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Hace justo cien años estábamos viviendo el momento central de la oleada revolucionaria mundial, concretamente la revolución en Alemania que tenía lugar un año después de la toma del poder político por parte del proletariado en Rusia en octubre de 1917. Y si ya saludamos este hecho en nuestra prensa dedicándole un Manifiesto[1], en esta ocasión queremos llamar la atención de nuestros lectores sobre la tentativa de revolución en Alemania, sobre la que publicamos un artículo en este número de la Revista Internacional, "Revolución en Alemania: hace 100 años, el proletariado hizo temblar a la burguesía”[2]. Esta fracción del proletariado alemán se lanzó también al asalto del cielo lavando con su lucha de clases heroica y solidaria toda la hediondez e infamia de la carnicería imperialista, para poner fin a la barbarie capitalista. Como sucediera en Rusia, la clase obrera creó en Alemania, Consejos Obreros, organismos para la unificación de todos los trabajadores y de la futura toma del poder político. Puesto que estalló en el país más industrializado del mundo capitalista, con la clase obrera más numerosa, la revolución en Alemania presentaba potencialmente una oportunidad de romper el aislamiento del poder proletario en Rusia y de extensión de la revolución a Europa. La burguesía no se confundió al poner fin a la guerra imperialista con la firma del armisticio del 11 de noviembre de 1918, ya que la prosecución de la guerra significaba precisamente un factor de radicalización de las masas, y de desmitificación de todas las fracciones de la burguesía, y sobre todo las de “izquierdas”, como ya se había visto en Rusia en los meses posteriores a la revolución de febrero de 1917. Además, cuando la mayor parte de los partidos de derechas del aparato de Estado se hallaban en plena dislocación a causa del desastre militar, la burguesía alemana supo aferrarse a la traidora socialdemocracia para debilitar y aplastar a la revolución y a la clase obrera en Alemania. Esta es una enseñanza fundamental para la revolución del futuro que habrá de enfrentarse a todas las fracciones de la izquierda y la extrema izquierda del capital que éstas harán todo lo posible para derrotar al proletariado. La CCI ha dedicado numerosos artículos a la revolución en Alemania, incluyendo dos series que recomendamos a nuestros lectores[3].
El fracaso de la revolución en Alemania significó también el de la oleada revolucionaria mundial de 1917-23. Desencadenó un profundo período de contrarrevolución que abrió las puertas al estallido de la barbarie capitalista, en particular con la Segunda Guerra Mundial, que batió todos los siniestros récords de barbarie de la Primera Guerra Mundial. Pero, a diferencia de lo que sucedió al final de ésta, en esta ocasión el proletariado, aplastado física e ideológicamente, no fue capaz de reaccionar en su terreno de clase con levantamientos revolucionarios. Es más, el retroceso de su conciencia continuó profundizándose en las dos décadas siguientes, hasta que los acontecimientos de mayo de 1968 pusieron de manifiesto un profundo cambio del clima social: nuevas generaciones de proletarios, que a diferencia de sus predecesoras no habían resultado aplastadas por la contrarrevolución, y alentados por las primeras manifestaciones de la crisis abierta del capitalismo, se atrevieron a poner en cuestión el encuadramiento de las luchas por parte de los partidos estalinistas y los sindicatos. Fue así como el proletariado retomaba por fin el camino del desarrollo de su lucha y su conciencia. En este número publicamos un artículo "Sobre nuestras reuniones públicas en el quincuagésimo aniversario del 68 de mayo. ¿significó éste el final de casi medio siglo de contrarrevolución?"[4], en el que argumentamos por qué decimos sí a esta pregunta. La redacción de este artículo ha estado sobre todo motivada por el hecho de que en estas Reuniones Públicas hemos observado, entre muchos de los asistentes a ellas, que existían dos dificultades. Por un lado, "un insuficiente conocimiento de cómo fue el período de contrarrevolución mundial que se abrió con la derrota de la primera oleada revolucionaria, y, por lo tanto, una dificultad para comprender realmente el significado de ese período para la clase obrera y su lucha”. Pero también hemos apreciado una dificultad para captar la dinámica general del período abierto con mayo 68 de mayo, habida cuenta de las manifestaciones muy reales de la barbarie capitalista y de la descomposición de esta sociedad, que a veces dificultan darse cuenta de que la lucha de clases persiste y de posibilidades futuras de desarrollo de ésta.
Precisamente, en este número de la Revista, continuamos el trabajo de balance de la evolución de la sociedad desde mayo 68 que ya iniciamos en el número anterior con un artículo dedicado a la evolución y el empeoramiento de la crisis económica desde 1968: "Cincuenta años después de mayo de 1968, el hundimiento en la crisis económica". En la conclusión de dicho artículo señalamos ya que "Una cosa es demostrar que teníamos razón al predecir la reaparición de la crisis económica iniciada en 1969, y dar un marco de análisis que permita comprender por qué esta crisis sería de larga duración; pero es tarea más difícil mostrar que nuestra predicción de una reanudación de la lucha de clases internacional también se ha visto confirmada”. A este último objetivo dedicamos en este número el segundo artículo de esta serie: "Cincuenta años desde mayo 1968, los avances y retrocesos de la lucha de clases". En cuanto al período comprendido entre 1968 y finales de los años 80, y respecto a la evolución de la relación de fuerzas entre las clases el artículo destaca la existencia de: "Veinte años de luchas que impidieron la marcha hacia la guerra y que, además, vieron desarrollos importantes en la conciencia de clase", pero que no permitieron sin embargo que la clase obrera "desarrollara la perspectiva de la revolución, para plantear su propia alternativa política a la crisis del sistema". Durante estos 20 años, "la burguesía no fue capaz de infligir una derrota histórica decisiva a la clase obrera, ni de movilizarla para una nueva guerra mundial". De ello ha resultado una especie de bloqueo histórico entre clases en el que, carente de salida y siempre hundido en una crisis económica muy duradera, el capitalismo empezó a pudrirse de raíz, y que ese pudrimiento afectaba a la sociedad capitalista en todos los niveles. Este diagnóstico fue tajantemente confirmado por el colapso del bloque del Este, lo que, a su vez, supuso una considerable aceleración del proceso de descomposición a escala mundial[5].
A continuación, las campañas propagandísticas de la burguesía mundial sobre la muerte del comunismo, sobre la imposibilidad de que la clase obrera pudiera ofrecer una alternativa viable al capitalismo, han asestado nuevos golpes a la capacidad de la clase obrera internacional – y especialmente la de los países centrales del sistema- para generar una perspectiva política. Tanto es así que el resultado ha sido el de una situación de profundo retroceso de la lucha de clases[6]. En las últimas tres décadas, este declive de la conciencia en la clase obrera no sólo ha continuado, sino que se ha profundizado, provocando una especie de amnesia hacia lo que se aprendió y se avanzó en el período 1968-1989, cuando, además, el clima social de descomposición y extensión de la barbarie de la guerra a todo el planeta suponen un contexto muy desfavorable. Nunca han sido tan grandes los peligros para la humanidad: "La decadencia del capitalismo y la descomposición amplifican, desde luego, el riesgo de que la base objetiva para una nueva sociedad pueda quedar definitivamente destruida si la descomposición avanza más allá de cierto punto". Debemos afrontarlo con lucidez: "Debemos enfrentarnos a la realidad de todas estas dificultades e identificar las consecuencias políticas de la lucha por cambiar la sociedad”. La clase obrera no ha dicho su última palabra: "Pero, desde nuestro punto de vista, si bien el proletariado no puede evitar la dura escuela de las derrotas, las crecientes dificultades e incluso las derrotas parciales no han llegado todavía al punto de significar una derrota histórica de la clase y la desaparición de la posibilidad del comunismo (...) Incluso en su etapa terminal, el capitalismo sigue produciendo las fuerzas que pueden servir para derrocarlo. En palabras del Manifiesto Comunista de 1848, ‘lo que la burguesía produce, sobre todo, es su propio sepulturero’".
Como parte de nuestro seguimiento de la evolución de las tensiones imperialistas, publicamos un Informe sobre la situación imperialista[7] que aprobamos en junio de 2018. Desde entonces, los acontecimientos han confirmado muy claramente una idea principal de este informe, a saber, que los Estados Unidos se han convertido en el principal propagador de la tendencia hacia el "cada uno a la suya” a nivel mundial, hasta el punto de destruir los instrumentos de su propio "orden mundial". Un ejemplo fue la visita de Trump a Europa para la Cumbre de la OTAN en junio de 2018[8]. En esa ocasión se dedicó a proferir amenazas que le situaban en una situación de conflicto contra quienes hasta el presente han defendido los intereses imperialistas mundiales del capital estadounidense. El tenor de esas amenazas es que, si los “aliados” europeos no aumentaran sus presupuestos militares de acuerdo con las exigencias norteamericanas, Estados Unidos podría actuar por su cuenta e incluso abandonar la OTAN. Por eso mismo el resultado de dicha cumbre de la OTAN fue el de incentivar la determinación de sus miembros europeos de aumentar sus gastos militares y.… ganar margen de maniobra fuera de la zona de control de los Estados Unidos. Los ultimátum de Trump fueron un buen pretexto para acelerar este proceso, reforzando las ambiciones europeas de desarrollar nuevas estructuras militares dentro o fuera de la UE, en particular entre Francia y Alemania, pero también con el Reino Unido (independientemente de Brexit). En el mismo informe, señalamos sobre los USA también que: "Su alianza, aparentemente paradójica, con Israel y Arabia Saudí conduce a una nueva configuración de fuerzas en Oriente Medio (con un creciente acercamiento entre Turquía, Irán y Rusia) y acrecienta el peligro de una desestabilización general de la región, de más enfrentamientos entre las principales alimañas y de guerras sangrientas más extendidas". Esto acaba de verse confirmado en la crisis desencadenada por el asesinato del periodista Jamal Khashoggi en el consulado saudí de Estambul. La reacción de franceses, alemanes, americanos, han mostrado su apoyo a Ankara, poniendo un afán diferente cada uno de ellos, ajustado a sus propios intereses imperialistas y económicos inmediatos. Igualmente "el ascenso de ‘hombres fuertes’ y de una retórica beligerante” que también se describe en este informe, se ha manifestado nuevamente con la nominación de un presidente de extrema derecha, Bolsonaro, en las recientes elecciones en Brasil.
Republicamos el artículo “Salud a Socialismo o Barbarie” extraído del nº 43, de junio/julio 1949, de la publicación Internationalisme, y que supuso la toma de posición de este grupo ante el primer número de la revista Socialismo o Barbarie. Este artículo lleva por título "Castoriadis, Munis y el problema de la ruptura con el trotskismo”[9] y forma parte de la serie “El Comunismo esta al orden del día de la historia”. La Fracción Francesa de la Izquierda Comunista Internacional, y luego la Izquierda Comunista de Francia (GCF), estaban, desde luego, sumamente interesados en discutir con todos los grupos proletarios internacionalistas que habían sobrevivido a la guerra. Aunque caracterizó al trotskismo oficial como un apéndice al estalinismo, Internationalisme estaba abierto a la posibilidad de que los grupos que salían del trotskismo - siempre y cuando se hubieran separado completamente de sus posiciones y prácticas contrarrevolucionarias (como abandonar del internacionalismo, o postular una transformación social que quedaba sin embargo dentro de los límites del capitalismo) - pudieran evolucionar en una dirección positiva.
Este artículo de Internationalisme es un buen ejemplo del método utilizado por la GCF en sus relaciones con los sobrevivientes del naufragio del trotskismo tras la Segunda Guerra Mundial: una bienvenida fraternal a un nuevo grupo que la GCF reconoce como claramente perteneciente al campo revolucionario, a pesar de las muchas diferencias en el método y la visión entre ambos grupos. Pero, al mismo tiempo, sin hacerse ilusiones y siendo plenamente conscientes de que la pesada herencia del trotskismo seguiría teniendo un influjo negativo sobre estos elementos durante mucho tiempo, y podría resulto incluso fatal si no se cuestionan en profundidad sus orígenes. Este enfoque, que sigue siendo válido hoy en día, es también el del CCI. La segunda parte de este artículo ya se puede leer en nuestra página web. Trata específicamente de las cicatrices dejadas por el trotskismo en quienes, después de abandonarlo, están verdaderamente del lado de la revolución proletaria, como fue el caso, sólo durante un tiempo en Castoriadis, o durante toda su vida en Munis.
La redacción (02 11 2018).
[1] “Manifiesto de la Corriente Comunista Internacional sobre la revolución de octubre 1917 en Rusia”, en Revista Internacional nº 159. https://es.internationalism.org/accion-proletaria/201710/4237/manifiesto-de-la-corriente-comunista-internacional-sobre-la-revolucion [3]
[2] Ver https://es.internationalism.org/content/4376/revolucion-en-alemania-hace-100-anos-el-proletariado-hizo-temblar-la-burguesia [4]
[3] La más reciente es “Hace 90 años de la Revolución en Alemania”, una serie de 5 artículos, el primero de ellos publicado en la Revista Internacional nº 133, y el último en la nº 137. Otra serie “Revolución alemana” de 13 artículos se público entre la Revista Internacional nº 81 y la nº 99. Esta a la disposición de los lectores una Lista completa de artículos que hemos publicado sobre la tentativa revolucionaria en Alemania. Ver https://es.internationalism.org/content/4373/lista-de-articulos-sobre-la-tentativa-revolucionaria-en-alemania-1918-23 [5]
[4] Ver https://es.internationalism.org/content/4383/acerca-de-nuestras-reuniones-publicas-en-el-50-aniversario-de-mayo-del-68 [6]
[5] Ver las Tesis sobre la Descomposición, /revista-internacional/200510/223/la-descomposicion-fase-ultima-de-la-decadencia-del-capitalismo [7]
[6] Esto ya lo anunciamos claramente en enero de 1990 en el artículo Derrumbe del Bloque del Este: Dificultades en aumento para el proletariado, https://es.internationalism.org/revista-internacional/199001/3502/derrumbe-del-bloque-del-este-dificultades-en-aumento-para-el-prole [8]
[7] Ver https://es.internationalism.org/content/4350/analisis-de-la-evolucion-reciente-de-las-tensiones-imperialistas [9]
[8] Ver en nuestra página web: “Trump en Europa. Una expresión del caos capitalista”, https://es.internationalism.org/content/4352/trump-en-europa-una-expresion-del-caos-capitalista [10]
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Un título así puede parecer hoy muy curioso de tanto como ha caído en el olvido aquel inmenso acontecimiento histórico. La burguesía ha logrado borrarlo de la memoria obrera. Y eso que en 1918, todas las miradas estaban puestas en Alemania, unas miradas esperanzadas para el proletariado, horrorizadas para la burguesía.
La clase obrera acababa de tomar el poder en Rusia: octubre de 1917, los soviets, los bolcheviques, la insurrección.... Sin embargo, como escribe Lenin: "La Revolución Rusa es sólo un destacamento del ejército socialista mundial, y el éxito y el triunfo de la revolución que hemos logrado depende de la acción de ese ejército. Es un hecho que ninguno de nosotros olvida (...). El proletariado ruso es consciente de su aislamiento revolucionario y ve claramente que su victoria tiene como condición indispensable y premisa fundamental la intervención unida de los obreros de todo el mundo". "("Informe a la Conferencia de los Comités de Fábrica de la Provincia de Moscú", 23 de julio de 1918).
Alemania es el “cerrojo” entre el Este y el Oeste. Una revolución victoriosa en ese país y se abre la puerta de la lucha de clases al resto del viejo continente, extendiéndose las llamaradas revolucionarias por Europa. Ninguna burguesía quiere que tal puerta "se descerraje". Por eso la clase dominante concentrará en ella todo su odio acompañado de las trampas más sofisticadas: la revolución del proletariado en Alemania fue el mayor reto para el éxito o el fracaso de la revolución mundial que se había iniciado en Rusia.
1914. Se desata la guerra mundial. Le siguen cuatro años, durante los cuales el proletariado soportó la peor carnicería de la historia de la humanidad hasta entonces: trincheras, gas, hambre, millones de muertos.... Cuatro años en que los sindicatos y la socialdemocracia se aprovecharon de su glorioso pasado proletario -que traicionaron en 1914 para dar su vergonzoso apoyo al esfuerzo bélico de la burguesía- y de la confianza depositada en ellos por los obreros en nombre de ese mismo pasado, para imponerles los peores sacrificios y justificar el esfuerzo bélico.
Durante esos cuatro años, sin embargo, también la clase obrera desarrolla gradualmente su lucha. En todas las ciudades, las huelgas y los disturbios en el ejército siguen aumentando. Por supuesto, por otro lado, la burguesía no permanece inerte, incluso toma represalias feroces. Los líderes de las fábricas, delatados por los sindicatos, son arrestados. Los soldados son ejecutados por indisciplina o deserción.
1916. El 1º de mayo, Karl Liebknecht clama: "¡Abajo la guerra! ¡Abajo el gobierno!". Encarcelan a Rosa Luxemburgo, al igual que a otros revolucionarios: Meyer, Eberlein, Mehring[1] (¡entonces de 70 años!). Karl Liebknecht[2] es enviado al frente. Pero la represión no es suficiente para silenciar el descontento... ¡al contrario! Hay cada vez más disturbios en las fábricas.
1917. Los sindicatos son cada vez más criticados. Aparecen los Obleute, delegados de fábrica, compuestos principalmente por delegados sindicales "de base" que han roto con la gestión de las centrales sindicales. Especialmente los obreros en Alemania se inspiran del arrojo de sus hermanos de clase del Este, del aliento de la Revolución de Octubre cuyo calor se siente cada vez más.
1918. La burguesía alemana es consciente del peligro, sabe que, ante todo, el atolladero de la guerra debe cesar. Pero la parte más atrasada de la clase dominante, proveniente de la aristocracia, y en particular de la aristocracia militar, no entiende la maniobra y sus intereses políticos, rechazando todo acuerdo de paz o toda derrota. En concreto, en noviembre, los oficiales de la Marina, con base en Kiel, se negaron a rendirse sin luchar, prefiriendo morir "por honor".... ¡con sus soldados, por supuesto! Los marineros se amotinan en varios buques, y en muchos de ellos también ondea la bandera roja. A los barcos "no gangrenados" se les ordena entonces disparar. Los amotinados se rinden, negándose a volver sus armas contra sus hermanos y hermanas de clase. Esto los expone a la pena de muerte. En solidaridad con los condenados, una ola de huelgas se extiende, afectando a los marineros y luego a los obreros de Kiel. Inspirada por la Revolución de Octubre, la clase obrera toma el control de sus luchas y crea los primeros consejos de marineros y obreros. La burguesía llamó entonces a uno de sus más leales perros guardianes: la socialdemocracia. Así, Gustav Noske, líder del SPD, especialista en asuntos militares y en el "mantenimiento de la moral de la tropa" (¡sic!), fue enviado a la zona para calmar y sofocar el movimiento. Pero ya era demasiado tarde, los consejos de soldados difunden sus demandas: un movimiento espontáneo se extiende a otras ciudades portuarias, luego a los principales centros obreros del Ruhr y Baviera. La extensión geográfica de las luchas está en marcha. Noske ya no puede actuar de cara. El 7 de noviembre, el Consejo Obrero de Kiel llama a la revolución, proclamando: "El poder está en nuestras manos". El 8 de noviembre, casi todo el noroeste de Alemania está en manos de los consejos obreros. Al mismo tiempo, en Baviera y Sajonia, los acontecimientos impulsan a la dimisión a los pequeños caciques locales. En todas las ciudades del Imperio alemán, desde Metz hasta Berlín, se van extendiendo los consejos obreros.
Es precisamente la generalización de ese modo de organización política, verdadero motor de la lucha de clases, lo que hace temblar a la burguesía. La organización de la clase en consejos obreros con representantes elegidos, responsables ante la asamblea y revocables en cualquier momento, es un modo de organización muy dinámico. Es nada menos que la expresión de un verdadero proceso revolucionario. Es el lugar donde toda la clase obrera, de manera unitaria, discute sobre su lucha y el control de la sociedad, sobre la perspectiva revolucionaria. La experiencia de 1917 ha hecho que la burguesía lo haya entendido muy bien. Por eso empieza a pudrir estos consejos obreros desde dentro, aprovechando las todavía muy grandes ilusiones que la clase obrera alberga hacia su antiguo partido, el SPD. Noske resulta elegido a la cabeza del Consejo Obrero de Kiel. Esta debilidad de nuestra clase tendrá consecuencias trágicas en las semanas siguientes.
Por ahora, sin embargo, en la mañana del 9 de noviembre de 1918, la lucha sigue desarrollándose. En Berlín, los obreros se movilizan y pasan delante de los cuarteles para llamar a los soldados a que se unan a su causa y delante de las cárceles para liberar a sus hermanos de clase. La burguesía es consciente de que la paz debe ser inmediata y que el régimen del Káiser debe caer. Ha aprendido de los errores de la burguesía rusa. El 9 de noviembre de 1918, Guillermo II es depuesto. El 11 de noviembre se firma el armisticio.
La lucha obrera en Alemania precipitó el fin de la guerra, pero fue la burguesía la que firmó el tratado de paz utilizando este hecho para ir contra la revolución.
He aquí un resumen muy breve de la relación de fuerzas al comienzo de la guerra civil en noviembre de 1918:
- Por un lado, la clase obrera es altamente combativa. Supo extender los consejos de obreros por todo el país muy rápidamente. Pero alberga todavía muchas ilusiones sobre su antiguo partido, el SPD; incluso deja que semejantes traidores ocupen las más altas responsabilidades en sus consejos, como Noske en Kiel. Las organizaciones revolucionarias, los espartaquistas y los diferentes grupos de la izquierda revolucionaria, dirigen la lucha política, asumen su papel de orientación de las luchas, afirman la necesidad de construir un puente hacia la clase obrera en Rusia, desenmascaran las maniobras y el trabajo de sabotaje de la burguesía, reconocen el papel fundamental de los consejos obreros.
- Por otro lado, la burguesía alemana, una burguesía muy experimentada y organizada, es consciente de la eficacia que el arma del SPD tiene en sus manos. Sacando lecciones de los acontecimientos en Rusia, identificó claramente el peligro de que la guerra continuara y de que emergieran los consejos obreros. Por lo tanto, toda la labor de zapa realizada por el SPD será la de interferir en el proceso revolucionario desviando la lucha hacia la democracia burguesa. Para ello, la burguesía atacará en todos los frentes: desde la propaganda calumniosa hasta la represión más feroz y las múltiples provocaciones.
Y así el SPD se apropia de la consigna de la revolución: "fin de la guerra" y aboga por "la unidad del partido", haciéndolo todo para que se olvide su papel de primer plano en la marcha hacia la guerra. Al firmar el tratado de paz, el SPD explota las debilidades del proletariado, inocula el veneno democrático y deja de lado lo que era más insoportable para los obreros: la guerra y sus desastres, el hambre. Y, para no hacer las cosas a medias, la socialdemocracia encuentra un chivo expiatorio adecuado: la aristocracia militar y la monarquía.
Pero el mayor peligro para la burguesía siguen siendo los consejos y la consigna, llegada de Rusia, de "Todo el poder a los sóviets". La revocabilidad de los delegados era un verdadero problema para la burguesía, porque permitía que los consejos se renovaran constantemente y se radicalizaran. Y así, los consejos sufrieron el asalto de los fieles representantes del SPD, utilizando las ilusiones todavía existentes sobre el viejo partido "obrero". Los consejos se ven así gangrenados desde dentro, vaciados de su sustancia, por líderes conocidos del SPD (Noske en Kiel, Ebert en Berlín) o no. El veneno democrático se vierte en ellos, en particular con el apoyo al proyecto de elección de una asamblea constituyente. El objetivo es claro: neutralizar los consejos obreros eliminando su carácter revolucionario. El Congreso Nacional de Consejos celebrado en Berlín el 16 de diciembre de 1918 es el mejor ejemplo:
- los delegados de los soldados están sobrerrepresentados en comparación con los delegados obreros, que generalmente estaban mucho más a la izquierda que los soldados (1 delegado por cada 100.000 soldados en el primer caso, 1 por cada 200.000 habitantes en el segundo);
- a la delegación rusa se le niega el acceso al congreso, o sea… ¡fuera el internacionalismo!
- se prohíbe el acceso al congreso a los no obreros, es decir, cada miembro aparece con su profesión, de modo que a los miembros de la Liga Espartaco no se les deja entrar (en particular Rosa Luxemburgo y Karl Liebknecht)… ¡Fuera la izquierda revolucionaria! ¡Ni siquiera la presión de unos 250.000 manifestantes hará doblegar al congreso!
El sistema de consejos es una agresión contra el capitalismo y su funcionamiento democrático. La burguesía es plenamente consciente de ello. Por eso actúa así, desde dentro. Pero también sabe que el tiempo no juega en su favor y que la imagen del SPD se está deteriorando. La revocabilidad de los delegados elegidos es un peligro demasiado grande para el SPD, que intenta mantener el control de la situación. Y así tuvo que precipitar los acontecimientos, mientras que el proletariado necesitaba tiempo para madurar y desarrollarse políticamente.
Paralelamente a esas maniobras ideológicas, al día siguiente del 9 de noviembre, Ebert y el SPD establecen acuerdos secretos con el ejército para aplastar la revolución. Multiplican las provocaciones, las mentiras y las calumnias para conducir a la confrontación militar. Mentiras y calumnias, especialmente contra la Spartakusbund, la cual, dicen, "asesina, saquea y llama a los obreros a que derramen de nuevo su sangre...". A lo que están llamando es a asesinar a Liebknecht y Luxemburgo. Crean un "ejército blanco": los Freikorps, o cuerpos francos, formados por soldados quebrantados y traumatizados por la guerra que ya sólo vivían del odio ciego como único desahogo.
A partir del 6 de diciembre de 1918, se lanzaron amplias ofensivas contrarrevolucionarias:
- ataque al cuartel general del periódico de Espartaco: Die Rote Fahne (Bandera Roja),
- intentos de detener a los miembros del órgano ejecutivo de los consejos obreros,
- intento de asesinato de Karl Liebknecht,
- escaramuzas sistemáticas durante las manifestaciones obreras
- campaña mediática de calumnias y ofensiva militar contra la Volksmarinedivision (división de la marina del pueblo), compuesta por marineros armados que habían marchado desde los puertos de la costa hacia la capital para extender la revolución y actuar en su defensa.
Pero lejos de asustar al proletariado en marcha, todo eso sólo refuerza la ira de los obreros y arma las manifestaciones de réplica a la provocación. La respuesta es: ¡solidaridad de clase!, y tras esta consigna, el 25 de diciembre de 1918, la manifestación más masiva desde el 9 de noviembre. Cinco días después, se funda en Berlín el KPD, Partido Comunista de Alemania.
Frente a esos fracasos, la burguesía aprende y se adapta rápidamente. A finales de diciembre de 1918, comprende que atacar de frente a las grandes figuras revolucionarias le es contraproducente pues fortalece la solidaridad de clase. Decide entonces propalar rumores y calumnias, a la vez que evita enfrentamientos armados directos y maniobra contra personajes menos conocidos. Luego apunta hacia el jefe de policía de Berlín, Emil Eichhorn, que había sido elegido a la cabeza de un comité de soldados en Berlín. Fue destituido del cargo por el gobierno burgués el 4 de enero. Esto se sintió inmediatamente como una agresión por parte de los obreros de la ciudad. El proletariado berlinés reacciona masivamente el 5 de enero de 1919: 150.000 personas llenan las calles, lo que incluso sorprende a la burguesía. Pero esto no impedirá que la clase obrera caiga en la trampa de la insurrección prematura. Y a pesar de que el movimiento no fue seguido en otras partes de Alemania, donde Eichhorn era un desconocido, y ante la euforia del momento, el comité revolucionario provisional[3], en el que están Pieck y Liebknecht, decide esa misma noche lanzar la insurrección armada, en contra de las decisiones del Congreso del KPD. Las consecuencias de esta improvisación son dramáticas: salidos en masa a la calle, los obreros permanecen en ella, sin instrucciones, sin un objetivo preciso y en la mayor confusión. Peor aún, los soldados se negaron a participar en la insurrección, lo cual rubricó su fracaso. Frente a ese error de análisis y a la peligrosa situación que de él se deriva, Rosa Luxemburgo y Leo Jogiches defienden la única posición válida para evitar un baño de sangre: continuar la movilización armando al proletariado y llamándolo a rodear los cuarteles hasta que los soldados se movilicen a favor de la revolución. Esta posición se argumenta con el análisis correcto de que aunque el equilibrio político del poder no está a favor del proletariado en Alemania, a principios de enero de 1919, el equilibrio militar del poder sí es favorable a la revolución (al menos en Berlín).
Pero en lugar de intentar armar a los obreros, el "comité provisional" se pone a negociar con el gobierno al que acababa de declarar derrocado. A partir de entonces, el tiempo ya no juega a favor del proletariado, sino a favor de la contrarrevolución.
El 10 de enero de 1919, el KPD pide a Liebknecht y Pieck que dimitan. Pero el daño está hecho. Le sigue la "semana sangrienta" o "semana de Espartaco". El "golpe comunista" se ve frustrado "por los héroes de la libertad y la democracia". El terror blanco se instala. Los cuerpos francos persiguen a los revolucionarios por toda la ciudad y las ejecuciones sumarias se vuelven sistemáticas. En la noche del 15 de enero, Rosa Luxembourgo y Liebknecht fueron secuestrados por la milicia y asesinados de inmediato. En marzo de 1919, les ocurrirá lo mismo a Leo Jogiches y a cientos de militantes de la izquierda revolucionaria.
¿Cuál es el sentido de ese dramático fracaso? Ya sólo los acontecimientos de enero de 1919 contienen todos los factores que llevaron a la derrota de la revolución: por un lado, una burguesía inteligente maniobrando y, por otro, una clase obrera todavía ilusionada por la socialdemocracia, y un partido comunista insuficientemente organizado, a pesar de los esfuerzos por darle una base programática sólida. De hecho, el KPD estaba bastante desorientado, era demasiado joven (lo forman muchos camaradas jóvenes, los mayores desaparecieron con la guerra o la represión), carece de experiencia, carece de unidad y es incapaz de dar una dirección clara a la clase obrera.
A diferencia de los bolcheviques, con una continuidad histórica desde 1903, y la experiencia de la revolución de 1905 y de los consejos obreros, la izquierda revolucionaria alemana, una minoría muy pequeña dentro del SPD, tuvo que enfrentarse a la traición de éste en agosto de 1914, y luego construir apresuradamente un partido al calor de los acontecimientos. El KPD fue fundado el 30 de diciembre de 1918 con la base de la Spartakusbund y los Comunistas Internacionales de Alemania (IKD). Durante la conferencia de fundación, la mayoría de los delegados se pronuncia muy claramente en contra de la participación en las elecciones burguesas y rechaza los sindicatos. Sin embargo, se subestima en gran medida la cuestión de la organización. La comprensión del partido no está a la altura de lo que está entonces en juego.
Esa subestimación llevará a la toma de decisión de la insurrección armada de Liebknecht y otros camaradas a un nuevo análisis del partido, sin un método claro de análisis de la evolución de la relación de fuerzas. Hay una ausencia de una toma de decisiones centralizada. Es, en efecto, la inexistencia previa de un partido mundial (la IC no se fundará hasta dos meses más tarde, en marzo de 1919) lo que se refleja en la falta de preparación del KPD en tal contexto, lo cual conducirá a la tragedia. En pocas horas, la relación de fuerzas se invirtió: llegó el siniestro tiempo en que la burguesía iba a desplegar su terror blanco.
Sin embargo, las huelgas no cesan. De enero a marzo de 1919, la huelga de masas surge espectacular. Pero al mismo tiempo la burguesía continúa con su sucia labor: ejecuciones, rumores, calumnias... el terror aplasta gradualmente al proletariado. A la vez que, en febrero, surgen huelgas masivas por toda Alemania, el proletariado de Berlín, corazón de la revolución, aturdido por su derrota de enero, ya no es capaz de seguir. Y cuando finalmente se pone a andar, es demasiado tarde. Las luchas en Berlín y en el resto de Alemania no lograrán unirse. Al mismo tiempo, el KPD "decapitado" se ve abocado a la ilegalidad, de tal modo que en las oleadas de huelgas de febrero a abril de 1919, no pudo desempeñar su papel decisivo. Su voz está casi asfixiada por el capital. Si el KPD hubiera tenido la oportunidad de desenmascarar la provocación de la burguesía durante la semana de enero y evitar que los obreros cayeran en la trampa, el movimiento seguramente habría tenido un resultado completamente diferente.... Se caza a los comunistas por todas partes. La comunicación entre lo que queda de los órganos centrales y los delegados locales o regionales del KPD se rompe a menudo. En la conferencia nacional del 29 de marzo de 1919, se observó que "las organizaciones locales son atacadas permanentemente por agentes provocadores".
La revolución en Alemania es sobre todo el movimiento de huelga de masas del proletariado, que se extendió geográficamente, que supo oponer la solidaridad obrera a la barbarie capitalista, que recuperó las lecciones de octubre de 1917 y se organizó en consejos obreros. La revolución en Alemania es también la lección de la necesidad de un Partido Comunista internacional centralizado, con bases organizativas y programáticas claras, sin las cuales el proletariado no podrá frustrar el maquiavelismo de la burguesía. La revolución en Alemania fue también la capacidad de las burguesías de unirse contra el proletariado con su arsenal de maniobras, mentiras y manipulaciones de todo tipo: es el hedor de un mundo agónico que se niega a extinguirse. Es la trampa mortal de las ilusiones sobre la democracia. Es la destrucción implacable desde dentro de los consejos obreros. Aunque los acontecimientos de 1919 fueron decisivos, las brasas aún ardientes de la revolución alemana no se apagaron durante varios años. Pero a escala histórica, las consecuencias de aquella derrota fueron dramáticas para la humanidad: el ascenso del nazismo en Alemania, el estalinismo en Rusia, la marcha hacia la Segunda Guerra Mundial bajo las banderas del antifascismo. Todos esos acontecimientos de pesadilla pueden atribuirse al fracaso de la oleada revolucionaria, entre 1917 y 1923, que había sacudido el orden burgués sin poder derrocarlo de una vez por todas. Eso es lo que la revolución en Alemania en 1918 es para nosotros, una fuente de inspiración y lecciones para las luchas futuras del proletariado. Porque, como escribió Rosa Luxemburgo en vísperas de su asesinato por la soldadesca de la socialdemocracia: “¿Qué nos enseña toda la historia de las revoluciones modernas y del socialismo? La primera llamarada de la lucha de clases en Europa, el levantamiento de los tejedores de seda de Lyon en 1831, acabó con una severa derrota. El movimiento cartista en Inglaterra también acabó con una derrota. La insurrección del proletariado de París, en los días de junio de 1848, finalizó con una derrota asoladora. La Comuna de París se cerró con una terrible derrota. Todo el camino que conduce al socialismo -si se consideran las luchas revolucionarias- está sembrado de grandes derrotas. (...) ¡Dónde estaríamos nosotros hoy sin esas "derrotas", de las que hemos sacado conocimiento, fuerza, idealismo! Hoy, (…) nos apoyamos directamente en esas derrotas y no podemos renunciar ni a una sola de ellas, todas forman parte de nuestra fuerza y nuestra claridad en cuanto a las metas a alcanzar. (...) Las revoluciones (…) no nos han aportado hasta ahora sino graves derrotas, pero esas derrotas inevitables han ido acumulando una tras otra la necesaria garantía de que alcanzaremos la victoria final en el futuro. ¡Pero con una condición! Es necesario indagar en qué condiciones se han producido en cada caso las derrotas. (...)"¡El orden reina en Berlín!", ¡esbirros estúpidos! Vuestro orden está edificado sobre arena. La revolución, mañana ya "se elevará de nuevo con estruendo hacia lo alto" y proclamará, para terror vuestro, entre sonido de trompetas: ¡Fui, soy y seré!
CCI, 29 de octubre de 2018
[1] Los tres pertenecían a la minoría del SPD que se negó a votar los créditos de guerra y su unieron a la Liga Espartaquista (Spartacusbund).
[2] Él y Rosa Luxemburgo, fueron los dos dirigentes de la Liga Espartaquista más conocidos y perseguidos.
[3] El 5 de enero, Obleutes (delegados) revolucionarios, miembros de la dirección del USPD del Gran Berlín, Liebknecht y Pieck del Partido Comunista se reunieron en la prefectura para discutir cómo continuar la acción (...) los representantes de los trabajadores revolucionarios formaron un comité revolucionario provisional de 52 miembros para dirigir el movimiento revolucionario y asumir, si era necesario, todas las funciones gubernamentales y administrativas. La decisión de iniciar la lucha para derrocar al gobierno se tomó en esta reunión a pesar de los seis votos en contra. (Basado en los escritos de Paul Frölich)
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Las principales orientaciones del Informe sobre las tensiones imperialistas de noviembre de 2017[1] nos proporcionan el marco esencial para comprender la evolución actual:
En el período reciente, el peso del populismo se hace cada vez más tangible, exacerbando la tendencia del “cada uno para sí” y la creciente imprevisibilidad de los conflictos imperialistas;
Estas características generales del periodo se concretan hoy en una serie de tendencias particularmente significativas.
I) La política imperialista norteamericana: de policía mundial a propagador principal del cada uno para sí
La evolución de la política imperialista norteamericana en los últimos treinta años es uno de los fenómenos más significativos del período de descomposición: después de haber prometido una nueva era de paz y prosperidad (Bush padre en 1991) tras la implosión del bloque soviético, después de haber luchado contra la tendencia al cada uno para sí, se ha convertido hoy en el principal propagador de esta tendencia en el mundo. El antiguo líder del bloque y la única gran superpotencia imperialista que queda después de la implosión del bloque oriental, que desde hace unos 25 años había estado actuando como policía mundial, luchando contra la propagación del cada uno por su cuenta a nivel imperialista, rechaza ahora las negociaciones internacionales y los acuerdos mundiales a favor de una política de “bilateralismo”.
Un principio compartido, destinado a superar el caos en las relaciones internacionales, está resumido en la siguiente frase en latín: pacta sunt servanda -los tratados, los acuerdos, deben ser cumplidos. Si alguien firma un acuerdo mundial -o multilateral- se supone que debe respetarlo, al menos ostensiblemente. Pero los Estados Unidos bajo Trump abolieron esta concepción: “Firmo un tratado, pero puedo desecharlo mañana”. Esto ya ha ocurrido con el Pacto Transpacífico (TPP), el acuerdo de París sobre el cambio climático, el tratado nuclear con Irán y el acuerdo final sobre la reunión del G7 en Quebec. Los Estados Unidos rechazan hoy los acuerdos internacionales a favor de una negociación entre Estados, en la que la burguesía estadounidense impondrá abiertamente sus intereses a través del chantaje económico, político y militar (como podemos ver hoy, por ejemplo, con Canadá antes y después del G7 con respecto al TLCAN o con la amenaza de represalias contra las empresas europeas que inviertan en Irán). Esto tendrá consecuencias tremendas e impredecibles para el desarrollo de las tensiones y conflictos imperialistas -pero también para la situación económica del mundo- en el próximo período. Ilustraremos esto con tres “puntos calientes” en las confrontaciones imperialistas de hoy:
1) Oriente Medio: al denunciar el acuerdo nuclear con Irán, los Estados Unidos se están oponiendo no sólo a China y Rusia, sino también a la UE e incluso a Gran Bretaña. Su aparentemente paradójica alianza con Israel y Arabia Saudita conduce a una nueva configuración de fuerzas en Oriente Medio (con un creciente acercamiento entre Turquía, Irán y Rusia) y aumenta el peligro de una desestabilización general de la región; de más enfrentamientos entre los principales tiburones y de guerras sangrientas más extensas.
2) Las relaciones con Rusia: ¿cuál es la posición de los Estado Unidos hacia Putin? Por razones históricas (el impacto del período de la “Guerra Fría” y el asunto del Russiagate que comenzó con las últimas elecciones presidenciales), hay fuerzas en la burguesía estadounidense presionando para que se produzcan enfrentamientos más fuertes con Rusia, pero la administración Trump, a pesar de la confrontación imperialista en Oriente Medio, todavía no parece descartar una mejora de la cooperación con Rusia. Por ejemplo, en el último G7 Trump sugirió la reintegración de Rusia en el Foro de Países Industriales.
3) Extremo Oriente: la imprevisibilidad de los acuerdos pesa especialmente en las negociaciones con Corea del Norte: a) ¿Cuáles son las implicaciones de un acuerdo entre Trump y Kim, si China, Rusia, Japón y Corea del Sur no participan directamente en la negociación de este acuerdo? Esto ya ha salido a la luz cuando Trump reveló en Singapur, para consternación de sus “aliados” asiáticos, que había prometido detener los ejercicios militares conjuntos en Corea del Sur. b) Si en algún momento los Estados Unidos pueden poner en duda algún acuerdo, ¿hasta qué punto puede confiar Kim en él? c) ¿Corea del Norte y del Sur, en este contexto, dependerán totalmente de su “aliado natural” (USA) y están considerando una estrategia alternativa?
Aunque esta política implica un enorme crecimiento del caos y del cada uno para sí, y también, en última instancia, un mayor declive de las posiciones globales de la primera potencia mundial no existe un planteamiento alternativo tangible en los Estados Unidos. Después de año y medio de la investigación de Mueller[3] y otro tipo de presiones contra Trump, no parece probable que Trump sea expulsado de su cargo, entre otras razones porque no hay una fuerza alternativa a la vista. El lodazal dentro de la burguesía norteamericana continúa.
II) China: una política de evitar demasiada confrontación directa
La contradicción no podría ser más sorprendente. Al mismo tiempo que los Estados Unidos de Trump denuncian la globalización y se apoyan en acuerdos “bilaterales”, China anuncia un enorme proyecto mundial, la “Nueva Ruta de la Seda”, que implica a unos 65 países de tres continentes, que representan el 60% de la población mundial y cerca de un tercio del PIB mundial, con inversiones durante los próximos 30 años (¡2050!) de hasta de 1,2 billones de dólares.
Desde el inicio de su resurgimiento, planificado de la manera más sistemática y a largo plazo, China ha estado modernizando su ejército, construyendo una “cadena de perlas” -comenzando con la ocupación de los Arrecifes de Coral en el Mar del Sur de China y el establecimiento de una serie de bases militares en el Océano Índico. Por ahora, sin embargo, China no busca la confrontación directa con los Estados Unidos; por el contrario, planea convertirse en la economía más poderosa del mundo para el año 2050 y pretende, desarrollando sus vínculos con el resto del mundo, tratar de evitar enfrentamientos directos. La política de China es una política a largo plazo, contrariamente a los acuerdos a corto plazo favorecidos por Trump. Busca expandir su experiencia y poder industrial, tecnológico y, sobre todo, militar. En este último nivel, los Estados Unidos todavía tienen una considerable ventaja sobre China.
Al momento mismo del fracaso de la cumbre del G7 en Canadá (9-10/6/18), China organizó en Qingdao una conferencia de la Organización de Cooperación de Shanghái con la ayuda de los presidentes de Rusia (Putin), India (Modi), Irán (Rohani) y de los líderes de Bielorrusia, Uzbekistán, Pakistán, Afganistán, Tayikistán y Kirguizia (20% del comercio mundial, 40% de la población mundial). El enfoque actual de China es claramente el proyecto de la “Nueva Ruta de la Seda”; el objetivo es extender su influencia. Es un proyecto a largo plazo y una confrontación directa con los Estados Unidos podría contrarrestar estos planes.
En esta perspectiva, China utilizará su influencia para impulsar un acuerdo que conduzca a la neutralización de todas las armas nucleares en la región coreana (incluidas las armas de Estados Unidos), lo que -siempre y cuando los EEUU lo aceptaran- haría retroceder las fuerzas estadounidenses a Japón y reduciría la amenaza inmediata en el Norte de China.
Sin embargo, las ambiciones de China conducirán inevitablemente a una confrontación con los objetivos imperialistas no sólo de los Estados Unidos sino también de otras potencias, como India o Rusia:
III) El surgimiento de líderes fuertes y la retórica belicista
La exacerbación de la tendencia al cada uno para sí a nivel imperialista y la creciente competencia entre los tiburones imperialistas dan lugar a otro fenómeno significativo de esta fase de descomposición: la llegada al poder de “líderes fuertes” con un lenguaje radical y una retórica agresiva y nacionalista.
La llegada al poder de un “líder fuerte” y una retórica radical sobre la defensa de la identidad nacional (a menudo combinada con programas sociales a favor de las familias, los niños, los pensionados) es típica de los regímenes populistas (Trump, por supuesto, pero también Salvini en Italia, Orbán en Hungría, Kaczynski en Polonia, Babiš en la República Checa, ....) pero también es una tendencia más general en todo el mundo, no sólo en las potencias más fuertes (Putin en Rusia) sino también en países imperialistas secundarios como Turquía (Erdogan), Irán, Arabia Saudita (con el “golpe suave” del príncipe heredero Mohammed Ben Salman). En China, la limitación de la presidencia del Estado a dos períodos de cinco años ha sido eliminada de la constitución, de modo que Xi Jinping se está imponiendo a sí mismo como un “líder vitalicio”; el nuevo emperador chino que es presidente, jefe del partido y de la comisión militar central, nunca había ocurrido desde Deng Xiaoping. Las consignas “democráticas” o el mantener las apariencias democráticas (derechos humanos) ya no son el discurso dominante (como han mostrado las conversaciones entre Donald Trump y Kim), a diferencia de la época de la caída del bloque soviético y a principios del siglo XXI. Ahora se ha dado paso a una combinación de discursos muy agresivos y acuerdos imperialistas pragmáticos.
El ejemplo más fuerte es la crisis coreana. Trump y Kim usaron por primera vez tanto la fuerte presión militar (incluso con la amenaza de una confrontación nuclear), como un lenguaje muy agresivo antes de reunirse en Singapur para regatear. Trump ofreció enormes ventajas económicas y políticas (el modelo birmano) con el objetivo de jalar eventualmente a Kim al campo de los Estados Unidos. Esto no es totalmente inconcebible ya que los norcoreanos tienen una relación ambigua con China e incluso desconfían de ésta. Sin embargo, la referencia a Libia por parte de funcionarios estadounidenses (el Asesor de Seguridad Nacional, John Bolton) -Corea del Norte podría correr el mismo destino que Libia, cuando Gaddafi fue obligado a abandonar sus armas nucleares, y luego depuesto por la fuerza y asesinado- hace a los norcoreanos particularmente suspicaces hacia las Propuestas americanas.
Esta estrategia política es una tendencia más general en las actuales confrontaciones imperialistas, como lo demuestran los agresivos mensajes de Trump en las redes sociales, contra el primer ministro canadiense Trudeau, “un líder falso y débil” porque se negó a aceptar impuestos de importación más elevados aportados por los Estados Unidos. También estaba el brutal ultimátum de Arabia Saudita contra Qatar, acusado de “centrismo” hacia Irán, o las belicosas declaraciones de Erdogan contra Occidente y la OTAN sobre los kurdos. Finalmente, mencionaremos el muy agresivo discurso del “Estado de la Unión” de Putin, que fue una presentación de los sistemas de armas más sofisticados de Rusia con el mensaje: ¡“Será mejor que nos tomen en serio”!
Estas tendencias fortalecen las características generales del período, como la intensificación de la militarización (a pesar de la fuerte carga económica vinculada a esto) entre los tres mayores tiburones imperialistas, pero también como una tendencia global y en un contexto de un paisaje imperialista cambiante en el mundo y en Europa. En este contexto de políticas agresivas, el peligro de ataques nucleares limitados es muy real, ya que hay muchos elementos impredecibles en los conflictos en torno a Corea del Norte e Irán.
IV) La tendencia hacia la fragmentación de la Unidad Europea
Todas las tendencias en Europa durante el período pasado -el Brexit, el surgimiento de un importante partido populista en Alemania (AfD), la llegada al poder de los populistas en Europa del Este, donde la mayoría de los países están dirigidos por gobiernos populistas, se están acentuando por dos eventos principales:
Esto tendrá enormes consecuencias para la cohesión de la UE, la estabilidad del euro y el peso de los países europeos en la escena imperialista.
a) La UE no está preparada y es en gran medida impotente para oponerse a la política de Trump de un embargo de Estados Unidos contra Irán: las multinacionales europeas ya están cumpliendo con los dictados de los Estados Unidos (Total, Lafarge). Esto es especialmente cierto ya que varios Estados europeos apoyan el enfoque populista de Trump y su política en Medio Oriente (Austria, Hungría, la República Checa y Rumania estuvieron representados en la inauguración de la Embajada de los Estados Unidos en Jerusalén, en contra de la política oficial de la UE). En cuanto al aumento de impuestos a la importación, es poco probable que haya un acuerdo dentro de la UE para responder sistemáticamente a los más altos aranceles de importación impuestos por Trump.
b) El proyecto de un polo militar europeo sigue siendo en gran parte hipotético en el sentido de que cada vez más países, bajo el ímpetu de las fuerzas populistas en el poder o presionando al gobierno, no quieren someterse al eje francoalemán. Por otro lado, si bien el liderazgo político de la UE se compone del eje francoalemán, Francia ha desarrollado tradicionalmente su cooperación tecnológica militar con Gran Bretaña, que está a punto de abandonar la UE.
c) Las tensiones en torno a la acogida de refugiados no sólo enfrenta a la coalición de gobiernos populistas en el Este contra los de Europa occidental, sino que cada vez más países occidentales están unos contra otros, como lo muestran las fuertes tensiones que se han desarrollado entre Francia de Macron y el gobierno populista italiano, mientras que Alemania está cada vez más dividida sobre el tema (presión de la CSU).
d) El peso económico y político de Italia (la tercera economía de la UE) es considerable, de ninguna manera comparable con el peso de Grecia. El gobierno populista italiano tiene la intención, entre otras cosas, de reducir los impuestos e introducir un ingreso básico, que costará más de 100 mil millones de euros. ¡Al mismo tiempo, el programa del gobierno incluye pedir al Banco Central Europeo que omita 250 mil millones de euros de la deuda italiana!
e) A nivel económico, pero también imperialista, Grecia ya había avanzado la idea de apelar a China para que apoyara su economía en crisis. De nuevo, Italia planea llamar a China o Rusia en busca de ayuda para apoyar y financiar una recuperación económica. Tal orientación podría tener un gran impacto a nivel imperialista. Italia ya se opone a la continuación de las medidas de embargo de la UE contra Rusia tras la anexión de Crimea.
Todas estas orientaciones acentúan fuertemente la crisis dentro de la UE y las tendencias hacia la fragmentación. En última instancia, afectarán la política de Alemania como el país más influyente de la UE, ya que está dividida internamente (peso de AfD y CSU) y confrontada con la oposición política de los líderes populistas de Europa del Este, la oposición económica de los países mediterráneos (Italia, Grecia...), y las disputas con Turquía, mientras que al mismo tiempo es blanco directo de los aranceles de importación de Trump. La creciente fragmentación de Europa bajo los golpes del populismo y la política de “Primero América” también presentará un gran problema para la política de Francia, porque estas tendencias están en total oposición al programa de Macron, que se basa esencialmente en el fortalecimiento de Europa y en la plena asimilación de la globalización.
CCI, junio de 2018
[2] Ver Militarismo y descomposición, https://es.internationalism.org/revista-internacional/201410/4046/militarismo-y-descomposicion [20]
[3] Robert Mueller, fiscal especial que investigó la interferencia rusa en las elecciones de 2016.
[4] Benelux designa la unión aduanera y económica de Bélgica, Países Bajos y Luxemburgo.
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Sin los acontecimientos de mayo de 1968, la CCI no existiría. Marc Chirik[1] ya había ayudado a formar un grupo en Venezuela, "Internacionalismo", que desde 1964 defendió todas las posiciones básicas que serían tomadas una década más tarde por la CCI. Pero Marc sabía desde el principio que habría un renacimiento de la lucha de clases en los centros del capitalismo mundial, lo que sería decisivo para marcar el comienzo de un cambio en el curso de la historia. Fue esta comprensión lo que lo llevó a regresar a Francia y a desempeñar un papel activo en el movimiento de mayo a junio 1968, y esto incluyó la búsqueda de contactos entre sus vanguardias politizadas. Dos jóvenes miembros del grupo venezolano ya habían ido a Francia para estudiar en la Universidad de Toulouse y fue con estos camaradas y un puñado de otros, que Marc se convirtió en miembro fundador de Revolution Internationale (RI) en octubre de 1968, el grupo que jugaría un papel central en la formación de la CCI siete años después.
Desde ese momento, la CCI nunca se ha desviado de su convicción sobre el significado histórico de Mayo de 68, y hemos vuelto constantemente a este tema. Cada diez años, más o menos, hemos publicado artículos retrospectivos en nuestro órgano teórico, la Revista Internacional, así como otros materiales en nuestra prensa territorial. Hemos llevado a cabo reuniones públicas para marcar el 40º y el 50º aniversario de Mayo, y hemos intervenido en eventos organizados por otras organizaciones [2]. En este artículo, comenzamos revisando uno de esos artículos, escrito para un aniversario que desde entonces ha adquirido un valor simbólico preciso: 1988.
En la primera parte de esta nueva serie [3], llegamos a la conclusión de que la primera evaluación realizada por RI –‘Comprender mayo’- escrita en 1969, según la cual Mayo del 68 representó la primera gran reacción de la clase trabajadora mundial ante la reaparición de la crisis económica histórica del capitalismo, se ha confirmado plenamente: a pesar de la capacidad, a menudo sorprendente, del capital para adaptarse a sus contradicciones cada vez más agudas, la crisis, que a fines de la década de 1960 sólo podía detectarse por sus primeros síntomas, se volvió a la vez crecientemente evidente y permanente en todos sus efectos y propósitos.
Pero ¿qué pasa con nuestra insistencia de que Mayo de 68 señaló el final de las décadas previas de contrarrevolución y la apertura de un nuevo período en el que una clase obrera no derrotada se movería hacia luchas masivas y decisivas; y que a su vez, el resultado de estas luchas resolvería el dilema histórico planteado por la crisis económica insoluble: guerra mundial, en caso de una nueva derrota de la clase obrera, o revolución mundial y la construcción de un nueva sociedad comunista?
El artículo de 1988, ‘20 años después de Mayo de 1968 -lucha de clases: la maduración de las condiciones para la revolución’[4] comenzó argumentando en contra del escepticismo prevaleciente de la época -la idea, muy difundida en los medios burgueses y entre toda una capa de intelectuales- que Mayo del 68 había sido, en el mejor de los casos, un hermoso sueño utópico que la dura realidad conducía a empañar y matar. En otra parte de nuestra prensa, aproximadamente al mismo tiempo[5], también hemos criticado el escepticismo que afectó a gran parte del medio revolucionario, y lo habíamos hecho desde los acontecimientos mismos del 68 -una tendencia expresada significativamente por el rechazo de los principales herederos de la Izquierda Comunista Italiana a ver en Mayo de 1968 nada más que una oleada de agitación pequeño-burguesa que no hizo nada para levantar el peso muerto de la contrarrevolución.
Ambas alas, la Bordigista y la Damenista[6], de la tradición de la Izquierda Italiana después de la guerra respondieron de esta manera. Ambas tienden a ver al Partido como algo fuera de la historia, ya que consideran que es posible mantenerlo independientemente de la relación de fuerzas entre las clases. Por lo tanto, tienden a ver la lucha de los trabajadores como esencialmente de naturaleza circular, debido a que sólo puede ser transformada en sentido revolucionario por la acción del Partido, lo que plantea la cuestión de dónde viene el propio Partido. Los bordiguistas, en particular, ofrecen una caricatura de este enfoque de 1968, cuando editaron panfletos, insistiendo en que el movimiento iría a cualquier lugar si era puesto tras la bandera de El Partido (es decir, su propio pequeño grupo político). Nuestra corriente, por otro lado, siempre ha respondido que este es un enfoque esencialmente idealista que separa al Partido de sus raíces materiales en la lucha de clases. Consideramos que mantenemos las adquisiciones reales de la Izquierda Italiana, de su período teóricamente más fructífero -el período de la Fracción en los años 1930 y 40, cuando se reconoció que su propia disminución numérica en relación a la precedente etapa del Partido fue un producto de la derrota de la clase obrera, y que sólo una reactivación de la lucha de clases podría proporcionar las condiciones para la transformación de las fracciones comunistas existentes en un Partido de clase real.
Estas condiciones, desde luego, también se desarrollaron después de 1968, no sólo a nivel de las minorías politizadas, que estaban experimentando una fase de crecimiento significativo a raíz de los acontecimientos del 68 y los levantamientos subsecuentes de la clase obrera, sino también en un nivel más general. La lucha de clases que estalló en mayo del 68 no fue una llamarada de fuego, sino el punto de partida de una dinámica poderosa que rápidamente pasaría a primer plano a escala mundial.
De acuerdo con la visión marxista que ha observado el proceso del movimiento de clases semejante a una oleada, el artículo analiza tres diferentes oleadas de luchas en las dos décadas posteriores a 1968: la primera, sin duda la más espectacular, experimentó el Otoño Caliente Italiano en el 69, el violento levantamiento en Córdoba, Argentina en 69, y en Polonia en el 70, y movimientos importantes en España y Gran Bretaña en 1972. En España en particular, los trabajadores comenzaron a organizarse a través de asambleas de masas, un proceso que culminó en Vitoria en 1976[7]. La dimensión internacional de la oleada quedó demostrada por sus ecos en Israel 1969 y en Egipto 1972 y, más tarde, por los levantamientos en los municipios de Sudáfrica, que fueron dirigidos por comités de lucha[8] (los Cívicos).
Después de una breve pausa a mediados de los años 70, se produjo una segunda oleada de huelgas que incluyó a trabajadores del petróleo iraníes, a los trabajadores del acero de Francia en 1978, el 'Descontento de Invierno' en Gran Bretaña, la huelga de estibadores en Rotterdam, liderada por un comité de huelga independiente, y las huelgas de metalúrgicos en Brasil en 1979, que también desafiaron el control sindical. Este movimiento mundial culminó en la huelga de masas en Polonia en 1980[9], cuyo nivel de autoorganización y unificación lo marcó como el episodio más importante en la lucha de clases desde 1968, e incluso desde la década de 1920. Y aunque la severa represión de los trabajadores polacos llevó a esta oleada a su final, no pasó mucho tiempo antes de que se produjera un nuevo levantamiento con las luchas en Bélgica en 1983 y 1986, la huelga general en Dinamarca en 1985, la huelga de los mineros en Gran Bretaña en 1984-5, las luchas de los ferrocarrileros y luego los trabajadores de la salud en Francia en 1986 y 1988, y el movimiento de trabajadores de la educación en Italia en 1987. Las luchas en Francia e Italia en particular, como la huelga de masas en Polonia, mostraron una verdadera capacidad de auto organización a través de asambleas generales y comités de huelga.
Esta no fue una simple lista de huelgas. El artículo también destaca el hecho de que este movimiento en oleadas de luchas no dio vueltas en círculos, sino que hizo avances reales en la conciencia de clase:
"Una simple comparación de las características de las luchas de hace 20 años con las de hoy nos permitirá percibir la magnitud de la evolución que ha tomado lugar en la clase obrera. Su propia experiencia, junto con la evolución catastrófica del sistema capitalista, le permitió adquirir una visión mucho más lúcida de la realidad de su lucha. Esto ha sido expresado por:
- una pérdida de ilusiones en las fuerzas políticas de la izquierda del capital y, ante todo, en los sindicatos, hacia los que las ilusiones han cedido el paso a la desconfianza y una hostilidad cada vez más abierta;
- la tendencia creciente al abandono de formas inefectivas de movilización, estancamientos que los sindicatos muchas veces han usado para anular la combatividad de los trabajadores, tales como días de acción, manifestaciones procesión, huelgas largas y aisladas...
Pero la experiencia de estos 20 años de lucha no ha producido solamente lecciones negativas para la clase trabajadora (qué no se debe hacer). También ha producido lecciones sobre lo que se debe hacer:
- la búsqueda de la extensión de la lucha (en particular Bélgica 1986),
- la búsqueda del control de la lucha por los trabajadores, organizando asambleas generales y comités de huelga elegidos y revocables (Francia 86, Italia 87 en particular)".
Al mismo tiempo, el artículo no descuidó las respuestas de la burguesía al peligro de la lucha de clases: aunque había sido sorprendida por el estallamiento del movimiento de mayo de 1968, recurrió a formas brutales de represión que actuaron como un catalizador para la propagación de la lucha, luego aprendería o reaprendería algo muy importante para manejar la resistencia de su enemigo de clase. La burguesía no abandonó el uso de la represión, por supuesto, pero encontró medios más sutiles para presentar y justificar su uso, como el espantapájaros del terrorismo. Al mismo tiempo, desarrolló su arsenal de mistificaciones democráticas para desviar las luchas -especialmente en países que todavía estaban gobernados por dictaduras abiertas- hacia objetivos políticos burgueses. A nivel de las luchas mismas, contrarrestó el creciente desencanto hacia los sindicatos oficiales y la amenaza de la autoorganización desarrollando formas más radicales de sindicalismo, que podían incluir formas ‘extra-sindicales’ (las ‘coordinaciones’ establecidas por la extrema izquierda en Francia, por ejemplo).
El artículo comenzó reconociendo que muchos discursos optimistas sobre la revolución en 1968 eran, sin duda, utópicos. Había dos razones. Una la contaminación de la reflexión en medios proletarios por la distorsión que ocasionaban las posiciones izquierdistas según las cuales lo que estaba sucediendo en Vietnam o Cuba eran realmente revoluciones socialistas que tenían que ser apoyadas activamente por la clase obrera de los países centrales. Pero también lo hizo, incluso cuando la revolución se entendió como algo que realmente implicaba la transformación de las relaciones sociales, debido a que las condiciones objetivas de 1968, sobre todo la crisis económica, apenas comenzaba a proporcionar la base material para un desafío revolucionario al capitalismo. Desde entonces, las cosas han sido más difíciles, pero más profundas:
“Quizás es menos fácil hablar de revolución en 1988 que en 1968. Pero cuando hoy se grita la palabra en una manifestación en Roma que denuncia la naturaleza burguesa de los sindicatos, o en una manifestación de desempleados en Bilbao, tiene un significado mucho más concreto y profundo que cuando fue ondeada en las febriles asambleas, tan llenas de falsas ilusiones de 1968. 1968 afirmó el retorno del objetivo revolucionario. Durante 20 años las condiciones para su realización no han dejado de madurar. El descenso del Capitalismo a un callejón sin salida, la situación cada vez más insoportable que éste crea para todas las clases explotadas y oprimidas, la experiencia acumulada a través del espíritu de lucha de los trabajadores, todo esto está llevando a la situación de la que Marx dijo, 'en la que cualquier paso atrás es imposible' ".
Hay muchas cosas en este análisis que todavía podemos suscribir hoy. Y sin embargo no podemos más que sorprendernos ante una cita que resume el balance de la tercera oleada de luchas de este artículo:
"Finalmente, la reciente movilización de los trabajadores del Ruhr en Alemania y la reanudación de las huelgas en Gran Bretaña en 1988 confirmaron que esta tercera oleada internacional de luchas obreras, que ya ha durado más de 4 años, está lejos de haber terminado”.
De hecho, la tercera oleada, y, desde luego, todo el período de luchas desde 1968, terminarían repentinamente con el colapso del bloque del Este en 1989-91 y la marea de campañas sobre la muerte del comunismo que la acompañó. Este cambio histórico en la situación mundial selló la llegada definitiva de una nueva fase en la decadencia del capitalismo: la fase de la descomposición[10].
La CCI ya se había percatado de los síntomas de la descomposición a principios de la década de 1980, y en la organización ya estaba en marcha un debate sobre sus implicaciones para la lucha de clases. Sin embargo, el artículo sobre mayo 68 en la Revista International 53, así como en el editorial del mismo número, evidenciaban de que aún no se había captado su significado más profundo. El artículo sobre el 68 llevaba el subtítulo "20 años de descomposición" sin dar ninguna explicación del término, mientras que el editorial se centra sólo en sus manifestaciones a nivel de los conflictos imperialistas -el fenómeno que más tarde se describió como "libanización", la tendencia de países enteros a desintegrarse bajo el peso de rivalidades imperialistas cada vez más irracionales. Es probable que estas inexactitudes hayan reflejado las divergencias reales que surgieron en el 8º Congreso de la CCI a finales de 1988.
El ambiente que prevaleció en este Congreso fue el de un gran optimismo e incluso algo de euforia. Esto reflejó, en parte, el comprensible entusiasmo causado por la integración de dos nuevas secciones a la CCI en este Congreso: la de México y la de India. Pero esto se expresó especialmente en ciertos análisis que se presentaron sobre la lucha de clases: la idea de que era sólo cuestión de meses para que las nuevas mistificaciones burguesas se desgastaran. A su vez, esperanzas desproporcionadas en las luchas que estaban teniendo lugar en Rusia, la concepción de una tercera oleada que siempre avanzaría con altibajos, y sobre todo, una reticencia a aceptar la idea de que, ante la creciente descomposición social, la lucha de clases parecía marcar una "pausa" o un estancamiento (lo que, dada la gravedad de los retos a enfrentar, sólo podía significar una tendencia al reflujo o al retroceso). Este punto de vista era el que defendían Marc Chirik y una minoría de camaradas en el Congreso. Se basaba en una clara conciencia de que el desarrollo de la descomposición expresaba una especie de bloqueo histórico entre las principales clases de la sociedad. La burguesía no había infligido una derrota histórica decisiva a la clase obrera, y no era capaz de movilizarla para una nueva guerra mundial; pero la clase obrera, a pesar de los 20 años de lucha que habían impedido la marcha hacia la guerra, y que, por supuesto había visto importantes desarrollos en la conciencia de clase, había sido incapaz de desarrollar la perspectiva de la revolución, de plantear su propia alternativa política a la crisis del sistema. El capitalismo, desprovisto de cualquier salida, pero aún hundido en una muy larga crisis económica, comenzaba a pudrirse de pies a cabeza, y esta podredumbre estaba afectando a la sociedad capitalista a todos los niveles [11].
Este diagnóstico fue rotundamente confirmado por el colapso del bloque del Este. Por un lado, este considerable acontecimiento es, sin duda, un producto de la descomposición. Confirma de una manera contundente el profundo impasse de la burguesía estalinista, que estaba enredada en un atolladero económico siendo manifiestamente incapaz de movilizar a sus trabajadores hacia una solución militar a la bancarrota de su economía (las luchas en Polonia en 1980 habían demostrado esto de una forma bastante clara a la clase dominante estalinista). Al mismo tiempo, mostró las graves debilidades políticas de esta sección de la clase obrera mundial. El proletariado del bloque ruso había demostrado, ciertamente, su capacidad de lucha en el terreno económico defensivo, pero confrontado a un enorme acontecimiento histórico que se expresaba en gran medida a nivel político, fue completamente incapaz de ofrecer su propia alternativa y, en tanto que clase, se ahogó en el remolino democrático falsamente descrito como una serie de ‘revoluciones populares’.
A su vez, estos acontecimientos aceleraron muy significativamente el proceso de descomposición a escala mundial. Esto fue más evidente a nivel imperialista, donde el rápido colapso del viejo sistema de bloques permitió a la tendencia del "cada uno para sí" dominar cada vez más las rivalidades diplomáticas y militares. Pero también esto fue cierto con respecto a la relación de fuerzas entre las clases. A raíz del derrumbe del bloque del Este, las campañas de la burguesía mundial sobre la muerte del comunismo, sobre la imposibilidad de cualquier alternativa de la clase obrera al capitalismo, asestaron nuevos golpes a la capacidad de la clase obrera internacional -especialmente en los países centrales del sistema- para generar una perspectiva política.
La CCI no había previsto los acontecimientos de 1989-91, pero pudo responder a ellos con un análisis coherente basado en trabajos teóricos anteriores. Esto fue cierto tanto para entender los factores económicos involucrados en la caída del estalinismo[12] y para predecir el creciente caos que, en ausencia de bloques, estallaría en la esfera de los conflictos imperialistas[13]. En cuanto al nivel de la lucha de clases, fuimos capaces de ver que el proletariado se enfrentaría ahora a un período particularmente difícil:
“La identificación que es sistemáticamente establecida entre comunismo y estalinismo, la mentira mil veces repetida, e incluso hoy más martilleada que nunca antes, según la cual la revolución proletaria sólo puede terminar en desastre, con el colapso del estalinismo, y durante todo un período, ganará y añadirá un impacto en las filas de la clase trabajadora. Por lo tanto, tenemos que esperar un retroceso momentáneo en la conciencia del proletariado, de lo que ya podemos observar sus manifestaciones, en particular con el regreso vigoroso de los sindicatos. Si bien los ataques incesantes y cada vez más brutales que el capitalismo no dejará de asestar contra los trabajadores los forzará a entrar en el combate, esto no se traducirá, al principio, en una mayor capacidad de la clase para desarrollar su conciencia. En particular, la ideología reformista pesará mucho en las luchas del período venidero, favoreciendo en gran medida la acción de los sindicatos.
Dada la importancia histórica de los acontecimientos que lo determinan, el actual repliegue del proletariado -aunque no cuestiona el curso histórico, la perspectiva general hacia los enfrentamientos de clases- va a ser mucho más profundo que el que acompañó a la derrota de 1981 en Polonia. Sin embargo, no podemos predecir de antemano su real amplitud o su duración. En particular, el ritmo del colapso del capitalismo occidental -que actualmente podemos ver que se acelera, con la perspectiva de una nueva recesión abierta- será un factor determinante para establecer el momento en que el proletariado podrá reanudar su marcha hacia la conciencia revolucionaria"[14].
Este pasaje es muy claro sobre el impacto profundamente negativo del colapso del estalinismo, pero aún contiene una cierta subestimación de la profundidad del reflujo. La estimación de que esto sería “momentáneo” ya debilita la posición de que el retroceso sería "mucho más profundo del que acompañó la derrota de 1981 en Polonia", y este problema se haría evidente en nuestro análisis en los años siguientes, particularmente en la idea de que algunas luchas en la década de 1990 -en el 92, y nuevamente en el 98- marcaron el final del retroceso. En realidad, a la luz de las últimas tres décadas, podemos decir que el retroceso en la conciencia de clase no sólo continuó, sino que se ha profundizado, causando una especie de amnesia en relación con los logros y avances del período 1968-1989.
El impacto de la crisis económica en Occidente no ha sido tan lineal como lo implica el pasaje citado anteriormente. Las repetidas convulsiones de la economía ciertamente han debilitado el alardeo de la clase dominante a comienzos de la década de los 90 que, con el final del bloque del Este, entraríamos en un período de absoluta prosperidad. Pero la burguesía ha sido capaz de desarrollar nuevas formas de Capitalismo de Estado y manipulaciones económicas (tipificadas en el concepto de "neoliberalismo") que han mantenido al menos una ilusión de crecimiento, mientras que el desarrollo real de la economía china, en particular, ha convencido a muchos de que el capitalismo es adaptable infinitamente y siempre puede encontrar nuevas formas de sortear su crisis. Y cuando las contradicciones subyacentes volvieron a la superficie, como lo hicieron con la gran crisis financiera de 2008, pueden haber estimulado algunas reacciones proletarias (en el período 2010-2013, por ejemplo). Pero al mismo tiempo, la propia forma que esta crisis tomó, "una crisis crediticia" que implicó una pérdida masiva de ahorros de millones de trabajadores, hizo más difícil responder en el terreno de clase, ya que el impacto pareció afectar más a los propietarios de casas que a una clase asociada[15]
- La descomposición socava esta auto conciencia del proletariado como una fuerza social distinta en muchos sentidos, todo lo cual exacerba la atomización y el individualismo inherentes a la sociedad burguesa. Podemos ver esto, por ejemplo, en la tendencia a la formación de pandillas en los centros urbanos, que expresan tanto una falta de perspectiva económica para una parte considerable de la juventud proletaria, como una búsqueda desesperada de una comunidad alternativa que resulta en la creación de divisiones asesinas entre los jóvenes, basadas en las rivalidades entre diferentes barrios y condiciones, en la competencia por el control de la economía local de las drogas o en las diferencias raciales o religiosas.
- Las políticas económicas de la clase gobernante también han atacado deliberadamente todo sentido de identidad de clase –tanto eliminando los viejos centros industriales de resistencia de clase obrera, como introduciendo formas mucho más atomizadas de trabajo, como la llamada ‘economía aparente o informal’ donde los trabajadores son tratados cotidianamente como autoempleados ‘emprendedores’.
- El creciente número de guerras sangrientas y caóticas que caracterizan este período, mientras refuta de plano la afirmación de que el fin del estalinismo regalaría a la humanidad un "dividendo de paz", no proporciona la base para un desarrollo general de la conciencia de clase como lo hicieron, por ejemplo, durante la Primera Guerra Mundial cuando el proletariado de los países centrales fue movilizado directamente para la carnicería. La burguesía aprendió la lección de los conflictos sociales del pasado provocados por la guerra (incluida la resistencia contra la guerra de Vietnam) y, en los países clave de Occidente, ha hecho todo lo posible para evitar el uso de ejércitos de conscriptos y para limitar sus guerras a las periferias del sistema. Esto no ha evitado que estas confrontaciones militares tuvieran un impacto muy real en los países centrales, pero esto ha tomado principalmente formas que tienden a reforzar el nacionalismo y relanzar la “protección” del Estado: el incremento enorme en el número de refugiados que huyen de las zonas de guerra, y la acción de grupos terroristas apuntando a la población de los países desarrollados[16].
- A nivel político, en ausencia de una perspectiva proletaria clara, hemos visto a diferentes partes de la clase trabajadora influenciadas por las falsas críticas al sistema ofrecidas por el populismo, por un lado, y por el jihadismo, por el otro. La creciente influencia de "políticas pro-identidad" entre las capas más educadas de la clase trabajadora es otra expresión de esta dinámica: la falta de identidad de clase se empeora con la tendencia hacia la fragmentación en identidades raciales, sexuales y de otro tipo, reforzando la exclusión y la división, mientras que sólo la lucha proletaria por sus propios intereses puede ser verdaderamente inclusiva.
Debemos enfrentar la realidad de todas estas dificultades e identificar las consecuencias políticas para la lucha por cambiar la sociedad. Pero en nuestra opinión, mientras que el proletariado no puede evitar la dura escuela de las derrotas, las crecientes dificultades e incluso las derrotas parciales aún no influyen para una derrota histórica de la clase y para la desaparición de la posibilidad del comunismo.
En la última década, más o menos, ha habido una serie de movimientos importantes que respaldan esta conclusión. En 2006, vimos la movilización masiva de jóvenes estudiantes en Francia contra el CPE[17]. Los medios de información de la clase dominante a menudo describen las luchas en Francia -incluso si están estrechamente controladas por los sindicatos, como en el más reciente caso[18]- como agitando el espectro de un "nuevo Mayo 68", la mejor manera de distorsionar las lecciones reales de Mayo. Pero el movimiento de 2006, en un sentido, sí revivió el auténtico espíritu del 68: por un lado, porque sus protagonistas volvieron a descubrir las formas de lucha que habían surgido en ese momento, especialmente las asambleas generales, donde podían tener lugar discusiones reales, y donde los jóvenes participantes estaban atentos para escuchar el testimonio de los compañeros de más edad que habían participado en los sucesos del 68. Pero al mismo tiempo, este movimiento estudiantil, que había desbordado el control sindical, contenía el riesgo real para la burguesía, de llevar a los trabajadores empleados a una forma similar "incontrolada", al igual que en mayo 68, y fue por esto que el gobierno retiró el proyecto de ley del CPE que en primer lugar había provocado la revuelta.
También en mayo de 2006, 23000 trabajadores del metal en Vigo, en la provincia gallega de España, fueron a la huelga contra las nuevas normas laborales en este sector, y en vez de permanecer encerrados en las fábricas fueron a buscar la solidaridad de otras empresas, en particular de los astilleros y fábricas Citroën, organizando manifestaciones en la ciudad para atraer a toda la población y sobre todo creando asambleas generales públicas diarias, totalmente abiertas a otros trabajadores, empleados, desempleados y pensionados. Estas asambleas proletarias fueron los pulmones de una lucha ejemplar por una semana, hasta que el movimiento fue atrapado entre la violenta represión, por un lado, y las maniobras de negociación de los sindicatos y la patronal[19].
En 2011, vimos la oleada de revueltas sociales en el Medio Oriente y Grecia, que culminó en el movimiento de Indignados en España y el "Occupy" en los Estados Unidos[20]. El elemento proletario en estos movimientos varía de país a país, pero el más fuerte estuvo en España, donde vimos la extensión de la adopción de la forma de organización a través de la asamblea: un impulso de gran alcance internacionalista que dio la bienvenida a las expresiones de solidaridad por participantes de alrededor del mundo y donde el lema de "revolución mundial" fue tomado seriamente, quizás por primera vez desde la oleada revolucionaria de 1917; reconocimiento de que "el sistema es obsoleto" y una fuerte voluntad para discutir la posibilidad de una nueva forma de organización social. En los muchos debates animados que tuvieron lugar en las asambleas y comisiones sobre cuestiones de moral, la ciencia y la cultura, en el omnipresente cuestionar el dogma según el cual las relaciones capitalistas son eternas, aquí, otra vez, vimos tomar forma el verdadero espíritu de mayo del 68.
Por supuesto, la mayoría de estos movimientos tenían muchas debilidades, que hemos analizado en otra parte[21], no menos una tendencia a que los participantes se consideraran "ciudadanos" en lugar de proletarios, y, en consecuencia, una vulnerabilidad real a la ideología democrática, que permitiría a los partidos burgueses como Syriza en Grecia y Podemos en España a que se presentaran como los verdaderos herederos de estas revueltas. Y de alguna manera, como con cualquier derrota proletaria, mientras más se sube, más se cae: el reflujo de estos movimientos profundizó aún más el retroceso general en la conciencia de clase. En Egipto, donde el movimiento de las plazas inspiró el movimiento en España y Grecia, las ilusiones en la democracia han preparado el camino a la restauración del mismo tipo de régimen autoritario que fue el catalizador inicial de la "Primavera árabe"; en Israel, donde las manifestaciones masivas una vez levantaron el lema internacionalista "Netanyahu, Mubarak, Assad, el mismo enemigo", las políticas militaristas brutales del gobierno de Netanyahu han recuperado hoy el poder. Y lo más grave de todo, en España, muchos de los jóvenes que participaron en el movimiento de Indignados han sido arrastrados hacia los absolutos callejones sin salida del nacionalismo catalán o español[22].
La aparición de esta nueva generación proletaria en los movimientos de 2006 y 2011 también dio lugar a una nueva búsqueda de la política comunista entre una minoría, pero la esperanza de que esto daría lugar a una nueva afluencia de fuerzas revolucionarias no ha sido realizada, al menos hasta el presente. La Izquierda Comunista sigue estando en gran parte aislada y desunida. Entre los anarquistas, donde algunas tendencias interesantes comenzaron a tener lugar, la búsqueda de posiciones de clase está siendo socavada por la influencia de la política de la identidad e incluso del nacionalismo. En un tercer artículo de esta serie, vamos a ver con más detalle la evolución del campo político proletario y sus alrededores desde 1968.
Pero si mayo 68 nos enseña algo, nos muestra que la clase obrera puede surgir otra vez de la peor de las derrotas, que regresa de los más profundos reflujos. Los momentos de la revuelta proletaria que han tenido lugar a pesar de la amenaza del avance de la descomposición capitalista, revelan la posibilidad de que surjan nuevos movimientos que, al recuperar la perspectiva de la revolución, pueden evitar los múltiples peligros que la descomposición plantea para el futuro de la especie.
Estos peligros -la propagación del caos militar, de la catástrofe ecológica, del hambre y la enfermedad en una escala sin precedentes- demuestran que la revolución es cada vez más una necesidad para la raza humana. La decadencia y descomposición del capitalismo sin duda aumentan la amenaza de que la base objetiva de una nueva sociedad sea definitivamente destruida si la descomposición avanza más allá de cierto punto. Pero incluso en su última fase, el capitalismo produce las fuerzas que pueden utilizarse para derrocarlo, en palabras del Manifiesto Comunista de 1848, "lo que la burguesía produce, ante todo, es sus propios sepultureros". El capitalismo, sus medios de producción y comunicación son más globales que nunca, pero entonces también el proletariado es más internacional, más capaz de comunicarse entre sí en una escala mundial. El capitalismo se ha hecho cada vez más avanzado tecnológicamente, pero entonces debe educar al proletariado en el uso de su ciencia y tecnología que puede ser tomada en manos en una sociedad futura que sea para cubrir las necesidades humanas y no los fines de lucro. Esta capa de la clase más educada, con una mentalidad internacional, hizo su aparición una y otra vez en el movimiento social reciente, sobre todo en los países centrales del sistema y, sin duda, jugará un papel clave en cualquier futuro resurgimiento de la lucha de clases, como los nuevos ejércitos proletarios creados por el capitalismo vertiginoso pero enfermo crecieron en Asia y otras regiones anteriormente "subdesarrolladas". No hemos visto lo último del espíritu de mayo del 68.
Amos, junio de 2018.
[1] Para conocer la contribución fundamental de este militante de la Izquierda Comunista ver https://es.internationalism.org/revista-internacional/200608/1053/marc-de-la-revolucion-de-octubre-1917-a-la-ii-guerra-mundial [23]
[2] Ver, por ejemplo, World Revolution 315, “ICC meeting at ‘1968 and all that’: the perspective opened 40 years ago has not gone away [24]”.
[3] “Hace cincuenta años: Mayo 68, parte 1 Hundimiento en la crisis económica, Revista Internacional 160: /content/4318/hace-50-anos-mayo-68 [25]
[4] Revista Internacional 53, segundo trimestre de 1988. El artículo es firmado RV, Uno de los jóvenes “venezolanos” quien ayudó a formar RI en 1968.
[5] Ver en particular: “Confusión de los grupos Comunistas sobre el presente periodo: Subestimación de la lucha de clases, Revista internacional 54. Tercer trimestre de 1988.
[6] Ver en particular “Los 50s y 60s: Damnen y Bordiga, y la pasión por el comunismo” Revista Internacional 158. https://es.internationalism.org/revista-internacional/201708/4225/el-comunismo-esta-a-la-orden-del-dia-de-la-historia-los-anos-1950- [26]
[7] Ver /content/4144/hace-40-anos-la-naciente-democracia-espanola-se-estreno-con-los-asesinatos-de-obreros [27]
[8] Ver https://es.internationalism.org/revista-internacional/201510/4119/de-la-ii-guerra-mundial-hasta-mediados-de-los-anos-1970 [28]
[10] Ver nuestras "TESIS SOBRE LA DESCOMPOSICION [7]".
[11] Para un balance más desarrollado de las luchas durante las últimas décadas, que toma en cuenta las tendencias a sobreestimar la potencialidad inmediata de la lucha de clases en nuestros análisis, ver: “Informe sobre la lucha de clases” del 21º Congreso de la CCI, Revista Internacional 156, invierno del 2016, https://es.internationalism.org/revista-internacional/201603/4150/informe-sobre-la-lucha-de-clases [30]
[12] Ver “Tesis sobre la crisis política y económica en los países del Este”, Revista Internacional 60, primer trimestre de 1990, /content/3451/tesis-sobre-la-crisis-economica-y-politica-en-los-paises-del-este [31]
[13] Ver en particular el “Texto de Orientación: Militarismo y Descomposición”, Revista Internacional 64, primer trimestre de 1991, https://es.internationalism.org/revista-internacional/201410/4046/militarismo-y-descomposicion [20]
[14] “Tesis sobre la crisis política y económica en los países del Este”, Revista Internacional 60, primer trimestre de 1990. Ver nota 12. También es de interés consultar el artículo de la misma Revista Internacional nº 60 titulado Derrumbe del bloque del Este, dificultades en aumento para el proletariado, https://es.internationalism.org/revista-internacional/199001/3502/derrumbe-del-bloque-del-este-dificultades-en-aumento-para-el-prole [8]
[15] Ver el punto 15 en “22º Congreso de la CCI: Resolución sobre la situación internacional”, Revista Internacional 159. https://es.internationalism.org/revista-internacional/201711/4256/22-congreso-de-la-cci-resolucion-sobre-la-situacion-internacional [32]
[16] Ver puntos 16 y 17 de la resolución anterior.
[17] CPE = Primer Contrato de Trabajo, una medida destinada a aumentar la inseguridad laboral para los trabajadores jóvenes. Para un análisis de este movimiento, ver "https://es.internationalism.org/revista-internacional/200606/964/tesis-sobre-el-movimiento-de-los-estudiantes-de-la-primavera-de-200 [33]
[18] Volante de la CCI:https://es.internationalism.org/accion-proletaria/201805/4302/francia-huelgas-en-cadena-de-los-ferroviarios-una-maniobra-de-los-sind [34]
[19] Ver Vigo los métodos proletarios de lucha, https://es.internationalism.org/cci-online/200605/910/huelga-del-metal-d... [35]
[20] Ver nuestra hoja internacional 2011, de la indignación a la esperanza, /content/3349/2011-de-la-indignacion-la-esperanza [36]
[21] Ver “Los Indignados en España, Grecia e Israel: de la indignación a la preparación de la lucha de clases”, Revista Internacional 147, primer trimestre de 2011. https://es.internationalism.org/revista-internacional/201111/3264/movimiento-de-indignados-en-espana-grecia-e-israel-de-la-indignaci [37]
[22] Ver España y Cataluña, dos patrias para imponer la miseria, /content/3482/espana-y-cataluna-dos-patrias-para-imponer-la-miseria [38], y Cataluña – España: los proletarios no tienen patria, https://es.internationalism.org/revista-internacional/201712/4262/cataluna-espana-los-proletarios-no-tienen-patria [39]
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La CCI ha celebrado reuniones públicas en ciudades de varios países con motivo del 50º aniversario de mayo de 1968. En términos generales, los presentes estuvieron de acuerdo con las principales características del movimiento que destacamos:
- Lo que da a estos acontecimientos su carácter histórico es el despertar de la lucha de clases expresada en la huelga obrera más masiva jamás habida en aquellos tiempos -10 millones de trabajadores en huelga- y cuyo desarrollo no se debió para nada a la acción de los sindicatos, sino únicamente a la iniciativa de los propios trabajadores que entraron en lucha espontáneamente;
- Ese movimiento de la clase obrera, que no fue ni mucho menos a remolque de la agitación estudiantil concomitante, se precipitó en gran parte a causa de la brutal represión de los estudiantes que engendró una profunda indignación entre la clase obrera;
- Aquel episodio histórico creó una atmósfera sin precedentes, como la que existe sólo durante los grandes movimientos de la clase obrera: la voz que se libera en las calles, las universidades y algunas empresas ocupadas, centros neurálgicos de intensos debates políticos;
- Fundamentalmente, ese formidable movimiento es la respuesta a las primeras dentelladas de la crisis económica abierta, de vuelta otra vez, que afectó a una clase obrera cuyas generaciones más jóvenes se estaban librando del peso aplastante del período de la contrarrevolución;
- Aquel movimiento vio así la caída de un importante cerrojo de la lucha de clases: el del control asfixiante del estalinismo y sus correas sindicales de transmisión.
La idea de que Mayo del 68 fue la señal para el desarrollo de una ola de luchas a escala internacional no sorprendió, en general, a los participantes en nuestras reuniones. Pero paradójicamente, no siempre fue lo mismo para esa otra idea de que el mes de mayo del 68 marcó el final del largo período de contrarrevolución que sucedió a la derrota de la primera ola revolucionaria mundial y, al mismo tiempo, abría un nuevo camino para los enfrentamientos de clases entre la burguesía y el proletariado. En particular, una serie de características del período actual, como el desarrollo del fundamentalismo, la multiplicación de las guerras en el planeta, etc., tendían a interpretarse como signos de un período contrarrevolucionario.
Se trata de un error que, en nuestra opinión, tiene su origen en una doble dificultad.
Por un lado, el insuficiente conocimiento de cómo fue el período de una contrarrevolución mundial, iniciado con la derrota de la primera oleada revolucionaria, y por lo tanto una dificultad para comprender realmente lo que ese período significó para la clase obrera y su lucha, pero también para la humanidad en la medida en que la barbarie inherente al capitalismo en crisis dejó de tener límites. Por eso, en este artículo, hemos tomado la decisión de volver en detalle sobre aquel período.
Por otro lado, el período abierto en Mayo del 68, aunque puede parecer más familiar a las generaciones que -directa o indirectamente- conocieron Mayo del 68, su dinámica general subyacente no puede ser entendida espontáneamente. Puede, entre otras cosas, quedar oscurecida por acontecimientos, situaciones que, aunque importantes, no fueron factores determinantes. Por eso, también volveremos a ese período destacando sus diferencias fundamentales con el período de la contrarrevolución.
El fenómeno que todo el mundo ha observado a un nivel inmediato, el hecho de que después de una lucha, la movilización de los trabajadores tiende a retroceder y a menudo la voluntad de luchar, también existe a un nivel más profundo a escala de la historia. De hecho, permite verificar la validez de lo que Marx había señalado sobre este tema en El 18 de Brumario, es decir, la alternancia de arrebatos, a menudo muy enérgicos y deslumbrantes de la lucha proletaria (1848-49, 1864-71), 1917-23), y de retrocesos (a partir de 1850, 1872 y 1923) que, además, llevaron cada vez a la desaparición o degeneración de las organizaciones políticas que la clase se había dado durante el período de luchas en ascenso: Liga de los Comunistas, creación en 1847, disolución en 1852; Asociación Internacional de Trabajadores (AIT): fundación en 1864, disolución en 1876; Internacional Comunista: fundación en 1919, degeneración y muerte a mediados de la década de 1920; la vida de la Internacional Socialista 1889-1914, que había seguido un curso más o menos similar pero menos claro[1].
La derrota de la primera ola revolucionaria mundial de 1917-23 abrió el período de contrarrevolución más largo, profundo y terrible que jamás haya sufrido el proletariado, llevando a la pérdida de todas las referencias por parte de la clase obrera como un todo, y las pocas organizaciones que permanecieron leales a la revolución acabarán siendo ínfimas minorías. Y además, esa derrota dejó abiertas de par en par las puertas al desencadenamiento de una barbarie que superaría con creces los horrores de la Primera Guerra Mundial. Fue, en cambio, una dinámica opuesta la que se ha desarrollado desde 1968, y no hay razón para decir que ya se ha agotado, a pesar de las grandes dificultades experimentadas por el proletariado desde principios de la década de 1990 con la extensión y profundización de la barbarie por el planeta.
La expresión "Medianoche en el siglo", del título de un libro de Víctor Serge[2], se aplica perfectamente a la realidad de esta pesadilla que duró casi medio siglo.
Varios golpes terribles a la ola revolucionaria mundial abierta con la revolución rusa en 1917, fueron ya la antesala de la larga serie de ofensivas burguesas contra la clase obrera que precipitarán el movimiento obrero en las profundidades de la contrarrevolución. Pues, para la burguesía, no sólo se tratará de derrotar a la revolución, sino también de golpear a la clase obrera de tal modo que no pudiera recuperarse. Frente a una ola revolucionaria mundial que había amenazado el orden capitalista mundial, y ese era su objetivo consciente y declarado[3], la burguesía no podía contentarse con hacer retroceder al proletariado. Tenía que hacer todo lo que estuviera a su alcance para que en el futuro esa experiencia dejara a los proletarios de todo el mundo una imagen tal que no se les volviera a ocurrir intentarlo. Sobre todo, tenía que intentar desprestigiar para siempre la idea de la revolución comunista y la posibilidad de establecer una sociedad sin guerra, sin clases y sin explotación. Para ello pudo beneficiarse de circunstancias políticas que le fueron de lo más favorable: la pérdida del baluarte revolucionario en Rusia no se logró por su derrota en el enfrentamiento militar con los ejércitos blancos que intentaron invadir Rusia, sino por su propia degeneración interna (a la que, por supuesto, contribuyó en gran medida el considerable esfuerzo bélico). Hasta el punto que le fue fácil a la burguesía hacer creer que la monstruosidad surgida de la derrota política de la revolución, la URSS “socialista”, pareciera comunismo. Y, al mismo tiempo, la tal URSS debía ser percibida como el destino inevitable de cualquier lucha del proletariado por su emancipación. A esta mentira participarán todas las fracciones de la burguesía mundial, en todos los países, desde la extrema derecha hasta la extrema izquierda trotskista.[4]
Cuando las principales burguesías involucradas en la Guerra Mundial la terminaron en noviembre de 1918, fue con el objetivo obvio de impedir que nuevos focos revolucionarios engrosaran el flujo de la revolución, que fue victoriosa en Rusia y amenazante en Alemania, mientras la burguesía de este país habías salido debilitada por la derrota militar. Esto evitó que la fiebre revolucionaria, estimulada por la barbarie de los campos de batalla y por la insoportable explotación y miseria en retaguardia, se apoderara también de otros países como Francia, Gran Bretaña, etc. Y ese objetivo fue globalmente alcanzado.
En los países vencedores, el proletariado, que sin embargo había aclamado fervientemente la revolución rusa, no se comprometió masivamente tras los estandartes de la revolución para derrocar al capitalismo, para poner fin para siempre a los horrores de la guerra. Agotado por cuatro años de sufrimiento en las trincheras o en las fábricas de armas, aspiraba más bien a descansar "aprovechando" la paz que los bandidos imperialistas le acababan de "ofrecer". Y como en todas las guerras, son siempre los vencidos quienes, en última instancia, son reconocidos como la causa de las guerras, en el discurso de la Entente (Francia, Reino Unido, Rusia) quedó borrada la responsabilidad del capitalismo como un todo para echar toda la culpa a los imperios centrales (Alemania, Austria- Hungría). Peor aún, en Francia, la burguesía prometió a los trabajadores una nueva era de prosperidad sobre la base de las reparaciones que se impondrían a Alemania. Y fue así como el proletariado en Alemania y Rusia estaba cada día más aislado.
Y lo que sucederá, tanto en los países victoriosos como en los derrotados, será lo que Rosa Luxemburgo había esbozado en su Folleto de Junius (La crisis de la socialdemocracia alemana[5]): si el proletariado mundial no lograra, a través de su lucha revolucionaria, construir una nueva sociedad sobre las ruinas humeantes del capitalismo, entonces, inevitablemente, éste acabaría infligiendo calamidades aún peores a la humanidad.
La historia del nuevo descenso a los infiernos, que culminó en los horrores de la Segunda Guerra Mundial, se identifica en muchos aspectos con la de la contrarrevolución que alcanzó su punto álgido al final de ese conflicto.
Poco después de octubre de 1917, el poder soviético se enfrentó a las ofensivas militares del imperialismo alemán, el cual hacía oídos sordos a toda idea de paz[6]. Los ejércitos blancos, apoyados económicamente desde el extranjero, se estructuraron en diferentes partes del país. Más tarde, se lanzaron nuevos ejércitos blancos, organizados directamente desde el extranjero contra la revolución hasta 1920. Un país asediado, atenazado por los ejércitos blancos y asfixiado económicamente. La guerra civil dejó un país totalmente devastado. Casi 980.000 personas murieron en las filas del Ejército Rojo, alrededor de 3 millones entre la población civil.
En Alemania, el eje de la contrarrevolución lo formó la alianza de dos grandes fuerzas: el traidor SPD y el ejército. Estos fueron el origen del establecimiento de una nueva fuerza, los Cuerpos Francos, los mercenarios de la contrarrevolución, el núcleo de lo que acabaría siendo el movimiento nazi. La burguesía asestó un golpe terrible al proletariado berlinés al arrastrarlo a una insurrección prematura en Berlín, que fue brutalmente reprimida en enero de 1919 (la Comuna de Berlín). Miles de obreros y comunistas berlineses -ya que la mayoría de ellos también eran obreros- fueron asesinados (1200 obreros fusilados), torturados y encarcelados. R. Luxemburgo K. Liebknecht y luego Leo Jogisches fueron asesinados. La clase obrera perdía parte de su vanguardia y su líder más clarividente en la persona de Rosa Luxemburgo, que habría sido una valiosísima brújula en las tempestades que se avecinaban.
Además de la incapacidad del movimiento obrero en Alemania para frustrar esa maniobra, adolecerá de una patente falta de coordinación entre los distintos focos del movimiento: Tras la comuna de Berlín, estallaron en el Ruhr luchas defensivas en las que participaron millones de mineros, trabajadores siderúrgicos y textiles de las regiones industriales del Bajo Rin y Westfalia (primer trimestre de 1919), seguidas de luchas en el centro de Alemania y de nuevo en Berlín (finales de marzo). El Consejo Ejecutivo de la República de Baviera fue proclamado en Múnich, luego derrocado y estalló la represión. Berlín, el Ruhr, otra vez Berlín, Hamburgo, Bremen, Alemania Central, Baviera, por todas partes el proletariado es aplastado paquete por paquete. Toda la ferocidad, la barbarie, la astucia, los llamamientos a la delación y la tecnología militar se ponen al servicio de la represión. Por ejemplo, "para recuperar la Alexanderplatz de Berlín, por primera vez en la historia de las revoluciones, se utilizaron todas las armas utilizadas en los campos de batalla: artillería ligera y pesada, bombas que pesaban hasta un quintal, reconocimiento aéreo y bombardeo aéreo"[7]. Miles de obreros fueron fusilados o asesinados en los combates; los comunistas perseguidos y muchos sentenciados a muerte[8].
Los trabajadores de Hungría en marzo se opusieron también al capital en enfrentamientos revolucionarios. El 21 de marzo de 1919 se proclamó la República de Consejos, pero fue aplastada durante el verano por las tropas contrarrevolucionarias. Para más información, pueden leerse nuestros artículos en la Revista Internacional[9].
A pesar de los intentos heroicos del proletariado en Alemania, en 1920 (frente al golpe de Estado de Kapp) y 1921 (acción de marzo), que muestran la persistencia de una fuerte combatividad, acabó siendo patente que la dinámica ya no era hacia el fortalecimiento político del proletariado alemán como un todo, sino todo lo contrario.
Los estragos de las guerras contra las ofensivas de la reacción internacional, incluyendo las considerables pérdidas sufridas por el proletariado; el debilitamiento político del proletariado con la pérdida de su poder político por los consejos obreros y la disolución de la Guardia Roja; el aislamiento político de la revolución, todo eso fue terreno abonado para el desarrollo del oportunismo dentro del partido bolchevique y la internacional comunista. La represión de la insurrección de Kronstadt en 1921, que había sido una reacción contra la pérdida de poder de los sóviets, fue ordenada por el partido bolchevique. De haber sido la vanguardia de la revolución en el momento de la toma del poder, se acabó convirtiendo en vanguardia de la contrarrevolución al cabo de una degeneración interna que no pudieron impedir las fracciones que surgieron dentro del partido bolchevique para luchar precisamente contra el creciente oportunismo.[10]
Desaparecidas las grandes masas que en Rusia, Alemania, Hungría..., se habían lanzado al asalto del cielo. Ahora están exangües, exhaustas, derrotadas, ya no pueden más. En los países victoriosos de la guerra, el proletariado no se ha manifestado lo suficiente. Todo eso selló la derrota política del proletariado en todo el mundo.
El proceso de degeneración de la revolución rusa se aceleró con la toma del poder del partido bolchevique por Stalin. La adopción en 1925 de la tesis del "socialismo en un solo país", que se convirtió en la doctrina del Partido Bolchevique y de la Internacional Comunista, fue un punto de ruptura y de imposible vuelta atrás. Aquella verdadera traición al internacionalismo proletario, principio básico de la lucha proletaria y la revolución comunista, fue asumida y defendida por todos los partidos comunistas del mundo[11] contra el proyecto histórico de la clase obrera. Al mismo tiempo que rubricaba el abandono de todo proyecto proletario, la tesis del socialismo en un solo país corresponde al método ruso de la integración en el capitalismo mundial.
Desde mediados de la década de 1920, Stalin siguió una política de liquidación despiadada de todos los antiguos compañeros de Lenin utilizando a mansalva los cuerpos represivos que el Partido Bolchevique había implantado para resistir a los ejércitos blancos (en particular la policía política, la Checa)[12]. Todo el mundo capitalista había reconocido en Stalin al hombre de la situación, el que erradicaría los últimos vestigios de la Revolución de Octubre y al que era necesario dar todo el apoyo necesario para disolver y exterminar a la generación de proletarios y revolucionarios que, en medio de la guerra mundial, se había atrevido a librar la lucha a muerte contra el orden capitalista.
El estalinismo persigue y reprime a los revolucionarios dondequiera que estén, con la ayuda cómplice de las grandes democracias, las mismas que habían enviado a sus ejércitos blancos a matar de hambre e intentar echar abajo el poder de los soviets.
La Rusia de Stalin será presentada por la burguesía estalinista y por la burguesía mundial, como la realización del objetivo último del proletariado, el establecimiento del socialismo. En esa tarea colaboraron todas las fracciones mundiales de la burguesía, tanto las fracciones democráticas como los diversos PC nacionales.
La gran mayoría de quienes todavía creían en la revolución identificarán su objetivo con el de instaurar un régimen del tipo de la URSS en otros países. Y cuanto más se vaya haciendo la luz de la realidad de la situación de la clase obrera en la URSS, más profunda será la división en el proletariado mundial: aquellos que continuarán defendiendo el carácter "progresista" (a pesar de todas sus deficiencias), "sin burguesía", de la Unión Soviética; aquellos para quienes, por el contrario, la situación en la URSS será un espantajo, pero sin tener la fuerza de concebir un proyecto alternativo. El proyecto proletario sólo lo defenderán minorías cada vez más pequeñas de revolucionarios que le permanecieron fieles.
Los años posteriores a la crisis de 1929 fueron dramáticos para las condiciones de vida del proletariado mundial, particularmente en Europa y Estados Unidos. Y en general, sin embargo, sus reacciones a tal situación no serán, ni mucho menos, una respuesta capaz de dinamizar la lucha de clases y de cuestionar el orden establecido. Y lo que es peor todavía, habrá reacciones notables en Francia y España que acabarán encerradas en el atolladero de la lucha antifascista.
En Francia, la gran ola de huelgas que siguió a la llegada del Frente Popular en 1936 puso claramente de relieve los límites de la clase obrera bajo la losa de la contrarrevolución. La ola de huelgas comenzó con ocupaciones espontáneas de fábricas y mostró incluso cierta combatividad de los trabajadores. Pero, desde los primeros días, la izquierda pudo utilizar la masa gigantesca para maniobrar e imponer a toda la burguesía francesa las medidas del capitalismo de Estado necesarias para enfrentar la crisis económica y prepararse para la guerra. Si bien es cierto que por primera vez en Francia hubo ocupaciones de fábricas, también es la primera vez que vemos a los trabajadores cantando la Internacional y la Marsellesa, caminando detrás de banderas rojas entreveradas con las patrióticas tricolores[13]. El aparato de encuadramiento del PC y los sindicatos controlaban la situación, logrando encerrar en las fábricas a los trabajadores que se dejaban adormecer al son del acordeón.
Como el proletariado español había estado fuera de la Primera Guerra Mundial y de la oleada revolucionaria, sus fuerzas físicas estaban relativamente intactas para hacer frente a los ataques de los que fue víctima durante la década de 1930. Aunque, eso sí, habrá más de un millón de muertos entre 1931 y 1939, cuya parte más importante se debió a la guerra civil entre el campo republicano y el del general Franco, una guerra que no tuvo absolutamente nada que ver con la lucha de clases del proletariado, sino que, por el contrario, fue su debilitamiento lo que la permitió. La situación se precipitó en 1936 con el golpe de Estado del general Franco. La respuesta de los trabajadores fue inmediata: el 19 de julio del 36 se declararon en huelga y se dirigieron masivamente a los cuarteles para desarmar la intentona, sin preocuparse por las directivas contrarias del Frente Popular y del gobierno republicano. Uniendo la lucha de protesta con la lucha política, los trabajadores interceptaron la mano asesina de Franco con aquella acción. Pero no la de la fracción burguesa organizada en el Frente Popular. Apenas un año después, el proletariado de Barcelona se levantó de nuevo, pero esta vez desesperado, en mayo de 1937, acabando por ser aplastado por el gobierno del Frente Popular, el Partido Comunista Español y su rama catalana del PSUC a la cabeza, mientras que las tropas franquistas detuvieron voluntariamente su avance para permitir que los verdugos estalinistas aplastaran a los trabajadores.
Aquella terrible tragedia obrera, que todavía hoy se tergiversa como "una revolución social española" o "una gran experiencia revolucionaria", rubricó, con el aplastamiento ideológico y físico de las últimas fuerzas vivas del proletariado europeo, el triunfo de la contrarrevolución. Aquella matanza fue un ensayo general que abrió de par en par las puertas al desencadenamiento de la guerra imperialista. [14]
La República de Weimar se distinguió introduciendo una profunda racionalización de la explotación de la clase obrera en Alemania, acompañada de medidas para representar a los trabajadores en las empresas con el fin de desconcertarlos.
En Alemania, entre la República de Weimar (1923) y el fascismo (1933), no surgiría ninguna oposición: aquélla había permitido aplastar la amenaza revolucionaria, dispersar al proletariado, desdibujar su conciencia; el nazismo, por su parte, al final de esa evolución, remataría la obra, logrando con mano de hierro la unidad de la sociedad capitalista estrangulando toda amenaza proletaria.
En todos los países europeos, aparecen partidos que reivindican a Hitler o a Mussolini, cuyo programa es fortalecer y concentrar el poder político y económico en manos de un partido único en el Estado. Su desarrollo se combina con una vasta ofensiva anti obrera del Estado, basada en un aparato represivo reforzado por el ejército, y con milicias fascistas cuando es necesario. Desde Rumania hasta Grecia, vemos el desarrollo de organizaciones de tipo fascista que, con la complicidad del Estado nacional, asumen la tarea de impedir cualquier reacción de los trabajadores. La dictadura capitalista se hacía visible, tomando la mayoría de las veces la forma del modelo mussoliniano o hitleriano.
El mantenimiento del marco de la democracia fue, en cambio, posible en los países industrializados menos afectados por la crisis. Fue incluso una necesidad para mistificar al proletariado. El fascismo, al haber engendrado el "antifascismo", fortaleció las capacidades de mistificación de las "potencias democráticas". Bajo el disfraz de la ideología de los Frentes Populares, que permitió mantener a los trabajadores desorientados detrás de los programas de unión nacional y preparación para la guerra imperialista, y en complicidad con la burguesía rusa, la mayoría de los PC serviles al nuevo imperialismo organizaron una vasta campaña sobre el incremento del peligro fascista. La burguesía sólo podía hacer la guerra engañando a los proletarios, haciéndoles creer que también era su guerra: "al detener la lucha de clases o más exactamente al destruir la potencia de la lucha proletaria, su conciencia, desviando sus luchas, la burguesía logra por medio de sus agentes infiltrados dentro del proletariado, vaciar las luchas de su contenido revolucionario metiéndolas por las vías del reformismo y el nacionalismo, y lograr así la condición última y decisiva para el desencadenamiento de la guerra imperialista” (“Informe sobre la situación internacional” Izquierda Comunista de Francia (julio de 1945, Extractos)[15]
La mayoría de los combatientes alistados en ambos bandos no se fueron al frente con una rama de olivo en el fusil, todavía traumatizados por la muerte de sus padres apenas 25 años antes. Y lo que se encontraron no era precisamente muy alegre: la "Blitzkrieg", por muy relámpago que fuera tal batalla, causó 90.000 muertos y 120.000 heridos en el lado francés, 27.000 muertos en el lado alemán. La debacle en Francia lanzó a las carreteras a diez millones de personas en condiciones espantosas. Millón y medio de prisioneros fueron enviados a Alemania. Por todas partes condiciones inhumanas de supervivencia: éxodo masivo en Francia, terror del estado nazi encuadrando a la población alemana.
Tanto en Italia como en Francia, muchos trabajadores se unieron al maquis en aquel momento. El partido estalinista y los trotskistas les dieron el ejemplo fraudulentamente disfrazado de la Comuna de París (¿no se van a levantar los trabajadores contra su propia burguesía dirigida por Pétain, el nuevo Thiers, mientras los alemanes ocupan Francia?) En medio de una población aterrorizada e impotente ante el desencadenamiento de la guerra, muchos obreros franceses y europeos, reclutados por las bandas de resistentes, serán asesinados creyendo que están luchando por la "liberación socialista" de Francia, Italia... Las bandas de resistentes estalinistas y trotskistas concentraron en espacial su odiosa propaganda para que los trabajadores se pusieran "a la vanguardia de la lucha por la independencia de los pueblos".
Mientras que la Primera Guerra Mundial mató a 20 millones de personas, la Segunda Guerra Mundial matará a 50 millones, de los cuales 20 millones son rusos masacrados en el frente europeo. 10 millones de personas murieron en los campos de concentración, de entre las cuales 6 millones por la política nazi de exterminio de los judíos. Aunque ninguna de las bestialidades macabras del nazismo es ahora desconocida por el público en general, a diferencia de los crímenes de las grandes democracias, los crímenes nazis siguen siendo una ilustración irrefutable de la ilimitada barbarie del capitalismo decadente y de la atroz hipocresía del campo de los aliados. En realidad, en el momento de la liberación, los aliados fingieron descubrir los campos de concentración. Pura mascarada para ocultar su propia barbarie exponiendo la del enemigo derrotado. De hecho, la burguesía, tanto inglesa como norteamericana, conocía perfectamente la existencia de los campos y lo que allí ocurría. Y sin embargo, aparentemente extraño, no habló de ello durante toda la guerra y no lo convirtió en un tema central de su propaganda. De hecho, lo que los gobiernos de Churchill y Roosevelt temían era que los nazis expulsaran masivamente a los judíos para vaciar los campos. De ahí que rechazaran las ofertas de intercambio de un millón de judíos. Ni siquiera los quisieron a cambio de nada[16]
En el último año de la guerra, las concentraciones obreras fueron el blanco directo de los bombardeos para debilitar a la clase obrera en la medida de lo posible diezmándola o aterrorizándola.
El objetivo es evitar que se repita el resurgir proletario como en 1917 y 18 ante los horrores de la guerra. Por eso los bombardeos angloamericanos -principalmente sobre Alemania, pero también sobre Francia- fueron de un siniestro “éxito”. El número de muertos de lo que sin duda fue uno de los mayores crímenes de guerra de la segunda carnicería mundial, alrededor de 200.000 muertos, casi todos civiles, el bombardeo de 1945 de Dresde, “ciudad hospital” sin ningún interés estratégico. Sólo para diezmar y aterrorizar a la población civil. A modo de comparación, Hiroshima, otro crimen atroz, mató a 75.000 personas y los terribles bombardeos estadounidenses sobre Tokio en marzo de 1945 causaron 85.000 muertes.
En 1943, cuando Mussolini fue derrocado y reemplazado por el mariscal Badoglio, que estaba a favor de los aliados, cuando ya éstos controlaban el sur del país, no hicieron nada para avanzar hacia el norte. La idea era dejar que los fascistas aplastaran a las masas trabajadoras que se habían levantado en un terreno de clase en las regiones industriales del norte de Italia. Preguntado por tal pasividad, Churchill respondió: "Hay que dejar que los italianos se cuezan a fuego lento en su propia salsa".
Desde el final de la guerra, los Aliados favorecieron la ocupación rusa allí donde habían surgido revueltas obreras. El Ejército Rojo tenía mejores cartas en mano para restaurar el orden en aquellos países, ya fuera masacrando al proletariado ya desviándolo de su terreno de clase en nombre del "socialismo".
Se estableció un reparto de trabajo similar entre el Ejército Rojo y el ejército alemán. En Varsovia y Budapest, ya en sus suburbios, el Ejército “Rojo” dejará que el ejército alemán aplastara, sin mover un dedo, las insurrecciones contra éste. Stalin confió a Hitler la tarea de masacrar a decenas de miles de trabajadores armados que podrían haber frustrado sus planes[17].
La burguesía "democrática" de los países victoriosos no sólo ofreció a Stalin territorios con "alto riesgo social", sino que además llamó a los PC a que asumiera el gobierno en gran parte de los países europeos (en particular en Francia e Italia) dejándoles poltronas en importantes ministerios (en Francia, Thorez -secretario del Partido Comunista- fue nombrado vicepresidente del Consejo de ministros en 1944).
En continuidad con las masacres preventivas destinadas a impedir que surgiera de una u otra manera el proletariado en Alemania al final de la guerra, las de después de la guerra no fueron menos brutales y expeditivas.
Alemania fue transformada en un vasto campo de exterminio por las potencias ocupantes de Rusia, Gran Bretaña, Francia y Estados Unidos. Después de la guerra murieron muchos más alemanes que en las batallas, bombardeos y campos de concentración de la guerra misma. Según James Bacque, autor de Crímenes y misericordias: el destino de los civiles alemanes bajo ocupación aliada, 1944-1950[18], más de 9 millones murieron como resultado de la política del imperialismo aliado entre 1945 y 1950.
La política de Potsdam sólo cambió cuando se alcanzó ese objetivo asesino y el imperialismo americano se dio cuenta de que el agotamiento de Europa después de la guerra podía llevar a la dominación del imperialismo ruso en todo el continente. La reconstrucción de Europa Occidental requería la resurrección de la economía alemana. El puente aéreo de Berlín en 1948 fue el símbolo de ese cambio de estrategia[19]. Por supuesto, al igual que el bombardeo de Dresde, "....el más bello ataque de terror de toda la guerra [que] había sido obra de los Aliados victoriosos", la burguesía democrática hizo lo posible para oscurecer la realidad del verdadero coste de la barbarie ampliamente compartido por ambos bandos de la Guerra Mundial.
A pesar de las manifestaciones ocasionales de luchas en diferentes lugares, especialmente en Italia en 1943, el proletariado no pudo erguirse contra a la barbarie de la Segunda Guerra Mundial, como lo había hecho contra la Primera.
La Primera Guerra Mundial había ganado millones de trabajadores al internacionalismo, la segunda los arrojó a las orillas del más despreciable chovinismo, a la caza de "alemanes", "collabos"[20].
El proletariado tocó fondo. Lo que ante sí tenía, y que interpretó como su gran "victoria", el triunfo de la democracia sobre el fascismo, fue su derrota histórica más total. Permitió construir los pilares ideológicos del orden capitalista: el sentimiento de victoria y euforia que embargaba al proletariado, su creencia en las "virtudes sagradas" de la democracia burguesa, la misma que lo había arrastrado a dos carnicerías imperialistas y había aplastado su revolución a principios de la década de 1920. Y durante el período de reconstrucción, y luego el "boom" económico de la posguerra, la mejora temporal de sus condiciones de vida en Occidente no le permitió medir la verdadera derrota que había sufrido.[21]
En los países de Europa del Este, que no se beneficiaron del maná americano del Plan Marshall porque los partidos estalinistas lo rechazaron por orden de Moscú, la situación tardó más en mejorar un poco. La mistificación presentada a los trabajadores fue la de la "construcción del socialismo". Esta mistificación tuvo cierto éxito, como en Checoslovaquia, donde el "golpe de Praga" de febrero de 1948, es decir, el control del gobierno por los estalinistas, se realizó con la simpatía de muchos trabajadores.
Una vez agotada esta ilusión, se produjeron levantamientos obreros como el de Hungría en 1956[22], pero fueron brutalmente reprimidos por las tropas rusas. La participación de las tropas rusas en la represión fue entonces una fuente adicional de nacionalismo en los países de Europa del Este. Al mismo tiempo, esos hechos fueron utilizados ampliamente por la propaganda de los sectores "democráticos" y pro-americanos de la burguesía de los países de Europa Occidental, mientras que los partidos estalinistas de estos países completaban la propaganda presentando la insurrección obrera húngara como un movimiento chauvinista, incluso "fascista", a sueldo del imperialismo americano.
Durante toda la "guerra fría", e incluso cuando dio paso a la "coexistencia pacífica" después de 1956, la división del mundo en dos bloques fue un importante instrumento de mistificación de la clase obrera.
En los años 50, el mismo tipo de política que en los años 30 continuó dividiendo y desorientando a la clase obrera: una parte de la clase obrera ya no quería ni oír hablar de “comunismo” (identificado con la URSS) mientras que la otra parte seguía sufriendo de la dominación ideológica de los partidos estalinistas y sus sindicatos. Así, desde la Guerra de Corea, la confrontación Este-Oeste se utilizó para oponerse a los diferentes sectores de la clase obrera y reclutar a millones de trabajadores tras las banderas del campo soviético en nombre de "la lucha contra el imperialismo". En aquella misma época, las guerras coloniales dieron una oportunidad suplementaria para desviar a los trabajadores de su terreno de clase en nombre, una vez más, de la "lucha contra el imperialismo" (y no contra el capitalismo) contra el cual se presentaba a la URSS como campeona del "derecho y la libertad de los pueblos". Este tipo de campaña continuaría en muchos países durante las décadas de 1950 y 1960, sobre todo con la guerra de Vietnam, en la que Estados Unidos se involucró masivamente a partir de 1961.[23]
Otra consecuencia de aquel largo y profundo retroceso de la clase obrera fue la ruptura orgánica con las fracciones comunistas del pasado, imponiendo así a las futuras generaciones de revolucionarios la necesidad de reapropiarse críticamente lo adquirido por el movimiento obrero.
La crisis de 1929 y de los años 30 había provocado, en el mejor de los casos, ciertas reacciones de combatividad del proletariado como en Francia y España, pero que, como hemos visto antes, fueron desviadas del terreno de clase al del antifascismo y la defensa de la democracia, gracias a la influencia de estalinistas, trotskistas y sindicatos. Para lo único que eso sirvió fue para que la contrarrevolución se extendiera más todavía.
1968 es solo el comienzo del retorno de la crisis económica mundial. Y, sin embargo, lo que explica en gran parte el aumento de la combatividad obrera en Francia a partir de 1967 son los efectos, en ese país, de dicha crisis económica mundial: aumento del desempleo, congelación de salarios, intensificación de cadencias en la producción, ataques a la seguridad social. Estalinistas y sindicatos tienen más y más dificultades para canalizar ese resurgir de la combatividad obrera que empieza a dar la espalda a huelguitas y jornadas de acción sindical. Ya en 1967, aparecen conflictos muy duros y determinados frente a la violenta represión patronal y policial, en la que los sindicatos se vieron desbordados en varias ocasiones.
El objetivo de este artículo no es tratar todos los aspectos importantes del mes de Mayo del 68 en Francia. Para ello remitimos al lector a los artículos "Mayo del 68 y la perspectiva revolucionaria" escritos con motivo del 40º aniversario de esos acontecimientos[24]. Recordar ciertos hechos es sin embargo importante para ilustrar el cambio en la dinámica de la lucha de clases ocurrido en Mayo de 1968.
En mayo, la atmósfera social cambia radicalmente. “El 13 de mayo, todas las ciudades del país viven las mayores manifestaciones [en solidaridad con los estudiantes víctimas de la represión] desde el final de la Segunda Guerra Mundial. La clase obrera acude en masa junto a los estudiantes. (...) Al final de las manifestaciones, se ocupan casi todas las universidades no sólo por estudiantes sino también por muchos jóvenes obreros. La palabra se libera por todas partes. Las discusiones no se limitan a cuestiones académicas, a la represión. Se empiezan a abordar todos los problemas sociales: las condiciones de trabajo, la explotación, el futuro de la sociedad (...) El 14 de mayo, los debates siguen en muchas empresas. Después de las inmensas manifestaciones del día anterior [en solidaridad con los estudiantes víctimas de la represión], con todo el entusiasmo y el sentimiento de fuerza que habían permitido, era difícil reanudar el trabajo como si no hubiera pasado nada. En Nantes, los obreros de Sud-Aviation, animados por los más jóvenes, lanzan una huelga espontánea y deciden ocupar la fábrica. La clase obrera comienza a tomar el relevo”[25]
El aparato clásico de encuadramiento de la burguesía no resiste a la espontaneidad de la clase obrera para entrar en lucha. Así, en los tres días siguientes a la manifestación del 13 de mayo, la huelga se extendió espontáneamente a las empresas de toda Francia. Los sindicatos desbordados no siguen al movimiento. No hay reivindicaciones precisas. Una característica común: huelga total, ocupación ilimitada, secuestro de la Dirección, se iza la bandera roja. Por último, la CGT llama a la extensión, intentando así “subir al tren en marcha”. Pero incluso antes de que se conocieran las instrucciones de la CGT, ya había un millón de trabajadores en huelga.
La creciente conciencia de la clase obrera de su propia fuerza estimula la discusión en su seno y la discusión política en particular. Esto recuerda, salvando las distancias, la efervescente vida política en la que vivía la clase obrera, como lo así lo narran los escritos de Trotski y J. Reed, en la situación revolucionaria de 1917[26].
El manto de patrañas urdido durante décadas por la contrarrevolución y sus partidarios, tanto estalinistas como demócratas, empieza a deshilacharse. Los films amateurs rodados en la fábrica ocupada de Sud-Aviation en Nantes muestran una discusión apasionada en un grupo de trabajadores sobre el papel de los comités de huelga en la "dualidad de poder". La dualidad de poder en 1917 fue el producto de la lucha por el poder real entre el estado burgués y los consejos obreros[27]. En muchas fábricas en huelga, en 1968, los trabajadores eligieron comités de huelga. Mucho se distaba de una situación pre-revolucionaria, pero lo que estaba sucediendo sí que era un intento de la clase obrera de recuperar su propia experiencia, su pasado revolucionario. Otra experiencia lo atestigua: "Algunos obreros les piden a los que defienden la idea de revolución que vengan a defender sus ideas en su fábrica ocupada. Y fue así como, en Toulouse, el pequeño núcleo que más tarde fundaría la sección de la CCI en Francia fue invitado a exponer la idea de los consejos obreros en la fábrica JoB (papel y cartón) ocupada. Y lo más significativo, es que esta invitación procedía de militantes... de la CGT y del PCF. Éstos tendrán que parlamentar durante una hora con permanentes de la CGT de la gran fábrica Sud-Aviation venidos a "reforzar" el piquete de huelga de JoB para obtener la autorización de dejar entrar a los "izquierdistas" en la fábrica. Durante más de seis horas, obreros y revolucionarios, sentados en rodillos de cartón, discutirán de la revolución, de la historia del movimiento obrero, de los soviets así como de las traiciones... ¡del PCF y de la CGT!”
Esta reflexión permitirá a miles de obreros redescubrir el papel histórico de los consejos obreros, así como los logros de la lucha de clase obrera como los intentos revolucionarios en Alemania en 1919. Del mismo modo, se critica cada vez más el papel desempeñado por el PC (que entonces se define como un partido del orden) en lo que estaba pasando en 1968, pero también desde la revolución rusa. Era la primera vez que se ponía en tela de juicio el alcance del estalinismo y el papel del PC como guardián del orden establecido. Las críticas también afectan a los sindicatos, unas críticas que irán en aumento cuando aparezcan abiertamente como los divisores de la clase obrera para conseguir que los obreros reintegren sus puestos de trabajo.
Comenzaba otra era, caracterizada por un "renacimiento" de la conciencia de clase entre las grandes masas obreras. Esa ruptura con la contrarrevolución no significó que no continuaría pesando negativamente en el desarrollo subsiguiente de la lucha de clases, ni que la conciencia obrera estuviera libre de ilusiones muy fuertes, particularmente con respecto a los obstáculos que superar en el camino hacia la revolución, mucho más lejos de lo que la gran mayoría imaginaba en aquel entonces.
Tal caracterización de mayo del 68, como ilustración del fin del período contrarrevolucionario, quedará confirmada por el hecho de que, lejos de ser un fenómeno aislado, aquellos acontecimientos constituirán, por el contrario, el punto de partida para la reanudación de la lucha de clases a escala internacional, estimulada por la profundización de la crisis económica y cuyo corolario fue el desarrollo de un medio político proletario a escala internacional[28]. La fundación en 1968 de Revolution Internationale es un ejemplo de ello, ya que este grupo desempeñará un papel de primer plano en el proceso de consolidación que llevará a la fundación de la CCI en 1975, de la que Revolution Internationale es la sección en Francia. A diferencia del sombrío período de la contrarrevolución, la burguesía tenía ahora ante sí una clase que no estaba dispuesta a aceptar los sacrificios de la guerra económica mundial, y que también fue un obstáculo para el estallido de otra guerra mundial, como veremos más adelante.
La CCI acaba de dedicar un artículo a esta cuestión, "Los avances y retrocesos de la lucha de clases desde 1968"[29], que aconsejamos a nuestros lectores y del que sacamos elementos necesarios para poner de relieve las diferencias entre el período contrarrevolucionario y el período histórico abierto en mayo de 1968. En pocas palabras, la diferencia fundamental entre el período de contrarrevolución, iniciado por una profunda derrota de la clase obrera, y el iniciado en Mayo del 68, radica en que, desde ese resurgir de luchas y a pesar de todas las dificultades con las que se ha enfrentado el proletariado, no ha sufrido una derrota profunda.
La profundización de la crisis económica abierta, que estaba iniciándose a finales de los años 60, empujó al proletariado a desarrollar su combatividad y su conciencia.
La primera, sin duda la más espectacular, fue la del otoño caliente italiano de 1969, el violento levantamiento en Córdoba, Argentina, del 69 y el de Polonia del 70, y los grandes movimientos en España y Gran Bretaña de 1972. También hubo otoño caliente en Alemania en el 69 con muchas huelgas salvajes. En España, en particular, los trabajadores comenzaron a organizarse mediante asambleas masivas, un proceso que culminó en Vitoria en 1976[30]. La dimensión internacional de la oleada quedó patente en los ecos que tuvo en Israel (1969) y Egipto (1972) y, más tarde, en los levantamientos en los townships de Sudáfrica, encabezados por comités de lucha (los Civics).
Después de una breve pausa a mediados de la década de los 70, hubo una segunda oleada de huelgas de obreros del petróleo en Irán, de siderúrgicos en Francia en 1978, el "invierno del descontento" en Gran Bretaña, la huelga de los estibadores de Rotterdam, dirigida por un comité de huelga independiente, y huelgas de siderúrgicos en Brasil en 1979, que también desafiaron el control sindical; en Asia se produjo la revuelta de Kwangju (Corea del Sur). Esta ola de luchas culminó en Polonia en 1980, sin duda el episodio más importante de la lucha de clases desde 1968, e incluso desde la década de 1920[31].
Aunque la severa represión de los trabajadores polacos puso fin a esa oleada, no pasó mucho tiempo antes de que se produjera un nuevo movimiento con las luchas en Bélgica en 1983 y 1986, la huelga general en Dinamarca en 1985, la huelga minera en Inglaterra en 1984-85, las luchas de los trabajadores del ferrocarril y la salud en Francia en 1986 y 1988, y el movimiento de trabajadores de la educación en Italia en 1987. Las luchas en Francia e Italia, en particular -como la huelga de masas en Polonia- demostraron una capacidad real de autoorganización con asambleas generales y comités de huelga.
Ese movimiento de oleadas de luchas no daba vueltas en el vacío, sino que logró avances reales en la conciencia de clase lo cual se plasmó en lo siguiente:
- una pérdida de ilusiones en las fuerzas políticas de la izquierda del capital y, en primer lugar, en los sindicatos, hacia los cuales, las ilusiones se tornaron en desconfianza y en hostilidad cada vez más abierta;
- el abandono cada vez más patente de formas ineficaces de movilización, de esos callejones sin salida en los que los sindicatos han embaucado tan a menudo a la combatividad de los trabajadores: jornadas de acción, manifestaciones, caminatas y demás entierros, huelgas largas y aisladas....
Pero la experiencia de aquellos 20 años de lucha no sólo proporcionó lecciones en "negativo" para la clase obrera (o sea lo que no hay que hacer). También se plasmó en lecciones de cómo deben hacerse las cosas:
- la búsqueda de la extensión de la lucha (Bélgica 1986 especialmente);
- la búsqueda de la apropiación y control de la lucha, organizándose en asambleas elegidas y revocables y comités de huelga (Francia a finales de 1986, Italia principalmente en 1987).
De igual manera, las maniobras más sofisticadas desarrolladas por la burguesía para enfrentar la lucha de clases son testimonio del desarrollo de esa lucha durante ese período. En efecto, la burguesía tuvo que hacer frente al creciente desencanto hacia los sindicatos oficiales y a la amenaza de la autoorganización, fomentando formas de sindicalismo llegando incluso a organizarse "fuera de los sindicatos" (la coordinación establecida por la extrema izquierda en Francia, por ejemplo).
Al final de esos veinte años posteriores a 1968, al no haber podido la burguesía infligir una derrota histórica decisiva a la clase obrera, no fue capaz de movilizarla para una nueva guerra mundial, a diferencia de la situación de los años treinta, como hemos demostrado antes en este artículo.
En efecto, a la burguesía le era imposible lanzarse a una guerra mundial sin haberse asegurado previamente la docilidad del proletariado, requisito indispensable para que éste aceptara los sacrificios que exige el estado de guerra, el cual exige la movilización de todas las fuerzas vivas de la nación, tanto en la producción como en los frentes. Ese objetivo era, en efecto, totalmente irrealista, ya que el proletariado ni siquiera estaba dispuesto a someterse obedientemente a las medidas de austeridad que la burguesía tenía que tomar para enfrentar las consecuencias de la crisis económica. Por eso, la tercera guerra mundial no tuvo lugar durante aquel período, cuando las tensiones entre los bloques estaban en su apogeo y ya existían las alianzas entre ambos bloques. Además, en ninguna de las concentraciones históricas del proletariado la burguesía intentó movilizarlo masivamente para hacer de carne de cañón en las diferentes guerras locales, que se inscribían en la rivalidad Este-Oeste, que durante todo ese período también pusieron el mundo a sangre y fuego.
Eso fue especialmente cierto para la clase obrera en Occidente, pero también para la clase obrera en Oriente, aunque políticamente más débil dado el daño causado por la apisonadora estalinista, particularmente en la URSS. En efecto, la burguesía estalinista empantanada en un atolladero económico, era claramente incapaz de movilizar a sus trabajadores en una solución militar a la bancarrota de su economía, como lo ilustran en particular las huelgas en Polonia en 1980.
Dicho eso, aunque la clase obrera fue un obstáculo para la guerra mundial hasta finales de los años ochenta, al haber sido capaz de desarrollar sus luchas de resistencia a los ataques del capital en las dos décadas posteriores a 1968 sin sufrir una derrota profunda que invirtiera una dinámica global de creciente confrontación entre clases, no fue capaz de prevenir guerras en el planeta. De hecho, durante ese período, nunca cesaron. En la mayoría de los casos, eran la expresión de rivalidades imperialistas entre Oriente y Occidente, no en un choque directo entre ellos sino mediante países interpuestos. Y en estos países, pertenecientes a la periferia del capitalismo, el proletariado no constituía una fuerza capaz de paralizar el brazo armado de la burguesía.
A pesar de aquellos avances en la lucha de clases, especialmente importantes en lo que a conciencia de clase se refiere, y a pesar de que la burguesía no fue capaz de alistar al proletariado en un nuevo conflicto mundial, sin embargo no por ello fue capaz la clase obrera de desarrollar la perspectiva de la revolución, de plantear su propia alternativa política a la crisis del sistema.
Por lo tanto, ninguna de las dos clases fundamentales estaba en condiciones de imponer su solución a la crisis del capitalismo. Sin salida alguna, y siempre enfangado en una crisis económica de larga duración, el capitalismo estaba empezando a pudrirse, y tal putrefacción empezó a afectar a la sociedad capitalista a todos los niveles. El capitalismo entraba así en una nueva fase de su decadencia, la de su descomposición social. Como ya hemos señalado a menudo, esta fase es sinónimo de mayores dificultades para la lucha del proletariado.[32]
Mirando hacia las últimas tres décadas, podemos decir que el deterioro de la conciencia se ha profundizado, causando una especie de amnesia respecto a los logros y avances del período 1968-1989. Esto se explica fundamentalmente por dos factores:
- El enorme impacto del desmoronamiento del bloque oriental en 1989-91, que la burguesía identificó mediante sus incesantes campañas de mentiras como el hundimiento del comunismo;
- Las características del período de descomposición como tal, que comenzó con ese derrumbe, a saber: el aumento constante de la delincuencia, la inseguridad, la violencia urbana; el desarrollo del nihilismo, el suicidio juvenil, la desesperación, el odio y la xenofobia; la invasión imparable de las drogas; la profusión de sectas y el resurgimiento del espíritu religioso, incluso en algunos países avanzados; el rechazo al pensamiento racional, coherente y construido; la invasión de los medios de comunicación por el espectáculo de la violencia, el horror, la sangre, las masacres (...) el desarrollo del terrorismo, de la toma de rehenes, como medio de guerra entre Estados.
A pesar de esas enormes dificultades de la clase obrera desde 1990, hay que tener en cuenta dos elementos para entender el período actual:
- las crecientes dificultades e incluso las derrotas parciales no son todavía sinónimo de una derrota histórica de la clase y la desaparición de la posibilidad del comunismo;
- la maduración subterránea continúa porque, a pesar de su descomposición, el capitalismo continúa y las dos clases antagónicas de la sociedad se enfrentan entre sí.
De hecho, en las últimas décadas ha habido una serie de movimientos importantes que afianzan ese análisis.
- En 2006, la movilización masiva de los jóvenes estudiantes en Francia contra el CPE. Sus protagonistas fueron el redescubrimiento de formas de lucha que habían surgido en mayo de 1968, especialmente las asambleas generales en las que hubo verdaderos debates, y en las que los jóvenes participantes estaban dispuestos a escuchar el testimonio de los camaradas mayores que habían participado en los acontecimientos de 1968. Ese movimiento, que desbordó el marco sindical, llevaba en sí la posibilidad real de atraer a empleados y trabajadores hacia un terreno igualmente "incontrolado", precisamente como en mayo de 1968, y por eso el gobierno retiró precipitadamente su proyecto de ley del CPE[33].
- También en mayo de 2006, 23.000 metalúrgicos de Vigo, en Galicia (España), realizaron una huelga masiva contra la reforma laboral del sector y, en lugar de permanecer encerrados en la fábrica, buscaron la solidaridad de otras empresas, especialmente a las puertas de los astilleros y de las factorías Citroën, organizando manifestaciones por la ciudad para reunir a toda la población y, sobre todo, asambleas generales públicas diarias abiertas a otros trabajadores, activos, desempleados o jubilados[34].
- En 2011, la ola de revueltas sociales en Oriente Medio y Grecia, que culminó con el movimiento de los "Indignados" en España. El elemento proletario de estos movimientos varió según los países, pero fue más fuerte en España, donde hubo una generalización de asambleas generales; un poderoso impulso internacionalista que acogió las expresiones de solidaridad de los participantes de todos los rincones del mundo y donde la consigna "revolución mundial" fue tomada en serio, tal vez por primera vez desde la ola revolucionaria de 1917; un reconocimiento de que "el sistema está caduco" y un fuerte deseo de discutir la posibilidad de una nueva forma de organización social. En las muchas discusiones animadas que hubo en las asambleas y comisiones sobre cuestiones morales, científicas y culturales, en la puesta en entredicho omnipresente de esos dogmas de que las relaciones capitalistas serían eternas, ahí vimos una vez más el verdadero espíritu de Mayo del 68 haciéndose realidad. Es evidente que ese movimiento tenía muchas debilidades que hemos analizado en otros lugares[35], una de ellas, y no de las menos importantes, fue la tendencia de los participantes a considerarse como "ciudadanos" más que como proletarios, lo cual expresa, una verdadera vulnerabilidad a la ideología democrática.
Las amenazas que la supervivencia del capitalismo representa para la humanidad demuestran que la revolución es más que nunca una necesidad para la especie humana: la expansión del caos bélico, la catástrofe ecológica, el hambre y las enfermedades a una escala sin precedentes; la decadencia del capitalismo y la descomposición amplifican sin la menor duda la amenaza de que la base objetiva de una nueva sociedad pueda quedar destruida para siempre si sigue avanzando la descomposición más allá de cierto punto. Pero incluso en su última fase, el capitalismo produce todavía las fuerzas que pueden derrocarlo, como así decía el Manifiesto Comunista de 1848, "lo que, por encima de todo, produce la burguesía, es a su propio sepulturero".
Así, con la entrada del capitalismo en su fase de descomposición, aunque venga acompañada de mayores dificultades para el proletariado, no hay indicios de que haya sufrido una derrota con consecuencias irreversibles y que, por lo tanto, acepte todos los sacrificios tanto en materia de condiciones de trabajo como para el reclutamiento para la guerra imperialista.
No sabemos cuándo, ni con qué amplitud se producirán las próximas manifestaciones de ese potencial del proletariado. Lo que sí sabemos, sin embargo, es que la intervención decidida y apropiada de la minoría revolucionaria ya está hoy condicionando el futuro fortalecimiento de la lucha de clases.
Silvio (julio de 2018)
[1] Ver El curso histórico Revista Internacional n° 18, https://es.internationalism.org/revista-internacional/201804/4294/el-curso-historico [44]
[2] Victor Serge es sobre todo conocido por su célebre relato sobre la historia de la revolución rusa: El año I de la Revolución Rusa.. El libro Es medianoche en el siglo se puede encontrar en español en diversas editoriales.
[3] «Una nueva época surge. Epoca de disgregación del capitalismo, de su hundimiento interior. Epoca de la revolución comunista del proletariado". Carta de invitación al primer Congreso de la Internacional Comunista (IC). Puede leerse: "Plataforma de la Internacional comunista [45]". Revista Internacional n° 94. https://es.internationalism.org/revista-internacional/199807/1194/iv-la-plataforma-de-la-internacional-comunista [45]
[4] La Cuarta internacional, al haber apoyado a la Rusia imperialista (después de la muerte de Trotski), traicionó a su vez el internacionalismo proletario. Ver "El trotskismo, defensor de la guerra imperialista [46]" en nuestro folleto "El trotskismo contra la clase obrera", https://es.internationalism.org/cci/200605/917/el-trotskismo-defensor-de-la-guerra-imperialista [46]
[5] https://www.marxists.org/espanol/luxem/09El%20folletoJuniusLacrisisdelasocialdemocraciaalemana_0.pdf [47]
[6] Lo cual hará necesaria para el poder en Rusia la firma de los acuerdos de Brest-Litovsk, para así evitar lo peor.
[7] Traducido de Paul Frölich, Rudolf Lindau, Albert Schreiner, Jakob Walcher, Révolution et contre-révolution en Allemagne 1918-1920 ediciones Science Marxiste, 2013.
[8] Revolución alemana: “III - La insurrección prematura [48]” y “IV-1918-1919: la guerra civil en Alemania [49]”
[9]Ver https://es.internationalism.org/node/2678 [50] y https://es.internationalism.org/content/4379/1919-el-ejemplo-ruso-inspira-los-obreros-hungaros-ii-el-abrazo-del-oso-de-la [51]
[10] Léase en la serie "El comunismo no es un bello ideal, sino que está al orden del día de la historia”, el artículo "La comprensión de la derrota de la Revolución rusa - 1922-23: Las fracciones comunistas se enfrentan a la contrarrevolución en alza [52]” de la Revista Internacional n° 101. https://es.internationalism.org/revista-internacional/200010/985/viii-la-comprension-de-la-derrota-de-la-revolucion-rusa-1922-23-las [52]
[11] También otros partidos harán surgir fracciones de izquierda. Leer nuestro artículo “La Izquierda Comunista y la continuidad del marxismo [53]”.
[12] Leer nuestro artículo: "Cómo Stalin exterminó a los militantes de la revolución de Octubre 1917 [54]” https://es.internationalism.org/rm/2008/103_stalin [54]
[13] Como lo relataba nuestro camarada Marc Chirik : "Pasar esos años de terrible aislamiento, ver al proletariado francés enarbolar la bandera tricolor, la bandera de los versalleses, y cantar la Marsellesa, todo eso en nombre del comunismo, era, para todas las generaciones que seguían siendo revolucionarias, causa de una tristeza horrible". Y fue precisamente durante la guerra de España cuando ese sentimiento de aislamiento alcanzó uno de sus momentos más álgidos, cuando muchas organizaciones que habían logrado mantenerse en posiciones de clase acabaron dejándose arrastrar por la oleada "antifascista". Ver nuestro artículo " Marc: de la Revolución de Octubre 1917 a la IIª Guerra Mundial”, https://es.internationalism.org/revista-internacional/200608/1053/marc-de-la-revolucion-de-octubre-1917-a-la-ii-guerra-mundial [23], Revista Internacional nº 65 (1991)
[14] Ver al respecto "La leçon des évènements d'Espagne [55]" en el número 36 de la revista Bilan (noviembre de 1936). Publicado en castellano en el libro de la CCI España 1936, Franco y la República masacran al proletariado, https://es.internationalism.org/cci/200602/539/espana-1936-franco-y-la-republica-masacran-al-proletariado [56]
[15] "Internationalisme 1945 - Las verdaderas causas de la Segunda Guerra Mundial [57]", Revista internacional 59, 1989.
[16] Puede leerse "Recordemos las masacres y los crímenes de las grandes democracias". Revista international n° 66 (papel).
[17]Puede leerse nuestro artículo, publicado en Révolution internationale (publicación en Francia de la CCI) "Quand les démocraties soutenaient Staline pour écraser le prolétariat [58]".https://fr.internationalism.org/brochure/effondt_stal_III_1 [58]
[18] Este libro existe en inglés con el título Crimes and Mercies: The Fate of German Civilians Under Allied Occupation, 1944-1950. Para el autor, "Más de 9 millones de alemanes murieron como resultado de la hambruna deliberada de los aliados y de las políticas de expulsión después de la Segunda Guerra Mundial: una cuarta parte del país fue anexionada y alrededor de 15 millones de personas fueron expulsadas en el mayor acto de limpieza étnica que el mundo haya visto jamás. Más de 2 millones de ellos, incluidos innumerables niños, murieron en la carretera o en campos de concentración en Polonia y otros lugares. Los gobiernos occidentales siguen negando que estas muertes ocurrieron".
[19] Ver en Revista Internacional nº 95, El puente aéreo de Berlín oculta los crímenes del imperialismo aliado, https://es.internationalism.org/revista-internacional/200612/1185/berlin-1948-en-1948-el-puente-aereo-de-berlin-oculta-los-crimenes- [59]
[20] Así se designa en Francia a quienes, durante la Segunda Guerra Mundial, colaboraron con el enemigo alemán.
[21] Leer al respecto nuestro artículo: "Al inicio del siglo XXI - ¿Por qué el proletariado no ha acabado aún con el capitalismo? (I) [60]". Revista Internacional n° 103 (2000).
[22] Ver Hungría 1956 una insurrección proletaria contra el estalinismo, https://es.internationalism.org/revista-internacional/200612/1141/hungri... [61]
[23] Véase "Al inicio del Siglo XXI - ¿Por qué el proletariado no ha acabado aún con el capitalismo? (II) [62] ". Revista Internacional n° 104. (2001)
[24] Son dos artículos consecutivos: "Mayo del 68 y la perspectiva revolucionaria (1a parte) - El movimiento estudiantil en el mundo en los años sesenta [63]" y "Mayo del 68 y la perspectiva revolucionaria (2a parte) - Fin de la contrarrevolución, reanudación histórica del proletariado [64]" en la Revista Internacional nºs 133 y 134. (2008)
[25] "Mayo del 68 y la perspectiva revolucionaria (2a parte) - Fin de la contrarrevolución, reanudación histórica del proletariado”
[26] Ver para la Historia de la Revolución Rusa de Trotski, tomo I [65] y tomo II [66]. De John Reed, la obra clave es Diez días que estremecieron al mundo, https://www.marxists.org/espanol/reed/diezdias/index.htm [67]
[27] Ver en la Serie ¿Qué son los consejos obreros? Las partes 2ª, https://es.internationalism.org/revista-internacional/201005/2865/que-son-los-consejos-obreros-2-parte-de-febrero-a-julio-de-1917-re [68] y 3ª, https://es.internationalism.org/revista-internacional/201008/2910/que-son-los-consejos-obreros-iii-la-revolucion-de-1917-de-julio-a- [69]
[28] Este tema justifica que se le dedique un artículo a él solo. Lo haremos más adelante en un artículo, pues, dedicado a la evolución del medio político proletario desde 1968.
[29] Publicado también en este número de la Revista. Ver https://es.internationalism.org/content/4347/hace-50-anos-mayo-68-2a-parte-los-avances-y-retrocesos-de-la-lucha-de-clases [70]
[30] Ver Hace 40 años la naciente democracia española se estrenó con el asesinato de obreros en Vitoria, /content/4144/hace-40-anos-la-naciente-democracia-espanola-se-estreno-con-los-asesinatos-de-obreros [27]
[31] Ver Un año de luchas obreras en Polonia, https://es.internationalism.org/revista-internacional/198110/2318/un-ano... [71]
[32] "La descomposición: fase última de la decadencia del capitalismo [7]" (1990, Revista Internacional n° 107).
[33] Ver Tesis sobre el movimiento de estudiantes de la primavera de 2006 en Francia, https://es.internationalism.org/revista-internacional/200606/964/tesis-sobre-el-movimiento-de-los-estudiantes-de-la-primavera-de-200 [33]
[34] Ver Vigo, los métodos proletarios de lucha, /content/910/huelga-del-metal-de-vigo-los-metodos-proletarios-de-lucha [72]
[35] “Las movilizaciones de los indignados en España y sus repercusiones en el mundo: Un movimiento cargado de futuro [73]” (2011); “Movimiento de indignados en España, Grecia e Israel. De la indignación a la preparación de los combates de clase [37]” (2011), Revista Internacional 146 y 147. Consultar la página web https://es.internationalism.org [74] en donde hay una gran cantidad de artículos sobre ese movimiento, desde su origen (el 15-M) hasta el final, en múltiples localidades. Ver igualmente la hoja internacional 2011: de la indignación a la esperanza, /content/3349/2011-de-la-indignacion-la-esperanza [36]
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En septiembre de 1945, Marc Chirik escribió una carta desde París al escritor Jean Malaquais y su esposa Gally. Malaquais había trabajado con Marc en la Fracción francesa de la Izquierda comunista en Marsella durante la guerra, un período que inspiró su gran novela, Planète sans visa (título de la edición española: Sin visado), en la que uno de sus principales protagonistas es un revolucionario comunista, un internacionalista que se opone a la guerra “antifascista”, y cuyo nombre es "Marc Laverne".
La carta comienza diciendo: "Primero, los desaparecidos. Michel, nuestro pobre Mitchell, sin noticias suyas, debió acabar con su vida en condiciones terribles... De la Fracción belga, Jean, el mejor elemento, el más talentoso y que prometía mucho (¿lo llegaste a conocer?) y su hijo, ambos fueron deportados y perdieron la vida en un campo de concentración en Alemania."
Y sigue una lista de camaradas y contactos del medio político de Marsella, así como los miembros de su familia y amigos que, bajo el régimen de Vichy, unos murieron, otros volvieron después de sufrir de terribles torturas, otros lograron evitar el terror nazi adoptando nombres falsos o huyendo. Un terror prolongado por la Resistencia estalinista como Marc relataba más adelante:
"El momento más crítico para mí, cuando vi mi muerte inminente, fue unas semanas después cuando los estalinistas me detuvieron en compañía de Clara[1], y todos mis escritos. Se estaban preparando para mostrar lo que eran. Sólo un oportuno milagro hizo que Clara se topase, entre los altos dirigentes, con una mujer con la que había trabajado durante un tiempo en la UGIF (para ayudar a los niños judíos), y así es como hemos podido salvar el pellejo del odio estalinista."
Tal era la situación a la que se enfrentaban a los internacionalistas durante e inmediatamente después de la Segunda Guerra imperialista mundial.
Mitchell, que fue uno de ellos, había escrito una serie de artículos sobre "Los problemas del periodo de transición" en las páginas de Bilan. Los hemos publicado en esta serie[2] pues ofrecen un auténtico marco marxista para discutir algunas de las cuestiones más fundamentales de la transformación comunista: el contexto histórico e internacional de la revolución proletaria; los peligros que emanan del Estado de transición; el contenido económico de la transformación, etc. Estos artículos hubieron de tener gran influencia en Marc y en la Fracción francesa y, más tarde, en la Izquierda Comunista de Francia, como lo demuestran sus esfuerzos por llevar las críticas de Mitchell al Estado de transición a su conclusión lógica: el rechazo de cualquier identificación entre el proletariado y ese mal necesario en la transformación de las relaciones sociales.
La carta de Malaquais pedía noticias del medio político en el hemisferio occidental - el grupo de Paul Mattick en Chicago que el veía vinculado a la Izquierda holandesa, el grupo de Oehler en esa misma ciudad, el grupo de la Izquierda italiana en Nueva York, el grupo de Eiffels en México. Marc también respondió preguntas de Malaquais sobre Víctor Serge, que había estado con ellos en Marsella, pero se había convertido en un demócrata, apoyando los imperialismos aliados durante la guerra[3]. Después de examinar el papel contrarrevolucionario jugado por los antiguos partidos obreros en los acuerdos de postguerra, Marc habla de medio político proletario tal y como se desenvolvía en Francia, mencionando de paso la Fracción francesa y las diferencias que existían respecto a la formación del partido en Italia, pero también de los grupos que habían salido del trotskismo. "La Unión Comunista está muerta, pero en su lugar ha surgido un grupo, los Comunistas Revolucionarios, proveniente de una escisión con los trotskistas, y que, aunque confuso, es sinceramente revolucionario". Esos CR se alinearon con el grupo austriaco/alemán Revolutionären Kommunisten Deutschlands, que también habían roto con el trotskismo sobre cuestiones cruciales tales como la defensa de la URSS y el apoyo a la guerra. La Fracción francesa había discutido y trabajado con los RKD durante la guerra, y firmaron, conjuntamente, un manifiesto internacionalista en el momento de la "liberación" de Francia[4].
Así la Fracción francesa y, posteriormente, la GCF, estaban muy interesados en discutir con todos los grupos proletarios internacionalistas que sobrevivieron a la guerra y que, de una u otra manera, se situaban en su órbita[5]. Aunque caracterizasen el trotskismo oficial como apéndice del estalinismo, estaban abiertos a la posibilidad de que grupos que salían del trotskismo - siempre que hubieran roto totalmente con sus posiciones y prácticas contrarrevolucionarias – pudieran evolucionar en una dirección positiva. Obviamente había sido el caso de la tendencia RKD/CR y también del grupo de Stinas en Grecia, la Unión Comunista Internacional, aunque no sabemos mucho acerca de la existencia de contactos entre Stinas y la Izquierda Comunista italiana durante o después de la guerra[6].
En Francia, la GCF tomó contacto con el grupo en torno a Grandizo Munis y, a partir de 1949, con el grupo Socialismo o Barbarie animado por Cornelius Castoriadis / Chaulieu (quién había sido miembro del grupo Stinas en Grecia) y Claude Lefort/ Montal y otros. En el caso del grupo de Munis, llamado entonces Unión Obrera Internacionalista, la GCF llevó a cabo una serie de reuniones con ellos sobre la situación actual del capitalismo. Un texto fundamental como es "La evolución del capitalismo y la nueva perspectiva [76]", se basó en la presentación realizada por Marc Chirik durante una de estas reuniones. Iniciativas similares fueron tomadas con el grupo Socialismo o Barbarie.
En un próximo artículo examinaremos con más detalle las ideas de Munis y Castoriadis, sobre todo porque ambos dedicaron mucha energía a definir el significado de la revolución proletaria y la sociedad socialista en un período continuo de reacción, en el que las horribles deformaciones estalinistas, el "socialismo realmente existente" en Rusia y en su bloque, eran bastante dominantes en el seno de la clase obrera. Esta dominación ideológica no fue puesta en cuestión en absoluto por el trotskismo oficial, cuya "contribución" a la comprensión de la transición del capitalismo al socialismo se limitaba a hacer apología de los regímenes estalinistas, definidos como Estados obreros deformados, y un alegato en defensa de "nacionalización bajo control obrero" (o sea una forma de capitalismo de estado) en países fuera del bloque ruso. Así pues, resulta especialmente interesante el estudio de la obra de los elementos que trataban de romper con el trotskismo, no sólo a causa de su abandono del internacionalismo, sino también porque su visión de transformación social seguía estando firmemente dentro de los límites del capitalismo.
Como prefacio a este estudio, creemos útil volver a publicar el texto "Bienvenida a Socialismo o Barbarie", de Internationalisme nº 43, ya que es un buen ejemplo del método utilizado por el GCF en sus relaciones con el supervivientes al naufragio del trotskismo tras la segunda guerra mundial.
El título del artículo da inmediatamente una idea del tono: una fraternal bienvenida a un nuevo grupo, que la GCF reconoce cómo que perteneciente claramente al campo revolucionario, a pesar de las muchas diferencias en cuanto al método y la visión que existen entre ambos grupos. El nuevo grupo era el resultado de la escisión de la tendencia Chaulieu-Montal del partido trotskista francés, el Partido Comunista Internacionalista (por el que también había pasado brevemente Munis). Esto condujo a la GCF a matizar una declaración que había realizado anteriormente respecto a dicha tendencia: "La valoración global que hicimos de esta tendencia en uno de los recientes número de Internationalisme, por severa que fuese, creemos, sin embargo, que está plenamente justificada. Aun cuando debamos añadir una corrección en cuanto a su carácter definitivo. En efecto la tendencia Chalieu no está finiquitada como presentíamos, sino que ha encontrado el coraje, con mucho retraso eso sí, para romper con la organización y constituirse como grupo autónomo. Pese a la dura herencia que pesa sobre este grupo, este hecho representa un nuevo dato que puede abrir posibilidades de evolución ulterior. Sólo el futuro podrá decirnos en qué medida constituye una aportación a la formación de un nuevo movimiento revolucionario. Pero desde hoy, debemos decirles que sólo podrán acometer esta tarea con la condición previa de desembarazarse totalmente, y lo antes posible, de las taras heredadas del trotskismo y que se ponen de manifiesto en el primer número de su revista”.
Y es que, en efecto, resultó tremendamente difícil desembarazarse de “el peso de esa herencia”. Este lastre pudo verse también en el trabajo que ulteriormente desarrolló Munis, aunque fue más destructivo en el caso de Socialismo o Barbarie, sobre todo porque, como expone el artículo de la GCF, el grupo de Chaulieu proclamó, inmediatamente, que había ido “mucho más lejos” que las demás corrientes revolucionarias de ese momento, y que se encontraba en disposición de poder proporcionar respuestas definitivas a los ingentes problemas a los que se enfrentaba la clase obrera. Esta suposición arrogante tendría consecuencias muy negativas en el desarrollo futuro del grupo. Intentaremos demostrarlo en un artículo posterior.
El primer número de una nueva revista revolucionaria titulada Socialismo o Barbarie acaba de publicarse en Francia.
En la sombría situación en la que se encuentra actualmente el movimiento obrero en Francia y en todo el mundo; una situación de guerra, en la que los escasos grupos revolucionarios - expresión de la vida y el estado de la conciencia de clase proletaria - subsisten gracias a un constante esfuerzo ideológico y una enérgica voluntad de actuar, pese a verse día tras día más debilitados; una situación en que la prensa revolucionaria se reduce a unos pequeños boletines periódicos editados a ciclostil; en tales condiciones, la aparición de una nueva revista impresa como "Órgano de crítica y orientación revolucionaria" es un acontecimiento importante que todo militante debe reconocer y alentar.
Sea cual sea el grado de nuestras diferencias con las posiciones de Socialismo o Barbarie y sea cual sea la evolución futura de esta revista, debemos considerar, basándonos en las posiciones fundamentales y la orientación general actual que se expresan en este primer número, que este grupo, del que esa revista es el órgano, es indudablemente proletario y revolucionario. Celebramos pues su existencia y seguiremos con interés y simpatía su esfuerzo y actividades ulteriores. Simpatía revolucionaria para prestar atención a sus posiciones políticas, que pretendemos analizar sin prejuicios y con el mayor detenimiento; para analizar las ideas postuladas por Socialismo o Barbarie, a medida que se vayan desarrollando, criticando lo que nos parezca erróneo y, en ese caso, oponerlas con las nuestras. Y esto no con objeto de una vana polémica de – algo por desgracia demasiado habitual entre los distintos grupos, y que nos repugna profundamente - sino tan viva como puede ser a veces la discusión, exclusivamente con el fin de la confrontación y clarificación de posiciones.
Socialismo o Barbarie es el órgano de una tendencia que acaba de romper con el partido trotskista, la tendencia Chaulieu-Montal. Se trata de una tendencia política conocida en los ambientes militantes de Francia. Hemos hablado de esta tendencia en distintas ocasiones, incluso hace poco[7], y no precisamente en términos muy favorables. Esto necesita quizás que demos una explicación suplementaria.
Si examinamos el movimiento trotskista en Francia y constatando que se encuentra nuevamente y por enésima vez en crisis, planteamos la siguiente cuestión: ¿pero esta crisis tiene una significación positiva desde el punto de vista de la formación revolucionaria? Respondemos categóricamente que no por la siguiente razón: El trotskismo que fue una de las reacciones proletarias en la Internacional Comunista en el curso de sus primeros años de degeneración, no ha superado nunca su posición de oposición, a pesar de su constitución formal en partido orgánicamente separado. Permaneciendo atado a los PC – a los que siempre ha considerado como partidos obreros – en los que ha triunfado el estalinismo, el trotskismo se unce a éste constituyéndose en su apéndice. Amarrado ideológicamente al estalinismo le acompaña como si fuese su sombra. Toda la actividad del trotskismo desde hace 15 años así lo demuestra. Desde 1932-33 cuando sostuvo la posibilidad del triunfo de una revolución proletaria bajo la égida estalinista en Alemania, hasta la participación en la guerra de 1939-45, en la resistencia y en la liberación, pasando por los frentes populares, el antifascismo y la participación en la guerra de España; el trotskismo no ha hecho más que seguir los pasos del estalinismo. Emulando a éste ha contribuido grandemente a introducir en el seno del movimiento obrero las prácticas de los métodos de organización y las formas de actividad (los engaños, las intrigas, las infiltraciones, los insultos y las manipulaciones de toda clase), que son, sin embargo, elementos activos de corrupción y destrucción de cualquier actividad revolucionaria. Esto no quiere decir que obreros revolucionarios, relativamente educados, no puedan quedar entrampados en sus filas. Al contrario, como organización, como medio político, el trotskismo, en lugar de favorecer la formación de un pensamiento revolucionario partiendo de los organismos (fracciones y tendencias) que así lo expresan, es el medio orgánico de su pudrimiento. Esta es una regla general válida para cualquier organización política ajena al proletariado, aplicable al trotskismo como al estalinismo, y plenamente verificable con la experiencia. Conocemos al trotskismo desde hace 15 años siempre en continua crisis, con escisiones y unificaciones, seguidas de nuevas escisiones y crisis, pero no sabemos de ejemplos en que estas hayan dado lugar a la formación de una tendencia revolucionaria verdadera y viable. Eso significa que el trotskismo no segrega en su interior ningún fermento revolucionario. Al contrario, lo aniquila. El fermento revolucionario esta pues condicionado en su existencia y desarrollo a situarse fuera de los marcos organizacionales e ideológicos del trotskismo.
La construcción de la tendencia Chalieu-Montal en el seno de la organización trotskista, y precisamente después de que ésta se haya implicado hasta la médula en la Segunda Guerra imperialista, en la resistencia y la liberación nacional, no podía inspirarnos, y con motivos, sino una gran desconfianza hacia ella. Esta tendencia se ha constituido sobre la base de la teoría del colectivismo burocrático en la URSS y, en consecuencia, el rechazo de cualquier defensa de ésta. Pero ¿qué valor puede tener esta posición en contra de la defensa de la URSS que coincide, en la práctica, en una cohabitación en esa misma organización cuya actividad más evidente reside, concretamente, en la defensa del capitalismo de Estado ruso y la participación en la guerra imperialista? Resulta que la tendencia Chalieu-Montal cree posible su cohabitación en esta organización, habiendo participado activamente, y a todos los niveles, en ese activismo típico del trotskismo basado en el engaño y la mistificación, en todas las campañas electorales sindicales y sobrepujas. Además, sólo podíamos tener una opinión desfavorable frente a esta tendencia cuyo comportamiento en el seno de la organización ha estado plagado de maniobras y componendas, de compromisos dudosos, con las miras puestas más en adueñarse de la dirección del partido que a actuar en pro del desarrollo de la conciencia de sus militantes. Las muchas vacilaciones de los partícipes de esta tendencia antes de abandonar la organización, aceptando aún en el último congreso (verano de 1948) ser elegidos para el Comité Central, ponen de manifiesto tanto su inconsecuencia política, y sus ilusiones en un posible enderezamiento de la organización trotskista, como su espíritu maniobrero y por último su total incomprensión de cuáles son las condiciones organizacionales y políticas indispensables para la elaboración de un pensamiento y una orientación revolucionarios.
La valoración global que hicimos de esta tendencia en uno de los recientes número de Internationalisme, por severa que fuese, creemos, sin embargo, que está plenamente justificada. Aun cuando debamos añadir una corrección en cuanto a su carácter definitivo. En efecto la tendencia Chalieu no está finiquitada como presentíamos, sino que ha encontrado el coraje, con mucho retraso eso sí, para romper con la organización y constituirse como grupo autónomo. Pese a la dura herencia que pesa sobre este grupo, este hecho representa un nuevo dato que puede abrir posibilidades de evolución ulterior. Sólo el futuro podrá decirnos en qué medida constituye una aportación a la formación de un nuevo movimiento revolucionario. Pero desde hoy, debemos decirles que sólo podrán acometer esta tarea con la condición previa de desembarazarse totalmente, y lo antes posible, de las taras heredadas del trotskismo y que se ponen de manifiesto en el primer número de su revista.
No es ahora nuestra intención hacer un análisis en profundidad y detallado de las posiciones del grupo Socialismo o Barbarie, … Lo dejamos para una próxima ocasión. Nos concentraremos hoy en constatar, tras la lectura de este primer número, que se trata de un grupo en plena evolución y que sus posiciones no pueden darse como ya fijadas. Esto no tendría que ser considerado como un reproche hacia ellos sino más bien al contrario. Este grupo parece tender más bien a deshacerse de su posición respecto a la existencia de una tercera clase: la burocracia. Así como de la doble antítesis histórica del capitalismo: el socialismo y el colectivismo burocrático. Esta posición, que, en el pasado, constituyó su única razón de ser como tendencia, constituía al mismo tiempo un callejón sin salida, tanto en lo referente a la investigación teórica, como en lo tocante a la acción revolucionaria práctica. Y puesto que aparentemente da la impresión de que abandona, aunque sea parcialmente y de manera confusa, esta concepción de una oposición entre el estatismo y el capitalismo, considerando más bien la estatalización sobre todo como una tendencia inherente al capitalismo en el período presente; este grupo logra entender correctamente el problema del movimiento sindical presente y su necesaria integración en el aparato de Estado.
Queremos señalar un estudio extremadamente interesante de A. Carrier sobre el cártel de los sindicatos autónomos, en el que, a través de este autor, el grupo Socialismo o Barbarie expone por primera vez “nuestra posición sobre el carácter históricamente superado del sindicalismo como arma del proletariado contra el régimen de explotación”.
Sin embargo, no deja de sorprendernos que después de tan tajante declaración sobre el carácter superado del sindicalismo no se concluya (por parte de Socialismo o Barbarie) en un rechazo a la participación en cualquier vida sindical. La razón de esta actitud práctica contradictoria con el análisis que se ha hecho del movimiento sindical queda formulada de la siguiente manera: “Vamos donde se encuentran los obreros no sólo porque están allí, sino porque ahí luchan, con mayor o menor eficacia, contra todas las formas de la explotación”. En otro momento se justifica así la participación en los sindicatos: “Nosotros no nos desinteresamos de las cuestiones reivindicativas. Estamos convencidos que en toda circunstancia existen consignas reivindicativas correctas que, aunque no resuelvan el problema de la explotación, aseguran la defensa de los intereses materiales elementales de la clase, defensa que debe organizarse cotidianamente frente a los ataques cotidianos del capitalismo”. Y todos esto después de haber demostrado, cifras en mano, que “el capitalismo ha llegado a un punto en que apenas puede ofrecer nada, en el que sólo puede recuperar lo otorgado. No sólo es que toda reforma es imposible, sino que ni siquiera puede mantener el actual nivel de miseria”. A partir de ahí la significación del programa cambia.
Todo este estudio sobre “El cártel de la unidad de acción sindical” que por otra parte resulta extremadamente interesante, contiene no sólo un análisis válido del capitalismo en el momento presente y también, una manifestación aún más impactante del estado de contradicción en que se haya el grupo Socialismo o Barbarie. El análisis objetivo de la evolución del capitalismo moderno hacia la estatalización de la economía, así como el de las organizaciones económicas de los obreros (análisis que es el de los grupos llamados de ultraizquierda, entre los que nos encontramos), se conjuga con la antigua y tradicional actitud subjetiva de participación y de actuación en los organismos sindicales, actitud ésta heredada del trotskismo y de la cual aún no se han desembarazado.
Una buena parte de este número de Socialismo o Barbarie está consagrado a una polémica con el PCI (trotskista). Y es muy comprensible. La salida de una organización política con la que se han mantenido todo un pasado de militancia y convicciones no puede hacerse sin una cierta crisis de orden afectivo y sin algunas recriminaciones personales. Es hasta cierto punto natural. Pero esta vez asistimos a una polémica y a un tono de la polémica completamente desproporcionado y sin mesura.
Pensamos en el artículo redactado por Chalieu y titulado “Las bocas inútiles”[8] en el que se defiende a un compañero, Lefort, de las acusaciones formuladas contra él en La Verité. Es totalmente comprensible la indignación provocada por esta especie de “acusación” repleta de insinuaciones hipócritas y de alusiones malintencionadas. Pero Chalieu no consigue contenerse y en su réplica se regodea en unas grosería y vulgaridad inaceptables. El juego de palabras aprovechando las iniciales de Pierre Frank son más bien propias de una travesura de bachilleres y no de una revista revolucionaria. Una vez más, nos encontramos ante una manifestación de algo que ensucia desde hace años la vida del movimiento obrero. La reconstitución de un nuevo movimiento revolucionario exige también como condición liberarse de esta apestosa tradición importada con el estalinismo y mantenida, junto a otras, con el trotskismo. No insistiremos lo bastante en la importancia de este aspecto “moral” que es uno de los fundamentos de un trabajo revolucionario en el presente y para el porvenir. Por ello nos ha impresionado tan desfavorablemente encontrar esta maloliente polémica en las columnas del primer número de Socialismo o Barbarie. Remarquemos que, enzarzados en el fuego de la polémica, Chalieu y sus amigos han olvidado responder a una de las cuestiones de fondo, y que habían hecho surgir esta polémica, a saber, la posibilidad de proseguir la investigación de los problemas revolucionarios a través de cualquier tipo de publicación que quiera abrirnos sus columnas.
En Internationalisme ya hemos abordado esta cuestión y llegamos a la conclusión de que no es posible. Existe hoy un angustioso problema de ausencia de medios de expresión del pensamiento revolucionario. Cada militante revolucionario que reflexiona experimenta esa sensación de asfixia y siente esa necesidad de romper esta imposición de silencio a la que se le ha condenado. Pero más allá de un problema subjetivo, se trata de un problema político en relación con la situación. No se trata de contentarse dejando los pensamientos en cualquier lugar, sino de hacer de su pensamiento un arma eficaz de la lucha proletaria. Lefort, Chalieu y sus amigos se preguntaron ¿cuál había sido el resultado de una colaboración en revistas literarias filosóficas del tipo Les Temps Modernes de Sartre[9]? Pues bien: ésta no puede producir más que mera elucubración revolucionaria. Es más, tal colaboración, sirve de aval a los militantes de una revista, una corriente ideológica ante la que es necesario mantener la mayor de las reservas políticas e ideológicas. En lugar de clarificar las cosas diferenciando las distintas corrientes, no se hace más que aumentar la confusión. Hace falte no darse cuenta de cuál es el problema de las condiciones de la búsqueda revolucionaria para convertir a Sartre y su revista, cuya aplicación política de su filosofía se hace a nivel de los RDR[10], el lugar y el entorno en el que se discute el papel jugado por Trotsky y el trotskismo en la degeneración de la Internacional Comunista. La investigación teórica revolucionaria no puede ser sujeto de tertulias de salón ni servir a los literatos “de izquierda” faltos de inspiración. Por penosos que sean los medios de expresión del proletariado revolucionario la tarea de elaboración de la teoría de la clase sólo puede desarrollarse a través de un marco propio. Trabajar para su mejora, desarrollar esos medios de expresión es la única vía que tiene el militante para hacer de su pensamiento una acción eficaz. Intentar servirse de medios de expresión ajenos a los de los organismos de clase denota siempre una tendencia intelectualista y pequeño burguesa. El hecho de que este problema haya sido desdeñado en la polémica emprendida por Socialismo o Barbarie demuestra que no ha sido ni siquiera captado, y menos aún solventado en un sentido u otro. Y esto es, a nuestro juicio muy significativo.
Antes de emprender el examen crítico de las posiciones defendidas por el grupo Socialismo o Barbarie, creemos que es necesario detenerse antes en otro punto que es igualmente muy característico: la forma en que este grupo se presenta. Nos equivocaríamos si consideráramos esta cuestión como carente de importancia. La idea que se tiene de uno mismo y la apreciación que se reserva a los demás están muy ligadas a las concepciones generales que se profesan. Se trata a menudo de uno de los aspectos más reveladores de la naturaleza de un grupo. Es en todos los casos un término indispensable que nos permite captar inmediata y directamente la concepción profunda de un grupo.
He aquí dos pasajes extraídos del artículo de cabecera del primer número de la revista, artículo que constituye de alguna manera el credo, la plataforma política del grupo.
Hablando del movimiento obrero actual, y después de haber constatado la completa alienación de las masas en ideologías anti-obreras, la revista señala:
“Únicamente parecen seguir a flote en este naufragio universal, débiles organizaciones tales como la “4ª Internacional”, las Federaciones Anarquistas, y algunas agrupaciones que se llaman “ultraizquierda” (Bordiguistas, Spartakistas, Comunistas de los Consejos). Organizaciones débiles, no sólo por su flaqueza numérica – que no quiere decir y que no constituye criterio alguno -, sino por su falta de contenido político e ideológico. Vestigios del pasado mucho más que anticipos del porvenir, estas organizaciones se muestran absolutamente incapaces no sólo de comprender el desarrollo social del siglo XX, sino que aún más de orientarse positivamente frente a él”.
Y después de enumerar la debilidad del trotskismo y del anarquismo, el artículo plantea algunas líneas más abajo:
“Finalmente, los agrupamientos de “ultraizquierdas” o bien cultivan con fruición sus deformaciones de capilla como es el caso de los bordiguistas, que llegan incluso a veces a responsabilizar al proletariado de su propia incapacidad, o bien – como sucede con los Comunistas de los Consejos – se contentan con sacar de las experiencias pasadas las recetas para la cocina “socialista” del futuro” (…) “Pese a sus pretensiones delirantes, tanto la “4ªInternacional” como los anarquistas o las “ultraizquierdas” no son, en realidad más que vestigios históricos, costras minúsculas de las heridas de la clase, destinadas a desprenderse con el empuje de la piel nueva que se prepara en la profundidad de los tejidos” (Socialismo o Barbarie, nº 1, pag 9).
Esto es lo que hace referencia a las demás tendencias y grupos existentes. Es fácil entender que después de un juicio tan severo, una condena inapelable a los demás grupos, se presenten ellos mismo en los siguientes términos:
“Al presentarnos hoy, mediante esta revista, ante la vanguardia de los trabajadores manuales e intelectuales, pensamos que somos los únicos capaces de responder de una manera sistemática a los problemas fundamentales del movimiento revolucionario contemporáneo; los únicos que podemos retomar y continuar el análisis marxista de la economía moderna, a plantear sobre bases científicas el problema del desarrollo histórico del movimiento obrero y su significación, definir el estalinismo y en general la burocracia “obrera”, caracterizar la 3ª Guerra Mundial, plantear en fin nuevamente, y teniendo en cuenta los elementos originales creados por nuestra época, la perspectiva revolucionaria. Ante cuestiones de tal envergadura no se trata ni de orgullo ni de modestia. Pensamos que somos nosotros quienes representamos la continuidad histórica del marxismo en el marco de la sociedad contemporánea. En ese sentido no tememos en absoluto poder ser confundidos con todos esos elementos editores de revistas “marxistas”, “clarificadores”, “hombres de buena voluntad” polemistas y charlatanes de toda calaña. Si nosotros planteamos los problemas es por qué nosotros pensamos que podemos resolverlos.”
He aquí un lenguaje en el que la pretenciosidad, y el autobombo infinito van parejos a la ignorancia en la que se encuentran respecto al movimiento revolucionario, los diferentes grupos y tendencias, sus trabajos y sus luchas teóricas en los últimos 30 años. Esa ignorancia explica muchas cosas, pero no debería servir de justificación y mucho menos vanagloriarse de ella. ¿Con qué derecho el grupo Socialismo o Barbarie se arroga el derecho de hablar, con tanto desahogo, del pasado reciente del movimiento revolucionario, de sus luchas internas, y de los grupos cuyo único fallo es el haber planteado, con diez o veinte años de antelación, los problemas que, en su ignorancia, SoB, cree haber descubierto hoy? El hecho de ser un recién llegado a la vida política en los años de la guerra y, más aún, a través de una organización políticamente corrompida del trotskismo, en cuyo fango ha estado chapoteando hasta 1949, no debería ser invocado como certificado de honorabilidad, como garantía de madurez política. La arrogancia del tono es más bien un certificado de la indiscutible ignorancia de este grupo, que aún no se ha liberado lo suficiente del modo de pensar y de discutir del trotskismo. De no ser así, se darían cuenta fácilmente que las ideas que enuncian hoy, y que consideran como su obra original no son en muchos casos sino la repetición más o menos acertada de las ideas emitidas por las corrientes de izquierda de la 3ª Internacional (la Oposición Obrera rusa, los Spartakistas de Alemania, los Comunistas de los Consejos en Holanda, la Izquierda Comunista de Italia), desde hace 25 años y en el transcurso de estos.
Si en lugar contentarse con medias verdades y oscuros chismorreos el grupo Socialismo o Barbarie se hubiera dedicado a estudiar más a fondo los numerosos documentos, aunque difíciles de encontrar, de esas corrientes de izquierda, habría salido perdiendo probablemente su pretensión de originalidad, pero habría ganado seguramente en profundidad.
[1] La compañera de Marc, que fue también miembro de la Izquierda Comunista en Francia y más tarde de la CCI. Ver nuestro “Homenaje a nuestra camarada Clara”, donde se relata también este incidente. https://es.internationalism.org/cci-online/200606/945/homenaje-a-nuestra-camarada-clara [77]
[2] Ver las “Tesis sobre la naturaleza del Estado y la Revolución proletaria (Gauche Communiste de France, 1946
[3] Esta divergencia ya había aparecido en Marsella a juzgar por la versión que proporciona Malaquais en su novela Planète sans visa, en la que el Marc de ficción argumenta contra la posición en pro de los aliados del personaje llamado Stepanoff, que es una versión apenas disimulada de Serge
[4] Esta intervención común con los RKD fue tergiversada como “colaboración con el trotskismo” por parte del Partito comunista internacionalista, lo que utilizó como pretexto para expulsar a la Izquierda Comunista de Francia de la Izquierda Comunista internacional. Lo cierto es, sin embargo, que los RKD habían roto con el trotskismo en la cuestión clave del internacionalismo, la oposición a la guerra y la denuncia de la URSS
[5] Ver por ejemplo nuestro artículo sobre la conferencia internacionalista que tuvo lugar en Holanda en 1947. “Hace sesenta años: una conferencia de los revolucionarios internacionalista”. https://es.internationalism.org/revista-internacional/200802/2191/hace-60-anos-una-conferencia-de-revolucionarios-internacionalistas [78]
[6] Respecto a Stinas, ver nuestra introducción a los extractos de sus memorias en nuestra Revista Internacional nº 72 (Memorias de un revolucionario (A Stinas, Grecia): Nacionalismo y Antifascismo). https://es.internationalism.org/revista-internacional/199304/1993/documento-nacionalismo-y-antifascismo [79]
Ver también en inglés: “Greek Resistance in WW2: Patriotism or internationalism. https://en.internationalism.org/book/export/html/1933 [80]
Las memorias de Stinas han sido publicadas en griego y en francés. Agis Stinas, Mémories: un révolutionnaire dans la Grèce du XX siècle. Prefacio de Michel Pablo, trducido por Olivier Houdart, La Brèche, parís 1990. Stinas fue inflexible en su oposición a la guerra y a la resistencia patriótica. En su caso, dada la falta de centralización verdadera que existía en la autoproclamada Cuarta Internacional, él había creído durante años que esa era la posición “normal” del partido trotskista. Sólo años más tarde descubrió el alcance real de la capitulación del trotskismo oficial ante el antifascismo
[7] Internationalisme nº 41, enero de 1949, artículo “Où en sommes-nous” (“¿Dónde estamos?”)
[8] Este título parece referirse a una obra de teatro escrita en 1945 con el mismo nombre por Simone de Beauvoir, escritora (1908-1986) cuya obra más famosa fue El Segundo Sexo.
[9] Sartre (1905-1980) fue un filósofo existencialista que apoyó el maoísmo y su siniestra “Revolución Cultural” así como la pretendida “revolución cubana” que instauró el régimen brutal de la familia Castro. La revista Le Temps Modernes pretendía ser “abierta” y “crítica”, aunque en realidad embellecía de forma “distanciada” y “filosófica” la democracia y la ideología de los triunfadores de la Segunda Guerra Mundial
[10] El Rassemblement Démocratique Révolutionnaire, fue un efímero partido francés fundado en la postguerra (finales de 1947-pincipios de 1948) por, entre otros, Jean Paul Sartre y algunos trotskystas y socialdemócratas de izquierda
Links
[1] https://es.internationalism.org/files/es/pdf/revista_internacional_161.pdf
[2] https://es.internationalism.org/files/es/presentacion_rint161.pdf
[3] https://es.internationalism.org/accion-proletaria/201710/4237/manifiesto-de-la-corriente-comunista-internacional-sobre-la-revolucion
[4] https://es.internationalism.org/content/4376/revolucion-en-alemania-hace-100-anos-el-proletariado-hizo-temblar-la-burguesia
[5] https://es.internationalism.org/content/4373/lista-de-articulos-sobre-la-tentativa-revolucionaria-en-alemania-1918-23
[6] https://es.internationalism.org/content/4383/acerca-de-nuestras-reuniones-publicas-en-el-50-aniversario-de-mayo-del-68
[7] https://es.internationalism.org/revista-internacional/200510/223/la-descomposicion-fase-ultima-de-la-decadencia-del-capitalismo
[8] https://es.internationalism.org/revista-internacional/199001/3502/derrumbe-del-bloque-del-este-dificultades-en-aumento-para-el-prole
[9] https://es.internationalism.org/content/4350/analisis-de-la-evolucion-reciente-de-las-tensiones-imperialistas
[10] https://es.internationalism.org/content/4352/trump-en-europa-una-expresion-del-caos-capitalista
[11] https://es.internationalism.org/revista-internacional/201804/4300/el-comunismo-esta-al-orden-del-dia-en-la-historia-castoriadis-muni
[12] https://es.internationalism.org/content/4363/castoriadis-munis-y-el-problema-de-la-ruptura-con-el-trotskismo-ii
[13] https://es.internationalism.org/en/tag/historia-del-movimiento-obrero/1968-mayo-frances
[14] https://es.internationalism.org/en/tag/2/37/la-oleada-revolucionaria-de-1917-1923
[15] https://es.internationalism.org/files/es/161-1-revolucion_en_alemania.pdf
[16] https://es.internationalism.org/en/tag/21/367/revolucion-alemana
[17] https://es.internationalism.org/en/tag/historia-del-movimiento-obrero/1919-la-revolucion-alemana
[18] https://es.internationalism.org/files/es/informe_sobre_las_tensiones_imperialistas.pdf
[19] https://es.internationalism.org/content/4305/informe-sobre-las-tensiones-imperialistas
[20] https://es.internationalism.org/revista-internacional/201410/4046/militarismo-y-descomposicion
[21] https://es.internationalism.org/en/tag/3/48/imperialismo
[22] https://es.internationalism.org/files/es/50_anos_de_mayo_68_2a_parte.pdf
[23] https://es.internationalism.org/revista-internacional/200608/1053/marc-de-la-revolucion-de-octubre-1917-a-la-ii-guerra-mundial
[24] https://en.internationalism.org/wr/315/may68-meetings
[25] https://es.internationalism.org/content/4318/hace-50-anos-mayo-68
[26] https://es.internationalism.org/revista-internacional/201708/4225/el-comunismo-esta-a-la-orden-del-dia-de-la-historia-los-anos-1950-
[27] https://es.internationalism.org/content/4144/hace-40-anos-la-naciente-democracia-espanola-se-estreno-con-los-asesinatos-de-obreros
[28] https://es.internationalism.org/revista-internacional/201510/4119/de-la-ii-guerra-mundial-hasta-mediados-de-los-anos-1970
[29] https://es.internationalism.org/content/2318/un-ano-de-luchas-obreras-en-polonia
[30] https://es.internationalism.org/revista-internacional/201603/4150/informe-sobre-la-lucha-de-clases
[31] https://es.internationalism.org/content/3451/tesis-sobre-la-crisis-economica-y-politica-en-los-paises-del-este
[32] https://es.internationalism.org/revista-internacional/201711/4256/22-congreso-de-la-cci-resolucion-sobre-la-situacion-internacional
[33] https://es.internationalism.org/revista-internacional/200606/964/tesis-sobre-el-movimiento-de-los-estudiantes-de-la-primavera-de-200
[34] https://es.internationalism.org/accion-proletaria/201805/4302/francia-huelgas-en-cadena-de-los-ferroviarios-una-maniobra-de-los-sind
[35] https://es.internationalism.org/cci-online/200605/910/huelga-del-metal-de-vigo-los-metodos-proletarios-de-lucha
[36] https://es.internationalism.org/content/3349/2011-de-la-indignacion-la-esperanza
[37] https://es.internationalism.org/revista-internacional/201111/3264/movimiento-de-indignados-en-espana-grecia-e-israel-de-la-indignaci
[38] https://es.internationalism.org/content/3482/espana-y-cataluna-dos-patrias-para-imponer-la-miseria
[39] https://es.internationalism.org/revista-internacional/201712/4262/cataluna-espana-los-proletarios-no-tienen-patria
[40] https://es.internationalism.org/en/tag/21/380/mayo-de-1968
[41] https://es.internationalism.org/en/tag/2/29/la-lucha-del-proletariado
[42] https://es.internationalism.org/en/tag/acontecimientos-historicos/mayo-1968
[43] https://es.internationalism.org/files/es/161-las_rpmayo68.pdf
[44] https://es.internationalism.org/revista-internacional/201804/4294/el-curso-historico
[45] https://es.internationalism.org/revista-internacional/199807/1194/iv-la-plataforma-de-la-internacional-comunista
[46] https://es.internationalism.org/cci/200605/917/el-trotskismo-defensor-de-la-guerra-imperialista
[47] https://www.marxists.org/espanol/luxem/09El%20folletoJuniusLacrisisdelasocialdemocraciaalemana_0.pdf
[48] https://es.internationalism.org/revista-internacional/199601/1786/iii-la-insurreccion-prematura
[49] https://es.internationalism.org/revista-internacional/200904/2536/iv-1918-1919-la-guerra-civil-en-alemania
[50] https://es.internationalism.org/node/2678
[51] https://es.internationalism.org/content/4379/1919-el-ejemplo-ruso-inspira-los-obreros-hungaros-ii-el-abrazo-del-oso-de-la
[52] https://es.internationalism.org/revista-internacional/200010/985/viii-la-comprension-de-la-derrota-de-la-revolucion-rusa-1922-23-las
[53] https://es.internationalism.org/cci/200510/156/la-izquierda-comunista-y-la-continuidad-del-marxismo
[54] https://es.internationalism.org/rm/2008/103_stalin
[55] https://fr.internationalism.org/rinte6/bilan2.htm
[56] https://es.internationalism.org/cci/200602/539/espana-1936-franco-y-la-republica-masacran-al-proletariado
[57] https://es.internationalism.org/revista-internacional/198910/2140/internationalisme-1945-las-verdaderas-causas-de-la-segunda-guerra-
[58] https://fr.internationalism.org/brochure/effondt_stal_III_1
[59] https://es.internationalism.org/revista-internacional/200612/1185/berlin-1948-en-1948-el-puente-aereo-de-berlin-oculta-los-crimenes-
[60] https://es.internationalism.org/revista-internacional/200602/752/al-inicio-del-siglo-xxi-por-que-el-proletariado-no-ha-acabado-aun-c
[61] https://es.internationalism.org/revista-internacional/200612/1141/hungria-1956-une-insurreccion-proletaria-contra-el-estalinismo
[62] https://es.internationalism.org/revista-internacional/201111/3245/al-inicio-del-siglo-xxi-por-que-el-proletariado-no-ha-acabado-aun-
[63] https://es.internationalism.org/revista-internacional/200806/2281/mayo-del-68-y-la-perspectiva-revolucionaria-1a-parte-el-movimiento
[64] https://es.internationalism.org/revista-internacional/200808/2339/mayo-del-68-y-la-perspectiva-revolucionaria-2a-parte-fin-de-la-con
[65] https://www.marxists.org/espanol/trotsky/1932/histrev/tomo1/
[66] https://www.marxists.org/espanol/trotsky/1932/histrev/tomo2/
[67] https://www.marxists.org/espanol/reed/diezdias/index.htm
[68] https://es.internationalism.org/revista-internacional/201005/2865/que-son-los-consejos-obreros-2-parte-de-febrero-a-julio-de-1917-re
[69] https://es.internationalism.org/revista-internacional/201008/2910/que-son-los-consejos-obreros-iii-la-revolucion-de-1917-de-julio-a-
[70] https://es.internationalism.org/content/4347/hace-50-anos-mayo-68-2a-parte-los-avances-y-retrocesos-de-la-lucha-de-clases
[71] https://es.internationalism.org/revista-internacional/198110/2318/un-ano-de-luchas-obreras-en-polonia
[72] https://es.internationalism.org/content/910/huelga-del-metal-de-vigo-los-metodos-proletarios-de-lucha
[73] https://es.internationalism.org/revista-internacional/201108/3175/las-movilizaciones-de-los-indignados-en-espana-y-sus-repercusiones
[74] https://es.internationalism.org
[75] https://es.internationalism.org/files/es/castoriadis_munis.pdf
[76] https://www.microsofttranslator.com/bv.aspx?from=fr&to=es&a=http%3A%2F%2Ffr.internationalism.org%2Frinte21%2Fevolution.htm
[77] https://es.internationalism.org/cci-online/200606/945/homenaje-a-nuestra-camarada-clara
[78] https://es.internationalism.org/revista-internacional/200802/2191/hace-60-anos-una-conferencia-de-revolucionarios-internacionalistas
[79] https://es.internationalism.org/revista-internacional/199304/1993/documento-nacionalismo-y-antifascismo
[80] https://en.internationalism.org/book/export/html/1933
[81] https://es.internationalism.org/en/tag/21/364/el-comunismo-no-es-un-bello-ideal-sino-que-esta-al-orden-del-dia-de-la-historia
[82] https://es.internationalism.org/en/tag/corrientes-politicas-y-referencias/area-de-influencia-de-la-izquierda-comunista
[83] https://es.internationalism.org/en/tag/desarrollo-de-la-conciencia-y-la-organizacion-proletaria/izquierda-comunista-francesa
[84] https://es.internationalism.org/en/tag/3/42/comunismo