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En la Revista internacional nº 118 rememoramos ampliamente cómo Marx y Engels definieron las nociones de ascendencia y decadencia de un modo de producción ayudándonos de numerosos pasajes extraídos de sus principales escritos. Vimos, al analizar la sucesión de los distintos modos de producción, que la teoría de la decadencia está en la esencia misma del materialismo histórico. En un próximo número mostraremos cómo esta noción vuelve a aparecer en el núcleo de los programas políticos de la IIª y IIIª Internacionales, en los de las Izquierdas marxistas que se desgajaron de ellas y en los de los grupos actuales que se reivindican de la Izquierda comunista.
Al iniciar la publicación de esta nueva serie de artículos (1) titulada “La teoría de la decadencia en la médula del materialismo histórico” nos propusimos responder a ciertas dudas, desde luego legítimas, que fueron planteadas sobre la cuestión pero, sobre todo, para salir al paso de las confusiones que se han difundido a propósito de ella por quienes, sucumbiendo a la presión de la ideología burguesa, abandonan estas adquisiciones básicas del marxismo. El artículo publicado por Battaglia comunista, púdicamente titulado “Por una definición del concepto de decadencia” (2) es un ejemplo significativo. Hemos criticado ocasionalmente algunas de las ideas que aparecen en él (3). No obstante, la publicidad que se le ha dado traduciéndolo a tres idiomas, utilizándolo para a abrir una discusión sobre la decadencia en el seno del BIPR y la introducción que ha hecho la CWO (4) en su revista (5), nos ha llevado a referirnos otra vez al tema para responder lo más ampliamente posible.
Según Battaglia hay una doble razón que hace necesario “definir la noción de decadencia”.
- de una parte, desenmascarar las ambigüedades que contiene la aceptación actual de la noción de decadencia del capitalismo, y de ellas la que tiene del concepto “una visión fatalista y de espera a que muera el capitalismo”.
- de otra, dejar establecido que, mientras el proletariado no haya derrocado el capitalismo “el sistema económico se reproduce, reeditando a un nivel superior todas sus contradicciones, sin por ello crear las condiciones de su propia destrucción”. Por lo que no tiene “ningún sentido hablar de decadencia cuando nos referimos a la capacidad para mantenerse vivo de un sistema de producción” (International Communist nº 21).
La CCI rechaza la idea de que en el marxismo exista una ambigüedad que conduciría a una visión fatalista de la muerte del capitalismo; visión que llevaría a hacer pensar que este sistema, acorralado por contradicciones cada vez más insuperables, se retiraría él mismo de la escena histórica. En contra de esa visión, para el marxismo, la ausencia de una “transformación revolucionaria de toda la sociedad” acabaría en “la ruina de las diversas clases en lucha” (Manifiesto comunista), es decir con la desaparición de la sociedad misma. Como lo hemos demostrado, tal ambigüedad no existe más que en la mente de Battaglia . Hay que tomar nota de que, sin quererlo, Battaglia se ha convertido en vocero de los temas de la burguesía en los que se pretende que la visión marxista es “fatalista” y en los que se ensalza “la voluntad de los hombres” como motor de la historia. Por su parte, Battaglia dice que no pone en entredicho; sino que al contrario, es en nombre del marxismo (su “marxismo”, en realidad) como acomete la refutación de un concepto que realmente está en el núcleo mismo del marxismo y que ellos consideran “fatalista”, como lo veíamos en el artículo anterior de esta serie (Revista internacional nº 118). No es la primera vez, ni la última que un marxismo ficticio contribuye a “refutar” el marxismo real.
En cuanto a la segunda razón invocada por Battaglia para definir la noción de decadencia, esta se sitúa justamente en el extremo opuesto del marxismo, pues para éste, cuando el capitalismo “entra en su periodo senil… más obligado está a sobrevivir”, acaba transformado en “un sistema social regresivo”, “obstáculo para la expansión de las fuerzas productivas” (Marx: El Capital y otros textos).
Veamos cómo su error de método conduce a Battaglia a las peores banalidades: “Incluso en su fase progresista (…) hubo puntualmente crisis y guerras, así como también ataques contra las condiciones de la fuerza de trabajo”. Este error la lleva a asumir otra vez por cuenta propia los tópicos de la burguesía, la cual, con el argumento de que siempre ha habido guerras y miseria, banaliza la especificidad del cúmulo de atrocidades que recorrieron el siglo XX que fue, sin duda, el más bárbaro que la humanidad haya conocido jamás. Y ya puestos a ello, Battaglia acaba rechazando las manifestaciones esenciales de la decadencia del capitalismo.
Seguiremos con la crítica de la visión de Battaglia en la continuación de este artículo (que saldrá en el próximo número de esta Revista internacional), particularmente de su idea de que no habría dos fases fundamentales en la evolución del modo de producción capitalista sino periodos sucesivos de ascenso y de decadencia que seguirían a las grandes fases de evolución de la cuota de ganancia.
Mostraremos que ese camino les lleva a otorgar a las guerras del periodo de la decadencia, que son verdaderas expresiones de la crisis mortal de este sistema cuya proliferación e intensificación suponen amenazas crecientes para la supervivencia de la humanidad, una función de “regulación de las relaciones entre sectores del capital internacional”.
El error de comprensión de la realidad que comete Battaglia es un factor importante de subestimación de la gravedad de la situación. La coloca fuera de juego de la situación con lo que compromete su capacidad de entender el mundo que debe analizar para intervenir en la clase obrera y debilita el impacto de esta intervención por el empleo de argumentos insustanciales y poco convincentes.
¿Desarrollaron Marx y Engels una visión fatalista de la decadencia?
Battaglia comienza su artículo pretendiendo que el concepto de decadencia contiene ambigüedades y que la primera de ellas consistiría en una visión fatalista y de espera de la muerte del capitalismo:
“La ambigüedad reside –nos cuenta– en el hecho de que la idea de decadencia o declive progresivo del modo de producción capitalista deriva de la creencia en una autodestrucción ineluctable ligada a la propia naturaleza del capitalismo (…) de la ilusión de que la desaparición y la destrucción de la forma económica capitalista sería un evento históricamente fechado, económicamente ineludible y socialmente predeterminado. Nacido infantil e idealista, este enfoque acaba teniendo repercusiones negativas en el plano de lo político generando la hipótesis de que para ver la muerte del capitalismo, basta con sentarse en la orilla a esperar o, en el mejor de los casos, a intervenir en una situación de crisis ya que los elementos subjetivos de la lucha de clases son percibidos como el último empujón de ese proceso irreversible. Nada más falso”.
Nosotros, la CCI, afirmamos, de entrada, que esa ambigüedad está únicamente en la cabeza de Battaglia y que no hay ningún fatalismo ni en Marx ni en Engels, primeros en utilizar y desarrollar ampliamente esta noción de decadencia. Para los fundadores del marxismo la sucesión de modos de producción no obedece a ningún mecanismo ineluctable y autónomo, es la lucha de clases lo que constituye el motor de la historia y lo que zanja las contradicciones socio-económicas. Y parafraseando a Marx podemos decir que aunque se muevan en condiciones predeterminadas son los hombres quienes hacen la historia: “los hombres hacen su propia historia, pero no la hacen a su antojo, en unas condiciones libremente elegidas; estos se las encuentran ahí, ya establecidas, dadas, heredadas del pasado” (Marx: “El 18 de brumario de Luis Napoleón Bonaparte”) o, como dice R. Luxemburgo,
“El socialismo científico nos ha enseñado a comprender las leyes objetivas del desarrollo histórico. Los hombres no hacen la historia libremente. Pero la hacen ellos mismos. El proletariado depende para actuar de su grado de madurez que depende ciertamente del desarrollo social de la época, pero la evolución social no tiene lugar independientemente de él. Él es su impulso y su causa, su producto y su resultado. Su propia acción forma parte de la historia pues contribuye a determinarla. Y si bien no podemos desgajarnos de la evolución histórica, de la misma manera que el hombre no puede librarse de su sombra, sí que podemos, no obstante, acelerarla o retrasarla” (R. Luxemburgo: La crisis de la socialdemocracia (Folleto de Junius)).
Una vieja clase dominante no abdica jamás de su poder. Lo defenderá hasta el final con la las armas y la represión. La noción de decadencia no contiene pues ninguna ambigüedad que pueda asimilarse a la idea de un “proceso de autodestrucción ineluctable”. Cualquiera que sea el estado de disolución de un modo de producción, tanto en el plano político como en el social o en el económico, si las nuevas fuerzas sociales no han tenido ocasión de emerger en las entrañas de la vieja sociedad y si no han tenido ocasión de desarrollar la fuerza suficiente para derrocar a la vieja clase dominante, ni morirá la vieja sociedad ni podrá ser establecida la nueva. El poder de la clase dominante y el apego de ésta a sus privilegios son potentes factores de conservación de una forma social. La decadencia de un modo de producción crea la posibilidad y la necesidad de su derribo pero de ninguna manera la eclosión automática de la nueva sociedad.
No hay ninguna “ambigüedad fatalista y de espera” en el análisis marxista de la sucesión de los modos de producción, contrariamente a lo que da a entender Battaglia. Marx precisa incluso que, cuando la lucha de clases no logra emerger y el resultado no se resuelve a favor de una nueva clase portadora de nuevas relaciones sociales de producción, el periodo de decadencia de un modo de producción puede acabar metido en una fase de descomposición generalizada. Esta posible indeterminación histórica fue definida desde el inicio del Manifiesto comunista por Marx, quien después de haber afirmado que “La historia de todas las sociedades existentes hasta el presente es la historia de la lucha de clases” continuaba con una disyuntiva (una transformación revolucionaria de toda la sociedad o con la destrucción de las clases beligerantes) que ilustra la alternativa posible de llevar, o no, hasta el final las contradicciones de clase.
“Libres y esclavos, patricios y plebeyos, señores y siervos, maestros y oficiales, etc., en suma, opresores y oprimidos siempre estuvieron opuestos entre sí; librando una lucha ininterrumpida, ora oculta, ora desembozada, una lucha que en todos los casos concluyó con una transformación revolucionaria de toda la sociedad o con la destrucción de las clases beligerantes” (Marx, Manifiesto comunista).
Numerosos ejemplos en la historia de las civilizaciones certifican tales periodos de bloqueo de la relación de fuerzas entre las clases que condenan a esas sociedades a conocer “la destrucción de las clases beligerantes” y en consecuencia a vegetar, a hundirse o incluso a volver a estadios anteriores de su desarrollo.
Es totalmente ridícula la condena por Battaglia de los conceptos descomposición y decadencia. Los anatemiza como “ajenos al método y al arsenal de la crítica de la economía política” (Internationalist Communist nº 21). Desde luego, los militantes de esta organización harían mejor releyendo a sus clásicos, comenzando por El Manifiesto comunista y El Capital, donde estas dos nociones están abundantemente presentes. (Revista Internacional nº 118). Otra cuestión son las incomprensiones o las desviaciones oportunistas que ciertos elementos o grupos hayan podido desarrollar en torno a la noción de decadencia. Con toda seguridad podemos decir que la visión fatalista-de espera es una de esas. Pero el método que estriba en desacreditar la noción de decadencia atribuyéndole los errores que unos y otros hayan podido cometer en su nombre sigue los pasos del que desacredita, como lo hacen los anarquistas, la noción de partido o de dictadura del proletariado a partir del rechazo del estalinismo. Otra cuestión semejante es la impaciencia o el optimismo del que buen número de conocidos revolucionarios dieron prueba, incluido el propio Marx. ¡Cuántas veces fue certificada la muerte del capitalismo en los textos del movimiento obrero! Es notorio el caso de la Internacional comunista y sus partidos afiliados, del que no estuvo exento, les guste o no a los bordiguistas, el Partido comunista de Italia: “La crisis del capitalismo sigue abierta y se agravará hasta su final” (Tesis de Lyón, 1926) (6). Este pecadillo, de alguna manera comprensible, pero del que conviene precaverse al máximo, no se vuelve peligroso mientras los revolucionarios sean capaces de reconocer su error en el momento en que se invierte la correlación de fuerzas entre las clases.
Una concepción del materialismo histórico en el extremo opuesto al marxismo
En su combate contra el “fatalismo”, pretendidamente intrínseco a la noción marxista de decadencia, Battaglia nos desvela su propia visión del materialismo histórico. Veamos:
“el carácter contradictorio del modo capitalista de producción –escriben–, las crisis económicas que se derivan de ello, la renovación del proceso de acumulación que queda momentáneamente interrumpido por las crisis pero que recibe nuevas fuerzas a través de la destrucción de capitales y de medios de producción excedentes, no muestran automáticamente la desaparición de este sistema. O bien interviene el factor subjetivo, del cual la lucha de clases es el eje material e histórico y las crisis la premisa económica determinante, o bien el sistema económico se reproduce, reeditando a un nivel superior todas sus contradicciones sin por ello crear las condiciones de su propia destrucción”.
Para Battaglia mientras la lucha de clases no haya derrocado el capitalismo, este seguirá “recibiendo nuevas fuerzas a través de la destrucción de capitales y de medios de producción excedentes” y de esta manera “el sistema económico se reproduce, reeditando a un nivel superior todas sus contradicciones”. Battaglia se sitúa aquí a 180° de la visión desarrollada por Marx de la decadencia de un modo de producción y de la decadencia del capitalismo en particular: “más allá de un cierto punto del desarrollo de las fuerzas productivas estas se convierten en una difícil traba para el capital; en otros términos, el sistema capitalista se convierte en un obstáculo para la expansión de las fuerzas productivas del trabajo” (Marx: Principios de una crítica de la economía política). En 1881, en el segundo borrador de una carta a Vera Zasulich, Marx considera que “El sistema capitalista está superando su apogeo en Occidente, acercándose al momento en que no será sino un sistema social regresivo” y en El Capital, nos dirá que el capitalismo “…entra en su periodo senil y que cada vez más esta forzado simplemente a sobrevivir”. Los términos utilizados por Marx al tratar de la decadencia del capitalismo no son en absoluto ambiguos: “periodo de senilidad”, “sistema social regresivo”, “obstáculo para la expansión de las fuerzas productivas”, etc.; hasta tal punto que Marx y Battaglia utilizan ambos los mismos términos pero justo ¡para decir exactamente lo contrario el uno de la otra a propósito de la decadencia! Así, para Marx, cuando el capitalismo “entra en su periodo senil…cada vez más va simplemente sobreviviendo”; mientras que para Battaglia la “decadencia… no tiene ningún sentido cuando se trata de la capacidad de sobrevivir del modo de producción” (International Communist nº 21).
Esas citas sobre la definición marxista de la decadencia le servirán al lector para juzgar por sí mismo la diferencia entre la visión materialista e histórica de la decadencia del capitalismo desarrollada por Marx y la visión propia de Battaglia quien, ciertamente, reconoce que el capitalismo conoce crisis y contradicciones crecientes (7) pero que en cada una de ellas, como si de un eterno volver a empezar se tratase (salvo si interviene la lucha de clases), “retomará nuevas fuerzas” y “se reproducirá, reeditando a un nivel superior todas sus contradicciones”. Es cierto que Battaglia tiene algunas excusas para justificarse, pues ignoraba que Marx había hablado de decadencia en El Capital: “Hasta el punto de que la propia palabra de decadencia no aparece nunca en ninguno de los tres volúmenes que componen El Capital” (International Communist nº 21); y que estaba convencida de que Marx solo en un lugar de toda su obra evocó la noción de decadencia: “Marx se limitó a dar del capitalismo una definición progresista exclusivamente para la fase histórica en la que éste ha eliminado el mundo económico del feudalismo engendrando un vigoroso periodo de desarrollo de las fuerzas productivas que estaban inhibidas por la forma económica precedente, pero no avanzó más en una definición de la decadencia salvo puntualmente en la famosa Introducción a la Crítica de la economía política”. Por eso pensamos que en lugar de continuar vertiendo anatemas de excomunión a propósito de las nociones de “decadencia” y de “descomposición”, según ella ajenas al marxismo, sería mejor que Battaglia recapacitara sobre lo que Marx le dijo a Weitling: “La ignorancia no sirve de argumento” y después, volver a leer sus clásicos y en particular al que ellos mismos consideran su Biblia, o sea, El Capital (8) (para las numerosas citas de Marx sobre el concepto de decadencia remitimos al lector a nuestro artículo en la Revista internacional nº 118).
La reducción del método marxista al estudio de ciertos mecanismos económicos
El proceso de decadencia definido por Marx va más allá de una simple “explicación económica coherente”; constituye, sobre todo, el reconocimiento de que las relaciones sociales de producción (asalariado, servidumbre, esclavitud, etc.,) que están en la base de los diferentes modos de producción (capitalismo, feudalismo, esclavismo, etc.) han quedado históricamente caducas. Por tanto, podemos decir que el paso a un periodo de decadencia significa que el fundamento mismo de un determinado modo de producción ha entrado en crisis. El secreto, el fundamento oculto de un modo de producción es “esa forma económica específica en la que el trabajo excedente no pagado es arrebatado a los productores directos” (Marx: El Capital, Libro III). Esta es la base de toda forma de comunidad económica”, es ahí “donde hay que investigar el secreto más profundo, el fundamento oculto de todo el edificio social”. Marx no puede ser más explícito: “Las diferentes formas económicas que adopta la sociedad, el esclavismo, el salariado por ejemplo, solo se distinguen por el modo con el que se impone y es arrebatado ese sobretrabajo al productor inmediato, al obrero” (Marx: El Capital, Libro I). Las relaciones sociales de producción encubren desde luego algo más que simples “mecanismos económicos”; son sobre todo relaciones sociales entre clases ya que materializan las diferentes formas históricas tomadas por la extorsión del sobretrabajo (el asalariado, la esclavitud, la servidumbre, etc.) a lo largo de los diferentes sistemas de explotación. Por consiguiente, lo que indica la entrada en decadencia de un modo de producción es que son esas relaciones específicas entre clases las que entran en crisis, las que están históricamente inadaptadas. Estamos en el núcleo mismo del materialismo histórico, en un mundo que Battaglia, obnubilada por su obsesión por una “explicación económica coherente”, desconoce totalmente.
Oigamos a Battaglia:
“La teoría evolucionista según la cual el capitalismo se caracterizaría por una fase progresista y otra decadente, no tiene ningún valor si no está respaldada por una explicación económica coherente (…) La investigación sobre la decadencia o bien nos lleva a identificar los mecanismos que gobiernan la ralentización del proceso de valorización del capital, con todas las consecuencias que esto tiene, o bien a resistir en una falsa perspectiva, infantilmente profética… (…) Pero la enumeración de fenómenos económicos y sociales una vez identificados y descritos no puede ser considerada por sí misma como la demostración de la fase de decadencia del capitalismo. Esos fenómenos son los efectos, pero la causa que los impone reside en la ley de la crisis de las ganancias”...
... queriéndonos dar a entender, por un lado, que hoy no habría ninguna explicación económica coherente de la decadencia y decretando, por otro, que los fenómenos clásicamente identificados para caracterizar la decadencia de un modo de producción no serían adecuados (cf. infra, subrayado nuestro).
Antes de hacer referencia a una explicación económica particular, la decadencia muestra que las relaciones sociales de producción han llegado a ser demasiado estrechas para seguir impulsando el desarrollo de las fuerzas productivas y que esta colisión entre las relaciones sociales de producción y las fuerzas productivas afecta al conjunto de la sociedad, en todos sus aspectos. En efecto, el análisis marxista de la decadencia no se refiere a un nivel económico cuantitativo cualquiera, determinado fuera de los mecanismos socio-políticos. Se refiere al contrario al nivel cualitativo de la relación que liga las relaciones de producción mismas al desarrollo de las fuerzas productivas: “A un cierto nivel de su desarrollo, las fuerzas productivas materiales de la sociedad entran en colisión con las relaciones de producción existentes, o con las relaciones de propiedad en el seno de las cuales permanecieron hasta ese momento mudas… Es entonces cuado comienza una era de revolución social”. Es la aparición de esta “colisión” de forma definitiva, irremediable, y no un bloqueo del desarrollo de las fuerzas productivas lo que abre la época de decadencia de la vieja sociedad. Marx precisa bien el criterio: “Ayer todavía formas de desarrollo de las fuerzas productivas, se han transformado hoy en pesados obstáculos”. La frase de Marx, si uno quiere ser riguroso, debe ser pues comprendida en el sentido de que nunca una sociedad expira antes de que el desarrollo de las fuerzas productivas no haya comenzado a ser frenado por las relaciones de producción existentes. La decadencia se define como un conjunto de desajustes, con efectos acumulativos, que se agravan a partir del momento en que el sistema ha agotado lo esencial de sus posibilidades de desarrollo. En la visión marxista, el periodo de decadencia de una sociedad no es sinónimo de parada total y permanente del crecimiento de las fuerzas productivas; sino que se caracteriza por perturbaciones tanto cualitativas como cuantitativas inducidas por aquella colisión, a menudo permanente, entre las relaciones de producción que se han quedado caducas y el desarrollo de las fuerzas productivas que luchan por avanzar.
Mal que le pese a Battaglia, aunque Marx intentará repetidas veces determinar los criterios y el momento de la entrada en decadencia del capitalismo, no avanzará ninguna explicación económica precisa, todo lo más algún que otro criterio general en coherencia con su análisis de las crisis. Procederá, sobre todo, por comparaciones y analogías históricas (véase el artículo anterior en el nº 118 de esta Revista internacional). Marx no necesitó las estadísticas de la contabilidad nacional o las reconstituciones económicas de la cuota de ganancia utilizadas por Battaglia (9) para pronunciarse sobre el estado de madurez o de caducidad del capitalismo. Y lo mismo se puede decir respecto a los otros modos de producción, Marx y Engels no entraron muy a fondo en el análisis de los mecanismos económicos precisos de esos sistemas para explicar su entrada en decadencia. Lo que sí identificaron fueron los hitos históricos cruciales en su seno a partir de criterios cualitativos inequívocos: la aparición de un proceso global de frenado en el desarrollo de sus fuerzas productivas, un desarrollo cualitativo de los conflictos en el seno de la clase dominante y entre ésta y las clases explotadas, una hipertrofia del aparato del Estado, la aparición de una nueva clase revolucionaria portadora de nuevas relaciones sociales de producción impulsoras de un periodo de transición anunciador de revoluciones sociales, etc. (10).
Ese mismo será el método que habría de seguir la Internacional comunista: no esperar a que cuadrasen todos los componentes de una “explicación económica coherente” para identificar la apertura del periodo de decadencia del capitalismo que se abrió con el estallido de la Primera Guerra mundial (11). Aquélla supo percibir en ésta y en el surgimiento de una serie de criterios cualitativos en todos los planos (económico, social, político), que el capitalismo había acabado su misión histórica. Y si bien el conjunto del movimiento comunista se puso de acuerdo sobre este diagnóstico general, existieron, no obstante, grandes divergencias en cuanto a su explicación económica y a sus consecuencias políticas. Las explicaciones económicas oscilaban entre las avanzadas por Rosa Luxemburgo, acerca de la saturación mundial de los mercados (12), y las de Lenin, que se apoyaban en su análisis desarrollado en El imperialismo fase superior del capitalismo (13). Sin embargo, todos, Lenin el primero, estaban profundamente convencidos de que “la época de la burguesía progresista” había caducado y de que se había entrado en la “época de la burguesía reaccionaria” (14). La heterogeneidad en el análisis de las causas económicas fue tal que Lenin, aunque profundamente convencido de la entrada en decadencia del modo de producción capitalista, defendió la idea de que “En conjunto, el capitalismo se desarrolla infinitamente más rápidamente que antes” (15), mientras que Trotsky, sobre las mismas bases teóricas que Lenin, llegará poco después a la conclusión de la existencia de un colapso en el desarrollo de las fuerzas productivas; y la Izquierda italiana, por su parte, a considerar que “La guerra de 1914-18 ha marcado el punto final de la fase de expansión del régimen capitalista (…) En la última fase del capitalismo, la de su declive, lo fundamental es que la lucha de clases rige la evolución histórica…” (“Manifiesto” del Buró internacional de las fracciones de la Izquierda comunista, Octobre, nº 3).
Aparentemente, puede parecer poco lógico identificar la decadencia de un modo de producción a partir de sus manifestaciones y no a partir del estudio de esos substratos económicos que prefiere Battaglia, ya que las primeras son “en última instancia” el producto de estos últimos. Sin embargo es en este orden como los revolucionarios del pasado, incluidos Marx y Engels, han procedido en su investigación; no porque en general sean más fáciles de reconocer las manifestaciones superestructurales de una fase de decadencia, sino porque históricamente sus primeras expresiones estallan en ese ámbito. Antes que como fenómeno cuantitativo que se manifiesta, en el plano económico, como un obstáculo para el desarrollo de las fuerzas productivas, la decadencia del capitalismo se mostraba, sobre todo, como un fenómeno cualitativo que se traducía, en los planos social, político e ideológico de la sociedad, por la exacerbación de los antagonismos en el seno de la clase dominante que desembocaron en el primer conflicto mundial; por la toma en sus manos por parte del Estado de la economía para las necesidades de guerra; por la traición de la socialdemocracia y el paso de los sindicatos al campo del capital; por la irrupción de un proletariado desde entonces capaz de derrocar la dominación de la burguesía y por la puesta en marcha de las primeras medidas de control social de la clase obrera. Todas estas características les sirvieron a los revolucionarios de principios del siglo XX para identificar el inicio de la decadencia (16). Es más, Marx no esperó a tener escritas “las explicaciones económicas coherentes” de El Capital antes de pronunciar su sentencia, sobre el carácter históricamente caduco del capitalismo, en El Manifiesto comunista (y eso que en 1848, el capitalismo distaba mucho de mostrar todas sus potencialidades):
“Las fuerzas productivas de las que dispone no sirven ya para fomentar el régimen de propiedad burgués. Al contrario, han llegado a ser tan poderosas para las instituciones burguesas que no hacen sino obstaculizarlas (…). Las relaciones sociales burguesas se han quedado demasiado estrechas para integrar la riqueza que han creado. (…) La sociedad no puede seguir viviendo bajo el dominio de la burguesía, es decir, que la existencia de la burguesía y la existencia de la sociedad se han hecho incompatibles.”
Para definir la decadencia de un modo de producción, Battaglia se niega obstinadamente a aceptar el método utilizado por todos nuestros ilustres predecesores, comenzando por los propios Marx y Engels. Queriendo ser más marxista que Marx, Battaglia pregona su materialismo repitiendo sin descanso que es absolutamente necesario definir económicamente la decadencia so pena de descalificación total de este concepto. Con esto, Battaglia no demuestra otra cosa que su lerdo materialismo vulgar. Como explicaba Engels en una carta del 21 de setiembre de 1890 a J. Block:
“Según la concepción materialista de la historia, el factor que en última instancia determina la historia es la producción y la reproducción de la vida real. Ni Marx ni yo hemos afirmado otra cosa. Si alguien [como el BIPR–ndr] lo tergiversa, diciendo que el factor económico es el único determinante, convertirá aquella tesis en una frase vacua, abstracta, absurda. La situación económica es la base, pero los diversos factores de la superestructura que sobre ella se levantan –las formas políticas de la lucha de clases y sus resultados, las Constituciones, que después de ganada una batalla, impone la clase triunfante, etc., las formas jurídicas e incluso, los reflejos de todas estas luchas reales en el cerebro de los participantes, las teorías políticas, jurídicas, filosóficas, las ideas religiosas y el desarrollo ulterior de éstas hasta convertirlas en un sistema de dogmas –ejercen también su influencia sobre el curso de las luchas históricas y determinan, predominantemente en muchos casos, su forma. Es un juego mutuo de acciones y reacciones entre todos estos factores, en el que, a través de toda la muchedumbre infinita de casualidades (…). De otro modo, aplicar la teoría a una época histórica sería más fácil que resolver una simple ecuación de primer grado. (…) El que los jóvenes hagan a veces más hincapié del debido en el aspecto económico, es cosa de la que, en parte tenemos la culpa Marx y yo mismo. Frente a los adversarios, teníamos que haber subrayado este principio cardinal que negaban sistemáticamente, y no siempre disponíamos de tiempo, espacio y ocasión para dar la debida importancia a los demás factores que intervienen en el juego de las acciones y reacciones. (…) Desgraciadamente ocurre con harta frecuencia [el BIPR –ndr] que se cree haber entendido totalmente, que se puede manejar sin más una nueva teoría, por el mero hecho de haberse asimilado, y no siempre con exactitud, sus tesis fundamentales.”
Ya sea para definir la decadencia, explicar las causas de las guerras, analizar la relación de fuerzas entre las clases o para comprender los procesos de mundialización del capital, el materialismo vulgar ha sido siempre la marca de fábrica de Battaglia (17). Cuando de pasada Battaglia deja caer que sería necesaria una “explicación económica coherente” de la decadencia del capitalismo, no debe darse cuenta que está injuriando a las generaciones de revolucionarios que ya propusieron una: Rosa Luxemburg, La Fracción italiana (18), la CCI o la CWO misma, en su primer folleto titulado: Los fundamentos económicos de la decadencia.
Lo propio del método marxista es partir de las adquisiciones precedentes del movimiento obrero para profundizar en ellas, criticarlas o proponer otras. Pero el método marxista no es el punto fuerte de Battaglia, la cual, creyendo que el mundo y la coherencia revolucionaría han nacido con ella, prefiere reinventar la pólvora: “el objetivo de nuestra investigación será verificar si el capitalismo ha logrado alcanzar el punto máximo del desarrollo de las fuerzas productivas y si es así cuándo, en qué medida y sobre todo por qué”.
Battaglia comunista rechaza las manifestaciones más importantes de la decadencia
Tras haber lanzado sus sospechas sobre el concepto de decadencia (con el pretexto del “fatalismo”), tras haber afirmado perentoriamente que no existe una definición económica coherente de la decadencia y que, sin esta última, este concepto queda vacío de contenido o valor, al rechazar el método marxista para así redefinirla, Battaglia rechaza sus manifestaciones más esenciales:
“Así, no es suficiente referirse al hecho de que, en la fase de decadencia, las crisis económicas y las guerras, así como los ataques contra la fuerza de trabajo, se produzcan a un ritmo acelerado y devastador. Incluso en su fase progresista (...) las crisis y las guerras se manifestaron puntualmente tanto como los ataques a las condiciones de la fuerza de trabajo. Podemos citar el ejemplo de las guerras entre las grandes potencias coloniales a mitad del siglo XVIII, a lo largo del siglo XIX hasta llegar a la Primera Guerra mundial. Podríamos continuar con la enumeración de los ataques sociales, incluso militares, las revueltas y las insurrecciones de la clase que se desarrollaron en esos mismos períodos. Invocar las crisis y las guerras para hablar de la decadencia no se mantiene ya que siempre han existido...”.
Con increíble desprecio a la realidad, a la historia y al marxismo, Battaglia con una simple afirmación no demostrada, se permite el lujo de tirar por la ventana todas las adquisiciones teóricas de las organizaciones de la historia del movimiento obrero. ¿Qué nos dice Battaglia?: que las crisis, las guerras y las luchas sociales siempre han existido –algo que obviamente es una evidencia– pero, de esta evidencia extrae la conclusión de que no podríamos señalar ninguna ruptura cualitativa en la historia del capitalismo, lo que es en nuestra opinión el colmo de la miopía política.
Negando toda ruptura cualitativa en el desarrollo de un modo de producción, Battaglia rechaza el análisis de Marx y Engels según el cual cada modo de producción conoce dos fases cualitativamente diferentes a lo largo de su existencia. Para quien sabe leer, Marx y Engels emplearon términos que sin ningún tipo de ambigüedad demuestran que consideraban dos periodos históricos distintos en el seno de un modo de producción (ver Revista internacional nº 118):
“... Cuando una forma histórica ha alcanzado un determinado grado de madurez…” “... En cierta fase del desarrollo de los medios de producción e intercambio...”, “... el sistema capitalista ha alcanzado su apogeo en el Oeste, acercando el momento en el que no será más que un sistema social regresivo...”, “... el capitalismo ha demostrado que entra en su período de senilidad...”, “... A un cierto grado de su desarrollo, las fuerzas productivas...”, “... toda fase histórica tiene su rama ascendente, y también su rama decadente...”.
En el primer artículo de esta serie vimos igualmente que Marx y Engels identificaron para cada uno de los modos de producción una fase de decadencia (comunismo primitivo, modo asiático de producción, esclavismo, feudalismo y capitalismo) y que en todos los casos consideraron esta fase como de naturaleza cualitativamente diferente de la precedente. Así, Engels en un magistral artículo sobre el modo de producción feudal, titulado La Decadencia del feudalismo y el desarrollo de la burguesía, demostró toda la pujanza del materialismo histórico al definir la decadencia feudal por sus grandes manifestaciones: estancamiento del crecimiento de las fuerzas productivas, hipertrofia del Estado (monarquía), desarrollo cualitativo de los conflictos en el seno de la clase dominante y entre esta última y las clases explotadas, advenimiento de una transición entre las antiguas y nuevas relaciones sociales de producción. En el mismo sentido se pronunció Marx al definir la decadencia del capitalismo, es decir, un período en el que “... a través de agudos conflictos, de crisis, y de convulsiones que traducen la incompatibilidad creciente entre el desarrollo creador de la sociedad y las relaciones de producción establecidas...” y estos conflictos, crisis y convulsiones eran considerados por ambos de naturaleza cualitativamente diferente de los del período ascendente ya que utilizaron explícitamente los términos “sistema social regresivo”, “período de senilidad”, etc.
Es más, tan sólo hace falta poseer un mínimo de conocimientos históricos para comprender la absurdez de la afirmación de Battaglia sobre la continuidad (o la ausencia de ruptura cualitativa) en las manifestaciones de las crisis, de las guerras y las luchas sociales.
A lo largo de la fase ascendente del capitalismo, las crisis económicas conocieron una amplitud creciente, tanto en extensión como en profundidad. Pero hay que tener la desfachatez de Battaglia (aunque bien sabemos que a menudo la ignorancia y la desfachatez van cogidas de la mano) para defender que la gran crisis de los años 1930 hay que situarla ¡en continuidad con la agravación de las crisis de todo el siglo XIX!. Por una parte Battaglia se olvida de recordar aquello que analizaron los revolucionarios en aquella época, es decir, la relativa atenuación de las crisis a lo largo de 20 años (1894-1914) de la fase ascendente del capitalismo (atenuación que favoreció el desarrollo del reformismo): “... los veinte años que precedieron a la guerra (1914-1918) fueron una época de ascenso capitalista particularmente potente. Los periodos de prosperidad se distinguían por su duración e intensidad; los periodos de depresión o de crisis, al contrario por su brevedad...” (Congresos de la IC, 1919-1923), lo que ya deja malparada la “teoría battagliesca” de la continuidad en la agravación de las crisis económicas. Por otra parte, hay que tener una increíble mala fe para no ver que la crisis de los años 1930 no tiene precedentes en ninguna de las crisis del siglo XIX, ni en su duración (una decena de años), su profundidad (reducción en un 50 % de la producción industrial), o en su extensión (más internacional que nunca). Más importante aún, mientras que las crisis de la fase ascendente se resolvían con un desarrollo de la producción y del mercado mundial, la crisis de los años 1930 nunca sería superada desembocando en la Segunda Guerra mundial. Battaglia confunde las dificultades de un organismo en pleno crecimiento con los miasmas de un organismo en plena agonía. ¡En cuanto a la crisis del actual momento histórico, dura desde hace más de treinta años y, lo peor aún esta por llegar¡.
Respecto de los conflictos sociales, se debe constatar un crecimiento de las tensiones entre las clases sociales a lo largo de toda la fase de ascenso del capitalismo hasta su culminación en huelgas generales políticas (por el sufragio universal o la jornada de trabajo de 8 horas) y de masas (Rusia 1905). Pero hay que estar completamente ciego para no ver que los movimientos revolucionarios ocurridos entre 1917 y 1923 son de una amplitud y naturaleza diferente. Ya no nos encontramos ante acontecimientos como insurrecciones o movimientos locales y nacionales, sino, ante una oleada de dimensión internacional cuya duración nada tiene que ver con los movimientos puntuales del siglo XIX. Desde un punto de vista político, estamos ante movimientos que no son esencialmente reivindicativos, como antes de la Primera Gran Guerra, sino insurreccionales que se dan como objetivo, no la reforma social, sino la toma del poder.
En fin, respecto a las guerras, el contraste es aún mucho más evidente. A lo largo del siglo XIX, la guerra tenía, en general, la función de asegurar a cada nación capitalista una unidad (guerras de unificación nacional) y/o una extensión territorial (guerras coloniales) necesarias para su desarrollo. En este sentido, a pesar de todas las calamidades que representaba, la guerra era un momento de la marcha progresiva del capital; en tanto que permitía un desarrollo del mismo, eran los gastos necesarios a pagar por el desarrollo del mercado y por tanto de la producción. Por esa razón Marx hablaba de guerras progresistas al referirse a algunas de ellas. Las guerras entonces eran: a) limitadas a 2 ó 3 países generalmente limítrofes; b) de corta duración; c) provocaban pocos destrozos; d) las llevaban a cabo cuerpos especializados y movilizaban muy poco al conjunto de la economía y la población; e) eran desencadenadas con un objetivo racional de ganancia económica. Determinaban, en general, tanto para los vencedores como para los vencidos un nuevo momento de desarrollo. La guerra franco-prusiana es un ejemplo clásico de este tipo de guerras: fue un momento decisivo en la formación de la nación alemana, es decir, para colocar las bases de un formidable desarrollo de las fuerzas productivas y posibilitar la formación de un sector de los más importantes del proletariado industrial de Europa. Además, esa guerra duró menos de un año, no fue demasiado mortífera y no fue, para el país vencido, un obstáculo real. En el período ascendente, las guerras se manifestaron esencialmente en la fase de expansión del capitalismo como producto de la dinámica de un sistema en expansión: a) 1790-1815: guerras de la Revolución francesa y guerras del imperio napoleónico; b) 1850-1873: guerras de Crimea, de Secesión, de unificación nacional (Alemania e Italia), de México y franco-prusiana (1870); c) 1895-1913: guerra hispano-norteamericana, ruso-japonesa, balcánicas. En 1914, hacía más de un siglo que no había habido ninguna gran guerra. Las guerras que implicaron a las grandes potencias de la época fueron relativamente rápidas. La duración de las guerras se contaba en meses (como fue el caso de la guerra en 1866 entre Prusia y Austria) o en semanas. Entre 1871 y 1914, Europa no conoció ningún conflicto que llevara a los ejércitos de las grandes potencias a atravesar las fronteras enemigas. No hubo ninguna guerra mundial. Entre 1815 y 1914, ninguna gran potencia combatió a otra fuera de su región inmediata. Todo esto cambió en 1914 con la inauguración de la era de los exterminios (19).
En el periodo de decadencia, muy al contrario, las guerras se manifiestan como producto de la dinámica de un sistema sumido en un callejón sin salida. En un período en el que ya no es posible la formación de unidades nacionales o de independencias reales, toda guerra tiene un carácter interimperialista. Las guerras entre las grandes potencias, por naturaleza: a) tienden a generalizarse al conjunto del planeta ya que encuentran sus raíces en la contradicción permanente del mercado mundial frente a las necesidades de acumulación; b) son de larga duración; c) provocan enormes destrucciones; d) movilizan al conjunto de la economía mundial y de la población de los países beligerantes; e) pierden, desde el punto de vista del desarrollo del capital global toda función económica progresista, convirtiéndose en totalmente irracionales. No expresan ningún desarrollo de las fuerzas productivas sino su destrucción. Ya no son momentos de expansión del modo de producción capitalista sino momentos de convulsión de un sistema agonizante. Mientras que en el pasado vencedor y vencido emergían y la salida de la guerra no determinaba el desarrollo futuro de los protagonistas, en las dos guerras mundiales, ni los vencedores, ni los vencidos, salieron reforzados sino debilitados, en provecho de otro bandido imperialista, los Estados Unidos. Los vencedores no consiguieron hacer pagar a los vencidos los gastos de la guerra (como sí fue el caso del elevado “rescate” en francos-oro pagado a Alemania por Francia tras la guerra franco-prusiana). Este hecho ilustra que en el periodo de decadencia, el desarrollo de unos se hace cada vez más sobre la ruina de los otros.
En el pasado, la fuerza militar venía a apoyar y garantizar las posiciones económicas adquiridas o por adquirir; hoy en día, la economía sirve cada vez más de elemento auxiliar de la estrategia militar. La división del mundo en imperialismos rivales con sus enfrentamientos militares se ha convertido en factores permanentes, en el modo de vida del capitalismo. Esta situación histórica fue analizada con claridad por nuestros predecesores políticos de la Izquierda comunista italiana (1928-45), análisis hoy rechazado por Battaglia, por mucho que pretenda reivindicarse de aquella:
“... Tras la apertura de la fase imperialista del capitalismo a comienzos del presente siglo, la evolución oscila entre la guerra imperialista y la revolución proletaria. En la época de crecimiento del capitalismo, las guerras abrían la vía de expansión de las fuerzas de producción por la destrucción de relaciones caducas de producción. En la fase de decadencia capitalista las guerras no tienen más función que la de realizar la destrucción del excedente de riquezas....” (“Resolución sobre la constitución del Buró internacional de las fracciones de la Izquierda comunista”, Octobre nº 1, febrero de 1938).
Todo esto fue analizado magistralmente por los revolucionarios del siglo pasado (20), y hoy Battaglia finge ignorarlo cuando plantea ridículamente la cuestión en los términos “... ¿ y entonces, según esta Tesis cuando habríamos pasado de la fase progresista a la fase decadente?, ¿a finales del siglo XIX?, ¿tras la Primera Guerra mundial?, ¿Tras la Segunda Guerra mundial?...”, sabiendo pertinentemente que para el conjunto del movimiento comunista, incluyendo a su organización hermana (la CWO), fue la Primera Guerra mundial la que inició la apertura de la decadencia del capitalismo: “... en el momento de la creación de la Internacional Comunista en 1919 parece que la época de la revolución había llegado, lo que decretará su Conferencia de fundación...” (Revolutionary Perspectives nº 32, publicación de la CWO).
Hemos intentado demostrar, en esta primera parte, que no existe ningún fatalismo en la visión marxista de la decadencia del capitalismo y que la historia del capitalismo no es una eterna repetición. En la segunda parte, continuaremos con la crítica al método de Battaglia e intentaremos poner en evidencia las implicaciones que conlleva el abandono de la noción de decadencia en el plano político de la lucha del proletariado.
C. Mcl.
1) Leer sobre este tema la serie precedente de ocho artículos titulada “Comprender la decadencia” en la Revista internacional nº 48, 49, 50, 54, 55, 56, 58 y 60.
2) Publicado en Prometeo nº 8, serie VI (diciembre 2003). Disponible en francés en la página Web del BIPR – htpp://www.ibrp.org/ y en inglés en Revolutionary Perspectives nº 32 , serie 3, verano 2004. También en Internationalist Communist nº 21.
3) Ver los números 111 (pagina 9), 115 (paginas 7 a 13) y sobre todo 118 (paginas 6 a 16) de la Revista internacional.
4) La Communist Workers´ Organisation y Battaglia comunista han constituido juntas el BIPR (Buró Internacional por el Partido revolucionario).
5) He aquí lo que escribió la CWO en la introducción del artículo de Battaglia Comunista: “... Publicamos a continuación un texto de un camarada de Battaglia Comunista que es una contribución al debate sobre la decadencia. La noción de decadencia forma parte de los análisis de Marx sobre los modos de producción. La expresión más clara está recogida en el famoso prefacio a la Crítica de la economía política en la que Marx enuncia que “A un cierto grado de su desarrollo, las fuerzas productivas materiales de la sociedad entran en colisión con las relaciones de producción existentes, o con las relaciones de propiedad en el seno de las cuales se desenvolvían hasta ese momento, y que no son más que su expresión jurídica. Ayer, aún formas de desarrollo de las fuerzas productivas, estas condiciones cambian y se convierten en pesadas trabas. Entonces comienza una era de revolución social...”. En el momento de creación de la Internacional comunista en 1919, parecía que la época de la revolución había llegado, hecho que su Conferencia de fundación decretó, 85 años más tarde, esto parece cuando menos discutible. A lo largo del siglo XX, las relaciones de propiedad capitalista han permitido, a pesar de las destrucciones y de los sufrimientos sin precedentes causados por dos Guerras mundiales, desarrollar las fuerzas productivas a un nivel jamás conocido hasta ahora y han llevado a centenas de millones de nuevos obreros a trabajar en las filas del proletariado. ¿Podemos seguir sosteniendo en estas circunstancias que estas relaciones constituyen trabas al desarrollo de las fuerzas productivas en el sentido dado por Marx?. La CWO ha defendido anteriormente que no es la ausencia del desarrollo de las fuerzas productivas, sino los gastos generales asociados a este crecimiento los que deben ser considerados cuando evaluamos la decadencia. Tal argumento, si bien es cierto que reconoce el crecimiento masivo de las fuerzas productivas, abre la puerta a un juicio subjetivo de los gastos generales que han permitido que se produzca tal crecimiento. El texto que sigue a continuación argumenta desde el punto de vista de una aproximación científica de la cuestión o sea una definición económica de la decadencia. Esperamos publicar otros textos sobre este tema en el futuro en esta revista...” (Revolutionary Perspectives nº 32, serie 3, verano 2004, pagina 22, el subrayado es nuestro). Volveremos ulteriormente en esta serie de artículos sobre los argumentos planteados por la CWO para rechazar la noción de decadencia tal y como la definió Marx: la dinámica del desarrollo de las fuerzas productivas, el crecimiento numérico de la clase obrera y la significación de dos guerras mundiales. La publicación de esta introducción basta por el momento para informar a nuestros lectores del sentido de la evolución de las posiciones de la CWO que en el pasado, siempre, se reivindicó de forma central y clara de la definición marxista de decadencia. Así, el primer folleto publicado por la CWO tenía por título Los fundamentos económicos de la decadencia del capitalismo. La cuestión que nos planteamos es: ¿debemos entender hoy día que los fundamentos económicos del citado folleto no eran científicos?.
6) Tesis publicadas en 1926 en París por la Imprenta especial de la Librería del trabajo con el título de Plataforma de la Izquierda. Hay otra traducción disponible en las ediciones Programme communiste: “La crisis del capitalismo sigue abierta y su agravación definitiva es ineluctable”, publicada en la recopilación de artículos nº 7 de textos del Partido comunista internacional titulada Defensa de la continuidad del programa comunista (pag 119, en francés).
7) Señalamos a nuestros lectores que Battaglia duda hasta de eso. No parece estar muy convencida de que el capitalismo tenga crisis y contradicciones crecientes: “Podemos así considerar como un fenómeno de la “decadencia”: el acortamiento de las fases de auge de la acumulación, pero la experiencia del último ciclo demuestra que esa brevedad de la fase de ascenso no implica necesariamente la aceleración del ciclo completo acumulación-crisis-guerra-nueva acumulación...” (Internationalist Communist nº 21).
8) En Internationalist Communist el BIPR decía “... difundir a escala internacional (...) un documento/ manifiesto que quiere ser, más allá de servir para recordar lo urgente que es la necesidad del partido internacional, una invitación seria de parte de todos aquellos que se pretenden vanguardia de la clase...”. Si el BIPR quiere empezar a ser serio, lo primero que debe de hacer es comenzar a asimilar las bases del materialismo histórico y a polemizar sobre las verdaderas cuestiones en debate con argumentos políticos serios en lugar de dialogar consigo mismo contra los anatemas que nacen de su imaginación en su deriva megalómana, típicamente bordiguista, al tomarse como el único poseedor de la verdad marxista el único polo de reagrupamiento revolucionario en el mundo.
9) “... En términos sencillos, el concepto de decadencia se apoya únicamente en las dificultades progresivas que encuentra el proceso de valorización del capital (...) Las dificultades siempre crecientes del proceso de valorización del capital tiene como premisa la tendencia decreciente de la cuota media de ganancia (...) Ya a partir de finales de los años 60, según las estadísticas emitidas por organismos económicos internacionales como el FMI, el Banco mundial y el mismo MIT, las investigaciones de los economistas del área marxista tales como Ochoa y Mosley, la cuota de ganancia en Estados Unidos era inferior en un 35% respecto de las conseguidas en los años 50...”
10) Para más detalles, véase el artículo anterior en el nº 118 de esta Revista internacional.
11) “... II: EL PERIODO DE DECADENCIA DEL CAPITALISMO. Tras haber analizado la situación económica mundial, el Tercer Congreso, constata con precisión completa que el capitalismo, tras haber cumplido su misión de desarrollar las fuerzas productivas, ha caído en la contradicción más irreconciliable con las necesidades no solo de la evolución histórica actual, sino también con las condiciones de existencia humanas más elementales. Esta contradicción fundamental se refleja particularmente en la última guerra imperialista y se ha visto agravada por esta guerra que afectará, de manera muy profunda, al régimen de producción y de circulación. El capitalismo que sobrevive a sí mismo, ha entrado en la fase en la que la acción de sus fuerzas desencadena ruinas y paraliza las conquistas económicas creadoras ya realizadas por el proletariado en las relaciones de la esclavitud capitalista (...). Lo que atraviesa hoy día el capitalismo no es más que su agonía....” (Manifiesto, Tesis y Resoluciones de los cuatro primeros congresos mundiales de la Internacional comunista).
12) “... El declive histórico del capitalismo comienza cuando hay una relativa saturación de los mercados precapitalistas ya que el capitalismo es el primer modo de producción que es incapaz de vivir por sí mismo, que necesita de otros sistemas económicos que le sirvan de mediación y de sustrato. Si bien es cierto que tiende a convertirse en universal, y por tanto a causa de esta tendencia, debe ser destruido, porque por esencia es incapaz de convertirse en una forma de producción universal...” (Rosa Luxemburgo: La Acumulación del capital)
13) “... De todo lo que se ha dicho anteriormente sobre el imperialismo, queda claro que debe caracterizársele como un capitalismo de transición o, más exactamente, como un capitalismo agonizante (...) el parasitismo y la putrefacción caracterizan el estadio histórico supremo del capitalismo, es decir, el imperialismo. El imperialismo es el preludio de la revolución social del proletariado. Esto se confirma, tras 1917, a escala mundial...”.
14) “... los socialdemócratas rusos (con Plejánov a la cabeza) invocan la táctica de Marx en la guerra de 1870. Los social-chauvinistas alemanes (del tipo Lensch, David y compañía) invocan las declaraciones de Engels en 1891 sobre la necesidad para los socialistas alemanes de defender la patria contra la alianza de Rusia y Francia... Todas estas referencias deforman de forma descarada las concepciones de Marx y Engels para complacer a la burguesía y a los oportunistas... Invocar a día de hoy la actitud de Marx a propósito de las guerras de la época de la burguesía progresista es olvidar las palabras de Marx: “los obreros no tienen patria” , palabras que se refieren justamente a la época de la burguesía reaccionaria para la que se ha acabado su tiempo, a la época de la revolución socialista, es deformar el pensamiento de Marx y sustituir el punto de vista socialista por el punto de vista burgués...” (Lenin, 1915, Obras completas, tomo 21).
15) “... sería un error creer que esta tendencia a la putrefacción excluye el crecimiento rápido del capitalismo; no. Ciertas ramas de la industria, ciertas capas de la burguesía, ciertos países, manifiestan en la época del imperialismo, con una fuerza más o menos grande, tanto una como la otra de esas tendencias. En conjunto, el capitalismo se desarrolla infinitamente más rápidamente que antes, pero este desarrollo se convierte en más desigual, y la desigualdad de este desarrollo se manifiesta particularmente por la putrefacción de los países más ricos en capital (Inglaterra)...” (Lenin, El imperialismo, fase superior del capitalismo, 1916).
16) “... Son por tanto, principalmente factores políticos, una vez que el capitalismo ha entrado en decadencia, lo que demuestra que ha llegado a un impasse histórico, los que determinan el momento del desencadenamiento de las guerras...” (Revista internacional nº 67. “Informe sobre la Situación Internacional del IXº Congreso Internacional de la CCI”).
17) Sobre todas estas cuestiones, remitimos a nuestros lectores a todas nuestras contribuciones críticas sobre las posiciones políticas de Battaglia comunista. Ver: Revista internacional nº 36 “Los años 80 no son los años 30”, nº 41 “¿Qué método para comprender la lucha de clases”, nº 50 “ Respuesta a BC sobre el curso histórico”, nº 79 “La concepción del BIPR sobre la decadencia del capitalismo y la cuestión de la guerra”, nº 82 “Respuesta al BIPR: la naturaleza de la guerra imperialista”, nº 83 “Respuesta al BIPR: Las teorías sobre la crisis histórica del capitalismo”, nº 86 “Tras la mundialización de la economía, la agravación de la crisis capitalista”, nº 108 “Polémica con el BIPR: la guerra en Afganistán, estrategia o beneficios petroleros”.
18) “Crisis y ciclos en la economía capitalista agonizante” publicado en Bilan nos 10 y 11 en 1934. Reimpreso en la Revista internacional nos 102 y 103.
19) Eso fue lo que predijo Engels a finales del siglo XIX : “Friedrich Engels dijo un día: “... La sociedad burguesa está situada ante un dilema: o pasa al socialismo o cae en la barbarie”. Pero ¿qué significa, pues, una “caída en la barbarie” en el grado de civilización que conocemos en la Europa de hoy? Hasta ahora hemos leído estas palabras sin reflexionar y las hemos repetido sin presentir su terrible gravedad. Echemos una mirada en torno nuestro en este momento, y comprenderemos lo que significa una nueva caída de la sociedad burguesa en la barbarie. El triunfo del imperialismo lleva a la negación de la civilización, esporádicamente durante la duración de la guerra y definitivamente si el periodo de guerras mundiales que comienza ahora prosigue sin obstáculos hasta sus últimas consecuencias. Es exactamente lo que Friedrich Engels predijo una generación antes de la nuestra, hace cuarenta años. Estamos situados hoy ante esta disyuntiva: o bien llega el triunfo del imperialismo y la decadencia de toda la civilización, trayendo como consecuencias, como ocurrió en la Roma antigua, la despoblación, la desolación, la tendencia a la degeneración, en realidad, un enorme cementerio; o bien la victoria del socialismo, es decir de la lucha consciente del proletariado internacional contra el imperialismo y contra su método de acción: la guerra. Ése es un dilema de la historia del mundo, un o bien o bien, todavía indeciso, cuyos platillos se balancean ante la decisión del proletariado con conciencia de clase. El proletariado deba lanzar resueltamente en la balanza la espada de su combate revolucionario: el porvenir de la humanidad y de la civilización depende de ello” (Rosa Luxemburgo, La crisis de la socialdemocracia).
20) “... Ha nacido una nueva época. Época de desagregación del capitalismo, de su hundimiento interior. Época de la revolución comunista del proletariado...” (Plataforma de la Internacional comunista). “... El comunismo debe de tomar como punto de partida el estudio teórico de nuestra época (apogeo del capitalismo, tendencias del imperialismo a su propia negación y a su propia destrucción...” (II º Congreso de la IC, en cuestiones sobre el parlamentarismo). “... La Tercera Internacional se ha constituido tras el final de la carnicería imperialista de 1914-18, en el curso de la cual la burguesía de diferentes países ha sacrificado más de 20 millones de vidas humanas. ¡Acordaos de la guerra imperialista¡, he aquí la primera idea que la Internacional comunista dirige a cada trabajador, sea cual sea su origen y la lengua que hable. ¡Recuerda lo que ha supuesto la existencia del régimen capitalista durante estos últimos cuatro años. Recuerda que la guerra burguesa ha hundido a Europa y al mundo entero en el hambre y la indigencia!. Acuérdate de que sin la destrucción del capitalismo, la repetición de estas guerras criminales es no solo posible, sino inevitable (....) La Internacional comunista considera la dictadura del proletariado como el único medio disponible para alejar a la humanidad de los horrores del capitalismo...” (Estatutos de la Internacional comunista, Primer congreso).