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En todo el mundo, los ataques contra la clase obrera se están extendiendo y profundizando[1]. La clase dominante está tratando desesperadamente de frenar los efectos de la decadencia histórica de su propio modo de producción a costa, como siempre, de los trabajadores, a quienes se obliga a pagar el precio de esa agonía. En los países "ricos" se multiplican los planes de despidos, sobre todo en Alemania y el Reino Unido. Algunos de los países calificados de "emergentes" (Brasil, Argentina, Turquía) ya están en recesión, con todo lo que esto implica para la situación de los trabajadores. En cuanto a los proletarios de países que no son ni "ricos" ni "emergentes", su situación es aún más dramática; la población no explotadora también está sumida en un pozo son fondo de miseria.
En particular estos últimos países han sido recientemente escenario de movimientos populares en respuesta a los sacrificios que, una y otra vez, se les exigen por parte del capital, y que son a menudo ejecutados por gobiernos plagados de corrupción, y desacreditados y odiados por la población. Hablamos de los movimientos que hemos visto en Chile, Ecuador[2], Haití, Irak, Argelia, Líbano y, más recientemente, en Irán. Estas movilizaciones, a menudo muy masivas, se han visto acompañadas en algunos países de brotes de violencia y represión sangrienta. También en el masivo movimiento de protesta en Hong Kong, que no ha partido esencialmente en respuesta a la pobreza o la corrupción, sino contra el fortalecimiento del arsenal represivo que haría posible las extradiciones a la China continental, hemos visto recientemente la aparición de un mayor nivel de represión: la policía ha disparado a manifestantes a quemarropa[3].
Si la clase obrera participa en estas "revueltas populares", jamás lo hace como clase antagónica al capitalismo, sino anegada en eso que se llama el “pueblo”. Es más: son precisamente las dificultades que arrostra para reconocer su propia identidad de clase y su ausencia de la escena social mundial lo que explica precisamente la multiplicación de estos movimientos populares estériles que no son capaces de oponerse a la lógica del capital. Más que favorecer la emergencia futura de una respuesta de la clase obrera y, con ella, de la única perspectiva viable - la lucha contra el sistema capitalista -, las revueltas populares, interclasistas, carentes de porvenir, sólo enfoscan esa perspectiva. En realidad, refuerzan aún más las dificultades de la clase obrera para asumir su combate de clase contra las expresiones crecientes de la bancarrota del capitalismo. Estas movilizaciones, en realidad, no pueden impedir el hecho de que las contradicciones de este sistema, que serán cada vez más profundas, empujen más y más fuerte a la clase obrera mundial a afrontar todas las dificultades a las que se enfrenta en la actualidad. El papel de los revolucionarios es decisivo para ello puesto que son los únicos capaces de hacer una crítica inflexible de sus debilidades.
La exasperación ante la perspectiva de más y más miseria hace explotar la ira.
Tras años de repetidos ataques, a menudo es un nuevo ataque, no necesariamente relevante, el que “enciende la mecha”.
En Chile, el aumento del precio del metro en Santiago fue "la gota que colmó el vaso". "En las manifestaciones uno de los lemas que han surgido es: “El problema no son los 30 centavos [de aumento], sino los 30 años [de ataques]". En este país, el salario mensual es inferior a 400 euros, la precariedad es general, los costes de los alimentos y los servicios son desproporcionados, los sistemas públicos de educación y salud son insuficientes, y el sistema de pensiones condena a los jubilados a la miseria.
En Ecuador, el movimiento de protesta vino propiciado por un aumento repentino del precio del transporte que se suma al incremento del coste de todos los productos o servicios básicos, añadido a congelación de los salarios, despidos masivos, y la "donación" obligatoria de una jornada laboral al Estado, la reducción de los permisos y otras medidas que significan mayor deterioro y precariedad de las condiciones de vida.
En Haití, la escasez de combustible golpea a la población como una calamidad adicional que lleva a la parálisis del país más pobre de América Latina, uno de los pocos del planeta en que la tasa de pobreza extrema no cesa de crecer.
Si bien la crisis económica es, por lo general, la causa principal de los ataques a las condiciones de vida, esto se superpone, en algunos países como Líbano e Irak, a las consecuencias traumáticas y dramáticas de las tensiones imperialistas y las guerras sin fin de Oriente Medio.
En el Líbano, la causa de la “revuelta” es la imposición de una tasa a las llamadas por WhatsApp en el país con la mayor deuda per cápita del mundo. Cada año el gobierno añade nuevos impuestos, un tercio de la población está desempleada y las infraestructuras son muy pobres. En Irak, desde el primer día de un movimiento espontáneo que surgió de llamamientos a manifestarse nacidos en las redes sociales, los manifestantes piden empleo y que funcionen los servicios públicos expresando su enojo contra una clase dominante tachada de corrupta.
En Irán, el aumento de los precios de la gasolina se suma a una situación de profunda crisis económica agravada por las sanciones estadounidenses contra el país.
Impotencia de los movimientos, represión y maniobras de la burguesía
En Chile, los intentos de lucha han sido desviados al terreno de la violencia nihilista sin ninguna perspectiva, característica de la descomposición capitalista. También hemos visto, favorecido por el propio Estado, la aparición del lumpen en actos de violencia irracional y minoritaria. Este clima de violencia ha sido desde luego utilizado por el Estado para justificar la represión e intimidar al proletariado. Según cifras oficiales, se han producido 19 muertes. La tortura ha reaparecido como en los peores momentos de Pinochet. Sin embargo, la burguesía chilena acabó por darse cuenta de que la represión brutal no era suficiente para calmar el descontento. El gobierno de Piñera entonó entonces un mea culpa, adoptó una postura de "humildad", dijo "haber entendido" el "mensaje del pueblo", retirando “provisionalmente” las medidas adoptadas y abriendo la puerta a la "concertación social". Es decir, los ataques se impondrán por "negociación", desde la mesa de "diálogo" donde se sientan los partidos de la oposición, los sindicatos, los empresarios, todos juntos "representando a la nación". ¿Por qué este cambio de táctica? Porque la represión no es eficaz si no va acompañada del engaño democrático, la trampa de la unidad nacional y la disolución del proletariado en la masa amorfa del "pueblo"[4].
En Ecuador, las asociaciones de transporte paralizaron el tráfico y el movimiento indígena, así como otros grupos diversos, se unieron a la movilización. Las protestas de los empresarios del transporte y de otros sectores de pequeños agricultores tienen lugar en un terreno "ciudadano" y, sobre todo, nacionalista. Es en este contexto que las nacientes movilizaciones de los trabajadores contra los ataques -en el sur de Quito, Tulcán y la provincia de Bolívar- constituyen una brújula para la acción y la reflexión frente al estallido de la "movilización" de la pequeña burguesía.
La República de Haití se encuentra en una situación cercana a la parálisis general. Las escuelas están cerradas, las principales carreteras entre la capital y las regiones están bloqueadas por cortes de carreteras y muchas tiendas están cerradas. El movimiento se acompaña de manifestaciones a menudo violentas, mientras que las bandas criminales (entre las 76 bandas armadas registradas en todo el territorio..., al menos tres están a sueldo del gobierno, el resto bajo el control de un exdiputado y senadores de la oposición) cometen abusos, bloquean las carreteras y chantajean a los escasos automovilistas. El domingo 27 de octubre, un guardia de seguridad privada disparó contra los manifestantes, matando a una persona. Luego fue linchado por la multitud y quemado vivo. Un informe no oficial indica que unas 20 personas han muerto en dos meses.
Argelia. Una vez más, una marea humana invadió las calles de Argel en el aniversario del estallido de la guerra contra el colonizador francés. La movilización es similar a la registrada en el apogeo del "Hirak", el movimiento de protesta sin precedentes que tiene lugar en Argelia desde el pasado 22 de febrero. Se opone masivamente a las elecciones presidenciales que el Gobierno pretende celebrar el próximo 12 de diciembre para elegir al sucesor de Bouteflika, considerando que sólo pretende remodelar este "sistema".
Irak. En varias provincias del sur, los manifestantes han atacado instituciones y oficinas de partidos políticos y grupos armados. Funcionarios, sindicatos, estudiantes y escolares se manifestaron y comenzaron las sentadas. Aunque la represión de estas manifestaciones ha causado hasta ahora, según un informe oficial, la muerte de 239 personas - la mayoría de ellas por munición real -, la movilización ha continuado en Bagdad y en el sur del país. Desde el comienzo de la protesta, los manifestantes han declarado repetidamente que rechazan el apoyo político a tal o cual fracción del poder puesto que pretender renovar a toda la clase política. También, dicen, hay que liquidar el complicado sistema de reparto de puestos en función de confesiones religiosas o etnias, que aboca al clientelismo y que siempre mantiene a los jóvenes, aunque sean la mayoría de la población, fuera de juego. En los últimos días, ha habido enormes y eufóricas manifestaciones y piquetes que han paralizado universidades, escuelas y administraciones. Además, se produjeron asaltos nocturnos a sedes de partidos y milicias.
Líbano. La ira popular es generalizada y trasciende a todas las comunidades, religiones y regiones del país. La cancelación del nuevo impuesto sobre las llamadas a través de WhatsApp no impidió que la revuelta se extendiera por todo el país. La renuncia de Saad Hariri no significa más que una mínima parte de las exigencias de la población. Los libaneses exigen la salida de toda la clase política, a las que se tacha de corrupta e incompetente, así como un cambio radical en el sistema.
Irán. Tan pronto como se anunció el aumento del precio de la gasolina se produjeron violentos enfrentamientos con las fuerzas policiales que causaron varias muertes en ambos bandos, en particular en el lado de los manifestantes.
La trilogía "interclasismo, demanda democrática, violencia indiscriminada".
En todas las revueltas populares interclasistas mencionadas anteriormente, y de acuerdo con la información que hemos podido recopilar, la clase obrera sólo muy ocasionalmente ha logrado manifestarse como tal, incluso en situaciones como la de Chile, donde la causa principal de las movilizaciones ha sido claramente la necesidad de defenderse de ataques económicos.
A menudo, la "revuelta" toma como objetivo privilegiado, o incluso único, a quienes detentan el poder, a los que se culpa de todos los males que abruman a la población, pero eluden atacar el sistema al que éstos sirven. Centrar la lucha en reemplazar a los políticos corruptos es obviamente un callejón sin salida porque, cualesquiera que sean los equipos en el poder, cualquiera que sea su nivel de corrupción, sólo actuarán y sólo podrán actuar en defensa de los intereses de la burguesía, ejecutando las políticas que necesite el capitalismo en crisis. Se trata de un callejón sin salida verdaderamente peligroso puesto que viene "legitimado" por las reivindicaciones democráticas, "por un sistema limpio" etc., cuando en realidad la democracia es la forma privilegiada de dominación de la burguesía para mantener su dominio de clase sobre la sociedad y el proletariado. Resulta muy significativo que, en Chile, después de la feroz represión y ante una situación cuya explosividad había sido subestimada por la burguesía, ésta pasó a una nueva etapa en su respuesta a través de un ataque político poniendo en marcha los organismos democráticos de mistificación y encuadramiento, enfocados a la redacción de una “nueva constitución" lo que se presenta como una victoria del movimiento de protesta.
La reivindicación democrática diluye a los proletarios en el conjunto de la población, nubla la conciencia de su lucha histórica, los somete a la lógica de la dominación del capitalismo, los reduce a la impotencia política.
El interclasismo y la democracia son dos métodos que se complementan de forma terriblemente eficaz contra la lucha autónoma de la clase obrera. Y esto es aún más cierto si cabe cuanto que en el período histórico abierto con el colapso del bloque del Este y las engañosas campañas sobre la muerte del comunismo[5], el proyecto histórico del proletariado ha dejado, momentáneamente, de sustentar más o menos consciente su lucha. Cuando esta lucha consigue abrirse paso, lo hace contrarrestando el fenómeno general de la descomposición de la sociedad donde el individualismo, el “cada uno a la suya”, la falta de perspectivas, etc. tienen mayor peso[6].
Los estallidos de violencia que a menudo acompañan a las revueltas populares no son sinónimos de radicalidad. Esto es evidente cuando son obra de los lumpen tanto si actúan por sí mismos o al dictado de la burguesía, con su reguero de vandalismo, saqueos, incendios, violencia irracional y minoritaria. Lo más importante sin embargo es comprender que esa violencia, aunque estos no obedezcan directamente a las instituciones estatales, es destructiva para quienes la practican y se opone radicalmente a la violencia de la clase obrera[7]. Puesto que carecen de una perspectiva de transformación radical de la sociedad para abolir la miseria, las guerras, la creciente inseguridad y otras calamidades del capitalismo en agonía, sólo pueden estar marcadas por todas las taras de la sociedad capitalista en decadencia.
El pudrimiento del movimiento de protesta en Hong Kong representa una clara ilustración de ello, ya que la cada vez más evidente ausencia de perspectivas -de hecho, no podía tener ninguna ya que estaba confinado al campo "democrático" sin cuestionar al capitalismo-, ha derivado en una gigantesca venganza por parte de los manifestantes contra la violencia policial, y luego de los propios policías, a veces espontáneamente, contra los manifestantes que les agreden. Esto lo que constatan algunos órganos de la prensa burguesa: "Nada de lo que Pekín podría haber intentado para frenarlos ha funcionado. Ni la retirada de la ley de extradición, ni la represión policial, ni la prohibición de llevar máscaras en la vía pública. Ahora ya estos jóvenes hongkoneses no se nutren de una esperanza sino por un ansia de separarse, a falta de cualquier otra salida posible"[8].
Algunos creen -o quieren que creamos- que cualquier violencia en esta sociedad, cuando se ejerce contra las fuerzas represivas del Estado, habría de ser apoyada pues sería similar a la necesaria violencia de clase que ejerce el proletariado cuando lucha contra la opresión y explotación capitalista[9]. Esto un profundo malentendido o una gran mistificación. De hecho, la violencia ciega de los movimientos interclasistas no tiene nada que ver con la violencia de clase del proletariado, que es liberadora, para la supresión de la explotación del hombre por el hombre, a diferencia de la del capitalismo, que es opresiva, con el objetivo en particular de defender la sociedad de clases. La violencia de los movimientos interclasistas es desesperada, a imagen de la pequeña burguesía, que carece de un futuro propio y a la que no le queda más que la nada más que alinearse detrás de la burguesía o el proletariado.
Así pues, la trilogía "interclasismo, reivindicación democrática, violencia indiscriminada" es el sello distintivo de las revueltas populares que están emergiendo en todo el mundo en respuesta a la acelerada degradación de todas las condiciones de vida que afectan a la clase obrera, a otros estratos no explotadores y a la pequeña burguesía totalmente empobrecida. El movimiento de “los chalecos amarillos” que apareció en Francia hace un año también pertenece a esta categoría de revueltas populares[10]. Estos movimientos sólo pueden contribuir a oscurecer a los ojos de los proletarios lo que es la verdadera lucha de clases, a reforzar sus dificultades actuales para concebirse a sí mismos como una clase de sociedad, diferente de las demás clases, con su lucha específica contra la explotación y su misión histórica de derrocar al capitalismo.
Por eso, la responsabilidad de los revolucionarios y de las minorías más conscientes de la clase obrera es trabajar para que la clase obrera se apropie de sus propios métodos de lucha, en cuyo centro se encuentra la lucha masiva; la asamblea general como foro de discusión y decisión defendida contra los intentos de sabotaje de los sindicatos, abierta a todos los sectores de la clase obrera; la extensión a otros sectores confrontando las maniobras de aislamiento que propician los sindicatos y la izquierda del capital[11]. Aun cuando estas perspectivas aparezcan hoy distantes, y así sucede hoy en muchas partes del mundo, sobre todo cuando la clase obrera es muy minoritaria y carece de experiencia histórica, constituyen sin embargo en todas partes la única brújula que permitirá que el proletariado no se disuelva y se pierda.
Silvio. (17/11/2019)
[2] Sobre Chile ver Chile: el dilema no es Democracia o Dictadura sino Barbarie Capitalista o Revolución Proletaria Mundial https://es.internationalism.org/content/4486/chile-el-dilema-no-es-democracia-o-dictadura-sino-barbarie-capitalista-o-revolucion Sobre Ecuador: LOS EFECTOS DE LA DESCOMPOSICIÓN CAPITALISTA EN EL ECUADOR, SÓLO EL PROLETARIADO PODRÁ DETENER LA BARBARIE https://es.internationalism.org/content/4490/los-efectos-de-la-descomposicion-capitalista-en-el-ecuador-solo-el-proletariado-podra
[3] Ver Protestas masivas callejeras en Hong Kong: Las ilusiones democráticas son una trampa peligrosa para el proletariado https://es.internationalism.org/content/4453/protestas-masivas-callejeras-en-hong-kong-las-ilusiones-democraticas-son-una-trampa y Manifestaciones en Hong Kong: Cuando el imperialismo alimenta el mito democrático https://es.internationalism.org/content/4467/manifestaciones-en-hong-kong-cuando-el-imperialismo-alimenta-el-mito-democratico
[4] Para más información y análisis sobre la situación en Chile, ver nuestro artículo Movimiento Social en Chile: la dictadura o democracia alternativa es un callejón sin salida.
[5] Pronto volveremos en artículos en nuestra prensa a analizar el considerable impacto de estas falsas campañas sobre la lucha de clases y destacaremos cómo el estado del mundo se ha convertido en lo opuesto a la era de paz y prosperidad que anunciaron entonces.
[6] Ver Tesis sobre la Descomposición https://es.internationalism.org/revista-internacional/200510/223/la-descomposicion-fase-ultima-de-la-decadencia-del-capitalismo e Informe sobre la Descomposición hoy https://es.internationalism.org/content/4454/informe-sobre-la-descomposicion-hoy-mayo-de-2017
[7] Ver la Resolución sobre el terror, el terrorismo y la violencia de clase, https://es.internationalism.org/revista-internacional/197810/2134/resolucion-sobre-el-terror-el-terrorismo-y-la-violencia-de-clase
[8] "Los manifestantes de Hong Kong no están impulsados por la esperanza" en The Atlantic
[9] Desde este punto de vista, es muy esclarecedor comparar las recientes revueltas en Chile con el episodio de la lucha obrera en Argentina conocido como el Cordobazo en 1969, sobre el cual recomendamos leer nuestro artículo "El Cordobazo argentino (mayo de 1969): eslabón en una cadena de movilizaciones obreras en todo el mundo".