Un balance crítico del movimiento de indignados (2011)

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La fuerza del proletariado reside en su capacidad para sacar lecciones de su lucha que tiene más de 3 siglos de historia. Gracias a ellas puede desarrollar su conciencia de clase para luchar por la liberación de la humanidad del yugo del capitalismo.

El proletariado necesita volver constantemente sobre sus luchas pasadas, no tanto para caer en la nostalgia, sino justamente para todo lo contrario: examinar de forma implacable sus debilidades, limitaciones, errores, lados flojos etc., para desgajar de ello un tesoro de lecciones que le sirvan para encarar su lucha revolucionaria.

Volver al movimiento de indignados (2011) es necesario para reafirmar su naturaleza proletaria, pero al mismo tiempo comprender sus tremendas limitaciones y debilidades. Solamente de esta forma podremos integrar cara al futuro sus enseñanzas.

La entrada en lucha de las nuevas generaciones de la clase obrera

Todo movimiento proletario debe ser analizado en su contexto histórico y mundial. El 15 M se produjo en 2011 dentro de un ciclo de luchas que se desarrolló en 2003-2011.

En 1989-91, el hundimiento de la URSS y sus regímenes satélites permitió a toda la burguesía mundial lanzar una abrumadora campaña anticomunista que machacaba sin descanso 3 slogans: Fin del Comunismo, Fracaso del Marxismo y Desaparición Política de la Clase Obrera. Esto provocó un fuerte retroceso en la combatividad y la conciencia de los obreros1.

Desde entonces, la mayoría de los obreros no se reconocen como tales, sino que se ven, unos, la minoría más afortunada, como “clase media”, y el resto como “los de abajo”, el “precariado”, los “fracasados en la vida” etc. Frente a la noción de clase, científica, unificadora, universal y con perspectiva de futuro, se propaga la visión reaccionaria, divisionista, de “categorías sociales” con gran regocijo de la burguesía que, mediante su ejército de servidores (partidos, sindicatos, ideólogos, “influencers”) la estimulan machaconamente gritando en todos los rincones -desde Internet hasta las universidades, pasando por el parlamento y los medios de “comunicación”- que la clase obrera no existe, que es un concepto “trasnochado”, que solo hay “ciudadanos” de la “comunidad nacional”.

El retroceso se expresó igualmente en el retorno potente de las ideologías democráticas, sindicalistas, humanistas, reformistas, que proclaman el “fin de la historia”, no habría más mundo que el capitalismo y lo mejor que podría hacerse es “mejorarlo” y encontrar un “hueco individual” en su seno.

Todo intento de cambiar el capitalismo conduciría a situaciones mucho peores, lo que se vería acreditado por lo que ocurrió en la URSS o lo que vemos en Corea del Norte, Cuba, Venezuela, Nicaragua etc., que demostrarían que el dilema histórico formulado por Engels a fines del siglo XIX, Comunismo o Barbarie, sería falso, porque el “Comunismo también es barbarie”.

A pesar de este enorme lastre, desde 2003 hay un renacimiento de las luchas obreras. Hubo huelgas significativas como la del Metro de Nueva York (2005), la huelga de Vigo (2006), las huelgas en el norte de Egipto (2007), protestas de jóvenes obreros en Grecia (2008), pero, los dos movimientos más importantes fueron la lucha contra el CPE en Francia (2006) y el movimiento de indignados en España (2011)2.

Estos dos movimientos masivos de la juventud proletaria redescubrieron, espontáneamente, los métodos de lucha de la clase obrera, sobre todo la cultura del debate en asambleas generales masivas abiertas a todos. Se caracterizaron también por la solidaridad entre generaciones, a diferencia del movimiento estudiantil de finales de la década de 1960, muy marcado por el peso de la pequeña burguesía, que se desarrolló contra la generación que había sido reclutada para la guerra.

Si en el movimiento contra el CPE3, la gran mayoría de los estudiantes que luchaban contra la perspectiva del desempleo y la precariedad se reconocían como parte de la clase obrera, los Indignados en España (aunque su movimiento se extendió internacionalmente a través de las redes sociales) no tenían una clara conciencia de pertenencia a la clase explotada.

Mientras que el movimiento masivo contra el CPE fue una respuesta proletaria a un ataque económico (lo que hizo que la burguesía se viese obligada a recular retirando el CPE), el movimiento de los Indignados estuvo marcado, esencialmente, por una reflexión global sobre la bancarrota del capitalismo y la necesidad de otra sociedad” (Resolución sobre la relación de fuerzas entre las clases del 23º Congreso Internacional de la CCI, 20194).

Pese a esas contribuciones, estos movimientos no lograron superar el retroceso de la conciencia y la combatividad de 1989 y estuvieron muy marcados por sus efectos, así como los derivados del proceso de Descomposición social e ideológica que desde los años 80 afecta al capitalismo5.

Su limitación más importante fue que no lograron movilizar al conjunto de la clase obrera y se dieron en un número limitado de países. Se redujeron a las nuevas generaciones obreras. “los trabajadores de los grandes centros industriales permanecen pasivos o sus luchas son esporádicas, el miedo al desempleo constituye un factor central en esta inhibición. No se da una movilización unificada y masiva de la clase obrera sino solamente una parte, su sector más joven6.

Entraron en lucha los jóvenes obreros (muchos de ellos todavía estudiantes, la gran mayoría afectados por la precariedad, el desempleo, el trabajo totalmente individual y aislado, vinculados a pequeñas empresas muchas de ellas con sede en ninguna parte). En tales condiciones, al peso asfixiante del retroceso histórico antes explicado, se añadió la inexperiencia, la ausencia total de vida colectiva previa, la terrible dispersión social.

La pérdida de la identidad de clase

La lucha de los indignados se tropezó con un muro que no pudo superar: la pérdida de la identidad de clase que se arrastra desde 1989.

Esta pérdida provocó que la inmensa mayoría de los participantes en el movimiento no se reconocieran como parte de la clase obrera.

Muchos eran todavía estudiantes o habían tenido estudios superiores7. Los que todavía estudiaban hacían trabajos esporádicos para pagarse los estudios y muchos de los que trabajaban en empleos precarios y mal pagados pensaban que esa situación era transitoria, a la espera de conseguir un puesto acorde con la carrera o carreras que habían cursado. Es decir, muchos participantes creían que su pertenencia a la clase obrera era circunstancial, una especie de purgatorio para llegar finalmente al “cielo” de la “clase media”.

Otro factor que impedía que se reconocieran como clase obrera, es que cambiaban constantemente de empresa o puesto laboral, la mayoría laborando en pequeñas empresas o en subcontratas que operan en fábricas o centros de distribución, comercio o servicios8.

Muchos de ellos trabajan solos, sin apenas frecuentar a otros compañeros, encerrados en casa con el teletrabajo o participan en lo que se llama “uberización del trabajo”, “Al utilizar una plataforma de Internet como intermediario para encontrar trabajo, la uberización disfraza la venta de mano de obra a un patrón como si fuese "autoempleo", agudizando además el empobrecimiento y la precariedad del "autoempleado". La uberización del trabajo individual acentúa la dificultad para hacer huelgas, puesto que la auto explotación de estos trabajadores dificulta considerablemente su capacidad para luchar colectivamente y desarrollar la solidaridad contra la explotación capitalista” (op.cit. nota 4).

Aunque expresaba simpatía por la clase obrera, la mayoría no se sentía parte de ella, se veía como una suma de individuos atomizados, frustrados e indignados por una situación cada vez más angustiosa de miseria, inestabilidad y ausencia de futuro.

La situación de desempleo acompaña como una sombra agobiante a las jóvenes generaciones obreras. Viven atrapados en un engranaje de empleos precarios que se alternan con fases de desempleo más o menos prolongadas, cayendo muchos de ellos en una situación de desempleo de larga duración. Esto tiene como efecto algo que ya anunciamos hace 30 años en nuestras Tesis sobre la DescomposiciónUna gran proporción de jóvenes generaciones obreras está recibiendo en pleno rostro el latigazo del desempleo, incluso antes de que muchos hayan podido tener ocasión, en los lugares de producción, junto con los compañeros de trabajo y lucha, de hacer la experiencia de una vida colectiva de clase. De hecho, el desempleo, resultado directo de la crisis económica, aunque en sí no es una expresión de la descomposición, acaba teniendo, en esta fase particular de la decadencia, consecuencias que lo transforman en aspecto singular de la descomposición. Aunque en general sirve para poner al desnudo la incapacidad del capitalismo para asegurar un futuro a los proletarios, también es, hoy, un poderoso factor de "lumpenización" de ciertos sectores de la clase obrera, sobre todo entre los más jóvenes, lo que debilita de otro tanto las capacidades políticas actuales y futuras de ella” (op.cit. nota 4).

SON CLASE OBRERA pero subjetivamente no se ven en ella, esto hizo que el movimiento de 2011 no rompiera el cordón umbilical con la tramposa “Comunidad Nacional”9, por ejemplo, el eslogan «somos el 99% frente al 1%», tan popular en el movimiento de ocupaciones de Estados Unidos, no expresa una visión de una sociedad dividida en clases, sino la visión típicamente democrática que tantas veces repite el izquierdismo del “pueblo”, los “ciudadanos de a pie” frente a un reducido 1% de “plutócratas” y “oligarcas” que “traicionaría” la nación. En esta óptica las clases no existen, sino que existiría una suma de individuos, la mayoría “fracasados” frente a una élite selecta de “triunfadores”. Así pues, los participantes en el movimiento tenían enormes dificultades para comprender que “la sociedad está dividida en clases, una clase capitalista que lo tiene todo y no produce nada y una clase explotada -el proletariado- que lo produce todo y tiene cada vez menos. El motor de la evolución social no es el juego democrático de la "decisión de una mayoría de ciudadanos" (este juego es más bien la máscara que encubre y legitima la dictadura de la clase dominante) sino la lucha de clases” (op.cit. nota 2).

El espejismo de una reforma de la democracia

Al no tener la fuerza y la perspectiva que da el reconocerse como parte de una clase histórica que representa el único futuro para la humanidad, los jóvenes indignados eran terriblemente vulnerables a la ilusión de una “renovación del juego democrático”.

En todo el mundo, el Estado democrático es un vil engaño que encubre la dictadura del capital. Sin embargo, dado que domina la ideología de “el comunismo ha fracasado” o “el comunismo es la pesadilla que vemos en Cuba, Venezuela o Corea del Norte”, los participantes en el movimiento 15 M se agarraron al clavo ardiendo de “renovar la democracia” siguiendo esa vieja mistificación que tanto repiten los políticos: “la democracia es el menos malo de los regímenes”.

Con esta bandera nos venden la moto de “luchar por una democracia de verdad”. Así el grupo burgués que acompañó y controló el movimiento en España se llamaba “Democracia Real Ya”10. Nos dicen “Vale, la democracia no es perfecta, arrastra la losa de los políticos, la corrupción, la complacencia con los poderes financieros y empresariales”, entonces, la cuestión no es luchar por Utopías que acaban en la barbarie siniestra de Corea del Norte, Cuba o Venezuela, sino que más vale “depurar la democracia” y lograr una “democracia al servicio de todos”.

Esta es una Utopía Reaccionaria pues la democracia es la que es y no se puede ni “reformar” ni “mejorar”. Nuevas Constituciones, referéndums, acabar con el bipartidismo, democracia participativa etc., son los remiendos que no cambian nada y cuya única finalidad es atarnos de pies y manos a la dictadura del Capital bajo su disfraz democrático.

El eslogan más extendido en las Asambleas del 15 M era “Le llaman democracia y no lo es”. Era una trampa, una mistificación muy peligrosa, que socavó desde dentro el movimiento y le impidió desarrollarse. Los Estados burgueses son eso: Democracia. Le llaman Democracia y SÍ QUE LO ES, es eso Democracia, o sea, el disfraz democrático del Estado Totalitario de la decadencia capitalista.

Como denunciaron las Tesis sobre la Democracia burguesa y la dictadura proletaria, adoptadas por el Primer Congreso de la Internacional Comunista en 1919, no existe ni existirá una Democracia que sea buena, pura, participativa, humana y al “servicio de todos”, “la república burguesa más democrática no es nada más que el instrumento por el cual la burguesía oprime a la clase obrera, por la que un puñado de capitalistas oprime a las masas trabajadoras11

No vivimos en una sociedad de “ciudadanos libres e iguales”, vivimos en una sociedad DIVIDIDA EN CLASES. Y, en consecuencia, el Estado no es un órgano neutral, al servicio de los ciudadanos, sino la DICTADURA de la clase dominante, el Capital, quien encamina la sociedad no a la satisfacción de las necesidades de los “ciudadanos” sino hacia la ACUMULACION DE CAPITAL, la ganancia empresarial y el interés nacional.

El capital domina la sociedad en nombre de la Nación que sería una supuesta “comunidad de ciudadanos libres e iguales” y se parapeta en el Estado quien, para guardar la apariencia de “representante de la mayoría” organiza un ritual de elecciones, derechos, consultas, oposición, “equilibrio de poderes”, “alternancia” etc.

En pequeñas minorías dentro de las Asambleas empezó una crítica, aún tímida, del engaño democrático. Hubo quienes “completaban” la consigna “Le llaman democracia y no lo es” con otra consigna: “Es una dictadura y no se ve”. Aquí existía un atisbo de toma de conciencia. Le llaman Democracia, PERO es una dictadura, la dictadura del capital.

La dictadura que, en lugar del Partido único o la autocracia militar, presenta una constelación de partidos y sindicatos que hablan “distinto” pero que van todos a lo mismo: la defensa del Capital nacional.

La dictadura que no tiene un Gran Dictador vitalicio, sino que va cambiando de dictador cada cuatro años plebiscitado por unas elecciones cuyo juego el Estado organiza y controla tratando de que su resultado sea la opción mayoritaria del Capital Nacional12.

La dictadura que en lugar de las amenazas y el despotismo descarado de los regímenes autoritarios se oculta virtuosa e hipócritamente detrás de bellas palabras de Solidaridad, el interés de todos, la voluntad de la mayoría etc.

La dictadura que, en lugar de robar abiertamente para el beneficio de la minoría, se disfraza de “justicia social”, “velar por los más desfavorecidos”, “nadie se quede detrás” y demás zarandajas.

La dictadura que en lugar de reprimir sin tapujos o de negar cualquier derecho u organización, nos encierra en “derechos” que nos despojan de todo y en “organizaciones” que nos dividen y nos desorganizan como clase.

Este principio de comprensión (“Es una dictadura y no se ve”) fue muy minoritario, lo que dominó en las Asambleas fue la ilusión de una “renovación democrática”13.

¿Diez años después, en que ha quedado la “renovación democrática” que tanto ilusionó a muchos jóvenes en las Asambleas? Pues ya vemos en qué ha consistido. Los dos grandes partidos (PP y PSOE) se han visto acompañados por nuevos tiburones: Vox, Ciudadanos y Podemos. Estos “renovadores” han demostrado ampliamente que son MÁS DE LO MISMO. Los mismos engaños, el mismo servicio incondicional al capital español, la misma ambición insaciable de poder, las mismas clientelas…14 La democracia no se ha renovado, ha fortalecido la máquina del Estado contra los trabajadores y contra toda la población.

El virus democrático hizo que la lucha fuera ineficaz frente a las operaciones de represión policial, pues “a pesar de algunas respuestas solidarias y basadas en la acción masiva contra la violencia policial, predominó la “lucha” concebida como presión pacífica y ciudadana sobre las instituciones capitalistas, lo que lo llevó fácilmente a un callejón sin salida” (op.cit. nota 2).

Con la mentira democrática, la burguesía española consiguió que el movimiento 15 M no se articulara alrededor de la lucha de la principal clase explotada -el proletariado- quien produce colectivamente las principales riquezas y asegura el funcionamiento de la vida social: fábricas, hospitales, escuelas, universidades, oficinas, puertos, obras, correos” (op.cit. nota 2), sino que se fuera diluyendo en una indignación interclasista totalmente impotente. Pese a algunos intentos tímidos de extensión a los centros de trabajo, esto fracasó y el movimiento quedó cada vez más confinado en las plazas. Tampoco cuajó el agrupamiento y la acción común de las minorías que expresaban un “ala proletaria” frente a la confusión dominante en las Asambleas. Por ello, el movimiento, a pesar de las simpatías que suscitó, fue perdiendo fuerza hasta reducirse a una minoría cada vez más desesperadamente activista.

El callejón sin salida de la “indignación”

La bandera del movimiento fue la “indignación”. La indignación es distinta de la venganza, el odio, la revancha, la reparación y otras manifestaciones morales propias de la burguesía y la pequeña burguesía. Por ello, la indignación encaja más en la moral proletaria que esos sentimientos profundamente reaccionarios y destructivos. Sin embargo, la indignación, por legítima que fuera, expresaba más una impotencia que una fuerza, más una perplejidad que una certidumbre. La indignación es un sentimiento muy primario en la lucha de clase del proletariado y como tal no posee la capacidad para afirmar, aún a un nivel elemental, la fuerza, la identidad y la conciencia de nuestra clase.

Los obreros se indignan por el despido de un compañero, por las maniobras de los sindicatos, por la arrogancia y la prepotencia de jefes y capataces, por los accidentes laborales que siegan de golpe una vida humana o condenan a la invalidez a un compañero. Sin embargo, la indignación vista en sí misma, no define ni mucho menos el terreno de clase del proletariado. Si no se enmarca en su autonomía política de clase, en sus reivindicaciones y en su búsqueda de una perspectiva propia, la indignación aparece como un sentimiento “humano” indiferenciado que cualquier individuo de cualquier clase social puede sentir y que puede formar parte de cualquier lucha burguesa o pequeña burguesa. Cuando la indignación se eleva a categoría independiente y absoluta el terreno de clase proletario desaparece15.

Que los proletarios movilizados en España adoptaran como bandera “la indignación” revelaba la dificultad manifiesta que tenían para encontrar la vía de la clase proletaria a la que pertenecían. Era la manifestación de su impotencia y entrañaba el peligro de verse desviados hacia un terreno burgués, democrático, de “protesta del pueblo”, totalmente interclasista.

La indignación tiene una naturaleza pasiva y puramente moral. Puede corresponder a una etapa embrionaria de la toma de conciencia que tiene necesariamente que ser superada por la afirmación de un terreno de clase de alternativa por el comunismo. Si se queda como bandera del movimiento la puerta queda abierta a su extinción o, si, intenta el enfrentamiento, el resultado es necesariamente su encuadramiento en un terreno burgués, una derrota proletaria sin paliativos.

Este peligro lo hemos visto claramente en las movilizaciones en Estados Unidos por el asesinato de George Floyd por la policía. La indignación fue canalizada hacia la reivindicación de una policía “más humana”, que actúe “democráticamente”, es decir, un terreno radicalmente burgués de defensa del Estado democrático y de sus aparatos represivos.

Los jóvenes trabajadores que ocupaban las plazas y celebraban asambleas masivas diarias necesitaban dejar de lado ese planteamiento inicial de la “indignación”. Al no conseguirlo, al no lograr prender la mecha de la lucha en los centros de trabajo, el movimiento estaba perdido.

Una falsa visión de la crisis capitalista

Si el movimiento de indignados fue una respuesta a la grave crisis capitalista de 2008, los participantes se empeñaron en ver los descalabros financieros que se sucedían, los violentos recortes que los gobiernos implantaban, la brutal austeridad que impulsaban, no como una crisis, sino como una “estafa”. Los recortes, la miseria, la precariedad eran vistos como resultado de la corrupción (“No hay pan para tanto chorizo” fue una de las consignas más repetidas en las asambleas) y no como fruto de las convulsiones y el impasse histórico del capitalismo.

La bancarrota del banco Lehman Brothers y la crisis financiera de 2008 permitieron a la burguesía dar un nuevo golpe a la conciencia del proletariado, mediante una gran campaña ideológica de alcance mundial que trataba de inculcar la idea (planteada por los partidos de izquierda) de que los responsables de la crisis eran los “banqueros corruptos”, haciendo creer que el capitalismo se personifica en los “traders” bursátiles o en el poder del dinero. La clase dominante pudo así ocultar las raíces del fracaso de su sistema. Pretendía, por un lado, que la clase obrera se viese arrastrada a la defensa del Estado "protector" ya que se suponía que las medidas del rescate a los bancos habían de proteger a los pequeños ahorradores. Pero más allá del efecto de estas mistificaciones, el mayor impacto de esta campaña sobre la clase obrera ha sido el de reforzar su impotencia frente a un sistema económico impersonal cuyas leyes generales serían como leyes naturales que no pueden ser controladas o alteradas” (op.cit. nota 4).

La gran mayoría de participantes veían como causante de sus sufrimientos “a un puñado de "malos" (financieros desaprensivos, dictadores despiadados) cuando [el Capital] es una compleja red de relaciones sociales que tiene que ser atacada en su totalidad y no dispersarse persiguiendo sus múltiples y variopintas manifestaciones (las finanzas, la especulación, la corrupción de los poderes político-económicos)” (op.cit. nota 2).

Esta terrible debilidad daba a la burguesía un enorme margen de maniobra para enredar el movimiento en toda clase de mistificaciones a cuál más desmovilizadora y desmoralizadora.

En primer lugar, no se reconoce la obsolescencia histórica del capitalismo y la necesidad imperiosa de destruirlo, sino que se le ve como un sistema que se “podría reformar y mejorar”.

En segundo lugar, no se ve el capitalismo como una relación social, sino como una suma de individuos, empresas o sectores (financieros, industriales etc.). Con este planteamiento se abre la puerta a pensar que hay fracciones del Capital “mejores y más progresistas”, mientras que otras serían peores o reaccionarias. Se identifican los males del capitalismo no en el sistema mismo como conjunto mundial de naciones que pelean a muerte por la ganancia y el dominio imperialista, sino en individuos “malos” o en las “finanzas”, los “especuladores” etc. Es decir, la vía queda abierta para el Frentismo: ir detrás de tal o cual fracción de la burguesía, considerada “menos mala”, contra otra fracción, tachada de ser “la peor”. La vía queda abierta para todas las trampas con las que la burguesía ha llevado al proletariado a la barbarie guerrera y al sacrificio de sus condiciones de vida: elegir entre Democracia o Fascismo, entre Dictadura o Democracia, entre el Mal Menor y el Mal Mayor16.

En fin, la “lucha contra la corrupción” esconde la realidad de que el ROBO está en la plusvalía que el Capital extrae a los obreros de manera legal y consentida mediante un “contrato de trabajo” que sería de “igual a igual”. La corrupción es una parte de la plusvalía que se roba legal y estructuralmente a los obreros y, por tanto, el problema no es la corrupción, sino la plusvalía. Con el “No hay pan para tanto chorizo” se ocultó la explotación capitalista, la explotación del proletariado por el conjunto del Capital.

Así pues, esa falsa visión de la crisis, esa campaña contra “las malas finanzas” y la “corrupción”, atacaba la autonomía política del proletariado, negaba la explotación capitalista y la existencia de clases y ataba de pies y manos a los proletarios tras el carro del frentismo y de elegir plato en el menú envenenado de las opciones capitalistas.

La presencia de la pequeña burguesía radicalizada

Las Asambleas se llenaron de pequeños burgueses radicalizados por los efectos de la crisis y ante ellos, la falta de confianza de los jóvenes obreros en sus propias fuerzas hizo que se dejaran embaucar por el pico de oro de esos sectores dominados por la palabrería, las inconsecuencias, el cretinismo, las oscilaciones constantes, el empirismo y el inmediatismo.

Todos los movimientos auténticos del proletariado han llevado la compañía de capas de la pequeña burguesía, de capas sociales no explotadoras. La Revolución rusa de 1917 supo ganar a su causa a campesinos y soldados. Es necesario comprender la naturaleza del proletariado y la naturaleza de la pequeña burguesía y de otras capas no explotadoras.

De todas las clases que hoy se enfrentan con la burguesía no hay más que una verdaderamente revolucionaria: el proletariado. Las demás perecen y desaparecen con la gran industria; el proletariado, en cambio, es su producto genuino y peculiar”, dice el Manifiesto Comunista.

Sobre la pequeña burguesía, el Manifiesto analiza “Los elementos de las clases medias, el pequeño industrial, el pequeño comerciante, el artesano, el labriego, todos luchan contra la burguesía para salvar de la ruina su existencia como tales clases. No son, pues, revolucionarios, sino conservadores. Mas todavía, son reaccionarios, pues pretenden volver atrás la rueda de la historia”.

¿Quiere eso decir que el proletariado debe ver a la pequeña burguesía como enemigo? No. Lo que debe hacer es combatir a muerte la influencia nefasta y destructora de la pequeña burguesía, especialmente de la ideología pequeñoburguesa. Sin embargo, debe imponer su propio terreno de clase, su autonomía política como clase, sus reivindicaciones, y desde esa posición de fuerza ganar a su causa al menos una parte de la pequeña burguesía, puesto que:

1º “Hasta ahora, todos los movimientos sociales habían sido movimientos desatados por una minoría o en interés de una minoría. El movimiento proletario es el movimiento autónomo de una inmensa mayoría en interés de la inmensa mayoría

2º La pequeña burguesía y las capas no explotadoras en descomposición “lo que tienen de revolucionario es lo que mira a su tránsito inminente al proletariado; con esa actitud no defienden sus intereses actuales, sino los futuros; se despojan de su posición propia para abrazar la del proletariado”.

La grave debilidad del movimiento 15 M no fue la presencia en sí de capas de la pequeña burguesía radicalizada, el problema estuvo en que los jóvenes obreros, las minorías decididamente proletarias, no fueron capaces de defender y hacer asumir a las Asambleas las posiciones, reivindicaciones y perspectivas de clase. En su lugar, lo que tendió a dominar fueron los planteamientos individualistas, ciudadanistas, las “soluciones” como las cooperativas, los huertos urbanos etc., es decir, tras los primeros esfuerzos de reflexión y de intuiciones en un terreno de clase, acabó predominando el deslizamiento hacia las ilusiones pequeñoburguesas, con lo cual la partida estaba ganada para la burguesía.

Lo que aportó el movimiento

Esta crítica despiadada de las debilidades y desviaciones que sufrió el movimiento de Indignados no invalida para nada su carácter de clase proletario y su aporte a las luchas futuras. El proletariado es una clase explotada y revolucionaria a la vez, su principal fuerza no es una sucesión de éxitos, sino la capacidad de sacar lecciones de sus derrotas.

En el último escrito de Rosa Luxemburgo, un día antes de ser asesinada por los esbirros de la Socialdemocracia, El orden reina en Berlín, aclara “¿Qué nos enseña toda la historia de las revoluciones modernas y del socialismo? La primera llamarada de la lucha de clases en Europa, el levantamiento de los tejedores de seda de Lyon en 1831 acabó con una severa derrota. El movimiento cartista en Inglaterra también acabó con una derrota. La insurrección del proletariado de París, en junio de 1848, finalizó con una derrota asoladora. La Comuna de París se cerró con una terrible derrota. Todo el camino que conduce al socialismo está sembrado de grandes derrotas. ¡Dónde estaríamos nosotros hoy sin esas "derrotas", de las que hemos sacado conocimiento, fuerza, idealismo! Todas forman parte de nuestra fuerza y nuestra claridad en cuanto a las metas a alcanzar17.

Las duras lecciones que acabamos de exponer forman parte de las orientaciones que las luchas futuras deberán seguir, sin embargo, la lucha de 2011 nos aporta una serie de elementos positivos muy importantes.

El artículo que antes hemos citado, El 15 M cinco años después, resume esas adquisiciones, (ver nota 5), hacemos hincapié en algunas de ellas.

Las Asambleas

La emancipación de los trabajadores será obra de los propios trabajadores, o no será, decía la Primera Internacional. Las Asambleas Generales masivas, abiertas al conjunto de los obreros, son la respuesta concreta a esa necesidad. En las Asambleas los obreros discuten, piensan, deciden y ejecutan los acuerdos JUNTOS. Una participante en el 15 M exclamaba “¡Qué maravilloso que diez mil desconocidos nos hayamos juntado!”.

Las Asambleas son el corazón y el cerebro de las luchas obreras. Corazón pues son un crisol de solidaridad, compañerismo, unidad, fraternidad. Cerebro, porque deben ser el órgano colectivo y unitario de dirección del movimiento, analizando los obstáculos y peligros que lo amenazan y proponiendo los pasos a dar.

Pero las Asambleas fueron también una respuesta concreta al problema que analizábamos al principio: la mayoría de los jóvenes obreros se hallan atomizados y dispersos en teletrabajos, trabajos “uberizados”, pequeñas empresas, situaciones de desempleo etc., al unirse en Asamblea, al tomar las plazas (el slogan del movimiento era Toma la Plaza) lograron crear un lugar de reagrupamiento, de construcción de la unidad, de organización de la lucha.

No se trata de glorificar las Asambleas, ya hemos visto cómo en ellas, las confusiones que atenazaban a los participantes, la afluencia de la pequeña burguesía y SOBRE TODO la labor de zapa de la burguesía y concretamente de DRY, hicieron que acabaran perdiendo la fuerza que tenían. Siguiendo la leyenda bíblica, esas Salomés le cortaron el cabello al Sansón proletario. Frente a ello, las futuras asambleas “deberán reforzarse con un balance crítico de las debilidades que manifestaron:

- No se extendieron más que muy minoritariamente a los centros de trabajo, los barrios, los parados… Si el núcleo central de las Asambleas debe ser la Asamblea General de Ciudad tomando plazas o edificios, este debe nutrirse de la actividad de una vasta red de asambleas principalmente en fábricas y centros de trabajo

- Las comisiones (de coordinación, cultura, actividades etc.) deben estar bajo el control estricto de la Asamblea General a la que han de rendir cuentas escrupulosamente. Hay que evitar lo que pasó en el 15 M donde las comisiones se tornaron instrumentos de control y sabotaje de las asambleas manipuladas por grupos en la sombra como DRY (Democracia Real Ya)”

La solidaridad

La sociedad capitalista supura por todos sus poros “la marginalización, la atomización de los individuos, la destrucción de las relaciones familiares, la exclusión de los ancianos, la aniquilación de lo afectivo”, es decir, “la destrucción de todo principio de vida colectiva en el seno de una sociedad sin el menor proyecto, la menor perspectiva” (op.cit nota 5).

Frente a ello, el movimiento 15 M sembró una primera semilla: “manifestaciones en Madrid para liberar a los detenidos o impedir que la policía detuviera a emigrantes; actos masivos contra los desahucios en España, Grecia o Estados Unidos; en Oakland «La Asamblea de Huelga ha acordado enviar piquetes u ocupar cualquier empresa o escuela que sancione a empleados o estudiantes de cualquier forma por participar en la Huelga General del 2 de noviembre».

También, el movimiento mostró una búsqueda de la solidaridad entre las distintas generaciones de la clase obrera, por ejemplo, los jóvenes obreros acogieron con entusiasmo la presencia, aportando sus propias reivindicaciones, de los jubilados.

Sin embargo, fue un primer paso, todavía muy débil, lastrado por la pérdida de la identidad de clase, y colocado todavía más en un terreno de “solidaridad en general” que en el terreno universal y liberador de la SOLIDARIDAD DE CLASE PROLETARIA. Por ello, la ola populista que sacudió los países centrales (Brexit, Trump) eclipsó esas tentativas imponiendo la xenofobia y odio a los emigrantes. El proletariado debe retomar el terreno de su solidaridad declase. Las Asambleas Generales deben concebirse como instrumento del conjunto de la clase, abiertas a obreros de todas las empresas, precarios, trabajadores “uberizados”, desempleados, jubilados…

La lucha tiene que extenderse rompiendo las barreras de la empresa, la región, la nacionalidad, la categoría, la raza, afirmándose el proletariado como la clase que es un crisol donde se anuncia la verdadera humanidad unificada en el comunismo. Toda lucha debe concebirse como parte de la lucha de TODA LA CLASE OBRERA, dándose como primera prioridad LA EXTENSION Y UNIFICACION DE LAS LUCHAS.

Con el arma de la solidaridad de clase hay que combatir a muerte la FALSA SOLIDARIDAD que propaga la burguesía, sus sindicatos, sus partidos: la “solidaridad ciudadana”, la “solidaridad nacional”, las colectas caritativas que humillan a los obreros convirtiéndolos en pordioseros.

La cultura del debate

La sociedad actual nos condena a la inercia del trabajo, el consumo, la reproducción de modelos de éxito que provocan millones de fracasos, la repetición de estereotipos alienantes que no hacen sino amplificar lo que repite la ideología dominante. Frente a ello, y como falsas respuestas que hunden aún más en la putrefacción social y moral, aparece “la profusión de sectas, el resurgir del espíritu religioso, el rechazo hacia un pensamiento racional, coherente, construido, incluso en algunos ámbitos «científicos», y que ocupa en los media un lugar preponderante gracias a la embrutecedora publicidad y a sus emisiones estúpidas; la invasión en esos mismos media del espectáculo de la violencia, del horror, de la sangre y de las matanzas, incluso en programas para niños; la nulidad y la venalidad de la mayoría de las producciones «artísticas», literarias, musicales, de pintura y arquitectura, que no saben sino expresar la angustia, la desespera­ción, el estallido del pensamiento, la nada” (op.cit nota 5).

Frente a ello, en las primeras semanas del movimiento en España, se desarrolló un vivo debate de masas, abordando una multitud de temas que reflejaban la preocupación no solo por la situación actual, sino por el futuro; no solo los problemas económicos, sociales o políticos, sino igualmente cuestiones morales y culturales. La importancia de este esfuerzo, aún tímido y lastrado por debilidades democratistas y aproximaciones pequeñoburguesas, es evidente. Todo movimiento revolucionario del proletariado se levanta siempre sobre un gigantesco debate de masas, por ejemplo, la Revolución en Rusia 1917 tuvo su columna vertebral en el debate y la cultura masiva. John Reed recuerda que «la sed de instrucción, tan largo tiempo refrenada, se convirtió con la revolución en un verdadero delirio. Sólo del Instituto Smolny salieron cada día, durante los seis primeros meses, toneladas de literatura, que, ya en carros, ya en vagones, iban a saturar el país. Rusia absorbía, insaciable, como la arena caliente absorbe el agua. Y no grotescas novelas, historia falsificada, religión diluida o esa literatura barata que pervierte, sino teorías económicas y sociales, filosofía, las obras de Tolstoi, de Gogol, de Gorki»18.

Este desarrollo de la cultura del debate es un arma cargada de futuro, pues ello permite a la masa del proletariado forjar su convicción, su entusiasmo, su capacidad de lucha, como dice La Ideología Alemana, libro de Marx y Engels, “la revolución no sólo es necesaria porque la clase dominante no puede ser derrocada de otro modo, sino también porque únicamente por medio de una revolución logrará la clase que derriba salir del cieno en que se hunde y volverse capaz de fundar la sociedad sobre nuevas bases19. De forma concreta, la cultura del debate permite al proletariado atender a tres necesidades fundamentales:

  • Afirmarse como clase dando un marco en el que puede ganarse a capas sociales no explotadoras

  • Adquirir una conciencia clara de los objetivos y los medios concretos de su lucha

  • Combatir hasta liberarse plenamente todo el peso de la ideología burguesa y pequeñoburguesa

C. Mir 27-12-21

1 Lo que pusimos en evidencia en enero 1990, ver Derrumbe del Bloque del Este: Dificultades en aumento para el proletariado https://es.internationalism.org/revista-internacional/199001/3502/derrumbe-del-bloque-del-este-dificultades-en-aumento-para-el-prole

2 Para un análisis de estas luchas ver: Huelga del metal de Vigo: Los métodos proletarios de lucha https://es.internationalism.org/cci-online/200605/910/huelga-del-metal-de-vigo-los-metodos-proletarios-de-lucha; Las revueltas de la juventud en Grecia confirman el desarrollo de la lucha de clases https://es.internationalism.org/revista-internacional/200904/2483/las-revueltas-de-la-juventud-en-grecia-confirman-el-desarrollo-de- ; Luchas en Egipto: una expresión de la solidaridad y la combatividad obreras https://es.internationalism.org/accion-proletaria/200711/2101/luchas-en-egipto-una-expresion-de-la-solidaridad-y-la-combatividad-obr ; Tesis sobre el movimiento de los estudiantes de la primavera de 2006 en Francia https://es.internationalism.org/revista-internacional/200606/964/tesis-sobre-el-movimiento-de-los-estudiantes-de-la-primavera-de-200 y 2011: de la indignación a la esperanza https://es.internationalism.org/cci-online/201204/3349/2011-de-la-indignacion-a-la-esperanza

3 CPE: Contrato de Primer Empleo, una medida del gobierno francés que legalizaba la precariedad so pretexto de dar “oportunidades de empleo” a los jóvenes.

7 El capitalismo, desde los años 60, se ha visto obligado, por las necesidades de su reproducción, a generalizar la educación universitaria a una mayoría de la población. No ha sido una obra benéfica, sino con el objetivo de aumentar la productividad del trabajo.

8 En las plantillas de las grandes empresas, por ejemplo, en las fábricas automovilísticas, trabajan no solamente los contratados de la empresa, sino una miríada de subcontratas o de empresas auxiliares que pertenecen a otra empresa o están encuadrados en otro convenio colectivo, tienen otras condiciones laborales, otros sueldos, otros horarios, comen aparte etc.

9 El nacionalismo pesó como una losa en el movimiento de indignados en Grecia donde en las concentraciones y marchas se agitaban banderas nacionales. En España, si bien no hubo banderas españolas, muchos de los jóvenes que participaron en las asambleas de Barcelona se dejaron arrastrar a la repugnante movilización por la “independencia de Cataluña” desde 2012. Ver España y Cataluña: dos patrias para imponer la miseria https://es.internationalism.org/cci-online/201209/3482/espana-y-cataluna-dos-patrias-para-imponer-la-miseria

10 Para una denuncia de esta gentuza ver Movimiento ciudadano ¡Democracia Real Ya!: dictadura del Estado contra las asambleas masivas https://es.internationalism.org/cci-online/201106/3118/movimiento-ciudadano-democracia-real-ya-dictadura-del-estado-contra-las-asamb Cabe señalar que muchos de los cuadros que militaron en DRY se unieron posteriormente a esa empresa de engaño e hipocresía capitalista que es Podemos.

12 Con el desarrollo de la descomposición política e ideológica del capitalismo, la burguesía de los países centrales tiende a perder el control del juego electoral. De ello es expresión la aparición de fracciones populistas que son defensoras acérrimas del capital nacional, pero que actúan de forma indisciplinada, caótica, defendiendo opciones imperialistas, económicas etc., que no son válidas para el interés global del Estado capitalista.

13 A pesar de la resistencia a que DRY impusiera un “Decálogo Democrático”

15 Para un análisis del significado y límites de la indignación ver el capítulo sobre ese tema de nuestro Informe sobre la lucha de clases internacional para el 24º Congreso de la CCI (2021) https://es.internationalism.org/content/4719/informe-sobre-la-lucha-de-clases-internacional-para-el-24o-congreso-de-la-cci-2021 , también la denuncia del librito de Hessel sobre la indignación, ver https://es.internationalism.org/accion-proletaria/201107/3158/a-proposito-de-los-libros-indignaos-y-comprometeos-de-stephane-hessel

18 Diez días que estremecieron el mundo, https://www.marxists.org/espanol/reed/diezdias/index.htm

19 Ídem., Segundo Capítulo de Feuerbach, Oposición entre las concepciones materialista e idealista, sección 6ª Conclusiones de la concepción materialista de la historia: continuidad del proceso histórico, transformación de la historia en historia universal, necesidad de la revolución comunista

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