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Catorce días de acción contra la reforma de las pensiones, millones de personas en las calles. Al igual que sus hermanos de clase en el Reino Unido, Alemania y España, el proletariado en Francia ha gritado “ya basta”, negándose claramente a someterse pasivamente a los ataques de la burguesía1. Poco a poco, los obreros empezaron a reconocerse como una clase en lucha, cuya fuerza residía sobre todo en su capacidad de permanecer unida.
A los ojos de muchos trabajadores, los sindicatos parecían hacerse cargo de estas aspiraciones. Si hacemos caso a la prensa, los sindicatos han estado a la vanguardia de este movimiento, celebrando numerosas jornadas de acción, pareciendo encarnar la solidaridad durante las huelgas en las refinerías, en el sector del transporte o entre basureros en París, en los piquetes, a través de los fondos de huelga o frente a la represión. El llamamiento de la intersindical a movilizaciones masivas, incluso los sábados para permitir la participación de todos, pareció dar cuerpo al deseo expresado semana tras semana en las filas de los manifestantes: hay que luchar todos juntos.
Los sindicatos pretenden “paralizar Francia”
Ante el auge del espíritu de lucha y el deseo de solidaridad de todos los sectores y generaciones, los sindicatos han convocado a una “huelga general”: “La coalición intersindical hace un llamamiento para que el 7 de marzo sea un día de "Francia paralizada.” “Una jornada de huelga general que debe permitir a toda la población secundar la movilización”. “Paralizar Francia”, seguimos oyendo decir a los sindicatos. ¿Cómo? Bloqueando los llamados “sectores estratégicos”, ¡por supuesto! De hecho, ya en febrero, los sindicatos convocaron toda una serie de bloqueos y huelgas renovables en la RATP2, las compañías aéreas, la SNCF3, los puertos, los basureros, las refinerías, etcétera.
Pero impulsaron la renovación de huelgas muy localizadas, cuidándose mucho de no favorecer su extensión: sin vínculos reales, sin delegaciones en otras empresas, sin verdaderas asambleas generales, huelguistas aislados de los demás trabajadores, en huelgas poco concurridas, protegiendo sus piquetes de los CRS4. A mediados de marzo, por ejemplo, la CGT5 impuso una huelga renovable a los recolectores de basura de París, exponiéndolos a la represión policial, supuestamente para “meter en problemas a los burgueses” ... antes de suspender el movimiento por falta de huelguistas (6% de los asalariados). Además, los sindicatos de las empresas nunca han dejado de colocar por delante reivindicaciones muy sectoriales, como si las cuestiones salariales, de la inflación, de las cadencias de trabajo y las mismas pensiones fueran específicas a cada sector.
No es la primera vez que los sindicatos plantean huelgas por delegaciones en sectores llamados “estratégicos”, empujando a trabajadores a menudo muy combativos y que pueden pesar en la balanza de la lucha, a movilizarse en huelgas desgastantes y corporativistas. En 2018, la CGT envió a los ferroviarios por su cuenta, solos, con “huelgas intermitentes”. También había sido la punta de lanza del “bloqueo de la economía” en 2015, centrándose en el sector de las refinerías. Fueron aparentes “grandes éxitos”, pero no bloquearon nada, ¡solo dividieron a la clase obrera! En cada ocasión, sin embargo, se llamaba a los trabajadores a la “solidaridad” ... pero una solidaridad platónica que consistía en engrosar los fondos de huelga que los sindicatos se apresuraban a pagar sólo a sus afiliados.
Pero esta vez, la trampa no funcionó según las expectativas de la burguesía. Las huelgas sindicales fueron a menudo minoritarias: no hubo colas interminables en las gasolineras, ni usuarios del transporte “hartos” sino comprensivos, ni huelgas corporatistas perdidas de antemano. La clase obrera, a pesar de sus debilidades, no ha caído en la trampa de las huelgas largas, en las que cada uno está por su cuenta. Las huelgas por delegación no se han puesto realmente de moda.
La esterilización de las manifestaciones masivas
El primer día de acción, el 19 de enero de 2023, casi dos millones de trabajadores salieron a la calle, una movilización mucho más fuerte de lo esperado, expresando un sentimiento de rabia e injusticia, pero también de solidaridad y alegría por estar juntos. En los desfiles se palpaba el entusiasmo de reencontrarse, semana tras semana, en manifestaciones multitudinarias. Los sindicatos y los partidos de izquierda repetían una y otra vez que el número de manifestantes por sí solo era capaz de imponer una relación de fuerzas, de “presionar” unas veces al gobierno, otras al Parlamento. Pero a pesar de estas movilizaciones históricas, el gobierno no ha dado marcha atrás.
¿Por qué? Porque el número de manifestantes, sin que la propia clase obrera tome realmente las riendas de la lucha, no tiene ninguna posibilidad, por sí solo, de crear una verdadera relación de fuerzas. El carácter masivo de la lucha en Francia fue un paso muy importante en el retorno del espíritu de lucha del proletariado en todo el mundo. Pero, aunque es esencial reunirse en masa y sentir la fuerza colectiva de nuestra clase, ¡no basta con millones!
Durante el movimiento contra el CPE (Contrato de Primer Empleo) en 2006, había muchos menos estudiantes y jóvenes con contratos precarios, pero fueron capaces de ponerse a la cabeza de la lucha, a través de asambleas generales soberanas, y empezaban a extender el movimiento a trabajadores y pensionados. En resumen, la clase obrera empezaba a luchar con sus propias armas: las de su unidad. Fue esto, en su momento, lo que asustó al gobierno de Villepin haciéndole dar marcha atrás.
Incluso hoy, la burguesía ha hecho todo lo posible para impedir que los trabajadores tomen en sus manos la solidaridad y la extensión de la lucha. Centrándose casi exclusivamente en el número de manifestantes, convocando, desde hace varias semanas, jornadas de acción masivas, sin discusión, sin verdaderas asambleas abiertas a todos, los sindicatos se han limitado a ceñirse a las aspiraciones expresadas en el seno de nuestra clase, a la necesidad de unidad y solidaridad... ¡para desvirtuar y dispersar mejor las fuerzas!
Así que, en nombre de la “solidaridad con todos los que no tienen medios para hacer huelga y movilizarse durante la semana”, se organizaron unos días de acción los sábados. Los sindicatos alegaron que seríamos más, sin coste alguno para nosotros, con la presencia de familias y niños. Pero ¡así no se conseguía la expansión que necesitábamos! La solidaridad que necesitamos no se limita a nuestras familias o a nuestros amigos. ¡Debe extenderse a nuestra clase! A otros trabajadores susceptibles de unirse a nosotros en la lucha, ¡con los cuales discutir, debatir y decidir colectivamente! No hay nada tan favorable a la burguesía como las movilizaciones sindicales del sábado, con su misma lógica de división y dilución, cada uno detrás de su propia pancarta, ¡sin discusión ni decisión colectiva al final de la manifestación!
Sin embargo, la movilización continuó semana tras semana, para asombro de todos los implicados gubernamentales y sindicales. La intersindical tuvo que espaciar progresivamente los días de acción, pasando de unos pocos días al inicio del movimiento a más de un mes entre las manifestaciones del 1 de mayo y el 6 de junio, en un intento de desgastar y desanimar a los manifestantes. El resultado fue un jarro de agua fría: “Estoy enfadado con la estrategia intersindical... ¿Por qué, después de un 1° de mayo histórico, esperar tanto para movilizarse? Ha sido un error” (un sindicalista de Force Ouvriére en Rennes). “La intersindical debería haber sido más reivindicativa y combativa” (un huelguista de París del Institut National de Statistique et des Etudes Economiques). A pesar del enorme espíritu de lucha y de las movilizaciones siempre masivas, la ausencia de vínculos reales en el seno de las asambleas generales, de posibilidades de poner a prueba concretamente nuestra solidaridad entre cada manifestación acabó por agotar la lucha y destilar un sentimiento creciente de impotencia.
La izquierda y los sindicatos al lado de las instituciones burguesas
Ante el creciente escepticismo sobre los paseos sindicales, la burguesía pudo contar con la izquierda y los sindicatos para desviar al proletariado hacia el terreno podrido del apoyo a las instituciones burguesas.
Desde el principio, el objetivo de reducir la creación de una relación de fuerzas al número de manifestantes era desviar a la clase obrera de sus métodos de lucha, reducirla a la impotencia polarizando la atención en el terreno del juego democrático burgués: ¡presionando supuestamente para apoyar la “lucha parlamentaria”! Aunque el proletariado se hacía pocas ilusiones sobre las “instituciones republicanas”, no por ello estaba menos perturbado por esta cortina de humo ideológica.
Todo el alboroto en torno al 49.3 no tenía otro objetivo. Con el “grito de rabia” del 16 de marzo contra la “negación de la democracia” de Macron, cuidadosamente organizado por los partidos de izquierda en torno al Palais Bourbon, se nos ofreció como distracción una nueva movilización democrática. Esta mascarada fue el punto de partida de una explosión de cólera totalmente estéril y minoritaria. El Estado no dudó en reprimir violentamente estas manifestaciones “salvajes” durante varias noches, con el silencio cómplice de la intersindical, que aprovechó la ocasión para intentar devolver algo de credibilidad a sus paseos semanales.
La burguesía también utilizó la concentración en la votación del 8 de junio de la oposición en el Parlamento, que todo el mundo sabía que era una conclusión inevitable, para canalizar la ira. Después del 1 de mayo, se suponía que todo se reduciría a esta única fecha. Un mes de tregua, sin concentraciones para “hacernos oír por los diputados”. En cambio, fue un mes de “cacerolazos”, cortes de electricidad y movilizaciones puntuales localizadas para “poner en problemas” al presidente Macron y su camarilla. El énfasis en la “visibilidad” inherente a la mistificación democrática, al igual que la presión que supuestamente debía ejercer sobre el parlamento y el gobierno, sirvió, en realidad, para desviar la atención de las verdaderas armas del proletariado.
Los sindicatos no son en absoluto organizaciones “demasiado blandas” para la lucha, obstaculizadas por “direcciones traidoras” o multiplicadoras de errores e indecisiones en la acción. Son claramente órganos del Estado que, por su propia naturaleza, por sus acciones de maniobra contra la clase obrera, se han convertido en sus enemigos. En el siglo XIX, la forma sindical de lucha era un arma del proletariado, pero desde principios del siglo XX, ya no corresponde a las necesidades de la lucha. Desde que el capitalismo entró en su periodo de decadencia, los sindicatos se han integrado plenamente en el aparato estatal de la burguesía, con el papel de sabotear las luchas y tratar de mantener a la clase obrera, impotente y desesperada6.
Por eso, en el movimiento que acaba de terminar, los sindicatos trabajaron sistemáticamente para esterilizar la lucha y obstaculizar la marcha de la clase obrera. Frente al retorno del espíritu de lucha del proletariado a escala internacional, ¡seguirán trabajando para sabotear las luchas!
Stopio, 23 de junio de 2023
1 Ver el volante distribuido por la CCI durante la jornada de acción del 6 de junio: Reino Unido, Francia, Alemania, España, México, China... ¡Ir más lejos que en 1968! | Corriente Comunista Internacional (internationalism.org)
2 Régie Autonome des Transports Parisiens: Administración Autónoma de Transportes Parisinos
3 Société Nationale des Chemins de Fer Francais: Sociedad Nacional de Ferrocarriles Franceses
4 Compagnies Republicaines de Sécurité: Compañías Republicanas de Seguridad, fuerza especializada en la represión de huelgas y manifestaciones
5 Confédération Générale du Travail: Confederación General del Trabajo, sindicato mayoritario junto con la CFDT, Confederación Francesa Democrática de Trabajadores
6 Ver nuestra Serie sobre los sindicatos: Los sindicatos contra la clase obrera (I) | Corriente Comunista Internacional (internationalism.org); Los sindicatos contra la clase obrera en la decadencia capitalista (II) | Corriente Comunista Internacional (internationalism.org) ;Los sindicatos en el periodo ascendente del capitalismo (III) | Corriente Comunista Internacional (internationalism.org); Los Sindicatos órganos del Estado capitalista (IV) | Corriente Comunista Internacional (internationalism.org) ; Los sindicatos contra la clase obrera (V): la táctica de los izquierdistas para hacerlos tragar a los trabajadores | Corriente Comunista Internacional (internationalism.org); Los sindicatos contra la clase obrera (VI) CONTENIDO Y FORMAS DE LA LUCHA OBRERA EN EL CAPITALISMO DECADENTE | Corriente Comunista Internacional (internationalism.org) y La Intervención de los revolucionarios frente a los sindicatos (VII) | Corriente Comunista Internacional (internationalism.org)