5 preguntas sobre el comunismo

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Estimados compañeros:

Se ha animado un debate sobre el supuesto “comunismo” de los Sres. Chávez y Castro. Se han hecho varias contribuciones al Foro. Es una discusión importante que aborda el siguiente sujeto: ¿Todos los que se proclaman “comunistas” y “socialistas” lo son efectivamente o, por el contrario, no han sido el “comunismo” de Rusia y el “socialismo” de los partidos socialdemócratas las grandes mentiras del siglo XX?

Cada vez más compañeros se dan cuenta de que el capitalismo se hace insoportable: guerras, miseria, hambre, catástrofes medioambientales, degeneración moral, etc. La pregunta que se plantean es: ¿Existe una alternativa a este sistema social?

Una de las causas que impide una clara respuesta es que haya países que se presentan como “comunistas” o “en transición al comunismo” donde sus “venturosos ciudadanos” padecen una miseria, una opresión y una barbarie intolerables. Tales son los casos de los “comunismos” de Corea del Norte, de China o de Cuba, o anteriormente en Rusia o Albania. Ante eso muchos compañeros dicen, ¡Si esa es la alternativa al capitalismo, prefiero quedarme con lo que hay!

Por eso es vital aclarar entre todos que eso del “comunismo” en Rusia, Cuba, China, etc. es una GRAN MENTIRA, que allí hay capitalismo puro y duro.

En una serie de artículos aparecidos en nuestra Revista Internacional titulada El comunismo no es un bello ideal sino una necesidad material desarrollamos detalladamente qué entendemos por el comunismo partiendo de cómo lo ha entendido realmente el movimiento revolucionario del proletariado. Nos hemos inspirado en esa serie y especialmente en los artículos “El comunismo una sociedad sin estado” (Revista Internacional nº 77 https://es.internationalism.org/revista-internacional/199407/1852/viii-1...) y “El comunismo contra el socialismo de Estado” (nº 78 https://es.internationalism.org/revista-internacional/199412/1845/ix-comunismo-contra-socialismo-de-estado ) para realizar una contribución a la discusión en el Foro respondiendo a 5 preguntas:

1ª ¿Se puede llamar “socialismo” o “comunismo” a la propiedad estatal de los medios de producción, o, por el contrario, el comunismo supone la abolición del Estado?

2ª ¿Puede desarrollarse el comunismo conservando y utilizando el Estado –esa vieja máquina de opresión vinculada a la sociedad de clases-o para hacerlo es necesario destruir el Estado?

3ª ¿Fueron comunistas los regímenes estalinistas en la URSS y los países del Este? ¿Son comunistas los gobiernos de China, Cuba o Venezuela?

4ª ¿Se puede implantar el comunismo y el socialismo a través de gobernantes “bienintencionados” que, “como la mayoría del pueblo no cree en el comunismo” hacen lo que “buenamente pueden”? ¿O, por el contrario, el comunismo sólo puede nacer de la lucha directa y autoorganizada de todos los trabajadores?

5ª ¿Puede desarrollarse el comunismo en un solo país? o, por el contrario, ¿el comunismo será mundial o no será?

1ª ¿Se puede llamar “socialismo” o “comunismo” a la propiedad estatal de los medios de producción, o, por el contrario, el comunismo supone la abolición del Estado?

En el foro, un mensaje de los compañeros de la revista “La protesta”, de filiación anarquista, plantea que «El comunismo es un sistema capitalista, la razón de que el comunismo persigue la abolición de la propiedad privada, es porque toda propiedad debe pertenecer al estado y eso es capitalismo», atribuye esa posición a Marx y Engels: «La teoría de Marx sostenía que todo el capital debería pertenecer al Estado» y la confronta con la posición de Bakunin, que «sostenía la teoría del socialismo sin Estado».

Es absolutamente falso que Marx y Engels identificaran el comunismo con el capitalismo de Estado (o más genéricamente con una sociedad en la que todo está bajo control del Estado). Ninguna apreciación de su trayectoria política y sus escritos, o la de sus corrientes continuadoras, apoya esa afirmación, que en realidad es el producto del impacto de las campañas de la burguesía para calumniar el comunismo.

Desde antes incluso de la elaboración del Manifiesto Comunista en 1848, Marx y Engels ya habían llegado a la convicción de que la sociedad comunista sería una sociedad sin clases y sin Estado. En otro mensaje de “La Protesta” en el foro, se cita el libro de la Ideología alemana para apoyar la denuncia del “comunismo” de Chávez y Castro; podemos tomar precisamente ese trabajo escrito en 1846, en el que hay un esfuerzo de elaboración del método del materialismo histórico, para ver que ya en ese momento Marx y Engels habían señalado la perspectiva revolucionaria de una sociedad en la que se producirá una apropiación social universal de los medios producción como superación de la propiedad privada[1] capitalista: «Todas las anteriores apropiaciones revolucionarias habían tenido un carácter limitado; individuos cuya propia actividad se veía restringida por un instrumento de producción y un intercambio limitados, se apropiaban este instrumento limitado de producción y, con ello, no hacían por tanto, más que limitarlo nuevamente. Su instrumento de producción pasaba a ser propiedad suya, pero ellos mismos se veían absorbidos por la división del trabajo y por su propio instrumento de producción; en cambio, en la apropiación por los proletarios es una masa de instrumentos de producción la que tiene necesariamente que verse absorbida por cada individuo y la propiedad sobre ellos, por todos. El moderno intercambio universal sólo puede verse absorbido entre los individuos siempre y cuando se vea absorbido por todos. La apropiación se halla, además, condicionada por el modo como tiene que llevarse a cabo. En efecto, sólo puede llevarse a cabo mediante una asociación, que, dado el carácter del proletariado mismo, no puede ser tampoco más que una asociación universal, y por obra de una revolución en la que, de una parte, se derroque el poder del modo de producción y de intercambio anterior y la organización social correspondiente y en la que, de otra parte, se desarrollen el carácter universal y la energía de la que el proletariado necesita para llevar a cabo la apropiación, a la par que el mismo proletariado, por su parte, se despoja de cuanto pueda quedar en él de la posición que ocupaba en la anterior sociedad» (parte sobre Feuerbach) (Grijalbo 1970, pags. 79-80)

En esa sociedad comunista, no habrá necesidad de ningún Estado: «Que, hasta ahora, las revoluciones, dentro del régimen de la división del trabajo, tenían necesariamente que conducir a nuevas instituciones políticas se desprende de lo dicho más arriba en contra de Feuerbach; que la revolución comunista, al acabar con la división del trabajo, elimina por último las instituciones políticas, se desprende también de ello;» (parte sobre Stirner) (Id. Pag. 452)

Hay que tener en cuenta que Marx y Engels no escribieron la Ideología alemana con la intención de que se publicara, sino para clarificar sus propias ideas; por eso, y por la misma naturaleza embrollada del pensamiento y la literatura de la “crítica-crítica” contra la que argumentaban, algunos pasajes resultan “difíciles”. Pero algunos años más tarde (todavía antes del Manifiesto, en 1847), en su crítica a Proudhon, Marx formula las mismas ideas en un terreno más político: «...En el transcurso de su desarrollo, la clase obrera sustituirá la antigua sociedad civil por una asociación que excluya las clases y su antagonismo; y no existirá ya un poder político propiamente dicho, pues el poder político es precisamente la expresión oficial del antagonismo de las clases dentro de la sociedad civil» (Tomado de El Estado y la revolución, Lenin, Ed Progreso, Obras escogidas, T 2, pag. 307)

En el programa comunista elaborado en El Manifiesto, se asocia igualmente la presencia de una institución estatal a la división de la sociedad en clases, y ésta a la persistencia de relaciones de producción (y por ende de propiedad) capitalistas; pero se dice muy claramente que en la sociedad comunista el proletariado ha suprimido las relaciones de producción capitalistas y la necesidad del Estado: «Una vez que en el curso del desarrollo hayan desaparecido las diferencias de clase, y se haya concentrado toda la producción en manos de los individuos asociados, el poder público perderá su carácter político. El poder político, hablando propiamente, es la violencia organizada de una clase para la opresión de otra. Si en la lucha contra la burguesía el proletariado se constituye indefectiblemente en clase; si mediante la revolución se convierte en clase dominante y, en cuanto clase dominante, suprime por la fuerza las viejas relaciones de producción, suprime al mismo tiempo que estas relaciones de producción las condiciones para la existencia del antagonismo de clase y de las clases en general, y por tanto, su propia dominación como clase» (Obras de Marx y Engels, Ed Grijalbo 1978, pag. 43).

Podríamos seguir poniendo más citas que muestran que la posición que tenían Marx y Engels sobre la naturaleza del Estado era de INCOMPATIBILIDAD ENTRE ESTADO Y COMUNISMO: «Por tanto, el Estado no ha existido eternamente. Ha habido sociedades que se las arreglaron sin él, que no tuvieron la menor noción del Estado ni de su poder. Al llegar a cierta fase del desarrollo económico, que estaba ligada necesariamente a la división de la sociedad en clases, esta división hizo del Estado una necesidad. Ahora nos aproximamos con rapidez a una fase de desarrollo de la producción en que la existencia de estas clases no sólo deja de ser una necesidad, sino que se convierte en un obstáculo directo para la producción. Las clases desaparecerán de un modo tan inevitable como surgieron en su día. Con la desaparición de las clases desaparecerá inevitablemente el Estado. La sociedad, reorganizando de un modo nuevo la producción sobre la base de una asociación libre de productores iguales, enviará toda la máquina del Estado al lugar que entonces le ha de corresponder: al museo de antigüedades, junto a la rueca y el hacha de bronce» (“El Origen de la familia la propiedad privada y el Estado”, Engels, citado en El Estado y la Revolución, Lenin, op cit, pag. 301)

Si la burguesía hoy, a pesar de su campaña sobre “el fin del comunismo”, continúa difamando y tergiversando el marxismo, es porque sabe bien que el comunismo no ha muerto, que es “el movimiento real que anula y supera el estado de cosas actual” (La Ideología alemana), que una nueva generación se plantea una perspectiva revolucionaria, y el marxismo es el programa político de ese combate.

2ª ¿Puede desarrollarse el comunismo conservando y utilizando el Estado –esa vieja máquina de opresión vinculada a la sociedad de clases-o para hacerlo es necesario destruir el Estado?

 Los compañeros de “La Protesta” plantean que la diferencia entre Marx y Bakunin es que éste «sostenía la teoría del socialismo sin Estado». Hemos mostrado que es una MENTIRA de la burguesía que el marxismo defienda que comunismo = propiedad estatal. Pero alguien tan poco sospechoso de anarquismo como Lenin, que tuvo que desarrollar un trabajo mucho más exhaustivo para restablecer la teoría marxista sobre la revolución y la destrucción del Estado había llegado a esta conclusión: «Marx coincide con Proudhon en que ambos propugnan la “destrucción” de la máquina moderna del Estado. Esta coincidencia del marxismo con el anarquismo (tanto con Proudhon como con Bakunin) no quieren verla ni los oportunistas ni los kautslianos, pues unos y otros han desertado del marxismo en este punto.» (El Estado y la Revolución, op cit pag. 331)

Desde antes de la experiencia de la Comuna, Marx y la fracción más avanzada del movimiento obrero, los comunistas, habían expresado: 1) la necesidad de una revolución proletaria que arrebatara el poder político a la burguesía; 2) la necesidad de que la clase obrera impusiera por la fuerza la disolución de las relaciones de producción capitalistas, de que ejerciera su dictadura de clase. No existía sin embargo ninguna experiencia de lucha proletaria en la que apoyar y desarrollar esa convicción. De ahí que en el Manifiesto se plantee que el proletariado ejercería el poder político por la conquista del Estado burgués; premisa que figura igualmente en el Manifiesto inaugural de la AIT, a pesar de que ya antes, Marx había llegado a la convicción de la necesidad de que la revolución proletaria destruyera el Estado burgués: «... Si te fijas en el último capítulo de mi Dieciocho Brumario (escrito en 1852 -NdR), verás que expongo como próxima tentativa de la revolución francesa, no hacer pasar de unas manos a otras la máquina burocrática y militar, como venía sucediendo hasta ahora, sino “romperla” (subrayado por Marx; en el original: zerbrechen), y ésta es justamente la condición previa de toda verdadera revolución popular en el continente...» (Carta de Marx a Kugelman, el 12 de abril de 1871, citado por Lenin, op cit. Pag 319)

La comuna de París, la primera revolución proletaria de la historia mostró en los hechos que «la clase obrera no puede limitarse simplemente a tomar posesión de la máquina del Estado tal y como está y servirse de ella para sus propios fines» (prefacio de 1872 de Marx y Engels al Manifiesto Comunista). El alzamiento revolucionario en París no dio como resultado la ocupación del Estado burgués por el proletariado, sino el surgimiento de la Comuna, “la forma al fin encontrada” de organización de la sociedad bajo la dictadura del proletariado.

La Comuna no era propiamente un Estado, sino un semi -estado, la expresión de la persistencia de la división de la sociedad en clases, pero al mismo tiempo de la dominación del proletariado y su combate contra ese estado de cosas. En ese sentido, disolvió el ejército e instauró la milicia popular, y avanzó medidas «contra la transformación del Estado y de los órganos del Estado, de servidores de la sociedad en señores de ella, transformación inevitable en todos los Estados anteriores: empleó la Comuna dos remedios infalibles. En primer lugar, cubrió todos los cargos administrativos, judiciales y de enseñanza por elección, mediante sufragio universal, concediendo a los electores el derecho a revocar en todo momento a sus elegidos. En segundo lugar, todos los funcionarios, altos y bajos, estaban retribuidos como los demás trabajadores» (Marx, La Guerra Civil en Francia. Citado en: “El comunismo no es un bello ideal, sino una necesidad material (VIII):1871, la primera revolución proletaria, Revista Internacional nº 77, pag. 26)

“Pero ¿Cómo? ¿Realmente no es esto un Estado? ¿No es este el famoso Estado que el marxismo siempre habría querido imponer?”, nos objetarán nuestros críticos. Al contrario, de hecho es la concreción de lo que siempre ha defendido el marxismo, de una sociedad dirigida por el proletariado, hacia la extinción de las clases, y por tanto, del Estado: « “La Comuna no era ya un Estado en el verdadero sentido de la palabra”: ésa es la afirmación más importante de Engels desde el punto de vista teórico... La Comuna iba dejando de ser un Estado, por cuanto tenía que reprimir no a la mayoría de la población, sino a la minoría (a los explotadores); había roto la máquina del Estado burgués; en vez de una fuerza especial para la represión, entró en escena la población misma. Todo esto significa apartarse del Estado en su sentido estricto. Y si la Comuna se hubiera consolidado, habrían ido “extinguiéndose” en ella por sí mismas las huellas del Estado, no habría sido necesario “suprimir” sus instituciones: éstas habrían dejado de funcionar a medida que no tuviesen nada que hacer» (Lenin, op cit, pag 342).

La polémica con los anarquistas fue el primer frente en el que el marxismo tuvo que batirse para defender las lecciones de la Comuna: «¿Por qué los antiautoritarios no se limitan a clamar contra la autoridad política, contra el Estado? Todos los socialistas están de acuerdo en que el Estado político, y con él la autoridad política, desaparecerán como consecuencia de la próxima revolución social, es decir, que las funciones públicas perderán su carácter político, trocándose en simples funciones administrativas, llamadas a velar por los verdaderos intereses sociales. Pero los antiautoritarios exigen que el Estado político autoritario sea abolido de un plumazo, aún antes de haber sido destruidas las condiciones sociales que lo hicieron nacer. Exigen que el primer acto de la revolución social sea la abolición de la autoridad. ¿No han visto nunca una revolución estos señores? Una revolución es indudablemente, la cosa más autoritaria que existe; es el acto mediante el cual una parte de la población impone su voluntad a la otra parte por medio de fusiles, bayonetas y cañones, medios autoritarios si los hay; y el partido victorioso, si no quiere haber luchado en vano, tiene que mantener este dominio por medio del terror que sus armas inspiran a los reaccionarios. ¿La Comuna de París habría durado acaso un solo día? ¿De no haber empleado esta autoridad del pueblo armado frente a los burgueses? ¿No podemos por el contrario el no haberse servido lo bastante de ella?[2]. Así pues, una de dos: o los antiautoritarios no saben lo que dicen, y en este caso no hacen más que sembrar la confusión; o lo saben, y en este caso traicionan al movimiento del proletariado. En uno y otro caso sirven a la reacción.» (Lenin, op cit pag. 330).

Pero no fue el único. De otro lado, el marxismo combatió contra las tendencias oportunistas en el seno del movimiento mismo, que, olvidando la lección de la necesidad de destruir el Estado burgués, tendían al contrario a conciliar con él los intereses revolucionarios. Estas corrientes, volviendo la espalda a La Comuna, defendían el reforzamiento del control social del Estado democrático burgués, las reformas, como la vía al socialismo. El combate contra el “socialismo de Estado” Lasallano y el reformismo de Bernstein son los dos momentos álgidos de la defensa del marxismo.

En su programa de Gotha (1875), el partido Socialdemócrata alemán, influenciado por Lasalle y por el peso del Estado en Alemania, se había dejado arrastrar al llamado “socialismo de Estado”, que defendía que “la organización socialista del trabajo” surgiría de la organización de cooperativas con ayuda estatal bajo control democrático del pueblo. Marx reaccionó sin contemplaciones contra esta concepción de la instauración del socialismo en su “crítica del programa de Gotha”: «La “organización socialista de todo el trabajo” ahora resulta que “surge” no de los procesos de transformación revolucionaria de la sociedad, sino de la “ayuda estatal” proporcionada por el Estado a cooperativas de producción, “organizadas” por él, no por los trabajadores. Esto es verdaderamente digno de la imaginación de Lasalle, para quien, con los créditos estatales, lo mismo se podría construir la nueva sociedad como una nueva vía férrea».

Este mismo combate tuvo que librar el ala revolucionaria de la Socialdemocracia, encabezada por Rosa Luxemburgo, contra la corriente reformista de Bernstein, que defendía que el socialismo podía realizarse sin necesidad de una revolución, a través de la conquista del Estado y la apropiación del capital privado: «La teoría de la implantación gradual del socialismo tiende hacia una reforma progresiva, en sentido socialista, de la propiedad y del Estado capitalista. Sin embargo, ambos desenvuélvanse, en la sociedad actual, por la fuerza objetiva de los hechos, en una dirección completamente opuesta. El proceso de producción se socializa más y más, y la intervención, el control del Estado sobre el proceso de producción, toma proporciones mayores. Pero la propiedad privada va adquiriendo, al propio tiempo, la forma más cruda de explotación del trabajo extraño, y el control del Estado se ve infiltrado, cada vez más, por intereses cerrados, absolutos, de clase. De esta forma el Estado –es decir la organización política- y las relaciones de propiedad –es decir la organización jurídica del capitalismo- se convierten en más capitalistas cada vez por la fuerza misma del movimiento, pero no en más socialistas» (Reforma o revolución).

Lenin denunció igualmente la corriente centrista, liderada por Kautsky, que indirectamente justificaba y apoyaba al oportunismo. Así, en su obra Premisas del socialismo, Bernstein tergiversaba las posiciones de Marx en la guerra civil en Francia, haciéndole decir lo contrario de lo que había escrito, interpretando el llamamiento a que la clase obrera no puede limitarse a tomar posesión del Estado burgués para dirigir la transformación socialista, sino que tiene que destruirlo, como “una advertencia contra un revolucionarismo excesivo” (¡¡!!). Supuestamente en polémica contra esto, Kautsky «adujo el pasaje, citado más arriba, de la Introducción de Engels a La guerra civil de Marx, diciendo que, según este último, la clase obrera no puede simplemente tomar posesión de la máquina del Estado tal y como está, pero que en general sí puede tomar posesión de ella» (Lenin, op cit pag 374).

También en este punto pues, ha sido clara la posición del marxismo sobre la necesidad de destruir el Estado burgués y el surgimiento de un semi -estado en la sociedad de transición[3].

3ª ¿Fueron comunistas los regímenes estalinistas en la URSS y los países del Este? ¿Son comunistas los gobiernos de China, Cuba o Venezuela?

 Hoy no es preciso insistir mucho en poner de manifiesto el grado brutal de explotación y militarismo, la miseria en la que ha vivido el proletariado en los países llamados “comunistas”, comparable en todo punto, a la situación de la clase obrera en el resto de los países capitalistas. Su hundimiento económico a partir del 89, con el desmembramiento primero del Pacto de Varsovia y después de la misma URSS, ha mostrado su naturaleza de representantes más débiles del capitalismo mundial, semejante a la de otros países de la periferia del capitalismo.

La burguesía no ha escatimado medios para mostrar y documentar toda esa miseria; pero se ha ocupado bien de presentarla como el producto del “comunismo”. Sin embargo, no es “el comunismo” lo que ha muerto; sino su peor enemigo, el estalinismo.

La característica fundamental de estos países, sobre la que reposa además el mito de su naturaleza “comunista”, es precisamente el grado extremo, prácticamente total en algunos casos, de la estatización de su economía. El capitalismo de Estado es la forma a la que tienden los diferentes capitales nacionales para sobrevivir en la decadencia del capitalismo, y no es por tanto algo particular de los regímenes estalinistas. El haber llevado hasta el extremo esa tendencia, organizando la explotación capitalista en base a la propiedad estatal de los medios de producción es una consecuencia de las condiciones en las que se produjo la revolución y la contra- revolución en Rusia, y de la expansión de su hegemonía imperialista.

«El Estado capitalista en la URSS se reconstituye sobre los escombros de la revolución proletaria. La débil burguesía de la época zarista ha sido completamente eliminada por la revolución de 1917 (además es precisamente su debilidad lo que explica el hecho de que Rusia sea el único país en que el proletariado ha llegado a tomar el poder durante la oleada revolucionaria tras la 1ª guerra mundial) y por el fracaso del ejército blanco. Por tanto, ni ella, ni sus partidos tradicionales, pueden tomar a cargo en Rusia la contra- revolución inevitable producto de la derrota de la oleada revolucionaria mundial. Esta tarea corresponde al Estado que ha surgido tras la revolución, que ha absorbido rápidamente al partido bolchevique (que había cometido el doble error de sustituir a la clase obrera y de atribuirse responsabilidades estatales[4]. Por eso, la clase burguesa se ha reconstituido, no a partir de la antigua burguesía (excepto en algún caso excepcional e individual) ni a partir de una propiedad individual de los medios de producción, sino a partir de la burocracia del partido-Estado y de la propiedad estatal de los medios de producción...En la URSS, un cúmulo de factores: atraso del país, desbandada de la burguesía clásica, aplastamiento físico de la clase obrera (la contrarrevolución y el terror que sufrió estuvieron a la altura de su avance revolucionario), han llevado la tendencia universal del capitalismo de Estado a sus formas más extremas: la estatización prácticamente completa de la economía, la dictadura totalitaria del partido único» (Revista Internacional nº 34: “Europa del Este: las armas de la burguesía contra el proletariado”).

La fracción estalinista, agente en el partido-Estado de esa transformación, masacró y prácticamente exterminó a la vanguardia de la revolución de Octubre, expulsó a las fracciones de Izquierda del partido, y finalmente a la Oposición trotskista, declaró la muerte de la IC proclamando “la construcción del socialismo en un solo país”, convirtiendo aquella en el instrumento de los intereses del Estado ruso, y reorganizando la economía sobre la base del militarismo y la economía de guerra, llevando a cabo una explotación feroz de los obreros, con el stajanovismo y los “sábados rojos”, que culminó en la participación de la URSS en la 2ª guerra mundial, de la que salió vencedora como “cabeza de un nuevo bloque imperialista”.

«Al final de la 2ª guerra mundial. Cuando la URSS extiende su imperio hacia Europa central, y particularmente hacia China, exporta su modelo económico y político...La razón por la que la URSS instala en estos países satélites regímenes como el suyo, está fundamentalmente en su debilidad como cabeza de bloque imperialista, debilidad que se expresa de entrada, en el plano económico. Mientras que USA impuso su supremacía sobre Europa Occidental gracias a los dólares del plan Marshall, la URSS no tiene otro medio de garantizar su control sobre las zonas que ocupa militarmente más que llevar al poder a partidos que le están volcados en cuerpo y alma: los partidos comunistas.» (Id)

La extensión del “comunismo” a los países del Este, se hizo por la ocupación militar; ocupación que defendió igualmente “por las armas” cuando la ocasión lo requirió (Hungría 1956 o Checoslovaquia 1968). Fuera de Europa, el desarrollo del “comunismo” se ha vinculado a la confrontación imperialista entre los dos bloques imperialistas USA y URSS, a través de peones interpuestos, y en nombre de “la liberación nacional” y la “lucha contra el imperialismo”, como en Vietnam, China, Corea, etc.[5]

El caso de Cuba se inscribe claramente en el grupo anterior, y su supervivencia como régimen estalinista responde de un lado, a las lecciones de la “transformación a la economía de mercado” de los países del Este (un caos económico y político), a la supervivencia de la pandilla dirigente de la revuelta de 1959 y su apoyo en las potencias europeas contra los intereses de USA (no olvidemos que realidad, lo que decantó el movimiento nacionalista de los “barbudos” hacia el “comunismo” fueron sus desacuerdos con USA, a la que se había ofrecido en primera instancia “la revolución”), y a los intereses de engaño al proletariado (Castro se presenta como “el último mohicano” del “comunismo”).

En el mismo sentido que el Castrismo, el Chavismo es un movimiento nacionalista y populista. Surgido de una fracción golpista del ejército, aboga por un reforzamiento extremo del capitalismo de Estado y trapichea con su posición de cabeza de puente en el patio trasero del imperialismo USA para ofrecer sus servicios igualmente a las potencias europeas.

Ni el Castrismo ni el Chavismo tienen nada que ver con el comunismo.

La burguesía hoy desarrolla una “pinza” para ningunear y desprestigiar el comunismo frente a las nuevas generaciones proletarias. De un lado presenta con el hundimiento de los regímenes estalinistas el “fin del comunismo”, rememorando toda la campaña ideológica del 89-91; y frente a los que desconfían de sus mentiras sobre la historia, presenta el esperpento de Castro y Chaves como el comunismo actual.

Pero Castro y Chaves no representan la continuidad de la tentativa revolucionaria mundial del proletariado en 1917-23, sino la de sus verdugos estalinistas; no representan al proletariado; sino a la burguesía.

La verdadera continuidad de la revolución y la Internacional comunista han sido los grupos de la Izquierda comunista, que combatieron contra la contra- revolución estalinista y sacaron las lecciones de la derrota de la revolución mundial, a partir de las cuales tendrá que plantearse el programa comunista de la próxima revolución que hoy empieza a madurar en el seno de la clase obrera. La Corriente Comunista Internacional se reclama de la continuidad de esas corrientes políticas.

4ª ¿Se puede implantar el comunismo y el socialismo a través de gobernantes “bienintencionados” que hacen lo que “buenamente pueden”? ¿O, por el contrario, el comunismo sólo puede salir de la lucha directa y autoorganizada de todos los trabajadores?

 La compañera Z.Zicarelli responde así a nuestra primera denuncia del pretendido “comunismo” de los Señores Castro y Chavez: “no soy comunista, ni leninista, ni marxista pero tengo un poco de sentido común para darme cuenta que ustedes que dicen ser comunistas y que luchan por la igualdad quedaron ahí, quedaron con esa utopía de creer que es el único camino existente hacia el comunismo es el teóricamente establecido, pero estamos viviendo en un mundo donde el 90% de la gente apoya el capitalismo, y no le podéis pedir a Chávez entonces que sea un comunista nato, yo no confundo lo rojo con comunismo, eso es una etiqueta que vos pensáis que existe, pero te aseguro que Chávez y castro están haciendo algo en contra del capitalismo, aunque no sea a través del comunismo”.

Esta contribución ha sido respondida por los compañeros Elcura666 (que citaremos posteriormente) y por Kharma81 que escribe: « (ni) Castro ni Chaves (son) comunistas, son capitalistas disfrazados de comunistas para confundir a la gente y así tener en el futuro un concepto de Leviathan comunista, Y (que) LA GENTE LLEGUE A ABORRECER».

Elcura666, responde a Z.Zicarelli sobre que mantener una coherencia y un rigor en la lucha por el comunismo sería una “utopía”, e igualmente rebate el comentario de que “el 90% de la gente apoyaría el capitalismo”, dando elementos sobre la degradación de las condiciones de vida en todo el mundo para mostrar lo que ofrece realmente al capitalismo a la humanidad. No podemos por menos que apoyar esa respuesta, aunque sólo reproducimos aquí la primera parte: «La teoría proletaria no es, como se ha acusado desde el siglo XIX, invención de unos cuantos ideólogos pequeñoburgueses, paranoicos adictos a las conspiraciones, sino el producto de la experiencia de generaciones de obreros que se han dado a la tarea de enfrentar al enemigo de clase, dejándonos a las generaciones actuales y a las sucesivas sus enseñanzas y avances».

Z. Zicarelli dice que no es comunista ni marxista, sino que habla por “sentido común”. La compañera lucha sinceramente por la mejora de las condiciones de vida de la población mundial pero el “sentido común” no puede ser tomado como una guía de análisis de la realidad social. En realidad, el llamado “sentido común” suele ser la reproducción de la ideología burguesa que, como dijeron Marx y Engels, es la ideología dominante en la mayoría de la sociedad. ¿Y qué dice la ideología burguesa sobre le comunismo?: que el comunismo (“puro”) es una utopía; aunque es posible un “anticapitalismo”. ¿No es esta la premisa básica de todos los movimientos antiglobalizadores y “antisistema” actuales, que son interclasistas, y que más que constituir una amenaza a la burguesía son una trampa para desviar y desgastar a los jóvenes que se plantean cuestiones sobre la perspectiva que ofrece el capitalismo?

La compañera dice que Castro y Chavez, «...están haciendo algo en contra del capitalismo, aunque no sea a través del comunismo (lo que muestra que ella misma tiene dudas sobre esto)». No vamos a entrar en la denuncia de lo que Castro y Chavez están haciendo realmente, no contra el capitalismo, sino contra los obreros y la población no explotadora en general de Cuba y Venezuela. El cura666 ya da ejemplos de  cómo se despide en Cuba, y de la actitud de Chávez en contra de los obreros.

Pero de manera más general, lo que dice la compañera plantea la cuestión, que ya hemos abordado parcialmente antes, de si se puede avanzar hacia el comunismo desde el Estado, a través de reformas y de una “ampliación del control social”.

Ya hemos citado anteriormente las críticas muy severas que hicieron tanto Marx como Rosa Luxemburgo a los sectores de la socialdemocracia que propugnaban una vía estatal al socialismo y, más concretamente, una “vía gubernamental y parlamentaria al socialismo”.

Tengamos en cuenta que, tanto la crítica de Marx al socialismo de Estado, como la de Rosa al reformismo, se hacen en el periodo ascendente del capitalismo, cuando existe una posibilidad real de luchar por mejoras y reformas duraderas, a diferencia del periodo actual, donde las mínimas mejoras aparentes de las condiciones de vida obreras, son barridas inmediatamente por el desarrollo de la inflación o la agravación de la explotación, etc. También hay que considerar que se trata de un combate contra los Lasallianos y berstenianos, que eran corrientes oportunistas (por muy deformada que estuviera su visión revolucionaria) en el seno del movimiento obrero. Tanto menos podemos esperar de los Sres. Castro y Chávez, auténticos gánsteres a la cabeza del Estado burgués.

Pero hay una cuestión más importante aún. En los primeros pasos del movimiento obrero, cuando la clase proletaria apenas existía y no había desarrollado una mínima experiencia de lucha, surgieron posiciones que defendían que el comunismo se debería implantar a través de una minoría de iluminados, bien fueran toda una serie de personas bienintencionadas (la posición de Saint Simon o de Owen), bien fuera a través de una minoría que da un golpe de Estado, se hace con el poder de la sociedad y lleva a los obreros a la tierra prometida del socialismo mediante una dictadura sobre el proletariado (la posición de Blanqui).

Marx y Engels combatieron severamente esas tesis. Bástenos recordar este pasaje del Manifiesto Comunista: “Todos los movimientos han sido hasta ahora realizados por minorías o en provecho de minorías. El movimiento proletario es un movimiento propio de la inmensa mayoría en provecho de la inmensa mayoría” (subrayado nuestro).

El primer artículo de los Estatutos de la AIT (1864) decía que «La emancipación de los trabajadores sólo puede ser obra de ellos mismos». La Revolución rusa concretó prácticamente esta consigna: fue la obra de grandes masas obreras que se dieron una forma directa, flexible, autocontrolada, de organización: los Consejos Obreros. Para Lenin, los consejos obreros eran “la forma al fin encontrada de la dictadura del proletariado”. Los Consejos Obreros (o Soviets) no fueron un fenómeno ruso, se extendieron por todos los continentes durante la oleada revolucionaria mundial de 1917-23[6].

“Ni en dioses, reyes, ni tribunos, está el supremo salvador, nosotros mismos realicemos el esfuerzo redentor”. Así reza una estrofa del himno de la AIT. El comunismo jamás será la obra de gobernantes bienintencionados que hacen “lo que pueden” frente a un pueblo “hostil al comunismo”. Es el “pueblo” trabajador quien liberándose mediante la lucha y la toma de conciencia se lanza a la batalla por la destrucción del capitalismo y el desarrollo del comunismo. El comunismo solo puede implantarse por la lucha del proletariado, por la insurrección para derrocar el Estado burgués y por la toma del poder político por aquel mediante la dictadura mundial de los Consejos Obreros. No sólo porque la burguesía se resistirá hasta la última gota de sangre a abandonar el poder, sino porque, para que sea posible el comunismo no sólo es necesario destruir las relaciones sociales capitalistas que impiden el desarrollo de las fuerzas productivas sino que, simultáneamente, los obreros se deben cambiar a sí mismos en una gigantesca transformación moral, ideológica, social: “La revolución no sólo es necesaria porque la clase dominante no puede ser derrocada de otro modo, sino también porque únicamente por medio de una revolución logrará la clase que derriba salir del cieno en el que está hundida y volverse capaz de fundar la sociedad sobre nuevas bases” (La Ideología Alemana, Marx y Engels, página 82 edición española, Grijalbo).

5ª ¿Puede desarrollarse el comunismo en un solo país? o, por el contrario, ¿el comunismo será mundial o no será?

Supongamos por un momento que los señores Castro y Chavez fueran unos “comunistas sinceros” y no lo que son en realidad: unos tiranos de la misma calaña que su rival Bush o sus “amigos” Zapatero o Chirac. En ese utópico caso sus “buenas intenciones” serían tragadas por el Estado nacional. No se puede construir el socialismo en un solo país. La peor traición a la causa del comunismo fue perpetrada por Stalin que proclamó la “doctrina” del “socialismo en un solo país”[7]. Esta “doctrina” es radicalmente ajena al movimiento obrero como puede comprobarse recordando este pasaje de Los Principios del Comunismo, escritos por Engels en 1847: « ¿Podrá producirse esta revolución en un solo país? No. Ya por el mero hecho de haber creado el mercado mundial, la gran industria ha establecido una vinculación mutua tal entre todos los pueblos de la tierra, y en especial entre los civilizados, que cada pueblo individual depende de cuanto curra en el otro. Además, ha equiparado a tal punto el desarrollo social en todos los países civilizados, que en todos eso a países la burguesía y el proletariado se han convertido en las dos clases decisivas de la sociedad, que la lucha entre ambas se ha convertido en la lucha principal del momento. Por ello la revolución comunista no será una revolución meramente nacional, sino una revolución que transcurrirá en todos los países civilizados en forma simultánea, es decir, cuando menos, en Inglaterra, Norteamérica, Francia y Alemania... Es una revolución Universal y por ello se desarrollará también en un terreno universal»

Para el movimiento obrero siempre ha estado claro que el comunismo sólo podía implantarse a escala mundial, como lo prueba esta cita de Engels para un borrador del Manifiesto Comunista. Desde entonces, los elementos que señala Engels para plantear la necesidad de una revolución mundial, no han hecho más que extremarse (interrelación de los diferentes países, consolidación del mercado mundial, etc.).

De hecho, la primera revolución victoriosa del proletariado, la revolución rusa de 1917, no se concibió nunca como una revolución “nacional”. Los bolcheviques plantearon la revolución en Rusia como el primer asalto de la revolución mundial, y desde el principio estuvieron a la vanguardia de Zimmerwald por la formación de la Internacional Comunista. Lenin impulsó con todas sus fuerzas el apoyo a la revolución en Alemania, Hungría, Austria etc.

En realidad, la teoría “el socialismo en un solo país”, a pesar de que fue presentada por Stalin como la continuación y el desarrollo de la teoría del derecho a la autodeterminación de Lenin (que efectivamente contenía serios errores), no tiene nada que ver con la actitud que éste siempre tomó de poner la revolución en Rusia al servicio de la revolución mundial; al contrario, la teoría de Stalin significaba de hecho la muerte de la Internacional comunista, que se ponía, al contrario, al servicio de los intereses del Estado ruso. En ese sentido es una expresión del curso contrarrevolucionario mundial. En el plano interno, “la construcción del socialismo en Rusia” justificó un desarrollo de la acumulación de capital basado en la explotación brutal de la clase obrera y en el militarismo, que a término condujeron a la 2ª guerra mundial.

No, el comunismo no puede construirse en un solo país; significa la destrucción del marco nacional; será internacional o no será.

CCI 20.10.2005

 

[1] Este término se emplea en el texto de forma genérica; no se refiere exclusivamente a la propiedad de un particular, sino a la relación entre el capital y el trabajo; puede incluir pues, la apropiación privada realizada por una suma de particulares (los accionistas de una empresa), o la ejercida por una empresa estatal... Marx y Engels oponen a la apropiación privada capitalista, la apropiación social colectiva en el comunismo que no es ejercida por el estado sino por la comunidad humana mundial unificada.

[2] Engels se refiere probablemente a las dos críticas más importantes que hizo Marx en la «guerra civil en Francia» a La Comuna: de una parte, el haberse detenido a las puertas del Banco de Francia, no atreviéndose a tomar posesión de sus pertenencias, y no haber lanzado una ofensiva contra Versalles, cuando allí no se tenían los medios para reprimir la revolución

[3] Para una ampliación de estas lecciones al balance de la revolución rusa, ver una recopilación de artículos en español en El Estado en el periodo de transición del capitalismo al comunismo https://es.internationalism.org/series/488

[4] Ver en la Revista internacional nº 3, La degeneración de la revolución rusa (https://es.internationalism.org/revista-internacional/197507/998/la-degeneracion-de-la-revolucion-rusa ); Las enseñanzas de Krondstadt (https://es.internationalism.org/revista-internacional/197507/940/las-ensenanzas-de-kronstadt ), en la nº 8: La izquierda comunista en Rusia (https://es.internationalism.org/revista-internacional/197701/1996/la-izquierda-comunista-en-rusia-i y https://es.internationalism.org/revista-internacional/197705/1880/la-izquierda-comunista-en-rusia-ii-la-izquierda-comunista-y-la-con ), en la nº 99,100 y 101, serie sobre “La comprensión de la derrota de la revolución rusa” (https://es.internationalism.org/revista-internacional/199912/1153/viii-la-comprension-de-la-derrota-de-la-revolucion-rusa-1-1918-la- , https://es.internationalism.org/revista-internacional/200007/3479/viii-la-comprension-de-la-derrota-de-la-revolucion-rusa-2-1921-el- y https://es.internationalism.org/revista-internacional/200010/985/viii-la-comprension-de-la-derrota-de-la-revolucion-rusa-1922-23-las ).

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