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El año 2020 ha vuelto a poner de manifiesto la barbarie en la que el capitalismo está sumiendo cada vez más a la humanidad.
El número de víctimas de la pandemia de Covid-19 es espantoso: cuando publicamos este documento se ha superado los 2 millones de muertos[1], "viejos" (a veces de apenas 60 años) rechazados en los hospitales porque no hay más camas (Italia), descampados transformados en cementerios improvisados (Brasil), camiones frigoríficos aparcados en la calle para almacenar el excedente de cadáveres (Nueva York), Trabajadores de hospitales que necesitan mascarillas, guantes, batas (Francia), cientos de millones de personas encerradas en sus casas, prohibidas de la vida social, ancianos que mueren aislados, sin siquiera una mano que les sostenga para tranquilizarlos, jóvenes señalados y tratados como egoístas, irresponsables, incluso asesinos en potencia.
No es casualidad que esta situación nos recuerde a las epidemias de peste que azotaron a la sociedad medieval mientras se hundía en su propia decadencia. El capitalismo es ahora también un sistema decadente; ya no tiene ningún futuro que ofrecer a la humanidad, excepto más y más sufrimiento. Según la OMS, esta pandemia no es más que una "señal de alarma" porque debemos "prepararnos para el futuro para algo que puede ser aún peor".
"¿Nosotros,” prepararnos? Pero ¿quién es ese "nosotros"? ¿Los Estados que, en todas partes y durante décadas, han destruido los sistemas de salud, reduciendo el número de médicos y enfermeras y cerrando hospitales? ¿Estados que militarizan la sociedad, que elevan al personal sanitario sacrificado al rango de "héroes de guerra" con medallas, que proclaman "emergencias sanitarias" para controlar y reprimir mejor? "Hago la guerra por la mañana, al mediodía, por la tarde y por la noche. Y espero el mismo compromiso de todos nosotros", dijo el presidente francés Emmanuel Macron. Este "nosotros" sólo prepara a la humanidad para un mañana aún más oscuro. Todos los Estados, a su nivel, han participado en la propagación del virus al continuar con su mórbida competencia, al ser incapaces de coordinarse para limitar los viajes internacionales; han llegado a entablar una patética "guerra de máscaras", para robarse unos a otros. Esta incapacidad para contener la epidemia revela que la gangrena está alcanzando las más altas cotas de los Estados y empieza a afectar incluso a la gestión de la economía mundial, agravando la crisis histórica del capitalismo. Así, la recesión mundial iniciada en 2019 se ha agravado considerablemente por el efecto "sálvese quien pueda", a diferencia de lo que ocurrió en 2008, cuando, en forma de G7, G8 o G20, los Estados lograron coordinarse mínimamente para limitar y frenar los efectos de la llamada crisis de los subprimes[2].
Incapaz de ofrecer la más mínima perspectiva a la humanidad, el capitalismo es un sistema que se está pudriendo en la raíz. En todos los estratos de la sociedad, el no futuro pesa en los pensamientos y genera un aumento de los miedos, la irracionalidad y el sálvese quien pueda.
Los tejemanejes de los laboratorios y su búsqueda de beneficios a toda costa, consecuencia de la naturaleza de este sistema de explotación, conducen al rechazo de las vacunas y de la ciencia. La incapacidad de los Estados para controlar la epidemia, la incoherencia de las medidas adoptadas y las mentiras de los gobiernos, en lugar de entenderse como producto de este capitalismo en declive, se atribuyen a la oscura voluntad de un puñado de individuos manipuladores. La visión conspiranoica, de que todo lo que pasa es fruto de una tenebrosa conspiración de “las élites”, se desarrolla, fuera de toda coherencia de pensamiento. Se niega la verdadera responsabilidad, la del sistema y su clase dirigente, la burguesía.
Pero el año 2020 también es una fuente de esperanza. En enero, hace un año en Francia, el movimiento contra la reforma de las pensiones llegó a su fin[3]. Durante varios meses, cientos de miles de manifestantes pisaron el asfalto, felices de estar juntos en las calles y en la lucha, de mantenerse unidos, de sentir ese sentimiento de solidaridad entre generaciones, entre sectores, que los animaba a todos. Los trabajadores ferroviarios de más de 50 años, que realizaron huelgas semana tras semana, no tienen nada que ganar; la reforma no les afecta directamente. No, ellos luchaban por las próximas generaciones, por los más jóvenes, por el futuro.
Por supuesto, este movimiento también reveló grandes debilidades. Los trabajadores del ferrocarril permanecieron demasiado aislados, y los empleados del sector privado sólo participaron en la huelga por delegación. No hubo verdaderas asambleas generales que permitieran a todos los trabajadores, a los pensionados, a los parados y a los estudiantes precarios debatir, desarrollar juntos una reflexión política, organizarse, tomar la lucha en sus manos. Esta meta aún no ha sido tomada y es alta. Pero este movimiento es un destello, una promesa: la clase obrera de Francia ha demostrado que vuelve a ser combativa y solidaria. ¡Qué contraste con el mortífero mundo de individuos en competencia que nos impone la burguesía!
En 2020 se produjeron otras manifestaciones, primero contra la violencia policial y luego contra la ley de "seguridad global", que prohíbe filmar a la policía golpeando tranquilamente a la gente. La represión estatal es obviamente repugnante, al igual que las leyes que la legitiman. Sólo exigir una policía menos brutal y una justicia más justa es engañarse con la trampa de un capitalismo humano y una democracia al servicio del interés común. No es casualidad que la izquierda del capital se suba a este corcel, galopando para reclamar alto y claro un “estado más justo”. Es una farsa que da la idea de que se podría “reformar” el capitalismo.
Con la atomización y el asombro ligados a la epidemia, con el agravamiento de la crisis económica que golpea a los trabajadores paquete a paquete, en forma de despidos, la lucha masiva es en lo inmediato muy difícil. ¡Pero el futuro pertenece a la lucha de clases! No hay otro camino.
Sólo la lucha masiva y unida encarna una perspectiva. La solidaridad intergeneracional expresada en las manifestaciones de principios de 2020 demuestra una vez más que la lucha de la clase obrera lleva el germen de una comunidad humana unida. Las discusiones preparan este futuro de lucha. Debatir sobre las movilizaciones de clase más masivas y unitarias de los últimos años frente a los ataques, la de la reforma de las pensiones, la del CPE en 2006[4], la de los indignados en 2011[5], para aprender de las fortalezas y debilidades de estos movimientos, sigue siendo una necesidad. Estas, al igual que la historia del movimiento obrero y sus grandes luchas, demuestran de lo que es capaz nuestra clase cuando toma masivamente sus luchas en sus manos.
"Sólo saldremos victoriosos si no hemos olvidado cómo aprender" (Rosa Luxemburgo).
Pawel, 4 de enero de 2021
[1] 2.192.399 muertos a 15 de enero 2021, ver Dos millones de muertos por coronavirus: el mapa que muestra dónde han fallecido las víctimas de covid-19 - BBC News Mundo [2]
[2] Ver La irrupción de la descomposición en el terreno económico: Informe sobre la crisis económica https://es.internationalism.org/content/4629/la-irrupcion-de-la-descomposicion-en-el-terreno-economico-informe-sobre-la-crisis [3]
[3] Balance de las luchas en Francia contra la "reforma" de las pensiones https://es.internationalism.org/content/4524/balance-de-las-luchas-en-francia-contra-la-reforma-de-las-pensiones [4]
[4] Ver Tesis sobre el movimiento de los estudiantes de la primavera de 2006 en Francia https://es.internationalism.org/revista-internacional/200606/964/tesis-sobre-el-movimiento-de-los-estudiantes-de-la-primavera-de-200 [5]
[5] 2011: de la indignación a la esperanza /content/3349/2011-de-la-indignacion-la-esperanza [6]
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El 25 de noviembre, la noticia del deceso de la muerte de Maradona viajó por todo el mundo y sumió a Argentina en un “duelo” sobre publicitado. La travesía de este “niño de oro”, que salió de los barrios bajos de los suburbios de Buenos Aires, ha inspirado a más de una generación de hijos de trabajadores, especialmente en los barrios del centro de la ciudad. Viniendo de una familia muy pobre, Diego Maradona rápidamente se hizo un nombre, por su legendaria habilidad con el balón, así como por su combatividad, su franqueza al hablar y sus demandas de “libertad” y una vida sin trabas. Pero la vida de este colorido personaje se hundió muy rápidamente en una espiral destructiva, atrapada por un medio a imagen de la sociedad actual: deporte espectáculo, negocios, mafia, drogas y escándalos.
Nacido en plena Guerra Fría entre la URSS y Estados Unidos, alimentó a lo largo de su vida un fuerte sentimiento antinorteamericano y una marcada simpatía por los regímenes estalinistas de Centro y Sudamérica[1]. En 2005, luego de un encuentro con el presidente venezolano, declaró: “Amo a las mujeres, pero salí completamente enamorado [del almuerzo] porque he conocido a Fidel Castro, Muamar Gadafi y, ahora, conozco a un gigante como Chávez”. El jugador “dorado” se había convertido así en el embajador “dorado” de los dirigentes estalinistas que no dejaron de utilizarlo y de aparecer a su lado para mejorar su popularidad. A principios de la década de 2000 se mudó a Cuba (entre otras cosas para someterse allí a un infructuoso tratamiento de desintoxicación) y permaneció cerca de Fidel Castro. En Argentina, los Videla, Kirchner y otros también se beneficiaron con el apoyo del célebre futbolista.
Al hacerlo, también estaban explotando otro peso ideológico muy pesado que el deporte alimenta en gran medida: el patriotismo y el nacionalismo. Si Maradona dijo que tenía dos sueños de niño: “participar en el Mundial de futbol y ganarlo con Argentina”, estaba lejos de tener conciencia que sus logros deportivos alimentarían el fervor nacionalista, llegando incluso a servir a los intereses imperialistas de Argentina como en el Mundial de 1986 en México y en los cuartos de final contra Inglaterra, apenas cuatro años después de la guerra entre estos dos Estados por la soberanía de las islas Malvinas, de Georgia del Sur y de Sándwich del Sur. El fracaso militar argentino en este conflicto llenó el estadio Azteca de México de un ambiente de venganza: “Todo un pueblo está esperando una victoria argentina sobre el ‘imperialismo’ británico y obviamente cuenta con Maradona para lograrlo”[2]. Durante este partido y fuera de la vista del árbitro Maradona marcará su famoso gol con la mano: “la mano de Dios”, comentó más tarde. Este reflejo, ampliamente publicitado hasta hoy, fue tanto una expresión de un supersticioso deseo de gloria como de un nacionalismo vengativo.
No era la primera vez que el deporte ha servido como vector de este tipo de ideología nauseabunda para avivar conflictos y agudas tensiones entre Estados: “En 1969, el partido de fútbol entre Honduras y El Salvador por la clasificación a la Copa del año siguiente fue un preludio de la guerra que pronto estalló entre estos dos países. También podemos recordar el partido entre el Dynamo de Zagreb y Red Star de Belgrado en 1990 que desembocó en una batalla campal que dejó cientos de heridos y varios muertos, contribuyendo a agravar las tensiones nacionalistas ya existentes que desembocarían en la guerra en la ex Yugoslavia. Entre los partidarios serbios más radicales estaba el señor de la guerra Arkan, un especialista en la ‘depuración étnica’, ¡un nacionalista más tarde buscado por la ONU por ‘crímenes contra la humanidad’!”[3]. Podríamos multiplicar las historias de este tipo para las que el deporte es un terreno fértil.
Tal reclutamiento ideológico no podría funcionar sin la exageración ensordecedora que acompaña a cada encuentro “importante” de la “selección nacional”. Ya sea fútbol, rugby o muchos otros deportes populares, cada evento adquiere la apariencia de una ceremonia religiosa, con sus protocolos, sus himnos y sus seguidores fanáticos. En un mundo que se está agotando, asfixiado por sus propias contradicciones y en plena descomposición, esto permite a millones de trabajadores explotados encontrar una “salida excitante”. Frente a las dificultades de la vida cotidiana, la falta de perspectiva y la atomización de los individuos, los eventos deportivos crean una falsa impresión de unidad, o, se podría decir, de “comunión” detrás de “su” equipo y “su” bandera. ¡Esta solemnidad cuasi religiosa y nacionalista es un verdadero veneno para la clase obrera!
A lo largo de su carrera deportiva y hasta el final de su vida, Maradona no solo encarnó la “grandeza nacional” de Argentina, también fue objeto de un fanatismo llevado al paroxismo. Un verdadero “dios” viviente cuyo culto ilimitado se expresaba a través de imágenes, de capillas, pero también de ceremonias nupciales. Esta idolatría, nuevamente expresada en su funeral, es el sello más llamativo de una sociedad sin perspectiva y sin futuro que busca esperanza y consuelo en las hazañas de un futbolista talentoso y carismático.
Si el mito forjado en torno a la figura de Maradona es síntoma de un mundo sin futuro, lo es también su vida extradeportiva, marcada por los excesos del Star-system que lo llevan poco a poco a una auténtica ruina personal: “Si hubiera sido un narcotraficante, me hubiera muerto de hambre”, declaró con ironía Maradona, reconociendo su adicción a la cocaína.
El mundo del deporte hiper mediatizado es una verdadera guarida de mafiosos donde la corrupción es la regla[4]. A principios de la década de 1990, mientras jugaba para el club italiano Napoli, se vio implicado en un caso de tráfico de drogas entre Francia y el sur de Italia. “Las intervenciones telefónicas revelan que reclamaba ‘mercancía y mujeres’ a los matones locales. Sus relaciones con Luigi Giuliano, padrino de un supuesto clan camorrista de reputación violenta, aparecieron en los periódicos.”[5] De ahí surge su adicción a las drogas y luego al alcohol, contra la que intentará luchar el resto de su vida.
Marius, 23-diciembre-2020
[1] En particular, lució un imponente tatuaje en el hombro con la efigie del Che Guevara, una de las figuras emblemáticas y sanguinarias del estalinismo. Ver Correo del lector: Guevarismo, una ideología contrarrevolucionaria https://es.internationalism.org/RM/89_Guevarismo.html [9]
[2] “Diego Maradona, ‘dios’ del fútbol, ha muerto”, Le Monde (25-noviembre-2020).
[3] “El deporte, un concentrado de nacionalismo”, Revolution Internationale n ° 413 (junio-2010).
[4] Último ejemplo: la investigación sobre el voto de Platini para atribuir el Mundial de 2022 a Qatar, en beneficio de la contratación de su hijo...
[5] “Diego Maradona, ‘dios’ del fútbol, ha muerto”, Le Monde (25-noviembre-2020).
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Cuando la Organización Mundial de la Salud (OMS) declaró en mayo de 2020 que la vacuna contra el SARS-CoV-2 iba a ser un "bien público mundial", sólo fueron capaces de creerlo aquellos que todavía se hacen ilusiones sobre la capacidad del mundo capitalista para desempeñar un papel progresista para la humanidad, y que además está en medio de una crisis mundial sin precedentes. Asimismo, los llamamientos al uso de "licencias obligatorias"[1] sólo podrían ser una cándida utopía.
En efecto, nada podría hacer pensar que la vacuna contra el Covid-19 escaparía a las leyes del capitalismo y a sus consecuencias: la competencia, lucha por los mercados, el espionaje, el robo de tecnología, incluso cuando se trata de salvar millones de vidas humanas. Y con razón: la actual crisis sanitaria tiene lugar en un mundo en plena descomposición[2].
En cuanto apareció la enfermedad, la comunidad científica supo que sólo una vacuna podría vencerla. Así que la industria farmacéutica se puso manos a la obra para ser la primera en suministrar la preciada vacuna. Pero más allá de los considerables intereses comerciales para los laboratorios de investigación y los grupos farmacéuticos, hay un evidente interés político para los Estados que pueden acceder a ella.
Desde las primeras horas de la pandemia comenzó la guerra de las vacunas tal como en epidemias anteriores. Hay muchos ejemplos. Tal es el caso de la batalla contra el SIDA[3] que comenzó tan pronto como se descubrió el agente responsable de esta enfermedad sin precedentes. Los equipos de Luc Montagnier en el Instituto Pasteur fueron seguidos de cerca por los de Robert Gallo en el Instituto Nacional del Cáncer de Estados Unidos. El leitmotiv de estos equipos no era, evidentemente, identificar rápidamente el agente para empezar a combatirlo, sino ser los primeros en poder hacerse con la propiedad del mismo y adelantarse así a futuros tratamientos y vacunas.
Finalmente fue el equipo francés el que, en enero de 1983, ganó por un estrecho margen. Pero la guerra no había hecho más que empezar y se desataría realmente en las pruebas de campo, donde esta vez los estadounidenses se vengarían. El laboratorio Abott se posicionaría con amplitud en este prometedor mercado, ofreciendo la posibilidad de vender miles de millones de pruebas que podrían aplicarse en pocos años en todo el mundo.
Luego vino la guerra de los tratamientos, donde se pondría de manifiesto el máximo desprecio por la vida humana, Francia debía tomar venganza tras su derrota en la guerra de las pruebas. En cuanto se anunciaron las primeras esperanzas para la ciclosporina, la ministra de Sanidad de la época, Georgina Dufoix, le concedió públicamente la "etiqueta de Francia", antes de ver cómo estas esperanzas se desvanecían finalmente con las primeras pruebas realizadas con la molécula. Al otro lado del Atlántico, el vicesecretario general de Sanidad anunció la solución milagrosa del AZT, aunque los ensayos en curso aún no habían dado ningún resultado.
Estos escandalosos anuncios que encarnan los fríos intereses de dos estados en competencia también mostraron un total desprecio por los miles de pacientes que sólo podían depositar sus esperanzas en un tratamiento rápido que los salvara de una muerte segura. Pero para cada Estado lo único que importaba era la necesidad de ser el primero sobre la faz del mundo.
El escándalo de la "sangre contaminada" en Francia en los años 1980-90 reveló que el Estado había retrasado al menos seis meses las pruebas para detectar el VIH y la hepatitis C en los donadores de sangre, a pesar de que la técnica estaba ya adoptada desde octubre de 1984, como demostró un estudio estadounidense. La "guerra de las pruebas" y la obsesión por los recortes presupuestarios habían llevado al Estado francés a mantener prácticas deliberadamente criminales de transfusión de sangre contaminada a hemofílicos y otros pacientes para liquidar sus existencias y ahorrar dinero a toda costa, lo que provocó la muerte de miles de pacientes entre 1984 y 1985.
Hoy en día, la guerra por la vacuna contra el SIDA continúa, aunque, a pesar de que no es tan rentable como un tratamiento a largo plazo (de hecho, para toda la vida), la investigación es mucho más lenta debido a los planes de austeridad que llevan a los estados a raspar los fondos del cajón y a reducir drásticamente los presupuestos para la investigación básica.
En 2019, en África, la situación fue más o menos similar en torno a la epidemia del Ébola[4] en un clima de acusaciones, de malversación de fondos, de favoritismo hacia los dirigentes congoleños pero también hacia la OMS en cuanto a la elección de una vacuna en lugar de otra, etc. Mientras que el laboratorio alemán Merck había propuesto una vacuna eficaz, pero en cantidades insuficientes, el laboratorio estadounidense Johnson & Johnson propuso otra vacuna, anunciada como complementaria, ¡pero nunca probada en humanos! La batalla comenzó a introducir a este recién llegado con operaciones de lobby y otros medios de presión.
La situación actual sigue el mismo patrón con la vacuna para el COVID. Mientras que crece la retórica sobre la cooperación internacional para crear una vacuna, mientras que el "sentido común" podría sugerir que la unión de fuerzas en la investigación farmacéutica conduciría a resultados más rápidos y eficaces; el pasado mes de noviembre había 259 vacunas candidatas en el mundo, diez de las cuales estaban en fase 3 (la última antes del procedimiento de "autorización de comercialización"). 259 equipos, cada uno trabajando por su cuenta, vigilando los avances de los demás para no ser superados, buscando no la eficacia sino la exclusividad del proceso. Los primeros en lograrlo, Pfizer y BioNTech, anunciaron que su vacuna tenía una eficacia del 90%. Unos días después los rusos anunciaron una eficacia del 92%. Entonces Moderna alzó su nariz y anunció un 94% de efectividad. ¡Sin embargo, Pfizer afirma haber revisado sus cálculos y finalmente ha anunciado una eficacia del 95%! ¿Quién está en lo cierto?
Esta cínica, gélida y espantosa sobrepuja de marketing para promocionar y vender su producto cuando está en juego la vida de decenas de millones de víctimas resume el funcionamiento mortal de esta sociedad podrida.
Muchos denuncian la ganancia económica que supone la futura vacuna, pero se equivocan al culpar a las "Big Pharma", esos pocos laboratorios gigantes que se disputan el mercado de la salud. También se equivocan cuando exigen que los poderes públicos regulen la situación y "obliguen" a los fabricantes a "cooperar" por el bien público. Porque lo que está en juego no es la codicia de unos pocos accionistas, sino una lógica que abarca todo el planeta, toda la actividad humana: la lógica capitalista. La investigación científica no escapa a las leyes del capitalismo, necesita dinero para avanzar y el dinero sólo va donde se pueden esperar beneficios: ¡sólo se presta a los ricos!
¿Debemos esperar que los Estados regulen esta gran feria del acaparamiento? Por el contrario, los Estados capitalistas están en el centro de la batalla y son los primeros en dirigir la investigación a través de su financiación. En un mundo presa de las rivalidades imperialistas es naturalmente en el ámbito de la defensa y el armamento donde más se financia la investigación. Pero el ámbito de la salud no está exento. Tras los atentados del 11 de septiembre de 2001, las autoridades estadounidenses revisaron su estrategia en materia de investigación de vacunas, hasta entonces bastante descuidada, para financiar la investigación de las llamadas vacunas de "amplio espectro", capaces de inmunizar contra varios virus en un intento de combatir lo que se considera la creciente amenaza del bioterrorismo. En otro orden de cosas, la muy activa política sanitaria de China en África en las últimas décadas ha estado impulsada únicamente por sus intereses imperialistas. Cualquier cosa es buena para ganar un punto de apoyo e influencia en el planeta. China lleva mucho tiempo aumentando su presencia en África mediante inversiones, acuerdos económicos, apoyo político, militar, humanitario y, por tanto, sanitario.
Hoy en día todos los Estados están detrás de sus propios laboratorios y todos defienden sus propios intereses sin preocuparse por la equidad o la solidaridad. Con un desprecio constante por las consecuencias mortales de la enfermedad, los Estados luchan por captar el mayor número posible de vacunas, sabiendo que en esta batalla sólo triunfarán los más ricos y que, en consecuencia, la mayor parte de la humanidad no tendrá acceso a las vacunas, o lo tendrá muy tarde. El pasado mes de abril se creó la plataforma COVAX, una plataforma multilateral dedicada a la compra y distribución de futuras vacunas y que promete un acceso equitativo para todos. Todos los jefes de Estado acogieron con satisfacción esta cooperación. Pero a escondidas, todo el mundo hacía acuerdos bilaterales con los laboratorios para reservar dosis. Mientras que la industria prevé producir entre 3 000 y 4 000 millones de dosis de aquí a finales de 2021, las reservas secretas ascienden a 5 000 millones, sólo para unos pocos países: Estados Unidos, Rusia, China, la Unión Europea y algunos países menos ricos que intentan destacarse, como Brasil.
Hoy en día COVAX se queda con la vacuna británica Oxford-AstraZeneca, que cuesta mucho menos que la de sus competidores, pero que tiene una eficacia probada de no más del 62% hasta la fecha[5]. Los países más pobres, que no disponen de los equipos necesarios para almacenar y transportar las vacunas de Pfizer o Moderna, tendrán que conformarse con lo que el Reino Unido tenga en stock.
Mientras tanto, la gente está muriendo. Mientras tanto, la burguesía sigue desbordada por los acontecimientos, sigue reaccionando día tras día, con la misma despreocupación, la misma escasez de medios hospitalarios y logísticos. En el corazón de las mayores potencias industriales, la campaña de vacunación se ve fuertemente obstaculizada por las deficiencias logísticas de los países miembros de la UE, como en Alemania, donde la entrega y distribución de la vacuna se vio interrumpida en varias ciudades debido a las dudas sobre el respeto de los niveles de frío al transportar miles de dosis. En los Estados Unidos, a pesar de una impresionante movilización logística bajo el control del ejército, "ha habido fracasos", según el famoso Dr. Fauci. Sólo algo más de 4.2 millones de personas recibieron la primera dosis de una de las dos vacunas autorizadas en el país (Pfizer y Moderna), muy lejos de la promesa gubernamental de vacunar a 20 millones de personas, mientras la pandemia batía récords diarios de contagio y muertes en los hospitales saturados (a 19 de febrero 491.003 muertos y 27.787.211 infectados), hasta el punto de que el responsable del programa mencionó, para acelerar el ritmo de la campaña, la posibilidad de administrar la vacuna por... ¡medias dosis! La decisión británica de posponer la administración de la segunda dosis de la vacuna durante varias semanas, para que el máximo número de personas reciba la primera dosis es, desde el punto de vista inmunológico, igual de irracional... Los procedimientos de vacunación son excesivamente lentos y totalmente inadecuados para la urgencia y las necesidades más apremiantes. En Francia, por ejemplo, de forma caricaturesca, la última semana de diciembre fue objeto de una patética operación mediática con la vacunación ante las cámaras de unas cuantas abuelitas estrellas, mientras que otras decenas de miles esperarán probablemente hasta finales de enero para recibir su primera inyección, con, además, excusas increíbles como "se necesita mucho tiempo para vacunar a los ancianos". Pero ni siquiera se oculta en este país que, si se ha priorizado a los residentes de EHPAD (Establecimientos para alojar personas mayores dependientes) sobre los profesionales sanitarios, ¡es porque no había suficientes dosis disponibles para estos últimos!
Detrás de estos nuevos "escándalos sanitarios", que no hacen más que revelar una vez más la incapacidad del capitalismo para reaccionar de otra manera que no sea la de defender sus intereses a corto plazo, en una total falta de preparación e improvisación, observamos situaciones, como en Francia, en las que la logística acaba basándose en la buena voluntad de los farmacéuticos y de los médicos enfrentados a la limitación de los costes al mínimo estricto : La escasez de super -congeladores en las farmacias de los hospitales ha obligado al Estado a centralizar el almacenamiento de las vacunas en las farmacias de las ciudades, que tienen que organizarse para distribuirlas a los hospitales. En estas condiciones, no estamos al final de esta crisis sanitaria.
Pero lo más fraudulento de la situación es que la vacunación no sólo se nos presenta como la panacea de la crisis sanitaria; toda la burguesía también nos la presenta como la única salida a la crisis económica y al deterioro acelerado de las condiciones de vida que se agrava por doquier, mientras intenta ocultar el impasse y las contradicciones insalvables de su modo de producción. Porque lo que actualmente aflige a la humanidad no es el resultado de una desafortunada coincidencia. Es el producto de un sistema al final de su trayecto, que se descompone arrastrando todo con él. En consecuencia, el descuido de la burguesía no se debe a la incompetencia de unos pocos dirigentes, sino a la creciente incapacidad de la clase dominante para contener los efectos de la decadencia de su sistema. Mientras esta lógica esté en marcha, la humanidad no podrá escapar de las lacras que se derivan de ella.
GD, 6 de enero de 2021
[1]Proceso que obliga a los inventores de un medicamento, tratamiento o vacuna a permitir la fabricación de genéricos, lo que permite un acceso más rápido, generalizado y barato
[2] Ver nuestras Tesis sobre la Descomposición https://es.internationalism.org/revista-internacional/200510/223/la-descomposicion-fase-ultima-de-la-decadencia-del-capitalismo [12]
[3] Véase, por ejemplo, "SIDA: la guerra de los laboratorios", Le Monde (7 de febrero de 1987)
[4] Véase "RDC: la guerra de las vacunas entorpece la lucha contra el Ébola", Le Soir (2 de agosto de 2019)
[5] "Covid-19: Por qué la vacuna de Oxford-AstraZeneca, autorizada por el Reino Unido, podría cambiar las cosas". The Conversation (4 de enero de 2021)
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El 27 de enero una enfermera del antiguo hospital La Fe de Valencia, rehabilitado como “hospital de campaña” para los enfermos de COVID, hizo circular una carta anónima sobre las condiciones de los enfermos y del trabajo del personal sanitario[1].
La trabajadora redacta su testimonio a partir de su trabajo en el hospital Antigua Fe de Valencia rehabilitado como Hospital de Campaña Ernest Lluch y pomposamente anunciado como una “gran y rápida medida en la lucha contra el COVID”.
Pero detrás de la luz cegadora de la propaganda encontramos la tenebrosa realidad: “Todos los pacientes que están allí son ancianos, personas olvidadas por la sociedad, ya que no son productivas y no aportan nada a la economía. Son pacientes derivados desde todos los hospitales de València para “desahogar a los hospitales”, pero lo que realmente significa es que los mandan a este centro para no ver el problema”
La ratio enfermera – paciente en los hospitales COVID es 1 para 6, esto trae como consecuencia “Por norma general, entras a las habitaciones tres veces si tu turno es de 12h diurnas, a no ser que ocurra alguna urgencia y el paciente sea capaz de tocar el timbre para avisarnos. Digo lo de ser capaz, porque ha sucedido más de una vez que al paciente le ha pasado algo grave, y por no poder avisarnos no nos hemos enterado. El paciente ha acabado en el suelo muerto y ni nosotros sabíamos cuánto tiempo había estado así”.
Dada la sobrecarga de trabajo, los enfermos quedan desatendidos por la noche con consecuencias macabras: “Además, si su edad se encuentra entorno a los 70 años en adelante, la mayoría de los pacientes ni son reanimables ni intensivables, por lo que, si por la noche tienen una saturación baja, sabiendo cual va a ser su destino (la muerte), no se vuelve a entrar a esa habitación hasta las 7 de la mañana. Así, se confirma lo que al inicio del turno se pensaba y se deja morir sola a una persona”.
La carta denuncia que “Nos falta material, espacio para trabajar y, sobre todo, faltan recursos humanos. Las personas que estamos trabajando allí, a pesar de todo el cansancio físico y mental, hacemos todo lo que podemos. Si quieres llegar a todo, acabas siendo una mera administradora de medicación que toma constantes y pincha insulinas”. Como resultado, “las muertes se normalizan y, sobre todo aquí, internamente se agradecen, porque la vida que les damos en el “hospital" no es vida “.
Se está practicando, como denunciamos al principio de la pandemia[2], una velada eugenesia, como denuncia la carta: “Ahora mismo está siendo palpable como la gente mayor es población prescindible para nuestra sociedad, y si además eres COVID positivo se te castiga por ello”
Los trabajadores de dicho centro en declaraciones a un periódico corroboran el testimonio “Lo que describe sobre cómo está muriendo la gente aquí se ajusta a lo que está pasando. Pero no solo aquí, en muchísimos lugares de España o del mundo ¿O es que pensabas que la pandemia era una broma?”, espetó una de las sanitarias que atendió a este periódico”. “Desde luego que nos encontramos fallecidos al ir a verlos por las mañanas. Y por las tardes y a cualquier hora”[3].
Las condiciones en las que se encuentran los enfermos son espantosas: “No tienen agua caliente para ducharse, los telefonillos no funcionan y suenan en el control de enfermería, pero no puedes comunicarte con ellos, por lo que tienes que imaginarte lo que les pasa. La gran mayoría de habitaciones son minúsculas, pero dentro hay dos pacientes en camas de no se sabe qué año, una basura donde se tiran los pañales y empapadores y no hay ventilación. No os podéis imaginar el olor que hay ahí dentro y lo cargado que está el ambiente. No tienen televisión para hacerles las horas algo amenas y una gran parte de ellos están atados. Sí, habéis leído bien, atados. La justificación es que están desorientados, se quitan la vía y no damos abasto. Pero ¿hay algo más inhumano y desolador que sujetar a una persona de las muñecas? ¿Cómo nos sentiríamos nosotros si estuviéramos en esas condiciones y encima nos ataran? No se pueden ni rascar, por lo que no hablemos de si tienen sed”.
Otros sanitarios confirman esta barbarie: ““Claro que inmovilizamos a pacientes. Es durísimo, pero a veces es la única solución cuando están fuera de sí y se arrancan las vías”. “Se está haciendo una sanidad de guerra. Los pacientes están muriendo solos y mal atendidos, porque la ratio de profesionales es bajísima. Los sanitarios están haciendo todo lo que pueden, pero cuando son tantos los pacientes, que encima tienen que estar solos, ocurre esto”.
“No hay nadie allí que vaya a darles conversación, no tienen visitas de sus seres queridos. Muchos de ellos no saben ni usar un móvil. Te piden ayuda y la grandísima mayoría de veces no puedes dársela porque tienes diez pacientes más a tu cargo y no llegas a todo. Aunque se les hace el aseo, que es cambiarles el pañal y colocarlos bien en la cama dos veces por turno, están sucios. Se les acumulan las legañas, las bocas sucias, las lenguas llenas de mugre incrustada por la falta de higiene. Aparecen úlceras por la cantidad de horas que están en la misma posición”. Como consecuencia “Las personas ingresadas lloran por el desconsuelo de estar allí, se revuelven en las camas, muchas de ellas pierden el norte, acaban desorientadas y con la fuerza muscular de una lechuga, ya que no hay nadie que vaya a hacerles rehabilitación en condiciones. Solo se contrata a una fisioterapeuta para todo el hospital y las visitas que puede hacer a las personas con cierta movilidad son de 5 minutos”. Los que no mueren vuelven a sus casas en sillas de ruedas incapaces de moverse.
“Tengo pacientes que me han pedido que los matara, porque no podían soportar estar en esas condiciones. Me piden que los desate, que los dejemos irse a sus casas”. Para que no protesten “se les droga con haloperidol. Los que aún mantienen cierta cordura te gritan que no hay derecho a tenerlos así y yo no puedo hacer otra cosa que darles la mano y la razón”.
El relato de la hija de un anciano muerto por COVID en el hospital Ernest Lluch va en la misma línea “Lavaban a mi padre con agua fría porque no había agua caliente en el hospital”. “El personal estaba totalmente sobrepasado por la situación”. “Hacía pipi o caca y tardaban hora y media en ir a cambiarle el pañal”. “Se quedó dos veces sin comer. Una porque se le rompió el cubierto de plástico y el chico se fue a por otro, pero nunca volvió”.
La enfermera recuerda su trabajo temporal en Residencias de Ancianos donde la situación es horrorosa: “Esto se queda en nada cuando vas a una residencia de ancianos (que también he estado) de las que “interviene Conselleria” para ayudar a limpiarla de coronavirus. Es inhumano y desolador ver cómo, por falta de personal, los ancianos, que siguen siendo personas, se pasan el día encarados a una pared, con los pañales llenos de heces y orín durante horas. Con asistencia enfermera escasa porque ni siquiera el material para medir las constantes son fiables y porque si hay poco personal de TCAES, hay mucho menos de enfermería. El tiempo que estuve allí fuimos 2 enfermeras para 80 residentes[4]”.
Esta situación inhumana supone un trauma tremendo para los trabajadores de la sanidad, obligados a horarios de más de 12 horas, sin medios, sin protección, el sufrimiento que expresa la carta es un grito que sale de las entrañas de estos proletarios: “Lloro en mi casa, antes de entrar a mi trabajo, a la salida y me muerdo la lengua para no llorar delante de ellos (…) El trauma psicológico que se nos está creando al personal sanitario que estamos trabajando allí es importante, yo misma he pedido ayuda psicológica por ansiedad”.
Gobierno, partidos y sindicatos que los llamaba “héroes”, que los presentaba como “soldados de la guerra contra el COVID”, los ignora y humilla: “Da igual que informemos a los superiores o a los sindicatos. Llevamos de pelea con ellos desde hace meses por las condiciones laborales y la respuesta es que no pueden hacer nada. Conselleria se lava las manos y el gobierno aún más”.
“Me encuentro en un estado de ansiedad frente al trabajo que no había sentido nunca. Siento desesperación y desesperanza por la humanidad. Las condiciones que les estamos dando en Ernest Lluch son iguales que las de cualquier matadero y, aunque intento dar lo mejor de mí, desde Conselleria y, por consecuencia, la Dirección de mi hospital se me obliga a trabajar de una manera que me hace sentir cómplice de este maltrato. Si esto significa ser enfermera, no quiero serlo. Si esto significa la vocación, la he perdido. No se puede olvidar que estamos hablando de personas que han luchado, amado, llorado, jugado y sentido. Son personas con una vida muy larga y no tenemos derecho a tirársela a la basura de esta manera”
El fenómeno criminal que denunciamos no se limita a Valencia, es un problema mundial. En Madrid el hospital Zendal, presentado por el PP como modelo, tiene las mismas carencias “déficit de personal cualificado, insuficiencia y falta de dotación de carros de paradas, disfunción del suministro de gases medicinales, no funcionamiento o inadecuación de los aseos, alteración del suministro de agua corriente, falta de intimidad de los pacientes”[5].
En Italia se hizo macabramente famoso el video donde “Un hombre de 84 años aparece muerto en el lavabo del hospital Cardarelli de Nápoles. Era un posible caso de coronavirus que estaba en una sala de urgencias abarrotada, a la espera de un test después de que su estado se agravase en los últimos días (…) los centros hospitalarios están al borde del colapso, por falta de personal y falta de camas ante la vertiginosa propagación de la Covid-19. En muchas regiones las tasas de ocupación de los hospitales están por encima del 100%. El hospital Valduce de Como, por ejemplo, ha tenido que cerrar durante 12 horas su sala de urgencias porque no podían atender a más pacientes (…) En Nápoles hay pacientes que están siendo tratados con oxígeno en sus propios coches mientras esperan a ser atendidos”[6]
En Gran Bretaña, la BBC ha publicado el testimonio de una doctora: “La Unidad de Cuidados Intensivos está llena de pacientes infectados por el coronavirus. Todas las cirugías que no son urgentes han sido aplazadas, incluso las que tienen que ver con pacientes con cáncer. Falta personal y camas para cuidados intensivos y a ello se le suma la escasez de antibióticos y respiradores mecánicos (…) los médicos y enfermeros que atienden a los pacientes más graves en turnos de hasta 13 horas deben utilizar bolsas para residuos hospitalarios, delantales de plástico desechables y lentes de esquiar como protección. Mientras que a las personas se les exige una distancia social de por lo menos dos metros, los médicos examinan a los más enfermos a unos 20 cms de sus rostros sin el resguardo adecuado (…) Las enfermeras de la Unidad de Cuidados Intensivos están en riesgo de contagiarse todo el tiempo, pero les han dicho que utilicen las mascarillas abiertas por los costados, lo que no les provee una protección adecuada, por eso nos tenemos que poner bolsas de basura en la cabeza (…) Las máscaras de protección que tenemos ahora tienen las fechas de vencimiento alteradas. Ayer encontré una con tres etiquetas superpuestas: un sello de vencimiento de 2009, otro de 2013 y otro encima de 2021”
Podríamos seguir: los cadáveres abandonados en las calles de Guayaquil en marzo pasado; las enormes fosas donde se amontonan las muertes "no reclamadas" en el estado de Nueva York, en la isla de Hart; las residencias de ancianos en Francia, España, Gran Bretaña y otros países “privilegiados” convertidas en ratoneras donde los mayores caen como moscas y, al mismo tiempo, sus cuidadores se infectan y muchos mueren… Es el rostro de la barbarie que nos enseña el capitalismo que se presenta como el más “civilizado” y “democrático”. Nada podemos esperar del capital, de sus Estados, de sus partidos, de sus gobiernos, únicamente el desarrollo de la lucha de clase del proletariado y su politización revolucionaria mundial podrá abrir la solución.
Smolny 12-2-21
[2] Para una visión global de la pandemia leer Dossier especial COVID19: el verdadero asesino es el capitalismo https://es.internationalism.org/content/4566/dossier-especial-covid19-el-verdadero-asesino-es-el-capitalismo [16]
[3] Fuente para esta y otros testimonios: Un anónimo destapa el drama del Covid en la vieja Fe: "Hay pacientes atados. Me pedían que los matara" (elespanol.com) [17].
[4] Según la carta, para atender decentemente a los ancianos se necesitarían no 2 enfermeras sino un mínimo de 8.
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Leemos en La Haine, una revista ideológica de la Izquierda del Capital, un artículo que denuncia la complicidad entre el liberalismo y el fascismo, recogiendo una cita de Bertold Brecht: “Los intelectuales tienden un velo sobre el carácter dictatorial de la democracia burguesa al presentarla como el absoluto opuesto del fascismo y no como otra fase natural del mismo en el que la dictadura burguesa se revela de modo más abierto” y señalando que “fascismo y liberalismo comparten su innegable devoción al orden mundial capitalista. Aunque sea preferible el guante de terciopelo del gobierno hegemónico y consensual y el fascismo sea más proclive a aplicar sin reparos el puño de hierro de la violencia represiva, ambos pretenden mantener y desarrollar las relaciones sociales capitalistas, y han cooperado a lo largo de la historia moderna para lograrlo”[1]
Ya de entrada nos deslizan una trampa: decir que el “guante de terciopelo” de la democracia sería preferible al “puño de hierro” del fascismo, nos proponen pues que hay que elegir entre las diferentes variantes del Estado capitalista ocultando que éste es siempre la dictadura del Capital y nos engañan haciéndonos creer que la democracia sería menos represiva o más “considerada” con los explotados. Todo esto es radicalmente falso: democracia y fascismo son dos formas de la dictadura del capital, la democracia es culpable de tantas matanzas, represión y guerras como el fascismo y, en última instancia, la democracia es la que ha preparado la cama al fascismo como se ha demostrado reiteradas veces: en Italia con el ascenso al poder por vías democráticas de Mussolini (1922); el triunfo electoral nazi en 1933; la complicidad entre la República y Franco en España (1936) o las puertas abiertas que Allende ofreció a Pinochet en Chile (1973).
Aunque el artículo denuncia la identificación que hace el liberalismo entre fascismo y comunismo[2] que considera ambos como “totalitarios”, desliza otra trampa al afirmar: “la línea divisoria fundamental no es la que separa dos modos diferentes de gobernanza capitalista, sino capitalismo y anticapitalismo”. Esto es igualmente una falsedad: lo que se opone al capitalismo no es el “anticapitalismo”, una ambigua y confusa oposición que no ofrece ninguna alternativa[3], la verdadera alternativa es la lucha de clase del proletariado por el comunismo.
El artículo reconoce la complicidad entre los partidos liberales -la derecha clásica de la burguesía- y el fascismo. Sin embargo, no dice ni una palabra de todo lo que hizo la izquierda del capital contra los obreros y que facilitó el triunfo de Mussolini, de Hitler, de Franco o de Pinochet. Decía un poeta alemán, Lessing, que la “peor mentira es una verdad a medias”. Ocultar la responsabilidad de la Izquierda del Capital es falsear la realidad histórica. La Izquierda del Capital aplastó primero a la clase obrera y la encadenó a dos trampas consecutivas: 1) defensa de la democracia; 2) elegir bando entre los verdugos capitalistas. Con esta estrategia política abrió el camino hacia el fascismo. Los ideólogos de la Izquierda del Capital intentan esconder que ella, junto con los sindicatos, es un pilar fundamental del Estado Capitalista, cómplice de derecha y extrema derecha.
En numerosos artículos hemos demostrado ese papel criminal de la Izquierda del Capital. Una visión falsa de la historia es la que presenta al fascismo como el medio para impedir una revolución proletaria. En los años cruciales de la oleada revolucionaria mundial de 1917-23, las experiencias de Alemania, Italia y Hungría nos demuestran que las cosas no sucedieron así. Fue, al contrario: primero la Izquierda del capital, auxiliada por los sindicatos, aplastó a los obreros y, después, cuando estos estaban derrotados y desmoralizados, las hordas fascistas remataron la faena instaurando el más feroz terror capitalista. En Alemania el SPD y los sindicatos aplastan la tentativa revolucionaria del proletariado alemán (1918-23), alumbran la República de Weimar y esta, a su vez, aniquilada toda resistencia de clase en el proletariado, cede democráticamente el poder a Hitler en 1933. En Hungría, los socialistas sabotean los Consejos Obreros (que habían tomado el poder en marzo de 1919), permitiendo su derrota en agosto de 1919, lo que dio paso a la feroz dictadura fascista del almirante Horthy[4].
Vamos a ver lo que ocurrió en Italia, el artículo denuncia justamente la colaboración de la gran burguesía en el asalto al poder de Mussolini y sus hordas fascistas. Grandes industriales financiaron a sus bandas de matones que aterrorizaban a los obreros y les dieron el espaldarazo final con la Marcha sobre Roma el 28 de octubre 1922. Denuncia igualmente la colaboración de la monarquía que llamó a Mussolini al gobierno pese a que no tenía mayoría parlamentaria. Del mismo modo, denuncia la colaboración de los liberales que apoyaron la modificación de la ley electoral de 1923 que propuso el partido fascista y fueron en coalición con éste en las elecciones de 1924 regalándole una abrumadora mayoría parlamentaria.
Pero el artículo se detiene ahí cumpliendo con ello su función mistificadora. No dice nada del papel que jugaron el partido socialista, los sindicatos y la rama oportunista que finalmente controlaría el Partido Comunista en Italia. Conocer todo esto es vital para la clase obrera actual.
Con la guerra de 1914 que marca la entrada del capitalismo en su época de decadencia se produce la traición y la integración en el Estado capitalista de la gran mayoría de partidos socialistas, así como de los sindicatos.
El Partido Socialista Italiano adoptó una política de “neutralidad” frente a la guerra imperialista acomodándose a las necesidades del capital italiano que dudaba entre el bando germano – austriaco o el franco – inglés (se decantó por este último en la tardía fecha de 1917). El PSI “se centró en frenar la lucha de clases durante todo el tiempo que duró la guerra, bajo el hipócrita pretexto: “ni sabotear, ni participar”, lo que, de hecho, no era más que un pisoteo de los principios más elementales de la lucha de clases internacional. Esta posición la compartían también los negociantes y el Vaticano, protector del imperio católico austríaco. Igual que los socialistas, el papa Benedicto XV lanza su famosa circular invitando a las potencias a negociar una paz honorable, sin anexiones ni indemnizaciones. En pocas palabras, temiendo que de la guerra pudiera surgir la revolución proletaria, el P.S.I. en su lucha ambigua contra la guerra, simplemente, lucha contra la revolución”[5]
Esta política fue secundada por los sindicatos que no movieron un dedo para apoyar la insurrección obrera en Turín (1917) dejando que fuera aplastada por el ejército con un saldo de 50 muertos y 200 heridos. Los sindicatos se sumaron a las “Comisiones Internas” creadas por el gobierno que tenían como misión garantizar el pleno funcionamiento de la industria y especialmente de la producción de guerra: “compuestas únicamente por obreros sindicalizados recibieron como misión socavar la tensión en los talleres. Se convertían en instituciones permanentes a quienes se les confiaba el cálculo del trabajo a destajo o bien, el despido de los obreros” (ídem.).
PSI y sindicatos pedían a los obreros en Italia “que renunciaran a hacer huelgas, que pospusieran su lucha de clases para no debilitar las fuerzas del Estado democrático, para no comprometer la eventualidad de una paz rápida. Mientras decían esas mentiras, los beneficios de la industria pesada italiana crecían como hongos, y los cadáveres llegaban a formar montañas” (ídem.).
La posguerra de 1914-18 debilitó al capital italiano. El alineamiento en el último minuto con los vencedores -USA, Gran Bretaña y Francia- no le reportó gran cosa. Ni siquiera su reivindicación de Trieste fue complacida. La posguerra lo sumió en una grave crisis, con una fuerte carestía de alimentos. El precio del pan fue aumentado provocando en 1919 numerosas huelgas que fueron aplastadas causando 320 muertos. En el campo la agitación de los jornaleros se recrudecía.
Sin embargo, desde mediados de 1919 las huelgas y acciones obreras se extienden por todo el país y muestran su simpatía con la revolución en Rusia tratando de extenderla al territorio italiano. En respuesta, el gobierno del liberal Nitti formó un cuerpo militarizado especializado en enfrentar a los obreros en lucha, la Guardia Real, con miles de miembros fuertemente equipados. “Aún antes de que el fascismo hiciera pesar el terror, centenares de trabajadores cayeron bajo las bajas de dicha guardia. Ese esfuerzo democrático del aparato de Estado le dará plena satisfacción a la burguesía. En abril de 1920, la tropa dispara a los huelguistas en Décima y deja nueve obreros muertos en las calles; la conmemoración del 1° de mayo deja 15 muertos; el 26 de junio hubo 5 muertos en el levantamiento de Ancona contra la expedición de tropas italianas para ir a ocupar Albania. En Mantua trabajadores y soldados invaden la estación, arrancan los rieles para detener los trenes de la Guardia Real, los que estaban destinados a la guerra contra los Soviets cargados de armas y de municiones, golpean a todos los oficiales, asaltan la prisión que incendian después de haber liberado a los presos. Cada vez que hay muertos en las calles, los trabajadores continúan la lucha proclamando huelga general: correos, empleados de los ferrocarriles, Milano” (ídem.).
En todos estos movimientos el PSI y los sindicatos o están ausentes o se oponen radicalmente. En Milán condenan la huelga general y salen a la calle al grito de Viva la República.
El movimiento obrero se radicaliza en el norte industrial y muy especialmente en Turín. En esta ciudad los obreros constituyen Consejos de Fábrica desde mayo 1919. En sucesivas oleadas, las luchas se extienden a Milán, a la región de Liguria y a los obreros del campo. La respuesta del organismo patronal, la Cofindustria, es el cierre de fábricas, ante lo cual los obreros las ocupan, forman milicias obreras y se organizan en Consejos de Fábrica. El movimiento, sin embargo, se encierra en el “control de la producción”, llegándose a emitir dinero para el intercambio de mercancías entre empresas y barrios obreros, también intentando extender este modo de organización a los campesinos en algunas regiones del centro de Italia. El anarquista Malatesta celebra esta desviación: “los trabajadores pensaron que el momento estaba maduro para la toma de posesión de una vez para siempre de los medios de producción. Se armaron para su propia defensa y comenzaron a organizar la producción por su propia cuenta. El derecho de propiedad fue de hecho abolido era un nuevo régimen, una nueva forma de vida social que hacía su entrada. Y el gobierno se echó a un lado al sentirse impotente para ofrecer oposición”[6].
Todo esto es un engaño: no se tomaron “para siempre” los medios de producción pues estos seguían completamente bajo las leyes de las relaciones de producción capitalistas que operan a escala mundial y de los cuales no se puede escapar en el encierro local. El colmo es decir que el gobierno burgués “se echa a un lado” (¡cuando lanzó el ejército contra los obreros causando numerosos muertos!)
El PSI y los sindicatos se opusieron a las ocupaciones y a los Consejos de Fábrica. A espaldas de estos negociaron con el gobierno algunas migajas y propusieron una “asociación empresarios – trabajadores” para la gestión de las empresas, medida que ataba a los obreros al interés de la empresa y por tanto del capital. Tras la firma de este acuerdo, las ocupaciones aún resistieron un mes. El 27 de septiembre de 1920, un intento de desalojo de las fábricas ocupadas provocó una huelga general en Turín. Hubo un cierre patronal y el gobierno Giolitti envió miles de soldados que cercaron las fábricas con ametralladoras. Los sindicatos y el PSI denunciaron la huelga e impidieron su extensión al resto de Italia. Al cabo de 15 días los obreros abandonaron las fábricas admitiendo la derrota.
Vencido el movimiento de ocupaciones, los sectores dominantes del capital italiano apuestan claramente por el partido fascista de Mussolini. Es el hombre del momento pues con su mano izquierda practica una demagogia anticlerical, anticapitalista (que se basa en reducir el capitalismo a una “oligarquía” de grandes empresarios y terratenientes), “anti- estado” (Mussolini proclama en Udine, septiembre 1922, “Ya estamos hartos del Estado ferroviario, del Estado postal, del Estado de los seguros. Estamos hartos de que el Estado ejerza sus funciones a costa de todos los contribuyentes italianos y agrave el agotamiento de las finanzas”), anticorrupción etc.
Y con su mano derecha recibe cuantiosas subvenciones de las grandes firmas de la industria de guerra (FIAT, Ansaldo, Edison) e incluso de los socialistas franceses, que participaban en el gobierno de guerra de su país, aportaron cuantiosos fondos por intermedio de Cachin, futuro dirigente del Partido Comunista francés (¡¡¡).
Pero la principal tarea del Partido Nacional Fascista son las expediciones punitivas contra los obreros de la industria y del campo que se multiplican desde el otoño de 1920 y que causan innumerables víctimas con el beneplácito gubernamental que envía la policía para facilitarles la labor.
La clase obrera se ve brutalmente golpeada desde dos frentes: el frente legal de la represión del gobierno y el frente ilegal de la canalla fascista. Como denuncia la 2ª parte de nuestro artículo Revolución y contra – revolución en Italia “las fuerzas legalmente constituidas del estado democrático y, las escuadras fascistas, fusionaron en un bloque monolítico, prácticamente todas las ligas antibolcheviques y patrióticas”[7].
¿Y qué hacen ante ello el PSI y los sindicatos? Pues firmar con los fascistas un Pacto de Pacificación en agosto de 1921. El día 2 de dicho mes “hubo una reunión en Roma con los representantes del Consejo del Fascio, del P.S.I., de los grupos parlamentarios fascista y socialista, de la C.G.I.L. y, finalmente, de De Nicola, presidente de la Cámara, para acordar no dejar que las calles sean objeto de "violencia, ni incitar a las pasiones partidistas extremistas" (art. 2). Las dos partes "se comprometen mutuamente a respetar las organizaciones económicas" (art. 4). Cada uno reconoce en el adversario una fuerza viva de la Nación con la que hay que contar; cada uno acepta pasar por ello”.
Con dicho pacto que los fascistas incumplieron llegando a asaltar las propias sedes socialistas y sindicales, el PSI y los sindicatos les daban legitimidad presentándolos como una “fuerza democrática de la Nación”. Es decir, encerraban al proletariado en la cárcel nacional y con ello lo obligaban a ver al fascismo como mero “adversario político” y no como mamporrero sangriento del capital. Le comprometían a la “no violencia” frente a sus brutalidades (Turati, dirigente socialista proclamará “¡Hay que tener el coraje de ser cobarde!”) y, sobre todo, lo encadena al Estado democrático, quien un año después apadrinará el ascenso definitivo del partido fascista al poder (1922-23).
Aquí entran en escena los sindicatos que desarrollan dos líneas de ataque. Por un lado, exhortan a los obreros a renunciar a la huelga y a no oponerse a las expediciones de castigo fascistas pues “se puede caer en la ilegalidad y dar un pretexto a los fascistas”. Por otra parte, también reclaman la renuncia a la huelga para “dar tiempo a la economía nacional para recuperarse”, lo que permite a la patronal rebajar salarios y lanzar despidos masivos.
El PSI y los sindicatos focalizan todas las esperanzas obreras en las elecciones donde “derrotaremos democráticamente al fascismo”. Esta maniobra no hará sino reforzar al bando mussoliniano como reconoce francamente el Duce: “Este fantasma de las elecciones es más que suficiente para cegar a los viejos parlamentarios que ya están haciendo campaña por nuestra alianza. Con este cebo, haremos con ellos lo que queramos. Nacimos ayer, pero somos más inteligentes que ellos”
Frente a la sucia labor de sabotaje del PSI y los sindicatos, la Internacional Comunista, en lugar de jugar un papel de apoyo a la lucha proletaria y de vanguardia de esta, corroída por el oportunismo, jugó el papel contrario de desarmar a los obreros y debilitar su respuesta al ascenso de Mussolini.
En el Partido Comunista de Italia fundado finalmente en enero 1921 en Livorno se pueden distinguir 3 grandes corrientes:
Dominada por el oportunismo la IC apoyó a las dos primeras corrientes en detrimento de la tercera y puso el PC italiano en las manos de Gramsci y Togliatti. Todo ello llevó a una política desastrosa frente al ascenso del fascismo. Tres fueron los ejes de esa política:
En el Tercer Congreso de Tercera Internacional se preconizó la línea de ganar a los sectores de izquierda de los viejos partidos socialistas. Esta política era una respuesta falsa a un problema correcto. Había en los partidos socialistas un sector de jóvenes obreros o militantes de toda la vida que sinceramente luchaban por el interés proletario y veían en la revolución de octubre un faro para proseguir la lucha por la revolución mundial. Sin embargo, la respuesta dada era falsa y peligrosa en dos sentidos:
La aplicación de esta política en Italia retrasó la fundación del partido comunista (se formó en enero 1921 en Livorno tras la derrota del movimiento de ocupaciones) y, sobre todo, debilitó la posición avanzada y coherente de las fracciones comunistas alrededor de Bordiga, para reforzar al máximo las posiciones de la supuesta “ala izquierda” del PSI y la línea confusa y claudicante de Gramsci, Tasca y compañía.
Estos graves errores se hicieron aún peores con las orientaciones adoptadas por el Cuarto Congreso de la Tercera Internacional que, vía las posiciones del “Frente Unido” y el “Gobierno Obrero”, preconizaban la alianza con los partidos socialistas y la colaboración gubernamental con ellos, con lo cual se echaba al cubo de la basura la denuncia intransigente de los Partidos Socialistas como lacayos del Capital (posición adoptada por el Primer Congreso de la IC) y la lucha por el único gobierno posible: los consejos obreros como “forma al fin encontrada de la dictadura del proletariado” (abandonando lo que había defendido el Primer Congreso de la IC).
“La nueva línea de conducta internacional de Zinóviev prefería ver a la socialdemocracia como el ala derecha del proletariado y no como el ala izquierda de la burguesía. La socialdemocracia, a la cabeza de las viejas organizaciones de la época reformista, había reunido todas sus fuerzas en un frente anti proletario para salvar el régimen burgués en la noche del 4 al 14 de agosto, y había entregado a la reacción sus Noske, Scheidemann, Böhm y Peild para el aplastamiento de la República Húngara de Consejos, un canciller federal en Austria en la persona de K. Renner, para incitar a los campesinos contra los obreros” (de la segunda parte del artículo Revolución y contrarrevolución en Italia).
Como en el resto del mundo, los sindicatos italianos habían mostrado con quien estaban tanto por su conducta durante la guerra como frente a las luchas masivas de signo revolucionario de 1919-20. El joven partido comunista en Italia siguió a pies juntillas las Tesis sobre la cuestión sindical del Segundo Congreso de la Tercera Internacional que había proclamado sin ningún argumento que “Los sindicatos, que durante la guerra se habían convertido en los órganos del sometimiento de las masas obreras a los intereses de la burguesía, representan ahora los órganos de la destrucción del capitalismo”[8] y “Dada la pronunciada tendencia de amplias masas obreras a incorporarse a los sindicatos, y considerando el carácter objetivo revolucionario de la lucha que esas masas sostienen pese a la burocracia profesional, es importante que los comunistas de todos los países formen parte de los sindicatos para convertirlos en órganos conscientes para la liquidación del régimen capitalista y el triunfo del comunismo”.
El PC italiano se olvidaba de que los sindicatos 1) habían apoyado el esfuerzo de guerra del capital italiano y habían saboteado todo intento de huelga; 2) se habían enfrentado a lucha revolucionaria de 1919-20; 3) habían propugnado una política de claudicación frente a la ofensiva patronal y las expediciones punitivas de las escuadras fascistas (1921-22). Estas 3 conductas eran pruebas concluyentes de que los sindicatos se habían convertido en engranajes del Estado capitalista[9].
En el PC italiano triunfó la línea de Gramsci (apoyado sin recato por el Comité Ejecutivo de la IC) que pretendía que el fascismo tenía como causa el atraso de la burguesía italiana por el peso que los terratenientes y los residuos feudales tenían en su estructura, olvidando con ello, que el capitalismo había entrado en decadencia en todo el mundo y las trabas y particularidades de cada país no debían ser motivo -como argüían los mencheviques en Rusia y, en general, los socialistas en todos los países- para encerrarse en “revoluciones democráticas anti- feudales” cerrando la puerta a la única revolución necesaria y posible, la Revolución Comunista Mundial.
Gramsci distinguía dentro de la burguesía entre “fuerzas fascistas” y “fuerzas antifascistas” propugnando establecer con estas últimas un “Bloque Histórico” que llevaría al poder al proletariado (¡¡¡). En consecuencia, no había que luchar por la revolución proletaria ni unir los obreros italianos al movimiento por la revolución mundial, sino por una “Asamblea Constituyente” que daría luz a un “nuevo Estado” desde el cual sería posible luchar por el comunismo. Una alianza con liberales, católicos etc., sería la transición hacia una “República Federativa de Soviets” (¡¡¡). Bordiga denunció estas estupideces: “Debemos rechazar la ilusión de que un gobierno de transición pueda ser tan ingenuo como para permitir, por medios legales, maniobras parlamentarias, expedientes más o menos hábiles, asediar las posiciones de la burguesía, es decir, apoderarse legalmente de todo su aparato técnico y militar para distribuir tranquilamente las armas al proletariado. ¡Esta es una concepción verdaderamente infantil! No es tan fácil hacer una revolución”[10]
En la segunda parte de este artículo veremos concretamente como el SPD y el PC alemán desarmaron al proletariado en 1930-33 frente al ascenso del partido nazi.
Smolny 13-2-21
[2] El capitalismo ha podido sobrevivir frente al proletariado gracias a la Gran Mentira del siglo XX -probablemente la mentira más grande la historia-: la identificación de los regímenes estalinistas con el “comunismo”, cuando lo que hubo en Rusia (o lo que hay ahora en China, Cuba o Corea del Norte) no tiene nada que ver con el comunismo, sino que es una forma particular del capitalismo de Estado.
[3] El “anticapitalismo” es una forma de “oposición” al capitalismo que en realidad lo reproduce ideológicamente. Para comprender la trampa del “anticapitalismo” ver el capítulo III del Manifiesto Comunista, Literatura socialista y comunista, donde denuncia los “anticapitalismos” de la época: el socialismo feudal, el socialismo pequeñoburgués, el “socialismo alemán”, el socialismo burgués, delimitando esta basura ideológica de los intentos socialistas y comunistas proletarios. https://www.marxists.org/espanol/m-e/1840s/48-manif.htm [22]
[4] Ver 1919: El ejemplo de Rusia 1917 inspira a los obreros húngaros https://es.internationalism.org/revista-internacional/200910/2678/i-1919-el-ejemplo-de-rusia-1917-inspira-a-los-obreros-hungaros [23] y /content/3051/ii-1919-el-ejemplo-de-rusia-1917-inspira-los-obreros-hungaros [24]
[5] Revolución y contrarrevolución en Italia (1ª parte) https://es.internationalism.org/revista-internacional/197504/1941/revolucion-y-contrarrevolucion-en-italia-i [25]
[6] Citado en el libro de Vernon Richards, Errico Malatesta vida e ideas.
[7] https://es.internationalism.org/revista-internacional/197508/2009/revolucion-y-contra-revolucion-en-italia-ii-frente-al-fascismo-el- [26]
[8] "Tesis, manifiestos y resoluciones adoptados por los Cuatro Primeros Congresos de la Internacional Comunista (1919-1923) [27]".
[9] Ver Apuntes sobre la cuestión sindical https://es.internationalism.org/cci-online/201104/3103/apuntes-sobre-la-cuestion-sindical [28] y la serie LOS SINDICATOS CONTRA LA CLASE OBRERA https://es.internationalism.org/content/4575/los-sindicatos-contra-la-clase-obrera-i [29] , https://es.internationalism.org/content/4586/los-sindicatos-contra-la-clase-obrera-en-la-decadencia-capitalista-ii [30] , https://es.internationalism.org/content/4603/los-sindicatos-en-el-periodo-ascendente-del-capitalismo-iii [31] y https://es.internationalism.org/content/4620/los-sindicatos-organos-del-estado-capitalista-iv [32]
[10] Citado en la segunda parte de Revolución y contrarrevolución en Italia
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En el mundo sindicalista existe una rama "crítica": los izquierdistas[1]. Volviendo a tomar por su cuenta los principales errores de la 3ª Internacional, defienden hoy la táctica de la defensa y participación en los sindicatos –de los cuales critican sus "errores permanentes"–; los consideran como organizaciones obreras y se dan por tarea "desburocratizarlos" reconquistando sus puestos de dirección.
Para justificar su apoyo "crítico" a los sindicatos, ciertas tendencias trotskistas expresan la idea de que los sindicatos tienen una doble función: en tiempos de "calma", cuando no hay luchas importantes, los sindicatos defenderían a la clase obrera frente a la patronal; en tiempos de efervescencia social defenderían a la patronal contra la clase obrera. Este razonamiento no es más que una manera enrevesada de defender a los sindicatos, aun dando la impresión de rechazarlos. Era, por ejemplo, la posición del grupo "Poder Obrero" en Mayo 68 en Francia, que especificaba en su Plataforma política:
"En la etapa presente, en la mayor parte de los países capitalistas, los sindicatos ejercen objetivamente una doble función:
- Defender contra la patronal los intereses inmediatos de los asalariados;
- Defender a la sociedad capitalista cuyas bases aceptan contra todo movimiento de los trabajadores que pudiera ponerla en dificultad".
(P.O. N° 90, Mayo de 1968)
Esta idea no supera en profundidad a la que dice que la policía defiende los intereses de los trabajadores cuando les salva de ahogarse en la playa y que no los defiende cuando los golpea durante una huelga, sirviendo entonces la patronal.
No se determina la naturaleza de clase de una organización por su actitud en los momentos de calma social, cuando el proletariado pasivo está sometido al poder de la burguesía tanto en lo económico como en lo político. Si se quiere determinar la naturaleza de clase de una organización, hay que hacerlo en el momento en que las clases se enfrentan abiertamente.
La función de los sindicatos queda clara cuando se les ve a lo largo de cualquier lucha obrera que se generaliza, impedir los contactos entre obreros de diferentes fábricas, falsificar las reivindicaciones de los trabajadores, utilizar la mentira y la calumnia para lograr la vuelta al trabajo, diciendo, contra toda verdad, en cada empresa en lucha, que "las otras han vuelto" y que "no podemos continuar solos"; en una palabra, cuando juegan el papel de rompehuelgas. Es entonces cuando su naturaleza de clase aparece claramente. La comedia reivindicativa que juegan diariamente en los periodos de calma, presentándose como defensores de la clase obrera en las mascaradas de negociaciones colectivas y en la aplicación escrupulosa del derecho al trabajo, ese conjunto de reglas que rigen la explotación del obrero no hace de ellos representantes de la clase obrera frente al capital, sino funcionarios del capital encargados de facilitar el normal y cotidiano funcionamiento de la explotación en el seno de la clase obrera. Las lágrimas de cocodrilo de los sindicatos ante los abusos más notables del capital, las "jornadas de protesta" de algunas horas, su preocupación, por los problemas de los obreros como individuos dentro de la fábrica, todas estas "pequeñas tareas" sobre las cuales el mito oficial funda la identificación de los sindicatos con los intereses de la clase obrera, mito que los izquierdistas recogen en forma "crítica", no son de hecho más que una condición necesaria para la eficacia del encuadramiento sindical en el momento de luchas verdaderas.
Del mismo modo que los policías deben salvar a náufragos o dirigir el tráfico para justificar su existencia y poder reprimir las luchas obreras en nombre del "interés público", los sindicatos deben desempeñar funciones de "asistencia social" a los obreros y de válvula que libera la presión excesiva para poder asegurar cuando surgen luchas, su función de encuadramiento y de represión en nombre del "interés obrero".
Sabotaje de las luchas obreras y representación oficial de los trabajadores en el marco de la explotación capitalista no son en el capitalismo decadente dos funciones diferentes, y menos aún contradictorias de los sindicatos, sino las dos caras de una sola y única función anti- proletaria.
Otro argumento machacado una y otra vez por los izquierdistas para justificar su apoyo "crítico" y su participación en estos órganos es el que consiste en presentarlos como organizaciones que por ellas mismas serían formas de organización válidas para la lucha obrera pero que estarían desviadas de su verdadera función debido a la burocratización y a las "malas direcciones" que encuentran a su cabeza. Se trataría pues de reconquistar los sindicatos y volverlos más democráticos (reivindicación del derecho de minoría) y cambiando las direcciones podridas por verdaderos jefes obreros a su cabeza.
En lugar de comprender la burocracia y los malos jefes sindicales como producto inevitable de la naturaleza capitalista de los sindicatos, querrían presentarlos como la causa de los "errores" y de las "traiciones" sindicales.
La burocratización de una organización no es el reforzamiento del poder de decisión de sus órganos centrales. Contrariamente a lo que piensan los anarquistas, centralización no es sinónimo de burocratización. Al contrario, en una organización atravesada por la actividad consciente y apasionada de sus miembros, la centralización es el medio más eficaz para estimular la participación de cada miembro en la vida de la organización. Lo que caracteriza el fenómeno de la burocratización es el hecho que la vida de la organización no se realiza con la participación de la totalidad de sus miembros, sino que artificial y formalmente se reduce a la de sus "burós", de sus órganos centrales.
Si tal fenómeno se ha generalizado en todos los sindicatos, en este periodo de decadencia del capitalismo no es por la "maldad" de los responsables, ni por un fenómeno inexplicable de “burocratización”.
Si la burocracia se ha apoderado de los sindicatos es porque los trabajadores no pueden aportar ni vida ni pasión a un órgano que no es suyo.
La indiferencia de los obreros respecto a la vida sindical no es, como piensan los izquierdistas, una prueba de la inconsciencia de los trabajadores. Significa, al contrario, la existencia en el proletariado de una comprensión sorda de la ineficacia de los sindicatos en la defensa de sus intereses de clase y de su pertenencia a la clase enemiga.
Las relaciones entre trabajadores y sindicato no son relaciones de la clase obrera con su instrumento de lucha. Son casi siempre relaciones entre individuos con problemas individuales y un asistente social.
Hay burocracia porque no hay y no puede haber vida obrera en los sindicatos. Los izquierdistas que militan en ellos toman entre otras tareas la de "reanimar" la vida sindical. A veces consiguen convencer a algún que otro joven militante sindical que "se lo cree" al principio, antes de que lo abandone desengañado, o se meta dentro aceptando el papel de bonzo. Lo único que consiguen hacer es retrasar la toma de conciencia de la clase del carácter capitalista de estas organizaciones. El "leit-motiv" de estos izquierdistas: "es una mala organización obrera, pero son obreros al menos", es finalmente la mejor defensa de estos órganos cuando la desconfianza de los trabajadores se acrecienta. Las burocracias sindicales encuentran de hecho en los "exaltados" profesionales de la "crítica constructiva", sus mejores aliados, los cazadores de los trabajadores que "se pierden en el anti- sindicalismo".
En cuanto a la táctica de la reconquista de la dirección de los sindicatos para hacerlos verdaderas organizaciones de clase, refleja la misma miopía, y eso cuando no se trata sencillamente de justificación de rastreras ambiciones burocráticas. La actitud anti obrera de los sindicatos no está causada por los “malos jefes”, aunque tuvieran “buenos jefes”, honrados y escrupulosos, seguirían cumpliendo la misma función anti obrera. No es casualidad si desde hace casi un siglo los sindicatos han tenido siempre "malos dirigentes".
No es porque los jefes son malos por lo que los sindicatos no se prestan a las verdaderas luchas de la clase obrera. Al contrario, es porque los sindicatos como organizaciones, no pueden servir a la lucha proletaria, que sus jefes son inevitablemente "malos". Como lo hacía constar Pannekoek[2]: “Lo que han dicho y vuelto a decir Marx y Lenin del Estado, a saber, que su modo de funcionamiento a pesar de la existencia de una democracia formal no permite utilizarlos como instrumento de la revolución proletaria, se aplica pues a los sindicatos. Su potencia contrarrevolucionaria no será aniquilada ni tampoco cortada por un cambio de dirigentes, el de jefes reaccionarios por hombres de "izquierdas" o "revolucionarios". Es esa forma misma de organización la que reduce a las masas a la impotencia y les impide convertirlos en instrumentos de su voluntad".
[1] En esta “área crítica” se pueden incluir también corrientes sindicalistas que se presentan como más “radicales” o como más próximas a los obreros: el sindicalismo revolucionario, el sindicalismo de base, el sindicalismo asambleario etc.
[2]Anton PANNEKOEK (1873-1960) Revolucionario holandés, cofundador del Partido Comunista holandés en 1918.
Enlaces
[1] https://es.internationalism.org/files/es/balance_del_ano_2020.pdf
[2] https://www.bbc.com/mundo/noticias-51705060
[3] https://es.internationalism.org/content/4629/la-irrupcion-de-la-descomposicion-en-el-terreno-economico-informe-sobre-la-crisis
[4] https://es.internationalism.org/content/4524/balance-de-las-luchas-en-francia-contra-la-reforma-de-las-pensiones
[5] https://es.internationalism.org/revista-internacional/200606/964/tesis-sobre-el-movimiento-de-los-estudiantes-de-la-primavera-de-200
[6] https://es.internationalism.org/content/3349/2011-de-la-indignacion-la-esperanza
[7] https://es.internationalism.org/tag/3/45/descomposicion
[8] https://es.internationalism.org/files/es/deceso_de_diego_maradona.pdf
[9] https://es.internationalism.org/RM/89_Guevarismo.html
[10] https://es.internationalism.org/tag/3/43/cultura
[11] https://es.internationalism.org/files/es/guerra_de_vacunas.pdf
[12] https://es.internationalism.org/revista-internacional/200510/223/la-descomposicion-fase-ultima-de-la-decadencia-del-capitalismo
[13] https://es.internationalism.org/tag/cuestiones-teoricas/salud-epidemias-pandemias
[14] https://es.internationalism.org/files/es/_hospitales_matadero_0.pdf
[15] https://s1.elespanol.com/2021/01/29/comunidad_valenciana/escrito_denuncia_ernest_lluch.pdf
[16] https://es.internationalism.org/content/4566/dossier-especial-covid19-el-verdadero-asesino-es-el-capitalismo
[17] https://www.elespanol.com/espana/comunidad-valenciana/20210130/anonimo-destapa-covid-fe-pacientes-atados-pedian/554946185_0.html
[18] https://www.publico.es/sociedad/hospital-epidemias-madrid-denuncia-inspeccion-sanitaria-posible-incumplimiento-normativas-zendal.html
[19] https://www.lavanguardia.com/internacional/20201113/49421725509/hospitales-italianos-borde-colapso-mas-ingresos-abril.html
[20] https://es.internationalism.org/files/es/liberalismo_fascismo_e_izquierda_del_capital.pdf
[21] https://www.lahaine.org/mundo.php/liberalismo-y-fascismo-socios-criminales
[22] https://www.marxists.org/espanol/m-e/1840s/48-manif.htm
[23] https://es.internationalism.org/revista-internacional/200910/2678/i-1919-el-ejemplo-de-rusia-1917-inspira-a-los-obreros-hungaros
[24] https://es.internationalism.org/content/3051/ii-1919-el-ejemplo-de-rusia-1917-inspira-los-obreros-hungaros
[25] https://es.internationalism.org/revista-internacional/197504/1941/revolucion-y-contrarrevolucion-en-italia-i
[26] https://es.internationalism.org/revista-internacional/197508/2009/revolucion-y-contra-revolucion-en-italia-ii-frente-al-fascismo-el-
[27] https://www.marxists.org/espanol///tematica/internacionales/comintern/4-Primeros3-Inter-2-edic.pdf
[28] https://es.internationalism.org/cci-online/201104/3103/apuntes-sobre-la-cuestion-sindical
[29] https://es.internationalism.org/content/4575/los-sindicatos-contra-la-clase-obrera-i
[30] https://es.internationalism.org/content/4586/los-sindicatos-contra-la-clase-obrera-en-la-decadencia-capitalista-ii
[31] https://es.internationalism.org/content/4603/los-sindicatos-en-el-periodo-ascendente-del-capitalismo-iii
[32] https://es.internationalism.org/content/4620/los-sindicatos-organos-del-estado-capitalista-iv
[33] https://es.internationalism.org/tag/2/36/los-falsos-partidos-obreros
[34] https://es.internationalism.org/tag/cuestiones-teoricas/fascismo
[35] https://es.internationalism.org/files/es/sindicatos_5_0.pdf
[36] https://es.internationalism.org/tag/2/30/la-cuestion-sindical