Adjunto | Tamaño |
---|---|
![]() | 278.48 KB |
La CCI ha celebrado reuniones públicas en ciudades de varios países con motivo del 50º aniversario de mayo de 1968. En términos generales, los presentes estuvieron de acuerdo con las principales características del movimiento que destacamos:
- Lo que da a estos acontecimientos su carácter histórico es el despertar de la lucha de clases expresada en la huelga obrera más masiva jamás habida en aquellos tiempos -10 millones de trabajadores en huelga- y cuyo desarrollo no se debió para nada a la acción de los sindicatos, sino únicamente a la iniciativa de los propios trabajadores que entraron en lucha espontáneamente;
- Ese movimiento de la clase obrera, que no fue ni mucho menos a remolque de la agitación estudiantil concomitante, se precipitó en gran parte a causa de la brutal represión de los estudiantes que engendró una profunda indignación entre la clase obrera;
- Aquel episodio histórico creó una atmósfera sin precedentes, como la que existe sólo durante los grandes movimientos de la clase obrera: la voz que se libera en las calles, las universidades y algunas empresas ocupadas, centros neurálgicos de intensos debates políticos;
- Fundamentalmente, ese formidable movimiento es la respuesta a las primeras dentelladas de la crisis económica abierta, de vuelta otra vez, que afectó a una clase obrera cuyas generaciones más jóvenes se estaban librando del peso aplastante del período de la contrarrevolución;
- Aquel movimiento vio así la caída de un importante cerrojo de la lucha de clases: el del control asfixiante del estalinismo y sus correas sindicales de transmisión.
La idea de que Mayo del 68 fue la señal para el desarrollo de una ola de luchas a escala internacional no sorprendió, en general, a los participantes en nuestras reuniones. Pero paradójicamente, no siempre fue lo mismo para esa otra idea de que el mes de mayo del 68 marcó el final del largo período de contrarrevolución que sucedió a la derrota de la primera ola revolucionaria mundial y, al mismo tiempo, abría un nuevo camino para los enfrentamientos de clases entre la burguesía y el proletariado. En particular, una serie de características del período actual, como el desarrollo del fundamentalismo, la multiplicación de las guerras en el planeta, etc., tendían a interpretarse como signos de un período contrarrevolucionario.
Se trata de un error que, en nuestra opinión, tiene su origen en una doble dificultad.
Por un lado, el insuficiente conocimiento de cómo fue el período de una contrarrevolución mundial, iniciado con la derrota de la primera oleada revolucionaria, y por lo tanto una dificultad para comprender realmente lo que ese período significó para la clase obrera y su lucha, pero también para la humanidad en la medida en que la barbarie inherente al capitalismo en crisis dejó de tener límites. Por eso, en este artículo, hemos tomado la decisión de volver en detalle sobre aquel período.
Por otro lado, el período abierto en Mayo del 68, aunque puede parecer más familiar a las generaciones que -directa o indirectamente- conocieron Mayo del 68, su dinámica general subyacente no puede ser entendida espontáneamente. Puede, entre otras cosas, quedar oscurecida por acontecimientos, situaciones que, aunque importantes, no fueron factores determinantes. Por eso, también volveremos a ese período destacando sus diferencias fundamentales con el período de la contrarrevolución.
El fenómeno que todo el mundo ha observado a un nivel inmediato, el hecho de que después de una lucha, la movilización de los trabajadores tiende a retroceder y a menudo la voluntad de luchar, también existe a un nivel más profundo a escala de la historia. De hecho, permite verificar la validez de lo que Marx había señalado sobre este tema en El 18 de Brumario, es decir, la alternancia de arrebatos, a menudo muy enérgicos y deslumbrantes de la lucha proletaria (1848-49, 1864-71), 1917-23), y de retrocesos (a partir de 1850, 1872 y 1923) que, además, llevaron cada vez a la desaparición o degeneración de las organizaciones políticas que la clase se había dado durante el período de luchas en ascenso: Liga de los Comunistas, creación en 1847, disolución en 1852; Asociación Internacional de Trabajadores (AIT): fundación en 1864, disolución en 1876; Internacional Comunista: fundación en 1919, degeneración y muerte a mediados de la década de 1920; la vida de la Internacional Socialista 1889-1914, que había seguido un curso más o menos similar pero menos claro[1].
La derrota de la primera ola revolucionaria mundial de 1917-23 abrió el período de contrarrevolución más largo, profundo y terrible que jamás haya sufrido el proletariado, llevando a la pérdida de todas las referencias por parte de la clase obrera como un todo, y las pocas organizaciones que permanecieron leales a la revolución acabarán siendo ínfimas minorías. Y además, esa derrota dejó abiertas de par en par las puertas al desencadenamiento de una barbarie que superaría con creces los horrores de la Primera Guerra Mundial. Fue, en cambio, una dinámica opuesta la que se ha desarrollado desde 1968, y no hay razón para decir que ya se ha agotado, a pesar de las grandes dificultades experimentadas por el proletariado desde principios de la década de 1990 con la extensión y profundización de la barbarie por el planeta.
La expresión "Medianoche en el siglo", del título de un libro de Víctor Serge[2], se aplica perfectamente a la realidad de esta pesadilla que duró casi medio siglo.
Varios golpes terribles a la ola revolucionaria mundial abierta con la revolución rusa en 1917, fueron ya la antesala de la larga serie de ofensivas burguesas contra la clase obrera que precipitarán el movimiento obrero en las profundidades de la contrarrevolución. Pues, para la burguesía, no sólo se tratará de derrotar a la revolución, sino también de golpear a la clase obrera de tal modo que no pudiera recuperarse. Frente a una ola revolucionaria mundial que había amenazado el orden capitalista mundial, y ese era su objetivo consciente y declarado[3], la burguesía no podía contentarse con hacer retroceder al proletariado. Tenía que hacer todo lo que estuviera a su alcance para que en el futuro esa experiencia dejara a los proletarios de todo el mundo una imagen tal que no se les volviera a ocurrir intentarlo. Sobre todo, tenía que intentar desprestigiar para siempre la idea de la revolución comunista y la posibilidad de establecer una sociedad sin guerra, sin clases y sin explotación. Para ello pudo beneficiarse de circunstancias políticas que le fueron de lo más favorable: la pérdida del baluarte revolucionario en Rusia no se logró por su derrota en el enfrentamiento militar con los ejércitos blancos que intentaron invadir Rusia, sino por su propia degeneración interna (a la que, por supuesto, contribuyó en gran medida el considerable esfuerzo bélico). Hasta el punto que le fue fácil a la burguesía hacer creer que la monstruosidad surgida de la derrota política de la revolución, la URSS “socialista”, pareciera comunismo. Y, al mismo tiempo, la tal URSS debía ser percibida como el destino inevitable de cualquier lucha del proletariado por su emancipación. A esta mentira participarán todas las fracciones de la burguesía mundial, en todos los países, desde la extrema derecha hasta la extrema izquierda trotskista.[4]
Cuando las principales burguesías involucradas en la Guerra Mundial la terminaron en noviembre de 1918, fue con el objetivo obvio de impedir que nuevos focos revolucionarios engrosaran el flujo de la revolución, que fue victoriosa en Rusia y amenazante en Alemania, mientras la burguesía de este país habías salido debilitada por la derrota militar. Esto evitó que la fiebre revolucionaria, estimulada por la barbarie de los campos de batalla y por la insoportable explotación y miseria en retaguardia, se apoderara también de otros países como Francia, Gran Bretaña, etc. Y ese objetivo fue globalmente alcanzado.
En los países vencedores, el proletariado, que sin embargo había aclamado fervientemente la revolución rusa, no se comprometió masivamente tras los estandartes de la revolución para derrocar al capitalismo, para poner fin para siempre a los horrores de la guerra. Agotado por cuatro años de sufrimiento en las trincheras o en las fábricas de armas, aspiraba más bien a descansar "aprovechando" la paz que los bandidos imperialistas le acababan de "ofrecer". Y como en todas las guerras, son siempre los vencidos quienes, en última instancia, son reconocidos como la causa de las guerras, en el discurso de la Entente (Francia, Reino Unido, Rusia) quedó borrada la responsabilidad del capitalismo como un todo para echar toda la culpa a los imperios centrales (Alemania, Austria- Hungría). Peor aún, en Francia, la burguesía prometió a los trabajadores una nueva era de prosperidad sobre la base de las reparaciones que se impondrían a Alemania. Y fue así como el proletariado en Alemania y Rusia estaba cada día más aislado.
Y lo que sucederá, tanto en los países victoriosos como en los derrotados, será lo que Rosa Luxemburgo había esbozado en su Folleto de Junius (La crisis de la socialdemocracia alemana[5]): si el proletariado mundial no lograra, a través de su lucha revolucionaria, construir una nueva sociedad sobre las ruinas humeantes del capitalismo, entonces, inevitablemente, éste acabaría infligiendo calamidades aún peores a la humanidad.
La historia del nuevo descenso a los infiernos, que culminó en los horrores de la Segunda Guerra Mundial, se identifica en muchos aspectos con la de la contrarrevolución que alcanzó su punto álgido al final de ese conflicto.
Poco después de octubre de 1917, el poder soviético se enfrentó a las ofensivas militares del imperialismo alemán, el cual hacía oídos sordos a toda idea de paz[6]. Los ejércitos blancos, apoyados económicamente desde el extranjero, se estructuraron en diferentes partes del país. Más tarde, se lanzaron nuevos ejércitos blancos, organizados directamente desde el extranjero contra la revolución hasta 1920. Un país asediado, atenazado por los ejércitos blancos y asfixiado económicamente. La guerra civil dejó un país totalmente devastado. Casi 980.000 personas murieron en las filas del Ejército Rojo, alrededor de 3 millones entre la población civil.
En Alemania, el eje de la contrarrevolución lo formó la alianza de dos grandes fuerzas: el traidor SPD y el ejército. Estos fueron el origen del establecimiento de una nueva fuerza, los Cuerpos Francos, los mercenarios de la contrarrevolución, el núcleo de lo que acabaría siendo el movimiento nazi. La burguesía asestó un golpe terrible al proletariado berlinés al arrastrarlo a una insurrección prematura en Berlín, que fue brutalmente reprimida en enero de 1919 (la Comuna de Berlín). Miles de obreros y comunistas berlineses -ya que la mayoría de ellos también eran obreros- fueron asesinados (1200 obreros fusilados), torturados y encarcelados. R. Luxemburgo K. Liebknecht y luego Leo Jogisches fueron asesinados. La clase obrera perdía parte de su vanguardia y su líder más clarividente en la persona de Rosa Luxemburgo, que habría sido una valiosísima brújula en las tempestades que se avecinaban.
Además de la incapacidad del movimiento obrero en Alemania para frustrar esa maniobra, adolecerá de una patente falta de coordinación entre los distintos focos del movimiento: Tras la comuna de Berlín, estallaron en el Ruhr luchas defensivas en las que participaron millones de mineros, trabajadores siderúrgicos y textiles de las regiones industriales del Bajo Rin y Westfalia (primer trimestre de 1919), seguidas de luchas en el centro de Alemania y de nuevo en Berlín (finales de marzo). El Consejo Ejecutivo de la República de Baviera fue proclamado en Múnich, luego derrocado y estalló la represión. Berlín, el Ruhr, otra vez Berlín, Hamburgo, Bremen, Alemania Central, Baviera, por todas partes el proletariado es aplastado paquete por paquete. Toda la ferocidad, la barbarie, la astucia, los llamamientos a la delación y la tecnología militar se ponen al servicio de la represión. Por ejemplo, "para recuperar la Alexanderplatz de Berlín, por primera vez en la historia de las revoluciones, se utilizaron todas las armas utilizadas en los campos de batalla: artillería ligera y pesada, bombas que pesaban hasta un quintal, reconocimiento aéreo y bombardeo aéreo"[7]. Miles de obreros fueron fusilados o asesinados en los combates; los comunistas perseguidos y muchos sentenciados a muerte[8].
Los trabajadores de Hungría en marzo se opusieron también al capital en enfrentamientos revolucionarios. El 21 de marzo de 1919 se proclamó la República de Consejos, pero fue aplastada durante el verano por las tropas contrarrevolucionarias. Para más información, pueden leerse nuestros artículos en la Revista Internacional[9].
A pesar de los intentos heroicos del proletariado en Alemania, en 1920 (frente al golpe de Estado de Kapp) y 1921 (acción de marzo), que muestran la persistencia de una fuerte combatividad, acabó siendo patente que la dinámica ya no era hacia el fortalecimiento político del proletariado alemán como un todo, sino todo lo contrario.
Los estragos de las guerras contra las ofensivas de la reacción internacional, incluyendo las considerables pérdidas sufridas por el proletariado; el debilitamiento político del proletariado con la pérdida de su poder político por los consejos obreros y la disolución de la Guardia Roja; el aislamiento político de la revolución, todo eso fue terreno abonado para el desarrollo del oportunismo dentro del partido bolchevique y la internacional comunista. La represión de la insurrección de Kronstadt en 1921, que había sido una reacción contra la pérdida de poder de los sóviets, fue ordenada por el partido bolchevique. De haber sido la vanguardia de la revolución en el momento de la toma del poder, se acabó convirtiendo en vanguardia de la contrarrevolución al cabo de una degeneración interna que no pudieron impedir las fracciones que surgieron dentro del partido bolchevique para luchar precisamente contra el creciente oportunismo.[10]
Desaparecidas las grandes masas que en Rusia, Alemania, Hungría..., se habían lanzado al asalto del cielo. Ahora están exangües, exhaustas, derrotadas, ya no pueden más. En los países victoriosos de la guerra, el proletariado no se ha manifestado lo suficiente. Todo eso selló la derrota política del proletariado en todo el mundo.
El proceso de degeneración de la revolución rusa se aceleró con la toma del poder del partido bolchevique por Stalin. La adopción en 1925 de la tesis del "socialismo en un solo país", que se convirtió en la doctrina del Partido Bolchevique y de la Internacional Comunista, fue un punto de ruptura y de imposible vuelta atrás. Aquella verdadera traición al internacionalismo proletario, principio básico de la lucha proletaria y la revolución comunista, fue asumida y defendida por todos los partidos comunistas del mundo[11] contra el proyecto histórico de la clase obrera. Al mismo tiempo que rubricaba el abandono de todo proyecto proletario, la tesis del socialismo en un solo país corresponde al método ruso de la integración en el capitalismo mundial.
Desde mediados de la década de 1920, Stalin siguió una política de liquidación despiadada de todos los antiguos compañeros de Lenin utilizando a mansalva los cuerpos represivos que el Partido Bolchevique había implantado para resistir a los ejércitos blancos (en particular la policía política, la Checa)[12]. Todo el mundo capitalista había reconocido en Stalin al hombre de la situación, el que erradicaría los últimos vestigios de la Revolución de Octubre y al que era necesario dar todo el apoyo necesario para disolver y exterminar a la generación de proletarios y revolucionarios que, en medio de la guerra mundial, se había atrevido a librar la lucha a muerte contra el orden capitalista.
El estalinismo persigue y reprime a los revolucionarios dondequiera que estén, con la ayuda cómplice de las grandes democracias, las mismas que habían enviado a sus ejércitos blancos a matar de hambre e intentar echar abajo el poder de los soviets.
La Rusia de Stalin será presentada por la burguesía estalinista y por la burguesía mundial, como la realización del objetivo último del proletariado, el establecimiento del socialismo. En esa tarea colaboraron todas las fracciones mundiales de la burguesía, tanto las fracciones democráticas como los diversos PC nacionales.
La gran mayoría de quienes todavía creían en la revolución identificarán su objetivo con el de instaurar un régimen del tipo de la URSS en otros países. Y cuanto más se vaya haciendo la luz de la realidad de la situación de la clase obrera en la URSS, más profunda será la división en el proletariado mundial: aquellos que continuarán defendiendo el carácter "progresista" (a pesar de todas sus deficiencias), "sin burguesía", de la Unión Soviética; aquellos para quienes, por el contrario, la situación en la URSS será un espantajo, pero sin tener la fuerza de concebir un proyecto alternativo. El proyecto proletario sólo lo defenderán minorías cada vez más pequeñas de revolucionarios que le permanecieron fieles.
Los años posteriores a la crisis de 1929 fueron dramáticos para las condiciones de vida del proletariado mundial, particularmente en Europa y Estados Unidos. Y en general, sin embargo, sus reacciones a tal situación no serán, ni mucho menos, una respuesta capaz de dinamizar la lucha de clases y de cuestionar el orden establecido. Y lo que es peor todavía, habrá reacciones notables en Francia y España que acabarán encerradas en el atolladero de la lucha antifascista.
En Francia, la gran ola de huelgas que siguió a la llegada del Frente Popular en 1936 puso claramente de relieve los límites de la clase obrera bajo la losa de la contrarrevolución. La ola de huelgas comenzó con ocupaciones espontáneas de fábricas y mostró incluso cierta combatividad de los trabajadores. Pero, desde los primeros días, la izquierda pudo utilizar la masa gigantesca para maniobrar e imponer a toda la burguesía francesa las medidas del capitalismo de Estado necesarias para enfrentar la crisis económica y prepararse para la guerra. Si bien es cierto que por primera vez en Francia hubo ocupaciones de fábricas, también es la primera vez que vemos a los trabajadores cantando la Internacional y la Marsellesa, caminando detrás de banderas rojas entreveradas con las patrióticas tricolores[13]. El aparato de encuadramiento del PC y los sindicatos controlaban la situación, logrando encerrar en las fábricas a los trabajadores que se dejaban adormecer al son del acordeón.
Como el proletariado español había estado fuera de la Primera Guerra Mundial y de la oleada revolucionaria, sus fuerzas físicas estaban relativamente intactas para hacer frente a los ataques de los que fue víctima durante la década de 1930. Aunque, eso sí, habrá más de un millón de muertos entre 1931 y 1939, cuya parte más importante se debió a la guerra civil entre el campo republicano y el del general Franco, una guerra que no tuvo absolutamente nada que ver con la lucha de clases del proletariado, sino que, por el contrario, fue su debilitamiento lo que la permitió. La situación se precipitó en 1936 con el golpe de Estado del general Franco. La respuesta de los trabajadores fue inmediata: el 19 de julio del 36 se declararon en huelga y se dirigieron masivamente a los cuarteles para desarmar la intentona, sin preocuparse por las directivas contrarias del Frente Popular y del gobierno republicano. Uniendo la lucha de protesta con la lucha política, los trabajadores interceptaron la mano asesina de Franco con aquella acción. Pero no la de la fracción burguesa organizada en el Frente Popular. Apenas un año después, el proletariado de Barcelona se levantó de nuevo, pero esta vez desesperado, en mayo de 1937, acabando por ser aplastado por el gobierno del Frente Popular, el Partido Comunista Español y su rama catalana del PSUC a la cabeza, mientras que las tropas franquistas detuvieron voluntariamente su avance para permitir que los verdugos estalinistas aplastaran a los trabajadores.
Aquella terrible tragedia obrera, que todavía hoy se tergiversa como "una revolución social española" o "una gran experiencia revolucionaria", rubricó, con el aplastamiento ideológico y físico de las últimas fuerzas vivas del proletariado europeo, el triunfo de la contrarrevolución. Aquella matanza fue un ensayo general que abrió de par en par las puertas al desencadenamiento de la guerra imperialista. [14]
La República de Weimar se distinguió introduciendo una profunda racionalización de la explotación de la clase obrera en Alemania, acompañada de medidas para representar a los trabajadores en las empresas con el fin de desconcertarlos.
En Alemania, entre la República de Weimar (1923) y el fascismo (1933), no surgiría ninguna oposición: aquélla había permitido aplastar la amenaza revolucionaria, dispersar al proletariado, desdibujar su conciencia; el nazismo, por su parte, al final de esa evolución, remataría la obra, logrando con mano de hierro la unidad de la sociedad capitalista estrangulando toda amenaza proletaria.
En todos los países europeos, aparecen partidos que reivindican a Hitler o a Mussolini, cuyo programa es fortalecer y concentrar el poder político y económico en manos de un partido único en el Estado. Su desarrollo se combina con una vasta ofensiva anti obrera del Estado, basada en un aparato represivo reforzado por el ejército, y con milicias fascistas cuando es necesario. Desde Rumania hasta Grecia, vemos el desarrollo de organizaciones de tipo fascista que, con la complicidad del Estado nacional, asumen la tarea de impedir cualquier reacción de los trabajadores. La dictadura capitalista se hacía visible, tomando la mayoría de las veces la forma del modelo mussoliniano o hitleriano.
El mantenimiento del marco de la democracia fue, en cambio, posible en los países industrializados menos afectados por la crisis. Fue incluso una necesidad para mistificar al proletariado. El fascismo, al haber engendrado el "antifascismo", fortaleció las capacidades de mistificación de las "potencias democráticas". Bajo el disfraz de la ideología de los Frentes Populares, que permitió mantener a los trabajadores desorientados detrás de los programas de unión nacional y preparación para la guerra imperialista, y en complicidad con la burguesía rusa, la mayoría de los PC serviles al nuevo imperialismo organizaron una vasta campaña sobre el incremento del peligro fascista. La burguesía sólo podía hacer la guerra engañando a los proletarios, haciéndoles creer que también era su guerra: "al detener la lucha de clases o más exactamente al destruir la potencia de la lucha proletaria, su conciencia, desviando sus luchas, la burguesía logra por medio de sus agentes infiltrados dentro del proletariado, vaciar las luchas de su contenido revolucionario metiéndolas por las vías del reformismo y el nacionalismo, y lograr así la condición última y decisiva para el desencadenamiento de la guerra imperialista” (“Informe sobre la situación internacional” Izquierda Comunista de Francia (julio de 1945, Extractos)[15]
La mayoría de los combatientes alistados en ambos bandos no se fueron al frente con una rama de olivo en el fusil, todavía traumatizados por la muerte de sus padres apenas 25 años antes. Y lo que se encontraron no era precisamente muy alegre: la "Blitzkrieg", por muy relámpago que fuera tal batalla, causó 90.000 muertos y 120.000 heridos en el lado francés, 27.000 muertos en el lado alemán. La debacle en Francia lanzó a las carreteras a diez millones de personas en condiciones espantosas. Millón y medio de prisioneros fueron enviados a Alemania. Por todas partes condiciones inhumanas de supervivencia: éxodo masivo en Francia, terror del estado nazi encuadrando a la población alemana.
Tanto en Italia como en Francia, muchos trabajadores se unieron al maquis en aquel momento. El partido estalinista y los trotskistas les dieron el ejemplo fraudulentamente disfrazado de la Comuna de París (¿no se van a levantar los trabajadores contra su propia burguesía dirigida por Pétain, el nuevo Thiers, mientras los alemanes ocupan Francia?) En medio de una población aterrorizada e impotente ante el desencadenamiento de la guerra, muchos obreros franceses y europeos, reclutados por las bandas de resistentes, serán asesinados creyendo que están luchando por la "liberación socialista" de Francia, Italia... Las bandas de resistentes estalinistas y trotskistas concentraron en espacial su odiosa propaganda para que los trabajadores se pusieran "a la vanguardia de la lucha por la independencia de los pueblos".
Mientras que la Primera Guerra Mundial mató a 20 millones de personas, la Segunda Guerra Mundial matará a 50 millones, de los cuales 20 millones son rusos masacrados en el frente europeo. 10 millones de personas murieron en los campos de concentración, de entre las cuales 6 millones por la política nazi de exterminio de los judíos. Aunque ninguna de las bestialidades macabras del nazismo es ahora desconocida por el público en general, a diferencia de los crímenes de las grandes democracias, los crímenes nazis siguen siendo una ilustración irrefutable de la ilimitada barbarie del capitalismo decadente y de la atroz hipocresía del campo de los aliados. En realidad, en el momento de la liberación, los aliados fingieron descubrir los campos de concentración. Pura mascarada para ocultar su propia barbarie exponiendo la del enemigo derrotado. De hecho, la burguesía, tanto inglesa como norteamericana, conocía perfectamente la existencia de los campos y lo que allí ocurría. Y sin embargo, aparentemente extraño, no habló de ello durante toda la guerra y no lo convirtió en un tema central de su propaganda. De hecho, lo que los gobiernos de Churchill y Roosevelt temían era que los nazis expulsaran masivamente a los judíos para vaciar los campos. De ahí que rechazaran las ofertas de intercambio de un millón de judíos. Ni siquiera los quisieron a cambio de nada[16]
En el último año de la guerra, las concentraciones obreras fueron el blanco directo de los bombardeos para debilitar a la clase obrera en la medida de lo posible diezmándola o aterrorizándola.
El objetivo es evitar que se repita el resurgir proletario como en 1917 y 18 ante los horrores de la guerra. Por eso los bombardeos angloamericanos -principalmente sobre Alemania, pero también sobre Francia- fueron de un siniestro “éxito”. El número de muertos de lo que sin duda fue uno de los mayores crímenes de guerra de la segunda carnicería mundial, alrededor de 200.000 muertos, casi todos civiles, el bombardeo de 1945 de Dresde, “ciudad hospital” sin ningún interés estratégico. Sólo para diezmar y aterrorizar a la población civil. A modo de comparación, Hiroshima, otro crimen atroz, mató a 75.000 personas y los terribles bombardeos estadounidenses sobre Tokio en marzo de 1945 causaron 85.000 muertes.
En 1943, cuando Mussolini fue derrocado y reemplazado por el mariscal Badoglio, que estaba a favor de los aliados, cuando ya éstos controlaban el sur del país, no hicieron nada para avanzar hacia el norte. La idea era dejar que los fascistas aplastaran a las masas trabajadoras que se habían levantado en un terreno de clase en las regiones industriales del norte de Italia. Preguntado por tal pasividad, Churchill respondió: "Hay que dejar que los italianos se cuezan a fuego lento en su propia salsa".
Desde el final de la guerra, los Aliados favorecieron la ocupación rusa allí donde habían surgido revueltas obreras. El Ejército Rojo tenía mejores cartas en mano para restaurar el orden en aquellos países, ya fuera masacrando al proletariado ya desviándolo de su terreno de clase en nombre del "socialismo".
Se estableció un reparto de trabajo similar entre el Ejército Rojo y el ejército alemán. En Varsovia y Budapest, ya en sus suburbios, el Ejército “Rojo” dejará que el ejército alemán aplastara, sin mover un dedo, las insurrecciones contra éste. Stalin confió a Hitler la tarea de masacrar a decenas de miles de trabajadores armados que podrían haber frustrado sus planes[17].
La burguesía "democrática" de los países victoriosos no sólo ofreció a Stalin territorios con "alto riesgo social", sino que además llamó a los PC a que asumiera el gobierno en gran parte de los países europeos (en particular en Francia e Italia) dejándoles poltronas en importantes ministerios (en Francia, Thorez -secretario del Partido Comunista- fue nombrado vicepresidente del Consejo de ministros en 1944).
En continuidad con las masacres preventivas destinadas a impedir que surgiera de una u otra manera el proletariado en Alemania al final de la guerra, las de después de la guerra no fueron menos brutales y expeditivas.
Alemania fue transformada en un vasto campo de exterminio por las potencias ocupantes de Rusia, Gran Bretaña, Francia y Estados Unidos. Después de la guerra murieron muchos más alemanes que en las batallas, bombardeos y campos de concentración de la guerra misma. Según James Bacque, autor de Crímenes y misericordias: el destino de los civiles alemanes bajo ocupación aliada, 1944-1950[18], más de 9 millones murieron como resultado de la política del imperialismo aliado entre 1945 y 1950.
La política de Potsdam sólo cambió cuando se alcanzó ese objetivo asesino y el imperialismo americano se dio cuenta de que el agotamiento de Europa después de la guerra podía llevar a la dominación del imperialismo ruso en todo el continente. La reconstrucción de Europa Occidental requería la resurrección de la economía alemana. El puente aéreo de Berlín en 1948 fue el símbolo de ese cambio de estrategia[19]. Por supuesto, al igual que el bombardeo de Dresde, "....el más bello ataque de terror de toda la guerra [que] había sido obra de los Aliados victoriosos", la burguesía democrática hizo lo posible para oscurecer la realidad del verdadero coste de la barbarie ampliamente compartido por ambos bandos de la Guerra Mundial.
A pesar de las manifestaciones ocasionales de luchas en diferentes lugares, especialmente en Italia en 1943, el proletariado no pudo erguirse contra a la barbarie de la Segunda Guerra Mundial, como lo había hecho contra la Primera.
La Primera Guerra Mundial había ganado millones de trabajadores al internacionalismo, la segunda los arrojó a las orillas del más despreciable chovinismo, a la caza de "alemanes", "collabos"[20].
El proletariado tocó fondo. Lo que ante sí tenía, y que interpretó como su gran "victoria", el triunfo de la democracia sobre el fascismo, fue su derrota histórica más total. Permitió construir los pilares ideológicos del orden capitalista: el sentimiento de victoria y euforia que embargaba al proletariado, su creencia en las "virtudes sagradas" de la democracia burguesa, la misma que lo había arrastrado a dos carnicerías imperialistas y había aplastado su revolución a principios de la década de 1920. Y durante el período de reconstrucción, y luego el "boom" económico de la posguerra, la mejora temporal de sus condiciones de vida en Occidente no le permitió medir la verdadera derrota que había sufrido.[21]
En los países de Europa del Este, que no se beneficiaron del maná americano del Plan Marshall porque los partidos estalinistas lo rechazaron por orden de Moscú, la situación tardó más en mejorar un poco. La mistificación presentada a los trabajadores fue la de la "construcción del socialismo". Esta mistificación tuvo cierto éxito, como en Checoslovaquia, donde el "golpe de Praga" de febrero de 1948, es decir, el control del gobierno por los estalinistas, se realizó con la simpatía de muchos trabajadores.
Una vez agotada esta ilusión, se produjeron levantamientos obreros como el de Hungría en 1956[22], pero fueron brutalmente reprimidos por las tropas rusas. La participación de las tropas rusas en la represión fue entonces una fuente adicional de nacionalismo en los países de Europa del Este. Al mismo tiempo, esos hechos fueron utilizados ampliamente por la propaganda de los sectores "democráticos" y pro-americanos de la burguesía de los países de Europa Occidental, mientras que los partidos estalinistas de estos países completaban la propaganda presentando la insurrección obrera húngara como un movimiento chauvinista, incluso "fascista", a sueldo del imperialismo americano.
Durante toda la "guerra fría", e incluso cuando dio paso a la "coexistencia pacífica" después de 1956, la división del mundo en dos bloques fue un importante instrumento de mistificación de la clase obrera.
En los años 50, el mismo tipo de política que en los años 30 continuó dividiendo y desorientando a la clase obrera: una parte de la clase obrera ya no quería ni oír hablar de “comunismo” (identificado con la URSS) mientras que la otra parte seguía sufriendo de la dominación ideológica de los partidos estalinistas y sus sindicatos. Así, desde la Guerra de Corea, la confrontación Este-Oeste se utilizó para oponerse a los diferentes sectores de la clase obrera y reclutar a millones de trabajadores tras las banderas del campo soviético en nombre de "la lucha contra el imperialismo". En aquella misma época, las guerras coloniales dieron una oportunidad suplementaria para desviar a los trabajadores de su terreno de clase en nombre, una vez más, de la "lucha contra el imperialismo" (y no contra el capitalismo) contra el cual se presentaba a la URSS como campeona del "derecho y la libertad de los pueblos". Este tipo de campaña continuaría en muchos países durante las décadas de 1950 y 1960, sobre todo con la guerra de Vietnam, en la que Estados Unidos se involucró masivamente a partir de 1961.[23]
Otra consecuencia de aquel largo y profundo retroceso de la clase obrera fue la ruptura orgánica con las fracciones comunistas del pasado, imponiendo así a las futuras generaciones de revolucionarios la necesidad de reapropiarse críticamente lo adquirido por el movimiento obrero.
La crisis de 1929 y de los años 30 había provocado, en el mejor de los casos, ciertas reacciones de combatividad del proletariado como en Francia y España, pero que, como hemos visto antes, fueron desviadas del terreno de clase al del antifascismo y la defensa de la democracia, gracias a la influencia de estalinistas, trotskistas y sindicatos. Para lo único que eso sirvió fue para que la contrarrevolución se extendiera más todavía.
1968 es solo el comienzo del retorno de la crisis económica mundial. Y, sin embargo, lo que explica en gran parte el aumento de la combatividad obrera en Francia a partir de 1967 son los efectos, en ese país, de dicha crisis económica mundial: aumento del desempleo, congelación de salarios, intensificación de cadencias en la producción, ataques a la seguridad social. Estalinistas y sindicatos tienen más y más dificultades para canalizar ese resurgir de la combatividad obrera que empieza a dar la espalda a huelguitas y jornadas de acción sindical. Ya en 1967, aparecen conflictos muy duros y determinados frente a la violenta represión patronal y policial, en la que los sindicatos se vieron desbordados en varias ocasiones.
El objetivo de este artículo no es tratar todos los aspectos importantes del mes de Mayo del 68 en Francia. Para ello remitimos al lector a los artículos "Mayo del 68 y la perspectiva revolucionaria" escritos con motivo del 40º aniversario de esos acontecimientos[24]. Recordar ciertos hechos es sin embargo importante para ilustrar el cambio en la dinámica de la lucha de clases ocurrido en Mayo de 1968.
En mayo, la atmósfera social cambia radicalmente. “El 13 de mayo, todas las ciudades del país viven las mayores manifestaciones [en solidaridad con los estudiantes víctimas de la represión] desde el final de la Segunda Guerra Mundial. La clase obrera acude en masa junto a los estudiantes. (...) Al final de las manifestaciones, se ocupan casi todas las universidades no sólo por estudiantes sino también por muchos jóvenes obreros. La palabra se libera por todas partes. Las discusiones no se limitan a cuestiones académicas, a la represión. Se empiezan a abordar todos los problemas sociales: las condiciones de trabajo, la explotación, el futuro de la sociedad (...) El 14 de mayo, los debates siguen en muchas empresas. Después de las inmensas manifestaciones del día anterior [en solidaridad con los estudiantes víctimas de la represión], con todo el entusiasmo y el sentimiento de fuerza que habían permitido, era difícil reanudar el trabajo como si no hubiera pasado nada. En Nantes, los obreros de Sud-Aviation, animados por los más jóvenes, lanzan una huelga espontánea y deciden ocupar la fábrica. La clase obrera comienza a tomar el relevo”[25]
El aparato clásico de encuadramiento de la burguesía no resiste a la espontaneidad de la clase obrera para entrar en lucha. Así, en los tres días siguientes a la manifestación del 13 de mayo, la huelga se extendió espontáneamente a las empresas de toda Francia. Los sindicatos desbordados no siguen al movimiento. No hay reivindicaciones precisas. Una característica común: huelga total, ocupación ilimitada, secuestro de la Dirección, se iza la bandera roja. Por último, la CGT llama a la extensión, intentando así “subir al tren en marcha”. Pero incluso antes de que se conocieran las instrucciones de la CGT, ya había un millón de trabajadores en huelga.
La creciente conciencia de la clase obrera de su propia fuerza estimula la discusión en su seno y la discusión política en particular. Esto recuerda, salvando las distancias, la efervescente vida política en la que vivía la clase obrera, como lo así lo narran los escritos de Trotski y J. Reed, en la situación revolucionaria de 1917[26].
El manto de patrañas urdido durante décadas por la contrarrevolución y sus partidarios, tanto estalinistas como demócratas, empieza a deshilacharse. Los films amateurs rodados en la fábrica ocupada de Sud-Aviation en Nantes muestran una discusión apasionada en un grupo de trabajadores sobre el papel de los comités de huelga en la "dualidad de poder". La dualidad de poder en 1917 fue el producto de la lucha por el poder real entre el estado burgués y los consejos obreros[27]. En muchas fábricas en huelga, en 1968, los trabajadores eligieron comités de huelga. Mucho se distaba de una situación pre-revolucionaria, pero lo que estaba sucediendo sí que era un intento de la clase obrera de recuperar su propia experiencia, su pasado revolucionario. Otra experiencia lo atestigua: "Algunos obreros les piden a los que defienden la idea de revolución que vengan a defender sus ideas en su fábrica ocupada. Y fue así como, en Toulouse, el pequeño núcleo que más tarde fundaría la sección de la CCI en Francia fue invitado a exponer la idea de los consejos obreros en la fábrica JoB (papel y cartón) ocupada. Y lo más significativo, es que esta invitación procedía de militantes... de la CGT y del PCF. Éstos tendrán que parlamentar durante una hora con permanentes de la CGT de la gran fábrica Sud-Aviation venidos a "reforzar" el piquete de huelga de JoB para obtener la autorización de dejar entrar a los "izquierdistas" en la fábrica. Durante más de seis horas, obreros y revolucionarios, sentados en rodillos de cartón, discutirán de la revolución, de la historia del movimiento obrero, de los soviets así como de las traiciones... ¡del PCF y de la CGT!”
Esta reflexión permitirá a miles de obreros redescubrir el papel histórico de los consejos obreros, así como los logros de la lucha de clase obrera como los intentos revolucionarios en Alemania en 1919. Del mismo modo, se critica cada vez más el papel desempeñado por el PC (que entonces se define como un partido del orden) en lo que estaba pasando en 1968, pero también desde la revolución rusa. Era la primera vez que se ponía en tela de juicio el alcance del estalinismo y el papel del PC como guardián del orden establecido. Las críticas también afectan a los sindicatos, unas críticas que irán en aumento cuando aparezcan abiertamente como los divisores de la clase obrera para conseguir que los obreros reintegren sus puestos de trabajo.
Comenzaba otra era, caracterizada por un "renacimiento" de la conciencia de clase entre las grandes masas obreras. Esa ruptura con la contrarrevolución no significó que no continuaría pesando negativamente en el desarrollo subsiguiente de la lucha de clases, ni que la conciencia obrera estuviera libre de ilusiones muy fuertes, particularmente con respecto a los obstáculos que superar en el camino hacia la revolución, mucho más lejos de lo que la gran mayoría imaginaba en aquel entonces.
Tal caracterización de mayo del 68, como ilustración del fin del período contrarrevolucionario, quedará confirmada por el hecho de que, lejos de ser un fenómeno aislado, aquellos acontecimientos constituirán, por el contrario, el punto de partida para la reanudación de la lucha de clases a escala internacional, estimulada por la profundización de la crisis económica y cuyo corolario fue el desarrollo de un medio político proletario a escala internacional[28]. La fundación en 1968 de Revolution Internationale es un ejemplo de ello, ya que este grupo desempeñará un papel de primer plano en el proceso de consolidación que llevará a la fundación de la CCI en 1975, de la que Revolution Internationale es la sección en Francia. A diferencia del sombrío período de la contrarrevolución, la burguesía tenía ahora ante sí una clase que no estaba dispuesta a aceptar los sacrificios de la guerra económica mundial, y que también fue un obstáculo para el estallido de otra guerra mundial, como veremos más adelante.
La CCI acaba de dedicar un artículo a esta cuestión, "Los avances y retrocesos de la lucha de clases desde 1968"[29], que aconsejamos a nuestros lectores y del que sacamos elementos necesarios para poner de relieve las diferencias entre el período contrarrevolucionario y el período histórico abierto en mayo de 1968. En pocas palabras, la diferencia fundamental entre el período de contrarrevolución, iniciado por una profunda derrota de la clase obrera, y el iniciado en Mayo del 68, radica en que, desde ese resurgir de luchas y a pesar de todas las dificultades con las que se ha enfrentado el proletariado, no ha sufrido una derrota profunda.
La profundización de la crisis económica abierta, que estaba iniciándose a finales de los años 60, empujó al proletariado a desarrollar su combatividad y su conciencia.
La primera, sin duda la más espectacular, fue la del otoño caliente italiano de 1969, el violento levantamiento en Córdoba, Argentina, del 69 y el de Polonia del 70, y los grandes movimientos en España y Gran Bretaña de 1972. También hubo otoño caliente en Alemania en el 69 con muchas huelgas salvajes. En España, en particular, los trabajadores comenzaron a organizarse mediante asambleas masivas, un proceso que culminó en Vitoria en 1976[30]. La dimensión internacional de la oleada quedó patente en los ecos que tuvo en Israel (1969) y Egipto (1972) y, más tarde, en los levantamientos en los townships de Sudáfrica, encabezados por comités de lucha (los Civics).
Después de una breve pausa a mediados de la década de los 70, hubo una segunda oleada de huelgas de obreros del petróleo en Irán, de siderúrgicos en Francia en 1978, el "invierno del descontento" en Gran Bretaña, la huelga de los estibadores de Rotterdam, dirigida por un comité de huelga independiente, y huelgas de siderúrgicos en Brasil en 1979, que también desafiaron el control sindical; en Asia se produjo la revuelta de Kwangju (Corea del Sur). Esta ola de luchas culminó en Polonia en 1980, sin duda el episodio más importante de la lucha de clases desde 1968, e incluso desde la década de 1920[31].
Aunque la severa represión de los trabajadores polacos puso fin a esa oleada, no pasó mucho tiempo antes de que se produjera un nuevo movimiento con las luchas en Bélgica en 1983 y 1986, la huelga general en Dinamarca en 1985, la huelga minera en Inglaterra en 1984-85, las luchas de los trabajadores del ferrocarril y la salud en Francia en 1986 y 1988, y el movimiento de trabajadores de la educación en Italia en 1987. Las luchas en Francia e Italia, en particular -como la huelga de masas en Polonia- demostraron una capacidad real de autoorganización con asambleas generales y comités de huelga.
Ese movimiento de oleadas de luchas no daba vueltas en el vacío, sino que logró avances reales en la conciencia de clase lo cual se plasmó en lo siguiente:
- una pérdida de ilusiones en las fuerzas políticas de la izquierda del capital y, en primer lugar, en los sindicatos, hacia los cuales, las ilusiones se tornaron en desconfianza y en hostilidad cada vez más abierta;
- el abandono cada vez más patente de formas ineficaces de movilización, de esos callejones sin salida en los que los sindicatos han embaucado tan a menudo a la combatividad de los trabajadores: jornadas de acción, manifestaciones, caminatas y demás entierros, huelgas largas y aisladas....
Pero la experiencia de aquellos 20 años de lucha no sólo proporcionó lecciones en "negativo" para la clase obrera (o sea lo que no hay que hacer). También se plasmó en lecciones de cómo deben hacerse las cosas:
- la búsqueda de la extensión de la lucha (Bélgica 1986 especialmente);
- la búsqueda de la apropiación y control de la lucha, organizándose en asambleas elegidas y revocables y comités de huelga (Francia a finales de 1986, Italia principalmente en 1987).
De igual manera, las maniobras más sofisticadas desarrolladas por la burguesía para enfrentar la lucha de clases son testimonio del desarrollo de esa lucha durante ese período. En efecto, la burguesía tuvo que hacer frente al creciente desencanto hacia los sindicatos oficiales y a la amenaza de la autoorganización, fomentando formas de sindicalismo llegando incluso a organizarse "fuera de los sindicatos" (la coordinación establecida por la extrema izquierda en Francia, por ejemplo).
Al final de esos veinte años posteriores a 1968, al no haber podido la burguesía infligir una derrota histórica decisiva a la clase obrera, no fue capaz de movilizarla para una nueva guerra mundial, a diferencia de la situación de los años treinta, como hemos demostrado antes en este artículo.
En efecto, a la burguesía le era imposible lanzarse a una guerra mundial sin haberse asegurado previamente la docilidad del proletariado, requisito indispensable para que éste aceptara los sacrificios que exige el estado de guerra, el cual exige la movilización de todas las fuerzas vivas de la nación, tanto en la producción como en los frentes. Ese objetivo era, en efecto, totalmente irrealista, ya que el proletariado ni siquiera estaba dispuesto a someterse obedientemente a las medidas de austeridad que la burguesía tenía que tomar para enfrentar las consecuencias de la crisis económica. Por eso, la tercera guerra mundial no tuvo lugar durante aquel período, cuando las tensiones entre los bloques estaban en su apogeo y ya existían las alianzas entre ambos bloques. Además, en ninguna de las concentraciones históricas del proletariado la burguesía intentó movilizarlo masivamente para hacer de carne de cañón en las diferentes guerras locales, que se inscribían en la rivalidad Este-Oeste, que durante todo ese período también pusieron el mundo a sangre y fuego.
Eso fue especialmente cierto para la clase obrera en Occidente, pero también para la clase obrera en Oriente, aunque políticamente más débil dado el daño causado por la apisonadora estalinista, particularmente en la URSS. En efecto, la burguesía estalinista empantanada en un atolladero económico, era claramente incapaz de movilizar a sus trabajadores en una solución militar a la bancarrota de su economía, como lo ilustran en particular las huelgas en Polonia en 1980.
Dicho eso, aunque la clase obrera fue un obstáculo para la guerra mundial hasta finales de los años ochenta, al haber sido capaz de desarrollar sus luchas de resistencia a los ataques del capital en las dos décadas posteriores a 1968 sin sufrir una derrota profunda que invirtiera una dinámica global de creciente confrontación entre clases, no fue capaz de prevenir guerras en el planeta. De hecho, durante ese período, nunca cesaron. En la mayoría de los casos, eran la expresión de rivalidades imperialistas entre Oriente y Occidente, no en un choque directo entre ellos sino mediante países interpuestos. Y en estos países, pertenecientes a la periferia del capitalismo, el proletariado no constituía una fuerza capaz de paralizar el brazo armado de la burguesía.
A pesar de aquellos avances en la lucha de clases, especialmente importantes en lo que a conciencia de clase se refiere, y a pesar de que la burguesía no fue capaz de alistar al proletariado en un nuevo conflicto mundial, sin embargo no por ello fue capaz la clase obrera de desarrollar la perspectiva de la revolución, de plantear su propia alternativa política a la crisis del sistema.
Por lo tanto, ninguna de las dos clases fundamentales estaba en condiciones de imponer su solución a la crisis del capitalismo. Sin salida alguna, y siempre enfangado en una crisis económica de larga duración, el capitalismo estaba empezando a pudrirse, y tal putrefacción empezó a afectar a la sociedad capitalista a todos los niveles. El capitalismo entraba así en una nueva fase de su decadencia, la de su descomposición social. Como ya hemos señalado a menudo, esta fase es sinónimo de mayores dificultades para la lucha del proletariado.[32]
Mirando hacia las últimas tres décadas, podemos decir que el deterioro de la conciencia se ha profundizado, causando una especie de amnesia respecto a los logros y avances del período 1968-1989. Esto se explica fundamentalmente por dos factores:
- El enorme impacto del desmoronamiento del bloque oriental en 1989-91, que la burguesía identificó mediante sus incesantes campañas de mentiras como el hundimiento del comunismo;
- Las características del período de descomposición como tal, que comenzó con ese derrumbe, a saber: el aumento constante de la delincuencia, la inseguridad, la violencia urbana; el desarrollo del nihilismo, el suicidio juvenil, la desesperación, el odio y la xenofobia; la invasión imparable de las drogas; la profusión de sectas y el resurgimiento del espíritu religioso, incluso en algunos países avanzados; el rechazo al pensamiento racional, coherente y construido; la invasión de los medios de comunicación por el espectáculo de la violencia, el horror, la sangre, las masacres (...) el desarrollo del terrorismo, de la toma de rehenes, como medio de guerra entre Estados.
A pesar de esas enormes dificultades de la clase obrera desde 1990, hay que tener en cuenta dos elementos para entender el período actual:
- las crecientes dificultades e incluso las derrotas parciales no son todavía sinónimo de una derrota histórica de la clase y la desaparición de la posibilidad del comunismo;
- la maduración subterránea continúa porque, a pesar de su descomposición, el capitalismo continúa y las dos clases antagónicas de la sociedad se enfrentan entre sí.
De hecho, en las últimas décadas ha habido una serie de movimientos importantes que afianzan ese análisis.
- En 2006, la movilización masiva de los jóvenes estudiantes en Francia contra el CPE. Sus protagonistas fueron el redescubrimiento de formas de lucha que habían surgido en mayo de 1968, especialmente las asambleas generales en las que hubo verdaderos debates, y en las que los jóvenes participantes estaban dispuestos a escuchar el testimonio de los camaradas mayores que habían participado en los acontecimientos de 1968. Ese movimiento, que desbordó el marco sindical, llevaba en sí la posibilidad real de atraer a empleados y trabajadores hacia un terreno igualmente "incontrolado", precisamente como en mayo de 1968, y por eso el gobierno retiró precipitadamente su proyecto de ley del CPE[33].
- También en mayo de 2006, 23.000 metalúrgicos de Vigo, en Galicia (España), realizaron una huelga masiva contra la reforma laboral del sector y, en lugar de permanecer encerrados en la fábrica, buscaron la solidaridad de otras empresas, especialmente a las puertas de los astilleros y de las factorías Citroën, organizando manifestaciones por la ciudad para reunir a toda la población y, sobre todo, asambleas generales públicas diarias abiertas a otros trabajadores, activos, desempleados o jubilados[34].
- En 2011, la ola de revueltas sociales en Oriente Medio y Grecia, que culminó con el movimiento de los "Indignados" en España. El elemento proletario de estos movimientos varió según los países, pero fue más fuerte en España, donde hubo una generalización de asambleas generales; un poderoso impulso internacionalista que acogió las expresiones de solidaridad de los participantes de todos los rincones del mundo y donde la consigna "revolución mundial" fue tomada en serio, tal vez por primera vez desde la ola revolucionaria de 1917; un reconocimiento de que "el sistema está caduco" y un fuerte deseo de discutir la posibilidad de una nueva forma de organización social. En las muchas discusiones animadas que hubo en las asambleas y comisiones sobre cuestiones morales, científicas y culturales, en la puesta en entredicho omnipresente de esos dogmas de que las relaciones capitalistas serían eternas, ahí vimos una vez más el verdadero espíritu de Mayo del 68 haciéndose realidad. Es evidente que ese movimiento tenía muchas debilidades que hemos analizado en otros lugares[35], una de ellas, y no de las menos importantes, fue la tendencia de los participantes a considerarse como "ciudadanos" más que como proletarios, lo cual expresa, una verdadera vulnerabilidad a la ideología democrática.
Las amenazas que la supervivencia del capitalismo representa para la humanidad demuestran que la revolución es más que nunca una necesidad para la especie humana: la expansión del caos bélico, la catástrofe ecológica, el hambre y las enfermedades a una escala sin precedentes; la decadencia del capitalismo y la descomposición amplifican sin la menor duda la amenaza de que la base objetiva de una nueva sociedad pueda quedar destruida para siempre si sigue avanzando la descomposición más allá de cierto punto. Pero incluso en su última fase, el capitalismo produce todavía las fuerzas que pueden derrocarlo, como así decía el Manifiesto Comunista de 1848, "lo que, por encima de todo, produce la burguesía, es a su propio sepulturero".
Así, con la entrada del capitalismo en su fase de descomposición, aunque venga acompañada de mayores dificultades para el proletariado, no hay indicios de que haya sufrido una derrota con consecuencias irreversibles y que, por lo tanto, acepte todos los sacrificios tanto en materia de condiciones de trabajo como para el reclutamiento para la guerra imperialista.
No sabemos cuándo, ni con qué amplitud se producirán las próximas manifestaciones de ese potencial del proletariado. Lo que sí sabemos, sin embargo, es que la intervención decidida y apropiada de la minoría revolucionaria ya está hoy condicionando el futuro fortalecimiento de la lucha de clases.
Silvio (julio de 2018)
[1] Ver El curso histórico Revista Internacional n° 18, https://es.internationalism.org/revista-internacional/201804/4294/el-curso-historico [3]
[2] Victor Serge es sobre todo conocido por su célebre relato sobre la historia de la revolución rusa: El año I de la Revolución Rusa.. El libro Es medianoche en el siglo se puede encontrar en español en diversas editoriales.
[3] «Una nueva época surge. Epoca de disgregación del capitalismo, de su hundimiento interior. Epoca de la revolución comunista del proletariado". Carta de invitación al primer Congreso de la Internacional Comunista (IC). Puede leerse: "Plataforma de la Internacional comunista [4]". Revista Internacional n° 94. https://es.internationalism.org/revista-internacional/199807/1194/iv-la-plataforma-de-la-internacional-comunista [4]
[4] La Cuarta internacional, al haber apoyado a la Rusia imperialista (después de la muerte de Trotski), traicionó a su vez el internacionalismo proletario. Ver "El trotskismo, defensor de la guerra imperialista [5]" en nuestro folleto "El trotskismo contra la clase obrera", https://es.internationalism.org/cci/200605/917/el-trotskismo-defensor-de-la-guerra-imperialista [5]
[5] https://www.marxists.org/espanol/luxem/09El%20folletoJuniusLacrisisdelasocialdemocraciaalemana_0.pdf [6]
[6] Lo cual hará necesaria para el poder en Rusia la firma de los acuerdos de Brest-Litovsk, para así evitar lo peor.
[7] Traducido de Paul Frölich, Rudolf Lindau, Albert Schreiner, Jakob Walcher, Révolution et contre-révolution en Allemagne 1918-1920 ediciones Science Marxiste, 2013.
[8] Revolución alemana: “III - La insurrección prematura [7]” y “IV-1918-1919: la guerra civil en Alemania [8]”
[9]Ver https://es.internationalism.org/node/2678 [9] y https://es.internationalism.org/content/4379/1919-el-ejemplo-ruso-inspira-los-obreros-hungaros-ii-el-abrazo-del-oso-de-la [10]
[10] Léase en la serie "El comunismo no es un bello ideal, sino que está al orden del día de la historia”, el artículo "La comprensión de la derrota de la Revolución rusa - 1922-23: Las fracciones comunistas se enfrentan a la contrarrevolución en alza [11]” de la Revista Internacional n° 101. https://es.internationalism.org/revista-internacional/200010/985/viii-la-comprension-de-la-derrota-de-la-revolucion-rusa-1922-23-las [11]
[11] También otros partidos harán surgir fracciones de izquierda. Leer nuestro artículo “La Izquierda Comunista y la continuidad del marxismo [12]”.
[12] Leer nuestro artículo: "Cómo Stalin exterminó a los militantes de la revolución de Octubre 1917 [13]” https://es.internationalism.org/rm/2008/103_stalin [13]
[13] Como lo relataba nuestro camarada Marc Chirik : "Pasar esos años de terrible aislamiento, ver al proletariado francés enarbolar la bandera tricolor, la bandera de los versalleses, y cantar la Marsellesa, todo eso en nombre del comunismo, era, para todas las generaciones que seguían siendo revolucionarias, causa de una tristeza horrible". Y fue precisamente durante la guerra de España cuando ese sentimiento de aislamiento alcanzó uno de sus momentos más álgidos, cuando muchas organizaciones que habían logrado mantenerse en posiciones de clase acabaron dejándose arrastrar por la oleada "antifascista". Ver nuestro artículo " Marc: de la Revolución de Octubre 1917 a la IIª Guerra Mundial”, https://es.internationalism.org/revista-internacional/200608/1053/marc-de-la-revolucion-de-octubre-1917-a-la-ii-guerra-mundial [14], Revista Internacional nº 65 (1991)
[14] Ver al respecto "La leçon des évènements d'Espagne [15]" en el número 36 de la revista Bilan (noviembre de 1936). Publicado en castellano en el libro de la CCI España 1936, Franco y la República masacran al proletariado, https://es.internationalism.org/cci/200602/539/espana-1936-franco-y-la-republica-masacran-al-proletariado [16]
[15] "Internationalisme 1945 - Las verdaderas causas de la Segunda Guerra Mundial [17]", Revista internacional 59, 1989.
[16] Puede leerse "Recordemos las masacres y los crímenes de las grandes democracias". Revista international n° 66 (papel).
[17]Puede leerse nuestro artículo, publicado en Révolution internationale (publicación en Francia de la CCI) "Quand les démocraties soutenaient Staline pour écraser le prolétariat [18]".https://fr.internationalism.org/brochure/effondt_stal_III_1 [18]
[18] Este libro existe en inglés con el título Crimes and Mercies: The Fate of German Civilians Under Allied Occupation, 1944-1950. Para el autor, "Más de 9 millones de alemanes murieron como resultado de la hambruna deliberada de los aliados y de las políticas de expulsión después de la Segunda Guerra Mundial: una cuarta parte del país fue anexionada y alrededor de 15 millones de personas fueron expulsadas en el mayor acto de limpieza étnica que el mundo haya visto jamás. Más de 2 millones de ellos, incluidos innumerables niños, murieron en la carretera o en campos de concentración en Polonia y otros lugares. Los gobiernos occidentales siguen negando que estas muertes ocurrieron".
[19] Ver en Revista Internacional nº 95, El puente aéreo de Berlín oculta los crímenes del imperialismo aliado, https://es.internationalism.org/revista-internacional/200612/1185/berlin-1948-en-1948-el-puente-aereo-de-berlin-oculta-los-crimenes- [19]
[20] Así se designa en Francia a quienes, durante la Segunda Guerra Mundial, colaboraron con el enemigo alemán.
[21] Leer al respecto nuestro artículo: "Al inicio del siglo XXI - ¿Por qué el proletariado no ha acabado aún con el capitalismo? (I) [20]". Revista Internacional n° 103 (2000).
[22] Ver Hungría 1956 una insurrección proletaria contra el estalinismo, https://es.internationalism.org/revista-internacional/200612/1141/hungri... [21]
[23] Véase "Al inicio del Siglo XXI - ¿Por qué el proletariado no ha acabado aún con el capitalismo? (II) [22] ". Revista Internacional n° 104. (2001)
[24] Son dos artículos consecutivos: "Mayo del 68 y la perspectiva revolucionaria (1a parte) - El movimiento estudiantil en el mundo en los años sesenta [23]" y "Mayo del 68 y la perspectiva revolucionaria (2a parte) - Fin de la contrarrevolución, reanudación histórica del proletariado [24]" en la Revista Internacional nºs 133 y 134. (2008)
[25] "Mayo del 68 y la perspectiva revolucionaria (2a parte) - Fin de la contrarrevolución, reanudación histórica del proletariado”
[26] Ver para la Historia de la Revolución Rusa de Trotski, tomo I [25] y tomo II [26]. De John Reed, la obra clave es Diez días que estremecieron al mundo, https://www.marxists.org/espanol/reed/diezdias/index.htm [27]
[27] Ver en la Serie ¿Qué son los consejos obreros? Las partes 2ª, https://es.internationalism.org/revista-internacional/201005/2865/que-son-los-consejos-obreros-2-parte-de-febrero-a-julio-de-1917-re [28] y 3ª, https://es.internationalism.org/revista-internacional/201008/2910/que-son-los-consejos-obreros-iii-la-revolucion-de-1917-de-julio-a- [29]
[28] Este tema justifica que se le dedique un artículo a él solo. Lo haremos más adelante en un artículo, pues, dedicado a la evolución del medio político proletario desde 1968.
[29] Publicado también en este número de la Revista. Ver https://es.internationalism.org/content/4347/hace-50-anos-mayo-68-2a-parte-los-avances-y-retrocesos-de-la-lucha-de-clases [30]
[30] Ver Hace 40 años la naciente democracia española se estrenó con el asesinato de obreros en Vitoria, /content/4144/hace-40-anos-la-naciente-democracia-espanola-se-estreno-con-los-asesinatos-de-obreros [31]
[31] Ver Un año de luchas obreras en Polonia, https://es.internationalism.org/revista-internacional/198110/2318/un-ano... [32]
[32] "La descomposición: fase última de la decadencia del capitalismo [33]" (1990, Revista Internacional n° 107).
[33] Ver Tesis sobre el movimiento de estudiantes de la primavera de 2006 en Francia, https://es.internationalism.org/revista-internacional/200606/964/tesis-sobre-el-movimiento-de-los-estudiantes-de-la-primavera-de-200 [34]
[34] Ver Vigo, los métodos proletarios de lucha, /content/910/huelga-del-metal-de-vigo-los-metodos-proletarios-de-lucha [35]
[35] “Las movilizaciones de los indignados en España y sus repercusiones en el mundo: Un movimiento cargado de futuro [36]” (2011); “Movimiento de indignados en España, Grecia e Israel. De la indignación a la preparación de los combates de clase [37]” (2011), Revista Internacional 146 y 147. Consultar la página web https://es.internationalism.org [38] en donde hay una gran cantidad de artículos sobre ese movimiento, desde su origen (el 15-M) hasta el final, en múltiples localidades. Ver igualmente la hoja internacional 2011: de la indignación a la esperanza, /content/3349/2011-de-la-indignacion-la-esperanza [39]
Adjunto | Tamaño |
---|---|
![]() | 166.43 KB |
Las principales orientaciones del Informe sobre las tensiones imperialistas de noviembre de 2017[1] nos proporcionan el marco esencial para comprender la evolución actual:
En el período reciente, el peso del populismo se hace cada vez más tangible, exacerbando la tendencia del “cada uno para sí” y la creciente imprevisibilidad de los conflictos imperialistas;
Estas características generales del periodo se concretan hoy en una serie de tendencias particularmente significativas.
I) La política imperialista norteamericana: de policía mundial a propagador principal del cada uno para sí
La evolución de la política imperialista norteamericana en los últimos treinta años es uno de los fenómenos más significativos del período de descomposición: después de haber prometido una nueva era de paz y prosperidad (Bush padre en 1991) tras la implosión del bloque soviético, después de haber luchado contra la tendencia al cada uno para sí, se ha convertido hoy en el principal propagador de esta tendencia en el mundo. El antiguo líder del bloque y la única gran superpotencia imperialista que queda después de la implosión del bloque oriental, que desde hace unos 25 años había estado actuando como policía mundial, luchando contra la propagación del cada uno por su cuenta a nivel imperialista, rechaza ahora las negociaciones internacionales y los acuerdos mundiales a favor de una política de “bilateralismo”.
Un principio compartido, destinado a superar el caos en las relaciones internacionales, está resumido en la siguiente frase en latín: pacta sunt servanda -los tratados, los acuerdos, deben ser cumplidos. Si alguien firma un acuerdo mundial -o multilateral- se supone que debe respetarlo, al menos ostensiblemente. Pero los Estados Unidos bajo Trump abolieron esta concepción: “Firmo un tratado, pero puedo desecharlo mañana”. Esto ya ha ocurrido con el Pacto Transpacífico (TPP), el acuerdo de París sobre el cambio climático, el tratado nuclear con Irán y el acuerdo final sobre la reunión del G7 en Quebec. Los Estados Unidos rechazan hoy los acuerdos internacionales a favor de una negociación entre Estados, en la que la burguesía estadounidense impondrá abiertamente sus intereses a través del chantaje económico, político y militar (como podemos ver hoy, por ejemplo, con Canadá antes y después del G7 con respecto al TLCAN o con la amenaza de represalias contra las empresas europeas que inviertan en Irán). Esto tendrá consecuencias tremendas e impredecibles para el desarrollo de las tensiones y conflictos imperialistas -pero también para la situación económica del mundo- en el próximo período. Ilustraremos esto con tres “puntos calientes” en las confrontaciones imperialistas de hoy:
1) Oriente Medio: al denunciar el acuerdo nuclear con Irán, los Estados Unidos se están oponiendo no sólo a China y Rusia, sino también a la UE e incluso a Gran Bretaña. Su aparentemente paradójica alianza con Israel y Arabia Saudita conduce a una nueva configuración de fuerzas en Oriente Medio (con un creciente acercamiento entre Turquía, Irán y Rusia) y aumenta el peligro de una desestabilización general de la región; de más enfrentamientos entre los principales tiburones y de guerras sangrientas más extensas.
2) Las relaciones con Rusia: ¿cuál es la posición de los Estado Unidos hacia Putin? Por razones históricas (el impacto del período de la “Guerra Fría” y el asunto del Russiagate que comenzó con las últimas elecciones presidenciales), hay fuerzas en la burguesía estadounidense presionando para que se produzcan enfrentamientos más fuertes con Rusia, pero la administración Trump, a pesar de la confrontación imperialista en Oriente Medio, todavía no parece descartar una mejora de la cooperación con Rusia. Por ejemplo, en el último G7 Trump sugirió la reintegración de Rusia en el Foro de Países Industriales.
3) Extremo Oriente: la imprevisibilidad de los acuerdos pesa especialmente en las negociaciones con Corea del Norte: a) ¿Cuáles son las implicaciones de un acuerdo entre Trump y Kim, si China, Rusia, Japón y Corea del Sur no participan directamente en la negociación de este acuerdo? Esto ya ha salido a la luz cuando Trump reveló en Singapur, para consternación de sus “aliados” asiáticos, que había prometido detener los ejercicios militares conjuntos en Corea del Sur. b) Si en algún momento los Estados Unidos pueden poner en duda algún acuerdo, ¿hasta qué punto puede confiar Kim en él? c) ¿Corea del Norte y del Sur, en este contexto, dependerán totalmente de su “aliado natural” (USA) y están considerando una estrategia alternativa?
Aunque esta política implica un enorme crecimiento del caos y del cada uno para sí, y también, en última instancia, un mayor declive de las posiciones globales de la primera potencia mundial no existe un planteamiento alternativo tangible en los Estados Unidos. Después de año y medio de la investigación de Mueller[3] y otro tipo de presiones contra Trump, no parece probable que Trump sea expulsado de su cargo, entre otras razones porque no hay una fuerza alternativa a la vista. El lodazal dentro de la burguesía norteamericana continúa.
II) China: una política de evitar demasiada confrontación directa
La contradicción no podría ser más sorprendente. Al mismo tiempo que los Estados Unidos de Trump denuncian la globalización y se apoyan en acuerdos “bilaterales”, China anuncia un enorme proyecto mundial, la “Nueva Ruta de la Seda”, que implica a unos 65 países de tres continentes, que representan el 60% de la población mundial y cerca de un tercio del PIB mundial, con inversiones durante los próximos 30 años (¡2050!) de hasta de 1,2 billones de dólares.
Desde el inicio de su resurgimiento, planificado de la manera más sistemática y a largo plazo, China ha estado modernizando su ejército, construyendo una “cadena de perlas” -comenzando con la ocupación de los Arrecifes de Coral en el Mar del Sur de China y el establecimiento de una serie de bases militares en el Océano Índico. Por ahora, sin embargo, China no busca la confrontación directa con los Estados Unidos; por el contrario, planea convertirse en la economía más poderosa del mundo para el año 2050 y pretende, desarrollando sus vínculos con el resto del mundo, tratar de evitar enfrentamientos directos. La política de China es una política a largo plazo, contrariamente a los acuerdos a corto plazo favorecidos por Trump. Busca expandir su experiencia y poder industrial, tecnológico y, sobre todo, militar. En este último nivel, los Estados Unidos todavía tienen una considerable ventaja sobre China.
Al momento mismo del fracaso de la cumbre del G7 en Canadá (9-10/6/18), China organizó en Qingdao una conferencia de la Organización de Cooperación de Shanghái con la ayuda de los presidentes de Rusia (Putin), India (Modi), Irán (Rohani) y de los líderes de Bielorrusia, Uzbekistán, Pakistán, Afganistán, Tayikistán y Kirguizia (20% del comercio mundial, 40% de la población mundial). El enfoque actual de China es claramente el proyecto de la “Nueva Ruta de la Seda”; el objetivo es extender su influencia. Es un proyecto a largo plazo y una confrontación directa con los Estados Unidos podría contrarrestar estos planes.
En esta perspectiva, China utilizará su influencia para impulsar un acuerdo que conduzca a la neutralización de todas las armas nucleares en la región coreana (incluidas las armas de Estados Unidos), lo que -siempre y cuando los EEUU lo aceptaran- haría retroceder las fuerzas estadounidenses a Japón y reduciría la amenaza inmediata en el Norte de China.
Sin embargo, las ambiciones de China conducirán inevitablemente a una confrontación con los objetivos imperialistas no sólo de los Estados Unidos sino también de otras potencias, como India o Rusia:
III) El surgimiento de líderes fuertes y la retórica belicista
La exacerbación de la tendencia al cada uno para sí a nivel imperialista y la creciente competencia entre los tiburones imperialistas dan lugar a otro fenómeno significativo de esta fase de descomposición: la llegada al poder de “líderes fuertes” con un lenguaje radical y una retórica agresiva y nacionalista.
La llegada al poder de un “líder fuerte” y una retórica radical sobre la defensa de la identidad nacional (a menudo combinada con programas sociales a favor de las familias, los niños, los pensionados) es típica de los regímenes populistas (Trump, por supuesto, pero también Salvini en Italia, Orbán en Hungría, Kaczynski en Polonia, Babiš en la República Checa, ....) pero también es una tendencia más general en todo el mundo, no sólo en las potencias más fuertes (Putin en Rusia) sino también en países imperialistas secundarios como Turquía (Erdogan), Irán, Arabia Saudita (con el “golpe suave” del príncipe heredero Mohammed Ben Salman). En China, la limitación de la presidencia del Estado a dos períodos de cinco años ha sido eliminada de la constitución, de modo que Xi Jinping se está imponiendo a sí mismo como un “líder vitalicio”; el nuevo emperador chino que es presidente, jefe del partido y de la comisión militar central, nunca había ocurrido desde Deng Xiaoping. Las consignas “democráticas” o el mantener las apariencias democráticas (derechos humanos) ya no son el discurso dominante (como han mostrado las conversaciones entre Donald Trump y Kim), a diferencia de la época de la caída del bloque soviético y a principios del siglo XXI. Ahora se ha dado paso a una combinación de discursos muy agresivos y acuerdos imperialistas pragmáticos.
El ejemplo más fuerte es la crisis coreana. Trump y Kim usaron por primera vez tanto la fuerte presión militar (incluso con la amenaza de una confrontación nuclear), como un lenguaje muy agresivo antes de reunirse en Singapur para regatear. Trump ofreció enormes ventajas económicas y políticas (el modelo birmano) con el objetivo de jalar eventualmente a Kim al campo de los Estados Unidos. Esto no es totalmente inconcebible ya que los norcoreanos tienen una relación ambigua con China e incluso desconfían de ésta. Sin embargo, la referencia a Libia por parte de funcionarios estadounidenses (el Asesor de Seguridad Nacional, John Bolton) -Corea del Norte podría correr el mismo destino que Libia, cuando Gaddafi fue obligado a abandonar sus armas nucleares, y luego depuesto por la fuerza y asesinado- hace a los norcoreanos particularmente suspicaces hacia las Propuestas americanas.
Esta estrategia política es una tendencia más general en las actuales confrontaciones imperialistas, como lo demuestran los agresivos mensajes de Trump en las redes sociales, contra el primer ministro canadiense Trudeau, “un líder falso y débil” porque se negó a aceptar impuestos de importación más elevados aportados por los Estados Unidos. También estaba el brutal ultimátum de Arabia Saudita contra Qatar, acusado de “centrismo” hacia Irán, o las belicosas declaraciones de Erdogan contra Occidente y la OTAN sobre los kurdos. Finalmente, mencionaremos el muy agresivo discurso del “Estado de la Unión” de Putin, que fue una presentación de los sistemas de armas más sofisticados de Rusia con el mensaje: ¡“Será mejor que nos tomen en serio”!
Estas tendencias fortalecen las características generales del período, como la intensificación de la militarización (a pesar de la fuerte carga económica vinculada a esto) entre los tres mayores tiburones imperialistas, pero también como una tendencia global y en un contexto de un paisaje imperialista cambiante en el mundo y en Europa. En este contexto de políticas agresivas, el peligro de ataques nucleares limitados es muy real, ya que hay muchos elementos impredecibles en los conflictos en torno a Corea del Norte e Irán.
IV) La tendencia hacia la fragmentación de la Unidad Europea
Todas las tendencias en Europa durante el período pasado -el Brexit, el surgimiento de un importante partido populista en Alemania (AfD), la llegada al poder de los populistas en Europa del Este, donde la mayoría de los países están dirigidos por gobiernos populistas, se están acentuando por dos eventos principales:
Esto tendrá enormes consecuencias para la cohesión de la UE, la estabilidad del euro y el peso de los países europeos en la escena imperialista.
a) La UE no está preparada y es en gran medida impotente para oponerse a la política de Trump de un embargo de Estados Unidos contra Irán: las multinacionales europeas ya están cumpliendo con los dictados de los Estados Unidos (Total, Lafarge). Esto es especialmente cierto ya que varios Estados europeos apoyan el enfoque populista de Trump y su política en Medio Oriente (Austria, Hungría, la República Checa y Rumania estuvieron representados en la inauguración de la Embajada de los Estados Unidos en Jerusalén, en contra de la política oficial de la UE). En cuanto al aumento de impuestos a la importación, es poco probable que haya un acuerdo dentro de la UE para responder sistemáticamente a los más altos aranceles de importación impuestos por Trump.
b) El proyecto de un polo militar europeo sigue siendo en gran parte hipotético en el sentido de que cada vez más países, bajo el ímpetu de las fuerzas populistas en el poder o presionando al gobierno, no quieren someterse al eje francoalemán. Por otro lado, si bien el liderazgo político de la UE se compone del eje francoalemán, Francia ha desarrollado tradicionalmente su cooperación tecnológica militar con Gran Bretaña, que está a punto de abandonar la UE.
c) Las tensiones en torno a la acogida de refugiados no sólo enfrenta a la coalición de gobiernos populistas en el Este contra los de Europa occidental, sino que cada vez más países occidentales están unos contra otros, como lo muestran las fuertes tensiones que se han desarrollado entre Francia de Macron y el gobierno populista italiano, mientras que Alemania está cada vez más dividida sobre el tema (presión de la CSU).
d) El peso económico y político de Italia (la tercera economía de la UE) es considerable, de ninguna manera comparable con el peso de Grecia. El gobierno populista italiano tiene la intención, entre otras cosas, de reducir los impuestos e introducir un ingreso básico, que costará más de 100 mil millones de euros. ¡Al mismo tiempo, el programa del gobierno incluye pedir al Banco Central Europeo que omita 250 mil millones de euros de la deuda italiana!
e) A nivel económico, pero también imperialista, Grecia ya había avanzado la idea de apelar a China para que apoyara su economía en crisis. De nuevo, Italia planea llamar a China o Rusia en busca de ayuda para apoyar y financiar una recuperación económica. Tal orientación podría tener un gran impacto a nivel imperialista. Italia ya se opone a la continuación de las medidas de embargo de la UE contra Rusia tras la anexión de Crimea.
Todas estas orientaciones acentúan fuertemente la crisis dentro de la UE y las tendencias hacia la fragmentación. En última instancia, afectarán la política de Alemania como el país más influyente de la UE, ya que está dividida internamente (peso de AfD y CSU) y confrontada con la oposición política de los líderes populistas de Europa del Este, la oposición económica de los países mediterráneos (Italia, Grecia...), y las disputas con Turquía, mientras que al mismo tiempo es blanco directo de los aranceles de importación de Trump. La creciente fragmentación de Europa bajo los golpes del populismo y la política de “Primero América” también presentará un gran problema para la política de Francia, porque estas tendencias están en total oposición al programa de Macron, que se basa esencialmente en el fortalecimiento de Europa y en la plena asimilación de la globalización.
CCI, junio de 2018
[2] Ver Militarismo y descomposición, https://es.internationalism.org/revista-internacional/201410/4046/militarismo-y-descomposicion [43]
[3] Robert Mueller, fiscal especial que investigó la interferencia rusa en las elecciones de 2016.
[4] Benelux designa la unión aduanera y económica de Bélgica, Países Bajos y Luxemburgo.
Adjunto | Tamaño |
---|---|
![]() | 268.1 KB |
La primera parte de este artículo se encuentra en:https://es.internationalism.org/revista-internacional/201804/4300/el-com... [46]
En nuestro anterior artículo de esta serie republicamos el texto “Salud a Socialismo o Barbarie” que fue escrito por la Izquierda Comunista de Francia (GCF) en 1948, y que representa una clara toma de posición respecto a un movimiento trotskista que había abandonado sus credenciales proletarias, al participar en la segunda guerra mundial imperialista:
“El trotskismo que fue una de las reacciones proletarias en la Internacional Comunista en el curso de sus primeros años de degeneración, no ha superado nunca su posición de oposición, a pesar de su constitución formal en partido orgánicamente separado. Permaneciendo atado a los PC – a los que siempre ha considerado como partidos obreros – en los que ha triunfado el estalinismo, el trotskismo se unce a éste constituyéndose en su apéndice. Amarrado ideológicamente al estalinismo le acompaña como si fuese su sombra. Toda la actividad del trotskismo desde hace 15 años así lo demuestra”.
Señalando, además:
“Esto no quiere decir que obreros revolucionarios, relativamente educados, no puedan quedar entrampados en sus filas. Al contrario, como organización, como medio político, el trotskismo, en lugar de favorecer la formación de un pensamiento revolucionario partiendo de los organismos (fracciones y tendencias) que así lo expresan, es el medio orgánico de su pudrimiento. Esta es una regla general válida para cualquier organización política ajena al proletariado, aplicable al trotskismo como al estalinismo, y plenamente verificable con la experiencia. Conocemos al trotskismo desde hace 15 años siempre en continua crisis, con escisiones y unificaciones, seguidas de nuevas escisiones y crisis, pero no sabemos de ejemplos en que estas hayan dado lugar a la formación de una tendencia revolucionaria verdadera y viable. Eso significa que el trotskismo no segrega en su interior ningún fermento revolucionario. Al contrario, lo aniquila. El fermento revolucionario esta pues condicionado en su existencia y desarrollo a situarse fuera de los marcos organizacionales e ideológicos del trotskismo”[1].
Por haberse constituido como una tendencia interna en el seno del partido trotskista francés - el Partido Comunista Internacionalista -, la reacción inicial de la Izquierda Comunista Francesa (GCF) frente a la llamada “Tendencia Chaulieu-Montal”[2] fue la de expresar severas dudas sobre las posibilidades de su evolución. Tras la ruptura con el PCI y la formación del grupo Socialismo o Barbarie (SoB), la GCF reconoció que efectivamente se había producido esa ruptura y lo saludó. Eso no impidió que la GCF alertara sobre el hecho de que el nuevo grupo seguía estando marcado por rasgos de su pasado trotskista (como la cuestión sindical, por ejemplo, o su relación con la revista Les Temps Modernes que publicaba el filósofo Jean Paul Sartre), así como una actitud de inusitada arrogancia hacia las corrientes revolucionarias que habían llegado a conclusiones similares a las de Socialismo o Barbarie, mucho antes de que ésta rompiese con el trotskismo.
En este nuevo artículo, vamos a tratar de mostrar lo acertado de esta prevención de la GCF en su bienvenida a SoB; y lo difícil que resultaba para aquellos que habían crecido en el seno del ambiente corrompido del trotskismo romper, de forma efectiva, con las ideas y actitudes de éste. Examinaremos la trayectoria política y la actividad de dos militantes – Castoriadis y Grandizo Munis – que formaron tendencias paralelas en el movimiento trotskista de finales de los años 40, y que rompieron con éste en un momento parecido. La elección de estos dos militantes es pertinente no sólo porque ambos ilustran el problema general de la ruptura con el trotskismo, sino porque ambos también, escribieron, y mucho, sobre la cuestión en que se basa esta serie: el contenido de la revolución socialista.
A finales de los años 40 y principios de los 50, tanto Castoriadis como Munis eran, incuestionablemente, militantes de la clase obrera. Munis lo siguió siendo toda su vida[3].
En su juventud y en la Grecia ocupada, Castoriadis abandonó el Partido Comunista al oponerse a la política de éste de apoyo (e incluso dirección) de la Resistencia nacionalista. Se orientó, en su lugar, hacia el grupo de Agis Stinas[4] que, aunque formalmente era miembro de la Cuarta Internacional, se oponía intransigentemente a apoyar a ninguno de los dos bandos de la guerra imperialista y tampoco a los frentes de la Resistencia. Mal informado sobre la auténtica realidad de la traición del movimiento trotskista, este grupo pensaba que su posición era la posición “normal” de cualquier grupo internacionalista, puesto que estaba en continuidad con la postura defendida por Lenin ante la Primera Guerra Mundial.
Amenazado tanto por fascistas como por estalinistas, Castoriadis abandonó Grecia al final de la guerra y se estableció en Francia, donde se integró en la principal organización trotskista de ese país, el PCI. Tras formar una tendencia de oposición en el seno del PCI (la tendencia Chalieu-Montal a la que se refería la Izquierda Comunista de Francia), se escindió del partido para formar el grupo SoB. El documento en el que se justificó esta escisión (“Carta abierta a los militantes del PCI y de la IVª Internacional [47]”, disponible en francés.), y que apareció publicado en el primer número de la revista Socialismo o Barbarie, desarrollaba una crítica en profundidad de la vacuidad teórica del movimiento trotskista, y de su incapacidad de actuar sin ser un mero apéndice del estalinismo, tanto en su visión de que la URSS jugaba aún un papel históricamente progresista al edificar un nuevo – aunque deformado – estado “obrero” en Europa del Este, como en cuanto a su seguidismo respecto a la coalición entre el PS y el PC, que había participado en el gobierno de reconstrucción en Francia vigilando la aplicación de una feroz intensificación de la explotación. Se mostraba especialmente crítico con una Cuarta Internacional que veía con buenos ojos la disidencia de Tito en Yugoslavia, pues esto suponía una clara ruptura con la posición defendida por Trotsky de que el estalinismo no podía ser reformado.
Al final de su vida, Trotsky había argumentado que, si la URSS salía de la guerra sin ser derrocada por una revolución proletaria, su corriente tendría que revisar su posición de que se tratase realmente un estado obrero, concluyendo que sería, por el contrario, el resultado de una nueva era de barbarie. Hay vestigios de esta postura en la caracterización inicial de SoB respecto a la burocracia vista como una nueva clase explotadora, haciéndose eco de los análisis sobre el “colectivismo burocrático” de Rizzi y de Sheachtman, que definían a la URSS como “ni capitalista ni comunista”; si bien, como reconoció la GCF, el grupo pronto se orientó hacia la noción de un nuevo capitalismo burocrático. En un texto que apareció en SoB nº2, como “Las relaciones de producción en Rusia” [48], Castoriadis no dudó en criticar el análisis del mismo Trotsky que definía la URSS como un sistema con un modo capitalista de distribución, pero un modo esencialmente socialista de producción. Esta separación entre distribución y producción resultaba, para Castoriadis, contraria a la crítica marxista de la economía política. En esa misma línea de un esfuerzo por aplicar un análisis marxista a la situación histórica mundial, SoB veía que la tendencia a la burocratización era no solo global, sino que expresaba igualmente la decadencia del sistema capitalista. Esta posición explica también el nombre que el nuevo grupo dio a su revista: Socialismo o Barbarie. En particular tanto en la carta abierta como en los primeros años de SoB este grupo consideraba que, en ausencia de una revolución proletaria, sería inevitable una nueva guerra mundial entre los bloques del Este y del Oeste.
En cuanto a Munis, su coraje como militante proletario es especialmente destacable. Junto a sus camaradas de la Sección Bolchevique Leninista - uno de los dos grupos trotskistas activos durante la guerra de España -, y junto a los disidentes anarquistas de los Amigos de Durruti[5], Munis luchó en las barricadas levantadas en Barcelona durante el levantamiento de los trabajadores contra el gobierno republicano estalinista, en mayo de 1937[6]. Encarcelado por los estalinistas hacia el final de la guerra escapó por poco a un pelotón de fusilamiento y huyó a México donde reinició su actividad en el movimiento trotskista, tomando la palabra durante los funerales de Trotsky, y ejerciendo una notable influencia en la evolución de política de Natalia Trotsky (Sedova), que, al igual que Munis, fue haciéndose cada vez más más crítica respecto a la postura oficial del trotskismo ante la guerra imperialista y la defensa de la URSS.
Una de sus críticas principales a la posición defendida por la Cuarta Internacional ante la guerra está contenida en su respuesta a la defensa que hizo James Cannon – en el juicio por sedición al que se sometió a éste en Minneapolis -, de la política sostenida por el Partido Socialista de los Trabajadores de Estados Unidos, y que básicamente había consistido en una aplicación de la “política militar proletaria”, consistente en situar la guerra de USA contra el fascismo bajo “control obrero”. Para Munis esto significaba una completa capitulación ante el esfuerzo de guerra de una potencia imperialista. Rechazando tajantemente, aunque también tardíamente, la defensa de la URSS[7], Munis también escribió en 1947, junto a Natalia Sedova y el poeta surrealista Benjamín Peret, una carta abierta al PCI[8], en la que insistían en que rechazar la defensa de la URSS se había convertido en una urgente necesidad para los revolucionarios. Al igual que la carta de Chaulieu- Montal, este documento denunciaba el apoyo de los trotskistas al régimen estalinista en el Este (aunque no alcanzaba aún a exponer un análisis definitivo sobre la naturaleza de este régimen), y a los gobiernos PS-PC en el Oeste. Esta carta estaba más focalizada que la escrita por Chaulieu-Montal en cuanto a la cuestión de la Segunda Guerra Mundial y a la traición del internacionalismo por amplios sectores del movimiento trotskista a través del apoyo de estos al antifascismo, a los movimientos de Resistencia, y a la defensa de la URSS. Afirmaba contundentemente también la idea de que las nacionalizaciones, que los trotskistas situaban como una de las principales reivindicaciones de sus “demandas programáticas”, no suponían otra cosa que un reforzamiento del capitalismo. Y si bien la carta albergaba aún cierta esperanza en una revitalización de la IVª Internacional liberada del oportunismo, y en su final llamaba a un trabajo conjunto con la tendencia Chaulieu – Montal en el seno de la internacional; lo cierto es que la corriente en torno a Munis rompió muy pronto sus vínculos con esta falsa internacional y conformó un grupo independiente (la Unión Obrera Internacional) que, al igual que Socialismo o Barbarie, entró en discusiones con los grupos de la Izquierda Comunista.
Volveremos más adelante sobre la ulterior trayectoria política de Castoriadis y Munis. Nuestra intención principal ahora es examinar como, en un período dominado por las concepciones sobre el socialismo de socialdemócratas y estalinistas, un período marcado por el reflujo de la clase obrera y el creciente aislamiento de la minoría revolucionaria; ambos militantes intentaron elaborar una visión de un auténtico camino a un futuro comunista. Comenzaremos con Castoriadis que dedicó tres artículos titulados “El contenido del socialismo” (CS) que fueron publicados entre 1955 y 1958 en Socialismo o Barbarie[9], y que constituyen, sin duda alguna, su más ambiciosa tentativa de criticar las falsedades dominantes sobre el verdadero significado del socialismo, y de plantear una alternativa. Estos textos, y en especial el segundo de ellos, tuvieron enorme influencia en muchos otros grupos y corrientes, empezando por la Internacional Situacionista que retomó de Castoriadis la noción de autogestión generalizada, así como el grupo socialista libertario británico Solidarity, que reelaboró este segundo artículo en su folleto, en inglés, ”Los Consejos Obreros y la Economía de la Sociedad Autogestionaria” [49][10].
Las fechas en que se escribieron estos artículos son muy significativas. Entre el primero y el segundo se producen situaciones trascendentales en el imperio de los países del Este: el famoso discurso de Kruschev sobre los excesos de Stalin, la revuelta en Polonia, y, sobre, todo, la insurrección obrera de Hungría donde aparecieron consejos obreros. Estos acontecimientos tuvieron un innegable e importante impacto en el pensamiento de Castoriadis, y en el segundo artículo aparece una detallada descripción de la proyectada sociedad socialista. El problema es que esos dos artículos siguen denotando la arrogancia teórica, que ya constató la GCF en 1948, por su presunción de haber descubierto aspectos clave del capitalismo que habrían pasado desapercibidos a todos en el movimiento obrero, incluyendo al propio Marx. Pero, como explicaremos, la verdad es que en vez de ir “más lejos” que Marx, no hizo sino retroceder a Proudhon.
No queremos decir con esto que no haya elementos positivos en estos documentos. Se confirma, por un lado, el rechazo de Castoriadis a la visión trotskista que consideraba el estalinismo como expresión desviada del movimiento obrero; insistiendo en cambio en que defendía intereses de clase opuestos a los del proletariado. Aunque Castoriadis no tuvo reparos en aceptar que su concepción de la sociedad postrevolucionaria no difería mucho a la que había planteado Pannekoek en su folleto “Los Consejos Obreros”[11], no incurrió en cambio en los cruciales errores que aparecen en los escritos “postreros” de éste: rechazo de la revolución rusa como revolución burguesa y negación de cualquier papel de las organizaciones políticas revolucionarias. En vez de eso, Castoriadis siguió tratando la revolución rusa como una experiencia esencialmente proletaria, cuya degeneración ha de comprenderse y aprender de ello. Tampoco estos textos caen explícitamente en postulados anarquistas de rechazo de la centralización por principio. Antes bien critica enérgicamente esta clásica visión anarquista cuando señala: “Rehusar hacer frente a la cuestión del poder central equivale a dejar la solución de estos problemas a una burocracia u otra”. On the Content of Socialism II - Socialisme Ou Barbarie [50]. Referido en el resto del texto como “CS II”.
Castoriadis rechazó la visión de Trotsky que pensaba que un mero cambio de formas de propiedad podría conducir a acabar con los mecanismos de la explotación capitalista, y por ello insistía atinadamente en que hablar de socialismo no tenía sentido si no conllevaba una transformación total de las relaciones en el seno de la humanidad con todos los aspectos de la vida social y económica, un cambio entre una sociedad en que el género humano está dominado por los productos obra de sus propias manos y mentes, a una sociedad en que los seres humanos controlen conscientemente su propia actividad, y en primer lugar el proceso de producción. Por esta razón, Castoriadis insiste en la importancia de los consejos obreros como las formas que harán posible este profundo cambio en el funcionamiento social. Lo problemático no es tanto la noción general de socialismo como la restauración del “poder del hombre como fin en sí mismo” sino con las medidas más concretas que Castoriadis postula para la obtención de ese fin, y el método teórico que subyace en la defensa de tales medidas.
Para empezar: la crítica de las contribuciones anteriores de la historia del movimiento obrero. Eso no es un error per se. De hecho, es uno de los elementos esenciales para el desarrollo del proyecto comunista. No estamos en desacuerdo con la idea de Castoriadis de que el movimiento obrero se ve necesariamente afectado por la influencia de la ideología dominante; y que sólo puede librarse esta influencia a través de un proceso constante de reflexión y lucha. Pero las críticas de Castoriadis son, a menudo, inexactas, y conducen a conclusiones que tienden, como se dice popularmente, a “tirar al niño con el agua sucia de la bañera”, o sea que llevan a una ruptura con el marxismo, como pudo comprobarse pocos años después de la escritura de estos artículos, por lo que las premisas de tal abandono pueden verse ya en estos documentos. Para dar un ejemplo: en ellos se rechaza ya la teoría marxista de que la crisis es un producto de las contradicciones internas del sistema capitalista. Para él, en cambio, la crisis no son el resultado de la sobreproducción o del descenso de la tasa de ganancia, sino de un creciente rechazo, por parte de “los de abajo”, de la división de la sociedad entre quienes dan las órdenes y quienes las reciben, que él considera no como producto inevitable de la explotación capitalista sino como su verdadero fundamento: “La abolición de la explotación no será posible hasta que los diferentes estratos de directores dejen de existir; pues en las sociedades modernas , lo que está en la base de la explotación es la división entre directores y ejecutores”[12]. En ese mismo sentido, en CS II, se expone una caricatura extremadamente reduccionista (aunque muy habitual) de la teoría de las crisis de Rosa Luxemburgo, como una predicción de un hundimiento puramente automático del capitalismo.
Apoyándose en una cita aislada de Marx sobre la persistencia de un “reino de la necesidad” aún en el comunismo, Castoriadis cree haber descubierto un fatídico defecto en el pensamiento de Marx: que para éste la producción sería siempre una esfera de negación y esencialmente de alienación, mientras que él (Castoriadis) sería el primer y único descubridor del hecho de que la alienación no puede ser superada si no se hace de la esfera de la producción un área también de la expresión de nuestra humanidad. La referencia que emplea Castoriadis (en CS II) es una cita de El Capital Vol. 3 en la que Marx señala: “De hecho, el reino de la libertad sólo comienza allí donde cesa el trabajo determinado por la necesidad y la adecuación a finalidades exteriores; con arreglo a la naturaleza de las cosas, por consiguiente, está más allá de la esfera de la producción material propiamente dicha”.[13] Este pasaje implica que el trabajo o la producción material no pueden ser nunca un área de realización del ser humano, y según Castoriadis esto representa una regresión respecto al Marx “joven” que en sus primeros escritos anhelaba con impaciencia la transformación del trabajo en actividad libre (en especial en sus Manuscritos Económicos y Filosóficos de 1844). Pero presentar así las cosas supone una deformación de la complejidad del pensamiento de Marx. En la Crítica del Programa de Gotha, escrita en 1875, Marx insiste también en que el objetivo de la revolución proletaria es una sociedad en la que “el trabajo se convierta no solo en un medio de vida sino en la primera necesidad de la vida”. Ideas similares se expresan así mismo en los Grundrisse, otra obra también del Marx “de la madurez”[14].
Una crítica habitual a “El Contenido del Socialismo” es que este texto desoye la prevención de Marx contra “la elaboración de recetas para los libros de cocina del porvenir”. Castoriadis se anticipa a esta crítica al negar que trate de elaborar las reglas o la constitución de la nueva sociedad. Es muy interesante reflexionar sobre como la sociedad capitalista ha cambiado desde que Castoriadis escribiera CS II, planteando problemas que no encajan en su esquema, sobre todo la tendencia a la eliminación de la gran producción industrial en el corazón de los países centrales del capitalismo, el crecimiento del empleo precario y de la “externalización” hacia regiones del mundo en los que la mano de obra es más barata. No hay que reprochar a Castoriadis el hecho de no haber previsto esta evolución, pero sí démonos cuenta de lo arriesgado que es realizar anticipaciones esquemáticas de la futura sociedad. En todo caso preferimos concentrarnos en examinar las ideas contenidas en el texto, y mostrar por que una parte muy importante de lo que plantea Castoriadis no podría tomar parte de un programa comunista evolucionado.
Ya hemos mencionado el rechazo por Castoriadis de la teoría marxista de las crisis en favor de su invención: que la explotación y la contradicción fundamental en el capitalismo “moderno” tendría su raíz en la división entre quienes dan las órdenes y quienes la aceptan. Este osado “revisionismo”, este menosprecio de las contradicciones inherentes al sistema salarial y la acumulación del capital conduce a Castoriadis a no dudar en describir su sociedad socialista del futuro como una sociedad en la que las categorías esenciales del capital permanecen intactas, no representan amenaza alguna de una nueva forma de explotación, ni tampoco un obstáculo una sociedad plenamente comunista.
En 1972, cuando el grupo británico Solidarity publicó el folleto “Los consejos obreros y la economía de una sociedad autogestionaria” (ver nota la pie 7), escribió una introducción ya muy a la defensiva respecto al hecho de que la sociedad “socialista” descrita por Castoriadis conservaba aún alguna de las características claves del capitalismo: los salarios (aunque Castoriadis insista sobre la igualdad absoluta de los salarios desde el primer momento), los precios, el valor del trabajo como fuente de la contabilidad, un mercado de consumidores, y el “criterio de la rentabilidad”. Y, en efecto, en una polémica escrita en 1972, Adam Buick, del Partido Socialista de Gran Bretaña, mostró hasta qué extremo la versión de Solidarity había depurado los pasajes más comprometedores del original:
“Quien quiera que haya leído el artículo original no puede negar que Castoriadis es partidario del llamado ‘socialismo de mercado’. Está claro que el mismo Solidarity ha encontrado esto embarazoso, puesto que ha purgado de esta edición sus manifestaciones más groseras. En su introducción ya se excusa: “Hay quienes consideran este texto como una gran contribución a la perpetuación de la esclavitud asalariada; puesto que sigue hablando de “salarios” y no apela a una abolición automática del “dinero” (aunque defina netamente los significados radicalmente diferentes que estos conceptos tendrán en las primeras etapas de una sociedad autogestionaria)” (pag 4). Y, de nuevo, en una nota al pie de página: “Todos los discursos precedentes sobre los “salarios”, los “precios”, y el “mercado”, por ejemplo, inquietaran indudablemente a un cierto número de lectores. Les pedimos que, por el momento, controlen sus respuestas emocionales y traten de pensar racionalmente junto a nosotros sobre esta cuestión” (p.36).
Pero Cardan no hablaba únicamente de “salarios”, “precios” y de “mercado”. Hablaba también de “rentabilidad” y de “tasa de interés”. Desde luego ya esto ya fue demasiado para la emoción contenida de Solidarity, puesto que tales términos desaparecieron de la traducción publicada.
Resulta de lo más significativo dar algunos ejemplos de la forma en que Solidarity camufló los aspectos “socialismo de mercado” de los artículos originales de Cardan.
En el original pone: almacenes de venta a los consumidores.
La versión de Solidarity: los almacenes que distribuyen a los consumidores (P. 24).
Original: el mercado de bienes de consumo
La versión de Solidarity: bienes de consumo (rubrica que aparece en la p. 35).
Original: Lo que implica la existencia de un mercado para los bienes de consumo.
La versión de Solidarity: Lo que implica la existencia de un mecanismo real por el que la demanda de los consumidores pueda verdaderamente hacerse sentir (p.35 ).
Original: moneda, precios, salario y valor
Versión de Solidarity: “moneda”, “salarios” “valor” (rubrica p. 36)…
De hecho, Cardan vislumbra una economía de mercado en la que todo el mundo sería remunerado en dinero circulante, un salario igual, con el que poder bienes que estarán a la venta a un precio igual a su valor (cantidad de trabajo socialmente necesario incorporado a estas mercancías). Y tiene además la cara dura de pretender que Marx también defendía que en el socialismo los bienes se intercambiarían por sus valores…”[15] .
Aquí Castoriadis no se sitúa en continuidad con Marx, sino con Proudhon, para quién la futura sociedad “mutualista” es una sociedad de productores de mercancías independientes, que intercambian sus productos por su valor.
Y no es que Castoriadis pretenda que la sociedad que describe sea la meta final de la revolución. De hecho, su posición es muy parecida a la definición que apareció durante el período de la socialdemocracia, y que fue teorizada en particular por Lenin: el socialismo es una etapa en el camino al comunismo[16] . Por supuesto el estalinismo se aprovechó de esta idea para defender que la economía totalmente estratificada de la URSS era ya el “socialismo real”. Pero el problema no reside únicamente en la forma en que la rentabilizó el estalinismo. Una dificultad, aún más profunda, es que tiende a fijar el período de transición como un modo de producción estable, cuando, en realidad, solo puede ser comprendido como una etapa muy dinámica y contradictoria, como un período marcado por una lucha constante entre las medidas comunistas desencadenadas por el poder político de la clase obrera, y todos los restos del viejo mundo que tienden a retrotraer la sociedad al capitalismo. Que el régimen político de esta etapa “socialista” se contemple de forma despótica o democrática, no evita que la ilusión fundamental sigue siendo la misma: que puede llegarse al comunismo a través de un proceso de acumulación de capital. Podemos incluso ver como Castoriadis intenta desarrollar una economía equilibrada, en que la producción se armoniza con el mercado de consumo como un reflejo de los métodos keynesianos de esa época, que confiaban en la eliminación de la crisis económica precisamente mediante la aplicación de ese equilibrio planificado. Y esto es muy revelador a su vez de hasta qué punto Castoriadis estaba impactado por la apariencia de estabilidad económica capitalista del período que siguió a la Segunda Guerra mundial[17].
En una primera parte de CS II, Castoriadis retoma acertadamente la opinión de Marx de que la futura sociedad de productores libres debería simplificar profundamente el conjunto del proceso de producción y distribución, haciendo sus operaciones “perfectamente simples e inteligibles”, por utilizar los mismos términos empleados por Marx en una de las raras descripciones de la sociedad comunista que incluyó en El Capital [18]. Pero pretender conservar las categorías de producción de valor supone que cualquier tentativa de planificación racional de la producción y la distribución se verá socavada por la preocupación por el mercado y la “rentabilidad”. Además, acabará conduciendo, antes o después, a la misma vieja basura, o sea a la crisis económica y a formas de explotación primero disimuladas y luego más descaradas. Resulta también bastante irónico que, tras argumentar en la primera parte de CS II que la tecnología capitalista no puede ser considerada como algo neutro, sino profundamente vinculada a los objetivos de la producción capitalista; Castoriadis parece después apostar por una especie de solución técnica en la que la “producción planificada”, con la ayuda de grandes ordenadores, permitiría determinar cómo el mercado autogestionado alcanzaría un equilibrio económico perfecto.
La incapacidad de Castoriadis para alcanzar a ver una verdadera superación de las relaciones salariales se encuentra muy ligada a su fijación sobre la noción de “empresa” socialista, como unidad autogestionada, aunque es cierto que coordinada con otras empresas y ramas de producción a diferentes niveles. En CS II, la descripción de las relaciones en la futura sociedad socialista comienza por una larga sección sobre la forma en que será gestionada la fábrica del futuro, y sólo más tarde aborda como será gestionada la sociedad en su conjunto tanto a nivel político como económico. El texto CS III se consagra casi por entero al análisis de la realidad de la resistencia cotidiana en el taller de fábrica, considerándolo como el terreno en el que se desarrollará una futura conciencia revolucionaria. Castoriadis no se equivoca al destacar la importancia del lugar de trabajo como centro de interés para la asociación de los trabajadores, para su resistencia colectiva, y que, en todo el proceso revolucionario, las asambleas de base de los centros de trabajo jugaran desde luego un papel vital como “células” de una red más amplia de Consejos. Pero Castoriadis va más lejos que esto y sugiere que, en la sociedad socialista, la fábrica/lugar de trabajo se mantendrá como una especie de comunidad fija. Por el contrario, como siembre defendió Bordiga, la emergencia del comunismo implica necesariamente el fin de la empresa individual, y la superación verdadera de la división del trabajo implicará, por supuesto, que los productores estarán cada vez menos ligados a una única unidad de producción.
Y lo que, si cabe, es más importante todavía: ese “fabriquismo” de Castoriadis conduce a una profunda subestimación de la función primera de los Consejos Obreros, que no es la gestión de la fábrica sino la unificación de la clase obrera a nivel económico y a nivel político. Para Castoriadis, un consejo obrero es esencialmente un consejo elegido por la asamblea de trabajadores de una determinada unidad de producción, y en las páginas finales de su CS II, los acaba diferenciando de los Soviets rusos a los que él ve basados esencialmente en unidades territoriales [19]: “Aunque la palabra rusa “soviet” significa “consejo” no hay que confundir los consejos obreros que hemos descrito en este texto ni siquiera con los primeros Soviets rusos. Los consejos obreros están basados en el lugar de trabajo. Pueden jugar a la vez un rol político y un rol en la gestión industrial de la producción. Por su esencia, un consejo obrero es un órgano universal. El (Consejo) Soviet de diputados obreros de Petrogrado en 1905, si bien nació de una huelga general y era de composición exclusivamente proletaria, permaneció como un órgano puramente político. Los Soviets de 1917 tenían una base, por regla general, geográfica. Se trataba también de instituciones puramente políticas, en las que todas las capas sociales opuestas al antiguo régimen formaban un frente unido”.
Castoriadis prevé una red de consejos que toma a su cargo la gestión de los asuntos políticos locales y nacionales, y Solidarity, nos hace el favor de diseñar un esquema, pero en éste lo que se ve es una asamblea central de delegados de fábrica a escala nacional sin vínculo con el nivel local. Pero llevado por su fijación sobre la gestión de la fábrica (un cuestión que, en Rusia, fue asumida por los consejos de fábrica), Castoriadis subestima la importancia de que los soviets que aparecieron en 1905 y 1917, lo hicieron para coordinar los centros de trabajo que se habían implicado en una huelga de masas - se trataba de un auténtico “consejo de guerra” de delegados de todas las empresas de una localidad o de una ciudad -, y que, desde el principio, asumió la dirección de un movimiento que pasó de la lucha económica a la confrontación política con el régimen existente.
Es cierto que junto los soviets de diputados obreros, y muy frecuentemente vinculados a ellos, existían también soviets de delegados de soldados y de marinos, elegidos en los cuarteles y los navíos; también soviets de diputados “campesinos” elegidos en los pueblos, así como formas comparables elegidas en sectores o barrios urbanos, etc. En ese sentido numerosos soviets tenían una fuerte base territorial o residencial. Pero eso plantea otra cuestión que es la de la relación entre los consejos obreros y los consejos de otras capas no explotadoras. Castoriadis sí era consciente de este problema, pues su “diagrama” contempla que la asamblea central de delegados reúna delegados de los consejos de campesinos y de consejos de profesionales y pequeños comerciantes. Para nosotros este es el problema central del período de transición: un período en el que aún existen las clases, un período en el que la clase obrera debe ejercer su dictadura integrando a las demás capas no explotadoras en la vida política y en el proceso de transformación social. Castoriadis contempla un proceso similar, pero rechaza la idea de que esta organización transitoria de la sociedad constituya un Estado. Para nosotros, en cambio, su planteamiento es más propicio a permitir una situación en la que el Estado se convierta en una fuerza “autónoma” que se oponga a los órganos de la clase obrera, tal y como sucedió rápidamente en Rusia, dado el aislamiento de la revolución a partir de 1917. Para nosotros, la verdadera independencia de la clase obrera y de sus consejos se preserva mejor llamando Estado a lo que en realidad es tal, reconociendo sus riesgos inherentes, y asegurándose de que no hay subordinación alguna de los órganos de la clase obrera a los órganos de la “sociedad en su conjunto”.
Una última expresión de la incapacidad de Castoriadis de plantear una verdadera ruptura con las categorías del capital: la limitación de su visión a escala nacional. Ya aparecen indicios aquí y allá en este CS II, cuando habla por ejemplo de cómo podrían ser las cosas “en un país como Francia·, y como “la población de todo el país” podría gestionar sus asuntos a través de una asamblea de delegados de consejos que aparece retratada como algo meramente nacional. Pero ese peligro de contemplar el “socialismo” en un cuadro nacional aparece mucho más explícitamente en esta cita:
“(…) la revolución sólo puede comenzar en un país, o en un único grupo de países. En consecuencia, habrá de sufrir presiones de naturaleza y duración extremadamente variables. Por otra parte, aunque la revolución se propague rápidamente a escala internacional, el nivel de desarrollo interno de un país jugará un papel importante en la aplicación concreta de los principios del socialismo. Por ejemplo, la agricultura podría representar un problema importante en Francia, pero no así en los Estados Unidos o en Gran Bretaña (aquí, por el contrario, el principal problema sería la extrema dependencia del país de las importaciones alimentarias). A lo largo de todo nuestro análisis hemos examinado numerosos problemas de este género y esperamos haber podido mostrar que existen, en cada caso, soluciones en una dirección socialista.
No hemos podido considerar los problemas particulares que surgirían si la revolución permaneciera aislada en un país durante mucho tiempo, y difícilmente podemos hacerlo aquí. Pero esperamos haber demostrado que es un error pensar que los problemas que surgen de tal aislamiento son insolubles, que un poder obrero aislado debe morir heroicamente o degenerar, o que a lo sumo puede ‘sostenerse’ mientras espera. La única manera de ‘sostenerse’ es empezar a construir el socialismo; de lo contrario, la degeneración ya ha comenzado, y no hay nada por lo que sostenerse. Para el poder obrero, la construcción del socialismo desde el primer día no sólo es posible, sino imperativa. Si no tiene lugar, el poder que ostenta ya ha dejado de ser poder obrero"[20]
La idea de que un poder proletario puede mantenerse en un solo país mediante la construcción del socialismo invierte la realidad del problema y nos lleva, finalmente, a los errores de los bolcheviques después de 1921, e incluso a las posiciones contrarrevolucionarias de Stalin y Bujarin después de 1924. Cuando la clase obrera toma el poder en un país, por supuesto se verá obligada a tomar medidas económicas para garantizar la provisión de las necesidades básicas, y esas decisiones deben ser, en la medida de lo posible, compatibles con los principios comunistas y contrarios a las categorías de capital. Pero siempre se debe reconocer que tales medidas (como el “comunismo de guerra” en Rusia) serán profundamente distorsionadas por las condiciones de aislamiento y escasez, y no tendrán necesariamente ninguna continuidad directa con una auténtica reconstrucción comunista, que sólo comenzará una vez que la clase obrera haya derrotado a la burguesía a escala mundial. Mientras tanto, la tarea, esencialmente política, de extender la revolución tendrá que tener prioridad sobre las medidas sociales y económicas contingentes y experimentales que tendrán lugar en las primeras etapas de una revolución comunista.
Volveremos más adelante a la evolución política que siguió Castoriadis, y que se vio significativamente modelada por su abandono del marxismo a nivel teórico.
Munis regresó a España en 1951, para intervenir en un estallido generalizado de lucha de clases, viendo la posibilidad de un nuevo levantamiento revolucionario contra el régimen de Franco[21]. Fue arrestado y pasó los siguientes siete años en la cárcel. Se podrá argumentar que Munis no consiguió sacar lecciones políticas clave de esta experiencia, en particular sobre las posibilidades revolucionarias del período de la posguerra; pero eso no mermó desde luego su compromiso con la causa revolucionaria. Se refugió muy precariamente en Francia - el Estado francés pronto lo expulsó - y pasó varios años en Milán, donde entró en contacto con los bordiguistas y con Onorato Damen de Battaglia Comunista, desarrollándose entre ambos una profunda estima. Fue durante este periodo, en 1961, cuando Munis, en compañía de Benjamin Péret, fundó el grupo Fomento Obrero Revolucionario (FOR). En este contexto, produjo dos de sus textos teóricos más importantes: Los sindicatos contra la revolución en 1960 y Pro Segundo Manifiesto Comunista (PSMC) en 1961[22].
Al principio de este artículo señalamos las similitudes en las trayectorias políticas de Castoriadis y Munis en su ruptura con el trotskismo. Pero a principios de los años 60 sus caminos habían comenzado a divergir radicalmente. En sus inicios, el título de “Socialismo o Barbarie” era coherente con la verdadera opción a la que se enfrentaba la humanidad: Castoriadis se consideraba marxista y la alternativa anunciada en el título expresaba la adhesión del grupo a la idea de que el capitalismo había entrado en su época de decadencia[23]. Pero en la introducción al primer volumen de una colección de sus escritos, La Sociedad Burocrática[24], Castoriadis describe el período 1960-64 como los años de su ruptura con el marxismo, considerando no sólo que el capitalismo había resuelto esencialmente sus contradicciones económicas, refutando así las premisas básicas de la crítica marxista de la economía política; sino también que el marxismo, cualesquiera que fueran sus percepciones, no podía separarse de las ideologías y regímenes que lo reclamaban. En otras palabras, Castoriadis, al igual que otros antiguos trotskistas (como los restos de los RKD alemanes), pasó de un rechazo generalizado del "leninismo" a un rechazo del propio marxismo (y así terminó en una especie de anarquismo “new look”).
Aunque, como también examinaremos, el Pro Segundo Manifiesto Comunista (en adelante PSMC), indica también cómo Munis tampoco se había liberado enteramente del peso de su pasado trotskista; si dice en cambio, claramente, que pese a toda la propaganda de ese momento sobre la prosperidad social y la integración de la clase obrera, la trayectoria real de la sociedad capitalista confirmaba los fundamentos del marxismo: que el capitalismo había entrado, desde la Primera Guerra Mundial, en su época de decadencia, en la que la grave contradicción entre las relaciones de producción y las fuerzas productivas estaba amenazando con arrastrar a la humanidad a la ruina; y, sobre todo, por el peligro histórico de guerra entre los dos bloques imperialistas que dominaban el mundo. La sociedad de la abundancia era en realidad una economía de guerra.
Lejos de culpar al marxismo por haber dado lugar, en cierto sentido, al estalinismo; el PSMC denuncia, elocuentemente, a los regímenes y partidos estalinistas como la expresión más pura de la decadencia capitalista, la cual, en diferentes formas alrededor del mundo, empujaba hacia un capitalismo de Estado totalitario. Desde ese mismo punto de partida teórico, el texto argumenta que todas las luchas de liberación nacional se habían convertido en momentos de la confrontación imperialista mundial. En un momento en que estaba en boga la idea de que las luchas nacionales en el Tercer Mundo eran la nueva fuerza para el cambio revolucionario, el PSMC fue un impactante ejemplo de intransigencia revolucionaria, cuyos argumentos se vieron ampliamente confirmados por la evolución de los regímenes "postcoloniales" productos de la lucha por la independencia nacional. Esto contrasta con las ambigüedades del grupo SoB sobre la guerra en Argelia y otras cuestiones básicas de clase. El PSMC deja claro que SoB había seguido un camino de componenda y de obrerismo en lugar de luchar por la claridad comunista, a contracorriente, cuando fuese necesario:
"Por su parte, la tendencia “‘Socialismo o Barbarie”', que también surgió de la IVª Internacional, opera a la zaga de la decadente 'izquierda' francesa en todos los problemas y en todos los movimientos importantes: ante Argelia y el problema colonial, el 13 de mayo de 1958 y el poder gaullista, los sindicatos y las luchas obreras contemporáneas, la actitud hacia el estalinismo y la dirección del Estado en general. Hasta el punto en que, aunque considera la economía rusa como una forma de capitalismo de Estado, sólo ha servido para sembrar más confusión. Al renunciar expresamente a la tarea de luchar contra la corriente y al decir sólo a la clase obrera ‘lo que ésta puede entender’, se condena a su propio fracaso. Falta de vigor, esta ‘tendencia’ ha cedido a una especie de versatilidad con ínfulas de funambulista existencialista. Para ellos, como para otras corrientes en Estados Unidos, vale la pena recordar las palabras de Lenin sobre: “esos lamentables intelectuales que piensan que con los trabajadores sólo habría que hablar de la fábrica y parlotear sobre lo que ya éstos saben desde hace mucho tiempo’".
Otra vez más, en contraste con la evolución del grupo SoB, el PSMC no duda en defender el carácter proletario de la Revolución de octubre y del partido bolchevique. En un documento escrito unos 10 años más tarde, y que aborda temas similares a los de PSMC, Partido-Estado, Estalinismo, Revolución[25], Munis argumenta contra esas corrientes de la Izquierda Alemana y Holandesa que habían renegado de su apoyo inicial a Octubre, y decidido que tanto la Revolución rusa como el bolchevismo eran esencialmente de naturaleza burguesa. Al mismo tiempo, el PSMC se centra en ciertos errores clave que aceleraron la degeneración de la revolución en Rusia y el surgimiento de la contrarrevolución estalinista: la confusión de las nacionalizaciones y la propiedad estatal con el socialismo; la idea de que la dictadura del proletariado significaba la dictadura del partido. En Partido-Estado, Munis también tiene una idea definida de que el Estado de transición no puede ser visto como el agente de la transformación comunista, haciéndose eco de la posición de Bilan y de la GCF (Izquierda Comunista de Francia):
"Desde la Comuna de París, los revolucionarios sacaron una lección de gran importancia, entre otros: el Estado capitalista no podía ser conquistado ni utilizado; tenía que ser demolido. La Revolución rusa profundizó esta misma lección de una manera decisiva: el Estado, por obrero o soviético que sea, no puede ser el organizador del comunismo. Como el propietario de los instrumentos del trabajo, como el recaudador del trabajo social excedente necesario (o superfluo), lejos de desaparecer, adquiere una fuerza y capacidad sofocantes ilimitadas. Filosóficamente, la idea de un Estado emancipador es puro idealismo hegeliano, inaceptable para el materialismo histórico". (Partido- Estado, Estalinismo, Revolución, op. cit.).
Y allí donde Castoriadis, en “El contenido del socialismo”, aboga por una forma de capitalismo auto gestionado; Munis no deja lugar a dudas sobre el contenido económico/social del programa comunista: la abolición del trabajo asalariado y de la producción de mercancías.
"El objetivo de una economía realmente planificada sólo puede ser lograr que la producción esté de acuerdo con el consumo; sólo la plena satisfacción de este último - y no las ganancias o los privilegios, ni las demandas de la ‘defensa nacional’ o una industrialización ajena a las necesidades diarias de las masas - puede considerarse como impulso para la producción. La primera condición para tal enfoque sólo puede ser, así, la desaparición del trabajo asalariado, la piedra angular de la ley del valor, universalmente presente en las sociedades capitalistas, incluso si muchos de ellos afirman hoy ser socialistas o comunistas".
Pero, al mismo tiempo, toda esta fortaleza del PSCM con respecto al contenido de la transformación comunista también tiene un lado débil: una tendencia a asumir que el trabajo asalariado y la producción de mercancías pueden ser abolidos desde el primer día, incluso en el contexto de un solo país. Es cierto, como dice el texto, que "desde el primer día, la sociedad en transición nacida de esta victoria debe apuntar hacia este objetivo. No debe perder de vista por un instante la estricta interdependencia entre producción y consumo". Pero como ya hemos subrayado, el proletariado en un solo país nunca debe perder de vista el hecho de que, cualesquiera que sean las medidas que emprenda, éstas sólo pueden ser temporales mientras la victoria revolucionaria no se haya logrado a una escala mundial, y que por lo tanto seguirán estando sometidas a las leyes del capitalismo. Que Munis no tenga presente esto en todo momento se pone de manifiesto en Partido- Estado, donde, por ejemplo, presenta el comunismo de guerra como una especie de ‘no capitalismo’ y ve la NEP como la restauración de las relaciones capitalistas. Ya hemos criticado este enfoque en dos artículos en la Revista Internacional núm. 25 y 52[26]. También está confirmado por lo que Munis siempre mantuvo sobre los acontecimientos en España 36-37: para él, la Revolución española fue incluso más profunda que la Revolución rusa. Y esto, en parte, porque en mayo de 1937, los trabajadores mostraron por primera vez, con las armas en las manos, una comprensión del papel contrarrevolucionario del estalinismo. Pero también consideraba que las colectivizaciones industriales y agrarias españolas habían representado pequeños islotes de comunismo[27]. En resumen: que las relaciones comunistas serían posibles incluso sin la destrucción del Estado burgués y la extensión internacional de la revolución. En estas concepciones, vemos, una vez más, una nueva versión de las ideas anarquistas, e incluso un anticipo de la corriente de la “comunización” que se desarrollará en la década de 1970, y que hoy tiene bastante influencia en el seno de un amplio movimiento anarquista.
Y si bien una ruptura incompleta con el trotskismo a veces toma esta dirección anarquista, también puede manifestarse en las resacas más clásicas del trotskismo. Por ello el PSMC finaliza con una especie de versión actualizada del Programa de Transición de 1938. Citamos extensamente lo que, a este propósito, señalamos en nuestro artículo en la Revista International 52:
"En su 'Por un Segundo Manifiesto Comunista', el FOR consideró correcto plantear todo tipo de reivindicaciones transitorias, en ausencia de movimientos revolucionarios del proletariado. Estas van desde la semana de 30 horas, la supresión del trabajo por piezas y el cronometraje en las fábricas a la “demanda de trabajo para todos, desempleados y jóvenes” en el terreno económico. En el plano político, el FOR exige a la burguesía ‘derechos’ y ‘libertades’ democráticos. “libertad de expresión, de prensa, de reunión y derecho de los trabajadores a elegir delegados permanentes de taller, de fábrica o de oficio”, “sin ninguna formalidad judicial o sindical” (Pro Segundo Manifiesto pág. 65-71). Todo esto está dentro de la ‘lógica’ trotskista, según la cual basta seleccionar bien las reivindicaciones para llegar gradualmente a la revolución. Para los trotskistas, todo el truco es saber cómo ser un pedagogo para los trabajadores, que no sabrían que reivindicar; poner ante ellos las zanahorias más apetitosas para empujar a los trabajadores hacia su ‘partido’. ¿Es esto lo que quiere Munis con su Programa de Transición ‘bis’ (…)
El FOR todavía no entiende hoy:
Es muy característico que el FOR coloque al mismo nivel sus consignas reformistas sobre los ‘derechos y libertades’ democráticos para los trabajadores, y consignas que sólo podrían surgir en un período totalmente revolucionario. Así, encontramos eslóganes mezclados caóticamente como:
*“expropiación del capital industrial, financiero y agrícola”;
*“gestión por los trabajadores de la producción y distribución de los productos”;
*” destrucción de todos los instrumentos de guerra, tanto atómicos como clásicos; disolución de los ejércitos y policías, reconversión de las industrias de guerra en industrias de consumo”;
*“armamento individual de los explotados por el capitalismo, organizados territorialmente según el esquema de comités democráticos de gestión y distribución”;
*”supresión del trabajo asalariado empezando por elevar el nivel de vida de las capas sociales más pobres para alcanzar finalmente la libre distribución de los productos según las necesidades de cada uno.”;
*“supresión de las fronteras y constitución de un gobierno único y una economía única, a medida que se produzca el triunfo del proletariado en distintos países.”
Todas estas consignas muestran enormes confusiones. El FOR parece haber abandonado cualquier brújula marxista. No hace distinción alguna entre un período prerrevolucionario en el que el capital domina políticamente, un período revolucionario en el que se establece un doble poder, y el período de transición (después de la toma del poder por parte del proletariado) que es cuando pueden ponerse en marcha (¡y no de manera inmediata!) la ‘supresión del trabajo asalariado’ y la ‘supresión de las fronteras’”. [28]
Munis murió en febrero de 1989. La CCI publicó un homenaje a él, que comenzaba diciendo: "el proletariado ha perdido a un militante que dedicó toda su vida a la lucha de clase" [29]. Después de trazar brevemente la historia política de Munis a través de la España en los años 30, su ruptura con el trotskismo en la Segunda Guerra Mundial, su estadía en las cárceles de Franco a principios de los años 50 y la publicación de Por un Segundo Manifiesto Comunista, el artículo retoma la historia a finales de los años 60:
En 1967, junto con compañeros del grupo venezolano Internacionalismo, participó en los esfuerzos para restablecer contactos con el medio revolucionario en Italia. Así, a finales de los años 60, con el resurgir de la clase obrera en el escenario de la historia, estará en la brecha junto a las débiles fuerzas revolucionarias existentes en aquel momento, incluyendo a quienes formarían Revolution Internationale en Francia. Pero, a principios de los años 70, lamentablemente permaneció fuera de las discusiones y los intentos de reagrupamiento que se tradujeron en particular en la constitución de la CCI en 1975. Aun así, Fomento Obrero Revolucionario (FOR), el grupo que formó en España y Francia, basado en las posiciones del ‘Segundo Manifiesto’, acordó, en principio, participar en la serie de conferencias de grupos de la Izquierda Comunista que comenzó en Milán en 1977. Pero esta actitud cambió en el curso de la segunda conferencia, el FOR se retiró de ella, y ésta fue la expresión de una tendencia hacia el aislamiento sectario que hasta ahora ha prevalecido en esta organización".
Hoy el FOR ya no existe. Siempre fue altamente dependiente del carisma personal de Munis, quien no fue capaz de transmitir una tradición sólida de organización a la nueva generación de militantes que se reunieron alrededor de él, y que habría podido servir como base para continuar el funcionamiento del grupo tras la muerte de Munis. Y como señalamos en este artículo, el grupo padeció una tendencia hacia el sectarismo que debilitó aún más su capacidad para sobrevivir.
El ejemplo de esta actitud que mencionamos en el homenaje fue el estrepitoso abandono por parte de Munis y su grupo de la segunda Conferencia de la Izquierda Comunista, alegando su desacuerdo con los demás grupos acerca del problema de la crisis económica. Aquí no vamos a examinar este problema en detalle, pero sí que podemos ver la posición esencial de Munis sobre esto en Por un Segundo Manifiesto Comunista:
"La recuperación del espíritu de lucha y el resurgimiento de una situación revolucionaria no puede esperarse, como pretenden ciertos marxistas que se inclinan hacia el automatismo económico, de una de esas crisis cíclicas, mal llamadas ‘crisis de sobreproducción’. Estas son sacudidas que reequilibran el caótico desarrollo del sistema, pero no el resultado de su agotamiento. La gestión capitalista sabe cómo atenuarlas, y, además, aunque alguna de ellas se presente, fácilmente podría favorecer los tortuosos planes de nuevos reaccionarios, que esperan su momento, con planes quinquenales en un bolsillo y estándares de producción en el otro. La crisis general del capitalismo es su agotamiento como un sistema social. Consiste, hablando resumidamente, en el hecho de que los instrumentos de producción en tanto que capital y de distribución de los productos, limitados por el trabajo asalariado, se han vuelto incompatibles con las necesidades humanas, e incluso con las máximas posibilidades que la tecnología podría ofrecer para el desarrollo económico. Esa crisis es insuperable para el capitalismo, y tanto en occidente como en Rusia, empeora cada día".
La posición de Munis no consiste simplemente en una negación de la crisis de sobreproducción. Es más, en un párrafo anterior del PSMC, atribuye tales crisis a una contradicción fundamental en el sistema, la que existe entre el valor de uso y el valor de cambio. Además, su rechazo de la idea de un ‘automatismo’, según el cual un crash económico conduciría mecánicamente a un avance de la conciencia revolucionaria, es totalmente acertado. También tiene Munis razón cuando dice que la aparición de una conciencia verdaderamente revolucionaria implica el reconocimiento de que las relaciones sociales mismas, subyacentes a la civilización, se han hecho incompatibles con las necesidades de la humanidad. Estos son puntos que pudieron haber sido discutidos con otros grupos de la Izquierda Comunista y ciertamente no justificaban abandonar la Conferencia de París, sin siquiera explicar sus divergencias reales.
De nuevo en su folleto 'La trayectoria quebrada de Revolución Internacional’[30], explica más ampliamente sus puntos de vista sobre la relación entre crisis económica y la conciencia de clase. Munis parece en ocasiones acertar, puesto que como hemos reconocido en nuestra Resolución sobre la Situación Internacional del 21º Congreso Internacional [51], la CCI algunas veces estableció un vínculo inmediatista y mecánico entre crisis y revolución [31]. Pero la realidad no dio la razón a Munis puesto que, nos guste o no, el sistema capitalista de hecho ha quedado estancado en una muy profunda crisis económica desde la década de 1970. Esta idea de que las crisis económicas serían simplemente parte del mecanismo de ‘regularización’ del sistema refleja, aparentemente, la potente influencia de la época en que fue escrito el PSMC -principios de los años 60, en el cénit del boom de la posguerra. Pero este pico fue seguido por un descenso rápido en una crisis económica mundial que ha demostrado ser fundamentalmente insuperable, a pesar de toda la energía que un sistema administrado por el Estado ha gastado para enlentecer y retrasar sus peores efectos. Y si es cierto que una conciencia auténticamente revolucionaria debe comprender la incompatibilidad entre las relaciones sociales capitalistas y las necesidades de la humanidad; el fracaso visible de un sistema económico que se presenta a sí mismo poco menos que como una encarnación de la naturaleza humana, seguramente jugará un papel clave permitiendo a los explotados deshacerse de sus ilusiones en el capitalismo y su inmortalidad.
Detrás de esta negativa a analizar la dimensión económica de la decadencia del capitalismo, se encuentra un voluntarismo no superado, cuyos fundamentos teóricos se remontan a la carta en que anunció su ruptura con la organización trotskista en Francia, el Partido Comunista Internacionalista, donde sostenía, tozudamente, la concepción de Trotsky, presentada en las primeras líneas del Programa de Transición, según la cual la crisis de la humanidad es la crisis del liderazgo revolucionario:
“La crisis de la humanidad -repetimos esto miles de veces junto con L.D. Trotsky- es una crisis de liderazgo revolucionario. Todas las explicaciones que tratan de emplazar la responsabilidad del fracaso de la revolución en las condiciones objetivas, en el desnivel ideológico o las ilusiones de las masas en el poder del estalinismo, o el atractivo ilusorio del ‘Estado obrero degenerado’, son erróneas y sólo sirven para excusar a los responsables, para distraer la atención del verdadero problema y dificultar su solución. Un auténtico liderazgo revolucionario, dado el nivel actual de las condiciones objetivas para la toma del poder, debe superar todos los obstáculos, superar todas las dificultades, triunfar sobre todos sus adversarios”[32]
Esta actitud 'heroica' fue la que llevó a Munis a ver la posibilidad de que la revolución pudiera surgir en no importa qué momento del período de decadencia del capitalismo. Le sucedió en los años 30, cuando Munis analizó los acontecimientos en España no como una prueba de la contrarrevolución triunfante sino como el punto más alto de la oleada revolucionaria que comenzó en 1917. Y también al final de la Segunda Guerra Mundial, cuando, como hemos visto, Munis creyó ver en los movimientos en España de 1951 como precursores de un embate revolucionario. Y, otro tanto, en el culmen del periodo del “boom” de los años 60, puesto que el Pro Segundo hace referencia a una "acumulación de formidables energías revolucionarias" que se estaría produciendo en el momento en que se escribía esa obra. Y del mismo modo que rechazó los esfuerzos de la CCI para examinar la evolución de la crisis económica, se opuso también a nuestro argumento de que, aunque la decadencia significa que la revolución proletaria está al orden del día en la historia, pueden existir sin embargo fases de profunda derrota y confusión en la clase durante este período, fases que hacen casi imposible la revolución, y que confieren diferentes tareas a la organización revolucionaria.
Pero por importantes que pudieran ser tales errores, son errores comprensibles de un revolucionario que desea, con todo su ser, ver el fin del capitalismo y el comienzo de la revolución comunista. Por esta razón nuestro homenaje concluía:
“Está claro, pues, que mantenemos muy importantes diferencias con el FOR, lo que nos ha llevado a polemizar con ellos en varias ocasiones en nuestra prensa (ver en particular el artículo en la Revista Internacional 52). Sin embargo, a pesar de los serios errores que pudo haber cometido, Munis permaneció hasta el fin como un militante que fue profundamente leal al combate de la clase trabajadora. Él fue uno de esos muy raros militantes que permanecieron de pie ante las presiones de la más terrible contrarrevolución que el proletariado haya conocido jamás, cuando muchos desertaron o incluso traicionaron la lucha militante, él permaneció una vez más allí, al lado de la clase en el histórico resurgir de sus luchas a finales de los años 60.
Rendimos nuestro homenaje a este militante de la lucha revolucionaria, a su lealtad e inquebrantable compromiso con la causa proletaria. A los camaradas del FOR, enviamos nuestros saludos fraternales”.
Uno de los mejores relatos de la vida de Munis fue escrito por Agustín Guillamón en 1993, con el título ‘G Munis, un revolucionario desconocido’ [52] . Uno de los principales puntos que se resumen es que la mayoría de esos militantes que, a través de las pruebas y tribulaciones del siglo XX, permanecieron leales a la causa proletaria, no fueron recompensados por la fama o fortuna: junto a Munis, menciona a Onorato Damen, Amadeo Bordiga, Paul Mattick, Karl Korsch, Ottorino Perrone, Bruno Maffi, Anton Pannekoek [53] y Henk Canne-Meijer [33]. Todo lo contrario de lo que puede verse en nuestro obituario para Castoriadis publicado en inglés con el título: 'Muerte de Cornelius Castoriadis: la burguesía rinde tributo a uno de sus siervos’ [54]. Podemos dejar que el artículo hable por sí mismo, añadiendo algunos comentarios.
"La prensa burguesa, especialmente en Francia, ha hecho algo de ruido sobre la muerte de Cornelius Castoriadis. Le Monde se refirió a él en dos ediciones sucesivas (28-29 de diciembre y 30 de diciembre de 1997) y dedicó una página completa a él bajo un título significativo: ‘Muerte de Cornelius Castoriadis, revolucionario antimarxista’. Este título es típico de los métodos ideológicos de la burguesía. Contiene dos verdades que envuelven la mentira que quieren hacernos tragar. Las verdades: Castoriadis está muerto, y era antimarxista. La mentira: que fuera un revolucionario. Para apuntalar la idea, Le Monde recuerda las propias palabras de Castoriadis, 'repetidas hasta el final de su vida': ‘Pase lo que pase seguiré siendo ante todo un revolucionario’”.
Y es verdad que, en su juventud, había sido un revolucionario. A finales de la década de 1940 rompió con la ‘4° Internacional’ trotskista junto con un número de otros compañeros y animó la revista Socialismo o Barbarie. En ese momento SoB representaba un esfuerzo, aunque confuso y limitado por su origen trotskista, por desarrollar una línea proletaria del pensamiento en medio de la contrarrevolución triunfante. Pero en el transcurso de la década de 1950, bajo el impulso de Castoriadis (quien firmaba sus artículos como Pierre Chaulieu y luego como Paul Cardan), SoB fue rechazando cada vez más los ya débiles cimientos marxistas con que se había edificado. En particular, Castoriadis desarrolló la idea de que el antagonismo real en la sociedad ya no era entre explotadores y explotados sino entre 'quienes dan órdenes y quienes las reciben'. SoB acabó desapareciendo a principios de 1966, apenas dos años antes de los acontecimientos de mayo de 68, que marcaron el resurgimiento histórico de la lucha de clases a nivel mundial, tras casi medio siglo de contrarrevolución. Castoriadis, de hecho, había dejado de ser revolucionario mucho antes de morir, incluso si fue capaz de mantener el aspecto ilusorio de que lo era.
Castoriadis no fue el primero en traicionar las convicciones revolucionarias de su juventud. La historia del movimiento obrero está plagada de estos ejemplos. Lo que lo caracteriza, sin embargo, es que él disfrazó su traición con los harapos del ‘radicalismo político’, aparentando oponerse a la totalidad del orden social existente. Podemos comprobarlo en el artículo escrito en Le Monde Diplomatique en respuesta a su último libro: “Hecho y por hacer”, de 1997:
“Castoriadis nos da las herramientas para contestar, para construir barricadas, para vislumbrar el socialismo del futuro, para pensar en cambiar el mundo, para desear cambiar la vida políticamente... ¿Qué herencia política puede venir de la historia del movimiento obrero, cuando ahora es evidente que el proletariado no puede desempeñar el papel de fuerza motriz que el marxismo le atribuyó? Castoriadis responde con un excelente programa que combina las más altas exigencias de la política humana con lo mejor del ideal socialista... Acción y pensamiento están en busca de un nuevo radicalismo, ahora que está cerrado el paréntesis leninista, ahora que el Estado policiaco del marxismo histórico se ha ido a la basura”.
En realidad, este 'radicalismo' que tanto hacía babear a periodistas de altos vuelos, no era sino una hoja de parra que ocultaba que el mensaje de Castoriadis resultaba extremadamente útil para las campañas ideológicas de la burguesía. Así su declaración de que el marxismo había sido pulverizado (‘El ascenso de la insignificancia’, 1996), vino a dar un espaldarazo “radical” a toda la campaña sobre la muerte del comunismo que se desarrolló a raíz del colapso de los regímenes estalinistas del bloque del este en 1989".
Ya vimos algunos signos de esa búsqueda de reconocimiento en la decisión del grupo de Castoriadis de escribir para Les Temps Modernes de Sartre, algo que fue enérgicamente criticado por la GCF[34]. Pero fue cuando abandonó finalmente la idea de una revolución de la clase obrera y comenzó a especular sobre una especie de utopía de ciudadanos autónomos; cuando se zambulló en las aguas más oscuras de la sociología y el psicoanálisis lacaniano; fue entonces cuando se volvió más atractivo para las academias burguesas y las ramas más sofisticadas de los medios de información, que se mostraron bastante dispuestos a perdonarle las locuras de su juventud y aceptarlo en su muy confortable redil.
Pero nuestro artículo ('Muerte de Cornelius Castoriadis: …’) acusa a Castoriadis de una traición más grave que la renuncia a la vida militante o la búsqueda ante todo de progresión profesional:
"Pero la verdadera prueba del radicalismo de Castoriadis ya había tenido lugar en los años 80 cuando, bajo el liderazgo de Reagan, la burguesía occidental lanzó una campaña ensordecedora contra la amenaza militar que representaría el 'Imperio del mal' de la URSS, con objeto de justificar un rearme como no se había visto desde la Segunda Guerra Mundial. En ese momento fue cuando Castoriadis publicó su libro ‘Ante la Guerra’, donde trataba de demostrar la existencia de un 'desequilibrio masivo’ en favor de Rusia, ‘una situación que era prácticamente imposible modificar para los estadounidenses’. Este ‘análisis’ fue, además, frecuentemente citado por Marie-France Garaud, una ideóloga de la derecha ultra-militarista, y vocera, en Francia, de las campañas reaganianas.
A finales de los 80, la realidad demostró que el poder militar ruso era en realidad muy inferior a la de los Estados Unidos, pero esto no desinfló la arrogancia de Castoradis, ni atenuó las alabanzas de los periodistas hacia él. Tampoco esto es nuevo. A partir de 1953-4, incluso antes de que abandonara abiertamente el marxismo, Castoriadis desarrolló toda una teoría según la cual el capitalismo ya había superado definitivamente su crisis económica (ver 'La dinámica del capitalismo' en SoB nº 120). Sabemos lo que sucedió después: la crisis del capitalismo regreso con más fuerza a finales de los 60. Cuando, en 1973, se publicaron en colección de bolsillo (Ediciones 10/18) las obras de Castoriadis, se dejaron aparte algunos textos poco gloriosos, para que su amigo Edgar Morin pudiese decir entonces: ‘¿Quién puede hoy publicar sin vergüenza y casi orgullosamente, los textos que marcaron su trayectoria política desde 1948 a 1973, sino un espíritu singular como Castoriadis?' (Le Nouvel Observateur)".
¿Es que Castoriadis llamó abiertamente para la movilización de los trabajadores en defensa de la ‘democracia occidental’, contra lo que él llamó la ‘estratocracia’ del bloque oriental? En un ‘hilo’ del foro de Libcom en 2011, un ‘post’ firmado por 'Julien Chaulieu', se opone al ‘post’ original, que era un resumen de la vida de Castoriadis escrito por la Federación Anarquista en el Reino Unido, y donde se afirmaba que “En su última etapa, Castoriadis se orientó hacia las Investigaciones filosóficas, hacia el psicoanálisis. En este período, su falta de conocimiento de los acontecimientos y los sociales de entonces, le llevó hacia una tentativa de Occidente -donde la lucha era aún posible – contra el imperialismo estalinista”[35].
A lo que Julien Chaulieu respondió:
"Como alguien que ha estudiado todas sus obras, junto a Guy Debord y muchos otros anarquistas-libertarios socialistas, puedo confirmar que la declaración anterior es totalmente falsa. Castoriadis nunca defendió al Occidente. Esto fue un malentendido a partir de una propaganda del partido social fascista estalinista griego (Partido Comunista de Grecia -PCG -). En esta entrevista grabada en vídeo (que por desgracia sólo existe en griego) afirma que la URSS era efectivamente opresiva y tiránica, pero que eso no significa que debamos defender a las potencias occidentales que son igualmente brutales hacia el 'Tercer mundo'. El hecho de que abandonase las ideas socialistas típicas, y se orientase hacia la autonomía, originó airadas reacciones en el seno del PCG.
En esta entrevista él indicó lo siguiente:
“Las sociedades occidentales no son sólo sociedades capitalistas. Si alguien es un marxista dirá que el modo de producción en el mundo occidental es capitalista, por lo tanto, estas sociedades son capitalistas porque el modo de producción determina todo. Pero estas sociedades no son sólo capitalistas. También se autodefinen como democracias, (yo no las llamo democráticas porque tengo una definición diferente de la democracia), yo las llamo oligarquías liberales. Pero en estas sociedades hay un elemento democrático que no ha sido creado por el capitalismo. Por el contrario, ha sido creado en contraste con el capitalismo. Se creó mientras Europa salía de la Edad Media, y una nueva clase social se estaba creando, la llamada clase media (que nada tiene que ver con los capitalistas), que trató de obtener cierta libertad de los señores feudales, los reyes y la iglesia. Este movimiento sigue después del Renacimiento con la revolución inglesa en el siglo 17º, las revoluciones francesa y americana en el siglo 18º que dieron lugar a la creación del movimiento obrero”.
En realidad, se muestra muy crítico con el capitalismo, desmontando el mito de 'el capitalismo es el único sistema que funciona, lo menos malo', que es el enfoque occidental dominante. Nada hay aquí en pro del capitalismo. Por el contrario, él señala la verdad que ha sido destruida por estúpidos liberales".
Pero lo aparece realmente en esta cita, junto a su análisis alarmista del poderío militar ruso, y una vez más en algunas de sus declaraciones cuando la guerra del Golfo de 1991[36], es que los textos ulteriores de Castoriadis crean una zona de ambigüedad, que puede ser fácilmente explotada por los buitres verdaderos de la sociedad capitalista, por mucho que Castoriadis mismo evite incriminarse en declaraciones abiertamente pro-belicistas.
Nuestro artículo también podía haber añadido que hay otra faceta del ‘legado de Castoriadis’: él es, en cierto sentido, uno de los padres fundadores de lo que hemos llamado la corriente “modernista” (y que, recordemos, se ha inspirado siempre, y en gran medida, por la versión Castoriadis surgida del trotskismo); compuesta de diversos grupos e individuos que pretenden haber superado el marxismo, pero que se siguen considerando a sí mismos como revolucionarios, e incluso comunistas. Varios miembros de la Internacional Situacionista, que tendieron hacia esta dirección, fueron incluso miembros de SoB, pero el paso de esta antorcha es una tendencia más general y no depende de una continuidad física directa. Los Situacionistas, por ejemplo, están de acuerdo con Castoriadis en la consigna de la autogestión generalizada, y convienen también que el análisis marxista de la crisis económica era una antigualla; pero no siguen a Castoriadis en el abandono de la idea de la clase obrera como la fuerza motriz de la revolución. Por otro lado, la tendencia principal del modernismo ulterior - que hoy tiende a autocalificarse como "movimiento para la comunización"- han leído a Marx y a Bordiga y son capaces de mostrar que esta noción de autogestión es completamente compatible con la ley del valor. Pero, en cambio, sí heredan de Castoriadis el abandono de la clase obrera como sujeto de la historia. Y, de igual modo, que la ‘superación’ de Marx, retrotrajo a Castoriadis a Proudhon; esta potente acción de “aufhebung” (autosupresión) tan en boca de los “comunizadores” les devuelve a Bakunin, que contemplaba una inmolación de todas las clases en la gran conflagración del porvenir. Pero esto es una polémica que deberemos abordar en otro momento.
C D Ward, diciembre de 2017
[1] Ver El comunismo esta al orden del día. Castoriadis, Munis y el problema de la ruptura con el trotskismo (primera parte) [46], Revista Internacional nº 161
[2] Chaulieu era el nombre de guerra de Cornelius Castoriadis que empleó también los de Paul Cardan y otros. Montal fue el de Claude Lefort
[3] Ver En memoria de Munis, militante de la clase obrera, Revista Internacional nº 58, https://es.internationalism.org/revista-internacional/200608/1028/en-memoria-de-munis-militante-de-la-clase-obrera [55]
[4] Ver en Revista Internacional nº 72: "Documento - Nacionalismo y antifascismo [56]". Y, en inglés, "Revolucionarios Derrotistas en Grecia durante la II Guerra mundial [57]".
[5] Ver en Revista Internacional nº 102 Lecciones de una ruptura incompleta con el anarquismo, https://es.internationalism.org/revista-internacional/200007/772/anarquismo-y-comunismo-los-amigos-de-durruti-lecciones-de-una-ruptu [58]
[6] Para un análisis de estos acontecimientos ver España 1937, el Frente Popular contra los obreros de Barcelona, https://es.internationalism.org/revista-internacional/200608/1028/en-memoria-de-munis-militante-de-la-clase-obrera [55]
[7] Véase este texto de 1945, en inglés: “Defense of the Soviet Union and Revolutionary Tactics [59].
[9] Disponibles en inglés: On the Content of Socialism I - Socialisme Ou Barbarie [61], On the Content of Socialism II - Socialisme Ou Barbarie [50], On the Content of Socialism III - Socialisme Ou Barbarie [62]: .
[10] Publicado como tal en español en Ed. Zero, 1976.
[11] Escrito durante la guerra, pero publicado íntegramente en los años que la siguieron. Ver https://www.marxists.org/espanol/pannekoek/1940s/consejosobreros/index.htm [63] La referencia de Castoriadis a éste puede verse en, On the Content of Socialism III - Socialisme Ou Barbarie [62]
[12] CS II
[13] Capítulo XLVIII
[14] Véase nuestro anterior artículo de esta serie: “El derribo del fetichismo de la mercancía”. [64] https://es.internationalism.org/revista-internacional/199404/1858/vii-el-estudio-de-el-capital-y-los-principios-del-comunismo-2a-par [64]
[15] "Solidarity, the market and Marx [65]" (Solidaridad el mercado y Marx). Este texto es igualmente interesante puesto que saluda la aparición de nuevos grupos tales como Workers Voice en Liverpool, Internationalism en Estados Unidos, y el grupo de Londres que tras separarse de Solidarity, dio lugar a World Revolution, como grupos mucho más claros que Solidarity sobre el contenido del socialismo/comunismo. Lo que no hace es oponerse a la concepción esencialmente nacional del socialismo que aparece en CS II, una debilidad esta que aflige inevitablemente al PS de la GB con su visión de un camino parlamentario al socialismo. Ver nota siguiente.
[16] Nosotros consideramos - y creemos que en esto estamos más cerca de lo que plantea Marx aunque él prefiriera más el término “comunismo -, que socialismo y comunismo es lo mismo. Una sociedad en la que el trabajo asalariado, la producción de mercancías y las fronteras nacionales, han sido superadas.
[17] Ver nuestro artículo El boom de postguerra no cambio el curso en el declive del capitalismo [66]
[18] El Capital Volumen I, capitulo I
[19] Es interesante anotar que en una carta a Socialismo o Barbarie en 1953, Antón Pannekoek ya había subrayado esa concepción restrictiva de los consejos obreros por parte del grupo francés: “Mientras que vosotros limitáis la actividad de estos organismos a la organización del trabajo en las fábricas tras la toma del poder social por los trabajadores, nosotros los consideramos también como los organismos a través de los cuales, los trabajadores van a conquistar ese poder”. Letter to Socialisme ou Barbarie [67]
[20] CS II.
[22] El texto Los sindicatos contra la revolución, puede verse en las Obras Completas tomo III [69] (pag 71 y siguientes).Este texto fue igualmente publicado en Internationalism a principios de los años 70, con una introducción de Judith Allen, Los sindicatos y el reformismo (Idem [69], pag 104 y siguientes). Munis respondió a esto en Lio teórico y netitud revolucionaria (Idem [69], pag 109 y siguientes).
El texto Pro Segundo Manifiesto puede verse en Obras Completas tomo II [70] (pag. 7 y siguientes).
[23] Ver en francés Les rapports de production en Russie [71]. Se trata del Volumen I del trabajo La sociedad burocrática. Ed Tusquets 1978
[24] Ver nota anterior.
[25]Obras Completas tomo I [72] (pág. 72 y siguientes).
[26] Las confusiones de Fomento Obrero Revolucionario sobre Rusia 1917 y España 1936 [73]. Y “¿Donde va el FOR?.(en versión digital en inglés [74]) o en Revista Internacional nº 52.
[27] Ver en nuestro libro 1936: Franco y la República masacran a los trabajadores, el capítulo V, El mito de la revolución española y en su seno Crítica de Jalones de Derrota, promesas de victoria, https://es.internationalism.org/cci/200602/753/1critica-del-libro-jalones-de-derrota-promesas-de-victoria [75]
[28] Ver el artículo mencionado en la nota anterior “¿Dónde va el FOR?”.
[29]“En memoria de Munis, militante de la clase obrera”. [55] Revista Internacional nº 58
[30] Obras Completas tomo II [70]. (págs. 80 y siguientes).
[31] Revista Internacional nº 156. Véase igualmente nuestra Resolución sobre la Lucha de clases internacional en Revista Internacional del 22º Congreso [76] en Revista Internacional nº 159.
[33] Curiosamente, no incluye a Marc Chirik en la lista, o en el conjunto del artículo, lo que le priva de una importante área de investigación, puesto que los debates entre Munis y la Izquierda Comunista de Francia a finales de los años 40 y los años 50 tuvieron un papel fundamental en la ruptura de Munis con el trotskismo. Además, a lo largo de todos los artículos de Munis sobre la crisis económica hay una polémica continua contra la concepción de la decadencia defendida por la GCF primero y luego por la CCI.
[34] El comunismo está al orden del día en la historia: Castoriadis, Munis y el problema de la ruptura con el trotskismo (primera parte). [46]
[35] En inglés. Castoriadis, Cornelius, 1922-1997 [77].
[36] Según Takis Fotopoulos. “Finalmente hay que mencionar su posición sobre la guerra del Golfo, que resultaba totalmente inaceptable para alguien que se declaraba a sí mismo como de la izquierda anti-sistema. Al contrario que otros analistas de izquierda como Noam Chomsky (¡para nada un extremista y sí también un entusiasta del hundimiento de la URSS!), Castoriadis no adoptó una posición inequívoca contra esta criminal guerra, que ha abierto la guerra a una eventual destrucción de Irak, sino que se mantuvo una actitud ‘equidistante’, entre la víctima (el pueblo iraquí) y el verdugo (la élite transnacional). Así, después de negar que el petróleo fuese la causa fundamental de la guerra en el Golfo (y más tarde, en consecuencia, de la invasión de Irak, lo que hoy reconoce incluso el jefe entonces del sistema de la Reserva Federal americana), sugiere en cambio - ¡una década antes de Samuel Huntington!- una especie de ‘choque de civilizaciones’ en versión Castoriadis. Se trata de hecho de una ‘actitud equidistante’ disimulada ante la víctima y ante el agresor (o sea la postura habitual adoptado por la izquierda en todas las guerras recientes de la élite transnacional): ‘El conflicto va ya mucho más allá de Saddam Hussein. Se encamina a transformarse en una confrontación entre, por un lado, sociedades sometidas a un imaginario religioso persistente y hoy en día fortalecido; y, por otra parte, sociedades occidentales que, de una u otra forma, se han visto libradas de ese imaginario, pero se han mostrado incapaces de transmitir al mundo otra cosa que no sea técnicas de guerra y de manipulación de la opinión´. No resulta sorprendente que, en los años 1990, Castoriadis, y por lo que yo sé, jamás dijo nada en contra del embargo occidental que resultó catastrófico para ese país y que supuso, según estimaciones de la ONU; la muerte de medio millón de niños iraquíes; ni contra los bombardeos mortíferos del país ordenados por la administración Clinton. No hay que insistir en que esta ‘postura equidistante’, similar a la sostenida por Castoriadis y la izquierda reformista, implica de hecho un apoyo indirecto a las élites dirigentes y a sus ‘guerras’”. En inglés The Autonomy Project and Inclusive Democracy: A critical review of Castoriadis ‘thought’ [78], Takis Fotopoulos, The International Journal of Inclusive Democracy Vol 4, Nº 2 (abril 2008).
Adjunto | Tamaño |
---|---|
![]() | 301.39 KB |
El centenario de la fundación de la Internacional Comunista (IC) nos recuerda que la Revolución de Octubre en Rusia había puesto la revolución proletaria mundial al orden del día de la historia. La revolución alemana, en particular, ya estaba en movimiento, una revolución crucial tanto para la supervivencia del poder soviético en Rusia como para la extensión de la revolución a los principales centros del capitalismo. En aquel momento, los diferentes grupos y tendencias que se mantuvieron fieles al marxismo revolucionario estaban convencidos de que la formación y la acción del partido de clase eran indispensables para la victoria de la revolución. Pero con perspectiva histórica, podemos decir que la formación tardía de IC, dos años después de la toma del poder en Rusia y varios meses después del comienzo de la revolución en Alemania, así como sus ambigüedades y errores en aspectos programáticos y organizativos esenciales, fueron elementos a considerar en la derrota de la ola revolucionaria internacional.
Debemos tener todo esto en cuenta al rememorar otro aniversario: Mayo de 1968 en Francia y la oleada de movimientos de clase que le siguieron. En los dos artículos anteriores de esta serie, hemos examinado el significado histórico de esos movimientos, expresiones del resurgimiento de la lucha de clases después de décadas de contrarrevolución: la contrarrevolución provocada por la aniquilación de las esperanzas revolucionarias de 1917-1923. Hemos tratado de comprender tanto el origen de los eventos de Mayo del 68 como el curso de la lucha de clases durante las cinco décadas siguientes, centrándonos en particular en las dificultades que la clase encuentra para reapropiarse de la perspectiva de la revolución comunista[1].
En este artículo, queremos tratar más en especial la evolución del medio político proletario desde 1968, y entender por qué, a pesar de los avances considerables en lo teórico y programático desde la primera ola revolucionaria, y a pesar del hecho de que los grupos proletarios más avanzados habían comprendido que era necesario tomar las medidas esenciales para la formación de un nuevo partido mundial antes de las confrontaciones decisivas contra el sistema capitalista, ese horizonte parece todavía muy lejano y, a veces, desaparece completamente de la escena.
El resurgimiento global de la lucha de clases a fines de la década de 1960 condujo a una renovación global del movimiento político proletario, la aparición de nuevos grupos que intentaban recuperar lo que había sido destruido por la contrarrevolución estalinista, produciéndose también cierto renacimiento de las pocas organizaciones que habían sobrevivido a aquel oscuro período[2].
Uno puede hacerse una idea de los componentes de este entorno mirando la lista tan diversa de los grupos contactados por los camaradas de Internacionalism de Estados Unidos para establecer una Red Internacional de Correspondencia[3]:
En su introducción, Internacionalism agregó que varios otros grupos lo habían contactado para pedirles participar: World Revolution – que se había separado, en esos días, del grupo Solidarity en Reino Unido; Pour le Pouvoir International des Conseils Ouvriers y Les Amis de 4 Millions de Jeunes Travailleurs (Francia); Internationell Arbearkamp (Suecia) Rivoluzione Comunista y Iniziativa Comunista (Italia).
Todas estas corrientes no eran producto directo de las luchas abiertas de finales de los sesenta y principios de los setenta: muchas las habían precedido, como Battaglia Comunista en Italia y el grupo Internacionalismo en Venezuela. Otros grupos que se habían desarrollado antes de las luchas alcanzaron su punto máximo por aquellos años de 1968 y luego declinaron rápidamente, el ejemplo más patente son los situacionistas. Sin embargo, el surgimiento de ese nuevo medio de elementos en busca de posiciones comunistas era la expresión de un proceso profundo de crecimiento "subterráneo", de una creciente desafección hacia la sociedad capitalista que afectaba, a la vez, al proletariado (y esto también tomó la forma de luchas abiertas como los movimientos de huelga en España y Francia antes del 68) y a amplias capas de la pequeña burguesía que ya estaban en camino de proletarizarse. De hecho, la rebelión de estas últimas capas en particular ya había tomado una forma abierta antes de 68, en particular la revuelta en las universidades y las protestas estrechamente relacionadas contra la guerra y el racismo que alcanzaron los niveles más espectaculares en Estados Unidos y Alemania y, por supuesto, en Francia, donde la revuelta estudiantil desempeñó un papel claro en el desencadenamiento del movimiento obrero en mayo del 68. Sin embargo, el resurgimiento masivo de la clase obrera después de 68 dio una respuesta clara a aquellos que, como Marcuse, habían comenzado a urdir teorías sobre la integración de la clase obrera en la sociedad capitalista y su sustitución como vanguardia revolucionaria por parte de otras capas, como los estudiantes. La clase obrera volvía a afirmar que las claves del futuro de la humanidad están en manos de la clase explotada como lo había hecho en 1919, convenciendo a muchos jóvenes rebeldes y elementos en búsqueda, independientemente de su origen sociológico, de que su propio futuro político radica en la lucha obrera y en el movimiento político organizado de la clase obrera.
El profundo vínculo entre el resurgimiento de la lucha de clases y esa nueva capa politizada confirma el análisis materialista desarrollado en la década de 1930 por la Fracción italiana de la Izquierda Comunista: el partido de clase no existe fuera de la vida de la clase. Es, por supuesto, un factor vital y activo en el desarrollo de la conciencia de clase, pero también es un producto de este desarrollo, y no puede existir en los períodos en que la clase ha experimentado una derrota mundial histórica como en las décadas de los 20 y 30. Los camaradas de la Izquierda italiana habían experimentado esa verdad en sus propias carnes, pues vivieron un período que había visto la degeneración de los partidos comunistas y su recuperación por parte de la burguesía, y la reducción de las verdaderas fuerzas comunistas a pequeños grupos asediados, como el de ellos. Concluyen que el partido no podrá reaparecer hasta que toda la clase se haya recuperado de su derrota a escala internacional y de que esta vuelva a plantear la cuestión de la revolución: la principal tarea de la facción es, por lo tanto, defender los principios del comunismo, aprender de las derrotas pasadas y actuar como un puente hacia el nuevo partido que se formará cuando el curso de la lucha de clases se vea profundamente alterado. Y cuando varios camaradas de la Izquierda italiana olvidaron esta lección esencial y se precipitaron en Italia a formar un nuevo partido en 1943 cuando, a pesar de algunas expresiones importantes de revuelta proletaria contra la guerra, especialmente en Italia, la contrarrevolución aún reinaba, los camaradas de la Izquierda Comunista de Francia tomaron la antorcha abandonada por una Fracción italiana que se disuelve precipitadamente en el Partido Comunista Internacionalista (PCInt)[4].
Pero como a fines de los años sesenta y principios de los setenta, la clase finalmente se libró de las cadenas de la contrarrevolución, aparecieron nuevos grupos proletarios en el mundo y hubo una dinámica de debate, de confrontación y de reagrupamiento entre estas nuevas corrientes, la perspectiva de la formación del partido - no en la inmediatez, por supuesto - se planteó, de nuevo, seriamente.
La dinámica hacia la unificación de las fuerzas proletarias tomó varias formas, ya que los primeros viajes de Marc Chirik y otros del grupo Internacionalismo en Venezuela relanzaron la discusión con los grupos de la Izquierda italiana, las conferencias organizadas por el grupo francés Information et Correspondance Ouvrières (ICO), en la red internacional de correspondencia lanzada por Internacionalism. Este último se concretó en las reuniones de Liverpool y Londres de varios grupos en el Reino Unido (Workers Voice, World Revolution, Revolutionary Perspectives), que también se habían separado de Solidarity y fueron el precursor de la actual Communist Workers Organisation, con RI y el GLAT de Francia.
Este proceso de confrontación y debate no siempre ha sido fácil: la existencia de dos grupos de la Izquierda Comunista en Gran Bretaña –una situación que muchos elementos en busca de una política de clase encuentran extremadamente confuso– hoy se puede atribuir a la inmadurez y el fracaso del proceso de reunificación después de las conferencias en el Reino Unido. Algunas de las divisiones que tuvieron lugar en ese momento apenas se justificaron porque fueron provocadas por diferencias secundarias– por ejemplo, el grupo que se formó Pour une Intervention Communiste (PIC) en Francia se separó de RI precisamente cuándo se produjo un folleto sobre el golpe militar en Chile. Sin embargo, se estaba llevando a cabo un proceso real de asentamiento y reagrupación. Los compañeros de RI en Francia intervinieron enérgicamente en las conferencias de Information et Correspondance Ouvrières para insistir en la necesidad de una organización política basada en una plataforma clara en oposición a las nociones de obreristas, consejistas y "anti-leninistas", que eran extremadamente influyentes en ese momento, y esta actividad aceleró su unificación con grupos en Marsella (Cahiers des Communistes de Conseils) y Clermont-Ferrand. El grupo RI también estuvo muy activo a nivel internacional y su creciente convergencia con WR, Internationalism, Internacialismo y nuevos grupos en Italia y España llevó a la creación de la CCI en 1975, mostrando la posibilidad de organizarse a escala internacional y de manera centralizada. La CCI, como GCF en la década de 1940, se consideraba a sí misma como la expresión de un movimiento más amplio y no veía su formación como el punto final del proceso más general de reagrupamiento. El nombre "Corriente" expresa este enfoque: no éramos una fracción de una organización antigua, aunque continuamos gran parte del trabajo de las fracciones antiguas, y formamos parte de una tendencia mayor hacia el partido del futuro.
Las perspectivas para la CCI parecían ser muy optimistas: la unificación exitosa de tres grupos en Bélgica hizo posible extraer lecciones del reciente fracaso del Reino Unido y algunas secciones de la CCI (particularmente en Francia y en el Reino Unido) crecieron significativamente en número. WR, por ejemplo, se cuadruplicó en relación con su núcleo original, y en un momento dado, RI tenía suficientes miembros solo en París para tener una sección norte y una sección sur en esa ciudad. Por supuesto, todavía estamos hablando de números muy pequeños, sin embargo, fue una expresión significativa de un desarrollo real en la conciencia de clase. Mientras tanto, el Partido Comunista Internacional Bordigista (Programma/Le Prolétaire) creó secciones en varios países nuevos y se convirtió rápidamente en la organización más grande de la Izquierda Comunista.
Y el establecimiento de conferencias internacionales de la Izquierda Comunista, inicialmente convocadas por Battaglia y apoyadas con entusiasmo por la CCI, ha sido de particular importancia en este proceso, aunque hemos criticado los temas iniciales base de la convocatoria para las conferencias (para discutir el fenómeno del "eurocomunismo", que Battaglia llamó la "socialdemocratización" de los partidos comunistas).
Durante aproximadamente tres años, las conferencias constituyeron un polo de referencia, un marco de debate organizado que atrajo a grupos de diversos horizontes[5]. Los textos y presentaciones de las reuniones fueron publicados en una serie de folletos; los criterios de participación en las conferencias se definieron más claramente que en la invitación original, y los temas debatidos se centraron más en temas cruciales como la crisis capitalista, el papel de los revolucionarios, la cuestión de las luchas nacionales, etc. Los debates también permitieron que los grupos compartieran perspectivas comunes (como en el caso de CWO y Battaglia, CCI y Fur Kommunismen en Suecia).
Sin embargo, a pesar de estos desarrollos positivos, el movimiento revolucionario renacido ha sufrido muchas debilidades heredadas del largo período de la contrarrevolución.
Por un lado, un gran número de los que pudieron haber sido ganados por la política revolucionaria fueron absorbidos por el aparato del izquierdismo, que también había crecido considerablemente a raíz de los movimientos de clase posteriores a 1968. Los maoístas y especialmente los trotskistas ya estaban entrenados y ofrecían una alternativa radical a los partidos "estalinistas" oficiales cuyo papel como rompehuelgas en los eventos de 1968 y posteriores era evidente. Daniel Cohn-Bendit, "Danny el Rojo", el famoso líder estudiantil del mayo 68, escribió un libro en el que atacaba la función del Partido Comunista y proponía una "alternativa de izquierda" que se refería con aprobación a la Izquierda Comunista de la década de 1920 y a grupos consejistas como ICO en este momento[6]. Pero como muchos otros, Cohn-Bendit perdió la paciencia con la idea de permanecer en el pequeño mundo de los verdaderos revolucionarios y buscó soluciones más inmediatas que también le ofrecieran la posibilidad de una carrera, y es ahora un miembro de los Verdes alemanes que sirvieron a su partido en el Estado burgués ... Su trayectoria –desde ideas potencialmente revolucionarias hasta el callejón sin salida del izquierdismo– fue seguida por varios miles de elementos.
Pero algunos de los mayores problemas que enfrentó el medio emergente fueron "internos", aunque en última instancia reflejaron la presión de la ideología burguesa sobre la vanguardia proletaria.
Los grupos que habían mantenido una existencia organizada durante el período de contrarrevolución –en gran parte los grupos de la Izquierda italiana– se habían vuelto más o menos osificados. Los bordigistas, especialmente los diversos Partidos Comunistas Internacionales[7], se habían protegido contra la lluvia constante de nuevas teorías que "trascendían el marxismo" al convertir al marxismo en un dogma, incapaz de responder a los nuevos desarrollos, como se evidencia con su reacción a los movimientos de clase después del 68, esencialmente el mismo que Marx ya se había burlado en su carta a Ruge en 1843 de esto: "¡Aquí está la verdad (el Partido), de rodillas!" Inseparable del concepto bordiguista de la "invariancia" del marxismo, encontrábamos un sectarismo extremo[8] que rechazaba cualquier noción de debate con otros grupos proletarios, una actitud encarnada en el rechazo de cualquier grupo bordiguista para participar en conferencias internacionales de la Izquierda Comunista. Pero si el llamado de Battaglia fue solo un pequeño paso adelante para salir de la actitud de considerar a su propio pequeño grupo como el único guardián de la política revolucionaria, él mismo no estaba exento de una actitud de sectaria: su invitación excluía inicialmente grupos bordiguistas y no fue enviado a la CCI en su conjunto, pero sí a su sección en Francia, traicionando una idea tácita de que el movimiento revolucionario se hace de "franquicias" separadas en diferentes países (Battaglia sosteniendo así, obviamente, la franquicia italiana).
Además, el sectarismo no se limitaba a los herederos de la Izquierda italiana. Las discusiones sobre el reagrupamiento en el Reino Unido fueron estropeadas. En particular, Workers Voice, que temía perder su identidad de grupo local con sede en Liverpool, rompió relaciones con la tendencia internacional en torno a RI y WR en relación con el tema del Estado en el período de transición, lo que no podría ser más que una cuestión abierta a tratar en el marco de un acuerdo entre revolucionarios sobre las posiciones de clase esenciales para el debate. La misma búsqueda de una excusa para interrumpir las discusiones fue luego adoptada por RP y el CWO (producto de una fusión efímera de RP y WV) que declaró que la CCI era contrarrevolucionaria porque no aceptaba que el Partido Bolchevique y la IC había perdido toda vida proletaria desde 1921, y ni siquiera a fechas posteriores cercanas. La CCI estaba mejor armada contra el sectarismo porque tenía sus orígenes en la Fracción italiana y en el GCF, que siempre se había considerado como parte de un movimiento político proletario más amplio y no el único depositario de la verdad. Pero la convocatoria de las conferencias también había puesto en evidencia elementos del sectarismo en sus propias filas; algunos camaradas respondieron inicialmente al llamado declarando que los bordiguistas e incluso Battaglia no eran grupos proletarios debido a sus ambigüedades sobre la cuestión nacional. Es significativo que el debate posterior sobre los grupos proletarios que condujo a una gran clarificación de la CCI[9] fue iniciado por un texto de Marc Chirik que había sido "formado" en la Izquierda italiana y francesa para entender que la conciencia de la clase proletaria no es de ninguna manera homogénea, ni siquiera entre las minorías más avanzadas políticamente, y que la naturaleza de clase de una organización no puede determinarse independientemente de su historia y de su respuesta a eventos históricos importantes, como la guerra o la revolución.
Con los nuevos grupos, estas actitudes sectarias fueron menos producto de un largo proceso de esclerosis que de inmadurez y una ruptura con las tradiciones y organizaciones del pasado. Estos grupos se enfrentaron a la necesidad de definirse a sí mismos en relación con la atmósfera dominante de la izquierda, de modo que una cierta rigidez de pensamiento aparecía a menudo como una defensa contra el peligro de ser absorbida por las organizaciones mucho más grandes de la izquierda burguesa. Y, sin embargo, al mismo tiempo, el rechazo del estalinismo y el trotskismo a menudo tomaba la forma de una huida hacia las actitudes anarquistas y consejistas –que no solo mostraban la tendencia a rechazar toda la experiencia bolchevique sino también una sospecha generalizada hacia la discusión sobre la formación de un partido proletario. Más concretamente, tales enfoques han favorecido las concepciones federalistas de organización, la identificación de las formas centralizadas de organización con burocracia e incluso con el estalinismo. El hecho de que muchos miembros de los nuevos grupos provinieran de un movimiento estudiantil mucho más marcado por la pequeña burguesía que el medio estudiantil actual reforzó estas ideas democráticas e individualistas, más claramente expresadas en el eslogan neo-situacionista "la militancia: la etapa suprema de la alienación"[10]. El resultado de todo esto es que el movimiento revolucionario ha pasado décadas luchando para comprender la cuestión de la organización, y esta falta de comprensión ha sido el centro de muchos conflictos y divisiones en el seno del movimiento. Por supuesto, la cuestión de la organización ha sido necesariamente un campo de batalla constante dentro del movimiento obrero (como lo demuestra la división entre marxistas y bakuninistas en la Primera Internacional, o entre bolcheviques y mencheviques en Rusia). Pero el problema de la reaparición del movimiento revolucionario a fines de la década de 1960 se vio agravado por la larga ruptura de la continuidad con las organizaciones del pasado, por lo que muchas de las lecciones dejadas por las luchas organizativas anteriores tuvieron que reaprenderse casi desde cero.
Es esencialmente la incapacidad del medio en su conjunto para superar el sectarismo lo que llevó al bloqueo y, en última instancia, al sabotaje de las conferencias[11]. Desde el principio, la CCI había insistido en que las conferencias no debían permanecer en silencio, sino que debían publicar, en la medida de lo posible, un mínimo de declaraciones comunes, para aclarar al resto del movimiento los puntos de acuerdo y desacuerdos que se han logrado, pero también, –como parte de importantes eventos internacionales como el movimiento de clases en Polonia o la invasión rusa de Afganistán– que se realicen declaraciones públicas conjuntas sobre temas que ya eran criterios esenciales para las mismas conferencias, como la oposición a la guerra imperialista. Estas propuestas, apoyadas por algunos, fueron rechazadas por Battaglia y el CWO por el hecho de que era "oportunista" hacer declaraciones conjuntas mientras que otras diferencias subsisten. Del mismo modo, cuando Munis y el FOR salieron de la segunda conferencia porque se negaron a discutir el tema de la crisis capitalista, y en respuesta a la propuesta de la CCI de una crítica conjunta del sectarismo de FOR, BC simplemente rechazó la idea de que el sectarismo era un problema: la FOR se había ido porque simplemente tenía posiciones diferentes, entonces ¿dónde estaba el problema?
Es claro que, bajo estas divisiones, había desacuerdos profundos sobre lo que debería ser una cultura de debate proletaria, y las cosas llegaron a un punto culminante cuando BC y la CWO de repente introdujeron un nuevo criterio para la asistencia a conferencias –una formulación sobre el rol del partido que contenía ambigüedades sobre su relación con el poder político que sabían que era inaceptable para la CCI y que efectivamente la excluía. Esta exclusión en sí misma fue una expresión concentrada del sectarismo, pero también mostró que la otra cara del sectarismo es el oportunismo: por un lado, porque la nueva definición "dura" del partido no impidió que la BC y la CWO celebrará una cuarta conferencia grotesca a la que solo ellos mismos y los izquierdistas iraníes de la UMC (Unidad de Militantes Comunistas)[12] participaron; y, por otro lado, porque, con el acercamiento de BC y CWO, BC probablemente había pensado haber eliminado todo lo que era posible de las conferencias, un ejemplo clásico del sacrificio del futuro del movimiento para obtener beneficios inmediatos. Y las consecuencias del estallido de las conferencias han sido realmente duras: la pérdida de cualquier marco organizado de debate, solidaridad mutua y práctica común entre las organizaciones de la Izquierda Comunista, que nunca se ha restaurado, a pesar de esfuerzos ocasionales de trabajo conjunto en los años siguientes.
El colapso de las conferencias rápidamente se convirtió en uno de los aspectos de una crisis más amplia en el medio proletario, expresado más claramente por la implosión de la PCI bordigista y el "caso Chénier" en la CCI, que llevó a varios miembros a abandonar la organización, particularmente en el Reino Unido.
La evolución de la principal organización bordigista, que publicó Programma Comunista en Italia y Le Prolétaire en Francia (entre otros) confirmó los peligros del oportunismo en el campo proletario. El PCI había crecido de manera constante a lo largo de los años 70 y probablemente se había convertido en el grupo comunista de izquierda más grande del mundo. Sin embargo, su crecimiento había sido asegurado en gran medida por la integración de una serie de elementos que nunca realmente habían roto con el izquierdismo y el nacionalismo. Ciertamente, las profundas confusiones del PCI sobre la cuestión nacional no fueron nuevas: afirmó defender las tesis del Segundo Congreso de la Internacional Comunista sobre la solidaridad con las revueltas y las revoluciones burguesas en las regiones coloniales. Las tesis de la IC demostrarán ser muy pronto defectuosas en sí mismas, pero contienen ciertas formulaciones destinadas a preservar la independencia de los comunistas contra las rebeliones lideradas por las burguesías nacionales en las colonias. El PCI ya había tomado medidas peligrosas para desviarse de tales precauciones, por ejemplo, aclamando el terror estalinista en Camboya como un ejemplo del vigor necesario de una revolución burguesa[13]. Pero las secciones del norte de África organizadas en torno al periódico El Oumami fueron incluso más lejos, porque ante los conflictos militares en el Medio Oriente, abogaron abiertamente por la defensa del Estado sirio contra Israel. Era la primera vez que un grupo bordigista había pedido descaradamente una guerra entre los Estados capitalistas. Es significativo que haya habido fuertes reacciones dentro del PCI contra estas posiciones, lo que demuestra el hecho de que la organización ha conservado su carácter proletario, pero el resultado final ha sido la salida de secciones enteras y muchos militantes, reduciendo el PCI a un grupo mucho más pequeño que nunca ha podido aprender todas las lecciones de estos eventos.
Pero en ese momento también apareció una tendencia oportunista en la CCI –un grupo de camaradas que, en respuesta a las luchas de clase de fines de los setenta y principios de los ochenta, comenzó a hacer concesiones serias al sindicalismo de base. Pero el problema planteado por esta agrupación fue principalmente a nivel organizativo, ya que comenzó a cuestionar el carácter centralizado de la CCI y argumentó que los órganos centrales deberían funcionar principalmente como buzones en lugar de cuerpos elegidos para proporcionar orientación política entre reuniones generales y congresos. Esto no implicaba que la agrupación estuviera unida por una profunda unidad programática. En realidad, su existencia se basaba en vínculos de afinidad y resentimiento común contra la organización; en otras palabras, era un "clan" secreto en lugar de verdadera tendencia politica, y en una organización inmadura dio a luz a un "contra-clan" en la sección británica, con resultados catastróficos. En este contexto, un elemento dudoso llamado Chénier, que había entrado en varias organizaciones revolucionarias para fomentar en ellas crisis manipulando vergonzosamente a quienes lo rodeaban, avivó al máximo estos resentimientos y conflictos. La crisis llegó a su punto máximo en el verano de 1981 cuando miembros de la "tendencia" entraron en la casa de un camarada mientras él estaba ausente y le robaron material de la organización con falsos argumentos de que ellos solo estaban recuperando la inversión que habían hecho en la organización. Esta tendencia se convirtió en un nuevo grupo que colapsó después de una sola publicación, y Chénier "regresó" al Partido Socialista y al CFDT –para el cual había estado trabajando desde el principio– probablemente en el "Sector de Asociaciones" que vigilan la evolución de las corrientes a la izquierda del PS.
Esta escisión tuvo una respuesta muy desigual por parte de la CCI en general, especialmente después de que la organización hizo un intento decidido de recuperar su equipo robado al visitar las casas de los sospechosos de estar involucrados en los robos y solicitando la restitución de este material. Varios compañeros en el Reino Unido simplemente dejaron la organización, incapaces de hacer frente a la toma de conciencia de que una organización revolucionaria debe defenderse en esta sociedad, y que esto puede incluir tanto acciones físicas como la propaganda política. Las secciones de Aberdeen/Edimburgo no solo abandonaron rápidamente, sino que también denunciaron las acciones de la CCI y amenazaron con llamar a la policía si ellos mismos eran visitados (ya que también habían mantenido cierta cantidad de material perteneciente a la organización, incluso si no hubieran participado directamente en los primeros robos). Y cuando la CCI emitió una advertencia pública muy necesaria sobre las actividades de Chénier, se apresuraron a defender su honor. Este fue el comienzo sin gloria del Communist Bulletin Group (CBG), cuyas publicaciones se dedicaron en gran parte a los ataques al "stalinismo" e incluso a la "locura" de la CCI. En resumen, este fue un ejemplo temprano de parasitismo político que se convertiría en un fenómeno importante en las décadas siguientes[14]. En el medio proletario en sentido amplio, hubo poca o ninguna expresión de solidaridad con la CCI. Por el contrario, la versión de los eventos de CBG todavía está circulando en Internet y tiene una gran influencia, especialmente en el entorno anarquista.
Podemos citar otras expresiones de crisis en los años siguientes. El balance de los grupos que participaron en las conferencias internacionales es esencialmente negativo: la desaparición de grupos que recientemente habían roto con el izquierdismo (L'Éveil internationaliste, l'OCRIA, Marxist Workers Group en los EEUU). Otros se dirigieron en dirección opuesta: el NCI, una ruptura con los bordigistas que habían demostrado cierta madurez en los asuntos organizativos en las conferencias se fusionó con el grupo Il Leninista y lo siguió para abandonar el internacionalismo con una forma más o menos abierta de izquierdismo (OCI)[15]. El Grupo Comunista Internacionalista, que había venido a la tercera conferencia solo para denunciarla, ya expresaba su carácter destructivo y parasitario, comenzó a adoptar posiciones abiertamente reaccionarias (apoyo a los maoístas peruanos y las guerrillas salvadoreñas, lo que llevó a una justificación grotesca de las acciones del "centrista Al-Qaida" y a las amenazas físicas contra la CCI en México)[16]. El GCI, cualesquiera que sean sus motivos, es un grupo que hace el trabajo de la policía... no solo amenazando de recurrir a la violencia contra las organizaciones proletarias, sino también dando la impresión de que existe un vínculo entre los grupos comunistas genuinos y el ambiente turbulento del terrorismo[17].
En 1984, también vimos la formación del Buró Internacional para el Partido Revolucionario, que reunió a la CWO y Battaglia. El BIPR (hoy, el TCI) se ha mantenido en un terreno internacionalista, pero en nuestra opinión, el reagrupamiento se hizo de manera oportunista: una concepción federalista de los grupos nacionales, una falta de debate abierto sobre las diferencias entre ellos y una serie de intentos apresurados de incorporar nuevas secciones que, en la mayoría de los casos, fallaron[18].
1984-1985 vio la escisión de la CCI que dio nacimiento a la "Fracción externa de la CCI". La FECCI primero afirmó ser el verdadero defensor de la plataforma de la CCI contra las supuestas desviaciones sobre el tema de la conciencia de clase, la existencia del oportunismo en el movimiento obrero, el llamado monolitismo e incluso el “estalinismo” de nuestros órganos centrales, etc. De hecho, todo el enfoque para "encontrar el verdadero programa" de la CCI se abandonó muy rápidamente, lo que demuestra que la FECCI no era lo que pensaba que era: una fracción real para luchar contra la degeneración de la organización original. Desde nuestro punto de vista, esta fue otra formación de clanes que coloca ligámenes personales por encima de las necesidades de la organización y cuya actividad, una vez que se abandonó la CCI, dio otro ejemplo de parasitismo político[19].
El proletariado, según Marx, es una "clase de la sociedad civil que no es una clase de la sociedad civil", que es parte del capitalismo y, sin embargo, le es ajena en cierto sentido[20]. Y la organización proletaria, que encarna sobre todo el futuro comunista de la clase obrera, es, sin embargo, un cuerpo extraño en esta sociedad siendo parte del proletariado. Como el conjunto del proletariado, está sujeto a la presión constante de la ideología burguesa, y es esta presión, o más bien la tentación de adaptarse a ella, de conciliarse, la fuente del oportunismo. Esta es también la razón por la que las organizaciones revolucionarias no pueden vivir una vida "pacífica" en la sociedad capitalista y están inevitablemente condenadas a experimentar crisis y divisiones, a medida que surgen conflictos entre el "alma" proletaria de la organización y aquellos que han caído bajo la influencia de las ideologías de otras clases sociales. La historia del bolchevismo, por ejemplo, es también una historia de luchas políticas. Los revolucionarios no buscan ni defienden las crisis, pero cuando estallan, es esencial movilizar sus fuerzas para defender los principios proletarios fundamentales y luchar por aclarar las diferencias y sus raíces. Y, por supuesto, es vital aprender las lecciones que estas crisis inevitablemente traen consigo para que la organización sea más resistente en el futuro.
Para la CCI, las crisis han sido frecuentes y, a veces, muy dañinas, pero no siempre han sido completamente negativas. Así, la crisis de 1981, después de una conferencia extraordinaria en 1982, llevó a la redacción de textos fundamentales sobre la función y el modo de funcionamiento de las organizaciones revolucionarias en esta época histórica[21], y trajo lecciones vitales sobre la necesidad continua de una organización revolucionaria para defenderse, no solo contra la represión directa del Estado burgués, sino también contra elementos dudosos u hostiles que se hacen pasar por elementos del movimiento revolucionario e incluso pudiendo infiltrarse en sus organizaciones.
De manera similar, la crisis que condujo a la salida de la FECCI vio la maduración de la CCI en una serie de temas clave: la existencia real del oportunismo y el centrismo como enfermedades del movimiento obrero; el rechazo de las visiones consejistas de la conciencia de clase como siendo puramente un producto de la lucha inmediata (y, por lo tanto, la necesidad de la organización revolucionaria como la expresión principal de la dimensión histórica y profunda de la conciencia de clase); y, en relación con esto, la comprensión de la organización revolucionaria como una organización de combate, capaz de intervenir en la clase en varios niveles: no solo a nivel teórico y de propaganda, sino también en la agitación, en proporcionar orientación para la extensión y autoorganización de la lucha, en participar activamente en asambleas generales y grupos de lucha.
A pesar de las aclaraciones proporcionadas por la CCI en respuesta a sus crisis internas, estas no garantizaron que el problema organizativo, en particular, se resolviera ahora y que no habría más casos de recaídas en errores en el futuro. Pero al menos el CCI ha reconocido que la cuestión de la organización es un tema político de importancia fundamental. Por otro lado, el medio en general no vio la importancia de la cuestión organizativa. Los "anti-leninistas" de varias tendencias (anarquistas, consejistas, modernistas, etc.) han visto el intento mismo de mantener una organización centralizada como fundamentalmente estalinista, mientras que los bordiguistas han cometido el error fatal de pensar que la última palabra ya había sido dicha sobre este tema y no quedaba nada para discutir. El BIPR fue menos dogmático, pero tendió a tratar la cuestión de la organización como algo secundario. Por ejemplo, en su respuesta a la crisis del CCI de mediados de la década de 1990, no abordaron los problemas organizativos en absoluto, sino que argumentaron que eran esencialmente un subproducto de errores de la CCI en la evaluación de la relación de fuerzas entre las clases.
No hay duda de que una mala apreciación de la situación mundial puede ser un factor importante en las crisis organizativas: en la historia de la izquierda comunista, por ejemplo, podemos mencionar la adopción, por una mayoría de la Fracción italiana, de la teoría de Vercesi sobre la economía de guerra, que considera que la marcha acelerada hacia la guerra a fines de la década de 1930 fue una prueba de que la revolución era inminente. El estallido de la guerra imperialista vio por lo tanto un desorden total en la Fracción.
De manera similar, la tendencia de los grupos a partir de la subida de 68 a sobrestimar la lucha de clases, a considerar la revolución a la "vuelta de la esquina", significó que el crecimiento de las fuerzas revolucionarias en la década de 1970 fue extremadamente frágil: muchos los que se unieron a la CCI en ese momento no tenían ni la paciencia ni la convicción de mantenerse en el camino cuando se hizo evidente que la lucha por la revolución era a largo plazo y que la organización revolucionaria se involucraría en una lucha permanente por sobrevivir, incluso cuando la lucha de clases por lo general seguía un curso ascendente. Pero las dificultades resultantes de esta visión inmediatista de los acontecimientos mundiales también tenían un importante componente organizativo: no solo en el hecho de que, durante este período, los miembros se integraban a menudo de forma rápida y superficial, sino especialmente en el hecho de que estaban integrados en una organización que aún no tenía una visión clara de su papel y función, y se veía a sí misma como un mini partido, mientras que se trataba sobre todo de verse como un puente hacia el futuro partido comunista. La organización revolucionaria en el período que comenzó en 1968 conservó así muchas características de una fracción comunista[22], incluso si no tenía una continuidad orgánica directa con los partidos o fracciones del pasado. Esto no significa en absoluto que deberíamos haber renunciado a la intervención directa en la lucha de clases. Por el contrario, ya hemos argumentado que uno de los elementos clave del debate con la tendencia que formó la "Fracción Externa" fue precisamente la insistencia en la necesidad de una intervención comunista en las luchas de clases –una tarea que puede variar en magnitud e intensidad, pero nunca desaparecen, en diferentes fases de la lucha de clases. Pero esto significa que la mayoría de nuestras energías se han dedicado necesariamente a la defensa y construcción de la organización, al análisis de una situación mundial que cambia rápidamente y a la preservación y desarrollo de nuestras adquisiciones teóricas. Este enfoque sería aún más importante en las condiciones de la fase de descomposición social de la década de 1990, que han aumentado considerablemente las presiones y los peligros que enfrentan las organizaciones revolucionarias. Examinaremos el impacto de esta fase en la segunda parte de este artículo.
Amos
Anexo
Nota introductoria a los folletos que contienen los textos y las actas de la Segunda Conferencia Internacional de Grupos de Izquierdas Comunistas, 1978, preparada por el Comité Técnico Internacional:
"Con este primer folleto, comenzamos la publicación de los textos de la Segunda Conferencia Internacional de Grupos de Izquierda Comunista, celebrada en París los días 11 y 12 de noviembre de 1978, por iniciativa del Partido Comunista Internacional/Battaglia Comunista. La Conferencia Internacional, celebrada en Milán el 30 de abril y el 1 de mayo de 1977, se publicó en italiano bajo la responsabilidad del PCI/BC y en francés e inglés bajo la responsabilidad de la CCI.
El 30 de junio de 1977, el PCI/BC, de acuerdo con lo que se decidió en la Conferencia de Milán y los contactos posteriores con el PCI y el CWO, se envió una carta circular invitando a los siguientes grupos a una nueva conferencia que se celebrará en París:
Courant communiste international (Francia, Bélgica, Gran Bretaña, España, Italia, Alemania, Holanda, Estados Unidos, Venezuela)
Communist Workers Organisation (Gran Bretaña)
Parti communiste international (Programa Comunista: Italia, Francia, etc.)
Il Leninista (Italia)
Nucleo Comunista Internazionalista (Italia)
Iniziativa Comunista (Italia)
Fomento Obrero Revolucionario (Francia, España)
Pour Une Intervention Communiste (Francia)
Forbundet Arbetarmakt (Suecia)
For Komunismen (Suecia)
Organisation Communiste Révolutionnaire Internationaliste d'Algérie
Kakamaru Ha (Japón)
Partito Comunista Internazionale/Il Partito Comunista (Italia)
Spartakusbond (Países Bajos)
En el Volumen II, publicaremos esta carta.
Entre los grupos invitados,
Spartakusbond y Kakamaru Ha no respondieron.
Programme communiste y Il Partito Comunista se negaron a participar a través de artículos publicados en sus respectivas publicaciones. Ambos rechazaron el espíritu de la iniciativa, así como su contenido político (especialmente sobre el partido y las guerras de liberación nacional).
El PIC, a través de una carta-documento, se negó a participar en una reunión basada en el reconocimiento de los dos primeros congresos de la Tercera Internacional, que desde el principio se considera esencialmente socialdemócrata (ver Vol. II).
Forbundet Arbetarmakt rechazó la invitación porque dudaba que pudiera reconocer los criterios de participación (ver Vol II).
Iniziativa Comunista no dio una respuesta por escrito, y en el último minuto, después de aceptar participar en una reunión conjunta de Battaglia e Il Leninista, se negó a participar en la conferencia, justificando su actitud en la publicación de su boletín, que apareció después de la conferencia de París.
Il Leninista. Aunque confirmó su acuerdo de participación, no pudo asistir a la reunión debido a problemas técnicos cuando se fueron a la reunión.
La OCRIA de inmigrantes argelinos en Francia no pudo participar físicamente en la reunión por razones de seguridad, pero solicitó ser considerado como un grupo participante.
El FOR, aunque participó al comienzo de la conferencia, a la que se presentó como observador al margen, se disoció rápidamente de la conferencia, afirmando que su presencia era incompatible con los grupos que reconocen que ahora hay una crisis estructural de capital (ver Vol II) ".
Entre la segunda y la tercera conferencia, el grupo sueco För Komunismen se convirtió en la sección sueca de la CCI e Il Nucleo e Il Leninista se fusionaron para convertirse en una sola organización, Il Nuclei Leninisti.
La lista de grupos participantes fue la siguiente: CCI, Battaglia, CWO, Groupe Communiste Internationaliste, L'Eveil Internationaliste, Il Nuclei Leninisti, OCRIA, que envió contribuciones por escrito. El grupo norteamericano Marxist Worker's Group se unió a la conferencia y envió un delegado, pero no pudo acudir en el último momento.
[1] Hemos publicado un numeroso plantel de artículos sobre mayo 68, entre otros: Contra las mentiras sobre Mayo 68, https://es.internationalism.org/content/contra-las-mentiras-sobre-mayo-68 [82] ; Hace 50 años mayo 68, https://es.internationalism.org/accion-proletaria/201804/4296/hace-50-anos-mayo-de-1968 [83] ; Acerca de nuestras reuniones públicas sobre mayo 68, https://es.internationalism.org/content/4383/acerca-de-nuestras-reuniones-publicas-en-el-50-aniversario-de-mayo-del-68 [84] ; Mayo del 68 y la perspectiva revolucionaria, https://es.internationalism.org/revista-internacional/200806/2281/mayo-del-68-y-la-perspectiva-revolucionaria-1a-parte-el-movimiento [23]
[2] Ver La renovación de la Izquierda Comunista uno de los aportes clave de mayo 68, https://es.internationalism.org/content/4344/la-renovacion-de-la-izquierda-comunista-uno-de-los-aportes-clave-de-mayo-68 [85]
[3]Publicado en Internationalism No. 4, sin fecha, pero lanzado alrededor de 1973.
[4] Ver a este propósito nuestro artículo Polémica: hacia los orígenes de la CCI y del BIPR, I - La Fracción italiana y la Izquierda comunista de Francia, https://es.internationalism.org/revista-internacional/199707/1226/polemica-hacia-los-origenes-de-la-cci-y-del-bipr-i-la-fraccion-ita [86] y https://es.internationalism.org/revista-internacional/199710/1219/polemica-hacia-los-origenes-de-la-cci-y-del-bipr-ii-la-formacion-d [87]
[5]Para ver la lista de grupos que asistieron o apoyaron las conferencias, consulte el Anexo.
[6]Obsolete Communism, the Left wing Alternative, Penguin 1969.
[7]Todos estos grupos se originaron en la división de 1952 en el seno del Partido Comunista Internacionalista en Italia. El grupo que rodea a Damen ha conservado el nombre de Partido Comunista Internacionalista; los "bordigistas" tomaron el nombre del Partido Comunista Internacional, que, después de otras escisiones, correspondía a diferentes organizaciones que tenían el mismo nombre.
[8]El sectarismo era un problema ya identificado por Marx cuando escribió: "La secta ve la justificación de su existencia y su punto de honor no en lo que tiene en común con el movimiento de clases sino en el 'schibboleth' que lo distingue del movimiento". Por supuesto, tales fórmulas pueden ser mal utilizadas si se toman fuera de contexto. Para la izquierda del capital, toda la Izquierda Comunista es sectaria porque no se considera parte de lo que llama el "movimiento obrero": organizaciones como sindicatos y partidos socialdemócratas cuya naturaleza de clase ha cambiado desde la época de Marx. Desde nuestro punto de vista, el sectarismo es hoy un problema entre las organizaciones proletarias. No es sectario rechazar las fusiones prematuras o la membresía que cubre los desacuerdos reales. Pero ciertamente es sectario rechazar cualquier discusión entre grupos proletarios o eliminar la necesidad de solidaridad básica entre ellos.
[9]Este debate dio lugar a una resolución sobre "Grupos políticos proletarios" en el Segundo Congreso de la CCI, publicado en la Revista Internacional No. 11. https://es.internationalism.org/revista-internacional/201510/4120/resolucion-sobre-los-grupos-politicos-proletarios-1977 [88]
[10]A principios de la década de 1970 también se produjo el surgimiento de grupos "modernistas" que comenzaron a cuestionar el potencial revolucionario de la clase obrera y que tendían a ver las organizaciones políticas, incluso cuando estaban claramente a favor de revolución comunista, como simples "raquetas". Ver los escritos de Jacques Camatte. Estos son los antepasados de la tendencia actual de los "comunicadores". Varios grupos contactados por el internacionalismo en 1973 se fueron en esta dirección y se perdieron irremediablemente: Mouvement Communiste en Francia (no el grupo autónomo existente, sino el grupo alrededor de Barrot/Dauvé que inicialmente hizo una contribución por escrito a la reunión de Liverpool), Komunsimen en Suecia y, en cierto sentido, Solidarity en el Reino Unido, que comparte con estos otros grupos el gran orgullo de haber ido más allá del marxismo.
[11]" Ver El sectarismo una herencia de la contrarrevolución que hay que superar, https://es.internationalism.org/revista-internacional/201003/2829/el-sectarismo-una-herencia-de-la-contrarrevolucion-que-hay-que-sup [89]
[12]Una expresión temprana de la tendencia "hekmatista" que existe hoy en día en la forma de los partidos comunistas obreros de Irán e Irak –una tendencia que todavía se suele describir como un comunista de izquierda, pero en realidad es una forma de radicalismo estalinista. Vea nuestros artículos en inglés "Worker Communist Parties of Iran and Iraq : the dangers of radical stalinism" y "Les partis communistes ouvriers d'Iran et d'Irak : les dangers du stalinisme radical".
[13]Revista Internacional No. 28, Convulsiones actuales del medio revolucionario, y Revista Internacional No. 32, El PCI (Programme Communiste) en un momento crucial de su historia.
[14]Volveremos al problema del parasitismo político en la segunda parte de este artículo.
[15]Organizzazione Comunista Internazionalista.
[16]Leer "Cómo el Groupe Communiste Internationaliste escupe al internacionalismo". https://es.internationalism.org/cci-online/200610/1101/el-grupo-comunista-internacionalista-escupe-sobre-el-internacionalismo-prolet [90]
[17] Ver ¿Para qué sirve el GCI? https://es.internationalism.org/revista-internacional/200602/516/para-que-sirve-el-grupo-comunista-internacionalista-gci [91]
[18]Ver Revista Internacional No. 121: "BIPR: una política de agrupamiento oportunista que solo lleva a “abortos”. https://es.internationalism.org/revista-internacional/200504/69/polemica-con-el-bipr-una-politica-oportunista-de-agrupamiento-que-no [92]
[19]Ver "La fracción externa de la CCI" en la Revista Internacional No. 45. https://es.internationalism.org/cci-online/201108/3183/para-que-sirve-la-fraccion-externa-de-la-cci-de-la-irresponsabilidad-politica [93]
[20]Ver la introducción a "Introducción a la crítica de la filosofía del derecho de Hegel". https://www.marxists.org/espanol/m-e/1844/intro-hegel.htm [94]
[21]Ver los dos informes sobre la cuestión de la organización de la Conferencia Extraordinaria de 1982: sobre la función de la organización revolucionaria ( Revista Internacional No. 29, https://es.internationalism.org/revista-internacional/198204/135/informe-sobre-la-funcion-de-la-organizacion-revolucionaria [95] ) y sobre su estructura y modo de operación (Revista Internacional No. 33 https://es.internationalism.org/revista-internacional/198302/2127/estructura-y-funcionamiento-de-la-organizacion-revolucionaria [96] ).
[22] Ver La noción de Fracción en la historia del movimiento obrero, https://es.internationalism.org/revista-internacional/201603/4148/la-nocion-de-fraccion-en-la-historia-del-movimiento-obrero-1a-part [97]
Adjunto | Tamaño |
---|---|
![]() | 98.36 KB |
Hace justo cien años estábamos viviendo el momento central de la oleada revolucionaria mundial, concretamente la revolución en Alemania que tenía lugar un año después de la toma del poder político por parte del proletariado en Rusia en octubre de 1917. Y si ya saludamos este hecho en nuestra prensa dedicándole un Manifiesto[1], en esta ocasión queremos llamar la atención de nuestros lectores sobre la tentativa de revolución en Alemania, sobre la que publicamos un artículo en este número de la Revista Internacional, "Revolución en Alemania: hace 100 años, el proletariado hizo temblar a la burguesía”[2]. Esta fracción del proletariado alemán se lanzó también al asalto del cielo lavando con su lucha de clases heroica y solidaria toda la hediondez e infamia de la carnicería imperialista, para poner fin a la barbarie capitalista. Como sucediera en Rusia, la clase obrera creó en Alemania, Consejos Obreros, organismos para la unificación de todos los trabajadores y de la futura toma del poder político. Puesto que estalló en el país más industrializado del mundo capitalista, con la clase obrera más numerosa, la revolución en Alemania presentaba potencialmente una oportunidad de romper el aislamiento del poder proletario en Rusia y de extensión de la revolución a Europa. La burguesía no se confundió al poner fin a la guerra imperialista con la firma del armisticio del 11 de noviembre de 1918, ya que la prosecución de la guerra significaba precisamente un factor de radicalización de las masas, y de desmitificación de todas las fracciones de la burguesía, y sobre todo las de “izquierdas”, como ya se había visto en Rusia en los meses posteriores a la revolución de febrero de 1917. Además, cuando la mayor parte de los partidos de derechas del aparato de Estado se hallaban en plena dislocación a causa del desastre militar, la burguesía alemana supo aferrarse a la traidora socialdemocracia para debilitar y aplastar a la revolución y a la clase obrera en Alemania. Esta es una enseñanza fundamental para la revolución del futuro que habrá de enfrentarse a todas las fracciones de la izquierda y la extrema izquierda del capital que éstas harán todo lo posible para derrotar al proletariado. La CCI ha dedicado numerosos artículos a la revolución en Alemania, incluyendo dos series que recomendamos a nuestros lectores[3].
El fracaso de la revolución en Alemania significó también el de la oleada revolucionaria mundial de 1917-23. Desencadenó un profundo período de contrarrevolución que abrió las puertas al estallido de la barbarie capitalista, en particular con la Segunda Guerra Mundial, que batió todos los siniestros récords de barbarie de la Primera Guerra Mundial. Pero, a diferencia de lo que sucedió al final de ésta, en esta ocasión el proletariado, aplastado física e ideológicamente, no fue capaz de reaccionar en su terreno de clase con levantamientos revolucionarios. Es más, el retroceso de su conciencia continuó profundizándose en las dos décadas siguientes, hasta que los acontecimientos de mayo de 1968 pusieron de manifiesto un profundo cambio del clima social: nuevas generaciones de proletarios, que a diferencia de sus predecesoras no habían resultado aplastadas por la contrarrevolución, y alentados por las primeras manifestaciones de la crisis abierta del capitalismo, se atrevieron a poner en cuestión el encuadramiento de las luchas por parte de los partidos estalinistas y los sindicatos. Fue así como el proletariado retomaba por fin el camino del desarrollo de su lucha y su conciencia. En este número publicamos un artículo "Sobre nuestras reuniones públicas en el quincuagésimo aniversario del 68 de mayo. ¿significó éste el final de casi medio siglo de contrarrevolución?"[4], en el que argumentamos por qué decimos sí a esta pregunta. La redacción de este artículo ha estado sobre todo motivada por el hecho de que en estas Reuniones Públicas hemos observado, entre muchos de los asistentes a ellas, que existían dos dificultades. Por un lado, "un insuficiente conocimiento de cómo fue el período de contrarrevolución mundial que se abrió con la derrota de la primera oleada revolucionaria, y, por lo tanto, una dificultad para comprender realmente el significado de ese período para la clase obrera y su lucha”. Pero también hemos apreciado una dificultad para captar la dinámica general del período abierto con mayo 68 de mayo, habida cuenta de las manifestaciones muy reales de la barbarie capitalista y de la descomposición de esta sociedad, que a veces dificultan darse cuenta de que la lucha de clases persiste y de posibilidades futuras de desarrollo de ésta.
Precisamente, en este número de la Revista, continuamos el trabajo de balance de la evolución de la sociedad desde mayo 68 que ya iniciamos en el número anterior con un artículo dedicado a la evolución y el empeoramiento de la crisis económica desde 1968: "Cincuenta años después de mayo de 1968, el hundimiento en la crisis económica". En la conclusión de dicho artículo señalamos ya que "Una cosa es demostrar que teníamos razón al predecir la reaparición de la crisis económica iniciada en 1969, y dar un marco de análisis que permita comprender por qué esta crisis sería de larga duración; pero es tarea más difícil mostrar que nuestra predicción de una reanudación de la lucha de clases internacional también se ha visto confirmada”. A este último objetivo dedicamos en este número el segundo artículo de esta serie: "Cincuenta años desde mayo 1968, los avances y retrocesos de la lucha de clases". En cuanto al período comprendido entre 1968 y finales de los años 80, y respecto a la evolución de la relación de fuerzas entre las clases el artículo destaca la existencia de: "Veinte años de luchas que impidieron la marcha hacia la guerra y que, además, vieron desarrollos importantes en la conciencia de clase", pero que no permitieron sin embargo que la clase obrera "desarrollara la perspectiva de la revolución, para plantear su propia alternativa política a la crisis del sistema". Durante estos 20 años, "la burguesía no fue capaz de infligir una derrota histórica decisiva a la clase obrera, ni de movilizarla para una nueva guerra mundial". De ello ha resultado una especie de bloqueo histórico entre clases en el que, carente de salida y siempre hundido en una crisis económica muy duradera, el capitalismo empezó a pudrirse de raíz, y que ese pudrimiento afectaba a la sociedad capitalista en todos los niveles. Este diagnóstico fue tajantemente confirmado por el colapso del bloque del Este, lo que, a su vez, supuso una considerable aceleración del proceso de descomposición a escala mundial[5].
A continuación, las campañas propagandísticas de la burguesía mundial sobre la muerte del comunismo, sobre la imposibilidad de que la clase obrera pudiera ofrecer una alternativa viable al capitalismo, han asestado nuevos golpes a la capacidad de la clase obrera internacional – y especialmente la de los países centrales del sistema- para generar una perspectiva política. Tanto es así que el resultado ha sido el de una situación de profundo retroceso de la lucha de clases[6]. En las últimas tres décadas, este declive de la conciencia en la clase obrera no sólo ha continuado, sino que se ha profundizado, provocando una especie de amnesia hacia lo que se aprendió y se avanzó en el período 1968-1989, cuando, además, el clima social de descomposición y extensión de la barbarie de la guerra a todo el planeta suponen un contexto muy desfavorable. Nunca han sido tan grandes los peligros para la humanidad: "La decadencia del capitalismo y la descomposición amplifican, desde luego, el riesgo de que la base objetiva para una nueva sociedad pueda quedar definitivamente destruida si la descomposición avanza más allá de cierto punto". Debemos afrontarlo con lucidez: "Debemos enfrentarnos a la realidad de todas estas dificultades e identificar las consecuencias políticas de la lucha por cambiar la sociedad”. La clase obrera no ha dicho su última palabra: "Pero, desde nuestro punto de vista, si bien el proletariado no puede evitar la dura escuela de las derrotas, las crecientes dificultades e incluso las derrotas parciales no han llegado todavía al punto de significar una derrota histórica de la clase y la desaparición de la posibilidad del comunismo (...) Incluso en su etapa terminal, el capitalismo sigue produciendo las fuerzas que pueden servir para derrocarlo. En palabras del Manifiesto Comunista de 1848, ‘lo que la burguesía produce, sobre todo, es su propio sepulturero’".
Como parte de nuestro seguimiento de la evolución de las tensiones imperialistas, publicamos un Informe sobre la situación imperialista[7] que aprobamos en junio de 2018. Desde entonces, los acontecimientos han confirmado muy claramente una idea principal de este informe, a saber, que los Estados Unidos se han convertido en el principal propagador de la tendencia hacia el "cada uno a la suya” a nivel mundial, hasta el punto de destruir los instrumentos de su propio "orden mundial". Un ejemplo fue la visita de Trump a Europa para la Cumbre de la OTAN en junio de 2018[8]. En esa ocasión se dedicó a proferir amenazas que le situaban en una situación de conflicto contra quienes hasta el presente han defendido los intereses imperialistas mundiales del capital estadounidense. El tenor de esas amenazas es que, si los “aliados” europeos no aumentaran sus presupuestos militares de acuerdo con las exigencias norteamericanas, Estados Unidos podría actuar por su cuenta e incluso abandonar la OTAN. Por eso mismo el resultado de dicha cumbre de la OTAN fue el de incentivar la determinación de sus miembros europeos de aumentar sus gastos militares y.… ganar margen de maniobra fuera de la zona de control de los Estados Unidos. Los ultimátum de Trump fueron un buen pretexto para acelerar este proceso, reforzando las ambiciones europeas de desarrollar nuevas estructuras militares dentro o fuera de la UE, en particular entre Francia y Alemania, pero también con el Reino Unido (independientemente de Brexit). En el mismo informe, señalamos sobre los USA también que: "Su alianza, aparentemente paradójica, con Israel y Arabia Saudí conduce a una nueva configuración de fuerzas en Oriente Medio (con un creciente acercamiento entre Turquía, Irán y Rusia) y acrecienta el peligro de una desestabilización general de la región, de más enfrentamientos entre las principales alimañas y de guerras sangrientas más extendidas". Esto acaba de verse confirmado en la crisis desencadenada por el asesinato del periodista Jamal Khashoggi en el consulado saudí de Estambul. La reacción de franceses, alemanes, americanos, han mostrado su apoyo a Ankara, poniendo un afán diferente cada uno de ellos, ajustado a sus propios intereses imperialistas y económicos inmediatos. Igualmente "el ascenso de ‘hombres fuertes’ y de una retórica beligerante” que también se describe en este informe, se ha manifestado nuevamente con la nominación de un presidente de extrema derecha, Bolsonaro, en las recientes elecciones en Brasil.
Republicamos el artículo “Salud a Socialismo o Barbarie” extraído del nº 43, de junio/julio 1949, de la publicación Internationalisme, y que supuso la toma de posición de este grupo ante el primer número de la revista Socialismo o Barbarie. Este artículo lleva por título "Castoriadis, Munis y el problema de la ruptura con el trotskismo”[9] y forma parte de la serie “El Comunismo esta al orden del día de la historia”. La Fracción Francesa de la Izquierda Comunista Internacional, y luego la Izquierda Comunista de Francia (GCF), estaban, desde luego, sumamente interesados en discutir con todos los grupos proletarios internacionalistas que habían sobrevivido a la guerra. Aunque caracterizó al trotskismo oficial como un apéndice al estalinismo, Internationalisme estaba abierto a la posibilidad de que los grupos que salían del trotskismo - siempre y cuando se hubieran separado completamente de sus posiciones y prácticas contrarrevolucionarias (como abandonar del internacionalismo, o postular una transformación social que quedaba sin embargo dentro de los límites del capitalismo) - pudieran evolucionar en una dirección positiva.
Este artículo de Internationalisme es un buen ejemplo del método utilizado por la GCF en sus relaciones con los sobrevivientes del naufragio del trotskismo tras la Segunda Guerra Mundial: una bienvenida fraternal a un nuevo grupo que la GCF reconoce como claramente perteneciente al campo revolucionario, a pesar de las muchas diferencias en el método y la visión entre ambos grupos. Pero, al mismo tiempo, sin hacerse ilusiones y siendo plenamente conscientes de que la pesada herencia del trotskismo seguiría teniendo un influjo negativo sobre estos elementos durante mucho tiempo, y podría resulto incluso fatal si no se cuestionan en profundidad sus orígenes. Este enfoque, que sigue siendo válido hoy en día, es también el del CCI. La segunda parte de este artículo ya se puede leer en nuestra página web. Trata específicamente de las cicatrices dejadas por el trotskismo en quienes, después de abandonarlo, están verdaderamente del lado de la revolución proletaria, como fue el caso, sólo durante un tiempo en Castoriadis, o durante toda su vida en Munis.
La redacción (02 11 2018).
[1] “Manifiesto de la Corriente Comunista Internacional sobre la revolución de octubre 1917 en Rusia”, en Revista Internacional nº 159. https://es.internationalism.org/accion-proletaria/201710/4237/manifiesto-de-la-corriente-comunista-internacional-sobre-la-revolucion [102]
[2] Ver https://es.internationalism.org/content/4376/revolucion-en-alemania-hace-100-anos-el-proletariado-hizo-temblar-la-burguesia [103]
[3] La más reciente es “Hace 90 años de la Revolución en Alemania”, una serie de 5 artículos, el primero de ellos publicado en la Revista Internacional nº 133, y el último en la nº 137. Otra serie “Revolución alemana” de 13 artículos se público entre la Revista Internacional nº 81 y la nº 99. Esta a la disposición de los lectores una Lista completa de artículos que hemos publicado sobre la tentativa revolucionaria en Alemania. Ver https://es.internationalism.org/content/4373/lista-de-articulos-sobre-la-tentativa-revolucionaria-en-alemania-1918-23 [104]
[4] Ver https://es.internationalism.org/content/4383/acerca-de-nuestras-reuniones-publicas-en-el-50-aniversario-de-mayo-del-68 [84]
[5] Ver las Tesis sobre la Descomposición, /revista-internacional/200510/223/la-descomposicion-fase-ultima-de-la-decadencia-del-capitalismo [33]
[6] Esto ya lo anunciamos claramente en enero de 1990 en el artículo Derrumbe del Bloque del Este: Dificultades en aumento para el proletariado, https://es.internationalism.org/revista-internacional/199001/3502/derrumbe-del-bloque-del-este-dificultades-en-aumento-para-el-prole [105]
[7] Ver https://es.internationalism.org/content/4350/analisis-de-la-evolucion-reciente-de-las-tensiones-imperialistas [106]
[8] Ver en nuestra página web: “Trump en Europa. Una expresión del caos capitalista”, https://es.internationalism.org/content/4352/trump-en-europa-una-expresion-del-caos-capitalista [107]
Adjunto | Tamaño |
---|---|
![]() | 139.91 KB |
Un título así puede parecer hoy muy curioso de tanto como ha caído en el olvido aquel inmenso acontecimiento histórico. La burguesía ha logrado borrarlo de la memoria obrera. Y eso que en 1918, todas las miradas estaban puestas en Alemania, unas miradas esperanzadas para el proletariado, horrorizadas para la burguesía.
La clase obrera acababa de tomar el poder en Rusia: octubre de 1917, los soviets, los bolcheviques, la insurrección.... Sin embargo, como escribe Lenin: "La Revolución Rusa es sólo un destacamento del ejército socialista mundial, y el éxito y el triunfo de la revolución que hemos logrado depende de la acción de ese ejército. Es un hecho que ninguno de nosotros olvida (...). El proletariado ruso es consciente de su aislamiento revolucionario y ve claramente que su victoria tiene como condición indispensable y premisa fundamental la intervención unida de los obreros de todo el mundo". "("Informe a la Conferencia de los Comités de Fábrica de la Provincia de Moscú", 23 de julio de 1918).
Alemania es el “cerrojo” entre el Este y el Oeste. Una revolución victoriosa en ese país y se abre la puerta de la lucha de clases al resto del viejo continente, extendiéndose las llamaradas revolucionarias por Europa. Ninguna burguesía quiere que tal puerta "se descerraje". Por eso la clase dominante concentrará en ella todo su odio acompañado de las trampas más sofisticadas: la revolución del proletariado en Alemania fue el mayor reto para el éxito o el fracaso de la revolución mundial que se había iniciado en Rusia.
1914. Se desata la guerra mundial. Le siguen cuatro años, durante los cuales el proletariado soportó la peor carnicería de la historia de la humanidad hasta entonces: trincheras, gas, hambre, millones de muertos.... Cuatro años en que los sindicatos y la socialdemocracia se aprovecharon de su glorioso pasado proletario -que traicionaron en 1914 para dar su vergonzoso apoyo al esfuerzo bélico de la burguesía- y de la confianza depositada en ellos por los obreros en nombre de ese mismo pasado, para imponerles los peores sacrificios y justificar el esfuerzo bélico.
Durante esos cuatro años, sin embargo, también la clase obrera desarrolla gradualmente su lucha. En todas las ciudades, las huelgas y los disturbios en el ejército siguen aumentando. Por supuesto, por otro lado, la burguesía no permanece inerte, incluso toma represalias feroces. Los líderes de las fábricas, delatados por los sindicatos, son arrestados. Los soldados son ejecutados por indisciplina o deserción.
1916. El 1º de mayo, Karl Liebknecht clama: "¡Abajo la guerra! ¡Abajo el gobierno!". Encarcelan a Rosa Luxemburgo, al igual que a otros revolucionarios: Meyer, Eberlein, Mehring[1] (¡entonces de 70 años!). Karl Liebknecht[2] es enviado al frente. Pero la represión no es suficiente para silenciar el descontento... ¡al contrario! Hay cada vez más disturbios en las fábricas.
1917. Los sindicatos son cada vez más criticados. Aparecen los Obleute, delegados de fábrica, compuestos principalmente por delegados sindicales "de base" que han roto con la gestión de las centrales sindicales. Especialmente los obreros en Alemania se inspiran del arrojo de sus hermanos de clase del Este, del aliento de la Revolución de Octubre cuyo calor se siente cada vez más.
1918. La burguesía alemana es consciente del peligro, sabe que, ante todo, el atolladero de la guerra debe cesar. Pero la parte más atrasada de la clase dominante, proveniente de la aristocracia, y en particular de la aristocracia militar, no entiende la maniobra y sus intereses políticos, rechazando todo acuerdo de paz o toda derrota. En concreto, en noviembre, los oficiales de la Marina, con base en Kiel, se negaron a rendirse sin luchar, prefiriendo morir "por honor".... ¡con sus soldados, por supuesto! Los marineros se amotinan en varios buques, y en muchos de ellos también ondea la bandera roja. A los barcos "no gangrenados" se les ordena entonces disparar. Los amotinados se rinden, negándose a volver sus armas contra sus hermanos y hermanas de clase. Esto los expone a la pena de muerte. En solidaridad con los condenados, una ola de huelgas se extiende, afectando a los marineros y luego a los obreros de Kiel. Inspirada por la Revolución de Octubre, la clase obrera toma el control de sus luchas y crea los primeros consejos de marineros y obreros. La burguesía llamó entonces a uno de sus más leales perros guardianes: la socialdemocracia. Así, Gustav Noske, líder del SPD, especialista en asuntos militares y en el "mantenimiento de la moral de la tropa" (¡sic!), fue enviado a la zona para calmar y sofocar el movimiento. Pero ya era demasiado tarde, los consejos de soldados difunden sus demandas: un movimiento espontáneo se extiende a otras ciudades portuarias, luego a los principales centros obreros del Ruhr y Baviera. La extensión geográfica de las luchas está en marcha. Noske ya no puede actuar de cara. El 7 de noviembre, el Consejo Obrero de Kiel llama a la revolución, proclamando: "El poder está en nuestras manos". El 8 de noviembre, casi todo el noroeste de Alemania está en manos de los consejos obreros. Al mismo tiempo, en Baviera y Sajonia, los acontecimientos impulsan a la dimisión a los pequeños caciques locales. En todas las ciudades del Imperio alemán, desde Metz hasta Berlín, se van extendiendo los consejos obreros.
Es precisamente la generalización de ese modo de organización política, verdadero motor de la lucha de clases, lo que hace temblar a la burguesía. La organización de la clase en consejos obreros con representantes elegidos, responsables ante la asamblea y revocables en cualquier momento, es un modo de organización muy dinámico. Es nada menos que la expresión de un verdadero proceso revolucionario. Es el lugar donde toda la clase obrera, de manera unitaria, discute sobre su lucha y el control de la sociedad, sobre la perspectiva revolucionaria. La experiencia de 1917 ha hecho que la burguesía lo haya entendido muy bien. Por eso empieza a pudrir estos consejos obreros desde dentro, aprovechando las todavía muy grandes ilusiones que la clase obrera alberga hacia su antiguo partido, el SPD. Noske resulta elegido a la cabeza del Consejo Obrero de Kiel. Esta debilidad de nuestra clase tendrá consecuencias trágicas en las semanas siguientes.
Por ahora, sin embargo, en la mañana del 9 de noviembre de 1918, la lucha sigue desarrollándose. En Berlín, los obreros se movilizan y pasan delante de los cuarteles para llamar a los soldados a que se unan a su causa y delante de las cárceles para liberar a sus hermanos de clase. La burguesía es consciente de que la paz debe ser inmediata y que el régimen del Káiser debe caer. Ha aprendido de los errores de la burguesía rusa. El 9 de noviembre de 1918, Guillermo II es depuesto. El 11 de noviembre se firma el armisticio.
La lucha obrera en Alemania precipitó el fin de la guerra, pero fue la burguesía la que firmó el tratado de paz utilizando este hecho para ir contra la revolución.
He aquí un resumen muy breve de la relación de fuerzas al comienzo de la guerra civil en noviembre de 1918:
- Por un lado, la clase obrera es altamente combativa. Supo extender los consejos de obreros por todo el país muy rápidamente. Pero alberga todavía muchas ilusiones sobre su antiguo partido, el SPD; incluso deja que semejantes traidores ocupen las más altas responsabilidades en sus consejos, como Noske en Kiel. Las organizaciones revolucionarias, los espartaquistas y los diferentes grupos de la izquierda revolucionaria, dirigen la lucha política, asumen su papel de orientación de las luchas, afirman la necesidad de construir un puente hacia la clase obrera en Rusia, desenmascaran las maniobras y el trabajo de sabotaje de la burguesía, reconocen el papel fundamental de los consejos obreros.
- Por otro lado, la burguesía alemana, una burguesía muy experimentada y organizada, es consciente de la eficacia que el arma del SPD tiene en sus manos. Sacando lecciones de los acontecimientos en Rusia, identificó claramente el peligro de que la guerra continuara y de que emergieran los consejos obreros. Por lo tanto, toda la labor de zapa realizada por el SPD será la de interferir en el proceso revolucionario desviando la lucha hacia la democracia burguesa. Para ello, la burguesía atacará en todos los frentes: desde la propaganda calumniosa hasta la represión más feroz y las múltiples provocaciones.
Y así el SPD se apropia de la consigna de la revolución: "fin de la guerra" y aboga por "la unidad del partido", haciéndolo todo para que se olvide su papel de primer plano en la marcha hacia la guerra. Al firmar el tratado de paz, el SPD explota las debilidades del proletariado, inocula el veneno democrático y deja de lado lo que era más insoportable para los obreros: la guerra y sus desastres, el hambre. Y, para no hacer las cosas a medias, la socialdemocracia encuentra un chivo expiatorio adecuado: la aristocracia militar y la monarquía.
Pero el mayor peligro para la burguesía siguen siendo los consejos y la consigna, llegada de Rusia, de "Todo el poder a los sóviets". La revocabilidad de los delegados era un verdadero problema para la burguesía, porque permitía que los consejos se renovaran constantemente y se radicalizaran. Y así, los consejos sufrieron el asalto de los fieles representantes del SPD, utilizando las ilusiones todavía existentes sobre el viejo partido "obrero". Los consejos se ven así gangrenados desde dentro, vaciados de su sustancia, por líderes conocidos del SPD (Noske en Kiel, Ebert en Berlín) o no. El veneno democrático se vierte en ellos, en particular con el apoyo al proyecto de elección de una asamblea constituyente. El objetivo es claro: neutralizar los consejos obreros eliminando su carácter revolucionario. El Congreso Nacional de Consejos celebrado en Berlín el 16 de diciembre de 1918 es el mejor ejemplo:
- los delegados de los soldados están sobrerrepresentados en comparación con los delegados obreros, que generalmente estaban mucho más a la izquierda que los soldados (1 delegado por cada 100.000 soldados en el primer caso, 1 por cada 200.000 habitantes en el segundo);
- a la delegación rusa se le niega el acceso al congreso, o sea… ¡fuera el internacionalismo!
- se prohíbe el acceso al congreso a los no obreros, es decir, cada miembro aparece con su profesión, de modo que a los miembros de la Liga Espartaco no se les deja entrar (en particular Rosa Luxemburgo y Karl Liebknecht)… ¡Fuera la izquierda revolucionaria! ¡Ni siquiera la presión de unos 250.000 manifestantes hará doblegar al congreso!
El sistema de consejos es una agresión contra el capitalismo y su funcionamiento democrático. La burguesía es plenamente consciente de ello. Por eso actúa así, desde dentro. Pero también sabe que el tiempo no juega en su favor y que la imagen del SPD se está deteriorando. La revocabilidad de los delegados elegidos es un peligro demasiado grande para el SPD, que intenta mantener el control de la situación. Y así tuvo que precipitar los acontecimientos, mientras que el proletariado necesitaba tiempo para madurar y desarrollarse políticamente.
Paralelamente a esas maniobras ideológicas, al día siguiente del 9 de noviembre, Ebert y el SPD establecen acuerdos secretos con el ejército para aplastar la revolución. Multiplican las provocaciones, las mentiras y las calumnias para conducir a la confrontación militar. Mentiras y calumnias, especialmente contra la Spartakusbund, la cual, dicen, "asesina, saquea y llama a los obreros a que derramen de nuevo su sangre...". A lo que están llamando es a asesinar a Liebknecht y Luxemburgo. Crean un "ejército blanco": los Freikorps, o cuerpos francos, formados por soldados quebrantados y traumatizados por la guerra que ya sólo vivían del odio ciego como único desahogo.
A partir del 6 de diciembre de 1918, se lanzaron amplias ofensivas contrarrevolucionarias:
- ataque al cuartel general del periódico de Espartaco: Die Rote Fahne (Bandera Roja),
- intentos de detener a los miembros del órgano ejecutivo de los consejos obreros,
- intento de asesinato de Karl Liebknecht,
- escaramuzas sistemáticas durante las manifestaciones obreras
- campaña mediática de calumnias y ofensiva militar contra la Volksmarinedivision (división de la marina del pueblo), compuesta por marineros armados que habían marchado desde los puertos de la costa hacia la capital para extender la revolución y actuar en su defensa.
Pero lejos de asustar al proletariado en marcha, todo eso sólo refuerza la ira de los obreros y arma las manifestaciones de réplica a la provocación. La respuesta es: ¡solidaridad de clase!, y tras esta consigna, el 25 de diciembre de 1918, la manifestación más masiva desde el 9 de noviembre. Cinco días después, se funda en Berlín el KPD, Partido Comunista de Alemania.
Frente a esos fracasos, la burguesía aprende y se adapta rápidamente. A finales de diciembre de 1918, comprende que atacar de frente a las grandes figuras revolucionarias le es contraproducente pues fortalece la solidaridad de clase. Decide entonces propalar rumores y calumnias, a la vez que evita enfrentamientos armados directos y maniobra contra personajes menos conocidos. Luego apunta hacia el jefe de policía de Berlín, Emil Eichhorn, que había sido elegido a la cabeza de un comité de soldados en Berlín. Fue destituido del cargo por el gobierno burgués el 4 de enero. Esto se sintió inmediatamente como una agresión por parte de los obreros de la ciudad. El proletariado berlinés reacciona masivamente el 5 de enero de 1919: 150.000 personas llenan las calles, lo que incluso sorprende a la burguesía. Pero esto no impedirá que la clase obrera caiga en la trampa de la insurrección prematura. Y a pesar de que el movimiento no fue seguido en otras partes de Alemania, donde Eichhorn era un desconocido, y ante la euforia del momento, el comité revolucionario provisional[3], en el que están Pieck y Liebknecht, decide esa misma noche lanzar la insurrección armada, en contra de las decisiones del Congreso del KPD. Las consecuencias de esta improvisación son dramáticas: salidos en masa a la calle, los obreros permanecen en ella, sin instrucciones, sin un objetivo preciso y en la mayor confusión. Peor aún, los soldados se negaron a participar en la insurrección, lo cual rubricó su fracaso. Frente a ese error de análisis y a la peligrosa situación que de él se deriva, Rosa Luxemburgo y Leo Jogiches defienden la única posición válida para evitar un baño de sangre: continuar la movilización armando al proletariado y llamándolo a rodear los cuarteles hasta que los soldados se movilicen a favor de la revolución. Esta posición se argumenta con el análisis correcto de que aunque el equilibrio político del poder no está a favor del proletariado en Alemania, a principios de enero de 1919, el equilibrio militar del poder sí es favorable a la revolución (al menos en Berlín).
Pero en lugar de intentar armar a los obreros, el "comité provisional" se pone a negociar con el gobierno al que acababa de declarar derrocado. A partir de entonces, el tiempo ya no juega a favor del proletariado, sino a favor de la contrarrevolución.
El 10 de enero de 1919, el KPD pide a Liebknecht y Pieck que dimitan. Pero el daño está hecho. Le sigue la "semana sangrienta" o "semana de Espartaco". El "golpe comunista" se ve frustrado "por los héroes de la libertad y la democracia". El terror blanco se instala. Los cuerpos francos persiguen a los revolucionarios por toda la ciudad y las ejecuciones sumarias se vuelven sistemáticas. En la noche del 15 de enero, Rosa Luxembourgo y Liebknecht fueron secuestrados por la milicia y asesinados de inmediato. En marzo de 1919, les ocurrirá lo mismo a Leo Jogiches y a cientos de militantes de la izquierda revolucionaria.
¿Cuál es el sentido de ese dramático fracaso? Ya sólo los acontecimientos de enero de 1919 contienen todos los factores que llevaron a la derrota de la revolución: por un lado, una burguesía inteligente maniobrando y, por otro, una clase obrera todavía ilusionada por la socialdemocracia, y un partido comunista insuficientemente organizado, a pesar de los esfuerzos por darle una base programática sólida. De hecho, el KPD estaba bastante desorientado, era demasiado joven (lo forman muchos camaradas jóvenes, los mayores desaparecieron con la guerra o la represión), carece de experiencia, carece de unidad y es incapaz de dar una dirección clara a la clase obrera.
A diferencia de los bolcheviques, con una continuidad histórica desde 1903, y la experiencia de la revolución de 1905 y de los consejos obreros, la izquierda revolucionaria alemana, una minoría muy pequeña dentro del SPD, tuvo que enfrentarse a la traición de éste en agosto de 1914, y luego construir apresuradamente un partido al calor de los acontecimientos. El KPD fue fundado el 30 de diciembre de 1918 con la base de la Spartakusbund y los Comunistas Internacionales de Alemania (IKD). Durante la conferencia de fundación, la mayoría de los delegados se pronuncia muy claramente en contra de la participación en las elecciones burguesas y rechaza los sindicatos. Sin embargo, se subestima en gran medida la cuestión de la organización. La comprensión del partido no está a la altura de lo que está entonces en juego.
Esa subestimación llevará a la toma de decisión de la insurrección armada de Liebknecht y otros camaradas a un nuevo análisis del partido, sin un método claro de análisis de la evolución de la relación de fuerzas. Hay una ausencia de una toma de decisiones centralizada. Es, en efecto, la inexistencia previa de un partido mundial (la IC no se fundará hasta dos meses más tarde, en marzo de 1919) lo que se refleja en la falta de preparación del KPD en tal contexto, lo cual conducirá a la tragedia. En pocas horas, la relación de fuerzas se invirtió: llegó el siniestro tiempo en que la burguesía iba a desplegar su terror blanco.
Sin embargo, las huelgas no cesan. De enero a marzo de 1919, la huelga de masas surge espectacular. Pero al mismo tiempo la burguesía continúa con su sucia labor: ejecuciones, rumores, calumnias... el terror aplasta gradualmente al proletariado. A la vez que, en febrero, surgen huelgas masivas por toda Alemania, el proletariado de Berlín, corazón de la revolución, aturdido por su derrota de enero, ya no es capaz de seguir. Y cuando finalmente se pone a andar, es demasiado tarde. Las luchas en Berlín y en el resto de Alemania no lograrán unirse. Al mismo tiempo, el KPD "decapitado" se ve abocado a la ilegalidad, de tal modo que en las oleadas de huelgas de febrero a abril de 1919, no pudo desempeñar su papel decisivo. Su voz está casi asfixiada por el capital. Si el KPD hubiera tenido la oportunidad de desenmascarar la provocación de la burguesía durante la semana de enero y evitar que los obreros cayeran en la trampa, el movimiento seguramente habría tenido un resultado completamente diferente.... Se caza a los comunistas por todas partes. La comunicación entre lo que queda de los órganos centrales y los delegados locales o regionales del KPD se rompe a menudo. En la conferencia nacional del 29 de marzo de 1919, se observó que "las organizaciones locales son atacadas permanentemente por agentes provocadores".
La revolución en Alemania es sobre todo el movimiento de huelga de masas del proletariado, que se extendió geográficamente, que supo oponer la solidaridad obrera a la barbarie capitalista, que recuperó las lecciones de octubre de 1917 y se organizó en consejos obreros. La revolución en Alemania es también la lección de la necesidad de un Partido Comunista internacional centralizado, con bases organizativas y programáticas claras, sin las cuales el proletariado no podrá frustrar el maquiavelismo de la burguesía. La revolución en Alemania fue también la capacidad de las burguesías de unirse contra el proletariado con su arsenal de maniobras, mentiras y manipulaciones de todo tipo: es el hedor de un mundo agónico que se niega a extinguirse. Es la trampa mortal de las ilusiones sobre la democracia. Es la destrucción implacable desde dentro de los consejos obreros. Aunque los acontecimientos de 1919 fueron decisivos, las brasas aún ardientes de la revolución alemana no se apagaron durante varios años. Pero a escala histórica, las consecuencias de aquella derrota fueron dramáticas para la humanidad: el ascenso del nazismo en Alemania, el estalinismo en Rusia, la marcha hacia la Segunda Guerra Mundial bajo las banderas del antifascismo. Todos esos acontecimientos de pesadilla pueden atribuirse al fracaso de la oleada revolucionaria, entre 1917 y 1923, que había sacudido el orden burgués sin poder derrocarlo de una vez por todas. Eso es lo que la revolución en Alemania en 1918 es para nosotros, una fuente de inspiración y lecciones para las luchas futuras del proletariado. Porque, como escribió Rosa Luxemburgo en vísperas de su asesinato por la soldadesca de la socialdemocracia: “¿Qué nos enseña toda la historia de las revoluciones modernas y del socialismo? La primera llamarada de la lucha de clases en Europa, el levantamiento de los tejedores de seda de Lyon en 1831, acabó con una severa derrota. El movimiento cartista en Inglaterra también acabó con una derrota. La insurrección del proletariado de París, en los días de junio de 1848, finalizó con una derrota asoladora. La Comuna de París se cerró con una terrible derrota. Todo el camino que conduce al socialismo -si se consideran las luchas revolucionarias- está sembrado de grandes derrotas. (...) ¡Dónde estaríamos nosotros hoy sin esas "derrotas", de las que hemos sacado conocimiento, fuerza, idealismo! Hoy, (…) nos apoyamos directamente en esas derrotas y no podemos renunciar ni a una sola de ellas, todas forman parte de nuestra fuerza y nuestra claridad en cuanto a las metas a alcanzar. (...) Las revoluciones (…) no nos han aportado hasta ahora sino graves derrotas, pero esas derrotas inevitables han ido acumulando una tras otra la necesaria garantía de que alcanzaremos la victoria final en el futuro. ¡Pero con una condición! Es necesario indagar en qué condiciones se han producido en cada caso las derrotas. (...)"¡El orden reina en Berlín!", ¡esbirros estúpidos! Vuestro orden está edificado sobre arena. La revolución, mañana ya "se elevará de nuevo con estruendo hacia lo alto" y proclamará, para terror vuestro, entre sonido de trompetas: ¡Fui, soy y seré!
CCI, 29 de octubre de 2018
[1] Los tres pertenecían a la minoría del SPD que se negó a votar los créditos de guerra y su unieron a la Liga Espartaquista (Spartacusbund).
[2] Él y Rosa Luxemburgo, fueron los dos dirigentes de la Liga Espartaquista más conocidos y perseguidos.
[3] El 5 de enero, Obleutes (delegados) revolucionarios, miembros de la dirección del USPD del Gran Berlín, Liebknecht y Pieck del Partido Comunista se reunieron en la prefectura para discutir cómo continuar la acción (...) los representantes de los trabajadores revolucionarios formaron un comité revolucionario provisional de 52 miembros para dirigir el movimiento revolucionario y asumir, si era necesario, todas las funciones gubernamentales y administrativas. La decisión de iniciar la lucha para derrocar al gobierno se tomó en esta reunión a pesar de los seis votos en contra. (Basado en los escritos de Paul Frölich)
Enlaces
[1] https://es.internationalism.org/files/es/pdf/revista_internacional_161.pdf
[2] https://es.internationalism.org/files/es/161-las_rpmayo68.pdf
[3] https://es.internationalism.org/revista-internacional/201804/4294/el-curso-historico
[4] https://es.internationalism.org/revista-internacional/199807/1194/iv-la-plataforma-de-la-internacional-comunista
[5] https://es.internationalism.org/cci/200605/917/el-trotskismo-defensor-de-la-guerra-imperialista
[6] https://www.marxists.org/espanol/luxem/09El%20folletoJuniusLacrisisdelasocialdemocraciaalemana_0.pdf
[7] https://es.internationalism.org/revista-internacional/199601/1786/iii-la-insurreccion-prematura
[8] https://es.internationalism.org/revista-internacional/200904/2536/iv-1918-1919-la-guerra-civil-en-alemania
[9] https://es.internationalism.org/node/2678
[10] https://es.internationalism.org/content/4379/1919-el-ejemplo-ruso-inspira-los-obreros-hungaros-ii-el-abrazo-del-oso-de-la
[11] https://es.internationalism.org/revista-internacional/200010/985/viii-la-comprension-de-la-derrota-de-la-revolucion-rusa-1922-23-las
[12] https://es.internationalism.org/cci/200510/156/la-izquierda-comunista-y-la-continuidad-del-marxismo
[13] https://es.internationalism.org/rm/2008/103_stalin
[14] https://es.internationalism.org/revista-internacional/200608/1053/marc-de-la-revolucion-de-octubre-1917-a-la-ii-guerra-mundial
[15] https://fr.internationalism.org/rinte6/bilan2.htm
[16] https://es.internationalism.org/cci/200602/539/espana-1936-franco-y-la-republica-masacran-al-proletariado
[17] https://es.internationalism.org/revista-internacional/198910/2140/internationalisme-1945-las-verdaderas-causas-de-la-segunda-guerra-
[18] https://fr.internationalism.org/brochure/effondt_stal_III_1
[19] https://es.internationalism.org/revista-internacional/200612/1185/berlin-1948-en-1948-el-puente-aereo-de-berlin-oculta-los-crimenes-
[20] https://es.internationalism.org/revista-internacional/200602/752/al-inicio-del-siglo-xxi-por-que-el-proletariado-no-ha-acabado-aun-c
[21] https://es.internationalism.org/revista-internacional/200612/1141/hungria-1956-une-insurreccion-proletaria-contra-el-estalinismo
[22] https://es.internationalism.org/revista-internacional/201111/3245/al-inicio-del-siglo-xxi-por-que-el-proletariado-no-ha-acabado-aun-
[23] https://es.internationalism.org/revista-internacional/200806/2281/mayo-del-68-y-la-perspectiva-revolucionaria-1a-parte-el-movimiento
[24] https://es.internationalism.org/revista-internacional/200808/2339/mayo-del-68-y-la-perspectiva-revolucionaria-2a-parte-fin-de-la-con
[25] https://www.marxists.org/espanol/trotsky/1932/histrev/tomo1/
[26] https://www.marxists.org/espanol/trotsky/1932/histrev/tomo2/
[27] https://www.marxists.org/espanol/reed/diezdias/index.htm
[28] https://es.internationalism.org/revista-internacional/201005/2865/que-son-los-consejos-obreros-2-parte-de-febrero-a-julio-de-1917-re
[29] https://es.internationalism.org/revista-internacional/201008/2910/que-son-los-consejos-obreros-iii-la-revolucion-de-1917-de-julio-a-
[30] https://es.internationalism.org/content/4347/hace-50-anos-mayo-68-2a-parte-los-avances-y-retrocesos-de-la-lucha-de-clases
[31] https://es.internationalism.org/content/4144/hace-40-anos-la-naciente-democracia-espanola-se-estreno-con-los-asesinatos-de-obreros
[32] https://es.internationalism.org/revista-internacional/198110/2318/un-ano-de-luchas-obreras-en-polonia
[33] https://es.internationalism.org/revista-internacional/200510/223/la-descomposicion-fase-ultima-de-la-decadencia-del-capitalismo
[34] https://es.internationalism.org/revista-internacional/200606/964/tesis-sobre-el-movimiento-de-los-estudiantes-de-la-primavera-de-200
[35] https://es.internationalism.org/content/910/huelga-del-metal-de-vigo-los-metodos-proletarios-de-lucha
[36] https://es.internationalism.org/revista-internacional/201108/3175/las-movilizaciones-de-los-indignados-en-espana-y-sus-repercusiones
[37] https://es.internationalism.org/revista-internacional/201111/3264/movimiento-de-indignados-en-espana-grecia-e-israel-de-la-indignaci
[38] https://es.internationalism.org
[39] https://es.internationalism.org/content/3349/2011-de-la-indignacion-la-esperanza
[40] https://es.internationalism.org/tag/2/29/la-lucha-del-proletariado
[41] https://es.internationalism.org/files/es/informe_sobre_las_tensiones_imperialistas.pdf
[42] https://es.internationalism.org/content/4305/informe-sobre-las-tensiones-imperialistas
[43] https://es.internationalism.org/revista-internacional/201410/4046/militarismo-y-descomposicion
[44] https://es.internationalism.org/tag/3/48/imperialismo
[45] https://es.internationalism.org/files/es/munis.pdf
[46] https://es.internationalism.org/revista-internacional/201804/4300/el-comunismo-esta-al-orden-del-dia-en-la-historia-castoriadis-muni
[47] https://www.marxist.org/francais/general/castoriadis/works/chaulieu_19490228.htm
[48] https://www.marxists.org/francais/general/castoriadis/works/1949/index.htm
[49] https://libcom.org/article/workers-councils-and-economics-self-managed-society-cornelius-castoriadis
[50] https://libcom.org/article/content-socialism-ii-socialisme-ou-barbarie
[51] https://es.internationalism.org/revista-internacional/201603/4151/resolucion-sobre-la-situacion-internacional
[52] https://prol-dissidenten.blogspot.com/2009/02/un-revolucionario-desconocido-biografia.html
[53] https://bataillesocialiste.wordpress.com/pannekoek-1873-1960/
[54] https://en.internationalism.org/213_castoriadis.htm
[55] https://es.internationalism.org/revista-internacional/200608/1028/en-memoria-de-munis-militante-de-la-clase-obrera
[56] https://es.internationalism.org/revista-internacional/199304/1993/documento-nacionalismo-y-antifascismo
[57] https://libcom.org/article/revolutionary-defeatists-greece-world-war-ii-aghis-stinas
[58] https://es.internationalism.org/revista-internacional/200007/772/anarquismo-y-comunismo-los-amigos-de-durruti-lecciones-de-una-ruptu
[59] https://www.marxists.org/archive/munis/1945/03/su-tactics.htm
[60] https://www.marxists.org/espanol/peret/1947_carta_pci.htm
[61] https://libcom.org/library/content-socialism-socialisme-ou-barbarie
[62] https://libcom.org/article/content-socialism-iii-socialisme-ou-barbarie
[63] https://www.marxists.org/espanol/pannekoek/1940s/consejosobreros/index.htm
[64] https://es.internationalism.org/revista-internacional/199404/1858/vii-el-estudio-de-el-capital-y-los-principios-del-comunismo-2a-par
[65] https://libcom.org/library/solidarity-market-marx-adam-buick
[66] https://es.internationalism.org/revista-internacional/201111/3261/decadencia-del-capitalismo-xi-el-boom-de-la-posguerra-no-cambio-el
[67] https://www.marxists.org/archive/pannekoe/1953/socialisme-ou-barbarisme.htm
[68] https://libcom.org/article/1951-barcelona-general-strike
[69] https://www.marxists.org/espanol/munis/oc/tomo3.pdf
[70] https://www.marxists.org/espanol/munis/oc/tomo2.pdf
[71] https://www.marxists.org/francais/general/castoriadis/works/1949/chaulieu_19490500_01.htm
[72] https://www.marxists.org/espanol/munis/oc/tomo1.pdf
[73] https://es.internationalism.org/cci/200602/754/2-una-revolucion-mas-profunda-que-la-revolucion-rusa-de-1917
[74] https://en.internationalism.org/node/2937
[75] https://es.internationalism.org/cci/200602/753/1critica-del-libro-jalones-de-derrota-promesas-de-victoria
[76] https://es.internationalism.org/revista-internacional/201711/4256/22-congreso-de-la-cci-resolucion-sobre-la-situacion-internacional
[77] https://libcom.org/article/castoriadis-cornelius-1922-1997
[78] https://www.inclusivedemocracy.org/journal/pdf%20files/pdf%20vol4/The%20Autonomy%20project%20and%20Inclusive%20Democracy.pdf
[79] https://es.internationalism.org/tag/2/26/la-revolucion-proletaria
[80] https://es.internationalism.org/tag/3/42/comunismo
[81] https://es.internationalism.org/files/es/mayo_68_-_mpp.pdf
[82] https://es.internationalism.org/content/contra-las-mentiras-sobre-mayo-68
[83] https://es.internationalism.org/accion-proletaria/201804/4296/hace-50-anos-mayo-de-1968
[84] https://es.internationalism.org/content/4383/acerca-de-nuestras-reuniones-publicas-en-el-50-aniversario-de-mayo-del-68
[85] https://es.internationalism.org/content/4344/la-renovacion-de-la-izquierda-comunista-uno-de-los-aportes-clave-de-mayo-68
[86] https://es.internationalism.org/revista-internacional/199707/1226/polemica-hacia-los-origenes-de-la-cci-y-del-bipr-i-la-fraccion-ita
[87] https://es.internationalism.org/revista-internacional/199710/1219/polemica-hacia-los-origenes-de-la-cci-y-del-bipr-ii-la-formacion-d
[88] https://es.internationalism.org/revista-internacional/201510/4120/resolucion-sobre-los-grupos-politicos-proletarios-1977
[89] https://es.internationalism.org/revista-internacional/201003/2829/el-sectarismo-una-herencia-de-la-contrarrevolucion-que-hay-que-sup
[90] https://es.internationalism.org/cci-online/200610/1101/el-grupo-comunista-internacionalista-escupe-sobre-el-internacionalismo-prolet
[91] https://es.internationalism.org/revista-internacional/200602/516/para-que-sirve-el-grupo-comunista-internacionalista-gci
[92] https://es.internationalism.org/revista-internacional/200504/69/polemica-con-el-bipr-una-politica-oportunista-de-agrupamiento-que-no
[93] https://es.internationalism.org/cci-online/201108/3183/para-que-sirve-la-fraccion-externa-de-la-cci-de-la-irresponsabilidad-politica
[94] https://www.marxists.org/espanol/m-e/1844/intro-hegel.htm
[95] https://es.internationalism.org/revista-internacional/198204/135/informe-sobre-la-funcion-de-la-organizacion-revolucionaria
[96] https://es.internationalism.org/revista-internacional/198302/2127/estructura-y-funcionamiento-de-la-organizacion-revolucionaria
[97] https://es.internationalism.org/revista-internacional/201603/4148/la-nocion-de-fraccion-en-la-historia-del-movimiento-obrero-1a-part
[98] https://es.internationalism.org/tag/vida-de-la-cci/correspondencia-con-otros-grupos
[99] https://es.internationalism.org/tag/corrientes-politicas-y-referencias/izquierda-comunista
[100] https://es.internationalism.org/tag/historia-del-movimiento-obrero/1968-mayo-frances
[101] https://es.internationalism.org/files/es/presentacion_rint161.pdf
[102] https://es.internationalism.org/accion-proletaria/201710/4237/manifiesto-de-la-corriente-comunista-internacional-sobre-la-revolucion
[103] https://es.internationalism.org/content/4376/revolucion-en-alemania-hace-100-anos-el-proletariado-hizo-temblar-la-burguesia
[104] https://es.internationalism.org/content/4373/lista-de-articulos-sobre-la-tentativa-revolucionaria-en-alemania-1918-23
[105] https://es.internationalism.org/revista-internacional/199001/3502/derrumbe-del-bloque-del-este-dificultades-en-aumento-para-el-prole
[106] https://es.internationalism.org/content/4350/analisis-de-la-evolucion-reciente-de-las-tensiones-imperialistas
[107] https://es.internationalism.org/content/4352/trump-en-europa-una-expresion-del-caos-capitalista
[108] https://es.internationalism.org/content/4363/castoriadis-munis-y-el-problema-de-la-ruptura-con-el-trotskismo-ii
[109] https://es.internationalism.org/tag/2/37/la-oleada-revolucionaria-de-1917-1923
[110] https://es.internationalism.org/files/es/161-1-revolucion_en_alemania.pdf
[111] https://es.internationalism.org/tag/21/367/revolucion-alemana
[112] https://es.internationalism.org/tag/historia-del-movimiento-obrero/1919-la-revolucion-alemana