A finales de la década de los ochenta, con la caída del bloque encabezado por la URSS, se rompió también el motivo que cohesionaba y ordenaba al bloque opositor, abriendo la fase de descomposición del capitalismo, fase que se caracteriza por la presencia dominante del caos, revelado en la ampliación de las tensiones imperialistas y en la dificultad de la burguesía para controlar la dirección de su política interna. En la década actual, esta tendencia se ha acelerado, ampliando y agudizando las tensiones imperialistas, como se expone con las guerras de Ucrania, Sudán o el Medio Oriente, donde, cada día que pasa, se profundiza y complejiza el conflicto. Pero cuando se ve la amenaza de guerra entre Venezuela y Guyana, o el conflicto entre Ecuador y México, notamos que también América Latina se vuelve un territorio donde crecen las rivalidades que pueden llevar a desestabilizar a la región.
De forma similar a lo que ha pasado en México, en Ecuador, la fractura de la clase en el poder se ha agudizado por la ampliación de la presencia del narcotráfico, ya que al fundirse desordenadamente con los grupos empresariales y los sectores que controlan los diversos niveles de gobierno, tensan sus relaciones, en tanto cada grupo defiende sus intereses, presentándose por ello un enfrentamiento de “todos contra todos” e imponiéndose la actuación del “cada uno para sí”. Este ambiente caótico le impide a la burguesía cohesionarse en torno al Estado, resultando en dificultades para asegurar el orden y control de su política interna. Las acusaciones de colaborar con mafias de la droga al expresidente Carlos Lasso, el asesinato del candidato a la presidencia, Fernando Villavicencio, por parte de sicarios de las mafias, así como los motines y fugas de las cárceles de operadores de los grupos del narcotráfico, son algunos hechos que muestran la presencia dominante de estos grupos y el grado de pudrimiento de las relaciones internas de la burguesía, que ya de por sí se encontraban afectadas por la polarización presente entre “correistas1” y “anti correistas”.
Las fracturas presentes al interior de la burguesía, provocan que se vuelva más violenta y destructiva su actuación. Esto no es solo en el caso de la burguesía ecuatoriana, por todo el mundo los métodos gangsteriles se vuelven de uso común por todas las facciones de la clase dominante y no solo por parte de las bandas mafiosas; el conjunto de la burguesía avanza rompiendo sus propias reglas y protocolos diseñados para regular sus relaciones. El avance de la descomposición vuelven inoperables sus acuerdos preventivos o regulatorios, como el protocolo de Minsk (firmado en 2014 para detener la guerra en el este de Ucrania), el acuerdo Abraham (firmado en 2020 con el fin de “normalizar” las relaciones de Israel y los Emiratos Árabes) y ahora, con el ataque de Israel al consulado de Irán en Damasco (a inicios de abril de 2024) y el asalto a la embajada de México en Ecuador, se pone en cuestión a la convención de Viena y con ello otros preceptos que son definidos por las leyes de la burguesía, como la garantía del derecho al asilo, la impunidad diplomática y la inviolabilidad de las embajadas… Es cierto que estos preceptos son mecanismos leguleyos construidos por la burguesía, pero justamente por eso, su negación y violación es significativa, en tanto muestra la dificultad, de la clase en el poder, para evitar el caos y la desestabilización de sus relaciones.
Este conflicto, lo aprovecharon los gobernantes de ambos países. Noboa, presidente de Ecuador, utilizó al asalto a la embajada de México para mostrarse como el hombre que no “negocia la justicia”, y con ese perfil, llamar a votar a favor en la consulta del 21 de abril, para ampliar sus facultades en el uso de la fuerza policial y militar (y con ello asegurar su reelección en los próximos comicios). Por su parte, López Obrador, el presidente de México, lo usó para mostrarse como defensor de la legalidad y la “solidaridad”, pero también para mostrarse como víctima de la irracionalidad de la derecha, aprovechando para exponer que la candidata presidencial de su partido, defiende esos mismos principios… Pero lo medular en ambas respuestas de los gobiernos, se encuentra en la campaña nacionalista.
En las campañas llevadas al interior de Ecuador como en México, se fomentó (y aún perdura fomentándose) el “espíritu nacionalista”, de manera que en este conflicto que expone una rivalidad entre Estados burgueses, ambos con intereses imperialistas belicosos, pretenden involucrar a los trabajadores, llevándolos a tomar partido por uno de los bandos. El aparato de izquierda de la burguesía se integra de forma entera en esta campaña de confusión, aun cuando pretenden ser críticos, por ejemplo, la posición de la Confederación de Nacionalidades Indígenas del Ecuador (CONAIE), al condenar la actuación de Noboa y tomar partido por el gobierno de México, no hace sino fortalecer la campaña patriotera de la burguesía, porque no se trata de rechazar a un Estado para abrazar a otro, se trata de tomar conciencia que los trabajadores no comparten ningún interés con la clase dominante, ni con alguna de sus facciones, ni con alguno de sus Estados, después de todo, como lo exponían Marx y Engels en el Manifiesto del Partido Comunista: “Los trabajadores no tienen patria.”
Tatlin, 8-mayo-2024
1 Se refieren a seguidores y detractores de Rafel Correa, presidente de Ecuador de 2007-17, promoviendo en su gobierno la “Revolución Ciudadana”. Al ser acusado de corrupción huye a Bélgica, donde se encuentra en condición de refugiado.
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En las últimas décadas ha quedado claro que la civilización burguesa está suponiendo una grave amenaza para las condiciones naturales que proporcionan la base para la existencia humana en el planeta. También se ha hecho cada vez más evidente que las principales facciones de la clase dominante se ven obligadas a reconocer la gravedad de la crisis ecológica, e incluso su conexión con las otras principales expresiones de una sociedad en declive, sobre todo la huida hacia el militarismo y la guerra[1]. Esta "comprensión" recientemente adquirida no queda en absoluto anulada por el hecho de que otras partes de esta misma clase dominante se replieguen en un negacionismo abiertamente irracional y suicida respecto al peligro que suponen el cambio climático y la contaminación del aire, el suelo y el agua. Pero ni el reconocimiento ni la negación pueden ocultar el hecho de que la burguesía se está mostrando incapaz de ralentizar y mucho menos detener el monstruo de la destrucción ecológica. Podemos señalar en particular el fracaso evidente y repetido de las espectaculares conferencias COP de los últimos años.
Esta exposición de la impotencia de la clase dominante ha generado la necesidad de una especie de compensación ideológica, sobre todo por parte del ala izquierda de la burguesía. De ahí el auge de una especie de "keynesianismo verde", la noción de un Nuevo Pacto Verde (New Green Deal), en el que el Estado, penalizando a los peores contaminadores e invirtiendo en tecnologías "sostenibles", no sólo sería capaz de evitar que el cambio climático se descontrole, sino también de crear empleos verdes y crecimiento verde; en resumen, un capitalismo saludable y verde.
Pero también hay voces más radicales que se apresuran a señalar los defectos de este tipo de capitalismo verde. Entre ellos destacan los defensores del "decrecimiento". Escritores como Jason Hickel[2] pueden demostrar fácilmente que el capitalismo está impulsado por la necesidad constante de expandirse, de acumular valor, y que debe tratar a la naturaleza como un "don gratuito" que hay que explotar al máximo mientras intenta subsumir hasta la última región del planeta a las leyes del mercado. Por ello, Hickel habla de la necesidad de una transición hacia una economía postcapitalista[3]. Otros, como John Bellamy Foster van más allá y se refieren más explícitamente al creciente interés de Karl Marx por las cuestiones ecológicas en las últimas etapas de su vida, a lo que llaman el "ecosocialismo" de Marx[4]. Pero más recientemente, los libros del escritor japonés Kohei Saito, profundamente versado en los últimos escritos de Marx como resultado de su compromiso con la nueva edición de las obras completas de Marx y Engels (el proyecto MEGA) han suscitado un enorme interés y considerables ventas, en particular, su obra más reciente, titulada Bajar el ritmo: Cómo el Comunismo del Decrecimiento Puede Salvar la Tierra (2024). Mientras que los libros anteriores de Saito[5] estaban escritos en un estilo más bien académico, éste es un esfuerzo mucho más divulgativo que presenta no sólo su argumento clave de que el propio Marx se convirtió en un "comunista del decrecimiento", sino que también esboza los pasos que podrían llevar a la adopción del comunismo del decrecimiento en la actualidad. Y, en efecto, a primera vista, parece estar hablando del comunismo tal y como lo entendía el movimiento comunista real e histórico: una sociedad de productores libremente asociados, en la que ya no existe el trabajo asalariado. El hecho de que pretenda ir más allá del término "ecosocialismo" (que implica que puede haber y de hecho ha habido formas de socialismo que no eran ecológicas, que no eran menos destructivas ecológicamente que el capitalismo) y hable ahora de comunismo, responde a la necesidad de dar respuesta a una búsqueda creciente de soluciones que van a las raíces mismas de la crisis actual de la civilización. Pero una investigación más cercana y crítica del argumento de Saito muestra que se trata de una respuesta que sólo puede conducir a más soluciones falsas.
Como hemos dicho, Saito no es el primero en señalar que el "Marx tardío" desarrolló un fuerte interés tanto por las cuestiones ecológicas como por las formas sociales comunales que precedieron a la aparición de la sociedad de clases y que siguieron dejando huellas incluso después del surgimiento del capital. Lo específico de Saito es la idea de que el estudio de estas cuestiones llevó a Marx a una "ruptura epistemológica"[6], con lo que él llama la "visión lineal y progresista" de la historia, marcada por el "productivismo" y el "eurocentrismo", y hacia una nueva visión del comunismo. En resumen, Marx abandonó el materialismo histórico en favor de un "comunismo de decrecimiento". Pero Marx nunca se adhirió a una "visión lineal y progresiva" de la historia. Por el contrario, su concepción era dialéctica: los diferentes modos de producción han pasado por periodos de ascenso, en los que sus relaciones sociales permitían un verdadero desarrollo de la producción y la cultura, pero también por periodos de estancamiento, decadencia e incluso regresión, que podían conducir o bien a su desaparición pura y simple, o bien a un periodo de revolución social que podía dar paso a un modo de producción superior. Por extensión, aunque en este proceso histórico se puede discernir un movimiento generalmente progresivo, todo progreso ha tenido hasta ahora un coste: de ahí, por ejemplo, la idea expresada por Marx y Engels de que la sustitución del comunismo primitivo por la sociedad de clases y el Estado era a la vez una caída y un avance, y que el comunismo del futuro sería una especie de "retorno a un nivel superior" a la forma social arcaica[7].
Por lo que respecta al capitalismo, el Marx del Manifiesto Comunista señalaba el enorme desarrollo de las capacidades productivas que había hecho posible el auge de la sociedad burguesa. Una vez más, estos avances se produjeron a costa de la explotación despiadada del proletariado, pero la lucha de este contra esta explotación sentó las bases de una revolución comunista que podría poner las nuevas fuerzas productivas al servicio de la humanidad. E incluso en esta fase temprana de la vida del capital, Marx estaba impaciente por ver tal revolución, identificando las crisis de sobreproducción como signos de que las relaciones sociales capitalistas ya se habían vuelto demasiado estrechas para las fuerzas de producción que habían desencadenado. La derrota de la oleada de revoluciones de 1848 le llevó a revisar este punto de vista y a reconocer que el capitalismo aún tenía una carrera considerable por delante antes de que fuera posible una revolución proletaria. Pero esto no significaba que todos los países y todas las regiones del mundo estuvieran condenados a pasar exactamente por el mismo proceso de desarrollo. Así, cuando la populista rusa Vera Zasulich le escribió en 1881 para preguntarle su opinión sobre la posibilidad de que el mir ruso o la comuna agrícola pudieran desempeñar un papel en la transición al comunismo, Marx planteó el problema en los siguientes términos: mientras que el capitalismo estaba todavía en sus primeras etapas en grandes partes del mundo, "el sistema capitalista ha pasado su mejor momento en Occidente, acercándose al momento en que no será más que un régimen social regresivo"[8]. Esto significaba que las condiciones objetivas para una revolución proletaria estaban madurando rápidamente en los centros del sistema, y que si se producía, "entonces la actual propiedad comunal rusa de la tierra puede servir como punto de partida para un desarrollo comunista"[9].
Esta hipótesis no implicaba el abandono del método del materialismo histórico. Por el contrario, era un intento de aplicar este método en un período contradictorio en el que el capitalismo mostraba simultáneamente signos de decadencia histórica al tiempo que seguía disponiendo de zonas de crecimiento muy amplias cuyo desarrollo podía frenar temporalmente sus crecientes contradicciones internas. Y, lejos de defender o apoyar este desarrollo, ya expresado en el impulso imperialista de las grandes potencias, Marx vio que cuanto antes estallara la revolución proletaria en los centros industrializados, menos dolor y miseria se infligirían en las periferias del sistema. Marx no vivió para ver todas las consecuencias de la conquista del planeta por el imperialismo, pero otros que retomaron su método, como Lenin y Luxemburgo, fueron capaces de reconocer, en los primeros años del siglo XX, que el capitalismo en su conjunto estaba entrando en su época de decadencia, planteando así la posibilidad -y la necesidad- de una revolución proletaria mundial.
La misma preocupación inspiró el creciente interés del Marx "tardío" por la cuestión ecológica. Estimulado por sus lecturas de científicos como Liebig y Fraas, que habían tomado conciencia del lado destructivo de la agricultura capitalista (Liebig la denominaba "agricultura de robo"), que en su afán de beneficios inmediatos estaba agotando la fertilidad del suelo y destruyendo sin miramientos los bosques (lo que Marx ya había observado que estaba teniendo un efecto nocivo sobre el clima). Si el desarrollo del capitalismo ya estaba socavando la base natural para la producción de las necesidades vitales, entonces tal vez su "misión progresista" estaba llegando a su fin - pero esto no invalidaba el método que había sido capaz de reconocer el papel positivo desempeñado por la burguesía en la superación de las barreras del feudalismo. Además -y Saito es muy consciente de ello, pues lo ha mostrado en sus obras anteriores-, la preocupación de Marx por el impacto del capitalismo en la relación entre la humanidad y la naturaleza no surgió de la nada: sus raíces pueden encontrarse en la noción de alienación del ser humano respecto a su "cuerpo inorgánico" en los Manuscritos económicos y filosóficos de 1844, una noción elaborada posteriormente en los Grundrisse y El Capital, especialmente en la idea de la "ruptura metabólica" de esta última obra. Del mismo modo, el reconocimiento de que la sociedad comunista tendría que superar la rígida separación entre la ciudad y el campo se puede encontrar tanto en los primeros escritos de Marx y Engels, como en el período de la investigación de Marx sobre la ciencia agrícola, cuando se consideraba una condición previa para restaurar la fertilidad natural del suelo. Elaboración, desarrollo, crítica de ideas anticuadas, pero no "ruptura epistemológica".
Podríamos decir mucho más sobre la visión actual Saito sobre el comunismo. En particular, se basa en gran medida en la noción de "los comunes", lo que implica que las formas comunales precapitalistas todavía tendrían una existencia sustancial en el capitalismo actual, e incluso podrían servir como una especie de núcleo para la transformación comunista. De hecho, en la época de Lenin ya era evidente que el capital imperialista estaba completando rápidamente el trabajo realizado en el período de la "acumulación primitiva": la destrucción de los lazos comunales y la separación del productor de su tierra. Un siglo o más después esto es aún más evidente. Los vastos barrios marginales que rodean las megaciudades en las periferias del sistema dan testimonio tanto de la devastación de las viejas formas comunales como de la incapacidad del capitalismo decadente para integrar a un gran número de desposeídos en la red "moderna" de producción.
Esta idea de que la nueva sociedad podría construirse en el cascarón de la vieja revela lo que quizá sea la distorsión más fundamental del marxismo en el libro de Saito. No cabe duda de que Saito critica el "Nuevo Pacto Verde", tanto por su dependencia de medidas "de arriba abajo" impuestas por el Estado, como porque no aborda el problema de la necesidad del capitalismo de un "crecimiento" sin fin, que es incompatible con el mantenimiento de un medio ambiente natural sano. Frente a esto, Saito insiste en que la nueva sociedad sólo puede surgir de un movimiento social "desde abajo". Para Marx, el comunismo era el verdadero movimiento de la clase obrera, que partía de la defensa de sus intereses de clase y conducía al derrocamiento del orden existente. Para Saito, en cambio, el movimiento social es un conglomerado de diferentes fuerzas de clase: junto a los intentos de crear pequeñas expresiones de "lo común" en los barrios de las ciudades actuales, como Detroit; se refiere a protestas interclasistas como la de los Chalecos Amarillos en Francia; a grupos de protesta que desde el principio se sitúan en un terreno burgués, como “Extinction Rebellion”; una pequeña salpicadura de huelgas de trabajadores; las "asambleas de ciudadanos" creadas bajo la égida de Macron en respuesta a las protestas de los Chalecos Amarillos, etc. En resumen, no la lucha de clases, no la lucha de los explotados para liberarse de los órganos capitalistas que los mantienen bajo control (como los sindicatos y los partidos de izquierda), no la emergencia de la conciencia comunista expresada en la formación de minorías revolucionarias.
Una de las pruebas más claras de que Saito no habla de la lucha de clases como palanca del comunismo es su actitud ante el movimiento de los Indignados que apareció en España en 2011. Se trataba de un movimiento basado en una forma proletaria de organización -las asambleas de masas-, aunque la mayoría de sus protagonistas se consideraban "ciudadanos" y no proletarios. Dentro de las asambleas, hubo una batalla entre organizaciones como "Democracia Real Ya", que querían que las asambleas revitalizaran el sistema "democrático" ya existente, y un ala proletaria que defendía la autonomía de las asambleas frente a todas las expresiones del Estado, incluidos sus tentáculos locales y municipales. Saito alaba el "Movimiento de las Plazas", pero al mismo tiempo se pronuncia a favor de canalizar las asambleas hacia la formación de un partido político municipal, Barcelona en Comu, y la elección de una alcaldesa radical, Ada Colau, cuya administración ha presentado una serie de medidas "democratizadoras" y declaraciones ecologistas. Además, la experiencia de Barcelona ha dado lugar al movimiento "Ciudades sin miedo", que pretende aplicar el mismo modelo en otras ciudades del mundo.
No se trata de la extensión internacional de la lucha obrera -condición previa para la revolución comunista- sino de una estructura para la recuperación burguesa del auténtico combate de clase. Y se basa en el rechazo de otro elemento fundamental del proyecto comunista, la lección que Marx, Engels, Pannekoek y Lenin extrajeron de la experiencia de la Comuna de París de 1871: que la tarea del proletariado, el primer paso de su revolución, es desmantelar la máquina estatal existente, no sólo sus ejércitos, su policía y su aparato de gobierno central, sino también sus consejos municipales y otras formas de control localizado. Para Saito, en cambio, "sería absurdo rechazar el Estado como medio para conseguir hacer las cosas, como la creación de infraestructuras o la transformación de la producción" (Slow Down, p 232). Lo que todo esto significa es un "Nuevo Pacto Verde" desde abajo, no el derrocamiento revolucionario de las condiciones existentes.
Este no es el lugar para entrar en los inmensos desafíos a los que se enfrentará la clase obrera una vez que haya tomado el poder en sus manos y haya iniciado la transición al comunismo. Evidentemente, la cuestión ecológica estará en el centro de sus preocupaciones, lo que exigirá una serie de medidas destinadas a suprimir el impulso de acumulación y sustituirlo por la producción para el uso, no sólo a escala local, sino en todo el planeta. También exigirá el desmantelamiento del gigantesco aparato de producción de basura y desperdicios que alimenta el desastre climático: la industria armamentística, la publicidad, las finanzas, etc. Como hemos demostrado en otro lugar[10] los marxistas anteriores, de Bebel a Bordiga, también han hablado de superar la loca carrera alimentada por el proceso de acumulación, de "ralentizar" el ritmo frenético de la vida bajo el capital. Pero no calificamos esto de "decrecimiento" por dos razones: en primer lugar, porque el comunismo es la base de un verdadero "desarrollo de las fuerzas productivas" con una calidad totalmente nueva, compatible con las necesidades reales de la humanidad y su metabolismo con la naturaleza. Y segundo, porque hablar de decrecimiento en el marco del sistema existente -y el "comunismo" de Saito no escapa a esto- puede ser fácilmente utilizado como justificación de la austeridad administrada por el Estado burgués, como razón para que la clase obrera cese sus luchas "egoístas" contra los recortes salariales o laborales y se acostumbre a reducir aún más su consumo.
Amos, abril 2024
1]Véase nuestra Actualización de las tesis sobre la descomposición (2023) [7], Revista Internacional 170
2]Menos es más: Cómo el decrecimiento salvará al mundo, 2020
3]Sin embargo, la crítica de Hickel al Nuevo Pacto Verde no va muy lejos: para él, el “New Deal” de los años 30 fomentaba el crecimiento "con el fin de mejorar los medios de vida de las personas y lograr resultados sociales progresistas... los primeros gobiernos progresistas trataban el crecimiento como un valor de uso" (p94). En realidad, el objetivo del “New Deal” era salvar el capitalismo y preparar la guerra....
4]Por ejemplo La Ecología de Marx: Materialismo y Naturaleza, 2000
5]El Ecosocialismo de Karl Marx: el Capital, la Naturaleza y la Crítica Inacabada de la Economía Política, 2017; Marx en el Antropoceno: Hacia la idea del comunismo del decrecimiento, 2022
6]Saito toma prestado este término de Althusser, un apologista muy sofisticado del estalinismo, que lo aplicó a lo que él veía como el paso del Marx juvenil e idealista de los manuscritos de 1844 al científico maduro de El Capital. Hemos argumentado en contra de esto aquí: El estudio de El Capital y los principios del comunismo [8], Revista Internacional nº 75. Si hubo tal ruptura, tuvo lugar cuando Marx rompió con la democracia radical y se identificó con el proletariado como portador del comunismo, hacia 1843-4
7]Por ejemplo, en la conclusión de Engels sobre el origen de la familia, la propiedad privada y el Estado
8]Véase El Marx de la madurez - Comunismo del pasado, comunismo del futuro [9], Revista Internacional 81
9]ibid
10] Véase Bordiga y la Gran Ciudad [10], Revista Internacional 166
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La violencia y la brutalidad se han intensificado dramáticamente en los últimos meses, y las terriblemente miserables condiciones de vida han provocado un éxodo masivo de decenas de miles de haitianos y la continuación acelerada de la emigración. Desde finales de febrero, se ha producido una serie de acontecimientos que provocan terror y vértigo: se han asaltado cárceles, provocando la fuga de varios miles de reclusos, hospitales y comisarías de policía han sido atacados por bandas criminales... La "crisis humanitaria" se agrava, la escasez de alimentos y el hambre se intensifican, el cólera ha hecho su reaparición, 3334 personas en 2023 han sido asesinadas y otras 1787 secuestradas, víctimas de las bandas que siembran el terror. Estas bandas controlan ahora el 80% de la capital y las carreteras circundantes, así como el puerto. Según la Organización Internacional para las Migraciones, 362,000 personas, la mitad de ellas niños, están actualmente desplazadas en Haití.
No son solo las bandas las que hacen reinar el terror, sino también las milicias armadas reclutadas por los sucesivos gobiernos como fuerza de apoyo para reprimir las revueltas populares contra la corrupción y la miseria, además de sus actividades mafiosas. Por ejemplo, una manifestación en 2018 contra la carestía de la vida y la corrupción desembocó en la salvaje represión de una "movilización popular" (que pedía acciones judiciales contra Jovenel Moïse, expresidente asesinado en 2021) en la Saline, un barrio pobre de Puerto Príncipe. En esta ocasión, 71 personas fueron asesinadas y mutiladas, las mujeres violadas y los cadáveres quemados. Uno de los autores de la masacre, Jimmy Cherizier, alias "Barbacoa", debe su apodo a esta ruin acción, una práctica ampliamente conocida por la "comunidad internacional" como medio de sembrar el terror y la "paz social", la de los cementerios, en beneficio de la burguesía y las bandas.
Un informe de la ONU citado por Le Mondei señala las complicidades políticas y criminales y su caldo de cultivo: una "situación de oligopolio sobre las importaciones" y "controlada por un grupo relativamente pequeño de familias poderosas, que anteponen sus intereses comerciales en competencia". Las bandas, señala el informe, están "instrumentalizadas por la élite política y económica, así como por altos funcionarios". "El desvío de recursos públicos evidencia una corrupción endémica", con un sabotaje deliberado del sistema judicial. La impunidad es total. Pero el informe, que a primera vista parece contundente, se cuida de no mencionar los abusos del ex presidente Moïse, ni la impopularidad del primer ministro dimitido Ariel Henry, cuyo balance era catastrófico y que gozaba del apoyo incondicional de la "comunidad internacional".
Esta situación no es nueva, ya que Haití, primer país en emanciparse de una potencia colonial (Francia) en 1804, ha sido durante décadas presa de enfrentamientos entre bandas rivales que hacen reinar el terror en todo el país. Tras la sucesión de juntas militares que siguieron a la ocupación estadounidense entre 1915 y 1934, las tristemente célebres milicias de los "Tontons Macoutes" (a sueldo del poder absoluto de la familia Duvalier entre 1957 y 1986) fueron sustituidas, al “restablecerse un régimen democrático", por sangrientas luchas entre bandas y clanes rivales por la conquista del poder. Las oleadas de masacres y terror desatadas por los criminales no han cesado desde 2004, sumiendo al país más pobre de todo el hemisferio norte en una miseria atroz (más de la mitad de la población vive por debajo del umbral de pobreza y sufre inseguridad alimentaria crónica).
Esta situación se ha visto agravada por los estragos de terribles y devastadoras "catástrofes naturales", entre ellas el terremoto de 2010, que mató a más de 300,000 personas. El país se ha convertido en una de las zonas más vulnerables a las perturbaciones climáticas especialmente mortíferas (sucesión de ciclones, huracanes y sequías), con la inmensa mayoría de la población hundida en condiciones de vida de total insalubridad, lo que favorece el regreso de epidemias, también mortales, como el cólera, bajo la mirada cómplice de potencias tutelares como Francia y Estados Unidos, que apoyan, pese a todo, a las facciones burguesas locales susceptibles de garantizar una apariencia de estabilidad política.
El muy controvertido primer ministro se vio obligado a dimitir, abandonado por Estados Unidos, bajo la presión de las bandas armadas, una de las cuales está dirigida por "Barbacoa", que prometió recrudecer la guerra civil si se negaba a dimitir. Un consejo presidencial de transición está a punto de ser nombrado desde Jamaica, bajo la dirección de Estados Unidos, para elegir un nuevo primer ministro, pero las bandas ya han declarado que no aceptarán ningún acuerdo que venga del extranjero. Esta vez, Estados Unidos no quiere desplegar sus propias fuerzas y confía en la prometida llegada de policías kenianos para mantener el orden.
Para un investigador haitiano, "Barbacoa, antiguo policía, es el Frankenstein que se ha liberado de su amo" y considera que las bandas "son más poderosas que las autoridades políticas y las fuerzas del orden" y finalmente han “decidido hacerse autónomas". De hecho, estos comportamientos abyectos son un producto puro de la putrefacción del capitalismo tal y como puede expresarse en la periferia del capitalismo. Durante los últimos cuarenta años, la vida política de Haití se ha visto sacudida por golpes de Estado, injerencias extranjeras, insurrecciones del ejército y farsas electorales, una inestabilidad política que ha "sumido [a Haití] en el caos". Esta situación caricatural muestra lo que puede ocurrir cuando la burguesía pierde el control de su aparato político.
Esta situación, en efecto, dista mucho de ser única. El mismo caos existe en otras partes del mundo: en América Central, América del Sur y en un número creciente de países africanos. Algunos países que aún no han llegado a esta situación ven ahora cómo la amenaza se hace más evidente. Es el caso, por ejemplo, de Ecuador, que antes se presentaba como un "remanso de paz" en América Latina. La burguesía y su aparato estatal se enfrentan a un proceso acelerado de fragmentación. Están totalmente implicados y comprometidos en el tráfico de drogas, que ahora ocupa un lugar predominante en la economía nacional. En 2023, el espectacular aumento de la violencia se tradujo en ¡un incremento del 800% de los homicidios! Ecuador se ha convertido en un centro neurálgico del narcotráfico. Los "grupos del crimen organizado" están vinculados a diversas mafias competidoras para asegurarse el control del tráfico: cárteles mexicanos, bandas peruanas o colombianas, bandas mafiosas albanesas, rusas, chinas incluso italianas. El Estado está plagado de corrupción y a su vez vinculado a los grupos agroindustriales más poderosos del país, también implicados en el narcotráfico. El último intento de controlar el narcotráfico provocó un estallido de violencia sin precedentes a principios de 2024, con enfrentamientos callejeros entre el ejército y grupos del crimen organizado, la toma como rehenes de periodistas de un canal de televisión público, la fuga de dos líderes de bandas, múltiples motines en cárceles gestionadas por bandas y una brutal represión que sólo sirvió para exacerbar las tensiones. Para la clase trabajadora, la militarización de la sociedad supuso un aumento del 15% del IVA. La oleada de protestas que siguió fue duramente reprimida por el nuevo gobierno de Daniel Noboa.
La gansterización es cada vez más endémica en países como Honduras, Guatemala, El Salvador o México, donde los sucesivos gobiernos llevan años sumidos en una corrupción generalizada. Las bandas hacen reinar el terror en estos países, obligando a las poblaciones a huir de forma masiva, como demuestra el incesante flujo de caravanas de emigrantes que intentan llegar a Estados Unidos por cualquier medio. La misma situación ha caracterizado durante años a países de África Oriental como Somalia, Sudán incluso Libia. Pero este fenómeno de bandas armadas y milicias paramilitares incontrolables, que luchan por el poder y el control de territorios, tiende a extenderse también a la parte occidental del continente, ya sea inspiradas por el fanatismo religioso (Boko Haram, Al Shaabab, AMQI, etc.) o movidas por estrictos intereses mafiosos.
La gangsterización de los Estados, la inestabilidad y el caos, los crecientes estallidos de mortíferos conflictos imperialistas y la proliferación de atentados terroristas amenazan con hundir a sectores cada vez más amplios de la humanidad en un océano sin fondo de barbarie, miseria, caos e irracionalidad.
T. Tor, 5 de abril de 2024
i Periódico francés.
En el espacio de unos pocos meses, la espantosa ofensiva israelí sobre la Franja de Gaza se ha cobrado decenas de miles de vidas en un furioso torrente de barbarie. Civiles inocentes, niños y ancianos mueren por miles, aplastados bajo las bombas o fríamente abatidos por la soldadesca israelí. Al horror de las balas hay que añadir las víctimas del hambre, de la sed, de las enfermedades y los traumatismos... La Franja de Gaza es una fosa común a cielo abierto, una inmensa ruina que simboliza todo lo que el capitalismo puede ofrecer ahora a la humanidad. ¡Lo que ocurre en Gaza es una monstruosidad!
¿Cómo no asquearse ante el cinismo de Netanyahu y su camarilla de fanáticos religiosos, por el frío nihilismo de los asesinos de las Fuerzas de Defensa de Israel? ¿Cómo no enfurecerse cuando la menor expresión de indignación es tachada inmediatamente de “antisemitismo” por editorialistas de baja estofa y propagandistas de Tel Aviv? Forzosamente, las imágenes del horror y los testimonios de los supervivientes hielan la sangre. Incluso entre la población israelí, traumatizada por los despreciables crímenes del 7 de octubre y sometida a la apisonadora de la propaganda belicista, la indignación es palpable. Las concentraciones de apoyo a los palestinos se multiplican en todo el mundo: en París, Londres y, sobre todo, en Estados Unidos, donde los campus universitarios son el teatro de movilizaciones particularmente multitudinarias.
La indignación no puede ser más sincera, pero los revolucionarios tienen la responsabilidad de decirlo alto y fuerte: estas manifestaciones no se sitúan, ni de lejos, en el terreno de la clase obrera. Al contrario, ¡representan una trampa mortal para el proletariado!
“Alto el fuego inmediato”, “Paz en Palestina”, “¡Acuerdo internacional!”, “¡Dos naciones en paz!” ... Los llamados a la “paz” se han multiplicado en las últimas semanas en las manifestaciones y en los foros de discusión. Una parte de las organizaciones de la izquierda del capital (los trotskistas, los estalinistas y todas las variantes de la izquierda “radical” como LFI en Francia) sólo tienen la palabra “paz” en la boca.
¡Es pura mistificación! Los trabajadores no deben hacerse ninguna ilusión sobre una pretendida paz, ni en Oriente Medio ni en cualquier otro lugar, ni en ninguna solución de la “comunidad internacional”, de la ONU, del Tribunal Internacional o cualquier otra guarida de bandidos capitalistas. A pesar de todos los acuerdos y todas las conferencias de paz, todas las promesas y todas las resoluciones de la ONU, el conflicto palestino-israelí dura ya más de 70 años y no está cercano a terminar. En los últimos años, como todas las guerras imperialistas, este conflicto no ha hecho más que amplificarse, ganar en violencia y en atrocidades. Con las recientes atrocidades de Hamás y las Fuerzas de Defensa de Israel, la barbarie ha adquirido un rostro aún más monstruoso y delirante, con una lógica de tierra quemada que llega al extremo y demuestra que el capitalismo no puede ofrecer más que muerte y destrucción.
Así pues, a la pregunta: “¿Puede haber paz en una sociedad capitalista?”, nuestra respuesta categórica es: ¡no! Los revolucionarios de principios del siglo XX ya habían dejado claro que, desde 1914, la guerra imperialista se ha convertido en el modo de vida del capitalismo decadente, el resultado ineludible de su crisis histórica. Y como la burguesía no tiene solución para la espiral infernal de la crisis, tenemos que decirlo muy claramente: ¡el caos y la destrucción sólo pueden extenderse y aumentar en Gaza como en Kiev y en cualquier otra parte del mundo! La guerra en Gaza amenaza con incendiar toda la región.
Pero más allá del impasse que representan los llamamientos a la paz bajo el yugo del capitalismo, el pacifismo sigue siendo una peligrosa mistificación para la clase obrera. Esta ideología no sólo nunca ha evitado la guerra, sino que, por el contrario, siempre la ha preparado. Ya en 1914, la socialdemocracia, al plantear el problema de la guerra desde el ángulo del pacifismo, había justificado su participación en el conflicto en nombre de la lucha contra los “promotores de la guerra” del otro bando y de la elección del “mal menor”. Gracias a que la sociedad se había impregnado de la idea de que el capitalismo podía existir sin guerra, la burguesía pudo asimilar el “militarismo alemán”, para unos, y el “imperialismo ruso”, para otros, al bando de los que querían socavar la “paz” y a los que “había que combatir”. Desde entonces, el pacifismo, desde la Segunda Guerra Mundial hasta la guerra de Irak, pasando por los innumerables conflictos de la Guerra Fría, no ha sido más que una sucesión de complicidades desvergonzadas con tal o cual imperialismo contra los “promotores de la guerra” con la finalidad de blanquear el sistema capitalista.
La guerra de Gaza no es una excepción a esta lógica. Valiéndose de la legítima repugnancia suscitada por las masacres de Gaza, la izquierda “pacifista” llama directamente a apoyar a un bando contra otro, el de la “nación palestina” víctima del “colonialismo israelí”, afirmando con la mano en el corazón: “Nosotros defendemos los derechos del ‘pueblo palestino’, no a Hamás”. Esto es olvidar rápidamente que “el derecho del pueblo palestino” no es más que una fórmula hipócrita destinada a disimular lo que se requiere llamar el Estado de Gaza, una forma furtiva de defender una nación contra otra. Una Franja de Gaza “liberada” no significaría otra cosa que consolidar el odioso régimen de Hamás o de cualquier otra facción de la burguesía palestina, de todos aquellos que nunca han dudado en sofocar con sangre la más mínima expresión de cólera, como en 2019 cuando Hamás, que vive como un verdadero depredador sobre las espaldas de la población gazatí, reprimió con una brutalidad inaudita a los manifestantes exasperados por la miseria. ¡Los intereses de los proletarios en Palestina, en Israel o cualquier otro país del mundo no se confunden en absoluto con los de su burguesía y el terror de su Estado!
Las organizaciones trotskistas, en particular en las universidades, ya ni siquiera se molestan en la verborrea hipócrita del pacifismo para alimentar la sucia propaganda belicista de la burguesía. Sin vergüenza alguna, llaman descaradamente a apoyar a la “resistencia de Hamás”. En nombre de las “luchas de liberación nacional contra el imperialismo” (presentadas fraudulentamente como una posición bolchevique sobre la cuestión nacional), intentan movilizar a los jóvenes en el podrido terreno del apoyo a la burguesía palestina, con alusiones apenas veladas de antisemitismo, como oímos en las universidades: “En la Universidad de Columbia en Nueva York, manifestantes han sido filmados coreando: ‘Quemar a Tel Aviv [...] Sí, Hamás, te queremos. También apoyamos a sus cohetes’. Otro exclamó: ‘No queremos dos Estados, queremos todo el territorio’. En la misma línea, algunos estudiantes ya no se contentan con corear ‘Del río al mar, Palestina será libre’, ahora sostienen carteles en árabe. El problema es que dice ‘Del río al mar, Palestina será árabe’, lo que significa que no habrá judíos desde el Jordán hasta el Mediterráneo”1.
Las organizaciones trotskistas tienen una larga tradición de apoyo al campo burgués en la guerra (Vietnam, Congo, Irak...), primero al servicio de los intereses del bloque del Este durante la guerra fría2, después a favor de cualquier expresión de anti norteamericana.
El conflicto israelí-palestino sigue siendo un leitmotiv de la indignación selectiva del trotskismo. Ayer, la “causa palestina” era un pretexto para apoyar los intereses de la URSS en la región contra Estados Unidos. Hoy, estas organizaciones explotan la guerra en Gaza para apoyar a Irán, del Hezbolá y los “rebeldes” Houthis contra el mismo “imperialismo estadounidense” y su aliado israelí. ¡El internacionalismo reivindicado por el trotskismo es el de la Internacional de los canallas!
Contrariamente a todas las mentiras de los partidos de izquierda del capital, las guerras son siempre enfrentamientos entre naciones rivales, entre burguesías rivales. ¡Siempre! ¡Nunca las guerras se libran en beneficio de los explotados! Al contrario, ellos son las primeras víctimas.
En todas partes, los trabajadores deben negarse a tomar partido por un bando burgués contra otro. La solidaridad de los trabajadores no es con Palestina ni con Israel, ni con Ucrania ni con Rusia, ¡ni con ninguna otra nación! Su solidaridad está reservada a sus hermanos de clase que viven en Israel y Palestina, en Ucrania y Rusia, ¡a los explotados del mundo entero! La historia ha demostrado que la única respuesta real a las guerras desatadas por el capitalismo es la revolución proletaria internacional. En 1918, gracias a un enorme estallido revolucionario en toda Europa, que había comenzado en Rusia un año antes, la burguesía se vio obligada a detener una de las mayores carnicerías de la historia.
Por supuesto, hoy todavía estamos muy lejos de esa perspectiva. Para la clase obrera es difícil imaginar una solidaridad concreta, por no hablar de una oposición directa a la guerra y sus horrores. Sin embargo, a través de la serie sin precedentes de luchas obreras que han tenido lugar en muchos países durante los dos últimos años, en Gran Bretaña, Francia, Estados Unidos y recientemente en Alemania, el proletariado está demostrando que no está dispuesto a aceptar sacrificios. Es perfectamente capaz de luchar masivamente, si no directamente, contra la guerra y el militarismo, si en contra los ataques brutales que exige la burguesía para alimentar su arsenal de muerte, contra las consecuencias de la guerra sobre nuestras condiciones de vida, contra la inflación y los recortes presupuestarios. Estas luchas son el crisol en el que la clase obrera puede reencontrarse plenamente con sus experiencias pasadas y sus métodos de lucha, redescubrir su identidad y desarrollar su solidaridad internacional. Entonces podrá politizar su lucha y trazar un rumbo ofreciendo la única perspectiva y salida posibles: el derrocamiento del capitalismo mediante la revolución comunista.
EG, 30-abril-2024
1 “La mayoría de los judíos y palestinos quieren la paz. Extremistas, narcisistas y otros 'aliados' sólo bloquean el camino [15]”, The Guadian (26 de abril de 2024).
2 Estiman que sus respectivas naciones (Francia, Reino Unido, Italia...) tenían todo el interés en unirse al bloque liderado por la llamada “patria del socialismo degenerado” ...
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El sangriento ataque al Ayuntamiento de Moscú el 22 de marzo, el frío cinismo de Putin en Ucrania, el extremismo criminal del gobierno de Netanyahu que masacra en masa y mata de hambre a civiles... todo esto confirma que el sistema capitalista está en bancarrota, que la sociedad burguesa está realmente absorbida por un torbellino de destrucción y caos generalizado. Y este proceso sólo puede acelerarse, como la aterradora desintegración del Medio Oriente, donde el riesgo de una confrontación catastrófica directa entre dos potencias regionales, Israel e Irán, es inmenso.
La CCI ha destacado repetidamente la dinámica histórica del caos que reina en la sociedad capitalista desde la desaparición de los bloques y el inevitable debilitamiento del liderazgo estadounidense en el planeta. A partir de ahora la disciplina entre “aliados” tiende a desaparecer, se desatarán los sórdidos intereses imperialistas, tanto de grandes como de pequeñas potencias. Incluso un aliado de Estados Unidos como Israel, que depende enteramente de la protección estadounidense, se permite hacer lo que le plazca, multiplicar las provocaciones, como el ataque a la representación iraní en Damasco, y desatar un caos en la región que Washington está intentando frenar lo mejor que puede. En cuanto a Irán, viene echando más leña al fuego desde el inicio de la guerra en Gaza (a través de Hamás, Hezbolá y los hutíes) y acaba de dar un nuevo paso en el enfrentamiento lanzando un ataque aéreo masivo directamente contra Israel. A pesar de los intentos desesperados de Estados Unidos por contener el fuego, la evolución de la situación en el Medio Oriente confirma la continua disminución de su poder en el mundo y corre el riesgo de arrastrar a la región hacia una conflagración general.
La burguesía no puede hacer nada ante la dinámica mortífera de su sistema. La crisis económica crónica, los desastres ecológicos y las guerras expresan la espantosa cara de la descomposición del capitalismo, la descomposición de la sociedad resultante de un modo de producción obsoleto, moldeado para la explotación de la fuerza de trabajo, la competencia de todos contra todos y la guerra, y que ya no tiene nada que ofrecer excepto terror, sufrimiento y muerte. Cada vez más regiones del mundo se están volviendo inhabitables para las poblaciones, como Haití, presa del caos, entregada a bandas criminales, o como muchos estados de África y América Latina, expuestos a una corrupción generalizada, a los señores de la guerra, a las mafias y a traficantes de drogas.
El epicentro de esta espiral infernal se sitúa en el corazón mismo del capitalismo, en primer lugar, a nivel de la primera potencia mundial, Estados Unidos. Después de haber amplificado el caos en las últimas décadas tratando de imponer su papel de policía mundial (en particular, en Irak y Afganistán), Estados Unidos busca por todos los medios contrarrestar su irreversible decadencia y no duda en pisotear sin contemplaciones a sus antiguos “aliados” convirtiéndolos en rivales.
La aplicación de esta política también exacerba las tensiones dentro de la propia burguesía estadounidense, como lo demuestran los enfrentamientos que ya están marcando la campaña electoral para las elecciones presidenciales del ya próximo noviembre. Estas tensiones alimentan la desestabilización del aparato político estadounidense, cada vez más fragmentado y polarizado, no sólo por las divisiones entre republicanos y demócratas, sino también, y, sobre todo, por las crecientes divisiones al seno de cada uno de los dos campos rivales. El populista Trump aparece por el momento, como el favorito a pesar de todos los intentos de sacarlo del juego electoral por parte de las fracciones más responsables de la burguesía estadounidense. De hecho, la oleada de populismo sigue profundamente arraigada en la vida política estadounidense, como también es claramente evidente en varios países europeos.
Esta situación hunde en la incertidumbre a la burguesía estadounidense, pero también a las cancillerías de todo el mundo, incapaces de determinar de antemano cuál será la posición de Washington sobre cuestiones candentes que afectan a la geopolítica mundial. Estos enfrentamientos entre facciones dentro de la burguesía estadounidense (desde las declaraciones incendiarias de Trump hasta los bloqueos políticos en el Congreso respecto del apoyo militar a Ucrania) constituyen un importante acelerador de la desestabilización imperialista.
El caos interno está debilitando la credibilidad y la propia autoridad de Estados Unidos, que también está cada vez más socavada por una situación internacional caótica. Esta inestabilidad envalentona aún más a los grandes rivales, así como a las potencias secundarias: refuerza tanto a Putin como a Zelensky en su lógica mortífera, estimula la intoxicación bélica de Netanyahu, Irán y los grupos terroristas afiliados.
Y si China evita responder inmediatamente a las provocaciones y presiones de Washington, está aumentando la presión sobre Taiwán y Filipinas y está considerando más abiertamente la posibilidad a largo plazo de poder fortalecer su estatus como rival del Tío Sam.
La creciente agresividad de los tiburones imperialistas, pequeños o grandes, que intentan explotar los enfrentamientos entre camarillas burguesas en Estados Unidos, no significa en modo alguno que se librarán de las tensiones internas: Putin está atrapado entre la carnicería en el Donbass y la “guerra contra el terrorismo” del Estado Islámico, cuyos comandos se infiltran desde las antiguas repúblicas “soviéticas” de Asia Central, una amenaza que el clan gobernante y sus servicios secretos no han logrado neutralizar a pesar de las advertencias de varios servicios secretos extranjeros. En China, Xi se enfrenta al estancamiento económico, la desestabilización de las “Rutas de la Seda” debido al caos ambiental y las tensiones internas dentro del aparato del Partido Comunista Chino. En cuanto a la precipitada carrera de Israel, es producto de feroces enfrentamientos entre las camarillas nacionalistas extremistas en el poder y otras facciones de la burguesía, así como de la lucha por la supervivencia política de un Netanyahu, perseguido por la justicia.
La actual inestabilidad de la política estadounidense preocupa también a las cancillerías europeas y tiende a acentuar las divisiones dentro de la propia Unión Europea en cuanto a la política a adoptar frente a las presiones de la OTAN y de Estados Unidos. Así, las disputas al seno de la “pareja franco-alemana”, ya obligada a un “matrimonio forzado”, se intensificaron drásticamente.
Ante el hundimiento de la sociedad en la barbarie, el proletariado no tiene nada que esperar de las futuras elecciones presidenciales en Estados Unidos, como tampoco de todas las demás que están por venir. Cualquiera que sea el resultado de las elecciones del próximo noviembre en Estados Unidos, de ninguna manera revertirán la tendencia hacia el caos, la guerra y la fragmentación del mundo y la clase trabajadora sufrirá más que nunca las consecuencias de la explotación capitalista.
El plazo electoral sólo les importa para difundir entre la clase obrera la ilusión de que puede, mediante una “elección correcta”, influir en el curso de las cosas, cuando realmente, el circo electoral sólo expresa el desgarramiento de las camarillas burguesas que chocan cada vez más brutalmente disputándose el poder. Contrariamente a las mentiras difundidas por los demócratas, y en particular por los grupos de izquierda, que proponen la elección del campo “progresista” o “de un mal menor” de Biden al “mal absoluto” de Trump, el proletariado tendrá que contrarrestar el discurso “democrático”, rechazando la trampa de las urnas y liderando su lucha de clases autónoma.
En cuanto a las facciones burguesas, sólo chocan por la estrategia más eficaz y menos costosa para perpetuar la supremacía estadounidense, que coinciden en querer mantener por todos los medios, cualesquiera que sean las consecuencias para la humanidad y el planeta. ¿Atacar militarmente a Irán o debilitarlo con un bloqueo económico? ¿Aumentar la presión sobre Rusia a riesgo de hacerla implosionar o “congelar” la guerra de posiciones? ¿Formular un verdadero chantaje de seguridad hacia los “aliados” europeos?… Cualesquiera que sean las respuestas, siempre serán parte de la lógica de la guerra y su financiación siempre requerirá nuevos “sacrificios” por parte de los trabajadores. En resumen, cualquiera que sea la facción que gane las elecciones, el resultado será una mayor desestabilización, nuevas masacres y una política de “tierra arrasada”.
Frente a esta barbarie indescriptible, frente a las promesas de un caos generalizado, el proletariado representa la única alternativa posible para salvar a la especie humana de una destrucción programada por la lógica asesina de un sistema capitalista completamente obsoleto. La clase trabajadora ha reanudado su lucha y su potencial revolucionario permanece intacto para, en última instancia, afirmar su perspectiva y proyecto comunista.
Es por esta lucha que debemos combatir como clase, rechazando desde ahora cualquier lógica planificada de guerra y “sacrificio”. ¡Los discursos burgueses que presentan a la guerra como una “necesidad”, en nombre de preservar la paz, son mentiras viles! ¡El verdadero culpable es el sistema capitalista!
EKA, 18 de abril de 2024
Con ocasión del amago de dimisión de Pedro Sánchez, los medios de comunicación han emitido reportajes con los numerosos “golpes de efecto” protagonizados por el presidente del gobierno español, desde su irrupción sorpresiva en la carrera de las primarias del PSOE en 2012, hasta el más inesperado adelanto de las elecciones generales en mayo del año pasado1. ¿Estamos, simplemente, ante un nuevo “giro de guion” de un reputado funambulista político como Sánchez?
En el seno de la clase dominante de cada nación, vemos la propagación viral de mayores divisiones y querellas internas, con una creciente irresponsabilidad de las distintas facciones del Estado burgués para gestionar los intereses de conjunto de la burguesía de cada país. Se impone cada vez más el “sálvese quien pueda”. Por ello, las crecientes dificultades para dominar el juego político en España no tienen nada de específicamente español. Los escándalos, la utilización de chantajes y maniobras barriobajeras, la corrupción, el uso sistemático en la vida política de bulos y difamaciones, etc., son también moneda corriente en la añeja burguesía británica y en la “nomenklatura” putinista en Rusia, y desde Trump a la llamada “clase política” española.
Tras el triunfo del PP en las elecciones municipales y autonómicas en marzo del año pasado parecía vislumbrarse la perspectiva de una salida del PSOE del Gobierno. Este movimiento de hacer hueco para la derecha lo analizamos hace unos meses2 como el plan más coherente a largo plazo para el aparato político de la burguesía para evitar el desgaste del PSOE ante un previsible aumento, aún con dificultades, de la combatividad obrera como el que se aprecia en otros países3. Sin embargo, una audaz maniobra de Sánchez, adelantando las elecciones generales, abortó dicha estrategia, acallando las divisiones internas en el seno del propio PSOE (cuando gran parte de los barones regionales reprochaban a Sánchez la pérdida de poder en los territorios autonómicos), forzando en la Derecha una “digestión” precipitada e incómoda del fenómeno VOX, y concentrando, por vía de urgencia, todo el voto a la izquierda del PSOE en SUMAR. Y, todo ello, sazonado con la estomagante salsa del antifascismo, presentando al “gobierno progresista” cómo único baluarte contra la “vuelta del franquismo”.
Esta “jugada” de la facción a la cabeza del PSOE, sin tomar en consideración ni siquiera al resto del partido “socialista”, condujo tras las elecciones de Julio pasado, a una simple huida hacia adelante que en definitiva engordaba los problemas de fondo de la burguesía española: las reivindicaciones nacionalistas se veían estimuladas (como se ha visto con las concesiones a los “independentistas” catalanes o el fortalecimiento de EH Bildu en las recientes elecciones en el País vasco); la división en el seno del PSOE se acrecienta, la cohesión de la derecha sigue menguando (su líder Feijoo unas veces quiere pactar con Puigdemont o ser tibio en las elecciones vascas, y otras se sube al inflamado discurso ultranacionalista español)4; y, por último, el conglomerado de Sumar, necesario para dar credibilidad a la patraña de un gobierno “al servicio de los trabajadores”, se empezó a fragmentar a las pocas semanas de constituirse el nuevo gobierno, y sigue deshilachándose hoy.
El nuevo amago de dimisión de Sánchez parece ser una nueva versión, cada vez más farsa y desde luego más arriesgada, de esa misma maniobra: una vez más el “todos con Sánchez” en las filas del PSOE; una vez más el discurso ante sus aliados y ante la población en general del “o yo o las atrocidades de la Derecha”5, del “o yo, o un mayor caos aún”. Es imposible predecir el efecto inmediato que pueda tener, pues hasta sus correligionarios del PSOE reconocen no haberlo calculado.
Lo que es seguro es que las convulsiones políticas en el seno de la burguesía española van a ir en aumento, y ello en un contexto en que la crisis económica mundial se está acentuando. En tal situación, el “gobierno más progresista de todos los tiempos” primero giró su discurso a la izquierda tratando de hacernos creer que tenía por misión atenuar el impacto inevitable de los “poderes internacionales del capitalismo” sobre los trabajadores. Hoy, y pese a sus serias dificultades, es aún capaz de darse un marco ideológico para hacernos tragar sus peores ataques. La victoria de la derecha en la mayoría de las autonomías favorece el discurso de “resistencia al avance de la derecha”. Esto permite dar un respiro a los sindicatos que pueden achacar los ataques a nuestras condiciones de vida a la política autonómica, como llevan haciendo mucho tiempo ya en Madrid. Es más, el mismo pegamento “antifranquista” que une al nuevo gobierno Frankenstein es utilizado contra la clase obrera, donde CCOO y UGT nos llaman a un primero de mayo de resistencia “por la decencia democrática” en un contexto de “dos años de avances”.
En un contexto político más favorable a mayores ataques todavía no es casualidad que empiecen a prodigarse los anuncios de probables recortes en pensiones, por ejemplo. Esas amenazas se ciernen sobre unos trabajadores que hemos sufrido en los últimos años también un retroceso salarial por la espiral inflacionista de alimentación y vivienda, un aumento de la precariedad del empleo y un desgaste de prestaciones sociales en sanidad, educación etc. La propaganda gubernamental, que machaca una y otra vez que su prioridad son los “desfavorecidos” tiene por misión meter a los trabajadores en el saco miserable de “los ciudadanos pobres y desfavorecidos de la nación”, que deben rezar por el falso apoyo del gobierno, como ocurrió con la presencia reciente de Yolanda Díaz en la lucha de Iveco, al estilo del presidente estadounidense hace unos meses. ¡Qué haríamos sin la enrevesada y maquiavélica “ayuda” de nuestros amados líderes!
Estos pasos de gigante hacia la destrucción y los ataques a nuestras vidas no se deben al avance de la derecha, ni al belicismo de algunos personajes, sino que son el producto del hundimiento caótico del capitalismo mundial. Por ello, el proletariado en España debe llevar más lejos el impulso de sus luchas en Vitoria o Vigo6, de la tímida tendencia a la extensión rápida y unida de algunas luchas, y contra la división sindicalista. Verse reflejado en las luchas de los trabajadores de Gran Bretaña o Francia y no dejarse atrapar en las querellas entre facciones de la burguesía, que justifican el esfuerzo militar y la renuncia al desarrollo de nuestra unidad como clase.
Valerio, 1 de mayo de 2024
1Hemos ido analizando en nuestra prensa esos acontecimientos. Ver: Los Gobiernos de Izquierda en defensa de la explotación capitalista (II) Los gobiernos PSOE de la democracia, CCI abril 2020 [23]; Gobierno PSOE: ¿Qué hay detrás de la moción de censura?, Acción Proletaria 232, 2018 [24]; El “giro a la izquierda” del PSOE: un arma para sabotear la lucha y la conciencia obrera, [25]CCI octubre 2022.
2Ver el artículo: “Elecciones de verano": la farsa electoral para quemar la consciencia proletaria” [26], CCI julio 2023
3Ver nuestro artículo “¡La clase obrera sigue luchando!” [27], CCI abril 2024
4Como explicamos en el mencionado artículo sobre las últimas elecciones, a la burguesía española le costó organizar una facción de derechas homologable por sus cofrades europeos y capaz de entenderse con otras derechas regionales. No lo logró hasta 1996 y prolongó un desgaste evidente para el PSOE de Felipe González.
5La frágil cohesión del nuevo gobierno Frankenstein 2023 se basa esencialmente en el miedo por parte de toda una serie de facciones variopintas de la burguesía española al “retorno” de una burguesía clásica española, brutal y arrogante.
6Ver nuestros artículos: “Luchas en Vitoria: el sindicalismo y la democracia contra la clase obrera”, [28] CCI julio 2023; “¿Cómo han vencido los sindicatos a los trabajadores en Vigo? ¿Cómo hemos de luchar?”, [29] Acción Proletaria 238, 2023
Enlaces
[1] https://es.internationalism.org/files/es/conflicto_ecuador-mexico_en_las_rivalidades_entre_estados_el_proletariado_no_debe_tomar_partido_por_ninguno_de_ellos.pdf
[2] https://es.internationalism.org/tag/geografia/ecuador
[3] https://es.internationalism.org/tag/geografia/mexico
[4] https://es.internationalism.org/tag/2/25/la-decadencia-del-capitalismo
[5] https://es.internationalism.org/tag/3/45/descomposicion
[6] https://es.internationalism.org/files/es/critica_al_22comunismo_del_decrecimiento22_de_saito.pdf
[7] https://es.internationalism.org/content/4982/informe-sobre-la-descomposicion-actualizacion-de-las-tesis-2023
[8] https://es.internationalism.org/revista-internacional/199401/1865/vii-el-estudio-de-el-capital-y-los-principios-del-comunismo-1a-par
[9] https://es.internationalism.org/revista-internacional/199507/1824/xi-el-marx-de-la-madurez-comunismo-del-pasado-comunismo-del-futuro
[10] https://es.internationalism.org/content/4588/bordiga-y-la-gran-ciudad
[11] https://es.internationalism.org/tag/2/24/el-marxismo-la-teoria-revolucionaria
[12] https://es.internationalism.org/tag/cuestiones-teoricas/modernismo
[13] https://es.internationalism.org/files/es/haiti_vitrina_del_capitalismo_en_putrefaccion.pdf
[14] https://es.internationalism.org/files/es/manifestaciones_pro-palestinas_en_todo_el_mundo_elegir_un_bando_contra_otro_siempre_significa_elegir_la_barbarie_capitalista.pdf
[15] https://www.theguardian.com/commentisfree/2024/apr/26/jews-palestinians-peace-gaza-narcissist-allies
[16] https://es.internationalism.org/tag/geografia/israel
[17] https://es.internationalism.org/tag/geografia/palestina
[18] https://es.internationalism.org/tag/3/47/guerra
[19] https://es.internationalism.org/files/es/la_barbarie_capitalista_esta_desatada_una_sola_respuesta_la_lucha_de_clases.pdf
[20] https://es.internationalism.org/tag/2/29/la-lucha-del-proletariado
[21] https://es.internationalism.org/tag/3/48/imperialismo
[22] https://es.internationalism.org/files/es/sanchez_o_el_caos_y_la_derecha_la_burguesia_utiliza_incluso_sus_propias_dificultades_politicas_contra_la_clase_obrera.pdf
[23] https://es.internationalism.org/content/4562/los-gobiernos-de-izquierda-en-defensa-de-la-explotacion-capitalista-ii-los-gobiernos
[24] https://es.internationalism.org/media/pabloq/Downloads/Gobierno%20PSOE:%20%C2%BFQu%C3%A9%20hay%20detr%C3%A1s%20de%20la%20moci%C3%B3n%20de%20censura%3F%20%7C%20Corriente%20Comunista%20Internacional,%20Acci%C3%B3n%20Proletaria%20232,%202018%20
[25] https://es.internationalism.org/content/4873/el-giro-la-izquierda-del-psoe-un-arma-para-sabotear-la-lucha-y-la-conciencia-obrera#sdfootnote8anc
[26] https://es.internationalism.org/content/4966/elecciones-de-verano-la-farsa-electoral-para-quemar-la-consciencia-proletaria
[27] https://es.internationalism.org/content/5073/la-clase-obrera-sigue-luchando
[28] https://es.internationalism.org/content/4967/luchas-en-vitoria-el-sindicalismo-y-la-democracia-contra-la-clase-obrera
[29] https://es.internationalism.org/content/4983/como-han-vencido-los-sindicatos-los-trabajadores-en-vigo-como-hemos-de-luchar
[30] https://es.internationalism.org/tag/geografia/espana