¿Es posible una acción común de la Izquierda Comunista contra la guerra?

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Propuestas de la CCI a los grupos revolucionarios para una intervención común frente a la guerra y respuestas a nuestro llamamiento

 A continuación publicamos dos cartas que enviamosa las organizaciones de la Izquierda comunista, proponiéndoles unas modalidades para una intervención común frente a la guerra. Al no haber recibido la menor respuesta por parte de estas organizaciones a nuestra primera carta, acordamos mandar una segunda con nuevas propuestas, más modestas y a nuestro parecer más fácilmente aceptables por ellas. Entre todas las organizaciones a quienes mandamos nuestro llamamiento (Buró internacional para el Partido revolucionario –BIPR–, Partito comunista internazionale –Il Comunista, le Prolétaire–, Partito comunista internazionale –Il Partito comunista–, Partito comunista internazionale –Il Programa comunista), sólo se dignaron contestarnos el BIPR y el PCI-le Prolétaire. Esto dice mucho sobre la autosuficiencia de las demás organizaciones.

 Nuestra carta del 11 de febrero

Camaradas,

El mundo está encaminándose hacia una nueva guerra con consecuencias trágicas: matanzas de poblaciones civiles y de proletarios en uniforme iraquí, intensificación de la explotación de los proletarios de los paises “democráticos” que van a ser los primeros en pagar el enorme incremento de los gastos militares de sus gobiernos... De hecho, esta nueva guerra del Golfo, cuyos objetivos son mucho más ambiciosos que los de la guerra del 91, amenaza con dejar a ésta muy por detrás tanto desde el punto de vista de las matanzas y sufrimientos que va provocar como del crecimiento de la inestabilidad que va acarrear en toda esta área de Oriente Medio, ya tan afectada por los conflictos imperialistas.

Como cada vez que se preparan las guerras, asistimos hoy a un brutal desencadenamiento de campañas de mentiras, cuyo objetivo es hacer aceptar a los explotados los nuevos crímenes que se disponde a cometer el capitalismo. Por un lado, se justifica la guerra en preparación, presentándola como una “necesidad para impedir a un dictador sanguinario que amenace la seguridad del mundo con sus armas de destrucción masiva”. Por el otro, se pretende que “la guerra no es inevitable y que hay que apoyarse en la acción de Naciones Unidas”. Saben perfectamente los comunistas lo que valen semejantes discursos: los principales poseedores de armas de destrucción masiva son precisamente aquellos paises que pretenden hoy garantizar la seguridad del planeta, cuyos dirigentes jamás han vacilado en utilizarlas cuando lo consideraban necesario para la defensa de sus intereses imperialistas. En cuanto a los Estados que hoy llaman a “la paz”, también sabemos perfectamente que no lo hacen sino para defender sus propios intereses imperialistas amenazados por las ambiciones de Estados Unidos, y que tampoco vacilarán mañana en desencadenar matanzas si lo exigen sus intereses. Los comunistas también saben que no hay nada que esperar de esa “ guarida de bandoleros” (como llamaba Lenin a la Sociedad de Naciones) llamada Organización de las Naciones Unidas sucesora de aquella.

Junto a estas campañas organizadas por los gobiernos y los media a sus órdenes, también vemos desarrollase unas campañas pacifistas sin precedente, sobre todo bajo la batuta de los movimientos antimundialización, mucho más masivas y ruidosas que las del 90-91 cuando la primera guerra del Golfo o que las del 99 cuando los bombardeos de la OTAN en Yugoslavia.

La guerra siempre ha sido una cuestión central para el proletariado y las organizaciones que defienden los intereses de clase y la perspectiva histórica del derrocamiento del capitalismo. Las corrientes que tomaron una posición clara al respecto cuando las conferencias de Zimmerwald y Kienthal, rotundamente internacionalista, fueron las mismas que se pusieron en la vanguardia de la Revolución de Octubre en 1917, de la oleada revolucionaria internacional y de la fundación de la Internacional comunista. La historia también demostró claramente durante aquel período que el proletariado es la única fuerza que puede realmente oponerse a la guerra imperialista, no alineándose tras las ilusiones pacifistas y democráticas pequeñoburguesas, sino entablando el combate en su propio terreno de clase contra el capitalismo como un todo y contra las mentiras pacifistas. En este sentido, la historia también nos ha enseñado que la denuncia por parte de las organizaciones comunistas de la matanza imperialista y de cualquier manifestación de chovinismo también ha de estar acompañada por la denuncia del pacifismo.

Fueron las Izquierdas de la IIª Internacional (y en particular los bolcheviques) quienes defendieron con la mayor claridad la verdadera posición inter­nacionalista cuando la primera carnicería imperialista. Y le incumbió a la Iz­quierda comunista de la IC (en particular la Izquierda italiana) el papel de defender la posición internacionalista contra las traiciones de los partidos de la IC, frente a la Segunda Guerra mundial.

Cara a la guerra que se está preparando y a todas las campañas de mentiras que se están hoy desencadenando, está claro que solo las organizaciones vinculadas a la corriente histórica de la Izquierda comunista son realmente capaces de defender una verdadera posición internacionalista.

1)  La guerra imperialista no es el resultado de una política “mala” o “criminal” de tal o cual gobierno en particular, o de tal o cual sector de la clase dominante; el capitalismo como un todo es el responsable de la guerra imperialista.

2)  En este sentido, frente a la guerra imperialista, la posición del proletariado y de los comunistas no puede en ningún momento ser la de alinearse, aunque sea de forma “crítica”, a una u otra de las fuerzas en conflicto; concretamente, denunciar la ofensiva norteamericana en Irak no significa de ningún modo apoyar a éste o a su burguesía.

3)  La única posición conforme a los intereses del proletariado es la lucha contra el capitalismo como un todo y, por lo tanto, contra todos los sectores de la burguesía mundial, con la perspectiva, no de un “capitalismo pacífico”, sino del derrocamiento del sistema y la instauración de la dictadura del proletariado.

4)  En el mejor de los casos, el pacifismo no es sino una ilusión pequeñoburguesa que tiende a desviar al proletariado de su estricto terreno de clase; lo más a menudo, no es sino un instrumento cínicamente utilizado por la burguesía para arrastrar a los proletarios hacia la guerra imperialista en defensa de los sectores “pacifistas” y “democráticos” de la clase dominante. En este sentido, la defensa de la posición internacionalista proletaria es inseparable de la denuncia sin concesión alguna del pacifismo.

Más allá de las divergencias existentes entre ellos, los actuales grupos de la Izquierda comunista comparten todas estas posiciones fundamentales. La CCI es consciente de esas divergencias y no intenta callarlas. Al contrario, siempre se ha esforzado en su prensa en señalar los desacuerdos que tiene con los demás grupos y luchar contra los análisis que considera falsos. Dicho esto, y conforme con la actitud de los bolcheviques en 1915 en Zimmerwald como con la de la Izquierda italiana en los años 30, la CCI considera que incumbe a los verdaderos comunistas la responsabilidad de presentar al conjunto de la clase las posiciones fundamentales del internacionalismo de la forma más amplia posible. Según nosotros, esto supone que los grupos de la Izquierda comunista no se conformen con su intervención propia aislada de los demás, sino que se asocien para expresar en común sus posiciones comunes. La CCI considera que una intervención común de los diferentes grupos de la Izquierda comunista tendría un impacto político en la clase obrera mucho más allá que la simple suma de sus fuerzas respectivas, que ya sabemos todos, son muy débiles actualmente. Por estas razones, la CCI propone a los grupos citados reunirse para discutir juntos de los medios posibles que permitirían a la Izquierda comunista hablar con una sola voz en favor de la defensa del internacionalismo proletario, sin prejuzgar o cuestionar la intervención específica de cada uno de los grupos. Concretamente, la CCI propone a los grupos citados:

–  redactar y difundir un documento común de denuncia de la guerra imperialista y de las campañas burguesas que la acompañan;

–  organizar reuniones públicas comunes en las que cada grupo podrá defender tanto las posiciones comunes que nos unen como los análisis específicos que nos distinguen.

Claro está, la CCI está dispuesta a cualquier otra iniciativa que permita difundir las posiciones internacionalistas.

En marzo de 1999, la CCI ya mandó un llamamiento de este tipo a estas organizaciones. Desgraciadamente, ninguna contestó favorablemente y ésta es la razón por la que consideramos inútil repetir el llamamiento cuando la guerra en Afganistán en 2001. Si hoy lanzamos de nuevo este llamamiento, es porque pensamos que todos los grupos de la Izquierda comunista, conscientes de la terrible gravedad de la situación actual y de la excepcional amplitud de las engañosas campañas pacifistas, tendrán empeño en hacerlo todo para que se haga oir lo mejor posible la posición internacionalista.

Os pedimos que nos mandéis cuanto antes vuestra respuesta a esta carta, mandándola a las señas precisadas en el membrete. Para ganar tiempo, también os proponemos que mandéis una copia a las señas de nuestras secciones territoriales más cercanas de vuestra organización o a militantes de la CCI que conozcáis.

Con nuestros saludos comunistas.

Nuestra carta del 24 de marzo

Camaradas,

(...) Con toda evidencia, se puede suponer que consideráis que la adopción por parte de diversos grupos de la Izquierda comunista de un documento común que denuncie la guerra imperialista y las campañas pacifistas puede sembrar confusión y ocultar las divergencias existentes entre nuestras organizaciones. Ya sabéis que no es ésa nuestra opinión pero no vamos a intentar aquí convenceros. El objetivo esencial de esta carta es haceros la siguiente propuesta: organizar reuniones públicas en las que cada una de las organizaciones de la Izquierda comunista representadas, bajo su responsabilidad exclusiva, haría su propia presentación y aportaría sus propios argumentos a la discusión. Esta propuesta responde a vuestra preocupación de que no se confundan nuestra posiciones respectivas, y que sea imposible cualquier amalgama entre nuestras organizaciones. Esta fórmula permitiría a su vez hacer público con el máximo impacto (a pesar de que sea muy modesto) el hecho de que, contra las diversas posiciones burguesas (sean éstas favorables a un apoyo a tal o cual campo militar en nombre de la “democracia” o del “anti-imperialismo”, o se presenten como “pacifistas” en nombre de los “derechos de la ley internacional” u otras zarandajas) existe una posición internacionalista, proletaria y revolucionaria, que solo son capaces de defender los grupos vinculados a la Izquierda internacional. Y esta fórmula permitiría que un máximo de elementos que se van interesando por las posiciones de la Izquierda comunista puedan encontrarse y discutir entre ellos, así como con las organizaciones que defienden estas posiciones, y también podrían entonces profundizar lo más claramente posible los desacuerdos que las distinguen.

Para que las cosas queden claras: esta propuesta no tiene, ni mucho menos, el objetivo de que la CCI pueda ampliar sus auditorio al darse la oportunidad de tomar la palabra ante elementos que habitualmente frecuentan las reuniones públicas o permanencias de vuestras organizaciones. Como prueba de lo que decimos, hacemos la siguiente propuesta: las reuniones públicas que ha previsto hacer la CCI durante este período y que se dedicarán evidentemente a la cuestión de la guerra y de la actitud del proletariado al respecto, podrán ser transformadas, si estáis de acuerdo, en reuniones públicas del tipo de las que proponemos. Este tipo de fórmula es particularmente realizable en ciudades o paises en que hay militantes de organizaciones diferentes. Pero nuestra propuesta también se aplica a otras ciudades y otros paises: concretamente, sería con la mayor satisfacción si pudiéramos organizar, por ejemplo, una reunión pública común en Colonia o en Zurich con la presencia de militantes de la Izquierda comunista que viven en Inglaterra, Francia o Italia. Estamos naturalmente dispuestos a alojar a militantes de vuestra organización que participaran en estas reuniónes públicas así como a traducir, si es necesario, las presentaciones y sus intervenciones.

Si esta propuesta os conviene, rogamos que contestéis cuanto antes (eventualmente por Internet a las señas indicadas abajo) para que podamos tomar las disposiciones necesarias. En cualquier caso, hasta si rechazáis nuestra propuesta (lo que naturalmente lamentaríamos), vuestra organización y sus militantes están cordialmente invitados a participar a nuestras reuniones públicas, para defender sus posiciones.

Esperando vuestra respuesta, os mandamos nuestros saludos comunistas e internacionalistas (...).

La respuesta del BIPR del 28 de marzo

Estimados camaradas,

Hemos recibido vuestro “llamamiento” para la unidad de acción contra la guerra. Estamos en la obligación de rechazarlo por razones que ya deberéis conocer y que vamos a resumir.

Si casi treinta años después de la primera Conferencia de la Izquierda comunista, no solo no se han reducido las divergencias entre nosotros y la CCI sino que han aumentado, y que al mismo tiempo la CCI ha sufrido las escisiones que conocemos, esto significa - y está claro para cualquiera que observe el fenómeno en su esencia - que la CCI no puede ser considerada por nuestra parte como un interlocutor aceptable para definir una forma de unidad de acción.

No es posible “unir” a quienes consideran que un peligro gravísimo amenaza a una clase obrera que ha sufrido sin casi reaccionar ataques brutales contra su nivel de vida, el empleo y las condiciones laborales y que corre ahora el riesgo de ser encadenada al carro de la guerra con quienes –como la CCI– consideran que la guerra no se ha declarado todavía porque... la clase obrera no está derrotada y, por lo tanto, impide la guerra. ¿Qué podríamos decir juntos? Resulta evidente que los principios generales enunciados en el llamamiento no bastan para resolver la enormidad del problema.

Por otro lado, la unidad de acción –contra la guerra como sobre cualquier otro problema– puede realizarse sin confusiones entre interlocutores políticos definidos e identificables y que comparten posiciones políticas que consideran esenciales en común. Ya hemos visto que sobre un punto que consideramos esencial existen posiciones antitéticas, pero independientemente de las posibilidades o no de convergencias políticas futuras, es esencial que la hipotética unidad de acción organizada entre tendencias políticas diferentes vea la tendencia de todas los componentes en las que tales tendencias se entienden o se dividen. Esto significa que no tiene sentido la unidad de acción entre partes de diferentes corrientes políticas cuando las demás... partes quedan fuera, claro está con una actitud crítica y antagónica.

Bueno, pues vosotros (la CCI) formáis parte de una tendencia política que se reparte ahora en varios grupos que se reivindican todos de la ortodoxia de la CCI, como lo hacen todos los grupos bordiguistas a los que os dirigís, aparte de nosotros.

Todo lo que decís en vuestro “Llamamiento” en cuanto a cerrar las filas revolucionarias frente a la guerra tendría que aplicarse ante todo en vuestra propia tendencia, como así podría serlo en las tendencias bordiguistas.

Francamente, sería más serio que tal llamamiento se hiciera justamente a la FICCI o a la ex-FECCI, como sería igualmente responsable que Programa comunista o Il Comunista-Le Prolétaire hagan juntos un llamamiento similar a los numerosos demás grupos bodiguistas del mundo. ¿Por qué sería más responsable? Porque sería un intento de invertir la ridícula - cuando no dramática - tendencia a dividirse siempre más, a medida que van creciendo las contradicciones del capitalismo y los problemas que ello plantea a la clase obrera.

Pero es ahora evidente que en ambos casos, esta tendencia dramática ridícula caracteriza a ambas corrientes.

No es por casualidad, y volvemos a la otra cuestión esencial. La posición teórica y el método, las posiciones políticas, la concepción de la organización de la CCI (como la de Programa comunista en sus orígenes) tienen de toda evidencia... defectos, si sobre esa base se producen quiebras y escisiones cada vez que se exacerban los problemas del capitalismo y las relaciones entre las clases.

Si 60 años tras la creación del PC Internacionalista en Italia y 58 años después del final de la Segunda Guerra mundial se siguen dividiendo dos de las tres tendencias presentes en la Izquierda comunista, es que habrá una razón.

Insistimos: no se trata de una ausencia de crecimiento o de una carencia de arraigo en la clase obrera; ambas dependen de la enorme dificultad que tiene la clase para salir de la derrota histórica de la contrarrevolución estalinista. Aquí planteamos, por lo contrario, el problema de la fragmentación de estas tendencias políticas en una constelación de grupos que se reivindican todos de la ortodoxia. Las causas están –como hemos tenido ocasión de defenderlo en varias ocasiones– en la debilidad... de la ortodoxia, y, por lo tanto, en su incapacidad en entender y explicar la dinámica del capitalismo y elaborar las orientaciones políticas que corresponden. En conclusión, nos parece que el objetivo de recomponer la Izquierda comunista en un marco político unitario se ha vuelto inalcanzable, debido a que dos de sus componentes expresan una impotencia evidente para explicar los acontecimientos en términos coherentes con la realidad y, debido a esta impotencia, no logran más que dividirse siempre más.

Esto no significa evidentemente, por nuestra parte, un encierro en nosotros mismos y –de la misma forma como ya hemos sabido tomar las iniciativas adecuadas para romper el aislamiento durante los lejanos años 76 y lanzar una dinámica de debate en el campo político proletario– intentaremos hoy tomar iniciativas adecuadas para romper el viejo marco político, bloqueado ahora, y renovar la tradición revolucionaria e internacionalista en un nuevo proceso de arraigo en la clase.

La respuesta del PCI-le Prolétaire del 29 de marzo

Camaradas,

Hemos recibido vuestra carta del 24 de marzo, que también contenía vuestra carta precedente del 11 de febrero. Ya hemos tenido oralmente ocasión de contestar a la propuesta contenida en ellas durante una reunión de lectores y también lo haremos en las páginas de Le Prolétaire. Aunque parezca que abandonéis la idea de un texto común, vuestra nueva propuesta sigue el mismo frentismo político y no puede recibir más que una respuesta negativa por nuestra parte.

Con nuestros saludos comunistas,

Toma de posición sobre las respuestas

 No es la primera vez que la CCI hace un llamamiento a los gruposdel medio Político Proletario para una intervención común antela aceleración de la situación mundial. Como nuestra carta lo recuerda, ya hicimos un llamamiento así en marzo de 1999 anteel desencadenamiento de la barbarie bélica en Kosovo. Lo esencialde la argumentación que defendimos entonces en los artículos publicados sobre las respuestas negativas que ese llamamiento había suscitado (1) sigue estando perfectamente adaptado a la situación actual. Sin embargo, si nos parece necesario tomar brevemente postura sobre las respuestas negativas que hemos recibido es para dejar constancia de una actitud política que es, a nuestro entender, perjudicial paralos intereses históricos del proletariado. Es evidente que habremos de volver de modo más exhaustivo sobre este tema en próximos artículos. El PCInt (le Prolétaire), por su parte, ha anunciado también en su carta que iba a hacer lo mismo en su prensa.

Nos limitaremos, pues, aquí a considerar los argumentos dados por ambos grupos en su rechazo a nuestras dos propuestas: la difusión de un documento contra la guerra basado en nuestras posiciones internacionalistas comunes, y la organización de reuniones que permitieran a la vez realizar una denuncia común de la guerra y confrontar nuestras divergencias.

El PCInt y su mínimo denominador

La breve carta del PCInt (Le Prolétaire) considera que nuestro llamamiento es “frentismo”. Esta respuesta es la misma que se nos dio oralmente en una permanencia del PCInt en Aix-en-Provence (Sur de Francia) el 1º de marzo, en donde también se nos dijo que el método de la CCI era buscar el “mínimo común denominador” entre las organizaciones. Por lo demás, esos argumentos de lo más somero son coherentes con otros, más desarrollados sin por ello ser más convincentes, propuestos por el PCInt en una polémica contra nosotros en le Prolétaire nº 465. Ésta nos permite abordar brevemente las ideas organizativas del PCInt.

Hay que decir de entrada que este artículo es un paso adelante comparado con la actitud del PCInt en los años 70 y 80. Entonces solíamos confrontarnos a una organización que se consideraba ya como “el partido compacto y potente” y única guía de la revolución proletaria cuyo único programa debía ser el “invariable” de… 1848, ahora el PCInt nos dice:

“Lejos de nosotros creernos ‘los únicos en el mundo’, defendemos, al contrario, la necesidad de la crítica programática intransigente y de la lucha política contra las posiciones que consideramos falsas y las organizaciones que las defienden”

Le Prolétaire parece creer que nosotros queremos atraer a gente para ir hacia la formación del partido basándonos en el mínimo común denominador. A esto le opone él un método que considera que todas las demás organizaciones y sus posiciones deben combatirse por igual, o sea sin hacer la menor distinción entre las que mantienen posiciones internacionalistas y las trotskistas y estalinistas que abandonaron hace ya mucho tiempo el terreno de la clase obrera con su apoyo más o menos explícito a uno u otro campo en la guerra imperialista. Un método así sólo puede llevar a pensar que la de uno es la única organización que defiende el programa de la clase obrera y que, por lo tanto, es la única base para construir el partido y, al fin y al cabo del análisis, actuar como si uno fuera el único en el mundo en la defensa de las posiciones de clase.

El PCInt constata igualmente que la situación de hoy no tienen nada que ver con la de Zimmerwald y de Kienthal, considerando que nuestra referencia a los principios de Zimmerwald no es válida pues se basaría en una comparación abusiva. Lo cual significa que no ha entendido nada –o no quiere entender- de nuestra propuesta.

No es necesario ser marxista para comprobar que la situación actual no es idéntica a la de 1917, ni siquiera a la de 1915, año de Zimmerwald. Sin em­bargo, sí existen rasgos significativos comunes entre esos dos períodos: la guerra imperialista está presente en el proscenio de la historia, lo cual implica para los elementos más avanzados de la clase obrera que una cuestión es prioritaria sobre las demás: la del internacionalismo contra esa guerra. Es responsabilidad de esos elementos el hacer oír su voz contra el cenagal de la propaganda y de la ideología burguesas. Hablar de “frentismo” y de “mínimo común denominador”, no sólo impide que salgan a la luz las divergencias entre internacionalistas sino que es además un factor de confusión en la medida en que la verdadera divergencia, la frontera de clase que separa a los internacionalistas de toda la burguesía, desde la derecha a la extrema izquierda, se pone en el mismo plano que las divergencias entre internacionalistas.

La acusación de “frentismo” se basa de hecho en un error profundo de cuál es la naturaleza real del frentismo, tal como lo entendieron y denunciaron nuestros predecesores de la Izquierda comunista. Este término hace referencia a las tácticas adoptadas por una IIIª Internacional que intentaba –aunque de un modo erróneo y oportunista– romper el aislamiento de la Revolución rusa. Después, y en el proceso de su degeneración, la Internacional comunista se fue convirtiendo cada vez más en instrumento de la política exterior del Estado ruso, el cual usó esa táctica del frentismo como instrumento de esa política. El frentismo –como “el frente único obrero en la base” defendido por la IC– fue, pues, un intento de crear una unidad de acción entre los partidos de la Internacional que habían permanecido fieles al internacionalismo proletario, y los partidos socialdemócratas, especialmente, que habían apoyado el esfuerzo de guerra del Estado burgués en 1914. O sea, el frentismo pretendía crear un frente único entre dos clases enemigas, entre las organizaciones del proletariado y las que irremediablemente se habían pasado al campo de la burguesía.

Refugiándose tras las diferencias del período histórico y el rechazo del frentismo, el PCInt esquiva los verdaderos problemas y las responsabilidades que a los internacionalistas incumben hoy. Cuando hacemos un llamamiento recordando al Lenin de Zimmerwald, es en el plano de los principios. Piense lo que piense el PCInt, estamos de acuerdo con él en la necesidad de la crítica programática y de la lucha política. También nosotros combatimos las ideas que consideramos erróneas, pero con una salvedad: una vez que se ha tenido en cuenta la diferencia de naturaleza que existe entre las organizaciones de la burguesía y las del proletariado, de éstas son las posiciones políticas lo que combatimos y no las organizaciones.

“El partido único que guiará mañana al proletariado en al revolución y la dictadura no podrá nacer de la fusión de organizaciones y por lo tanto, de programas heterogéneos, sino de la victoria muy precisa de un programa sobre los demás (…) deberá tener un programa también único, no equívoco, el programa comunista auténtico que es la síntesis de todas las enseñanzas de las batallas pasadas…”

Nosotros también estimamos que el proletariado no podrá hacer la revolución sin haber sido capaz de hacer surgir un partido comunista mundial basado en un solo programa (2) , síntesis de las enseñanzas del pasado. Pero la cuestión es saber cómo podrá surgir ese partido. Nosotros no creemos que vaya a surgir todo ya bien preparadito en el momento revolucionario, como Atenea de la cabeza de Zeus, sino que debe irse preparando ya. Fue precisamente esa preparación lo que le faltó a la Tercera internacional. Dos cosas son necesarias en esa preparación: primera, delimitar claramente las posiciones internacionalistas de toda la ganga izquierdista que acaba siempre defendiendo tal o cual fracción burguesa en la guerra imperialista; y, segundo, permitir que las divergencias existentes dentro del campo internacionalista puedan confrontarse en un debate contradictorio. Poner hoy la formación del partido mundial en el mismo plano que la defensa del internacionalismo contra la guerra imperialista, es dar prueba de idealismo, dando la espalda a una necesidad urgente de la situación actual en nombre de una perspectiva histórica que sólo podrá florecer gracias a un desarrollo masivo de la lucha de clases y de la labor previa de clarificación y de decantación en las minorías revolucionarias.

En cuanto al rechazo de “la fusión de organizaciones” por parte de Le Proletaire, lo único que éste hace es olvidarse de la historia: ¿habrá que recordar que el llamamiento a la IIIª Internacional no se dirigió únicamente a los bolcheviques, como tampoco únicamente a socialdemócratas que se habían mantenido fieles al internacionalismo como el grupo Spartakus de Rosa Luxemburg y de Liebnecht? Fue dirigido también a anarcosindicalistas, la CNT española por ejemplo, a sindicalistas revolucionarios como Rosmer y Monate en Francia y las IWW norteamericanas, a los “industrial unionist” del movimiento de los shop-stewards en Gran Bretaña, e incluso a “De Leonistas” como el SLP escocés de John Maclean. El Partido bolchevique mismo, solo unos meses antes de la revolución de Octubre, integraba en su seno a la organización de Trotski, que contaba con antiguos mencheviques internacionalistas. Es evidente que no se trataba de una especia de fusión “ecuménica”, sino de un agrupamiento de organizaciones proletarias fieles al internacionalismo durante la guerra en torno a las ideas de los bolcheviques cuya validez había quedado demostrada por evolución de los hechos y sobre todo la acción obrera. Esta experiencia histórica ilustra perfectamente la inexactitud de la idea del PCInt de que una fusión de organizaciones equivaldría a una fusión de programas.

Izar hoy bien alto el estandarte del internacionalismo y crear áreas de debate en el seno del campo internacionalista permitiría a los elementos en búsqueda de claridad revolucionaria aprender a desvelar todas las mentiras propagandísticas de la burguesía democrática, pacifista e izquierdista, aprender a forjarse en la lucha política. El PCint afirma querer combatir a la CCI, su programa, sus análisis, su política, y “llevar a cabo una política sin compromisos contra todos los confusionistas” (y entre ellos la CCI). Muy bien, aceptamos el reto. El problema es que para que exista ese combate (o sea, combate político dentro del campo proletario), las fuerzas opuestas deben encontrarse en un marco; no podemos sino lamentar que el PCInt prefiera “combatir” desde su sede pontifical y dogmática antes que encarar las asperezas y las realidades de un debate contradictorio, so pretexto de que éste sería una “unión democrática y ecuménica”(3). Rechazar nuestra propuesta, eso no es “combatir”; al contrario, eso es rehusar el combate real y necesario en favor de un combate ideal e irreal.

La respuesta del BIPR

El BIPR da cuatro razones para justificar su rechazo, resumidas aquí:

1.  La CCI cree que es la clase obrera la que impide el estallido de la guerra imperialista mundial, no puede, pues, ser considerada como “un interlocutor válido”.

2.  La Izquierda comunista está fraccionada en tres tendencias (o sea, los bordiguistas, el BIPR y la CCI), dos de los cuales (los bordiguistas y la CCI) se han roto en varios grupos que se reivindican todos ellos de la “ortodoxia” de origen. Para el BIPR no es posible considerar una acción común entre esas “tendencias” antes de que éstas se hayan reunido ellas mismas (la antigua “fracción externa” y la actual “fracción interna” de la CCI forman parte, según el BIPR, de “nuestra tendencia”)”es esencial que la hipotética unidad de acción organizada entre tendencias políticas diferentes vea la tendencia de todas los componentes en las que tales tendencias se entienden o se dividen” Por ello, “sería más serio que tal llamamiento se hiciera justamente a la FICCI y a la ex-FECCI” (ésta, según el BIPR, formarían parte de lo que el BIPR llama “nuestra tendencia”).

3.  El que la CCI tenga escisiones sería el resultado de sus debilidades teóricas, y de ahí su “incapacidad, pues, para comprender y explicar la dinámica del capitalismo y elaborar las orientaciones políticas necesarias”. De ahí que (ya que el BIPR nos pone en el mismo cesto que los grupos bordiguistas) el BIPR se considere hoy como único superviviente válido y capaz de la Izquierda Italiana.

4.  Como consecuencia de todo eso, sólo quedaría el BIPR para ser capaz de “tomar las iniciativas adecuadas” y “superar el viejo marco político, hoy bloqueado, y renovar la tradición revolucionaria e internacionalista en un nuevo proceso de arraigo en la clase”.

Cómo lograr no hacer un trabajo serio

Antes de tratar los problemas de fondo, hay que despejar el terreno sobre la cuestión de esas “fracciones” que, según el BIPR, deberían ser el primer objeto de nuestras preocupaciones. En lo referente a la antigua “Fracción externa” de la CCI, creemos que lo “serio” por parte del BIPR sería que prestara atención a las posiciones de ese grupo (conocido hoy con el nombre de Perspective internationaliste). Se daría así cuenta de que, tras haber abandonado por completo la base misma de las posiciones de la CCI, o sea la decadencia del capitalismo, PI ya no se reivindica de nuestra plataforma y ha dejado de llamarse “fracción” de la CCI. Pero no es eso lo esencial. Que ese grupo pertenezca o no políticamente a lo que el BIPR llama nuestra “tendencia”, si la CCI no le ha transmitido su llamamiento es por razones muy diferentes de los análisis políticos que defiende. Y el BIPR lo sabe muy bien. Ese grupo se fundó basándose en métodos de parásito, denigrando y calumniando a la CCI; y fue en base a ese juicio político(4) si la CCI no lo considera como parte de la Izquierda comunista. En cuanto al grupo que hoy se pretende “fracción interna” de la CCI, es todavía peor. Si el BIPR ha leído el boletín nº 14 de esa FICCI y nuestra prensa territorial (ver el artículo “los métodos policiacos de la FICCI” en Révolution internationale nº 330) sabrá perfectamente que las organizaciones revolucionarias no pueden realizar la menor labor conjunta con sujetos que se comportan como soplones en beneficio de las fuerzas de represión del Estado burgués. ¿O es que el BIPR no tiene opinión al respecto?

¿Cuáles son las condiciones para una labor común?

Veamos ahora un argumento que merece amplios comentario por nuestra parte: nuestras posiciones políticas serían muy distantes para poder actuar juntos. Ya hemos señalado que esa actitud está a mil leguas de la de Lenin y los bolcheviques en la conferencia de Zimmerwald, en la que éstos firmaron un Manifiesto común con las demás fuerzas internacionalistas, a pesar de que las divisiones entre los participantes en Zimmerwald eran sin lugar a dudas más mucho más profundas que las divisiones entre los grupos internacionalistas de hoy. Para dar un solo ejemplo, los socialistas-revolucionarios, que ni siquiera eran marxistas y que acabaron en su mayoría adoptando una postura contrarrevolucionaria en 1917, participaron en la conferencia de Zimmerwald.

No se entiende muy bien por qué nuestro análisis de la relación de fuerzas entre las clases a nivel global sería un criterio discriminatorio que impide una intervención común frente a la guerra y, en ese marco, un debate contradictorio sobre esa cuestión u otras. Ya hemos explicado amplia y frecuentemente las bases de nuestra posición sobre el curso histórico en las páginas de esta Revista. El método en que se basa nuestro análisis es el mismo que cuando las Conferencias internacionales de la Izquierda comunista iniciadas por Battaglia Comunista y apoyadas por la CCI a finales de los años 70. Nuestra posición no es, pues, un descubrimiento para el BIPR. Sobre esas Conferencias, el propio BIPR hacía explícitamente referencia a Zimmerwald y Kienthal:

“... no se alcanza una política de clase, ni la creación del partido mundial de la revolución, menos todavía una estrategia revolucionaria, si no se decide a hacer funcionar, desde ahora, un centro internacional de enlace y de información que sea una anticipación y una síntesis de lo que será la futura Internacional, como Zimmerwald y más todavía Kienthal fueron un esbozo de la IIIª Internacional” (Carta del “Llamamiento” de BC a la Primera Conferencia, 1976)

¿Qué ha cambiado desde entonces que justifique una menor unidad entre internacionalistas y el rechazo de nuestra propuesta, la cual no pretendía ni siquiera construir un “centro de enlace”?

En realidad, el BIPR debería ver la situación actual con un poco de perspectiva y relativizar la importancia que da a lo que a él le parece ser nuestro “análisis erróneo de la relación de fuerzas entre las clases”. En efecto, hay al menos algo que sí ha cambiado en varias ocasiones desde la época de las Conferencias, y es el análisis del BIPR sobre la relación de fuerzas entre las clases y sobre los factores que impidieron una nueva guerra mundial antes de 1989. En verdad, hemos leído toda clase de explicaciones al respecto por parte del BIPR: una vez era que la guerra no había estallado porque los bloques imperialistas no estaban lo suficientemente consolidados, y eso que nunca antes en la historia se habían visto dos bloques tan cimentados como lo estaban el bloque americano y el bloque ruso. Otra vez era el terror que inspiraba a la burguesía la idea de una guerra nuclear lo que la retenía. Y, en fin, el último hallazgo que el BIPR mantuvo hasta el desmoronamiento del bloque ruso ante los golpes de ariete de la crisis económica, fue que la tercera guerra mundial no podía estallar a causa… ¡del nivel insuficientemente profundo de la crisis económica!

Recordemos que dos meses antes de la caída del muro de Berlín, la CCI afirmó que el nuevo período que se abría estaría marcado por la disgregación de los bloques. Dos meses después, la CCI escribía que esta situación acabaría desembocando en un caos creciente, alimentado sobre todo por la oposición entre las potencias imperialistas de segundo y tercer orden a los intentos por parte de Estados Unidos para mantener y reforzar su papel de gendarme del mundo (ver sobre esto los nº 60 y 61 de esta Revista). El BIPR, en cambio, tras haber evocado durante cierto tiempo la hipótesis de una nueva expansión económica gracias a la “reconstrucción” de los países del Este(5), se puso a defender la noción de un nuevo bloque basado en la Unión Europea que entraría en competencia con Estados Unidos. Es hoy evidente que la “reconstrucción” de los países del antiguo bloque del Este es pólvora mojada, y, por otra parte, con la nueva guerra de Irak, la UE no ha estado nunca tan dividida, nunca había sido tan incapaz de actuar de un modo unitario en política exterior común, ni ha estado tan lejos de formar aunque solo sea una apariencia de bloque imperialista. La divergencia entre el plano económico (ampliación y unificación de Europa en lo económico: introducción del Euro, ingreso de nuevos países miembros) y el plano imperialista (impotencia total y evidente de Europa en ese ámbito) no hace sino subrayar el aspecto fundamental de la dinámica del capitalismo en su período de decadencia, lo cual el BIPR sigue negándose a reconocer: los conflictos interimperialistas no son el resultado directo de la competencia económica, sino la consecuencia del bloqueo económico en un plano más general de la sociedad capitalista. Sean cuales sean los desacuerdos entre nuestras organizaciones, debemos preguntarnos en qué basa el BIPR su apreciación de que él, contrariamente a la CCI, sí sería capaz de explicar “la dinámica del capitalismo”.

Las cosas tampoco están muy claras sobre el análisis de la lucha de clases. El BIPR reprocha a la CCI que sobrevaloramos la fuerza del proletariado y nuestro análisis sobre el curso histórico. Y es, sin embargo, el BIPR el que tiene una deplorable tendencia a dejarse arrastrar por el entusiasmo del momento cada vez que percibe algo que se parece a una especie de movimiento “anticapitalista”. Sin entrar en detalles, recordemos sólo el saludo de Battaglia comunista a los movimientos en Rumanía en una artículo titulado “Ceaucescu ha muerto, pero el capitalismo sigue vivo”:

“Rumanía es el primer país en las regiones industrializadas en el que la crisis económica mundial ha hecho surgir una real y auténtica insurrección popular cuyo resultado ha sido el derrocamiento del gobierno (…) En Rumanía, todas las condiciones subjetivas estaban reunidas para transformar la insurrección en una verdadera revolución social”.

Cuando los acontecimientos de Argentina de 2002, el BIPR ha seguido tomando unas revueltas interclasistas contra gobiernos corruptos por insurrecciones de clase y proletarias:

“[El proletariado] se ha echado espontáneamente a la calle llevando tras sí a la juventud, a los estudiantes, a partes importantes de la pequeña burguesía proletarizada y pauperizada como él. Todos juntos han lanzado su rabia contra los santuarios del capitalismo, los bancos, las oficinas y sobre todo los supermercados y otros almacenes asaltados como los hornos de pan en la Edad Media (…) La revuelta no ha cesado, extendiéndose a todo el país, adquiriendo características cada día más clasistas. Fue asaltada incluso la sede del Gobierno, monumento simbólico de la explotación y de la rapiña financiera.”(6)

En cambio, la CCI, a pesar de su “sobreestimación idealista” de las fuerzas del proletariado, no ha cesado de poner en guardia contra los peligros que la situación histórica global hace correr al proletariado en su capacidad para proponer sus perspectivas, sobre todo desde 1989, y contra las calenturas inmediatistas sin porvenir, provocadas por todo lo que se agita. Mientras el BIPR se entusiasmaba por las luchas en Rumanía, nosotros escribíamos:

“Frente a tales ataques, este proletariado [el de Europa del Este] va a luchar, va a intentar resistir, (…) Pero la cuestión es: ¿en qué contexto, en qué condiciones se van a desarrollar estas huelgas? La respuesta no debe contener la menor ambigüedad: una confusión extrema debida a la debilidad y la falta de experiencia política de la clase obrera en el Este, inexperiencia que la hace particularmente vulnerable ante todas las mistificaciones democráticas, sindicales y al veneno nacionalista. (…) No se puede excluir la posibilidad, para fracciones importantes de la clase obrera, de dejarse encuadrar y masacrar por intereses que le son totalmente opuestos, en las luchas entre las diferentes cuadrillas nacionalistas, o entre bandas «democráticas» y estalinistas” (Recuérdese Grozny en Chechenia o la guerra entre Armenia y Azerbaiyán…).

En cuanto a la situación en Occidente, nosotros escribíamos:

“En un primer tiempo, la caída del “telón de acero” que separaba en dos al proletariado mundial no va a permitir a los obreros del Oeste compartir con sus hermanos de clase del Este las experiencias adquiridas (…) Al contrario, serán las fuertes ilusiones democráticas de los obreros de Este (…) lo que va a caer en tromba en el Oeste…”(7).

 Difícilmente podrá decirse que esas perspectivas hayan sido desmentidas desde entonces.

No se trata de entrar en debates sobre la cuestión, pues ello exigiría un desarrollo más importante(8), menos todavía pretendemos decir que el BIPR se equivoque siempre o que la CCI poseería el monopolio en capacidad de análisis de la situación. Lo único que queremos mostrar es que la caricatura que hace el BIPR cuando presenta a una CCI irremediablemente “idealista” a causa de sus análisis erróneos porque no se basarían en un materialismo estrictamente económico, único capaz de “comprender y explicar la dinámica del capitalismo”, no tiene nada que ver con la realidad. Los camaradas del BIPR piensan que la CCI es idealista. Nosotros, por nuestra parte, pensamos que el BIPR está muy a menudo metido en un materialismo de lo más vulgar y romo. Lo que de verdad importa es que frente a lo que une a los internacionalistas frente a la guerra imperialista, frente a la responsabilidad que podrían asumir y el impacto que una intervención común podría tener, todo eso es algo verdaderamente secundario, algo que no debería impedir el debate, profundizar y esclarecer las divergencias teóricas que los separan, sino al contrario. Estamos convencidos de que hacer “la síntesis de todas las batallas del pasado” será una labor indispensable para la victoria del proletariado que permitirá que quede zanjada, y no sólo en la teoría, la validez de las tesis de sus organizaciones políticas. También estamos convencidos que para realizarlo, es necesario delimitar el campo internacionalista que permita la confrontación teórica dentro de dicho campo. Le Prolétaire rechaza esa confrontación por razones de principios, razones que hoy son secundarias. El BIPR la rechaza por razones coyunturales y de análisis. ¿Es serio todo eso?

¿Las escisiones son un criterio discriminatorio?

La tercera razón que da el BIPR para rehusar toda colaboración con nosotros es el hecho de que hemos tenido escisiones: “dos de las tres tendencias presentes en la Izquierda comunista se han roto en varios grupos [y] lo único que consiguen es fragmentarse todavía más”. El BIPR no da una visión objetiva de los que él llama la fragmentación de la “tendencia CCI”, no sólo sobre el método político responsable al que los agrupamientos parásitos que gravitan en torno a la CCI dan totalmente la espalda, sino igualmente sobre la importancia que éstos no tienen como presencia política organizada a escala internacional. En cambio, lo que sí es una realidad es la fragmentación de las organizaciones que pueden legítimamente reivindicarse de la herencia de la izquierda italiana. Y sobre la actitud que debe adoptarse ante tal situación, Battaglia comunista ha dado un giro de 180 grados en comparación con el llamamiento que lanzó esa organización para la primera Conferencia de los grupos de la Izquierda comunista:

“La Conferencia deberá indicar también cuándo y cómo abrir un debate sobre los problemas (…) que actualmente dividen a la Izquierda comunista internacional, si queremos que se concluya positivamente y sea un primer paso hacia objetivos más amplios y hacia la formación de un frente internacional de grupos de la Izquierda comunista que sea lo más homogéneo posible, si queremos salir de una vez de la torre de Babel ideológica y política y de una posterior fragmentación de los grupos existentes”(9).

 También, en aquel tiempo, Battaglia consideraba que “la gravedad de la situación general (…) impone tomas de posición precisas, responsables, y, sobre todo, un acuerdo con una visión unitaria de las diferentes corrientes en cuyo seno se manifiesta internacionalmente la Izquierda comunista”. El giro de 180º se produjo ya durante las Conferencias mismas: Battaglia se negó a tomar posición incluso sobre las divergencias existentes entre nuestras organizaciones(10). El BIPR lo rechaza hoy también. Y eso que la situación es, como mínimo, tan grave.

Por otro lado, el BIPR debe explicar en qué el hecho de haber tenido escisiones implicaría una descalificación para una labor común entre grupos de la Izquierda comunista. Para dejar las cosas claras, y sin por ello pretender hacer comparaciones abusivas, puede recordarse que en la época de la IIª Internacional, entre todos los partidos miembros, había uno en particular que era muy conocido por sus “luchas internas”, sus “conflictos de ideas”, a menudo poco evidentes para los militantes externos, por sus escisiones, por una gran vehemencia en los debates por parte de algunas de sus fracciones, y por los debates llevados a cabo en su seno en torno a los estatutos. Había una opinión muy extendida de que “los rusos son incorregibles”, y que Lenin, por ser demasiado “autoritario” y favorable a la disciplina, era el primer responsable de la “fragmentación” del POSDR en 1903. Muy diferente era lo que ocurría en el partido alemán, el cual aparentemente iba de éxito en éxito gracias a la sabia cordura de sus dirigentes y del primero entre ellos, nada menos que “el papa del ­marxismo”, Karl Kautsky. Bien sabemos todos que sería después de aquéllos y de éstos…

¿Qué iniciativas exige la situación?

El BIPR piensa que es él la única organización de la Izquierda comunista capaz de “tomar iniciativas” y “superar el viejo marco político, ahora bloqueado”.

No podemos aquí y ahora desarrollar con detenimiento nuestro desacuerdo que al respecto tenemos con el BIPR. En todo caso, al haber sido BC la que tomó la responsabilidad de excluir a la CCI de las Conferencias internacionales, para después acabar con ellas, al ser ahora el BIPR el que se niega en redondo a todo esfuerzo común del medio político proletario internacionalista, nos parece un poco descarado venir ahora diciendo que “el viejo marco está bloqueado”.

Por parte nuestra, a pesar de haber desaparecido el marco formal y organizado internacionalmente de las Conferencias, nuestra actitud siempre ha sido la misma:

–  Intentar, sobre la base de posiciones internacionalistas, hacer un trabajo común entre los grupos de la Izquierda comunista (llamamiento a la acción común durante las guerras del Golfo de 1991, de Kosovo en 1999, reunión pública común con la CWO para el aniversario de Octubre, en 1997, etc.);

–  Defensa del medio proletario (en la medida de nuestros modestos medios) contra los ataques externos y contra la infiltración de la ideología burguesa. Citemos por ejemplo nuestra defensa del folleto del PCInt Auschwitz o la gran excusa contra los ataques de la prensa burguesa, nuestra denuncia contra los nacionalistas árabes del desaparecido El Umami, que reventaron el PCInt y se largaron con la caja, el anuncio que hicimos de la exclusión de nuestras filas de individuos que consideramos peligrosos para el movimiento obrero, nuestro rechazo a los intentos del LAWV(11) de darse una imagen “respetable” mediante unos cuantos arreglos de nuestra plataforma.

    En cambio, la historia del BIPR desde 1980 está sembrada de una serie de intentos por encontrar “un nuevo proceso de arraigo en la clase”. Intentos que, en su gran mayoría han acabado en fracaso:

–  las fuerzas “seriamente seleccionadas” por el BIPR e invitadas a la IVª “Conferencia” de la Izquierda comunista se limitaron en los hechos a los cripto-estalinistas iraníes del UCM;

–  El BIPR se entusiasmó por las grandiosas posibilidades de creación de partidos de masas en los países de la periferia del capitalismo; lo único que ese entusiasmo produjo fue el efímero y escasamente “arraigado” Lal Pataka indio;

–  Tras la caída del muro de Berlín, el BIPR se fue de pesca a los antiguos partidos estalinistas de los países del Este. Eso tampoco ha dado nada(12).

No tiene por qué enfadarse el BIPR por este recuerdo de ilusiones acabadas en decepción. Hubiéramos preferido no tener que hacerlo, porque creemos que la extrema debilidad de las fuerzas comunistas en el mundo de hoy es una razón suplementaria para cerrar filas en la acción y en la confrontación fraterna de nuestras divergencias en lugar de autoproclamarse únicos herederos de la Izquierda comunista.

Estaremos presentes

Una vez más, estamos obligados a constatar la lamentable incapacidad de los grupos de la Izquierda comunista para crear juntos el polo de referencia internacionalista que necesita urgentemente el proletariado y sus componentes avanzados o en búsqueda, en una época en la que el planeta se hunde en el caos bélico de un capitalismo en descomposición.

No por eso vamos a abandonar nuestras convicciones, pero el día que otras organizaciones de la Izquierda comunista hayan entendido la necesidad de la acción común, nosotros estaremos presentes.

Jens 7/04/03

 1)  Ver al respecto en la Revista internacional nº 98: “A propósito del llamamiento lanzado por la CCI sobre la guerra en Serbia; la ofensiva bélica de la burguesía exige une respuesta unida de los revolucionarios” y en la nº 99: “El método marxista y el llamamiento de la CCI sobre la guerra en la antigua Yugoslavia”.

 2) No entramos aquí en la discusión de la visión bordiguista del partido “único”; si la tendencia a la homogeneización del proletariado deberá, como lo ha demostrado la historia, desembocar en la creación de un solo partido, “decretarlo” como principio intangible, previo a toda actividad entre corrientes internacionalistas como lo hacen los bordiguistas es dar la espalda a la historia y hacer malabarismos con las palabras.

 3) No vamos aquí a tratar sobre nuestros pretendidos “métodos administrativos” que el PCInt recrimina en ese mismo artículo de una manera totalmente irresponsable además, tragándose sin más trámite lo que dicen nuestros detractores. El problema central es el siguiente: ¿hay comportamientos inaceptables en el seno de las organizaciones comunistas que las obliga a excluir a militantes que han quebrantado gravemente las reglas de funcionamiento, sí o no? Los camaradas del PCInt deberían recuperar los métodos de nuestros predecesores sobre esa cuestión.

 4) Ver las “Tesis sobre el parasitismo”, en la Revista internacional nº 94.

5) En diciembre de 1989, Battaglia comunista publicaba un artículo “Desmoronamiento de las ilusiones sobre el socialismo real” en el que podía leerse entre otras cosas: “La URSS debe abrirse a las tecnologías occidentales y el COMECON deberá hacer lo mismo, no, como algunos piensan [¿será la CCI?], en un proceso de desintegración del bloque del Este y de retirada total de la URSS de los países de Europa, sino para facilitar, revitalizando las economías del COMECON, la reanudación de la economía soviética”.

 6) Artículo “¡ O partido revolucionario y socialismo, o miseria general y guerra !”, publicado en www.ibrp.org.

 7) Revista internacional nº 60, 1990 “Hundimiento del bloque del Este: quiebra definitiva del estalinismo”, “Tesis sobre la crisis en los países del Este”, “Dificultades en aumento para el proletariado”.

8) Ver, entre otros, nuestros artículos “El curso histórico”, Revista internacional nº18, “El concepto de curso histórico en el movimiento revolucionario”, nº 107.

9) Junio de 1976 (subrayado nuestro). Esa determinación inicial de BC duró poco tiempo durante las Conferencias. Ya denunciamos ampliamente su incoherencia en la Revista internacional nº 76 entre otras. Las citas son de la carta-llamamiento de Battaglia comunista a la primera conferencia, publicada en el folleto que contiene los textos y las actas de la misma.

10) Durante la IIª Conferencia, Battaglia Comunista se negó sistemáticamente a tomar cualquier posición común: “Estamos por principio en contra de hacer declaraciones comunes, pues no existe acuerdo político” (BC, intervención en la IIª Conferencia)

 

11) Los Angeles Workers’ Voice, grupo que hasta hace poco representaba al BIPR en los Estados Unidos.

12) Ver, para un análisis más detallado la Revista internacional nº 76

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