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Revolución Mundial nº 89, Noviembre-Diciembre 2005

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Elecciones 2006 (II): Pugnas interburguesas, búsqueda del mejor modelo de explotación

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En la edición anterior anunciamos el inicio de la serie para denunciar de manera sistemática la trampa electoral, comenzamos recordando la posición marxista sobre el significado histórico del parlamentarismo y las elecciones en la ascendencia y la decadencia del capitalismo, demostrando que la permanencia de estos instrumentos del capital se debe a su función mistificadora contra el proletariado. En esta ocasión, hacemos un breve recuento de la vida política de la burguesía al menos en los últimos veinte años para hacer un balance de la situación que guardan sus esfuerzos para llevar adelante y sostener su proyecto económico y político que se ha dado, tanto para hacer frente a la creciente agudización de la crisis, como a las necesidades sociales y políticas que le reclama su dictadura sobre la clase obrera.


¿Cuál es el proyecto económico y político de la burguesía?

Desde mediados de los 80, cuando la agudización de la crisis económica cuestionó las estructuras de organización rígidas del capitalismo para enfrentar la agudización de la competencia en el mercado internacional, a la burguesía se le impuso un proyecto para adaptarse a las nuevas condiciones en dos planos:

a) Económico: limitar la propiedad estatal, con la idea de animar el mercado, eliminando sectores productivos poco rentables, pero sobre todo pensando que con ello animarían en crecimiento de la inversión y empuje del proceso de acumulación, esto es lo que llamaron la «modernización» del aparato productivo mediante la introducción de las «reformas de primera generación».

b) Político: transformar el esquema político imperante desde 1929 donde el anacrónico régimen de partido único (PNR-PRM-PRI) se sucedió en el gobierno por décadas y ya no podía sostenerse frente a las exigencias de una renovación profunda del juego electoral que diera nuevos bríos al espantajo de la democracia; en este rubro, se inscribe la «reforma política»1 [1], reforzando con ello el juego de partidos, definiendo una mejor geometría política al crear por primera vez, con el PRD, a un partido fuerte de izquierda, y definiendo a instituciones electorales como el IFE.

El arranque de este proceso podemos ubicarlo durante la administración de Miguel de la Madrid (82-88). En él se asestó un primer golpe al equilibrio dentro del partido estatal (PRI) con la introducción de la llamada corriente neoliberal que en adelante encadenaría varias acciones para desmantelar el antiguo régimen político usufructuario de la estatización generalizada de la economía: modificación del marco jurídico burgués, tenencia de la tierra, privatización de servicios públicos, petroquímica, comunicaciones, financiamiento bancario, inversión energética, legislación laboral y sindical, etc., que por décadas había dado un sostén a la ideología de la «revolución mexicana» de la burocracia priísta; los siguientes equipos, también, promovieron la alternancia de los partidos en el gobierno, primero en los estados (Salinas, 88-94) y luego en la presidencia (Zedillo, 94-2000).

Este proyecto, a grandes rasgos enunciado, provocó una resistencia encarnizada y feroz por parte de la burocracia propietaria gobernante (la cual cínicamente se autodenominaba la «familia revolucionaria») que derivó en una serie de pugnas sangrientas al interior de la burguesía a finales del sexenio de Carlos Salinas de Gortari (1988-1994): asesinatos, atentados, escándalos de corrupción, etc., las cuales casi resultan en la pérdida de control del proyecto, debido a que el gobierno de Salinas representó el esfuerzo más audaz de la fracción modernizadora de la burguesía mexicana (que incluso asestó duros golpes a los cacicazgos regionales, sindicales y a la misma estructura corporativa de masas del PRI).

El sexenio de Zedillo, parecía una especie de tregua entre las fracciones de los llamados «tecnócratas» y los «dinosaurios» aunque en realidad la polarización producida en el PRI expresaba la acumulación de las tensiones sobre todo con relación a la sucesión presidencial del 2000. Sabido es que los llamados «modernizadores» del PRI tuvieron éxito en su estrategia de hacer triunfar a un candidato ajeno a su partido (es memorable el mensaje apurado de Zedillo a media noche reconociendo antes del conteo preliminar el triunfo de Fox).


Un sexenio de ajustes

El sexenio de Fox ha visto recrudecer las pugnas interburguesas a niveles que recuerdan las tensiones de hace diez años. Aunque con el «espectacular» cambio de partido en el gobierno federal la burguesía logra oxigenar sus instituciones de dominación y relanzar la campaña democrática, los resultados han sido menores al nivel de lograr la cohesión y disciplina de las diferentes fracciones de la clase dominante. Desde el 2000 hemos notado una agudización de los enfrentamitos, revelando claramente la dinámica que impone el proceso de descomposición del capitalismo. El enfrentamiento se da no solo entre los diferentes partidos políticos sino también al interior de los mismos, y se ha visto integrarse de forma decidida en esta confrontación a sectores de de la misma iglesia, del ejército y, por supuesto, de las mafias del narcotráfico, que dicho sea de paso, se revelan de forma abierta como prolongación directa de los grupos de poder existentes en el interior del Estado.

Estas pugnas interburguesas expresan las resistencias a la cesión de concesiones, impidiendo el avance de una cohesión de la burguesía alrededor del Estado. La burguesía ha visto con preocupación el estancamiento en que se han quedado las acciones económicas y políticas que se suponía iban a ser impuestos por este equipo de gobierno, debido a las divisiones entre las diferentes fracciones que han estado anteponiendo sus conveniencias de grupo a los intereses generales de su clase, ejemplo de ello es la realización de las llamadas reformas estructurales de segunda generación las cuales han sido recurrentemente obstaculizadas sobre todo por la vieja estructura del PRI.

El eje central que cruza este entramado de pugnas es el enfrentamiento entre los «dinosaurios» denominados ahora «nacionalistas» y los «tecnócratas neoliberales» a quienes los enfrenta la sórdida puja por el poder estatal que siempre es sinónimo de beneficios económicos y políticos. Esta ciega e irracional lucha por imponerse políticamente impide que las fracciones logren un acuerdo armonioso para avanzar, como un espejo roto en mil pedazos, cada grupo o capitalista por separado, reflejan un fragmento de apreciación de la situación.

Los últimos acontecimientos (escándalos mediáticos) tienen una relación y están en continuidad con los habidos casi desde el inicio del sexenio de Fox pues la intención era continuar con el golpeteo directo contra el PRI: el escándalo del «Pemexgate» puso al descubierto la forma facciosa de operar del partido de estado con relación a su corporativismo sindical y el manejo patrimonialista de las empresas estatales; la respuesta habida estuvo a la altura del golpe y la contraofensiva del PRI en la forma del escándalo de los «Amigos de Fox» logró emparejar los marcadores. Luego, en la primera mitad del sexenio el PRI tuvo serios reveses en el reparto de gobiernos en municipios y estados, sin embargo, desde el 2003 su recuperación ha sido espectacular no sólo en las elecciones de gobernador sino municipales, diputaciones, senadurías; lo cual planteó a la burguesía una preocupación mayúscula pues su reanimación perfilaba una tendencia muy positiva con vistas a las federales del 2006, y de remate las últimas elecciones de gobernadores en algunos estados como el de México y Nayarit demostraron la maquinaria perfeccionada y lista para lograr a toda costa el triunfo en el 2006.

Los golpes por debajo de la mesa no han cesado, en asunto del desafuero de López Obrador, estuvo comandado por el núcleo duro del PRI y el mismo Fox... Hace apenas unos cuantos meses se produjo un impactó mediático con las declaraciones de la cacique sindical del SNTE, Elba Esther Gordillo, quien reveló en un noticiero de TV que las reformas que permiten cobrar el IVA a medicinas y alimentos se negociaron en la casa de Carlos Salinas con la asistencia Roberto Madrazo. En el mismo tono se encuentra la eliminación en la carrera presidencial de Arturo Montiel. De igual forma a través de la TV se ventila las acciones de corrupción y enriquecimiento de tan «prestigiado» priísta...

Este recuento nos revela que la burguesía no ha podido decidir en orden y en cohesión, quién será su representante, sin embargo se esfuerza por definir un perfil del programa político y económico al que debe de ajustarse la fracción que logre imponerse, en ese nivel se encuentra el llamado «acuerdo de Chapultepec».


¿Cuál es la situación actual?

A nueve meses de las elecciones federales y vista sobre la mesa las estrategias del juego, las tensiones y los ajustes de cuentas se agravarán sobre manera; en realidad, los trabajadores no tienen ninguna opción en este circo, son los grupos de la clase dominante los que están tratando, mediante este mecanismo de imponer su decisión. Usarán todo tipo de recursos y en particular los medios de comunicación (escritos y electrónicos) para orientar e inducir los votos de los ciudadanos para asegurar el resultado deseado. Sin embargo, aún cuando es evidente que las elecciones son medios controlados por la burguesía, la descomposición social generalizada que provoca una tendencia creciente a la pérdida de control y al cada quien a lo suyo, al interno de la clase dominante, impide que se lleve en una forma «armónica», por el contrario la atomización de las facciones, empuja a una mayor agudización de la pugna.

Dentro de este panorama caótico, parece asomarse la intención de desplazar y neutralizar a aquellas fracciones más anquilosadas e incapaces de asumir la modernización y democratización de su aparato económico y político. No nos toca a nosotros adivinar qué facción se impondrá, sino marcar tendencias generales que permitan a la clase obrera orientarse para descubrir las trampas que cada fracción de la burguesía le pone. Lo que es importante remarcar, es que los trabajadores no tienen ningún interés en apoyar a tal o cual fracción de los capitalistas pues sus objetivos les son completamente ajenos.

En los artículos que siguen, trataremos la situación de cada uno de los partidos más importantes, la estrategia general en el país, la estrategia de la burguesía al nivel internacional y latinoamericano, para hacer un seguimiento sistemático de esta mistificación electoral y parlamentaria que, representa para la burguesía, más que nunca, una necesidad vital dado el desgaste de sus instituciones y políticos profesionales, lo cual le exige una renovación de su juego político, so pena de ver mermada la capacidad de su entramado estatal de dominación capitalista.

RR/Octubre del 2005


Notas:


1 [2]Como se ve, este plan tiene muchas semejanzas con los procesos de transformación económica y política en la ex URSS, identificados con los nombres de «perestroika» al nivel económico y «glasnot» en el terreno político.

Situación nacional: 

  • Mexico [3]

Herencia de la Izquierda Comunista: 

  • El engaño del parlamentarismo [4]

Catástrofes «naturales»: el capitalismo en crisis es el verdadero culpable

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Los ejemplos se repiten y no hacen más que confirmar la verdadera causa de las catástrofes sociales que se multiplican en todo el mundo: el terremoto de Bam que mató a decenas de miles en Irán hace dos años, el de Pakistán que produjo más de 40 mil muertos, el Tsunami que dejó cientos de miles de cadáveres en la región del Océano Indico el diciembre pasado, recientemente el huracán Katrina que en Nueva Orleáns, Mississippi y Alabama produjo una masa de flotantes y de personas abandonadas a su suerte en el país más rico del mundo, los huracanes Stan y Wilma que han arrasado literalmente con decenas de comunidades en las costas de México y Centroamérica, todos son ellos desastres naturales convertidos en desastres sociales por el capitalismo.

Si analizáramos de manera aislada, por ejemplo, los daños causados por el huracán Stan, podríamos decir que fue una desgracia causada por la naturaleza, como quieren hacernos creer los medios de información burgueses. Los miles de muertos contados en las costas de México, Guatemala, Haití, etc., la destrucción de comunidades completas, dejando a miles de familias sólo con la ropa sucia y húmeda que llevan puesta y a los trabajadores sin posibilidad de reintegrarse a sus viejos empleos, por haber quedado destruidos, no podría achacarse más que a la mala suerte de la gente que le tocó recibir la fuerza del viento y del agua ante las cuales no se puede hacer nada. Sin embargo, este es un análisis superficial, un análisis de aquellos que se conforman aceptando las palabras de quienes ocultan la responsabilidad de este sistema social del cual son voluntaria, o invo­luntariamente fieles servidores. Ocultan que la miseria a la que es condenada la mayoría de la población ha obligado a gran parte de ésta a asentarse en regiones con alto riesgo de inundaciones, deslaves y hundimientos. Ocultan que la pobreza de esta gente, las obliga a vivir en casuchas que no les ofrecen la mínima protección ante las inclemencias del tiempo. Ocultan que la supuesta ayuda humanitaria sólo ha servido a políticos e instituciones para hacerse propaganda, dejando a la mayoría de las víctimas en total abandono1 [5]. Oculta que la mayoría de los recursos han sido empleados para salvaguardar la vida y las partencias de los burgueses. Ocultan que el paso del huracán Stan es sólo un ejemplo de cómo el capitalismo es el verdadero responsable de las destrucciones que se repiten cada vez con mayor frecuencia y la prueba más palpable de ello es lo ocurrido hace sólo dos meses en Nueva Orleáns.


Desastre en EUA: no es el subdesarrollo el responsable

Cuando el tsunami afectó al continente asiático en diciembre, la burguesía de los países desarrollados echó la culpa de la catástrofe a la incompetencia política de los países pobres por negarse a tomar en cuenta las señales de alarma. La tragedia en Nueva Orleáns y sus alrededores, no se produjo en ningún rincón del tercer mundo azotado por la miseria, sino en el corazón de la primera potencia capitalista mundial, lo que desmiente el discurso sobre el subdesarrollo o la pobreza como causa de este tipo de desgracias. Las escenas de pesadilla que se desarrollaron en EUA, la más rica y poderosa nación de la tierra, aclaran, más que nunca que es el actual orden social, a pesar de todos sus recursos tecnológicos y materiales, lo que está llevando a la humanidad a la destrucción.

El huracán Katrina mostró lo que siempre ha sido verdad, que el contraste no es entre países ricos y pobres, sino entre gente rica y pobre, la clase social contó para la sobrevivencia. Cuando se ordenó la evacuación en Nueva Orleáns, cada familia quedó a su suerte. Quienes pudieron costearse la encarecida salida2 [6], salieron para resguardarse. Pero la mayoría de los pobres, los ancianos, los enfermos, quedaron a merced del huracán, incapaces de escapar. El Superdome y el Centro de convenciones que fueron abiertos como refugios frente a la tormenta, fueron realmente campos de concentración, pues las autoridades no proveyeron ningún tipo de servicio, agua, alimentos, ni asistencia. Cuando miles de personas, la mayoría de raza negra, ocuparon estas instalaciones, fueron abandonados a su suerte. Para los ricos que se quedaron la situación fue totalmente distinta. Los turistas y los VIPS que se alojaban en hoteles de cinco estrellas adyacentes al Superdome nadaban en la abundancia y estaban protegidos por oficiales de policía armados, que mantenían a la «chusma» del Superdome a raya. Desde luego estos personajes tuvieron preferencia durante el rescate, mientras que muchos de los evacuados de los refugios fueron abandonados en la carretera, bajo el sol ardiente, donde algunos murieron.

Las fuerzas de represión llegaron antes que las fuerzas de ayuda. En vez de organizar la distribución de agua y alimentos guardados en los depósitos y almacenes de la ciudad, la policía se empleó a fondo contra la gente pobre que empezó a asaltarlos para distribuir productos de primera necesidad como una tentativa para sobrevivir bajo las condiciones más inhumanas3 [7]. Repentinamente, las víctimas fueron culpadas de su propia desgracia y la clase dominante tuvo el pretexto para enviar armas, vehículos blindados y guardianes en lugar de agua y alimentos.


La culpa es del capitalismo

La incapacidad del capitalismo para evitar y responder a este tipo de catástrofes, demuestra que la clase capitalista no merece seguir gobernando, que su modo de producción se hunde en un proceso de descomposición social, de pudrimiento desde la raíz, y que sólo ofrece a la humanidad un futuro de muerte y destrucción. El caos que ha consumido países enteros uno tras otro en África y en Asia es una muestra del futuro que el capitalismo reserva incluso a los países industrializados, y hoy Nueva Orleáns proporciona un fugaz anticipo de ese futuro desolador.

Como siempre, la burguesía se da prisa en plantear todo tipo de excusa para sus crímenes y fracasos. «Hacemos todo lo que podemos» se está convirtiendo en la canción de moda de la burguesía. Hacen «todo lo que pueden» para terminar la guerra, para mejorar la economía, para acabar con la criminalidad, para terminar con las drogas, etc., etc,... «No se puede hacer más»; ¡Mienten! En realidad siguen la política que han decidido conscientemente y que claramente tiene consecuencias desastrosas para la sociedad.

El huracán Katrina ha sido producto de la naturaleza, pero la escala del desastre natural y social no era inevitable. Se mire como se mire, ha sido el capitalismo, y el Estado que lo representan, quien ha permitido la catástrofe. La nocividad creciente de los desastres naturales que hoy vivimos en todo el mundo es consecuencia de políticas temerarias del capitalismo en busca incesante de ganancias; sea por «ahorrarse» la tecnología disponible para alertar a la población amenazada, o por arrasar los bosques en los países del tercer mundo lo que exacerba el potencial devastador de la contaminación de la atmósfera produciendo incrementos en la temperatura de los océanos y con ello el desarrollo de depresiones tropicales, mareas, tormentas y huracanes que hemos visto los últimos años. 4 [8]

Los izquierdistas citaron las mentiras de Bush y la industria energética y su oposición al protocolo de Kyoto como responsables del desastre del Katrina, como si la burguesía de los países que están a favor de dichos protocolos estuviera de verdad interesada en someter la producción capitalista a la preservación de la naturaleza.

La situación geográfica de Nueva Orleáns tampoco fue la culpable. Desde 1927, el cuerpo de ingenieros del ejército de EUA desarrolló un sistema de diques en Nueva Orleáns para prevenir las inundaciones anuales del río Mississipi, lo que permitió el florecimiento de la industria, la agricultura y la ciudad pero con ello impedían también que las aguas fluviales llevaran el sedimento de los pantanos y las marjales del delta del Mississipi río abajo, hasta el Golfo de México. Debido a esto, las zonas pantanosas que proporcionaban una protección natural a Nueva Orleáns, quedaron peligrosamente erosionadas, y la ciudad fue más vulnerable a las inundaciones marítimas. Esto no fue algo «natural» sino producto de la acción humana.

Tampoco fue la fuerza de la naturaleza quien mermó los efectivos de la guardia nacional de Lousiana. Un gran contingente de ésta había sido movilizado para la guerra de Irak, dejando sólo 250 Guardias Nacionales disponibles para apoyar los esfuerzos de rescate de los departamentos de policía y bomberos los tres primeros días tras la rotura de los diques. Un porcentaje aún mayor de la guardia del Mississipi había sido desplegado igualmente en Irak.

El argumento de que este desastre no podía preverse es igualmente un sinsentido. En 1998 una propuesta llamada Coast 2050 proponía reforzar y rediseñar los diques construyendo un sistema de compuertas, y excavar nuevos canales que aportaran agua con sedimentos fluviales para restaurar la protección que suponen las zonas pantanosas del delta. El coste de este proyecto era de 14 billones de dólares que tendrían que invertirse en un periodo de 10 años. Washington sin embargo no lo aprobó. El año pasado, el ejército pidió 105 millones de dólares para programas contra huracanes e inundaciones en Nueva Orleáns, pero el gobierno sólo aprobó 42 millones.

Otra refutación de la excusa de que «nadie podía haberlo previsto» es que la víspera de la llegada del huracán, el director de la FEMA (Administración Federal para las emergencias) Michel D. Brown, alardeaba en entrevistas en televisión, de que había dado órdenes para la puesta en marcha de un plan de emergencia en caso de que se produjese el peor de los escenarios en Nueva Orleáns.


Sólo la clase obrera puede ofrecer una alternativa

El sufrimiento en la costa del Golfo ha conmovido a millones de trabajadores, que al mismo tiempo se sienten furiosos por la falta de sensibilidad de la respuesta oficial al desastre. Especialmente en las filas de la clase obrera hay un sentimiento de genuina solidaridad humana hacia las víctimas de esta calamidad. Mientras que la burguesía parcela su compasión, dependiendo de criterios económicos, entre ricos y pobres, para la mayoría de trabajadores americanos no existen distinciones. Ha sido la clase obrera y los desposeídos quienes se han solidarizado con los que sufrían, por encima de su propia seguridad. Aunque la burguesía emplea a menudo la carta del racismo para dividir y oponer a los obreros negros y blancos, el sufrimiento de los pobres en Nueva Orleáns repugna a toda la clase obrera. EUA a pesar de ser una superpotencia, está, como todo el mundo, en crisis y gobierna un «orden mundial» que se hunde en el caos. Esta situación refleja un modo de producción cuya continuación amenaza la sobrevivencia de la especia humana. La guerra, el hambre y los desastres «naturales» son el futuro que nos reserva el capitalismo. La esperanza para el futuro de la humanidad, es que la clase obrera desarrolle la conciencia y la comprensión de la verdadera naturaleza de la sociedad de clases, y asuma su responsabilidad histórica de acabar con este anacronismo, de reemplazarlo por una sociedad en la que la genuina solidaridad humana, y la satisfacción de las necesidades humanas sean el principio rector.

CCI / octubre de 2005.


Notas:



1 [9]La ayuda calculada, corresponde a menos de medio kilogramo por habitante afectado, es decir, aproximadamente una comida en una semana.

2 [10]El precio de la gasolina y de los boletos de camión y tren aumentaron haciendo honor a la ley de la oferta y la demanda capitalista.

3 [11]A pesar de que los medios de información se enfocan en denunciar los saqueos de otro tipo de artículos que principalmente el lumpen lleva a cabo, aprovechando la situación.

4 [12]Cuando Katrina llegó a Florida, era sólo un huracán de fuerza 1, pero planeó una semana sobre las aguas del Golfo de México, a casi 50º C y se elevó a la categoría de fuerza 5, con vientos de 270 kilómetros por hora antes de alcanzar la costa del Golfo.


Herencia de la Izquierda Comunista: 

  • La decadencia del capitalismo [13]

Sindicato: pieza importante de la burguesía para asestar un golpe más a los trabajadoresdel IMSS

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Hoy como nunca la acción coordinada del gobierno, patronal y sindicato en contra de los trabajadores se pone en clara evidencia. La burguesía usó toda una combinación de instrumentos para cubrir todos los flancos sociales y hacer pasar de la mejor manera las medidas de afectación salarial y jubilación.

Primero, se preparó una ensordecedora campaña en prensa, radio y TV, sobre los “privilegios” que gozan los trabajadores del IMSS, haciéndolos ver hacia el resto de los trabajadores como sus enemigos por ser los causantes de la degradación de la economía nacional, dado que generan, según ellos una gran “carga fiscal”. Enseguida se prepara una propuesta “dura” por parte del gobierno para atemorizar a los trabajadores, y poder conducir a una parte a la desmoralización, y a otros (la mayoría) hacer arder su coraje, y así poder poner en práctica su tercer fuerza: la acción del sindicato. La presencia del sindicato era vital para hacer pasar las medidas, pero no sólo de la acción del sindicato oficial, sino también del sector radical, ambos reparten su trabajo de sabotaje y confusión. Mientras la estructura oficial, coordinada por el diputado del PRI: Galina, empujaba a limitar las demandas y ser más conciliador, la estructura sindical radical, hace el teatro de ser una fuerza representativa del coraje de los trabajadores, proponiendo la huelga y acciones de provocación como el cierre de calles.

Esta distribución de tareas al interno del sindicato le permite hacer pasar las medidas de afectación al salario directo y las condiciones de jubilación, pero lo presenta como un logro del sindicato y en particular de la presión de los sectores radicales del sindicato.

Una gran mascarada fue preparada por el sindicato para hacer pasar las medidas y marcar además el parámetro para la continuación del ataque hacia otros sectores de trabajadores (ya se anuncia el seguimiento del mismo esquema de afectación a las pensiones y jubilaciones en el ISSSTE y las Universidades).

Es cierto que pese a la trampa extendida por el sindicato el coraje y descontento de los trabajadores queda en cierto nivel, no obstante para esterilizar y usar esa fuerza el sindicato anuncia ya la necesidad de democratizarse. Así Laura Narváez, dirigente sindical afirma: “... urge una ‘reforma democrática’ para que ‘otra vez la gente retome la confianza que perdió en sus representantes’...” (La Jornada, 17-10-05, el subrayado es nuestro).

De esta derrota que ha encabezado el sindicato, los trabajadores deben sacar la lección, los sindicatos, oficiales o democráticos, “charros” o radicales, son enemigos de los trabajadores, son instrumentos del capital infiltrados en las filas de los trabajadores, por ello para poder llevar un verdadero combate en la defensa de las condiciones de vida, y que representen verdaderas preparaciones de los combates futuros, la clase trabajadora necesita tomar en sus manos la lucha, llevando el combate por encima y en contra del sindicato.


Tatlin, 17-10-05


Situación nacional: 

  • Mexico [3]

Herencia de la Izquierda Comunista: 

  • La cuestión sindical [14]

Debate Sexta declaración del EZLN: la vieja y la «nueva izquierda», instrumentos del capital

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La desgastada campaña de la burguesía sobre la «muerte del comunismo», lanzada luego del derrumbe del bloque estalinista, busca ser reanimada a partir de la insistencia de la formación de la «nueva izquierda». En este «nuevo esquema» se destacan como sus mejores representantes personajes como Negri, Saramago, Holloway, el guerrillero Marcos y el conjunto del «movimiento altermundista». Esta «nueva izquierda» pretende ser la expresión crítica y renovada de lo que consideran los «viejos principios del marxismo», no obstante, lo mismo que el estalinismo, el maoísmo, trotskismo y demás engendros ideológicos, sigue siendo una estructura dominada (e incluso creada) por la misma burguesía, por eso es que a través de un enredo ideológico busca golpear la conciencia de los trabajadores y someterlos en una dinámica interclasista, que desgaste y esterilice el descontento y coraje de clase, conduciéndolos a un callejón donde la única salida que ofrece es la justificación de la existencia del capitalismo.


Izquierda e izquierdismo armas de la burguesía contra la clase obrera

El la última década el EZLN se ha destacado como ejemplo de la «nueva izquierda», y para atrapar atención de los trabajadores ha recurrido a la apertura de un pretendido debate para definir lo que en los «tiempos modernos» es la izquierda. Así el EZLN y el resto de grupos que lo siguen fielmente, en su afán por desmarcarse del PRD, integrarán un «movimiento nacional de lucha de izquierda». Este movimiento, que resume ya su ideario en la «6ª declaración», no va más allá que hacer la defensa del capital nacional, de la democracia y las instituciones burguesas (como lo es la Constitución). Todo lo que plantea no son sino aspectos que ya hemos visto desatacar por el conjunto de grupúsculos que a lo largo del tiempo se han encargado de sabotear el proceso de reflexión de la clase trabajadora. El mismo argumento del EZLN sobre la defensa de la soberanía y las riquezas, es un argumento reciclado de los discursos lanzados durante los 60 y 70 lo mismo por los grupos estalinistas que los trotskistas; por ejemplo la consigna de nacionalización de la industria químico farmacéutica, la defendía lo mismo los estalinistas de «Punto Critico» (hoy fundido en el PRD) que los trotskistas del PRT. De forma que la defensa de la soberanía, de las empresas estatales y la lucha contra la globalización que el EZLN hoy proclama es el mismo discurso que levantaba el viejo estalinismo, es el mismo estribillo sólo que lo hace novedoso al presentarlo con un lenguaje radicaloide y sentimental. Pero aunque es el EZLN el que más ruido ha hecho respecto a la «nueva izquierda» al involucrar en su lenguaje «novedosas» creaciones «teóricas» de la misma burguesía (como el de la globalización), no es el único representante. En el mismo sentido se mueve el movimiento altermundista y sus «teóricos» que toman esas nuevas interpretaciones para justificar la existencia del capitalismo y la posibilidad de que este mejore, ensanchando así la visión mistificada sobre el mundo, pretendiendo con esto que los trabajadores extravíen el objetivo central de su descontento.

Es característico del movimiento anti globalización al mostrarse como ejemplo de la «nueva izquierda», insistir en su forma no organizada, existente casi de forma virtual, y con una actuación «incluyente» y alejado de «dogmas», lo que es fácil traducir como una proclama interclasista desesperada, que con su pretendida «apertura mental» termina defendiendo la posibilidad de una renovación del capitalismo. Baste citar para ejemplificar a Emir Sader, un conocido «intelectual» altermundista de Brasil, que define así lo que es ser de izquierda: «Definirse de izquierda -un gobierno, un partido, una persona- hoy significa luchar contra la hegemonía del capital financiero sobre la economía... Es luchar por el triunfo del mercado de la producción y del trabajo sobre el mundo de la especulación.» (La Jornada 18-06-03).

Podemos ver que la burguesía requiere para asegurar su dominio presentar no sólo una imagen dura y descarada que se aferre en la defensa del capitalismo, como lo hacen sus partidos (y gobiernos) de derecha, sino además requiere de un aparato de izquierda que de forma sutil e hipócrita se infiltre en el terreno de lucha de los trabajadores para sabotear y apuntalar el poder del capital. En ese sentido es que podemos afirmar que existe una izquierda del capital, que vive incrustada en el aparato de Estado (con curúles e incluso gobiernos), aunque hay otra parte de grupos y partidos más radicales, que no están directamente integrados a las instituciones de gobierno (e incluso pueden presentarse como críticos de los partidos involucrados en el poder) y sin embargo no son expresiones del esfuerzo y la conciencia de los trabajadores. Esa izquierda radical o izquierdistas también se integran al sistema, no de forma directa pero si orgánicamente, defendiendo en su práctica y discurso al sistema, por ejemplo llamando a defender a la propiedad estatal o a gobiernos a los que consideran progresista y que incluso los llaman socialistas.

Por ello es que podemos afirmar que la pretendida «nueva izquierda» (lo mismo que la izquierda y el izquierdismo) no deja de ser una estructura del capital. Por más que el EZLN critique al PRD, y marquen diferencias de forma, la esencia de ambos grupos es la misma, ambos, en su práctica y su discurso se empecinan en defender al sistema de explotación. Por más que el EZLN «critique» las elecciones próximas, no deja de ser una estructura ajena a los intereses de los trabajadores, así -mismo, el altermundismo, y su pregón de que otro mundo es posible encierra en verdad la esperanza que ese otro mundo sea el capitalismo «mejorado», «con rostro humano».


La Izquierda Comunista, verdaderos continuadores de la tradición marxista

Si la necesidad de la burguesía es crear su propia estructura, definiendo sus partidos de derecha y de izquierda, no se puede suponer que la clase trabajadora no es capaz de crear sus propios organismos de combate, los cuales han sido y son verdaderos esfuerzos de la clase para sistematizar su experiencia, construir su programa y dirigir sus combates. Mientras la «nueva izquierda» pretende mostrar su fuerza desechando al marxismo o combinándolo con las teorías sociológicas y económicas que la burguesía ha «descubierto» en los últimos años, la realidad viene a poner al descubierto la fuerza del marxismo, por eso la Izquierda Comunista, no duda en su defensa e insiste en mantener su tradición.

Cuando hablamos de la defensa de la tradición teórica del marxismo, no es una añoranza nostálgica o un aferramiento dogmático, es recobrar la experiencia histórica de la clase obrera, y sintetizar las enseñanzas que sus combates han dejado. Esta sistematización de la experiencia es lo que permite definir un marco de análisis para poder comprender cuando una propuesta, por más radical que se dibuje, se encuentra dentro o fuera de un terreno de clase. Intentando hacer un resumen apretado, delinearemos algunos elementos puntuales que definen los principios proletarios y que marcan la diferencia con el proyecto que defiende el aparato de izquierda del capital:

- Por el lugar que ocupan en el sistema productivo, el proletariado es la única clase con capacidad de transformar radicalmente al capitalismo.

Los regímenes estalinistas, tanto del pasado (como la URSS), o actuales (como Cuba) no son expresiones del comunismo.

- En el actual período de decadencia que vive el capitalismo, no existen ninguna fracción progresista en la burguesía, por tanto el proletariado no puede aceptar por ningún motivo algún tipo de alianza con alguna de ellas.

- El combate de la clase obrera es opuesto a todo tipo de propiedad, por ello los trabajadores no reivindican a la propiedad estatal, ni a la propiedad unida a formas de producción del pasado.

- La revolución proletaria no puede tomar forma sino a través de la revolución mundial, por ello la bandera del internacionalismo proletario es un principio fundamental, y es por tanto diametralmente opuesto al nacionalismo en cualquiera de sus expresiones.

- Los procesos electorales, y las instancias parlamentarias no son mecanismos que los trabajadores puedan usar en su lucha.

- Los sindicatos aún cuando en el siglo XIX fueron creaciones de los trabajadores para organizar sus luchas, desde inicios del siglo XX éstos se transformaron en instrumentos del capital.

- El militarismo y el terrorismo no son métodos de combate del proletariado, por el contrario, son opuestos a su práctica, en tanto su verdadera fuerza se encuentra en su conciencia, su organización y su actuación masiva.

- El marxismo no se desarrolla a partir de elucubraciones individuales de «iluminados» o «genios solitarios» sino a través de colectividades organizadas.

Estos elementos que sintetizan las enseñanzas de los combates pasados de la clase obrera, la «nueva izquierda» se empecina en presentarlos como antiguallas inútiles, con el fin de que extender la confusión y esconder a toda costa a los ojos de los trabajadores la necesidad y posibilidad que existe de la destrucción del capitalismo.


Tatlin, Octubre/2005


Situación nacional: 

  • Mexico [3]

Herencia de la Izquierda Comunista: 

  • Los falsos "partidos obreros" [15]

El «socialismo» chavista: nueva forma de redistribución de la miseria

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En su último periplo que lo llevó por varios países (Brasil, Uruguay, Argentina, India, Qatar y Francia), el presidente Chávez no sólo hizo derroche de antinorteamericanismo, sino que pregonó ante los auditorios previamente montados para su visita, que no se podía superar la pobreza del Tercer Mundo bajo el sistema capitalista de libre empresa, que para lograrlo habría que inventar el «socialismo del siglo XXI».

Este invento no tiene nada de nuevo representa una adaptación del capitalismo de Estado a unas condiciones de mayor agudeza de la crisis y sobre todo de mayores niveles de descomposición del orden capitalista. Esta situación requiere de una readaptación de las políticas económicas, así como de toda la parafernalia ideológica que necesita desarrollar cada burguesía nacional, para confundir e intentar someter al proletariado. A cada burguesía nacional, con mas énfasis en los países de la periferia, no le queda otro camino que redistribuir la miseria, tal como lo pretende este «neo-socialismo» propuesto por Chávez.


El «proyecto» chavista: un proyecto netamente burgués

El proyecto chavista tiene su génesis en el movimiento cívico-militar-bolivariano desarrollado por los ideólogos de la lucha guerrillera de los años 60 que rompieron con el Partido Comunista de Venezuela, y que es retomado en los años 80 por el Movimiento Bolivariano Revolucionario-200; es un proyecto que tiene como objetivo el desarrollo de una «burguesía nacionalista», diametralmente opuesta a la burguesía «oligárquica» que emergió después de la derrota de la dictadura del General Marcos Pérez Jiménez en 1958. Este movimiento toma influencia de la ideología estalinista, pero tropicalizada con la ideología bolivariana, pugnando por la estatización de la economía.

El vertiginoso ascenso de Chávez, se debe fundamentalmente al alto grado de descomposición que presenta la burguesía venezolana, expresión de la descomposición del sistema capitalista en su conjunto. Los sectores de la burguesía que gobernaron durante las últimas décadas del siglo pasado, enquistados en el poder, amparados en un ambiente de impunidad y corrupción; perdieron la capacidad de crear expectativas hacia los sectores mas empobrecidos, mas bien restringieron progresivamente los planes sociales que le permitieron mantener la «paz social»; situación que incrementó los niveles de pauperización, mientras que a la par se implantaban draconianas medidas de austeridad a través de los planes para enfrentar la crisis económica.

La incapacidad de reacción de estos sectores de la burguesía en el poder quedó al desnudo con las revueltas del hambre de 1989, cuando fueron saqueados y quemados miles de comercios, principalmente en Caracas, dejando un saldo no oficial de más de 10 mil muertos. A pesar de esta desesperación que dieron los sectores depauperados, la burguesía nacional fue incapaz de introducir un mínimo de cambios en sus estructuras de poder para que le permitieran contener el malestar social.

Este contexto preparó el terreno para que se diera el primer paso para la concreción del proyecto chavista: el intento de golpe de Estado de 1992, que aunque fracasó permitió catapultar la figura de Chávez. Después de salir en libertad en 1994, se lanza a la arena electoral, con un discurso demoledor contra las facciones de la burguesía hasta entonces en el poder. Basado en su carisma, fue adaptando el proyecto de la «revolución bolivariana» de los años 60 a los nuevos tiempos de desaparición de los dos grandes bloques imperialistas; arrastrando tras de sí a millones de pobres, al sembrarles la ilusión de que de llegar al poder se superaría su situación de pobreza.

Después del arrollador triunfo de Chávez en las elecciones de 1998, se inicia un proceso que domina el escenario político hasta nuestros días, donde se confrontan dos facciones del capital nacional: la «vieja» burguesía, representada a través de los partidos tradicionales (AD, COPEI, algunos sectores del MAS, etc.); contra la «nueva burguesía», representada por partidos y grupos de izquierda, izquierdistas, militares, etc., excluidos de los factores de poder que habían dominado durante el último medio siglo. En este sentido, cuando el chavismo y sus consortes dicen que el gobierno bolivariano es el gobierno de «los excluidos», no se refieren a la masa de pobres que habitan el país, sino a esos sectores de la burguesía y la pequeña burguesía otrora marginados de las esferas de poder.

Tal como lo hicieron adecos y copeyanos en el pasado, el chavismo arremete contra los trabajadores y contra esa misma masa de pobres que dicen defender, masificando la miseria a través de las llamadas misiones1 [16].


El chavismo: un movimiento nacido descompuesto

Sería un error ver el ascenso del chavismo como un producto «made in Venezuela». El «fenómeno» chavista, es el resultado de las propias contradicciones del sistema capitalista. Por una parte, de la crisis que sacude al capitalismo a nivel mundial desde finales de los años 60, que requiere de cada burguesía nacional un ataque permanente a las condiciones de vida de las masas trabajadoras, y de la población en su conjunto. Pero principalmente, es resultado del período de descomposición que vive el capitalismo desde hace dos décadas, cuya mayor expresión ha sido la desaparición del sistema de bloques que imperó hasta el derrumbe del exbloque «socialista» en 1989.

En el caso particular de Venezuela, el surgimiento del chavismo expresa de manera caricatural la descomposición de la burguesía nacional, ya que su conflicto de intereses creó las condiciones para que surgiera un gobierno liderado por sectores de la pequeña burguesía izquierdista; con claras intenciones de mantenerse en el poder a toda costa. El sector chavista de la burguesía intenta diferenciarse del basamento ideológico democrático de la «vieja oligarquía», adaptando parte del acerbo burgués de la izquierda del

capital venezolano y del izquierdismo a los nuevos tiempos2 [17]:

-al bolivarianismo retomado de la guerrilla izquierdista de los años 60 junto con el pensamiento zamorano y robinsoniano3 [18], se unen el indigenismo y la negritud, para plantear una vuelta al pasado, con una carga de misticismo y religión, que le dan una connotación fundamentalista a la ideología bolivariana. De esta manera, se expresa el carácter ahistórico e irracional de la ideología chavista, que pretende ir hacia adelante pero viendo hacia el pasado, con planteamientos aun más atrasados que los de la burguesía en el siglo XIX cuando ésta aun era una clase revolucionaria.

-a la democracia representativa en la que se sustentaban los viejos partidos, el chavismo opone la democracia «participativa y protagónica», en la que estaría el fundamento del «socialismo» chavista. Esta le permitió al chavismo movilizar a la población para adaptar jurídicamente el modelo democrático-burgués para controlar las instituciones del Estado mediante la aprobación de una nueva constitución. Pero lo «innovador» de este modelo burgués es que permite darle sustentación a la «nueva burguesía» chavista mediante dos vías:

- en lo económico, mediante el llamado «desarrollo endógeno», basado en el cooperativismo, la cogestión y la autogestión,

- en lo político y social, con la asignación de recursos del Estado a través de organizaciones como los Círculos Bolivarianos, misiones, milicias, etc., le permite al chavismo un control político y social de los sectores mas empobrecidos, que son la mayoría de la población (en esto el chavismo no se diferencia de los regímenes estalinistas o fascistas). Pero sobre todo esta asignación de recursos a través de las misiones, le permiten al chavismo repartir las migajas que le dan sustento a toda la ideología de «redistribución de la riqueza» y el «igualitarismo» de la izquierda; lo que según el chavismo y el conjunto de la izquierda abriría el camino al «socialismo del siglo XXI».

Pero este «socialismo», antes que «redistribuir la riqueza», distribuye la miseria, «iguala» a la sociedad pero en la precariedad. Mediante las misiones, «flexibiliza» las condiciones de trabajo y en las cooperativas los trabajadores reciben salarios de hambre (menores que el salario mínimo) sin ningún tipo de cobertura social; por otra parte, por cada área de servicio o producción que se cubre a través de las misiones, se desmejoran las condiciones salariales y sociales de los trabajadores formales que hasta ahora laboran en esas áreas, ya que son violadas las contrataciones colectivas y son chantajeados con el despido, de no acogerse a las condiciones impuestas por el Estado; por último, debido a que las misiones cumplen principalmente una función política de control social, se desmejora la calidad de los servicios públicos prestados, ya que no son la prioridad real. En la medida que crezca la cobertura social de las misiones, en esa misma medida se extenderá la precariedad al conjunto de la clase trabajadora y al conjunto de la sociedad. Por otra parte, el cooperativismo, la cogestión y la autogestión, formas organizativas de producción de bienes o servicios a las que la izquierda y los izquierdistas asignan de manera mágica un carácter «anticapitalista», de ninguna manera eliminan la explotación de los trabajadores por el capital, sea éste de origen privado o estatal: por una parte, no se eliminan las relaciones de jerarquía y explotación propias de toda forma de organización de producción capitalista; por la otra, los bienes y servicios producidos por los trabajadores, deberán someterse tarde o temprano a las leyes del marcado.

La burguesía, aquí y en todas partes, no tiene otra opción que manipular la pobreza; y el chavismo ha resultado ser un maestro en esta materia. Por ello, estas ideologías intentan ser impuestas a sangre y fuego por el chavismo en el conjunto de la sociedad, en un ambiente de represión, persecución, chantaje y ataque despiadado a las condiciones de vida de los trabajadores, a través del desempleo, de salarios de hambre, cargas impositivas; de crecimiento de la pauperización, que se expresa en un crecimiento de la indigencia, la desnutrición, la criminalidad y la prostitución infantil y juvenil; mientras los nuevos ricos chavistas se reparten el botín de los ingresos del Estado, a través de asignaciones financieras y de sueldos decenas de veces mayores a los de un trabajador, promoviendo y permitiendo niveles de corrupción tales, que los corruptos de los gobiernos anteriores quedan como niños de pecho.

En este sentido, el chavismo no sólo es un producto de la descomposición de la burguesía venezolana, sino que es un factor acelerador de la descomposición de la clase burguesa y de la sociedad venezolana en su conjunto. ¿Y quien puede llamar a esta putrefacción «revolución»?


La única revolución posible y verdadera es la revolución proletaria

En su radicalismo pequeño-burgués, los sectores izquierdistas que conforman el chavismo por conveniencia ideológica se empeñan en llamar «revolución» algo que no es mas que una variante de capitalismo, una «nueva» forma jurídica de administración del Estado burgués para proseguir la explotación del trabajo por parte del capital nacional. El hecho de que Chávez y sus discípulos y aduladores llame a esto «socialismo» no representa nada nuevo: la izquierda y los izquierdistas de todo cuño, se han encargado durante todo el siglo XX de calificar de «socialista» a cualquier gobierno donde el Estado asume el control de la vida económica, política y social, tal como sucedió con los países bajo la órbita rusa, o los que aún sobreviven como China, Corea del Norte y Cuba...

Con esta visión del «socialismo del siglo XXI» en mente, el chavismo ofrece erradicar la pobreza para el 2021. Pero la realidad es que el crecimiento de los índices de pobreza es inocultable e indetenible: a pesar de las descaradas manipulaciones de las cifras por parte de los organismos del Estado, el Instituto Nacional de Estadística (INE) informó que el índice de pobreza había crecido en 10 puntos porcentuales durante los 6 años de gobierno chavista4 [19]. Este crecimiento de la pobreza no se debe a un problema de mala gestión del chavismo, como pretenden hacerlo creer los sectores burgueses de la oposición: bajo el capitalismo es imposible eliminar la pobreza... el mismo modo de producción capitalista, no sólo requiere de un ataque incesante al salario y a las condiciones de vida de los trabajadores, sino además en su período de decadencia genera una masa cada vez mayor de proletarios que son lanzados a la calle, sin posibilidad de ser reabsorbidos por el aparato productivo.

Aunque la burguesía venezolana cuenta con importantes ingresos debido al alza histórica de los precios del petróleo, éstos no son eternos y por otra parte son insuficientes para el nivel de gastos que requiere mantener la «revolución». Mas temprano que tarde la profundización de la crisis dará al traste con las misiones y todo el aparataje populista montado por el chavismo; en ese momento las masas volverán a manifestarse, pero si no quieren terminar en el callejón sin salida que ofrece la revuelta, la clase obrera debe tomar el control orientando su coraje hacia combates que tengan en claro la necesidad de la superación del capitalismo. Por ello es de suma importancia que los trabajadores reaccionen con su lucha ante los ataques a sus condiciones de vida, y enfrenten toda esta ideología bolivariana igualitarista. Es fundamental que la clase recupere su identidad, su solidaridad y su moral proletaria. Es fundamental la reflexión y discusión de los elementos mas politizados de la clase, para contrarrestar esta ofensiva ideológica de la burguesía.

En el capitalismo decadente, la burguesía, sea de derecha o izquierda, no tiene otra opción que recurrir a aplicar variantes al capitalismo de Estado, así lo adorne de bolivarianismo o de otro recurso ideológico. Ni las fuerzas de derecha ni de izquierda del capital pueden introducir reformas al sistema capitalista, y mucho menos hacer una revolución: la época en que la burguesía era una clase revolucionaria quedó cerrada cuando el modo de producción capitalista llegó a todos los confines del planeta; así mismo. Desde entonces hasta nuestros días el capitalismo sobrevive gracias a un ataque despiadado a las condiciones de vida de los trabajadores y pauperizando a millones de seres humanos, labor que realiza con el apoyo de sus partidos de derecha e izquierda, y los sindicatos.

P. 01-04-05


Notas:


1 [20]Organizaciones promovidas y financiadas por el Estado, mediante las cuales se prestan servicios públicos de salud, educación, distribución de alimentos, etc. Mediante el cooperativismo se promueve el empleo precario además de que las redes que conforman las Misiones, realizan un control social, ya que se exige un compromiso con la «revolución bolivariana» para poder recibir las ayudas del Estado.

2 [21]Uno de los asesores de Chávez en los años 90 fue el argentino Norberto Ceresole, quien creó un modelo llamado «posdemocracia» que combinaba un espectro de ideologías que van desde el fascismo hasta el bolivarianismo, pasando por el estalinismo.

3 [22]Se refiere al «guerrero» Ezequiel Zamora, líder de insurrecciones campesinas de mediados del siglo XIX; y a Simón Rodríguez, quien vivió entre los siglos XVIII y XIX, fue maestro de Bolívar y cambió su nombre por el de Samuel Robinson; su modelo planteaba que la América Española debía tener gobiernos e instituciones «originales», que no copiara modelos foráneos.

4 [23]El Instituto Nacional de Estadística señaló que la pobreza había crecido de 42,8% en 1999 al 53% en el 2004. Sin embargo, un estudio de la empresa Datos señala que la pobreza abarca a 81% de la población, equivalente a 21 millones de personas (El Nacional, 31-03-05).



Corrientes políticas y referencias: 

  • Chavismo [24]

Correo del lector: Guevarismo, una ideología contra-revolucionaria

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Correo del lector

Guevarismo: Una ideología contrarrevolucionaria


Algunos jóvenes que actualmente discuten posiciones de la izquierda comunista se han planteado una discusión sobre las posiciones políticas de la corriente guerrillera, más particularmente de la representada por Ernesto «Che» Guevara. Esta ideología tuvo su auge en los 60 y 70 sembrando la confusión e inoculando ideología burguesa pura a través del «modelo cubano» con su tristemente famosa máxima de la «vía cubana al socialismo». En este artículo breve trataremos de asumir sólo algunas posiciones políticas típicas del guevarismo para tratar de demostrar que su legado no pertenece al proletariado sino a la burguesía. Aclaramos de antemano que no atacamos a las personas ni podemos cuestionar sus intenciones ni su honestidad, lo que denunciamos son sus posiciones políticas burguesas. Es justamente esto último lo que abordaremos.


Teoría del socialismo en un solo país: Punta de lanza de la contrarrevolución

La revolución rusa de 1917 abrió un periodo insurreccional a nivel mundial que fue seguido por la revolución en Alemania, las huelgas masivas en Gran Bretaña, los Consejos Obreros en Hungría, etc. sin embargo, no se pudo concretar la unificación mundial de estos combates obreros y la revolución rusa quedó aislada y condenada a su estrangulamiento. Ese aislamiento fue el factor decisivo que provocó la degeneración del partido bolchevique y de la misma revolución, el punto clave que mostró a los marxistas que esta revolución dejaba de respirar, lo constituyó la adopción (a mitad de los 20) por parte de la Internacional Comunista, de la consigna de la «construcción del socialismo en un solo país», tal declaración era el acta de defunción de la revolución ya que justificaba el sacrificio por la nación, por la «patria socialista», en detrimento de la revolución mundial. Esta teoría es la antítesis del proletariado, mientras que éste trata de barrer las fronteras y de construir una comunidad humana mundial, el «socialismo en un solo país» genera el mito de que puede haber una isla comunista en un mar capitalista y, lo que es peor, que la nación, el nacionalismo, serían compatibles con el comunismo. Una revolución triunfante en cualquier país tendrá la obligación de extenderse o morir, no se puede «construir» socialismo en un país o región sin destruir al capitalismo a escala mundial.

El guevarismo no sólo defendió la idea de la existencia del socialismo en la URSS o en China, sino que fueron el «modelo» para justificar la «vía cubana al socialismo». Construir el socialismo en un ignoto paraje parece más un producto de la voluntad que una consecuencia arrojada por una revolución que se ha extendido a nivel mundial. El «Che» Guevara afirmaba que «la sociedad socialista se podía desarrollar en un solo país aislado, aún en las condiciones del más terrible cerco imperialista, como fue el que debió enfrentar la Unión Soviética durante los primeros años de la creación del Estado soviético»1 [25]. Habrá que agregar que el «Che» no reparó en elogios para hacer pasar las bondades y cualidades «superiores» del «campo socialista» por encima del «campo capitalista» haciendo alusión a las «tasas de crecimiento superiores»2 [26], tal disparate fue hecho trizas por la historia del derrumbe de la URSS y todo su bloque a principios de los 90 (una enorme miseria de los trabajadores en el Este y sus satélites). Alimentando el mito de la existencia de «socialismo» donde sólo había un capitalismo de estado brutal y una dictadura feroz de una burguesía de ropajes rojos, el guevarismo rindió (y sigue rindiendo en parte) una preciosa contribución a la ideología burguesa.

Para el «Che», tomar el poder político en un país «por el pueblo» (término interclasista tan socorrido por sociólogos y demás ideólogos burgueses) se «habrá cristalizado la primera etapa de la revolución socialista; estarán listos los pueblos para restañar sus heridas e iniciar la construcción del socialismo»3 [27]. En palabras claras, el guevarismo levanta muros alrededor de las fronteras nacionales, condena todo proyecto al mítico concepto de «pueblo» sin superar los límites de la nación. El guevarismo abreva pues en las turbias aguas del estalinismo y del nacionalismo más rancio.


Voluntarismo guevarista, antítesis de la conciencia de clase del proletariado

La revolución comunista se distingue del resto de pasos del asenso de la humanidad en que es, ante todo, una obra conciente y colectiva. La clase revolucionaria, el proletariado, sabrá cómo y porqué es necesario transformar el mundo. Por primera vez en la historia los factores CONCIENCIA y COMBATE COLECTIVO revisten una importancia fundamental para la revolución. Contrariamente a esto, en el guevarismo encontramos un desprecio más o menos explícito por la teoría y un desdén olímpico por la conciencia obrera y, al mismo tiempo, promueve y glorifica la violencia minoritaria. El «Che», refutando el principio marxista de que «sin teoría revolucionaria no hay movimiento revolucionario» (Lenin), no tiene empacho en afirmar que «la revolución puede hacerse si se interpreta correctamente la realidad histórica y se utilizan correctamente las fuerzas que intervienen en ella, aún sin conocer la teoría»4 [28], basta entonces con un buen «analista» y un buen organizador (Fidel y el «Che»?) para que una revolución proletaria sea posible. Esta visión no es un «desliz» inocente, es una concepción bien estructurada del guevarismo. El «foquismo» es la más pura expresión de ese voluntarismo, donde las condiciones históricas y la comprensión de éstas son suplidas por el deseo y el «heroísmo» de una minoría. Las condiciones subjetivas (la conciencia de la necesidad de la revolución), según el manual guevarista, «se crean mediante la lucha armada que va haciendo más clara la necesidad del cambio (y permite preverlo) y de la derrota del ejército por las fuerzas populares y su posterior aniquilamiento»5 [29], el «foco insurreccional» crea las condiciones. Este simplismo hace eco en la impaciencia pequeño burguesa y en el activismo sin principios que se comen las uñas por «entrar en acción», por «hacer algo», no les importa si ese «algo» ¡va en sentido contrario a sus deseos! Esta desesperación individualista tiene su remate en lo que Guevara consideraba como un motor de la revolución, no se trata de la conciencia sino del odio: «El odio como factor de lucha, el odio intransigente al enemigo, que impulsa más allá de las limitaciones naturales del ser humano y lo convierte en una efectiva, violenta y selectiva máquina de matar»6 [30] . Más allá de esta escalofriante imagen, es de por sí evidente que esa visión es completamente ajena al proletariado y al marxismo. El odio al zarismo, por ejemplo, y que bien ganado se lo tenía, no hubiese producido jamás tan formidable revolución como la de 1917 en Rusia. El odio nunca ha sido ni será un fundamento de la revolución comunista, jamás será la base de la organización masiva y conciente del proletariado. Una nueva sociedad será el producto de una comprensión científica de la lucha de clase, del capitalismo y de la necesidad material del comunismo. El odio es enemigo de la conciencia.


Nacionalismo guevarista, enemigo mortal del internacionalismo proletario

El «Che» pronunció varios discursos y escribió varios textos hablando de la necesidad del «internacionalismo proletario». Sin embargo, todo se reduce a un nacionalismo a ultranza. Antes de tocar el punto hay que señalar que el «Che» partía de un concepto falso de imperialismo donde los EUA serían el «enemigo principal a vencer», el guevarismo hizo del «imperialismo» un sinónimo de EUA, cubriendo así las espaldas a la URSS, China, y demás países de todo el mundo. Para el marxismo el imperialismo no es tal o cual país, es el modo de vida del capitalismo decadente donde ninguna nación, grande o pequeña, puede sustraerse a esta dinámica histórica. Así, para el «Che» desprenderse de la tutela americana y caer en los brazos de los rusos sería...¡Internacionalismo»!, en esta lógica la invasión del «ejército rojo» a Europa a fines de la II Guerra Mundial, así como la invasión a Checoslovaquia en los 60 o a Afganistán en los 80 sería unas bellas expresiones de «internacionalismo». El guevarismo ha representado históricamente un aliado indispensable de la URSS y de China en la lucha imperialista desarrollada en el marco de la «guerra fría».

No exageramos, el «Che», conciente o inconscientemente, asumió el papel de reclutador de carne de cañón para alimentar las pugnas imperialistas entre la URSS y los USA. Para muestra basta este botón: «Las armas no pueden ser mercancías en nuestros mundos, deben entregarse sin costo alguno y en las cantidades necesaria y posibles a los pueblos que las demanden, para disparar contra el enemigo común. Este es el espíritu con que la URSS y la república Popular de China nos han brindado su ayuda militar»7 [31] Bajo estos criterios, habría que incluir entre los grandes «internacionalistas proletarios» a Lázaro Cárdenas (que envió armas para apoyar a un bando en la guerra civil española de 1936). El internacionalismo no se puede reducir al «apoyo militar» o «económico», el internacionalismo nada tiene que ver con tomar partido entre bandidos imperialistas (URSS-USA), el internacionalismo es la piedra angular del marxismo que sintetiza la obra mundial de la revolución. El internacionalismo no es la «elección» de una nación o de un grupo de naciones, el internacionalismo pugna por la abolición de todas las naciones. Es por ello que denunciamos la postura guevarista como burguesa ya que desnaturaliza y niega el verdadero sentido del internacionalismo. Para el «Che» sería sinónimo de internacionalismo «morir bajo la enseñas de Viet-Nam, de Venezuela, de Guatemala, de Laos, de Guinea, de Colombia, de Bolivia, de Brasil, para citar sólo los escenarios de la lucha armada, sea igualmente glorioso y apetecible para un americano, un asiático, un africano, y aún, un europeo»8 [32].Esta última frase no deja lugar a equívocos, para el «Che» el internacionalismo no era la abolición de las naciones, sino la abolición de la nacionalidad del individuo para que éste se haga destripar por cualquier burguesía de otro continente, de preferencia, claro, por burguesías que se oponen a los EUA.

A la consigna nacionalista y reaccionaria del «Che» de «¡Patria o muerte!» los comunistas debemos oponer el grito de guerra de «¡Revolución mundial o barbarie capitalista!».

DAN/14-10-05

Notas:


1 [33]«Sobre la construcción del partido», Discurso, marzo de 1963.

2 [34]«Contradicciones en la era del imperialismo», Discurso en Ginebra, mayo de 1964.

3 [35]«Guerra de guerrillas, un método», septiembre 1963.

4 [36]«Notas para el estudio de la revolución cubana», Artículo publicitado en la revista «Verde olivo», octubre 1960

5 [37]«Cuba: ¿excepción histórica o ejemplo de la lucha anticolonialista?», ensayo aparecido en «verde olivo», abril 1961.


6 [38]«Mensaje a los pueblos del mundo a través de la Continental», Discurso de abril de 1967.

7 [39]«Liberación nacional e internacionalismo proletario». Discurso de Argel, febrero de 1965.

8 [40]«Mensaje a los pueblos del mundo a través de la Continental», Discurso de abril de 1967.

Corrientes políticas y referencias: 

  • Castrismo [41]

Las deslocalizaciones ilustran la explotación

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Al contrario de las elucubraciones altermundistas «contra la mercantilización del mundo», he aquí que desde hace tiempo que bajo la égida del capitalismo las relaciones mercantiles rigen el conjunto de relaciones sociales y humanas de la sociedad. En la sociedad capitalista, producir y vender una mercancía, constituye, bajo pena de encontrarse privado de todo medio de subsistencia, el único medio de obtener una parte de los bienes producidos. Para los que no poseen ningún medio de producción, los proletarios y encontrándose de hecho en la imposibilidad material de producir mercancías, no le queda más que colocar en el mercado una mercancía particular, su fuerza de trabajo.


La explotación capitalista de la fuerza de trabajo

Como para todas las otras mercancías, el valor de la fuerza de trajo se traduce en el mercado por un precio y en dinero: el salario. La mercancía fuerza de trabajo no se distingue en nada de las otras mercancías en el mercado, salvo que esta es inseparable de su vendedor, el trabajador, y que ella no soporta esperar mucho tiempo al comprador, porque ella perecerá con su portador, el trabajador, por falta de medios de vida.

La fuerza de trabajo constituye para el comprador capitalista, el burgués que la consume, la fuente de su ganancia. Si el capitalista industrial no hace trabajar al obrero más allá del tiempo suficiente para crear el salario que a este le toca, el patrón no lograría ningún beneficio. Es necesario que el asalariado trabaje más de este tiempo. El tiempo de trabajo de todo obrero se compone, sin que este se de cuenta, de dos partes: una parte pagada, donde el obrero no hace más que restituir el valor de su salario, y de una parte no pagada, donde el ejecuta trabajo gratuito o plusvalía para el capitalista que se apropia la totalidad de la producción.

La condición de proletario se resume en la inseguridad de su existencia. «El proletario está desprovisto de todo; no puede vivir un solo día para sí. La burguesía se atribuye el monopolio de todos los medios de existencia en el sentido más amplio de la palabra. El proletario es por tanto, tanto legalmente como de hecho, esclavo de la burguesía; esta puede disponer de su vida y su muerte. Ella le ofrece los medios de vida pero solamente a cambio de un»equivalente», a cambio de su trabajo; hasta llega a concederle la ilusión de que es por su propia voluntad, que hace un contrato con libremente, sin coacción. Bella libertad, que no deja al proletariado otra opción que firmar bajo las condiciones que le impone la burguesía (...)».1 [42]

En el sistema capitalista, la sed de plusvalía no tiene límites. El capitalismo cuanto más obtiene del trabajo no pagado de los trabajadores, es mejor. Arranca plusvalía, y la arranca sin límites, tal es el objetivo, el papel de la compra de la mercancía fuerza de trabajo para el capitalista. «El capitalismo industrial no descansa en el fondo más que en una mercancía. Su actividad como capitalista (...) se reduce a la que ejerce una mercancía sobre el mercado. Su tarea consiste en comprar tan acertadamente y al más bajo precio posible, las materias primas y accesorios, las fuerzas de trabajo, etc, que le son necesarias, y a vender tan caro como sea posible las mercancías fabricadas en su casa. En el dominio de la producción, un solo punto le debe preocupar: debe hacer de tal manera que el obrero ejecute, por el salario más pequeño posible, el mayor trabajo posible, que rinda la mayor plusvalía posible».2 [43]

Esta explotación no encuentra su límite más que en el agotamiento del explotado y en la capacidad de resistencia que la clase obrera opone a su explotador. Para aumentar la parte del tiempo de trabajo gratuito, donde el proletario produce al capitalismo su plusvalía, el capital dispone de diferentes medios: la prolongación de la jornada de trabajo, la intensificación de los ritmos durante la duración del trabajo y la reducción de los salarios, y el mínimo necesario para el simple mantenimiento en vida del obrero.

Como todas las mercancías, la fuerza de trabajo está sometida a la competencia y a los riesgos del mercado capitalista. «Cuando hay más trabajadores que la burguesía no juzga bueno ocupar, cuando por consecuencia al termino de la lucha de los concurrentes, queda aún cierto número de desempleados, los que precisamente, deberán morir de hambree; la burguesía no les dará probablemente trabajo, si el no puede vender con beneficios el producto de su trabajo»3. La competencia, «la expresión más perfecta de la guerra de todos contra todos que hace estragos en la sociedad burguesa moderna» donde «todos los trabajadores compiten como los burgueses» oponen a activos y desempleados, autóctonos e inmigrantes o diferentes fracciones nacionales del proletariado constituyen «el arma más acerada de la burguesía en su lucha contra el proletariado»3 [44].

Las deslocalizaciones, producto de la competencia capitalista

La deslocalización de los sitios de producción de los países industrializados hacia países con mano de obra barata constituye una evidente expresión de las leyes capitalistas y de la búsqueda de una taza máxima de ganancia. Bajo la presión de la competencia entre grandes países industrializados capitalistas por mercados cada vez más limitados, los salarios en promedio por hora de 18 euros en España, 4 en Polonia y República Checa, 2 en Brasil y México, 1 en Rumania, 0.7 en India o China contra 23 en Europa occidental o Estados Unidos, constituyen una infalible ganga para el capitalismo, vampiro de la fuerza de trabajo.

Desde el siglo XIX, la burguesía jamás ha dudado, cuando la técnica de producción lo permitía, en desmontar, por ejemplo, los telares, para ir a buscar en otra región mano de obra más barata o más dócil a la explotación.

Aunque las deslocalizaciones no son una novedad para la clase obrera, sino constituyen un fenómeno viejo e internacional, común a todos los países, después de los años 90, bajo el impulso de la crisis económica que dura más de tres décadas, este fenómeno ha conocido cierta aceleración. En los diversos sectores donde el costo de la mano de obra representa una parte importante del costo global de la producción, se transfiere de países industrializados hacia donde los costos de producción son más bajos.

En el sector del automóvil por ejemplo hace tiempo que los grandes constructores han recurrido a las deslocalizaciones. Renault produce el R12 desde 1968 en Rumania. «Desde los años 70, Renault, al igual que PSA, multiplica sus plantas locales en Brasil, México, Argentina, Colombia y Turquía.(...) Después de las reestructuraciones de los años 80, Renault se lanza en el compra de Samsumg en Corea del Sur y de Dacia en Rumania, en 1999»4 [45]. La burguesía no esperó el hundimiento de los regímenes estalinistas y el fin de una supuesta «economía socialista» para que las potencias occidentales invirtieran y se desplazaran a los países del ex bloque del Este.

Si todos los sectores de la producción capitalista son tocados por las deslocalizaciones, no toda la producción es destinada a ser deslocalizada como da a entender la propaganda de la burguesía. «Los sectores de la industria implicada en las deslocalizaciones son numerosas: cuero, textil, vestido, metalurgia, eléctrico, automóvil, electrónica... Igualmente, toca al sector terciario: centros telefónicos, informática, contabilidad... A decir verdad, toda producción masiva y todo servicio repetitivo es susceptibles de deslocalización hacia territorios donde el costo de la mano de obra es netamente menor»5 [46]. La baja drástica de los precios de transporte en los años 90 (baja de 45 % del costo del flete marítimo y de 35 % del flete aéreo entre 1985-93) ha reducido al mínimo el inconveniente de la distancia de los sitios de producción de mercancías al mercado donde serán consumidas.

La explotación a bajo precio de la fuerza de trabajo intelectual high-tec, muy cara en los países occidentales, es frenéticamente buscado, ahorrándose los gastos de su formación, asegurados en el lugar. En China, organismos públicos occidentales y empresa privadas son cada vez más numerosas para «crear en el lugar, tales como France Telecom en Cantón en junio de 204, centros de investigación a fin de beneficiarse del fantástico vivero de científicos a bajo precio que ofrecen los laboratorios chinos»6 [47]. La India también se ha convertido en unos años en un país de destino de diseño de software.

Por otro lado, las deslocalizaciones son ampliamente utilizadas para reducir los costos no productivos de grandes empresas (gestión computarizada, explotación de redes y mantenimiento, gestión de salarios, servicio a clientes, gestión de pedidos, centros de llamadas telefónicas), hasta un 40 o 60 %. A tal punto que «Todo lo que se puede hacer a larga distancia y transmitir por teléfono o satélite es bueno para deslocalizar». Es así que la India «tiende a convertirse en la boutique de empresas americanas y británicas»7 [48].

En la competencia a muerte que libran las naciones, los Estados de los países desarrollados ponen explícitamente un freno a la partida al extranjero de ciertas actividades. Poseer en su territorio de algunas industrias garantes de una potencia militar capaz de rivalizar con naciones del mismo orden constituyen una necesidad estratégica y una cuestión de sobrevivencia en la arena imperialistas. Más generalmente, en el plano económico, conservar en su suelo la producción central de diferentes sectores clave que constituyen la fuerza de tal capital nacional ante la competencia es también indispensable. En el automóvil, «bajo la presión de la competencia que obliga a producir a costos siempre más bajos se dibuja un movimiento de deslocalización de la producción de pequeños autos destinados al mercado francés en los países que tienen un bajo costo de mano de obra, mientras se queda en Francia la producción de vehículos de alta calidad en fábricas muy automatizadas. (...)»8 [49]. De igual manera en la industria textil donde «solamente los textiles que incorporan tecnología y competencia profesional aún son fabricados en Francia».9 [50]

El número de países beneficiados con las deslocalizaciones es reducido: «La India, Magreb, Turquía, los países de Europa central y oriental (PECO) y Asia (particularmente China)»10 [51]. Si cada capital nacional posee su tierra de elección, cada una responde a una misma serie de criterios imperativos. Estos países deben no solamente poseer cierta estabilidad interna. Lo que es el caso de un número cada vez más reducido de países, en tanto que brotan a la superficie del planeta zonas enteras abandonadas a las devastaciones de la guerra. Pero igualmente deben tener una infraestructura adaptada y disponer de una fuerza de trabajo, acostumbrada a la explotación capitalista, relativamente formada. La mayor parte de los países han conocido un pasado industrial (países del Este) que aparentaba industrialización. Al contrario, los países de África subsahariana, candidatos a recibir deslocalizaciones, no han tomado color.


La crisis de sobreproducción sin salida

La misma definición de deslocalización como «el desplazamiento hacia el extranjero de una actividad económica existente (por ejemplo) en Francia donde la producción es enseguida importada a Francia»7, nos deja ver parte del secreto de las cifras milagrosas desplegadas por la burguesía en relación a los supuestos milagros chino e hindú. Al tomar la totalidad de la producción mundial, las deslocalizaciones forman una operación blanca. Si bien ha creado un polo industrial que no existía antes, en ningún caso hay un desarrollo o nuevo desarrollo de la producción capitalista puesto que la creación de una actividad inexistente anteriormente en el país de recepción ha tenido a su vez por corolario directo la desindustrialización y estancamiento de las economías más avanzadas.

Durante décadas, estos países no han logrado realizar inversiones para la adquisición masiva, de una tecnología moderna, condición indispensable para apoyar la competencia con los países más desarrollados y acceder a una industrialización digna de este nombre, aún con una mano de obra a muy bajo costo. Su subdesarrollo, y mantenimiento en este estado son actualmente condiciones de interés que encuentra el capitalismo a la explotación de la clase obrera del lugar.

La ausencia de perspectivas de mejora de las condiciones de vida del proletariado de los países destinatarios de las deslocalizaciones así como el desarrollo del desempleo en los países occidentales, hacia los cuales se dirige el grueso de la producción deslocalizada, no pueden contribuir a la expansión del mercado mundial, sino a la agravación de la crisis de sobreproducción.

Las deslocalizaciones no constituyen en sí la causa del desempleo y la baja del nivel de vida del proletariado. Ellas no son más que una de las formas que toman los ataques que este sufre, pero todas proceden de la misma raíz: las leyes económicas del sistema capitalista que se impone a cada nación y a cada burgués y que hunden al mundo capitalista en una crisis de sobreproducción sin salida.

Para tomar la plusvalía producida por la clase obrera y encerrada en las mercancías fabricadas, aún es necesario que el capitalista las venda en el mercado.

Las crisis capitalistas de sobreproducción, flagelo del sistema capitalista, encuentran siempre su origen en el subconsumo de las masas a lo cual se obliga a la clase obrera por el sistema capitalista de explotación del trabajo asalariado que disminuye constantemente la parte de la producción social que regresa al proletariado. El capitalismo debe encontrar una parte de sus compradores solventes fuera de los que se encuentran sometidos a la relación trabajo-capital.

Anteriormente, la existencia en el mercado interno, de amplios sectores de producción precapitalistas (artesanales y sobre todo agrícolas) relativamente prósperos, formaban el suelo que nutría la subsistencia indispensable al crecimiento capitalista. En el plano mundial, el vasto mercado extra-capitalista de los países coloniales conquistados, permitía desahogar el excedente de las mercancías producidas en los países industrializados. Desde el inicio del siglo XX, el capitalismo sometió al conjunto del planeta a sus relaciones económicas, no dispone ya de las condiciones históricas que le habían permitido hacer frente a sus contradicciones.

Entra en su fase de decadencia irreversible que condena a la humanidad a las guerras, a convulsiones de crisis y miseria generalizadas, haciendo pesar la amenaza de su destrucción pura y simple.


Scott



1 [52]Engels. La situación de la clase obrera en Inglaterra, (1845).

2 [53]K. Kautsky. El programa socialista, (1892). Capítulo: «El proletariado.»

3 [54]Engels, Ibid.

4 [55]Expansión, 27 de enero de 2004.

5 [56]Viepublique.fr. 12 de enero de 2004.

6 [57]Le Monde.fr. 27 de junio, 2004.

7 [58]Novethics.fr. 10 de enero de 2001.

8 [59]Expansión, 27 de enero de 2004.

9 [60]Expansión, 27 de enero de 2004.

10 [61]Viepublique.fr. 12 de enero de 2004.

Cuestiones teóricas: 

  • Economía [62]

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