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En el primer artículo de esta serie publicado en la Revista internacional nº 118, vimos cómo y por qué, para Marx y Engels, la teoría de la decadencia estaba en el centro mismo del materialismo histórico en el análisis de la evolución de los modos de producción. La volvemos a encontrar con la misma importancia en el centro de los textos programáticos de las organizaciones de la clase obrera. Además, algunas de ellas no solo reafirmarán este fundamento del marxismo sino que también desarrollarán su análisis e implicaciones políticas. Siguiendo este doble punto de vista, pasaremos aquí revista a las principales expresiones políticas del movimiento obrero, empezando, en esta primera parte, por el movimiento obrero de la época de Marx, la Segunda internacional, las Izquierdas marxistas que se desgajaron de ella así como también la Internacional comunista en sus orígenes. En la segunda parte que publicaremos más tarde, examinaremos más en especial la corriente de los grupos de la Izquierda comunista, base de nuestra propia filiación política y organizativa.
El movimiento obrero en tiempos de Marx
Marx y Engels siempre expresaron claramente que la perspectiva de la revolución comunista dependía de la evolución material, histórica y global del capitalismo. O sea que la concepción según la cual un modo de producción no puede expirar antes de que las relaciones de producción que contiene no se hayan convertido en trabas al desarrollo de las fuerzas productivas fue la base de toda la actividad política de Marx y Engels y de la elaboración del programa político proletario.
A pesar de que Marx y Engels, en dos ocasiones, creyeron haber detectado el advenimiento de la decadencia del capitalismo (1), corrigieron sin embargo rápidamente su apreciación y reconocieron que el capitalismo seguía siendo un sistema progresivo. Su visión, esbozada ya en El Manifiesto comunista y profundizada en todos sus escritos de aquella época, según la cual el proletariado que alcanzase el poder en aquel entonces tendría como principal tarea la de desarrollar el capitalismo de la forma más progresista posible, y no la de destruirlo pura y simplemente, expresaba ese análisis. Por ello la práctica de los marxistas en la Primera internacional se basaba con razón en el análisis de que, mientras siguiera el capitalismo desempeñando un papel progresista, el movimiento obrero debía apoyar a aquellos movimientos burgueses que preparaban el terreno histórico del socialismo:
“Ya hemos visto anteriormente que el primer paso de la revolución obrera lo constituye la elevación del proletariado a clase dominante, la conquista de la democracia. El proletariado utilizará su hegemonía política para despojar paulatinamente a la burguesía de todo su capital (...) [Los comunistas] luchan, pues, por alcanzar los fines e intereses inmediatos de la clase obrera pero en el movimiento actual representan al mismo tiempo el futuro del movimiento. En Francia los comunistas se adhieren al Partido socialista democrático contra la burguesía conservadora y radical, sin por ello abandonar el derecho de mantener una posición crítica frente a las frases y a las ilusiones provenientes de la tradición revolucionaria. Entre los polacos, los comunistas apoyan al partido que establece la revolución agraria como condición de la liberación nacional, el mismo que suscitó la insurrección de Cracovia en 1846. En Alemania, en la medida en que la burguesía actúa revolucionariamente, el Partido comunista actúa conjuntamente con la burguesía contra la monarquía absoluta, la propiedad feudal de la tierra y la pequeña burguesía. Por último, los comunistas trabajan en todas partes en pro de la vinculación y el entendimiento de los partidos democráticos de todos los países” (Manifiesto comunista) (2).
De forma paralela, era necesario que los obreros siguieran luchando por reformas mientras las posibilitaba el desarrollo del capitalismo, y en esa lucha, “los comunistas luchan por los intereses y fines inmediatos de la clase obrera”, tal como lo decía el Manifiesto. Estas posiciones materialistas iban en contra de los llamamientos a-históricos de los anarquistas por una abolición inmediata del capitalismo y su oposición total a cualquier reforma (3).
La Segunda Internacional, heredera de Marx y Engels
La IIª Internacional explicitó aun más esa adaptación de la política del movimiento obrero al período, al adoptar un programa mínimo de reformas inmediatas (reconocimiento de los sindicatos, disminución de la jornada de trabajo, etc.) así como un programa máximo, el socialismo, cuya práctica estaría a la orden del día cuando ocurriera la inevitable crisis histórica del capitalismo. Aparece muy claramente en el Programa de Erfurt que concretó la victoria del marxismo en la socialdemocracia:
“La propiedad privada de los medios de producción ha cambiado... se ha convertido, por la fuerza motriz del progreso, en la causa de la degradación y la ruina social... Su caída es segura, la única cuestión a la que hay que responder es: ¿el sistema de la propiedad privada de los medios de producción arrastrará a la sociedad en su caída al abismo o la sociedad se quitará ese fardo desembarazándose de él? (...) Las fuerzas productivas que se han generado en la sociedad capitalista se han vuelto irreconciliables con el sistema mismo que las hizo surgir quedando aprisionadas. La tentativa de mantener ese sistema de propiedad hace imposible cualquier nuevo desarrollo social y condena a la sociedad al estancamiento y la decadencia (...) El sistema social capitalista ha llegado al final de su carrera, su disolución es desde ahora una cuestión de tiempo. Es un destino implacable, las fuerzas económicas empujan al naufragio la producción capitalista, la construcción de un nuevo orden social que sustituya al que actualmente existe no es simplemente algo deseable, se ha convertido en algo inevitable (...) Tal y como están las cosas actualmente, la civilización no puede durar, debemos avanzar hacia el socialismo o caeremos en la barbarie. (...) La historia de la humanidad no está determinada por las ideas sino por el desarrollo económico que progresa irresistiblemente obedeciendo a leyes subyacentes precisas y no a cualquier deseo o fantasía” (Traducción nuestra de extractos del Programa de Erfurt releído, corregido y apoyado por Engels) (4).
Pero para la mayoría de los principales líderes oficiales de la Segunda internacional, el programa mínimo se transformará cada día más en el único verdadero programa de la socialdemocracia: “El objetivo, sea cual sea, no es nada. El movimiento lo es todo”, según decía Bernstein. El socialismo y la revolución proletaria acabaron siendo peroratas repetidas como sermones en las manifestaciones del Primero de mayo mientras la energía del movimiento oficial se concentraba cada día más en la obtención por parte de la socialdemocracia, costara lo que costara, de un lugar en el sistema capitalista. Inevitablemente, el ala oportunista de la socialdemocracia empezó a negar la necesidad de la destrucción del capitalismo para defender la posibilidad de una transformación gradual del capitalismo en socialismo.
La Izquierda marxista en la Segunda internacional
En respuesta al desarrollo del oportunismo en la Segunda internacional se desarrollaron fracciones de izquierda en varios países. Serán éstas las que posteriormente permitirán que se funden partidos comunistas tras la traición al internacionalismo proletario por parte de la socialdemocracia cuando estalle la Primera Guerra mundial. Las fracciones de izquierda defenderán claramente la bandera del marxismo al asumir la herencia de la Segunda internacional, desarrollándola ante los nuevos retos planteados por el nuevo período del capitalismo iniciado de manera patente por el estallido de la guerra, el período de su decadencia.
Estas corrientes aparecieron cuando el sistema capitalista estaba viviendo la última fase de su ascenso, cuando la expansión imperialista hacía vislumbrar la perspectiva de enfrentamientos entre las grandes potencias del capitalismo mundial y cuando se iba radicalizando cada día más la lucha de clases (desarrollo de huelgas generales políticas y sobre todo de huelgas de masas en varios países). Contra el oportunismo de Bernstein y Cía., la izquierda de la socialdemocracia –los bolcheviques, el grupo de Tribunistas holandeses, Rosa Luxemburg y otros revolucionarios– defenderán el análisis marxista con todas sus implicaciones: entender la dinámica del fin de la fase ascendente del capitalismo y lo ineluctable de su quiebra (5), las causas de las derivas oportunistas (6) y la reafirmación de la necesidad de la destrucción violenta y definitiva del capitalismo (7). Desgraciadamente, ese trabajo teórico por parte de las fracciones de izquierda no se realizó a escala internacional; se hará en orden disperso y con niveles de análisis y de comprensión diferentes ante los formidables trastornos sociales de principios del siglo xx, caracterizados por el estallido de la Primera Guerra mundial y el desarrollo de movimientos insurreccionales a escala internacional. No tenemos aquí la pretensión de hacer una presentación ni un análisis detallado de todas aquellas contribuciones de las fracciones de izquierda sobre estos temas; nos limitaremos a algunas tomas de posición de lo que serán las dos columnas vertebrales de la nueva internacional –el Partido bolchevique y el Partido comunista alemán–, a través de sus dos más eminentes representantes, Lenin y Rosa Luxemburg.
Si Lenin no utiliza los vocablos de “ascendencia” y de “decadencia” sino términos y expresiones como “la época del capitalismo progresista”, “antiguo factor de progreso”, “la época de la burguesía progresista” cuando trata del período ascendente del capitalismo y de “la época de la burguesía reaccionaria”, “el capitalismo se ha vuelto reaccionario”, “un capitalismo agonizante”, “la época del capitalismo en que ha alcanzado su madurez” para caracterizar el período decadente del capitalismo, utiliza sin embargo esos conceptos y sus implicaciones esenciales para analizar correctamente el carácter de la Primera Guerra mundial. En contra de los socialtraidores que pretendían apoyarse en los análisis de Marx durante la fase ascendente del capitalismo para preconizar un apoyo condicional a ciertas fracciones burguesas y a sus luchas de liberación nacional, Lenin identificará en la Primera Guerra mundial la expresión de un sistema que ha agotado su misión histórica, poniéndose así al orden del día la necesidad de su superación mediante una revolución a escala mundial. Por eso define la guerra imperialista como totalmente reaccionaria a la que había que oponer el internacionalismo proletario y la revolución:
“De liberador de las naciones que fue el capitalismo en su lucha contra el régimen feudal, el capitalismo imperialista se ha convertido en el mayor opresor de las naciones. El capitalismo, antiguo factor de progreso, se ha tornado reaccionario; ha desarrollado las fuerzas productivas hasta tal punto que a la humanidad no le queda más que pasar al socialismo o sufrir durante años, incluso decenas de años, la lucha armada de las “grandes” potencias por mantener artificialmente el capitalismo con ayuda de las colonias, monopolios, privilegios y opresiones nacionales de todo tipo (Los principios del socialismo y la guerra de 1914-1918; “La guerra actual es una guerra imperialista”);
“La época del imperialismo capitalista es la época de un capitalismo que ya ha alcanzado y ha sobrepasado su periodo de madurez, que se adentra en su ruina, maduro para dejar su sitio al socialismo. El periodo de 1789 a 1871 ha sido la época del capitalismo progresista: su tarea era derrocar el feudalismo, el absolutismo, la liberación del yugo extranjero...” (El oportunismo y la bancarrota de la IIa Internacional”, enero de 1916); “De todo lo dicho anteriormente sobre el imperialismo resalta que debemos caracterizarlo como capitalismo de transición, o más exactamente como un capitalismo agonizante. (...) la putrefacción y el parasitismo caracterizan el estadio histórico supremo del capitalismo, es decir, el imperialismo. (...) El imperialismo es el preludio de la revolución social del proletariado. Esto se confirmó a escala mundial después de 1917” (“El imperialismo fase superior de capitalismo, Lenin”, Obras escogidas, Tomo I, editorial Progreso).
Las posiciones tomadas frente a la guerra y la revolución siempre han sido líneas claras de demarcación en el movimiento obrero. La capacidad de Lenin para definir la dinámica histórica del capitalismo y captar el final de “la época del capitalismo progresista” y que “el capitalismo se ha vuelto reaccionario” no solo le permitieron caracterizar claramente la Primera Guerra mundial sino también el carácter y la dimensión de la revolución en Rusia. En efecto, cuando estaba madurando la situación revolucionaria en Rusia, la comprensión que tenían los bolcheviques de las tareas impuestas por el nuevo período les permitió luchar contra las concepciones mecanicistas y nacionalistas de los mencheviques. Cuando éstos intentaron minimizar la importancia de la oleada revolucionaria con el pretexto de que “Rusia no estaba bastante desarrollada para el socialismo”, los bolcheviques afirmaron que el carácter mundial de la guerra imperialista mostraba que el capitalismo mundial había alcanzado el nivel de maduración necesario para la revolución socialista. Luchaban entonces por la toma de poder por la clase obrera, considerándola como un preludio de la revolución proletaria mundial.
Entre las más claras expresiones de esta defensa del marxismo está el folleto Reforma o revolución escrito por Rosa Luxemburg en 1899, que aun reconociendo que el capitalismo seguía en expansión gracias a “bruscos sobresaltos expansionistas” (o sea el imperialismo), insistía en que seguía corriendo inevitablemente hacia su “crisis de senilidad” y esto conduciría a la necesidad inmediata de la toma del poder revolucionaria por el proletariado. Con mucha perspicacia política, Rosa Luxemburg fue además capaz de percibir las nuevas exigencias planteadas por el cambio de período histórico a la lucha y a las posiciones políticas del proletariado, especialmente en la cuestión sindical, la táctica parlamentaria, la cuestión nacional y los nuevos métodos de lucha mediante la huelga de masas (8):
Sobre los sindicatos:
“Cuando el desarrollo de la industria haya alcanzado su punto máximo y empiece, por tanto el “declive” capitalista en el mercado mundial, cuando tienda a bajar la cuesta, la lucha sindical será entonces doblemente difícil (...) Los sindicatos se ven obligados, por la necesidad, a limitarse simplemente a defender lo ya conseguido, y ello a fuerza de luchar en condiciones cada vez más desventajosas. Así es el curso de los acontecimientos, cuya contrapartida debe ser el desarrollo de una lucha de clases política y social” (Rosa Luxemburg, Reforma o Revolución).
Sobre el parlamentarismo:
“¡Asamblea Nacional o todo el poder a los Consejos de obreros y soldados, abandono del socialismo o lucha de clases determinada y armada contra la burguesía: ese es el dilema!. ¡Alcanzar el socialismo por la vía parlamentaria, por la simple decisión de la mayoría, eso es un proyecto idílico! (...) El parlamentarismo, es cierto, fue un terreno de la lucha de clase del proletariado mientras duró la vida tranquila de la sociedad burguesa. Y fue una tribuna desde la cual pudimos reunir a las masas en torno a la bandera del socialismo y educar para la lucha. Pero hoy estamos en el corazón mismo de la revolución proletaria y se trata, desde ahora, de abatir el árbol de la explotación capitalista. El parlamentarismo burgués, como la dominación de clase burguesa que fue su razón de ser más eminente, ha perdido su legitimidad. Desde el presente, la lucha de clases irrumpe a cara descubierta, el capital y el trabajo no tienen nada que decirse, no le queda más camino que empuñar firmemente su lanza y zanjar el desenlace de esa lucha a muerte” (Rosa Luxemburgo, “¿Asamblea bacional o Consejos obreros?”, Obras escogidas).
Sobre la cuestión nacional:
“La guerra mundial no sirve ni para la defensa nacional, ni para la de los intereses económicos o políticos de las masas populares sean cuales sean, es producto únicamente de las rivalidades imperialistas entre las clases capitalistas de diferentes países por la supremacía mundial y por el monopolio de la explotación y opresión de regiones que aún no están sometidas al Capital. En la época de este imperialismo desenfrenado ya no puede haber guerra nacional. Los intereses nacionales son solo una mistificación destinada a que las masas populares laboriosas se pongan al servicio de su enemigo mortal: el imperialismo” (La crisis de la Social Democracia, 1915).
La decadencia en la médula del análisis de la Internacional comunista
Alentada por los movimientos revolucionarios que acabaron con la Primera Guerra mundial, la constitución de la Tercera internacional (Internacional comunista, o IC) se apoyó en el análisis del final del papel históricamente progresista de la burguesía, que las izquierdas marxistas de la Segunda internacional habían hecho. Ante la tarea de entender el giro que puso en evidencia el estallido de la Primera Guerra mundial y de los movimientos insurreccionales a escala internacional, tanto la IC como los grupos que la formaron harán de la “decadencia” –a un nivel u otro– la clave de la comprensión del nuevo período que acababa de abrirse. Así es como en la plataforma de la nueva internacional se precisaba que:
“Ha nacido una nueva época. Época de desintegración del capitalismo, de su desmoronamiento interno. Época de la revolución comunista del proletariado” (Primer Congreso),
y en este marco de análisis se basarán, más o menos, todas sus tomas de posición (9), como por ejemplo en las Tesis sobre el parlamentarismo adoptadas en el Segundo congreso:
“El comunismo debe tener como punto de partida el estudio teórico de nuestra época (apogeo del capitalismo, tendencias del imperialismo hacia su propia negación y su propia destrucción)” (idem) (10).
Ese marco de análisis aún será más evidente en el Informe sobre la situación internacional escrito por Trotski y adoptado por el IIIer Congreso de la IC:
“Las oscilaciones cíclicas, decimos en nuestro Informe al 3º Congreso de la IC acompañan el desarrollo del capitalismo en su juventud, su madurez y su decadencia como el tic-tac del corazón acompaña al hombre incluso hasta su agonía” (Trotski, La marea sube, 1922)...
“Ayer vimos en detalle cómo el camarada Trotski, y todos los aquí presentes estaremos, creo, de acuerdo con él, estableció la relación entre, de un lado, las pequeñas crisis y los pequeños periodos de desarrollo cíclicos y momentáneos y, de otro lado, el problema del desarrollo y el declive del capitalismo en cuanto a los grandes periodos históricos. Estaremos todos de acuerdo en que la gran curva que antes iba hacia arriba hoy va irremisiblemente hacia abajo, y que dentro del esta gran curva, tanto cuando asciende como cuando desciende como hoy, se producen oscilaciones” (Authier D., Dauvé G., Ni parlamento ni sindicatos, ¡Consejos obreros!).
En fin, la “Resolución sobre la táctica de la IC” de su IVº Congreso, explicita aún más y reafirma el análisis de la decadencia del capitalismo:
“II.- El periodo de decadencia del capitalismo. Luego de haber analizado la situación económica mundial, el IIIer Congreso pudo comprobar con absoluta precisión que el capitalismo, después de haber realizado su misión de desarrollar las fuerzas productivas, cayó en la contradicción más irreductible con las necesidades no solamente de la evolución histórica actual sino también con las condiciones más elementales de la existencia humana. Esta contradicción fundamental se reflejó particularmente en la última guerra imperialista y fue agravada por esta guerra que conmovió, del modo más profundo, el régimen de la producción y de la circulación. El capitalismo, que de este modo sobrevivió a sí mismo, entró en una fase donde la acción destructora de sus fuerzas desencadenadas arruina y paraliza las conquistas económicas creadoras ya realizadas por el proletariado en medio de las cadenas de la esclavitud capitalistas. (...) Actualmente el capitalismo está viviendo su agonía. (Los cuatro primeros Congreso de la Internacional comunista)”.
El análisis del significado político de la Primera Guerra mundial
El estallido de la guerra imperialista en 1914 señala un giro decisivo tanto en la historia del capitalismo como en la del movimiento obrero. El problema de la “crisis de senilidad” del sistema dejó de ser un debate teórico entre diversas fracciones del movimiento obrero. La comprensión de que la guerra abría un nuevo período para el capitalismo, como sistema histórico, exigía un cambio en la práctica política cuyos fundamentos se convirtieron en frontera de clase: por un lado los oportunistas que desvelaron claramente su rostro de agentes del capitalismo “aplazando” la revolución con su llamada a la “defensa nacional” en una guerra imperialista y, por el otro, la izquierda revolucionaria –los bolcheviques en torno a Lenin, el grupo Die Internationale, los Radicales de izquierda de Bremen, los Tribunistas holandeses, etc.– que se reunieron en Zimmerwald y Kienthal para afirmar que la guerra marcaba la apertura de la época “de las guerras y de las revoluciones” y que la única alternativa a la barbarie capitalista era la insurrección revolucionaria del proletariado contra la guerra imperialista. Entre todos los revolucionarios que asistieron a esas conferencias, los más claros sobre la cuestión de la guerra fueron los bolcheviques. Esa clarividencia emana directamente de la compresión de que el capitalismo había entrado en su fase de decadencia puesto que “la época de la burguesía progresista” había dejado el lugar a “la época de la burguesía reaccionaria”, como lo confirma sin ambigüedades Lenin:
“Los socialdemócratas rusos (Plejánov a la cabeza) invocan la táctica de Marx en la guerra de 1870; los socialchovinistas alemanes (tipo Lensch, David y compañía ) invocan las declaraciones de Engels en 1891 sobre la necesidad, para los socialistas alemanes, de defender la patria en caso de una guerra contra Francia y Rusia unidas... Todas estas referencias deforman de modo indignante las concepciones de Marx y de Engels complaciendo a la burguesía y a los oportunistas... Invocar hoy en día la actitud que tuvo Marx respecto a la época progresiva de la burguesía y olvidar las palabras de Marx: “Los obreros no tienen patria”, palabras que se relacionan directamente con la época de la burguesía reaccionaria cuyo tiempo ha pasado, con la época de la revolución socialista, es deformar cínicamente el pensamiento de Marx y suplantar el punto de vista socialista por el punto de vista de la burguesía” (Lenin 1915, Obras completas, Tomo 27).
Ese análisis político del significado histórico del estallido de la Primera Guerra mundial determinó la posición del conjunto del movimiento revolucionario, de las fracciones de izquierda en la Segunda internacional (11) hasta los grupos de la Izquierda comunista, pasando por la IIIª internacional. Es lo que ya predijo Engels a finales del siglo XIX:
“Friedrich Engels dijo un día: «La sociedad burguesa está situada ante un dilema: o pasa al socialismo o cae en la barbarie». Pero ¿qué significa, pues, una caída en la barbarie en el grado de civilización que conocemos en la Europa de hoy? Hasta ahora hemos leído estas palabras sin reflexionar y las hemos repetido sin presentir la terrible gravedad. Echemos una mirada en torno nuestro en este momento y comprenderemos lo que significa una caída de la sociedad burguesa en la barbarie. El triunfo del imperialismo lleva a la negación de la civilización, esporádicamente durante la duración de la guerra y definitivamente, si el período de las guerras mundiales que comienza ahora se prosigue sin obstáculos hasta sus últimas consecuencias. Es exactamente lo que Friedrich Engels predijo una generación antes que la nuestra, hace cuarenta años. Estamos situados hoy ante esta elección: o bien triunfo del imperialismo y decadencia de toda civilización como en la Roma antigua, la despoblación, la desolación, la tendencia a la degeneración, un enorme cementerio; o. bien, victoria del socialismo, es decir, de la lucha consciente del proletariado internacional contra el imperialismo y: contra su método de acción: la guerra. Éste es un dilema de la historia del mundo, un o bien, o bien, todavía indeciso, cuyos platillos se balancean ante la decisión del proletariado con conciencia de clase. El proletariado debe lanzar resueltamente en la balanza la espada de su combate revolucionario. El porvenir de la civilización y de la humanidad depende de ello” (Rosa Luxemburg, La crisis de la socialdemocracia, I).
Esto mismo lo habían comprendido bien, con determinación, todas las fuerzas revolucionarias que participaron en la creación de la Internacional comunista. Así, sus estatutos recuerdan claramente que:
“La IIIa Internacional se constituyó al final de la carnicería de 1914-18, durante la cual la burguesía sacrificó 20 millones de vidas en diferentes países. ¡Acordémonos de la guerra imperialista. Esta es la primera palabra que la Internacional comunista dirige a cada trabajador, sea cual sea su origen o la lengua en la que hable. ¡Recordemos que por la existencia del régimen capitalista, un puñado de imperialistas ha podido, durante 4 largos años, obligar a los trabajadores a ir a mutuo degüello! ¡Recordemos que la guerra burguesa sumió a Europa y el mundo entero en el hambre y la indigencia! ¡Recordemos que sin derrocamiento del capitalismo, será no solo posible, sino inevitable que se repitan esas criminales guerras! (…) La Internacional comunista considera la dictadura del proletariado como el único medio disponible para liberar a la humanidad de los horrores del capitalismo” (Cuatro primeros congresos de la IC).
Sí, más que nunca hemos de “recordar” el análisis de nuestros predecesores y debemos reafirmarlo con tanta más fuerza que las camarillas parásitas intentan tacharlo de “humanismo y moralismo burgués”, minimizando la guerra imperialista y los genocidios. So pretexto de criticar la teoría de la decadencia, dirigen un ataque en regla contra las adquisiciones fundamentales del movimiento obrero:
“Por ejemplo para demostrarnos que el modo de producción capitalista está en decadencia, Sander afirma que su característica es el genocidio y que más de las tres cuartas partes de los muertos en guerra de los últimos 500 últimos años se produjeron en el siglo xx. Ese tipo de argumentos también forma parte del pensamiento milenarista. Para los testigos de Jehová, la Primera Guerra mundial significaría un giro en la historia a causa de su gravedad y su intensidad. Según ésos, la cantidad de muertos durante la Primera Guerra mundial habría sido “... siete veces mayor que todas las 901 principales guerras anteriores durante los 2400 años antes de 1914 (…)” según la polemista Ruth Leger Sivard, en un libro editado en 1996, el siglo xx habría hecho unos 110 millones de muertos en 250 guerras. Si extrapolamos ese resultado se alcanzan los 120 millones de muertos, 6 veces más que en el siglo xix. Equiparada esta cantidad con la población media, la relación relativa cae a 2. (...) Incluso así, la consecuencia de las guerras sigue siendo inferior a las de las moscas y los mosquitos. (...) No se hará avanzar el materialismo y menos todavía la comprensión de la historia del modo de producción capitalista adoptando conceptos propios del derecho burgués moderno (como el de genocidio), confeccionados por la ideología democrática y de derechos humanos sobre los escombros de la Segunda Guerra mundial” (Robin Goodfelow, Camarada, un esfuerzo más para dejar de ser un revolucionario).
Comparar los estragos de las guerras imperialistas con algo que es “menos importante que los efectos de moscas y mosquitos” es realmente escupirles a la cara tanto a los millones de proletarios que fueron asesinados en los campos de batalla como a los miles de revolucionarios que sacrificaron su vida intentando bloquear el brazo armado de la burguesía y estimular las luchas revolucionarias. Es un escandaloso insulto a todos aquellos revolucionarios que lucharon con todas sus fuerzas denunciando las guerras imperialistas. Comparar los análisis dejados por Marx, Engels y todos nuestros ilustres predecesores de la Internacional comunista y de la Izquierda comunista con los de los Testigos de Jehová y con el moralismo burgués es una sórdida indecencia. Ante semejantes “pensamientos”, nos sumamos a Rosa Luxemburg cuando decía que ¡la indignación del proletariado es una fuerza revolucionaria!
Según esos parásitos, toda la Tercera internacional, Lenin, Trotski, Bordiga, etc., se habrían extraviado en un lamentable malentendido, creyendo ingenuamente que la Primera Guerra mundial era “el mayor de los crímenes” (Plataforma de la IC, ibid.), cuando, según esos parásitos, fue algo “menos importante que los efectos de moscas y mosquitos”. Todos aquellos revolucionarios que pensaron que la guerra imperialista es la mayor catástrofe para el proletariado y el movimiento obrero en su conjunto, “La catástrofe de la guerra imperialista ha barrido de arriba abajo todas las conquistas de las batallas sindicales y parlamentarias” (Manifiesto de la IC)”, habrían cometido, por lo tanto, la peor de las equivocaciones: la de haber teorizado que la Primera Guerra mundial abría el período de decadencia del capitalismo:
“El periodo de decadencia del capitalismo (...) el capitalismo, tras haber cumplido su misión de desarrollar las fuerzas productivas cayó en una total contradicción con las necesidades no solo de la evolución histórica actual sino también con las condiciones de la existencia humana más elemental. Esa contradicción fundamental se plasmó sobre todo en la última guerra imperialista y esta guerra la ha agravado más todavía” (op. cit.).
Ese desprecio presuntuoso de esos parásitos hacia lo adquirido por el movimiento obrero, que escribieron con su sangre nuestros hermanos de clase, no se puede comparar sino con el desprecio que tiene la burguesía hacia la miseria de los obreros o con el cinismo desencarnado de las cifras brutas utilizadas por ésta para cantar los méritos del capitalismo. Parafraseando la celebre fórmula de Marx cuando trata sobre Proudhon y la miseria, esos parásitos no ven en las cifras más que cifras y ni sospechan su significado social y político revolucionario (12). Todos los revolucionarios de aquel entonces, sí que entendieron perfectamente el carácter cualitativamente diferente, todo el significado social y político de aquel “aplastamiento masivo de las mejores tropas del proletariado internacional”:
“Pero el desencadenamiento actual de la fiera imperialista en los campos europeos produce además otro resultado que deja al “mundo civilizado” por completo indiferente [y a esos parásitos actuales, añadimos nosotros]: la desaparición masiva del proletariado europeo. Jamás una guerra había exterminado en tales proporciones capas enteras de la población (...) Y es la población obrera de las ciudades y de los campos quien constituye las nueve décimas partes de esos millones de víctimas (...) son las mejores fuerzas, las más inteligentes, las mejor adiestradas del socialismo internacional (...) El fruto de decenas de años de sacrificios y esfuerzos de varias generaciones es aniquilado en algunas semanas; las mejores tropas del proletariado internacional son diezmadas (...) Aquí el capitalismo descubre su propia descarnada calavera; aquí confiesa que su derecho a la existencia ha caducado, que la continuación de su dominación ya no es compatible con el progreso de la humanidad” (Rosa Luxemburg, La crisis de la socialdemocracia, 1915) (13).
C. Mcl
1Para mas detalles, léase el primer artículo de esta serie en la Revista internacional nº 118.
2Desgraciadamente, lo que Marx expresó con razón en aquel entonces ha sido utilizado como confusión reaccionaria durante el período de decadencia por parte de todos aquellos que invocaban aquellas medidas preconizadas en el Manifiesto comunista como si pudieran adaptarse a la época actual.
3Estas posiciones de los anarquistas, aparentemente ultrarrevolucionarias, no eran sino el deseo de la pequeña burguesía de acabar con el Estado y el trabajo asalariado, no avanzando hacia su superación histórica sino volviendo hacia un mundo de productores independientes.
4El primer artículo de esta serie ya demostró claramente, apoyándose en numerosas citas sacadas del conjunto de su obra, que el concepto de decadencia así como la palabra misma “decadencia” tienen su origen en Marx y Engels y son la médula misma del materialismo histórico para comprender la sucesión de los modos de producción. Esto invalida claramente las aserciones estrambóticas de la revista academista Aufheben que pretendían que “la teoría del declive del capitalismo apareció por primera vez en la Segunda internacional” (serie de artículos titulada “Sobre la decadencia, teoría del declive o declive de la teoría”, publicada en los nos 2, 3 y 4 de Aufheben). Y al reconocer que la teoría de la decadencia está en el centro mismo del programa marxista de la Segunda internacional, nuestra serie desmiente rotundamente la extravagante serie de partidas de nacimiento inventadas por una retahíla de grupos parásitos: para la Ficci, por ejemplo, la decadencia aparecería a finales del siglo XIX, “Hemos presentado el origen de la noción de decadencia en torno a los debates sobre el imperialismo y la alternativa histórica de guerra o revolución que se desarrollaron a finales del siglo XIX ante las profundas transformaciones entonces vividas por el capitalismo” (Bulletin communiste no 24, abril del 2004), mientras que para la RIMC aparece tras la Primera Guerra mundial: “El objetivo de este trabajo es el de hacer una crítica global y definitiva del concepto de “decadencia” que está envenenando la teoría comunista como una de las mayores desviaciones nacidas en la primera posguerra, que ha impedido todo trabajo científico de restauración de la teoría comunista debido a su carácter profundamente ideológico” (Revista internacional del movimiento comunista, “Dialéctica de las fuerzas productivas y de las relaciones de producción en la teoría comunista”). Para Perspective internationaliste, sería Trotski el inventor del concepto: “El concepto de decadencia del capitalismo surgió en la Tercera internacional en la que fue sobre todo Trotski quien lo desarrolló” (“Hacia una nueva teoría de la decadencia del capitalismo”). Lo único que tienen en común esas camarillas es su crítica a nuestra organización y en particular a nuestra teoría de la decadencia, sin saber realmente ninguna de ellas de qué está hablando.
5Véase por ejemplo Lenin en el Imperialismo, fase suprema del capitalismo, o Rosa Luxemburg en la Acumulación del capital.
6Véase también Rosa Luxemburg en Reforma o revolución y más tarde Lenin en la Revolución proletaria y el renegado Kautski.
7Véase Lenin en el Estado y la revolución y Rosa Luxemburg, ¿Qué quiere la Liga Spartacus?
8Léase Huelga de masas, partido y sindicatos.
9Ilustraremos más ampliamente esta idea en la segunda parte de este artículo.
10Esta cita está sacada de la intervención de Alexander Schwab, delegado del KAPD, en el IIIer Congreso de la Internacional comunista, en la discusión acerca del informe de Trotski sobre la situación económica mundial, “Tesis sobre la situación mundial y las tareas de la Internacional comunista”. Esa cita restituye correctamente el sentido y el contenido, y sobre todo el marco conceptual de ese informe y de la discusión en la IC en torno a la noción de “auge” y de “declive” del capitalismo a escala de los “grandes períodos históricos”.
11“Una cosa es cierta, y es que la guerra mundial ha significado un giro para el mundo. Es una locura insensata imaginarse que solo nos quedaría esperar a que acabe la guerra, como la liebre que está esperando debajo de una mata a que se termine la tormenta y reanudar alegremente su quehacer diario. La guerra mundial ha cambiado las condiciones de nuestra lucha, nos ha cambiado a nosotros mismos de manera radical” (Luxemburg, La crisis de la socialdemocracia).
12Incluso en las cifras, nuestros censores se ven obligados a reconocer, después pensárselo mucho, que la “relación relativa” de la cantidad de muertos en la decadencia es el doble del de la ascendencia..., sin que eso les plantee mayores problemas.
13Si hemos considerado necesario denunciar esos insultos, no solo es para estigmatizarlos y defender las lecciones teóricas de generaciones enteras de proletarios y revolucionarios, sino también para denunciar firmemente esa charca de parásitos que propaga, cultiva y deja desarrollarse ese tipo de canalladas. Es ése uno de los múltiples ejemplos, una de las numerosas pruebas de su carácter totalmente parásito: su papel es destruir los logros políticos de la Izquierda comunista, es hacer de parásitos del medio político proletario e intentar desprestigiarlo, sobre todo a la CCI.