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Tras el asesinato señalado por Estados Unidos del principal estratega militar de Irán, el general Qasem Soleimani, los discursos en muchas capitales del mundo, especialmente en Europa occidental, expresaran o no éstos un acuerdo explícito con la acción de USA, versaron sobre la necesidad de evitar una "escalada" de las tensiones militares en Oriente Medio. Cuando comprobaron la naturaleza limitada de la respuesta inicial de Irán -un ataque con misiles contra las bases aéreas estadounidenses en Irak que parecía haber causado pocos daños o pérdidas de vidas- las mismas voces respiraron con alivio, esperando que Irán lo dejara correr por el momento.
Pero la escalada de enfrentamientos militares en Oriente Medio - y la particular contribución de EE. UU. a la misma - tiene raíces más profundas y amplias que el actual enfrentamiento entre Irán y el gobierno de Trump. Ya en el período de la Guerra Fría, la región, estratégicamente vital, había sido escenario de una serie de guerras indirectas entre los bloques de Estados Unidos y Rusia, en particular las guerras árabe-israelíes de 1967 y 1973, así como las "guerras civiles" que asolaron el Líbano y Afganistán, o la guerra entre Irán e Irak en la década de 1980. Con el colapso del bloque ruso a finales de esa década, EE.UU. buscó imponerse como única superpotencia mundial, exigiendo que sus antiguos socios del bloque occidental se sumaran a la primera guerra del "Nuevo Orden Mundial" de Bush (padre) contra el Irak de Saddam en 1991. Pero este Nuevo Orden Mundial pronto demostró ser un engaño. En lugar de alcanzar una nueva estabilidad global - por supuesto dominada por los Estados Unidos- cada nueva aventura militar norteamericana sólo ha servido para acelerar la carrera hacia el caos. La situación actual de los dos países que aquel invadió a principios del nuevo siglo, Afganistán e Irak, da claras muestras de ello. Con los gobiernos de Obama, el retroceso de los Estados Unidos en estos países y la necesidad de "pivotar" hacia el Lejano Oriente para enfrentar el creciente desafío de China subrayaron aún más el debilitamiento del control del imperialismo norteamericano sobre el Medio Oriente. En Siria ha tenido que ceder cada vez más terreno a la Rusia de Putin, que ahora ha formado una alianza con Turquía (miembro de la OTAN) para dispersar las fuerzas kurdas que antes habían ocupado el norte de Siria con el apoyo de los EE. UU.[1].
Pero si los EE. UU. han experimentado un retroceso, no por ello se han retirado de esa región. Más bien han cambiado su estrategia hacia un apoyo indefectible a sus dos aliados más fiables en ella: Israel y Arabia Saudí. Con la Administración Trump se ha abandonado virtualmente cualquier veleidad de actuar de árbitro entre Israel y los palestinos, apoyando por el contrario indisimuladamente los movimientos abiertamente anexionistas de Netanyahu. Tampoco esconde su respaldo al régimen saudí que está librando una brutal guerra en Yemen y que asesina descaradamente a portavoces de la oposición como el periodista Jamal Khashoggi, asesinado y descuartizado en la embajada saudí en Estambul. Y, sobre todo, presiona y presiona cada vez más a su principal enemigo en la región: Irán.
Irán ha sido una espina clavada en las carnes de los Estados Unidos desde la llamada Revolución Islámica que en 1979 derrocó al muy proamericano Sha de Persia. En los años 80, los norteamericanos apoyaron la guerra de Saddam contra Irán para debilitar al nuevo régimen. Pero el derrocamiento de Saddam en 2003 abrió una gran parte de Irak a la influencia iraní: el gobierno iraquí dominado por los chiitas en Bagdad está estrechamente alineado con el régimen de Teherán. Esto ha aumentado enormemente las propias ambiciones imperialistas de Irán en todo el Medio Oriente: estableciendo una especie de estado dentro de un estado a través de Hezbolá en el Líbano, y representando el principal apoyo para las fuerzas hutíes que combaten a Arabia Saudita y sus aliados en Yemen. Y Soleimani fue el principal arquitecto del imperialismo iraní en estas y otras aventuras.
La decisión de Trump de dar luz verde al asesinato de Soleimani no se basó, por lo tanto, en su mero capricho, por mucho que sea un personaje impredecible, sino que es parte de una estrategia imperialista respaldada por una parte considerable de la burguesía estadounidense. Es cierto que ha encarnizado las divisiones en el seno del aparato militar/político de la clase dominante estadounidense, enfureciendo sobre todo a los partidarios del enfoque más conciliador respecto a Irán propiciado por Obama y que se expresó por ejemplo en el acuerdo sobre el programa nuclear iraní, precisamente uno de los primeros acuerdos diplomáticos que Trump abandonó cuando se convirtió en presidente. Esta postura de intentar construir puentes con Irán ha sido también la de las principales potencias europeas, incluyendo a Gran Bretaña, por lo que éstas han vuelto a expresar sus recelos sobre la política de Trump tras el asesinato de Soleimani.
Tras la espiral de violencia: el callejón sin salida del capitalismo mundial
Quienes desde la burguesía critican a Trump, se lamentan de que no alcanzan a ver la “jugada” que hay detrás del asesinato de Soleimani, o que Trump no ha pensado bien las cosas. Siguen reafirmándose en su compromiso con soluciones racionales, políticas y diplomáticas a los conflictos y belicosidad que se extiende por todo el mundo. Pero la carrera del capitalismo hacia el militarismo no es producto de Trump u otros líderes nefastos, sino del callejón sin salida en que se haya el sistema capitalista. Tampoco estas facciones burguesas "responsables" están más liberadas de la maquinaria militar que Trump y otros populistas. De hecho, el uso de drones para la guerra en el Medio Oriente y las regiones circundantes fue promovido por primera vez bajo la Administración Obama.
La Administración Trump se basa en el reconocimiento de que tanto el viejo orden de alianzas militares disciplinadas, que prevaleció durante la Guerra Fría, como el proyecto de Nuevo Orden Mundial posterior a 1989, están igualmente muertos y que la verdadera dinámica en el mundo a partir de 1989 ha sido el “cada uno a la suya y el diablo se lleva la última”. Ese es el verdadero significado del lema de Trump: "America First". Y esto, a su vez, es la expresión, en el terreno de las relaciones internacionales, de la descomposición subyacente de la propia sociedad capitalista, de la fase final del declive del capitalismo como modo de producción, que se inició verdaderamente con el estallido de la Primera Guerra Mundial. En este contexto, los Estados Unidos han dejado de ser el gendarme del mundo para convertirse en el principal acelerador de su caída en el caos. Trump no es más que la personificación de esta tendencia implacable. Por eso, el resultado de la "jugada" del asesinato de Soleimani, sean cuales sean las fantasías subjetivas de Trump o de sus acólitos y partidarios, sólo puede ser, más pronto o más tarde, el de una escalada de la barbarie militar. Y tal y como pone de manifiesto la pesadilla que se vive en Siria, la primera víctima de esta escalada es la población, considerada como un mero "daño colateral" del militarismo. En este sentido, ya sea intencional o no, el derribo del avión ucraniano sobre Teherán el mismo día del ataque con misiles iraníes contra las bases aéreas estadounidenses demuestra el verdadero costo humano de estos enfrentamientos militares.
El régimen iraní y el ala izquierda del capital
El ala izquierda del aparato político capitalista - los Demócratas y "Demócratas Socialistas” en los USA, los laboristas en Reino Unido, los trotskistas en todas partes - tienen su propia diana cuando se trata de señalar al culpable de la acumulación de tensiones en el Medio Oriente: Trump o el imperialismo estadounidense. Esto proviene de pensar que los Estados Unidos o las potencias occidentales son los únicos imperialistas, a los que se opondrían países no imperialistas o incluso antiimperialistas como Rusia, China, o Irán. Pero se trata de una mentira puesto que, en esta época, todos los países son imperialistas, desde los estados más grandes e influyentes hasta las potencias más pequeñas y menos globales. Irán tiene, y no son inferiores a los de Israel, sus propios apetitos imperialistas, como puede verse en la utilización de fuerzas que le son fieles para convertirse en la potencia líder en el Medio Oriente. Y detrás de ellos acechan los grandes estados imperialistas de Rusia y China. En cambio, los explotados por el capital, cualquiera que sea el estado nacional que ejerza su explotación, no tienen interés alguno en identificarse con las aventuras imperialistas de su respectiva clase dominante.
La izquierda, al mismo tiempo que reclama la defensa de las llamadas naciones y estados nacionales "oprimidos", afirma estar, también, del lado de los explotados y oprimidos en estos países. Pero en ellos el dominio asfixiante de la economía de guerra junto con el impacto de la crisis económica mundial -a la que podemos añadir el peso de las sanciones de EE. UU. en un país como Irán[2]- ha llevado ciertamente a una acumulación masiva de descontento social y oposición a los regímenes existentes en todo Oriente Medio. Esto se ha puesto de manifiesto en las revueltas populares en países como el Líbano, Irak e Irán en los dos últimos dos años. Pero, aunque los izquierdistas pregonen su apoyo a estos movimientos, lo que hacen en realidad es socavar la posibilidad de que surja un movimiento de clase independiente en estos países, porque se oponen a criticar las debilidades de estas revueltas en las que se mezclan diferentes intereses de clase. De hecho, con su apoyo al "nacionalismo de los oprimidos", los izquierdistas en realidad están alentando aún más la tendencia de estas revueltas a tomar una dirección nacionalista (como las consignas anti-iraníes que se gritaban en las protestas en Irak, o el ondear de la bandera libanesa como una falsa solución a las divisiones sectarias en el Líbano)[3]. Y ahora que los regímenes de Irán e Irak intentan por el momento derivar el descontento de la población hacia una histérica campaña de unidad nacional antiamericana, la izquierda celebra tales consignas antiestadounidenses y por tanto se muestra como una animadora del esfuerzo bélico de los Ayatolás. Y esta es una de las ironías de la situación: que el asesinato de Soleimani por parte de los Estados Unidos permite al régimen de Teherán utilizar estas campañas para redorar su credibilidad como defensor de los "intereses nacionales" iraníes.
Y, sin embargo, a pesar de las bien publicitadas imágenes de cientos de miles de personas en las calles llorando por Soleimani, dudamos que los explotados y oprimidos de Irán e Irak se hayan dejado engañar completamente. Después de todo, se trata del mismo Soleimani cuyas fuerzas de élite han estado al frente de la despiadada represión de las protestas contra el régimen que dejaron cientos de cadáveres en las calles. Las airadas manifestaciones antigubernamentales que estallaron en todo Irán inmediatamente después de que las autoridades admitieran haber derribado el avión ucraniano muestran que la "Unión Sagrada" promovida por el régimen tras el asesinato de Soleimani carecen de solidez.
La clase obrera en Irán ha librado algunas valerosas luchas en los últimos dos años, revelando una vez más que tiene el potencial -como vimos en ciertos momentos en 1978-79- de ofrecer un liderazgo a la masa de la población, de integrar su descontento en un movimiento auténticamente proletario[4].
Pero para que esto suceda, los trabajadores de Irán, Irak y otros países en primera línea de los conflictos imperialistas tendrán que ser capaces de evitar todas las trampas nacionalistas puestas en su camino. Y no podrán dar este vital paso adelante sin la solidaridad activa de la clase obrera internacional, sobre todo en los países centrales del sistema. Las luchas actuales de la clase obrera en Francia indican que no es una esperanza perdida[5].
Contra la escalada de la barbarie militar, el único camino para la humanidad es la escalada de la lucha de clases internacional contra el capital, sus rivalidades nacionales, su represión y sus guerras.
Amos, 12.1.20
[1] Este "cambio de chaqueta" de la Turquía de Erdogan funciona en ambos sentidos como, por otra parte, sucede con la mayoría de las alianzas en este período. Así en el Medio Oriente, se ha inclinado hacia Rusia en contra de los EE.UU., pero en Libia ha enviado tropas para apoyar al Gobierno de Acuerdo Nacional reconocido por la ONU, en contra de las fuerzas bajo el Khalifa Haftar, que son apoyadas por Rusia... Para el análisis de las situaciones imperialistas en Siria y Libia ver respectivamente: Invasión turca del norte de Siria: la cínica barbarie de la clase dominante https://es.internationalism.org/content/4489/invasion-turca-del-norte-de-siria-la-cinica-barbarie-de-la-clase-dominante y Caos en Libia: una odiosa expresión de la barbarie capitalista https://es.internationalism.org/content/4497/caos-en-libia-una-odiosa-expresion-de-la-barbarie-capitalista
[2] Recordemos también que el mismo Trump que declaró hipócritamente su apoyo a las protestas de la población iraní contra la pobreza y el desempleo antes del asesinato de Soleimani, amenaza ahora con hacer aún más desesperadas sus condiciones de vida infligiendo sanciones económicas aún más asfixiantes a Irán.
[3] Ver Ante la agravación de la crisis económica mundial y la miseria, las "revueltas populares" representan un callejón sin salida https://es.internationalism.org/content/4495/ante-la-agravacion-de-la-crisis-economica-mundial-y-la-miseria-las-revueltas-populares
[4] Ver Manifestaciones en Irán: fuerza y límites del movimiento https://es.internationalism.org/accion-proletaria/201803/4287/manifestaciones-en-iran-fuerza-y-limites-del-movimiento
[5] Ver Solidaridad en la lucha de todos los trabajadores, de todas las generaciones Solidaridad en la lucha de todos los trabajadores, de todas las generaciones https://es.internationalism.org/content/4505/solidaridad-en-la-lucha-de-todos-los-trabajadores-de-todas-las-generaciones