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El movimiento contra la reforma de las pensiones se ha llevado a cabo, de principio a fin, bajo el control de los sindicatos. Fueron ellos quienes llamaron a la huelga, fueron ellos quienes decidieron y organizaron las jornadas de acción, fueron ellos quienes dirigieron las pocas asambleas generales. Y ellos son los que voluntariamente nos llevaron a la derrota. No seamos ingenuos, el gobierno y los sindicatos han estado trabajando juntos durante 2 años... ¡para preparar y lograr que este golpe contra nuestras condiciones de vida se lleve a cabo!
Ante el peligro de una reanudación de la lucha de clases...
El gobierno debía tener garantías plenas de que este ataque de gran envergadura, que había sido anunciado por Macron en 2017 como un verdadero "big bang", no provocara una respuesta masiva de toda la clase obrera. Así que el Primer Ministro Philippe se apoyó en la colaboración de los "interlocutores sociales", o sea los sindicatos, para sabotear la inevitable explosión de ira del conjunto de los trabajadores.
Este ataque general contra toda la clase obrera sólo podía desencadenar una reacción de indignación y de cólera espontánea en un sector particularmente combativo como es el del transporte. Para los trabajadores ferroviarios "llueve sobre mojado”, tras haber llevado a cabo varias movilizaciones en los últimos años, en particular la "huelga intermitente" de 2018 contra la degradación de sus condiciones de trabajo y la eliminación de sus derechos, en las que no obtuvieron nada. Por ello el ataque a su régimen de jubilación sólo podía empujarles a volver a la lucha más decididamente aún con la consigna: "¡Basta ya!¡ No cederemos!". Esta combatividad en el sector del transporte podía desembocar en una explosión incontrolable con el peligro de extenderse como una mancha de aceite pues el ataque general a las pensiones despertaría la indignación general de toda la clase obrera.
La clase dominante dispone de múltiples medios para "sentir el pulso" del descontento social (en un país donde Macron, el "presidente de los ricos", se ha convertido en el hombre más odiado de la mayoría de la población): encuestas de opinión, investigaciones policiales para "tomar la temperatura" de los sectores "peligrosos” y entre estos sobre todo de la clase obrera. Pero el instrumento más importante de este "termómetro social" es, sin duda, el aparato sindical, mucho más eficaz que los sociólogos de las agencias de encuestas o los funcionarios de la Policía. De hecho, este aparato sindical tiene la función de ser el instrumento por excelencia de encuadramiento de los explotados al servicio de la defensa de los intereses del Capital. El aparato sindical del estado capitalista tiene casi un siglo de experiencia y es particularmente sensible para captar el estado de ánimo de los trabajadores, su voluntad y su capacidad para emprender luchas contra la burguesía[1]. Las fuerzas que ejercen el control de la clase obrera son las encargadas de advertir constantemente a los patrones y al gobierno del peligro que representa la lucha de clases. Para eso sirven las reuniones y consultas periódicas entre los dirigentes sindicales y la patronal o el gobierno: para elaborar juntos, hombro con hombro, la mejor estrategia que permita al gobierno y a la patronal llevar a cabo sus ataques contra los trabajadores con la máxima eficacia.
Los sindicatos fueron los primeros en darse perfecta cuenta de que la clase obrera en Francia no estaba dispuesta a agachar la cabeza y aceptar sin rechistar nuevos ataques. La clase dominante sabe también que el proletariado no tiene hoy la menor ilusión sobre una posible "salida del túnel": todos los trabajadores son ahora conscientes de que "vamos a ir de mal en peor” y que no quedará otro remedio que luchar juntos, hombro con hombro, para defender sus condiciones de vida y el futuro de sus hijos. La popularidad del movimiento de los “chalecos amarillos” que se desencadenó hace un año contra la carestía de la vida y la miseria, ya era un buen indicador de la ira que rugía en las entrañas de la sociedad: el 80% de la población decía apoyar, entender o simpatizar contra esta “marea” anti-Macron (incluso aunque la clase obrera no podía reconocerse en los métodos de protesta[2] de este movimiento interclasista iniciado por pequeños empresarios asfixiados por los impuestos sobre los combustibles). La burguesía, por lo tanto, ya había percibido perfectamente, en estos dos últimos años, un verdadero aumento de la combatividad de los trabajadores. La tenacidad de los trabajadores de las emergencias médicas o de los trabajadores postales que llevan meses en huelga, eran otros tantos indicios de ello. La multiplicación de las luchas en el sector de la distribución, entre los conductores de autobuses, o en la aviación, también.
Ante esta acumulación del descontento de los explotados, la burguesía francesa tenía pues que “acompañar" la imposición de la reforma de las pensiones, con la aplicación de un "cortafuegos" para canalizar, encuadrar, dividir y agotar la inevitable respuesta del proletariado.
¡El gobierno y los sindicatos han maniobrado juntos!
En las manifestaciones se les odia por haber “apuñalado por la espalda” al movimiento, pero lo cierto es que la CFDT y la UNAS han desempeñado perfectamente su papel de "sindicatos responsables y reformistas". Se trata de una verdadera obra de teatro[3].
- Acto 1: la CFDT llevaba dos años urdiendo junto al gobierno un texto reclamando un régimen universal “justo y equilibrado”, pero que rechaza el concepto de "edad de equilibrio”. Esta noción[4] llamado también “edad pivote” es una verdadera provocación que tiene como única razón de ser, focalizar contra ella toda la ira, desviando así la atención del asunto fundamental: el ataque general contra las pensiones. Mientras el Gobierno dice reflexionar.
- Acto 2: el 11 de diciembre, el gobierno anuncia oficialmente… (suena redoble de tambores) ... que la edad de equilibrio figurará en la reforma. La CFDT sale a escena “sumamente airada” porque dice que se ha cruzado la "línea roja", y se une al "frente sindical". Todo el espacio mediático aparece ocupado por este "debate": edad pivote: si o no. Las gentes del teatro llaman a este momento "el giro dramático del IIº Acto”.
- Acto 3: Finalmente - ¡oh sorpresa! – el viernes 10 de enero, en Matignon, sede del Primer Ministro, el gobierno da marcha atrás en la famosa "edad de equilibrio”. La CFDT y la UNSA gritan ¡Victoria! y abandonan el movimiento.
Los espectadores se marchan a sus casas llevando en sus bolsillos, eso sí, el "sistema de pensiones por puntos”, es decir, más años de trabajo para una pensión recortada.
Hace veinticinco años, el gobierno de Juppé, utilizó ya, más o menos, esa misma estrategia: un ataque general a la clase obrera (la reforma del sistema de Seguridad Social que endurecía el acceso a sus prestaciones para todos los trabajadores), y un ataque específico a un sector particular (sobre el régimen especial para los trabajadores ferroviarios, lo que les exigía ¡trabajar 8 años más!). Tras un mes de huelga, con los trabajadores ferroviarios ultracombativos a la cabeza del movimiento, Juppé lo retiró y los sindicatos gritaron: ¡Victoria!¡... el régimen de los ferroviarios se había mantenido. Este sector, verdadera "locomotora" de la protesta social, regresó a las estaciones y volvió al trabajo anunciando el fin del viaje para el movimiento conjunto. Así es como el gobierno pudo colar su reforma de la seguridad social.
Esta vieja estratagema no parece funcionar hoy tan bien. Nadie proclama victoria excepto, claro está, la CFDT y la UNSA. Todo el mundo denuncia esta trampa por lo que es: una farsa, una maniobra para hacer tragar la píldora. Incluso la prensa, pone en evidencia la triquiñuela.
Y si, a pesar de su determinación, los cientos de miles de manifestantes están abandonando paulatinamente la lucha sin que el gobierno haya retirado su ataque general a las pensiones, es porque la maniobra ha sido más amplia y compleja. Junto a los sindicatos "reformistas", los "radicales", la CGT, la FO y Solidaires[5], también han contribuido a aislar y agotar a los huelguistas. Dado el nivel de coraje y combatividad de nuestra clase, este desgaste prolongado ha tenido simplemente que ser más duradero que lo previsto. Ha exigido toda la “maestría” de los especialistas en el sabotaje de las luchas, para conseguir sus objetivos.
Septiembre
En septiembre, tras las vacaciones, quedó oficialmente lanzada la campaña sobre la reforma de las pensiones. FO, Solidaires y la CGT estaban en todas partes. ¿Cómo? Multiplicando las convocatorias de movilizaciones sectoriales. Cada empresa tenía su propio día de huelga y sus demandas específicas. "Cada uno en su casa” y “los sindicatos en la de todos”. El objetivo de esta pantomima es agotar las ganas de luchar previamente a lanzar un movimiento más amplio y bajo su control.
Sólo que esta dispersión organizada resultó muy criticada. En las manifestaciones, no pocos trabajadores protestan contra esta división y exigen unidad a los sindicatos porque “si todos estamos en el mismo barco, es necesario que luchemos juntos”. Esta presión es la que lleva a los sindicatos a convocar el 20 de septiembre, una gran manifestación unitaria… ¡para el 5 de diciembre! Una vez más nada se dejó al azar. Si se eligió tal fecha fue porque les permitiría durante el tiempo que aún restaba proseguir sus maniobras de dispersión y agotamiento. Al mismo tiempo, esa fecha era ya muy cercana a las fiestas de fin de año y de la famosa “tregua de los confiteros”[6], lo que hace que cualquier bloqueo de transporte sea impopular y así aislar a los más combativos.
Octubre
Durante octubre y noviembre, los sindicatos "radicales" continúan su trabajo de zapa a través de huelgas aisladas y sectoriales. Aunque la indignación obrera es palpable, en muchos sectores, se cuidan muy mucho de llevar a cabo asambleas generales abiertas y ampliamente inclusivas, a unir a las distintas empresas y sectores en lucha enviando delegaciones masivas de unas a otras para poder reunirse y extender la huelga. ¡Nada de eso! Sólo huelgas y acciones aisladas mientras se espera la promesa de la gran manifestación del 5 de diciembre. Pero esta estrategia de agotamiento y desmoralización resulta, de nuevo, insuficiente. La clase obrera sigue presionando y la combatividad sigue aumentando.
El 16 de octubre, los ferroviarios detienen repentinamente el trabajo tras un accidente ferroviario en las Ardenas. Espontáneamente, utilizando sus teléfonos, se avisan unos a otros, extendiendo la huelga a todo un sector de la compañía de ferrocarriles (SNCF). Los agentes de la región de Paris (Île-de-Francia) fueron particularmente combativos. Las líneas de la red de transporte de cercanías (RER) quedan bloqueadas. Los sindicatos se suben a este tren en marcha y encabezan esta huelga invocando el "derecho de retirada"[7]. En otras palabras, se adhieren a una movilización que ya había empezado. A la burguesía le gusta poco esta autonomía obrera y esta dinámica a que los trabajadores se hagan con el control de la lucha y la extiendan, por lo que el gobierno y la patronal denuncian la ilegalidad de esta "huelga salvaje" y amenazan a los huelguistas con sanciones. Esto permitirá a los sindicatos recuperar definitivamente el control de la situación erigiéndose en protectores de los huelguistas y defensores del derecho de huelga. Durante este mes de octubre se vivirán, en efecto, en la SNCF cierto número de huelgas salvajes, en particular en el centro de mantenimiento de Châtillon donde, sin el permiso de los sindicatos, 200 trabajadores de 700 se agrupan para oponerse a las medidas que empeoran las condiciones de trabajo, medidas que fueron rápidamente retiradas a fin de detener inmediatamente la huelga e impedir así que el movimiento sea conocido y pueda “dar ideas” a los trabajadores[8].
Noviembre
Los sindicatos estaban pues advertidos de que debían mostrarse más “combativos” y sumarse al movimiento para poder controlarlo totalmente. El 9 de noviembre, la CGT se une a la UNSA Ferroviaria[9] y a Sud/Solidaires, en el llamamiento a una huelga prorrogable para el 5 de diciembre. Declarando que esta acción también se llevaría a cabo en la SNCF. Luego la CFDT en los ferroviarios anunció que se unía a la movilización[10].
Pero por detrás de ese "frente sindical" y de los discursos sobre la unidad en todos los sectores, entre bastidores continúan su acción de zapa y división. Su sabotaje de la unidad en las movilizaciones en el sector hospitalario es particularmente característico: desde marzo, los sindicatos y sus "colectivos inter- urgencias " estaban llevando a cabo acciones ultra corporativas, separando a los trabajadores de las urgencias del resto de servicios hospitalarios. Pero bajo la creciente presión de la voluntad de "luchar todos juntos", cambiaron su discurso convocando dos manifestaciones "unitarias", el 14 y el 30 de noviembre, “unitarias” pero ¡en la función hospitalaria!, y ello con objeto de apartar mejor esta lucha del movimiento general contra la reforma de las pensiones, invocando la “especificidad de los hospitales” (es decir, para dividir mejor). Esta decisión sindical creará una verdadera bronca en el seno de las Asambleas Generales del personal hospitalario y muchos de ellos se movilizarán, sin embargo, desoyendo las instrucciones sindicales, el 5 de diciembre.
Diciembre
Durante las grandes manifestaciones de diciembre, la necesidad de solidaridad entre todos los sectores y de todas las generaciones obreras, de luchar todos juntos, son recogidos por las consignas que se repiten machaconamente desde los altavoces de las furgonetas sindicales. Pero ¿para hacer qué? Nada. Sólo para redundar una y otra vez la misma cantinela en cada jornada de acción. Pero, eso sí, cada sector debe marchar encasillado con su sindicato, a veces incluso delimitado y guardado, separado de los demás por una cuerda y un "servicio de orden", el orden sindical. No existen momentos para quedarse a discutir al final de las marchas, aunque muchos trabajadores han expresado su deseo de hacerlo. Los sindicatos y la policía dispersan a los participantes. El tiempo apremia, los autobuses se van a ir.
A mediados de diciembre, los trabajadores ferroviarios de la SNCF y la RATP en huelga son conscientes de que, si permanecen aislados, el movimiento está condenado a la derrota. Entonces, ¿qué hacen los sindicatos? Organizar un simulacro de extensión: algunos representantes de la CGT van a reunirse con otros representantes de la CGT de otra empresa.
Para las manifestaciones convocadas en sábado, organizadas oficialmente así por los sindicatos para permitir a los empleados del sector privado participar en las movilizaciones, ni la CGT, ni FO ni Solidaires, hicieron esfuerzo alguno para movilizar en las empresas. Por el contrario, todos sus discursos se centran en alabar el coraje de los trabajadores ferroviarios "que luchan por todos nosotros", la capacidad de bloqueo de este sector (lo que daría a entender que los demás trabajadores son impotentes) y en la necesidad de apoyarlos... alimentando las cajas de resistencia organizadas sobre todo por la CGT en lugar de la solidaridad activa de los trabajadores en la lucha y la extensión del movimiento (¡aunque sea comprensible que todo el mundo quisiera ayudar económicamente a los ferroviarios por la pérdida de un mes de salario!). ¡A lo largo de todo el mes de diciembre, los sindicatos han promovido la huelga “por delegación”[11]!
Así, aislados en una huelga "indefinida”, se anima a los trabajadores ferroviarios a aguantar, "cueste lo que cueste" durante los 15 días de las fiestas de fin de año con la consigna: ¡nada de tregua de los confiteros!
Enero
Pero ni siquiera así, con los medios de comunicación desatando una campaña contra quienes han “tomado como rehenes a familias que sólo pretenden reunirse para la Navidad", estas dos semanas de "tregua" durante las cuales los "ferroviarios" luchan solos, consiguen agotar la rabia y la combatividad general ni hacer la huelga "impopular".
El 9 de enero, la nueva “jornada de acción multisectorial” ve nuevamente como cientos de miles de manifestantes salen nuevamente a las calles más decididos que nunca a rechazar la reforma.
El 10 de enero, el Primer Ministro Phillipe negoció con los sindicatos y anunció que veía “un diálogo constructivos y avances”, prometiendo preguntar al presidente Macron al día siguiente si se podría retirar lo de la “edad pivote”. Todos los sindicatos celebraron esta victoria, gran victoria según la CFDT y la UNAS, y pequeño paso adelante para la CGT, FO y Solidaires que insisten en que el gobierno comenzaba a retroceder bajo la presión de las calles y de los huelguistas del sector del transporte.
Así que al día siguiente se convocan nuevas manifestaciones. Este sábado 11 de enero, en Marsella, los sindicatos organizan animaciones al final de la marcha para hacer imposible cualquier discusión. En París, la policía tiene carta blanca para gasear una vez más a los manifestantes, para dispersarlos a porrazos. No se puede permitir que los manifestantes puedan reunirse y hablar. Pero, más que nada, la asistencia en ese día está en claro declive, los trenes vuelven a las vías, se siente el desgaste, el ambiente en las procesiones menos masivas es menos combativo. La estocada está lista. Philippe anuncia la retirada de la "edad pivote"... temporalmente. El “timing” es perfecto.
El llamamiento de los sindicatos para extender... ¡la derrota!
Y ahora que las movilizaciones se van agotando, que los ferroviarios en huelga no pueden aguantar más asfixiados económicamente y van volviendo gradualmente al trabajo ¿qué hacen los sindicatos "radicales"? Ahora que la dinámica es de reflujo, llaman a extender el movimiento, arengando a los trabajadores del sector privado a “tomar el relevo” y ¡denuncian la “cobardía de delegar la huelga”! El 9 de enero, al Sr. Mélenchon[12] salió en todas las televisiones proclamando “la huelga por delegación ya ha cumplido. Ahora todo el mundo debe implicarse”.
Ahora se les llena la boca de "asambleas generales soberanas" para hacer creer que ellos no son más que los portavoces de los trabajadores y que si algunos siguen agotándose en una huelga aislada, ellos no pueden hacer nada. Así el dirigente de la CGT Philippe Martinez recorría los platós televisivos con el mensaje: “es la Asamblea general y la base la que decide si los ferroviarios quieren perder aún más días de salario”.
Ahora es cuando multiplican las acciones para poner en evidencia que los trabajadores no secundan ni extienden la movilización ¡y echar la culpa de la derrota a los obreros! Ahora los sindicatos convocan tres jornadas de acción en una semana, los días 14, 15 y 16 de enero, cuando ya los trabajadores ferroviarios están volviendo gradualmente al trabajo.
Ahora, el gerifalte de la CGT, el Sr. Martínez, como su compadre de la Francia Insumisa, el Sr. Mélenchón, se prodigan por todos los platós y emisoras de radio, y aparecen rodeados de huelguistas, para protestar contra la violencia policial... ¡que se viene produciendo desde hace meses! Lo cierto es que los sindicatos (con la CGT a la cabeza) han permitido hasta ahora las palizas a los manifestantes, la dispersión de los finales de las manifestaciones con granadas de gas lacrimógeno, sin objetar ni rechistar. Sólo cuando Mélenchon pidió la dimisión del Prefecto de policía de París, los sindicatos empezaron también erráticamente a denunciar la represión de los huelguistas.
Ahora, todos los sindicatos quieren negociar con el gobierno que considere las diferentes “penosidades” en lo que supone un nuevo ataque corporativista para desmoronar el movimiento, ya que ¡todo el mundo trabaja bajo presión y la explotación es penosa para todos! Este “fleco” de las negociaciones está siendo seriamente considerado con un único objetivo: dividir, o incluso hacer competir a unos trabajadores con otros, en negociaciones perdidas de antemano, rama por rama, para determinar si algún trabajo es más "penoso" que otros. ¡El "frente sindical" se verá sin duda bien retratado cuando la CGT de ferrocarriles y la CFDT de Carrefour apuren para saber quién hace el trabajo más “arduo”!
Los sindicatos ya hicieron esto mismo durante la huelga de los trabajadores ferroviarios en el invierno de 1986, apelando a la extensión de la huelga al final del movimiento[13]. De hecho, lo que estos bomberos sociales profesionales buscan es la extensión y la profundización de la derrota para segar la hierba bajo los pies de la clase obrera y hacerla bajar la cabeza. Así el Gobierno cuenta con las necesarias garantías para que esta reforma pueda pasar al Parlamento sin más dificultad (y permitir así al gobierno imponer nuevos ataques).
- No, ¡la clase obrera no tiene que dejarse culpabilizar por los sindicatos!
- No, ¡quienes vuelven a sus trabajos no son de ningún modo son esquiroles!
- No, ¡los sectores que no se han sumado a la lucha no lo han hecho por falta de coraje y solidaridad!
- ¡Han sido los sindicatos, de la mano del gobierno, los que planearon y orquestaron esta derrota!
- ¡Han sido los sindicatos, de la mano del gobierno, los que impidieron cualquier posible unidad, cualquier extensión real del movimiento!
La clase obrera, por el contrario, debe ser consciente del paso que ha dado. Después de diez años de atonía que sucedieron a las prolongadas movilizaciones convocadas en 2010 por todos los sindicatos que condujeron al agotamiento y la impotencia, la clase obrera ha comenzado a levantar cabeza, a querer luchar juntos, a querer unirse, a reconocerse como hermanos de clase. ¡Estos últimos meses han estado animados por el desarrollo de la solidaridad entre sectores y entre generaciones!
¡Esta es la victoria de este movimiento porque la verdadera ganancia de la lucha es la lucha misma, en la que todas las categorías profesionales, todas las generaciones se han encontrado finalmente juntas en la misma lucha, en las calles, contra una reforma que es un ataque a todos los explotados! Y esto es lo que el gobierno y los sindicatos tratarán de borrar en las semanas y meses venideros.
Nos corresponde a nosotros trabajadores reunirnos para debatir, discutir, sacar lecciones no olvidarlas y, en los combates de mañana, poder ser aún más numerosos y fuertes empezando por conocer y desenmascarar el papel de los sindicatos, esos profesionales... de la derrota. ¡Ellos siempre serán los últimos baluartes del Estado en las filas del proletariado para defender defensa del orden capitalista!
Léa, 14 de enero de 2020
[1] Ver nuestro folleto LOS SINDICATOS CONTRA LA CLASE OBRERA y en la Web: apuntes sobre la cuestión sindical https://es.internationalism.org/cci-online/201104/3103/apuntes-sobre-la-cuestion-sindical
[2] La ocupación de rotondas, la agitación ostentosa de símbolos republicanos y nacionalistas como las banderas tricolores o los cánticos de “La Marsellesa”. Para una denuncia de este movimiento reaccionario ver Hoja de intervención de la CCI sobre la trampa del movimiento de los chalecos amarillos https://es.internationalism.org/content/4378/hoja-de-intervencion-de-la-cci-sobre-la-trampa-del-movimiento-de-los-chalecos-amarillos y Balance del movimiento de los "chalecos amarillos": Un movimiento interclasista, un obstáculo para la lucha de clases https://es.internationalism.org/content/4484/balance-del-movimiento-de-los-chalecos-amarillos-un-movimiento-interclasista-un
[3] Ver nuestras anteriores hojas de intervención en la que denunciamos, desde principios de diciembre, estas maniobras. Contra los ataques del gobierno ¡LUCHA MASIVA Y UNIDA DE TODOS LOS EXPLOTADOS! https://es.internationalism.org/content/4516/contra-los-ataques-del-gobierno-lucha-masiva-y-unida-de-todos-los-explotados ; Solidaridad en la lucha de todos los trabajadores, de todas las generaciones https://es.internationalism.org/content/4505/solidaridad-en-la-lucha-de-todos-los-trabajadores-de-todas-las-generaciones ; Aunemos nuestras luchas contra los ataques de nuestros explotadores https://es.internationalism.org/content/4499/aunemos-nuestras-luchas-contra-los-ataques-de-nuestros-explotadores e igualmente Comunicado internacional de solidaridad con la clase obrera en lucha en Francia https://es.internationalism.org/content/4514/comunicado-internacional-de-solidaridad-con-la-clase-obrera-en-lucha-en-francia
[4] Según esa novedad terminológica puede uno jubilarse a los 62 años como ahora, pero tendrá una penalización. Si uno quiere la pensión completa deberá ir hasta los 64. lo que quiere decir ese lenguaje es que la jubilación será a los 64. En realidad, ya hoy la edad promedia de jubilación es casi de 64. En cierto modo, eso de la “edad de equilibrio” es relativamente poca cosa en una ley de “pensiones por puntos” que cambia las normas de contabilización a todos los niveles para rebajar drásticamente las pensiones. (Nota de la T.)
[5] Se trata de un sindicato “radical” conocido también como SUD (N de T)
[6] Una especie de “alto el fuego” con ocasión de las celebraciones navideñas (N de T).
[7] Detener el transporte cuando hay riesgos para los trabajadores o los usuarios (N de T).
[8] La declaración de los trabajadores de Châtillon fue publicada en el RI n° 479. He aquí un extracto muy breve: "Nosotros, agentes de equipos en huelga en el Châtillon Technicentre, en la red del TGV Atlantique, hemos dejado de trabajar masivamente desde la noche del lunes 21 de octubre, sin consultar ni ser dirigidos por los sindicatos. (...) Nuestra cólera es real y profunda, estamos decididos a luchar hasta el final de nuestras reivindicaciones, por el respeto y la dignidad. (...) ¡Hartos de las reorganizaciones, de bajos salarios, de reducciones de puestos de trabajo y de la falta de personal! Hacemos un llamamiento a todos los trabajadores ferroviarios para que levanten la cabeza con nosotros, porque la situación actual de Châtillon es, de hecho, el reflejo de una política nacional".
[9] ¡mientras que la UNSA de otros sectores no llama a la huelga! De hecho, también en este caso, la UNSA de los ferrocarriles se ve obligada a mantener la combatividad en ese sector so pena de quedar totalmente desacreditados.
[10] ¡mientras que, a nivel nacional, la CFDT tampoco llama a la huelga!
[11] Hemos traducido así la expresión francesa del original “grève par procuration”, es decir que otros hagan huelga por mí. (N de la T)
[12] Líder de la formación izquierdista La Francia Insumisa
[13] Reproducimos a continuación un artículo que saca lecciones de esta lucha: "SNCF diciembre 1986: Los trabajadores pueden luchar sin los sindicatos".