberán unir a su lucha contra la explotación capitalista la lucha contra la guerra, la catástrofe medioambiental, la barbarie moral etc., que supura por todos sus poros este sistema de explotación.
Esto es lo que empezaron a hacer, aunque fuera muy tímidamente, el movimiento contra el Contrato de Primer Empleo en Francia en 2006 o el movimiento de indignados en España y en otros países, en 2011. Eran movimientos de jóvenes que vislumbraron que su futuro no era el de “ciudadanos libres e iguales” sino de explotados que debían luchar contra la explotación para finalmente abolirla.
Bajo el capitalismo no hay ninguna solución: ni a la destrucción del planeta, ni a las guerras, ni al desempleo, ni a la precariedad. Solo la lucha del proletariado mundial junto con todos los oprimidos y explotados del mundo puede abrir el terreno a una alternativa.
Corriente Comunista Internacional 14-3-19
Cumbre de Copenhague: para salvar el planeta, hay que destruir el capitalismo:https://es.internationalism.org/accion-proletaria/201001/2757/cumbre-de-copenhague-para-salvar-el-planeta-hay-que-destruir-el-capita [16]
Conferencia mundial de La Haya: Sólo la revolución proletaria salvará a la especie humana https://es.internationalism.org/revista-internacional/200510/209/conferencia-mundial-de-la-haya-solo-la-revolucion-proletaria-salvar [17]
Crisis ecológica: ¿amenaza o mito? https://es.internationalism.org/cci-online/200802/2184/crisis-ecologica-amenaza-o-mito [18]
Medioambiente - El mundo en vísperas de una catástrofe medioambientalhttps://es.internationalism.org/revista-internacional/200804/2710/medioambiente-el-mundo-en-visperas-de-una-catastrofe-medioambienta [19]
Tesis sobre el movimiento de los estudiantes de la primavera de 2006 en Francia, https://es.internationalism.org/revista-internacional/200606/964/tesis-sobre-el-movimiento-de-los-estudiantes-de-la-primavera-de-200 [20]
2011: de la indignación a la esperanza, /content/3349/2011-de-la-indignacion-la-esperanza [21]
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El texto que publicamos a continuación es una denuncia muy argumentada del movimiento feminista. Compartimos el análisis del compañero[1], el movimiento feminista toma cada vez más fuerza en el marco de una tendencia de la sociedad capitalista en descomposición hacia la fragmentación de los “ciudadanos” en categorías y géneros para oponerlos unos contra otros y levantar todas las barreras posibles a la única y verdadera identidad: la identidad de clase del proletariado, la única clase social que puede luchar contra toda la barbarie que exuda esta sociedad y contra las mil y una opresiones particulares que conlleva. Pues el proletariado es “una clase radicalmente esclavizada, una clase de la sociedad burguesa que no es una clase de la sociedad burguesa, un estado social que es la desaparición de todos los estados sociales; una esfera que obtiene de sus sufrimientos universales un carácter universal y no alega ningún derecho especial porque ella no padece una injusticia social, sino la injusticia en sí”[2]
Solamente quisiéramos hacer una observación que podría servir para llevar un fructífero debate.
El compañero afirma “La política proletaria sólo puede asentarse (…) en el del ser humano concreto y real, sus necesidades como tal, y su antagonismo con las relaciones capitalistas, y en el proceso de lucha y ruptura contra estas para afirmarse como fuerza social y política, como clase contra el dominio del capital”. Posteriormente señala que las trabajadoras de las maquilas mexicanas o de las explotaciones agrarias del sur de España “sólo podrán encontrar una vía de liberación, junto con el resto de la humanidad oprimida, no en tanto que “mujeres” u otra condición particular, sino haciendo valer sus necesidades humanas dentro del marco aglutinador y antagónico al orden existente que la ruptura proletaria contra la “normalidad” atomizada y concurrente de las relaciones sociales y de producción capitalistas requiere para poder existir como fuerza social y política, como clase”.
Esta visión parece reconocer al proletariado únicamente cuando lucha y se manifiesta como clase contra el dominio del capital. Sin embargo, el proletariado, cualquiera que sea su estado de ánimo o su relación de fuerzas con la clase burguesa, es siempre una clase histórica portadora de la destrucción del capitalismo y la creación del comunismo. Como recuerda Marx “No se trata de saber lo que tal o cual proletario, o aun el proletariado todo entero, se propone momentáneamente como fin. Se trata de saber lo que el proletariado es y lo que debe históricamente hacer de acuerdo con su ser. Su finalidad y su acción histórica le están trazadas, de manera tangible e irrevocable, en su propia situación de existencia, como en toda la organización de la sociedad burguesa actual”[3]. Contrariamente a las teorizaciones del modernismo que solo admite al “proletariado” si “decide luchar”, el proletariado lleva en su propio ser la lucha de resistencia contra la explotación y simultáneamente el combate por la abolición de toda explotación, por la comunidad humana mundial, sin explotación ni fronteras ni clases.
CCI 13-3-19
Notas sobre la “nueva ola feminista”Cada vez más incapaz de ofrecer aceptables condiciones de vida y trabajo, la sociedad burguesa, su aparato político e ideológico, se vuelca de forma intensiva en “ocupar la opinión pública y el espacio político” con polarización identitaria y cultural-ideológica. Es en ese contexto en el que hay que situar esta “nueva ola de feminismo”, en el que el ala izquierda del aparato político e ideológico burgués (en un reparto de papeles con el ala derecha), sometida como está a los intereses generales del capital y su Estado, incapaz de ofrecer pan, ofrece circo como cortina de humo, ya sea teñida de violeta o de verde. Partiendo de un problema real, -la real opresión particular de la mujer, heredera de sociedades de clases pre-capitalistas, y que la “respetable” sociedad burguesa no sólo ha sido incapaz de solucionar, sino que le ha añadido a nivel internacional todos los condimentos de sus propias e irresolubles taras como civilización: crisis económica de sobreproducción, desempleo masivo, pobreza, emigración, guerra imperialista, gangsterismo, discriminación étnico-social, descomposición de estructuras sociales y estatales-, el feminismo, el feminismo realmente existente (del que el feminismo “radical” es sólo un apéndice exaltado, física y espiritualmente totalmente dependiente del feminismo institucional, como vemos en esta “nueva ola” de feminismo), es incapaz de ofrecer una perspectiva de abordaje global y comprensión de este, y necesaria y naturalmente termina de lleno en los dos ejes de la política burguesa: el eje identitario (“huelgas”, “movilizaciones” y discursos identitarios y disgregadores, bien apoyados y publicitados por los medios burgueses) y el eje cultural-ideológico (en el que poco o nada se cuestionan las bases históricas y materiales fundamentales que posibilitan la opresión particular de la mujer -la ruptura de lazos de comunidad humana y apoyo mutuo bajo la atomización y concurrencia de la dictadura del capital, la pobreza, la emigración, el carácter de clase del Estado burgués sin cuya connivencia o colaboración no puede entenderse la desprotección y opresión particular de la mujer no explotadora- y sí se habla mucho de los mantras superficiales ideológico -culturales: el “hetero-patriarcado”, el “machismo”, etc. Yendo al “mundo de las ideas”, a la polarización ideológico-cultural, la propiedad burguesa y el Estado que la protege quedan tapados bajo el ruido del feminismo.
Más allá de obrerismos sociológicos estériles y de un materialismo vulgar simplista, se trata del lenguaje y la ideología comunes de la sociedad burguesa “en normalidad”; una forma idealizada y mistificada del mundo burgués eterno que la clase dominante, incapaz de confesar abiertamente su dominación, utiliza como principal “ideología por procuración” para legitimar y mantener su orden (la “democracia”, la “economía nacional”, la “soberanía nacional”, “los derechos humanos”, los “emprendedores”, “el derecho internacional”...todos esas expresiones de ideología pequeñoburguesa pertenecen al género de “ideología por procuración” de la clase dominante), alimentada por la aparente inexistencia de una alternativa a este y por la lucha cotidiana por la supervivencia bajo las relaciones burguesas, y vehiculada por distintas “capas populares”, principalmente “capas medias” y pequeño-burguesas, aunque también por capas obreras, al ser precisamente el lenguaje y la ideología común del “pueblo” (el “sentido común”) cuando no aparece una alternativa social y política a las relaciones sociales y de producción existentes.
– “El 23 de febrero era el Día Internacional de la Mujer. Los círculos socialdemócratas tenían intención de conmemorar este día de una manera general: reuniones, discursos, folletos. A nadie se le había ocurrido que podría convertirse en el primer día de la revolución. Ni una sola organización convocó huelga para ese día. Es más, incluso una organización bolchevique, y una de las más combativas -el comité del distrito de Vyborg- se oponía a la huelga. […] Sin embargo, a la mañana siguiente, a pesar de todas las directrices, las trabajadoras textiles de varias fábricas se declararon en huelga y enviaron delegadas a los obreros metalúrgicos solicitando apoyo. […] Por tanto, es un hecho que la revolución de febrero se inició desde abajo, superando la resistencia de las propias organizaciones revolucionarias, bajo la iniciativa de la parte más oprimida del proletariado: las mujeres trabajadoras del textil, entre ellas, sin duda, muchas esposas de soldados. Las crecientes colas frente a las panaderías dieron el último empujón. Alrededor de 90.000 trabajadores, hombres y mujeres, fueron a la huelga ese día.”
"Uno de los antiguos capitanes de la industria rusa, V. Auerbach, relata con indignación cómo "la revolución fue entendida por las clases inferiores como una especie de carnaval: los criados, por ejemplo, desaparecían durante días enteros, se paseaban con cintas rojas, se movían en automóvil, y volvían a casa por la mañana sólo el tiempo justo para lavarse y volver a salir". Es de destacar que al tratar de demostrar el efecto desmoralizador de una revolución, este acusador describa la conducta de los criados exactamente en los mismos términos que con la excepción, sin duda, de la cinta roja- reproducen de forma exacta la vida cotidiana de una patricia burguesa. Sí, una revolución es interpretada por los oprimidos como un día festivo - o la víspera de un día festivo - y el primer impulso de los esclavos que esta ha puesto en pie es aflojar el yugo de la esclavitud humillante, angustiosa e ineluctable del día a día."
Historia de la Revolución rusa, León Trotsky
D. marzo 2019
[1] Ver Huelga feminista: contra las mujeres y contra la clase obrera, https://es.internationalism.org/accion-proletaria/201804/4291/huelga-feminista-contra-las-mujeres-y-contra-la-clase-obrera [26]
[2] Marx: Crítica de la Filosofía del Derecho de Hegel, https://www.marxists.org/espanol/m-e/1844/intro-hegel.htm [27]
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Para el próximo 28 de abril se han vuelto a convocar nuevas elecciones generales en España. Cuando los políticos burgueses se encuentren en pleno cambalache de negociaciones para formar el gobierno tendrán lugar las elecciones autonómicas, municipales y europeas programadas para el 26 de mayo.
Estas convocatorias nos las presentan como la “gran fiesta de la democracia”, en la que, supuestamente, el pueblo decidiría su futuro. La verdad es que, como todas las elecciones, las próximas son la enésima demostración del cinismo de la clase explotadora, que prodiga las promesas que sabe que jamás cumplirá, que dice hablar en defensa de los sectores a los que luego machacará inmisericordemente esparciendo la miseria y la precariedad.
Lo que hay detrás de esta repetición de elecciones generales (¡van tres en tres años!) no es ningún ejercicio de “soberanía popular”, sino una creciente crisis del aparato político de la burguesía española, incapaz de encontrar una estabilidad, que se ve constantemente saboteada por la indisciplina de sus diferentes fracciones; por un peso creciente de los sectores más incoherentes y díscolos de la clase explotadora en el seno de los partidos políticos tradicionales del orden burgués; por la consiguiente dificultad para utilizar el mecanismo electoral para establecer la organización del aparato político que le conviene en cada momento al capital nacional.
La crisis política que subyace en la sucesión de elecciones en España no es algo específico del capital español. Es un fenómeno que, en su raíz, aunque no en todas sus manifestaciones más externas, es idéntico, al que ha llevado a la burguesía británica, la más experimentada del planeta, a un enorme lío – el brexit – del que no saben, por el momento como salir. Es la misma lógica que ha puesto a la cabeza de la principal potencia mundial, a un individuo como el presidente Trump difícilmente adaptable a los intereses de conjunto de la burguesía norteamericana. Es esa misma tendencia a la indisciplina la que amenaza la estabilidad de la “gran coalición” entre democristianos y socialdemócratas en Alemania que ven acercarse peligrosamente por el retrovisor una formación como Alternativa para Alemania; la misma que ha encumbrado al gobierno en Italia – el tercer país más rico de la Unión Europea – una coalición de gamberros y “eurófobos”. Esta crisis política de la burguesía es la que se lleva por delante, ¡en meses!, el “prestigio” de nuevas “figuras políticas” como Macron, aupadas con el consenso de los principales sectores del capital francés. Y, también, la que impulsa meteóricos ascensos de personajes tan turbios como Bolsonaro en Brasil. Esta inestabilidad política en creciente expansión, en todo el mundo, es el resultado de la descomposición de la sociedad capitalista. Como ya señalamos en el año 1990, cuando analizamos las consecuencias de la entrada del capitalismo mundial en su fase terminal de descomposición de la sociedad:
«El atolladero histórico en que está metido el modo de producción capitalista, los fracasos sucesivos de las diferentes políticas instauradas por la burguesía, la huida ciega permanente en el endeudamiento con el cual va sobreviviendo la economía mundial, todos esos factores repercuten obligatoriamente en un aparato político incapaz, por su parte, de imponer a la sociedad, y en especial a la clase obrera, la “disciplina” y la adhesión que se requieren para movilizar todas las fuerzas y todas las energías para la guerra mundial, única “respuesta” histórica que la burguesía es capaz de “ofrecer”. La falta de la menor perspectiva (si no es la de ir parcheando la economía) hacia la cual movilizarse como clase, y cuando el proletariado no es todavía una amenaza para su supervivencia, lleva a la clase dominante, y en especial a su aparato político, a una indisciplina cada vez mayor y al sálvese quien pueda». (La descomposición, fase última de la decadencia del capitalismo. Revista Internacional nº 62[1]).
Como hemos venido analizando en nuestra publicación, en España se han producido sucesivas y cada vez más graves expresiones de esa crisis en el aparato político. Empezando por la crisis del PSOE en 2115-2016[2], cuando puso de manifiesto su incapacidad para jugar el papel de alternancia política con la derecha que se venía produciendo desde la transición democrática. Esa situación desembocó por un lado en una repetición de las elecciones (mayo 2016) que supuso un nuevo deterioro de su influencia electoral, y, sobre todo, con el estallido de toda suerte de querellas entre distintos sectores. La tentativa por parte de Pedro Sánchez de revertir esta situación forzando un gobierno que se apoyase en Podemos y los independentistas catalanes, desató la caja de los truenos en el seno del PSOE, cuyo Comité Federal defenestró a Sánchez y posibilitó con su abstención el gobierno de Mariano Rajoy. Este encumbramiento del PP por el PSOE permitió a Sánchez recabar el apoyo de las bases del PS hasta desalojar al anterior Comité Federal en su último Congreso[3].
El segundo factor que ha agravado las turbulencias en el seno de los partidos burgueses de la burguesía española ha sido, sin duda, la “crisis catalana” que, también hemos analizado[4], como una expresión de que los problemas históricos de soldadura entre distintos sectores del capital español se veían alimentados por el “cada uno a la suya” creciente en la descomposición de la sociedad capitalista. Que nacionalistas catalanes bastante fieles al Estado burgués español (sobre todo cuando había que aplastar la lucha obrera durante la 2ª Republica o en la transición de los años 1970), se adentraran en una sobrepuja delirante, en la que lo de menos es la viabilidad o no de la independencia, y lo que si se instala es un clima de fractura social entre posturas igualmente reaccionarias, un ambiente marcado por la búsqueda de chivos expiatorios en los que descargar todo el odio y el miedo al futuro que rezuma la sociedad actual. En ese clima, que ni la burguesía española ni la burguesía catalana han sido capaces de contener, quienes sacan más partido son los sectores más irresponsables, más apoyados en la visceralidad de unos valores caducos que reflejan una imposible vuelta a un pasado idealizado como oasis frente al derrumbe social.
Y esa es la tercera expresión de la crisis política de la burguesía en España. No sólo la persistencia de un bloqueo, de un estancamiento de la situación que cada vez se va pudriendo más y más, como corresponde a una descomposición social, sino que, en esas miasmas, pululan a sus anchas expresiones tan aberrantes como Puigdemont o VOX, hijas desde luego del capitalismo[5], cuyas taras son expresión de que hace años que este sistema solo puede engendrara monstruosidades. La creciente influencia social de estas formaciones es el resultado, no la causa, de la decrepitud del capitalismo como organización social.
Las elecciones del próximo 28 de abril resultan del fracaso de la operación “moción de censura” que como explicamos era una tentativa por parte de sectores importantes de la burguesía española de desinflamar el conflicto catalán y dividir el frente independentista[6]. Esa tentativa ha sido, en realidad, saboteada por “fuego amigo”. Por sectores históricos del PSOE que, de nuevo, se han echado al monte contra las cesiones, más aparentes que reales, de Sánchez a los independentistas catalanes. Pero también de la propia ERC que ha temido que transigir con la aprobación de los presupuestos en pleno juicio por “rebelión” contra sus líderes, pudiera ser explotado por Puigdemont o la CUP para presentarla como “vendida al españolismo”. Como puede verse, todo un compendio de navajazos por la espalda, en plena “fiesta de la democracia”.
Desde que hace un siglo el capitalismo entrara en su fase de decadencia, la democracia burguesa es un espantajo de la dictadura del capital. En ese sentido las elecciones eran el medio para presentar como “resultado de la voluntad popular” lo que se había decidido de antemano en los despachos más importantes de la clase explotadora. Mediante toda una serie de estrategias de lo que se conoce como “marketing político”, o sea manipulación, la burguesía ha conseguido mantener más o menos esa farsa que, sin embargo, requiere que cada fracción acepte, disciplinadamente, el rol y la importancia que le toquen[7]. El problema es que esa disciplina cada vez está más erosionada. Y no estamos hablando únicamente de VOX o las “fake news” que publicitan día tras otro. Estamos hablando de como un partido centenario como el Partido Nacionalista Vasco dejó, tirado de un día para otro al PP. Estamos hablando de cómo el PSOE que acusa al PP de aprovecharse de fondos públicos para financiar sus campañas electorales, está haciendo poco más o menos lo mismo promulgando en los últimos consejos de ministros, toda una serie de decretos, con verdaderas migajas de limosnas, pero que quiere vendernos como demostración de su “sensibilidad social”, tratando de rentabilizarlo electoralmente, sin pudor alguno.
¿Quién va a ganar pues, estas elecciones? La impresión que causa el juego político de la burguesía española es que va a volver a barajar y repartir las cartas para ver si en una nueva jugada alguna de las fracciones consigue una posición de ventaja que le permita meter en cintura a sus contrincantes.
Quizá el PSOE aspire a aprovechar el derrumbe de Podemos para forzar el gobierno de los “guapos” entre Sánchez y Rivera – esta parece la opción con más bendiciones entre financieros e importantes capitalistas – como ya intentó en 2015 y que fracasó por el sabotaje de Podemos. Quizás Ciudadanos aproveche su relativo fracaso para liderar la derecha por el auge de Vox para aceptar humildemente ese nuevo giro de su política (¡y van ciento!). Quizás el auge de VOX sea tan espectacular que haga pensar que es mejor tenerlos domados en el gobierno (como hasta ahora consiguen en Andalucía) que encabritados en la oposición con una fuerza creciente. Pero también puede suceder que acabe imponiendo su discurso a todas las fracciones de la derecha. Quizás se vuelva al punto de partida anterior a esta convocatoria electoral y se reedite, aunque sea en la sombra, la coalición que respaldó la moción de censura. Quizás pase todo lo contrario y se asiente la coalición que respaldó la aplicación del artículo 155 de la Constitución en Cataluña. Quizás no pase nada y entremos en un largo período en que no haya posibilidad de formar gobierno y haya que repetir las elecciones.
Lo que sí es seguro es que esta tendencia al estancamiento, al caos y la inestabilidad va a ir en aumento. Los principales agentes de esa estabilidad desde la transición – el PSOE y el PP – se ven hoy abocados a cada vez mayores desgarros internos y a una erosión de su credibilidad ante sus mismos cofrades del aparato de Estado burgués. El PSOE que sirvió para amalgamar a las fracciones centrifugas de la burguesía, ve hoy puesta en entredicho esa capacidad de integración, por los arranques de furibundo españolismo de sectores históricos como los Felipe González, Guerra, los barones regionales, etc. EL PP, que con el arduo trabajo de todas las fracciones de la burguesía española consiguió un cierto pedigrí “democrático”, encapsulando en su seno a los sectores más añorantes del franquismo, ve como estos se han despertado y cabalgan con nuevos bríos. La pérdida de estos referentes es dramática para el capitalismo español, que mira aterrado el porvenir que se anuncia en situaciones como la italiana, donde bastiones del orden burgués desde la 2ª Guerra Mundial como la Democracia Cristiana o el PC, no han podido contener un gobierno populista.
Y ¿qué podemos hacer los trabajadores? Esta situación de estancamiento y pudrimiento de la vida política propicia la trampa de caer en una falsa alternativa: o el “voto de castigo” como expresión de hartazgo de toda esa cuerda de políticos corruptos y desilusionantes[8], o, el “voto responsable”, votar, aunque sea “con la nariz tapada” para “frenar a la Derechona” etc. Ambas reducen a los trabajadores a la impotencia de oscilar entre expresiones igualmente capitalistas y, por tanto, reaccionarias, de Guatemala a Guatepeor, renunciando a defender su autonomía de clase frente a todas las fracciones de la burguesía, atándose a una rueda que conduce por sí misma a la humanidad a una irreversible espiral de caos, barbarie y destrucción.
Es evidente que la propaganda de los llamados partidos “socialistas” o izquierdistas” aprovecha la vulnerabilidad del proletariado español a la mistificación “antifascista” por el peso de los traumatismos de la victoria del franquismo en la guerra española del 36, prolongada por una dictadura que llegó hasta los años 70. Agita ese pasado efectivamente tenebroso para hacer confiar a los trabajadores en “cualquier cosa menos la vuelta a ese infierno”. Lo que tratan con ello es que los trabajadores olvidemos que esa “cualquier cosa” es tan criminal como el fantasma que pretende exorcizar. Que, como se decía en el 15 M, violencia es no llegar a fin de mes (y hoy hay en España más de 2’5 millones de trabajadores con empleo y que no llegan a final de mes), que tan implacable son los tribunales franquistas como los que en el paraíso democrático dictan diariamente desahucios a decenas y, también en las ciudades gobernadas por mujeres tan progresistas como Carmena, Ada Colau, etc.; que el racismo de los fachas es, sin duda, denigrante, pero que el gobierno Sánchez, no ha variado -excepto un primer gesto inicial- la política de expulsiones, de encierros irregulares en los CIE’s, o en los guetos para menores, etc. que Rajoy prolongó a partir de las medidas de Zapatero.
Lo único que puede frenar el paso a esa barbarie es una erradicación del capitalismo del planeta. Y eso no puede hacerse votando en las urnas. Eso tiene que hacerse en una LUCHA. Y no es una lucha verdadera aquella que consiste en movilizarse como categorías ciudadanas del orden democrático: mujeres, negros, homosexuales, … Solo es una lucha la que se base en la oposición CLASE CONTRA CLASE, en la que la clase obrera posibilita una verdadera unidad de todos los explotados a escala internacional pues no está dividida por intereses contrapuestos, la clase que puede unir a ella a toda la humanidad pues no aspira a mantener ni a instaurar una nueva explotación.
Valerio, 20 de Marzo
[1] /revista-internacional/200510/223/la-descomposicion-fase-ultima-de-la-decadencia-del-capitalismo [31]
[4] Ver entre otros https://es.internationalism.org/accion-proletaria/201709/4234/el-embrollo-catalan-muestra-la-agravacion-de-la-descomposicion-capital [34]en re Cataluña
[5] Hemos mostrado por ejemplo como Vox, Puigdemont y Podemos comparten el mismo veneno antiproletario del nacionalismo, en versiones más o menos atávicas o folklóricas. Ver https://es.internationalism.org/content/4370/contra-la-campana-de-vox-en-medios-obreros-los-obreros-no-tenemos-patria [35]
[7] Hay numerosos ejemplos de esas manipulaciones en la historia. En Francia, por ejemplo, es sabido que fue el líder socialista Mitterand el verdadero creador del Frente Nacional para dividir el voto de la derecha. En la España de la transición, el único partido verdaderamente implantado- el PCE – se auto saboteo en los primeros comicios para permitir el desarrollo de la UCD o del PSOE, más asimilables por las democracias europeas que les doparon con todo tipo de apoyos.
[8] El espectáculo asqueante de los mangoneos en los “nuevos partidos” como Ciudadanos y sobre todo en Podemos, ha aumentado sin duda el peso de esta irritación
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Con ocasión del centenario del asesinato de Rosa Luxemburgo y de Karl Liebknecht, el 14 de enero de 1919, ordenado por el Partido Socialista de Alemania (SPD), reeditamos un artículo publicado, por primera vez en Francia (1946), en L’Etincelle, periódico de la Izquierda Comunista de Francia, organización a la que está políticamente vinculada la CCI.
En 1989, con el derrumbe de los regímenes estalinistas, los partidos de derecha y los “socialistas” celebraron la “muerte del comunismo” y la “victoria definitiva” del capitalismo liberal y democrático; tratando así de desmoralizar a la clase obrera, de hacerla olvidar toda aspiración a otro tipo de sociedad, de paralizar su combatividad. Hoy, cuando el “gran vencedor” del pretendido “comunismo” revela en toda su amplitud su quiebra económica, cuando el proletariado empieza a recuperar en ciertas partes del mundo el camino de su perspectiva histórica, los partido de izquierda “socialistas”, “comunistas” e izquierdistas se aprestan de nuevo a utilizar los nombres de las “tres eles” (Lenin, Liebknecht, Luxemburg) para apartar a los proletarios del combate al que consagraron y dieron su vida estas tres grandes figuras del movimiento obrero (concretamente contra la carnicería imperialista de 1914-1918). En aquel momento exponer la verdad acerca de las “tres L” fue un medio con el que resistir a la terrible contrarrevolución que pesaba sobre el proletariado. Actualmente es un instrumento del combate de esta clase para frustrar las trampas que la burguesía no se privará de montarle en el camino de su perspectiva revolucionaria. Por tal motivo este artículo mantiene hoy toda su actualidad.
“…En vida de los grandes revolucionarios las clases opresoras les someten a constantes persecuciones, acogen sus doctrinas con la rabia más salvaje, con el odio más furioso, con las campañas más desenfrenadas de mentiras y calumnias. Después de su muerte intenta convertirlos en iconos inofensivos, canonizarlos, por decirlo de alguna forma, rodear sus nombres de una cierta aureola de gloria para “consolar “y “engañar” a las clases oprimidas castrando el contenido de su doctrina revolucionaria, mellando su filo revolucionario y envileciéndola” (Lenin: “El Estado y la Revolución”).
Evocar estas tres figuras, su vida, su obra, su lucha es evocar la historia y la experiencia de la lucha internacional del proletariado durante el primer cuarto del siglo XX. Jamás fueron menos privadas, menos personales las vidas de estos hombres, de las más íntegramente ligados a la causa de la emancipación revolucionaria de la clase de los oprimidos, como lo fueron las vidas de estas tres figuras, de las más nobles del movimiento obrero.
Más que ninguna otra clase social en la historia, el proletariado es rico en grandes figuras revolucionarias, en militantes entregados, en luchadores infatigables, en mártires, pensadores y hombres de acción. Dicho esto y contrariamente a las otras clases revolucionarias en la historia, que solo luchaban contra las clases reaccionarias para sustituirlas por su propia dominación y la esclavización de la sociedad a sus propios intereses egoístas de clase privilegiada; el proletariado nunca ha tenido privilegios que conquistar. Su emancipación es la emancipación de todos los oprimidos y de todas las opresiones, su misión es la de la liberación de toda la humanidad de todas las desigualdades e injusticias sociales, de toda explotación del hombre por el hombre, de todas las servidumbres: económica, política y social.
Destruyendo revolucionariamente la sociedad capitalista y su Estado, construyendo la sociedad socialista sin clases es cómo el proletariado cumplirá su misión histórica y abrirá una nueva era de la historia humana, la era de la verdadera libertad y de la expansión de todas las facultades del hombre. Así, en el periodo de declive de capitalismo únicamente el proletariado y su lucha emancipadora ofrecen un lugar histórico donde se exprese todo lo que hay de progresivo en el pensamiento, en las aspiraciones, en el ideal y en todos los campos de la actividad humana. Es en esta lucha liberadora del proletariado donde la historia ha situado la fuente vivificante de las más altas cualidades morales de la humanidad: con desinterés, abnegación, entrega absoluta a la causa colectiva, coraje,... Pero se puede afirmar, sin temor a caer en la idolatría, que hasta este momento a excepción de los fundadores del socialismo científico el proletariado no ha encontrado mejores representantes, días mayores y figuras más nobles, para simbolizar su ideal y su lucha, que las de Lenin, Luxemburgo y Liebknecht.
El proletariado no tiene ni dioses ni ídolos. La idolatría es propia de una etapa atrasada y primitiva de los humanos, un arma para la conservación de las clases reaccionarias, para el embrutecimiento de las masas. Nada le es más funesto a la lucha revolucionaria del proletariado que la directriz que intenta empujar a las masas al fetichismo y a la idolatría.
Para vencer el proletariado necesita una conciencia mucho mayor y honda de la realidad y de su futuro. No está en mística alguna, por noble que ésta sea, el fundamento del que puede extraer la fuerza para ir hacia adelante y cumplir su misión revolucionaria; únicamente lo puede hacer con una conciencia crítica extraída del estudio científico y la experiencia viva de sus luchas pasadas. La conmemoración de la muerte de Lenin, Luxemburgo y Liebknecht no puede ser jamás, para los revolucionarios, un acto religioso.
El proletariado debe proseguir su lucha y necesita estudiar permanentemente su propio pasado para poder asimilar sus experiencia, tomar conciencia de ellas, apoyarse en las adquisiciones históricas, superar los errores inevitables y corregir, también por medio de la crítica, las faltas cometidas, reforzar sus posiciones políticas con la toma de conciencia de las insuficiencias y lagunas para completar su programa y, finalmente para resolver los problemas cuya solución quedó en el pasado sin resolver.
Para los marxistas revolucionarios, a quienes repugna la idolatría y el dogmatismo religioso, conmemorar las “Tres L” es extraer de su obra, de su vida y de su experiencia, los elementos para la continuidad de la lucha y el enriquecimiento del programa revolucionario. Esta tarea se sitúa en la base de la existencia y la actividad de las fracciones de la Izquierda Comunista Internacional.
No hay ejemplo más vomitivo de deformación, de falsificación más deshonesta de la obra de un revolucionario que el que ha hecho la burguesía de la obra de Lenin. Tras haberle ido a la caza, calumniado y actuado frente a él con un odio implacable durante toda su vida, la burguesía mundial se ha fabricado a su gusto un falso Lenin con el que engañar mejor al proletariado.
Se sirve de su cadáver para transformar en inofensivas sus enseñanzas y su obra. Y utiliza al Lenin muerto para matar al Lenin vivo.
El estalinismo, el mejor agente del capitalismo mundial, se ha servido del nombre de este dirigente de la revolución de Octubre para llevar a cabo la contrarrevolución capitalista en Rusia; fue citando a Lenin como masacraron a todos sus camaradas de lucha. Para arrastrar a los obreros rusos y de todo el mundo a la masacre imperialista, presentaron un Lenin “héroe nacional ruso” partidario de la “defensa nacional”.
La acción de Lenin, que fue enemigo perseverante del capitalismo ruso y mundial y de todos los renegados que se pusieron al servicio del capitalismo, no puede relatarse en un solo artículo. Su obra halla su más alta expresión en los tres puntos siguientes situados en el comienzo, en la madurez y en el final de su vida.
- En primer lugar, la noción de partido que hizo pública, en 1902, en su obra “¿Qué hacer?”.
Sin partido político revolucionario, nos muestra, el proletariado no puede hacer la revolución ni tomar conciencia de la necesidad de la revolución. El partido es el laboratorio donde se produce la fermentación ideológica de la clase. Sin teoría revolucionaria no hay movimiento revolucionario. Construir, cimentar el partido de la revolución será el fundamento de toda su obra. Octubre de 1917 aportará la confirmación histórica de la exactitud de este principio. Gracias a la existencia de ese partido revolucionario, que fue el partido bolchevique de Lenin, el proletariado ruso pudo salir victorioso en Octubre.
- Seguidamente la posición de clase contra la guerra imperialista en 1914.
El proletariado no solamente rechazará toda clase de defensa nacional del régimen capitalista si no que trabajará, con sus luchas de clase, por la derrota de su propia burguesía, por el derrotismo revolucionario; actuará, con la lucha de clase revolucionaria, por la confraternización de los soldados de los dos frentes imperialistas, por la transformación de la guerra imperialista en guerra civil y por la revolución socialista.
Lenin denunció a todos los falsos socialistas que traicionando al proletariado se ponían al servicio de la burguesía; denunció violentamente a quienes vociferaban que se acabase la guerra pero vacilaban a la hora de romper con los traidores y los renegados. Proclamó la necesidad de la formación de una nueva Internacional y de nuevos partidos donde los traidores y los oportunistas no tuviesen derecho a estar.
- Finalmente demostrará que la época imperialista es el último periodo del capitalismo, el periodo de las guerras imperialistas, y que solamente el proletariado puede darle fin por medio de la revolución. Esta tesis de Lenin se confirmó con el estallido de la revolución en Rusia, y seguidamente en Alemania, que puso fin a la Primera Guerra Mundial. Esta tesis volvió a confirmarse trágicamente cuando las derrotas de la revolución y la masacre física e ideológica del proletariado mostraron las condiciones de la reanudación de la guerra imperialista mundial, la guerra de 1939-45. En fin, Lenin demostró en la práctica, en 1917, que la transformación de la sociedad no puede hacerse por la vía pacífica de reformas sino que necesita la destrucción violenta hasta el fondo y por completo, del estado capitalista y la instauración de la dictadura del proletariado contra la clase capitalista.
La victoria de la Revolución de Octubre, la construcción de la Internacional Comunista, partido de la Revolución mundial, las Tesis fundamentales de la Internacional Comunista son la coronación de la obra de Lenin, el punto culminante, la posición más avanzada alcanzada por el proletariado en el periodo precedente.
La muerte de Lenin coincide con el reflujo de la Revolución y las derrotas del proletariado. En este periodo de retroceso la ausencia de Lenin ha pesado fuertemente en el movimiento revolucionario. Bien que la obra de Lenin, aunque muy rica no está exenta de errores y lagunas y es a los revolucionarios de hoy a quienes compete corregir y superar los errores históricos del proletariado; pero Lenin por su obra y su práctica revolucionarias logró avanzar un gigantesco y decisivo paso en el camino de la revolución y por eso mismo será recordado como un guía inmortal del proletariado.
La obra de Rosa Luxemburgo es, incluso hoy, profundamente desconocida no solo para las masas sino también para los militantes mejor informados.
La aportación de Rosa L. a la teoría marxista hace de ella la alumna y la continuadora más brillante y profunda de Karl Marx.
Su análisis de la evolución de la economía capitalista proporciona la única explicación científica de la crisis última y permanente del capitalismo. Es imposible abordar seriamente el estudio de la época del imperialismo en que vivimos, la inexorabilidad de la crisis económica y de las guerras imperialistas sin basarse en el penetrante análisis de Rosa. Dando una solución científica a los problemas de la reproducción ampliada y de la acumulación del capital que se encontraban inacabadas en Marx, Rosa ha librado el socialismo del atolladero en que estaba para situarlo en su necesidad objetiva. Sin embargo Rosa Luxemburg no fue solo una gran teórica y una economista erudita sino que fue ante todo una combatiente revolucionaria.
Líder incontestable de la Izquierda de la Socialdemocracia alemana desde muy joven denunció la degeneración oportunista de la 2ª Internacional. A la cabeza de la Izquierda, junto con su compañero de armas Karl Liebknecht, rompe con la Social-democracia, durante la Guerra de 1914-18, por su traición y puesta al servicio de la burguesía y de Guillermo II.
Los años que estuvo en prisión, por su actividad contra la Guerra, no pudieron calmar su ardor revolucionario. A la salida de prisión organiza el Spartacus Bund y se implica en la lucha por la revolución socialista en Alemania. En algunos puntos, la historia ha confirmado la exactitud de las posiciones de Rosa en oposición a las de Lenin y concretamente las referentes a la cuestión nacional y colonial ante las que Rosa denunciaba el error de la posición de la “liberación nacional” y el del “derecho de los pueblos a disponer de ellos mismos” puesto que siendo ambos esencialmente burgueses e históricamente reaccionarios no podían si no desviar al proletariado de los pequeños países oprimidos de su terreno de clase y reforzar de hecho al capitalismo internacional.
Los acontecimientos en los Países Bálticos, la revolución nacional turca y toda una serie de revoluciones nacionales, la china en 1927, confirmarían experimental y trágicamente las advertencias de Rosa L.
Los nuevos partidos que el proletariado hoy necesita construir solo pueden significar un paso adelante si integran la tesis fundamental de Rosa sobre la cuestión nacional y profundizan en ella. Algunas otras críticas y ciertas advertencias de Rosa ante la revolución rusa, referentes a la libertad y la violencia en la revolución, deben servir de materiales, unido a la experiencia posterior en Rusia, del establecimiento del nuevo programa de los partidos de clase.
Karl Liebknecht es la otra gran figura de la Revolución alemana de 1919. Diputado en el Reichstag, rompe la disciplina del grupo parlamentario y pronuncia desde lo alto de la tribuna del Parlamento su requisitoria contra la guerra imperialista. “El enemigo está en nuestro propio país” proclama sin cesar Liebknecht y llama a los obreros y a los soldados a la confraternización y a la revuelta. Su ánimo ardiente galvanizará las energías revolucionarias y la Revolución de 1918 le encontrará junto a Rosa Luxemburgo a la cabeza de las masas proletarias, en la vanguardia de la batalla.
La Socialdemocracia alemana, para salvar al capitalismo de la amenaza de la revolución, desencadena la más sangrienta represión contra el proletariado; pero la masacre de decenas de miles de proletarios no le basta. Mientras Rosa y Liebknecht sigan vivos, no puede quedarse tranquila; les busca, quiere atraparles y, finalmente, lo conseguirá y hará que su policía los asesine durante el traslado de una prisión a otra.
Hitler no inventó nada; Noske, ministro socialista y perro feroz de la burguesía, le dio la primera lección y le abrió el camino, igual que Stalin le mostró la manera de transformar millones de obreros en prisioneros políticos y cómo masacrar masivamente a los revolucionarios.
El asesinato de Rosa y de Karl decapitará la revolución alemana y la revolución mundial durante muchos años. La ausencia de estos líderes fue un golpe terrible para el movimiento obrero internacional y la Internacional Comunista.
Si bien el capitalismo puede asesinar a los dirigentes de la revolución y, momentáneamente celebrar su victoria sobre el proletariado empujándole a nuevas guerras imperialistas, el sistema no puede resolver siempre las contradicciones de su régimen que le precipitan en los abismos de la destrucción generalizada.
Lenin. Karl y Rosa murieron pero sus enseñanzas continúan vivas; constituyen el símbolo de la lucha a muerte contra el capitalismo y la guerra, por la única vía a la que puede optar la humanidad: la revolución proletaria.
Siguiendo su camino, continuando su obra, inspirándose en su ejemplo y en su enseñanza es cómo el proletariado internacional hará triunfar la causa por la que ellos cayeron: la causa del proletariado y del socialismo.
L’Étincelle
Enero-febrero 1946
A finales de enero de 1939 se produjo el primer gran éxodo de población en Europa Occidental, la retirada de los españoles.
Casi medio millón de españoles, en su mayoría civiles (entre ellos mujeres, niños y ancianos), huyen hacia la frontera pirenaica. Una tragedia para una población ya martirizada por la guerra civil. Ya en 1936, una primera oleada de 15 000 refugiados se dirigió a Hendaya tras la toma del País Vasco y Asturias por las tropas insurgentes franquistas. En 1937, una segunda oleada de 120 000 civiles abandonó el territorio español al final de la campaña del Norte huyendo de matanzas y miseria. Pero el episodio final del invierno de 1939, tras la entrada franquista en Cataluña y la caída de Barcelona, provocó una salida forzada y masiva hacia un nuevo infierno. Hay muchos testimonios de los sufrimientos y la angustia que acarreó ese éxodo: "Éramos todos refugiados", cuenta Henri Melich [45], evocando los bombardeos, la larga espera en la frontera, los registros. “Hasta que llegamos, no sabíamos adónde íbamos.” "Llegamos en un carro, había tres familias en él, yo tenía 13 años, caminaba al lado de mi padre."
Al igual que Henri Melich, “los refugiados se amontonaban en la frontera para escapar de la venganza de los vencedores. A menudo llegan a pie, atravesando las sierras, a pesar del inclemente invierno. Después de esperar varios días antes a que se nos permitiera entrar en territorio francés, envían a mujeres y niños a zonas remotas de los Pirineos y los hombres menores de 50 años son llevados a campamentos improvisados en las playas del Rosellón. Se dispersa a las familias por todo el país. Una última oleada de refugiados abandonó en barcos el sureste de España a finales de marzo arribando a Argelia”.[1]
Las autoridades francesas controlaban militarmente los distintos pasos, con una brutalidad sin precedentes. Previamente la gendarmería identificaba y registraba sistemáticamente; se desarmaba a los soldados españoles del ejército "republicano". A lo largo de la frontera, se organizó de manera atropellada un aparente suministro y alguna que otra vacuna. Cansancio, hambre, frío.... ¡Y eso sólo era el principio del calvario para los refugiados! Iban a descubrir la abominación de los campos, la realidad innoble del Estado "democrático" francés, bajo el gobierno del "republicano" Daladier.
Los campos de "acogida" como los de Amélie-les-Bains, Le Boulou, etc., recibieron a los primeros refugiados demacrados, agotados, hambrientos y congelados hasta la muerte. Se les internó también en otros lugares de "alojamiento", como Rieucros (inaugurado el 21 de enero de 1939), oficialmente nombrados "campos de concentración". El ministro Albert Sarraut dijo de estos campos de "acogida": "El campo de Argelès sur Mer no será un centro penitenciario, sino un campo de concentración. No es lo mismo".[2]
Esos campos en Francia prefiguran el universo de los campos de concentración que se va a extender por toda Europa durante y después de la Segunda Guerra Mundial. En marzo de 1939 había 90.000 refugiados en Saint-Cyprien, 50.000 en Barcarès, 77.000 en Argelès, etc. Los numerosos campos de "concentración" del Rosellón se organizaron de la siguiente manera: “tres lados erizados de alambradas, el cuarto lado abierto al mar. En cada campo, un espacio disciplinario, con un poste en el que se encadena a personas recalcitrantes; los motivos de castigo varían: desde la acusación de hacer política hasta la negativa a saludar a un guardia. Las condiciones de vida son deplorables: falta de higiene, malnutrición, promiscuidad”[3].
Los refugiados eran tratados como "indeseables", "apestados", especialmente los sospechosos de "perturbar el orden público", sobre todo los "revolucionarios". Se establecieron campos especiales para refugiados políticos, como el de Septfonds, donde instalaron a muchos exiliados que se reivindicaban comunistas. A los anarquistas los metieron en el campo de Le Vernet (incluidos los combatientes de la columna Durruti). Estos campos disciplinarios eran auténticos mundos de horror. Arthur Koestler comparaba, en algunos aspectos, el campo de Le Vernet con el campo de Dachau en Alemania. Incluso llegó a decir que "desde el punto de vista de la alimentación, la instalación y la higiene, Le Vernet era peor que un campo de concentración nazi".[4]
En las primeras semanas después de cruzar la frontera, se “aparcaba” a todos los refugiados detrás de alambradas, que a menudo se veían obligados a erigir ellos mismos. Les lanzaban el pan por encima de aquellas, pues no había lugar donde comer. A menudo no tenían nada que beber, excepto agua de mar. Sin protección, se veían obligados, como en Argelès, a cavar agujeros en la arena desde la primera noche de su llegada a territorio francés, para poder dormir y protegerse del frío. A veces su improvisada cama se convertía en su propia tumba. Muy rápidamente, sus cuerpos tan debilitados se infestaron de parásitos y enfermedades: a chinches y sarna, se añadieron la tuberculosis, neumonía, disentería, fiebre tifoidea, malaria, etc. La asistencia médica de la Cruz Roja tardó en llegar. Según el historiador B. Bennassar, entre 5.000 y 14.600 refugiados españoles murieron en los campos ya solo durante los primeros seis meses del éxodo. La promiscuidad, la falta de intimidad y la humillación eran cotidianas, al igual que las vejaciones constates y los castigos de los esbirros del Estado francés. La más mínima revuelta daba lugar a represalias infames por parte de militares, fusileros senegaleses o gendarmes. En Argelès, por ejemplo, a los refugiados recalcitrantes los encerraban desnudos impidiéndoles dormir por la noche[5]. En los campos disciplinarios, la humillación y los abusos se aderezaban con una represión feroz contra los refugiados sospechosos de ser militantes de la clase obrera. A algunos los metían en celdas insalubres y húmedas, como las del castillo de Collioure. La muerte de refugiados políticos por malos tratos y torturas no era infrecuente. Un informador de la Comisión Internacional de Socorro a los Niños Refugiados [46] describió el campo de Bois-Brûlé en el departamento de Loir-et-Cher) como "uno de los peores" que había visitado: "Unos 250 refugiados vivían en barracones sucios, en los que la temperatura rondaba los cero grados (...) El suelo estaba cubierto de orina congelada".
Carmen Lázaro, zaragozana de nacimiento, da testimonio [47] de su internamiento en ese campo: "Recuerdo que a mí con otros compatriotas, nos metieron a culatazos en vagones de ganado. A las madres se nos dijo que nos llevaban al campo de concentración de Bois-Brûlé. En el tren nos vacunaron (¡con vacunas caducadas!) y yo me puse muy enferma. Permanecimos en ese campo hasta febrero de 1940. Sufrimos del frío porque aquel invierno fue muy crudo, y de desnutrición (un pan que quedaba congelado durante el día, para siete personas y una lata de conservas con caldo caliente)”. Además, a muchos refugiados solían utilizarlos en muchos lugares como mano de obra sobreexplotada a voluntad, para las necesidades de la economía de guerra del imperialismo francés. Así fue, por ejemplo, en labores agrícolas en el sur de Francia o en las minas de carbón (las de Decazeville por ejemplo). Muchos fueron luego alistados como carne de cañón en la Resistencia y en el ejército francés (especialmente en la Legión Extranjera)[6]. Los "fugitivos del infierno español se transformaron en soldados del imperialismo francés"[7] Todos los que intentaban volver a España o eran rechazados por las autoridades francesas, se arriesgaban a vérselas ante los pelotones de ejecución franquistas! Muchos de los que permanecieron en Francia acabaron siendo deportados a los campos nazis.
La cruda realidad de los campos de refugiados españoles en Francia, silenciada e ignorada durante mucho tiempo[8], dio lugar a un discurso oficial falaz tendente a enfrentar la "humanidad" del Frente Popular, su "generosidad" contra la "dureza" de una "derecha conservadora" bajo el gobierno de Daladier (que era por su parte "radical-socialista", algo así como una “izquierda republicana”, un partido que tras formar parte del Frente Popular se alió a la derecha). Así, la tradición francesa del llamado "derecho de asilo" y de los "valores republicanos" sólo habría sido violada durante unos pocos "años oscuros". ¡Mentira! La realidad de las abominables condiciones de supervivencia de aquellas masas de refugiados contradice tal siniestra fábula. Revela la perfecta continuidad entre las medidas de represión policial y los discursos xenófobos. ¡Y eso mucho antes de que cayera el Frente Popular! La desconfianza y los prejuicios oscurantistas hacia esos "extranjeros", considerados como ganado, estaban bien arraigados en la población del "país de acogida". Sobre todo, había que atrapar a esos "indeseables" sospechosos de haber venido a Francia a "alborotar". A los militantes obreros se les consideraba y se les trataba como si fueran criminales. Como dijo el Ministro del Interior, Roger Salengro, ya en 1936: "Me han informado de que los refugiados españoles en nuestro territorio se dedican a la propaganda anarquista activa. Tengo el honor de pedirles que sigan muy de cerca esas acciones, cuyos autores deben ser objeto de una vigilancia estrecha, y hacia los cuales les ruego que adopten o me propongan medidas de alejamiento que consideren útiles (...) Quisiera señalar a este respecto que toda devolución de nacionales españoles considerados indeseables en Francia por sus acciones revolucionarias sólo podrá realizarse por el puesto fronterizo de Cerbère".[9] En esa misma línea, su sucesor Albert Sarraut (ministro del segundo gobierno de León Blum antes de su dimisión en abril de 1938), se distinguió por sus violentos discursos y diatribas xenófobas. Así describía este ministro radical-socialista, inspirado en la paranoia estatal y el odio a "comunistas" y anarquistas, a los refugiados políticos españoles: "lo sospechoso y sombrío del éxodo español", los "forajidos", "esas inmundicias de la humanidad que han perdido todo sentido moral y que serían un peligro muy grave para nosotros si los mantuviéramos en nuestro suelo". Son "basura". "Se han dado las instrucciones más severas a los prefectos, a todos los servicios de policía del territorio para que registren todos los ámbitos y estrechen al máximo las mallas de vigilancia en todos los cenáculos extranjeros. Buscamos cada día, hacemos redadas y depuramos a diario; nuestras cárceles lo saben bien”.[10]
Ese celo sañudo demuestra que ya antes de que se establecieran los campos y se persiguiera a los militantes refugiados de 1939, ya era difícil zafarse de las redes represivas. La propaganda burguesa utilizó los horrores del franquismo para tratar de minimizar y ocultar su propia responsabilidad y los crímenes del "campo democrático" antes y durante la IIª Guerra. Esa es una de las razones por las que el destino de los refugiados españoles fue ignorado durante mucho tiempo a favor de la cobertura hipermediatizada de los campos nazis. No hay diferencia de naturaleza entre esos dos regímenes políticos, entre la barbarie fascista, nazi o franquista y la de los Estados democráticos. Todos ellos son producto del mismo sistema capitalista y expresan la misma realidad de la sociedad capitalista decadente. En cualquier caso, la democracia sigue siendo el medio más sutil para dominar y justificar la guerra y la mejor manera de ocultar los propios crímenes.
Ante el trato infligido a todos los refugiados españoles, la represión y la barbarie contra los civiles, no podemos sino recordar la famosa denuncia de Rosa Luxemburgo de la guerra imperialista: “Manchada, deshonrada, nadando en sangre y chorreando mugre: así aparece la sociedad capitalista; así es. No es cuando, bien relamida y honrada, se viste con los oropeles de la cultura y la filosofía, de la moral y el orden, de la paz y la ley, sino cuando se asemeja a una bestia salvaje, cuando danza el Sabbat de la anarquía, cuando exhala su pestilencia sobre la civilización y la humanidad, entonces aparece en toda su descarnada desnudez, tal como realmente es”[11].
H, 28/01/2019 (Publicado por Révolution internationale)
[1] “Réfugiés espagnols : quand la France choisissait l’infamie [48]” (Refugiados españoles : cuando Francia optó por la infamia), diario Libération (9/09/2015).
[2] Geneviève Dreyfus-Armand, Émile Témime, Les Camps sur la plage, un exil espagnol. (Los Campos en la playa, un exilio español). “Campo de concentración” es pues el término administrativo usado por las propias autoridades francesas.
[3] P.-J. Deschod, F. Huguenin, La République xénophobe (2001)
[4] Citado y recogido por Arthur Koestler, Escoria de la tierra (1947).
[5] Contaba la madre de un militante de la CCI, internada durante 11 meses en Argelès, que si el médico del campo decidía hospitalizar a un niño pequeño era como sentenciarlo a muerte: las monjas que trabajaban de enfermeras en el hospital de Perpiñán no proporcionaban el menor cuidado a “esos hijos de rojos", cuyos padres eran todos considerados como perseguidores de eclesiásticos durante la guerra de España. Esta realidad fue confirmada por la propia madre de la refugiada, la cual permaneció en el hospital con su bebé a principios de 1940. Por eso podían presenciarse cerca de las alambradas escenas insoportables de madres llorando tratando de evitar que sus hijos les fueran arrebatados y repelidas a culatazos por los gendarmes.
[6] Los primeros tanques aliados que entraron en París el 24 de agosto de 1944, de la IXª compañía de la IIªDB de Leclerc, “la Nueve”, los conducían refugiados españoles.
[7] “Semailles d’un carnage impérialiste” (‘‘Siembras de una carnicería imperialista’’), Communisme n° 23 (15/02/1939).
[8]El silencio sobre estos campos en lo que a documentación se refiere lo impuso explícitamente el Estado francés después de la 2ª Guerra mundial. Hasta los años 70 era imposible consultar los archivos de las prefecturas (por ejemplo la de Perpiñán) sobre este tema, considerado como tema “sensible” que debía mantenerse como secreto de Estado. En caso de mención de esos hechos evidentes para tanta gente, se minimizaban, se justificaban y eso cuando el estado francés no se jactaba de lo bien que había recibido a los refugiados españoles. ¿Por qué sensible? Pues por la sencilla razón de que los “campos de concentración” es cosa de nazis y el hecho de que se asimilara lo practicado por la democrática Francia a la barbarie nazi era insoportable para la burguesía francesa. Por esta misma razón tampoco les interesaba hablar demasiado del tema, en aquellos años de posguerra, a los partidos políticos españoles en el exilio. Y los que sufrieron en esos campos preferían no hablar mucho de ello en su entorno porque, sencillamente, la gente de la calle “no podía dar crédito a semejante cosa”.
[9] Circular del 3/11/1936 del ministro del Interior, Roger Salengro, Archives Nationales, CHAN, F/1a/3587 en La République xénophobe.
[10] Sesiones del 10 y 14 de marzo de 1939 en la Cámara de los diputados (La République xénophobe.)
[11] La crisis de la Socialdemocracia, Rosa Luxemburg.
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En noviembre del 2018, los dos grupos principales de la izquierda comunista en Gran Bretaña, la CCI y la Communist Workers Organisation[1], organizaron varios encuentros en Londres sobre el centenario de la Revolución Alemana. En ambas reuniones era evidente que existe un acuerdo fundamental sobre los puntos clave de esta experiencia:
No obstante, hubo claros desacuerdos entre nuestras organizaciones, que emergieron en la reunión de la CWO y se debatieron más ampliamente en la reunión de la CCI de la semana siguiente, a la que asistió un miembro de la CWO[4]. Estos desacuerdos se plantean en el artículo de la CWO que acabamos de mencionar:
``Siendo, así las cosas, nos sorprendió que un miembro de la Corriente Comunista Internacional (la única otra organización presente en la discusión), y cuyos otros compañeros hicieron contribuciones positivas al debate, planteó la cuestión de que agosto de 1914 era una fecha demasiado temprana para que el grupo internacionalista se separara de la socialdemocracia alemana. Sorprendentemente, argumentó que en agosto de 1914 no se podía hablar de una traición definitiva al movimiento obrero internacional.
Continuó diciendo que tanto la CCI como la TCI provienen de la tradición de la Izquierda Comunista italiana y que, siendo así, deberíamos ver que este caso es igual que la huida al exilio de los miembros del Partido Comunista de Italia (Pcd'I) en los años 20, que vieron como el partido que habían fundado fue copado por 'centristas' como Gramsci y Togliatti, con el apoyo de la Internacional Comunista (aunque la Izquierda todavía era mayoría en el Pcd'I). Sin embargo, como no creían tener pruebas definitivas de que esto significaba la ruptura final e irrevocable de la Tercera Internacional con la revolución mundial (y dados los bruscos cambios de posición de la Comintern, este fue un periodo de gran confusión) decidieron que se agruparían en torno a una 'fracción'. El objetivo de la Fracción era: o bien persuadir a la Comintern de volver al internacionalismo proletario, o, si no se tenía éxito y la Internacional acababa demostrando definitivamente su traición a la clase obrera, formar entonces el núcleo de un nuevo partido.
En realidad, la Fracción acabó decidiendo que la Internacional se había pasado al otro lado de la barricada en 1935 (con la adopción del Frente Popular). Sin embargo, quedó dividida, entonces, entre los partidarios de Vercesi, que creían que el partido solo podía formarse en condiciones que hicieran posible su existencia como organización de masas (parecido a lo que defendía Luxemburgo), y aquellos que querían empezar a formarlo ya en los años 30. La cuestión nunca se resolvió y la Fracción colapsó en 1939.
Nosotros respondimos que Alemania en 1914 y los camaradas italianos en los años 20 eran dos casos distintos. Como muestra el análisis precedente, el voto para los créditos de guerra del SPD fue una traición clara y obvia a la causa de la clase obrera. Y no se trata aquí de un juicio en retrospectiva. Había ya socialistas en aquella época (como Lenin, pero no exclusivamente) que lo dijeron alto y claro. Se necesitaba una nueva bandera en torno a la cual pudiera organizarse la clase obrera revolucionaria. Cuanto antes se levantara esa bandera, antes podrían trabajar los revolucionarios en pos del movimiento que acabaría estallando, antes o después, contra la guerra. Y el hecho de que Alemania fuera un Estado federal saturado de localismo hizo todavía más urgente esta tarea´´.
Hemos citado ampliamente a la CWO para asegurarnos de que nuestra respuesta trata fielmente sus posiciones, aunque para ello, tendremos que empezar por tratar algunas inexactitudes en el texto de la CWO, en lo que respecta tanto a ciertos elementos históricos como a nuestra visión de los mismos.
Para empezar, es erróneo decir que para la CCI ''agosto de 1914 no supuso una traición definitiva al movimiento obrero internacional''. Por el contrario: la capitulación de la mayoría de los socialdemócratas, dentro y fuera del parlamento, fue sin duda una traición definitiva de todo lo que la socialdemocracia internacional había defendido y votado en la mayoría de sus congresos internacionales. Confirmó que el ala derecha oportunista de la socialdemocracia, que militantes como Luxemburgo habían combatido con determinación desde finales del siglo XIX, había cruzado al campo enemigo – un paso desde el que no hay vuelta atrás.
Nuestra posición, sin embargo, es que la traición de una parte sustancial de la organización no significaba todavía que todo el partido se hubiera integrado en el Estado capitalista; que precisamente – y contrariamente a lo que defienden algunos anarquistas – el hecho de que la socialdemocracia no había sido burguesa desde el principio, provocó que la traición de agosto de 1914 precediera a una gran batalla en el partido, a una marea de reacciones contra esa misma traición, muchas de las cuales eran confusas e imprecisas, ligadas a concepciones centristas y pacifistas, pero que aun así expresaban en su raíz una reacción internacionalista proletaria contra la guerra. Los más claros, los más resueltos y los más famosos de entre ellos eran los Espartaquistas. Y mientras esta batalla continuó, mientras las diversas oposiciones a la nueva línea oficial pudieron operar en el partido, la cuestión de la fracción, de una lucha interna organizada por el ''alma'' del partido – hasta que se purgara a los traidores o se expulsara a los internacionalistas – era todavía plenamente relevante[5].
En una discusión interna sobre lo que caracteriza al centrismo, que publicamos en 2015, nuestro camarada Marc Chirik dio toda una serie de ejemplos al respecto del movimiento de oposición en el SPD después de agosto de 1914, tanto dentro del parlamento como en el partido en general. La expresión más resuelta de esta reacción la hallamos en el grupo de Luxemburgo y Liebknecht, que no esperó a que la clase se movilizara masivamente, sino que desde el primer día de la guerra empezaron a organizar su resistencia en lo que más tarde se denominaría el Spartakusbund, e intentaron reagrupar las fuerzas internacionalistas del partido en torno a la consigna ''no dejéis el partido en manos de los traidores''. No mucho después, muchos diputados anunciaron su decisión de no votar a favor de más créditos de guerra; llegaban resoluciones de muchas organizaciones locales del SPD pidiendo a la dirección que abandonara la política de la Union Sacrée (Unión Sagrada); se formó un ''colectivo obrero socialdemócrata'' que constituiría el núcleo del USPD, el Partido Socialdemócrata Independiente de Alemania; se publicaron panfletos y manifiestos y se llamó a manifestaciones contra la guerra en solidaridad con Karl Liebknecht, por su oposición intransigente al militarismo de la clase dominante. Para Marc Chirik esto fue una confirmación de que:
''Lo que no es cierto siquiera para la vida de un individuo, se convierte en algo del todo absurdo en el ámbito de un movimiento histórico como el del proletariado. Aquí el paso de la vida a la muerte no se mide en segundos ni en minutos, sino en años. El momento en el que un partido firma su sentencia de muerte y su muerte definitiva no son la misma cosa. Esto es algo, quizá, difícil de entender para los fraseólogos radicales, pero es bastante comprensible para el marxista que no tiene el hábito de abandonar el barco como una rata cuando empieza a entrar agua. Los revolucionarios entienden el significado histórico de las organizaciones que la clase hace nacer, y mientras éstas todavía tengan un soplo de vida, luchan por salvarlas, por conservarlas para la clase[6]´´.
Tampoco es cierto que la situación de los revolucionarios alemanes en 1914 fuera esencialmente diferente a la de los camaradas de la Izquierda italiana, que decidieron formar una fracción para luchar contra la degeneración del Partido Comunista de Italia en los años 20. Al contrario: en ambos casos, tenemos un partido que empieza a estar dominado cada vez más por una facción abiertamente burguesa (social-chovinistas en el SPD, estalinistas en el PC), y una oposición dividida entre un centro vacilante y una izquierda revolucionaria. Una izquierda revolucionaria que, correctamente, decide que incluso si la balanza se está inclinando en contra de la clase, luchar mientras sea posible por las tradiciones y el auténtico programa del partido sigue siendo un deber elemental, mientras siga quedando algo de vida proletaria en su interior. A diferencia de esto, el método de la CWO al describir la situación del SPD en 1914 tiene un curioso parecido con su antigua posición (esencialmente consejista) de que los Bolcheviques y los Partidos Comunistas ya eran completamente burgueses en 1921, y que todo aquél que pensase lo contrario era básicamente un apologista de sus crímenes posteriores.
También podríamos tratar la forma extremadamente simplista en la que se ha presentado la historia de los debates de la Fracción italiana hasta 1939, pero es mejor que volvamos a esta cuestión en otro artículo, ya que la CWO ha vuelto a publicar recientemente un artículo de Battaglia Comunista[7] sobre la cuestión de la fracción y el partido, con una larga introducción de la CWO que expone muchas de sus críticas a la CCI, no sólo en torno a la cuestión de la fracción y el partido sino también en lo que respecta a nuestro análisis de la situación mundial[8]. No obstante, uno de los puntos principales que salen a flote tanto en el artículo de Battaglia como en su nueva introducción, es la idea de que una fracción es simplemente un círculo de discusión que tiene poco interés en intervenir en la lucha de clases: como ellos mismos dicen al final de su artículo sobre la reunión pública: ``No estamos en una época de fracciones ni círculos de discusión. Es hora de formar núcleos de revolucionarios en todas partes, y hacerlos converger en la creación de un partido revolucionario internacional e internacionalista, como preparación para los conflictos de clase futuros´´.
Si el grupo Espartaquista – a pesar de sus muchas debilidades – asumió esencialmente el rol de una fracción del SPD, cuya prolongada dinámica de degeneración se vio bruscamente precipitada a la ruptura final que siguió al punto de inflexión de agosto de 1914, entonces el trabajo de fracción es algo evidentemente diferente de la retirada a debates académicos separados de la realidad diaria de la guerra y la lucha de clases. Al contrario, no hay duda de que los Espartquistas ''levantaron la bandera'' de la lucha de clases contra la guerra. Dentro del SPD, el Spartakusbund tenía su estructura organizativa propia, publicaba su propio periódico, repartía panfletos y era capaz, junto a algunos de los elementos más radicales de la clase (en particular los ''delegados revolucionarios'' u Obleute de los centros industriales) de organizar manifestaciones que reagrupaban a miles de obreros. Los espartaquistas exigieron poder mantener su estructura organizativa propia como prerrequisito para ingresar en el USPD, casi 3 años después del inicio de la guerra, en abril de 1917, tras la expulsión masiva de los opositores del SPD. Esta decisión se tomó, como dijo Liebknecht, ''para poder impulsarnos hacia delante, para tener una plataforma para nuestra posición y poder llegar a miles de personas''. Como comenta Marc en su texto: ``En un momento como ese, la validez de esta estrategia es algo más que dudoso, pero una cosa está clara: si se les presentó esa cuestión a Luxemburg y Liebknecht, es porque consideraron correctamente al USPD como un movimiento centrista, y no como un partido de la burguesía´´. En resumen, el trabajo de fracción de los Espartaquistas continuó, ya dentro o fuera de otro partido más grande, como una fuerza independiente que buscaba crear las condiciones para un nuevo partido, purgado tanto de elementos burgueses como centristas – y lo mismo puede decirse de la Izquierda italiana de finales de los años 20 y principios de los 30, tras su expulsión del partido e incluso tras reconocer que los PC se habían pasado al enemigo.
Así, parte de la crítica de la CWO a los espartaquistas por haber permanecido demasiado tiempo en el viejo partido se basa en una idea equivocada del papel de una fracción, como si se tratase de un círculo de discusión cuya actividad está, en cierto sentido, en contradicción con la formación de un núcleo revolucionario que prepare el terreno para el futuro partido mundial. Al contrario: ese era precisamente el concepto de fracción que elaboró la Izquierda italiana. La diferencia está en otra parte: en el reconocimiento (compartido tanto por Luxemburgo como por la Izquierda italiana) de que la constitución de un nuevo partido mundial no puede darse sólo por fuerza de voluntad de los revolucionarios, sino que depende de un proceso mucho más amplio y profundo de maduración en la clase.
La presentación de la CWO en el encuentro y el artículo que la siguió pone mucho énfasis en la diferencia entre espartaquistas y bolcheviques:
``En Rusia, se estimaba que los bolcheviques contaban con unos 8.000-10.000 miembros a principios de 1917, pero tenían presencia en casi cada pueblo y ciudad, y lo más importante, se habían fundido con la misma clase obrera. Así, cuando surgió el movimiento revolucionario, no sólo fueron capaces de liderarlo sino de crecer en su interior. Los obreros exigieron espontáneamente el ''poder a los Soviets'' en febrero de 1917 (aún vivo el recuerdo de 1905) pero para verano de 1917 era ya evidente que sólo un partido defendía ''todo el poder para los soviets'', y ese partido, según la mayoría de las estimaciones, llegó por entonces a los 300.000 miembros´´.
Ciertamente, los bolcheviques fueron la vanguardia del movimiento revolucionario de los años 1914-19. En la cuestión de la guerra, la delegación bolchevique de Zimmerwald defendió una posición mucho más firme que la de los espartaquistas: junto a los ''radicales de izquierda'' alemanes propusieron la consigna de ''convertir la guerra imperialista en guerra civil'', mientras que la delegación espartaquista tendió a hacer concesiones al pacifismo. En su práctica concreta en una situación revolucionaria, los bolcheviques fueron capaces de analizar el equilibrio de fuerzas entre las clases con gran lucidez, y jugar así un papel clave en momentos decisivos: en julio, cuando fue necesario esquivar las provocaciones de la burguesía, que estaba intentando llevar a los obreros revolucionarios a un enfrentamiento armado prematuro; en octubre, cuando Lenin insistió en que las condiciones para la insurrección habían madurado definitivamente y que era vital dar el golpe antes de que el momento pasase[9]. Todo ello está en trágico contraste con el joven Partido Comunista Alemán, que cometió el error monumental de morder el anzuelo de la burguesía en enero de 1919 en Berlín, en buena medida debido a que el líder espartaquista, Liebknecht, rompió la disciplina de partido llamando a una insurrección armada inmediata[10].
Sin embargo, la capacidad de los bolcheviques para cumplir con su cometido no puede reducirse a que estaban ''fundidos'' con la clase. De lo que se trata aquí es del producto de una larga lucha por la claridad política y organizativa en el seno del Partido Obrero Socialdemócrata Ruso, que permitió a los bolcheviques entender qué era lo que de verdad estaba en juego tras la insurrección de febrero, incluso si ello requería una lucha resuelta en el partido contra la fuerte tendencia a apoyar la democracia burguesa y asumir una posición ''defensista'' en la guerra – en esto consistieron los debates en torno a las Tesis de abril de Lenin[11]. El hecho de que los bolcheviques salieron fortalecidos de estos debates, y determinados a luchar por el poder de los soviets, fue el producto de dos factores esenciales: por un lado, su solidez organizativa, que hizo posible mantener la unidad del partido a pesar de las graves disensiones que surgieron en el curso del proceso revolucionario; y por otro, el hecho de que desde el principio, su programa político – incluso cuando no era tan claro como llegó a serlo tras 1917 – estuvo basado siempre en el principio de la independencia de clase frente a la burguesía, en contraste con la otra tendencia principal de la socialdemocracia rusa, los mencheviques. Pero a lo que de verdad apunta todo esto es a que en los años que separan el nacimiento del Bolchevismo con el estallido de la revolución, los bolcheviques habían asumido ellos mismos la función de una fracción revolucionaria en el seno del partido ruso y de la II Internacional.
El rigor de los bolcheviques en cuestiones organizacionales y programáticas era uno de los componentes de su capacidad para pasar de la fracción al partido; el otro fue la rápida maduración del proletariado ruso en sí. Era éste un proletariado mucho menos vulnerable a las ilusiones reformistas que sus hermanos y hermanas de clase en Alemania: tanto a nivel de sus condiciones de vida como a nivel de condiciones políticas, marcadas entonces por el régimen zarista, que hicieron que su lucha tomara un carácter necesariamente explosivo y revolucionario, que en cierto sentido, ya anunciaba las condiciones que tendría que enfrentar las clase obrera de los países más avanzados en la nueva era de la decadencia del capitalismo. El proletariado ruso, definitivamente privado de construir organizaciones defensivas de masas dentro del viejo sistema, hizo nacer en 1905 la forma de organización del soviet, y disfrutó de un impagable preámbulo de lo que significa hacer una revolución. También debe tenerse en mente que el proletariado ruso se enfrentaba a una burguesía mucho más débil, mientras que los obreros alemanes se verían catapultados a la lucha revolucionaria contra una poderosa clase dominante, que sabía que podía contar con el apoyo del SPD y los sindicatos, así como del de la burguesía mundial. Desde este punto de vista, podemos entender mejor por qué no se puede reducir la cuestión a una especie de presencia física de los revolucionarios en el seno de la clase obrera, por importante que esto sea. Los socialdemócratas alemanes, ciertamente, disfrutaban de una gran presencia en la clase obrera, en todos los aspectos de su vida – económicos, políticos y culturales. El problema era que esta influencia en la clase se estaba enfocando cada vez más a la institucionalización y, por tanto, neutralización de la lucha de clases. La diferencia clave entre el SPD y los bolcheviques fue la capacidad de estos últimos para mantener y desarrollar la autonomía de clase del proletariado.
Por último, para entender de verdad la diferencia entre bolcheviques y espartaquistas, y profundizar en las inmensas dificultades que tuvieron que afrontar las minorías comunistas durante la oleada revolucionaria que siguió a 1917, debemos integrar las situaciones particulares de cada país en una visión internacional general. La II Internacional se derrumbó en 1914: enfrentada a la traición de considerables secciones de sus miembros nacionales, simplemente dejó de existir. Esto puso sobre la mesa de forma inmediata la necesidad de una nueva Internacional, incluso si las condiciones para su formación no habían madurado aún. La formación tardía de la Internacional Comunista – y las debilidades programáticas que la acompañaron – acabaron siendo serias desventajas, no sólo para la Revolución alemana, sino también para el poder soviético ruso y toda la oleada revolucionaria. Volveremos a esto en artículos posteriores. Hemos defendido que el trabajo previo de las fracciones de izquierda es un pilar indispensable para la formación del partido sobre bases sólidas. No obstante, también hemos de reconocer que, a principios del siglo XX, cuando el peligro del oportunismo se estaba volviendo cada vez más evidente en los partidos socialdemócratas, las fracciones de izquierda que se opusieron a esta deriva hacia la integración en la política burguesa se vieron obstaculizadas por la estructura federal de la II Internacional. Se trataba de una Internacional que actuaba como una especie de centro coordinador de un conjunto de partidos nacionales. Había solidaridad y cooperación entre las diferentes corrientes de izquierda (por ejemplo, cuando Lenin y Luxemburgo elaboraron juntos la resolución de Basilea sobre la guerra para el Congreso Internacional de 1912), pero nunca hubo una fracción centralizada a nivel internacional que pudiera desarrollar una política coherente en todos los países, una respuesta unificada a todos los dramáticos cambios que estaba trayendo la entrada del capitalismo en su era de guerras y revoluciones.
Los grupos revolucionarios actuales no son fracciones en el sentido literal, al no haber sido previamente parte orgánica de un partido obrero, pero desde luego, no serán capaces de preparar el terreno para el partido futuro si no consiguen asumir lo que puede aprenderse de las contribuciones históricas de las fracciones de izquierda.
Amos
[1]La CWO es el afiliado bitánico de la Tendencia Comunista Internacional; un camarada de su organización en Alemania (la GIS), también participó en el encuentro. Aunque fue algo positivo que ambas organizaciones reconocieran la importancia histórica de la revolución en Alemania – que efectivamente puso fin a la Primera Guerra Mundial y, aunque brevemente, amenazó con extender el poder político de la clase obrera de Rusia a Europa occidental – el hecho de que se celebraran dos reuniones sobre la misma cuestión, en la misma ciudad y con una semana de diferencia, es una prueba de la desunión del movimiento revolucionario actual. La CCI propuso la celebración de un encuentro conjunto para evitar esta disonancia, pero la CWO rechazó nuestra proposición por razones que no acabamos de entender. Esto contrasta con los encuentros celebrados en 2017 sobre la revolución rusa, cuando la CWO accedió a hacer la presentación de nuestro día de discusión en Londres: https://en.internationalism.org/icconline/201712/14536/icc-day-discussion-russian-revolution [51] . Para nosotros, el hecho de que los grupos de la izquierda comunista están relativamente solos a la hora de preservar y elaborar las lecciones esenciales de la revolución en Alemania, es razón suficiente para que coordinemos nuestra respuesta a las distorsiones ideológicas de este acontecimiento, elaboradas por todas las facciones de la clase dominante (en las que también se incluye la práctica eliminación de los archivos históricos al respecto).
[2] Ver el Punto XIII de nuestra Plataforma Política 13 - La naturaleza contrarrevolucionaria de los partidos “obreros”: https://es.internationalism.org/cci/201211/3550/plataforma-de-la-cci-adoptada-por-el-ier-congreso [52] . En el punto se habla de los partidos “socialistas”, los partidos “comunistas” y sus apéndices “más a la izquierda”, sin embargo, estas posiciones se hacen extensivas a la pretendida “nueva izquierda” como Podemos en España, Syriza en Grecia, France Insoumise o la Democracia Socialista en USA.
[4]Este desacuerdo fue el principal punto de discusión en el encuentro de la CWO. La misma discusión volvió a protagonizar el encuentro de la CCI, aunque en este caso acompañada de otro debate propuesto por un camarada anarquista internacionalista sobre la necesidad del Partido, y sobre si la centralización responde a las necesidades organizativas de la clase obrera. Sobre esta cuestión de la centralización como una expresión de la tendencia a la unidad, el camarada afirmó más tarde que nuestros argumentos le parecieron claros y convincentes.
[5]Ver al respecto los artículos sobre la revolución alemana de la Revista Internacional 81, 85 y 86: https://es.internationalism.org/revista-internacional/199507/1822/i-los-revolucionarios-en-alemania-durante-la-ia-guerra-mundial-y-l [54] , https://es.internationalism.org/revista-internacional/199607/1773/iv-fraccion-del-spd-o-nuevo-partido [55] y https://es.internationalism.org/content/4391/revolucion-alemana-5a-partedel-trabajo-de-fraccion-la-fundacion-del-kpd [56]
[6]https://es.internationalism.org/revista-internacional/201509/4115/las-corrientes-centristas-en-las-organizaciones-politicas-del-prol [57]
[7]Publicación del Partido Comunista Internacionalista, afiliado italiano de la TCI
[8]Mientras tanto, damos referencia a los camaradas de una serie de artículos que publicamos criticando las posiciones de Battaglia y la CWO sobre la cuestión de la fracción: ver las Revistas Internacionales 59, 61, 64 y 65 ( https://es.internationalism.org/tag/21/490/fraccion-y-partido [58] )
[9] Ver sobre el papel de los bolcheviques en julio y en octubre 1917, nuestros artículos: Las «Jornadas de julio»: el papel indispensable del partido https://es.internationalism.org/revista-internacional/199707/1224/ii-1917-las-jornadas-de-julio-el-papel-indispensable-del-partido [59] y La insurrección de Octubre, una victoria de las masas obreras https://es.internationalism.org/revista-internacional/199710/1216/iii-1917-la-insurreccion-de-octubre-una-victoria-de-las-masas-obre [60]
[10] Ver sobre esta trágica experiencia nuestro artículo La insurrección prematura https://es.internationalism.org/revista-internacional/199601/1786/iii-la-insurreccion-prematura [61]
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Fecha: 30 de marzo de 2019. Hora: 15.30 hrs. Lugar: Calle Quebrada, esquina Quemada cerca parque las Américas Col. Narvarte, Ciudad de México
"La fundación de la Internacional Comunista despierta recuerdos desagradables para toda la clase capitalista y sus celosos servidores. En particular, les recuerda su miedo al final de la Primera Guerra Mundial, ante la creciente y aparentemente inevitable marea de la ola revolucionaria internacional: la victoriosa revolución proletaria en Rusia en octubre de 1917; los motines en las trincheras; la abdicación del Kaiser Guillermo y la firma apresurada de un armisticio frente a los motines y la revuelta de las masas trabajadoras en Alemania; luego la insurrección de los trabajadores alemanes; la creación, en la línea rusa, de repúblicas de consejos obreros en Baviera y Hungría; el inicio de huelgas entre las masas trabajadoras en Gran Bretaña e Italia; motines en la flota y el ejército en Francia, así como entre algunas unidades militares británicas que se niegan a intervenir en contra de la Rusia soviética ....” ('1919: fundación de la Internacional Comunista', Revista Internacional número 57).
La Internacional Comunista se formó con el fin de proporcionar una clara orientación política a este surgimiento masivo de la lucha de clases, para señalar el camino hacia la conquista mundial del poder por parte de la clase obrera. En ese momento de la historia, era una organización muy diferente de lo que más tarde se convirtió con el aislamiento, la degeneración y la derrota de la revolución en Rusia - una simple agencia para la política exterior de un Estado ruso en el proceso de integrarse en el sistema imperialista global. Por lo tanto, los revolucionarios de hoy deben reconocer que la historia de la IC es una parte vital de su propia historia. Pero también nos enfrentamos a la tarea de comprender las debilidades y fracasos de la Internacional para construir el futuro partido mundial sobre la base de los principios programáticos y organizativos más claros posibles.
La CCI planteará su enfoque sobre esta cuestión, haciendo hincapié en el desarrollo de un debate amplio y profundo entre todos los asistentes a esta Reunión Pública. La CCI se reivindica de los aportes sucesivos de la Liga de los Comunistas de Marx y Engels (1847-52), de las tres Internacionales (la Asociación Internacional de los Trabajadores, 1864-72, la Internacional Socialista, 1884-1914, la Internacional Comunista, 1919-28), de las Fracciones de Izquierda que se fueron separando en los años 1920-30 de la Tercera Internacional (la Internacional Comunista) en su proceso de degeneración, y más particularmente de las Izquierdas alemana, holandesa e italiana.[1] Por lo tanto, este centenario es una oportunidad para saludar y destacar la valiosa contribución de la IC en la historia del movimiento revolucionario, pero también para sacar lecciones de esta experiencia y evidenciar sus debilidades a fin de armar al proletariado de hoy para las luchas del futuro.
[1] Posiciones Básicas de la CCI, https://es.internationalism.org/content/posiciones-basicas [66]
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La Revolución proletaria en Alemania fue una respuesta y una continuidad del proletariado a la Revolución iniciada en Rusia en octubre de 1917. Para la discusión a llevar es necesario preguntarnos:
Estas y otras preguntas podrán armar un debate del cual sacar conclusiones para contribuir a la lucha del proletariado por su liberacion y la de toda la humanidad de la explotación capitalista que cada día que pasa es más brutal e inhumana y no ofrece ningún futuro.
Puedes consultar nuestros documentos sobre esta experiencia histórica:
https://es.internationalism.org/files/es/pdf/folleto_revolucion_en_alema... [70]
https://es.internationalism.org/content/4373/lista-de-articulos-sobre-la... [71]
Te invitamos a participar:
Para enviar tus aportes, hacer críticas o propuestas y otras iniciativas te puedes comunicar mediante nuestro correo electrónico:
[email protected] [15]
Enlaces
[1] https://es.internationalism.org/files/es/rp_sobre_chalecos_amarillos.pdf
[2] https://es.internationalism.org/content/4381/chalecos-amarillos-violencia-policial-disturbios-guerrilla-urbana-saqueos-la-verdadera
[3] https://es.internationalism.org/content/4378/hoja-de-intervencion-de-la-cci-sobre-la-trampa-del-movimiento-de-los-chalecos-amarillos
[4] https://es.internationalism.org/accion-proletaria/201709/4231/correspondencia-sobre-la-pequena-burguesia
[5] https://es.internationalism.org/content/4164/lecciones-de-la-comuna-de-paris
[6] https://www.marxists.org/espanol/m-e/1850s/francia/index.htm
[7] https://es.internationalism.org/revista-internacional/199307/1964/quien-podra-cambiar-el-mundo-i-el-proletariado-es-la-clase-revoluc
[8] https://es.internationalism.org/revista-internacional/199309/1949/quien-podra-cambiar-el-mundo-ii-el-proletariado-sigue-siendo-la-cl
[9] https://es.internationalism.org/revista-internacional/199001/3502/derrumbe-del-bloque-del-este-dificultades-en-aumento-para-el-prole
[10] https://es.internationalism.org/tag/geografia/francia
[11] https://es.internationalism.org/tag/vida-de-la-cci/reuniones-publicas
[12] https://es.internationalism.org/tag/3/45/descomposicion
[13] https://es.internationalism.org/files/es/sobre_clima_hoja.pdf
[14] https://es.internationalism.org/
[15] mailto:[email protected]
[16] https://es.internationalism.org/accion-proletaria/201001/2757/cumbre-de-copenhague-para-salvar-el-planeta-hay-que-destruir-el-capita
[17] https://es.internationalism.org/revista-internacional/200510/209/conferencia-mundial-de-la-haya-solo-la-revolucion-proletaria-salvar
[18] https://es.internationalism.org/cci-online/200802/2184/crisis-ecologica-amenaza-o-mito
[19] https://es.internationalism.org/revista-internacional/200804/2710/medioambiente-el-mundo-en-visperas-de-una-catastrofe-medioambienta
[20] https://es.internationalism.org/revista-internacional/200606/964/tesis-sobre-el-movimiento-de-los-estudiantes-de-la-primavera-de-200
[21] https://es.internationalism.org/content/3349/2011-de-la-indignacion-la-esperanza
[22] https://es.internationalism.org/tag/vida-de-la-cci/intervenciones
[23] https://es.internationalism.org/tag/2/35/las-luchas-parciales
[24] https://es.internationalism.org/tag/3/50/medio-ambiente
[25] https://es.internationalism.org/files/es/el_feminismo_al_servicio_del_capitalismo_notas_sobre_la.pdf
[26] https://es.internationalism.org/accion-proletaria/201804/4291/huelga-feminista-contra-las-mujeres-y-contra-la-clase-obrera
[27] https://www.marxists.org/espanol/m-e/1844/intro-hegel.htm
[28] https://www.marxists.org/espanol/m-e/1840s/sagfamilia/04.htm
[29] https://es.internationalism.org/tag/3/41/alienacion
[30] https://es.internationalism.org/files/es/burguesia_en_espana.pdf
[31] https://es.internationalism.org/revista-internacional/200510/223/la-descomposicion-fase-ultima-de-la-decadencia-del-capitalismo
[32] https://es.internationalism.org/revista-internacional/201611/4182/que-le-pasa-al-psoe
[33] https://es.internationalism.org/content/4214/primarias-y-congreso-del-psoe-el-engano-democratico-de-las-bases-deciden
[34] https://es.internationalism.org/accion-proletaria/201709/4234/el-embrollo-catalan-muestra-la-agravacion-de-la-descomposicion-capital
[35] https://es.internationalism.org/content/4370/contra-la-campana-de-vox-en-medios-obreros-los-obreros-no-tenemos-patria
[36] https://es.internationalism.org/content/4315/gobierno-psoe-que-hay-detras-de-la-mocion-de-censura
[37] https://es.internationalism.org/tag/situacion-nacional/espana
[38] https://es.internationalism.org/tag/geografia/espana
[39] https://es.internationalism.org/tag/2/31/el-engano-del-parlamentarismo
[40] https://es.internationalism.org/files/es/feb_15-2019_lenin-luxemburg-liebknenecht.pdf
[41] https://es.internationalism.org/tag/corrientes-politicas-y-referencias/izquierda-comunista
[42] https://es.internationalism.org/tag/historia-del-movimiento-obrero/1919-la-revolucion-alemana
[43] https://es.internationalism.org/tag/2/29/la-lucha-del-proletariado
[44] https://es.internationalism.org/tag/desarrollo-de-la-conciencia-y-la-organizacion-proletaria/izquierda-comunista-francesa
[45] https://www.midilibre.fr/2015/10/12/a-rivesaltes-la-lutte-des-refugies-espagnols-contre-la-vermine-et-la-faim,1225991.php
[46] http://retirada37.com/
[47] https://www.lanouvellerepublique.fr/loir-et-cher/bois-brule-de-sinistre-memoire
[48] https://www.liberation.fr/france/2015/09/09/refugies-espagnols-quand-la-france-choisissait-l-infamie_1379072
[49] https://es.internationalism.org/tag/acontecimientos-historicos/guerra-de-espana-del-1936
[50] https://es.internationalism.org/files/es/traduccion_alemania_cwo_0.pdf
[51] https://en.internationalism.org/icconline/201712/14536/icc-day-discussion-russian-revolution
[52] https://es.internationalism.org/cci/201211/3550/plataforma-de-la-cci-adoptada-por-el-ier-congreso
[53] https://www.leftcom.org/en/articles/2018-11-23/the-significance-of-the-german-revolution
[54] https://es.internationalism.org/revista-internacional/199507/1822/i-los-revolucionarios-en-alemania-durante-la-ia-guerra-mundial-y-l
[55] https://es.internationalism.org/revista-internacional/199607/1773/iv-fraccion-del-spd-o-nuevo-partido
[56] https://es.internationalism.org/content/4391/revolucion-alemana-5a-partedel-trabajo-de-fraccion-la-fundacion-del-kpd
[57] https://es.internationalism.org/revista-internacional/201509/4115/las-corrientes-centristas-en-las-organizaciones-politicas-del-prol
[58] https://es.internationalism.org/tag/21/490/fraccion-y-partido
[59] https://es.internationalism.org/revista-internacional/199707/1224/ii-1917-las-jornadas-de-julio-el-papel-indispensable-del-partido
[60] https://es.internationalism.org/revista-internacional/199710/1216/iii-1917-la-insurreccion-de-octubre-una-victoria-de-las-masas-obre
[61] https://es.internationalism.org/revista-internacional/199601/1786/iii-la-insurreccion-prematura
[62] https://es.internationalism.org/cci/200602/746/las-tesis-de-abril-faro-de-la-revolucion-proletaria
[63] https://es.internationalism.org/tag/2/26/la-revolucion-proletaria
[64] https://es.internationalism.org/tag/desarrollo-de-la-conciencia-y-la-organizacion-proletaria/corriente-comunista-internacional
[65] https://es.internationalism.org/files/es/invitacion_rp_mexico_30_marzo_2019.pdf
[66] https://es.internationalism.org/content/posiciones-basicas
[67] https://es.internationalism.org/tag/desarrollo-de-la-conciencia-y-la-organizacion-proletaria/tercera-internacional
[68] https://es.internationalism.org/tag/3/51/partido-y-fraccion
[69] https://es.internationalism.org/files/es/reunion_publica_ap.jpg
[70] https://es.internationalism.org/files/es/pdf/folleto_revolucion_en_alemania_1918-23_2.pdf
[71] https://es.internationalism.org/content/4373/lista-de-articulos-sobre-la-tentativa-revolucionaria-en-alemania-1918-23