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05_el_futuro_del_planeta_no_puede_dejarse_en_manos_de_la_clase_capitalista.pdf | 97.49 KB |
La civilización capitalista –este sistema mundial basado en el trabajo asalariado y en la producción para la ganancia– está muriendo. Al igual que la antigua esclavitud romana o la servidumbre feudal, está condenada a desaparecer. Pero a diferencia de los sistemas anteriores, amenaza con llevarse a toda la humanidad con ella.
Desde hace más de cien años, los síntomas de su declive se han hecho cada vez más evidentes. Dos guerras mundiales con niveles de destrucción sin precedentes, seguidas de décadas de conflictos guerreros entre dos bloques imperialistas (EE.UU. y la URSS); conflictos que siempre contenían la amenaza de una tercera y última guerra mundial. Desde el colapso del bloque oriental en 1989, no hemos visto paz sino guerras locales y regionales cada vez más caóticas, como las que actualmente asolan el Medio Oriente. Hemos pasado por convulsiones económicas globales, como las de los años 30, 70 o 2008, que han sumido a millones de personas en el desempleo y la pobreza y que aceleran el impulso hacia una guerra abierta. Y cuando el capitalismo ha logrado restaurar la acumulación –ya sea a raíz de una destrucción masiva, como después de 1945, o “dopándose” con la deuda– ahora comprendemos que el propio crecimiento y expansión del capital añade una nueva amenaza al planeta a través de la destrucción de la propia naturaleza.
Rosa Luxemburgo en 1916, respondiendo a los horrores de la primera guerra mundial, señaló la opción que enfrentaba la humanidad: "o triunfa el imperialismo y provoca la destrucción de toda cultura y, como en la antigua Roma, la despoblación, desolación, degeneración, un inmenso cementerio; o triunfa el socialismo, es decir, la lucha consciente del proletariado internacional contra el imperialismo, sus métodos, sus guerras. Tal es el dilema de la historia universal, su alternativa de hierro, su balanza temblando en el punto de equilibrio, aguardando la decisión del proletariado."[1] (El folleto de Junius).
A diferencia del sistema de esclavitud, que a la larga dio paso al feudalismo, y el feudalismo a su vez, permitió que el capitalismo creciera dentro de él, este sistema actual, en su agonía, no dará lugar automáticamente a nuevas relaciones sociales. Una nueva sociedad solo se puede construir por medio de la "la lucha consciente del proletariado internacional", por medio de la unión de todos los explotados del mundo, reconociéndose a sí mismos como una sola clase con los mismos intereses en todas partes del globo.
Esta es una tarea inmensa, que se ha hecho más difícil por la pérdida del sentido de identidad de clase en las últimas décadas, de modo que incluso a aquellos que sienten que hay algo profundamente malo en el sistema actual, les cuesta aceptar que la clase obrera existe, y mucho menos, aceptar que tiene la capacidad única de cambiar el mundo.
Sin embargo, la revolución proletaria sigue siendo la única esperanza para el planeta porque significa el fin de todos los sistemas en que la humanidad ha estado dominada por fuerzas económicas ciegas, la primera sociedad en que toda la producción se planifique conscientemente para satisfacer las necesidades de la humanidad en su interacción con la naturaleza. Se basa en la posibilidad y la necesidad de que los seres humanos tomen la vida social en sus propias manos.
Es por esta razón que debemos oponernos a los consignas y métodos de quienes organizan las actuales protestas climáticas, llamándonos a ejercer nuestros derechos democráticos de manifestación o de voto con el objetivo de presionar a los gobiernos y partidos políticos para que reaccionen ante la crisis ecológica. Esto es un engaño, porque el papel de todos estos gobiernos y partidos –ya sea de la derecha o de la izquierda– es gestionar y defender el propio sistema que está en la raíz de los múltiples peligros a los que se enfrenta el planeta: el capitalismo[2].
Las opciones que nos ofrecen los políticos de todas las tendencias son falsas. Una Gran Bretaña con Brexit o una Gran Bretaña que permanezca en la UE no protegerá a la clase trabajadora de las tormentas que se están gestando en la economía mundial. Un EE.UU. dirigido de acuerdo con el vandalismo de "America First" de Trump, o las políticas "multilaterales" más tradicionales de otras facciones, seguirá siendo un poder imperialista obligado a defender su estatus contra todas las demás potencias imperialistas. Los gobiernos que niegan el cambio climático o los gobiernos que parlotean sobre la inversión en un "New Green Deal" seguirán obligados a mantener una economía nacional rentable y por lo tanto llevan a cabo incesantes ataques a las condiciones de vida de la clase obrera. Seguirán atrapados en el mismo afán de acumulación que está convirtiendo la Tierra en un desierto.
Pero, nos dicen, al menos podemos votar por un equipo diferente, y en países donde incluso este "derecho" es negado, podemos exigir que se nos conceda.
De hecho, la ilusión de que podemos tener algún control sobre el monstruo capitalista emitiendo nuestros votos cada cuatro años es parte integral de todo el fraude de la democracia. El voto, la urna, no solo nos mantiene atrapados en las falsas opciones que se ofrecen, sino que es en sí mismo una expresión de nuestra impotencia, reduciéndonos a los atomizados "ciudadanos" individuales de tal o cual Estado.
La lucha de clase del proletariado ha mostrado una alternativa real a esta impotencia institucionalizada. En 1917-19, la clase obrera se rebeló contra la matanza de la guerra y formó consejos obreros en Rusia, Alemania, Hungría y otros países, consejos en los lugares de trabajo con delegados electos y revocables, así mismo, celebración de asambleas, que por primera vez contenían el potencial para un control consciente de la vida política y social. Este masivo levantamiento internacional puso fin a la guerra, ya que los gobernantes necesitaban unir sus fuerzas para aplastar la amenaza de la revolución mundial.
La humanidad ha pagado un alto costo por esta derrota: toda la barbarie de los últimos cien años tiene sus raíces en el fracaso del primer intento de derrocar el capitalismo mundial. Pagará un costo aún mayor si la clase obrera no recupera sus fuerzas y realiza un segundo asalto al cielo.
Esto puede parecer una perspectiva lejana, pero mientras exista el capitalismo habrá lucha de clases. Y como el capitalismo en su agonía no tiene otra opción que aumentar la explotación y la represión de sus esclavos asalariados, queda el potencial para que la resistencia de estos últimos pase de la defensiva a la ofensiva, de lo económico a lo directamente político, de la revuelta instintiva al derrocamiento organizado del capitalismo.
Corriente Comunista Internacional 16.11.19
[1]Rosa Luxemburgo, “El folleto Junius: la crisis de la socialdemocracia alemana (1915)”, en Obras Escogidas de Rosa Luxemburgo (Ediciones digitales Izquierda Revolucionaria, 2008), 279, https://www.marxists.org/espanol/luxem/09El%20folletoJuniusLacrisisdelas....
[2] Ver El capitalismo amenaza el planeta y la supervivencia de la humanidad: Sólo la lucha mundial del proletariado puede acabar con la amenaza https://es.internationalism.org/content/4405/el-capitalismo-amenaza-el-planeta-y-la-supervivencia-de-la-humanidad-solo-la-lucha y Hoja internacional de la CCI: Solo la lucha de clases internacional puede poner fin al curso del capitalismo hacia la destrucción https://es.internationalism.org/content/4465/hoja-internacional-de-la-cci-solo-la-lucha-de-clases-internacional-puede-poner-fin-al