Enviado por Accion Proletaria el
Adjunto | Tamaño |
---|---|
respuesta_a_ferdinand.pdf | 130.19 KB |
El texto “Divergencias con la Resolución sobre la situación internacional en el 24º Congreso de la CCI (Explicación de una posición minoritaria. Contribución del camarada Ferdinand)” presenta los desacuerdos del camarada Ferdinand con respecto al análisis que hace la CCI del periodo actual. Estos desacuerdos, como él mismo señala ("porque tengo desacuerdos parecidos a los del camarada Steinklopfer") comparten mayormente la misma base que los que formuló el camarada Steinklopfer en el XXIII Congreso de la CCI, y que volvió a traer a colación en el texto con el que presentó sus enmiendas a la resolución del XXIV Congreso. Dimos una amplia respuesta a estas divergencias en 2019, y más recientemente, en una contribución publicada en nuestra web en inglés. Los argumentos que se desarrollan en esta última son válidos, en general, en lo que respecta a las críticas del texto de Ferdinand, y no volveremos a tratarlos aquí[1].
Esta contribución se centrará en la comprensión de la situación en China, la cual ocupa buena parte de las contribuciones de Ferdinand. Aclaramos ante todo que estamos de acuerdo con Ferdinand cuando insiste en la importancia del debate, aún más en las vicisitudes de un periodo marcado por la aparición de nuevos fenómenos, en el que "no es inusual que al interior de una organización revolucionaria viva se den controversias sobre el análisis de la situación mundial". Ciertamente, la CCI no es una organización monolítica, y sería preocupante que al calor de las convulsiones de los últimos años no aparecieran cuestionamientos ni desacuerdos. De esta forma, comprender "la evolución de China y el poder económico de su capitalismo de Estado" es una cuestión esencial, no solo a la hora de entender mejor la dinámica actual del capitalismo sino también a la hora de aplicar el método marxista al análisis de la situación.
Desde el inicio de su contribución, Ferdinand expresa sus críticas del análisis de la situación en China que hace la organización y plantea el método que pretende desarrollar: "Las afirmaciones de que China es una bomba de relojería, de que su Estado es débil y de que su crecimiento económico se tambalea son expresiones de una subestimación del desarrollo económico e imperialista real de China en los últimos 40 años. Comprobemos primero los hechos y los fundamentos teóricos en los que se basa este análisis erróneo". Examinaremos pues, atentamente, los hechos aquí referidos y los fundamentos teóricos que Ferdinand cree erróneos. Pero antes de eso, ¿qué podemos decir de la afirmación de que la CCI ha subestimado siempre el desarrollo de China y de que sigue haciéndolo a día de hoy?
1. ¿Una subestimación continua del desarrollo de China por parte de la CCI?
Una primera puesta en duda, algo insidiosa, del análisis de la organización, es afirmar que siempre ha hecho caso omiso del desarrollo de China ("El desarrollo de China se ha subestimado en nuestra organización durante décadas") y de que sigue haciéndolo ("Pero este reconocimiento fue a medias. Pronto los viejos esquemas volvieron a colarse en nuestros análisis"). El hecho es que, ciertamente, es incorrecto decir que la CCI ha ignorado el desarrollo de China durante décadas.
A finales de los años 70 la CCI señaló una evolución en la relación de fuerzas entre los bloques, que sería de primera importancia de cara al futuro:
"Como en el resto del mundo, el eslogan del capital chino ha pasado a ser ‘exporta o muere’. Pero la debilidad de su economía y de su posición en el mercado mundial suponen que China ya no puede hacer de Llanero Solitario, y se ve obligada a integrarse más fuertemente en el bloque occidental, como puede verse a nivel económico en su balance comercial, y a nivel político, con su apoyo a todas las políticas occidentales o del tercer mundo que sean hostiles a Moscú" (Révolution Internationale 41, septiembre de 1977).
"Los últimos años han sido testigos de un fortalecimiento considerable del imperialismo americano y del debilitamiento de su rival ruso. La integración de China en el bloque estadounidense y el compromiso de Pekín para un rearmamento masivo se traducen en que el Kremlin se enfrenta a una fuerza cada vez más amenazadora en su frontera oriental – y que además podría bloquear firmemente su acceso a la riqueza industrial japonesa. Ni siquiera el esfuerzo del imperialismo ruso por flanquear a China a través de la península indochina puede minimizar esta victoria del imperialismo estadounidense en el Lejano Oriente" (Revista Internacional 18, Informe sobre la Situación Internacional del tercer Congreso de la CCI).
Esta fue una dinámica crucial que comenzó en los años 60 y 70 con la "ruptura ideológica con Moscú" de China, su abandono del bloque ruso y, durante los 70, (tras la visita de Nixon a Pekín en 1972 y el establecimiento de relaciones diplomáticas en 1979), un acercamiento gradual al bloque americano, para poder "trabajar juntos y unirnos para contrarrestar al oso polar" (Deng Xiaoping en 1979).
Durante los últimos 70 años (30 de los cuales ha estado bajo el dominio del Partido "Comunista"), es decir, durante la mayor parte del s. XX, China fue una de las expresiones más evidentes de la entrada del capitalismo en su decadencia – una economía en ruinas, guerras civiles, interferencia e invasiones de imperialismos extranjeros, hambrunas gigantescas, mareas de refugiados y el exterminio de millones de personas. Su integración en el mercado occidental abrió las puertas a su desarrollo económico y a una formidable modernización tecnológica, particularmente a finales de los 80 y durante los 90. Fue en esta época y a principios de la década de los 2000 cuando la CCI empezó a señalar, y analizó, el ascenso de China a potencia mundial:
-
A nivel económico, subrayando que en ningún caso la nueva situación llegaba a poner en cuestión el análisis de la decadencia histórica del capitalismo:
"La decadencia del capitalismo, en contra de lo que pronosticaron algunos elementos de la Izquierda comunista alemana en los años 1920, nunca ha podido interpretarse como un derrumbe repentino del sistema. Tampoco como el bloqueo absoluto del desarrollo de las fuerzas productivas que erróneamente planteó Trotski en los años 30 […] la burocracia china ha conseguido asombrosamente la hazaña de mantenerse con vida. Algunas de las críticas que se hacen a la noción de decadencia del capitalismo presentan precisamente esto como la demostración de que el sistema capitalista tiene aún capacidad de desarrollarse y de lograr un crecimiento real.
La verdad es que el actual “boom” chino no pone en entredicho el declive general de la economía capitalista mundial, puesto que a diferencia de lo que sucedía en el período ascendente del capitalismo:
-
el actual crecimiento industrial de China no forma parte de un proceso global de expansión. Todo lo contrario, ya que tiene como corolario directo la desindustrialización y el estancamiento de las economías más avanzadas, que deslocalizan hacia China en busca de menores costes laborales;
-
el proletariado chino no tiene ante sí la perspectiva de una mejora significativa de sus condiciones de vida, sino que es previsible que sufra cada vez más ataques contra sus condiciones de vida y trabajo, y una acrecentada pauperización de enormes masas de trabajadores y campesinos fuera de las principales zonas de crecimiento;
-
ese crecimiento frenético no contribuirá a una expansión global del mercado internacional, sino a profundizar la crisis mundial de sobreproducción pues dado que la capacidad de consumo de las masas chinas es sumamente restringida, la mayor parte de los producido allí se dirige hacia la exportación a los países capitalistas más desarrollados;
-
la irracionalidad fundamental del “despegue” chino aparece en toda su magnitud cuando se ven los brutales niveles de contaminación que engendra, lo que evidencia claramente cómo la presión imperativa que sufre cada capital nacional para explotar a mansalva sus recursos naturales para poder ser competitivo en el mercado mundial conduce a una terrible degradación del medio ambiente planetario;
-
a imagen y semejanza del sistema capitalista en su conjunto, la totalidad del crecimiento de China está basado en una montaña de deudas que jamás podrá compensar con una verdadera expansión en el mercado mundial.
Hasta la propia burguesía reconoce la fragilidad de este tipo de “boom”, y no esconde la alarma que le inspira la “burbuja” de la economía china. Y no porque le disgusten los niveles bestiales de explotación sobre los que está fundamentada, ni mucho menos, ya que son precisamente estos lo que hace atractivo invertir en China, sino por la excesiva dependencia del conjunto de la economía mundial respecto al mercado chino, y por tanto por las catastróficas consecuencias de un hundimiento de esta economía no sólo para China (que reviviría una situación de violenta anarquía como la de los años 1930), sino para toda la economía mundial.
[…]
Es cierto que el capitalismo entró en su fase de decadencia bastante antes de que tales mercados se agotasen, como también que el capitalismo ha tratado de utilizar de la mejor forma posible lo que ha ido quedando de estas áreas económicas, como salida para su producción. Ahí están los ejemplos del crecimiento de Rusia durante los años 1930, o la integración de lo que quedaba en el sector agrario durante la reconstrucción que siguió a la Segunda Guerra mundial. Pero la tendencia dominante en el capitalismo decadente es, desde luego, el recurso a un mercado artificial basado en el endeudamiento" (Revista Internacional 122, XVI Congreso de la CCI: Resolución sobre la situación Internacional[2].
-
A nivel de la expresión de su cada vez mayor poder imperialista a principios del s. XXI:
]"En particular, [EEUU] no podría desanimar a China para hacer prevalecer sus ambiciones imperialistas, que le permiten su estatuto reciente de gran potencia industrial. Está claro que ese país, a pesar de su importancia demográfica y económica, no tiene, absolutamente, los medios militares o tecnológicos, y no está cerca de tenerlos, para constituirse como una nueva cabeza de bloque. Sin embargo, tiene los medios de perturbar, aún más, las ambiciones norteamericanas –ya sea en África, en Irán, en Corea del Norte, o en Birmania– y aportar su piedra a la inestabilidad creciente que caracteriza a las relaciones imperialistas" (XIX Congreso de la CCI – Resolución sobre la Situación Internacional).
No hubo falta de atención al desarrollo de China, sino un cierto esquematismo en la comprensión de las manifestaciones de la decadencia, que caracterizó la aplicación y profundización de este marco de análisis, como la misma organización hizo notar en su XXI Congreso de 2015:
"la negación, en algunos de nuestros textos clave, de cualquier posibilidad de expansión del capitalismo en su fase decadente, también ha dificultado a la organización explicar el crecimiento vertiginoso de China y de otras “nuevas economías” en el periodo que siguió a la caída de los viejos bloques. Aunque estos crecimientos no han puesto en entredicho, como algunos hayan podido decirlo, la decadencia del capitalismo, siendo incluso una clara expresión de ésta, sí que contradicen la posición según la cual en el periodo de decadencia no hay ninguna posibilidad de un despegue industrial en las regiones de la “periferia”. Aunque hemos sido capaces de refutar algunos de los mitos más comunes sobre la “globalización” en la fase que siguió al hundimiento de los bloques (mitos propalados tanto por la derecha, que veía ahí un nuevo y glorioso capítulo en el triunfo del capitalismo, como por la izquierda, que lo utilizaba para una revitalización de sus viejas soluciones nacionalistas y estatistas), no fuimos capaces de discernir el núcleo de la verdad en la mitología mundialista: que el final del viejo modelo autárquico abría nuevas esferas a las inversiones capitalistas, incluso la explotación de una nueva enorme fuente de fuerza de trabajo extraída desde fuera de las relaciones sociales directamente capitalistas" (XXI Congreso de la CCI – Resolución sobre la situación internacional).
"pero fuimos, no obstante, menos capaces de prever la capacidad de Rusia de volver a emerger como fuerza que se hace notar en la escena mundial; y, lo que es aún más importante, tardamos mucho en ver el ascenso de China como nuevo actor significativo en las rivalidades entre las grandes potencias, unas rivalidades que se han ido agudizando en las dos o tres últimas décadas –un fracaso estrechamente conectado a nuestro problema para reconocer la realidad del avance económico de China" (Ibíd., punto 11).
No obstante, la afirmación de Ferdinand de que si esto se dio en el pasado de la organización, bien puede ser el caso actualmente, es un método erróneo de argumentación. Desde que se reconoció este peligro en la organización, podemos ver que se ha mantenido atentamente el marco de comprensión del desarrollo de China en análisis recientes:
"Las etapas del ascenso de China son inseparables de la historia de los bloques imperialistas y de su desaparición en 1989: la posición de la izquierda comunista que afirmaba la ‘imposibilidad de cualquier emergencia de nuevas naciones industrializadas’ en el período de decadencia y la condena de los Estados ‘que no lograron su despegue industrial antes de la Primera Guerra Mundial para estancarse en el subdesarrollo, o para superar un atraso crónico en comparación con las potencias dominantes’ era perfectamente válida en el período de 1914 a 1989. Fue la camisa de fuerza de la organización del mundo en dos bloques imperialistas opuestos (permanentes entre 1945 y 1989) en preparación para la guerra mundial lo que impidió cualquier ruptura de la jerarquía entre las potencias. El ascenso de China comenzó con la ayuda estadounidense que recompensó su cambio imperialista a los Estados Unidos en 1972. Continuó de manera decisiva después de la desaparición de los bloques en 1989. China parece ser el principal beneficiario de la ‘globalización’ tras su adhesión a la OMC en 2001, cuando se convirtió en el taller mundial y en el receptor de las deslocalizaciones e inversiones occidentales, convirtiéndose finalmente en la segunda potencia económica del mundo. Fueron necesarias las circunstancias sin precedentes del período histórico de descomposición para permitir el ascenso de China, sin las cuales no habría ocurrido.
El poder de China soporta todos los estigmas del capitalismo terminal: se basa en la sobreexplotación de la fuerza de trabajo proletaria, el desarrollo desenfrenado de la economía de guerra, del programa nacional de ‘fusión militar-civil’ y va acompañado de la destrucción catastrófica del medio ambiente, mientras que la ‘cohesión nacional’ se basa en el control policial de las masas sometidas a la educación política del Partido Único y en la feroz represión de las poblaciones alófonas del Xinjiang y el Tíbet musulmanes. De hecho, China es sólo una metástasis gigantesca del cáncer militarista generalizado de todo el sistema capitalista: su producción militar se está desarrollando a un ritmo frenético, su presupuesto de defensa se ha multiplicado por seis en 20 años y ocupa el segundo lugar en el mundo desde 2010" (Punto 11 de la Resolución sobre la situación internacional del XXIII Congreso de la CCI).
En realidad, el problema para Ferdinand no es la subestimación de la expansión china, sino el marco de interpretación en el que se incluye ("La formulación de <<el crecimiento extraordinario de China es un producto de la descomposición>>"). Para Ferdinand, el examen de los "hechos" tal y como son demuestran ya de entrada la falta de coherencia de la visión de la CCI.
2. ¿Qué es lo que confirman los hechos?
Ferdinand quiere examinar "los hechos". Pero sin embargo no empieza sino seleccionando los que más le convienen: "No podemos confiar en la propaganda china sobre la fortaleza de su sistema. Pero lo que los medios de comunicación occidentales o no chinos nos dicen sobre las contradicciones en China también es propaganda, y además a menudo es una ilusión". Desde aquí puede fácilmente descartar un matiz de los "hechos" defendidos por la organización ("Los elementos mencionados en la Resolución no son convincentes"), mientras que solo asume los que él cree factibles ("Si no cito literalmente otras fuentes, baso la información de este artículo en Wikipedia y The Economist, nota al pie nº5 de su texto).
Por tanto, los "hechos" que se digna a examinar están limitados exclusivamente a la cuestión de las tensiones internas de las clases dominantes. Y lo que es más, su modo de argumentar es bastante curioso:
-
Ferdinand compara de forma bastante absurda los cambios en el orden de batalla de ciertas burguesías europeas en los años 70, bajo la presión de la lucha de clases, con la exacerbación de las tensiones internas entre camarillas de cada burguesía nacional, lo que es ante todo un fenómeno de la fase de descomposición del capitalismo, y más específicamente, de la última década. Esto deriva en realidad de una presión cada vez mayor a la que tienen que enfrentarse las diferentes burguesías a nivel económico e imperialista, y a la dificultad de mantener el control de todo el sistema político (como se ve en el surgimiento del populismo en EEUU o Gran Bretaña, pero también en las tensiones entre camarillas del aparato de Estado chino).
-
Plantea la idea falsa y absurda de que la CCI defiende "la tesis de que el proletariado amenaza al régimen de Xi Jinping".
Tras este argumento se ocultan dos cosas: (a) una subestimación del peso de la descomposición en el aparato político de la burguesía, y (b) una tendencia a ver en el capitalismo chino una forma "avanzada" de capitalismo, como la de los países europeos, y no una expresión caricaturesca de la putrefacción del capitalismo. La cuestión para Ferdinand no es la de una lucha de facciones dentro del partido-Estado estalinista, sino la propuesta de modelos alternativos ("Pero no se ve ningún modelo alternativo para el curso del capitalismo de Estado chino") por parte de facciones de la burguesía, pertenecientes o no al partido. Esto demuestra que no es capaz de ver que el capitalismo de Estado estalinista chino no es una expresión de la fortaleza del capitalismo, sino un producto refinado de su barbarie, decadencia y descomposición.
Bajo esta perspectiva, su análisis de la represión de los capitalistas privados individuales revela por sí sola la falta de método que hay en su examen de "los hechos". Así comenta la represión de capitalistas privados: "El Partido está cortando las alas a algunas de las empresas más rentables y a los magnates más ricos; está dejando escapar el aire de algunas burbujas especulativas para controlar más estrictamente toda la actividad económica". Pero, ¿qué es lo que prueba este control más estrecho del Estado sobre las empresas privadas? El contexto de la fase de descomposición que destaca la CCI es exactamente lo que hace posible la comprensión de que la toma de control de sectores económicos enteros por parte del partido, que subraya la rigidez del sistema político estalinista en China que se halla bajo presión a nivel económico e imperialista, así como las tensiones en el seno del partido, son esencialmente una expresión de DEBILIDAD del régimen, no de fortaleza.
Los "hechos" que quiere examinar Ferdinand se limitan a la cuestión de las tensiones en la clase dominante, mientras que guarda silencio sobre la multitud de elementos que la organización señala como pruebas de las dificultades de China, ya desde el Informe sobre las tensiones imperialistas de junio de 2018 (RI 161), además del Informe sobre la pandemia y la desarrollo de la descomposición adoptada por el XXIV Congreso de la CCI en 2021 (RI 167):
"A largo plazo, la economía china se enfrenta a la deslocalización de industrias estratégicas por parte de Estados Unidos y los países europeos, y a las dificultades de la "Nueva ruta de la seda" debido a los problemas financieros vinculados a la crisis económica, y exacerbados por la crisis del Covid-19 (financiación china pero sobre todo niveles de deuda de países "socios" como Sri Lanka, Bangladesh, Pakistán, Nepal...) pero también por la creciente desconfianza por parte de muchos países y la presión anti-China de los Estados Unidos. Además, no es de extrañar que en 2020 se haya producido un desplome del valor financiero de las inversiones inyectadas en el proyecto de la “Nueva ruta de la seda” (-64%).
La crisis del Covid-19 y los obstáculos encontrados por la "Nueva ruta de la seda" también han exacerbado las tensiones cada vez más manifiestas en la cabeza del Estado chino, entre la facción "economista", que se centra principalmente en la globalización económica y el "multilateralismo" para continuar la expansión capitalista de China, y la facción "nacionalista" que exige una política más musculosa y que enfatiza la fuerza ("China que derrotó al Covid") frente a las amenazas internas (uigures, Hong Kong, Taiwán) y externas (tensiones con Estados Unidos, India y Japón). En la perspectiva del próximo Congreso Popular en 2022, que deberá nombrar al nuevo (o confirmar al viejo) presidente, la situación en China, por lo tanto, también es particularmente inestable".
Desde entonces, todos los informes sobre las tensiones imperialistas han propuesto elementos relacionados con la desastrosa gestión de la crisis del Covid: la acumulación de problemas económicos en China, el estancamiento del proyecto de la "Nueva Ruta de la Seda" y el agravamiento de los antagonismos en las filas de la burguesía china. El Informe sobre los conflictos imperialistas de noviembre de 2021 (RI 167), sintetiza las dificultades de China a diferentes niveles:
"China ha experimentado un ascenso meteórico en términos económicos e imperialistas en las últimas décadas, lo que la convierte en el más importante retador de los Estados Unidos. Sin embargo, como ya ilustran los sucesos de septiembre de 2021 en Afganistán, no ha sabido aprovechar ni el continuo declive estadounidense ni la crisis de Covid-19 y sus consecuencias para reforzar sus posiciones en cuanto a las relaciones imperialistas, sino todo lo contrario. Examinamos las dificultades a las que se enfrenta la burguesía china a la hora de hacerse cargo del Covid, de la gestión de la economía, de las relaciones imperialistas y las tensiones en su seno".
A cada uno de estos niveles se aportan elementos precisos para ilustrar que "En resumen, lejos de beneficiarse de la situación actual, la burguesía china, al igual que otras burguesías, se enfrenta al peso de la crisis, al caos de la descomposición y a las tensiones internas, que intenta contener por todos los medios dentro de sus caducas estructuras capitalistas de Estado" (Ibíd.). Desafortunadamente, Ferdinand ignora meticulosamente todo esto.
Así las cosas, ¿qué empuja al camarada a disputar la afirmación de que "China es una bomba de relojería", afirmación que no puede basarse en un seguimiento insuficiente o falta de pruebas por parte de la CCI, especialmente en lo que respecta al periodo presente, como muestran las referencias a nuestros textos congresuales? Con respecto a nuestro último análisis, ¿no sería cierto que los argumentos aquí discutidos son una pantalla de humo que esconde el verdadero motivo de desacuerdo, que debería buscarse al nivel de los "fundamentos teóricos"?
3. Una aplicación incorrecta y esquemática del marco de la decadencia y la descomposición… pero, ¿por parte de quién?
Ferdinand intenta demostrar que está criticando "una comprensión errónea y esquemática de la decadencia capitalista", y para ello propone una serie de cuestiones:
La primera trata de cómo la CCI subestima la tendencia a la constitución de nuevos bloques ("la Resolución resta importancia al peligro de una futura constelación de bloques"), que para Ferdinand es hoy dominante: "La lógica capitalista de la polarización entre China y Estados Unidos empuja a ambos a buscar aliados, a participar en la carrera armamentística y a dirigirse hacia la guerra". Este análisis, sin embargo, se abstrae de las características de la fase actual de la descomposición, en la que:
-
1. Hay una contraposición radical a la tendencia a la formación de bloques imperialistas que marcó a la "Guerra Fría". Esto ha sido planteado claramente por la CCI desde 1990:
"la tendencia a un nuevo reparto del mundo entre dos bloques militares está frenada, quizás incluso definitivamente, por el fenómeno cada día más profundo y general de la descomposición de la sociedad capitalista, tal como ya lo hemos recalcado nosotros" (RI 61, Tras el hundimiento del bloque del este, inestabilidad y caos).
"No es la formación de bloques imperialistas lo que está en la base del militarismo y del imperialismo. Es lo contrario: la formación de bloques no es sino la consecuencia extrema (que en cierta fase pueda agravar las causas mismas) del hundimiento del capitalismo decadente en el militarismo y la guerra" (RI 64, Texto de orientación: Militarismo y descomposición).
De esta forma, en el contexto actual de la guerra de Ucrania, las posiciones adoptadas por la India hacia EEUU y Rusia, las de China hacia Rusia y las de Turquía hacia Rusia y la OTAN (de la que es miembro), entre otros tantos ejemplos, destacan hasta qué punto es la inestabilidad la que marca las relaciones entre las potencias imperialistas, y no la constitución en bloques.
-
2. En ningún modo se da una disminución de la barbarie militarista o el peligro de guerra, como enfatizamos hace más de 30 años:
"los enfrentamientos militares entre Estados no van a desaparecer, independientemente de si las grandes potencias puedan usarlos en interés propio. Muy al contrario, como hemos visto en el pasado, el militarismo y la guerra son el modo de vida del capitalismo en decadencia, y la profundización de la crisis no hará más que confirmarlo.
En contraste con el periodo anterior, sin embargo, estos conflictos militares ya no asumirán la forma de un enfrentamiento entre dos grandes bloques imperialistas" (RI 63, Resolución sobre la situación internacional, junio de 1990).
"el final de los bloques lo que hace es abrir las puertas a una forma todavía más salvaje, aberrante y caótica del imperialismo" (RI 64, Militarismo y descomposición).
En respuesta a la interpretación que lleva a Ferdinand a preguntar "¿Debemos pensar que el capitalismo en su periodo de descomposición es más racional y, por tanto, más proclive a evitar la guerra?", lo cierto es exactamente lo contrario: la CCI ha señalado que la inestabilidad y el caos actuales, que provienen de la tendencia al cada uno para sí, no reducen el militarismo y el riesgo de guerras sino que paradójicamente han revivido el riesgo de una escalada nuclear, y de una forma más alarmante que durante la "Guerra Fría" (ver RI 168, La guerra de Ucrania, un paso de gigante hacia la barbarie y el caos generalizados).
Según Ferdinand, otro punto que muestra el esquematismo de la CCI es nuestro fracaso a la hora de reconocer que el capitalismo de Estado chino es el gran ganador del momento y de que se está fortaleciendo: "La Resolución subestima el hecho de que las economías fuertes están mucho mejor que las débiles […] Y niega que China sea un ganador de la situación […] China es uno de los ganadores de la crisis pandémica hasta ahora". Según Ferdinand, "Los círculos dirigentes de este país están utilizando la crisis pandémica para reestructurar su economía, su ejército, su imperio. Aunque el crecimiento económico en China se ha ralentizado en los últimos tiempos, detrás de esto hay hasta cierto punto un plan calculado de la élite política gobernante para aprovechar los excesos del capital privado y fortalecer el capitalismo de Estado para el desafío imperialista".
La CCI no niega en absoluto que, en esta fase de descomposición galopante, las burguesías nacionales pueden temporalmente, en determinadas áreas, sacar beneficios de una coyuntura: durante la primera década de la fase de descomposición, EEUU pareció tener éxito imponiendo su hegemonía (la primera guerra del Golfo, los acuerdos de Dayton para la ex-Yugoslavia); incluso a día de hoy algunos países productores de gas natural o crudo están amasando millones; de forma similar, China experimentó ciertamente una expansión económica nada desdeñable entre 1990 y 2016. Sin embargo, la cuestión central a tratar es la siguiente: ¿de dónde proviene esta expansión?
Para la CCI, la entrada del capitalismo en la fase final de su decadencia histórica en 1989, la fase de descomposición, posibilita la comprensión tanto de los ingredientes del ascenso súbito de China como de sus fragilidades internas y externas, así como de las contradicciones que amenazan su expansión. Esta tarea de poner las cosas en su contexto es exactamente lo que evita hacer Ferdinand, de una forma explícita y general.
Además, contrariamente a Ferdinand, que parece ver en el capitalismo de Estado estalinista el motor dinámico del desarrollo de China, la Gauche Communiste de France (en su revista Internationalisme en 1952) fue ya capaz de señalar que el capitalismo de Estado no soluciona, en esencia, las contradicciones del capitalismo por mucho que pueda retrasar sus efectos, sino que es una expresión de estas contradicciones:
"Desde que el modo de producción capitalista entró en su período de decadencia, la presión para combatir esta decadencia con medidas capitalistas de Estado ha crecido constantemente. Sin embargo, la tendencia a fortalecer los órganos y las formas capitalistas de Estado no es en absoluto un fortalecimiento del capitalismo; al contrario, expresan las crecientes contradicciones en el terreno económico y político. Con la aceleración de la descomposición a raíz de la pandemia, asistimos también a un fuerte aumento de las medidas capitalistas de Estado. Éstas no son una expresión de un mayor control estatal sobre la sociedad, sino una expresión de las crecientes dificultades para organizar la sociedad en su conjunto y evitar su creciente tendencia a la fragmentación" (RI 167, Resolución sobre la situación internacional XXIV Congreso de la CCI, punto 23).
Dado este marco de análisis, la implosión del bloque del Este significó también el fracaso del capitalismo de Estado estalinista, particularmente obsoleto e ineficiente. Si bien China fue capaz de abrirse a los capitalistas privados y al mercado mundial al ponerse del lado de EEUU (jugando un papel central en la política de la globalización económica), ha seguido conservando las estructuras decrépitas del capitalismo de Estado estalinista, lo que necesariamente implica: (a) una libertad relativa y fuertemente vigilada para los capitales y capitalistas privados; (b) un miedo profundo al conflicto social, al que solo puede responder con la más brutal de las represiones; (c) luchas maquiavélicas despiadadas entre facciones rivales en el partido-Estado.
La cuestión central que surge de forma confusa a través de un bosque de elementos específicos es que [para Ferdinand] el contexto de la descomposición que defiende la CCI implicaría una postura unívoca:
-
"todo está subordinado a la "descomposición", a una especie de fragmentación homogénea", lo que omitiría ciertas características centrales del capitalismo: "Esta comprensión del período de descomposición es esquemática y -en la medida en que niega la persistencia de las leyes capitalistas elementales -por ejemplo, la concentración y la centralización del capital- un abandono del marxismo".
En realidad:
-
1. La comprensión de la descomposición como el contexto dominante a la hora de entender el desarrollo de la situación durante los últimos 40 años fue planteada por la CCI a finales de los años 80, y ha sido confirmada por los acontecimientos que han sacudido el orden mundial y las relaciones entre clases desde 1989-1990:
"Desde hace un año, la situación mundial ha conocido cambios importantísimos que han modificado muy sensiblemente la fisonomía del mundo tal como éste había surgido de la segunda guerra imperialista; La CCI se ha aplicado en seguir de cerca esos cambios:
-
para dar cuenta de su significado histórico,
-
para examinar en qué medida desmentían o confirmaban los marcos de análisis válidos anteriormente.
Es así como acontecimientos históricos (agonía del estalinismo, desaparición del bloque del Este, disgregación del bloque del Oeste), aunque no pudieron ser previstos en su especificidad, sí se integraban plenamente en el marco de análisis y de comprensión del periodo histórico actual elaborado anteriormente por la CCI: la fase de descomposición" (RI 64, Militarismo y descomposición).
Esta situación dio paso a la dinámica de un capitalismo que se pudre sobre sus propias bases, acentuando las características que ya estaban presentes en su entrada en decadencia, tales como la explosión irracional de militarismo, el todos contra todos imperialista, el caos y la dificultad de la burguesía a la hora de mantener el control de su propio aparato político… y que acaban por convertirse en las características dominantes en su fase final:
"es indispensable poner de relieve las diferencias fundamentales entre el principio de este siglo y la descomposición generalizada en la que hoy se está hundiendo el sistema y que no cesará de agravarse. Y en eso, más allá de lo puramente cuantitativo, el fenómeno de descomposición social está hoy alcanzando tal profundidad y tal extensión que está cobrando una calidad nueva, una cualidad singular, expresión de la entrada del capitalismo decadente en una fase específica - y última - de su historia, aquélla en la que la descomposición social se convierte en un factor, incluso en el factor, decisivo de la evolución de la sociedad" (RI 107, Tesis sobre la descomposición).
Nos preguntamos por qué no se ha posicionado Ferdinand sobre la predominancia de este marco histórico en la última fase de la decadencia del capitalismo, la fase de su descomposición social, que ha sido discutida y aprobada de forma unánime por la organización, tal como recordaba el preámbulo a la resolución de la situación internacional del XXIV Congreso de la CCI:
"Esta resolución está en continuidad con el informe sobre la descomposición del XXII Congreso de la CCI, la resolución sobre la situación internacional al XXIII Congreso y el informe sobre la pandemia y la descomposición del XXIV Congreso[1]. Se basa en la idea de que la decadencia del capitalismo no sólo pasa por diferentes etapas o fases, sino que desde finales de los años ochenta hemos llegado a su última fase, la fase de descomposición".
-
2. Este marco de análisis de la situación: ¿implica lo que señala Ferdinand de que la CCI ha "olvidado" ciertas tendencias inherentes al capitalismo, tales como las tendencias a la centralización y a la concentración, que se han acentuado aún más con la decadencia?
"en continuidad con la plataforma de la Internacional Comunista de 1919, que no sólo insistía en que la guerra imperialista mundial de 1914-18 anunciaba la entrada del capitalismo en la "época de la descomposición del capital, de su desintegración interna, la época de la revolución comunista del proletariado", sino que también subrayaba que "El viejo 'orden' capitalista ha dejado de funcionar; su existencia ulterior está fuera de toda duda. El resultado final del modo de producción capitalista es el caos. Este caos sólo puede ser superado por la clase productiva y más numerosa: la clase obrera. El proletariado tiene que establecer un orden real, un orden comunista". Así, el drama al que se enfrentaba la humanidad se planteaba efectivamente en términos de orden contra caos. Y la amenaza de ruptura caótica estaba vinculada a "la anarquía del modo de producción capitalista", es decir, a un elemento fundamental del propio sistema.
Según el marxismo, el sistema capitalista, en un nivel cualitativamente superior a cualquier modo de producción anterior, implica que los productos del trabajo humano se conviertan en un poder ajeno que se sitúa por encima y en contra de sus creadores. Esta decadencia del sistema, con sus contradicciones insolubles, está marcada por una nueva espiral en esta pérdida de control. Y como explica la Plataforma de la IC, la necesidad de intentar superar la anarquía capitalista dentro de cada Estado-nación -a través del monopolio y sobre todo de la intervención del Estado- no hace sino empujarla a nuevas cotas a escala global, culminando en la guerra mundial imperialista. Así, si bien el capitalismo puede, en ciertos niveles y durante ciertas fases, contener su tendencia innata al caos (por ejemplo, a través de la movilización para la guerra en los años 30 o el período de auge económico que siguió a la guerra), la tendencia más profunda es hacia la "desintegración interna" que, para la IC, caracterizaba a la nueva época" (RI 167, resolución sobre la situación internacional, XXIV Congreso de la CCI).
Según parece, los desacuerdos que ha expresado Ferdinand con respecto al análisis de China provienen, básicamente, de una asimilación insuficiente de las tendencias centrales de la fase de descomposición. En realidad, si se toma este contexto y se asumen los elementos a los que nos hemos referido en los puntos anteriores, solo se puede concluir que el desarrollo de China es, ciertamente, un "producto de la descomposición". Ferdinand afirma estar de acuerdo con este marco de análisis ("Las tendencias polarizadoras que planteo no están en contradicción con el marco de la descomposición"). Pero la realidad es que al examinar los puntos que hemos tratado, Ferdinand demuestra una profunda falta de comprensión de la descomposición, y una de sus frases es particularmente ilustrativa al respecto: "Esta última [la postura de "ver la descomposición en todas partes"] está en permanente búsqueda de fenómenos de dislocación y desintegración, perdiendo de vista las tendencias más profundas y concretas propias de los cambios actuales". Es decir, el cada uno para sí, el caos y el individualismo exacerbado no son las tendencias fundamentales del periodo presente: a partir de aquí, a pesar de su acuerdo formal con el análisis ya descrito, vemos a través de las ambigüedades una labor de zapa de este análisis, que toma forma en un análisis empirista y evasivo.
4. ¿Cómo puede avanzar el debate?
Comenzamos este texto destacando la importancia de esta discusión, tal y como lo hizo Ferdinand. Para él, la cuestión se resume en una confrontación de teorías y afirmaciones. Por ello subraya en su contribución sobre el análisis del ascenso de China: "mi tesis es la contraria. Los círculos dirigentes de este país están utilizando la crisis pandémica para reestructurar su economía, su ejército, su imperio". Como señala Ferdinand en el encabezado de su texto, el debate en la CCI se tiene que desarrollar con método. Recordemos lo que significa la concepción marxista del debate:
"Contrariamente a la corriente bordiguista, la CCI no ha considerado nunca el marxismo como “doctrina invariante”, antes al contrario, lo ha concebido como un pensamiento vivo para el cual cada acontecimiento histórico importante es fuente de enriquecimiento. En efecto, esos acontecimientos permiten ya sea confirmar el marco de los análisis desarrollados anteriormente, dándoles más fuerza, ya sea poner en evidencia la caducidad de algunos de ellos imponiéndose entonces un esfuerzo de reflexión para así ampliar el campo de aplicación de los esquemas válidos antes, pero ya superados, o si no, claramente, elaborar otros nuevos capaces de dar cuenta de la nueva realidad. Les incumbe a las organizaciones revolucionarias la responsabilidad específica y fundamental de cumplir este esfuerzo de reflexión, teniendo buen cuidado de avanzar, a semejanza de nuestros mayores, Lenin, Rosa, Bilan o la Izquierda Comunista de Francia, a la vez con prudencia y audacia:
. Basándose firmemente en las adquisiciones del marxismo;
. Examinado la realidad sin orejeras, desarrollando el pensamiento, “sin ostracismos de ningún tipo”, como decía Bilan" (RI 64, Militarismo y descomposición).
En definitiva, un debate no consiste en una "confrontación libre de argumentos basados en los hechos", o una oposición libre entre "hipótesis", una yuxtaposición de "teorías", u "opiniones" que presenta una "mayoría" a una "minoría", como el camarada lo describe en varias ocasiones: "mediante la confrontación de argumentos basados en hechos"; "no hay elementos a favor de la tesis de que el proletariado amenaza al régimen de Xi Jinping" […] "mi tesis es la contraria"; "tenemos que considerar la teoría que subyace a la posición mayoritaria y, por tanto, a la presente resolución". El punto de partida de un debate es, sobre todo, el marco de análisis compartido por toda la organización, adoptado y precisado en detalle por los diferentes informes de sus Congresos internacionales.
Por tanto, la posición de la CCI no es ni mucho menos dogmática, sino que se limita a aplicar el método marxista, contrastando los nuevos elementos con el análisis asumido en común sobre la base de los debates del pasado del movimiento obrero, a la hora de evaluar hasta qué punto los nuevos elementos confirman o, por el contrario, cuestionan el marco de análisis adquirido. Por otro lado, escondiéndose tras la posición formalmente sistémica de Ferdinand, que presenta punto por punto sus críticas a la resolución sobre la situación internacional aprobada en Congreso, se halla un caos de posturas que envuelven en niebla el hecho de que el camarada está, en realidad, tendiendo a la puesta en cuestión del marco de análisis al asumir desde el principio una lógica implícita que diverge de él.
R. Havanais, noviembre de 2022
1 https://es.internationalism.org/content/4854/explicacion-de-las-enmiendas-del-companero-steinklopfer-rechazadas-por-el-congreso ; nueva respuesta al camarada Steinklopfer disponible en nuestra web en inglés: https://en.internationalism.org/content/17245/reply-comrade-steinklopfer-august-2022
2 https://es.internationalism.org/revista-internacional/200509/118/xvi-congreso-de-la-cci-resolucion-sobre-la-situacion-internacional ; en realidad, es imposible que el endeudamiento cree un "mercado" real, sino que inyecta sumas cada vez mayores en la economía con las expectativas puestas en la producción de los años venideros. En este sentido, la deuda representa una carga cada vez mayor para la economía. El nivel de deuda para China es gigantesco (300% del PIB en 2019).