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En la primera parte de esta Serie vimos que los partidos de izquierda y extrema izquierda del capital tienen un programa que defiende el capitalismo en nombre de una “nueva sociedad” que no es otra cosa que una reproducción idealizada del propio capitalismo[1]. Peor aún, inoculan una visión de la clase obrera que la niega completamente (ver el primer artículo de la Serie titulado Una falsa visión de la clase obrera: .https://es.internationalism.org/accion-proletaria/201712/4261/la-herenci... [2] ).
En este segundo artículo veremos qué modo de pensamiento y qué método de análisis se desarrolla en estos partidos, especialmente en los que se presentan como “más radicales”.
En el primer artículo denunciamos que una vez superado el programa de defensa del capital que estos embaucadores presentan, se hace necesario enfrentar otro problema: la manera de pensar, la forma de relacionarse entre camaradas, los métodos de organización, la visión moral, la concepción del debate, la visión de la militancia, que se vive en estos partidos. Despojarse de estos modos de ver las cosas es aún más difícil que desenmascarar las patrañas políticas que venden, pues condicionan nuestra actuación, envenenan nuestro comportamiento y se propagan en el funcionamiento organizativo.
Las frágiles y muy minoritarias organizaciones revolucionarias de la Izquierda Comunista, han tenido que enfrentar este problema crucial. Se logra rechazar el programa reaccionario de las organizaciones de izquierda y extrema izquierda del capital, sin embargo, lo que llamamos su “cara oculta”, esto es, su modo de pensamiento, su régimen de funcionamiento, su visión moral etc., todo eso, que es tan reaccionario como el programa, es subestimado y no es sometido a una crítica implacable y radical. Por ello, NO BASTA con denunciar el programa de los grupos de izquierda y extrema izquierda del capital; tenemos que denunciar y combatir TAMBIEN esa cara oculta organizativa y moral que comparten con los partidos de derecha y extrema derecha.
Una organización revolucionaria no se reduce únicamente al programa, es la unidad de programa, teoría y modo de pensamiento, moral y funcionamiento organizativo. Hay una coherencia entre los cuatro. “La actividad de la organización revolucionaria no puede entenderse más que como conjunto unitario cuyos componentes no están separados, sino que son interdependientes: (1) actividad teórica, cuya elaboración es un esfuerzo constante, y cuyo resultado no es algo fijado y terminado de una vez para siempre; (2) actividad de intervención en las luchas económicas y políticas de la clase. Es esta la práctica por excelencia de la organización, en la cual la teoría se vuelve arma de combate por la propaganda y la agitación; (3) actividad organizativa que obra por el desarrollo, el fortalecimiento de sus órganos, la preservación de las adquisiciones organizativas, sin el cual el desarrollo cuantitativo (adhesiones) no podría transformarse en desarrollo cualitativo”[2].
Es evidente que no se puede luchar por el comunismo con mentiras, calumnias y maniobras. Hay una coherencia entre los cuatro aspectos antes mencionados. Todos ellos anuncian el modo de vida y la organización social del comunismo y jamás pueden estar en contradicción con él. Como decimos en el texto El funcionamiento organizativo de la CCI “En las cuestiones de organización se concentran toda una serie de aspectos esenciales de lo que fundamenta la perspectiva revolucionaria del proletariado: (1) características fundamentales de la sociedad comunista y de las relaciones que se establecen entre sus miembros; (2) ser del proletariado como clase portadora del comunismo; (3) naturaleza de la conciencia de clase, características de su desarrollo, profundización y extensión en el seno de la clase; (4) papel de las organizaciones comunistas en el proceso de toma de conciencia del proletariado”[3].
Podemos considerar a los grupos de izquierda y extrema izquierda del capital como prestidigitadores de la política. Tienen que hacer pasar las posiciones políticas del capital a través de una envoltura “proletaria” y “marxista”. Tiene que hacer decir a Marx, a Engels, a Lenin y otros militantes proletarios, todo lo contrario de lo que querían decir. Tienen que retorcer, truncar, manipular, las posiciones que defendieron en una época determinada del movimiento obrero, para convertirlas en su contrario más absoluto: tomar citas de Marx, Engels o Lenin, para hacerles decir que la explotación capitalista es buena, que la Nación es el bien más preciado, que nos debemos enrolar en la guerra imperialista, que el Estado es un padre benefactor etc.
Marx, Engels, Lenin, que luchaban por la destrucción del Estado son transformados por la magia de esos grupos en defensores acérrimos del Estado. Marx, Engels, Lenin, que se batieron incondicionalmente por el internacionalismo son convertidos en paladines de la “liberación nacional” y de la Patria. Marx, Engels, Lenin, que animaban la lucha defensiva del proletariado pasan a ser campeones del productivismo y el sacrificio del obrero en el altar de las necesidades del capital.
El agente de vanguardia de esta empresa de adulteración fue el estalinismo[4]. Este realizó metódicamente esa transformación repugnante. Para ilustrarlo vamos a utilizar como punto de apoyo el libro de Ante Ciliga En el país de la gran mentira[5], que describe minuciosamente ese proceso que se produce desde mediados de los años 20: “El régimen social tan particular que se estaba desarrollando en la Rusia soviética tendía a crear su propia ideología en todas las ramas de la ciencia. Mejor dicho, trataba de fundir su propia concepción del mundo con la de la vieja ciencia, así como con la ideología tradicional del marxismo y los nuevos descubrimientos científicos” (Página 103). Para explicarlo recuerda que “Hegel había demostrado que un fenómeno puede conservar su forma a la vez que transforma completamente su contenido. ¿Acaso Lenin no había dicho que a menudo el destino de los grandes hombres es servir de iconos tras su muerte, mientras se falsifican sus ideas liberadoras para justificar una nueva opresión y una nueva esclavitud?” (Página 109).
De su paso por la “academia comunista” de Moscú constata que “Cada año se modificaban los programas, cada vez se falsificaban más insolentemente los hechos históricos y su apreciación. Esto sucedía no sólo con la historia reciente del movimiento revolucionario en Rusia, sino con acontecimientos tan lejanos como la Comuna de París, la revolución de 1848 y la primera revolución francesa. ¿Y qué decir de la historia del Komintern? Cada nueva edición daba una nueva versión, en muchos aspectos completamente contraria a las precedentes” (Página 100). “Como estas falsificaciones se introducían al mismo tiempo en todas las ramas de la enseñanza, llegué a la conclusión de que no se trataba de casos aislados, sino de un sistema que se dedicaba a transformar la historia, la economía política y el resto de ciencias según los intereses y la concepción del mundo de la burocracia (…) en Rusia, se estaba formando una nueva escuela, la escuela burocrática del marxismo” (página 101).
Siguiendo esos métodos los partidos de izquierda y extrema izquierda emplean 3 procedimientos:
- Aprovecharse de los errores cometidos por los revolucionarios;
- Defender como válidas posiciones que cuando aquellos vivieron eran justas pero que hoy se han convertido en contra-revolucionarias;
- Quitar el filo revolucionario a sus posiciones convirtiéndolas en una abstracción inofensiva
Marx, Engels, Lenin, Rosa Luxemburgo, no fueron infalibles. Cometieron errores.
Contrariamente a la visión mecánica del pensamiento burgués el error es en muchos casos inevitable y puede ser un paso necesario para llegar a la verdad, la cual, por otra parte, no es absoluta, sino que tiene una naturaleza histórica. Para Hegel, el error es un momento necesario y evolutivo de la verdad.
Esto es aún más claro si se considera que el proletariado es una clase explotada y revolucionaria a la vez y que, como clase explotada, sufre todo el peso de la ideología dominante. Por ello, cuando el proletariado -o, al menos partes de él- se atreven a pensar, formular hipótesis, plantearse reivindicaciones, proponerse objetivos, se están levantando contra la pasividad y el adocenamiento que impone el sentido común capitalista, pero, al mismo tiempo, pueden caer en aproximaciones equivocadas, en ideas que la propia evolución social -o, incluso, la dinámica misma de la lucha de clase- superan o dejan de lado.
Marx y Engels, creyeron que en 1848 el capitalismo estaba maduro para ser sustituido por el comunismo y propugnaron un programa “intermedio” todavía capitalista que sirviera de plataforma para el socialismo (la teoría de la “revolución permanente”).
Sin embargo, su espíritu crítico les hizo desechar esta especulación que abandonaron desde 1852. Igualmente, pensaron que había que tomar el estado capitalista y utilizarlo como palanca de la revolución, la experiencia viva de la Comuna de Paris les convenció de ese error concluyendo que el Estado capitalista debe ser destruido.
Podríamos seguir con otros muchos ejemplos, pero, lo que queremos desarrollar aquí es cómo los grupos izquierdistas utilizan esos errores para avalar su programa contra-revolucionario. Lenin era un internacionalista consecuente pero no tenía claridad suficiente sobre la liberación nacional y cometió serios errores en ese punto. Esos errores son extraídos de su contexto histórico, separados de la lucha internacionalista que libró, y, de esa forma, acaban convertidos en “leyes” válidas para siempre[6]. Sus errores son transformados en medios hipócritas de defensa del capital.
¿Cómo pueden realizar esa falsificación? Uno de los medios más importantes es destruir el espíritu crítico en los militantes. Los marxistas consecuentes comparten con lo mejor de la ciencia el espíritu crítico, es decir, la capacidad para poner en cuestión posiciones que, por diferentes causas, chocan con la realidad y las necesidades de la lucha del proletariado. El marxismo no es una colección de dogmas que habrían fabricado cerebros geniales y que no se podrían modificar, es un método combatiente, vivo, analítico, en constante desarrollo y en ello el espíritu crítico es fundamental. Liquidarlo es la principal tarea de los grupos izquierdistas siguiendo el ejemplo de sus maestros estalinistas que, como recoge Ciliga de su paso por la “Universidad Comunista” de Moscú, los alumnos, futuros cuadros del partido, “nunca se planteaban cuestiones al margen del programa oficial. Su vida espiritual estaba perfectamente mecanizada. Cuando yo me esforzaba por llevarlos más allá del estrecho horizonte del programa, de despertar su curiosidad y su sentido crítico, se quedaban mudos. Parecía que su sentido de lo social estaba embotado” (página 98)
Así pues, frente al seguidismo ciego que propugnan los grupos izquierdistas -desde los estalinistas hasta los trotskistas pasando por gran parte del anarquismo- los militantes proletarios, los grupos revolucionarios, deben batirse por mantener vivo el espíritu crítico, la capacidad de ponerse en cuestión, la voluntad permanente por estar a la escucha de los hechos para saber desde un análisis histórico replantearse posiciones que ya no son válidas.
Otra de las características del método izquierdista es utilizar posiciones justas de los revolucionarios pero que la evolución histórica ha invalidado o ha hecho contraproducentes. Por ejemplo, el apoyo de Marx y Engels a los sindicatos. El izquierdismo concluye que, si los sindicatos eran organismos del proletariado en la época de Marx y Engels, deben serlo siempre, en todas las épocas. Emplean un método abstracto e intemporal. Ocultan que, con la decadencia del capitalismo, los sindicatos se han convertido en órganos del Estado burgués contra el proletariado[7].
Hay militantes revolucionarios que rompen con las posiciones izquierdistas, pero no logran romper con su método escolástico. Así, por ejemplo, se limitan a darle la vuelta a la postura izquierdista sobre los sindicatos: si aquella dice que los sindicatos siempre han estado al servicio de la clase obrera, ahora concluyen que los sindicatos siempre han estado contra ella. Hacen de la posición sobre los sindicatos una postura intemporal, válida por los siglos de los siglos, han roto con el izquierdismo, pero siguen prisioneros de él.
Sucede lo mismo con la socialdemocracia. Los partidos socialistas de hoy hacen difícil imaginar que durante la época de 1870 a 1914 fueron partidos de la clase obrera que contribuyeron a su unidad, su conciencia y la fuerza de sus luchas. Frente a esto, los izquierdistas, especialmente el trotskismo, lo tienen muy sencillo: los partidos socialdemócratas siempre han sido partidos obreros y nunca dejarán de serlo, pese a todos sus desmanes.
Sin embargo, hay revolucionarios que dicen lo mismo, pero al revés: si los trotskistas hablan de la socialdemocracia como un partido que siempre es y será “obrero”, ellos concluyen que la socialdemocracia siempre es y ha sido capitalista. Ignoran que el oportunismo es una enfermedad que afecta al movimiento obrero y que puede llevar a sus partidos a la traición y la integración en el Estado capitalista[8]
Prisioneros de la herencia izquierdista sustituyen el método histórico y dialéctico por la escolástica. No comprender que uno de los principios de la dialéctica es la transformación de contrarios: algo puede ser una cosa y acabar en su contraria. Los partidos proletarios debido a la degeneración provocada por el peso de la ideología burguesa y pequeña burguesa pueden terminar en su contrario diametral: servidores incondicionales del capitalismo[9].
Vemos aquí otra de las consecuencias del método izquierdista: se niega una visión histórica de las posiciones de clase y de su proceso de elaboración. Se amputa con ello otro de los componentes esenciales del método proletario. Cada generación obrera se levanta sobre los hombros de la anterior, las lecciones producidos por la lucha de clases y por el esfuerzo teórico en su seno dan lugar a conclusiones que sirven de punto de partida, pero que no son la estación de llegada. La evolución del capitalismo y las propias experiencias de la lucha de clases, hacen necesario nuevos desarrollos o rectificaciones críticas de las posiciones anteriores. Se trata de una continuidad histórica crítica que el izquierdismo niega propagando una visión dogmática y ahistórica.
En los siglos XVII y XVIII, los pensadores que anunciaban la revolución burguesa desarrollaron un materialismo que en su momento fue revolucionario pues sometió a una crítica implacable el idealismo feudal. Sin embargo, una vez tomado el poder en los principales países, el pensamiento burgués se hizo conservador, dogmático y ahistórico. El proletariado, en cambio, tiene en su propio gen un pensamiento crítico e histórico, una capacidad para no quedar atado a las situaciones de una época determinada, por importantes que estas sean, y de guiarse no por el pasado ni por el presente sino por la perspectiva del porvenir revolucionario del que es portador. “La historia de la filosofía y la historia de las ciencias sociales enseñan con toda claridad que no hay nada en el marxismo que se parezca al «sectarismo», en el sentido de una doctrina encerrada en sí misma, rígida, surgida al margen del camino real del desarrollo de la civilización mundial. Al contrario, el genio de Marx estriba, precisamente, en haber dado solución a los problemas planteados antes por el pensamiento avanzado de la humanidad” [10].
Como el pensamiento burgués, la ideología izquierdista es, por un lado, dogmática e idealista, y por otro, relativista y pragmática. El izquierdista levanta su mano izquierda y proclama “principios” elevados a dogmas universales, válidos para todos los mundos y para todos los tiempos. Pero, con la mano derecha, invocando las “consideraciones tácticas”, se guarda esos principios sagrados en el bolsillo pues “no habría condiciones”, “los obreros no entienden”, “no es el momento” etc.
Dogmatismo y tacticismo no son opuestos sino complementarios. El dogma que obliga hoy a participar en las elecciones se complementa con la “táctica” de “utilizarlas” para “darse a conocer”, “cerrar el paso a la derecha” etc. La primera aparece como algo teórico, pero, en realidad, es una visión abstracta, colocada fuera de la evolución histórica. La segunda, parece “práctica” y “concreta”, sin embargo, es una visión rastrera y cretina que no parte de posiciones coherentes sino de la acción cotidiana, puramente adaptativa y oportunista, típica del pensamiento burgués.
Esto nos lleva a comprender el tercer rasgo del método de pensamiento izquierdista: tiene necesariamente que abstraer y descontextualizar las posiciones justas de los revolucionarios para, como decía Lenin, quitarles todo su filo revolucionario, hacerlas inofensivas para el capital convirtiéndolas en “principios” abstractos e inoperantes. Así, Comunismo, Dictadura del Proletariado, Consejos Obreros, Internacionalismo… se convierten en una gran retórica, una palabrería cínica que los dirigentes no creen en absoluto pero que emplean con desparpajo para manipular a sus seguidores. Ciliga en el libro antes citado señalaba “el talento de la burocracia comunista para hacer lo contrario de lo que proclamaba, para disfrazar los peores crímenes bajo la máscara de los eslóganes más progresistas y las frases más elocuentes” (página 52).
En las organizaciones izquierdistas no hay principios. Su visión es puramente pragmática y evoluciona según las circunstancias, es decir, según las necesidades políticas, económicas e ideológicas del capital nacional a quien sirven. Los principios son de geometría variable y se guardan para momentos determinados: en fiestas del partido y grandes celebraciones; como excusa para perseguir a militantes acusándoles de haber “transgredido los principios”; también se utilizan en las querellas entre facciones enfrentadas como armas arrojadizas.
Esta visión de los “principios” se contrapone radicalmente al que tiene una organización revolucionaria. Esta se basa en “la existencia de un programa válido para toda la organización. Este programa, al ser la síntesis de la experiencia del proletariado del cual la organización revolucionaria es parte, y porque es emanación de una clase que no tiene solamente una existencia presente sino sobre todo un porvenir histórico, expresa ese porvenir plasmándolo en objetivos de clase y del camino a seguir para alcanzarlos, reúne las posiciones esenciales que la organización debe defender en la clase, sirve de base de adhesión a la organización de revolucionarios”[11]
El programa revolucionario es la fuente de la actividad de la organización, su cuerpo teórico inspirador, su guía de acción. De ahí que debe ser tomado muy en serio. El militante que viene del izquierdismo y que no sabe deslindarse de éste, cree, en muchos casos inconscientemente, que el programa es una pantomima, puras palabras que se invocan en momentos solemnes, busca pues “la práctica” y llama constantemente a dejarse de “retóricas”. En otras ocasiones, cuando está enojado con algún camarada o se cree marginado por los órganos centrales, trata de “pillarlos en falta” y utiliza el programa como piedra que arroja a su cara.
Contra estas dos visiones falsas, reivindicamos la función imprescindible del programa en una organización proletaria, como arma de análisis que es compartida por todos los militantes y en la que todos están comprometidos en su desarrollo; como medio de intervención en la lucha del proletariado; como orientación y contribución activa a su porvenir revolucionario.
La sofistica pragmática e “ingeniosa” del izquierdismo hace mucho daño porque dificulta un pensamiento global capaz de pasar de lo general a lo concreto, de lo abstracto a lo inmediato, de lo teórico a lo práctico. El método izquierdista rompe el cordón umbilical que une esas dos facetas del pensamiento proletario impidiendo vivir concretamente la unidad entre lo concreto y lo general, lo inmediato y lo histórico, lo local y lo mundial. La tendencia y la presión son hacia un pensamiento unilateral. El izquierdista es localista todos los días, pero despliega un discurso “internacionalista” los días de fiesta. El izquierdista solo ve lo inmediato y lo pragmático, pero, lo adorna con alguna referencia “histórica” y se quita el sombrero ante “los principios”. El izquierdista es rastreramente “concreto” cuando hay que desarrollar un análisis abstracto y celestialmente abstracto cuando se requiere un análisis concreto.
Estos son, de forma muy sintética, algunos de los rasgos del método izquierdista de pensamiento y sus consecuencias en la postura de los militantes comunistas.
Veamos algunas de estas últimas. La Tercera Internacional empleó una fórmula que solo tiene sentido en unas determinadas condiciones históricas: “detrás de cada huelga se perfila la hidra de la revolución”.
Esta fórmula no es válida si las relaciones de fuerza entre las clases son favorables a la burguesía. Así por ejemplo Trotski la utilizó de manera esquemática estimando que las huelgas de 1936 en Francia y la valiente respuesta del proletariado de Barcelona en julio 1936 contra el golpe de estado fascista, “abrían las puertas de la revolución”. No tomó en cuenta el curso irrefrenable hacia la guerra imperialista, el aplastamiento del proletariado ruso y alemán, el alistamiento de los obreros bajo la bandera del antifascismo. Dejó de lado ese análisis histórico – mundial y únicamente aplicó la receta vacía de “detrás de cada huelga se perfila la hidra de la revolución”[12].
Otra consecuencia es un materialismo vulgar impregnado de economicismo hasta la médula. Todo estaría determinado por la economía, entendida esta además de la manera más miope. Fenómenos como la guerra son negados en su raíz imperialista, estratégica, militar, para tratar de encontrar las más fantasiosas explicaciones económicas. ISIS, una banda mafiosa, subproducto bárbaro del imperialismo, sería una empresa petrolífera.
En fin, otra consecuencia de la manipulación que hace el izquierdismo de la teoría marxista es su concepción como asunto de especialistas, de expertos, de jefes geniales. Lo que vomitan esos iluminados debería seguirse al pie de la letra por los “militantes de base” que no tendrían ningún papel en la elaboración teórica pues su misión sería repartir hojas, vender la prensa, llevar las sillas para los mítines, poner carteles… Es decir, actuar de carne de cañón de los “amados líderes”.
Esta concepción es necesaria para el izquierdismo pues su tarea es deformar el pensamiento de Marx, Engels, Lenin etc., y para ello necesitan que los militantes se crean ciegamente sus cuentos para no dormir. Sin embargo, resulta nefasta y destructiva cuando se cuela dentro de las organizaciones revolucionarias. La organización revolucionaria de hoy “es más impersonal que en el siglo XIX, dejando de aparecer como organización de jefes dirigentes de la masa de militantes. Se acabó el período de jefes ilustres y de grandes teóricos. La elaboración teórica se ha vuelto tarea verdaderamente colectiva. A imagen de millones de combatientes proletarios "anónimos", la conciencia de la organización se desarrolla con la integración y la superación de las conciencias individuales en una misma conciencia colectiva”[13]
C Mir 27-12-17
[1] A la izquierda y extrema izquierda del capital se le podría catalogar con este pasaje que el Manifiesto Comunista dedica al socialismo burgués: “Su ideal es la sociedad existente, depurada de los elementos que la corroen y revolucionan: la burguesía sin el proletariado. Es natural que la burguesía se represente el mundo en que gobierna como el mejor de los mundos posibles. El socialismo burgués eleva esta idea consoladora a sistema. Y al invitar al proletariado a que lo realice, tomando posesión de la nueva Jerusalén, lo que en realidad exige de él es que se avenga para siempre al actual sistema de sociedad, pero desterrando la deplorable idea que de él se forma (…) Todo el socialismo de la burguesía se reduce, en efecto, a una tesis y es que los burgueses lo son y deben seguir siéndolo... en interés de la clase trabajadora”.
[2] Función de la organización revolucionaria, https://es.internationalism.org/revista-internacional/198204/135/informe-sobre-la-funcion-de-la-organizacion-revolucionaria [3]
[3] https://es.internationalism.org/revista-internacional/200204/3283/documentos-de-la-vida-de-la-cci-la-cuestion-del-funcionamiento-org [4]
[4] Este, a su vez, se apoyó en el trabajo cínico de la socialdemocracia que en 1914 traicionó al proletariado. Rosa Luxemburgo en Nuestro programa y la situación política (discurso pronunciado en el primer congreso del KPD, diciembre 1918) denuncia “ese marxismo que mucho tiempo se atribuyó el título de marxismo oficial en la socialdemocracia alemana. Sabemos dónde está este marxismo hoy día: controlado y domesticado por los Ebert, David y consortes. Está allí donde vemos a los representantes oficiales de la doctrina que, durante decenas de años, se ha hecho pasar para el marxismo puro, verdadero. Pero este no debe estar allí pues el marxismo, no podía hacerse en compañía de Scheidemann, de la política contrarrevolucionaria. El verdadero marxismo combate también los que pretenden falsificarlo”. Ver https://www.marxists.org/espanol/luxem/1918/12/31.htm [5]
[5] Ante Ciliga (1898-1992), de origen croata, se unió al Partido Comunista de Yugoslavia y vivió en Rusia desde 1925 donde tomó conciencia de la degeneración contra-revolucionaria de la URSS y se unió a la Oposición de Izquierdas de Trotski. Arrestado por primera vez en 1930 fue enviado a Siberia y finalmente liberado en 1935. Desde entonces se instaló en Francia donde escribió un testimonio muy lúcido de todo lo que ocurría en la URSS, en la Tercera Internacional y en el PCUS en el libro citado. Este se puede encontrar en versión PDF en marxismo.school/files/2017/09/Ciliga.pdf. Con posterioridad se alejó cada vez más de las posiciones proletarias y evolucionó hacia la defensa de la democracia, especialmente después de la 2ª Guerra Mundial.
[6] Ver a este propósito Los comunistas y la cuestión nacional, https://es.internationalism.org/revista-internacional/198401/3398/los-comunistas-y-la-cuestion-nacional-1900-1920-i-el-debate-sobre- [6]
[7] Ver nuestro folleto Los sindicatos contra la clase obrera y el trabajo Apuntes sobre la cuestión sindical, https://es.internationalism.org/cci-online/201104/3103/apuntes-sobre-la-cuestion-sindical [7]
[9] Ver https://es.internationalism.org/revista-internacional/201502/4077/como-se-produjo-la-quiebra-de-la-segunda-internacional [9] y https://es.internationalism.org/revista-internacional/201504/4097/1914-el-camino-hacia-la-traicion-de-la-socialdemocracia-alemana [10]
[10] Lenin, Tres fuentes y tres partes integrantes del marxismo, https://pensaryhacer.files.wordpress.com/2008/06/tres-fuentes-y-tres-partes-integrantes-del-marxismo.pdf [11]
[11] Estructura y funcionamiento de la organización revolucionaria, https://es.internationalism.org/revista-internacional/198302/2127/estructura-y-funcionamiento-de-la-organizacion-revolucionaria [12]
[12] Este error de Trotski ha sido aprovechado hasta la sociedad por el trotskismo para llamar “revolución” a cualquier situación de revuelta o incluso golpes de estado guerrilleros como el que ocurrió en Cuba en 1959
[13] Ver nota 2
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La Serie que nos ocupa denuncia la parte menos visible (la cara oculta) de las organizaciones de la Izquierda y extrema izquierda del capital (socialistas, estalinistas, trotskistas, maoístas, anarquistas oficiales, “nueva” izquierda estilo Syriza, Francia Insumisa o Podemos). En el primer artículo de la Serie vimos como niegan a la clase obrera que dicen defender, en la segunda destripamos su método y modo de pensamiento. En este tercer artículo analizaremos cómo funcionan, qué régimen interno se dan esos partidos y cómo su funcionamiento niega cualquier principio del comunismo y constituye un obstáculo contra todo avance hacia él.
Fuerzas como el estalinismo, el trotskismo etc., han perpetrado una adulteración total de las posiciones proletarias en materia de organización y de comportamiento. Centralización significa en sus manos sometimiento a una burocracia todopoderosa. Disciplina es para ellos sumisión ciega al comisario de turno. La posición mayoritaria es resultado de un proceso de relaciones de fuerzas. Debate es en su mente manipuladora un arma para desalojar posiciones de pandillas rivales. Y así podríamos continuar ad nauseam.
El militante proletario que se halla dentro de una organización genuinamente comunista tiende a ver sus posiciones organizativas y de comportamiento según las gafas de sus tristes recuerdos cuando estuvo en las organizaciones izquierdistas.
Cuando se le habla de la necesaria disciplina se acuerda de la pesadilla que sufrió cuando militaba en las organizaciones burguesas de izquierdas.
Allí, “por disciplina” tenía que defender las cosas más absurdas “porque lo mandaba el partido”. Un día tenía que decir que tal partido rival era “burgués” y a la semana siguiente, según un viraje en la política de alianzas de la dirección, ese partido era el más proletario del mundo.
Si la política del “comité central” resultaba equivocada era única y exclusivamente porque los militantes “se habían equivocado” y “no habían aplicado lo que mandaba el comité central” o no lo habían comprendido bien. Como señala Trotski “Cada resolución del Comité Ejecutivo de la Internacional Comunista registrando nuevas derrotas, declara, por una parte, que todo estaba previsto, y, por otra parte, que son los ejecutantes los responsables de las derrotas porque no han comprendido la línea que se les había indicado desde arriba”[1]
A consecuencia de estas vivencias traumáticas, el militante que ha pasado por esos partidos experimenta frente a la disciplina un rechazo visceral, no comprendiendo que la disciplina proletaria es algo radicalmente diferente y opuesto a la disciplina burguesa.
En una organización proletaria “disciplina” quiere decir respetar lo que todos han decidido y lo que cada cual se ha comprometido a cumplir. Es, por un lado, ser responsable, y, por otro lado, la expresión práctica de la supremacía del colectivo sobre lo individual, lo que no quiere decir, sin embargo, que lo individual y lo colectivo se enfrenten, sino que expresan aspectos diferentes de una misma unidad. Por ello, la disciplina en una organización proletaria puede ser voluntaria y conscientemente asumida. La disciplina no es ciega, sino que se basa en una convicción y una perspectiva.
En cambio, en una organización burguesa la disciplina significa sometimiento a una dirección todopoderosa y renuncia a toda responsabilidad para ponerse en manos de todo lo que haga o diga dicha dirección. En una organización burguesa, la disciplina tiene como fundamento la oposición entre el “colectivo” y los individuos. El “colectivo” es el interés del Capital Nacional y su Estado que la organización defiende en su área específica y este no coincide con los intereses de los miembros. De ahí que la disciplina sea necesariamente impuesta, bien por temor a sufrir el castigo de una reprobación pública que puede llegar a una expulsión, bien, si es voluntariamente asumida, el fruto de sentimientos de culpa o de un imperativo categórico que provoca conflictos más o menos periódicos con el interés auténtico de cada uno de los individuos.
La incomprensión de la diferencia radical que existe entre la disciplina proletaria y la disciplina burguesa lleva a los militantes que tras pasar por el izquierdismo trabajan en una organización proletaria a caer en un círculo vicioso: antes seguían como mansos corderos las órdenes de sus jefes. Ahora, en las organizaciones proletarias, rechazan toda disciplina y solo admiten una orden: la que le dicta su propia individualidad. A la disciplina de cuartel oponen la disciplina de hacer lo que a cada cual le dé la gana, es decir, la disciplina anárquica individualista. Es un dar vueltas a la noria sin salirse de ella: de la disciplina feroz y violenta de los partidos de la burguesía a la indisciplina individualista (la “disciplina de hacer lo que me venga en gana”) propia de la pequeña burguesía y del anarquismo.
Otro concepto que produce urticaria en los militantes que han sufrido la lacra del izquierdismo es la centralización.
Asocian centralización con:
- una cúpula todopoderosa a la que hay que plegarse sin rechistar.
- una pirámide aplastante de burocracia y aparatos.
- una renuncia total a toda iniciativa o pensamiento propio reemplazados por la obediencia ciega y el seguidismo hacia los líderes.
- las decisiones no se toman mediante una discusión con la participación de todos sino mediante imposiciones y maniobras de la dirección.
Efectivamente, la centralización burguesa está basada en esos conceptos. Ello es así porque en la burguesía no existe más unidad que ante la guerra imperialista o frente al proletariado, en todo lo demás hay un conflicto incesante entre sus diferentes fracciones. Para poner el orden en semejante cesta de víboras hay que imponer del grado o por la fuerza la autoridad de un “órgano central”. Por ello la centralización burguesa es necesariamente burocrática y piramidal y no puede ser de otra manera.
Esta burocratización general de todos los partidos e instituciones burguesas es aún más imprescindible en los partidos “obreros” o “izquierdistas” que se presentan como los defensores de los trabajadores.
Los burgueses pueden someterse a esa disciplina de hierro del aparato político pues disfrutan de un poder omnímodo y dictatorial en sus propias empresas. Sin embargo, en una organización de izquierda o extrema izquierda existe un antagonismo cuidadosamente ocultado entre lo que se proclama oficialmente y lo que se hace realmente. Para resolver esa contradicción se necesita una burocracia y una centralización verticalista.
Para comprender los mecanismos de la centralización burguesa que se aplica en los partidos de la izquierda del Capital, el estalinismo es una escuela pionera. En su libro antes citado, La Internacional Comunista después de Lenin, Trotski hace un análisis de esos métodos de centralización burguesa aplicados a los partidos comunistas.
Recuerdo cómo, para imponer la política burguesa, el estalinismo “adoptó una organización a la carbonaria[2] con su comité central ilegal (el “septumvirato”), sus circulares, sus agentes, su código cifrado etc. El aparato del partido ha creado en su seno un orden cerrado sobre sí mismo e incontrolable, que dispone de los recursos excepcionales no solamente de este aparato sino también del Estado, que transforma un partido de masas en un instrumento encargado de camuflar todas las maniobras de los intrigantes” (página 222). Para aplastar las tentativas revolucionarias del proletariado en China y servir a los apetitos imperialistas del Estado ruso, en los años 1925-28, el Partido Comunista Chino fue totalmente instrumentalizado, una ilustración nos la da el testimonio del Comité local de Kiang-Su quien refiere como “el Comité Central lanza acusaciones y dice que el Comité Provincial no es bueno; este último, por su parte, acusa a las organizaciones de base, quienes a su vez acusan a los camaradas que trabajan sobre el terreno y estos, finalmente, se defienden diciendo que las masas no son revolucionarias” (página 352).
La centralización burocrática impone en los miembros del partido una mentalidad arribista, de sumisión a los de arriba y de desprecio y manipulación hacia “los de abajo”. Esta es una característica inequívoca de todos los partidos del capital, de izquierda o derecha, que siguen las pautas que Trotski percibió en los partidos comunistas estalinizados denunciando cómo en los años 20 “se han formado equipos enteros de jóvenes académicos de la maniobra que por flexibilidad bolchevique entienden sobre todo la elasticidad de su propia columna vertebral” (página 208), las consecuencias de estos métodos son que “Las capas que se elevaban se impregnaban al mismo tiempo de un cierto espíritu burgués, de un espíritu de estrecho egoísmo, de cálculos mezquinos. Uno notaba que tenían la firme determinación de labrarse un buen puesto sin preocuparse del prójimo, un arribismo ciego y espontáneo. Para lograrlo, todos demostraban una capacidad de adaptación sin escrúpulos, una actitud desvergonzada y adulación hacia los poderosos. Esto es lo que se veía en cada gesto, en cada rostro, en todas las miradas. Esto es lo que reflejaban todos los actos y los discursos, generalmente llenos de burda fraseología revolucionaria”[3]
Es necesario recuperar -actualizándolos de forma crítica- todos los conceptos organizativos que el movimiento obrero utilizó antes de la tremenda catástrofe que significó el paso primero de los partidos socialistas al Estado capitalista y ulteriormente la transformación de los partidos comunistas en fuerzas estalinistas del capital.
Las posiciones proletarias en materia de organización, aunque tengan la misma denominación no tienen nada que ver con su versión adulterada. El movimiento proletario no tiene por qué inventar nuevos conceptos pues esos conceptos le pertenecen y en todo caso quienes tendrían que cambiar de terminología es la Izquierda y la extrema izquierda del capital que fue quien “innovó” y abrazó posiciones organizativas y morales de la burguesía. Repasemos algunas de ellas y veamos su oposición radical al estalinismo, el izquierdismo, y, en general, a toda organización burguesa.
Centralización es la expresión de la unidad natural de intereses que existe dentro del proletariado y, consecuentemente, en los revolucionarios. Por ello, dentro de una organización proletaria la centralización es el medio más coherente de funcionar y esta es resultado de una acción voluntaria y consciente. Mientras la centralización dentro de una organización izquierdista debe imponerse mediante la maniobra y la burocracia, en la organización política proletaria al no haber intereses diferentes la unidad es expresada por la centralización. Esta es pues consciente y coherente.
Por otro lado, en una organización izquierdista, como en toda organización burguesa, existen intereses diferentes ligados a individuos o a facciones, por lo que para conciliar esos intereses contrapuestos solo se puede recurrir bien a la imposición burocrática de una fracción o de un líder, bien a una suerte de “coordinadora democrática” entre los diferentes líderes o fracciones. En todo caso, se necesitan las acciones de fuerza, las maniobras, la traición, la manipulación, la sumisión, para “engrasar” el funcionamiento de la organización pues de otra forma caería en la dislocación y el estallido. Contrariamente, en una organización proletaria “La centralización no es un principio abstracto o facultativo de la estructura de la organización. Es la plasmación de su carácter unitario, de que una sola y única organización la que toma posición y actúa en la clase. En las relaciones entre las diferentes partes de la organización y el todo, este es siempre prioritario[4].
En el izquierdismo, esto de que “una sola y única organización toma posición y actúa en la clase” es, o bien, una farsa, o bien, una imposición monolítica y burocrática del “comité central”. En una organización proletaria, es la condición misma de su existencia. Se trata de decir al proletariado lo que se entiende, tras discusión colectiva y según su experiencia histórica, qué es lo más conveniente para su lucha y no de engañarlo y de hacerle luchar por intereses que no son los suyos. Por ello, hay que hacer un esfuerzo mancomunado de toda la organización para elaborar esa posición.
En el izquierdismo, frente a las posiciones muchas veces juzgadas absurdas de la “Dirección”, los militantes de base se protegen actuando por su cuenta, decidiendo en estructuras locales o en grupos de afinidad la posición que estiman justa y esto es en ciertos casos una sana reacción proletaria frente a la política oficial. Sin embargo, este método localista y de sálvese quien pueda, es contraproducente y muy negativo en una organización proletaria. En esta “Debe proscribirse la concepción según la cual tal o cual parte de la organización puede adoptar frente a la clase o frente a la organización posiciones o actitudes que le parecen correctas en lugar de las de la organización que serían erróneas, pues: (.) si la organización va por un camino equivocado, la responsabilidad de los miembros que creen defender una posición correcta no es salvarse ellos, sino llevar a cabo una lucha dentro de la organización para que vuelva por "buen camino"; (.) esa concepción conduce a que una parte de la organización imponga arbitrariamente su propia posición a toda la organización sobre tal o cual aspecto del trabajo (local o específico)” (ídem., nota 4).
Esta actitud de contribuir desde cualquier instancia de la organización (sea una sección local o una comisión internacional) a lograr una posición justa entre todos, es la que corresponde a la unidad de intereses que existe en una organización revolucionaria entre todos sus miembros. En cambio, en una organización de izquierda no existe unidad entre la “base” y la “dirección”. La segunda tiene como misión defender el interés general de la organización que es el del Capital nacional, mientras que la primera se halla dislocada entre tres fuerzas que cada una va hacia un lado diferente: el interés del proletariado; el asumir el interés capitalista de la organización o, el más prosaico, de hacer carrera en el escalafón burocrático del partido. De resultas de ello existe una oposición y una separación entre los militantes y los órganos centrales.
Los militantes de las organizaciones revolucionarias actuales tienen mucha dificultad para clarificar todo ello. Les atormenta la sospecha de que los órganos centrales van a acabar “traicionando”, les suele ganar el prejuicio de que los órganos centrales van a eliminar burocráticamente toda disidencia. Un mecanismo mental muy extendido es que “los órganos centrales pueden equivocarse”. Esto es verdad. Todo órgano central de una organización proletaria puede equivocarse. Pero no existe ninguna fatalidad por la cual tenga que equivocarse y si se equivoca la organización tiene los medios para corregirlo.
Ilustremos esto con un ejemplo histórico. En marzo de 1917, el Comité Central del Partido bolchevique se equivocó al preconizar el apoyo crítico al gobierno provisional salido de la revolución de febrero. Lenin, de regreso a Rusia en abril planteó las famosas Tesis de Abril para lanzar un debate en el que se comprometió toda la organización para corregir el error y enderezar el rumbo del partido[5].
Lo que muestra este episodio es el abismo que hay entre la idea preconcebida y prejuiciada de “los órganos centrales pueden equivocarse” y la visión proletaria de combatir el oportunismo allí donde se manifieste (en militantes o en todo un órgano central). Toda organización proletaria está sometida a la presión de la ideología burguesa y esto afecta tanto a cualquier militante como a los órganos centrales. El combate contra esa presión es tarea de toda la organización.
La organización política proletaria se dota de los medios de debate para corregir sus errores. Veremos en otro artículo de esta Serie el papel de las tendencias y las fracciones. Lo que queremos subrayar es que si la mayoría de la organización y especialmente los órganos centrales, tienden a tomar un camino equivocado, los camaradas minoritarios poseen medios para combatir esa deriva, como hizo Lenin en abril de 1917 que le llevó hasta pedir la convocatoria de una conferencia extraordinaria del Partido. Concretamente, “una minoría de la organización puede provocar la convocatoria de un Congreso Extraordinario a partir del momento en que es significativa (por ejemplo, las 2/5 partes); como regla general, le incumbe al Congreso zanjar las cuestiones esenciales y la existencia de una fuerte minoría que exija su celebración es indicio de que hay problemas importantes en la organización” (nota 4).
Todos miramos con asco lo que es un congreso en una organización de la burguesía, sea del pelaje que sea. Es un espectáculo con azafatas y barra libre. Los líderes vienen a exhibirse lanzando discursos aplaudidos al ritmo que imponen los palmeros o las apariciones programadas ante las cámaras de televisión. Las ponencias suscitan el desinterés más absoluto, la verdadera miga del congreso es quien va a ocupar las posiciones clave de la organización y quien va a ser purgado. El 90% de las reuniones no se ocupa en discutir, aclarar, delimitar posiciones, sino en atribuir cuotas de poder a las diferentes “familias” del partido.
Una organización proletaria necesita operar de manera diametralmente opuesta. El punto de partida de la centralización de una organización proletaria es su Congreso Internacional. El Congreso reúne y expresa al conjunto de la organización y ésta, de forma soberana, decide las orientaciones y los análisis que han de guiarla. Las Resoluciones que toma el congreso definen el mandato de trabajo de los órganos centrales. Estos no pueden actuar de manera arbitraria según los designios o caprichos de sus miembros, sino que deben tomar como punto de partida de su actividad las resoluciones del Congreso.
El 2º Congreso del POSDR (Partido Obrero Socialdemócrata de Rusia, 1903) llevó a la famosa escisión entre bolcheviques y mencheviques. Uno de los motivos de la escisión y de la fuerte controversia entre ambos sectores es que estos últimos no respetaron las decisiones del Congreso. Lenin en su libro Un paso adelante dos pasos atrás, combatió esta actitud desleal que mostraba en ella misma una postura burguesa. En efecto, se puede no estar de acuerdo con las decisiones de un congreso, sin embargo, la actitud correcta es la de presentar claramente las divergencias y llevar un debate paciente para lograr su esclarecimiento.
“El momento culminante en que se expresa con toda su amplitud la unidad de la organización es su Congreso Internacional. En él se define, enriquece o rectifica el programa de la CCI, se precisan o modifican sus modalidades de organización o funcionamiento, se adoptan análisis y orientaciones de conjunto, se hace un balance de sus actividades anteriores y se elaboran sus perspectivas de trabajo para el futuro. Por ello la organización en su conjunto debe asumir con el mayor cuidado y energía la preparación del Congreso. Las orientaciones y decisiones de los Congresos deben servir de referencia permanente para la vida de la organización” (nota 4). En un congreso proletario no se viene a realizar cenáculos donde se conspira contra los rivales, sino a discutir, comprender, adoptar posiciones de la forma más consciente posible.
En las organizaciones burguesas los pasillos son el corazón del congreso, en ellos se chismorrea, se conspira entre rivales, se tejen maniobras e intrigas, son la trastienda donde verdaderamente se decide el congreso. Como dice Ciliga en su libro antes citado “Las sesiones eran medianamente aburridas. Para los participantes las sesiones públicas eran pura palabrería. Todo se decidía entre bastidores” (página 61).
En una organización proletaria “los pasillos” deben ser proscritos como centros de decisión y reducirlos a un momento de descanso o para trabar lazos fraternos entre militantes. El corazón del Congreso debe estar única y exclusivamente en las sesiones oficiales. Allí, los delegados tienen que evaluar muy cuidadosamente los documentos sometidos al congreso, pidiendo aclaraciones y formulando enmiendas, críticas, proposiciones. Se juega el futuro de la organización pues las resoluciones del congreso no son papel mojado o retórica, sino acuerdos conscientemente tomados que deben servir de guía y orientación a la organización y ser la base de sus actividades.
Las orientaciones y decisiones del Congreso obligan a toda la organización. Sin embargo, eso no quiere decir que sean infalibles. La discusión regular internacional puede llegar a la conclusión de que hay errores que deben rectificarse o bien que la evolución de la situación histórica plantea cambios que deben ser reconocidos. Ello puede llevar hasta la convocatoria de un congreso extraordinario. Ahora bien, todo ello debe hacerse con rigor y seriedad y sobre la base de una discusión internacional amplísima y profunda. Esto no tiene nada que ver con lo que suele suceder en las organizaciones izquierdistas donde los perdedores de un congreso intentan tomarse la revancha planteando “nuevas posturas” que les sirvan de palanca para ajustar cuentas con los vencedores.
En una organización proletaria, el Congreso da unas orientaciones que definen el mandato del órgano central, el cual representa la unidad y la continuidad de la organización entre un congreso y el siguiente. En un partido burgués, el órgano central es una herramienta de poder pues debe sujetar la organización a las necesidades del Estado y del capital nacional. El órgano central es una elite separada del resto de la organización y consagrada a controlarla, vigilarla e imponerle las decisiones. En una organización proletaria el órgano central no está separado del conjunto de la organización, sino que es su expresión activa y unitaria. El órgano central no es la cumbre privilegiada y todopoderosa de la organización, sino un medio de expresarla y desarrollarla.
“Contrariamente a ciertas concepciones, sobre todo las llamadas "leninistas", el órgano central es un instrumento de la organización y no al revés. No es la cumbre de una pirámide según una visión jerárquica y militar de la organización de los revolucionarios. La organización no está formada por un órgano central más los militantes, sino que es un tejido firme y unido en cuyo seno se insertan, y viven todos sus componentes. Ante todo, hay que ver al órgano central como el núcleo de una célula que coordina el metabolismo de una entidad viva” (nota 4)
La estructura de las organizaciones izquierdistas es una jerarquía que va desde la cúpula nacional a las organizaciones regionales, la cuales a su vez se dividen en “frentes” (obrero, profesionales, intelectuales etc.), y, abajo del todo, las células. Esta forma de organización es heredada del estalinismo que en 1924 impuso la famosa “bolchevización” con la excusa de “ir a la clase obrera”.
Esta demagogia ocultaba la eliminación de la estructura clásica de las organizaciones obreras que se basa en secciones locales donde todos los militantes de una ciudad se agrupan para darse tareas globales y una visión global. En cambio, la estructura de la “bolchevización” lo que pretende es dividir a los militantes y encerrarlos en un ámbito cerrado de fábrica, corporación, profesión, sector social… Sus tareas son puramente inmediatas, corporativas, quedan encerradas en un pozo, donde solo se ven problemas inmediatos, particulares y localistas. El horizonte de los militantes se reduce sensiblemente, en lugar de una visión histórica, internacional y teórica, queda reducido a un quehacer inmediato, corporativo – localista y puramente pragmático. Esto los empobrece gravemente y permite a la cúpula directiva manipularlos a conveniencia y, de esta forma, someterlos a los intereses del capital nacional disfrazados con demagogia popular y obrerista.
Los resultados de esa famosa “bolchevización”, en realidad atomización de los militantes en guetos de empresa, los constata Ciliga “La gente que me encontré allí –colaboradores permanentes del Komintern– parecía que encarnaban las estrecheces de la propia institución y la grisalla del edificio que la albergaba. No tenían ni envergadura ni amplitud de miras, y no manifestaban ninguna independencia en su pensamiento. Esperaba gigantes, me encontré con enanos. Esperaba recoger las enseñanzas de maestros venerables y me encontré con lacayos. Bastaba con asistir a algunas reuniones del partido para darse cuenta de que las discusiones sobre las ideas no jugaban más que un papel completamente secundario en esta lucha. El papel protagonista lo tenían las amenazas, los métodos intimidatorios y el terror” (Página 30).
Para reforzar aún más el aislamiento y la ignorancia teórica de los militantes, el “comité central” suele nombrar toda una red de “comisarios políticos” sometidos estrictamente a su disciplina y encargados de hacer de correa de transmisión de las consignas de la “dirección”.
Radicalmente opuesta es la estructura que deben darse las organizaciones revolucionarias. Las secciones locales tienen como principal tarea estudiar y pronunciarse sobre los asuntos del conjunto de la organización, así como el análisis de la situación histórica y el tratamiento de los temas teóricos generales que se consideren necesarios. Naturalmente, ello no excluye, sino que da sentido y fuerza a la actividad local de intervención, prensa y discusión con compañeros o grupos interesados. Sin embargo, las secciones celebran “reuniones regulares cuyo orden del día está compuesto por las principales cuestiones debatidas en el conjunto de la organización: de ninguna manera el debate puede ser ahogado” (nota 4). Al mismo tiempo, se hace necesaria la “circulación lo más amplia posible de las diferentes contribuciones hechas en el seno de la organización utilizando los instrumentos previstos para ello”. Los boletines internacionales de discusión son el medio para canalizar el debate internacional y hacerlo fluir en todas las secciones.
C. Mir 16-01-18
[1] La Internacional Comunista después de Lenin, página 353 de la edición española, Akal Editores.
[2] Los carbonarios eran una sociedad secreta burguesa de carácter político que desarrolló sus actividades en Europa en los siglos XVIII y XIX. Los que querían entrar en ella tenían que someterse a una serie de pruebas y ritos [Nota de Trotski]
[3] Ante Ciliga, En el país de la gran mentira página 40 edición española. Sobre este libro ver el segundo artículo de la presente serie. https://es.internationalism.org/accion-proletaria/201801/4267/la-herencia-oculta-de-la-izquierda-del-capital-ii-un-metodo-y-un-modo- [15]
[4] https://es.internationalism.org/revista-internacional/198302/2127/estructura-y-funcionamiento-de-la-organizacion-revolucionaria [12]
[5] Para un análisis de cómo el partido bolchevique cayó en el error oportunista y cómo un debate a fondo logró enderezarlo ver Las Tesis de Abril faro de la revolución proletaria, https://es.internationalism.org/revista-internacional/199704/2787/i-1917-las-tesis-de-abril-1917-faro-de-la-revolucion-proletaria [16] Se pueden consultar los capítulos XV y XVI del primer tomo de la Historia de la Revolución Rusa de Trotski, ver https://www.marxists.org/espanol/trotsky/1932/histrev/tomo1/cap_15.htm [17] y https://www.marxists.org/espanol/trotsky/1932/histrev/tomo1/cap_16.htm [18]
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INTRODUCCION DE LA CCI
En la Resolución sobre la situación mundial de nuestro último congreso[1] alertamos sobre un problema importante para el proletariado: su pérdida de identidad como clase. “Después de 1989, tras hundimiento de los regímenes “socialistas”, apareció un nuevo factor cualitativo: la impresión de la imposibilidad de una sociedad moderna no basada en los principios capitalistas. En esas circunstancias, es mucho más difícil para el proletariado desarrollar no solamente su conciencia y su identidad de clase, sino incluso sus luchas económicas defensivas, pues la lógica de las necesidades de la economía capitalista pesa mucho más si ésta parece no tener alternativa alguna”.
Por ello, nos ha parecido de un gran interés el texto que publicamos a continuación y que ha escrito un compañero muy próximo a la CCI.
El texto trata de ir a la base misma y más elemental del asunto: qué son las relaciones sociales de producción, qué son las clases sociales y quién es el proletariado.
A estas preguntas responde con mucho rigor efectuando una investigación en las contribuciones del marxismo aunque, simultáneamente, combatiendo la falsificación que realiza la burguesía para quien las clases sociales o bien son negadas o bien son transformadas en un concepto de categoría sociológica dentro de una “estratificación social”, con lo cual se impone el dogma sin base científica que más repite la burguesía: la sociedad actual no está dividida en clases sino que es una suma de individuos ciudadanos. Unos, gracias a sus méritos o a la “suerte”, formarían parte de la élite de triunfadores, el resto, por su torpeza, su indolencia, su falta de ambiciones o, simplemente, su “mala suerte”, pertenecería a la vasta categoría de “los de abajo”, los fracasados, los inadaptados, los inútiles, todos aquellos cruelmente arrojados a la cuneta en la carretera de brutal competencia. Así pues, “cada cual tiene lo que se ha ganado”, pues cada uno sería un mundo aparte, autónomo y encerrado en sí mismo, y que además iría “a la suya” compitiendo a muerte con los demás.
Los únicos lazos que podrían unir a esa suma de individuos atomizados serían, por supuesto, la Nación, grande o pequeña (España versus Cataluña) o todo tipo de grupos identitarios (las mujeres, las razas, los homosexuales etc.). Con ello lo esencial de esta sociedad -la división entre dos clases antagónicas, burguesía y proletariado- quedaría totalmente negada para dar pie a lo que la burguesía necesita: una masa amorfa de ciudadanos que vota cada cuatro años, que se encierra en sus asuntos particulares y que compite ferozmente con los demás por “lo que es suyo”. El colmo de ello sería dar la vida por la Patria o por la Democracia en los conflictos imperialistas y en las tensiones centrífugas de tinte nacionalista.
Contra estas mentiras el análisis marxista científico de la división de la sociedad en dos grandes clases antagónicas -burguesía y proletariado- es imprescindible y en su desarrollo y esclarecimiento toda contribución es bienvenida, más aún si está hecha con la seriedad y profundidad que aporta el compañero.
Es evidente, que este documento es un punto de partida muy interesante. Habrá que desarrollar nuevos aportes. Por ejemplo, ¿Cuál es la piel actual del proletariado? ¿El hecho de que haya descendido el número de trabajadores de mono azul concentrados en grandes fábricas significaría que habría desaparecido la clase obrera? ¿Ha sido siempre idéntica la composición y configuración de la clase obrera o bien esta ha ido cambiando con la evolución del capitalismo? Para estas y otras muchas cuestiones, las contribuciones y los debates son absolutamente necesarios.
CONTENIDOS:
1. De la poca claridad y la mezcla de conceptos con la sociología burguesa
2. De darlo por sentado a tener que definirlo
3. La relación del desarrollo del capitalismo con el fin de las viejas organizaciones
4. ¿Qué es la sociedad y qué son las relaciones sociales?
5. La división de la sociedad en clases
6. Una definición marxista de 'clase social'
La teoría burguesa es maquiavélica por definición, sean todas sus facciones conscientes o no de ello. La confusión en los conceptos, el vaciar de contenido proletario términos emergidos de la lucha de la clase obrera es una experiencia que existe por lo menos ya desde los tiempos de El Manifiesto Comunista, en el que se evidencia la existencia de diferentes 'socialismos': el socialismo feudal, el “verdadero socialismo”, el socialismo burgués y “toda esta pretendida literatura socialista y comunista que circula por Alemania” que entre otras cosas “dio a todos sus servilismos y vilezas un hondo y oculto sentido socialista, tornándolos en lo contrario de lo que en realidad eran”; “era una especie de melifluo complemento a los feroces latigazos y a las balas de fusil con que esos gobiernos recibían los levantamientos obreros”. Respecto a una de estas modalidades de 'socialismo' es ilustrativo entender cómo en esa situación histórica “La tormenta revolucionaria de 1848 barrió a toda esta escuela apolillada y quitó a sus personajes las ganas de seguir jugando con el socialismo”. Sin embargo, a la burguesía como clase, lejos de habérsele quitado las ganas, necesita “seguir jugando con el socialismo”. Esta necesidad corresponde a la misma naturaleza de la burguesía para la que “gobernar significa poner a tus súbditos en una situación en la que no te puedan molestar o tan siquiera pensar en molestarte”; “pues un hombre que en todas partes quiera hacer profesión de bueno es inevitable que se pierda entre tantos que no lo son. Por lo cual es necesario que todo príncipe que quiera mantenerse aprenda a no ser bueno, y a practicarlo o no de acuerdo con la necesidad” (Extractos de El Príncipe, de N. Maquiavelo, 1532[2]).
La referencia al «espectro del comunismo» al comienzo del Manifiesto del Partido comunista de 1848 se ha convertido en una de las expresiones más célebres de la literatura mundial. Sin embargo, no se sabe generalmente a qué hace referencia verdaderamente ese pasaje. En realidad, la atención del público de la época no se centraba tanto en el comunismo del proletariado sino sobre el comunismo falso y reaccionario de las otras capas sociales e incluso de la misma clase dominante. Lo que quería decir realmente es que la burguesía, no osando combatir abiertamente y por tanto reconocer públicamente las tendencias comunistas que estaban actuando entonces en la lucha proletaria, utilizaba esta confusión para luchar contra el desarrollo de una lucha obrera autónoma. «¿Qué partido de oposición no ha sido tildado de comunista por sus adversarios en el poder?» se pregunta el Manifiesto, «¿Qué partido de la oposición no ha lanzado la acusación oprobiosa de comunista al más oposicional que exista, lo mismo que contra sus adversarios reaccionarios?».
Ya en 1848 este «espectro del comunismo impostor estaba en el centro de la controversia pública lo cual hacía particularmente difícil al joven proletariado tomar conciencia de que el comunismo, lejos de ser una cosa separada u opuesta a la lucha de clase cotidiana, no era otra cosa que su misma naturaleza, la significación histórica y el objetivo final de la misma” (El espectro del comunismo burgués, Corriente Comunista Internacional[3]).
Los conceptos sencillos de 'clase social' o 'relaciones sociales' han sido también intencionadamente falsificados o redefinidos, normalmente de forma confusa, más allá de un posible proceso inconsciente de la evolución de un término para adaptarse a la sociedad burguesa. Un proceso enlazado a la traición de los partidos socialistas y comunistas de la II y III Internacional, y la contrarrevolución más destructiva en nombre del 'comunismo'. Esta confusión no tiene solo componentes irracionales y automáticos del peso de la ideología burguesa y la adaptación pasiva a la sociedad burguesa, sino que responde también a una estrategia manipulativa de la clase dominante. La burguesía 'sabe', en su sentido pragmático, lo que es el comunismo o al menos lo que significa su desarrollo, y sabe que lo que ella vende como comunismo no es lo mismo. Es decir, no se trata de un despiste, y mucho menos una “evolución natural del término”[4].
No es en realidad la confusión teórica (1) difundida por la burguesía por un lado y (2) fruto de la adaptación pasiva a la sociedad burguesa por otro, la única fuerza reaccionaria que se opone al desarrollo de la clase obrera y la identidad de clase. Esta confusión teórica está integrada en un proceso de despolitización de la clase, de aislamiento, división por sectores productivos, naciones, etc, de individualismo y competencia... que al romper las relaciones políticas del proletariado hacen mucho más difícil el mero hecho de pensar en términos de relaciones sociales.
Tal vez exista poca claridad si buscamos encontrar un texto en concreto que de una definición clara y precisa de lo que son las clases sociales. O un apartado concreto de un texto, resaltado en un cuadro explicativo sobre el resto. Tal vez en ningún momento se necesitó abordar esta cuestión específica tan directa, sencilla y concretamente, pero lo escrito a continuación podría llegar a verse como una colección de fragmentos históricos enlazados coherentemente. Por eso, la supuesta confusión marxista en el concepto como dice la teoría sociológica burguesa: “A pesar de la importancia del concepto de clase para el movimiento político marxista, muchos autores destacan como sorprendente que el propio Marx nunca diera una definición precisa de clase en ninguno de sus escritos, a pesar de describir muchas de sus características” [5] se basa más en una incomprensión o distorsión por la burguesía que en una verdadera ausencia de significado. La definición se desprende lógicamente del desarrollo de otros términos como es 'sociedad', que aparentemente la burguesía no tiene problema en concebir como un “sistema organizado de relaciones” y del estudio del desarrollo histórico de la misma y su división en clases, como veremos a continuación.
La explicación histórica de la pérdida de identidad de clase y su confusión teórica es al menos en parte paralela a la del desarrollo de la moral de la clase obrera, a pesar de que la cuestión sí fue desarrollada al principio por Marx y Engels. Sin embargo, ha sufrido una especie de desvanecimiento confuso.
“Si en el pasado, a pesar de las importantes citas aquí copiadas, no se desarrolló demasiado la cuestión, fue porque el movimiento del proletariado contaba con una larga y rica tradición de vida organizacional, en la que la mayoría de sus militantes observaban unas reglas para debatir, para dirigirse a sus camaradas, para convivir con ellos, para prestarles auxilio y toda su confianza y solidaridad cuando la necesidad lo requería; es decir, observaban una moral obediente a la naturaleza misma de la clase proletaria: la clase de la solidaridad, de la confianza, la portadora de las verdaderas capacidades creativas de la humanidad y de una verdadera cultura humana. Y lo más importante: esa tradición no había sido quebrantada y arrastrada por el fango como lo ha sido hoy todo lo que tiene que ver con el comunismo, no era acuciante la necesidad de recuperar algo que, para los revolucionarios, sólo empezó a perderse cuando empezó a degenerar la II Internacional” (La importancia del debate moral y organizativo, CCI[6]).
Con la identidad de clase sucede algo parecido. La clase obrera, hasta principios de siglo 20 con la entrada de la sociedad capitalista en su decadencia, había podido desarrollarse políticamente como clase en organizaciones permanentes de masas[7]. La identificación con el sistema de relaciones de una clase u otra era más sencillo en ese sentido y aunque la clase obrera no se había desarrollado hasta su punto más alto a la par que el desarrollo del capitalismo (lo cual podemos observar en la práctica en las diferencias entre las revoluciones de 1871 y 1905-1917), y precisamente por eso, sí tenía una vida política de clase más allá de su vida económica de clase dominada. Eso sí, en formas de organización muy volcadas a la participación en el capitalismo tal y como era en aquella época -una sociedad todavía capaz de un desarrollo histórico (ascendencia del capitalismo)- pero que, como tales no podían superar la sociedad burguesa y en cierta forma dependían de ella (fracción parlamentaria, sindicatos etc.)
Pero la clase obrera desde entonces, y al alcanzar el punto en que se abre su posibilidad revolucionaria, ya no podía desarrollarse políticamente 'a la par' que el desarrollo del capitalismo. La extensión del mercado a nivel mundial y por tanto la unificación social del planeta completo, y el desarrollo completo de la clase obrera (clase imprescindiblemente necesaria para el funcionamiento de la sociedad burguesa, pero dominada), a la vez que agudiza al máximo las contradicciones entre clases, por eso y en este proceso, abre la posibilidad de la revolución proletaria mundial y del surgimiento espontáneo de organizaciones que sí pueden superar, rebasar, subvertir la sociedad burguesa (la huelga de masas, consejos obreros, soviets) y generalizar las relaciones sociales internas de la clase obrera al conjunto de la sociedad. Es decir, organizaciones con la potencialidad de no solo defenderse de la vieja sociedad sino de construir una socialmente superior a partir de las condiciones construidas por la vieja. Pero por contra, no son organizaciones sociales de masas permanentes en la sociedad burguesa.
Hasta entonces, integrarse en la organización de una u otra clase era más intuitivamente apreciado, precisamente por la existencia permanente de la organización política (es decir, para sí misma) masiva de la clase obrera.
“Mientras el capitalismo cumplía una función históricamente progresista y el proletariado no estuvo suficientemente desarrollado, las luchas proletarias no podían llegar a transformarse en una revolución mundial triunfante pero sí que permitían a la clase obrera reconocerse y afirmarse como clase, a través de la lucha sindical y parlamentaria, para obtener verdaderas reformas y mejoras duraderas de sus condiciones de existencia. A partir del momento en que el sistema capitalista entra en decadencia, la revolución comunista mundial se plantea ya como posibilidad y como necesidad, en el orden del día de la historia. Esto trastorna totalmente las formas del combate proletario, incluso en el plano inmediato de las luchas reivindicativas, que no se expresan, ni en sus contenidos ni en sus formas, por los medios de lucha que se forjaron en el siglo XIX, como el sindicalismo y la representación parlamentaria de sus organizaciones políticas”[8].
Precisamente porque debido al desarrollo del capitalismo verdaderas reformas y mejoras duraderas para la clase (como clase, no como individuos o sectores separados, sino como clase en su conjunto) no son ya posibles: las formas previas de lucha parlamentaria de clase y lucha sindical de clase simplemente ya no existen. Sin embargo, la burguesía aprendió (tanto por aprovecharse de la adaptación pasiva del oportunismo y el centrismo, como por acción deliberada) a mistificarlas, a continuarlas artificialmente y en apariencia, de forma que 'se ven' como las mismas viejas formas, aunque estas sean organizaciones completamente diferentes, absorbidas directamente por el estado, o haciendo las mismas funciones que las que sí lo están. Estas formas de organización y lucha están completamente obsoletas, ya llegaron hace tiempo a sus cumbres y límites.
El propio entendimiento de la existencia de clases y de qué son estas se ha visto mezclado en la teoría y en la práctica con las apreciaciones burguesas sobre la división de su sistema social en escalones cuantitativos según el salario o según el poder económico de una nación en el monopoly internacional. Así, en las democracias occidentales habría un espectro de clases más o menos bajas a más o menos altas, pero que desde luego serían más altas que las clases medias-bajas del “segundo y tercer mundo”.
Estas teorías no pretenden ser solo una apreciación de las infinitas divisiones de la humanidad en la sociedad burguesa, sino que pretenden reforzar una infinita diferencia de identidades y, conseguido esto, relativizar lógicamente esas diferencias como una nimiedad salvable con la llamada 'movilidad social', en la escalera de la sociedad burguesa.
Y no solo eso, sino que pretenden ¡que la teoría de la clase obrera, cuando hablaba de clases sociales, se refirió siempre a estos mismos escalones que la burguesía llama 'clases'! Que la clase obrera serían los más pobres, o los trabajadores de determinados sectores como la construcción, las fábricas de automóviles, ferroviarios, mineros..., o los que cobren entre este y este otro salario, etc.
Hemos llegado aquí a otro punto importante. Según la teoría burguesa se podría clasificar a las personas individuales por clases. Juan sería 'clase obrera' pero Mónica y Eduardo serían 'clase media'...aunque a Elena y María las podríamos etiquetar de casi-burguesas porque tienen una tienda de bicicletas. Sin embargo, la burguesía como clase según lo es para el marxismo parece no existir. Existen 'burgueses', tal vez, pero no existe burguesía, y si existe...somos todos, en oposición al segundo y tercer mundo de pobres.
Contrariamente a toda esta teoría de lo que sería cada individuo abstraído del resto en la sociedad burguesa, el concepto de clase social para la teoría marxista proletaria ha expresado siempre el desarrollo social de la especie humana.
Empecemos viendo 'qué es la sociedad' para el marxismo:
“En la producción, los hombres no actúan solamente sobre la naturaleza, sino que actúan también los unos sobre los otros. No pueden producir sin asociarse de un cierto modo, para actuar en común y establecer un intercambio de actividades. Para producir los hombres contraen determinados vínculos y relaciones, y a través de estos vínculos y relaciones sociales, y sólo a través de ellos, es cómo se relacionan con la naturaleza y cómo se efectúa la producción.
Estas relaciones sociales que contraen los productores entre sí, las condiciones en que intercambian sus actividades y toman parte en el proceso conjunto de la producción variarán, naturalmente según el carácter de los medios de producción. Con la invención de un nuevo instrumento de guerra, el arma de fuego hubo de cambiar forzosamente toda la organización interna de los ejércitos. Cambiaron las relaciones dentro de las cuales formaban los individuos un ejército y podían actuar como tal, y cambió también la relación entre los distintos ejércitos.
Las relaciones sociales en las que los individuos producen, las relaciones sociales de producción cambian, por tanto, se transforman, al cambiar y desarrollarse los medios materiales de producción, las fuerzas productivas. Las relaciones de producción forman en conjunto lo que se llaman las relaciones sociales, la sociedad, y concretamente, una sociedad con un determinado grado de desarrollo histórico, una sociedad de carácter peculiar y distintivo. La sociedad antigua, la sociedad feudal, la sociedad burguesa son otros tantos conjuntos de relaciones de producción, cada uno de los cuales representa, a la vez, un grado especial de desarrollo en la historia de la humanidad” (-subrayado propio- K. Marx, Trabajo asalariado y capital, 1849[9]).
“La producción de vida, tanto de la propia en el trabajo como de nueva vida en la procreación...aparece como una doble relación: por un lado, como una relación natural, por otro lado, como una relación social. Por 'social' nosotros entendemos la cooperación de varios individuos, sin importar bajo qué condiciones, de qué manera y con qué fin. De esto se deduce que cierto modo de producción, o etapa industrial, está siempre combinado con un cierto modo de cooperación, o etapa social, y este modo de co-operación es en sí mismo una "fuerza productiva". (…)
(…) La consciencia del ser humano de la necesidad de asociarse con los individuos que le rodean es el comienzo de la consciencia de que está viviendo en sociedad en modo alguno. Este comienzo es tan animal como la vida social misma en esta etapa. Es mera consciencia de manada, y llegado este punto el ser humano solo se distingue de las ovejas por el hecho de que en él la consciencia toma el lugar del instinto o que su instinto es un instinto consciente. Esta consciencia tipo-oveja o tribal recibe su adicional desarrollo y extensión a través del incremento de la productividad, el incremento de necesidades, y, algo que es fundamental para ambas cosas, el aumento de la población. Con estas se desarrolla la división del trabajo” ( -subrayado propio- K. Marx, La Ideología Alemana[10])
Las condiciones en que enlazan e “intercambian sus actividades y toman parte en el proceso conjunto de la producción”, estos modos de cooperación “de un cierto modo, para actuar en común y establecer un intercambio de actividades” son las relaciones sociales. Es un concepto simple y concreto para entender la ecología social, el mundo social, la experiencia social de los humanos, y que aparece en este fragmento varias veces.
La sociedad está constituida por tanto por la integración de diferentes relaciones sociales formando un sistema. Comprende las formas de organización de la actividad de unos miembros de la sociedad respecto de otros, entre todos los miembros de un grupo y que podríamos imaginarlas siendo establecidas conscientemente (cómo dividir el trabajo, cómo distribuir los productos, a quiénes corresponde esto y lo otro, etc.) . Sin embargo, en el transcurso de la historia de la sociedad, solo la clase obrera está en posición de hacerlo así ya que hasta este punto se han establecido en base a la urgente necesidad de desarrollar las fuerzas productivas, y por tanto la riqueza de la sociedad, pero bajo la única posibilidad de hacerlo mediante la riqueza de unas clases dominantes en detrimento de otras dominadas. Una urgente e inconsciente motivación competitiva.
Es decir, solo el proletariado está en posición de entender y juzgar conscientemente la destrucción o desarrollo de relaciones sociales concretas.
Puede parecer una obviedad clarificar este concepto, pero no lo es en absoluto. Es un concepto que, por razones parecidas a 'clase social' aparece como “demasiado amplio como para ser entendido” en una sociedad que tiende a la descomposición de dichas relaciones.
Parece fácil concebir la relación personal entre dos amigos, aunque estos se encuentren cada uno en un extremo del mundo, ambos perciben, piensan y conocen la existencia de unos lazos, fruto de una experiencia juntos. No les hace falta tocarse para apreciar esto. La experiencia que cuenta en el caso de las relaciones sociales es una experiencia, necesidad y progreso históricos, más allá del recorrido vital de personas concretas, y en este sentido independientes de la voluntad de individuos concretos.
“En la producción social de su existencia, los humanos inevitablemente entran en relaciones concretas, las cuales son independientes de su voluntad, es decir relaciones de producción apropiadas para una etapa dada en el desarrollo de sus fuerzas materiales de producción. La totalidad de estas relaciones de producción constituye la estructura económica de la sociedad, los verdaderos cimientos, sobre los cuales se erige una supraestructura legal y política, y a la cual corresponden formas concretas de consciencia social” (K. Marx. Prefacio a la Contribución a la Crítica de la Economía Política[11]. 1859).
Estas “formas concretas de consciencia social” pueden ser en la práctica justificantes, reforzantes de aquellas relaciones sociales... o críticas, subversivas de estas. Pero de todos modos surgen de aquellas.
Tomamos aquí unos fragmentos de “El origen de la Familia, la Propiedad Privada y el Estado” [12]para explicar este apartado:
“Pero no en todas partes se detuvieron los hombres en esta etapa. En Asia encontraron animales que se dejaron primero domesticar y después criar. Antes había que ir de caza para apoderarse de la hembra del búfalo salvaje; ahora, domesticada, esta hembra suministraba cada año una cría y, por añadidura, leche. Ciertas tribus de las más adelantadas —los arios, los semitas y quizás los turanios—, hicieron de la domesticación y después de la cría y cuidado del ganado su principal ocupación. Las tribus de pastores se destacaron del resto de la masa de los bárbaros. Ésta fue la primera gran división social del trabajo. Las tribus pastoriles, no sólo produjeron muchos más, sino también otros víveres que el resto de los bárbaros. Tenían sobre ellos la ventaja de poseer más leche, productos lácteos y carne; además, disponían de pieles, lanas, pelo de cabra, así como de hilos y tejidos, cuya cantidad aumentaba con la masa de las materias primas. Así fue posible, por primera vez, establecer un intercambio regular de productos”. (...)
“A consecuencia del desarrollo de todos los ramos de la producción —ganadería, agricultura, oficios manuales domésticos—, la fuerza de trabajo del hombre iba haciéndose capaz de crear más productos que los necesarios para su sostenimiento. También aumentó la suma de trabajo que correspondía diariamente a cada miembro de la gens, de la comunidad doméstica o de la familia aislada. Era ya conveniente conseguir más fuerza de trabajo, y la guerra la suministró: los prisioneros fueron transformados en esclavos. Dadas todas las condiciones históricas de aquel entonces, la primera gran división social del trabajo, al aumentar la productividad del trabajo, y por consiguiente la riqueza, y al extender el campo de la actividad productora, tenía que traer consigo necesariamente la esclavitud. De la primera gran división social del trabajo nació la primera gran escisión de la sociedad en dos clases: señores y esclavos, explotadores y explotados. Nada sabemos hasta ahora acerca de cuándo y cómo pasaron los rebaños de propiedad común de la tribu o de las gens a ser patrimonio de los distintos cabezas de familia; pero, en lo esencial, ello debió de acontecer en este estadio (...)
(…) Con la esclavitud, que alcanzó su desarrollo máximo bajo la civilización, se realizó la primera gran escisión de la sociedad en una clase explotadora y una clase explotada. Esta escisión se ha sostenido durante todo el período civilizado. La esclavitud es la primera forma de la explotación, la forma propia del mundo antiguo; le suceden la servidumbre, en la Edad Media, y el trabajo asalariado en los tiempos modernos. Éstas son las tres grandes formas del avasallamiento, que caracterizan las tres grandes épocas de la civilización; ésta va siempre acompañada de la esclavitud, franca al principio, más o menos disfrazada después”.
Vemos pues que las clases son el producto de una división de la sociedad en cierto estadio de desarrollo de sus fuerzas productivas, y no de un escalonamiento gradual de una sociedad eternamente armónica. Esta división pivota sobre la relación de propiedad de toda la sociedad respecto de los medios de producción social (incluyendo entre estos las distintas formas de cooperación social entre seres humanos y ciertos productos de dicha cooperación (por ejemplo, según Wikipedia: “hay que incluir también entre las fuerzas productivas todos los procedimientos laborales, el agrupamiento de los obreros en fábricas o talleres y luego en complejos industriales, la división del trabajo y su racionalización, entre otros”) y el resto de productos sociales acumulados a lo largo de su historia. Al no estar toda la sociedad en la misma relación de propiedad respecto de estos existe una efectiva división de la misma.
Según la teoría burguesa, las sociedades o la sociedad es un 'sistema organizado de relaciones que se establecen entre este conjunto de personas'. Sin embargo, la burguesía sería una 'clase social formada por las personas acomodadas que logran tener propiedades y capital'...y a clase obrera es, ¡ “según Karl Marx” !, ‘individuos que venden su fuerza de trabajo por un salario y que no poseen los medios de producción’.
Es decir, que, para definir la sociedad, la burguesía no tiene ningún problema en verla como un sistema de relaciones sociales, pero cuando habla de clases, estas ya no serían relaciones sino simplemente individuos aislados sin relación social alguna, conglomerados en abstracto por su nivel económico, su salario, oficio, etc.
Para la burguesía, a pesar de ser ella una clase y funcionar como tal, no conviene presentar la sociedad que domina en términos de clases sociales (y por tanto sistemas de relaciones sociales antagónicas) sino modificar el significado de este término para expresar una diferencia gradual y escalonada.
Esta visión acota el conjunto de la sociedad a las relaciones sociales de su clase burguesa, de competencia. Y no es solo una 'imaginación errónea y delirante' de la burguesía, sino que ve precisamente lo que sus relaciones sociales como clase proyectan en la práctica sobre el conjunto de la sociedad, y por tanto verdaderamente existen en gran medida para el conjunto de la sociedad. Pero no existen solo estas.
En este sentido, la burguesía, aunque sabe de la existencia de otras relaciones sociales antagónicas a las suyas, tiene que negarlas en teoría para controlarlas en la práctica y que funcionen dominadas, sometidas a su dominio de clase (¡las necesita para mantener y desarrollar la producción!). Por tanto, por muy decorada que esté esta visión (ciudadanismo, democracia, etc.), la teoría burguesa no describe nada más que a individuos aislados en eterna competencia.
“La competición separa a los individuos unos de otros, no solo a la burguesía, pero aún más a los trabajadores, a pesar del hecho de que los une. Por lo tanto, pasa mucho tiempo antes de que estos individuos puedan unirse, aparte del hecho de que, para los propósitos de esta unión, si no ha de quedarse en un fenómeno local, los medios necesarios, las grandes ciudades industriales y las comunicaciones baratas y rápidas, tienen primero que ser producidas por la gran industria. Por lo tanto, cada poder organizado que se levante contra estos individuos aislados, que viven en relaciones, reproduciendo diariamente este aislamiento, solo puede superarse después de largas luchas. Exigir lo contrario equivaldría a exigir que la competencia no exista en esta época definida de la historia, o que los individuos deberían desterrar de sus mentes relaciones sobre las cuales, en su aislamiento, no tienen control” (Marx, La ideología alemana).
De la misma forma que la sociedad es un sistema de relaciones sociales, también lo son las clases. El sistema social, la sociedad, cuando dividida en clases, engloba las relaciones dentro de las clases y los antagonismos (relaciones antagónicas) entre estas.
Contra la visión individualista de la sociología burguesa que concibe las clases como una agregación de individuos sin relación, las clases no son sino el producto de la división de la sociedad, de una única sociedad. La consecuencia lógica del tipo de división que hemos visto no puede resultar más que en clases dominantes y dominadas, explotadoras y explotadas. No se trata de un “mayor o menor grado cuantitativo de explotación o dominación” lo que caracteriza a las clases antagónicas sino la dominación y la explotación como procesos sociales cualitativos en sí mismos.
Una clase social es, salvando las limitaciones de una definición y teniendo en cuenta todo lo anterior, un sistema sintético de relaciones sociales entre humanos que emerge se desarrolla irremediablemente en un antagonismo con otra/s, y desaparece en relación al desarrollo por la sociedad de las fuerzas productivas (incluido en estas el grado o modos de cooperación social) y a los cambios en las relaciones de producción. Dichas clases, en estos procesos, son las que impulsan el desarrollo o destrucción de las mencionadas fuerzas productivas y/o relaciones entre clases.
Podríamos hablar de 2 niveles del desarrollo de una clase[13]: (1) general, o económico (2) político: se forma sobre el 'general/económico' y es la organización social de una clase para sí misma, sus propios intereses y perspectivas de organización. Por ejemplo, cuando la clase obrera lucha en las guerras de la burguesía, agregado a facciones concretas de su clase antagónica, no por ello “deja de ser” la clase obrera en su funcionamiento social. No por ello cambian las relaciones de producción entre clases o dentro de las clases. No deja de ser la clase de la producción asociada combinada y despojada de los medios de producción social, la clase que necesita un régimen de propiedad común.
Sin embargo, cuando la clase obrera es alistada para la guerra imperialista sufre su máxima derrota. No solamente deja de ser una clase para sí, no solamente está completamente entregada al interés del Capital, sino que, además, y esto es lo más grave, se asesina mutuamente en una carnicería fratricida, abandona su propio ser de clase internacional que no tiene patria para sacrificarse en el altar del interés nacional de cada capital.
En circunstancias “normales”, cuando el comercio y la explotación se desarrollan de modo “pacífico”, el proletariado atomizado y dividido por la competencia, trata de ser utilizado tanto para los fines políticos como los económicos de diferentes facciones de la burguesía. Tanto para la lucha por el poder del Estado como para la competencia entre empresas, más concretamente entre capitales.
Marx escribió en 'La ideología alemana' que “Los individuos separados forman una clase solo en la medida que tienen que sostener una lucha común contra otra clase; pues de otro modo se ven enfrentados los unos a los otros como competidores”. En ese sentido, solo sería una 'clase completa' cuando funciona para sus propios intereses, y solo es una clase en cuanto que sus relaciones sociales son antagónicas a las de otra clase.
“Pero con el desarrollo de la industria, el proletariado no solo aumenta en número; se concentra en mayores masas, su fuerza crece, y crece también la consciencia de esa fuerza” (…) “los trabajadores empiezan a formar combinaciones (…) contra la burguesía; se coaligan para mantener la tasa de sus salarios; fundan asociaciones permanentes para aprovisionarse de antemano previendo revueltas ocasionales. Aquí y allá, la contienda estalla en disturbios. A veces los trabajadores salen victoriosos, pero solo por un tiempo. La verdadera victoria de sus batallas yace no en el resultado inmediato, sino en la permanente extensión de la unión de los trabajadores. Contribuyen a esta unión los mejorados métodos de comunicación, creados por la industria moderna, y que ponen en contacto a los trabajadores de diversas regiones y localidades. Era tan solo este contacto el que se necesitaba para centralizar las numerosas luchas locales, todas del mismo carácter.” (…) “El avance de la industria, cuyo promotor involuntario y automático es la burguesía, reemplaza el aislamiento de los trabajadores debido a la competición por la combinación revolucionaria debida a la asociación” (-subrayado propio-El manifiesto comunista).
El desarrollo de esta cuestión nos lleva por tanto a otra pregunta:
La clase obrera es la clase de la asociación productiva combinada, colaborativa. La clase social de la integración de las diferencias individuales en el proceso productivo.
Sin embargo, en la sociedad burguesa existe una competencia implacable para entrar en dicho proceso productivo y a su vez unas exigencias de prioridad referentes a la rentabilidad cuantitativa de extracción de plusvalía y acumulación de capital sobre el conjunto de los posibles, potenciales procesos productivos. En este sentido, las relaciones sociales capitalistas se imponen sobre la clase obrera.
Es una clase cuya relación de propiedad respecto de los medios de producción social es la de desposesión y, en consecuencia, cuya relación respecto del proceso general de producción es el de clase explotada.
Pero para entender de verdad por qué la clase obrera es lo que es y cuál es su potencial social, para entender las clases de hoy y sus líneas de desarrollo, hay que remontarse a su origen histórico. Además, entender qué es la clase obrera está sujeto a entender qué es la clase burguesa. Esta no tiene gran interés en ocultar su origen histórico, aunque, nótese la ironía, “salvando ciertas consecuencias sin demasiada importancia”, sino más bien se enorgullece de ello y lo entiende más o menos bien.
Empezamos combinando la definición de la Wikipedia española e inglesa: “La burguesía durante la Edad Media normalmente era el negociante auto-empleado con las funciones socioeconómicas del mercader, artesano, banquero, etc, es decir las de intermediario financiero entre el señor feudal y el campesino servil que trabajaba el feudo, la tierra del señor. La concentración económica debido a la aparición de organizaciones burguesas de autoprotección, los gremios, que surgieron cuando burgueses individuales entraron en conflicto con sus señores feudales en búsqueda de rentas mayores de lo acordado (o mayores de lo que convenía a la burguesía-añadido propio-), dio lugar a la progresiva des-sujeción a la jurisdicción feudal en las ciudades”.
Y ahora seguimos con un texto de la CCI: “...el papel eminentemente revolucionario desempeñado por la burguesía a lo largo de la historia. Esta clase, que aparece y se desarrolla en el seno de la sociedad feudal, vio crecer su poder respecto a la nobleza y a una monarquía cada vez más dependiente de ella tanto en lo que se refiere a sus fortunas en bienes de toda clase (telas, muebles, especias, armas) como a la financiación de sus gastos. Al agotarse las posibilidades de roturar los montes y extender las tierras cultivadas se fue secando una de las fuentes de la dinámica de las relaciones de producción feudales que, junto a la constitución de grandes reinos, el papel protector de las poblaciones -que había sido inicialmente la vocación principal de la nobleza- pierde su razón de ser, así el control de la sociedad por esta clase pierde sentido y se convierte en una traba al desarrollo de dicha sociedad. Esto se amplifica por el hecho de que ese desarrollo es cada vez más tributario del crecimiento del comercio, la banca y el artesanado de las grandes ciudades que logra un progreso considerable de las fuerzas productivas.
Así la burguesía, poniéndose a la cabeza del cuerpo social, primero en la esfera económica y después en la esfera política, libera a la sociedad de las trabas que la habían hundido en el marasmo y crea las condiciones de un crecimiento de las riquezas más formidable que la humanidad haya conocido. Y al mismo tiempo sustituye una forma de explotación, la servidumbre, por otra forma de explotación, el trabajo asalariado. Para ello, durante el período que Marx llama la acumulación primitiva, toma medidas de una barbarie tal que bien podían compararse a las impuestas a los esclavos, para que los campesinos se vieran obligados a vender su fuerza de trabajo en las ciudades (ver, a este respecto, las páginas admirables del libro Iº de El Capital). Esa barbarie es el anuncio de la barbarie que empleará el capital para explotar al proletariado (trabajo de niños pequeños, trabajo nocturno de mujeres y niños, jornadas de trabajo de hasta 18 horas, encierro a los trabajadores en las «Work-houses», etc.) hasta que las luchas de este no logren obligar a los capitalistas a atenuar la brutalidad de sus métodos”[14]
El nacimiento del proletariado en América siguió un proceso equivalente en el que “los indígenas locales demostraron ser demasiado difíciles de esclavizar en cantidades suficientes y se resistían a la invasión violenta de su tierra natal, pero afortunadamente para los aventureros mercantes de Inglaterra existía una fuente de trabajo mucho más cerca de casa; a lo largo de los siglos precedentes, el campesinado inglés había sido arrancado de sus tierras y, según la descripción de Marx, "convertido en vagabundos, y luego azotado, marcado, torturado por leyes grotescamente terroristas para aceptar la disciplina necesaria para el sistema de trabajo asalariado”.
Estas leyes terroristas se usaron para desterrar a los así-llamados "bribones persistentes" a "partes más allá de los mares", lo que significaba que decenas de miles de hombres, mujeres y niños considerados una amenaza para el orden social y que suponían un excedente para las necesidades del capital nacional simplemente fueron aglutinados y embarcados para trabajar en los campos de tabaco de Virginia, donde muchos fueron forzados a trabajar hasta la muerte o torturados si intentaban escapar (...)
Casi dos tercios de todos los inmigrantes blancos en las colonias americanas de Inglaterra - entre 350 y 375,000 personas - llegaron como sirvientes contratados, obligados a trabajar desde tres hasta once años o más a cambio de su pasaje y necesidades básicas. (...)
Incluso si sobrevivían al final de su servidumbre era mucho más probable que se unieran a las filas del proletariado que adquirieran la posesión de una pulgada cuadrada del Nuevo Mundo”[15].
“El sueño de una sociedad igualitaria, sin amos y sin explotación, que podían albergar los esclavos o los siervos, era una quimera porque el grado de desarrollo económico alcanzado por la sociedad en aquel tiempo no permitía la abolición de la explotación. En cambio, el proyecto comunista del proletariado es perfectamente realizable, no solo porque el capitalismo ha creado las premisas para tal sociedad, sino porque es el único proyecto que puede sacar a la humanidad del marasmo en el que se hunde” (ver nota 13).
La clase obrera es por tanto a la vez que todo lo dicho en el apartado anterior, en resumidas cuentas, la clase del comunismo. Vemos esto a través algunos fragmentos de “La Ideología Alemana”, que describen el enlace de lo que es la clase obrera 'en general' con su potencialidad sociohistórica:
Para que la sociedad capitalista “se convierta en un poder “intolerable”, es decir, en un poder contra el que los humanos hacen una revolución, debe necesariamente haber transformado a una gran masa mayoritaria de la humanidad en “desposeída” y producido, al mismo tiempo, la contradicción de un mundo de abundantes riquezas y cultura, lo que presupone en ambos casos un gran incremento del poder productivo, un alto grado de su desarrollo”. Esta “es también una premisa práctica absolutamente necesaria, porque sin ella sólo se generalizaría la necesidad, y con miseria se reproduciría de nuevo la lucha por lo indispensable y todo el viejo negocio inmundo”.
El desarrollo del capitalismo ha conectado e igualado el desarrollo social del mundo mediante la expansión del mercado mundial. En ese sentido ha “formado individuos histórico-mundiales en el lugar donde antes había individuos locales” (lo cual se refiere a la existencia de individuos directamente unida a la historia mundial) y hecho “a cada nación dependiente de las revoluciones de las otras”.
En ese sentido también, la sociedad capitalista ha acabado desarrollando hasta la época de su decadencia una clase obrera mundial, lo cual es el pre-requisito básico para la revolución mundial, superando las experiencias tempranas de la clase obrera a nivel local como la Comuna de París (1871).
La clase obrera, el proletariado, es “en sí mismo la expresión de la disolución de toda clase, nacionalidad, etc. dentro de la sociedad actual”.
El proletariado expresa la necesaria disolución del régimen de propiedad existente y se dirige hacia el régimen social y necesariamente mundial de propiedad común de los medios de producción, que no es sino la generalización del potencial de sus relaciones internas al conjunto de la sociedad. Este régimen ya se expresa en la clase obrera en sus medios estrictamente políticos de producción, en sus organizaciones políticas, la propiedad común es la dirección que toma dicha organización. Es el medio de lucha de la clase obrera y así se expresa espontáneamente en el internacionalismo, el surgimiento de la huelga de masas, los soviets, etc. Es también la clase de “cada uno según sus capacidades, a cada uno según sus necesidades”. “Cada uno según sus capacidades” ya se expresa en cierta medida en la sociedad burguesa si tomamos solo en cuenta, como dijimos antes, estrictamente el proceso productivo y su integración de las diferencias. La abolición de la propiedad privada con la propiedad común de los medios de producción liberaría esta primera parte del lema comunista de su dominio burgués. El fortalecimiento, desarrollo y extensión de las relaciones políticas de la clase obrera es un prerrequisito para esto, y en esta dirección, la sociedad alcanza su desarrollo provisional más progresista cuanto mayor es el desarrollo político de la clase obrera, sobre la cual recae constantemente la “responsabilidad histórica” de resolver la disyuntiva “socialismo o barbarie”, revolución comunista o descomposición de la sociedad.
Parte de esas bases sociales generales que se han desarrollado en el modo de cooperación entre los humanos, las relaciones sociales de trabajo asociado combinado de la clase obrera para el funcionamiento de la sociedad capitalista tienen la semilla, la potencialidad en su desarrollo político, de la construcción de una sociedad socialmente superior, de la abolición de las clases, la sociedad comunista. Así mismo, estas “formas concretas de consciencia social” que expresamos aquí solo han podido surgir del desarrollo actual de la sociedad. De esa 'base general' es de donde surge el desarrollo político de la clase obrera.
Teivos
[1] https://es.internationalism.org/revista-internacional/201711/4256/22-congreso-de-la-cci-resolucion-sobre-la-situacion-internacional [20]
[2] Ver los siguientes artículos para un análisis histórico más detallado sobre la consciencia de la burguesía:
[4] Hay que señalar que existe en las universidades un ejército de especialistas en “marxismo”, sociólogos etc., que tanto por sus prejuicios de clase como por su voluntad de “hacer carrera” se dedican a falsificar la noción de clase o a reemplazarla por un indigesto mejunje de categorías sociológicas: clase media, estratos desfavorecidos, capas privilegiadas y otros inventos.
[5] Clase social según Karl Marx, Wikipedia en español
[6] https://es.internationalism.org/accion-proletaria/201704/4205/la-importancia-del-debate-moral-y-organizativo [24]
[7] Partidos de masas, sindicatos, organizaciones juveniles y de mujeres, sociedades de socorros mutuos, centros culturales, universidades obreras etc.
[8] https://es.internationalism.org/revista-internacional/200407/174/la-teoria-de-la-decadencia-en-la-medula-del-materialismo-historico- [25]
[9] https://www.marxists.org/espanol/m-e/1840s/49-trab2.htm [26] . El autor ha traducido directamente del inglés las citas por lo que no coincidirán necesariamente con la versión de marxist.org Damos la referencia por si los lectores están interesados en conocer la obra que se cita. Esta observación vale para otras notas similares.
[13] Para la siguiente terminología revisar la cita de Marx mencionada anteriormente en el texto tomada del Prefacio a la Contribución a la Crítica de la Economía Política
Enlaces
[1] https://es.internationalism.org/files/es/la_herencia_oculta_de_la_izquierda_del_capital_ii.pdf
[2] https://es.internationalism.org/accion-proletaria/201712/4261/la-herencia-oculta-de-la-izquierda-del-capital-i-una-falsa-vision-de-l
[3] https://es.internationalism.org/revista-internacional/198204/135/informe-sobre-la-funcion-de-la-organizacion-revolucionaria
[4] https://es.internationalism.org/revista-internacional/200204/3283/documentos-de-la-vida-de-la-cci-la-cuestion-del-funcionamiento-org
[5] https://www.marxists.org/espanol/luxem/1918/12/31.htm
[6] https://es.internationalism.org/revista-internacional/198401/3398/los-comunistas-y-la-cuestion-nacional-1900-1920-i-el-debate-sobre-
[7] https://es.internationalism.org/cci-online/201104/3103/apuntes-sobre-la-cuestion-sindical
[8] https://es.internationalism.org/en/node/4115
[9] https://es.internationalism.org/revista-internacional/201502/4077/como-se-produjo-la-quiebra-de-la-segunda-internacional
[10] https://es.internationalism.org/revista-internacional/201504/4097/1914-el-camino-hacia-la-traicion-de-la-socialdemocracia-alemana
[11] https://pensaryhacer.files.wordpress.com/2008/06/tres-fuentes-y-tres-partes-integrantes-del-marxismo.pdf
[12] https://es.internationalism.org/revista-internacional/198302/2127/estructura-y-funcionamiento-de-la-organizacion-revolucionaria
[13] https://es.internationalism.org/tag/2/36/los-falsos-partidos-obreros
[14] https://es.internationalism.org/files/es/la_herencia_oculta_de_la_izquierda_del_capital_iii.pdf
[15] https://es.internationalism.org/accion-proletaria/201801/4267/la-herencia-oculta-de-la-izquierda-del-capital-ii-un-metodo-y-un-modo-
[16] https://es.internationalism.org/revista-internacional/199704/2787/i-1917-las-tesis-de-abril-1917-faro-de-la-revolucion-proletaria
[17] https://www.marxists.org/espanol/trotsky/1932/histrev/tomo1/cap_15.htm
[18] https://www.marxists.org/espanol/trotsky/1932/histrev/tomo1/cap_16.htm
[19] https://es.internationalism.org/files/es/rev.que_son_las_clases_sociales.pdf
[20] https://es.internationalism.org/revista-internacional/201711/4256/22-congreso-de-la-cci-resolucion-sobre-la-situacion-internacional
[21] https://es.internationalism.org/revista-internacional/201710/4239/maquiavelismo-consciencia-y-unidad-de-la-burguesia
[22] https://es.internationalism.org/revista-internacional/201712/4264/notas-sobre-la-consciencia-de-la-burguesia-decadente
[23] https://es.internationalism.org/book/export/html/1201
[24] https://es.internationalism.org/accion-proletaria/201704/4205/la-importancia-del-debate-moral-y-organizativo
[25] https://es.internationalism.org/revista-internacional/200407/174/la-teoria-de-la-decadencia-en-la-medula-del-materialismo-historico-
[26] https://www.marxists.org/espanol/m-e/1840s/49-trab2.htm
[27] https://www.marxists.org/espanol/m-e/1846/ideoalemana/index.htm
[28] https://www.marxists.org/espanol/m-e/1850s/criteconpol.htm
[29] https://www.marxists.org/espanol/m-e/1880s/origen/index.htm
[30] https://es.internationalism.org/revista-internacional/199307/1964/quien-podra-cambiar-el-mundo-i-el-proletariado-es-la-clase-revoluc
[31] https://en.internationalism.org/worldrevolution/201303/6529/notes-early-class-struggle-america-part-i
[32] https://es.internationalism.org/tag/21/502/quien-podra-cambiar-el-mundo